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Mantener las cuentas claras no es signo de desconfianza
Los dominicanos “pobres”, porque los ricos no son así, tenemos la mala costumbre de utilizar mucho el “redondeo” para los asuntos relacionados con el dinero, más si se habla de montos pequeños, e ignorando que en manejos frecuentes, las bajas cantidades se convierten en altas.
El punto es que se dan casos de emprendimientos conjuntos entre amigos que se asocian para un negocio en el barrio que en principio comienza a resultar bueno, pero en la medida en que crece tiende a provocar desarreglos o excesos de una de las partes que terminan afectando la iniciativa comercial.
“En la confianza está el peligro” es una frase popular de alta profundidad. Sin embargo, tener y mantener las cuentas claras no es signo de desconfianza en una relación de negocios, sino más bien de claridad en el buen desempeño de lo que se hace.
No es un asunto de que una de las partes ponga un dinero de más y le diga a su socio que lo deje así o que “luego nos arreglamos”. Lo ideal es que siempre se establezcan con claridad los montos o aportes en proporciones iguales a la participación accionaria de la sociedad, a los fines de evitar inconvenientes o confusiones no deseadas.
Lo positivo de las cuentas claras es que, al momento de presentarse alguna diferencia personal o de cualquier otro tipo, el elemento societario no se ve afectado, porque todo está debida y equilibradamente definido.
Puedo plantear mi caso en particular. Tengo una sociedad con un buen amigo, a quien aprecio más de lo él se imagina y estoy seguro de que de su parte existe esa misma reciprocidad. Somos dos, por lo que nuestra micro empresa es compartida en partes iguales: 50-50.
El punto es que cuando hacemos alguna inversión, siempre aportamos lo mismo, ni un centavo más ni un centavo menos de su parte o de la mía. Lo mismo ocurre cuando nos dividimos las ganancias y cuando tenemos que hacer cualquier otra operación relacionada con la empresa.
Aunque somos amigos desde hace más de 20 años y nos tenemos una confianza prácticamente ilimitada, nunca, pero nunca, hemos aplicado esa confianza para dejar en pendientes o desbalance alguna operación relacionada con nuestra sociedad empresarial. Esa parte es sagrada y ahí no existe más que la claridad, especificación, cálculo oportuno y distribución o gasto equitativo y apegado estrictamen- te a nuestras proporcionalidades accionarias. Siempre he mantenido la seguridad de que el fortalecimiento cada vez mayor de nuestra amistad y relaciones mutuas entre nuestras familias, se debe a que nunca hemos mezclado la parte del negocio con los asuntos personales o emocionales y siempre la hemos mantenido basada en los cálculos, la contabilidad rigurosa y la distribución equitativa.
Son más frecuentes de lo que uno se imagina las rupturas de buenas relaciones de amistad por los desarreglos en las relaciones societarias de negocios. Está bien asociarse con un amigo, pero siempre tomando en cuenta que esa amistad no guarda relación con la rigurosidad de una sociedad empresarial, aun sea entre amigos.
Incluso, hay relaciones societarias entre particulares que, en términos personales, son enemigos o no se llevan bien; sin embargo, sus negocios se mantienen en constante progreso, porque no permiten que las diferencias personales interfieran en los procesos empresariales adecuados para el bien del negocio.
Lo mismo debe ocurrir a la inversa, es decir, cuando los socios de la empresa, en lugar de tener diferencias personales, son íntimos amigos o hasta familiares.
Y precisamente en esta última parte se dan los problemas con más frecuencia: en los negocios familiares. Pasa así, porque en ocasiones uno de los miembros aporta o trabaja más, pero no se detienen a observar con claridad la participación accionaria que le corresponde a cada quien.
Cuando las cuentas están claras, las relaciones empresariales son exitosas, pero, además, se garantiza la armonía en las relaciones amistosas o familiares. Eso es tomando en cuenta que el hecho de que las cuentas estén debidamente definidas, no implica un acto de desconfianza, sino de claridad en los procesos que no guardan relación con la amistad, sino con el buen funcionamiento de los negocios.
Econolegales
Jaime M. Senior Fernández jsenior@headrick.com.do
Expectativas ante el 27 de febrero
Hasta el pasado reciente, hablar del 27 de febrero o el 16 de agosto era sobre los cambios que se avecinaban en el tren de gubernamental. Esas fechas eran las que el Presidente de turno utilizaría para “remenear la mata”, cambiar un funcionario de una posición a otra, sin mucha explicación o justificación en base a la experticia que la persona en cuestión pudiera tener respecto a su nueva (ni tampoco la antigua) posición.
Afortunadamente, desde hace unos años, las fechas patrias han dejado de ser asociadas a los famosos decretos de “quita y pone”, sino que se han tornado en las cuales el mandatario realiza un ejercicio democrático de rendición de cuentas. Este cambio es una importante parte de la transición democrática que nuestro país ha experimentado en los últimos 40 años, y otra muestra de que el lastro de la dictadura y los años siguientes, van quedando más lejos de nuestro presente.
Entonces, ante la expectativa de un discurso de rendición de cuentas del presidente Luis Abinader ¿qué se puede esperar? Es importante iniciar dejando dos grandes supuestos sobre la mesa: en primer lugar, será la primera alocución a la nación de este mandatario en la que se puede decir de manera definitiva que hemos dejado atrás la pandemia, y segundo, se enmarca dentro de un inicio de año preelectoral, con las elecciones municipales a poco menos de un año (18 de febrero de 2024) de la fecha de este discurso.
Esperamos un discurso que hará mención de las obras que el Gobierno ha venido desarrollando durante los últimos 12 meses, haciendo énfasis en las que han logrado ser culminadas o que
Observaciones
podrán serlo en muy corto plazo. Ante los cuestionamientos y acusaciones de ciertos sectores sobre la supuesta falta de “productividad” del Gobierno en esta área, no sería sorprendente que el Presidente de algunas respuestas. Igualmente, el tema de Haití deberá ocupar un importante lugar en el discurso del presidente Abinader. La crisis en nuestro vecino país, uno de nuestros más importantes socios comerciales, continúa agudizándose y los efectos del descalabro de las instituciones democráticas y del orden allá representan un grave desafío para el nuestro.
Por otra parte, y regresando al ámbito nacional, el ambiente y calendario político también será determinante en el contenido del discurso, pues el Presidente se verá en la necesidad de poner en relieve las ejecutorias de su gobierno en materia social. Lo que quedará por verse es la medida en que pueda articular su visión para los 18 meses que le quedarían en este período, independientemente de si opta y logra reelegirse o no, ya que aunque este discurso es mayormente para pasar balance sobre lo que ha sido ejecutado, también sirve para trazar las pautas de trabajo respecto al próximo año de gobierno.
Sin lugar a dudas, el discurso de rendición de cuentas del mandatario de la Nación es un ejercicio de civismo democrático esencial. Más allá de un discurso político, esperamos que cada año que pase, el presidente de turno haga un verdadero ejercicio de ofrecerle a sus ciudadanos una medida de las ejecutorias de su gobierno y sus expectativas de cara al futuro.
El autor Es abogado
Ya no se puede culpar al pasado
Este 27 de febrero el presidente Luis Abinader hará su tercera rendición de cuentas ante la reunión conjunta del Congreso Nacional.
Pero si de su gestión se tratara, será la segunda, pues en 2021 expuso sobre un año anterior en el que solo gobernó cuatro meses y en medio de una crisis sanitaria y económica por el covid-19.
El año pasado expuso sobre la recuperación de la economía y la superación parcial de la crisis. Sin embargo, para esta ocasión, deberá exponer sobre una gestión totalmente bajo su responsabilidad, donde quedan muy pocos o ningún argumento válido para justificar lo que no se haya corregido, mejorado o superado en lo que va de gestión.
Atrás quedaron las justificaciones en les gestiones del pasado, pues ya el presidente Abinader está en el tercer año de su gestión de cuatro. Además, tiene en agenda buscar un segundo mandato, por lo que ha de esperarse que enfatice en sus realizaciones para motivar a la población a apoyarlo. Esperemos.