QUEDAR EN LO CANTADO
QUEDAR EN LO CANTADO
SELECCIÓN DE poesía contemporánea DOMINICANA Y ARGENTINA
Selección y prólogo Basilio Belliard y Florencia Castellano
Quedar en lo cantado : selección de poesía contemporánea dominicana y argentina / seleccionado por Basilio Belliard y Florencia Castellano. - 1a ed. Buenos Aires : El fin de la noche, 2009. 152 p. ; 22x15 cm. ISBN 978-987-1491-06-3 1. Antología Poética. I. Belliard, Basilio, selec. II. Castellano, Florencia, selec. CDD 861
© Editorial El fin de la noche, 2009 Buenos Aires, Argentina ISBN 978-987-1491-06-3 Editorial El fin de la noche Hecho el depósito que previene la ley 11.723 Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de esta obra, escríbanos a: info@elfindelanoche.com.ar
Imagen de tapa: "Escalera urbana", por Ixgal Chocer
Un país de poetas. Sobre la poesía dominicana actual Por Basilio Belliard1
Contrario a otras naciones, que tuvieron un sustrato precolombino, con una tradición escrita, la isla de Quisqueya fue habitada por pobladores ágrafos. Y este hecho cultural retrasó la aparición de formas literarias escritas. Sin embargo, esta realidad no impidió que fuera Leonor de Ovando, anticipándose casi un siglo a Sor Juana Inés de la Cruz, la primera mujer en escribir poesía en el Nuevo Mundo, hacia 1574 y 1580, y que fuera en estas tierras donde se escribió el primer entremés: el de Cristóbal de Llerenas. En el siglo XVIII, la producción fue casi nula y en el siglo XIX, se cultivó la poesía patriótica, la oratoria, el periodismo y el teatro. En el siglo XIX, se destaca, con particular ahínco, Félix María del Monte y luego, Manuel María Valencia, acaso el padre del Romanticismo dominicano, así como los hermanos Guridi, en la narrativa, el teatro y el periodismo. De modo que la poesía es un fenómeno reciente como realidad cultural en nuestras letras. El origen de su modernidad se remonta a tres figuras tutelares del siglo XIX: Salomé Ureña de Henríquez, Gastón F. Deligne 1
Basilio Belliard es poeta, ensayista, editor, crítico literario y profesor universitario. Enseña en la Universidad Autónoma de Santo Domingo para las Escuelas de Crítica e Historia del Arte de la Facultad de Artes y de Letras de la Facultad de Humanidades. En esa Universidad, fue miembro del taller literario César Vallejo. Hizo estudios de Literatura Hispanoamericana en New Mexico State University y estudios de postgrado en docencia universitaria en la Universidad Católica de Santo Domingo, donde enseñó para la escuela de Español. Textos suyos aparecen en las antologías Miroirs de la Caraibe: douze poetes de Saint Domingue, Poemas de último minuto: antología de la poesía dominicana contemporánea, Juego de imágenes: nueva poesía dominicana y en las revistas Caribe de Marquette University, Hispanic Culture Review de George Mason University, Vetas, Alforja, Tinta seca, Sieteculebras y Cuadernos de poética. Actualmente es Director de Gestión Literaria de la Secretaría de Estado de Cultura, Institución donde además es coordinador editorial y director de la revista País Cultural, donde fue además Director General del Libro y la Lectura. Ha colaborado para varias revistas y periódicos de circulación nacional e internacional.
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y José Joaquín Pérez, quienes introdujeron las temáticas patrióticas, psicológicas e indigenistas, respectivamente. Tanto el Romanticismo como el Modernismo llegaron tarde al festín de la lírica dominicana: el primero porque también llegó tarde a España, y el segundo, porque Fabio Fiallo introdujo el Modernismo en sus cuentos, no así en su poesía, que siguió siendo romántica, a pesar de su amistad y cercanía con Darío. Los demás poetas modernistas de la generación de Fiallo, Valentín Giró, Osvaldo Bazil y Ricardo Pérez Alfonseca, contribuyeron a fortalecer el legado de Darío, cuya muerte hacia 1916, generó, como es natural, un debilitamiento y el crepúsculo definitivo decretado por el Postumismo, hacia 1921. A partir de la segunda década del siglo XX es cuando verdaderamente irrumpe la Modernidad en la poesía dominicana con la llegada al país de Otilio Vigil Díaz, quien inicia el camino de la separación de la tutela hispánica de nuestra poesía, con el versolibrismo y el poema en prosa. Hasta arribar a los albores de los años cuarenta, no se observan en nuestros poetas las huellas de Quevedo, Góngora y Lope, sino las de Bécquer. Las ataduras a las normas de un imaginario sentimental, telúrico y patriótico se mantuvieron hasta que la poesía vernácula se abrió a las corrientes foráneas, producto del contacto y el contagio con las tendencias de vanguardia que trajo al país Vigil Díaz, fundador del Vedrinismo, el primer movimiento poético, pero de carácter unipersonal –cuyo nombre se debe al aviador Jules Verdines, quien hacía piruetas aéreas–. Vigil Díaz se alimentó en Francia de las ideas estéticas de los poetas parnasianos y simbolistas, durante su estadía en la patria de Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont y Verlaine. No es sino con la aparición del “Postumismo”, fundado por los poetas Domingo Moreno Jimenes y Rafael Augusto Zorrilla, y el filósofo Andrés Avelino en 1921, cuando la poesía dominicana entra al circuito de las vanguardias propiamente dichas como movimiento literario. Con el mismo se inicia la clausura del realismo decimonónico y la introducción del paisaje, lo nativo, lo telúrico, lo autóctono y el color local en la poesía nacional. En su manifiesto negaron a Darío, a los clásicos universales y a las vanguardias para asumir lo nuestro. Su carácter del pasado era iconoclasta, pero no introdujeron aires de modernidad ni espíritu de renovación. En la década del cuarenta surge el grupo denominado “Los Independientes del 40”, un cuarteto esencial en nuestra historia 8
poética con Tomás Hernández Franco, Pedro Mir, Manuel del Cabral y Héctor Incháustegui Cabral, cuyas obras orillan las vertientes social y política. Sus obras fueron elaboradas, en principios, desde el extranjero y parieron tres de las cumbres más trascendentes y populares del firmamento poético dominicano: Yelidá de Franco, Hay un país en el mundo de Mir y Compadre Mon, de del Cabral. Con la aparición de los poetas de la llamada “Poesía Sorprendida”, en la década del cuarenta, se produce el verdadero clima de novedad y universalidad de la lírica dominicana, cuyo lema era “poesía con el hombre universal”. Surge una pléyade de figuras hoy emblemáticas de la tradición de las letras dominicanas, con su líder y guía Franklin Mieses Burgos, a cuyo alrededor se incubaron poetas como Aída Cartagena Portalatín, Freddy Gatón Arce, Manuel Llanes, Manuel Valerio, Manuel Rueda, Alberto Baeza Flores (chileno), Mariano Lebrón Saviñón y Antonio Fernández Spencer. Estos poetas fueron más abiertos a las corrientes poéticas y estéticas universales, es decir, fueron más integradores: bebieron en las fuentes del pasado, en la clasicidad y en las vanguardias. Leyeron y tradujeron poetas franceses, ingleses y norteamericanos; también españoles y latinoamericanos. No negaron la tradición, como los poetas postumistas, sino que asumieron todas las corrientes literarias y filosóficas. Con Moreno Jimenes nace el verso libre y la poesía con aire local. Después de los “poetas sorprendidos”, la generación más numerosa y trascendente de nuestra tradición, brota de su seno la “Generación del 48” o Integradora, en cuyo vientre se gestaron poetas como Lupo Hernández Rueda, Víctor Villegas, Luis Alfredo Torres, Rafael Valera Benítez, Rafael Lara Cintrón, Máximo Avilés Blonda, Abelardo Vicioso, Alberto Peña Lebrón, entre otros. Estos poetas se caracterizan porque son en su mayoría abogados y militantes antitrujillistas; escribieron una obra social, a partir de “lo dominicano universal”, pero también con notables valores líricos. Después de la muerte de Trujillo en 1961, y decapitada la tiranía, surge otro movimiento de narradores, dramaturgos, poetas y artistas. Este grupo se denomina “Generación del Sesenta”, donde cabe destacar a René del Risco, Jeannette Miller, Marcio Veloz Maggiolo, Carlos Esteban Deive, Antonio Lockward Artiles, Miguel Alfonseca, Rubén Echavarría, Efraim Castillo, entre otros. Producen no sólo poesía, sino textos narrativos y dramáticos que reflejan aires de libertad y sed de justicia. 9
Inmediatamente a este puñado de hombres de letras brota otro grupo generacional: la “Generación de Postguerra” o Joven Poesía, donde descuellan: Andrés L. Mateo, Tony Raful, Mateo Morrison, Enriquillo Sánchez, Enrique Eusebio, Soledad Alvarez, Alexis Gómez Rosa, Radhamés Reyes Vásquez, Federico Jovine Bermúdez, etc. Estos poetas crearon una obra signada, en su momento, por el acontecimiento político y las circunstancias históricas: la Guerra de Abril de 1965 y la segunda Intervención Militar Norteamericana. A finales de la década de los setenta surgen dos poetas esenciales de la lírica nativa como lo son Cayo Claudio Espinal y José Enrique García, cuyos libros Banquetes de aflicción, Utopías de los vínculos y El fabulador, respectivamente, inauguran, sin dudas, una nueva sensibilidad en el orbe nacional. Ambos son deudores de los hallazgos y las búsquedas logradas por Manuel Rueda a través del movimiento de vanguardia llamado Pluralismo, dado a conocer en 1974, y que bajo el influjo de los concretistas brasileños y los caligramas de Apollinaire, la música y la pintura, provocaron un impacto en el panorama literario dominicano. A este movimiento, que fue muy efímero, se le sumaron los poetas Alexis Gómez Rosa, Cayo Claudio Espinal y Luis Manuel Ledesma, bajo la constelación del músico y poeta Rueda. La atmósfera creada por los poetas de postguerra se descontamina a partir de la década de los ochenta con la aparición de la generación del mismo nombre, quienes abrasan la “poética del pensar”, que se fundamenta en el pensamiento y la preocupación por el lenguaje, en cuyo eje de formación están José Mármol, Plinio Chahín, César Zapata, Martha Rivera, José Alejandro Peña, Víctor Bidó, Dionisio de Jesús, León Félix Batista, Rafael Hilario Medina, Adrián Javier, Médar Serrata, entre otros. Con estos poetas se inicia una nueva revitalización de nuestra poesía, cuya primera oleada la constituyen los poetas sorprendidos. Los poetas de la “Generación de los Ochenta” fundan nuevos cauces expresivos y mundos poéticos habitados por el canto a Dios, a la muerte, al erotismo. Lo sagrado y lo profano, el desarraigo existencial y el alejamiento de la temática social y política caracterizan su imaginario y su sensibilidad. Igualmente, comparten similitudes en su visión del mundo, concepto del poema, del lenguaje y del arte. Ya no sienten la nostalgia del pasado histórico ni el desarraigo ontológico, y por el contrario, vuelcan esa actitud rebelde hacia el lenguaje poético, el estilo y la tradición. Hacen una crítica a 10
esa tradición lírica desde una óptica estética, formal, expresiva y temática. La obra poética de los autores ochentistas está más próxima a los poetas sorprendidos, a Manual del Cabral, Freddy Gatón Arce y Mieses Burgos, en particular, y más aún, a los poetas surrealistas, simbolistas e hispanoamericanos, en cuyas obras resuenas dichos ecos. La “Generación de los Ochenta” también estuvo signada por la presencia nunca antes vista de las mujeres. El espacio intelectual ocupado por Carmen Natalia Martínez, Aída Cartagena Portalatín, Jeannette Miller y Soledad Alvarez, lo ocupan voces desenfadadas y plurales como las de Aurora Arias, Martha Rivera, Carmen Sánchez, Angela Hernández, Marianela Medrano, Carmen Imbert Brugal, Sally Rodríguez, entre otras. Constituyen un rosario de voces militantes, comprometidas y combativas, que se salen del ámbito familiar, ponen en crisis la cultura patriarcal y falocéntrica, se niegan a seguir siendo objeto sexual, madres abnegadas y amas de casa perfectas, y buscan, para escribir, una “habitación propia”, como quería Virginia Woolf. Al arribar a la década de los noventa se gesta una continuidad o una prolongación de la ruptura que marcó la “Generación de los Ochenta” con voces como las de Basilio Belliard, Julio Adames, Alejandro Santana, Frank Martínez, Nan Chevalier, Homero Pumarol, Noé Zayas, Eloy Alberto Tejera, Víctor Saldaña, José Acosta, etc. Postulan una obra en tránsito pero que se prolonga hasta el presente. Muchos cultivan no solo la poesía, sino el ensayo y la narrativa. No hay una homogeneidad, un destino cifrado, como sucede en los poetas ochentistas: asumen destinos individuales y búsquedas particulares. A partir del 2000, surge la primera escisión de la tradición de los ochenta, con voces como las de Frank Báez, Rita Indiana Hernández, “Neronessa”, Juan Dicent, Rosa Silverio, Pablo Reyes, Gregorio Espinal, Lissette Ramírez, Alejandro González, Paul Alvarez, entre otros no menos notables. Muchos de estos jóvenes poetas modelan una obra urbana, conversacional: rescatan expresiones de la oralidad, de la cultura popular, y fundan la primera ruptura con los poetas del pensar, con una obra neotestimonial. Muchos practican, a un tiempo, la poesía, la narrativa, el performance, la fotografía, la música, el video y el teatro. Algunos leen en inglés, traducen y abrasan la estética de la beat generation. Su poesía está lastrada por la cultura digital, el chateo, la comunicación virtual, la ironía y la parodia. Proceden del mundo de la publicidad, el periodismo, la bohemia citadina, nocturna y de 11
otros ámbitos extraacadémicos. De ahí la espontaneidad de sus versos, la frescura de sus palabras y el humor. La anécdota y el trasfondo autobiográfico marcan su mundo verbal. En su obra hay un cruce de caminos donde se dan cita el lenguaje de la música, la literatura y las artes visuales. Otro momento especial de la producción literaria dominicana lo constituye el fenómeno de la diáspora de autores que han articulado una obra desde del autoexilio como José Acosta, Médar Serrata, José Alejandro Peña, Osiris Vallejo, Frank Martínez, Néstor Rodríguez y de otros de otras generaciones que vivieron (o viven) en los Estados Unidos, concretamente en Nueva York, y otros que regresaron a su suelo patrio. De los que regresaron cabe destacar a Alexis Gómez Rosa, León Félix Batista y Frank Martínez. Y de los que aún permanecen cabe destacar a Miguel Aníbal Perdomo, José Acosta, José Alejandro Peña, Norberto James, entre otros. Otro fenómeno digno de mención es el de la literatura escrita en las provincias, es decir, fuera del ámbito capitalino, que tiene su fortaleza y expansión propias. Esas voces las forman Julio Adames, Jim Ferdinand, Víctor Saldaña, Fernando Cabrera, Puro Tejada, Pastor de Moya, Rannel Báez, Virgilio López, Noé Zayas, Juan Gelabert, Yky Tejada, Enegildo Peña y un conjunto de voces emergentes y en gestación, que proceden de provincias como Santiago, San Francisco de Macorís, Azua, San Juan de la Maguana, La Vega, Moca, entre otras. Esta antología, Quedar en lo cantado, un verso del poeta Rafael Américo Henríquez, conforma sólo un muestrario que apenas busca trazar un mapa del amplio prisma de nuestra tradición, que alcanzó a mediados del siglo XX su mayoría de edad. La historia de la literatura dominicana es la historia de las generaciones poéticas. De modo que el nuestro es un país de poetas, frente a los ensayistas, narradores y dramaturgos, a quienes supera en cantidad, proyección internacional y en obras emblemáticas. Como es natural, en esta travesía se quedan voces emergentes y un racimo de poetas anteriores a los años ochenta, pues se trató de abarcar a los poetas más representativos desde la “Generación de los Ochenta” hasta el presente. Sólo en el siglo XX hay voces necesarias y sólidas para llenar miles de páginas, pero el criterio editorial y el espacio físico siempre constituyen una azarosa limitante –y nunca es posible lograr una inclusión abierta, horizontal y plural, como debía ser. No obstante, el lector agudo, de aquí y acullá, local y de allende 12
los mares, podrá apreciar, en este manojo de poetas y poemas, algunos rasgos peculiares de nuestra poesía y, de igual modo, giros, relieves formales, estilos, búsquedas, hallazgos expresivos, influencias, vasos comunicantes, abismos y precipitaciones. Poetas de un libro paradigmático, de un poema canónico, de varios libros y libros capitales de una generación se dan cita en este concierto de versos y palabras. El lector, con olfato crítico, podrá apreciar el hilo conductor sobre el cual gira la órbita de nuestra poesía de los últimos 25 años, al leer textos de José Mármol, León Félix Batista, José Acosta, Plinio Chahín, Médar Serrata, Martha Rivera, Adrián Javier o Dionisio de Jesús. O voces más recientes como las de Homero Pumarol y Frank Báez. Quince poetas, nacidos entre 1954 y 1978, constituyen esta muestra que va de la “Generación de los 80” hasta la “Generación del 2000”. Dos mujeres y trece hombres permean esta selección para articular un discurso poético que matiza una tradición, que ha dado poetas de trascendencia universal como Manuel del Cabral y Pedro Mir, y dos figuras intelectuales de prestigio internacional: Juan Bosch y Pedro Henríquez Ureña. El primero, maestro del cuento dominicano en el siglo XX y el segundo, maestro del ensayo hispanoamericano y la figura académica de más proyección de nuestra vida cultural e intelectual. Como se observa, la tradición poética vernácula, aunque reciente, ha sido dinámica y dilatada y goza de buena salud en el momento actual. Una tradición en nuestras letras que se gestó en el siglo XIX y modernizó en el siglo XX, cuya expansión y trascendencia alcanza su mediodía hacia la década de los cuarenta y renueva con cierta versatilidad. Estos 15 poetas, nacidos en el crepúsculo de la tiranía de Trujillo hasta los nacidos durante la dictadura ilustrada de Joaquín Balaguer, aportan aquí sólo una muestra de su talento creador, lo que permitirá a los profanos del extranjero, una visión representativa de una tradición más vasta, y a los lectores nacionales, una mirada horizontal sobre los últimos años de producción de nuestros poetas. Quedar en lo cantado. La nueva poesía dominicana es una invitación al lector de habla hispana a adentrarse en los meandros y en los estuarios de la poesía que se escribe en esta media isla tropical, caribeña y antillana.
Santo Domingo, 12 de enero de 2009
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JULIO ADAMES
Espanto fiel I Apocalipsis 17:8 Buscarás en la efímera tentación de las horas En la soledad de la herida En la expiación de a oscura bebida de los muertos Aquí allá dando traspiés en el centro del delirio que nos mata Dando voces en la casa vacía la tarde entre rejas La mirada en el seno de la oscura lila ahí entre el alba y el alba La noche gozando el cuerpo de la muerte y la caída de vértigo En micras de años Altas puertas detrás de mí en el paisaje apócrifo de la página en blanco Sin saber en qué lugar dónde esto en qué mirada de estupor Tú misma limándonos con tu violín hablarás del error Así será el espanto de la espera Horrendas manos cabalgando entre los remolinos de la maldición Y el insoportable insomnio del hedor a escritura La belleza atascada en los labios del salvaje de hirsuta cabellera Chocando contra la húmeda lividez del paisaje Un león morado olfateándose las venas sin poder acceder a la vía (La vida agitada en el recuerdo y el pensamiento pensado por la estupefacción) Mi altísima lengua lamiendo el insomnio de todos los poetas del planeta Tú debajo de cada velo diciendo lo peor ya pasó persignándose detrás del cáliz Ya pasó y me sangran las ideas 15
Mordiéndose los labios con insolente burla La noche ha vuelto a derramarse sobre el capote de Dios en su Forma Limbo Tal como ha sido concebido por su Omnisciencia El miedo escinde tu lengua Oh poeta El grito desgarrado en tu garganta ha vuelto a suspender la expectación La rigurosa ley de lo efímero te arrastra por los desfiladeros del Averno Misma luz de los mártires tocamos su dolor Misma turbación de lunas en el fango de los ocultamientos Satán desnudo olfatea la escritura del presagio y el pasmo de los tiempos El adjetivo muerto entinta su piel de gusano crepuscular En la ceniza de la Epoca Así termina lamiéndose el sollozo Así fluyen las bóvedas del corazón y un brote de olvidos ¡Perros y llantos! El hipertexto escalda sus venas en la escritura y pone en juego La apariencia del límite El tulipán del patio gana en la ostentación de su silencio Los dedos húmedos del brote entran a la luna ensangrentada del llamamiento Todo se lee en el envés del Todo Lejos de allí el significado de la Epoca señala el punto de la ley Donde se inclina la balanza A favor del crimen El narcotirador espía la gravedad de la orden detrás del muro El vino de la oscuridad flamea en las copas de los bailes Es la hora de bailar entre sombras Es la hora de entrar con el cuerpo aceitoso por el túnel de la razón y provocar Los encuentros clandestinos entre el yo y la duda insomne del poeta Allí en el pórtico detrás de los siete corazones del habla
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II (Post Versión Marginal 1) He aquí el viento de la noche He aquí la huella del que va recordando en futuro Como aullidos de lobos los signos del presente manchan el porvenir Corren sin dirección en su pequeña jaula de locura Hasta que viene un sol negro y los mata Su grito se repite cada noche en las aguas negras del delirio La sangre entonces amaina la violencia de los velos y unta su muerte blanca Sobre los bordes de las colmenas del Ojo A lo lejos el crepúsculo ahuyenta sus enjambres en la página en blanco Toda flor entra a soñar en la historia del fuego Todo recuerdo huele una y otra vez ceniza del alma ¡Qué perfume tan alocado! ¿Cuántos vientos sellan esta liturgia? ¿Cuántos ciclos de luz tiene este lenguaje? Ven acércate a mi lado Escoge el punto de aflicción que te señala humedecida En las profundidades del espejo Grita la fiebre de Dios con lengua oculta en la noche de los atormentados Allí donde seres extraños roen las cosas que no vemos Ven sacude el polvo de mis costados Luego húndete en la pulpa viva del ave de la eternidad de los fuegos Despierta y echa agua en mi talón Y no digas nada LA ACCION ES LA TEMPLANZA DEL OCIO
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III Es cierto Dios está solo Del ojo a la luz su mirada persiste en un significado sin cuerpo Lengua de hidra en el hoyo del ser La palabra por alimento La jarra púrpura del vino tras el racimo perla de los sollozos Un hondo comienzo de piel sumando argollas en el espacio Un sorber de nada en ambas lenguas Sus manos abarcan rivalidades Sus pies soportan un sol de pétalos negros en los latidos del umbral Esa lengua es oído y es pájaro DIOS ESCRIBE DIOS ESTA SOLO
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BASILIO BELLIARD
Gotas de arena Unas gotas de arena irrigan semillas de agua en medio del camino muerto. Un mundo en duermevela que se olvida de sí mismo. En el borde de una rama el recuerdo del futuro en que un breve sol marchita un yo soñado. Unas palabras que caminan en sílabas babélicas sobre estas manos tan mías que desaparecen en las siluetas del verso.
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Peregrino En el fondo de la fuente se ahoga de sed el manantial. El peregrino apaga su sed no en el agua sino en el hastĂo. La muda corriente encauza su fragancia de aire Ăgneo sobre la arena. Agua abajo el sediento sueĂąa otros arroyos perfumados por la sed. Sombras sobre ondas brotan los espejos de agua sus cristales secos. El peregrino sediento seca sus labios en la sombra del agua que se extingue en el arroyo.
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Cargas de sueños Brava la barca palpa uniforme las aguas cansadas y dulces sobre la arena que araña con dulzura la ribera del agua recta se desliza rechina en espesor canta a cal y canto la lluvia que rema pesarosa despierta del hastío marítimo su lenta carga de sueños huecos y húmedos en mitad de la alborada.
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Sueño elástico (Homenaje a Dalí) Tiempo derretido en sueño elástico Una mujer-caballo duerme En un árbol desnudo Memoria blanda del reloj exacto En un mar solar Gelatinosa la hora Hormigueante espacio Amarillo sueño Pintado en la materia.
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Ciudad y cuerpo La ciudad es un cuerpo un eco de libĂŠlulas. El cuerpo de la ciudad es un fuego trasnochado por el vino. Un diapasones el silencio citadino estrellado en los labios del agua en los aires secretos de la negrura Una ciudad no habla: habla en la lengua de los pasos que retumban en la negra mĂşsica del aire.
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Hijos de la noche Estas noches enterradas que navegan y maduran bajo párpados de sombras. Estos ojos plantados en la madrugada, llovidos en la memoria, –¡amanecen! La ciudad anochece entre silencios –como árboles trasplantados en el aire. Latir del día que una noche vimos entre colmenas muy despiertas y palabras apagadas. ¡Así somos! Los hijos de la noche.
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Sombra de humo Los pulmones nacen del humo, de la sombra del humo. Se va la piel volando con el humo y la vida en las volutas. En espiral bostezo, caen como paracaĂdas, los instantes de aire.
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PLINIO CHAHÍN
I Si todas las cosas están vacías y perfectas ¿quién es el celebrado y por quién? Es dolor el tránsito hacia el Otro Obra increada tiempo de Nadie Pues si el Otro se alza o sucumbe y se planta inquieto en exterminio sin que sus miembros se pudran o separen para que su piel alcance allí la perfección como la nada informe Agogé que la Inmémore desborda ¿Cuándo y por qué la celebración entonces? Conocerás tu voz y los astros como la obra que en un punto se calma abandonada en sí dentro de sí Conocerás la ansiedad que va escondiendo del aura su designio Del acorde los vestigios que se cruzan El juego tropísimo del lujo errante como el duende del insomnio y el contraste emergido de tu cuerpo ¿Por qué todo comienza? ¿Por qué a la izquierda es pálida y el nombre es entidad negación Isis libando a la izquierda? 26
II Ay de quienes madrugan en busca de licores y de quienes trasnochan degollando (danzantes más culposos) vacas cabras turbulencias Perdidos se repliegan desretornan –somáticos puntos de fijezas– No hay gozo en el acorde ni se sienten vivir en la continuidad El amor es única entidad que la belleza gana al infortunio Ah qué alivio se fuga del sosiego y sin embargo ahógase de pie bajo Adoración de los biseles La figura creada se escorza hacia el azar incorpora los presagios vacíos y sus cuerpos desnudos aun más persisten los designios que son lianas (que envuelven) del vientre de la diosa Afelpado blanquecino el reposo del cuerpo es sombra que proyecta su impronta al raciocinio ¿Piensas que el más allá vacío es la prefiguración conciencia desgarrada?
III Raspa el espejo consuma su apariencia perentoria Despuebla la presión de sus principios Nostalgia infinita de toda simetría La cáscara perfora la figuración Frótate los ojos y empotra el miembro con suave vaselina 27
¿Quién enroca un elíxir? El personaje aquél es quien figura otras pelvis relapsa algún diorama a la mirada cuando la imagen verosímil se inmiscuye en sus vidas imprevistas hasta entonces
IV Oleaje dulce fugaz incandescencia bellísimo como los abismos La música del universo La ilusión de tu roce no es repliegue otrora de tu muslo cuerpo ilusorio –shajan kaja Ay como eres sexuada en el arco gozante alejando melodía arbolando empujando hacia la confusión Oh melodía que flota en la calma camina y se difunde Avanza sobre el arco la diferencia que distiende Abandonada en el cuerpo se vuelve extinta de vigor Obedece ¿Qué le ocurre entonces? Un minuto quizás hasta la incandescencia Ay tanto más hondo el tiempo que la colma Cóncavo el espíritu una noche en las cumbres Interrumpido espacio alrededor del ser Que retuerce su paso y obliga el alma abrirse hasta la vastedad tras los anillos de tus senos hasta la inocencia del prodigio Mojada temblando en mi mano besaba el entonces ardid recién cuajado por el ámbar
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FRANK Bテ・Z
Bajo este mundo Quise con estos brazos retener la belleza como si fuera una mujer. Con estos dedos agitテゥ los mechones de su pelo como si fueran monedas de oro. La quise desnuda en mis poemas, oblicua.
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Ejercicio Te desanudas la corbata y te levantas y tomas un cuchillo y te cortas uno a uno los dedos para mĂĄs tarde enviĂĄrselos por correo a un extraĂąo.
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Jarrón Escribiendo en la mesa empujo un jarrón con el dorso de la mano, de manera que al tocar el piso el jarrón se parta en pedazos, así como se parten en pedazos todos los jarrones. Y mientras este jarrón va cayendo escribo unos versos que le restituirán la inmortalidad que el jarrón ha de perder al tocar el piso y partirse en pedazos o al partirse en pedazos y reunirse de pronto esos pedazos en ideal armonía y!zas!, el jarrón que salta raudo sobre la mesa. Años después se olvidará este poema. También se olvidará el jarrón de este poema y finalmente el jarrón se hará polvo.
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Poemo Con un palito toqué el cuervo que encontraron los niños debajo de ese árbol le decía vuela lejos vuela a la rama y el cuervo graznaba y era enorme como el del poema de Poe y lo tocaba con el palito y le decía vuela lejos vuela de la rama como alguien que hablara con algo que no está ahí y lo suspiera.
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Pelas domésticas Mientras escribo en el papel a las tres de la mañana una musa me escupe la cara otra musa me grita una me trae vodka y me susurra no escribas me trae drogas me trae modelos de revistas no escribas no escribas repiten el unísono día y noche noche y día
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Ars poĂŠtica Tal si fuera un pĂĄjaro atrapo al poema. Los siento latir en mis manos. Pero s veces lo aprieto demasiado y lo destrozo.
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Esto es Quise con estos brazos retener la belleza como a una mujer. Con estos dedos agitĂŠ los mechones de su pelo como si fueran monedas de oro. La quise desnuda en mis poemas. Boca arriba.
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Después de dos meses sin escribir poesía Un día de estos serás cadáver y no podrás escribir más poemas pero mientras tanto siéntate y espera, escribe y espera y escribe pensando que este es el último poema. Robert Frost cuenta del camino que tomó en un poema sabiendo que todos los senderos conducen al mismo bosque y que en este caso el bosque es la metáfora de la muerte a la que nos dirigimos como Hansel y Gretel dejando migas de pan para volver a casa así los poetas dejan sus poemas aunque los pájaros se coman las migas de pan y los editores ya no publiquen poetas.
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MARTHA RIVERA
Mujer II Todos los hombres que he amado están aquí. Todos me hacen doler las piernas y desnudar la ternura de vez en cuando. Todos contemplan la logicidad de mi caos, desenredan los internodios de mis cabellos y cabalgan Todas las veces del amor tantas cual son A todos amo con mi virginidad eterna. A todos celo con mi pecho blando y sediento todos golpean en mis encierros con sus cuchillos y sus miserias Todas las veces del mar tantas cual son Todos están aquí, amontonados sobre ti, multiplicando tu aliento, humedeciendo tu sexo, sobre ti, que ahora descansas sobre la muerta que ahora soy yo.
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Nadja Apresúrate, carne condenada Jean Bourdeillete
Tres mariposas aleteando en la punta de la lengua, deslizan el deseo por el vórtice rojo del insomnio. (La luz es el cuerpo que se curva en su absoluto sobre la página rosada y oblicua de los dedos). Ella es el ser (la curva), la geometría del vértigo, la danza al filo de la sombra y sus espejos (el aguacero en las aristas de mis manos). Ella dictó los números y los designios de la noche. Yo despierto en sus ojos la mirada de la imago mientras la otra (esa que siempre somos) se detiene y nos espera
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Lo que nombran las palabras Muy pronto en mi vida, para mí fue muy tarde. Margarita Yourcenar
Mi mujer se está muriendo aquí, en este dedo oscuro que pone nombres a las cosas, en el árbol, dejado ya de ser olvido y pesadumbre. Sola estoy comiendo los pedazos que van quedando de mí, mientras intento recuerdos en el cofre, pequeños gajos de papel. Yo mujer, estoy fumando mi tristeza, expío mis ojos, mientras que soñé, infieles en el juego del amor. Mis senos fueron las piedras de las ruinas, tizones que quemaron las manos del poema. Y sola voy dejando los espejos a mis otros: Incendiada, mi mujer se murió de morir. De la misma forma en que me prolongué, son vértigo, con terror al odio en la sonrisa, he amado. (Los hombres olvidan el agua que los limpia del infierno. El rostro que me alerta en los cristales es el mío). Soy esta mujer de aire, esta pupila imbécl que despierta las sirenas y los pájaros, este número de plomo que me entierra en el cráneo 39
Soy también Una mueca que va mojando sílabas, garabato pequeño que se escurre y entra al sueño del poema. El poema siempre está solo. La soledad es palabra en el instante de la muerte.
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Poema de amor Un cuerpo redimiendo la sal de mis simientes, Inflamando el instante que eterniza la muerte. Un saxo derramando su leche en mis rodillas y un lento irnos fundiendo en la alfombra manida. Es la madrugada en que mi pelvis húmeda no ha encontrado el descanso, es este giro azul, este sudor de ángeles lloviéndose los huesos. Es un rodar consciente de dos hacia el abismo (su olvido es esta carne, urgente de su asombro, y una gota de sangre en mitad de mi pecho). El no es más que su beso y por eso él es tanto. El es lo que ha quedado de él en mi sonrisa: este aliento de alcohol, arrecife y nostalgia, este después que duele en el alma y adentro. (A Harry Carbonell)
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Médar Serrata
Las piedras del ábaco (fragmento) 1 ¿Y qué fue de aquel hombre que se marchó a Nod la tierra de nadie que se marchó al oriente de Edén con toda su culpa una tarde que partió cuando el crepúsculo extendía su azul sediento sobre rocas y las últimas bestias salían desafiantes y desnudas a matar?
Porque iban desnudos los primeros hombres la tarde que vencieron el vértigo azul en sus embarcaciones rústicas y sólo azul y vértigo eran sus embarcaciones ramas de la sangre paleolítica con la que un hombre hizo del destino de los hombres una quijada de burro
2 ¿Es éste el botón que basta como muestra la trivial razón de que exista el miedo? Busco en mi robot al duende que camina extraer de su temblor un hueso portentoso el sol de ese nadir la verde oscura dulce luz que al pasar me dejó su sombra 42
“Era el ejército de los bárbaros que avanzaba hacia Cartago”1 Acaso un mecánico temblor en su osamenta porque sombras las hay leves que queman y lentos metales que no sudan Era el rabioso torbellino de los mercenarios ¿Y quién se mantendrá firme frente al cerco resguardando con sus uñas a la Acrópolis? ¿Dónde está Amílcar? Era la colina de la Acrópolis temblando ante los ojos llenos de ira de los mercenarios “Haces bien en dejar correr tu cólera como un carro que rueda cuesta abajo”2 decía a Matho el antiguo esclavo Spendius y Matho cazaba buitres en las afueras de Cartago contemplando impotente sus pétreas murallas
3 ¿Y qué fue en fin de quien tomando a tientas mi silencio dorsal insulso el ojo dormido bajo mi ojo despierto vino rastreando este minuto en que el cuchillo y su carne se concilian? ¿Qué fue del que talló esta mano con la cera de Dédalo su sombra recogida sobre mi risa más oscura? ¿Y qué del que puso la intención en esta mano hundida fiel feliz hasta tu cuello?
4 Alguien arrastra a tumbos su sombra por sobre el ruido de los autos 1 2
Gustave Flaubert, Salambó. Item.
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alguien que tiene un odio con caras y ostenta cicatrices sonoras alguien con dobles en todas las vitrinas y una niña desnuda sobre ojos convulsos un deseo enfermo y pervertido un cuchillo con santo y señas un hermano del que no es guarda una herida que busca su rastro y se reconoce a la luz de la sangre Oh dolor prehistórico del hombre y dicen los viejos que vino del este pagando una culpa
5 Yo anduve despacio entre las cosas cuando todo tenía nombre y adjetivo cuando era imposible asumir la palabra sin poner en juego sus objetos Yo anduve muy despacio entre las cosas impregnándoles mi hedor de asceta transitorio y todo lo ajeno era mío porque cada magnitud tenía su nombre y yo era dueño de los nombres de todas las cosas
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Rapsodia para tontos Los círculos concéntricos que produjo la inmersión de la escobilla en el agua renovaron su antigua obsesión por lo infinito Un círculo engendraba a otro círculo en un trazo cuya línea sinuosa continuaría expandiéndose como las corrientes en las profundidades marinas La escobilla a su vez intentaba la siniestra forma del erizo Cuando el hombre salió a escena hace un cuarto de millón de años ya el mar estaba allí y el hombre lo miró maravillado Restregó con fuerza la mancha amarillenta del inodoro aspiró el acre olor a trementina pensó en los griegos cantó en voz baja El círculo y el agua aterraron a los griegos desde el día en que Narciso vio su imagen sonreírle desde el temblor del agua el agua devino entonces en prisión de la imagen que se contempla a sí misma falsa transparencia en la que aspira regresar al origen intacta como en la suprema perfección del círculo reconocerse al fin y destruirse Volvió a ver el mar por vez primera al ver su fundamento se arrojó hacia el cielo desde las altas olas del crepúsculo marino y en la arena tibia abandonó la huella de su pie transfigurado –hondo vuelo sí hacia otros mares hacia otros vientres dónde reposar sus cabellos en desorden y dónde penetrar la misteriosa geometría de los mundos el orden de los seres y los signos
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Si Parménides estuvo en lo cierto y la unidad participa de lo múltiple si lo uno y lo múltiple son en fin lo mismo entonces ciertamente uno es igual a dos y mi risa es doble y mi locura doble y mi alma en este instante está rozando lo infinito Pero los círculos se desvanecieron y el agua quedó tranquila en el fondo Era tiempo de limpiar los urinarios de vaciar sus vientres casi perfectos llenos de chicles y colillas de abandonar el canto por un momento para encender un cigarro y sostenido sólo por la cuerda de su respiración seguir después cantando sin separar los labios Porque la respiración tira del canto suavemente con firmeza y el canto se desliza traza arcos inaudibles gira y retrocede en su desliz vertiginoso carente de palabras y de engaños Así solían cantar los griegos en sus largas horas de ocio hasta que surgió el silogismo la causa y el efecto la medida ¿No está ya el canto llamándonos hacia su ámbito oscuro desde entonces y como nuestros sueños más caros cayendo vertiginosamente en el ancho dominio de lo desconocido? ¿No está el ave en nosotros ya muriendo? Uno y dos son lo mismo y es un hecho terrible que nuestros banqueros no puedan comprenderlo el mundo estaría tranquilo llamaríamos a sus puertas sin temor argumentando “diez es igual a diez mil diez es todo lo que me queda Aquí los tienes No te debo”
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Pero nuestros banqueros no entienden de filosofías su aritmética es infame y en eso se asemejan a los urinarios Detén extranjero tus pasos para que admires la obra de nuestros banqueros y nuestros urinarios Une tu voz al coro de alabanzas a todo lo que ríe porque ha caído y desconoce el tormento de las profundidades Y está lleno de razones Y de colillas
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JOSÉ ACOSTA
El constructor de caminos A Antonio Acosta, mi abuelo
“Debe existir un camino por donde se cruce de un día hacia otros días sin necesitar del tiempo”, estas fueron las últimas palabras de mi abuelo antes de desaparecer en el calor húmedo de un día de mayo. A diferencia de los otros lugareños en las lomas de Puerto Plata, a mi abuelo no le obsesionaba la lluvia o la sequía, la abundancia o la escasez en las plantaciones. Su verdadera obsesión eran los caminos. Y no tomarlos por asalto para descubrir su fin o su principio, ni siquiera seguir sus trayectorias en un mapa con una pluma de pavo. Era más bien construirlos, hacer caminos donde a ningún ser humano se le hubiese ocurrido que pudiera construirse un camino. Para esto reducía sus herramientas a un pico, un machete gastado por la vejez, y un pedazo de piedra de amolar. Salía todas las mañanas bajo la protesta de los nietos y de los hijos solteros que aún permanecían en la casa: “¡Que papá ya usted está muy viejo para eso!”, “¡que abuelo ya la finca está llena de caminos!”. Hasta que lograba amarrar dos trozos de batata y unas lonjas de queso en un pañuelo antiguo, y salir, perdiéndose en la lejanía. “Debe existir un camino por donde se cruce de un día hacia otros días sin necesitar del tiempo”, dijo esa mañana, mientras desaparecía tras los racimos de una llovizna blanca. El abuelo no volvió más. Aún mamá dice que murió un día de mayo. Yo creo que él vive, que él está allá, en el mañana, quizás abriendo, con sus rústicas herramientas, otro camino hacia el futuro.
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El extraviado Ezrael Ezrael salió de sus brazos como de un viejo abrigo. Se desvistió de su cuerpo para seguir el espíritu de mujer que a veces se vislumbra en la niebla. Se abandonó frente a la noche tomando el camino borroso de un sueño. Ya cansado de abrazar la nada del espejismo, de habitar los reflejos lunares, de perseguir la sombra de una sombra, quiso volver a su cuerpo, quiso tropezar con la realidad para retomar el trayecto de su vida. Pero olvidó el camino de regreso. Ahora cada ser humano le parece una lámpara propicia para guarecerse. Le es fácil entrar en los cuerpos a verificar si su alma encaja en las manos, en los pies, en la memoria... He aquí la razón de los temblores repentinos, de ese escalofrío que a veces nos espanta. Podría ser el aire frío de la tarde, o el extraviado Ezrael.
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Caballo (Este caballo mide cuatro alambradas; si salta, cree, dará con el vacío)
En el vacío, lleno de niebla, un caballo se muere. Patas arriba da coces contra nada como intentando zafarse de su cuerpo. Liberado al fin, sus relinchos se dispersan como abismo en la misma región donde la humana voz busca ser articulada. Allí todo vaga sin haber nacido. Increado el caballo trota sobre el mapa de su sombra hasta dar con el caballo que lo contendrá. El primer rayo le inyecta luz a la noche hendiéndola hasta florecer. El caballo rompe su pared desvaneciéndose. En el lugar donde estaba quedó un hueco donde duerme otro caballo.
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Nos duele que la sola presencia (Lo que duele no es la soledad; es el espanto de no encontrarnos solos en nosotros mismos)
Nos duele que la sola presencia de los pies nos ate tanto a la tierra. Que estemos pensando en algo perdido al final de nosotros: en el dolor lejano de una uña o el temor de encontrar un vacío en el camino blando del sueño. Nos duele este no sentir sintiendo este tocarnos y de repente no dar con nosotros, esta nada horrenda habitándonos. Nos duele despertar en cualquier momento y descubrir cerrada la puerta de lo que somos.
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JOSÉ MÁRMOL
Esquicio del vuelo Voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo.y un vuelo que aún no tiene pájaro.vuelo que se crea con su pájaro.pájaro agotado en los tonos de su vuelo.no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose.y en mi turno que sentirme dios.voy a crear un himno para el viento y la memoria.
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Deus ex machina Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno y es invierno. Arrinconado está el tridente, una piel de cenizas cubrió las cordilleras. Señor, he aquí el canto de la luz a ti debida, en la quietud del mar y discreción tan pura de la noche infinita. He aquí a tu hijo Elfuelo, ardiendo con su tacto la superficie toda y al agua seduciendo con su lengua dorada. Ved aquí, Señor, su hermanastra Elalba, hierofanta líquida, posesa de las formas. Ellos narran en su tremendo idioma, las celebraciones, la obediencia y el pecado. Arrójalos tú esta vez, Señor, la semilla y el varón de la especie más sana. No lo anuncies al azar, porque deviene llanto y se alza con el tibio rumor del pavimento, y otra vez se nos pierde, nos castiga, nos repudia. Que nadie sino tú, oh, Señor, esgrima esta vez el cuchillo del jifero; madure un acorde cuando la vida cese y la lluvia limpie, sorpresiva, las caderas uncidas de los copulantes. Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno de lo ineluctable. Despídelos sin miedo de tu anchurosa mano, porque a los ocho lados la suerte nada espera, y hacia la muchedumbre y el desastre apunta el cielo. Arrójalos tú, Señor, te ha llegado el turno y e ardiente verano.
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Poema 26 (A Plinio Chahín)
¿Vienen los hombres de aprender o de haber olvidado hasta el olvido? ¿de qué estará hecha y cuál la forma esa delgada cosa incontenible esa quizá no cosa que atrea los sentidos? ¿qué y cómo será extasiada en medio de lo real y el sueño? de olvidar vienen los hombres porque de conocer se van como las bestias
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Estación de la rabia (1) junio reloj sin horas cayendo estéril en el césped hay bromuro insaciable en las esquinas del ojo nadie consigue el aire arropado de polvo hay día con espejo tumulto de oraciones frases siquiátricas sopor ventanas limpias cepos aquí la luna nunca ha tenido buen calcio su melodía es ceniza llueve sal intercostal pulmón distante y ancho que a veces nos asoma y que a veces revienta espumas del insomnio.
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Cuerpo de mar ¿Qué sería de un cuerpo si no fuera tocado? ¿Qué sería del mar si no fuese mirado por tus ojos en su soleada erupción vegetativa? ¿Qué sería, no sé, de la mirada misma si no fuera descubriendo horizontes y mareas, arrecifes, caracolas, arenilla en el calzado que protege tus pies? ¿Qué sería del entorno si no fuera contemplado, apretujado, acaso, en un nudo de palabras, en una fresca imagen, un arrebol magenta, en el quejido breve de tu voz cuando te amo? ¿Qué sería de mí sin todo cuanto admiro de tu pequeño cuerpo, sus vaivenes en la arena? De un cuerpo, ¿qué ha quedado?, si no lo toca un fuego, a no ser la inocultable memoria de un deseo.
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Costa del sol El mar se disipa, es un encanto verlo, en suerte de cadencia cansada en su animal. Las palmas se ladean y revuelven a la orilla, con ambigua simetría de blues semitonal. Única es la luz en esta playa vítrea. Las olas acarician la mañana temprana, movidos por el viento se deleitan tus cabellos. En Juan Dolio, muy jóvenes los cuerpos echados a tostar, brillan sobre la arena con volutas muy firmes de inusual sensualidad. Y mientras, alejado del gusano de la concupiscencia, el delirio por la espuma, arrebato del sol, reparo y no suspiro, y mientras, el mar se disipa, interminablemente azul, en su hermosa paciencia de abatido animal de la prehistoria.
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Ha llovido Llueve cinco días sin escribir palabra. Llueve y el invierno arriba con su pedazo amargo de aliento congelado. Los seres endiablados de mi oído izquierdo devoran el silencio, un silencio tan cargado que prefiguro táctil, dolorido, y sin embargo cede, gaseoso, a los ataques fieros de sus olas y estridencias. Vivir es un milagro en estos días aciagos. Vivir: pedir limosna de serenidad y sueño al predominio bárbaro del yo y la insensatez. La vida, casi nada, discurre lenta y nula, mientras los hombres creen agotarla en sus delirios. Ha llovido descalzo el cielo gris ratón. Llueve todavía en sexto día continuo. Llueve a las afueras del abismo y el final. No hay lenguaje ni seña. No tengo la forma de hacerlo perdurar. Además, todo es hijo incierto de la transitoriedad. Llueve siete días y naufrago ahora en la inmensa soledad.
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AMABLE MEJÍA
Elogio a la enfermedad Los enemigos son beneficiosos a la salud. Son como el equilibrio de aquellas enfermedades que no conocemos a la perfección, por más que los médicos nos las expliquen, pero intuimos, como los colores que mezclados originan otros, que deterioran el original.
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Medicina para dormir Esperando un regreso el cansancio no se siente. Viene cuando se presiente que lo que se aguarda no vendrรก, entonces se empieza a sentir realmente el cansancio, a cargar con el peso con el que se cargarรก cada segundo, cada minuto y a explicar luego a nadie desde una muda espera, tras mirar fijamente el polvo y la ausencia.
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Contracorriente Un día mi hijo me preguntó por qué odiaba a su madre. No es que la odie, aunque lo intente, más bien, es la única manera que poseo de matar el amor que ella sintió por mí.
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Irak e Irán Rendirse. ¿Cuánto cuesta estar sentado? Rendirse conforme, parecido a pedir permiso para pasar a un baño ajeno. Rendirse, sacándose los dientes postizos, penando en la muerte ajena, extraña de un cuerpo parecido al nuestro.
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Ruleta rusa No todo el mundo se ríe tanto de sí mismo como yo ni intenta ponerse en ridículo a la menor ocasión. Me gusta jugar conmigo mismo a mostrar interés, y no hay cosa que el otro intuya más rápido que no soy eso que digo, que quiero demostrar, que intento convencer. Es mi eterno malditismo, mi eterna querella en lo que respecta al amor.
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Para que no piense En el comienzo fui Yo. A mitad del camino, Yo. A cualquier hora del día o la noche, Yo. De espaldas, Yo. Yo en el sí, en el no. Para encender la luz o apagarla, Yo. Mire o no mire, Yo. Estate tranquilo. Muévete. Despacio. Rápido. Con sed. Hazlo, Yo. Defeca. Orina. Abre la puerta. Ciérrala. Contra el polvo. A favor del polvo. Con cuidado. Así no. Por ahí no. Mira que te puedes caer. Te lo dije. No saltes. Hazlo ahora. Bien. Será mejor que lo deje para mañana. Mañana no, Yo. Por favor. ¡Oh sí! Ahora mismo. Sí, por favor. Qué no. ¡Válgame Dios! Yo ¿Sabes lo qué estás haciendo? Yo, huela o no huela. Toque o no toque. Ni que me empujen. ¿Qué puedo hacer Yo?
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FRANK MARTÍNEZ
Cremación A Pedro Antonio Valdez
Conozco el acopio de la voz que desde el tránsito me llama bajo la columna delatora de los muros, sus giros de agudos trazos decoran un espacio mayor que la inconciencia, menor que el punto donde reposa el alabastro, subsiste una luz inquisidora y una torre desplumada, el vértice y su chasquido de relámpago. Presiento los trazos del carbón, el humo penetrando mi garganta, lo que hubo de memoria en cada latitud, una imagen terriblemente hermosa, el fuego en espiral como una cascada en simulación y gloria. Se reafirma la creación bordeando la tapia, el rescoldo, un sol recóndito corrompido en la terraza. Percibo el orden reservado a la palabra, a la pregunta que me acerca aún más a la escritura, al miedo de ser Vivaldi o Van Gogh al final de una tarde de deserción y burla.
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Epitomê Hay el estremecimiento del espíritu en la sombra, recuerdos, madrugadas abatidas de un disparo y contra la putrefacción y la sangre comprendo lo que dice la luz posada en la alta yerba, cada sentimiento que resume la posibilidad y las pasiones y sé del temblor con que se desconstruye al hombre. a través de la huida Cuando el azogue abre surcos en la memoria y tiempo no hay para saber si resucitarás mañana, demonios en el alma obstruyen el camino. La vida no permite pagar la deuda, porque se agotó el recurso de la culpa y el amanecer se extiende como una musa inverosímil a través de la huida.
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Aun después de muerto Haciendo malabares con la luz evaporada, con un dejo de sudor y unos ojos casi consolables así era mi abuelo, variación de un pensamiento y otro que conducía a la suma del hombre que quiso ser desde siempre. Amargado por cuaresmas sin lluvia perfectible buscaba la sublimidad del agua, para él la piel se repetía en cada espacio, en cada mancha y sabor a cigarrillo, se repetía en la chimenea y en la naturaleza como única posibilidad de alcanzar la eternidad. Una sonrisa doblada de cansancio, un pañuelo atroz y una pipa, el desvelo lo sorprendió mojado, envuelto en la estación de lo absoluto. Un día nos avisaron de su huida, el acero de la sangre dobló sus extremidades y para ponerlo tieso se hizo necesario llamarlo por su nombre, y permaneció inmóvil escuchando las respuestas sin preguntas, la derrota antes cualquier auscultamiento. No conoció escritura alguna, ni escuchó hablar nunca de dioses diminutos, pero sintió el goce de la yerba, las ampollas vomitando raíces en sus manos y la tierra desperezada de tanta hermosura, aprendió de las abejas la miel del sufrimiento y cuando borracho caía sin sentido sólo era necesario llamarlo por su nombre.
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Nunca más morir Se impregna la habitación de ese olor irrespirable de tu amigo confidente que no recordarás cuando amanezca. Cuando deseamos nunca más morir sólo preservamos el alborozo que no fuimos, la gloria del cuerpo restituida la barbarie y un reino donde tú eras danzarina y yo la porcelana, Desiree. ¿Cuántos violines se necesitan para escardar la tierra? Para resarcir las bayonetas que exploran en la sangre un universo ¿Cuántas noches? Camino hacia la muerte alguien romperá la sucesión del tiempo en la batalla de tu cuerpo y amanecerás sigilosamente. Tal vez ya puedas apretar los ojos y arrojarte desde el balcón como una heroína, pero sé que más allá de las uñas y los dientes y de la nariz puesta al revés, hay un ejército de sombras, un detritus que no podrá recoger la rabia, un grabado que se alzará sobre la tormenta y el verbo y la razón. Sé que mientras la ciudad se cae a pedazos, tú expondrás tu cuerpo y restregarás tu desnudez en el lodo y bordearás la noche para no extinguirte nunca. Si no tuvieras que morir te llamarías Anaxágoras. A estas horas cruza un círculo la cúpula y el otoño mastica una serpiente cuando tiempo para la concertación no hay ni para desollar un lirio en un hotel o en un bosque. Lo esencial es caer desenfrenadamente y sin aliento contra el muro y el azogue hasta recobrar la sangre y el lastre de la muerte.
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Silencio inmóvil Son las cuatro en punto y has caminado hasta el balcón para observar las nubes que la tarde borra momentos antes de precipitarse sobre el río. Quisiera hablarte sin palabras, sentir que estás a mi lado como un abrazo a ciegas de hermanos que se encuentran, y sin embargo no decir nada, porque el amor es impalpable como una sombra, como esa nube que ahora se demora sobre el puente para calcar el perfume de los cuerpos. Son las cuatro y qué importa, el amor es transparencia y te he visto caer con la expresión de quien ve la vida en un frágil torbellino de insectos sucesivos y no sientes miedo. Mas que el deseo es la contemplación, el amor que se agota en un destello, la presencia de una tarde sin colores. El sol se desdobla en las magnolias y a mi lado tú respiras tan lejana que no puedo alcanzar esa distancia y aunque el amor es pensamiento no percibo las ideas que atrapan tus sentidos. Son las cuatro y un cielo anochecido ha vuelto a su condición de escombros y a pesar de que el amor es encarnación tú has permanecido intacta sin olor a tarde, ni a esa llovizna que amenaza con borrar el pensamiento.
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HOMERO PUMAROL
They are going to kill you Cada noche se repite lo mismo No importa de qué lado de la barra estés. El humo que se mete en los ojos Es el mismo que infla las palabras. Lo que nubla la luz no es un designio terrible, son las nubes. El mar se agita como un pez en una cancha de tenis Y una funda de basura vuela como una noche olvidada. El mendigo de la esquina no dormirá hasta pagar la deuda externa. En otra esquina oscurecida por el evangelio doblas pensando en una mujer de otra noche. En un zaguán le mamas las tetas 10 años después, Se te acaba el tiempo, te van a matar, te van a matar. Ese sabor a pizza dulce son dos balas.
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Caribbean Ants Uno se imagina el mar caribe Como un hormiguero que devora las antillas Y las antillas como botellas De distintos tamaĂąos donde Se conserva todo el ron del mundo Y el mundo como una pelota Que vuela sobre los techos de Boston Y Boston es la imagen que muestran los satĂŠlites Cuando el Big Daddy trota lentamente por segunda, Saludando a los blichers, acariciando la media luna con los spikes Y los spikes del Big Daddy son unas yolas Puma Donde viajan cuatro mil indocumentados Burlando los radares de los guardacostas gringos hasta Borinquen Y de Borinquen a Michigan o a Nueva York Y todo el mundo tiene un primo en el Canal de la Mona Y una mona es un gallo manilo que se usa para entrenar gallos de pelea En BayahĂbe por ejemplo hay una gallera discoteca Donde los gallos pelean bajo un discoball Y los turistas bailan con espuelas salpicando plumas y sangre Y los gallos apuestan a los turistas Y los turistas se enamoran de los gallos Y al final hay un gallo o un turista muerto Y un turista que se casa con el gallo ganador. Todo lo que tiene que ver con enormes olas de sanki pankis Bajando por la espalda de una familia europea o gringa Y con enormes olas de motores setenta Subiendo carreteras de arroz y habichuelas Entre hormigas caribe y botellas de ron. 71
Hunger Strike Flowers Son fuertes las flores de mi casa, Regadas con colillas y ceniza En una tierra estrecha, entre varilla y cemento, Florecieron esta tarde sin sol de diciembre. Ninguna cigua se atreve a picotearlas, No las montan gusanos, no las podan tijeras, Nadie les habla. Sólo Manolo, el gato del vecino, Duerme como un guachimán entre ellas. Una muchacha solía echarles agua Pero hace mucho tiempo no ha vuelto, Guardo en un armario unas medias pantis negras Olvidadas en una de sus visitas. Tenía muslos flacos y manos de boxeador, Ponía tanto amor en cada gesto, Yo sólo deseaba me destrozara el hígado Con un jab fulminante. El viento estremece los tallos atrofiados Y algunos pétalos se esparcen por mi habitación Como si de pronto me hicieran una huelga Y quemaran una goma.
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Cuartel Babilonia En cada puerta hay un ojo Cada pasillo es una conjetura Una corriente obstinada Como un pĂĄjaro que cae Como un grito. Sobre cada cabeza Se mece una gota Como un pĂŠndulo afilado. La oscuridad se cuece En las habitaciones Trabajada por roncas mecedoras Y cigarros veloces. En cada ventana Se agota un rostro de cera Sobre una vieja lata de alimentos Que atesora ceniza.
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Breakfast song Cuando las primeras migajas salpican las alfombras y en las cocinas suenan las primeras tazas de cafĂŠ Soy uno de esos empleados que salen de la ducha mordiendo el cepillo de dientes y entran en un espejo solitario pensando que serĂa una gran cosa encontrar la cama hecha cuando regrese.
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The year of the ping Claro que creo en el horóscopo chino Si no, no hubiera vuelto a este lugar Que amo tanto como la cama donde te amarran Y te dan tu primera dosis de quimioterapia Aquí las caras son ataúdes Los frascos de medicina son rosarios. En los pasillos llenos de médicos Sólo se escucha la palabra Dios. Ven, las sillas ruedan están lavadas Las sábanas y las paredes huelen a creolina Hay biblias en todas las gavetas Tal vez nos dé tiempo de fumarnos el Apocalipsis Claro que creo en el horóscopo chino: Cuando se te estás cayendo el pelo Es un alivio saber que naciste en el año del puerco.
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ADRIÁN JAVIER
Bombillo rojo Para mi vanidad tu espalda plena el registro sonoro de tu musgo satisfecho el anden boscoso que hace de tu cintura un risco exquisito de plata una cabala macho de incendiario desapego para mi vanidad la cúspide de tu pecho esa suave colina que da a su otra maga nadando la nave de humo que viaja tórrida en la lengua tras la mascara de una isla rota sin delfines para mi vanidad tu sueño aguado 76
en el mío hecho de centella y cabriola enardecida el iridiscente toque de un gemido monstruo bajo el agua para mi vanidad y la música en la desazón la muchedumbre sola de la música y tu mano tras el plomo sinuoso rodando a carne plena.
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Espejo interior cuando quiero encontrar al poema emigro a la casa allí me espera Absurdo con la voz de una pena para deletrear junto a el a la deriva están los solos bajo su vocación y se puede sin prisa oler la desventura tras la caza de su imagen marcho hacia atrás y encuentro prófugo al espíritu desvencijado erigiendo mi canto a su tamaño y semejanza en esto hay ningún misterio ya ha de saberse que la tragedia de ser en los otros se proclama persigo al poema me apoyo en su hoz.
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La luz como si naciera en la nada ninguno reconoce mi oficio de velar por el alma de las cosas pareciera que soy intangible mas soy la luz socorro lo perpetuo haciéndolo cotidiano soy la que desvela el misterio de la auto conmiseración la que delata lo deforme y abreva enorme en la ceniza acudo y soy ante el hombre para acercar su inmenso a la belleza me extraña un irascible ulular cuando es noche el extravío estoy hecha de inciensos soy la vestido de tránsfuga
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Dieciocho qué decir de ella para no caer en la tentación de describirla o amarla desde el lápiz quizás lo oscuro esté en mi voz mientras leo o escribo su ojo me examina ella sola ondula la sombra que deja la sombra o el asta fluvial que vaporiza en mi esfera su espíritu y los nueve candelabros ella es la espera la abominable de mi cuerpo y el tuyo ¿qué decir o hacer para no lograrla o traerla hasta mí? Pero todo queda a instancia de su búsqueda pero todo apremia su decir exhala cuerpos y los corroe la historia es el final de nada le vale al hombre vivir en el espejo.
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El bosque enfrentado VII el tiempo socorre su lĂĄmina y despereza su anorexia lo femenino que lo aqueja le rotula y el fermento que en la niebla yace deviene sagrado menguante porque rumia sur lo escrito en el pĂłrtico infortunio del desvencijado el tiempo risco que anestesia la membrana a la par cesante
IX el verso por oscuro rumia en suplicio de cĂşmulo enojo apesta el embarazo por ogro
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cuando va crispando en olas la intemperie y llega a la edad del menoscabo como reo de fuente.
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ANGELA HERNÁNDEZ
Conde flautista De ámbar el río humo En lo profundo fluye De su palabra. Navaja que no es de sangre Reserva la marea de su espíritu El se encamina Los labios gangrenados por el humo El alma, por traidores Pupila viviente, bajo un paraguas rojo Con la belleza a cuestas.
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Reflejo Si por primera vez retuviera la claridad Confortadora de mi conciencia Si mis rodillas bucearan la intimidad del årbol Y al correr se desprendieran Piedras con criaturas vivientes Si pudiera decir yo Sorprendiendo ese universo Que hasta el fin ignoramos‌
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Cálculo dicha del rostro varado en subconciencia Dios madre y padre es Madre y padre el eslabón con Dios El me contempla En el amante me refunda En bosque y biblioteca me susurra un término inconcluso Dios La savia El amante Esa su mano Yo la extiendo en mi hija En mi hijo A su oído murmuro lo escuchado Los árboles construyen prudencia Alianza Invención de destino invulnerable Vendimia de alegría entre las vísceras.
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Ron aleatorio A la traición del amigo sobrepasa la venganza del amigo Más devasta el rencor anidado donde hubo placer que el caos de la pérdida Todos escuchan necedades y dan espalda a lo aceptable Más vale donar lo que estimas: El deseo arrancado de tu boca por la estrella fugaz La hormiga vespertina El humor presto Donde ciega la luz, hay una llave.
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DIONISIO DE JESÚS
Reminiscencia He olvidado rostros y experiencias Ojos que agonizan en la carnadura joven del amante Pensar que hace tanto del adiós Y de los lacerantes cuerpos de los besos Estoy junto a ti y no soy yo la que vive –decías Y cortabas mi voz en el circular tiempo del deseo y los recuerdos Hoy a tantas lunas del placer Aún desvivo en mi agónica esperanza Suéñote y empieza a caer la terrible niebla del olvido y la ausencia.
La gimnasia hace brotar semillas de los polvos Todo fluye En el centro de tu cuerpo Donde la eternidad toma nombre En el sol exacto del viernes Todo es movimiento Parpadeos de manos que aprisionan luz Que poseen la esperanza del envío Todo somos nosotros Nadie dispersa átomos del fuego Aquí la música acompaña cremación de simios Sólo la noche Viajera entre muertos Hemos cumplido la necesidad del barro.
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A la memoria de la carne XIV Yo soy el verdugo y he derramado sangre sobre Mi cuerpo muerto. Yo soy el puñal y hago brotar pus de mis desechos. Soy el látigo y como tempestad destruyo miedos. Aquí estamos castigados por todos los designios. ¿Valió la pena hundir mi daga en el centro del sueño?
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Poema sin historia ¡Qué días estos tan alejados de la viajera mano de la muerte! Madrugadas sin ojos y cuerpos sin un sexo. Aromas tristes de mujer en el lloro del lecho. Altos labios ausentes entre laceradas rosas. Es silencio el del cuerpo adolorido. Es plural la ausencia con su forma de olvido. Mi carne está muda como los tiempos. La rosa del amor clama en funeraria luz.
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Sólo hombres Cada hombre es su porción de cielo e infierno. De tiempo suspendido e iluminado barro. De situaciones donde el predominio de la muerte aniquila la historia. Cada hombre es el eco oscuro de lo que el sueño ha destruido. Instantes varios donde fue sepultando esperanzas. Donde fue encadenando cobardía y venganza. Oscuras pasiones que hacen insondable la vida. Cada hombre es la suma de sus ausentes. De su desnudez imperturbable de llanto y silencio. De su no sostener la rosa del pensamiento. Cada hombre es la oveja negra de sí mismo. Accesorio moribundo donde queda corroída la morada de los dioses. Cada hombre es flagelo sangre árbol caído enamorada sombra de lo adverso. Cada hombre es el peligroso amante de la muerte.
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Así se destempló el acero Un golpe de oscura luz entre los labios El mar rabioso azul con música tibia Y una rosa lejana como el misterio La nieve del corazón con un olor a dios inválido. Un niño reconstruye su vida En la terrible belleza de unos senos Toda la cruel alevosía de la tarde Abaten la borracha muerte del poeta Sólo en el espejo guardamos la horrible mitad La forma de cadáver que transita los sueños.
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LEÓN FÉLIX BATISTA
Pseudolibro (fragmento) UN eclipse, corroído, da otro día, bajo esquemas de fugaz fraccionamiento, porque en sí se petrifica, en criptograma, y sustrae la raíz de su reloj las cosas pasan antes, en una preescritura, donde cada movimiento tendrá contrasentido no sé cuál hemisferio hará las sustracciones ni qué espejo va a seguir su trayectoria: el día es un absceso secado por mis sienes, y este nudo volcará su devenir teniendo en cuenta el prisma, un día es un estado de moléculas elípticas, sintéticas, pesando sin el núcleo; mecánica continua que roe la hojarasca renovada, conjuntos adyacentes hilvanados con vapor: la vigilia de un cerebro corregido que, pútrido, harapiento, taladra la extensión del día –para hervir en sus mandíbulas
pero el día –que no advino– como a ráfagas agudas demarca los segmentos con buitres, sustancias que sustentan derivas invernales aunque busquen asignarles lucidez el día ambulatorio, segado del sistema, que embiste mis tendones, y explora el margen tenue, costurones terminales: las elípticas celestes de un país su cielo, con cirrosis, comienza a tamizar la escena subceleste y todas sus variables; esférico, poroso: calcado con carbón en un cuaderno negro 92
un día que deviene con impacto de navaja (linfático, veloz, desollado en un aullido) sucede en desarrollo cada vez más circular, pero se expande en pulpos, fosilizando franjas: descoserá los hilos inconstantes de los nervios, donde las cosas pasan a la escala de la córnea; un poco por encima de su esquema carcomido por electroconvulsión progresión especular, un pasar retrospectivo por el ámbito anacrónico de un día: escritura detonando su epicentro por los bordes cuarteados de una frase un día es una esfera con cuatro puntos neutros que mezclan en su cráter; un día destejiéndose, dejando improntas frías, parece un borrador de invalidez: ni se expande ni está aquí, en este instante espeso viajando conducido por un flujo un día replicante de masa que se esponja convirtiéndose en la boca en un temblor, volúmenes nocturnos, arcilla que zozobra, avance que lacera su glaciar
el brusco descollar del día invertebrado acomete a la existencia con incendios su cólera de roca, si no caduca a plomo propaga los espasmos de su brote el día augura un muro, accidentes en astillas y a seguidas desenlaces escarpados de las fechas abatidas –secuelas en cardumen–, quizás inconsistencias que el mismo abismo caza
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Reversiones del pueblo natal. Notas sobre la poesía contemporánea argentina Por Florencia Castellano3
Elaborar una selección de poesía actual no fue tarea sencilla, ya que incidir en el presente, como todo presente, siempre apareja sus complicaciones. Sin embargo, reunir en estas páginas a 14 poetas argentinos nacidos entre 1968 y 1985 representa una buena oportunidad de leer a contemporáneos y cruzar fronteras. Para el caso, este libro aspira a minimiza el desconocimiento del que partimos de la poesía dominicana actual y viceversa, y por eso constituye un valor en sí mismo. En una época de amenaza permanente, de inmediata información sobre lo que ocurre en cualquier lugar del mundo cuando se trata de los efectos de arrastre de los mercados, borrar algunos signos de interrogación sobre la poética de dos países de un mismo continente parece un signo de confianza. Están presentes poetas de Santa Fe, Bahía Blanca, Entre Ríos, Córdoba, Capital Federal y Provincia de Buenos Aires, pues la idea fue organizar un mapeo de algunos de los lugares más representativos de la poesía nacional. Éste, en todo caso, es uno de los mapas posibles. Podría haber más. Podría ser diferente. Se presenta una topografía arbitraria, hecha en tiempo real, para cruzar una frontera hasta el momento desconocida. En esta selección no hay ni nueva, ni vieja poesía. Este libro arma un espacio de encuentro con poetas de diferentes lugares, edades, experiencias de publicación, recorridos y modos de escritura. Ezequiel Alemian, Jacqui Behrend, Lucía Bianco, Fernando Callero, Vanina Colagiovanni, Cristian De Nápoli, Carolina Esses, Marcelo Galindo, 3
Florencia Castellano es Licenciada y Profesora en Letras (UBA), y trabaja como docente. Codirigió las revistas literarias Quesquesé (1998-2002) e Ilusiones Perdidas (hace dos siglos) (2000). Participó en la Antología Poetas Argentinas (1961-1980), Ediciones Del Dock (2008). Colaboró en la organización del Festival Latinoamericano de Poesía Salida al Mar (2007-2008). Publicó: Cómo usar antiparras en la Antología El grito de Medusa (I-Rojo, 2003); Propiedades vigiladas (IAP, 2005); Un ruiseñor completamente blanco (IAP, 2007). Su último libro, inédito, es Relieves de dispersión.
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Pablo Katchadjian, Andi Nachon, Verónica Pérez Arango, Santiago Pintabona, Sol Prieto y Agustín Privitera hacen uso de un lenguaje que intenta captar la realidad como si fueran esquirlas. Más allá de la unión que fabrica nuestro idioma, un poeta dominicano como uno argentino movilizan por igual cuando escriben de ese modo. En definitiva, escribir y leer son operaciones que involucran, entre otras cosas, lo emotivo. Por otro lado, una antología, no es sólo una compilación de poemas; podemos pensar que debería plantearse como un acontecimiento poético. Los poetas acá presentes se ubican en esa brecha que hay entre la enunciación y lo enunciado. En todos ellos se puede percibir que antes de escribir fueron activos lectores. ¿Frente a qué orden de lectura de mundo se rebelaron? Leerlos podría ser igual a intervenir en esa experiencia. Ojalá esa lectura sea una zona de intersección entre la fuerza poética y el mundo, y no un mundo aparte. Sobre los textos reunidos, podemos decir que en ningún caso se trata de tonos graves o ampulosos, sino de poetas que seleccionaron diferentes materiales de la realidad, los montaron en versos, y con esto organizaron un nuevo discurso. En tal sentido, para el lector atento habrá ecos familiares –un tono terrestre, coloquial, fragmentos de lo se escucha en la calle pero pocos oyen– aunque reversionados, que crean textos diferentes. Este método poético, por llamarlo de alguna manera, tiene en Argentina diferentes representantes y convive con otras alternativas de expresión. Por esto, el conjunto de textos seleccionado constituye una muestra de algo más grande y versátil. Una manera de leer y escribir que parecería confirmar lo siguiente: todavía, los acontecimientos sociales dejan su huella profunda, son material de primera mano, como si un ciudadano del mundo globalizado viera en la escritura de poesía su pueblo natal. Sin duda, detrás de cada poema hay una idea de mundo y, a la vez, está la construcción de un lector y de un escritor. En tal sentido, una de las ideas básicas de esta selección es la de dar de leer, construir un lector insubordinado, que participe y cuestione lo dado. Quedará para ese lector, entonces, el vínculo que trace con otras lecturas que produzcan cruces interesantes (entre los poetas dominicanos, entre los poetas argentinos, entre ambos). En todo caso, que esta antología sea un mojón en el camino para mirarnos como sujetos sociales en un tejido cultural, histórico, político, económico y geográfico. Provincia de Buenos Aires, 27 de febrero de 2009
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EZEQUIEL ALEMIAN
x En lo más hondo del cajón el río se divide en gajos de espuma. Los afluentes bajan la montaña como víboras de plata. Paseo entre los curiosos que han venido a ver la creciente. No entiendo la música que tocan esta aguas.
x Canciones por la radio durante toda la noche. Antes de que salga el sol, los cuentos de un amigo. Un vaso de Coca fría, una naranja. Los vecinos que hacen el amor. Ninguna idea de nada.
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x La vida de Van Gogh no era un desastre. La vida de Van Gogh no arrastraba la vida de su hermano. La vida del hermano de Van Gogh no era un desastre.
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SOL PRIETO
punto de ebullición el hielo es la máxima compresión: le pegás y se quiebra. Le pegás a cada piedra que queda y surge otra otra y así. Al interior, las bolitas azules muy juntas están y no se pueden mover. Hay que cerrar los ojos y pensar fuerte en eso. No es difícil pero hay que hacerlo. Después se pone la pava sobre la hornalla o la cacerola sobre la misma (en ese momento ya están más separadas, pero no tanto: las podemos ver. Debemos verlas y de nuevo cerrar los ojos para abrir el acceso al microscopio, el de adentro de las pupilas, el de abajo de la corteza). Esa imagen queda mientras la raspada del fósforo nos distrae el olfato. Nada opera del afuera de nuestros sentidos cuando encendemos una hornalla. Haya fuego, entonces. Huecos metálicos ceden paso al hidrocarburo y la llama crece, anaranjada y azules, las bolitas se empiezan a mover. Las más piolas, las que vibran más, son las primeras en irse para arriba. Pero eso 99
poco importa en la historia del agua: las bolitas-escoria, las que antes menos se movían acaban por subir también y ahí… ¡el movimiento es tanto!, tan vistoso es, que (al revés - del hielo), ya nada puede quedar en silencio: la casa se inunda de fshhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh y parece un millón de hombres y mujeres haciendo la valija para un viaje de ida. salvo que las bolitas sean muchas, tantas como las que no están previstas por la capacidad del recipiente que, hirviente, en tal caso socava su propia posibilidad de contención de bolitas. Se cava su propia tumba. Entonces el agua no aguanta su convulsión: quiere salir y sale, se vuelca sobre la hornalla y ya no hay vuelta, el fuego se apaga, el agua se aquieta y ahí, Trotsky, ahí te quiero ver.
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puentes
Seis hielos se derriten en tu whisky –entre seis y diez cubitos– En tu whisky, diez hielos se derriten. Los que están pegados se desprenden, los otros flotan: así es. Al lado nos besamos y salimos como podemos del invierno hinchado por los noticieros climáticos y los consejos maternos que de chicos tragamos. Lo más importante es el hielo: se liquidiza, se desarropamos lento con todo el tiempo a favor o con todo el tiempo en contra/ la pared nos mantiene afuera del pulso de los autos nos sostiene el pulso vital, la pared. ¿Oís el cliclic de la arteria/ Oís del hielo el cliclic? Son los puentes de hidrógeno que refuerzan la unión de agua y etanol cuando la temperatura es justa: ni menor ni mayor. No me gustan los chicos malos. Los chicos buenos no me gustan. Estamos acá el sillón nos arrullamos nada nunca es demasiado fortuito/ (Nada es demasiado esperado, el frío era hostil). El hielo se derrite a temperatura justa. Los puentes de hidrógeno refuerzan la unión.
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Imaginate: jugar al bowling
Imaginate: jugar al bowling y que la bola nunca choque contra los palos. Que no haya palos y el andarivel siga hasta la luna o hasta China. O poner en el Turbo Pascal “cont= cont + 1 “ y no apagar la PC nunca más. Hacer culipatín/estar parado en un colectivo cuando frena: el cuerpo sigue--> hacia delante. O sellar todos los días papeles iguales: uno-otro-otro-otro, y también Altamira en un congreso: “La izquierda Latinoamericana, hoy”, eso, ¿viste que siempre hay? guerras glaciares flores abuelos muertos: lo de siempre. Pero no, es otra cosa que más se parece al scalextric y a los padres cuando a la noche se acuestan y ven televisión: la bolita de acero en clase de física, tema “Cinemática”. Se mueve con velocidad uniforme por un camino de acero, también. Cinemática, aceleración cero, ¿se entiende? Un cuerpo que sale volando por el parabrisas de un auto que chocó. Ir al trabajo queriendo renunciar. Un péndulo. Las bolitas de las oficinas: 102
golpeás la primera y se mueve la última y después, de nuevo la primera y así. Fuerza de rozamiento = 0. Patinaje sobre hielo. No es libertad, no es libertinaje, tampoco. Es peor, es el opuesto. Ser un muñequito del Age of Empires, algo así: una tortuga, o un animal cualquiera, o una bolita en clase de cinemática, ¿está claro? No es el Amor, a lo que le tengo miedo.
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LUCÍA BIANCO
A un gato lo dejás suelto y viene, apretás y se escapa. Cuál es el término usado para nombrar ese tipo de muerte que se da al abrazar centrípeto asfixiar con cariño hasta que se lo mata.
Una tortuga rota por el paso de un auto parchada con cinta adhesiva moviendo por dos meses las patas a destiempo. Cuál es el término usado para nombrar ese tipo de muerte que se da al intentar arreglar lo imposible hacerlo andar sufriendo hasta que se lo mata.
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Pejerrey de pecera sin tope que no se sacia y es pura inocencia, hambre cada vez que le dan de comer. Creemos que hay un término usado para nombrar el tipo de muerte que se da al no saber las leyes de otro cuerpo que no tolera la abundancia nada en ella hasta que se lo mata.
Cachorro que antes de sufrir debe sacrificarlo alguien que lo quería. Primer disparo: falla por los nervios, después falla otra vez y varias otras veces nublado por el llanto. Hay un término usado para nombrar ese tipo de muerte que se da en lenta maratón de culpa torpeza y sentimiento hasta que muere o mata.
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Llevar una mascota para mostrar en biologĂa volver con la tortuga en el bolsillo a colgar el guardapolvo el Ăşltimo dĂa de clases. Es el tipo de muerte que se da al olvidar completamente algo borrar del pensamiento hasta
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CRISTIAN DE NáPOLI
Acerca de la sensación de no pertenencia A mal tiempo buena cara y al clima reinante un interior con punk. La casa está servida para antro, las palmeras no dan laureles, los wannabe jarrones ya pueden entrar en crisis, el mineral de cataratas que encaja en el horrísono kandinsky, la pared que da ¿qué cosa da la pared? (Música de la merma.) Nada se puede decir sobre la no pertenencia porque siempre hay una pertenencia que ya lo dice todo y un traje de Flash que te hace idéntico al Chapulín Colorado es lo que no falta, digamos, cuando se pertenece por la mitad. Nada es por los Pistols, entonces, todo es por la clase, papá, nada es por el barrio, hermano, todo es por los Clash. Y así hasta la magia de estar vivos. En este callejón espléndido por delante.
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Dialéctica del rock ¿Era Bowie un ecosistema para convencerte de que los putos son pobres hasta cierta edad? ¿Y con Tanguito qué? ¿No es que uno vivía curioso de lo que fuera, enigma o kit, hasta alcanzar la condición de curtido esta vez por los años y volver así sudado a la jerarquía de los viejos? ¿Cómo era con el padre de Godoy que bailaba en las calles del Fuerte al ritmo del momento, Tarzan Boy, ritmo que él definía como tierno y revolucionario? Ya a la hora de golpear con un palito de batería la pared, ahí, sí: Don Godoy había nacido. Como Bowie, como Mick Jagger, los tres felices bailando por las calles en 1985.
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Conversación colectiva “a mí me llamó la atención el tamaño de las fosas nasales, le entraban dos dedos en cada una”
“A veces me gustaría tenerlo ahí al destino, que se personifique, y cagarlo a palos” “Es una forma políticamente incorrecta de empezar a ser liberal” “Le estaba diciendo, él, el periodista que si el cuerpo no aparece de nada sirven los datos” “Mi jefe ya se está pasando con su falta de personalidad” “Lo más terrible del tráfico es que volver a casa se vuelve sinónimo de volver estresado” “Yo definiría por arriba cosa que el arquero no pueda llegar” “Pasé al mediodía, y el bingo ya estaba repleto” “¿Dónde aprendió a manejar este imbécil? ¿En la pampa?” “La República Argentina está constituida de tal manera que ha de ser siempre unitaria aunque el rótulo de la botella diga lo contrario”
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ANDI NACHON
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Nuevo orden: alguien como vos (de Canciones incómodas) Otras las estrellas y otro el traslado: central eléctrica su rastro en humo blanco en nubes deviene cielo en tránsitos. Así vas vos –¿ves?– hay rieles, paisajes declinan y regresan reflejados apenas esta fracción justa para retenerlos ahí –¿estás mirando?–. Otoño consciente su descenso y declina suaves amarillos borroneadas consistencias de esta hora tan pronto noche. Nuclear. Con su fluir paralelo bocanadas blancas y chimenea hacen su propio cielo: un ascenso atraviesa tres cuervos negros, campos de remolacha silos y esa serie interminable de antenas que unen casas estaciones, este pueblo el siguiente pueblo a pasar. –¿Ves? ¿Estarás mirando?– Todavía allí, otro ángulo inmensa en lo impenetrable su materialidad: planta nuclear, otoño 4
La presente selección pertenece al libro inédito Volumen I.
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vos en desplazamiento total. Tres calamidades engarzadas por avances constantes. Alguien dice sí, claro impenetrable la materia toda y ya pasan: mobilette, autos dos camiones de grano. Otoño espléndido sucumbe ya. Hay viento, cauces y corriente, ruta en su ir persistente sensual. –¿Podrás seguir mirando?– Cuando más bien querrías de otros traslados, otras estrellas atlas para el sobresalto que de vos haga otra locación del paisaje más. La luna: nuestros recuerdos más raros.
Y esa va a ser nuestra propia temporada en Marimbaud. Dos sillas galería y sus tardes, una a una fundiéndose en ésta única tarde final. No es preciso hablar de quinina, jeringas ni láudano posible. Ese nuestro tiempo de colonias: exploradores estancados al calor del atardecer cuando vos de pronto te parás. Otro felino más del lugar con diez kilos bajo tu peso, quizá más. –¿Los caramelos? volvés a preguntar. Adentro cama en sombras, mesa con la bolsa de mogul sobre los dos barbijos que rechazamos usar: un imperio sostenido por enfermedades crónicas. Sé bien mi vestido es verde y más allá el jardín se extiende para gatos dormitando 111
inconscientes en su capacidad de recordarnos: toxoplasmosis antes sólo una palabra más de nuestro amplísimo vocabulario. Y sí, ese verano nuestra propia colonia avanzando, desgastada en el vaivén cuando no hay vasos gin, rodajas de lima ni planes para excursiones venideras aunque la luz siempre distanciada se abra, casi con ese filtrarse a través de los cubitos de un trago. Hay imprecisiones la tormenta niega principio y también final y así vamos nosotros en un largo no llegar: mil gatos el jardín sus límites nebulosos hacia donde oteamos como quien espera algo. Poco viene ya y nada nunca llegará salvo –destemplados– el anochecer y tu amado al que consuelo a la distancia mientras adentro sobre la queja del tubo de oxígeno vos soñás súbitos prodigios artificiales.
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Los chicos bestiales: cuerpo en movimiento ¿Y si pudiera ver? Digo: si con ojos abiertos confiara en eso, ahí visible, obvio ante mí. Si así posible confianza fuera sobre alguna permanencia: llueve, afuera las hojas van a estar mojadas, calles resplandecientes de gente en prisa en huída bajo un aguacero capaz de hacernos recordar: estás aquí mientras la tormenta sencillamente avanza. Esos pactos, con igual arrojo y sincronía el agua cae feroz eriza copas del fresno el rojo retenido del reflejo en stop. Cierto tipo de valor. Pero al fin sólo cuestiones visibles resultan fiables al menos para mí. Poco ayuda al alma el don como una alarma lista para sonar anunciando próximo temblor: fatalidad nimia a tono con la llovizna. Ayuda poco es cierto decir me gusta demasiado todo esto así que insisto y sé que aquí puede estarse sin constancia alguna y casi sin ninguna redención. Si puedo ver, aceptar lo visto en eso apenas entredicho: ojos cerrados y asciende de esta lluvia su celebración. Ojos cerrados si confiás: llueve mi amor va a llover. 113
AGUSTÍN PRIVITERA
La cadena alimentaria Un pastillero en hueso de elefante cazado según dijo por los indios en la India o en el África que después de alimentar rituales y familias fue pulido, acomodado y adquirido por un hombre visionario aficionado al safari y al misterio que viajó, amó y obtuvo el matrimonio dinámico del ecosistema cuando con cueros, cabezas y colmillos volvió a su patria a venderle a un artesano al precio estipulado por las leyes que regulan la oferta, la demanda y la contravención. El elefante fue convertido en miles de estos delicadísimos objetos y vendido por una chica adorable creo que en San Telmo. ella, toma su pastilla una perla verde selvática cada doce horas hace diez años en la cocina de su casa. busca un vaso azul 114
prende el fuego escucha el ruido crepitante del hervor en el vapor de la siesta se detiene desde ese momento quiero conocer África conseguí libros sobre el tema un mapa antiguo estampado en una remera una jirafa de madera balsa hecha por etíopes y videos del canal que muestra palmeras gigantes en las playas blancas de las islas vírgenes del continente negro.
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La cadena alimentaria 2 Por ejemplo, la heladera acaba de encenderse. No hay para enfriar en su interior nada. O sí. Restos del puré de la última vez que cenamos juntos. La papa que fui, sino con amor, con todo mi cariño, despedazando hasta convertirla, en los restos que ahora se empecinan en volverse amarillentos, y a los cuales, yo, me fui aferrando. Antes de ser eliminada tiene que pasar por mí tengo que tragarla, de a poco, asimilar y convertir en materia aquello que le fui quitando a la pasión. Pero me conozco, no voy a desconectar la heladera, ni tirar el puré, los restos quedarán en el bol de acero inoxidable: la puerta cerrada, la temperatura a 4 grados.
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El bronceador flotaba en la superficie del verano Entonces, yo, giraba en la reposera y repasaba el mundo los murciélagos, la hormiga muriendo en la pileta el planeta azul del atardecer entre las ramas de los robles, la humedad, el ruido de ojotas aplastando cascarudos y la luna, primitiva. Y sentía algo pero no mucho más que un punto oscuro en la conciencia una especie de necrosis en la que me hubiese gustado bucear pero ahora detenido expectante por el cambio de luces que agudiza la caída que otros llamaron magia apenas si puedo aguantar la aceleración constante de la tierra. El ruido de una masa que avanza más allá de lo deseable. Y siento algo –pero no mucho– subir desde mi estómago. Como si toda la superficie del verano se reflejara en esta especie de mareo. Vomito. Como si el planeta azul del atardecer muriese en la pileta. Vomito 117
abrazado al tronco del roble y mañana habrá un manchón amarillo en el pasto un puntito blanco en la tomografía del cerebro, no la marca de un recuerdo sino más bien un cáncer que se abre y deja un desierto donde antes hubo nada. Con un pedazo de rama revuelvo entre los restos de comida, como si quisiera saber dónde quedó la lata de sardinas, cuántas hormigas van a morir por el ácido clorhídrico.
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JACQUI BEHREND
Desde la ventana (fragmentos) Es como mirar por la ventana sin una sola idea. La luz trepa por las medianeras y empieza a tomar forma la forma se parece a una rama, la rama se desplaza hasta caerse con el sol. Hay que pasarse horas mirando hasta que surge algo bueno. ¿Se podría explicar eso? Cuando llueve las paredes se deshacen. A veces el cielo cambia lentamente. Se opaca y se pone violeta.
…
Ruidos de la avenida, los objetos de la calle se acumulan por la ventana. El vidrio ronronea con los autos. Nada está en peligro y sin embargo ahora todas las luces titilan: son rojas y amarillas, algunas verdes.
…
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Hay días que pasan desapercibidos por completo como las ramas de los tres árboles: nada las distingue de los cables cruzados por los postes, cayendo de las terrazas. Uno mira esperando que esto revele alguna idea. …
Poses de edificios. En la calle amenaza una hilera de patos. Medio minuto alcanza para olvidar y recordar de nuevo. El subrayado de la calle se esparce hacia la vereda y por los frentes. La ventana está lejos de la duda, me inclino a investigar si las pequeñas formaciones que refleja el vidrio circulan o simplemente están clavadas sobre la superficie.
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FERNANDO CALLERO
El pezón de sidra Uy, primero todos los bancos del parque pegoteados por los gallos fríos de las tipas La laja patinada me hacía crujir la goma de los espores Semejante batería de ángeles gallardos precipitándose como gotones de un palito helado derretido Yo después me tomaba un coche motor a La Plata con el encargo de cortar cañas para hacer collares En la estación de Plátanos la siesta era un surtidor caliente desde el pecho combado que es la única tapa del mundo que intuimos Un pecho gigante con un pezón que surte sidra tibia ay, es dorada Venía leyendo una novela rusa sin tapas sin autor hasta que la novia del muchacho se moría congelada debajo de un puente del Volga Yo era feliz, tenía 17 y un amigo me esperaba en Plaza Francia por el asunto de las cañas para hacer collares Todo lo que me dijeron las cosas es mi historia Ellas se fueron apropiando de mí según mis juicios Pero también yo había heredado una cabeza y miles de palabras viejas que después cambié por otras.
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Azibi No creo ser un buen maestro para Esmat. Quizás él intente rescribir mi historia en los márgenes de la suya, delicada, pero sin comprender lo que se cierra tras mi cáscara fina, mi rareza interpretada fuera del corazón. Arquitecto del Islam en un patio de putas de la U.E., maestro del Corán y de los signos inversos, difícil también para mí tomar de Esmat algo más que la gramática, la articulación líquida del árabe, una sensual manera de empinar las manos y de encender las frases. Esto no impide que nos quedemos horas en el balcón que da al Levante viendo los barcos, barajando argumentos para rechazar trabajos.
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Hombre a la luna ¡Ah!, la Madreselva me oyó. Nadie me oyó, ni yo. Y eso que dije fuerte. Mamá, por ejemplo, le dio a Papá una versión à la carte. ¿Es que no supo escucharme? Él me convocó a su estudio. Sostenía la bandeja y el bol sobre el regazo. La tele encendida y oblicua se robaba los rabillos con imágenes de la Guerra. Hasta que el control remoto blandió su mano y el silencio se expandió temblando. El viento hizo chasquear las cortinas, o quizás la Madreselva dejó escapar una sílaba, y entonces Papá carraspeó: Acabo de recibir, m’hijo, una rara sospecha de tu madre sobre vos ¡Me extraña! Claro que todavía no estoy preparado para un juicio ni indicar algún castigo.
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El tiempo, si es justo, dará cuenta del asunto: si es malo, dejará regusto, si pasa, sólo un sinsabor. Después de semejante dolor abandoné la casa. Voy con la Madreselva en su lata y en su doble fondo mi dote. Mi guitarra, donde va, mi cuaderno de estribotes, y mi pluma. ¿Soy un Nuevo Hombre a la luna? ¿Am ai a man at de mun ?
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VERÓNICA PÉREZ ARANGO
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Derecho el alba Pasa un avión. Un venteveo canta. Llueve y es domingo a la mañana la otra cara de las cosas nos atrapa entre las sábanas. Quiero un pantano para bucear o una orilla grande donde ahogarme desde la cama se reclina una visión como un monje ciego en la montaña más alta:
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De Los sueños de la sonámbula.
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Sueño con intemperie En el jardín la vieja en guardia corta ramas muertas la tijera de podar de patas oxidadas las plantas saltan por el aire antes de tocar el pasto ralo y de largos desparejos. Un estanque y muchos patos que se peinan con helechos detrás, en miniatura, el día gris combina bien con el pulóver de cuello alto y los pitucones de cuerina. Las botas de montar sin lastimaduras lamen la orilla. No hace frío donde hay fantasmas. No hay ruido donde hace mal. De viento sur se inunda la casa por fuera confunden la hojarasca con la nieta que babea la escoba y la pala como fieras.
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Aviones sobre la siesta del perro Los ecos de los perros en una quinta a la noche. El perro ladra y su voz rebota en las otras casas. Casas. Casas. Casas. Me vuelve tartamudo el perro caminando bajito y avergonzado de ser todos los perros del mundo a la vez: amarillos, rojos y negros flamean en la tierra. Esa voz familiar como si fuera miles llega deformada por la lejanía más chiquita y cruel sin la siesta ni el paseo que le prometieron esta tarde recién ida. Espero sentada en una silla sin patas, disfrazada de vos, me hago la que miro pero no no no, no tengo ojo ni oído ni voz, acá nada más escribo. Un cielo invadido por aviones audaz se eleva: más gente que se va sin saludar, la tierra de oportunidades del otro lado del océano ensaya historias de vida que ahorcan el tamaño del paisaje. Espero sentada en una silla sin patas, disfrazada de vos, Mientras escucho los murmullos y cuento las arrugas de mis dedos.
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Detalle Igual que una sonรกmbula sin pasado ni conciencia me visto con ropa de calle y me pinto los labios de risa. Recorro la zona de ambulancias y cuento los grillos en la maleza de varias cabezas enfermas a saltos agigantados practico la zona muerta, la mala suerte escondida o como le llamen en el barrio de insultos, la musiquita quieta del pasto la caca o la doble cara de las piedras. Hay unos pastos que cortan en la entrada de mi casa. No quiero entrar. Nadie puso un cartel de cuidado cerca perro suelto. A mi regreso los insectos afiebrados asechan como en un velorio iluminado. Al final siempre hay perros, muchos perros.
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CAROLINA ESSES
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Hace poco atravesábamos un puente inestable y débil desafiando la tormenta, ahora el jardín se abre a la luz. Escribir es un ejercicio del presente. La tarde se desliza en la superficie y avanza o retrocede como un bloque de hielo, ya es pasado cuando levanto la vista para ver. Lees con la concentración de un monje. Yo, en cambio, con mi libro entre las manos anoto versos sueltos en el margen me levanto enfoco con la cámara una escena que te contiene. Minúsculos planetas partículas que la lente no llega a ver nos sostienen en forma de aire. Cuando anochezca tendremos el cordero listo. Ninguno de los dos habrá participado en la carneada pero lo miraremos con cierta compasión antes de extenderlo, en cruz sobre el fuego. ¿Qué de todo esto estaría dispuesta a dar a cambio de la palabra justa de la imagen precisa? Mi verso tiembla delante del otro pero en la tibieza de la tarde 6
Del libro Temporada de invierno, inédito.
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–lo húmedo ya seco lo perdido momentáneamente encontrado– no renunciaría a nada. Carece de importancia lo que escriba esta tarde. Cualquier comienzo se superpone con el pasado en una zona franca que ninguna palabra puede asir. Te muestro unas ramitas, unas hojas que servirían como colchón para el fuego pero son materia débil que apenas cruje se desintegra en puntos mínimos, variados en la escala cromática del marrón, del verde. El libro sigue abierto en la misma página y lo mirás, incrédulo del tiempo que lleva inmóvil, ahí sobre el pasto. La birome rueda y cae en el espacio que abren los tablones de la galería y entre el blanco y negro de las letras se mueve, cautelosa, una hormiga. Comienza el verano.
La montaña cabía en la palma de una mano. Sólo hubo que ponerle un nombre. Cada uno debería seguir en ella su ambición. Su naturaleza, dijo mi padre. Él, que nunca ha visto la nieve, camina delante de mí. Es verano. Aquel brillo entre las piedras podría ser la nieve. 130
¿Bastará con un viaje en tren de Provincia a Capital para ver desplomarse desde el cielo piedras, transparentes planetas uno por cada uno de nosotros? Creí que era la ira de Dios, dijiste pero estabas a salvo del vértigo deslizándote a la velocidad justa mientras la ciudad se iba cubriendo de hielo. La ira de Dios, pensé, en un hombre tan poco proclive a las creencias. ¿Y si fuese el Capitán Frío? ¿Si el granizo que amenaza con helarnos las entrañas fuese sólo una pequeña muestra de la artillería de un villano dispuesto a barrernos de la faz del planeta? ¿Correrías de mi mano aún sabiendo que detrás viene, no el destino con su compasiva escala de valores sino la tabla rasa de la nieve? Frente a lajas transparentes de agua, paso horas, como si fuese a resbalar desde el sillón atravesar la ventana y caer Escucho sonar el teléfono, llaman a esta orilla de piedras negras donde me recluyo. O no, estoy al alcance de la mano de cualquiera y esta soledad es ficticia, mentirosa.
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Dichosa como la nube que ahí pasa no necesito nada más. Una piedrita rueda hacia el lago. Aunque no se lleve más que a sí misma en su derrumbe va mi única referencia: hace un momento la tenía en la palma de la mano. Es curioso, camino por el filo de las piedras un pie delante el otro detrás para no caer– pero poco importa si caigo. Podría caminar de una orilla a la otra, el lago no sería más que agua estancada a la altura de mis tobillos. El tiempo es elástico opuesto a cualquier fotografía. Aquí voy con mi padre por un campito seco donde antes hubo nieve, el trayecto: una diagonal desde mi casa hasta la ruta que bordea la montaña. Mi padre habla de distancias; lo que hemos recorrido lo que todavía falta. Y caminamos fuera del tiempo. El descampado, los fondos de las casas, el sol. Camino con mi padre y me alejo del orden natural como herencia, paisaje u origen. Yo soy mi padre de frente al sendero, a la ruta, a la calle. Algo en mi letra nos acerca a esa nieve antigua donde pastan los ciervos. 132
Subo los peldaños de tierra y troncos que van de la orilla al acantilado. Todavía tengo en la espalda la forma de la roca. Al salir recordé lo de siempre seguir las marcas rojas en troncos y piedras. Reconocí al pasar el óxido del puente el pañuelo atado al árbol, dormí en el refugio de techos verdes me bañé, como pediste, en el río. Pero en algún momento de la tarde o la mañana me distraje. Miré como al pasar las plumas, los picos de las aves, me entretuve desanudando raíces. Ya sé: no son épocas para la lírica del invierno. Desatendí cada uno de tus consejos. Pero los noventa pasaron como un alud y apenas estiré la mano para recoger algo todo había terminado. Mi andar ahora es errático –me tiendo al sol, juego entre el follaje escribo sobre arenilla y la esparzo sin ningún patrón aparente. Sé que a toda velocidad sólo transcurren las nubes. El resto es ensayo, demora del mediodía en el frío.
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MARCELO GALINDO PABLO KATCHADJIAN SANTIAGO PINTABONA
La Gioconda (selección) 1. Con los bolsillos llenos de peces llegó Neruda a la capital de Dinamarca donde la comitiva lo esperaba para... Decirle la verdad a Neruda fue duro, pero Pablo supo entenderlo, eso fue lo más misterioso. La comitiva lo descalificó como poeta y no sólo eso: lo descalificó como ejemplar. Luego, en un reportaje Pablo descalificó a la comitiva con mala actitud.
2. Pucheli, campeón de ajedrez. Feroca, dueño de una tapicería. Guno, chofer de la línea 180. Fonseca, conductor del 60. Faturossi, carnicero en Coto. Binnetta, oficinista en Rivadavia al 3600. Bolonia, gobernador de la ciudad. Oneto Machán, recepcionista de Telecom. Pucarelli, profesor de backgammon. 134
3. Meto a la liebre en la carrocería de mi viejo Fairlane para esconderla. Pinto la moto de amarillo para distinguirla de las otras motos en el estacionamiento. Me pongo un traje, voy a una fiesta y no me reconocen.
4. Las nuevas supersticiones tejen con el hilo de una araña nueva y se instalan en los manteles donde reposan los nuevos televisores. Las imágenes de fantasmas todavía activos disuelven nuestra seguridad; nos asustamos cada vez de cosas más tontas. Son las once: nos asustamos de cosas cada vez más tontas. Son las doce: nos asustamos de las cosas tontas cada vez que las vemos como nuevas en los nuevos televisores instalados en los manteles tejidos por arañas todavía activas.
5. ¿Cuánto pesa un metro de gas? ¿Qué son los gigantes del rock? ¿Por qué me hago tantas preguntas? ¿Qué es la basura nuclear, para mí, que soy repostero? ¿Qué es el análisis del discurso, para mí, que me hago tantas preguntas? ¿Cuántas bananas entran en un caño de dos metros de largo por uno de diámetro? ¿Cuántas veces entro yo mismo en el caño lleno de bananas?
6. Un compañero de celda me dijo un Viernes Santo que sin duda nuestras mujeres se estarían divirtiendo 135
aprovechando los días libres. Le ofrecí un mate y unos bizcochos. Simpático el compañero. Un guardiacárcel me dijo un Domingo de Ramos que sin duda nuestros hijos no tardarían en cometer algún crimen y ser apresados. En Navidad un juez, una vez, nos hizo limpiar la chimenea toda la noche.
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VANINA COLAGIOVANNI
Volví a casa dolorida por la extracción no dejé de tener cierto respeto por lo sagrado, prendí velas puse el rosario bajo la almohada –que cicatricen bien los puntos– fui al supermercado regalan una revista el mundo se ve amplio y permanente todos son corredores nadadores en bicicleta maratonistas a cierta distancia las caras parecen frutas las frutas hacen sombras de pájaros la comunión se extiende desde nosotros hasta los vegetales el carozo de ciruela en caída libre hacia el patio de comidas cortar una ciruela al medio introducir la lengua en el orificio –que no se abran los puntos– cerrar los ojos hasta ver todo duro como el carozo, la piel, blanda –que suture, por favor– 7
De Sala de espera (Gog y Magog, 2007).
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para mi hambre la pulpa.
jardín de hospital: en los charcos paquete de diarios: mojado e ilegible canto de pájaro: –repetitivo sólo gorjeo– olor de flores, se pudren una pierna con media roja hasta la rodilla la otra con vendaje manchado de amarillo otro ramo de flores otra pierna: enyesada un cuarentón llorando una polilla el gusto del café: agrio y con humedad el primero de la ronda sin hambre la segunda sin pierna yo sin nada próxima reunión: traer souvenir de guerra.
a cada lado del pasillo no hay góndolas pero se exhiben cunas transparentes con recién nacidos no por orden de llegada o apellido sino por la originalidad de sus poses al dormir. en cada recién nacido hay un pozo escondido en el nacimiento de los brazos el padre ahuecó sus manos y gritó algo ahí para que nadie lo sepa en el adulto es semitransparente se mezcla con aceites y esencias y con el masaje experto llega hasta el limbo prenatal al fantasma 138
recuerdos de pequeño nadador: líquido tibio, una voz aguda aún así el secreto queda a salvo del yo.
enfermarme de algo grave, quedarme meses en cama que me mantenga inmóvil, leyendo hasta cansarme agotar todas las escuelas de la filosofía, volverme sabia no pasó.
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Sobre los autores
José Acosta es poeta, narrador y periodista. Nació en Santiago, República Dominicana, en 1964. Vive en los Estados Unidos. Ha obtenido varios premios en cuento, novela y poesía, como el Premio Nacional de Poesía, Cuento y Novela, así como varios premios y menciones de honor en Casa de Teatro, la Universidad Central del Este (UCE) y los premios internacionales Nicolás Guillén, de México; Miguel de Cervantes de España y Odón Betanzos Palacios, entre otros. Es autor de los poemarios: Territorios extraños, Destrucciones, En el secreto llamado, El evangelio según la muerte, y del libro de cuentos Los derrotados huyen a París. Publicó la novela Perdidos en Babilonia. Julio Adames es poeta y narrador. Nació en Constanza, República Dominicana, en 1962. En 1990 obtuvo el Primer Premio de Cuentos de Casa de Teatro. Es autor de los poemarios: Huéspedes en la noche, El treno fatigado, Hebras de tiempo (haiku) y Cuerpo de baile, de cuentos. En 2006 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil en la modalidad de poesía con Cuerpo en una burbuja. Ezequiel Alemian es periodista de profesión. Nació en Buenos Aires, ciudad en la que vive, en 1968. Publicó textos de narrativa, textos poéticos y textos varios. Frank Báez poeta y traductor. Nació en Santo Domingo en 1978. Obtuvo el Premio de Cuento Joven René del Risco y Bermúdez de la Feria Internacional del Libro con su libro Págales tú a los psicoanalistas. Además es autor de los poemarios Jarrón y otros poemas y Postales. León Félix Batista poeta y traductor. Nació en Santo Domingo en 1964. Vivió en Estados Unidos entre 1986 y 2004. Es autor de los poemarios El oscuro semejante, Negro eterno, Vicio, Tour por Todo, Crónico, Se borra si es leído (poesía 1989-1999), Burdel Nirvana, Torsos tórridos, Mosaico fluido, Pseudolibro y Los rombos de la red (traducciones de poetas
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angloparlantes). Ha obtenido el premio de Poesía de Casa de Teatro, los Premios Nacionales de Poesía de la Universidad Central del Este (UCE), el “Emilio Proud-Homme” de la Fundación Cultural Renovación de Puerto Plata y el Internacional de Poesía Diario de Poesía/Vox 2000, en Argentina. Jacqui Behrend nació en Buenos Aires en 1975. Publicó La caravana seguido de abejas (IAP, 2005). Es doctora en Ciencias Políticas e investigadora. Basilio Belliard es poeta, crítico, editor, ensayista y profesor universitario. Nació en Moca, República Dominicana, en 1966. En 2002 obtuvo el Premio Nacional de Poesía con Sueño escrito. Es, además, autor de La espiral sonora. Antología del poema en prosa en Santo Domingo, 1900-2000, Balada del ermitaño y otros poemas, Los pliegues del bosque, Diario del autófago, Vuelos de la memoria (poesía y ensayos), Poética de la palabra. Ensayos de teoría literaria. Lucía Bianco nació en Punta Alta, Provincia de Buenos Aires, en 1979. Estudió Artes Visuales, vive y trabaja en Bahía Blanca. Publicó los libros de poesía Preinsectario (Gog y Magog, 2003), Etiquetas de dulces, (Cooperativa Editora El Calamar, 2004), Diario de exploración afuera del cantero, (Vox, 2005). Fernando Callero nació en Concordia, Entre Ríos, en 1971, pero reside en Santo Tomé, desde 1990. Es Licenciado en Letras por la U.N.L. Publicó El Ojo de Víctor (Bajo la luna, 1999), Ramufo di Bihorp (Ediciones Culturales Santafesinas, 2001), El espíritu del joven Borja (Bajo la luna, 2007), Al rayo del sol (Colección Chapita, 2008), el relato “¡Fantástico!” en la antología Hotel Quequén II (Sigamos enamoradas, 2008) y Joya (Colección Chapita, 2009). Lidera el grupo musical Salvador Bachiller. Junto a Javier Guipponi coordina Diatriba, una editorial orientada a producir primeros libros de jóvenes autores del litoral. Administra el blog: www.marlboroblog.blogspot.com Vanina Colagiovanni nació en Buenos Aires en 1976. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación (Universidad de Buenos Aires) y estudió Letras en la misma universidad. Publicó Travelling (2004) y Sala de espera (2007) en Gog y Magog, editorial que integra desde 2008 junto a 142
Julia Sarachu, Laura Lobov y Miguel Angel Petrecca. Publicó poemas y reseñas en revistas como Artefacto, Pisar el césped, Espacios y Litoral, entre otras. Plinio Chahín es poeta, ensayista, crítico y profesor universitario. Nació en Santo Domingo en 1959. En 2006 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo con su libro ¿Literatura sin lenguaje? y el Premio Internacional de Poesía de Casa de Teatro con su libro Hechizo de la Hybris. Es además autor de los libros Solemnidades de la muerte, La consumación de la carne, Cabaret místico y La pasión en el oficio escribir. Dionisio de Jesús es poeta y publicista. Nació en Cotuí, República Dominicana, en 1959. Ha publicado los poemarios Oráculo del suicida, Axiología de las sombras, La infinita presencia de la sangre, Celebración del ausente y El cuerpo es el delito. Cristian De Nápoli poeta, traductor y editor. Nació en Buenos Aires en 1972. En 1999 publicó la plaqueta Límite bailable integrada por 17 poemas breves. Creó en 2005 el sello editorial Black & Vermelho, donde lleva publicadas ediciones de poetas chilenos, brasileños y finlandeses. Organiza SALIDA AL MAR/ Festival Latinoamericano de Poesía, un encuentro anual en Buenos Aires. En 2004 publicó una novelita compuesta de haikus, Palitos de agua (Eloísa Cartonera); en 2005 y 2007 los poemas de El ring y Los animales. Carolina Esses nació en Buenos Aires en 1974. Estudió Bellas Artes en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Colabora en diferentes revistas y medios gráficos. En 2005 publicó Duelo, Ediciones En Danza, junto a Mercedes Araujo y Cecilia Romana. Participó en la Antología Hotel Quequén, Editorial Sigamos Enamoradas, 2006; Poetas Argentinas (1961-1980), Ediciones Del Dock. Temporada de invierno es un libro inédito a publicarse durante 2009. Marcelo Galindo nació en Buenos Aires en 1976. Estudió y se especializó en la ejecución del saxo eléctrico para luego volcarse a la poesía y las artes visuales. Publicó GALINDO 2005 (IAP, 2005) y Gorrita roja (1e, 2006). Expuso sus trabajos videográficos en Buenos Aires, Nueva York, Londres, Montevideo, Barcelona, Roma y Carmelo, entre otros. Junto 143
a Pablo Katchadjian y Santiago Pintabona, también presentes en esta antología, escribió La Gioconda y publicó Los albañiles (IAP, 2005). Angela Hernández es poeta, narradora y ensayista. Nació en Jarabacoa, República Dominicana, en 1954. Ha obtenido los Premios Nacional de Poesía y Cuento y el Premio Cole de Novela. Es autora de las obras poéticas Arca espejada, Telar de rebeldía y Alicornio; también, de los libros de cuentos Las mariposas no les temen a los cactus, Masticar una rosa y Piedra de sacrificio, así como de las novelas Mudanzas de los sentidos y Charamicos. Adrián Javier es poeta y publicista. Nació en Santo Domingo en 1967. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía, el Premio Nacional e Internacional de Poesía de Casa de Teatro y el Premio de Poesía Pedro Mir de la Fundación Global, Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), así como una accesit. Es autor de los poemarios: Bolero del esquizo, Idioma de las furias, Escribir en femenino, El oscuro rito de la luz, El mar que andamos, Día interior, Erótica de lo invisible, El bosque enfrentado, Caballo de bar, Tocar un cuerpo, entre otros. Pablo Katchadjian nació en Buenos Aires en 1977. En poesía publicó dp canta el alma (VOX, 2004), el cam del alch (IAP, 2005) y El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (IAP, 2007). En prosa, El Aleph engordado (IAP, 2009); su novela Qué hacer saldrá editada este año por Bajo la luna. José Mármol es poeta, ensayista y filósofo. Nació en Santo Domingo en 1960. Ha obtenido los premios de Poesía de Casa de Teatro, de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) y el Nacional de Poesía. Es autor de los poemarios: Deus ex machina, Lengua de paraíso, Criaturas del aire, Torrente sanguíneo, La invención del día, Encuentro con las mismas otredades I y II, El ojo del arúspice, y de los libros de aforismos: Furor y misterio y Premisas para morir, y de los libros de ensayos Las pestes del lenguaje y otros ensayos, La poética del pensar y la generación de los ochenta, El placer de lo nimio y Etica del poeta. Frank Martínez es poeta y antólogo. Nació en Santo Domingo en 1965. Es autor de los libros de poesía La vigilia de las flores, Cenizas 144
del ocaso, Presagio del olvido y Nunca más morir y responsable de la antología Juego de imágenes. La nueva poesía dominicana. Amable Mejía es poeta y narrador. Nació en Santo Domingo en 1959. Es autor del libro de cuentos Entre familia, de los poemarios El amor y la baratija y Días de semana y de la novela corta Primavera sin premura. Andi Nachon nació en 1970. Docente y periodista. En poesía ha publicado Siam (1990), Warzsawa (1996), Taiga (2000), Goa (2003), Plaza Real (2004) y 36 movimientos hasta (2005). Dos compilaciones: Taiga no rio de janeiro (Rio de Janeiro, 2001) y Villa Ballesta–Ñuñork (Santiago de Chile, 2003). Integra las antologías El turno y la transición (México, 1997), Monstruos (2001), Agua de beber (2001), Poesía erótica argentina (2002), El arcano/El arca no (La Havana, 2005), Hotel Quequén y Una terraza propia (2006). Es responsable de la compilación Poetas argentinas 1961-1980. La selección aquí presente, forma parte del libro inédito Volumen I. Verónica Pérez Arango nació en Buenos Aires en 1976. Profesora en Letras (UBA), también se forma en distintas artes escénicas, como dramaturgia, danza y actuación. Entre 1998 y 2002 codirige la revista literaria Quesquesé. Como actriz y dramaturga, integró la compañía Muererío Teatro, y estrenó La esperanza (o la paciencia de los imbéciles), obra que en 2005 recibió el Primer Premio Nacional de Dramaturgia López Merino. En 2007 estrenó la tragicomedia El agua en la garganta. Publicó una plaqueta con fragmentos del poemario La desdentada (Casa de la Poesía, Dirección General del Libro y Promoción de la Lectura, 2002). Durante este año, la editorial Vox planea editar su libro Camping. Santiago Pintabona nació en Buenos Aires en 1974. Publicó Campo Afuera (Nusud, 2000), La sedante del pacto (Tsé-Tsé, 2001), Difícil life (IAP, 2004), Silencio no es estar solos (IAP, 2007) y Quiroga tiger (IAP, 2008). Sol Prieto nació en Buenos Aires en 1985. En el 2007, sus poemas fueron publicados en la plaqueta Nadie está hablando de vos, por Color Pastel. También en la revista virtual El interpretador, y en su blog, www.niniasexploradoras.blogspot.com. En el 2008 participó con un cuento en la antología Vagón Fumador (Eterna Cadencia, 2008). 145
Agustín Privitera: nació en Bell Ville en 1976. Estudió medicina, algo de filosofía y cine. Formó parte de la revista Fe de Rata y de la editorial La Creciente. No tiene libros publicados. Actualmente vive en Córdoba, ciudad que dice lo indigna profundamente. Homero Pumarol es poeta y publicista. Nació en Santo Domingo en 1971. Obtuvo el Premio de Poesía de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña con su libro Orador de opio. Es además autor de los poemarios Cuartel Babilonia y Second round. Martha Rivera es poeta y narradora. Nació en Santo Domingo en 1960. Obtuvo el Premio Internacional de Novela de Casa de Teatro con la obra He olvidado tu nombre. Además es autora de los poemarios: Transparencia de mi espejo, Geometría del vértigo y Twenty century y otros poemas. Médar Serrata es poeta. Nació en Santo Domingo en 1964. Reside en Estados Unidos desde hace varios años. Forma parte de la “Generación de los Ochenta”. Es autor de los poemarios: Las piedras del ábaco y Rapsodias para tontos.
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Índice
Un país de poetas. Sobre la poesía dominicana actual Por Basilio Belliard Julio Adames Basilio Belliard Plinio Chahín Frank Báez Martha Rivera Médar Serrata José Acosta José Mármol Amable Mejía Frank Martínez Homero Pumarol Adrián Javier Angela Hernández Dionisio De Jesús León Félix Batista Reversiones del pueblo natal. Notas sobre la poesía contemporánea argentina Por Florencia Castellano Ezequiel Alemian Sol Prieto Lucía Bianco Cristian De Nápoli Andi Nachon Agustín Privitera Jacqui Behrend Fernando CalLero Verónica Pérez Arango Carolina Esses Marcelo Galindo
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7 15 19 26 29 37 42 48 52 59 65 70 76 83 87 92
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Pablo Katchadjian Santiago Pintabona Vanina Colagiovanni
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Sobre los autores
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MAPAMUNDI
Puentes, errancias, exilios. Volverse otro. Lugares de cruce o desencuentro literario. ¿Qué hay más allá de la prudencia del mapa?
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El fin de la noche, constelación de narrativa y poesía hispanoamericana. Con publicaciones de cuidado artesanal y soporte imperecedero, el sello integra la tecnología de edición más avanzada –impresión bajo demanda, libre acceso de lectura online y distribución digital internacional que permite que los libros estén siempre disponibles– a la delicada paciencia para el armado de cada título. Que los libros luminosos jamás se agoten.
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