Tiempo de descuento
Albino G贸mez Tiempo de descuento
Gómez, Albino Tiempo de descuento. - 1a ed. - Buenos Aires : El fin de la noche, 2009. 284 p. ; 20x13 cm. ISBN 978-987-1491-07-0 1. Ensayo Argentino. I. Título CDD A864
Ilustración de tapa: Alfredo Sábat
© Editorial El fin de la noche, 2009 Buenos Aires, Argentina ISBN 978-987-1491-07-0 Hecho el depósito que previene la ley 11.723
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índice
DEDICATORIA PRÓLOGO ACERCA DE IDEAS PERIMIDAS ACERCA DE LA TELEVISIÓN PÚBLICA ACTA DEL ACUERDO CELEBRADO PARA EL DESARROLLO DE UN DEBATE POR TELEVISIÓN ALGUNAS REFLEXIONES DE HUMBERTO MATURANA APROXIMACIÓN A LA SOCIEDAD MODERNA TENDENCIAS SOCIO-CULTURALES ACTUALES ATORMENTADOS POR EL QUÉ DIRÁN BREVE PERFIL DE LA SECRETARIA DE ESTADO HILLARY RODHAM CLINTON CABLE “ABIERTO” CON MOTIVO DE UNA CEREMONIA VINCULADA AL ACUERDO DE PAZ ENTRE PALESTINA E ISRAEL CABLE CON MOTIVO DE UN DESATINO ADMINISTRATIVO EN EL AÑO 1994 CARACTERÍSTICAS DEL SIGLO XX QUE DEBIERON DETERMINAR QUE EL SIGLO XXI ACEPTARA SU HERENCIA CON BENEFICIO DE INVENTARIO CARTA AL EMBAJADOR DEL URUGUAY, D. FRANCISCO BUSTILLO BONASSO CARTA A UN JOVEN QUE ME CONSULTA SOBRE SU EVENTUAL INGRESO A LA CARRERA DIPLOMÁTICA CARTA DE BERNARDO EZEQUIEL KOREMBLIT CARTA DE JUAN GELMAN CARTA DE LA ASOCIACIÓN DE REPORTEROS GRÁFICOS DE LA REPÚBLICA ARGENTINA CARTA DE MARCO DENEVI CARTAS DE ERNESTO SÁBATO COMENTARIO A UN LIBRO DE MARCELO SÁNCHEZ SORONDO COMENTARIO SOBRE CARTAS DE AMOR Y DESAMOR EN LOS AÑOS DE SALVADOR ALLENDE COMENTARIO SOBRE DESPOJOS Y SEMILLAS COMENTARIO SOBRE LOS GRANDES COMENTARIO SOBRE LOS GRANDES
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COMENTARIO SOBRE MI LIBRO SON COSAS QUE PASAN COMENTARIO SOBRE MI LIBRO VENÍ, JUGÁ CONMIGO CÓMO SE HABLA ENTRE AMIGOS CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ CON MOTIVO DE MI POEMA DEDICADO A RAMÓN PRIETO CONTRATAPA DE HIPÓLITO J. PAZ PARA MI LIBRO DE POEMAS LA MUFA CONTRATAPA DE HORACIO SALAS PARA MI NOVELA DIARIO DE UN JÓVEN CATÓLICO CONTRATAPA DE HORACIO SALAS PARA MI NOVELA LEJANO BUENOS AIRES DEL AZAR Y LA NECESIDAD, DE JACQUES MONOD DEL DIARIO DE ADOLFO BIOY CASARES BORGES DE MI AMIGO HORACIO SALAS DIARIO DE UNA EXITOSA GESTIÓN ANTE EL FMI DOS CONTRATAPAS PARA SENDOS LIBROS DE RICARDO NOSEDA DOS DOCUMENTOS CON MOTIVO DE UNA POLÉMICA CON LA REVISTA TIME DE LOS EE.UU. DOS RECUERDOS DE MI QUERIDO AMIGO CÉSAR TIEMPO EL DÍA QUE FUE ELEGIDO UN TAL JUAN PABLO II EL EMBAJADOR MARIO AMADEO EL FUNDAMENTALISMO Y LA POSTMODERNIDAD EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA EN DEFENSA DEL TANGO HISTORIA DE UNA FRUSTRACIÓN NACIONAL INCONGRUENCIAS GUBERNAMENTALES LA CULTURA POSTMODERNA LA MEJOR ÉPOCA DE L.S.1 RADIO MUNICIPAL LA PRENSA EN DOS ADMINISTRACIONES REPUBLICANAS LOS MEMOS (un modelo de comunicación interna) LOS SETENTA Y CINCO AÑOS DE LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA MÁS ALLÁ DE ANTIGUAS IDEOLOGÍAS MÁS TRANSPARENCIA PARA LA CORTE SUPREMA MIGRACIONES, DESARRAIGOS Y NOSTALGIAS MILITARES Y CIVILES EN LOS ESTADOS UNIDOS MI PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE RICARDO OSTUNI VIAJE AL CORAZÓN DEL TANGO MI PRÓLOGO AL LIBRO MICHELLE BACHELET, DE JULIA CONSTENLA
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MI PRÓLOGO AL LIBRO PODER POLÍTICO Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN 176 NOTA OFICIAL A LA CANCILLERÍA SUECA, QUE PROVOCÓ INTERESANTES CONSECUENCIAS 179 ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE 181 OPINIONES SOBRE ALBINÍSIMAS Y OTROS LIBROS MISCELÁNEOS 183 PARLAMENTARISMO O PRESIDENCIALISMO 186 PERÓN Y FRONDIZI FRENTE A LAS RELACIONES CON BRASIL 186 POSTLIBERALISMO 194 PRESENTACIÓN DE LA NOVELA CARTAS DE AMOR Y DESAMOR EN LOS AÑOS DE SALVADOR ALLENDE 197 PRESENTACIÓN DEL LIBRO ARTURO FRONDIZI, EL ÚLTIMO ESTADISTA 201 PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE HECHOS Y VIVENCIAS 205 PRESENTACIÓN DE MI LIBRO PRIMER PATIO POR BERNARDO EZEQUIEL KOREMBLIT 210 PRÓLOGO DE DANIEL LARRIQUETA AL LIBRO DE HECHOS Y VIVENCIAS 217 PRÓLOGO DE EXILIOS (POR QUÉ VOLVIERON) 219 PRÓLOGO DE RAYUELA DIPLOMÁTICA 222 PRÓLOGO DE ROSENDO FRAGA A MI LIBRO ARTURO FRONDIZI, EL ÚLTIMO ESTADISTA 225 RECONOCIMIENTO INESPERADO Y GRATUITO DE ALGUIEN QUE NO CONOZCO 227 RECORDANDO A FIDEL CASTRO 227 229 RESEÑA SOBRE MI LIBRO LA MUFA RESEÑA SOBRE LOS GRANDES Y ALBINÍSIMAS POR LUIS RICARDO FURLÁN 230 SOBRE EL ENVÍO DE CABLES INFRUCTUOSOS 232 TEXTO DE ERNESTO PALACIO 233 TIEMPOS MODERNOS 235 TODOS SOMOS TRUMAN BURBANK 246 TUNUNA MERCADO PRESENTA MI NOVELA LEJANO BUENOS AIRES 249 UN ASESINATO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA 253 UNA VISIÓN DEL MUNDO ACTUAL (ACCIONES E IDEOLOGÍAS) 258 “VIGNES DE IRA” 274 VIVIERON 277
A mis tres verdaderos amores: Michita, Malena y Andrea
PRÓLOGO Este libro lleva por título Tiempo de descuento porque la vida, si bien tiene mucho de trabajo y de aventura, también lo tiene de juego, y aunque abunda en ella más el homo faber que el homo ludens, al menos cuando escribo acerca de lo que siento y pienso, ya se trate de recuerdos, vivencias o fantasías, me transformo en un homo ludens. Y esta parte de juego que tiene la vida, mezclada claro está con tantas otras que no lo son, me permite igualmente dividirla en dos grandes tiempos, división muy subjetiva por cierto y que solo pretendo que se la acepte como válida para mi, aunque eventualmente pueda aplicarla para otras personas. Dentro de ese contexto debo señalar que todos mis libros, no importa el género al cual haya recurrido, han tenido mucho –o casi todo– que ver con mi vida, y hubo en ella una primera etapa, un primer tiempo que yo podría extender hasta los cuarenta años o poco más, un buen trecho estuvo dedicado a la infancia, a la adolescencia, y a la juventud con sus primeros descubrimientos y experiencias, las primeras amistades, los primeros amores, los deportes, los estudios, la política y los primeros trabajos, la constitución de una primera familia propia, los primeros viajes por el mundo y la publicación de los tres primeros libros (La Mufa, Los Grandes y Albinísimas). Luego, comenzó el segundo tiempo que se ha extendido hasta hoy, cuando ya he llegado a los ochenta años. Por supuesto con mucho más trajín, hechos, vivencias, experiencias, aciertos, errores, logros, frustraciones, pero todo con una gran intensidad, diversidad y bastante buen humor, para no perecer en el intento. También la fundación de una segunda familia que no conoció vivencialmente el primer tiempo, sino tan solo por mis referencias, los testimonios de los amigos, las fotografías y los libros. Pero, habiendo superado el promedio acordado por la ciencia a la duración del juego en esta parte occidental del 13
mundo, puedo decir razonablemente que ya estoy jugando un tiempo llamado de descuento, lo cual me obliga a hacerlo todavía mucho más intensamente y mejor. Asumiendo el riesgo, claro está, de eventuales lesiones, pero aprovechando y agradeciendo el alargue otorgado por el Gran Árbitro, seguramente conmovido por todos los incidentes habidos y hasta suspensiones del juego sufridos por este jugador como por tantos centenares de colegas a los que se les ocurrió transitar la mayor parte de los tiempos por el servicio público, la escritura y el periodismo. Pero además, teniendo en cuenta la enorme cantidad de crueles y dramáticas bajas sufridas, la mera sobrevivencia debe ser vivida y agradecida como un privilegio. Así las cosas, al comenzar este “tiempo de descuento”, su desarrollo es seguido –desde diferentes tribunas– por una larga descendencia de hijos y nietos. Y también, pero todavía involucradas en los avatares de esta parte del juego, por tres jóvenes y bellas mujeres componentes de la segunda familia, que me han venido acompañando palmo a palmo en mis diversos cambios de profesión y de países, desde casi el comienzo del segundo tiempo. Por mi parte, para compensar todo lo que tuve que hacer por mi subsistencia personal y familiar como homo faber durante este segundo tiempo, me las ingenié para brindarle a mi vocación indeclinable de homo ludens un divertimento a través de más de veinte nuevos libros, que incluyen el presente. Y este libro, a fin de evitar las absurdas discusiones teóricas y las críticas que generan los géneros clásicos (la novela, el cuento, la poesía o el ensayo, y también hasta las biografías y las memorias), he vuelto a apelar al género misceláneo –que no compite en concursos ni en premios– con una nueva colección de notas periodísticas publicadas e inéditas, cartas recibidas o enviadas, memos, cables oficiales vinculados a la diplomacia, reseñas, contratapas y prólogos para libros de mi autoría y mis propias reseñas, contratapas o prólogos para libros ajenos. Perfiles y caricaturas. También polémicas propias y ajenas. En fin, como todos mis libros, un texto fundamentalmente testimonial. Porque siempre sentí la necesidad, desde muy joven, de dar testimonio, en los comienzos, por vía oral a los amigos o mediante el préstamo de libros (de Sopena y Austral) recién comprados y leídos, totalmente subrayados. Así, era un tenaz difusor de todo lo que leía, del cine que veía y de la música que escuchaba. 14
Luego comencé a hacer lo mismo a través de la escritura, mediante breves resúmenes y cartas. Pero lo que fue ocurriendo con el transcurso de los años es que por razones profesionales me fui mudando de casas, aquí y en el exterior, unas cuarenta veces, lo cual significó la necesidad de reducir mis bibliotecas mediante la donación de centenares y hasta de miles de libros, a los que se sumó la pérdida de una gran cantidad de cajas con archivos de cartas y documentos. Además, como es bien sabido, los papeles guardados largamente se van amarillando y destruyendo, ya se trate de cartas, documentos o recortes de diarios o revistas. Por eso también decidí en esta oportunidad transcribir al menos los contenidos de algunos de ellos, para que de este modo puedan quedar mejor resguardados en este libro que en mis descuidados y vulnerables archivos y, sobre todo, al alcance de mis amigos, y con algo de suerte, hasta de un mayor número de personas. También fue este un modo de rescatar el recuerdo de queridos y valiosos escritores y periodistas amigos, muchos de ellos injustamente olvidados. EL AUTOR
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ACERCA DE IDEAS PERIMIDAS Creo que los proyectos aplicados o propuestos para la Argentina en las últimas décadas obedecían en general a concepciones rígidas y cerradas que predominaron en las ideologías y prácticas políticas heredadas del siglo XIX. Los cambios que se han venido produciendo en el mundo derivaron en las naciones avanzadas en la adopción de criterios más flexibles, de estrategias más abiertas. Porque la permanente adaptación a la insoslayable globalización y a la nueva revolución tecnológica sigue produciendo cambios fundamentales en el pensamiento político y en la administración de las economías de aquellos países. Era necesario que, al inaugurarse una nueva etapa gubernamental en diciembre de 2007, se tuviera en cuenta que una nueva concepción de proyecto nacional debería responder a una también nueva concepción de país. Porque es obvio –gran crisis reciente aparte– que la nación no puede definirse ya más estáticamente, contenida por los límites territoriales, económicos y culturales que la caracterizaron en épocas precedentes. La interacción creciente en todos los campos de la actividad humana ha modificado radicalmente la vieja concepción de soberanía y de frontera. Las nuevas fronteras son dinámicas, se imbrican en la compleja red de interconexiones del mundo y exigen una nueva concepción de soberanía. Los modernos sistemas de comunicación y de transporte, por ejemplo, han relativizado al máximo los límites geográficos naturales o políticos. Una nación no puede ser soberana si no tiene participación en la gestión de tales sistemas. Las fronteras dinámicas imponen nuevos criterios para el ejercicio del poder estatal. Si seguimos adhiriendo formalmente al viejo criterio de soberanía, equivocaremos también el sentido de nuestra política de defensa nacional. La organización internacional del trabajo tampoco pasa ya por las viejas fronteras. No será en el aislamiento que los pueblos consolidarán su independencia y autonomía, sino en una participación adecuada y justa en la producción y la 17
distribución de la riqueza en el mundo. Si no logramos esa participación, la marginalidad será nuestro destino cierto y no lo salvaremos por ningún atajo o mediante las prácticas anacrónicas que implican el utópico mantenimiento de una soberanía ilimitada. La soberanía total debe interpretarse en las actuales circunstancias como un concepto relativo a la inserción que logremos en las grandes redes globales de la producción, el consumo, las comunicaciones y el transporte. Pero no debemos ser incorporados a ellas sin nuestro consenso, sin autonomía, como enclaves o como sociedades subordinadas. La constitución de un vasto polo de desarrollo continental como el Mercosur, que pudiera erigirse en interlocutor fuerte con los grandes polos existentes, sería un aspecto clave para la afirmación de nuestra soberanía. Pero la pregunta es: ¿están todos los sectores de nuestra sociedad dispuestos a encarar y discutir estos grandes temas? La modernización, si no la elegimos y la dirigimos nosotros, nos pasará por encima o por el costado. Será, en todo caso, una modernización dependiente, incompleta, distorsionada. Nosotros aspiramos a la modernización libremente elegida, la modernización integral que sea también el auténtico camino de la liberación. La otra “liberación”, la de los que permanecen aferrados a principios perimidos, es nada más que un camino hacia otra dependencia, una dependencia que, por otra parte, implica también la permanencia en el subdesarrollo y en la marginalidad. La “apertura” económica irrestricta del país, como algunos promovieron, tampoco nos libró mecánicamente del subdesarrollo y la dependencia. Además, nadie nos regalará una ubicación digna en el mundo. Debemos ganarla a través de políticas decididas, racionales y firmemente orientadas hacia una inserción adecuada y autónoma en el mundo crecientemente interdependiente, que se está forjando ante nuestros ojos, y debemos hacerlo en el marco de una fecunda integración continental. También en el aspecto interno es esencial que la modernización sea libre y democráticamente dirigida por todos los integrantes de la sociedad. La revolución tecnológica irreversible implica cambios profundos en las actuales estructuras productivas. Muchas ocupaciones tradicionales han desaparecido y en amplios sectores ya ha decrecido la demanda de mano de obra. Por ello, este proceso puede tener costos humanos inaceptables si no estamos preparados para encau18
zarlo a través de nuevas posibilidades de desarrollo. Cerrar los ojos ante el progreso inevitable es suicida, pero también es peligroso confiar en su mecánica incontrolada. Quienes representan a los sectores del trabajo deben ser los primeros interesados en conocer y exigir la participación en el control del proceso de modernización. Nuestros dirigentes sindicales, a esta altura de la historia, no pueden repetir grotescamente sus viejos esquemas de luchas reinvindicativas. Porque el progreso no se detiene y las innovaciones no son necesariamente enemigas de los trabajadores y de su bienestar. Por el contrario, los nuevos métodos de creación de la riqueza pueden permitir una mayor distribución de bienes. Si en el siglo XIX y todavía en el XX los cambios fueron dirigidos y controlados por elites, en el siglo XXI la moderna concepción de la democracia impone hoy un todo participativo de gestión que abarque a la sociedad entera. Esta nueva realidad debe ser asumida a fondo por los organizadores racionales de la actividad económica –los empresarios, los directivos, los técnicos de todo nivel– pues junto con los procesos productivos y las herramientas del pasado también están desapareciendo en el mundo desarrollado los viejos criterios de organización, operatividad y gestión de las unidades económicas. La inteligencia es la materia prima fundamental del nuevo ciclo y su empleo impone y exige nuevas relaciones entre los hombres y las organizaciones. En el siglo XIX e incluso en el XX se manejaban todavía conceptos ligados a la economía de escasez. Se adjudicaba un valor central a los productos inmediatamente necesarios para la supervivencia física del hombre. Apenas se ingresa en una economía de relativa abundancia, se amplía el concepto de útil y de productivo. La barrera entre bienes y servicios, entre producción primaria, secundaria y terciaria tiende a desaparecer. Lo que era considerado superfluo o suntuario pasa a ser de primera necesidad. El arte, la cultura, la recreación, son tan importantes como las máquinas y los vehículos. Hay una nueva concepción del consumo. Ocupaciones tradicionales vuelven a revivir, cobrando un nuevo sentido y una nueva función. La artesanía tradicional, que elaboraba los objetos que luego produjo en serie y a más bajo costo la industria, y que fue recurso luego de los pueblos pobres que no podían acceder a esos productos industriales, se renueva hoy en una práctica destinada a 19
brindar bienes más sofisticados, personalizados. Los sectores que abre la modernidad son, en efecto, más amplios que los que se cierran. Aún en plena crisis. Así las cosas, debemos propugnar una gestión soberana y democrática de la modernización y de ello derivará una gestión que incluya la solidaridad. De no hacerlo de ese modo, sufriremos una modernización impuesta, elitista y con altos costos sociales. También nuestro país como tal estará en peligro. Frente a ello, es tiempo dolorosamente perdido el continuar con las disputas ideológicas que ya no importan en el mundo avanzado y que aquí constituyen el ornato intelectual del atraso. Debemos discutir con seriedad las cuestiones serias, las cuestiones que hoy movilizan los intereses, y las acciones que deciden el futuro de la humanidad y de cada uno de los pueblos que la integran. Para ello debemos convocar a la sociedad argentina: para enfrentar juntos, en libertad y pluralismo, los verdaderos desafíos de la hora. Si nos perdemos en vericuetos y en especulaciones electoralistas del momento, nuestros descendientes colocarán sobre nuestra memoria el baldón justificado de haber sido quienes consintieron y promovieron la decadencia definitiva de la Nación Argentina.
ACERCA DE LA TELEVISIÓN PÚBLICA La televisión pública puede definirse como un lugar de encuentro donde todos son considerados sobre una base igualitaria. Pero su mandato no debería limitarse a la mera información y al desarrollo cultural, sino también a alimentar la imaginación y entretener, con una preocupación por la calidad que la distinga del servicio audiovisual comercial. Es sabido que, de conformidad con las sociedades que los generaron, se desarrollaron tres modelos aún vigentes para determinar la evolución de la TV: el comercial, el estatal y el de servicio público. Este último surgió de las debilidades y de las inquietudes que suscitaban los dos primeros, al mismo tiempo que de la visión y el proyecto que algunos acariciaban para el nuevo medio de comunicación de la época. En los Estados Unidos, tras muchos debates, se estimó que beneficiaría más al interés público dejar la TV en manos de empresarios privados dispuestos a ofrecer a la teleaudiencia lo que ésta deseaba ver. Se aplicaron entonces 20
los principios del mercado que rigen en los demás sectores de la actividad comercial. Por lo tanto, el modelo comercial nació de una gran confianza en la capacidad de estos mecanismos para responder a los gustos de los consumidores, así como de una fuerte renuencia a permitir que el Estado dominara un medio de comunicación de masas al cual se asignaba un enorme potencial de información y de influencia. En ese momento, la participación directa del Estado en la televisión se veía como peligrosa, algo que había ocurrido también con la radiodifusión. Sin embargo, ni la desconfianza respecto del Estado ni la confianza en los mecanismos del mercado prevalecieron en todas partes. En otros países, el modelo estatal se desarrolló según una concepción dirigista del cometido de la televisión en la sociedad. Aunque el control pueda ejercerse sobre una televisión a cargo de empresarios privados, las más de las veces se optó por una televisión gubernamental, bajo la tutela de las autoridades políticas. Centralizada y erigida en monopolio, la televisión se construyó sobre la idea de que está justificado que el Estado utilice los medios de comunicación para sus propios fines. En cuanto al modelo de servicio público, también se constituyó sobre una doble desconfianza: sobre la capacidad de los mecanismos del mercado para garantizar la realización de ciertos objetivos, y en relación a la capacidad del Estado para lograr esos mismos objetivos, por lo común agrupados en torno de las funciones generales que aún hoy se definen para la televisión pública, que son las de informar, educar y entretener. Esta visión exigía una organización pública al servicio de los habitantes, la cultura y la democracia. En algunos países se rechazó la idea de que el interés público en la televisión pudiera concordar con los intereses particulares de empresas privadas, que buscaban en primer lugar la rentabilidad de sus actividades. Pero en esos países no se desconfiaba sólo del mercado sino también del Estado. Debido al potencial de la televisión en los planos social, cultural y político, se consideró que no era deseable la participación estatal directa en un ámbito vinculado más ampliamente con el pensamiento y la expresión. Por lo general, es la distinción entre televisión pública y televisión estatal la que resulta menos evidente cuando llega el momento de comparar los diferentes modelos en la materia. Una noción clara para comprender esta diferencia puede 21
obtenerse del análisis del ejemplo británico, como la relación “a distancia” entre el Estado y el servicio público de TV: en lugar de situarlo directamente bajo la tutela del Estado, se decidió a ponerlo a cargo de un organismo con autonomía suficiente para evitar las injerencias políticas o burocráticas. El modelo de servicio público se desarrolló, entonces, según la idea de que ni el mercado ni el Estado podían cumplir bien las misiones de servicio público que debe tener la TV, y actuar en interés del público, el que no necesariamente concuerda ni con los intereses privados ni con los de las autoridades políticas del momento. Estos tres modelos, nacidos en los primeros años de la televisión, tuvieron destinos diferentes. El comercial ha pasado a ser hoy dominante, en tanto que, desde la década del 90, el estatal fue perdiendo terreno. La televisión de servicio público, por su parte, aunque se inscribe en un dominio cada vez más comercial, se mantiene. Hoy está muy difundida y sigue siendo la solución preferida de quienes se preocupan por pensar en los límites de la televisión comercial. Por ello, se dijo con razón que ni comercial ni estatal, la televisión pública tiene su única razón de ser en el servicio público, porque es la televisión del público, la que fomenta su acceso a la vida pública y su participación en ella. Y sin fines de lucro. Es importante considerar dicho servicio como un componente imprescindible del funcionamiento de las sociedades democráticas, si cumple la función de informar, instruir y entretener a los habitantes de un país, más allá de los intereses comerciales, estatales o políticos. Al no estar sometida a imperativos de rentabilidad, la televisión pública debe dar pruebas de audacia e innovar corriendo riesgos, desarrollando ideas propias. Al menos debería intentarlo. Cabría preguntarse si recurrir a fuentes de financiación comerciales es aceptable para la televisión pública, en la medida en que ésta debe su existencia a la voluntad de preservar este sector cultural de las presiones comerciales. La respuesta más realista es que la financiación comercial puede resultar aceptable si no interfiere con sus obligaciones como servicio público. Pues si esa necesidad pasa a ser dominante y lleva a modificar la índole de los programas, hay que inquietarse. También existe la opinión de que la publicidad, consumida con moderación, evita que las emisoras de TV pública, sin dejar de mostrar su diferencia, se aíslen del resto del panorama audiovisual. 22
Lo que sí puede ser perjudicial es que la televisión pública se encuentre en posición de competencia muy aguda y, para garantizar su supervivencia, tenga que arreglárselas para conseguir recursos entre los anunciantes. Entonces se vuelve muy fuerte la tentación de apartarse de las obligaciones de servicio público. También es preciso concebir mecanismos de evaluación que no sean exclusivamente los de la televisión comercial. Esto lleva a interrogarse acerca de si los índices de medición de audiencia –útiles para fijar el precio para los anunciantes en las emisoras comerciales– no son poco adecuados para medir el cumplimiento del mandato de la televisión pública. Como el objetivo de esta última no es atraer siempre al mayor público posible, no puede utilizarse esta única herramienta para medir su audiencia, ya que no tiene en cuenta, por ejemplo, la diversidad del público o la calidad de los programas, ni su alcance nacional, como ocurre aquí con el Canal 7. De todos modos sería conveniente evaluar la satisfacción del público con respecto a este servicio, puesto que se trata, en última instancia, de su legitimidad y de su capacidad para cumplir su misión de ofrecer información, educación y entretenimiento. (publicado en la sección “Opinión” del diario La Nación el 30 de junio de 2006)
ACTA DEL ACUERDO CELEBRADO PARA EL DESARROLLO DE UN DEBATE POR TELEVISIÓN (Sobre el Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile con la participación del Canciller Dante Caputo y el Senador Vicente Saadi) En Buenos Aires, a cinco días del mes de noviembre de mil novecientos ochenta y cuatro, el Dr. Julio Mera Figueroa y el Embajador Albino Gómez, representando respectivamente al Senador Dr. Vicente Saadi y al Ministro Dante Caputo, llegan al siguiente acuerdo: 1) Que la audiencia de esclarecimiento a la opinión pública, donde el Canciller y el Senador expondrán sus 23
puntos de vista respecto del Tratado de Paz y de Amistad entre Argentina y Chile, recientemente iniciado en Ciudad del Vaticano, tendrá lugar el próximo jueves 15 del corriente en el horario de 21 a 23 y 30 en el Canal 13 invitándose a través de la SIP a los demás canales y radios del país a entrar en cadena. 2) El moderador será el periodista Bernardo Neustadt, cuya única función será la de ordenar los tiempos de las exposiciones que más abajo se consignan. Asimismo efectuará la presentación del programa y de los dos participantes en un tiempo no superior a los cinco minutos, debiendo abstenerse de todo comentario durante el programa e incluso durante el cierre que estará exclusivamente a cargo de los participantes. 3) Los dos participantes podrán estar acompañados en el estudio por sus asesores o miembros de su gabinete, los que no entrarán en cámara salvo el caso en que, por razones técnicas, su presencia sea requerida conjuntamente por los dos participantes. Cualquiera de los dos participantes tendrá derecho a solicitar hasta dos cuartos de intermedio de una duración no mayor de dos minutos, durante cuyo transcurso podrá pasarse publicidad. 4) Abrirá el debate el Senador Saadi con una exposición no mayor de veinte minutos, a la cual seguirá otra exposición, también no superior a los veinte minutos, del Canciller Caputo. Luego de ello, es decir, aproximadamente a las 21 y 45 horas, si es que ambos participantes usaron el máximo de tiempo, se abrirá el debate propiamente dicho con preguntas, repreguntas y exposiciones de los dos participantes, entre ambos, correspondiendo al Dr. Saadi el inicio y al Canciller Caputo el cierre en esta parte del debate. Cada uno de ellos, en esa instancia, podrá hacer exposiciones no mayores de los tres minutos, aunque al término podrá ser extendido por el moderador previa consulta y acuerdo de la otra parte. 5) A las 23 horas se dará por concluida la instancia del punto 4), y el Canciller podrá hacer una síntesis y sacar conclusiones del debate por el término de quince minutos. Una vez cumplido este término, hará uso de la palabra, con el mismo objeto y mismo término, el Senador Dr. Saadi, a cuya finalización quedará concluida la audición sin más comentarios. 6) Durante los períodos de apertura y cierre, es decir entre las 21 y 21 y 45 y entre las 23 y 23 y 30, no podrá pasarse publicidad. En cambio podrá hacérselo entre las 21 y 45 24
y las 23 de acuerdo con las pautas corrientes de las tandas publicitarias para la televisión. 7) Se acuerda por último que cada participante podrá invitar a concurrir al estudio en su calidad de asesores o miembros de su gabinete a un número no superior a las diez personas, por parte. 8) El programa se transmitirá en vivo y en directo el mismo día jueves 15 a partir de las 21 horas. Sin más se firman dos ejemplares de un mismo tenor y a un solo efecto. ALBINO GÓMEZ JULIO MERA FIGUEROA
ALGUNAS REFLEXIONES DE HUMBERTO MATURANA Humberto Maturana no es sólo biólogo, ya que ha incursionado siempre en el terreno de la filosofía y de la lingüística, haciendo importantísimos aportes en ambas disciplinas. Sin embargo, él declara que todo lo que hizo lo hizo desde la biología, y ésta sigue siendo su más importante preocupación. Pero el tema que le preocupa actualmente es el amor con el que se encontró desde la biología. Por ello hace reflexiones filosóficas como cualquiera que se cuestiona su quehacer, pero lo que ha desarrollado no es una teoría filosófica sino una teoría científica sobre el conocer, y biológica, porque él piensa que el fenómeno del conocer es un fenómeno biológico. Ahora bien, respecto de la sabiduría, Maturana cree que se da cuando en la conducta se integran adecuadamente una mirada técnica-analógica y una mirada local causal. Precisamente eso es lo que hacen los animales, aunque no desde el lenguaje; no lo hacen en la repetición, pero lo hacen. Los hombres hacemos lo mismo desde el lenguaje, pero también muchas veces el lenguaje interfiere, porque introduce un elemento de distorsión en la descripción de los hechos. Por ello, las personas sabias son aquellas que operan como seres humanos dotados de un lenguaje, pero que no anteponen a eso un juicio, una opinión, un propósito, tanto en lo que dicen como en lo que hacen, sino que tienen en cuenta sus relaciones sistémicas y analógicas que definen un dominio amplio del cual sacar partido. 25
En definitiva, Maturana dice que cuando el ser humano opina o reflexiona sobre lo que hace, o cuando otro le da una opinión sobre lo que hace, interfiere con el hacer. Y que eso es también aplicable desde la fisiología. Por ejemplo, todos hemos oído decir que los locos tienen una fuerza extraordinaria. Pero lo que pasa, según Maturana, es que cada vez que uno hace un movimiento, lo frena. Pero si se suprimiera el freno aparecería una fuerza mucho más grande que la esperada. Y una de las cosas que uno suprime cuando se encuentra en estas situaciones que se pueden llamar “de locura” es justamente el freno. Por eso dice Maturana que si uno fuese karateka y quisiera romper una tabla o un ladrillo, tendría que apuntar más allá del sitio donde va a golpear. Si va a golpear “aquí” entonces tiene que apuntar “allá”. Porque al apuntar “allá” se llega a ese punto con una fuerza que no ha sido disminuida con la inhibición que acompaña al movimiento. Porque la regulación del movimiento es lo que le da fluidez. Si cuando uno maneja el auto, alguien opina sobre cómo uno maneja, interfiere en lo que uno está haciendo. Pero volvamos al amor, y Maturana dice que de todas las emociones, la única que amplía la visión es el amor: todas las demás la restringen. Supongamos –dice– que estamos peleando. Si no vemos dónde están nuestros enemigos, no sabríamos cómo atacarlos. Todas las técnicas de las artes marciales consisten no solamente en atender los movimientos del propio cuerpo sino los del otro, ver dónde está el otro. Si uno no está abierto a todas las dimensiones de la presencia del otro, no puede saber dónde está para actuar adecuadamente, porque además, el otro va a tratar de encontrar mi punto ciego, en el que no estoy mirando. La única forma de no tener ningún punto ciego es aceptar la legitimidad de todas las circunstancias. Y eso es el amor: dominio de las conductas de relación a través de las cuales el otro, la otra, o lo otro, surgen como otro legítimo en convivencia con uno. No se ha puesto aquí ningún elemento de valor, no se ha emitido ningún juicio, no se ha ensuciado con sentimientos la situación, sino que se plateó solamente el “cómo estar” en la relación. Hay que imaginarse si uno llega a su casa y nuestra pareja nos dice: “Ya no me quieres; ni siquiera te acordaste de mi cumpleaños”. ¿Cuál es la queja? La queja no es por el cumpleaños sino por no ser vista. No me quieres, ergo no me ves. Si me ves, da lo mismo que te acuerdes o no del cumpleaños, porque lo central no es 26
eso. Seguramente él o ella va a acordarse del cumpleaños del otro, si aquél ha tenido importancia en la relación. Es el ver. Y lo que corrientemente le pasa a uno es que no ve porque antepone un juicio: miedo, inhibición, envidia, cualquiera de esas emociones que restringen la mirada.
APROXIMACIÓN A LA SOCIEDAD MODERNA Esta temática ha desbordado bibliotecas, por lo cual, siguiendo a varios autores trataremos de hacer una síntesis de todo lo leído. La sociedad moderna occidental está constituida por dos instituciones básicas que marcan las prácticas sociales dominantes: la producción científico-técnica y la burocracia de la administración del Estado moderno. Podría añadirse un tercer elemento estructurador: el pluralismo cultural. Siguiendo a Habermas podrían señalarse los subsistemas, económico, político y cultural, como básicos para la comprensión de la sociedad moderna. Y así que nuestra sociedad se denomine industrial, postindustrial o de las nuevas tecnologías, estamos frente a matices que proceden del subsistema tecno-económico. Si se parte de Adorno y Horkheimer, poniendo el acento en la administración pública del Estado moderno, cabría la denominación de sociedad burocratizada e incluso administrada, o de la democracia formal. Si pasamos al mundo cultural, nuestra sociedad moderna se presenta como la sociedad de los mass media, de la educación generalizada, o bien, acudiendo a denominaciones más postmodernas, fragmentada, de la diferencia. Pero debemos captar que lo determinante no son estos acentos que señalan rasgos peculiares, sino el fondo desde el cual surgen y ascienden a la superficie. Este núcleo duro de la sociedad moderna no debe perderse de vista a la hora de los diagnósticos socioculturales. Y desde el trasfondo de las prácticas sociales dominantes se detecta el tipo o los tipos de mentalidad, de visión de la realidad, en definitiva, de racionalidad, que segrega e impulsa nuestra sociedad. Por ejemplo, resulta comprensible que si las prácticas sociales dominantes proceden del mundo tecno-económico y burocrático, termine dominando una suerte de visión de la realidad fragmentada, utilitaria, formal, que tiene su 27
incidencia en la ética y la visión del mundo o cosmovisión predominante. Se comprende así que carezcamos de visiones unitarias y coherentes y que domine el fragmento. Una cosmovisión, digamos, casera, por decir lo más generoso. También desde esta fragmentación del sentido se entiende que los valores y orientaciones sufran la sacudida del relativismo, como modo de ser y enfrentarse éticamente del hombre moderno. No menos claro queda que un mundo estructurado desde el funcionalismo de la productividad científico-técnica y el actuar según procedimientos de la burocracia administrativa será una sociedad dominada por el pragmatismo. No será excesivo llamar pragmático al hombre moderno, ya que el fondo de prácticas que le envuelven y donde realiza su vida vienen marcadas con este sello. Todo esto corresponde a lo que básicamente podemos llamar nuestra sociedad capitalista, en la que se da una disyuntiva o desgarramiento principal. Es el resultado del choque frontal de racionalidades y valores entre el orden tecno-económico y el cultural. Mientras en el orden tecnoeconómico priva la racionalidad funcional y los valores del orden, la jerarquía, la eficiencia, la rentabilidad, en el orden cultural moderno domina la búsqueda de autorrealización, el hedonismo, la autoexpresión, el experimentalismo, tópicos de una dimensión estético-expresiva de la racionalidad o de la intuición. Este choque se debe, se dice, al predominio moderno-postmoderno de la orientación cultural sobre la económica. Un desgarro que siempre amenazó a la cultura burguesa, pero que se mantuvo controlado mientras las orientaciones del sistema cultural no fueron socialmente prevalentes y estuvieron sometidas a los valores y orientaciones económicos de la ética puritana. Para modificar esto habría que recuperar el trabajo, el orden y la productividad que pudieran estabilizar el sistema. De todos modos, y en otra interpretación, Habermas invertirá la interpretación y dirá que quien tiraniza al sistema social moderno no es la cultura, sino los sistemas tecnoeconómicos y burocráticos. La cultura, es decir, las matrices de sentido y significado para el hombre y la sociedad son invadidas por los valores y la racionalidad predominantes, que provienen de los ámbitos económico-técnico y burocrático-administrativo. Nos encontramos así con un predominio colonizador violento, de lo funcional, lo pragmático, lo utilitario, lo rentable, lo procedimental, lo legal, que invade terrenos que no son ya los de la economía y la burocracia. Pe28
netran en el ámbito de las relaciones personales, de la pareja, la sexualidad, la educación, o las más sociales del estilo de vida y los objetivos y necesidades de una colectividad. Es decir, el depredador social no es la cultura, sino los órdenes económico y político funcionalmente concebidos, que extienden sus garras sobre los valores, las tradiciones, la religión, y los desecan. Entonces, por encima y por debajo de las modas socioculturales que vivimos, hay que captar expresiones y movimientos referidos a este núcleo duro de la sociedad moderna. Hay que sospechar que lo que acontece en la superficie social es un reflejo de movimientos más profundos que, aunque invisibles, son los verdaderos causantes o agitadores de estas mareas sociales. Concluyamos provisoriamente, por tanto, diciendo que la sociedad moderna del capitalismo democrático se caracteriza por ser un sistema social formado por tres subsistemas, instituciones fundamentales u órdenes, que son: la producción tecno-económica, la burocracia de la administración pública del Estado moderno y una cultura pluralista que señala una cosmovisión fragmentada. Por ende, según el modo en que se conciban las relaciones entre estos tres subsistemas se entenderán la integración o contradicciones de nuestra sociedad. Y las diferentes tendencias socio-culturales no serán sino acciones y reacciones derivadas de ese núcleo sistémico.
TENDENCIAS SOCIO-CULTURALES ACTUALES Muchos perciben el predominio de lo funcional y pragmático en nuestra sociedad. Desde un estilo de vida que sólo valora lo positivo, lo contante y sonante, el dinero y la rentabilidad en las relaciones, hasta el pragmatismo en la política nacional e internacional. Y no les gusta. Critican y rechazan este estilo de vida y también la concepción de hombre y de sociedad que se desliza en el fondo. Postulan otro tipo de sociedad, eficaz, desarrollada, pero no tan competitiva ni centrada en el carrerismo, el consumo, el dinero y el tener. Creen que hay una distorsión o desvío fundamental en la modernidad: haber creído que, a través del desarrollo y crecimiento económico, industrial y del dominio cada vez más sofisticado de instrumentos, haríamos 29
una sociedad más libre, justa y humana. No reniegan del proyecto de la modernidad, de crear hombres y sociedades cada vez más autónomos, más ilustrados y racionales como modo de ser más libres, sino que piensan, cada vez más, que se han confundido los términos. Se ha equiparado racional con funcional, libertad con procedimientos formales, justicia con mayor producción y consumo. La solidaridad se va secando, igual que la responsabilidad mutua y los ojos se vuelven hacia la posesión, la autorrealización narcisista. A nivel internacional asistimos impávidos al espectáculo de las grandes mayorías pobres y oprimidas como un fenómeno natural. Y justificamos esa situación con razones culturales de atraso y subdesarrollo. Contra este malestar que provoca la modernidad como expresión ideológica de un proyecto que tiene fuertes lazos con el núcleo duro de nuestra sociedad, se producen una serie de reacciones, que podemos denominar crítico-sociales. Históricamente han estado vinculadas con movimientos de izquierda, socialismo, comunismo, anarquismo. Algunas de sus propuestas alternativas, el llamado socialismo real, ha visto en el siglo pasado derrumbarse sus instituciones y proyectos. No así el socialismo democrático o socialdemócrata capitalista, una política que ha sido la representativa de la segunda parte del siglo XX y que ha marcado, sobre todo, la configuración de las sociedades occidentales después de la II Guerra Mundial. Aunque ha sufrido el cuestionamiento de la crisis de los años setenta, y el síndrome de la economía del mercado a partir de mediados de la década del ochenta, se contó como uno de los modelos sociales (capitalista-democráticos) con mayor atractivo e incluso logros económicos y político-sociales. La última crisis mundial determinó una vuelta muy reactiva con dicho modelo. En este mismo tipo ideal que denominamos tendencias crítico-sociales hay que incluir a los nuevos movimientos sociales. Representan una serie de tendencias críticas con el proyecto dominante de la sociedad. Sobre todo cuestionan el estilo de vida centrado en lo económico, funcional y los valores materialistas de la posesión, consumo, carrerismo. Proponen otra nueva gramática de la vida o estilo de vida. Apuestan por los valores centrados en el ser más que el tener, en la realización personal y la solidaridad. Aunque, como en todo movimiento social, las mezclas y ambigüedades y aún pseudo-formas rodean a este conglomerado de tendencias, se puede decir que por los movimientos 30
sociales han discurrido en los últimos tiempos las propuestas más originales y alternativas a la sociedad actual. Incluso han logrado una gran sensibilización para muchas propuestas, de tal manera que no se rechazan, sino que se tratan de asumir y manipular pragmáticamente. Hoy ya nadie deja de reconocer el problema ecológico como un problema no sólo regional o nacional, sino mundial; nadie osa negar la igualdad fundamental de los sexos o las razas humanas; ni deja de aceptar como una irracionalidad el dispendio de medios y esfuerzos orientados hacia el armamentismo y la destrucción. Ecopacifismo, feminismo, movimientos en pro de los derechos humanos, del Tercer Mundo, de las minorías, marginados, etc., son un síntoma de una serie de valores postmaterialistas, universales, centrados en la solidaridad, que reaccionan ante el malestar de una cultura dominada por el positivismo funcionalista. Son minorías y se perciben como tales en el horizonte del futuro, pero su capacidad de sugerencia, de expresar lo que ha llegado a ser y lo que ya no puede seguir manteniéndose, las sitúan en aquellos lugares donde hoy se forja la nueva cultura y la nueva política. La cercanía de esta sensibilidad postmaterialista a los valores evangélicos hace pensar en que no sólo hay cercanía externa entre estos movimientos (piénsese en el ecopacifismo) y las Iglesias y grupos cristianos, sino una afinidad moral y una familiaridad en los objetivos profundos que miran hacia la defensa del ser humano y su potenciación como persona, sea cual sea su situación, sexo o color. Veamos ahora otro enfoque que tiene que ver con la postmodernidad. El cuestionamiento a la modernidad puede llegar hasta alcanzar a sus mitos más queridos. Así el proyecto de emancipación ilustrada a través de la liberación de la superstición; la democracia y el sueño de instaurar una colectividad de hombres libres y responsables que deciden por sí mismos acerca de sus objetivos y necesidades; la solidaridad y deseo de realizar una sociedad donde los intereses de cada uno miran a los de los demás... Y podríamos seguir enumerando los grandes relatos o metarrelatos que marcan la modernidad. Estos proyectos arrastran palabras tan brillantes como las de razón, libertad, justicia, solidaridad, emancipación o trabajo y son, cuando se les mira de cerca, meros intentos de legitimar las instituciones y las prácticas sociales y políticas. Una estrategia para que se acepte, perviva y se desarrolle lozana la lógica de ese núcleo duro de la sociedad moderna. 31
Pero la misma historia se ha encargado de desmentir a los proyectos de la modernidad y descubrir sus oropeles y mentiras. J.F. Lyotard –uno de los mayores representantes del pensamiento postmoderno– dirá que Auschwitz refuta la emancipación progresiva de la razón y la libertad; las diferentes invasiones soviéticas de Berlín, Budapest, Praga, Polonia, desenmascararon el proyecto de socialismo real y su liberación del proletariado; las diversas crisis económicas (1911, 1929, 1974-1979, etc.) –para no llegar a esta última, refutaron oportunamente la doctrina del liberalismo económico y sus enmiendas; la existencia del Tercer y Cuarto Mundo cuestiona el enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnología capitalista. Es decir, el proyecto moderno en sus diferentes versiones ideológicas (incluso religioso-cristianas) no ha sido abandonado ni olvidado, sino destruido, liquidado. Sólo queda agarrarse a los pequeños relatos, a los proyectos personales o grupales siempre coyunturales, temporales, sujetos a la adecuación, la rescisión y el cambio. Nada de grandes ideales. Rebajemos los sueños a su estatura humana; adoptemos una idea de razón, esperanza, deseo, adecuada a las dimensiones de lo real. Todo queda así pequeñito, con minúsculas de lo real. Hay miedo a ser traicionado por las grandes palabras y relatos. El remedio es el refugio en el rechazo de la utopía y el pegarse al suelo de lo cotidiano, sabiendo que las mieles de la vida son escasas y hay que libar sus gotitas sin demasiada ansiedad ni fruición. Un minihedonismo, un suave esteticismo presentista es, quizá, la salida de estos sabios escépticos de la modernidad y sus promesas. La postmodernidad es así la reacción contestataria de la modernidad. Propugna la desconfianza, la actitud desengañada y la distancia escéptica ante ella. Hemos visto entonces que la reacción postmoderna es una reacción contra el sistema. Apuradas sus propuestas, lo destruirán. Aunque no lo consigan, inoculan unos ideales esteticistas que buscan en el experimentalismo, la autorrealización y el narcisismo hedonistas sus ideales. Claro que todo esto en tono menor, nada vanguardista ni furioso. Pero su expansión es peligrosa para la subsistencia del sistema. Ataca la línea de flotación valorativa y de sentido de la vida moderna. A esta conclusión llegan los denominados neo-conservadores. Y su reacción será la defensa del sistema social capitalista democrático tal como ha evolucionado. Y a diferencia de los conservadores, no tienen nostalgias de un pasado. 32
Aceptan el funcionalismo y pragmatismo de esta sociedad, su relativismo ético y valorativo. No piensan en esencias o valores absolutos dados de una vez por todas. Lo cual no quiere decir que acepten cualquier cosa o valor, sino que son conscientes de que tales valores, más que descubrirlos o venir dados por la naturaleza o la razón, se eligen. Así pues, los neo-conservadores son modernos. Aceptan la lógica de los sistemas predominantes de esta sociedad: la producción tecno-económica y la administrativa pública. Pero la quisieran combinar con el mantenimiento comedido, razonable, controlado, del sistema cultural. Nada de estridencias, ni absolutismo, sino serias opciones por aquellos valores que han forjado la sociedad moderna. Y aquí se hallan todos aquellos que se anudan alrededor del orden, el respeto, la disciplina, la jerarquía, el trabajo, el rendimiento, la capacidad de sacrificio hoy en aras de la satisfacción de mañana, etc. El neo-conservadurismo quiere cohonestar la ilustración del capitalismo económico-administrativo con la tradición de la ética puritana. No cuestionar la modernidad de la lógica capitalista y sostener la ética y los valores que ayudan a mantenerla. Casi, casi, quisieran, como dicen algunos teóricos críticos, compaginar la computadora con la armadura medieval. No tocar la racionalidad económica, científica y administradora que seculariza la realidad y la despoja del misterio, con, por otra parte, la tradición judeocristiana que sostiene la ética puritana. Los neo-conservadores son progresistas mirando a la economía, muy prudentes en las cuestiones político-democráticas y conservadores en los valores de la cultura. No es de extrañarse que vean en postmodernos y secularistas sus máximos enemigos, destructores de los valores de la sociedad moderna. Y en la tradición socialista y de izquierda a un mito muerto, pero aún peligroso, que despierta vanos deseos colectivistas bajo los rumores de las fantasías de la igualdad, la justicia y la comunidad. Por esta razón, aunque el socialismo real se haya desmoronado, hay que proseguir la lucha cultural. Sobre todo contra los que continúan el mito socialista. De aquí que sean recelosos de la versión de izquierda capitalista que representa la socialdemocracia o socialismo democrático. Y consideran como enemigos a todos aquellos espíritus liberales que, a sus ojos, son auténticos portavoces de los valores y actitudes postmodernas que minan el humus espiritual y moral en el que se enraíza y crece el sistema del capitalismo democrático. 33
Los neo-conservadores son decididos defensores de la sociedad moderna en su versión del capitalismo democrático según el modelo norteamericano. Llegan incluso a ofrecer una cierta teología de liberación norteamericana, que es una propuesta de liberación universal made in USA. Pero, más allá de las versiones estadounidenses, queda la corriente y sensibilidad neo-conservadora como una de las tendencias culturales más potentes del momento. Una vez alcanzado su triunfo político-económico, quieren redondearlo con un triunfo cultural. Por esta razón, su ofensiva en pro de una sustitución de valores y de una vuelta a la ética puritana. Para esta tarea solicitan los servicios y colaboración de la tradición judeo-cristiana que quiere atraer hacia sí la legitimidad del cristianismo. Hay que esperar, por tanto, a corto y mediano plazo, un cierto compromiso cristiano neo-conservador que siga estas propuestas y juegue a estabilizar el sistema capitalista desde los valores y cierta ética con el manto de cristiana. Ahora bien, y finalmente, el neo-conservadurismo mira hacia el conservadurismo. Ya hemos dicho en qué consiste su novedad, su neo: en la aceptación básica de la modernidad, sobre todo económica y administrativa. El conservadurismo siempre ha conservado una pátina de elitismo y una melancolía hacia lo antiguo. Vio en el creciente intervencionismo estatal tras la reforma keynesiana de la postguerra una tergiversación del libre mercado y ahora vuelve a enfrentarla; otras versiones se han fijado más en la decadencia de estilo y valores que ha supuesto la sociedad de las masas, el bienestar de las masas, etc. Una pérdida de altura, un reduccionismo de valores tirando por lo bajo, una carencia de estilo y elevación del espíritu cuando se democratiza en lo plebeyo. El consenso socialdemocrático tras la Guerra Mundial les pareció a muchos espíritus la aceptación de una sociedad que perdía humanidad porque perdía altura. Pero es en el mundo cultural moderno donde los conservadores clavan sus uñas críticas más afiladas. El avance incontenible del relativismo valorativo, que conduce a la postmoderna ética del depende, tuvo en los conservadores lejanos vigías. Vieron venir la degradación del presente, la pérdida de las verdades atadas a las estrellas, incrustadas en la constitución esencial del ser hombre o de la sociedad humana. El conservador serio se lamenta de la trivialidad moderna y postmoderna, de los humanismos secularistas, del olvido de los clásicos y la educación a partir de ellos, de la sociedad, de sus planteamientos y respuestas. Lo mejor 34
siempre está para el conservador de parte del pasado, de lo ya probado y que dio resultado. Una vez descubierto lo fundamental y constitutivo, no hay que abandonarlo. Y eso sucedió ya con determinadas costumbres del pensamiento, del arte, de la política, la organización de las relaciones humanas, etc. Más aún, en la cultura no hay lugar para las innovaciones ni rápidas ni sustitutorias. Hay como una recurrencia en los problemas de sentido y significado, que hace que ni Aristóteles, ni Santo Tomás, ni Bach, ni el románico puedan ser sustituidos por Nietzsche, Boulez o la arquitectura postmoderna. No hay sustituciones de ese género en la cultura. No es posible aplicar el funcionalismo instrumental a los problemas culturales. De ahí que, de fondo, también hay en el conservadurismo un recelo ante la sociedad moderna y su funcionalismo económico-administrativo. Por esta razón, el conservadurismo, por ejemplo, católico, ha sido crítico del capitalismo y su materialismo. Aunque las versiones protestantes norteamericanas exhiben un calvinismo pro-capitalista desaforado. Al conservadurismo le tienta siempre vender la libertad a cambio de la seguridad. Cuando cree poseer las claves morales, valorativas, culturales, se torna intolerante con sus críticos o con los que rechazan sus propuestas. Cree, a menudo, poseer respuestas perennes, filosofías perennes, teologías, antropologías e incluso políticas intemporales. Por eso acepta mal todo lo que huela a situacionismo y relativismo. Son síntomas de una debilidad de la razón y de la voluntad. De ahí que está mal preparado para afrontar la cultura moderna. Se refugia en el rechazo o la convocatoria a volver a los clásicos, a la tradición, en vez de entrar en el diálogo y sostener su verdad con la del otro. El peligro conservador es, ante las épocas de cambios y de pluralismo, enquistarse, huir al ghetto. Buscar pureza, seguridad en las esencias de una tradición que no se cuestiona. Se abandona así el diálogo con la modernidad y se pierde la ocasión para criticar constructivamente las deficiencias y contradicciones de esta sociedad moderna. Se da la espalda al espíritu crítico y se corre el peligro de no escapar a las irracionalidades que alberga toda tradición humana. El deslizamiento por esta vía hacia fundamentalismos o integrismos o, al menos, hacia dogmatismos más o menos fanáticos, es cuestión de grados y de circunstancias propicias. Hoy en día, el conservadurismo está presente en nuestro mundo socio-cultural. Adopta, a veces, tintes religiosos. 35
Sin acudir al contramodernismo fundamentalista islámico, o judío, en el mundo cristiano tiene rasgos también fundamentalistas, en el protestantismo norteamericano y, en versiones cuasi sectarias, en el catolicismo actual. Pero quizá está presente en el catolicismo más masivamente en posturas intermedias neo-conservadoras y conservadoras que caracterizan la denominada involución de la Iglesia postconciliar. Pero hasta aquí hemos llegado con los años de Ronald Reagan y los ocho de George W. Bush, que han terminado. Más adelante, a partir hoy, con Obama detengámonos para ver qué pasa.
ATORMENTADOS POR EL QUÉ DIRÁN En realidad los argentinos siempre estamos demasiado preocupados por el tema de la imagen, del cómo nos ven, y no sólo como personas individuales, sino también como país. De tal modo siempre está latente esa pregunta acerca de qué piensan en el exterior de nosotros, y también siempre la personal preocupación de qué impresión dimos en tal o cual reunión o qué opinaron de lo que dijimos nuestros eventuales interlocutores, como si de ello dependiese toda nuestra vida y toda nuestra felicidad. Claro está que es muy difícil tener buen éxito en la vida si la gente con la que tratamos no tiene una buena impresión sobre nosotros, como tampoco le puede ir bien a un país con mala imagen internacional. Ello es obvio. Pero no lo es hacer de semejante tema algo así como una cuestión principalísima, obsesiva y hasta desplazante de toda autenticidad. Ya Ortega y Gasset se referió a ese defecto argentino, de estar más preocupado por el parecer que por el ser, y desde aquella época orteguiana –los años 20– nada las cosas han cambiado en dicho aspecto. Por supuesto que de esto no tiene la culpa la televisión –que la tiene de tantos otros males– porque la cuestión viene desde muy atrás. Sin embargo, ella tiene tanto que ver con la imagen que, posiblemente, haya coadyuvado a empeorar aún más dicho problema. A mayor abundamiento –como dicen los abogados– o por si esto fuera poco –como dicen los vendedores callejeros– téngase en cuenta que hoy en día los gobernantes están más rodeados de publicistas y 36
forjadores de imagen que de filósofos. Y la diferencia entre estos últimos y los primeros es que los filósofos tratan de desnudar la verdad para que no haya engaño, en cambio y en general, los publicistas y forjadores de imagen tratan de vestir la mentira o la verdad a medias con el traje de la verdad total. En el caso de los primeros hay búsqueda, en el de los últimos, manipulación. Ya dijimos que no es la televisión la inventora de este tipo de manipulaciones, porque cada vida, la más anónima y modesta, está sometida desde su nacimiento o más bien desde su concepción, a todo tipo de inocentes condicionamientos y manipulaciones, muchos de los cuales se incorporan luego de tal manera, que terminan jugando el papel de reacciones supuestamente autónomas, cuando no son otra cosa que la distorsión de una conciencia propia, cubierta, a medida que pasan los años, por distintas capas de influencias externas que finalmente la reducen a cero. Así entonces, desde nuestro nacimiento comienzan a mirarnos decenas de ojos que se van transformando en miles, y que no sólo nos miran o enfocan como podría hacerlo una cámara, sino que además nos juzgan, y mediante su juicio nos califican o descalifican, logrando mediante ello –la más de las veces– producir reacciones automáticas o respuestas que no responden a nuestros más profundos y verdaderos intereses o deseos, porque todos ellos han ido quedando aplastados o deformados a través de manipulaciones no necesariamente fundadas en mala fe alguna, pero sí –por lo menos– en necesidades ajenas a nuestro propio sentir o interés. Como sabemos, todo este ejercicio comienza en el propio seno familiar. Luego prosigue en los demás ámbitos: escolares, profesionales, y en las relaciones de la amistad y del amor. Cada persona o institución que tratemos en una relación que presuponga algún interés, ya sea amistoso, comercial o amoroso, necesariamente tiene un libreto o produce un libreto que nos incluye, así como nosotros tenemos, simétrica o correlativamente, un libreto –¿tal vez propio?– dedicado a cada una de esas personas o instituciones. Vale decir que toda nuestra vida constituye una red de conductas y conversaciones en interferencia intersubjetiva, en la cual será muy difícil que no exista –consciente o inconscientemente– alguna suerte de manipulación. Solamente entre personas muy armónicas desde el punto de vista intelectual y emocional, unidas por un pro37
fundo cariño mutuo y un sentido de respeto irrestricto por la libertad del otro, podría evitarse la manipulación más arriba mencionada. Toda persona que sea capaz de una introspección profunda, o que al menos pueda analizar la vida de los otros, verá cómo se multiplican las situaciones donde las decisiones más importantes se toman con una peligrosa dosis de condicionamientos que determinan una forma de reacción carente de toda la racionalidad y objetividad necesarias que deberían acompañarlas. Todo ello, tal vez, pensando muchas veces en algo equivalente al “rating” televisivo que, en estos casos, se presenta como la medida del grado de conformidad y de consenso que nuestras conductas requieren para sentirnos seguros y estimados por los otros, para seguir gozando de su aprobación, de su aprecio y de su atención. Porque las presiones de los pares de ojos que comenzaron a mirarnos en la cuna con severidad o amor cuando llorábamos o sonreíamos, se fueron multiplicando en la vida para seguir juzgándonos por eventuales transgresiones a la conducta que se esperaba de nosotros, o para bendecirnos por haber cumplido –“como bien pensantes”– con todas las expectativas que nos circundaban. Así las cosas, se contribuye a que el hombre no se conozca a sí mismo, a que desconozca sus propias limitaciones, sus propias posibilidades y hasta a que tenga falsas ideas sobre sí mismo. A veces, ni siquiera tiene consciencia de lo mucho que no se conoce. Lo cual no le permite realizar movimientos verdaderamente independientes dentro o fuera de él, quedando fácilmente sometido a toda influencia externa, e incluso interna, pero no propia sino inducida, es decir internalizada. En tales circunstancias los hombres no construyen sus vidas sino que éstas les suceden. Y se transforman en marionetas tiradas por hilos invisibles, donde sus múltiples “yoes” no logran unirse o integrarse a un “yo” único, integral y armónico. (publicado en La Nación el 16 de mayo de 2007)
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BREVE PERFIL DE LA SECRETARIA DE ESTADO: HILLARY RODHAM CLINTON Hace 16 años, en 1992, los historiadores norteamericanos buscaron en sus archivos precedentes de un caso similar al de Hillary, sin éxito. Ni siquiera el caso de Eleonor Roosevelt, una de las primeras damas más activas de la historia presidencial estadounidense, resultó ser apropiado. Nunca antes había ingresado en la Casa Blanca una mujer con un curriculum tan impresionante. Hillary Rodham Clinton era ya doctora en leyes, egresada de la Universidad de Yale, con todos los honores. The National Journal of Law, una prestigiosa publicación para los profesionales de la abogacía, consideraba que Hillary Rhodam Clinton estaba entre las cien mejores abogadas de los Estados Unidos. Hillary era socia de uno de los estudios de abogados más importantes de Little Rock, y miembro del directorio de varias empresas, alguna de las cuales figuraban en al ranking de la revista Fortune. Su salario era 160.000 dólares anuales, es decir varias veces superior al de 35.000 que percibía su marido como gobernador de Arkansas. Hoy, en cambio, gana más él como conferencista y consultor que ella como senadora. Además, desde 1986 hasta comienzos de 1992, ella presidió el “Fondo de la Defensa de la Niñez”, la institución fundada por la líder de los derechos civiles y amiga personal, Marian Wright Edelman. Lógicamente, su curriculum no lo decía, pero Hillary era también la consejera política de más confianza que tenía Bill Clinton. Y muchos analistas norteamericanos, sin temor a equivocarse, estaban convencidos de que, sin Hillary, difícilmente Bill Clinton hubiese logrado ser el presidente de los Estados Unidos. Hillary pertenece a la generación de mujeres americanas de clase media que estudiaron en la Universidad y comenzaron a trabajar a la par de sus maridos. Y su vida ilustra muy bien los cambios que tuvieron lugar en el seno de la sociedad norteamericana, tras la rebelión social y feminista que se dio en las décadas del 60 y 70. Hoy, la mayoría de las mujeres de su edad, trabajan y mantienen con sus maridos una relación muy distinta a la que existía entre sus padres. Pero en 1992 estos cambios todavía no habían sido totalmente asimilados a nivel político, y seguían provocando reacciones y ocultando temores. Por eso, durante aquella campaña electoral, los especialistas que trabajaban para Clinton decidieron presentar a Hillary al público, de una manera gradual y cuidadosa. 39
Además, y de hecho, las posiciones políticas de Hillary eran, en algunos terrenos, más liberales que las de su marido. Su trayectoria de activismo político y su compromiso social habían sido muchísimo más claras que las de él. No sólo había múltiples testigos de su participación en la lucha por los derechos civiles y en las manifestaciones “anti-Vietnam”, sino que además, Hillary había escrito una tesis universitaria, artículos especializados y un libro en el que había expresado abiertamente sus opiniones progresistas. Todo eso podía producir resistencias en los sectores más conservadores del electorado demócrata. Y dada la prioridad que Clinton quería darle a los problemas de la clase media durante su campaña, la preocupación de Hillary por los pobres podía llegar a constituir un problema. Pero finalmente Clinton triunfó y realizó durante ocho años, con ella a su lado, una extraordinaria gestión presidencial, realzada aún más, si cabe, por el tremendo fracaso de su sucesor George W. Bush, que ha llevado a los Estados Unidos al borde de un colapso total, económico y moral. Sin embargo, la lucha de Hillary continuó durante los años presidenciales a causa de los problemas familiares vinculados a la inestabilidad emocional de su marido, cuyas infidelidades, al alcanzar algunas de ellas estado público, fueron grosera, baja e hipócritamente utilizadas por los republicanos que quisieron cobrarse el castigo político infligido por el escándalo de Watergate, tratando de llevar a Clinton a un juicio político que no prosperó. Pero como siempre, Hillary, más allá del dolor en su fuero interno, nunca aceptó las críticas de manera personal porque siempre consideró que la verdadera causa de los ataques era en todos los casos política. Como sea, el equilibrio emocional que demostró tener en aquellos momentos, seguramente provenía de la estabilidad afectiva y psicológica que, a diferencia de su marido, Hillary tuvo durante su infancia. Porque mientras Bill Clinton era hijo de un padre que murió antes de su nacimiento e hijastro de un padrastro alcohólico, Hillary Rodham fue la hija de un matrimonio muy unido que la adoraba. Esta adorada hija, Hillary Diane Rodham, nació en Chicago, Illinois, el 26 de octubre de 1947. Su padre, Hugh Rodham, era un vendedor ambulante que luego trabajó en la industria textil. Su madre, Dorothy Rodham, se dedicaba full time a sus tres hijos: Hillary y los dos varones menores, Hugh y Tony, a quienes deseaba educar mejor de lo que sus padres la habían educado. 40
Hillary siempre se sintió muy afortunada porque siempre, también, contó con el apoyo de su familia. Nunca hubo diferencias con sus hermanos por el hecho de ser mujer, y algo muy importante: se educó sabiendo que quien se aplicara y trabajara duramente podría realizar todo lo que se propusiera. Según Hillary, sus padres decidieron instalarse en Park Ridge, sólo porque ese barrio tenía escuelas estatales muy buenas. Y explicaba que una de las preocupaciones principales de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial era encontrar un buen lugar para criar y educar a sus hijos, aunque eso implicara pagar importantes impuestos. Fue así como sus dos hermanos menores y ella tuvieron una educación pública extraordinaria. Su interés por la política comenzó a manifestarse abiertamente en el Colegio secundario, Maine Township. Allí, Hillary era conocida por las ideas republicanas y conservadoras que había heredado de sus padres. Por eso en 1964, apoyó muy activamente la candidatura a presidente del republicano Barry Goldwater, contra la del demócrata Lyndon Johnson. Barry Goldwater perdió las elecciones. Pero su derrota no es la explicación de por qué sólo un par de años después Hillary abandonó el partido Republicano y se puso a trabajar para los demócratas. Su giro político tuvo raíces socio-religiosas mucho más profundas. Hillary iba a la Iglesia Metodista de su barrio, todos los domingos, y participaba de manera muy activa en los programas que regularmente organizaba el reverendo Don Jones. En particular, los jueves por la noche asistía a lo que llamaban la “Universidad de la Vida”: una serie de cursos de arte, experiencias de la vida real y derechos civiles. Don Jones les mostraba reproducciones de Van Gogh o de Manet; les pasaba películas de Francois Truffaut; les hablaba de Dios y de la naturaleza. También, convencido de que los jóvenes de clase media blanca, como Hillary, debían conocer otras realidades, Don Jones los llevaba regularmente a los barrios de hispanos y negros de Chicago. En 1962, cuando tenía 15 años, Hillary conoció con sus compañeros a Martin Luther King, impactante recuerdo que siempre conservó. Y su temprana preocupación por lo “social” provino en la niñez, según sus propias declaraciones, de sus padres en cuanto al sentido de lo justo y de lo injusto, y durante su juventud, del reverendo Don Jones, de la Iglesia Metodista, que la llevaba con sus compañeros a intercambiar ideas con jóvenes hispanos y negros que, 41
según él, eran iguales a ellos. Y además, como buen metodista, les enseñaba que un buen cristiano no tenía que preocuparse únicamente por su propia salvación. Porque el Metodismo ponía el énfasis sobre el equilibrio entre la fe espiritual personal y la expresión social de la fe, es decir sobre la responsabilidad social. El caso es que Hillary, cuando se encontraba estudiando en el prestigioso Wellesley College, llegó a la conclusión de que el partido Demócrata representaba mejor los intereses de los indigentes que el partido Republicano. Tras haber trabajado muy brevemente para un representante del ala moderada del partido Republicano, Hillary concluyó su proceso de conversión en 1968, apoyando la candidatura a presidente del senador Eugene McCarthy, uno de los candidatos más radicales del partido Demócrata. En menos de cuatro años, la joven Rodham había recorrido todo el espectro político americano, de un extremo al otro. Es muy interesante destacar este hecho, porque ninguna de las críticas que sufriera Hillary en sus diversas campañas, hasta la última, se refirió a ese recorrido, que en nuestro país muchos habrían considerado imperdonable. En Wellesley, Hillary estudió Ciencias Políticas, pero quizá lo más importante fue la experiencia que adquirió en el terreno de la militancia y del activismo. En tanto que representante estudiantil, militó y organizó manifestaciones para que pudieran ingresar al College más estudiantes negros e hispanos. Participó en la fundación de la primera Asociacion de mujeres negras, y paralelamente trabajaba en Roxbury, un barrio de Boston donde enseñaba a leer a los niños pobres. En aquel momento, en Boston, había una gran polémica sobre las dificultades que tenían los negros para votar. Hillary y sus amigos participaron en la redacción de un diario para la comunidad negra e integraron grupos de activistas que coordinaban la militancia política interuniversidades: Harvard, MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y Wellesley College. Dicen testigos de la época que Hillary hacía shuttle diplomacy (de ida y vuelta) entre los diferentes grupos, ya que tenía un gran talento para establecer puentes entre los diferentes grupos de estudiantes. Según su profesor de Derecho Constitucional, Alan Schechter, Hillary era una liberal pragmática, practicante de un liberalismo instrumental: es decir, el uso del gobierno para satisfacer las necesidades de la sociedad y para ayudar a los marginados sociales. 42
Su tesis durante su último año de Wellesley, en la que hizo un análisis comparativo de los distintos programas de acción comunitaria para los pobres, que existían en aquella época, era una tesis liberal-progresista, pero no radical (extremista). Porque Hillary no era extremista, no formaba parte del movimiento de la contracultura. Años después, en la Escuela de Derecho de Yale, Hillary utilizaría su experiencia en militancia adquirida en Wellesley, para participar en todo tipo de luchas: desde las que organizaban en contra de la guerra de Vietnam, hasta las que tenían lugar para lograr que colocaran máquinas distribuidoras de “Tampax” en los baños de la universidad. Su rebelión no era anárquica. Al mejor estilo Hillary, era metódica y racional. En un famoso discurso que pronunció en el Wellesley College, el día de la graduación de su promoción, Hillary explicó lo que habían sido los cuatro años de la guerra de Vietnam, el asesinato de Martin Luther King, de Bobby Kennedy, y el incendio de las ciudades. Antes de que ella hablara, lo hizo el senador republicano por Massachussetts, Edward Brooke, a quien Hillary acusó de reflejar el tipo de pensamiento irrelevante y desconectado que durante esos años había conducido al país por el mal camino. “El desafío ahora es transformar a la política en el arte de hacer posible lo imposible”. El discurso de Hillary tuvo tanto impacto en la audiencia, que la revista LIFE reprodujo luego un extracto, con la foto de ella. En 1978, a los 32 años, Bill Clinton se transformó en el gobernador más joven de los Estados Unidos. A Hillary le costó mucho acostumbrarse a su nuevo papel. Y como se negaba a maquillarse y a vestirse convencionalmente, como lo hacían las esposas de otros gobernadores, era considerada “arrogante”. Hoy, treinta años más tarde, esa mujer va a dejar el Senado de los Estados Unidos, después de una durísima campaña por obtener la nominación para la presidencia por su Partido Demócrata, convocada ahora por su más importante contrincante y vencedor, perteneciente a una minoría por cuyos derechos ella tanto luchó, su colega negro el senador Barack Obama. Y Obama, que luchó también duramente contra ella en la campaña, conoce todo su valor y toda su historia. Sabe de la importante e indestructible vinculación política, tal vez más fuerte que la marital, con Bill Clinton. Valora en mucho el sacrificado compromiso que le exigió hacer a éste para que Hillary pudiese ser Secretaria de Es43
tado. Sabe también cómo es respetada Hillary en el continente europeo, respeto ganado no sólo durante los viajes que realizara como primera dama, nunca insustanciales, y también por su trabajo en el Senado, en especial en el Comité de Servicios Armados. Sabe que Hillary tiene una enorme capacidad de negociación, un conocimiento global del mundo, y que su acción diplomática va a estar presidida por una lógica realista, muy lejos de los disparates de estos últimos ocho años, años dramáticamente despiadados, “llenos de sonido y furia”.
CABLE “ABIERTO” CON MOTIVO DE UNA CEREMONIA VINCULADA AL ACUERDO DE PAZ ENTRE PALESTINA E ISRAEL (enviado el 4 de mayo de 1995 a la Cancillería desde El Cairo) Dadas las circunstancias y características de las partes involucradas en esta ceremonia, cuya concreción tuviera tantos retrasos, existían hasta el momento mismo de su inicio algunas dudas de que ella pudiese tener lugar, no obstante la enorme publicidad que le estaba otorgando el país sede. Dichas dudas estaban abonadas por el hecho de que las partes seguían negociando hasta pocas horas antes de la hora anunciada para su comienzo. “(…) FINALMENTE, POCO DESPUES DE LAS ONCE DE LA MAÑANA, CON LA SALA MAYOR DEL CENTRO CAIROTA DE CONFERENCIAS A PLENO, Y CON LA PRESENCIA EN EL ESCENARIO DEL PRESIDENTE MUBARAK, EL PRIMER MINISTRO RABIN, EL SR. ARAFAT, EL SECRETARIO DE ESTADO NORTEAMERICANO WARREN CHRISTOPHER, EL CANCILLER RUSO, EL CANCILLER EGIPCIO ARM MOUSSA, EL CANCILLER ISRAELÍ SIMON PERES Y EL CANCILLER PALESTINO, DIO COMIENZO A LA CEREMONIA CON UN DISCURSO DEL PRESIDENTE MUBARAK. DEBO SEÑALAR QUE TODOS LOS NOMBRADOS ESTABAN DE PIE Y QUE SIGUIERON TODA LA CEREMONIA EN TAL POSTURA YA QUE NO HABÍA SILLONES, SALVO UNO, COLOCADO FRENTE A LA MESA DONDE ESTABAN LOS TEXTOS DEL ACUERDO. FUERA DE ESO, NO HABÍA EN EL ESCENARIO OTRO MUEBLE QUE UNA TRIBUNA DESDE LA CUAL SE PRONUNCIARON LOS DISCURSOS. 44
A CONTINUACIÓN, EL SR. ARAFAT PROCEDIÓ A FIRMAR LOS TEXTOS DEL ACUERDO ISRAELÍ-PALESTINO, COSA QUE HIZO –LUEGO SE SUPO QUE A MEDIAS– BAJO UNA OVACIÓN. CUANDO LE TOCÓ EL TURNO AL PRIMER MINISTRO RABIN, FUE VISIBLE PARA TODOS LA SORPRESA EN EL CONGESTIONADO ROSTRO DEL VETERANO DIRIGENTE ISRAELÍ, FRENTE A ALGUNAS DE LAS HOJAS QUE DEBÍA SUSCRIBIR. A ELLO SIGUIÓ SU AIRADO GESTO CONVOCANDO A SU PROPIO CANCILLER, QUE DEJÓ SU LUGAR Y SE DIRIGIÓ HASTA LA MESA DE LA FIRMA. EL PROFUNDO Y EXPECTANTE SILENCIO EN LA SALA ERA SÓLO QUEBRADO POR LOS SONIDOS DE LAS CAMARAS FOTOGRAFICAS Y DE LOS EQUIPOS DE TV. SEGURAMENTE CONVENCIDO, AUNQUE NO DEL TODO TRANQUILIZADO POR SU CANCILLER, RABIN TERMINÓ DE FIRMAR Y VOLVIÓ A SU LUGAR. PERO UNA VEZ ALLÍ, LA PRIMITIVA ALINEACIÓN DE LOS CIRCUNSTANTES EN EL ESCENARIO PERDIÓ SU ESTRUCTURA PORQUE, SALVO MUBARAK, EN EL CENTRO ENTRE RABIN Y ARAFAT, TODOS LOS DEMÁS SE DESPLAZABAN EN UNA SUERTE DE DANZA Y CONTRANZA PARA HABLAR SUCESIVAMENTE CON ELLOS TRES. ASÍ LAS COSAS, RABIN GESTICULABA, ENTRE LA IMPACIENCIA Y LA IMPOTENCIA, MUBARAK ESCUCHABA ATENTAMENTE A TODOS LOS CANCILLERES Y LUEGO TRANSMITÍA LOS “MENSAJES” A ARAFAT QUE PARECÍA DE PIEDRA, MUCHO MÁS DE PIEDRA QUE LA PROPIA RÉPLICA DE LA ESFINGE QUE ADORNABA EL FORO DEL ESCENARIO, SEPARADA DE LOS DIRIGENTES POR UN TENUE CORTINADO AZUL POBLADO DE PEQUEÑAS Y TITILANTES ESTRELLAS. MIENTRAS TANTO, Y APARENTEMENTE AJENO A TODA ESTA CONFUSIÓN, EL SECRETARIO DE ESTADO NORTEARICANO FIRMABA TAMBIEN LOS TEXTOS Y PASABA DE INMEDIATO A LA TRIBUNA PARA DECIR SU DISCURSO, QUE NADIE POR SUPUESTO ESCUCHABA, NI LOS QUE ESTABAN EN EL ESCENARIO, OCUPADOS EN UNA NUEVA NEGOCIACIÓN “AL PASO”, NI EL PÚBLICO, CUYA ATENCION –COMO LAS DE LAS CAMARAS DE LA TV– ESTABA PUESTA EN EL BALLET DE LOS CANCILLERES ALREDEDOR DE UN RABIN TODAVÍA CONGESTIONADO Y UN ARAFAT SIEMPRE IMPASIBLE. TAMBIÉN DIJO SU DISCURSO EL CANCILLER RUSO, EN MEDIO DE LAS MISMAS Y TAN POCO PROPICIAS CIRCUNSTANCIAS PARA SER ESCUCHADO. MIENTRAS TANTO SUBÍAN Y BAJABAN ENTRE LA PLATEA Y EL 45
ESCENARIO ALGUNOS FUNCIONARIOS LOCALES RECLAMADOS POR EL CANCILLER LOCAL, SR. MOUSSA, Y OTROS, ISRAELÍES Y PALESTINOS, CONVOCADOS POR SUS RESPECTIVOS JEFES. FINALMENTE, TODOS LOS NOMBRADOS, ENCABEZADOS POR MUBARAK, SE RETIRABAN DEL ESCENARIO MIENTRAS SE ANUNCIABA AL PÚBLICO QUE HABRÍA UN BREVE INTERMEDIO, PIDIÉNDOSELE QUE NO SE MOVIERA DE LA SALA. POR SUPUESTO, NADIE SALIÓ DE LA SALA. A ESTO SIGUIÓ UN GRAN BULLICIO Y UN CONCILIÁBULO MASIVO DE COLEGAS QUE PREGUNTABAN –A FUNCIONARIOS EGIPCIOS Y DE LAS DELEGACIONES DE ISRAEL Y PALESTINA– SOBRE COSAS IGNORADAS, Y ESTOS LES RESPONDÍAN SOBRE COSAS IMPOSIBLES. PERO NO HABRÍAN PASADO MÁS DE SIETE MINUTOS CUANDO RETORNARON AL ESCENARIO TODOS LOS PERSONAJES DE ESTA CEREMONIA, DENOTANDO SUS ROSTROS UN GRAN ALIVIO, UNA GRAN DISTENSIÓN. DE INMEDIATO, Y PARA SATISFACCIÓN DE TODOS, ARAFAT VOLVIÓ A SENTARSE A LA MESA PARA FIRMAR LO QUE ANTES NO HABÍA HECHO DE UNA MANERA TOTAL, COMO POR EJEMPLO, CIERTOS MAPAS, Y ALGO MÁS. ESTE AUSPICIOSO HECHO FUE ACOMPAÑADO POR UNA SALVA DE APLAUSOS QUE PARTIÓ DESDE EL PROPIO ESCENARIO, CALUROSAMENTE APOYADA POR TODA LA SALA. EL ACUERDO HABÍA SIDO SALVADO Y LA CEREMONIA PROSIGUIÓ CON EL RESTO DE LOS DISCURSOS. PARA EL CIERRE VOLVIÓ A HABLAR MUBARAK, PERO ESTA VEZ LO HIZO EN INGLÉS Y NO EN ÁRABE, AGRADECIENDO ESTE “REGALO” DE LA CEREMONIA, YA QUE COINCIDÍA CON EL DÍA DE SU CUMPLEAÑOS, AL CUAL, POR OTRA PARTE, ALUDIERON TODOS LOS ORADORES. EN CUANTO A LA CEREMONIA EN SÍ, NADA TENGO QUE AGREGAR, SALVO QUE NO OBSTANTE LA PRESENCIA EN LA SALA DEL MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE ESPAÑA, NADIE RECORDÓ MADRID –COMO SEDE QUE FUERA TAMBIÉN DE NEGOCIACIONES– EN SUS DISCURSOS. EN CAMBIO, NINGUNO OLVIDÓ MENCIONAR LA CONTRIBUCIÓN DE OSLO AL PROCESO DE PAZ, A TRAVÉS DEL EX CANCILLER DE NORUEGA, CUYA VIUDA TAMBIÉN ESTABA EN LA SALA COMO INVITADA ESPECIAL. EN CUANTO AL FONDO DEL PROCESO, CONTINUAREMOS INFORMANDO OPORTUNAMENTE, PERO ESTE “PEQUEÑO SUSTO” DE LA CEREMONIA “INTERRUMPIDA”, NO ES MÁS QUE UNA 46
NUEVA Y ANECDÓTICA MUESTRA, NO SÓLO DE LAS GRANDES DIFICULTADES QUE PRESIDEN TODO ESTE PROCESO DE PAZ, SINO DE TODAS LAS QUE SOBREVENDRÁN EN SU COTIDIANA EJECUCIÓN. ALBINO GÓMEZ
CABLE CON MOTIVO DE UN DESATINO ADMINISTRATIVO EN EL AÑO 1994 En la oportunidad de hacerme cargo de nuestra embajada en El Cairo, tuve que buscar una nueva residencia porque la anterior, por una obra en construcción vecina, había quedado dañada al extremo de no hacerla habitable. Después de una intensa búsqueda de un mes, encontré un piso adecuado por su tamaño, precio y buena ubicación. El precio del alquiler era el mismo en dólares al que se pagaba por el piso anterior. Envié el contrato a nuestra Cancillería para su aprobación y me topé con una inesperada novedad: la Sindicatura General de la Nación requería para aprobarlo una encuesta a través de empresas inmobiliarias privadas de El Cairo, que debían opinar sobre dicho contrato y establecer “un precio testigo”. Así las cosas, transmití esta decisión al propietario del inmueble por mí contratado, un destacado abogado del Foro local, que por otra parte habitaba en otro piso del mismo edificio –con vista al Nilo–, y luego de ello envié este cable a nuestro Ministerio: “(…) EL PROPIETARIO DEL INMUEBLE –DESTACADO ABOGADO DEL FORO LOCAL– CUYO CONTRATO ESTÁ AHORA A CONSIDERACIÓN DE LA SINDICATURA GENERAL DE LA NACIÓN, SI BIEN ACCEDIÓ A LOS REQUERIMIENTOS DE VISITA SOLICITADOS POR LAS COMPAÑÍAS ARRIBA MENCIONADAS, MANIFESTÓ SU SORPRESA Y DESAGRADO POR EL PROCEDIMIENTO UTILIZADO POR NUESTRO GOBIERNO PARA VERIFICAR LA RAZONABILIDAD DEL PRECIO ACORDADO CON EL TITULAR DE ESTA REPRESENTACIÓN. FUNDAMENTALMENTE, PORQUE HABIENDO DECIDIDO ALQUILAR EL INMUEBLE DE MARRAS DIRECTAMENTE, ES DECIR SIN RECURRIR A INTERMEDIARIOS, PARA EVITAR EL PAGO DE COMISIONES QUE SON EN ESTE RAMO MUY ELEVADAS, SE 47
ENCUENTRA AHORA –DESPUÉS DE HABER NEGOCIADO DIRECTAMENTE LOS TÉRMINOS DEL CONTRATO CON UN EMBAJADOR QUE ACTUABA EN REPRESENTACION DE SU PAÍS– EN LA SITUACIÓN DE TENER QUE DESTINAR PARTE DE SU VALIOSO TIEMPO A ATENDER, PRECISAMENTE, A ESOS AGENTES DEL NEGOCIO INMOBILIARIO QUE HABÍA INTENTADO OBVIAR, Y QUE SE HAN TRANSFORMADO EN “JUECES Y PARTES” DE LA OPERACIÓN CONTRACTUAL. MIENTRAS TANTO, LAS COMPAÑÍAS INMOBILIARIAS HAN MANIFESTADO A ESTA EMBAJADA QUE NO CONSIGUEN ENTRAR AL NÚMERO DE FAX DE LA SINDICATURA GENERAL DE LA NACIÓN, Y POR ENDE NO HAN PODIDO TODAVÍA ENVIAR SUS RESPECTIVOS INFORMES. ADEMÁS, DOS DE ELLAS HAN SOLICITADO SABER ADÓNDE DEBEN ENVIAR LAS FACTURAS POR SUS SERVICIOS. POR EL MOMENTO, SÓLO QUIERO SEÑALAR A ESA CANCILLERÍA –CUALQUIERA SEA EL RESULTADO DE LA “ENCUESTA”– LO ANÓMALO DE TODO ESTE PROCEDIMIENTO, POR EL CUAL EL TITULAR DE ESTA REPRESENTACIÓN, CON TREINTA Y SEIS AÑOS DE CARRERA Y HABIENDO SIDO ACREDITADO ANTE EL GOBIERNO DE EGIPTO COMO EMBAJADOR EXTRAORDINARIO Y PLENIPOTENCIARIO, QUEDA SOMETIDO Y SUBORDINADO –A LOS EFECTOS DE DETERMINAR EL LUGAR DE SU RESIDENCIA Y DE LA FUTURA SEDE DE LA EMBAJADA DE LA REPÚBLICA EN EL CAIRO– AL JUICIO Y CRITERIO DE COMPAÑÍAS INMOBILIARIAS EGIPCIAS PRIVADAS, CUYAS OFERTAS RECHAZARA OPORTUNAMENTE POR NO CONSIDERARLAS ADECUADAS. SEGURAMENTE, LA FALTA DE EXPERIENCIA INTERNACIONAL Y DIPLOMÁTICA DE LA SINDICATURA GENERAL DE LA NACIÓN NO LE HA PERMITIDO PERCIBIR EL DAÑO MORAL Y PROFESIONAL QUE LE HA CAUSADO AL TITULAR DE ESTA EMBAJADA, LA DESVALORIZACIÓN Y MENOSCABO DE SU INVESTIDURA COMO REPRESENTANTE DEL GOBIERNO ARGENTINO EN EGIPTO, ANTE PARTICULARES Y EMPRESAS LOCALES, AL PONER EN TELA DE JUICIO SU CAPACIDAD Y BUEN JUICIO PARA ELEGIR Y DETERMINAR EL PRECIO DE SU PROPIA RESIDENCIA Y SEDE DE LA EMBAJADA EN EL CAIRO. SI UN ORGANISMO DEPENDIENTE DE LA PRESIDENCIA DE LA NACIÓN DUDA DE SU BUEN CRITERIO PARA ESTA OPERACIÓN Y LO SOMETE A REVISIÓN POR EMPRESAS PRIVADAS EGIPCIAS, QUEDARÍA POR PREGUNTARSE QUÉ VALOR PODRÁN TENER ENTONCES SUS INFORMES POLÍ48
TICOS Y TODO EL RESTO DE SU ACTIVIDAD DIPLOMÁTICA EN EGIPTO, PARA LA QUE FUE CONVOCADO Y ACREDITADO POR EL PROPIO PRESIDENTE DE LA NACIÓN. ALBINO GÓMEZ EPÍLOGO Finalmente se aceptó el contrato suscripto sin ningún tipo de observación por parte de la Sindicatura, a cuyo titular, en la oportunidad de un viaje a Buenos Aires, visité en su despacho y me reconoció que realmente esa decisión había carecido de todo sentido, pero que en su momento no sabía de su existencia hasta que la conoció a través de mi queja por cable. Se trataba del doctor Abad, un gran profesional.
CARACTERÍSTICAS DEL SIGLO XX QUE DEBIERON DETERMINAR QUE EL SIGLO XXI ACEPTARA SU HERENCIA CON BENEFICIO DE INVENTARIO: • Contradictorio e inconstante. • Modernista, surrealista, cubista, liberal, keynesiano, marxista, guerrillero, existencialista. • A la vejez se hizo postmoderno: es decir que sintió que había llegado la hora de que el hombre abandonase su antigua tendencia a examinar la realidad en función de un sistema cerrado de ideas rectoras o directrices. • Logró que el pragmatismo desplazase a la utopía. • Se volvió cínico, tal vez para librar al mundo de los pensamientos absolutistas y de los fanatismos. • Pero el terrorismo fundamentalista se encargó, de vez en cuando, de demostrarle que estaba lejos de haberlo logrado. • Padeció dos guerras mundiales calientes y una guerra fría. • Asistió al nacimiento y desarrollo del psicoanálisis, al desmembramiento de varios imperios, a la caída del Muro de Berlín. • Alentó los nacionalismos irracionales, el racismo devastador, las guerrillas subversivas. • Fue totalitario y democrático, revolucionario y conservador, progresista y retrógrado. 49
• En realidad, llegó exhausto al final de su mandato. • Con su final entrega a la postmodernidad se acentuaron ciertos rasgos de la condición humana tales como, la ambigüedad, el miedo, la mutabilidad, la inconstancia. • Acentuó el relativismo moral y dio vuelta el guante de la metafísica, que dejó de conducir al regazo de Dios para pasar a la urgencia por beber el vaso de la vida con desmedida avidez. • Inauguró la era de la computación con lo cual produjo una revolución sólo comparable a la que puso en marcha el siglo XV con Gütenberg. • Acentuó de una manera absoluta el proceso de globalización, considerado por muchos como un fantástico modo de potenciar la capacidad productora del hombre y por otros como una marcha sin retorno hacia un mundo uniforme y deshumanizado. • Llegó a su fin muy viejo y algo confundido. Y también asustado de su propio poder. • También dejó dolorosas herencias, como el desempleo, la drogadicción, el narcotráfico, el SIDA, el terrorismo fundamentalista, la degradación del medio ambiente y los basureros nucleares.
CARTA AL EMBAJADOR DEL URUGUAY, D. FRANCISCO BUSTILLO BONASSO Buenos Aires, diciembre 15 de 2008 Querido Pancho: En vísperas de la comida del martes 16, quiero hacerte llegar estas líneas de las que podrás disponer con la mayor libertad, incluso para leerlas en la propia cena si te parecen divertidas. Porque cuando soy yo quien está involucrado, aun con el mayor respeto por personas e instituciones, siempre trato de quebrar cualquier eventual solemnidad con alguna dosis de humor. Dicho esto, como todo lo que me conmueve me lleva a la escritura, paso a la carta: Vos ya viviste en la Argentina años atrás, y ahora como embajador llevás un buen tiempo que, con los avatares político-diplomáticos que te han tocado vivir, debería computarse tu gestión como de tiempo doble, aunque vos lo disimules 50
muy bien por tu gran oficio y cariño por la Argentina, que te permiten a pesar de todo desarrollar una fina y delicada labor fundada en la prudencia y en la moderación, valores que no están precisamente de moda en nuestra sociedad. Además, tu proverbial generosidad, por otra parte muy uruguaya, que ha hecho que brindes una comida en mi honor, por un lado me colma de agradecimiento, pero por otro me hace sentir desbordado y hasta un tanto avergonzado porque no encuentro un solo motivo válido para merecerla, salvo el recuerdo de mi amistad con tu padre y mi gran cariño por Uruguay. Por otra parte, vos sabés que todo premio u homenaje es siempre problemático en nuestro país, sobre todo en Buenos Aires donde se estableció como verdad, desde hace años, aquello de “qué va a ser artista si vive a la vuelta de mi casa”. Aquí, donde hasta Gardel es discutido porque, si bien para una gran mayoría canta cada día mejor, no faltan los que dicen que cada día canta peor. Aquí también, donde a comienzos de los años sesenta, cuando Astor Piazzolla terminaba alguna estupenda presentación ante un público mayormente joven, no faltaba un fósil que se parara y le gritara desde la platea “Maestro, ahora que terminó, ¿por qué no se toca un tanguito?”. Así las cosas, si algunas personas llegasen eventualmente a enterarse de esto, más allá de los queridos comensales amigos que nos acompañan, y tal vez incluso ellos mismos, creerían que además de inventar la ya difundida muerte, si no gloriosa al menos inédita, de mi bisabuelo Tabaré Gómez en la montevideana esquina de Río Branco y Canelones, y el penoso episodio sufrido por su esposa, mi bisabuela doña Emeteria Cazadora Curbelo, en la inauguración de la primera puerta giratoria instalada en la antigua tienda London París, en los años veinte del siglo pasado, creerían, te repito, que me he inventado también algún parentesco con los 33 Orientales. Y si por alguna lamentable razón llegase a oídos de mis enemigos este ágape, ellos, para encontrarle una explicación, por supuesto, siniestra, apelarían a mi dossier de la Side, debidamente actualizado gracias a todos los nuevos recursos informáticos de internet y buscadores como Google o Wikipedia, para acceder a través del capítulo correspondiente al Uruguay, a toda mi relación con la República Oriental. Pero si bien podrían encontrar allí algunos datos veraces, como ganchos que permitan inocentemente hacer creíble la supuesta seriedad del resto de la información, finalmente, a 51
toda esa información se le colgará una gran mentira e interpretaciones de absoluta e indiscutible mala fe. Así por ejemplo, se podrá leer en mi legajo, entre ciertas verdades que se me atribuyen, las siguientes: que siempre he afirmado que “como el Uruguay no hay”; que la única diferencia que existe entre uruguayos y argentinos es que los argentinos somos occidentales y cristianos y los uruguayos son orientales y agnósticos; que se me ha escuchado decir públicamente que en mi próxima reencarnación voy a nacer en Montevideo y no en Buenos Aires, a pesar de mi enorme cariño por mi ciudad; que si bien me he quejado siempre de todos los destinos que me asignó la Cancillería en el exterior, a veces por habérseme enviado muy tarde como ocurrió con Grecia, y otras por hacerme llegar demasiado temprano como ocurrió con Sud Africa, nunca me quejé en cambio cuando estuve destinado en Montevideo; como también es verdad que siempre critiqué la concepción exclusivista argentina del Tango, afirmando al Tango como música de doble orilla; y que no conforme con ello, además me he solazado difundiendo profusamente el papelón internacional de un subsecretario argentino de Relaciones Exteriores por creer en esa exclusividad; que siempre ando diciendo que cuando un argentino tiene éxito, es argentino, pero que si lo tiene un uruguayo, es rioplatense; que también insisto en que una gran cantidad de argentinos famosos son uruguayos, como Francisco Canaro, Natalio Botana, Horacio Quiroga, Ireneo Leguisamo, Julio Sosa, Víctor Hugo Morales, Menchi Sábat, y tantos más. Pero todo eso consignado por la Side como prueba irrefutable de que no puedo disimular que en verdad nací en Tacuarembó, como Gardel, y que soy una suerte de infiltrado de la Cancillería uruguaya en el Servicio Exterior argentino. Pero así son ellos. Téngase en cuenta que años atrás me consideraron frondo-frigerista-marxista-leninistatrotskista y guevarista, aunque gracias a Dios no estalinista, y todo eso por el solo hecho de haber colaborado de manera muy cercana con el presidente Frondizi y por haber hecho las presentaciones de rigor cuando introduje al Che Guevara a su despacho en la Quinta de Olivos. Y también por una mala lectura de un inocente libro de poemas titulado La Mufa, cuando gobernaba Onganía, que no le gustó nada al entonces embajador de los Estados Unidos en nuestro país, un señor Cabot Lodge. Pero tampoco conformes con eso, más adelante ratificaron sus sospechas ideológicas cuando asilé a más de cuatrocientas personas en la embajada ar52
gentina en Santiago de Chile durante el golpe contra el presidente Allende, y los tres agregados militares denunciaron que había convertido la embajada en una sucursal del Kremlin, antológica grosería histórico-política conceptual, que sin embargo fue transcripta en mi legajo. Del mismo modo fueron consignados en dicho expediente personal toda una sarta de disparates en un capítulo dedicado a algunas de mis condecoraciones, cuando dicen, por ejemplo, que recibí la orden del mérito civil de la Republica Italiana por haberlo inducido a error al general Galtieri a través de su secretario de Prensa, logrando que recibiera a la periodista Oriana Fallaci creyendo que se trataba de la cantante Ornella Vanoni. También señalan que mi condecoración al mérito civil que me otorgara el Reino de España se debió a que si bien en mi juventud leía las Obras Completas de José Antonio Primo de Rivera por indicación de Rogelio García Lupo, y me enamoré de una de las bailarinas de un ballet de la Falange Española que hizo una temporada en el Teatro Avenida en 1948, hace nada menos que sesenta años, siempre fui republicano-monárquico y antifranquista. Y además, amigo del querido compositor y general rojo Gustavo Durán, como le consta a mi amigo Rogelio García Lupo. Asimismo, la Side atribuye mi condecoración francesa a una fuerte gestión de Victoria Ocampo sobre André Malraux para convencerlo de que a los seis años llegué a intimar a mis padres a que me enviaran a la Aliance Française con la amenaza de negarme a comenzar mis clases en la escuela primaria General Urquiza del barrio de Flores, si ello no ocurría. También se afirma en mi dossier que la condecoración del gobierno sueco no se debió a mi amor por Suecia, que nadie pudo probar hasta ahora, sino a que durante mis casi cuatro años de estadía en Estocolmo, a pesar de mi buena relación con el Canciller sueco y con algunos integrantes de la Academia, sabiendo de entrada que la candidatura de Borges era inviable, jamás les pedí el premio Nobel para Ernesto Sábato, y más bien apoyé a Cortázar presentando una traducción de Rayuela al idioma sueco. Por el momento no figura en mi legajo de la Side información alguna acerca de los motivos ocultos de otras condecoraciones como la peruana o la mexicana. Pero siguen investigando y seguramente llegarán a conclusiones, como diría Borges, ominosas. Pero uno de los hechos que la Side no consigna porque destruiría de inmediato la falsedad de mi nacimiento 53
en Tacuarembó, es que mi primera experiencia uruguaya se produjo cuando tenía apenas cuatro años y visitó a mi familia, por supuesto en Buenos Aires, en el barrio de Flores, una chica uruguaya de unos dieciséis años, hija de amigos montevideanos. Dicha niña que se llamaba Lucía, estuvo con nosotros unos quince días y yo me enamoré perdidamente de ella. Ahora puedo decir que me enamoré, pero en ese entonces yo no sabía qué me pasaba, salvo el hecho de que su partida me dejó sumido en un profundo estado de tristeza, prefigurando futuros estados abandónicos o abandoneanos, influidos por la música de Astor Piazzolla. Mi familia creyó entonces que yo, o sea el nene, estaba enfermo y apeló a lo que se conocía en esos tiempos como el médico de cabecera, un médico de la familia, de toda confianza que atendía a todos de lo que fuere. Pero el doctor Etcheverry, que así se llamaba, buscaba un mal en mi cuerpo cuando mi mal era del alma. Cuatro años más tarde, cuando volvió a pasarme lo mismo con otra niña de ocho años, que era la hija de la maestra de segundo grado, me di cuenta entonces, ante la repetición emocional, de que eso era lo que los grandes llamaban enamorarse. Otro de los hechos que destruye la perversa falacia de la Side es que fue recién a los once años cuando al viajar por primera vez al exterior, precisamente me llevaron a Montevideo vía Colonia, en un barco que se parecía a los barcos que navegaban el Mississippi. Te imaginarás Pancho mi emoción. Viajar a otro país y nada menos que al de aquella uruguayita nunca olvidada, aunque, por las dudas se me informó casi al llegar, que dicha niña, ya de 23 años, acababa de casarse y vivía en Brasil. Así fue cómo el Tango, con su dolor, entró en mi vida. Pero disfruté mucho de esas vacaciones instalado en un hotel que manejaba un matrimonio francés, en Pocitos, frente a la rambla, poblada entonces no por altos edificios sino por casonas familiares muy lindas. El Hotel se llamaba Normandie y allí me enamoré simultáneamente de dos pasajeras de mi edad, una uruguaya y otra francesa. A pocas cuadras estaban construyendo recién un edificio muy alto, que sería el Hotel Rambla. Pero para seguir contando con precisión toda la historia de mi relación con mi tan querido Uruguay, necesitaría escribir no una carta sino una novela que, como todas las mías, pertenecería a ese género llamado self fiction, abarcando todos los hechos y vivencias políticas, humanas, sociales y culturales que tuvieron por escenario, fundamentalmente 54
Montevideo, Colonia, Salto, más toda la costa hasta el límite con Brasil. Pero transformando o configurando parte de esa rica realidad como ficción. A través de los contactos y amistad con escritores, pintores, artistas, intelectuales y muchachas poetas del día y de la noche. Recordando lugares entrañables y personajes muy diversos como el vigía Simonetti, que estaba a cargo del faro de Punta Carreta y que era quien me avisaba por teléfono, con mucha anticipación, la hora a la que el barco que ya se veía sobre el horizonte del río-mar, atracaría en el puerto, para que yo pudiera ir al Consulado a recibir al capitán y sellarle el libro y los papeles que debería tener en regla, como lo establecía el reglamento consular en aquellos tiempos, para poder continuar su viaje a Buenos Aires. Y eso podía tener lugar a medianoche o a las dos o tres de la mañana, lo cual me permitía bolichear en el Barrilito o en el Cubilete sin culpa, porque la noche montevideana, al comenzar la década de los años sesenta, era muy movida y acogedora. Y también tenían presencia diaria el famoso Carlos Quijano con la Revista Marcha, el novelista Martínez Moreno, la que sigue siendo hoy la mejor entrevistadora de nuestro Continente, María Esther Giglio. Páez Vilaró todavía sin Casapueblo, los abogados Elías Bluth y Darío Queijeiro, los Beherens, los Larreta. El teatro Solís, los restaurantes Mario y Alberto, El Águila y el Morini abierto hasta la madrugada con sus veteranos mozos y sus largos delantales. Y para que no faltara nadie, estaba mi colega consular Vinicius de Moraes en vísperas de renunciar a ese terrible aburrimiento que era para él Itamaraty, mientras comenzaba a inventar la Bossa Nova. Mientras en la 18 de Julio se erguía el Palacio Salvo para que no olvidáramos a nuestro Barolo, más la recova en la Plaza Independencia con la antigua Puerta de la ciudad, el general Artigas recibiendo a las escuelas y las ofrendas florales, y la anterior casa de Gobierno que parecía una simpática maqueta, enfrentando los ladrillos rojos del Victoria Plaza, para seguir luego con el Sorocabana, el Jockey Club y la Facultad de Derecho. Algún domingo Maroñas o el Estadio. La querida Ciudad Vieja, el Parque Rodó, Villa Biarritz… La antigua embajada en la Avenida Agraciada, y el Consulado en Río Branco, el Club de la Guardia Nueva dirigido por un estudiante de arquitectura llamado Horacio Ferrer, y mis queridos y generosos vecinos, que siempre estaban “a la orden” en el edificio Calypso, recién construido por ellos, en la Rambla Wilson 237, al lado de donde ahora está el hotel Cala di Volpe, justo en la esquina de la Rambla 55
y Parva Domus. Y por supuesto, podría seguir con esta enumeración nostálgica… muchas horas más. Pero en definitiva, y en síntesis, bastará decirte por hoy que, para mí: ¡como el Uruguay, no hay! Con mi total agradecimiento y un fuerte abrazo rioplatense, ALBINO
CARTA A UN JOVEN QUE ME CONSULTA SOBRE SU EVENTUAL INGRESO A LA CARRERA DIPLOMÁTICA Querido amigo: Ya tu padre, sabiendo que tenía muy pocos meses de vida, me anticipó que me consultarías oportunamente sobre tu idea de ingresar al Servicio Exterior, y le aseguré que por supuesto estaría a tu disposición. Lamentablemente, no es el género epistolar el mejor medio para tratar un tema vocacional; sería mucho mejor tener al menos un par de charlas personales sobre esto, porque en ellas tendrías la posibilidad de preguntar y repreguntar. De todos modos, quedará abierta la posibilidad de que vuelvas a escribirme las veces que haga falta –sobre todo utilizando la vía menos formal pero mucho más funcional que es el e-mail– y que eventualmente podamos vernos en algún momento, dependiendo ello de mis viajes o tal vez de los tuyos, sobre todo si es que decidís a hacer tu master o doctorado en los Estados Unidos, lo cual me parece realmente muy conveniente, ya sea en Boston o en Washington, dependiendo de la especialidad que finalmente elijas. Por lo menos liquidaste una muy importante primera etapa al terminar tu licenciatura. Y como ni siquiera has cumplido todavía 22 años, sos lo suficientemente joven como para pasarte un par de años en el exterior, no sólo por razones académicas sino también porque ello te permitirá la insoslayable experiencia de lo que es vivir fuera del país, lejos de todo lo que ha sido hasta hoy, lo tuyo: familia, amigos, amigas, ámbitos de estudio y diversión, clubes, costumbres y modos de vida. El haber hecho una licenciatura en Relaciones Internacionales pareciera en principio determinante en cuanto a tu inicial interés, al menos temático, con lo que pudiera ser tu eventual carrera diplomática que, como te imaginarás, im56
plica mucho más que una teoría sobre las relaciones internacionales. Pero además, me gustaría saber si tu interés por ella ha sido directo o si proviene de haber desechado otras posibilidades, como la de continuar con un trabajo exclusivamente académico, claro está, no muy fácil en nuestro país, o la de ingresar a algún organismo internacional o a alguna de las grandes empresas multinacionales que pudieran requerir funcionarios formados en tu especialidad. Porque la profesión de diplomático no es de las que convenga elegir por descarte de otras. En general, nunca es bueno elegir lo que va ser la profesión de toda una vida por mero descarte, pero cuando la vocación no es clara, no queda otro remedio. Al menos supe por tu padre que no elegiste Relaciones Internacionales después de desechar abogacía, economía o ciencias políticas, etc. De entrada nomás quisiste hacer una carrera como la que finalmente elegiste y terminaste. Eso da alguna seguridad en cuanto a la orientación de tus intereses. Te digo esto porque, salvo el caso de los hijos de diplomáticos, resulta bastante difícil tener una idea cabal de lo que significa el Servicio Exterior, sus estupendas posibilidades, sus grandes inconvenientes, y todo lo que hace a su realidad práctica, porque si bien su ejercicio requiere mucha reflexión y buena teoría, todo ello sin praxis constituye un saber estéril, así como hay que reconocer que la mera praxis –sin teoría– puede llevarnos a un ejercicio errático. Te digo esto porque acerca del Servicio Exterior hay mucho mito, fantasías y juicios carentes de toda validez, generalmente por estar fundados en una atención puesta exclusivamente en su exterioridad, en las apariencias, en lo formal, en lo que podría ser la vidriera de las embajadas. La otra fuente de equívocos está determinada por la falta de percepción de la permanente tensión existente en su ejercicio, por la doble dimensión entre el mundo internacional donde hay que actuar, y las posibilidades que otorgan para dicha tarea, la realidad política, económica, social y cultural del propio país, más la voluntad circunstancial del propio Gobierno. Un diplomático, más allá de su necesaria pasión nacional, de sus ideales y sentimientos, tiene que estar sometido constantemente a una percepción realista de su país y del mundo. Y cuando, en algún caso, dicha ecuación no admite ser despejada, lo único que puede salvarlo es el humor, la templanza y la paciencia, porque cualquier autismo o voluntarismo lo conduciría a un total fracaso, más allá de un seguro e inútil enfrentamiento con su Cancillería. 57
Es muy difícil percibir dicha tensión personal y política desde afuera del propio Servicio Exterior; ni siquiera se sospecha que pudiera existir. Desde la calle existe la generalizada creencia de que la vida diplomática es una suerte de turismo de lujo, cuya actividad se cierra cada día con un cocktail o una cena. Ya si fuera así, sería bastante pesada y aburrida. Lo que ocurre es que no se advierte la diferencia que existe entre asistir a cierto tipo de actos o recepciones como mera persona individual, sin otro interés que el pasatiempo de lo social, o el hacerlo profesionalmente para encontrar a cierta gente y dar o recibir información, o intercambiar puntos de vista sobre el análisis de una determinada situación nacional o internacional. Por otra parte, conviene que sepas que –“mutatis mutandis” (espero que tus años de latín te eviten diccionario)–, más allá de todas sus diferencias, hay muchos elementos comunes entre la actividad diplomática y la periodística, además de requerir ambas el permanente análisis de realidades y situaciones, y del dar y recibir información. Por supuesto, el periodista goza de mayor libertad de preguntas y respuestas, está menos acotado en sus movimientos, es en general más libre que el diplomático y está mucho menos atado a formalidades, pero tampoco puede en general despojarse de su mirada profesional y evadirse por ende de una cuasi compulsiva necesidad de información y análisis. Así las cosas, al igual que un diplomático, el periodista no viaja “turísticamente” ni participa de ciertos actos o recepciones o comidas de una manera, digamos, “ingenua” o puramente social. Los diplomáticos y los periodistas, salvo en familia o con amigos, están siempre trabajando: han elegido, pues, sendos “full time jobs”. Por eso, tanto la diplomacia como el periodismo son profesiones que requieren mucha pasión. Y una buena relación entre quienes ejercen una y otra suele rendir excelentes frutos, personales y profesionales. Además, agregale a la diplomacia la particular y dura característica de ser una actividad que empieza por obligar a quien la ejerce a vivir más de la mitad de sus años profesionales fuera de sus raíces, con lo que se afecta enormemente toda su vida familiar, en lo personal, en lo social y en lo cultural. Vinculado a esto último, debo señalarte que a pesar de tu juventud y razonable soltería, es inevitable pensar que algún día te cases y quien sea tu mujer pasará a compartir esa vida de estar cuatro o cinco años fuera del país y dos o más en el país. ¿Será argentina o extranjera? ¿Le costará o no 58
dejar a su familia? ¿Y si es profesional, que hará con su labor? La mujer puede ser una gran compañera para un diplomático, incluso importantísima para el ejercicio de su profesión, pero puede también –más allá de una excelente relación de pareja– constituir un problema por razones de no tener capacidad de adaptación. Y si bien es prematuro hablarle de hijos a un joven todavía soltero y que no cumplió 22 años, algún día vienen, y tenerlos, muchos o pocos, también influye en la vida diplomática, así como esa vida influye en ellos. Es innecesario decirte a vos que París, Londres, Nueva York, Roma y Madrid no agotan los destinos posibles. Hay decenas y decenas entre embajadas y consulados. Y tenés que estar dispuesto a cumplir lo tuyo en cualquier destino. Pero me reservo para hablarte de ello –in extenso– alguna oportunidad de encuentro personal, porque sería demasiado prematuro tocar el tema ahora. Lo que sí puedo anticiparte es que los destinos en países limítrofes son, desde el punto de vista de la práctica y “existencia” profesional en el propio lugar, los más importantes y gratificantes. Esto referido, claro está, a la diplomacia bilateral, y no a la multilateral. Por supuesto, hay también muchísimo trabajo que cumplir en tantas otras embajadas en el resto del mundo, pero te insisto en la capital importancia de los destinos en países limítrofes. Como también quiero señalarte la importancia enorme que, desde el punto de vista profesional y humano, tiene la labor consular. A veces, trabajando en una gran embajada, un joven secretario puede volver a su casa por las noches con la sensación de no poder registrar la utilidad –al menos inmediata– de su labor. Incluso puede pasarle eso a un embajador, porque el país donde está acreditado es importante en sí mismo, pero la relación bilateral con dicho país no está –en ese tiempo– entre los diez o quince temas más vitales para la Cancillería, y entonces sus cables no son atendidos con la premura o el interés correlativos a su forma de considerarlos o valorarlos. Al respecto, quiero contarte que hace ya muchos años, siendo tercer secretario y, como tal, uno de los cónsules adjuntos en el Consulado General en Montevideo, a cargo de la Sección Argentinos, todos los días volvía a mi casa con la enorme satisfacción de haber podido atender y resolver muchísimos problemas personales o situaciones conflictivas de nuestros conciudadanos. Y con un feed back inmediato, seguro y muy gratificante, aunque en Buenos Aires la Cancillería no se enterase. 59
Por último, al menos en esta primera aproximación a la carrera diplomática, ya que quedo a la espera de tus preguntas e inquietudes, quiero pedirte algo muy importante y que hace al sustento real de todo lo antedicho: si eventualmente te decidís por ella, hacete el firme propósito para el día que egreses del Instituto del Servicio Exterior de la Nación, de juramentarte con tus compañeros de camada a defender no sólo los intereses nacionales, sino también a la institución y a la carrera mediante la exigencia del cumplimiento estricto de la ley del Servicio Exterior, y a actuar corporativamente para impedir que sea violada, desde dentro o desde fuera. De otro modo no habrá tal carrera diplomática ni un verdadero Servicio Exterior profesional y eficiente para representarnos en el exterior. Un abrazo, Emb. ALBINO GÓMEZ
CARTA DE BERNARDO EZEQUIEL KOREMBLIT En respuesta a una última carta mía desde Suecia pero ya trasladándome a Kenia, donde ésta me es dirigida Laguna Estigia porteña, enero 21 de 1990 Estimado Albino: Es posible y probable (no son sinónimos, pero en este turno pueden serlo) que usted sepa que en la vida hay una sola cosa más desagradable que no obtener lo que se desea: obtenerlo. Pero también es probable y posible que ese escéptico “cuán” desalentado concepto quede refutado luego de las palabras que yo diga en la presentación de su libro. Usted lo sabe: los libros del mundo responden al gran puente entre autor y presentador (el lector viene después y la crítica mucho más tarde aún, y la liquidación del editor nunca), y también sabe que de noche todos los libros son pardos, aunque a usted y a mí nadie nos hará pasar gato por libro. En consecuencia, como dicen los profesores y los académicos acaendémicos, puede contar con mi humilde y modesta pero autorizada persona para la presentación de su libro. 60
Como decía el fox trot emoliente, some of these days veré al cardenal nuestro común amigo (nada común) Manuel Pampín y le preguntaré por la fecha del acto: tiene que venir a mi audición de Radio Nacional para que hablemos de tante belle cose, y lo mismo hará usted cuando vuelva a este lar que lo espera con los brazos y los libros abiertos. Le advierto que estaré ausente entre los primeros días de marzo y el 14 (el 15 debo hablar en el gran homenaje a Tálice que cumple casi quatre-vingt-dix: no seré el grosero que diga noventa), pero como usted habla de fines de abril, todo está en orden. Cuídese (no porque anda suelta, como dice Discépolo en “Chorra”) de abril entre el 6 y el 26, más o menos, porque en ese lapso se hace la fiera Feria del Libro. Queda contestada su carta sueca y ya ve que yo no me hago el sueco con su invitación. Ahora, le pido que usted me conteste si recibió la presente, pues no dispongo de un Miguel Strogoff para mi uso personal y debo despacharla en el correo, y nuestro correo, como todo lo demás, anda más o menem. Como muy pronto se cree lo que mucho se desea, confío en que esta carta llegue a su sede de Nairobi. Entretanto, reciba mi afectuoso saludo, con la vieja amistad que no envejece.
EZEQUIEL Bernardo Ezequiel Koremblit Corrientes 2583, 4.º “9” (1046) Buenos Aires, Arg. Nota: el libro a cual se hace referencia es Primer patio, cuya presentación puede verse en este libro más adelante.
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CARTA DE JUAN GELMAN Una de las cartas más generosas que recibí en mi vida. Fue en respuesta a una mía desde Estocolmo. París, 4-9-87 Querido Albino: Me alegró mucho tu carta y también tu desborde generoso, porque me prueba que seguís siendo el mismo que conocí en lejanas redacciones porteñas: tener –a nuestra edad– entusiasmos no es privilegio cualquiera. Por otro lado, me hizo reír mucho. Porque sos, efectivamente, un pretencioso, pero al revés de lo que me decís. Vos pretendés no ser poeta y estás equivocado. Pretendés que no tenés que escribir más y estás equivocado. Ahí mostrás más pretensiones que la percanta del tango. No te hagás ilusiones: sos poeta, y por añadidura, un buen poeta. Y nunca dejarás de escribir poesía. Como una vez me dijo el grande, sabio, José Coronel Urtecho: “¿Qué es un buen poeta? Uno que escribe un buen poema, aunque sea uno solo, ya es un buen poeta”. Yo sé lo que a vos te pasa con tus cosas: lo mismo que me pasa a mí con las mías. Hay tanta distancia entre lo que uno quiso decir y lo que consiguió decir que, pasada la calentura del libro y de la publicación, le viene a uno un sudor frío cada vez que relee sus propias cosas, un sudor más frío y jodido que el que le venía a Safo cuando veía a la mujer amada. Pero ese es el otro lado del mostrador, el nuestro, y también está el lado del lector, por el que deberás mostrar más respeto. Yo también soy tu lector y te ruego que me respetes y sigas escribiendo, intentando apresar la belleza. Seguramente recordarás lo que solía decir Dylan Thomas para explicar nuestro oficio, nuestros intentos persistentes y aún decepcionantes (para uno) de insistir con la poesía. Citaba esa espléndida frase de Chesterton: “Lo verdaderamente milagroso de los milagros es que, a veces, se producen”. Y Thomas seguía revolviendo su cuchara en el magma poético para lograr, a veces, el milagro. No hay otra explicación para esa persistencia. Yo creo que el verdadero valor consiste en perseguir el milagro aunque muchas veces no se produce y, cuando parece que asoma, se desvanece con más rapidez que sueldo de maestro. Vos decís que no tuviste valor para dejar de es62
cribir poesía hasta ahora y yo creo exactamente que, si dejaras de escribir poesía, mostrarías una falta de valor. Eso, a la señora (poesía) no le va a gustar nada. Y a tus amigos y lectores tampoco. Y hacéme un último favor: no te hagás el Feliciano, ché Albino. Te abraza fuerte y conmovido, JUAN GELMAN
CARTA DE LA ASOCIACIÓN DE REPORTEROS GRÁFICOS DE LA REPÚBLICA ARGENTINA Buenos Aires, 27 de julio de 1973 Al Sr. Encargado de Negocios de la República Argentina en CHILE Don ALBINO A. GÓMEZ S/D En nombre de la H.C.D. y de todos los Reporteros Gráficos de la República Argentina que se desempeñan en los medios nacionales y en las representaciones extranjeras que actúan en nuestro país, le hacemos llegar, mediante la presente, nuestro más sincero agradecimiento por la colaboración dispensada en el caso de nuestro consocio, colega y amigo LEONARDO HENRICHSEN, fallecido trágicamente el 29 de junio del corriente año en la República de Chile mientras cumplía con sus tareas profesionales. Queremos dejar expresa constancia de que este agradecimiento no es mero y formal, ya que responde a un verdadero deseo de expresarle a viva voz ante quien, evitando toda estimación burocrática y aplicando una reflexión netamente humana, resolvió el envío de los restos mortales de nuestro colega de regreso a su patria. La ejecutividad puesta de manifiesto, personalizada en el Sr. Cónsul General Dn. HÉCTOR CARLOS SAINZ BALLESTEROS, como así también por todos los integrantes de la Embajada a su cargo, nos hace realmente deudores de una eterna gratitud. 63
Hacemos propicia la oportunidad para dejar expreso nuestro reconocimiento al Sr. Encargado de Negocios, por sus palabras de condolencia y su deferencia en la atención de nuestro enviado especial en ejercicio de la Presidencia de ARGRA, Sr. Naum Velyanovsky. NAUM VELYANOVSKY Secretario ENRIQUE LUIS Presidente
CARTA DE MARCO DENEVI Buenos Aires, 12 de febrero de 1996 Mi estimado Albino Gómez: Ya curado de una conjuntivitis virósica y tenaz, que me convirtió en analfabeto durante quince días, leí despacio su Diario de un Joven Católico, y a ratos y en más de un rato, allí donde hechos y personajes reales acuden a la novela-crónica-memorias, me colé como un personaje más. Las nuevas generaciones, si quieren (cosa que dudo) conocer la historia argentina de los últimos cincuenta años, en lugar de leer arduas construcciones de los historiadores harán bien en leer esta novela. Soy de los que creen que la historia descubre sus verdades mucho mejor en la singularidad de los individuos y en la intimidad de sus actos que en esa especie de vuelo de águila (o de tero) a que están forzados los historiadores. Después de lo que dice Horacio Salas en la contratapa, ya no hay más que agregar. Gracias por el regalo, y un cordial saludo. MARCO DENEVI
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CARTAS DE ERNESTO SÁBATO 4 de junio de 1967 Querido Albino: ojalá todos los papanatas que pueblan nuestras embajadas (con honrosas excepciones) se tomaran el trabajo patriótico que vos te tomás al defender nuestra cultura nacional, y tuvieran el talento que vos tenés para hacerlo. En cuanto a esa mezcla de arrogancia y estupidez de la señorita del Times, ¿qué te puedo decir? Habría que ponerse a llorar. En El Escritor y sus Fantasmas refuto esa tesis con toda la artillería, creo. Y ahora, creo, en el Congreso de Escritores en Caracas, hablaré sobre el tema, exactamente. Crees que sería posible escribir algo allí mismo, en el propio Times? ¡Cuánta más comprensión hay en Europa respecto a nuestra literatura! Lamento no poder enviarte in extenso las críticas que están saliendo a Héroes en Alemania y Francia (páginas enteras, en algunos casos, como el Welt de Hamburgo o varias columnas, como en Le Monde). Estos extractos te darán una idea de las primeras reseñas. Ahora han llegado muchas de otras que no hemos tenido tiempo con Matilde de extractar…
21 de febrero de 1973 Querido Albino: Cuando te encontré en Ezeiza se iba Marito para Roma, donde está terminando su film inspirado un poco en la vida de Gatica (con fondo de peronismo). Es producido por la Televisión Italiana y constituye un paso enorme para él, pues el film de ese modo tiene asegurada una distribución europea. Lo que me decís de Neruda* ya lo sabía y me tiene muy apenado, porque a pesar de habernos visto una sola vez en la vida, en New York, y por unos minutos, últimamente me he sentido muy obligado hacia él por las declaraciones que hizo en la Universidad de Columbia, que te adjunto. Cuánto más valiosas por no haber sido amigo suyo. Es un formidable poeta, por más que los exquisitos protesten. Lo de Concha** (qué nombre!), era porque quería mandarle al Mercurio un capítulo de mi inminente novela***, siempre, claro, que me paguen. Porque estos grandes diarios 65
que ganan inmensas cantidades de dinero sostienen que los escritores no lo necesitan. Preguntale a Concha si interesa. Para vos y para él agrego que esta novela producirá una oleada tremenda, entre otras cosas porque yo mismo figuro como personaje y porque es una tentativa muy audaz desde el punto de vista no sólo formal sino de contenido. Un cuestionamiento a la vez metafísico y ontológico de la novela, no técnico como es de norma. Será mi última novela. Y cuando la léas comprenderás por qué. A raíz de esas novedades es que decidí publicar simultáneamente en varios diarios del continente los tres primeros capítulos, no fuera que alguno se avive y yo terminase finalmente como plagiario de un plagiario. Ya salieron en El Tiempo y en El Nacional, además de La Gaceta. Pero para un diario eso no tiene importancia, porque cada uno tiene circulación sólo en su país. Lo que pasa en la Argentina? Dios mío… Un abrazo muy fuerte de Ernesto Nota: todas las cartas de Sábato estaban escritas en una Olivetti Lettera 22 y usaba la cinta de color rojo. *Yo le decía desde Chile que Neruda tenía cáncer. ** Concha era el apellido de un excelente crítico literario que escribía en El Mercurio. *** La novela aludida era Abadón el Exterminador, que no fue lo mejor que escribiera Ernesto. Tanto El Túnel como Sobre héroes y tumbas fueron superiores.
COMENTARIO A UN LIBRO DE MARCELO SÁNCHEZ SORONDO Conocí a Marcelo Sánchez Sorondo a fines de la década del 40, cuando seguía sus estupendas clases de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho. Eran meditaciones sobre el Estado, verdaderas clases de filosofía política. Años más tarde me honró con su amistad. El 18 de mayo de 1971 publiqué en Primera Plana un comentario a su libro Libertadas Prestadas (Ed. Peña Lillo, 305 páginas): 66
“A 26 años de la publicación de La Revolución que anunciamos, una editorial nacional vuelve a recopilar artículos periodísticos de Marcelo Sánchez Sorondo, y las crónicas de este lúcido ensayista se convierten en orgánico libro de meditación acerca del estado político de la Argentina, desde la Revolución Libertadora hasta las vísperas del Gobierno de Frondizi. Después de su lectura puede saberse, al fin, que no todo periodista escribe para el olvido, y que algunos, como Marcelo Sánchez Sorondo, escriben para el tiempo (su tiempo) y la memoria (la de los argentinos). Desde los años juveniles renunció a toda posición fácil y convirtió su vida en una ética al servicio del país. Y esto hay que reconocerlo, se esté o no de acuerdo con él respecto de ideas y creencias o teorías y acción. Porque este riguroso intelectual, que pudo ser abogado, profesor, político o escritor del establishment, rechazó conscientemente transitar el camino que lo hubiera conducido de la mano a un seguro y brillante porvenir de halagos y reconocimientos, para emprender la marcha dura y solitaria por el escarpado y riesgoso sendero de la revolución nacional, tantas veces frustrada o postergada. La sencillez con que Sánchez Sorondo dice las cosas más importantes no puede ocultar, sin embargo, su formación clásica, que se patentiza en una elegancia estilística sin grito ni alarde, y en una sólida cultura político-filosófica que enriquece e ilumina permanentemente su pensamiento. De su calidad humana informa esta nota fuera de texto: ‘Conocí personalmente al general Pedro Eugenio Aramburu bastante después de haber cesado el gobierno de la Revolución Libertadora. Y cuando, desde ahora poco, frecuenté su trato, me impresionó el hálito generoso que lo llenaba de un sentimiento parecido a la nostalgia al considerar cuánto podría haber hecho el Aramburu de 1970 en 1956 (…). Su trágica muerte troncha la integración histórica del personaje, según otras perspectivas, y le devuelve a su imagen anterior, la cual conscientemente había ya superado en vida’. El padre Leonardo Castellani, doctor en cosas sagradas y profanas, puro y argentino siempre, llamó a Marcelo Sánchez Sorondo ‘hijo de tigre’, y seguramente tenía razón.”
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COMENTARIO SOBRE CARTAS DE AMOR Y DESAMOR EN LOS AÑOS DE SALVADOR ALLENDE (Lumiere, 2008) Por Alfredo Torchelli en El arca digital Albino Gómez es el paradigma de una categoría de porteño no demasiado publicitada. El porteño culto. Esta distinción no corrige ni acepta in totum las otras muy difundidas y desacreditadas en los países del mundo y en las vastas llanuras, montañas y bosques de la patria, llamadas “el interior”. No modifica a las otras categorías, sino las adopta morigerándolas, alisándolas, adaptándolas a las normas de convivencia. El porteño culto es un hombre elegante, sosegado, mesurado, inteligente, gentil, de medida elocuencia y justa simpatía, galante, poseedor de un inveterado sentido del humor levemente british, amante de bellezas femeninas, artísticas, etílicas y una innegable aunque cauta inclinación por las ideas libertarias. Es “anche” culto, sin exagerar. Así es Albino Gómez y así es su novela. Se trata de una crónica novelada de su paso por la diplomacia en Santiago de Chile en el 72 y 73, lo cual le permitió ser testigo de los últimos días del gobierno de Salvador Allende y de las últimas horas del Presidente suicidado. Todo está contado con su estilo que abjura de las extremas búsquedas de originalidad y de las concesiones al favor del público lector, inclinación no fácil de aludir. Albino no experimenta ni provoca. Simplemente cuenta. Y cuenta una historia. Simple pero llena de circunstancias pintorescas y graciosas algunas y altamente dramáticas las otras. Escribe en primera persona con la alternancia de cartas de una amante, quien desborda en pulsiones amatorias, quejas y lamentos exagerados y reclamos impropios, al fin una carga. Claro que también hay amores calmantes y placenteros con escenarios de comidas espléndidas, copas heladas y camas tibias. Albino Gómez fue diplomático en Nueva York, Washington, Ciudad del Cabo, Montevideo y embajador en Suecia, Kenia y Egipto. Fue periodista, corresponsal en EE.UU., columnista y escribió numerosos ensayos y novelas, sobre temas de actualidad y memorias de sus vastas y fructíferas experiencias.
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COMENTARIO SOBRE DESPOJOS Y SEMILLAS (Belgrano, Buenos Aires, 1997) Por el Embajador, crítico, ensayista y librero D. Francisco R. Bello, que ya tampoco, y lamentablemente, está entre nosotros El Editor llama a Despojos y Semillas el quinto libro fragmentario del autor, aludiendo a una literatura algo periodística, como los aforismos, los refranes, las greguerías “que recorrieron, entre otros, dice él: Nietzsche, Lichtenberg, Kafka, Wittgenstein, Ciorán, Gómez de la Serna, Porchia…”. Pudo agregar que nada es más profundo que la superficie de los pensamientos, porque estas susperficies que nos muestra Albino Gómez sugieren la solidez del ice-berg, tal vez como su misma personalidad, que juega a la digresión periodística o diplomática o política o erótica, pero que revelan una honda preocupación humanista. Claro que los que hayan leído los libros anteriores del autor, como Albinísimas o Vení, jugá conmigo, considerarán que su vena preferida es la erótica, en el amplio sentido de la palabra, aquella de que habló el Papa Juan Pablo II: “La plenitud del Eros implica el impulso espontáneo del espíritu humano hacia lo que es verdadero, bueno y bello, por lo cual, también lo que es erótico se torna verdadero, bello y bueno”. No es el erotismo freudiano o lacaniano sino el del catecismo holandés: “fuerza maravillosa y creadora”. El título del libro de Albino Gómez tiene, pues, un significado. Recoge vestigios, los despojos que sobreviven al pasado y siembra para el futuro. Es, ciertamente, la misión del escritor. No la del simple devaneo de escucharse a sí mismo, sino la de afirmar sus pies sobre la tierra para no dar un salto al vacío. Hay, en un cuento de Gogol, un personaje que encuentra mujeres por todas partes, ocultas en su sombrero, en sus bolsillos, en su pañuelo, hasta en su oreja… No sucede así con Albino Gómez: él sabe dónde están y las encuentra. Pero vamos a escucharlo en algunos de sus despojos y en algunas de sus semillas. Mientras vive, dice, el hombre es lo que él recuerda y olvida. Cuando muere, es lo que de él se recuerda y olvida. Y ahora se toma su desquite: “puede ser gravoso un amor no correspondido, pero muchas veces lo es más un amor correspondido”. Ya no es tanta la distancia. Piensa, luego, en América del Sur y reproduce este párrafo de Bolívar, grandilocuente como lo fue el libertador 69
americano de estilo napoleónico: “No hay buena fe en América, ni entre los hombres ni entre las naciones. Los tratados son papeles, las constituciones libros, las elecciones combates, la libertad anarquía y la vida tormento. Los que han servido la revolución han sembrado en el mar. Estos países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada…”. Sabe Albino Gómez que “la felicidad de los Estados Unidos es la institución más onerosa que pesa sobre el mundo” y lo dice con palabras de Roque Sáenz Peña. Nos cuenta que un amigo suyo fue a vivir al Canadá porque le habían dicho que allí tenían un gobierno británico, tecnología norteamericana y cultura francesa, pero que su desilusión fue grande porque encontró un gobierno francés, una tecnología británica y una cultura norteamericana… Cree que el suicida limpia su historia para siempre –ahora sabemos que no es así, gracias al periodismo de escándalo y la televisión– y se pregunta ingenuamente: “¿Toda la basura de la ciudad va a parar a la TV?”. En otros de sus “despojos”, con particular gracejo, dice que “para ser mujer en España hay que ser muy hombre”, y como arrepintiéndose, a renglón seguido recuerda que Milan Kundera afirma: “que la unión de un estímulo frívolo y un tema grave revela la terrible insignificancia de nuestros dramas, tanto de los que ocurren en la cama como en el gran o pequeño escenario de la historia”. Como diplomático, como periodista, como poeta, Albino Gómez ha recorrido el mundo, no al estilo del turista, sino al estilo de Kerouac, “investigador de almas y ciudades” y nos cuenta indirectamente lo que ha visto con esa triple visión de su múltiple personalidad. El estilo es el hombre. Como en un espejo, nuestro autor se refleja fielmente en Despojos y Semillas.
COMENTARIO SOBRE LOS GRANDES Por Juan Carlos Torchia Estrada en la Revista América de la O. E. A. en la cual colaboré varias veces mientras vivía en Washington DC El título de Los Grandes, primera novela de Albino Gómez (nacionalidad: argentino; ocupación: diplomático; vocación: escritor) no alude a los preeminentes o superiores. 70
Sin prejuzgar sobre cuánto se use o no en otros países, “los grandes” es una expresión muy argentina para designar a los mayores. Y no es extraño que sean los niños quienes la usen con más intensidad, porque para ellos, indefensos en un mundo cuyos mecanismos no dirigen ni comprenden, “los grandes” constituyen esa esfera superior y circundante que les origina una confusa mezcla de sentimientos: respeto, sujeción, inferioridad, temor, admiración, amor, desafecto, incomprensión, refugio. Los Grandes es, pues, la historia de un niño en un mundo de grandes. Tema tan difícil como aparentemente –sólo aparentemente– simple. Este tema da a la novela una estructura bipolar –la dualidad niño-mundo–, y de cómo se interprete esa dualidad puede depender la apreciación de la obra. En torno al niño danzan hechos, actitudes, vidas, comportamientos, acontecimientos sociales, sucesos familiares. La misma secuencia no lineal de la narrativa contribuye a dar la impresión de algo que gira –no necesariamente en forma ordenada– en torno al niño, aumentando su perplejidad y la complejidad de sus vivencias. El mundo va tomando forma, para él, a través de su familia y el contacto de ésta con el exterior: una tía que llegó a maestra normal y se empeña en aferrarse a los símbolos de la clase media; otra que divide su tiempo entre su trabajo de costurera y “El Hogar de la Empleada”; diálogos con su madre que dejan sus preguntas abiertas y en blanco; altibajos del humor de su padre según gane o pierda en las carreras; cosas que oye decir a muchachos mayores; complicados vaivenes de relaciones sociales; espontáneo descubrimiento del sexo; muertes familiares. En una imagen dramática, el niño no estaría situado en el centro de la escena, ocupada en cambio por los grandes; aunque personaje protagónico, aparecería desplazado hacia un costado del escenario, con escasa pero adecuada luz para que se destacaran sus ojos, muy abiertos, ávidos, sorprendidos, a medias sabiendo, a medias ignorando, pero sobre todo descubriendo, descifrando el mundo. El mundo, es decir, “los grandes”. Y al volcarnos ahora hacia el otro perfil de la novela, debe decirse que los grandes –¿en profusión quizá excesiva?– no son entes irreales o habitantes de una tierra de nadie; se identifican totalmente con un aquí y un ahora, o mejor dicho, con un allí y un entonces: Buenos Aires entre 1930 y 1942. Una familia de clase media baja que a medida que se desenvuelve la trama va siendo cada vez más baja y menos media. Y así 71
se filtra, entre impresiones infantiles, un definido contexto histórico-social: costumbres, personajes, imágenes locales, prejuicios, modos de hablar y de pensar –la ciudad y sus engendros–, todo lo cual quizá sea para muchos lectores reminiscente de cosas vistas u oídas, de alguna manera familiares. Un bien aprovechado recurso de comunicación del autor con los lectores de su mundo. A nuestro juicio sería un error juzgar la novela acentuando unilateralmente cualquiera de los polos de la dualidad señalada, porque desde tales premisas se la encasillaría, bien entre las novelas “psicológicas”, o bien entre las de predominante “testimonio social”, y Los Grandes no es lo bastante ni lo uno ni lo otro, por ser algo diferente. Nosotros optamos por buscar la clave de Los Grandes en una imagen integrada, más llana sin ser menos profunda, en todo caso sin exclusivismos: quiere mostrarnos un mundo que se nos aparece como lo que se refleja en la retina espiritual de un niño (universo concreto pero no sistemáticamente expuesto, por lo tanto), y un niño que es lo que le deja ser ese mundo. Quizá esto último se comprende mejor al final, cuando el lector comparte con Eduardito Álvarez el pánico de vivir, sentado en un banco de la Plaza San Martín, signada su existencia por un drama del que no es responsable; es decir, cuando el lector reitera la vivencia de cuánto eso que llamamos tan privativamente nuestro ser puede ser determinado por los otros, esos otros que parecen tan separados y distintos, y que aparentemente sólo se comunican con nosotros desde el exterior de su piel. Fatalidad que nos niega la total paternidad de nuestro destino. Puede que nuestra opción crítica no sea más válida que otras (tal vez “crítica” es sinónimo de “perspectiva”); pero si algo tuviera de verosímil –y quizá más allá de ella–, una conclusión se impondría: Albino Gómez ha salido al encuentro –a la recuperación, más bien– de un trozo de realidad humana auténtica. Y al transmutarla en creación literaria la ha modelado cariñosamente, casi con un dejo de nostalgia, como se modela un recuerdo en un domingo gris al caer de la tarde.
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COMENTARIO SOBRE LOS GRANDES De Lisandro Gayoso en Comentario (marzo-abril 1970) Los diferentes planos de la existencia siempre han marcado instancias que forman niveles disímiles, principalmente en cuanto a interpretación psicológica. Esos escalones, comprimiendo la interpretación, se aprecian más nítidamente ubicándolos a cada lado de una línea divisoria que pudiera trazarse. De ambos sectores hay intenciones de acercamiento y de comprensión, pero como resultado emerge una realidad que separa y una ficción que acerca. Como inferencia, en la soledad del raciocinio, nace la desilusión. Esos dos mundos de problemático hundimiento son: el de los grandes (las personas mayores) y el de los niños. En la vida cotidiana y común, la problemática de los menores no es encarada, menos solucionada, con la entereza y veracidad que ella requiere. En la totalidad de las difíciles situaciones que aprieta el mundo voluble y martirizante de esos seres acuciados por ideas urticantes, los grandes eluden internarse en una profunda interpretación que desemboque en la verdad. Es un poco el miedo a encontrarse a sí mismo, o con una concreción que espantaría. Algo así como apreciar el rostro reflejado en un espejo. Este déficit, como respondiendo a algo necesariamente vital, ha sido compensado por la literatura, que en la mayoría de las veces ha tenido la justa valentía para mostrar los sufrimientos y la profundidad de un mecanismo-mundo que es más complicado de lo que suponen los adultos. Albino Gómez, en su novela Los Grandes (Editorial Kraft), que en términos de traducción querría decir “ese mundo de las personas mayores”, seducido por el tema en igual ubicación que otros autores que lo han tocado, cala sin miedo ni prejuicios en el alma de un niño que va pasando por las distintas y complejas circunstancias de los adultos, comprendiendo a veces, y en ocasiones lleno de una confusión que no puede resolver, en cuyos casos opta por entregarse abatidamente al camino más fácil, o sea el del rincón oscuro del menor esfuerzo, actitudes estas que los hombres también tienen con la misma frecuencia, y que si en el niño son admisibles, en los otros no queda menos que censurar. La anécdota no es original, y la acción está ubicada en la década del treinta, en un ámbito que con reiteración ha sido tratado, pero sí es ponderable la manera como Gómez ha en73
carado el asunto. Quizá debiéramos mutar ese ponderable por una calificación de mayor mérito, porque es acreedor a ello este libro, producto de una labor minuciosa, simple en la ejecución, más de cavada percepción psicológica. No es dócil a la voluntad reflejar el subconsciente del niño, concretar en realidad una abstracción tan absoluta y absorbente, y todavía corriéndose el riesgo de caer en “cursilismo” de chatura tal que promueve en el lector la sonrisa despectiva que hiere más que el detrimento sin obscuridades. Gómez, lentamente, con la paciencia del conocedor y de quien va recordando tal vez su propia infancia, consigue un cuadro, un fresco, mejor diríamos, pero no de la liviana descripción porteña, anecdótica y pintoresca. Tampoco es que pinte un ambiente con matices externos peculiares, ni que salga con colores distintos a otros cuadros similares, ni que haya elegido características desconocidas, nuevos amaneceres o futuros ocasos, nada de eso. En estos aspectos, ya lo dijimos, hay precedentes. Pero lo importante, y de valor, es la certeza, la seguridad, el colorido con que Gómez va diseñando el mundo anímico del niño protagonista principal. Las personas mayores creen que los niños viven en una envoltura psíquica muy elemental, que no padecen la agonía del descubrimiento o la tortura de la necesidad. Piensan que el niño es un objeto que debe ubicarse donde se le ordena o dispone. Y esa tan favorita expresión de “ya tendrá tiempo para sufrir” da una idea muy acabada de la equivocación que se tiene de ellos. “Las dificultades con las que tiene que batallar el niño en el proceso evolutivo de su alma y que tienen por consecuencia de un modo casi regular el que su entendimiento de comunidad solo pueda desarrollar muy precariamente, podemos dividirlas en aquellas que provienen de la deficiencia cultural y que se exteriorizan en la situación económica de la familia y del niño, y en aquellas que se derivan de defectos de los órganos corporales”, dice Adler en “Conocimiento del Hombre”. El niño, a la edad en que es casi un adolescente, cada día va descubriendo una textura diferente a la anterior, con problemas de toda índole, y que muchas veces, la mayoría, no coinciden con su entendimiento, pues mientras los mayores tienden a la complejidad, el niño simplifica en su razonamiento, no bifurca el camino ni lo hace tortuoso, va directamente a su objetivo. Además, con más anterioridad de lo que se supone, va descubriendo su mundo sexual, menos pecaminoso de lo que generalmen74
te se interpreta, pero con más sensualidad satisfecha de lo que se estima. Esa es la tremenda (porque en verdad lo es) problemática que plantea Gómez en su novela Los Grandes, con un saber del alma del protagonista que, subsidiariamente, se hace genérica y va mostrando un ámbito conmovedor por imperio de la sencillez de la prosa y del tema, cuya transformación poética es evidente en los instantes que el proceso lo requiere. Es una novela para ser leída con el ánimo predispuesto a gozar de los recuerdos de una niñez plena, más también con sinceridad, con ese admitir que cuando fuimos pequeños hubo en nosotros sentimientos encontrados, motivaciones que en la madurez comprendemos que no eran tan inocentes como entonces creíamos. “A medida que avanzo en este relato comprendo mejor el sentido de aquellos años y me parece claro que la ignorancia de la vida sexual en que me hallaba producía un efecto extraño”, nos dice Julien Green en Tierra lejana. Por eso, en los aspectos generales, la mejor condensación de Los grandes, sea este párrafo de ella: “Pensó en ese chico que andaría perdido en la ciudad huyendo del miedo y de los grandes, y se sintió unido a él por una extraña solidaridad”.
COMENTARIO SOBRE MI LIBRO SON COSAS QUE PASAN (Botella al Mar, 1987) Por David Martínez Variados en sus temas, los poemas de este libro muestran a Albino Gómez como a un atento receptor y transmisor de un pasado no muy lejano (“Nunca más”, “Inquisidores y represores”) y de una consecuente memoración de la ciudad y de su barrio natal manifestada a través de diversos poemas: “Ventana Buenos Aires/ piso 13/ Mis libros mis papeles/ toda la costa/ San Isidro muy lejos/ en la punta/ hasta el puerto/ Buenos Aires”. Pero es en el amor propiamente dicho y en la amistad de seres donde se afirma a variedad de su expresión poética. Una expresividad natural, conversacional, aquerenciada siempre en el voseo porteño, como en “Cortesías conjugacionales” y, también, el tono casi de epigrama: “A Grecia llegué/ dos mil años/después de lo debido/ Y a Sudáfrica/ 75
dos mil años antes/de lo oportuno”. Acaso aquí habla el diplomático y el periodista de dilatado quehacer a lo largo de su vida. Oportunas, para el lector, las palabras de presentación de Horacio Salas, que fijan “la fidelidad de un hombre a una Buenos Aires casi mítica que, aunque a veces finja haber desaparecido, se presenta de pronto en una esquina, en la charla frente a un café con un amigo, en el color del cielo en los atardeceres de verano”. (publicado en La Nación el 6 de marzo de 1988)
COMENTARIO SOBRE MI LIBRO VENÍ, JUGÁ CONMIGO (Corregidor, 1987) Por el poeta Alfredo Veriravé, que también tristemente ya nos dejó. Era un ser de luz. Este libro no podría haber sido escrito por otra persona que no fuera Albino Gómez, como lo sabemos quienes disfrutamos desde hace muchos años de su amistad y de su conocimiento. Quiero decir, que el libro es posterior a la experiencia de vida de un hombre de excepción, generador a su vez de experiencias en los demás a través de la palabra escrita, que muchas veces toma formas epistolares, cuyas copias llegan a distintos lugares del mundo a sus ahora lejanos amigos. Creo que la vida misma de Albino Gómez es una especie de aventura creadora contagiosa de inteligencia y felicidad. En la presentación de este libro, cuya portada ha sido diseñada por Hermenegildo Sábat, el lector sabrá que su autor es periodista, escritor y diplomático, pero por supuesto ignorará detalles de esta trayectoria profesional que “por razones políticas” lo apartó del Servicio Exterior después de la caída de Salvador Allende, cuando desde la Embajada Argentina en Chile salvó la vida a centenares de chilenos a quienes les abrió la puerta de su casa para que pudieran escapar de la dictadura de Pinochet rumbo al exilio. Reincorporado al Servicio Exterior en 1983, actualmente es embajador en Suecia habiendo prometido a todos sus amigos escritores desde Estocolmo que les ha de gestionar, uno por vez, es claro, el codiciado Premio Nobel, en un gesto que todos comprendemos, nace de su sentido del humor y de su generosidad total. Albino Gómez es autor de varios libros 76
y de una serie que tituló Albinísimas correspondiéndole a este que comentamos el subtítulo de Albinísimas II, cuyo tono festivo, fragmentario, sin encuadramientos formales y con innumerables piezas breves extraídas de su lectura y experiencia por el mundo, es como lo indica el título, una invitación al juego. A través de estas páginas, como dice Horacio Salas en la contratapa, se advierte, se muestra “el Albino poeta, el Albino narrador, el Albino periodista, el Albino cachador, el Albino diplomático, el Albino irónico, el Albino porteñísimo, el Albino nostálgico, además del funcionario, el hedonista, el enamorado y también el amigo”. Condecorado por los gobiernos de España, Francia, Italia, México y Perú, Albino Gómez que, entre otras cosas, ha sido corresponsal de Clarín en Estados Unidos y secretario regional de comunicación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), logra como en una libreta de apuntes, reservar frases extraídas de su relación con diplomáticos, escritores y políticos, así como desopilantes anécdotas de aquellas reuniones diplomáticas. El juego que nos propone el autor pone inclusive a prueba también la inteligencia y el humor del lector porque cada texto está precedido de un “título” que es el enganche entre lo que se dice y lo que se insinúa, por ejemplo: “Paradoja. No hay carga más pesada que una mujer liviana”. “Para Feministas. No hay nada más parecido a un hombre que una mujer con muchos años de psicoanálisis”. “No hacerse ilusiones. El arte es una dimensión estética de la locura”. “La dialéctica. Suena el teléfono: –Hola… ¿Con lo de Hegel? –Sí y no”. O esta: “Gardeliana. Es bien sabido que de tanto en tanto aparecen supuestas novias o esposas secretas de Gardel o también supuestos hijos. Hace años apareció en Rosario uno de esos hijos putativos que además era cantor de tangos. En sus presentaciones públicas decía: ‘Y ahora, accediendo a un gentil pedido, les voy a interpretar una bonita canción de papá y Le Pera: El día que me quieras’.” Frases de Camus, Juan Bautista Alberti, Borges, Bioy Casares y fragmentos de Tomás Eloy Martínez de “La novela de Perón” o la transcripción de la letra del Himno del Comercio Minorista de Chile con un título previsble: “Ya sé que no me van a creer”, constituyen un collage, un personal rompecabezas que, como dice Horacio Salas, al completarse forman las líneas del rostro y de la personalidad de Albino Gómez, hombre excepcional al cual todos deberían conocer o encontrar alguna vez en Buenos Aires, en Esto77
colmo o en Roma, en Nueva York o París, para gozar a su lado esa felicidad de la inteligencia y la desacralización que comporta todo juego. Pero para mi hay algo más, que tiene mucho que ver con eso que Borges llamó “El idioma de los argentinos”, porque entre el texto y el contexto se respira una forma de ese “ser argentino” dicho con naturalidad, con la flexibilidad de una lengua propia que Albino maneja como el poeta que es.
CÓMO SE HABLA ENTRE AMIGOS Bajo ese cálido título comentó Albinísimas mi amigo, el tan injustamente olvidado EZEQUIEL DE OLASO, lúcido filósofo, que comenzó a ser conocido y valorado cuando ganó un concurso de ensayos organizado por La Nación en lo que era entonces su suplemento “Literario”. Lo ganó con un estupendo trabajo titulado “Los nombres de Unamuno”. Y dijo de Albinísimas lo siguiente: El diplomático Albino Gómez ha aceptado las reglas menos ventajeras del juego literario: escribir tal como se habla entre amigos. El desafío es bravo y supera acaso las posibilidades de la escritura. El tono coloquial debe respetar la intrascendencia y la relativa desorientación que son ingredientes naturales de la charla. Gómez es obediente a estos requisitos y de ahí que junto a temas interesantes incluya efusiones intrascendentes. Albinísimas consigue ser de todos modos un lugar de conversación despareja y constante intimidad. Se oyen anécdotas divertidas, ejercicios de delirio y hasta relatos que permiten adivinar confusos entretelones de la política nacional e internacional. Particularmente memorable es la historia de Tabaré Gómez, antepasado del autor, que infaustamente murió de una patada en las asentaderas (pp. 114115). Asimismo hay que aislar con precisión este aforismo que roza lo perfecto: “Los diplomáticos argentinos son como las bicicletas: de carrera, de media carrera y de paseo”. En fin, un libro para abrir por cualquier lado y tomarlo como se quiera. Siempre encontrará algo dirigido a uno mismo. (publicado en la revista Panorama el 8 de septiembre de 1970) 78
CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ Uno de los tantos cables informativos “abiertos” enviados desde El Cairo a la Cancillería cuando era embajador en Egipto, hace 14 años… Y todo sigue y sigue, pero nunca mejor… HABIENDO FINALIZADO LA PRIMERA RONDA DE LAS NEGOCIACIONES PALESTINO-ISRAELÍES CELEBRADAS EN EL BALNEARIO EGIPCIO DE TABA ENTRE SUS RESPECTIVAS DELEGACIONES, LAS DECLARACIONES DE LOS VOCEROS DE CADA UNA DE ELLAS SON TAN CONTRAPUESTAS QUE NO PERMITEN HACER UNA APRECIACIÓN SERIA Y ÚTIL DE LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ EN ELLA. LO QUE DE TODOS MODOS ESTÁ EN CLARO, Y A ELLO HAY QUE ATENERSE, ES QUE ISRAEL NO CEDERÁ EN ASUNTOS DE SEGURIDAD Y QUE TODA LA DISCUSIÓN TIENE EN SU TRASFONDO EL ENFRENTAMIENTO DE DOS CONCEPCIONES: LA DE LOS ISRAELÍES, QUE SÓLO NEGOCIAN DE MOMENTO UN ESTATUTO PROVISIONAL DE AUTONOMÍA POR CINCO AÑOS, Y LA DE LA OLP, QUE VE EN ELLA LA BASE DE UN FUTURO ESTADO PALESTINO SOBERANO. PERO TAN IMPORTANTE Y, TAL VEZ, MÁS AÚN QUE ESTAS NEGOCIACIONES DE TABA, SERÁ EL PRÓXIMO INMEDIATO ENCUENTRO QUE TENDRÁ LUGAR EN GINEBRA ENTRE EL PRESIDENTE BILL CLINTON Y EL GOBERNANTE SIRIO, HAFEZ AL ASSAD, QUE HA DESPERTADO UNA INEVITABLE EXPECTATIVA EN LOS MEDIOS POLÍTICOS Y DIPLOMÁTICOS DE ESTE PAÍS, YA QUE SIRIA ES LA PIEZA CLAVE DE LA POSIBILIDAD DE PAZ EN LA REGIÓN. PORQUE SOLAMENTE UNA LAMENTABLE DESINFORMACIÓN CREADA POR ALGUNOS DE LOS MÁS IMPORTANTES SERVICIOS DE INTELIGENCIA DEL MUNDO, Y DE LA CUAL SE HICIERON ECO DURANTE AÑOS PRESTIGIOSOS MEDIOS DE LA PRENSA INTERNACIONAL, FUE LA QUE OCULTÓ QUE DETRÁS DE LA MAYORÍA DE LAS ACCIONES TERRORISTAS –DESDE EL SEPTIEMBRE NEGRO HASTA LOCKERBIE– ESTABAN PRINCIPALMENTE EL GOBIERNO DE SIRIA, EL DE IRÁN Y EL DE IRAK, Y NO EL DE LIBIA, QUE RESULTÓ SER EL PATO DE LA BODA. PRECISAMENTE EN ESTOS DÍAS, GADAFI, QUE SUELE EJECUTAR A TERRORISTAS, ACABA DE ENTREGAR A TRES QUE SE HABÍAN REFUGIADO EN SU TERRITORIO, AL GOBIERNO DE EGIPTO. ALBINO GÓMEZ 79
CON MOTIVO DE MI POEMA DEDICADO A RAMÓN PRIETO Recibí varias cartas por el poema que le dediqué a Ramón Prieto y quiero al menos rescatar aquí tres de ellas. De María Granata: Buenos Aires, 31 de julio de 1985 Albino Gómez, Hermosísimo su poema a Ramón. Me conmovió intensamente cuando lo leí, y sé que seguirá conmoviéndome toda la vida. Hermosísimo y sentido, hasta las lágrimas, hasta nuestras lágrimas. Gracias. Con todo mi afecto, María Granata De Arturo Frondizi: Buenos Aires, 8 de julio de 1985 Señor Embajador Albino Gómez Basavilbaso 1393, piso 17 Buenos Aires Estimado amigo: He recibido el poema con que dio forma a sus sentimientos ante la muerte de Ramón Prieto. Le diré que lo felicito por poder contar con ese privilegio, porque es una manera de transformar a marcha forzada un gran dolor en un suave y profundo recuerdo. Con mi agradecimiento, un muy fuerte y cordial abrazo. Frondizi
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De Rogelio Frigerio Buenos Aires, 5 de julio de 1985 Querido amigo: Muchas gracias por recordar de ese modo a Ramón Prieto. Su poema ha tenido la virtud de recordar, bajo otro prisma de observación sensible, facetas de su personalidad que ya le eran características, por encima de las reflexiones políticas que hicimos –con motivo de su desaparición– sobre las importantísimas tareas que estuvieron a su cargo, a las cuales la historia hará necesariamente justicia. Despide usted a quien tuvo una vida rica en epopeya y afectos fraternales y nuestra sensibilidad responde al unísono. Los amigos que han leído estos versos generosos proponen publicarlos en homenaje a la memoria de Ramón en las páginas de El Nacional. Ello permitiría que muchos que quisieron a Prieto entrañablemente conozcan el Adiós…que usted le brinda. Pero antes de disponer esa publicación, quisiera tener su aprobación. Hágame saber si está de acuerdo. Por esto también va mi reconocimiento. Un fuerte abrazo, Rogelio Frigerio
CONTRATAPA DE HIPÓLITO J. PAZ PARA MI LIBRO DE POEMAS LA MUFA, DE 1970 El sentido del humor y el sentido de amor definen la personalidad de Albino Gómez. Quien no entienda lo que es la clave de su alma no podrá comprender su obra y la filiará a otras perspectivas ajenas a lo que es la esencia de ésta. En un medio social donde sonreírse significa perder status intelectual y reírse es blasfemo, Albino Gómez tiene el heroísmo de su verdad y de su buen humor, enfrentando el toro rojo del odio con la espada del amor que es, como lo enseñaba el místico Jalal-uddin Rumi, “el astrolabio de los misterios de Dios”. Más allá de su poesía hay en los dictados de Albino (y yo creo en el fatalismo de los nombres) un signo de alba, esto es de amanecer, hecho más de ideales que de ideologías; y de actitudes –no de gestos porque el gesto es la farolería de la actitud– que de filosofías. Porque Albino Gómez 81
es uno de aquellos elegidos para quienes un amigo vale más que un principio. Y que un fin. Y aprovechando las palabras de Hipólito J. Paz (El Tuco Paz) vale la pena transcribir la resolución de Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto sancionándome por la publicación de La Mufa, que oculta el verdadero motivo de tal sanción, justificándola por una razón formal como era la de haber publicado (¡un libro de poemas!) sin solicitar la autorización de la Cancillería (obligación prevista en una circular que había caído en total desuso y nunca más aplicada). El verdadero motivo fue la solicitud en tal sentido del embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, señor Cabot Lodge, que entendíó que el libro agraviaba a su país. Claro está, el presidente era entonces el general Onganía. RESERVADO BUENOS AIRES, 27 de mayo de 1970 VISTO la publicación realizada por el Secretario de Embajada de primera clase y Cónsul de primera D. Albino Alberto Gómez, de diez poemas de los que es autor; publicación materializada en el años 1969 por intermedio de la Editorial Josalbi; Las obligaciones impuestas a los funcionarios del Servicio Exterior de la Nación en los artículos 12 y 15 de la Ley 17. 702; Lo establecido en la Resolución Ministerial “R” No. 439/64; CONSIDERANDO: Que la conducta del mencionado funcionario conforma una violación de las normas a que se ha hecho referencia precedentemente; por ello, EL MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO RESUELVE: ARTÍCULO 1.º –Aplicar al funcionario de la categoría “f”, Secretario de Embajada de primera clase y Cónsul de primera D. Albino Alberto Gómez, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 29, inciso b) de la Ley 17.702, la sanción disciplinaria de treinta (30) días de suspensión, por observar una conducta violatoria de las obligaciones impuestas a los funcionarios del Servicio Exterior de la NACIÓN en los artículos 12 y 15 de la Ley 17.702 y en la Resolución Ministerial “R” No. 439/64. 82
ARTÍCULO 2.º –Comuníquese, tómese razón y archívese RESOLUCIÓN No. 377 FDO. =) ES COPIA JUAN B. MARTIN Z.B.B José María Vázquez Consejero CONTRATAPA DE HORACIO SALAS PARA MI NOVELA DIARIO DE UN JÓVEN CATÓLICO Unos viejos cuadernos de notas tomadas desde las postrimerías del colegio secundario hasta las vísperas de la gran violencia argentina, permiten que el protagonista cuente a una mujer mucho más joven la historia del país como marco y justificación de su propia historia. (Al fin de cuentas, la autobiografía es también una –y no la menos importante– manera de la seducción). Compulsa ideológica y crónica de amores, Diario de un joven católico es también una memoria generacional emparentada con la picaresca y que, en la mejor tradición de la literatura argentina –Macedonio, Marechal, Cortázar, Bioy Casares– echa mano del humor como forma del conocimiento. Con una prosa impecable (como ya había ocurrido con Los Grandes) Albino Gómez ha escrito una novela que sin descuidar el constante interés del lector por las minucias de la narración, ayuda a comprender el pensamiento de una generación que, habiendo sido preparada para vivir en un país, debió moverse en otro. Un libro que bien podría llevar una faja que dijera: Imprescindible para argentinos. Sería muy justo.
CONTRATAPA DE HORACIO SALAS PARA MI NOVELA LEJANO BUENOS AIRES Acaso por cábala, mi nombre aparece en casi todos los libros de Albino Gómez: un hecho que, debo reconocerlo, me alegra y enorgullece. Nos une, es cierto, una amistad que no se mide por años, sino por décadas, lo que si bien por 83
un lado hace que me comprendan las generales de la ley para juzgar críticamente sus trabajos, también me ha permitido conocer íntegramente una obra literaria signada por tres elementos esenciales: la distancia, el amor y el humor, cubiertos por el común denominador de una prosa fluida que impide abandonar sus libros sin terminarlos. En éste, Buenos Aires vuelve a aparecer como una permanencia lejana, porque cuanto más lejos se vive de ella, mejor hay que amarla: la mujer (una y múltiple) surge como una constante, hecha de magias y misterios inesperados, y el humor y la ironía restallan como revelación de una forma de entender la vida, o de soportar sus vaivenes y altibajos. Todos estos elementos reaparecen en Lejano Buenos Aires, novela de exilios y de amor donde la biografía del protagonista se entrevera, mediante cartas, con la realidad argentina, narrada y transformada por Albino –como ya lo hizo en sus novelas anteriores– en una suerte de memoria de las alternativas (muchas veces dramáticas) de los últimos treinta años de la vida del país. Conocemos a los personajes que deambulan por sus páginas, nos son familiares: puede tratarse de algún amigo y –más de una vez– de nosotros mismos, reflejados en algún recodo de nuestra propia historia. Finalmente, la literatura es también una manera de retratar la historia. Y Albino Gómez lo consigue. Sin duda.
DEL AZAR Y LA NECESIDAD, DE JACQUES MONOD Dios no juega a los dados Albert Einstein Todo individuo sabe que es único y que existe gracias a una suma infinita de azares. Sin tal padre y sin tal madre, concebidos a otra hora u otro día, seríamos parecidos pero seríamos otros. De la misma manera, los biólogos modernos sostienen que el universo también es hijo de un azar infinito, y que la vida tal como la conocemos no es imaginable en este mundo ni en otros, porque las condiciones que permiten la creación de algo se dan solo una vez. Oportunamente, Monod fue condecorado con la Cruz de Guerra por sus servicios en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Después de haber trabajado en el Instituto Tecnológico de California, volvió a París. 84
En 1945 ingresó en el Instituto Pasteur, del que fue director hasta 1954, y en donde creó el departamento del servicio bioquímico celular, llevando a cabo la investigación y experiencias que le valieron en 1965 el Premio Nobel por sus descubrimientos relativos al control genético de las enzimas y la síntesis de los virus. Compartió dicho Premio con Andrè Lwoff y con François Jacob. Fue también profesor del Collège de France, y autor, entre otros libros, de uno de los pocos best-sellers en el campo de la divulgación científica: El azar y la necesidad. Sin embargo tanto la edición española como la francesa no tuvieron ese mismo destino. Antes de pasar a la importante obra de Monod, detengámonos un momento en los conceptos de azar y necesidad desde el punto de vista meramente filosófico, y vayamos a ellos a través de José Ferrater Mora, quien dice que algunos historiadores de la filosofía le atribuyeron a Demócrito haber afirmado que el universo se hallaba regido por el principio de necesidad. Y agrega nuestro autor que sin embargo, según Aristóteles y Cicerón, Demócrito había mantenido que la formación del cielo y de la tierra tenía lugar por un azar, identificando el concepto con el de completa ausencia de finalidad. Para Aristóteles era absurdo que el cielo, que obedecía a movimientos más regulares que ninguna de las cosas de la tierra, hubiese sido producido por azar o fuese algo en que suceden acontecimientos azarosos. Para este filósofo, el azar era algo que tenía lugar –si lo tenía– en las cosas terrestres y especialmente en los acontecimientos humanos. A partir del siglo XIX abundaron los análisis sobre el concepto del azar con opiniones tan diversas como las siguientes: hay efectivamente azar en toda la realidad, tanto la natural como la social o histórica; no hay azar en la Naturaleza, pero lo hay en la historia; el azar no existe más que como un concepto; se mantiene que hay azar sólo porque se desconocen algunos elementos en el encadenamiento riguroso y universal de todos los fenómenos. Actualmente se tiende a examinar la cuestión de azar en términos de probabilidad. En cuanto al concepto de necesidad, algunos presocráticos como Anaxágoras y Demócrito, y también Platón, utilizaron el concepto de necesidad. Pero sólo Aristóteles – ¡cuándo no!– dio sobre él precisiones suficientes. Según el Estagirita, el concepto de lo necesario tiene los siguientes sentidos: 1) la necesidad resulta de la coacción; 2) la necesidad es la condición del bien; 3) es necesario lo que no puede ser de otro modo y lo que, por consiguiente, existe 85
solamente de un modo. Este último es el más pertinente y el que ha ejercido más larga influencia. Al menos permite distinguir entre la necesidad y el destino, así como lo que sucede por necesidad, y lo que tiene lugar por accidente. Ahora bien, reducida a este último sentido, la noción de necesidad puede entenderse de dos maneras: como necesidad ideal expresando encadenamiento de ideas o como necesidad real, la de causas y efectos. Es frecuente en muchos filósofos pasar de la necesidad ideal a la real y viceversa. En el primer caso se supone que hay una razón que rige el universo. En el segundo, que el riguroso encadenamiento causal puede expresarse en términos de necesidad ideal. Por lo general, la época moderna entiende la necesidad en un sentido preponderantemente ideal-racionalista, de tal modo que, más bien que distinguir entre la necesidad absoluta y la condicionada, distingue entre la ideal y la real, y atribuye a la primera un carácter absoluto (primero para la mente y luego para la cosa misma). En Descartes, esto se hace posible por haber situado previamente a Dios fuera de la esfera de la necesidad propiamente dicha: Dios no hace lo que hace por concordar consigo mismo, sino porque su hacer libérrimo crea el ámbito de cualquier posible concordancia. Así, la necesidad es, en último término, la trama ideal dentro de la cual son dados, una vez puestos, los principios y las consecuencias. En Spinoza, lo necesario es forzosamente, porque es contradictorio su no ser. En su intento de fundir ambas concepciones modernas con las distinciones antiguas, Leibniz distinguió más bien entre los conceptos de necesidad metafísica o absoluta; lógica, matemática o geométrica; física o hipotética, y moral o teleológica. La primera necesidad lo es por sí; la segunda lo es porque lo contrario implica contradicción; la tercera, porque hay riguroso encadenamiento causal condicionado por un supuesto dado; la última, porque el acto necesario se deriva de la previa posición de fines. Después de esta breve introducción, creo que podemos entrar de lleno al pensamiento de esta extraordinaria personalidad filosófica-científica que fue Jacques Monod, y para darle el marco contextual adecuado, recordemos que en la época anterior a la constitución de la biología como una ciencia independiente, su relación con la filosofía había sido tan estrecha que se podía llegar a afirmar que la investigación biológica constituía una parte de la investigación filosófica. Para Aristóteles –una vez más recurrimos al Estagirita– la investigación biológica era parte de la investigación física, la 86
cual, a su vez, se basaba primeramente en un análisis conceptual. No obstante, este filósofo apuntaba ya un principio de separación fundado en el carácter básicamente descriptivo o experimental de la investigación biológica. Lo que no significa que la historia de la biología pueda describirse como el paso sucesivo y progresivo de lo especulativo a lo experimental, porque avances y retrocesos aparte, aún constituida como “ciencia independiente”, la biología no se ha convertido pura y simplemente en una “ciencia experimental”, toda vez que la parte teórica de ella ha sido siempre considerable. Desde el momento en que la biología fue aceptada como una ciencia, y por lo tanto, desenvolviéndose fuera del marco de la filosofía, se planteó sin embargo el problema de la relación entre ambas disciplinas, con múltiples posiciones y consideraciones, dependientes del enfoque de las tendencias personales y especialización de los distintos filósofos y biólogos. Esto sólo podía haber resultado suficiente estímulo para despertar el interés o la curiosidad sobre un libro de Jacques Monod, titulado El azar y la necesidad. Ensayo acerca de la filosofía natural de la biología moderna, si no hubiera bastado la alta jerarquía científica de su autor y el atractivo título de la obra. Pero inexplicablemente, tanto la edición francesa (Le hasard et la nécessité) como la española nunca tuvieron en nuestro medio la repercusión merecida. Por eso, a pesar del tiempo ya transcurrido desde su publicación, nos ocuparemos hoy de dicha obra. Para Monod, la biología ocupa, entre las ciencias, un lugar a la vez marginal y central. Marginal, en cuanto el mundo viviente no constituye más que una parte ínfima muy especial del Universo conocido, de tal manera que el estudio de los seres vivos no parecería poder lograr jamás la revelación de unas leyes generales, aplicables fuera de la biosfera. Pero agrega que si la ambición última de la ciencia entera es fundamentalmente, dilucidar la relación del hombre con el Universo, entonces es justo reconocer a la biología un lugar central puesto que es, entre todas las disciplinas, la que intenta ir más directamente al centro de los problemas que hay que resolver antes de poder proponer el de la “naturaleza humana”, en términos que no sean metafísicos. Por ello, la biología es para el hombre la más significativa de las ciencias, y la que ha contribuido ya, más que ninguna otra, a la formación del pensamiento moderno, profundamente trastornado y definitivamente marcado en todos los terrenos: filosófico, religioso y político, por el advenimiento de la 87
teoría de la Evolución, nueva y sorpresivamente puesta en cuestión por parte de ciertos sectores neoconservadores en los Estados Unidos. No obstante, mientras no se elaborara una teoría física de la herencia, la de la Evolución permanecía como suspendida, y la esperanza de lograrla rápidamente parecía una quimera hace cincuenta años, a pesar de los éxitos de la genética clásica. Sin embargo, éste fue el aporte de la teoría molecular del código genético, que entendida en sentido amplio, constituyó la base fundamental de la biología. Pero manteniéndonos dentro de los límites del libro de Monod, sin avanzar hasta los logros de nuestros días, podemos decir que aquel aporte no significaba que las estructuras y funciones complejas de los organismos podían ser deducidas desde dicha teoría, y ni siquiera analizables directamente en escala molecular. Pero aun no pudiendo la teoría molecular del código predecir y resolver toda la biosfera, constituía desde entonces, una teoría general de los sistemas vivientes. Además, en el conocimiento científico anterior a la biología molecular no había nada parecido, y el “secreto de la vida” podía entonces parecer inaccesible en su mismo principio. Ya para entonces, según Monod, quedó en gran parte develado, y tal importante acontecimiento debería influir enormemente en el pensamiento contemporáneo, desde el momento en que la significación general y el alcance de la teoría fuesen comprendidos y apreciados más allá del círculo de los especialistas puros. Más adelante, Monod aceptaba como postulado, base del método científico, que la Naturaleza es objetiva y no proyectista. Y de inmediato señaló las perspectivas más generales que caracterizan a los seres vivos y que los distinguen del resto del universo: a) Teleonomía (persecución de un fin) b) Morfogénesis autónoma (conjunto de caracteres) c) Invariancia reproductiva (reproducción de los caracteres de un ser a otro). Afirmaba luego que, de la misma manera que las propiedades teleonómicas de los seres vivos parecen someter a discusión uno de los postulados de base de la teoría moderna del conocimiento, toda concepción del mundo: filosófica, religiosa, científica, supone necesariamente una 88
solución, implícita o no, de este problema. Y que toda solución a su vez, no importando cual fuese su motivación, implicaba de manera igualmente inevitable una hipótesis en cuanto a la prioridad causal y temporal de dos de las propiedades características de los seres vivientes (invariancia y teleonomía), la una respecto de la otra. Anticipando desde ya que a los ojos de la ciencia moderna la invariancia precedía necesariamente a la teleonomía, en contra de todas las demás concepciones que suponían la hipótesis inversa. De esta concepción se pudo adoptar una clasificación según la naturaleza y extensión del principio teleonómico que les correspodiera, en teorías vitalistas y teorías animistas. De todos modos, señaló más adelante Monod, fue preciso esperar la segunda mitad del siglo XIX, para que el nuevo espejismo antropocentrista incluido en la teoría de la Evolución se desvaneciese, pudiendo sólo entonces afirmarse que una teoría universal, por completos que fueran sus éxitos en todos sus puntos, no podía contener nunca a la biosfera, a su estructura, a su evolución, como fenómenos deducibles de los primeros principios. Es que para Monod, la biosfera no contiene una clase previsible de objetos o fenómenos, sino que constituye un acontecimiento particular, compatible seguramente con los primeros principios, pero no deducible de ellos. Por lo tanto, esencialmente imprevisible. Pero cuando se afirma que los seres vivos, en cuanto clase, no son previsibles a partir de los principios, Monod no pretende de ningún modo sugerir que no sean explicables según esos mismos principios, que en cierto modo trascienden, y que otros principios sólo aplicables a ellos deberían ser invocados. Para él, la biosfera es imprevisible en el mismo grado que lo es la configuración particular de los átomos que constituyen un guijarro. Y nadie reprocharía a una teoría universal el no afirmar y prever la existencia de tal configuración particular de átomos. Bastaría que el guijarro fuese compatible con la teoría, a que como objeto, según la misma teoría, no tendría el deber de existir pero sí el derecho. Claro está que lo que resulta suficiente tratándose de un guijarro, no resulta totalmente satisfactorio cuando pasamos al hombre porque, como dice Monod: “Nosotros nos creemos necesarios, inevitables, ordenados desde siempre. Todas las religiones, casi todas las filosofías, una parte de las ciencias, atestiguan el incansable, heroico esfuerzo de la humanidad para negar desesperadamente su propia contingencia”. 89
Más adelante recuerda el autor que desde su nacimiento en las islas Jónicas, hace cerca de tres mil años, el pensamiento occidental se ha repartido en dos actitudes en apariencia opuestas. Según una de esas filosofías, la realidad auténtica y última del Universo no puede residir más que en formas perfectamente inmutables, invariantes por esencia. Según la otra, el contrario, es en el movimiento y la evolución donde reside la única realidad del Universo. Pero estas epistemologías metafísicas han estado siempre –según Monod– íntimamente asociadas a las ideas morales y políticas de sus autores. Verdaderos edificios ideológicos, presentados como a priori, eran en realidad construcciones a posteriori destinadas a justificar una teoría ético-política preconcebida. En cambio, para la ciencia, el único a priori, es el postulado de objetividad, que le prohíbe tomar parte en tal debate. La ciencia, al estudiar la evolución del Universo o de los sistemas que contiene, como el de la biosfera, comprendido el hombre, ha advertido que todo fenómeno, todo acontecimiento, todo conocimiento, implica interacciones, por sí mismas generadoras de modificaciones en los componentes del sistema. Noción ésta que, sin embargo, no es de ningún modo incompatible con la idea que existe de las entidades inmutables en la estructura del Universo. Más bien al contrario –agrega Monod– la estrategia fundamental de la ciencia en el análisis de los fenómenos, es el descubrimiento de los invariantes. Toda ley física, como además todo desarrollo matemático, especifica una relación de invariancia, y las proposiciones más fundamentales de la ciencia son postulados universales de conservación. No obstante, la permanencia de diversidad de tipos hacía preciso reconocer entonces numerosos planes de organizaciones macrocóspicas que, radicalmente diferentes unos de otros, coexistían en la biósfera. Pero el descubrimiento de la célula y la teoría celular permitieron entrever una nueva unidad bajo esta diversidad. Sin embargo, fue menester esperar los avances de la bioquímica en el curso del segundo cuarto del siglo XX, para que se revelara de manera total la profunda y rigurosa unidad en escala microscópica de todo el mundo viviente. Gracias a ello se sabe hoy que desde la bacteria al hombre, la maquinaria es esencialmente la misma. De algún modo podría entonces parecer que, por su misma estructura, el sistema debe oponerse a todo cambio, a toda evolución, y nadie duda de que no sea exactamente así, siendo ésta la explicación de un hecho en verdad más pa90
radójico que la misma evolución, a saber: la prodigiosa estabilidad de ciertas especies, que han sabido reproducirse sin modificación apreciable desde hace centenas de millones de años. “Pero sin embargo –señala Monod – la física nos enseña que (salvo en el cero absoluto, límite inaccesible) toda entidad macroscópica puede sufrir perturbaciones de orden cuántico, cuya acumulación, en el seno de un sistema macroscópico, alterará la estructura en forma gradual pero infalible”. De todos modos, estas alteraciones son accidentales, tienen lugar al azar. Y ya que constituyen la única fuente posible de modificaciones del texto genético, único depositario a su vez de las estructuras hereditarias del organismo, se deduce necesariamente que sólo el azar está en el origen de toda novedad, de toda creación en la biosfera. El puro azar, el único azar, libertad absoluta pero ciega, en la raíz misma del prodigioso edificio de la evolución, enfatiza Monod, para concluir que esta noción resulta intuitivamente inaceptable para los seres intensamente teleonómicos que somos nosotros, porque destruye todo antropocentrismo. Ahora bien, por un lado sabemos que los acontecimientos elementales iniciales que abren la vía de la evolución a esos sistemas intensamente conservadores que son los seres vivos, son microscópicos, fortuitos y sin ninguna relación con los efectos que puedan entrañar en el funcionamiento teleonómico. Por otro, que una vez inscripto en la estructura, el accidente singular, y como tal esencialmente imprevisible, va a ser mecánica y fielmente replicado y traducido, es decir, multiplicado y transpuesto a millones o a miles de millones de ejemplares: “Sacado del reino del puro azar, entra en el de la necesidad de las certidumbres más implacables”, concluye Monod. Finaliza su obra con una enfática defensa del postulado de objetividad científica frente a las tendencias vitalistas y animistas. Y afirma que aceptar dicho postulado es enunciar la proposición de base de una ética: la ética del conocimiento. Ética sobre la cual “podría ser edificado un verdadero socialismo”, al que califica de gran sueño del siglo XIX traicionado, y en cuyo nombre –dice– se han cometido muchos crímenes. Después de una violenta crítica al materialismo histórico y al dialéctico, afirma Monod que la fuente de verdad y la inscripción de un humanismo socialista realmente científico sólo puede ser hallada en las fuentes de la misma ciencia, en la ética que funda el conocimiento. Luego, con más realismo científico y sensatez, expresa: “Esto es quizá una utopía”. Y cierra su obra con la siguien91
te reflexión: “… el hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar. Igual que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte. Puede escoger entre el Reino y las tinieblas”. Evidentemente, el libro de Monod constituye una verdadera invitación a la polémica que en nuestro país no se dio. Tal vez, más por falta de filósofos que de biólogos. (publicado en “Clases Magistrales” de la revista Noticias el 15 de marzo de 2008)
DEL DIARIO DE ADOLFO BIOY CASARES BORGES (Ed. Destino, edición a cargo de Daniel Martino, 1663 páginas) Página 938: Domingo, 11 de agosto de 1963 “(…) Comida en El Malambo, con Borges y otros, en honor de Pique Tedín Uriburu. A mi derecha tengo a un tal Albino Gómez, de quien María Esther Vázquez (a mi izquierda, manos coloradas) me dijo: ‘es un poeta. Fue seminarista y abandonó el seminario para casarse con su mujer, ¡es tan linda!* Los otros días me dio una acepción teológica de la palabra palabra, ¡tan pura!’ Converso un rato con Gómez, quien resulta ser el autor de todos los discursos de Frondizi, en su último año de gobierno…” Nota:* información totalmente errónea, ya que nunca fui seminarista Página 952: Viernes, 27 de septiembre “(…) Come en casa Borges (…) leemos poemas (…) También creo reconocer a ese Albino Gómez, secretario de Frondizi, que tuve a mi lado en la comida a Tedín Uriburu (…) me dijo que había escrito una letra de tango para Piazzolla: aquí hay una letra de tango para Piazzolla…” ¡Qué personaje Bioy!.. Digo yo, ¿no?
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DE MI AMIGO HORACIO SALAS “Hace algunos meses, en un diálogo público que mantuvimos con Albino, recordamos que nos conocemos desde hace más de cincuenta años cuando todavía no había nacido casi ninguna de las mujeres que uno mira pasar por la vereda de la Biela haciéndose el distraído. El era amigo de un primo, mayor que yo, al que admiraba con fervor infantil. Estudiaban derecho y pocas cosas me daban más satisfacción que escucharlos hablar; me reía de sus chistes como si los entendiera. Entonces ellos caían en la cuenta de que yo estaba en un rincón del escritorio, y me sacaban zumbando. Para que me hicieran caso los perseguía con una cámara Kodak de cajón, como una suerte de papparazzi doméstico, y ahí sí lograba su atención para que los retratara sonrientes, en pose y con la Facultad como fondo. Años después, cuando las diferencias de edad ya estaban superadas y yo acababa de casarme, coincidimos en el mismo edificio de la avenida Santa Fe 2245. Desde esos días nuestra amistad se anudó para siempre, fruto de nuestras afinidades ahora subrayadas por la vecindad. Por lo general, al volver a su casa en el piso trece, Albino pasaba por la mía, nos contaba un chiste desde la puerta y seguía viaje. Otros días me invitaba a escuchar música en tugurios neblinosos. Compinchismo que –supongo que a él también– provocó más de una bronca conyugal. Todavía conservo sus cartas desde diferentes destinos, en las que siempre se quejaba de que las ciudades en las que vivía tuvieran la mala idea de no ser Buenos aires, ni contaran con boliches donde escuchar el bandoneón de Astor contra la madrugada, como hacíamos por estos lares. En una de esas vueltas de la vida, a fines de agosto de 1973, yo debía dar una conferencia en la Universidad; él era ministro en la embajada en Santiago, y compartí sus angustias por las horas que, resultaba evidente, se avecinaban para Chile. Antes habíamos estado juntos en su primer aterrizaje en Canal 7, donde Albino pudo transformar una programación anodina en un proyecto cultural y artístico que no fue superado desde entonces, donde había de todo: imaginación, talento, rigor y buen gusto. En casi todos los libros de su nutrida bibliografía, mi nombre aparece de una manera u otra: en prólogos o contratapas, y hasta como personaje, tanto que he llegado a pensar que para él incluirme es casi una cábala. Por lo 93
tanto, no puede haberle extrañado a nadie que mi último libro le esté dedicado: ‘por tantos años de amistad y porteñismo compartido’. Hemos soñado juntos, nos hemos recomendado autores, nos hemos indignado al unísono, nos hemos reído hasta las lágrimas, nos hemos bancado nuestros altibajos anímicos, nuestras confesiones sentimentales, nuestras alegrías y nuestras angustias; es difícil que pasen más de dos semanas sin comunicarnos aunque sea por teléfono, y cuando Albino ha estado fuera del país hemos gastado resmas de correspondencia. Podría agregar que es uno de los tipos más argentinos que conozco y que por lo tanto sufre el país como pocos. Y mucho más, claro. Pero seguramente (aunque en forma homeopática) todo esto ha dibujado el perfil de una amistad sin caídas, una amistad que me permite enorgullecerme, porque yo sí puedo decir como el viejo chiste: ¡no tenés amigo, Horacito!” (2001)
DIARIO DE UNA EXITOSA GESTIÓN ANTE EL FMI La negociación de Bruno Quijano, en 1972, con el gobierno de Nixon El 2 de febrero de 1972, el ministro de Justicia Ismael Bruno Quijano viajó a Washington por disposición del presidente Alejandro Lanusse con la misión de destrabar varias gestiones ante los organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, más la banca privada, además del otorgamiento de un crédito por parte del Fondo por la suma de mil millones de dólares de entonces, ya que tales gestiones no habían tenido hasta el momento éxito alguno. Con buen criterio, Lanusse comprendió que agotadas las gestiones económicas había que intentar la vía política, por lo cual designó a quien consideraba el operador más adecuado para el caso. Yo, en ese entonces consejero del Servicio Exterior, era parte del gabinete del canciller Luis María de Pablo Pardo, como asesor de prensa, pero atendiendo a un especial pedido de Bruno Quijano había sido incorporado temporalmente como asesor a su propio gabinete, lo que me permitió, en tal carácter, ser su único acompañante en dicha misión.
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Dadas las dificultades que hemos venido teniendo en las negociaciones con el FMI, más allá de las diferencias que median entre la situación económica de 1972 y la actual, no deja de ser instructivo describir una gestión de tal naturaleza porque con ella queda demostrado que es insoslayable –como prioridad absoluta– plantear ante el gobierno de Estados Unidos los fundamentos políticos de la negociación que se esté llevando adelante con los organismos de crédito, ya que es absurdo tratar de ignorar el grado de influencia de ese país en sus decisiones. Por eso me voy a permitir resumidamente describir todos los pasos de lo que fue aquella gestión. Jueves 3 de febrero, a las 17 El ministro Bruno Quijano se entrevistó con el subsecretario de Asuntos Hemisféricos Charles Meyer, en compañía del embajador Carlos Muñiz, que llevaba muy poco tiempo en Washington, lo que motivó que Lanusse, para evitar su desgaste apenas iniciada su misión, no lo hiciera jugar en este asunto un papel principal. Meyer recibió a Bruno Quijano con singular cortesía, recordando con afecto Buenos Aires. Por su parte, de modo claro, categórico y enérgico, Bruno Quijano le manifestó en tono de formal protesta el desagrado del gobierno argentino por la demora de la Casa Blanca en responder a un pedido de comunicación telefónica entre los presidentes Lanusse y Nixon. Seguidamente, y a modo de contraste, Bruno Quijano hizo referencia a la inmediata atención por parte de Lanusse al pedido de Nixon para que la Argentina acompañara con su voto en la ONU la posición norteamericana en el problema de China. Sin solución de continuidad, Bruno Quijano enmarcó la conversación en el tema de fondo, que era confirmar el proceso de institucionalización del país. Ya dentro de ese contexto, y sin más, Bruno Quijano solicitó el urgente apoyo de los funcionarios norteamericanos ante los organismos de crédito y también ante la banca privada para que facilitaran las gestiones comenzadas sin éxito por el presidente del Banco Central Carlos Brignone. Este ya le había hecho saber a Bruno Quijano que los norteamericanos se oponían al paquete de medidas económicas adoptadas por el gobierno argentino y que, además, no auspiciaban el plan de créditos solicitados. Meyer prometió tomar personal e inmediata intervención, expresando sus disculpas en forma amplia. Aun así, 95
Bruno Quijano decidió recurrir a todos los medios a su alcance con el fin de sacudir la burocracia del Departamento de Estado. Fue entonces cuando yo le aconsejé que tomáramos contacto con nuestro amigo Alejandro Orfila, que vivía en Washington, por su predicamento en los círculos de poder. La respuesta de Orfila fue inmediata, y su colaboración, amplísima, generosa y eficaz. Viernes 4 de febrero, a las 11 A esa hora, Bruno Quijano se entrevistó con el secretario de Justicia John Mitchell. Allí, nuestro ministro desarrolló el esquema político para institucionalizar el país. Asimismo, le entregó copia del decreto que creaba una comisión encargada de planificar la lucha contra las drogas y le adelantó que estábamos estudiando una ley federal de represión en la materia, similar a la de Estados Unidos Como Mitchell, además de amigo personal de Nixon, fue el manager de su campaña presidencial y pensaba renunciar prontamente a sus funciones para encargarse de la polémica campaña de reelección, Bruno Quijano decidió ahondar en el tema del esquema político y le manifestó la preocupación de que hasta ese momento no se hubiera evidenciado la buena voluntad del gobierno norteamericano hacia la Argentina, ni el cumplimiento de lo expresado en las conversaciones por él mantenidas en septiembre de 1971 con Henry Kissinger, que le había prometido la más amplia ayuda. Mitchell reaccionó de inmediato y le manifestó que enseguida se comunicaría con Nixon. Poco rato después se recibió en nuestra embajada la confirmación de que la postergada llamada de los presidentes quedaba concertada para el lunes, a las 15. Ese viernes, a pedido del presidente del Eximbank Henry Kearns, Bruno Quijano lo visitó. Kearns manifestó su preocupación por la suerte que correrían los créditos del Eximbank contra Swift. Por su parte, Bruno Quijano le garantizó a Kearns que no estaba dentro de la política del gobierno la idea de estatizar empresas. Kearns se mostró satisfecho y ofreció firmar un convenio por 100 millones de dólares esa misma tarde. Y ese mismo viernes a última hora se le informó a Brignone, todavía en Nueva York, que el Fondo Monetario había otorgado “luz verde” a las negociaciones con el apoyo de los representantes norteamericanos ante ese organismo. Ya en ese momento se advertía que los mecanismos de decisión del gobierno norteamericano habían comenzado a funcionar nuestro favor. 96
Lunes 7 de febrero, a las 17.30 Gracias a la gestión de Orfila y de su amigo William Safire, Bruno Quijano se entrevistó con Kissinger, que le pidió disculpas por la demora en fijar la audiencia y justificó tal hecho en razón de estar abrumado de trabajo por el viaje de Nixon a China. La reunión fue extremadamente cordial, como deseando disimular la postergación. Bruno Quijano le agradeció el apoyo que ya había comenzado a prestarse por parte de su gobierno y le reiteró la voluntad de proseguir con el proceso de institucionalización democrática que le había explicado en septiembre. También le solicitó su apoyo ante los bancos privados, a lo cual Kissinger contestó que de inmediato se pondría en contacto con el secretario del Tesoro, John Connally, para que se brindara el apoyo solicitado (éste era el gobernador texano que acompañaba a Kennedy cuando se produjo su asesinato). El mismo día, Bruno Quijano consideró conveniente tomar contacto personalmente con Connally, con el fin de instar al Departamento del Tesoro a apoyar a la misión de nuestro país. Martes 8 de febrero Por la mañana, Bruno Quijano habló por teléfono con el First National City Bank para concertar con su directorio una reunión en Nueva York. Entonces se le informó que, el lunes por la noche, Connally ya había hablado por teléfono con David Rockefeller, presidente del Chase Manhattan Bank, para solicitar su apoyo a la gestión argentina. Es decir que Kissinger ya se había manifestado y que los niveles de decisión del gobierno norteamericano habían entrado a funcionar en forma rápida y eficaz. Miércoles 9 de febrero La entrevista con Connally tuvo un tono marcadamente cordial. En primer lugar, Bruno Quijano le agradeció su apoyo haciéndole conocer que sabía de su gestión ante Rockefeller. Y luego le aseguró a él también la decisión argentina de hacer efectivo el proceso de institucionalización democrática. Después de escucharlo con atención, Connally le expresó su preocupación por la posible peronización de este proceso y por la gravitación de Perón en el mismo. Al respecto, Bruno Quijano le dijo que no había peligro de que ello ocurriera (!) pues el gobierno estaba 97
tomando los recaudos necesarios para evitarlo (gestiones ante Francisco Franco). De inmediato, Connally contó que el día anterior había estado conversando con Nixon sobre la Argentina, recordando la estupenda situación económica de nuestro país hasta la Segunda Guerra Mundial y la dificultad de entender qué había ocurrido luego para que la Argentina se paralizara en su progreso y dejara de crecer con el ritmo que todos esperaban de ella. Connally seguidamente manifestó su confianza, como también la del presidente Nixon, de que la Argentina lograse todos los objetivos expuestos, no sólo por su propio bien sino, además en beneficio de América latina e incluso de los Estados Unidos. Luego, la conversación cobró un tono muy afectuoso por la expresión de Connally acerca de sus sentimientos por la Argentina, como hombre de campo y ganadero. Tras una semana de conversaciones, las gestiones finalizaban satisfactoriamente. Ya en Nueva York, terminadas todas las entrevistas, Bruno Quijano recibió en el Metropolitan Club un llamado de Aristóteles Onassis, de quien era abogado, para invitarlo a su isla Skorpios, poniendo para ello un avión a su disposición, pero nuestro ministro agradeció y declinó la invitación porque quería volver inmediatamente a Buenos Aires y comunicar personalmente a Lanusse el éxito de su misión. (Yo le había renovado el pasaporte argentino a Aristóteles Onassis en nuestro Consulado en Atenas, pero me perdí esa oportunidad de reencontrarlo y nada menos que en Skorpios…) Sin embargo, un bon vivant como era Cachilo Quijano, era capaz de postergar el hedonismo por la responsabilidad política.
DOS CONTRATAPAS PARA SENDOS LIBROS DE RICARDO NOSEDA Ricardo Noseda, abogado, empresario y notable melómano, ya no está lamentablemente entre nosotros, y de seguir aquí, este presente nacional le habría resultado muy doloroso, tal vez insoportable. Cuando publicó en la década del 70, a través de la Editorial Troquel, Los decretos de Altamarca, me pidió que le hiciera una breve nota para la contratapa: 98
“Altamarca no es un país imaginario. Es el país imaginado”. Así comienza este libro que, aunque de decretos y no de horas como el de Rilke, puede ser considerado poético. Tiempo atrás, Noseda había incursionado en el tema de la Revolución a través de un ortodoxo ensayo político titulado precisamente Tema para una revolución. Ahora –tal vez por fatal realismo– ha preferido tratar la misma materia apelando a la alegoría satírica, pero el género no logra disimular el profundo sentido ético-político del autor, ni el humor el drama histórico de una comunidad nacional. La Revolución de Altamarca no pretende cambiar sistemas o estructuras, económicas o políticas, sino rehabilitar al hombre como autor y destinatario de la empresa común. Se propone organizar la sociedad política a imagen y semejanza de seres ante todo ávidos de ética y de virtudes. Por eso el nuevo Gobierno de Altamarca empieza por restablecer el orden moral. Y olvidándose por un tiempo de las cosas, centra la mira y el esfuerzo en el hombre, suponiendo que él se encargará luego de hacer lo que haya que hacer y cambiar lo que haya que cambiar. La síntesis de lo ocurrido en Altamarca es que después de mirar las cosas como eran, el país decide reorganizarse conforme a la realidad y abandonar toda mistificación y falsedad. Todo ello, expresado con prosa literaria y legisltiva de la mejor factura. Sólo resta agradecer –habida cuenta la contundencia crítica de Ricardo Noseda– la buena suerte de poder ser sus lectores y no correr el riesgo de resultar leídos y juzgados por él. ALBINO GÓMEZ Para Los figurones, editado por Troquel en 1981, escribí: “Este libro de Ricardo Noseda estaba prefigurado en Los decretos de Altamarca, ya que Los figurones, que ahora toma la forma de una novela policial, era uno de los decretos de aquel libro. Pero tanto Los decretos de Altamarca como esta nueva obra de ‘ficción’, son alegorías a las que Ricardo Noseda apela para expresar con lucidez y humor su angustia y su dolor por nuestro país. Algunas breves y fragmentarias transcripciones serán más que suficientes como para interesar a cualquier potencial e inteligente lector: 99
‘… La sociedad argentina se deshace desde hace largo tiempo en una anemia perniciosa que le carcome las fibras y las fuerzas. No es ninguna crisis en particular, económica, política o incluso ética. Es el desfallecimiento progresivo de la mente, del ánimo y del alma nacional. Es la desvalorización y el desdén por la inteligencia… Es la quiebra general de las virtudes, desde las que infunden la moral hasta las que nutren la economía…’ ‘…Un gran país sin armas puede más que un montón de armas sin país…’ ‘…Un país puede estar bien o mal. Pero para estar hay que ser; y para ser hay que querer ser. Y lo que pasa es que la Argentina no quiere existir como nación…’ ‘…Una comunidad que se disuelve antes de haber llegado a constituir una sociedad política…’ ‘… ¡Yo, argentino!, para decir: Yo no tengo nada que ver, no soy nadie. ¿A usted no le dice nada?...’ En esta sociedad sin heroísmo ni santidad, los figurones intentan con buen éxito –según Noseda– erigirse en los sucesores de los santos y de los héroes, pero para ello hay que contar con muchas complicidades, individuales y colectivas, institucionales y estamentales, que se dan en forma directamente proporcional a la carencia de cohesión y fuerza moral de una sociedad, y a la consecuente vulnerabilidad de una nación. En un país como el nuestro, donde ‘parecer’ es más importante que ‘ser’, y cuyos habitantes se preocupan –en general– individual y socialmente más por la imagen que reflejan que por la realidad que son, obviamente, ‘los figurones’ tienen todo a su favor para triunfar. Este es un libro que Leonardo Castellani y Leopoldo Marechal habrían leído, seguramente con esperanza y con fruición.” ALBINO GÓMEZ, noviembre de 1981
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DOS DOCUMENTOS –UNA CARTA Y UNA NOTA OFICIAL– CON MOTIVO DE UNA POLÉMICA CON LA REVISTA TIME DE LOS EE.UU. Sociedad Argentina de Escritores México 524 Buenos Aires, Argentina Teléfono: 34-9009 Buenos Aires, 11 de julio de 1967 Señor Dn Albino Gómez Primer Secretario de la Embajada Argentina Asuntos Culturales y de Prensa Embajada Argentina –WASHINGTON D.C. U.S.A. De nuestra consideración: La Comisión Directiva de la S.A.D.E. tomó conocimiento, en su última reunión, por nuestra Secretaría, del informe enviado por usted a propósito del inoportuno comentario de Time Magazine acerca de la inexistencia de una literatura argentina. En nombre de nuestros compañeros de Comisión y en el mío propio quiero hacerle llegar nuestras más cordiales felicitaciones. El interés que usted ha demostrado en la defensa del nombre de nuestros escritores y para el mejor conocimiento de su labor, no siempre apreciada con justicia, lo honra como funcionario y demuestra su fina sensibilidad y su muy firme intención de defender, ante quien corresponda, los derechos de nuestros escritores, que es como decir los derechos del pensamiento argentino. Por todo esto nos ha alegrado mucho conocer tanto el feliz resultado de la polémica –nuestras más entusiastas felicitaciones por ello– como el denodado empeño que puso usted en su gestión de esclarecimiento. Le enviamos un cordial apretón de manos María Angélica Bosco Secretaria Córdova Iturburu Presidente
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Washington D.C., Mayo 15 de 1967 OBJETO: informar s/ publicación de la revista Time sobre literatura Argentina. R.E. 462 Nº Fojas: 1 Nº Anexos: 4 A S.E. el Señor Ministro de Relaciones Exteriores y Culto Doctor Nicanor Costa Méndez Buenos Aires Señor Ministro: Tengo el honor de dirigirme a Vuestra Excelencia acompañando, para su conocimiento, fotocopias de las cartas intercambiadas entre el Primer Secretario de esta Representación Diplomática, Don Albino A. Gómez, a cargo del Departamento Cultural y de la Oficina de Prensa y el Semanario Time de la ciudad de New York, a raíz de que la mencionada publicación afirmó en un artículo “la inexistencia de una verdadera literatura argentina”. La polémica originada por tal afirmación ha finalizado con las disculpas del semanario por el tratamiento superficial que diera al tema y prometiendo no incurrir en el mismo error en el futuro. Me parece destacar al Señor Ministro los términos de esta amplia rectificación, insólita en una revista de la importancia y jerarquía de Time. Saludo a Vuestra Excelencia con mi más alta y distinguida consideración. Álvaro C. Alsogaray Embajador
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DOS RECUERDOS DE MI QUERIDO AMIGO CÉSAR TIEMPO El primer recuerdo tiene que ver con el tiempo en que yo dirigía el Suplemento “Cultura y Nación” del diario Clarín, y se refiere a que por razones de espacio le pidiera que cortara algo de su nota, con todo el pesar que implica pedir eso o que a uno se lo pidan. Y lo sé bien porque hasta hoy vengo padeciendo esos pedidos, no hechos por mí sino a mí dirigidos. Viernes 21 Caro Albino! Corté treinta líneas. No tengo vocación de Finochietto. Si te parece insuficiente, metéle bisturí por tu cuenta. Aunque no se puede ser mezquino recordando a un maestro de las dimensiones de Henríquez Ureña. (El domingo próximo Juan Carlos Ghiano va a hablar de él en La Nación). Pienso, por otra parte, que esta nota fue tipeada en la Olivetti, que tiene las letras y los espacios mayores que los de la Hermes en la que escribo habitualmente. (Como ves tengo dos máquinas aunque no puedo teclear con las dos manos al mismo tiempo. Necesitaría tener las manos repetidas.) Arranqué del libro que le dedicó Sábato las ilustraciones que te disparo. Una de ellas es preciosa. Ojalá pueda reproducirse claramente! ¿Podrías hacerme el favor de publicar en la edición del jueves 27 la noticia del acto de homenaje que me programaron en la Hebraica? Te adjunto la información y me emocionaría verte. No cualquiera alcanza la edad del Banco de Galicia en una ciudad truculenta como la nuestra. No dejes de ser feliz. Un gran abrazo, con el viejo afecto que no envejece CÉSAR TIEMPO Ésta es anterior, cuando todavía no nos tuteábamos, antes de convertirnos en amigos, y está fechada así: 19/9/70, otra vez aquí. Albínísimo: Pocas veces un libro me dejó una impresión de profundidad, de genialidad, de poesía, de ternura, de calor 103
humano, de humor como Albinísimas. Es un libro de los que se releen; al menos yo ya lo he hecho y pienso seguir haciéndolo. Releo a pocos: Macedonio, Jules Renard y espaciadamente, a Jean Giono. Lecturas que hacen feliz, ayudan y nos dejan ese regusto agridulce de todo lo que pudimos decir y no dijimos porque no supimos o no nos atrevimos o no fuimos capaces de decirlo. Usted lo hizo por todos nosotros y, casi jugando, escribió un libro para siempre. Las obras que todo el mundo admira son aquellas que nadie examina. Quiero tener el privilegio de ser uno de sus admiradores después de haberlo leído como lo leí, antes de que su nombre empiece a correr por ahí como va a correr. Ya hablaré de su libro en cuanto pueda y me dejen. Entretanto reciba mis enhorabuenas, que no valen gran cosa, pero son bien sinceras. CÉSAR TIEMPO Y realmente lo hizo, con una enorme generosidad, que excedía cualquier valor o mérito de lo que yo había hecho
EL DÍA QUE FUE ELEGIDO UN TAL JUAN PABLO II Treinta años atrás, los cardenales reunidos en el Vaticano designaron como nuevo Papa a un cardenal polaco de 58 años, atlético y joven, que no figuraba en los cálculos del público ni de muchos periodistas especializados. Desde el comienzo, Karol Wojtyla mostró a qué venía: le dio a la Iglesia una nueva dirección y la colocó en el centro de la política mundial, contribuyendo en forma decisiva a la derrota del comunismo. Pero también criticó al “capitalismo salvaje”. Hace treinta años, el 16 de octubre de 1978, el júbilo estallaba en la Plaza de San Pedro: la Iglesia Católica tenía un nuevo Papa, el Cardenal polaco, Karol Wojtyla, sucesor del Cardenal italiano Albino Luciani, cuyo breve reinado bajo el nombre de Juan Pablo I había finalizado con su inesperada muerte el día 28 de septiembre. Con la elección de Juan Pablo II, la Iglesia, después de 455 años tenía un Papa no italiano. Y el pueblo de Roma, tras la sorpresa inicial, ovacionaba al nuevo Pontífice que lo saludaba en correcto italiano, demostrando que no tenía necesidad de intermediarios para dialogar con los romanos. 104
El pueblo lo entendió de inmediato, como se entiende a los grandes líderes, brindándole una cálida y jubilosa ovación. Así comenzaba su reinado el Papa Wojtyla, saludando y bendiciendo a más de ciento cincuenta mil personas desde el Balcón de las Bendiciones, mientras le llegaba desde la plaza un coro de gritos vivándolo, y vivando también a Polonia, la patria donde había nacido 58 años atrás. El gobierno comunista de Polonia, que no podía permanecer ajeno a tal elección, de inmediato hacía llegar su mensaje a la Santa Sede, señalando la importancia particular que ella tenía para todos los polacos, por tratarse del hijo de una nación que había vivido el infierno de la Segunda Guerra y asistido a la transformación de su patria por el desarrollo en todos los dominios. Cuando Juan Pablo II sucedió a Juan Pablo I, el Padre Malachi Martín (+ 1999), que fuera asistente de los Papas Juan XXIII y Paulo VI y autor de varias obras, entre otras: “La elección definitiva” e “Informe sobre Roma”, recordó una profecía según la cual, si el nuevo Pontífice llegaba a disfrutar de un normal lapso de vida, obligaría, exitosa y categóricamente, a que se produjeran grandes cambios en la política externa de los Estados Unidos y de la URSS. Y dirigiéndose a los escépticos respecto de tal profecía, decía mientras se desarrollaba la visita de Juan Pablo II a los Estados Unidos en octubre de 1979 –o sea al año de haber comenzado su papado– que algunos estaban comenzando a comprender que desde la época del Papa Julio II (siglo XVI), nunca habían sido el carácter y los métodos de un Papa tan vitalmente importantes para millones de personas, como lo eran ya en ese momento los de Karol Wojtyla. ¿Quién puede hoy dudar del cumplimento de aquella profecía? Al retirarse de la ceremonia oficial de recibimiento de los diplomáticos y dirigentes mundiales que se habían reunido para felicitarlo por su elección, Wojtyla se dirigió a uno de sus asistentes para decirle: “Y ahora, después de haber puesto en movimiento la rueda, me pregunto: ¿cuántos de ellos regresarán a saludarnos?”. Y al Cardenal Wysinski, que lo dejaba, a punto de regresar a Polonia, lo despedía con esta enigmática frase: “Viejo amigo, ruega por mí. Si logro el éxito puede ser que no te vuelva a ver; si fracaso, puede ser que tú no me vuelvas a ver”. Según la profecía recordada por Malachi Martin –también asistente de Juan Pablo II– los próximos diez años iban a ser testigos de profundos cambios dentro de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, y de una nueva forma de la 105
influencia papal a través del mundo. Agregando que el estadounidense medio de esa generación podría muy bien llegar a descubrir que la economía práctica de su vida cotidiana, su posición política y quizá el destino de sus hijos, iban a estar profundamente influidos por lo que ese sacerdote polaco de 58 años de edad, transformado en Juan Pablo II, decidiera e implementara como política papal. El joven Wojtyla Karol Wojtyla no era el sacerdote de tipo complaciente. Provenía de una extracción social, política y humanista que consideraba con desprecio superlativo tanto la llamada Ilustración Europea del siglo XVIII como los adelantos materiales producidos en abundancia por la tecnología de la ciencia moderna, tal como se propagaron por Europa Occidental y en los Estados Unidos. Su medio ambiente cultural no había aceptado nunca las suposiciones sociales del darwinismo ni los principios educacionales derivados de las teorías de Freud. El humanismo secular de Francia, Gran Bretaña y de los Estados Unidos le fue totalmente ajeno. Su personalidad fue forjada, además, en medio de grandes peligros. Sus primeros logros fueron éxitos obtenidos frente a personas a las que él consideraba como enemigas y, bastante realistamente, como personas que podían ser, potencialmente sus verdugos. Estos primeros éxitos fueron llevados a cabo mediante una cuidadosa planificación y mediante maniobras secretas, con un gran riesgo personal. Juan Pablo II estuvo habituado a vivir acompañado por la posibilidad de la traición y de la muerte repentina, situación esta última que casi le aconteció –y no por primera vez– el 13 de mayo de 1981. En la Polonia de antes de la Segunda Guerra Mundial, Karol Wojtyla pertenecía al Odrodzenie (Renacimiento), un movimiento nacional organizado por un profesor de sociología de la Universidad de Lublin llamado Stefan Wyszynski, justamente el amigo a quien Juan Pablo le dirigiera la hermética frase que transcribimos más arriba, y que más tarde llegaría a ser Cardenal y Primado de Polonia. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Wojtyla pasó inmediatamente a la actividad clandestina. A la edad de diecinueve años se hizo miembro del Armia Krajowa (el Ejército de la Patria), una organización de tipo militar de resistencia nacional. Fue mensajero, distribuyó literatura resistente, participó en el canal clandestino que ocultaba a evadidos y les posibilitaba 106
llegar a Occidente. Fue miembro de la unidad que consiguió los detalles técnicos y las piezas materiales de los misiles alemanes V-1 y V-2 que se estaban probando en ese entonces en Polonia, y pasó la información a Londres. Teatro nacionalista Sus actividades estaban centradas alrededor de la formación y mantenimiento del estado de ánimo de grupos de adolescentes para quienes organizó el Teatro Rapsódico; un teatro experimental que tenía fuertes acentos nacionalistas. Durante esa época comenzó sus estudios para el sacerdocio. En 1944, como lo señalan las listas oficiales de los archivos de Varsovia del Ministerio de Relaciones Exteriores, Karol Wojtyla fue puesto en la lista de requeridos por los nazis. El arzobispo de Cracovia, Cardenal Sapieha, lo envió a un escondite donde permaneció, todavía estudiando para sacerdote, hasta el final de la guerra. A lo largo de esos años de guerra, una influencia importante sobre Wojtyla fue la de Jan Tyrowksky, simple sastre de oficio, pero una de esas raras personas que no solamente conocía y comprendía al gran maestro occidental de la oración mística, que es San Juan de la Cruz, sino que él mismo tenía el don de la oración mística. Wojtyla fue ordenado sacerdote en 1946 y luego enviado por el Cardenal Sapieha a Roma donde, en el colegio Angelicum dominicano, elaboró su tesis sobre el problema de la fe en San Juan de la Cruz. Al volver a Cracovia, obtuvo un doctorado en filosofía con una tesis sobre Max Scheler en la Universidad Jageloniana, hecho éste que a partir del comienzo de su Papado impulsó a un buen número de lectores a buscar en las librerías obras de Max Scheler. El sentimiento trágico Pero el interés de Wojtyla por Max Scheler no era tanto porque el filósofo alemán se hubiese hecho católico (después dejó el catolicismo y se convirtió a una especie de panteísmo budista), sino porque hizo filosóficamente lo que San Juan de la Cruz hiciera teológicamente, y una de las conclusiones de Scheler fue subrayar la necesidad de un sentimiento trágico de la vida humana. “Si uno logra sacarle a un hombre el sentimiento de lo trágico y lo hace totalmente dependiente de ser feliz, lo convierte en un esclavo”, decía Scheler. Wojtyla percibió esa conclusión como mucho más sóli107
da y justa que la convicción moderna de que la vida humana debía ser una prosecución de la felicidad. En sus sermones y escritos, Wojtyla dejó en claro que no había esperanzas para mantener la libertad, a menos que el hombre tuviese el sentimiento de lo trágico. Y bajo ese único punto de vista, Wojtyla veía al capitalismo de Occidente tan pernicioso como el comunismo de los soviéticos. En 1967, Wojtyla llegó a ser Cardenal de Cracovia. Allí demostró su hábil esgrima para enfrentarse a los dirigentes comunistas locales y nacionales. Juntamente con el Cardenal Stefan Wyszynski, fue él quien reintegró a los católicos polacos la condición de la comunidad más floreciente en toda la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Por eso, según el padre Malachi Martin, ese mundo que ya entraba en los años ochenta, debía irse acostumbrando a una imagen muy nueva del hombre que acababa de ocupar la silla de San Pedro. En ese entonces Wojtyla gozaba de excelente salud, no era un individuo retraído o silencioso, hablaba varios idiomas muy fluidamente, era un excelente esquiador, podía ofrecer una ejecución muy respetable de guitarra, y se unía alegremente al canto en comunidad cada vez que le se presentaba la oportunidad. Se relacionaba socialmente muy bien, exhibía un profundo sentido del humor, tenía soltura en sus gestos y el flujo natural de la elocuencia. Intelectualmente obstinado en la discusión, era de pensamiento veloz y lo suficientemente joven como para ser ambicioso, aunque también lo suficientemente maduro como para no ser víctima de ilusiones. Política papal En cuanto a los rasgos principales de su propuesta, la política papal sobre cuestiones especiales, Martin expresaba entonces que Juan Pablo II no permitiría sacerdotes casados ni mujeres sacerdotes. Que mantendría la proscripción de la Iglesia en contra de la práctica de la homosexualidad y de la anticoncepción, y que no permitiría desviaciones teológicas y morales, como tampoco la disolución de las grandes devociones ni la solidez original de las enseñanzas dogmáticas y éticas católicas, apostólicas y romanas. Que no habría diálogo ni cooperación política entre marxistas y la fe católica, porque Juan Pablo II no consideraba compatible la estructura política del Estado comunista con el cristianismo. Además, pensaba que el derecho a la propiedad privada era inherente a todo hombre y que también la iniciativa privada era mejor que la intervención socialista. Por ello deseaba que el Estado no tuviese nada que 108
ver con la educación o el comercio en la vida cotidiana de los ciudadanos, excepto en lo que fuera necesario. Lo que sí debía hacer, en cambio, era a través de reglamentaciones, limitar el crecimiento excesivo o superar la debilidad. Sobre la cuestión del dinero, apuntaba Martin, el nuevo Papa tendría una actitud muy diferente a la del pasado pensamiento del Vaticano. Para fines del papado de Paulo VI, la inversión vaticana había estado ligada a las fortunas de la comunidad trilateral, tanto en Europa como en el resto del Mundo. Juan Pablo II pensaba que la forma de capitalismo representada por la comunidad trilateral era fundamentalmente no cristiana y estaba condenada a la extinción, por lo cual, Martin anunciaba que dentro de los próximos cinco años iniciaría una nueva política en lo referido a los dineros del Vaticano. Cosa que evidentemente ocurrió, como casi todos los anuncios de Martin. En una perspectiva más amplia y que afectaba directamente la posición económica y militar de los Estados Unidos, y que asimismo sería también de gran relevancia para todo el hemisferio occidental, la política de Juan Pablo II iba a reflejar el hecho de que el cristianismo, para él, no era un sistema de gobierno y creencia eclesiásticos que estuviese ligado a forma especial alguna de gobierno secular. No porque creyese que el cristianismo pudiera vivir con cualquier forma de gobierno, ya que por ejemplo, no podría coexistir por mucho tiempo con un gobierno activamente comunista, y en tal caso: uno u otro debería ceder. Pero sí pensaba también que la comunidad cristiana debía cesar de prestar su apoyo a una forma de capitalismo que estuviese demostrando ser tan letal para la fe cristiana, a su manera, como lo era el comunismo. Y todo esto iba a constituir un gran cambio en la forma de pensar de la Iglesia bajo el pontificado de Juan Pablo II. Al cumplirse treinta años de la elección del Cardenal Wojtila para comenzar su Papado y de los anticipos tan acertados del padre Malachi Martin, sobre los lineamientos que constituyeron el pensamiento y la acción de Juan Pablo II, ya desaparecidos los dos, creímos oportuno recordar este aniversario como una forma de reconocimiento a quien cerrara para la Iglesia el siglo XX, le abriera sus puertas al siglo XXI, y fuera el providencial mediador en nuestro conflicto con Chile y en la cuestión del Beagle. (publicado en la sección “El Observador” del diario Perfil el 19 de octubre de 2008) 109
EL EMBAJADOR MARIO AMADEO Nació en 1911 y murió en Buenos Aires en 1983. Se había recibido de abogado en la U.B.A., donde más tarde fue profesor de Derecho Internacional Público. Ingresó al Servicio Exterior en 1939. Entre ese año y 1944 fue destinado a las embajadas ante la Santa Sede, Uruguay y Chile; Director de Asuntos Políticos de la Cancillería; Ministro de Relaciones Exteriores y Culto en 1955; Representante Permanente ante la ONU entre 1958 y 1962, donde presidió el Consejo de Seguridad en 1961. También presidió allí la 1ª Comisión –Asuntos Políticos y de Seguridad– de la Asamblea General. Fue embajador en Brasil, Miembro de la Academia Brasileña de Letras, autor de Por una convivencia internacional, Ayer, hoy y mañana, Política Internacional, Manual de política internacional y Dante siempre. Dirigió la Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales entre 1938 y 1942; escribió numerosos artículos sobre política internacional en diarios y revistas. Fue fundador y presidente del “Ateneo de la República”, hablaba con total fluidez francés, italiano e inglés. Inevitable recordarlo con admiración y afecto. Nunca supe hasta leer algunas líneas que voy a transcribir que él sabía que yo lo imitaba contando anécdotas vinculadas a su actuación como embajador ante las Naciones Unidas. Una actuación por cierto extraordinaria desde el punto de vista del oficio diplomático, sólo comparable a la que años antes había cumplido allí el doctor José Arce, a quien transcurridos veinte años de su actuación todavía se lo recordaba. Las intervenciones del embajador Amadeo eran perfectas y la prensa de televisión y radio acreditada en Naciones Unidas siempre requería su presencia en los estudios de grabación, no sólo por la diversidad de idiomas que dominaba, sino también por su capacidad de condensar el discurso de veinte o más minutos que acabara de pronunciar en alguna de las sesiones de la Organización a los cinco o tres minutos requeridos por el medio. Trabajar con él fue para mí una riquísima experiencia y un gran placer profesional e intelectual. Y recién supe qué pensaba de mí cuando se publicó un ensayo titulado “Arturo Frondizi VI, El Gobernante” por Roberto G. Pisarello Virasoro y Emilia Edda Menotti, ya que estuvo a cargo de Mario Amadeo el Capítulo VIII sobre la política exterior argentina en las Naciones Unidas durante la presidencia del Dr. Arturo Frondizi (pps. 321 a 405). Fue allí donde, en un capítulo titulado “Las figuras que conocí”, 110
después de referirse a John Kennedy, Dwight Einsenhower, Nikita S. Kruschov, John Foster Dulles, Andrey Gromyko, Jawarlalal Nehru, Mariscal Tito, Fidel Castro, Harold Macmillan, Gamal Abdel Nasser, Dag Hammarsjold, y otros, tuvo la generosidad de dedicarle espacio a alguno de sus colaboradores como Raúl Quijano, Carlos Ortíz de Rosas, Leopoldo Tettamanti, Enrique Ros, incluyéndome a mí, con la siguiente referencia: “Su permanencia en las Naciones Unidas fue breve –poco más de un año– pero en ese lapso pudo poner en evidencia las facetas de su personalidad. No creo que Albino Gómez tuviera genuina vocación diplomática (era un periodista y un escritor) pero su colaboración fue muy valiosa para nosotros. Atendió la sección prensa con eficacia y corrección. El humorismo fue y es una de las características de su personalidad. La diferencia de jerarquías formales establecía entre él y yo una barrera que me privaba de disfrutar en toda su amplitud el gracejo que le era innato. Dicen que tenía un notable don para imitar el modo de hablar y los ademanes de las personas que conocía y que yo mismo era su frecuente modelo en ese arte. Por cierto que lamento mucho no haber podido verme retratado en su voz y en sus gestos. Albino Gómez es hoy jefe de redacción de Clarín y en ese cargo está realizando plenamente la principal vocación de su vida”.
EL FUNDAMENTALISMO Y LA POSTMODERNIDAD EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA Ya en los primeros tiempos de la presidencia de Ronald Reagan se percibía que en pequeñas ciudades de todo Estados Unidos se desarrollaba la batalla entre la cultura moderna y la postmoderna. Los vecinos se trababan en agrias discusiones acerca de si se debía enseñar a los niños la manera de lograr un “razonamiento moral” o si, en cambio, se debía enseñarles a aceptar sin cuestionamientos algunos de los sólidos valores y creencias norteamericanos. En los círculos académicos se atacaba al relativismo que abandonaba principios políticos fundamentales en favor de una flexibilidad desvaída y que no reconocía otro enemigo más que el hombre que no estaba abierto a todo. Así, al parecer, casi todos los estudiantes que ingresaban a la Universidad creían o decían creer, que la verdad era relativa. 111
La acusación conservadora era correcta y, sin embargo, la estrategia que se derivaría de ella por lógica (reconstruir el consenso, implantar en la mente de los norteamericanos un núcleo de valores y creencias estandarizados) parecía entonces destinada al fracaso. El metaconflicto sobre las creencias ya había pasado a ser un tema central en la política de los Estados Unidos, además de tener resonancia a nivel mundial como podía verse en los esfuerzos de la Iglesia Católica para mantenerse firme ante las absolutamente nuevas formas de acercarse a la verdad revelada, en la manera explosiva aunque renuente en que se desinflaba la doctrina en los países marxistas, en la proliferación mundial de cultos espirituales y psicológicos que comenzaron a ofrecer nuevas certezas a la gente que había abandonado las anteriores, o se había sentido abandonado por ellas. Estos eran indicadores de que el mundo llamado postmoderno estaba naciendo; un mundo que no sabía definirse por lo que era sino sólo por lo que había dejado de ser. Es decir que se estaba en plena transición a partir de la ruptura de las antiguas formas de creencia. El resultado de esta ruptura, cada vez más evidente, era una suerte de mercado de realidades sin regulaciones donde se ofrecía toda clase de sistemas de creencias para el consumo público. También surgía una nueva polarización, un conflicto acerca de la propia naturaleza de la verdad social, que se hacía evidente en las batallas sobre educación (la instrucción moral en especial) y en varias disciplinas intelectuales diferentes. Por último se daba el nacimiento de una cultura global, que proporcionaba una nueva arena donde todos los sistemas de creencias miraban a su alrededor y tomaban conciencia de los otros, y donde toda clase de personas luchaban de manera sin precedentes por averiguar quiénes eran y qué es lo que eran. Así las cosas, las próximas décadas proporcionarían el escenario en donde se desarrollarían estos procesos y en el cual la especie humana tendería a construir una nueva civilización basada en un nuevo sentido de la realidad social. En ese nuevo mundo postmoderno podía elegirse una vida de experimentación, o podía dejarse de lado la diversidad frívola del contemporáneo tocar de estilos de vida y acompasarse con alguna herencia antigua: ser judío ortodoxo o musulmán fundamentalista o cristiano devoto o un 112
nativo estadounidense tradicional. La variedad de tales elecciones era enorme, pero elegir era elegir y requería una conciencia social totalmente distinta de aquella de los judíos, musulmanes, cristianos o nativos estadounidenses que no tenían alternativa alguna. El tradicionalista contemporáneo podía parecerse en alguna de sus formas exteriores al individuo pre-moderno, pero las experiencias de vida reales de los dos diferían de manera sustancial. Hoy en día, al individuo se le recuerda en forma permanente que distintos pueblos tienen distintos conceptos de cómo es el mundo. Y quien entiende esto y lo acepta reconoce a las instituciones sociales como creaciones humanas, sabiendo que aún el sentido de la identidad personal es diferente en distintas sociedades. Es así como tales personas ven las verdades religiosas como un tipo especial de verdad y no como una representación eterna y perfecta de la realidad cósmica. Y yendo todavía más allá del humanismo secular moderno, ven el trabajo de la ciencia como otra forma social de construcción de la realidad. Así entonces, pareciera que los viejos sistemas de creencias se están derrumbando dentro de millones de mentes. Pero todos poseemos notables capacidades para manejar esta transición interna, que nos ayudan a permanecer cuerdos y más o menos socialmente convencionales y que, además, ocultan la trascendencia de lo que está sucediendo en el mundo. Resulta entonces que un colapso en las antiguas formas de creencias no necesariamente (al menos no de inmediato) implica un colapso de los antiguos sistemas de creencias. Se dice que en la actualidad no somos tanto creyentes como poseedores de creencias. Las conversiones se producen fácilmente y con frecuencia. El buscador de una fe religiosa prueba no una sino muchas religiones. Los intelectuales conservadores apuntan con orgullo –no sólo en los Estados Unidos– hacia su renunciado marxismo o trotskismo. En la era moderna todos aprendimos a ver la política como un espectro que corre de izquierda a derecha: la visión popular tiene en un extremo al revolucionario desorbitado que vive arrojando bombas y, en el otro, al conservador tieso que defiende la nación, esté esto bien o mal. Ese espectro tiene diversos matices, pero la tendencia que se manifiesta en todos los países es de una polarización básica, particularmente en los que tienen un sistema bipartidario. Otro espectro político que se tornó visible, lo identificamos comúnmente como el que va de conservador a liberal, 113
pero no es lo mismo. El nuevo espectro tiene en un extremo a aquellos que sostienen con firmeza un conjunto de verdades que postulan como la realidad cósmica. Estos ciudadanos que poseen una seguridad envidiable pueden ser fundamentalistas religiosos o científicos a ultranza, demorados ideólogos marxistas o entusiastas neoliberales. Existe todo tipo de posiciones intermedias; algunas de ellas moderadas y la mayoría sólo confundidas. Cerca del otro extremo se ubican los relativistas y constructivistas que sostienen que toda verdad es una invención humana. Ellos dicen que lo que sea que existe allí afuera, permanece allí fuera todo el tiempo, y todos nuestros sistemas de pensamiento son historias que nos contamos sobre algo que permanece, en esencia, desconocido. Los conflictos sobre esta parte concreta dentro de la cuestión de la realidad social se desataron en la década del 80 como furiosos incendios en las comunidades norteamericanas más simples, a veces rurales, donde la gente se dividió en dos fracciones opuestas y se trenzó en agrias y larguísimas batallas sobre los contenidos que se enseñaban en las escuelas locales. Algunos padres temían que sus hijos estuvieran recibiendo “perspectivas globales” en lugar de patriotismo, “razonamiento moral” o “clarificación de valores” en lugar de los tradicionales principios cristianos y norteamericanos. Consideraban que esas ideas eran subversivas y quienes las enseñaban, enemigos de la sociedad. Una maestra que perdió su trabajo durante la disputa en una de ellas, dijo que finalmente entendía lo que deberían haber sentido las personas durante la era de McCarthy o los años de Hitler. Lo que algunos padres encontraban subversivo era la propuesta de que los valores no se basasen en una infalible certeza de lo verdadero y lo correcto, sino que tuviesen que ser resueltos por seres humanos falibles en la vida de todos los días. Ese era un tema bastante común en los libros de texto de las escuelas públicas. En un libro de economía doméstica que avivó la llama de la disputa se leía la siguiente afirmación: “Los valores son subjetivos. Varían según la persona. Se puede entender mejor a la gente y congeniar con ella teniendo una mente abierta con respecto a los juicios de valor que se emitan”. Otro texto decía que “no se puede recurrir a una enciclopedia o a un libro de texto para encontrar valores” porque “provienen del propio fluir de la vida”. Un manual de actividades para la clarificación de valores indicaba a los 114
maestros que tal aprendizaje ni siquiera podía ser evaluado con notas: “Se alienta a los maestros para que evalúen si una actividad en particular se está haciendo bien, pero esto nunca puede ser trasladado a una evaluación de los alumnos... No hay respuestas incorrectas y evaluar con notas sólo serviría para ahogar la confianza, la honestidad y la buena disposición a mostrarse tal cual son”. Esta clase de material enfureció a los críticos fundamentalistas, quienes afirmaron que se acercaba peligrosamente a enseñar que no existe lo correcto ni lo incorrecto. Porque dentro de la concepción fundamentalista del mundo, no pueden existir valores sin un origen y una autoridad absolutos. Y cualquier instrucción basada en razonamientos morales puramente humanos tenía “una inclinación socialista amoral”. Fue así como los fundamentalistas decidieron producir sus propios libros de texto basados en el absolutismo en lugar del relativismo. Las controversias sobre este tema desgarraron a muchas comunidades y llegaron también a los más altos niveles del gobierno. Durante la administración de Ronald Reagan, algunos funcionarios propugnaron una cruzada de toda la Casa Blanca contra toda clase de enseñanza de valores relativistas. Paralelos a estas guerras educacionales corrieron los conflictos sobre la fe religiosa. La Iglesia Bautista del Sur (denominación que alguna vez fue modelo del viejo estilo del individualismo norteamericano) libró una tumultuosa batalla nacida de la cruzada de algunos de sus miembros para imponer a todos los bautistas un único grupo de doctrinas religiosas severamente definido. Los antiguos bautistas se sorprendieron de ver desarrollarse esta batalla en el seno de su iglesia. Durante siglos, el credo bautista lideró la libertad de religión y la llevó a la práctica. Sus congregaciones eran organizaciones democráticas independientes y sus miembros eran guiados por el viejo dogma librepensador del “sacerdocio del creyente”. Había un dicho que decía que si se encontraban dos bautistas en el mismo cuarto, se expresarían tres opiniones. Pero luego, una facción dentro de la iglesia comenzó a imponer en forma tenaz una doctrina sobre la verdad literal de la Biblia. Una infalible y certera verdad. Esta posición se conoce como infalibilidad o literalismo, en la que estuvo enrolado Ronald Reagan y ahora el presidente George W. Bush. El literalismo es una contra-revolución. Los literalistas se rebelan contra la complejidad y el pluralismo del mundo 115
contemporáneo, contra las disputas constantes entre diferentes grupos con diferentes visiones de la realidad, contra la incesante demanda a los individuos para que tomen decisiones. Lo que quieren es una civilización sin incertidumbres. Tienen una ideología política a la que llaman reconstrucción. La reconstrucción es popular entre los fundamentalistas religiosos de diferentes iglesias. Su agenda es bastante simple y se ocupa sólo de lo que su nombre sugiere: reconstruir la civilización norteamericana y hacer de la verdad literal de la Biblia el credo público. Todas las leyes y las políticas públicas deben estas basadas en los pasajes apropiados de las Escrituras. Los reconstruccionistas –que no parecen haber oído hablar de la hermenéutica– operan sobre la conmovedoramente ingenua presunción de que no existirán conflictos políticos acerca de cómo interpretar los pasajes o de quién decide qué capítulo y qué versículo aplicar para cada tema. De esta manera, se presume que no hay posibilidad alguna de que alguien ejerza una tiranía política al ser el intérprete oficial. El gobierno se limitará a fundamentar sus políticas sobre cualquier tema (exploración espacial, biotecnología, tasas de la reserva federal, política energética o lo que sea) en una sencilla lectura del Libro (de ejercicios) Sagrado. Lo que quieren los reconstruccionistas es una sociedad libre de errores, ya que consideran que la verdad es otorgada por Dios y está más allá de cualquier construcción humana, pero al mismo tiempo disponible en cualquier momento en la Biblia. Están unidos en una inconmovible oposición ante cualquier sugerencia de que los valores y las creencias (y las Sagradas Escrituras) sean creaciones humanas. Sin embargo, todos sabemos que un tipo de civilización global está surgiendo; este es uno de los axiomas de nuestro tiempo, pero tenemos todavía una confusa sensación de su devenir. Durante cientos de miles de años, los seres humanos, diseminados por el mundo, desarrollaron diferentes lenguajes, religiones, costumbres, sistemas políticos. Hoy se dice que todo aquello que había estado separado durante milenios de pronto viene de alguna manera a comunicarse, a reunirse. Que existe una cultura global, una telaraña de ideas en constante crecimiento que la mayoría de los seres humanos mantiene unidas. Sin embargo, nadie sabe muy bien qué es. Todavía no ha surgido el grupo de científicos sociales que lleve a cabo un estudio de opinión global que podría arrojar datos importantes acerca de cuáles son los conocimientos y los valores que comparte la población mundial. Al menos en Occidente. 116
Algunas partes de la cultura global destruyen con brutalidad los valores y creencias de las culturas tradicionales y los reemplazan rápidamente. El modernismo suplantó al pre-modernismo, el postmodernismo suplanta al modernismo. Pero también ocurren otros fenómenos más complejos y fascinantes. Así se ha dicho que el cambio cultural siempre ha sido un negocio increíblemente multidimensional, pleno de innovaciones e improvisaciones, fantasmas y disfraces. Así ocurre también que los conflictos entre relativistas y fundamentalistas se convierten con frecuencia en batallas acerca del globalismo. En las controversias sobre los libros de texto en las escuelas norteamericanas, los cursos de “estudios internacionales” y “conocimiento global” generan la misma oposición violenta (de los mismos sectores) que los cursos de razonamiento moral. Esos cursos, como lo declaran los “Ciudadanos por la Excelencia en la Educación” son adoctrinamientos de facto en “un punto de vista universalista, anti-norteamericano”. En un sentido, los temibles fundamentalistas están en lo cierto. El globalismo socava los sistemas absolutos de valores y creencias. Pero en otro sentido, están equivocados: los sistemas de valores y creencias no desaparecen de inmediato. La gente se limita a habitarlos de otra manera, y las viejas formas nos sorprenden a veces con la vitalidad que les queda. La mente humana tiene un gran repertorio de modos de aceptar y honrar las construcciones sociales de la realidad, sin fagocitarlas en su totalidad. Los procesos globalizadores requieren una renegociación de nuestras relaciones con las formas culturales familiares y nos recuerdan que estas formas están construidas por la gente; son humanas, falibles, pasibles de revisión. Los fundamentalistas norteamericanos están demasiado alterados por el temor de que el orden social se derrumbe por completo si no existe un consenso sobre algunas verdades absolutas. Si estuvieran en lo cierto, las perspectivas de una democracia pluralista serían bien débiles. La caída de los viejos sistemas de creencias y el surgimiento de una nueva visión del mundo amenaza a todas las construcciones de la realidad existentes y a todas las estructuras de poder unidas a ellas, y hay mucha gente a quienes esto no les complace. Es que la caída de un sistema de creencias puede parecer el fin del mundo. La gente puede literalmente dejar de saber quién es.
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Estos problemas no irán a resolverse mediante el “tradicionalismo” romántico que buscó conservar intactas las antiguas culturas como así tampoco mediante el globalismo optimista que iguala la interdependencia al progreso. Para resolverlos, se requiere una visión postmoderna del mundo que sea consciente de la promesa y también del drama que implica liberarse de las construcciones sociales de la realidad pre-modernas. En muchos lugares del mundo vemos signos de la emergencia tentativa de una actitud postmoderna a medida que la gente encuentra la posibilidad de mantener, en cierto sentido, la conexión con las tradiciones más antiguas y, al mismo tiempo, crear nuevas situaciones. Un ejemplo práctico de esa actitud es el experimento europeo de unir nacionalidades divergentes en una Unión Europea; un estado de cosas imposible de imaginar décadas atrás. Para que una visión postmoderna del mundo pueda emerger en su totalidad y con madurez es necesario, entre otras cosas, conseguir un mejor sentido de la historia, una idea cabal de lo que la humanidad ha descubierto sobre sí misma en los últimos siglos y los efectos de este descubrimiento. La visión postmoderna del mundo se ha tomado su tiempo para nacer, pero en las últimas décadas no ha tenido empacho alguno en proclamar su inminente llegada. (publicado en la sección “El Observador” del diario Perfil el 3 de mayo de 2007)
EN DEFENSA DEL TANGO Al señor Presidente de la Telefónica Española D. Luis Solana S/D Estocolmo, 9 de julio de 1988 Estimado señor: En la sección “Transiciones” de una carta informativa de análisis internacional que se edita en Caracas, y que dirige el conocido periodista Ted Córdova-Claure, se dice:
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FOBIA: De Luis Solana, Presidente de la Telefónica Española, contra el tango argentino. De visita en Buenos Aires, Solana dijo en declaraciones por TV que “Argentina tiene que dejar el tango” y poco después escribió en un diario derechista argentino que “en el tango hay una desesperanza en su mensaje de que las cosas son imposibles de mejorar”, y despreció a los “filósofos del tango…” Pues bien, no sé si las citas son correctas o están tomadas fuera de contexto, pero si fuesen correctas y estuviesen dentro de contexto, me veo obligado a hacerle llegar estas cordiales reflexiones: Los argentinos hemos tenido, y lamentablemente mantenemos, cierta tendencia a buscar chivos emisarios de todos nuestros males, y resulta que ahora viene usted a reforzar esa perniciosa tendencia, señalando al tango como factor (¿exógeno o endógeno?) determinante de nuestros problemas. Realmente es lo único que nos faltaba. Pero vayamos por partes: El tango tiene ya una larga historia en nuestro país; es prácticamente centenario. No siempre ha sido igual, ni en estilo ni en intenciones. Comenzó de la mano de la Habanera, del Fandango, de la Milonga, del Tango Andaluz y del Candombe. Su origen fue prostibulario y suburbano. Fue alegre y cachondo. La época daba para eso hacia fines del siglo pasado y comienzos del presente. Luego fue ganando espacio y llegó a la ciudad, al centro, y después de triunfar en algunas ciudades de Europa entró finalmente en los barrios residenciales de Buenos Aires y se adueñó del país. Pero aún en ese período que abarca desde los años veinte hasta los cincuenta, sus expresiones también fueron diversas: tuvimos el tango canción (romántico), el tango lunfardesco y en cierta forma denunciante y contestatario, producto de la crisis del 30, que tal vez sea el tipo de tango al que usted hace referencia, como si ese estilo de tango fuese todo el tango; también el tango orquesta, y por último el llamado nuevo tango que irrumpe con Astor Piazzolla y que a partir de los 60 se va transformando en lo más representativo del Buenos Aires de hoy: así se lo considera en Europa y en los Estados Unidos donde se lo escucha como música de cámara. Deberá disculpar usted la imperfección de esta brevísima síntesis de los cien años de nuestra música nacional, pero mi objetivo es sólo incitarlo –ya que considera tan nocivo al tango– a la lectura de autores tales como Horacio Salas u Horacio Ferrer, para que usted pueda hablar con conocimiento de causa. 119
Leyendo un par de buenos libros podrá usted llegar a apreciar que el tango, en cualquiera de sus épocas, no ha sido otra cosa que un producto o resultado, no sólo de la inspiración artística de sus autores, sino del contexto social y político en el cual estaban dichos poetas y músicos inmersos. Lo que pretendo decirle, señor Solana, es que la Argentina no es un producto del tango sino precisamente lo contrario: el tango es un producto de la Argentina, como suele ocurrir con la mayor parte de los géneros artísticos, ya se trate de literatura, plástica o música. Que luego se identifique a los países con ciertos productos artísticos propios, es otra cosa. No faltan quienes identifican –equivocadamente o no– a España con la zarzuela, pero cierto o no, la zarzuela no es tampoco la fuente de las virtudes españolas ni la de sus vicios. Por otra parte, el tango tiene hoy mucho más prestigio en el exterior que en nuestro propio país, así por ejemplo en Bogotá, Montevideo, Caracas, París, Nueva York, Helsinki o Tokio. Y salvo el nuevo tango de Piazzolla que, como le repito, es prácticamente música de cámara, resulta difícil que el tango clásico (canción-romántico, orquestal, lunfardesco) sea hoy escuchado o cultivado por gente menor de cincuenta años. De modo tal que no termino de saber en qué funda usted tanta preocupación vinculada al tango. No me atrevo a pensar que usted no haya sido un asiduo lector de su compatriota don José Ortega y Gasset, tan admirado por los argentinos desde los años veinte, cuando comenzó a visitar nuestro país y tanto hizo por sacarnos del positivismo filosófico. O es que tal vez haya usted pasado por alto el tomo VII del Espectador, donde bajo el nombre del “Hombre a la defensiva” trató precisamente de nuestro país y de los argentinos. Y lo hizo, no sólo con agudeza sino con un extremado espíritu crítico, no exento del inmenso cariño que sentía por la Argentina. Haga la prueba de leerlo y verá que nuestros males, prácticamente los mismos de hoy aunque ahora agravados, no tenían ya entonces nada que ver con el tango, y por ende, mucho menos los de hoy. Lea también al pensador mexicano Octavio Paz y podrá apreciar entonces que muchos males argentinos son bastante similares a los de otros países de América Latina, y que todo ello tiene mucho más que ver con el espíritu de la Contrarreforma con que nos bautizó España que con el tango. Por último, quiero comentarle, no como queja sino como mera anécdota, que estando en el sur de España tuve en más de una oportunidad problemas para comunicarme 120
por teléfono, pero jamás se me ocurrió echar la culpa de ello al cante jondo. Más bien, siempre creí que el cante jondo era un producto de la falta de teléfonos, y que tenía todavía vigencia, precisamente por la subsistencia de las dificultades para comunicarse por dicho medio en esa región de España. Emb. Albino Gómez
HISTORIA DE UNA FRUSTRACIÓN NACIONAL “En Arturo Frondizi. El último estadista, Albino Gómez traza un diario personal y político sobre la trastienda de los hechos históricos que abortaron un modelo de país”. De este modo presenta María Seoane su reseña sobre el libro publicado por Ediciones Lumiere, en la revista Ñ de Clarín. “Nada más doloroso que contemplar, a años de distancia, como se hirió de muerte un gran proyecto de desarrollo nacional, quizá el último que ocurrió en el siglo XX argentino. Y nada más necesario que revisar, aún en los detalles más escondidos, ese derrotero. Esta es la esencia del libro Arturo Frondizi. El último estadista, del periodista, escritor y diplomático Albino Gómez, narrado como un diario personal y político, y que tiene el encanto de hacer cotidianos hechos ocurridos hace más de cuarenta años. De revivir esperanzas y traiciones; visiones, aciertos y los errores de los protagonistas y cierta definitiva convicción de que el camino desandado desde entonces –entre 1955 y 1962, cuando las Fuerzas Armadas violaron al gobierno de Perón, primero, y de Frondizi, después, con un golpe de Estado– definió el decurso del presente taciturno de los argentinos. La obra de Gómez trata, entonces, de la historia de una frustración nacional. Pero también del repaso de las acciones que dieron patente de estadista a Frondizi y de la vigencia de aquel proyecto de desarrollo e industrialización que comenzó a hacer potente en los años 60 a la Argentina pero se frustró después. No es una biografía. Sí una crónica detallada de los episodios más importantes del gobierno de Frondizi y de la trastienda que lo llevó al poder y que, finalmente, lo derrocó. 121
El autor fue, también, un protagonista y testigo privilegiado de aquellos días. Integró el Servicio Exterior de la Nación, y estuvo vinculado con uno de los más brillantes y polémicos intelectuales políticos de mediados del siglo XX, Rogelio Frigerio. Una anécdota que Gómez relata, en ocasión de las negociaciones entre Perón y Frondizi llevadas adelante por Frigerio cuando debió viajar a Ciudad Trujillo (República Dominicana), da cuenta de la talla de aquellos políticos: “Recuerdo que como lectura, Frigerio llevaba el tomo II de la Lógica de Hegel, pero me pidió prestado el ejemplar que yo tenía de Aguafuertes Porteñas, de Roberto Arlt, bastante más digerible, al menos para mí, que la Lógica, que en 1961 tuviera que leer por indicaciones del presidente Frondizi porque, según él, mi formación a través de la lógica aristotélica nunca me permitiría entender del todo a Frigerio. Pero esto era parte del sentido del humor del Presidente”. El libro de Gómez es rico en reflexiones y en detalles desconocidos (imperdibles) del período que va desde el 16 de junio de 1955, los días previos al bombardeo de Plaza de Mayo por la aviación naval en el intento de derrocar a Perón, hasta la caída de Frondizi por el golpe militar que lo encarceló en la Isla Martín García, el 29 de marzo de 1962. En estas páginas desfilan personajes y momentos clave de esos siete años en que la Argentina intentó desplegar la política industrial más audaz del siglo, luego de las bases sentadas por el peronismo con la sustitución de importaciones. “El objetivo del plan era transformar la industria de consumo (…) en una industria alimentada por la energía y la materia prima nacionales…” En ese camino, Gómez describe los episodios clave del gobierno de Frondizi-Frigerio: el pacto con Perón; la relación tormentosa con los sindicatos; la resistencia peronista y la represión final al peronismo; el papel de la Iglesia; la sanción tormentosa de la Ley de enseñanza libre que ocasionó el enfrentamiento conocido como las batallas entre “la laica y la libre”; la política exterior en tiempo de la Guerra Fría; la relación con J.F. Kennedy, con Fidel Castro y la visita del Che; la firma de los contratos petroleros; la relación con Brasil y, de manera especial, con las Fuerzas Armadas. Arturo Frondizi. El último estadista –que abunda en detalles de la participación de personajes como Nicanor Costa Mández, Álvaro Alsogaray, Arnaldo Musich, José Ber Gebard, Raúl Prebisch, Oscar Camilión, Carlos Florit, entre otros– es entonces la historia de una pasión nacional, cruza122
da por traiciones, represiones, golpes de Estado. Define los años tormentosos y crueles que siguieron al derrocamiento del peronismo: la transformación definitiva de las Fuerzas Armadas en árbitros pretorianos de la política nacional y cómo las tensiones entre el proyecto de desarrollo industrial independiente de la Argentina contaba con más enemigos dentro que fuera de sus fronteras, en función de intereses vinculados al viejo modelo rentístico y agroexportador. En las ultimas páginas, a través de una entrevista realizada veinte años después de su derrocamiento, Gómez completa con una mirada retrospectiva de Frondizi el análisis del modelo de país que intentó llevar a cabo y su particular visión de por qué fracasó. La conclusión de Gómez es polémica: que el derrocamiento de Frondizi abortó una utopía y que la historia que sobrevino demostró que, a partir de entonces, en la Argentina se “aró en el mar”.
INCONGRUENCIAS GUBERNAMENTALES Telegrama ordinario transmitido desde el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto a la Embajada en Washington Buenos Aires, 23 de mayo de 1967 Emb.argentina WASHINGTON No.234. Para S.E. los ministros Ginastera y Mujica Láinez. Complázcome expresarles mi felicitación por éxito obtenido ópera “Bomarzo” que prestigia cultura argentina. Nicanor Costa Méndez La organización del estreno de dicha ópera constituyó mi primera tarea como consejero cultural y de prensa en nuestra embajada en Washington DC, y ello tuvo lugar en el Lisner Auditorium, con los auspicios del gobierno argentino y de la Opera Society de Washington DC. En virtud del auspicio, los autores Alberto Ginastera y Manucho Mujica Láinez viajaron para presentar su obra con sendos 123
pasaportes diplomáticos y con el rango de ministros del Servicio Exterior, más los correspondientes viáticos. Con motivo del estreno hubo en la embajada una gran recepción que se prolongó –hecho inusitado en Washington– hasta las tres de la mañana, con la presencia del vicepresidente de los Estados Unidos, miembros del gabinete de la Casa Blanca, senadores, congresistas, banqueros, periodistas, artistas, lo más granado del mundo social y cultural de Washington e incluso de Nueva York. Y también de la colonia artística argentina residente en esta última ciudad, más los invitados especiales que llegaron desde Buenos Aires, como Jannette Arata de Erize, Leonor Hirsh de Caraballo y el critico Jorge D’Urbano. Después de semejante demostración, la ópera no pudo darse en el Colón, porque el mismo gobierno (del general Onganía), que había auspiciado su estreno mundial en Washington DC, la prohibió en nuestro propio país por razones morales.
LA CULTURA POSTMODERNA El malestar de la modernidad Naturalmente, el “post” de postmoderno indica un deseo de despedirse de la modernidad. Estamos ante una paradoja. Por una parte, constituye un estigma para cualquier sociedad el no ser acreedora al título de “moderna”; y por otra parte, los habitantes de las sociedades modernas parecen experimentar un malestar creciente. Desde los años veinte existe un tema recurrente en la literatura: el vacío espiritual y la ausencia de sentido del mundo moderno. Piénsese, por ejemplo, en la obra literaria de T. S. Eliot, James Joyce, Ezra Pound, W.B. Yeats, Kafka, Musil... En su novela, Ulysses, Joyce convierte la historia de un único día en Dublín –con los paseos sin rumbo de Bloom y Dedalus por la ciudad– en símbolo de la inanidad, la miseria, la falta de sentido y la inutilidad del mundo occidental moderno. Las mejores piezas de Ionesco muestran un universo donde ya no hay diálogos humanos significativos. El tema único de Beckett es el mundo sin Dios y sin significación, en el que sólo milagrosamente puede sobrevivir un resto de calor humano. Se trata de un malestar ya antiguo. El romanticismo, aquel vasto movimiento que predominó en Europa duran124
te la primera mitad del siglo XIX, puede considerarse quizá como la primera reacción antimoderna. Lo que pasa es que en este caso fue una reacción nostálgica. Querían volver atrás, a la Edad Media. Después del romanticismo ha habido otros muchos brotes inconformistas frente a la modernidad, pero sin estar dominados ya por la nostalgia del pasado. Tuvieron carácter progresista. Un ejemplo típico es el de la “bohemia”: ese estilo de vida que adoptaron a principio del siglo XX ciertos grupos de artistas, escritores, estudiantes, etc. y que fue muy bien descrito y popularizado en la famosísima ópera de Puccini titulada La Bohème. Más cerca de nosotros, debemos recordar a los “hippies” y su “Flower Power”, los “beatniks” y, sobre todo, la espectacular revuelta de mayo del 68 en París. Esos movimientos son muy distintos entre sí, pero todos se alimentan de una experiencia común: que en la sociedad actual el individuo se aliena, se enajena, se frustra. Es lo que Berger ha designado como pérdida metafísica del “hogar” (homelessness). El hombre moderno no logra sentirse ya “en casa” ni en la sociedad, ni en el cosmos, ni en último término, consigo mismo. Así, pues, no debemos pensar que los postmodernos han sido los primeros desilusionados por la modernidad. Otros les precedieron con lúcida e intempestiva anticipación. Hay una diferencia, sin embargo. Hasta ahora, las posturas antimodernas fueron patrimonio de individualidades atormentadas. La postmodernidad, en cambio, aparece como un creciente y generalizado espíritu de la época. Da la impresión de que el virus del desencanto estaba hasta hace unos años en fase de incubación y sólo lo detectaban los especialistas. Ahora es ya una epidemia percibida por la mayoría. El nacimiento de la postmodernidad La postmodernidad no es susceptible de una definición clara y, menos todavía, de una teoría acabada. No obstante, el discurso postmoderno tiene algunos “temas mayores” que lo caracterizan suficientemente. El objetivo de esta reflexión es pasar revista a dichos temas mayores. Hemos hablado de “discurso postmoderno” y, sin embargo, la postmodernidad es antes que nada una especie de talante, un nuevo tono vital. Es verdad que junto a esto –que podríamos llamar “postmodernidad de la calle”– existe también una “postmodernidad de los intelectuales” (Lyotard, Baudrillard, Lipovetsky, etc.). Pero, una vez más, los filósofos 125
no son otra cosa que notarios rezagados que levantan acta de lo que ocurre en la calle. Recordemos aquello de Hegel: “el búho de Minerva inicia su vuelo al caer del crepúsculo”. Por eso nuestra reflexión prestará por lo menos tanta atención a la “postmodernidad de la calle” como a la “postmodernidad de los intelectuales”. Aunque el término “postmodernidad” es antiguo –lo empleó ya Baudelaire en 1864–, el fenómeno cultural que hoy designamos con ese nombre es muy reciente. Naturalmente, nunca puede datarse con precisión el comienzo de una nueva época. Ningún mayordomo del siglo XV o XVI, al correr por la mañana las cortinas de la ventana del dormitorio, comunicó nunca al señor la noticia: “Señor, ha entrado el Renacimiento”. Es legítimo, sin embargo, hacer coincidir con algún acontecimiento significativo el comienzo simbólico de la nueva época. Por ejemplo, Charles Jencks afirma que la postmodernidad nació el día l5 de julio de 1972, precisamente a las 3,32 horas de la tarde, cuando dinamitaron en Saint Louis (Missouri, EE.UU.) varias manzanas que habían sido construidas en los años cincuenta sometidas a los estándares modernos de zonificación, colosalismo y uniformidad, porque se vieron obligados a reconocer que la máquina moderna para vivir –tal como la definió Le Corbusier– había resultado inhabitable. Para quienes no somos norteamericanos, el acontecimiento que ha elegido Jencks es muy poco significativo, pero nos indica hacia dónde debemos dirigir nuestra atención: la “postmodernidad” surge a partir del momento en que la humanidad empezó a tener conciencia de que ya no era válido el proyecto moderno. Conviene recordar este punto de partida. No entenderíamos bien la postmodernidad si no percibiéramos que está hecha de desencanto. Fin de la idea de progreso El contraste entre las dos épocas no puede ser mayor. La modernidad fue el tiempo de las grandes utopías sociales: los ilustrados creyeron en una próxima victoria sobre la ignorancia y la servidumbre por medio de la ciencia; los capitalistas confiaban en alcanzar la felicidad gracias a la racionalización de las estructuras de la sociedad y el incremento de la producción; los marxistas esperaban la emancipación del proletariado a través de la lucha de clases...Las discusiones relativas al “cómo” podrían ser, fueron interminables, pero la convicción compartida por todos era que “se 126
puede”. Los diversos caminos para hacer real la esperanza –desde el marxismo hasta el “american way of life”– eran, al fin y al cabo, peleas familiares. Y, en consecuencia, todos los hombres modernos se incorporaron con entusiasmo a la Gran Marcha de la Historia. Sin embargo, a lo largo de los últimos sesenta años, todas esas esperanzas se manifestaron inconsistentes. Es verdad que la ciencia benefició notablemente a la humanidad, pero también hizo posible desde el holocausto judío hasta las tragedias de Hiroshima y Nagasaki; el marxismo, por su parte, en vez de traer el paraíso comunista, dio origen al Archipiélago Gulag; las sociedades de capitalismo avanzado alcanzaron un alto nivel de vida, pero fueron corroídas desde dentro por el gusano del aburrimiento y el sin sentido... En resumen, que para toda una generación, el mundo, de pronto, se vino abajo. Leszek Kolakowski, uno de los más prominentes teóricos marxistas de Europa Oriental, que hasta 1968 fue profesor de historia y filosofía en la Universidad de Varsovia, escribió: “Hace cien años éramos felices. Sabíamos que existían los explotadores y los explotados, los ricos y los pobres, pero teníamos una idea acabada de cómo liberarnos de la injusticia: expropiaríamos a los dueños y entregaríamos la riqueza para el bien común. Pues bien: expropiamos a los dueños... y creamos uno de los sistemas más monstruosos y opresivos de la historia mundial”. Los postmodernos tienen experiencia de un mundo duro que no aceptan –desde luego–, pero no tienen esperanza de poder cambiarlo. Y, ante la ausencia de posibles salidas, una melancolía suave y desencantada recorre los espíritus. En el frontispicio de la postmodernidad está grabado con letras muy grandes un aforismo de Baudelaire: “El progreso no es sino el paganismo de los imbéciles”. En opinión de Vattimo, “el momento que se puede llamar el nacimiento de la postmodernidad en filosofía (...) es la idea (nietzscsheana) del eterno retorno de lo igual (...) el fin de la época de la superación”. (¿Cómo no recordar aquí que Nietzsche había anunciado ya que sus efectos se sentirían un siglo más tarde? En una de sus obras más conocidas escribió: “Yo mismo aún no estoy de actualidad; hay quienes nacen póstumos. Pero un día serán menester instituciones donde se viva y enseñe como yo sé vivir y enseñar; tal vez se creen entonces también cátedras expresamente para la interpretación de Zaratustra”.) 127
Los postmodernos son coherentes y, puesto que la idea de progreso les parece un espejismo, no se consideran a sí mismos llamados a superar la modernidad. Hablan de postmodernidad, simplemente porque su tiempo ha aparecido después de la modernidad. El final de la historia Los filósofos postmodernos van todavía más lejos y arrojan la historia al tacho de la basura, argumentando con desenfado que se la han inventado los historiadores y existe solamente en los libros de texto. En la realidad, hay tan sólo acontecimientos sin ninguna conexión entre sí. El mundo está constituido por una multitud de átomos-individuos que estamos juntos por casualidad. No tenemos ningún proyecto. Simplemente nos cruzamos unos con otros, o incluso nos atropellamos unos a otros, como las partículas coloidales en el movimiento browniano. En medio de ese caos, los historiadores han procedido arbitrariamente a seleccionar los acontecimientos que les convenía para que el proceso histórico apareciera ante los ojos de sus lectores como un curso unitario dotado de coherencia y racionalidad. Pero la historia existe tan sólo gracias a que los historiadores han tenido poca memoria y han recordado pocos acontecimientos. Si hubieran recordado todos, se habría visto que no existe otra cosa que un caos de biografías individuales Así, pues, la ilusión de la historia ha desaparecido. Los hombres modernos esperaban que, al final del largo y oscuro túnel de la historia, se toparían con las deslumbradoras Luces de la Gran Salida. Ahora nos hemos dado cuenta de que el túnel se bifurcó de repente en un laberinto: múltiples caminos que se entrecruzan sin conducir a ninguna parte. La gran historia se disuelve en muchas historias microscópicas. Tantas como individuos. Así pues, erramos. Erramos y erraremos por siempre, sin fin ni objetivos últimos; sin disciplinas de marcha, precisas brújulas ni nostálgicas esperanzas. Pero nos equivocaríamos si pensáramos que los postmodernos viven trágicamente la pérdida de sentido de la historia. Consideran, por el contrario, que es más bien una ocasión para la realización humana. Los modernos, creyendo posible construir un futuro mejor, sacrificaron el presente al futuro y, como no hay futuro, se quedaron sin presente y sin futuro. Los postmodernos, convencidos de que no existen posibilidades de cambiar la sociedad, han decidido dis128
frutar al menos del presente con una actitud hedonista que recuerda al carpe diem de Horacio. “Las flores no las quieren para el funeral”, sino ya. Hedonismo y “resurrección de la carne” Así, pues, la manera de superar la alienación es irse a casa y disfrutar de la vida sin empeñarse en emprender un viaje por la historia hacia una supuesta tierra de promisión que no existe. La postmodernidad es el tiempo del “yo” y del intimismo. Como observa el protagonista de una famosa novela de Umberto Eco, si los vendedores de libros “antes colocaban las obras del Che, ahora ofrecen herboristería, budismo, astrología”. En efecto, en las listas de best-sellers abundan los libros de autoayuda, técnicas sexuales, los libritos sobre meditación trascendental, las guías de cuidados del cuerpo, los remedios contra la crisis de la vida adulta, la psicoterapia al alcance de todos, etc. Y es que, tras la pérdida de confianza en los proyectos de transformación de la sociedad, sólo cabe concentrar todas las fuerzas en la realización personal, y aparece una neurasténica preocupación por la salud que se manifiesta en la obsesión por la terapia personal o de grupo, los ejercicios corporales y masajes, el sauna, la dietética macrobiótica, algo ya superada por otras, las vitaminofilias, la bioenergía, etc. Sobre todo, ha habido una auténtica “resurrección de la carne”. Proliferan por doquier las revistas “para adultos” (o sea, para adolescentes) y parece como si la liberación fuera cuestión de pura cama. En el mundo de los hombres, el goce es el alfa y omega, principio y fin. Y en no pocas mujeres también. De Prometeo a Narciso A cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en una gran figura mitológica o legendaria que es reinterpretada en función de los problemas del momento. Los hombres modernos gustaron identificarse con Prometeo, que, desafiando la ira de Zeus, trajo a la tierra el fuego del cielo, desencadenando el progreso de la humanidad. En 1800, Fichte escogió como símbolo de su ideología la figura de Prometeo. Ya antes, en 1773, Goethe le había dedicado una oda y un fragmento dramático. En cuanto a Marx, recordemos su afirmación de que, “en el calendario filosófico, Prometeo ocupa el lugar más distinguido entre los santos y los mártires”. En 1942, Camus sugirió que el símbolo idóneo no era tanto Prometeo como Sísifo, que fue condenado por los dioses a 129
hacer rodar sin cesar una roca hasta la cumbre de una montaña, desde donde volvía a caer siempre por su propio peso. Aunque, probablemente, el mito de Sísifo no llegó a alcanzar una vigencia social análoga a la del de Prometeo, es innegable que expresa muy bien los avatares que vivió la generación del genial literato francés. Habían dedicado esfuerzos ímprobos a construir Europa, y la Primera Guerra Mundial convirtió su obra en un montón de escombros. Iniciaron animosos la reconstrucción, pero la Segunda Guerra Mundial lo arrasó todo otra vez. Con tenaz esperanza volvieron a empezar en cuanto se firmó la paz. ¿Y así, hasta cuándo?, se preguntó Camus. Pues bien, a pesar de todo, él mismo se niega a claudicar y propugna plantar cara al absurdo: “Hay que imaginarse a Sísifo feliz”, dice. En el fondo, Camus seguía siendo un hombre moderno que creía en el futuro. Ahora han llegado los postmodernos y han dicho: “Hace falta ser tontos para saber que Prometeo no es Prometeo, sino Sísifo, y empeñarse una vez tras otra en subir la roca a lo alto de la montaña. ¡Dejémosla abajo y disfrutemos de la vida!”. Los postmodernos, olvidándose de la sociedad, concentran todas sus energías en la realización personal. Hoy es posible vivir sin ideales. Lo que importa es conseguir los ingresos adecuados, conservarse joven, cuidar la salud... Hace un par de años, una agencia de viajes empapeló los muros y autobuses de París con unos carteles en los que se leía: “En un mundo totalmente cínico, una sola causa merece que usted se movilice por ella: sus vacaciones”. Con toda razón han hecho notar muchos observadores que el símbolo de la postmodernidad ya no es Prometeo ni Sísifo, sino Narciso, el que, enamorado de sí mismo, carece de ojos para el mundo exterior. La vida sin imperativo categórico La postmodernidad entraña también la muerte de la ética. Lógicamente, eliminada la historia, ya no hay “deudas” con un pasado arquetípico ni “obligaciones” con un futuro utópico. Cuando queda tan sólo el presente, sin raíces ni proyectos, cada uno puede hacer lo que quiera. Ahora la estética sustituye a la ética. Los estudios sociológicos muestran que esas actitudes están ya muy extendidas, sobre todo entre la juventud. Freud, que era un hombre moderno, había dicho: “Donde hay ello –es decir, fuerzas instintivas– debe haber yo”: 130
[En el proceso de maduración] “el yo averigua que es indispensable renunciar a la satisfacción inmediata, diferir la adquisición de placer, soportar determinados dolores y renunciar, en general, a ciertas fuentes de placer (...) El paso del principio del placer al principio de la realidad constituye uno de los programas más importantes del desarrollo del yo”. En la postmodernidad, por el contrario, es el ello lo llamado a mandar. Desaparece toda barrera; todo es indiferente y, por lo tanto, nada está prohibido. Declive del imperio de la razón Como ya vimos, la modernidad se caracterizó por la racionalización de la existencia. Tanto es así que llegó a hacerse de la razón una diosa. Y no es exageración. Todos sabemos que los hombres de la Revolución Francesa la entronizaron como tal en la catedral de Notre-Dame. Condorcet, en plena Revolución, escribía: “Habrá un tiempo en que el sol brillará sobre una tierra de hombres libres que no tendrán más guía que la razón”. En cambio, en la postmodernidad el homo sapiens ha sido desbancado por el homo sentimentalis. El homo sentimentalis no es simplemente el hombre que siente, puesto que cualquier hombre siente, sino el hombre que valora el sentimiento por encima de la razón. Milan Kundera, que es quizás el mejor exponente de la postmodernidad en la literatura actual, escribe: “Pienso, luego existo es el comentario de un intelectual que subestima el dolor de muelas. Siento, luego existo es una verdad que posee una validez mucho más general”. Desde luego, no hace falta ser demasiado observador para darse cuenta de que el racionalismo, desprovisto ya de la aureola romántica que tuvo en el pasado, aburre a la juventud. A la tiranía de la razón ha sucedido ahora una explosión de la sensibilidad y de la subjetividad. En algunos círculos, el ataque contra la razón y la objetividad está alcanzando proporciones de cruzada. Y de nuevo se cita con complacencia a Nietzsche: “Todos los pensamientos son malos pensamientos... El hombre no debe pensar”. Ciertamente, la misma modernidad había ido corrigiendo a la confianza ingenua que los primeros ilustrados depositaron en la razón. Ahí están, para probarlo, los que Paul Ricoeur llamó “maestros de la sospecha”: Marx se encargó de recordarnos cuánto perturban a la razón los intereses económicos y de clases; Freud nos abrió los ojos ante 131
un mundo oscuro e inconsciente que nos había pasado desapercibido... Pero, en realidad, los “maestros de la sospecha” seguían creyendo en las posibilidades de la razón y –precisamente por ello– querían librarla de elementos perturbadores. Los postmodernos, en cambio, muestran desengaño. Saben demasiado sobre las miserias de la propia razón para seguir confiando en ella. Así pudieron encontrarse en las librerías títulos tales como “La miseria de la razón”, “La razón sin esperanza”, “La crisis de la razón”... Imperio de lo “débil”, de lo “light” El repudio de la razón se hace especialmente intenso frente a sus frutos más acabados y maduros; es decir, frente a las grandes teorías y doctrinas. Existe la convicción generalizada de que el sujeto finito, empírico, condicionado, no tiene capacidad para establecer lo incondicionado, lo absoluto, lo incontrovertible. Como es lógico, los postmodernos niegan en bloque los grandes discursos de la modernidad sin refutarlos, porque emprender la tarea de refutarlos supondría que siguen tomando en serio la razón. Simplemente, acogen tales discursos como puros ruidos; los dejan sonar con indiferencia. En la postmodernidad no queda, pues, más remedio que acostumbrarse a vivir en la desfundamentación del pensamiento. Como decía Heidegger, vagamos por “sendas perdidas”, y únicamente hay lugar ya para un pensamiento débil y fragmentario: “Yo, aquí y ahora, digo esto”. La postmodernidad, por tanto, no es la desvalorización de los valores, pero sí la desvalorización de los valores “supremos” y de las grandes cosmovisiones. Ahora ya no hay nada que se escriba o se pueda escribir con mayúscula. Nihilismo sin tragedia No es la primera vez que una generación considera imposible seguir creyendo en las verdades que le legaron sus mayores. La misma modernidad nació con una crisis de convicciones muy semejante. Recordemos que Descartes llegó a afirmar que sería conveniente destruir todas las bibliotecas, debido a los errores y supersticiones que contenían los libros antiguos. Pero eso le creó tal angustia que se apresuró a buscar una nueva fundamentación, que él creyó encontrar en el famoso cogito, ergo sum. Los postmodernos, en cambio, prefieren vivir en la desfundamentación del pensamiento. No sólo consideran 132
que las convicciones firmes que dieron seguridad y razones para vivir a las generaciones pasadas han desaparecido para siempre, sino que aceptan el hecho sin derramar una sola lágrima, con jovial osadía. Lipovetsky es rotundo: “Dios ha muerto, las grandes finalidades se apagan, pero a nadie le importa un bledo: ésta es la alegre novedad”. Los postmodernos, resucitando el mito de la Caja de Pandora, vienen a decir que el deseo de saber demasiado sólo puede traer males. En opinión de los postmodernos, el “pensamiento débil” tiene dos grandes ventajas frente a las convicciones firmes del pasado: En primer lugar, la ambición de encontrar un sentido único y totalizante para la vida conlleva una apuesta despiadada por el “todo o nada”. En cambio, el que poco apuesta poco pierde. La filosofía de Nietzsche –que, como ya dijimos, puede considerarse un documento temprano de la postmodernidad– describió ya este talante al contraponer al hombre resentido, que vive como un drama la pérdida de las dimensiones patéticas, metafísicas de la existencia, el hombre de buen carácter, que está “libre del énfasis”. En segundo lugar, las grandes cosmovisiones son potencialmente totalitarias. Todo aquel que se considera depositario de una gran idea trata de ganar para ella a los demás y, cuando éstos se resisten, recurrirá fácilmente al terror. Leyendo a Lyotard se saca la impresión de que la modernidad ha sido tan sólo una historia de ejecuciones y encarcelamientos que va desde la guillotina de la Revolución Francesa hasta el Gulag soviético pasando, naturalmente, por Auschwitz y Hiroshima. En cambio, quien se sabe portador de un pensamiento débil será necesariamente tolerante con quienes piensan de forma distinta. Por eso sería pecado de incomprensión elaborar una teoría unitaria y bien trabada sobre la postmodernidad. Los postmodernos la rechazarían con espanto. El individuo fragmentado El individuo postmoderno, al rechazar la disciplina de la razón y dejarse guiar preferentemente por el sentimiento, obedece a lógicas múltiples y contradictorias entre sí. En lugar de un yo integrado, lo que aparece es la pluralidad dionisíaca de personajes. De hecho, se ha llegado a hacer un elogio de la esquizofrenia. 133
Todo individuo postmoderno, sometido a una avalancha de informaciones y estímulos difíciles de estructurar, hace de la necesidad virtud y opta por un vagabundeo incierto de unas ideas a otras. Se parece al oyente nocturno que va dando vueltas al dial de la radio probando, una tras otra, todas las emisoras. O al televidente que se lo pasa haciendo zapping. El postmoderno no se aferra a nada, no tiene certezas absolutas, nada le sorprende, y sus opiniones son susceptibles de modificaciones raídas. Pasa a otra cosa con la misma facilidad con que cambia de detergente. El protagonista de una famosísima obra de Oscar Wilde, después de sostener un montón de ideas disparatadas y contradictorias entre sí, es interrogado por otro de los comensales: “¿Puedo preguntarle si cree usted realmente todo lo que nos ha dicho en la comida?” Y él, que es un auténtico hombre postmoderno avant la lettre, responde: “He olvidado en absoluto lo que dije”. Como ha dicho Vattimo, “el sujeto postmoderno, si busca en su interior alguna certeza primera, no encuentra la seguridad del cogito cartesiano, sino las intermitencias del corazón proustiano”. Sin duda, se identifica con una anécdota que se cuenta de Diderot: cuando Van Loo hizo su retrato, el escritor no quedó contento, y no porque careciera de parecido, sino porque no había reproducido más que una fisonomía. Ahora bien, decía Diderot, yo tenía cien cada día; según el humor que me afectaba, yo era sereno, triste, soñador, tierno, violento, apasionado, entusiasta... También en las relaciones personales el individuo postmoderno renuncia a los compromisos profundos. La meta es ser independiente afectivamente, no sentirse vulnerable. El medio para conseguirlo es lo que Schelsky ha llamado el “sexo frío” (cool sex), orientado al placer breve y puntual, sin ambiciones de establecer relaciones excluyentes ni duraderas. Los tics del lenguaje –que suelen expresar muy bien el espíritu de cada época– ponen de manifiesto el cambio operado en unos pocos años. Al encontrarse dos amigos de mentalidad moderna, preguntaban con naturalidad: “¿Qué es lo que hacés?” (en la modernidad se daba por supuesto que siempre había que estar haciendo algo). Para la cultura postmoderna esa pregunta sería casi como un insulto. No se trata de hacer, sino de estar. La pregunta pertinente es ahora: “¿En qué rollo estás?” (además, con el matiz de transito134
riedad que tiene en castellano el verbo “estar”). “Cada noche un rollo nuevo –contesta una canción de Joaquín Sabina–. Ayer el yoga, el tarot, la meditación. Hoy el alcohol y la droga. Mañana el aerobic y la reencarnación”. De la tolerancia a la indiferencia Con la pérdida de confianza en la razón, se ha perdido también cualquier esperanza de alcanzar un consenso social. Hoy cabe todo, y todo tiene su público, incluso las mayores extravagancias culturales. Hace no sé cuantos años dijo no sé quién “que cualquier objeto despojado de su función ordinaria es arte. Esto significa que, si encuentras un retrete colgado del techo, no intentes la meada parabólica, antes bien consulta el catálogo”. Los hombres modernos creían todavía que la libre confrontación de opiniones conduciría antes o después a un acuerdo en torno a la verdad y la justicia. Los postmodernos ni creen posible alcanzar ese grado de integración social ni tampoco lo desean en absoluto. Una sociedad verdaderamente postmoderna es la constituida por infinitas microcolectividades heterogéneas entre sí. De nuevo la referencia a Nietzsche parece obligada: “Mi juicio es mi juicio (...) y otro no tiene derecho a él. Hay que desterrar el mal gusto de querer compartir el padecer de muchos. Un ‘bien’ ya no es un bien en boca del prójimo. No puede haber, por tanto, un ‘bien común’. Esa expresión encierra una contradicción en sí misma”. Así las cosas, los postmodernos renuncian a discutir sus opiniones; viven y dejan vivir. “Dejadnos ser paganos”, dice Lyotard en un libro de entrevistas. Lo que Lyotard nos prescribe es que seamos paganos amables. En realidad, una tolerancia devaluada que no es más que una forma de indiferencia mutua. Nosotros todavía creemos, dice Beatriz Sarlo, que la tolerancia no debe ser el resultado de la indiferencia radicalizada, sino el producto de la coexistencia con lo conflictivo y diferente. Es posible que éste sea uno de los rasgos de la postmodernidad más arraigados. Parece ser que a lo largo de los últimos años se ha ido extendiendo entre nosotros un cierto talante ecléctico y liberal que huye de las opiniones “fuertes”, por considerarlas de mal gusto desde el punto de vista estético.
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El retorno de los brujos Si el racionalismo de la modernidad socavó las creencias religiosas, no debe extrañarnos que la reacción postmoderna haya traído consigo un retorno de lo religioso. Sin embargo, antes de hablar del retorno de Dios parece necesario constatar el retorno de los brujos. Todos sabemos que hay un auténtico “boom” del esoterismo y de las ciencias ocultas (quiromancia, cartomancia, astrología, videncia, cartas astrales, cábala, alquimia, pitagorismo, teosofía, espiritismo, etc.). En Europa y en los Estados Unidos, sólo los astrólogos registrados oficialmente son tres veces más numerosos que todos los físicos y químicos juntos. En Francia, por ejemplo, hay más de 50.000 consultorios de pitonisas, videntes, echadoras de cartas, etc. En los Estados Unidos los astrólogos se acercan a 175.000, y en varias universidades de ese país los estudiantes han solicitado ya cursos de astrología. En Italia, 12.000 astrólogos se han constituido en sindicato. En España, hace unos años, según el diario El País, había en Madrid más de 3.000 magos. Junto a todo eso hay que mencionar el comercio de amuletos y “buenas venturas” –que arroja unas cifras de negocios multimillonarias– y la proliferación de librerías esotéricas. Incluso, en casi todas las librerías generales existen ya secciones de ocultismo. Sin embargo, yo no diría que esto fuese grave, al menos yo lo tomo con cierta simpatía. Hay cosas sí bastante peligrosas. Se calcula que el medio centenar de sectas destructivas establecidas en España suman 150.000 adeptos, aunque su influencia y radio de acción se extiende probablemente a otras 300.000 personas. A menudo se disfrazan de religiones o asociaciones culturales: Cienciología, Niños de Dios o Familia del Amor, Hare Krishna, Edelweiss, Misión de la Luz Divina, Iglesia de la Unificación, Secta del Amor Libre, Nuevo Amanecer, etc. Hoy existen incluso adoradores de Satán que dejan tras de sí un rastro de sangre, gallos decapitados y signos cabalísticos. Y, sin duda, lo que hasta ahora se ha descubierto es tan sólo la punta del iceberg. En resumen, si en cuestiones de religión, la modernidad se negó a creer lo que era digno de credibilidad, la postmodernidad no pone reparos a tragarse lo increíble. Uno recuerda la perspicaz observación de Chesterton: “Desde que los hombres han dejado de creer en Dios, no es que no crean en nada. Ahora creen en todo”. 136
Seguramente podemos ver en la religiosidad postmoderna la “venganza de lo reprimido” de la que habló Freud: la modernidad inhibió la sed de Dios, que es un constitutivo del ser humano, y ahora brota en estado “salvaje”. Quizá sea también expresión de una sociedad peligrosamente frustrada que se está volviendo cada vez más receptiva a las soluciones carismáticas, mesiánicas y fanáticas. En realidad, es tal la complejidad de los nuevos cultos que Theodore Roszak sugiere que sería necesario inventar alguna palabra inutilizable para designarlos, tal como “psico-místico-paracientífico-espiritual-terapéutico”. De un estudio sociológico realizado en Francia por Daniel Bloy y Guy Michelat se desprende que no son precisamente las capas menos instruidas las que han caído en tales supersticiones. Los agricultores, por ejemplo, se manifiestan muy escépticos frente a todo ello; en cambio “los maestros se definen como el grupo que cree más frecuentemente en la astrología y en lo paranormal”. Las encuestas en Francia también determinan que los divorciados y los que han abandonado la práctica religiosa son mucho más propensos a lo “psico-místico-paracientífico-espiritual-terapéutico” que los que se mantienen casados y los practicantes. Es que ya tienen bastante con la institución familiar y con las Iglesias. El retorno de Dios Dijimos que en la postmodernidad no sólo retornan los brujos; también –y paradójicamente– se cuela una vez más, Dios. Es lógico que, al entrar en crisis la razón del racionalismo –que carecía de oído para el misterio–, queden de nuevo expeditas unas vías de acceso a la fe que la modernidad clausuró. Como decía Pascal, “el corazón tiene sus razones que la razón no conoce”. Y yo agrego que la razón tiene sentimientos que el corazón no late. Sin embargo, en la postmodernidad Dios no puede ser demasiado exigente. Debe contentarse con lo que se ha llamado una religión “light”. Puesto que el individuo postmoderno obedece a lógicas múltiples, frecuentemente prepara él mismo “su cóctel religioso: unas gotas de islamismo, una brizna de judaísmo, algunas migajas de cristianismo, un dedo de nirvana; todas las combinaciones son posibles, añadiendo, para ser más ecuménico, una pizca de marxismo o un paganismo a medida”. Si tenemos en cuenta la aversión postmoderna a la 137
fundamentación, no debe extrañarnos que al individuo no le preocupe en absoluto la falta de coherencia del conjunto. Como era de esperar, dado que el individuo postmoderno renuncia a buscar un sentido único y totalizante para la vida, cuando elige a Dios lo hace sin renunciar por ello a todo lo demás. La suya es una religión “confortable”, decididamente alérgica a las exigencias radicales. Durante los últimos años hemos asistido a un notable auge de lo que, siguiendo a Max Weber, podríamos llamar “comunidades emocionales” (por ejemplo, las corrientes de tipo pentecostal, comunidades neocatecumenales, círculos fundamentalistas, grupos de oración corporal, zen, grupos rurales neomonásticos, etc.). Aunque son muy diferentes entre sí, en todas esas comunidades pueden observarse algunas carácterísticas postmodernas. Por una parte, han recuperado las dimensiones estéticas y celebrativas de la fe, aunque es posible percibir preocupaciones exclusivamente espirituales. Y así se ve que a la disolución de la historia y la exaltación de la interioridad que caracteriza a la postmodernidad le va mucho más la figura del contemplativo sentado en la postura de flor de loto que la del profeta comprometido con la causa de la justicia. La oscilación del péndulo Algunos piensan que la postmodernidad es una moda pasajera, que ha llegado a nosotros con fecha de caducidad a la vista, y que no hay que concederle demasiada importancia. En realidad, únicamente el tiempo nos dirá si todo esto no es más que fuego de artificio o si, por el contrario, estamos en el inicio de una nueva etapa de la historia. Pero, sea cual fuere la respuesta, parece innegable que en la postmodernidad se manifiestan problemas de envergadura que obligan a repensar las grandes cuestiones de la Modernidad. Aunque todavía es pronto para hacer un balance, podemos aventurar ya algunas observaciones provisionales. Por ejemplo, que la postmodernidad es una reacción unilateral frente a las unilateralidades que tenía la modernidad. Resultaba, sin duda, exagerado aquel “ascetismo profano” del que nos hablaba Max Weber. El hombre moderno caminaba siempre con la mirada puesta en la meta, sin ser capaz de detenerse a disfrutar del paisaje. Por eso era necesario aprender a vivir “aquí”. Pero parece como si la postmoder138
nidad se hubiera ido al otro extremo, desvalorizando completamente el trabajo, el mérito y la emulación. Algo parecido podríamos decir de las actitudes frente al cuerpo. Nadie puede discutir que la moral victoriana era inhumana; y algún día habrá que investigar cuántas neurosis se fundamentan, en definitiva, en la negativa del hombre a aceptar su cuerpo. En este sentido, no podemos dejar de felicitarnos cuando hoy, en cualquier barrio del suburbio, vemos a las amas de casa haciendo gimnasia para mantenerse en forma. Lo malo es que ahora es tal el cortejo de solicitudes y cuidados que rodean al cuerpo que podríamos decir sin exageración que se ha convertido en objeto de culto. Parece también evidente que el racionalismo extremo de la modernidad mutiló al sujeto, pero es difícil admitir que la solución consista en sustituir la tiranía de la razón por la tiranía del sentimiento. Y así podríamos seguir. Ante la imposibilidad de abordar aquí un estudio detallado, centraremos nuestra atención en tres aspectos que nos han parecido especialmente importantes, dejando para el final una reflexión de carácter más positivo sobre las posibilidades que la postmodernidad ofrece. Postmodernidad y conservadurismo Fue Jürgen Habermas, en una conferencia leída con motivo de la recepción del Premio Adorno 1980, quien planteó por primera vez la estrecha relación que existe entre la postmodernidad y el neoconservadurismo. Ciertamente, los neoconservadores –como Daniel Bell– se sentirían malinterpretados si pretendiéramos identificarlos con esa postmodernidad que desvaloriza el trabajo, la disciplina, la emulación y, en definitiva, todo el sistema motivacional del sistema capitalista. Pero, en mi opinión, los neoconservadores no repudian la postmodernidad porque ésta sea progresista, sino porque es un conservadurismo diferente del suyo. Porque la postmodernidad, y aunque se agarren la cabeza los postmodernos, no es progresista. La postmodernidad es conservadora, porque, al eliminar la conciencia histórica y afirmar el eterno retorno de lo igual, elimina también cualquier esperanza de mejorar la sociedad. El orden establecido y el sistema se toman como un hado frente al cual es inútil, e incluso contraproducente, rebelarse. Quien logre destilar la quintaesencia del discurso descubrirá que suena así: “No hay nada que hacer; por tanto, no hagamos nada”. 139
Nunca insistiremos bastante en el empobrecimiento que todo esto supone para la humanidad. La postmodernidad nos roba la esperanza, que es el resorte que dispara la actividad humana. La postmodernidad es conservadora, también, porque, al desconfiar de todos los discursos, le resulta indiferente una política de derechas o de izquierdas. A la postre, resultan ser la misma política. Es significativo que en los últimos años el interés de los jóvenes por la política haya calado en todo el mundo Occidental. Naturalmente, mientras los filósofos postmodernos pontifican acerca de la negatividad del poder, los poderes avanzan y se exhiben sin pudores ni vergüenzas. La droga, que es otro fenómeno típicamente postmoderno, tiene también consecuencias conservadoras: se trata de un supuesto camino de “liberación” interior en medio de un mundo que se deja intacto. Pues bien, es necesario decir claramente que la fórmula de la felicidad postmoderna (“tener trabajo y hacerte el tonto”) es inmoral. Sólo los comprometidos tienen derecho a celebrar. El “refugio lúdico” que ahora se propone como alternativa a la militancia no es sino la versión postmoderna de lo que siempre habíamos llamado “torres de marfil”. Pero atención, yo valoro al “homo ludens” cuando su enorme creatividad artística o filosófica o científica lo transforma en un “homo faber” privilegiado. Postmodernidad y melancolía Agustín de Hipona le dijo a alguien: “Yo sé lo que quieres”; y, ante el asombro receloso del otro, precisó: “Quieres ser feliz”. Su interlocutor convino en ello; todos los hombres –y los postmodernos no son excepción– tenemos que convenir en lo mismo: lo que queremos es ser felices. De hecho, en la postmodernidad existe, como hemos visto, una tendencia fuerte a “pasarlo bien”. Sin embargo, tanto las novelas como las letras de las canciones de los ochenta reflejan todo tipo de soledades, depresiones y frustraciones sin asomo de rubor. Fragilidad del sujeto postmoderno Hemos visto que la postmodernidad, en su canto al espontaneísmo, promete individuos más libres, porque no estarán atados a nada ni a nadie y vivirán siempre lo momentáneo. Pero esa es la libertad de la hoja caída del árbol, que ahora el viento la lleva para acá y después para allá. Debe140
mos investigar si el desmoronamiento de todas las creencias y de todos los valores es verdaderamente una liberación, como dicen los postmodernos, o si, por el contrario, se trata de una catástrofe. Si nuestras convicciones y compromisos nos constituyen, uno no puede dejar de preguntarse con aprensión qué clase de sujeto es el que vive en provisionalidad permanente, en perpetua trashumancia de unas convicciones débiles a otras convicciones igual de débiles. En nuestra opinión, la respuesta sólo puede ser ésta: el sujeto postmoderno se reduce a puro maquillaje, sin identidad personal. No hay ningún rostro verdadero por debajo de su maquillaje que no sea otro maquillaje anterior. O, con otras palabras: “Ser sujeto por adhesión a un microdiscurso provisional y fragmentario es ser sujeto siempre provisional y fragmentado”.
LA MEJOR ÉPOCA DE L.S.1 RADIO MUNICIPAL La mejor época de L.S.1 Radio Municipal tuvo lugar cuando su Director era el doctor Virgilio Tedín Uriburu: abogado, empresario, profesor universitario, diplomático. Para los amigos, el “Pique Tedín”. La transcripción parcial de la nómina de colaboradores que tenía esa emisora en 1963 es más que suficiente para justificar el título: Lucy Álvarez de Toledo, Julio Álvarez Vieyra Abelardo Arias, Rodolfo Arizaga Horacio Armani, Francisco Ayala Odille Barón Supervielle, Héctor Basaldúa Angel J. Batistessa, Francisco Luis Bernárdez Adolfo Bioy Casares, José Blanco Amor Ivonne Bordelois, Jorge Luis Borges Romualdo Brughetti, Carlos Burone Jorge Calvetti, Pompeyo Camps Ramiro de Casasbellas, Nicolás Cocaro Córdova Iturburu, Juan José Cresto Osiris Chierico, Edgardo Da Momio Sergio De Cecco, Horacio de Dios Margarita Durán, Norberto Firpo Johannes Franze, Sara Gallardo Carmen Gándara, Gustavo García Saraví Alfredo de la Guardia 141
José Isaacson, Pedro Larralde Luisa Mercedes Levinson, Luis Mario Lozzia Eduardo Mallea, Tomás Eloy Martínez Carlos Mastronardi, Enrique Molina Carlos Moneta, Manuel Mujica Lainez Conrado Nalé Roxlo, Victoria Ocampo Ezequiel de Olaso, Juan Carlos Paz Felisa Pinto, Ismael Quiles Jorge Romero Brest, Ángel Rosemblat Ernesto Schoo, Kive Staiff Pola Suárez Urtubey, Francisco Tomat Guido Luisa Valenzuela, María Esther Vázquez Jorge Vocos Lescano, H.A. Murena David Voguelman, Gregorio Weinberg Guillermo Whitelow, Alberto Girri Jorge D’Urbano Por supuesto, la lista sigue y no he mencionado a los músicos que estaban permanentemente en la radio, como Alberto Ginastera, Astor Piazolla, Horacio Salgán, Aníbal Troilo, Carmen Guzmán, Lois Blue, Eladia Blázquez y tantos más. Más visitantes extranjeros asiduos cuando llegaban al país como Vittorio Gassman, Friedich Gulda o Witold Malcuzinsky. Yo era asesor de Tedín Uriburu en la dirección general, y hacía un micro dedicado a las Naciones Unidas. Obviamente seguían las funciones del Teatro Colón, nunca descuidadas. Y fue fundamental para el éxito logrado el trabajo de Ricardo Constantini en la conducción artística y la del “Negro” Julio Alvarez Vieyra en todo lo que fuera programación musical. Años después intentamos con Pique Tedín repetir dicha experiencia en el Canal 7, donde logramos una estupenda programación cultural, artística e intelectualmente muy bien acompañados, pero después de varios meses, a las autoridades nacionales (gobierno de Onganía) no les interesó una programación cultural que no tenía el rating que querían.
LA PRENSA EN DOS ADMINISTRACIONES REPUBLICANAS En una de sus Crónicas norteamericanas, que semanalmente publica en La Nación, Mario Diament señaló que la curva de la alarmante relación de la administración Bush con la prensa alcanzó nivel de bochorno cuando trascendió 142
que, por lo menos, tres periodistas habían recibido dinero para promover programas del gobierno y cuando se descubrió que la Casa Blanca había otorgado credenciales de prensa a un individuo que no sólo carecía de antecedentes como periodista, sino que utilizaba además un nombre falso. Resulta evidente que lo que viene ocurriendo desde la administración Bush con la prensa es inédito, y las manipulaciones anteriores, de las que fue un acabado modelo la administración Reagan, terminan pareciendo casi infantiles travesuras defensivas. Como se sabe, la conferencia de prensa es un fenómeno relativamente moderno, ya que sólo comenzó hace unos cincuenta años. En sus inicios, los presidentes se reunían con los periodistas sobre bases informales y reglas específicas, mediante las cuales el presidente no podía ser citado por su nombre. Pero dichas sesiones eran de inmensa ayuda por cuanto habilitaban al presidente a ser sincero bajo el manto del anonimato. Franklin D. Roosevelt, por ejemplo, no sólo hablaba de su modo de pensar, sino que también ofrecía sugerencias a los periodistas sobre cómo disfrazar una frase atribuida. Las conferencias de prensa en televisión, con toda su contundencia y fuerza real, fueron establecidas por John F. Kennedy. En ellas los presidentes aprendieron a ser más circunspectos en sus respuestas, conscientes de que un error podía acarrearles problemas al instante. Pero desde que Ronald Reagan asumió el poder, sus colaboradores clave no guardaron secreto acerca de la incomodidad que les producía cualquier eventual exposición del presidente, en virtud de sus dificultades para recordar con precisión material fáctico y su propensión a las declaraciones alarmantes. Reagan y sus ayudantes desarrollaron su propio sistema para las conferencias de prensa por televisión, y los periodistas descubrieron que no podían llevarlo a responder una pregunta que él no deseara contestar porque el presidente había demostrado ser un maestro de la evasiva: bromeaba, cambiaba el tema, hasta que agotaba el tiempo útil. Así exponía las posiciones cuidadosamente ensayadas con la simple y enérgica forma de los discursos de campaña, y allí trazaba la línea. Finalmente, las tales conferencias se fueron transformando en extravagancias protocolares con alfombras rojas y rutilantes arañas, dando al público una falsa impresión de jovialidad y espontaneidad, con el presidente 143
bromeando y llamando a los periodistas por sus nombres de pila, en algunos casos hasta a algunos que apenas conocía, pero para todos ellos, lo que menos tenían esas conferencias era un carácter realmente informativo o una vía de acceso real. Y todas estas sesiones eran oportunidades propicias para que el presidente reafirmara sus posiciones básicas. Reagan fue un verdadero maestro en el uso de los medios de prensa en su propio beneficio y en la habilidad para proyectar la fuerza de su personalidad y sus convicciones, obteniendo de ello éxitos políticos sorprendentes. También hay que señalar que él y sus colaboradores lograron ya en aquella época, un nuevo nivel de control sobre los mecanismos de la comunicación moderna, porque fundamentalmente reconocieron –ya entonces– no sólo a la televisión como el medio más influyente a través del cual el público recibía las noticias, sino también la tendencia dominante en ella de poner más énfasis en apariencias e impresiones que en la propia información. Otra acción central de la estrategia general fue el arte del acceso controlado, es decir la oportunidad para manejarse con periodistas de la televisión y de la prensa gráfica, en sus propios términos, determinando así cuándo, dónde y cómo dialogar. Debe tenerse en cuenta que la mayoría de los presidentes norteamericanos reconocieron que la prensa no era simplemente una abastecedora o proveedora de noticias, sino que, de alguna manera se subrogaba al público, cuestionando precisamente la actuación de los propios presidentes y, en cierto modo, obligándolos a dar cuenta de sus declaraciones y acciones. Así las cosas, y dentro de dicho marco, aun los presidentes reacios a la prensa –por desconfiar de ella– se reunían regularmente con periodistas para proporcionarles respuestas, lo más satisfactorias posibles, a sus preguntas. Sin embargo, puede decirse que Reagan fue una suerte de excepción, toda vez que durante su administración tendió a actuar encapsulado, a buen recaudo, al menos comparado con sus predecesores, al punto de que los periodistas que lo acompañaban en sus viajes eran mantenidos a tal distancia, que se veían precisados a gritar para ser oídos y escuchados. Y cuando intentaban acorralarlo con motivo de alguna aparente o real contradicción, con su habitual afabilidad evadía la pregunta, negaba la premisa o respondía acerca de otra cosa. 144