Año 3 | N ° 7 | A sunción - Paraguay
Revista de, con y por las letras
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Sumario
El Guajhú
Revista de, con y por las letras Año 3- N.o 7 Abril 2016 Asunción, Paraguay Equipo Editorial Camila Recalde Cave ogdon Giselle Caputo Miguel Arias Diseño Mauro Collante
Editorial 3 Kent, un tipo en bicicleta 4
Cave Ogdon
El Añaraity: eslabón perdido del jopara Christian kent
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No te mueras, René 1 1 Giselle Caputo
www.facebook.com/maurocollante
Diagramación Camila Recalde Diseño de tapa César Román Fotografía de contratapa: Iván Benítez
El valor concreto de lo abstracto Diego Florentín
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Ñañemindu’umína guaraníre, guaraníme 1 6 Arnaldo casco
La libertad de la palabra
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Escritores de esta edición Arnaldo Casco Cave Ogdon César Barreto Christian Kent Diego Florentín Edu Barreto Giselle Caputo Hugo Mendieta Lucio Borgna Margarita Mendieta Miguel Arias Patricia Cabrera Sara Ovelar
Margarita Mendieta
Ilustración de contenido Camila Recalde César Barreto Charles Da Ponte Michelle Bernal Patricia Cabrera Rebeca Benítez Wolfgang Krauch
Una novela, una técnica y una película 2 7
Impreso en Arandurã Editorial Contacto elguajhu@gmail.com facebook: El Guajhú (fan page)
Bocaditos Hugo Mendieta Miguel Arias Lucio Borgna Edu Barrero Sara Ovelar
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El Ladrido ”Gafas Rotas” de cave Ogdon
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César Barreto
Reflexiones de un lector 2 9 Miguel Arias
Arrancarse las costras 3 1 Patricia Cabrera
Publicaciones recientes
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El Guajhú permite la copia y difusión de los contenidos de este número siempre que se reconozca a los autores y la distribución se realice con fines no comerciales. ©2016. ElGuajhú. 2
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Edi tor ial Parimos, con cautela, nuestro séptimo hijo. Conscientes de su destino de aullador, de su naturaleza nómada, de su espíritu de salvaje trotamundos. ¿Para qué un editorial? Fue lo que nos preguntamos antes de redactarlo, pero con esa lógica no hubiéramos tardado en razonar: ¿para qué una revista? Quizás la literatura no tenga una función relevante en la sociedad y el mundo actual, pero la literatura es fundamental para su propia existencia, para sí misma. Necesita alimentarse de las palabras que arranca de la cultura, de los símbolos y de los sueños. Para eso formamos parte de esta desordenada organización solidaria, libre y sin fines de lucro, que lucha por la subsistencia de la literatura y cumplimos aportando con esta publicación “nuestro granito de arena”. Puede que la lengua y la lingüística no estén entre los temas a tratar en el orden del día de la ONU, pero para nuestra organización ambas son algo de vital importancia: el alimento, la materia prima de la literatura. Jung, con su principio de causalidad, esbozó una teoría de la sincronicidad que parecía explicar una conexión universal basada en una relación causa-efecto entre hechos que son aparentemente tan inconexos como la relación entre un estornudo de pez y el nacimiento de un ave, un aleteo de mariposa en Nueva York con un tifón en Pekín. ¿Puede el aleteo de una mariposa en Nueva York provocar un tifón en Pekín? Antonio Tabucchi se plantea esta interrogante y continúa, con ansias de justificar su pregunta: “Usted también forma parte del fractal, un movimiento de su parte modifica el fractal, querido señor Mariposa, por ello debe agitar las alas como es debido”. Y aquí estamos, agitando las alas de la poesía, pero con las orejas paradas, con los colmillos afilados de un obstinado lobizón. Sin temática fija, en esta edición se despliegan una serie de reflexiones cuasifilosóficas y divagues entreverados en castellano, en guaraní, en ficción, en imágenes, en frío, en caliente, escritores soñadores y soñados. Lanzamos este número siete como semilla a la tierra, como botella al mar esperando que llegue a buen puerto. Finalmente es una cuestión de perspectiva, también el siete es el número de la suerte.
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Kent, un tipo en bicicleta Por Cave Ogdon
Christian Kent (Asunción, 1983), poeta y narrador. Es autor de cuatro libros: Lieutenant, El Conde Orloff, Arifina y Cuatro cuentos, todas publicaciones independientes. La primera vez que lo vi fue en una plaza del Centro, en medio de los libros que el poeta Carlos Bazzano había extendido en plena vereda. Apareció en una curva de árboles montado en su bicicleta, de la que bajó con una mochila llena de libros de rara edición. Hablamos de autores diversos ―un gusto similar con respecto a H. P. Lovecraft― y de nuestros respectivos escritos. Reconocí en él a un voraz lector que, en algún punto, dio un paso hacia la escritura como una forma de habitar en el mundo. El resto de mi anécdota con Kent no importa tanto como analizar sus libros, que conforman su verdadero rostro y son la mejor forma de aproximarnos a este ser poético, cuyo nombre evoca olor a cigarrillo y castillos de un antiguo condado de Inglaterra.
1. Lieutenant: abuelo y tránsito Lieutenant (La Calle Passy 061, 2011), en apariencia un poemario de pequeñas dimensiones, cuya tapa ilustra a un soldado, es una compleja exploración de la memoria familiar, una indagación no siempre racional de un pasado en fuga, la persecución que hace una voz poética de un abuelo que ha dado origen a su propia conciencia y con el que a veces llega a confundirse. No es casualidad que este verdadero mosaico de imágenes superpuestas empiece con un poema titulado “Paumanok”, en alusión a uno de los espacios poéticoidealizados por Walt Whitman en torno a su propia juventud, ya que, desde un principio, se pretende señalar cuál es el punto de partida del tránsito que veremos realizar a
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Lieutenant, el teniente-niño, a lo largo de las páginas. El Paumanok de Kent consiste en un sencillo recuerdo infantil: el abuelo diciéndole “¡Lieutenant!” y él poniéndose firme para hacer, a modo de juego, el saludo militar. Desde el impulso de esta memoria indeleble, Lieutenant ―el personaje que se apropia de la figura del soldado, esbozada en el poema de Whitman pero resignificada por el juego del abuelo― inicia un recorrido de lugares en donde se mezclan, en precipitado tropel, espacios geográficos, impresiones personales, reminiscencias de la familia y hechos de un presente difuso y transparentado con el discurso poético. Lieutenant es un hilo trazado en el tiempo, en donde confluyen
Caazapá, Concepción, una locación asuncena específica, la infancia, la juventud, la temprana adultez. Es la insistencia por aprehender el recuerdo para comenzar a ser.
´ 2. El Conde Orloff: bufón y parodia El Conde Orloff (Okara Japu, 2013), en mi opinión, la propuesta literaria más original de Kent, es un extraño mundo rodante, impulsado por el relato de un bufón idiota que pertenece a la imaginaria corte de Krakow. Este “narrador-poeta”, que actúa como testigo parlante, locuaz, del reino despótico que ha construido el Conde Orloff para satisfacer sus más inimaginables caprichos, desata con mordaz ironía una sucesión de historias que nos revelan el lento proceso de decadencia del mundo cracoviano y la tentativa que el bufón realiza, junto a una prostituta-fauno apodada La Trimotora, de recuperar la lengua
3.
Arifina:
yegua
y
del Paraka’o, que para ellos simboliza una especie de redención espiritual que los libera de una realidad corrupta. El empleo de un vocabu-
lario heterodoxo ―que fusiona el castellano, el guaraní, la cultura autóctona, la actualidad y lo propiamente imaginario― y de atractivos dibujos que ilustran los textos, refuerza el aire de genial parodia que transmite el libro: parodia de una sociedad en miniatura, donde los vicios humanos, su porción más aviesa y disoluta, adquieren una proporción monstruosa, como si observáramos a los personajes a través de una lupa.
Chaco
Precedido por una cita de Fabla salvaje, de César Vallejo, Arifina (Okara Japu, 2014) puede parecer un poemario organizado en forma mucho más lógica que Lieutenant, pero se trata también de un libro de imágenes fragmentadas, de mensajes cifrados, concebido a partir de hechos enraizados en el pasado. Al menos dos son los recuerdos que se hilvanan a medida que el libro avanza: un accidentado viaje en familia por el Chaco y la visión de una yegua, Arifina, maltratada debido a las reiteradas derrotas que sufre en carreras hípicas. Poemas duros, de tinte reseco como barro al sol, acerca de puñetazos que abren la conciencia a un mundo hostil. Versos esparcidos como pedazos de vidrio roto que estamos obligados a cruzar con pies descalzos, sólo
para darnos de narices con un último poema que condensa repentinamente el misterio que impregna algunos de los pasajes del libro.
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´ 4. Cuatro cuentos: sopa paraguaya, antropofagia, Elvis y un cazador jado por su extrema gordura, aferrado a sus veleidades, las cuales se extienden, naturalmente, al plano gastronómico, donde su sirvienta, la turca Aifuch, ejerce un papel sumiso y complaciente. El cuento adjudica a la turca, para terror de historiadores románticos, la invención de la sopa paraguaya, así como la hace responsable de la obesidad de don Carlos, elemento que marca la tensión de la trama.
Quizás porque Kent muestra el discutible convencimiento de que poesía y narrativa son una misma cosa, o quizás porque, al menos en su caso, es capaz de causar la impresión de vaciar el contenido de su lenguaje habitual con un procedimiento apenas diferente al poético, el Kent-cuentista no difiere demasiado del Kent-poeta. Esta impresión, reitero, es la que se encuentra contenida, a la espera de los lectores, en su libro Cuatro cuentos (Okara Japu, 2015), una colección de historias entrelazadas por varios elementos comunes: lo macabro-cotidiano, lo gastronómico-obsesivo, lo guaraní-místico. En “El suculento caso de la turca Aifuch”, Kent acomete una ruptura frontal de dos elementos de nuestra cultura tradicional. Por un lado, demuele la imagen paternal y soberbia de Carlos Antonio López, histórico gobernante del siglo XIX, al presentarlo como un ser malicioso y canallesco, un déspota súbitamente acomple-
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Desde su título, “Vori ava” adelanta la grotesca resolución de la historia: Sísifo, malacostumbrado por su madre a no despegarse de sus senos, encaprichado luego por el ritual que la mujer inventa para que tome el vori ryguasu ―ritual consistente en ensopar un pezón y dárselo de chupar―, desarrolla tal grado de adicción hacia ese suculento plato, que termina por incurrir en un canibalismo matricida. Así como en toda familia siempre hay una oveja negra, “El rey está en Oak Ridge” es ese hermano que se diferencia del resto. Una mujer nos cuenta las peripecias que vive cuando niña, junto a su padre, un aficionado a la ufología, y su amigo Larry, antiguo estilista de Elvis Presley, durante un viaje en ruta por Estados Unidos en dirección a Oak Ridge, sitio en donde esperan hallar indicios del paradero del desaparecido astro del rock, que en realidad no ha muerto, sino que ha sido “poseído” por unos seres extraterrestres. Toda la narración se desliza en la sugestiva voz de esta mujer, que parece dibujarse frente a nosotros mientras nos hipnotiza con un relato estrambótico. “Mbói rembi’u” es un cuento que
puede resultar desconcertante, debido a que en el hilo de la narración se entremezclan el plano de lo real y de lo fantástico, de lo natural y de lo místico. Un cazador vaga por el monte en busca del asesino de Kuña Mamangá. En algún punto, debido al hambre, al cansancio, a la sed de venganza, su lucidez comienza a resquebrajarse y accede, hecha pedazos, a un plano en el que la voz del póra de Mamangá lo guía a presenciar un cuadro simbólico pero temible: una niña, sorda a sus advertencias, trepa a un oscuro árbol, cuyas frutas son cráneos suspendidos, y queda atrapada entre las lianas. Por medio de esta siniestra visión, el cazador experimenta la primitiva génesis del cuento ―que aún deberá aprender a comunicar― y queda extraviado en el monte, conectado para siempre con el espíritu de la naturaleza. Lo que esta narración pretende revelarnos quizás sea que, en el salvaje reino de la naturaleza, todos los seres somos uno y estamos conectados de una manera misteriosa, que escapa al entendimiento. En efecto, la narrativa de Kent nos hace presentir que hay algo más allá de los límites de la realidad, algo que, al asomar de este lado, puede llegar a manifestarse en forma de horror incomunicable, porque no estamos acostumbrados a que nuestras percepciones sean vapuleadas por el azote de la irracionalidad, de lo inexplicable, de lo fantástico.
´ Divertimentos Zoológicos de Yahaira Orloff El Conde Orloff, durante sus primeros años en el poder mandó construir dos zoológicos, uno en cada lado del muro. Trajo en un paquete los animales que no llegaron al arca durante el diluvio bíblico para el zoológico mítico. Peces con infinitos dientes y alas de xavante. Cigüeñas con picos cisterna. Tatu carreta con buscapies inteligentes. Mborevises que dejan rastros de leche en el espacio. En el zoológico histórico puso a los habitantes de Krakow y les impuso una rutina de alimentación, coito e higiene diarios para divertimento y aprendizaje de la pequeña Yahaira Orloff. Una mañana la actriz de cine que compartía jaula con el jugador de fútbol amaneció muerta y la pequeña Orloff partió la luna Z13X12Y9 con su llanto. Era su preferida, su princesa. (De El Conde Orloff)
Es así, siempre Estamos los dos codo a codo tirando piedras en el agua “¿Cuántas veces pueden saltar antes de hundirse?” Bajo la cabeza, en verdad no sé, no tengo la mínima idea de nada. Y nos callamos mientras tocan fondo en un acuoso silencio. (De Lieutenant)
Ilustraciones: Wolfgang Krauch
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El Añaraity: eslabón
perdido del jopara Por Christian kent
“Para escribir El Añaraity, podría decirse que anduve más por la calle que por los libros”
En 1969 fue publicada la novela corta El Añaraity sin ningún efecto en los cerrados círculos literarios de la época. En el momento en que fue recibida, fue también olvidada. Nos parece que hay en las obras olvidadas algo fundamental que, por alguna razón, el tiempo no ha sabido reconocer. Tal vez la sombra de los árboles más grandes no deja que otras plantas crezcan a su alrededor. Tal vez hay, en esa obra que no trasciende, un contenido tan oscuro, tan demoledor, que lo mejor haya sido barrerla bajo la alfombra. Encontramos en El Añaraity una singularidad de lenguaje que no existe en ninguna otra obra en los tiempos en que fue gestada. Remigio Costa se ve en la necesidad de crear un lenguaje nuevo, un pancracio lingüístico, una cópula desmedida de gramáticas dispares, para narrar las aventuras de su personaje, el malandro Añamemby, en los suburbios de una Asunción controlada por el terror y la cárcel. A medida que este temerario personaje se mueve, avanza con él un nuevo lenguaje. El mismo autor habla de un “protojopara”, análogo al protopunk de Los Saicos, a mediados de los sesenta en La Amazonia peruana. Al leerlo hemos descubierto, efectivamente, el eslabón perdido de la poesía jopara, del portunhol selvagem y del
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porounhol. No sólo por la curiosidad idiomática, sino por los valores que introduce esta literatura: una marginalidad mística, una mítica de suburbio, desde donde el anticristo criollo asume la misión de re-poetizar (re-significar) el mundo. Encontré El Añaraity en la librería de Domínguez, abajo de viejísimas (y algo indecorosas) ediciones argentinas de Twain, de Hugo y de Balzac. Fue tanta mi sorpresa al terminar de leerlo que, gracias a mi finado amigo W.A., que todo lo sabe, logré contactarlo. Esta entrevista es del año 2002, el 13 de agosto de 2003 Remigio Costa murió, la única mención de su muerte apareció en la sección de Exequias de abc color, indistinta, igual a otras muertes de nombres que solo recuerdan los familiares. En su casa, un pequeño solar de abundantes plantas, en Luque, Remigio Costa nos recibió con limonadas y nos sentamos en la galería. Era un hombre alto, encorvado más por su increíble altura que por los años, llevaba un par de lentes incongruentes que aumentaban el tamaño de sus pequeños ojos y un sweater con el dibujo de un lobo siberiano. Chasqueaba la lengua para hablar, pero la fuerza de sus palabras, la precisión de sus ideas, eran las de un hombre en la plenitud de sus años.
´ ¿Qué es para usted “la literatura”, don Remigio? Mire, yo tenía diez años cuando tuvimos nuestro primer teléfono en casa. Mis padres llegaron a la ciudad de un pueblito chico llamado Borjitacué, donde no había necesidad de teléfonos. Yo estaba maravillado con el aparato, no entendía cómo las voces humanas podían viajar por cables. Así que un día se me ocurrió desarmarlo, pieza por pieza, y no encontré más que eso, un mecanismo, un entramado de cables y engranajes. Por supuesto, nadie pudo volver a armar el teléfono, así que ya no sirvió para nada. ¡Lo tuvimos que tirar! Y yo ligué como condenado. ¿La pregunta sobre la literatura es inútil entonces? Yo no digo eso. Lo que digo es que no es mi trabajo. Soy escritor, no un experto en literatura. Hay personas que se dedican a hurgar en los dispositivos del texto y otras, como uno, que construyen mundos. No digo que en los escritores la pregunta sobre la literariedad esté ausente, es solo que la pregunta se hace desde adentro, desde la obra. Cuando el músico termina de tocar, apagale el micrófono (Risas). ¿La obra dice más de lo que podemos decir nosotros como autores? ¡Ecco! Usted lo dice mejor que yo. No sé si usted leyó mi novela corta El Añaraity. ¿La leyó?, ¡pero qué sorpresa! A diferencia de otros colegas de mi generación, coseché muy pocas lecturas. Pero qué sé yo, no me puedo quejar, me invitaron un par de cervezas en el San Roque, Lorenzo Livieres escribió una reseña de mis poemas para la revista del colegio San José. En fin, siem-
pre escribí para sorprenderme a mí mismo, para no quedarme, como decía Borges en el cuento de los tigres azules, “con los días y las noches, con la cordura, con los hábitos, con el mundo”. Me contabas sobre El Añaraity... ¡Claro! Nos fuimos por las ramas. Era un hijo de puta con todas las letras (usted me edita después). Un calavera, un vividor, uno que anda por la vida viendo cómo sacar provecho de los ciegos y los idiotas. Un día se me ocurrió que el Añamemby, el protagonista de la novela, despertó en una parada de micro, junto a una petaca de caña y una caja de los peores cigarrillos y me puse a escribir. Me propuse seguirlo. “Allá se va el Añamemby, oho, oho, mbaéicha oho, ritmo do malandro, paso longo y silencioso de la muerte. Oho Añamemby, kachiai pórte, novelesco kelembú”. A medida que el Añamemby iba ganando espacio en la ciudad, metiéndose en sus líos, yo iba desapareciendo, como su creador, hasta que ya no tuve nada que ver con él. ¡Estaba vivo! Como vos, como yo, como cualquiera.
mucho después, a mediados de los 90, con el Mar Paraguayo de Wilson Bueno. Sí, leí a Bueno. Su Mar Paraguayo es una rareza, una joya. Nadie me leyó a mí, pero yo leí a todos: a Canese, a Diegues, a Bogado, al domador de Yakarés. Y sí, se podría decir que El Añaraity es una especie de protojopara. Hay una irrupción de la tercera lengua en la literatura de entonces, lengua irreverente, maleducada, que no se resigna al molde de una gramática y que dice cosas que jamás podrían decirse en un castellano claro, castizo y correcto. En el 73 aparecieron los Monólogos de Appleyard, pero para mí es basura; el lenguaje de los Monólogos es el de un burgués que quiere imitar, malamente, desde una silla demasiado cómoda, la riqueza de la lengua popular. Se come las eses, usa algunos trucos sintácticos, pero no pasa de ser, como dice Meliá en el prólogo, “un elogio de la jerigonza”. Mi Añaraity apareció en el 69, nadie lo entendió, tal vez eso me haya salvado de la cárcel. ¿Qué significaba escribir en tiempos de la dictadura?
El Añaraity es un precedente único, insólito para los años 60, de la escritura del jopara que aparece
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´ Fui un desafortunado con mucha suerte, como ya dije. De los 200 ejemplares de El Añaraity que imprimí, 100 se quedaron en cajas debajo de mi cama y los otros 100... Bueno, la cuestión es que pasó tan inadvertida que no hubo razón para perseguirme. Sabía que algunos colegas cayeron en la tortura y otros en el exilio, pero yo ni siquiera tuve que esconderme, cuando cayó Stroessner yo estaba en el patio de mi casa leyendo Le Description de l´Egypte. Recuerdo el ruido de los cañones, cuando eso vivíamos sobre la calle San Francisco, mi esposa Chiquita me pedía que entre a la casa a gritos, pero yo estaba muy lejos, en Elefantina, descubriendo, con Champollion, con Petrie, jeroglíficos, momias, pirámides que por milenios escondió la arena. ¿Cuáles fueron sus referentes más notables? Mire, para escribir El Añaraity, podría decirse que anduve más por la calle que por los libros. Me aficioné a las damas (al juego, no a las mujeres) y me hice amigo de los taxistas de la que ahora se llama Plaza de la Libertad, entonces era la Plaza de los Héroes. Desempolvé también un diccionario portugués que era de mi padre y con eso tenía ya los elementos que necesitaba. Mientras tanto leía libros que no tenían nada que ver con las historias que quería contar. Libros de arqueología y de ciencia, recuerdo un librito de Sprague de Camp sobre la era de los inventores, y también leía a los libertinos franceses como Beauchamp, Sade, de Crébillonp, Fougeret de Monbron, Vivant Denon. Siempre leí por el goce de leer, y escribí para que mi mujer no me encontrara siempre leyendo (risas). No, en serio, supongo que uno escribe para devolver, con su pequeño aporte, al
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inmenso placer de haber leído. Esa es una pregunta que puede interesarle a los poetas y narradores jóvenes, ¿por qué escribir? (Suspiro) No he escrito nada en décadas. Cuando escribí El Añaraity, lo hice con una fe absoluta en la poesía, en su poder transformador. Y así tenía que ser, en ese tiempo, escribir algo que no fuese escrito con toda la sangre no hubiera tenido sentido.
El Añamemby es un tipo que puede ser visto como un parásito, una lacra social, pero para mí era un símbolo de pureza, de rebeldía. Hoy, que estoy resignado a llenar las páginas y los días de un diario interminable, pienso que escribir es más bien una compañía. Mientras escribo, no estoy tan solo. Escribo también para esperar la muerte, como Penélope. Texto y tejido son una misma cosa, por eso me habré casado con Chiquita, que era modista.
El Añaraity (Fragmento) Era un karaí guasu. No le habría pedido su cartón atá aunque hubiera operado en los py’as kuera pero la che pichaveva ko era que sanaba a todos los malandros que heríamos y eso realmente che mbya’ku. Sin su intervención taumatúrgica podríamos haberlos hecho cuchui pero por su culpa y causa no pudimos ko añaka’o ni petei de esos vyros y puercos. O protegé paite chupe kuera. Conocía hasta el último moñái kuara donde vivían y se ocultaban. La ivaivea no solo los sanaba también les arrumaba una especie de poha maravichu que los hacía casi póras de tan invisibles que quedaban para los tahachi y milicos partida. Trabajaba con ondas de radio y luces pisca pisca así los malandros emboscados ya sabían ko cuando nosotros llegábamos a su PC. Y cuánto viru ganó este ñato! Toneladas de tesa atá que los malandros tenían en sus taperas. Este chamán ganaba 10 veces más que yo, todo un comisario de ley y decreto y no periodista pyrague mba’e hina! ¡Avei ombo’e chupekuera inglés! Che sy poraite! ¡Como olfateé a este ñato! Cuatro veces lo rodeamos con una compañía de soldados avá para maricarlo. Nde que nde vale ha inteligente voi sabes cuánto le costó al gobierno toda esta joia guerrillera. Nde reikuaa ¡no podemos fazer nada sin plata! Todo cuesta grana y el comisario también tiene que comer y vivir. No puede trabalhar por mbokaya ata ni por mboraihu vyro a su profesión. Apechugué muchas admoniciones del gobierno y fui amenazado con la chutada en el cu si no llevaba la ley y el orden a mi valle. Ame’e paite en un informe manuscrito de puño y letra tavymi de 6 páginas y media y lo tecleé como ryguasukaru a máquina. Koanga al fin ko gobierno ontende la situ que su kariay ko ojapo la ikatumia lo humanamente posible y que si agora esos kamba tembo tienen la protección de un gringo mbaeiko che ikatu ajapo contra los malandros apenas con una compañía de verde’o piru partida a mis órdenes? Eremina cheve che socio nde karaí.
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No te mueras, René
Historia de un encuentro casual con el joven poeta Por Giselle Caputo
“Busco tu nombre, la más alta nostalgia, y él es una sombra silenciosa y trágica” René Dávalos
Motivada por no sé qué tipo de impulso, fui un viernes lluvioso a la feria de literatura paraguaya de Marcos Maíz Montanaro, en el bar Britannia. Allí, husmeando entre los singulares y exóticos ejemplares que se desplegaban sobre la diminuta, penumbrosa mesa instalada bajo una escalera de cemento, encontré un librito titulado Buscar la realidad, el autor: René Dávalos, el género: poesía, publicado por la editorial Arandurã en 1993, cantidad de páginas: 36. ¡Eureka! - exclamé internamente, con la intuición o quizá con la esperanza pulsátil de estar llevándome a casa un pequeño tesoro. Antes de dormir y para apaciguar la ansiedad, encendí la lámpara, salteé el prólogo y fui al primer poema: JOVEN POETA Estabas listo para morir: el cielo como fruta madura negaba su dulzura a tu ansiedad de pájaro desierto. Parecías igual pero tenías el corazón en llamas alumbrando el sacrificio de tus misas trágicas y tus ángeles gemían caídos de su imagen. Muchas veces te vi pensando en yo no sé qué extraños ruiseñores que sólo en paraísos estremecen los vientos con sus cánticos. No te hablaba nunca entonces porque sentía un eco sordo de terribles tambores y una pregunta incierta surgía de la tierra. Premonitoriamente a veces parecía que te hubieras muerto ya, que tu destino repentinamente te hiciese olvidar todas las cosas huecas y a una vida sin tiempo ni pecado te llevara. En ti la muerte era el crepúsculo que irremediablemente llega al fin del día, pero yo no estaba triste por eso, era hermoso pensar en tu dulce madurez de hombre
hecha verdad en tu infinito silencio, pensar en tu radiante juventud que asida a sus destellos subiera por sus ramas desbordando las flores hasta que fuese imposible seguir imaginando sus destinos. Ibas a morir sólo por tí y sin embargo quererte sin que lo supieras era sufrir tu plenitud en carne viva puro dolor que entonces me salvaba. Yo sabía que ibas a morir, que verías el camino donde tu voz iba a hallar inacabables resonancias y tu alma iba a verse al fin con sus blancos vestidos sin ausencias. Ya las cosas serían de verdad entonces y las palabras como frutas rotundas iban a ser duras, compactas realidades en tus tallos. ¡Ah! yo temblaba pensando en los besos que darías a rostros sin huida. Si hoy supieras: qué triste es qué difícil al escuchar tu risa no comprender tu muerte.
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´ Inmediatamente recordé el consejo rilkeano de volverse a sí mismo (en Cartas al joven poeta), porque el poema entero de Dávalos era una carta para sí mismo. “Sólo una sensibilidad poética profunda y madura, podría traducir, o presentir, con tanta claridad los anuncios metafísicos de la muerte” – pensé, o quizá alegué algo mucho menos elaborado, y apagué las luces. Retomé la lectura a la noche siguiente, devoré de un tirón los siete poemas restantes. Su poesía honesta y mesurada, pero trágica en su temática, me retuvo en un éxtasis asfixiante de exaltación y lucidez por igual. Su mejor recurso, descubrí algún tiempo después, radica en su estilística: su escritura, que exhibe un lirismo diestro, se apoya en el uso privilegiado de imágenes, metáforas y figuras de pensamiento meticulosamente elegidas, como si cien mil poetas universales, los verdaderos, se sintetizaran en la mano que escribía los versos. En la a veces fatídica voz de René Dávalos encontré, como sustancia, un ansia recurrente por alcanzar la verdad que está más allá del vuelo de la palabra: esa realidad anhelada es la poesía misma, que no se muestra explícita en la realidad, que a veces es inasible, inaprensible. La verdad funesta en la metáfora que le cuelga
Buscar la realidad consta de ocho poemas y es la única obra publicada del autor. La primera edición de Buscar la realidad (1966), hoy ya agotada, fue editada por Miguel Ángel Fernández en Ediciones Diálogo, como parte de la colección poética llamada Cuadernos del Colibrí. Autores como Emilio Pérez Chávez y Roque Vallejos han escrito emotivos homenajes al juvenil poeta paraguayo.
de la oreja al crepúsculo, la verdad sin voz en la belleza etérea de su amada en fuga: el poeta podía ver esa verdad pero seguía buscándola, no sólo para hacerla sujeto de enunciación sino, más bien, para hacerla materia tangible y poder así palparla, de una vez por todas, en la realidad; por ello, forzó su escritura de manera tal que las palabras mismas se conviertan en esa verdad rotunda que ellas representan, especulación mía que evidencié en versos como: “Ya las cosas serían de verdad entonces / y las palabras como frutas rotundas iban a ser / duras, compactas realidades en tus tallos”. O, en su poema “La amada”, cuya musa me gusta creer que es la poesía misma: “(…) al pensar en ella; /era un arroyo, / sus cabellos encerraban la verdad que era/ volando como pájaros inverosímiles / del alba o crepúsculo en su cuerpo (…) / acariciar sus pechos serenos y sus muslos inconscientes / escuchar su música sonando sin querer recordarla / o cercenar la realidad abierta como el cielo que no quiere / otra cosa que la vida hecha luz / que la recorra y la viva alegremente (…) / la amada le pondrá límite al mundo / y será la realidad ella sola.” Cuando acabé de leer los poemas, encantada aún con el efecto calcinante de la obra, fantaseé con la idea de conocer al poeta personalmente, en Paraguay es posible conocer a un autor, me dije fanfarronamente, hacerle una entrevista, saludarlo de paso, pedirle que firme mi entrañable ejemplar; y, aunque ya hubiese tenido el contacto más íntimo con Dávalos en la lectura estrecha del poemario, sentí curiosidad y fui al prólogo donde supuse podría saber, formalmente, más de él, de su vida. Sola, en mi experiencia davaliana anochecida, admití que todo lo que me contaran del autor en ese instante de la madrugada sería una gran novedad, pero únicamente para mí y quizá para el poeta, que ya me acompañaba, cómplice y sombrío, en una extraña manera; la noche silenciosa y todo aquel que la sueña permanecerán ajenos a las noticias de tu vida, René –le dije y sentí que eso estaba bien.
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´ El primer párrafo del prólogo era algo triste, nostálgico, yo ya sabía que era portador de una gran genialidad para la poesía pero además me enteré de que nació el 30 de octubre de 1945, que “sus inclinaciones de escritor y su manera distinta de vivir se manifestaron ya en su primera infancia”, que presidió la Academia Literaria del Colegio Goethe, que “casi hombre ya, sensible y lúcido, no soportó el quehacer intrascendente del ambiente medio burgués al que pertenecía” y se fue a Montevideo a estudiar Medicina por dos años, que esa experiencia lo llevó a trasmutar en una orientación filosófica y política críticas de la realidad nacional, que “vuelto a Asunción a continuar sus estudios, se convirtió en un combatiente representante estudiantil y poeta”, que integró el equipo editorial de la revista universitaria llamada Criterio, que fue uno de los fundadores del Frente Universitario Libre, que finalmente, murió a la edad de 22 años en un accidente de moto y que jamás podría yo llegar a cruzarme con él, nunca, no como seres vivientes al menos, y cerré el libro. III ¡Qué paso detenido el hombre qué sombra dolorosa en días como umbrales de una casa enorme a la que nunca entramos! ¡Qué larga esta espera en la que vamos yendo: las cosas como hechas de pedazos de sueño el alma como círculo que no logra alcanzarse! Y el dolor de Aquél que nos espera detrás de las ventanas que tercamente devuelve las renuncias y nos sigue gritando su promesa en la sangre. ¡Todo tan fácil detrás de las murallas todo tan puro más allá y nosotros callados, crepusculares con las llaves perdidas en la oscuridad del día!
Podés encontrar el poemario completo en la página de internet www.portalguarani.com
El presentimiento de la cercanía de la muerte le hizo escribir agónicas líneas de reflexión existencial que yo sentí muy cercanas. Su muerte, esa noche, fue para mí entonces la terrible confirmación de su poesía premonitoria. A veces, cuando no me satisface la poesía actual de mero anecdotario, superficial y cotidiano, releo a René Dávalos, que me lleva de paseo en un vuelo desgarrador, mientras le digo, con algo de tristeza: hoy no te mueras.
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El valor concreto de lo abstracto Por Diego Florentín
El alma es algo bien concreto. La definición de muerte es “la separación del alma y el cuerpo”. “En el pensamiento tradicional, separación del cuerpo y el alma” (DRAE). Entonces hay “algo” además del cuerpo en nosotros. Eso es el alma. Dice Milan Kundera, en su novela La insoportable levedad del ser: “Hace mucho tiempo, el hombre oía extrañado el sonido de un golpeteo regular dentro de su pecho y no tenía ni idea de su origen. No podía identificarse con algo tan extraño y desconocido como era el cuerpo. El cuerpo era una jaula y dentro de ella había algo que miraba, escuchaba, temía, pensaba y se extrañaba; ese algo, ese resto que quedaba al sustraerle el cuerpo, eso era el alma”.
bajaban al inframundo, algunas a los Campos Elíseos, otras al Tártaro. Y por eso ponían dos monedas sobre los ojos de los muertos, o una moneda bajo la lengua, para pagar con ellas al barquero, Caronte, de lo contrario no podían pasar al otro lado del río Aqueronte, y quedaban sus almas vagando en el inframundo.
Hay una hermosa obra de arte en medio de la Plaza de la Libertad (Chile y Oliva), en el centro de Asunción. Se llama “El espíritu y la materia”. Es un ángel que señala hacia el cenit, y un hombre desnudo le rodea la cintura con un abrazo titánico como impidiendo su vuelo. El ángel (el alma) apunta a lo celestial, el cuerpo nos ata a lo terrenal. Esa es la mejor descripción del ser humano. Somos una dualidad. Somos dos en uno. Somos espíritu y materia. Ya los griegos hablaban de mente sana en cuerpo sano. Y Homero decía que las almas de los muertos
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Todas las virtudes / valores, y los defectos / vicios son abstractos. Porque no se pueden entender si no hay alguien que tenga esos valores o vicios. Ejemplo: la corrupción no existe, lo que hay son hombres y mujeres corruptos en un país / institución / empresa. ¿Cuándo va a terminar la corrupción? Cuando vos y yo dejemos de ser corruptos. Por eso hacen bien las campañas publicitarias de concientización cuando dicen que el cambio para hacer desaparecer un vicio empieza con uno mismo. Primero tengo que cambiar yo, luego cambiará el país. El ejemplo vale más que mil palabras.
Los fariseos querían acusar a Jesús de que sus discípulos comían sin lavarse las manos, alimentos impuros, y sin respetar el sábado. En sábado no se podía cortar una espiga de trigo porque se consideraba que era cosechar, y eso era un trabajo, y en sábado no se debía trabajar. Entonces Jesús les aclaraba que todo lo que entra por la boca no hace impuro al hombre. Lo que lo hace impuro es lo que sale de su corazón (de su interior). Del corazón del hombre es de donde salen todas las blasfemias, los insultos, las envidias, los odios, las hipocresías, los adulterios, los malos pensamientos…, dice la Biblia. Es decir, todos los vicios y maldades son sustantivos abstractos. Lo que es concreto es el hombre que materializa / lleva a la práctica esos malos pensamientos. Creo que por eso los grandes sa-
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bios de la humanidad siempre prefirieron la soledad y el aislamiento. Suelo decir a mis alumnos que el lugar más seguro y pacífico del mundo es un cementerio. Allí nadie puede hacerte daño. Lo que debemos temer es la muchedumbre de los vivos, donde te roban, te asaltan, te matan, etcétera. Es en medio de la gente donde te van a meter la mano en el bolsillo, un puñal en el cuello, y una pistola en la espalda. ¿Qué tenemos que hacer para que el Paraguay deje de ser un país corrupto? Dejar de ser corruptos vos y yo. Tendrán que disculparme todos los gramáticos, colegas, y autoridades académicas, pero si no hablamos de estas cosas a los estudiantes, ¿de qué sirve todo lo que enseñamos? Me encanta explicar estos temas de la vida misma, al hablar de los sustantivos abstractos. De lo contrario, la enseñanza de los sustantivos se vuelve en sí misma algo abstracto. Puro gramaticalismo. ¿De qué sirve saber cuáles sustantivos son abstractos y cuáles son concretos…?
Vienen a mi memoria los acontecimientos, históricos, de septiembre del 2015, vividos en la UNA. En el estatuto que estaba en vigencia en ese entonces se mencionaban tres requisitos para ser Rector de la Universidad Nacional de Asunción: 1- Poseer la nacionalidad paraguaya natural. 2- Ser Profesor Titular. 3- Gozar de notoria honorabilidad. Capítulo VI, artículo 23.
Era el nuevo estatuto de la UNA, sancionado y puesto en vigencia en septiembre de 2014. Exactamente un año antes de los acontecimientos históricos que llevaron al entonces Rector de la UNA a la cárcel de Tacumbú. Los dos primeros requisitos son más concretos que abstractos. Nacionalidad es un lugar (concreto) donde se ha nacido. Ser Titular se demuestra en un documento (concreto) que avala esa categoría docente. Pero la honorabilidad es algo totalmente abstracto. Y fue allí donde el Sr. Froilán Enrique Peralta Torres no cumplía con el requisito. (No lo digo yo, lo dijo la justicia, o la administración de la justicia). Es decir, si no hay una persona que viva la honorabilidad, la honorabilidad no existe. La hono-
rabilidad no existe por sí sola, es un sustantivo abstracto. Por eso lo abstracto no significa “poco importante”. Espero que estos ejemplos sirvan para entender la diferencia entre sustantivos concretos y sustantivos abstractos, y su uso en la vida real. Para los japoneses, en su idiosincrasia, el deshonor se paga con la muerte. Cuenta la historia que 46 ronin (samuráis que quedaron sin amo) se suicidaron con la ceremonia del harakiri / seppuku, luego de haber vengado a su señor. La historia se llevó al cine, en la famosa película 47 ronin (2013). Esta historia sirve para entender que algo abstracto puede llegar a ser sumamente importante o vital incluso. Los samuráis no entendían que la vida tenga sentido sin la honorabilidad. Aquí en Paraguay, la honorabilidad, los estatutos, la Constitución Nacional, las leyes nos importan un comino. Un ejemplo digno de aprender, el de los japoneses.
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Ñañemindu’umína guaraníre, guaraníme. Por Arnaldo Casco Ilustración: Rebe Ca Guarani ñe’ẽ rekove rapykuere puku rehe ñama’ẽ ramo, jahechakuaáta ojoykekoha castellano ndive ymaitereirasa guivéma; og ũ ahẽ mbykymi rire castellano ñe’ẽharakuéra América yvýpe. Paraguái retãme oike castellano jeporu, katu ijykére okakuaa ha imbarete peteĩ guarani iñambuéva umi indígena kuéra ñe’ẽngui, jepémo Familia Lingüística Guaranígui avei ou. Ojekuaa Paraguáipe añónte ojepysoha tetã tuichakue ha ojeporu indígena ñe’ẽ, hákatu iporuhára ndaha’éi indígena.
Tapichakuéra oúva Europa gui oñemomba’e América rehe, ogueru heko ha iñe’ẽ, iñarandupy ha hembijerovia; katu ohechakuaámarõ hikuái indígena oĩva Paraguái yvýpe, iñapytu’ũjyha, ha ndoikemo’ãimarõ iñakãmenguéra castellanope Europa reko ha hembijerovia, oikumbýnte avei guarani, karai mombyryguakuéra, ha “ohekombo’e” indigenakuérape ko ñe’ẽme. Ojekuaa avei kuña indígena, imembýva España guakuéragui, oisãmbyhy iñemoñarekuéra michĩme ha upéicha ombohasa chupekuéra iñe’ẽ; péva rupi avei oikove ha imbarete guarani. Guarani hesãi ha heko retia’e colonia aja. Heta jey Estado voi oiko ha oikove ko ñe’ẽme; ojehai heta kuataitee ha opa rupiete nunga ojeporu. Castellano sa’ietemi oĩ oiporúva upe ramo guare.
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Upéinte ñane sãsóvaicha España poguýgui, ary 1811 ramo, oiko tetã Paraguáigui ha jaguevivaicha ñande jehe jey, ñambotapykue ñane ñe’ẽ guarani ha ñambojeroviave castellano; ñanemburuvichakuéra ohecha rupi tenonde ñasẽsérõ, castellano rupi tanteha. Jepémo heta jey yvatégui, Estado guive, oñeñeha’ã ojehekojopy guarani, iporuhára tovéma topa. Reínte heta ojejurupete, oñenupã ha oñeñembosarái guarani ñe’ẽhárare, ko’ýte ha’ete imbaretevéva, jepémo heta jey ñemihapemínte ojeporu. Péicha Paraguái rekovépe oguata ojoykére, térã peteĩva hi’ári ha ambuéva iguýpe, guarani ha castellano. Jepevérõ ymaite guive ha ko’ag ã ite peve guarani, ñe’ẽ ojeporuvéva tetãpýpe, ojehecha’ive rupi ko ñe’ẽ opyta castellano guýpe; oiménepa Europa ñe’ẽ rupi, ipotĩve, iñarandupy ha imba’ekuaa’atýnte itenonde, América ñe’ẽ rovake. Tapiánte guarani poruhárape ojeapo’ivéva, oñembojojáre chupe chokokuere,
ha ojehecha jeguarúre péva; oñembojoja avei chupe tavy, mboriahu, tekokarẽ ha ambueve mba’e ivaíva rehe. Ko’ã mba’e rapykuéri heñói porandu kakuaa peteĩ. ¿Mba’éicha rupi nomanói guarani? Heta tapicha arandúma oñeporandu kóva ha oñeha’ãva ombohovái. Oĩ he’íva, tetãyguára ijaguara rupi iñe’ẽ rehe, jepémo ojeapo’i chupe; ha oĩ he’íva araka’eve noñembo’e porãi rupi chupe castellano nte, oiporútamante iñe’ẽ peteĩmi, guarani. Ojehechakuaa avei guarani tapia ojeporumemeve okaha rehe, ndaupéichai tavapýre. Ymaite guive, guaranintevoi okaraguakuéra ñe’ẽtee, ha ivaivéva ojejapóva ko’ã tapicháre, og ũ ahẽvo mbo’ehaópe oñepyrũ iderécho rehe ha oñehekombo’e chupekuéra ñe’ẽambue, castellano pe. Péicha rupi oñeñapytĩ iñe’ẽ’ypy ha ñe’ẽambue araka’evente avei ndoiporu porãi. Ojeipapa mba’e ñe’ẽpa ojeporuve tetãpýre ha ojehechauka gua-
´ raníme añónte oikovéva hetaiteveha castellano peguágui. Katu, mba’e oñehesa’ỹijo ha ojejesareko porã va’erã, ko’ág ã rupi, pya’etemi oguejy hína guaranímente oikovéva ha ojupi ohóvo castellano pe añónte oikovéva. Heta mba’égui ikatu oiko kóva: hetaitevéma ko’ág ã tapicha oikóva tavapýre, okahare peguágui; tembipuru pyahukuéra, taha’e televisión, celular, computadora, internet ha ambueve, og ũ ahẽ mamo hendápe ha opaite pópe; ojehechakuaa ndoiporúiva castellano hasýma ojuhu hag ũ a hembiapoharã potĩmi; terã oñemoarandusérõ mbo’ehaoguasuháre oiporu mante va’erã hekópe castellano. Ko’ẽreíre oikeve ojokuápe ha ojohekojopyve guarani ha castellano. Iporuhakuéravoi peteĩ hendápentema. Yma oime rire guarani ojeporu okahárente, ogapýpe, tataypýpe, tererejerépe ha ambueve, ko’ág ã castellano oikéma avei ko’ã henda rupi ha guarani oñorairõ mbarete va’erã ambue ñe’ẽ ndive ndoipotáirõ omboykete chupe hendágui. Guarani avei oñepia’ã ha oheka oike castellano kokuépe; katu, añetehápepa oikéne? Kóva ndahováiri gueteri ko’ag ã itérõ. Ñe’ẽ niko ijeheguirei nde’iséi mba’eve; katu, hapykuéri oĩ tapicha oiporúva, ha araka’eve ndaiporichéne tapicha oiporuséva ñe’ẽ ojehechag ĩ , ojeapo’i ha “itavýva”; ñe’ẽ oñembojeroviáva uvei oiporuséta akói. Péva hína oikóva ko’ag ũ a guarani ha castellano ndive; ndaijaguarái guarani poruhára iñe’ẽ rehe ha castellano oiporúva hekópe katu ojehechaporãve. Ojehecha’ive rupi guarani, iporuhára jepémo noñe’ẽi castellanope, omoingepaite ikatumíva guive castellano ñe’ẽ ha heko, guarani ryepýpe. Guarani icastellanovéva iporãve
hína, péicha oñandu guarani poruhára. He’i: -Ronecesitá camare; he’i rangue guaraníme:-Roikotevẽ tupáre; jepemohína oguereko avei iñakãme ko’ã mokõi ñe’ẽ guaraníva, omocastellano, ojehecharamovégui ko ñe’ẽ. Ambuéva he’i: -roavisáta desayuno horape; mbohapy ñe’ẽgui, mbohapyvéva castellano, hákatu oñe’ẽ hína guaraníme. Ojehecha avei guarani poruhára ombohetepýrõ castellanope iñe’ẽ, ha he’i: -Ajohéi ao (Lavo la ropa); omocastellanoite hetepy, he’irangue guaraníme: -Ajaojoéi. -Ajapo peteĩ tembiapo (hago un trabajo); he’i rangue guaraníme: -Amba’apo. -Opururũ che kangue (Se hizo trizas mi hueso); he’i rangue guaraníme: -Chekanguepururũ. -Jajapomína peteĩ aty (Hagamos una reunión); he’i rangue guaraníme: -Ñañombyatymína. Hetaiteve hendáicha ikatu ojehechauka castellano pa mba’éicha oike pypukuve ohóvo guarani retepýpe; ojehechakuaa omohendaguemaha mbeguekatúpe ñe’ẽaty, ñe’ẽretepy ha hyapu. Ambue mba’e ojehechakuaavahína guarani oñemohendague pya’etereiha castellano pe, ogapýpe ndojeporukatuivéi. Jepémo oime okaháre oñeñe’ẽmeme gueteri mitãme hógape guaraníme, tavapýre katu nda’upeichaveietéma hína, ha yvateve oje’éma kuri távape hetavéma ojeikoha ko’ag ã . Sy ha túva, oime ramo jepe kuri iñe’ẽ ypy guarani, nombohasaséi ha nombo-
hasavéimavoi iñemoñarépe guarani; ha péva oiko heta mba’ére. Heta jey ko’ã sy ha túva oiméne ojeapo’i raka’e ha ohasa’asy guaranínte oiporukuaáre, térã oiméne ra’e ojejurupete guaraníme oñe’ẽ haguére ipyahuvépe; upéicha rupi nombohasasevéi iñemoñarépe, ndoipotáitare ohasa ipehengue, ha’ekuéra ohasa va’ekue. Ogapýpe ñe’ẽ ikangy térã ndojeporuvéiva, katuetei oñeha’arõkuaa imano. Ñe’ẽ niko oikotevẽ iporuhárarente hekove are ha hesãi hag ũ a. Guarani oñandumarõ castellano oike ikokuépe, oñeha’ã avei oike castellano kokuépe mbeguekatúpe ohóvo; upéicha rupi ko’ág ã ojejopy tove Estado toiporu guarani, castellano yketére, taha’e ayvu térã haipýpe. Herekuárama avei ko ñe’ẽ ha oĩ temimoĩmby ha momaranduhára oñeha’ãva oiporu kyre’ỹ; ko’ã mba’e araka’eve ndoikóiva guarani rekovépe. Katu, ñe’ẽporuharatee ojeréramo ko’ág ã iñe’ẽ rehe ha ndoiporusevéi ramo, naiporãi guaraníme oha’arõva. Opavave nunga oiporukuaámava castellano, omboyke guarani, ha ndohejaitéi ramo jepe, nombohasavéima iñemoñarépe. Peteĩ mba’e añoite ikatu ombohekove resãi ha ombohapepuku guaraníme: iporuhára, guarani ñe’ẽhára ijaguara va’erã ñe’ẽ oiporúva rehe, noguerotĩri va’erã; ohechakuaa va’erã tuicha mba’eha guarani jeporu, ohekomombe’úre, omopeteĩ ha omoambuére Paraguáipe yvyape tuichakue javeve. Ohechakuaa va’erã oiporukuaáva heta ñe’ẽ iñaranduveha tapia; ha opa ñe’ẽ peteĩchante, ndaha’éi iñaranduvéva peteĩ ha itavyvéva ambue; peteĩ ñe’ẽ omombe’u arandupy rypy’ũ ha heta ñe’ẽme oikovéva heta arandupyve oreko iñapytu’ũme.
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La libertad de la palabra Por Margarita mendieta Ilustración: César Barreto
“Amada imaginación, lo que más amo en vos es que jamás perdonás” André Breton Esa es la sentencia con la que André Breton (escritor, poeta, ensayista y teórico francés del surrealismo, reconocido como el fundador y principal exponente de este movimiento artístico) sienta sus primeros delineamientos en su obra Primer manifiesto surrealista (1924) y con la que dispondría una serie de pensamientos y “secretos” para incursionar en su uso literario, así como en su filosofía de vida.
El surrealismo es una de las revoluciones más importantes dentro del arte y de la literatura del siglo XX, influyendo en su origen la confluencia de otras diversas tendencias de vanguardia, siendo el dadaísmo su predecesor más inmediato y del que retomaría varios aspectos que nutrirían al movimiento, principalmente elementos fotográficos y cinematográficos. Así también, varios postulados de Sigmund Freud (padre del psicoanálisis) acerca del inconsciente, de los impulsos reprimidos y, sobre todo, de los sueños: “Con toda justificación, Freud ha proyectado su labor crítica sobre los sueños, ya que, efectivamente, es inadmisible que esta importante parte de la actividad psíquica haya merecido,
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por el momento, tan escasa atención”. (BRETON, André. Primer manifiesto surrealista) Breton, refiriéndose al origen del término ha dicho lo siguiente: “En homenaje a Guillermo Apollinaire, quien había muerto hacía poco, y quien en muchos casos nos parecía haber obedecido a impulsos del género antes dicho, sin abandonar por ello ciertos mediocres recursos literarios, Soupault y yo dimos el nombre de SURREALISMO al nuevo modo de expresión que teníamos a nuestro alcance y que deseábamos comunicar lo antes posible, para su propio beneficio, a todos nuestros amigos”. Así, Breton y Soupault (Philippe Soupault, escritor y político francés, uno de los impulsores del dadaísmo en Francia e iniciador del surrealismo) renovaron el término ya acuñado por Apollinaire (Wilhelm Albert Włodzimierz Apolinary de Kostrowicki, conocido como Guillaume Apollinaire o, simplemente, Apollinaire fue un poeta, novelista y ensayista francés) dándole un significado más amplio y propio a
´ lo que querían expresar y, citando líneas del Primer manifiesto surrealista, definen al surrealismo de la siguiente manera: “Sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. El surrealismo concibe la creación artística “liberada” y supeditada exclusivamente a la imaginación, siendo esta la fuente de toda aspiración e inspiración. La escritura automática es el único método en el ámbito literario, es decir, la libre escritura de ideas y pensamientos. El escritor debe ser capaz de liberar su mente ―su inconsciente―, de ir palabra tras palabra sin detenerse, sin pensar en la frase siguiente, despojándose incluso de las normas, de la preocupación por la forma. Breton sugiere: “(…) después de haberse situado en un lugar que sea lo más propicio posible a la concentración de su espíritu, al repliegue de su espíritu sobre sí mismo. Entren en el estado más pasivo, o receptivo, de que sean capaces. Prescindan de su genio, de su talento, y del genio y el talento de los demás. Díganse hasta empaparse de ello que la literatura es uno de los más tristes caminos que llevan a todas partes. Escriban deprisa, sin tema preconcebido, escriban lo suficiente-
mente deprisa para no poder refrenarse, y para no tener la tentación de leer lo escrito” (BRETON, André. Primer manifiesto surrealista.). Así, se produce una liberación del lenguaje con respecto a los límites de la expresión lógica. Esto lo podemos ver en los poemas surrealistas, donde se entremezclan objetos, conceptos y sentimientos que la razón mantiene separados; aparecen asociaciones libres e inesperadas de palabras e ideas, metáforas poco convencionales e imágenes oníricas. En el poema “Mundo” de André Breton se pueden leer versos surrealistas como “Los espejos son semillas de rocío prensadas”, “Y la alfombra muere lo mismo que las olas”; más “rebeldes” son los versos de “La puerta golpea” -del mismo autor- donde se lee “La puer puer puerta puer/ La ven ta na/ Sobre el aroma amargo de la limadurandaerrante”.
obras. El surrealismo rompe con el ideal de pureza y deshumanización, cree en la armonización de los conceptos aparentemente contradictorios como realidad y sueño, vida y muerte, lo comunicable y lo incomunicable; es decir, pretende encontrar el punto de inflexión donde los términos opuestos se separan -en consecuencia de la exclusiva visión de la razón- coartando toda creación. Así pues, sienta nuevas bases para la expresión artística apuntando a un lenguaje sin reservas, cuya aspiración legítima es la libertad de la palabra y como señaló Breton: “El idioma ha sido dado al hombre para que lo use de manera surrealista”, esto es, la palabra como instrumento de liberación.
España es quizás uno de los países europeos donde el surrealismo influyó de forma más pronunciada en los poetas. Tal es el caso de la Generación del 27, donde se destacan especialmente Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Emilio Prados, entre otros, que fueron transformando su poesía pasando de una etapa donde lo esencial era la forma -etapa purista-, a la siguiente etapa con una poesía rehumanizadora -etapa social-, que hacía eco de los problemas del hombre y de la propia existencia. Es en esta segunda etapa donde los poetas del 27 reciben mayor influencia del surrealismo y dejan plasmado ese impacto en sus
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El ladrido
Cuentistas paraguayos contemporáneos
Cave Ogdon Nació en Asunción en 1987. Difuso ser signado por obsesiones inconfesables, que se traslucen a veces en las historias que escribe. Arandurá Editorial publicó recientemente su colección de cuentos Los incómodos.
Gafas Rotas No sé en qué momento había oscurecido como si alguien hubiera derramado tinta china negra sobre el retazo de cielo que asomaba por la ventana. Adentro, Gayoso mostraba las piernas largas y musculosas, de pie, el bulto trémulo asomando entre los pliegues del short ajustado, el pedazo de carne inquieta al contacto, al roce de los dedos que sobresalían de la mano pequeña; frágil, diligente, de la chica de gafas rotas que había cruzado en su compañía, un rato antes, el vano de la puerta, que se había sentado junto a nosotros, seria, apenas irónica, luego de besarme la mejilla peluda, invadida por una barba desproporcionada que me rehusaba a afeitar. ―¿Así? ―escuché su voz y vi que el tronco de Gayoso se sacudía esporádicamente, el mentón triangular erguido, la cara morena e imberbe levantada en dirección al techo, las piernas separadas y temblorosas―. ¿Así? ―insistió la voz, salpicada de una necesidad suplicante de confirmación y entonces un ronquido seco emergió de la boca, de los labios apretados de Gayoso, del rostro martirizado, desdibujado por el silencio en esa cabeza echada hacia atrás, como si se le hubiera roto el cuello en una violenta caída. Yo puse los ojos en el cigarrillo que se quemaba entre mis dedos y volví a mirar luego el bulto, más crecido e hinchado, me fijé a continuación en el dedo de ella, porfiándo-
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se en una especie de rasgar continuo, que aumentaba la velocidad de la respiración de Gayoso, la ansiedad de mis pitadas, la seriedad asombrada de los ojos de la chica, dos puntos que titilaban, intermitentes, por debajo de las gafas maltrechas y descoloridas. ―Bueno, basta ―dije―, se terminó el cigarrillo ―y con eso quería decir: se terminó el juego, ahora me toca a mí. Gayoso vino a sentarse a la cama, acomodándose el short, resignado, incapaz de alivio. Le pasé la cajetilla, él encendió un cigarrillo y ahora yo separé las piernas, alcé la vista al techo, echando la cabeza hacia atrás, y sentí casi de inmediato el pulso de sus dedos estirados, el mismo insistente movimiento de un costado hacia el otro rebuscando por debajo de la cremallera, la misma porfía táctil y silenciosa sobre mi piel al fin descubierta. Por un rato no pensé absolutamente en nada, me entregué al vaivén de la sensación con los ojos cerrados. Ni siquiera me preocupaba que el cigarrillo que fumaba Gayoso con apuro, con envidiosa excitación, se consumiera antes de que hiciera girar por completo la ruleta de una rijosa necesidad. Gayoso había inventado el juego y yo lo había mejorado introduciendo un factor artificial: el cronómetro de tabaco, algo que lo tornaba más interesante y reforza-
´ ba el valor intrínseco de cada segundo. Al comienzo, teníamos problemas no tanto para reclutar jugadoras, sino para convencerlas de su papel, de su colaboración en aquel triángulo que se nutría más de extrañeza que de calentura. Pero, de alguna manera, el trajín por las calles, por barrios cada vez más alejados del cono urbano, a bordo de mi humeante motocicleta, y la insistencia en el arte del tanteo, nos permitieron ejecutar las primeras pruebas, las primeras invalorables tentativas que, una a la vez, fueron revelando las posibilidades de un juego que la doble lujuria y el asentimiento femenino podían hacer realidad. Llegó un momento en que todo fue tan real como el calor de la brasa del tabaco o el cielo negro de tinta china que se imponía al cabo de los primeros roces, tímidos, aún insuficientes, y nosotros, de ser sus creadores, pasamos pronto a ser sus esclavos, y la urgencia por ejecutarlo, por descubrir quién soportaría durante más tiempo la provocación dactilar, comenzó a trastornarnos. Gayoso dejó de comer, enflaqueció, mientras que yo comencé a beber cada día más y a sufrir la dificultad de razonar con claridad. Quizás por eso el reclutamiento del
Ilustración: César Barreto
tercer jugador, la búsqueda en moto de la insustituible mujer dispuesta a satisfacer su ingenua o enfermiza curiosidad de saber qué se sentía incitar sin peligro ni compromiso, se tornó obsesiva. Quizás por eso cuando le tocó de vuelta el turno a Gayoso y, en un momento dado, vi que ella, la chica de gafas rotas, apartaba repentinamente la mano y se levantaba azorada, con un gesto que me hizo pensar en la palabra arrepentimiento, tuve que dejar que el cigarrillo rodara al suelo, tuve que llenar la pieza de violentas imprecaciones, tuve que abatirla con un vozarrón amenazante y estruendoso hasta que volviera a acuclillarse junto a la cama. Incluso Gayoso pareció azorado, pero sólo me ofreció la imagen de su boca abierta y muda. Las gafas rotas brillaron al compás del desgarramiento de la noche, justo un momento antes de que mis manos reprodujeran una adrenalina casi idéntica a la del juego que se había interrumpido, antes de que suprimieran de golpe el triángulo de jugadores y el cronómetro febril del cigarrillo que quedó humeando en el suelo, ya sin importancia. Después sólo recuerdo algo parecido a la tinta china negra y la voz de Gayoso diciéndome: estás loco.
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Una novela, una técnica y una película Por
César Barreto
Ilustración: Michelle Bernal
(Atención: contiene spoilers) -¿Le conté alguna vez lo del hombre que enseñó a hablar a su culo? Movía el abdomen entero arriba y abajo, ¿entiende?, pedorreaba las palabras. Nunca había oído nada semejante. William Burroughs, El almuerzo desnudo, 1959.
William S. Burroughs mató accidentalmente a su esposa Joan Vollmer un día del año 1951 mientras interpretaban un número de Guillermo Tell, reemplazando la manzana por un vaso de cristal y el arco y flecha por una pistola de calibre 38. Y ocho años después (habiendo confesado ya antes que, de no haber matado a Joan, nunca se hubiera dedicado a escribir) publicó una de sus mejores novelas, calificada hasta el hartazgo de obscena y señalada por él mismo como una obra brutal y repugnante por necesidad: El almuerzo desnudo. Extremadamente controvertida, causó un buen revuelo y fue considerada contraria a la moral por sus alusiones al uso de drogas, pedofilia, canibalismo y otras cosas por el estilo. Reconocida actualmente como una de las mejores novelas del siglo XX, se alza como una crítica satírica a la sociedad del consumo, al abuso de poder y a la pena de muerte. La
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novela está compuesta por veintidós viñetas (llamadas “rutinas” por Burroughs) vagamente conectadas entre sí y narradas en primera persona por William Lee, alter ego del escritor. Los lectores van siendo testigos de las vivencias de Lee, pasando de Estados Unidos a Tánger y de ahí a un lugar imaginario llamado Interzona. Uno de los puntos más llamativos es que Yonqui y Queer, primeras novelas del escritor, fueron escritas con un estilo narrativo lineal. Sin embargo, en El almuerzo desnudo, Burroughs apuesta por una técnica llamada Cut up (o recorte), motivo por el cual la historia parece carecer de algún planteamiento concreto o estructura sólida. Esta técnica, que fue utilizada por muchos artistas como un vehículo creativo importante, se basa en la descomposición de un texto primario, por medio de recortes o dobleces, para formar
nuevas oraciones y así generar un nuevo escrito. Fue creada en la década de 1920 por el poeta Tristan Tzara y redescubierta en los años 50 por el escritor y pintor Brion Gysin, quien fue responsable de sumergir en ella de manera más profunda a Burroughs y que la definió como “un arte para filtrar el futuro entre líneas” y la propagó entre decenas de artistas que fueron influenciados por su figura. El cut up primero conquistó la literatura para luego ofrecer todo un mundo de posibilidades a músicos como David Bowie y Genesis P-Orrigde. Era utilizada tanto como una herramienta para componer como un medio para buscar
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inspiración. De los 70 pasó a los 90, cuando Nirvana apareció y revolucionó la escena musical de entonces. Cobain aprendió la técnica por medio del mismo Burroughs, de quien era admirador, y la utilizó en varias de sus composiciones. El Cut up se había establecido como un vehículo para explotar la creatividad y fue sumamente aprovechada por todos estos artistas y muchos otros que no han sido mencionados. En 1983, el productor de cine Jeremy Thomas (The dreamers, A dangerous method) conoció al director David Cronenberg y hablaron de la posibilidad de adaptar la novela para una película. Ambos sabían que una película estrictamente fiel costaría cerca de 400 millones de dólares y que sería prohibida en todo el mundo, por lo que Cronenberg, profundo admirador de Burroughs, se tomó la libertad de hacer un collage para el guión, incluyendo pasajes de varias novelas del escritor e incluso momentos de su vida. Fue así que en 1991 nació, a mi parecer, la película más cronenbergia-
na que el director nos regaló hasta el momento. Una película que, si bien es una adaptación libre de la novela (lo cual fue criticado por muchos), mantiene viva la esencia del escritor, mantiene viva su alma, al vagar entre abundantes momentos e imágenes tan oníricas como perturbadoras, con fascinantes escenas cargadas de la perversidad y el body horror tan característico del director. Es así que podemos ver a Bill Lee (así como en la novela, en la película también es el alter ego de Burroughs) relacionarse con personajes y criaturas extrañas, máquinas de escribir que se transforman en insectos, historias descabelladas y un mundo en el que la lógica y la coherencia no parecen existir. ¿De qué trata? Básicamente, podemos ver cómo Bill (un genial Peter Weller), luego de haberse vuelvo adicto al insecticida que utilizaba en su trabajo y de haber matado accidentalmente a su esposa, termina yendo a la Interzona, en donde comienza, como agente infiltrado, a escribir informes sobre todo lo que sucede a su alrededor y descubre que se está llevando a cabo una conspiración por unos ciempiés. Momentos de la vida de Burroughs
aparecen en la película (el ya mencionado asesinato de su esposa) y también extractos fieles al libro, como, por ejemplo, la escena en la que Bill cuenta la historia del hombre que enseñó a su culo a hablar (Talking Asshole, momento sublime tanto de la novela como de la película). Judy Davis interpreta a dos mujeres, una de ellas es la esposa de Bill (Joan Frost, haciendo una obvia alusión a Joan Vellmer) y la otra es Joan Lee, con la que Bill tiene un romance. También cabe destacar el trabajo de Roy Scheider como el Dr. Benway y no puedo dejar de mencionar a los amigos de Bill, que están basados en los amigos de Burroughs, Jack Kerouac y Allen Ginsberg: Hank (Nicholas Campbell) y Martin (Michael Zelniker). No está de más mencionar que Kerouac y Ginsberg fueron importantes representantes de la Generación beat y ayudaron a Burroughs a compilar los textos que luego se convertirían en la novela. Ambas, novela y película, fueron duramente criticadas, pero al mismo tiempo son consideradas unas tremendas obras maestras de lo grotesco, obsceno y demente que, quizás para una pequeña minoría, resultan ser atrapantes y maravillosas. La película puede decepcionar a fans de Burroughs, más que nada por la inmensa cantidad de diferencias que hay con la novela, y puede dejar un poco confusos a los fans de Cronenberg (o a cualquiera que mire la película) porque no es un trabajo completamente redondo, razón por la cual da la impresión de que el director no tenía muy en claro qué camino seguir. Para disfrutar plenamente de estas obras, es necesario (como dice Bill Lee) exterminar todo pensamiento racional.
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Reflexiones de un lector Por
Miguel Arias
Ilustración: Patricia Cabrera que puedo hablar con seguridad es de lo mucho que me falta aún por conocer. De manera general, sobre la edición número 6 de la revista literaria El Guajhú, he podido notar un punto en común en el contenido que es el siguiente: cada ensayo o artículo deja una sensación de querer leer más al respecto. Es como la presentación de una idea que te deja con el ansia por conocer más, puede que, al contrario de lo que otros piensen, esto sea sumamente interesante, ya que esa carencia, aparente, conlleva a una necesidad de investigación, y si todo marcha según este supuesto, los escritores habrán cumplido la tarea más difícil: que el lector haya buscado otras lecturas a partir del texto que ha leído en la revista.
Desde el punto de vista filosófico y antropológico la objetividad pura no existe. No creo que lo que en este momento de mi existencia escriba sea irrefutable, confío en que dentro de algún tiempo yo mismo lo refute, si es que ya no lo han hecho antes, o en el mejor de los casos, me parezca que el texto es insuficiente, porque de lo único
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Haciendo esta conjetura una idea me asalta la mente. Gracias a que formé parte en este número de la revista puedo aseverar que los trabajos expuestos tienen una independencia ideológica, es decir, que cada uno presentó su propuesta de manera independiente. Sin embargo, hay como un acuerdo tácito en que los textos tengan esa característica en común. Esto me lleva a pensar en que, tal vez, estamos dentro de una misma corriente o estilo que instintivamente -o podríamos recurrir una vez más al
´ inconsciente colectivo- nos lleva a esa tendencia expuesta en el párrafo anterior. Sé que es prematuro hablar de estilos o corrientes, y muy literario de acuerdos entre escritores que no se conocen, pero, ¿acaso no nos envuelve la misma sociedad y la misma cultura? o ¿será que estamos haciendo nuestro propio camino literario, cada uno y a la vez todos juntos? Presumo que son cuestiones que solo con el transcurrir del tiempo podríamos dilucidar. No es mi intención desmeritar ningún trabajo, a no ser que sea el mío. Los comentarios que haré a continuación son mi humilde apreciación. El lector mantiene una lucha constante, incesante, con el libro. Cada lector tiene una manera diferente de pasión hacia ese hecho. Esta lucha se da entre lo que uno sabe, o cree que sabe, y lo que presenta el libro. “El libro, literalmente, geométricamente, -diría Borges en una de sus conferencias citando las palabras de Emerson, que después trasladaría a un libro llamado Siete Noches- es un volumen, una cosa entre las cosas. Cuando lo abrimos, cuando el libro da con su lector ocurre el hecho estético”. En su libro Análisis estructural del relato, Roland Barthes escribe que lo más importante de un relato no está en el final, sino que lo atraviesa. Con esta premisa, nada simple, sustenta toda una teoría que desemboca en lo que él llama indicios. Los indicios son justamente el suspenso que logra el narrador en la obra y también se refiere a lo que el lector pueda inferir de una idea en un párrafo ― núcleo― a través de las catálisis ― ideas secundarias―. Barthes le da mucha importancia a estas ideas secundarias, ya que para él son el sustento de toda narración. “Si un relato no los lleva a querer
saber qué ocurrió después -escribió Borges- el autor no ha escrito para ustedes. Déjenlo de lado que la literatura es lo bastante rica para ofrecerles algún autor digno de su atención o indigno hoy de su atención y que leerán mañana”. Si vamos a ceñirnos a cuestiones externas del libro, si no nos vamos a introducir en la historia que narra, si vamos a ver un libro como una cosa entre las cosas, si todavía tenemos ese concepto tradicional de que lo importante está en el final -en cierto grado lo es, pero no lo es todo-, para mí no tiene sentido. Claro que lo afectivo tiene mucha importancia, solo que no le veo una relación transcendental con lo literario. Es muy difícil la tarea del crítico literario, más aún hoy que tenemos nuevas tendencias, y por si todo fuera poco la literatura en sí misma es indefinible. “Amor definido deja de serlo” escribió Miguel de Unamuno en su “nivola” Niebla. Esta misma esencia es la que impregna a la literatura. “Ni yo ni ningún otro poeta puede definir lo que es poesía”, escribió Federico García Lorca. En cambio, para Mallarmé la poesía no era más que una ficción. De alguna manera, en contrapartida, Borges dijo “yo nunca he podido enseñar poesía, porque la poesía no se enseña, se siente”. Grandes volúmenes hablan sobre lo que es literario y lo que no lo es, casi siempre dando circunloquios extravagantes y sorprendentes. Sin embargo, es muy acertado lo que se menciona en un ensayo en la revista que habla del conocimiento de la Historia de la Literatura y las Teorías Literarias.
bastante a una objetividad verdaderamente crítica. Pero como ya se habrán podido dar cuenta, esto requiere de un amplio conocimiento, mucha dedicación y un entero compromiso, tal vez, a esto último es a lo que debemos de aspirar primero, a un compromiso con la literatura de nuestro país. Tenemos que llegar a comprometernos de manera física e intelectual para que podamos salir del baldío. Tenemos que ensayar nuestra propia crítica y dejarnos de los círculos de elogios baratos que tan solo nos llevan a dar más vueltas en la calesita. Tenemos que dejar de criticar a los “críticos” y criticar, de manera objetiva en lo que se pueda, las obras de los perros ―sin ánimos de excluir a las escritoras―. Tenemos que dejar de ser egoístas. Por eso celebro la existencia de la revista literaria El Guajhú y no vendría nada mal que vayan surgiendo más revistas. Este hecho actual debería de ser el orgullo de todos los que sentimos una pasión por las Letras. Disculpen la sobrecarga de citas de escritores, no es que los tenga en un altar, pero me es imposible no darle la razón a todos. Tal vez nunca sepamos lo que en definición es la literatura, pero sabemos que eso no nos importa cuando estamos frente a una historia y la vivimos. Nuestra intención nunca debe de ser la de jueces, porque “nadie puede ser juez de lo que solo la posteridad lo es” escribió, en uno de sus majestuosos ensayos, el poeta Julio Herrera y Reissig.
Si bien, escribí al comienzo de este texto que la objetividad pura no existe, pero con estas dos herramientas, la Historia y la Teoría literaria, el “crítico” puede acercarse
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Arrancarse las costras Te x t o e i l u s t r a c i o n e s :
Patricia Cabrera
¿Por qué el dolor está relacionado con la escritura? Lejos de volver al cliché de idealizar el sufrimiento, Francis Bacon hacía notar su correlación con la creatividad:
Eternizar la herida. O el purgatorio. Escribir como acto de onanismo existencial que nos obliga a exorcizar nuestros fantasmas, al menos eso es lo que esperamos mediante ese ejercicio de catarsis. Exhibición de las excrecencias como medio para purgar enfermedades, aquellas que se acumulan en nuestra historia personal. Enfermedades biográficas que al ser expuestas destilan la herida (recordar la fórmula de Bolaño: Literatura + enfermedad = enfermedad). La literatura no es una cura, ni mucho menos; en innumerables ocasiones parece acentuar nuestras aflicciones, encerrándonos en un círculo de obsesión: rumiamos sobre el mismo tema que nos aqueja, pero visto desde diferentes ángulos.
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“Creo que la vida es violenta y la mayoría de la gente se aleja de ese lado de ella en un esfuerzo por vivir una vida… Pero yo creo que solo se están engañando a sí mismos. El acto de nacer es una cosa violenta y el arte de morir es una cosa violenta. Y, como seguramente has observado, el acto de vivir es en sí violento. Por ejemplo, hay auto-violencia en el hecho de que yo beba demasiado. Pero me siento absolutamente seguro de que el artista debe ser nutrido por sus pasiones y sus desesperaciones. Estas cosas alteran a un artista ya sea para bien, para mejor o para peor. Debe alterarlo. Los sentimientos de desesperación e infelicidad son más útiles para un artista que el sentimiento de complacencia porque la desesperación y la infelicidad estiran toda tu sensibilidad”.
´ Escribir como reacción sintomática, ¿acaso es la propia enfermedad escribiéndose? Una opresión desconocida en el plexo solar nos obliga a trazar línea tras línea hasta construir, a modo de un arquitecto insomne, esas ventanas ficcionadas por donde se comparte la angustia, haciéndola comunión. Que la angustia esté implicada en la literatura es una idea que George Bataille desarrolla en La literatura y el mal, donde afirma que estos dos elementos son inseparables: si la literatura se aleja del mal se vuelve aburrida, pues es la tensión lo que provoca que el lector no despegue sus ojos de las hojas. Por lo tanto, el escritor es culpable de ponerse del lado del mal; Kafka consideró el ejercicio de la escritura como una desobediencia a los suyos (¡ponte a trabajar, hippie!), actuaba “mal” porque no se alineaba a lo que su familia esperaba de él. También se dice que supo que ya nada le separaba de la escritura el día en que por primera vez escupió sangre. Traición, incomunicación. Silencio. Por otro lado y, paradójicamente, para Alejandra Pizarnik la escritura era un llamado irrevocable ante su desesperación de incomunicación. Ella padecía la escritura, como un ser retorciéndose, latiendo en el interior de su médula, a la vez que dicho ser simboliza la ausencia. La ausencia de toda posibilidad de transmisión (¿traducción?) de una idea primigenia, que al ser traspasada al papel pierde en parte su “esencia”. Luego pasa por el siguiente y último filtro, la del lector con su personal bagaje, entonces no queda más que el significado impuesto y convencional, “un puente insalvable entre el deseo y la palabra”. Quien dice traducción dice traición,
así la literatura se vuelve un círculo de traiciones. La desconfianza de Pizarnik por las palabras no le deja otra opción que la de refugiarse en el silencio. Renuncia a la lucha por transmutar el lenguaje para luego abrazar una página en blanco, anhelando una poesía de lo indecible: “(todo lo que se puede decir es mentira) el resto es silencio sólo que el silencio no existe” Paralelismo curioso: en la novela Los detectives salvajes de Bolaño, los protagonistas se centran en la búsqueda de la poeta mexicana Cesárea Tinajero, cuyo único poema conocido es un dibujo de líneas con la palabra “Sión” arriba (curiosamente, esa suerte de poema gráfico se parece a otro hecho por el poeta Vladimir Maiakovski, cuyo título es “Cómo hacer poesía”). Ce-
sárea sería todo lo que Pizarnik quería: venció a la hoja en blanco y a las palabras, lo abandonó todo y fue a refugiarse al desierto, el último de los silencios. La escritura como cosmología alternativa al encuentro de ese inconsciente colectivo. Esa sensación de la mano fantasmal que guía la nuestra al momento de los garabateos. Explica tus textos, Alejandra; ella responde: ¿quién me los explica a mí?
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Bocaditos
Aperitivos literarios de autores paraguayos contemporáneos Ilustraciones: Camila Recalde
El golpe final 6:00 am. El hombre aquel, estropajo humano, desparramando alcohol etílico por todos sus orificios, (mentira, por el orificio trasero despedía otros olores), caminaba con tambaleante equilibrio hacia su morada habitual. Una vez ubicado en el umbral de la puerta se dispuso a llamar a la puerta. Abierta la puerta, el asesino hizo su aparición y una asesina olla a presión descargó su golpe funesto en su humanidad dejando inerte a nuestro desgraciado amigo. Llegá temprano le había dicho. Era la tercera vez que llegaba a la misma hora Pepe Gutiérrez. Ana estaba segura de que no lo soportaría más. Ellos tenían definiciones diferentes acerca de la puntualidad.
Hugo Mendieta. Escritor y compositor. Nació en Asunción el 29 de marzo de 1990. Profesor Superior de Piano en 2011. Se graduó en la Licenciatura en Letras por la Universidad Nacional de Asunción en el 2013. En el 2011 ganó el segundo premio en el concurso de cuentos breves “Elena Ammatuna” por su cuento “Folium Morti” y en el 2012 el segundo premio en composición del concurso “Lago Ypakarai” organizado por el Cabildo por su composición “Lago del Recuerdo”. Se desempeña como Profesor de Piano en el Conservatorio Nacional de Música y el Instituto Municipal de Arte de la Municipalidad de Asunción. Algunos de sus cuentos y poemas han sido publicados en compilaciones de la Academia Literaria Kavure´i de la Facultad de Filosofía (UNA) y en la revista El Guajhú. Recientemente ha publicado tres obras en la antología Entre@todos en conjunto con otros 23 autores.
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Pensamientos de un autista Todos saben que he nacido, pero yo no sé si lo quise, yo no sé qué duendes malignos trocaron la certidumbre de unos cuerpos para engendrarme en este mundo lascivo y dejarme detrás de un espejo para que puedan observarme. Abrazo mis rodillas y me balanceo, me balanceo y me balanceo porque el tiempo se detiene, porque yo soy mi cuerpo y todo pasa tan lento y yo ya quiero irme. A veces me salgo al patio a alunarme porque soy mi mente y soy mi cuerpo, a veces mis ojos no ven, sin embargo, veo imágenes pero no lo digo y no lo digo porque las palabras no son yo y los ojos que miro no tienen proporción con lo que dicen. Me duelen los oídos y me duelen los ojos, me duele esa voz chillona y estridente que balbucea sin relación alguna con la mente, porque las palabras no, porque las palabras sí, no digo nada, sí o no son lo mismo, no me dicen lo que se piensa y no se dice lo que se piensa porque sería inentendible y sonaría mal, por eso callo. He aprendido que el silencio está lleno de lo que se piensa. Uno sabe lo que el otro dice y cree que entiende, pero no sé cómo sucede eso si ni siquiera el que lo dice lo entiende, es que el hombre nunca tuvo nada que decir entonces comenzó a hablar y a hablar, queriendo explicarlo todo se embarró de su propio absurdo, entonces yo sonrío, porque si sonrío me llaman de una manera y si no lo hago me preguntan cosas, entonces sonrío. Entonces viene y me abraza, luego me da unos caramelos con agua y tengo sueño, tengo sueño, digo, pero estoy soñando.
Miguel Arias. Estudiante de la carrera de Letras en la Facultad de Filosofía. Presidente de la Academia Literaria Kavure’i (2015). Publicó esporádicamente en antologías.
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Acerca de un ruido No le gusta que le llamen “ruido”. Insiste con eso del sonido que es vibración, etc. La sangre que emborracha, una duda, un vegetal, una nada, (sigue)…
Lucio Borgna. Nacido en Rafaela (Argentina), en 1976. Vive en Santa Fe. Compositor y músico, toca bajos y
Ruidoruidosoruidito.
teclados en Muñeca. En literatura, publicó relatos y poesía, y participó en cortometrajes y obras de teatro.
Y la pregunta: ¿por qué no te sumás al canto del río con todos sus peces, su alfombra verde, su estanque, su coro de insectos, su extrema natalidad, su extracto de ruido blanco? Este río me sigue pareciendo pasteurizado. Ruido dice que piensa y habla centrífuga y centrípetamente a la vez, no sé si creerle. Después me pierde los anteojos y se va dejando la llave del lado de afuera. Hay un par de cosas que ruido no me deja decir, por eso el párrafo que sigue a continuación va a estar lleno de metáforas, para escapar de su censura. Las gotas al caer hacen temblar las paredes, la huerta azul, germinando etérea como ravioles de un maloliente silencio caído por ahí en la lejanía. Les gusta resbalar por los cristales, todos los vidrios, todos los pájaros estremecen la playa bajo tu balcón. La Meca cambió de punto cardinal hace dos noches, nos sumergimos en un río de aire, los museos siguieron de largo, pensamos mucho acerca del tiempo, por todas partes hay palmeras, se adhieren a tu sien igual que el sol. Siempre es de día.
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http://lucioborgna.blogspot.com.ar/ https://lucioborgna.bandcamp.com/ https://www.youtube.com/user/Xsw98X
´ Cuerpo/Tierra Sus manos aprietan mis nalgas/ la lengua dibuja una flor en la oreja/ encuentro fútbol y violencia en sus muslos/ una barba de 3 días abre surcos en toda la espalda/ el ombligo es baldío de reverencias/ el deseo deja carpas por toda la cama/ Él sin posesiones, yo sin sucesiones, ambos sin reformas: soy tierra no titulada soy campesinx con hambre soy ruta cerrada. Cuerpo es invasión y pasión desalambrada
Mi culo En mi culo suceden cosas extraordinarias: Es testigo de infidelidades. Es el amigo que escucha tus momentos tristes. Desafía dicen, por eso, encontrarte con él puede ser una experiencia poco religiosa. Mi culo se imagina que los muchachos del barrio tiran monedas para ver quien es el próximo. Tan estrecha carpa instalada en el desierto asunceno siempre despertó la curiosidad de vecinos y extranjeros. En mi culo se manifiestan desigualdades. Podés gritar Dictaduras Nunca más O denunciar discriminaciones. Eso sí, en guaraní y sin acento de ONG. Pero lo que verdaderamente desea mi culo es un beso negro o lila, nunca colorado ni liberal. La crisis aumenta y mi culo se anima a ser destino turístico de aquellxs que no puedan pagarse un pasaje a Camboriú o Areguá. Ya saben, cuando no quede asombro ni monstruosidad mi culo quiere dejar de ser el blanco de tus chistes porque es más que un agujero que da mucho placer.
Edu Barreto. Asunción, Paraguay, 1978. Diseñador gráfico, docente universitario y miembro versátil del Club de la Sodomia y la masturbación otoñal persistente. Participó de talleres literarios presenciales y a distancia a cargo de lxs escritores Victorio Suárez, Lia Colombino y Laura Yasán (premio “Casa de las Américas”, La Habana, 2008). Algunos de sus poemas fueron publicados en Cuando maduran los signos, poemario del Taller Literario de la UNIBE (2008), Poetas por KM2 (2014), Aposíntesis (2015). Su cuento “Ramón/Zulema” forma parte de Lascivia Textual, antología de cuentos eróticos lanzada por Revista Y (2014). Alimenta irregularmente su blog: contuberniocatartico.blogspot.com con textos que intentan parecerse a poesía, desde 2005. Por las tardes imagina que la espera es una tarántula, que pasea por su vientre.
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Poesía une Del amor y la muerte Como profundidad anclada en los textos Inspiraciones universales de todos los cuentos La condición de amante y amado quien se siente obligado a escribir su sentir La condición del moribundo quien escribe en paso carrera con el tiempo El tiempo no existe Solo cuando se presiente la muerte Inventamos el tiempo cuando la muerte es latente, segura y persistente en toda cultura... En aquel libro de biografías me tomé el tiempo suspendido Viajé con ese libro física y mentalmente, Amé varios de los escritos. Qué admirable la memoria del escritor. El agua de la lluvia borró las letras de aquel libro Desde , Voltaire? Oscar Wilde,Virginia Woolf, Marcel Proust, etc Lo borró y arrugó, pero mi memoria lo recordó. Lo ha vuelto un anhelo de lo mejor Esta condición reflexiva en sus fases poéticas. El tiempo del olor a la memoria de hormigas rojas. El tiempo de la poesía, El tiempo de la novela… El tiempo en que decido ser libre… Libre en mi memoria…
Poesía 45 Considero mi ser asistemático Terminar un proceso, una batalla Decir que he ganado o perdido Sería someterme a ese sistema de binarismo Ausencia de binarismo, dominalista, nominalista Normativas, preformas…. Solo tengo cuadernos anagramas, anacrónicas Anagramas de manifiestos Anagramas de pensamientos ajenos Pensamientos ocultando cosas con palabras.
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Poesía 44
Tantos espejos que me asechan Tantos espejos reflejando mi palidez La palidez que me recuerda La muerte tan presente en mi vida Todos los días como una nueva forma de morir La muerte silenciosa se hace presente Alejo mi mirada de tus ojos Alejo mi mirada por culpa de la muerte El pensamiento ondulatorio, insucesivo Invaden mi cuerpo en su totalidad Ya carezco de binarismo Carezco de dicotomía Lo único que no sé, lo plural, lo individual Podría gestar tantas cosas Podria gestar la nada absoluta Podria estar , podría no estar.
Sara Ovelar. (Concepción, 1988) A los ocho años sus padres la enviaron a Asunción para estudiar. Tuvo una formación muy religiosa, lo normal en Paraguay. En el 2006 ingresó a la Facultad de Filosofía (UNA). Fue representante estudiantil de su carrera durante el año 2014.
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Publicaciones recientes El maletín, novela de Mirella Cossovel de Cuellar “Es como entrar en el mundo propio de la autora que, a través de la palabra escrita, ofrece su visión particular de él. No emite opiniones sino que ellas se forjan con el transcurrir de la trama que, desde el inicio, atrapa al lector con las aventuras y desventuras del personaje, un muchacho del interior, ingenuo y bonachón, del que se aprovechan tanto los movimientos de supuestos campesinos y la mafia siempre vigente en nuestra ciudad. La nueva novela –la cuarta de esta prolífica autora–, es de lectura amable y se entretiene en recrear, no sin cierto aliño que cuida la forma, la dura presencia de la miseria, la desvergüenza y la crueldad del ambiente urbano y rural que constituye nuestra realidad y atraviesa el libro con el misterioso maletín. Relato sencillo, conciso e incisivo El maletín deja, al terminar su lectura, una serie de interrogantes a los que debe responder el lector”. Animal Marcado de Shirley Villalba Animal marcado es un particularísimo libro, no sólo por la va iedad de sus textos, que incluye desde aforismos, hasta llegar a los más condensados pensamientos, sino por la filosa poética con la que Shirley Villalba nos presenta su nuevo trabajo. Con una arriesgada escritura, el animal va persiguiendo su destino, valiéndose de una inigualable intuición, que lo lleva a enfrentar todo tipo de reveses Bajo el sello de la editorial Arandurã, este material encuentra la foma de mantener una tensión a toda prueba, en cada página. La escritora utiliza de manera imperceptible, todos los recursos que se e presentan y le cede al lector la experiencia de la piel… posibilitando un íntimo encuentro con la marca que cada uno lleva. Los incómodos de Cave Ogdon “Esta colección de cuentos sale a la luz con el aire fresco y provocador que acompaña a una nueva generación de jóvenes escritores paraguayos. El lector se encuentra ante un autor capaz de confundirse con el mismo torrente de palabras con que nos conduce a lo largo de una pasarela de rostros cambiantes, de gestos equívocos, de significados ambiguos, fijando siempre un oscuro paisaje urbano como telón de fondo. Cada historia es un reflejo acabado de una peculiar narrativa que nos aproxima vertiginosamente al mundo interno de los personajes que recorren la obra: seres que experimentan sucesos perturbadores, bordean la locura, atraviesan crisis existenciales, pero, ante todo, se muestran disconformes, “incómodos”, con la realidad que les toca vivir.
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´ Guatapu. Es un CD que contiene voces poéticas de Brasil (Rodrigo Garcia Lopes, Jussara Salazar), Perú (Urpi Orihuela y Reynaldo Jiménez), Bolivia (Lourdes Saavedra Berbetty y Roberto Oropeza), Chile (Agustín Benelli y Cristina Chain), Argentina (Perro en un Cohete, Ioshua y Carla Sagulo), Colombia (Fredy Yezzed), Uruguay (Lalo Barrubia y Martín Barea Mattos), México (Yaxkin Melchy, Gerardo Grande y Mónica Gameros), Venezuela (Erika Reginato y Nérvinson Machado), Honduras (Mayra Oyuela), Ecuador (Víctor Vimos) y Paraguay (Marta Mondrian, Carlos Bazzano, Edgar Pou, Cristino Bogado y Maggie Torres).
Falsete. Colección de cuentos. Segunda publicación del escritor Ever Román.
A vos. poemario de Augusto Casola.
Epopeya. La guerra del Chaco vista por historietistas bolivianos y paraguayos. el el segundo material de la historieta Epopeya, el álbum reúne a guionistas y dibujantes paraguayos como Roberto Góiriz, Juan Moreno, Carlos Argüello, Javier Viveros, Andrés Colmán Gutiérrez, Hugo Vigray, Kike Olmedo, Norma Flores Allende, Eliana González Ugarte, Vania Boidanich, Esteban Orrego, Andrés Peralta, Mauro Bordón, Iván Moral, Gustavo Barrios y Diego Petra Torres junto a autores bolivianos como Jorge Siles, Luis Gutiérrez Peláez, Rigel Jáuregui, Yerko Escobar, Óscar Zalles, Salvador Pomar, Rafael Rada Herrera, Andrés Indaburru, Joaquín Cuevas y Yasser Vargas Ideria.
Eclosión. Antología de cuentos de la Revista Y
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