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PLANTAS & HONGOS TÓXICOS

Eduardo Esparrach

Desde la aparición de los animales, las plantas debieron defenderse de la predación a que eran sometidas. En esa carrera armamentista los vegetales desarrollaron espinas, cubiertas protectoras, olores desagradables y sustancias tóxicas. Un claro ejemplo de esto lo constituye el eucaliptus y el koala –un marsupial australiano- de cuyas hojas se alimenta. El árbol, al verse excesivamente predado, optó por defenderse aumentando la cantidad de tanino y generando aceites tóxicos en sus hojas, lo que en teoría sería suficiente para desanimar al animal. Pero sucedió que a medida que los eucaliptus incrementaban su toxicidad, los koalas ponían en marcha un sistema de defensa merced a la producción en su hígado de ácido glucurónico. Así fue como otras plantas produjeron alcaloides, glucósidos, resinas, fitotoxinas y otras sustancias más, que insertaban en sus frutos, flores, hojas, tallos o raíces según sus necesidades. Y los animales debieron reconocerlas o descartarlas de su dieta. El hombre primitivo debe haberse sometido también a este sistema y pagado el desconocimiento con su vida, un tributo del que ahora nos beneficiamos todos.

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Haciendo historia

Desde la más remota antigüedad el hombre manipuló una gran cantidad de plantas para ser utilizadas en beneficio propio. Además de aprovechar a muchas de ellas como sustento, observó que otras tenían ciertas propiedades curativas. Y también comprobó con horror, que esas mismas plantas consumidas en mayor cantidad provocaban envenenamiento y muerte. Ya en la época del Homo sapiens cazador, sus flechas eran untadas con curare, una sustancia extraída -entre otras- de la raíz de la nuez vómica, cuyo tóxico es la tubocurarina, un bloqueante de la placa neuromuscular que inhibe la acción despolarizadora normal de la acetilcolina.

Egipto

Hacia el año 3.050 a. C. el faraón egipcio Menes, fundador de la 1ª dinastía, emprendió el estudio de las plantas venenosas, siendo probablemente el pionero en esta ciencia. Sin embargo, más tarde, los egipcios dedicarían mayor empeño en denudar las propiedades de las plantas alucinógenas. Utilizaron para ello las flores del nenúfar blanco de alto contenido en apomorfina, la campanilla del Viejo Mundo que contiene la cuscohigrina y las bayas y raíces de la mandrágora que contienen un alcaloide rico en hiosciamina, atropina, escopolamina y mandragorina. La midriasis que denotan las pinturas y bajorrelieves del Nuevo Imperio, es fiel reflejo de lo antedicho. También conocieron las propiedades de la adormidera cuyas cápsulas contienen opio, utilizándola ya sea como narcótico o como afrodisíaco. Generalmente esta sustancia era empleada durante los entierros, para lograr una comunión espiritual con el muerto. También tenían conocimiento de la toxicidad del ricino. Esta planta que contiene en sus semillas un potente alcaloide: la ricinina, tiene un poder tóxico tan elevado, que bastarían tres semillas para terminar con la vida de un adulto o solamente una para un niño. Cabe aclarar que el popular aceite de ricino de la primera mitad del siglo XX carecía de ricinina. Hacia los alrededores del año 1.500 a. C. se redactó el famoso Papiro de Ebers que tenía una sección dedicada a la descripción de las plantas tóxicas conocidas, entre ellas la cicuta y el acónito.

Grecia

En tanto que en los egipcios predominaba el uso de plantas alucinógenas, en la Grecia antigua lo fueron las tóxicas o venenosas, con la finalidad específica de eliminar enemigos políticos. Una de las plantas utilizadas era justamente el acónito. Con la raíz de esta planta elaboraron una solución que contenía un potente alcaloide: la aconitina, en la cuál embebían las puntas de sus flechas para matar a sus enemigos. En la mitología griega figura que el acónito había sido traído por el guardián de los infiernos: el perro de tres cabezas Cerbero (mote que daría origen al término cancerbero), seguramente a causa de su gran toxicidad. También en Grecia cobró una gran importancia la cicuta. Todas las partes de esta planta, pero fundamentalmente sus

frutos verdes, contienen alcaloides y unos aceites sumamente tóxicos, además de una potente neurotoxina: la cicutina o coniína. Este veneno fue utilizado como uno de los sistemas de enjuiciamiento, equivalente a la pena de muerte. Es célebre la pena que recayó sobre Sócrates quién muere envenenado con cicuta en el año 399 a. C. Otra de las plantas que utilizaban, aunque ya con fines secretos, fue la nuez vómica, cuyo alto contenido en estricnina la torna en un potentísimo veneno. En el año 323 a. C. el célebre Alejandro Magno fue intoxicado y mandado al otro mundo por medio de su esposa Roxana quién harta de sus infidelidades le suministró una dosis letal de ese mismo tóxico. En el año 88 a. C., Mitrídates VI, Rey del Ponto, conquistaba el oeste de la península de Anatolia, ordenando la matanza de 80.000 ciudadanos. Temeroso de los odios engendrados inventó una forma de contrarrestar los efectos de cualquier sustancia tóxica. Mezcló para ello pequeñas cantidades de varios venenos, de los que cada día ingería algo para hacer inmune a su organismo. La historia dice que lo consiguió, pero llegada la hora de su derrota final, no pudo llegar a la muerte digna de todo vencido (el suicidio con veneno) y tuvo que clavarse una espada para morir. El hecho dio origen al término mitridatismo, sinónimo de resistencia adquirida al veneno.

Roma

Durante el Imperio Romano no solo continuó, sino que se multiplicó la utilización de venenos vegetales para deshacerse de enemigos. De hecho, los emperadores tuvieron sus envenenadores experimentados para terminar con los opositores y por supuesto también esclavos o animales que eran forzados a probar su comida antes de consumirla, para evitar ser envenenados ellos mismos. En el año 48 d. C. el emperador Claudio ordena a matar a su esposa Mesalina acusándola de adulterio, quedándose con su hijo Brittanico. Más tarde contrae matrimonio con Agripina, hermana de Calígula que ya tenía un hijo tres años menor que Brittanico: Nerón. Agripina deseaba que este fuera nombrado emperador a la muerte de Claudio desplazando al hijo de este. Para lograrlo urde un plan diabólico para deshacerse de su marido. El 11 de febrero del año 55 d. C., en combinación con su esclava Locusta (que ya había sido condenada por utilizar venenos) ofrece a su esposo durante la cena un plato de hongos oronja -muy del gusto de Claudio- mezclados con los altamente tóxicos oronjas verdes. Dado que el veneno actuaría luego de 20 horas, Agripina en complicidad con Jenofonte (el médico de Claudio), le pide que lo haga vomitar, inyectándole coloquíntida en su garganta, con la excusa de facilitar su vómito. Esta costumbre estaba tan arraigada en el Imperio que el emperador no opuso resistencia. La pluma utilizada para tal fin, estaba impregnada con una sustancia altamente tóxica extraída de esa planta, la que provoca su muerte a los pocos minutos, adelantándose así al efecto del hongo venenoso. Tales eran los apuros de Agripina. Similar al efecto de la oronja es la falsa oronja, el célebre hongo de sombrero rojo con pintas blancas con su poder

Edad Media

Durante la Edad Media cobró impulso el uso de la belladona, cuyas bayas y raíces poseen alto contenido en atropina y escopolamina, sustancias que llevaban a sus consumidores a un “vuelo” de fantasía y magia. Esta sustancia fue muy utilizada en beneficio propio de brujas y hechiceros, quienes de esta forma manipulaban, doblegaban o extraían el pensamiento de las personas. A propósito, el origen de las escobas voladoras no serían más que palos untados con la belladona, que por vía vaginal o rectal eran utilizados para el viaje. Con acción similar figura el beleño, también muy utilizado en la Edad Media.

Hoy

Incluso en nuestros días un cactus endémico de Méjico ya conocido por los aztecas y de gran poder alucinógeno: el peyote, es empleado en ciertas sectas religiosas de los Estados Unidos, en donde los creyentes se sienten transportados a entrar en contacto con fuentes divinas. El agente que provoca este tipo de viajes es otro poderoso alcaloide: la mescalina. Bien conocidos son los efectos de las drogas con alto porcentaje de adición que afligen a nuestra cultura. Nos estamos refiriendo al cáñamo o marihuana cuya sustancia psicoactiva es el tetrahidrocannabinol (THC) y fundamentalmente a la coca bien conocida por contener un alcaloide: la cocaína.

Principales componentes tóxicos

Los compuestos que otorgan toxicidad a las plantas se clasifican en :

1) Alcaloides. Su efecto es proverbial, ya sea como narcótico (amapola), alucinógeno (peyote), o estimulante (coca). También pueden actuar como irritantes del aparato digestivo (ricino), o como factor oncogénico (heliotropo por medio de su cinoglisina) 2) Glucósidos. Se clasifican en cianogenéticos o productores de ácido cianhídrico (amigdalina contenida en la semilla del ciruelo) y cardíacos, que alteran la actividad inotrópica y la conductibilidad del miocardio (oleandrina del laurel de jardín). 3) Taninos. Son de gusto amargo y tienen propiedades astringentes. Presentes en muchas plantas como el castaño o el sorgo. 4) Oxalatos. De efecto tóxico para los riñones como el ruibarbo o el quenopodio. 5) Fotocumarinas. Este compuesto fototóxico se da entre muchas otras plantas en la higuera y el perejil. 6) Aceites esenciales. En cantidades excesivas provocan dermatitis pudiendo alterar también la función hepática y al sistema nervioso central. La menta, el romero y el orégano son tres ejemplos típicos. 7) Saponinas. Disminuyen la capacidad de absorción de los alimentos en el tubo digestivo. La hiedra y la alfalfa tienen alto contenido de ellas.

Aunque parezca inaudito también nosotros damos cobijo a plantas venenosas ya sea en nuestros jardines o en el interior de nuestra viviendas, capaces de acabar con la vida de ingerirse alguna de sus partes. Si bien a un adulto no se le ocurriría comer plantas o partes de ellas fuera de las que componen su dieta, no sucede lo mismo con los niños en su primera infancia, proclives a llevarse a la boca esos frutos o flores de deslumbrantes colores. Y aquí es donde debemos aplicar dos principios: el primero educarlos, para que no se lleven a la boca o toquen las plantas de su entorno, el otro, descartar de nuestro jardín aquellas especies que pueden causar serios problemas. Existen innumerables plantas decorativas de carácter tóxico, motivo por el cuál trataremos en este artículo aquellas de mayor trascendencia. Hay plantas cuya ingestión puede provocarnos el óbito y otras, que sólo con tocarlas, nos desencadenan una reacción alérgica. Una de las más peligrosas es el laurel de jardín o adelfa Nerium oleander cuyas hojas, flores, tallos, ramas y semillas son venenosas. Sus componentes tóxicos están constituidos por dos glucósidos neriosina y oleandrina, que poseen efectos similares a aquellos de la intoxicación digitálica. Constituye una planta altamente peligrosa si se consume alguna de sus partes, a pesar de lo cuál es utilizada en jardines y en divisiones de autopistas dada su gran resistencia a la sequía. Podemos apreciar una extensa plantación de laurel de jardín en nuestra ruta 2 entre los kilómetros 152 y 155. Otra planta peligrosa es la hiedra Hedera helix, cuyos frutos -primero amarillentos y luego negros- de alto contenido en hederina, pueden desencadenar -debido a su actividad hemolítica- hemorragias digestivas y trastornos neurológicos que pueden conllevar a la muerte. También son de temer los frutos amarillentos del paraíso con alto contenido de tetranortriterpeno, una potente neurotoxina, máxime teniendo en cuenta que es un árbol común en nuestra metrópoli. Curiosamente su toxicidad se revela en el hombre y en los mamíferos, pero no en las aves. También de poder tóxico elevado son las flores y hojas de la preciosa ave del paraíso, digital y vinca, las hojas del boj, bandera española, sansevieria y ciso, las flores del tulipán y amapola, los tallos y hojas de la difenbaquia ytodas las partes del narciso, tejo, jacinto, agapanto, azalea y estrella federal. Otras especies de plantas desencadenan una dermatitis de contacto con solo tocarlas. Vayan como ejemplo, la cala, agapanto, clavel, begonia, margarita, gomero, caladium, singonio, potus, cheflera, filodendro, ficus y muchas más. Cabe acotar que también los animales domésticos y salvajes así como nuestras mascotas corren peligro, aunque por regla general suelen reconocer aquellas tóxicas. No queremos con este artículo “demonizar” a nuestras plantas de adorno, pero si inculcar el debido respeto a ellas.

Nombres científicos de las plantas mencionadas en este artículo

Acónito Aconitum napellus Agapanto Agapanthus africanus Alfalfa Medicago sativa Amapola Papaver rheas Ave del paraíso Strelitzia reginae Azalea Azalea hybrida Bandera española Lantana camara Begonia Begonia semperflorens Beleño Hyoscyamus niger Belladona Atropa belladona Boj Buxus sempervirens Cala Zantedeschia aethiopica Caladium Caladium bicolor Campanilla del Viejo Mundo Calystegia sepium Castaño Castanea sativa Cheflera Schefflera actinophylla Cicuta Conium maculatum Ciruelo Prunus domestica Ciso o cisus Cissus antarctica Clavel Dianthus caryophillus Coca Erythroxylum coca Coloquíntida Citrullus colocynthis Difenbaquia Dieffenbachia maculata Digital Digitalis purpurea Dormidera Papaver somniferum Estrella federal Euphorbia pulcherrima Ficus Ficus benjamina Filodendro Philodendron sagittifolium Gomero Ficus elastica

Heliotropo Heliotropum aeropaeum Hiedra Hedera helix Higuera Ficus carica Hongo falso oronja Amanita muscaria Hongo oronja Amanita caesarea Hongo oronja verde Amanita phalloides Jacinto Hyacinthus orientalis Laurel de jardín o adelfa Nerium oleander Mandrágora Mandragora officinarum Margarita Chrysanthemum leaucanthemum Marihuana Cannabis sativa Menta Mentha piperita Narciso Narcissus triandrus Nenúfar blanco Nymphaea alba Nuez vómica Strychnos toxifera Orégano Origanum vulgare Paraíso Melia azedarach Perejil Petroselinum crispum Peyote Lophophora williamsii Potus Scindapsus aureus Quenopodio Chenopodium album Ricino Ricinus communis Romero Rosmarinus officinalis Ruibarbo Rheum officinalis Sansevieria Sansevieria trifasciata Singonio Syngonium podophyllum Sorgo Sorghum bicolor Tejo Taxus bacata Tulipán Tulipa gesneriana Vinca Vinca major

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