Otros diálogos de El Colegio de México: EL SINAIA Símbolo de la Libertad

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EL SINAIA Símbolo de la Libertad

POR

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ILUSTRACIÓN: NORBERTO CARRASCO

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JOSÉ MARÍA ESPINASA Poeta, ensayista y editor. Dirige el Museo de la Ciudad de México.

DIRECTORA GENERAL SILVIA ELENA GIORGULI SAUCEDO DIRECTOR ADJUNTO VICENTE UGALDE SECRETARIO DE REDACCIÓN FRANCISCO SEGOVIA EDITORA RESPONSABLE GABRIELA SAID REYES

DISEÑO NIEVES DÁNAE CORRECCIÓN DE ESTILO ULISES MARTÍNEZ

COMITÉ EDITORIAL ACADÉMICO ●

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CONSEJO EDITORIAL CONSULTIVO ARTURO ALVARADO ISHITA BANERJEE ● FLORA BOTTON ● ROBERTO BREÑA ● ADOLFO CASTAÑÓN ● ROBERT DARNTON ● JOSÉ MARÍA ESPINASA ● JOAQUÍN DÍEZ-CANEDO FLORES ● CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL ● MARGO GLANTZ ● JAVIER GARCIADIEGO ● MARIO LAVISTA ● PATRICK LE GALÈS ● ANDRÉS LIRA ● GUADALUPE NETTEL ● BETSABEÉ ROMERO ● SASKIA SASSEN ● JAIME SERRA PUCHE ● DANIELLE ZASLAVSKY ●

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ALEJANDRO ARAI ÁLVAREZ

VICEPRESIDENTE DEL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN

FRANCO CARREÑO OSORIO DIRECTOR GENERAL

ALFREDO GONZÁLEZ CASTRO

A 80 AÑOS DE LA LLEGADA DEL SINAIA

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a conmemoración de un hecho como la llegada a México del exilio republicano español siempre tiene algo contradictoriamente dramático: es un hecho teñido de tristeza: la derrota del gobierno democrático por un alzamiento militar de carácter fascista; el dolor y el desarraigo que trajo a un pueblo están presentes y, a la vez, las ganas de celebrar su llegada a nuestro país con una fiesta. Esa condición de drama está encarnada inevitablemente en sus símbolos, y uno de ellos fue la llegada de esos —llamados con tino por Fernando Serrano Migallón— “barcos de la libertad” que llegaron a costas veracruzanas hace 80 años. Pero los símbolos se vuelven crípticos y a veces olvidamos lo que en ellos se concentra y hay que recordar cada cierto tiempo. Eso es lo que nos piden las conmemoraciones: volver a hacer explícitos los símbolos. A mis abuelos paternos se les humedecían los ojos con la pura sonoridad de la palabra Sinaia. Josep Espinasa Masssagé, mi abuelo, no llegó en ese barco sino en el siguiente, el Mexique, pero el primero los resumía a todos, al Ipanema también, y al Niassa, y a los que ya en goteo siguieron trayendo refugiados a México, a los que arribaron por Estados Unidos, o por otras vías después y de diversas formas: todos son —somos— pasajeros del Sinaia. Hubo otras posibilidades de encarnación simbólica, con el mismo derecho y contenido emotivo. Baste recordar la llegada a México de los Niños de Morelia o la fundación de La Casa de España. Pero los barcos tenían algo de antiguo, de homérico, y de eco de aquellos, también tres, que habían traído a Colón a este continente y que provocaron ese encuentro de culturas que hoy tenemos que entender de una manera muy distinta de la que se ha contado, y saber que ese descubrimiento también fue contradictorio y trajo la destrucción de una cultura y de una sociedad. Estos barcos, los de la libertad, no traían conquistadores sino refugiados, una condición que debe —debería— ser sagrada. Se les daba asilo a aquellos perseguidas por sus ideas, por su lucha social, por su opción política. Para entonces, en Alemania ya había empezado la persecución de personas por su raza y su religión. Durante varias generaciones pensamos que la civilización se había sobrepuesto a lo que entonces sucedió, pero hoy, con lo que ocurre en Estados Unidos o en Brasil, es necesario volver a pensar esos símbolos, y de manera subrayada. Hay gestos que parecen intrascendentes, pero que la historia carga con un sentido insospechado. Los estudiantes

HAY GESTOS QUE TRASCIENDEN SU SENTIDO INICIAL

Los estudiantes de relaciones internacionales de todo el mundo abordan lo que hizo entonces la diplomacia mexicana como uno de los ejemplos de sensibilidad e inteligencia en beneficio de una postura ética y del papel de un país ante un conflicto externo

de relaciones internacionales de todo el mundo abordan lo que hizo entonces la diplomacia mexicana como uno de los ejemplos de sensibilidad e inteligencia en beneficio de una postura ética y del papel de un país ante un conflicto externo. En aquella gestión se basó buena parte de nuestra normatividad diplomática posterior, durante algunas décadas, y los especialistas la han analizado con cuidado y rigor, como un asunto ejemplar. Y eso hay que recordarlo en el día a día actual, por las amenazas que ensombrecen al país del otro lado de la frontera. Aquí me quiero ocupar de esos gestos, más cotidianos, que acaban fundamentando el sentido de los símbolos que hoy conmemoramos. Por ejemplo: en medio de la inmensa labor de la representación mexicana en Francia, Susana Gamboa tuvo una idea inspirada: subir al Sinaia papel y una pequeña prensa para hacer un diario de a bordo, que informara de la cotidianidad del viaje y sirviera de elemento didáctico y cohesionador del grupo que viajaba a costas mexicanas. Fue mucho más que eso. El diario se volvió un símbolo, tan emotivo que se han hecho —de ése y de los siguientes viajes, los de los mencionados Mexique e Ipanema— ediciones facsimilares. Allí se publicó el poema de Pedro Garfias “Entre España y México”. La poesía fue, por años, una de las banderas de la República Española —cómo olvidar la muerte de Machado apenas cruzada la frontera en Colliure, la de García Lorca, asesinado al principio de la guerra, y la de Miguel Hernández poco después, víctima de los rigores y torturas en la cárcel. La poesía, la literatura y el arte en general, así como la educación, habían sido banderas de los gobiernos español y mexicano, parte de su confluencia en ideas e ideales. “La suave patria,” memorizado por Álvaro Obregón en una sola y primera lectura, según la leyenda, se ha vuelto nuestro poema nacional. A las sociedades progresistas les gusta encarnarse simbólicamente en la poesía para resguardar su sentido y conservar el fuego de las palabras de la tribu: Hermano… tuya es la hacienda… la casa, el caballo y la pistola… Mía es la voz antigua de la tierra. Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo… mas yo te dejo mudo… ¡mudo!… Y ¿cómo vas a recoger el trigo y a alimentar el fuego si yo me llevo la canción? Es un texto muy conocido de León Felipe. Podríamos decir que a un gobierno de la poesía, derrotado por la espada y el fusil, le esperaba otro del mismo signo: un pueblo que sintonizaba con su Presidente y que había emprendido el gesto de hacerse dueño de su destino (y de sus recursos naturales, con la nacionalización del petróleo). Ese diario de a bordo sintetizaba, pues, la coincidencia de esos dos gobiernos de la palabra. Es ya legendario el mensaje de Lázaro Cárdenas abriendo los brazos de México a los republicanos: un telegrama que adquiere el estatuto de poesía, por lo que representa. Susana Gamboa, con la prensa a bordo del barco, mostraba también esa voluntad de apostar por la cultura como elemento de civilización y paz. Hay gestos que ganan

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ILUSTRACIÓN: NORBERTO CARRASCO

EDITORA GENERAL

JORGE ALMARAZ LÓPEZ EDITOR EN JEFE

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VOZ EN VUELO A SU CUNA

No vinimos acá, nos trajeron las ondas No vinimos acá, nos trajeron las ondas. Confusa marejada, con un sentido arcano, impuso el derrotero a nuestros pies sumisos. Nos trajeron las ondas que viven en misterio. Las fuerzas ondulantes que animan el destino. Los poderes ocultos en el manto celeste. Teníamos que hacer algo fuera de casa, fuera del gabinete y del rincón amado, en medio de las cumbres solas, altas y ajenas. El corazón estaba aferrado a lo suyo, alimentándose de sus memorias dormidas, emborrachándose de sus eternos latidos. Era dulce vivir en lo amoldado y cierto, con su vino seguro y su manjar caliente, con su sábana fresca y su baño templado. El libro iba saliendo, el cuadro iba pintándose, el intercambio entre nosotros y el ambiente verificábase como función del organismo. Era normal la vida: el panadero, al horno; el guardián, en su puesto; en su hato, el pastor, en su barca, el marino y el pintor en su estudio. ¿Por qué fue roto aquello? ¿Quién hizo capitán al mozo tabernero y juez al hortelano? ¿Quién hizo embajador al pobre analfabeto y conductor de almas a quien no se conduce? Fue la borrasca humana, sin duda, pero tú, que buscas lo más hondo, sabes que por debajo mandaban esas fuerzas, ondulantes y oscuras, que te piden un hijo donde no lo soñabas, que es pedirte los huesos para futuros hombres. JOSÉ MORENO VILLA edición póstuma, 1961

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con el tiempo una enorme importancia. Pongo un ejemplo: el conocido como Documento Quintanilla. Un funcionario en su máquina de escribir, que hoy nos parecería pieza de museo, llevó paciente registro de los españoles que bajaban de los barcos: nombre, profesión, procedencia. No sé si era consciente de lo que hacía, pues ese documento es hoy fuente principal de estudios, análisis y libros. El Documento Quintanilla es una especie de acta de nacimiento del exilio que hoy conmemora los 80 años de su llegada. Ver sus hojas, ajadas por el tiempo, en la mecanografía rudimentaria del escribano se vive también como poesía. Pedro Garfias, León Felipe… Podría seguir la lista por varios minutos, Pablo Neruda, César Vallejo, Carlos Pellicer, Eduardo González Tuñón, Octavio Paz. Entre los que llegaron a estas costas, muchos tenían como oficio el de impresor. Llegaron, también muchos poetas, pero ésa no es una profesión, sino una condición de vida. Y, como dije, los refugiados se encontraron con una cultura que buscaba cosas similares a las que ellos habían buscado en España. La coincidencia en la Universidad, el Politécnico, El Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica fue muy fructífera. En el diario de a bordo se daba cuenta de nacimientos y enfermedades, de noticias del país hacia el que se viajaba y se evocaba el que se había dejado. La prensa de Susana Gamboa tuvo mucha descendencia. Los refugiados fundaron editoriales e imprentas, hicieron traducciones y escribieron sus propios libros. Fue como si interpretaran el gesto vasconceliano de años antes: publicar a los clásicos y hacer de todo autor un clásico. Ese diario es también un ejemplo de la síntesis entre lo escrito y lo hablado que hay en la expresión “apostar por la palabra”. Escuchar a León Felipe, a Pedro Garfias, a Carlos Pellicer leer su poesía en las grabaciones que conservamos, es una experiencia asombrosa: son voces hechas para esa poesía; llegan del pasado profundo y a la vez son el presente. Hagamos el esfuerzo de oír a Garfias —imaginarlo— en su voz frente a estas costas al leer el diario de a bordo del Sinaia. La apuesta de esa palabra es la persona. Si uno revisa la labor editorial del exilio, va a encontrar una rama sustancial: las biografías. Se han dado diversas explicaciones. Una de ellas, evidente, es la laboral. Ponían al servicio de la labor educativa la calidad de su prosa, y cumplían una labor formadora y educativa. Pero podríamos ir más allá y subrayar el valor mismo de la vida. Cuando mencioné los barcos de la libertad como una visión humanística encarnada, y de allí su valor de símbolo, deseaba recordar que a partir de aquel conflicto, la guerra se ha vuelto una industria insensible, sin otra función que producir dolor y muerte. Frente a eso, la cultura como opción. Esos barcos, con sus diarios, eran un país funcionando, una sociedad activa, que no admitía lo sucedido como derrota. Y donde la palabra nombraba la esperanza. Entre las cosas que el encuentro de los refugiados y los mexicanos trajo hubo una revista de título sintomático: El Hijo Pródigo. No es extraño que podamos pensar en ese exilio como un regreso o un reencuentro. Los exiliados se acogieron a un gesto de generosidad y eso nos tiene conmemorando 80 años de su llegada, lapso en el que esos transterrados son ya claramente mexicanos a través de sus hijos, nietos y bisnietos. El exilio trajo grandes beneficios a México; a los exiliados, México les dio la vida en libertad. Tenía razón Pedro Garfias al ver en esa llegada a las costas de Veracruz un nuevo descubrimiento: el de la generosidad de un pueblo. Esa libertad fue retribuida con libertad, pues muchas de las empresas culturales y sociales realizadas en México, y desde luego lo mejor de su política, tuvieron un signo libertario.

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LECTURAS DE EL COLMEX

LOS OTROS: RAZA, NORMAS Y CORRUPCIÓN EN LA GESTIÓN DE LA EXTRANJERÍA EN MÉXICO, 1900-1950 PABLO YANKELEVICH 2019, 1A. EDICIÓN, 336 PÁGS. DIÁSPORAS. ISBN 978-607-628-947-1 X074 Autorizar o prohibir el ingreso a inmigrantes al territorio nacional, y otorgar o negar cartas de naturalización son decisiones políticas que trazan fronteras entre nosotros y los otros. México es un caso paradójico. Se trata de una nación que nunca recibió corrientes significativas de población extranjera; sin embargo, instituyó normas migratorias y de naturalización muy restrictivas. ¿Cuál fue el sentido de restringir la inmigración si el volumen de extranjeros siempre fue pequeño en el total de la población? Además, en un país tan lacerado por prejuicios étnicos y con gobiernos posrevolucionarios que tempranamente condenaron la discriminación racial, ¿cómo explicar la potente racialización de las políticas que regularon la extranjería? Estas preguntas son el punto de partida de una investigación por los entresijos de las normas y las prácticas migratorias y de naturalización en el México de la primera mitad del siglo XX.

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FEMINISMO SIN NACIONALISMO Las mujeres estรกn divididas KARINE TINAT Ilustraciรณn: Norberto Carrasco

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CHIZUKO UENO ES LA FEMINISTA MÁS RECONOCIDA DE JAPÓN. KARINE TINAT LA ENTREVISTÓ EN TOKIO, EN MAYO DE 2016: CREE QUE LA IGUALDAD DE GÉNERO DEBE IR MAS ALLÁ DE LO LABORAL Y ABARCAR LO SOCIAL Y LO POLÍTICO. EL MAYOR PROBLEMA DE LAS MUJERES, DICE, ESTÁ EN LA DEPENDENCIA.

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arine Tinat (KT): Me gustaría comenzar hablando sobre tu vida y tu inmersión en el feminismo. Encontré información sobre tu juventud, la cual, creo, estuvo marcada por varias decepciones relacionadas con tu padre. ¿Estoy en lo correcto? Chizuko Ueno (ChU): Sí, mi padre era alguien muy tradicional. Era un patriarca, un dictador. KT: Leí también que en algún momento sentiste cierta insatisfacción hacia el mundo académico, aunque poco a poco te convertiste en socióloga y feminista. ¿Cómo empezó todo esto?

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LUCHA PACIFISTA

"...estamos luchando contra la reforma de la Constitución japonesa, especialmente la revisión del artículo 9, que prohíbe el armamento en Japón. Pero los nacionalistas insisten en el rearme".

DEL MATRIMONIO:

"Yo defino el matrimonio como un contrato que transfiere de por vida, a una sola persona del sexo opuesto, el derecho exclusivo al uso sexual de tu cuerpo (...) Quiero ser libre". CHIZUKO UENO Activista

—ChU: Hay dos razones: una estuvo en mi familia e infancia. Mi padre era un típico dictador y patriarca. Mi madre era ama de casa de tiempo completo, obediente de su marido, lo que me planteó una pregunta muy seria: ¿podría mi futuro ser como el de ella? En los años 1950, el único objetivo de una hija de clase media era ser ama de casa. Me molestaba mucho el estatus de mi madre, así que ella me sirvió como contramodelo. La otra razón es que pertenecí a la generación del empoderamiento estudiantil. Nací en la generación Baby Boomer. Justo después de entrar a la universidad, hubo un estallido de activismo estudiantil contra la universidad, el imperialismo y el Estado. Estuve involucrada en ese movimiento, pero luego me sentí desesperada y decepcionada por el sexismo que privaba entre mis camaradas hombres. Eran sexistas como mi padre [risas], así que decidí convertirme en feminista. Muchas mujeres activistas estudiantiles estaban decepcionadas con la actitud de sus colegas masculinos. Luchamos juntos por la paz, contra la guerra de Vietnam y por otros ideales, pero aun así eran bastante sexistas. Esto es muy común todavía hoy en el activismo estudiantil de varios países. Muchas mujeres de mi generación tuvieron la misma experiencia. —KT: Me gustaría saber si primero fuiste una erudita y luego una militante feminista o viceversa. ¿Quiénes fueron las autoras feministas que más te influyeron? —ChU: El pensamiento feminista escrito en inglés se introdujo en Japón a principios de los años 70. Antes de eso, me influyeron las escritoras, poetas y novelistas japonesas. Fue entonces cuando surgió mi libro El pensamiento de las mujeres, donde incluí los nombres de las personas que me influyeron. Son mujeres mayores las que me hablaron sobre sus propias experiencias. Morisaki Kazue, que escribió sobre el embarazo. Un día, a la mitad de su embarazo, mientras hablaba con una amiga, se sintió perturbada por el hecho de que no podía usar la primera persona, “yo”. Se preguntó si “yo” podría contenerla sólo a ella misma, o tal vez también a otros. Este tipo de cosas nunca habían sido escritas por mujeres. Ishimure Michiko es otra mujer conocida por escribir sobre Minamata, que es una zona contaminada, muy notoria en el área de la fábrica de la empresa Chisso. Escribió mucho sobre las personas victimizadas en esa región. Perteneció a la misma generación que Morisaki. Tanaka Mitsu es pionera en la vida de las mujeres japonesas y Tomioka Taeko es novelista, escritora y poeta. Mizuta Noriko es también poeta y estudiosa de la literatura femenil. Éstas son las japonesas mayores —algunas influidas por el feminismo extranjero— que más me influyeron. Más tarde Kate Millett, una vez que las feministas extranjeras fueron traducidas al japonés. —KT: ¿Comenzaste a descubrir el feminismo y los temas de la mujer a través de la literatura y la poesía? —ChU: Diría que no había nada más disponible para que las mujeres pensaran en la feminidad, en lo que significa ser mujer. Hay mujeres muy fuertes antes de nuestra generación, pioneras en la vida de las japonesas, y por eso escribí este libro y lo llamé El pensamiento de las mujeres. También añadí eruditos extranjeros como Michel Foucault, Edward Said, Ed Sedwick, Joan Scott, Gertrude Suivack, Judith Butler. Son pensadores postestructuralistas en estudios de género. Son teóricos puros. Éste era el tipo de obras que quería presentar a las lectoras feministas japonesas. Es-

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LA INJUSTICIA LABORAL AFECTA A LAS MUJERES

"La mayoría de las mujeres pertenece a grupos no elitistas y no pueden conseguir un empleo seguro. Esta bipolarización de las mujeres hace extremadamente difícil unirse para promover su activismo..."

tas obras fueron introducidas en los 80 y 90, no en los 70. —KT: Has defendido que el matrimonio representa la institucionalización de la vida íntima, y el Estado no debe intervenir en ese asunto. ¿Puedes hablarme de otras ideas que hayas apoyado a lo largo de tu carrera? —ChU: Yo defino el matrimonio como un contrato que transfiere de por vida, a una sola persona del sexo opuesto, el derecho exclusivo al uso sexual de tu cuerpo. Yo no quería hacer ningún contrato de por vida con nadie. Quiero ser libre. Éste es un tema muy importante para las mujeres, especialmente en términos de la libertad del cuerpo y la sexualidad. Es bastante extraño que, en todo el mundo, durante el ascenso de la liberación de la mujer y la revolución sexual, tanto hombres como mujeres dijeran que la monogamia era la fuente de la opresión de la mujer. Esto es fundamental para mí y es una de las razones por las que decidí ser soltera. A medida que fui envejeciendo, me involucré más en el tema del cuidado, pues Japón se está convirtiendo en una sociedad que envejece, así que la distribución de la atención es una cuestión vital. La igualdad de género en el lugar de trabajo no es suficiente. Tenemos que buscar la justa distribución de la atención y la carga reproductiva. La dependencia es una problemática medular. Una vez que las mujeres puedan salir de ella, casi 90 por ciento de sus problemas desaparecerán, pues suelen tener la carga de cuidar a personas dependientes: los niños y ancianos. La investigación y el pensamiento feminista han tratado de criticar las bases del pensamiento liberal moderno, y una de mis colegas, Okano Yayo, erudita en pensamiento político, insistió en que todo el pensamiento liberal moderno se basaba en la agitación de la dependencia. Todo el mundo depende de alguien, y también los hombres. Mi padre era extremadamente dependiente de mi madre, pero nunca lo reconoció. —KT: Ha habido un cambio en la recepción del término feminismo en los últimos años. He notado que ciertas estudiantes cada vez más evitan reconocerse como feministas. Suelen subrayar “soy feminista, pero académica”, como para ganar legitimidad. En México, las personas que estu6E

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ILUSTRACIÓN: NORBERTO CARRASCO

dian temas de género han sido a menudo marginadas en academia. ¿Qué realidades enfrentan los estudios de género en la academia japonesa? ¿Existe alguna situación similar en Japón? —ChU: Sí, hay un aumento de neonacionalistas bastante sexistas que atacan a las mujeres, pero yo diría que son minoría. El hecho de que haya más discursos en la comunidad web representa muchos más argumentos a favor de las mujeres, pero no se les llama feministas y no se llamarían a sí mismas feministas. —KT: ¿Cómo se acepta y se recibe el feminismo —o feminismos— en el Japón del siglo XXI? ¿Qué características lo definen? —ChU: En realidad, el término feminismo fue estigmatizado; aunque no usen la palabra feminismo, la conciencia feminista está bastante extendida y se da por sentada entre los jóvenes… Recientemente escribí un libro sobre la misoginia en el que trato varios ejemplos de cómo afecta a hombres y mujeres. Se vendió muy bien y he recibido muchas cartas donde mis jóvenes lectores dicen que les parece muy fresco. Traté de evitar los términos género y feminismo en el título, pero para ellos misoginia es un término fresco y nuevo para la comprensión de su experiencia diaria. Algunos dijeron: “Nadie nos había hablado de estos conceptos, pero explican muy bien la vida cotidiana”. Si echas un vistazo a la comunidad web, verás que la conciencia feminista se está volviendo muy común. —KT: Lo importante sería llevar estos debates por internet a las universidades, que es donde me he encontrado con estas polémicas. ¿Diste cursos de género en la universidad? —ChU: Así es. Lo he hecho y lo hago. Me asignaron a la Universidad de Ritsumeikan después de mi jubilación. —KT: ¿También estuviste en universidades de Estados Unidos? —ChU: Sí, aunque no como estudiante, sino como académica visitante. En mis días de juventud el tipo de cambio era extremadamente desfavorable para Japón. Estudiar en el extranjero era un sueño. Ahora que el yen japonés es bastante fuerte, los jóvenes pueden viajar libremente, dentro y fuera del país. —KT: En México, como en otros países, la segunda ola de feminismo estalló con marchas públicas durante los años 1970; luego se promovieron los estudios de la mujer y, finalmente, surgieron los estudios de género. Leí que promoviste los estudios de género en Japón. ¿Cómo se desarrolló este proceso? ¿Fue difícil para ti? —ChU: Sí, al principio fue extremadamente difícil. Enfrenté la afirmación antagónica de si los estudios de la mujer HERALDODEMEXICO.COM.MX

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podían ser una disciplina académica. Introdujimos una serie de conferencias sobre derechos humanos, incluyendo temas de mujeres, y luego tratamos de convertir esos estudios en una conferencia y un seminario. Actualmente en Japón hay varias universidades de mujeres e institutos para estudios de la mujer. Establecimos una sociedad de estudios de la mujer y otras cosas así. Poco a poco, especialmente en el campo de la sociología, se estudiaron estos temas, luego se extendió a otras disciplinas como la psicología, la historia y la literatura. En los años 80 tuvimos al menos una o dos sesiones de trabajo sobre temas de la mujer o de género. —KT: ¿Podrías decir que hubo un poco de género en todas las disciplinas? —ChU: Sí, paulatinamente las cuestiones de género se fueron extendiendo a muchas disciplinas académicas, especialmente a las humanidades y ciencias sociales. Varias universidades iniciaron cursos sobre género y les asignaron mujeres académicas. A inicios de los años noventa, la Universidad de Tokio decidió elegirme como su especialista en cuestiones de género. —KT: En este momento de tu vida, reconocida como socióloga, activista, feminista y líder en estudios de género, ¿cuáles dirías que son los principales desafíos que las japonesas tienen que enfrentar actualmente? —ChU: El problema más grave para las mujeres japonesas en la actualidad es el trabajo. Hace dos o tres décadas el gobierno japonés emprendió una reforma neoliberal que resultó en un aumento del trabajo irregular, especialmente entre las mujeres. Seis de cada diez trabajadoras laboran de forma irregular, lo que significa que no pueden vivir de sus ingresos. El trabajo de las madres jóvenes que luchan por poder tener a sus hijos en guarderías es el asunto más serio en este momento. Las mujeres están divididas, polarizadas entre grupos de élite y mujeres que no lo son. La mayoría de ellas pertenece a grupos no elitistas y no pueden conseguir un empleo seguro. Esta bipolarización de las mujeres hace extremadamente difícil unirse para promover su activismo. Japón solía ser una sociedad con una brecha de clases muy pequeña entre la cima y la base, pero ya no es así. El gobierno japonés ahora está tratando de importar trabajadoras domésticas extranjeras, de países asiáticos. Es casi como si trasmitiéramos la carga del cuidado femenino a personas menos favorecidas. ¿Puede ser o no esto una solución? Ésta es una tarea feminista. El problema es que los trabajadores japoneses de tiempo parcial y los trabajadores irregulares ganan mucho menos que los trabajadores regulares. Hay una gran brecha de ingresos entre ambos. Durante la recesión, la mayoría de los trabajadores irregulares eran mujeres de mediana edad, casadas, que buscaban ingresos adicionales. Actualmente hay un nuevo grupo de mujeres jóvenes que acaban de dejar la escuela y son arrojadas al mercado laboral irregular desde el principio y una tendencia a casarse tarde; por otro lado, Japón es una sociedad envejecida: sus padres están envejeciendo y no pueden permitirse el lujo de mantener a sus hijos. Si eres joven, puede ser más fácil encontrar trabajo, pero, si sigues trabajando en empleos irregulares durante más de 10 años, y llegas a los 30, se te hace cada vez más difícil conseguir un trabajo seguro, mientras tus padres envejecen y necesitan cuidados. Es una situación grave. —KT: ¿Cuál consideras que es el problema subyacente en estas prácticas? —ChU: El problema es que hay un nuevo surgimiento del nacionalismo —junto con el sexismo y el racismo—, especialmente contra Corea y China. Son bastante sexistas y antifeministas. Este nuevo ascenso nacionalista no es necesariamente tradicional, pues su autoconciencia es bastante extraña; sienten que pertenecen a una minoría acorralada, por lo que reaccionan violentamente. Lamentablemente el principal partido político del país, el PLD (Partido Liberal Democrático), les da su apoyo, así como a algunos grupos religiosos. De hecho, hemos sido atacados por estos nacionalistas. No obstante, el feminismo japonés ha sido extraordinariamente pacifista, pues está arraigado en el contexto cultural japonés de la posguerra. Actualmente estamos luchando contra la reforma de la Constitución japonesa, especialmente la revisión del artículo 9, que prohíbe el armamento en Japón. Pero los nacionalistas insisten en el rearme del país. En cualquier caso, la tradición pacifista en el feminismo japonés es fundamental cuando se hace una comparación internacional de varios feminismos en distintos países. Como país derrotado pagamos un gran costo. El feminismo japonés tiene esta tradición de pacifismo. —KT: Muchas gracias, Chizuko. 7E

TRADICIÓN PACIFISTA

"La tradición pacifista en el feminismo japonés es fundamental cuando se hace una comparación internacional de varios feminismos en distintos países (...) pagamos un gran costo".

KARINE TINAT Investigadora Colmex

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ILUSTRACIÓN: NORBERTO CARRASCO

ANA GARCÍA BERGUA Narradora @BerguaAna

MEMORIA

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Para Ali

i madre recordaba muy bien el papel tapiz de la casa de su abuela, una fonda en el pueblo de Ejea de los Caballeros que recibía a los viajeros y comerciantes que pasaban por Aragón, donde nació y vivió de niña con su familia. “Lo estoy viendo ahora”, nos decía. Recuerdo cómo me intrigaba ese afán de mamá por retener el tiempo de su infancia, un tiempo idílico, previo a la Guerra Civil Española que había destruido todo aquello; me desesperaba porque parecía borrar el presente en el que vivíamos. La memoria la atrapaba en otra dimensión, desde la que podía contar durante horas sus recuerdos de infancia y juventud, armados ya como una especie de novela a lo largo de una vida. La evoco contándonos sus recuerdos con las mismas palabras y el mismo tono siempre, y siento la misma mezcla de comprensión y dolor que en la infancia. Comprensión de lo que habría sufrido al verse arrancada del lugar que tanto quería y dolor por no ser tan real como las mesas de mármol donde los viajeros jugaban dominó y las simpáticas hijas de su abuela Avelina (una de ellas mi abuela Filomena) bromeaban con ellos, o como el famoso papel tapiz que parecía poder ver en un proustiano mundo ya ido. En cambio, mi papá no recordaba nada de sus primeros años y esta desmemoria representaba la manera en que los desastres de la guerra se habían cebado con su infancia, convirtiéndolo en perpetuo candidato al psicoanálisis. Cuando podía, mi madre llenaba el hueco con su versión, reconstruida de las narraciones de mi abuela y mi tía paternas, y así hilaba el relato de nuestro origen. Mi padre recordaba, sí, al suyo, muerto cuando él tenía 12 años. Nos contaba que acompañaba al abuelo a la playa cuando estaban refugiados en República Dominicana y se sentaban en unas construcciones que le parecían ruinas evocadoras del pasado grecolatino en el trópico y, mientras mi papá jugaba con 03 DE NOVIEMBRE DE 2019

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las conchas del mar, el abuelo contemplaba el Atlántico, nostálgico de aquella Europa de la que habían sido expulsados. Papá también hablaba de unos jarrones etruscos en su casa de Ibiza y yo los unía con las ruinas en la Dominicana en busca del vago origen mediterráneo del que veníamos. Pero, a fin de cuentas, ¿qué teníamos de españoles nosotros, nacidos en México y adaptados a nuestro país, además de estar habituados a la comida, el carácter y el ceceo de nuestros padres, que abandonamos paulatinamente? Me recuerdo de chica ceceando en casa y en la calle siseando, en un extraño afán de adaptación: ganó la ese y la ce quedó como una especie de clave íntima para llamar al origen cuando necesario o hiciera falta sortear dudas ortográficas. Muy joven, en 1976 viajé a España de mochilera con unos compañeros de la escuela, con la ilusión de encontrar aquellos lugares, olores y sabores de los que tanto hablaban mis padres y abuelos. Franco estaba aún en las monedas, los timbres postales y en el gobierno español, y en comparación con Europa, España era un país subdesarrollado. Un tío mío que vivía en Madrid nos llevó a una pensión para jóvenes muy económica y ahí pasé la primera noche. Ahí escuché, al despertar, una discusión entre uno de mis compañeros y el hostelero, que le recriminaba haber usado demasiada agua para bañarse. Me solté a llorar amargamente: el olor de las sábanas blancas, la penumbra, las voces, todo me retrotraía a un lugar del que supuestamente yo venía, pero que ya no estaba ahí. Cuando regresé con mi hermana en los años 80, habían desaparecido la pobreza y amabilidad sencilla de los españoles: España era un país hermoso, entrañable, donde se comía de maravilla, pero muy lejos de aquellos exiliados que fundaron otra España en México y la incorporaron a nuestro asombroso melting pot cultural. Mi papá, Emilio García Riera, vivía mucho en su presente y en el cine que consideraba mejor que la vida; así tituló su pequeño libro de memorias, que obtuvo el Premio Villaurrutia. Mi madre dejó cientos de páginas con sus memorias, que en cierta época de su vida escribía y reescribía. Cuando le propuse capturarlas en computadora para enviarlas a un concurso de testimonios sobre la Guerra Civil, pareció desilusionarse: quería que nosotras las leyéramos; tal vez nuestra lectura, nuestro reconocimiento de lo que recordaba, significaba una prolongación de aquella materialización de su pasado en el presente que lograba mediante la evocación. Leer esos recuerdos me llenaba de conflictos: temía que los de mi madre y su visión abarcadora de la época en la que ya habíamos nacido sus hijos, devoraran los míos, siempre muy endebles. A la postre, decidimos con mi prima leer las autobiografías de nuestra madre y de la suya: quizá en las coincidencias encontraríamos un rescoldo de verdades de facto. Muchas verdades guardadas en la memoria suelen transformarse con el tiempo en una narrativa que ordena lo que no tiene orden, inventa con qué llenar los huecos y ata cabos con hechos improbables. El que tanta gente en la familia se haya dedicado a la escritura — mi padre y mi madre, mis hermanos, yo misma, mi tía materna y ahora mi hija mayor—, habla quizá de este afán por recuperar una historia con miles de versiones, de la que a fin de cuentas provenimos: un país de sangre y de palabras. 8E

LA OTRA ESPAÑA

"Recuerdo cómo me intrigaba ese afán de mamá por retener el tiempo de su infancia, un tiempo idílico, previo a la Guerra Civil Española que había destruido todo aquello" . ANA GARCÍA BERGUA Escritora

HERALDODEMEXICO.COM.MX

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