Andarás perdido por el mundo de Óscar Esquivias

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Óscar Esquivias – andarás perdido por el mundo

ÓSCAR ESQUIVIAS Escritor, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Burgos, su ciudad natal (1972). Nació en el barrio de Gamonal y desde muy joven se ha dedicado por copleto a la literatura. Ha sido codirector de la revista El mono de la tinta (1994-1998) y director y fundador de Calamar, revista de creación (1999-2002). ha colaborado y lo sigue haciendo en numerosas revistas de España e Hispanoamérica (como Renacimiento, El Extramundi o Eñe) con poemas, artículos, aforismos y relatos cortos; y en diversos medios periodísticos como Diario de Burgos, Veinte minutos o El País. Residió un año en Roma, (2005-2006) becado por el Ministerio de Asuntos exteriores con el objetivo de documentarse sobre lo-s años italianos de Berlioz1. Desde 2008, es académico correspondiente de la Academia Burgense de Historia y Bellas Artes (Institución Fernán González2). Ha ganado los premios Arte Joven de la Comunidad de Madrid (2000), Ateneo Joven de Sevilla (2000), de la Crítica de Castilla y León (2006) y el Setenil de relatos (2008). Ha declarado su homosexualidad y ha apoyado abiertamente distintas causas en favor de los reconocimientos plenos de este colectivo. Autor, entre otras obras, de la trilogía de novelas inspirada en la Divina comedia de Dante, compuesta por Inquietud en el Paraíso, La ciudad del Gran Rey y Viene la noche; y de los libros de cuentos La marca de Creta (2008), Pampanitos verdes (2010) y Andarás perdido por el mundo (2016). También es autor de las novelas El suelo bendito (2000) y Jerjes conquista el mar (2000). Junto al fotógrafo Asís G. Ayerbe ha editado La ciudad de plata (2008), En el secreto Alcázar (2008), Secretos xxs (2008) y Calle Vitoria (2015). Además, ha publicado las novelas para jóvenes Huye de mí, rubio (2002), Mi hermano Étienne (2007) y Étienne el Traidor (2008). Fuente: forodelacultura.es y Wikipedia

Óscar Esquivias "Como escritor tengo la misma amplitud de miras que como lector"

1 Louis Hector Berlioz (La Côte-Saint-André, Francia, 11 de diciembre de 1803 – París, 8 de marzo de 1869) fue un compositor

francés y figura destacada del romanticismo. Su obra más conocida es la Sinfonía fantástica (estrenada en 1830). Berlioz fue un gran orquestador y la influencia de su música fue extraordinaria. Su padre era médico (fue un aficionado a la acupuntura) y envió al joven Héctor en 1821 a París a estudiar medicina. Berlioz quedó horrorizado por el proceso de disección y a pesar de la desaprobación de su padre, abandonó la carrera para estudiar música. Asistió al Conservatorio de París, donde estudió composición y ópera, quedando muy impresionado por la obra y las innovaciones de su maestro Jean-François Lesueur.

2 La Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes, Institución Fernán González, es una organización cultural española fundada en 1946. Su sede está en el Consulado del Mar de la ciudad de Burgos. Está patrocinada por la Excma. Diputación Provincial de Burgos. Recibe su nombre del conde castellano Fernán González, héroe de la independencia de Castilla. «Burgense» es una forma culta del gentilicio de Burgos, cuya forma más común es «burgalés». El objetivo de la Institución es, según el acta de constitución de la misma firmada por el presidente de la Diputación Provincial, Julio de la Puente Careaga el 15 de febrero de 1946: cultivar, promover y difundir los valores históricos, artísticos y literarios de Burgos, como Cabeza de Castilla, con el estudio, amparo y divulgación del arte, la historia y la literatura castellanas, dentro y fuera de la provincia. 1


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El escritor burgalés reúne algunos de los relatos que ha escrito en los últimos cinco años en Andarás perdido por el mundo (Ediciones del viento)

ALBERTO GORDO | 09/03/2016 | EL CULTURAL

Yahvé maldijo a Caín: "Andarás perdido por el mundo". ¿De verdad era una maldición? "A mí, desde niño, estas palabras no me parecen ningún castigo, sino todo lo contrario", escribe Óscar Esquivias (Burgos, 1972) en la nota final de su último libro de relatos. "Siempre me ha gustado perderme y andar a mi aire por el mundo. A menudo pienso que mi casa podría estar en cualquier sitio y es raro que visite un lugar en el que no me imagine feliz viviendo allí para siempre". Son catorce relatos. Y transcurren en lugares como Rusia, Florencia, Madrid, Burgos, Oña, Dakar, Santa Mónica, Londres o París. Esquivias los ha escrito a lo largo de los últimos cinco años; todos fueron encargos, así que se sorprendió cuando, al revisarlos (con el fin, dice, de publicar algo mientras avanzaba con una novela que le estaba costando más de lo previsto), se dio cuenta de las extraordinarias coincidencias temáticas que había entre muchos de ellos: la encrucijada entra la adolescencia y la madurez, la religión, el descubrimiento del sexo, la emigración o el viaje. Pregunta.- En Andarás perdido por el mundo está el tema de la emigración. También del viaje. ¿Se debe a la naturaleza de los encargos que originaron los relatos o es un tema que le interesa especialmente? Respuesta.- Es verdad que tenía que hacer que muchas historias transcurrieran en distintas partes del mundo, pero lo llamativo es que hayan ido saliendo mis temas, mis obsesiones una y otra vez. Pero sí, está esa maldición de Yahvé a Caín, que a mí siempre me pareció una bendición. Andar perdido por el mundo. El emigrante es un personaje que puede causar recelo o rechazo, pero que causa también fascinación. En el que viene de fuera, en el que es distinto, yo siempre encuentro una carga poética y misteriosa que hace de él alguien atractivo y apetecible. P.- ¿Qué papel juega lo autobiográfico en estos cuentos? R.- A mí me divierte mucho fabular, imaginar. Y me gusta situar la acción en lugares muy diferentes. Pero me da la sensación de que siempre estoy hablando de un mismo personaje, que de algún modo se parece mucho a mí, o a la vida que hubiera podido llevar yo. Espero que esto no suene muy narcisista… pero creo que al fondo de muchos de mis relatos está la respuesta a ese cuestionamiento: qué hubiera sido de mi vida si mis circunstancias hubieran sido otras. Aunque en realidad no me termino reconociendo del todo en mis personajes; por eso creo que hay más de fabulación que de autoficción. P.- Martin Amis decía en un artículo sobre Philip Roth que la ficción soporta la cantidad de egocentrismo que sea, pero es absolutamente alérgica al narcisismo. ¿Va por ahí la diferencia entre la experiencia autobiográfica incluida en una ficción y la autoficción abierta? R.- La autocomplacencia, ofrecer el perfil bonito en tus libros da muy malos resultados artísticos. Yo no sé si hablaría tanto de egocentrismo como de la necesidad de sondear en el interior de uno. Yo siento que estoy presente en cada uno de mis cuentos, para conocerme o para disfrazarme, aunque sea para mentir. P.- ¿Se siente más cómodo al manejar la voz de un adolescente? R.- Me siento muy identificado con los adolescentes, sí. Quizás porque tengo miedo a crecer. A diferencia de otros autores que hacen arraigar sus ficciones en su infancia, para mí la adolescencia es el verdadero momento clave de autoconocimiento y descubrimiento del mundo, cuando uno empieza a tener las convicciones firmes. La maldición de Caín se puede interpretar también en este sentido: la rebeldía, el adolescente que frustra las expectativas en este caso de Dios y toma sus propias decisiones. Me resulta literariamente muy interesante ese momento en el que empezamos a rebelarnos contra lo que nos imponen, la familia o el grupo o las convenciones. P.- Un autoconocimiento que en el caso de sus personajes va casi siempre ligado a una especie de liberación. R.- Sí. Algunos de mis cuentos hablan de que un enfrentamiento con los demás es en muchos casos una manera de liberarse. Algo positivo y deseable. 2


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P.- Le han situado en la línea de relato realista de Chéjov, Carver... ¿se siente parte de esa tradición? R.- A veces las divisiones son un poco artificiales. Yo leo con el mismo placer a Ramón Gómez de la Serna, a Kafka y a Chéjov. Y me siento hijo de todos ellos. Es cierto que en este libro pesa más esa tradición realista y sobria en la expresión, que busca la palabra justa frente a la pirotecnia del estilo. Pero eso no significa que renuncie a lo otro. Creo que como escritor he de tener la misma amplitud de miras que tengo como lector. Me siento muy ecléctico; el territorio de la creación debe ser el de la libertad. P.- ¿Es cierto eso de que el cuento admite menos errores que la novela? R.- No sé si admite menos, pero se notan más. Una novela tiene mayor capacidad de absorción simplemente por su extensión; es como un mar, que es más difícil de contaminar que un lago. La basura se nota más. Pero hay cuentos cojos, que no son redondos, pero a mí me encantan porque están compensados con otros valores, como el poder de lo que se cuenta o el estilo. No hay que obsesionarse con la pureza. Hay cuentos divagatorios que son muy bonitos y que tienen su encanto precisamente en ese fluir con meandros, en que no son como flechas que van directamente a la diana. Pienso en Ramón Gómez de la Serna o Gesualdo Bufalino. En la belleza de un estilo, en este caso frondoso, reside toda la belleza del cuento. Cada vez soy menos partidario de dar opiniones lapidarias sobre cómo ha de ser el cuento o la novela. P.- ¿Prefiere el cuento a la novela? R.- La verdad es que no, aunque lo puedo matizar: me gusta más escribir cuentos porque la satisfacción por el trabajo terminado la tienes antes, mientras que una novela siempre es un trabajo mayor, y hay una mayor incertidumbre. Es más exigente escribir una novela. Además, uno puede escribir el cuento en un estado de absoluta inspiración; eso en una novela no pasa: puedes tener ideas brillantes y momentos de escritura apasionados en los que parece que todo fluye, pero eso no se puede mantener. En ese estado de trance, de inspiración completa, escribí los dos cuentos cortos de este libro: "Curso de natación" y "El joven de Gorea".

Andarás perdido por el mundo de Óscar Esquivias Ediciones del Viento. La Coruña, 2016. 248 páginas, 18'50€ SANTOS SANZ VILLANUEVA | 25/03/2016 | Edición impresa EL CULTURAL El nuevo libro de Óscar Esquivias (Burgos, 1972) toma el título de la sentencia que Yavé formuló contra Caín en el Génesis. Pero el propio autor explica en una nota final que a él esa maldición no le parece un castigo, sino lo contrario, porque le gusta perderse y andar a su aire por el mundo. Esta afición la proyecta en un buen número de personajes imaginarios a quienes hace deambular por una dilatada geografía y cuyas curiosas cuitas refiere en catorce narraciones con un tono en general amable, libre del dramatismo esperable en algunas de ellas. Es, así, la refutación de la condena bíblica el paraguas bajo el que cobija anécdotas bastante dispersas y que unas veces tienen que ver con dicha idea central y otras poco. En realidad, lo de andar perdido o no perdido por el mundo es un pretexto para juntar vidas de variopinto emplazamiento planetario. No supone esto, sin embargo, un prurito de inocentón cosmopolitismo porque Esquivias habla una y otra vez de su patria chica (con menciones específicas de Gamonal, el barrio burgalés que hace poco protagonizó una sonada revuelta popular) o sitúa la trama en calles del Madrid menestral. Esquivias alterna el escenario exótico, el que tiene glamour mediático o prestigio cultural con los pisos patera de los Cuatro Caminos madrileños; pasa de la juventud del compositor Berlioz y la revolución bolchevique a los mensajes enviados desde el móvil. Estos abruptos saltos de espacio y tiempo constituyen una hábil forma de proporcionar variedad ambiental a asuntos intemporales, de facilitar una polifónica mirada a experiencias plurales de los individuos de nuestra especie. Con estos recursos justifica la presencia de distintos asuntos: las relaciones de padres e hijos, o entre otra clase de familiares; la percepción de la orfandad; la inquietud por la identidad del progenitor; los 3


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tratos de los niños o de los adolescentes con los de su edad; el hecho decisivo en una trayectoria vital; la experiencia iniciática de la vida, en particular la del sexo; los traumas debidos a represiones; la realidad engañosa y frustrante; la aceptación de un destino marcado; el peso de la culpa; las inclinaciones homosexuales masculinas (referencias frecuentes, alguna pegadiza); la reiterada seducción de la música... Aunque dispersas, estas cuestiones forman un bucle que proporciona sentido unitario a una recopilación de apariencia temática bastante azarosa pero que pone en el punto de mira una inquietud medular: todas las piezas giran en torno a vivencias emocionales. El repertorio de situaciones vitales de Andarás perdido por el mundo carece en sí mismo de gran novedad. Pero Esquivias sabe proporcionarle atractivo. Siendo en parte un narrador realista de viejo cuño, da plasticidad a los relatos con el auxilio de una ironía posmoderna que llega en algún caso a un humorismo muy divertido. El predominio casi total de narradores en primera persona permite que los dilemas afloren desde una convincente subjetividad. La medida flexible de los textos (alguno muy breve, y poco logrado, otros, los mejores, relatos largos) consigue el desarrollo conveniente del argumento. Reescribe, pues, Óscar Esquivias enfermedades del alma desde la emoción, la memoria, el humor o el misterio, evitando desgarros íntimos aparatosos. Y la intensa comunicabilidad que persigue la logra con un estilo de cuidadosa sencillez. Tiene además el acierto de galvanizar motivos sin fecha con apuntes testimoniales de la hora presente: “El Chino de Cuatroca” es un cuento social triste pero no agrio sobre la dura vida de los emigrantes laborales.

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