Patria

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PATRIA Fernando Aramburu 2017-2018

Fernando Aramburu nació en el año 1959 en el seno de una familia obrera de Sebastián, es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza Participó en su ciudad natal, en la fundación del Grupo CLOC de Arte y Desarte, que entre 1978 y 1981 editó una revista e intervino en la vida cultural del País Vasco, Madrid con propuestas de índole surrealista y acciones de todo tipo caracterizadas por una mezcla particular de poesía, contracultura y sentido del humor.

San (1982). Navarra y

Desde 1985 reside en Alemania, concretamente en Hannover, donde ha impartido clases de lengua española a descendientes de emigrantes. En 2009 abandonó la docencia para dedicarse exclusivamente a la creación literaria. La primera obra literaria de Aramburu, autor que tanto ha manifestado admiración por Albert Camus, Fedor Dostoievski o Fray Luis de León como por Franz Kafka, Luis de Góngora o Charles Dickens, fue el libro de poemas “Ave Sombra” (1981). También en este período publicó “El Librillo”, textos poéticos para niños. En 1996 publicó su pirmera novela Fuegos con limón, basada en sus experiencias juveniles con el Grupo CLOC. Ganó en 2008 el premio Academia Española de las Letras por los peces de la amargura, y el Premio Tusquets de Novela en 2011 por Años lentos. Con esta novela ganó también el Premio de los Libreros de Madrid un año después. Sus libros han sido traducidos a diversos idiomas y colabora con frecuencia en la prensa española. Asimismo, Félix Viscarret adaptó al cine la novela El trompetista del Utopía con el título de Bajo las estrellas (2007) ganadora de dos premios Goya. En 2016, publicó la novela Patria, que supuso un éxito de crítica y público y por el que obtuvo en 2017 el Premio de la Crítica y el premio Francisco Umbral al Libro del Año. Además de novela ha publicado libros de cuentos (los peces de la amargura es uno de ellos y está centrado en las víctimas del terrorismo de ETA); ensayos, narrativa infantil y poesía.

Carta a la guapa Hace 30 años llamó a su puerta. El escritor era un universitario en Zaragoza; ella, una estudiante alemana. Llevan juntos desde entonces. Domingo 04 de Diciembre de 2016 ELPAÍS SEMANAL Guapa: pasa de treinta años que llamaste a la puerta. Es la calle del Canal de Zaragoza, en el barrio de San José. Llamas a una hora criminal para un estudiante nocherniego, las diez de la mañana. Me acababa de levantar y me pillaste recién vestido, con una chaqueta marrón de punto que guardaré durante varias décadas como reliquia de aquel instante. ¿Eres un agasajo del azar? Esto lo hemos hablado los dos a menudo, asombrados risueñamente mientras hacemos cábalas sobre el sinfín de casualidades que hubieron de sucederse en la historia de las naciones para que tú y yo nos encontráramos. Abro la puerta del modesto piso de alquiler pensando en que quizá el cartero me traiga un paquete o un telegrama como aquel que tiempo atrás me anunció el fallecimiento de un pariente; pero quien llama es la vida con un obsequio formidable. Te veo delante de la puerta, la melena ondulada, los ojos de un bellísimo gris azulado, la sonrisa tímida a través de la cual pronuncias, confiésalo, la frase que trajiste aprendida de memoria y que es encantadoramente incorrecta. Vienes 1


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buscando nuevo alojamiento. En el que ocupabas hasta entonces, compartido con dos compañeras de tu país, no puedes practicar la lengua española que estás estudiando. Y entras y miras la habitación disponible y decides quedarte. En la convivencia cotidiana, durante varios meses, se va adensando poco a poco, desde la atracción física inicial, esa sustancia que, además de unir cuerpos, une vidas. Para mí es el amor; para ti, die Liebe. Dos formas de expresar lo mismo. Llega la primavera del año siguiente. Has de regresar a tu país y a tus estudios en la Universidad de Gotinga. Días antes de tu partida me voy a pasar el fin de semana en mi ciudad natal. Es la despedida. ¿Para siempre? Recuerdo la mueca mustia de tu cara al pie del autobús. Tienes un rostro tocado por la belleza y me da mucha pena dejarte. Pero vives en Alemania; nos separan obligaciones distintas, además de fronteras y kilómetros de llanura europea. El lunes, de vuelta en Zaragoza, al entrar en el piso viene a abrazarme tu ausencia. En mi habitación, sobre la mesa, antes de marcharte habías dejado el diccionario español-alemán de tapas amarillas con el que tanto nos divertíamos a altas horas de la noche, yo buscando entre sus páginas, para moverte a risa, palabras picantes de tu idioma. Has dejado asimismo una nota en la que me deseas la felicidad. Entiendo el gesto y entiendo que comporta un ofrecimiento. El dilema es obvio. A un lado, mi posible tesis doctoral sobre la obra de algún poeta clásico, mis costumbres, mi familia, mi círculo de amigos, la coyuntura de un porvenir laboral en esta o la otra ciudad española. Al otro, tú, tus ojos, tu voz, Alemania. Ignoro, al cabo de más de treinta años, lo que me habría deparado la primera opción. Sé lo que me ha dado la segunda. A veces me pregunto qué forma habría tenido mi vida sin ti. No me respondo. ¿Para qué si no me importa nada la respuesta?

Extractos de entrevistas Mariano Rajoy, Iñaki Gabilondo, Eduardo Madina, Jorge Javier Vázquez… Todos recomiendan su novela. ¿Le preocupa la unanimidad? Yo estoy tan expuesto y desvalido ante los ataques como ante los elogios. ¿Le gustó a Rajoy? Yo entiendo que le ha gustado de manera distinta a como les ha gustado a otras personas de otras ¿Por qué los hombres son tan débiles en la novela? Las mujeres en Patria son mucho más fuertes, para bien y para mal. Este tipo de hombres, de maridos que delegan en la mujer no solamente el trabajo en casa sino la administración del hogar y la dirección de la familia los he conocido a porrillo, no lejos del lugar donde yo vivía, en el vecindario, en la parentela; frente a mujeres con carácter poderoso como las que protagonizan mi novela. Se habla de matriarcado, yo no estoy muy seguro, porque este presunto poder de la mujer se terminaba cuando la etxeko andre [la señora de la casa] ponía un pie fuera. Entonces el viento le soplaba en contra. Uno de los personajes de su novela se libra de entrar en ETA porque se va de su pueblo y por los libros que lee. ¿Le pasó lo mismo a usted? Yo también he tenido 13 y 14 años y he estado cerca de la doctrina, de la difusión de los dogmas. He estado cerca del atractivo estético, de la propaganda del héroe que se sacrifica por el pueblo. He corrido el mismo peligro que otros que finalmente se incorporaron a un sistema de violencia que no crearon ellos y en el que ingresaron no después de sesudas reflexiones. Me he preguntado más de una vez por qué yo, con 17, 18 años no empuñé las armas: ¿qué me distinguió de estos otros? ¿Por qué no entró usted en ETA? 2


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Busco razones y algunas encuentro. Una de ellas es una base cristiana que traigo desde la infancia, aun cuando yo soy descreído. En mis parámetros morales todavía persiste la idea de ayudar al que se ha caído, al que sufre. Otra razón es haberme criado en una ciudad (San Sebastián), donde es más fácil encontrar refugios; en el caso de que uno no armonice con su cuadrilla puede cambiar a otra, uno puede moverse más libremente, al revés que en un pueblo, donde todos se conocen. La tercera razón creo que es la cultura. La cultura y, por lo tanto, los libros, el arte, el aprendizaje de idiomas… tienen la facultad de refrenar nuestros peores instintos. Aunque no siempre, pero en principio una persona cultivada es una persona abierta hacia la novedad, hacia el extraño, es tolerante, siente un rechazo instintivo por lo bruto, por lo sangriento, por lo criminal. Con esos 18 años, usted eligió el arte: pintó el Peine del Viento en San Sebastián… Unos cuantos poetas fundamos en el año 78 el grupo Cloc de Arte y Desarte. Combinábamos la acción contracultural, gamberra, dadaísta, con el cultivo del arte. Llegamos a publicar nuestra esquela en Egin. No todo lo que hicimos estuvo bien. Pintamos el Peine del Viento, y Chillida se enfadó. Con 18 años, los frenos no siempre funcionan, pero me alegro mucho de haber practicado públicamente el humor… A menudo fuimos faltones, hasta que llegó Albert Camus y comprendimos que la rebeldía continuada en realidad es una forma de acomodo social. Fecha: 20/02/2017 Luis Rendueles INTERVIÚ Hay un momento en ‘Patria’ en el que Joxian se encuentra con el amenazado y luego asesinado Txato, que hasta entonces ha sido su mejor amigo. Le explica que desde que han aparecido las pintadas contra él en el pueblo ya no puede saludarle porque “le traería problemas”, pero que le saludará con el pensamiento. Y el Txato le responde: "¿Alguna vez te han dicho que eres un cobarde?". ¿La historia de ETA es una historia de matones y cobardes y poco más? RESPUESTA. En parte, sí. Pero lo que yo ofrezco al lector es una ficción, ese episodio en concreto me lo he inventado. Eso no quiere decir que fuera imposible, porque en ese caso yo no lo hubiera introducido. Y a continuación extrapolamos, cometemos el error de Don Quijote que ataca el Teatro de Títeres por considerar que la ficción es real. En esa sociedad vasca en la que imperaba la violencia, y no me refiero solo a la violencia más llamativa, a la que llegaba a los periódicos, sino también a otra de tipo más cotidiano, hubo una gama muy amplia de comportamientos. Esos comportamientos no interesan a la historiografía por ser subjetivos y quedar fuera de su potestad. Esa es la mía, la del escritor de novelas. Yo estoy llamado a indagar en la condición humana desde la palabra escrita. Y la condición humana no se puede describir sin tener también en cuenta los comportamientos de las personas, lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Así, una novela no responde a la pregunta de qué pasó —que también—, sino a la de ¿cómo se vivió aquí? Y el lector se pone entonces en la situación de preguntarse: ¿qué habría hecho yo? La estructura de ‘Patria’ esconde bajo su aparente simplicidad un trabajo ambicioso. No hay un centro, tampoco en realidad un protagonista, es la comunidad eterna la que, armada como un puzle de voces, cuenta y se cuenta a sí misma. Víctimas y victimarios. ¿La panorámica global se le antojó imprescindible? R. Totalmente, no puede haber víctimas sin agresores. Y desde el momento en el que intervienen agresores, en la novela hay que llenarlos también de vida. 14.09.2016 EL CONFIDENCIAL Unos desafían, como Joxe Mari; otros se blindan, como Gorka; otros se esconden, como Nerea. –Unos buscan un lugar donde refugiarse y a pesar de eso no lo consiguen. El personaje de Xabier –Aramburu se refiere al hijo de Tatxo, el hombre asesinado por ETA–. Él es alguien que se prohíbe a sí mismo la felicidad, incluso a pesar de tenerla al alcance de la mano. Su hermana, Nerea, intenta poner un muro entre ella y la muerte de su padre, hasta que, en una ciudad muy lejana de un país extranjero, la imagen de la muerte se impone con un cuerpo 3


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atropellado por un tren. En ese momento Nerea entiende el asesinato de su padre. Y entonces toda su explicación psicológica, prácticamente ficticia, se viene abajo. Busca salvación en el sexo, busca cierto acomodo. Pero no busco dictaminar nada, más bien procuro que los nueve protagonistas intervengan como narradores. Que todos y cada uno de ellos no sean solamente vistos, sino que tengan la opción de expresarse, de contarse, de participar desde su perspectiva ¿Qué ocurrió dentro de usted para decidir narrarlo? –Pues una cosa muy sencilla. Me da pena lo que le ha pasado a muchas personas, concretamente a 850. Me da mucha pena que, en nombre de unas ambiciones políticas, se haya asesinado durante décadas. Siento pena. Pero cuando vuelvo la mirada hacia las personas que cometieron esos crímenes, siento indignación. Yo no puedo estar callado. Si se supone que quiero dejar un testimonio personal del tiempo que me tocó vivir, yo no puedo obviar esto. Llego dolido a este tipo de relatos, dolido. Porque yo no quiero informar, quiero compartir sensaciones. Esa es la motivación básica. Luego, claro, hay que darle forma al trabajo, que es donde viene la técnica literaria, sobre la que se me pregunta poco, por cierto… –Patria es una novela oral, lo cual propicia una lectura aceitada, en la que la construcción del artefacto pasa desapercibida por la potencia de lo que cuenta y la forma en que resuena. Esa es la razón por la que quizá no se le pregunte lo suficiente. –Eso es deliberado. Incluso llegué a emplear un recurso que utilicé en Ávidas pretensiones, y que es a su manera algo insólito. Junto al narrador testigo y a los otros nueve narradores, el texto habla. Es decir, da la noción de una responsabilidad narrativa. El texto es consciente de que está siendo usado para narrar. Una y otra vez se inmiscuye, dialogando con los otros narradores, preguntándoles, pidiéndoles más detalles, mayor precisión. El texto sabe que está narrando y de vez en cuanto mete la patita. Eso ocurre en la escena final: “¿se dijeron algo?”, pregunta el texto. “Nada. No se dijeron nada”, contesta el narrador externo. El lector no se da cuenta, pero esas sutilezas literarias son la sal de mi trabajo. –Entienda que la fuerza de los personajes hace que el artificio pase desapercibido, lo que ocurre a los personajes está en un primer plano. –Es que, en efecto, no debe verse. A su manera, el lector debe olvidarse de que tiene un artefacto en las manos. Cuando me preguntan, debo obviar que he estado juntando palabras, y para poder dar respuesta a las cuestiones del libro, me veo obligado a colocarme en la situación de un posible lector. Y aunque sea el culpable del texto, me doy cuenta de cosas en las que antes no había reparado, que ni siquiera se me habían pasado por la cabeza. Patria no justifica a los verdugos, pero sí es cierto que explica cómo llegaron allí. ¿Está consciente de que algunos podrían confundir eso con equidistancia? –En Patria, incluso quienes practican la violencia, están retratados como seres humanos: en sus pensamientos, sentimientos, sus acciones íntimas… todo aquello que no tiene que ver con su actividad violenta. Ya sean víctimas o victimarios, intento mostrar lo humano que pueda existir en ellos. Los personajes no son recipientes de ideas ni convicciones. Con eso no se escribe una novela, quizá un artículo de periódico o un relato historiográfico, pero lo que yo quiero compartir con los lectores va por otros caminos. En estos días me preguntan si soy equidistante, porque he introducido en mi novela, sin denigrarlo, a un militante de ETA. Pero es que ese no es mi objetivo. Todo sea dicho, el militante de ETA es detenido, es golpeado. No me he inventado nada de eso. Yo no glorifico la violencia ni en este ni en ninguno de mis libros. 20 Sep 2016/Karina Sainz Borgo ZENDALIBROS

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