Toti martínez de lezea

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Toti Martínez de Lezea, la calle de la judería Octubre 2013 – Club de lectura virtual

TOTI MARTÍNEZ DE LEZEA Autobiografía Nací en Vitoria-Gasteiz hace ya un montón de años y fui una niña muy movida, ¡y muy charlatana! Lo cual sigo siendo, por cierto. No muy brillante en mis estudios, todo hay que decirlo, pero sí nadadora de competición, que no se me daba nada mal. Estoy casada desde hace 41 años. Alberto y yo tenemos dos hijos, un yerno y una nieta. Ah, y mi madre tiene noventa, muy buena salud y la cabeza en su sitio. También era, y soy, lectora compulsiva. La lectura del Diccionario Mitológico de don José Miguel de Barandiaran me llevó tiempo después a reescribir las leyendas vascas que más me gustaban, Leyendas de Euskal Herria / Euskal Herriko Leiendak. Y las obras de Alejandro Dumas y Victor Hugo me adentraron en la novela de género histórico, que me atreví a emular siendo ya una señora… mayor. Tuve la suerte de tener unos padres avanzados a su tiempo, que decidieron enviarme a estudiar a Francia, Inglaterra y Alemania, donde saqué los títulos que luego me permitieron trabajar como traductora técnica durante un buen número de años. Pero soy una persona inquieta y, cuando mi marido y yo nos asentamos con nuestros hijos en la villa de Larrabetzu, juntos creamos un grupo de teatro, y luego otro. Después empecé a trabajar en la ETB, la televisión vasca, con un pequeño programa de 10′. Cinco años después, dirigía un programa de hora y media. Hasta que me echaron. Volví a las traducciones y fue cuando hice una apuesta con un amigo a que era capaz de escribir una novela. Escribí La Abadesa, y gané la apuesta. Pero la guardé, e inicié un nuevo trabajo, La calle de la Judería, que envié a varias editoriales, y me la devolvieron. Así que me puse a escribir otra novela, ya que me resultaba un placer inmenso. En el interim, la editorial Ttarttalo aceptó publicar La calle de la Judería. A partir de ahí fueron viendo la luz Las torres de Sancho, La Herbolera, Señor de la guerra, Los hijos de Ogaiz y La Brecha, ¡y dejé las traducciones! Por eso de probar algo nuevo, acepté la propuesta de la editorial Maeva para publicar en su sello. Con Maeva han salido La Abadesa, La voz de Lug, La Comunera, El Verdugo de Dios, A la sombra del templo, El jardín de la Oca, y La Universal, además de dos chuflas que disfruté escribiendo: Los grafitis de mamá y Placeres Reales. Por si no tuviera suficiente, acepté escribir un libro con Ángeles de Irisarri, Perlas para un collar, una serie de narraciones cortas sobre mujeres cristianas, judías y moras en los reinos medievales de la Península, que editó la editorial Suma de las letras. La editorial Erein me propuso reeditar el libro de las leyendas, y acepté. De paso, también me ha publicado La cadena rota, La flor de la argoma, Veneno para la corona y la serie de historias para niños de entre 7 y 12 años, NUR. Y Brujas, un ensayo sobre la brujería en general y vasca en particular, ilustrado maravillosamente por Juan Luis Landa, quien también es el ilustrador de los cuentos de NUR y de las leyendas. El último trabajo, Mareas / Urak dakarrena, ha salido con la editorial Ttarttalo. Se trata de 35 historias, de 35 mujeres, en 35 pueblos de la costa vasca a lo largo de veinte siglos. Creía que iba a ser pan comido, pero ha resultado un trabajo bastante denso, y del cual estoy muy satisfecha. Además de escribir, doy charlas por aquí y por allá, y suelo colaborar con los medios de comunicación cuando me lo solicitan. 1


Toti Martínez de Lezea, la calle de la judería Octubre 2013 – Club de lectura virtual

De oficio, escritora PUBLICADO 31 de enero 20.13 He publicado muchos libros en estos catorce años que llevo en la brecha, pero también he metido muchas horas, muchísimas, en este oficio que, al igual que cualquier otro, exige empeño y dedicación. Cierto que, al principio, lo tomé como un hobby, como algo que me apetecía hacer y que, a fin de cuentas, tampoco exigía más que un papel y un boli. Bueno, yo siempre he utilizado el ordenador, antes incluso de escribir mi primera novela… Solo necesitaba la imaginación y el deseo de contar una historia, y tampoco tenía muchas expectativas en cuanto a que fuera a ser publicada. Así fue, hasta que decidí dejar mi trabajo de traductora y dedicarme por completo a la escritura. Suelen comentarme que cómo es posible que escriba tanto, y la respuesta es bien sencilla: dedicando entre seis y ocho horas diarias. Nadie nace sabiendo, nadie nace escritor; se hace, se aprende primero leyendo, y luego escribiendo; se adquiere dominio, se sabe desde el principio lo que se quiere contar, no existe la hoja en blanco. A veces, escucho o leo que algunos autores sufren cuando escriben. Incluso uno decía no hace mucho que la escritura es dolor. Pues bien, lo será para él, no lo discuto, pero personalmente disfruto enormemente con este oficio que me permite vivir las vidas de decenas de personajes diferentes, buenos, malos, perdedores o triunfadores. Disfruto creando la trama, desarrollándola, dándole un final, aunque el disfrute es aún mayor cuando alguien me dice que ha leído mi libro, y que le ha gustado por la razón que sea. A menudo me vienen personas que quieren escribir y no se atreven a hacerlo por miedo a que lo que escriban no esté bien, no guste; que no consigan que les publique una editorial, y siempre les digo que no se preocupen por eso, que primero escriban y que ya se verá luego. Es más, recomendaría a todos que escribieran, bien o mal, que volcaran en la escritura sus filias y sus fobias, sus alegrías y sus penas. Más de uno se llevará una sorpresa al comprobar que es capaz de hacerlo, que el arte de escribir empieza a serlo cuando uno cree en sí mismo.

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