estirando el tiempo
o cรณmo no caer en la histeria
Elizabeth Ross
estirando el tiempo o cómo no caer en la histeria Una exposición de Elizabeth Ross sobre la vejez Catálogo que contiene el material expuesto en el Museo de la Ciudad de Querétaro entre el 21 de septiembre y el 4 de noviembre Incluye la Selfienovela Atadura de Años y el Fanzine Orgullo Ruco México 2018 Todos los derechos reservados El copyright pertenece a les autores Una producción de 5célula arte y comunidad.
Pongámonos serias:
llegó el momento de reir y gozar juntas, ¡envejeciendo! ¿Será que la vejez sea un privilegio solamente de árboles, piedras y planetas?
este tránsito no es una jaula
En contra de las campañas publicitarias anti-edad con antioxidantes, colágeno y silicona, están creciendo todas nuestras arrugas vistas de frente sin piedad, nuestras pieles abrasadas, cicatrizadas mil y una veces, pecosas y embellecidas por las sombras mortales, siempre tan jóvenes; reirnos de nuestros recurrentes regresos (porque cada vez hay más lugares en la biografía que nos da placer/dolor revisitar), nuestros olvidos de nombres y esperanzas; “han sucedido demasiadas cosas que no debieron suceder, y lo que tenía que llegar no ha llegado.”(Wislawa Szymborska), así que es prácticamente imposible hacer un currículum vitae sin una edición rigurosa para que sea creible esta vida, tuya y mía, envejecida por golpes y cariños. Pongámonos concretas: nuestro pánico, la histeria de las sesiones frente al espejo y chequeos médicos que sirvan para hacer, por ejemplo, una selfie-novela, una nude sensual, un diario de cambios y fluctuaciones de nuestro cuerpo y nuestros sueños o unos retratos fotográficos que resaltan el lado erótico de nuestra abuela. Que esto sea un programa estético y político que refuerce el sentido de nuestro estar en el mundo plagado de fórmulas y mitos sobre cómo ser siempre productiva, joven, elástica, estirada y a la vez firme. Nada de esto. La realidad exige humor y gozo, también poner de manifiesto la fragilidad de nuestros huesos, los pliegues de nuestra piel, los titubeos de nuestra memoria, en fin, nuestra vulnerabilidad añeja, como un arma de denuncia en contra de todas las estructuras de discriminación y fábulas y retóricas empresariales sobre la eficiencia, eficacia, productividad, competividad y consumo, que nos conciben como capital humano intercambiable, explotable y desechable, que nos imponen una globalización de patrones y criterios sobre los cuerpos y las culturas y que pretenden encerrarnos en cárceles de la eterna juventud, despreciar nuestra alma de viejas lobas, neutralizar el solidario “interés por ver a las otras” (Elizabeth Ross) para reconocernos mútuamente y con alivio, no como muñecas inflables, sino como existencias vivas, amorosas, mortales.
En la muestra aquí presente nos podemos asomar a todos estos temas que han sido investigados durante 5 años por parte de Elizabeth Ross que, con su sensibilidad artística y creatividad curatorial, ha congregado diversas miradas sobre la vejez, aparte de realizar sus propias obras. Videos, fotografías, dibujos, diarios, textos y audios con reflexiones y emociones, todo esto con el propósito, en palabras de la autora, “de ver el envejecimiento desde el propio cuerpo, defender el proceso no sólo como natural, sino como enriquecedor y fructífero y señalar las múltiples facetas que han permanecido invisibilizadas en una sociedad androcrática neoliberal que considera productivos únicamente a los cuerpos jóvenes”.
“Estirando el tiempo, o cómo no caer en la histeria” se integra de una sección de obras de diversxs colaboradorxs del número de la revista Histeria que está dedicado al tema del envejecimiento y otra con la producción de Elizabeth Ross, aparte de las entrevistas en video y los fanzines que recojen textos publicados en la revista. Es una muestra de colaboración y diálogo entre diversas maneras de vernos una en la otra, de “carnavalizar” (de carnaval, pero también, de carne) lo que nos aprieta el pecho, de disfrutarnos sin pudor. Helena Braunštajn Investigadora que envejece Septiembre de 2018, CDMX
sue williams
Fotografía martha wilson (Cortesía de la artista y la Galería P•P•O•W, New York) DIEGO MORENO SAGRARIO Silva Vélez/ Nacho Guerrero SANDRA PETROVICH NAYELI NESME LIU GUOYI dibujo y pintura SUE WILLIAMS ALONSO ROSS ROSA BORRÁS MARTHAZUL VIDEO BETH MOYSÉS NINA SOBELL LUCERO GONZÁLEZ Helinä Hukkataival
Mónica Zenizo/Topeiro Reyes
JEANNETTE BETANCOURT/eDUARDO rOEL MARIO PALACIOS KAIM AURORA NOREÑA OBDULIA
MARTHA WILSON: me he convertido en mi pero miedo . (Cortesía de la artista y la Galería P•P•O•W, New York)
1. Participando desde Hysteria!
Mirarnos en los otros espejos Existe en Estados Unidos, donde todo puede suceder, un grupo llamado inmortalista, surgido a partir de las teorías de Aubrey de Grey , que cree que la gente está en un “trance pro-envejecimiento”, una estrategia sicológica basada en la creencia de que envejecer es inevitable. Los inmortalistas pretenden no envejecer…o morir en el intento. Es verdad que las ansias por la fuente de la juventud han sido globales y eternas, que ahora las esperanzas en las nanotecnologías y más allá se centran en que, finalmente, éstas puedan hacer que el cuerpo (que cuente con los suficientes recursos económicos) pueda mantenerse en un eterno estado rozagante, potente y aterciopelado. Se quiere desafiar al proceso vital intentando esquivar la decadencia de las células y la consiguiente flojera de la sinapsis neuronal. No es solo alargar la vida, sino la juventud-divino tesoro, a la vez que nos permitimos el exceso de los placeres posmodernos en un entorno que obliga a respirar, comer y utilizar mierda.
sue williams
Es cierto que en el mundo hay personas centenarias muy sanas, que la dedicación de por vida a una disciplina como la danza, la yoga, las artes marciales o la gimnasia permiten un cuerpo ágil, flexible, saludable y de larga duración. Pero de la arruga nadie se salva a menos que pague por sus buenos liftings, corriendo el riesgo de convertirse en otra persona más cercana a la caricatura que a lo que se deseaba parecer, además de que se olvida que los liftings son sólo externos. Sin embargo ni las disciplinas físicas constantes ni los buenos cirujanos plásticos están al alcance del 99% que somos, así que con o sin trance, y con la carga neoliberal y sus consecuentes males sobre los hombros, enfrentamos el envejecimiento de nuestro cuerpo, el cual utilizamos durante esa juventud tan adorada como si fuera el plástico de Barbie para experimentar toda clase de aventuras, sensaciones y vivencias que a la larga, maldita sea, pasan la factura. La medicina moderna ha alargado considerablemente el espectro de vida. Ya no morimos a los 40 y los 60 dejaron de ser una grosería sexagenaria que carece de sexo y, al menos en Occidente, existe todo un movimiento del Orgullo Ruco que reivindica, dentro del arcoíris de reivindicaciones, el llegar a “avanzada edad “con pleno uso de las facultades consideradas patrimonio juvenil y el derecho al desbarre y el gozo. Claro que, como movimiento occidental, considera a quienes tienen el privilegio de no partirse el alma tratando de sobrevivir (usualmente blancos y/o ricos), excluyendo a ese gran segmento de la población (nuestro 99%) cuya esperanza de vida también es mayor – si es que logra seguir su curso natural-, y que se convierte en problema político-social al envejecer.
Desde los cuerpos diversos se vive el envejecer de manera distinta. La percepción del paso del tiempo se relaciona con la calidad de vida, los caminos elegidos o forzados, la propia conciencia del estar en esta Tierra. En algún momento –que puede llegar antes o después-, inevitablemente nos damos cuenta de que la juventud es fugaz como la primavera y que la vida insiste en marcarnos por fuera y por dentro. Y aunque el envejecer es un metadato que nace con nuestro cuerpo y que cada año, cada día, va tomando preponderancia, la mayor parte de nuestro tiempo insistimos en hacer caso omiso, nos entretenemos en maquillarlo, negarlo y odiarlo, hasta que no queda más remedio que rendirse y aceptarlo: envejecemos y hay que ver qué hacer con ello. Es un lugar común pero verdadero decir que esta cultura es adoradora de la carne joven, sin embargo es imperativo que en verdad podamos mirarnos en los otros espejos tanto como en el nuestro para pensar y resignificar a la vejez, la nuestra y la ajena. Con este número 25 de Hysteria, hemos querido comernos este tema con todo y sus espinas. Lanzar una provocación intergeneracional con vinagre para liberar esos demonios contenidos y colectivizar lo que sentimos al respecto. Cómo nos vivimos, cómo nos imaginamos, cómo queremos y no vivir nuestra vejez ( i n e v i t a b l e ). Con gusto inmenso acepté la invitación a ser editora huésped, ya que es el tema que vivo e investigo como mujer y como artista. Invité a mi vez a otras artistas de aquí y de allá que, intuía, les interesaría colaborar con su reflexión, ya fuera visual o textual. Se abrió una convocatoria con alcance más allá del público asiduo de Hysteria! y el resultado fue más que espectacular. Las tres emisiones contaron con un gran número de materiales de gran calidad, nacionales y extranjeros. Contamos con participaciones súper especiales como la de Martha Wilson, que generosamente concedió la utilización de varias de sus potentes obras, o la de Sue Williams, a quien no podíamos mas que darle la portada: “ Deja de hablar como si la edad no te escuchara”. Ellas, entre muchas otras personas reconocidas y emergentes, de ambos hemisferios e incluso del otro lado del mundo, colectivizan en Hysteria! su voz, su cuerpo, sus demonios y su espejo.
Este número contiene ensayos, cuentos, poemas, anecdotarios por un lado, y ensayos fotográficos, ilustraciones, fotografías, pinturas y videos por el otro, que enriquecen este diálogo colectivo que Hysteria! y esta su ruca favorita han procurado, en un momento en que en Occidente se reconsidera y reivindica la vejez, o la ruquez, como algo que aporta valor a la sociedad. ¡Vamos! Como en la antigüedad, donde se reconocía la experiencia vivida como un verdadero divino tesoro, el activo más valioso que permitía la supervivencia de su comunidad. Bueno, lo aceptamos: somos rucas, somos rucos, ruques, o vamos a serlo en un momento dado. Es –tal vez todavía- inevitable. Está bien (nos decimos), aceptamos la decadencia corporal, pero eso no es una carga ni una desgracia, sino el orgullo de vivir. El orgullo ruco. Elizabeth Ross Aquí en la Ciudad de México Editorial para la primera emisión del Número 25 de la Revista Hysteria!
orgullo ruco alonso ross
sagrario
Sagrario Silva Vélez (1966) es gestora, y promotora cultural, maestra, coreógrafa, bailarina, guionista y actriz chihuahuense. El H. Congreso del Estado de Chihuahua otorgó el Reconocimiento en la categoría artística Aurora Reyes como Chihuahuense Destacada en marzo y Medalla Víctor Hugo Rascón Banda por Trayectoria Artística septiembre en 2017.
Fotografías de Nacho Guerrero (1964)
Rosa Borrás Yo, hoy Esta es una serie de fotografías digitales de un cuaderno de apuntes que inicié en 2007 y en el que he dibujado intermitentemente a través de los años, hasta el 29 de diciembre de 2017. Los dibujos son autorretratos que narran mis cambios físicos y estados de ánimo. Son hechos a tinta (de puma fuente o plumilla y tinta china). El cuaderno (cerrado) mide 16 x 11 cm . Sitio web: http://www.museodemujeres.com/es/artistas/index/21-borras-rosa
Sí, el cuerpo, mi cuerpo lo asumo; no me produce tristeza, gozo de todo lo que es aún posible de disfrutar y hacer con él. Pienso mucho en algunos maestros de Yoga, que enseñan a cuidar el cuerpo, en lo que comemos y como lo tratamos a lo largo de nuestras vidas. El jazmín en flor tiene un aroma intenso, su flor es de un blanco muy puro, pero se desvanece en poco tiempo. A pesar de ello guardamos en nuestra memoria su perfume y su belleza es aún más conmovedora cuando sus pétalos comienzan a tomar un color té hasta quedar completamente marrones. Muchas veces me he preguntado si las flores sienten dolor cuando se van marchitando, ¿cómo ven ellas nuestros cuerpos?
Sandra Petrovich Piel pliegue surco ríos caverna montaña fruto contracción distendida suave fina frágil No puedo detenerme en la contemplación de la lenta transformación de mi cuerpo. La apariencia física a los 68 años no es algo que me asuste. Los dolores en cambio indican otros deterioros más internos , menos visibles que la piel. Preocupan porque dificultan los desplazamientos y la danza ya no me invita tan asiduamente. Saltar, correr, se vuelven micro acciones del cuerpo, puntuales. A veces imagino que aún es posible una danza suave, lenta sensual, como la caricia de una brisa, entre árboles o al borde del mar. Disfruto mucho mirando videos de danza contemporánea; aprecio la danza butoh en particular. Es el tiempo de permitirme descansos placenteros, como los que experimento en la hamaca en verano, balanceándome sin culpa. Volverme cada vez más lenta me permite degustar más intensamente de las cosas bellas, imperceptibles casi que cuando andamos de prisa, propulsadas por la desbordante energía de nuestros jóvenes cuerpos.
Piel cáscara nervio manto pétalo del alma paisaje piel escritos de la existencia mapa de nuestras intinerancias Puedo mirar con envidia los vientres de jóvenes mujeres, pero también admiro las monumentales mamás africanas, como diosas, ondulando sus cuerpos en el andar.
nayeli nesme: los dientes de mi abuelita
Envejecer, llegar al fin de un ciclo de vida envejecer enlentecer nuestros pasos volvernos suaves deseosos de afectos Entrar en el desapego para trascender
Liu Guoyi: Cuando las mujeres cumplen 50
Diego Moreno San Cristóbal de las Casas, Chiapas. México.1992 Ensayo para una despedida Escapando de las relaciones violentas de la casa de mis padres, crezco con mi Abuela materna Clemencia. Rodeado de la liturgia católica y los rituales, comienzo a fotografiarla con complicidad y jugueteo; al principio como un simple acto de afecto. Poco a poco mediante la fotografía y el cuerpo construyo un territorio en donde mi Abuela desentraña las enseñanzas de sumisión y machismo del que por años fue victima; se apropia de su cuerpo tratando de reconfigurar su identidad y trastocando la mía. A lo largo del tiempo hemos construido una historia particular que me ha permitido construir un presente y encontrar un lugar en el mundo como persona; reflexionando así de una manera más profundo sobre la condición humana, el paso del tiempo, el deseo, la necesidad del afecto, los vínculos.
Marthazul: Abuelo
ARRUGAS EN EL CORAZÓN De pequeños queremos ser mayores, y de mayores queremos ser pequeños. Queremos crecer muy rápido, vivir la vida sin detenernos, y cuanto más vivimos más renegamos del paso de la edad, porque cuando menos te lo esperas, te levantas un día y dices ver arrugas en tu rostro, canas en tu maravillosa cabellera, etc. Posiblemente aparecieron hace tiempo, pero tú estabas en otras historias que ni te diste cuenta ni te importó, y ahora de repente pasa a ser tu máxima preocupación. Debemos de asimilar que somos humanos, parece que es algo que se olvida, y por eso surgen dilemas tipo Nicole Kidman, Rene Zellweger, o Uma Thurman, y se arma una revolución mediática mientras otra gente no tiene qué comer. Realmente muchxs se obsesionan con ser jóvenes, pretenden quedarse en los 20 (algunos también mentalmente), o no pasar de los 40, empezar a ocultar la edad diciendo taitantos, y negar su naturaleza. Las arrugas son huellas de vida, de sonrisas, de lágrimas, de trabajar, de cuidarse, de genética… de cumpleaños, de tiempo. Queremos vivir, no morir nunca, y no tener arrugas. Es un sinsentido, uno más del ser humano. Escuché demasiadas veces si este retrato de la mirada de mi abuela era real, si de verdad tenía tantas arrugas. También la retraté cuando era más joven, cuándo aún no era abuela, y nadie me preguntó nada, sólo se limitaban a decir que qué guapa era. Con este zoom ampliado de su mirada todos se impresionan, porque no quieren ver la realidad tal como es. Marthazul: Abuela
Mathazul desde Galicia
videos
Beth moysés Entre-telas
Helinä Hukkataival Inner Beauty/ Belleza interna
LUCERO GONZÁLEZ Huellas
Mónica Zenizo Topeiro Reyes Tu piel
nina sobell
jeannette betancourt eduardo roel
Subliminal
Geografías
AURORA NOREÑA
MARIO PALACIOS KAIM Acariciando el tiempo
obdulia Descenso
MARTHA WILSON: Me voy a morir . (Cortesía de la artista y la Galería P•P•O•W, New York)
Fragmentos de una lejanía
2. atando aĂąos
la obra de elizabeth ross para estirando el tiempo
Esta exposición incluye también: video: esta no es una jaula video: piel adentro pieza sonora: Si me preguntas a mí... entrevistas en video a: Miriam Kaiser Maris bustamante mónica mayer eli bartra agnes btffn ingrid suckaer ana victoria jiménez jeannette betancourt rosario guillermo Los videos se pueden ver en Youtube.
3. la exposiciรณn y la acciรณn
arrugas para la comunidad
y al final el karma