Premio Literario
Ciudad del Jaya • Suplemento Cultural • Edición I • Octubre 2023
Regocijo de esperanza escolar y familiar
Con un gran evento realizado en los salones del Ayuntamiento Municipal de esta ciudad, que incluyó música, poesía, canto y otras manifestaciones del arte, la Fundación Búsqueda y Jaya Cultura, Trazarte-Huellas Creativas y el Comité Municipal de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), hicieron entrega del Premio Literario Ciudad del Jaya. En su segunda versión, dedicada a la distinguida escritora francomacorisana Hilma Contreras, el Premio de poesía y cuento "Ciudad del Jaya" persigue estimular la afición por la lectura, la investigación y la creación literaria entre los estudiantes de liceos, colegios y escuelas de San Francisco de Macorís; e ir involucrándolos en la solidaridad humana, que ha ido desapareciendo en los últimos tiempos. La premiación, en las diferentes modalidades, fueron las siguientes: En Poesía: Jazmin Fernández Vásquez, del Colegio San Vicente de Paúl, Segundo
Este suplemente es
auspiciado por:
lugar, con "Deambulante", RD$15,000.00; Kamila del Carmen García Estrella, del Colegio IADIS, Tercer lugar, con "Al compás de aire", RD$10.000.00 Menciones de honor: Noelia Lora Tavárez, del Colegio San Vicente de Paúl, con "Depende de ti"; Junior Torres Jiménez, del Colegio San Vicente de Paúl, con "La soledad del corazón roto". Dharianny Simé María, del Colegio San Vicente de Paúl, con "Moriré Joven" En Décima: Dharianny Simé María, Colegio San Vicente de Paúl, Tercer lugar con "Precipitación Oscura", RD$10.000.00 En Cuento: Scarlet Fernández Pérez, Colegio San Vicente de Paúl, Tercer lugar, con "Leia y su sombra", RD$10,000.00; Anniluz Rodriguez Soriano, Politécnico Vicente Aquilino Santos, Segundo lugar, con "Cuento casi perfecto",
RD$15,000.00 Menciones de honor: Jasmeyri Araujo Tavárez, Politécnico Vicente Aquilino Santos, con "Las lágrimas en mi alma"; Elianna Pérez Ortiz, Colegio San Vicente de Paúl, con "El nacimiento de un imperio y la caída de los traidores"; Diana Medina Del Orbe, Colegio San Vicente de Paúl, con "Ingenua Contemplación". Para el poeta Félix García, presidente de Búsqueda y Jaya Cultura y coordinador de la premiación, ésta se constituye en un regocijo de esperanza escolar y familiar; donde nada está perdido para el arte, la juventud y la familia. A García le acompañó un equipo de apoyo, conformado por los maestros Roberto Santos Hernández, Ana Rita Guzmán, Martha Villa y Nathalie García. Como jurados fungieron el Dr. Radhamés Polanco, Dramaturgo y los poetas Julián Ulerio y Lissette Ramírez.
Presentación Al felicitar llenos de energías positivas a los participantes y premiados en CIUDAD DEL JAYA, mostramos resultados impresionantes de que nuestra juventud merece y puede hacer cosas grandiosas. A directores, profesores y padres de estudiantes agradecemos sus empeños por motivar los estudiantes e hijos, a participar de este premio. Cada año debe ser convocado este premio CIUDAD DEL JAYA en febrero. Autoridades Educativas y Gubernamentales están llamados a apoyar a la juventud para que: “por desnuda brille la estrella”.
02 SUPLEMENTO CULTURAL Deambulante 2DO. LUGAR DE POESÍA
■ Jazmín Fernández Vásquez
He pasado de vida en vida, descubriendo cómo viven y qué esconden Caminando y tomando trozos para construirme de vidas ajenas tras, fragmentos de las mías. Algunas fueron largas, otras cortas, pero hay algo que todas poseen La increíble capacidad de ocultar a los demás De realmente quienes son rás de la máscara
Jazmín Fernández Vásquez
Es la fascinación de este desdén.
Hilma Contreras Nació en San Francisco de Macorís el 8 de diciembre de 1913 y murió el 15 de enero de 2006. Fue la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Literatura en el 2002. Su redescubrimiento literario se atribuye a Manuel Mora Serrano. Fue la primera mujer en hacer literatura con un marcado acento de género, en el cual destacaba las condiciones de sometimiento social, legal y afectivo de las mujeres.
Créditos.
Premio Literario Ciudad del Jaya
No sé quién era, eso carcome la curiosidad de quien hubiese sido No sé si valdría la pena saber quién era de verdad ¿Estaría feliz sabiendo que era realidad? ¿Cómo sé si existo o me estoy muriendo? Yo soy todo a la vez y nada en la misma igualdad Esperando a que una vida me de tranquilidad. Al fin, estoy aquí y nada cambia sigo teniendo las mismas dudas durante mucho tiempo Por lo tanto, lo único que sé es que me llamó A.
Al compás del aire 3ER. LUGAR DE POESÍA
■ Kamila del Carmen Estrella
El cuerpo se mueve al compás del aire gotas de agua caen sobre su rostro bajan por su paraguas y mojan sus zapatos sentirse atado se hizo costumbre.
Suplemento Cultural
El sol salía, pero la oscuridad volvía
Dirección:
La suavidad de las nubes abrazan el alma.
Poeta Félix García
El olor de lo verde y natural del pasto en la pradera,
Diagramación y edición:
Editora Neuronas del Jaya Corrección:
Adriano Cruz Marte
La elegancia y calidez de las flores rodean su sombra
con despiste y preciosidad,
Kamila Del Carmen Estrella
al compás del aire va.
Precipitación oscura
3ER. LUGAR DE DÉCIMA Ilustraciones:
Emiruyo, @emiruyo Colaboradores:
• Maestro Roberto Santos Hernández
■ Dharianny Sime María
I Esa marea furiosa envuelve fuerte a mi alma violentamente tomada mi ausencia luminosa
• Maestra Rita Guzmán
humilde, pecaminosa
• Maestra Nathalie García
Ladrón de luz ¿paz?, deslústrame
• Maestra Lic. Martha Villa
¡Sí, inservible, floréceme! profunda denigración falta purificación Tú, frívolo, desvalórame
II Dolorosamente hermosa Bellamente delicada ¡Oh, pedacito de mi alma! Velaré por ti, preciosa con firmeza defectuosa ven, acércate y, abrázame Frío, a calor, transfórmame es amada bendición sentimiento, protección Nuevamente libre, gózame
Dharianny Sime María
SUPLEMENTO CULTURAL
Jesús en vitrina ■ Hilma Contreras
En un zaguán había tres jóvenes sentados. Uno a uno fueron llegando silenciosos y con el ceño fruncido. Cuando el último se dejó caer en la mecedora, los otros dos exclamaron: —¡Romance sin palabras! —¿Eh? –gruñó el recién sentado. Pero tan sin palabras era el romance que los tres pensamientos se hicieron trizas en una misma carcajada. Eran tiempos de pascuas; de cielo azulísimo, profundo y denso. El aire, un airecillo fisgón y frío, metía su nariz impertinente en la intimidad de todos. En unos, duplicándoles la alegría de vivir, y en otros, hincándoles más en el alma la espina de la vida.
niales de la pensión. —Un cielo para ser feliz –pensó, y algo muy hondo le comenzó a llorar. Toda la tarde trabajó Emelina con la mente en el estómago. Momentos tuvo de odiar su máquina porque en el tablero oía el pregón del mes: ¡Pascuas! ¡Pascuas! y ella tenía hambre. Hambre en vísperas de nochebuena, ¡qué ironía! En la calle reventaban las vitrinas de golosinas, de presentes, de joyas y de juguetes. Si todo eso no estuviese al alcance de todos, ¿lo mostrarían acaso? Pero Emelina es de lo más incomprensivo que pueda darse. Se gasta su cheque en mala comida que no come y les pasa a las vitrinas provocativas como rameras, sin gastarse un centavo. Y después echa pestes contra todo. Actitud injusta y de mal tono. Lo elegante sería comprar de todo sin haber sudado el dinero.
Los tres jóvenes se miraron.
¡Trabajar y exprimirnos la vida para mantenernos vivos y nada más! —¡Y nada más! –Emelina parecía soñar– . ¡Nada más! Wenceslao reventó. —Si esto sigue así, habrá que ponerle remedio. Y lo peor es que uno se muda y se topa con otra pensión igual. Bueno, yo al menos como demonio asado que me den, pero tú, Niní, no comiste nada hoy. Te volverás un espárrago. —Pero no pelirrojo –observó Emelina. Por esta alusión al patrón volvieron a reír los tres. Eran jóvenes. Podían reír de sus propios males. Había aún esperanza en los tres, y además era diciembre: ¡Quién pudiera reír mucho en diciembre! La sirena del cuarto para las dos deshizo el trío. Wenceslao comenzaba su trabajo a las dos. Sus compañeras lo vieron partir apretándose la correa otra vez grande. Emelina miró el gorro azul del cielo, liso como un añil sobre las altas paredes colo-
—Vamos a recorrer la calle entera – indicó Wenceslao–, para luego tomarnos los helados con más gusto. Sus compañeras aceptaron. Caminaban momentáneamente despreocupadas y deteniéndose aquí y allí, donde la exhibición atraía más. Maravillados ante la vitrina del italiano había dos chiquillos curtidos de ropa y de cuerpo. El mayorcito vendía maní y allí estaba boquiabierto, su lata colgándole tristemente del bracito moreno. —¿Tú no oyes que te llaman? –dijo Niní. Pero el niño no existía para el mundo, no oía, no entendía, no le interesaba nada fuera del bello revólver con su rico cinturón de cápsulas. Unos cuantos estallaron en la esquina sin importarle un comino al morenito. —Te han llamado dos veces ya –advirtióle–, y lo que es el maní ese no te lo van a comprar pasmado.
La más morena de las dos muchachas agregó:
—Emelina tiene razón –opinó la otra–, es como si lo hicieran de propósito. Han escogido el mes de diciembre para afearnos más la existencia, como si no tuviéramos ya bastante con trabajar en días tan bellos como éstos, y con el cheque que no alcanza, y las deudas, y las penas y la fatiga, las precauciones y la salud.
Emelinda comenzaba a distraerse, pues hay un no sé qué en las proximidades de las Pascuas que aligera el espíritu.
Wenceslao lo sacudió por el hombro.
—Riámonos de nosotros mismos –insinuó Wenceslao–. Después de todo, burlarse de la vida es ya vivir.
—Sí y se llora por dentro. No –profirió con mayor severidad–, no, ¿sacia el hambre alimentarse de su propia sangre? ¡Por Dios Santo, que si la comida no mejora, cambio de pensión!
03
El chiquito tuvo un sobresalto doloroso. —¿Eh? Tenía los ojos quietos como los de un pez. A Niní le hizo gracia y preguntó: Rumiando malas ideas se pasa la tarde y espera la noche. Wenceslao, primero, y luego, Niní, la encuentra en el zaguán y aquí se van quedando. —Después de cena –propone Niní–, iremos a ver las vitrinas. Emelina se eriza. —¿Para qué? —Hija, para perder una hora de estas noches tan largas. —Y hasta podemos tomarnos un helado –dice el compañero, contándose las monedas en la palma de la mano–. Por suerte que el lunes pagan. ¿No dices nada, Emelina? —Estoy pensando en la cena. Si hay albóndigas me suicido. Los otros ríen. Como no hubo albóndigas fue posible salir juntos por la noche. En el fondo de la calle, una luna grande y risueña lamía con su lengua blanca el rostro del mar. La gente como mosca se iba pegando a las vitrinas y exponían sus preferencias y sus proyectos de compras, entre bromas, exclamaciones y risas. —¡Ay, papi! –exclamaban los niños–. ¡Mira este tren, y aquel revólver, y el carro, y el billar! —¡Yo quiero esa muñeca! —¡Y yo el velocípedo! —¡Y yo el ajedrez!
—¿Qué le vas a pedir a los Santos Reyes? El más pequeño se animó y atropelladamente, con los ojos, la boca, las manos, el cuerpecito todo, abrió su corazón. —Yo –decía –yo… mire…., yo….., esa guitarra….. y esa pelota colorá… y ese revólver…. —¿Ese? –interrumpió el manicerito despreciativo–. ¿Ese revólver de palo? —Sí, y la macana y las balas. —¿Todo eso muchacho? –rió Wenceslao. —Sí –el niño jadeaba de esperanza–. ¡Los reyes son muy buenos! —Los reyes son malos. El manicerito estrujaba sus mana morenas y sucias contra la vitrina. —Los reyes son malos –repitió sombríamente. —¡No! –chilló el otro pequeño–. ¡No, son buenos! Emelina tendió las manos hacia los niños en un impulso irresistible. —¡Ah! –lamentóse– ¡No lo soporto más! Esto diciendo se apartó del grupo a grandes zancadas y no paró hasta el zaguán colonial de la pensión. ¡Pascuas…Pascuas…..! ¡No sabía Jesús que había nacido para ser exhibido en las vitrinas de las ciudades y hacer sufrir a los niños pobres...!
04 SUPLEMENTO CULTURAL Cuento casi perfecto 2DO. LUGAR DE CUENTO
■ Anniluz Rodríguez Soriano
Cada día me despierto y sigo la misma rutina, ignorando los pensamientos que me agobian sin siquiera haber empezado del todo el día, elijo la canción con la que empezaré la mañana mientras observo que la claridad se está colando en el salón, que el cantar de las aves se mezcla con el sonido de los autos, y a la gente que va apresurada a través del balcón. Tomo mi café y luego me ducho, alcanzo la camisa que, con una copa en mano, la noche anterior planché, para seguir con mi rutina, pero esta vez, desde la oficina. El camino que recorro me deja la misma sensación amarga de todos los días, pues me incomodan los choferes y sus espantosas bocinas, que me avisan, que el semáforo ya cambió, como si no fuese capaz de notarlo por mi cuenta. Y es ahí cuando te pienso a ti y a tu consejo de ir en bici al trabajo, de sentir el sol en la piel y la brisa en el pelo. Y llego a la oficina, recordando tus palabras y las tantas veces que me dijiste que le sonriera a todos, a pesar de mi estado de humor, que en ocasiones no es el mejor. Y es ahí, donde vuelvo y te pienso, porque vas por la vida con una enorme sonrisa, algo que yo nunca supe hacer. Pero esa mañana fue diferente, porque no hubo rutina, porque no me pude parar de la cama, porque tú no estabas; y me costó escuchar el ruido de tu ausencia en vez del de tu canción favorita, porque no endulzabas mi café ni escuchaba tu risa bromeando sobre lo rápido que caminaban las personas, y no te sentí acomodar el cuello de mi camisa mientras me decías que la planché mal. Porque te extrañé a ti y a tus costumbres, extrañé la calidez de tu piel canela, el largo de tu cabello, la dulzura de
tu voz; el contraste entre tú y yo, porque de una manera u otra encontrábamos la forma de encajar, de ser uno solo. Y me pregunté si seguías sonriéndole a la vida, si seguías esparciendo alegría y dejando un pedacito de ti en cada persona que se perdía en tus ojos. Aparte del dolor de tu ausencia, también me persigue el arrepentimiento, pues cambié lo que era de mí para ser mejor persona y así agradarte a ti; no solo cambié el color de mis paredes, el largo de mis cortinas y el grosor de mis sábanas, cambié mi esencia, y detalles de mi apariencia. Reconozco que no puedo seguir así. Pero yo quiero seguir así, ahogado en tu recuerdo y en el lamento por haberte dejado ir, o quizá, porque te hice ir. Y soy egoísta, porque te elijo a ti antes que a mí, te elijo una y mil veces, te elijo aún ahora que ya no estás; te elijo en el momento en que te elegiste a ti, y siempre fue así; siempre fuiste tu prioridad, tu paz, tu felicidad, mientras yo me hundía en la miseria.
Anniluz Rodríguez
Y sigo siendo egoísta, porque daría lo que sea, por volver a lo que fuimos, por volver a ser, a coexistir, pero presiento que no te sientes de la misma manera, que estás mejor sin mí, y muy en el fondo de mi ser, he aceptado que no vas a volver. Pero veo tu llamada perdida y me imagino que algún día cruzarás mi puerta por segunda vez. Me duele pensar que aquella mañana, si hubiese hecho caso al primer llamado de mi alarma, no me hubiese cruzado contigo, y años después no estaría aquí, quizá estuviese en un café, o en la playa, pero, sin dudas, sería feliz. Pero esta vez mi día empezó sin rutina, porque en esta pequeña prisión no hay más que recuerdos de ti y de los errores que cometí. Me pregunto si la historia de nuestro amor en su momento debí contarla al psicólogo y no a la policía.
Leia y su sombra
Mientras caminaban, él seguía tras de ella en silencio, en el fondo del sendero se podía ver un destelló de sol, no muy grande pero ahí estaba, cuando pasaron por el camino ella paró repentinamente espantando al chico, él se sorprendió al observarla tomando el pequeño rayo de sol que iluminaba el camino, él nunca la había visto disfrutar de algo, pero en ese momento ella se sintió libre. Leia tenía una hermosa piel blanca, una oscura y larga cabellera y unos ojos verdes como los de un valle, pero ella tenìa un defecto extraño, su sombra nunca se reflejaba, era como si no existiera. Él estaba atónito porque nunca la vio de esa manera solo la observaba desde la ventana de su casa ya sea leyendo un libro o estudiando.
3ER. LUGAR DE CUENTO
■ Scarlett Fernández Pérez
Leia, despertó con un rayo de sol que entraba desde su ventana. Escuchaba a su padre gritarle desde la fría cocina. Su voz, recorría todo el pasillo hasta su cuarto, la casa siempre se sentía como si fuera un cementerio, era sombría, solitaria y triste. Leia, estaba agotada todo el tiempo, tenía tareas, deberes y compromisos que cumplir; estaba sola, su padre era un alcohólico y su madre falleció hacía varios años, su vida era miserable.
El solo se quedó parado viéndola disfrutar del sol con tanto placer, era como un paraíso para sus ojos. De pronto escuchó una voz…
Esa mañana, el día se tornó nublado. Leia se preparaba para ir a la escuela como de costumbre tomando su mochila y su abrigo, ella nunca desayunaba, siempre trataba de evitar a su padre, él siempre la golpeaba y la culpaba por la muerte de su madre… saliendo de su casa un chico la esperaba en la puerta.
- ¿La ves? Estaba sin palabras por apreciar todas las marcas que tenía ella en su rostro, pero aún así para él, era más que hermosa…no escuchó la pregunta.
- ¡Buenos días!
- ¡Marcos! ¿La ves?
El chico era un magnate, su piel era blanca como la porcelana, sus ojos marrones como la miel y su cabello era suave al igual que una pluma…
- ¿Desde cuándo sabes mi nombre? - Eso no importa… ¿La ves? Mientras Marcos preocupado le pregunta.
- Hola.
- ¿Ver qué?
- ¿Por qué no tomas un paraguas? se avecina una tormenta…
- Mi sombra… la perdí cuando mi madre murió hace mu-
chos años y nunca la volví a encontrar. Siempre me he Leia solo lo ignoró y continuó su camino, vivía en un sendero Scarlett Fernández Pérez sentido como un cuerpo sin alma, deambulando por los capor las montañas, nunca se apreciaba la luz del sol por el minos, esperando a que ella me encuentre o buscando un camino, pero ese día fue diferente. Mientràs se dirigía a la escuela, la torso de libertad o felicidad. seguía y nunca desistió de ella. Ese chico siempre estuvo ahí, de hecho, él era su vecino y siempre tuvo el pensamiento de que Leia era un misterio, ella nunca sonreía, nunca tenía expresiones, nunca se le viò feliz era como un cuerpo sin alma. Siempre estuvo triste, hasta que ese día se dieron cuenta del porqué.
- ¿Marcos, quiero hacerle tres preguntas? - ¿Sí?
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