Presentación
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a edición número cuatro de Yagular está dedicada a la zurda, la izquierda, la siniestra. Como bien se sabe, estas palabras tienen diversas connotaciones. Muchas veces negativas. Desde los prejuicios a las personas zurdas, algunas señaladas como si tuvieran algún defecto o deformidad corporal corregible con instrumentos ortopédicos, hasta los prejuicios a quienes se asumen así, sin titubeos, de izquierda. No pretendimos agotar el tema, sino vagabundear por algunos callejones. Explorarlo desde la poesía, pero también desde el ensayo y el dibujo. En una entrevista, el poeta Tomás Segovia esboza una división que, se esté de acuerdo o no, es contundente: “La izquierda es en principio aquella que está dispuesta a
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sacrificar algo del orden a favor de la justicia, mientras que la derecha prefiere la justicia en nombre del orden.” No es ningún secreto que cuando la primavera estaba por acabarse, un grupo de estudiantes mexicanos desempolvó algunas discusiones que, parecía hasta entonces, estaban olvidadas. Aunque no fue por eso que dedicamos este número a tal tema, creemos que esta crítica es decisiva, necesaria, insoslayable, y puede extenderse a través de la creación visual y literaria. Cuando Yagular 4 esté en las calles, ya sabremos quién fue elegido como presidente de México. Esperamos que el rumbo que proponga sea el más acertado, que los ciudadanos sigamos participando, y que la reflexión y propuestas sobre problemas comunes no se extingan.
sumario
Abrimos Yagular con un poema del regiotapatío José Eugenio Sánchez I / Después, en nuestra sección de narrativa, sigue un fragmento de la primer novela de Daniel Espartaco II / Más adelante, fragmentos de una entrevista a Tomás Segovia, recuperados para este número por Alejandro Guzmán VI / Sigue un poema largo de María Rivera IX / Poco después tres ensayos: uno de Heriberto Yépez sobre la izquierda en México XIII, uno de María Virginia Jaua XVIII, y uno más sobre Walter Benjamin por Pablo Domínguez Galbraith XX / En un cambio de tono y registro, un ensayo personal de Fausto Alzati XXIV / Y cerramos con un texto, breve y elocuente, de David Miklos XVII. Todas las ilustraciones son del artista plástico Heriberto Quesnel.
Poema
josé eugenio sánchez
frente a mi casa vive dios en una casa muy grande que tiene un inmenso jardín donde viven todos los gatos el jardinero de la casa de dios es un tipo musculoso que trabaja sin camisa y de vez en vez vemos a dios en calzones escuchando música en su cochera o abrazando como dios a una muchacha que lo abraza de la única manera en que se puede abrazar a dios dios observa a los gatos que persiguen el amor y las cucarachas y con un gesto riega las plantas cierra las puertas revisa su correspondencia o descorcha una polvorosa botella así todos los días hasta que un día y de pronto desaparece una ambulancia afuera de su casa nos hubiera dejado un poco más claras las cosas pero no sólo se esfumó y ya o los gatos le dijeron: lárgate para siempre porque no haz hecho nada bueno o durante su siesta las cucarachas se lo comieron
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Autos usados (fragmento)
da n i e l e s pa rtac o
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irrespirable de su matrimonio, o le gustaba manejar por las calles desiertas de una pequeña ciudad del norte. —Mejor que me llames —decía. Estacionaba el coche en la rampa del minisúper, envuelto en un pesado abrigo, boina de lana, y el olor a tabaco de los cigarrillos Baronet, que llamaba de manera despectiva Baratonets. Algunas veces era necesario comprar algo para la casa: una barra de pan, un litro de leche, comida para el gato. Perdimos el contacto cuando él y Lulú, mi madre, se divorciaron. Tuve un accidente y el coche familiar quedó inservible; el daño fue irrecuperable porque Lulú no pagó la póliza del seguro y yo no tenía licencia de menor. Los restos permanecieron en el taller del amigo de un amigo durante un tiempo, en espera de que tuviéramos dinero. Aunque el chasis estaba en buen estado, según el hojalatero, la reparación se postergó y se convirtió en un esqueleto en el armario de las relaciones entre Lulú y yo. Ella no podía pagar las cuentas de los servicios y pronto desarrollé habilidades como la de poner un diablito cuando la compañía de electricidad nos cortaba la corriente. Era un poco más difícil con el agua, mas no imposible; aun así nos quitaron la lí-
speré media hora el autobús de las diez de la noche junto al terreno baldío cubierto de matorrales secos y quemados por la primera helada. Me gustaba imaginar que el viento decembrino recorría la avenida del canal como siglos antes lo hicieron las extintas manadas de bisontes. Un año atrás, cuando perdía el autobús, y si encontraba un teléfono público que funcionara, podía gastar las monedas del pasaje en llamar a mi padre. —Son las diez y media, ¿dónde estás? Era indigno entrar ahí y no comprar nada, buscar refugio del aire congelado que te partía los labios y las mejillas, aunque el tipo del mostrador era tolerante siempre y cuando no tocaras las revistas. Mi padre podía tardar veinte o treinta minutos y me daba pena, sobre todo en invierno, sacarlo de la casa, en un automóvil económico, sin calefacción; pero comencé a perder los autobuses de manera frecuente con la seguridad de que el hombre no dejaría morir congelado a su hijo, y de que, cuando yo me disculpara de una manera sincera, no habría ningún reclamo. Era el patrón con el cual aprendí a relacionarme con él: pecado y redención. Tal vez ir a recogerme le servía para dejar un momento la atmósfera
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nea de teléfono y le dieron el número a otra familia. —Oye, ¿quién es Sonia? —me preguntó Alexa, mi novia. —¿Cómo? —El otro día llamé a tu casa y me contestó una tal Sonia. Por eso, en mi nueva situación, sin padre, sin coche, sin teléfono, si yo perdía el autobús tenía que caminar del canal rumbo a casa por las iluminadas y vacías calles de la ciudad. Algunas veces caía aguanieve, otras éramos dos los que perdíamos el autobús y nos acompañábamos durante un tramo por la avenida Tecnológico, rumbo al norte, en silencio, porque nunca fui bueno para iniciar una conversación. Otras veces los tripulantes de una patrulla pedían ver mi caduca credencial de estudiante de preparatoria. —¿Dónde vives, niño? —me preguntaba uno de ellos. —Aquí cerca —mentía yo. De jueves a sábado era común ver las camionetas pick up dejar a toda velocidad una estela de versos con las gestas de pistoleros famosos y traficantes de droga. Pero lo que ocurría siempre cuando caminaba los kilómetros que me separaban de un lecho tibio, era que un automóvil disminuía la velocidad detrás de
mí y me acechaba, o se detenía algunos metros adelante. Nunca el mismo coche, nunca el mismo conductor, siempre un individuo con algún detalle grotesco; por ejemplo: el bigote rubio y escaso, una tonalidad de piel mórbida a la luz del tablero del auto, o labios y encías demasiado rojos para un hombre. —Oye —me dijo uno de ellos la primera vez, después de tocarme el claxon y abrir la ventanilla eléctrica del lado del copiloto. Pensé que quería preguntarme alguna dirección. —¿Me dejas hacerte una mamada? —No —respondí, y apuré el paso. El coche estuvo detrás de mí durante unos veinte o treinta metros, y aceleró con un rechinido de neumáticos hasta perderse en la cuesta, más allá del semáforo. A pesar del desconcierto, fui educado para ser amable con los demás, así que traté de serlo cuando sucedió otras veces; es decir: cada dos o tres noches cuando perdía el autobús o éste no hacía el último recorrido y se rompía una vez más el frágil contrato social entre los usuarios y la unión de transportistas. —Qué bonita boca tienes, chiquito —me dijo uno. —Gracias —dije yo, y no me detuve.
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au to s u s a d o s
De cierta manera me sentía halagado. —¿Te llevo? —esta vez era un hombre de aspecto menos ruin. El detalle sórdido no era el bigote, ni el color de la boca, ni el agua de colonia, sino la gabardina gris y el trozo de cabello, que más bien parecía una gorra, sobre una frente demasiado amplia. No, gracias, me gusta caminar. No dejaban de intrigarme esos hombres. ¿Quiénes eran? ¿Tendrían esposa, hijos, un trabajo de día, como todos? ¿Qué había de preponderante en chuparle la verga a un desconocido para llevarte a recorrer la ciudad durante el invierno con las nalgas congeladas en el asiento de un coche? ¿Había personas con una moral más dudosa que la mía que se dejaran chupar la verga a pesar del agua de colonia, del cartón desodorante de vainilla colgado en la radio, donde sonaba “The Sultans of Swing” de Dire Straits? Nunca vi a uno de aquellos hombres desesperados lograr convencer a algún extraño. Era la más solitaria de todas las ciudades y yo el único peatón en aquellas avenidas de hielo, las manos entumidas en los bolsillos de la chaqueta de mezclilla con forro que mi padre me regaló el día de mi cumpleaños número dieciséis. Tal vez había algo en mi desaliño
y aspecto inocuo que les gustaba: los cabellos largos y grasientos, mis pantalones sucios talla veintinueve, las botas vaqueras gastadas de tanto caminar. Para quitarme una ansiedad que parecía incurable fumaba cigarros de los más baratos (más incluso que los Baronet), delgados, pequeños, sin filtro, que se terminaban en dos o tres caladas, dejaban manchas en las yemas de los dedos, en las uñas, y un regusto a papel y aceite en la boca. Algunas veces no tenía dinero para cigarros, porque la causa de que yo me encontrara en la avenida Tecnológico pasadas las diez no era la pérdida del último autobús, sino la falta de monedas suficientes para el viaje, y mi renuencia a suplicarle al conductor que me dejara subir (otros lo hacían). Luego de varios kilómetros, llegar a casa, al calentador de gasóleo, y arrojarse en la cama, hambriento, sin hacer el menor esfuerzo por comer algo, sin desvestirme. Lulú, mi madre, en la habitación de junto, dormida, y al día siguiente el reclamo por llegar tarde, por no hacer nada, por no estudiar, no trabajar, no ayudar en la casa, y el interrogatorio: dónde había estado, por qué recorría la ciudad solo, como un retrasado mental, qué quería hacer yo con mi vida.
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Alegato de un poeta contra la lógica del egoísmo: Tomás Segovia s elección de a l e ja n d ro g u z m á n
En esta edición recuperamos parte de la entrevista que Eduardo Vásquez Martín le hizo al poeta, ensayista y traductor Tomás Segovia (19272011), y que más tarde fue publicada en julio de 2005 por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de San Luis Potosí. En estos fragmentos es evidente la posición del poeta frente al poder, la idea de progreso, el neoliberalismo y otros temas sociales y políticos. Los dejamos con una selección de la charla —en forma de asertos— con el escritor que sabía que es más importante ser bien leído que muy leído.
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a política es un espacio que tiene dos polos: el orden y la justicia. Aun cuando no existen sociedades sin poder —o las que existen son tan primitivas que no cuentan—, el poder necesita justificarse, y su justificación es ésa: que procura orden y justicia. En los hechos, todo lo que se gana en justicia se pierde en orden y todo lo que se gana en orden se pierde en justicia. La izquierda es en principio aquella que está dispuesta a sacrificar algo del orden a favor de la justicia, mientras que la derecha prefiere la justicia en nombre del orden. […] El poder, a su vez, es polo. Y en esa otra polaridad existe un espacio de representación y un espacio de lucha de la sociedad contra el poder y del poder contra la sociedad. El poder siempre intentara quitarle libertad a la sociedad, libertad en
el sentido de poder de decisión. […] El problema es también el poder mismo y esa crítica al poder ha tenido dos contestaciones: desde el comunismo libertario y desde el liberalismo burgués. Esta última es la que se ha impuesto como critica del Estado a favor de la iniciativa de los individuos en el contexto del mercado, y de éste como el espacio determinante de las relaciones entre aquéllos, mientras el pensamiento libertario ha pasado al desván de las utopías. El liberalismo es crítico no del poder, sino de un Estado cuyas políticas tienden a favorecer la justicia. La izquierda por su parte es crítica del poder del Estado cuando éste privilegia el orden sobre la justicia. Nadie ha atacado últimamente al Estado como la derecha, y lo ha hecho en nombre de la libertad, sobre todo de la libertad de enriquecerse y consumir.
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to m á s s e g ov i a
— Hoy en día la idea dominante de progreso es de derechas y la izquierda en efecto no hace otra cosa que estorbar al progreso. La izquierda se opone al progreso en la medida que ese progreso se opone a la justicia. La izquierda se opuso a las máquinas en la revolución industrial inglesa; es cierto que las máquinas pasaron encima de los obreros y que ese desarrollo industrial trajo consigo, posteriormente, cierto bienestar a la sociedad, pero por lo menos hay que reconocer que esa crítica del progreso valió la pena, porque no todo lo que es progreso es en principio justo. El problema de la izquierda contemporánea es que ha dejado de ejercer la crítica del progreso y ha asumido el programa de la derecha aunque con algunos matices. […] Los liberales contemporáneos hacen lo mismo que le reprochaban a la izquierda dogmática e ideológica: convierten la idea de progreso en una entelequia, la vacían de contenidos precisos y en la práctica la reducen a la posibilidad o no de consumir, no de ser más sabios, más libres, más felices, sino más consumidores. La política en todo caso es una instancia donde las significaciones se transponen al entrar en su dominio y dejan de significar lo mismo. Hoy en día, y quizás siempre, la política frena la historia. La política es el otro lado de la sociedad, no es cierto que la expresa, en la medida en que la traduce la sustituye. El poder en todo
caso representa. […] el poder no es un hecho simbólico sino fáctico, no es metafórico, es literal. ¿Cómo se puede representar literalmente? Es imposible. El poder, lo mismo el poder monárquico que el poder democrático, representa la soberanía, que siempre, unos y otros lo han dicho, es del pueblo. ¿Pero qué soberanía es ésa? Es una soberanía que no existe más que en la forma de entregarla. No hay más soberanía que la soberanía representada. Decía Horkheimer que toda politización es de derechas y me parece que tiene toda la razón. A los jóvenes izquierdistas de principios de los sesentas que nos reclamaban a los poetas escribir versos mientras el pueblo muere de hambre, yo les respondía que la política es el opio de los pueblos, porque la política enmascara. Por cursi que parezca, la ética está por encima de la política. La política es cada vez más un mero instrumento mientras que el valor es cada vez menos relevante. […] el valor es el correlato del deseo. Vale lo que es deseable. Me parece que el deseo es lo primero. El hombre nace animal y se hace hombre, y si se hace hombre el porqué el mundo vale. El mundo es el correlato del deseo. Lo que vale vale porque es deseable y lo que se desea se desea porque vale. […] El hombre es obra del deseo ¿Qué es lo que hace persona a un niño? El deseo. El niño, sus padres y la sociedad desean que el niño se haga
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hombre. El niño desea angustiosamente hablar y ser persona. La historia es el deseo de ser de la humanidad. Las cosas que el mercado le ofrece al deseo cumplen con cierto apremio del deseo, pero en otro sentido obliteran el deseo de ser libres, de ser dignos. Es ridículo pensar que lo que cumple el consumo es el verdadero destino del hombre. […] Hoy en día todos los políticos proponen lo mismo, progreso y libertad, pero nunca aclaran bien a bien qué entienden por progreso y menos por libertad. […] El hombre sigue deseando el valor, la verdadera libertad, y que la vida humana sea valiosa. La derecha degrada la libertad porque la convierte en puro instrumento para el consumo y la vida humana deja de valer […] convierte al hombre en un ser que no tiene ningún valor en sí
mismo y, por lo tanto, le arrebata su dignidad. Así se explica que esa dignidad se busque en las religiones y en los nacionalismos. La falta de dignidad, es decir de valor de lo humano, lleva a un progreso de negación del otro, para poder ser yo tengo que decir que soy diferente. Eso es lo que han reivindicado los machistas para oprimir a las mujeres y los blancos para oprimir a los negros. El hecho diferencial es la justificación, vagamente biológica o histórica, de la injusticia. Se trata de preguntarnos si creemos o no creemos en el hombre y se trata también de preguntarnos si queremos o no hacer el mundo más justo, y no sólo más justo sino más bello, más deseable y más libre —libre también para los pobres, no solamente para los ricos.
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Oscuro
maría rivera
No dice lo que vio, pero dice que no lo puede decir; de manera que aquellas cosas que no se pueden decir, es menester decir siquiera que no se pueden decir, para que se entienda que el callar no es no haber qué decir, sino no caber en las voces. sor juana inés de la cruz Una noche senté a la belleza sobre mis rodillas —y la encontré amarga. arthur rimbaud La cuarentena que se le impone en nombre de los valores eternos tiene, en efecto, finalidades políticas. Al negársele rango social, se asigna a la poesía una función decorativa, es decir, la de mampara o bambalinas de la eternidad. hans magnus enzensberger a luis felipe fabre, eduardo hurtado
Y la encontré amarga/ y me apartó de sus piernas/ la muchacha lloraba/ las muchachas lloraban/ mostraban el pecho, el glúteo, el moretón/ la foto congelada/ la desnudez, lo suyo, el cuerpo/ la contención del músculo/ enseñando a los otros en su ella/ que cayeron en éste/ suyo/ mí país, entre sus colmillos aviesos/ policías/ guardianes/ jueces/ celadores Y comencé a leerlos y decían/ las autoridades imponen el orden/ acostúmbrense/ decían/ ellos se lo merecen/ ellas mienten/ la noche se cernía sobre este mi país mexicano/ allende/ donde enseñan sus colmillos el odio/ el hambre/ de mirar por lo verde al verde/ pobreza/ miseria de pensarlo/ mi torre de viento derribada/ mi torre Y se los voy a decir/ yo también lo dije/ no cabía de orgullo/ “la poesía no admite compromisos”/ ése/ su compromiso/es hablar con lo humano/ inmarcesible/ creo que dije o lo dijo alguien/ puede hablar/ a cualquier hombre/ en cualquier época/ y lo creí/ y me sentí muy libre/ yo también me pavoneé/ los miré con sorna/ festejé las bodas de la poesía consigo misma/ la gracia eterna/ de su ix
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limón girando/ hasta esa mañana de mayo/ que entreví/ en este mi país/ un pueblo/ calles/ casas/ iglesias/ perros/ cuerpos/ allanados/ sangrantes/ escuché sus voces en camiones/ “ven y cala a esta puta”/ dijeron/ y la arrastraron al asiento trasero/ desgarraron su ropa/ bajaron sus pantalones/ le taparon los ojos/ le dijeron “perra, dime vaquero”/ le introdujeron violentamente los dedos Y cuando la llamé no vino/ no abrió la boca/ me abandonó/ estaba comprometida con lo humano inmarcesible/ las guerras del Caúcaso/ del Peloponeso/ o cantaba la belleza de la rosa/ la belleza del amor/ la belleza de los símbolos/ no hablaba de policías/ gendarmes/ chota/ culeros/ ya nos cayó la verga/ sí/ como botín de guerra/ sus cuerpos/ mujeres/ no mujeres/ tetas/ nalgas/ vaginas/ bocas/ agujeros/ sitios/ espacios/ jardines desolados Y me decía/ me decían/ me repetía/ no puedo cerrar los ojos/ no puedo abrirlos/ como yo lo abro/ tengo los párpados cocidos/ un llano quemado mis palabras/ el poema/ me dio silencio/ me dio silencio/ me dio silencio/ ese fue el inicio/ y eso fue lo que me dio/ llanto/ y eso fue lo que me dio/ amargura/ y eso fue lo que te dio/ país/ trágatelo como piedra/ polvo/ trágatelo país/ y decían/ no te lo tragues/ ese cuento de las mujeres/ mira los machetes blandiéndose en el zócalo/ mira los aviones que no surcan el cielo/ los aviones/ no son aviones/ son aves/ cargadas de mierda/ y tus palabras/ tus hermosas palabras/ tus bellas palabras/ desangradas/ lívidas Y le decían al muchacho/ “tú no llegas al penal, pendejo, te vamos a bajar antes”/ cuando les rogó que dejaran a las mujeres/ lo patearon en el pecho/ en una vuelta/ cayó del camión/ no pudo moverse/ dejó de sentir las piernas Y yo pensaba éste mi país como una paloma herida/ un llano en llamas congelado/ lloraba/ llamaba a los amigos/ no podría/ pensaba/ escribir ya nada/ pensaba/ para qué/ la belleza conge-
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maría rivera
lada/ el viento de la noche/ y sus torres altísimas/ la noche del éste mi país/ su cuajo de sombra/ sobre mi pedazo de cielo/ y allí está mi función para adultos/ mi mayoría de edad/ civil/ mi ingreso retardado en la boleta/ la foto del periódico/ las voces/ mi instituto nacional de migración/ mis policías/ mexicanos/ contemporáneos/ actuales Y eso fue lo que pasó/ se abrió un bache en mi tradición/ no podía hablar/ no tenía palabras para éste mi aquí/ mi ahora/ ni paz/ ni josé/ y eso fue lo que pasó/ me dio silencio/ me dio sorna/ iba a sus salones y los encontraba cantando/ salía furiosa, triste, envenenada/ eso fue lo que pasó/ que no pasó/ en el poema/ abajo/ firmamos nuestra indignación política/ no poética/ eso fue lo que pasó/ me volví estrábica/ perdí los binoculares/ lo humano inmarcesible/ me vino silencio/ me fue viniendo/ me vinieron estas ganas de llorar/ los pupitres de vallejo/ se me vinieron encima/ sus crespones/ y la patria de compotas/ me aplastó como una mosca/ mosca/ moscas que revolotean entre la sangre seca/ del rostro del parapléjico/ el cráneo/ del joven/ roto Y a este mi país qué cantidad de cosas/ muertos/ desmembrados/ en nuestras piedras preciosas/ monumentales/ mexicanas/ nuestro tiempo de quetzales/ nuestro vals en viena/ y yo no entendía/ no podía decir lo que pasó/ me sometí entonces a un examen de conciencia/ ideológico/ profundo/ me senté en el banquillo de los acusados/ también me dije/ hay que salvar a la poesía/ ella purifica la lengua de la tribu/ pero pensé en dante/ el vengativo/ en el florentino argenti hundiéndose en el lodo/ en sor juana a sor filotea/ eso fue lo que pasó/ me vino esa pugna encima/ nacionalistas contra cosmopolitas desde su salmuera aleccionante/ su salmodia petrificada en un coro griego/ afuera/ preguntaban por la muchacha/ le levantaban la blusa/ le lastimaban los pechos/ le decían/ “si cooperas, no te va a pasar nada”/ como si nada/ jugaban con los mechones de pelo que le habían arrancado
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Y entonces se volvió un problema literario/ ético/ depresivo/ personal (no humano)/ abrir o cerrar los ojos/ abrir o cerrar la boca/ pensar o no pensar/ qué hacer con la indignación/ con el horror/ sus voces/ dónde ponerlas/ ¿adentro o afuera del poema?/ y ¿para qué? me preguntaba/ y tenía lo confieso/ ganas de salir corriendo a otro poema/ y todo este sufrimiento para qué/ pero es que no aceptaba que la poesía/ no hiciera nada frente al horror/ la poesía/ la hermosa/ y me di cuenta entonces/ que quería que la poesía me salvara a mí/ me purificara a mí con su lengua de fuego/ y nada/ balbuceaba como una pájaro empapado/ adentro de su viento/ ¿cómo abrir los ojos sin ver lo que sucede/ eso?/ ¡Cómo amargan / su crinolina/ sus afeites/ el polvo de arroz sobre el vacío!/ y cómo me gustaría tener mis hermosas palabras para decir vejada/ páramo arrasado/policía/ gusanera de animal enfermo/ puñetazo/ espejo del sufrimiento/ donde se retrata la crueldad que no se mira/ ignora su cuerpo grotesco/ mechones/ el hermoso pelo/ arrancado a tarascadas por cerdos conmovidos por lo bello/ mechones/ palabras/ rotas/ hermosas/ atragantadas/ tragadas como piedras/ trágate éstas país/ dijo lo monstruoso/ y se lo tragó Y sucedió en lo oscuro/ país/ en la ceguera/ en atenco/ en camiones/ carreteras/ enredaderas de amor/ vejadas por la sevicia/ trato cruel e inhumano/dice la convención de estambul/ dice la suprema corte/ lo dijeron las voces/ suplicaron/ ya no, por favor, ya no/ dicen las sentencias/ en el cuerpo de nadie/ dicen las palabras caídas como lágrimas/ sobre el cuerpo/ el alma/ el mundo/ encima/ sobre la voz de ellas/ mundo: tradición de la lengua:/ “perra, dime vaquero/ puta/ eso te pasa por andar en la calle/ perra/ por revoltosa/ perra” Voces de mi aquí/ donde sucedió esto que cuento/ cuando policías avasallaron cuerpos/ palabras/ belleza/ belleza/ belleza //oscuro//
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Notas del marxismo en México
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a izquierda mexicana perdió sentido debido a que el discurso de izquierda internacional fue apropiado por el gobierno prácticamente desde el inicio mismo de la fase post-revolucionaria. Sin nunca haber sido un Estado socialista, el gobierno mexicano tomó el discurso y ciertas políticas del socialismo. Su clave fue nacionalizarlo, usarlo como herramienta demagógica para su supuesta identificación con las demandas populares, y crear la sensación de tratarse de un régimen “progresista”. El discurso de izquierda, incluso, estaba al centro de una parte del aparato corporativista, de tal modo que en México charrismo sindical e izquierda verbal marcharon de la mano. Pero la injusticia social hizo posible que el discurso de izquierda fuera también peleado por los opositores. El 68 fue uno de los momentos en que explotó un movimiento de izquierda anti-gubernamental, incluso compuesto por clases medias. Luego vino la guerra sucia de los años setenta —que en realidad duró hasta finales de siglo—: la izquierda fue perseguida, torturada, desaparecida sistemáticamente, y en silencio, sin que la
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prensa o Televisa diera señal alguna de la represión. “Izquierda”, entonces, adquirió connotaciones de “guerrilla”, “terrorismo” o “violencia”. La izquierda como un problema rural y urbano, un riesgo para la estabilidad cotidiana y el futuro inmediato. “Amenaza Roja”. Otro momento clave de la expansión del discurso de izquierda fue la separación de Cuauhtémoc Cárdenas del PRI y la formación del Frente Democrático Nacional y luego la fundación del Partido de la Revolución Democrática. Buen momento y, a la vez, reiteración de mezclar una izquierda light, burguesa, de boca para fuera, con impulso del izquierdismo a grandes capas de la población. En 1994, tras el alzamiento del EZLN, se re-popularizó la posición de izquierda. Ahora en una nueva generación. El EZLN se volvió una bandera internacional contra la globalización. Se nos llamaba los “globalifóbicos” (Zedillo) y “transgresores de la Ley” (ZabludovskyGobernación). Surgía una izquierda revolucionaria, radical y, a la vez, poética, posmoderna, indígena, híbrida. El EZLN se apagó hacia finales de siglo, y el PAN tomó al poder presidencial.
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Pero otro momento clave del desarrollo de la izquierda mexicana actual — su historia post-68— fue el surgimiento de Andrés Manuel López Obrador como figura emblemática, su líder después de Cárdenas. Otra generación se formó en izquierda escuchando el discurso de AMLO acerca de la pobreza, las élites en el poder, la desigualdad hasta llegar al fraude del 2006; luego, el crecimiento de su discurso religioso, “sereno”, la República Amorosa del 2012, año en que ante los medios la izquierda pasó de ser parte de Los Jodidos (Azcárraga), la “prole” (Paulina Peña Nieto dixit) y “trolls” (López Dóriga y Loret de Mola). Esos nuevos adjetivos peyorativos hablan de las nueva características sociales y tecnológicas de las masas descontentas vistas por el gobierno, la burguesía y voceros de los poderes fácticos. A la vez que creció en el 2012, con 132, el movimiento post-mediático en twitter y votantes, la izquierda se hizo cada vez más blanda. Algo pasó: la izquierda radical fue aplastada a través de los sexenios y los medios, satanizada, y una izquierda oportunista o desinformada, sin verdadero programa de izquierda, la llamada “izquierda moderada” o “izquierda progresista” tomó su lugar. Creció su apoyo como intento para quitar “mala imagen” a la izquierda. Paradoja: la izquierda se hizo pragmática. Su nuevo representante: Marcelo Ebrard. Ebrard es un paso atrás. Es una vuelta a la izquierda retórica del PRI. Ebrard es el PRI Bueno. Por eso recibe el apoyo de los intelectuales que representan a la
burguesía, como Enrique Krauze y decenas de otros Intelectuales Bien. La población que creció con la idea de que la izquierda debe alejarse de lo “radical” o “extremista” se identificaron con el estilo secretamente priista, “negociador” de la izquierda de Buena Imagen que hoy se está expandiendo en México, sobre todo, entre las clases medias, que no podrían identificarse con un discurso revolucionario, abiertamente anticapitalista, y que en la figura post-salinista de Ebrard encuentran un modelo “respetable”, “razonable” y que, en realidad, poco tiene de izquierdista. ¿De dónde salió el nuevo poder de Ebrard? Evidentemente del oportunismo político y su habilidad para no provocar animadversión entre la clase media o la burguesía. AMLO lo hizo posible. Al “serenar” su discurso le abrió la puerta a Ebrard y, a la vez, Ebrard es percibido como lo mejor de AMLO sin AMLO. ¿Qué le espera a la izquierda en México a través de Ebrard? Su disolución partidista. Izquierda hecha partido y programa socialista desechado. Comienza apenas el verdadero reto de la izquierda mexicana, un desafío múltiple. De principio el reto es deshacerse de la identificación con el pseudo-izquierdismo del PRD, Ebrard y el propio AMLO, que decidió incrementar los componentes reaccionarios de su discurso durante el 2012, y así facilitó que creciera aún más la desinformación entre los militantes y simpatizantes de la supuesta izquierda mexicana.
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que la colonia española y en el último siglo, el capitalismo mexicano promovió, y que AMLO tanto ha defendido en nombre de la “República del Amor”, un concepto que parece directamente salido de la “renovación moral” de Miguel de la Madrid Hurtado y de “Solidaridad” de Carlos Salinas de Gortari, quien también hizo suyo el “liberalismo social” que ahora tanto promueve Ebrard y el propio AMLO, y tras ellos una amplia capa de las clases medias y los intelectuales burgueses mexicanos. Es probable que en el 2018 muchos ciudadanos van a votar por Ebrard en la
He dicho “desinformación” porque la izquierda mexicana, sin tener conciencia de ello, defiende la ideología que sustenta al capitalismo, es decir, al cristianismo y el nacionalismo. La izquierda mexicana parece totalmente ignorante de los postulados más elementales del marxismo. Si para el marxismo la religión es el opio del pueblo, para AMLO, el “pueblo” es el Cristo Social. Si para el marxismo, la estructura económica genera a la “ideología” que justifica la permanencia en el poder de las clases explotadoras, para AMLO, en cambio, lo importante es la ideología moral, todos esos valores
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He dicho “desinformación” porque la izquierda mexicana, sin tener conciencia de ello, defiende la ideología que sustenta al capitalismo, es decir, al cristianismo y el nacionalismo. La izquierda mexicana parece totalmente ignorante de los postulados más elementales del marxismo.
medida que representa a la Izquierda Nice. Una izquierda desinformada, sin programa, y que vive de ocurrencias, movilizaciones y propaganda. Son la izquierda que creó el PRI. Pero esa izquierda es tan inconsciente que no lo sabe; supone que es parte de la oposición, cuando sólo es la creación cultural del discurso priista residual, abandonado por Salinas. Con el último AMLO y Ebrard, la izquierda se redujo a una serie de propuestas “liberales” para hacer soportable el neoliberalismo para la clase media, y para hacer atractiva la “izquierda” a las trasnacionales. El plan de construir una izquierda de fondo no tendrá mayor enemigo, por cierto, que esta izquierda partidista, popular e institucionalizada. Para la mayoría de México o el PRI, la izquierda radical no representa amenaza alguna, por ser una minoría. Pero para la izquierda
oficial, las críticas o reclamos de una izquierda marxista pueden ser letales. En el Manifiesto Comunista, Marx pide apoyar a todos los partidos democráticos; colaborar a que ocurra una revolución burguesa, que es condición para que ocurra después una revolución socialista. Pero apoyar a izquierdas falsas como la mexicana suele ser difícil. Siempre he creído que la petición de Marx es coherente, comprensible, y es el mayor desafío de la izquierda radical, porque conocer que el enemigo es el capitalismo es fácil; aceptar apoyar, aunque sea con un voto, a la izquierda burguesa es un desafío enorme; requiere estar convencidos de la dialéctica. Sin embargo, quedan otros instrumentos. El principal de ellos, en términos de reflexión, es la crítica. En la crítica no debemos abandonar los fines últimos del marxismo como teoría: constituirlo como una ciencia, que ahora todavía no
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es, porque el marxismo apenas es una serie de apuntes, de conceptos flexibles y experiencias fallidas, una errática. Debido al carácter periférico de la crítica, es un espacio-tiempo (des-educativo y re-educativo) propicio para diseminar la izquierda radical. Pero otro desafío de la crítica marxista es no caer bajo la ilusión ideológica que aquellos que pensamos el marxismo vamos a crear ideas o tendencias. El marxismo lo tiene claro: las ideas revolucionarias sólo surgen en sectores intelectuales cuando ya hay tendencias revolucionarias entre las clases explotadas. La crítica no es una producción filosófica; es una síntesis razonada —y con inevitables elementos especulativos— que busca congregar las nuevas tendencias de la rebelión, teorizarlas, explicarlas en su propia historia, sin querer aislarla en la pura historia de las ideas o en la discusión intelectual libresca. Esa es precisamente la definición de teoría que opera en el marxismo que busca constituirse como ciencia, no sólo “analítica” sino revolucionaria, es decir, el proyecto de construir un saber acerca del proceso de alimentar una revolución socialista. No hemos podido desarrollar esa ciencia. Seguimos operando, en el mejor de los casos, a nivel teórico, académico. E incluso este nivel ha fallado. Las ideas revolucionarias sólo han podido expandirse en sectores reducidos. La propia izquierda mundial hoy se ha alejado de la teoría marxista. En Europa y Latinoamérica, el término izquierda ya no tiene mucho sen-
tido. Se trata de una postura anti-revolucionaria y a favor de enmendar el capitalismo, sin jamás tocar sus bases. Pero el fracaso de la teoría marxista puede ser una de sus grandes ventajas. Puede incubar hasta resultar útil al propio proceso de acción revolucionaria, a manera de sistema educativo clandestino o marginal. En México, sin embargo, los mayores enemigos del marxismo están en la izquierda. La derecha no distingue entre las izquierdas, hasta que la propia izquierda se vuelve la derecha, y la izquierda radical se queda aislada. Ese aislamiento, empero, sólo ocurre en el mundo de las ideas. En la lucha de clases, la teoría marxista probablemente resulta ajena a las propias clases explotadas, de la cual es aliada, pero la teoría va detrás, sigue a esos grupos. Los marxistas hacemos apuntes en las trincheras de las luchas sociales, con aliados que nos desconocen y, en buena parte, desconocemos; nuestros lenguajes son distintos; nuestras coincidencias, estratégicas y de tremenda importancia; mientras nuestra misión final es desarrollar una ciencia inédita, de la cual surgirán nuevas tecnologías para transformar al hombre, la política, la vida, el mundo. Mientras tanto, el marxismo tiene como enemigos inmediatos el pragmatismo de la izquierda partidaria y la utopía autoritaria de nuestros predecesores. Para el marxismo en México no hay mayor reto que tomar conciencia de todos nuestros peligros. Luchar contra la propia “izquierda”.
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Comunidad y emancipación
m a r í a v i r g i n i a jaua
El primer pensamiento es el de que la emancipación es un impulso hacia la existencia, un acto casi obligado, tras recibir la nalgada inaugural. * Resulta una curiosa coincidencia que dicha nalgada sea propinada con las manos. Así —y muy desde el comienzo— el poder simbólico de la mano se revela doble: otorga lo que en principio deberá conservar y reclamar como suyo. * La emancipación se muestra como una condición inmanente al ser. Como un primer gesto de lo que se ha dado en llamar biopolítica, o que con otras palabras podría constituirse como una fuerza arcaica (quizás anterior a la existencia) por medio de la cual, una vez se ha elegido el ser por encima de la nada, el saber es puesto en función de un bien individual y colectivo. * La emancipación sólo puede darse desde una toma de conciencia, es decir desde el distanciamiento crítico. * No es posible permanecer eternamente en una emancipación. La vida es una interminable cola de asuntos emancipables que atender. * Liberarse del fluir del tiempo —esa masa informe de la que ignoramos casi todo; por ejemplo, si ha tenido un inicio como si habrá de tener algún final—, ha sido siempre algo apremiante y antiguo; incluso es po-
sible que haya surgido con la aparición de los primeros dispositivos utilizados para medir el tiempo: el sol, el agua, el fuego. * En los tiempos modernos, de urgencia y escasez, se ha soñado con la emancipación de los relojes: imagen bucólica del paraíso... utopía de rebelión en contra de las máquinas. * Al igual que un espasmo intestinal, el impulso emancipador es imposible de predecir e imposible de controlar. Sin embargo, a diferencia de éste, y como otras dolencias, puede resultar contagioso. En algunos episodios históricos, la emancipación —a pesar de la represión y la censura— ha logrado diseminarse y salvar enormes distancias geográficas en una suerte de inspiración expandida y telepatizada, imposible de explicar. * Casi podría decirse que entre ese impulso vital tenso –como el arco antes de expulsar la flecha hacia su destino– y su logro, hay una liberación entrópica de energía: pura creación y dispendio. * La energía del obrar también conocida como fuerza potenciadora, lo que en la Teoría de los afectos, Spinoza llamó en tono muy simple una pasión feliz que suma, o sea matemática.
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* Cada emancipación —ya sea del ámbito íntimo o por el contrario, que pertenezca a la esfera pública—, concentra la suerte de potenciar y suscitar efectos liberadores en cadena, o quizás sea mejor llamarlos: en cascada. * “¿Es posible imaginar un arte que no esté comprometido?, ¿que se emancipe de la historia e incluso del mercado?, ¿o al menos intente a hacerlo?”, se siguen preguntando algunos teóricos de la autonomía y la emancipación. * Emancipemos a nuestro prójimo como nos emancipamos a nosotros mismos, podría ser un precepto de libre adopción. * La emancipación íntima supone una autosuficiencia, que en el fondo sabemos insuficiente. Es necesaria como una primera condición; sin embargo, sólo cumple su promesa cuando comulga, es decir, cuando organiza una comunidad en el sentido que le da Blanchot, que leyó a Nancy que leyó a Bataille: la inconfesable y secreta comunidad de los que carecen de alguna. * Habitar en los márgenes de la emancipación sería algo parecido a dar vida a una casa a la que se amuebla con mucho esmero, pero que en lo más íntimo se sabe que una vez concluida se tendrá que abandonar.
* El de la emancipación es también un ejercicio altamente adictivo. El placer que produce es casi tan grande como el de escuchar el latir del corazón del ser amado: un arrebato. * Sin darnos cuenta, constantemente atravesamos zonas temporalmente emancipadas, y nuestra vida es una lucha constante contra nuestra propia inclinación a abandonar el territorio ganado e ir en pos de nuevos descubrimientos. * De cara a la muerte lo único que resulta imposible es emanciparse del sentido del humor. Al encontrarnos frente a una situación marcada por un límite categórico, sólo un humor retorcidamente negro puede ayudar a emanciparse incluso de uno mismo, de la construcción del sujeto a la que, como respuesta obvia de negación ante lo único absoluto, resulta imposible no aferrarse con desesperación. * El grado cero de la emancipación sería entonces el de la libertad del pensar. El libre pensamiento en el que aquí ya se ha insistido: si hay emancipación, sólo podrá ser aquella que nos emancipe del servilismo al que nos somete un yo, entonces y sólo entonces se podrá empezar a hablar de lo que será vida... y se esmerará en afirmarla. * Si tal promesa nos es dada, al igual que un don, sin haber sido pedida, sólo podrá respondérsele con un humilde: ven.
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Un mal poema de primavera: Walter Benjamin y la socialdemocracia pa b l o d o m í n g u e z g a l b r a i t h
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alter Benjamin tomó una posición política con respecto a su presente en muchos de sus libros, artículos, fragmentos, conferencias, cartas y notas crípticas. Esa posición política tomada es el resultado de una intensa reflexión sobre el papel de la cultura, el uso de la ideología, el lugar de la técnica y el carácter del lenguaje. Cada una de esas reflexiones problematiza su existencia y da pie a lo que se conoce como “teoría crítica”, el punto ciego de todo discurso. Hacer teoría crítica significa apostar por el punto ciego, a costa de provocar el derrumbamiento del sólido edificio teórico de lo que se examina. Cada edificio que se derriba vuelve más difícil pertenecer a un discurso, a una creencia, a un proyecto del futuro. No por nada, Benjamin parece excluirse a sí mismo de cualquier club político, ideológico, teórico y teológico al que hace referencia, como si quisiera corresponder con aquel chiste de Groucho Marx, “nunca me uniría a un club que me tuviera a mí como miembro”, paradójico y paradigmático a un tiempo. En efecto, nunca podrá pertenecer a un marxismo, a un judaísmo, a una academia o a un mercado literario que
lo tengan a él como miembro. En todo caso, esa imposible membresía que se gana para nunca pertenecer al club es un título honorífico que debe de colocarse en la vitrina de la identidad excluida, junto con el exilio, la persecución y el suicidio emblemático. Preseas invertidas y sarcásticas que cuentan un chiste cruel despojado de toda simpatía, un humor negro que rebana la sonrisa con una risotada histriónica y contrahecha. Emplearse como “avisador de incendios”, como “cepillador de la historia a contrapelo”, como “pepenador de los despojos del progreso”, como “ángel redentor en el ojo del huracán” conlleva una radicalidad inconsecuente, la dificultad de comulgar con quienes confían en sus presupuestos ideológicos, la exposición a cuestionamientos igualmente duros de frentes completamente antagónicos: demasiado mesiánico para un comunismo ortodoxo, demasiado comunista para un sionismo teológico, demasiado literario y tentativo para una habilitación académica doctoral, demasiado radical en su materialismo para la construcción teórica de la Escuela de Frankfurt. El no man’s land de su época, ese terreno devastado en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, se corresponde con el no land’s xx
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Para la socialdemocracia, el progreso es humano y universal, no tiene fin y no puede pararse, sin embargo, el siglo XX no ha hecho sino mostrarnos cómo el progreso crea siempre nuevas formas de catástrofe. man que resulta ser Benjamin para las instituciones, las escuelas, las corrientes de pensamiento y para quienes lo acompañan en su destino. Slavoj Žižek, en su libro Visión de paralaje, comenta esta imposibilidad de pertenencia y reconocimiento que se produce no sólo en la vida intelectual de Benjamin, sino en el seno de la filosofía misma, vista como un discurso peligroso, indecidible. Describe a la filosofía y al pensamiento radical en términos de la brecha de paralaje, es decir, la ilusión de un vínculo entre perspectivas afines que, como dos caras de una moneda, no pueden separarse pero tampoco mirarse. Una de las ideas más fuertes en el pensamiento de Benjamin es la de que el marxismo, el materialismo histórico y la praxis revolucionaria están atravesadas irremediablemente por la teología y por el mesianismo. Ese paralaje teológico-político lo consigna en sus Tesis sobre la historia de 1939, que resultó ser el testamento sobre el desencanto del comunismo real que practicaba Stalin, sobre la perversión de la práctica histórica servil a la ideología fascista y sobre la mediocridad de la izquierda socialdemócrata. Está dirigido a refundar el materialismo histórico y la tarea revolucionaria, para arrancarla de la
tradición del fascismo, el Enemigo, y de la traición de Stalin, su “Aliado”. Las Tesis sobre la historia concentran en unas cuantas páginas un potentísimo manual de combate frente al desastre de la política y la guerra, frente al despojo que engendra nuestro concepto de progreso y de continuidad histórica. Su núcleo es dar a conocer una visión materialista de la historia que tenga por objetivo traer al presente la tradición de los oprimidos. Esta tradición rescatada para el presente comporta un “índice de redención” y una “débil fuerza mesiánica” capaces de hacer estallar el continuum de la historia y terminar con el perpetuo desfile de los vencedores de siempre en la misma. Mientras que el fascismo es visto como el enemigo directo de las tesis, el objeto de la críticas estará puesto en los partidos y la filosofía socialdemócrata, especialmente la tradición alemana. Al enemigo fascista hay que derrotarlo, pero a la izquierda debe de combatírsele para producir su versión depurada, valerosa, arriesgada y solidaria. La izquierda socialdemócrata contribuyó en gran medida al derrumbamiento de la República de Weimar y al ascenso del nazismo, y pervirtió los ideales y la praxis del socialismo. ¿Cuáles son pues, los supues-
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tos más deleznables de su programa? El conformismo y el optimismo. El conformismo, en sus vertientes derrotista, pretencioso y vulgar, y el optimismo, que proyecta siempre un futuro edulcorado dejando de lado un presente en peligro y un pasado de marcas de la opresión herido por las astillas del tiempo mesiánico. El conformismo es derrotista porque no salvaguarda la tradición de los oprimidos, y acaba entregándose como instrumento de la clase dominante. “En cada época es preciso hacer nuevamente el intento de arrancar la tradición de manos del conformismo, que está siempre a punto de someterla” (Tesis VI). El conformismo es también pretencioso: “La teoría socialdemócrata, y aún más su práctica, estuvo determinada por un concepto de progreso que no se atenía a la realidad sino que poseía una pretensión dogmática” (Tesis XIII). Para la socialdemocracia, el progreso es humano y universal, no tiene fin y no puede pararse, sin embargo, el siglo XX no ha hecho sino mostrarnos cómo el progreso crea siempre nuevas formas de catástrofe. El conformismo vulgariza la realidad, aceptando el trabajo y la ilusión de riqueza como única salvación. “Sólo está dispuesta a percibir los progresos del dominio sobre la naturaleza, no los retrocesos de la sociedad. Muestra ya los rasgos tecnocráticos con los que nos toparemos más tarde con el fascismo” (Tesis XI). La técnica “no es dominio de la naturaleza,
sino dominio de la relación entre naturaleza y humanidad.”, como dirá en su libro Dirección única de 1928. En otro texto decisivo volverá sobre su crítica a la socialdemocracia. Es un artículo que publicó en 1929 titulado El surrealismo: la última instantánea de la inteligencia europea. En él, Benjamin pasa revista a las vicisitudes del movimiento surrealista hasta esa fecha, posicionándola como la única vanguardia capaz de sincronizar su reloj con la hora crucial de la historia, la hora del despertador revolucionario. El surrealismo tiene la posibilidad de hacer girar las manecillas que finalmente mueva al cuerpo colectivo a sacudir la Europa de entreguerras, llevándola de una manera lúdica, embriagadora y onírica hacia el horizonte de la organización, la toma de conciencia y la superación de la realidad en los términos del Manifiesto comunista. El surrealismo tiene las fuerzas de la ebriedad, capaces de crear experiencias donde se hallan iluminaciones profanas, imantaciones poéticas del espacio urbano y la experiencia vital que llevan a una revelación sobre el estado histórico y político de las cosas en el entorno. Tiene que transformar las fuerzas de la ebriedad y su nihilismo revolucionario anárquico en disciplina revolucionaria. “Ganar las fuerzas de la ebriedad para la revolución. Con otras palabras: ¿política poética? ‘Nous en avons soupé. Todo antes que eso.’ Nos interesará por tanto
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aún más un excurso en la poemática de las cosas. Puesto que: ¿cuál es el programa de los partidos burgueses? Un mal poema de primavera, lleno hasta reventar de comparaciones. El socialista ve ese futuro más bello de nuestros hijos y nietos en que todos se porten como si fuesen ángeles y en que cada uno tenga tanto como si fuese rico y en que cada uno viva como si fuese libre. Pero de ángeles, riqueza, libertad, ni rastro. ¿Cuál es su ‘Gradus ad Parnassum’? El optimismo.” Junto al conformismo socialdemócrata presente en las Tesis sobre la historia se encuentra también la invectiva al optimismo socialista de su artículo El surrealismo. La verdadera izquierda se encuentra en el extremo opuesto, en la “organización del pesimismo”, en esa atalaya desde donde podemos avistar los incendios, peinar la historia a contrapelo, pepenar los despojos del progreso, enfrentando su huracán. El pesimismo de Benjamin y su “desconfianza en toda regla” le permitió avizorar el papel devastador que jugarían la empresa I. G. Farben (famosa por haber dado con la fórmula del Ziklon B, el gas con el que asesinaban en masa a los judíos en los campos de concentración) y la fuerza aérea alemana (la Luftwaffe, que asoló las ciudades europeas dejando un rastro de devastación inédito con sus bombardeos): “El surrealismo se ha aproximado más y más a la respuesta comunista. Lo cual significa: pesimismo en toda la línea. Así es y plenamente. Desconfianza en la
suerte de la literatura, desconfianza en la suerte de la libertad, desconfianza en la suerte de la humanidad europea, pero sobre todo desconfianza, desconfianza, desconfianza en todo entendimiento: entre las clases, entre los pueblos, entre éste y aquél. Y sólo una confianza ilimitada en la I.G. Farben y en el perfeccionamiento pacífico de las fuerzas aéreas. ¿Y entonces, entonces qué?” Otra vez, el transcurso del pensamiento político y crítico de Benjamin lo lleva por la senda de los paralajes, sin otra opción que desconfiar absolutamente en las condiciones históricas y políticas dadas, intentando detener el huracán de la debacle llevado de la mano de sus intuiciones y asomándose al punto ciego de la víspera del nazismo. ¿Y entonces, entonces qué es lo que avizoramos nosotros en está época de transición presidencial? ¿Qué de la primavera mexicana nos resulta también un “mal poema de primavera”, insuflado de optimismo cursi y barato, que impide asomarnos al punto ciego de este juego político que instrumentaliza nuestra actividad colectiva y social? ¿Qué desfile del vencedor y del expropiador, cuyo botín de guerra es la democracia, la cultura, la educación y el acceso a la información, nos tocará presenciar junto a la tradición oprimida cuya débil fuerza mesiánica se fuga del horizonte de redención?
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¿Por qué los católicos lloran en los funerales?
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You better lose yourself in the music, the moment You own it, you better never let it go You only get one shot, do not miss your chance to blow This opportunity comes once in a lifetime… -Eminem, Lose Yourself
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so de morir me parece horrendo. Renunciar involuntariamente a la vida es una tragedia. Dada mi angustia, a menudo hablo del tema. Me sorprende la cantidad de personas que dicen no estar perturbadas al respecto. No les creo; no me convence su estoicismo o su fe, según sea el caso. Ya sea porque claman que de nada sirve angustiarse sobre algo inevitable, o porque se doran la píldora con algún cuento de hadas, ambas posturas me huelen a lo mismo: negación. En este sentido los racionalistas son iguales a los devotos, ambos desprecian el brillo que tal tragedia le otorga a la vida. Las religiones, por su parte, tienden al arte de morir y no al de vivir. (Y, para colmo, sin vivir, morir no es un arte). Son básicamente necrófilas en su fascinación por la esterilidad. Negar el límite de la mortalidad es negar que se está vivo, a cambio de un confort a medias. En mi caso, por algún motivo, una vez al mes
despierto sin saber dónde estoy. Tal extrañamiento acentúa mis sentidos y me aterra pensar en que esos sentidos, todas las sensaciones y emociones que les acompañan habrán de perecer. Pienso que salvo circunstancias de sufrimiento extremo, tener una experiencia es infinitamente mejor que no tener experiencia alguna. Durante los pasados 3 años, tuve que enterrar a dos amigos. Ambos fallecidos por la misma causa: abuso de sustancias psicoactivas. Confesaré, sin contradicción con mi rabia y pena, que admiro cierta congruencia en lo que hicieron. No se fueron a medias tintas, como tanto ñoño que anda por ahí sintiéndose más malo que la carne de puerco. Vieron el sol, su calor, su fulgor, y se fueron sobres. Mantenerse entre los vivos requiere de menos congruencia y, por ende, de una gran tolerancia a la ambigüedad. A ambos los extraño y me es evidente que ninguno de ellos sigue vivo.
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La única respuesta ética ante la muerte es asumirla como definitiva. Es decir, jugar el juego como simples mortales. Al ver sus cuerpos en los féretros, tuve la misma reacción que siempre tengo cuando veo un muerto: 1) aún me parece que todavía respiran, y 2) juro que sonríen, burlonamente. No puedo imaginar que están muertos, entonces supongo que es una broma, y que no tardan en levantarse y armar un reven. Claro, ¿cómo habría de entender sus muertes, si no tengo modo de representar tal cosa? Jamás en la historia de la humanidad ha hablado un muerto; si lo hace, pues sencillamente no está muerto. En el caso de mis compas, percibí sus muertes mucho después, cuando su ausencia es evidente en mi vida de algún modo, o cuando al mencionarlos debo hablar de ellos en tiempo pasado. Uno de los fallecidos que menciono fue mi tío. Su hígado perdió contra el alcohol. Debo agregar que fue de los procesos de deterioro más ojetes que he visto: la puta ironía de ver a alguien que se bebía hasta la colonia no puede ingerir siquiera un trago de agua. Era necesario apenas pasarle una esponja húmeda por los labios resecos. Recuerdo nítidamente nuestra última conversación. Y esa me la quedo para mí. Pero, como adicto, mi tío Javier me acompañó en algunos de los pasajes más oscuros de mi adolescencia. Fue, por momentos, en su brutal soliloquio psicotrópico, la única persona con quien
me pude entender y cuyo afecto recibía sin expectativas o preocupaciones. Claro que tenía defectos, incluso llegué a quererlo madrear por tratar de pasarse de listo con una novia, hace años. Pero la muerte tiende a otorgar retrospectivas clementes, y tales desvaríos no restan su solidaridad y confianza en mí, en una racha en que mi contacto con la vida era frágil. Adentro del féretro en una sala de funeraria, pasamos, uno por uno, a verlo —a ver un cadáver, más bien—, para hacernos a la idea de un adiós. Adiós, tío; adiós, banda; adiós al macizo; adiós a un modo de ser conocido; adiós a una memoria compartida; adiós, pinche borracho; adiós, carnal. En eso estaba cuando apareció un padrecito. Pasó e hizo su trabajo, ofreciendo, de paso, un comercial para su linaje y Norberto Rivera y su pinche madre. Los católicos se hincaban y se paraban cuando él decía, coreando sus palabras con respuestas memorizadas. Me senté en un sillón de cuero y negué mi duelo detestándolos. Escuché al padrecito hablar y hablar sobre la vida eterna y la gracia de su dios. Y la vida eterna y la gloria y el cielo y el perdón divino. Y la vida eterna. Me levanté y, con completa desconsideración por la tristeza que sentía al velar a su hermanito, le digo a mi madre: “Si me
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¿por
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llego a morir antes que ustedes, no me vayan a traer un pinche padrecito de esos; me incineran y echan mis cenizas al mar con una de Héctor Lavoe”. Al decirlo, mi berrinche cedió ante la tristeza en su rostro; mejor la abracé y regresé al sillón. El padrecito aquel, con su collarín y su aire de humildad magnánima, termina su discurso; todo apesta a incienso y le suben a la música fúnebre en una grabadora. Empleados de la funeraria levantan el féretro en hombros y lo sacan lentamente de la habitación. En ese momento todos empiezan a berrear inconsolablemente. Desde el sillón los miro, odiándolos por suscribir la muerte de mi tío a un comercial de su fe. Y me pregunto: ¿pero por qué lloran?, ¿no se supone que creen que no ha muerto, lo que se dice muerto, sino que se ha ido a un lugar mejor, donde en su momento lo habrán de encontrar de nuevo?, ¿por qué coños lloran más que si lo fuesen a despedir al aeropuerto para un
viaje largo por Escandinavia? De pronto me pega: ante el hecho empírico de la muerte, sus amuletos no sirven de nada. Aunque juren que luego se volverán a encontrar bajo, digamos, otro formato, su llanto no refleja un cambio de formato, sino una muerte: una tragedia. No importa si la muerte es definitiva o no; como humanos, nuestra limitada percepción del mundo es lo que tenemos a la mano, y al ver a alguien muerto notamos: ya no dice, ya no come, ya no anda; de ahí suponemos que ya no siente… que ya no tiene experiencias. Por ello, creo que la única respuesta ética ante la muerte es asumirla como definitiva. Es decir, jugar el juego como simples mortales. Así, contra este peso trágico, se acentúa una apreciación plena de lo que es estar vivo, de lo que importa, de lo que no importa tanto, y de cuánto queremos a quienes queremos. Rehuir a la tragedia es rehuir a lo vívido que es vivir, válgame el cantinfleo.
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Amarillo sobre un fondo muy rojo
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dav i d m i k l o s
o soy zurdo. Pero siempre he votado por la izquierda. O por lo que queda de ella. En la casa uno de los tres niños con los que cohabitamos, el mayor, es zurdo. Mi hija, Anna, aún es ambidiestra, aunque descubró en ella un dominio particular de su mano izquierda. Eso, no sé bien por qué, me llena de orgullo. Como si en el manejo de su siniestra hubiera cierta convicción ideológica, acaso depositada en sus genes. De niño, mis padres me llevaban a los festivales del hoy desaparecido Partido Comunista Mexicano, partido que fue legal a partir de 1979, año internacional del niño, el mismo año en el que vio la luz mi primera publicación: un poema que le escribí a mi madre y que obtuvo un premio nacional de poesía infantil convocado por el INBA y por el Gobierno de Chiapas. Yo tenía 9 años. José López Portillo era presidente de México. Valentín Campa había sido candidato del PCM para la presidencia en 1976 y se calcula que un millón de personas lo votaron (contra los 16,727,993 que eligieron a López Portillo y que representaron el 91.90 por ciento de la elección), pese a que el partido no tenía registro. En los festivales del PCM yo me hacía de hoces y martillos en sus diversas presentaciones. También me hacía de libros de cuentos populares rusos, chinos, maoístas y soviéticos. Ilustraba mi cuaderno de dibujo con hoces y martillos amarillos sobre un fondo siempre muy rojo, casi siempre con crayones. Era un comunista convencido. Quería ser pionero. Que mi cuello estuviera rodeado por un pañuelo rojo. En 1982 Arnoldo Martínez Verdugo contendió por la presidencia de México abanderado por el PSUM, fundado en 1981, año en el que desapareció el PCM. De acuerdo con las cifras oficiales, Martínez Verdugo obtuvo 821,995 votos, contra los 16,145,254 de los que se hizo acreedor Miguel de la Madrid Hurtado (70.99 por ciento de la elección). Luego el PSUM desapareció y yo dejé de dibujar hoces y martillos. Dejé de ser niño. Devine adolescente. Me desentendí de la política. Pero nunxxvii
híbridos
ca deje de votar por la izquierda o sus sucedáneos. Todo es nebuloso en esta parte de mi historia hasta que llegamos al 2006 y voté por Andrés Manuel López Obrador, que perdió la elección por 0.56 puntos porcentuales, con 14,756,350 votos (contra los 15,000,284 que se llevó el presidente cuyo nombre no quiero escribir pero que será difícil olvidar: pesan sobre su espalda 90 mil muertos; y contando). Dejo registro de estas cifras a pocos días de las elecciones de 2012, en los que volveré a votar por el rescoldo de la izquierda mexicana, la zurda que, realmente lo espero, encenderá una nueva brasa algún día. Por lo pronto, seguiré vigilando los movimientos de las manos de Anna, quien no podrá votar por algún presidente sino hasta 2030 (eso si la aritmética no me falla, pero creo que conté bien los sexenios), año en el que yo cumpliré 60. Veré, sí, que Anna aprenda a dibujar hoces y martillos amarillos sobre fondos muy rojos. Y si lo hace con la siniestra, qué mejor..
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Colaboradores Fausto Alzati (México, D.F., 1979). Escritor. Autor de Inmanencia viral publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro en el 2009. Mantiene la bitácora ataraxiamultiple.blogspot.com Pablo Domínguez Galbraith (México, D.F., 1979). Es académico y escritor. Miembro del seminario permanente “Walter Benjamin: afinidades en tiempos de oscuridad” del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Este otoño inicia su doctorado en letras en Princeton (EUA). Daniel Espartaco (Chihuahua, 1977). Escritor. Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2005 y Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2009. Autor de El error del milenio (UG, 2006), Cosmonauta (FETA, 2011), Gasolina (Nitro Press, 2012). En septiembre de 2012 se publicará su primera novela, Autos usados (Mondadori). Tuitéa en @Despartacos María Virginia Jaua. Escritora, editora y traductora. Ha desarrollado y colaborado en diversos proyectos editoriales en México y en España. Durante 10 años fue jefe de redacción de la revista Líneas de Fuga. Actualmente se desempeña como directora editorial de la revista digital de crítica de arte y cultura contemporánea Salonkritik. www.salonkritik.net David Miklos (San Antonio, Texas, EUA, 1970). Es escritor y editor. Entre sus libros más recientes se encuentran: La hermana falsa (2008), Brama (2012) y La vida triestina (2010). Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Tuitéa en @dmiklos
Heriberto Quesnel (México, D.F., 1971). Artista plástico. Premio de adquisición en el XXI Encuentro Nacional de Arte Joven, y en dos ocasiones obtuvo mención honorífica en la Bienal de Pintura y Grabado Alfredo Zalce. Entre otros reconocimientos, fue becario del programa Jóvenes Creadores del FONCA (1997 y 1999) y obtiene la beca de residencia para el Vermont Studio Center (EUA), en 2003. María Rivera (México, D.F., 1971). Poeta. Estudió en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Fue becaria del FONCA y ha obtenido el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2000, por Traslación de dominio, y el Nacional de Poesía Aguascalientes 2005 por Hay batallas. Tuitéa en @mariarri José Eugenio Sánchez (vaquero regiotapatío del 65, inventor del fenómeno poético underclown.) Entre sus libros se encuentran: escenas sagradas del oriente (2009) y galaxy limited café (2011). Entre otros, obtuvo el X Premio Internacional de la Fundación Loewe a la Joven Creación. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte. Heriberto Yépez (Tijuana, Baja California, 1974). Es escritor y filósofo. Ha publicado diversos libros de ensayo, poesía y narrativa. Mantiene la bitácora hyepez.blogspot.com y tuitéa en @heriberto_yepez
año 1, núm. 4, julio - agosto 2012 oaxaca de juárez, oaxaca, méxico elgaceton@gmail.com www.yagular.tumblr.com
yagular es una revista bimestral de creación y reflexión literaria y gráfica con base en Oaxaca.
Directorio: Juan Pablo Ruiz Núñez y Saúl Hernández Diseño editorial y formación: Ignacio Z. Huizar Ilustraciones de este número: Heriberto Quesnel