La herencia

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Villasuso, Carlos Manuel La herencia : algo para pensar en ella / Carlos Manuel Villasuso ; con prólogo de Susana Zazzetti. - 1a ed. - Villa María : El Mensú Ediciones, 2011. 118 p. ; 21x15 cm. - (Mixturas; 2) ISBN 978-987-26641-3-8 1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Relatos. I. Zazzetti, Susana, prolog. II. Título CDD A860 Fecha de catalogación: 14/07/2011

Contacto con el autor: droginst_sf@hotmail.com

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© Darío Falconi © Robinson Rios © Darío Falconi © Santiago Gallardo

1ª edición: 50 ejemplares. © 2011 Carlos Manuel Villasuso © 2011 EL MENSÚ ediciones www.elmensuediciones.com.ar mensu.ediciones@gmail.com (0353) 154201252 ISBN 978-987-26641-3-8 Queda hecho el Depósito que establece la Ley 11.723 Libro de edición argentina. La responsabilidad de las opiniones expresadas en las publicaciones de EL MENSÚ son exclusiva competencia de los autores, firmantes y herederos; las mismas, no reflejan necesariamente el punto de vista del Editor ni de la Editorial. Del mismo modo la editorial no se responsabilizará por la utilización de las imágenes que pueda contener la publicación, la inclusión de las mismas, como el permiso de hacer uso de ellas dependerá de cada autor/es. Prohibida la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito de su Editor. Su infracción será penada por las leyes 11.723 y 25.446.


LA HERENCIA algo para pensar en ella

El mensĂş . mixturas . 02



LA HERENCIA algo para pensar en ella

Carlos Manuel Villasuso



A mis hijos, a mis nietos… para ellos “ésta, mi mayor herencia”. A todos los hijos para que aprendan a reconocer la herencia que sus padres les dejaron. Herencia que no es dejar dinero sino: “vocación de ser padres”… moral… educación… espiritualidad… amor; que son el capital más grande de nuestra existencia.



AGRADECIMIENTOS

A Alberto Zazzetti y Luisito Nani por releer mis apuntes borradores y ayudarme a armar el libro. A la se帽ora Adelina de Nani por su colaboraci贸n de siempre y su opini贸n cr铆tica. A mi querida esposa por su apoyo incondicional. A la profesora Susana de Zazzetti por sus correcciones y consejos.



Palabras del autor

Ser padre para mí es parir una esperanza y lanzarla al infinito. Es querer desdoblarse en el tiempo y el espacio dejando burlón una broma a la muerte, porque ella tendrá que correr tras de mí, de mis hijos, y los hijos de mis hijos que irán dejando con el paso de los siglos su semilla fecundada. Ser padre significa creer en la aurora, aún en medio de la noche, del dolor y la fatiga; sabiendo por la fe que siempre la luz desplaza las tinieblas, que la alegría reinará sobre el llanto, y el mal perderá su postrera batalla. Ser padre significa conocer la cruz, vivida y ofrecida cada día por aquellos que son carne de nuestra carne, sintiendo en nuestro interior la impotencia de otorgarles en su juventud, la libertad; para que la vida a su tiempo les enseñe con su realidad sobre los mismos errores que nosotros cometimos. Ser padre significa corregir a veces rezongando y dentro de nuestras propias limitaciones, las pautas de conducta de aquellos que amamos, para enseñarles que el orden y la moral son parte esencial de la vida; que la libertad no es libertinaje y que en todo la responsabilidad es necesaria. Ser padre significa aprender cada día a cambiar de rumbo en nuestra barca familiar, que por torpeza o negligencia puede haberse inclinado peligrosamente y escorar. Por último ser padre significa atreverse a correr el riesgo y la aventura hermosa de poder vivir el amor todos juntos en familia. La herencia

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“Como hijo” devuelvo estas páginas reconociendo en ellas “la herencia” que me dejaron mis padres en agradecimiento a ellos. Este libro no tiene ninguna pretensión literaria, su contenido son narraciones en forma de cuentos muy simples hasta casi infantiles. Diría Francisco de Asís, la Santa Simplicidad. Creo que no es para leerlo solamente, sino también para pensarlo, porque su orientación nos lleva a descubrir el sentido de la vida que trascendiendo lo natural, quiere mostrar “el valor de lo eterno, lo inmutable” y el único que posee estos valores es Dios. Por eso la primera parte toma dos relatos bíblicos, “el nacimiento del niño” y “el reino”. Estos relatos son las bases de “la simplicidad” y “la roca” referidas en la herencia que recibí de mis padres. Es el camino que la misma vida nos invita a recorrer, meditando los acontecimientos que se muestran en él. Los mismos no suceden de acuerdo a un orden preestablecido sino que simplemente se presentan y nos sirven para encontrar las virtudes y verdades que nos ayudarán a discernir sobre la paz y la felicidad en nuestro andar tan lleno de dificultades y obstáculos.

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A modo de prólogo

Este no es un libro de contenido superficial. Desfilan por él, situaciones de la vida real, encuentros y desencuentros interiores sostenidos por una fuerte columna de fe. Confesionalismo e intimismo lírico visten y desvisten con emotividad cada circunstancia vivida, que el autor trasmite con un sentir profundamente sincero. Hay una intencionalidad clara, transparente en cada texto, no escritos “con el sumo del amor y de la sangre” sino, con la convicción y el deseo que esta herencia que de pronto se despertó en sus venas, siga el recorrido por las arterias de los cuerpos no solamente de sus propios hijos y nietos sino de cada ser humano: que el eco se repita y se prolongue más allá de los tiempos. Textos expresivos, en donde la mixtura de anécdotas, situaciones personales y extraídas de otros, hacen del autor y de “los otros” un canto a la fe y a la esperanza.

Susana de Zazzetti

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¿Mi pensamiento?

Las cosas… se pueden ver y pensar de acuerdo al sentido crítico, a la subjetividad de cada uno. Así sucederá con este libro.

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Para no olvidar

Murió un poeta en el barrio sur, un vecino miró el cortejo fúnebre y dijo: “pobre diablo, nunca supo vivir, no dejó a nadie un centavo por herencia”. La anciana del frente se enjugó una lágrima y pensó: ha muerto un hombre rico, cuántas alegrías y esperanzas habrá desparramado por el mundo con sus enseñanzas, con sus libros. “cuánto tenía para dar”.

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Parte uno



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La herencia no es el dinero que dejan cuando se van aquellos que más queremos y que nos dieron el pan. La herencia que no se ve, no se gasta con el tiempo, es aquella que tengo hoy y viene de mis abuelos. Queridos viejos: quizá no supe valorar la cuantiosa fortuna que me dejaron con sus vidas, con su ejemplo, con su amor. Papá gallego querido, si habrás cantado tus morriñas muy adentro allá en tus sueños dejándole a cada uno de tus hijos tu herencia.

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¿Sabés cómo te veo hoy?

Te imagino caballero Don Quijote en Rocinante por La Mancha y sus caminos con tu amada Dulcinea que en su vientre fue la madre de ocho amores peregrinos. Tus ocho hijos caminan por el mundo portando la herencia, que como dice Don Atahualpa Yupanqui: “fortuna que no se gasta, es del alma y es eterna”.

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Qu茅 me qued贸 de ustedes?

Me ha quedado de mi padre el amor por las cosas simples, y me ha dejado mi madre una roca para subirme. Ellos me dieron amor para que lo cultivara y sembraron en mi alma lo eterno que nos se gasta.

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El amor de las cosas simples

Qué ciegos estamos a veces ante lo cotidiano pero extremadamente valioso, levantarnos, estar vivos. ¿Por qué perdemos nuestra capacidad de asombro? Volver a ser niños, emocionarnos y deleitarnos ante una flor, o la brisa que acaricia nuestro rostro. el sabor del pan que a muchos les falta, la mesa de cada día que compartimos con nuestra familia pero que a veces no disfrutamos sumergidos en las noticias del televisor. Era apenas un niño y cuanta razón tenías al regalarme para mi cumpleaños una simple bolsa de lona, un tarro para lombrices y una cañita de pesca. Me dijiste: no es un equipo para que saques grandes peces en remotas latitudes y te demande largos y costosos viajes; lo grande de este obsequio está en que ante la soledad del río y pescando humildes mojarritas te encontrarás contigo mismo y podrás con tu alma y tu pensamiento alcanzar no solo la cima del mundo, sino volar por el universo. Los años me demostraron que no solo en lo espiritual estabas acertado. entre mis recuerdos más queridos por aventuras vividas tras un atavismo (la caza) no se encuentra en la cumbre de ellos mi costoso viaje al África, con sus exóticos animales, sus selvas, su inmensidad. El más grato de mis recuerdos es una simple excursión al norte de nuestra querida provincia de Córdoba junto a mi hermano Manuel. 26

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Él era casi un niño, yo un adolescente de quince años, inmaduro, ebrio de libertad. creo que papá confiaba en mí. imaginen un viaje así hace más de cincuenta años. Una mochila fabricada por nosotros a la espalda; en ella una lona, (ni carpa teníamos). una olla de aluminio, una pava, dos mantas y una vieja escopeta de un caño calibre 14 envuelta en papel de diario. Vehículos, solo el tren hasta la vieja estación de Obispo Trejo, después… a pie por el monte entre huellas de sulky y carros. No existían otros caminos para llegar hasta donde nos llevaba esta aventura, en esas vacaciones de julio. Con un paisano de apellido Urquiza fuimos tras los rastros de esquivos pecaríes y corzuelas, nos acompañaban sus perros, el bayo, el fiel, el colita. Nosotros íbamos en una mezcla de sulky y volanta tirada por un caballo manso como una oveja, “el Tuco”. Para Urquiza este animal tenía un valor inmenso ya que cuando tomaba unas copas de más en el boliche, subía al sulky, le soltaba las riendas al tuco y éste lo conducía de vuelta a su rancho sin mediar ninguna orden de su dueño. Lo más sabroso de la anécdota fue un plato compartido con mi hermano; una pulsuda polenta que tenía como aderezo una montaraza de jugosa pechuga y una lora dura por vieja pero muy sabrosa. La música que nos acompañaba era el crepitar del fuego, el canto del monte con el silbar del viento entre las ramas de los quebrachos, espinillos talas, jumes y chañares. La herencia

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La mesa no existía; sillas… la tan querida tierra que nunca llegamos a valorar; unos mates amargos de sobre mesa y la alegría de aquellos jóvenes exploradores nadando en la soledad con el infinito por horizonte.

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Mamá ¿cuál fue tu roca para subirme?

También el tiempo te dio la razón. ¿Tiene sentido la vida? Según naturaleza nacemos para morir y no podemos evitar el dolor. A veces el infortunio nos persigue de múltiples formas; de niño tú me dijiste: de verter lágrimas nadie está exento; ellas han regado desde el piso de tierra de los ranchos hasta las ricas alfombras de los palacios. Por eso hijo debes rescatar lo positivo de la vida, lo de alegría que hay en ella, no te dejes embargar por la tristeza y el desánimo. Cuando esas turbias aguas quieran ahogarte, te dejaré una “roca para subirte” por que la vida no se pierde: se transforma; así como la semilla desaparece pero engendra un árbol exuberante de fragantes flores y exquisitos frutos. Esa roca es la “fe” y deberías hacerla carne en tu vida, por que la vida hijo es una flecha que se suelta del arco y en raudo vuelo parte buscando la eternidad. Tu padre te contará algo, un cuento para algunos, para otros, una verdad, que te ayudará a encontrar el camino hacia la verdadera felicidad.

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El nacimiento del verbo Y papá me contó que hace casi dos mil años nació en Belén, pueblito de Judea (bajo el reinado de Herodes) un niño llamado Jesús, que significa en hebreo Dios salva y que unos magos llegados de oriente preguntaron ¿“dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarlo”. Mateo 2 (2). La estrella que habían visto en oriente los precedía hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron inmóvil la estrella, se llenaron de alegría y al entrar en la casa lo encontraron a María su madre. Postrándose, le rindieron homenaje y abriendo sus cofres le ofrecieron, oro, incienso y mirra. Mateo 2 (7-12). Después de la partida de los magos el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: levántate, toma el niño y su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise. Cuando murió Herodes, el ángel le comunicó a José que regresara a la tierra de Israel, por que habían muerto los que atentaban contra la vida del niño. José partió hacia la región de Galilea y se estableció en un pueblito llamado Nazaret. Aquí comienza a gestarse la historia de Jesús el Nazareno llamado por Juan el bautista el Verbo divino, por que él era la palabra por excelencia que vino a este mundo a hacernos conocer al Padre. 30

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Jesús es “el camino la verdad y la vida”, que no habla por sí mismo sino que da testimonio de lo que escuchó del padre. Juan 3 (31-34). Papá me dijo: te daré todo lo que guardo en mi corazón porque inicié hace tiempo la búsqueda de un tesoro, el Reino de los Cielos. Cielo significa celado oculto y allí habita padre Dios (el que da), poderoso y eterno; rico en bondad, misericordia y amor. Los que allí moran tienen por moneda corriente la verdadera felicidad. Para hacerte acreedor del Reino deberás escuchar y practicar las palabras de Jesús. Aparte de lo que yo te muestre en el libro sagrado, encontrarás en el camino muchas señales palpables que te harán reflexionar sobre lo que te quiso explicar Jesús. Juan en el Apocalipsis, presenta una descripción más simbólica que descriptiva sobre la realización plena del reino de Dios. Dice Juan: “feliz el que lea y felices los que escuchen las palabras de esta profecía”. Apocalipsis 1 (3).

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Descripción del Reino

Uno de los siete Ángeles me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura y me mostró la Ciudad Santa. La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más hermosa de las perlas. La muralla que la rodeaba estaba construída con jaspe y la ciudad con oro puro semejante al cristal purificado. Ella no necesita ni del sol ni de la luna ya que la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es Jesús. Después el ángel me mostró la inmensa felicidad de los elegidos o sea aquellos que habían seguido las palabras de Jesús. Sus habitantes estaban al lado de un río de agua de vida (clara como el cristal) que brotaba del trono de Dios. En medio de la plaza a ambos lados del río había árboles que fructificaban doce veces al año y sus hojas servían para curar a los pueblos. Ya no abrá allí ninguna pena, tampoco existirá la noche y ellos vivirán por los siglos de los siglos. Ésta es la morada de Dios entre los hombres; él habitará con ellos, serán su pueblo, el señor secará todas sus lágrimas y no abrá más muerte ni pena ni dolor por que todo lo de antes ya pasó; por que él hace nuevas todas las cosas. Pero cuidado, hijo mío, busca desde ahora el Reino y comenzarás a vivirlo. Medita las bienaventuranzas predicadas por Jesús por que dice el Señor: “yo soy el Alfa y el Omega el principio y el fin”, felices los que laven sus vestiduras para poder entrar por las puertas de La herencia

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mi ciudad. Afuera quedarán los lujuriosos los idólatras y todos aquellos que aman y practican la falsedad. Al Reino están todos invitados no depende de condición social ni intelectual, lo que vale para ello es solamente la buena voluntad; el oír, el hacer.

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Testimonio

Cuando dejé la universidad, con gran disgusto de papá, me puse a trabajar, quería ser comerciante, vendedor, tener mi propio negocio. Empecé con él en una concesionaria de autos allá por el sesenta y cinco. Me dijo: o se estudia o se trabaja. Él, con muchos años de trayectoria en su profesión, era socio habilitado y jefe de repuestos; sus virtudes: seriedad y dedicación. Quería que sus hijos fueran tenaces y honestos. Yo era un ex-universitario que miraba la vida desde arriba. El primer día concurrí a trabajar bien vestidito de traje y corbata; me presentó a un empleado y le explicó que mi categoría dentro de la empresa “era igual a la de todos los empleados, nada de distinciones; menos cargo que el cadete. Que se saque la corbata y el saco, se arremangue la camisa y baje al sótano a controlar y contar los elásticos”. Se imaginan en aquellos tiempos casi todas las suspensiones de automóviles y camiones llevaban elásticos, había para todas las marcas y medidas. Aceitados para que no se oxidaran y cada uno tenía un casillero con el código, la marca del vehículo y la posición de la hoja, maestra, primera, segunda, tercera etc. Me quiso desalentar, enseguida me había llenado de grasa y aceite las manos la ropa. Yo de atorrante podía tener bastantes andadas pero como hijo de buen gallego heredé su tenacidad. La herencia

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Pasaron los días, semanas, y acomodé todos los elásticos que hacían diferentes parvas en el suelo. De allí pase a atender la jaula del taller, luego el mostrador, pero mi meta era ser repuestero. No se aprendía en los libros, lo dictaba la experiencia, el mostrador fue mi maestro y me hizo amigo de todos los clientes. Me di cuenta que aunque estuviera enfadado o con problemas, tenía que ser amable con todos los clientes. era la llave que me habría cualquier puerta; ser educado, eficaz. A casi dos años conseguí un socio y pusimos nuestro propio negocio de repuestos Ika Renault. Mi objetivo era progresar materialmente, demostrar que tenía razón en mi tesitura. Lo logramos rápidamente, compramos local propio. Al tiempo me casé y fui formando mi propia familia.

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El llamado

Cuando menos lo esperamos, allí está, aguardándonos en nuestra puerta, con paciencia, con amor. Golpea suavemente hasta que abrimos. Se llama Jesús el que no se cansa de esperar. A mi me tocó encontrarme con él una primavera del setenta y seis. Salí a cobrar unas cuentas corrientes a los talleres de la línea Corral de Bustos - Villa María. Eran muchos clientes para un solo día, pero debía regresar con los cheques y el dinero de las cobranzas para depositar en el banco la mañana siguiente. No terminé la tarea y urgido por el horario decidí regresar a una velocidad inusual. Era noche cerrada, al salir de un pequeño pueblo, La Laguna, cansado y con ganas de llegar a casa aceleré un Peugeot 504 respetando cuidadosamente mi mano ya que dos vehículos venían de frente, uno de ellos con una luz potentísima que dificultaba mi visión. De pronto como por arte de magia apareció delante de mí una chatita que luego supe era una Chevrolet 34. Sin luces traseras, la caja de madera despintada; no se veía, ni la soñé. Quise desviarla, frené e impacté contra ella. Mi velocímetro destrozado marcaba 139 kilómetros. Luego me contaron que el vehículo salió impulsado a enorme velocidad, pasó entre un auto que venía de frente y un camión que luego paró a la orilla del camino para asistirnos. 38

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Lo único que alcancé a ver fue a un niño muy pequeño que por el impacto rompió la capota de lona de la chatita debido al golpe y luego cayó dentro de la caja trasera de carga. Con el impulso del choque el artefacto infernal recorrió más de 130 metros y fue a parar a la banquina del otro lado de la ruta. En ella viajaban un matrimonio joven y dos niños. Nadie resultó con heridas de gravedad. En el Peugeot se destrozó todo el frente. La trompa era una masa uniforme, el volante se había desplazado rompiéndome el esternón, una costilla y la clavícula, en la pierna tenía además una herida a la altura de la rodilla. Todo sucedió en fracción de segundos. No atiné a nada y en el golpe perdí la conciencia de la realidad. ¿Por cuánto tiempo permanecí así? No lo sé, pero sí les puedo asegurar que desfiló ante mí como en una película real mi vida entera desde que tuve uso de razón hasta ese mismo instante. Tuve ante mí todas mis acciones, buenas y malas, mis miedos, mis dudas, mi proyección, mis esperanzas. Sentí que una mirada alguien muy cercano de mí (Jesús) me alentaba a repasar cada detalle. Yo era mi propio juez y lo que experimentaba era muy triste. Malo en el estricto sentido de la palabra, no había sido. No robe, no maté a nadie y a pesar de mi carácter era potable y simpático para mi familia y para la sociedad. La herencia

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Pero ¿y eso de los talentos, a quién dí de lo que no me sobraba? ¿A quién di de mi mismo? En definitiva lo difícil de la vida es dar amor, y el amor significa no poseer, derramarse como el agua en la tierra árida; ser sol, ser luz, ser hermano de todos, amigos y enemigos. Sobre todo perdonar, sin lo cual nada tiene sentido. Luego de ser atendido en la clínica mi concepto de la vida cambió. Primero por que había nacido de nuevo, (me regalaron lo que me resta) y segundo, me invadió una pregunta ¿qué sentido le iba a dar a mi vida? Pasó un tiempo y la insatisfacción fue una compañía diaria. Vivía en una hermosa quinta de doce hectáreas con dos casas, una para el matrimonio que trabajaba con nosotros al fondo de la propiedad y la otra dentro de una parcela de parque. Una pileta, una añosa arboleda, un quincho de cemento y un horno de barro que llamábamos Atahualpa; tenía sus historias de pan casero, lechones, chivitos y pavos. Cada domingo era una receta de comidas compartidas con familiares y amigos; guitarra de por medio, buen vino, salame casero, o se mezclaba el clásico barril de chop bien helado para pasar el día. La verdad es que sentía un hastío interno que me llenaba de inquietud. El parque con flores de intensos colores llamaba la atención. En las cercanías había un barrio de gente humilde y a veces más que humilde que yo visitaba y ayudaba como podía. 40

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La propiedad estaba rodeada con faroles coloniales que de noche encendían su luz amarilla. Así la llamaban los vecinos que tanto nos querían, la casa de las luces amarillas. Atrás del cerco del parque había varios corrales; yo tenía siete dogos argentinos ya que me dedicaba a cazar jabalíes con mis perros en los feriados y ratos de ocio. En primorosas jaulas se exhibían faisanes y codornices; dos pequeños avestruces que con su silbar largo y afinado parecían emitir el sonido de una flauta. Un jabalí, un gato montés que nunca logré domesticar y otras aves, hacían interesante el lugar. La insatisfacción crecía en mi interior y cada vez me oprimía más. Un domingo de julio, no lo olvidaré jamás, me vinieron a buscar dos entrañables amigos para ir a cazar, Miguelito Verra y Carlos Sosa, me dijeron: tenemos un campito para despuntar el vicio esta tarde. Puntuales llegaron a las 14 horas, cargué mi perro y partimos rumbo a Alto Alegre. Ya en el campo el cielo se presentaba totalmente nublado y yo con un menisco roto tenía una leve renguera, por ese motivo me retrasé caminando despacio y sin apuro, comencé a cazar. Cuatro o cinco perdices en mi morral iban colmando mis expectativas, a lo lejos en otro potrero escuchaba los tiros de los muchachos que evidentemente habían encontrado un buen lugar. La herencia

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Pensativo iba acomodando por orden en mi mente los acontecimientos que me traían cierto desasosiego. El cielo era oscuro y plomizo y la tarde casi sin viento parecía querer morir rápidamente, dando lugar a la noche. De pronto sucedió algo extraordinario, frente a mí “un rayo de sol” se filtró entre las nubes, su diámetro aproximado era de dos metros y caía como una columna luminosa y dorada frente a mis pies. Parecía imposible que la densidad de las nubes fuera horadada por esa luz. Para mí era una manifestación del Dios creador; caí de rodillas, lloré con lágrimas de infinita dulzura, eran un bálsamo para mi corazón y una paz tan grande inundó mi alma que quedé por un tiempo extasiado en actitud orante. Bendito seas señor de todo lo creado, solo tú me puedes enviar este mensaje; tú eres el hoy el mañana y me quieres para ti, habla señor que yo te escucharé. Las obras manifiestan tu grandeza y nadie puede explicar lo que siente cuando tú le tocas el corazón. Me fui al auto, guardé mi escopeta y al reencontrarme con mis amigos permanecí silencioso y meditabundo; ellos me cargaban creyendo que el motivo de mi actitud eran las pocas perdices que había cazado cuando en sus morrales tenían quince o veinte cada uno. Llegado a casa le conté a mi esposa lo que me había sucedido y con textuales palabras le dije: no quiero vivir más así egoístamente solo para nosotros habiendo “tanta gente que nos necesita”. 42

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Con los ojos llorosos me contestó: ¿a qué hora te pasó eso Carlos;? —a las 17 horas aproximadamente, ¿por qué me lo preguntas? Lucy se tomó un respiro como para serenarse y me dijo: a esa hora me sentí impulsada a prender el televisor y en uno de los canales dieron una película de San Juan Bautista de La Salle (tu patrono del colegio) que siendo rico vendió todos sus bienes y se dedicó a enseñar a los pobres. Fue perseguido, calumniado, pero nunca claudicó, por eso ahora es un santo, fundador de la orden Lasallana. ¿Es casualidad? ¿Dos mensajes el mismo día a la misma hora, o será causalidad? Slo Dios lo sabe, yo lo tomé como un tesoro aportado a nuestras vidas para que adoptáramos una actitud de cambio y vinieron a mi mente las palabras de Paul Valery: “el viento se levanta, hay que intentar otra vida”.

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El cambio fue llegando de a poco

La insatisfacción fue ganando mi mente y mi corazón. Una angustia imposible de definir me ahogaba y por las noches despertaba con una necesidad que no podía definir. Me levantaba, y ya en el comedor (para no despertar a mis hijos) me ponía en oración. Es que sentía que mi vida era vana y que no aportaba nada o muy poco a los demás. Cada noche pedía la palabra de dios abriendo la Biblia al azar y poco a poco pude definir lo que empecé a sentir como una necesidad. Salir de mi entorno de banalidades y empezar a servir al prójimo. Con mi esposa y mis hijos tuvimos muchas reuniones a las que llamamos revisión de vida. En ellas, de común acuerdo, decidimos algo muy difícil de realizar y también para otros “difícil de comprender”. La decisión empezó a tomar forma, venderíamos nuestros bienes y nos iríamos a vivir a un pueblito muy pequeño del norte llamado La Puerta que bien conocíamos. Su nombre era enigmático y para mi esposa era una señal, era “una puerta” que se abría para nuestra nueva vida. Así, con nuestros seis hijos, emprendimos un camino que nos significó abandonarnos en los brazos del señor. Los pormenores de esta aventura no son tema de este libro, pero si el contarles que un gozo espiritual invadió nuestra familia y nos condujo por un camino distinto donde aprendimos el verdadero sentido de la palabra comunidad. 44

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Buscando a Dios

Antes de partir salí a meditar como llegaría a encontrar las verdades y defectos; en que orden las pondría en esa difícil búsqueda, pero me pareció demasiado complicado querer resolver estas cuestiones siendo tan minucioso. En medio de mis cavilaciones contemplé la siguiente escena: Un científico agotado de tanto pensar, con su calculadora en el bolsillo y su mente tan llena de ecuaciones, se sentó en un banco de la plaza. Tenía un manual que había escrito sobre los orígenes de la vida. Su cara con una expresión dubitativa expresaba una actitud de búsqueda. A su lado se acomodó un anciano que calmadamente le preguntó: ¿qué buscas hijo? —busco a dios. Le contestó el científico y no lo encuentro. El anciano sonrió y dijo: —La respuesta no está reñida con la ciencia. La misma naturaleza te la puede mostrar, pero… para el que mira sin ver la tierra es tierra nomás y le señaló a un niño que con su capacidad de asombro intacta jugaba con una mariposa asentada en una flor y disfrutaba de toda la creación. Para que entiendas lo que te dije te voy a contar un cuento que te hará reflexionar. En Asís, una ciudad de Italia, se encontraba un científico que quería debatir con alguien bien ilustrado sobre la existencia de Dios. 46

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Se dirigió a la iglesia a conversar con un sacerdote sobre el tema, y por supuesto que no pudieron llegar a un acuerdo. El sacerdote (preocupado por la insistencia del hombre en hallar una respuesta racional) le propuso que se reunieran con un padre franciscano que se llamaba Antonio de Padua. Este era famoso por sus prédicas y estaba de paso por Asís. Además el sacerdote le manifestó que él mismo le avisaría el motivo de la próxima reunión. Quedaron de encontrarse después de la una de la tarde en el salón parroquial. Era la una; las dos de la tarde, y Antonio no aparecía. Cerca de las tres caminando pausadamente apareció el fraile. ¿Cuál es el motivo de una demora tan grande? inquirió el científico —es que viniendo del convento a la ciudad debo pasar un arroyo y encontré que estaba crecido. Me senté a pensar como solucionar esta situación ya que no sé nadar y la corriente era muy fuerte, cuando… cerca de mí, cayó un tronco atravesando el cauce del arroyo; luego, dos más cayeron al lado del primero y formaron un puente natural por el que pude cruzar y… aquí estoy… perdón por la demora. ¡Eh, eh! Dijo el científico… ¿me quiere hacer creer que “por casualidad” tres troncos cayeron juntos formando un puente? empezamos mal el diálogo. Así es contestó el fraile sonriendo, usted quiere debatir conmigo la tesis de “que el mundo se formó y se ordenó por casualidad” y no quiere aceptar algo mucho más simple “la alineación por casualidad” de tres troncos para formar un puente. Después de oír este diálogo me sentí urgido a emprender el camino. La herencia

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El vagabundo

Lo primero que encontré cuando empecé a andar fue un hermoso valle lleno de pájaros y flores que le cantaban a la vida. Tenía los pies mojados por el rocío, además iba con frío y malhumorado por acontecimientos que me apesadumbraban. Cansado, me senté sobre una roca sin reparar la belleza del lugar. de pronto, a mi lado apareció un vagabundo de larga barba y cordial sonrisa. Viendo mí estado de ánimo, extendió un raído poncho a mí lado, se acomodó en él y me dijo: —querido amigo veo que estás en búsqueda, el primer mensaje lo tienes ante tus ojos y no te percatas de ello, ¡no miras el valle! Hoy te dejaré una historia para que medites. prendió un fueguito, puso dos piedras a su lado y luego entre mate y mate me contó la historia del muñeco de madera.

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El muñeco de madera

Sobre un viejo banco de carpintero lucía abandonado un muñeco de madera. Su cuerpecillo desarticulado como un despojo inerte, era simplemente una cosa, como el viejo banco en el cual se apoyaba. De pronto, en el taller, una brillante luz lo iluminó; procedía del duende de la vida que parado junto a él, le miraba con ojos traviesos y llenos de ternura. Acarició su frente en un gesto paternal y con mucho amor le infundió su aliento en la nariz. El muñeco fue tomando un tinte sonrosado, sintió hormiguear sus manos y sus pies, latir su corazón y se dio cuenta que era una persona. Abrió sus ojos en la semipenumbra de la habitación, dio unos pasos vacilantes, y se sentó. Sus pensamientos le llevaron a mirarse. llevaba puesta una raída chaqueta, un viejo pantalón lleno de remiendos y además estaba descalzo; era la pobreza personificada. ¿Cómo debo hacer para salir de esta situación pensó? le diré al duende de la vida que me provea también vestidos y calzado; pero luego le pareció mejor recurrir a su ingenio y contentarse con lo que consiguiera. Al rato, tuvo hambre y mucha sed, se asomó a la puerta de la casa y penetró un mundo desconocido, lleno de personas que agitadas caminaban rápidamente por las calles. La herencia

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Los hombres convivían con sus fantasmas diarios para lograr subsistir. corrían y corrían sin poder pensar… ¿cómo puedo hacer frente a todos estos problemas, quien inventó este mundo loco? No uno, dos fantasmas lo atacaron ferozmente, eran el temor y la tristeza que envolviéndolo con sus cadenas le impedían caminar. Casi sin fuerzas, tirado en la vereda, se sentía derrotado, desvalido. Más de pronto pasó el duende, lo miró confortando su corazón de niño. como un mago se salió de las cadenas, se paró y mirando al infinito, con voz trémula gritaba… ¡estoy vivo… estoy vivo! ¡Gracias señor por tan inmenso don!

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Con el corazón alborozado por haber encontrado la primera respuesta en mi camino, agradecí a mi flamante amigo, me puse en marcha nuevamente. Pensé qué hermosa lección de aprendizaje me había brindado un simple vagabundo. Hay que saber escuchar; “muchas veces los más humildes son los más sabios”. Qué don maravilloso es la vida, cuánto respeto le debemos. Me dije: deberé seguir buscando y aprendiendo con espíritu de total apertura lo que la misma vida me enseñe. A los problemas que nos acontecen hay que resolverlos sin perder la óptica de este don. La incógnita de un nuevo descubrimiento crecía dentro de mi alma. ¿Cuál sería la próxima virtud para ser cultivada o el defecto que debería evitar?

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El desconforme

Meditabundo recordé las palabras de papá “no seas como Juan el protestón” que todo le molestaba. Si había sol… hacía calor; si soplaba viento… se levantaba tierra; si cambiaba la temperatura… se venía el frío; si se nublaba... ya llegaba la lluvia odiosa y él no tenía cosecha para cuidar. Andaba como dicen ustedes ahora tirando mala onda por donde pasaba. Era un disconforme de la vida que parecía no disfrutar ninguna situación. En medio de mis pensamientos se presentó el Río Tercero, grandioso andarín que sin cansarse recorría desde siglos su cauce. Nacía en la montaña y hermanándose a otros ríos llegaba hasta el mar. no lo detuvieron embalses ni sequías, desbordes ni aludes; era un caminante muy sabio y esforzado. Me senté a descansar en su ribera, bajo un frondoso sauce. En un remanso que se formaba al amparo de sus viejas raíces, nadaba un cardumen de peces. escuché que el río le decía a un pequeñín: —No reniegues de mí con tus quejas. “Soy tu mundo líquido de cada día”; te doy el alimento diario, el oxígeno para tu respiración, puedes nadar en mis aguas; no protestes más. cuando te des cuenta que te falto… “Ya estarás muerto”. 52

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Cómo descubrí la vanidad

Ensimismado en mis pensamientos caminé todo el día por un sendero, llegó la tarde; el sol era un disco púrpura que poco a poco iba borrando su figura del horizonte. Había luna llena y en la declinación del sol, ella aparecía como una reina, luciendo su brillante vestidura de plata. Poco a poco dominaba el horizonte aprestándose a describir el arco que de este a oeste recorría. En el susurro del viento, escuché al sol que en voz alta le decía al verla tan vanidosa: ¿Por qué me miras? ¿Para reflejar mi luz al universo, o para que otros te miren a ti “que te ufanas con luz ajena”? Entonces recordé lo que me había querido decir mi madre años atrás cuando visitamos el zoológico.

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El pavo real

Entre los animales que me llamaban la atención se encontraba un pavo real caminando por su jaula. Su andar era lento, pausado, hasta casi diría desafiante. De pronto levantó las plumas de la cola y trasformándose contorneaba su cuerpo en una especie de febril danza mostrando todo su esplendor. Mi madre me dijo: no te ufanes como el pavo real de algo que no es tuyo. Todo lo que tiene se lo dio la naturaleza. En la vida nada es tuyo, todo es gratuidad. El señor te regala dones de los cuales no eres dueño, son para el servicio de otras personas; algún día lo comprenderás. En ese momento me quedaron muy claras sus palabras.

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¿A quién imitar?

El camino era precioso, el despertar del día empezaba a inundar de luz el paisaje. Una casita de piedras, instalada al pie de un cerro pequeño me detuvo. En su puerta, un paisano al despuntar el alba se sentaba a gustar unos mates. Todos los días, a la misma hora contemplaba la misma escena: una calandria que en cualquier tiempo o estación elevaba su armonioso canto en un himno de alegría por el nuevo día. Al mismo tiempo sobre unas rocas cercanas, un buitre emprendía su diario vuelo para buscar la carroña con que alimentar su apetito. En su inmutable tranquilidad el anciano guardó el mate y me dijo: “cada hombre es libre de imitar a quien le parezca”.

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El ciego

Parado a la entrada de una granja vi venir a un hombre, caminaba despacio, en su mano derecha llevaba un bastón hecho del recto gajo de una planta. Lo llevaba delante de él como tanteando el camino; me di cuenta que era ciego. Cuando se acercó le pregunté: ¿necesitás ayuda hermano, adónde te diriges? no, me dijo, vengo a la granja y a pesar de ser ciego ya estoy acostumbrado a usar mis otros sentidos. escucho el ruido de las aves de corral sueltas por el patio, el mugir de las vacas en el tambo, el ladrar de los perros, y cuando llego, uno de ellos me conduce pegado a mis piernas hasta la casa. Allí vive mi hermano y me ha enseñado a valerme por mí mismo. Hay muchas cosas que no veo, pero están, existen. No conozco los colores pero los imagino y me parecen muy bellos. No puedo ver las flores pero aspiro su perfume; todo tiene una explicación si quiero encontrarla. Al fuego no consigo imaginarlo, pero experimento su calor, más, si me acerco demasiado y no lo respeto me daña. Todo tiene un contrapartida me dijo, —si existe la sed debe existir el agua, para saciar el hambre están los alimentos, para la noche en que yo vivo debe haber otra cosa, lo contrario. Mucho tiempo busqué afanosamente la luz mas no podía verla; pero tuve que creer en ella porque mi hermano me dijo que existía. La herencia

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Me encantó su testimonio, iba entendiendo lo que me quisieron comunicar mis padres de las vivencias existenciales. A veces un mensaje simple nos lleva por profundos caminos hacia nuestro interior. Papá me había dicho: El dios de este mundo te volverá ciego y tratará de cerrar tu entendimiento, por eso pide la fe, es un don que te hará crecer en la esperanza y por ende en el amor, busca, descubre y aspira estos dones. recuerda las palabras de San Pablo en Corintios 2, “llevamos este tesoro en vasos de barro para que todos conozcan la fuerza soberana de Dios y no parezca cosa nuestra. Nos vienen pruebas de toda clase pero no nos desanimamos, andamos con grandes preocupaciones pero no desesperados, a veces derribados pero no aplastados; la vida de Jesús se manifiesta en la medida de nuestra fe”.

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El hermano río

Dejé mi nuevo amigo en su granja y me dirigí al borde de un caudaloso río y me senté sobre el césped, los pies descalzos tocando el agua y escuchando en silencio; estaba aprendiendo por eso le pregunté: ¿dónde vas hermano río tan presuroso y cantarino? Él me respondió: no lo se, confío en mi cauce; solo puedo contestarte cuales son mis fuentes. Otro profundo mensaje sobre un mismo tema. Las fuentes eran su fe, su cauce la esperanza para desembocar en el océano de amor, darse a él, perderse en su anchuroso mar.

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Crecen virtudes y defectos

Qué feliz me sentía, estaba empezando a descubrir con vivencias virtudes esenciales, lo sentí como mérito propio y el orgullo cegó mis defensas espirituales, me dije —debo aprender a cultivar la humildad. Tendría que haber puesto en mi mente un alerta, un indicador de alto, peligro; pero pronto otro testimonio me lo descubriría. Caminando por el valle vi bajar lentamente del cerro una moza lugareña sobre una mula, le llamó la atención un chañar que lucía esplendoroso encendidas flores amarillas y quiso cortar una rama, pero apartó sus manos doloridas porque encontró que ocultas “las espinas también habían florecido”.

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El darse

Proseguí mi búsqueda afanosamente y durante un tiempo no sentí ninguna voz en mi interior que me dijera aquí tienes otra virtud para meditar. La noche me sorprendió en medio del bosque por un intricado sendero donde se me hacía difícil caminar. Los grillos soltaban al aire agudas notas con un monótono y persistente llamado; otros insectos se sumaban haciendo un coro rítmico y cadencioso produciendo una extraña música nocturna. En un claro del bosque me encontré con un humilde rancho de adobe, golpeé la puerta del mismo y sus moradores me hicieron entrar. Una tenue luz iluminaba la habitación dándole forma a las cosas. Luego de los tropiezos del camino me sentí gratificado y busqué involuntariamente el origen de aquella claridad. Sobre una mesa había un candelero que portaba una humilde vela, ella me dijo: soy una vela de cera y he comprendido que me consumo lentamente, pero debo seguir dando luz en las tinieblas para quien lo necesite. Su cuerpo se iba desgranando gota a gota que en lágrimas que se acumulaban como un despojo inerte a su pie. Comprendí la esencia de otra virtud: “darse a los otros”.

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El silencio

Había encontrado la verdad de algunas virtudes y defectos luego de un largo tiempo de búsqueda, pero, ¿cuál era el método? Me parecía que solo la casualidad había intervenido. ¿Cómo debía encaminar mis esfuerzos para lograrlo? Un frondoso árbol a la vera del camino me ofreció la frescura de su sombra. Junto a él, un alambrado delimitaba la visión del paisaje; varias vacas de color terroso pastaban sin ninguna prisa la verde gramilla. Me senté pensativo sobre la protuberancia de una enorme raíz. Posada sobre el árbol una lechuza estaba en silencio, solo de vez en cuando emitía un leve chistido. Gracias al silencio ella escuchaba y percibía todo lo que sucedía en el universo. En cambio unos gorriones asentados en el alambre persistían en sus disputas y en su monótona charlatanería. “Escuchar nuestro interior es poder llegar a los otros”.

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El cansancio

para seguir mi itinerario debía vencer sobre todo dos obstáculos, el cansancio y la contradicción. El cansancio había empezado a manifestar en mi cuerpo las dificultades del camino, las extenuantes subidas, el calor con soles agobiantes y luego el frío y la soledad nocturna me mortificaban. Sentí deseos de dejar mi aventura y encontrarme sentado en un confortable sillón frente a una mesa repleta de exquisitos manjares y aromáticos vinos. Pero ¿qué estaba pensando? ¿Acaso quería renunciar a la búsqueda del reino? Yo sabía que ella me significaría tenacidad, sacrificio y fortaleza. De ella me habló mi padre, “debes ser fuerte hijo; aprende a cultivar la fortaleza que te sostendrá en muchas situaciones difíciles de la vida”. Pero ¿cómo aprender a cultivarla?

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El algarrobo

De lejos lo vi… se hallaba solo a orillas de una loma, como para hacerse más pequeño. Era un enorme algarrobo, derrochaba vitalidad en medio de una tierra áspera, reseca y pedregosa. ¿Cúal era su secreto, de dónde tomaba tanta fortaleza? Mi fatiga me llevó a sentarme junto a él y contemplarlo. Casi con envidia toqué su rugoso tronco, quise conectarme con él… hablarle… preguntarle de dónde le venía tanta vitalidad. No necesitó decirme nada, me dí cuenta que era sabio porque sus raíces “se hundían profundamente en la tierra”, pero sus ramas, semejaban torcidos brazos que alzados al cielo, “ofrecían una silenciosa plegaria”. Mi actitud frente a las dificultades cambió. La vida nos muestra penas y alegrías que nos acompañan a veces en el mismo día, a veces separadas solo por instantes.

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Carlitos

Ya había decidido hacia donde quería orientarme, desde pequeño mamá me había hablado de un duendecillo picarón y travieso que tenía que ver con mi vida. Era mi guardián y con él charlaba muchas veces de pequeño. Al hablarle a Jesús incluía un diálogo precioso que decía: ángel de la guarda dulce compañía no me desampares ni de noche ni de día. Siendo mayor aprendí su nombre; este duendecillo simpático que muchas veces me hizo sentir su presencia se llama “Carlitos” y cada día me acompaña, es la sombra de mi sombra y me hace sentir protegido. Todavía pensaba en la adversidad ya que a pesar de haber contemplado el algarrobo temía la “soledad del camino”. No tenía una técnica para hacer frente a lo adverso ¿cómo saber el secreto para enfrentarlo cuando con sus distintas formas de presentarse me visitara? Sin tener a quien recurrir le pregunté a Carlitos ¿adónde me dirijo para develar esta incógnita? Él desplegó sus alas y en un imaginario viaje me llevó a contemplar la siguiente escena:

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El genio de los pesares

Un anciano sentado a la vera del camino contemplaba al “genio de los pesares”. En él se concentran todas les desventuras, y… representado en el viento, soplaba reciamente sobre un junco. La planta sumisa, inclinaba sus tallos hasta tocar el suelo; pero al cesar la borrasca “se levantaba prestamente”.

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¿Perdimos la alegría?

El camino áspero y fatigoso me producía malhumor, me di cuenta que estaba siendo descortés con los viajeros que pasaban a mi lado. ¿Qué importancia podía tener mi conducta? Quería medirla, ver cúal era la óptica de otras personas. Me encontré con un niño de cara triste sentado en el pasto a la vera del camino, su rostro reflejaba desaliento o más bien abatimiento; en sus ojos había rastros de lágrimas que habían brotado del fondo de su alma. Acaricié paternalmente su cabecita y le dije: ¿qué te pasa pequeño que estas tan triste? Él levantó su mirada y me contestó: he perdido un amigo, su nombre era “Alegría”. Gracias a Dios en mi mundo hay muchos como él, pero éste era mi amigo preferido. Le voy a contar su historia.

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El duendecillo

De mi mundo el de los niños, se escapó el duende de la risa, y entró a la ciudad de los mayores, aquellos con tristezas y con prisa. Recorrió sus barrios sin que nadie lo escuchara, predico por sus calles y sus plazas; golpeó puertas, no le abrieron y nadie le ofreció ni una migaja. Los mayores pasaban presurosos, problema de vivir todos en masa; correr tras el día de mañana, malhumorados, la vida se les pasa. Padeciendo hambre y mucha sed se acostó un el césped al frente de una casa. Y ante una total indiferencia, murió el duendecillo de la risa mansa. Qué hermosa historia, que respuesta para mi cuestionamiento en la boca de un niño.

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La fogata

Olvidé contarles que en mi viaje pasé por una región pampeana de la República Argentina. Una noche, divisé de lejos una luz, cerca de ella varios paisanos estaban reunidos en rueda frente a un fogón. Uno de ellos me saludó primero, Ave María purísima aparcero, lléguese a tomar unos mates… ¿No se le anima a la viola? —No gracias, permítame que descanse un rato, y deje que la guitarra siga la rueda. Entre chistes y dichos le tocó el turno a don Rudecindo, paisano picarón y buen payador; ¡muy decidor el hombre! Se acomodó frente al fuego, pensó un rato y comenzó a cantar una milonga campera de una moza que le dicen “la tristeza” y en su lenguaje de hombre de campo, largó al viento estas coplas:

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La tristeza

De dónde sale esta moza que le dicen la tristeza, ayer la encontré en mi pieza y al verla , le pregunté: ¿Ha entrado en punta de pie como huyendo o robando? Ahora se está acomodando para hacerme compañía opinando todo el día “ ya me está susurrando”. Yo me he enterado de usted, mala mujer siempre ha sido y no me gana el olvido, de su andar, de sus amores; muchos de ellos son cantores, don pesar, don desconsuelo. el mayor fue un abuelo que no quiere irse al mazo, siempre duerme a campo raso y a todos tira el anzuelo.

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Muchos apodos él tiene mas su nombre es agonía, don Muerte yo le pondría por su oscura vestimenta, más negro que la tormenta en su andar de gato persa y su mirada perversa a todos los perjudica; con eso ya se me explica lo “fino que usted conversa”. A su prima, la alegría la encaró con un facón y le partió el corazón de dolor… a la esperanza la corrió, mas no la alcanza a doña consolación. Le conozco la intención, no hará nido en mi casa que todo dolor se pasa “ doncella de perdición”. Todos aplaudieron la canción y debí reconocer que era una muy buena descripción de los atributos que rodean a la tristeza. Después de varias canciones se fue apagando de a poco el fogón, me tapé con mi poncho y me dormí pensando que mañana debía emprender nuevamente el viaje. La herencia

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Según como lo mires

La vida me iba mostrando en cada paso sus secretos para poder transitarla y pensé: deberé seguir caminando y aprendiendo, pero ¿cuál será la actitud a asumir? Por el sendero llegue a un río que bordeaba un pequeño pueblito; junto su ribera caminaban el contador de la cooperativa agrícola del pueblo y su hijito. Vieron un pedazo de pan que flotaba en el agua a la deriva. El padre sabio en números dijo: ¡mira que derroche hijo! El niño bajando la cabeza le contestó: ¡papá, que alegría tendrán los peces que se alimentaran hoy con él! Había escuchado dos conceptos distintos de un mismo hecho, ¿con cuál posición me hacía solidario, con la del padre o la del niño? Era una serena mañana que invitaba a descansar en el pasto verde y fresco miré el agua que se llevaba el pan dibujando turbulentas ondas en su superficie y corrían tumultuosas entre las toscas que obstaculizaban el cauce. La febril danza semejaba el interior de una olla en ebullición por sus burbujas y su espuma. Le pregunté: ¿por qué te inquietas tanto hermano río? Tu vida debe ser muy agitada. El río me contestó con su corriente cantarina y rumorosa: tú eres subjetivo y “miras las cosas solamente desde tu óptica” como equivocadamente lo estás haciendo ahora con tu vida. 74

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Si levantas un poco la vista verĂĄs que no solamente hay piedras en mi cauce sino tranquilas playas donde encuentro reposo y mi fina arena invita al viajero a descalzarse para refrescar su planta. No seas necio hermano hombre “la vida no es un momento, es la suma de ellosâ€?.

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El diálogo

Luego de permanecer un rato en soledad la duda entró en mi corazón. No debía quedarme con una determinación equivocada, debía aclararla y decidí buscar al niño para interrogarlo pues su respuesta seguro que me ayudaría a dilucidar el problema. Lo encontré jugando en las calles del pueblo y entré en diálogo con él solicitándole la respuesta que necesitaba. Se dirigió a mí con un mágico lenguaje y me dijo: una mañana cuando el sol se despertaba lentamente llenando de colores el mundo, vi ante mis asombrados ojos un camino que nunca había recorrido. Me pareció que era ancho y luminoso por eso empecé a caminar por él. Había un cartel que decía: “este es el camino de la vida y aquí aprenderás todo lo que la misma vida te enseña”. Con curiosidad entre en él, iba mirando todo lo que se hallaba a sus orillas. Lo primero que encontré fue una flor que mecida por las alas del viento exhalaba una exquisita fragancia. Era un perfume espiritual que llegaba a lo más hondo de mi inocente alma. Ante mis ojos maravillados un abanico de intensos colores, de tonos subidos y más claros, me hacían ver la simpleza y la hermosura de la flor. ¿Quién eres le preguntó el niño? —soy una flor. —¿Y qué haces? —Simplemente estoy a la vera del camino. —¿Para qué? 76

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—“Para alegrar con mi presencia a los que pasan por él”. A veces encuentro gente mustia y malhumorada que solo ve las cosas tristes de la vida. Yo trato de llamarles la atención con mi fragancia para que se detengan y miren mis colores, deben comprender que en este camino no todo es cansancio y soledad. En mis pétalos los colores expresan lo que siento. El “color celeste” es la esperanza, sin ella no puedes caminar por esta senda de la vida. La esperanza es como las frágiles alas de la mariposa que te elevan sobre las miserias del camino y cada vez que des un paso en él quedarás iluminado por su fulgor que te dará fuerzas para seguir adelante. “El blanco” es la inocencia, guárdala como un tesoro inapreciable; es algo que no se compra, no lo hallarás en ningún negocio del camino. Aunque te defrauden, te hagan daño guárdala dentro del cofre de tu corazón de niño; porque la inocencia es dulzura y no conoce el mal. Además te ayudará a ser como niño toda tu vida y no perderás tu capacidad de asombro a pesar de ir creciendo y creciendo en años. También el blanco es la paz y es algo que nunca deberás perder, porque el camino está lleno de malezas y te costará mucho volverla a encontrar. La paz es como la aurora fulgurante que disipa con la luz las tinieblas del odio y la violencia. La paz es como un batir de alas de palomas blancas, luminosas, que arrancan en el aire arpegios de música y amor. La herencia

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La paz debería ser tu vida misma; pero cuidado que encontrarás personas y cosas que querrán arrancártela y perturbarte. No dejes que te la quiten por que es la esencia misma de la convivencia y es hermana del amor. “Mis colores amarillos” son la cálida expresión de la alegría y la alegría es el color del sol que nos da su luz y su calor. Es el color del trigo maduro que nos regala el pan con que nos alimentamos cada día. Es el color de la miel elaborada por tiernas abejitas que nos endulza nuestro diario vivir. Todo eso y mucho más que no puedo expresarte querido niño, lo puedes plasmar en una simple sonrisa que regales a cada uno de tus seres queridos, de tus amigos, de cada persona que encuentres en el camino. Y así el niño, desde ese acontecimiento, con el corazón alegre y su alma llena de ilusiones y esperanzas, emprendió la gran aventura de vivir que por ser niño el mismo camino le enseñaba. Por eso me repitió: pienso y actúo de acuerdo a lo aprendido en ese camino y debido a ello emití la opinión sobre el pan de esa forma, aun delante de mi padre, que podría no haber aprobado lo que dije. Otra enseñanza en la boca de un niño quedó plasmada en mi corazón y le agradecí la respuesta.

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La paz ¿dónde está?

Me dije una tarde, no puedo seguir el diario caminar a veces tan largo y tedioso si no busco la paz; el niño me lo había resaltado en su mensaje. La paz es muy difícil de definir, pero “más aún encontrarla”. El viejo camino ya casi borrado tenía en una de sus curvas una gran higuera; un hombre sentado a su pie parecía meditar, pero rompió su silencio y me habló de esta manera: “he andado por mucho tiempo en febril búsqueda para encontrar la paz”. ¡Oh! casualidad le contesté, estamos en la misma tarea. Él con una sonrisa traviesa hizo una pequeña pausa y me contó la siguiente historia: primero llegué a las altas cumbres y cuando contemplaba extasiado la grandiosidad del lugar vino la borrasca que con viento y granizo me azotó con una fuerza inusitada. Turbado bajé al valle y luego de una marcha fatigosa me senté a la sombra de un viejo nogal, traté de ponerme en actitud de meditación para calmar mi espíritu. Unos jóvenes de la aldea próxima llegaron hasta donde yo me hallaba y con sus juegos bruscos y palabras soeces interrumpieron la posibilidad de ponerme en calma. Decidí irme a mi casa, a la soledad de mi habitación, pero tampoco pude hacerlo por que los hijos de mi hermano menor discutiendo por nimiedades, se agredían verbalmente. Malhumorado retomé el camino sin saber adonde ir; frente a mi surgió una bandada de verdes cotorras que tomando vuelo La herencia

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volvió a asentarse en esta misma higuera y con vocingleros gritos se disputaban los frutos en una pelea que parecía no tener fin, era todo desasosiego y vana charlatanerías de estas pequeñas aves. En el árbol vecino inmutable a tanto alboroto una paloma dejaba oír su dulce canto sin que le afectara lo que sucedía a su alrededor. El hombre me dijo: miré la paloma y golpeándome levemente la frente pensé “por fin encontré la respuesta que buscaba”.

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¿A quién condenamos?

Frente a mí se erguía la montaña, parecía desafiar a quien quisiera subirla. Un pensamiento surgió entre mis cavilaciones; si alguien vive en ella debe ser muy sabio y tener un gran discernimiento. Ascenderé sus laderas para tratar de encontrar alguna vivienda y conversar con sus moradores sobre la vida misma. A la puerta de una casa de piedra un viejo colla contemplaba aquel paisaje milenario. El sol con su andar de siglos se ocultaba tras la cresta de la montaña. La tarde se moría lentamente y montones de puntitos luminosos anunciaban el comienzo de la noche. Al encontrarnos, el anciano me invitó a ingresar a su morada; entró con paso calmo y nos sentamos al lado de una rústica mesa. Sobre ella había un pan amasado con sus manos y puso dos tazones de arcilla cocida que contenían una sopa humeante y espesa. Dio gracias a la madre tierra por los frutos que nos daba y consumimos deleitándonos el alimento. Me contó que todo el valle y la montaña le hablaban de una presencia creadora y misteriosa que con mucho amor había ordenado todas las cosas y en su corazón veneraba y se postraba agradecido ante el creador del universo. Viendo que crecía el frío de la noche ya que un fuerte viento se desató, me invitó a descansar en un catre de tientos cubierto con pieles de oveja. La herencia

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A la luz mortecina de una vela charlamos de cosas triviales de su existencia. Recordaba la visita de unos forasteros que le trajeron inquietud y confusión con sus palabras. le hablaron de lo que tenía que hacer para no condenarse y que sus pecados le fueran perdonados. Que su Dios era falso y el que ellos le mostraban era el verdadero. Si no se convertía podía ser castigado a vivir eternamente en un lugar llamado infierno lleno de fuego, sin paz ni sosiego. No sé leer manifestó, pero lo mismo le dieron un librito con ilustraciones, fotos y una escritura que no entendía. lo sostenía en su mano temblorosa y me lo mostró mirándome. Depositó el librillo al suelo: todo ésto le pareció muy complicado. Qué difícil es creerle a alguien que no conozco y pide tantas cosas a un pobre como yo. Y con una paz tan inmutable como el lugar en que vivía, se durmió esperando que el sol le regalara un nuevo día. “Bienaventurados los que tienen el corazón limpio por que ellos verán a dios”.

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Hoy sigo caminando en búsqueda

Van pasando los años y sigo caminando en búsqueda, la

sed de infinitud que siento en mi alma solo se calma con lo infinito, lo eterno. Machado dijo: “se hace camino al andar” y alguna razón tuvo. Te dejo mojones de mi ruta para que medites espero te sirvan, en realidad no hay alguien más ciego que el que no quiere ver y solo de ti depende el querer ver lo que le misma vida te enseña. Me voy, todo el camino es tuyo. Un abrazo y que descubras el Reino.

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Parte dos



Quise incorporar en este libro unas parábolas y oraciones escritas por mí. Las dejo como suplemento para ayudarte a meditar sobre estos puntos: los dones que recibiste. ser peregrino. la distancia del camino. al corazón. ver tu rostro las cinco reglas de oro

Los dones que recibiste para recorrer el camino no son para tu ursufructo personal, para que los guardes. Te han sido dados como una hipoteca social para ser derramados con humildad entre tus hermanos. Acuérdate de la parábola de los talentos y ten presente que el dueño de los campos te pedira cuentas de lo que te dio y “no hiciste fructificar”.

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No los guardes

Me sentía eufórico, en el camino iba adquiriendo dones y virtudes que me enseñaban a caminar. Pensé: estoy empezando a comprender muchos conocimientos que me cuestan fatiga y dolor. Mis pies, a veces quedan llagados por lo escabroso del camino ¿no tendré que guardar esas virtudes y conocimientos como un tesoro y esconderlos dentro de mí? La duda asoló mi corazón y quedé esperando encontrar una respuesta que sin saberlo muy pronto llegaría. Era casi medio día y el sol abrazaba con sus ardientes rayos el camino. Para reponer mis disminuídas fuerzas me detuve en una humilde construcción de paja y adobe; no se veían sus moradores. A la sombra de un frondoso sauce había una pequeña mesa y sobre ella un cántaro. la vasija lucía presuntuosa su armoniosa figura de barro cocido, “fue formada por un hábil artesano”. En sus entrañas guardaba un líquido fresco y cristalino. A pesar de darse cuenta de mi cansancio no me invitó a que me acercara. En el silencio del mediodía escuché que el alfarero le susurró el siguiente mensaje: tú contienes en ese frágil cuerpo el agua, para eso fuiste creada; pero, no la escondas, “porque es ella la que calma la sed a quien lo necesite”. Yo te di ese don tan preciado. La herencia

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El peregrino

Lo primero que encontrarás en este itinerario de

meditaciones es un peregrino imaginario que viene hacia ti. “Míralo” lleva unas toscas sandalias para no ser lastimado por las piedras del camino, un turbante para defenderse del sol, una vieja túnica para hacer frente a las inclemencias del tiempo y un recio bastón para apoyarse. No quiere llevar pertenencias superfluas, ni apropiarse de nada por que significa agregar un gran peso que le dificultaría su camino. Lo interpelas: ¿adónde vas? —No sé donde voy ni de donde vengo porque “soy un peregrino”. —¿Y qué es ser peregrino? —Sser peregrino significa hacer camino, en este caso el camino de la vida. —¡oh!... es lo mismo que quisiera hacer. Un amigo poeta me dijo: si te animas emprende el camino para encontrar “el Reino”, no debieras permanecer cómodamente instalado por que así no podrás crecer espiritualmente. Hoy pareciera que he tomado la decisión de caminar, cuéntame de tu andar querido peregrino. El peregrino te contestará: te dejo unas rimas para que vayas meditando y saques tus propias conclusiones. 90

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La distancia de camino

A qué le llamo distancia

¿Cómo medir el camino? si al andar de peregrino recorro en larga jornada alguna ruta gastada que fatiga cada día. Parece lenta agonía, ¿qué destino habré fijado a ese paso apresurado qué logro en dura porfía?

¿Es la vida que me obliga tan sólo por existir? tal vez muera sin morir en tan difícil camino; debo poner mucho tino, marcha serena… pausada, despertar de madrugada mi espíritu agradecido tan solo el haber dormido da fuerzas a mi jornada.

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Ante mí está la senda, piedras… pozos… espinas, caminante que caminas aligera tu equipaje, deja solo para el viaje lo que tengas que llevar. no quieras acaparar metales con brillo de oro, otro será tu tesoro muy difícil de encontrar.

Primero debes pensar que nunca solo caminas otras almas peregrinas cerca de ti van andando y si no miras... mirando nunca los vas a encontrar. enséñales en tu andar que no todo son clamores, que deben parir amores aprendiendo a perdonar.

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Que si patean las piedras solo podrán maldecir y cada vez al partir verás tan solo dolores dejando pasar las flores que adornan en el camino, o el pájaro con su trino que canta de rama en rama, alegrando por que el ama y comprendió su destino.

Si encuentras que junto a ti vaga algún desamparado, herido, cojo, golpeado, va con hambre; no camina, si lo ha llagado una espina y apenas mueve su píe no lo dejes pasar, ve aunque te hayes descansando distancias irás caminando peregrino de la fe.

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Diálogo

Todo esto que te expliqué del camino de la distancia, lo estuve meditando por bastante tiempo, pero el único que me acompañó valientemente en mi andar de peregrino ha sido mi corazón. Mi diálogo con él fue muy fraterno. me encontré con un corazón abierto en el que pude ver… alegrías… tristezas… grandes golpes y machucones producidos por los obstáculos del camino. Te lo cuento aquí para que puedas hablar de esta forma algunas vez con el tuyo.

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Al corazĂłn

Que me dices corazĂłn al escuchar lo que pido, en mi lenguaje no mido tus fuerzas, sino el coraje que has demostrado en el viaje por las sendas de la vida. Has amado sin medida y siempre fuiste sincero, por eso al hablarte quiero no dar palabra perdida.

Debieras sentirte hoy en tu latir, todo nuevo, por dentro lleno de fuego que queme las amarguras, quedar con las cosas puras echar el resentimiento y darle lugar al viento que lleva hoy la esperanza; hacer crecer la confianza, tu rezo‌ es el instrumento.

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Los hombres fallan mil veces mas no debes olvidar, hay que saber perdonar aunque las lágrimas duelan; tal vez aquellos que vuelan con el batir de sus alas alejan corrientes malas, van buscando las alturas, soplan corrientes más puras si sonrisa tu regalas. Al lastre del egoísmo se suma la vanidad, allá en tu otra mitad el mordisco del instinto quiere que actúes distinto, mas dando… sé generoso, valiente, no temeroso. Llevar la paz es lo mismo que taponar el abismo y el odio del rencoroso.

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Quisiera seas amable aunque estés muy agobiado, descansarás en el prado que tienen los corazones. al dar y pedir perdones obrarás como jesús al ser clavado en la cruz, le dijo al padre no saben que mientras más ellos claven “más grande será la luz”.

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Ver

En este peregrinar siempre concurrí al templo. “Jesús vivo”

me esperaba en la eucaristía pero yo tenia una obsesión “ver su rostro. Medité, trate de ser contemplativo, mas no podía ver el rostro de su humanidad. Me acordé de las cartas del apóstol santiago “no hay fe sin obras” y… en ellas estaba la respuesta.

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Tu rostro Jesús

Siempre quise preguntarme

cuando miraba la cruz, si en un rayito de luz me dieras a contemplar de tu belleza sin par ese rostro tan deseado, para quedar extasiado ¿cómo me lo has de mostrar? podré sonreír… llorar al verte señor amado.

Y caminé por la vida sin perder las ocasiones, quise verte en mil reuniones, recé en un templo… vacío; meditaba junto al río, te buscaba en el ocaso, y en mi alma por cada paso tu respuesta yo imploraba, mas por verte “no miraba” donde indicaba tu brazo.

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De pronto… lo comprendí al contemplar un anciano, el que tendida su mano por ayuda me clamaba. ¿en que lugar te buscaba? te vi en un hombre al morir, en mil rostros al sufrir, en el qué vaga perdido, en el pájaro sin nido, en una madre al parir.

En el rostro del profeta, en la faz de un consagrado, en el que vive a mi lado, en este que miro… y pasa. en el que habita esa casa, en el que no tiene nada; su figura descarnada aparece en mil rincones ¡ay Cristo!... tu rostro expones, nosotros… “no vemos nada”.

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Carlos Manuel Villasuso


La herencia

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Aquí quedan mis últimos consejos

Las cinco reglas de oro Ya he doblado los sesenta y me voy poniendo viejo, por eso quiero dejarles a mis hijos un consejo. Les abro de mi alma un baúl y está teniendo un tesoro que lleva adentro grabadas como cinco reglas de oro. La primera, es reconocer que existe un “ser superior”, les basta mirarlo al campo para entenderlo mejor. Él ha pintado estrellas en el poncho de la noche, con miles de lucecitas no puedo hacerle un reproche. Y si perdiera mi rumbo seguro ¡las voy a mirar! la Cruz y las tres Marías me dicen donde viajar. 102

Carlos Manuel Villasuso


Él hizo la luz del día borrando la oscuridad, y ha dejado las tinieblas partidas por la mitad. Después creó los animales y a todos dejó contentos, pues nunca les ha faltado para vivir, el sustento. También el los ha vestido y nada les ha costado. el cuero, pelos, y plumas gratis les ha pegado. Miren las aves del campo que cantan agradecidas, dan lo mejor de sus trinos por regalarles la vida. Siempre busquen a lo bueno no lloren como el crespín, que se pasa la existencia en un lamento sin fin.

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Respétenlo al padre Dios que la vida les ha dado nunca agarren a los tumbos como paisano mamado. La segunda es “el amor” que ustedes están debiendo, por él han “sido engendrados” lo deben estar sabiendo. Para poder devolverlo como a billetes prestados, les cobro con intereses y lo tiran a puñados. Entre hermanos quiéranse del mismo vientre salidos, llevan sangre de su madre cuando han sido concebidos. Otro amor muy importante, el que deben a su esposa nunca vayan a creer en vidas color de rosa.

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Con su madre hemos andado el yugo siempre tirando, tratándonos con respeto y nunca al otro engañando. Siempre supo acompañarme dolores… mate y galleta, no la van a cuestionar hagan a un lado la jeta . Por último deben saber que se ama a toda la gente lo mismo pobres que ricos entenados o parientes. Se pasa toda la vida en el arte de aprender, les voy dando otro consejo no lo vayan a perder. Dentro de las reglas de oro “la avaricia” va tercera, no dejen que los encierre que el alma se hace tapera .

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En vida son cosas buenas, tierra, bienes y ganado, pero no sirven si al hombre la avaricia lo ha agarrado. Para tener… va pisando y vale todo argumento, ya no tiene más moral y esa fiebre, va en aumento. Puede hacerse usurero, estafar, o ser ladrón, y no le importa quien caiga si es cura, estanciero, o peón. Se hace más pobre que el pobre y es pobre el hombre nomás por más que lo esté pintando, la plata que tiene atrás. Hijos… siempre hagan el bien aunque cueste ser “el bueno”, por que si el diablo los tienta le podrán poner un freno.

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cuarta regla es “el perdón” y aunque a veces no he podido, aprendan a practicarlo ¡por favor!... hoy se los pido. Si se vive con enojo, con rencor a otra persona, se los digo ahora mismo le va ir como la mona. Si andan juntando las piedras el corazón van a llenar, seguro que cosas buenas después no les van a entrar. Es como poner muerto un gato en un cajón, se llena de olor a podrido y les abicha el corazón. El otro ni se ha enterado que usted anda rabiando, como escuerzo de cuneta cada vez más se va hinchando.

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Mas usted vaya sabiendo ante muchos equívocos, que vienen en boca de muchos y más en la de los locos. No entren en este linaje y díganle al corazón, que haga un trato con la boca para que escuche razón. Prefiero busquen la paz con el corazón vacío si el suyo no puede más yo puedo prestarles el mío. Dispónganse en ocasión de dar y pedir perdones, que ya tiene la existencia otra varias aflicciones. De lágrimas no se salva, ni Papa, Rey, o estanciero ya los van a hacer llorar cebollas al cocinero.

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Carlos Manuel Villasuso


También les digo mis hijos perdones no son olvidos, no entren en remolinos que pueden quedar vencidos. Y en esto de los consejos, el quinto les voy a dar, a la flor de “la humildad” la debieran cultivar. Ustedes miren al cardo cuando se haya lleno de flores, en medio de ropa humilde saca tan lindos colores. Tampoco quieran ser luna que brilla con luz ajena ella alumbra de prestado aunque sea la luna llena Más vale… sea igual que la vela y su luz vaya entregando aunque su vida consuma alumbrando y alumbrando.

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Se me acaba el repertorio y les paso el instrumento, háganle frente a la vida les he dicho lo que siento. Hijos quiero que guarden de herencia “las reglas de oro”, ya que hoy les estoy dando el total de mi tesoro.

Papá

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Carlos Manuel Villasuso


Epílogo Queridos hijos: Cuando me llegue la hora de dejar estas páginas, quédense con “mi herencia”, con los hermosos momentos que hemos vivido juntos. He tratado de ser un buen padre, con defectos y virtudes, a veces duro, pero siempre buscando ser recto sin concesiones. Quise brindarles una visión de la vida que se resume así: “lo blanco es blanco, lo negro es negro”. El gris en esto no existe. “Un solo camino hay”, la verdad y el amor, y ese camino es derecho y no tortuoso. El mejor regalo que me pueden hacer después que me haya ido al mundo del espíritu, es vivir en armonía y paz con sus familias y entre hermanos. Estoy en el otoño de mi vida ojala Dios me regale muchos años más para poder disfrutarlos con ustedes. En caso de no ser así no me quieran retener, por que así como es natural la vida del hombre y hay que respetarla; también es natural la muerte. Les dejo un pensamiento para que mediten antes de querer retener algo o alguien, piensen que eso les evitará mucho dolor. Lo que retenemos, se enquista como una garrapata en nuestro corazón y es muy difícil de desprender. Hoy el viento se cruzó en mi camino, acarició mi rostro y le pedí que se quedara, pero él me contestó: No me pidas que no sea lo que soy,“simplemente soy el viento”. La herencia

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ORDEN DEL LIBRO



LA HERENCIA

Palabras del autor ..................................................................... 13 A modo de prólogo, por Susana Zazzetti .................................... 15 Mi pensamiento ........................................................................ 17 PARTE UNO ................................................................ 21 La herencia .............................................................................. 23 ¿Sabés cómo te veo hoy ............................................................. 24 ¿Que me quedó de ustedes? ....................................................... 25 El amor de las cosas simples ...................................................... 26 Mamá ¿cuál fue tu roca? ........................................................... 29 El nacimiento del verbo ............................................................ 30 Descripción del Reino ............................................................... 33 Testimonio .............................................................................. 35 El llamado ............................................................................... 38 el cambio fue llegando de a poco ................................................ 44 Buscando a Dios ....................................................................... 46 El vagabundo ........................................................................... 48 El muñeco de madera ............................................................... 49 El desconforme ........................................................................ 52 Cómo descubrí la vanidad ......................................................... 53 El pavo real .............................................................................. 54 ¿A quién imitar? ...................................................................... 56 El ciego .................................................................................... 57 El hermano río ......................................................................... 59


Crecen virtudes y defectos ........................................................ 60 El darse .................................................................................... 62 El silencio ................................................................................. 63 El cansancio ............................................................................. 64 El algarrobo ............................................................................. 66 Carlitos .................................................................................... 67 El genio de los pesares .............................................................. 68 ¿Perdimos la alegría? ............................................................... 69 El duendecillo ........................................................................... 70 La fogata .................................................................................. 71 La tristeza ................................................................................ 73 Según como lo mires ................................................................. 74 El diálogo ................................................................................. 76 La paz, ¿dónde está? ................................................................ 79 ¿A quién condenamos? ............................................................. 81 Hoy sigo caminando en búsqueda ............................................. 83 PARTE DOS ................................................................. 85 No lo guardes ............................................................................ 89 El peregrino ............................................................................. 90 La distancia de camino ............................................................. 91 Diálogo .................................................................................... 94 Al corazón ................................................................................ 95 Ver ........................................................................................... 98 Tu rostro Jesús ......................................................................... 99 Las cinco reglas de oro .............................................................. 103 Epílogo .................................................................................... 111


Este libro se terminó de imprimir en el mes de julio de 2011, por orden de EL MENSÚ ediciones en Booverse, Av. Belgrano 748, Buenos Aires, República Argentina.



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