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Los médicos grecolatinos y el arte de curar

La medicina fue una de las ciencias más desarrolladas en el mundo clásico. De no haber sido por la prohibición del saber clásico en los inicios de la Edad Media, no se habría interrumpido la tradición sapiencial que era transmitida de Médico a discípulo y tampoco se habría dado el divorcio entre el cuerpo y la psyche que se observa hoy en día en la medicina tradicional. Los médicos de la antigüedad llegaron a un conocimiento muy desarrollado en cuestiones de higiene, especialización médica, instrumental y farmacopea, pero sobre todo, eran muy conscientes de que el cuerpo y el alma estaban íntimamente ligados y que no podían ser desligados el uno del otro en términos de salud y armonía general. En la antigua ciudad de Roma, desde el año 291, un templo dedicado al patrón de los médicos grecolatinos llamado Esculapio, irradiaba su benefactora influencia sobre el pueblo romano. Su santuario se encontraba en la isla-hospital «Isola Tiberiana». Era un lugar único con una geografía insular en forma de barco. En uno de los muros de las ruinas aún se puede visualizar un relieve del dios con su atributo característico: la serpiente enroscada en un bastón. Una boca de manantial consagrada al dios se hallaba en medio de los escalones que llevan al presbiterio. Esculapio es considerado el padre de la estirpe de los médicos y su arte se dividía en dos elementos fundamentales: la sanación mediante la incubatio, es decir, a través del sueño, en la que jugaba un papel importante el agua de los manantiales consagrados a los templos del dios. El enfermo era invitado a beber o lavarse con agua de ese manantial sagrado para poder recibir la curación del dios a través de los sueños en los que este inspiraba al paciente el tratamiento que debería seguir para recuperar la salud.

Por otra parte, el arte o el saber de la medicina, la techné, transmitida por generaciones, desde Apolo a su hijo Esculapio, y a partir de entonces, de padre a hijo biológico o hijo adoptivo, que es en lo que se convertía el discípulo del Médico.

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Una de las inscripciones de lo que queda del templo reza (AESCV) LAPIO VEDIOVI IN INSVLA. Vediovis es el Júpiter del inframundo, una forma de Plutón, que en la tradición romana antigua representa a Apolo, que envía la enfermedad y también la curación (la imagen del dios fue llevada desde su santuario en Epidauro hasta Roma durante un brote de peste que asolaba la ciudad). Así, nos encontramos con elementos propios de la medicina: el mismo elemento que provoca la enfermedad también posee el poder de curarla. La misma serpiente de Asclepios representa esta característica presente en la farmacopea en diferentes ámbitos: de su propio veneno es extraído el antídoto para contrarrestarlo. En el antiguo Egipto, la diosa de la medicina Selkit es una divinidad cuyo atributo es el escorpión. El mismo veneno de escorpión que pica y asfixia es utilizado a su vez como antídoto en

1. Del griego archiatrós que significa proto-médico , médico original, de origen. El término alemán paramédico, Arzt, proviene de esta palabra (Sshwarz 2013:23)

cantidades diluidas. Es el mismo principio que siguen las vacunas con las que son inyectados virus en pequeñas cantidades para estimular el sistema inmunológico que lucha contra ellos.

La higiene era un aspecto fundamental para evitar la enfermedad y mantener la salud. Esto era algo que los griegos y romanos tenían muy claro. La hija de Asclpeios, Higeia, está asociada a la divinidad Salus, siempre en relación con el agua como elemento purificador por excelencia. Así, los romanos incorporaron en su panteón al patrón protector de la medicina, Aesculapius, y heredaron de los griegos el arte y la técnica de la medicina, la ampliaron y mejoraron.

Las termas romanas tenían un papel fundamental dentro del contexto higiénico y lúdico. Se sabe que bajo el imperio de Adriano (117- 138 d.C.) el horario de apertura al público de las termas era la octava hora del día; mientras que antes, estaban reservadas a los enfermos a cuyo cuidado estaban los médicos.

En el mundo romano, la medicina estaba dividida en tres aspectos básicos: la nutrición, la farmacopea y los tratamientos (cirugía, terapias con agua, etc.). Existían «especialistas» que se dedicaban a la ginecología, a las enfermedades de los ojos, dentistas, etc. En el juramento Hipocrático se halla un párrafo que hace alusión a los especialistas «No tallaré cálculos, sino que dejaré esto a los cirujanos especialistas».

Un amplio espectro de instrumental quirúrgico permite vislumbrar el nivel técnico al que llegaron estos médicos. Un ejemplo lo encontramos en las termas de la colonia Ulpia Traiana, donde fue encontrado instrumental para realizar operaciones.

En época imperial, los médicos de origen griego tenían una gran aceptación en Roma, siendo Galeno de Pérgamo uno de los terapeutas más representativos. Nació en el año 129, hijo de un matemático y arquitecto. Sus observaciones médicas se centraron en las relaciones entre alma y cuerpo, dos entes inseparables, explicando que si la psique no se encuentra sana tampoco lo estará el cuerpo. Desarrolló el conocimiento de la anatomía interna para la realización de operaciones quirúrgicas y llegó a convertirse en médico del emperador Marco Aurelio. ¿Pero qué hay del populus romano? Si los emperadores tenían médicos personales (archiater¹ palatinus), también el pueblo recibía cuidados de médicos (archiater popularis). Existía una especie de sanidad pública que ponía a disposición del pueblo a médicos y especialistas de la salud. Estos médicos eran remunerados por el Estado y realizaban las consultas bien desde algunas tabernae o en sus «consultorios» privados. También las visitas domésticas estaban a la orden del día. Había médicos masculinos y femeninos. También se documentan tratamientos médicos en las termas romanas. Sabemos también que en algunas de las piscinas higiénicas eran añadidos distintos elementos para reforzar el efecto curativo del agua: sales, hierbas medicinales y aceites (Heinz 1993: 40). Los aceites y ungüentos formaban parte del ritual del baño tanto en las termas higiénicas como en las salutíferas. Esta tradición es heredada de Grecia que a su vez la recoge del antiguo Egipto (Heinz 1993: 21).

El ejército romano también recibía los cuidados de médicos especializados en toda clase de enfermedades, así como en nutrición y, sobre todo, en heridas de combate. Se sabe de la existencia de hospitales anexos a campamentos romanos, como el suizo de Vindonissa, capaz de albergar a unos tres cientos pacientes. Los campamentos romanos, valetudinaria, estaban equipados con las instalaciones higiénicas a imagen y semejanza de las ciudades: cocinas, baños, letrinas; conscientes de la importancia de la higiene cuando tantas personas conviven agrupadas.

En el contexto del mundo militar se conoce la estrecha relación que había con las aguas salutíferas. Numerosos campamentos romanos se encontraban geográficamente cerca de surgencias de aguas mineromedicinales. Al igual que un ciudadano romano, los soldados acudían a tomarse baños salutíferos para mejorar su salud o curarse de enfermedades y heridas. Es significativo el culto a la Fortuna Balnearis, extendido entre el ejército romano. La diosa Fortuna representaba la abundancia y prosperidad en un amplio espectro de significados, por lo que hace alusión a la salud al igual que al éxito bélico.

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