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Editorial
Progresivamente estamos viendo cómo se abren los márgenes donde expandir el tiempo libre, donde reunirnos con las familias y amigos y hacer las actividades más básicas de vida diaria. Estamos por ello contentos de volver a recuperar el esparcimiento y la vida social. Apreciamos más la salud, poder salir a pasear, respirar, tomar un helado… Es decir, las pequeñas cosas están siendo más valoradas que antes, cuando todo lo dábamos por hecho.
Pero no hace falta esperar a que llegue otra pandemia para hablar de lo que ya no podemos hacer, de la falta de libertad... Tenemos la oportunidad de comenzar ahora a valorar todo lo que tenemos y ser agradecidos a la vida que nos dio tantas cosas. Y con estas palabras viene a mi mente aquella preciosa canción «Gracias a la vida» que cantaba con su voz potente y maravillosa Mercedes Sosa y que menciona de forma poética esos dones, que por darlos por hecho, no solemos reparar en ellos. Es un canto a la vida en todo su esplendor desde lo más simple por todo lo que nos ha dado y todo lo que ello nos permite realizar. Un ejemplo es: Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me dio dos luceros que cuando los abro, perfecto distingo lo negro del blanco, y en el alto cielo su fondo estrellado, y en las multitudes al hombre que yo amo. Esto es solo un ejemplo de cómo creo que debemos mirar la vida. Y si no tenemos el don de la poesía, no importa; lo que sí nos toca es hacernos conscientes de las maravillas que nos ha puesto la vida en nuestras manos para hacer con ellas lo que más nos guste, lo que más nos haga felices a nosotros y a los demás. Por eso hay tanta variedad de dones esparcidos por las personas. Aquellos que más han sido trabajados y diseñados con su amor, son los que ahora los hace únicos entre los hombres y mujeres. Y, entre todos, formamos un universo de inmensas posibilidades en el que todo el futuro está en potencia, solo hace falta hacerlo realidad.