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TREN A BANFIELD JUAN PABLO goñi capurro

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CARMEN TOMAS

CARMEN TOMAS

TREN A BANFIELD

Juan Pablo Goñi Capurro

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Sé que mirás bajo mi pollera. Sí, sé que no se me corrió una media. No porque sean de anuncios de TV; las controlé antes de subir. Te gusto, te gusta lo que dejan ver mis piernas cruzadas, te conozco, te adivino. Todos tienen la misma reacción cuando me ven, no necesito mirarte. Este aire de descuido me sienta tan

bien... Y lo acompaña al punto la carpeta tipo facultad. Al mirar el techo estiro bien la remera para que puedas ver las tetas que tengo. Sí, ya que las tengo que llevar colgando todo el día miralas bien, no te quedes solo con mis piernas; no estoy incómoda, ¿qué pensás?, ¿qué me estás desnudando? En la próxima curva aprovecho y la levanto un poco más, así, mirá imbécil. Las primeras minifaldas sí me hacían sentir desnuda, las medias me envolvían y me hacían tener más frío. Pero ya fue, nene, mirá tranquilo, fijalas para poder gozar esta noche con la gorda grasienta de tu mujer, Y sí, te estoy mirando; pero no vas a cruzarte y hablarme, no. Te basta con buen material para los ratones. En cambio ese otro ya está viejo hasta para mirar; y aquel disimula, ¿qué se creen?, ¿qué me van a levantar en un tren? Sí, me ato el cordoncito para que veas mejor, tonto, todas tuyas, vení, tocalas. Mis piernas, no las tuyas, salame. ¿Te creés que me excitás porque te tocás los huevos? Imbécil total. ¡Ay, tantas piernas para tan poco! Las cruzo al otro lado; la cosa promete, ya miran varios más. Controlá esa sonrisa de

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satisfacción, tonta; indiferencia. Así. La vista fija en la carpeta, además de linda soy interesante. Si me escucharan hablar.

¿A ver qué hay en la ventanilla? Fondo de casas, de negocios; el vidrio te vende, señor de traje gris. ¿Con que mirando a escondidas? No te sonrío adrede, me da gracia, me gusta. No estás mal, ¿sabés?, para nada. Pero no vas a desnudarme. Con las cosas que debo hacer en qué estoy pensando. Está bien Marcela, estás incómoda, no lo niegues; ya bajaste las piernas y la pollera. Es justa, igual vale, me marca al milímetro los muslos. A algunos les gusta que nos pasemos los dedos por el pelo —¿para qué otra cosa lo llevaríamos largo si no?—. Así, como peinándonos, ¿a vos? ¡Ganso! No te des vuelta cuando te miro. ¿A qué jugás? Mirá que te muestro... ¡uy! Banfield. Epa... ¿vos también bajás? Gracias.

Menos mal que lo dejaste en “de nada”, te hubiera mandado a la mierda. Baboso.

Lástima no andar de tacos. Pero mirame, igual muevo el culito ¡y qué culo! Igual que en la TV, me lo juró el espejo. Aunque si seguís atrás no me ves las tetas y los ojos grises que Dios me dio. ¿Me estás siguiendo? Sí, me di vuelta para verte ¿para qué si no? Pero... ¿qué hacés? ¡Doblás a la izquierda, tarado! Vos te lo perdés. Uf. Diecisiete cuadras en línea recta. Nunca voy a poder llevar tacos. A ver atrás... Uno, dos, el del traje. Pero los voy perdiendo. ¡Qué bueno sería vivir en una de estas casas! Ahora a bajarme la pollera al máximo y ponerme el sacón, siempre obligada a hacer buena letra con la vieja. Y el estúpido de Transportes otra vez no me invitó. ¿Qué espera?, ¿tanto vale ese anillo en la mano izquierda? Concentrate, a ver, culo para acá, tetas para esta lado, ¡qué buena que estoy! Vale la pena levantarse a las seis para hacer gimnasia. Empieza la oscuridad, apretar la carpeta, cabeza baja, cubrirse, acá no vale la pena mostrar nada. A ver, sí, me queda un fasito. ¡Qué idiota! Me olvidé de fumarlo en el andén, siempre quedan bien los labios jugosos chupando el cigarrillo. Ay, mi hombre, ¿dónde estarás? Me vestí para vos pero no apareciste.

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Puerta de mierda, cómo me complica. Y el ruido que... ¡Ey! ¿Cuándo te vas a bañar? Esa camiseta apesta. Me fue bien, como siempre. Ya tenés que meterme la mano, ¿no ves que me da asco? ¡Qué me va a gustar! ¿Ahora? Puede venir mamá, se supone que a ella la tenés que tocar. Sacá. Sentate a ver el partido. Cuidado con las medias, ¿sabés lo que valen? ¡La pollera, bruto! Tenés las manos grasientas. No, no

me pegues. Ay, me hacés doler. Sí, me gusta, no, me encanta, ¡ay! dame más, dámela toda —que asco, por Dios, si se pusiera forros—. ¿Por qué siempre tiene que ser en mi pieza?; después, a cagarme de frío con la ventana abierta hasta que se vaya el olor. ¿Tenés miedo que mamá te cele? ¡Basta, pegale a ella! Cuidado, son tetas no plástico; bestia, salí, no, no soy linda, no, no, no soy tu putita, no...

Juan Pablo Goñi Capurro Argentina

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