2
marzo de 2019 EL NORTE DE CASTILLA
Cuatro décadas de municipalismo en Castilla y León
SEÑA DE IDENTIDAD
Juan Vicente Herrera Presidente de la Junta de Castilla y León
C
uando acabamos de celebrar el 40 Aniversario de la Constitución española, es bueno recordar que uno de sus numerosos logros fue dar el protagonismo que merece a nuestro mundo local. Garantizarle un espacio de autonomía propio. Y configurarlo como el ámbito en que los ciudadanos participan en los asuntos públicos de manera más directa, inmediata y cercana. Poco después de la entrada en vigor de la Constitución, ese protagonismo se expresó en las primeras elecciones locales democráticas tras una larguísima dictadura. Aquel 3 de abril de 1979 fue un hito destacado en nuestra Transición a la democracia. Supuso el arranque de cuatro décadas ininterrumpidas de gobiernos locales constitucionales, lo que representa una experiencia inédita en cualquier otro período anterior de nuestra Historia. Desde entonces miles de alcaldes y concejales, con entrega y dedicación, han trabajado con denuedo para mejorar el bienestar de sus conciudadanos. Para corregir carencias seculares de nuestros pueblos y ciudades en servicios básicos e infraestructuras. Para generar equipamientos sociales, culturales y deportivos y contribuir a dinamizar la economía y el empleo. Lo que ha llevado a que los gobiernos locales sean uno de los ámbitos del poder público mejor valorados por los ciudadanos. Así sucede en Castilla y León, donde el mundo local es una de nuestras
principales señas de identidad. La propia historia y forma de poblamiento de la Comunidad nos ha llevado a contar con 9 diputaciones provinciales, más de 2.200 municipios, otras tantas entidades locales menores y más de 6.000 núcleos diferenciados de población. Las sucesivas reformas del Estatuto de Autonomía han reforzado, por eso, el papel del mundo local. Se han producido avances en su financiación (participación en los tributos de la Junta, aumento de los recursos para cooperación local…, quedando pendiente una nueva Ley nacional de Haciendas Locales, en paralelo a la reforma de la financiación autonómica). Se ha intensificado la colaboración de Ayuntamientos y Diputaciones en el Plan de Empleo Local y en la propia práctica del Diálogo Social. Se ha avanzado en un nuevo modelo de ordenación del territorio del que resta su cierre definitivo en el mundo rural, en los pequeños municipios. Y se han establecido eficaces órganos de colaboración, reforzados en los últimos meses con la Ley de la Conferencia de titulares de Alcaldías y Presidencias de Diputación. El 40 aniversario de las primeras elecciones locales democráticas es un momento perfecto para homenajear a todos los representantes de los ciudadanos que han venido realizando, desde lo local, transformaciones sociales, políticas y económicas de enorme importancia. Y para seguir reivindicando el papel trascendental de lo local en Castilla y León, en España y Europa.
Presidencia de la Junta de Castilla y León. :: GABRIEL VILLAMIL
UNA DEMOCRACIA FUERTE NO ES POSIBLE SIN AYUNTAMIENTOS FUERTES Meritxell Batet Ministra de Política Territorial y Función Pública
E
l próximo 3 de abril se cumplen cuarenta años de las primeras elecciones municipales después de la recuperación de la democracia en España. Con la constitución de los ayuntamientos se trasladaba la nueva democracia al día a día ciudadano, se abrían las puertas de los consistorios a las demandas de vecinos y vecinas, unas demandas que llevaban años esperando la oportunidad de ser atendidas. Desde el primer momento los ayuntamientos se constituyeron como una pieza fundamental del despliegue de la nueva Constitución, aprobada en referéndum solo cuatro meses antes, que se entendía como una norma viva que tenía en los ciudadanos y su bienestar su razón de ser. En estos cuarenta años los ayuntamientos han sido el parapeto de los españoles frente a la desigualdad, han sido los garantes de los derechos y libertades proclamados en la Constitución, puesto que han estado en primera línea, dando respuesta inmediata y casi personalizada a todas las necesidades. Y lo han hecho partiendo de una herencia difícil, de un sistema institucional, el franquista, fuertemente centralizado, en el que los entes locales se entendían como meros ejecutores y no como actores del proceso político. El espacio ganado día a día por los ayuntamientos en estos cuarenta años no solo como prestadores de servicios sino como protagonistas, como instituciones a la cabeza de la innovación política, les ha valido un lugar fundamental en el entramado institucional que sustenta y da sentido a nuestra democracia. Solo hay que ver la evolución de nuestros pueblos y ciudades para darse cuenta del papel fundamental de los ayuntamientos democráticos en la dignificación de las condiciones de vida de nuestras conciudadanas y de nuestros conciudadanos. Los primeros ayuntamientos heredaron unas ciudades rotas y desordenadas por un desarrollo urbano sin planificación, ejecutado con el único objetivo de la ganancia económica. Ciudades sin servicios básicos, barrios enteros desamparados, construidos de la noche a la mañana para albergar la riada de población que dejaba sin vida ni horizonte sus pueblos de origen. Fueron los ayuntamientos democráticos los que pusieron orden, atendiendo desde necesidades más elementales como el alumbrado o el asfaltado de calles, hasta la planificación urbana o la proyección internacional. Si hay algún elemento palpable que demuestre la gran obra de nuestra democracia en estos primeros cuarenta años es la profunda transformación y la dignificación de
nuestras ciudades y de nuestros pueblos. En esa obra los ayuntamientos han sido claves, no sólo como líderes del proceso de transformación sino también como escuelas de democracia. Los ayuntamientos han sabido generar una administración local innovadora, ágil, moderna y profesional, a la vez que han sido la cantera de liderazgos políticos que han trascendido el ámbito local para proyectarse más allá. Todos tenemos en mente el nombre de los alcaldes que han pilotado la transformación de nuestras ciudades. El rol de los alcaldes ha sido fundamental para la salud de un sistema que se basa principalmente en la capacidad de pactar, de poner de acuerdo intereses contrapuestos, para forjar un entendimiento entre todos, para no dejar a nadie fuera y hacer comprender a todos que es mejor ceder que romper, y que todos tenemos una parte de razón en cualquier debate o discusión. Los ayuntamientos han sido también los garantes del equilibrio territorial, generando una red de ayuda mutua, conformada por los pueblos y las ciudades medianas, que, junto con el gobierno central, están haciendo frente de forma valiente a uno de los retos más importantes de España: la despoblación de las áreas rurales de nuestro país. La autonomía municipal ha sido la garantía de blindaje de nuestra democracia, el refuerzo de nuestro sistema político, por que de ella depende en buenas medida la confianza de los ciudadanos en las instituciones, que es el elemento esencial de nuestro sistema democrático. Sin confianza no hay democracia y los gobierno municipales, a pesar de casos de corrupción que de ninguna manera son generalizables, han sido proveedores principales de esta confianza. No hay más que recordar el papel de los ayuntamientos durante la última crisis económica, dando respuesta a las necesidades de sus vecinos y manteniendo en pie algunas de las estructuras básicas del estado del bienestar, a pesar de hacer frente a un grave estrangulamiento presupuestario y a la desconfianza de otras instituciones del Estado. Cuarenta años después de las primeras elecciones municipales los ayuntamientos se han afianzado como un elemento decisivo de nuestro sistema democrático. Pero aún queda trabajo por hacer, en una línea esencial: hay que recuperar y reforzar la capacidad de los gobierno locales como actores autónomos en el ámbito del impulso económico y de la justicia social, porque ellos son los garantes de la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos, vivan donde vivan. Si algo hemos aprendido en estos cuarenta años es que una democracia fuerte no es posible sin unos ayuntamientos fuertes.