Sábado, 24.01.15 Número CLXXXIX
Valcárcel Medina, de ayer a hoy El Musac de León revisa el proyecto que el pionero del arte conceptual español hizo para Tráfico de Arte hace 25 años
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SOMBRA CIPRES LA
DEL
Valcárcel Medina, durante el montaje de su exposición en el Musac. :: C. HERNÁNDEZ
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DEL CIPRÉS
Con los ojos del Sur, medio siglo de poesía ‘El río de mis ojos’ reúne poemas escogidos de Ángel García López entre 1963 y 2013 en una antología
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o soy la voz más viva, la más fuerte del Sur. Yo soy la voz». Así comienza el poema ‘Cinco epitafios para derrotados’, con el que se inaugura el poemario ‘Mester Andalusí’. La cantiga bien podría valer para el rey poeta Al Mutamid, o para Walid alSaqundi, el cordobés del siglo XIII que con tanto énfasis defendió el genio de los hispanomusulmanes frente a los
CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
almohades. Pero lo mismo nos sirve para hablar de la obra, bellísima en su sonoridad y rotunda en sus acentos, de Ángel García López. Su connivencia con la poesía castellana (no en vano es miembro de la Academia de San Juan de la Cruz de Fontiveros), incluso su evidente mirada universal, no desdibujan siquiera por un momento la permanente añoranza del Sur de sus raíces; un Sur
mítico, sensorial y vivencial que marca profundamente la obra de uno de los poetas más sólidos del presente. En su poesía, al igual que en sus ojos, la tierra caliente y el océano frío se reflejan en brillos inequívocamente prendidos de la belleza de un paisaje personal. En el trance de cumplir los ochenta, el de Rota reúne ahora en una antología, ‘El río de mis ojos’, medio siglo de poe-
sía entre ‘Emilia es la canción’, el libro con el que se dio a conocer en 1963, y ‘Desde la orilla’, con el que consiguió el premio Cáceres Patrimonio de la Humanidad en 2013. Entre medias, una carrera fecunda en la que el poeta ha visitado «casi todas las habitaciones de la métrica», como nos señala Ángel L. Prieto de Paula, construyendo, con visión de arquitecto de la palabra, un extraordinario «compendio de virtudes estilísticas utilizadas de forma magistral», según apunta Tomás Rodríguez Reyes, responsable de la edición y del prólogo. Entre ambos extremos, poemas escogidos de los principales libros que han ido jalonando su trayectoria: ‘Tierra de nadie’ (1968), ‘A flor de piel’ (1970), ‘Volver a Uleila’ (1971), ‘Elegía en Astaroth’ (1973), ‘Retrato respirable en un desván’ (1974), ‘Mester Andalusí’ (1978), ‘Auto de fe’ (1979), ‘Trasmundo’ (1980), ‘Comentario de textos’ (1981), ‘Los ojos en las ramas y otros sonetos del setenta y tantos’ (1981), ‘Memoria amarga de mí’ (1983), ‘De latrocinios y virginidades’ (1984), ‘Medio siglo, cien años’ (1988), ‘Perversificicaciones’ (1990), ‘Territorios del puma’ (1991), ‘Glosolalia’ (1998), ‘Bestiario. Animalias’ (2000), ‘Mitologías’ (2000), ‘Son(i)etos a Pablo’ (2003), ‘Apócrifos’ (2004) y ‘Ópera bufa’ (2004). Un largo quehacer por el que ha conseguido algunos de los premios más relevantes del elenco nacional, como el Ciudad de Melilla, el Ciudad de Salamanca o el Generación del 27. O el Premio Andalucía de la Crítica, en su edición de 2013. Vista así, en su conjunto, la obra de Ángel García López nos ofrece una riqueza y una variedad de perfiles que no son muy comunes en el panorama actual. Una poesía muy de su tiempo y, a la vez, de todos los tiempos. Encuadrado en el Grupo Poético del Sesenta, García López ha huido, sin embargo, de toda catalogación generacional. En su producción poética, tan importantes son los sonetos y los poemas de amor como las búsquedas experimentales, la sátira social o la hondura existencial. Siempre, como ya se ha dicho, con el aroma, la presencia y la figura de ese Sur que nace en el mito de Astaroth, la Rota de los tartesios, donde «cada genealogía es un olivo», y que termina convirtiéndose en una Arcadia poética donde el hombre vive fuera del espacio y del tiempo convencionales.
EL RÍO DE MIS OJOS Antología poética (1963-2013). La Isla de Siltolá. Col. Arrecifes. Sevilla, 2014. 212 páginas.
García López ha visitado «casi todas las habitaciones de la métrica», dice Prieto de Paula Su obra es «un compendio de virtudes estilísticas utilizadas de forma magistral»
El libro se cierra, además, con una estimulante propina: un puñado de versos inéditos reunidos bajo el título de ‘Mientras suena la lluvia sobre el ala de un pájaro’, que en realidad no son sino el anticipo del último poemario en el que trabaja el escritor: ‘Última Arcadia’. «La edad aquí me trajo / y hoy me alojo en su casa. Mi asiento es su techumbre, su cimiento remoto», escribe Ángel García López en este último y definitivo regreso al mundo de sus percepciones poéticas más íntimas. No deja de ser paradójica, tan dolorosamente, la pérdida hace sólo unas semanas de Emilia, su esposa, su compañera de toda la vida, cerrando un ciclo vital y literario que se inicia, precisamente, con su nombre. Emilia es la canción que inaugura la poesía de este autor singular y Emilia es la evocación que abre de par en par las puertas de su sueño perpetuo de una Arcadia en el Sur. Ya lo había escrito medio siglo antes en aquel poemario inaugural: «Cuando acuda la muerte, yo habré muerto / de tan pensarte y de quererte tanto». Una vida que pasa por delante de los ojos del lector con la intensidad de la gran poesía española escrita en nuestro tiempo.
EL ARTE COMO RUPTURA
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Isidoro Valcárcel Medina posa en una de las salas del Musac, durante el montaje de su exposición ‘De ayer a hoy’. :: C. HERNÁNDEZ
Artista en rebeldía I
sidoro Valcárcel Medina se quita la capa para la sesión de fotos y eso que en el Musac no hace precisamente calor. El invierno está en su apogeo y el enorme edificio que a partir de hoy acoge su trabajo, junto al de otros artistas, está, cuando se hace este reportaje, en pleno montaje de un nuevo ciclo expositivo. Por los enormes portones abiertos se cuela el aire gélido, pero él posa con paciencia, sin un mal gesto, con esa exquisita educación que le caracteriza. Se desprende de ese elemento que es una pieza habitual en su indumen-
taria invernal y el gesto tiene mucho de simbólico. Mucho que ver con un artista que se ha ido desprendiendo de la materia, de todo lo que consideraba accesorio, e intensificando al tiempo la línea de flotación del pensamiento. La etiqueta de arte conceptual tiene en su caso unos perfiles estrictos. Es lógico pensar que la actividad creadora tiene muchas probabilidades de ser un buen antídoto contra el envejecimiento. Pero en Valcárcel Medina el trabajo creativo no solo le ha mantenido joven de espíritu y voluntad,
ANGÉLICA TANARRO
blogs.elnortedecastilla.es/calle58/ @angelicatanarro/twitter.com
Isidoro Valcárcel Medina recupera para el Musac el proyecto que realizó en León en 1991 sobre la evolución urbanística de la ciudad
es que el tiempo no ha conseguido rebajar su nivel de rebeldía. Pocos artistas de su edad, ni siquiera jóvenes, tienen tan claro que esa rebeldía debe ser consustancial a la interpretación del mundo por parte del creador. Situado, precisamente por esa convicción, en los márgenes de toda oficialidad artística, y a pesar del enorme prestigio de su obra entre los conocedores del arte, ha conseguido mantener el halo de artista secreto, que rompió en parte el premio Nacional de Artes Plásticas concedido en 2007.
En León protagoniza la exposición ‘De ayer a hoy’ con la que el Musac rememora un antiguo proyecto del artista en la ciudad. Se iniciaba la década de los noventa cuando el galerista Carlos de la Varga, director de la galería leonesa Tráfico de Arte fue a Madrid para invitarle a exponer. «Vine a León con intención de hacer algo sobre la ciudad. Y vi que lo que se cocía era el proyecto del Plan General de Ordenación Urbana. Decidí ‘intervenir’ yo, ‘clandestinamente’ claro, y con la conciencia de que no serviría para nada. Y eso fue todo».
Ese ‘todo’ fue una serie de propuestas en torno a espacios libres o emblemáticos de la ciudad. Propuestas rompedoras como su arte (una original oficina de turismo señalaría con humo de colores lugares emblemáticos) o tan sensatas como destinar espacios a huertas urbanas, donde después se instalarían centros comerciales. Frente a aquellas ‘Sugerencias de un forastero al plan general de León’ se muestran ahora en ‘De ayer a hoy’ los resultados reales del devenir de la ciudad. Un trabajo para el que ha con-
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EL ARTE COMO RUPTURA
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Los materiales que componen el proyecto ‘De ayer a hoy’ cuelgan en las paredes del Museo. :: FOTO CORTESÍA DE MUSAC
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tado con la colaboración de diversos colectivos de la ciudad, articulados en torno a la denominada ‘Agencia de desmontaje’. Valcárcel Medina se fijó en su día en Eras de Renueva (donde actualmente se ubica el Musac), la Chantría (donde se ubicarían unos conocidos grandes almacenes) la histórica calle Cercas que discurre entre las murallas del León histórico, el antiguo estadio de fútbol de la Puentecilla y la zona de la Candamia. En ellos, el artista proponía (y así lo atestiguan sus dibujos) un parque, una zona de huertas urbanas, un gran centro comercial subterráneo, un espacio para ‘concentrar’ las escultura publicas en el estadio de fútbol y, finalmente, la ubicación de éste me medio de un ramal del río Torío. La exposición supone una oportunidad para reflexionar sobre cuestiones como el uso del espacio público y el desa-
rrollo urbanístico de las ciudades. Cuando se le pregunta a Valcárcel Medina por cómo ve ‘la realidad’ actual de esos espacios, afirma no estar sorprendido. «Ha ocurrido lo de siempre. Las ciudades tienden a uniformarse y a someterse al comercio y a la estructura de la moda. Lo que se lleva es la reiteración de la arquitectura monumental. Y aquí se ve muy claramente».
Espectador pasivo Él necesitaba una «excusa personal» para volver a retomar ese proyecto pues si hay algo a lo que es alérgico es a repetir proyectos. Y esa condición para retomar unos dibujos de hace 25 años era implicar a la gente de la ciudad. Se hizo a través de los colectivos que participaron en la recogida y procesado de la documentación pero también con las reacciones de los visitantes de la muestra. Pero él no sue-
le ponérselo fácil al espectador. «Si quiere entrar en el juego tiene que dar el callo». Odia al espectador pasivo. «La falta de implicación en el arte contemporáneo es notoria. Y es verdad que junto a eso hay avalancha de espectadores en los museos y en algunas exposiciones, pero es el tipo de espectador al que le da igual ocho que ochenta. Va porque la campaña publicitaria ha sido suficientemente astuta, no porque esté íntimamente interesado en el asunto. Ahora es mucho menos crítico con la obra de arte de lo que era». Y casi añora un tiempo en que mientras a una mayoría el arte contemporáneo «les importaba un bledo», algunos artistas «se jugaban el tipo» para hacer su trabajo. Igual de crítico que se muestra con la «ínfima calidad del espectador» actual, se muestra con los artistas, sus colegas. «Lo que sucede es en parte la culpa es de los auto-
res que están cómodamente instalados en la reiteración de los moldes, que no sacan a la luz estímulos poderosos que muevan al espectador. Están adaptados a un molde hecho sobre lo que se supone que hay que hacer, de la misma manera que hay un molde sobre lo que hay que comprar o sobre lo que hay que pensar. Es decir, en todo esto se junta el hambre con las ganas de comer». Se confiesa derrotista en este aspecto. «No estamos contribuyendo a la innovación ni al cambio. Con excepciones, claro. Las instituciones se amoldan al tópico del número de visitantes y así no hay manera». También lo que fue rompedor un tiempo, se ha institucionalizado, en su opinión. Por ejemplo, las performances. «Performances, o acciones que se llamaban entonces. Ocurrían vaya usted a saber dónde e incluso suponían
«Cuando te dan un premio lo que quiere decir es que tu obra ya ha sido deglutida y entonces tienes que hacer otra cosa» «Las acciones se han metido en moldes. Y esto va en contra de su naturaleza»
un riesgo. Hoy se producen con día y hora, se han institucionalizado. Y esto poco tiene que ver con su naturaleza. El arte ha perdido espontaneidad». No parece alguien a quien un premio, por importante que sea, pueda influir en su trabajo posterior y así se constata en su respuesta sobre lo que ha ocurrido en su vida tras el premio Nacional de Artes Plásticas, aparte de que ahora tenga la agenda más llena con propuestas. «Cuando te dan un premio, lo que quiere decir es que lo que has hecho hasta entonces ya ha sido deglutido y por lo tanto que no lo tienes que volver a hacer. Y yo es lo que pensé, ‘ahora tengo que tirar para otro lado’» Y sigue a lo suyo, acudiendo allí donde le llaman si encuentra una vía que vaya con sus principios y dando conferencias que es quizá uno de los aspectos en los que ahora más le apetece trabajar. Como la
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Eras de Renueva. Arriba foto de César
Andrés Martínez de la zona antes de 1991. Abajo vista aérea actual perteneciente a la Colección del Archivo Municipal.
que impartió dentro del proyecto, también del Musac, y comisariado como éste por su director Manuel Olveira, titulado ‘Conferencia performativa’. Su propuesta se tituló ‘Solo una vez’, título inspirado en una obra de Natalie Sarraute. Valcárcel Medina leyó ‘solo una vez’ un texto que había escrito en un cuaderno, y a medida que lo leía, las hojas se destruían y acababan en la papelera, de forma que la conferencia no podía volver a impartirse ni el texto ser leído otra vez. De hecho, fue el único artista que no dejó documentación o material que recordara esta sesión. La idea de no repetirse le obsesiona casi tanto como le atrae la idea del ‘refrito’, que ha practicado con alguno de sus proyectos y en los que podría enmarcarse esta exposición. Sabe que habita un territorio no compartido y lo asume. Es el que eligió. Aunque también sabe transfor-
mar las dificultades, cuando surgen, en oportunidades de acción. Como cuando el Reina Sofía, siendo director José Guirao, le invitó a un ‘festival de acciones’ y para la suya pidió una documentación que el museo no quiso darle: los presupuestos de las últimas exposiciones del museo. Llegado el día de su performance, la dirección del museo pensaron que no haría nada, puesto que no había obtenido los documentos solicitados, pero allí estuvo él a la hora fijada para compartir con el público todas las comunicaciones que había cruzado con la institución. Ahora trabaja en una versión personal del Diccionario de la RAE, repasando una por una las palabras, eligiendo aquellas que tienen que ver con él, casi una biografía que le llevará mucho tiempo. Mientras, se agradecen las oportunidades de encuentro con un rebelde.
Candamia. Fotografía de la zona antes de 1991. Colección del Archivo Municipal de León. A la derecha, imagen actual tomado pro Félix Garay Gutiérrez.
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DEL CIPRÉS
Javier Lostalé
El pulso de la luz en el tiempo L
a andadura de un poeta como Javier Lostalé se ha fraguado en un conjunto de libros que han convivido siempre con la búsqueda de un universo personal y una mirada luminosa y constante sobre las cosas, sobre el amor, sobre el secreto vivir en lo poético, esencia y constancia de un hombre entregado a la creación. A través de la palabra ha ido
analizando, analizándonos, un engranaje de sensaciones y de intuiciones (dos planos complementarios del poeta) un existir sobre lo que oculto refleja un cosmos esencial y nuevo, secreto y lúcido. He aquí a un buscador de emociones que se desarrollan desde la inteligencia y se sitúan en la línea imaginaria que une el corazón con el pensamiento, esa región donde se construye la intimidad de
la palabra, el sereno existir de las emociones, la lúcida presencia de lo vivido y recuperado desde la memoria que precisa crear y asociarse con la belleza Sin esa dualidad no hay poema posible, no hay vislumbramiento, no hay poesía. Partiendo de esa función que la poesía provoca desde el conocimiento (una de las múltiples finalidades del lenguaje estético), cada poema
GALERÍAS JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS
He aquí un buscador de emociones que se desarrollan desde la inteligencia para unir corazón y pensamiento
EL PULSO DE LAS NUBES Autor: Javier Lostalé. Editorial: PreTextos. 64 páginas. 13 euros.
Javier Lostalé, durante una intervención en la Fundación Santiago Montes. :: HENAR SASTRE
de Javier Lostalé le sitúa en un lugar de la creación, ese que no es rememorar sino construir, tal vez de nuevo, en una tarea fundacional, en palabras de Claudio Rodríguez, y contiene principios iniciáticos y vitales que cristalizan en poema. En el poeta se sostiene un aprendizaje constante que recibió de las palabras y del ser creador de su maestro Vicente Aleixandre (del que ahora
se cumplen treinta años de su desaparición), y nos acerca hasta una manera de penetración en el sentido de lo poético, hasta una proximidad con el misterio que se esconde y subyace en todo acto sentido y configurado desde la mirada del constructor de poemas. La convivencia de Javier Lostalé con voces de todas las procedencias estéticas, desde su labor periodística, desde su constante preocupación por la aventura creadora en la radio, medio en el que ha permanecido y permanece desde sus orígenes como escritor le permiten conocer los caminos y los senderos por donde transita el quehacer de los poetas, sus preocupaciones y sus poéticas. Su última entrega, ‘El pulso de las nubes’, nos convoca al azul inicial de la belleza, partícipe de la existencia y del vivir del escritor, y se acerca a su gran tema, por el que navega en el rumbo de la luz, el amor. Su memoria está habitada por nubes (como Azorín nos presenta en su libro Castilla, donde el aleteo del tiempo, de la huida y de la rotunda sensación de lo mutable nos acompaña siempre) y con Luis Cernuda (otra de las referencias esenciales en su poética) nos situamos en la pulsión de lo que el sueño y sus límites nos regala desde la anulación del vivir: «Que sólo en la nada / plenitud encuentra tu ser… nos dice el poeta en el intenso texto Nube que no fue». El dolor, la luz, la duda del ser, la metafísica del amor, el azul de la trascendente belleza de lo perdido, todo se va desgranando en un libro construido por un conjunto de poemas de inteligente configuración que nos revierte su contenida grandeza expresiva en nuestro propio pensamiento, en el mismo centro e nuestro conocer. Se produce un intercambio de sensaciones, de lugares comunes de nuestra experiencia emocional, de la búsqueda en los espacios de la emanación de lo creado. Asistimos al escenario de la nebulosa de la vivencia renovada desde el amor: «Amanécete en la niebla última/de todo lo que amaste…Pero una nube transita en nuestro interior, nube que ata y desconcierta, que esclaviza los sentidos y que una nube de fuego blanco/me enclaustra en su fondo». Nombrar la vida como renovación de las cosas, y seguir los pasos que encierran el caminar entre la disipada niebla del conocimiento porque «nunca estuviste/dentro de lo nombrado/hasta hacerlo en tu lengua florecer», y así fue el pulso que en las nubes nos enseña a asumir el destino de nuestra propia verdad, de la permanente ascensión a la luz de las cosas.
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Sobre Natán Yonatán 12 de enero Leo los poemas de Natán Yonatán en la antología ‘Apostar al tiempo’ (Visor). Un libro que busca encerrar el tiempo por venir. Me trae a la cabeza una frase de George Steiner que leí hace poco y que bien podría resumir la poesía de Natán Yonatán: «El futuro está en el presente, ésta es la verdadera literalidad y paradoja de lo mesiánico». Yonatán es, junto a Amijai, uno de los poetas más reconocidos de Israel, con una obra cercana a los treinta títulos, en varios estilos. Muy popular también, gracias a que muchas de sus poesías se han convertido en canciones, o eran en origen canciones (hasta 300), cuyas letras se han venido cantando por varias generaciones y en diversos acontecimientos sociales y conmemorativos. Y también es un poeta importante para la poesía mundial. Amos Oz dice de él: «Es un poeta lírico, denso y profundo que espera aún que lo descubran». Ha dejado huella en Israel e Israel ha dejado huella profunda en Yonatán y su obra, al fundirse su propia vida con los avatares, aventuras y dramas de la historia de Israel como Estado y Nación. Desde la felicidad y la alegría, hasta el amor, la justicia y la guerra, esta última vivida y padecida dolorosamente por él, debido a la muerte de su hijo mayor Lior en la guerra del Yom Kippur del 73. Su vida no fue fácil: nació en Kiev (Ucrania) en 1923, pero con muy pocos años, apenas dos, fue a Palestina en 1925. Luchó en la Guerra de Independencia (de 1947 a 1949). Con una ideología marxista y luego socialista, siempre de cuño progresista, se
instaló de joven en el kibbutz Sarid, del Valle de Yzreel, en 1945, y allí permaneció hasta 1991, militante de todas las causas y proactivo en ellas. Otro hito de su vida fue su trabajo, durante casi treinta años, como director literario de la prestigiosa editorial Sifriyat Poalim. Viajó por todo el mundo, apoyando la causa de la libertad en los años 70, desde Vietnam hasta la España franquista. Es justo que se le conozca ahora en España, porque España jugó un papel de referencia y mito en buena parte de sus poemas. Nuestra len-
OTRA GALAXIA ADOLFO GARCÍA ORTEGA
Ha dejado huella en Israel e Israel ha dejado huella profunda en Yonatán y su obra
gua, los escritores españoles o americanos, han aparecido en los poemas de Yonatán no sólo como parte del mito cultural perdido de una Sefarad atemporal, sino como una contribución natural a la universalidad de la literatura y de su poder de transformación cultural y política. Hay corrientes subterráneas, ríos interiores, que unen por dentro, en la literatura y la poesía, de manera secreta, de manera atemporal y sin barreras geográficas, a muchos escritores y poetas a lo largo de la historia, sin que las lenguas y las naciones supongan barreras. Hacia delante y hacia atrás, en el tiempo. Eso es lo que hace –como decía el profesor Francisco Rico– que se pueda detectar una influencia del peruano César Vallejo en la poesía de Quevedo, cuatro siglos después, por ejemplo. Es decir, memoria e historia dialogan entre sí sin orden cronológico. Hay perceptibles nexos de unión, cercanía y familiaridad poética entre Natán Yonatán y Yorgos Seferis, Constatino Kavafis, T. S. Eliot, Fernando Pessoa, Machado o Borges. Son todos ellos de la misma especie y del mismo tronco. Son grandes poetas cuya palabra funda un mundo y genera, a su vez, un lenguaje común y genérico. Los poemas de Natán Yonatán responden a esa universalidad, a veces partiendo del mundo cercano de su entorno israelí, de su cultura judeo-mediterránea, y de su realidad de vida en dialéctica con la tragedia. Una tragedia profunda, milenaria, que tiene su expresión simbólica en lo personal, y eso personal se representa en la muerte de su hijo Lior y en la búsqueda de la justicia y la fraternidad en todas las par-
El escritor israelí Natán Yonatán. :: EL NORTE tes del mundo y en todas las épocas de la reciente historia. Quizá como último símbolo –ya que la vida de los poetas grandes está marcada por un metaforización permanente– está su propia muerte, a la edad de 80 años. Acaeció el 12 de marzo de 2004, al día siguiente de los atentados islamistas de Madrid. Tuvo noticia de ellos: golpearon a la España que tanto amó e inau-
J. D. Salinger. :: ANTONY DI GESU
guraban la nueva intolerancia a la que se aboca el mundo, contra la que hemos de empezar a luchar todos con decisión y sin trampas. Sus poemas nos pueden ayudar a entender y comprender, lejos de dividir y culpar.
13 de enero En una carta a Joyce Maynard, su pareja de los años 70, J. D. Salinger escribe: «Cada vez
que publicamos algo, producimos algo o aireamos algo, nos exponemos a que nos vuelvan a juzgar, a sopesar, a etiquetar y a meter en sacos otra vez». Es una incómoda sensación de reinicio, de repetición o de ciclo, algo así como el Juego de la Oca de la escritura. Creo que por muchos años que pasen y por muchos libros que pasen también, el escritor que vale la pena es aquel que en cada acometida, en cada nuevo libro que intenta escribir, está empezando con el mismo furor y el mismo temblor de la primera vez. Siente cómo el misterio de la línea se salida vuelve a seducirlo y atenazarlo. La excitación y la duda por la primera palabra; la incertidumbre y la ansiedad por la primera invención. Experimenta una sensación inestable, la de que algo está a punto de existir o de no existir, dependiendo solo de un breve e insignificante giro del sentido, de un hallazgo luminoso, como el soplo amado que roza la nuca, consciente de que no siempre sucede.
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DEL CIPRÉS
Antonio Colinas
EL ESCRITOR EN SU BIBLIOTECA
‘Philosophes taoïstes. Philosophes Confucianistes (3 Vols.)’ La Pléiade
«En estos libros se encuentra la raíz del pensamiento, de la poesía, de la literatura universal. Son obras que han marcado mi propia obra y mi visión de la realidad, del mundo. Son los tres libros que salvaría de un incendio».
‘Canciones para una música silente’ Antonio Colinas Siruela
Con dos monjes budistas en el Templo del Cielo de Pekín. :: J. M.
JESÚS MARCHAMALO
T
odo empieza esta vez en un rincón, al lado de los estantes abarrotados de libros –dobles y tripes filas–, colocados parecería al azar en un equilibrio minucioso, de acróbata o equilibrista. Alberti y René Char, Catulo y Aleixandre. Y hay allí, en la pared, enmarcadas, media docena de fotos en blanco y negro: el catálogo de santos protectores. Están Machado y Neruda –una vieja fotografía de cuando le entrevistó, a principio de los setenta, en Milán para Revista de Occidente–, están Rilke, Azorín, está Hesse y arriba, casi rozando el techo, en el Olimpo, Ezra Pound. El viejo Pound de ojos afilados, la mirada de hielo, ceño fruncido, huraño, el pelo enmarañado, a quien fue a visitar en Venecia un año y medio antes de que muriera. Llegó a aquella casa minúscula, modesta, en la calle Querini, en Dorsoduro, con un poeta amigo. Un callejón sin salida, sin demasiada luz, estrecho, y llamaron a la puerta de madera cruzada por un buzón casi de parte a parte, desde la que les respondió un silencio que pretendía ser intimidatorio. Debieron insistir y dar explicaciones y al final, con desgana, paciente, una voz, la de Olga Rudge, la compañera de Pound, les pidió que escribieran una carta, la des-
lizaran por debajo de la puerta y que volvieran a las cinco. Tuvieron que buscar un estanco para comprar papel y un sobre que dejaron, allí, bajo la puerta. Y a las cinco, según sonaban las campanas, clamorosas y regias de la cercana Iglesia della Salute, llegaron otra vez ante la puerta, para enfrentarse, de nuevo, al silencio. Y ya cuando se iban vieron llegar a Pound, andando, lento, infinitamente delgado, a quien Colinas tendió un libro para que se lo firmara. Un ejemplar de su ‘Antología poética’, editado por la Compañía General Fabril de Buenos Aires, ilustrado con la conocida foto de Avedon –abierta la camisa, los ojos apretados, como quien se negara a ver–, en el que le firmó con letra temblorosa, casi infantil, la E mayúscula de su nombre como un extraño, caprichoso, firulete, un escueto: «A Antonio Colinas, Ezra Pound». Y después, voluble, escurridizo, se negó a ponerle la fecha y lo vieron escabullirse tras la puerta.
El sancta sanctorum Ezra Pound murió la noche de difuntos de 1972, y fue conducido por los canales venecianos en una góndola funeraria hasta el cementerio de San Michele, la isla de los muertos, donde su tumba está señalada con una pequeña lápida de piedra en la que sólo aparece su nombre. Colinas le dedicó un poema que se titula ‘Encuentro con Ezra Pound’, y que empieza: «Debes ir una tarde de domingo, cuando Venecia mue-
re un poco menos». El libro lo guarda, ahora, en una vitrina en el salón, en el sancta sanctorum, dice, que abre con devoción: Machado, la primera edición de ‘Campos de Castilla’; Neruda, ‘Las uvas y el viento’, de editorial Nascimento, y una pequeña lucerna, antigua, que compró en Israel. El problema, es sabido, es que nunca se es del todo consciente de estar haciendo una biblioteca. Se van comprando libros, aquí y allá a lo largo de los años, que ocupan los estantes y los acaban, más tarde o más temprano, desbordando; los libros se extienden por los sofás, ocupan las repisas de los muebles y terminan en torres por el suelo. Están en las mesillas y encima de la mesa del salón; Gerald Brenan, ‘Poesía’, al lado de Sabines, ‘Recuento de poema’, y Rimbaud, ‘Iluminaciones’, con prólogo y traducción del
«Este libro contiene 40 años de poesía vivida y de vida ensoñada. Es toda una serie de voces que resumen mi propia voz poética que un día escuché y a la que he sido fiel todo este tiempo».
‘Mis amigas las truchas’ Miguel Delibes Destino
«Es un libro inusual porque aun siendo un escritor de Castilla, hace referencia a los ríos de León donde iba a pescar, y también me gusta mucho ‘Mi vida al aire libre’, un libro que pone de relieve al Delibes preocupado por temas medioambientales».
propio Colinas. Habla de esos libros que acompañan siempre y que tienen dentro alguna página que el tiempo ha acabado arrancando; habla de la colección de Aguilar, ahí sobre la puerta, que le regaló completa Jaime Salinas, y de esa biblioteca suya dividida en dos casas. «En León tengo la poesía contemporánea, la mayoría de los libros dedicados, Paz, Neruda, Guillén, y también la novela, me gusta mucho releer a Cervantes, Tolstói, Stendhal, Pasternak… Y aquí, en Salamanca, tengo lo demás: ensa-
yo, mística, budismo y filosofía». También en León está su biblioteca juvenil, libros que quedaron en casa de su padre, y que recuperó a su muerte. «Había una caja con todos los libros de Unamuno, en Austral, libros que recuerdo haber comprado de estudiante y que casi te obligaban a dejar de comer para poder pagarlos. Luego me he dedicado a la crítica y me envían muchos libros, pero recuerdo aquella biblioteca en la que cada libro era pensado, deseado, anhelado antes de poder tenerlo».
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Encuentro con Ezra Pound
Antonio Colinas, en la biblioteca de su casa de Salamanca, llena de detalles de su vida como escritor y lector. Arriba, la dedicatoria de Ezra Pound, sobre su ‘Antología poética’. :: J. MARCHAMALO
Y en aquella biblioteca de iniciación, Góngora, Dante, Jung, Hölderlin, Rilke, Lorca, Zambrano… Y habla, también, de los libros, decenas de ellos, que leyó en la biblioteca municipal de La Bañeza y que después ha ido comprando por Internet en las mismas ediciones de entonces; tomos de la colección El Mensaje, de Janés, el ‘Diario íntimo’, de Amiel, o los ‘Cantos’, de Leopardi. Y Leopardi también entre sus propios libros, los que ha escrito, traducido o prologado, y que guarda separados en una estantería –cuánto tra-
bajo, digo–, su ‘Poesía Completa’, por ejemplo, en Siruela, llena de papelitos porque es la que usa para recitales, junto a ese universo siempre armónico, revelador, de objetos, cajas, velas y fotos, una con Vargas Llosa, en Colombia; otra con Claudio Rodríguez, en Alemania.
La casa de la calle Velintonia Enfrente, allí cerca de Pound, la poesía: Dámaso Alonso, Juan Gelman, Antonio Gamoneda y Juan Ramón Jiménez, su ‘Poesía reunida’, en
Aguilar y también en Aguilar, dedicada, la de Aleixandre. «No soy nada de librerías de viejo. No voy al Rastro tampoco. No soy bibliófilo, aunque sí tengo alguna cosa curiosa, y libros dedicados». Habla de aquella casa de la calle Velintonia, en Madrid, hoy abandonada, y llena de humedades y de olvidos, a la que llamó un día, por teléfono, «Soy un joven poeta», dijo. «Venga a verme mañana», le contestó, generoso, aquel Aleixandre de ojos eternamente azules, que recibía visitas de 12 a 2 y de 6 a 8 en
su casa, donde escribía tumbado en un sofá. Su biblioteca fue saqueada durante la Guerra Civil. La zona, cerca de la Ciudad Universitaria, había sido frente de guerra y le ordenaron evacuarla. Y contaba que cuando pudo regresar, descubrió todo el suelo cubierto de páginas arrancadas de sus libros, todos se habían perdido. De aquella casa, recuerda Colinas cómo al salir uno podía cruzarse con Leopoldo María Panero o con Claudio Rodríguez, con Brines o José Luis Cano. En la dedicatoria que le firmó ese
día, se lee en tinta azul, un poco desvaída por el tiempo: «Para Antonio Colinas, ante su presente y su porvenir de poeta, un abrazo Vicente». Hay otra estantería, también, dedicada al misticismo. Por allí están Platón y los presocráticos, y libros de hinduismo, budismo, zen, taoísmo, salpicadas las baldas de pequeños rótulos en los que se resume el contenido «meditación, yoga, tao», leo en uno, «latinos – S. Agustín»-, en otro. Le pregunto por una fotografía, divertida, en la que posa sonriente, flanqueado
por dos monjes budistas con sus ‘malas’ de cuentas y sus túnicas rojas, serios y trascendentes. Me cuenta que está hecha en el Templo del Cielo, en Pekín. Iba con una guía y se cruzaron con ellos, les dijo que si podían hacerse una foto juntos, creyendo que le dirían que no, pero aceptaron. «Debieron pensar –explica–que al ir también de rojo, tal vez fuera budista como ellos». Nos reímos en medio del salón, mientras mira también, serio, desde allí arriba, desdeñoso, condescendiente, Pound.
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Sábado 24.01.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
La mística oscura del deseo
ANOCHE ANDUVE SOBRE LAS AGUAS Premio Juan March Cencillo de Novela Breve. Irene Gracia. Ed. Pre-textos, 2014. 178 páginas. 12 euros.
Irene Gracia camina sobre las turbulentas aguas del bien y del mal en su última ‘nouvelle’
YOLANDA IZARD
I
rene Gracia crece con cada nueva novela sin abandonar nunca los temas, recurrencias, mitos, obsesiones y paradigmas que con su habitual singularidad ha ido desplegando en libros anteriores como ‘El sueño del ángel’ y ‘El alma de las cosas’. Un orbe imaginario propio y una resuelta capacidad de mantenerlo, incluso frente a modas, cánones y costumbres literarias, han hecho posible que esta novela breve, de tan subyugante nombre, ‘Anoche anduve sobre las aguas’, sea la flamante ganadora del último premio Juan March, gracias a la elaboración de uno de sus mitos preferidos, el de los seres alados, en esta ocasión a través de la parábola del ángel
caído que seduce y subyuga a la virginal doncella en una potente puesta en escena de contrastes extremos, o de lucha entre el mal y el bien, la inocencia y la crueldad, la pureza y el deseo desbocado; en resumen, disponiendo en un nivel parejo esas fuerzas contrarias que hilan el devenir humano concebido tanto de modo individual como colectivo, pues no de otra cosa trata la vida sino del constante flujo e influjo de Eros y Tánatos. En el estado cercano a la ensoñación en que se lee esta breve novela, una lectura en todo caso de tintes hipnóticos, quizá contaminada por esos arrebatos místicos y sobrehumanos en los que cae su protagonista, Elisa, aprendiz de santa, capaz de levitar, caminar sobre las aguas y alumbrar con sus palabras, en esos trances, digo, se refleja de modo locuaz y casi mágico la lectura, arrastrada por una escritura eficaz y clara, que no ignora la dificultad
La escritora Irene Gracia. :: AMAYA AZNAR-EFE para mostrar los grandes enigmas humanos, en particular el del deseo concebido como fuerza a la que no puede sustraerse ni el más puro de los
Un rescate oportuno CÉSAR AUGUSTO AYUSO
H
e aquí un libro milagrosamente rescatado del olvido, escrito en plena guerra civil y dado a la hoguera al finalizar esta, de tal modo que solo un ejemplar, en el salmantino Archivo de la Guerra Civil, quedó como muestra de estar impreso en Barcelona en 1938 pero no distribuido. Su edición, modélica, tanto en la introducción como en las notas. Más allá de lo que trata, sir-
ve para hacer justicia a su autor, el burgalés Eduardo de Ontañón (1904-1949), uno de los puntales de la renovación vanguardista en Castilla en los años veinte con la creación y dirección, en dos tiempos, de la esmerada revista ‘Parábola’ y otras importantes empresas culturales en su ciudad natal. Incansable periodista en diferentes cabeceras nacionales, en este libro su estilo desenfadado, ágil, ajustado, ocurrente y persuasivo no ha perdido un ápice de su frescura. Domina la técnica del reportaje con soltura, de tal modo que el enfoque variado, los cambios de ritmo, la versatilidad de recursos, hacen de esta mi-
tad biografía del general republicano Miaja, mitad crónica bélica de la defensa de Madrid en los primeros meses de la guerra, un texto que se lee sin querer. El libro nació con una finalidad muy concreta, como medio de agitación y propaganda de la política marcada por el Partido Comunista, en el que el autor se había inscrito al estallar la guerra. Era preciso mantener la moral de una ciudad amenazada y desabastecida y de proclamar ante el resto de la zona republicana y la opinión extranjera la heroicidad de Madrid, que en los inicios de noviembre del 36 rechazó, contra pronóstico, el cerco de las tro-
seres, un deseo imposible de vencer, motor y fin de la existencia. Todo ello queda articulado como un sueño y, como
pas de Franco. La materia elegida para su crónica o narración es, por tanto, selectiva, poniendo el foco donde le interesa y callando lo que convenía. Los héroes son, por una parte, de manera individual, el general Miaja, a cuyo mando estaba la defensa de la ciudad; por otra, y de forma colectiva, el pueblo de Madrid. De fondo, el Partido Comunista, con su gran influencia en las directrices bélicas y civiles, y sus máximos dirigentes, omnipresentes en el libro. Tan brillante trabajo de poco le serviría a su autor, que en el 38 hubo de huir de Valencia, de la dirección del periódico que el partido le habían confiado, para evitar una purga segura, por no ajustarse férreamente a las consignas emitidas desde su comité central. Luego vendría el amargo destierro. Vol-
todos los sueños, emblemático de esas terribles energías nietzschenianas que subyacen en el alma y que a lo largo de la historia oscura del
CUARTEL GENERAL (la vida del General Miaja en 30 capítulos) Eduardo de Ontañón. Edición de Ignacio Fernández de Mata. Palencia, Cálamo, 2014.
vió en 1948, para morir solo un año después. Como obra es una de las más destacadas de las escritas en plena guerra. Superior a otras narraciones bélicas hechas con los mismos mimbres propagandísticos y doc-
hombre han dado rienda suelta a esos ritos sacrificiales tan propios tanto de las religiones como de los seres de sangrienta violencia, personificados aquí en Luzbel, en el primer caso, y en Bruno, en el segundo, y que juntos perfilan el lado oscuro de la existencia. Llevada quizá por la premisa de Hölderling –«El hombre es un dios cuando sueña y no es más que un mendigo cuando piensa»– la autora somete su parábola al mundo del inconsciente, que ejemplifica el jungniano inconsciente colectivo, y se deja llevar en su escritura, presiento, por el flujo intuitivo más que por la rigurosa planificación mental. Solo así se entiende que tras la exploración de las simas celestes tanto como de las infernales que resumen las más extremosas tendencias del corazón humano, el lector no salga indemne, y esta es posiblemente su mayor utilidad, tal y como Maurice Nadeau sostenía. Porque Irene Gracia sabe llevar a su literatura el irracional misterio de la existencia.
trinarios por otros escritores comunistas: por ejemplo ‘Río Tajo’, de Arconada o ‘Acero de Madrid’, de Herrera Petere. Sin disimular la visión sesgada y ese lenguaje mítico y exclusivista propio de ambos bandos, la escritura suelta, dúctil y creativa de Ontañón le salva de su circunstancia. Y no es la semblanza del general Miaja lo más destacado, con articular a priori la historia en sí, sino la inmediatez y lisura con que capta los ambientes que describe, las situaciones, y el buen bosquejo de algunos tipos del pueblo que pespuntean algunos capítulos, así como la audacia lírica de ciertas descripciones de calles o lugares de Madrid. Más que la hagiografía de Miaja, es la de Madrid: «He aquí lo español: Madrid. Lo arraigado, lo popular, lo verdadero».
LECTURAS
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Amar, amar y amar José María Parreño alumbra en ‘Pornografía para insectos’ un camino para aceptarnos
FERNANDO BELTRÁN
D
esolador debía de ser mi aspecto al entrar una gélida noche de 1980 en el Hotel Palace de Madrid. Pero poco importaba, la verdad, cuando la gloria estaba al caer y hasta el propio parnaso donde me disponía a ingresar por la puerta grande de un premio de postín tenía entre sus iconos más celebrados el aura insobornable de los poetas malditos. Varias horas después ni había ganado el premio Adonáis ni entrado a cotizar en gloria alguna, y si conservaba un resto de aura serían en todo caso mis ojeras galopantes tras once días trashumando y socavando los versos de un poemario donde vomité mis peores fantasmas: la desorientación, la nada, la cruda desazón de mis veinte años. Espoleado por tantos velos, imagino que tardaría muy poco aquella noche en abjurar de la bondad y justicia de los premios literarios, pero si así fue debí tardar aún menos en trastocar mi orgullo herido en impagable lección poética tras escuchar el título de uno de los textos premiados: ‘Instrucciones para blindar un corazón’. Su autor me era totalmente desconocido, pero
bastaron esas cinco palabras para exaltarme de nuevo, arrojarme a su lectura y convencerme al fin de que alguien, todavía más joven que yo, me llevaba muchos cuerpos poéticos de ventaja; los que van por de pronto desde un ser a la deriva que se autoproclamaba incendio por el sólo hecho de frotar sus latidos contra el asfalto ebrio de las madrugadas, hasta la sabia madurez del que ya aprendió, padeció o intuyó que la vida por delante exigía para empezar comenzar a blindarse. Treinta años después y una vida por medio –y que cada uno amueble la frase con la porción de abrigo o intemperie que le haya tocado en suerte– José María Parreño vuelve por sus fueros, y lo hace desconcertándonos –o sea, atrapándonos– desde el principio con un título de riesgo, ‘Pornografía para insectos’, para imantarnos luego, como hizo siempre, con un texto esencial, raíz, oportuno, y no diré imprescindible porque todos sabemos ya a estas alturas que aunque la batalla está perdida de antemano nuestra única obligación entretanto es y seguirá siendo amar, amar y amar..., incluso ser amados. Porque es cierto que «Todo tacto quema», como escribía aquel precoz Parreño hace siglos, pero también que mil glaciaciones después otra persona distinta, que continúa firmando con su mismo nombre, es capaz todavía de pro-
José Parreño en el parque de San José, Segovia. :: ANTONIO TANARRO clamar que solo sigue aspirando, con la miga del poema, a recoger belleza y belleza y belleza. Belleza, por supuesto, trabajada, buscada, arrancada… Belleza que cada vez nos lo pone menos fácil, y está sin embargo en el ADN de este rastreador de luz empeñado en avivar el paso y elegir mientras aún pueda, como ha hecho en este poemario donde caben cada uno de esos días en los que duele todo, pero
PORNOGRAFÍA PARA INSECTOS José María Parreño. Pretextos Poesía. Valencia 2014. 91 páginas.
también la certeza de que el corazón de cada uno de nosotros sigue siendo «un cachorro huérfano / que aunque nadie proteja / seguirá y seguirá / pues su vida consiste sólo en una orden: / permanece». Y esta sí que es una hermosa forma de despojarse el poeta al cabo de lo vivido y sobre todo de cuanto queda por vivir. Algo así como si aquel muchacho que nos enseñó a blindar el corazón cuando no sabíamos lo que queríamos, pero
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estábamos dispuestos a todo por conseguirlo, nos animase ahora –cuando nos creíamos a salvo ya de cualquier convulsión del alma–, a desmontar uno a uno todos los blindajes, para desnudos al fin, gravemente ilesos, plantarle cara a la galerna ya avistada, pero también a los lunes, caricias y transbordos que nos queden por latir. «Toujours dans le desir», siempre en el deseo, que repetía cual lema tenaz un maduro Georges Braque, o aquel memorable verso de Paul Celan tras escribir las páginas más oscuras: yo alumbro detrás de mí mismo. José María Parreño alumbra. Siempre lo hizo, siempre enseñó el camino. De ida o de vuelta. Da igual. Ni lo supo ni presumió de ello. Sólo un camino posible, digno y por supuesto contaminado donde seguir conviviendo con nosotros mismos; sin perdonarnos nunca, simplemente aceptándonos. Un camino sin atajos ni verdades, eligiendo siempre la recta más breve y la curva más larga para tener una visión más amplia del lugar sin esperanza del qué venimos y el horizonte con ilusión forzada al que estamos abocados, sabiendo ya que la única eternidad a nuestro alcance es el instante en el que vivimos. Diciembre de 1980: Llego a casa tras once días vagando a lo bonzo por las calles y bares de Madrid, o viceversa, y encuentro de pronto en el buzón –¿se acuerdan de aquellos buzones habitados?– una invitación urgente para asistir esa misma noche en el Palace a los premios Adonáis. Me da un vuelco el corazón, aún sin blindar. Pienso que he ganado y corro a vender mi alma a los laureles. Horas después no soy ya el mismo: No he hallado la gloria, pero sí una palanca. Un fervor. Y un tejado.
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LECTURAS
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Hilos de belleza Despojado de motivos superfluos, Fermín Herrero ha configurado un volumen totalizador
JORGE DE ARCO
T
ras la aparición del anterior poemario de Fermín Herrero, ‘De atardecida, cielos’ –Premio de Poesía Ciudad de Salamanca, 2012–, escribí que la música callada del corazón que acompasa –acompaña– el decir del poeta soriano, corroboraba la silente interiorización que logra con su lenguaje. En aquel libro, tan próximo a los elementos de la Naturaleza que abrigan asiduamente su poesía, anotaba: «Aunque cualquier dolor/ intima su sigilo, oigo/ el vocerío de los pájaros/ sobre los girasoles…». Aquellas voces, aquel canto sanador, pareciera posarse ahora sobre las páginas esta su última entrega. ‘La gratitud’, XXIV premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, suma un nuevo galardón a la obra de un autor de trayectoria tan coherente como rigurosa. Despojado de motivos superfluos, de lo que no resulta primariamente universal, Fermín Herrero ha configu-
rado un volumen totalizador, en el que la esencialidad que cifra y mide al ser humano se torna constante referencia. Las desdichas, los adioses, la senectud…, tienen un innegable contrapunto en el renovado solsticio que cada día nos puede conceder la existencia. De ahí, que cercado por el concepto platónico de la participación , según el cual todo lo que hay de verdadero en los seres sensibles participa de la auténtica realidad, el sujeto poético despliegue en sus versos los dones que la vida regala, la celebración de compartirlos, la gratitud por saberlos nuestros: «…Sobre la hierba, al sol/ y en la tarde, a la brisa, incluso la tristeza/ se hace ternura en mí, se hace plenitud». Consciente de que, al margen de esa vitalista certidumbre, hay un espacio y un tiempo que se ovilla junto al hilo negro de los días («…Conforme comprendía/ que el goce y el dolor tienen la misma/ naturaleza, son inseparables, no se compensan»), su discurso también se demora, a su vez, en las cenizas que la memoria arrastra, en el relámpago que otrora vaciase el corazón, en la tristura esparcida por entre los huesos
Nómadas
E
n el fondo de nuestros corazones –ya sean inmaculados, ya de piedra, más negros que el pecado, profundos como océanos, ardientes como soles, heridos como cristales, rotos como huesos… o meras pequeñas bombas de músculo rojo– todos sabemos que, en realidad, el mundo no nos basta. Que todos esos días y horas, esos cielos y nubes, los cafés, los disgustos, los colores, los besos, las bofetadas, las montañas, los coches, las bombas, los ascensores, están muy bien la mayor parte del
tiempo, pero a la postre aburren, cansan. En el fondo, todos somos nómadas. Poco importa que hayamos erigido ciudades y sofás para aposentar nuestros culos, siempre querremos, de una u otra manera, estar en otra parte. El mero acto de levantar una ciudad, es decir, crear un espacio nuevo, que no se corresponde con lo que el mundo ofrece, ya es una manera de huir de este. El absurdo juego de palabras, urbanismo nómada, que inventó Humberto Eco en ‘El péndulo de Foucault’, no es tan
El poeta soriano Fermín Herrero. :: HENAR SASTRE que dejaron los que ya no están. Mas no se detiene. Remonta y se crece con voz encendida hasta alcanzar los enigmas que esconden las palabras, la alquimia que mana desde el tremor de sus sílabas. Porque desde ese cántico pleno de lirismo, auténtico, Fermín Herrero quiere sanar las heridas del mundo, el gesto doliente con el que tantas veces se mira en derredor: «En medio del rencor quedarse en humo/ hasta que la mirada sea un pájaro/ pequeño, un hilo de belleza…». Los cinco apartados que componen el volumen, ‘La medida del mundo’, ‘Aflicción’,
absurdo . Ese grito de Baudelaire: «En cualquier lugar que no esté en este mundo», no sólo resuena en la voz de los dandis decadentes, de los poetas malditos, o de los místicos, sino en lo más hondo de cualquiera de nosotros. Siempre hemos sabido que en otra parte, más allá del horizonte, de la muerte o Próxima Centauri, hay un lugar mejor. La raíz más profunda de la naturaleza humana es el artificio. No nos bastan los caballos: Inventaremos unicornios y Pegasos. Quizás creamos en ellos durante un tiempo, pasado el cual diremos que no eran más que formas de nuestra imaginación equivocada. Y ahí permanecerán, vivitos y trotando, en nuestra imaginación, equivocada o no. De
‘Razón de ser’, ‘La energía oscura’ y ‘Lo propio y lo diverso’, avanzan de forma colectiva en pos del fulgor y la complicidad que ofrece la libertad de saberse única conciencia, pero circunstancia común. Gracias a las virtudes que anidan en cada individuo, el universo puede girar en busca de unos valores solidarios, que fortalezcan la alegría hacia la vida. El poder del alma y la voluntad corazonadora que sueña con la eternidad, se conjugan en muchos de estos textos, que quieren exaltar el espíritu creador que respira sobre los que quieren y saben amar: «Las ganas de vivir/
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA
modo que tenemos, no tanto de formas de escapar al mundo como de enriquecerlo: El arte es una de ellas, la mejor y principal, a mi juicio modesto, ya que en ella no obran –casi nunca– las estrecheces de la religión, que, sea cual sea, porque se afirma verdad, acaba por descartar otras verdades y empobrece, empequeñece el mundo. La ciencia, por el contrario, lo hace
frente a la adversidad, frente a los puntos/ y aparte, contra tanta ausencia, contra/ la evocación de quienes me hicieron/ y han ido yéndose. El va-
LA GRATITUD Fermín Herrero. Visor Poesía. Madrid, 2014. 10€
más grande. La ingesta de drogas quizá sea la más antigua. Es sabido de todos que entre los escritores abunda la condición de dipsómano. Lo cierto es que son muchos los artistas que, además de por su talento, han sido conocidos por el uso del alcohol y otras sustancias que cambian la percepción. No pocas obras proceden de un modo más o menos directo del consumo de estas sustancias. La más famosa en este aspecto es el poema de Collderidge ‘Kubla Kan’, que no pudo concluir –eso se dice– porque una visita inoportuna le hizo olvidar sus visiones de opio. También las drogas, se dice que la cocaína, están tras la mejor obra de Stevenson, ‘El extraño caso del doctor Jeckyll y
lor/ de agarrarse a lo que me resta, como/ si fuera ahora todo, como si fuera». En suma, un poemario, que vibra ante la perplejidad latente en las soledades, que abunda en el poder curativo del lenguaje y que sabe ahondar en la melancolía de lo vivo y lo vivido, en lo profundo y lo enigmático que encierra la auténtica poesía: «Sobre el musgo, la luz de diciembre, de tan escasa/ excelsa, en lo recóndito. Un rayo que atraviesa/ la maraña y al pie de los zarzales deja un claror/ donde tiembla el misterio: una inocencia/ que estremece…».
Mr. Hyde’. El consumo de sustancias se rastrea en obras de Kerouac y Burroughs, de Aldous Huxley o de Poe y de Lowry, famosísimos borrachos. Hay también todo un género de libros en que los autores hablan de su relación con las drogas: ‘Confesiones de un opiómano inglés’ es un testimonio fascinante sobre el opio, lleno de un lirismo extraño, hermoso y aterrador, sobre la misma droga escribieron Baudelaire sus ‘Los paraísos artificiales’ y Cocteau su ‘Opium’. Los títulos mencionados, y alguno que me dejo, casi sin riesgos, nos trasmiten un reflejo de las glorias y horrores de esos otros mundos a los que las drogas pudieron llevar a sus autores.
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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Parejas y soledad
Aceptar la singularidad :: V. M. NIÑO
Yasmina Reza describe con nervio y dureza en ‘Felices los felices’ el miedo al abandono
LUIS EDUARDO SILES
L
os personajes de ‘Felices los felices’, como piensa uno de ellos, tratan de «reducir al máximo la exigencia de felicidad». De modo que pueden ser felices en la sala de espera del oncólogo, cuando un anciano imprime un pequeño giro a su gorra a modo de saludo antes de entrar por la puerta de radioterapia, y la mujer mayor, enferma de cáncer, con la que ha estado hablando, comenta a su hijo: «Me pregunto si no se habrá enamorado de mí ese hombre». O en el caso de Darius, que visita a un amigo y le confiesa: «Anita me ha dejado». Y cuando surge espontáneamente en la conversación el asunto del Alzhéimer, lleno de dolor, movido por la necesidad de olvidar, ex-
clama: «Es maravillosa esa enfermedad». Yasmina Reza, de una u otra forma, ha ubicado a los 18 personajes de este libro ante un poema de Borges, que ella cita, y que empieza: «Ya no es mágico el mundo. Te han dejado». Porque ‘Felices los felices’ es un extraordinario retrato de la vida en pareja, con sus derivas hacia el amor/desamor, el adulterio y, sobretodo, la soledad. Yasmina Reza (París, 1959) ha confesado en alguna entrevista que nunca ha creído en la pareja, aunque
FELICES LOS FELICES Yasmina Reza. Anagrama, 2014. 192 págs.14,90 euros.
La dramaturga francesa Yasmina Reza. :: J. MARTÍN-EFE
casi siempre vivió en ella. Su obra abarca el teatro, la novela y los guiones cinematográficos, entre otras cosas. Siempre de éxito en éxito. ‘Arte’ (1994), aquella colosal reflexión sobre la amistad masculina y sobre la pintura, traducida a 35 lenguas, la encumbró como la dramaturga contemporánea más representada en el mundo. Y el libro ‘El alba la tarde o la noche’ (2007) se convirtió en el látigo y la rosa de Nicolas Sarkozy en campaña electoral. ‘Felices los felices’ es un híbrido entre dramaturgia y novela, con 23 monólogos que, más que sostenidos en una estructura literaria, se mueven internamente por un mecanismo teatral. Con frases cortas, contundentes, en alguna ocasión brillantísimas. El libro contiene una lectura lúcida, cruel e irónica del alma del hombre y de la mujer. Los personajes se sienten solos, ya está dicho, pero tratan de aferrarse a la necesidad de compañía, sea en la pareja o en el adulterio. Odile Toscano, por ejemplo, mientras va con su familia a esparcir junto a un río las cenizas de su padre, recién fallecido, piensa obsesivamente en su amante: «Quiero conservar a Rémi para mí. Rémi me salva de Robert, del tiempo, de toda clase de melancolía». Y ya con el cofre vacío de los restos del difunto medita sobre cómo puede comprar discretamente las esposas y las pinzas para pezones a fin de estimular las estancias con su amante: «¿Por Internet?». Es también un libro hondo, hiriente e hilarante sobre el miedo al abandono. «El móvil, sobre la mesa, sigue sin dar señales de vida. Ninguna. Ninguna», piensa la actriz Loula Moreno mientras su amante toma copas con otra mujer. Hay cierto tono en ‘Felices los felices’ de alta comedia, como sucedía en ‘Arte’, pero la vida penetra aquí como un cuchillo en la existencia de los personajes, despiadada, con dolor, y todos se afanan en ser felices cada día flotando sobre sus rutinas de confort de clases acomodadas, siempre en busca de compañía, porque, como piensa uno de ellos: «En la muerte todos estamos solos».
La ascensión por la escarpada cara de la adolescencia puede ser durísima aunque siempre más llevadera cuando se tienen aliados. Teresa, alias Cucaracha, se avergüenza de su mínima estatura, de su desviación frente a los estándares envidiados. Sin embargo cuenta con el apoyo incondicional de sus dos amigas, también con alias de insectos, su madre, una expendedora de autoestima, y su hermana, la altísima Nora. Con este equipo se enfrenta Teresa a su ceniza condición de patito feo al que todo le sale mal. Laida Martínez hace crecer la pandilla de Teresa buscando la complicidad del lector, es fácil sentir simpatía por el desvalido contra el que se organizan los fuertes. A la Cucaracha protagonista se le encadenan las fatalidades
y la impresión de desastre la persigue. Sin embargo, la confianza de la progenitora de su amiga Araña, su empeño en apostar por la singularidad de esas niñas, las redime de su marginalidad. Con ritmo rápido, contada por horas durante los últimos cua-
EL CLUB DE LOS BICHOS Laida Martínez Navarro. Ilustraciones de Laura Pérez. Anaya. V Premio de Literatura Infantil Ciudad de Málaga. 116 páginas. 10 euros. A partir de 11 años.
tro días del curso, la novela se centra en las relaciones y esboza algunas coordenadas sociales propias del momento. La vida laboral de los padres –la madre, turno de noche en una fábrica, el padre en paro– o las dificultades del colegio para el próximo curso, son pequeñas ventanas por las que se cuela el ruido externo en una historia más de introspección psicológica que de cariz social. Pero el empeño colectivo se sobrepone a todos los contratiempos y las niñas-bicho triunfarán sobre una pasarela en principio vetada para ellas. Lectura amena y graciosa para lectores algo desganados a los que les cuesta engancharse. Para los entregados, un rato de empatía con sus coetáneos. Laura Pérez ilustra el libro fijando con trazo cómico los avatares de esta primera adolescencia.
Lo divertido es buscar :: V. M. N. Con un guiño a Melville y su ‘Moby Dick’ ha ganado Manuel Marsol el Premio Álbum Ilustrado Edelvives. Ahab, capitán del Pequod, se propone encontrar a la famosa ballena y su viaje es nuestro viaje. Marsol carga la bodega de ironía, referencias cinematográficas, literarias, filosóficas, y de pinceles. Su propuesta es pictórica, casi da pena que el soporte de papel imponga la superficie plana pues sus texturas ambicionan al relieve. Este experto cazador de ballenas vive entre arpones, reliquias, libros y películas sobre el literario mamífero. ‘Nantucket
Inquirer’, el diario de su isla, da cuenta del avistamiento de la ballena, entre un anuncio de la compañía Pata de Palo y el reseña de una exposición del pintor caníbal. Ahab recorre acantilados, pecios, bancos de medusas, incluso entró en una cueva, llena de vestigios que algo debieran haberle sugerido –Gepeto, Jonás, allí estuvieron–. Ahab preguntó a las estrellas, a la inmensidad del océano, una vez salió de la citada cueva, sin resolver su incógnita. Siguió buscando AHAB Y LA BALLENA aunque había hallado, sin sa- BLANCA berlo, la respuesta. Marsol Manuel Marsol. Premio Álbum firma un álbum de coleccio- ilustrado de Edelvives. 20,90 euros euros. A partir de 8 años. nista.
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sta semana nos ocuparemos de las secuencias ‘adonde’ y ‘a donde’, que con frecuencia resultan especialmente problemáticas en relación con su escritura unida o separada. Como adverbio relativo de lugar, ambas formas se emplean como introductoras de oraciones de relativo con o sin antecedente explícito dependientes de un verbo de movimiento para expresar tanto la dirección del movimiento significado por dicho verbo como su término. Sirvan como ejemplos de este uso los enunciados siguientes: Esa es la playa adonde / a donde vamos todos los años en junio (con antecedente expreso); Volvimos adonde / a donde fuimos la primera vez (sin antecedente expreso). Según se deduce de esta información, los usos de ‘adonde’ y de ‘a donde’ con verbos de estado o reposo no se consideran correctos en español actual, aunque sí eran frecuentes en el español clásico, en alternancia con ‘donde’, para expresar ubicación. Según la RAE, en ejemplos como ‘La encontró adonde la había dejado’ o ‘Déjalo adonde te he dicho’ predomina «en la mayor parte de las áreas hispanohablantes, el sentimiento lingüístico que considera arcaica esta construcción, además de poco justificable sintácticamente, por lo que se desaconseja» (Nueva gramática de la lengua española, 2009, § 22.8r). Así pues, para indicar situación hay que utilizar entonces la forma ‘donde’ o, si se prefiere, la forma ‘donde’ precedida de la preposición ‘en’ (Deja las maletas donde / en donde quieras; Te espero donde / en donde habíamos quedado; La ciudad donde / en donde resides). Evidentemente, a los hablantes nativos no les plantea ninguna duda ortográfica la presencia de la preposición ‘en’ junto a la forma ‘donde’, porque saben que siempre se escribe separado. En cambio, muchos hablantes se preguntan si la preposición ‘a’ tiene necesaria-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
LAS FORMAS ‘ADONDE’ Y ‘A DONDE’. HISTORIA DE UNA NORMA
Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es
mente que ir soldada a la forma ‘donde’ o si no es necesario, es decir, si las formas ‘adonde’ y ‘a donde’ constituyen una sola palabra o son dos palabras distintas. Es en realidad una cuestión que solo afecta a la lengua escrita y tiene historia. El gramático Andrés Bello, autor de la ‘Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos’ (publicada en Santiago de Chile en 1847), sugirió la conveniencia de distinguir gráficamente estas dos formas. La RAE, en el ‘Esbozo de una nueva gramática de la lengua española’ (1973), recomendaba –pero no obligaba– usar ‘adonde’ en casos de antecedente explícito (Esa es la playa adonde vamos todos los años en junio) y ‘a donde’ cuando el antecedente no está explícito por-
que puede ser identificado por el contexto (Iremos a donde tú quieras). Muchos gramáticos han discrepado de esta propuesta. Por ejemplo, José Martínez de Sousa, en el ‘Diccionario de usos y dudas del español actual’ (DUDEA, 4ª edición, 2008), prefiere la grafía en una sola palabra (adonde) independientemente de que el antecedente esté o no explícito. Por el contrario, el mexicano José. G. Moreno de Alba, en su libro ‘Minucias del lenguaje’ (1992), se atrevió a sugerir, basándose exclusivamente en la analogía, que siempre se escriba separado, ya que el resto de las preposiciones que preceden a la forma ‘donde’ (en donde, hacia donde, desde donde, por donde, etc.) nunca constituyen con ‘donde’ una sola palabra. Manuel Seco, en el ‘Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española’, opta por la distinción que proponían Bello y el Esbozo. Y Leonardo Gómez Torrego, en en ‘Nuevo Manual de español correcto’, II (2002), que consideraba normativa la recomendación de la RAE del año 1973, apuntaba lo siguiente: «parece conveniente evitar esta regla, que suele exigir al que escribe conocimientos gramaticales, y o bien dejar la doble opción de ‘adonde’ y ‘a donde’ como indistinta, o bien dejar como única la forma ‘adonde’». En su última obra (Hablar y escribir correctamente. Gramática normativa del español actual, 2006), da la doble opción: ‘adonde’ y ‘a donde’ como formas indistintas, siguiendo a la RAE en el ‘Diccionario panhispánico de dudas’ (2005). La normativa actual registrada en la ‘Ortografía de la lengua española’ (2010, cap. V, § 2.4.2.1.1) acepta la libre alternancia de ‘donde’, ‘adonde’: «el adverbio relativo locativo ‘donde’, cuando va precedido de la preposición ‘a’, admite también, de forma indistinta, las grafías ‘a donde’ y ‘adonde’, esté o no expreso su antecedente’. Fin de la historia y fin de un quebradero de cabeza ortográfico.
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Vestido de novia. P. Lemaitre (Alfaguara)
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Esperando al rey. Peridis (Espasa)
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Sábado 24.01.15 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
ÁNGEL MARCOS
María del Mar Herreras Uceta
María del Mar Herreras Uceta. Vallisoletana nacida en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) vuelve a Jerusalén donde ya residió durante cinco años. Con ella se cumplió un antiguo dicho que comparten judíos y palestinos: a Jerusalén no vas. Jerusalén te llama. Al-Quds o Yerushalayim es la vieja urbe cautivadora y multicultural que te acoge en lo más recóndito de sus callejuelas y barrios o a la que rechazas y evitas regresar sabiendo el por qué pero sin poder explicarlo con claridad. Quizá porque la solución a sus problemas no parece estar en la religión, la «tres veces santa» guarda siempre un destino fatal e incierto donde todo está por venir tras haber perdido la confianza en la diplomacia mundial. Además de Jerusalén también he vivido en varios países de Europa y en China pero el retorno a esta ciudad, sin saber por qué, tiene algo de liberación; algo como volver a empezar desde cero.
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LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 24.01.15 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
Deseos de volar E
l deseo de volar es uno de los más arquetípicos de la humanidad, y de forma más o menos simbólica está presente en todas las culturas y todas las divinidades etéreas y aladas. El hombre aspira a la conquista del cielo tanto en su vertiente espiritual como en la material: desea conquistar materialmente el cielo y se ha ocupado mucho del concepto felicidad. Además de todo eso siempre ha deseado volar. Entre los antiguos griegos los pájaros eran animales tabú por su condición de aéreos. Estaba prohibido matarlos por sus vínculos con lo más sagrado: el cielo. Y sus dioses podían volar a más velocidad que los pájaros y los platillos volantes, por la sencilla razón de que sus movimientos eran igual de veloces que sus pensamientos. Y la velocidad del pensamiento es algo superior a la de la luz. En lo que se refiere a la conquista material del cielo recurriendo a artefactos mecánicos, tenemos ya un mito muy antiguo del código cretense: la leyenda de Dédalo e Ícaro. Es sabido que Dédalo era un artesano supremo y fabricó alas para huir de Creta: unas para él y otras para su hijo Ícaro. No ignoramos lo que le ocurrió a Ícaro: desde niños nos informan de que es, entre otras cosas, una fábula sobre la ambición y la temeridad. Ícaro cae, pero no así Dédalo, y desde ese punto de vista se trata de un mito muy esperanzador, ya que el artilugio de Dédalo funciona, si bien es necesaria cierta precaución y el conocimiento preciso de los materiales usados en la fabricación del artefacto. Ícaro olvidó que la cera utilizada como pegamento en sus alas se derretía con la proximidad excesiva del sol. Se podía volar según el mito, si bien era recomendable no sobrepasar ciertas altitudes. Llamamos ángeles a unos hombres alados que viven en
el Paraíso. Aunque quizá habría que decir que son seres claramente andróginos, de naturaleza a un tiempo masculina y femenina, y en muchos aspectos parecen indicar la androginia original de la que hablaba Platón en su banquete, pero dentro de una fe muy diferente. Pues bien, suponemos que esos andróginos pueden volar, circunstancia que los convierte en seres perfectos. Leonardo de Vinci dedicó noches enteras al arte mecánico de volar sin demasiado provecho. La conquista del cielo surge de verdad tras la Ilustración y la aceleración de la capacidad industrial de Europa. Empieza con los globos aerostáticos ya en el siglo XVIII, si bien van a reinar sobre todo en el siglo XIX, hasta desembocar y concluir con la creación de los dirigibles Zepppelin y el desastre del Hindenburg en 1937. Ya para entonces, el cielo empezaba a ser territorio de los aviones, ahora mismo convertidos en reyes absolutos del aire. Sí, pero ir en un avión no es exactamente volar. En nuestra época, aparatos mucho más sencillos que un avión sirven para experimentar el verdadero placer de volar durante periodos de tiempo más que estimables: El ala delta, por ejemplo, que sigue estrechamente la teoría del mito fundacional, el de Dédalo, y la caída libre, con esos trajes parecidos al que utilizó un hombre que a principios del siglo XX, creo, se arrojó desde algún lugar de la torre Eiffel. Cayó en picado, y cuentan que dejó en el césped un agujero de quince centímetros. América, que es un país sin complejos porque todavía se cree el más poderoso de la tierra, y en muchos aspectos lo es, consigue que casi todos sus superhéroes vuelen. En el fondo han elaborado un mitología básica de aspecto muy arcaico y fundacional: también los dioses griegos podían volar, y seguramente a más ve-
:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
locidad que Supermán. Es difícil crear una mitología de esa naturaleza si no eres un imperio. Si no lo eres, no te gusta ser tan primario, y crees que sería preferible una mitología menos elemental, pero para eso tienes que estar viviendo en la decadencia. Ya se sabe, las mitologías de la decadencia son más complejas e irónicas, y no eligen conceptos como Superhombre para exhibir sus ideas. Ser tan obvias les da vergüenza, aunque no siempre. Como estamos en plena decadencia, nos van más los antihéroes. Valoramos los an-
«Los antiguos griegos prohibían matar pájaros por su vínculo con lo más sagrado: el cielo»
tihéroes como si estuviesen más legitimados que los héroes, y tuviesen más consistencia: la consistencia de la ruina y la autoridad del fracaso. Quizá es una disciplina muy saludable, pero mucho me temo que no ayuda a volar. Curiosamente el concepto ‘autoridad del fracaso’ fue acuñado por un americano: Fracis Sott Fitzgerald, un escritor que vio la vida como un proceso de demolición y que voló hasta disiparse, hasta convertirse en aire, como él mismo dijo con palabras que hieren como martillazos en el corazón.