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El Suplemento cultural de El Norte de Castilla celebra hoy su número 200
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Una actriz capaz de tod
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resultado A Concha Velasco no le ha prete que fácil llegar a ser la gran intér a su repas s’ cipré del ra somb es. ‘La día antes tenaz y brillante carrera, un de cumplir los setenta
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Doscientos cipreses ‘La Sombra del Ciprés’ alcanza un nuevo número redondo después de cinco años de andadura en El Norte CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
«Soy muy realista y muy creyente» En plena gira, la actriz asume su soledad, pero se siente menos sola que nunca [P5] ESCENA
«Soy su ángel de la guarda», dice Leblanc Actores como Tony, Antonio Ozores y Lola Herrera, entre otros, hablan de la actriz [P10]
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SOMBRA CIPRES HISTORIA
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Teodulfo Lagunero ha pasado a la historia como el empresario que sostuvo al PCE [P14]
:: GABRIEL VILLAMIL
«Jugué malas cartas con audacia»
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a infinidad de músicos, de trabajar con ellos, e incluso de escribir yo mismo la carátula de alguno de sus discos, cumpliendo el viejo sueño de la infancia. Sólo los que tenen mos cierta edad sabemos, con toda su profundidad, lo que significaba aquella liturgia de carátulas de cartón, fundas de plástico, surcos giratorios, agujas de diamante, carraspeo del primer contacto y, finalmente... la música. De todo aquel mundo vibrante es de lo que habla hoy el número doscientos de La ro 100 Sombra del Ciprés, el cultu- Núme .06.12 02 ral de El Norte de Castilla. Un suplemento que vio por primera vez la luz el 28 de noviembre de 2009, con un número especial, dedicado al teatro, que contenía una larga entrevista con Concha Velasco. Doscientos números, a lo largo de cinco años y algunos meses, en los que la literatu-ra ha tenido siempre un protagonismo muy especial, como corresponde a esa vocación por las letras que mostró este periódico desde el día de su nacimiento, pero donde también hemos hablado mucho de pintura, de escultura, de arquitectura, de fotografía, de cine, de cómic, de ar- Número 150 tes visuales, de danza, de di30.11.13 seño, de cultura, de ciencia... y por supuesto de música. De todo aquello que las musas encendieron en el espíritu creativo del hombre para animarle a habitar un mundo más digno y más hermoso. Pasa el tiempo en la personalidad, en el diseño y en el propio concepto de La Sombra del Ciprés a lo largo de sus doscientos primeros números, como pasa el tiempo so-
Genio y misterio en Tomás Luis de Victoria nario Se cumple el cuarto cente de la muerte del compositor español más universal [P2]
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:: NAIEL IBARROLA
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esde niño, cuando buceaba en la discoteca de mi padre en busca de un vinilo digno de ser escuchado en su fastuoso equipo de alta fidelidad, soñaba con escribir algún día la carátula de un disco. De un disco, sí, como decíamos entonces, ya que el término vinilo nos vino después. LP o ‘single’, lo mismo daba. De 33 o de 45 revoluciones por minuto... La manera en la que un escritor, un crítico o, simplemente, el publicista de turno de la discográfica presentaban lo que el vinilo contenía, al lado siempre de la lista de las canciones, me parecía un género literario fascinante, digno de las mejores plumas. Hablar de música, anticipar con palabras las sensaciones que después percibiríamos al escuchar un disco era para mí la mejor de las manifestaciones poéticas. De hecho me parecía, y aún me lo sigue pareciendo, que las palabras tienen siempre dentro de ellas una música misteriosa y secreta, una música que suena en nuestro corazón antes que en nuestro cerebro, y que nos hace mirar el mundo con compás y con y armonía, de manera sinfónica. Hasta tal punto era así, que no sé si fue la fascinación del vinilo –del objeto, con toda la parafernalia de su envoltorio– o la fascinación de los sonidos que fui escuchando después, lo que me llevó durante años a obsesionarme por escribir de música, a cumplir esa absurda vanidad de transformar los sonidos en palabras. Más tarde la vida me daría la oportunidad de conocer
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ENTREVISTA
bre las carátulas de los vinilos, que siempre son historia y siempre son presente cuando llegan de nuevo a nuestras manos. Pero permanece una misma voluntad: señalar a los lectores, a través de la palabra de nuestro plantel de colaboradores y amigos, algunos caminos que llevan a lugares extraordinarios, a espacios donde nuestro pensamiento y nuestros sentidos pueden cobrar una dimensión más ancha. En un mundo que quizás mira hacia adelante con exceso de ansia, conviene de tiempo en tiempo mirar también hacia atrás. Y echar cuentas. Y jugar con la memoria. O, como decía Miguel Delibes, a quien debemos el nombre de nuestro suplemento: «Permitamos que el tiempo venga a buscarnos en vez de luchar contra él». Esa es la banda sonora de nuestra aventura.
Un ciprés o centenario
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El primer número de La Sombra, dedicado a Concha Velasco, apareció en noviembre de 2009
Recuperando a Clarice Lispector
Siruela acomete la Biblioteca la que de la autora brasileña, en os ya han aparecido sus cuent y ‘La Pasión según G. H.’ [P2]
El suplemento quiere acompañar al lector a un lugar donde el pensamiento y los sentidos cobran dimensión más ancha
ARTE QUE SUENA
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Javier Panera, comisario de la exposición, bromea con algunas de las portadas de su colección. :: RAMÓN GÓMEZ
Cuando la música se casó con el arte La exposición ‘Días de vinilo’ explora en el Patio Herreriano la relación del arte del siglo XX con el diseño de las portadas de discos
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ay gestos que formaron parte de nuestra biografía, incluso de nuestra educación sentimental, además de musical. Gestos como sacar un vinilo de su funda, que llevaba aparejado la sensación de descubrir un preciado botín. Gestos que han pasado a la historia, que hoy solo perviven en la cotidianidad
del coleccionista impávido, o en la de los exquisitos que conservaron un buen plato en un equipo de ‘alta fidelidad’. Pero desde ayer vuelven a ser los gestos de todos gracias a la exposición ‘Días de vinilo. Una historia del diseño gráfico musical’. Sí. El Patio Herreriano suena. Y no solo porque, como dice su comisario, Javier Pa-
ANGÉLICA TANARRO
blogs.elnortedecastilla.es/calle58/ @angelicatanarro/twitter.com
nera, esta exposición ha puesto banda sonora a la colección del Museo. Son varias las músicas que vibran internamente en cada visitante, de sala en sala, a medida que avanza por estilos musicales y por estilos artísticos. Porque de eso se trata. Este es el argumento de la exposición, reunir lo que a menudo se comprueba sin relato cronológico y de for-
ma intermitente: que el diseño de las portadas de discos ha estado históricamente unido a la evolución del arte. De los grandes movimientos artísticos del siglo XX. Desde aquella (que ahora pinta algo inocente) funda del primer single de Elvis Presley que se editó en España (allá por 1954) con un ‘rey del rock’ en llamas, a las aportaciones al género de artistas como Jeff Koons, Murakami o Banksy en discos de Lady Gaga, el rapero Kanye West o el grupo Blur, entre muchos otros, la exposición contiene joyas apenas vistas en España, portadas de las que hay que llamar emblemáticas, iconos de la historia del rock, del pop, del punk, del glam... Cómo no sentir cierto vértigo al contemplar la (digamos mítica recurriendo al tópico) portada del ‘Wish you were here’, de Pink Floyd. Ahora sabemos que salió de la mesa Storm Thorgerson, pero en 1975 era una ventana por la que el rock sinfónico entraba en las vidas de muchos adolescentes. O la de ‘Aqualung’ de Jethro Tull, que salió del taller de Burton Silverman. El impresionante
La exposición estará abierta en el Museo Patio Herreriano hasta el 13 de septiembre
mendigo pintado a la acuarela estaba inspirado en fotos que Jennie, la esposa de Ian Anderson, había sacado de algunos indigentes. El jazz inspiró a Jackson Pollock. Y el artista santo y seña del expresionismo abstracto americano devolvió el favor prestando pinturas para discos, incluso prestándose a dar a conocer en un disco la música que sonaba habitualmente en su estudio. Y ¡claro¡ Warhol. De Andy Warhol sabíamos más, sus series que fueron el origen de muchas de sus obras pictóricas convirtieron en iconos los rostros de Mick Jagger, Liza Minnelli... hasta de un jovencísimo Miguel Bosé. Pero hubo un Andy Warhol anterior al artista que sacralizó el pop. La primera portada que diseñó también
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está aquí y hay que saberlo para creerlo. De aquellos tiempos, años cincuenta del pasado siglo, hay rarezas como ese disco con la voz de Tennessee Williams leyendo algunas de sus obras, cuya portada dibujó en trazos finos muy distintos de su estilo posterior. En España esta estrecha relación arte y diseño musical tiene un capítulo aparte en la etapa de la movida. El Patio Herreriano ha aprovechado para ‘colonizar’ con discos y carteles las salas que acogen algunos de los artistas de los ochenta como Guillermo Pérez Villalta o Chema Cobo. La movida tuvo especial relevancia en esta unión. Nombres como Nazario, Mariscal, Pablo Pérez Mínguez, Oscar Mariné, Ceesepe, El Hortelano iban de la mano de la eclosión de Alaska y Dinarama, Radio Futura, Nacha Pop o Kaka de Luxe. Pero antes de todo eso, artistas como Picasso, Dalí o Miró habían aportado su talento a las portadas de discos, casi siempre de música clásica. Pero hay una excepción: en 1968, Juan Pardo, entonces el 50% de Juan y Junior se presentó en París con la intención de que les hiciera una portada para ‘Anduriña’. Picasso escuchó la grabación y dibujó una paloma. Pero el gozo del dúo se fue a un pozo cuando la firma discográfica relegó el dibujo a la contraportada. Franco aún no había muerto y Picasso no era un artista querido por estos lares. Historias y más historias en cada apartado de la exposición. Y el reflejo del arte que educó nuestras miradas. Yoko Ono y Sol Lewitt, Moreno Villa y Raoul Dufy, vanguardias históricas, psicodelia y posmodernismo. Y detrás de todo este cúmulo de carteles, fotos, publicaciones y discos, centenares de discos está el entusiasmo de Javier Panera, profesor de la universidad de Salamanca, ex director del Da2 y fiel coleccionista, propietario de estos tesoros.
200 CIPRESES Algunas portadas de finales de los sesenta. La psicodelia estaba en su apogeo. :: REPORTAJE GRÁFICO RAMÓN GÓMEZ
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Portada del primer disco de Elvis Presley editado en España, y un reproductor de discos de los años cincuenta. George Harrison y el resto de The Beatles.
Portadas del concierto para piano nº5 de Beethoven, ‘Emperador’, y de ‘The dark side of de moon’, de Pink Floyd, esta última influenciada por la primera, del pionero Steinweiss.
La cara oculta de la portada D icen que cuando el joven grafista Alex Steinweiss se unió a la discográfica Columbia como director artístico en 1939, lo primero que quiso cambiar era algo que él veía muy claro: las carátulas del sello tendían a los monocromos oscuros y serían mucho más llamativos si se envolvían en una funda ilustrada. En una entrevista que concedió en 1990, ya retirado, lo explicó claramente: «La forma en la que vendían los discos era ridícula. Las fundas de cartón marrón eran tan grises, tan poco atractivas, que convencí a los ejecutivos para que me dejaran diseñar algunas portadas». El presidente del sello Ted Wallerstein acogió su propuesta y le dejó hacer. En pocas semanas las ventas se habían incrementado el 800% y el fenómeno llegó a la revista
‘Newsweek ‘y al periódico ‘New York Times’, que le dedicó un artículo firmado por Gama Gilbert en las páginas 36 y 37 de la edición del 2 de noviembre de 1940 titulado ‘Noticias desde el estudio de grabación’: «Algunas personas orgullosas de sus colecciones han sugerido a las compañías discográficas que encuadernen sus álbumes en colores variados en lugar del negro formal habitual. Después de todo, se preguntan: ¿Cómo se vería una biblioteca de sólo libros negros? Columbia, al menos, ha salido a la caza y se ha atrevido a contratar a un director artístico que le preste atención experta a ese asunto». Steinweiss inició su particular revolución en 1940 diseñando la cubierta de una caja con cuatro discos de 78 revoluciones por minuto titulada ‘Smash hits’, una compilación de Richard Rodgers y Lorenz
XAVIER VALIÑO
Especialista en información musical, autor del libro ‘Retratos pop’ y colaborador de ‘Ruta 66’ y ‘Efe Eme’
El jazz fue el estilo que jugó un papel capital en la evolución del diseño gráfico musical
Hart, los reyes de la comedia musical. A partir de ahí realizó unas 2.500 carátulas hasta que se retiró en 1973, sentando las bases del diseño actual en las portadas de discos con sus elegantes e innovadores diseños, vagamente inspirados en las primeras vanguardias europeas (especialmente la Bauhaus y el Art Decó). Han pasado 155 años desde las pioneras grabaciones sonoras de Thomas Edison. Cuando se editaron comercialmente, el estatus de la música se había alterado ya irreversiblemente para siempre. La habilidad musical, más que un don a compartir, era ya potencialmente el producto material de una industria que crecería exponencialmente; mientras, el poseedor de un fonógrafo o gramófono pasaba de ser un amante de la música a un consumidor. Los primeros cilindros de cera no tenían casi nada
que los distinguiera de cualquier otro producto expuesto para la venta. Los primeros discos planos para gramófonos se vendieron sin protección alguna. En 1910, cuando ya se envolvían en papel, la información seguía apareciendo en la etiqueta, por lo que se les practicaba un agujero en el envoltorio para poder acceder a ella. La protección de los discos era algo inexistente en la lista de prioridades de los productores fonográficos y solo los almacenes que los vendían los dotaron de fundas para proporcionarles cierta permanencia y estabilidad. Fue el jazz el estilo que jugó un papel capital en la evolución del diseño gráfico musical y en la revalorización de la portada como campo de experimentación plástica marcando distancia con otros géneros musicales, asociando su identidad visual con las corrientes
artísticas de vanguardia al contratar a los ilustradores más innovadores. Después de Steinweiss, Jim Flora (con sus diseños inspirados por Miró o Kandinsky) y Robert Jones le dieron continuidad a su labor en el sello Columbia. Ya en los años 50, otros artistas como David Stone Martin, Burt Goldblatt, S. Neil Fujita, Robert Flynn, Andy Warhol o Paul Huf continuaron ensanchando los límites del arte en las portadas, aunque quien más destacaría sería Reid Miles, rompiendo los esquemas estéticos de la época a base de tipografías poderosas, tintados azules, rojos y amarillos ordenados en franjas geométricas, que recuerdan a las pinturas de Barnett Newman, y combinados con sugerentes fotografías en blanco y negro. La primera carátula en ganar un Grammy fue ‘Signs for Only the Lonely’ (1958) de Frank Sinatra, acreditada al cantante aunque realmente pintada por Nicholas Volpe a partir de un autorretrato del año anterior con el cantante carac-
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De las muchas portadas míticas de Andy Warhol, ésta para The Velvet Underground es de las más destacables. En la versión española el plátano no se pelaba.
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terizado como payaso. La aparición de sellos vinculados a las nuevas corrientes jazzísticas como el bebop, el hard bop o el free jazz coincidió con la incorporación de la fotografía (con el trabajo de retratistas como William Claxton, Lee Friedlander, Francis Wolff o Ken Deardoff) a las carátulas y el abandono progresivo de la ilustración, tal y como muestran los emblemáticos diseños de los sellos Blue Note, Verve, Impulse, Prestige o Riverside. Con la aparición del vinilo de larga duración en 1948, un soporte que mejoró sensiblemente la calidad y la capacidad frente a soportes anteriores como la pizarra, los sellos decidieron continuar con una estrategia que les estaba dando tan buenos resultados. El diseño de portadas, ya imprescindible, se aplicó también al single, que apareció en 1954 casi al mismo tiempo que el rock and roll, siendo este el vehículo preferido para comercializar la música mientras el LP se convertía en una colección de singles con el retrato del artista e información de las canciones que contenía en su portada. En el mundo del rock, tras unos primeros años titubeantes, a principios de los 60 se empezó a considerar el LP como una superficie más adecuada para plasmar el concepto estético de los músicos y un campo virgen de experimentación en el que poco a poco se iría dotando de identidad propia a cada género y artista a través del diseño gráfico. A su vez, los músicos
Miembros de grupos británicos de los años 60 empezaron encargar a sus amigos el diseño de sus portadas veían en ello una oportunidad para potenciar su identidad pública. El formato cuadrado de 31 centímetros se convirtió así en un simbólico lienzo en blanco a la espera de ser llenado de significados, una oportunidad única para aplicar elementos de las vanguardias artísticas destilados a partir del diseño publicitario, donde destacaban audaces combinaciones de tipografía, fotografía e ilustración que desarrollaron un imaginario estético inédito hasta entonces. Muchos componentes de grupos británicos que emergieron en los años 60, como The Beatles, The Rolling Stones o Pink Floyd, tenían lazos con las Facultades de Bellas Artes (Peter Blake, Richard Hamilton, Storm Thorgerson…), así que empezaron a encargarles a sus amigos y contemporáneos que diseñasen sus portadas. Era lógico que a estos jóvenes artistas les interesase trabajar en un campo relativamente nuevo y abierto a todo tipo de posibilidades. Simultáneamente, los directores artísticos de las discográficas se estaban volviendo más receptivos a las posibilidades de las portadas como medio de transmisión y promoción de sus artistas. Todo ello contribuyó a un gran ca cambio en la
toma de conciencia visual. Fue esta la época gloriosa del diseño de cubiertas. Las portadas dobles se convirtieron en la norma incluso para los artistas noveles, con desplegables, troquelados, formatos únicos, pósters, libretos y todo tipo de reclamos buscando deslumbrar, con dos escuelas diferenciadas pero trabajando en la misma dirección, la británica (Hipgnosis, Roger Dean, Martin Sharp, Marcus Keef, David King…) y la norteamericana (Cal Schenkel, Rick Griffin, Craig Braun, Ernie Cefalu, Norman Seef…). La crisis del papel en 1973, que elevó el precio debido a su escasez, fue la primera señal: los sellos se vieron forzados a recortar en los envoltorios de los discos y el carnaval de cartón casi toca a su fin. Sin embargo, aún se permitió una cierta indulgencia con las estrellas, para las que casi no existían límites. El punk trajo otro aldabonazo, rompiendo con las reglas no escritas hasta entonces del diseño, con un estilo intencionadamente torpe que pretendía saltarse todas las reglas vigentes empleando fotocopias, blancos y negros, tipografías manuales, collage, recortes de prensa, todo con la idea de hacerlo accesible y crítico con el sistema. Durante unos años convivieron los viejos maestros como Hipgnosis o los delirios pictóricos de Roger Dean, a pesar de estar aún en su treintena, con nuevos y deslumbrantes artistas como Jamie Reid o Peter Saville. Hasta que a principios de los 80 llegó el disco compacto sustituyendo al LP y los años dorados tocaron a su fin.
En España, Picasso ilustró discos de música clásica (arriba) y uno de pop (derecha). Debajo la portada de Joan Miró para un disco de Raimon.
W Warhol (derecha e iz izquierda) fue un activo ‘portadista’ antes de ‘p hacerse famoso como ha artista y gurú del pop. ar También Roy Ta Lichtenstein (primera Li portada por la izquierda) po creó escuela. cr
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OTRA GALAXIA
Los viajeros aéreos de Lunardi 19 de marzo
Hay en el Museo del Prado un cuadro de 1785 de John-Francis Rigaud titulado ‘Los tres viajeros aéreos favoritos’. Recoge el momento del despegue del segundo viaje en globo de Vincenzo Lunardi sobre Londres. Es un cuadro que no se exhibe habitualmente, tan solo está en los fondos del museo. Yo tuve ocasión de verlo una vez. Fue un amor a primera vista. Me cautivó. No he podido volver a verlo. Pero averigüé su relato. El joven Vincenzo Lunardi llegó a Londres en 1782 como asistente del embajador de Nápoles. Son los tiempos del largo reinado de Jorge III y es el Londres retratado por Hogarth, una ciudad oscura, promiscua, peligrosa y repugnante, enlodada y cruel. Un año después, en 1783, Lunardi ya es famoso en los salones londinenses. Es alguien extremadamente singular: su personalidad de hombre irresistible lo hace inteligente, elegante, rápido, listo, amable, generoso, dandi, seductor, atractivo y brillante. Sabe de ciencia, de mundo, de aventuras, de política, pero es cauto. Para todo asunto tiene un comentario sagaz y evasivo. Le caracteriza sobre todo su amor por la técnica, por las máquinas, por la física. Esa inclinación por la ciencia proviene de su relación con el
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científico napolitano Vincenzo Cavallo, una especie de maestro suyo. Cuando Lunardi llega a Londres, Cavallo está en la Royal Society, donde en ese tiempo son famosas sus investigaciones sobre el hidrógeno. Lunardi, que ansía volar, espera hacer vuelos aerostáticos con su ayuda. El asunto del gas fue capital para los globos. Los hermanos Montgolfier, los pioneros en la aerostática, famosos en ese momento, usaban ‘aire caliente’ y nada más. Sin embargo, Cavallo, junto con George Fordyce, habían producido hidrógeno a partir de la mezcla de ácido sulfúrico y limaduras de zinc y de hierro. Lunardi empleará ese hidrógeno porque su peso era de 89 gramos por metro cúbico, pero era un gas más volátil y muy peligroso. Con el tiempo, el gas que se acabaría imponiendo sería el helio, pero aún no en 1785. Las personas que aparecen en el cuadro de Rigaud son, aparte de Lunardi, que es quien agita el brazo en señal de despedida, un tal Georges Biggin y Letitia Anne Sage. Letitia era actriz, pero la Historia le deparará un sitio de honor como la primera aeronauta. En los escenarios no tuvo fama. Quizá actuó más en provincias que en Londres. Pero sí fue conocida como empresaria teatral. Controlaba la dirección del Drury Lane Theatre. Sabemos también que Walpole dijo de ella que era «soez». La tela del globo de ese viaje de 1785 representaba, cómo no, la bandera de la Union Jack. Era seda cubierta de un barniz elástico, mezcla de caucho y aceites, con un diámetro de 10 metros. Lunardi inventó un absurdo sistema de propulsión: puso alas y remos a los lados para la navegación. No servían para nada, pero aumentaba el dramatismo. El habitáculo se completaba con una red y unos sacos de arena para el lastre. La financiación corrió a cargo del tal Biggin, un mecenas
liberal sin prejuicios que fue un buen amigo de Lunardi. La fecha del vuelo se fijó para el miércoles 29 de junio. El despegue se hizo desde la Rotunda de Mr. Arnold, en St. George’s Field, por Southbank. Los químicos Fordyce y Cavallo empezaron a hinchar hidrógeno en el globo la noche anterior. Tras varios intentos, el balón no lograba despegar. La cesta era demasiado frágil para las cinco personas a quienes Lunardi había invitado. Dos –el Coronel Hastings y una des-
‘Los tres viajeros aéreos favoritos’. John-Francis Rigaud. Hacia 1785. Museo del Prado, Madrid.
ADOLFO GARCÍA ORTEGA
Lunardi, tras diecinueve vuelos documentados, murió en un convento de caridad en Lisboa, en 1806, olvidado y pobre
conocida– ni siquiera lo intentaron; Lunardi tuvo que dejar su propio sitio a Biggin, que era quien financiaba, y a Miss Sage, porque estuvo muy persuasiva y también había puesto dinero en la empresa. Lunardi incluso hizo un contrato privado con ella para espectáculos posteriores en Covent Garden y en París; además, iba a ser la primera mujer que volase. En el cuadro de Rigaud, ella sale delgada, cuando en realidad era bastante gruesa. Ese año llegó a pesar 200 libras, razón más que probable por la que Lunardi se quedó en tierra, ya que el peso de su financiadora era muy específico. Subieron, pues, los que pagaron para hacerlo. Pero, curiosamente, el cuadro de Rigaud no recoge la baja de Lunardi. A las 13:25 Biggin dio la señal para cortar las amarras y el globo despegó. El día era claro, con sol espléndido. Había entre 150.000 y 200.000 personas viendo aquello. El rey y la reina estuvieron siguiendo el vuelo con un catalejo desde un balcón de su palacio. Gracias a una carta posterior de Letitia Sage, podemos saber hoy cuáles fueron las peripecias del vuelo. Experimentaron sensaciones de terror, placer, inquietud, nerviosismo. Almorzaron jamón, pollo y una botella de vino de Florencia. Tenían un catalejo y un megáfono. Biggin, que demostró pericia como piloto, tocó varias veces una pequeña campanilla e hizo una prueba eléctrica, no sabemos cuál. Los dos cumplieron un sueño, más una especie de experimento privado (como si hubiesen pactado allí arriba hacer algo juntos) del que nadie supo nada, ni siquiera Lunardi, y que luego fue desvirtuado por la malicia popular. Algo de sexo, dicen. Cuando tomaron tierra, un campesino asustado los agredió. Los salvaron unos jóvenes alumnos de la escuela de Harrow, que invadieron el campo donde aterrizaron. Lo brutal fue que algunos del lugar trataron de vejar a Miss Sage. Biggin salió en su defensa como un caballero. Todo esto lo recogió el ‘New London Magazine’ en su número de octubre. El cuadro del Prado no permite suponer ninguna de estas cosas. Tan solo atrapa al espectador en un extraño deseo de insaciable curiosidad. Lunardi, tras 19 vuelos documentados, murió en un convento de caridad de Lisboa, en 1806, olvidado y pobre.
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Más allá de lo posible Algo fuera de lo ordinario
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ás o menos hacia la mitad de su coloquio con Vittorio Hösle, recogido en ‘La razón al poder’ (Pretextos), Boris Groys, que algo sabe sobre el asunto –basta acordarse de su ‘Obra de arte total Stalin’, que abordamos aquí hace bastante tiempo– indica que, a grandes rasgos, la temática de la cultura moderna se concentra en la catástrofe, el ocaso, la desgracia, el fracaso y, sobre todo, el sacrificio, un sacrificio explícito y sin sentido, que ejemplifica en Duchamp o Beckett: «el artista sabe pintar correctamente, sin embargo, pinta un cuadrado negro para sacrificar su talento». La conversación, en torno al poder de la filosofía, el experimento del comunismo, el retorno de la religión y la legitimidad del capitalismo, ya turbocapitalismo, entre estos dos grandísimos pensadores nacidos y formados en Europa, «oasis de insignificancia» dentro del orden económico mundial de este tiempo, pero profesores actualmente en Norteamérica, se celebró en 2007 en Kalsruhe, con motivo del bicentenario de la aparición de ‘Fenomenología del espíritu’ de Hegel, y se encuadra dentro del ‘diálogo interminable’ que mantienen Marc Jongen y Luca di Blasi, también filósofos, más jóvenes, los moderadores del encuentro, que firman un comentario sobre el debate bastante esclarecedor, aunque a mi juicio un tanto sesgado. Emmanuel Levinas es, justamente, uno de los pensadores fundamentales en el intento, minoritario y sumergido frente al nihilismo de la filosofía imperante durante el siglo XX, de restaurar el sentido sacrificado por la modernidad. Y no sólo de esto, a mi escaso entender es uno de los filósofos cruciales de nuestro
UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
Cavell muestra su filosofía sin aspavientos ni desviaciones ontológicas o metafísicas La lógica del capitalismo rampante conduce a la aniquilación espiritual
tiempo, por eso lo traemos con frecuencia a estas páginas. ‘Escritos inéditos 2’ (Trotta, como el primer volumen) recoge buena parte de las densas conferencias que dictó entre 1947 y 1964 en el Collége Philosophique creado por Jean Wahl cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, la mayoría, pues, mientras pergeñaba su esencial ‘Totalidad e infinito’. Para empezar, se aleja de su maestro Heidegger al negar la primacía del ser sustantivo sobre el verbal, diferencia radical que impulsará el devenir de su concepción del mundo, que me resulta tan atractiva. Una gozada desde la primera línea, qué honduras de pensamiento. Ya en ‘Palabra y silencio’, la charla inicial, desconfía, en la estela de su admirado Franz Rosenzweig en ‘La estrella de la redención’, del hechizo y exaltación del silencio, por la carga de inhumanidad que acarrea; apuesta por el lenguaje al servicio de las ideas e incluso de la sociedad, camino de la médula de su filosofía: la gloria del ser, que es el otro, «aquel que desborda absolutamente toda idea que yo pueda tener de él», pero también el saber como crítica y su trascendencia frente a la facticidad del existencialismo y la facticidad injustificada del poder. Ay, quién pudiera sustraerse a los encantos del poder en cualquiera de sus rostros: político, comunitario, doméstico… En ‘La filosofía pasado el mañana’ (Alpha Decay), título con resabios nietzschianos, el profesor emérito de Harvard Stanley Cavell parte a este respecto de la fijación en lo cotidiano, en lo que nos pasa desapercibido, y hasta el final, de manera harto elogiable frente a tanta deconstrucción, intenta articular una expresión coherente con el mundo que tenemos, una ela-
boración, exenta de polémicas facilonas y estériles, de su naturaleza, para contemplar, al hilo, la maldición, la denuncia, el abuso del moralismo o el discurso ventajista del odio y de lo mortal. En este sentido, en la conferencia ‘Más allá de lo posible’ Levinas persigue una salida allende la muerte, capaz de superar la derrota inscrita en la finitud de cada persona. Y curiosamente la encuentra más acá: en la necesidad de darse mediante la descendencia y en la exigencia íntima de la bondad que cabe exigir a todo hombre. Dos formas de fecundidad susceptibles de vencer la renuncia a luchar contra el enemigo que nos reducirá a la nada, de afirmar el horizonte irreductible de la humanidad: la esperanza, la fe en la vida. Un intento de filosofar sin filosofía al modo de S. Cavell. Más allá de lo posible, «más allá del deseo, más allá de sí», en sus ‘Cinco meditaciones sobre la muerte’ (Siruela), François Cheng, autor al menos de otros dos libros extraordinarios, el paralelo a éste ‘Cinco meditaciones sobre la belleza’ y ‘Vacío y plenitud’, ambos publicados por la misma editorial y de los que en su día disfruté emocionado, sobrecogido, se enfrenta al límite infranqueable, a lo mortal, sin red, preguntándose desde el origen azaroso del universo a partir de la física teórica hasta la desaparición de lo mínimo o cercano, para tratar de encontrar el sentido de nuestra existencia. Ardua tarea, qué duda cabe, porque es un enigma que rebasa nuestro entendimiento y, en consecuencia, hay que agarrarse a la vida «como un bien absoluto», mediante el deseo de realización, el de superación y el de trascendencia. En ‘El diálogo’ (Pre-textos), que abordamos en estas pági-
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LA RAZÓN AL PODER
ESCRITOS INÉDITOS 2
Boris Groys/Vittorio Hösle, Pre-textos, 120 pp., 14 euros.
Emmanuel Levinas, Trotta, 248 pp., 22 euros.
LA FILOSOFÍA PASADO EL MAÑANA
CINCO MEDITACIONES SOBRE LA MUERTE
Stanley Cavell, Alpha Decay, 432 pp., 34,90 euros.
nas hace tiempo, F. Cheng se situaba en el cruce del pensamiento de oriente y el occidental y desde esa conexión indaga aquí, en las antípodas del nihilismo triunfante, sobre lo finito, aunque parezca paradójico desde lo que denomina, en onda rilkeana, «la vida abierta». No es de extrañar, en este sentido, que su manera de enfrentarse, y aun superar, la muerte no se fundamente en dogma alguno ni en resurrecciones ni en reencarnaciones, sino que «invierte nuestra percepción de la existencia humana y nos invita a considerar la vida a la luz de nuestra propia muerte, ya que la conciencia de la muerte vuelve a darle todo su sentido a nuestro destino, que forma parte integrante de una gran Aventura en devenir». Razón por la que desemboca en la poesía, la voz de los muertos, a cuyo cobijo se consagra la meditación final, si bien en la primera, por caso, ya se apoya en Rilke en relación con el taoísmo, para afirmar al cabo que «en el retorno al Origen se encuentra la fuente de la verdadera Duración». Más acá de lo posible, que es como muchos juzgan la política -el arte de lo posible–, entre otras ideas originales y creo que bien orientadas, Groys considera que el liberalismo y el Estado de Derecho del que aproximadamente disfrutamos no son fruto, como por regla general se mantiene, de la Ilustración, sino de cierta reacción anti-ilustrada tras el estallido revolucionario y su sanguinario desenlace, que equipara, en cuanto al desastre provocado por el imperio de lo racional, al comunismo, que tanto sufrió. Hösle tiene más apego a la razón, con matices bastante convincentes y, sobre todo, es partidario de la ascesis hacia la autoregulación ética del
individuo como pilar de la convivencia y del futuro. Autoregulación ética que destila ‘La filosofía pasado el mañana’, donde Cavell muestra su filosofía sin aspavientos ni desviaciones ontológicas o metafísicas, raseando sus penetrantes impresiones analíticas gracias a diez ensayos que abarcan de Shakespeare a F. Astaire, por poner dos extremos, del cine a la ópera o el coleccionismo, de Schopenhauer a Emerson, pasando por su admirado Wittgenstein, novelistas como Jane Austen, George Eliot y Henry James. O Heidegger y Thoreau, extraña conexión, a quienes empareja, trazando intersecciones y divergencias sorprendentes. Siempre siguiendo el principio de que la capacidad de alabar es el mejor antídoto contra la amenaza contemporánea, de todos los tiempos, del escepticismo, del escándalo
200 CIPRESES
François Cheng, Siruela, 132 pp., 16’95 euros.
de su sinsentido, además de ser aspecto cardinal para el reconocimiento del otro, con lo que volvemos a Levinas, cuyas ideas, en torno a la vulnerabilidad y el fracaso que para el hombre comporta la ingratitud, confronta en uno de sus textos académicos. Hösle y Groys tratan en su discusión, en todo caso, de forma loable, de superar el creciente malestar de la modernidad y su potencial autodestructivo conducente al colapso ecológico; de buscar un equilibrio, bajo el imperio de la ley y la división verdadera de poderes, que impida caer en una crisis total como la que condujo en los años veinte del siglo anterior a los totalitarismos. Pues, como afirmara Joseph Brodsky, con mucho conocimiento de causa, «resulta preferible ser un completo fracaso en una democracia que un mártir, o ‘la crème de la crème’, en una dictadura». Por mi parte, pienso que la lógica del capitalismo rampante conduce a la aniquilación espiritual –aunque no también a persecución y eliminación física, que ya es, como sucede en cualquier totalitarismo–, por lo que este suplemento no deja de ser, de facto, como la creación artística o literaria que no se ha rendido y entregado al mero comercio puro y duro o a la destrucción de los cimientos de nuestra cultura, un foco inútil, frágil y heroico de resistencia. Larga vida a ‘La sombra del ciprés’. A quienes, aún muchos, en su defensa de la necesidad del arte, con la seguridad de perder la batalla, no cejan en su empeño de salvar lo que se pueda de aquello que debería perdurar, sin someterse a los gustos ordinarios del público y del mercado ni liquidar tranquilamente, por el otro extremo, siglos de tradición y posos estéticos y éticos.
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Sábado 18.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
Músicos del norte: aniversarios
Ensayo de la ópera cómica ‘Masquerade’, de Carl Nielsen. :: BARBARA BINDL
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os conmemoraciones. Hace 150 años nacieron Carl Nielsen, danés, y Jan Sibelius (finlandés). Dos compositores del norte que consiguieron hacerse universales. Dos músicos extraordinarios, todavía dentro de la tonalidad, pero de evidente personalidad. Nielsen es autor de dos óperas, ‘Saul y David’ y ‘Maskerade’, escasamente representadas fuera de Dinamarca; Sibelius, de una pequeña obra lírica de juventud. Las piezas de Nielsen son muy interesantes, de influencia wagneriana ‘Saul y David’, cercana al Oratorio y con gran
presencia del coro, y más ligera y tersa de carácter mozartiano la segunda, ‘Maskerade’. Sería una buena ocasión recuperarlas en estas fechas. Solo los discos nos han permitido escucharlas. Resulta curiosa está limitada presencia de la ópera en los compositores nórdicos, aunque hoy Sallinen y Rautavara han compuesto algunas obras interesantes. Hace muchos años tuve ocasión de ver en Estocolmo ‘La princesa de Golconda’, de Franz Berwald (autor también de ‘Estrella de Sevilla’), obra poética y fantástica que hubiera sido un éxito en cualquier
FERNANDO HERRERO
teatro. Caso excepcional. Frente a estos hechos la nómina de cantantes de los países nórdicos, a partir de Jenny Lind, el ‘ruiseñor sueco’, es impresionante. Baste citar unos cuantos nombres, Birgitt Nilson, Karita Mattila, Jussi Bjorling, Nicolai Gedda, Lauritz Melchior, Matti Salminen, etc. Nielsen es autor de seis sinfonías que, poco a poco, se han
ido incorporando al repertorio universal. Casi todas ellas tienen nombre: la segunda, ‘Los cuatro temperamentos’; la tercera, ‘Expansiva’; la cuarta, ‘Inextinguible’; la sexta, ‘Simple’. Son obras de excelente factura y de gran fuerza. De la ‘Inextinguible’ recordamos la versión magistral que Gustavo Dudamel dirigió a la Sinfónica de Goterborg en el Auditorio. También es autor de oberturas, conciertos (uno de flauta programado recientemente por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León) y obras de cámara. El caso de Jan Sibelius es especial. Motejado por parte
de la crítica musical, con Theodor Adorno a la cabeza, considerándolo reaccionario, de un romanticismo nacionalista anticuado, ha gozado de gran prestigio, no solo en su país, sino en otros como Inglaterra o Alemania. Directores como John Barbirolli, Bernstein, Colin Davis, Lorin Maazel o Herbert Von Karajan, entre otros, han grabado todas sus Sinfonías desde visiones diferentes de gran riqueza. En Finlandia es considerado un héroe nacional y su ‘Poema sinfónico’ es la mejor representación de su país. Superados los prejuicios, la música de Sibelius se ha impuesto en todo el mundo y sus sinfonías, poemas y el concierto para Violín y orquesta se interpretan regularmente. En Valladolid se han escuchado sus sinfonías, ‘Kullervo’, ‘Una saga’, y el concierto para violín de forma continuada. Es un dato suficientemente expresivo de la popularidad de este compositor, de su fuerza y de su asequible y emotivo melodismo. En un estudio en profundidad de la música de Sibelius descubrimos que su romanticismo tardío es original. La naturaleza de su país está presente, mucho más allá del simple descriptivismo. Desde esa constatación, unida a la influencia del ‘Kalevala’ y otros textos en sus poemas sinfónicos, la relación del compositor con Finlandia es absoluta y el romanticismo que afecta a su obra tiene siempre un componente de melancolía, como si el paisaje influyera decisivamente. Nielsen es danés pero su opus no puede identificarse con el país, Sibelius y Finlandia esta unidos umbilicalmente. Por eso un simple vals (’Vals triste’) rompe la línea épica de los dos Strauss y tiene un poso especial, incluso independizado de la obra a la que pertenece, como ocurre con ‘El cisne de Tvonela’, esa pieza breve que le popularizó de forma específica. ‘Karelia’, en cambio, es potente por sí misma y la naturaleza estalla con fuerza. Melodismo sutil y originalidad en el ritmo que crece de forma desigual y siempre diferente. Las siete sinfonías de Sibelius no tienen apellido. Son músicas distintas, ninguna se parece a otra, y llegan a la quintaesencia en la última, de un solo tiempo, y veinte magistrales minutos. En la primera, después del maravilloso tema lírico del último tiempo, se culmina con dos simples ‘pizzicatos’. La segunda tiene el final más apoteósico de la serie, un crescendo impresionante. La cuarta, la más misteriosa y abrupta, de «desgarrada, espectral», la calificó un crítico desde su austeridad. La quinta y los cinco secos golpes de su final… Un
Jan Sibelius. :: EL NORTE
Sibelius y Finlandia están unidos umbilicalmente, la naturaleza de su país está presente más allá del simple descriptivismo
200 CIPRESES
conjunto además que por sí solo califica a un músico genial. Sibelius es habitual de los conciertos sinfónicos de nuestro país, donde se han escuchado versiones impresionantes de Sir Thomas Beecham, Malcolm Sargent, Lorin Maazel, Sergiu Celebidache, Okko Kamu y otros. La Orquesta Sinfónica de Castilla y León ha puesto en sus atriles muchas de sus obras, es un compositor cotidiano en sus programas, sin necesidad de conmemoración alguna. Los grandes artistas no la necesitan para seguir vivos, aunque no viene mal la memoria de una obra que pertenece a la humanidad. Misterio último el del silencio. Muchos músicos como Mozart, Schubert y Gershuin, murieron jóvenes. Otros, en su ancianidad, como Verdi, firmaron obras maestras. Sibelius desde 1927 a 1957 prácticamente dejó de componer. Héroe de su país, colmado de honores, decidió vivir de forma diferente. Los que amamos su música no podemos dejar de lamentarlo.
LECTURAS
Sábado 18.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
El lugar inocente del poema
BLANCURA Eugenio de Andrade. Selección, presentación y traducción de Miguel Losada. Editorial Polibea. Colección Orlando. Madrid, 2015. 88 páginas. 10€.
La antología ‘Blancura’ se suma a los títulos que vierten al español la candente claridad de Eugenio de Andrade
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uando, en el mes de junio de 2005, falleció Eugenio de Andrade, el entonces presidente de la República de Portugal, Jorge Sampaio, confesó: «La música de sus palabras restituye el mundo en sus fulguraciones y fragilidad». Aquella declaración, tan inusual en la cotidianeidad de un político, no era sino el merecido reconocimiento a la obra de uno de los escritores más intensos y preclaros de la literatura europea del pasado siglo. El misterio que derrama la hondura de su verso, la lumbre interior de su decir espiritual y humano, la magia de su verbo calador, son características que acompañaron su quehacer desde sus inicios literarios. Eugenio de Andrade (Póvoa de Atalai, Fundáo, 1923) comenzó a publicar en 1940 y, hasta apenas tres años antes de su muerte, mantuvo el empeño y el rigor creador. Vertebró una obra extensa y latidora, donde la emoción, la memoria y la verdad se alzaron como fuentes primordiales de su decir. Su recepción en España es notoria, pues desde que Pilar Vázquez Cuesta vertiera al castellano variadas muestras de su poe-
JORGE DE ARCO
sía, autores como Ángel Crespo, Ángel Campos, Jesús Munárriz, José Luis García Martín, Fidel Villar Ribot, José Ángel Cilleruelo, Jose Luis Puerto, Martín López-Vega..., han continuado acercando y traduciendo a nuestra lengua la candente claridad del vate luso. Ahora, llega el turno de ‘Blancura’, una antología de treinta y cuatro poemas que ha traducido con tino y pulso firme Miguel Losada, y que sirve, además, para inaugurar una nueva colección, ‘Orlando’, que dirige con su habitual acierto Juan José Martín Ramos. Este primer volumen en edición bilingüe –al que seguirán otros de poetisas y poetas extranjeros–, incluye un prefacio del citado Miguel Losada en el que anota: «La poesía de Andrade es ley de vida. El verano, la luz, los caminos del Sur, un muro de
cal, la madre, la lluvia, una sonrisa, la palabra... Y todo cobra vida, todo forma parte de una aventura apasionante en la que el lenguaje acaba por contener el mundo y transportarlo a nuestra mente... Aquí no hay cansadas descripciones, ni juegos gratuitos y, sin embargo, ¡cuánto poder para sugerir, para dejarnos temblando ante el prodigio de la existencia!». Palabras, al cabo, que definen sinceramente la anatomía poética de un escritor que va de la melancolía al éxtasis, de la tristura al deseo, del agua a la sed..., y que modula con sabiduría los distintos registros de su verbo: «Amo estas palomas, estos niños./ La eternidad no puede ser de otra manera:/ palomas y niños haciendo/ de la luz incomparable de la mañana/ el lugar inocente del poema». Perteneciente a la generación dorada portuguesa –y coetáneo de autores tan sobresalientes como Jorge de Sena o Sophia de Mello–, la poesía de Eugenio de Andrade mantiene una estructura unitaria, sin fisuras, y surge tocada por la gracia de una mágica dicción que desgrana imágenes sorpresivas, cor-
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El poeta portugués Eugenio de Andrade. :: ALFONSO diales instantáneas. Sus versos son una hilada de crepusculares y límpidas pinceladas, de cadencia grácil y melódica tensión, que devie-
nen en poemas tan complejamente sencillos como el titulado ‘La sonrisa’: «Creo que fue la sonrisa,/ la sonrisa fue la que abrió la puerta./ Era
una sonrisa con mucha luz/ dentro, apetecía/ entrar en ella, sacar la ropa, quedar/ desnudo dentro de aquella sonrisa./ Correr, navegar, morir en aquella sonrisa». Desde el texto que sirve de pórtico, ‘Cerezo en flor’, publicado en 1948, hasta el que cierra este florilegio, ‘Escribo’, que data de 2001, hay más de cinco décadas de un cántico brillante, con un notable equilibrio entre la trasparencia y el enigma, y que resiste, vigente y verdadero, el paso de los años. Una vigencia que reside en la luz que sale de su propia esencia, no de su inocuidad: quiero decir que no estamos ante una poesía llegadora por facilona, sino por sugerente, por honda, secreta tantas veces, pero no opaca. A su vez, el corpus de su obra revela una acentuada voluntad de reflexión que roza temas tan universales como el amor, el tiempo o la muerte: «El cuerpo nunca es triste; el cuerpo es el lugar/ más cercano donde la luz canta./ Es el alma donde la muerte hace la casa». En suma, un libro que celebra las bondades de un poeta mayor, de un poeta imprescindible y duradero, «de corazón alegre y habitado».
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DEL CIPRÉS
LECTURAS
Sábado 18.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
El escritor Per Olov Enquist. :: SOREN ANDERSSON-AFP JOSÉ GIMÉNEZ CORBATÓN
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ay novelas que solo pueden ser leídas si se acepta desde el principio el juego que el autor plantea, y que ese juego es un desafío. Per Olov Enquist no oculta sus bazas; al contrario, las deja muy claras ya en el prólogo con el que abre ‘La biblioteca del capitán Nemo’: «Severidad y lágrimas. Severidad y lágrimas», así expresado en una doble afirmación. La sociedad que describe pertenece al medio rural sueco de los años cuarenta del pasado siglo, cerrado, solitario, imbuido de una religión
El enigma humano En busca de cielos despejados que invade cada gesto vital, sometido a convenciones establecidas de antemano, impuestas por la costumbre ancestral y que una sociedad aislada no puede poner en cuestión. Una religión representada por un ‘Hijo del Hombre’
–Jesús, sin duda– que no alcanza a otorgar a quien le suplica la guía necesaria, el consuelo ni la ayuda. Puesto que ese ‘Hijo del Hombre’ no juega el papel esperado, el de Benefactor, resta entonces el refugio que nos ofrece la imagi-
nación. Ese alivio tan solo lo pueden encontrar los extraviados en su propio ser, en su interior más recóndito, siempre en soledad, enfrentados a sí mismos hasta penetrar en la misma locura. En ese contexto, el Capitán Nemo, héroe del Nautilus, ejercerá el rol que el ‘Hijo del Hombre’ es incapaz de cumplir, quizá porque la religión no es sino pura ficción creada para disimular la angustia de ser. Que el lector no busque en esta novela una historia lineal al uso. Enquist parte de una anécdota cuya verosimilitud apenas importa. Dos mujeres dan a luz un niño en un medio hospitalario. Cuando sus hijos tienen seis años, alguien descubre que fueron cambiados. La ley restituye a cada madre su hijo verdadero. Uno de
Una rareza de Pursewarden
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n su novela primeriza de 1928 ‘Gotas de la laguna’, el autor inglés Ludwig Pursewarden, nos lleva a una Venecia de tintes góticos. El narrador sin nombre, quizás un alter ego del autor, cuenta a lo largo de una velada, a petición de una mujer, igualmente innominada, como fue invitado por un poeta casi desconocido, Lázaro Sforza, un simbolista decadente, pasado de moda, pero de potente imaginación, a pasar el carnaval en su decrépito palacio sobre los canales. Hay que decir que es una
historia atípica dentro del corpus de la narrativa de Pursewarden, escrita en un tono que apenas presagia su obra posterior, y que ya no retomaría salvo en fragmentos y en alguna pieza menor. Apenas llega a la ciudad, el poeta, una especie de Baudelaire a la italiana, con algunos rasgos del ocultista Julius Evola, lleva al protagonista, –asaz joven, del que todo lo dicho hasta el momento invita a suponer un exceso de candidez, un bisoño de bigote rubio – a un burdel instalado en el interior de un palacio laberíntico. Le explica que nadie, ni la
policía ni la administración de la casa, conoce con exactitud el número de cortesanas que habita el edificio, y que él, algunos días, imagina infinito. Tampoco deja de señalar a su huésped que no importa cuál sea su deseo, ocurrencia, pensamiento o aberración, la casa buscará los medios para satisfacerlo. Su propio capricho es simple: adepto a la doctrina taoísta de la inmortalidad, solo requiere yacer cada noche con tres muchachas diferentes, que nunca podrán repetirse. A la mañana siguiente – o, más bien, a la tarde – Sforza revela al pro-
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA
tagonista que la razón principal para invitarlo es el deseo que lea el manuscrito de su última obra, que, según piensa solo él podrá entender. Con la entrega del manuscrito termina el tercer capítulo. El cuarto, el más breve, está dedicado a le elección de trajes
ellos vive esa reposición como una tragedia: todo le ha sido arrebatado al ser devuelto a quienes le dieron su ser natural. Pierde el hogar, la madre con la que ha crecido, los espacios y los objetos que hasta ese instante le han acompañado. Su rival –vecino y amigo– ha usurpado el mundo que le pertenecía. Ese niño que vive el arrebato es el narrador en primera persona de la novela. El otro, un espejo en el que no puede dejar de mirarse. La otra cara de sí mismo, sin duda, el ‘gemelo’, según el novelista, que todos llevamos dentro y con el que no siempre es fácil congeniar, vivir, aceptarnos con plenitud. ‘La biblioteca del capitán Nemo’ es pues una novela en la que los enigmas ocupan el lugar privilegiado de la narración, como sucede, parece decirnos el autor, en la vida del hombre. Tiene mucho de parábola, de extensa metáfora cargada de misterio, de oscuridad asumida en tanto que inseparable de nuestra naturaleza. El ser humano pasa su existencia haciéndose preguntas que no tienen respuesta; o hallando respuestas que no le satisfacen ni le explican su paso por la vida. Ni el sentido de la muerte, si lo tiene. Enquist no nos facilita el viaje. Es riguroso: utiliza las repeticiones, los círculos inagotables sobre los mismos hechos, una y otra vez. Su escritura está más cerca de la poesía, de la lírica, que de la enumeración o concatenación de situaciones vividas y veraces. Los personajes que rodean la voz narradora atraen nuestra atención no tanto por lo que hacen por sí mismos como porque reflejan las ensoñaciones, las esperanzas, los miedos, las perversiones del protagonista. Dudamos de su existencia real cuando llegamos a la última línea. No importa: incluso si provienen de la mente del niño que, muchos años
y máscaras, entre el suntuoso y bien surtido vestuario carnavalesco del poeta. El siguiente es una descripción, cuasi onírica, casi pesadillesca o febril, del carnaval veneciano, salpicada con diversas anécdotas e incidentes, en un momento dado, Sforza y su invitado se separan. Al día siguiente, un criado con librea, le dice al narrador que su anfitrión se encuentra indispuesto. Por matar el tiempo aborda la lectura del manuscrito. Es inclasificable, hay fragmentos de marcado carácter naturalista, y hasta costumbrista, salpicados aquí y allá por versos, o bien poemas en prosa de factura casi digna de un Rimbaud. Entre toda esa maraña apenas se advierte la estructura de un diario. Pero un diario en el
LA BIBLIOTECA DEL CAPITÁN NEMO Per Olov Enquist. Traducción de Martin Lexell y Mónica Corral Frías, Madrid, Nórdica Libros, 2015, 276 páginas, 19,50 euros.
después trata de reconstruir su deriva –en una ocasión se menciona 1990 como el presente narrativo en el que se indaga en hechos acaecidos casi cuatro décadas antes–, nos valen para entender el enigma y el abismo que es la existencia cuando el hombre no deja de interrogarse sobre su estar en el mundo. Per Olov Enquist, nos informa Nórdica Libros, nació en Hjoggböle (Suecia) en 1934. Es decir, en el mismo ámbito geográfico y el mismo año que su narrador. De ahí que nos tiente pensar que está volcando en esta novela su perfil más hondo teñido de inquietudes filosóficas muy personales. ‘La biblioteca del capitán Nemo’, publicada originalmente en 1991, es una novela para lectores que aman la literatura que no se sujeta a normas fáciles ni establecidas. Posee una escritura exigente (creo que los traductores se han esforzado en mantener el tono discursivo y muy original del autor), y no hace concesiones de ninguna clase. Se atreve a plantear dudas esenciales que a menudo rechazamos por pereza acomodaticia. Enquist es, además de novelista, dramaturgo y crítico literario. Ha trabajado en televisión y en cine, con directores como Ingmar Bergman o Bille August, y su nombre aparece entre los candidatos al Nobel en los últimos años.
que no se separara lo vivido de lo soñado, lo imaginado, o lo leído. Todo se consigna como un hecho. Los pequeños poemas apuntan a una obsesión o terror cerval por la muerte. Al día siguiente el anfitrión lo llama. Yace en una cama. Delira, su palidez es lunar. Balbuce sobre una aventura amorosa. Sobre vencer a la muerte. Se deshace de la sábana. Su cuerpo de ecce homo está plagado de atroces mordeduras. Encontró, afirma, un vampiro; sólo le queda morir y resucitar. Muere a los dos días. De vuelta a su patria lee la noticia de que el cadáver ha desaparecido. El narrador calla. Su oyente no le cree. Sonríe. En verdad nunca he pisado Venecia, revela.
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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Cuento de hadas moderno Una novela que hará las delicias de todo tipo de lectores
YOLANDA IZARD
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omo la poeta Wislawa Szymborska, que pretende fundir en su escritura «cosas magníficas y triviales», el escritor de esta novela que nos llega con todos los aplausos de ediciones en otras lenguas ha logrado vertebrar su novela ‘El lector del tren de las 6.27’ con elementos propios del claroscuro pictórico. Jean-Paul Didierlaurent, en efecto, trasciende un tema de apariencia trivial y las convenciones de unos personajes corrientes –los trabajadores de una planta de reciclaje de libros y la limpiadora de unos aseos públicos–, para integrarlos en unos sorprendentes parámetros que rompen con los tópicos culturales a los que suelen adscribirse. Y es que, por encima de las exigencias destructoras de su oficio, el vulnerable y acomplejado protagonista de nombre risible ama los libros. O, mejor dicho, ama la lectura. Es más, ama la lectura en su concepción tradicional, como retorno a la oralidad y sirviéndose de ese encuentro supremo de la palabra con un auditorio plural. Y la joven limpiadora ama escribir. Y escribe en los aseos públicos: cosas magníficas y triviales. Este es uno de los hallazgos narrativos de este singular autor, pero no el único y ni siquiera quizá el más importante. Como buena metaficción que es, las narraciones que se incrustan en la novela tienen el don del encanto y no solo el de atrapar al lector. Las primeras que lee nuestro singular personaje son producto del azar, pues provienen de páginas sueltas rescatadas del monstruo reciclante que las engulle, pero tienen una característica realmente atractiva: se trata solo del nudo de los cuentos, de su verdadera esencia, y como tal son separados de antecedentes y desenlaces, que el lector deberá suplir con imaginación y sensibilidad. Reflejan además un amplio repertorio de géneros y estilos. Pero las historias
J. P. Didierlaurent.
EL LECTOR DEL TREN DE LAS 6.27 Jean-Paul Didierlaurent. Traducción del francés de Adolfo García Ortega. Ed. Seix Barral, 2015. 198 páginas.
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completas que leerá después a un singular auditorio compuesto por ancianos no son por ello menos audaces, pues provienen de las notas tomadas por la empleada de los aseos públicos. Aquí el autor desliza su mejor y más atrevida vena escritural, primero, como hemos dicho, al romper las convenciones culturales contra quienes creen que tienen el monopolio de la literatura (conviene recordar a este respecto ‘La elegancia del erizo’, novela de la también francesa Muriel Barbery), y después al crear una muestra de estilo informal sobre un núcleo temático basado en la cotidianidad llevada al extremo, la historia de vidas tan minúsculas como disparatadas, que se alimenta a partes iguales de ternura y humor negro con ingredientes escatológicos que no por serlo dejan de tener gracia y encanto. Decía Milan Kundera que la novela moderna se caracteriza por una progresiva revelación de secretos, y en este sentido puede entenderse este último aspecto. Además, nuestro autor lleva a su escritura los dominios de esta cotidianidad extrema, de modo que hasta recursos estilísticos como el símil se alimentan de sus campos semánticos, humildes y de andar por casa: «La chaqueta más deslucida que una lechuga de dos semanas», «Un té de color pis» o «[las abuelas] cacareando a dentadura postiza batiente». Otros aspectos, como el uso de elementos simbólicos que anudan el acto de contar, de narrar, con las enumeraciones –recordemos que contar procede de computare, contar números–, se repiten a lo largo de la novela y la nutren con detalles que potencian su visibilidad –enlazando rareza y cotidianidad–. Por esto y porque las vidas pequeñas, mínimas, que traza destellan a veces como luciérnagas, y porque sus personajes poseen deliciosas desconexiones con la lógica, esta novelita, cuento de hadas moderno con final previsible y feliz, seguro que hará las delicias de todos los lectores, razón por la que vaticino que será llevada pronto a la pantalla. Entretanto, léanla y disfruten.
De tíos, sobrinos y otros misterios :: SUSANA GÓMEZ A caballo entre el cuento clásico y la mejor de las transgresiones (esa que nace de una suerte de humor tierno y gamberro), este álbum se interna por los vericuetos de las relaciones entre tíos y sobrinos, en tanto que cuenta una historia de regalos, peluches, generosidades y otros misterios a la altura del corazón y la risa. Juegos de palabras; imágenes oníricas; reminiscencias de un imaginario habitado por el Hombre Lobo, el Sacamantecas o el Chupacabras; guiños cotidianos con tendencia a la fantasía; ilustraciones cuyo discurso visual enriquece con nuevos sentidos el textual; tipografías que conjugan las reminiscencias pasadas con las tendencias presentes... conforman un cuento divertido y amable, en el que adultos y niños disfrutarán de este homenaje a la figura de tíos y tías con «revelación vocacional». Escrito y dibujado por el músico y diseñador Víctor Coyote, ‘Tío Budo’ es un relato entrañable e ingenioso sobre el sacrificio de un hombre grande y de abultada panza al que todos llamaban Barbudo («Elige: Bar o Budo –dijeron sus amigos (…) Y todos brindaron en el Bar por su nuevo nombre, Budo»), que decide rasurar su enorme barba para hacer un regalo a
TÍO BUDO Víctor Coyote. Editorial Fulgencio Pimentel e hijos. 48 páginas. 19 euros. Edad recomendada: a partir de 6 años.
sus sobrinos Toncho y Gatina. Aderezado con una sensibilidad sin melaza, el relato propone una narrativa cercana al cómic, con un protagonista duro por fuera y blando por dentro que pasea su imagen de tierno ‘energúmeno’ por las páginas de un álbum que concluye con una interpelación: «¡para de leer, chaval! Y obliga a tu tío y a tu tía a aprender la lección». La propuesta: una docena de reflexiones y media de trucos fáciles para llegar a ser el perfecto tío que a (casi) todos nos gustaría (ser).
Leer el fútbol... con otra mirada :: S. G. De una poeticidad exquisita en la que confluyen imaginación, aventura y amor por la palabra, ‘Desde los ojos de Lucas’ es un viaje a través de la escucha, la narración oral y su fuerza evocadora. Porque en esa cartografía donde dialoga la magia del relato, el poder de las historias y una profunda sensorialidad, los marineros de ‘La bicicleta de Colón’ escuchan al caer la noche los partidos de todo el globo. Depende de qué se sintonice, de la lluvia, la niebla o de si hay «algún problema entre las barras rivales»; de un rayo sobre la techumbre del estadio... A veces el árbitro suspendía el partido y Lucas apagaba la luz con un gesto de «Váyanse de mi camarote». Había tres mun-
DESDE LOS OJOS DE LUCAS Juan Carlos Quezadas y Arianna Vairo. Editorial A buen paso. 32 páginas. 18 euros. Edad recomendada: a partir de 8 años.
diales al año, dos Champions y un «torneo de factura oscura». Porque en realidad era la voz de Lucas y su memoria (no un transistor, ni una antena, ni siquiera una bola de cristal) la encargada de crear en aquel barco los goles y las faltas, las jugadas y las injusticias, los pases imposibles, las batallas y los golpes. Lucas era ciego. Antes de perder la vista había asistido a tres partidos. Luego los escuchó todos («Sí, ese que estás pensando también lo escuchó») y en su mente fueron dibujándose miles de narraciones en un extraño y vívido tecnicolor. Fue así, «del lodo, los golpes, el tres a uno y las repeticiones de televisión» de donde «salieron todas las jugadas que iluminaban las noches de ‘La bicicleta de Colón’».
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n español hay consonantes que apenas aparecen en posición final de palabra. En una revisión rápida del diccionario académico, en la versión electrónica de la 22.ª edición (no está disponible todavía la edición electrónica de la última edición), encuentro 16 terminadas en ‘b’, aproximadamente treinta terminadas en ‘c’, 20 terminadas en ‘f’, treinta terminadas en ‘g’, 14 terminadas en ‘ch’, 22 terminadas en ‘j’, 20 terminadas en ‘k’, 9 terminadas en ‘ll’, 113 terminadas en ‘m’, ninguna terminada en ‘ñ’, 21 terminadas en ‘p’, ninguna terminada en ‘q’, 110 terminadas en ‘t’, 3 terminadas en ‘v’ y 57 terminadas en ‘x’. No están aquí las terminadas en ‘y’ porque la consonante ‘y’ (al igual que ocurre con ‘ñ’) nunca puede aparecer en posición final de palabra ni en posición final de sílaba. Cuando ‘y’ aparece en posición final de palabra representa un sonido vocálico. Hablamos entonces de menos de quinientas palabras de este tipo, lo que quiere decir que las consonantes habituales en posición final de palabra son ‘s, n, l, d, z’. Cuando me refiero a la consonante ese en esta posición, descarto –evidentemente– los plurales, que, como ustedes saben, no aparecen registrados como entradas en los diccionarios. De este elenco de palabras no todas son nombres o adjetivos y muy pocas son palabras patrimoniales del español. La mayor parte de ellas proceden de otras lenguas y han sufrido un proceso de adaptación gráfica al español, aunque no en todos los casos. Hoy voy a ocuparme de las terminadas en eme porque a los hablantes les suelen plantear algunos problemas que tienen que ver sobre todo con la adaptación gráfica y fónica y con la formación del plural. De ellas excluyo las locuciones latinas adaptadas (ad náuseam, in memóriam, ad lítteram, ad honórem, post mórtem, ad infinítum, etcétera) y los términos menos frecuentes o raros, bien por ser
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
ADAPTACIONES DE NOMBRES TERMINADOS EN EME
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anticuados o por designar realidades de otras culturas. En general, son nombres que proceden del árabe, del latín y del inglés. La lengua de la que proceden ha influido, en ocasiones, en su adaptación al español. Por razones de espacio solamente voy a tratar de los que proceden del inglés y del árabe. Del árabe procede ‘dírham’ (pronunciado con hache aspirada), que designa la unidad monetaria de Marruecos y de los Emiratos Árabes Unidos. El plural es ‘dírhams’. Menos usada, pero igualmente válida es la variante ‘dírhem’ (plural ‘dírhems’). Del inglés proceden ‘tándem’, ‘módem’, ‘film’, ‘boom’, ‘CD-ROM’ y ‘zum’. En realidad, la información académica sobre la etimología de ‘tándem’ es contradictoria porque en el Dic-
cionario se dice que procede «del latín tandem, a lo largo de, dicho del tiempo y festivamente del espacio» y en el ‘Diccionario panhispánico de dudas’ que es «voz tomada del inglés tandem, que se usa en español, como sustantivo masculino, con los sentidos de ‘bicicleta para dos personas, con dos asientos y dos juegos de pedales, situados uno detrás del otro’ y ‘conjunto de dos personas que colaboran en algo’». En cualquier caso, el plural es ‘tándems’. Para la palabra ‘módem’ (‘aparato que convierte las señales digitales en analógicas para su transmisión, o a la inversa’), que procede del inglés ‘modem’, se propone ‘módems’ para el plural. En vez de ‘film’ (plural films), la RAE prefiere la forma adaptada ‘filme’ (plural ‘filmes’), pero recomienda que se use preferentemente ‘película’. Para el caso de ‘boom’, con el significado de ‘éxito o popularidad repentinos’, la forma propuesta por la RAE en el Diccionario panhispánico de dudas es ‘bum’ (plural ‘bums’). No tengo nada en contra de esta forma (que no deja de ser una adaptación gráfica basada en la pronunciación), pero me temo que va a tener tan poco éxito como la forma ‘güisqui’. Del mismo tipo es el caso de ‘zum’ (teleobjetivo especial cuyo avance o retroceso permite acercar o alejar la imagen), que es una adaptación gráfico-fonológica del inglés ‘zoom’. Su plural es ‘zums’. Por el momento, en revistas especializadas en fotografía y vídeo digital todavía se sigue prefiriendo el anglicismo sin adaptar (zoom). CD-ROM es un préstamo del inglés formado por las siglas de c(ompact) d(isc) r(ead) o(nly) m(emory), ‘disco compacto sólo de lectura’. Como todas las siglas, se escribe con mayúscula y es invariable en plural. A partir de la lectura de la sigla se ha creado el nombre ‘cederrón’, cuyo plural es ‘cederrones’.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
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La templanza. María Dueñas (Planeta)
California. Rubén Abella (Menoscuarto)
Hombres buenos. A. Pérez Reverte (Alfaguara)
Mortadelo y Filemón. El tesorero. F. Ibáñez (Ediciones B)
Hombres buenos A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
Mortadelo y Filemón. El tesorero. F. Ibáñez (Ediciones B)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
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Misterioso asesinato... J. Eslava Galán (Espasa)
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El juego sigue sin mí. Martín Casariego (Siruela)
Khimera. César Pérez Gellida (Suma)
El mundo azul.... PilarAlbert Espinosa (Grijalbo)
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El mundo azul... Albert Espinosa (Grijalbo)
El impostor. Javier Cercas (R. House)
La ley de los justos. Chufo Llorens (Grijalbo)
Número cero Umberto Eco (Lumen)
Guardián invisible Dolores Redondo (Destino)
El murciélago. Jo Nesbo (Reservoir Books)
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Diario de un ministro. José Bono (Planeta)
El pequeño dictador ... J. Urra (La Esfera de los Libros)
El francotirador. Kyle/Defelice (Crítica)
Masterchef junior Masterchef (Temas de Hoy)
Aquí, cada cual con sus... Y. Mellow (Temas de Hoy)
Por encima de mi cadáver. M. Cuesta (Del Viento)
Pactos y señales... J. J.Benítez (Ediciones B)
Ciencia y creencia. Steve Jones (Turner)
Pactos y señales. J. J. Benítez (Planeta)
Una historia natural.... A.Manguel (Alianza)
Diario de un ministro. José Bono (Planeta)
Diario de un ministro José Bono (Planeta)
Genio y figura. Pilar Cernuda (La Esfera de los Libros)
Elogio del papel. Roberto Casati (Ariel)
En familia. Karlos Arguiñano (Planeta)
Wigetta Vegeta 777 (Temas de Hoy)
La vida perenne. J. L. Sampedro (Plaza&Janés)
Reportero David Remnik (Debate)
La economía, una historia.... Niño Becerra (Libros del Lince)
El pequeño dictador... J. Urra (La Esfera de los Libros)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
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PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
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Hombres buenos Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
Cabaret Biarritz. José C. Valdés (Destino)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
La libélula. Amelia Roselli (Sexto Piso)
Mortadelo y Filemón. El tesorero. F. Ibáñez (Ediciones B)
Esperando al rey. Peridis (Espasa)
El año sin verano. Carlos de Amer (Espasa)
También esto pasará. Milena Busquets (Alfaguara)
Hombres buenos. Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara)
Ofrenda a la tormenta. Dolores Redondo (Destino)
Blitz. David Trueba (Anagrama)
Número cero. Umberto Eco (Lumen)
El arquitecto del universo. Elif Shfak (Grijalbo)
Distintas formas de mirar... J. Llamazares (Alfaguara)
El peso del corazón. Rosa Montero (Seix Barral
Misterioso asesinato... Eslava Galán (Espasa)
Blitz. David Trueba (Anagrama)
Crímenes que no olvidaré. Bartlett (Destino)
Hombres buenos. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
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El desmoranamiento. G. Packer (Debate)
Emocionario VV. AA. (Palabras aladas)
Palabrotalogía. Ortega. (Crítica)
Mis chistes, mi filosofía S. Zizek (Anagrama)
Mis chistes, mi filosofía S. Zizek (Anagrama)
Ceguera moral. Zygmunt Bauman (Paidós)
Pactos y señales. J. J. Benítez (Planeta)
Los últimos españoles... C. Hernández (Ediciones B)
40 años con Franco. J. Casanova (Crítica)
Entrénalo para la vida Cristina Gutiérrez (Plataforma)
El capitán en el siglo XXI. T. Piketty (FCE)
Diario de un ministro Jose Bono (Planeta)
Vida y pintura: C. Lomas. P. Torío (Fuente de la Fama)
Usurpadores. Susan George (Icaria)
El cura y los mandarines. Gregorio Morán (Akal)
La II Guerra Mundial.... J. Eslava Galán (Planeta)
La guerra que mató a Aquiles. C. Alexander (Acantilado)
Ética para Alicia Luis Racionero (RBA)
Perros e hijos de perra. A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
Pactos y señales. J. J. Benítez (Planeta)
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Sábado 18.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
Obra de Yue MInjun titulada ‘El Sol’. :: FUNDACIÓN CARTIER/EL NORTE
D
IEZ años antes de que Yue Minjun naciera, a Mao y al aparato comunista chino se le ocurrió una idea brillante: animarían a los intelectuales y artistas del país a reflexionar sobre el modo comunista que la aplicación maoísta había llevado a cabo para enriquecerla y mejorarla con el acervo y la inventiva de las mejores mentes del país. Si ya se había hecho lo propio buscando a los más capacitados en el campo de la explotación agraria y de la industria, hallando a cuantos estajanovistas hubiera en los rincones más recónditos de China, por qué no habría el comunismo de encontrar entre los intelectuales, profesores y artistas las ideas que convirtieran al maoísmo en el mejor de los comunismos aplicados hasta la fecha. Y así fue como nació la Campaña de las ‘Cien flores’, el ánimo y la invitación para escribir a las autoridades gubernamentales del partido sobre todos aquellos aspectos mejorables. Cien flores, imaginaba Mao, de colores distintos, de formas y aromas dispares, que enriqueciesen la campiña igualitaria que había sido instaurada en el gigante oriental. Pero creía Mao que los in-
EL ROJO NO ES UN COLOR
OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA
telectuales nada podrían hacer con los sólidos cimientos del ideario comunista. Una cosa sería aplicarse a los detalles farragosos de una burocracia, sin duda alguna mejorable, y otra muy distinta poner en solfa la base ideológica de la anulación de la propiedad y del incentivo, incluida en esta categoría la familia, como unidad básica de la sociedad, sustituida ya por la comuna. Finalmente brotaron los colores diversos, los aromas exóticos que Mao acabó considerando disidentes y perniciosos. Su campaña de las ‘Cien flores’ terminaría con una siega meticulosa de todos aquellos intelectuales que habían llevado sus crí-
ticas a las cuestiones fundamentales de la igualdad y la libertad. Exilios, reeducaciones en comunas rurales, prisión y, en no pocos casos, desaparición, terminaron con aquel centenar de flores distintas brotadas bajo la pluma de trescientas mil personas represaliadas. Gracias a aquella purga quirúrgica, Yue pudo nacer en una China homogénea y feliz, soleada y orgullosa que pasearía hasta la muerte del dictador una satisfacción que la pluma ácida de Cervantes hubiera calificado de infinita, es decir: sin principio, ni fin. Aquel joven Yue se ha convertido, tras la segunda siega de flores perpetrada por el gobierno chino, esta
200 CIPRESES
vez en Tiananmen, en uno de los artistas más cotizados por su recurrente y enfermiza fijación pictórica. La obra de Yue, de gran formato y soportada al óleo, explora aquellos elementos colectivos que cautivaron la voluntad de mil millones de personas: la risa como símbolo de felicidad y satisfacción absolutas; una risa perenne, incapaz de albergar un solo matiz; una risa llevada al absurdo, a la enfermedad, a la demencia que, por otra parte, solo brota de un rostro repetido una y otra vez; un rostro idéntico convertido en un icono de la colectividad. El autorretrato de Yue y su risa inquietante se pasea por todos sus cuadros para reírle al sol rojo, a las banderas rojas, a los gorros rojos de bufones cabezudos y posturas imposibles. La risa de Yue es el fruto de todas las flores pisoteadas en Tiananmen y en el jardín ideológico de Mao. Su risa es lo que queda de la locura.
La obra de Yue Minjun explora los elementos colectivos que cautivaron a mil millones de personas
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LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 18.04.15 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
:: ILUSTRACIÓN BEATRIZ MARTÍN VIDAL
El buen lector M
e unía a Antonio Pérez Solano la pasión por los libros. Solíamos vernos en la librería Sandoval, en la plaza del Salvador. Antonio compraba todas mis novelas, y solía dejárselas a Miguel Jesús Sánchez, el librero, para que yo se las firmara cuando fuera por allí. Antonio amaba de verdad la literatura. No es fácil encontrar a alguien con quien hablar de novelas y libros de poesía, y los dos disfrutábamos mucho haciéndolo. Hoy día, a casi nadie le gusta la literatura, ni siquiera a los que compran libros les suele gustar. La aceptan o rechazan en función de que se someta a otras disciplinas –la sociología, la historia, el periodismo– y apenas le piden otra cosa que les ayude a entretener sus ratos de ocio. Solo quieren ver en los libros el reflejo de lo que ya saben. Hay un descrédito de la ficción, que es siempre
apertura a lo otro, ese espacio donde lo extraño y lo maravilloso, lo enigmático y lo poético conviven. Antonio era un buen lector y buscaba en los libros esas cosas que la vida no siempre nos da: palabras apasionadas, locas fantasías, sueños imposibles. Carecía de afectación, y jamás presumía de nada. Tenía esa cualidad tan difícil de definir que es el candor. A menudo hablábamos de política, su otra pasión. Pensaba, como Claudio Magris, que el mundo nunca ha estado más necesitado de política que ahora, y que, con sus imperfecciones, era el socialismo el que mejor defendía las ideas de la solidaridad y del bien común en las que creía. Marguerite Yourcenar dice que si queremos conocer a alguien no hay nada mejor que visitar su biblioteca. Una biblioteca es un organismo vivo, va ocupando paredes, escaleras, entra en las habita-
ciones, los dormitorios, los cuartos de baño en una proliferación silenciosa que sólo la muerte de su dueño logra detener. Y no solo está formada de libros, sino que también hay en ella fotografías, retratos, recuerdos de viajes, juguetes, útiles de escritorio, fragmentos de otras bibliotecas y otras vidas. Pasear ante sus estanterías es asomarse a la vida de su dueño, conocer sus debilidades, las criaturas que pueblan su imaginación, los fantasmas con los que conversa, pues la lectura es diálogo, espera de lo que amamos, apertura a lo que desconocemos. «Retirado en la paz de estos desiertos, / Con pocos, pero doctos libros juntos, / Vivo en conversación con los difuntos, / Y escucho con mis ojos a los muertos». Así define Quevedo, en un célebre soneto, su biblioteca. Nunca estuve en casa de Antonio, pero puedo imaginarme perfecta-
DÍAS FELICES GUSTAVO MARTÍN GARZO
«Pasear ante las estanterías de una biblioteca es asomarse a la vida de su dueño» «Antonio Pérez Solano me dijo: ‘¿te has fijado? El verdadero lugar de las cosas que no existen es una librería’»
mente cómo era la suya. Un lugar cálido, abierto a su familia y a sus amigos, un lugar de encuentro consigo mismo y con los demás. Ninguno de los dos éramos demasiado aficionados a la televisión, pero una tarde me habló con entusiasmo de un anuncio que acababa de ver. Era el anuncio de un coche cuya marca no recuerdo. En él se veía a un hombre joven detenido en la carretera a causa de una avería de su coche. Una furgoneta se detenía a su lado y le recogía, y en el trayecto se quedaba dormido. Al despertar, estaba en un lugar desconocido. Un pequeño pueblo lleno de luz donde parecía reinar la felicidad. Un anciano pasaba por allí y él le preguntaba qué lugar era aquel. Es el lugar de las cosas que no existen, le contestaba. Y se las iba mostrando. Allí estaba la novia que nunca tuvo, el perro con el que siempre soñó, el viaje que no hizo, la posibilidad de ser ese piloto que anheló ser de niño. Y al final, como era previsible, aparecía el coche del anuncio, como la única cosa que perteneciendo al mundo de las cosas soñadas se había hecho misteriosamente real. Y Antonio, entonces, señalándome los estantes llenos de libros, me dijo: «¿Te has fijado? El verdadero lugar de las cosas que no existen es una librería». En una provincia del sur de China existió una escritura que solo usaban las mujeres. La gran cultura les estaba vedada por los hombres y ellas inventaron una lengua suya y secreta, que se transmitían de madres a hijas, y de la que se servían para hablar de aquellas que eran a espaldas de sus maridos y padres. Esa lengua perdida es la lengua de la literatura, la lengua que utilizan esos otros que somos para hacerse escuchar. Los hombres y mujeres a quienes les quitan sus casas, los que no consiguen trabajo, los que tienen que cuidar a sus enfermos sin la ayuda de nadie o emigrar a países cuya lengua y costumbres desconocen, son algo más que un número en las estadísticas oficiales. Todos ellos guardan en su interior vidas que no logran hacer reales, y la tarea de la literatura es levantar la cartografía de esas vidas que esperan despertar alguna vez. Antonio Pérez Solano sabía que esas vidas nada tiene que ver con la que tantas veces llevamos en este mundo en el que estamos presos. Bancos que roban a sus clientes, turbios especuladores de bolsa, paraísos fiscales que administran aquellos que nos piden austeridad y resignación, listas de los hombres más ricos del mundo, caciques que tocan el trombón, ministros de cultura entregados a la tauromaquia, asesores de la inanidad,
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vendedores ufanos del bien común son los personajes de esa ficción absurda que llamamos realidad. ¿Merecía la pena tenerles como ejemplo? Antonio pensaba que no. Él creía que la realidad estaba enferma y que necesitábamos el elixir de esa flor misteriosa que sólo en los países imaginados florecía. Necesitábamos soñadoras de provincias, buscadores de perlas, bodas entre vivos y difuntos, niños que hablaran con los animales, casas con siete tejados, cabezas que cantasen en un plato, ballenas blancas, artistas del hambre, lazarillos que nos devolvieran a los lugares de la abundancia y el deseo. Necesitábamos a todos esos seres cuyo rastro Antonio Pérez Solano buscaba en los libros y guardaba en su corazón. Recuerdo la última vez que lo vi. Estaba ya muy grave y me habló con sosiego de su enfermedad. Luego me dijo que acaba de pasar por la librería Sandoval y que se había comprado varios libros. Puede que sea mi última compra, me dijo. Y enseguida añadió: Me gustaría tener tiempo para leerlos todos. Creo que pensaba que mientras lo estuviera haciendo la muerte tendría que esperar. Suele pasar eso con los que aman los libros, piensan que la lectura es un conjuro contra la muerte. Pirandello dijo que deberíamos mirar las cosas con los ojos de los que ya no están. Nos causaría dolor pero nunca el mundo nos parecería más bello que entonces. Cuando me enteré de la muerte de Antonio pensé en esa frase. Entonces tomé un libro y me imaginé en cómo sería ese libro si hubiera sido Antonio quien volviendo de la muerte lo hubiera tomado en sus manos para leerlo. Ningún otro libro del mundo habría sido más necesario y hermoso. Sí, eso fue siempre Antonio Pérez Solano: el guardián de esas cosas que tal vez no existan pero que nos ayudan a vivir.