Regreso a Tarquinia

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Sábado, 16.05.15 Número CCIV

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Regreso a Tarquinia Se cumplen cuarenta años de la publicación de uno de los libros emblemáticos de Antonio Colinas. 55 poetas lo celebran en ‘Bajo las raíces’ [P2]

ILUSTRACIÓN JAVIER ALCAÍNS

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2 LA SOMBRA

Sábado 16.05.15 EL NORTE DE CASTILLA

DEL CIPRÉS

RETORNO A TARQUINIA

PRÓLOGO A ‘SEPULCRO EN TARQUINIA’ escúchate: aquí termina el mundo sublime apoteosis del respeto y las rosas Un joven poeta de la España interior halló en Italia sus raíces: una cultura y una manera de sentir la belleza. No es de extrañar, por ello, que vuelto a su tierra bisque, por debajo de la tierra y tras el bloque oscuro y denso del tiempo, el sueño hecho realidad de su elegido origen: las cenizas de Roma, que fundamentan la leonesa Castra Petavonium y que ahora sabemos que originan también, con hermosa fatalidad, el hombre que él es. De tal modo lo ha dicho que el lector se ha sabido, misteriosamente, carne y tiempo. Francisco Brines

Este viejo poema que siempre regresa S

eparado del común de los libros que pueblan las estanterías de mi despacho, al lado de las ‘Rimas’ de Bécquer y en línea directa con la mirada de bronce de San Juan de la Cruz, descansa un ejemplar de ‘Sepulcro en Tarquinia’, en la maravillosa edición ilustrada por el cacereño Javier Alcaíns del año 2002. El ciprés que preside la portada, tan poco anclado en la tierra, tan soñador y tan amigo del aire, evoca enseguida todo ese mundo que Colinas hizo suyo antes de traspasárselo a miles de lectores, en el que seguramente sea su libro más emblemático. En la dedicatoria el autor ya hace referencia a «este viejo poema, que siempre regresa», como los cipreses de los griegos regresaron a los poemas de los romanos y los poemas de los romanos a los cipreses que los musulmanes españoles plantaron en sus cigarrales y en sus villas del Mediterráneo. Pinceladas verticales sobre el estrato yacente de la historia. En una de las críticas más certeras de este libro, que Colinas publicó con 29 años, José Olivio Jiménez destaca la decantación «más depurada y a la vez humanamente temblo-

CARLOS AGANZO

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rosa del lirismo total de su autor», entendiéndose por lirismo total «la impregnación incisiva, y de acento sin temores romántico (si bien, y para su suerte, no al hispánico modo), que el espíritu obra sobre todos los materiales que contempla, palpa o maneja». Un lirismo perfectamente compatible, por no decir complementario, con ese llamado «culturalismo» que marcó también una época, y que después ha tenido centenares de émulos, la mayor parte de los cuales, por cierto, se quedaron con la música, pero entendieron muy poco la letra de este lar-

Las huellas de la memoria se manifiestan sobre el marco de una naturaleza idílica

NO ESTUVE EN TARQUINIA los ángeles dormían junto al pozo No estuve en Tarquinia en aquel viaje por la campiña romana, pero sí en Viterbo, esta ciudad de la región del Lazio donde aspiró, con lluvia, el milagro de las rosas. Lejos quedaron tarquinios y lucrecias y la ciudad etrusca descubrí diez años después, palpitantes sus mármoles, en los versos de Antonio Colinas. Necrópolis el tiempo sepultaba un lirio joven, templos, los ángeles dormían junto al pozo y en verdinosos jardines la estatua mutilada de la diosa vigilaba tu escritura, tus recuerdos dictados por la luna, sobre la mesa oscura, al abrigo de mantas. El soplo deshace en cenizas la ciudad, alas de mariposa volátiles al vuelo. Como el amor. Pablo García Baena Plaza Vieja de Bérgamo, vista por Antonio Colinas.

go poema fragmentario donde el amor cobra cuerpo y se sublima al estilo de los grandes textos clásicos. No faltó, de hecho, quien se apresurara a emparentar ‘Sepulcro en Tarquinia’ con ‘Piedra de sol’, de Octavio Paz, mientras que su autor confesaba que entonces de quien andaba cerca era del Pablo Neruda de ‘Tentativa del hombre infinito’, pero sobre todo de su querido Giacomo Leopardi. Regresa siempre, es verdad, ‘Sepulcro en Tarquinia’. Inspira siempre. Y ahora ha inspirado también a 55 poetas españoles, de todas las estéticas y todas las generaciones, que lo saludan, incardinado en el vuelo de sus propios versos, como al clásico que ya es. No clásico de mármol frío, como alguno se ha aventurado en señalar, fijándose más en el sepulcro que en Tarquinia, sino clásico de piedra caliente, de piedra porosa como ésa que lleva siempre Antonio Colinas, flotando en el alma y sosteniendo los montes de sus paisajes interiores. «Hay tanta nieve fuera», repite el poeta con insistencia, para marcar el contraste con lo que hay dentro: un corazón ardido de amor y de memoria y de música.

Eso y la música callada. La música que se siente en el oído interior cuando las huellas de la memoria se manifiestan en el marco de una naturaleza idílica: la sombra de un ciprés proyectada en el sepulcro de la historia del arte. Suenan los nombres de los músicos como suenan los nombres de los poetas, los pintores o las ciudades, como se huele el tomillo y se escucha un rumor de árboles de oro agitados por el aire del tiempo. Éste es quizás el secreto de la fuerza que mantiene intanta, cuarenta años después, este viejo poema que siempre regresa. La calidez del alma a la intemperie. La plenitud del amor en su desasosiego de llama de amor viva. «Amor tiene en los labios cicatrices / morir sin poseerte qué delicia». La constatación de la vida, del aliento, de la sangre, frente a los recordatorios de la muerte. El ciprés de Tarquinia al lado de los labios rojos, carnales, de la estatua de mármol que ocupa la portada de las ‘Rimas’ de Gustavo Adolfo Bécquer en la estantería de mi despacho. Todo bajo la atenta mirada de San Juan. Las casualidades no existen.


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Dos momentos de la estancia italiana de Colinas en los setenta. A la izquierda en Milán y arriba en Venecia. A la derecha, una foto actual frente al café donde escribía. :: MARÍA JOSÉ MARCOS

El Mediterráneo en el Colinas más irracional Se cumplen cuarenta años de la publicación de ‘Sepulcro en Tarquinia’. Cincuenta y cinco poetas lo celebran en un libro

H

ay libros que parecen tocados por la gracia. Que nacen bendecidos o con la suerte de cara, porque aparecen en un momento significativo de la trayectoria de su autor, o porque el momento de su recepción es el idóneo a su fondo y forma. Hasta el punto de que, una vez que han sido rebasados por otras obras, se quedan ahí, señalando un hito en su curriculum. Su título se repite una y otra vez, cuando se convierten en algo así como un sinónimo del escritor. Cuántas veces en vez de Antonio Colinas o, para no repetir su nombre en un relato, se ha sustituido por la locución «el autor de ‘Sepulcro en Tarquinia’». Fue en 1975 cuando vio la luz. Se cumplen por tanto cuarenta años de su llegada a las librerías y esta frontera temporal (podría haber sido otra) llega con libro conmemorativo. Parada, pues, para recordar. Releer es recor-

dar, volver a psar por sus versos es recuperar el momento en que lo leímos, la vida y la literatura de cada cual. « La vida, durante los tres años en los que lo escribí, parecía ir siempre por delante de la escritura. Pero había esos momentos de intensidad especial en los que el poema brotaba», recuerda Colinas sobre la escritura lenta del libro. Comenzaba la década de los setenta. Colinas era lector de español en la Universidad de Milán, fue para seis meses pero se quedaría tres años y la influencia del mundo Mediterráneo es tal que a su vuelta a España, decidió establecer su residencia en Ibiza. El libro se va escribiendo en la etapa italiana, en sus viajes de los martes de Milán a Bérgamo (en cuya universidad también ejerció como lector de español), «en la tranquilidad del café del Tasso en la plaza vieja» de esta ciudad, en sus escapadas a los Alpes, o en alguno de esos concier-

ANGÉLICA TANARRO

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tos que evoca en ‘¿Qué fue de aquellas músicas?’, el poema que cierra el libro ‘Bajo las raíces’ (La isla de Siltolá), que acaba de publicarse bajo la batuta de Ben Clark que ha reunido a una ‘sinfónica’ de 55 miembros dispuestos a conmemorar con sus poemas los cuarenta años de una lectura feliz. «¿Qué fue de aquellas músicas de entonces?/ Fueron tantas y tan/ turbadoras, casi como un veneno que embriagara!/ Músicas en países y en anocheceres/ inesperados, mientras fuera/ cada estación del año/ tejía tramas de oro, de niebla, o de escarcha/ en mis pestañas». Así lo recuerda el poeta que ahora, al evocar ese tiempo y ese libro que en seguida obtuvo el Premio de la Crítica no puede evitar repasar algunas de las cosas que de él se ha dicho, que han sido muchas y procedentes de autorizadas voces. Con las que está más de acuerdo el autor es con aque-

llas que señalan su carácter de frontera, y el hecho de que haya un antes y un después de la escritura de este libro. Aunque quizá más que de frontera habría que hablar de isla, ya que en este largo poema se muestra el Colinas más irracional, como bien explicó en su momento el profesor Francisco Aroca. Y aunque sus libros siguientes hundan en este sus raíces, no están contagiados de esa atmósfera irracional, onírica, que brilla, (el autor habla del fulgor) en sus versos. Cuando se habla de Coli-

«La vida parecía ir siempre por delante de la escritura», dice Colinas de sus años italianos

nas, siempre se recuerda su adscripción a los novísimos, pese a no figurar en la famosa antología de Castellet. El tono culturalista que les caracterizaba está también en la estela de un libro en el que brillan ‘Las piedras de Bérgamo’(«Espiaba la plaza más hermosa del mundo/ detrás de las cortinas del palacio barroco,/ olvidaba los libros y era mi biblioteca/ la arquitectura, el alma frente a la geometría./ En el atrio miraban estatuas al abismo, señalaban sus dedos constelaciones mínimas») y se recorre la calle veneciana donde vivía Ezra Pound («Debes ir una tarde de domingo/ cuando Venecia muere un poco menos. / A pesar de los niños solitarios,/del rosado enfermizo de los muros,/ de los jardines ácidos de sombras,/ debes ir a buscarle, aunque no te hable».) La diferencia es la vida. Mientras muchas de las referencias culturalistas de la poesía así clasificada tenían carácter intelectual, procedían del conocimiento y el estudio, en su caso se adscriben a las viviencias del momento. Colinas está viviendo el encuentro con ese mundo mediterráneo que reflejan los versos, no solo la ciudad de la famosa necrópolis etrusca, no solo el camino que semanalmente cubría desde Milán a Bérgamo y que para Stendhal era el más bello del mundo, sino el Lacio o el mar de Monterroso al Mare. Recuerda el poeta en el texto que cierra el libro conmemorativo, ‘¿Un libro con fulgor?’, que Jorge Guillén dijo de él tras su lectura: «es el libro actual con más Italia que conozco».

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RETORNO A TARQUINIA Cada verano, Colinas volvía al territorio de su infancia que quedó incorporado al libro italiano RAÍZ DE MENOS UNO hay tanta nieve fuera y sin embargo no me distraen los perros de aquel sueño todo de ópalo y nubes diamantinas, no me distrae la última manzana Hay nieve en torno y no es esa manzana la de Newton aunque la gravedad mueve su caída. Así, por gravedad ferviente, llego yo al fondo del sepulcro y abrazo tus depojos y tu sueño: soy pensamiento nada más. Pero al incorporarlo, inesperada alondra, lo elevo hasta las cumbres, para que avive la transparencia sus reflejos y lo acoja en su orbe más allá de la muerte, antes de que la nieve y el arrobo se impogan y me domine el grito de Ángela de Foligno: “¡Nada desconocida!, ¿por qué?, ¿y por qué?, y ¿por qué?”; plenitud de un amor que en la disolución amanece. Clara Janés

TODA LUZ ES UN DON (Fragmento) Me he sentado en el centro del bosque a respirar. Dormía sin soñas, mas soñaba profundo (…) Luego todo se hizo noche. Cuando el anhelo es fuerte la mente inventa a sus dioses. Lo que creí mercurio era el papel de plata con el que el mar se cubre, a veces, según la inclinación del sol en el invierno. Luego vinieron las más duras pruebas –o no son pruebas, salvo para quien aún creyese en el designio de una mano que nos guía. Y allí, entonces, el viaje por los oscuros túneles-membranas-orificios-superficies de otras geografías. Oh, si supieras Antonio lo que vi –sin ver. Pues como tú sin soñar soñaste, lo mío es un ver sin ver. Lo demás, bien lo sabes, es narración: la palabra improvisa y describe el mundo cuyo inicio hemos olvidado. Chantal Maillard

En ‘Bajo las raíces’ se unen poetas de generaciones y estilos distintos y distantes

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Pero no solo Italia. Cada verano de aquellos años italianos, que Colinas recuerda como difíciles y apasionantes al mismo tiempo, el poeta volví a casa, al paisaje de su infancia entre León y Zamora y a ese mundo, para siempre suyo, tan distinto del que le acogía en ese momento. Pero había un nexo de unión y no era otro que las ruinas de la ciudad romana de Patavonium, ubicadas en el norte de la provincia zamorana. Para el poeta Francisco Brines, que abre el libro homenaje con su poema-prólogo la unión de esos dos mundos en apariencia antagónicos no puede ser otra que la romanización. Y ahí encontró la fusión de dos mundos que le daban la misma intensidad al poema, como se refleja en estos versos de ‘Castra Petavonium’: «cielo arrasado/ con heces de naranja/ y láminas de plata ennegrecida// el poco sol de invierno/ está en tu ojo, hermano,/ arde, arde, nos coronan/ las piedras y las águilas,/ castro áureo: campamento de sueños rojos, (...)» Hay libros que se escriben lentamente a golpe de vida y otros que parece que se escriben solos. Esto último dice el también poeta Ben Clark de ‘Bajo las raíces’: «aparentan haberse escrito solos, ya que existían mucho antes de tener ISBN, en un espacio intangible, mágico y disperso y solo era necesario convocar su presencia mediante ciertos rituales cibernéticos». Eso hizo el editor. Reunir a 55 lectores-poetas de ‘Sepulcro en Tarquinia’, de diversas generaciones y sensibilidades. De forma que, además del ya citado Brines o de Pablo García Baena, o Antonio Gamoneda, por citar a los de más edad de los convocados aportan su trabajo Jaime Siles, Amalia Iglesias Serna, Aurora Luque, Luis Antonio de

Ilustración de Javier Alcaíns que, al igual que la de la portada, formó parte de la edición de ‘Sepulcro en Tarquinia’ de la Junta de Extremadura (2002).

Colinas dibujó a Ezra Pound, en los días de su encuentro.

Villena, Luis Alberto de Cuenca, Juan Cobos Wilkins, Julio Llamazares o Juan Antonio Gonzlez Iglesias. Antonio Lucas, Raquel Lanseros y Josep M. Rodríguez junto a Ben Clark representan a los poetas más jóvenes. Reconoce Clark que entre los más de cincuenta seleccionados hay ausencias y ausencia notables, pero «las presencias constituyen una lectura apasionante». La edición supone además para el autor del libro celebrado la oportunidad de poner los puntos sobre las íes de algunos comentarios erróneos sobre el texto. Desmiente que el poema dedicado a su encuentro con Ezra Pound se deba como se ha dicho a una «ensoñación culturalista». «Me encontré con Pound en Venecia, y con testigos, el 22 de mayo de 1971». Y en cuanto al largo poema que da título al libro, rechaza «influencias literarias inexistentes» de quienes a su juicio olvidan que la forma brota del fondo: «La estructura de este largo poema –puntualiza el autor– responde al obsesivo afán que yo tenía en aquellos momentos de que el poema fuese algo más que un mero texto». Esa atrmósfera de la que hablaba más arriba y que ahora celebran sus contemporáneos.


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Encuentro con Antonio Colinas En esa callejuela con macetas sin más salida que la de la muerte

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ue hace muchos años. Sé que Cadaqués parecía crujir bajo una luz furiosa atravesada por una tramontana glacial. Sé que era un bar pequeño, donde Alberto Viertel y yo nos habíamos acogido para beber en paz. Alberto estaba hojeando un libro que una joven le había regalado aquella mañana. «No te interesarán estos poemas», me dijo; «la basura de siempre. Échale un vistazo». Era una antología, ya no recuerdo establecida por quién. Yo empecé a pasar tristemente, entre trago y trago, aquellas páginas. Y de pronto, aquel verso: Escuchadme, Señor, tengo los miembros tristes. No he dejado de recordar ese poema. Y cuántas veces he repetido en tantas horas incendiadas: Era hermoso ser soldado en las noches ardientes de Corfú... Traduzco a Homero, escribo de mis días de entonces, sueño con los serrallos azules de Estambul. Cerré el libro, alcé mi copa y brindé por el poeta que los había soñado. Era Antonio Colinas. Y son ya cuarenta años de seguir su obra, leerlo con placer - con felicidad y asombro, diría Borges -,y de quererlo también como amigo. Nuestra generación (muy poco nos separa en nacimiento) ha ido desmoronándose, desvaneciéndose en un justo olvido. Colinas es de los muy pocos que no. Y cada libro

Una de las ediciones de ‘Sepulcro en Tarquinia’ (Font de la Cometa, Alicante, 2000) contó con las ilustraciones del pintor Ramón Pérez Carrió.

nuevo suyo nos sacude con la intensidad de aquel Sepulcro en Tarquinia que a mí me emocionó tan intensamente cuando por fin lo tuve en mis manos. Yo no estaba en España por entonces - vivía en Venezia - y Sepulcro me llegó por envío de un amigo a finales de 1976. Y - ¿el azar? No. Hay algo más - al abrirlo, ¡el poema “Encuentro con Ezra Pound!” ¡Y estos versos: En esa callejuela con macetas / sin más salida que la de la muerte! ¡Y yo vivía justo enfrente de la vieja Querini, al otro lado del río! Muchas cosas podría decir sobre tu obra, querido Antonio; sobre lo que me ha aportado y me ha hecho gozar. Pero voy a resumirlo en tres aseveraciones: Sigo leyéndote y no me has defraudado. Tu obra salva la Memoria, lo que en estos tiempos atroces que vivimos acaso sea la principal tarea de un verdadero escritor. Cuando uno te lee no «ve» al poeta escribiendo y queriendo decir esto o aquello; ve imágenes, palabras que recrean el mundo, y sin autor: las ha escrito la Vida y son la Vida. Como aquel inolvidable soldado romano de tu poema, que lo deseaba para su tumba, tú bien podrías decir: Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio. París, abril de 2015.

José María Álvarez

Manuscrito de lla primera imera redacción de ‘Sepulcro en Tarquinia’.


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Los anotadores Apuntamientos de varia condición

Un hombre camina junto a la estatua de Sócrates, frente a la Academia de Atenas. :: JOHN KOLESIDIS-REUTERS

MANUAL PARA LA VIDA FELIZ

EL MONSTRUO AMA SU LABERINTO

Epicteto-Pierre Hadot. Errata Naturae, 248 pp., 17,90 euros.

Charles Simic, Vaso Roto, 168 pp., 15 euros.

Q

uienes se afanan en sostener de manera sesuda y por tanto sospechosa que lo fragmentario es la seña de identidad más destacable del arte y el pensamiento modernos a partir del posromanticismo olvidan que, en los albores decisivos de nuestra civilización, la filosofía y aun la poesía –en ocasiones todavía sin superar– se sustentan en los firmes cimientos, que nos han llegado dispersos, de los sabios presocráticos: Tales de Mileto, Heráclito de Éfeso, Pitágoras de Samos, Diógenes de Apolonia, Zenón de Elea, Hipócrates de Quíos, Empédocles, Parménides, Anaxágoras, Demócrito y Anaximandro. Qué emoción me produce recordar la alineación titular de quienes ganaron la Champions League

del pensamiento occidental para siempre. Incluso rememorar a algunos suplentes de lujo: Metedoro de Lampsaco, Jenófanes, Anaxímenes o Crátilo, entre otros. Cuando menos cinco siglos después, desterrado de Roma por Domiciano, el antiguo esclavo Epicteto de Frigia propaga sus principios filosóficos en Nicópolis de Epiro, ciudad griega de Asia Menor. Uno de sus discípulos, Arriano de Nicomedia, anota parte de sus enseñanzas sólo orales, al modo socrático, en un ‘Manual’ que edita, veinte siglos después, Errata Naturae, acompañado de una exhaustiva lectura, mediante análisis, hermenéutica y paráfrasis de cada una de sus entradas y en relación además con los discursos de las ‘Disertaciones’, del filósofo Pierre Hadot, de

MICROLITOS Paul Celan, Trotta, 416 pp., 30 euros.

UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO

quien ponderamos en su día las aproximaciones a Marco Aurelio –compara al final el libro con las ‘Meditaciones’– o Plotino y que recrea su huella en los neoplatónicos o los humanistas, hasta en Pascal o Leopardi. Camino del secreto de la felicidad, para no perturbarse ante lo contingente y hallar la paz interior, el breviario que redactó Arriano desarrolla a través de cincuenta y tres anotaciones una doctrina estoica basada en la renuncia, la moderación, la paciencia, la conformidad, la inacción, la reserva, la serenidad, la compostura, el discernimiento, la dignidad, el cuidado, la prudencia, la disciplina, el respeto, la sobriedad, la piedad, el rechazo, el autocontrol o la indiferencia ante el deseo o la aversión, todo aquello, al cabo que contri-

buya al deslinde de los asuntos propios y los ajenos, a que lo que no dependa de nosotros no nos afecte en absoluto. Ni tampoco los juicios que los hombres hacen sobre las cosas, con lo que espantaremos la inquietud o la tristeza, siempre y cuando no hagamos responsables a los demás de lo que es problema nuestro. Un libro para complementar con el que la misma editorial dedicó a Epicuro. Para qué se atiborrará, me pregunto, el personal de libros zafios y mostrencos de autoayuda teniendo a mano a estos clásicos insuperables y editados con tanto gusto. Otra perla a la altura de los clásicos. Tenía muchas ganas de hincarle el diente a ‘El monstruo ama su laberinto’ (Vaso Roto), apuntes heterogéneos, a vuelapluma, de un poeta peculiar y excéntrico,

tan atractivo como Charles Simic. Por si fuera poco, la traducción corre a cargo de Jordi Doce, uno de los teóricos –y prácticos– más solventes de nuestro panorama lírico y el desgraciadamente desaparecido Seamus Heaney, uno de mis escritores tutelares, firma el epílogo. Un plato sumamente apetitoso, suculento, «un sabroso guiso casero de ángel y bestia». Que no defrauda; cómo me lo he pasado avanzando lentamente por sus páginas, volviendo atrás, temiendo que se acabaran. Más que un plato acabado, es una caja de especias de todo sabor, suerte y condición: entusiasmos, tristuras, escenas, pesadillas, premoniciones, seudogreguerías, ocurrencias, visiones, collejas a los críticos literarios, sociología USA, contemplaciones, mamporros, aproximaciones al con-


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sus escritos, no puede ser más elocuente ya la segunda nota del libro –la mayoría, como su poesía, son bastante, si no totalmente, crípticas por lo que su necesaria exégesis, con pistas sobre su origen o sentido, ocupa más de la mitad del volumen–: «¿Por qué no han de tener las palabras su cementerio?». La undécima, por cierto, es una referencia dudosa de Jünger, otro rasgo de humanidad a pesar de los pesares de aquel que subiera hasta la cabaña de Heidegger, a quien leyó con fruición, como se muestra en los comentarios, aunque enmudeciera de estupor ante el insoslayable malandrín de la Selva Negra. Así resume Simic el insomne, el mentiroso, el bufón, el sparring, sus pinitos instrumentales: «Yo estudiaba violín. El niño Nerón dándole al serrucho», el nacionalismo: «amar el olor de nuestra mierda colectiva» o una película de terror para vegetarianos: «del cielo no paran de llover salchichas grasientas que aterrizan en los platos de alubias de la gente». Un crack. Ay, el poeta, siempre, como resalta Celan ‘in partibus infidelium’, en el campo de los infieles; siempre, como indica en otro seudoaforismo, exiliado absoluto: «La asociación de los expulsados de su país. Habría que fundar la asociación de expulsados del mundo». Sus anotaciones reclaman, como toda su obra, el derecho a la extrañeza: «nombrar lo inquietante, conjurarlo» reza otro apuntamiento harto interesante, como lo son todos, en particular los de estética, pensados como desde dentro del poema, así los que afectan a ‘Todesfuge’, su texto sobre el churban (que prefiere a shoah u holocausto) más emblemático.

Las voces y los ecos

cepto de poesía y sus alrededores absolutamente imprescindibles, maravillosamente certeras… Abreviando, que es Simic, el amante abisal de los peces solubles. No sé si Serbia es un país hiperbólico, pero los breves sucedidos del primer cuaderno del libro, sobre todo los relativos a su padre, como en otros escritores balcánicos, me han llevado a Kusturica, tengo metido su ritmo endiablado en la cabeza, su desbarajuste. Ay, Simic, qué grande. De improviso ya no se sabe dónde el alma va a manifestarse en estornudo; dónde el surrealismo sin intelecto se transfigura por arte de la palabra en revelación; dónde la defensa de la locura se identifica con la de la poesía; dónde la risa anuncia la mueca o, a la inversa, lo grotesco se

pone serio; dónde el blues se encana en cada sílaba; dónde la impostura deviene sensatez; dónde la invectiva política se metamorfosea en ética; dónde, en fin, acaba la anécdota ni dónde empieza lo sustancial; dónde el cerebro, estómago; la vida, arte; lo absoluto, relativo; el chiste, asunto serio… Un gozoso carrusel de sensaciones y sabiduría orquestado por una sensibilidad en extremo singular. Simic dando vueltas y vueltas sin parar, transmutándose de continuo. Siempre, con la conciencia sublevada, desmontando el mito del escritor albatros e inspirado. De uno de sus libros dijo el impar Felisberto Hernández, otro apuntador de cuidado, puntillista para más inri, que estaba escrito «para ser leído en una casa aban-

«Para qué se atiborrará el personal de libros zafios de autoayuda teniendo a mano estos clásicos insuperables» «Abreviando que es Simic... un gozoso carrusel de sensaciones y sabiduría»

donada entre los yuyos, en una noche muda y después de haber comido y bebido en abundancia», impresión que suscribo para los cuadernos de Simic, que recoge la cita del no menos raro y genial narrador uruguayo. E igualmente para la escritura de Paul Celan. Todos los poetas, incluido Simic, de serlo, son póstumos; salvo P. Celan, que tuvo la increíble virtud de ser póstumo en vida. Trotta, que publicó su poesía entera en ‘Obras completas’ edita ahora ‘Microlitos’ –»piedrecitas apenas visibles, diminutas chispas en la densa toba de tu existencia»–, con el mismo traductor: José Luis Reina Palazón, reunión heterogénea, en tres idiomas (rumano, francés y alemán, su lengua poética) de aforismos en amago, diálogos, prosa narrativa, trabajos dramá-

ticos e incluso un programa de radio sobre Mandelstam y entrevistas. Mención aparte merece la polémica con la viuda de Ywan Goll, que al achacarle la infamia del plagio le amargó la vida. Tal vez pueda afirmarse que la poesía es la voz de los muertos, por cuanto quien la escribe lo hace con toda la tradición al comienzo de cada verso y teniendo a Horacio, Villon o Keats como contemporáneos. Paul Celan, por si esto fuera poco, asumió en su obra el hilo de voz de quienes, como sus padres, fueron gaseados, masacrados, liquidados en los lager, hasta que consideró que su expiación era completa y se hundió con ella y la noche total, desde el puente Mirabeau, en las aguas del Sena. A este respecto y en relación con el carácter desde el principio póstumo de

En relación con el párrafo inicial, es verdad que el ametrallamiento de información que sufrimos nos hace rehenes del zapping y de ahí el relativo éxito de subgéneros como el microrrelato. Difícil es, sin embargo, tarea hercúlea, distinguir las voces de los ecos en medio del ruido imperante, encontrar los fragmentos de verdad. Para eso tenemos en este suplemento nuestro anotador particular y permanente, de guardia, el zamorano Tomás Sánchez Santiago, que no ceja en su empeño de separar el grano de la paja, como quedó demostrado hace poco en su excepcional libro ‘La vida mitigada’. Es intención, si no semejante, en la misma dirección de arrimar el hombro, de estos artículos de ‘Un ángulo me basta’ orientar al lector hacia aquellos libros poco publicitados pero que también distinguen lo que pesa del aire.


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a mujer que como ninguna otra representó la era dorada de Hollywood nació en 1905 y rodó su última película en 1941; la que representa la era digital, en 1983, y es seguro que cuando estas líneas conozcan la imprenta esté rodando alguna mientras prepara la siguiente. Un estreno protagonizado por la primera suponía un acontecimiento capaz de compartir con la más reciente decisión presidencial las portadas de los primeros diarios del país; uno que protagonice la segunda pasará tan desapercibido como el coche de un bebé en un centro comercial un sábado por la tarde, aunque tenga interés y venga firmado por un nombre consolidado entre el espectador con ciertas inquietudes. Cuando Greta Garbo se quitaba un guante el mundo se detenía. El crítico más curtido en festivales independientes no notaría que quien tiene sentada al lado en el metro es Greta Gerwig. En los 75 años que median entre el estreno de ‘Margarita Gautier’ y el de ‘Frances Ha’, la manera de producir y consumir cine ha cambiado tanto –en puridad el cambio se ha dado en las últimas dos décadas– que el propio concepto de cine, con todo lo que lleva aparejado desde la génesis de una película hasta su estreno, se ha expandido/pervertido tanto que haríamos mejor en hablar de industria audiovisual (no está lejano el día en que se convoque en las salas a todo aquel que, armado con su consola y su pantalla, quiera participar en el estreno mundial y simultáneo de un videojuego). No es que el imperio se haya desintegrado: el imperio es demasiado listo e insaciable como para permitir algo así; lo que se ha desintegrado es la idea de imperio, la imagen jerárquica, vertical, mítica y angelina que le venía al espectador a la cabeza cuando leía o escuchaba la palabra ‘cine’. Pero el imperio sigue presente, solo que disfrazado y disperso, y precisamente por ese disfraz y esa dispersión, que lo hacen menos identificable e intimidante, manteniendo en gran medida el poder que detentaba. En los albores de la era digital, el imperio no tardó en comprender que la revolución en curso le obligaba a convivir con un nuevo estamento que, en conjunto, iba a producir muchísimo más que él. Pero tampoco había necesidad de agobiarse de entrada. El imperio tenía reservas suficientes y una inercia de casi un siglo instalada en el inconsciente colectivo como para permitirse esperar hasta ver por dónde discurrían los acontecimientos; no necesitaron mucho tiempo para darse cuenta de que la propia cantidad de material producido era el antído-

De Greta Garbo a Greta Gerwig

Greta Gerwig, en una escena de ‘Greenberg’. :: AP-FOCUS FEATURES

to más efectivo contra el incremento febril de la oferta disponible: los títulos digitales de producción autónoma se hacían entre sí la guerra involuntaria, sin necesidad de que el imperio interviniese para nada, y aunque inevitablemente de entre ese mar infinito salía de tanto en tanto un producto capaz de alcanzar más repercusión que cualquiera de los generados por el imperio, estos eran tan testimoniales que no merecía la pena embarcarse en una transfor-


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mación que supusiese el desmantelamiento y reconstrucción de todo el sistema –aparte de que estos bombazos aislados eran triunfos de una vez; el imperio abordaba a sus ingenieros para que hicieran dentro de él su siguiente proyecto (por lo general la secuela del bombazo), y los ingenieros no se resistían al canto crujiente del dólar y a la posibilidad de trabajar con los más sofisticados medios de producción–. No fue pues la oferta masiva lo que alertó a los herede-

ENFASEREM EDUARDO ROLDÁN

La actriz Greta Garbo, en su época dorada de Hollywood. :: REUTERS

ros del sistema de estudios sino algo más anónimo y escurridizo, un enemigo contra el que emplear las armas económicas y publicitarias tradicionales era solo perder el tiempo y desesperarse. ¿Cómo combatir a alguien que no tiene rostro, que no tiene cuerpo, que no está ubicado en ningún lugar concreto porque se encuentra en todos a la vez? La eclosión de la piratería digital ha supuesto la única amenaza real para la industria cinematográfica en más de cien años de his-

toria. Al lado de la piratería la crisis del 29 fue un parchís con alubias. Dentro del imperio hubo quien pensó que el público se había vuelto loco: ¿cómo preferir ver una película en una pantalla de dos cuartas por una, con un sonido crisposo y colores sucios, a verla en una sala, por muy gratis que salga? Loco o no, el desagüe no dejaba de crecer y podría llegar a ser imparable: exigía medidas urgentes. Mientras, los piratas, cuya filantropía proveedora no im-

La eclosión de la piratería digital ha supuesto la única amenaza real para la industria del cine ...Con la tolerancia culpable de los gobiernos, habrá piratas faenando

pedía muchas veces que a la vez se llenaran los bolsillos a baldes llenos, proclamaban orgullosos que el Sistema estaba roto y el Imperio derrocado, y que gracias a ellos cualquiera tendría la oportunidad de consumir –«acceder a»– contenidos que, antes de su llegada, les habría resultado imposible. Lo cual esconde una mentira. Pues la voracidad insaciable del pirata no discrimina entre objetivos; el pirata se dirige tanto a las producciones de 120 millones como a aquellas cuyo único presupuesto es la ilusión que invierten sus creadores; de hecho, no es que al pirata le dé igual que el sistema se rompa o no: es que prefiere que no lo haga, pues son las películas producidas por los nietos de las ‘majors’ las que más clientela les proporciona –y si es pirateo para consumo propio son las que con más ganas desean abordar–. Lo que consiguen los piratas no es cargarse el sistema de estudios sino la industria, que es muy diferente, esa industria que sostienen las películas de producción modesta y media, cuya presencia decrece en la misma proporción que crece el desencanto del cinéfilo genuino. Quien quiera hoy producir un largometraje sin la cobertura de una productora de peso solo le queda resignarse o renunciar. Y se suele resignar, y así, como una flor malva en mitad de la autopista, Greta Gerwig. Si Garbo elegía los papeles con el cuidado de un coleccionista de mariposas, si cada uno de sus planos tenía que ser El Plano, cada réplica La Réplica y cada beso El Beso, Greta Gerwig se baña en luz natural, se atropella en diálogos balbuceados más que dichos y con quien cambia más besos es con su gato. Garbo era el instrumento mejor afinado en manos del guionista y del director; Gerwig tiene que hacer lo que la producción vaya demandando, escribir una escena la noche antes, maquillarse, cargar un foco… Esa naturalidad es la que muestra en pantalla y desmonta al espectador, que no sabe si esa chica tiene la técnica más depurada (la técnica más depurada es la técnica invisible) o no tiene ninguna en absoluto, como los niños. O al menos en sus comienzos era así. Ahora su magnetismo –que es lo que la hermana con Garbo– ha llamado la atención de productoras grandes, y no es imposible que comience a alternar los proyectos marginales con títulos alimenticios. Gerwig ha tenido suerte. Hay muchas otras cuyos talentos se perderán para siempre, pues la ausencia de una industria real, de un futuro posible, les obligará a decir adiós a su sueño. Por entonces, si se mantiene la tolerancia culpable de los gobiernos, todavía habrá piratas faenando.


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DEL CIPRÉS

Sospechando del señor Grass

:: DANIEL G. LÓPEZ

23 de abril

Ahora que Günter Grass ha fallecido, vuelve a quitársele hierro a su paso por las Waffen-SS, lo cual me produce asombro y me escama. Se aduce de nuevo el mismo argumento que se repitió durante dos generaciones desde el fin de la guerra y que, a la larga, solo generó sospechas y dudas; el mismo argumento que adujo el propio Grass cuando lo confesó en sus memorias ‘Pelando la cebolla’, en 2006, a saber: que no fue su responsabilidad, que menos aún fue su culpa y que le obligaron. ¿Reclutamiento forzoso? Es reveladora la carta-artículo de la señora Grita Loebsack, amiga de Grass, publicada en ‘El País’ con el título de ‘Lieber Günter’. Viene a decir en ella que Günter era uno más, que no sabía nada, cuando en septiembre de 1944 lo llamaron a filas. Sin embargo, Grass deja claro que se inscribió voluntario en las Waffen-SS. Apela Loebsack al testimonio de un amigo común, Helmut Frielinghauss. Este, en una carta de 2006, relata que todos los jóvenes de esa etapa final de la guerra eran carne de cañón y que no se podía elegir el arma. Es

posible, hoy es difícil de saber exactamente. Pero había otras opciones: por ejemplo, no hacerlo. Huir, desertar, despertar de la alienación, rebelarse. Hubo gente que hizo eso, niños incluso, que fue ejecutada. Frielinghauss comenta en su carta que, al acabar la guerra, las condiciones de supervivencia (al menos había condiciones, los judíos muertos ya no las tenían) eran tan duras que la gente se olvidó de lo que había llegado a hacer durante la guerra y la época nazi. Observo que esta desmemoria es común en la His-

OTRA GALAXIA ADOLFO GARCÍA ORTEGA

toria: nadie se acuerda de que formó parte de algo terrible cuando eso terrible se evidencia irrefutablemente como tal. Y dice Frielinghauss que entonces «iban sabiendo lo de los campos de exterminio». Pero los historiadores ya han documentado que esa información circuló pública y libremente por Alemania años antes de la derrota, a poco que se quisiera preguntar, y más aún en 1944. Ya está demostrado que la sociedad alemana vivió doce años sabiendo y mirando para otro lado. Después de la guerra, dice Frielinghauss, «todo alemán acarreaba este peso», y en ese contexto de necesidad, no parecía ser importante el hecho de haber sido obligado (‘obligado’ es un dudoso término fácil de generalizar en toda posguerra) a formar parte de las SS. Y acaba Frielinghauss: «Günter, durante decenios, ni siquiera tuvo la idea de que hubiera sido correcto y mejor contar este hecho». El clima de olvido y justificación debió de ser muy grande y colectivo. El caso es que Grass, en la inmediata posguerra, según sus amigos, tenía otras cosas más acuciantes en que pensar. Ni entonces ni luego se le

ocurrió confesar que había sido SS (una confesión, sin duda, inconveniente siempre, qué duda cabe). Tampoco encontró el momento. Hasta que decidió escribir sus memorias y fue en ellas donde halló la forma. Pero la forma elegida, en opinión de muchos, volvió a ser sospechosa: después de años de silencio, ya con el Nobel concedido en 1999, Grass cuenta el oscuro hecho en unos pocos párrafos, como de pasada, y en un libro que le reportaría beneficios. Lo normaliza como una especie de amnistía fiscal. Le da un rango de petición de excusas. Dice Grass: «Con el paso del tiempo empecé a darme cuenta, aunque todavía dubitativo, de que desconocía o, dicho con mayor precisión, no quería admitir, que yo había estado envuelto en un asunto criminal, cuya carga con los años no se aminoraba ni era posible enterrar en el olvido, y del que todavía sufro». Creo que se equivocó en la forma. Creo que lo justo con su pasado habría sido que hubiera convocado una rueda de prensa en 1999, cuando le concedieron el Nobel, para rechazarlo porque había una situación en su vida que le hacía, aunque fuese de manera

mínima, inmerecedor de tal premio. En el más bajo escalafón posible, sí, tal vez, pero él estuvo en las SS, no hay duda de ello, y esto es incompatible con el espíritu que debe guiar a un escritor que recibe el máximo galardón. Cierto que el premio se concede a la excelencia literaria, pero es indudable que si Sartre lo rechazó como gesto político y si Pasternak fue obligado a rechazarlo por presión política, Grass debería haber asumido que no podía sustraerse de la dimensión política –máxime cuando él mismo la usaba a conveniencia a diestro y siniestro– y esa dimensión política lo acuciaba a enfrentarse con las víctimas de las Waffen-SS. Pero Grass ante sí mismo solo adopta el papel de un atormentado que

«Creo que se equivocó en la forma, creo que lo justo habría sido rechazar el Nobel»

sufre. Sinceramente, no es creíble, nada creíble. Se salvó de ser juzgado como se salvó de ser juzgada toda la Alemania cómplice de omisión. Me pregunto qué habría ocurrido si el propio Grass no lo hubiera contado, si el hecho hubiese sido descubierto por algún periodista. Tal vez, en ese caso, se le reprocharía con crudeza su silencio –en vez de justificarlo o minimizarlo–, tal vez sería tachado de escándalo, tal vez sería juzgado porque se habría recelado del motivo de su ocultación, quién sabe. Es muy liviana la frontera entre la complicidad involuntaria y la voluntaria. Cuando se es un intelectual de referencia mundial, esa complicidad no puede obviarse o disfrazarse de nimiedad, siempre es innoble y gigantesca. En el umbral del reconocimiento público, uno mismo ha de tener el valor de decir no y de pedir perdón. No he visto en ningún sitio que el señor Grass haya pedido perdón a un solo judío. Sí lo hizo –con mucha autocompasión– ante sí mismo. En conclusión, no se han disipado mis dudas, al menos sobre este asunto. Sigo sospechando del señor Grass.


LECTURAS

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Poesía inspirada en el cine Sonia Betancort elige a la actriz Audrey Hepburn como ‘leit motiv’ de su último poemario

JORGE DE ARCO

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ara muchos poetas del siglo XX, el cine ha sido amplia fuente de inspiración. Valga recordar la antología que en 1993 viera la luz bajo el título, ‘The Faber Book of Movie Verse’, que recogía 336 poemas de habla inglesa relacionados estrechamente con algún aspecto cinematográfico. En 1995, Óscar Limache preparó ‘Un año con trece lunas. El cine visto por poetas peruanos’, y, en 1997, se editó en México, ‘Los poetas van al cine’, una compilación que reunía 70 textos de autores de aquel país. En España, dos años después, José María Conguet agrupó en ‘Viento de cine’, doscientos poemas en castellano –fechados entre 1900 y 1999– de ciento veinticuatro escritores, con nombres tales como Manuel Machado, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Francisco Ayala, María Beneyto, Leopoldo María Panero, Antonio Gamoneda, Concha

Méndez, Adriano del Valle, José Ángel Valente…. La filmografía sobre poesía y cine es, a su vez, abundante. Desde que en 1929 Buñuel rodara ‘Un perro andaluz’, ese originalísimo poema cinematográfico con imágenes procedentes de un poemario del propio director, le han sucedido distintos largometrajes como ‘El tren expreso’, de León Klimovsky (1954), sobre el poema de Campoamor, ‘El balcón abierto’ (1984), de Jaime Chávarri, sobre poemas y textos de García Lorca, ‘La noche oscura’ (1988), sobre la vida y obra de san Juan de la Cruz, entre otros. Y traigo a colación este nu-

LA SONRISA DE AUDREY HEPBURN Sonia Betancort. Vaso Roto Poesía. Madrid, 2015. 96 páginas. 14€.

trido binomio, tras la lectura de ‘La sonrisa de Audrey Hepburn’, de Sonia Betancort. Esta tinerfeña del 77, ha publicado hasta la fecha cinco poemarios. Doctora en Literatura y profesora universitaria, alterna su labor docente y literaria con el campo de las artes escénicas. Para esta ocasión, la poetisa isleña ha elegido a la actriz y musa británica –aunque nacida en Bélgica– como hilo conductor de las ‘escenas’ de las que consta este lírico guión. En su prefacio, María Ángeles Pérez López anota que «cada escena toma una parte del rostro de la actriz para detenerse morosamente en el detalle que constituye la aspiración al todo, porque, a la vez que el libro va dividiéndose en escenas, como si fuera una película que se desarrolla y exhibe, aspira a construir una imagen caleidoscópica que guarde dentro todos los rostros, todos los tiempos, todos los nombres». Con estos mimbres, Sonia Betancort acerca al lector hasta un personalísimo universo donde caben la celebración y la desdicha, el adiós y el regreso, la culpa y el per-

Audrey Hepburn, en una escena de la película ‘Dos en la carretera’. dón, la aceptación y la renuncia, en una suerte de complejas dicotomías que asume desde el desdoblamiento de su voz poética: «Hago el ejercicio de la doble,/ la del dialecto ensayado en el letargo del exilio,/ la que puede transitar los dos lados y volver/ farfulladora y alegre/ con un gato maltratado entre las piernas (…) Hago el ejercicio de la doble,/ la dos veces nacida,/ la dos veces invisible./ Entretanto, mi desacuerdo sueña/ con el signo de ser nadie». Estructurado en seis se-

cuencias, ‘La lágrima precede al lagrimal’, ‘La lágrima ocupa todo el ojo’, ‘La lágrima se desliza por el ojo’, ‘La sonrisa precede a la boca’, ‘La sonrisa ilumina el rostro’ y ‘El rostro desaparece’, el volumen se completa con un epílogo, ‘La sonrisa interior’. Como coda, se añade una reveladora dedicatoria: «Para todas las niñas y mujeres que embellecen el mundo sonriéndole a lo triste». De la tristeza, del duelo, se impregnan, sí, muchos de estos versos, a través de un lenguaje que afila sus acen-

tos hasta hacer aflorar un discurso que indaga en la esencia del ser humano, en su diaria batalla contra el fenecimiento. Mas, esa anatomía del dolor, tiene su contrapunto en la esperanza con la que se puede llegar a mirar la existencia futura: «La vida es como la muerte, absolutamente rosa./ Nacemos del rosa de un sexo inflamado/ y vamos al rosa de la tierra y el mar (…) La vida es rosa, melancólica y magenta./ La vida no es más que el amor./ La primera caricia, la primera mordedura».


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DEL CIPRÉS

LECTURAS

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Breves juegos literarios Olgoso, uno de los cuentistas más destacados del panorama actual, publica ‘Breviario negro’

SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN

Á

ngel Olgoso es en estos momentos uno de los cuentistas más solventes que hay en España. Su labor, continuada en el tiempo, muestra la exigencia de quien no se conforma con entregar bagatelas a la prensa. Sus relatos suelen tener hechuras consistentes que dejan al lector con buen sabor de boca y ganas de leer más. En ‘Breviario negro’ Olgoso vuelve sobre algunos temas y formas que había explorado con anterioridad. El libro es, como indica su título, un compendio de lo fantástico y figuras aledañas. Lo fantástico, ya inmersos en el siglo XXI, no puede entenderse a la manera decimonónica exclusivamente. El surrealismo, la angustia existencial de Franz Kafka, el juego literario de Julio Cortázar, por señalar algunos hitos del siglo XX, o la obra de Juan Pe-

Vagos

A

día de hoy es complicado, fuera del ámbito de las librerías de viejo –y aún allí es difícil– encontrar alguno de los libros de Joan Perucho. No recuerdo haberlo estudiado en los manuales de literatura de la escuela, aunque quizás me falle la memoria, y tal vez, aunque fuera de refilón sí que se lo mencionaba. Todos estos hechos podrían producirme extrañeza, si no fuera porque vivimos en el lugar en que vivimos, una nación cuyos esca-

rucho y Álvaro Cunqueiro, restringidos a la cultura española, obligan a una apertura de lo fantástico hacia zonas en ocasiones alejadas pero nunca ajenas. Olgoso da al lector cuarenta y una narraciones breves, muy breves –de las que hoy en día llamamos microcuentos pero podríamos también denominar viñetas o apólogos o fábulas, si la moda no nos hubiese llevado a preterir tales términos. Las narraciones, ya lo he dicho, vagan por la vecindad de lo fantástico en sus varias modalidades: hay algunas que tienen una impronta propia del surrealismo, otras en las que la huella de Kafka es evidente. Muchas están ambientadas en la Edad Media o en una edad pasada indefinida y actúan como bellas evocaciones de tiempos remotos. Otras bordean el presente, también indefinido, para acercarse a corrientes más o menos en boga, como es el caso de ‘Cartografía’ en el que un cuerpo es un mapa que alguien puede recorrer. Hay otros cuentos que son también una reflexión sobre la

sos lectores se inclinan, al parecer, a esa tipología de lector que Cortázar llamó –con poca fortuna, siguiendo los tópicos de una clasificación puramente medieval– «lector hembra». Mejor, quizás, sería llamarlo lector pasivo, o vago, o acomodaticio, o dormido. Este consumidor de libros se caracteriza por ir siempre más o menos sobre seguro, elige casi siempre el mismo tipo de lecturas en las que se encuentra cómodo, estructuras y argumentos predecibles, que se atengan a la ley de la causa y el efecto –de ahí el triunfo del género policial, que además permite jugar a los rompecabezas, potenciando, si es capaz de anticipar el final, la buena opinión que

Ángel Olgoso. :: GONZÁLEZ MOLERO escritura, así, ‘Palabras, destierros, máscaras’, que merodea por la metaficción posmoderna; o sobre la ficción, por ejemplo, en ‘El Palacio de las imaginaciones’ que comienza del siguiente modo: «En este lugar inexistente donde todo el mundo ha estado alguna vez». El libro se abre con ‘Cartografía’, en cierto sentido una invitación a explorar el mundo y la literatura; y se cierra con ‘Aghone’ con su clara referencia a Las mil y una noches y su inacabable invitación a contar cuentos. No son pocos los debates

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA

este lector pueda tener de sí–. Cualquier planteamiento novedoso, cualquier cosa que en el texto no se explique, o no pueda ser explicada, cualquier historia que se aleje de la historia que de un modo u otro ha estado leyendo siempre, cualquier factor inesperado, inquieta, angustia y, las más de las veces, espanta, al lector pasivo. Se diría, a juz-

sobre el realismo inherente a la literatura española. Tampoco es menos cierto que hay abundantes obras que des-

BREVIARIO NEGRO Ángel Olgoso. Prólogo de José María Merino. Menoscuarto, 2015. 153 págs. 16 euros.

gar por las listas de ventas, por la producción editorial, que en este país abundan más los lectores de esta especie. Este tipo de lectores, por supuesto, producen un tipo de escritor completamente adaptado a sus gustos, que no arriesgará ni la colocación de una coma si esto puede contrariar a su público, que es casi lo mismo que decir que al mercado editorial. A día de hoy –quitando unas pocas voces aguerridas– la española es una literatura que no corre riesgos, que se niega a aventurarse más allá de cuatro tópicos seguros. Y esto no se da sólo en la llamada literatura generalista, también los géneros que nos han sido más extraños, como la fanta-

mienten dicho aserto, aunque haya quienes aún no se han enterado y repitan machaconamente que el realismo está en la esencia de la literatura española. Olgoso demuestra por la vía de los hechos que no es así. En Breviario negro exhibe una extraordinaria asimilación de toda aquella literatura que ha privilegiado el componente fantástico o fantasioso por encima de la representación realista del mundo. Son cuentos donde nada sobra y la economía literaria ayuda a que las narraciones sean intensas. Nadie espere

anécdotas o historias en las que el final sorprendente lastre la narración. Ni ingenioso ni predecible –los dos grandes males de los escritores de hoy –, Olgoso logra breves narraciones por el simple procedimiento de solo fijarse en lo esencial y despojar de lo accesorio a sus narraciones. Tampoco es moderno en el sentido de estar de moda o dejarse llevar por lo que ahora causa furor. Fuera del tiempo, el libro aguantará bien su paso no solo para solaz de futuras generaciones, también para el de los relectores.

sía, adolecen –también con alguna interesante excepción– de una notable falta de curiosidad y valor, conformándose con transitar, y a veces con torpeza, los senderos más sencillos y de probada eficacia. Por eso Perucho ha caído en un casi completo olvido editorial. A pesar de ser uno de los mejores estilistas del siglo XX, tanto en castellano como en catalán. A pesar de que su obra es una de las más osadas, interesantes, fascinantemente paradójica en su mezcla de sencillez y complejidad, de la literatura mundial. Porque Perucho, supo ver lo que es la literatura, y, sobre todo, supo hacerla. Supo que a veces la teoría aris-

totélica –aquello del planteamiento, nudo y desenlace– es útil y que otras veces hay que desecharla como un estorbo, o jugar con ella de modo que nadie pueda decir, de firme, qué es planteamiento, o qué es nudo, qué es desenlace. Supo que explicar cada suceso de una historia, cada causa, cada efecto, no siempre es necesario y a veces lastra. Supo que lo que ocurre en las historias que narramos no tiene por qué parecerse al mundo ni respetar sus leyes. Supo que el arte de contar es libre de decir lo que quiera y no dar razones. Que el género no existe, sólo la literatura, y que esta se hace mejor si se ignoran las fronteras.


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Corrupta y con muertos

LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Una novela negra que denuncia la corrupción en los ámbitos políticos y económicos mallorquines

YOLANDA IZARD

Q

uizá se hacía necesaria una visión global y cercana del origen, significado y alcance de la corrupción en España desde el punto de vista de un novelista. Y digo esto porque ya tenemos información ‘objetiva’, periodística e investigadora, pero la mirada del novelista, aunque siempre subjetiva, permite enfocar el problema desde un ángulo mucho más visible al aumentar la lente sobre el hombre como personaje –poder, ambiciones, codicia y deseos ocultos– y sus acciones. Al mismo tiempo, al llenarse de connotaciones y ser la plurisemia el sostén de su lenguaje, la novela puede ofrecer un panorama mucho más rico y más próximo a la multiplicidad propia de la ‘realidad’. Y, por último, las leyes de la suspensión de la incredulidad, que funcionan en toda ficción, permiten una inmersión en la vida interior de los personajes vivida como si se tratara de seres reales. ‘Sicilia sin muertos’ es, en este sentido, una obra que acerca la corrupción y a sus inmorales y codiciosos ejecutores y valedores desde los parámetros de la novela negra y ciñéndola al ámbito de Mallorca, que acaba representando, pues, a pequeña escala, los entresijos de la corrupción en el resto de España. Guillem Frontera, mallorquín nacido en 1945, periodista y escritor en catalán especializado en las mudanzas y agitaciones sociales de esta isla, no deja atrás ninguna de las perversiones que arrastra consigo la corrupción. Dibuja sin ambages a un presidente del gobierno insular corrupto y débil rodeado de personajes ambiciosos y sin escrúpulos cuyo sentido vital gira en torno al amasado indiscriminado de dinero, caiga quien caiga, sirviéndose para ello de amiguismos,

presiones, amenazas y venganzas. La banalización del daño, irreparable, ejercido por la especulación urbanística en la sufrida tierra, así como el mal causado en una sociedad castigada por la crisis más feroz de las últimas décadas, en la que «las clases medias resbalaban hacia la pobreza y los pobres se convertían en miserables e indigentes» y en la que justicia e injusticia «compartían territorios y límites gracias a los sofisticados instrumentos de camuflaje de que se habían dotado», se hace evidente en todos los personajes –que no son pocos–, de los que se surte el mallorquín para dar cabida a las variadas motivaciones, de distintos grados de vileza, que arrastran: desde el joven presidente que acepta un préstamo a cambio de favores, a un periodista sesentón y

SICILIA SIN MUERTOS Guillem Frontera. Traducción del catalán de Rita da Costa. Club Editor, 2015. 320 páginas. 20 euros.

atractivo, víctima de su propia obsesión con una venganza tardía. No deja cabo suelto ni títere con cabeza nuestro autor. A la suposición del inicio de que la isla no es sino una ‘Sicilia sin muertos’, le sigue la constatación de que, en un enrevesado mar de venganzas y bataholas que cierran la novela con abundancia de intrigas, suspenses y expeditivos acontecimientos últimos, Mallorca tiene visos de parecerse a la italiana. Eso sí, entre los personajes de nombre catalán y los castellanos hay un ligero y maniqueo quiebro a favor de aquellos, que conjuga bien con eso de que haya «un señor español –o por lo menos castellanohablante- que vive en Mallorca», como si los mallorquines no fueran españoles y, para más inri, castellanohablantes cada vez que utilizan nuestro idioma común. Se trata, pues, de una peculiar novela negra cuyos aciertos vienen de la mano de una prosa correcta y un mundo narrativo ambicioso del que nunca quedan descolgados sus numerosos personajes, ni siquiera los secundarios, a los que ofrece una acertada atención, pero cuya ambición narrativa es germen también de alguno de sus desaciertos, como los ya apuntados.

Había… el verbo de ya no está (o lo que se llevó la guerra) :: SUSANA GÓMEZ Invadido de texturas, traspasado por un dolor que va tomando cuerpo en cada pincelada (más que ilustraciones sus páginas están recorridas por el universo de lo pictórico), este álbum estremecido y estremecedor hace un recorrido por los hilvanes de un tiempo que ya no está, y que con él se llevó los bancos, la escuela, el parque, el buzón que cobija las cartas de amor. No hay cromatismo exultante (nada más lejos en las gamas ocres y grises que lo tiñen de desgarro), no hay fuegos de artificio; el texto se desliza por las pérdidas y un sabor a polvo se mastica a doble página. Y había, el verbo de lo que se fue, enumera la cotidianidad (hoy ausente, hoy ida) de un camino a casa que ya no es: el érase de un pretérito (imperfecto o no, pero sin los escombros del presente) donde se refleja el desampa-

CAMINO DE MI CASA Ana Tortosa y Esperanza León. Editorial Thule. 40 páginas. 14,95 euros. Edad recomendada: a partir de 6 años.

era solo un mal sueño, hasta que las lágrimas limpiaron el polvo de mis ojos»). Acompañado por imágenes de extremada sensibilidad donde la figura humana es a veces nítida, otras un rastro, algunas una intuición… y en las que pinceladas y texturas pictóricas toman cuerpo y protagonismo, un texto basado en reiteraciones sirve como punto de encuentro para el discurso infantil y el poético. Siguiendo una estructura de espiral, el álbum invita al adulto a leerle al niño, a contarle, a explicarle, a traducirle a veces, a escucharle y aprenderle… en un viaje a dos donde se enumera lo que estuvo, incide en lo que se deshizo, se recupera y concluye: «Algún día habrá de nuevo un camino que lleve a casa», un banco, un buzón, una escuela… Y «volveremos a sentirnos libres, pero seguiremos sin entender lo que ha sucedido».

De sombras, sueños… y aprender jugando :: S. G.

Vista de Palma de Mallorca. :: EL NORTE

ro que nos deja la guerra, la tristeza de los refugiados, las vidas (tan parecidas a las nuestras) que ya no son más igual. Todo ello contado desde la mirada infantil («el parque desapareció, pero no la inocencia»), voz poética de lo diáfano que narra desde la lírica más sencilla (ritmo de frases cortas, lenguaje directo y sin ambajes) un itinerario donde lo onírico toma tintes de pesadilla («Creí que la realidad

«¿De qué color son las sombras? ¿De dónde nacen las sombras? ¿De qué están hechas las sombras?» se pregunta Chelo cuando descubre que lleva algo pegado a sus pies allá donde va. Y es que eso que está hecho de ella misma y que siempre aparece del lado opuesto al sol es una excelente excusa para explorar y pasarlo bien, interponer paraguas entre el sol y el suelo, colocar celofanes de colores, dibujar, hacer fotos… no dejar de sentir curiosidad, en fin, por el mundo que nos rodea y sus misterios. Aprender jugando es la piedra de toque de este álbum en el que la sombra se

convierte en objeto lúdico y de experimentación, y donde frases sencillas, breves y precisas van dando pautas a los más pequeños para descubrir divirtiéndose. Con una fórmula que combina la narración con instrucciones que dan pie a la experimentación, este álbum habitado por imágenes coloristas y desenfadadas se interna en el mundo de los más pequeños, sin olvidar la complicidad de los adultos (guías sin intervencionismos en el proceso de aprendizaje). La propuesta, que concluye con recetas para jugar con las sombras y un poema, ve la luz junto a otro título de semejantes características, obra de los mismos

CHELO JUEGA CON SU SOMBRA Roser Ros y Francesc Rovira. Editorial Takatuka. 32 páginas. 6,50 euros. Edad recomendada: a partir de 4 años.

autores. Esta vez ‘Chelo ha perdido el sueño’, y tras buscarlo bajo el edredón y encontrar el peluche, un chupete, el cuenco de cereales del desayuno… sus padres darán con él en un rincón y habrán de atraparlo. Como en el anterior, el álbum concluirá con pautas para construir un cazasueños y dormir profundamente.


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DEL CIPRÉS

L

a semana pasada hablaba de dos términos que se usan como equivalentes léxicos pensando que tienen el mismo significado cuando realmente no es así. Hoy continúo con el tema y me ocuparé del uso de ‘climatología’ por ‘clima’. La climatología es la rama de la meteorología que se encarga del estudio del clima y también el conjunto de las condiciones atmosféricas o de las características de un determinado clima. En su acepción más común, la palabra ‘clima’ designa el conjunto de condiciones atmosféricas de un determinado lugar, constituido por la temperatura, la humedad, la nubosidad, los vientos, la cantidad y frecuencia de las lluvias, etcétera. Hablamos de clima continental, de clima benigno, de clima blando, de clima crudo, de clima duro, de clima frío, de clima húmedo, de clima lluvioso, de clima mediterráneo, de clima oceánico, de clima riguroso, de clima seco, de clima suave, de clima templado, de clima tórrido, de clima tropical, de clima árido, de clima semiárido... Como tecnicismo propio de la Geografía, la palabra ‘clima’ designa cada una de las zonas del globo terráqueo comprendidas entre dos paralelos en la que la duración del día más largo del año es diferente de las demás. Y, en sentido figurado, también se usa para referirse al conjunto de circunstancias que rodean o afectan a una persona o que caracterizan o condicionan una situación (Sería deseable un clima cordial en las relaciones políticas). Con esta acepción funciona como sinónimo de ‘ambiente’. De la información anterior se deduce que las palabras ‘climatología’ y ‘clima’ (en la primera acepción que he presentado) no son sinónimas, por lo que no debería hablarse de que la climatología de Galicia es muy lluviosa, de la climatología árida del desierto, de que el norte

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

CLIMATOLOGÍA Y CLIMA

Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es

de España se caracteriza por una climatología suave... Sí hay que hablar, en cambio, de que la Agencia Estatal de Meteorología proporciona «información climatológica básica como valores medios y valores extremos de las series de datos climatológicas de una selección de observatorios», de que la climatología clasifica los diferentes tipos de clima que existen en el planeta, de la climatología de Navarra (siempre que con ello se pretenda aludir a la diversidad climática de Navarra), etcétera y también de que una comarca, una ciudad o un lugar determinado tiene un clima diferenciado del clima zonal (y que los expertos denominan topoclima). La palabra ‘clima’ también confluye en usos con la palabra ‘tiempo’. Hay dos acepciones de esta palabra relacionadas con lo que venimos hablando, pero solo una puede prestarse a

confusión: una es ‘cada una de las cuatro partes en que se divide el año o época o parte concreta del año en que algo ocurre’ (Hace mucho calor para este tiempo; Ahora es el tiempo en que florecen los almendros); y la otra, ‘estado de la atmósfera en un momento determinado y en un lugar concreto’ (En octubre todavía hace buen tiempo; El verano pasado tuvimos buen tiempo en Cantabria; Hay mucha gente que se cree que en el norte siempre hace mal tiempo). Es esta última la que podría prestarse a confusión en el sentido de que alguien dijera que en octubre todavía hay buen clima, que el verano pasado tuvimos buen clima en Cantabria o que Las palabras mucha gente se cree que en el norte ‘climatología’ y siempre hace mal ‘clima’ no son clima. Son ejemplos sinónimas. De la estos últimos de impropiedades primera, se abusa léxicas. ¿Por qué lo en los informativos llaman clima cuando quieren decir tiempo? En la actualidad las predicciones meteorológicas ocupan un espacio mayor (les dedican más tiempo) en los informativos de todas las cadenas de televisión. No pongo en duda la información que se ofrece, pero sí me atrevo a llamar la atención sobre el abuso de la palabra ‘climatología’ (de seis sílabas) para referirse, sencillamente, al tiempo (palabra de dos sílabas). Por ejemplo, decir que «la buena climatología que estamos teniendo ha adelantado la floración de los cerezos» en vez de «el buen tiempo». Y, claro, este uso repercute en los adjetivos correspondientes: donde en la información del tiempo se habla de «las buenas condiciones climatológicas» debería decirse «el buen tiempo».

LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID

OLETVM VALLADOLID

CERVANTES SALAMANCA

MARGEN VALLADOLID

FICCIÓN

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La templanza. María Dueñas (Planeta)

Cantos animales. Susa Herrera (La mar de letras)

La templanza. María Dueñas (Planeta)

La templanza. María Dueñas (Planeta)

Hombres buenos. Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara)

Distintas formas de mirar... J. Llamazares (Alfaguara)

El tesorero. Paco Ibáñez (Ediciones B)

El domador de leones. Camilla Läckberg (Maeva)

El mundo azul. Albert Espinosa (Grijalbo)

La lengua de los secretos. M.Abrisketa (Roca Editorial)

Hombres buenos. A. Pérez-Reverte (Alfaguara)

La quinta esquina. Izraíl Métter (Asteroide)

Sumisión. M. Houellebecq (Anagrama)

El mundo de hielo y fuego. G. Martin (E. Gigamesh)

Distintas formas de mirar... J. Llamazares (Alfaguara)

Hombres buenos. A. Pérez-Reverte (Alfaguara)

El domador de leones. Camilla Läckberg (Maeva)

La casa de las miniaturas. J. Burton (Salamandra)

Dama Luna. Charo Alonso (Diputación P. de Salamanca)

Blitz. David Trueba (Anagrama)

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

Final de partida. Ana Romeroa (La Esfera de los Libros)

Final de partida. Ana Romero (La Esfera de los Libros)

Cuando los hechos cambian. Tony Judt (Taurus)

Mortadelo y Filemón. El tesorero. F. Ibáñez (Ediciones B)

Los mitos del franquismo. Pío Moa (La Esfera de los L.)

Retablo imaginario... José Travieso (Grijalbo)

Final de partida. Ana Romeroa (La Esfera de los Libros)

Final de partida. Ana Romeroa (La Esfera de los Libros)

Reinas y princesas... Jaime Peñafiel (Grijalbo)

El test de la golosina. W. Mischel (Debate)

El pequeño dictador crece. Javier Urra (La Esfera)

Guía Repsol 2015. AAVV (Repsol)

Las gafas de la felicidad . Rafael Santandreu (Grijalbo)

Un espía entre amigos Ben Macintyre (Crítica)

Wigetta. Un viaje. Vegetta777. Willyrex (Temas de Hoy)

Valladolid cotidiano... J. M. Ortega (Maxtor)

Valladolid Universal. Roberto Alonso (Elefantus Books)

El capitál en el siglo XXI. T. Piketty (FCE)

Pactos y señales... J. J.Benítez (Ediciones B)

Aquí, cada cual con sus... Yellow Mellow (Temas de Hoy)

SANDOVAL VALLADOLID

LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA

SEMURET ZAMORA

PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

Mujeres. Eduardo Galeano (Siglo XXI)

Sumisión. M. Houellebecq (Anagrama)

La templanza María Dueñas (Planeta)

La templanza. María Dueñas (Planeta)

Sumisión M. Houellebecq (Anagrama)

La templanza. María Dueñas (Planeta

Hombres buenos A. Pérez-Reverte (Alfaguara)

Hombres buenos. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)

Campos de retamas. Sánchez Ferlosio (Random House)

Distintas formas de mirar... J. Llamazares (Alfaguara)

Bienvenida Frau Merkel. Jambrina (Salto de Página)

Blitz. David Trueba (Anagrama)

Número Cero. Umberto Eco (Lumen)

Blitz. David Trueba (Anagrama)

El domador de leones... Läckberg (Maevaa)

Número cero. Umberto Eco (Lumen)

Hombres buenos A. Pérez-Reverte (Alfaguara)

El tesorero. Paco Ibáñez (Ediciones B)

Número cero. Humberto Eco (Lumen)

También esto pasará. Milena Busquets (Alfaguara)

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

Mis chistes, mi filosofía S. Zizek (Anagrama)

Yo fui a EG 2. Ikaz/ Díaz (Pplaza y Janéss)

Palabrotalogía. Ortega. (Crítica)

Final de partida. Ana Romero (La Esfera de los Libros)

Palabrotalogía. Virgilio Ortega. (Crítica)

Final de partida. Ana Romero (La Esfera)

Dinero, demogresaca... Prada (Temas de hoy)

La espada y la palabra. Manuel Alberca (Tusquets)

La vida perenne. J. L. Sampedro (Plaza & Janés)

Emocionarioo. VVAA (Palabras aladas)

El capitál en el siglo XXI. T. Piketty (FCE)

El fango. Baltasar Garzón (Debate)

El fango. Baltasar Garzón (Debate)

Yo fui a EGB. Ikaz/ Díaz (Pplaza y Janéss)

Minotauro global. Varoufakis (Capitán Swing)

Diario de un ministro. José Bono (Planeta)

Cuando los hechos cambian. Tony Judt (Taurus)

Lo más de la historia de aquí 1. Forges (Espasa)

Cuando los hechos cambian. Judt (Taurus)

Pactos y señales. J. J. Benítez (Planeta)


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Sábado 16.05.15 EL NORTE DE CASTILLA

QUINCE MINUTOS DE FAMA

ÁNGEL MARCOS

Pilar Riesco Mangas Guarrate, Zamora

«Guarrate, 1963 - Barcelona, hoy. Hoy he añadido al paisaje de mi pueblo otros horizontes, otros olores, más amigos, alguna ausencia y el mar. Pero no olvido de dónde vengo, ni quién hizo posible esta conexión entre Guarrate y Barcelona. Nunca nos vamos de donde venimos porque forma parte de lo que somos.»


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LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 16.05.15 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro

B

ernardo de Claraval nació en Francia a finales del siglo XI y con él la orden del Císter se extendió pronto por toda Europa. Levantó su primer monasterio en un sitio muy árido donde sus monjes tuvieron que esforzarse mucho para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa valle muy claro. Fue un gran intelectual, un hombre apasionado cuyos sermones crearon una forma nueva de relacionarse con lo sagrado a través de la palabra. El conocimiento puede ser dulce, tal era la creencia de Bernardo, y así lograba que los que le escuchaban se asomaran a su vibrantes sermones como a una corriente llena de promesas. Fue conocido por ello como Doctor Melifluo de la Iglesia. «Miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón», así debían ser las palabras que se elevaban a Dios. El arte gótico surge de esa sensibilidad nueva. Frente al románico, que ve a Dios como misterio y oscuridad, el gótico exalta la luz, la idea de Dios como amor y palabra. Fue también un hombre generoso y sensible, que huyó del poder, y llegó a criticar el poder de los papas. Lutero y Calvino le procesarían siglos después una gran devoción, llegando a decir que era el padre más importante de la cristiandad. Su única mancha fue su apoyo a la Segunda Cruzada, que defendió con vehemencia, a petición del papa. Sólo en ese punto pagó su tributo a un tiempo sombrío. Bernardo formuló los principios de la mística, que le llevaban a la búsqueda de la unión con Dios a través de la oración y el silencio. Creía en «la revelación verbal» del texto bíblico. Cuando no comprendía una frase o un sentido del texto, pedía a Dios que le iluminara, pues entendía que si Dios había puesto esa palabra o esa frase y no otra, lo hacía por una razón concreta. Esta fe en la revelación verbal le originó importantes periodos místicos que queda-

:: ILUSTRACIÓN BEATRIZ MARTÍN VIDAL

La invención del amor ron recogidos en sus escritos. Para Bernardo la religión es una forma de asomarse a los anhelos del corazón humano. Sus sermones hablan de esos anhelos, como los cuentos de hadas hablan del corazón de los niños, y tienen una clara dimensión poética. Eso es visible en sus sermones sobre los esposos del Cantar de los Cantares y sobre la figura de María. Coge el encanto de es-

tas figuras y deja caer lo demás: los preceptos, la doctrina, hasta el tema mismo. Para hablar sólo del amor. Fue el creador de la devoción mariana. María era un personaje secundario hasta que él la hace el centro de su religiosidad. Bernardo le dedica alguno de sus más hermosos sermones. Su defensa de María contribuyó de una forma decisiva a la dignifica-

ción de la mujer. Estos sermones suponen, como atinadamente ha sabido ver Basilio Losada, la invención del amor, tal como lo entendemos en occidente. Frente el sexo, como pura expresión biológica, él opone el amor como cultura. El amor unido a la verbalización, a la palabra. La poesía de los trovadores, las cántigas de amigo nacen con sus palabras. Aún va más lejos,

pues en cierta forma toda la poesía amorosa de occidente nace de sus palabras. En una de sus visiones se le aparece María y le da a beber su leche. Es una escena que aparecerá representada muchas veces en la pintura posterior. Murillo pintó un cuadro muy hermoso, que puede verse en el Museo del Prado. Es la escena de la lactatio. La leche como símbolo de la sabiduría, de aquello que nos hace hablar. Estamos en el mundo de lo sagrado pero también de lo más cotidiano, en esa zona intermedia entre la realidad y los sueños. Bernardo no hace sino contar piadosamente una historia en la que creía. Una historia que en sus palabras sigue conservando el poder de cautivar a quien la escucha. ¿Pero cómo es posible que nos siga conmoviendo algo tan maravillosamente pueril como ese chorrito de leche? No es tan extraño si pensamos que lo que hace Bernardo, como todos los grandes poetas, es transmitirnos a través de los tópicos de su tiempo una verdad esencial. Y nos bastará con volver a leer sus sermones para comprender que ese misterio de la encarnación no es otro que el misterio del amor humano. María dejó de ser, gracias a Bernardo, una reina distante para transformarse en una madre misericordiosa y amable. Nuestra Señora: la que inspira amor y alegría, la amiga íntima de monjes y pecadores. Y, en definitiva, el modelo de esa amada que todos los poetas buscarían después al escribir. Hasta hace muy poco era costumbre en China que los alfareros mandaran inscribir en el barro con que fabricaban sus vasijas palabras que tenían que ver con sus creencias y sus devociones. Era una escritura inaccesible, pues cuando la vasija estaba terminada quedaba recluida en su fondo, sin que la luz o la mirada de hombre alguno pudiera llegar a descifrarla. Una escritura que no sería leída jamás, pero que todos sabían que estaba allí, haciendo de ese objeto no sólo un utensi-

DÍAS FELICES GUSTAVO MARTÍN GARZO

«La poesía de los trovadores, las cántigas de amigo nacen con las palabras de Bernardo de Claraval» «María dejó de ser, gracias a Bernardo, una reina distante para transformarse en una madre misericordiosa» lio, sino un lugar de recogimiento y devoción: Un lugar de encuentro con el misterio del mundo. Una escritura secreta, que no puede ser leída por nadie ¿no es esa la escritura de la verdadera poesía? Se equivocan los que reprochan a los poetas la difícil comprensión de sus versos. Lo mejor de la poesía debe quedar escondido. Hasta los poetas más transparentes lo saben. La prosa de los escritos de san Bernardo es justo así. Si es tan hermosa no es por lo que parece decirnos sino por lo que calla. El poema es la vasija, pero en su interior debe haber esa escritura que no se puede leer. Esa escritura de leche que tiene que ver con el secreto. Los alfareros chinos sabían que la misión del poeta no es revelar ese secreto, sino dejarse cautivar por él.


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