Sábado, 30.05.15 Número CCVI
LA
DE L
laSombra sobre laSilla caminaDescalza junto alAltozano delSilencio. Allí dondeCantan lasAlondras que navegan susAlas libres por Caminos deCastilla estáInmersa el agua del
De cómo el Delibes más ecologista entró en la RAE Se cumplen cuarenta años del discurso de ingreso del escritor en la Academia, un texto premonitorio que no ha perdido vigencia
verdeCampo. ∫.
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:: ILUSTRACIÓN Y POEMA DE MIGUEL SEGURA
deMiguel
2 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
40 AÑOS DEL INGRESO DE DELIBES EN LA RAE
Calle de Colmenares, Real Academia A
pesar del «disfraz», a pesar de considerarse él mismo «humana y literariamente muy poco académico», lo cierto es que la imagen de Miguel Delibes vestido de frac, tan firme como enjuto a los 55 años, pronunciando su discurso de ingreso el 25 de mayo de 1975, es uno de los iconos más poderosos de la historia reciente de la Real Academia Española. «No necesito decir que el actual sentido del progreso no me va, esto es, me desazona tanto que el desarrollo técnico se persiga a costa del hombre como que se plantee la ecuación Técnica-Naturaleza en régimen de competencia», explicaba Delibes, hace ahora cuarenta años, en su discurso,
titulado ‘El sentido del progreso desde mi obra’. Tan proverbial como su declarado pesimismo existencial resultó entonces su alarma ante un mundo en agonía: su anticipación en España de un conservacionismo intelectual que en Europa ya tenía voces conocidas y reconocidas. «Puede ser que las cosas no sean tan hoscas como yo las pinto –se excusaba, en cierta manera, el escritor–, pero yo no digo que las cosas sean así, sino que, desgraciadamente, yo las veo de esa manera». En todo caso, lo que el autor de ‘Las ratas’ y ‘La sombra del ciprés es alargada’ denunciaba era un proceso social irreversible de «entronización de las cosas»; un proceso cuya consecuencia más notoria resultó ser la muerte de
CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
una cultura campesina que no habíamos sido capaces de sustituir por nada, «al menos por nada noble». En aquel día tan señalado, el encargado de pronunciar el discurso de contestación a Delibes fue Julián Marías, quien desde hacía once años ocupaba el sillón ‘S’ de la docta casa. El pensador y ensayista vallisoletano daba con entusiasmo a Delibes la bienvenida a las comisiones en «la gran mesa ovalada, tapizada de verde, bajo las lámparas discretas», y a la
«mínima tertulia, tan sabrosa, que precede a las sesiones»; y recordaba que lo que más añoraba don Juan Valera, «desde sus Embajadas», era precisamente «que lo apartaran de la Academia tanto tiempo». Marías presentó entonces a su paisano como «alguien irreductible a todos los demás», alguien que representaba «una manera nueva de ver las cosas, de vivir nuestra lengua, de hablarla y de escribirla –y escucharla–, de interesarse por las palabras, ese irreal alimento de la vida humana». Mucho se gozó Marías al presumir, ante el resto de la corporación, de la filiación del académico entrante, hablando de un «obstinado residente en Valladolid» al que le hubiera gustado figurar, en su do-
cumento de identidad, como «exdirector de El Norte de Castilla», si bien sospechaba que lo que verdaderamente deseaba el nuevo académico, «si se atreviera», era poner en el mismo: «cazador»; «y todavía temo -decía Marías- que después de escribirlo se arrepintiera, pensara que era una frivolidad, y rectificara: pescador». Un pescador que nació en la Acera de Recoletos, a la vuelta de la esquina de la calle Colmenares de Valladolid, la misma donde había visto la luz, seis años antes, el propio Julián Marías. «No convivimos en la calle en que hubiéramos sido vecinos; el tiempo separó lo que afinidad hubiera unido, lo que vino a juntar después en amistad profunda», dijo Marías, antes de expresar su propio deseo a partir de ese momento: «que la Real Academia Española sea nuestra calle de Colmenares». Un vallisoletano, Delibes, al que Julián Marías situaba en línea con otros escritores ilustres de la ciudad, como Zorrilla, Jorge Guillén o Rosa Chacel, y con otros miembros de la Academia, como Antonio Tovar o él mismo. Pero inmediatamente sobre el vallisoletano descubría al castellano: «Castilla –dice Marías– no tiene vocación regional. En otro
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Julián Marías describe a Delibes como «alguien irreductible» al presentárselo a los académicos de la RAE
tiempo fue un Reino; pero desde entonces se dedicó, no a hacer España, sino más bien a hacerse España». Y sobre el castellano, al español perteneciente a una generación con «salida al mundo por la puerta ensangrentada de la guerra civil», emparentado en ese sentido con nombres como los de Rosales, Ferrater Mora, Espríu, Cela, Buero Vallejo, Gironella o Carmen Laforet. Y entre ellos, al novelista que se saltó la gran generación de poetas del 27 para relacionarse directamente con la narrativa de Baroja y con «la sombra de Galdós». Y aún sobre todos, de manera señalada en ese momento, al autor de mirada universal cuya preocupación social, por encima de otras grandes líneas de su obra, le había hecho derivar hacia la denuncia de «los peligros que amenazan a la Naturaleza y a la espontaneidad de la vida en ella»; es
Los académicos, presididos por Dámaso Alonso, y el público siguen el discurso de Miguel Delibes en un abarrotado salón de actos de la Academia. :: EL NORTE
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decir, hacia una inédita preocupación intelectual por los asuntos del medio ambiente, un terreno donde Delibes, según Marías, penetra «como un cazador arriesgado, en un tremedal». Una conciencia que por primera vez toma la palabra en una institución tan preminente como la Real Academia Española... «Falta una autoridad universal –nos dice el propio Delibes en su discurso–, capaz de imponer normas suficientes» para detener el mal sentido del progreso en el que se ha embarcado la Humanidad; una Humanidad que «hoy por hoy», «no está preparada» para tomar tal conciencia. Y concluye: «A mi entender, únicamente un hombre nuevo -humano, imaginativo, generososobre un entramado social nuevo, sería capaz de afrontar, con alguna probabilidad de éxito, un programa restaurador y de encauzar los conocimientos actuales hacia la consecución de una sociedad estable». Cuarenta años después no cabe duda de que ya hay un «hombre nuevo» muy distinto del que reseñaba Miguel Delibes en su discurso. Lo que aún no sabemos es si ese hombre camina en la dirección adecuada.
Algo anunciaba el tiempo que vendría El discurso de ingreso de Miguel Delibes en la RAE ‘suena’, leído hoy en día, extraordinariamente actual
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l 25 de mayo de durante el estado de excepción’ ANGÉLICA 1975 cayó en dominy la estancia del ministro del TANARRO go. La sesión abierta Ejército en el Sahara. Un terreal público en la que moto en el Atlántico había afecMiguel Delibes tomó posesión tado «ligeramente a algunas de su sillón como académico provincias españolas» y, en de la RAE batió récord de asis- blogs.elnortedecastilla.es/calle58/ casa, el pleno de la Diputación tencia. La fotografías del día @angelicatanarro/twitter.com Provincial ratificaba la cesión muestran a gentes de toda edad de 30 hectáreas de terreno para rodeando el estrado de los acala ubicación de la Universidad. démicos, sentadas en el suelo. Tres fotos compartían la conLas crónicas dicen que la Acatribución gráfica de la portada demia cerró las puertas cuana la información. Dos de ellas, do ya no cabía un alfiler y mude la sesión de la Academia y chas personas quedaron fuera. una tercera en la que el jefe del En la portada de El Norte de Estado, un ya muy deterioraCastilla de ese día Miguel Dedo general Franco, y el entonlibes compartía protagonismo ces príncipe de España Juan fotográfico con Henry KissinCarlos de Borbón presidían el ger, secretario de Estado nor‘Desfile de la Victoria’. Faltateamericano que el día anteban poco más de seis meses rior hizo una breve escala en para la muerte del dictador y Madrid procedente algo bullía en algude Turquía. La pornos sectores de la sotada daba cuenta ciedad española que también, entre otras esperaban y prepanoticias, de la proraban los cambios puesta española de que vendrían. Pero celebrar una confeese ‘rebullir’ apenas rencia sobre la desse reflejaba aún en colonización del Salos periódicos. hara, de la canonizaSin embargo, en ción en Roma de dos esos días, un escrireligiosos españoles, tor que siempre se de la apertura de la había sentido espeFeria del Libro de Vacialmente cercano a lladolid en la plaza la Naturaleza y que Mayor y del lanzahabía observado con miento al espacio de detenimiento la una nave rusa tripuvida y el habla de las lada. Eran tiempos zonas rurales, decien que la prensa diadió ‘contestar’ a ria se tomaba un quienes le habían tadescanso el lunes, chado de reaccionaasí que los lectores rio, entre otras code El Norte tuvieron sas, porque uno de que esperar al mar- Miguel Delibes lee su discurso. :: EL NORTE sus personajes, Dates 27 para leer la niel el Mochuelo, crónica del ingreso y conocer prefiriera la vida de un pequeel contenido íntegro tanto de Delibes pasa revista ño pueblo de Castilla, única su discurso como la respuesta a temas tan actuales que conocía hasta ese momende Julián Marías, repartida la to, que las incógnitas de la más como el abandono mancha de texto (hablo de la acelerada vida de la ciudad con disposición de la información de las Humanidades un discurso en defensa, no ya en las páginas del diario) en va- en la Enseñanza de la Naturaleza, sino de una rias páginas, desde la portada perspectiva de desarrollo étidonde ocupaba un lugar desco, que no solo resulta premotacado, sin miedo a la canti- También advirtió nitorio en los problemas que dad de texto, en un tiempo en de la invasión plantea, sino que sorprende, que la maquetación y el diseleído desde la actualidad, por ño no eran la preocupación de la intimidad su carácter claramente progreesencial a la hora de la ‘puesta por parte sista. en página’. Nada se escapa a este discurde la tecnología Aquel día la cabecera del peso que, tomando como referiódico ofrecía, además, ‘Los audiovisual rencia, las posturas de los exresultados de la operación popertos en el Manifiesto de licial en Guipúzcoa y Vizcaya Roma, hacía afirmaciones tan
modernas como ésta: «el verdadero progresismo no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo, ni en fabricar cada día más cosas, ni en inventar necesidades al hombre, ni en destruir la Naturaleza, ni en sostener a un tercio de la Humanidad en el delirio del despilfarro mientras los otros dos tercios se mueren de hambre, sino en racionalizar la utilización de la técnica, facilitar el acceso de toda la comunidad a lo necesario, revitalizar los valores humanos, hoy en crisis, y establecer las relaciones hombre-naturaleza en un plano de concordia». ¿Esto mismo no podría haberse escrito ayer mismo? La lectura del discurso depara sorpresa tras sorpresa. Por él discurren el abandono de las Humanidades en la Enseñanza («(...) mientras los estudios de Humanidades sufren cada día, en todas partes, una nueva humillación», dice en otro momento del discurso) para concluir dos páginas más allá: «Encarados a esta realidad, nada puede sorprendernos que la corrupción se ensoñeree de las sociedades modernas». ¡Otra de sus tristemente lúcidas premoniciones! Nada escapa a sus reflexiones: ni el peligro nuclear, ni la obsolescencia programada de los objetos de consumo. Y, cuando la industria de los juguetes tecnológicos ni siquiera estaba aún en pañales, afirmaciones como ésta cobran un sentido especial: «Pero he aquí que la supertécnica ha venido a descubrir que también existen juguetes para entretener a los adultos y borrar de sus mentes cualquier idea de participación y responsabilidad». Y para más incredulidad, cuando Internet aún no formaba ni en sueños parte de nuestras vidas, Delibes advertía de la invasión de nuestra intimidad: « (...) el incesante perfeccionamiento de instrumentos audiovisuales escrutadores de la intimidad, que han venido a destruir la confianza en el hombre y a deteriorar seriamente su sensibilidad» Cualquier aniversario puede ser una excusa para volver sobre un texto que nos hará pensar.
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DEL CIPRÉS
40 AÑOS DEL INGRESO DE DELIBES EN LA RAE
Un alegato valiente
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n la tarde dominical del 25 de mayo de 1975, en un salón de actos que, según recogieron las crónicas de la época, estaba lleno hasta la bandera, Miguel Delibes ingresó en la Real Academia Española con un discurso innovador y apasionado que comenzaba con una declaración de principios, casi un manifiesto ecologista, en forma de pregunta: «¿Por qué no aprovechar este acceso a tan alto auditorio para unir mi voz a la protesta contra la brutal agresión a la Naturaleza que las sociedades llamadas civilizadas vienen perpetrando mediante una tecnología desbridada?». Cuarenta años después de su lectura pública, ‘El sentido del progreso desde mi obra’, que así se titulaba el discurso, sorprende por su valentía y claridad. Si el interrogante inicial resulta ya esclarecedor, la conclusión final constituye un alegato que no deja lugar a equívocos. Muchas de sus advertencias y temores de entonces mantienen hoy, por desgracia, toda su vigencia:
«Porque si la aventura del progreso, tal como hasta el día la hemos entendido, ha de traducirse inexorablemente en un aumento de la violencia y la incomunicación, de la autocracia y la desconfianza, de la injusticia y la prostitución de la Naturaleza, del sentimiento competitivo y del refinamiento de la tortura, de la explotación del hombre por el hombre y la exaltación del dinero, en ese caso, yo gritaría ahora mismo, con el protagonista de una conocida canción americana: ‘¡Que paren la Tierra, quiero apearme!’». El texto de Delibes, cuya lectura siempre será recomendable, ha sido reeditado recientemente por nuestra corporación, dentro de la colección Discursos de Ingreso en la Real Academia Española que publica Biblioteca Nueva. Esta serie, una selección de doce discursos, forma parte de las actividades programadas con motivo del III Centenario de la institución y está dirigida por el actual académico bibliotecario, Pedro Álvarez de Miranda, quien ya advierte en su introducción que «cabe imaginar […] la cre-
DARÍO VILLANUEVA
Director de la Real Academia Española
La conclusión del discurso es un alegato que no deja lugar a equívocos y muchos de sus temores se mantienen hoy vigentes
ciente desazón del autor de estas páginas [Miguel Delibes] ante lo que vino después». La nueva edición incluye la emotiva y enjundiosa respuesta de bienvenida a la corporación, leída por el académico Julián Marías, amigo y paisano del autor de ‘Cinco horas con Mario’. En el discurso de Miguel Delibes, además de estos aldabonazos a la conciencia, hay, como se desprende del propio título, múltiples alusiones a su obra, especialmente a aquellos títulos en los que aborda las difíciles relaciones del ser humano con su entorno, tantas veces hostil. Una de las novelas mencionadas es ‘El camino’, en la que uno de sus personajes, «Daniel, el Mochuelo, se resiste a abandonar la vida comunitaria de la pequeña villa para integrarse en el rebaño de la gran ciudad» porque, precisa el autor, teme «convertirse en cómplice de un progreso de dorada apariencia pero absolutamente irracional». De la publicación de ‘El camino’, aparecida por vez primera en 1950, también nos hemos ocupado con ocasión de las conmemoraciones del tricentenario de la Academia, en una cuidada reedición publicada por Alfaguara bajo el sello Colección III Centenario. Está prologada por el académico Luis Mateo Díez,
Aquel primer pronóstico
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os síntomas estaban ahí, delante de todos. Pocos, demasiado pocos, los capacitados para advertirlos. Lógico porque el desmantelamiento de la atención es torpeza bien instalada en las mayorías. Estas que obedecen la orden de estar entretenidos, casi siempre con alguna insignificancia. Estas que renuncian a ver algo más allá de las pantallas. Los paisajes naturales se desmoronan, claro, desabastecidos de ese alimento que son las miradas admiradas. Si sobreviven es por los pocos que, como Miguel Delibes, triscaban y escrutaban atentos a lo que llegaba o se marchaba, florecía o se marchitaba, cantaba o callaba, vivía o agonizaba. A los que, por sentir el derredor y contarlo, con magistral destreza, convertían lo mirado en cultura y respeto. Deudores y discípulos suyos somos, por fortuna, los que todavía buscamos, y a veces encontramos, lo esencial fuera de nosotros mismos. Delibes se percató que las becadas –pitorras o sordas–
con un largo y sensible pico que deben hundir en tierras blandas para capturar lombrices, se quedaban en las antes siempre helados predios de su Castilla. El purificador frío estaba dejando tiempo y espacio a las templanzas. Fue el primer aviso de que un trastorno se estaba colando por las rendijas con ánimo de quedarse y acaparar. Todo esto fue observado y narrado por Delibes mucho antes de que millones de datos sobre el cambio climático nos abrumaran. Su ‘Diario de un cazador’ es la crónica de un vaciado. De la lenta e inexorable pérdida de vivacidad que sufrían y siguen padeciendo los tesos y perdederos, baldíos y alcores, arboledas y aguazales... El escritor se preguntó por las causas y pronto descubrió que la contaminación y la concentración, sin campo, resultaban inseparables del derribo de la cultura rural. Del olvido y abandono de esas formas de usos del territorio y del tiempo que, si bien duros y poco compensados, no violaban las capacidades y límites de los mismos.
JOAQUÍN ARAÚJO
Naturalista y escritor
Delibes, testigo de la catástrofe, resumió las principales consecuencias nada menos que en su discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua. Texto, que en forma de libro, nos llegó a todos bajo el título de ‘Un mundo que agoniza’. Se nos regaló el primer y lúcido manifiesto a favor de la Naturaleza y la Cultura rural. Escenarios, que a pesar de los derroteros que han tomado muchas de las llamadas políticas ambientales, nunca deben separarse. Han pasado 40 años desde su lectura y cada día nos parece más necesario volver a pasear nuestros ojos por esos
surcos de palabras que tanto nos enseñaron y comprometieron. Solo por la precisión, sencillez y emoción que fertilizan sus argumentos valdría la pena revivir ese discurso académico. Allí se cuestiona al modelo de relaciones que imperaba e impera, agravado claro, tanto entre nosotros mismos como con el derredor natural. Se cuestiona nada menos que a la idea de progreso y sus consecuencias. Miguel Delibes llega a escribir que « Todo cuanto sea conservar el medio es progresar; todo lo que signifique alterarlo esencialmente, es retroceder.» Es más: «el verdadero progresismo no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo, ni en fabricar cada día más cosas, ni en inventar necesidades al hombre, ni en destruir la Naturaleza... sino en establecer las relaciones Hombre-Naturaleza en un plano de concordia». Con esta última frase puede quedar resumido la práctica totalidad del pensamiento ecológico. Clama también contra la
quien subraya que «Delibes mantiene como centro de su pensamiento la atención al hombre, la consideración del individuo por encima de la sociedad y en armonía con el medio natural». Un escritor, añade Luis Mateo Díez, que confesaba escribir sus novelas con cuatro elementos: historia, pasión, paisaje y personajes. Tuve la suerte y el privilegio de compartir con Miguel Delibes un viaje por Holanda, en 1981, un tiempo en el que yo ni imaginaba que algún día podría ingresar en la Academia. Parte de aquellas vivencias, entre las que recuerdo muy especialmente una excursión para conocer los pólderes, están recogidas en el libro ‘Dos viajes en automóvil’, publicado en 1982 y que relata una visita a Suecia, en 1980, y otra a los Países Bajos, en 1981. A esta última corresponden fragmentos como este, de tan grato recuerdo para mí: «… A la entrada de Ámsterdam, en el Euromotel, un gran edificio funcional, nos detenemos a almorzar. Allí nos hemos citado con José Manuel García de la Torre, catedrático de español, alumno puntero de Dámaso Alonso, que lleva casi veinte años en el país, y con Darío Villanueva, joven profesor de literatura de la Universidad de Santia-
entronización de las cosas y la competitividad, contra el consumismo pues. «Hemos matado la cultura campesina pero no la hemos sustituido por nada, al menos, por nada noble.» Consagra una idea esencial con un giro literario inmejorable «amputación espiritual». Al hombre se le está «amputando el lenguaje y el paisaje» y, claro, lo esencial es sustituido por lo insignificante. Nos cercan ya demasiadas ortopedias y taxidermias. Su rechazo a lo que se interpone entre el corazón de las personas y la Naturaleza –escrita así, con mayúscula– como hacían Unamuno, Ortega y Machado, resulta en cualquier caso una constante en la casi totalidad de la atalantadora obra de Miguel Delibes. ‘Un mundo que agoniza’ termina con una frase muy conocida. Aquella de: «¡Paren la Tierra, quiero apearme!» Nadie puede hacerlo pero sí cambiar su rumbo y el nuestro como, en realidad nos propuso este defensor del buen uso de la vivacidad. Este mundo, o al menos el mundo que nos humaniza, sigue agonizando. Con todo, leer a Delibes forma parte del tratamiento para sacarlo de la UVI.
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go, que acude, como yo –pero en avión–, a la Jornada de Novela Española Contemporánea, convocada por la Facultad de Letras de Ámsterdam». Menciona Delibes al maestro Dámaso Alonso, que era director de nuestra casa en 1975, cuando él ingresó en la Academia en aquella tarde del 25 de mayo. Cuentan las informaciones periodísticas de entonces que don Dámaso se afanaba en pedir silencio al bullicioso auditorio que llenaba el salón mediante el repique de una campanilla, la misma que aparece en las fotos de la ceremonia, durante la imposición de la medalla que acredita, junto con el diploma, la pertenencia a la corporación. Mi ingreso en la institución no se produjo hasta 2008 y ya Delibes, fallecido en 2010, apenas acudía a la Academia, aquejado de problemas de salud. Recuerdo con toda viveza, sin embargo, el video que grabó para la presentación de la ‘Nueva gramática de la lengua españo-
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la’, en 2009. Y también, siendo yo ya secretario, el emotivo homenaje póstumo que, bajo la presidencia de los reyes don Juan Carlos y doña Sofía, le ofrecimos en la Real Academia Española. Me consta que, pese a considerarse «muy poco académico», como dijo en el discurso de ingreso, Delibes profesó siempre gran cariño y admiración por esta casa de las palabras que ahora tengo el honor y el privilegio de dirigir. Una institución que se siente honrada por haber contado entre sus miembros con una figura tan excepcional como la suya, en todos los órdenes. Agradezco muy sinceramente a El Norte de Castilla, el periódico que tan dignamente dirigió Miguel Delibes, la oportunidad de escribir estas líneas y felicito al diario por recuperar este recuerdo de un hecho tan significativo para nuestra corporación: el cuadragésimo aniversario del ingreso del escritor en la Real Academia Española.
Mirando atrás: la gestación del Discurso de Delibes en la RAE
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ocas veces tiene uno ocasión, siendo joven, de devolver a su padre un poco de lo mucho que ha recibido de él. Y cuando por una circunstancia concreta ocurre, genera un orgullo y una emoción que no se olvidan nunca. Es más, como el esplendor en la hierba de Wordsworth, se acrecientan en el recuerdo. Mucho antes de 1973, mi padre me había transmitido su curiosidad y amor por la naturaleza; más tarde me envió a Madrid para estudiar Biología (y sé que no les resultaba fácil); después me animó e ilustró cuando Rodríguez de la Fuente rechazaba mis primeras colaboraciones en Fauna; y por fin vivió con entusiasmo, no
MIGUEL DELIBES DE CASTRO
Biólogo, dirige el Grupo de Ecología de Carnívoros en la Estación Biológica de Doñana, de la que fue director
exento de inquietud, mi traslado a Doñana, donde no había electricidad, correo ni teléfono, con una modestísima beca para hacer la tesis doctoral. Fue entonces, febrero de 1973, cuando lo nombraron académico electo de la Real Academia Española.
No recuerdo en qué fecha concreta mi padre me planteó que debía preparar su discurso de ingreso en la RAE y deseaba que tuviera un contenido moral. «No soy hombre de letras, no haría un buen discurso sobre técnica o estética literarias; tras lo que os he oído a Rodríguez de la Fuente y a ti, me gustaría hacer un alegato en favor de la naturaleza. ¿Me puedes ayudar». Me hizo muchísima ilusión y de inmediato me comprometí fervorosamente con él. Se planteaba un problema inicial: ¿cómo relacionar la conservación del ambiente con los temas usuales en la Academia de la Lengua? Me pidió que lo pensara. En poco tiempo le hice ver que
podía encontrar la clave en su propia obra. Le criticaban a menudo por reaccionario, pensando que en sus novelas alentaba a un chaval quesero a renunciar a los estudios o aplaudía la vida en una cueva de un niño sabio nacido de una relación incestuosa. De alguna manera, asumían (error en el que caen algunos críticos aún hoy) que esos personajes eran para él modelos de vida, cuando en realidad eran sino muestras de individuos dignos que, con su sola existencia, denunciaban un progreso deshumanizador y depredador de los recursos, orientado a tener más cosas, y no a ser más felices. Ese progreso malentendido era el que estaba, y está, destruyendo
la naturaleza. El discurso se centraría en ‘El sentido del progreso desde mi obra’. Escogido el tema, todo fue más a menos rodado, por más que 1973 y 1974 fueran años convulsos para la familia, que él vivió con especial intensidad. Yo le proporcionaba libros y artículos (el Manifiesto del Club de Roma, la Primavera silenciosa de Rachel Carson…) y él estudiaba, ésos y otros, y escribía. Como yo mismo y algunos otros de mis hermanos habíamos defendido recientemente nuestras tesinas de licenciatura, él decía que el Discurso era ‘su tesina’ y yo era el director. Me sentía importante, lleno de entusiasmo. De vez en cuando lo repasábamos. Discutimos algunas cuestiones (él tenía razón) y la tesina se atascó a veces, como sucede en todos los trabajos complicados. La terminó cuando no tenía fuerzas para hacerlo, pues mi madre había muerto finalizando 1974 y estaba muy deprimido. Aseguraba que le debía ese esfuerzo, pues a ella le hacía mucha ilusión que fuera académico. Hace cuarenta años, ya lo he dicho, acabando la primavera de 1975 (exactamente el 25 de mayo, fecha del cumpleaños de mi madre), muy delgado y un tanto amedrentado por tener que intervenir ante un público numeroso, ingresó en la Real Academia leyendo el preceptivo discurso. La sala estaba abarrotada. Tuvo gran éxito y le aplaudieron durante muchos minutos. Uno era consciente de que las aclamaciones se debían más al cariño que despertaba que a lo que había dicho, pero se sentía un partícipe especial del momento. Pasado el tiempo, caí en la cuenta de que el Discurso había sido el primer manifiesto conservacionista que, en España, había llegado a la ‘gente normal’. Como es bien sabido, con harta frecuencia los alegatos bienintencionados aportan poco, pues los reciben exclusivamente los ya convencidos. En su caso no. Mucha gente que jamás había oído mencionar que debiéramos cambiar nuestra relación con la naturaleza, lo oyó entonces por primera vez. Y lo que es más importante: fuera de pequeños detalles, lo que dijo hace cuarenta años sigue vigente, aún más vigente, a día de hoy. Animo a releerlo.
Su discurso fue el primer manifiesto conservacionista que llegó a la ‘gente normal’ Miguel Delibes, con sus perros, en un día de campo. :: EL NORTE
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DEL CIPRÉS
El bravo escritor y la sutil autocensura ¿Qué se espera hoy en día del creador, del artista, del intelectual? Como tal creador, no puede ni está obligado a hacer nada más allá de su trabajo expresivo. Ni siquiera tiene otra responsabilidad, salvo ganarse la vida, si lo logra. Pero sucede que un creador o un intelectual se siente interpelado por la realidad casi de manera automática. Se hace preguntas y las propala. Un creador es una fábrica de hacer preguntas, y de proponer respuestas. Puede ser un abanico de respuestas o un abanico de acciones. Obviamente, no tiene todas las respuestas, aunque a veces, esas preguntas pueden orientar a la sociedad o a las personas hacia sí mismas. Otras veces, las respuestas son inequívocas y tajantes. Alteran y transforman. El escritor, el intelectual, se enfrenta así a una decisión de carácter privado: elegir o no un papel activo con su palabra. Si elige no hacerlo, nada debería reprochársele, faltaría más. Pero si elige hacerlo, entonces se convierte en alguien incendiario y vulnerable a la vez. Participa en el combate de las ideas, en la lu-
cha de la razón, en el frente de la palabra. Si es honesto, descubrirá que la verdadera valentía es ponerse en el lugar del otro, aceptarlo, respetarlo. Pero también criticarlo. Y en esta capacidad de interferir en el criterio del otro está el meollo de la sociedad mestiza, con riesgos y beneficios, en la que vivimos: hemos de fluctuar entre el respeto y la crítica. Tal combinación es ni más ni menos que la tolerancia. Hoy es una idea en cuestión.
Para el escritor, en un mundo amenazante como el actual, la autocensura es una tentación subliminal
Para el escritor, en un mundo represivo y amenazante como el actual, la autocensura es una tentación subliminal en la que a veces ni siquiera repara. Si entendemos la autocensura como la inhibición de la expresión de la propia opinión por miedo a las consecuencias, en realidad es una renuncia a la libertad. Uno se amputa una parte de su obra para que no se produzca una consecuencia indeseada hacia uno mismo. Puro miedo, hablando en plata. El escritor –el artista– es un ciudadano más, generalmente más proclive a una profesionalidad que a una mística. Sin embargo, es obvia su idiosincrasia. De alguna manera, el escritor y el artista, ‘significan’. La clave consiste en tener una opinión formada. Pensarla. Enriquecerla. Contrastarla. Y sobre todo sos-
OTRA GALAXIA ADOLFO GARCÍA ORTEGA
tenerla. Hay que tener el valor de opinar ‘formadamente’. Y el valor de opinar a contracorriente, contra el pensamiento generalizado, por muy democratizado que aparente ser. Y, por supuesto, no ceder ante el miedo colectivo. Pero el miedo es ambiguo, propone una dicotomía clave: el miedo no es malo porque anticipa la supervivencia, y sí es malo porque quita la libertad. Asumir una opción, basada en una opinión, un punto de vista o a veces una verdad, te deja solo. Entonces, ante esa soledad y esa marginalidad, es difícil no ceder a la autocensura. La autorregulación, que es lo que conlleva a la autocensura, era llamada por Isaak Babel como «el género del silencio». Es cómodo dejarse silenciar por los demás, nadie te lo recrimina. Pero es difícil quitarte de la cabeza la sensación íntima de que estás haciendo una traición (a la verdad, a ti mismo, a tu obra).
:: JOSÉ IBARROLA
2 de mayo
Sin embargo, por fortuna, hay quien no elige el camino del miedo. Por su propia naturaleza arriesgada, son los escritores y los artistas los primeros en rechazar ese camino. El dilema es dramático cuándo la opción radica entre conquistar y preservar la vida o conquistar y preservar la libertad. John Stuart Mill, el gran teórico de la libertad, decía que «no es la sociedad la que requiere protección contra el individuo que se aparta de la norma; por el contrario, hay que proteger los derechos del individuo por encima de todo». Esta es la disyuntiva a la que nos somete el terrorismo en nuestra sociedad. Un terrorismo que no olvidemos que sigue latente, acechante y muy dañino, esperando que bajemos la guardia, como sociedad abierta y balnearia que somos, o que nos sometamos a una represión falsamente protectora. La manipulación del miedo está en el origen del terror, de la censura y de la autocensura. La autocensura es una claudicación. ¿Hay mucha autocensura entre artistas o escritores hoy en día? Supongo que sí y supongo que no. Me explico: no hay autocensura en el sentido de que nunca ha habido más pluralidad que ahora, y pasa más desapercibido el enfrentamiento frontal contra el mecanismo de manipulación de la libertad. Y sí la hay en el sentido de que los escritores eluden los conflictos que amenazan la libertad. Hay una especie de autocensura por razones de comodidad, de comercialidad, de mantenerse dentro del ‘gusto’ o la ‘aceptación’ de las mayorías. En el fondo es una defensa. La autocensura sirve para defenderse mediante la eliminación: no hacer, no escribir, borrar, tachar, desparecer. La autocensura es, qué duda cabe, una ‘eliminación’. Sobre esto sabía mucho el gran Danilo Kiš, quien escribió: «La autocensura se alinea con las mentiras y la corrupción espiritual». A lo mejor en España y en Europa no toda la corrupción tiene que ver con dinero y la codicia, a lo mejor tiene que ver con el miedo y la cobardía.
8 de mayo
Sobre el escritor en general y su borrosa identidad, encuentro esta sabrosa cita del filólogo gongorista José Pellicer de Ossau, quien, en el siglo XVII, escribió con admirable modernidad: «Los que escriben tienen, por teatro, un mar que ondea siempre sin constancia; por jueces, un cuerpo monstruoso de tantas cabezas como pareceres; y, por premio, una voz confusa, sin certidumbre». Lógicamente, lo aplaudo.
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LOS DIRECTORES QUE HICIERON HISTORIA
Un Fellini, varios Fellini FERNANDO HERRERO
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ergman, Truffaut, Visconti, Fellini. Nombres ligados a la Seminci desde sus primeros tiempos. El gran Federico apareció en la III Edición con ‘Las noches de Cabiria’ y después estrenó en España algunas de sus obras maestras. El festival desde todas sus denominaciones ‘de Cine Religioso’, ‘de Cine Religioso y de Valores Humanos’ o de ‘Semana Internacional de Cine’, tuvo amplia representación del cine italiano. Ermanno Olmi, Vittorio de Sica, Rosellini en una magnifica retrospectiva y alguno más dieron testimonio de una cinematografía excelsa. No olvidamos el impacto de ‘Tutti a casa’, de Luigi Comencini, abiertamente antinazi, como lo fueron en esa misma edición ‘Kapo’ y ‘Mein Kampff ’, cuya proyección causó un duro conflicto con la entonces existente Secretaría Provincial del Movimiento. Italia era otra cosa. Y Fellini. Ettore Scola nos ha dibujado al personaje con el gran afecto del amigo. Sus filmes, me referiré fundamentalmente a los presentados en el festival, eran distintos a todos. Una impronta que, desde le evolución estética del realizador, se hace patente desde ‘El jeque blanco’ a ‘Entrevista’. Obras de un apabullante formalismo, de una genial desmesura en la presentación de los cuerpos humanos y los objetos. Gran brillantez y espectacularidad que, paradójicamente, finalizaban en lo mínimo: el niño de la flauta solitario después del charivari múltiple de ‘8 y 1/2’ o la marcha de los ‘clowns’ que se termina en piano. Gran talento el de unir lo espectacular a lo íntimo. Fellini y el neocristianismo de ‘La strada’ y ‘Las noches de Cabiria’, después de su mirada seca a los jóvenes de su tiempo en ‘Ivitelloni’.
Federico Fellini diseña una de las páginas de su diario ‘El libro de los sueños’. :: ANNA BALDAZZI-EFE Genialidad de ese autorretrato del director de cine en ‘8 y 1/2’. Recuerdo todavía la proyección en el cine Avenida y la gran ovación que saludó el final, aunque no todos la comprendieran. Las discusiones en la cantina de la Estación el Campo Grande, único local abierto, fueron apasionadas. Llegaban nuevos Fellini que parecían extraños y diferentes a los anteriores. Como por ejemplo ‘Giulietta de los Espíritus’ o ‘Satyricon’, la primera desde su esposa y actriz fetiche, Giulietta Massina. Si en ‘8 y 1/2’ se representaba a sí mismo, era la mujer y sus
sueños los que surgían de los colores de las imágenes. Si califiqué la obra de Orson Welles como de ‘genial desmesura’ estas dos palabras podían dedicarse igualmente a Fellini, aunque su cine y el del director de ‘Ciudadano Kane’ no se parezcan absolutamente. La memoria de Fellini es a la vez concreta y abierta. La historia, el pasado y el futuro, tratados desde un punto de vista personal y colectivo. ‘Satyricon’ abre la mirada de Fellini sobre la historia. Un mundo corrupto que se muestra en potentísimas imágenes que repetirá en ‘Casano-
va’ o ‘Roma’. Un mundo que observa desde una mirada que parece romper la realidad, como en cierta forma lo hiciera en ‘La dolce vita’ tiempo presente o en ‘Ginger y Fred’ y ‘Entrevista’ sus últimas obras. Valladolid aclamó y también exigió a Fellini. Tuvimos ocasión de presentar en el festival una de sus mejores obras, ‘Amarcord’ que pertenece a ese línea de la memoria personal que convierte en universal. Su presencia en el Avenida, antes que Cannes la proyectara en su Festival merecer ser contada. En las gestiones previas a la XIX Semana se ofreció el
filme ‘Serpico’ de Sidney Lumet. Entonces un premio en el festival originaba que la película USA galardonada entrara fuera del cupo establecido. Carmelo Romero, director, pidió que la enviaran. Le contestaron que no era posible pero que pagarían el viaje a Roma para dos personas, porque allí se proyectaba en un cine. Acompañé a Carmelo, nos gustó ‘Serpico’ (hoy casi un filme de culto) y aprovechamos para ver ‘Amarcord’ que nos pareció extraordinaria, se hicieron ‘in situ’ las gestiones oportunas y Valladolid tuvo la suerte de estrenarla antes que Cannes.
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Fellini y la desmesura de esos cuerpos, de esos rostros, en la evocación nostálgica de su pasado. Una mirada llena de comprensión, de cariño, en esa auténtica obra maestra. Otro Fellini, uno más de los muchos Fellini que acompañaron la Seminci, y que con ‘Prova de orchesta’ mostró el rostro crítico sobre el director tirano, al ejemplo de los Toscanini, Kussewitzky o Reiner, de antaño. Magníficos pero autoritarios maestros capaces de crispar y hacer sufrir a los profesores a sus órdenes. Las gentes de Federico, sus guionistas, sus fotógrafos, los directores artísticos. Su músico, Nino Rota, excelente compositor, deja una huella indeleble en sus partituras. Fellini no puede separarse de él y los temas siguen en la memoria como el famoso de ‘El Padrino’. Son clásicos al nivel de cualquier obra sinfónica. Y claro, los actores. Giulietta en primer término: la dulce muchacha de ‘La Strada’ o la pecadora inocente de ‘Las noches de Cabiria’ o el personaje diferente de ‘Giulietta de los espíritus’. Giulietta y Fellini unidos como Ginger y Fred, una de las últimas obras del Maestro. Mastroniani también, siempre atractivo en los filmes fellinianos, de ‘La Dolce Vita’ a ‘8 y 1/2’. Gran actor Marcelo con todos los que tuvieron el placer de dirigirlo. Podríamos citar más nombres. Basten estos dos como representantes de todos ellos. Tuve la suerte de saludar y felicitar al gran Fellini en Venecia. Un festival que reunió a tres genios: Federico, Godard e Ingmar Bergman. Los tres, cosa muy difícil, estuvieron presentes en el Lido y dieron unas abarrotadas ruedas de presa. Godard con ‘Prenon Carmen’, Bergman con ‘Fanny, y Alexander’ y Fellini con ‘E la nave va…’ una película en la que Cinecitta estaba presente con toda su grandeza. Fue un breve encuentro, muy amable, que se prolongó con otro esencial, la gran Pina Bausch que interpretaba un papel en la película. Le pregunté si pensaba traer su ballet a España. «Lo intentaré», me contestó. Afortunadamente así fue y varios espléndidos espectáculos de su autoría llegaron a nuestro país. Mi último y más preciado recuerdo de Fellini en el Lido veneciano.
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Sábado 30.05.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
Narraciones excéntricas Contra la juventud y otros mitos vacíos
Un vehículo solitario recorre una carretera de la Reserva India Pine Ridge, en Dakota del Sur. :: ANDY CLARK-REUTERS
ZEN Y EL ARTE DEL MANTENIMIENTO DE LA MOTOCICLETA Robert M. Pirsig, Sexto Piso, 496 pp., 27 euros.
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o es raro que algunas novelas excéntricas acaben convirtiéndose en obras de culto. Es lo que ha sucedido con ‘Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta’ de Robert M. Pirsig, publicada en inglés en 1974 y que ahora reedita Sexto Piso. Se trata de una especie de ‘road-movie’ de primera magnitud, una narración, más que novela, preñada de sistema filosófico, un punto, en cuanto genialoide, descacharrada, interesantísima, sobre todo en la tarea de desmontar muchos mitos modernos. Igual relata la dura ascensión a una cumbre que desemboca en el ‘Tao Te King’, en los cuartetos del ‘Rubaiyat’ de Omar Jayyam o en las soluciones matemáticas de Poincaré. Camino de las tierras altas
CONTRA LA JUVENTUD
LA MUCAMA DE OMICUNLÉ
LA CREACIÓN DEL SENTIDO
Pablo D’Ors. Editorial Galaxia Gutenberg. 424 pág. 22,5 euros.
Rita Indiana. Editorial Periférica. 184 páginas. 17 euros.
Basilio Sánchez. Pretextos. 240 pág. 15 euros.
cercanas al parque de Yellowstone en Montana aunque sin rumbo fijo, de vacaciones en compañía de un matrimonio amigo, huyendo de la ciudad siempre por carreteras secundarias que casi nadie frecuenta, en moto y sin prisa, entre marismas y ciénagas que miran hacia las montañas de Dakota, lugar de la revelación metafísica, en medio de ninguna parte, a la buena de Dios. Así arranca su viaje hacia su pasado docente como profesor de retórica y su caída en la demencia, hacia sí mismo, a través de Estados Unidos, hasta el océano Pacífico, bajo un sol abrasador, con su problemático y maduro hijo de once años de paquete, el protagonista, que sabe que perseguir el fantasma de lo racional, su espíritu, sus verdades laterales, la naturaleza del mundo,
UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
en suma, puede llevar a la esquizofrenia. Y tanto, el relato autobiográfico de su viaje, avanza mediante un curioso desdoblamiento, procedente de un diálogo platónico, trufado de digresiones filosóficas sobre lo inductivo y lo deductivo, la huella aristotélica o el método científico, pero también de toda índole, desde la paz mental a la universidad o a un tornillo. Pirsig propone, lo que es de aplaudir, conciliar valores humanos y necesidades tecnológicas, que no rechaza. Así concluye, por caso, que «andar en moto es romántico, su mantenimiento es puramente clásico». Se trata de asimilar, de interesarse por lo que las cosas significan, más allá de lo que son o representan, más allá de la duda machadiana: «¿Soy clásico o romántico?
No lo sé». No es de extrañar que lleve siempre consigo ‘Walden’ de Thoreau. Un motero sumamente peculiar, desde luego; una obra que, según el erudito George Steiner, «se instala en la mente como pocas». Y razón lleva. Tengo a Pablo d’Ors, sin ningún género de dudas, por uno de los narradores actuales de más peso y fuste, razón por la que lo he traído varias veces a estas páginas. En ‘Contra la juventud’ (Galaxia Gutenberg), novela iniciática, de aprendizaje épico y del fracaso, con plus centroeuropeo –como ‘Andanzas del impresor Zollinger’, nombre que aquí reaparece como el de una zapatería- ensaya otro ejercicio de extrañamiento respecto a la narrativa española contemporánea en cuanto a intención, clima y escritura. Ya en el propio tí-
tulo se adivina ese ir a contracorriente de los tiempos: hay que echarle valor para acudir a semejante sintagma preposicional con la que está cayendo, con el prestigio omnímodo de que disfruta la juventud, que se toma a sí misma demasiado en serio, como sabemos todos los viejos, y padece, a mayores, de tontuna amorosa, idealismo sin consuelo, inexperiencia devastadora y sobreactuación teatral, sin saber que «casi todo se juega en la disciplina y la tenacidad». Como en otros textos suyos, se incluye, a la antigua usanza, dramatis personae, más escenografías y apuntes argumentales previos a cada capítulo, denominado acto. La trama, que oscila entre el erotismo –variado, con mujer rubia, madura y seductora, casi ángel, casi femme fa-
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tale o bibliotecaria lolita incluidas– y la teología, con Hans Küng de por medio, constituye una inmersión total en el universo Kafka, ya a partir del aparato de citas y a través del protagonista veinteañero, aspirante a novelista, berlinés melancólico, sobre el que ha descendido el espíritu del autor de ‘El proceso’, con el que espera encontrarse en la ciudad, que considera kafkiana en sí misma y que se patea de arriba abajo, hasta enamorarse de ella, especialmente de Vyšehrad, también mi barrio favorito de Praga. Llega poco después de la caída del Muro porque la agencia donde trabaja –Stifter, otro guiño literario de primer orden, como el que dedica a la extraordinaria novela primeriza, anticomunista, de Kundera ‘La broma’, o a Proust por ‘El ca-
mino de Swann’, también los hay autobiográficos– decide ampliar mercados. Nada más llegar se ve envuelto en un embrollo burocrático para implantar una filial, propio del extinto comunismo que denunciara Kundera, se estrella contra el muro funcionarial con la misma impotencia del agrimensor K. en ‘El castillo’ y, a seguido, sufre una pesadilla judicial en la que aparece su inquietante casera, perturbada por las naranjas, del suburbio de Kačerov. Entre otras humillaciones. Puro Kafka. Lo salvan relativa, paradójicamente, sus problemas con las mujeres, sus escarceos carnales y un pintor maestro de un círculo carismático, la carne y lo divino, «el estupor ante la maravilla». ‘La mucama de Omicunlé’ (Periférica) de la dominicana,
«Tengo a Pablo d’Ors por uno de los narradores actuales de más peso y fuste» «Toda la trama de ‘La mucama de Omicunlé’ rezuma un vitalismo desbordante, como de un Caribe en ebullición»
con los ovarios bien puestos, Rita Indiana, es una novela excéntrica, a mayores de lo excéntrico que resulta por estos pagos lo antillano. A esta genuina representante de la novísima narrativa caribeña, se la ha emparentado con otros dos inclasificables, enormes narradores: el malogrado cubano Reinaldo Arenas y, sobre todo, el puertorriqueño Luis Rafael Sánchez y su aire de guaracha. Pero sus narraciones, al menos ésta y la otra que conozco, ‘Papi’, ambas con mucho nervio argumental, son imposibles de encasillar tanto por su ritmo endiablado como por el fango sexual que destilan y, particularmente, por su singular estilo: una amalgama gozosa de registros idiomáticos que conforman una dicción del español curiosa, atractiva por exótica, pecu-
liar en extremo: «El viento de una gorda nublazón desaliñaba los árboles». convive con surferos, selfies, hackers… Toda la trama, presuntamente de anticipación, que avanza bifurcada mediante capítulos alternos, con saltos temporales hasta de cuatro siglos que acarrean desdoblamientos casi reencarnaciones, rezuma un vitalismo desbordante, como de un Caribe en ebullición (si bien, por contraste, no renuncia a lo culto, la cita inicial remite ya a ‘La tempestad’ de Shakespeare) y una modernidad desaforada hecha de violencia, sexo y arte a la última. Una mezcla explosiva que sorprende desde la primera línea: un haitiano huido de la otra mitad de la isla, en cuarentena, toca el portero automático, programado para sonar como el oleaje, del
apartamento donde trabaja la criada del título, que está quitando con denuedo el polvo a unas figurillas de Lladró que venera su dueña, famosa por ser la santera del presidente, al que tira los caracoles. De inmediato el dispositivo de seguridad del edificio reconoce el virus que podría transmitir el negro y con un chorro de gas letal lo deja tieso, para que los recolectores robóticos futuristas, made in China, que peinan las calles, recojan y eliminen el cuerpo. Uff. Más allá del argumento, del contenido, todo texto literario debe perseguir una idea armónica del mundo, acercarse lo más posible al centro de significado de donde emana. Ese es el intento, logrado desde la sencillez más raigal, de ‘La creación del sentido’ (Pre-textos) del reputado poeta Basilio Sánchez, conjunto de prosas fragmentarias de difícil adscripción genérica, en cuanto desborda los límites de las taxonomías al uso para adentrarse en un territorio ignoto, el inconmensurable de la verdad íntima de lo poético como conocimiento y comprensión a través de un ejercicio rememorativo demorado y meticuloso en pos del «orden secreto de las palabras». De «narración miscelánea» califica la solapa a la cuenta de perlas gozosas que compone el libro. No sé si hace justicia a su hondura radical ni cómo podría hacérsele justicia. Es cierto que los textos hilvanados, yuxtapuestos, en general breves, oscilan entre el poema en prosa, el apunte cotidiano, los versículos contados y fechados, la reminiscencia autobiográfica o la reflexión cotidiana; pero me temo que es un volumen tan excéntrico en todos los sentidos, tan extraordinario, que no puede encorsetarse, tal vez ni interpretarse –desde luego no está hecho para darle de comer a la hermenéutica–, quizá ni siquiera comentarse. Sólo, desde su franciscana quietud y desde su germinal silencio, divulgarse como un secreto de boca en boca. Qué goce. Me imagino ante una cerveza casera en U Fleků o paseando por la colina Petřín, una de las más hermosas que conozco, con Hanna, el amor platónico (¿o no?) del protagonista inclinado a la impostura de ‘Contra la juventud’. O esperando con estupor, junto a Fedro, perdido en la montaña, la llegada de un teorema que cuadre definitivamente el principio de la Calidad. O tomando un té de tilo y un jugo de toronja en la terraza de Playa Bo, rodeado de palmeras enanas, frente al mar como una poza de arrecifes, al pie de los acantilados. O contemplando cómo B. Sánchez convoca el misterio desde lo claro y transparente de su mirada apacible, desde lo verdadero.
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DEL CIPRÉS
Ángel Crespo, poeta S
i usted que sostiene este periódico se ha aproximado alguna vez, en nuestra lengua castellana, a Pavese, Dante, Petrarca, Guimarães Rosa, Cabral de Melo Neto o Pessoa, sepa que su deuda no es con un traductor cualquiera (aunque ninguno lo sea) sino con uno que hizo de la poesía mucho más que la consabida necesidad del traductor, un ejercicio del espíritu y una indagación de lo misterioso y lo sagrado. Me refiero con estas palabras a Ángel Crespo (Ciudad Real 1926-Barcelona 1995), recordado mucho más, con la injusticia añadida que esto convoca, como traductor y ensayista, que como poeta. Crespo fue sobre todo poeta, o mejor, nunca pudo dejar de ser esencialmente poeta. Creo además que esto se ve con claridad si repasamos más allá de los poemas, todas sus facetas, su experiencia como profesor universitario y ensayista, especialista, además de traductor, de Dante y Pessoa, con los correspondientes hitos, una traducción canónica en verso de la Divina Comedia del italiano, y la primera y muy vigente biografía, reorganización y traducción primera al castellano del Libro del Desasosiego, e importantes estudios, en el caso del portugués. Tanto como italianista como lusitanista, Crespo tendió importantes puentes. Baste recordar en el caso del país vecino, que su estudio y traducción de poetas portugueses y brasileños le llevó a ser considerado el español más divulgador de la cultura y literatura portuguesa desde Mi-
PABLO JAVIER PÉREZ LÓPEZ
La de Crespo es una voz genuina y profunda que evoluciona desde cierto costumbrismo hasta una poesía de lo esencial En su obra, la identidad, la patria perdida o encontrada y dolorosa es también un tema recurrente
guel de Unamuno. Sus antologías de poesía portuguesa y brasileña y sus diálogos con muchos de esos poetas así lo atestiguan así como la presencia de los temas y autores portugueses e italianos en sus poemas. Su amistad y diálogo poético y humano con Eugénio de Andrade y Herberto Helder parecen decisivos para comprender su obra poética. Una mención aparte sería necesaria además para su libro ‘Lisboa mágica’, que ha sido considerado del otro lado de la raya como el mejor libro que sobre Lisboa ha escrito un extranjero. Libro que todo visitante verdadero de la ciudad de Ulises debería tener. Y Crespo ‘fue’ además, poeta de una generación –si aceptamos la mentira que toda generación implica– celebrada por académicos y lectores, la llamada Generación del 50. Si bien una gran parte de poetas de tal grupo, a mi juicio los mejores, que no participaron de la poesía social están poéticamente emparentados con él, Crespo nunca se sintió cómodo dentro de la misma. Me refiero a José Ángel Valente, Antonio Gamoneda o Claudio Rodríguez. Junto a ellos y otros injustamente menos conocidos o publicitados en perspectiva generacional –pienso en Brines o Costafreda entre otros muchos–, está Ángel Crespo. La poesía de posguerra exige una recatalogación urgente o una sensibilidad distinta. ¿Será la historia de la literatura tan injusta como la historia de la vida? Las razones de la ausencia del núcleo de esta generación que Valente siempre se imaginó «como 50 tíos a caballo» fueron bien explicadas por el poeta manchego y pueden resumirse como una mezcla entre la au-
Ángel Crespo, traductor, ensayista y poeta. :: EL NORTE sencia de interés por la poesía social, el desdén por la publicitación del grupo y la ausencia de sus poemas de las antologías y la ausencia prolongada de España por motivos políticos desde 1967. Este ostracismo no puede ocultar la importancia de la poesía de Crespo en el ámbito de la poesía esencial que está entre las más importantes y penetrantes de la segunda mitad del siglo en nuestro país. Una voz genuina y profunda que evoluciona desde cierto costumbrismo y hasta la presencia de elementos surrealistas hasta una poesía de lo esencial que se nutre de la interrogación y la experiencia de lo trascendente. ‘El Regreso de los dioses’ para citar
a Pessoa, parece ser un buen título para invocar el oficio poético de Crespo. Uno de sus libros de hecho se titula ‘El aire de los dioses’. En Crespo la fe en la palabra poética, en su sentido y en su necesidad, y casi en su fatalidad, son continuas. «No escribo una palabra en la que no / me juegue cuanto tengo y cuanto espero /querer tener», nos dice. Hay en su poesía un sentido metafísico indudable y encarnado, hermético y una cercanía con esa sabiduría poética que se entreteje de vida y pensamiento como en la mejor poesía dramática y fáustica europea. Esta cercanía con la sabiduría que huye de lo sistemático se hace patente en sus largas coleccio-
nes de aforismos. En nuestro poeta la palabra funciona siempre como indagación del espíritu, como colador del alma, en la clarificación siempre parcial y oscura del poema. Hay algo severamente alquímico en su voz poética. La transformación de lo dicho en lo hecho, la curación en lo sagrado «Todo poema es un cuchillo/ que donde corta sana», escribe. Lo sagrado, lo misterioso es comprendido como la única habitación poética pues siempre «Dios pesa más que un puñado de aire». Sus poemas, como los de Helder son «necesarios», «vivientes», «abiertos como ventanas» y muestran el pleno proceso de la transfiguración y forja de la palabra poética. En Crespo la identidad, la patria perdida o encontrada y dolorosa es también un tema recurrente que se torna en la necesaria habitación de la ausencia. «Canto a las tierras que nunca he visto», escribe. «Pero yo nunca quise / aprender la tragedia silenciosa /de los campos que pisé». El exilio físico y el divorcio espiritual con la peor España abonan sin duda la poética de Crespo. En sus más de veinticinco libros de poemas, que empiezan a publicarse ya en los años cuarenta y que fueron cuidadosamente recogidos en su poesía completa en tres tomos editados por la Fundación Jorge Guillén, hay una poesía que nada tiene que envidiar a Juan Ramón Jiménez o Vicente Aleixandre. Y esto merece recordarse ahora que se cumplen veinte años de su desaparición apenas física. Estamos en suma ante un autor que huye del compromiso social en la poesía y de lo que el propio poeta llama «la poesía flor» para centrarse en un hacer poético de lo profundo, «una poesía estalactita» que bajo tierra cultiva su permanencia y que cumple un mandato esencial que Pessoa –y Crespo anota en su diario de 1978– estableció para la detección de la verdadera poesía: «Debe haber, en el más pequeño poema de un poeta, algo en lo que se note que ha existido Homero».
LECTURAS
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Una lánguida y tácita aceptación Michel Houellebecq novela la decadencia de una Europa fagocitada por el empuje del islam
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a coincidencia, siniestra coincidencia, de la presentación de ‘Sumisión’ y su mirada hacia el islam con el terrible atentado en la redacción de ‘Charlie Hebdo’, multiplicó y desbordó la atención hacia la novela, y hacia el novelista, que hubo de desaparecer durante una temporada de la vida pública. Sin esa casual simultaneidad la obra también habría producido una fuerte sacudida, pero se habría leído de otra forma, con atención exclusiva a su mundo narrativo, aunque siempre filtrado por la presencia extravagante de su autor, ese tipo feo y raro al que gusta introducirse en sus obras como personaje. En esta su nombre se queda en la solapa del libro. Francia, 2022. Tan solo hace falta saltar por encima de una elección presidencial para alcanzar ese futuro inmediato. Siete años que debe arrastrar mucho vértigo tecnológico, lo que no ha preocupado a la imaginación de Michel Houellebecq: los profesores universitarios siguen utilizando el fax, su buzón del portal almacena las cartas en papel del banco, lo que casi no es ni de la actualidad de 2015. Donde sí afina el es-
JORGE PRAGA
critor es en lo importante, en el trazo político de su país y de sus paisanos. Tras el vaciado definitivo del centro derecha, en la pugna presidencial entre el Partido Socialista y el Frente Nacional se entromete un nuevo Bloque Identitario, movimiento subterráneo de estrategias violentas que busca la salvaguarda de las esencias occidentales, y sobre todo la Hermandad Musulmana dirigida por un francés de nombre Mohammed Ben Abbes. Una si-
SUMISIÓN Michel Houellebecq. Editorial Anagrama, mayo 2015. 281 páginas. 19,90 euros.
tuación a la que se llega estirando hacia el futuro la lógica de la sociología y la biología: Europa ha seguido languideciendo y envejeciendo al tiempo que los adolescentes de las ‘banlieue’ llegan a la mayoría de edad con energía renovada y multiplicada en las nuevas remesas de emigrantes. Además las petromonarquías árabes han seguido acumulando riqueza en la misma medida que aumenta su capacidad de influencia y penetración sobre la civilización occidental. El personaje que ensarta en primera persona la narración, François, viene aderezado por rasgos reconocibles de la cultura francesa: profesor de la Sorbona; especialista literario en Joris-Karl Huysmans, un ave rara de finales del XIX del que las páginas de la novela dan abundante y atractiva cuenta; bon vivant, amante de la cocina, el vino y el Armagnac; solitario por bloqueo afectivo heredado de unos padres de los que solo tiene noticia cuando la Administración le comunica sus fallecimientos; agotado vitalmente en la cuarentena, consumidor ocasional de sexo profesional, aburrido de sí mismo, vacío de futuro, superviviente por-
El escritor francés Michel Houellebecq. :: ANDREU DALMAU-EFE que el suicidio supone un esfuerzo excesivo. Un tipo con poco que decir, lo que deja mucho espacio abierto a otros discursos, tanto de sus paisanos de siempre como de los que llegan con nuevos enfoques del país. Pero François, emblema individual de una larga colectividad, no va a luchar por nada, no va a presentar batalla en una guerra perdida de antemano por la decadencia y la atonía. Nada de violencias o desplazamientos masivos. El sistema democrático tiene plaza para la astucia de los movimientos emergentes, y François y sus
colegas de la Sorbona solo tienen que ir pensando si quieren pasar por un nuevo trámite administrativo, la conversión al islam, lo que de rebote les puede renovar la vida doméstica con la llegada de una o varias esposas jóvenes. Novela pesimista, especular de una Europa aterida y sin nervio, entregada o fagocitada por el empuje mediterráneo de pueblos soleados sin conocimiento ni experiencia de la secularidad y la división de poderes. Bien escrita, y fluida en la traducción de Joan Riambau, su ritmo se resquebraja un tanto
tras el punto culminante de las elecciones presidenciales, aunque la audacia del tema nunca suelta al lector. Totalmente eurocéntrica, francesa en cada página, indagatoria hacia adentro. Y en consecuencia poco abierta a los matices del islam, despachado con los brochazos gruesos de un manual escrito por un personaje de la novela. Houellebecq anota el merecido final de su cultura, o mejor su sometimiento y explotación por otra. Un nuevo imperio se comerá al anterior, como tantas veces ha mostrado la historia.
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LECTURAS
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JORGE DE ARCO
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ías atrás, la escritora uruguaya Ida Vitale –galardonada recientemente con el XXIV premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana–, confesaba en una entrevista: «Toda poesía es un misterio, sólo con el tiempo se comprende». Tiempo y misterio, sí, duración y enigma, deshoras y secretos…, un binomio esencial, al cabo, para comprender y aprehender la sustancia de cualquier ciclo lírico. Y traigo a colación esta dualidad, tras la lectura de ‘La voz del retorno’, el nuevo libro de José María Muñoz Quirós (1957), quien ha vertebrado un bello viaje interior a través de la nostalgia y la memoria de lo vivido: «Vengo/ a recibir la oscura sacudida del sol/ en las laderas, en la caricia/ del tiempo/ que no podré sentir/ con la cansada voz de las hojas heridas/ cuando caen tristemente». Inspirado en la abisalidad del verso, José María Muñoz Quirós inauguró en 1983 su periplo literario. ‘Ternura extraña’, titulaba entonces su primer poemario, que veía la luz en la salmantina colección Álamo. Desde entonces, y tras más de una veintena de volúmenes, su credo lírico sigue creciendo desde la esencia de un silencio contemplativo y un meditado fulgor. Su verso, sabe cómo ahondar en los interrogantes de la existencia y en la inquietud que convoca a la muerte. La huida del tiempo, la fugacidad del ser, el dolor, el murmullo amatorio, la sed de la remembranza.., han ido conformando, a
El poeta abulense José María Muñoz Quirós. :: RAÚL SANCHIDRIÁN
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cerse un hueco en nuestro mercado editorial. El problema es saber cuándo. Y, sobre todo, quien lo traducirá. Porque las últimas tres traducciones de sus novelas eran muy malas. Más, mucho más, improbable, veo que alguna vez veamos vertida a nuestro idioma, ‘Comsumed’, ópera prima como novelista del cineasta David Cronenberg, y que tiene todo el aspecto de tocar ciertos temas clásicos desde un ángulo muy original, o al menos diferente. Otra primera novela revolucionaria, al menos así ha sido saludada por críticos, autores –una nueva frontera en la fantasía, ha dicho Alan Moore– y lectores, es ‘The vorrh’. Según se dice, se puede compa-
rar con Peake y con Carpentier entre otros. Su autor, Brian Caitling, es un artista, poeta, escultor, pintor, inglés que anda en los sesenta y tiene una pequeña obsesión con los cíclopes. Quizás la novedad y las buenas críticas le hagan un hueco en nuestro país. Quizás lo arriesgado –según dicen– de la novela lo destierre hasta que nuestros editores recuerden en qué debe consistir su profesión. No sería de extrañar. A fin de cuentas, un autor tan fascinante como Simon Ings, ha sido ignorado salvo por la novela ‘El color del azar’. Aunque yo sigo esperando, como el más miserable de los siervos en Kafka. Espero ‘Empty space’. Espero la novela de Jeena Levin. Espero…
En la caricia del tiempo Muñoz Quirós ahonda en la felicidad pretérita y en la vuelta a la inocencia
su vez, la temática de un escritor generosamente comprometido con su dramática tensión creadora. En esta ocasión, ha querido afrontar la verdad de su decir alzándose hasta lo más alto de su alma y de sus sílabas. Desde esa atalaya, ha extendido su mirada hacia lo amado, hacia lo vivido, hacia lo soñado: «Hemos caminado, hemos vuelto los ojos/ hasta la belleza blanca de los montes,/ sentándonos en el infinito cansancio donde/ viven las águilas, donde la luz termi-
Ahí afuera res años hace que se publicó ‘Empty space’, tercero y, probablemente, último de los libros del canal Kefauchi. Las dos primeras, ‘Luz’, extraordinaria, y ‘Nova Swing’, que se pueden leer como una hermosa revisión de ‘Solaris’ o, sobre todo, de ‘Picnic junto al camino’, tan inquietante o incluso más que estas, fueron traducidas y publicadas por Bibliopolis. De ‘Empty space’, no hay noticias. Tres años llevo –y otros conmigo, supongo– esperando a que aparezca, como el puesto
Lo que hace al ser humano mortal y sucesivo y las cicatrices que comporta el saberse herido por la inasible temporalidad, se unen, en el transcurrir de estas páginas, a la meditativa actitud con la que el yo poético traza la pureza de la palabra en hervor. A través de ella y de su esencia, podrá el hombre inventariar su costumbre y su soledad, su triunfo y su destino, su pecado y su libertad («Me duelen las palabras …/.. En el calor de sus letras me adentro,/ escribo su inocente ser de humo»).
En su prólogo, afirma Antonio Colinas que «el poeta ha pensado en sus poemas, pero sobre todo ha sentido, y por ello su poesía acaba siempre del lado del corazón y la intrahistoria». Y no le falta al razón al escritor leonés, pues detrás de este cántico reflexivo y metafísico, hay, también, un mensaje humano y amatorio: «Fue hermoso/ como era hermoso el mundo,/ como nuestra propia existencia/ construida en el tiempo de lo hermoso./ Allí el amor nos mojó con sus labios/ para avivar la sed que no se sacia nunca». No hay en este poemario nada que quede al azar, nada que no esté sujeto por las líricas bridas de un verbo sostenido y solidario, que persigue –apuntado queda– un regreso al ayer, a la inocencia, a la felicidad pretérita, que, en suma, signa con sus ecos la verdadera voz del retorno, «la tibia/ desnudez/ del relámpago».
fronterizo de ‘El desierto de los tártaros’ espera la llegada de los tártaros. No parece que haya muchas esperanzas. Sé, Internet mediante, que ha sido traducida al italiano y al alemán , puede que a otras lenguas. Entiendo que la principal responsable del atraso es la ya mencionada Bibliopolis. Es posible que ‘Nova swing’ no diera el beneficio esperado, y que hayan dejado de lado este último libro, que ayuda, si no a comprender, al menos sí a completar parte del rompecabezas que las historias, relacionadas por
LA VOZ DEL RETORNO José María Muñoz Quirós. Eurisaces Editora. Ourense, 2015. 74 págs. 15€.
na,/ donde se incendia el rojo desnudo/ de la línea última de las horas». En su anterior poemario,
el paisaje, artefactos, y algunos personajes, proponen. Lo leí finalmente en inglés, y no diré más, de momento, por si acaso a alguien le da por traducirlo. Sólo que completa un tapiz fascinante, salvaje, y muy extraño. Una, a juicio de este que les habla, de las mejores propuestas de la ciencia ficción –y más allá de la ciencia ficción– de los últimos años. Esta demora, esta dilatación, quizás, probablemente, descarte, me hace temer seriamente otros atrasos en algunas obras de ‘género’, aparecidas recientemente, que, a juzgar por lo que se dice, son, si no imprescindibles, sí muy interesantes. No temo demasiado por ‘The buried giant’, la novela
‘Ventanas a la noche’ –editado el pasado año en la colección ecuatoriana 2 Alas–, Muñoz Quirós, escribía: «Tiempo amargo./ No atrapar la distancia de las cosas/ lejanas e invisibles». Ahora, sin embargo, revela una mayor confianza en poder alcanzar todo aquello que importa y que resulta imprescindible en la diaria batalla del vivir: «Las cosas esenciales. Aprendo a ver el curso/ de la luna en la altura, pretendo/ que lo que está tan lejos se aproxime/ hasta mí…».
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA
con la que Ishiguro, ese magnífico prosista inglés, al que se recuerda sobre todo por sutiles dramas postvictorianos como ‘Lo que queda del día’, se pasa a la fantasía. Antes ya había tentado la ciencia ficción con ‘Nunca me abandones’. Supongo que ‘The peripheral’, el largamente esperado retorno a la ciencia ficción de William Gibson, no tendrá muchos problemas en ha-
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Sábado 30.05.15 EL NORTE DE CASTILLA
Reflexiones sobre el caminar Solnit vuelca en un ensayo su visión antropológica y política sobre los paseos por el campo y la urbe
SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
W
anderlust es, como reza su título, una historia del caminar desde que se puso de moda entre la aristocracia inglesa en el siglo XVIII hasta nuestros días. Como el tiempo cubierto es muy amplio, Solnit se detiene en algunos momentos para explicar las razones de lo que vendría después o para indicar los futuros desarrollos. El libro es un ensayo en el que lo personal tiene un peso decisivo, que en la mayoría de los casos conviene al tono y tipo de libro. Sin el interés que Solnit tiene por la marcha mal se entendería lo que escribe al igual que también se entiende mal si el lector no tiene en cuenta que la autora es norteamericana y que allí el coche es un medio de transporte esencial en ciudades donde el viajero puede encontrar zonas en las que ni siquiera hay aceras por las que caminar o semáforos que le permitan cruzar de un lado a otro de la carretera. El libro es en general muy bueno, aunque tiene momentos que destacan, como por ejemplo el capítulo que dedica a William Wordsworth y a su hermana Dorothy. Wordsworth permanecerá como el poeta romántico que, junto con Samuel Taylor Coleridge, cambió el rumbo de la lírica británica, y con ella el de la lírica mundial. Wordsworth fue un caminante incansable que recorrió a pie casi toda Gran Bretaña. Sin duda había una parte importante de deseo de estar en comunión con la naturaleza pero no cabe duda de que marchar era también poner a funcionar el cerebro, echarlo a andar, dejar que el ritmo de las ideas fuera acompasado al de la marcha. Los paseos por el campo ocupan una extensión considerable del libro, y a este reseñista le habría gustado que se detuviera en el extraordi-
Rebecca Solnit. nario ensayo de Henry David Thoreau ‘Del caminar’, obra maestra del género y quizás algo dejado de lado. El libro también dedica varios capítulos a los paseos por la ciudad, a Walter Benjamin y sus estudios sobre el París decimonónico que entonces se había convertido ya en una metrópolis y por el que
WANDERLUST. UNA HISTORIA DEL CAMINAR Rebecca Solnit. Madrid: Capitán Swing, 2015. 463 páginas.
vagaban personas como Charles Baudelaire u otros ‘flâneurs’ dejándose embriagar por la multitud de estímulos con que la nueva urbe llamaba y confundía a sus habitantes. París, primero, luego Londres y Nueva York, fueron un cambio radical en la sensibilidad contemporánea a la que algunos nunca llegaron a adaptarse y contra la que aún hoy hay quien reacciona, inútilmente todo sea dicho, para recuperar un estado primigenio que dejó de existir. Las indagaciones benjaminianas van por ahí. La gran ciudad es, pese a todas las resistencias, el núcleo que irradia el futuro, y así es también en el caso de Rebecca Solnit. Se ocupa también de casos propiamente norteamericanos como es Las Vegas donde, por ironías del destino, la brutal afluencia de personas ha llegado a crear bulevares de una ciudad que, como tal, no existe. Pero el libro no trata solo de los paseos recreativos por el campo o por las ciudades –de los que, dejemos también constancia– Julio Cortázar era un gran aficionado. Hay asimismo una parte antropológica en la que la autora repasa las teorías de lo que ella llama bipedalismo, así como hay otra en que une la marcha con la meditación oriental-americana, representada por Gary Snyder, o por la protesta política en la que los manifestantes marchan unidos, casi en mística comunión los unos con los otros. La imagen atraerá a muchos, sobre todo por lo que tiene de unión de la gran mayoría contra los pocos poderosos, fabricando así la imagen de la unidad popular orgánica. Quizás sea ese el punto más débil del ensayo. Recorre todo el libro la idea de que todos nuestros actos son políticos, que nada se escapa a ella, que el gesto y la acción gratuita no existen. Esto despoja a todo acto humano de su desinterés, aleatoriedad y entropía que caracteriza la vida. Al final es el absolutismo de lo que algunos llaman política y que ahoga la vida.
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Cartografía de sensaciones :: SUSANA GÓMEZ Desde su vestido sin dibujos (mapa de invitaciones por el que desfilan peces, praderas, vacas, rayas, nubes, un mundo que hace cosquillas, manzanas, melocotones, estrellas, casas, viento, el canto de los pájaros, copos de nieve, un jardín...) la protagonista de este hermoso álbum realiza un viaje a través del espacio, el tiempo y las sensaciones, en un itinerario hilvanado por los encuentros donde las cosas y los seres cobran vida para pintar –y habitar– el tejido blanco que lo conforma. Cartografía de paraísos por donde el mundo y sus regalos se derraman, las páginas se deslizan a través de las estaciones, en una sugerente historia contada desde una poeticidad sutil, precisa, casi
TIENES UN VESTIDO BLANCO Arianne Faber y María José Ferrada. Editorial A buen paso. 56 págs. 15 euros. Edad recomendada: a partir de 3 años.
desnuda, que es refrendada por la sencilla belleza de las ilustraciones. El relato, un recorrido sensorial por algunas de las cosas buenas que esconde nuestro entorno natural, reivindica desde un minimalismo vital y literario el acto de dejarse impregnar por lo que nos sale al paso, sin olvidarse no obstante de desprenderse de todo ello para dejar hueco a lo que está aún por venir. El álbum, que bien podría decirse que participa de ese vacío lírico cercano a géneros como el haiku, compone así un relato de gran atractivo textual y visual, en el que las frases cortas y directas remiten a una prosa poética capaz de atender a una multiplicidad de lecturas. El resultado: un periplo cargado de bienvenidas y transformaciones, donde deleitar sin fisuras los sentidos y la sensibilidad de lectores de todas las edades.
LA ISLA DE LOS PERROS Aurore Callias. Editorial Libros del Zorro Rojo. 64 páginas. 14,90 euros. Edad recomendada: a partir de 4 años.
El poder (transfomador) de las palabras :: S. G. Hace mucho tiempo, Ida y su manada vivían en una isla cargada de olivos en algún lugar de algún mar. Un día, la niña decidió bautizarlos uno a uno, y los perros se fueron convirtiendo en los animales que nombrara gracias
a una particular e inexorable transformación. Así es como el yorkshire se convirtió en búho, el pequinés en erizo, el dálmata en vaca, el bulldog en rana, el perro lobo en cocodrilo, el colley en zorro, el dogo en foca, el husky en delfín, el cocker en go-
rrión, el sharpei en morsa, el caniche en oveja... y así hasta un total de 33 razas caninas que se metamorfosean ante los ojos del lector, gracias a una progresión visual cargada de detalles que recoge minuciosamente los cambios de tan particular proceso. Con el cuidado que esta editorial acostumbra a poner en sus obras, el libro conforma un potente itinerario visual, en el que colores y formas se ponen al servicio de un relato eminentemente protagonizado por las ilustraciones y sus mudanzas. Las distintas escenas atraparán así la atención de niños y niñas siempre dispuestos a descubrir nuevos pormenores, en tanto que un mundo colorista y dinámico se despliega en este desfile zoológico que hará las delicias de los amantes de los perros, la fauna en general, el humor y el encanto de los dibujos y sus detalles.
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DEL CIPRÉS
U
na de las funciones gramaticales del artículo es la nominalizadora, es decir, la de marcar el valor nominal del elemento que lo sigue. Su uso está determinado por reglas gramaticales de orden sintáctico y semántico bastante bien explicadas en las gramáticas del español: por ejemplo, no se emplea con nombres propios (con alguna salvedad como ‘el Ebro’, ‘la India’ o ‘los Países Bajos’), no suele aparecer precediendo a nombres contables (como en ‘Tomaré agua’ o en ‘Bebe cerveza’), en función de sujeto es obligatoria su presencia con los nombres comunes (decimos ‘La cerveza tiene mucha fibra’ y no ‘Cerveza tiene mucha fibra’; ‘Los partidos prometen lo que no pueden cumplir’ y no ‘Partidos prometen lo que no pueden cumplir’), etcétera. Junto a los condicionantes gramaticales que rigen el uso del artículo, hay otros de orden pragmático-discursivo mucho más difíciles de definir y que también desempeñan un papel fundamental en su uso. En estos casos la presencia o ausencia del artículo obliga a recurrir a explicaciones que van más allá de lo estrictamente gramatical porque tiene que ver con intenciones comunicativas distintas. Es el caso, por ejemplo, de ‘Pedro está en cama’ para referirse a un estado (a la enfermedad de Pedro), donde no se está hablando de ninguna cama en particular. Ocurre algo similar en ‘Hoy no vas a fútbol’ (dicho a un niño), donde ‘ir a fútbol’ no se refiere a ningún lugar concreto sino a una acción: entrenar para jugar al fútbol. Aquí se hace referencia a la actividad mencionando el lugar donde se desarrolla. La diferencia entre ‘Los viernes voy al teatro’ y ‘Los viernes voy a teatro’ está en que en el primer caso se hace referencia al lugar concreto y en el segundo no se hace referencia a ningún lugar sino a la actividad de actuar. Cuando un cirujano dice
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
UNOS EJEMPLOS DE AUSENCIA DE ARTÍCULO
Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es
que viene del quirófano, viene del local acondicionado para hacer operaciones quirúrgicas, pero cuando dice que viene de quirófano, viene de operar. Y cuando un profesor dice que está en la clase, está en el aula, mientras que si dice que está en clase está impartiendo docencia. Otro caso, muy frecuente sobre todo en el discurso de los periodistas (de radio y televisión y de periódicos y revistas), consiste en la supresión del artículo en enunciados como ‘Zarzuela ha desmentido la noticia’, ‘Los agricultores piden a Moncloa que lidere el rechazo a la reforma del azúcar’, ‘Ferraz ha garantizado su presencia en la manifestación’, ‘No sabemos exactamente lo que opinan en
Génova del asunto’, etc. Son casos de referencia metonímica a un organismo o institución por medio del topónimo o nombre del lugar donde está situado o tiene su sede. Como todos sabemos, el palacio de la Zarzuela es la residencia de los Reyes de España, el palacio de la Moncloa es la residencia oficial del Presidente del Gobierno español, la sede central del PSOE está en la calle Ferraz y la sede central del PP está en la calle Génova. La identidad entre las dos realidades (el organismo o institución y el lugar donde se halla ubicado) permite el uso del topónimo para referirse a la institución. Muy semejantes son los enunciados siguientes: ‘Presidencia ha comunicado la creación de nuevas guarderías’, ‘Educación se reunirá mañana con los representantes sindicales’, ‘Rectorado no se ha pronunciado al respecto’, ‘Los nuevos planes de estudio han sido aprobados en/por Junta de Gobierno’, ‘La expulsión del alumno fue ratificada en/por Junta de Profesores’, ‘El trámite tiene que pasar por Consejo de Departamento’, etc. En este grupo se produce una identidad entre los órganos de gobierno de una institución y el grupo de personas que forman parte de ellos. En la mayoría de los casos se mantiene la forma plena (Junta de Gobierno, Consejo de Departamento, Junta de Profesores, Rectorado), pero en otros se opta por un acortamiento (Presidencia en vez de Consejería de Presidencia, Educación en vez de Consejería de Educación, Hacienda en vez de Ministerio o Consejería de Hacienda, etc.). Este último tipo de construcciones son atribuidas a influencia del inglés y algunos gramáticos las tildan de incorrectas, pero el caso es que se oyen cada vez más, como lo demuestran ejemplos del tipo ‘No quedan existencias en tienda’ o ‘El enfermo pasará a planta pasado mañana’.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
OLETVM VALLADOLID
CERVANTES SALAMANCA
MARGEN VALLADOLID
FICCIÓN
FICCIÓN
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La templanza. María Dueñas (Planeta)
La casa de las miniaturas. J. Burton (Salamandra)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
El domador de leones. Camilla Läckberg (Maeva)
El domador de leones. C. Läckberg (Maeva)
El mundo azul... Albert Espinosa (Destino)
El intocable. J. Banville (Alfaguara)
El mundo azul. Albert Espinosa (Grijalbo)
Mientras crece el bosque. G.Corral (La Pereza)
Sumisión. M. Houellebecq (Anagrama)
El tesorero. Paco Ibáñez (Ediciones B)
Sumisión. M. Houellebecq (Anagrama)
Carretera y manta. Diario de Greg 9. Jeff Kinney (RBA)
Hombres buenos. A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
También esto pasará. Milena Busquets (Alfaguara)
La mirada de los ángeles. C. Läckberg (Embolsillo)
Mortadelo y Filemón. Ibáñez (Ediciones B)
El domador de leones. Camilla Läckberg (Maeva)
El peso del corazón. Rosa Montero (Seix Barral)
NO FICCIÓN
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NO FICCIÓN
Final de partida. Ana Romeroa (La Esfera de los Libros)
Final de partida. Ana Romero (La Esfera de los Libros)
Final de partida. Ana Romero (La Esfera de los Libros)
Animalium. J. Broom (Impedimenta)
Los mitos del franquismo. Pío Moa (La Esfera de los L.)
Las gafas de la felicidad. R. Santandreu (Grijalbo)
Wigetta. Un viaje. Vegetta777. Willyrex (Temas de hoy)
Tapas y aparitivos. Bertín Osborne (RBA)
Ardenas 1944. A. Beevor (Debate)
Animalium. J. Broom (Impedimenta)
Cuando los hechos cambian. Tony Judt (Taurus)
La invención de Caín. Féliz de Azúa (Debate)
Sí, tú puedes . Cristina Soria (Temas de hoy)
El mundo de hielo y fuego. G. Martin (Gigamesh)
El pequeño dictador crece. Javier Urra (La Esfera)
El evangelio según la ciencia P. Odiofreddi (RBA)
Todo se puede entrenar. Toni Nadal (Alienta)
La esencia secreta de las cosas. R. Monsalve (Guno)
Pactos y señales... J. J.Benítez (Ediciones B)
Vidas Contadas Marino Gómez-Santos (Renacimiento)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
SEMURET ZAMORA
PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
FICCIÓN
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Mujeres. Eduardo Galeano (Siglo XXI)
Todos mis futuros... Marwan (Planeta)
La templanza María Dueñas (Planeta)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
Sumisión M. Houellebecq (Anagrama)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
Hombres buenos A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
Blitz. David Trueba (Anagrama)
Campos de retamas. Sánchez Ferlosio (Random House)
Distintas formas de mirar... J. Llamazares (Alfaguara)
Bienvenida Frau Merkel. Jambrina (Salto de Página)
Diario de Greg 9. Kuney (Molino)
Hombres sin mujeres. Murakami (Tusquets)
Monasterio. Eduardo Halfon (Asterroide)
El domador de leones... Läckberg (Maevaa)
Desfile de ciervos. Vicent (Alfaguara)
El tesorero. Paco Ibáñez (Ediciones B)
Número cero. Humberto Eco (Lumen)
NO FICCIÓN
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NO FICCIÓN
Economía sin corbata. Varoufakis (Destino)
Lo más de la Historia de aquí . Forges (Espasa)
Palabrotalogía. Ortega. (Crítica)
Mis chistes, mi filosofía S. Zizek (Anagrama)
Final de partida. Ana Romero (La Esfera)
Dinero, demogresaca... Prada (Temas de hoy)
El fango. Baltasar Garzón (Debate)
El fango. Baltasar Garzón (Debate)
Emocionarioo. VVAA (Palabras aladas)
El capitál en el siglo XXI. T. Piketty (FCE)
Ardenas 1944. A. Beevor (Debate)
El establishment. Jones (Seix Barral)
El cura y los mandarines. G. Morán (Akal)
Minotauro global. Varoufakis (Capitán Swing)
La espada y la palabra. Manuel Alberca (Tusquets)
Cuando los hechos cambian. Tony Judt (Taurus)
Mis chistes, mi filosofía. S. Zizek (Anagrama)
Cuando los hechos cambian. Judt (Taurus)
Historia de la Yihad. Esparza (E. Esfera)
También esto pasará. Milena Busquets (Alfaguara)
NO FICCIÓN Final de partida. Ana Romero (La Esfera de los Libros)
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Sábado 30.05.15 EL NORTE DE CASTILLA
Un hombre camina frente a una obra de Imi Knoebel en el museo de Bellas Artes de Bonn. :: OLIVER BERG-EFE
S
E ha cumplido un siglo ya de aquella hecatombe, pero la Catedral de Reims sigue en pie. Su excepcional factura gótica albergó durante la Primera Guerra Mundial una de las innumerables e inolvidables infamias urdidas por el hombre: los soldados alemanes heridos, que fueron abandonados en el interior de la edificación por sus compañeros en retirada, hubieron de morir abrasados poco después por culpa de su propia artillería. El fuego del infierno se hizo con la santidad del templo; la iglesia de Notre Dame de la campiña adquirió su papel sacrificial más primitivo y sus muros, aún erguidos por la eficaz persistencia del arbotante, acompañaron al hombre, una vez más, en su demencial devenir histórico. Como es lógico, ni cubierta, ni vidrieras sobrevivieron al poder destructor de la civilización occidental, rendida de nuevo, después de tantas derrotas de la razón, a su papel reconstructor. Dos guerras mundiales y episodios tan trágicos como el sucedido en 1914, momento en que víctimas y verdugos vestían igual uniforme, acabaron convirtiendo a la Catedral de Reims en un sím-
LOS COLORES DE LA ABSOLUCIÓN
OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA
bolo, primero como testigo del absoluto desprecio del hombre por el hombre y, en segundo lugar, del arrepentimiento y reconciliación europea. Los políticos, desde los tiempos de De Gaulle y Adenauer, han acudido, contritos y taciturnos, ante su altar; los artistas, a su vez, lo ha hecho en lo más alto para dotar de formas y colores a la luz, que es como dotar de palabras a la voz del sol. Y si en un principio fue la mano feliz y dadivosa de Mard Chagall la elegida para pintar de nuevo los rayos que habían de iluminar el interior, la mitificación política de los símbolos y su recurrencia quisieron que tres de las grandes vidrieras del ábside de la Catedral de Reims
fueran labor del artista alemán Imi Knoebel. Al margen del símbolo perseguido por las autoridades francesas y alemanas que, sin duda, buscaban en el origen del artista un argumento popular capaz de cimentar definitivamente la reconciliación entre ambos pueblos, la elección de Knoebel no ha podido ser más acertada. Si ha de buscarse, realmente, ese lenguaje supra humano que dote a la luz de aquellos fonemas trascendentes tan perseguidos, es precisamente el artista de los planos de luz y de color, que ha sabido conectar la vanguardia irracional de un constructivismo humano con aquel puro suprematismo concebido por la fría y
científica impronta de Malevitch, el autor más adecuado para hacerlo. Knoebel ha sido capaz de hallar un rincón orgánico en la silente presencia del color y de la forma. Ante la proscripción de cualquier discurso, anécdota o intención que el suprematismo imponía a la abstracción, dispuesto a
La clave del constructivismo abstracto de Imi Knoebel está, precisamente, en su dependencia del gesto humano
encontrar el origen más puro del arte, la esencia misma e inhumana y, por lo tanto, inmortal del arte plástico, Knoebel ha sabido desprenderse de la atadura del número, de la geometría pura, para analizar, no solo la esencia de la composición, sino el efecto que ésta ha de producir en el hombre, donde tanto la forma y el fondo se confunden, donde el significado es siempre fruto de su propia biografía. La clave del constructivismo de Knoebel está, precisamente, en su dependencia del gesto humano, como si éste, además de inexplicable, contuviese la esencia de nuestra voluntad aunque, eso sí, se vea desprovisto de las mentiras que proporciona el contexto del hombre, su sempiterna justificación. No en vano, en sus 250.000 dibujos de un solo trazo que expuso archivados en 1975 no hay sino gesto y descontextualización. Acaso ésta haya sido la razón por la que la plástica de Knoebel se adapte perfectamente a la luz inmaculada que entra por las vidrieras de la Catedral de Reims para iluminar lo que antaño fue el infierno y silenciar las voces del hombre que aún espera el perdón del cosmos.
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LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 30.05.15 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
:: ILUSTRACIÓN BEATRIZ MARTÍN VIDAL
Jacob y el ángel L
a Biblia es un libro lleno de oscuridad y dolor. Historias como la de la rivalidad entre Caín y Abel; la del diluvio universal; la de Abraham llevando a sacrificar a su hijo; la historia de Jacob arrebatando a Esaú la primogenitura; la de José, el visionario, y sus hermanos son historias de pérdidas y sometimientos, de rencores y engaños, capítulos estremecedores de la historia universal de la infamia. Pero no haríamos justicia a este
complejo libro si no fuéramos capaces de ver en él momentos muy distintos, llenos de inesperadas delicadezas. Las escenas de Agar y el pozo, la de la burra visionaria de Balaán, y la de la resurrección de un niño por parte de Elías; la historia de la planta de ricino sobre la que se acuesta un Jonás agotado, y en la que descubre los gozos inesperados del mundo; la historia inolvidable de la salvación de los animales en el Arca, la del encuentro de Jacob y Rebeca a la
orilla del pozo, y la de la lucha de Jacob con el ángel, forman una corriente no por sumergida menos decisiva y constante. Cada uno de estos dos grupos de historias se resume en un libro paradigmático, el ‘Libro de Job’ y el ‘Cantar de cantares’. Ambos contienen la Biblia entera, y son sin duda dos de los textos más altos que han sido escritos jamás, tal vez porque es donde se formulan las dos preguntas esenciales que nos constituyen como seres humanos. La pregunta so-
bre el sufrimiento y la pregunta sobre el amor. La historia de Job es la historia de una obstinación en lo humano. Job es un hombre justo, temeroso de Dios, al que sin embargo éste decide poner a prueba. Empiezan a acumularse las desgracias, y Job asiste perplejo al espectáculo de su miseria, que no es otro que el espectáculo del dolor y de la injusticia. Acepta esas desgracias, pero no las entiende. De vez en cuando bajan sus amigos a conversar con él.
Le hablan de pruebas, de la redención a través del sufrimiento, pero Job se niega a aceptar sus razones, porque desde una perspectiva humanista el sufrimiento es inútil. Es uno de los pocos personajes griegos de la Biblia, en la medida en que para él la relación con su Dios, con la desmesura, con lo ininteligible, no debe ser a costa de su vida en la polis. El hombre no puede perder esa relación con los que son como él sin enloquecer, o perder su humanidad. Por eso Job no acepta ese destino de oscuridad, y su resistencia hace del dolor el verdadero enigma de la vida del hombre. «El sexo es la raíz, el erotismo es el tallo y el amor es la flor», ha escrito Octavio Paz. «¿Y los frutos? Los frutos del amor son intangibles y ese es su verdadero misterio». Pues bien, el ‘Cantar de los cantares’ habla de esos frutos intangibles. O mejor dicho, nos dice que esos frutos son las palabras. Ese es su único argumento. No el encuentro entre los amantes, ni la dicha que encuentran en su unión, sino su necesidad de hablar. Esa necesidad abarca al mundo entero, y así vemos que los amantes para referirse el uno al otro hablan de ciervos, higos, corderos, grano, violetas, mirra. El cuerpo amado se confunde con el mundo, pero también con un libro. Un libro escrito con miel. Eso es lo que reclama Job a su Dios, ese rastro de miel. Porque esa es la misión del hombre, transformar el universo en un libro. Tal vez por eso, ninguna imagen resume mejor a la Biblia que la del encuentro de María, una muchacha de Galilea, con el ángel mensajero de Dios. En esta escena está implícito el ‘Cantar de los cantares’, pues el amor humano no es sino exponer el cuerpo a las palabras del otro. O dicho de otra forma, el cuerpo del amor es un cuerpo sonoro, que habla y se transforma con las palabras. El instante supremo es el Fiat, y María es por ello la amante más pura. «Hágase en mí según tu Palabra». Es la palabra, el canto, la que la hace concebir un niño. Un niño pues que estará hecho de palabras, pues el momento del Fiat, es el momento del consentimiento, el momento en que la muchacha tiembla. Y el ‘Cantar de los cantares’ es puro y delicado temblor. Toda la literatura habla de ese milagro, o mejor dicho nos hace asistir a él una y otra vez. Las palabras de los poetas son las que vuelven al Arca con una ramita en el pico, señal inequívoca de que a algún sitio han llegado, aunque no sepamos a cual. Un lugar que a la vez nos aguarda y nos está vedado, que reconocemos para perder al instante. La Biblia habla de ese lugar. Tal vez por
DÍAS FELICES GUSTAVO MARTÍN GARZO
«La Biblia es un libro de libros cuyo tema es el amor y el encuentro con el cuerpo del amor»
eso nuestra primera obligación es leerla con una mirada ingenua, al margen de los sacerdotes, como si fuera un texto que se acabara de descubrir, del que nunca hubiéramos oído hablar. Un libro que sólo puede justificarse desde el ámbito de la lectura, y cuya belleza le sitúa al lado de las grandes obras producidas por el espíritu humano, al lado de la ‘Divina comedia’, de ‘El Quijote’, de los Poemas de Emily Dickinson, de la obra de San Juan, de la de Franz Kafka y de la César Vallejo. Aún más, todos esos libros son fragmentos, restos de un único libro, perdido y vuelto a reencontrar en cada uno de ellos, el libro fundacional de nuestra conciencia. Un libro de libros, cuyo tema es el amor, y el encuentro con el cuerpo del amor. Hay un momento en la Biblia que resume lo que quiero decir. Se trata de la lucha de Jacob con el ángel. Jacob se le encuentra en la noche y lucha con él. O mejor dicho, le agarra, le impide que desaparezca. No importa lo agotado y herido que pueda estar, pues no suelta su presa. El ángel, mitad conmovido mitad harto, le pregunta al fin qué quiere. «No te soltaré hasta que me bendigas», le dice Jacob. Y el ángel le da su bendición. Para saber en qué consiste ese gesto de suprema intimidad tendríamos, una vez más, que preguntarles no a los sacerdotes sino a los amantes. Cada palabra, cada caricia que se dan es una bendición del otro. Y bendecir no es lo mismo que perdonar. Es consentir, ser cómplice. Aceptar a alguien como es, con sus errores y sus verdaderos deseos. De eso trata la historia de Jacob con el ángel.