Sábado, 20.06.15 Número CCIX
SOMBRA CIPRES LA
DEL
El permanente impacto del cine francés Dos estrenos en las carteleras y sendos ciclos en Madrid y Barcelona muestran la vitalidad de la cinematografía vecina [P3]
2 LA SOMBRA
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
Juan Cameron, en Salamanca, en la entrega del Premio Pilar Fernández Labrador. :: ALMEIDA
Juan Cameron, en el siglo de las conflagraciones El poeta chileno funde «los caminos del yo y del mundo» en sus ‘Fragmentos de un cuaderno con vista al mar’
CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
L
a obra de Juan Cameron (Valparaíso, 1947) se puede leer, en cierto modo, como una crónica poética del Chile de los últimos cincuenta años. Fundador a principios de los setenta, al lado de Juan Luis Martínez y Raúl Zurita, de lo que los críticos dieron en llamar el neovanguardismo chileno, sus principios experimentales derivaron enseguida en una poesía rebelde, claramente definida frente a la dictadura, que después ha seguido manteniéndose fiel hasta la médula a un profundo inconformismo ético, estético y existencial. Primero desde su exilio argentino, tras el golpe de 1973, después desde sus diez años en Malmö (Suecia), de donde regresó a Chile convertido en un poeta consagrado, Cameron ha ido cuajando una de las trayectorias poéticas más ricas, más sólidas y más brillantes de su país y, por ende, de toda Iberoamérica. Su último libro, escrito desde la memoria y el «temor a este siglo de conflagraciones», tiene ahora sello español al editarse, de la mano de la Diputación de Salamanca, como
ganador del II Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador. ‘Fragmentos de un cuaderno con vista al mar’, publicado con un espléndido prólogo de la profesora de la Universidad de Salamanca Carmen Ruiz Barrionuevo, ofrece una magnífica ocasión para adentrarse en este rico mundo interior del poeta a través de tres pequeñas series independientes, unidas en un solo volumen, y con el colofón de la traducción del poema inicial, ‘Países’, a 15 lenguas diferentes, lo que dota al conjunto del libro de ese carácter de relato caleidoscópico de su tiempo que tiene toda la obra de Cameron.
FRAGMENTOS... Juan Cameron. II Premio Internacional Pilar Fernández Labrador. Salamanca, 2015.
Los caminos «del yo y del mundo», como identifica perfectamente la profesora Ruiz Barrionuevo, «se interfieren» en este libro donde lo vivido, lo soñado, lo leído y hasta lo transformado por los mecanismos recreadores de la memoria se funden en una misma expresión poética, cargada de significados y de connotaciones. «¿Quién eres tú, quién eras?», se pregunta el poeta, y la respuesta le llega lo mismo desde la vibración presente de los sentidos que desde el fondo de un recuerdo antiguo e idealizado; desde las crónicas de un mundo incendiado por el odio que desde la extraña ternura del propio corazón en llamas. También desde el acervo conformador de sus lecturas: Borges, Celan, Corcuera, José Emilio Pacheco, Lêdo Ivo o Juana Castro, a quien Cameron recuerda, «allá lejos, en la profunda España», con sus zapatos rojos y un poema «tan alto y tan brillante / que iluminó la sala y los días siguientes...». O desde esa búsqueda de las propias raíces al lado de Robert Burns, el poeta nacional escocés del siglo XVIII, por espacios de Edimburgo, Fort William, Lochness, Garelochhead o Upper Tyndrup. Identidad fragmentaria como la misma realidad que nos rodea. Como la misma concepción del ser. Fragmentaria como la propia identidad de la memoria, que crea para el ser humano nuevos y fascinantes mundos poéticos antes de esfumarse, de perderse, de integrarse definitivamente en el vacío: «¡Ah cómo se despueblan las fotografías / y se hace invisible la memoria», dice el poeta. Pues en el fondo, sobre el pálpito lírico del poema, también sentimos, con la lectura de este libro, el peso y el poso de la reflexión profunda sobre el tiempo, sobre su sentido imperfecto, sobre su no linealidad. Tiempo que se «recoge», que se «detiene», que va desde la recreación de una edad en la que el poeta sentía a las muchachas «como frutos al alcance de tu mano» hasta el instante preciso del presente en el que «te es difícil escanciar una copa»; todo para concluir, como «en el tango ése de Heráclito», que no queda otro remedio que tratar de capturar el día para capturarse a uno mismo. Uno: el resultado de su misterio y de su extraña conciencia, elaborada a partir de los fragmentos de la memoria: «Uno es aquella isla / y a veces navega entre arrecifes / o en aguas tan profundas que no halla / asidero o ahogo».
EN PANTALLA TRICOLOR
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Llegan a nuestras carteleras dos excelentes películas desde el país vecino. El estreno de ‘Viaje a Sils Maria’, de Olivier Assayas, y ‘El pequeño Quinquin’, de Bruno
Dumont, coincide en el tiempo con la segunda edición del ciclo ‘Tu cita con el cine francés’, que en Madrid y Barcelona ofrece siete preestrenos de películas que
3
llegarán a las salas la próxima temporada. El cine galo no es solo modelo de creatividad sino ejemplo de cómo una adecuada política de protección da frutos
La incesante poética del cine francés
JORGE PRAGA
E
n estos días en que la cartelera cinematográfica se va apagando hasta llegar a la extinción estival, llama la atención la presencia de dos obras francesas singulares y atractivas, dignas de jornadas menos dispersas: ‘Viaje a Sils Maria’, de Olivier Assayas, y ‘El pequeño Quinquin’, de Bruno Dumont. Su estreno no viene urgido por apretura de fechas, pues son producciones que ya fueron presentadas hace un año en el festival de Cannes, y avaladas cuando menos por la puntuación de la crítica internacional: la obra de Dumont figuraba a la cabeza de las que integraban la sección Quincena de Realizadores, mientras que la de Assayas ocupó el tercer lugar en la competición oficial; por encima de ella quedaron dos obras de la magnitud de ‘Adiós al lenguaje’, de Jean-Luc Godard, y ‘Winter Sleep’, de Nuri Bilge Ceylan, ambas con más suerte (y nosotros también) en la azarosa distribución y exhibición en las pantallas españolas, cuya lógica muchas veces diverge de la importancia de lo estrenado. Y estas dos obras francesas son importantes, impactantes. Cine francés. ¿Se puede hablar de él como una entidad con más sustancia que la nominal o administrativa, que englobe y marque las obras de Assayas y Dumont? En la cartelera, más allá del poderío inmarcesible de Hollywood, las películas suelen agotarse en una etiqueta individual, y más cuando observamos el cine de autor. Parece inútil asociar el cine danés a la fuerte personalidad de Lars Von Trier, aun cuando su movimiento Dogma haya arrastrado a otros directores como Vinterberg o Scherfig. O pensar en la existencia de un cine austríaco por el brillo de Michael Haneke (tan afrancesado él). O esperar que el italiano recobre la
Juliette Binoche y Kristen Stewart, en el filme ‘Viaje a Sils Maria’. :: EL NORTE identidad perdida tras los brillos efímeros de Sorrentino o Garrone. Sin embargo Francia renueva periódicamente el impacto de películas de calidad hermanadas en un cierto aire de familia. En las últimas semanas François Ozon daba en ‘Una nueva amiga’
una vuelta de tuerca a su registro de las identidades sexuales, Laurent Cantet buscaba horizontes cubanos en ‘Regreso a Ítaca’, y la joven Céline Sciamma en su tercera película, ‘Girlhood’, exploraba el acento negro de las ‘banlieue’ de París.
Cada poco tiempo el cine francés nos sorprende, y no solo a costa de nombres ya anotados, como Jacques Audiard, de visión obligada tras ‘Un profeta’ o Mia HansenLove desde ‘Le père de mes enfants’. Pero, ¿quién podía esperar la extraordinaria ‘La
vida de Adèle’ del desconocido Abdellatif Kechiche, o la revelación de Xavier Beauvois en ‘De dioses y hombres’? Es arriesgado buscar signos de identidad comunes en estas obras. En cualquier caso hunden sus raíces en la tradición francesa forjada por los
grandes literatos del siglo XVIII, la narrativa realista del XIX, y todas las vanguardias e ismos que florecieron en paralelo al desarrollo del cinematógrafo. Y tienen como fondo cívico los valores de la Ilustración, las luces con las que se tejió el
>
4 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
EN PANTALLA TRICOLOR
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Excepción cultural y siembra educativa :: J. PRAGA
E
l brillo de una cinematografía como la francesa, número uno de la actualidad, no puede explicarse únicamente por el florecimiento de los artistas que la crean. Siempre son necesarias unas condiciones estructurales que protejan y alienten esas creaciones, y más en el caso de la industria audiovisual, amenazada por la rentabilidad inmediata que postula el mercado. La atención del vecino país hacia su cultura se ha resumido en una etiqueta: «Excepción cultural».
Una película o un libro no es lo mismo que un coche o unos zapatos, y aunque todos entran en la circulación comercial, los productos culturales lo hacen bajo una protección estatal que los alivia de cómputos estrictamente monetarios. En el campo de la cinematografía las ayudas del Estado a la producción, las cuotas de exhibición que acapara, más una hábil política de promoción internacional, con Cannes a la cabeza, han propiciado su desarrollo. Los impuestos y el IVA nada tienen que ver
con el abuso de nuestro país. Y el mejor ejemplo de esa especial sensibilidad hacia el campo de la cultura es la postura francesa en las largas negociaciones del tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos, el crucial TTIP: el campo audiovisual debe quedar fuera de ese tratado, para evitar que las grandes corporaciones estadounidenses dominen en un mercado libre los territorios tradicionales de la imagen, y los cada vez más amplios y emergentes de las nuevas tecnologías.
>
primer estado moderno de administración centralizada, dador de lengua y personalidad. El cine francés supo encontrar pronto un sabor propio, y cuando Hollywood elaboró en los años treinta el canon de su cine clásico de géneros, los directores franceses miraron a sus tradiciones teatrales y del espectáculo, adaptaron sus clásicos y elaboraron una vía propia, el naturalismo poético, encabezada por la figura cimera de Jean Renoir. Un cine en el que primaba el gusto por la palabra, el asentamiento terrenal de la ficción, la apertura poética, el humor y el amor con ternura y sensibilidad prendido a cuerpos grávidos, frente a los etéreos de las grandes estrellas. Michel Simon versus Clark Gable. Incluso la ‘nouvelle vague’, tan reivindicadora en sus criticas de ‘Cahiers du cinéma’ de los productos de serie B americanos, tan defensora de la autoría escondida en las factorías de Hollywood, fue siempre y definitivamente france-
Fotograma de ‘El pequeño Quinquin’, de Bruno Dumont. sa; nadie ha explorado con tanto amor como ellos las calles de París, y no hay mejor reflejo de la intimidad familiar que el que abre François Truffaut tras las andanzas de Antoine Doinel. Los arabescos intelectuales del primer Resnais están en el mismo aliento que las experiencias literarias del ‘nouveau roman’. ¿Puede haber algo más cercano a las costumbres, a la cotidianeidad del país vecino que las series de Éric Rohmer ‘Seis cuentos morales’ o ‘Cuentos de las cuatro estaciones’? ¿Hay algo más
francés que las últimas obras de Resnais, invadidas de canciones y guiños? La inocencia risueña de Jacques Rivette, las pesadas digestiones de los burgueses de Claude Chabrol… La lista se puede hacer interminable si damos paso a otros directores ajenos al movimiento que han prolongado su presencia o influencia hasta nuestros días: Agnès Varda, Jean Rouch, Philippe Garrel, Robert Guédiguian, André Téchiné,... (a estas alturas más de un lector habrá echado en falta el nombre imprescindible
El espectador francés siempre ha sentido cerca el impulso cultural desde instituciones como la Cinemateca francesa, o la larga presencia de la cadena Arte en televisión. Que el Ministe-
El espectador galo siempre ha sentido cerca el impulso a la cultura desde las instituciones
y solitario de Robert Bresson). Cine francés. Si las cadenas de exhibición mantienen estos plazos, dentro de un año estaremos hablando de la Palma de Oro del Cannes recién acabado, ‘Dheepan’, de Jacques Audiard. Y con mucha suerte de ‘Trois souvenirs de ma jeunesse’, de Arnaud Desplechin, Y con suerte infinita del último Garrell, ‘L’ombre des femmes’. Futuros deseados que no deben distraernos de las pantallas de ahora, de la construcción asombrosa que Juliette Binoche hace de su experiencia de actriz y de su cuerpo de mujer transformado por la edad en ‘Viaje a Sils Maria’. Ni de la miniserie ‘El pequeño Quinquin’ que Bruno Dumont, el director del que solo se ha estrenado en España ‘Camille Claudel’, rodó para la cadena Arte, y que en sus 200 minutos de duración transita desde la anarquía poética de Jean Vigo a los personajes extremos de las novelas de Raymond Queneau o Boris Vian. Cuántos nombres, cuántos ríos fluyendo y cruzando sus aguas.
¿Un nuevo cine francés?
E
l último Festival de Cannes jugó con la santificación del cine francés programando en la sección oficial un número grande filmes (5) y premiando con la Palma de Oro a ‘Dheepan’, de Jacques Audiard, autor de ‘Un profeta’ presentada con éxito en la Seminci. No todos los críticos estuvieron de acuerdo con el fallo y la acusación de chauvinismo no se hizo esperar. Desde la plataforma de la crítica diaria la mirada sobre el cine francés actual es ambivalente. La protección institucio-
nal no tiene nada que ver con la de nuestro país. Consideran los gobiernos galos que el cine es cultura a la par que industria, y desde este punto de vista se ocupan de él con generosidad. Así al lado de películas de autor, surge una colección de lo que llamaríamos cine medio de gran éxito popular y de dignidad general, del que ‘La familia Belier’ es un buen ejemplo. Una dicotomía que funciona desde características diversas pero que tiene la base en unas generaciones de intérpretes que siempre funcionan de forma adecuada.
El ‘cinema de papá’, como se le denominaba antaño, sufrió en su día los embates de la que se llamó la ‘nouvelle vague’ y nombres como Godard, Truffaut, Rohmer, Rivette, Chabrol, Demy, Varda y tantos otros, sustituyeron con miradas nuevas una estética ya periclitada. Hoy Godard todavía continúa rompiendo moldes y los últimos documentales de Agnes Varda prueban que la madurez no impide la creatividad ni la ruptura. Desconocemos parte importante de las películas de esta nueva ola, Assayas, Dumont, Desplechin,
FERNANDO HERRERO
Denis, etc. Algunas, pocas han llegado a las pantallas comerciales, otras se han podido ver en festivales, pero nos falta la visión global de los cineastas, su evolución, la impronta de su obra en el mundo global de la cinematografía, en un momento complejo que anuncia una ruptura entre los espectadores y los críticos.
rio de Cultura haya sido ocupado por intelectuales de la talla de André Malraux o Jack Lang determinó el cuidado del espectador desde sus años escolares con proyectos como el que conmemoró el centenario del cinematógrafo en 1995 (¡qué joven es este arte!), o el más reciente auspiciado por Jack Lang y desarrollado por Alain Bergala, recogido en el libro ‘La hipótesis del cine’. En él se postula el contacto vivo de los escolares con el mundo de la imagen a través de proyecciones específicas, asistencia periódica a salas de cine,
y pequeñas filmaciones en manos de los alumnos, a una edad temprana en que puedan recibir la siembra con eficacia educativa. «La escuela es la mejor situada para resistir a la amnesia galopante a la que nos acostumbran los nuevos modos de consumo de las películas», se dice en el libro. En fin, sobra cualquier comparación con nuestro yermo panorama nacional, en el que los ministros o consejeros de Educación solo se acuerdan de la imagen cuando acuden a la inauguración de un festival o celebran un premio para el que nada han aportado, llenándose la boca con promesas de llevar el cine a las escuelas. ‘Zéro de conduite’ a todos.
Jean Luc Godard durante el rodaje de ‘Masculino-Femenino’,
El aumento de la calidad de las series televisivas, fundamentalmente las de Estados Unidos, a partir de ‘Twin Peaks’, ‘Los soprano’, ‘The wire’ y demás, ha originado una especie de culto de latría por parte de una vertiente crítica que desprecia lenguajes diferentes y que incluso llega a postular un abandono de las salas para contemplar las series en los magníficos aparatos televisivos que existen. Una línea que me parece no solo reductora sino también peligrosísima para el futuro de la exhibición cinematográfica. La otra línea crítica considera que no solo el realismo consigue productos de calidad, sino también que existen otras estéticas que enriquecen el arte
fílmico desde una universalidad positiva. Películas de los países de Oriente, de Latinoamérica, de los emergentes, se imponen en ocasiones sobre los nombres consagrados y pasan a formar parte del contexto global de la cinematografía. El cine francés de hoy ha dado un paso al frente y los autores citados y algunos más siguen estando en esa especie de vanguardia de no adscripción mayoritaria. La ‘nouvelle vague’ les ha inspirado pero también clásicos como Robert Bresson o Alain Resnais, por ejemplo, maestros de todos los tiempos. Son autores personales desde su obra en la modernidad. Tomemos el caso de Claire Denis, a la que el Festival de Gijón dedicó un completo ci-
5
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Una cierta mirada al cine francés
D Jean Renoir. :: EL NORTE
Alain Resnais. :: AFP
François Truffaut.
Jacques Audiard. :: FRANCK ROBICHON-EFE
con los actores Antoine Bourseiller y Brigitte Bardot. :: AFP
Claire Denis. :: SANDRA NAREDO
Olivier Assayas. :: AFP
Claude Chabrol. :: AFP
Eric Rohmer. :: M. RIVIERE-AFP
Bruno Dumont. :: REUTERS
esde el primer fenómeno del cine francés –‘La llegada de un tren a la estación de La Ciotat’– y el último –’Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?’– han transcurrido más de cien años y algunos miles de películas que han contribuido a asentar una seña de identidad nacional en igual medida, si no más, que otros productos culturales como los libros, el vino o la pintura impresionista. La promoción del cine no es uno de esos empeños franceses que bordean el mal gusto o el ridículo por el poco valor del producto defendido, sino una apuesta indiscutida cuyo éxito artístico es aceptado en todo el mundo, si bien el mundo solo ha importado la infraestructura de ese éxito de manera intermitente y aislada. ¿Hay algún gen en el código genético del cine francés que se haya transmitido desde aquella lejana y aplastante llegada del tren, un gen sobre el que se haya construido ese éxito? De haberlo, ese gen sería el de la creencia en la concepción de autoría, del cine como precipitado fundamental de la visión de una persona (visión personal no quiere decir visión exclusivista, blindada a aportaciones ajenas: quiere decir que es en última instancia la del autor la visión que tamiza las demás). Es una concepción que usualmente se adscribe a las teorías de los jóvenes turcos que escribieron en ‘Cahiers’, pero si uno repasa la historia del cine francés se percata de que esa idiosincrasia, esa originalidad que cualifica a un director como autor se halla presente desde los orígenes del mudo, y de hecho el
periodo más pobre del cine galo corresponde a un quinquenio, el de la primera mitad de los cincuenta, marcado por una tendencia mayoritaria mimética de los clichés más rutinarios del modelo americano –la familiaridad amable de los rostros de los protagonistas, el optimismo posbélico de las tramas, la fotografía glaseada, etc.–, que produjo la encendida condena de los turcos y el definitivo asentamiento de la política de autores en el consciente/inconsciente colectivo como baremo de medición de la calidad de un filme. Pero lo inédito es que dicha concepción arraigase no solo entre la crítica o los cinéfilos, sino que en buena parte consolidara un sistema que, entre otras medidas, limita la exhibición de películas ‘made in Hollywood’ a la vez que reserva un mínimo para las de producción propia. En estas, las ayudas a las cintas con mayor vocación comercial y a las cintas con mayor vocación artística reciben similar tratamiento, y ello porque, aparte de no ser categorías excluyentes –como avalaron Truffaut y compañía, los comerciales Hitchcock y Hawks parieron más arte que nadie–, la promoción de las segundas ayuda a la aparición sostenida de creadores de interés, que sin una exhibición digna de su trabajo jamás podrían prosperar; cierto que también se cuelan cintas inanes donde la supuesta autoría no es sino
impostura, amalgama de rasgos tradicionalmente atribuidos al cine de autor –cámara en mano, iluminación naturalista, actores balbuceantes, etc.–, y cierto que el genio no se puede forzar, se da o no se da, pero un terreno abonado ayuda sin duda a que el genio se realice completamente y a que florezcan otros talentos que, si no a la altura de aquel, sí resultan apreciables, y que no habrían florecido de no haber contado con el terreno y el abono. Este sistema desmiente así a quienes aseguran que el libre mercado no puede corregirse, y de hecho salir más rentable: el cine galo es hoy el segundo más exportable del mundo, y el Festival de Cannes, el que atrae más miradas. Es pues un modelo más que sostenible, pero no por ello puede dejar de perfeccionarse. Así, la última propuesta del productor Vincent Maraval en un artículo en ‘Le Monde’, donde denunciaba que los actores más célebres del cine francés cobran demasiado (sí, han leído bien). El artículo ha generado un debate entre directores –muchos de los más respetados hoy, como Olivier Assayas, se han pronunciado a favor (sí, a favor)–, críticos, distribuidores y demás estamentos de la industria, lo que, independientemente de la materialización final de la propuesta, demuestra que el modelo francés no solo es sostenible sino que goza de tan buena salud que admite la autocrítica. Y también da un poco de envidia. Porque ¿cuándo fue la última vez que el cine español hizo un ejercicio de autocrítica similar? Respuesta: ¿nunca?
clo y un libro muy interesante. De ‘Chocolat’ a ‘L’intrus’ se advierte una evolución temática y formal. El cuerpo, el canibalismo, la fragmentación, la tendencia a la progresiva abstracción son las claves de una filmografía en la que también la figura del ‘otro’ es esencial. Una filmografía que apenas conoce el público habitual de las salas y que es necesario completar por otros medios. Igual ocurre con Desplechin, Dolan, Dumon, Assayas (también autor de una serie, ‘Carlos’). Incluso un maestro como Resnais fue ignorado en sus últimas obras. ¿Y qué decir de Philippe Garrel? Una constante en la relación cultural hispano-francesa que es correspondido por nuestra injusta y
escasísimas presencia en el Festival de Cannes. La Seminci programó un ciclo sobre Guediguian y algunas obras notables de realizadores como el magistral ‘Shoah’ de Claude Lanzman. No es suficiente. Frente a ciclos menos apasionantes sería interesante recuperar el ‘todo Godard’ o algunos realizadores de esta novísima ola. ‘Cahiers du cinema’ eligió ‘El pequeño Quinquin’ como mejor película de 2014, seguida de ‘Adiós al lenguaje’, última experiencia de Godard. Resulta significativo que estas dos películas apenas se parezcan, lo que prueba la mirada amplia de parte de la producción del país vecino. Clásicos y contemporáneos. Autores maduros y jóvenes
apuestan por lo diferente, por lo insólito, por un discurso propio, a veces irregular como en caso de François Ozon. Llegan a ellas demasiadas mediocridades de USA, prescindibles incluso económicamente y la lucha es difícil, teniendo en cuenta que ese público curioso y preparado es cada vez más escaso. A fin de cuentas el gran problema cultural (no solo en el cine) es la sumisión a lo que el marketing señala. La bajada de la calidad y la pereza intelectual de la mayoría de los políticos son innegables. El cine, en la educación, en el apoyo a lo diverso, como ocurre en Francia, a pesar de los problemas comprobados en Cannes, puede enriquecer a la sociedad del presente y del futuro.
EDUARDO ROLDÁN
6 LA SOMBRA
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
Los sonámbulos E
TIENDA DE FIELTRO MIGUEL CASADO
Sus personajes son planos y confusos; pero de vida interior tan activa, tan fuerte que llega a suplantar como escenario a la realidad cotidiana Los móviles de los actos se van haciendo borrosos, apenas un recuerdo de algo que se quiso y ya no interesa
l camino del anhelo y de la libertad es infinito y nunca podrá ser hollado, es estrecho y tortuoso como el del sonámbulo». Escrita entre 1928 y 1931, la trilogía ‘Los sonámbulos’, de Hermann Broch –‘Pasenow o el romanticismo’, ‘Esch o la anarquía’, ‘Huguenau o el realismo’– evoca tres momentos sucesivos de la vida alemana, entre 1888 y el final de la Gran Guerra, reuniendo situaciones que son convencionales si se reducen a esquema: los rígidos códigos sociales de terratenientes y militares prusianos, las instituciones paralelas del matrimonio y el concubinato, el desfase entre nobleza rural y burguesía, los empleados y comerciantes en el borde del desclasamiento y la proletarización, el derrumbe de todo y la supervivencia de quienes saben sacar partido de la desgracia, los pequeños odios y los mezquinos amores… Sin embargo, nada de esto da cuenta de la obra única y perturbadora con que Broch abrió, pasados sus cuarenta años de edad, su trayectoria de escritor. Resultan aquí vanas las frases tan oídas en los últimos años: «lo que importan son las historias», «escribir es contar historias», u otras semejantes; no es decisivo tampoco el asombroso repertorio de técnicas o la mezcla de géneros (poemas, ensayos, dramatizaciones intercalados en ‘Huguenau o el realismo’). No. Es la forma de contar convertida en materia misma de los personajes, la corriente de palabras que los recorre sin cesar, indistinguible de sus actos, forma y contenido fundidos en la voz. Es raro. Pasenow y Esch son personajes planos y confusos; pero de vida interior tan activa, tan fuerte que llega a suplantar como escenario a la realidad cotidiana. Intuirlo anima a la mirada de Broch a seguir el detalle, el continuo relieve y sobresalto de una existencia de aspecto uniforme y ensordecido. Como mostró también su coetáneo Musil, en el ‘hombre sin atributos’ no bulle menos el espacio íntimo que en el ‘héroe’. El discurso entra y sale de los personajes, enlaza sus sensaciones y sus actos, tramando un espacio en el que lo que suele tomarse como no pensar se convierte en forma del pensamiento; no sentir, en forma del sentimiento. El vacío, la debilidad, el rechazo, la ausencia también están ahí, lle-
El escritor y filósofo Hermann Broch. :: EL NORTE nando un lugar, haciéndolo visible. Ese hombre o mujer no piensa, quiere olvidarse de sus problemas, se fija en la cosa sin importancia que tiene delante; si escucha, por azar o equivocación, algo que se salga de sus códigos, se desconcierta, queda ‘sonado’ como un boxeador después del golpe. Broch se apoya en la práctica freudiana –nunca de modo explícito ni técnico– para ir levantando los decorados de cartón-piedra y descubriendo el deseo, la conmoción que sufre ese hombre o mujer cuando advierte su propio funcionamiento mental, su conducta. La digresión interior, que la cabeza se deje llevar por cualquier estímulo, se va pareciendo cada vez más, en su
falta de control, al delirio, por más que sea un delirio rasante; el hombre o mujer va siempre a hacer lo contrario de lo que decide, siguiendo las huellas que pasos desconocidos han imprimido en él. Cuesta discernir qué es lo imaginado y qué ha ocurrido. Separación de sí mismo: «el sentimiento que tenemos de la vida va siempre rezagado, respecto a la vida real. El sentimiento es siempre menos humano que la vida que vivimos». Como si cada persona participara de su tiempo solo con una pequeña parte de sí, mientras el resto queda flotando. Se mantienen conversaciones entre sordos, en las que cada uno sigue su propia cadena asociativa aunque pa-
rezca que se comparte un hilo. Y, además, está la inercia: los móviles de los actos se van haciendo borrosos, apenas un recuerdo de algo que se quiso y ya no interesa, pero sigue moviéndose sin finalidad. Un mundo automático. También un mundo de islas, salpicado de vacíos: «Otros escritores coleccionaban seres humanos –escribe Canetti–, Broch coleccionaba los espacios respiratorios situados alrededor de las personas y que contenían el aire que había estado primero en sus pulmones y había sido luego expelido por ellos». O, dicho de otra manera: quizá todo, incluida la presencia dominante del sexo, busque ensordecer la soledad, aturdir el miedo; y, pese a Freud, el
centro turbio de todo, el que no se deja conocer, no parece sexual, sino existencial. «¿De qué frontera vienes tú, pensamiento?», se pregunta. Y, pese a la voluntad de Broch en el cierre de la trilogía de dar peso a lo especulativo –Canetti recuerda que su biblioteca era sobre todo filosófica y Hanna Arendt escribe un largo ensayo que analiza su filosofía–, el pensamiento surge de la mirada narrativa como forma oscura del no pensar: «por debajo de su visible manera de vivir, totalmente flácida, existía en cada elemento una tensión constante. Si uno pretendiera cortar el más pequeño fragmento de uno de aquellos hilos visiblemente blandos, descubriría en él una torsión inmensa, una convulsión de las moléculas, por así decirlo. Lo que de ello se percibía desde el exterior podría definirse con la palabra nerviosismo, entendiendo este concepto como la guerra de guerrillas que el Yo ha de sostener a cada instante contra cada una de las partículas de lo empírico con las que su superficie entra en contacto». Un pensar-vivir, existir como tensa lucha química, energía incesante, alma-cuerpo en reacción. Creo que Broch, en la percepción sutil de su escritura, nos lo hace ver así, pero que él no lo asume. Y esa separación interna que va incubando la voz, cambia las proporciones al final de la trilogía, rompe la unidad del texto, sorprende con su deriva religiosa. ¿O es una inquietud centroeuropea común (recuerdo a Döblin, a Wat, las apariciones demoníacas en ambos)? «Pareció que la palabra ‘redención’ flotara liberada por encima de las mesas». Y aparece el Ejército de Salvación, las sesiones de lectura bíblica en que Pasenow y Esch –que confluyen en la tercera novela– aúnan su confusión y su deseo, inesperados y conmovedores amigos. Todo se derrumba alrededor, no ya porque lleguen el fin de la guerra y el estallido revolucionario; antes se había ensoñado la invasión de Europa por hordas de africanos bautizados que restablecerían la fe, en insólita metamorfosis de la visión de Rimbaud. «Grande es la angustia de aquel que despierta. Regresa con justificaciones mínimas y teme la fuerza de su sueño. El expulsado del sueño vaga en el sueño». Solo queda despierto quien no fue nunca sonámbulo: Huguenau, el heredero del negocio textil familiar (como el propio Broch, irónica contrafigura), timador y parásito, asesino y portador de la razón económica, «el primero de esos hombres ordinarios –al decir de Blanchot– que, al amparo de un sistema, van a convertirse sin saberlo siquiera, en burócratas del crimen y contables de la violencia».
7
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
LOS DIRECTORES QUE HICIERON HISTORIA JUAN ANTONIO PÉREZ MILLÁN
Su coherencia se basa en la mirada crítica a la realidad y en la atención a los marginados de una sociedad que presume de opulenta
S
i Ingmar Bergman pudiera ser el emblema de la primera época de la Semana de Cine de Valladolid –aunque también obras suyas posteriores a 1984 pasaron por el Festival–, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne serían, junto con otros integrantes del «nuevo realismo europeo» como Ken Loach o Robert Guédiguian, los máximos exponentes de la etapa de Seminci iniciada con Fernando Lara como director. Descubiertos aquí con su tercer largometraje, ‘La promesa’, que obtuvo la Espiga de Oro en 1996, los Dardenne han mantenido una gran coherencia en su obra, dirigiendo siempre juntos una película cada tres años aproximadamente. Esa coherencia se basa en la mirada crítica sobre la realidad, en la atención hacia los marginados de una sociedad que presume de opulenta mientras oculta sus vergüenzas y en una forma de rodar que transmite la ansiedad de unos protagonistas que no logran poder vivir con dignidad: cámara en mano, eternamente móvil, siguiendo a sus personajes a la altura de la nuca, primeros planos que parecen encerrarlos, diálogos reducidos al mínimo, secuencias cortadas antes de llegar a su conclusión, entre otros rasgos muy identificables. No anduvo descaminado el Jurado que premió ‘La promesa’ –historia de un adolescente que colabora con su padre en la explotación de inmigrantes ilegales y se enfrenta a él tras comprometerse con un trabajador moribundo a cuidar de su mujer y su hijo–, ya que Cannes iba a conceder la Palma de Oro a su siguiente obra, ‘Rosetta’ (1999), proyectada después en la clausura de la 44 Semana y que propició la segunda de las cuatro visitas personales de los cineastas a esta. La película narra la angustiosa peripecia de una joven despedida que busca con ahínco un nuevo empleo para no sentirse expulsada de la sociedad, aunque para ello tenga que traicionar a la
Los hermanos Dardenne, ganadores de la Espiga de Oro con ‘La promesa’ en la Seminci de 1996. :: GABRIEL VILLAMIL
Jean-Pierre y Luc Dardenne: Europa por dentro única persona que le ha prestado alguna atención hasta entonces. ‘El hijo’ (2002), donde un maestro de taller tiene como alumno a un adolescente salido de un reformatorio tras haber provocado la muerte de un bebé cuando intentaba robar la radio de un coche, y al que le une una relación que solo se desvelará abruptamente al final, estuvo cerca de convertir el ‘estilo Dardenne’ en cierto manierismo,
por su uso excesivo de las características aludidas, aunque valió a su protagonista, Olivier Gourmet, actor preferido de los cineastas junto a Jérémie Renier, el premio de interpretación en Cannes y participó en la 47 Semana. Con una cámara y un montaje más calmados, ‘El niño’ (2005), nueva Palma de Oro con la que sus autores entraron en el círculo de los doblemente distinguidos con ese galardón y que se vería asi-
mismo en la Semana, relata la oscura historia de una pareja muy joven en la que él anda metido en pequeños negocios sucios y llega a vender a su hijo recién nacido, expresando con más claridad que nunca el valor simbólico que los cineastas confieren a la imagen del dinero como materialización del mal de una sociedad injusta: deseados en la realidad por todos, ya sea para poder subsistir o para acumularlos con una ambi-
ción enfermiza, los billetes pasan de mano en mano en todas las películas de los Dardenne, siempre en pequeñas cantidades y para fines inmediatos, desde la comida a la droga, y siempre al margen del sistema que lo fabrica como instrumento de poder. En 2008, ‘El silencio de Lorna’ –mejor guion en Cannes– lleva esa reflexión al extremo, refiriéndose de nuevo a la inmigración a través de una joven albanesa
60 SEMINCI
que se casa con un yonqui para adquirir la nacionalidad belga, pensando que este morirá pronto y ella podrá repetir la operación con un ruso y obtener así dinero con el que montar un bar… Eso la pondrá en contacto con varias mafias, en un ambiente de violencia que bordea lo inverosímil pero permite ampliar el campo de intereses temáticos de los autores, sin dejar de moverse en los márgenes interiores de la Unión Europea. También ‘El niño de la bicicleta’ (2011), Gran Premio del Jurado de Cannes y mención de honor al actor Thomas Dorcet en la 56 Semana, gira en torno a un crío abandonado que busca tenazmente a su padre, quien no quiere hacerse cargo de él por falta de medios y por el afán de emprender una nueva vida. Acogido por una mujer que desea apartarlo de los bajos fondos, acabará participando en un atraco con la extraña idea de comprar el cariño de su padre, sin conseguirlo. Y por fin ‘Dos días y una noche’ (2014), para muchos la obra maestra de los Dardenne hasta el momento, que inauguró la última Semana, con su descripción de la zozobra de otra trabajadora que dispone de un fin de semana para convencer a sus compañeros de que renuncien a una paga para evitar que sea despedida… Una gran interpretación de Marion Cotillard al servicio de un análisis profundo, aunque indirecto como casi siempre, de la situación de la clase obrera en la Europa de los tratados internacionales que protegen al dinero por encima de las personas. Y una película que, como otras suyas, renuncia al final feliz pero se las ingenia para dejar un resquicio de esperanza, recordando al desenlace de aquella gran crítica del sistema, en clave de humor, que fue ‘Tiempos modernos’ (1936), de Charles Chaplin.
8 LA SOMBRA
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
Manuel Longares
EL ESCRITOR EN SU BIBLIOTECA
Invent
‘El guardián en el centeno’
JESÚS MARCHAMALO
J. D. Salinger
Alianza Editorial
«Ya desde el memorable comienzo, el relato del adolescente que es protagonista de esta historia me ha conmovido más que cualquier otro texto de ficción relativo a la adolescencia. Salinger tiene el mérito, que sólo alcanzan los grandes, de haber fijado para la posteridad una condición y una edad fundamentalmente inestables».
V
oy a su biblioteca una tarde de primavera en la que Madrid se cubre de ese cielo norteño, gris, casi como un visillo, y un olor premonitorio de tormenta. Me preocupa la luz para las fotos, y hemos buscado la mejor hora por la tarde, temprano. Antes, Manuel Longares (Madrid, 1943) me ha enviado un correo en el que traza un plano de sus libros y de la luz que vamos a encontrarnos. Así, empieza diciendo: «Aparte del cuarto de baño y la cocina, que no tienen ventanas ni libros, en mi casa hay un pasillo con dos cuerpos de biblioteca. No tiene luz natural y allí están los autores portugueses, nórdicos, alemanes y norteamericanos e ingleses». «El salón –continúa– es la pieza más grande de la casa y la mejor iluminada; de las nueve paredes que tiene, siete están tapizadas de estantes: historia y filología, autores franceses, italianos y españoles (parte), y obras sobre teatro y periodismo». «Comunica –prosigue– con una terraza que se acristaló para ganar una habitación; es la mejor iluminada y tiene dos cuerpos de estanterías con autores españoles. Al lado, el dormitorio, más bien oscuro. Allí escribo y en sus paredes hay también libros». «En resumen –acaba el inventario, preciso y minucioso, de libros, luz y sombra–, hay dos habitaciones luminosas y oscuridad en otras dos, una oscuridad que se puede suplir, comprenderás, con luz eléctrica». Y en esa habitación más bien oscura, el dormitorio –apenas una cama, una mesa para el ordenador y una lámpara de luz blanca, casi de fluorescente–, con la luz encendida, empezamos: autores españoles en riguroso orden alfabético, desde Pilar Adón, por la A, arriba a la izquierda, hasta Eduardo Mendoza, por la M, a los pies de la cama donde todavía, por precaución, hay doblada una manta. En medio están Marsé, Javier Marías y un viejo ejemplar de Martín Santos, ‘Tiempo de silencio’, leído y releído. Aquella novela deslumbrante, en su edición de Seix
‘Las cuatro esquinas’ Manuel Longares
Galaxia Gutenberg, 2011
Longares y, abajo, el raído ejemplar de ‘Tiempo de silencio’. Barral, con la sobrecubierta ajada, deslucida que dicen los libreros –resobada, los bordes aserrados–, en la que se ve a unos ratones blancos que parecieran haberla roído, entusiastas, hambrientos, lentamente a lo largo del tiempo.
Talento, suerte y paciencia Y allí también, en la M, Martín Gaite, la encantadora Carmen, Carmina, Calila, y su frufrú de gorros y bufandas y cuadernos de todo que llevaba siempre encima y que en casa desparramaba por las mesas. Fueron amigos fraternos, me cuenta. Y de ella me muestra una vieja edición de ‘Ritmo lento’, dedicado con letra remotamente escolar, caligrafía redonda y armoniosa: «Para Manolo esta reliquia –dice– de un tiempo en que todavía no nos conocíamos. Carmen». Busca también otra dedicatoria que Cela le firmó a mediados de los años sesenta en su casa de la calle Ríos Rosas. Allí se ven dos placas, hoy, una junto a la otra, como los viejos rombos de las películas de adultos, en las que dice que en esa misma casa, casi puerta con puerta, vivieron Cela y González Ruano. «Me recibió muy amable, en pijama, con un batín y zapatillas, y me
llamó enormemente la atención lo hinchados que tenía los tobillos». Fruto de aquel encuentro se lee ahora en su vieja edición de ‘La familia de Pascual Duarte’, en Destino, que saca del estante: «A Manuel Longares con un abrazo y mis mejores deseos de talento, suerte y paciencia». «Me aclaró que eran las tres cosas que iba a necesitar si quería dedicarme a la literatura, y razón no le faltaba, desde luego». Casi en penumbra, iluminada por un foco sujeto a uno de los estantes, la mesa donde escribe, rodeado de diccionarios y libros de consulta, un calendario clavado con chin-
«Este libro se compone de cuatro relatos. Cada uno comprende una época: la posguerra, los años sesenta, el principio de la Transición y los años ochenta. El espacio cronológico puede abarcar la vida de un hombre, pero se trata más bien de describir una filosofía de la vida. Para mí, este libro me ha dado la oportunidad de adiestrarme en el relato, un género que me seduce».
‘Diario de un cazador ’ Miguel Delibes Ediciones Destino
«Fue en una tarde de invierno de 1962 en la Biblioteca Nacional. Tenía que estudiar un parcial de Derecho Civil y se me ocurrió pedir este libro. Lo leí apasionadamente, me olvidé por completo del examen pendiente y salí a la noche fría de Madrid deslumbrado: gracias al libro de Delibes supe que había otros mundos más allá del Derecho».
chetas y, por esos caprichos del orden alfabético, Blasco Ibáñez y Borges. Al lado, su amigo Luis Mateo, Cunqueiro y Gil Albert, uno de sus escritores favoritos, con los libros apilados en torres, uno encima de otro, horizontales; un truco que permite ampliar la capacidad de los estantes. Los libros impolutos, o casi, porque nunca los marca, ni los firma, ni dobla las esquinas y, sólo cuando los ha leído, dibuja algunas veces en una esquina de la primera página una
discreta, imperceptible, aspa: dos líneas que se cruzan como en las viejas historias de piratas señalando el tesoro enterrado en el mapa. La biblioteca continúa en una pared del salón –Montero y Monterroso, Muñoz Molina y Moix– y recuerda cómo durante años guardó el dinero escondido en los libros. Pagaban entonces, cuenta, en efectivo: el cajero entregaba el salario, siempre magro, en un sobre; cinco, seis mil pesetas de la época en billetes de
9
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
tario de libros, luz y sombra Durante años guardó el dinero escondido en los libros, confiando en su memoria y en la fama de los ladrones de ser poco leedores
mil, que en casa repartía por los libros confiando en su memoria y en la fama (no se sabe si merecida o no) de los ladrones de ser poco lectores. Aventuro la posibilidad de encontrar todavía en un libro algún billete en su día traspapelado, pero me desengaña.
La biblioteca del padre La biblioteca se extiende por la terraza acristalada, luminosa como avanzaba en el mensaje, mucho Ortega –imprescindible, afirma– y mucho
Manuel Longares, rodeado de sus libros. A la izquierda, una talla en madera de Pío Baroja, junto a la literatura rusa. :: FOTOS DE J. MARCHAMALO
Onetti, a quien también un día visitó en su casa de Avenida de América, en Madrid, donde lo encontró entre libros de cubiertas cuarteadas, en pijama, papel basto y páginas dobladas, que dejaba sueltos por la casa hasta que encon-
traban ellos mismos acomodo, con frecuencia debajo de la cama. Me habla de Umbral también y de aquella vez que lo encontró en el Café Gijón, en pleno invierno, y cómo a todos les llamó la atención el adjetivo que encontró para el frío: argentino. «Hoy hace un frío argentino», se le escuchó decir, mientras se frotaba las manos, friolento, y le recorría la espalda, tintineante, un escalofrío. Al lado, los libros de Galdós, ediciones antiguas, al-
guno de la biblioteca de su padre, aquellos libros, muchos encuadernados en piel, que se repartieron entre los hermanos, y que fue la biblioteca que frecuentó de joven: Azorín, Valle–Inclán, Baroja, Gabriel Miró. «Siempre, secretamente, haces una biblioteca para alguien, vas acumulando libros para dejárselos a alguien, pero acabas cobrando conciencia de que las bibliotecas mueren contigo. Todo lo que hay aquí está en Google ahora, y es ilusorio pensar que alguien pueda heredarla. No sé, el caso es que de momento aquí está». En los estantes, Torrente, casi entero, Vargas Llosa, su maestro Juan Eduardo Zúñiga, apretados en los estantes porque antes de tirar una caja de libros ha preferido siempre encargar otro cuerpo de baldas. De vuelta al salón, bajo la atenta mirada de un Baroja tallado en madera que alguien le regaló –la frente despejada, barba, gafas de aro–, literatura rusa (Dostoievski, Turgueniev, Chéjov) e italiana (Savinio, Calvino, Svevo), junto a Kafka. En el pasillo, autores portugueses, alemanes y norteamericanos e ingleses, «Aquí lo que hay es Faulkner», resume señalando casi dos baldas ocupadas por el viejo sureño del bigote, el flequillo esculpido, la pipa y su escritura prodigiosa. Y también Sartre, Camus, Maupassant, Anatole France, más tomos en piel recuperados de la biblioteca paterna, y Stendhal. «Llevo tiempo buscando una frase que recuerdo haber leído en uno de sus libros –me cuenta– y no consigo dar con ella. Un oficial le dice a la joven con la que está bailando: Creo que me estoy enamorando de usted; todo está en ese creo, la literatura está ahí, en ese creo». Veo casi al salir una balda vacía, en ese bosque atestado de libros, y pregunto por ella. Me dice que es la llave de la luz, y que ahí no pone libros para poder, y lo hace, encenderla. ¡La luz!
10 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
LECTURAS
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Lecturas para mirones En tiras, a página completa o viñetas, las ilustraciones suman lectores que tienen preferencia por el lenguaje gráfico y dibujantes que terminan por caer en la palabra VICTORIA M. NIÑO
V
an ganando espacio en las librerías generalistas. Novelas gráficas, cómics y libros ilustrados para ‘adultos’ ya no son rarezas de coleccionista y cada vez más editoriales inauguran colección propia en este territorio. ‘La vida de las paredes’ (Lumen) es la propuesta más narrativa de esta página. La ilustradora Sara Morante (Torrelavega, 1976) ha probado a escribir además de dibujar. Las palabras crecieron y la ilustración pasó a iluminarlas, a humanizar los vuelos surrealistas de los habitantes del caserón de la madrileña calle Argumosa. Morante cruza paredes y sube pisos para asomarse a cada hogar. Todos somos mirones: unos taladran un agujero en la pared, otros tienen retratos sobre los que inventan vidas, la pareja de porteros ve sin mirar, son los notarios de la comunidad. El lector, de la mano de la autora, se cuela en todas esas biografías. Cuento intimista, hecho de pequeñas historias –el vecino paragüero, la costurera famélica, la rentista enamorada, el niño de imaginación desbordante, la madre en eterno duelo–, que transcurren en el ambiente único y extraño de un caserón antiguo, con sus vidrieras de colores y sus gárgolas traidoras. Sara Morante no propone intriga ni acción, desde la primera página está todo dicho y todo por leer. Otro caso de dibujante seducido por la letra es el de José Pablo García (Málaga, 1982) que acaba de publicar en Cor-
LA VIDA DE LAS PAREDES Texto e ilustración de Sara Morante. Lumen. 128 páginas. 21,90 euros.
delia ‘Las aventuras de Joselito. El pequeño ruiseñor’. La biografía de ‘el niño del pantano’ se cuenta por capítulos y en cada uno de ellos García opta por una estética; la heredera de la tradición franco-belga, del manga en otro, del tebeo español o del cóes. mic de superhéroes. uisEl jienense conquistó París, Bobby Deglané lo incluyó en su espectáculo y el or’ ‘pequeño ruiseñor’ saltó al cine con Álevaro del Amo. Aquella película, por la
TODO LO QUE NUNCA TE DIJE LO GUARDO AQUÍ Sara Herranz. Lunwerg. 160 opáginas. 16,95 euros.
Arriba, dos imágenes de ‘La vida de las paredes’. A la izquierda, páginas de ‘Las aventuras de Joselito’.
que cobró 25.000 pesetas, recaudó millones, recibió el premio de la Mostra Infantil de Venecia y dos de sus canciones fueron utilizadas por Pasolini. Los representantes de Joselito se enriquecieron a su costa y su ambición torció la prometedora carrera. Es un cómic con digresiones como la entrevista a Juan Mariné, las escenas del oeste o la visita al cómic romántico para adolescentes. Joselito lució su voz desde Nueva York a La Habana, se casó dos veces, viajó a Angola para comenzar una nueva vida, intentó regresar a los escenarios, vivió años erráticos y se recuperó. Todo ello lo cuenta
LAS AVENTURAS DE JOSELITO
CIEN SILLONES Y PICO
José Pablo García. Reino de Cordelia. 160 páginas. 25,95 euros.
Max. Nórdicalibros. 130 páginas. 22,50 euros.
José Pablo con su original planteamiento estético que deja claro su dominio de la historia y los recursos del género. La tinerfeña Sara Herranz hizo del blog testimonial y confesor su profesión. En ‘Todo lo que nunca te dije lo guardo aquí’ fue dibujando su historia sentimental, a partir de un desamor, y le salió un cómic de línea clara, a tres tintas, cuyo texto –sintético y en caja alta– atrapa casi por encima del dibujo. Lo más interesante del atractivo relato gráfico de Herranz es su encuadre, la concepción de cada doble página. Pegado a la realidad, en la senda del cómic periodístico cuyo patriarca es Joe Sacco, surge ‘El atentado’. Basado en la novela de Yasmina Khadra, Glen Chapron traslada a viñetas la destrucción que siembra una terrorista-bomba en Israel. A la primera explosión, le suceden otras; la del marido, la familia o el pueblo donde residían. Amin Jaafari es un cirujano palestino nacionalizado israelí, está en su hospital de Tel Aviv cuando empiezan a llegar los heridos del atentado. Su vida está dedicada a la medicina, en la mesa de operaciones hay pacientes sin religión, bandera ni opción política. Intenta localizar a su mujer, no la encuentra y la policía le comunica que ella es la terrorista. ¿Cómo se enfrenta una mente racional al fanatismo de su ser más querido? La incredulidad da paso a su intento de comprender en qué momento de su vida la perdió. En ese viaje, el cómic describe el sitio de guerra que es Palestina, los matices entre los radicales de ambos bandos y la intrahistoria de un conflicto enquistado. Lenguaje visual puro y duro es el de Max. Francesc Capdevila comenzó en el cómic y ha ido concentrando su mensaje en viñetas para la prensa. Precisamente ‘Cien sillones y pico’ (Nórdica) es una recopilación de los 349 dibujos para serie ‘Sillón de orejas’ de Manuel Rodríguez Riveiro en ‘El País’, con el que ha mantenido un ‘matrimonio profesional’ seis años. La lectura, el libro, las ferias, los escritores, los lectores, protagonizan la mayor parte de sus sugerencias conceptistas.
EL ATENTADO Adaptación del libro de Yasmina Khadra por L. Dauvillier. Ilustra Glen Chapron. Alianza. 160 páginas. 22 euros.
11
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Siempre los símbolos mediterráneos Dos libros profundizan en la poesía y los mitos de la Grecia clásica
ANTONIO COLINAS
S
iempre regresan los símbolos mediterráneos esenciales, es decir, su espíritu, la civilización de la que venimos, los mitos y arquetipos que aún nos conforman y, en concreto, sus poetas. Difícil es hoy sentir y pensar sin las lecciones que nos entregó este mar y, en concreto, uno de sus países más representativos: Grecia; o, como le gustaba decir a otro isleño de este mar, Salvatore Quasimodo, «la Grecia de antes de Grecia». Este es el panorama tan preciso como abarcador que nos ofrecen, Aurora Luque en ‘Aquel vivir del mar’, una completa y sensible antología de poesía griega arcaica y Carlos García Gual y David Hernández en el estudio crítico, pero también antológico, ‘El mito de Orfeo’. Algo tienen en común estas dos obras, al margen de ese origen enraizado en las culturas griega y latina: la de que están escritos y preparados por especialistas muy altos en la materia, y no sólo porque estemos hablando de tres profesores y filólogos clá-
El Templo de Poseidón, en Cabo Sunion, al sureste de Atenas. :: ARIS MESSINIS-AFP sicos, sino también porque, por su bien acreditada trayectoria, han tenido para estos temas de siempre una sensibilidad y un olfato muy especiales. En el caso de Aurora Luque, además de una especialista en la materia se da
una poeta, una de las voces más brillantes de nuestros días, precisamente por su fidelidad y sintonía con el espíritu clásico. En el caso de García Gual y de Hernández, no sólo porque su trabajo ensayístico ha estado también
muy cerca de la poesía y de los poetas, sino por la concreción de los temas tratados: Homero, Calístenes, mitos, héroes, trágicos y epicúreos en el primero; Pitágoras, Bizancio, oráculos, el pensamiento griego en el segundo.
No es raro, con estos tan firmes precedentes, que nos encontremos ahora ante dos obras tan fundamentadas como sugestivas, fruto de un conocer especializado, pero a la vez ofrecidas con una claridad y con una utilidad que siempre son de agradecer por el lector común. Hay todavía en nuestros clásicos lagunas sin cubrir y estos son dos libros que llegan para informar, pero también para iluminar al que lee. En torno a sesenta poetas griegos –épicos, líricos, dramáticos, de la poesía helenística y de la «antología palatina»–, son recogidos y traducidos por la poeta malagueña. Su prólogo, las introducciones a cada autor y las completas notas finales, avalan el don primero que sobre todo supone aproximarse a este libro: el de gozar sin más de los poemas de aquellos días, que nos siguen emocionando por su frescura, emoción y modernidad. Como la poesía oriental de los orígenes, en la griega se da una fidelidad al poetizar esencial que no defrauda nunca, precisamente por su sentido de perennidad. Por otro lado, pocos mitos dejan de retornar como el de Orfeo. En este nombre, el mito, pero también poesía, ritmo, armonía, música, se funden para proporcionarnos lecciones imperecederas. El amplio estudio previo y la bibliografía avalan aquí la selección de autores que han tratado el tema de Orfeo y el orfismo, que también superan la cincuentena, desde los anónimos de los siglos I-IV antes de Cristo, pasando por los grandes hitos de la antigüedad clásica (Aristófanes, Eurípides, Virgilio, Horacio), a los grandes clásicos italianos, españoles, ingleses y alemanes, preferentemente. Pero además de fundamen-
AQUEL VIVIR DEL MAR. EL MAR EN LA POESÍA GRIEGA Aurora Luque. Acantilado, Barcelona, 2015.
EL MITO DE ORFEO. ESTUDIO Y TRADICIÓN POÉTICA Carlos García Gual y David Hernández de la Fuente. Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2015.
tada, esta selección es osada por informada, en el sentido de que apuesta por algunos poetas en español de nuestros días que han sintonizado con el orfismo, aquellos en los que la tradición y las lecturas clásicas han sido especialmente influyentes. Por encima de todas las razones que aportemos a la recomendación de estos dos libros, yo recordaría una muy sencilla, pero muy profunda: que nos permiten rescatar el simple placer de leer o de releer a los clásicos a partir de versiones tan fundamentadas como amenas, tan precisas como gustosas. Dos libros, en definitiva, de fondo, para acompañarnos siempre en estos días de tanto vaivén, ligereza y deshumanización en el mundo editorial.
12 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
LECTURAS
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Ese abismo anunciado
MÚSICOS ANTE EL ABISMO
Luis Agius sitúa a los grandes compositores de la Historia en las cercanías de su último aliento
EMILAIANO ALLENDE
L
os libros sobre música y músicos están en auge. Los primeros acercan aspectos más o menos técnicos a los expertos. Los segundos suelen ser más atractivos, cuando se alejan de la biografía convencional. Este es el caso de ‘Músicos ante el abismo’ en el que Luis Agius, compositor y concertista además de escritor, ha reunido en una colección de relatos, momentos trascendentales en la vida musical y personal de algunos de los más conocidos compositores. El valor añadido de este acercamiento, es importante porque en muchos de los casos los compositores están al borde de la muerte, hecho capital que nos hace reflexionar, no solo sobre el comportamiento personal de cada uno de ellos, lo cual en bastantes casos podría desprenderse del análisis de su propia obra, sino cómo el ser humano siente una especial atracción cuando recibe información, más o menos explícita, sobre el único acontecimiento del que tiene absoluta certeza que en un
momento u otro le sucederá. Comienza el libro con el relato de Albéric Magnard, compositor francés que hizo de sus últimas horas de vida una cuestión de honor, al resistir en su propia casa la llegada de los alemanes, durante la primera guerra mundial, sin abandonar la composición por un instante. Otros relatos tienen significados muy diferentes entre sí. El trágico final de Chaikovski nos coloca ante la duda de una posible muerte inducida por él mismo, para evitar el escándalo de un comportamiento reprobado de modo cruel por su círculo más cercano. En los últimos días de vida de Chopin, queda claro el pesar por el alejamiento de sus seres más queridos. A diferencia de Chaikovski, su obsesión no fue limpiar su imagen sino su obra. Para ello no dudó en destruir aquellas partituras que pudieran ser consideradas menores. En los momentos finales de las vidas de Schumann y Granados se adivinan comportamientos en los que la relación con sus esposas fue determinante. Schumann había dado muestras de su locura en los últimos años, por lo que fue ingresado en el sanatorio de Endenich. En su diario, escrito allí, se aprecia
Profesionales
S
e ve por todas partes en Internet. La premisa es: si no eres escritor es porque no quieres. Multitud de empresas de autoedición –no cabe llamarlas editoriales, aun en estos tiempos en los que tan bajo ha caído la labor editorial–, lo repiten en ‘banners’ allá donde abres una página. Como era de esperar, la lista de estos voceros del «Haz tu propio libro», la encabeza Amazon. Según ellas, todo el mundo es capaz de escribir un libro. Y si no tienes demasiado talento, no hay por qué
preocuparse. Ni siquiera si no tienes ideas. Ellos mismos te ofrecen listados de los temas que, según ellos, más interesan y mejor se pueden vender. Dan algunos consejos generales –lo dicho, busca un tema que interese, por ejemplo–, y acto seguido pasan a ofrecer toda una lista de servicios, diseñadores de portada, maquetadores, expertos en márquetin, publicistas de la red, y por último correctores de texto y consejeros que te ayudarán a escribir una obra que muy mal tendría que ir la cosa si no se vendiera
Luis Agius. Oportet Editores, 2014. Colección: De omni re scibili. 287 páginas.
sordera, lo que contribuyó decisivamente a dejarnos uno de los mayores legados musicales de la historia. Luis Agius coloca frente al abismo también a Messiaen y Mahler. El primero hubo de soportar los rigores del nazismo y lo hizo con tal convicción, que fue capaz de componer el ‘Cuarteto para el fin de los tiempos’, en pleno cautiverio. Es el suyo el triunfo de la fe. A Mahler lo sitúa el autor en el homenaje que le dedicaron Schoemberg, Zemlinski, Bruno Walter y algunos más, cuando el compositor decidió dejar Europa para irse a Nueva York. En la cena, Mahler pronunció la co-
nocida frase «Mi tiempo llegará». Una premonición de quien sabe que su música no es comprendida, pero de la que está convencido contiene las claves de que lo será un siglo después. Una convicción que le hubiera servido, tal vez, para resolver otros aspectos de su vida contra los que luchó sin éxito. No faltan en el libro acercamientos a otros compositores como el Padre Soler, músico encerrado en vida en el Monasterio de El Escorial. Un hombre que se consideraba a sí mismo como «un demonio disfrazado de monje». O el ejemplo de su contemporáneo Scarlatti, al que le costaba muchísimo plasmar en partitura su capacidad para improvisar. Luis Agius deja para cerrar su colección un relato sobre Duke Ellington, que se distancia de las tragedias anteriores. Todo un acierto buscar un poco de aire fresco en el ‘Duke’, para el que la música no dependía tanto de conocerla más, sino de cómo suena y cómo esa percepción puede ser modificada de modo individual por cada uno, al escucharla. «Si tiene ritmo... es jazz», solía decir. Un final optimista que nos permite un respiro, después de habernos llevado, a través de una prosa ágil y apasionada, ante ese abismo, no por desconocido menos anunciado.
des–. De niño también modelaba barro, y aunque me gustaría, jamás llegaré a ser Cellini –aunque mi escultura de E.T. llegó a ser muy comentada–. Y resulta curioso que no aparezcan anuncios que digan algo así como, llegue usted a maestro de la escultura poniéndose en manos de nuestros profesionales. O de la pintura. Esto es quizás porque como vivimos inmersos en el lenguaje, damos por hecho que todos podemos manipularlo hasta conseguir, por ejemplo, una novela digna. Esto es falso. Todos, o casi todos, podemos hablar, pero no todos tenemos el don de la palabra. Hoy en día, en occidente, todos sabemos leer y escribir. Pero leer y escribir más
allá de lo rudimentario, no sabe mucha gente. De hecho existe un cada vez más alto déficit de comprensión lectora. Sé de gente que tiene la osadía de escribir sin haber leído en su vida… Volviendo al tópico de la pintura, también vivimos inmersos en luz. Y la escritura, el arte de la escritura, nunca puede ser profesional, no al menos en el sentido común y más moderno de la palabra. Hay escritores, pocos, auténticos maestros, que viven de sus libros, pero ni aun estos están ejerciendo la profesión de escritor. Los que se dicen profesionales, aun cuando hagan un trabajo más o menos digno, no son escritores. Esa profesión no existe.
Frederic Chopin.
Robert Schumann.
Enrique Granados.
Gustav Mahler.
cómo ni un solo día dejó de esperar la visita de su esposa Clara, que, incomprensiblemente no se produjo durante más de dos años. «Por fin vendrá Clara, confío en ella... Me sacará de aquí...» Cuando finalmente lo hizo, Schumann murió pocos días después. Parecería que necesitaba de su presencia para afrontar el último viaje. Sin embargo, en la trágica muerte de Granados, fue el azar el que situó al compositor frente al abismo. Sabido es que el barco en el que el matrimonio decidió realizar la travesía de regreso a España, procedente de América, en plena guerra, fue torpedeado por error.
bien. Porque de eso se trata, de vender, claro. Lo de escribir es lo de menos. Todo se puede resumir en conviértase en escritor profesional gracias a nuestros negros profesionales. Todo esto cuesta una pasta. Y es, hasta donde he alcanzado a ver –leyendo extractos, sobre todo, no tengo tiempo para más–, una estafa. Quiero decir que estos correctores profesionales no pasan de producir textos por debajo de lo mediocre. Bien es cierto –tenemos en la ciudad un caso famoso y cercano– que a veces consiguen algo que se vende muy bien. Pero que se venda bien no significa que sea un buen libro, que sea literatura. Es evidente que las patatas fritas con-
Lo insólito del suceso es que, mientras la esposa, excelente nadadora, se debatía entre las aguas, Granados, que no sabía nadar, había sido ya rescatado. Sin embargo, al ver a su mujer en el agua, no dudó en lanzarse al mar con la intención de salvarla, pereciendo finalmente los dos en el intento. En los relatos sobre Mozart y Beethoven, el autor prefiere huir de sus últimos momentos, muy conocidos, para explicar el drama de la pérdida de un amigo en plena juventud, en el caso de Mozart, o la reacción increíble que experimentó Beethoven, una vez superado el trauma de su
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA
geladas se venden mucho más que el caviar. Pero es que la premisa inicial es falsa. No todo el mundo es escritor ni puede serlo. No todo el mundo puede ser pintor. Desde pequeño me gusta dibujar, pero soy consciente de que no soy un buen dibujante –quise serlo pero no doy para más, por muchas clases que diera, por más que me empeñara en imitar a los gran-
13
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Escribir suspense sin haber cumplido los 18 años POEMAS Y POETAS. EL CANON DE LA POESÍA Harold Bloom. Trad. Antonio Rivero Taravillo. Páginas de Espuma. Madrid, 2015. 686 págs.
Harold Bloom. :: EL NORTE
Un canon monocolor Las ausencias de la selección de Bloom son «tan clamorosas que invalidan el conjunto»
LUIS ANTONIO DE VILLENA
H
arold Bloom es un crítico y ensayista norteamericano, considerado estos últimos años como «crítico estrella», remoquete un tanto anticuado ya. En una época aún reciente ese título echaba su mirada sobre George Steiner, ya retirado, que a mi entender lo merecía más. Bloom (nadie lo negará) ha hecho obras ciclópeas con una obsesión, buscar el canon –es decir las obras mejores, las más significativas– de varios géneros. Páginas de Espuma ha lleva-
do al lector español varios de estos ‘cánones’: cuento, ensayo o novela. Ahora ha tocado la poesía. Por supuesto que puede haber un canon, aunque fuera de unos pocos nombres clave, siempre se discutirá. Pero hoy por hoy, el canon ha de hacerse por lenguas, incluso por épocas y entre varios autores que tengan conocimiento de muchas literaturas. Si vamos sólo al canon occidental, hay que conocer bien al menos seis lenguas y su correspondiente fruto literario: inglés, español, francés, italiano, alemán, portugués y ruso. Y este es el gran error de Bloom, que a la postre resulta un fallo de gran envergadura, un fallo que casi vuelve inútil el tomo. Bloom conoce muy bien la poesía es-
crita en lengua inglesa pero muestra desconocer hasta extremos más que llamativos lo demás. En los 56 autores que componen su canon parcial, tontamente unívoco, sólo hay un autor italiano, Petrarca. Tres franceses: Baudelaire, Rimbaud y el más discutible Valèry. Dos en español: Pablo Neruda y Octavio Paz. Y uno en ruso: Aleksandr Pushkin. Siete extranjeros al inglés por 49 en lengua inglesa, algunos lo suficientemente recientes como para dudar o no saber si podrán ser parte de un canon occidental: Anne Carson, Geoffrey Hill o W. S. Mervin, con lo que ni mucho menos agoto la nómina de los dudosos o discutibles. Pero dejemos la parte inglesa, con buenos capítulos aunque sin duda polémica. ¿Es tan ciego o ignorante Bloom como para trazar un canon (que no se presenta como exclusivamente anglosajón) donde no están ni Quevedo, ni Góngora, ni Lorca, ni Cernuda, ni Borges, ni Rilke, ni Mallarmé, ni Pessoa, ni Cavafis, ni Stefan George, ni Paul Celan, ni Montale, ni Quasimodo, ni Ungharetti, ni Ajmátova, ni Pasternak, ni Mandelstam… y me refiero sólo a grandes nombres? ¿Es presentable libro tal? Aunque se haya hecho sin querer, asistimos a mi entender a una burda muestra de anglocentrismo, de colonialismo cultural anglosajón, que si existe en la política y en aspectos de la vida cotidiana, es deleznable por entero en el ámbito de la cultura. El canon que Bloom hizo sobre ensayo, ‘Ensayistas y profetas. El canon del ensayo’ pecaba de lo mismo y era un libro árido, pero tratando a muchos menos autores, el dislate parecía pasar más desapercibido. En este tomo poético las ausencias son tan clamorosas que –para mí– invalidan el conjunto. Hay buenos capítulos (como el de Tennyson o el de H. D., por citar autores menos conocidos) pero el libro sólo se salvaría, discusión incluida, llamándose ‘El canon de la poesía anglosajona’. Lo demás hasta suena a burla tosca.
:: V. M. NIÑO Pueblan el bosque de la literatura juvenil letras de todo pelaje entre las consagradas por las ventas o las nuevas que comienzan a andar a partir de un premio. El caso de María Romero Pérez pertenece a las segundas, a los 17 años estrena todo. Sus ‘Cenizas de un octubre helado’ han sido merecedoras del Premio Jordi Sierra i Fabra, galardón que lleva el nombre del patriarca del género en España. María Romero Pérez teje una trama de suspense dramático en torno a la abuela de Joaquín y su supuesta despedida. La muerte es el punto de partida para explicar su vida al nieto, que comienza una labor de indagación en la biblioteca. Amalia Furió había escrito quince libros y el último, ‘Noviembre’, cierra el círculo metaliterario de su vida. El recurso explicativo es fácil, una carta a su nieto donde la escritora (María, la premiada, en este caso) desarrolla la acción.
Amalia se llamaba Olga en realidad y vivió en un orfanato. Cumplir años sin encontrar familia adoptiva provocaba la ascensión de los niños a la misteriosa planta tercera. Allí llegará Olga. Sofás nuevos, una televisión a su alcance y una biblioteca, donde conocerá a Edgar. Leerá el libro que él deja, compartirá tabique entre las nuevas habitaciones y un seudónimo de meses contiguos, él noviembre, ella octubre.
CENIZAS DE UN OCTUBRE HELADO María Romero Pérez. Premio Jordi Sierra i Fabra 2015. Editorial SM. 128 páginas. 7,65 euros. A partir de 14 años.
El orfanato es un escenario habitual en el suspense, el desvalimiento de sus habitantes parece propicio para mostrar los peores instintos humanos. Y este no se sustrae a esa condición, los débiles, los niños, son manejados con hilos oscuros y fines lucrativos. La audacia de Olga y su amigo, la lucha contra sus miedos, los descubrimientos por el camino, constituyen la acción que determinará la vida de los jóvenes. Para escapar de la pesadilla cambiaron sus nombres, lo que dificultó su reencuentro, ya ancianos. La joven escritora resuelve el misterio con un romántico colofón. La concesión sentimental o la previsible trama farmacéutica sin desarrollar quedan superadas cuando se constata la edad de su autora. A la vez que cursa su bachiller, ha escrito una novela que entretendrá a sus coetáneos además de sorprender a los adultos que pueden hacerla llegar a su público.
El reino de la imaginación :: V. M. N. Aniversarios, películas, libros, los medios audiovisuales salpican su programación con frecuentes referencias al nazismo y la II Guerra Mundial. ¿Cómo explicar sin anestesia a los habitantes que rondan la década de vida qué fue aquel horror? ‘El niño del pijama de rayas’, ‘La vida es bella’, ‘Diario de Ana Frank’ son algunos de los luminosos relatos que parecen asumibles por un niño, visto desde la altura del adulto, pero ¿de verdad lo son? ¿Por dónde empezar a resolver la batería de preguntas; la esvástica, la cámara de gas, el antisemitismo, los malos y los buenos? ‘El hijo del pintor’ no es un libro de historia, pero sí una puerta alegórica para entender el mundo violentado que creó aquello. Los protagonistas, la familia del luego reconocido escritor para jóvenes Michael Ende. La autora advierte que se trata de una libre interpretación, aún
EL HIJO DEL PINTOR Texto de Marinella Terzi. Ilustraciones de Beatriz Martín Vidal. Anaya. 80 páginas. 8,50 euros. A partir de 12 años.
así es un acercamiento a la historia desde la microhistoria de una familia de artistas. La imaginación es para el padre y para el hijo una vía de escape y una manera de supervivencia. Quien tiene el don de crear acaba desarrollándolo aunque sea en el fondo del armario. De esa necesidad beberá el pequeño Michael, que la desarrollará en la literatura. El hijo del pintor se hizo célebre por ‘Momo’ y ‘La historia interminable’, pero tiene una larga lista de títulos. En ‘Momo’
aparecen los hombres grises, esos que entraron en su casa y obligaron a su padre a dejar de pintar e irse al ejército. La vallisoletana Beatriz Martín Vidal, colaboradora de este suplemento, ilustra los capítulos con su inquietante lirismo.
14 LA SOMBRA
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
E
sta semana me ocuparé del uso –valga decir que impropio– de ‘apuntillar’ por ‘apostillar’, bastante frecuente en conversaciones y tertulias no precisamente taurinas. La primera acepción que se encuentra en los diccionarios para el vocablo ‘apuntillar’ es la que hace referencia a clavar la puntilla en la nuca del toro, ya caído por la herida del estoque, para rematarlo, con el fin de que tenga una muerte rápida. La puntilla es una especie de puñal corto para rematar a las reses y se conoce también con los nombres de ‘cachete’ y ‘cachetero’. Esta acción de rematar a las reses recibe, además, otras denominaciones, como ‘dar la puntilla o acachetar’. Al toro herido de muerte también se le puede ‘rematar’ en las corridas de toros con el verduguillo (una especie de estoque corto y muy delgado que suele tener un tope fijo a unos diez centímetros de la punta). Este se clava en la cerviz del toro provocándole una muerte instantánea. La acción en este caso es ‘descabellar’ o ‘descordar’. En sentido metafórico o figurado, ‘apuntillar’ se utiliza coloquialmente con el significado de ‘rematar’ y de ‘acabar de estropear’ o ‘causar el fracaso definitivo de alguien o de algo’, acepciones que también recogen los diccionarios. Como equivalente de rematar lo hemos encontrado en notas de prensa que recogen fundamentalmente acontecimientos deportivos: «Entre unos y otros el Madrid no consiguió apuntillar, pese a tenerlo muy claro», «El Chelsea no pierde comba: El Chelsea apuntilló la semana negra del Liverpool imponiéndose al conjunto ‘red’», «Spanoulis apuntilló la resistencia del Unicaja», «Cristiano intimidó al Bayern y Benzema lo apuntilló con un gol de depredador». Y también en temas no deportivos: «El atentado que apuntilló al Régimen», «La falta de casta apuntilló la tarde»,
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
‘APOSTILLAR’ NO ES LO MISMO QUE ‘APUNTILLAR’
Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es
« él mismo confirmó que el amor entre ellos es de verdad y, molesto, apuntillaba que parecía sentar mal que hubiese una noticia agradable». Como una desviación léxica hay que considerar el uso de ‘apuntillar’ por ‘apostillar’, acepción que los diccionarios no suelen recoger. Una apostilla es una nota que se añade a un texto escrito para completarlo, comentarlo o explicarlo. Es equivalente a acotación, anotación, observación, glosa o comentario. En el ámbito de la oralidad es a su vez una
expresión verbal que hace una persona para completar, precisar, comentar o explicar lo dicho por otra o lo que aparece en un texto. Equivale a comentario u observación. A muchos de ustedes les vendrá a la memoria el título de la obra de Umberto Eco, ‘Apostillas a El nombre de la rosa’, en la que relata cómo escribió su novela. Pues bien, el verbo correspondiente a la acción de añadir algún comentario o explicación a lo que otra persona dice es ‘apostillar’ (y no ‘apuntillar’). Por tanto, son usos semánticamente desviados los siguientes, entresacados del Corpus de Referencia del español actual (CREA) de la RAE: a) «Va a tener que trabajar de lo lindo», vaticinaba Illescas al Una apostilla comienzo. «Quiere es una nota desorientar a sus adversarios», apuntillaba que se añade el gran maestro a un texto argentino Miguel escrito para Najdorf, una leyenda viva del ajedrez que a sus completarlo, 87 años siguió las comentarlo partidas con el o explicarlo entusiasmo de cualquier aficionado, y se unió a Illescas en las explicaciones; b) El esposo, a su lado, con enorme tristeza, apuntilló: «¡Qué le vamos a hacer!»; c) «Ha llegado el momento de un giro radical en la carrera de nuestro cliente», apuntillaron ayer los abogados que se ocupan de la defensa de Michael Jackson. En los tres casos debería haberse utilizado el verbo ‘apostillar’. Y para terminar, una observación más: apuntillar tampoco debe usarse como sinónimo de ‘comentar’, ni de ‘apuntar’, ni de ‘puntualizar’, ni de ‘aclarar’.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
OLETVM VALLADOLID
CERVANTES SALAMANCA
MARGEN VALLADOLID
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
La templanza. María Dueñas (Planeta)
El mundo azul. Albert Espinosa (Destino)
El amante japonés. Isabel Allende (Plaza & Janés)
La maestra de la Laguna. G. Castañas (Grijalbo)
El amante japonés. Isabel Allende (Plaza & Janés)
El amante japonés. Isabel Allende (Plaza & Janés)
A flor de piel. Javier Moro (Seix Barral)
Para acabar con Eddy... L. Edouard (Salamandra)
Hola ¿te acuerdas.... Megan Maxwell (Esencia)
A flor de piel. Javier Moro (Seix Barral)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
La chica del tren. Paula Hawkins (Planeta)
¡Cuidado con los huevos! Marcelo Aoulia (Ambulantes)
El mundo azul. Albert Espinosa (Destino)
El tesorero. F. Ibáñez (Ediciones B.)
Todos mis futuros son contigo. Marwan (Planeta)
El guardián invisible. Dolores Redondo (Destino)
Los libros repentinos. Pablo Gutierrez (Alfaguara)
El domador de leones. C. Läckberg (Maeva)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Final de partida. Ana Romeroa (La Esfera de los Libros)
Final de partida. Ana Romero (La Esfera de los Libros)
Final de partida. Ana Romero (La Esfera de los Libros)
Siete parlamentos... J. Jiménez Lozano (Confluencias)
Mañana será tarde. José Antonio Zarzalejos (Planeta)
La música en el castillo... J. E. Gardiner (Acantilado)
Mañana será tarde. José Antonio Zarzalejos (Planeta)
¿Es posible la cultura... F. Mora (Alianza)
La economía noda la felicidad... José C. Díez (Plaza & Janés)
El canal de Castilla: una ruta.... AA VV (Desnivel)
Usar el cerebro... Facundo Manes (Planeta)
¿El huevo o la gallina? V. Frabetti (Alianza)
Las gafas de la felicidad. Rafael Santandreu (Grijalbo)
La esencia secreta... Rodríguez-Monsalve (Cuno)
El fango. Baltasar Garzón (Debate)
Cuando yunque, yunque... A. Asia (Asteroide)
El guionista de... J. Fernández Miranda (Plaza&Janés)
Unir los 1.000 puntos.... T. Pavitte (Blume)
Palabrotalogía. Virgilio Ortega. (Crítica)
Hasta el infinito... Manuel Seara (Destino)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
SEMURET ZAMORA
PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
Mujeres. Eduardo Galeano (Siglo XXI)
La templanza María Dueñas (Planeta)
La templanza María Dueñas (Planeta)
La templanza. María Dueñas (Planeta)
Sumisión M. Houellebecq (Anagrama)
Así empieza lo malo Javier Marías (Alfaguara)
El amante japonés. Isabel Allende (Plaza & Janés)
Diario de Greg 9. Kinney (RBA)
La isla de la infancia. Knausgaard (Anagrama)
Antonia. Nieves Concostrina (La Esfera)
Sumisión M. Houellebecq (Anagrama)
Sumisión M. Houellebecq (Anagrama)
El amante japonés. Isabel Allende (Plaza & Janés)
Diario de Greg 9. Kinney (RBA)
Hombres buenos A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
Blitz. David Trueba (Anagrama)
Hombres sin mujeres. Murakami (Tusquets)
Distintas formas de mirar... J. Llamazares (Alfaguara)
Bienvenida Frau Merkel. Jambrina (Salto de Página)
A flor de piel. Javier Moro (Seix Barral)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Palabra y humanidad. Lledó (KRK)
Emocionarioo. VVAA (Palabras aladas)
Mujeres. Eduardo Galeano (Siglo XXI)
Final de partida. Ana Romero (La Esfera de los Libros)
El minotauro global. Varoufakis (Debolsillo)
El canal de Castilla: una ruta.... AA VV (Desnivel)
Palabrotalogía. Virgilio Ortega. (Crítica)
Ardenas 1944. A. Beevor (Debate)
Economía sin corbata. Varoufakis (Destino)
Aprende a comer. A. Escribano (Espasa)
Ardenas 1944. A. Beevor (Debate)
El fango. Baltasar Garzón (Debate)
El establishment. Jones (Seix Barral)
Ardenas 1944. A. Beevor (Debate)
El capitál en el siglo XXI. T. Piketty (FCE)
La economía noda la felicidad... José C. Díez (Plaza & Janés)
Ardenas 1944. A. Beevor (Debate)
No eran dioses . T. Mañueco Baranda (PR ediciones)
Dinero, demogresaca... Prada (Temas de hoy)
Felipe VI, la monarquía... Carmen Enríquez (Planeta)
15
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Tadao Ando, en una de las salas del nuevo museo en Punta della Dogana, de su creación. :: ALBERTO PIZZOLI / AFP PHOTO
E
L viejo Shukishi y su esposa, Tomy, ultiman los preparativos para emprender un viaje a Tokio con la intención de visitar a sus hijos. El adorable matrimonio termina de colocar sus enseres dentro de dos diminutas maletas (un sitio para cada cosa, cada cosa en su sitio) capaces, como son, de reducir sus futuras necesidades materiales al mínimo; un mínimo que, por otra parte, no desentona con el resto de sus propiedades. La casa que Shukishi y Tomy poseen en Onomichi es también pequeña y multifuncional. Una vez recogidos sus sacos de dormir, el espacio del dormitorio se convierte en cuarto de estar mientras las luces y las sombras dibujan el paso del tiempo en sus delicadas y próximas paredes. El espacio es tan reducido que la intimidad desdibuja sus límites con el resto del mundo. Mientras ambos apenas han terminado su equipaje, el exterior se inmiscuye en sus asuntos: una vecina recurre a la cortesía para invadir su espacio privado. La vemos allá, al fondo, donde respira la vida de la callejuela... Si utilizo el presente para describir lo sucedido es por-
LA FORTALEZA INTERIOR
OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA
que todo ello ocurre ahora, una y otra vez, gracias a la magia cinematográfica de Yasujiro Ozu, aunque la escena tenga más de medio siglo. Y también porque el encuadre dispuesto en esta obra maestra del cine de todos los tiempos registra la realidad gracias a su talento para atender lo cercano y lo lejano simultáneamente. Si la panorámica sirvió hasta entonces (y aún lo hace) para leer la realidad y construir un relato sobre ella, el plano fijo de profundidad compleja ingeniado por Ozu sirve para dotar a esa misma realidad de presencia. Algo que también ha conseguido Tadao Ando, el comprometido arquitecto japonés, gracias a su especial relación con el
espacio y con el hombre. Acaso todas sus notables características se hallen íntimamente relacionadas con su infancia, su curiosidad y su relación con un entorno humilde, quizás cercano al descrito por Ozu en la prefectura de Hiroshima, pues Ando vivió una infancia silente de posguerra y derrota en el mismo cuento que los nietos de Shukishi y Tomy: suburbios humildes e inmediatos, carentes de espacio e intimidad. Tadao fue el hermano gemelo criado por su abuela, formado gracias a un conjunto inacabado de experiencias vitales. Desde la dolorosa y disciplinada actividad del boxeo, que marcaría no pocas jornadas de su adolescencia
y juventud, hasta su paso por los talleres del barrio, donde aprendió a hablar con las distintas maderas y metales. Tadao Ando, contrario a la imposición del conocimiento sobre una naturaleza y una comunidad ajena a él, ha dedicado su vida y su obra a afrontar cada proyecto como una aventura aislada en la
Las creaciones de Ando comunican la experiencia del hombre con la poética del dibujo y el pulso de la naturaleza
que las soluciones son fruto de un diálogo intenso entre los distintos elementos que han de convivir. Quizás por eso sorprende tanto su desnudez formal, su profundo y sincero agradecimiento a las virtudes básicas de los materiales. Ya en los años setenta, el hormigón es para Ando un material tan barato, útil y eficiente que no merecerá el ocultamiento al que es sometido. Sus obras evitarán en toda circunstancia el trampantojo de una estructura que dialoga directamente con el espacio que ocupa. Las creaciones de Tadao Ando alcanzan la transparencia de su intención y comunican la experiencia del hombre que los ocupa con la poética del dibujo, la virtud de los materiales y el pulso de la naturaleza. Su Row House, una casa de barrio humilde como el de su infancia, como el de las casas habitadas por los personajes de Ozu, se muestra como una fortaleza de hormigón. Pero en su interior, el equilibro de la proporción y la simetría axial, la quietud de los volúmenes y su relación con la luz y el cielo, convierten lo que pudiera parecer una celda en el rincón más sereno del hombre.
16
LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 20.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
L
a mitología no ha ayudado al planeta Marte. Por una parte tenemos su mismo nombre, Marte (en griego Ares), dios de la guerra: la divinidad más repugnante de la mitología clásica, y por otra parte lo llamamos el «planeta rojo», y el rojo es un color muy violento. Para los griegos Ares era un dios que llevaba siempre con él la pestilencia de la muerte: frío, distante, taciturno y envuelto en su propia oscuridad inextricable, sólo se le conocen relaciones sexuales con Afrodita, circunstancia que no tendría que extrañarnos, pues para la diosa del amor podía resultar muy estimulante copular con el dios de la guerra. Los opuestos se juntan, hasta el punto de conformar una unidad dialéctica muy evidente, pues ya conocemos la facilidad con que el amor puede convertirse en odio y lo cerca que han estado siempre Eros y Polemos (el amor y la guerra). De hecho en la ‘Ilíada’ aparecen muy mezclados, de forma que la contienda de Troya resulta inseparable del flechazo que experimentan Paris y Helena. Con ellos llega el amor a la vez que la sangre: sus besos de arrebatado deseo van a ser la causa de la madre de todas las guerras. En mitología, unos elementos llaman a otros como unas palabras llaman a otras, y un planeta que lleva el nombre del dios de la guerra estaba como quien dice destinado a casarse con el color rojo, que tradicionalmente indica violencia pero también prohibición, ya desde su misma disposición en la naturaleza, donde las frutas de color rojo están diciendo «no me comas», aunque muchas veces no sea cierto por la sencilla razón de que la naturaleza sabe engañar, y en el engaño basa una de sus estrategias más vinculadas a la supervivencia. En la antigüedad existió toda una mitología en torno al rojo que persiste hasta nuestros días. La bandera proletaria acabó siendo roja porque en su momento los comunistas estaban indicando la guerra, en su caso la guerra entre clases. Asombrosamente, eligieron el mismo color que usaba la aristocracia grecorromana para distinguirse. En Grecia y Roma los plebeyos no podían vestir de rojo, y se les podía multar si lo hacían, y hasta condenarlos a muerte. El rojo era el color de la nobleza y punto. De modo que ya vemos por dónde ha ido siempre la simbología del rojo. En la mitología extraterrestre, que nace en la antigüedad como hemos visto en entregas anteriores, los marcianos representan la segunda dimensión extraterrestre creada por la literatura; la primera fue evidentemente la Luna. Hemos ido paso a paso:
«Para Afrodita, la diosa del amor, podía resultar muy estimulante copular con Marte, el dios de la guerra»
:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
El destino de Marte
primero exploramos la Luna ya en la antigüedad clásica, luego conocimos a los pérfidos habitantes del planeta rojo gracias a Wells y su ‘Guerra de los mundos’, y ya en ‘2001, una odisea del espacio’ nos dirigimos a Júpiter en una nave resplandeciente conducida por un ordenador loco y vengativo (nada es perfecto). De haber seguido así las cosas ahora estaríamos explorando los anillos de Saturno, pero nos frena la idea de saber que es un planeta inhabitable. Y Marte, ¿es un planeta habitable? Cuando vemos las imágenes que nos llegan gracias a los últimos artefactos posados en la superficie marciana, sí que parece un planeta habitable, pero solo en la medida en que el desierto puede ser habitable. Marte semeja el país de los beduinos extraterrestres. Bromas al margen, resulta evidente que Marte es por el momento un planeta prohibido para la vida humana, pero algunos cerebros andan buscándole remedio al problema y se plantean una ‘terrificación’ de Marte; es decir: convertir Marte en un planeta parecido a la Tierra en el que pudiésemos vivir. Dicho de otra manera: convertir un desierto rojo y fiero en el paraíso terrenal. Lo explica mejor el astrofísico Rafael Rebolo: –«Hay proyectos que, con cierta base, proponen vías para modificar las condiciones ambientales de Marte. Plantean varias opciones para crear de manera progresiva una atmósfera respirable. Supone la ‘contaminación’ del planeta con microorganismos que pudieran adaptarse a las temperaturas y condiciones actuales y producir progresivamente oxígeno, nitrógeno y un incremento de las temperaturas superficiales. En cualquier caso, hay que extremar las precauciones. Solo deberían practicarse por consenso mundial». Como vemos, no todos están de acuerdo en contaminar Marte, aunque yo creo que ya lo hemos contaminado. Hay microorganismos prácticamente inmortales y me extrañaría que no hubiesen llegado ya a Marte en nuestros aparatos. Quizá Marte ya ha empezado a ser explorado por organismos terráqueos que se nos han adelantado, ocultos en nuestros artefactos presuntamente no tripulados, como guerreros dentro del caballo de Troya.