La Sombra del Ciprés cierra la temporada. Se reencontrará con sus letores el próximo 19 de septiembre
Sábado, 27.06.15 Número CCX
La bilis negra, en el libro de estilo español El Museo de Escultura abre las puertas a los murillos, riberas, dureros... más melancólicos y geniales
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SOMBRA CIPRES LA
DEL
‘San Jerónimo penitente’ (1634). José de Ribera.
2 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
TRISTEZA Y CREATIVIDAD
El arte, cuando arden las pérdidas A
primera vista, tal vez parezca que los ojos de San Pablo, tal como lo pintó Ribera en el siglo XVII, y los de Kirsten Dunst, atrapados por la cámara de Lars von Trier en el XXI, no tienen nada que ver. Pero no es verdad. Los primeros, arrasados por la tristeza, buscan en el más allá lo que el mundo ya parece incapaz de ofrecerles; los segundos, entregados al desistimiento al tiempo que suena el preludio
de ‘Tristán e Isolda’, de Richard Wagner, han renunciado ya a toda esperanza. Entre una y otra imagen, separadas por cuatro siglos, hay un hilo invisible. Un hilo que está tejido con el desencanto, con la decadencia, con la conciencia doliente de lo perdido. Un hilo que se mantiene intacto de manera cíclica en nuestra cultura a lo largo de la historia. Fueron los griegos, a falta de otras fuentes más antiguas, los que inventaron la melan-
CARLOS AGANZO
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colía. La llamaron «bilis negra», uno de los cuatro humores -junto a la bilis amarilla, la sangre y la flema- que, según Hipócrates, conformaban el temperamento humano. Desde entonces hasta ahora el fenómeno ha sido recurrente. Los griegos cayeron en melancolía cuando su cultura fue travestida por los romanos; los romanos echaron bilis negra cuando su civilización fue pisoteada por los pies descalzos de los bárbaros, y a partir de
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ahí no hubo empresa, imperio ni señorío que no entrara en depresión en el instante mismo de haber tocado su apogeo; si no antes. Tanta ha sido la adicción de los europeos a este fenómeno, que Víctor Hugo acabó definiendo la melancolía, a principios del XIX, como la «felicidad de estar triste». La exposición que ahora se estrena en Valladolid, y que después seguirá camino por Valencia y Palma de Mallorca, nos habla sin embargo de un momento de melancolía muy especial: aquel que surge del tránsito entre el esplendor y la muerte del imperio español, en los siglos XVI y XVII. Eso que se ha dado en llamar Siglo de Oro, con figuras literarias como las de Quevedo, Lope de Vega, Cervantes, San Juan o Santa Teresa de Jesús -«tristeza y melancolía no las quiero en casa mía», decía la de Ávila-. Y con artistas, en el mundo de la plástica, de la talla de Rubens o Velázquez, algunos
de ellos tan nítidamente melancólicos como El Greco, Ribera, Ribalta o Zurbarán, cuyos santos representan la máxima expresión de la vibración del alma humana ante el desasosiego. O como Valdés Leal y Antonio de Pereda, cuyas calaveras recuerdan la obsesión de la época por el tiempo y la muerte. La melancolía, que distinguió ya desde el Renacimiento a príncipes, poetas y filósofos, tanto más tristes cuanto más conscientes de la condición humana; la que terminó encarnando el personaje más célebre de la literatura española de todos los tiempos: el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Una historia universal del desengaño que, de manera consecuente, ha traído siempre consigo momentos de altísima creatividad. Entonces, cuando los sueños más altos de los hombres se vinieron abajo estrepitosamente, y ahora, en un tránsito muy parecido.
Bajo el signo de Saturno y el influjo de la bilis negra El Museo Nacional de Escultura reúne más de sesenta obras de autores como Murillo, Ribera o Durero sobre la relación de la melancolía con la creación artística
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omo un museo imaginario de la melancolía hispana. Así quieren ver el Museo Nacional de Escultura de Valladolid los organizadores de la exposición ‘Tiempos de Melancolía. Creación y desengaño en la España del Siglo de Oro’, que abrirá sus puertas el próximo jueves como un repaso a los frutos artísticos de una antigua leyenda: la que relaciona la melancolía, la llamada bilis negra, con el arte y el pensamiento. El mito de la melancolía como «un hecho de cultura» prendió en el imaginario social de los siglos XVI y XVII y ha sido el origen de interesantes estudios, como los de Aby Warburg y los de su discípulo Erwin Panofsky, coautor junto a Raymond Klibansky y Fritz Saxl del célebre ensayo ‘Saturno y la melancolía’ que analiza la evolución del mito del artista solitario, re-
tirado del mundo, acosado por la tristeza, por la obsesión de la muerte y con tendencias suicidas, y su plasmación en la imaginería occidental. Más tarde, libros como ‘Nacidos bajo el signo de Saturno’ de Rudolf y Margot Wittkower insistirían en el mito analizando, en este caso desde la Antigüedad a la Revolución Francesa, el carácter y el comportamiento de los artistas. Y aunque los historiadores del Arte se han mantenido a menudo al margen de estas investigaciones, por considerarlas materia privativa del psicoanálisis y escasamente influyentes en los resultados artísticos, sí parece haber un consenso en torno a que el fenómeno de la melancolía tuvo en el Siglo de Oro español, sobre todo en el siglo XVII, unas característica que lo hacen singular, con el trasfondo político y social de un Imperio agonizante y el religioso de la Contrarreforma. «Desgarro
ANGÉLICA TANARRO
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nacional y esplendor artísticos se entrelazan y brillan con ardor en los filósofos de Ribera, en la ‘noche oscura’ de los místicos, en la prosa alucinada de Quevedo, en las alegorías de las vanitas y en las sombras de las naturalezas muertas, en las imágenes grotescas y desquiciadas de un mundo caótico, en la conmemoración desesperada de la muerte», se lee en la introducción a la exposición. Más de sesenta obras, la mayoría de excepcional calidad, jalonarán este relato en las salas del Palacio de Villena, que las acogerá hasta el próximo 12 de octubre. Piezas como el ‘San Jerónimo penitente’ de Ribera, el ‘Saturno devorando a sus hijos’ de Rubens, las sibilas de Ribera y Berruguete, ‘El soldado muerto’, anónimo italiano del XVII que recala en Valladolid desde la National Gallery de Londres, el autorretrato de Velázquez que custodia el Mu-
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Pues a la vista está la tremenda actualidad de la melancolía en un tiempo como el nuestro. Un tiempo que se inaugura con el grito de «no futur» de los ‘punkies’, y que tiene quizás su máximo esplendor en el pesimismo existencial de la llamada cultura ‘grunge’, o Generación X, con la música de Nirvana y el suicidio de Kurt Cobain como hito generacional... También ‘El desencanto’. de Jaime Chávarri, o ‘Arden las pérdidas’, de Antonio Gamoneda, en nuestro entorno. Lo que decía, sin duda con Juan de la Cruz en su cabeza, la gran María Zambrano en su definición de melancolía: «la manera de tener no teniendo, de poseer las cosas por el palpitar del tiempo, por su envoltura temporal». La belleza, cuando se marchita en un segundo, inmediatamente después de haber alcanzado su esplendor, delante de nuestros ojos.
‘Un filósofo leyendo’, obra del Maestro de la Anunciación de Berges.
seo de Valencia o el icono por antonomasia de la Melancolía, el célebre grabado de Durero que ha dado pie a muchos de los estudios citados anteriormente, junto a otras piezas del artista del Renacimiento como el impresionante ‘Cristo, varón de dolores’ procedente de la Biblioteca Nacional, componen el hilo argumental de una muestra que, pretende ser algo más que una colección de obras maestras. Porque el acerca-
miento al tema de la melancolía en al arte y otras manifestaciones de la creación humana tiene que ser forzosamente multidisciplinar. Y así se ha entendido: no quedan fuera del relato investigaciones médicas de eminencias de la época como Andrés Laguna, o las advertencias de teólogos y moralistas que se manifestaban contra los peligros de la melancolía, o las obras de los místicos, o las piezas teatrales de Tirso y Lope.
Ni Don Quijote, el caballero de la triste figura y los delirios de grandeza, está ausente de esta representación. Numerosas instituciones han colaborado en esta empresa. Desde el Museo del Prado, el Thyssen, la Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Fundación Lázaro Galdeano y la Biblioteca Nacional a los Museos de Sevilla, La Coruña, Valencia y Granada. Del extranjero, además de la londinense National Ga-
El argumento de la exposición dialoga a la perfección con la colección del Museo Nacional de Escultura
llery, han prestado obras los museos franceses de Montauban y Pau. De este último procede uno de los cuadros más inquietantes de la muestra. ‘El filósofo leyendo’. La exposición, sin duda una de las apuestas del año del Museo, tiene el valor de «dialogar muy bien con las obras de nuestra colección permanente», afirma su directora, María Bolaños. «Pero no solo tiene ese valor, de encajar a la perfección con la identidad
de nuestra colección sino que abre nuevas perspectivas a la mirada que se puede hacer sobre estas obras». Destaca así mismo la actualidad de una exposición «que habla de incertidumbre ante el futuro, el melancólico se pregunta sobre el mundo y estamos viviendo un momento en el que a pesar de la distancia, nos hacemos algunas de esas preguntas». De la conjunción temporal de estas obras quedará constancia en un interesante catálogo en el que firman además de la directora del Museo especialistas en el tema como Felice Gambin, Ramón Andrés, Javier Portún, Fernando Colina y Palma Martínez-Burgos. La exposición, que ha sido posible gracias a la Fundación La Caixa y la Subdirección General de Museos Estatales del Ministerio de Cultura, viajará después a Valencia y a Palma de Mallorca.
4 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
TRISTEZA Y CREATIVIDAD
Belleza melancólica
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JOSÉ LUIS PESET
Historiador de la Ciencia. Profesor de Investigación en el CSIC
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e afirma que Hipócrates fue a visitar al filósofo Demócrito, considerado loco, saliendo admirado de su sabiduría, pues reía ante los errores y las pasiones de los hombres. Si se había anunciado ya en el círculo aristotélico que todos los hombres distinguidos, sabios, héroes o poetas,
eran melancólicos, en los gremios médicos se diagnosticó en ellos la presencia de los humores negros. Así fueron todos considerados personajes distintos, alterados o enfermos, como el mismo Hércules que se esfuerza entre el Averno y el Olimpo, se viste de león o de mujer, enferma y enloquece. Y los músicos clásicos entonaban sus mejores cantos en estado de divina embriaguez. Es una larga tradición que desde Platón y sus seguidores, llega a la Florencia de Lorenzo el Magnífico con Marsilio Ficino, luego a la Andalucía española. Allí un ambiente “pagano” permitió redescubrir y admirar a los clásicos, a través de bellas obras de arte, de nuevos manuscritos. En esta tierra de santos, alumbrados y místicos, Juan Huarte de San Juan recogerá en su Examen de Ingenios todas esas sabidurías, conocidas por Cervantes, pero también por artistas que supieron así expresar las grandes pasiones de santos y reyes, héroes y mártires. Apoyado Huarte en fuentes clásicas y bíblicas que señaló M. Iriarte- pudo ser el origen de la psicología moderna, recomendando a los príncipes la elección de sus servidores. Si Felice Gambin mostró la influencia de estas ideas en el Siglo de Oro español, en escritores y médicos, son sospechas que han durado siglos, por ejemplo a través de la epilepsia, enfermedad de dioses o demonios, que pudo afectar a Alejandro Magno, César o Napoleón. En las doctrinas higiénicas clásicas, las denominadas sex res non naturales (comida, be-
bida, trabajo, sexualidad, pasiones…), componentes de nuestra vida que producen salud o enfermedad, permitían controlar el cuerpo y el alma. El término medio aristotélico, la prudencia ignaciana, controlaban con su normalización al ser humano. Pero algunos personajes con sus pasiones –que tenían que ver
La melancolía penetra con fuerza en tierras hispanas, juntando mensajes científicos y artísticos
con el vino o el amor, con el poder o la gloria, la santidad o el pecado- se alejaban de esta prudencia. Junto a Hércules y sus trabajos, los dioses paganos, los héroes y caballeros y los santos cristianos, como Prometeo, Alonso Quijano o san Jerónimo, pagaban su atrevimiento con la culpa, la melancolía y el castigo. La melancolía penetra con fuerza en tierras hispanas, juntando mensajes clásicos y bíblicos, científicos, religiosos y artísticos. Se preguntaba así Huarte quiénes pueden ser artistas, sabios y santos, por sus emociones, melancolía (o furor). Algunos de ellos asustaban, pues propiedades portentosas de melancólicos clásicos eran atribuidas a los modernos, así adquirir saber y lenguas, escribir poesía, o bien profetizar. El ejemplo que nos da del paje convertido en señor, como un Sancho Panza en Barataria, es de enorme interés. Eran afirmaciones peligrosas, tal vez diabólicas, a las que la iglesia se opone, discutiendo junto a algunos médicos estas habilidades de los melancólicos. Nos dice Huarte que san Pablo sentía dos mandatos contrarios en sí. Uno en el alma feliz, que procedía de Dios, otro en su cuerpo pecador. Las virtudes de una y otro discutían, pues si su espíritu quería rezar y contemplar, encontraba el cerebro destemplado por frialdad y humedad, cayendo en la pesadumbre. Era un melancólico con la bilis requemada, reuniendo entendimiento e imaginativa, conviviendo en él santidad y pecado. Tan
‘Vanitas’, de A. de Pereda. Bajo estas líneas, ‘Melancolía I’, de Alberto Durero, y ‘Cristo tras la flagelación’, de Eugenio Cajés.
solo Cristo y quizá el Adán originario tenían cualidades perfectas. Como grita Laocoonte –visitante reciente del Museo del Prado- se hibridan clasicismo y modernidad, cristiandad y paganismo, en terrible dolor ante la se=renidad de la imperial Toledo. Se trata de esa hibridación de la que hablara Pedro Laín en Enfermedad y pecado. Se aúnan humores y pecados, castigos y penitencias. Reúne el arte formas clásicas y modernas, seguridad y emociones, tal como en la exposición de fotografías de Joaquín Bérchez en el Centro del Carmen de Valencia se mostró en esa unión de antiguas arquitecturas con emociones modernas, clasicismo con barroco. Es el anuncio del híbrido y explosivo barroco latinoamericano. Se anuncia en el maravillosamente renovado Museo Nacional de Escultura una exposición sobre genio y melancolía. Los mejores autores en lienzo, madera o papel se verán representados, mostrando bien que España era país de melancólicos. Tal vez la evidencia de la decadencia y la injusticia lo justificaba. Pero esos grandes artistas que supieron ver cómo las pasiones actuaban en fuertes y grandes gestas, conversiones y desastres valdrán la pena. Supongo que Pablo y Pedro con su furor, lágrimas y caída serán recordados, los llantos de María y Magdalena, Jerónimo con su saber y poder y sus arrepentimientos y penitencias. Los contemplaremos con emoción en extraordinaria explosión de belleza y sentimiento, dolor y creatividad.
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Los libros y la documentación acumulada son punto de partida para la creación de historias. :: J. RODRÍGUEZ-VELASCO
Fin de semestre A
l final de cada semestre tengo la tentación de sentirme agotado. Una sensación rara, acompañada de grandes dosis de expectación. Por un lado veo, con diversos grados de satisfacción, lo que ha sucedido entre los meses de enero y mayo. Por otro lado, puesto que los contratos universitarios en Estados Unidos son de nueve meses, sé que los tres próximos los podré dedicar en cuerpo y alma a la investigación. Pero no me engaño, esos noventa días pasarán con la celeridad de la más insidiosa de las letras de pago, así que tendré que ir reservando unas horas al día para preparar lo que se avecina entre los meses de septiembre y diciembre. En otras palabras, no tengo demasiado tiempo para estar agotado. Por ahora, ya que el semestre acaba de expirar, puedo dedicar un rato a contemplar lo
que quedó atrás. Al concluir cada uno de sus seminarios anuales en el Collège de France, Michel Foucault tenía que escribir un resumen del curso. Es una costumbre de la que disfrutamos todos sus lectores, incluso hoy, 31 años después de su muerte, acaecida al final del semestre de primavera de 1984. Ese año impartió un seminario con el título ‘La valentía de la verdad’, uno de los más hermosos y emocionantes de los trece que llegó a pronunciar en la institución francesa. Terminó el semestre a finales de marzo, pero no pudo llegar a completar el resumen de curso que cada año escribía con estilo brillante y arriesgado, a pecho descubierto. Pidió ver a su maestro, Georges Cangilhem, para poder despedirse de él, poco antes de morir, lo que sucedió el 25 de junio. Yo no soy Foucault, esto es bastante obvio. Pero admiro
el modo en que cumplía con la costumbre del Collège. Sus resúmenes, solicitados por la administración, son lo menos funcionarial que uno pueda imaginarse. Me gustaría poder hacer lo mismo y, cada año, dejar correr la pluma un poco a su antojo para escribir las tesis principales de lo sucedido durante el curso pasado. El final de semestre, entre tenso y liberado, es el espacio perfecto para hacerlo. En las clases es donde se piensa en voz alta y en plena libertad, especialmente allá donde el pensamiento crítico que es propio de las humanidades está más desarrollado. Escribir ese resumen sería como combatir el silencio que se instala después de haber pensado. Si me gusta la enseñanza no es porque tenga algo especial que enseñar, sino porque siento la responsabilidad de una investigación que es preciso hacer en compañía de inteligencias pri-
ISLA FLUVIAL JESÚS RODRÍGUEZVELASCO
vilegiadas que, a mi alrededor, se lanzan a gestar esos extraños planetas y estrellas a los que llamamos ideas. Al inicio de cada uno de sus seminarios, Foucault se quejaba, en ocasiones muy amargamente, de que había demasiadas personas en el aula. Así es el Collège, no da diplomas, todo el mundo es bienvenido a cualquier clase, no hace falta haber cumplido más requisito que el de desear estar allí. Así que todo el mundo deseaba estar en sus clases. A veces no cabían todos en un aula, y un circuito cerrado de megafonía interconectaba dos o más. Eso a veces le irritaba, porque no podía mantener discusiones con tanta gente, no era fácil encontrar espacio para que pudieran cuestionar al maestro, así que frecuentemente este era el único en hablar. En esto (y sólo en eso), yo tengo mucha más suerte. Este semestre he estado en compañía de diez alumnas excepcionales: Elizabeth, Camille, Marc-Aurèle, Daisy F., Daisy A., Xiomara, Jackie, Daniella, Madeleine y Ada. Me gusta repetir sus nombres pare rendirles homenaje. Lo merecen. Entre enero y mayo me acompañaron por los riscos de una investigación en torno a lo que en inglés se denomina Digital Storytelling y para lo que no encuentro una traducción española más satisfactoria que ‘historias digitales’. Tema tal vez extraño para un medievalista como yo; pero ser medievalista no significa que uno tenga que vivir en la Edad Media. Significa que los modos de analizar ideas, instituciones, lenguajes o problemas parten de una serie de preguntas históricas que a veces son las únicas que nos permiten arrojar un poco de luz sobre zonas bien oscuras de nuestro presente. En este caso, la pregunta que me interesaba formular es semejante a la siguiente: al parecer los archivos del pasado, aquellos que leemos los historiadores, filólogos y humanistas en general, son responsabilidad de ciertas instituciones, pero, ¿de qué modo somos nosotros responsables de la construcción del archivo de nuestra generación, dada nuestra manera de actuar en el ámbito de la creación de historias digitales? De esa pregunta se derivan muchas que tienen que ver con la valentía de la verdad, o con el orden del discurso, con el multilingüismo o el uso de distintos medios de comunicación, o con lo que una de mis alumnas denominó auto-etnografía. También descubrimos hasta qué punto la creación de historias
En las clases es donde se piensa en voz alta y en plena libertad Si me gusta la enseñanza es porque siento la responsabilidad de una investigación que es preciso hacer en compañía de inteligencias privilegiadas
digitales parece proceder de un impulso democratizador que sin embargo está dominado por el poder colonizador de fundaciones filantrópicas y de empresas internacionales, para las cuales el universo narrativo y autoetnográfico es un archivo de poder, una manera de generar ‘big data’ (ahora aprendo que en español se dice ‘datos masivos’) con la que mantener firmes las relaciones de subalternidad. Vimos otra faceta de las humanidades, aquella en la que empresas, corporaciones, grandes complejos de medicina o farmacéuticos, el mundo enrevesado de la filantropía, se interesan por la narrativa, la retórica, la teoría y la crítica literaria, porque de todo ello depende su capacidad de establecer redes de poder globales. Estoy seguro de que se me están casi acabando los 5.100 caracteres de que dispongo para esta columna y casi no he dicho nada de lo que llegamos a hacer en el curso. Y es una lástima, porque fue tremendamente interesante. Es bien cierto que al principio sabíamos bien poco sobre historias digitales. Pero cuando empezamos a navegar la red y a leer y discutir la punta del iceberg de la bibliografía, nos dimos cuenta de las dimensiones del problema al que nos estábamos enfrentando. Sabíamos también que en las treinta horas que teníamos por delante apenas podríamos llegar a arañar la superficie helada. Es decir, sucedió lo que siempre sucede al final de semestre en una clase cualquiera de estudios humanísticos. No hay nada simple, nada especialmente evidente, nada que no desafíe al sentido común, nada que pueda escapar –tampoco–al análisis y a la discusión. En esto consiste su belleza –y su necesidad–. Se acabó el agotamiento.
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LOS DIRECTORES QUE HICIERON HISTORIA
Guédiguian y sus amigos JAVIER ANGULO BARTUREN
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olidaridad, dignidad, generosidad, amistad son todos sustantivos abstractos terminados en dad, derivados de adjetivos y de género femenino, pero, sobre todo, son conceptos cada vez más en desuso en nuestra sociedad. Sin embargo, nos sirven para designar los principios que están en el ADN de los personajes que pueblan el personal mundo cinematográfico de Robert Guédiguian, que tiene los límites geográficos de L’Estaque, barrio costero de la comuna de Marsella, donde el realizador francés nació hace casi 58 años (3 de diciembre de 1953). A Valladolid vino por primera vez en 1999, para asistir a un homenaje y a la presentación de una retrospectiva de su filmografía. Para entonces solo se habían estrenado en España ‘Marius & Janette’, de 1997, y ‘De todo corazón’, de 1998. Para quienes habíamos sucumbido al encanto de la primera de esas dos películas citadas fue una oportunidad de oro descubrir filmes como ‘Dernier eté’ (‘El ultimo verano’) o ‘Rouge midi’ y las estupendas ‘Ki lo sa?’ y ‘A la vie, a la mort’, que ya marcaban la senda de un cine realista y social, sin complejos, con la firma de un marsellés, que se convirtió en director de referencia de toda la izquierda europea. En su estancia en Valladolid, Guédiguian y su actrizfetiche y esposa Ariane Ascaride declararon que trabajaban de forma simultánea en dos nuevos proyectos: ‘La ciudad está tranquila’ y ‘¡Al ataque!’, dos de sus mejores y mas combativas películas. Con la primera de ellas ganó la Espiga de Oro en la Seminci del año 2000 y Ascaride logró el Premio de Interpretación Femenina. Fue un pre-
mio ex aequo con la película ‘Requiem por un sueño’ de un absoluto desconocido, un tal Darren Aranofsky. ‘La ciudad está tranquila’ ya apuntaba de manera premonitoria los conflictos que en las ciudades dormitorios de las grandes ciudades francesas (banlieus) se producirían en años posteriores. Luego vinieron dos películas menores, en mi opinión, pero con la virtud de hacernos mantener la fe en un director próximo, reconocible, creíble: ‘Marie Joe y sus dos amores’ (2002), que estuvo en la Sección Oficial de Seminci, y ‘Mi padre es ingeniero’ (2004), año en que Gédiguian presidió el Jurado Internacional. En su intervención en la gala de inauguración dejó bien claro su ideario: «Nuestro cine no es una mercancía sino un hecho cultural, que reside en un espacio de paz y de libertad que hay que defender». Guédiguian se alejó de su mundo y sus personajes habituales en las tres películas siguientes: ‘Presidente Mitterrand’, una biografía del expresidente de Francia (2005), más voluntariosa que interesante, y ‘Le voyage en Armenie’ (2006), una película de época reciente en la que ajusta cuentas con la historia y la cultura de su país de origen: Armenia. Tres años después volvió a Seminci con ‘La armada del crimen’, una muy correcta película bélica referida al papel de una célula de combatientes armenios en la resistencia francesa contra los nazis, programada en la Sección Oficial. La última vez que Guédiguian nos visitó fue en 2011 con ‘Las nieves del Kilimanjaro’, donde recuperaba su mejor cine con sus personajes habituales y su Marsella natal. Una película donde el compañerismo y la dignidad son los motores de una historia de despidos empresariales y sus consecuencias entre los trabajadores, que era ya una muestra de los efectos de la crisis económica, que ya se había disparado con fuerza en España. La pelícu-
Robert Guédiguian en su primera visita a la Seminci, en 1999. :: GABRIEL VILLAMIL la ganó la Espiga de Plata y el Premio del Público. Este año vuelve el mejor Guédiguian con ‘Une histoire de fou’, en la que se reflexiona sobre si el fin justifica los medios, a propósito de los atentados terroristas, (con su carga de dolor y de deshumanización de los autores) protagonizados en los años 80 por grupos de resistencia armenia contra autoridades de Turquía. Muy apropiada como análisis del proceso del final de la violencia en Euskadi.
La última vez que Guédiguian nos visitó fue en 2011 con ‘Las nieves del Kilimanjaro’
En general, los protagonistas de las películas de Guédiguian son gente sencilla, de clase media baja, perdedores, muchas veces, que viven entre los restos de lo que en los años 70 llegó a ser un Estado del Bienestar y los efectos devastadores de un capitalismo salvaje, que se llevó por delante empresas, puestos de trabajo y salarios dignos, fruto de la pelea sindical ahora casi en retirada. Son, sin embargo, personas llenas de dignidad, soli-
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darias, casi siempre generosas, capaces de enfrentar la vida sin resignación, luchadores que aún creen en la justicia social, en la ética, con capacidad para gozar de lo que les queda: el amor, el sexo, la amistad, las causas perdidas, una buena charla en torno a una botella de vino, que siempre resultan liberadores. ¡Ah! Y sentido del humor, la ironía, para saber reírse del destino. Hay en estos personajes (y en quien los escribe) un sentido positivo ante la vida, hedonista y lúdico que les salva de los sueños no realizados y de un mundo diametralmente distinto al que imaginaron un día. Marsella, una ciudad dura, mezcla de culturas y razas, atacada por el paro y el abandono, es, casi siempre, el escenario desolador de un tiempo pasado de relativo esplendor industrial y comercial, devastado por las sucesivas crisis, que apreciamos en los tinglados portuarios abandonados, las casas desportilladas, farolas y barandillas herrumbrosas… Solo el sol mediterráneo está casi siempre presente, en forma de bálsamo reparador. No hay paternalismo ni exceso de discurso político en el cine de Guédiguian. La ideología que transmite (que es mucha) su cine está en los hechos que describe, en los comportamientos y la forma de vida de sus personajes, casi siempre consecuentes y fieles a sus ideas y a sus ideales (muchas veces defraudados). Gente muy auténtica. Guédiguian ama a sus personajes; los hace muy identificables, próximos y creíbles. Y ello pese a que llevamos 25 años siguiendo la evolución de sus rostros en las películas. Hablo de los actores como Jean-Pierre Darrusin (el flaco), Gerard Meylan (el moreno resultón), Arianne Ascaride y Pierre Banderet (hermano de Ascaride)... y de tantos actores y amigos que forman el ‘mundo Guédiguian’ y que son ya como de la familia. Hay muchas razones para quererlos.
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UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
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ecuerdo el escalofrío y la emoción con que descubrí, hace más de veinte años, la escritura de la rumano-alemana Herta Müller. Tengo presente incluso el rincón de la librería donde me topé con ‘En tierras bajas’ y ‘El hombre es un gran faisán en el mundo’. Cuando muchos años después le concedieron de forma inesperada el Nobel, merecidísimo, a mi juicio, aunque tantos, por desconocimiento e ignorancia, como suele suceder, lo criticasen, por una parte me alegré mucho; por otra, pensé que dejaría de ser una escritora secreta, como mía, o de muy pocos. Y así fue, por supuesto, si bien el galardón ha hecho posible que la hayamos leído más por extenso –aunque no, todo hay que decirlo, en mi caso, con el mismo estremecimiento– y seguramente ha propiciado también la publicación de tres espléndidas conferencias reunidas bajo el título de la primera, dedicada al poeta expresionista Theodor Kramer, ‘En la trampa’ (Siruela). De la misma manera que estos ensayos de H. Müller versan sobre tres escritores originales y excéntricos en el panorama de la literatura alemana del siglo pasado, traemos a estas páginas a tres novelistas españoles actuales que proponen enfoques narrativos innovadores. En el caso de Francisco Solano en ‘Lo que escucha la lluvia’ (Periférica), más que de innovador, el intento puede calificarse de desusado, toda vez que el monólogo interior, que gozara en los tiempos de esplendor de la novela experimental, a la sombra del ingeniero Juan Benet, de mucho predicamento, hace tiempo que ha caído en desgracia, me parece. Es además una manera de monologar plagada, por amor puro a la palabra, de gozosos desvíos reflexivos o digresivos, enjambrados en torno a los momentos decisivos, las epifanías de una existencia, con enumeraciones y ritornellos de raíz lírica, como el fundamental «extrañamiento y posesión: mi padre ha muerto». En realidad, este narrador se mueve dentro y fue-
ra del texto, puede considerarse el suyo un punto de vista anfibio harto curioso. Por eso, en medio de las arenas movedizas del texto, en principio elegía, requisitoria al cabo, utiliza un narrador improbable, melancólico, renegado, inestable, cuasiapócrifo, difuso, insolvente moral, dudoso y dubitativo –«un compuesto de incertidumbre y tenacidad»–, que se dirige con un respetuoso ‘usted’, en segunda persona, al modo del ‘Vuesa Merced’ del ‘Lazarillo’, al lector, en una captatio benevolentiae prolongada. Así da voz, mediante líneas de fuga para despegarse de lo real, a un rentista que vive moderadamente del alquiler de un antiguo taller de encuadernación, mudado en tintorería. En consonancia con su modo de vida frugal y austero, la expresión es sencilla, hilvanada mediante frases concisas. Consigue con este estilo recoger cierta resonancia de lo verdadero, sin ens fictum ni ventanas pintadas, tan en boga, y eso que la cita inicial de Manganelli advierte bien a las claras del riesgo: «Estoy seguro de mentir, pero no sé en qué lugar de mi discurso». ¿Y quién no miente? Desde la orfandad del hijo de la viuda, la vida es tan frágil en un barquito de corcho en un regato, en una cabaña de la niñez, en una habitación de hotel, en un bar de carretera, en una estación ferroviaria de paso… A fuer de ser sincero, la confianza última, la única, reside en la escritura, en una literatura fuerte, a contracorriente. En ningún otro sitio. Y a fe que F. Solano cumple con esta convicción, esmerándose en que, con precisión de cirujano, el pensamiento respire intacto por la herida de la palabra justa. A este respecto, sin ponderar más sus espléndidas mañas expresivas, basta una observación muy simple: el uso, con frecuencia y propiedad, del punto y coma, signo ortográfico que, debido seguramente a su finura estilística, ha desaparecido casi por completo en la prosa reciente. Una de tantas pérdidas formales que no son sino indicios evidentes del vacío de significado. El cuidado formal, que ya elogiamos cuando publicó ‘Democracia’, es también el norte expresivo del onubense Pablo Gutiérrez y se hace una vez más patente en ‘Los libros repentinos’ (Seix Barral). Como F. Solano, cuida mucho el ritmo del fraseo, recurre al estilo indirecto libre y al símil logrado y aquilata la adjetivación: por poner un caso, un macarrilla pícaro se enamora de una poligonera de ligereza gimnástica y nombre nada menos que Usanavy, novia de tebeo y bisutería, con «devoción petrarquista». En todo caso, su escritura, pese a la abundancia de referencias varias, par-
Texto y vida pri Propuestas novedosas de nuestra narrativa
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...En ese territorio de las afueras en el que glorietas, ensanches y rondas comen terreno a los secarrales....
ivada EN LA TRAMPA Herta Müller, Siruela, 106 pp., 13,25 euros.
:: PIERRE-PHILIPPE MARCOU-AFP
LO QUE ESCUCHA LA LLUVIA
LOS LIBROS REPENTINOS
CRÓNICAS DE LA ERA K-POP
Francisco Solano, Periférica, 120 pp., 15 euros.
Pablo Gutiérrez, Seix Barral, 272 pp., 18,50 euros.
Fernando San Basilio, Impedimenta, 176 pp., 16,95 euros.
ticularmente a ‘La mala hierba’, ‘El árbol de la ciencia’ o ‘La sensualidad pervertida’, no me parece en modo alguno barojiana, más bien la emparentaría, en cuanto a intención crítico-social a partir de arranques inesperados, con mucho riesgo añadido, con la novelística de Isaac Rosa, si bien P. Gutiérrez pergeña artefactos de novela testimonial atenuados por la autoironía, con la que además consigue, hasta el antidesenlace, superar el riesgo de caer en el costumbrismo superficial a lo ‘Cuéntame’. La caja de libros de donde procede el título, de la benemérita colección Austral y que le llega, abusando de la confianza del vecino, con cincuenta años de retraso, le sirve a la protagonista, una de tantas mujeres esclavas nacidas en la posguerra, como oráculo de Delfos, purificación casi catarsis y terapia derivada de la soledad plena de la lectura, rodeada de la marginalidad asumida de «los chavales broncos y maleducados» que hacen peña al lado de su casa. Y es que la novela poetiza la vida oscura de las populosas barriadas donde la ciudad termina, desde el desarrollismo de los sesenta con las casas baratas del Movimiento a los espantosos bloques comunales de nuestros días. Es el territorio de las afueras, que otro Pablo, García Casado, elevara poéticamente, en el que glorietas, ensanches, bulevares y rondas de circunvalación van comiendo terreno a los secarrales. El autor, un narrador nato, vacía con mano maestra los recuerdos de los habitantes de estos cinturones suburbiales y se avecina a la actualidad mediante una curiosa rebelión indignada, en la que colaboran activistas anti-sistema embebidos de conciencia obrera bastante ilusa, a consecuencia de un bando municipal que prohíbe tender la ropa en los balcones, con efectos colaterales hiperbólicos e inesperados. «Un momento. ¿Qué es esto?, ¿qué es todo esto?». El final de ‘Crónicas de la Era Kpop’ (Impedimenta) de Fernando San Basilio es justamente lo que me preguntaba ya al inicio de la novela, mientras seguía los atareados pasos de la coqueta Lee Jae Eun, una joven que cursa Terapia Ocupacional en la Universidad Yonsei y curra de azafata los findes. Estamos nada menos que en Wonju, provincia de Gangwon, Corea del Sur, de la mano del narrador, probablemente alter ego del novelista, dispuesto a hacer honor a las cinco citas cafeteras que preceden al texto y elevar artísticamente el fenómeno de las cadenas-franquicia de coffee shops, bollería fina y baristas inclusive, en el lejano oriente surcoreano hasta límites insospechados, «fisgando en los cafés underground y en las tiendas de ropa mainstream».
Cada uno de los escritores ha modelado con un estilo peculiar su experiencia personal
Un tour de force de un aromático avasallador, porque «una vez que comprendes que son todas una, dejas de pensar que son demasiadas». Tenía mucha curiosidad por leer a este cronista madrileño que se ha ganado fama de rompedor e iconoclasta, de prosista singular, gracias a sus tres novelas previas, cuyos títulos, por lo pronto, no dejan a nadie indiferente: ‘Curso de librería’, ‘Mi gran novela sobre La Vaguada’, ambas en Caballo de Troya, y ‘El joven vendedor y el estilo de vida fluido’, con la que se estrenó en Impedimenta. A juzgar por esta cuarta, su escritura, por la que desfilan personajes variopintos, muy modernos, bajo una aparente ligereza, resulta muy efectiva, conforma una mirada original, entre compasiva y burlona, a medio camino entre el reportaje y la ficción, que compensa cierto déficit de narratividad. Al comienzo de su acercamiento a la obra del judío austriaco T. Kramer, H. Müller declara sin ambages que los tres textos que componen ‘En la trampa’ «no ocultan la imposibilidad de separarlos de la vida de sus autores». Lo mismo sucede, de manera diversa, como hemos visto, con las novelas comentadas, cada uno de los escritores ha modelado con un estilo peculiar su experiencia personal, «lo vivido en carne propia», «por encima de la historiografía al uso, en tanto que con ella se impide la identificación con la desgracia individual». Son palabras de la premio Nobel para ensalzar las figuras íntegras, ejemplares, de los renegados, de quienes pagaron un precio muy alto por denunciar los mecanismos y los estragos de las dictaduras totalitarias de cualquier signo: el expresionismo del mentado Kramer; el aliento crudo, lacónico de la prosa de Ruth Klüger; el desgarro rígido y frío del verso desnudo, póstumo, de Inge Müller. Aunque todo recuerdo, al escribirlo, se convierta en reconstrucción forzada, «igual que ciertas palabras en los oídos de las tardes lluviosas», tal y como concluye la novela indagatoria sobre las pérdidas, «un concentrado de prosa sobrevenida que revela el conflicto entre imaginación y vida privada», según su propia definición, del burgalés F. Solano.
10 LA SOMBRA
Sábado 27.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
Sefarad forever OTRA GALAXIA ADOLFO GARCÍA ORTEGA
11 de junio
Se aprueba la ley que concede la nacionalidad española a los sefardíes originarios de España. O sea, a los sefardíes de Sefarad, a los descendientes de los doscientos o trescientos mil judíos que fueron expulsados de España en el siglo XV. Es importante recordar la historia de esa diáspora, porque nos atañe dolorosamente. Los judíos sefardíes, es decir, españoles, llegaron a España a partir de la segunda destrucción de Jerusalén por los romanos en el siglo I de nuestra era. Entre los siglos XI y XV tuvieron su máximo desarrollo. Fue un pueblo encapsulado en sus costumbres religiosas y sociales pero abierto en el desarrollo económico de los reyes españoles. En algunos reinos de esa época los sefardíes facilitaron también la buena convivencia entre cristianos y árabes. Desde 1391 hubo matanzas o juicios contra los sefardíes en varias ciudades españolas. Los religiosos católicos fanáticos los culpaban de ser ‘asesinos de Jesucristo’ y la mentira cuajó. Empezaron a responsabilizarlos de crímenes contra niños, de rituales satánicos y de traiciones políticas. Durante un siglo se creó una corriente de opinión adversa, como consecuencia de la cual se vieron privados de derechos legales, se les obligó a pagar altos impuestos y a vivir separados en aljamas o juderías. Sin embargo, los sefardíes de alta posición económica y cultural sirvieron a los reyes y al Estado y contribuyeron a la política y a la administración de la época. En 1492, los Reyes Católicos publicaron su famoso decreto para expulsarlos a todos de España. El resultado de esta expulsión fue catastrófico para España y para los sefardíes,
Dibujo sobre las construcciones judías. :: EL NORTE
pero de modo desequilibrado: en mi opinión, fue mucho peor para el futuro de España. Los sefardíes sencillamente cambiaron de país y, asumida la fatalidad de ser un pueblo sin tierra, evolucionaron y renacieron.
El resultado de la expulsión de los judíos fue catastrófico para España
La expulsión se debió al poder que adquirió la Iglesia católica en España después de la derrota de los árabes en Granada. Toda España pasó a ser cristiana y se quebró la convivencia de «las tres religiones». Los Reyes Católicos lograron la unidad política de España y buscaron también la unidad de fe en el cristianismo. Hubo, por tanto, una razón religiosa para la Expulsión. No es algo extraño hoy en día, cuando el fanatismo religioso ha vuelto a cobrar un peso desmedido en las relaciones y en los prejuicios de unos pueblos con otros.
El decreto de Expulsión obligaba a los sefardíes a elegir entre la religión hebrea y la católica. Tenían tres meses para hacerlo. Como se sabe, hubo tres tipos de situación entre los sefardíes: a) los judíos que rechazaron el bautismo y abandonaron España; b) los judíos que fingieron una conversión, pero en privado practicaban la religión hebrea; se les llamó despectivamente ‘marranos’; y c) los judíos que se convirtieron al cristianismo sinceramente y se quedaron en España; se les llamó conversos, y fueron durante siglos el objetivo prioritario
de la Inquisición. La Iglesia nunca se fió ni de los ‘marranos’ ni de los conversos, a quienes de manera pertinaz consideró una amenaza latente. Muchos de los judíos exiliados fueron a Portugal, de donde, a su vez, serían expulsados
La Iglesia nunca se fio ni de los ‘marranos’ ni de los conversos
cinco años después. Otros fueron a Burdeos, a Ámsterdam, a Hamburgo y a Londres. El gran Spinoza, por ejemplo, fue uno de ellos. Otros se establecieron en África del Norte y en el Imperio Otomano, primero en los Balcanes y luego en ciudades de Egipto y de Palestina. A lo largo de un siglo, esa diáspora se prolongó y extendió por otros países. Muchos de estos marranos fueron a Italia, Alemania o a ciudades de América. Muchos terminaron en Polonia. Con ellos, desapareció totalmente el judaísmo de la Península Ibérica. ¿Consecuencias? Una pérdida absoluta de conocimiento, lengua, literatura, tolerancia, creatividad y economía. El dominio de la Iglesia católica, de nefasta influencia, en todos los ámbitos de la vida política, social y cultural. La pérdida ‘cesante’ de todo aquello que después los judíos han aportado a otros países de Europa, hasta el punto de ser esa aportación la base identitaria de lo europeo en sí mismo. Una ‘inteligencia no materializada’ nos fue sustraída a los españoles por varios siglos. Por su parte, para los sefardíes la Expulsión conllevó un desarraigo que ha durado hasta hoy. Fue una orfandad. Los exiliados se llevaron consigo su lengua (el ladino) y su espiritualidad (la Cábala), y también una infinita nostalgia por su patria, Sefarad. La reconstrucción de la cultura sefardí en España comenzó a principios del siglo XIX. La persona clave fue un hombre llamado Ángel Pulido, médico y político español que viajó por los Balcanes, Grecia y Turquía y conoció a empresarios que se denominaban «españoles de Oriente» y que hablaban del «retorno a Sefarad» como un objetivo. La mayoría de los sefardíes que se consideraban españoles vivía en el norte de Marruecos, que era Protectorado Español, pero para España la cuestión del reconocimiento de los sefardíes exiliados no fue nunca un asunto de justicia histórica, sino más bien un asunto de expansión y orgullo colonial. Hoy en día los sefardíes están en muchos países, incluido Israel. No todos los sefardíes son hispano-sefardíes. No todos anhelan regresar a Sefarad. Pero todos forman parte de una rama judía que empezó en España, que fue arrancada de España y que dejó malherida a España para siempre. Por fortuna, ahora, ya por Ley, algo del daño causado se va a restituir, pero jamás se reparará el mal de aquel decreto que envenenó la sangre española para siempre.
14 de junio
Muere mi padre, un hombre extraordinario, y la alegría se oscurece.
LECTURAS
Sábado 27.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Rosamond Nina Lehmann, en 1937. :: HOWARD COSTER
La senda de la luz El baile iniciático de Rosamond Lehmann
C
omo informa la ficha biográfica adjuntada por la editorial que ahora traduce esta cautivadora y sutil novela que es ‘Invitación al baile’ –publicada originalmente en 1932–, la es-
critora británica Rosamond Lehmann (1901-1990) conoció bien la narrativa de Katherine Mansfield –de la que aprendió, sin duda, el arte de sugerir y de crear atmósferas que envuelven al lector tanto como a sus per-
JOSÉ GIMÉNEZCORBATÓN
sonajes–, y a los miembros del grupo de Bloomsbury. Algún estudioso la ha sumado también, y a mi juicio con acierto, a lo que en su momento se conoció como ‘novela femenina inglesa’, cuyas representantes, siempre a la sombra de Mansfield –Rosa Macaulay, Margaret Kennedy o Elisabeth Goudge, entre otras– cultivaron la narrativa desde postulados variados, urdiendo el producto comercial, de fácil lectura, o la literatura de mayor ambición estética. Eso sí, pretendiendo siempre que los personajes femeninos auspiciaran la presencia social de su género, reflejando el anhelo de un mundo más equitativo aunque difícil, sin acabar de rechazar, por injusto o imperfecto que resultara, aquel del que todavía formaban parte. Olivia Curtis es la adolescente –diecisiete años recién cumplidos– en la que Lehmann centra la descripción de uno de esos ambientes tan familiares a la autora, una clase social alta, cercana a la aristocracia victoriana ya en decadencia. Ella y su hermana algo mayor, Kate, van a asistir a su primer baile. La escena transcurre en el salón de sus acomodados vecinos, quienes celebran la puesta de largo de una de sus hijas. La tercera parte de la novela –que ocupa la mitad del total– es la descripción del baile, o más bien de los sucesivos personajes masculinos con los que la pareja va llenando su programa de compromisos. En las dos primeras partes hemos asistido a los días previos en los que las dos muchachas se preparan para el acontecimiento: vestidos, maquillaje y, sobre todo, presencia de la duda ansiosa y llena de interrogantes que el baile supone para ambas. Kate vivirá la ex-
INVITACIÓN AL BAILE Rosamond Lehmann. Editorial Errata Naturae. 280 páginas. 18 euros.
periencia con la asunción de una vida de obligaciones sujeta a los convencionalismos de su clase. El personaje de Olivia, en cambio, un verdadero estudio psicológico de su creadora, brinda a los lectores un sinfín de matices que nos harán cerrar la novela atrapados en un final muy abierto, de sabor agridulce, y deseosos de saber – o de imaginar– mucho más del futuro de la muchacha. Envuelta en el sol naciente de un nuevo día, en la naturaleza repleta de esplendor, Olivia abraza la luz que todo lo baña –también a ella misma. Se precipita hacia una realidad más honda que aquella que hasta entonces tenía destinada, y que, más pronto que tarde, acabará por soslayar la turbiedad de «un mar oscuro y febril, sin rumbo: una desintegración aún peor de lo que había imaginado». Porque Olivia, antes de esa noche en la que no deja de reflexionar, de debatirse entre el desencanto, la angustia y la intuición del desenfreno liberador, se sentía «ridícula, a todas luces una torpe aficionada». La novela nos ofrece, de su mano, toda una serie de personajes secundarios de las estirpes más variadas. Entre ellos cabe destacar el rebelde que se siente excluido del universo convencional y privilegiado; el muchacho equilibra-
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do, felizmente asentado en ese círculo, que procura el bienestar anímico de quienes le rodean; el maduro victimista que persigue aprovecharse de esa condición enarbolada con tesón; o un joven que ha quedado ciego en la reciente guerra europea –la Primera–, sin duda uno de los más apasionantes y bien dibujados del conjunto, ejemplo perfecto de cómo la integración positiva depende, ante todo, de la voluntad personal, del esfuerzo íntimo más hondo. Si la buena literatura es aquella que, más allá de la lejanía del universo social que nos describe o en el que se recrea, establece valores universales que muchos años después continúan siendo válidos, ‘Invitación al baile’ es una pequeña obra maestra. Lehmann intercala en el discurso de un narrador omnisciente las propias reflexiones de Olivia, y consigue que compartamos una deriva que forma parte del proceso de maduración y de independencia del ser humano: «Percibió a lo lejos las últimas reverberaciones del baile. Ni una gota de espuma de esas olas me salpicará ya. Ya no me importa. No me importa lo más mínimo. Qué tranquilidad, qué paz, haber llegado al punto de que no le importase… Y he alcanzado este estado porque no me voy de vacío. Me han pasado muchas cosas, de todo tipo. ¿Qué es lo que, en última instancia, había conformado esa suerte de tesoro? Curiosos retazos, fragmentos perdidos de miradas y conversaciones… Nada exclusivo para mí, en realidad». Nada exclusivo, es probable. Pero todo enriquecedor para ese yo del que no podemos –ni debemos– olvidar su permanente, necesario, «tesoro» de libertad.
12 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
LECTURAS
Sábado 27.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Da que pensar (Filosofía visual para niños) :: SUSANA GÓMEZ Filosofía visual para niños. Bajo este marchamo hecho de preguntas sin respuesta (las certezas y la convergencia del pensamiento único no existen en esta suerte de caja filosofal que pretende dar que reflexionar y dialogar desde la apertura de la duda), la serie ‘Wonder Ponder’ lanza su segundo título, ‘Yo persona’, con el objetivo de poner so-
bre el tapete una cuestión tan inherente a la búsqueda ontológica como qué es (y qué no) ser persona. Así, y desde una perspectiva divertida que no excluye la reflexión en profundidad (no es necesario volver rígido o complejo el lenguaje para afrontar las grandes preguntas), sus autoras proponen un recorrido basado en el tan necesario tándem formado por cuestio-
YO, PERSONA Ellen Duthie (texto) y Daniela Martagón (ilustraciones). Wonder Ponder. 40 pág. 17,95 euros. Desde 8 años.
S
imon Schama es catedrático de Historia e Historia del Arte en la Universidad de Columbia. Varios son sus libros divulgadores sobre arte, en concreto sobre el arte en Holanda, o sobre el paisaje americano, en los que combina rigor, claridad expositiva y amenidad. El primer volumen de esta historia de los judíos comparte dichas características. Creo importante señalar que el libro coincide con la serie sobre los judíos que
Schama escribió y presentó para la BBC. Esto, que podría ser algo anecdótico, influye en la estructura del libro y en la exposición de la historia. Asimismo, hay que señalar que en el título original Schama no utiliza el término historia sino el de narración, de tal modo que desde el título advierte que lo que va a contar es una narración sobre el devenir de este pueblo. Comienza su libro con los primeros hallazgos arqueológicos de los que hay constancia hoy en día, y no por la historia que narra la Biblia, aunque nunca deje de lado esta, en particular cuando trata de establecer los orígenes de la unión entre judíos y palabra escrita, característica que los acompañará a lo lar-
Personajes
A
un a riesgo de que se me deje de tomar por completo en serio –o lo poco en serio que se pueda tomar a alguien que se dedica semanalmente a defender posturas y géneros y autores que en su mayoría son considerados, no ya marginales, sino poco respetables o, incluso, denostables– voy a arriesgarme a hablar de un tipo de literatura popular que nadie tiene en cuenta como
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA
tal. Una forma de literatura que en ciertos momentos llegó a causar alarma en la mente biempensante de esa masa que llamamos sociedad. Acla-
una cartografía a todo color para mirar, pensar y hablar, en un certero intento de no ofrecer certidumbres. Dudas y preguntas como «¿quién eres tú? ¿qué cosas son las que te hacen a ti una persona única y distinta de todas las demás?», «¿sabes con total certeza que eres una persona?», «¿cómo sabes que en realidad no eres un robot?» o «si tuvieras dos o tres cerebros, ¿serías dos o tres personas?» son lanzadas desde esta
caja diseñada para ver y tocar, y cuyo punto de partida es el de repensar la realidad sin dar nada por sentado, y contribuir al pensamiento propio (y crítico) en sus lecto-jugadores.
Simon Schama. Debate. 563 páginas. 34,90 euros.
frates hablan de una sociedad que convive y se casa con gente de otros pueblos, de un pueblo que creció entre la asimilación deseada y el rechazo de los otros. Pero como ocurriría una y otra vez, de repente fueron estigmatizados y tachados de instrumentos de los persas, de colonizadores, y se dijo sociedad y religión eran intromisiones en la sociedad. Ese fue el primer momento en que tuvieron que huir. Esto se repitió más tarde cuando vivieron bajo la égida de Grecia. Durante más de doscientos años griegos y judíos convivieron. En esta época los judíos inventaron las sinagogas como lugares para que los peregrinos pudieran pasar la noche en su viaje a Jerusalén (el culto y la enseñanza son funciones que incorporaron más tarde). Pero una vez más, fueron señalados y perdieron todas sus prerrogativas durante el Imperio romano. Tampoco tuvieron problemas al principio con los musulmanes; en realidad llevaban allí tanto tiempo que eran casi una presencia tolerada e integrada socialmente hasta que no les
quedó más remedio que huir si querían seguir vivos. Y lo mismo ocurrió en la Europa bizantina, en la España medieval y en Portugal. Fue Juan Crisóstomo y su deseo de se-
parar totalmente judaísmo y cristianismo lo que le llevó a escribir ocho homilías en que, retomando los prejuicios ya existentes, los elevó hasta creencias irrefutables, que el
raré, de nuevo, que para mí la literatura engloba todo esfuerzo narrativo y lírico. Por lo tanto considero como literatura formatos como la novela, la obra dramática, el poema, la película, el tebeo, el videojuego narrativo y –perdonen si es mucho considerar– la partida o campaña de juego de rol. Para justificar esto, primero deben conocer el mecanismo del juego, que como verán, está directamente emparentado con la tradición, madre de toda literatura, de contar historias junto al fuego, o con la de escuchar trovadores o rapsodas, al mismo tiempo
que con el teatro. La cosa es bien simple: alguien cuenta una historia y los demás la escuchan. La diferencia es que la historia es el relato de la aventura de unos personajes sobre quienes escuchan la historia tienen control absoluto, de modo que, si bien alguien establece las líneas maestras del guion, la historia va haciéndose a sí misma a través de las acciones de los personajes que encarnan los jugadores o escuchadores. Lo que es más, en una buena partida, estos jugadores han de hacer una interpretación verosímil de sus papeles. Los dados, figuras y demás parafer-
nalia, son del todo secundarios. Narración y teatro. ¿Alguien puede dudar de que esto sea literatura? Es además una literatura de carácter popular, el más popular, ya que está hecha por la gente y para la gente, directamente, sin intermediarios. Lo que demuestra que todos, en cualquier momento, podemos hacer literatura. Es el hacer buena literatura lo que quizás no está al alcance de cualquiera, y menos si depende de cinco o seis el hacerla. Sin embargo, en mis tiempos jugué algunas partidas que casi podrían llamarse pequeñas obras maestras, que por supuesto queda-
rán en el anonimato, en la memoria de quienes participamos en ellas. En realidad, la literatura y el juego están estrechamente emparentados. Todos hemos oído a niños decir: Y ahora hacemos que éramos… En esta forma de jugar el niño está inventando una historia, suplantando la realidad, en resumidas cuentas, está haciendo literatura. Además, cuando así juega, el niño está jugando al rol en su forma más simple y primitiva. El hecho de leer, o de ver una película, tiene mucho que ver con asumir un rol, aunque de una forma distanciada, qui-
Narración de una huida continua SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
namiento y divertimento, y en el que catorce tarjetas con escenas muy reveladoras dan soporte a más de un centenar de preguntas. Construido bajo las mismas premisas que el anterior (aquel ‘Mundo Cruel’ que ya reseñáramos en su día en torno a una temática tan infantil, tan adulta, tan humana en fin, como la crueldad y sus meandros), ‘Yo persona’ invita a un viaje a caballo entre el hecho lector y el encuentro lúdico, que puede ser leído, jugado, debatido... a solas o en compañía. Sin dirigismos, alejado de toda univocidad conclusiva, este juego/libro propone
go de la historia. Los primeros documentos hallados en Elefantina dan cuenta de la vida cotidiana de los judíos en un emplazamiento en los confines de Egipto, en la frontera con el desierto de Nubia. La vida fronteriza junto a los exilios entre el Nilo y el Éu-
LA HISTORIA DE LOS JUDÍOS (VOL I)
Simon Schama, en una imagen de 2008. :: G. MOLERO
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Sábado 27.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Vivirse de risa :: S. G. Dicen sus editores que ‘Un cuento y veinti3sonrisas’ es ante todo un homenaje al optimismo. A ese optimismo desenfundado y de una pieza que subyace tras el tesón de querer vivir (y reír) por encima de todas las cosas, responsable de que una anciana centenaria sea capaz de carcajearse no ya de su sombra sino de (y en) su propio funeral. Tres muertes tuvo que vivir Nonna para que la cuarta funcionara... Y es que su
antisemitismo actual sigue repitiendo. No es de extrañar que en los inicios de su andadura establecieran la unión entre el pueblo, Yahvé y el hebreo. La única manera que tenían de mantener una idea de unión e identidad eran las palabras. Si los expulsaban de todos sitios, al menos las Sagradas Escrituras las llevaban con ellos allá donde fueran. La importancia del lenguaje no se quedaba en la palabra revelada, alcanzaba también a su comentario, la Mishná, y al Talmud o conjunto de leyendas, consejos, apotegmas y leyendas recogidos a lo largo de la historia junto con sus discusiones rabínicas. El libro acaba con la expulsión de los judíos de Portugal pero hay en marcha un segundo volumen que, sin duda tratará de la Edad de Oro que vivieron en Holanda, y los siniestros siglos XIX y XX en que los pogromos fueron moneda corriente con breves momentos de libertad hasta llegar a la Shoah, la necesaria fundación del Estado de Israel y el retorno del antisemitismo proveniente en esta ocasión de los países árabes.
zás más segura. ¿Segura digo? El Quijote es el lector prototípico, todo lector lleva uno dentro. Es cierto que el protagonista de la historia es otro, pero suele ocurrir, y en parte –una buena parte– por eso leemos, que a las pocas páginas nos sentimos un poco él –hay quien, de hecho, detesta la literatura con cuyos personajes no se sabe identificar–. Leer, es, de nuevo, jugar a ser otro, a estar en otra parte, a hacer cosas que normalmente no haríamos, o que son del todo imposibles de hacer. Cabe recordar, ahora, la única regla fija de los juegos de rol: tú no eres tu personaje.
boca era tan imposible de dibujar seriedades que hasta un pintor famoso quiso inmortalizar aquella sonrisa incombustible, cuya propietaria quería irse al baile con su ropa de mortaja (tan guapa la habían puesto) y que en el mismo cementerio quiso comer porque se moría de hambre. Y lo dijo vivita y coleando, después de que velaran su muerte cinco días al más puro estilo del mejor realismo mágico y juguetón... Porque Nonna no quiere dejar de car-
cajearse ni bajo tierra, y porque hasta el día de su entierro se convulsiona muerta de la risa (esa vez sí, o eso parecía) después de que un gran pájaro se alivie sobre la cabeza del párroco oficiante. Escrito por Aurora Ruá (‘El utopífono’, también en La Guarida) y Chito de Arriba, e ilustrado por 22 autores, el álbum es un recorrido visual por diferentes y muy particulares versiones de la Mona Lisa, en un discurso visual caracterizado por la libertad interpretativa y narrativa y en el que, cómo no, la sonrisa es la protagonista. ¿La veinti3? Adivina quién la dibuja...
La fiebre de lo bello y de lo efímero Menchu Gutiérrez ofrece un volumen donde su conciencia íntima asciende hasta el pulso del vivir más intenso
JORGE DE ARCO
U
na década después de dar a la luz su último poemario, ‘El ojo de Newton’, Menchu Gutiérrez retoma el pulso lírico con ‘Lo extraño, la raíz’. Y lo primero que vino a mi mente tras leer lo inquietante de su titulo, fueron los versos de la escritora argentina Belinda Maidana: «En la raíz del tiempo/ se escribe mi nombre./ Sin embargo, lo extraño,/ es que no encuentro donde/ posar las horas que/ me restan por vivir». Sabe, sin duda, Menchu Gutiérrez que su tiempo poético es ahora un reloj convertido en coral, una luz que apresa el alma en mitad de un beso y que su decir regresa como un arañazo de sangre antes de que el alba eclipse la razón del humano instante. Esta madrileña del 57, con varios libros de poemas editados, con una obra narrativa ya consolidada, y traductora de poetas relevantes –E. A. Poe, J. Austen, A. Brontë, J. Brodsky o W. H. Auden–, ofrece ahora un volumen donde su conciencia íntima
La escritora Menchu Gutiérrez. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
UN CUENTO Y VEINTI3 SONRISAS Aurora Ruá (texto) y varios ilustradores. La guarida ediciones. 64 pág. 19,50 €.
asciende hasta el pulso y la ceniza del vivir más intenso. El volumen, dividido en seis amplios poemas, se inicia con el titulado ‘Lo extraño’, donde la poetisa reivindica el reverso de lo cotidiano mediante un verso que multiplica su significado y su significante: «Lo extraño nos consume,/ en su panal nos retiene (…) lo extraño nunca es / lo desconocido,/ lo extraño lo comemos». Con la intención de desatar las cuerdas que atan la realidad de la palabra escrita, su segundo texto, ‘El río’, fluye pleno de nieve y agua y describe desde la ribera del tiempo la atenta mirada con la que los pájaros despliegan sus alas y su cántico. Y, además, caben en la corriente de este río que respira enamorado, las voces del cielo, los remolinos de la tierra, el flujo de los barcos, las letras de sombra que anidan en la existencia; o lo que es lo mismo, la vida que se despliega y «canta con la muerte en el camino». En ‘La escalera’, el lector se enfrenta con la paradoja de un pórtico («Subíamos al sótano/ y bajábamos al ático») que renuncia a la fórmula del espacio y se perpetúa en la resistencia del fulgor, del fuego, de la finitud latente: «En el interior de la casa somos lo que fuimos,/ infusiones de la mirada en las ventanas». Al compás que marca el ritmo y el vértigo de ‘El tren’, el verso de Menchu Gutiérrez taladra el paisaje que bulle por debajo de los raíles y se recompone al pasar por los túneles del ánima, por entre «los sueños de millones de viajeros», por entre «los andenes afanados en hacer brotar la primavera». La prosa ilimitada y desobediente de la escritora madrileña, viste el penúltimo apartado, «El dictado de la montaña», que se ordena
LO EXTRAÑO, LA RAÍZ Menchu Gutiérrez. Vaso Roto ediciones. 64 pág, 12 euros.
desde el propósito de transitar por el gozo y la desdicha, de ser la esencia pretérita y la fuga futura, de aislar la inconsciencia y retornar hasta la fiebre de lo bello y de lo efímero. Sabedora de que la desmemoria no evita definir cuanto se ha vivido, se mantiene aquí y ahora el murmullo de todo aquello que no es miedo ni armonía, sino la sugerente metamorfosis que bendice lo nuevo, porque «La montaña paraliza la imaginación». Como coda, ‘La nebulosa’, es un extenso cántico que relata un viaje intergaláctico en el cual el sujeto poético pareciese subirse a los mandos de una nave que pasea su verdad y su simbología por distintos planetas: «Recuerdo, sí, el primer otoño en Mercurio»; «Maravillosos domingos de Júpiter»; «Días blancos en Urano»…; pero la remembranza de los instantes pretéritos, da lugar a que se reafirme la dicotomía del ayer y del mañana: «Una y otra vez vuelvo a la Tierra/ y paseo por sus hermosos cementerios». Un poemario, al cabo, valiente y renovador, donde la reflexión conjuga con lo quimérico, donde lo real se mezcla con lo utópico, conformando un puzle donde «también el corazón/ parpadea su visionaria sangre».
14 LA SOMBRA
Sábado 27.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
H
oy voy a ocuparme de tres cambios ortográficos recientes. Como ustedes saben, la ortografía vigente es la ‘Ortografía de la lengua española’, de 2010. En la información preliminar puede leerse que «el objetivo de esta nueva edición de la ‘Ortografía’ es describir el sistema ortográfico de la lengua española y realizar una exposición pormenorizada de las normas que rigen su correcta escritura en la actualidad». Primero, un poco de historia: La primera ortografía es de 1741 (Orthographía española, Madrid, Imprenta de la Real Academia Española). Quince años antes ya se habían formulado unas reglas ortográficas (recogidas en el ‘Discurso proemial de la orthographía de la lengua castellana’ incluido en el primer tomo del ’Diccionario de autoridades’, 1726) y en ellas se traslucía la importancia que la institución otorgaba al código ortográfico: «Una de las principales cualidades que no solo adornan, sino componen cualquier idioma es la ortografía, porque sin ella no se puede comprender bien lo que se escribe, ni se puede percibir con la claridad conveniente lo que se quiere dar a entender». Luego se fueron publicando prontuarios encaminados a ajustar la ortografía y a partir de 1844 empezaron a hacerse ediciones especiales para las escuelas. Las publicaciones recientes más importantes son la de 1959 (Segunda edición de las Nuevas normas de prosodia y ortografía. Declaradas de aplicación preceptiva desde el 1 de enero de 1959. Con la indicación de ‘Nuevo texto definitivo’), la de 1999 (‘Ortografía de la lengua española’) y la de 2010 (‘Ortografía de la lengua española’). La ortografía de 1999 es el punto de partida de la de 2010, es decir, que muchos de los últimos cambios ya estaban anticipados once años antes. En palabras de Salvador Gutiérrez Ordóñez, el académico que ha coordinado la última ortografía, «todo ajuste significa un peque-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
SOBRE TRES CAMBIOS ORTOGRÁFICOS
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ño cambio y siempre una polémica». Entre los cambios anticipados en 1999 está la supresión de la tilde en los demostrativos y en la palabra ‘solo’. En el caso de los demostrativos, «pueden llevar tilde cuando funcionan como pronombres» y «solamente cuando se utilicen como pronombres y exista riesgo de ambigüedad se acentuarán obligatoriamente para evitarla» (1999, § 4.6.2); en cuanto a ‘solo’, que puede funcionar como adjetivo o como adverbio, dice lo siguiente: «Cuando quien escriba perciba riesgo de ambigüedad, llevará acento ortográfico en su uso adverbial» (1999, § 4.6.4). Dado que el propio contexto comunicativo resuelve casi siempre las posibles ambigüedades, en la de 2010 (§ 3.4.3.3) puede leerse: «a partir de ahora se podrá prescindir de
la tilde en estas formas incluso en los casos de doble interpretación». Otro cambio anticipado en 1999 tiene que ver con el problema de la tilde en los monosílabos, y más concretamente en palabras como ‘guion’ o ‘truhán’. Antes de 1999 estas palabras se consideraban bisílabas y agudas y por tanto debían llevar tilde. Nada, pues, que objetar. En 1999 se considera que son diptongos ortográficos, pero se permitía la acentuación. Permítanme que use las palabras de la propia ortografía: «A efectos ortográficos, son monosílabas las palabras en las que (...) se considera que no existe hiato –aunque la pronunciación así parezca indicarlo–, sino diptongo o triptongo. Ejemplos: ‘fie’ (pretérito perfecto simple del verbo ‘fiar’), ‘hui’ (pretérito perfecto simple del verbo ‘huir’), ‘riais’ (presente de subuntivo del verbo ‘reír’), ‘guion’, ‘Sion’, etcétera. En este caso es admisible el acento gráfico, impuesto por las reglas de ortografía anteriores a estas, si quien escribe percibe nítidamente el hiato y, en consecuencia, considera bisílabas palabras como las mencionadas» (1999, § 4.5). Lo único que hace la ortografía de 2010 es considerarlas monosílabas, con independencia de cómo las articulen los hablantes: «Así se escribirán siempre sin tilde palabras como ‘guion’, ‘truhan’, ‘ion’, ‘fie’, ‘liais’, etcétera, aunque para una parte de los hispanohablantes (los que articulan con un hiato las secuencias vocálicas que contienen) estas voces sean bisílabas en su pronunciación» (2010, § 3.4.1.1). Como ven, el cambio ortográfico que no ha dejado indiferente a nadie desde la aparición de la ortografía de 2010 y que provocó interpretaciones desaforadas que alistaban a la RAE «en una cruzada de barbarie educativa empeñada en simplificar la escritura para favorecer a vagos e incultos» (como pude leer en un artículo periodístico), no es tal porque ya estaba anticipado once años antes.
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Sábado 27.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
Ángel Luis Moreda Eliz Medina del Campo
La vida la paso totalmente en mi trabajo, puesto que soy muy amante de él. Los ratos de ocio los ocupo tomando unos vinos con los amigos, donde no falta una buena tertulia o un trabajo para realizar. Dispongo de muy poco tiempo para mí, me debo a una mujer que quiero y que tiene algunos problemas de salud. Pero todo en esta vida continúa y todo pasa para donde uno quiere.
ÁNGEL MARCOS
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LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 27.06.15 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
DÍAS FELICES
Una miga de pan E
n mi casa había una pequeña antología de ‘Las Mil y Una Noches’, y de aquellos cuentos hay dos que todavía recuerdo. El primero se titulaba ‘La historia del árbol que canta, el pájaro que habla y la fuente de oro’. Trataba de dos hermanos que vivían felices en un palacio donde tenían cuanto podían desear. Un día, un anciano mendigo llama a la puerta y ellos le reciben y le dan de comer. El anciano, agradecido, les habla de un jardín donde hay un árbol que canta, un pájaro que habla y una fuente de oro. Y a partir de entonces los niños sólo desean escapar de su casa para dirigirse a ese jardín y contemplar sus maravillas. El segundo cuento trataba de una princesa que en las noches, herida de amor, paseaba desvelada por su jardín, y tal era la intensidad de su deseo que su cuerpo desprendía la luz e iba iluminando a su paso los estanques, los parterres de flores, los árboles, los pabellones que se iba encontrando. En estos dos cuentos está todo lo que busco al leer. Un lugar encantado, lleno de belleza, y un cuerpo entre el mundo real y el mundo del sueño: el cuerpo que encuentran los amantes cuando están juntos. No fui un niño precoz, ni un buen estudiante, porque las materias escolares apenas me interesaban. Vivía sumido en mis fantasías. Era uno de esos niños de los que suele decirse que siempre están en las nubes. Mis primeros escritos fueron poemas, pero esto sólo fue cuando tenía catorce o quince años. Mi padre era un poeta aficionado. Escribía poesías para su familia, para mi madre y para nosotros, sus hijos, y en las celebraciones familiares le pedíamos que nos las leyera. Todo se quedaba en silencio cuando lo hacía, y yo me preguntaba por el poder que había en aquellas palabras, y que no era otro que el poder de encantar, de hacer que todo se detuviera por ellas. Y me recuerdo deseando tener alguna vez un poder así y lograr que todos me miraran como yo miraba a mi padre. Más tarde, cuando tenía catorce o quince años, pasó algo que he contado en mi libro ‘El hilo azul’. Tenía un vecino que era más pequeño que yo. Era el hermano de un compañero de colegio, y siempre andaba a nuestro alrededor imi-
tándonos en todo, como suelen hacer los niños pequeños con los mayores. Un día coincidimos en el portal de la casa. Estaba muy contento porque le acababan de comprar un plumier con su correspondiente palillero y plumín, pues en el colegio iba a empezar a escribir con tinta. Esa misma tarde, un coche lo mató en la carretera. Días después en el
colegio nos encargaron escribir una redacción. Cuando me dispuse a hacerlo me acordé de mi vecinito y de que ya nunca podría cumplir su sueño de escribir con tinta. Y fue entonces como si me pusiera a escribir para él. La escritura era una forma de sentirle a mi lado, el hilo azul que nos mantenía unidos. Escribí aquella redacción sin esfuerzo, como
GUSTAVO MARTÍN GARZO
si fuera él quien llevara mi mano y me dijera lo que tenía que poner. Fue la primera vez que me gustó lo que había escrito. Era como si hubiera descubierto un poder que no sabía que tenía, un poder que me habia sido dado por aquel niño muerto. También yo había estado a punto de morir. Sucedió cuando apenas tenía un año, a cau-
sa de una infección intestinal. Devolvía todo lo que me daban y adelgacé tanto que una prima mía se desmayó cuando vino a verme. Mi ma-
:: ILUSTRACIÓN BEATRIZ MARTÍN VIDAL
dre se pasaba las horas pegada a mi cama poniéndome gotitas de agua en los labios para que no me deshidratara. Llegué a estar tan enfermo que mi padre, un pesimista contumaz, no hacía más que preguntarse cómo haría el coche fúnebre para recoger el pequeño ataúd. La calle estaba en obras y el acceso hasta el portal era prácticamente inviable. No hizo falta que aquel coche llegara hasta nuestra puerta, y fue a mi madre a quien se lo debo. Me daba de beber agua limpia, me hablaba al oído como si fuera un pequeño dios. Un día que estábamos en la cocina me puse de pie sobre la cuna y empecé a comerme las migas que había sobre la mesa. Era lo primero que comía y mi madre, al verme, se dio cuenta de que ya no me iba a morir. Cuando ella venía a despedirse por las noches yo la pedía que me contara una y otra vez esa historia, que ella adornaba, deteniéndose cada poco para llenar mi cara de hileras interminables de besos. Me hablaba de lo enfermo que estuve y de cómo, cuando todos pensaban en mi muerte, una mañana me puse de pie en la cuna y empecé a coger con las yemas de los dedos aquellas migas minúsculas que brillaban sobre la mesa como si fuera la misma luz quien las hubiera formado. Mi madre me decía entonces que esas migas eran como trocitos que hubieran caído del sol. Y añadía: «Los comías como si fueras un pardal». Años después leí un poema de Emily Dickinson en que alude a ese sentimiento de extrañeza y júbilo ante lo minúsculo, y de cómo podemos sentirnos soberanos del mundo con tener tan solo una miga de pan. «Me pregunto cómo se sienten –los Ricos– / Los indios –y los Condes –/ Creo que yo –con tan sólo una Miga– / De todos ellos soy la Soberana». Recuerdo que cuando mi madre me contaba esa escena yo me quedaba mirando su rostro, resplandeciente por el amor y la burla, y deseaba que ese relato no terminara nunca. No, no era como si esas migas de pan hubieran nacido del sol, sino como si ella las hubiera hecho surgir de la nada, como si las hubiera obtenido para mí con el exclusivo deseo de salvarme. ¿Existe un alimento como ese? Creo que sí. Que la salvación no depende de los grandes gestos, de las grandes palabras sino de una pequeña corrección en las cosas. Es una convicción que siempre me ha animado en las situaciones difíciles. Que a veces basta con llevar a cabo esa corrección minúscula para que todo vuelva a funcionar. Ser soberano de una miga de pan, eso basta para vivir.