Hay Festival Segovia

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Sábado, 19.09.15 Número CCXI

SOMBRA CIPRES LA

DEL


2 LA SOMBRA

DEL CIPRÉS

HAY FESTIVAL SEGOVIA

La décima edición del Hay Festival Segovia ha apostado por la extensión para celebrar el cumpleaños de una iniciativa en la frontera entre el verano que acaba y el

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otoño que se apunta, ese momento de luz tan especial en la ciudad. Este año políticos, periodistas, diseñadores, cineastas, arquitectos... compiten con los

De Gil de Biedma a San Juan de la Cruz

Formas de ascenso poético Jaime Gil de Biedma.

CARLOS AGANZO

blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/

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l ascenso poético por los huertos de San Juan se ha convertido ya en uno de los clásicos del Hay Festival de Segovia. La gruta de los pastores, donde se evoca la noche oscura del alma; la ermita sobre la piedra que mantiene la curva de la espalda del poeta, donde suenan todavía los versos del Cántico; las alturas de las Peñas Grajeras, donde la verticalidad del árbol plantado por su mano trasciende como metáfora de la llama de amor viva… Un itinerario ascendente que cada año, al llegar el final de septiembre, convoca a los poetas de la Academia de San Juan de la Cruz para recordar el vínculo. Todo historia pura. No estuvo fray Juan en la compra del convento a los trinitarios en 1586 por «cuatrocientos ducados que valen por ciento cincuenta maravedís», pero sí fue él, sin duda, quien anduvo detrás de doña Ana de Peñalosa para que los pagara al contado; también el que unos años más tarde, en 1588, ya como superior del convento segoviano, negoció la compra de estos terrenos, hoy huerto de los frailes. Más que eso. Al frente de un grupo de carmelitas albañiles, canteros, herreros y carpinteros, y de una buena cuadrilla de obreros segovianos, dirigió personalmente las obras del nuevo monasterio, levantado sobre el que trinitarios y franciscanos habían abandonado por «húmedo y malsa-

Antonio Colinas. :: H. SASTRE

Clara Janés. :: R. HERNÁNDEZ

Muñoz Quirós. :: R. HERNÁNDEZ

Luis Alberto de Cuenca :: A. QUINTERO

no». Tan personalmente que, como lo recordaba fray Pablo de Santa María, «en lo más riguroso del invierno y con mucha nieve se iba sin reparo en los pies de la cantera, donde se sacaba la piedra, a ser sobrestante de los peones, y nevando y granizando su cabe-

za y calva descubierta, parece que pegaba fuego a todos». Con tanta voluntad que a veces sus hermanos y súbditos le recriminaban, en broma, tener más cuidado por la piedra que por la comunidad, a lo que el santo les respondía: «Cuando trato con ella tengo

menos que confesar que cuando trato con los hombres». Cinco siglos después de aquellas peripecias, Clara Janés, José María Muñoz Quirós y Antonio Colinas conversan con sus poemas del siglo XXI con los tres grandes textos que San Juan escribió en

el XVI. En esta ocasión, ade- vertido, con el paso de los más, con el auxilio de Luis Al- años, en uno de los más releberto de Cuenca, que el año vantes del panorama hispápasado ya protagonizó en Me- nico. La singularidad de inidina del Campo, como subse- ciar el certamen el mismo año de eventual del Hay, la evo- de la muerte del autor de ‘Mocación el encuentro entre ralidades’ y ‘Poemas póstuJuan de la Cruz y Teresa de Je- mos’, sumada al prestigio de sús. Un diálogo que pone en un jurado en el que han figuevidencia no sólo la perviven- rado algunos de los nombres cia de la poesía de San Juan más importantes de la poesía como una de las más altas y española de nuestro tiempo, originales manifestaciones han hecho que Segovia uniera definitivamende la literatura te su nombre al española, sino la XSábado 25 de este poeta emprofundidad de Antonio Colinas, Clara blemático de la su huella en alJanés, Carlos Aganzo, Muñoz Quirós, Luis AlGeneración del gunos de los más berto de Cuenca. Huer50, un barcelonés grandes poetas to de los Carmelitas. de origen castecontemporá11:00 h. llano que escribió neos. Un itineraXDomingo 26 en esta provincia rio netamente Poetas del Gil de Biedalgunos de sus sanjuanista que ma. Museo Esteban Vipoemas mayores. este año, de macente. 12:15 h. ¿De Juan de la nera necesaria, Cruz a Jaime Gil volverá a hacer un guiño al V Centenario de de Biedma? ¡Menudo dispaSanta Teresa. No en vano, la rate poético! Habrá quien primera vez que Juan de la piense que la distancia es inCruz puso un pie en Segovia finita, pero habrá también fue en 1574, acompañando a quien se dé cuenta de que, enla abulense en la fundación tre otras cosas, el Hay Festidel convento segoviano de val habla este año de dos poetas que creyeron firmemendescalzas. te, con palabras de Lope, “que De Juan de la Cruz un cielo en un infierno cabe”; a Gil de Biedma dos autores que, cada uno a Dos de estos poetas, Colinas su manera, fueron llamas que y Muñoz Quirós, el primero escribieron algunos de los vercomo representante del jura- sos de amor más poderosos de do y el segundo como gana- nuestra lengua castellana. dor del mismo en su edición Quien lo probó lo sabe. de 1999, se quedarán en Segovia hasta el domingo para intervenir en otra de las citas poéticas de referencia del fes- El Festival rinde tival, este año también con homenaje al autor de recordatorio: el homenaje a ‘Poemas póstumos’ Jaime Gil de Biedma en el 25 aniversario de su muerte. Bajo y al premio que la dirección de Gonzalo San- anualmente tonja, y con el impulso de la mantiene viva Diputación Provincial de Segovia, el Premio de Poesía Jai- su estela me Gil de Biedma se ha con-


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escritores, puntales de esta actividad que tiene en la lectura y el pensamiento su razón de ser. En este rincón, también habitual del comienzo de la temporada,

Julia Kristeva en una foto de 2010, en Roma. :: TIZIANA FABI

nos fijamos en los letraheridos, y del programa del próximo fin de semana entresacamos algunos nombres que llenarán las estanterías del invierno.

Emmanuel Carrère en Barcelona, en 2011. :: SLANZI-EFE XViernes 25

Julia Kristeva y Emmanuel Carrère

Emmanuel Carrère y Guillermo Altares. IES University. 19:15 h.

Vida, ficción, lenguaje... J

ulia Kristeva se instaló en París en 1966, procedente de Bulgaria, donde había nacido veinticinco años antes y realizado estudios de lingüística y psicoanálisis. Con ese bagaje fue pronto captada por el círculo de la revista ‘Tel Quel’, cuyo redactor jefe, Philippe Sollers, acabó convirtiéndose en su pareja. Decir Tel Quel es decir estructuralismo y semiótica, los dos grandes ejes sobre los que iba a girar la generación de intelectuales más brillante de la cultura francesa del siglo XX, con perdón de los devotos del existencialismo: Lévi-Strauss, Foucault, Derrida, Barthes, Deleuze… Las primeras obras de Kristeva se inscribieron en la ortodoxia semiótica, esa disciplina que prometía deconstruir cualquier manifestación artística o comunicativa. Para ambición tan desmesurada se elaboraron métodos y manuales que aburrían al lector mucho antes de pensar en su práctica, lo mismo daba que viniesen de Greimas, de Umberto Eco o de la misma Kristeva, autora entre otros de ‘El lenguaje, ese desconocido’.

JORGE PRAGA

Pero pronto esos mismos semiólogos al servicio de una ciencia objetiva fueron inyectando la savia subjetiva con la que se fraguaron las obras singulares de Foucault sobre la locura, de Deleuze sobre el sentido en Lewis Carroll o de Barthes en torno al ‘Sarrasine’ de Balzac. No solo se edificaba un nuevo lector, sino que se pedía a ese lector su inmersión en el texto y su reconocimiento final en su tejido. ‘Roland Barthes por Roland Barthes’ lo pregonaba desde el título. Julia Kristeva no desaprovechó la lección de sus compañeros de ‘Tel Quel’, y a lo largo de su treintena de obras, parcialmente traducidas en nuestro país, ha recorrido el camino que la llevó desde la ortodoxia semiótica y del psicoanálisis lacaniano a buscar obras y autores en los que detenerse y trenzarse: ‘El genio femenino’, que en tres volúmenes se acerca a Hannah

Arendt, Melanie Klein y Colette; ‘Los samurais’, una novela en la que recrea los años sesenta del París intelectual que la amamantó; ‘Historias de amor’, sobre textos de Platón, Shakespeare, Baudelaire o Stendhal. Del lado del psicoanálisis, obras tan brillantes como ‘Sol negro. Depresión y melancolía’, o ‘Al comienzo era el amor: sobre psicoanálisis y fe’. En la estela femenina y feminista se ha acercado con reiteración a Santa Teresa, a la que ha dedicado la novela ‘Teresa, amor mío’, con la propia Kristeva embutida en una protagonista psicoanalista. Y en ese enredo con la biografía brilla su última publicación, al alimón con su marido Philippe Sollers, en donde cambia asesinato por matrimonio en la paráfrasis irónica del título de Thomas de Quincey: ‘Du mariage considéré comme un des beaux-arts’. Emmanuel Carrère es dieciséis años más joven que Kristeva. Acabó Estudios Políticos en París, posiblemente influenciado por su madre, a la que las fichas biográficas adjetivan como sovietóloga, nada menos. De la oleada re-

novadora de los estructuralistas de los sesenta ha recogido, sobre todo en sus últimas obras, el descubrimiento del autor-lector empeñado en una escritura especular. Su orientación a la narrativa ficcional se manifestó pronto. En los ochenta publicó títulos como ‘El bigote’ o ‘Una semana en la nieve’ en los que mostraba el desasosiego que se puede ocultar tras la falsa tranquilidad de lo cotidiano. Ambos acaban de ser reeditados por Anagrama. Pero en esa carrera bien jaleada por la crítica algo le frenó y le hizo cambiar la imaginación por un cauce distinto, entronca-

Kristeva recorrió el camino desde la ortodoxia semiótica y el psicoanálisis lacaniano a buscar autores en los que trenzarse

do en sus experiencias y sus lecturas. Al comienzo de su última obra, ‘El Reino’, declara: «No escribo obras de ficción desde hace quince años». Parece que su influencia decisiva fue ‘A sangre fría’, de Truman Capote. Abandonar la imaginación y ahondar en los hechos fue su determinación, y cuando se topó con el caso de Jean-Claude Romand, que en 1993 mató a su mujer, a sus hijos y a sus padres para ocultar la cadena de mentiras que había sido su vida, se acercó lo que pudo al protagonista, y a la narración enterrada en las miles de páginas del sumario, sumario que finalmente se llevó a su casa y allí espera para devolverlo al asesino cuando acabe con su larga condena de prisión. ‘El adversario’ fue el resultado de ese giro, en el que además de constituirse en lector de vidas ajenas, él mismo se iba introduciendo como objeto de atención analítico, lo que le alejaba definitivamente de la mirada distante de Capote. Las siguientes obras, ‘Una novela rusa’, ‘De vidas ajenas’, abonaron esa estrategia de mirilla múltiple e implacable hasta culminar con ‘Limónov’,

XSábado 26 Julia Kristeva y Rosa Martínez. IES Univesity. 20:15 h.

retrato de un personaje tan fascinante como repugnante con el que Carrère se confronta directamente en las páginas. La apoteosis de esa autoficción sembrada por los renovadores de los sesenta llega ahora con ‘El Reino’, donde Carrère entra sin pudor en su pasado católico para lanzarse hacia las fuentes evangélicas y bíblicas que le cautivaron hasta convertirle en un creyente de comunión diaria. El autor, agnóstico en su juventud, converso firme a los treinta años y otra vez agnóstico, perplejo por su etapa anterior, se ve como el Pablo de Tarso que en su juventud perseguía cristianos para, tras el rayo de Damasco, convertirse en cabeza de quienes perseguía, y traslucir en sus cartas a los gálatas –seductora hipótesis la de Carrère- su temor a que el futuro le vuelva a cambiar de orilla: «Aun cuando yo os dijera algo distinto de lo que os he dicho, no deberíais creerme». La identidad, tanto la de Pablo como la de Carrère, resulta ser una suma inestable, contradictoria, porosa. Fascinante aventura, gran escritura.


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La condición elástica de la novela Un puñado de narradores de Gran Bretaña, Francia, España y Sudamérica demostrarán los distintos caminos que toman en su oficio pese a partir del mismo género VICTORIA M. NIÑO

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os hay interesados en la realidad, en la experiencia propia, en textos clásicos. Los hay viajeros que imaginan delante de piezas de museo, los hay deportistas y detectives frustrados. Los novelistas han hecho de su género un saco que admite casi todo. Un puñado de ellos venidos de Gran Bretaña, Francia, Cuba, Perú junto a españoles consagrados como Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina y Manuel Gutiérrez Aragón demostrarán Segovia la condición elástica de la novela. Jessie Burton (Londres, 1982) era actriz y vivía de su sueldo como secretaria en la City londinense. En un viaje a Amsterdam se paró delante de una casa de miniaturas en el Rijksmuseum. Allí nace ‘La casa de miniaturas’, su primera y exitosa novela que ha vendido medio millón de ejemplares en Gran Bretaña y va Salamandra ya ha lanzado la cuarta edición en español. Burton urde una trama a partir de la dueña de ese juguete, el regalo de bodas que recibe Petronella Oortman tras casarse con un mercader de Amsterdam en 1698. La grandeza de las ‘miniaturas’ de esta escritora novel está en los personajes, en la recreación de una ciudad carcomida por la avaricia, por la hipocresía y los temores inculcados a base de sermón por los predicadores calvinistas. Las dos mujeres protagonistas son fascinantes, una en plena madurez, la otra be-

biendo a tragos las lecciones sobre la naturaleza humana a sus 17 años. (Sábado, 26, 16:30 h. Palacio Quintanar) También en Londres reside Sadie Jones (1967) que debutó con la novela ‘El rebelde’ en 2008. Los premios le allanaron el camino y siguieron ‘Pequeñas guerras’, ‘Huéspedes inesperados’ (Tusquets) y ‘El papel de nuestras vidas’ (Tusquets). Jones ha frecuentado los encuadres históricos para sus historias, aunque la última novela, publicada este año, se acerca a nuestros días. (Día 26, 19:15 h. Santa Cruz la Real, junto a Carrie Snyder) La canadiense Carrie Snyder comenzó publicando sus relatos (‘Los cuentos de Juliet’, 2012) y el año pasado irrumpió exitosamente en la novela con ‘La corredora’. Snyder se inspiró en un grupo de mujeres a las que por primera vez

Antonio Muñoz Molina.

Eduardo Mendoza.

se dejó correr en los Juegos Olímpicos de verano de 1928. Jay Griffths (Manchester, 1965) se mueve entre el ensayo y la ficción, que parte también de la realidad, como es el caso de su peculiar biografía de Frida Kahlo. Desde la sociología a la antropología, la curiosa escritora ha abordado desde el fenómeno del tiempo a ciertas culturas aborígenes australes. De momento su obra no ha sido vertida al español. (Día 25, 11:00 h., Palacio Quintanar) La francesa Maylis de Kerangal (Toulon, 1967) trabajó en el mundo editorial para pasar después a la creación. Anagrama publicó la traducción de la sorprendente ‘Nacimiento de un puente’ (premio Médicis, Franz Hessel y Gregor von Rezzori). La construcción de un puente en una ciudad californiana es el nexo de varios personajes, procedentes de distintas partes del mundo. ‘Reparar a los vivos’ es su último título traducido. En esta novela la autora gala plantea la donación de un corazón de un joven que acaba de fallecer. La familia, la receptora, la vida del finado, son las estaciones que recorre la narración. (Día 26, 18:00 h. Palacio Quintanar). El también francés Emmanuel Carrére (París, 1957) ya ha participado en el Hay de Cartagena de Indias y lo hará en el de Segovia. El veterano escritor asegura haber abandonado la ficción, le gusta pero no le sale. Sin embargo sus obras siguen siendo publicadas en las colecciones de novela, en España por Anagrama. La última, ‘La religión’ rememora sus tres años de creyente y comienza una indagación en el Evangelio de San Lucas.

Pedro Juan Gutiérrez, en La Habana. :: LUIS ÁNGEL GÓMEZ

Jessie Burton. :: M. DRIESSEN

Maylis de Kerangal. :: POUJOULAT

Martín Caparrós. :: S. SAN MARTÍN ‘Una semana en la nieve’ y ‘El adversario’ le encumbraron desde las librerías y la gran pantalla. (Día 25, 19:15 h. Santa Cruz la Real). Del otro lado de Atlántico llega Pedro Juan Gutiérrez, cubano obsesionado con novelas la vida de su barrio habanero (‘Trilogía sucia de La Habana’). Periodista antes que escritor, Gutiérrez (Matanzas, 1950) ha abrazado el tiempo de la ficción. Reconoce que su anterior oficio le ejercitó la habilidad con el lenguaje, el pragmatismo, pero quería librarse de la prisa, de la inmediatez. (Día 25, 18:15 h. Santa Cruz la Real). El limeño Santiago Roncagliolo (1975) tiene un pie en cada lado del océano. Periodista, traductor y escritor entablará un diálogo con su padre, el sociólogo y político Rafael Roncagliolo. En el 2000 vino

Santiago Roncagliolo. :: S. GUTIÉRREZ

a España a ser escritor. Ejerció de negro un tiempo y luego ganó el premio Alfaguara con ‘Abril rojo’ (2006), protagonizada por un fiscal que investiga al Gobierno de Fujimori. Posteriormente escribió una trilogía de novelas sobre el siglo XX latinoamericano. (Día 26, 20:30 h. Palacio Quintanar). También peruana y de la misma quinta que Roncagliolo es Gabriela Wiener. Los nueves meses de su embarazo la llevaron a la narración en ‘Nueve lunas’.(Día 26, 16:30 h. Palacio Quintanar, con Caparrós y Gutiérrez). Desde Argentina vendrá Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957). Quien dirigió una revista especializada en gastronomía, investigó largamente sobre los efectos de la inanición en el mundo y publicó en 2014 ‘El Hambre’. En fic-

ción fue ganador del Planeta en su país por ‘Valfierno’ (2004) y del Herralde en 2011 con ‘Los Living’. Los que no tendrán que viajar demasiado serán tres novelistas españoles, aunque dos de ellos pasen largas temporadas en Nueva York y Londres, respectivamente. Se trata de Antonio Muñoz Molina y de Eduardo Mendoza. A estos dos autores consagrados se une la superventas María Dueñas. El académico Muñoz Molina (Úbeda, 1956) conversará con Peter Florence, hijo y compañero del fundador del Hay Festival. (Día 26, 18:00 h. Santa Cruz la Real). Por su parte, Mendoza (Barcelona, 1943) departirá con Tomás Val (Día 27, 13:30h., Santa Cruz la Real). Demostrarán que hay tantas formas de entender la novela como autores que las escriben.


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Marwan, cantautor y poeta de tristezas El autor cerrará un festival en el que la poesía se hace hueco también con autores árabes y otros de casa como Medel o De Villena JESÚS N BOMBÍN

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Marwan AbuTahoun Recio (Madrid, 1979) le fascinaron en su adolescencia las letras y melodías de Ismael Serrano. Sus canciones de pérdidas y añoranzas teñidas de ecos de tristeza removieron en este hijo de palestino y española un mar de sentimientos cuando tenía 15 años. Comenzó entonces a transitar con su guitarra un camino que le ha convertido en cantautor que llena salas de conciertos, pero también en poeta que vende miles de libros. Con estas credenciales de excepcionalidad ha dado con la fórmula para llegar al corazón y la mente de miles de personas y con ella se presentará en el Hay Festival de Segovia para conversar con el novelista y poeta Benjamín Prado en una charla recital. Marwan se encargará de dotar de carga poética al cierre de la presente edición el 27 de septiembre en el que será, a buen seguro, uno de los actos más concurridos del foro para escuchar a quien acaba de publicar ‘Todos mis futuros son contigo’, un poemario en el que hace restallar las emociones más cotidianas. Desdobló en 2011 su espíritu creativo para lanzar el disco ‘Las cosas que no pude responder’ y editar el libro de poemas ‘La triste historia de tu cuerpo sobre el mío’, del que se han vendido más de treinta mil ejemplares. Con su guitarra a cuestas ha recorrido países haciendo escala en salas que se llenan para oír sus canciones, aunque le gusta presumir de que vende más libros que discos. Estudió para ser profesor de Educación Física, pero en su vida se cruzó la música y después la poesía, por este orden, pues no oculta que en los poemas encuentra más territorio de libertad que en las compo-

El cantante y poeta Marwan. :: EL NORTE siciones musicales. Pero más allá de géneros late su pulsión por describir sentimientos, nombrar sensaciones y poner por escrito el caudal de letras que le brota del alma. Un fluir de música y pensamientos al que no es ajena su pasión por autores como Sabina, Silvio Rodríguez, Jorge Drexler, Andrés Calamaro o el rapero Nach. Con alguno de ellos comparte canciones en sus grabaciones y en todos comprobó que sus composiciones guardan resonancias literarias que le cautivan, como los textos de Benedetti y Miguel Hernández. Su último libro, ‘Todos mis futuros son contigo’, se ha encaramado a las listas de más vendidos, llenando de autoestima a un mercado editorial donde impera la idea de que la poesía no vende. Atrapador de públicos, este cantautor criado en el madrileño barrio de Aluche hablará en el Hay de sus orígenes, de cómo y por qué crea y en

qué proyectos está pensando. Es Marwan un escritor marcado por una vitalidad quebradiza, cuya pulsión literaria suele tener como origen sentimientos de tristeza que en alguna entrevista ha achacado a inseguridades y a la falta de autoestima. Esa

En otra cita, poetas árabes hablarán de la identidad, el exilio y el desarraigo

La poeta Elena Medel. :: RICARDO OTAZO

sensación de desvalimiento vital le llevó a las sesiones de psicoterapia en busca de una mejor gestión de los sentimientos. Con veintimuchos años comenzó un proceso de autoconocimiento que le ha llevado por sendas de estabilidad emocional, sin dejar de reconocer el influjo que la tristeza ha ejercido en su creatividad. Por encima de cualquier reflexión sobre el poder terapéutico de la escritura, él dice que escribe poemas y canciones «por si le sirve a alguien». «... Pasarlo mal es la antesala de alguna cosa. / Lo malo es que no se suele saber de qué / y la vida se convierte en sala de espera, /en un ring de boxeo con dos contendientes: tú y el porvenir/», es uno de los poemas con los que Marwan se pasea por vidas de lectores que encuentran desahogo en sus versos, recordándoles que la palabra, con música o en poemas, guarda poderes sanadores.

XViernes, 25 Poetas árabes en el exilio. Abdul Hadi Sadoun, Bahira Abdulatif y Muhsin Al-Ramli. En la Alhóndiga a las 19:15 h.

XSábado, 26 Elena Medel con Ignacio Echevarría, Sergio del Molino y Blanca Berasategui a las 11:00 horas en San Nicolás. A las 20:15, Luis Antonio de Villena con Manu Llorente.

XDomingo, 27 Clausura del Hay Festival con una charla recital de Marwan junto a Benjamín Prado. A las 20:00 horas en el Aula Magna de IE University.

Con esta receta Marwan se ha echado a la espalda un repertorio plagado de giras internacionales por países de América Latina, logrando una notoriedad que tiene que ver también con el poder de las redes sociales. Y es que Internet es un altavoz para escritores que, una vez conocidos, se consolidan como talentos. Es el caso de Elena Medel (Córdoba, 1985), reconocida con el Premio Loewe por ‘Chatterton’, una visión cotemporánea de la dominante atmósfera de desencanto, de la precariedad laboral y emocional, de sueños rotos. Influida desde pequeña por la lectura de los textos de Federico García Lorca, su obra ha sido traducida a una docena de idiomas. Participó el año pasado en los IV Encuentros con la Poesía que organizaron en Palencia El Norte y el Ayuntamiento de la ciudad, en una sesión en la que habló de la importancia de las imágenes en sus poemas. «Intento que todas las imágenes sean un salto a una imagen propia, que haya vivido, leído o visto», comentó al público. También en la jornada del sábado y en ese mismo escenario tendrá voz la poesía, en esta ocasión con Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951), que dialogará con Manu Llorente, de la Fundación Loewe. Narrador, poeta y ensayista, uno de sus últimos libros es la antología de sus versos, que ha recogido en ‘Cuerpos, teorías, deseos’ (2014). El año pasado publicó también una obra de ensayo y memoria sobre la familia Panero, ‘Lúcidos bordes de abismo. Memoria personal de los Panero’. Otra cita poética del Hay pondrá la mirada en los poetas árabes en el exilio, en un encuentro que reunirá a Abdul Hadi Sadoun, Bahira Abdulatif y a Muhsin Al-Ramli, el viernes 25 en la Alhóndiga. Hablarán de la literatura árabe que ha tratado el tema de la migración y los desplazados, y expondrán historias de desarraigo, identidad y exilio a través de poemas.


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JAVIER AGUIAR

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a cuesión no es si nosotros creemos en Dios, sino si Dios cree en nosotros». Lo dice el malogrado personaje interpretado por Celso Bugallo en ‘Los lunes al sol’, la película que terminó de catapultar al éxito a Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968), un realizador tocado por la vara divina que acumula más galardones que titulos llevados a la pantalla grande. Si hay un director en el que cree Dios sin duda es él, aunque el sentimiento puede que no sea recíproco. Es difícil encontrar una imagen que explique mejor la España de los casi seis millones de parados, de los más de la mitad de jóvenes sin empleo, que ese fotograma que sirvió también para el cartel del filme en el que Javier Bardem y Luis Tosar sestean en la vacía barcaza que cruza la ría de Vigo preguntándose en qué día de la semana se encuentran. Es, efectivamente, lunes. Un lunes más al sol. Otro inicio de semana sin trabajo. En aquel lejano 2002 la crisis económica ni se vislumbraba, pero las tragedias personales son las mismas. León de Aranoa describe una dramática situación social poniendo el foco en un reducido grupo de personajes. Es un método tan eficaz como antiguo de hacer una denuncia social apelando a los sentimientos más humanos del respetable. El drama de ‘Los lunes al sol’ es el paro generado por la reconversión industrial en los astilleros y, por extensión, la tragedia del desempleo en general. Por eso es una película plenamente vigente trece años después de su exitoso estreno. Bregado como guionista para una de las series de mejor recuerdo de la televisión española, ‘Turno de oficio’, programas como el legendario ‘Un, dos, tres’ de Chicho Ibáñez Serrador o para humoristas como los no menos inolvidables Martes y Trece, el realizador madrileño estuvo muy unido desde sus inicios al cine social, una etiqueta que no para de rechazar por reduccionista pero de la que es difícil desprenderse después de haber tratado en cuatro largometrajes temas como la marginalidad juvenil (‘Barrio’, 1988), la prostitución (‘Princesas’, 2005) o la inmigración (‘Amador’, 2010), además del ya citado desempleo. La soledad, a la que siempre abocan todas esas situaciones marginales, es no ya un tema recurrente en su filmografía, si no que más bien sirve de fondo a todos sus trabajos, es el caldo en

Sábado 19.09.15 EL NORTE DE CASTILLA

XSábado, 26. 13:30 h.

Fernando León de Aranoa

El director en el que cree Dios

El director y guionista Fernando León de Aranoa conversa con el poeta y periodista Antonio Lucas. Moderado por Jesús Ruiz Mantilla.

León de Aranoa, durante el rodaje de ‘Un día perfecto’. :: EL NORTE

el que cuece a sus personajes. Aunque se declare un amante de la ficción, es pegado a la realidad, en la calle, en el barrio, donde alcanza su mejor expresión, donde encuentra el terreno propicio para desarrollar su enorme capacidad narrativa. Ya sea el hombre solitario que busca desesperado el calor de una familia, los tres adolescentes sin futuro de un barrio de la periferia madrileña, las dos prostitutas que tratan de sobrevivir con dignidad a su sórdido trabajo, los parados que intentan no perderla en su pelea diaria por un empleo o la emigrante y el anciano que encuentran en su mutua compañía la solución a sus particulares desesperan-

Rechaza la etiqueta de hacer cine social pese a haber firmado cuatro filmes sobre la marginalidad En su última película cuenta con la ayuda de Tim Robbins y Benicio del Toro para ampliar sus fronteras cinematográficas

zas, los personajes de León de Aranoa son tan reales que casi huelen, tan cercanos que resulta imposible hacer que no existen o mirar para otro lado. Con cinco ‘goyas’, una Concha de Oro y también un premio gordo de la Seminci (Mejor Director en 1997 por ‘Familia’) este brillante realizador acaba de estrenar su sexto largometraje con un punto de mira y una ambición diferentes. En ‘Un día perfecto’ cuenta con la complicidad de dos monstruos de la interpretación como Tim Robbins y Benicio del Toro, metidos en la piel de dos cooperantes en la guerra de los Balcanes, para ampliar sus fronteras cinematográficas

Cuatro ciclos de cine y un homenaje a Welles

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a presencia del séptimo arte en la décima edición del Hay Festival Segovia no se limita a la presencia de Fernando León de Aranoa. Cuatro ciclos dedicados al cine israelí, alemán, iraní y árabe cuajan la programación de proyecciones. En total diez películas conforman esta sección que contará con la cinemateca de La Cárcel como su sede

principal y que desde un amplio abanico temático tratará de analizar su situación. Realizadores de prestigio como Manuel Gutiérrez Aragón o Ángeles González Sinde participan en sendos actos, si bien más enfocados hacia la literatura. Finalmente, el certamen dedicará un homenaje a Orson Welles con la proyección de ‘Campanadas a media noche’.


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Volver a Aldecoa o el sabor de las palabras CEREZAS EN EL ESCONDITE TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO

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h, aquellos escritores que entraban con músculo y música en el lector indeciso y glotón que uno fue! Entonces se iba a ciegas en su busca en una incierta cacería no tutelada, lo que ponía todo del lado de la ingenuidad y del instinto. Uno no sabía de antemano si debían gustarle o no esos desconocidos; nada se conocía de su aura. Uno se llegaba a la biblioteca municipal de la ciudad, casi una habitación familiar llena de humo –¡se podía fumar!–, de jubilados ávidos de esquelas de prensa y estudiantes malheridos que malbarataban las mañanas del verano entre apuntes imposibles. Y empezaba la fiesta: rebuscar casi con las uñas entre los estantes malnutridos, sin saber distinguir la quincalla paniaguada de las tajadas suculentas. Un día me propuse leérmelo todo –tampoco era demasiado, no lo era para la voracidad de un lector de dieciséis años envenenado ya por el resplandor del lenguaje–, me subí a la escalerilla de tijera y, con lo que me daba la mano, arramplé con un par de volúmenes gemelos que iniciaban la letra ‘A’. Eran los cuentos completos de un tal Ignacio Aldecoa, en la impagable colección de Alianza. Devoré cuento por cuento, novela tras novela, toda la obra de Aldecoa, de la que no pude separarme del todo en mucho tiempo. La exactitud de los registros empleados en el habla de marineros, guardias civiles, buhoneros o hampones ya revelaban una experiencia comprometida del escritor vasco con lo que narraba; toda una lección de cómo el lenguaje natural puede penetrar en cualquier ámbito y quedarse allí,

en su magisterio, como algo que compacta lo demás; en Aldecoa las palabras guardan fidelidad a las vicisitudes y a los personajes sin estar nunca más allá de estos. Y aun así –ese es el prodigio–, es ese mismo lenguaje el que encandila al lector al dejarle carne y olor y sabor bajo la juntura de sus sílabas. He vuelto este verano a Aldecoa. Toda relectura tiene la fruición innegociable de ir recuperando las mismas sensaciones de la primera vez ante lo releído, que parecía olvidado dentro de nosotros pero que pervive en esa cámara oscura donde nos esperan todas las formas vividas de la intensidad. Eso mismo he vuelto a percibir en ‘Gran Sol’, en ‘El fulgor y la sangre’, en los impecables relatos (de nuevo me estremecieron hasta la compasión ‘Caballo de pica’, ‘Dos corazones y una sombra’ o ‘La despedida’) en los que el autor vasco volvió a ponerme cerca de la boca aquella vida anodina llena de maridos de gabardina mojada y bicarbonato y mujeres de vida interior que conocían todos los colores de la insatisfacción. Vuelvo a leerlo todo pero ahora hay novedades: tantos años después, ya no cabe la comparación de esta prosa admirable con la de aquellos novelistas apostólicos y melifluos del franquismo que convertían en lirismo empalagoso lo que exigía un lenguaje de vértices y aristas. Ahora se impone cotejar esta escritura con la que viene imperando de un tiempo a esta parte, una narrativa sin matiz, roma y resuelta, muy americana –digámoslo así– y que todo lo fía a la acción y a la falta de transiciones, una narrativa elíptica que huye de lo moroso y tira del lenguaje ramplón asumido por todos. Se diría que está determinada comercialmente por el lenguaje del cine, como si el novelista aspirase a dejar larvado un guión sustentado sobre todo en un interés por lo visual: debe ‘verse’ lo que está sucediendo, no debe ‘escucharse’. Al contrario de lo que ocurre en la experiencia de leer a Aldecoa, aquí las palabras han de ser incoloras, inodoras e insípidas para que no estorben la catarata de acontecimientos que van cayendo sobre el lector. En esas estamos, en la dic-

El escritor Ignacio Aldecoa. :: EL NORTE tadura del videoclip aplicada también al hecho de relatar. Se diría que la dilación narrativa ha caído en desgracia y una prestigiada anemia verbal se impone: microrrelatos, novelas gráficas, narraciones traspasadas al código del cómic…, lo que sea con tal de conseguir esa supremacía de lo breve y lo visual, que caracterizan a la sociedad en muchos otros órdenes. Y, sin embargo, volviendo a Aldecoa, su escritura ofrece como pocas un sentido de la economía y de la efectividad

En esas estamos, en la dictadura del videoclip aplicada también al hecho de relatar... Se impone la anemia verbal

que no daña el carácter de un lenguaje vivo y apropiado. A veces recuerda al Valle-Inclán de las acotaciones fulminantes ( «Juan Rodrigo –un aire de maestro peluquero, el decir gallo, los siete pecados tabaleados sobre el velador por su izquierda marquesona– empinaba el codo con rito clásico»); otras veces estira la imagen hasta acercarse a la greguería o bien entra en resabios naturalistas («Los soldados trasudaban el rancho del mediodía y las criadas arrastraban los pies delante de ellos (…); los

soldados absorbían como animales los perfumes de alcoba sin ventilación y de droguería mareante”). Detengámonos ahora en el lenguaje: las palabras brillan con justeza decisiva, sin soluciones de fácil digestión o de merodeo verbal. Cuando en un barco «el cabo primero tragaba como un imbornal», cuando el campo tiene aún los cultivos «en bozo» o cuando se dice que un rapaz, ya hecho hombre, «ha pelechado», ¿podemos reprochar a esta escritura que el lector del siglo XXI no está en disposición de comprender el último sentido de esas expresiones? ¿O acaso alguien ya estará adaptando arteramente la prosa de Aldecoa a la lengua rala de ‘menú del día’ de hoy, so pretexto de que hay que adecuar el léxico al uso actual para entender mejor al escritor? Como si se tratara de entenderlo y no de sentirlo, de ‘escucharlo’. Cuando uno ha visto hacer eso mismo con Cervantes, ha recordado a esos infames músicos comerciales que pasan piezas clásicas por el rodillo de una plantilla de rataplán a fin de ofrecer macedonia picada, complaciente pero espuria. Por eso, no puedo considerar la desafortunada empresa de Andrés Trapiello –quien otras veces nos ha mostrado su amor a lo cervantino– sino como un atentado muy serio contra la obra fundamental que inicia la narrativa moderna. El lenguaje de ‘El Quijote’ no es solo su léxico; es, sobre todo, el aliento, el punto de dicción, la elástica sintaxis ahora perdida, el ritmo que se va desgranando –se habla, por eso, de un ‘estilo cervantino’– en cadencias que nos han encandilado, que nos obligaban en la escuela a leer en alta voz para comprobar, con el oído encendido, el sabor de aquellas palabras. Aquellas, precisamente. Han abaratado a Cervantes creyendo que, falsificándolo, lo ponen a disposición de cualquiera, como esos relojes truculentos que mantienen la marca pero cuestan menos dinero para que cada cual se crea que puede adquirirlos. Por eso, me entristeció lo que hace poco me dijo exultante una lectora: «¡Cómo agradezco este libro; por fin he podido leer del todo ‘El Quijote’!». Eso creía aquella buena mujer, que ya no se acercará más a Cervantes, convencida de que no le hace falta, de que está superado una vez actualizado en esas nuevas palabras prêt-àporter, tan a la mano, justo al revés, por cierto, de lo que suele hacerse en teatro, donde se crean ambientaciones de osadía que acercan a Shakespeare o a Calderón al mundo actual pero se mantiene, de todas todas, un respeto escrupuloso para con el texto original, que ahí sigue ardiendo pimpante y necesario.


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Sábado 19.09.15 EL NORTE DE CASTILLA

DEL CIPRÉS

Félix de Azúa JESÚS MARCHAMALO

H

ubo una temporada, hace años, en que Javier Marías y Félix de Azúa fueron vecinos en la calle República Argentina, en Barcelona. Traducían los dos, entonces, para la colección Clásicos de Alfaguara que dirigía Claudio Guillén; Marías, en el ático, Tristram Shandy, de Sterne –le otorgaron el Premio Nacional de Traducción de ese año- y Azúa, en el sexto, justo debajo, Novelas, de Diderot. Y cuentan que cuando se cruzaban en el portal, con la compra o bajando la basura o lo que fuera, comentaban a veces sobre sus respectivas traducciones igual que en su momento, también contemporáneos, Sterne y Diderot se encontraban y hablaban de sus cosas. De aquella temporada en que fueron vecinos conservan ambos la manía de colocar los libros por orden cronológico de autores: Shakespeare antes de Faulkner, por ejemplo, y, por ejemplo, Zola antes de Perec. Así, la biblioteca de Félix de Azúa (Barcelona, 1944) adquiere categoría de manual, de mapa literario: los libros, en las baldas, dejan de ocupar ese lugar regido por el azar caprichoso del alfabeto, para acomodarse, escrupulosamente, en el sitio preciso que les corresponde en la historia de la literatura: codo con codo, Ferlosio y Juan Benet, Bécquer y Rosalía, Salinas y Girondo. Pero hay veces que uno se pierde, inevitablemente, en los pecios de la cronología y hay que buscar trucos que garanticen la exactitud del orden. Así, llama la atención, arriba, en algunos lomos, una cifra escrita con bolígrafo: indica el año de nacimiento de cada autor, sin coqueterías, y por tanto el sitio que su obra debe ocupar en los estantes: Alberti, 1902; Ezra Pound, 1885; Onetti, 1909… Me insiste, eso sí, en que sólo tiene literatura en casa porque el ensayo, todo, lo donó hace años a la biblioteca del Museo del Prado donde, de vez en cuando, acude a consultar algunos de sus libros. Y me habla, mirando los es-

La Biblia

tantes casi con paternal condescendencia, de esta biblioteca suya víctima de mudanzas, idas, venidas, expurgos, algunos voluntarios y otros accidentales, y calamidades domésticas diversas, la última por cierto, una fuga en la zona donde está Valle-Inclán, 1866, y que acabó con algunas cubiertas fatalmente manchadas de pintura; unas gotitas blancas, como constelaciones en los lomos, que salpicaron cuando los operarios arreglaron la mancha de humedad en la pared.

«Uno no puede escapar a sus mitologías y la nuestra es un compuesto de Iliada y Antiguo Testamento».

‘Autobiografía (Autobiografía de papel, Autobiografía sin vida, Génesis) ’ Félix de Azúa Literatura Mondadori

«Llevo ya tres volúmenes de esta autobiografía, y voy a por el cuarto. Espero que me llegue la visita de la Anciana Dama mientras escribo el quinto. Hombre, si puede ser el sexto...».

Kierkegaard y Guillermo el travieso Por lo demás, sus libros están repartidos por geografías: literatura alemana y francesa, en el salón; anglosajona, ese imperio en sutil decadencia, en el cuarto de la plancha; y españoles e hispanoamericanos y rusos e italianos, en su estudio. Todo impecable, pulcro, ordenado como para un registro: los libros alineados con el borde de las baldas, como en las librerías de postín, y apenas algún adorno, alguna concesión, delante: una postal de Humboldt, el geógrafo, uno de sus personajes admirados, tapando las poesías de Kavafis, y casi al lado la imagen de un pájaro dodó de Isla Mauricio, extinguido hace siglos, y cuyo esqueleto, probablemente descarnado por la voracidad de los marineros, se conserva en el Museo de Historia Natural de Londres. «Empecé a acumular libros con

EL ESCRITOR EN SU BIBLIOTECA

‘El Hereje’ Miguel Delibes Destino

«Es un libro del que tengo una preciosa edición cuidada por la fundación que lleva su nombre (el de Delibes, no el del hereje) y es una de las obras maestras de la recreación del barroco español».

El pájaro dodó de isla Mauricio, libros de Cortázar y el manuscrito de ‘Volverás a Región’, de Juan Benet.

Un rincón de la biblioteca. :: FOTOGRAFÍAS DE JESÚS MARCHAMALO

quince años. Recuerdo que mi madre me regalaba historias de Guillermo el travieso, del que salté muy pronto, con dieciséis o diecisiete años, a Kierkegaard, ‘Temor y temblor’, porque desde muy pequeño no distinguía entre literatura frívola o seria, así que debía parecer un joven bastante singular». Porque tuvo, confiesa, una adolescencia turbulenta y de pasiones navajeras de la que hoy todavía conserva un rastro de habilidades inconfesables: en su mesa, una colección de estilográficas, una radio, un tintero, papel celo y objetos de escritorio y, ocultas pero a mano, un número apreciable de navajas y nava-


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Sábado 19.09.15 EL NORTE DE CASTILLA

El paraíso de la cronología Todo impecable, pulcro, ordenado, como para un registro: los libros alineados con el borde de las baldas

jitas, también en su acepción más cheli –cheiras, bardeos o cholis– que maneja con inesperada destreza. Y ahí, junto a una pequeña caja de caudales, una lupa, un reloj digital, busca entre los estantes, en su sitio, dos o tres joyas bibliográficas: un libro, ‘Lope en silueta’, que le dedicó, la letra temblorosa, Azorín, cordialmente, apenas un mes antes de morir; la primera edición de ‘La guerra’, el último libro publicado en vida por Antonio Machado, en 1937, ilustrado por su hermano José, y una rara edición de las ‘Doloras’, de Campoamor, regalo de Antolín Palomino, el encuadernador, como se lee, anotado,

Félix de Azúa posa frente a los estantes repletos de obras ordenadas cronológicamente. A la derecha un detalle de la biblioteca con un ejemplar de Ezra Pound.

en la página de cortesía. También libros de amigos, Marías, Ferrer Lerín, Mendoza, Trapiello, Patricio Pron, cada uno en su año y mes de nacimiento, y un poco antes, arriba, Gil de Biedma y Benet, de quien saca, de una balda cerca del techo, horizontal, el manuscrito de ‘Volverás a Región’ –carpeta azul, folios que amarillean numerados entre guiones, mínimas correcciones– que le regaló en uno de sus cumpleaños. “Con Benet

Robar el ‘Tristram Shandy’

me unió mucha amistad, sí, y creo recordar que el manuscrito fue un regalo de cumpleaños, es el original aunque sé que hay otro con pa-

sajes eliminados para la censura. No es fácil que haya más, porque no se hacía entonces más que una copia con papel carbón».

Una vez, en casa de Juan Benet, en Pisuerga 7, me cuenta, pidió que le prestara una edición en inglés de ‘Tristram Shandy’ y Benet se negó. Así que aprovechó un despiste y sin que se diera cuenta cogió el libro de uno de los estantes, y se lo llevó a casa con idea de leerlo y devolvérselo antes de que se percatara. Pero dos días más tarde llamó Benet, irritado como pocas veces lo había visto, porque había advertido su falta y sabía que sólo podía haber sido él. Azúa le explicó que su idea era leerlo y devolverlo. Y Benet, que había ido a buscarlo para regalárselo. Ambos se dis-

culparon por su mutua falta de confianza, y el libro ahora está aquí, y me lo muestra –con su cubierta de un azul que debió ser airoso, hoy desvaído–, todavía en cierto modo avergonzado. Allí, en el cuarto de la plancha, Shakespeare, que leyó muy pronto; James, a quien se acercó ya mayor, y Faulkner, todo Faulkner, al que descubrió con poco más de veinte años, deslumbrado, y también Nabokov y Ezra Pound. Todos los libros limpios, sin marcas ni exlibris y únicamente algunos, pocos, con su apellido, rotundo, escrito en la primera página: Azúa. «No he tenido, ni tengo espíritu de propiedad con los libros, pero es cierto que nunca los presto, y si alguna vez, excepcionalmente, lo hago, con un amigo, llamo cada dos días para ver si ya lo ha terminado y me lo va a traer, o si puedo pasar yo mismo a recogerlo». En la zona francesa, Flaubert y Mallarmé, muchos de ellos en francés, Novalis y Descartes, y en la alemana, cruzando la frontera que señala, sutil, la estantería, Rilke, Thomas Mann o Hölderlin, su poeta favorito. «La literatura contemporánea me coge muy mayor ya, y también me ocurre cada vez más que me va dejando de interesar la novela a favor del ensayo. Y estoy esperando, eso sí, la vejez, para volver a la poesía». Me muestra, antes de irme, su colección de Biblias –gran lector– y reparo al salir en una cómoda antigua, oscura, de madera, en el recibidor, llena de libros –cinco, seis torres alineadas con cuidado exquisito de quince o veinte libros cada una–, que esperan, allí en tierra de nadie, abandonar la casa. Miro de reojo, con aprensión, por si hay alguno mío, y me pide discreción sobre el resto de los que ahí, bajo el retrato de uno de sus antepasados, un militar glorioso y craquelado, esperan para salir, más o menos airosos, del paraíso de la cronología.


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DEL CIPRÉS

LOS DIRECTORES QUE HICIERON HISTORIA

Truffaut, el amante del amor GUSTAVO MARTÍN GARZO

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l trabajo de un cineasta consiste en hacer que las mujeres bellas hagan cosas bellas», dijo François Truffaut una vez. Y, en efecto, todo su cine es un canto de amor a las mujeres. Catherine Deneuve, Jeanne Moreau, Françoise Dorléac o Fanny Ardant fueron sus amantes en la vida real y de alguna forma al filmar sus historias estaba filmando su propia historia de amor con ellas. Truffaut solía decir que cuando un director rodaba con actrices así lo único que tenía que hacer era seguirlas con la cámara y registrar lo que hacían. En ‘La sirena del Mississipi’, Jean Paul Belmondo compara el rostro de Catherine Deneuve con un paisaje. Su frente es una llanura, su pelo un bosque poblado de pájaros, sus ojos dos lagos, su nariz una pequeña montaña, su boca un volcán. Es decir, su cuerpo se confunde con el mundo. Y así suelen comportarse todos los personajes masculinos del director francés, como si el único mundo que desean fuera aquel en el que las mujeres están. Por eso todas sus películas giran sobre el amor, el amor en todas sus formas: el amor de dos amigos por la misma mujer (‘Jules e Jim’), el amor adúltero de dos vecinos (‘La mujer de al lado’), el amor de un hombre por su esposa muerte (‘La habitación verde’), el amor vengativo que lleva a una viuda a matar a cuantos participaron en la muerte de su esposo el día de su boda (‘La mujer de negro’), el amor que lleva a la locura a una pobre muchacha (‘Adele H.’). Pero siempre el amor apasionado y romántico, ese tipo de amor que hace que hombres y mujeres se busquen para recuperar la memoria del paraíso en la tierra. El protagonista de ‘El hombre que amaba a la mujeres’ sólo vive para conquistar a las

François Truffaut, durante el rodaje de la película ‘La piel suave’ (1964). :: EL NORTE mujeres. No lo hace para entretenerse con ellas, como hace Casanova; ni para burlarlas, como don Juan, sino atraído por su misterio. Su madre era prostituta y se tuvo que enfrentar desde pequeño al hecho doloroso de que no le quisiera. Soporta a sus amantes y lee a escondida sus cartas tratando de descubrir sus secretos. Todos los personajes masculinos de Truffaut forman parte de esa legión silenciosa de hombres que en algún momento de su vida fueron hechizados por una mujer. Es un hechizo que no tiene cura. «Todas mis amigas son jorobadas», dice Paul Eluard, pues la belleza de la mujer guarda siempre en su interior una herida, un anhelo imposible de satisfacer. El protagonista de esta película las mira, las persigue, habla

con ellas, comparte miradas y palabras, las clasifica y habla de su belleza. Cada una tiene una historia que contar, y cada una de esas historias es una pieza más de un rompecabezas imposible de componer que da cuenta del corazón y los deseos femeninos. El corazón es un niño, dice un proverbio ruso, espera lo que desea. Y así se comportan todos los protagonistas masculinos del cine de Truffaut, como niños que no quieren madurar. Por eso discuten, pelean, lloran, ninguno quiere hacerse mayor y renunciar a lo que desean. Sus películas raras veces terminan bien. Todas giran sobre los misterios y las derrotas del amor. Están llenas de vida, pero a la vez hablan de la muerte. Hasta la encantadora serie de Antoine Doi-

nel termina con la separación de la pareja. Algo fatal se interpone siempre en su cine entre los hombres y las mujeres, como si ningún camino hubiera entre lo que sucede en esa cama donde duermen juntos y la realidad. El cine de François Truffaut se alimenta de su propia vida. Fue hijo de una madre soltera que le abandonó al poco de nacer, dejándolo en manos de una nodriza. Cuando se casó se lo llevó con ella, pero ter-

La relación fallida con su madre marcó la vida del director de ‘La piel suave’

minó por dejarlo al cuidado de una de sus abuelas. La relación fallida con su madre marcaría su vida. Puede que tras todas las mujeres que aparecen en su cine esté la figura de esa madre ausente que nunca le amó, y que sus finales trágicos hablen de la imposibilidad de reconciliarse con ella. Sus dos películas más hermosas –‘Los cuatrocientos golpes’ y ‘El pequeño salvaje’– están dedicadas a los niños. La primera cuenta la historia de su amor frustrado por su madre; la segunda se basa en la biografía de un niño, encontrado en el bosque a finales del siglo XVIII, que un médico trató de educar, y al que el propio Truffaut quiso dar vida en su película. Los problemas del pequeño salvaje no nacen de su vida en el bosque sino de su relación con

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ese nuevo medio en que debe aprender a vivir. La película habla del difícil camino que nos hace humanos. Pero si en la historia real el perseverante doctor fracasa en sus intentos de educar al pequeño, Truffaut detiene su película cuando todo hace pensar que lo logrará. Son los cuidados de la ternura, la obstinación, los cuidados en suma del amor. Para eso existe el cine, para corregir las derrotas de la vida. «El cine es más bello que la vida, se dice en ‘La noche americana’, no hay atascos ni tiempos muertos. Avanza como un tren atravesando la noche». El cine de Truffaut es un tren lleno de parejas de amantes. En sus películas asistimos una y otra vez a ese milagro tan humano de ver relacionarse lo que cura con lo que hiere.


LECTURAS

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La Europa francesa El libro de Fumaroli recorre el Siglo de las Luces, un rico mundo por entero abolido

LUIS ANTONIO DE VILLENA

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rivolidad y filosofía son las dos ubres de la Ilustración». Así comienza un capítulo de este libro que pretende trazar (a través de ejemplos concretos) un panorama de lo que fue la francofilia cultural y librepensadora en el siglo XVIII. No todo él, desde la muerte de Luis XIV –todavía demasiado católico, pese a sus amantes– hasta 1789 con la Revolución, tan poco ilustrada o que iniciaba otra ilustración distinta. París era centro y eje de la Europa de las Luces, que acaso alcanza su apogeo bajo Luis XV y siempre con el señor de Ferney, o sea, Voltaire… El napolitano abate Galiani, que escribe en francés, cuando tiene que dejar París para regresar a su tierra, dice: «París es mi patria, por más que se me exilie, regresaré a ella». No dice Francia, sino París y a todos los afrancesados les ocurría igual. Pues estos ‘francófilos’ no son otros que nuestros afrancesados. Claro que

si están Goya y la marquesa de Santa Cruz (que se escribía con Voltaire) también hay otros nombres encopetados, desde Federico II de Prusia –el célebre palacio de ‘Sans Soucis’– hasta Catalina II de Rusia que en sus cartas francesas no es una despótica zarina, sino una dama de algunos de aquellos salones (Versalles aparte) que triunfaban en París, desde el de la muy ilustrada –y ciega– marquesa du Deffand hasta el de madame d’Epinay o el muy influyente de madame Geoffrin… En estos salones elegantes se hablaba de progreso e ilustración, se alababa el talento y las buenas letras (siempre en francés) pero también se tejían todo tipo de amistades galantes o in-

CUANDO EUROPA HABLABA FRANCÉS Marc Fumaroli. Trad. José Ramón Monreal. Acantilado, Barcelona, 2015.

fieles que no tenían la menor importancia, ya que placer e inteligencia eran las luces del mundo… Entre tantos extranjeros unidos en Voltaire o Diderot, estaba Benjamin Franklin, el inventor del pararrayos o un disoluto y elegante inglés, William Beckford –el maestro que Byron confesaba– y que aunque terminó en el romanticismo, comenzó en las luces. También estaba un noble sueco, Hans Axel de Fersen que dicen amante de María Antonieta, que tampoco hacía mohines a las relaciones lésbicas. Pero son dos caballeros ingleses (entre la nómina que propone Fumaroli) los que marcan un estilo diferente y gemelo: Anthony Hamilton escribe en francés una novela de fondo real y frívolo/erótico, las ‘Memorias del conde de Gramont’ y otro caballero que escribe cartas a su

Retratos de Voltaire, Diderot (pintura de LouisMichel van Loo) y Benjamin Franklin. :: EL NORTE

hijo (habido fuera del matrimonio) enseñándole, las cartas en inglés, a ser un auténtico y distinguido ‘gentleman’ a la francesa, para lo que, entre otras cosas, de ningún modo debe olvidar la galantería. Son las celebradas ‘Cartas a su hijo’ de Lord Chesterfield quien, en verdad, al dar consejos y poner ejemplos se retrata a sí mismo siendo más joven. El broche lo pone un distinguido caballero belga, el príncipe de Ligne que escribió memorias y aforismos, un epitome del sabio galante, noble «por la gracia de su gracia» lo que suena muy dandi. El libro es bueno y además conlleva una antología. Por lo demás habla de un rico mundo por entero abolido.


12 LA SOMBRA

DEL CIPRÉS

LECTURAS

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Lo extraño en el mundo

EL FIN Soledad Puértolas. Barcelona: Anagrama, 2015, 165 págs.

La amenaza se cuela por las rendijas de un libro en el que Puértolas deja la duda sobre si será el último

SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN

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ra yo la rara, algo había en mi interior, una extraña lente deformante, que convertía ese universo desconocido en algo excesivamente perturbador, angustioso», dice la protagonista de ‘Las Tres Gracias’. Podemos extender al resto de los cuentos de ‘El fin’ esa sensación de extrañeza que, de un modo u otro, tienen los personajes, o sienten en un momento de sus vidas. Un buen ejemplo de lo que digo es el relato que da título al libro. En ‘El fin’, a raíz de un incidente ni demasiado serio ni fuera de lo común, la situación se lleva hasta tal extremo que una de las protagonistas no solo se percata

de la extrañeza; también se da cuenta de que el final ha llegado, que el mundo que habita ha dejado de ser el suyo. Es ya solo una presencia ajena. No es la única. Susana siente lo mismo al recordar su juventud y su posterior romance con el Dandi, un viejo amigo. A la mujer de ‘Mesas’ –quizás el cuento más perturbador– le atribuyen una identidad que no es la suya. Hay también un escritor de provincias a quien nadie hace caso cuando le llega el reconocimiento. Son cuentos del mundo real, en el que lo sobrenatural está ausente, pero en el que la extrañeza mencionada abre rendijas por las que lo siniestro puede colarse, como les ocurre a las protagonistas de ‘Viejos amigos’ y ‘Las Tres Gracias’. No olvida Soledad Puértolas a dos de los maestros de la alusión y lo silenciado:

Soledad Puértolas, en la Acera de Recoletos de Valladolid. :: HENAR SASTRE Henry James y Antón Chéjov a quienes dedica sendas historias, que no son remedos de lo que ellos hicieron. Siempre los ha mencionado como escritores que influyeron en su manera de entender la literatura. Ya estaba esa

sutileza alusiva presente en Burdeos allá en el lejano año de 1986 y desde entonces Puértolas ha seguido indagando en sus posibilidades narrativas, con un estilo claro, que parece sencillo, en el que los personajes y las na-

Los 125 jóvenes años de Howard Phillips Lovecraft

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El pasado agosto Howard Phillips Lovecraft hubiera cumplido 125 años. Si el cáncer no lo hubiera matado a los 46. Y si, además, como alguno de sus personajes más tenebrosos –hay para elegir–, se hubiera podido servir de alguna fórmula blasfema, alguna magia o ciencia, o mezcla de ambas, que prolongara su vida. Seguramente él, que se sentía incómodo entre sus semejantes, que tenía la lucidez de contemplar el universo como un absurdo indiferente –aunque a veces no exento de belleza, o de horror–, sin nada parecido a un sentido, hubiera re-

chazado un artificio semejante. Además se hubiera reído en la cara de quien hubiera insinuado que algo así pudiera existir. De haber vivido, de haber cumplido esos 125 años, estaría escribiendo cartas a sus amigos, no tan perplejo como muerto de risa, sobre todas esas supuestas ediciones del Necronomicón; las fichas de las bibliotecas que dicen poseerlo; los magufos que creen a pies juntillas que un día de estos se lo van a encontrar en una librería de viejo. Los hay, sí. Por más que él repitiera por activa y pasiva que se lo había inventado todo. Yo lo busqué, lo reconoz-

co, a los trece años. No había saldo que dejara sin revolver no fuera a ser que... Era una cosa que en esa edad, en la que aun quieres creer en algunos disparates, leer a Lovecraft podía hacerte. O masticar conglomerados imposibles de consonantes a ver si pasaba algo. Hace muchísimos años que no busco el Necronomicón, pero de cuando en cuando sigo leyendo a Lovecraft. No puedo evitarlo. Me encanta. Su prosa está recargada y es demasiado prolijo con los adjetivos. Tampoco es que sea algo tan malo. Sobre todo si de lo que se trata es de crear ambiente. Además poca gen-

te que no haya leído a Lovecraft conoce el epíteto ciclópeo. A mí me gusta bastante: ciclópeo: ya saben, piedras apiladas, enormes, titánicas, antiquísimas, putrefactas, cenagosas; venga va: blasfemas. (Y mejor alzándose contra una luna gibosa). Es posible que algunas de sus narraciones sean repetitivas, algunas mejores que otras, pero en general son bastante eficientes en su objetivo declarado: No tanto el escalofrío o el sobresalto –que también a veces, pruébese a leer ‘El modelo de Pikman’– como una sobrecogedora extrañeza. A Lovecraft se le suele llamar maestro del terror. Se-

rradoras parecen decir las cosas sin concederles demasiada importancia. No recuerdo ningún cuento de Chéjov en que lo ominoso tuviera cabida, sin embargo, sí que recuerdo una decena de cuentos de James

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA

guramente lo es. Pero no es menos cierto que tenía un talento pocas veces visto para la ciencia ficción. No mucha gente ha superado sus descripciones de lugares y criaturas alienígenas. Unos lugares y seres que nada o poco tienen que ver con lo humano. Con motivos que nos son difíciles o imposibles de comprender. Muchos de sus relatos son una mezcla, a veces perfecta, otras menos, de terror y ciencia ficción. Posiblemente es el escritor que, de manera más o menos evidente, ha influenciado más en los autores que du-

en que lo fantástico –en su faceta siniestra– aparece en algún momento de la historia; el caso más notable es ‘Otra vuelta de tuerca’, aunque no es el único. Podría parecer, a primera vista, una contradicción, que uno de los maestros del realismo literario anduviese con tales ‘truquitos’ narrativos que, desde luego, nada tienen que ver con esa descripción exacta y detallada de la sociedad que el realismo propugna. Y sin embargo, hay una línea de continuidad entre ambos modos de ver la realidad. Así lo entiende también Soledad Puértolas y por eso se ha encargado de ir abriendo pequeñas rendijas en sus relatos por donde lo extraño y amenazante pueda colarse. Eso sí, el lector no debería olvidar las palabras de advertencia que dice el protagonista de la primera historia, que marcan sentido y camino a las demás historias. Las trece historias de ‘El fin’ son modelos de cuentos depurados en los que nada sobra y todo está aludido con elegancia para que el lector disfrute. Acaso el título del libro y del cuento homónimo deje en los lectores la duda de si no será este el último libro que Puértolas escriba.

rante el siglo pasado y este, se han dedicado a estos géneros. No hablo solo de escritores. Hay un montón de temática lovecraftiana en el cine, en el cómic, en el arte, en los videojuegos. Y me equivoco cuando hablo solo de dos géneros –de los que, siguiendo mis principios, no debería hablar, existen tanto como el Necronomicón–. El rastro de Lovecraft, de lo lovecraftiano, puede salirnos al paso en cualquier sitio. En novelas, películas, tebeos, cuadros, de los llamados serios. En anuncios, en series de televisión policiacas. En cualquier sitio. De modo que no es descabellado afirmar que Lovecraft es posiblemente el autor más influyente del siglo XX. Y es que nadie se gana su propio adjetivo sin una buena razón. Muchas felicidades Howard. Y muchas gracias.


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Sábado 19.09.15 EL NORTE DE CASTILLA

LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Parranda trágica ‘A Esmorga’ recupera a Eduardo Blanco Amor de las toneladas de silencio que han caído sobre él LUIS EDUARDO SILES

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n ‘A Esmorga’ todo lo que se lee se palpa, se huele, se vive. Es un libro naturalista, pero en el que manda el poder de la palabra, las descripciones desde un ángulo insólito, la fuerza del idioma: Por tanto se trata de una obra de vanguardia. Es valga la expresión- un thriller rural, que se lee con intensidad, con emoción, y con dolor, sobre tres tipos que van medio escondidos y muy ebrios por las calles de Auria -la forma en la que el autor denominaba a Ourense-, por caminos de Galicia llenos de charcos y frío, bajo una lluvia gélida, una lluvia sin tregua. ‘A Esmorga’, de Eduardo Blanco Amor (1897-1979), un autor maldito, un proscrito que mantuvo siempre una elegancia bohemia, es una novela extraordinaria. Porque en ‘A Esmorga’, ya está dicho, el lector parece que paladea el sabor del aguardiente reparador del frío que ingieren los protagonistas y huele el olor a carne usada de las prostitutas de los burdeles que visitan en su travesía hacia los infiernos. ‘El Castizo’ ha decidido dejar las parrandas, porque así lo ha prometido a La Raxada, la prostituta que un día él sacó de una casa de lenocinio, con la que comparte un hijo, un amor triste, y la necesidad de estar junto «a las carnes de su cuerpo que nunca me pude apartar de ella por mucho plazo». La Raxada sufre una enfermedad terminal. Pero aquella mañana, ‘El Castizo’ se topa, en el trayecto hacia la obra en la que trabaja, con Juan ‘El Bocas’ y con Eladio ‘El Milhombres’, dos tipos inquietantes aunque de aparente fondo noble, que vienen de una noche de peleas, borracheras y muerte. Un encuentro fatal. ‘El Bocas’, «aunque era medio mulo en el natural de su carácter, cuando se andaba con él de parranda, pues no era así, sino más bien animado y hablador». ‘El Milhombres’, un homosexual desesperadamente enamorado de ‘El Bocas’, «tenía el cuerpo

Eduardo Blanco Amor. :: EL NORTE muy blanco y las carnes fofas, seguidas por los vacíos, sin cintura, como si no tuviese debajo los fundamentos de los tendones, como tenemos los demás hombres, y al moverse le temblaban los pechos, como a una mujer, que hasta daba reparo y tenía su aquel de gracia». La novela es el relato en primera persona, que Cipriano Canedo, al que llaman ‘El Castizo’, formula ante el juez de los hechos que ocurrieron en aquella noche de juerga y tragedia. Como ha escrito Manuel Rivas en su acertado Epílogo a esta edición de ‘A Esmorga’: “Es un libro que se escucha”. Ese amor no correspondido entre ‘El Milhombres’ y ‘El Bocas’, que iba de macho aunque consentía algunos juegos de tocamientos clandestinos con ‘El Milhombres’ durante las borracheras, desencadenará el drama. Eduardo Blanco Amor fue

A ESMORGA Eduardo Blanco Amor. Editorial Galaxia. 120 páginas. 12 euros

homosexual, republicano y exiliado. Nunca escondió ni su pensamiento ni su condición sexual. Por tanto, sobre su obra cayó la ira de la censura y el plomo del silencio. ‘A Esmorga’ está considerado como el mejor libro en gallego de todos los tiempos. Ahora se ha lanzado una edición traducida al castellano coincidiendo con el estreno de la excelente película basada en esta novela, dirigida por Ignacio Vilar. ‘A Esmorga’ se publicó en 1959 en Buenos Aires. La censura la prohibió inmediatamente en España con un argumento que Manuel Rivas transcribe en el Epílogo: «Burda novela corta, en gallego, en la que se narran las aventuras y desventuras de tres borrachos. En lenguaje a menudo soez, se mezclan los diálogos de estos tristes personajes con escenas de burdel y recuerdos de aventuras. No debe autorizarse». El libro está lleno de descripciones sublimes del paisaje gallego. Galicia para bien y para mal. Con la lluvia. A veces, la maldita lluvia. «Yo tengo que decir que la lluvia tuvo mitad de la culpa, aunque no se crea, que usté no puede saber lo que aquí nos hace la lluvia, cuando viene así, duro que te pego, sin parar, a veces meses y meses», relata al juez ‘El Castizo’. Como en un Macondo oscuro y pobre, un Macondo desdichado y sin suerte.

De tesoros escondidos y de buceadores supervivientes :: V. M. NIÑO Desde la primera línea atrapa el tono de la escritura, íntimo y a la vez necesitado de público. Alguien cuenta su peripecia vital a otro alguien. Hay una catástrofe natural por medio y poco a poco descubrimos a Rob, el protagonista de ‘El mar’, su nueva forma de vida, su orfandad, sus amigos. No hay lamento sino descripción salpicada de sorprendentes conclusiones para un superviviente de once años. La filóloga Patricia García-Rojo sedujo al jurado del Premio Gran Angular (SM) ganando su última edición con esta narración. «Soy bueno contando historias. Pero soy muy malo con el trueque», avisa el protagonista. La habilidad señalada proviene de su soledad, de la necesidad de explicarse la pérdida de su familia, de su casa, de todo lo cono-

cido. Su exposición es lúcida, contenida, poética por momentos. Pero a la vez, cuenta su quehacer diario en ese mundo sobre el agua. Su nueva comunidad vive en las azoteas de su otrora barrio, todos sienten pánico de

EL MAR Patricia García-Rojo. SM. 265 páginas. 11,95 euros. A partir de 12 años. Premio Gran Angular 2015.

volver a vivir bajo un techo. Por eso han elegido esa forma de vida, «somos una actividad de aventura». La aventura diaria consiste en sumergirse y buscar ‘tesoros’ con los que comerciar, con los que conseguir comida y material para bajar cada vez más hondo. Es un buceador mediocre, «no soy un personaje de éxito en nuestro pueblo», aunque suele contar con ayuda de sus amigos. Rob tendrá ocasión de brillar más adelante. Dickens retrató a pillos y supervivientes de las calles del Londres decimonónico. Patricia García-Rojo crea una atmósfera que, alejada del tremendismo dickensiano, permite ir mostrando el alma de estos aventureros forzosos. Pero al igual que el inglés, la jienense se asoma a la capacidad humana de regenerar su tejido sentimental.

Un hada madrina con antifaz :: V. M. N. Con cadencia regular, las editoriales lanzan una nueva colección de clásicos. Anaya propone para esta temporada una de cuentos para ‘leer y contar’, en tapa blanda, formato asequible para manitas y manos grandes, y una selección de títulos que renuevan su enfoque gracias a la ilustración. Noemí Villamuza emplea su lápiz en ‘La Cenicienta’, que Muñoz Puelles adapta de Perrault. La palentina concentra en el rostro de los personajes la expresión de las emociones, más exagerada de lo que nos tiene acostumbrados, y diseña escenarios domésticos que alterna con fotografías de una ciudad gala

LA CENICIENTA Texto de Perrault, adaptado y traducido por Vicente Muñoz Puelles. Ilustración de Noemí Villamuza. 25 páginas. Anaya. Cuentos clásicos para leer y contar. 5,95 euros.

cuando se trata de exteriores. Quizá sea esa aproximación al collage la novedad de esta ilustradora amante del blanco y negro, del trazo seguro y la inclinación al realismo. Su hada madrina lleva antifaz. Mira y es vista de manera diferente a los demás personajes. A ‘La Cenicienta’ le seguirá ‘La princesa y el guisante’, con ilustraciones de Elena Odriozola; ‘El lobo y los sietes cabritillos’, a cargo de Elisa Aguilé, y ‘El gato con botas’, por Mikel Valverde.


14 LA SOMBRA

Sábado 19.09.15 EL NORTE DE CASTILLA

DEL CIPRÉS

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n el nivel léxico se entiende por variante cada una de las diferentes formas en las que se presenta una palabra. Por ejemplo, las formas ‘carné’ y ‘carnet’ (adaptaciones gráficas de la voz francesa carnet) son variantes en español de una misma palabra, aunque la RAE, desde la 19.ª edición del Diccionario de la Lengua Española (1970), propone solamente la primera. ‘Carnet’ se registra solamente en tres ediciones del Diccionario académico: la de 1927, la de 1936 y la de 1950. Así que digan y escriban tranquilamente ‘el carné’ y ‘los carnés’, sin te. En un examen somero de los diccionarios llama la atención la cantidad de palabras con dos o más variantes registradas, tanto en lo que respecta al nivel fónico (me refiero a palabras con doble acentuación, como ‘isóbara’ o ‘isobara’, ‘dinamo’ o ‘dínamo’, ‘icono’ o ‘ícono’) como en lo referente a variantes propiamente dichas, es decir, formas distintas de una palabra. Hoy quiero dejar de lado ejemplos del tipo ‘radio / arradio’, ‘moto / amoto’, ‘rascar / arrascar’, ‘desgajar / esgajar’, etcétera, en los que las formas estándares (radio, moto, rascar y desgajar) se oponen a las vulgares e incorrectas (arradio, amoto, arrascar y esgajar), no registradas en el Diccionario académico. En estos casos, en la variante no aceptada, característica del habla popular, suele haber aféresis (supresión o pérdida de uno o más sonidos en posición inicial de palabra) o prótesis (adición de uno o más sonidos en posición inicial de palabra). A continuación se presentan algunos ejemplos de palabras con variantes aceptadas: ‘Aguinaldo’ y ‘aguilando’ (y no ‘aguinando’) es el regalo o gratificación que se da a una persona por Navidad, generalmente a alguien que presta habitualmente un servicio. El origen probable de esta palabra es la locución latina

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

VARIANTES LÉXICAS (1)

Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es

«hoc in anno» ‘en este año’, empleada como estribillo en las canciones populares de Año Nuevo. La forma estándar es ‘aguinaldo’, y es la forma a la que remite el diccionario académico bajo la entrada ‘aguilando’. ‘Anudar’ y ‘añudar’, que significa hacer uno o varios nudos en una cosa flexible y a menudo alargada o entre dos cosas semejantes para que queden unidas o sujetas y también poner alrededor de un cuerpo una cuerda o una cosa alargada y flexible uniéndola con un nudo, para sujetarlo. La forma estándar es ‘anudar’, forma a la que remite el diccionario de la RAE bajo la entrada ‘añudar’. Al no haber ninguna marca indicativa de registro o de lugar de utilización, puede hablarse de anudar (o de añudar) la corbata, de anudar (o añudar) los cor-

dones de los zapatos, de anudar (o añudar) los cabos al mástil, de una chaqueta anudada (o añudada) con un cinturón o de anudarse (o añudarse) el pañuelo a la cabeza. Una persona que habla demasiado y que, por indiscreción, cuenta cosas que no debería contar es –indistintamente– un ‘bocaza’ o un ‘bocazas’. En este caso, el Diccionario académico registra las dos variantes en una sola entrada (s.v. bocaza o bocazas). Como sinónimo de bocazas, en muchos contextos puede funcionar boceras, aunque los diccionarios añaden al rasgo semántico ‘que habla más de lo que considera prudente y oportuno’ el rasgo ‘persona presumida y fanfarrona’, de ahí En un examen que no funcionen como sinónimos en somero a los todos los contextos. diccionarios llama También ‘boceras’ es un ejemplo de palabra la atención la con dos variantes, cantidad de palabras pero en este caso la con dos o más variación (de tipo ortográfico) afecta sola- variantes registradas mente a la escritura: ‘boceras’ y ‘voceras’. ‘Baturrillo’, ‘batiburrillo’ y ‘batiborrillo’ significa mezcla de cosas revueltas, sin orden y sin relación unas con otras. La forma estándar, según la RAE, es ‘baturrillo’, que es la forma a la que remiten las entradas ‘batiburrillo’ (la forma que yo utilizo habitualmente y que registra como estándar el Diccionario de uso del español, de María Moliner) y ‘batiborrillo’. ‘Manilla’ o ‘manecilla’ son variantes morfológicas para designar la aguja del reloj que señala las horas, los minutos o los segundos. En este caso aparecen en los diccionarios como entradas independientes.

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Lo que no te mata te hace... D. Lagercrantz (Destino)

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El Reino. Emmanuel Carrèrre (Anagrama)

La chica del tren. Paula Hawkins (Planeta)

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Caminar. R. L. Stevenson (Nórdica)

Grey. E. L. James (Grijalbox)

No está solo. Sandrone Dazieri (Alfaguara)

El amante japonés. Isabel Allende (Plaza&Janés)

Una pasión rusa. Reyes Monforte (Espasa Calpe)

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Soy Pilgrim. Terry Hayes (Salamandra)

En la orilla. Rafael Chirbes (Anagrama)

Shadows Saga Lux 0,5. J. L. Armentrout (Plataforma)

Gente que viene y ¡bah! Laura Norton (Espasa)

El monstruo de colores. Ana Llenas (Flamboyant)

La luz que no puedes ver. Anthony Doerr (Planeta)

Grey. E. L. James (Grijalbox)

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Destroza este diario. Keri Smith (Xxxxxx)

Sobre Teresa de Jesús. J.Lozanoy Egido (Junta de C y L)

La digestión es la cuestión. Giulia Enders (Urano)

Las cuentas y los cuentos... Borrell y Llorach (Catarata)

Cuando éramos invencibles. Rojo Pinilla (E. G. Capitán)

Arenas movedizas. Henning Mankell (Tusquets)

Economía sin corbata. Varoufakis (Planeta)

Sigmund Freud. E. Roudinesco (Debate)

Fortaleza emocional. Tomás Navarro (Zenith)

Valladolid universal. R. Alonso (Elephant Books)

Esto no es solo un diario. Adam J. Kurtz (Plaza&Janés)

Diarios. Alfred Rosenberg (Crítica)

Laudato si’. Papa Francisco (Palabra)

Unir los 1.000 puntos. Ciudades Th. Pavitte (Blume)

La Economía, una historia... Nuño Becerra (L. del lince)

Economía para el 99%... Ha-Joon Chang (Debate)

La nueva educación. César Bona (Plaza&Janés)

Andar. Una filosofía. Frederic Gros (Taurusx)

Pactos y señales. J. J. Benitez (Planeta)

Explicar el mundo. S. Weinberg (Taurus)

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PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA

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Los desayunos del Café... Mateo Díez (G. Gutenberg)

La chica del tren. Paula Hawkins (Planeta)

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Lo que no te mata te hace... D. Lagercrantz (Destino)

El Reino. Emmanuel Carrèrre (Anagrama)

Lo que no te mata te hace... D. Lagercrantz (Destino)

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La chica del tren. Paula Hawkins (Planeta)

Mujeres. Eduardo Galeano (Siglo XXI)

Hombres buenos. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)

Arenas movedizas. Henning Mankell (Tusquets)

La luz que no puedes ver. A. Doerr (Suma de Letras)

Ve y pon un centinela. Harper Lee (Harper Collins)

Irene. Pierre Lemaitre (Alfaguara)

Grey. E. L. James (Grijalbox)

El Reino. Emmanuel Carrèrre (Anagrama)

Sumisión. Michel Houellebecq (Anagrama)

La templanza. María Dueñas (Planeta)

El amante japonés. Isabel Allende (Plaza&Janés)

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Economía sin corbata. Varoufakis (Planeta)

Emocionario. Romero/Núñez (Palabras aladas)

Las cuentas y los cuentos... Borrell y Llorach (Catarata)

Black Mass. D. Lehr (Stella Maris)

La música en el castillo... Gardiner (Acantilado)

La vida perenne. José Luis Sampedro (Plaza&Janés)

Lo que callan los militares. J. C. Domingo (Navalmil)

La música en el castillo del cielo. Gardiner (Acantilado)

Diarios. Alfred Rosenberg (Crítica)

Amor y matemáticas. Edward Frenkelx (Ariel)

Historia mínima de Cataluña. Jordi Canal (Turner)

Ardenas 1944. A. Beevor (Ed. Crítica)

Todos deberíamos ser feministas. Ngozix (R. House)

Masterchef Junior. (Temas de hoy)

La música en el castillo del cielo. Gardiner (Acantilado)

El método Fodd Babe. V. Hari (Edad)

Grecia en el aire. Pedro Olalla (Acantilado)

Ruta 66. Adell/Llavador (Lunwerg)

Palabrotología. Virgilio Ortega (Crítica)

La España oculta. M. Besas (Martínez Roca)


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Sábado 19.09.15 EL NORTE DE CASTILLA

Lo que en la cuna se mama... L

a palabra seno siempre tuvo en castellano el mismo sentido que en latín, es decir, el significado de cavidad (de ahí los derivados sinusitis, sinuoso o ensenada, por ejemplo) y sólo por influencia del francés fue aceptándose a lo largo del siglo XIX que la primera acepción pasase a ser la del pecho femenino. Y es que la palabra pecho tiene un contenido semántico mucho más rico si hablamos del femenino que si hablamos del masculino. En ese contenido entran, con carácter distintivo, algunas funciones inequívocas como la de ser un órgano lactífero y otras, más susceptibles de opinión, como la de ser fuente de sensualidad. A lo largo de la historia ha habido innumerables relatos populares en los que se destaca la importancia de la leche materna, como alimento y como símbolo. Recordemos que una de las narraciones populares recogidas por Publio Valerio Máximo en sus ‘Hechos y dichos memorables’ dedicados al emperador Tiberio, ya relata la curiosa historia – curiosa por ejemplar pero también por peregrina–de una hija que amamanta a su propia madre. El cuento, antiguo y renovado hasta la saciedad en épocas sucesivas, trae a colación la piedad y caridad de una hija hacia su madre quien, presa y condenada a muerte, es abandonada a su suerte en la prisión por ser noble y no atreverse su carcelero a ejecutar la sentencia de forma violenta. La hija acude a visitar a la madre y, al tener estrictamente prohibido introducir alimentos en la cárcel, decide lo que, en lenguaje y expresión medievales, nos explica Bocaccio en una edición española de su obra sobre algunas mujeres ilustres: «Obtuvo y recabó que la dejasen entrar dentro y a la madre que perecía de hambre socorrió con sus tetas, ca abundaba de leche porque era recién parida. En fin, continuando algunos días, comenzóse de maravillar el que la guardaba cómo vivía tanto sin comer y, secretamente, púsose a mirar qué es lo que facía. Y vio cómo se sacaba las tetas y las ponía en la boca a su madre. Y maravillándose de la piedad y modo nunca acostumbrado de criar y alimentar de nueva manera a la madre, contólo al carcelero y el carcelero al Juez y presidente y el presidente al Consejo público. Por lo cual, de común consentimiento de todos, fue

Fresco de Pompeya que representa a Micón amamantado por su hija.

relajada la pena de la madre, la cual merecía, y fue dada en don y gracia por la piedad y amor de la fija». Actitud tan virtuosa fue premiada no sólo con la libertad de la encausada sino con la duración de su hazaña por los siglos de los siglos. Un caso similar es narrado a continuación en el mismo libro de Valerio Máximo aunque cambiando el protagonismo de la madre por el del padre: «En la misma consideración se ha de tomar la devoción filial de la joven Pero, que a su propio padre Micón, cuando éste sufrió una similar desgracia e igualmente estaba confinado en la prisión siendo de edad muy avanzada, lo amamantó, aproximándolo a su pecho como un tierno infante». Y continúa Publio Valerio refiriendo que la mirada de los hombres «se queda fija y estupefacta cuando contempla una pintura sobre este tema» y relata la admiración

que despertaba en su tiempo –se conoce ya un fresco en Pompeya representando la escena–, pareciendo que los personajes que allí se pintaban eran seres que vivían y respiraban, tan humano y enternecedor era el retrato. La afición renacentista por los temas clásicos hizo que muchos pintores seleccionaran el motivo para incluirlo entre sus obras y así, sabemos que Rubens lo pintó en varias ocasiones y Caravaggio lo incluyó en su trabajo ‘Las siete obras de misericordia’ con la intención de que reflejara los hechos virtuosos de visitar a los presos o enfermos y dar de comer a los hambrientos. Naturalmente el tema reaparece en el Romanticismo, probablemente reclamado por el revisionismo clasicista de la época pero alimentado también por las traducciones y recreaciones literarias del tema. Independientemente del

sentido ejemplar de la historia, se repite aquí una constante, que aparecerá siempre que se hable en distintas culturas de la leche materna y que es su carácter sagrado o reverencial. El género humano, tan dado a crear mitos en su constante e inevitable relación con la naturaleza, inventó numerosas leyendas acerca de la importancia de esa leche materna que resumiré en sólo tres: la creación de la Vía Láctea, el nacimiento del hijo serpiente y la piedra de leche. La primera narración parte de la mitología griega. Es Zeus, omnipresente administrador de voluntades, quien la protagoniza, al tomar la forma de Anfitrión, regente de Micenas, y acostarse con su esposa Alcmena. Ésta, enfadada con Anfitrión por un caso previo en el que habían muerto sus hermanos, no había dejado acceder al tálamo a su es-

poso hasta que regresase de una empresa guerrera en la que habría de vengar la afrenta y recuperar su honor. Zeus aprovecha la circunstancia y aparece en figura del esposo, prolongando la noche y el acceso carnal nada menos que durante treinta y seis horas gracias a los buenos oficios de la Luna. Orgulloso de su hazaña, Zeus se jacta después en el Olimpo de que pondrá Hércules a su hijo y que éste será jefe de la casa de Perseo. La diosa Hera, su esposa, le hace jurar que quien nazca antes del anochecer será ese jefe y luego, con tretas mágicas, hace parir antes a Nícipa, otra candidata a aumentar aquella estirpe. Encolerizado, Zeus obliga a Hera a mudar el juramento a cambio de los famosos y complicados doce trabajos… Lo que nos interesa del caso es que Zeus, al saber que Alcmena ha abandonado a Hércules por conocer quién era el padre, convence a su hija Atenea de que vaya con Hera al lugar en que ha quedado olvidado Hércules niño. Atenea le entrega el infante y éste se aferra con tanto ímpetu al pezón de la diosa, que Hera, asustada y dolorida, le separa violentamente de su teta produciéndose de esta forma dos hechos sobrenaturales: la creación de la Vía Láctea al derramarse por el cielo la leche de Hera y la conversión de Hércules en un ser eterno al haber probado del divino alimento. La segunda narración, frecuente en numerosas culturas, cuenta la historia de una joven que rompe con la prohibición de bañarse durante la menstruación. Al entrar en el río es fecundada por una serpiente. El niño que nace es humano por el día, pero por la noche se convierte en ofidio que succiona los pechos de su madre. El padre de la joven, tras conocer el caso, pretende matar al niño pero éste huye con su madre y trata de protegerse subiendo a un árbol. La madre no puede seguirle pero contempla cómo su hijo se enrosca al tronco y tras arrojarle algunas frutas para que se alimente con ellas le confiesa que ése es el árbol de la vida. El mito enlaza con algunos relatos nórdicos en los que Sigfrido el héroe adquiere el conocimiento tras probar la sangre de Fafnir, transmutado en dragón o serpiente, y también entronca con la narración bíblica en la que Eva descubre su condición por escuchar y creer a la serpiente, que está

LA PARTITURA JOAQUÍN DÍAZ

«Hay innumerables relatos sobre la importancia de la leche materna como alimento y como símbolo» «Algunas piedras, variedades de creta blanca, eran amuletos para las madres con niños lactantes» enroscada precisamente en el árbol del bien y del mal. La tercera creencia, forjada alrededor del uso de algunas piedras, consideradas tradicionalmente como preciosas, se remonta al menos hasta la antigua Grecia también. Algunas piedras blancas, machacadas y mezcladas con hidromiel producían abundante leche a las madres con niños lactantes. Determinadas piedras, variedades de creta blanca, usadas probablemente en el neolítico como pequeñas hachas, eran consideradas como amuletos excelentes para favorecer la producción de leche en las recién paridas. Colgadas del cuello podían conseguir incluso que, sobre el pecho aumentaran la producción de leche y a la espalda retuvieran la misma. Muchas de estas leyendas y creencias fueron atesoradas gracias al carácter e idiosincrasia de sucesivas generaciones que recibieron esos conocimientos de forma natural de sus padres y los transmitieron a sus hijos haciendo bueno el dicho «Lo que en la cuna se mama, en la sepultura se derrama».


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LA SOMBRA DEL CIPRÉS

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os autores y personajes que definen una tendencia y generan un adjetivo a partir de su nombre son los que más merecen el calificativo de míticos. Se trata de autores y personajes que no abundan en la literatura universal, si exceptuamos la antigua Grecia. Gracias a la civilización griega existen adjetivos tan definitivos como platónico, para definir las tendencias idealistas; aristotélico, para definir las tendencias racionalistas; pitagórico, para definir el idealismo conjugado con la exactitud y la mística; edípico, para definir los lazos demasiado estrechos entre padres e hijos; homérico, para definir lo épico y lo grandioso; y por supuesto sáfico, para hacer referencia a la homosexualidad femenina, vinculado a lésbico, adjetivo derivado del nombre de la isla que vio nacer a Safo. Por diferentes razones, la figura de Safo se ha ido agrandando con el tiempo y tornándose vez más mítica y más legendaria, si bien los mitos y las leyendas no ayudan a dibujar la Safo real: la poetisa isleña que vivió entre el siglo VII y VI antes de Jesucristo y que se distinguió por elaborar una poesía muy cuidada, aristocrática y personal, en tiempos en los que lo demasiado personal estaba casi prohibido en literatura. Safo nos habla de sus sentimientos desde una intimidad casi sofocante, y desde esa misma intimidad no oculta sus arrebatos y pasiones hacia otras mujeres, casi siempre jóvenes. Respecto a su vida en sí, poco sabemos en realidad. Unos dicen que nació en Mitilene y otros que era oriunda de Ereso, la otra ciudad importante de Lesbos. Unos dicen que tuvo una hija, Cleis, y otros aseguran que Cleis era simplemente una de sus discípulas más queridas. Sí parece cierto que tuvo tres hermanos, ya que a dos de ellos los nombra en sus poemas, y que estuvo casada con un hombre rico, Cércilas, que bien porque así era su carácter, bien porque estaba casi siempre de viaje, dejaba que

Sábado 19.09.15 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro

Safo y Sapho (homosexualidad e incesto)

su mujer dispusiera de su vida con cierta libertad. Unos dicen que tuvo una especie de academia, parecida a la de Platón, pero para mujeres, y otros que era simplemente la directora de su propio coro lírico, con el que amenizaba los banquetes de las damas de la aristocracia. Tanto Sócrates como el poeta Alceo, también oriundo de Lesbos, la alabaron y la definieron como una gran mujer y una gran artista, y algunos de sus poemas se hicieron célebres en toda Grecia y eran de lectura obligatoria en las escuelas de retórica como modelos supremos del arte lírico.

MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO

:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA

«Sapho Durrell acabó suicidándose tras escribir un mensaje prohibiendo que su padre fuera enterrado con ella» Su pasión hacia otras mujeres resulta bastante explícita en sus poemas, algo nada raro en Grecia, donde tanto la homosexualidad masculina como la femenina estaban bastante aceptadas, y muy especialmente en las islas donde, como decía el maestro Agustín García Calvo, se respiraban aires más benignos y afrodisíacos que en el continente. En los últimos años, la figura de Safo ha vuelto a cobrar especial relieve por el descubrimiento de nuevos poemas. En el año 2004 el helenista Martin West unió dos fragmentos hasta entonces separados y guardados en instituciones diferentes y logró reconstruir un nuevo poema de Safo, y el año pasado dos nuevos poemas de la poetisa de Lesbos aparecieron en un papiro muy deteriorado. De modo que aún estamos descubriendo la obra de Safo, dos mil seiscientos años después de su muerte, que según la leyenda fue un suicidio: Safo se arrojó al mar desde un acantilado, herida por un amor contrariado. También se suicidó otra Sapho (esta vez con ph): me refiero a la hija del gran novelista Lawrence Durrell, autor del ‘Cuarteto de Alejandría’. La hija de Durrell se quejaba del nombre que le había puesto su padre. «Es como si me condenara a ser lesbiana», dijo Sapho Durrell más de una vez, pero se equivocó. Su padre no la condenó a ser lesbiana, pero sí que la condenó a mantener relaciones incestuosas durante dos años, antes de que la internasen en un manicomio. Durrell poseía a su hija cuando estaba borracho, y lo solía estar casi siempre. Sapho acabó quitándose la vida tras escribir un mensaje en el que prohibía que su padre fuese enterrado junto a ella. Prohibición que Durrell desoyó, indicando que quería pasar toda la eternidad junta a la hija de sus deseos y de cuya muerte era responsable. Durrell, el amante de los griegos, se creía un patriarca del periodo clásico, cuando los padres podían disponer soberanamente de sus hijas. Desde hace tiempo esta nueva Sapho me interesa tanto como la antigua, porque me fascinan las simetrías del destino y los caprichos de la historia.


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