Sábado, 14.11.15 Número CCXVI
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La nanociencia, los retos de la Teoría de la Relatividad, la exploración espacial... la Ciencia sigue aportando respuestas desde los orígenes de la cultura [P2]
SOMBRA CIPRES LA
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Impresión artística de la órbita de la sonda espacial Rosetta de la Agencia Espacial Europea. :: AFP-PHOTO ESA
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Sábado 14.11.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
¿CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ?
Steven Weinberg, premio Nobel de Física, revisa en su libro ‘Explicar el mundo’ las bases y los métodos que guiaron a sus antecesores, desde los griegos hasta la revolución científica culminada por Newton. Su edición da pie a repasar algunos
horizontes y problemas de la ciencia en la actualidad en otros artículos de estas páginas, en las que también se recuerda el centenario de la Teoría de la Relatividad, el papel de la sonda Rosetta o los avances de la nanotecnología
De ‘homo sapiens’ a ‘homo tecnologicus’
CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
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esde el mismo corazón de su apellido, el ‘homo sapiens’ está definido por la sabiduría, es decir, por el conocimiento, como su más pura esencia ontológica. De hecho, el hombre no se puede entender como tal hombre hasta que adopta la ciencia, la articulación reglada y estructurada del conocimiento, como parte sustancial de su cultura. De su cultura en un sentido más genérico, como conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta; pero también en su significación más alta, como excelencia en el gusto por las bellas artes y las humanidades. Los períodos de mayor esplendor de la civilización occidental se han caracterizado siempre por la perfecta simbiosis entre cultura y ciencia, entre arte y conocimiento. Sólo los excesos de la especialización, ya en el siglo XX, han llegado a propiciar que en nuestra educación se terminara estableciendo una barrera infranqueable entre las ‘ciencias’ y las ‘letras’, sin tener en cuenta que son, siempre lo han sido, dos caras de una sola moneda, dos expresiones de una misma realidad: el ingenio humano. «Antes de ser hombres de ciencia deberíamos ser hombres», dijo Einstein cuando se dio cuenta del riesgo de deshumanización que podía entrañar la práctica exclusiva del conocimiento por el conocimiento. Lo mismo que Ortega denunció en su día los peligros del arte por el arte. Pintor, arquitecto, ingeniero, músico, urbanista, escultor, filósofo, inventor, botánico, poeta y anatomista, Leonardo da Vinci representa seguramente el icono más reconocible de hombre del Renacimiento. Es decir, de sabio en el que las ciencias y las le-
tras conviven en perfecta y maravillosa armonía, al estilo de los grandes maestros de la Antigüedad clásica, a los que reivindicaba al otro lado de las nieblas de la Edad Media. Lo mismo ocurrió en el Siglo de las Luces, cuando los ilustrados elevaron a los altares a la razón, quizás por encima de ninguna otra cuali-
Julio Verne. :: EL NORTE
dad humana. Un siglo después, en el XIX, con la Revolución Industrial, junto al deslumbramiento científico del hombre en su lucha por el máximo conocimiento (los grandes exploradores, los sueños de Julio Verne, el nacimiento del cine…) empezó a surgir también la fascinación por una de las hijas predilec-
tas de la ciencia: la tecnología. Al lado de los beneficios netos de la cultura y del pensamiento teóricos, los hombres del XIX empezaron a valorar extraordinariamente, en algunos casos incluso a adorar, los frutos del desarrollo práctico: la ‘poiesis’ antes en su sentido de ‘saber creador’, de transformación téc-
nica, que de ‘saber poético’ o artístico. Si la ciencia transformó la sociedad en el Renacimiento y en la Ilustración, modificando el sentido profundo de la cultura humana, en el siglo XIX los alardes del desarrollo tecnológico empezaron también a transformar el propio sentido de la ciencia, en una carrera que ya no se detendría jamás. No son pocas las voces que, en la actualidad, llaman la atención sobre el influjo total de la tecnología en el desarrollo de nuestros sistemas de conocimiento. No son pocos los sabios, los investigadores, los científicos que hablan de una deshumanización progresiva y galopante que obliga a las universidades y a los centros de estudios a plegar permanentemente sus programas al empuje de una demanda social cada día más dependiente del desarrollo tecnológico especializado. Un torbellino que tiende a desterrar los grandes conocimientos teóricos, la comprensión universal del hombre y del mundo, en favor de las puras aplicaciones prácticas de su ingenio. En el siglo XXI, el ‘homo tecnologicus’ impone su pragmatismo al ‘homo sapiens’ y lleva hasta el extremo aquel concepto de cultura que esbozó Freud ya a principios del siglo XX: la capacidad del hombre para «defenderse de la Naturaleza». Un camino que no tiene en cuenta que el hombre, como tal, no tiene posibilidad ninguna de sobrevivir fuera de esa Naturaleza que a la vez le agrede le sustenta. Sólo hay una manera de impedir que el proceso sea irreversible: volver a colocar a la ciencia en el lugar que verdaderamente le corresponde. En la mano, en la cabeza, en el corazón del hombre.
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El largo camino que nos ha traído aquí D
e cuando en cuando algunos científicos abandonan el aire cargado de sus laboratorios y la estrechez receptiva de sus revistas especializadas en pos de la brisa fresca del encuentro con el gran público ( y sus agradables cifras de ventas), para lo que no dudan en adelgazar su lenguaje hasta hacerlo digerible
a casi cualquier estómago. El éxito puede rozar el best seller como en el caso de Stephen W. Hawking y su ‘Historia del tiempo’, o alcanzar al menos una buena difusión, como es el caso de las «sumas» que cada cierto tiempo propone Roger Penrose, o las incursiones matemáticas de Marcus du Sautoy. Steven Weinberg es un acre-
JORGE PRAGA
ditado físico que recibió el premio Nobel en 1979 por sus aportaciones al Modelo Estándar. Pero también se ha preocupado de dar a conocer los
progresos de su disciplina en obras como ‘Los tres primeros minutos del universo’, y por esa labor divulgativa se le otorgó el premio Lewis Thomas. Como él mismo cuenta, la curiosidad le arrastra a veces hacia campos de la ciencia que desconoce, y lo que hace, «como es natural en un profesor universitario», es presentarse voluntario para impartir
Grabado de Isaac Newton, basado en una pintura de John Vanderbank, de 1726 . :: AP PHOTO/NY PUBLIC LIBRARY
un curso sobre el tema. En la Universidad de Texas se ha ocupado en los últimos años de la historia de la física, y de la astronomía, y ahí se encuentra el germen de su libro ‘Explicar el mundo’. Llega en una fluida traducción de Damià Alou (al que no cabe imputarle, creo, la confusión entre números racionales y números «enteros pequeños»). Estamos ante un libro ambicioso que excava en las raíces de la física, aunque sin abandonar ni olvidar las ramas más altas y desarrolladas del árbol. Su mirada hacia el pasado arranca en la cultura griega clásica, origen según el autor de la ciencia occidental. Y termina en la primera gran síntesis en la que se reconoce y reconoce la ciencia que él practica, formulada por Newton a finales del siglo XVII. No pretende hilar una línea sostenida de descubrimientos («Soy físico, no historiador», dice en la primera línea de su obra), sino algo distinto y más ambicioso: «este libro no trata de cómo llegamos a aprender diversas cosas sobre el mundo (…): se trata de cómo aprendimos a aprender lo que es el mundo». Un camino paralelo al del progreso, un paso al lado de los grandes avances no para anotarlos en sí, sino en lo que suponen de conformación de un pensamiento científico que cuaje una explicación del mundo. El trabajo de Weinberg ha sido aplaudido y ensalzado por irreverente, por no tener pelos en la lengua para señalar errores científicos o esterilidades metodológicas. La irreverencia puede venir de su desprejuiciado análisis, pero también de su tajante y estrecha declaración inicial: «Soy físico». Físico imbuido en las estrategias y métodos actuales, y desde esa posición urde su trabajo. En un momento de su obra se equipara con los historiadores que Herbert Butterfield tilda de progresistas: «Juzgan el pasado según su aportación a nuestras actuales prácticas ilustradas». Tras esa escuela Weinberg estudia cómo la ciencia del pasado, incluso la de los remotos griegos, fue progresando hacia escalones superiores que tenían como cima la revolución científica de los siglos XVI y XVII. Y en ese ascenso vertical, con obje-
tivos decididos y victoriosos, queda poco tiempo para adentrarse y perderse en la horizontalidad de cada escalón, sean griegos, o helenistas, o árabes, o sufridos investigadores de la Edad Media. Con esta premisa es difícil que el libro cumpla con sus altas expectativas. Donde menos armonía y amistad se observa entra la pluma que redacta y el ámbito que se referencia es en la época griega, donde las categorías de científico y especialista eran desconocidas. Los poéticos fragmentos de los pensadores presocráticos son despachados por Weinberg con un «no tengo ni idea de cómo llegó a esa conclusión». Y en otras ocasiones ve los tentativos pasos de Aristóteles, Herón o Ptolomeo como el principio medio fracasado que solo la ciencia de casi veinte siglos después culmina con Huygens o Descartes. Todo se mira con esa óptica de físico actual, no hay esfuerzo hermenéutico para adentrase en aquellas mentes y aquellas categorías distintas. Ni siquiera tiene en cuenta el mandato de Gibbon que trae el propio autor: «Explorar con perseverancia la sabiduría oculta que la prudencia de la Antigüedad había disfrazado con la máscara de la insensatez o la fábula.» Hay que esperar al siglo XVI de Copérnico para que el libro tome altura y empaque, «pues antes de la revolución científica la ciencia estaba impregnada de religión y de lo que llamamos filosofía, y todavía no había resuelto su relación con las matemáticas». Weinberg se reconoce en el hilo que enlaza a Copérnico con Tycho Brahe, con Kepler, con la arriesgada propuesta de Galileo Galilei, para llegar con pasión a la síntesis de Newton, en el límite de lo que un lector no especializado puede recibir (aunque aparte hay un nutrido apéndice con extensiones). En el Epílogo se intenta un enlace con la investigación actual, empeñada en la nueva síntesis del Modelo Estándar, todavía incompleta frente a la gravitación y la materia oscura. Y Weinberg despide a su ciencia, su observatorio en este libro, con este desamor tal vez ingrato: «La ciencia moderna es impersonal, no deja espacio a la intervención sobrenatural ni a los valores humanos; no tiene ningún propósito, y tampoco ofrece esperanzas de certeza. ¿Cómo hemos llegado aquí, entonces?»
El trabajo de Weinberg ha sido aplaudido y ensalzado por irreverente
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La sonda Rosetta: un viaje al origen del sistema solar
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n el centro de una de las salas del British Museum de Londres se alza, negra y magnífica, la piedra Rosetta, la estela egipcia de granodiorita en la que el faraón Ptolomeo mandó inscribir en el año 196 antes de la era actual un decreto en tres lenguas, y que fue descubierta por casualidad en el año 1799 en el norte de Egipto por un soldado francés. Poder descifrar los hasta entonces impenetrables jeroglíficos egipcios vertió una ingente cantidad de información acerca de una civilización desaparecida. Este mismo nombre, Rosetta, fue el elegido en los albores del siglo XXI por la Agencia Espacial Europea para una sonda cuya misión, la explora-
HELENA CASTÁN LANASPA
Doctora en Ciencias Físicas. Profesora de la Universidad de Valladolid
ción de un cometa localizado a 510 millones de kilómetros de la Tierra, representa un sobrecogedor exponente de las capacidades que el ser humano es capaz de desplegar movido exclusivamente por su sed de conocimiento, un brillante logro científico y tecnológico europeo en un momento histórico de enorme desesperanza. El lanzamiento de la sonda Rosetta tuvo lugar en la Guayana francesa el 2 de marzo de 2004, y no fue hasta el 12 de noviembre de 2014 cuando su módulo Philae aterrizó sobre el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. Durante más de diez años, cientos de científicos siguieron la complejísima trayectoria de Rosetta, acercándo-
se a planetas para lograr impulso gravitacional, cruzando el cinturón de asteroides, en un recorrido minuciosamente estudiado que culminó el 6 de agosto de 2014, cuando entró en la órbita del cometa; tantos días pendientes de recibir los mejores regalos que nos puede enviar un viajero querido: las señales de vida, en este caso señales de radio, y unas fotografías de confines nunca antes alcanzados que nos dejan sin aliento. Incluso en los largos períodos de hibernación a que hubo que someter a Rosetta para reservar energía no hubo un resquicio para la distracción, no hubo descanso en los centros de control de vuelos. El 12 de noviembre de 2014 fue un día muy lar-
Cultura e incultura científica
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a Ciencia es importante en nuestro mundo actual. Los grandes problemas a los que se enfrenta la Humanidad: calentamiento global, crisis del agua, sobrepoblación y riesgo de hambrunas, penuria energética… o tienen una respuesta desde la Ciencia o no la tendrán. Además, la Ciencia marca la felicidad nuestra y de nuestras familias: la calidad de vida, la longevidad, evitar el sufrimiento y muchas enfermedades depende de lo que consigamos avanzar en nuestras investigaciones. Basta mirar atrás: en un siglo pasamos en España de 34,7 años de esperanza de vida al nacer en 1900 a más de 80 en la actualidad. Gracias a la Ciencia. Y por último, pero no menos importante, la Ciencia es parte de la Cultura, es interesante, atractiva, divertida, apasionante. Existe también el lado oscuro de la incultura científica: un niño de Olot muere de difteria porque sus padres han creído una serie de mentiras y han decidido no vacunarle; un charlatán como Josep Pàmies recorre España diciendo que el cáncer es culpa de los malos pensamientos, de la alimentación o del agua que bebe-
JOSÉ RAMÓN ALONSO
Catedrático de la Universidad de Salamanca
mos, haciendo que algunos pacientes abandonen las terapias. Vendedores de crecepelo y de remedios mágicos siempre ha habido pero el problema es si las farmacias venden homeopatía, un remedio sin ningún principio activo, el azúcar más caro del mundo. ¿Y quién tiene responsabilidad? Los padres que no vacunan y como resultado directo su hijo muere ¿cometen un homicidio involuntario? El responsable de un programa televisivo donde se preguntan tonterías sobre los trasplantes o se dice que el aroma del limón evita el cáncer ¿debería dimitir? El director de un instituto de enseñanza o la directora de una biblioteca que prestan el salón de actos para difundir estupide-
ces asesinas ¿son cómplices? En el ámbito de la Ciencia, la incultura mata. Y es que la Ciencia no puede ser de y para los científicos, la Ciencia es una tarea común, un proyecto de la Humanidad, un viaje en una nave en la que todos vamos montados y en la que merece la pena saber hacia dónde marca la brújula, cómo andan de viento las velas y si queremos, podemos o debemos en algunos momentos agarrar un remo y sumar nuestra fuerza y nuestro empuje. Porque nos interesa, porque merece la pena, porque es mejor construir el futuro que quedarnos sentados esperando a ver qué nos depara, porque nos va mucho en ello. Carl Sagan decía «vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la Ciencia y de la Tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre». Hay también una cierta efervescencia, jóvenes que deciden comprometerse, desarrollar su creatividad y trabajar para que el mundo sea un poco mejor y en ningún ámbito es esto tan evidente como el de la Cultura, también la cultura científica. Proyectos que nos hagan pensar y que nos hagan reír,
que nos emocionen y nos eduquen y que nos hagan ser mejores. Muchos de estos nuevos proyectos nacen desde el crowdfunding, la financiación en grupo. Es una herramienta nueva que está revolucionando las tendencias culturales. Tú eres el que decides si este proyecto merece la pena, si debe existir o no. Tú ayudas a superar lo más difícil, que el proyecto nazca, que el producto llegue a la calle, eso demostrará que es algo posible y luego el polluelo deberá demostrar que es capaz de extender las alas y volar. Es necesario. Necesitamos Ciencia en este país, necesitamos una sociedad culta en Ciencia. Es clave para nuestro futuro, para no depender siempre de las invenciones extranjeras, para no caer en manos de antivacunas, pamieses y homeópatas, para que no sean más populares los personajes del corazón que los que trabajan contra la diabetes, contra el autismo, contra el alzheimer, para que jóvenes que buscan planetas con agua y cómo prevenir un terremoto o cómo utilizar las células madre te puedan contar sus historias, porque ellos son los verdaderos héroes de este mundo en el que vivimos.
go para miles de científicos y aficionados desperdigados por todo el planeta. A las 10 de la mañana se desprendió el módulo Philae, y en su caída hacia la superficie del cometa tomó una fotografía de despedida para mostrar el fulgor de los enormes paneles solares de Rosetta. Después se concentró en su destino: las imágenes del cometa cada vez más cercano, con sus dos lóbulos, los detalles de su orografía, viajaban a borbotones hacia la tierra. Agolpados frente a pantallas gigantes, los corazones latían desbocados a
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las 16:35, hora prevista para el aterrizaje. La tensión se mantuvo durante los 28 minutos que tardó la señal en llegar a la tierra, pero al fin, a las 17:03, se pudo ver en la pantalla el brinco de alegría del jefe del equipo de la sonda de descenso, indicador de que la operación se había realizado con éxito… o casi. Philae fue construido en la tierra como un robot de cierto poderío: en sus 110 Kg de peso acumula una notable cantidad de instrumental científico para recoger muestras y analizarlas. Pero en la super-
ficie del cometa la aceleración de la gravedad es mucho menor que en la tierra y Philae apenas pesa 1 gramo: se ha convertido en una ligerísima pelota que al llegar al suelo rebota, y en efecto eso pasó, hasta dos veces rebotó desviando su trayectoria, por lo que acabó posándose en un lugar diferente al inicialmente previsto. Debido a lo accidentado del proceso, no se desplegaron correctamente los arpones que iban a asegurar su anclaje sobre la superficie, y quedó fijado tan sólo por unos tornillos.
Los verdaderos científicos jamás pierden el entusiasmo, por desesperada que sea la situación. Y así reaccionaron los responsables de la misión: aunque Philae se había posado sobre una zona mortecina a la que apenas llegaba la luz solar, no había que preocuparse, ya que el cometa proseguía su viaje hacia el sol, y la cantidad de energía recibida se iría incrementando. Philae sólo tuvo reservas suficientes para recoger y enviar importante información durante tres días, a 16 Kbits por segundo, antes de caer en el
letargo. Hizo falta un poco más de paciencia, hasta el 13 de junio de 2015: ese día Rosetta recibió de Philae una señal de 40 segundos de duración y supo que había despertado. Los cometas siempre han fascinado a la humanidad. Mantienen la composición que tenían cuando se formó el sistema solar, hace 4600 millones de años. Nuestro cometa viaja a 65000 Km por hora en un recorrido frenético que le hace acercarse a 185 millones de Km del sol cada seis años y medio, convirtien-
Los cometas siempre han fascinado a la humanidad. Mantienen la composición que tenían cuando se formó el sistema solar
do en gases su núcleo helado. El estudio de estos gases nos informa acerca de los orígenes del sistema solar y de los planetas; uno de los más recientes descubrimientos que ha sorprendido a los científicos ha sido la gran presencia de moléculas de oxígeno. Hace doscientos años, Rosetta fue la herramienta para descifrar los jeroglíficos escritos por el hombre en la antigüedad; en el siglo XXI va a permitir a los científicos llegar a comprender los mucho más antiguos Jeroglíficos del Universo.
Recreación de la sonda Rosetta en el momento de mayor cercanía a la Tierra. :: AFP-PHOTO/ESA
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Nanociencia: la ciencia que cambiará el mundo
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pesar de ser una ciencia muy joven, la Nanociencia ya ha tenido un impacto en nuestras vidas en campos muy diversos como la electrónica, la medicina, la ciencia de materiales y muchos otros. Algunos ejemplos son tan cercanos como cosméticos que proporcionan mejor protección frente a los rayos UVA o medicamentos en forma de nanocápsulas que permiten que los fármacos se introduzcan en el cuerpo liberando el principio activo en el órgano enfermo. Hay también aplicaciones importantes en el campo de la electrónica: transistores en los que se reduce el tamaño de los dispositivos electrónicos, discos duros con una capacidad de almacenamiento enorme gracias a bandas magnéticas nanométricas, etc. La Nanociencia trata de obtener y aplicar materiales extremadamente pequeños, con dimensiones de unos pocos nanómetros. Para dar una idea de lo pequeños que son, basta decir que una hoja de este periódico tiene un espesor de 100.000. El gran interés de esta nueva disciplina reside en que las propiedades de los materiales nanométricos son diferentes a las de los mismos materiales en tamaño macroscópico. Por ejemplo, el oro nanométrico no es amarillo sino
MARÍA LUZ RODRÍGUEZ MÉNDEZ / CRISTINA GARCÍA CABEZÓN
U. I. C. de Física y Química de Materiales.
Universidad de Valladolid.
Muchos de los nuevos nanomateriales obtenidos por los científicos se han inspirado en la naturaleza
que adopta otros colores como rojo, púrpura o azul, dependiendo del tamaño de la nanopartícula. Al tratar con objetos de estas dimensiones es necesario desarrollar la capacidad de manipular y controlar átomos y moléculas. Es posible, además, crear nuevos materiales al variar no sólo el tamaño de las partículas sino también la manera en que éstas se ensamblan, lo que abre toda una nueva posibilidad de conseguir propiedades únicas y mejoradas: es lo que denominamos materiales nanoestructurados. Muchos de los nuevos nanomateriales obtenidos por los científicos en sus laboratorios se han inspirado en la naturaleza, donde existen nanoestructuras asombrosas. Por ejemplo, las hojas de loto poseen unos nanofilamentos que repelen el agua. Estas estructuras han sido imitadas en el laboratorio y se han utilizado para obtener cristales que no se mojan o tejidos que no se ensucian. También se han obtenido adhesivos de alta calidad imitando las nanoestructuras de las patas de los lagartos geckos que les permiten subir por las paredes sin importar el material, la rugosidad o que estén húmedas o secas. De este modo, se dispone de una gran variedad de nanomateriales: nanopartículas metálicas, nanotubos de car-
bono, nanohilos metálicos, películas bidimensionales e incluso estructuras tridimensionales. A pesar de que se trata de nuevos materiales hay que decir que nanopartículas se han usado desde hace muchos siglos, aunque sin conocer la naturaleza de sus propiedades. Los egipcios aplicaban coloides de oro con fines medicinales y la civilización china con fines curativos y como pigmentos en porcelanas. Un ejemplo de ello es el vaso de Lycurgus (Museo Británico) creado por los romanos en el siglo IV que contiene nanopartículas de oro y plata que permiten que cambie de color, de verde a rojo, según que la luz sea reflejada o transmitida a través del mismo. Las nanopartículas de metales nobles son las que han sido hasta el momento más utilizadas, sin embargo otros materiales de menor precio pueden ser igualmente interesantes. También pueden resultar muy rentables las nanopartículas de óxidos metálicos que están presentes en una gran variedad de productos comerciales como protectores solares, cosméticos, pinturas y recubrimientos. En este campo, nuestra Unidad de Investigación Consolidada es un equipo multidisciplinar con sede en la Escuela de Ingenierías Industria-
les de la UVA que trabaja en la preparación, caracterización y aplicación de películas nanoestructuradas como sensores. Se ha demostrado que las nanopartículas son unos excelentes materiales sensibles frente a antioxidantes y azúcares en alimentación. Asimismo, en el caso de biosensores, las nanopartículas mejoran la comunicación entre enzima y sustrato consiguiendo sensores altamente específicos. Actualmente se está trabajando en el diseño de una lengua electrónica basada en redes de sensores con nanopartículas para su aplicación al análisis y control de calidad de vinos y uvas en colaboración con la Estación Enológica y con varias bodegas de Castilla y León. Por otra parte el grupo de investigación también ha abierto una línea de investigación sobre la aplicación de nanopartículas en recubrimientos para la mejora de la resistencia a la corrosión de aceros inoxidables porosos, pensando en su aplicación como biomateriales. Como en cualquier otro aspecto de la vida, es difícil predecir qué avances nos traerá la nanociencia en los próximos años. Sin embargo, la velocidad con la que se producen, hace pensar que la nanociencia tendrá un impacto importante en nuestras vidas de forma bastante inmediata. Será necesario desarrollar métodos industriales que permitan fabricar a gran escala los dispositivos que actualmente se diseñan en los laboratorios, disminuyendo los costes, que ahora son prohibitivos en muchos casos, y formando dispositivos multifuncionales en los que se aúne, por ejemplo, la neurociencia y la electrónica.
Retos actuales de la Teoría de la
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l 25 de noviembre de 2015 se cumplen cien años de la sesión de la Academia Prusiana de Ciencias en la que Albert Einstein presentó la versión final de su teoría de la gravedad, conocida como Relatividad General, que hoy es nuestra mejor teoría de esta interacción que gobierna el Universo. Disponíamos antes de la teoría de la gravedad de Newton. Que es bastante buena. Con ella explicamos las mareas y los movimientos del sistema Solar. Predijimos Neptuno. Guiamos naves espaciales a la Luna o Marte. Sobrevolamos todos los planetas y Plutón. Y entendimos que estar en órbita es estar en caída libre ‘eternamen-
MARIANO SANTANDER
Catedrático de Física Teórica en la Universidad de Valladolid
te’: La Luna lo está alrededor de la Tierra, cayendo permanentemente, aunque esa caída nunca acabe. Ya lo dijo Paul Valéry: «Se necesitó un Newton para percibir que la luna cae cuando todo el mundo ve bien que no cae». Pero esa teoría de Newton no es consistente con la Relatividad Especial. Einstein
lo vio y solo por ello concluyó que, pese a sus éxitos, no podía ser correcta. Y en ausencia de ningún otro indicio, Einstein construyó una teoría inspirada solo en ideas generales y sustentada en las matemáticas. Es prodigioso que Einstein obtuviera así una teoría que describe mejor la gravedad. La historia le ha dado la razón. En 1907, Einstein tuvo la mejor idea de su vida: un objeto, mientras cae, no siente su propio peso. Esto conduce al principio de equivalencia: la fuerza de la gravedad (nuestro peso) es indistinguible de las fuerzas ‘aparentes’ que sentimos cuando el conductor del autobús acelera o toma una curva bruscamente. Podemos hacer de-
Einstein toca el violín en su estudio de Princeton. :: AP
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Robot microscópico que puede ser usado en diagnósticos médicos. :: REUTERS
Relatividad General saparecer estas fuerzas aparentes; basta detener el autobús. Con la gravedad pasa igual: mientras el paracaidista esté en caída libre, su peso también desaparece. Transformar esta genial intuición en un edificio acabado fue una aventura casi en solitario que ocupó a Einstein ocho largos años. La teoría resultante permite comprender multitud de fenómenos a partir de un cuerpo pequeño de conceptos y relaciones: comprensión mediante compresión. La Relatividad General engloba la vieja teoría de Newton como aproximación y además explica los casos en los que ésta falla, aunque sea por muy poco. Las sonadas comprobaciones iniciales (so-
bre todo en el eclipse de 1919) fueron a favor de Einstein. Pero la tecnología de las necesarias medidas era muy pobre en la primera mitad del siglo XX. Cuando esto cambió en la década de 1960, la Naturaleza ha ido confirmando una a una todas las predicciones de la Relatividad General. Lo mismo ha ocurrido en las observaciones astrofísicas de sistemas cuyo campo gravitatorio es mucho más intenso que el del Sol. Prodigiosamente, tras un siglo la Relatividad General ha superado todas las pruebas. Con una precisión a veces abrumadora. Nada sugiere que no sea correcta. Y ha transformado, literalmente, nuestra visión del Universo. Nadie antes había
sospechado que el tiempo marchara a ritmo ligeramente distinto según la altura sobre la Tierra. Ni que la materia le ‘dijera’ al espacio-tiempo ‘cómo curvarse’ y el espacio-tiempo le ‘dijera’ a la materia ‘cómo moverse’. Ni que la gravedad afectara también a la luz, desviándola. Ha transformado, también, el mundo. Considere el GPS de su móvil, por ejemplo. En órbita, los relojes de los satélites GPS marchan a distinto ritmo que en la Tierra. Si este efecto, predicho por la teoría, no se tomara en cuenta, su GPS no funcionaría. Sabemos muchas cosas gracias a la Relatividad General. Que el cadáver de algunas estrellas, al explotar, puede colapsar en una estrella de neu-
Hay un agujero negro, enorme, en el centro de nuestra galaxia trones que gira sobre sí como un faro cósmico incesante. O colapsar sin límite, creando un agujero negro, una región del espacio envuelta por una ‘membrana’ inmaterial que solo puede atravesarse hacia adentro y que ‘sentimos’ desde fuera solo por su gravedad. Hay uno, enorme, en el centro de nuestra galaxia. Sabemos también que no solo las especies biológicas, sino el Universo entero evoluciona, expandiéndose de forma acelerada. Que se originó en un estado muy denso y extremadamente caliente, que se ha ido expandiendo y enfriando. Y podemos explicar la abundancia de los elementos químicos en el universo. E, incluso, predecir que hay sin duda materia
La Relatividad General y la Mecánica Cuántica no son consistentes. Este es el reto actual
y energía ‘oscuras’, de las que ignoramos aún casi todo. No es poca cosa si pensamos que solo ha pasado un siglo. ¿Estamos ante ‘la teoría final’ de la gravedad? No, por
supuesto. La ciencia no nos da Verdades con mayúscula, solo verdades provisionales cuyo destino es ser delimitadas y superadas por otras mejores. Aunque esta teoría sea tan buena, si algo hemos aprendido de Einstein es que las buenas teorías han de ser consistentes con el resto de la física. Y, ¡ay!, la Relatividad General y la Mecánica Cuántica no lo son, ni sabemos aún cómo conseguir que lo sean. En ello estamos ahora. Cuando este ambicioso reto se consiga, tendremos una teoría mejor, cuyas consecuencias hoy no podemos ni imaginar. Pues, realmente, siendo verdad que no hay nada más práctico que una buena teoría, es preferible una teoría mejor.
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jeno por completo a este tiempo de especialización y ombliguismo, Raimon Pannikar era una fuerza de la naturaleza. Nada que procediera del espíritu le resultaba ajeno. Partiendo siempre de la praxis, lejos de lo meramente especulativo, se acercó a lo largo de setenta años de escritura a la hermenéutica, la filosofía o la teología, pero también a la física teórica y a la ciencia en general. Experto en hinduismo, budismo y cristianismo, trazó una historia de las religiones sin olvidar los mitos, los símbolos y los rituales. Este políglota medio catalán, medio indio, representa la multiculturalidad en el mejor sentido del término. Tiene un enorme mérito, pues, que la ejemplar editorial Herder vaya a publicar, ordenada temática y no cronológicamente, pasados cinco años de su muerte, la obra completa de este heterodoxo e imprescindible pensador, que ha aparecido
previamente en catalán, francés, inglés e italiano. El volumen que inicia esta empresa gira en torno a la «clave hermenéutica indispensable» en la prolífica trayectoria de R. Panikkar, la mística, entendida como «la experiencia de la Vida», no de su vida, que está en todos nosotros y es la del misterio. Es lo que denomina «tercera dimensión», más allá y por encima de la razón y los sentidos, «no el privilegio de unos cuantos escogidos, sino la característica humana por excelencia». A la vez, se ha editado el tomo dos, dedicado a la espiritualidad, al cabo asunto muy emparentado, que complementa a la perfección esta primera entrega. Su peculiar visión de la naturaleza de la mística parte de la concepción del hombre como espíritu encarnado o bien animal espiritual y es un continuo llamamiento a ceñirse a lo esencial, a ser plenamente conscientes de que estamos vivos, sin olvidarse
UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
de ello en beneficio del fragor del mundo, que siempre nos tienta con sus distracciones vanas, superficiales, espurias. De tal manera que Panikkar emprende con su pensamiento la tarea de integrar la mística en el mismo ser del hombre, en su dimensión ontológica y aun antropológica. La primera parte del volumen contempla, en definitiva, la mística como «una actitud libre y espontánea que surge de la plenitud de la persona», como una «nueva inocencia»; la segunda, a partir de la contemplación y la meditación, ejemplifica la santidad, con sus variantes; la tercera, comprende un estudio sistemático, desde la filosofía, de la experiencia mística y cuenta con un apéndice «sobre la experiencia suprema desde diversas perspectivas» y una oración final en verso libre «que surge de lo más profundo de mi ser». Una gozada para quienes amamos el pensamiento libre e inspirado, no sé si fuera de lo con-
temporáneo o demasiado dentro, y la palabra en general, a través del encuentro entre pueblos y tradiciones religiosas. Siempre, por añadidura, con alegría, toda vez que la mística, en cuanto alcance del goce máximo, está reñida con la tristeza del mundo. Tampoco estoy seguro de que el iconoclasta John Gray sea un hombre fuera de esta época, si bien no cabe duda de que estamos ante uno de los ensayistas más alejados del zeitgeist imperante. Su obra –hace un tiempo comentamos aquí ‘El silencio de los animales’ y lo mismo cabría aplicar a ‘Perros de paja’, sus libros que conozco– es un azote de la modernidad. No es de extrañar que el exquisito novelista John Banville lo califique como picaraza, porque en efecto es destacable su capacidad ecléctica para distraer ideas sumamente brillantes de los sitios más insospechados. De ahí la proverbial originalidad de las fuentes a las que recurre. En ‘El alma de las
marionetas’ (Sexto Piso), entre otras: el demiurgo metafísico Bruno Schulz; el cristalógrafo J.D.Bernal; el ocultista Meyrink y su golem; Leopardi y su miscelánea de pensamientos ‘Zibaldone’; Poe y su estremecedor relato ‘Ligeia’; la no menos oscura y espléndida novela de cienciaficción de S.Lem ‘Solaris’ – aunque prefiera en mi caso la memorable adaptación fílmica de Tarkovski y aún más ‘Stalker’-; Debord y la sociedad del espectáculo; el ‘Códice Florentino’ y la guerra florida de los aztecas… El estudio aborda el enojoso y complejo asunto de la libertad, partiendo –y cerrando con él, a modo circular– del ensayo de Heinrich von Kleist, otro que no encontró su lugar en el mundo, justamente sobre los espectáculos de títeres, en quienes encuentra más libertad que en nuestra especie. J.Gray entiende que la conciencia de sí mismo es el principal obstáculo que nos impide por naturaleza ser
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Sábado 14.11.15 EL NORTE DE CASTILLA
Hombres fuera de su tiempo La vida propia y al margen Hombres santos en Rajasthan (la India). :: EL NORTE
MÍSTICA Y ESPIRITUALIDAD (1. Mística, plenitud de vida)’
EL ALMA DE LAS MARIONETAS
UN JARDÍN EN BRUJAS
VERDAD Y PREDICACIÓN
John Gray, Sexto Piso, 144 pp., 18 euros.
Charles Bertin, Errata Naturae, 152 pp., 15,50 euros.
Donald Davidson, Alpha Decay, 256 pp., 34,90 euros.
nos, los sabores, la luz, los ruidos cotidianos, el ‘ut pictura poesis’, los trinos de los mirlos…y, más allá, lo mágico, el rayo verde de Julio Verne. En el centro de la narración irradia el jardín de la abuela, ‘hortus conclusus’ ideal para evadirse, que me ha traído a la cabeza el paraíso cerrado para muchos, jardín abierto para pocos del genial culterano granadino Pedro Soto de Rojas. Mediante la alquimia de la memoria, allí nos traslada Ch.Bertin, a sus siete años de vacaciones de verano que pasó como nieto único en el hogar definitivo de sus abuelos tras una vida de nomadismo ferroviario por Bélgica. Es el lugar edénico, de la gracia y la armonía, de la vida plena y alegre, de la armonía, de la duración, donde «el mundo de los hombres quedaba abolido». Un «universo de poesía y libertad». Templo y música de atardecida. Ilusión perfecta de un estar sin tiempo, de un ser fuera del mundo.
La extrema felicidad que sintió en aquella guarida de Robinson, en aquel pequeño reino afortunado, se traslada a otros espacios que concitan lo estremecedor: el desván con sus secretos libertinos; la gracia misteriosa del mar, al que llega en bici, siempre en compañía de su abuela, por el infierno del pavés y la calma de los pólders; o la melancólica Venecia del norte, a juicio de Rilke «un museo de imágenes y espejismos», según Wordsworth «templo cuyas calles eran sagradas». Todo ello a través de una prosa sencilla y sugerente, de un lirismo contenido, fundado en la precisión descriptiva, que arroba, que conmueve, al menos a mí. Lo que es fijo es que Donald Davidson, especialista en semántica, epistemología y filosofía del lenguaje, no fue una persona al uso. Su libro póstumo, ‘Verdad y predicación’ (Alpha Decay), por ejemplo, trata sobre la estructura y contenido de la verdad –aho-
ra que la falsedad en todos los órdenes y la impostura campan a sus anchas– en relación con el pensamiento. Por si esto fuera poco, une su penetración ontológica en la naturaleza de la verdad a la gramática primordial del ser humano, enlazándolas además con el problema de la predicación, desde Platón o Aristóteles a Frege o Tarski, mediante consideraciones lingüísticas, lógicas, pragmáticas o metafísicas. Es una empresa sin duda anacrónica, francamente heroica en esta sociedad del espectáculo. Qué difícil siquiera, por lo que se infiere del libro, arrimarse al concepto de verdad, al qué hay en ella. Y, sin embargo, es un asunto capital, como muestran los múltiples, concienzudos acosos de D. Davidson, que nunca cejó en su empeño, eso sí, poco común, Pero ya lo dijo Gottfried Benn: «la tarea y la vocación del gran hombre no puede consistir jamás en prestar atención a su tiempo».
Raimon Panikkar, Herder, 472 pp., 45 euros.
libres y desmonta el malentendido con el que el pensamiento moderno reduce erróneamente la libertad, mediante su habitual facilismo, a las relaciones entre las personas, frente a su concepto, de índole interior: «un estado del alma en el que se ha eliminado todo conflicto». También desarrolla, al tiempo, la idea de que el gnosticismo se ha imbricado en el materialismo científico triunfante hasta constituir la fe generalizada de nuestra sociedad occidental. Y me parece que está por completo en lo cierto. No estoy tan seguro, por el contrario, de lo que atribuye como profecía inapelable al ingeniero de Google Ray Kurzweil: «un aumento explosivo del conocimiento permitirá a los seres humanos emanciparse del mundo material y dejar de ser organismos biológicos». Entonces todos estaríamos per se al margen de nuestro tiempo, pero no creo que caiga semejante breva. Acude además, en su
decurso, a muchos aspectos de un interés muy vivo, como la preocupante proyección de la robótica y la cibernética desde que saliera de la «incubadora militar» o el aumento de la violencia (con buen ojo, visto lo visto, subraya el feroz conflicto en Siria), hasta desembocar en el inquietante panóptico de Bentham y los reality shows, el asesinato de Aldo Moro o la guerra en el ciberespacio. Charles Bertin, otro que tal, concibe ‘Un jardín en Brujas’ (Errata Naturae) como una evocación autobiográfica demorada, que se remonta hasta sus tatarabuelos pero se sostiene en la figura de su abuela: sensible y soñadora, epistológrafa, depositaria de una tradición narrativa oral envidiable. Desde ella, a la que se rinde un homenaje muy emotivo, emerge la carga emocional, intensa, del texto, el despertar iniciático a la belleza del autor, desparramado en un festín de sinestesias: los aromas, los colores y sus to-
«J. Gray entiende que la conciencia de sí mismo es el principal obstáculo que nos impide por naturaleza ser libres» «El libro póstumo de Donald Davidson trata sobre la estructura y el contenido de la verdad»
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DEL CIPRÉS
Ante la muerte por ahogo de las galaxias, tanto el escritor como el físico se preguntan: ¿quién ha cometido el crimen y por qué?
El escritor Martin Amis, el mes pasado en Barcelona, antes de presentar su última novela, ‘La Zona de interés’. :: ALEJANDRO GARCÍA-EFE
Estrangulamiento y atragantamiento 27 de septiembre
Sobre Cataluña. Me parece oportuno ahora citar lo que escribió el poeta francés Tristan Corbière en ‘Los amores amarillos’: «Lo mismo da un epitafio que lo mismo da un prefacio y así recíprocamente (sabiduría de las naciones)». Y también me parece oportuna recordar la idea de que los nacionalismos reescriben el pasado con las palabras del presente, y deforman los hechos de ese pasado hasta que caben en el molde reducido de lo que llaman «la reivindicación justa de lo nuestro». Las banderas, cuando se vuelven demasiado ‘nuestras’, arden como antorchas en el corazón de las personas cortas de miras. Lo mismo que hierven en su cabeza.
2 de octubre
Sobre física. Leo un curioso artículo de astrofísica en la revista ‘Nature’ que versa so-
bre la muerte de las galaxias por estrangulamiento (sic). Esta frase, así dicha, ya es literatura. La noticia venía a decir que unos astrofísicos habían resuelto un crimen extraordinariamente gigantesco: el asesinato de las galaxias. Se había llegado a la conclusión de que las galaxias, cuya extinción era hasta la fecha un misterio, terminan muriendo estranguladas. Inmediatamente, como escritor, me hice preguntas que el artículo, obviamente, ni se planteaba. ¿Acaso las galaxias se matan a sí mismas? ¿Las mata un acción superior y exterior a ellas? ¿La palabra ‘estrangulamiento’ no lleva a pensar en un colapso brusco y criminal? Los hechos son reales, hipotéticamente al menos: las galaxias, pobladas de miles de estrellas, mueren porque la lenta y paulatina pérdida del denominado ‘gas frío’ que nutre su hábitat vital las
aboca a un espasmo idéntico al de la asfixia. ¡Incontestable, sin palabras! El físico, al contrario de lo que haría el escritor, no aporta una intención a la pérdida de ese ‘gas frío’ (expresión ya de por sí literaria, ¿no?, puesto que nos imaginamos inmediatamen-
OTRA GALAXIA ADOLFO GARCÍA ORTEGA
te un gas así, aséptico, necesario, valioso), es decir, no explica si ese gas se pierde a voluntad de la galaxia o es absorbido por otras galaxias de una fuerza insuperable. No, el físico se limita a describir lo que pasa o cree que pasa: las galaxias mueren porque les falta el gas para existir. Punto. Sin embargo, lo cuenta de tal manera que su lenguaje está cargado de simbología literaria a propósito. Precisamente es en el modo de emplear el lenguaje donde el físico y el escritor coinciden. Claro que el escritor usará la metáfora de la narración para hacer real lo irreal desde una convención imaginaria; y que el físico, por su parte, empleará la matemática y la observación experimental para hacer que las incertidumbres materiales adquieran certeza. Pero ambos, el escritor y el físico, se valen del lenguaje para dotar de una tensión
dramática y emocional a su explicación del mundo. No deja de haber en la física algo de vocación literaria frustrada, al fin y al cabo. Por eso, ante la muerte por ahogo de las galaxias, tanto el escritor como el físico terminan por preguntarse: ¿quién ha cometido el crimen y por qué?
10 de octubre
Después de leer ‘La Zona de interés’ (Anagrama), la última novela de Martin Amis, pretendidamente una sátira inteligente sobre el Holocausto (e indulgente consigo misma, hasta respetuosa con las víctimas), pretendidamente una novela inteligente sin más, pretendidamente brillante, inquietante, apasionante y demás calificativos en -ante, como subyugante o vigorizante, etcétera, pretendidamente una gran novela de un gran novelista, pretendidamente «una novela des-
tinada a perdurar» (The Guardian ‘dixit’), después de considerar todo esto, digo, mi criterio me lleva a pensar que no podía estar más en desacuerdo: es un no-pretendido bodrio con marchamo de pedante grandeza. Aunque quizá yo no esté a la altura de un escritor de obviedad malhumorada y recalcitrante al que, sistemáticamente, la crítica trata de genio. Siempre desde mi criterio, creo que Amis es un escritor más bien hueco y presuntuoso que ha caído en la autocomplacencia, como les está sucediendo a los ‘astros’ de su generación: los Coe, los Barnes, los McEwan, los Swift. Académicos de sí mismos, a cierta edad siguen aún en su papel incendiario cuando en realidad son unos previsibles bomberos que gozan de la connivencia de la crítica. Y la crítica, ante ellos, demuestra su habitual incapacidad para ser atrevida, rigurosa e independiente: babean a los pies del fetiche. Centrándome en la novela, lo más logrado es la intención de Amis de abordar el Holocausto desde una perspectiva fría pero sin crueldad, desde la sutil parodia o el inteligente distanciamiento. Pero digo la intención, porque no la realidad, ya que, como parodia, humor negro o malévola perspicacia, ha errado el tiro absolutamente: no produce la menor mueca de sonrisa, ni siquiera interior. En este sentido, la novela es un fracaso. Los personajes, sus perfiles, sus voces, están revestidos de una artificiosidad que en otro autor sería tachada de banal y que en Amis, además, se vuelve un jugueteo malabar sin sentido. La novela toda es un caudal de diálogos innecesarios, prescindibles y vacíos. Cuando se adensa un poco en la ¿trama? y ‘aporta’ seriedad a lo que está narrando, Amis cae en el discurso manido de un profesor pretencioso que explica al mundo lo que el mundo entero ya sabe hace muchos años (véase, si no, la sofisticada armazón del epílogo, con culpabilizadora y más que dudosa interpretación por su parte de la obra de Primo Levi). La lectura de esta novela, para mí insustancial y gratuita, me ha llevado a cuestionarme su razón de ser. Aunque, claro, seguro que yo no estoy a la altura de Amis, pero tampoco de cierto sofisticado concepto de la estafa literaria.
LECTURAS
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Asedios entre familia y dama La última novela de Pombo participa de muchas de sus virtudes y de algunos de sus defectos
LUIS ANTONIO DE VILLENA
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a última novela de Pombo (Santander, 1939) participa de muchas de sus virtudes habituales y de algunos de sus defectos. La virtud es una escritura rica que, sin perder el hilo argumental de lo que llamamos novela, hace primar un lenguaje analítico de clara vocación filosófica sobre el mero decurso de la trama. El defecto básico proviene de la virtud misma: A veces se abusa de las páginas analíticas, se desdibujan algo los personajes e incluso podría llegar a perderse la cuadratura de la novela. Se trata de un argumento de familia. Una narradora cuenta la historia de su extravagante tía Elvira y su relación con su primo ‘el aguilucho’ y los padres de este, separados, al fin, Teresa y Mario. Mario es hijo del primer matrimonio de la singular y mundana Elvira con el abuelo de ‘el aguilucho’, a quien abandona para irse a París y más tarde a Argentina. Estamos en las mediane-
rías del siglo XX. La protagonista debía de ser esa tía Elvira, a la que no quieren mucho, aunque en una parte de la novela ese protagonismo lo gana la relación o alejamiento entre Teresa y Mario. Como otras veces en Pombo estamos ante una novela de mujeres, donde el discurso reflexivo prima sobre el narrativo. La novela tiene interés pero creo que ese interés sube si el lector llega a saber por las pistas esquinadas que se le dan, pues estamos ante una novela en clave, que habla de parte de la familia del propio Pombo y
UN GRAN MUNDO Álvaro Pombo. Ediciones Destino, Barcelona, 2015. 267 págs. 18.50 e.
de una mujer (que fue esposa de su abuelo) y que resultó una famosa de la ‘café society’ de los años 40 y 50 en España, tras haber estado en Argentina, cerca de Eva Perón y en París, amiga de Balenciaga y secretaría de Coco Chanel. Este casi olvidado personaje mundano, que se inventó una Marbella refinada y pequeña que ya no existe, a partir de su estancia en 1957, se llamó Ana de Pombo y fue mujer de un abuelo de Álvaro. Aunque luego (sin mudar el apellido) tuviera la extravagante mundanidad que he constatado. Tía Elvira es Ana de Pombo, pero temo que no muchos lectores lo adivinen pues Ana no es hoy figura conocida. A Pombo no le gusta su frívola pariente (se llamaba en verdad Ana Caller de Donesteve y era también santanderina) porque la mundología sofisticada de Ana –amiga de Cocteau, de Edgar Neville o de la duquesa de Alba– se sitúa en las antípodas de los valores que defiende Álvaro, nada gustoso de ‘frivolidades’ aunque se pretendan exquisitas. Ana de Pombo –protectora del escritor francoargentino Héctor Bianciotti– escribió un par de libros de poemas que
Álvaro Pombo, fotografiado en 2013, en Madrid. :: Pombo (la narradora de la novela) juzga de ningún interés y unas memorias, ‘Mi última condena’ –1971– con prólogo de Cayetana de Alba, que en la novela se citan
KOTE RODRIGO-EFE
como poco veraces, sin título ni prologuista. Ana de Pombo murió en 1985 muy olvidada, habiendo nacido en 1900. En la novela es un personaje esguinzado que
atrapa y se va. Pombo sería ‘el aguilucho’ en esta lectura, que puede no hacerse pero que tengo personalmente por correcta. Una rara novela peculiar. Oculta, acaso.
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DEL CIPRÉS
LECTURAS
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Una novela kafkiana y alegórica con distopía posmoderna Rebeca García Nieto consigue con ‘Eric’ una propuesta innovadora y valiente
YOLANDA IZARD
Q
uizá uno de los mayores logros de la novela del siglo XXI sea la adquisición de una dimensión metafísica y una dignidad filosófica y cognoscitiva que provienen del XX y que antes del pasado siglo, como dijo Ernesto Sábato, no tenían, y su aplicación a campos de conocimientos que le eran vedados, así como la disolución de algunas de las fronteras genéricas como medio de testificar nuevas devastaciones del hombre. Esto es lo que Rebeca García Nieto (Medina del Campo, 1977) trata de hacer con su escritura desde que hace tres años quedara finalista del Premio Ateneo Ciudad de Valladolid con su primera y madura novela, ‘Historia de una mirada’, y que ahora, con ‘Eric’, consigue establecer con una propuesta aún más innovadora, valiente y con voluntad de totalidad, esto es, de decir un mundo contemplando todos sus aspectos relevantes. Y qué mundo. Metafísica, ciencia y el corazón del hombre se alían en un ingenio narrativo peculiar que
busca proporcionar a la mirada del lector una visión «desencubridora» de la realidad sirviéndose de distorsiones y diversos artificios como el absurdo. No es fácil tarea la de llevar al lector a la búsqueda de interpretaciones que subyagan bajo un argumento que es en sí mismo también relevante –una pareja y su hijo de seis años, Eric, llegan a Nueva York huyendo de los fantasmas de la vieja Europa y allí descubrirán la enfermedad mental del niño y los oscuros poderes e invisibles fuerzas que manejan su destino– pero en este caso es casi obligada, me parece, la lectura simbólica, pues en el relato que hace el padre del
ERIC Rebeca García Nieto. Zut ediciones, 2015. 292 páginas. 17.50 euros.
Favoritos
D
igo a menudo que me resulta difícil señalar mis libros favoritos. Difícil escoger, que me sería imposible hacer una lista, ya que una lista implica, en cierta manera, colocar a uno sobre otro, y esto sería cuantificar. Y lo malo del arte es que no es una ciencia exacta, y no tiene, por tanto, parámetros. Todo depende de los apetitos, y, en este sentido, todo apetito es desordenado: Tampoco puedo medirlo según cualidades, pues los gustos atienden a cualidades muy
diversas, ninguna de las cuales veo o siento que tenga preponderancia sobre la otra. Sin embargo hay libros a los que vuelvo más frecuentemente que a otros, lo que no significa exactamente que los prefiera a otros. Uno de estos libros frecuentados, no sé si el que más, porque no tengo la manía de contar mis relecturas, pero sí uno de los que más, es el ‘Opus Nigrum’ de Marguerite Yourcenar. Probablemente es mi novela favorita, esto sí puedo decirlo, de la autora, que es una autora que me gusta mucho.
niño de sus vidas aparentemente normales, se van infiltrando elementos extraños –como unos anónimos amenazadores de contenido bíblico–, que abocan a un mundo que no pueden controlar, cada vez más hostil, cada vez menos lógico, siempre de rostro invisible, hasta que toma las kafkianas formas de una injustificada crueldad. En este reinado saboteado, de desposesión obligada de todo cuanto había sostenido sus vidas –un hogar en una zona exclusiva de la Gran Manzana, trabajos reputados y bien remunerados, su propio hijo–, se instala el infierno del terror, más insoportable aún, si cabe, por lo absurdo, incomprensible y gratuito, un terror que se cuela en la sociedad subrepticiamente, de un modo silente y sibilino, y cuya primera añagaza es esa enfermedad contagiosa que afecta solo a los inmigrantes que no tienen la nacionalidad estadounidense: la excusa perfecta de una labor de limpieza que pretender borrar a minorías como los locos –«Durante siglos se pensó que no tenían alma las personas con malformaciones y los locos»– y que acaba siendo alegoría de esos sistemas que han sostenido la maldad a lo largo de la historia, y tan absurdos
Curiosamente, su obra más famosa, ‘Memorias de Adriano’, me resulta un tanto floja, quizás insulsa. Puede ser porque la novela histórica no me gusta mucho, o dejó de gustarme, más bien. Quizás porque he llegado a verla, a la novela histórica, –o al menos a sus exponentes más vulgares y abundantes, una auténtica plaga en los últimos tiempos–, como un apéndice recalcitrante del romanticismo más ñoño, reaccionario y dañino. Pero ‘Opus Nigrum’ es también, o se la puede considerar, una novela histórica. Nada tiene de ñoña, de reaccionaria, aunque, para según qué modos de pensamiento, podría resultar dañina. Acontecimientos recien-
Rebeca García Nieto. :: GABRIEL VILLAMIL
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA
tes me han hecho pensar en ella, y, aunque casi me las sé de memoria –y quizás porque sé lo bien que la memoria miente–, me siento tentado a volver a abrirla. Hay varias razones para leer ‘Opus Nigrum’. Una, y no es la menos importante, al menos para mi –quizás el principal motivo de mi atracción permanente– es la belleza de su prosa.
Otra que me fascina es que la historia que se nos cuenta es la historia que no suele ser contada salvo como nota breve y curiosa, casi risible, normalmente falseada o topificada. Es la historia de los que se revelaron y perdieron. Los que buscaron alternativas y fueron borrados, ejecutados, ridiculizados por ello. La historia de la lucha –unas veces abierta, otras solapada - y la derrota contra el estatus quo, contra el sistema, en definitiva. Un capítulo significativo, ‘Muerte en Munster’, nos cuenta como las dos fuerzas antagonistas de la época, protestantes y católicos, se unen para acabar con la amenaza anabaptista. Protestantes y católicos guerrean, en apa-
como el producido por el delirio nazi. Un absurdo kafkiano que remite a sus claustrofóbicos espacios narrativos de los que sus personajes no pueden escapar. Precisamente, Kafka tiene una presencia constante en la novela –«Kafka es mi guía espiritual, es la brújula con la que me oriento en mi alma»–, referencia necesaria en este mundo distópico y sin sentido donde uno de sus relatos sirve para entender la enfermedad del niño y el delirio del ser humano del mismo modo que el gato de Schrödinger: esa paradoja que revela que se puede estar al mismo tiempo en la vida y en la muerte, y que simboliza la necesidad de una mirada nueva, valiente e insubordinada sobre la realidad, que sepa establecer las concomitancias entre la cordura y la locura, entre el pasado y su herencia de culpa, entre la conciencia y el subconsciente. La labor de entrañamiento final, con la expulsión de los fantasmas parentales en una amplia disposición dialógica presidida por un psiquiatra, remata esta intensa inmersión en amplios ámbitos humanos desde la conciencia de que lo gregario abomina de lo justo y de lo razonable, de la sensatez, la empatía y la compasión. Asunto y estilo van de la mano en ‘Eric’, como corresponde a una buena novela: impecable, medida y hermosa, su escritura evita cargar la tinta sobre los sentimientos y estructura un monólogo narrativo al que sigue un amplio diálogo de materia teatral, lo que demuestra que Rebeca García Nieto está dotada para diversos espacios y enfoques narrativos que acaban constituyendo una cosmovisión lúcida y muy moderna de los oscuros secretos del hombre.
riencia sus ideales son diferentes, pero apenas son matices nimios cuando se trata de defender la propiedad privadas y la sociedad de clases contra el igualitarismo. La historia principal es la de Zenón, médico, alquimista, dotado de una inteligencia aguda y de una mente científica, en el puro sentido de la palabra. Busca las verdades de la naturaleza, no cree, casi nunca, en lo que no puede experimentar. Sin embargo, es cauto, conoce su mundo, y si publica algo lo hace bajo pseudónimo. Finalmente sus precauciones no habrán sido bastantes, y ante la disyuntiva de abjurar de sus ideas o morir, elije, enfrentándose a un pensamiento único, lo segundo.
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La gélida vida JORGE DE ARCO
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a aparición de ‘Vivo en Suecia’, de Sonja Åkesson, supone una grata oportunidad para adentrarse en el universo lírico de una de las poetisas más relevantes de la poesía sueca del siglo XX. Nacida en la isla de Gotland en 1926, la biografía de Åkesson está íntimamente ligada al devenir de su obra. Se casó en cuatro ocasiones y tuvo seis hijos. Uno de ellos, murió con apenas dos años a causa de la leucemia. «Nunca supo muy bien qué la movió a escribir. Probablemente fue la traumática vivencia de la muerte de su hijo», anota Francisco J. Uriz en su prefacio. En 1957, dio a la luz su primer poemario, ‘Situaciones’, y dos años después, ‘Veranda de cristal’. Ambas entregas, tuvieron buena acogida y revelaban ya a una autora con atractivos mimbres. Por en-
tonces, su decir pretendía retratar los estrechos límites a los que estaba sometida la mujer sueca y ahondaba con ironía en la crítica al modelo social que pretendía el Estado: «Mujeres pálidas se envuelven en chales negros/ para ocultar el calor que ellas con un gesto torpe/ tratan de mantener preso (…) ¿Tiempo roto que nunca se petrificó en olvido?/ ¿Vive algo todavía?/ Palabras que han sido clavadas en su propia jaula/ por ecos hace mucho tiempo enmudecidos?». Tras, ‘Vivir la vida’ (1961), Åkesson publica, ‘Paz hogareña’, «el libro que la lanzó a la fama». En él, se integra uno de esos poemas que marcan el antes y el después de cualquier escritor, ‘Autobiografía’, un himno que narra el cotidiano acontecer de un ama de casa. Pero tras él, había más; el intento de transmitir la desidia, el desconsuelo y la falta de motivaciones de toda una generación. «Vivo una vida tranquila/ en Drottninggatan 83 A por el día./ Sueno a los críos y friego el suelo/ y saco brillo a las ollas de cobre/ y cuezo un
puré de nabos y frío morcillas», reza el inicio del poema. Su lenguaje directo, analiza en profundidad su situación vital, sus anhelos, sus derrotas, sus inquietudes…: «Yo siempre he viajado de polizón/ Yo he descansado en la brizna del dolor (…) Soy sueca./ Tengo tarjeta sanitaria./ Lloro en mi cuarto./ Moriré de cáncer./ Me han formado las circunstancias./ Combato una guerra de posiciones conmigo misma/ en el mapa sobrante./ ¡Y tengo ciertos planes!/ Tengo una hija/ que tendría que tener el futuro por delante./ Tal vez me compre en una tumba/ Yo soy sólo ocasionalmente/ un utilizable enser doméstico». Afirma Francisco J. Uriz en su citado prefacio, que el tema que recorre con más intensidad el conjunto de su decir es «la dificultad o imposibilidad del amor y de la comunicación entre las personas encasilladas en la jaula de su subjetividad y de su sufrimiento». Y en los versos de su espléndida autobiografía, –en su corazón quebrado–, resuenan, sólidas y desoladoras tales dudas y tristezas: «Soy un
VIVO EN SUECIA. ANTOLOGÍA POÉTICA Sonja Âkesson. Traducción y prólogo de Francisco J. Uriz. V aso Roto Poesía. Madrid, 2015. 352 páginas. 24€.
La escritora sueca Sonja Âkesson. :: EL NORTE zapato sucio/ en una calle abarrotada./ Soy un perro sin dueño/ lleno de amor pegajoso/ entre indiferentes zapatos sucios (…) Yo era el patito feo/ que nunca se transformó en cisne./ Busco mi cuchillito/ corroído hace tiempo por el óxido/ y destrozado a pisotones en la hierba amarilla». En 1965, ve la luz ‘Fuera briila el sol’, poemario de descarnada sinceridad, donde Åkesson busca mediante la palabra un bálsamo, un remedio aunque fugaz, a su vital
desconfianza, a su corazón vacío: «¡Qué asco me doy/ cuando me paso el día pegando recetas de cocina/ y me pongo tibia de bocadillos de queso y salchichón». Sus siguientes poemarios, ‘Precios’ (1968), ‘Dulces años 60’ (1970), ‘El corazón martillea, los pulmones se derriten’ (1972), ‘La historia de Siv’ (1974) al igual que su última entrega, ‘El ojo del caballo’, –publicado en 1977, pocos meses después de su muerte-, remiten a un tipo de quehacer
donde predominan las letras de canciones, los textos para representar en escena, las imágenes e instantáneas diversas… Coinciden estos volúmenes, con el agravamiento de su salud y su internamiento en un psiquiátrico. A sus problemas mentales y a su acentuado alcoholismo, se le sumaría después un irreversible cáncer de hígado. En su poema, «Sí, gracias», escrito pocos días antes de su fallecimiento, dejó como testimonio conmovedor lo que hubiese querido y necesitado para sí, en lugar de su atormentada y compleja existencia: «Una vida cálida./ Una vivienda cálida./ Una rebeca cálida/ que ponerle a los gélidos pensamientos./ Un cuerpo cálido/ que ponerle al cuerpo./ Un alma cálida/ que ponerle al alma/. Una vida cálida/ que ponerle a la gélida vida»”.
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
¡Misterioso roedor! :: SUSANA GÓMEZ Había una vez... un gato. Era un hermoso gato atigrado con la cabeza llena de ratones, que pensaba todo el día en uno, dos, treinta y tres, ochenta y ocho, ciento cuarenta y cuatro roedores. Los había un poco borrosos, como si aquel felino de hondo sentido del deber “hubiese entrado en una nube o en una sauna”. A veces bailaban la polca o jugaban a las cartas; otras vestían chaquetas de cuadros o hacían cola para comprar las famosas katiuscas del Doctor Knapp... Pero aquel gato perfeccionista que para su decimoctavo cumpleaños quería llegar a imaginar un millón de ratones, intuía que había uno que le faltaba. Era un ratón muy particular, un animal que se le escapaba y parecía no existir, y al que trataba (a partes iguales y sin ningún éxito) de dibujar y borrar de su mente alternativamente. Por eso se quedaba en casa, empeñado en imaginar aquel personaje misterioso que no acababa de salir (o de entrar) en su cabeza, sin ir con sus amigos para así poder cavilar a gusto. Hasta que un día... alguien llamó a la puerta… Apuntalado por magníficas y lím-
pidas ilustraciones sobre fondo blanco, el relato se interna por los vericuetos de nuestras obsesiones, el exceso de control y cálculo, la intuición y el devenir, en un álbum en el que el discurso textual sabe dejar paso al visual cuando así la historia lo requiere. Aventura hacia lo real y el disfrute tras la liberación de aquello que nos inquieta, la historia se construye a caballo entre lo onírico, la ternura y un humor suave, al tiempo que ofrece al lector una visión sobre la diversidad de los ratones y otros mamíferos.
EL RATÓN QUE FALTABA Giovanna Zoboli y Lisa D’Andrea. Editorial: A buen paso. 40 páginas. 19 euros. Edad recomendada: a partir de 5 años.
Intrépido abecedario :: S. G. Instruir deleitando... esta parece ser la antigua (y siempre actual) máxima que persigue la nueva propuesta de la editorial Libre Albedrío, en la que Fermín Solís se atreve a retratar personajes y actividades al amparo de las letras, el humor y la valentía de abordar rimas, ritmos y nuevas lecturas. Desde Abigail (que saltaba a la comba con un reptil) hasta Zoe (que domesticó a un león tocando un oboe), niños y niñas intrépidos desfilan por las páginas de esta obra con vocación conciliadora, en una clara apuesta por el maridaje de memorización y divertimento, pedagogía y ritmo textual. Es así como se asoma un abecedario construido a partir de pequeñas aventuras, gracias a las que los primeros lectores podrán descubrir o consolidar grafías y fonéticas rumbo hacia el viaje literario. Entretejido con imágenes que ayudan a clarificar el sentido de los textos, conocerán a Felisa, que leía cómics sentada en la cornisa; Ñete, que buceaba en el re-
LOS NIÑOS VALIENTES Fermín Solis. Editorial Libre Albedrío. 62 páginas. 14,50 euros. Edad recomendada: a partir de 3 años.
trete o Violeta, que hacía puenting con su coleta. Todo ello acompañado de las notas de un rock&roll interpretado por el compositor David Verge, el cual se puede descargar mediante un código QR en el interior del libro. Ritmo, en fin, y letras, a golpe de verso, rock and roll y la imprescindible valentía de aprender jugando.
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Sábado 14.11.15 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
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levo mucho tiempo fijándome en la puntuación de las oraciones ‘subordinadas’: leo monografías especializadas, ensayos, artículos científicos, periódicos, revistas, novelas, blogs..., en fin, casi todo tipo de textos, incluidos los textos que los telespectadores leemos cuando vemos las noticias en televisión. El resultado es decepcionante porque he visto que no se sigue un criterio coherente, lo que me lleva a pensar que quien escribe (o quien edita) no tiene claro cómo puntuar correctamente. Esta semana voy a ocuparme del uso de la coma en las construcciones condicionales, unas construcciones que, como saben, se caracterizan por ser bimembres: una parte (la prótasis o condicionante) expresa la condición que ha de cumplirse para que se realice lo enunciado en la otra (llamada apódosis o condicionado), que funciona como oración principal. Aunque la prótasis aparece en posición inicial con más frecuencia, no siempre es así; de hecho aparece pospuesta muchas veces. Podría haberse creado una regla (que sería muy útil, por simplificadora) según la cual las partes, vayan en la posición que vayan, se separaran con comas, algo que intuitivamente hace mucha gente. Sin embargo, la puntuación de este tipo de estructuras no sigue exactamente este patrón. Las claves que determinan la presencia o no de coma en estas construcciones son la posición que ocupa la prótasis, su brevedad, el nexo que la introduce y el contenido. Por ejemplo, las encabezadas por «si» o «como», antepuestas, se separan con coma; pero si la prótasis es «muy breve», puede prescindirse de la coma: ‘Si quieres venir con nosotros, date prisa’; ‘Como vuelvas a llamar tan tarde, no cogeré el teléfono’; ‘Si puedes,
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
LAS CONSTRUCCIONES CONDICIONALES Y LA COMA
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llámame’ o ‘Si puedes llámame’ (sin coma porque «puede prescindirse» de la coma por ser el condicionante muy breve). Es este último un aspecto que autores y editores deberían poner sobre el tapete con vistas a ser ‘regulares’ en sus producciones y no recurrir a la puntuación ‘de oído’. Condicionante breve donde los haya es «si no»: si nos atenemos a la información anterior, un enunciado como ‘Si me lo piden, iré; si no no pasa nada’ estaría bien puntuado. Para casos como este la ‘Ortografía de la lengua española’ (2010) recomienda la coma por evitar posibles ambigüedades: «Pese a su escasa longitud, es preferible aislar por comas
estas secuencias, lo que resulta clarificador, cuando no imprescindible, para segmentar adecuadamente el enunciado (obsérvese, por ejemplo, la diferencia entre ‘si no, me quedo en casa’ y ‘si no me quedo en casa...’). Si no se plantean dudas o problemas de segmentación, las comas son opcionales, aunque siempre es preferible ponerlas». En el resto de los casos (las introducidas por ¬‘en caso de que’, ‘siempre y cuando’, ‘de’ más infinitivo o las lexicalizadas del tipo ‘yo que tú’, ‘yo en tu lugar’, etcétera, se separan por comas si van en posición inicial. Y todas se separan por comas si van en posición media, como en ‘Podrías, de haberlo sabido, haber venido con nosotros’. ¿Qué ocurre cuando la prótasis va en posición final? Las cosas aquí no están tan claras y la ‘Ortografía’ solo habla de tendencias y no propiamente de recomendaciones. En esta posición hay un detalle de contenido que hay que tener en cuenta: que la prótasis exprese realmente una ‘condición que ha de cumplirse’ para que se realice lo contenido en la apódosis o, por el contrario, que se trate de información accesoria, como si fuera un inciso. En el primer caso no se escribe coma, mientras que en el segundo sí. En los ejemplos siguientes: ‘Saldremos antes de comer si no te levantas más tarde de las once’ y ‘Saldremos antes de comer, si no he entendido mal’, ‘que te levantes antes de las once’ es requisito imprescindible para que salgamos antes de comer, mientras que el hecho de no haber entendido mal no es requisito para que salgamos antes de comer. Con respecto a las condicionales enfáticas del tipo ‘Si de algo presume es de tener la cabeza bien amueblada’ o ‘Si te ha llamado es porque quiere verte’, hay que señalar que no van separadas por comas. Y que no son verdaderas condicionales, pero este es otro cantar.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
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FICCIÓN
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FICCIÓN
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La rosa de Besalú. Santiago Zurita (Castilla)
Una pasión rusa. Reyes Calderón (RBA)
Mortadelo nº 179 ¡elecciones! F. Ibáñez (Ediciones B)
No me dejes. Máxim Huerta (Espasa)
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El cartel. Don Winslow (RBA)
El papiro del César. René Goscinny (Bruño)
Lo que no te mata te hace... David Lagercrantz (Destino)
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El regreso de Catón. Matilde Asensi (Planeta)
El secreto de la modelo... E. Mendoza (Seix Barral)
La chica del tren. Paula Hawkins (Planeta)
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La Guerra Civil contada... A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
El cártel. Don Winslow (RBA)
La amiga estupenda Elena Ferrante (Lumen)
La buena reputación. Martínez de Pisón (Seix Barral)
El secreto de Gray Mountain. John Grisham (Plaza Janes)
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Plena Mente. Andrés Martín Asuero (Planeta)
La otra cara del caudillo. Ángel Viñas (Crítica)
Recuperar el futuro. Luis Garicano (Peninsula)
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La Guerra Civil contada... A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
Carlos V. Manuel Fernández Álvarez (Espasa)
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Voces de Chernóbil. Svetlanta Alexievich (Debolsillo)
La costa de los rebledes Manuel Trillo (Stella Maris)
La digestión es la cuestión. Giulia Enders (Urano)
Despertad al diplodocus. José Antonio Marina (Ariel)
La magia del orden. Marie Kondo (Aguilar)
Lego Star Wars. Enciclopedia de... AA VV (DK)
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El tiempo entre suturas. Saturnina Gallardo (Plaza Janés)
Atlas del mundo. Daniel Mizielinski (Maeva)
La economía, ... S. Niño Becerra (Los Libros del Lince)
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PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
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El secreto de la modelo... E. Mendoza (Seix Barral)
El regreso de Catón. Matilde Asensi (Planeta)
El secreto de la modelo... E. Mendoza (Seix Barral)
El regreso del Catón. Matilde Asensi. (Planeta)
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Todos mis futuros son contigo. Marwan (Planeta)
Los besos en el pan. A. Grandes. (Tusquets)
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Olor a piedras rotas. Galguera. (Fuente de la Fama)
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El regreso de Catón. Matilde Asensi (Planeta)
El Reino. E. Carrére (Anagrama)
Cuentos completos. E. L. Doctorow. (Malpaso)
En un mundo de grises S. Carrión (Frida)
La chica del tren. Paula Hawkins (Planeta)
La vida sexual de las gemelas... I. Welsh (Anagrama)
Los besos en el pan. A. Grandes. (Tusquets)
No está solo. S. Dazieri (Alfaguara)
El castillo de diamante. Juan Manuel de Prada (Espasa)
No me dejes. Maxin Huertas (Espasa)
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TTIP. El asalto de las multinacionales... Guamán (Akal)
Combate en la montaña. Wifredo Román (Aruz)
Las cuentas y los cuentos... Borrell y Llorach (Catarata)
La Guerra Civil contada... A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
El precio de la Transición. Morán (Akal)
El monje que vendió su Ferrari. R. Sharma (Debolsillo)
La nueva educación. César Bona (Plaza & Janés)
La otra cara del Caudillo. Ángel Viñas (Crítica)
A pie de escaño. Garzón. (Península)
Los mejores viajes. National Geographic
La Guerra Civil contada... A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
La Historia de España que no... J. M. Carrascal (Espasa)
Sobre Manuel Sacristán. M. Fdez Buey (El Viejo Topo)
Emocionario. Romero/Núñez (Palabras aladas)
Historia mínima de Cataluña. Jordi Canal (Turner)
Tierra negra. T. Snyder (Galaxia Gutenberg)
¿Para qué sirve (...) la economía? Etxezarreta. (Paidós)
El límite. J. Miguel Gaona (La Esfera)
Despertad al diplodocus. José Antonio Marina (Ariel)
Mañana cuando me maten. C. Fonseca (La Esfera)
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Sábado 14.11.15 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
Estrella Lorenzo Lozano Fermoselle (Zamora)
ÁNGEL MARCOS
Nací una noche estrellada del 15 de julio del 21 a la cual debo mi nombre. De no ser por la ilógica guerra mis recuerdos de juventud fueron preciosos. Ayudaba en la fábrica de gaseosas ‘La estrella’ y me divertía con todo. Emigré a Chile con mi marido Tomás, el único amor de mi vida, enviudé a principio de los 70 ya en España y este es el dolor de mi corazón que calmo con sus bellos recuerdos y el amor por mi hijo.
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LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 14.11.15 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
La chica del tren L
a escena tiene lugar en un tren. Regreso a Valladolid de noche, y al otro lado del pasillo, dos asientos por delante del mío, hay una chica viendo una película en su pequeño ordenador. Es muy joven y tiene aspecto de estudiante. Me digo que tal vez regresa a casa de vacaciones, lo que luego confirmo al llegar a Valladolid, donde se baja conmigo y un hombre que puede ser su padre la recibe afectuosamente en el andén. La chica mira su ordenador y a la vez tiene el móvil en la mano, que no deja de manipular. Me fijo en la pequeña pantalla porque las imágenes que está viendo me resultan familiares, y no tardo en darme cuenta de que se trata de ‘El último tango en París’, la película de Bernardo Bertolucci. La chica, sin embargo, apenas la presta atención, ya que está mucho más interesada por lo que pasa en la pequeña pantalla de su móvil. El descubrimiento me devuelve a un tiempo ya remoto de mi pasado, cuando vi esa misma película por primera vez. Debía de tener más o menos la edad de la chica del tren y la vi en un cine de Londres. Fue en uno de mis primeros viajes fuera de España. Se solían aprovechar esos viajes para ver las películas que entonces estaban prohibidas en nuestro país, que eran numerosas y, por lo general, interesantes. ‘El último tango en París’ fue una de las más solicitadas. Su estreno fue un escándalo en todo el mundo, a causa de las escenas de sexo explícito que contiene, y recuerdo la conmoción que me produjo verla, pues más allá de las escenas responsables de aquel griterío se trataba de una historia poderosa y perturbadora. Un hombre y una mujer se encuentran casualmente en un piso, al que acuden por separado con la inten-
ción de alquilarlo, y surge al momento una atracción irresistible que lleva al instante a una relación sexual. A partir de ese momento, deciden verse en ese piso sin decirse quiénes son, como si temieran que su deseo desapareciera si lo hacían. La historia de Bertolucci repite esa historia eterna del mundo del mito en que los amantes deben guardar el secreto de sus nombres para seguir encontrándose. Es la historia de Elsa y Lohengrin, la historia de Eros y Psique, y, en cierta forma, la de Eurídice y Orfeo, donde la prohibición de mirar se confunde con ese no debes pronunciar mi nombre. El nombre remite a la identidad, al ser social, y los amantes pertenecen al reino de lo inferior, de todo lo que está abajo: el sexo, las pasiones, los sueños. Por eso deben ignorar sus nombres si quieren alcanzar lo que promete el deseo. Sin embargo la chica del tren no parecía especialmente conmovida por la historia de Bertolucci, ya que prefería escribir y recibir mensajes en su teléfono antes que permanecer atenta a lo pasaba en la pantalla. ¿Aquellas imágenes carecían de la fuerza suficiente para captar su atención? ¿O sí la tenían y la chica poseía esa cualidad nueva que permite a los jóvenes de hoy leer o ver cine sin dejar de estar conectados a través del teléfono con sus amigos? Pero ¿acaso esa presencia de lo social no contradice el sentido último de una película que habla precisamente de buscar un refugio, un lugar apartado y secreto donde poder alcanzar lo que el mundo real te impide vivir con sus exigencias? Unos días después, puse en mi casa la película de Bertolucci. Llevaba muchos años sin verla y me decepcionó. Marlon Brando sobreactua
:: ILUSTRACIÓN BEATRIZ MARTÍN VIDAL
constantemente, María Schneider es solo una muñequita gritona incapaz de suscitar una verdadera pasión, y Jean Pierre Leaud, su novio, interpretaba uno de los papeles más estúpidos de su vida. La película que tanto me había impresionado en mi juventud había envejecido fatalmente, y me consolé pensando que tal vez la chica del tren se hubiera dado cuenta
DÍAS FELICES GUSTAVO MARTÍN GARZO
de lo tramposa que era y que eso justificara la atención dispersa que la había dispensado durante el viaje. Se lo comenté a un amigo que me dijo que la actitud de la chica era común en la gente joven de hoy, y que él mismo había comprobado cómo en las sesiones de cine de la cátedra de nuestra ciudad, con la que había colaborado este verano, las pantallitas iluminadas de los móviles salpicaban constantemente la oscuridad de la sala. Pero ¿qué es el cine sin esa atención que solo una sala a oscuras, separada del resto del mundo puede proporcionarnos? En cierta forma, esas salas se parecen al piso donde los amantes de la película de Bertolucci se encuentran. Debes olvidar quién eres, tu nombre, tu profesión, tus preocupaciones, todo lo que eres fuera de aquí, se nos dice cuando se apaga la luz y comienza la película, solo así podrás hacer tuyos los dones misteriosos de los sueños. Los niños actuales apenas van al cine, tampoco lo hacen los adolescentes. Ven muchas películas, tal vez más que
«¿Aquellas imágenes carecían de la fuerza suficiente para llamar su atención?» «Pero ¿qué es el cine sin esa atención que solo una sala a oscuras, separada del resto del mundo puede proporcionarnos?»
nunca, pero principalmente en televisión, en las tabletas o en las pantallas de los ordenadores. Y como es lógico no suelen estar aislados cuando lo hacen, por lo que la atención que prestan a las imágenes deben compartirla con los ruidos de su casa, las llamadas de sus móviles o sus otras tareas. Pero así no se puede ver cine de verdad. Una película exige concentración, disponibilidad, un lugar fuera del mundo como aquel en que Eros y Psique se encontraban. Porque no se trata de enterarse de qué va la película, sino de asistir a esos momentos únicos en que un gesto, un rostro, el movimiento de una mano, nos revela algo que no cabe explicar. En ‘La noche americana’ hay un momento en que François Truffaut, que se interpreta a sí mismo dirigiendo una película, se acerca a Jacqueline Bisset, su actriz, y tomándola delicadamente de la mano le dice cómo debe de colocar los dedos sobre la barandilla. Esa mano contiene la esencia del cine. Pero ¿quién presta atención a esa discreta maravilla con un móvil delante?