Arte en movimiento

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Sábado, 16.01.16 Número CCXIX

SOMBRA CIPRES LA

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Desde la izquierda, Leticia Martínez (La Atómica), Ricardo Suarez (Carrusel), Pedro Gallego (La Gran), Javier Silva (Galería Javier Silva) y Cristina R. Vecino (Carrusel). :: GABRIEL VILLAMIL

Arte en movimiento

Cuatro galerías jóvenes simbolizan en Valladolid la vitalidad de la creación contemporánea y el papel de los galeristas

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ARTE ‘MUY’ CONTEMPORÁNEO

Sábado 16.01.16 EL NORTE DE CASTILLA

ANGÉLICA TANARRO

Cuando el galerista apuesta R por lo más difícil

blogs.elnortedecastilla.es/calle58/ @angelicatanarro/twitter.com

Tienen energía, objetivos claros y no temen el riesgo. El Patio Herreriano es su cómplice. Los galeristas más jóvenes de Valladolid nos cuentan su experiencia

iesgo, apuesta, lucha, colaboración... son términos que aparecen de continuo en la conversación con los protagonistas de un fenómeno que está cambiando en Valladolid el panorama del arte contemporáneo. Apostar en este país y en una ciudad de tamaño medio como esta por abrir desde la iniciativa privada una galería de arte y centrarse en una línea a priori nada complaciente a ojos acomodaticios; llenar sus espacios de jóvenes valores con visos de proyección internacional; confiar en su papel como galeristas en el desarrollo de un contexto diferente para el arte y, al mismo tiem-

po, no cerrarse en su torre de marfil sino procurar atraer a nuevos públicos desde el equilibrio entre el rigor y el didactismo es lo que une cuatro proyectos que desde distintos puntos de arranque coinciden en la necesidad de no hacer la guerra por su cuenta, sino apostar por vás comunes de dar visibilidad a sus propuestas. Valladolid no vivió la segunda mitad del siglo XX ajena al arte contemporáneo pero siempre que se piensa en nombres míticos como Antonio Machón (Carmen Durango), Evelio Gayubo, o resistentes como Lorenzo Colomo o más recientes como La Maleta de Mariano Olcese, se piensa en términos excepcionales. Casi heroicos. El Patio Herreriano, desde la adquisición de la Colección Arte Contemporáneo y su instalación en el espacio histórico de monasterio de San Benito llenó el hueco que desde el punto de vista institu-


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Javier Silva posa en su galería junto a una obra de Saelia Aparicio. :: REPORTAJE GRÁFICO DE HENAR SASTRE

 Pedro Gallego, director de La Gran, contempla una obra de Guillermo Peñalver en su galería.

cional existía en este ámbito y alumbró la expectativa de crear tejido. Lo paradójico es que ese tejido y ese grupo que va fraguando de unos años para acá (compuesto principalmente por la galería Javier Silva, La Atómica, La Gran y Carrusel) comenzó a gestarse en plena crisis. Así fue en el caso del más veterano de los cuatro. Javier Silva abrió hace cuatro años su espacio (C/ Renedo, nº 10) consciente de que el proyecto que tenía en la cabeza era más factible en una gran ciudad aunque solo fuera en términos de acceso a coleccionistas y profesionales del sector. Pero decidió apostar por la suya, con la ambición de ser una referencia fuera de ella. En esos cuatro años jóvenes artistas que atesoran una seria formación y que viven física y mentalmente en un mundo sin fronteras y con una línea de trabajo que, reduciéndola, tendría como denominador común la tenden-

cia a lo conceptual han pasado por su espacio diáfano y plenamente adecuado a su fin. Silva es cauto a la hora de hacer un balance positivo de este tiempo. «La progresión es lenta pero positiva. Se va consiguiendo la idea de ser un motor e impulsor de propuestas y al mismo tiempo estar abiertos a la colaboración con operadores culturales, comisarios, comunicadores y coleccionistas para trabajar en proyectos comunes». Con la vista puesta en el medio y largo plazo, aguantando el desierto de la escasez de ventas (algo que todos más o menos reconocen) espera ensanchar ese público minoritario aún que visita con regularidad sus exposiciones. Reconoce que la ciudad vive en este aspecto un momento especial, pero no echa las campanas al vuelo. «Si lo comparamos con el panorama de hace unos años, sin duda lo es, pero sería absolutamente insuficiente en cualquier ciudad europea si-

milar a la nuestra. El camino que estamos haciendo es interesante, pero aún precario». Silva fue también pionero en abrir vías de colaboración con el Patio Herreriano, cuyo papel en el fortalecimiento de sus proyectos considera fundamental.

La Gran Pedro Gallego nunca pensó en ser galerista. Lo suyo era la edición de arte, pero cuando decidió dar un paso más arriesgado en esa tarea vio que lo que estaba proyectando era en realidad una galería. Así surgió en marzo del año pasado La Gran (C/ Claudio Moyano 16, 2ª) un piso con las puertas abiertas a creadores y ‘publico en general’, porque si algo tiene claro es que su proyecto está «muy sesgado hacia lo didáctico». Su interés es provocar la curiosidad y la cercanía hacia el arte contemporáneo, «que la gente deje de ver a los artistas plásticos como unos marcianos

Cohabitación necesaria Es justo reconocer que esta buena corriente interiro entre galerías y museo se debe en parte a la sensibilidad de su actual directora Cristina Fontaneda, quien está convencida de que el trabajo en red, desde una institución de referencia como el Herreriano y otras iniciativas públicas y privadas hace que el tejido cultural local dedicado al arte contemporáneo sea lo más tupido posible. «Esta es la mejor manera de tener una oferta escalonada y completa, sin lagunas, accesibletanto para los artistas como para el público. Me parece necesaria, e importante, la cohabitación colaborativa, academias, galerías, salas municipales y provinciales, etc., cada uno cumple su función»

caprichosos y elitistas porque no lo son en su gran mayoría. Quiero que se entienda la capacidad del arte contemporáneo para hacernos ver el mundo con otros ojos, para plantearnos preguntas que a veces no somos capaces de hacernos». Como el resto de los galeristas consultados considera que la colaboración, la posibilidad de trabajar en proyectos comunes es «crucial para la supervivencia. En cualquier actividad, si no sumas desapareces». Pero se muestra muy crítico con la falta de apoyo e interés desde las instituciones. «Es obvio que, desde la iniciativa privada unos pocos estamos empezando a asumir riesgos... Pero por parte de las administraciones públicas o de quien tiene capacidad económica para llegar al gran público, como las empresas importantes o ciertos creadores de opinión, no siento movimiento ni interés ni riesgo por valorar lo que estamos ha-

ciendo tanto nosotros como el propio Museo Patio Herreriano. Lo tengo que decir de forma rotunda: no. Y si hay movimiento es para atrás, hacia esquemas caducos y rutinarios que en muchos casos derivan del miedo a asumir riesgos». E igualmente claro y rotundo se muestra a la hora de hablar del papel del Patio Herreriano: «Sin este museo, que crea tejido e interés, no existiríamos. Al menos La Gran no estaría en Valladolid. Así de claro. Y si el museo se desactivara aún más, si se le sigue estrangulando estudiaría la posibilidad de marcharme de la ciudad. De todos modos también creo que el museo debe asumir nuevos riesgos». En materia de apoyo institucional se muestra «no liberal»: «Ceo en la capacidad de lo público para marcar la pauta. Aunque asumo que la iniciativa privada debe estar ahí codo con codo y asumir los riesgos sin es-

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Leticia Martínez prepara  el montaje de su próxima exposición en La Atómica. Cristina R. Vecino y Ricardo Suárez posan en su galería, El Carrusel, especializada en Fotografía.

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perar exclusivamente a subvenciones. Pero en un contexto en el que la iniciativa y la situación del tejido cultural es de extrema precariedad, la administración ha de empujar. Con dinero, obviamente, pero también, y antes que con eso, con entendimiento, interés y reconocimiento. Solo con percibir por parte de las instituciones un interés sincero y no impostado por nuestro trabajo y por el importante papel de los creadores me daría por satisfecho».

La Atómica «Regresé a mi cuidad natal en el 2013 –después de un año apartada del circuito artístico en el que había estado trabajando en ciudades como Barcelona, Londres, Rotterdam o Budapest– con energía para abrir un espacio en el que pudiese albergar acciones artísticas y culturales. Echaba de menos este ambiente, lo que significa el contacto con

«No vi Valladolid como una ciudad complicada, sino como una ciudad en la que podía hacer lo que me gusta», dice Leticia Martínez «Si no fuera por el Patio Herreriano, La Gran no estaría aquí», afirma Pedro Gallego «Hay gente con talento haciendo cosas interesantes», opina Ricardo Suárez

los artistas y con la obra. No vi una ciudad complicada, sólo una ciudad en la que podía desarrollar lo que me gusta hacer». Quien así se expresa es Leticia Martínez, directora junto a su hermano del espacio La Atómica (C/ Constitución, nº 8), una galería que ya ha conocido tres sedes desde su inauguración: «Fue la idea romántica del Arte la que nos incitó a abrir la galería. La verdad es que no hicimos ni un sólo número, sabíamos que no nos iban a salir». La Atómica ha ido definiendo su proyecto a medida que cambiaba sus espacios. «Después de dos años la perspectiva ha cambiado mucho. No sólo hemos cambiado de espacio, también de forma de enfocar la galería. En un inicio, con espacios más grandes, podíamos realizar exposiciones y actividades más diversas y multitudinarias. Pero este nuevo espacio nos permite mostrar de forma más

íntima el trabajo de los artistas por los que apostamos. Mis expectativas son seguir creciendo y fortaleciendo el espacio como galería, y tener más visibilidad fuera de Valladolid». Para Leticia Martínez tras la explosión de actividad que vivió la ciudad en este campo durante 2014 se vive un momento de canalización de toda esa energía: «El 2014 fue increíble. Todo sucedía a la vez. Nos estábamos conociendo los generadores de esta red cultural alternativa. En 2015 esa energía se ha canalizado. Ya hechas las presentaciones, es tiempo de reuniones, de trabajos en común. Y es en este momento de asentamiento en el que creo que estamos ahora». Subraya la palabra «fundamental» a la hora de enjuiciar el papel del Patio Herreriano que recientemente impulsó la iniciativa ‘Desayunos con Arte’ en el que se implicaron las cuatro galerías presentes

en este reportaje y que permitió que personas a las que les cuesta por timidez entrar en una galería –algo que pasa todavía con frecuencia– traspasaran la barrera en compañía. «Apoyando esta acción ha demostrado que cree en la ciudad a la que pertenece». A las instituciones les pide que, «además de invertir en que la gastronomía sea la embajadora de la ciudad con los concursos de pinchos, en la Semana Santa... deberían general una acción en la que la cultura de la ciudad sea la embajadora».

El Carrusel Cristina R. Vecino y Ricardo Suárez son fotógrafos. Para ellos abrir la galería Carrusel (C/ Santo Domingo de Guzmán nº2) fue una necesidad, un modo de dar visibilidad a su trabajo. «Pero no nos interesaba poner en marcha un estudio de fotografía al uso. Damos mucha importancia a la parte personal de nuestra fo-

tografía y no queríamos dejar de lado todo eso. El Carrusel no es tampoco una galería de arte como tradicionalmente se entiende este término. Lo nuestro es un espacio expositivo donde también se realizan proyectos en torno a la fotografía contemporánea y en convergencia con otras disciplinas. Recientemente hemos puesto en marcha una pequeña librería de fotolibros y este año queremos empezar con talleres formativos. Aparte de todo esto es nuestro lugar de trabajo y donde atendemos a nuestros clientes». Ambos pertenecen a una generación cuya expectativa casi inevitable, dedicándose a lo que se dedican, era buscarse la vida fuera de la ciudad . «Nosotros por ahora hemos decidido intentarlo aquí y queríamos hacerlo con un proyecto que satisficiera varias necesidades personales y fuera viable económicamente. Esto es importante explicarlo porque a veces no se en-


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tiende del todo bien. Por otra lado, es verdad que hay mucha gente que por decisión personal o por las circunstancias actuales están viviendo y trabajando en otras ciudades pero pensamos que hay gente con mucho talento haciendo cosas interesantes aquí y para nosotros como creadores es muy importante colaborar y establecer lazos. Esto define de alguna manera el espíritu de El Carrusel». No están seguros sin embargo de que en este momento haya más actividad en Valladolid en torno al arte contemporáneo: «simplemente parece que ahora hay cierta difusión y visibilidad». Lo que sin duda es novedoso es la convicción de que colaborar es el camino. «Llama la atención este hecho porque parece que en otras épocas las cosas no han funcionado así, pero para nosotros es algo completamente normal y entendemos que surja de una manera natural».

Una joven contempla obras de Cruz Novillo en la galería DiLab. :: RAMÓN GÓMEZ

DiLab, en la periferia de la periferia

:: A. T.

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i hay alguien que creyó no solo que toda capital de provincia merece una vida cultural dinámica sino que ésta debe trasladarse a los pueblos es Miryam Anllo. Había que tener valor

de aquellos que tienen sueños que cumplir. Es lo que en su momento me movió a trasladarme de Madrid a Urueña para comenzar un proyecto tan arriesgado: difundir la creación contemporánea en el medio rural». No oculta sin embargo que «han sido años muy difíciles, no voy a negarlo, pero me siento feliz de haber puesto al servicio del público mi pasión por el arte y de haber compartido con tantos artistas, músicos, ilustradores, actores, escritores… para, al calor de las experiencias irreexpectativas creadas Miryam Anllo petibles e inolvidaen torno a la Villa del bles». Libro, abrir un espacio dediSu intención es seguir adecado al diseño y el arte con- lante, aunque haya vivido temporáneo en Urueña. en sus carnes lo difícil que DiLab es el resultado de es tener visibilidad en un meuna pasión: la de su directo- dio poco propicio a las nuera, una mujer que cree fir- vas experiencias de la creamemente «que el futuro es ción contemporánea.


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o sé si el hombre es un animal narrativo por instinto o por querencia, pero tengo para mí que a nuestra especie siempre le ha pirrado contar historias, tampoco me atrevería a afirmar si por necesidad, gusto o distracción, por temor incluso, o por todo a la vez, quién sabe. Lo constatable es que hasta hace no mucho la tradición oral sustentada en grandes relatores, a veces hasta analfabetos, era muy rica y variada en los pueblos. Pongamos los filandones leoneses que han puesto al día y perfeccionado allende los mares el trío Mateo Díez-Merino-Aparicio o los trasnochos, que es como llama mi madre a las reuniones de mujeres –los hombres, trashumantes, andaban por Extremadura con el ganado– alrededor de la lumbre en los

largos inviernos. Tampoco debe caer en saco roto el cotilleo, inherente a la vida en grupos cerrados pero que también parece constitutiva de nuestro ser, si no, cómo se explica su trasplante a la caja tonta y el éxito de audiencia de los programas bazofia que lo practican. En ‘Por el bien del comandante’ (Ardicia) Constance Fenimore Cooper se acoge y reúne ambos aspectos de la oralidad. De hecho, la novela parte de un punto de vista comunal, una especie de voz del pueblo, del pueblecillo «serrano y añejo» enclavado en las montañas de Carolina del Norte en el que transcurre el argumento, en realidad de las dos comunidades del mismo nombre, cercanas y en cierto modo enemigas, como corresponde a cualquier localidad vecina que se precie. Y a ve-

UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO

ces la opinión pública de una comunidad cerrada, esa voz del pueblo, amalgamada por chismes y habladurías, por la maledicencia y el qué dirán como caldos de cultivo de la ‘buena sociedad’ se expresa a través de un anciano relator, un mayordomo indiscreto como un sacristán. Y eso que difícilmente puede tildarse a esta novelista de Cleveland, descendiente de James Fenimore Cooper, de rústica o campuza, pues su cosmopolitismo la llevó a una vida itinerante por hoteles de Suiza, Alemania, Francia o Inglaterra para acabar tirándose desde un apartamento alquilado a la vera del Gran Canal veneciano, a finales del siglo XIX, después de una larga y tortuosa relación con Henry James, que firma el curioso posfacio de esta ejemplar edición, donde alaba, por

caso, el salto cualitativo de la literatura femenina de su tiempo y se despacha contando el argumento. Los sucesos que se narran, ambientados inmediatamente después de la guerra de Secesión, con la intriga justa, representada por un forastero bohemio, misterioso y desdichado, se desarrollan en un tiempo lento, a la luz de las velas, con carruajes tirados por mulos que llegan a mansiones con porche y amplio jardín, coros de damas respetables que entonan himnos, vestidos de muselina y ramos de violetas, lumbres en las bibliotecas privadas… Todo rezuma una quietud detenida ante los bosques primitivos, basada en las creencias de toda la vida y el respeto a los mayores, resumida en esta frase: «Los libros antiguos son mejores que los nuevos». La

autora demuestra su poderosa y a la vez sutil capacidad descriptiva, de penetración psicológica y, en general, de un detallismo en todos los órdenes muy refinado. La aparente levedad, de raíz chejoviana, de ‘Un pedacito de tiempo y otros relatos’ (Confluencias) de Ida Fink acaba enconándose en el ánimo del lector hasta dejar una huella indeleble –precisamente ‘La huella’ es el testimonio sobre unos niños fusilados que cierra el libro y ‘Huellas’ se titulaba otro volumen de relatos que vimos aquí y que abarcaba, como éste, desde las acciones y redadas iniciales hasta el estupor de los supervivientes. En realidad, la elipsis, consustancial al estilo de esta ucraniana que aun dominando el alemán, el inglés y el francés siempre se mostró fiel al polaco de sus mayores,


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Los relatores Los clavos en la conciencia

Fotograma de la película ‘Lo que el viento se llevó’, ambientada en los tiempos de la Guerra de Secesión americana.

UN PEDACITO DE TIEMPO Y OTROS RELATOS Ida Fink, Confluencias, 234 pp., 18 euros.

es una puerta hacia las honduras de la condición humana y un aldabonazo en la conciencia de todo aquel que se acerque, a veces con los ojos empañados, a sus historias. Aparte de una reivindicación de la dignidad y el coraje de los protagonistas a pesar de los pesares. Son historias oídas, los grandes relatos de las pequeñas personas, procedentes de su memoria personal pero seguramente también, la mayoría, escuchadas en el museo del Holocausto de Tel Aviv donde trabajó, desde 1957 hasta su muerte en 2011, recogiendo testimonios de sobrevivientes de la Shoah, como ella, a quienes, en compensación, presta su escritura, elusiva pero certera, para relatar, con un pulso donde la humildad lleva aparejada la convicción, la crueldad del

mundo en toda su extensión, la experiencia del terror tal cual, sin subrayado alguno, desde dentro. Son historias contadas –más bien susurradas, como señaló la propia autora– en voz muy baja y que justamente por eso conmueven en extremo. Retazos de vidas comunes, algunas entregadas a la belleza y al goce, por las que cruza, inexorable, la sombra de la muerte para anunciarles con un escalofrío definitivo, el fin –así se titula el primero de los relatos– de todo, «de la juventud, del amor, de tus cuadros, de mi música». El hilo del que penden, tan frágil, es el que sigue, con el alma en vilo, quien se adentra en estos fragmentos de vidas truncadas, a fuer de lacónicos, estremecedores. Ese resfrior del pánico, que paraliza, ese pálpito funesto, pue-

POR EL BIEN DEL COMANDANTE Constance Fenimore Cooper, Ardicia, 206 pp., 17,50 euros

«A nuestra especie siempre le ha pirrado contar historias, tampoco me atrevería a afirmar si por necesidad, gusto o distracción, por temor incluso, o por todo a la vez» «La aparente levedad de la obra de Ida Fink acaba enconándose en el ánimo del lector hasta dejar una huella indeleble»

SIGNOR HOFFMAN

EN EL PARAÍSO

Eduardo Halfon, Libros del Asteroide, 152 pp., 13,95 euros.

Peter Matthiessen, Seix Barral, 256 pp., 18,90 euros.

de traerlo un fruncir de ojos delator, un ensimismamiento repentino, una rendija salvadora en el desván, el traqueteo de un tren, la impaciencia del corazón, el fino temblor de los cristales, la perversión del lenguaje, el estruendo en las calles de madrugada o un silencio excesivo después. También el rastro de la Shoah está muy presente en ‘Signor Hoffman’ –con una n, no como el apellido alemán– de Eduardo Halfon, a quien sigo con vivo interés desde que me deslumbrara ‘El boxeador polaco’. Ésta es la segunda narración que presenta Libros del Asteroide, de la anterior, que se cita de soslayo, hablamos aquí. Realmente, este ciclo narrativo que va forjando E. Halfon mediante novelas breves o relatos enlazados se limita a ser una rela-

ción de hechos personales, pero trabados con tal gracia y originalidad que se elevan a una gran altura literaria, con un estilo personal, reconocible, muy económico, un tanto a lo Hemingway, de hecho su sintaxis esquelética demuestra su afirmación de que piensa en inglés. Creo que su peculiar mirada persigue arrancar algo de verdad a nuestros actos, frente a la farsa e impostura imperantes, al menos no faltar por completo a ella, a su historia familiar en primer término, para intentar explicarse a sí mismo, supongo, que no es poco. Las seis narraciones –como casi siempre aventuras en singular: «Todos nuestros viajes son en realidad un solo viaje»– que conforman el libro se vertebran mediante la aparición en todos ellos, a veces de manera episódica, de su

abuelo polaco, recurso que últimamente se ha generalizado y cuya pertinencia, por artificiosa, no acaba de convencerme. Tres de ellas transcurren en su indolente país natal. Es curioso, el otro escritor guatemalteco al que también admiro, Rodrigo Rey Rosa, es igualmente un trasterrado, pero su prosa siempre la he identificado con su patria, la de Halfon, nunca. En el último cuento, Halfon viaja a Polonia siguiendo los pasos del antepasado a quien salvó el pellejo aquel boxeador polaco. El mismo destino, Auschwitz-Birkenau (cuidado, a la réplica de un campo de concentración que el guatemalteco visita en Calabria la califica como «parque temático dedicado al sufrimiento humano»), espera al protagonista de ‘En el paraíso’ de Peter Matthiessen (Seix Barral). El autor de ‘El leopardo de las nieves’ o ‘Jugando en los campos del Señor’ es también un narrador de raza y así mismo, polifacético, en ocasiones hasta lo desconcertante, como aquí, donde el argumento adquiere derroteros imprevisibles. El foco de esta novela póstuma del con razón renombrado Matthiessen se pone en un profesor especialista en literatura, sobre todo poesía, eslava: Ajmátova, Milosz, Herbert o Szymborska, enfrascado en perseguir la estela de Tadeusz Borowski, uno de los escritores de mayor valía sobre los lager. Pero realmente es una puesta en escena coral, más bien una refriega de ideas en veladas a cara de perro con irónico abogado del diablo sin pelos en la lengua incluido, cuyos ‘dramatis personae’ son maneras de asimilar, no de interpretar ni de explicar, lo que se antoja imposible, el rostro del mal en el mismo gólgota donde el horror inconmensurable, «la maldad suprema que trasciende todo entendimiento» se produjo. Aunque según avanza la trama van ganando peso los extractos de la existencia de los antecesores del protagonista, que también anhela desentrañar las verdades de su familia, al igual que Halfon. No se trata, pues, de acudir al testimonio directo, sino de invocar la catarsis por encima del morbo o la farsa en que se ha convertido la banalización de aquel infierno. Y de seguir dándoles voz a «los desaparecidos, los casi olvidados». Y tanto. Es tremendo, por caso, imprescindible en este sentido, lo que piensa al respecto, según la novela, la juventud israelí: que es una historia rancia y aburrida y que la mayoría de los supervivientes fueron furcias o cobardicas. Al paso que llevamos, cuando ya no haya nadie vivo ni relatores que lo cuenten, la shoah no va a servir ni como lección cautelar.


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POESÍA REUNIDA

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José María Muñoz Quirós

Fidelidad a la hondura ‘Tiempo y memoria’ será un libro al que regresar, de referencia. Su poesía está en ese camino que reconforta al lector ANTONIO COLINAS

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n muy pocos días, la obra poética de José María Muñoz Quirós (Ávila, 1957) se ha visto reconfirmada con una copiosa edición de su poesía reunida (‘Tiempo y memoria’) y, a la vez, ha seguido dando pasos de última hora en libros individualizados, como ‘La voz del retorno’ y ‘Las alas del canto’. En ambos casos, lo que observamos es una insistencia o ahondamiento a los que él ha sido, desde un principio fiel: su voz poética; una voz que parte desde un afán de pureza expresiva y de esa fidelidad a los temas esenciales de siempre, que se va perfilando y desnudando en libros sucesivos, hasta este decir de ahora, que sin dejar de ser en él natural, consustancial a esa voz primera, supone la culminación de una obra. He seguido esta obra desde aquellos libros primeros –‘Ternura extraña’, ‘Razón de luna’, ‘Carpe Diem’, y ya en aquellos inicios de los años 80 había una característica en su poesía que había que destacar de manera notable, y es precisamente ese mediar entre las formas poéticas que entonces fenecían por «agotadas o suficientemente expresadas», como afirmó Aleixandre (neoclasicismo, poesía testimonial, poesía novísima) y la continuidad en resonancias «posnovísimas» que enseguida evolucionarían hacia lo que en general hemos venido reconociendo como «poesía de la experiencia», con un predominio machacón a lo largo de casi dos décadas. Afortunadamente hoy, la poesía de los más jóvenes busca caminos nuevos regresando a lo metafísico, a las lecturas variadas, a la cultura de sentido fértil, al irracionalismo: a la libertad expresiva, en suma. Pues bien, releyendo este gran resumen en el tiempo que es el volumen ‘Tiempo y memoria’ de José María Muñoz Quirós, se re-

fuerza en nosotros esa idea de cómo él ha tenido una voz personal y se ha mantenido fiel a ella. Y, lo que es más importante: cómo el tiempo no ha pasado su hoz a lo largo de más de tres décadas. Por su edad, este poeta podía haber insistido en sus primeros libros en aquella estética primera, o entrar a formar parte de lo que se reconoció como ‘poesía postnovísima’; pero Muñoz Quirós prefirió seguir su camino poético sereno y seguro, tierno y conmovedor porque en él casi siempre rebosa la emoción, escuchar la propia voz interior, ignorar las ‘máscaras’ del lenguaje y los ‘cantos de sirena’ al uso en aquellos momentos ‘rupturistas’ o ‘simplistas’. Hay pues una liberación en la poesía de hoy frente a ese mantenerse fiel a la propia palabra de este poeta que, en puridad, no es fiel sino a una pureza y a una claridad en el decir que vienen subterráneamente de lo que en general podríamos reconocer como ‘escuela castellana’: un modo de concebir la poesía que arraiga, sí, en un clasicismo, pero que a la vez está en una sintonía con poetas más cercanos en el tiempo, como pudieran ser Jorge Guillén, ciertas zonas de la poesía de Francisco Pino (por lo telúrico), pero sobre todo con el decir claro, llano y directo de un Claudio Rodríguez. Poeta, pues, inscrito, por nacencia y vivencias, en una tradición evidente, pero en posesión de esa voz propia que hemos venido subrayando. Estoy pensando ahora en otros dos nombres que –ya sea en el norte o en el sur, en Castilla o en Andalucía– mantuvieron el pulso de esa fidelidad a lo personal, José Luis Puerto y Alejandro López Andrada, y también desde la soledad nada favorable de la provincia, del retiro consciente. Es en sintonía con esta misma fidelidad en donde se afianza y aparece reconfirmada la poesía de José María Muñoz Quirós, y de manera muy patente en el nuevo libro ‘La voz del retorno’. La maduración en el tiempo de la obra de Muñoz Quirós ha sido reconocida con

significativos premios, pero yo quiero insistir en aquel manantial del origen, en la soledad desde la que fue creada su primera poesía, y en la que han influido factores muy concretos: el amor a la literatura desde su trabajo como profesor, su cercanía a actividades culturales, las profundas ‘raíces’ de su ciudad natal, lo telúrico castellano o fenómenos como el de la mística, tan intrínsecamente fundidos con su territorio. A la vez, la poesía de Quirós iba creciendo desde esa soledad fecunda que sólo proporciona la provincia, la vida ajena a los circuitos literarios al uso. Lógico ha sido también que esos merecidos reconocimientos de que hablaba se hayan dado en los propios espacios donde el poeta vive y crea (Gredos, Salamanca, Burgos, Segovia), pero a la vez traspasando estas fronteras con reconocimientos en Madrid o Valencia. También desde colecciones de prestigio, como ha sido la

TIEMPO Y MEMORIA José María Muñoz Quirós. Ediciones Vitrubio, 2015, 500 pág. 20 euros.

«En ‘Tiempo y memoria’ se refuerza esa idea de cómo el autor ha tenido una voz personal y se ha mantenido fiel a ella» «La poesía de Muñoz Quirós tiene mucho que decir»

de Adonais, en donde José María publica uno de los primeros libros que se mantiene más vivo en mi memoria lectora. ‘Ritual de los espejos’ (1990), ‘Rosa Rosae’ (1995), ‘Dibujos de la luz’ (1998), ‘Cuaderno de invierno’ (2000), ‘Celada de piedra’ (2005), ‘El color de la noche’ (2007), ‘El rostro de la niebla’ (2009) o ‘El temblor de las libélulas’ (2011,) son otros libros suyos que destacaría. No porque se distingan sobre los demás, sino porque yo encuentro en ellos, de manera más viva, ese viaje hacia la pureza y el pensar que emociona, también con la fuerza de los símbolos que, si los observamos atentamente, ya aparecen desde los mismos títulos de su libro. ¿Qué símbolos son éstos? Algunos de ellos están presentes en la tradición poética universal, pero en Muñoz Quirós asoman por fidelidad a esas ‘raíces’ telúricas de que hablaba. Así, por ejemplo, y sobre todos, los de la luz y la noche, pero también otros que remiten a lo más humilde lleno de significación (la piedra, tan presente en la geografía abulense, las estaciones del año más intensas (el otoño, el invierno), la niebla, la infancia, la nieve, la tormenta. Hay, por tanto, una lectura predominantemente simbólica de la poesía de Muñoz Quirós; símbolos que suelen brotar de una naturaleza viva y no desde el simple paisajismo o desde lo rural. Como en los frutos literarios de su tierra, los frutos de sus poemas brotan de una hondura que atañe a lo esencial del ser, pero expresado a la vez con una gran naturalidad expresiva. Me parecen significativas estas explicaciones previas para llegar a los dos libros últimos, que nacen en plena madurez del autor, y cuando en él se nos habla, ya desde los título de esa voz a la que ‘retorna’ y ‘canta’. Parece que con este sentido de retorno se afianza la voz de siempre, pero ahora desde una mayor desnudez expresiva. Pero hay algo más en estos poemas que tienden a lo llano. Lo observamos ya en el que comien-

za ‘La melosa plenitud…’, en el que junto a esa revelación de símbolos de la naturaleza, el poeta parte desde lo más arriesgado (la alusión a ‘el alma’, para buscar la plasticidad («El alma se ha entrelazado en mí/ como un reptil que asfixia mis labios»). Pesa mucho también en estos últimos libros el don del saber contemplar que, como nos recordara Fray Luis de león –presencia magistral en las aulas, que José María frecuentó– no es sino un templarse-con lo que se contempla; es decir, un ahondar armónicamente en lo que se contempla, ya sea desde la misma noche o desde la luz de las arboledas. Aunque, en este contemplar sustancial, cada cosa contemplada le entrega al poeta segundos significados. De ahí proviene la hermosa metamorfosis que supone el poetizar: un pájaro es algo más cuando el poeta habla del «llanto de los pájaros» en un camino; o el río es algo que «derrota con sus labios/transparentes». Hay otra gran fidelidad en la poesía de Muñoz Quirós, y proporciona el sentido órfico de la misma, el ritmo, la musicalidad expresivas; fidelidad también concreta a ciertos metros, como el endecasílabo, que de una forma tan recortada y sintética encontramos precisamente en Las alas del canto, su último libro. Es más, el autor completa este afán órfico siendo también fiel a una forma tan cerrada y comprometida como puede ser hoy la del soneto, bien escrito en versos blancos o aconsonantados. En ambos caso, hace del poema una unidad al eliminar las estrofas y perseguir, que, ante todo, el poema sea una ‘atmósfera’, posea una unidad que es otro aspecto que debemos destacar en esta poesía de última hora. Sin embargo, para quien desee valorar en su conjunto la obra poética del poeta abulense debe sumergirse en el volumen Tiempo y memoria. Abriendo aquí y allá este volumen veremos superados retos como el de un tema monográfico como es el de la mujer, el que encontramos en un li-

bro como ‘Femenino singular’ (2015), o la centralidad en libertad formal que supone ‘Celada de piedra’ (2005). En ‘Memorial’ (1995), el verso se tornará, a veces, en versículo, se derramará la voz del poeta –ahora por medio de esos retratos de personajes predominantemente masculinos–, que intuimos estuvieron o están presentes en sus lecturas. Ya vemos como haciendo esta relectura en el tiempo de José María Muñoz Quirós, esa voz que lo define y que el mantiene con tenacidad, nos permite hacer este ejercicio de ir hacia atrás en el tiempo, de abrir arbitrariamente el libro por cualquiera de sus partes, o leer cualquiera de sus poemas, para encontrarnos con eso que no todos los poetas poseen: una voz propia. Está por escribir aún y de valorar en su justa medida la poesía de las


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Muñoz Quirós, en el barco ‘La Leyenda del Pisuerga’, donde ofreció un recital en un Aula de Cultura en octubre. :: G. VILLAMIL

últimas tres décadas (incluso en nuestra propia Comunidad); en este sentido, la poesía de Muñoz Quirós tiene mucho que decir. Una poesía que deshace los tópicos, que evita siempre la ligereza y que no cesa en su afán de ahondar en los contenidos. ‘Tiempo y memoria’ será también, siempre, un libro al que regresar; es decir, de referencia, en unos tiempos en los que, sí, el panorama de la nueva poesía busca caminos nuevos con osadía, pero quizás rehuyendo el enfrentarse con la hondura y riesgo que implican los temas eternos. La poesía de Muñoz Quirós siempre ha estado y está en ese camino que reconfirma al autor puro y reconforta al lector. No hay engaño en estos poemas. Creo que basta, como he dicho, con abrir sus libros por cualquiera de sus páginas para comprobarlo.

Del imposible presente

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i hay una palabra, un término, un concepto al que la poesía de José María Muñoz Quirós se abraza, como se abrazan los tallos leñosos de la glicina a las pérgolas de los jardines, ésa es la palabra memoria. Desde su libro inaugural, ‘Ternura extraña’, publicado en 1983, donde la evocación reconstruye algunos de los grandes mitos del cine -desde Marilyn hasta Ingrid Bergman, pasando por Bogart o Visconti-, hasta el último volumen reseñado en esta antología, ‘La voz del retorno’, de 2015, no hay una sola entrega del poe-

ta abulense que no esté marcada, a su manera, por el pulso entre vida y memoria. Dice Jesús Collado, en el prólogo de esta antología que se pasea por nada menos que 28 libros de José María Muñoz Quirós, que la poesía del autor de ‘Material reservado’, ‘Dibujo de la luz’ y ‘El temblor de las libélulas’ representa, a modo de «poética del vivir», un empeño obsesivo y contagioso por «habitar instantes». En el fondo, la certeza de que el presente es el único tiempo que en realidad no existe, atrapado entre las visiones del porvenir («un verdadero pe-

CARLOS AGANZO

blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/

ligro de esperanza») y la invasión turbadora de la memoria. Vivir, como escribe Muñoz Quirós, «en el dolor de las caricias, / en el principio del amor, en todas / las entretelas tristes del silencio». Habitar un mundo de «misterio» (otra palabra clave para acercarse al sentido último de la poesía del escritor de Ávila) que se desarro-

lla en paralelo al mundo real. Crear a partir de lo recordado, del fascinante laberinto de la memoria... Una antología extensa e intensa, como extensa e intensa es la obra de Muñoz Quirós, con su acento siemper reconocible y, al mismo tiempo, siempre renovado. Un mensaje que, como ocurre con la obra de los grandes poetas, camina desde sus inicios en el deslumbramiento hasta sus últimas incursiones en territorio de la esencia: siempre adelgazando, siempre desprendiéndose, siempre en camino hacia una verdad intuida y nunca de-

clarada plenamente: «Todo deslumbramiento -dice el poeta- me desnuda / de inquietantes / miradas que no veo». Y junto a la persistente voz de lo evocado, algunos símbolos perpetuos que dan continuidad y unidad de destino a su poesía: la luz, la piedra, el frío, la noche, el agua, la transparencia... Un ramillete de dones que tiene mucho que ver con la condición castellana de su latido. Si cada uno de los libros de Muñoz Quirós, en estos tres decenios largos de andadura, ha sido un nuevo hito en su viaje perpetuo por el tiempo y la memoria, ahora sus versos, todos juntos, cobran nueva dimensión: la proyección clara, rotunda, de una de las carreras poéticas más singulares de nuestra literatura actual.


10 LA SOMBRA

DEL CIPRÉS

POESÍA REUNIDA

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Sinfonía total de una vida

José María Muñoz Quirós, durante una lectura poética. :: ALMEIDA

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e titulado la obra en su mayor parte reunida de José María Muñoz Quirós ‘Sinfonía total de una vida’, y lo he hecho así porque en ella están todos los sonidos de la existencia y, en su interpretación a través del lenguaje, están todos los tiempos que caben en una sinfonía, y sus notas se integran en nuestra vida como lectores con la intimidad y al mismo tiempo universalidad con que lo hace la música. José María Muñoz Quirós tiene dentro una partitura cada amanecer, durante el día y cuando llega la noche, respira a través de la poesía, por eso para vivir no ha dejado de componer, de escribir. De ello dan fe sus muchos libros publicados hasta el momento, con títulos tan axiales como ‘Dibujo de la luz’ (Premio Fray Luis de León de poesía); ‘Material reservado’ (Premio Jaime Gil de Biedma); ‘El color de la noche’ (Premio de poesía Ciudad de Salamanca); ‘El rostro de la niebla’ (Premio Alfons el Magnánim de Valencia), entre otros. Escri-

tura o vida de Muñoz Quirós unida a su ejercicio de la docencia, la crítica literaria y la dirección de la revista El Cobaya y a su presidencia de la Academia de Juglares de Fontiveros. ‘Tiempo y memoria’, dos columnas vertebrales de su poesía, que cuenta con un prólogo riguroso y lúcido del profesor Jesús Collado y que alberga la Editorial Vitrubio con tanto oído y olfato literarios. José María no deja nunca de retornar al inicio, y su presencia, no ausencia, tiene todavía mucha biografía que alumbrar, como la hace la verdadera poesía, buscando lo esencial y con un grado de abstracción que resuene en multitud de corazones muy diferentes. Uno de esos corazones es el mío, y me dispongo a hablar de algunos latidos de mi lectura. En primer lugar me he sentido dentro de una cosmovisión de la existencia en la que, por ser cosmovisión, la Naturaleza forma una unidad con el ser humano, lo revela en toda su desnudez y

JAVIER LOSTALÉ

«La poesía de Muñoz Quirós posee un poder germinador» «Algo que me ha tocado: la posibilidad de ser profundamente en el tiempo sin retorno de lo amado»

esencialidad. No se trata de la descripción de un paisaje, sino que sus luces, sus sombras, el vuelo de aves muy diferentes, las distintas estaciones u horas del día, encarnan el recuerdo, la tristeza, la soledad, el silencio, catalizan la temperatura amorosa, nos relacionan de un modo tan natural como la concepción con nuestro origen. Unida a la naturaleza está la idea de la fecundación, de la semilla oculta en todo. La poesía de Muñoz Quirós posee un poder germinador. Esto me ha hecho sintonizar con Hörderlin en quien «las horas se suceden como aguas fluviales, las estaciones vienen y van». Esta vena del mejor romanticismo, el alemán, detectable en José María, me ha empañado al leerlo, y también el pulso de su lenguaje muy próximo al canto. En cuanto al paso del tiempo lo he sentido como un ser, he escuchado en su poesía sus pasos, su respiración, su construcción y su destrucción. He tenido también la sensación de un presente absoluto, en

donde se reunían todos los tiempos, y de que algunas veces el tiempo se anidaba en el corazón de la ausencia y la distancia y me sentía entonces devuelto al seno materno y a la infancia. Y he asistido a la consagración del instante, vivido en plenitud y verdad. Y algo que me ha tocado especialmente: la posibilidad de ser profundamente en el tiempo sin retorno de lo amado. Amor unido a la capacidad de la mirada para abrir lo contemplado. Amor o muerte, pronunciamos ahora apoyándonos en Vicente Aleixandre, pues vida y muerte se entrañan en la poesía que hoy bautizamos (bautizamos porque no tiene edad). Si antes nos referíamos a la vena romántica de José María Muñoz Quirós, no puedo dejar de señalar ahora su vena mística, pues nos pone, me ha puesto, el alma en desvelo, y hay una presencia invisible a la que se entrega, o mejor que le toma. San Juan de la Cruz transpira en bastantes momentos en esta poesía. He sentido su vuelo. En rea-

lidad la poesía de Muñoz Quirós está injertada en vuelo hasta en los momentos de mayor caída. Vena mística y una presencia fundamental la del agua, con su capacidad de penetración y su carácter lustral o purificador, su velocidad para el arrastre y su quietud o fuerza para la suspensión. Siempre, claro, pensando en su potencia simbólica a la hora de expresar la vida. Otra presencial basal en su poesía es la mujer. Mediante la lectura de esta obra monumental he comprobado lo abarcadora que es tanto de espacios interiores como exteriores, de tiempos, de lugares, de paisajes físicos y espirituales, entre ellos de un modo particular los castellanos; cómo describe en estado de alma una plaza o un claustro hasta alumbrarlos de nuevo. Un don, una dádiva, y en tantos momentos después, enclaustrados en su poesía, ya a solas, se multiplicará dentro de nosotros, y seremos por ello pronunciados hasta que florezca nuestra vida.


LECTURAS

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Las mismas guerras, otras historias SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN

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a concesión del Premio Nobel de Literatura de este año a una periodista significa el reconocimiento a un nuevo entendimiento de lo literario. Es muy frecuente que entre los siglos XVIII y XX los literatos hayan compaginado su labor como autores de ficción con la de periodistas. En algunos casos – pienso en Mariano José de Larra o en Manuel Chaves Nogales– lo periodístico se hace literatura. A finales del siglo XX, siguiendo la senda ya desbrozada, la escritura que no tiene como componente principal lo ficcional va configurándose como literatura. Esto tiene consecuencias muy importantes para la definición de literatura y al mismo tiempo reconfigura la importancia de lo ficcional y de lo factual. Alexiévich es una periodista que ha escrito libros comprometidos en un doble sentido: han sido escritos para la sociedad como modo de esclarecer algunos sucesos y también son espinosos y le acarrean problemas con algún gobierno. En ‘La guerra no tiene rostro de mujer’ lo ficcional no

La escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich. :: REUTERS tiene lugar. Al igual que no lo tiene el sentimentalismo ni la exageración o la demagogia. Son entrevistas a mujeres que participaron en la Segunda Guerra Mundial en las filas del ejército soviético. Hay en el libro una rei-

vindicación del papel que esas mujeres desempeñaron en el ejército, así como de lo que para ellas significó ir a la guerra. Como señala al comienzo del libro, las guerras las han contado los hombres y casi siempre las narracio-

nes han tenido un cariz heroico, épico, de trabajo hercúleo que logran llevar a su fin. Esto está cambiando hoy en día y ya contamos con documentales como Las tres estadios de la melancolía que trata de la guerra chechena

vista por los niños, que ofrecen otro punto de vista hasta ahora ignorado o despreciado. Alexiévich se propone dar voz a las mujeres que formaron parte de los batallones del ejército. La tarea no fue fácil pues, como ella misma cuenta, tuvo que sortear la censura gubernamental cuando lo quiso publicar y también enfrentarse a su propia censura. Al final, lo publicó incluyendo lo que tanto ella como los censores habían tachado. Los censores le recriminaron un exceso de naturalismo, como si lo importante fuera idealizar la guerra y darle un barniz romántico o aventurero. Por fortuna Alexiévich sabe que lo importante en estos casos es dar voz a las mujeres que, en contra de su voluntad, se vieron envueltas en el combate; dejarlas hablar y no añadir ella nada; limitarse como «autora» –si es que ese sustantivo tiene algún sentido en este caso– a seleccionar y ordenar las conversaciones. La guerra para esas mujeres fue una ruptura de su cotidianidad que combatieron intentando crear otra en el frente. Coincidió con los años en que pasaron de niñas a adultas y los años en que vivieron su primer amor. Fue el tiempo de su juventud lejos de casa luchando por algo que nunca pudieron elegir. Soñaban, nos cuentan, se acostumbraron a vestir el uniforme y las botas, tuvieron que cortarse, muy a su pesar, las largas trenzas. Se encontraron de bruces con la muerte y con que los alemanes no cogían prisioneras, simplemente las fusilaban. Al final del libro me queda una sensación extraña. Hasta ahora nos habían hurtado este recuento de la gue-

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LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER Svetlana Alexiévich. Traducción de Yulia Dobrovolskaia y Zahara García González. Barcelona: Debate, 2015. 365 páginas.

rra. La autora hace mucho hincapié en que el modo como las mujeres se enfrentaron a la guerra fue distinto al de los hombres y eso se refleja en lo que cuentan aquellas. Sin embargo, si uno presta atención a las objeciones que ponen los censores –le recriminan que no es un relato heroico y que no hay muertos para mayor gloria de la patria– uno piensa que la guerra nos la han contado siempre desde esa perspectiva heroica como modo de justificar la matanza o la conquista, que lo que cambia en este libro es la intención de la autora que quiere contar la historia silenciada. Tengo la sospecha de que también los soldados de tantas otras guerras tuvieron que construirse una cotidianidad entre las trincheras y en las cárceles de prisioneros, fabricarse, por así decir, una coraza con la que enfrentarse a la barbarie, pero que los narradores de las guerras ignoraron esa dimensión humana de los jóvenes que estuvieron en el frente y solo quisieron contar las hazañas, quién sabe ahora hasta qué punto no las magnificaron. Lo cual hace que ‘La guerra no tiene rostro de mujer’ sea aún más valioso.


12 LA SOMBRA

DEL CIPRÉS

LECTURAS

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Crónica de una obsesión ‘Cicatriz’, de Sara Mesa, es un libro inquietante y extraordinario sobre una opresiva relación a través de Internet basada en el robo LUIS EDUARDO SILES

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ara Mesa trata en ‘Cicatriz’ asuntos como la literatura, el sexo, el dinero o la familia, pero lo hace de una manera originalísima, desde ángulos insólitos, a través de dos personajes que únicamente hablan durante años entre ellos a través de Internet –solo un día se ven cara a cara– y cuya relación se fundamenta en los permanentes robos que uno de ellos, Knut Hansum, realiza en librerías y grandes almacenes para hacerle regalos a Sonia, una chica «normal» con la que comparte edad –nacieron el mismo año y el mismo día–, y una relación opresiva, una atracción fatal entre dos personajes tan impares como complementarios. ‘Cicatriz’ es un libro inquietante, sugerente y atractivo, que ha recibido recientemen-

te el premio el Ojo Crítico de Narrativa 2015, de Radio Nacional de España. La novela refleja la dualidad de las personas, los diferentes perfiles que conviven en un hombre y en una mujer. Knut y Sonia comparten una soledad con La escritora Sara Mesa. :: JOSÉ MANUEL VIDAL-EFE un pie en la transgresión y el otro en la locura. «La soledad, vicio de la historia y nunca un bros. Desde el primer momena ratos, muerde con insisten- fin en sí misma. La forma ver- to le advierte que son robacia», piensa Sonia. Es una his- bal es el presente, la acción dos. Luego también le manda toria que se arrastra por el fan- ocurre ahora, en el momento frascos de perfumes. De ahí go de los sentimientos pero en que se lee, aunque la cro- pasa a los vestidos y zapatos en la que, como fondo, muy nología aparece desordenada de primeras marcas. Y lencelejano, suena un violín poé- en función del interés de la ría, mucha lencería. Knut es tico. narración. «fetichista». Y reflexiona soSara Mesa nació en Madrid Todo sucede en el interior bre el robo, siempre concebi(1976) pero vive en Sevilla de los personajes, más aún, en do como un arte, incluso como desde su infancia. Ha publica- la pantalla de un ordenador, do, entre otras, las novelas donde ellos intercambian ex‘Cuatro por cuatro’ (finalista periencias e ideas, en un amdel Premio Herralde 2012), biente opresivo, de forma ob‘Un incendio invisible’ (Pre- sesiva. Porque ‘Cicatriz’ es la mio Málaga de Novela), y ‘El historia de una obsesión, en trepador de cerebros’. La au- la que los dos personajes apatora emplea en ‘Cicatriz’ un recen encerrados, casi sin oxíestilo de frases cortas, contun- geno, en sus discusiones y en dentes, siempre al servicio de su angustia: en su dependenlo que cuenta, de la tensión cia sucia. Ambos se conocienarrativa, sin permitirse nin- ron en un foro literario de In- CICATRIZ Mesa. Anagrama, 2015. gún juego estilístico: la pala- ternet. Knut empieza a enviar Sara 194 págs. 16,95 euros bra es una herramienta al ser- libros a Sonia. Libros y más li-

Amor Verdadero (II)

C

on la llegada de las canciones y las hormonas, del acné, el vello púbico, de las novelas y poemas –en el caso raro de ser lectores, raro al menos en este país; a veces uno llega a pensar que la asnicie es un valor irrenunciable del modo de vida español–, las cientos de películas y series que hemos ido viendo en cine y televisión, las coordenadas del Amor Verdadero empiezan a cambiar. No mucho, es cierto, pero algo cambian. Nos damos cuenta, por ejemplo, de que el Amor Verdadero puede no ser eterno

y puede no ser correspondido. Todos esos versos añorantes, súplicas melódicas, esos «oh can’t you see you belong to me», los ‘I’m still loving you’, o «me he sorprendido mirando a tu barrio», esas oscuras golondrinas, Becker y Scorpions entrando en estampida en el receptivo cerebro adolescente. Diciéndonos que, a pesar de todo el príncipe, o la princesa pueden hartarse de nosotros. Dejándonos con esa carga de Amor, si verdadero porque persiste y duele, preguntándonos qué hicimos mal, si acaso no comimos suficientes perdices. Y sabemos a

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA

ciencia cierta que el dolor nunca remitirá del todo, que en nuestro lejano lecho de muerte aún amaremos a la persona en cuestión. Porque nuestro Amor es Verdadero. Porque nos lo dicen las canciones y los poemas, nos lo dice Emily Brontë y así lo en-

tendemos en Shakespeare. Neruda, tramposamente, nos lo repite, aunque no cogemos la broma. Cada obra del siglo de oro que nos hacen estudiar nos lo reitera. Los poemas que nos muestran en las aulas –y sin embargo esconden otros, el tierno Catulo enamorado suele anteponerse al chistoso, lujurioso y lúdico. Y sin embargo, el amor de Catulo, si leemos bien, solo se parece tangencialmente a nuestra idea de Amor Verdadero–. El Don Juan más aceptado es el arrepentido, aquel que el amor redime. A pesar de que los versos de Zorrilla sean inferiores a los de Tirso, Molière, o incluso Byron. Las novelas malas que las solapas recomiendan para esas edades no dejan de reforzar la idea del amor triunfante. Las

una liberación, una manera de zarandear el orden establecido. Knut piensa: «Todo lo que ella obtiene con el trabajo, lo obtiene él más fácilmente saltándose la escala de mando del sistema burgués». Sonia se casa, tiene un hijo, un trabajo, y alguna amiga, y Knut siempre la ha animado a escribir, aunque termina diciéndole: «La familia es incompatible con la escritura». Entre ambos se establece también una relación de deseo, un amor platónico oscuro, un extraño juego erótico que solo se plasma en frases de e-mails. Él escribe: «También le gustaría acariciar los zapatos calzados en sus pies, con suavidad, sin prisa. Podría pasarme la noche entera». Esto no supone quiebra alguna de sus

propósitos iniciales. No va a tocarla directamente. No se atrevería. Asegura tenerle un respeto reverencial. «Extremo, dice. Quiere mirarla, eso sí, mirarla semidesnuda, salvaje, elegante. Felina». Hay también en ‘Cicatriz’ numerosas reflexiones sobre literatura. Y la narración tiene un ritmo frenético. Al final, como ocurre en las buenas novelas, queda en el lector el desasosiego de haber perdido ya a esos personajes, la nostalgia de la ficción que quisiera que continuase, igual que les ocurre a Sonia y Knut, que al rememorar el único día en el que se vieron, recordarán una frase de Proust: «Echar de menos un instante es echar de menos a aquel que éramos entonces».

menos malas, y las buenas, también. Hasta Tolkien, en medio de sus incesantes batallas contra la oscuridad, tiene varios cuentos de amores, en principio imposibles, que triunfan contra viento y marea. Y sin embargo, un día el dolor se apaga, encontramos a otra persona. Y la amamos. Y va ser la única. Y va a ser, otra vez, para siempre. Y quizás ya no amamos a esa persona antigua. O quizás sí. Quizás amemos a la antigua, de algún modo, sin que eso signifique no amar a la nueva. Quizás descubramos que nuestro limitado para siempre no es jardín para solo una persona, quizás se va poblando con los años. Pero sería pernicioso reconocerlo. Hasta ante nosotros mismos. Porque, según los estándares na-

rrativos, sólo podemos amar al amante pasado si este ha muerto. A menos que la trama sea del tipo: este era el Amor Verdadero de mi vida y ahora nos damos cuenta y al final volveremos a estar juntos otra vez; para siempre. Pero lo más común es que nuestro comprensivo nuevo amor –y toda la sociedad con él– solo nos permita que además de a él o ella, amemos a un cadáver. Supongo que en el caso de viudedades reiteradas, el harén de cadáveres está permitido. El Amor Verdadero, en apariencia, solo se puede compartir con los muertos. Pero, supongamos, ejercicio especulativo, que un día los muertos resucitan… (Continuará en tertuliadelaperca.wordpress.com)


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El magma volcánico de la historia

Ficción en torno a la Conferencia de Paz de 1919

JOSÉ GIMÉNEZ CORBATÓN

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as guerras no cambian el mundo que dejan desolado. Hay vencedores y vencidos, aunque en realidad los primeros están más cerca de los segundos de lo que la imagen de la mal llamada paz aparenta. Y qué decir de los fingidos y alevosos neutrales, que hicieron su agosto traficando con unos y con otros, buscando simplemente el mejor postor en cada instante y en cada campo de destrucción. Tal fue el caso de España durante el conflicto de la Primera Gran Guerra. ‘Los jugadores’ imagina la presencia de delegados del gobierno de Romanones, y del posterior de Maura, en la Conferencia de Paz que tuvo lugar en París durante los primeros meses de 1919: «El precio de no formar parte de los vencidos

Fragmento del cuadro ‘Firma del Tratado en la Sala de los Espejos’, de William Orpen. era no formar parte de los vencedores, y la ecuánime venta a todo el mundo que habían practicado [los españoles] durante el conflicto no era una fuente de simpatías una vez inclinada la balanza». Carlos Fortea busca paralelismos entre aquella situación de crisis posbélica y la ocasionada por cualquier otra

de signo económico, como resulta la que se perpetúa en nuestra actualidad. Uno de los personajes, miembro de la delegación inglesa, pone el dedo en la llaga cuando afirma que es mejor invertir en hacer una zanja, aunque sólo sirva para luego volver a cubrirla, que generar desempleo, porque «una persona que tra-

baja y percibe un salario contribuye a un país incluso con ese trabajo inútil, pero un desempleado no hace más que hundir la economía». Otro de los tipos curiosos que aparecen en la novela, cierto activista político luxemburgués, preconiza la instalación de un salario máximo como asiento de la necesaria y verdade-

ra reforma económica. Pero acabará por reconocer que sólo atienden a sus peroratas aquellos que ya acuden a escucharlas convencidos de antemano, lo cual, bien pensado, no le conduce al desencanto, pues se trata de «hombres sufridos, esperanzados, que necesitan a otros que jamás desmayen». Como él mismo. Fortea mezcla personajes históricos –Wilson, Clemenceau, Keynes, incluso describe la breve aparición de un joven Churchill– con entes de ficción que le ayudan a representar las fuerzas pacificadoras –o tal cosa pretenden–, protagonistas del evento diplomático: un enviado americano, quizá el más inteligente de la trama, que rodea al presidente; diplomáticos franceses, italianos… Periodistas que cubren el desarrollo de los debates; exiliados de la Rusia aristocrática que se mueven en los márgenes; comunistas locales en contacto con un enviado soviético, quizá el menos convincente o creíble, desde el punto de vista narrativo, de la trama… Un austrohúngaro cuyo retrato a más de un lector le resultará esquemático o le sabrá a poco, aunque el novelista le reserve mayor papel del esperado; un policía algo manido… Mujeres atractivas que alimentan cierto grado de erotismo… Un conjunto de personajes que vamos viendo a retazos, a base de escenas interrumpidas, recuperadas,

LOS JUGADORES Carlos Fortea. Madrid, Nocturna Ediciones, 2015, 287 páginas, 15 euros.

pero que Carlos Fortea resuelve en general con habilidad sirviéndose de una prosa funcional, clara, con voluntad de elegancia. No podemos olvidar el resultado histórico del acontecimiento diplomático que ‘Los jugadores’ describe: la cruel venganza de la principal potencia derrotada, el fracaso de una Sociedad de Naciones que apenas superó la fase de proyecto ilusorio, una nueva guerra aún más cruel, si cabe, que la anterior, exterminios, holocaustos. Lo resume con certeza el congresista americano, ya próximo el final de la novela: «Nada… no, seguramente podremos cambiar ‘algo’. Pero ‘todo’ seguirá funcionando igual. ‘Todo’ funciona siempre de la misma forma […] Y, aun así, pelearemos hasta el final». En esa lucha seguimos, y no es baladí que una novela como ésta, cargada de buenas intenciones, nos lo recuerde.

LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Diario de un niño (o páginas para registrar universos)

Para contar y cantar

:: SUSANA GÓMEZ

:: S. G.

Entre la melancolía, la ironía y la ternura, ‘Las cosas que importan’ se interna por la cotidianidad infantil con la perspectiva extrañada de quien ve el mundo aún por estrenar. En un ejercicio mitad nostalgia mitad descubrimiento, este álbum de elegantes geografías textuales y visuales aúna la sensibilidad con el toque de humor, el lirismo con la costumbre. Cargado de guiños capaces de atrapar también al lector adulto (la buena literatura tiene el mal hábito de ejercer de trampa a todas las miradas), este título firmado por ‘El primo Ramón’ (criatura bicéfala formada por Borja Ramón López Cotelo y María Olmo Béjar) se fragmenta en media docena de escenas narrativas a dos tintas, en las que cada episodio es un recuerdo de infancia: del deseo de tener una mascota a perder una carrera en bici, pasando por las vacaciones al sol con el abuelo, las ganas de hacerse mayor o la superación de los miedos y la oportunidad de los nuevos amigos. Todas ellas, pequeñas dosis de reflexión sencilla (que no simple ni superficial) acerca de las cosas importantes, van te-

jiendo una suerte de registro doméstico en cuyas páginas, precedidas por adagios de la literatura clásica, asoman las experiencias que nos construyen. Y eso que al protagonista no le hizo ninguna gracia que le regalaran aquel primer diario (al fin y al cabo no sirve para jugar, ni para enseñar a los amigos, ni para llevar al parque… ¿qué había hecho él para merecer aquello?, se preguntaría consternado). No imagina que, años después, cuando lea lo escrito o mire los dibujos hechos tiempo atrás, entenderá que le «gustan los diarios porque en un puñado de páginas en blanco cabe todo el universo».

LAS COSAS QUE IMPORTAN El primo Ramón (Borja Ramón López Cotelo y María Olmo Béjar). 48 páginas. 14 euros. Edad recomendada: a partir de 5 años.

Perteneciente a la colección n s, Pi (para niños de 3,14 años, señalarán con un guiño dee iprecisión numérica los edis’ tores), ‘Las cuatro canciones’ iinterpreta un viaje cromátis, co a través de las estaciones, en un recorrido visual en el oque el ‘collage’, la cera y el rora tulador se dan la mano para crear escenarios cálidos y dilo vertidos a lo largo del ciclo eanual. Animales, plantas, sean res humanos y hábitats van ar conformando su particular cronograma, en tanto que las tre estaciones salen al paso entre imágenes sonoras, rimas y cambios de entonación y compás. La musicalidad, presente en las alusiones a los sonidos de la naturaleza, el viento que sopla, los pájaros que trinan, las hojas que vuelan, el agua que cae, la nieve que se quiebra… se ve reforzada por un texto rítmico, malabar de andantes , prestos y allegros, que ejecutan su particular composición en torno a la naturaleza y su quehacer cotidiano. Un álbum para

contar y también para cantar, en el que los primeros lectores hallarán reiteraciones, retahílas, enumeraciones, rimas y otros recursos muy del gusto de los más pequeños, al tiempo que las sencillas historias secundarias de las imágenes enriquecen el hilo narrativo. Las cuatro canciones, las cuatro estaciones… y un álbum para tararear a ritmo de pájaros, flores, leones, conejos… y pajaritas de papel.

LAS CUATRO CANCIONES Estrella Ortiz y Carmen Queralt. Editorial La Guarida. 40 páginas. 13,90 euros. Edad recomendada: a partir de 3 años.


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DEL CIPRÉS

E

n español hay expresiones fijas muy extendidas cuya procedencia ignoran los hablantes. Pensemos, por ejemplo, en la expresión ‘ser más feo que Picio’: si queremos saber el significado de esta expresión, necesitaremos consultar un diccionario. La última edición del ‘Diccionario de la lengua española de la RAE’ (2014), bajo la entrada ‘Picio’, registra ‘más feo que Picio’ («Dicho de una persona: Excesivamente fea»); en el ‘Diccionario de uso del español de América y España’ (2003) se define ‘Picio¬’ del siguiente modo: «Personaje imaginario cuyo nombre se utiliza en la expresión ‘ser más feo que Picio’, que se emplea para exagerar la fealdad de una persona»; el ‘Diccionario de uso del español actual’, de la editorial SGEL, define ‘picio’ así: «Nombre propio usado en la locución idiomática ‘más feo que Picio’, muy feo o desagradable»; casi lo mismo ocurre en la tercera edición del ‘Diccionario de uso del español¬’, de María Moliner, actualizada por la editorial Gredos, donde se registra la expresión ‘más feo que Picio’ lematizada bajo la entrada ‘Picio’ y se define como «Muy feo»; finalmente, también el ‘Diccionario del español actual’, de M. Seco, O. Andrés y G. Ramos, registra esta expresión como dependiente del lema ‘Picio’ y la define como «Sumamente feo. Generalmente referido a personas». Con independencia de que nos gusten más o menos las definiciones que ofrecen estos diccionarios o de que sean más o menos precisas, ninguno de ellos hace referencia alguna a quién era el tal Picio, si existió o no (solo uno menciona que era un personaje imaginario) ni a su motivación, es decir, a por qué la fealdad de una persona se compara con ese tal Picio. Tampoco se ofrece información sobre el origen de la expresión. Evidentemente este no es el cometido de los diccionarios de lengua, pero a muchos hablantes les gustará también saber,

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

LA MOTIVACIÓN DE LAS EXPRESIONES FIJAS

Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es

según recojo del libro ‘El porqué de los dichos’, de José María Iribarren (edición del año 2013), que Francisco Picio fue un zapatero, natural de Alhendín y que vivía en Granada, que fue condenado a muerte; hallándose en capilla recibió la noticia del indulto y recibió tal impresión que se quedó poco a poco sin pelo, cejas ni pestañas y con la cara tan deforme y llena de tumores, que pasó a ser citado como modelo de la fealdad más horrorosa. Iribarren toma la información de José María Sbarbi, autor de un ‘Diccionario de refranes, adagios, proverbios, modismos, locuciones y frases proverbiales de la lengua española’, publicado en 1922. Iribarren afirma que Sbarbi

habló con personas que habían conocido a Picio, y añade que este se retiró a la villa de Lanjarón, de donde lo expulsaron porque jamás entró a la iglesia (por no quitarse el pañuelo con el que cubría su calva) y tuvo que volver a Granada, donde murió. La motivación del dicho, sea cierta o no, satisface la curiosidad del usuario. En este caso, Picio parece que tiene una filiación conocida, a juzgar por lo que le contaron a Sbarbi quienes lo conocieron, pero no es prototipo exclusivo de fealdad: comparten prototipo el sargento de Utrera (más feo que el sargento de Utrera) y Carracuca (más feo que Carracuca), aunque este último también es prototipo de ‘tonto’, de ‘perdido’ (así aparece en el diccionario académico: más perdido de Carracuca), etcétera y, en general, de cosas negativas. Del sargento de Utrera no se sabe si realmente existió, ni siquiera los de Utrera lo saben; de Carracuca algo se sabe: Alberto Buitrago, en su ‘Diccionario de dichos y frases hechas’ (2012) apunta que podría ser el apodo de un mendigo, enano o bufón de corte del siglo XVII. Ciertamente no se sabe, pero sí que sus desdichas o el hecho de tener un nombre tan sonoro facilitaron su inclusión en expresiones. El rastreo de la filiación de los personajes de las comparaciones no siempre ha sido exitoso. Por eso cuando no se ha podido documentar su existencia o cuando se ignora su origen, se habla de personajes proverbiales: Abundio (más tonto que Abundio), Perico el de los palotes (más tonto que Perico el de los palotes), Pedro (como Pedro por su casa), Cardona (más listo que Cardona), Lepe (más listo que Lepe). En otras expresiones el personaje de las comparaciones es conocido o al menos está documentado, como Matusalén (más viejo que Matusalén), Cagancho (quedar como Cagancho en Las Ventas), Job (tener más paciencia que el santo Job) o Cascorro (más viejo que Cascorro).

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FICCIÓN

El regreso del Catón. Matilde Asensi (Planeta)

La luz que no puedes ver. A. Doerr (Suma)

Pista negra. A. Manzani. (Salamandra)

Los besos del pan. Almudena Grandes (Tusquets)

La chica del tren. Paula Hawkins (Planeta)

Vieja escuela (Greg 10). J. Kinney (Molino)

La amiga estupenda. E. Ferrante (Lumen)

El regreso del Catón. Matilde Asensi (Planeta)

El último adiós. K. Morton (Suma)

El último adiós. K. Morton (Suma)

Cuentos inquietantes. E. Wharton (Impedimenta)

El secreto de la modelo ... E. Mendoza (Seix Barral)

Los besos del pan. Almudena Grandes (Tusquets)

La amiga estupenda. E. Ferrante (Lumen)

Paris-Austerlizt. R. Chirbes (Anagrama)

El último adiós. K. Morton (Suma)

Palmeras en la nieve. Luz Gabás (Booket)

El papiro del César. R. Goscinny. (Bruño)

El último rebaño. P. Torday (Salamandra)

El papiro del César. R. Goscinny. (Bruño)

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

Valladolid universal. Roberto Alonso (Elefantus books)

Atlas del mundo. D. Mizielinskix (Maeva)

Esperanza sin optimismo. T. Eagleton (Taurus)

A mi manera. K. Arguiñano. (Planeta)

El tiempo entre suturas. S. Gallardo (Plaza&Janés)

Derecho a la cocina. J. Diez Astrain (Sapere aude)

Londres Noir. (La Felguera)

La cocina sana de Isasaweis. I. Llano (Anaya)

La magia del orden. Marie Kondo (Aguilar)

Cuatro siglos de hospedaje... J. Ortega (Maxtor)

La guerra no tiene rostro... S. Alexiévich (Debate)

Yo fui a EGB. J. Ikaz y J. Díaz (Plaza&Janés)

Los años perdidos de Rajoy. J. Losantos (La Esfera)

Yo fui a EGB. J. Ikaz y J. Díaz (Plaza&Janés)

Los hombres que susurraban... A. Salas (Espasa)

La Guerra Civil para jóvenes. Pérez-Reverte (Alfaguara)

Kit un millón de ideas... Mr. Wonderful (Lunwerg)

Masterchef junior. (Planeta)

La Guerra Civil para jóvenes. Pérez-Reverte (Alfaguara)

Los años perdidos de Rajoy. J. Losantos (La Esfera)

SANDOVAL VALLADOLID

LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA

SEMURET ZAMORA

PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

Los besos del pan. Almudena Grandes (Tusquets)

El secreto de la modelo... E. Mendoza (Seix Barral)

Los besos del pan. Almudena Grandes (Tusquets)

Los besos del pan. Almudena Grandes (Tusquets)

Farándula. Marta Sanz (Anagrama)

El bar de las grandes esperanzas. Moehringer (Duomo)

La luz que no puedes ver. A. Doerr (Suma)

La isla de Alice. Daniel Sánchez (Planeta)

El último día de Terranova. M. Rivas (Alfaguara)

La luz que no puedes ver. A. Doerr (Suma)

El regreso del Catón. Matilde Asensi (Planeta)

El último adiós. K. Morton (Suma)

Los caprichos de la suerte. Pío Baroja (Espasa)

El último adiós. K. Morton (Suma)

El último adiós. K. Morton (Suma)

El secreto de la modelo ... E. Mendoza (Seix Barral)

El secreto de la modelo... E. Mendoza (Seix Barral)

Los besos del pan. Almudena Grandes (Tusquets)

Youce, el sefardí. Olmos (Dip. de Badajoz)

Hombres desnudos. A. Giménez Barlett (Planeta)

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

A pie de escaño. Alberto Garzón (Península)

En movimiento. O. Sacks (Anagrama)

Avaricia. Fittipaldi (Foca)

La Guerra Civil para jóvenes. Pérez-Reverte (Alfaguara)

Capitalismo canalla. César Rendueles (Seix Barral)

Combate en la montaña. Wifredo Román (Aruz)

El tiempo entre suturas. S. Gallardo (Plaza&Janés)

En movimiento. O. Sacks (Anagrama)

En movimiento. O. Sacks (Anagrama)

La Guerra Civil para jóvenes. Pérez-Reverte (Alfaguara)

Yo fui a EGB. J. Ikaz y J. Díaz (Plaza&Janés)

Yo fui a EGB. J. Ikaz y J. Díaz (Plaza&Janés)

El fin del homo sovieticus. S. Alexievich (Acantliado)

De viaje por Europa... García Márquez (Mondadori)

Sermón de dejar de ser. García Calvo (Lucina)

A mi manera. K. Arguiñano. (Planeta)

La Guerra Civil para jóvenes. Pérez-Reverte (Alfaguara)

Masterchef junior. (Planeta)

La Guerra Civil para jóvenes. Pérez-Reverte (Alfaguara)

Fernando el Católico. H. Kamen (La Esfera de los libros)


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Sábado 16.01.16 EL NORTE DE CASTILLA

QUINCE MINUTOS DE FAMA

Rebecca De Orleáns Cantante, que siempre encuentro... un buen tema, buenos acompañantes y mejores artistas. Pura y vintage, de Valladolid, instruida en Barcelona e Ibiza. En la música me encuentro y conecto con ese hueco del alma, de las personas atentas. Atención que capto mediante los sentidos, a un público receptivo, un transeúnte abstraído que cambia su rumbo sin saber por qué... hacia el sonido que envuelve y acompaña, como una tenue atmósfera... de Jazz Vintage. Música, cautiverio de tus sentidos, de tus noches, suspiros alados y mil mundos imaginarios, notas infinitas... Yo, De Orleáns, te invito a soñar tu propio sueño, el mío, ¿te lo cuento? Es una canción.

ÁNGEL MARCOS


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LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 16.01.16 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro

:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA

El milagro alemán (autopsia de un mito) E

n el siglo XIX Alemania era considerada un país de idiotas. En todas las novelas de ese siglo el alemán es siempre un idiota: el eco de la idiotez alemana llega hasta Balzac y aún continúa resonando tras su muerte en algunas novelas europeas. El alemán era un idiota según la mitología popular y la otra. Se trataba de un tópico muy generalizado y muy difícil de erradicar. Thomas Mann no creía que los alemanes fueran un pueblo de idiotas, pero sí que creía que eran un pueblo inmaduro, y uno siempre ha creído que la inmadurez puede ser uno de los elementos de la idiotez. Siempre siguiendo a Mann, por inmadurez Alemania llevó a cabo la reforma luterana. No tenía la madurez suficiente para entender la re-

volución renacentista y su deslumbrante sensualidad, y confundió la libertad con el libertinaje. Nietzsche pensaba exactamente lo mismo y Goethe no debía de estar muy lejos de esa misma apreciación respecto a una posible y terrible inmadurez alemana. En la época de entreguerras no cambió el relato de Alemania ante Europa, ni cambió el relato que Alemania se hacía de sí misma. ¿O acaso definirse ante el mundo como una raza superior no es caer en la idiotez absoluta? Justamente en ese momento, y para gran ironía de la historia, Alemania empieza a ser gobernada por una pandilla de gángsteres, como vio Bertolt Brecht el nazismo. Una pandilla de gángsteres que lo resolvían todo siguiendo métodos rigurosamente mafiosos.

Cuando acabó la guerra los alemanes formaron diferentes sociedades clandestinas que funcionaban como mafias y que sacaban comisiones de todas partes, también del mercado negro. Las mafias del na-

MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO

zismo funcionaron muy bien tras la guerra, como máquinas bien engrasadas y eficaces, y acabaron creando el ejército clandestino en 1949, tan solo cuatro años después del fin de la guerra. Unos dos mil nazis veteranos lo crearon, como se dice en un artículo publicado en ‘El País’ y titulado ‘Un ejército nazi clandestino’. De haber sido necesario, ese ejército podía haber movilizado a más de cuarenta mil hombres repartidos por toda Alemania. La organización a la que me refiero funcionaba como una mafia y su posibilidad de penetración en la sociedad alemana era enorme. Un iceberg del que solo solíamos ver la punta. En la Alemania de posguerra los nazis estaban en todas partes El gran novelista Alfred Döblin los encontró en la dirección de todas las edito-

riales que visitó cuando regresó a Alemania, tras su exilio americano. Y si en el mundo editorial estaban presentes, debían de estarlo aún más en el mundo de las finanzas, en el mercado negro y blanco, en la construcción/reconstrucción de Berlín, en la política del Land y en la política nacional. Por eso en Alemania siempre ha estado vigente la ley del silencio, y los nuevos alemanes no se enteraron de la existencia de los campos de exterminio hasta los años sesenta, un poco como en España. En el nuevo relato que Alemania se hacía de sí misma querían borrar el Holocausto, pero no tardaron en darse cuenta de que el Holocausto era imborrable y que había que asumirlo, gustase o no. El plan de Roosevelt era ruralizar Alemania, para que no volviese a levantar cabeza, y destruir toda su industria pesada. Pero nadie ignora que con Truman esa política cambió, y Alemania empezó a recibir sumas cuantiosas de dinero. Fue también un asunto medio mafioso, pero esta vez por parte de América. El dinero que tenía que haber llovido sobre Inglaterra y Francia, llovió sobre Alemania, y para los nazis en la sombra fue algo parecido a ganar la guerra. El relato sobre Alemania empezó a cambiar: ahora se iba a basar

en el mito de la eficacia y en el milagro de resurgir de las propias cenizas, también llamado el milagro alemán. Tras la caída del muro de Berlín, volvió a hablarse de un nuevo milagro alemán, que concluye con la estafa de la industria automovilística: la presunta eficacia germana al servicio del engaño al consumidor y del incumplimiento de las leyes que intentan proteger la muy dañada atmósfera del planeta. No veo gran diferencia entre lo que hicieron los gángsteres en el período de la Ley Seca, falsificando licores para envenenar mejor al personal, y lo que han hecho los cerebros de la automoción, trucando los ordenadores de los coches para poder envenenar más la Tierra y sus sufridos residentes. La estafa a la que me refiero es paradigmática de todo lo que arrastran las excrecencias del poder en Alemania: ocultar la infamia, porque todo lo que no se sabe y no entra en el texto de la historia es como si no existiera. Esa hipocresía, que los países del norte relacionan con el catolicismo y las zonas de influencia católica, está en realidad más vinculada a la economía derivada del espíritu protestante, basado en el silencio corporativo y en el espíritu de empresa. Exactamente igual que la mafia.


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