Sábado, 12.03.16 Número CCXXVII
SOMBRA CIPRES LA
DEL
Natalia Ginzburg, desde el silencio El centenario de la escritora italiana, autora de ‘Léxico familiar’, nos devuelve sus obras rescatadas por Lumen [P3]
2 LA SOMBRA
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
Camilo José Cela, durante la sesión de ingreso en la Real Academia Española, en 1957. :: EFE
Glosa del mundo en torno a Don Camilo ‘La forja de un escritor’ analiza, a través de sus artículos, cómo Cela se convirtió en un gran autor entre 1943-52
C
ervantes y Shakespeare. También Rubén Darío. Y Camilo José Cela, en un año de efemérides extraordinario para la lengua española. Seguramente le habría bastado con diez años, los que transcurren entre la publicación de ‘La familia de Pascual Duarte’ y la escritura de ‘La colmena’, para ser considerado grande entre los grandes de todos los tiempos: el último español Nobel de Literatura. Pero fue mucho más: paisaje y personaje. La lengua en estado de gracia. Él mismo dijo en más de una ocasión que desde niño
soñaba con la gloria literaria. Sin límites. Sin embargo, y a pesar de los resultados evidentes, su forja como escritor no fue ni mucho menos fácil. Menos aún al producirse en el tremendo escenario de la posguerra. Compatriota de Larra, en una España donde escribir seguía siendo llorar, Cela tuvo que «ganarse los garbanzos» con trabajos y trabajillos, y fundamentalmente con conferencias y artículos en los periódicos. El decenio que transcurre entre 1942 y 1951, hasta que ‘La colmena’ le consagra –y le convierte en un personaje literario cuyo fulgor casi
CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
llegaría a eclipsar el propio valor de su escritura–, son de hecho vitales para su consolidación literaria. El periodo cabal en el que se centra ‘La forja de un escritor’, una reveladora selección de artículos y pequeños ensayos, expurgados por Adolfo Sotelo Vázquez, que
dan cuerpo a la última entrega de los Cuadernos de Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander. «Yo he comparado en una ocasión, hablando con dos o tres amigos, a la novela con el hijo», escribe en uno de sus artículos de la época Camilo José Cela. Bien podía decirlo, pues es en este decenio donde, entre ‘La familia’ y ‘La colmena’, nace precisamente su hijo, Camilo José Cela Conde, autor del ‘Prólogo que no lo es’ de esta antología. Un niño al que, merced a la estela de la gran novela de su padre, todos llamaban Pascual. Aunque sus
novelas le dieron fama entonces, la «función nutricia» de los derechos de autor de sus obras estaba muy lejos de lo que sería después, y el autor, dotado con su carnet de prensa número 1.044, tenía que ganarse la vida «a golpe de colaboración (las mejor pagadas, a cincuenta duros)». ‘Arriba’, el órgano periodístico oficial del Movimiento, y ‘La Vanguardia’ –entonces apellidada como ‘La Vanguardia Española’–, pero también otros periódicos y revistas como ‘El Español’, ‘Haz’, ‘Juventud’, ‘Patria’, ‘Alerta’, ‘Ínsula’, ‘Solidaridad Nacional’, ‘La Tarde’, ‘Correo Literario’, ‘Ya’ o ‘Clavileño’, fueron entonces los medios donde el joven Cela dejó todo tipo de impresiones. Sobre personas y sobre lugares. Sobre manifestaciones artísticas y también sobre el propio oficio de la escritura. Todo lo que años después, en su riquísima ‘Obra completa’, publicada con gran esfuerzo entre 1962 y 1986, se reuniría bajo el epígrafe de ‘Glosa del mundo en torno’ o, según sus propias palabras: «ese galimatías venerable y cachoncillo que, por lo común, hiede a cadaverina con aroma a unto de algalia». Entre sus referencias vitales hay textos como el dedicado a su Iria Flavia natal, «el último nombre latino de Occidente», pero sobre todo testimonios de su extraordinaria capacidad de captar paisajes y personajes en su deambular viajero. Él mismo define en uno de estos artículos cuáles son los elementos que debe captar, sobre los demás, el verdadero escritor de literatura de viajes, a saber: «El olor del corazón de las gentes, el color de los ojos del cielo, el sabor de las fuentes de las montañas y de los manantiales de los valles». Pero también encontramos aquí maravillosas referencias a otros escritores de su tiempo, desde Dámaso Alonso hasta Josep Plá, pasando por Sánchez Ferlosio o Caballero Bonald. A Ramón del Valle Inclán –también de aniversario, 150-, le invoca en la revista ‘Sí’ como «ilustre chivo pagano y dulcísimo poeta». Y de su admirado Baroja dice, en el artículo titulado ‘Con motivo de la clausura de una exposición’: «Ante el absoluto desprecio que tiene Pío Baroja por la sintaxis, a mí no me queda más postura que la del pasmo. Un pasmo idéntico al que siento ante el Greco, ante Goya, o ante Picasso». Son especialmente sabrosos sus artículos sobre la propia novela. Por ejemplo cuando dice en ‘Haz’, en 1943: «En la novela no se pueden hacer equilibrios porque, a poco que el autor pierda el nivel, se precipita y se desnuca. La gran la-
LA FORJA DEL ESCRITOR Camilo J. Cela (1943-1952). Fund. Banco Santander. Madrid, 2016.
Quizás el oficio de escritor sea una reiterada y permanente expresión de humildad
guna en la novela española, que viene desde el 98 hasta... (¿hasta dónde, Dios mío?), está llena de náufragos equilibristas». O cuando afirma, abundando en lo mismo pero de otra manera, que en aquellos años estábamos asistiendo en nuestro país «no al hundimiento, como suele expresarse, sino al nacimiento del género». «Quizás el oficio de escritor sea –arranca en un artículo publicado por ‘La Vanguardia’ en 1950-, como ninguno, una reiterada y permanente expresión de humildad». Llama además la atención la especial solvencia de Cela para hablar de pintura, con artículos dedicados a artistas como Ricardo Arredondo, Juan Cabanas, Juan Esplandíu, Rafael Zabaleta, Isaac Díaz Pardo, Cristino Mallo, Vázquez Díaz o Eduardo Vicente («de oficio pintor, es un hombre sincero y más bien feo, delgado, pensativo y ambulatorio», escribe). Incluso su trato con el cine, cuando relata en 1950, para la revista ‘Primer plano’, su «pequeña y primera aventura de actor cinematográfico»: «El escritor –dice Cela en este artículo–, en su día fue vagabundo y pintor, y torero. Y por las mismas razones el escritor, en su día también, será lo que Dios quiera y los hombres le dejen: recaudador de contribuciones o marinero, contrabandista, coronel de un ejército pequeño y pintoresco o, ¡quién lo sabe!, agricultor o fabricante de embutidos». Entonces, tan pendiente como estaba de los garbanzos, quizás no lo sabía, aunque seguro que sí lo intuía vivamente: su vida y su obra le llevarían a ser una de las grandes referencias ante el mundo de la gran literatura en castellano del siglo XX.
DE UN COTIDIANO FLUIR
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
La silenciosa y natural escritura de Natalia Ginzburg Lumen celebra el centenario de la escritora italiana con la reedición de tres de sus obras fundamentales, ‘Léxico familiar’, ‘Todos nuestros ayeres’ y ‘Las tareas de casa’ ANGÉLICA TANARRO
blogs.elnortedecastilla.es/calle58/ @angelicatanarro/twitter.com
E
s difícil encontrar hoy en día lectores avezados de Natalia Ginzburg. O lectores ‘actualizados’, al menos. «Ah!, Natalia Ginzburg... Sí, la leí hace mucho tiempo». O «Natalia Ginzburg... sí, solo conozco ‘Léxico familiar’...» Y sin embargo estamos ante una de las escrituras (‘escrituras’ para no decir escritoras y que parezca que solo se habla de las autoras en femenino) más importantes del siglo XX en Italia, y, desde ahí, una de las voces más importantes de la literatura europea en el pasado siglo. Pero esos ‘Ah! sí Natalia Ginzburg...’ seguidos de los puntos suspensivos, como esfuerzos de memoria, revelan qué importantes son a veces los centenarios, qué necesarios para volver a traer al primer plano de un titular nombres que de otra forma quedarían difuminados en la bruma de otras conmemoraciones más ruidosas. Y aún detrás de los nombres, su significativa obra. Natalia Ginzburg (Palermo, 1916-Roma, 1991) escribió varias novelas memorables y una colección de ensayos y artículos que terminan de dibujar su pensamiento, ya bastante nítido en sus novelas. Si ‘Léxico familiar’ es, efectivamente, la más conocida, no se pueden dejar de lado títulos como ‘Todos nuestros ayeres’, ‘Querido Miguel’ o ‘La casa y la ciudad’, ‘Sagitario’ o ‘Las palabras de la noche’. Su debut literario fue en 1942 con ‘El camino que va a la ciudad’ y que publicó con el seudónimo Alessandra Tornimparte. La novela la recuperó en 1945 ya con su nombre. Lumen rescata ahora tres de sus títulos más emblemáticos. Natalia Levi nació en el
seno de una familia judía acomodada, de ideas antifascistas. Tanto su padre, un profesor universitario que daba clases en Turín –ciudad a la que está vinculada la infancia y la juventud de la escritora– como sus hermanos sufrieron persecución y cárcel por sus ideas. También su primer marido, el profesor de Literatura de origen ruso Leone Ginzburg, quien finalmente, tras la deportación de los judíos, fue apresado y torturado hasta la muerte en la cárcel de Roma en 1944. Su esposa mantuvo su apellido hasta su muerte, aunque se casó una segunda vez con otro profesor universitario, Gabriele Boldoni, con quien tuvo a sus hijos Susanna y Antonio. De su primer matrimonio habían nacido Carlo, Andrea y Alessandra. No se puede separar la obra de la escritora, gran amiga de Cesare Pavese, de su compromiso político, que se activó de manera pública tras enviudar de su segundo marido. En 1983 fue elegida diputada al Parlamento por el Partido Comunista Italiano.
Naturalidad La principal característica de la escritura de Ginzburg es la naturalidad. Sus historias fluyen sin escollos, con un lenguaje cotidiano, lo que les da una falsa apariencia de facilidad. La voz narradora de sus historias tiene la virtud de llegar al lector despertando su empatía, como si lo que está leyendo fueran en realidad fragmentos de su propia historia contados por una desconocida. Lo ha visto muy bien la poeta y editora Elena Medel, a quien Lumen ha encargado los prólogos de la reedición de sus obras. Así, en el que abre ‘Léxico familiar’, escribe: «Yo Elena, nací con otro nombre y en otros años y en otra lengua, y en cambio todos los recuerdos que Natalia evoca en ‘Léxico familiar’ se corresponden con los míos». Natalia Ginzburg –escribe más adelante– «traza un recuerdo de digni-
>
Natalia Ginzburg, tras ganar el premio Prieto Strega, en 1963. :: KEYSTONE PICTURES
3
4 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
DE UN COTIDIANO FLUIR
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
>
dad y resistencia con palabras domésticas, lejos de la épica y cerca de lo que es suyo y nuestro». Ese alejamiento de la épica, ese escribir con palabras domésticas es más que una cuestión de estilo. Quién sabe si ese tratamiento poco enfático de la escritura, ese reflejar el dramatismo lejos del grito no haya influido en cierta forma en el silencio que acompaña a menudo a la obra de tantas mujeres. Y sin embargo, ese estilo alejado de proclamaciones innecesarias no le impidió tocar todos los temas por espinosos que fueran, como se ve en los ensayos recogidos en ‘Las tareas de casa’. A este respecto afirma Medel –que hace aquí el más vigoroso de los prólogos : «La autora no rehúye ningún tema. Aborda la política desde la militancia más burocrática o desde la forma en que influye en nuestra vida real». Destaca por ejemplo el artículo que escribió con motivo de los últimos ajusticiados por el franquismo en septiembre de 1975. En él reprochaba al Papa Pablo VI que no hubiera ido a visitar a Franco para pedirle clemencia, en lugar de las llamadas telefónicas en las que le pedía que anulara las sentencias de muerte. «Las llamadas se hacen para recomendar a un estudiante que va a presentarse a un examen. Cuando se quiere realmente algo, y cuando es cuestión de vida o muerte, hay que coger un tren o un avión y presentarse personalmente en el sitio (...) España es un país católico. Franco es un dictador que se define católico. ¿Por qué el Papa no ha ido en persona a pedir que, en nombre de la Iglesia católica, se concediera el indulto a los cinco condenados a muerte?», escribió Ginzburg. En otro artículo defiende y aplaude el que por fin el dra-
Natalia Ginzburrg en su casa.
Con el también escritor italiano Italo Calvino. :: COVER
Defendió a Dario Fo de los ataques de los fascistas, pero reconoció que nunca entendió su teatro A Pablo VI le reprochó que nunca visitara a Franco para evitar sus últimas ejecuciones
Con el presidente de la República italiana, Sandro Pertini.
Natalia Ginzburg.
maturgo Dario Fo (que en 1997 recibiría el premio Nobel de Literatura) tuviera por fin, tras varias censuras y ataques del fascismo, un programa en la televisión italiana. Sin embargo, esta defensa no le impide reconocer que no entiende el trabajo del actor y autor teatral. Un desacuerdo que analiza y para el que encuentra razones. Razones que explican a su vez la manera totalmente contraria como ella abordaba la escritura: «Me parece que no consigue borrar de sí mismo su imagen pública. Lo miro y siento bullir a su alrededor las polémicas, los desacuerdos y las aprobaciones, las entrevistas, los artículos de los periódicos. Esta imagen pública
suya, envuelta en el alboroto y el bullicio de los artículos, él la lleva a todas partes pesadamente y sin ninguna ironía. Es más robusta y más maciza que las figuras que se suceden en sus espectáculos. Cuando es Jesucristo, no veo a Jesucristo y cuando es el hambriento Zanni, no veo el hambre (...) Veo periódicos». Natalia Ginzburg levantó su obra desde el silencio de su cuarto de estar, el lugar donde era feliz escribiendo «todo lo que le pasaba por la cabeza» y desde el que rechazó apariciones públicas que no la convencían. Quizá ese silencio le haya perseguido como una sombra que se ilumina ahora con la reedición de sus obras.
5
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
Natalia Ginzburg o la palabra como talismán
S
i a Proust el olor de una magdalena le hizo partir en busca del tiempo perdido, Natalia Ginzburg solo necesitó repetir las voces de sus familiares para que su pasado regresara a su lado y se hiciera presente. Así escribió ‘Léxico familiar’, un libro de memorias en donde lo recordado, su infancia y juventud, se organiza siguiendo el hilo finísimo y a un tiempo indestructible de las palabras. Muchos escritores sienten en determinado momento la necesidad de escribir una obra en donde ellos y su entorno familiar sean los protagonistas, pero todos tratan de encontrar un ángulo especial para escribirla, de manera que, lejos de ser un anecdotario costumbrista, se convierta en una verdadera obra de arte. Así vemos cómo algunos distorsionan el punto de vista y establecen un diálogo con el niño que fueron, como hizo Paul Auster en ‘Diario de invierno’, o se incluyen en la primera persona del
plural, en el ‘nosotros’, queriendo dar la impresión de que la suya forma parte de una historia colectiva. Otros justifican el hecho de detenerse a contar su vida en la necesidad de transmitir un legado a sus descendientes, a los que dedican sus recuerdos. Natalia Ginzburg no necesita de tales artificios ni justificaciones para realizar una obra absolutamente original, narrada de una manera sencilla y directa, por medio del recuerdo de las frases características de su abuela y sus padres. Y lo hace de una forma tan precisa que nos permite a los lectores escuchar sus voces e imaginarnos rostros, actitudes, escenarios e incluso aspectos íntimos y morales. No pensemos en frases lapidarias ni en reflexiones solemnes, el suyo es el monumento a la gracia de lo cotidiano, a la grandeza de lo coloquial, a la frase común, que cada uno de estos personajes pronuncia de una manera única e intransferible, constituyéndose así en identificación de la
ESPERANZA ORTEGA
Por debajo de este animado concierto de voces, escuchamos el lamento de los muertos y la soledad de los vivos...
familia. Y aquí llega lo realmente misterioso y artístico: los lectores, al leer este libro, rememoramos no tanto el léxico familiar de la autora como el léxico nuestro, las frases que recordamos de nuestra propia infancia, que ella nos hace reconocer e identificar. Como en todas las grandes libros de memorias, ante éste, el lector tiene la sensación de que entre sus páginas de alguna manera se cuenta algo de su propia vida. La idea de que son las palabras familiares las que nos permiten internarnos en la profundidad de la infancia subyace en otros libros de memorias, especialmente las femeninas. Eudora Welty titula ‘La palabra heredada’ a su autobiografía de lectora infantil, y la poeta neozelandesa Janet Frame rememora así en ‘Un ángel en mi mesa’ la inolvidable algarabía de su niñez: «En aquellos días de Outram, en que numerosos parientes vivían cerca, había muchas idas y venidas y conversaciones y risas, y las pa-
Su admiradora Martín Gaite :: A. TANARRO
L
a reedición de ‘Todos nuestros ayeres’ por parte de Lumen rescata la traducción de la novela que hizo Carmen Martín Gaite. La escritora salmantina fue una gran admiradora de su colega italiana. Y, como ella misma contó en el artículo que escribió a la muerte de la Ginzburg en 1991, hizo a lo largo de su vida varios intentos por conocerla. Uno de ellos a través de uno de sus hijos con quien coincidió en Chicago y al que le entregó para ella su novela ‘El cuarto de atrás’ que acababa de ser traducida al inglés, idioma que la autora italiana conocía. «No sé si la leería o
no –escribe Martín Gaite–. Jamás acusó recibo de ese envío». Martín Gaite había entrado a la obra de Natalia Ginzburg gracias a un amigo que le regaló ‘Caro Michele’ en 1974. «Leí el libro de un tirón –confesaba– y aquella misma noche me la pasé en blanco escribiéndole una carta larguísima, presa de ese ardor juvenil propio de quien se quiere lucir ante un maestro y aportar, al mismo tiempo, algo de consuelo a quien parece conocer tan a fondo los zarpazos del dolor». Años más tarde, en 1989, cuando la Gaite ya había perdido la esperanza de contactar con la escritora italiana, Esther Tusquets le propuso que tradujera precisamente
para Lumen esa novela que tanto le había impresionado. Su amistad quedó de esa forma en un territorio tan real como el más tangible de los conocimientos: el de las afinidades literarias: «Somos amigas, aunque no nos conozcamos, y nuestras manos pueden rozarse, porque escogemos por la misma zona de las mujeres donde ser cría material de cuento. Cualquiera de las voces que se te quedaron enredadas en la trastienda de la memoria irá siempre contigo, resonará dentro de la tuya», confesaba con motivo de la publicación de ‘El cuento de nunca acabar’. Relación que se plasmó no solo en las traducciones de sus obras sino en las reseñas
que puntualmente publicaba sobre los libros que iban apareciendo en España. Así cuando se tradujo al español la primera novela ‘El camino que va a la ciudad’ Martín Gaite hace un lúcido análisis que no se ve cegado por su admiración hacia la autora, pues señala algunos fallos en el argumento propios de una ‘opera prima’. «Comparando esta novela, por ejemplo, con
Nunca llegaron a encontrarse, pero Carmen Martín Gaite la consideraba su amiga
labras viajaban como el viento en cables invisibles». Pero es Virginia Woolf la que echa en falta de forma dramática esa cualidad rememorativa de las voces y expresiones que Natalia Ginzburg derrama a raudales en ‘Léxico familiar’. Dice Virginia Wooolf en ‘Memorias de vida’, refiriéndose a la dificultad de contar cómo era realmente su madre a su sobrino, destinatario literario de su relato: «Las palabras escritas por una persona muerta o viva suelen, desdichadamente, quedar envueltas en suaves pliegues que anulan todo rastro de vida. No encontrarás en lo que digo la semblanza de una mujer a quien tú puedas amar... A menudo he lamentado que nadie escribiera las frases de tu abuela y los vividos giros de su habla, pues tenía el don de emplear las palabras de manera muy personal… Cuánto daría por recordar una sola frase suya o el tono de su voz clara y redonda». Pues ese don es el que tenía Natalia Ginzburg y del que se vale para conseguir que amemos el mundo en que nació y vivió como si se tratara de algo propio. Sería interesante reflexionar más detenidamente sobre la razón de que sean las mujeres las que transmiten el tesoro lingüístico, que pervive en la memoria como el olor de la casa. Quizá sea la carencia de una presencia pública, lo
‘Nuestros ayeres’, escrita en 1952, nos damos cuenta de cómo a lo largo de nueve años su maestría había ido en aumento hasta el punto de lograr que en el conjunto coral ninguna voz desafinase ni ningún instrumento entrase a destiempo». El rastro de la autora de ‘Léxico familiar’ está en otras muchas escritoras que admiraron su capacidad para hacer de ll a memoria una materia narrativa universal. Una de ellas es Alessandra Lavagnino y en especial su novela ‘Nuestras calles’, rescatada para nuestro país por Errata Naturae. Mucho se ha escrito sobre la influencia de los mundos de Ginzburg en esta novela y la propia Martín Gaite lo hizo al reseñarla. Pero el rastro de la italiana se encuentra en obras aparentemente más lejanas como la de la canadiense Alice Munro (premio Nobel de Litera-
que las haya permitido constituirse en centinelas de ese tesoro familiar, el único suyo. O quizá esté relacionado con el valor nutricio del lenguaje y con que las mujeres hayan sido las encargadas de la alimentación de sus hijos. Cuando un ser humano es arrojado al mundo incomprensible de la soledad y la identidad, recibe de su madre dos bienes impagables: la leche materna y la lengua materna, es decir, las palabras suyas, sobre las que edificará su pensamiento y su memoria. ‘Léxico familiar’ es un ejemplo de este valor nutricio del lenguaje. No debemos pensar, sin embargo, que Natalia Ginzburg se deleita contando la historia jocosa de una familia pintoresca. En absoluto. Por debajo de este animado concierto de voces, escuchamos el lamento de los muertos y la soledad apenas susurrada de los vivos, las desdichas propias de una época convulsa que fue especialmente cruel con una familia antifascista de origen judío como era la suya, víctima de la persecución política y racial. Pero Natalia Ginzburg poseía un arma especialmente eficaz contra sus adversarios: las palabras con las que contar su historia. Con ese talismán consiguió hacer a su mundo digno de ser amado y, por tanto, invulnerable al olvido.
tura en 2013) o la escritora americana de origen bengalí Jhumpa Lahiri, premio Pulitzer y autora de ‘Intérprete de emociones’ o ‘Tierra desacostumbrada’. Ginzburg mantuvo a lo largo de su vida mucha relación tanto con el teatro como con el cine. Fue autora de obras dramáticas como ‘Ti ho sposato per allegria’, también convertida en película, ‘La parrucca’, ‘La poltrona’ o ‘Il cormorano’. Entre las obras que fueron llevadas a la pantalla figuran también ‘Caro Michele’, ‘La mére’ y ‘Las voces de la noche’, dirigida por Salvador García Ruiz. Más recientemente, el director Jonás Trueba ha reconocido su influencia en la última de sus películas, ‘Los exiliados románticos’. Y aún más: Ginzburg fue María de Betania en ‘El Evangelio según San Mateo’, de Pasolini
6 LA SOMBRA
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
DONDE HABITO
Abarrotada memoria
ELENA SANTIAGO
E
l vecino, si era verano, recitaba los celos de Otelo con las ventanas abiertas. En invierno murmuraba por la casa alzando, alguna vez, una voz extraña, sin sol, sin tiempo, ya que vivía con indiferencia bajo una manta de la que contaba que era su segunda piel. Que su boca pronunciaba algo pálido en el vaho de los cristales fríos, desengañado de intentar acercar alguna imagen cálida. Su abarrotada memoria exigía descanso, ya que el borrarlo todo no llegaba (una desaparición total era desastroso). Que a sus espaldas las primaveras llegarían doblando inviernos y desdoblando el verano y aquellas luces lejanas al fondo, donde comenzaba la noche. Era el vecino la primera autoridad en su casa. Y la última. Se tenía a sí mismo tan cercano a sostenerse y burlarse de sí mismo en tanta soledad. Había sido un amante de realidades y causas enrevesadas. Consecuencia de todo aquello, lloraba. Sostenía lágrimas de viejo y cerraba los ojos pegados a un color muy negro. O volvía a repetir Otelo y los celos, solo que esta vez ante un olor familiar del vino de viñas propias como tesoro de sus sueños. Al menos, lo creía y lo esperaba en una aduana donde abarcaba los seres y las cosas.
Miguel Torga, escritor y poeta portugués, escribe a máquina. :: EL NORTE Comentaba ideas del portugués Miguel Torga ( 19071994) desde su libro ‘ La Creación del mundo’ donde la vida eran aquellas luces lejanas entre el calor y alguna penumbra. En los que creía y batía lo más peculiar. Lo fuerte y lo banal. Muy ocupado, pendiente de alcanzar vivencias huma-
nas en ciudades y pueblos como médico y peticiones invariablemente de ayuda: la vida por dentro y por fuera. No por la herida. Saber para asomarse a lo resbaladizo, a un suceso o disgusto ya que eran muchos los que alcanzaban a inocentes. Otros eran los que creían
haber nacido en un jardín perenne. Y respondían a los días buscando llenarse los bolsillos. Su mal no sabía alejarlo por aquel miedo opaco y bajo, como una tarde triste. El hombre –se contaba– que habitaba en muchas ocasiones lo injusto. Un camino de lodo. Pero, cierto era que siempre se po-
La verdadera riqueza
C
omo muchos de ustedes, supongo, un servidor ha encontrado en el ínclito Spotify festín pantagruélico donde saciar su melomanía. Como casi todo quisque, vuelvo a suponer, descargué la aplicación sin voluntad de suscribirme a ella, hallando en oír esta y aquella otra pieza, la que me viniera en gana y por la patilla, satisfacción más que suficiente, aún teniendo que soportar, de sopetón, un corte publicitario que prometía librarme de él –imprevisible y apestoso invitado– apoquinando, mensualmente, una pequeña cantidad de dinero. Harto de estar harto ya me cansé, y, no al mundo, sino a mí, pregunté si podía
desembolsar periódicamente diez eurillos. Asentí. Uno, sin nadar en la abundancia, puede permitirse ciertos gastos fijos; y añadí, al de otras suscripciones, la de tener a mi disposición tropecientas millones de composiciones musicales sin que una inoportuna voz interrumpiera la emoción producida por la audición de las escogidas. Ya saben ustedes que quien se registre en Spotify, puede no sólo oír la canción, aria o movimiento sinfónico que le apetezca, también le es posible crear listas que aglutinen, siguiendo un método ortodoxo o la fórmula del me sale de donde me sale, la música favorita. Así las cosas, decidí crear una con bandas sonoras de pe-
lículas; bandas que conforman, ciñéndonos a las originales, la actual música clásica. Las bandas sonoras tienen la particularidad, además de la belleza que muchas poseen, que, gracias a ellas, rememoramos pasajes de los largometrajes predilectos. Ejemplo es, en mí, la de ‘Érase una vez en América’, testamento cinematográfico de Sergio Leone; película que en mi juventud me produjo tal fascinación que, cumpliendo, como estaba yo, con la patria, cambié una guardia con un compañero de milicia para asistir a la proyección de la segunda parte, ya que su estreno en los cines se dividió en dos debido a su duración extensísima. Sí, la banda sonora de ‘Éra-
se una vez en América’, compuesta por el gran Ennio Morricone, es capaz de llevarnos, de nuevo, a esa preciosa historia de amor y de amistad interpretada por, entre otros, Robert De Niro, Elizabeth McGovern y James Woods; no obstante, es tal la sublimidad de su música que no sólo nos hace revivir lo que permanece dormido en la memoria: sin haber gozado del relato visual que acompaña a sus notas, éstas, por si solas, son, de igual modo, singularmente emotivas; no necesitan el soporte de imagen alguna para conmovernos. A mí me cautivó de tal forma la partitura de Ennio Morricone, en aquella época de rancho y de uniforme, que me dije que, sin
día encontrar una ventana abierta donde asomarse al sol quieto. La vida y la creatividad. Lo cierto y la mayor duda, dejándose perfilar por palabras que proponían los mejores libros. Pinceladas intencionadamente a medio hacer. Mucho de lo nuevo, amanecía cansado. Y
LOS TRIGALES AZULES ROBERTO RODRÍGUEZ
tardar, me tenía que hacer con su grabación. Pregunté en varios comercios dedicados a la venta de discos; me puse en contacto con tiendas especializadas en música de cine; y obtuve, siempre, idéntica respuesta: antes o después podrían ofrecerme el vinilo en cuestión pero aún era pronto. Visto con los ojos de hoy, en el que no hay capricho que no esté, ipso facto, a nuestro alcance, parece extraño que tuviera que
era absurdo quedarse en un nido, no siendo pájaro. Nadie sabía medianamente dónde comenzaba aquel viaje y su desconsuelo, de pensar y decirlo. Pedir soluciones, sin creer en la magia. Capítulo a capítulo deberíamos ir aprendiendo. No andar con alma rota y la cara atropellada de tiempo y contemplarla en el cristal arrugado del espejo. El vecino, desorientada, buscó menos hambre de pasiones. Y se puso a leer celos y amigos de Otelo y de la vida propia. Vivir sin esperanza, a diario, era no saber. No dejaría caminar bajo los Ópera, con Verdi cerca. La mentira rotunda, y otras gravosas para el grajo. Sólo el calor del alma era una bendición. Con todo y contra todo abrazar infinitamente alma entera y el Arte. O ser Torga cuidadosamente atendiendo muchas vivencias y aconsejando comunicarse y sonreír. De no poder, volver a la infancia. Aprender de nuevo a respirar. A saltar caminos llenos de ramas de risa. Y un aire limpio.
esperar un tiempo para ver cumplido mi deseo; sin embargo, era así: debía ser paciente. Pasados unos meses pude comprarlo. Fue tal mi entusiasmo que lo grabé en una casete para que no corriera peligro de rayarse y, luego, ya metido en su funda, lo envolví en un plástico transparente para que tampoco ésta se deteriorase. Aquel tesoro no se merecía menos: lo disfrutaría exclusivamente en un magnetófono. El tema principal inauguró, en Spotify, mi lista antológica de bandas sonoras. Bien es verdad que al oírla, ahora, no me vino a la mente ningún instante de ‘Érase una vez en América’, aunque sí me hizo evocar una circunstancia de mi pasado: aquella que, al regresar a casa después de comprar un libro o un disco que engrosaría mi biblioteca o mi discoteca, no muy prolijas entonces, tenía la extraordinaria sensación de ser un privilegiado magnate de emotivas sugerencias.
7
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
LIBROS DE PELÍCULA
Miseria ‘Los santos inocentes’
LUIS MARIGÓMEZ
Novela de Miguel Delibes (1981) Filme de Mario Camus (1984)
Fotograma y cartel de ‘Los santos inocentes’, dirigida por Mario Camus en 1984.
L
a mirada de Delibes al mundo rural estuvo copada por la fascinación del que ve desde afuera. Un novelista de pueblo habría perdido muchos de sus hallazgos, porque no tendría conciencia de su singularidad. Hay también una dosis importante de compasión ante unos seres que padecen una pobreza extrema en lo material y que viven en un mundo que empieza a desmoronarse. Al novelista le impresionan su circunstancia, sus palabras que nombran algo a punto de desaparecer, su relación de supervivencia con el entorno, tan distinta a la del hombre moderno, que trata de dominarlo. A eso luego se le llamó ecologismo, cuando desde las ciudades empezamos a notar
las pérdidas. Lo que termina de configurar la manera del escritor es la tersura de su lenguaje. Las frases parecen siempre estiradas al máximo. No hay regodeo en adjetivos impactantes ni en frases ampulosas, sino en la precisión del relato, en la creación de una atmósfera. ‘Los santos inocentes’ pertenece al tramo final de su obra, y destaca entre un racimo de novelas menores como quizá su penúltimo brillo, a la espera de ‘El hereje’. Hay en el libro una mezcla de amor a lo imperecedero de la tierra, que a veces se confunde con la tradición, y de modernidad, de rabia ante lo insoportable, de lo que viene de dentro y de lo que nos imponen. Los personajes están muy cerca del arquetipo, pero
tienen una vida propia, simple y emocionante. Azarías es la estrella, representa la inocencia más cercana a lo telúrico, su trato especial con los pájaros, la repulsión que producen su mal olor, sus meadas en las manos, su cagar en cualquier parte. Paco el bajo asiente a todo. Él no protesta, parece un perro, incluso en sus habilidades. Régula, su mujer, resiste, sin apenas quejas. La niña chica, un ser desvalido que lanza unos gritos que horrorizan, es la encarnación de una desgracia inexplicable. Los otros hijos huirán de ese mundo. Los señoritos están enfrente. Ellos mandan y cazan, no saben de medidas ni contenciones. Los criados deben estarles siempre agradecidos. Al fin y al cabo, les cobijan en sus pro-
Hay en el libro una mezcla de amor a lo imperecedero de la tierra y de modernidad El Azarías es un prodigio que deben repartirse libro y película
piedades y hasta les han enseñado lo más elemental de las letras y, a veces, la marquesa les da propinas. Delibes no tuvo suerte con el cine. Todas las demás películas que se han hecho de sus obras son inconsistentes, cuando no lamentables. El film de Mario Camus, en cambio, con sus maneras propias, con unas actuaciones memorables, es un digno compañero de la novela. Cambia el orden de los capítulos para conseguir una mayor consistencia dramática, articula un a modo de prólogo y epílogo que enmarcan los hechos, pero mantiene, y traduce con cuidado, las esencias formales del libro. Lo que más destaca de ese conjunto son los actores. Paco Rabal compone con el Azarías uno
de los personajes de su vida. Enriquece lo que dibuja Delibes en el libro, y le da una presencia y una fuerza memorables. Alfredo Landa, lejos de sus roles habituales, representa la fidelidad, incluso cuando se le desprecia por haberse roto la pierna al servicio del señorito Iván. Terele Pávez parece sacada de una foto de Dorothea Lange, con su dignidad a prueba de las mayores desgracias. En el otro lado, Juan Diego hace un señorito Iván perfecto, mandón, cruel, caprichoso, con destellos de ternura cuando corresponde, insufrible. Todos los actores están rotundos, comedidos, eficaces; quizá porque sus personajes han sido trazados con rigor y destreza, desbrozando el territorio entre el tópico y el individuo. El trabajo del director añade una realización sobria y elegante, mostrando la belleza desolada de las dehesas extremeñas. La música de Antón García Abril expresa la mezcla de tradición y modernidad que está en el origen del libro y el film. La foto del cartel de la película, el retrato de la familia de criados, con su aire de pobreza sobria, de postguerra, condensa el espíritu de la película. Quizá el mayor logro de la novela sea el ritmo, su música, el modo en que Delibes es capaz de contar a través de un narrador en tercera persona que integra los diálogos en el relato, y las repeticiones, y las palabras antiguas, sin ceder nunca un palmo, asombrando con su trote singular, infatigable, El Azarías es un prodigio que deben repartirse libro y película. Ese personaje que entiende a los pájaros mejor que a las personas, el único que se alegra de la existencia de la niña chica, a la que abraza cada vez que puede, el torpe, el ‘retrasado’, siempre con la sonrisa en los labios, el único capaz de rebelarse ante tanta humillación, cuando se colma el vaso. Entiende el misterio del vuelo de las aves y los gritos de horror de la criatura. Es el paradigma de la inocencia de la que habla el título. Es el único que no entra en el carril de los sometidos, el único libre, porque no entiende las consecuencias de salirse de la norma. La miseria de ‘Los santos inocentes’ está repartida en los dos bandos, de un lado, la material, la que sufren los sirvientes; de otro, la miseria mental de los amos, que matan lo que vuela, la que reduce a quienes los mantienen a una condición cercana a la esclavitud, y de la que se ufanan. En medio, el relato que cuenta lo obvio con una enorme gama de matices, logrando que lo que brota de un grito insoportable y de una mirada al cielo se canalice en dos obras sustanciales.
8 LA SOMBRA
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
Femenino plural La emoción más allá del género ‘La tertulia’, cuadro de Ángeles Santos, fechado en Valladolid en 1929. :: EL NORTE
CUATRO HERMANAS Jetta Carleton, Libros del Asteroide, 416 pp., 21,95 €.
U
na granja en Misuri, pastizales y tierras de labor con casa y granero, «ochenta hectáreas bañadas por las lentas y parduscas aguas del Litle Tebo», «una pequeña isla en un mar de verano». Tres hermanas que tornan al hogar cada año para una quincena de vacaciones, con la nostalgia de la niñez y la juventud a sus espaldas. La vida plácida: nadar y pescar en el arroyo, parlar, cotillear sobre el disperso vecindario; zanganear, en definitiva. En ese ámbito tan entrañable se desenvuelve ‘Cuatro hermanas’, que reedita Libros del Asteroide, la única novela publicada por Jetta Carleton, en la que se conjugan el instinto narrativo y el acento característico de otras damas sureñas tan admirables como Wi-
POESÍA Y VERDAD
QUIEN ASÍ TE AMA
Julia Margaret Cameron, Casimiro libros, 80 pp., 8 €.
Edith Bruck, Ardicia, 160 pp., 16,50 €.
lla Cather, Eudora Welty, Flannery O’Connor o Carson McCullers. Más o menos por las fechas en que la escritora de Holden sitúa la acción de ‘Cuatro hermanas’, con el culto a la belleza como religión, Julia Margaret Cameron fatigaba un nuevo arte aún en pañales, el de la fotografía, en sus dos inigualables mansiones bautizadas como ‘Dimbola’ tanto en la isla de Wight como en Ceilán. ‘Poesía y verdad’ (Casimiro) es un acercamiento a su figura. El eje del librito son sus conmovedores ‘Anales de mi casa de cristal’, «relato de un trabajo infatigable», el de fotógrafa, claro, «adornado con alguna anécdota relevante». Se incluyen también una carta al científico John Herschel, a quien se atribuye la invención del término ‘fotografía’
UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
EL LADO VACÍO DEL CORAZÓN Erich Hackl, Periférica, 176 pp., 16,95, €.
y el poema ‘De un retrato’ sobre el hechizo y el misterio de la hermosura. No menos interés tiene la semblanza biográfica que trazara Virginia Woolf de su indomable carácter, apasionado y talentoso, altruista y excéntrico, con tendencia a lo pintoresco. Entre otros datos curiosos señala que no dispuso de cámara, y merced a un regalo de su hija y su marido, hasta que no cumplió cincuenta años. Si bien a partir de ahí volcó toda su sensibilidad, hasta entonces dispersa, en el arte recién nacido, construyó en el corral una especie de gallinero acristalado a modo de estudio y transformó la carbonera en cuarto oscuro. En el prefacio, ‘La fisura del gesto’, el escultor Luis Moreno Alvarado fija los aspectos técnicos en que cimentó su
peculiar estética, con sesgo pictórico, esta artista cercana al prerrafaelismo de Dante Gabriel Rossetti y deudora de la poética de Alfred Tennyson. Suyo es uno de los retratos más conocidos de Darwin, que forma parte de la docena de fotografías de estudio, a cual más fascinante, reproducidas en la edición. En general son primeros planos en los que busca, y encuentra, la interioridad de sus modelos, con presencia asimismo de composiciones líricas y alegóricas. El volumen se cierra con un ensayo de Roger Fry que subraya la acusada personalidad de Cameron, capaz de sortear los rígidos códigos morales de la época victoriana, siempre a favor de lo bello y contra cualquier convencionalismo que lo apocase. Una quietud chejoviana,
serena, con algo de los pioneros que se abrían paso con la mirada febril y el hacha de Dios a través del Medio Oeste, determina la atmósfera de fondo de ‘Cuatro hermanas’. Hay también en este novelón a la antigua usanza, con sorpresa final, un aire de las baladas de antaño hechas de amoríos y pesares. Cortinas de encaje, veladas en el porche, carruajes con sombrilla, yuntas de bueyes, luciérnagas entre las rocas, damas de noche como un milagro, miel silvestre y agua de manantial, escaramujos y caquis, cestillas con arándanos, melocotones y nogales negros, espinos blancos a la luz de la luna, una garza blanca, trinos de jilgueros, lentas mecedoras, galletas de jengibre, jalea de moras, jarras de té helado o de sasafrás. En cosas así se funda
9
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
el encanto de la narración de J.Carleton. La húngara Edith Bruck, una de las escasas supervivientes de Auschwitz –donde llegó con doce años, aunque parecía mayor, lo que le salvó el pellejo– aún viva, acaba de ser traducida por vez primera al español. ‘Quien así te ama’ (Ardicia), espléndido título, una narración autobiográfica publicada originalmente en italiano, en 1959, constituye, según Primo Levi, «un testimonio apasionado e inolvidable del descenso al infierno». Y tanto, desde su fraseo urgente, casi notarial, se lee con la emoción en vilo. Me ha recordado al escalofriante documento ‘El humo de Birkenau’ (Acantilado) de la trasalpina Liana Millu, que se cita en el colofón, si bien no llega a su dantesca claustrofobia y, por
otra parte, el libro de E.Bruck aborda su estancia en los lager en mitad de un ejercicio evocador que abarca desde su nacimiento a su desencantada estancia en Israel. Lo estremecedor surge entre sus páginas, como en J.Carleton, desde el poso de la memoria, pero aquí no hay nostalgia que valga y pueda matizar el dolor, sino que, con los padres muertos y los hermanos desperdigados tras la barbarie nazi, sólo cabe levantar acta para conjurar en cierto modo la amargura. Y E.Bruck lo hace desde el principio, desde su niñez miserable, de pobre de solemnidad, y, con todo, la etapa más feliz de su existencia, pues a partir del encarnizamiento del antisemitismo antes de la deportación, con su crueldad gratuita, todo se vuelve más negro.
«Lo estremecedor surge en ‘Quien así te ama’, como en J. Carleton, desde el poso de la memoria» «La sombra del antisemitismo planea también sobre ‘El lado vacío del corazón’»
Y no mejora, claro, con la detención, el gueto y el traslado como bestias apestadas hasta el campo de exterminio y el posterior peregrinaje por otros campos de concentración, siempre al borde de la muerte. Un año interminable al que sobrevive gracias al calor cercano de su hermana, si bien las penalidades persisten tras la liberación y la vuelta al hogar que ya no existe. Es más, tal vez lo más terrible sea el comportamiento de otra hermana, que la acoge con regañadientes a su regreso a Hungría y la vileza generalizada durante la posguerra, a tal punto que piensa suicidarse cuando en los lugares de la abyección sobrevivió a toda costa. Tampoco, luego, sus sucesivos y prematuros matrimonios ni su emigración a la tie-
rra prometida mejoran su ánimo. La sombra del antisemitismo planea también sobre ‘El lado vacío del corazón’ (Periférica) del austríaco Erich Hackl, cuyo título en español recuerda poderosamente, aunque nada tenga que ver, a la inolvidable película de Eliseo Subiela con poemas de Girondo, Gelman y Benedetti. Del autor, que fue estudiante de filología en Salamanca y Málaga, se han publicado varias narraciones en nuestro idioma. A rebufo de ésta, he releído la nouvelle ‘Adiós a Sidonie’ (Pre-textos), que en su día me gustó mucho, retrato espléndido de una pobre niña gitana abandonada al nacer y su destino en los mismos tiempos convulsos e infames. Y de su sacrificada madre de acogida.
Fruto también de un cruce de investigaciones aderezado por la ficción, E.Hackl levanta aquí una historia verdadera, basada en sucedidos reales. Los diversos pormenores familiares están trenzados a un ritmo vertiginoso, ciñéndose a los hechos, terribles, con un instinto narrativo indudable. Aun situándose en un segundo plano frente a la relación problemática de un hijo huido de la RDA con su padre comunista, las mujeres están dibujadas de una pieza. Apechan, como siempre, aparte de fregar, lavar, limpiar, coser…con la parte enojosa y repulsiva de la vida, además de con el sufrimiento, la abnegación y la lucha por mantener a los suyos. Así la abuela, muerta antes de los cincuenta tras trece partos y la madre, liquidada por las fiebres tifoideas, como Sidonie, en Ravensbrück, tras hambrunas, exilio, interrogaciones y deportación. Bajo la apariencia de una novela familiar de tantas, con tintes autobiográficos, con sus secretos y mentiras y sus enredos sentimentales, mediante un lirismo sutil, compasivo, que transmite una emoción tranquila, J. Carleton da vida con desenvoltura y maestría a unos personajes igualmente muy vívidos, a cuyo alrededor dispone la trama circular. Cómo olvidar a la madre, hacendosa y analfabeta, que «había arado la tierra» y «compartía los valores del campo», que adora las cosechas, el ganado bien comido y los tarros resplandecientes de mermelada. O al padre, un sobrio maestro de escuela y granjero, amante de las ‘Geórgicas’, de Emerson y Hawthorne, de la sabiduría, de la contemplación y de la belleza, sobre todo juvenil. O a las hijas: la más joven e intelectual; la mayor, todo corazón, feliz como una perdiz; la exigente y refinada, no menos tozuda que la rebelde y trasto, que de todo tiene que haber en la viña del Señor. O a los secundarios que aparecen para perturbar la paz doméstica, la aparente calma idílica de la granja de Misuri: un jornalero vagabundo, un buhonero, las alumnas lolita y, sobre todo, un aviador acróbata, antiguo alumno del padre, que despierta una especie de loco amor, por usar la expresión del Arcipreste de Hita, en dos de las hermanas. «El silencio de las cosas anunciaba el gran silencio femenino», señala enigmáticamente en otra novela de reciente aparición J.Legrand. Qué decir del silencio femenino, cómo enjuiciarlo, siquiera interpretarlo, tras estos versos demoledores de E.Bruck, que nos ofrece la prologuista de su testimonio: «Nacer por casualidad/nacer mujer/nacer pobre/nacer judía/ es demasiado/para una sola vida». Y tanto.
10 LA SOMBRA
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
El quijotismo ruso F
ue en un mercadillo de artesanía y antigüedades de Ekaterimburgo, el pasado octubre, cuando se me reveló la esencia del quijotismo ruso. En un puesto de antiguallas y esculturas soviéticas, una me llamó rápidamente la atención, era una figura de Don Quijote que parecía hablar solo con un libro entre las manos. Hacía compañía a bustos de Lenin y Stalin. Pregunté si era Don Quijote a lo que la vendedora respondió «Don Quijote, sí», con la normalidad y la certeza de quien lo tiene por miembro de la familia. No parece casual que el pueblo ruso haya acogido como
suyo el mito quijotesco y la popularidad de la obra sea tan notoria. Ya dejó dicho Unamuno que nadie había entendido tan bien el Quijote como los ingleses y los rusos. Un pueblo dotado con dignidad para aceptar la locura que significa ser hombre siempre encontrará en Don Quijote un espejo donde se resumen las contradicciones esenciales de la naturaleza humana. Autores como Nikolái Gógol, Vladimir Nabókov, Dmitri Merezhkovski, Iván Turguénev y especialmente Fiodor Dostoievski dedicaron palabras al Ingenioso hidalgo permitiéndonos vislumbrar los vínculos de la especial ligazón espiritual de los
Don Quijote y Sancho Panza vistos por Gustave Doré.
PABLO JAVIER PÉREZ LÓPEZ
pueblos ibéricos y eslavos y evidenciando hasta qué punto es penetrante la carne simbólica del hijo (¿del padre?) de Cervantes. Según afirman reputados cervantistas rusos y españoles el caso de Rusia es un ejemplo casi perfecto de cómo una obra literaria, o mejor aún, un mito literario, trasciende los contextos históricos y sociales de la novela para ganar un contenido propio.
el Ortega ya había hablado del Quijote como una «selvaa d ideal» por la profundidad al de su contenido universal ualusivo a la naturaleza huer mana, es decir, por su poder e, altamente simbólico que, acomo todo hacer profundao mente literario y poético, trasciende todo espacio y todo tiempo, pero queda ese otro lado de la interpretación desde un lugar concreto. No en vano Pessoa escribió: «La interpretación de los símbolos tiene una geografía». «Aparéceseme la filosofía en el alma de mi pueblo como la expresión de una tragedia análoga a la del alma de Don Quijote, como la expresión de
una lucha entre lo que el mundo es, según la razón de la ciencia nos lo muestra y lo que queremos que sea, según la fe de nuestra religión nos lo muestra» escribió Unamuno y casi las mismas palabras usa Dostoievski que anota: «El hombre fantástico, persuadido hasta la locura de la más fantástica ilusión que pueda imaginarse, se ve de pronto asaltado por la duda que amenaza dar al traste con toda su fe. […]El hombre fantástico siente de pronto el ansia del realismo.» Esta comprensión trágica del Quijote, la lucha entre la razón y la vida, primero desde una perspectiva del mito romántico, como en el caso de Turguénev y después en Dostoievski evidencian también la comprensión del Quijote como una profunda interpelación por el sentido profundo del realismo. No sorprende, por eso mismo, que el Quijote además de la perspectiva trágica o romántica fuese después incorporado al realismo socialista, era de estudio obligatorio en las escuelas, como constatación del hombre como aquel animal que tiene un sentido histórico, como el ejemplo perfecto de la importancia del ideal y la justicia comunitaria y el sacrificio del individuo. El conflicto moral también está instalado en la perspectiva de lo trágico. Se trata de descubrir si son inútiles las virtudes y la voluntad de justicia en el extremo en el que el justiciero es ya sólo un loco, un bonachón, un iluminado o un idiota. Recordemos aquí que ‘El príncipe idiota’ de Dostoievski, cuyo protagonista principal es el príncipe Mishkin está inspirado, según confesión del propio autor en una carta a su hermana, en Don Quijote. Dostoievski quiere representar al hombre realmente bueno, al arquetipo de la bondad, una mezcla entre Cristo y Don Quijote según sus propias palabras. En este fracaso a priori del idealista, en este antagonismo esencial hay un un ansia de lo imposible, un idealismo nacional o humano que está íntimamente relacionado con un alma periférica de la euro-
pe pea donde toda la reflexión pr profunda sobre lo human no está instalada en el hace cer literario, en algo que se presenta como literatura y que es filosofía. Esta eexperiencia filosófica dessarrollada en las obras litterarias une a la cultura rrusa y española en una ccomprensión mítica y litteraria de la vida que se eenfrenta a la comprenssión práctica de la misma y que puede estar relacion nada con la situación en la periferia cultural y geográfica de Europa. La voluntad de la ilusión como nuestra condición de existir, una reconstrucción mítica de la existencia, la conciencia de lo trágico, la renuncia al absoluto, a lo imposible, la imposible conciliación del cuerpo y el espíritu, la comprensión de la escritura como necesidad y como fatalidad, unen la mayor parte de interpretaciones trágicas de Don Quijote en Rusia y España, ya sea como comprensión del sentido religioso del hombre o como comprensión del peligro deshumanizador de la Modernidad, pero sobre todo en esa necesidad de la superación del sentido práctico de la vida. Dostoievski es el autor ruso que quizá comprendió el Quijote con más pasión y contenido existencial habla del libro como «el más grande y triste de cuantos libros ha creado el genio de los hombres». Dostoievski desea que este libro sea conocido por los jóvenes pues «levantaría el alma de más de un joven con el poder de una gran idea, sembraría en su corazón la semilla de grandes problemas y apartaría su espíritu de la sempiterna adoración del estúpido ideal de la mediocridad del amor propio y la vulgar sabiduría práctica». Ortega decía que «la experiencia radical del hombre es el descubrimiento de su propia limitación, de la incongruencia entre lo que quiere y lo que puede». Aun así, el pueblo español, quijotescamente (No olvidemos el sentido negativo del término que también persiste en el ruso culto), se enfrenta vez tras vez a lo imposible, pues «lo propio de lo español, de la vida española y del hombre que la vive: [es] el imposible, el imposible como único posible horizonte» como nos dijo María Zambrano. Esta comprensión dolorosa, trágica y lúcida de nuestro destino, del individuo y el país –no olvidemos que en lo trágico se encierra el drama de lo universal y lo particular– unen sin duda nuestros dos pueblos, en el reconocimiento del conflicto moral y existencial de tener que salvar con una mentira alguna verdad, de tener que seguir haciendo literatura para vivir, de tener que seguir siendo quijotescos.
LECTURAS
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
11
Desnudando las palabras Miguel Casado apuesta en ‘El sentimiento de la vista’ por el lenguaje y la mirada esenciales
ANGÉLICA TANARRO
C
omo en algunos procesos de la pintura, la madurez se revela en despojamiento. Rothko iba eliminando, peligrosamente incluso, colores de la paleta. Caneja fue esencializando del tal manera el trazo que aspiraba a una sola línea de color que se acompasara a la planicie del paisaje soñado. Así ocurre en el proceso de escritura de Miguel Casado, que ha sacado a la luz (la luz que hace visible lo ‘real’, esa «extraña luz que se difunde en el cielo») el mejor libro de cuantos componen su trayectoria. ‘El sentimiento de la vista’ es el resultado de un ejercitar ese sentido y de la confianza en la palabra que pueda nombrarlo. La palabra limpia de aditivos, moldeada a la manera del escultor que limpia la piedra hasta encontrar la forma pensada, fluye en este poemario lleno de manantiales y ríos, corrientes que sorprenden incluso a su au-
tor: «...No acabo de entender/ esta escritura: fluye/ como una conversación solitaria/ que no consigue explicar apenas lo que sé». En ese saber y no saber, en la armonía de los contrarios, la poesía es el cauce y la corriente: «Luz de la noche,/ equilibrio de verdad y mentira,/ corriente sin manantial (…) Oye lo que sabe y lo que no sabe/ resuena en sus tendones». La de Miguel Casado, como la de los pintores impresionistas, es en este libro una mirada traspasada por la luz que revela la geometría de las cosas: «La precariedad de los árboles/ se desnuda en el vendaval. No solo/ con sus troncos delgados los jóvenes/ casi a punto de quebrarse; (...)» o en
EL SENTIMIENTO DE LA VISTA Miguel Casado. Editorial Tusquets. 144 páginas. 13 euros
este otro fragmento: «A la luz gris del amanecer/ empiezan a distinguirse las espesas/ capas de nubes. Bajo/ hacia el trabajo y un aire de nieve/ me agita la bufanda. La torre gótica/ se recorta en el gris, los cerros/ de la otra ribera, cientos de lámparas/ de la ciudad expandida (…)» Y en este diario impresionista la cotidianidad alumbra la poesía: «La noche ha bullido en mí,/ y en el despertar lluvioso/ solo queda, vacío, el escenario,/ el cansancio de las sienes. Regresa/ aquel martillo invisible/ y sonoro que destruía/ las piedras del riñón». En ese armonizar los opuestos que se respira en las páginas del libro la mirada de su autor unas veces se ensimisma y otras focaliza la peripecia de quienes se ven atrapados por la historia. De su mano nos vemos en plazas donde se escribieron hitos colectivos, como Syntagma o Tian’anmén: «(...) Sentada la multitud,/ no sé si hace historia; quizá mis emociones/ empiecen a ser cosa de la edad,/ pero ese ejercicio de sumar plazas/ y fracasos parece al menos una forma/ de las que elige el pensamiento/ para hacerse a sí mismo».
Miguel Casado, en Valladolid. :: HENAR SASTRE Su vínculo con Oriente, sobre todo con la cultura china parece haber prendido en la mirada y en la forma que adopta esa mirada, como en este breve poema: «Sobre la mesa, un montón / de polvo de ladrillo,
casi/ anaranjado. En el papel/ el trazo de un dedo». Miguel Casado compagina, con la naturalidad de lo que fluye en paralelo sin esfuerzo, su trabajo como crítico y ensayista –es sin duda uno de los lectores más lú-
cidos de poesía con que contamos en este país– con la construcción de una obra propia que se ha idodesarrollando en títulos como ‘Inventario’, ‘La mujer automática o ‘Tienda de fieltro’. Con su propia voz.
12 LA SOMBRA
DEL CIPRÉS
LECTURAS
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
es el lugar de las órdenes y de los decretos leyes. La estrategia consiste en la apropiación de grupos descontentos con los que formar agrupaciones políticas de abajo arriba hasta que el jefe carismático tome el poder junto con un grupo muy reducido de fieles. Una de las paradojas más interesantes a que da lugar la ocupación del poder y la creación de nuevas exigencias es que el político populista puede estar en el poder y en la zona antiinstitucional de la sociedad: ser el encargado de que la ley se cumpla al tiempo que el que incumple la ley,
o permite que otros lo hagan, dándose así situaciones en que el abuso de poder es palmario al tiempo que incontestable. Capítulo importante son los modelos de conducta que se alejan de lo establecido que el populismo utiliza como referentes. Utilizan los medios de comunicación –o de Formación de las Masas, como le gustaba denominarlos a Agustín García Calvo– para crear una representación espectacular vacía. Si Guy Débord escribió un libro criticando la conversión de la política en espectáculo, los populistas aceptan la fuerza difusora y de creación de subjetividades colectivas de los medios de comunicación de masas –entre los que incluyo las llamadas redes sociales– y hacen del espectáculo, política. El espectáculo no es ya un signo, es el significado vacío de lo político. Se entiende así la necesidad de representaciones diseminadas que ofrezcan modelos contrarios al sistema, sean estas representaciones falsos debates televisivos, obras de teatro o conciertos de música siempre y cuando el mensaje sea inequívoco, poco complejo y maniqueo. Extraña a algunos que Villacañas, que participó en foros organizados por populistas españoles, haya escrito este manual. No se me esconde que uno puede participar en simposios en los que disienta de las ideas centrales; quizás ha caído en la cuenta de lo que de verdad significa el populismo. En cualquier caso el capítulo dedicado a España decepciona si se compara con los que le preceden. Pero incluso aunque la situación española dé para mucho más, el libro sigue siendo excelente por lo informativo, por el rigor y por el modelo de republicanismo cívico que ofrece como alternativa al populismo.
pios acuñadores del término, y los que como servidor escriben artículos sobre esta fascinante corriente sólo aparentemente nueva –se podría meter a tantos, Proust a ratos, Joyce, sin duda a Mircea Carterescu, Sade, Perucho, De Bregerac,– olvidan muchas veces algunas obras literarias de extrañeza sublime, extraordinaria, una rareza retorcida pocas veces igualada antes o después: algunos, bastantes, comics europeos de los años setenta y ochenta. Cómics que en algunos casos tienen, sospecho, una influencia muy grande en los autores que proclamaron el ‘new weird’. El caso más evidente son algunas novelas de China Mieville. Quien haya leído ‘La feria
de los inmortales’, esa maravilla de Enki Bilal, y luego la novela ‘La estación de la calle Perdido’, no puede dejar de sospechar que, por ejemplo, las Kephri, esas mujeres cuya cabeza es un escarabajo, proceden directamente del dios Ra que Bilal pintó en su historieta, igual que del Horus proceden los garuda, una raza de hombres pájaro. Pero, ‘La feria de los inmortales’, no es, ni de lejos, la más extraña de las historias que aparecieron en viñetas en aquellos años: ‘Valentina’ de Guido Crepax, ‘Las aventuras de Giuseppe Bergman’ y ‘El Rey Mono’ de Manara, la inclasificable ‘El garaje hermético’ de Moebius, de las que ya les hablaré más adelante, la próxima semana.
Guía para destapar el populismo José Luis Villacañas reflexiona en un excelente ensayo sobre un fenómeno creciente SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
J
osé Luis Villacañas arma una guía sucinta para orientarse en esto del populismo sin renunciar al rigor intelectual que presenta con claridad expositiva y buenas razones. El libro está dividido en catorce capítulos más un epílogo, y adjunta una sección final de referencias bibliográficas para que el lector curioso sigua su búsqueda. Es significativo el título del primer capítulo: ‘Tomar en serio el populismo’, una advertencia más que necesaria pues es demasiado frecuente desdeñar a los populistas y pensar que son cosa pasajera. No es así, como ya hemos comprobado en anteriores elecciones; es probable incluso que siga subiendo y no precisamente porque se trate de una moda sino porque se dan las condiciones políticas y sociales necesarias para ello. Al fin, si ni socialdemocracia ni
liberalismo logran dar explicaciones y ejemplo de la sociedad política basada en las instituciones, otras formas de organización política ocuparán esos vacíos. Para ello habrán de demoler lo anterior, algo que llevarán a cabo convirtiendo las demandas ciudadanas –que son realidades democráticas– en reclamos –simples exigencias– cada vez mayores y más radicales con el fin de que no haya político capaz de cumplirlos y lograr al final la crisis orgánica del sistema causada por la insatisfacción social. El populismo simplemente pretende aglutinar al mayor número de personas en un solo grupo que se reconozca en unas exigencias y que crea estar enfrentado a otro al que denominarán casta eliminando de un golpe las diferencias sociales o de clase que puedan existir ya que la idea de la sociedad orgánica es fundamental para que funcione la antítesis. Para lograr que la gente se sienta identificada con esa sociedad orgánica en la que los ciudadanos dejan de serlo para ser simplemente pueblo indiferenciado
Raro de…
H
ay por ahí, lleva unos años, una pretendida corriente literaria, en principio anglosajona, pero, que, como han dejado claro en alguna que otra antología, tiene un carácter fagocitario y católico. La llaman ‘new weird’, nuevo extraño, más o menos, no vamos a andarnos con sutilezas sobre los matices semánticos de las palabras y hasta dónde es posible llevarlos a otro idioma. Es ‘new’ porque se inspira en el ‘weird’ de aquellas escrituras y escritores de los
años treinta para los que combinar terror, ciencia ficción, novela negra, aventura histórica, fantasía de bárbaros épicos, tomando los elementos o géneros de dos en dos, de tres en tres, o todos al mismo tiempo, no suponía ningún problema. Los ‘new’, que suelen bastante originales, y cuentan con varias plumas de primer orden –J. K. Bishop, el nunca suficientemente ponderado M. John Harrison, Thomas Ligotti, China Mieville…–, además han detectado cierta hermandad con Borges, Márquez, Murakami
José Luis Villacañas. :: NACHO GARCÍA es necesario crear un conjunto de imágenes y conceptos en los que el pueblo pueda reconocerse. Para ello utilizan la teoría de la hegemonía de
POPULISMO José Luis Villacañas. Madrid: La huerta grande, 2015. 131 páginas.
y otros, y han decidido que pertenecen al mismo club. Y tienen razón, ya he dicho en más de una ocasión que ese oxímoron, tan cursi, hortera casi, realismo mágico, sólo sirve para dar un rasgo de honorabilidad a lo que no quedaría más remedio que llamar literatura fantástica. Para que el lector serio que no tiene tiempo que perder con esas cosas no sospeche haber caído por una trampilla, o madriguera de conejo, en el mundo en el que vivimos los frikis. Pero si hay que poner etiquetas, y partiendo del hecho de que las etiquetas no me gustan, prefiero llamar ‘new weird’ a estas obras que realismo mágico. En realidad no es otra cosa la forma más pura de literatura, que disuel-
Gramsci, convertida ahora en algo contingente y que se mueve en distintas direcciones. Es el mejor modo para ocupar todo el espacio social: aglutinar a una mayoría social a la que se le promete el cumplimiento de todo sin advertir que sus exigencias son contradictorias. Otra de las características es el líder carismático que guía al pueblo, cual Moisés contemporáneo, al estado de pleno cumplimiento de las exigencias. Este aspira al poder ejecutivo. Si el legislativo es el ámbito del diálogo y la cesión a los otros, el ejecutivo
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA
ve las fronteras de los llamados géneros, diciendo lo que le apetece. Imaginativa, a veces rara de cojones. Porque sí, ahora sí me aventuro a dar una traducción de ‘weird’ en este contexto: raro de cojones. Quien piense que ‘Cien años de soledad’ o ‘Kafka en la orilla’ no son raras de cojones, ‘weird’, que me haga el favor de explicarme qué entiende por raro. Pero los pro-
13
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
Recordando el horror Roncagliolo ambienta una novela de iniciación en la Lima de los noventa
JOSÉ GIMÉNEZ CORBATÓN
S
i tiramos un alfiler en la arena, lo perdemos de vista y no lo recordamos ya nunca. Con otro, herimos en el brazo a nuestro amigo. Ése es imposible de olvidar: «Nosotros somos también como los alfileres –sentencia Manu, uno de los cuatro adolescentes que protagonizan esta novela de Santiago Roncagliolo: unos escolares de mierda, perdidos en otros miles de escolares de mierda. Pero, ¿qué alfiler queremos ser? ¿El primero o el segundo? ¿Vamos a hundirnos en la arena sin dejar rastro, o vamos a marcar una huella de nuestro paso?» Manu, Beto, Moco y Carlos, veinte años después de su particular ‘noche de los alfileres’, evocan, cada uno con su voz, cada uno a su modo, lo que llevaron a cabo en la
Lima de 1992 para marcar la deseada huella. Los cuatro eran alumnos de un colegio jesuita en un barrio privilegiado, de clases medias y altas, cerrado, vigilado, con el fin de evitar que, de las zonas miserables que lo rodean, de los «pueblos jóvenes» donde habitan las «hordas» de la pobreza, se cierna sobre ellos, un día u otro, el ataque inevitable y sin duda merecido. Porque la guerra es imposible de eludir; que nos toque una modalidad u otra es puramente aleatorio: «Todos podemos acabar con las vísceras desparramadas por el suelo». El país, además, vive jornadas de violencia política, de terrorismo, una realidad que se superpone a la que los cuatro muchachos tratan de vivir, aunque Roncagliolo sólo se sirva de ella para dibujar un marco a la acción que de verdad le interesa: la de cuatro muchachos sometidos a la arbitrariedad del poder ejercido por un sistema educativo autoritario, marcado por la religión, los uniformes escolares
Santiago Roncagliolo. :: ZIPI-EFE
de un color «gris como nuestra existencia», y un orden social en el que 2las palabras de los menores siempre rebotan en el mundo de los adultos, chocan y regresan a sus dueños». La señorita Plingrin representa mejor que nadie la quintaesencia de esa tiranía moral. Contra ella dirigirán sus armas. El novelista no ahorra recursos narrativos escabrosos, de extrema dureza; algunos de ellos –una de las partes en que está estructurada la novela se titula ‘El sótano’–recuerdan estrategias y situaciones de la novela gótica. Roncagliolo logra infundir verosimilitud a situaciones que, con menos habilidad, resultarían forzadas, azarosas en exceso, más propias de un cine de serie B que, por otra parte, los muchachos demuestran conocer, y del que citan títulos profusamente. Pero el gran acierto de ‘La noche de los alfileres’ es que las cuatro voces que, en primera persona, se van alternando para evocar los hechos, gozan de personalidad diferenciada, no siempre concomitante, ya que reflejan situaciones familiares distintas y aspiraciones que llegan a enfrentarlos, aunque la única salida al caos creciente de su aventura sea siempre la de apoyarse los unos en los otros, por forzado que a veces resulte. Roncagliolo –en una entrevista reciente ha reconocido que esta es su primera novela con
LA NOCHE DE LOS ALFILERES Santiago Roncagliolo. Barcelona, Alfaguara, 2016, 407 páginas, 18,90 euros.
elementos autobiográficos–dota a los muchachos de una dulzura tan extrema como la misma rabia que los mueve; de astucia y de duda; de generosidad y de egoísmo. Quizá lo que los une, por encima de cualquier otra cosa, sea el negarse a asumir, sin más, lo que el sistema pretende de ellos. Lo dice Manu al evocar la conversación en la que ejemplifica su metáfora sobre los alfileres: «Han pasado más de veinte años […], pero el problema de la gente, de toda la gente, sigue siendo el mismo. Las personas están dispuestas a que les hagan lo que sea. Les dan una cachetada y ofrecen la otra mejilla. Les roban la billetera y dan las gracias. Les rompen el culo y piden más. Todo el mundo acepta cualquier humillación con tal de no tener problemas. No se dan cuenta de que su vida es el peor de los problemas».
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Extrañados, impredecibles y brillantes :: SUSANA GÓMEZ Reeditado por Thule y el primer título de Victoria Pérez Escribá, ‘Antes cuando Venecia no existía’ vuelve a ver la luz con el mismo atrevimiento con el que hace una década nos abriera las puertas de la reflexión y el placer lector. Malabar de nonsense, inteligencia, humor soterrado y lucidez creadora, el libro se sumerge en imágenes literarias sorprendentes, en tanto que una prosa ágil y nada ampulosa nos introduce en el mundo de la escritora con la naturalidad de quien no se aferra a convencionalismos. Es así como vamos internándonos por un lenguaje propio, directo y completamente desautomatizado, capaz de convertir el mundo circundante en un escenario de imaginación desbordante. Con una asombrosa capacidad para llevarnos de la mano por su lenguaje extrañado, la autora e ilustradora nos invita a un itinerario de cuentos breves cargados de originalidad, en
Geografías de lo (extra)ordinario :: S. G.
el que un ratón y un elefante hacen de cicerones por un mundo propio e impredecible. Anfitriona de la imaginación y sus meandros, la generosidad surrealista de Pérez Escribá nos lleva y nos trae por geografías habitadas por gentes de la luna, hombres altos como rascacielos, camellos que caen de aviones, jirafas, cebras, hombres, estrellas en una caja, sombras y mentiras, en tanto que
ANTES CUANDO VENECIA NO EXISTÍA Victoria Pérez Escribá. Editorial Thule. 185 páginas. 14,96 euros. Edad recomendada: a partir de 12 años.
el lector va dejándose llevar por su hospitalidad literaria como quien se sumerge en un mundo raro en el que se siente más cómodo a cada página. Todo ello a pesar (o gracias a) una imprevisibilidad capaz de hacer nueva la mirada, y un estilo irónico y disparatado que convierte los lugares comunes de la literatura infantil y juvenil en una nueva manera de contar, leer y pensar.
Dejarse ir por el paso lento de una vaca que atraviesa el barrio; hacer inmersión en lo cotidiano, en las miradas de los niños y los limpiacristales, en la cadencia de las horas y el ritmo de los días... Y caer en la cuenta de que el tiempo está hecho de casualidades y destinos, de relojes que van marcando el paso de la mañana, el desayuno y los coches calentando motores, el aburrimiento escolar, la hora del almuerzo... Todo eso a golpe de cencerro y la rareza de una vaca sobre el paso de cebra (adorno de rayas con manchas negras sobre fondo blanco), deambulando en el patio del colegio y entre los camiones de mudanza, ante los ojos de Lupe y el vendedor de periódicos. Esta es la imagen que Juan Arjona ha elegido para extrañar (una vez más aparece hoy la palabra) y literaturizar así lo doméstico, convertir lo ordinario en extraordinario, arrojar una mirada nue-
UNA VACA Juan Arjona y Luciano Lozano. Editorial A buen paso.32 páginas.16 euros. Edad recomendada: a partir de 6 años.
va sobre las cosas de a diario... así como textos e imágenes (sutileza de manchas y detalles preciosos y precisos) se derraman por las páginas con la serenidad (“hermosa, cándida, tranquila”) de quien no tiene prisa por sorprender ni llegar a ningún lado. Eso sin saber que es su sola presencia – extraña en medio de lo ordinario, imprescindible en medio del ruido– la que alimenta los días y los libros: una rara prosa caminando con la extraña calma de las vacas.
14 LA SOMBRA
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
DEL CIPRÉS
V
ivimos en una zona en la que los usos de los pronombres personales átonos de tercera persona (lo, la, los, las, le, les) no coinciden con el uso normativo o canónico, que tiene en cuenta un sistema basado en el origen etimológico de estas formas pronominales. El sistema etimológico distingue entre género, número y función sintáctica (complemento directo y complemento indirecto): las formas pronominales de tercera persona que ejercen la función de complemento directo son ‘lo, la, los, las’; y las que funcionan como complemento indirecto son ‘le, les’. Por lo tanto, el uso canónico de estas formas pronominales átonas establece que para la función de objeto directo ha de emplearse ‘lo’ y ‘los’ para los referentes masculinos y ‘la’ y ‘las’ para los referentes femeninos. Pero en el uso no siempre se mantiene esta distinción. En áreas geográficas del centro peninsular y en zonas de la América hispanohablante, muchos hablantes emplean ‘la/las’ para el femenino (que son las formas etimológicas solo para la función de objeto directo) y ‘le/les’ para el masculino (que son las formas etimológicas solo para la función de objeto indirecto), sin tener en cuenta la función sintáctica que estas formas desempeñan en la oración. Estas desviaciones reciben el nombre de leísmo y de laísmo. En esta sección he hablado en otras ocasiones de los usos leístas y laístas, y también de que, desde el punto de vista normativo, la RAE admite el leísmo de persona cuando el referente es masculino singular «debido a su extensión entre hablantes cultos y escritores de prestigio», según puede leerse en el ‘Diccionario panhispánico de dudas’, pero no el leísmo de persona cuando el referente es masculino plural, con el argumento de que «no
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
UN TIPO DE LEÍSMO ‘CORTÉS’
Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es
está tan extendido como cuando el referente es singular, por lo que se desaconseja en el habla culta». No deja de ser curioso el argumento de la institución académica porque no hay estudios cuantitativos ni de frecuencia sobre qué es más frecuente, si ‘le’ o ‘les’ referido a personas cuando debería decirse (o escribirse) ‘lo’ o ‘los’. También resulta sorprendente la consideración que recibe el denominado ‘leísmo de cortesía’, que no es más que el uso de ‘le’ o ‘les’ cuando el referente, tanto masculino como femenino (ojo a este último dato), es un interlocutor a quien se trata de usted. Son casos del tipo ‘Le saluda
atentamente’, ‘Les recibiré lo antes posible’ o ‘Me gustaría acompañarles en el viaje’. Este tipo de leísmo está bastante generalizado en el mundo hispánico porque, como es sabido, la forma ‘ustedes’ (frente a ‘vosotros’) es la forma de tratamiento general en zonas de Andalucía, en Canarias y en Hispanoamérica para la segunda persona de plural. No se considera incorrecto y se justifica «por el deseo de evitar la ambigüedad de sentido que acarrearía el uso de los pronombres de acusativo ‘lo(s), la(s)’, ya que estos podrían referirse tanto a un interlocutor presente como a una tercera persona no partícipe en la conversación». Por ejemplo, permite distinguir los referentes de ‘Tengo que decirles que casi nunca <les> he visto cansados’ y de El leísmo ‘cortés’ ‘Tengo que decirles está bastante que casi nunca <los> generalizado en he visto cansados’: en el mundo hispánico el primer caso (donde hay un leísmo de porque ‘ustedes’ cortesía –‘les he es la forma de visto’–) hay que tratamiento general entender que el referente es ‘ustedes’, para la segunda mientras que en el personal del plural segundo habría que entender que el referente es ‘ellos’. Así que tengan cuidado porque ejemplos como ‘Me gustaría acompañarles en el viaje’ o ‘Nunca les he oído cantar’ pueden ser correctos o incorrectos: son correctos si el referente es ‘ustedes’, sean varones, mujeres o un grupo mixto formado por hombres y mujeres; e incorrectos si el referente es ‘ellos’. En este último caso habría que decir ‘Me gustaría acompañarlos en el viaje’ y ‘Nunca los he oído cantar’.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
OLETVM VALLADOLID
HYDRIA SALAMANCA
MARGEN VALLADOLID
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
La legión perdida. S. Posteguillo (Planeta)
Cinco esquinas. M. Vargas Llosa (Alfaguara)
La víspera de casi todo. Víctor del Árbol (Destino)
La legión perdida. S. Posteguillo (Planeta)
La historia de un canalla. Julia Navarro (Plaza&Janés)
Historia de un canalla. Julia Navarro (Plaza&Janés)
La legión perdida. S. Posteguillo (Planeta)
La tierra que pisamos Jesús Carrasco (Seix Barral)
Palmeras en la nieve. Luz Gabás (Booket)
La legión perdida. S. Posteguillo (Planeta)
El elefante desaparece. H. Murakami (Tusquets)
Historia de un canalla. Julia Navarro (Plaza&Janes)
Martina en tierra firme. E. Benavent (Suma)
La víspera de casi todo. Víctor Árbol (Destino)
Cinco Esquinas. M. Vargas Llosa (Alfaguara)
Las aguas de la eterna juventud. D.Leon (Seix Barral)
Oye, morena ¿tú qué miras?. M. Maxwell (Esencia)
La tierra que pisamos. Jesús Carrasco (Seix Barral)
Soy un punto. G. Macri y C. Zanotti (San Pablo)
Cinco esquinas. M. Vargas Llosa (Alfaguara)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Superpoderes de éxito para... Mago More (Alienta)
Ante todo no hagas daño. Henry Marsh (Salamandra)
Si fuese posible montar... A. Santamaría (El Desvelo)
Cómo triunfar absolutamente... Loulogio (Minotauro)
La magia del orden. Marie Kondo. (Aguilar)
Julián Marías, crítico de cine. A. Basallo (Fórcola)
La Gran Guerra... Paul Fussell (Turner Libros)
Qué vemos cuando leemos P. Mendelsund (Seix Barral)
Las gafas de la felicidad. R. Santandreu (Grijalbo)
El viaje de tu vida. Pascual Andrés (Plaza&Janés)
El general que se alió con... Á. Sánchez (Guadarramistas)
El quinto elemento Alejandro Suárez (Deusto)
Los 10 pasos hacia tu cima... J. Irondo (Zenith)
Moda y prensa femenina.... V. Molpeceres (Ediciones 19)
La isla de los ciegos al color. O. Sacks (Anagrama)
La maravillosa historia ... Instit. Cervantes (Espasa)
El sentimiento de culpa Carmen Durán (Kairós)
Viaje a la aldea del crimen. Ramón J. Sender (Asteroide)
En Cabárceno se sigue... S. Herrera (Montañas de papel)
Superpoderes del éxito... Magomore (Alienta)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
SEMURET ZAMORA
PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
La tierra que pisamos. Jesús Carrasco (Seix Barral)
Historia de un canalla. Julia Navarro (Plaza&Janés)
La legión perdida. S. Posteguillo (Planeta)
Historia de un canalla. Julia Navarro (Plaza&Janés)
La muerte de Ulises. P. Márkaris (Tusquets)
París-Austerliz. Rafael Chirbes (Anagrama)
Historia de un canalla Julia Navarro (Plaza&Janés)
El último vuelo. Edwin Winkels (Ediciones B)
Cinco Esquinas. M. Vargas Llosa (Alfguara)
La legión perdida. S. Posteguillo (Planeta)
París-Austerliz. Rafael Chirbes (Anagrama)
Los besos en el pan. Almudena Grandes (Tusquets)
Marienbad eléctrico. E. Vila-Matas (Seix Barral)
La chica del tren. Paula Hawkings (Planeta)
La víspera de casi todo. E. Del Árbol (Destino)
La tierra que pisamos. Jesús Carrasco (Seix Barral)
Vidas frágiles... Hiromi Kawakami (Acantilado)
Los libros repentinos. P. Gutiérrez (Seix Barral)
Los besos en el pan. Almudena Grandes (Tusquets)
El elefante desaparece. H. Murakami (Tusquets)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
La Gran Guerra. M. Isabel Bringas (U. P. Burgos)
Emocionario. Romero/Núñez (Paabras Aladas)
Sermón de dejar de ser. García Calvo (Lucina)
Fernando El Católico. Henry Kamen (La Esfera)
Para entender el TTIP. Carlos Taibo (Catarata)
Aquellos años del guateque. J. R. Pardo (La Esfera)
La búsqueda de la lengua... Umberto Eco (Crítica)
Superpoderes del éxito... Mago More (Alienta)
La Gran Transformación. Karl Polanyi (FCE)
Estado de crisis. Zygmunt Bauman (Paidós)
La aventura de pensar. F. Savater (Debate)
Ser feliz en Alaska. R. Santandreu (Grijalbo)
Antoio Gramsci: vid... Giusepe Fiori (Capitán Swing)
813. Truffaut. Paula Bonet (Bridge)
La medicina todo lo cura. Iborra (Martínez Roca)
Siete breves lecciones de física. C. Rovelli (Anagrama)
Lujuria. J. Eslava Galán (Destino)
Combate en la montaña. Wifredo Román (Aruz)
El tiempo entre suturas. S. Gallardo (Plaza&Janés)
España estancada. Carlos Sebastián (Galaxia)
15
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
Kina, Queenie, Clément, Tomás y Ramonet ORTIGAS A MANOS LLENAS SARA MESA
C
onocí a Rafael Chirbes unos meses antes de su muerte. Aunque era un escritor muy querido –conmigo fue extremadamente generoso–, yo había oído hablar de su fama de solitario y esquivo, reacio a los peajes de la vida social. Vivía apartado en una casa frente al mar, en las afueras de Beniarbeig, acompañado por sus dos perros. «Tomás y Ramonet», me dijo al enseñármelos en su móvil. Había tanta dulzura en su voz que el gesto me pareció conmovedor, de gran humanidad. Cuando le preguntaban si no se sentía aislado, él solía bromear: «no, mejor, así no tengo problemas con el vecino de arriba... y como cada vez me gusta menos la humanidad». En cambio, decía, los perros no se meten con nadie y son agradecidos: «al revés que los hombres, no te atacan por la espalda». La relación entre misantropía y perros se remonta en la literatura al menos hasta Diógenes, que con su célebre sentencia «Más conozco a los hombres, más amo a mi perro» recogía el sentir de muchos huraños sociales. Chirbes no fue exactamente un misántropo –más bien, intuyo, estaba cansado de la parafernalia de la vida–, pero sin duda Tomás y Ramonet fueron un bálsamo ante el pesimismo que impregna su obra. Sin ánimo de relacionar sus biografías y su literatura –poco tienen en común, salvo el amor canino–, los perros de Chirbes me recordaron a los de otros escritores con tendencia a la misantropía. Pensé, por ejemplo, en J. R. Ackerley, que inmortalizó a su perra Queenie en el delicioso li-
El escritor francés Michel Houellebecq, junto a su perro ‘Clément’, en 2012. :: EL NORTE bro ‘Mi perra Tulip’, probablemente el más original y menos cursi de los que se han escrito sobre mascotas. Misántropo convencido –éste sí, sin matices–, Ackerley destiló mala leche contra toda la humanidad y él mismo se presentaba como vanidoso y misógino. Sólo salvaba a Quee-
nie, aunque su modo de describirla poco se ajustaba a la realidad. Este hermoso pastor alsaciano tenía mucho –demasiado– carácter: fiera y maleducada, destrozaba lo que cayera a su lado. Pero según su dueño, eran los demás quienes la juzgaban injustamente: no era antisocial, sino
que tenía una gran dignidad. Si mordió a algunos fue porque «habían hecho algo», como asustarla con ruidos inesperados. Amar a su perra llevó a Ackerley a despreciar aún más a los humanos: se quejaba de la incomprensión de los viandantes y de sus mismos amigos, que le prohibie-
ron que fuera a visitarlos con esa fiera. ¿Qué hizo Ackerley? Dejar de ver a sus amigos. Otro que no se olvidaba de su perro era Houellebecq, que se presentó con Clément, su simpático corgi galés, a recoger en León el premio Leteo. Los organizadores no daban crédito al verlo llegar al audi-
torio con su querida mascota, que tiraba de su amo en dirección contraria a donde debía ir. A Clément se le puede ver en numerosas fotos junto al polémico escritor –misántropo convencido–, incluso juntos en la cama. Su muerte sumió al escritor en una depresión tan profunda que abandonó la promoción de su novela ‘El mapa y el territorio’. Solitario, escurridizo, convencido de la estupidez y el egoísmo humanos, Houellebecq afirma que «la vida es un desfondarse, un hundimiento». Sin embargo, se derretía ante la fidelidad de Clément: «el perro deposita su vida en tus manos, te hace responsable de su supervivencia. Los humanos no hacen eso». En la tumba de Clément hay un epitafio del propio Houellebecq, un dulce poema en el que lo llama «mi pequeño hombrecito», él, autor de versos demoledores sobre la condición humana. El caso más extremo es el de Fernando Vallejo, que en el colmo de la excentricidad cocinaba treinta platos diferentes para que su perra Kina no repitiera menú en un mes, le cepillaba los dientes a diario y dormía con ella. Vallejo ha donado más de medio millón de dólares de sus premios a los perros abandonados. En 2003, al recibir el Rómulo Gallegos, dijo su famosa sentencia: «La humanidad entera no vale un sólo momento de dolor de un perro»; en 2007 irrumpió en la presentación de ‘La puta de Babilonia’ con veinte perros recogidos de la calle. Al narrador de ‘La Virgen de los sicarios’, alter ego del autor, no le tiembla la conciencia cuando matan a una embarazada, pero llora cuando se ve forzado a sacrificar a un perro moribundo. Vallejo es un gran polemista, aboga por la eliminación de los pobres para acabar con la pobreza, de la humanidad entera para acabar con todos sus males. Afirma detestar al pueblo –«a mí el populacho, la chusma, la horda, la turbamulta, no me sirve ni de objeto sexual»– pero ama a los animales porque cuando está cerca de ellos «se me calma unos instantes el caos de dentro y creo sentir lo que llaman la paz del alma». Aunque estos contrastes nos repugnan, muchos reconocemos la sensación de la que habla Vallejo, esa «paz del alma» que brindan los perros con sus ojos. Yo también siento a veces, al regresar a casa y mirar a mi perra, que su lealtad y amor son incondicionales y eso, cómo no, consuela. Lo que duele es mirar a los iguales y encontrar en sus ojos los defectos que también nosotros tenemos –ese sondear en el espejo que son siempre los otros–. De ese mal trago, es cierto, nos libran nuestros perros.
16
LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 12.03.16 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
D
entro de la mitología del mal, habrá pocas organizaciones más conocidas que las SS, corporación militarizada al mando de Himmler: un hombre de aspecto tan insignificante como tétrico, que antes de dedicarse al oficio obsesivo de matar era un individuo enclenque y enfermizo, de aspecto muy poco viril y rasgos orientales: justo lo contrario del ideal ario que defendió hasta la muerte. La historia, también la historia del mal, suele albergar esa clase de sarcasmos tan pintorescos como significativos. Las malas lenguas advierten que concibió los campos de exterminio no como fábricas de muerte, según la célebre enunciación de Heidegger, sino más bien bajo el modelo de las granjas avícolas como la que abrió su mujer en Waldtrudering, y que reportaba al matrimonio más de 200 marcos mensuales allá por el año 1928. A fin de convertir las SS (la Orden Negra) en un cuerpo fuertemente cohesionado, Himmler se inspiró en los caballeros teutónicos, los templarios y la compañía de Jesús, y los ejercicios de iniciación para entrar en la orden estaban destinados a superar y abolir la «tentación de la piedad». Uno de los ejercicios consistía en criar a un gatito unos meses y posteriormente estrangularlo mirándole a los ojos. Lo cuentan Yves Ternon y Sócrates Helman en su ‘Historia de la medicina de las SS’. Aparte de Himmler, uno de los hombres que mejor encarnó la inhumanidad de la Orden Negra fue Oscar Dirlewanger y su división conformada por cazadores furtivos, asesinos, violadores y psicópatas, con los que convirtió Varsovia en una olla de sangre y fuego. El mismo Dirlewanger era un notorio pederasta varias veces acusado de abuso de menores. Pero salía siempre ileso de sus problemas con la justicia gracias al amor enfermizo que le profesaba Himmler. La primera vez que vi una foto de Dirlewanger me pareció un personaje al estilo de Millán-Astray, con su bigotillo y su aspecto de hombre fullero y vil. Mi sorpresa fue grande cuando caí en la cuenta de que, con toda seguridad, se habían conocido, por la sencilla razón de que en 1937 Dirlewanger se incorporó a la Legión Española para más tarde entrar a formar parte de la Legión Cóndor. Parodiando el refrán, habría que decir que Satán los cría y ellos se juntan en las regiones más oscuras del infierno. En Varsovia Dirlewanger y sus hombres se entregaron a una negrísima y larga orgía de muerte y devastación don-
«A menudo el victimismo es una ideología que solo sirve para justificar las más grandes atrocidades de la historia»
:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
Víctimas y verdugos (III) Las SS
de las víctimas eran a menudo niños. Solo le superó otro psicópata de las SS: Bronislav Kaminski, que exhibía dos pirámides de cabezas en su cuartel pintado de negro. Los desmanes de Dirlewanger y Kaminski llegaron tan lejos en Varsovia que hasta los nazis más convencidos les reprochaban su barbarie y el mismísimo Hitler ordenó que los ejecutaran. Kaminski murió ahorcado, pero Dirlewanger se salvó de nuevo gracias a Himmler. Respecto a su fin, unos dicen que murió por heridas de guerra, otros que huyó a Egipto, y otros que los polacos lo asaron vivo, como los romanos a San Lorenzo. Las aberraciones de las SS nos colocan una vez más ante el problema de las víctimas y los verdugos. Es sabido que durante toda la época de entreguerras Alemania se creía una víctima y que abordó la Segunda Guerra Mundial como una operación de venganza a gran escala, venganza que ya había vaticinado el gran economista John Maynard Keynes en su ensayo ‘Las consecuencias económicas de la paz’. Sin embargo no hay que olvidar que Alemania fue de una crueldad desmedida durante la Gran Guerra, pues inventó lo que el filósofo Peter Sloterdijk llama, en ‘Temblores de aire’, el atmoterrorismo o terrorismo atmosférico: la muerte por inhalación de aire envenenado, o la muerte provocada por el acto mismo de respirar. Un momento angular en la historia del terror que el filósofo alemán relaciona con el crepúsculo de la humanidad, o con el crepúsculo de la idea misma de hombre. Huelga indicar que respecto a victimismo germano hay mucho que decir, como lo demuestra el narrador James Stern en su libro ‘El daño oculto’, escrito tras un viaje por la Alemania de la inmediata posguerra junto a su amigo el poeta W. H. Auden. En ese libro Stern nos advierte que los alemanes de posguerra seguían creyéndose víctimas y culpaban a los otros de todas sus desgracias. Actitud que corrobora una verdad bien conocida: a menudo el victimismo es una ideología que solo sirve para justificar las más grandes atrocidades de la historia.