Arcadio Pardo, casi secreto

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Sábado, 21.05.16 Número CCXXXV

Arcadio Pardo, casi secreto Una de las voces líricas más relevantes de nuestro entorno es también un poeta alejado del ruido. Ni el premio Castilla y León ha perturbado su retiro francés [P2]

SOMBRA CIPRES

:: CÉSAR HERNÁNDEZ

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Destellos de luz en la edad de las sombras E

l último Premio Castilla y León de las Letras reconocía la obra de Arcadio Pardo y Luis López Álvarez, dos escritores (ensayistas, poetas y traductores) de dilatada trayectoria «dentro y fuera de España», y se fijaba especialmente en su pertenencia a una generación que mantuvo encendida la llama de la literatura en momentos «difíciles para la convivencia y la transmisión cultural». Una obra que comenzó a fraguarse en los años de la posguerra y que, en gran manera, representa a tantas y tantas iniciativas culturales, tantos y tantos grupos literarios y tertulias como se formaron entre una juventud marcada a fuego por el dolor de la guerra y encerrada en una España que miraba hacia fuera con incredulidad. Una generación deseosa de continuar con un

oficio, el de escritor, en permanente estado de sospecha frente a la censura. Lo que Rosales, Vivanco, Panero, Ridruejo o García Nieto hicieron en Madrid con la revista ‘Garcilaso’, aquella Juventud Creadora del Café Gijón que engañaba las heridas de la guerra soñando con el amor, exhibiendo deliberadamente una espiritualidad de otro tiempo, tuvo su réplica enseguida en toda España. De manera tal vez especial en la vieja Castilla. ‘Espadaña’, en León; ‘Halcón’, en Valladolid; ‘Rocamador’, en Palencia; más tarde ‘El Cobaya’, en Ávila... aglutinaban a su alrededor a poetas, narradores, ensayistas que se reconocían entre sí en la resistencia. Un exilio interior que contrastaba con el gran exilio que el conflicto fratricida español había repartido por el mundo, y que mantenía con

CARLOS AGANZO

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él hilos permanentemente cortados por los vigilantes del nuevo régimen. Éste es el marco en el que surgieron los primeros escritos, los primeros poemas de Arcadio Pardo, un niño de la guerra nacido en Beasain, Guipúzcoa, que con siete años vivió el golpe militar en Valladolid y que recibió sus primeras letras de una maestra voluntaria, doña Carmen, hasta caer en las manos, ya en el instituto Zorrilla, del académico Narciso Alonso Cortés. Tenía diecisiete cuando fundó, en 1945, al lado de Luis López An-

glada y de Manuel Alonso Alcalde, la revista ‘Halcón’. Los tres pertenecían a la tertulia del Café Cantábrico, y junto a ellos participaron en la aventura algunos otros, como el profesor de Literatura Fernando González, apartado de su cátedra por ser republicano, o como el propio Miguel Delibes, que figuraría nominalmente como el periodista que exigía entonces para toda publicación la Delegación de Educación Popular. O como el dibujante Antonio Merino, autor de los halcones de la revista. «Entonces las actividades literarias estaban solapadamente politizadas –recuerda Pardo en una entrevista realizada con motivo de la publicación de su libro ‘Lo fando, lo nefando, lo senecto’–, pero nuestra revista pretendió el equilibrio y acogió a poetas de toda clase de ideologías».

Aquel joven autor terminaría doctorándose en Lengua y Literatura en la Universidad de Valladolid, y marchándose de España en busca de otros aires para recalar primero en el Liceo Español de París y, más tarde, ejerciendo como lector de español en diferentes universidades francesas, entre ellas la Sorbona. El garcilasismo adolescente de sus primeros versos fue progresivamente mutando por una poesía absolutamente personal, de profundidad de campo y sintaxis rota, con momentos de creación y de silencio que se han sucedido hasta la actualidad. Siempre lejos y siempre cerca de España, como lo demuestra su publicación en Endymión, la Fundación Jorge Guillén, Tansonville, Calima, Adonais o, el último, ‘De la naturaleza del olvido’, en Isla de Siltolá, de Sevilla. A Arcadio Pardo, eso sí, no puede encuadrársele, ni por edad ni por estética ni por vinculación personal ni en la generación del 36 ni en la del 50. Pero sí en ese núcleo duro, intenso, de los escritores de provincias que se forjaron en la España de la posguerra. Cada uno después con su propia circunstancia personal. Cada uno con su vuelo. Todos en un mismo empeño: buscar la luz de la poesía en medio de un mundo de sombras.

Versos cincelados con paciencia de escultor Arcadio Pardo ha construido desde el alejamiento una obra sólida e irresistible ahora reconocida con el Castilla y León de las Letras

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ay una poesía de digestión lenta, cuya intensidad se revela tras un proceso de meditación, por su abstracción o su conceptualismo. Y hay otra poesía –entre otras muchas, claro, y otras muchas opciones, grados y relevancias– cuya intensidad se revela en la primera lectura, aunque requiera igualmente de ese posterior proceso meditativo en el que se desvelen todas sus potencialidades, porque se irá abriendo como una crisálida cuya eclosión se siguiera a cámara lenta.

Pensaba así mientras releía uno de los –para mí– fundamentales hitos en la trayectoria de Arcadio Pardo: sus ‘35 poemas seguidos’ que publicó la Fundación Jorge Guillén. La de Pardo pertenece a la segunda opción, porque ni una primera lectura apresurada nos permite escapar del fulgor que transmite, que no es fuego fatuo sino estremecimiento. Luego vendrá el adentrarse en sus profundidades que dejan siempre abiertas las enriquecedoras relecturas. El libro citado ‘Empieza con el desierto de los Tártaros’ y este título del pri-

ANGÉLICA TANARRO

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mer poema de los 35 que lo componen, informativo, coloquial, ya nos deja un pequeño calambre en el estómago por su alusión a Buzzati y el recuerdo de aquella hipnótica y estéril espera de su novela cumbre: «Esto es como el desierto de los Tártaros./ Los esperamos y no vienen nunca./ Si el horizonte tiembla/ por las sombras que inducen los ocasos,// es que ya están ahí.» comienza el poema que ya nos tiene agarrados hasta el final, «Tampoco ellos esta vez», dice otro de sus versos. Tampoco esta vez llegarán las respuestas –«el cielo emerge,

emerge nuestra duda»– que quedarán a la espera de una próxima glaciación. ‘Sigue con la glaciación’ es el título del segundo poema, el que contiene esas pequeñas heladas que nos dejan cristal en las carnes, que se quedan en las huellas del rostro, con las que todos en mayor o menos medida aprendemos a sobrevivir. El libro, así, nos lleva de la mano y nos toca en el hombro porque ‘Sigue con las especies’, ‘Sigue con otros espacios’, ‘Sigue con tocar en los hombros’, nos recorre, nos identifica, no nos suelta, aun-

que la propuesta no sea amable, tampoco desgarradora, simplemente muestra lo que es: la vida, los misterios que encierra, la nada y su reverso, el resultado de asumir las derrotas y las pequeñas victorias, convertido todo ese magma en palabras justas, rítmicas, cinceladas con paciencia de escultor, para que la materia de que están hechas desvele su verdad. Cuando el libro sale a la luz Arcadio Pardo tiene ya 67 años. Su poesía hace ya mucho que ha cristalizado en una obra sólida, original, de unapotencia irresistible, que ha


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Arcadio Pardo, en el Liceo Español de París, en la década de los sesenta. :: ARCHIVO DEL POETA

respondido a las promesas iniciales desde aquel lejano ‘Un tiempo se clausura’ (1946), extraño título para un adolescente, o no, si se tiene en cuenta la angustia de una edad llena de incertidumbres. Arcadio Pardo ha elegido la poesía para tratar de atenuarlas y más tarde elegirá la soledad y el silencio para construir la suya. Vista desde aquí, la elección fue acertada. Ha pagado el precio de ser un poeta casi secreto, de esos cuyos libros hay que rastrear aquí y allá, que se convierten a veces, tras las noticias del boca a ore-

ja, en huecos inevitables en las bibliotecas particulares, en deseos no cumplidos, por la escasez de las tiradas poéticas. Pero esto es el exterior, algo que no parece afectar al interior del poeta y sus versos a los que ese silencio ha hecho bien, pues han crecido libres de presiones, de intoxicaciones, de interferencias, de estéril ruido, en definitiva. Arcadio Pardo hace su viaje poético sin plantearse metas. Sabe que la poesía es «emanante» y si llega no hay que hacer preguntas, y si no llega no caben las componen-

Sabe que la poesía es «emanante» y si llega no hay que hacer preguntas El suyo es un viaje indagatorio por los estratos del tiempo, del tiempo general y el tiempo privado

das. Y sabe también que la edad no es un lastre, pues cree como Rilke que «la poesía se hace con experiencia, no con sentimientos».

Vertical Y es el suyo un viaje vertical y circular a la vez por los estratos del tiempo, siguiendo la pista de nosotros mismos: «Al otro lado cunden las montañas/ de Judea. Me place/ sajar en su perfil esto fluyente/ del transcurrir. Me ahondo/desde las blancas cumbres de unos días (...) Me superpongo a los paisajes/ de Jordania, de Israel, los de los ce-

rros / ocres. Y los que yacen/ en los ojos fugaces». En ese aprendizaje de la aceptación no hay líneas quebradizas: «Intrincamiento de alucinaciones/. Ciudades superpuestas (Troya VI, Troya VII,/ etcétera). En Éfeso también,// lo mismo./ Una encima de la otra las calzadas,/ las paredes, los fósiles moluscos./ y así hubo que asumirlo.» Así se comprueba en sus siguientes poemarios, como en estos versos pertenecientes a ‘De la lenta eclosión del crisantemo’ (2010): «Me he integrado a la edad de los desprendimientos. Hoy/ he exhumado

unas cuantas cosas zozobradas en un armario: madejas de lana que no alcanzaron su cumplimiento,/ unas tazas que el alfarero me grabó cuando el sol no se ponía...» Estratos del tiempo, fósiles de intimidad que se hacen materia de olvido o leve rastro de la memoria en su último poemario ‘De la naturaleza del olvido’ (2016): «Quedan a veces nombres todavía adheridos/ a residuos/ conmovedores restos que quizás dicen algo/ inaudible». La poesía de Arcadio Pardo vibra en alta frecuencia. Con su energía. Con su verdad.


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Mueran estos poemas y regresen

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alladolid, últimos meses de 1990. En la desaparecida librería Clamor de la calle Ruiz Hernández, también en la vecina Sandoval de la plaza Santa Cruz, alguien ha dejado unos ejemplares de un libro diminuto y blanco, quebrado en el rojo de unos dibujos rupestres de la portada. ‘Plantos de lo abolido y lo naciente’ es su título, Arcadio Pardo el autor, del que nada saben los libreros. Tampoco figura editorial que lo respalde, solo la imprenta Sever-Cuesta y el nombre del poeta que anota en la solapa su dirección postal en Chaville, Francia. Tanta desnudez me tienta, los dedos se deciden en el espacio relajado de la librería, y los ojos se topan con aquel comienzo inolvidable, 1.1 en la ordenada disposición numérica que parece contagiada del ‘Tractatus’ de Wittgenstein: «Para que el movimiento sea mo-/ vimiento, lo primero;/ sea vertical la verticalidad/ y el horizonte superficie» y continúa en petición misteriosa para que «cuando me regrese, superponga/ exactamente el mundo al mundo/ el otoño al otoño;/ me sepa coincidido en mi cono-/ conocimiento del

desorden hecho/ orden, cadencia, ritmo». Para cuando me regrese. En ese verso atrevido, roto y balbuceante, el tiempo se abre en dos hojas simultáneas de lo abolido y lo naciente, y la creación se encadena con su final y su repetición. «Por eso, creo, escribo». El libro, claro está, se marchó conmigo, y la lectura siguió en versos que arrancaban de lo más remoto, «Y empezamos la historia de los huesos», y se demoraba en las huellas de nuestros antepasados cavernarios, que el poema convertía en propias, vívidas y vividas: «En Luxor,// me he hecho sustancia de Lu-xor./ He sido orilla por la ori-o lla, sol/ en la carne solar». No había narración ni noticia,, n sino habitar común en un aliento que disolvía al indivi-duo, «Y vos, y nos, y yo,/ loss que venimos de lo incalcula-ble», y abrazaba lo existente:: «Nosotros no tenemos naci-miento./ Somos el mar, ell viento,/ lo elemental sin fuen-te ni principio,/ lo elementall aún». Qué fuerza le agitaba,, cómo se agrandaba página a página. Arcadio Pardo. Diez libross antes de ese, de 1946 a 1982,,

inencontrables en la era predigital. Solo en la librería Relieve, en su oscuro y entrañable aposento de la calle Cáno-

vas del Castillo, sabían del poeta, y el discreto Pepe Relieve me alargó un ejemplar de ‘Un tiempo se clausura’, su

Tras los ‘Plantos’ otras obras fueron llegando poco a poco, con los recovecos de la distribución poética

La memoria salvadora en ‘De la naturaleza del olvido’

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unque la obra poética de Arcadio Pardo es considerable, pues anda en la veintena de títulos, desde aquel inaugural ‘Un tiempo se clausura’ (1946), hasta el más reciente, ‘De la naturaleza del olvido’ (2016), bien puede decirse que ha sido en las dos últimas décadas cuando su poesía ha conseguido una granazón y una intensidad encomiables. Ello parece coincidir con su jubilación como profesor en Francia, circunstancia esta, la de estar fuera, alejado de las instancias nacionales, que no ha ayudado como debiera a fijar la atención en una empresa poética de lo más original,

coherente y serio. Sin duda, la sabiduría de la edad, con todo su bagaje de experiencias, lecturas, andanzas, reflexiones y recuerdos, origina, conforma y recubre sus versos como un legado o testimonio vital. Así, los últimos libros se han ido sucediendo en este siglo muy en continuidad de estilo y consonancia de sentido. Hay un tono, un aliento sostenido en su última poesía, de modo que cada uno de sus libros parece la continuación del anterior, una indagación sucesiva, indesmayable por penetrar y decir el misterio del mundo, la aventura de la vida, lo que para el poeta no puede hacerse sin

primera obra publicada con 18 años. Pulcra, prometedora, lejana de la avalancha de los ‘Plantos’. Precisamente en la librería Relieve había dejado, lo supe después, una hermosa despedida en su libro de 1961 ‘Soberanía carnal’ a Domingo, el librero desaparecido: «Me has vendido un Machado un junio hermoso./ Me has vendido un Guillén de brillo y verso». Tras los ‘Plantos’ otras obras fueron llegando poco a poco, con los recovecos impredecibles de la distribución poética. Isabel Paraíso recopiló en 1991 para la Diputación Provincial tres libros, dos de ellos inéditos, en ‘Poesía diversa’, un tomo con el peso de las ediciones públicas, tapas duras,

C CÉSAR A AUGUSTO A AYUSO

el concurso de la palabra, que como una dócil herramienta le permite descubrir las vetas de realidad a que acceden sus ojos humanos y que descubre su alma o corazón de poeta. De hecho, en su penúltimo libro, ‘Lo fando, lo nefando, lo senecto’ (2013) ya anticipaba esa necesidad o deseo de horadar, decir o cantar ‘la naturaleza del olvido’, a la sombra de la intuición de Lucrecio. No en vano, la poesía de Arcadio Pardo revela una fuerza telúrica, una vibración cósmica que se alimenta de la conjunción y armonía de todos los componentes reales, tal como es capaz de descifrar con su intelección el hombre y de sope-

sar en su plurivalencia sintiente, fruitiva, de modo que es el poeta quien otorga con sus palabras el sentido de tan ardua revelación. Indagar en el olvido, en su naturaleza, es una misión que al poeta no le puede traer sino la recompensa de haber contribuido a desvelar el misterio de su paso por la vida, por el cosmos, de su existir encarnado entre lugares, objetos, belleza o momentos que le solicitan vivirlos intensamente, para aclararlos, darles un orden y un sentido. Ello solo puede hacerlo desde la maravilla del descubrimiento y

La memoria es la gran prerrogativa humana, la que le hace revivir y dar sentido a cuanto se le ofrece

JORGE PRAGA

papel brillante, un libro para resistir en sótanos olvidados. Isabel Paraíso avanzaba en el prólogo algunas ideas que luego se han sostenido y desarrollado en la poesía de Arcadio Pardo, en especial su substrato panteísta complementado con la idea de metempsícosis o reencarnación. Nuevos libros fueron dando razón: la belleza encadenada de ’35 poemas seguidos’, prolongada en ‘Efímera efeméride’ y ‘Silva de varia realidad’, con la insistencia del poeta en su búsqueda infatigable y misteriosa. No solo viaja con la palabra a los parajes de Petra, a los rituales funerarios de los numbiwara o a las costas de Estambul. También se embarca en indagaciones en los archivos de Ruán, de Lisboa, de Brujas. Búsquedas que afinca en el «enantes» y en el «allende», dos territorios de dimensión temporal propia que funda con su verso. Allí aloja a una rama de los Pardo establecida en Brujas en el siglo XVI, Diego Pardo y sus familiares Catalina, Bárbara, Josina. «Todos ellos se enredan,/ se me están enredando/ en lo aún mi presente./ Dos veces morirán.» Especial atención de-

la serenidad de la memoria. El poeta descubre día a día, y vive y valora cuanto descubre y experimenta. Las palabras, el verso, hacen tangible lo abstracto, ponen rostro y figura a cuanto se reveló en la oscuridad. El poeta penetra en la abstracción de todo, en el conglomerado de sombras que parece dar cobijo a lo real, para sacarlo a la luz y patentizar lo que es. Tiene su vida y su palabra, que llegan a ser lo mismo en la revelación de la poesía. Aunque parezca paradójico, no hay olvido sin memoria. Ella es la que le salva al hombre de aquel, la que dota a su vida y a su paso por el tiempo de un sentido fructífero y gozoso, al ponerle en claro lo que es: armonía en la armonía, unidad en la diversidad, fulgor en la conciencia de todo, momento álgido del eterno retorno… La memoria es la gran prerrogativa humana, la que le hace revivir, entender y dar sentido a cuanto se le ofrece en su efímero alentar. Es el


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Arcadio Pardo, en una fotografía reciente. :: ARCHIVO DEL POETA

dica a la misteriosa Josina, Josina Pardo de Vlamincpoote, a la que llega a fundir con una muchacha retratada por Vermeer, posiblemente la famosa y multiplicada «joven de la perla». Arcadio se siente concernido por otras existencias a las que emigra, transmigra: «Y hemos estado donde no estuvimos/ (…) alguien tuvo mi rostro,/ anduvo como yo ando,/ cumplió mis lentos ademanes». Un temblor resonante. El mundo resucitado de los ‘Plantos’ fue centrando la atención en lo que emanaba de la experiencia del poeta. Ese fue el giro de sus siguientes libros. En ‘Travesía de los confines’, una fina edición preparada por Eduardo Fraile Valles, busca poemas que «puedan/ dar ansias de saber cómo fuimos y cómo/ y dónde y qué serpientes nos anidaban y/ qué mansos días nos acogieron y tan/ como amé lo radiante del sol y de los ojos,/ y me asenté en las patrias plurales y las quise». Y esos poemas resucitarán en cada lectura, completando el ciclo de lo abolido y lo naciente: «Mueran estos poemas y regresen/ vivos, calientes, como ahora». Como ahora.

resquicio por el que le está permitido acceder a esa eternidad de saberse vivo, consciente, testigo de la maravilla; aunque sea en un tiempo tasado. Así, el poeta va acumulando recuerdos, sensaciones, `voces´, `rumores´ de lo vivido, desde sus primeros vislumbres infantiles hasta sus más remotos y asombrados viajes. Por el hilo se saca el ovillo y, al mínimo resplandor de un recuerdo, va apareciendo un dibujo completo, cuyo origen es también su fin y cuya realidad es también su verdad. Tal como afirma en este último libro, para Pardo la poesía no es otra cosa que `recrear la creación´, indagar en las palabras su meollo y su carnalidad, y sopesar su vibración en la memoria. En la vida. Por todo ello, su poesía, aun en la honda zozobra de su indagación, acababa siempre convirtiéndose en celebración, en gozosa reviviscencia y ofrecimiento. La poesía le parece un tesoro y le recompensa del olvido.


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Anhelo de pervivencia

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on el Premio Castilla y León de las Letras 2015, Arcadio Pardo recibe el reconocimiento oficial que algunos lectores celebramos con alegría. Su residencia habitual en Francia desde 1951 y su carácter reservado han evitado mayor relieve público, si bien destacados profesores y poetas del ámbito universitario español y francés, siempre valoraron la calidad y singularidad de su escritura. Más allá del halago inmediato que propaguen artículos, premios o el análisis íntegro de su producción, la poesía de Arcadio Pardo no oculta el anhelo juanramoniano de la pervivencia de la escritura en el tiempo, la esperanza de que sus ver-

sos atraigan en el futuro. Su precocidad poética (guiada por D. Narciso Alonso Cortés en el Instituto Zorrilla), tuvo continuidad en su activo papel como cofundador de la revista ‘Halcón’ (1946-1950). En los años cincuenta Arcadio Pardo inicia una larga aventura docente en Francia, en compañía de su esposa Madeleine, destacada hispanista de la Universidad Paris-Nanterre. Y desde entonces, Arcadio Pardo se afinca en el vecino país, residencia geográfica e intelectual que le aportará la estabilidad familiar y la amplitud de un mundo cosmopolita entre profesores y alumnos universitarios. Esta forja de su personalidad en ambas culturas se trasladará a su escritura, en la

Mª EUGENIA MATÍA AMOR

Profesora y autora de la tesis doctoral: ‘La poesía de Arcadio Pardo’

que resuenan la claridad de la dicción castellana acrisolada en una profundidad sentimental propia del conflicto de identidad generado al vivir en dos lenguas y en dos países. Con el tiempo, el poeta asumirá cierto relativismo de nómada, tan inquisitivo como sugerente en sus acuñaciones léxicas y en su valor simbólico. A esa geografía de la memo-

ria, Arcadio Pardo aporta el testimonio de su vasta cultura de profesor y la riqueza de un potente imaginario, logrando una fusión de conocimiento e intuición que apela tanto a la curiosidad intelectual como a su admirable visión del mundo. Desde su primera obra cumbre (‘Soberanía carnal’, 1961) su poesía destaca por una tensa y vibrante voz nacida desde el ardimiento «especie de desasosiego, tensión extrema del espíritu, fruto de la cual es un lenguaje encendido, único en la poesía actual», en palabras de Isabel Paraíso. Ese fervor de origen (articulado en el ritmo, en la recurrencia y en el eco intratextual de sus obsesiones) es tendencia intrínseca a narrar vibrantemente,

con una musicalidad y una radicalidad expresiva en ocasiones insólita. Su extensa trayectoria (20 libros y 70 años de escritura) aspira a la objetivación de una intrarrealidad que el poeta apenas entiende: la perplejidad del acto poético es lanzadera hacia una realidad potenciada en el lenguaje. Uno de los valores perdurables de su obra es la percepción del espacio-tiempo. Especialmente cuando se aprecian las sensaciones de asombrosa intemporalidad en sus versos. Son esos instantes de mágica resurrección sólo posibles en el poema: «Un estremecimiento prodigioso: estar donde otro estuvo y serse él» (‘De la lenta eclosión del crisantemo’, 2013). En ese ámbito creador, Arcadio Pardo impulsa la prevalencia del Tiempo único del poema que supera nuestro tiempo personal. Es entonces cuando su poesía adquiere bri-

llo y hondura espacial, cuando el poeta es el artífice de la revitalización del pasado o de la especulación del futuro, con instantáneos movimientos en el espacio-tiempo y con magníficas imágenes. A partir de 1980 la obra arcadiana adquiere una dimensión panteísta con la irrupción de las visiones, la multirreferencialidad o el anhelo metapoético de la esencialidad lingüística. Estos y otros rasgos se alternarán en su producción, con la fe inquebrantable del poeta en su escritura singular y atípica, probable ejercicio asertivo en su lengua nativa, que en su intensificación alcanza una altura elogiada por poetas y profesores de ambos países. Fundiendo dicción e imaginario, Arcadio Pardo ha conseguido que su retórica consiga capturar la penetrante visión de su poética, y ahora, tras el reconocimiento llega la invitación a su relectura.

Eternidad del día a día

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Con el poeta Carlos Edmundo de Ory. :: EL NORTE

Arcadio Pardo, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UVA. :: EL NORTE

os libros de Arcadio Pardo siempre me cogen por sorpresa. Llegan de pronto, de lugares diversos. No conozco a Arcadio, nos puso en comunicación un amigo común, Carlos Pinto Grote, importante poeta canario. De Arcadio Pardo he ido sabiendo que nació en Valladolid, pero que vive en Francia. Sus libros de poemas me fueron llegando imprevistos, pero han ido creando con el poeta conocido un aura que envuelve al hombre desconocido. Creo recordar que del primero en llegar fue ‘travesía de los confines’, con minúscula (a Arcadio le gusta contravenir las reglas de gramática), cuya presentación era materialmente perfecta. Un dibujo de Matisse en la portada blanca, una mujer azul con ánfora, de paso que nos hacía viajar a la National Gallery of Art, de Washington nos evocaba un mundo primitivo, que encontraría de nuevo en otros libros de Arcadio, como ‘El mundo acaba en Tineghir’, un mundo sugerente acorde con el nombre del poeta y mágico que se desarrolla en una naturaleza primitiva, mítica. Aquella edición de Tansonville, Valladolid, a cargo de Eduardo Fraile Valles es una maravilla. En el interior del libro se desarrolla un orden nada casual. Cada poema está compuesto por diecisiete versos. Ese orden lo asocio inevitablemente con otro poeta próximo, Máximo Hernández, nacido en Larache, que en construye su libro ‘La eficiencia del cielo’, como un balan-

ÁNGEL FERNÁNDEZ BENEITEZ

Poeta y escritor

ce de hechos ordenados en torno al número siete. En ambos casos se produce una sensación de revisión de la existencia del hombre marcando el camino con mugas sucesivas, señales del paso. Con Máximo comparto la proximidad y la lejanía de Arcadio desde hace tiempo. Mucho antes de que, por fin, leyera en Valladolid una estudiosa su tesis sobre el poeta Arcadio. Poco a poco fueron llegando otros libros. Anteriormente desembarcó ‘Efímera efeméride’. «Todo acto es efímera efeméride». Este gusto por las sentencias que parecen caídas de las piedras van a servirme para construirme un Arcadio, a quien no conozco, a través de sus palabras, sus tics lingüísticos extraños ahondados en las raíces del idioma, pero sé de las huellas que va dejando en su marcha pausada por la vida con los ‘Efectos de la contigüidad de las cosas’. No hace falta imaginar que estamos ante un filósofo poeta. ‘Lo Fando. Lo Nefando.Lo senecto’ me dejó perplejo una vez más. No se trata solo de la antinomia Bien y Mal, porque la vida es una aglutinación de hechos de ambos tipos, lo que

surge y vive, lo que arrastra y condena, y la experiencia, lo senecto, lo que ya sabe no enjuiciar sino aceptar lo fando y lo nefando. A Arcadio le gustan estos juegos que brindan las palabras. No lo puedo evitar y recuerdo a Juan Edmundo de Ory, quizá por esa pasión avanguardada, que nunca está de más y es paradójica por el regusto arcádico. Los poetas tienen la propensión de repetir sus tonos y sus voces. ‘De la naturaleza del olvido’ me ha cogido en un traspiés en el camino, pero con la vara de un Moisés, que en realidad es solo la de Arcadio, su palabra, he podido reconducirme. Quizá sanarme porque lo nefando me estaba haciendo mella. Ya os tengo advertidos, yo no sé escribir sobre poetas. Ni siquiera me gusta. Los utilizo para seguir adelante, salir a flote. No voy a escribir un nuevo viaje del Parnaso. Bueno, no lo sé. Voy a procurar seguir rodando. Con la naturaleza del olvido por consejo. Olvidarme de mí y seguir celebrando diarias efemérides o contemplado, como me han enseñado Arcadio y Manuel Enrique Ferrero, a tirar con lo mío observando lo que dejaron otros ya sea en una roca perdida en el desierto, en una imagen de una ánfora griega, o en los versos con que ambos me hacen compañía, en esta eternidad del día a día que lleno con pájaros, flores diminutas y seres con entraña, aunque tampoco olvide los que dejó el silencio entre cunetas, que Luis Ramos presento hace poco en Valladolid.


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LIBROS DE PELÍCULA

LUIS MARIGÓMEZ

Mal ‘La naranja mecánica’

Novela de Anthony Burgess (1962) Filme de Stanley Kubrick (1971)

Malcom McDowell, en un fotograma de ‘La naranja mecánica’.

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nthony Burgess menospreciaba su novela breve ‘La naranja mecánica’, quizá porque eclipsa el resto de su obra, concienzuda y voluminosa. La leyenda dice que la escribió en tres semanas y que utilizó la violación de su mujer en la II Guerra Mundial por desertores como almendra del argumento. Puede que le diera rabia que se convirtiera en un auténtico ‘best-seller’ solo a partir de la aparición de la película de Kubrick. El libro está concebido con un cuidado musical, en tres partes, ¿cómo un silogismo? De siete capítulos cada una. Las tres empiezan con la misma frase: «Y ahora qué pasa,

eh?» escrita por su personaje narrador, Alex, un quinceañero lleno de violencia y deseo sexual con sensibilidad para la música clásica. La edición americana del libro omite desde el primer momento el último capítulo, en el que parece que todo vuelve a un cierto orden. Esta versión es la que leyó Kubrick y la que se ha convertido en canónica. Sin duda, el relato es mucho más explosivo así, sin moralejas, sin soluciones. El escritor se quejaba de la representación de la violencia en la película, pero el cineasta no inventó ninguna escena nueva. Cuentan que en el rodaje a veces seguían la novela directamente, en

vez del guion. De otro lado, la estrella, Malcom McDowell tenía ¡27! años mientras hacía de Alex. Las niñas que encuentra en la tienda de discos y que se lleva a casa a retozar en el libro tienen solo diez años. Parece que Burgess también quería provocar un cierto escándalo. Es evidente que sin la película, el libro nunca habría sido tan relevante. La puesta en escena de Kubrick es de una brillantez y una eficacia demoledoras. Sus juegos de ritmo, que ya había usado en su película anterior, ‘2001, una odisea en el espacio’ (1968) convierten en ballet no el movimiento de los planetas, sino las palizas que reparten los

adolescentes en sus correrías. Parece imposible ver la película sin sentirse agredido y seducido por sus imágenes. No está pensada para disfrutar, sino para poner en cuestión algunos de los axiomas que constituyen la sociedad occi-

«Es evidente que sin la película, el libro nunca habría sido tan relevante»

dental, y puede que la condición humana. La música de Beethoven pasa por el tamiz de un sintetizador que la simplifica y moderniza situando los hechos en un futuro distópico que no es más que una variante estilizada del tiempo en que se escribe la novela y se produce el filme, los alegres sesenta, rompedores de costumbres atávicas gracias al invento de la píldora y la explosión de la música pop, entre otros factores. El libro y, sobre todo, la película son artefactos de precisión (clockwork) elaborados con el propósito de molestar y confundir a quien se sumerja en ellos. Alex solo es sujeto cuando actúa, y reparte palizas que

llegan a causar la muerte de sus rivales. La solución que le aplican es convertirlo en objeto, incapaz de tomar decisiones. Todo lo que le rodea es espantoso, en el mundo exterior y en la cárcel. Esa es quizá una de las razones por las que no hay modo de sentirse bien ni ante la novela ni frente al filme. En realidad, él es lo único atractivo, si puede decirse así. Juega con la ventaja del que tiene la palabra. La jerga que utiliza el protagonista/narrador es incómoda al principio, como cualquiera que no se conoce, luego es otro de los elementos que dan forma al relato, con la vestimenta de los adolescentes, la música, la escenografía, los juegos de luces. El propósito es sumergir al lector/espectador en un mundo extraño que sea a la vez familiar. Con la distancia de los más de cincuenta años desde que se escribió el texto, y los más de cuarenta desde el estreno de la película, la ausencia de teléfonos móviles, de ordenadores… la aparición de una máquina de escribir, aunque sea roja y eléctrica, suponen un retrato distorsionado de la época, la elaboración de un espacio y un tiempo que pertenecen solo al texto, más allá de los parecidos con la realidad. Lo relevante es determinar si las circunstancias que rodean al personaje (solo hay uno, los demás son estereotipos), tan particulares, ayudan o entorpecen la lectura del texto. En los dos casos el resultado es afirmativo, sobre todo en el film. El espectador no puede dejar de sentirse fascinado y repelido al tiempo. La escena canónica en este sentido es el canto de ‘Singin’ in the Rain’ mientras asaltan una casa y violan a una mujer. ¿Es una banalización de la violencia, como se ha denunciado tantas veces? ¿O es una muestra extrema de los sentimientos opuestos que provoca? El ‘método Ludovico’ que le aplican al héroe para contrarrestar sus tendencias le deja no solo inerme ante las agresiones que necesariamente va a recibir, (¿quién no es agredido de una u otra forma a lo largo de su vida?), sino sin capacidad de decidir, aquel asunto medieval del libre albedrío. El estado moderno, con la ayuda de la técnica, trata de solucionar los problemas de orden público restringiendo las libertades de los ciudadanos que, por otra parte, se consiguieron antes de ayer. Lo vemos en la prensa todos los días. La novela y el filme se han convertido en clásicos, dan cuenta de una cuestión no resuelta: el mal del que el hombre es capaz y los métodos que la maquinaria estatal utiliza para controlar a la gente y desactivar sus peligros. Así, no hay modo de relajarse y disfrutar.


8 LA SOMBRA

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DEL CIPRÉS

Cirlot: un entramado de símbolos J

uan Eduardo Cirlot (Barcelona, 19161973), pone en el arranque de la segunda edición a su ‘Diccionario de símbolos’ (1969), dos citas que pueden ser profundas coordenadas de su concepción de la realidad. Una es de Salustio y dice: «El mundo es un objeto simbólico». La otra es de Hebbel: «El deber más importante de mi vida es, para mí, el de simbolizar mi interioridad». El símbolo es, pues, una clave primordial de su obra y no sólo porque él fuera el reconocido autor de dicho ‘Diccionario de símbolos’, sino porque en el resto de su obra hay un entramado simbólico muy notable. Para comprenderlo, hay que reconocer, a su vez, la obra de Cirlot, en varios campos –poesía, crítica del arte, ensayo, composición musical– que nos remiten a criterios de otros autores sobre dicho concepto. Por ejemplo, al de María Zambrano, que nos habló de los símbolos como develadores del misterio. (El misterio, entendámoslo una vez más, no como lo que remite a lo fantasioso y a lo evanescente sino a cuanto el ser humano desconoce, que todavía sigue siendo mucho.) Por otro lado, la aproximación a los libros de Cirlot –no estoy refiriéndome a influencias expresas, sino a sintonías– me lleva a reparar en obras como las de Carl G. Jung o Mircea Eliade. Respecto a la del primero, ese destacado afán suyo de «simbolizar mi interioridad», nos evoca el «proceso de individuación» jungiano, que no es otro que el que nos lleva a cada uno de nosotros, de manera consciente, a ser en la vida lo que debemos y/o tenemos que ser para llegar a alcanzar la lucidez, la plenitud de ser. Con Jung las sintonías son por supuesto más generales en la medida en que ambos buscan cauces para la creatividad y para su concepción de la realidad por la vía del subconsciente. En este sentido, la obra poética de Cirlot es un paradigma entre nosotros y en unos tiempos en que nuestra poesía se debatía entre un rancio neoclasicismo y el fácil testimoniar. Que Cirlot y Eliade giran en órbitas estéticas

ANTONIO COLINAS

parecidas nos lo prueban no sólo ese aprecio por el símbolo de ambos sino además una novela como la que Cirlot acaba de publicar, su única novela retenida en su día por la censura y ahora editada por Siruela. El tema central de la misma, el mal, nos lleva tanto a la dualidad jungiana (aquí la ‘Respuesta a Job’ de este) como a las varias novelas de Eliade, el cuál utiliza este género literario para expandir su pensamiento y desarrollar sus ideas. Algo parecido sucede con ‘Nebiros’, la novela de Cirlot, oculta durante medio siglo, en la que los temas aparentes –los paseos nocturnos del personaje central por los barrios prostibularios de una ciudad de la que no se da el nombre, pero que intuímos– se ven en el fondo invadidos por dos ideas que no se pueden igno-

Hoy las páginas censuradas nos hacen sonreír por su endeblez Con Jung las sintonías son más generales en la medida en que ambos buscan cauces para la creatividad

rar: la del mal y la de la atmósfera nihilista en la que éste se revela. Esta novela, de una gran precisión y densidad expresivas necesitaba de un complemento informativo del que se ha encargado Victoria Cirlot, la hija del poeta, en un texto, en un epílogo titulado ‘El manuscrito perdido’. Su nota previa a la edición y el apéndice con los párrafos censurados en el manuscrito del Archivo General de la Administración, complementan, a su vez, el texto explicativo. Hoy las páginas censuradas nos hacen sonreír por su endeblez, pero forman parte de la política ‘cultural’ de aquella época. Lo importante ahora es el rescate de este texto que –como la poesía del autor– quiebra los criterios imperantes en la narrativa de 1950, cuando fue escrita. Tiempos difíciles, pero esta novela, ya desde su novedad de tono va unida a otras claves intelectuales muy ricas. Por ejemplo, a que el libro debía ser publicado por el gran editor José Janés –también algún día habría que estudiar lo que esta labor editorial de Janés supuso en aquellos días–, o a la proximidad a nombres del arte, como Gaya Nuño, a quien la novela está dedicada; o a Antoni Tàpies, para quien Cirlot escribe el texto del catálogo de su primera exposición individual. Esta edición de la novela ‘Nebiros’ rescata también el informe de la Dirección General de Propaganda, que es demoledor en sus valoraciones: «Libro fatalista, saturado de contradicciones y pesimismo», «peligroso por los disparates que dice» y «no exento de cierto matiz demagógico». El editor solicitó al Ministerio la revisión de dicha prohibición, avalada por una carta de González Ruano, pero por segunda vez fue denegado el permiso de publicación. Otro de los datos significativos que nos transmite Victoria Cirlot es que, al margen del ejemplar sometido a la censura, hubo un segundo, más completo, que ella encuentra en el archivo familiar, pero que resultó posteriormente extraviado. Sea o no el manuscrito publicado ahora el definitivo lo importante es su contenido

y, en concreto, ese valor que previamente he señalado: el de la novedad del mismo para los tiempos que corrían; una novedad que a Victoria le hace reparar en la posible sintonía del texto de su padre con una temprana lectura del ‘Ulises’ de Joyce. Sorprende también en el libro algo que ya José Janés destaca en la defensa del mismo: «La calidad lírica e intelectual del mismo’. A medida que avanzamos en la lectura el lector se sorprende ante su rica atmósfera, que proporciona a algunos fragmentos el carácter de verdaderos poemas en prosa; pero a la vez, quien escribe, sustenta su relato –la realidad o la ficción de lo descrito– en una serie de lecturas y autores que van de Novalis a Dante, de Lao Zi a Tomás Moro o de San Agustín a Browning. Asoma pues siempre en la literatura de Juan Eduardo Cirlot ese rico sustrato cultural que caracteriza a sus intereses intelectuales, a su formación lectora y que afecta a toda su obra, tanto a la creativa como a la erudita. No hay que olvidar tampoco la originalidad del autor al reparar en algo que también su hija recuerda: que hay en ‘Nebiros’ otro sustrato: el de algunos libros primeros del propio Cirlot. Aludiendo ya a la visión global del libro y a su mensaje nos hallamos ante un dilema: ¿Visión nihilista, negadora, de la realidad, o «sentimiento gnóstico de la vida», como pensaba el mismo autor? Después de leer el libro yo me inclino por esta segunda valoración. El mal puede ser una presencia poderosa, pero no deja de formar parte de una visión dual del mundo, en cuyo otro extremo se halla el afán de conocer, el sustrato de una tradición culta, de una «filosofía perenne», la que nos remite de nuevo a la cita de Hebbel, a ese afán de «simbolizar» la «interioridad». Estaríamos, por tanto –como en las novelas de Eliade– ante un afán de buscar el conocimiento, una explicación de la realidad ahora por la vía de la narración. Bien es verdad que en ella el autor se decanta por el tema prioritario de lo maléfico, pero en el fondo esta actitud no se nos muestra sino como un

contraste frente a ese afán gnóstico que sabe de la realidad más en profundidad. La realidad del paseante nocturno es dura, pero de repente el

El escritor Juan Eduardo Cirlot. :: EL NORTE

autor nos recuerda libros como ‘La Araucana’ o ‘Salambó’, la ‘Novena Sinfonía’ de Beethoven o el ‘Juicio final’ de Miguel Ángel. Así, el posi-


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Su obra poética viene a probarnos que son las obras independientes y auténticas las que el tiempo acaba decantando ble lector epidérmico se ve arrancado repentinamente del relato lineal, de la visión aparente, para sumergirse en los símbolos (cultos) que sal-

van y que nos ofrecen otra visión de la realidad. En definitiva, en esta novela el autor se ve sumergido en un estado que flota entre

la realidad y el sueño, más allá de las ‘imágenes’ del relato, y así parece confirmárnoslo en alguna de sus conclusiones finales: «Caía un agua blanda desde el cielo invisible. Y él lloraba dormido, con la cabeza hundida en su noche, sobre la mesa de la cocina. Al despertar unas horas después recordaría poco de lo que tanto le había emocionado». La realidad es pues un teatro engañoso, una ‘sombra’ de la que, si embargo, «todo gradualmente sale». Hay, sí, algo más allá del mal y de la realidad que los ojos ven. Hemos llegado hasta aquí y no hemos dicho que precisamente en este año celebramos el centenario del naci-

miento de Cirlot en 1916. Ello me obliga a terminar haciendo algunas consideraciones generales sobre su rica y original obra. Ya hemos aludido a la variedad de sus intereses culturales y de sus libros. Además de su obra literaria es muy importante, en origen, su formación musical, así como su amistad con André Breton. También con el musicólogo y etnógrafo Marius Scheineder, o su participación en el grupo artístico Dau al Set. Veinte son ya las ediciones que se han publicado de su conocido ‘Diccionario de símbolos’(1958), que ya tuvo una edición inglesa (’Dictionary of simbols’, Londres, 1971).

Además de la creación literaria de Cirlot es muy importante, en origen, su formación musical El lector se sorprenderá con su rica, original y libre poesía y su visión del arte y de la vida

Pero en esta dirección debemos recordar también su ‘Diccionario de los Ismos’ y, sobre todo, su original y valiosa obra poética completa, publicada por Siruela en tres volúmenes: ‘Bronwyn’ (2001), ‘En la llama’ (2005) y ‘Del No mundo’ (2008). Como en el caso de otros autores –cada uno con su voces– como Gabino Alejandro Carriedo, Ángel Crespo o Carlos Edmundo de Ory, Cirlot rompe el tópico y rígido esquema de las generaciones literarias y su obra poética viene a probarnos que son las obras independientes y auténticas las que el tiempo acaba decantando. La poesía a contracorriente, libre y culta de Cirlot es una gran prueba de este aserto. También la cuidada edición en tres volúmenes que de ella lanzó en su momento la editorial Siruela. Poemas que abarcan un amplísimo periodo de tiempo, paralelo a la propia vida del autor, lo que nos viene a probar que, en todo momento –esencialmente– Cirlot fue un poeta. Muy destacable es el volumen en el que va la obra cumbre de ese largo periodo, ‘Bronwyn’, que además está acompañada de otros poemas sueltos e inéditos, pero también los libros que van en los otros dos volúmenes y que nos remiten a etapas fecundas, las que van de 1943 a 1959, recogidas en ‘En la llama’, o la última, que va de 1961 a 1973; es decir, hasta el mismo año de la muerte del autor (’Del No mundo’). No se puede tampoco valorar globalmente la obra de Juan Eduardo Cirlot sin aludir a otras publicaciones suyas o sobre él. Así, a su estudio sobre las obras de Stravinsky (su primer ensayo) y Dalí, o a obras como ‘El espíritu abstracto’, ‘El estilo del siglo XX’, ‘El ojo en la mitología’, ‘Introducción al surrealismo’ o ‘Ferias y atracciones’. Sobre su figura y obra –un texto es más entrañable y el otro más general– recordaremos el de Victoria Cirlot, ‘Cirlot en Vallcarca’, y el de Ricard Vela, ‘Juan Eduardo Cirlot: La habitación imaginaria’. Bien está, por tanto que, al hilo del centenario de su nacimiento, los lectores españoles regresen a Cirlot, bien para releerlo o descubrirlo. Dos serán las grandes sorpresas con las que se encontrarán: una, la de su rica, original y libre poesía; otra, la de su visión del arte y de la vida a través de una serie de libros complementarios. La obra de Cirlot removió y remueve la cultura de su tiempo (¿y, por qué no, la de hoy, en estos tiempos del ‘todo vale’?) tanto por su sentido iniciático como por su afán de universalidad.


10 LA SOMBRA

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El malestar de la lógica L

uis Santana (Medina del Campo, 1957) publicó en 1999 ‘Sombra mínima’, un libro insólito en la poesía española, tejido con anagramas que en su juego y jugo fonético venían a ofrecer su ley antes de todo sentido. Cuando al empezar se leía: «Abrázame nimbo / bajo no nombre», la formulación negativa hacía a las cosas existir solo en el juego de la lengua, que adquiría realidad memorable en su consistencia. En el epílogo de ‘Sombra mínima’, afirmaba Olvido García Valdés que el de Santana era «un mundo transparente, es decir, peligroso», y añadía: «Dos rasgos parecen definir una actitud de carácter ascético: por un lado, distancia, pasividad y, por otro y a la vez, una extremada forma de atención». Hasta quince años después, no volvieron a aparecer sus poemas –sí, entre tanto, sus traducciones de poesía y narrativa catalanas, su novela ‘Al final ni nos despedimos’, poemas con el título ‘Carta no enviada’. Escueta su escritura poética, pero tan alta, pocas gotas de un jugo sustancial con el que podría nutrirse la vida; y que quizá, con los años, se ha ido haciendo más exigente para la mirada crítica que quiera detenerse en ella, lo que también es índice de su singularidad. Tengo en la cabeza las dos palabras, ‘transparente’ y ‘peligroso’, al releer ‘Carta no enviada’, y la cristalina dureza de los primeros textos confirma su inquietante precisión. El doble movimiento traído por el título –ponerse en contacto y retraerse, el diálogo latente y su suspensión– quizá distingue a toda poesía, que inscribe en sí un oído, la vibración de una respuesta potencial, pero que crece sin necesitar que se ejerzan, independiente. La extraordinaria primera sección, ‘Falsas noticias’, extrae de ahí la energía para explorar formas que generen un habla propia. De entrada, impresiona la nitidez de las sensaciones, sin que haya narración ni anécdota; las fuertes imágenes inconexas y sin sujeto, o con uno volátil, móvil; el desajuste entre los poemas y sus títulos. Hay algo de incomposibilidad, de falta de encaje, como en un mecanismo que mostrara sus junturas sin hacer que coincidan. Un sello celaniano –«la piedra que hay a la entrada de la casa, / esa piedra que no urge a nada, / os-

Luis Santana. :: HENAR SASTRE curece como fronda»– podría ser la fórmula de ese malestar de la lógica. Porque es el marco lógico común el que queda tocado; por la plastici-

TIENDA DE FIELTRO MIGUEL CASADO

dad y la fuerza de los poemas, por su oscura necesidad. La lectura lenta y la atención empiezan luego a descubrir conexiones inesperadas, laterales, un fluir de algo imprevisto en el cauce oculto de la extrañeza; al margen de lo que suele considerarse ‘sentido’, hay realidad, evidencias, procesos, pequeños cuentos mínimos sin argumento. Las imágenes quedan en los ojos, llevan con ellas su viveza y precisión que no tiene lugar ni contexto, que no admite ‘mundo’: el poema nombra el corazón de lo que sale a su escena, y lo aísla, se concentra en él y se condensa, sugiere un fogonazo. Al ir por la calle, una mujer que limpia arroja plumas e insectos desde su ventana: «Abajo, / los cercos de lo precipitado» –y esos cercos impensados son objetos ‘nuevos’, reconfiguración de

las cosas en pura textura, durable relieve: «El futuro ventila sus zapatos: / un colgajo de sal». Un poema se llama ‘Luz del sueño’ y su hacerse de saltos y contradicciones ayuda a ver, no que en el libro se refieran sueños y sea onírico su curso, sino lo que se pone en juego: un sistema que no reconoce las normas ni las jerarquías de la gramática textual, aunque la sintaxis de sus frases sea impecable; la intensidad de unas sensaciones casi sin cuerpo, un cine de sensaciones, una abstracción viva y dinámica. Este alterar y producir lógicas es una de las tareas de la poesía. Su pensamiento incluye la razón, pero es más amplio que ella (y ya la propia razón abarca más –comprende, produce, explica– de lo que el racionalismo pragmático asume); la incluye,

Tengo en la cabeza las dos palabras, ‘peligroso’ y ‘transparente’ al releer ‘Carta no enviada’ El poema nombra el corazón de lo que sale a su escena y lo aísla, se condensa en él, sugiere un fogonazo

pero no le es dócil. Constatar este trabajo de Luis Santana, apuntar apenas otras de sus materias: un intenso funcionamiento de la analogía, pero ‘sacándola de sus casillas’ –poner la metonimia a la par de la metáfora, no desplazar sentido sino inducir una especie de temblor en red, como si fuera del subsuelo–, una sugerencia de ‘posiciones imposibles’ al modo de los juegos de lenguaje que propone Paolo Virno en ‘Palabras con palabras’, hipótesis alternativas de secuencias temporales o causales –aquí es un ‘ahogado’ que siguiera sin resignarse, aun a riesgo de enloquecer, o la fuerza de una súplica que no tiene ya su tiempo ni su objeto, pero sí energía existencial. La dureza lingüística es correlato de la dureza existencial, del tenor de los sentimientos. Una impronta negativa (’Textos para NO’, se titula la segunda parte) marca el curso de ‘Carta no enviada’, su subversión lógica, su inventario cotidiano (’Breviario’ es la tercera). Aquello de lo que se carece, lo que es en sí mismo impugnado, lo que ha sufrido deterioro o pérdida, lo que vacila y se tambalea van tejiendo esta red; pero sobre todo lo que no está, lo que opera en el hueso de su ausencia. La soledad entre las personas próximas, la casa como un paisaje de restos orgánicos, el miedo concretado en un cambio de sitio de los muebles. El NO como núcleo semántico universal. Esta negatividad no es metafísica; no es la creencia heideggeriana en el hombre como ‘lugarteniente de la nada’, o la idea de Agamben de que el lenguaje y la muerte, a la vez que constituyen lo humano, fundan su negatividad esencial. Puestos a comparar, yo pensaría otra vez en Paul Celan, en su espacio de negatividad material, fundada en la vida (energía que sin cesar desteje las telas de la muerte) y en el violento poder de la desesperación. Así, en ‘Carta no enviada’: «Apenas / muñón de lengua, / forma dulce de hule / en su oquedad de rosa mutilada– / quien no dice, quien únicamente respira». Recuerdo ahora un pasaje de ‘Crisis de la exterioridad’, ejemplar volumen colectivo del grupo surrealista de Madrid, en el que Ángel Zapata reflexionaba sobre el impacto de un solar vacío, un agujero, en medio de una calle densamente comercial, y los transeúntes que se paraban a mirarlo: «No es más ‘sentido’ lo que necesitamos, sino ‘más realidad’. Pero precisamente este plus-de-realidad no puede advenir a nosotros sino como efecto de una ‘sustracción’: como desnudez súbita, como caída brusca de todas las fachadas, de todas las construcciones, de todos los semblantes».


LECTURAS

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‘Encuéntrame’ o cómo fabricar un ‘best seller’ MacMillan ha construido un ‘thriller’ que nos obliga a reflexionar sobre las redes sociales y los medios

VICENTE TE ÁLVAREZ REZ

L

o lanzan como uno de los debuts más brillantes en la literatura estadounidense de los últimos años. Todos los medios de comunicación yanquis así como un buen montón de firmas prestigiosas se han rendido al magnetismo de este promocionadísimo ‘thriller’. Los adjetivos y los elogios son tan desconcertantes como categóricos. Hablan de una historia visceral cargada de emoción, de una lectura adictiva, imborrable y desgarradora, de un libro engañosamente inteligente, tenso, apasionante y lleno de suspense... Se intuye que en otros puntos del planeta la recepción será similar. Probablemente España no sea una excepción. ‘Encuéntrame’ tiene todo para ser el nuevo libro del que hable todo el mundo. Es el ejemplo perfecto de cómo se fa-

brica un ‘best seller’ y no me refiero a los recursos de un escritor para meter en la coctelera los ingredientes idóneos para vender millones de ejemplares (eso no es nada sencillo, aun-que muchos lo piensen);; me refiero, sobre todo,, a la puesta en marcha dee una salvaje maquinariaa mediática que produzcaa el milagro. En otro mo-mento se podrá hablar dee por qué una novela es laa aelegida y no otra de características similares y, écon toda seguridad, méaritos literarios mucho maayores. Pero ése, efectivamente, no es el tema. El ntema es hablar de ‘Enecuéntrame’ y hay que dely cir que la novela de Gilly na MacMillan es una buena na obra alimentada por una na magnífica historia con una ntrama hipnótica que en-

ENCUÉNTRAME

Gilly MacMillan. Alianza Negra. 2016. 472 pág. 18 euros.

Gilly MacMillan.

gancha y que no te deja soltar en ningún momento el libro. Arranca con la desaparición de un crío de ocho años que ha salido a pasear por el bosque con su madre. Ella, una mujer separada, se convierte de la noche a la mañana en la protagonista de una auténtica pesadilla ya que no sólo va a tener que enfrentarse al horror y al abatimiento por la desaparición de su hijo sino que va a tener que lidiar también con el hecho de convertirse en la noticia de cabecera de todos los medios y, lo que es peor, en las sospechas que comienzan a cocinarse a fuego lento (y no tan lento) en las calderas de Internet. Además, jun junto a la angustia de la ma madre asistimos al torme mento del inspector de po policía encargado del caso, y llo hacemos gracias a un uno de los principales logr gros de la novela, que no es otro que su original co construcción a partir de va varias voces. Tenemos po por un lado la narración qu que, de forma directa (diri rigiéndose en primera p persona a los lectores), h hace Rachel, la madre. Y Y, por otro lado, tenem mos las transcripciones d de las sesiones con una p psicóloga de Jim, el insp pector de policía encarggado de la investigación. A todo ello se une un m material variopinto que eenriquece los puntos de v vista de la novela: menssajes de correo electrón nico, fragmentos de rev vistas especializadas, titulares de periódicos, entradas de un blog e, incluso, los comentarios que aparecen en dicho blog. Quizá lo más logrado de la novela sea, precisamente, el juicio paralelo al

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que somete a la madre la sociedad entera a través de Internet y el imperdonable acoso y vilipendio por parte de los medios. Es una historia que, a pesar de resultarnos desgraciadamente bastante familiar, no por ello deja de ser menos espeluznante y desoladora. El dolor convertido en mercancía para vender más periódicos. Los medios de comunicación e Internet transmutados en protagonistas en la sombra. La implacable especulación y persecución de un periodismo cobarde y amarillo. El escarnio público hacia una madre a la que le acaba de desaparecer su hijo. La certeza de que las noticias son un monstruo que no descansa y al que nosotros alimentamos con nuestras opiniones. El carrusel de comentarios agresivos de mucha gente que lo único que certifica es que el hombre es un lobo para el hombre (por decirlo de forma fina). En fin, ‘Encuéntrame’ es un ‘thriller’ psicológico de alto voltaje que captura brillantemente la angustia de unos padres y la pesadumbre del policía encargado de la investigación. La historia de una madre coraje memorable en clave de folletín con sus preceptivos giros argumentales inesperados, con la presencia de varios sospechosos y con un sorprendente final. Una lectura rápida, adictiva y correctamente escrita que nos obliga a reflexionar sobre el papel de los medios de comunicación y la actitud miserable de mucha gente en las redes sociales. Lo mejor que se puede decir (y no es poco) es que el que empiece a leer esta novela no va a poder soltarla hasta el final. También, que la sombra del ‘best seller’ planea sobre ella. Para lo bueno y para lo malo.


12 LA SOMBRA

DEL CIPRÉS

LECTURAS

Sábado 21.05.16 EL NORTE DE CASTILLA

LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Me miran… ¿me veo? :: SUSANA GÓMEZ Con casi una treintena de títulos publicados y una particular mirada en ilustraciones y textos, Raquel Díaz Reguera se interna por los entresijos de las emociones como quien navega a flor de pieles y diversidad. Y lo hace con la convicción de que los inventarios (de besos, de abuelas, de cometas, de gatos, de hadas o de niños) tan solo sirven para demostrar

que cada uno es lo que es, y que no solo está bien saberlo sino que hay que defenderlo con uñas, dientes, coletas, pecas… y alas. Porque no podemos ser otros ni tan siquiera una parte de lo que somos (lo canta Serrat en esa estrofa que la autora convierte en antesala y declaración de intenciones del relato), y si lo intentamos puede que nos encuentren los demás, pero acabemos perdiéndo-

nos a nosotros mismos. Eso es, al menos, lo que le sucede a la protagonista de un álbum dedicado «a las pequeñeces que nos hacen singulares», quien decidida a hacerse visible para Martín (le gusta, le gusta, le gusta…), dejará atrás su pelo recogido, sus gafas, su parloteo y sus pecas, a la vez que se va tornando más triste y más gris, y ve cómo los pájaros de su cabeza alzan el vuelo has-

Un regalo de primavera RAMÓN GARCÍA MATEOS

Poeta y catedrático de literatura en Cambrils (Tarragona)

M

ayalde nos regala, en esta primavera que apunta dulce entre la boruja de los regatos y el botón azulado de la flor del romero, una nueva maravilla. Otra más. Porque todo en Mayalde es prodigio y es asombro cuando en sus voces, en sus instrumentos –humildes cacharros de cocina o bodega, aperos de taller o de labranza transformados en música–, nos llegan, desde un pasado convertido en presente, las voces de quienes con

la melodía del hambre y la necesidad cantaron antes que ellos. Eusebio y Pilar, Laura y Arturo, son depositarios y transmisores de la voz viva y de repente hecha copla o romance, canto de amor en la ronda o tonada rebelde en el tajo; de la palabra popular, libre y sin amo, que nos deja un regusto transgresor y anarquizante en la memoria: porque no se puede domeñar a quien no reconoce dueño, ni amarrar a quien es la antonomasia de la libertad. Hoy nos traen un regalo impagable –otro más que sumar a una trayectoria de más de treinta años y una docena de grabaciones que hace de los Mayalde uno de los grupos más singulares–, un regalo que suma disco y libro bajo un título muy mayaldiano: ‘Nanas con ná’. Y eso es precisamente lo que nos ofrecen: nada más que nanas.

El grupo salmantino Mayalde. :: JESUS FORMIGO-ICAL Desnudas, limpias, verdaderas, emotivas, hondas, conmovedoras. En la voz purísima de Laura, sin acompañamiento alguno: como las madres han cantado a sus hijos, en la soledad de la alcoba, desde que el hombre recibió el milagro del lenguaje y alcanzó el secreto de la música. Tal vez, de todas las formas de la poesía popular, de la canción

Háganme caso

C

hapu Valdegrama es poeta. Uno de sus variados talentos. Usted, si usted es, pongamos, un hombre de traje azul marino, con insignia en la solapa, alguna o muchas canas. O la señora en escafandra de laca y mirada tiesa, respirador de perlas. O quizás el joven padre, polo planchado con caballos o banderita o ambas cosas. Ese que pide unos vinos en un bar en los aledaños de la Plaza Mayor, y unas tapas, mientras

su esposa bien maquillada intenta convencer al retoño de los dos, bien peinado a su pesar, ese con maneras de Atila, de que no es el momento de invadir Polonia. La mayoría de los ustedes, en realidad: mecánicos y estudiantes, comerciales y cirujanos y cajeras y lampistas, mirones del fúrbol o libreros, se cruzarían a Chapu por la calle y no dirían: mira, este es poeta. Pero Chapu es poeta. Y de los buenos, háganme caso.

tradicional, sean las canciones de cuna la manifestación más sincera, la menos impostada, porque brota del corazón y al corazón regresa en un bucle donde se unen el amor y el sueño, el pasado y el presente, la memoria y la premonición. Todo esto en la voz de Laura y en un ramillete de veinte nanas de distintas hechuras que nos llegan envuel-

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA Le gusta recitar en bares –le vi una vez subido a un taburete, o a un cajón, cuando el lugar en cuestión no tenía nada remotamente parecido a un escenario– y en la librería ‘A pie de página’. Si alguna vez pasan por ahí y le ven soltando versos, quédense. Si entran en un bar y lo ven al fondo, papeles en mano y acabando: «Y qué fuertes son las sonrisas/las miradas/ los vale de acuerdo/los sí», quédense. Esperen a que termine de buscar en las páginas y

CIRO GARCÍA

empiece un poema nuevo. Merecerá la pena. Aunque usted, maldita sea, buscaba una televisión con un balón y tíos corriendo en calzoncillo, y no a este personaje –¿en serio?, ¿ahora son así los poetas?– impertinente, de dicción rítmica, un poco brusca, un poco maliciosa. Una sonrisa que es contagiosa y

tas en un libro precioso, de impecable factura, en el que se recogen los textos de las canciones y el recuerdo, a manera de dedicatorias, de todos aquellos que, de alguna manera: por el vínculo de la sangre o el nudo de la amistad, forman parte de la familia Mayalde, además de una presentación inicial que justifica el libro y el disco. Todo ello manuscrito, con caligrafía de viejo pendolista, para que la escritura fluya desde el corazón a la mano que transforma los sentimientos en signos: la letra de la emoción. Y por si fuera poco, se acompaña de las ilustraciones de Ester Martín Herrera, acuarelas que plasman en imágenes la fuerza telúrica de esos cantos íntimos, pequeños, humildes; hermosas aguadas –evocaciones, retratos, recreaciones…– que, con luz propia, hacen materia figurativa del eco etéreo de la canción. Y detrás, entre bambalinas, como siempre, María Iglesias, encargada de dar forma y diseño al libro. ‘Nanas con ná’ nació como un regalo para los pequeños de la familia, como una ofrenda para Beltrán –hijo de Lau-

un bote salvavidas –de la suya, de las que le escuchamos–. En serio, quédese, merecerá la pena. No le va a hacer daño –o sólo un poquito, bálsamo y cuchillo son aquí la misma cosa–. Y seguramente se reirá un rato. Y, con un poco suerte, le hará pensar otro rato, un poco más largo. Pero se reirá, seguro. Aunque de vez en cuando le asalte la convicción de que no debería estar riendo. De que una o dos lágrimas serían más adecuadas. Un poquito de ira, tal vez: no contra el poeta, contra el mundo. De todos modos, reirá. Casi todos los poemas de su libro ‘Con un canto en los

NANAS CON NÁ Mayalde. 2016.

ra– y para la pequeña Cuba, hija de Arturo–, el mejor presente porque «te doy lo mejor que tengo, te canto por ser tú y por ser tú te quiero». Y es que para llevar a cabo un proyecto como este es menester el aliento del amor y para cantar como Laura es necesario que la voz brote de las mismas entrañas donde los hijos se hacen carne de nuestra misma carne. Pero, más allá de su génesis, ‘Nanas con ná’ es también el testimonio de gratitud hacia todos aquellos que han dejado en el recuerdo de los Mayalde, de padres y de hijos, un poso de ternura con sabor a infancia. Y una vez en la calle, en los estantes de librerías y tabernas, es para todos nosotros un impagable aguinal-

dientes’ nos hacen reír. Todos, de un modo u otro, desenmascaran esas facetas poco amables de la vida. O rebajan la nobleza pretendida de nuestros mitos más íntimos. Chapu es despiadado con los sinsentidos, con las injusticias, con la estupidez, que nos revela, a golpe de cuchilla, en sus estrofas. Es despiadado consigo mismo, sobre todo consigo mismo –aunque, claro, todos aprendimos de Pesoa aquello de que el poeta es un fingidor–. Y lo hace riéndose y moviéndonos a la risa –no, no siempre, pero casi siempre–. Insisto: si se lo encuentran recitando, quédense. Luego,


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Sábado 21.05.16 EL NORTE DE CASTILLA

YO VOY CONMIGO Raquel Díaz Reguera. Editorial: Thule. 40 págs. 12 euros. Edad recomendada: de 5 a 11 años.

do de primavera, para disfrutar, para enternecerse, para sentir, para llorar… En una semana he oído estas canciones centenares de veces. Y he ojeado, y hojeado, y leído, y releído los textos que lo acompañan. Con el estremecimiento que provoca la belleza, con la mirada nebulosa por la emoción, con las lágrimas anegando mis ojos. Y lo escribo aquí, con todo el orgullo del mundo y su miaja de vanidad, porque yo también formo parte de ese sentimiento: «Teníamos un abuelo de Cerralbo que enamorado fue a buscar su vida a las orillas del mar, escribía versos en cometas, era poeta, una vez llegué a leer que escribió al viento sabrosas nanas para Cuba y para Beltrán. ¡Anda alavanco! Eres hermano de mi padre por parte de la vida, genio serio, más que familia, creador de magníficos trazos, quijotesco, luengo, amor, locura, silencio». Gracias por hacerme un sitio en vuestro corazón. Gracias por estas ‘Nanas con ná’. Gracias por estar ahí, siempre, como la vieja nogala de mi casa cerralbeña: noble abrigo para que nunca quede nuestro corazón a la intemperie.

casi seguro, tendrán ganas de hacerse con un ejemplar de ‘Con un canto en los dientes’, para de vez en cuando, en la paz del sofá, de la cama, clavarse una aguja, remover la herida, y reír. Porque reír, lo sabe Chapu, lo sabía Buda –luego lo interpretaron mal– es la única respuesta sensata para todo. Ayuda a desplazar certezas pesadas, a ver más claro. Cómprenlo de todos modos. El libro, ‘Con un canto en los dientes’. Aunque no hayan tenido la suerte de entrar en algún bar y ver a Chapu Valdegrama recitando. Merecerá la pena. No tienen por qué hacerme en caso. Pero háganme caso.

ta alejarse. Y al final, sin palabras, sin canciones y sin sonrisa, rendida a la aprobación de los otros, conseguirá que la miren… pero dejará de verse. Canto al amor propio (en el mejor sentido del término) y al derecho a ser, imágenes y texto irán retratando una renuncia, no sin terminar por reivindicar lo que se es. Y es que, como anuncia el título, cuando «yo voy conmigo» me miro, me veo y «tengo alas».

De presencias, ausencias… y otras idas y venidas :: S. G. La historia es (afortunadamente) antigua. Un lugar común en el que confluyen la amistad, la nostalgia, la compañía, los encuentros y las partidas de quienes se quieren y se echan de menos. El principal acierto es el maridaje entre ilustraciones y tex-

tos, que interactúan sin redundancias en un relato construido a medias, y cuyo anclaje narrativo se basa en una equitativa complementariedad. Es, así, en este apoyo mutuo de ambos discursos (similar en su solidaridad a la relación entre los protagonistas), como imágenes y palabras via-

Carlos Barral en sus memorias Andreu Jaume reúne en un solo libro los tres volúmenes que escribió el editor y poeta

SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN

C

arlos Barral fue poeta, editor y memorialista. Sus memorias dan cuenta de las tres actividades que, con mayor o menor intensidad, llenaron sus días. No es una novedad en el sentido exacto de la palabra, pues ya habían aparecido cada uno de los tres volúmenes mientras el autor vivió. La novedad está en la reunión en un solo libro y en la restitución del texto tal y como Barral lo escribió. Añade Jaume algunas notas a pie de página que remiten a los poemas o el diario del escritor. Barral da cuenta sobre todo de sus afanes y tareas como editor en la España de los años sesenta. Su éxito en Seix Barral, las peleas posteriores con sus otros socios, el establecimiento como editor independiente y el fracaso final. También habla del Premio Formentor que concedieron en los años sesenta algunos editores con el loable propósito de poner a disposición de los lectores algunas obras singulares que, por razones varias, pasaban desapercibidas. Por sus páginas

Carlos Barral. :: EFE pasan gente como Giulio Einaudi, Gaston Gallimard, Henri Ledig-Rowolhlt, Jaime Salinas o Monique Lange, y escritores sudamericanos como Mario Vargas Llo-

sa. Pero sobre todo las habitan sus amigos de juventud, algunos también poetas: Gabriel Ferrater y Joan Ferraté, Alfonso Costafreda, Jaime Gil de Biedma, José Agustín

EL LEÓN Y EL PÁJARO Marianne Dubuc. Editorial: Tramuntana. 80 págs. 14,50 euros. Edad recomendada: de 5 a 8 años.

Goytisolo, José María Castellet o Alberto Oliart. La fracasada dedicación a la poesía la explica el propio Barral como resultado de la dispersa vida social que llevó y que le impidió escribir más. No debe de faltarle razón pues justo cuando abandona sus labores de editor es cuando mayor es su dedicación y más visibles son los resultados. Aun así, quizás haya también alguna razón escondida en los rumbos que la poesía española tomó en los años cincuenta y sesenta entre la poesía de la experiencia de Jaime Gil de Biedma y la poesía de la parquedad de José Ángel Valente. De los tres tomos que componen las memorias, ‘Años de penitencia’, ‘Los años sin excusa’ y ‘Cuando las horas veloces’, me quedo con el primero, en el que la vida social del editor está ausente. Narra los años de su desarrollo físico y moral, los años en que descubre el mundo, la amistad y la literatura –tan unidas a lo largo de su vida– accede a la Universidad y a los primeros desengaños. Es un recuento familiar y un análisis moral de la vida que lo rodea y lo conforma. Explica quién es y de dónde viene, cuenta cuáles son sus primeros afanes, la lucha contra las primeras imposiciones, su apego a una geografía – que es la de la costa ampurdanesa – su rechazo, nunca bien explicado, de Castilla, y su descubrimiento de Ronda –sinécdoque de Andalucía– durante la milicia universitaria. Por encima de todo, incluso de la literatura, se alza Calafell. Es el paraíso de su infancia, el que, por mor del urbanismo desatado de los años sesenta del pasado siglo y del cambio de costumbres que trajo el desarrollismo, fue desvaneciéndose, convirtiéndose solo en recuerdos. A él le dedica varios capítulos en los tres tomos, de entre los cua-

jan por el ciclo estacional y los cambios de la naturaleza, en tanto que la amistad entre un león y un pájaro herido crece con la presencia y la generosidad y se afianza con las idas y los retornos. Galardonado con el Premio Gremio de Libreros de Madrid, este álbum creado por la canadiense Marianne Dubuc es una suerte de fábula a través del tiempo y sus cambios, en la que el protagonismo de los animales facilita al niño acercarse a lo hermoso de las presencias, lo inevitable de las ausencias y el valor de lo que permanece a su pesar.

MEMORIAS Carlos Barral. Ed. Andreu Jaume. Barcelona. Lumen. 2015. 938 págs. 29,90 €.

les destaca el tercer capítulo de Años de penitencia. Bajo el título ‘Calafell y la cuestión del lenguaje’, Barral hace un extraordinario ejercicio de rememoración, verdadero tour de forcé lingüístico, en el que recupera un lenguaje –el marino– y unas labores –las de la pesca– para un lector urbano ajeno a todo ese mundo. La maestría del capítulo no reside en la rememoración de un paisanaje sino en la capacidad de, a través del lenguaje, fijar un tiempo. En capítulos posteriores volverá a escribir sobre Calafell, haciendo hincapié en la desaparición de ese mundo que él aún alcanzó a ver. Si muchos momentos de su vida como editor o como escritor permanecen suspendidos en una especie de presente intemporal, Calafell se va alejando conforme la narración de su vida transcurre. En todo ejercicio memorialístico acecha el peligro de que el autor caiga en la complacencia con aquel quien fue. Barral era muy consciente del personaje que había creado de puertas para afuera. Así lo subraya varias veces. Sin llegar a flagelarse dialécticamente, tampoco se deja llevar por todo aquello que hubo de representación. Estas memorias dan cuenta de una persona que fue un personaje durante gran parte de su vida, y del cambio de un país entre los años cuarenta y ochenta del siglo XX.


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DEL CIPRÉS

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odos sabemos que la gallina cacarea y que el perro ladra, pero ¿qué hacen la vaca, el zorro, el cabrito, el elefante o la cigüeña, por poner solo algunos ejemplos? Hoy me ocuparé de los nombres de las voces de los animales. Un primer problema es que no resulta fácil deducir el nombre de la voz de un animal a partir del nombre del propio animal. Nada tienen en común los términos ‘cigüeña’ (nombre del animal) y ‘crotorar’ (producir la cigüeña cierto sonido peculiar haciendo chocar la parte superior del pico con la inferior). En los diccionarios tampoco se establece ninguna relación a partir del nombre del animal: bajo la entrada ‘cigüeña’ no hay ninguna llamada de atención al nombre de la voz del animal. Sí suele producirse, en cambio, la relación inversa, a partir del nombre de la voz del animal (por ejemplo, bajo la entrada ‘crotorar’ aparece explícitamente el término ‘cigüeña’). Por otro lado, a veces no existe el sustantivo correspondiente o los diccionarios no lo registran. Decimos que la cigüeña crotora, sí, pero ¿qué sustantivo empleamos para referirnos al sonido? *¿Crotoro?, *¿crotoración? ¿Podemos decir ‘No me ha dejado dormir el crotoro (o la crotoración) de la cigüeña’? Por supuesto que no, porque no existen estos sustantivos. Es decir, que no siempre existe la relación ‘perfecta’ entre nombre de animal, verbo y sustantivo (que sería propiamente el sonido del animal). Acabamos de comprobarlo con ‘cigüeña’, pero sí existe con ‘perro’: el perro ladra (verbo ‘ladrar’), el ladrido (sustantivo). Otro problema añadido es que a veces la palabra o expresión que más se utiliza no coincide necesariamente con la que presentan los diccionarios. En el caso que nos sirve como ejemplo, no todo el mundo conoce la palabra ‘crotorar’ y sí ‘machacar el ajo’. Y un problema más: del ciervo se dice que

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

LA GALLINA CACAREA Y EL PERRO LADRA. ¿Y LOS OTROS ANIMALES?

Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es

bala, que balita, que balitea, que berrea, que brama, que grajea, que grazna, que gazna, que rebrama, que ronca y que urajea. ¿Significan todos estos términos lo mismo? Claro que no. La voz característica del ciervo es el balido; balita o balitea cuando bala con frecuencia (en este caso los términos son equivalentes); en época de celo berrea o brama; cuando brama muy fuertemente se dice que rebrama, pero también rebrama para responder al bramido o al reclamo de otro ciervo; cuando emite sonidos guturales desiguales grajea, grazna o gazna; ronca para llamar a la hembra cuando está en celo, dando el grito que le es natural; y urajea cuando chilla.

Del perro podemos decir que aúlla (cuando emite una voz lastimera y prolongada), que gañe (cuando aúlla con gritos agudos y repetidos al ser maltratado), que gruñe (cuando amenaza), que ladra (cuando emite su voz característica), que late (equivalente a ‘ladrar’, pero menos frecuente), que regaña (cuando muestra saña, sin ladrar y mostrando los dientes) y que ulula (cuando da gritos o aullidos continuados). Del toro diremos que aturnea (cuando muge), que berrea (cuando da berridos), que brama o que muge (cuando emite su voz característica, el bramido o el mugido), que bufa (cuando resopla con furor) y que rebufa (cuando bufa repetidamente o con fuerza). De los otros animales podemos decir que la abeja zumba; que el águila gañe y grazna; que el asno ornea, rebuzna y rozna; que el becerro berrea; que el buey y el búfalo mugen; que el búho ulula; que el caballo bufa, rebufa y relincha; que la cabra bala, balita y balitea; que el cabrito chozpa; que el camello bala; que el cerdo gruñe y guarrea; que la chicharra o la cigarra canta, chirrea y chirría; que el cochinillo guañe; que el conejo chilla; que el cordero bala, balita, balitea y chozpa; que el cuervo crascita, croaja, crocita, croscita, grajea, grazna, gazna, urajea y vozna; que el elefante barrita y berrea; que la gallina clueca cloca y cloquea; que el gallo cacarea y canta; que el ganso grajea, grazna, gazna, urajea y vozna; que el gato bufa, fufa, marramiza, maúlla, maya, miaña, mía y ronronea; que la golondrina trisa, canta y chirría; que el grillo canta, chirrea, chirría y grilla; que el jabalí arrúa, gruñe, guarrea y rebudia; que la lechuza grazna; que el león ruge; que el lobo aúlla, guarrea, otila, ulula, carretea y garre; que el oso gruñe; que la paloma arrulla, cantalea y zurea; que la perdiz ajea, cuchichia, glutea, serra y totea; y que el ruiseñor, como Twitter, trina.

LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID

OLETVM VALLADOLID

HYDRIA SALAMANCA

MARGEN VALLADOLID

FICCIÓN

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Sarna con gusto. César Pérez Gellida (Suma de Letras)

Rezar por Miguel Ángel... Christian Gálvez (Suma)

Un largo viaje. Massimo L. Bacci (Pasado y Presente)

Sarna con gusto. César Pérez Gellida (Suma de Letras)

Historia de un canalla. Julia Navarro (Plaza&Janés)

Sarna con gusto. César Pérez Gellida (Suma de Letras)

Sobre Grace. Anthony Doerr (Suma de Letras)

La tierra que pisamos. Jesús Carrasco (Seix Barral)

Olvidé decirte te quiero. Mónica Carrillo (Planeta)

Historia de un canalla. Julia Navarro (Plaza&Janés)

Desde la sombra. Juan José Millás (Seix Barral)

Cinco esquinas. Mario Vargas Llosa (Alfaguara)

Alto tan sencillo como... Blue Jeans (Planeta)

La amiga estupenda... Elena Ferrante (Lumen)

El cazador de historias. Eduardo Galeano (Siglo XXI)

La flor y nata. Mamen Sánchez (ESPASA)

Cinco esquinas. Mario Vargas Llosa (Alfaguara)

Los besos en el pan. Almudena Grandes (Tusquets)

El último rebaño Piers Torday (Salamandra)

Esa puta tan distinguida. Juan Marsé (Lumen)

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La magia del orden. Marie Kondo (Aguilar)

El libro de las pequeñas... Elsa Punset (Destino)

La conjura de los ignorantes. R. Moreno (Pasos Perdidos)

El camino al 18 de julio. Stanley Payne (Espasa)

Ser feliz en Alaska. R. Santendreu (Grijalbo)

Cervantes en Valladolid J. Delfín Val (Ayto. Valladolid)

La política en tiempos... D. Innerarity (Galaxia)

Siete breves lecciones de física. C. Rovelli (Anagrama)

La madre del cordero J. Eslava (Planeta)

Te cuento en la cocina. Ferran Adriá (Beascoa)

Atlas del espacio. J. Dusek y J. Pisala (Beascoa)

Mi diario de yoga. Xuan-Lan (Grijalbo)

Yo no me callo. Esperanza Aguirre (Espasa)

Ante todo no hagas daño. Henry Mars (Salamandra)

Nuestro mal viene de más lejos A. Baduu (Clave I.)

Lo mejor de nuestras vidas. Lucía Galán B. (Planeta)

Destroza este diario Keri Smith (Paidós)

Vamos a comprar mentiras J. López NIcolás (Cálamo)

La catastrófica aventura... S. Connolly (Montena)

La madre del cordero. Juan Eslava Galán (Planeta)

SANDOVAL VALLADOLID

LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA

SEMURET ZAMORA

PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA

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El cazador de historias. E.Galeano (Siglo XXI)

Historia de un canalla. Julia Navarro (Plaza y Janés)

Esa puta tan distinguida. Juan Marsé (Lumen)

Cinco esquinas. Mario Vargas Llosa (Alfaguara)

No ha lugar a proceder C. Magris (Anagrama)

La chica del tren Paula Hawkings (Planeta)

Yucé, el sefardí. G. González Olmos (Dip. Badajoz)

La Legión perdida. Santiago Postiguillo (Planeta)

Lo que no Quise Decir. S. Marai (Salamandra)

Los besos en el pan. Almudena Grandes (Tusquets)

Camille P. Lemaitre (Alfaguara)

El Elefante desaparece. Hanuki Murakami. (Lumen)

La flor púrpura. C. Ngozi (Random House)

Desde la sombra. Juan José Millás (Seix Barral)

Sarna con gusto. César Pérez Gellida (Suma de Letras)

Avenida de los misterios. John Irving (Tusquets)

Pasos en la piedra. J. M. de la Huerga (Menoscuarto)

Sarna con gusto. César Pérez Gellida (Suma de Letras)

Sobre Grace. Anthony Doerr (Suma)

Esa puta tan distinguida. J. Marsé (Lumen)

NO FICCIÓN

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¿Y los pobre sufren...? Y. Varoufakis (U. P. Burgos)

Emocionario. Romero/Núñez (Palabras Aladas)

Dioses útiles. Álvarez Junco (Galaxia Gutenberg)

Ser feliz en Alaska. R. Santendreu (Grijalbo)

Historia Mínima del Cosmos. M. Toharia (Turner)

Plantas de uso tradicional... Pascual / Herrero (Dip. Palencia)

El cazador de historias. Eduardo Galeano (Siglo XXI)

Yo no me callo. Esperanza Aguirre (Espasa)

Miguel de Cervantes J. Gracia (Taurus)

A mi manera. Carlos Arguiñano (Planeta)

El fascinante juego... Virgilio Ortega (Crítica

X. Risto Mejide (Espasa)

Dioses Útiles. J. Álvarez Junco (Galaxia Gutenberg)

El libro de las pequeñas... Elsa Punset (Destino)

El sermón de dejar de ser. García Calvo (Lucina)

El libro de las pequeñas... Elsa Punset (Destino)

Marco Tulio Ciceron. A. Fontan (CEPyC)

Aspectos inéditos ... J. Benito Iglesias (Amigos de la Caneja)

La magia del orden. Marie Kondo (Aguilar)

La madre del cordero. Juan Eslava Galán (Planeta)


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Sábado 21.05.16 EL NORTE DE CASTILLA

QUINCE MINUTOS DE FAMA

ÁNGEL MARCOS

Jesús Manso (LOLO) Valladolid

Ser hostelero en New York es una alegría porque hago lo que me gusta. Llegué a New York en abril del 84 «a darme una vuelta» y parece que aún no la he acabado. Pienso que nuestra cocina y nuestro país tienen que dar mucho al mundo, me encantaría crear un ‘millón’ de SOCARRATS y empleos en España… Últimamente he visto el vídeo del 80 cumpleaños de Amancio Ortega y me estremeció… ¡Pienso que somos un gran país!


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LA SOMBRA DEL CIPRÉS

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as lunas de miel se pueden convertir a veces en lunas de hiel. Debe ser debido a que la dulzura suele bailar muy cerca de la amargura y a que los opuestos se juntan más fácilmente que los que no lo son: lo saben muchos matrimonios basados en la complementariedad, y lo saben muchas amistades, como ya indicamos en un artículo anterior. La luna de miel ha sido a menudo un territorio privilegiado, por su misma candidez, para ubicar en él dramas de hondo calado y tragedias muy intensas, en parte porque la luna de miel es un tiempo detenido, un tiempo en realidad mítico, en el que no queremos sentirnos demasiado invadidos por la realidad, que ya llegará a su debido tiempo con todas sus miserias a cuestas. Convertir las bodas en tragedias es todo un tema bastante frecuente en la mitología popular, y llega hasta ‘La boda de los pequeños burgueses’ de Bertolt Brecht y hasta las ‘Bodas de sangre’ de García Lorca. De la comedia a la tragedia pasando por el drama étnico, pero también es relativamente frecuente el tema de convertir la luna de miel en una pesadilla sofocante. Creo recordar que en un cuento de Guillermo Cabrera Infante, de título sustraído a un verso de Eliot, ‘Abril es el mes más cruel’, vemos a una pareja disfrutando de una luna de miel aparentemente paradisíaca, pero de pronto el recién casado se arroja a un acantilado sin que el narrador explique por qué. El cuento te precipita a un abismo parecido al del personaje, al abismo de la vida cuando se convierte en materia absurda. En el cuento de Cabrera Infante la luna de miel se parte en dos con gran estruendo, el mismo estruendo que hace el cuerpo del suicida al chocar con el agua, y se convierte en luna de hiel. Una luna muy amarga que envenena y distorsiona los círculos del amor, una luna conflictiva que en cine pocos han tratado con el rigor clínico y delirante de Polanski. La historia que nos presenta el director polaco en la película justamente titulada ‘Lunas de hiel’, basada en una no-

Sábado 21.05.16 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro

vela de Pascual Bruckner, se despliega en el corazón de dos parejas que se encuentran en un crucero de placer, un crucero para gente distinguida y amante de una cierta tranquilidad. No se trata de esos barcos gigantescos que parecen ciudades flotantes. No, esta historia requiere un ambiente más íntimo y menos atronador, para desplegar de verdad sus aristas. Una de las dos parejas ya está casi acabada y ha sobrevivido a una catástrofe, la otra acaba de empezar. La primera pareja está de luna de hiel, y la segunda en luna de miel. El hombre de la pareja más experimentada es un escritor fracasado al que nadie le quiere publicar. Como hay pocas desesperaciones que se puedan comparar a la del escritor fracasado, ya sabemos que nos hallamos ante un hombre que está dispuesto a todo. El escritor y sus mujer conforman una de esas parejas que aspiran a la aniquilación, y que además quieren ser generosos con los demás, por eso esperan dejar su veneno fundamental en la otra pareja, quizá porque han visto en ella su espejo más prístino y también su espejo más tenebroso. La pareja de recién casados aún no han explorado de verdad los límites del dolor y del placer, e ignoran que están a punto de hacerlo. El final de la película, que se cierra en torno a sí misma como un sueño, parece dejar clara la consumación del contagio al que hacíamos referencia. La película se abre con la presentación de los dos supervivientes de los abismos del deseo, y concluye con sus muertes y con la transformación sustancial de la segunda pareja, que tras la experiencia que acaban de vivir se han convertido, ellos también, en testigos aturdidos de una doble catástrofe, la propia y la de los otros dos. Su luna de miel, ya convertida también en luna de hiel, va a dejar en ellos un poso de una densidad demasiado ponzoñosa, y les servirá para comprobar la fragilidad del amor y el eterno regreso del dolor de conciencia y el dolor de corazón. Se trata de un ejemplo más de la utilización con fines narrativos de ese espacio idílico que llamamos luna de miel, y que se le presenta al fabulador como uno de los territorios más virginales y adecuados para hacer de receptáculo de una historia de terror.

Lunas de miel, lunas de hiel

MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO

Convertir las bodas en tragedias es un tema bastante frecuente en la mitología popular :: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA


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