La colección del Patio Herreriano viaja a Dallas

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Sábado, 01.10.16 Número CCXLIII

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La colección del Patio Herreriano viaja a Dallas

El Meadows Museum de la ciudad norteamericana acoge una gran exposición en torno a las vanguardias españolas [P3]

‘Pajaro del mar’ (1945), de Ángel Ferrant. :: COLECCIÓN PATIO HERRERIANO


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De nadie, del hombre, de los ángeles Mario Pérez Antolín y Julio Castelló presentan en el otoño sus nuevos libros de poemas

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ditado hace ahora 15 años, el libro de Joan Gonper ‘Quinta del 63’ reúne en sus páginas una antología de poemas de 48 autores, fundamentalmente centrados en el núcleo de Madrid y Castilla y León, nacidos entre 1962 y 1964. Es decir, pertenecientes a la generación más amplia de la historia de España. Entre ellos, algunos poetas consolidados, y otros más o menos incipientes. Resultaba entonces, como sigue resultando ahora, verdaderamente difícil abarcar un universo tan superpoblado, tan rico, tan complejo... Ni siquiera el tiempo ha conseguido aclarar mínimamente el panorama, porque la mayor parte de ellos, cada uno con su ritmo, han seguido entregados a la creación; y porque la nómina ha resultado ser mucho, muchísimo más amplia. Perteneciente a esa misma generación, pero fuera de la lista de la ‘Quinta del 63’, porque entonces no había publicado todavía su primer libro, es el vallisoletano Mario Pérez Antolín (Stuttgart, 1964), un escritor que se estrenó en el mundo de la poesía en 2007 con ‘Semántica secreta’, al que seguiría, en 2010, ‘Yo eres tú’; y un poeta que, sin embargo, comenzaría a ser conocido sobre todo gracias a sus libros de aforismos, coincidiendo con una corriente nacional de redescubrimiento de este género. ‘Profanación del poder’, ‘La más cruel de las certezas’ y ‘Oscura lucidez’ forman una trilogía aforística que ha conseguido los más encendidos elogios por parte de pensadores

como Eugenio Trías, Victoria Camps o Joan Subirats. A Joan Subirats, precisamente, está dedicado el último libro de Pérez Antolín –el penúltimo, si tenemos en cuenta que acaba de aparecer en México ‘Esta ínfima parte de infinito’–, de nuevo en el camino de la poesía. La última entrega literaria de un autor que, en palabras de Juan Carlos Mestre, su prologuista, representa «una voz bienaventurada entre aquellas que han hecho de la conducta de su lenguaje una manera de estar en

‘De Nadie’ supone una «voz bienaventurada» en diálogo con la «dignidad» y la «honradez»

CARLOS AGANZO

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el mundo, en los diálogos con la dignidad, en coloquio con la honradez». Un libro donde resuenan los viejos ecos sociales de buena parte de la poesía de Mario Pérez Antolín, donde se muestra su predilección por los fondos degradados y marginales, pero que en esta ocasión nos muestra a un poeta ya definitivamente ganado para la causa de la meditación profunda, del desentrañamiento del sentido puro de la existencia, entre las imágenes, más o menos dulces, más o menos ácidas, de la realidad cotidiana. Junto a ese lumpen que he-

redará «las pocilgas del cielo», o a la acidez de estómago, o al mandil manchado de sangre del carnicero, existe todo un universo de soledad y de sensaciones donde el poeta contempla el mundo «con la curiosidad de un niño ciego». Dudas, inquietudes, sospechas... pero también rastros de amor que se perciben con nitidez en aquel que está «acostumbrado a la inutilidad de lo más importante». Una auténtica «insubordinación de sentidos», en palabras de Juan Carlos Mestre.

‘El peligro del ángel’ es una expresión brillante de «la ética del hombre que no renuncia a serlo»

Sí estaba registrado, sin embargo, en aquella ‘Quinta del 63’, el poeta Julio Castelló (Madrid, 1963), cuyo primer libro, ‘Qherido animal’, se había publicado en 1998. A éste le seguirían ‘Sunu Gaal’, en 2006 y, en 2014, ‘Yosotros’, consolidando una carrera que ahora gana un nuevo eslabón con ‘El peligro del ángel’, seguramente su obra más personal, más completa. La expresión más brillante de «la ética del hombre que no renuncia a serlo», en palabras de su prologuista, Simón Arriaga. Un ángel fieramente, «estrechamente humano», protagoniza este libro en el que el poeta empieza por despojarse de todo lo superfluo, incluido el propio lenguaje, para terminar volando, con sus alas rotas, sobre el turbión del mundo. El vértigo de la libertad y del deseo, la atracción casi irresistible de la entropía, pero también la voluntad de aprovechar el vuelo, con todos sus peligros, para regresar a la tierra convertido en un hombre nuevo. Un ángel ya sin alas que se identifica con ese ejército de «insólitas palomas» que forman todos aquellos que han sido capaces de regresar vivos de sus pensamientos más íntimos, de los más complicados, los más profundos, los más oscuros; los que buscan y encuentran en la ternura «un subterfugio para abrazar la muerte o al menos sus zarpazos». Dos ejemplos de la profundidad y de la verdad poética de una generación inabarcable, donde todavía queda mucho por descubrir.

DE NADIE

EL PELIGRO DEL ÁNGEL

Mario Pérez Antolín. Ilustraciones de Nuria Cadierno. Editorial Páramo. Valladolid, 2016.

Julio Castelló. Editorial Polibea. Colección El Levitador. Madrid, 2016.

Mario Pérez Antolín.

Julio Castelló.


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ARTE ESPAÑOL EN DALLAS

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Obra de Óscar Domínguez elegida como imagen de la exposición de Dallas. :: COLECCIÓN PATIO HERRERIANO

La colección del Patio Herreriano cruza el charco Un centenar de obras explicarán en el Meadows Museum de Dallas (EE UU) el origen y desarrollo de las vanguardias plásticas en España

ANGÉLICA TANARRO

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an los ferrant, los mallo, los barradas; van los gargallos, los gris y blanchard; van los ángeles santos, los tápies y los gonzález, los caneja, los chirino y los planasdurá... A la exposición ‘Arte Moderno Español’ (Modern Spanish Art) que desde el próximo domingo día 9 será la estrella de las muestras temporales en el Meadows Museum de Dallas (Texas, EE UU) va lo más granado de la Colección Arte Contemporáneo que se custodia en el Patio Herreriano de Valladolid. Se puede decir que el Museo estadounidense expondrá una parte muy significativa del

núcleo duro de la colección del museo vallisoletano. La muestra pondrá luz sobre un periodo reciente de nuestra historia artística no demasiado conocido fuera de España, si exceptuamos el efecto de la resonancia de nombres como Picasso, Miró o Dalí. Las obras de la Colección convivirán con parte de los fondos permanentes del Meadows, institución especialmente dedicada de nuestro país. Al igual que ocurre en el Patio Herreriano, la exposición ofrece un relato único de cómo se desarrollaron las vanguardias artísticas españolas, desde el papel que jugaron movimientos como el novecentismo catalán o el nuevo realismo hasta la llamada ‘abstracción lírica’, pasando por el constructivismo, la relación del arte con la naturaleza o el rastro del surrealismo en el imaginario español. Cinco itinerarios ofrecerán al visitante

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ARTE ESPAÑOL EN DALLAS

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Bajo estas líneas, ‘Columna dórica’, de Olivares. A la derecha, ‘Construcción’, de Torres-García. En la otra página, ‘Composición, de Díaz Caneja. plásticas de la cualidad de lo lírico. La vitalidad de la obra de Bores, Cossío, Olivares o el Cristófol que anuncia el minimalismo. Así también la abstracción lírica en la trayectoria de Fermín Aguayo, Enric Planasdurá o Esteban Vicente.

Aniversario La muestra que permanecerá abierta en el museo estadounidense hasta el 29 de enero del año próximo se enmarca en las actividades del 25 aniversario de la Colección y cuenta con el patrocinio de Acción Cultural Española. El Museo que acogerá las obras del Patio Herreriano es una institución fundada en 1963 con los fondos de la colección privada de Algur H. Meadows, que durante sus frecuentes viajes a España en la década de los 50 del pasado siglo se convirtió en un importante coleccionista de arte español. La colección fundacional del museo norteamericano contiene obras de Velázquez, Murillo, Ribera así como numerosos grabados de Goya. Fortuny, Sorolla y los realistas del XIX también están representados. Parte de la colección de arte contemporáneo del museo compartirá espacios con las salas dedicadas a la exposición de la Colección Arte Contemporáneo.

Momento delicado

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otros tantos hitos explicativos del desarrollo de la modernidad en las artes plásticas de nuestro país. El primero: ‘Nuevas fisonomías, realismos modernos’ reflexiona a través de nombres como Julio González, Togores o Ángeles Santos, cómo algunas de sus obras anticipan cronológicamente parte de las propuestas de las ‘nueva objetividad alemana’ y de otros realismos tanto europeos como norteamericanos. Para el comisario de la muestra, Eugenio Carmona, en contra de algunos críticos que vieron en este nuevo realismo un paso atrás, un ‘retorno al orden’, el nuevo realismo español se vinculaba a una sociedad con nuevos roles sociales para hombres y mujeres. «‘La escolar’ de Ferrant, realizada en 1925, es una obra inspiradora y esclarecedora –escribe–. Representa una adolescente, casi una niña, estudiando en la intimidad de su hogar. En un país que luchaba por salir del analfabetismo y en el que las mujeres no tenían aún derechos civiles ¿no es la imagen creada por Ferrant una imagen plena de sentido de la trans-

formación y de esperanza?». El segundo capítulo, titulado ‘Forma. Desarrollos en favor de un arte constructivo’ se propone ilustrar cómo el arte español recorrió el camino desde el cubismo a la abstracción geométrica o el arte constructivo contemporáneo. Partiendo de Juan Gris y María Blanchard que a juicio de Carmona contradijeron la tesis de que el arte constructivo tiene que ser necesariamente abstracto. «[Gris y Blanchard] demostraron que lo importante en este arte no era la presencia o ausencia de iconos o figuras; lo importante era el idealismo de encontrar una forma depurada y precisa, asimilable a la geometría, formulada desde la inteligencia y desde el concepto y ajena a la proyección sentimental». En este apartado aparecen también las obras de TorresGarcía, Barradas y su vibracionismo, Gargallo o el joven Chillida. El tercer capítulo de la exposición hace referencia a la manera en que el arte moderno español hizo de la naturaleza un emblema con el que plantear la propia identidad

cultural. Las relaciones entre arte, naturaleza y cultura y la mirada hacia el paisaje originario desde los nuevos planteamientos artísticos se exponen de forma particularmente relevante en el quehacer de la célebre Escuela de Vallecas, a la que pertenecieron Alberto Sánchez y Benjamín Palencia, tan bien representados en la Colección Arte Contemporáneo.

Naturaleza En este capítulo se incluyen las obras que conectan el surrealismo con los iconos naturales o las llamadas a lo telúrico, como en las obras de los catalanes Massanet y Planells y de forma muy evidente en la obra del canario Oscar Domínguez, una de cuyas pinturas se ha elegido como imagen de la exposición. El colofón a este espacio de relaciones entre arte, naturaleza y cultura, «lo sitúa Antoni Tàpies uniendo la idea de paisaje interior, traída del surrealismo, con la del paisaje astral propia del gusto por lo mistérico y enigmático, a lo que se añade, en texturas diversas, muy trabajadas, el signo informalista uni-

La exposición explica, entre otros aspectos, el paso del cubismo a la abstracción geométrica en los artistas españoles La muestra se inaugura mientras está aún pendiente la firma del nuevo comodato entre la Colección y el Patio Herreriano

do a la evocación última de los extraordinarios colores de los amaneceres y atardeceres mediterráneos». El cuarto capítulo de la muestra tiene el sugerente título de ‘Surrealismos expandidos’. Con el adjetivo se quieren poner sobre la mesa las especiales características que tuvo el movimiento en España fruto de la personalidad de sus seguidores. El ya mencionado Óscar Domínguez, pero también figuras como Fernández Granell, José Caballero o González Bernal llevaron al terreno de sus experiencias vitales y su memoria un modo alternativo de incorporar el sueño al arte o de contestar los puntos de vista o el modo de vida comúnmente aceptado en la sociedad occidental. El recorrido por la exposición que proponen los organizadores (uno de tantos posibles como sucede en toda muestra) concluye con el capítulo titulado ‘Nuevo Lirismo y Expresión Libre’, en el que se pasa revista a la obra de quienes optaron por el arte como disfrute sensorial, primando la experiencia visual, el equivalente en las artes

La inauguración de la muestra tiene lugar en un momento delicado para la permanencia de la colección en el Museo Patio Herreriano. Como se sabe, el comodato que regulas las relaciones entre la Colección Arte Contemporáneo y el Ayuntamiento de Valladolid se encuentra en situación de prórroga. Las partes establecieron una prórroga hasta el 15 de octubre próximo, mientras una comisión bilateral negociaba la redacción de un nuevo comodato. Dicha redacción garantizaría la permanencia del ‘núcleo duro’ de la Colección en el Patio Herreriano y daría flexibilidad a las empresas propietarias de la misma para disponer, en caso de que así lo decidieran, del resto de las piezas que la componen. Ese núcleo duro está integrado por 200 obras que, unidas, dan sentido a lo que distingue esta Colección: el hecho de que explica la formación y desarrollo de las vanguardias clásicas españolas. El lunes tendrá lugar una nueva reunión del Patronato, en la que la Colección pondrá sobre la mesa una nueva prórroga del comodato y el Ayuntamiento pedirá la modificación de alguna de sus cláusulas.


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ABECEDARIO de lector ADOLFO GARCÍA ORTEGA

Abecedario.- Este que empiezo hoy, por ejemplo, uno entre tantos. Hay abecedarios para dar y tomar. Los hay personales, propios (por raros), ocurrentes, metódicos, casuales… Pero sobre todo arbitrarios. La arbitrariedad es lo que más gusta de los abecedarios privados. Son una forma de conocimiento aleatorio y sorpresivo. Porque todo puede caber en un abecedario y un abecedario lo puede contener todo. Entonces se convierte en una especie de enciclopedia particular (como la ‘Nueva Enciclopedia’, de Alberto Savinio). Los abecedarios parten de una convención, pero en realidad son un mundo selvático y frondoso, ordenado solo por el azaroso inicio de una palabra. Y este orden cumple la ley por antonomasia de cualquier abecedario: nada va a llegar antes que lo que tiene que llegar después. Por eso se parecen tanto a la vida. Alegría.- Hay un delicioso cuento de Chéjov que se titula así, ‘Alegría’. Es muy breve y verdaderamente contagia al lector un atisbo de entusiasmo, de esos que le dejan a uno el rictus torcido. El mismo que acaba teniendo la madre del protagonista del cuento, cuando su hijo le transmite la inmensa alegría de haber visto publicado su nombre en el periódico en una insignificante noticia donde se informa de un accidente del que él ha sido una de las víctimas. Amor (Pistas sobre el).- Leer la novela de David Grossman ‘Véase: amor’. Admirar un cómic maravilloso titulado ‘Un océano de amor’, de Lupano y Panaccione. Sonreír ante lo que del amor decía Balzac: «entre los amantes, ellas acaban sufriendo y ellos terminan aburridos». Quizá del amor lo mejor que se puede decir es que se trata de una deliciosa enajenación de duración variable cuyos implicados terminan hablando idiomas distintos. Antaño.- A medida que pasa el tiempo, y me refiero al paso inmisericorde de los años, la palabra ‘antaño’ cobra todo su sentido. Todo lo que uno piensa o recuerda está tamizado por una enorme cantidad de tiempo acumulado, y ese tiempo acumulado pasa a ser un lugar que se convierte en lejanía. ‘Antaño’ es la lejanía don-

de vive lo que ya está muy deformado por la memoria pero aún es añorado. La palabra ‘antaño’ remite a François Villon y a aquella balada suya en la que se repite el estribillo de «Pero ¿dónde están las nieves de antaño?» con melancólica ironía. Árbol.- El ciprés de Delibes cruza la novela con su sombra y se queda a vivir en nuestra infancia. Las palmeras de Paul Bowles fluctúan en la noche marroquí y amparan siempre oscuros momentos de deseo huidizo. El olmo de Machado y los pinares de Pavese inducen a volver la vista atrás. En ‘La acacia’, de Claude Simon, una de sus novelas más impresionantes, el árbol sale al final y parece que se despierta, se agita y se despereza. Como la memoria. En la literatura, los árboles suelen remitir al pasado, quizá porque los árboles son grandes y viejos y, desde su inmovilidad, son testigos de la movilidad del mundo. Arthur.- Mucho y muchos han escrito sobre Arthur Rimbaud. Y aún lo harán, porque su mito es inagotable. Pero hay tres textos donde se escribe sobre Arthur (más que sobre Rimbaud) que son extraordinarios. Dos son sendos libros breves: ‘Rimbaud el hijo’, de Pierre Michon, y ‘El tiempo de los asesinos’, de Henry Miller. Pero el mejor de todos es el primer capítulo de ‘Aniceto o el pano-

rama, novela’, de Louis Aragon, donde un Rimbaud anciano cuenta su vida convertido en fantasma. Atlas.- Julian Gracq escribió un atlas urbano de Roma en ‘Alrededor de Siete Colinas’, y otro de Nantes en ‘La forma de una ciudad’, libro este en el que le encuentra un parecido con Madrid. El breve opúsculo de Georges Perec ‘Tentativa de agotar un lugar parisino’ es un esfuerzo por hacer un

atlas pormenorizado de una parte de París. Describe hasta la extenuación todo, absolutamente todo cuanto sucede en una calle parisina en un momento dado, como si se tratara de una instantánea congelada de la realidad. Los libros sobre ciudades son una variante de los mapas. Auschwitz.- En Polonia, en Wroclaw, estuve en un acto en que alguien me reprendió por decir la palabra

‘Auschwitz’. «En Polonia nunca ha existido ese término. Nuestro término es Oswiecim. No podemos consentir que se llame a nuestro pueblo como lo llamaban los alemanes», me dijo airado. Era un hombre bastante mayor. Recordé entonces ‘Shoah’, la película de Claude Lanzmann, en la que los polacos, ellos solitos, se delatan a sí mismos como cómplices de los nazis, en materia de exterminio judío. Miraron para otro lado, se quedaron con sus posesiones y no movieron ni un dedo por salvar sus vidas. Para saber de Auschwitz hay que leer el comic (ya univer-

sal) ‘Mauss’, de Spiegelman. Para saber de Polonia, hay que preguntar a un psiquiatra. Autopista.- Las autopistas alejan de las ciudades, pese a parecer que las unen. Dejan a las ciudades fuera de los viajes, porque no hacen posible que los vehículos entren en ellas, tan solo las circundan. Las autopistas prescinden de la detención. El único caso de anulación de la autopista («era un rumor en la distancia») lo protagonizaron Julio Cortázar y Carol Dunlop, quienes, en 1982, invirtieron treinta y tres días en recorrer la autopista París-Marsella deteniéndose en cada estación de servicio, en cada área de descanso y en cada pueblo que les interesaba. De su lento viaje nació ese raro libro de viaje y fiesta que es ‘Los autonautas de la cosmopista’. Azathot.- Título del fragmento de un extraño libro de Lovecraft quizá perdido. Así llama «al hombre que viajó más allá de la vida en busca de los lugares a los que habían huido los sueños del mundo». Son solo dos páginas, pero está todo Lovecraft en ellas. Y todos nosotros también.

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Los hay personales, propios (por raros), ocurrentes, metódicos, causales...


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uenta Malcolm Lowry, en ‘Oscuro como la tumba donde yace mi amigo’, el viaje a México que está en el origen de ‘Bajo el volcán’, y cómo, cuando alguien quería venderles algo, su mujer le disuadía diciendo: «Nosotros no somos americanos ricos, nosotros somos canadianos pobres». Y he recordado la frase, expropiación incluida del nombre continental, ahora que releía a Margaret Atwood (Ottawa, 1939). Quizá se parece más cada vez lo que ocurre con la literatura ‘americana’ al monopolio de hecho que desde hace décadas impone entre nosotros su cine: la proporción entre las traducciones, el carácter de noticia que adquiere el menor movimiento de uno de los muchos nombres que se suponen fundamentales, aunque sean de palabra volandera. Y el lugar secundario que se reserva, pese a premios y reconocimientos, a figuras como Atwood, que han conseguido mantener la narrativa en un espacio casi abandonado hoy por la mayoría de sus autores, críticos y lectores: el espacio del arte. ‘Los diarios de Susanna Moodie’, libro de poemas de 1970, funda el mundo de Atwood en la extrañeza: la voz de una mujer que emigró a Canadá en la primera mitad del XIX abre el diálogo, que será luego permanente, entre una normalidad, posible por el borrado de la memoria, el olvido necesario de toda raíz, y una extrañeza que se polariza en una lengua ajena y una naturaleza tan incontrolable como asediada. Y, en medio de ambos polos, la percepción y la conciencia de quien, no cesando de construirse a sí misma, se reconoce en el desamparo de lo real: «si abrieran bien los ojos aunque fuese un instante / a estos árboles, a este extraño sol / se verían rodeados, atormentados, invadidos / por ramas, por raíces y zarcillos / y por la cara oscura de la luz / lo mismo que estoy yo». Y, así, cara oscura de la luz, otro de sus libros de poemas, traducido por Luis Marigómez, se titula ‘Luna nueva’. La percepción y la conciencia se sienten, en esta escritura, indistintas de la lengua. Como en ‘La novia ladrona’, donde se observa a tres mujeres de conductas y personalidades estereotipadas, también en su intimidad misma, según variados códigos culturales, y una peculiar sutileza verbal va poco a poco logrando que se perfile su singularidad. O como en la retórica post-revolucionaria de un personaje de ‘Resurgir’, los jirones desgastados y colonizados de los discursos adheridos a su piel «como sarna o líquenes». Es aquí el de la lengua un trabajo simultáneo de extraña-

La cara oculta de la luz

La escritora canadiense Margaret Atwood. :: LUIS ANGEL GÓMEZ

miento y apropiación, capaz de desnudar la existencia y de nombrarla, como si trajera de los poemas el peso de las frases en medio de un silencio que rehúsa redondearlas. Incluso en un mundo tan excepcional y violento como el de ‘El cuento de la criada’, la dinámica que hace invisible la normalidad no cesa de hilarse: «¿Así vivíamos entonces? Pero llevábamos una vida normal. Como casi todo el mundo, la mayor parte del tiempo. Todo lo que ocurre es normal. Incluso lo de ahora es normal». Y, aunque la reflexión se hace difícil en ciertas condiciones, queda la percepción, la observación continua y casi obsesiva, un olor que de pronto sobresalta, algo que estuvo en un mundo anterior –quizá como en la memoria de los emigrantes, suspendidos entre una tierra perdida y otra no encontrada, memoria de la que esta mirada viene, más allá de la biografía. Y, así, una experiencia personal aparentemente limitada, compuesta apenas de detalles cotidianos, sin acceso a panoramas generales, es la que dibuja en ‘El cuento de la criada’ una opresiva sociedad futura, Gilead (o no tan futura: escrita en 1985, sorprende reconocer, a manera de gérmenes ponzoñosos, tantos elementos que están en nuestro presente), establecida en los actuales Estados Unidos, modelo de control teocrático y proscripción de la libertad, en la estela de Orwell. El fundamentalismo del ‘Estado islámico’ o los talibanes o del cristiano ‘tea party’, el robo de niños en Argentina o España, la moral formal y doble de las sociedades católicas, algunas nuevas tecnologías, asoman ‘avant la lettre’ en esta turbia síntesis. Pero, sobre todo, la forma en que se articula la opresión de las mujeres. En el primer momento del golpe que impuso el nuevo estado, se cortaron sus cuentas bancarias y se las despidió de sus trabajos; la nueva sociedad se cimenta en la servidumbre de las mujeres y en un cuidadoso lavado de cerebro (que tanto recuerda al de la franquista ‘Sección Femenina’), en su explotación como mano de obra para los trabajos peligrosos y como máquinas para la reproducción de la especie. La voz de Atwood es sin duda feminista y cada una de sus frases deja resonar los siglos de desigualdad; pero, más en concreto, quizá su aportación clave sea mostrar cómo el antagonismo hombre/mujer es el principal de los que atraviesan a la especie, transversal a los antagonismos sociales e inconmensurable con ellos. Nunca esquemática, esta capacidad suya para situar los problemas en otro lugar del establecido resulta, entre to-

TIENDA DE FIELTRO MIGUEL CASADO

La voz de Atwood es sin duda feminista y cada una de sus frases deja resonar los siglos de desigualdad

das sus virtudes, la más fuerte y perturbadora. En ‘Resurgir’, la que tengo por su novela mayor, con zonas de particular intensidad, hay numerosos focos de conflicto –el nacional, con la sensación de invasión ‘americana’ en Canadá, el político, el generacional, el que opone lo rural y lo urbano, el de la inserción o la exclusión social…– que resultan desplazados, vueltos del revés, cuando los horada el antagonismo de género, y el otro, igualmente inconmensurable, que opone civilización y naturaleza. El cambio de ritmo final, una aceleración brutal e inesperada, deja a la protagonista sometida a la irrupción de formas de conciencia que la iluminan y devastan a un tiempo: su súbita comprensión de la estructura familiar, el desplazamiento de las preguntas por la maternidad, el amor o la culpa, hacia un espacio de compleja libertad y posesión de sí, la opción por una animalidad en la intemperie que su cuerpo no puede asumir… se suceden con el impacto de fuerzas que deciden la vida, con un ritmo que corta la respiración. La apertura del final no palía nada, no atenúa los conflictos ni las decisiones, pero hace visible una vía de construcción de la conciencia y funda un espacio de resistencia que se puede compartir. Como aquella frase grabada con la uña, en el fondo del armario de la narradora de ‘El cuento de la criada’, herencia de la criada reproductora que la precedió: «Nolite te bastardes carborundorum», no dejes que los bastardos te carbonicen, te consuman.


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omo «uno de los más memorables y acabados Bildungsroman de la historia de la literatura en lengua rusa», y ya es decir dada la extensión y calidad de la escritura en este idioma, presenta la contracubierta de la edición de Ardicia –soberbia, como de costumbre, la ilustración de portada- ‘La infancia de Nikita’ de Alexéi Tolstói (1883-1945), personaje harto singular: en la solapa se recuerda, entre otros avatares, que su fidelidad a las ideas revolucionarias le granjeó el apodo de ‘Camarada Conde’, siendo uno de los pocos aristócratas a los que se les permitió el uso de sus títulos nobiliarios, incluso durante el estalinismo. Parece que de casta le viene al galgo, en la historia se cita a un bisabuelo que huyó de su ruina y de la familia y envió una nota enigmática, maravillosa: «buscando la paz en la sabiduría, he encontrado el olvido en la naturaleza». Esta novela canónica entre las de aprendizaje se la dedica a su hijo, del mismo nombre del protagonista, y tiene un aire, aunque en otro orden de cosas y sin cargar tanto las tintas, en la oposición campo bucólico/ciudad amenazante, a ‘El camino’ de Delibes. Sobre todo, en cuanto al tono levemente poético, desde el improptu lírico de la escena inicial: las formas caprichosas del hielo, su huella en las ventanas de un día de sol gélido mientras el niño piensa ilusionado en el trineo infantil que le espera, recién tallado y barnizado por un carpintero tuerto. Luego, este lirismo liviano se despliega en escenas costumbristas, domésticas y de ferias, en los animales hogareños, el canto de los pájaros, las labores campesinas y el impresionismo paisajístico en general. Contiene todos los ritos de paso precisos para comprender que el misterio del mundo es tan grande que nunca nos será revelado: el primer embeleso para amar y sentirse amado, los complejos vínculos con los padres, los pinitos poéticos y de equitación, incluso el desasosiego interior y la sombra del tedio vital. Poco ayuda en estos trances el tutor, un maestro tan entusiasta que a veces resulta insufrible. Según han evolucionado las cosas en Occidente –recuerdo la definición de ‘Adolescencia’ de Rafael Argullol en su magnífico ‘Breviario de la aurora’ (Acantilado): «Edad inexistente en las culturas sanas convertida en permanente por las enfermas»–, con el narcisismo banal inoculado en internet campando a sus anchas, habría que retrasar y mucho la edad en la que un personaje capitaliza una novela de aprendiza-

Aprendizajes Entre textos de iniciación


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Hemon desmonta mediante lo burlesco la estupidez galopante del estilo de vida USA, que es el nuestro El canto entero del poema de César Simón desprende un aroma fino, intenso, a romero, salvia y tomillo, esencial

UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO

Una tutora da clase a una niña indigente en un barrio de Los Ángeles (EE UU). :: LUCY NICHOLSON-REUTERS

je. Si a principios del XIX Nikita es un niño, un siglo después Josh Levin es un aprendiz de guionista ya treintañero que aún no se ha topado con las piedras de toque de la madurez en ‘Cómo se hizo La guerra de los zombis’ (Libros del Asteroide) de Aleksandar Hemon, autor bosnio de padre ucraniano y madre serbia que al estallar la guerra de los Balcanes estaba en Chicago, donde se quedó y transcurre la obra. De hecho, la obertura de la narración son tres ideas boceto para un guion de ciencia-ficción apocalíptica, otro de secretos nucleares y uno de joven incomprendido que fracasa como DJ, de apellido artístico Spin, de Spinoza, y de nombre, claro, Baruch. Luego, mientras la invasión de muertos vivientes de su sesera avanza por las páginas, infectándolas hasta apoderarse de la ficción, el protagonista tiene que enfrentarse a la hora de la verdad e intentar mostrarse, en vano, como un adulto y olvidar al eterno adolescente en piso de soltero de alquiler, en un mundo de locos, de figurantes estrafalarios y tocados del ala, con su casero exmarine a la cabeza, más su excuñado, el marido de su amante... entretanto, sus problemas con las mujeres que tal vez conduzcan al cabo a su perdición: una inquietante japonesa, psicóloga infantil, «sensual amante zen» y una refugiada bosnia noqueada por la guerra y con hija problemática. Se nota que es un narrador balcánico: la escritura es como nerviosa, trepidante y muy cinematográfica; el argumento, desaforado, una comedia de humor ocurrente y desmadrado, a veces grosero, que amenaza muy pronto con degenerar, a causa de la violencia, en tragedia. Las observaciones muy agudas de gestos y maneras desmontan, mediante lo burlesco, la estupidez galopante, que es la nues-

tra, del estilo de vida norteamericano: aventura, por caso, que los últimos presidentes han triunfado por tener apellidos simples, de tal manera que los votantes son capaces de memorizarlos. Así que, ojo a Trump. Si bien, Hemon desliza alusiones cultas (‘Anna Karenina’ o ‘La tierra baldía’) y motea el texto de sentencias filosóficas lapidarias, al hilo de Spinoza, como aviso para navegantes. Y es que «cada persona es la primera persona». Por fin tengo en mis manos la ‘Poesía completa’ (Pretextos) de César Simón, que ha sido injustamente postergado de la nómina del grupo de los cincuenta, tal vez por ser algo más joven y haber publicado tardíamente o por estar a lo suyo en la provincia y cuya lectura debería ser de enseñanza obligatoria para todo aspirante a versificador. A mí me ha parecido de siempre un escritor decisivo de esa época, uno de los imprescindibles, y, desde luego, un poeta no se mide ni por asomo por el número de lectores sino por la calidad de quienes se rinden a su expresión verdadera, de haberla. A este respecto la edición aporta los testimonios inequívocos, por caso de Francisco Brines o de Antonio Cabrera. En el volumen se incluye, junto a varios apéndices con textos excluidos o no recogidos en sus publicaciones, ‘El pretexto y el fervor’, libro inédito, pasional y apasionado, un tanto excéntrico a la médula de su poética, que Vicente Gallego ha ‘expurgado’ siguiendo al parecer las indicaciones en vida del autor. Aun así, pese a justificarlo a las claras, con conocimiento de causa y las mejores intenciones, no me parece en modo alguno labor pertinente. Simón fue un hombre que, como señala de entrada el prologuista de lujo, el a su vez magnífico poeta Gallego, que luego desgrana con hondura no exenta de admiración la «vida secreta» de su persona y las claves líricas de su dicción «abrasada, seca, vibrante», volcó toda su biografía en sus vivencias, esto es, en su poesía, indisolublemente unida a «la soledad, los caminos y el silencio» en las alturas físicas y metafísicas del monte estragado donde levantara casa y despojado beatus ille particular. El canto entero de este poeta desprende un aroma fino, intenso, honrado, a romero, salvia y tomillo, es intensamente mediterráneo, de un secano devastador, esencial, en el fulgor ardiente del mediodía; está tallado en el cristal puro, durísimo, de esta certeza sustancial, definitiva: «lo mío es la extrañeza del ser». Por tanto, presenta un cariz ontológico, enviscado un poco a lo Heidegger, que determi-

LA INFANCIA DE NIKITA Alexéi Tolstói, Ardicia, 212 pp., 17,90 €.

POESÍA COMPLETA César Simón, Pre-textos, 456 pp., 30 €.

LAS TRANSICIONES Vicente Valero, Periférica, 120 pp., 15 €.

CÓMO SE HIZO LA GUERRA DE LOS ZOMBIS Aleksandar Hemon, Libros del Asteroide, 336 pp., 23,95 €.

na su constante abstracción metafísica, su dificultad de lectura, no por un hermetismo fácil, sino por la búsqueda de una dilucidación inefable, luego imposible. Si bien, cabría tal vez matizar que a su poesía, por poner un pero, le faltó, manteniendo la hondura de significado, el paso de intentar avecinar esos abismos, en la medida de lo posible, con lo comunicable, mediante una expresión más aclarada, menos compleja. Pero, claro, esto sería la cuadratura del círculo, sólo al alcance, si acaso, de unos pocos elegidos. El poeta Vicente Valero, que seguramente ha aprendido lo suyo de la poesía simoniana, ensaya la nouvelle de iniciación, con protagonistas desnortados de la edad del de Hemon, atrapados en una farra posterior al entierro de un compañero, en ‘Las transiciones’ (Periférica). La pluralidad del título nos conduce también al período histórico que sucedió a la muerte de Franco y trajo la democracia, en el que parte de nuestra generación sucumbió a la vorágine autodestructiva de las drogas. Valero es dueño de una prosa delicada, concebida a tramos como reminiscencia o como introspección, de una sencillez precisa en extremo. A este respecto es harto sintomático el autor elegido para la cita inicial: el gran escritor francés Christian Bobin, poco conocido en nuestro país. Las palabras de Bobin ensalzan «la niñez eterna» y de hecho el paso de la infancia a la pubertad ocupa el centro del argumento, que rememora episodios decisivos, a veces traumáticos: refriegas de pandilla, escarceos sentimentales, faenas escolares, los primeros cigarros, las revistas guarras… siempre bajo la premisa de que «tienen algo de dioses los niños antes de hacerse hombres». Apetece tenderse al sol con los cuatro amigos del alma en las playas ibicencas. O quizá mejor refrescarse con Nikita, dejando atrás el aroma dulzón de las manzanas extendidas en el suelo, en la mañana heladora y pura, casi inaugural, en un invierno de mucha nieve, con su trineo de madera de pino, entre los enormes ventisqueros, los árboles desnudos y blanquecinos moteados de cornejas, las isbas dispersas y lejanas… Mientras hilvanaba malamente estas glosas he estado escuchando, como hago a menudo, la ‘Sonata Kreutzer’ de Beethoven, el violín sublime de Anne-Sophie Mutter, que tantas veces me ha conmovido. Hora es, como dijera con mucha propiedad César Simón, de «dejar esa bella semiverdad que es la música y entregarse a la verdad entera, que es el silencio».


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DEL CIPRÉS

La noche fantástica en Foz

L

a noche abrió el paso de la música como vuelos regios con aproximación a un miedo dulce. Extraña hora, en una Galicia llenando en Foz el lugar a la espera de la llegada de los vikingos en una ceremonia gallega de luces velando el acto de aquel recuerdo de su lucha. El mar deslizaba la zozobra de aquella hora donde lucharían (según el rito) yendo y viniendo soñando olas. Incontables gentes, abundantes por todas partes, vestidos, disfrazados de vikingos, otros de algo parecido, renaciendo su propia historia con cientos de mujeres y niñas con los cabellos entremezclados de flores. Adornos en algunas calles y los restaurantes preparados con abundantes comidas propias de la fecha y unos mariscos de desmayo. Mes en finales de agosto, con un sol pleno, atónito, contemplando absorto ante hechos tan memorables. Las imágenes sobre olas justas tan cerca de las navegaciones de forma especial, como una fantasía que existió entonces. Aquel tiempo, vientos, runas y dioses, deslizando una historia de invasión y encuentro con los habitantes en lucha, en aquellos lugares que caían presos de pánico. En la actualidad surge más fácilmente la visión de las velas de un encanto especial, agi-

tada llegada sobre un mar reflejos de fuego y sonidos. De lejos, recorriendo aquellos terrores se acercaban agrupados guerreros y seguidores con una llamada de ofrecimiento, cuajado de pueblos enteros siguiendo aquella tétrica y emotiva música. Ruido estremecedor conmovido acercándose a la playa cuajada entre vivientes y candelas, lucernas encendidas, hachones, lumbres… a la brisa de los

DONDE HABITO ELENA SANTIAGO

El mar deslizaba la zozobra de aquella hora donde lucharían yendo y viniendo soñando olas

primeros pasos de la noche sobre todas aquellas escenas contemplando. Palabras de acercamiento ofreciendo aquella historia para todas las edades. Tras actos, a lo largo del día, de fiesta, boda y bailes, llegaba el entierro de la muerte de los resultados de luchas (reflejando lo antiguo, siglos allá…) prendiéndole fuego hundiendo el humo y buscando una agilidad de presencias aclamadas, movidas en saltos y despedidas. En asombrosos gestos de juegos de luces y voces, completando todo lo habido. Finalmente la sombra y acercándose un silencio llenando la noche cerrada. Marcando hechos de siglos muy atrás, muy entonces, aquellos excelentes navegantes practicando piratería, secuestros, raptos y apropiaciones. Vikingos capaces de traicionar a los pueblos costeros de Europa. El mar iba perdiéndose dentro de sí mismo al no tener ya fuegos creando aquella realidad reflejada. Entonces, refrescando emociones y saltando sus movimientos que se oían aun con un largo voceo dejando el lugar y contemplar los faros cerca y al final de la oscuridad. Foz descansaba, pasado el bullicio. Necesario y siempre, los flauteros maravillosos de Galicia. Una fotografía con ellos, fue todo un final magnífico.

Un barco vikingo llega al puerto gallego de Catoira en la fiesta que se celebra en agosto. :: MIGUEL RIOPA-AFP

Jesús Hilario Tundidor. :: EL NORTE

Frente al espejo :: RAMÓN GARCÍA DOMÍNGUEZ

E

l poeta zamorano Jesús Hilario Tundidor acaba de dar a la imprenta un nuevo libro, no de poesía esta vez, sino de meditación y confesión poética. Y ya desde el título y el subtítulo del manual hay dos palabras que sorprenden: Acontecimiento y culpabilidad. El libro mismo, este ensayo de Tundidor, es un «acontecimiento». Pero no con el significado y alcance que se le da al término en el lenguaje corriente y moliente, en el leguaje al uso de calle y prensa. Uso casi siempre enfático y vacío. Y nunca singular y menos excelente. Casi todo hoy en día es el «partido del siglo», la «la boda del siglo», el «acontecimiento del siglo» en suma. Y cuando lo consideras y examinas de cerca - el tal «acontecimiento», digo - nunca pasa de resultar vulgar y mostrenco. Solo el hecho poético, el acontecimiento poético, cuando se produce, es único y simpar. Y se resume, según el poeta Tundidor, en un constante empeño por «apasionar la inteligencia». Quiere esto decir que el poeta debe ser un ser apasionado, a la par que intuitivo y pontífice del leguaje. Jesús Hilario Tundidor busca en estas meditaciones las razones y raíces de su quehacer poético, raíces que él mismo enumera como: «la tierra, el leguaje, el acontecimiento humano en todas sus consecuencias, la temporalidad del suceso, la reflexión en el acontecer y, sobre todo, la emoción natural del ser». Inteligencia, pasión, emoción perenne e indeleble y el lenguaje inventado y reinventado en cada poema. No, en cada verso. Tales constantes son las que he deducido yo de estas reflexiones de Tundidor y que se corresponden, además, con las constantes que siempre he de-

EL ACONTECIMIENTO POÉTICO Jesús Hilario Tundidor. Cuadernos del laberinto. 214 pags. 18 euros.

tectado y sentido como lector de su poesía. El segundo concepto que he entresacado del título de este manual introspectivo es el de la «culpabilidad». «La culpabilidad de las imágenes», asevera el poeta. ¿Pero de qué son culpables -o responsables sin paliativos - las imágenes poéticas? Posiblemente de todo. «¿Cómo sin la metáfora/ o el retráctil sentido de la imagen, tocarías el mundo?» Así mismo versifica el poeta. Y en la página 104 del libro que nos ocupa, reflexiona de esta manera: «Bajo este proceso que protagoniza en la poesía la culpabilidad de las imágenes, la dinámica del discurso transforma la significación directa de los significantes en estratos de ocupación mítica, susceptibles de ser aceptados en el proceso dual de la comunicación». Posiblemente mis divagaciones inconexas sobre el libro de Tundidor, se me perdonarán leyendo el libro de Tundidor. Yo lo recomiendo intensa y encarecidamente. En él yo he descubierto y se me ha desvelado «la búsqueda de una justificación de esa larga experiencia de sufrir la fatalidad terrible y responsable, pero maravillosa pasión, de escribir y construir libros de poesía». Porque paraTundidor, reflexionar sobre el hecho –¡sobre el «acontecimiento»!– poético o sobre sí mismo son una misma e inseparable cosa.


LECTURAS

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No hay verdad más profunda que la vida El dominio formal y verbal de Lanseros hacen de su obra una amena y sugeridora compilación

JORGE DE ARCO

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abido es que la materia del corazón, por su carácter íntimo, es más propicia para ser sentida que para ser explicada. Por ende, el amor ha sido, es y será, pilar temático de la poesía, mientras que para otras artes como la filosofía, la ciencia…, los símbolos y los mitos han intentando poner algo de entendimiento a todo aquello que linde con lo afectivo. Nuestra querida Santa Teresa ya clamó siglo atrás: «No temo al infierno por sus penas, sino porque es un sitio donde no se ama»; y bien sabía ya la monja abulense que de no haber sido por el devoto ímpetu amatorio que la guió, nada de lo que alcanzó habría sido posible. Y traigo a colación esta re-

flexión, tras la grata lectura de ‘Esta momentánea eternidad’; o lo que es lo mismo, la poesía reunida de Raquel Lanseros, que abarca los cinco poemarios editados hasta ahora por la autora jerezana –‘Leyendas del Promontorio’ (2005), ‘Diario de un destello’ (2006), ‘Los ojos de la niebla’ (2008), ‘Croniria’(2009) y ‘Las pequeñas espinas son pequeñas’ (2013)–, además de algunos textos inéditos o aparecidos en publicaciones dispersas. «El impulso animoso de reunir en este volumen toda la poesía que he escrito en los últimos once años (…) parte de un hondo amor por la poesía para desembocar en un recorrido de gran intensidad emocional por la existencia propia, hasta el momento presente», anota Raquel Lanseros en el aclaratorio prefacio que ella misma firma. Ese noble sentimiento, en el que insiste poco después –«Se ama la poesía de ese modo incesante e inne-

La escritora Raquel Lanseros. :: ÓSCAR CHAMORRO gociable en que se ama la vida»–, es, a su vez, el núcleo y motor que avivan estos versos que se enroscan al par de un aliento nostálgico, vívido, que impregna todo cuanto de pasado cabe en el presente. Memoria, sí, de un tiempo con aroma a paraíso fugado, pero con sabor también a incierto futuro, a latidora actualidad: «Vivir es un presente inacabado/ un suave sinsentido consintiendo./ El recuerdo del fuego cuando es fuego/ ya no es tizón ni brasa ni rescoldo./ Saber que llega una segunda fecha/ y no concebir más que la primera». Ordenado de manera cronológica, el volumen da cuen-

ta de la evolución lírica y humana de Raquel Lanseros. «La persona que escribió mis primeros versos ya no soy yo exactamente, aunque esté contenida en mí», escribe en

ESTA MOMENTÁNEA ETERNIDAD. POESÍA REUNIDA (2005–2016) Raquel Lanseros. Visor Poesía. Madrid, 2016.15 euros. 268 páginas.

el citado prefacio. Y el lector, en efecto, irá descubriendo como el yo lírico de la autora ha crecido y madurado, como ha ampliado su mirada y su carácter reflexivo, hasta llegar a conformar un personal y cómplice universo que dialoga con la inagotable búsqueda de su verdad ulterior: «Si pudiera algún día huir de mí,/ plantaría la semilla de un álamo en mi vientre./ Mi álamo de cuerpo entero, en pie de mediodía,/ avanza campo abierto por valles de combate», confiesa en su poema ‘Ensayo general de otro horizonte’. El dominio formal y verbal de su decir, el hábil mapa con que traza su rítmico discurso, la diversidad temáti-

ca que abrochan los territorios del ayer, los inciertos vaivenes de la vida, los protagonistas familiares que ya no están, las ficciones y realidades que han dibujado su cotidiana identidad, además, de la fértil trasparencia que derrama su lenguaje desvestido y puro, hacen de estas páginas una amena y sugeridora compilación, plena de amor. Y de vida: «Sé que tengo sentido porque vivo/ y sé que no hay dolor ni menoscabo/ que puedan inmolar esta fortuna/ de ser en el presente, de existir,/ de sentirme el orfebre del instante (…) Ante el placer de respirar me postro./ No hay verdad más profunda que la vida».


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DEL CIPRÉS

LECTURAS

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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

A mi padre le gusta (tanto) el fútbol… :: SUSANA GÓMEZ Vestido con el uniforme de la selección Argentina y con una melena negra y rizada, Armando mira desde la portada con un balón de fútbol bajo el brazo. «Es Maradona», dicen quienes tienen noticia del que ha sido considerado uno de los mejores jugadores de la historia de este deporte. Pero este Armando es otro, sus aficiones también, y el nombre y la camiseta albiceleste han sido elegidos por

un padre apasionado por el esférico, que decide regalarle una pelota como primer intento para que se convierta en «un as del balón». Impulsado por la una clara intención de empatía con el niño, este álbum gira en torno a las obsesiones y frustraciones paternas –bien podría haber hablado del baile, la música o la ornitología– junto al derecho de los hijos a no mitigarlas. Es así como, desde la elección del tema has-

ARMANDO Fernando Pérez Hernando. Editorial Takatuka. 40 páginas. 14 euros. Edad recomendada: de 3 a 6 años.

ta el lenguaje directo y sen-cillo, el tamaño de tipogra-fía, la brevedad del texto y laa perspectiva de ilustracioness de trazo rotundo a la alturaa de los ojos infantiles, el discurso se construye con voca-ción de diálogo e inclusión. O lo que es lo mismo: la voluntad de dirigirse a lectoress de todas las edades, pues gozaa de una mirada infantil que, no obstante, interpela al adulto con la solidez de lo sencillo. Y es que, calzado con bo-

José Mateos: canción en la niebla C CÉSAR A AUGUSTO A AYUSO

E

ste poeta gaditano de Jerez de la Frontera, que además ha escrito cuentos, aforismos, ensayo literario, y dirige suplementos culturales y es pequeño editor y pintor, reúne ahora lo mejor de su poesía en esta antología cuyo título dice muy bien lo que es: una poesía esencial, hecha de sentimientos y emociones, en la que pensamiento y sentimiento, a la manera unamuniana, se complementan y se enriquecen. Una poesía ceñida, reflexiva, personal, sin concesiones espurias, en la que es fácil adivinar el poso de los grandes maestros andaluces: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Luis

El poeta gaditano José Mateos. :: PACO MARTÍN Cernuda… Una poesía que puede parecer por su forma sutil y común –endecasílabos, romances– que es un re-

manso, pero en cuyas profundidades, sin embargo, se agitan no pocas turbulencias, desasosiegos y purgaciones.

Imposiciones USA

E

n ciencia ficción, como en todo tipo de literatura, siempre se agradecen los cambios de enfoque, la novedad, por mínima que sea, a la hora de plasmar una visión del mundo, del universo, incluso. La trilogía de ‘La segunda esfera’, de Ken Macleod, es

vieja ya, harán diez años que apareció, pero no ha sido hasta hace poco que he podido hincarle el diente. Y lo cierto es que deja con ganas de más. De hecho me encantaría echar un vistazo a su saga de la ‘Revolución de otoño’, que no triunfó, a diferencia de ‘La segunda esfera’, en los Estados

Unidos, al parecer por ser demasiado radical, sea eso lo que sea. Lo que demuestra que la censura de mercado es algo que existe y es efectivo en este maravilloso sistema de mercado libre. Y como aquí, a diferencia de otros países europeos, Italia, por ejemplo, o Alemania, algunos que se llaman

En su considerable y variada obra, habría tres libros principales, fielmente recogidos en la presente mues-

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA CIRO GARCÍA

editores acaban por seguir las corrientes que marcan los mercados americanos, pues nos tendemos a perder algu-

tas de tacos y rodeado de franjas blancas y azules hasta en el papel que decora la pared, el pequeño Armando está

tra, que serían ‘Una extraña ciudad’, publicado en 1990, y luego ‘La niebla’ (2003) y ‘Cantos de vida y vuelta’ (2013). Aunque es conscientemente reflexiva, su poesía huye de confabulaciones herméticas y tiende a lo narrativo, a la alusión de las vivencias, para sacar de ello un contenido de experiencia que lo mismo puede teñirse de velada amargura o inquietud que convertirse en canto y celebración de lo vivido. Ya en ‘Una extraña ciudad’ aparecen los motivos fundantes de su lírica, esos que le empujan a echar mano de la palabra, que no son otros que una necesidad de esclarecimiento existencial y de honradez consigo mismo. Es preciso ordenar su mundo interior, dar cauce a la melancolía que fluye tras el acecho de la soledad, la amenaza del tiempo y la queja por lo perdido. Así le brotan sus poemas como un respirar pautado en un mundo de elegía. Aunque ni siquiera el poema puede rellenar la oquedad que el tiempo excava, la compañía que este llega a proporcionar le sirve al poeta para justificarse en su canto. Será lo único que no pueda el tiempo arrebatarle: ese embalsamiento de un instante en palabras. Escribe una poética precisa: «Mi noche des-

nas cosas. O dicho de otro modo, a sufrir las mismas censuras comerciales, y alguna otra local, que las que imponen los mercados USA. Y así, la primera saga de Ken MacLeod, la mencionada ‘Revolución de otoño’, pasó por ser controvertidamente plítica y se decidió que no gustaría al lector medio americano. Con la trilogía de ‘La segunda esfera’, pudo ocurrir lo mismo. Pero tal vez la salvaron esas naves que viajan a la veloci-

muy lejos de usar la pelota para chutar, sea en el Boca, el campo local o el salón de su casa.

POESÍA ESENCIAL José Mateos. Sevilla, Renacimiento, 2016.

velada, tú, poesía. / Eres condena y salvación. Y eres / este vivir a solas una vida / que a cada instante necesita hacerse / honda palabra para ser mi vida». No pudiendo retener la realidad, la verdad de la vida, la poesía se convierte tan solo en «reloj de sombra». No ofrece la luz, la vida en sí, sino la sombra que deja el tiempo al pasar. Siempre anda rondando el tema de la muerte, la atracción de los mundos secretos y el misterio, formulado en reiteradas interrogaciones, y no en vano la noche se recubre de simbólica pesadumbre, con cierto deje romántico, muy visible en un libro como ‘Días en claro’ (1995). En ‘Canciones’ (2000) su lenguaje se hace extremadamente claro, conciso y simbólico, en la onda de las ‘Soledades’ machadianas. El poeta se de-

dad de la luz, esos hombres grises, y esos extraterrestres casi omnipotentes. Quizás el hábil y disperso uso que hace el autor de las recientes mitologías conspiratorias sobre ovnis, lleno de un humor sutil, hiciera pensar que el resto de la trama, que es evidentemente social y política, quedara, en cierto modo, desacreditada detrás de ‘tanta tontería’. Quizás el que el ochenta por ciento de la acción transcurra en el otro extremo de la gala-


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De emociones, bipolaridad y otros laberintos :: S. G. Explicar a niños y niñas el trastorno bipolar no siempre es tarea fácil. Combinar en la tarea sutileza y claridad solo se puede hacer desde una delicadeza consciente de lo que uno tiene entre manos: lectores de menos edad que, no obstante, merecen una explicación sin puerilidad. Esto es lo que realiza acertadamente Didac Micaló en un texto amable y agri-

vana en el misterio y quisiera calmarse con su propia sed. Solo intuye o anhela, pero nunca afirma. Sus palabras son, ciertamente, preguntas a una sombra. Quizás sea ‘Niebla’ (2003) su libro más redondo, formado por una decena de poemas largos, en endecasílabos blancos. Los temas medulares: el tiempo, la muerte, Dios, el trayecto y el sentido de la propia vida… fluyen con clara precisión, con rítmica elegancia, con ese ánimo de consuelo y de clarividencia amistosa que le pide a la poesía, aún con sus insuficiencias: «Poesía es ser el otro, el que nos huye / y es poner nombre a una emoción sin nombre, / a ese estremecimiento de estar vivo…». Entre la afirmación complaciente y la duda, la niebla es metáfora de la vida. ‘Cantos de vida y vuelta’ (2013), el último publicado, asume mayor riesgo, indaga con mayor fuerza en la incertidumbre y el misterio y también es el más crítico con un mundo en el que empieza a sentirse ajeno, porque le vela esa trascendencia que necesita. Unos poemas toman un aire visionario y otros, en su palpitación anhelante, recuerdan la afilada conciencia del Juan Ramón último. Hondura y delicadeza, en suma, notas características de este poeta.

xia –y no en la Tierra, como ‘La revolución de otoño’–, ayudara. Como si ficción e improbabilidad fueran una misma cosa. Como si un elemento absurdo pudiera contagiar su absurdidad a una idea considerada peligrosa. No sé si saben ustedes que hasta hace mucho el FBI de Hubbert consideraba la cienca ficción como algo peligroso. Vigilaba estrechamente a autores que la cultivaban, como Ray Bradbury.

LOS MARTES, MI TÍO Y LOS EXTRATERRESTRES Didac Micaló y Roger Ballabrera. Editorial Tramuntana. 36 páginas. 13 euros. Edad recomendada: a partir de 7 años.

dulce, literario y pedagógico, en el que se presenta a un tío extraordinario que unos martes lleva al protagonista a un viaje alrededor de laa tierra y i de otros es incapaz de salir su habitación: «Como si su nave se hubiera perdido en medio del universo y no pudiera encontrar el regreso a casa», dirá su sobrino. Y es que, tal y como le explicará

su madre, su hermano menor padece una enfermedad que no le hace daño a la garganta sino a las emociones, y que unas veces vive las cosas tan feliz como si fuera su cumpleaños y otras tan ho-

i rrorizado como sii le fueran a cortar las uñas de los pies. Acompañado de ilustraciones en las que las metáforas ayudan a clarificar el texto, el álbum concluye con una serie de preguntas sencillas

Vanguardia eterna Fernando Arrabal arremete contra el mito de Don Juan en ‘El circunspecto’ y ensalza a Shakespeare y Cerbantes LUIS EDUARDO SILES

F

ernando Arrabal ha cultivado la vanguardia en su obra y en su vida. Arrabal es vanguardia y la vanguardia es Arrabal. Y todo ello según el concepto que dejó escrito Francisco Umbral: «Las vanguardias no son creacionismo caprichoso, sino creación y robo, aprovechando la oscuridad de la luna más que su luz». Los dramaturgos españoles a los que se denominó Nuevos Autores, que dieron a conocer sus primeras obras a mediados de los 70, tomaron en principio a Arrabal como referente literario indiscutible, cuando él hacía guiños al Partido, hasta que Arrabal aseguró que se le aparecía la Virgen, lo que aún sostiene, y entonces todos empezaron a ignorarlo sibilinamente. Demasiado Godot para ellos. Excesivas pingüinas. Se dice que Fernando Arrabal es el autor vivo más representado del planeta. En España, aún, muchos lo recuerdan por una borrachera en un remoto programa televisivo. Pero siempre nos quedará París, donde Arrabal vive desde muy joven, añorando ahora aquellas fiestas en las que, según él mismo ha relatado, Salvador Dalí terminaba desnudo postrado a cuatro patas tras

Fernando Arrabal, entre rejas. :: MANUEL H. DE LEÓN alguna pingüina (término arrabaliano) que había leído o no a Cerbantes. ‘El circunspecto’, su nueva novela, y hay que decirlo rápidamente, supone un experimento menor dentro de la producción literaria fabulosa de Fernando Arrabal. Pero se trata de una obra atractiva e inquietante. Interesante. Mucho. La acción se desarrolla en la sede del Parlamento noruego, donde los cinco miembros del jurado del Premio Nobel de la Paz se disponen a anunciar la concesión del galardón a Shakespeare y Cerbantes, después de una noche infernal, en la que uno

de los diputados, Ole Georg Loyte, ha violado, tras narcotizarlas, a las tres mujeres del jurado. ‘El circunspecto’ supone una desmitificación y un ataque frontal hacia el mito de Don Juan y el machismo, aunque se disfrace de smoking. Arrabal siempre ha denunciado la injusticia y el atropello. Tove Lili Sorland, una de las víctimas, poeta maldita, trasunto del autor, afirma: «Un ‘burlador de Sevilla’, es decir, un mentiroso incapaz de seducir, de hacerse amar por sus únicas cuatro posibles y deseadas ‘novias’. Las del mito. A pesar de todas sus mentiras a ninguna pudo

enamorar ni haciéndose pasar en la oscuridad por el novio de la víctima». ‘El circunspecto’, que es un sensacional elogio a la obra de Shakespeare y Cerbantes, se

EL CIRCUNSPECTO Fernando Arrabal. Reino de Cordelia, 2016. 161 págs. 16,50 euros

i sobre las emociones y su gestión, así como una explicación científica que ayuda padres, madres y educadores a saber un poco más de un trastorno que afecta a un cinco por ciento de la población.

desarrolla en dos espacios: el del narrador, un espía que lo observa todo, y es la voz del propio autor, que aporta al libro la reflexión y el análisis, y unos diálogos en forma de teatro entre los cinco miembros del jurado, que dan tensión dramática a una novela muy teatral en el fondo y en la forma. El libro tiene un estilo directo, contundente, cautivador, es un reflejo más del medido delirio, del abracadabra verbal, del talento inmenso de Arrabal. Un niño octogenario. Porque Arrabal ha afirmado en alguna ocasión que su obra contiene la visión de la realidad desde el prisma de un niño. Como algún autor de vanguardia defiende que el escritor decae cuando pierde la capacidad de sorprenderse ante las cosas como lo hace un niño. Arrabal lo ha dicho y lo recuerda en la introducción de esta novela: «Cuando me pongo a escribir realizo un viaje entre la alucinación y la perspicacia». ‘El circunspecto’ está lleno de genio e ingenio. De visión crítica hacia hechos de la actualidad. De reflexiones sobre arte. De ajedrez. De frases que hacen ejercicios para equilibristas y que a veces aterrizan sorprendentemente sobre lo inmediato: «Con vosotros tengo menos futuro que la señora Thatcher en Podemos», afirma uno de los personajes. Pero es el mito de Don Juan el que queda seriamente herido. Don Juan no es un héroe. Es un asesino. ‘El circunspecto’ balancea el mito desde la indignación a la burla. Termina diciendo Tove Lili Sorland: «Tus historias de seductor, de Don Juan, me la pelan». Y Fernando Arrabal profundiza una vez más en el ‘idearium pánico’, en ese caldo de confusión en el que vive sumergido el ser humano. Por eso, concluye: «Nada sería cierto si no fuera confuso». Arrabal y las vanguardias.


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DEL CIPRÉS

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na característica del complemento indirecto es que puede conmutarse en la oración por los pronombres átonos <le> y <les>, que reflejan el número pero no el género de la unidad sustituida. En los enunciados ‘Ya he dado a los estudiantes la noticia’ y ‘Este tema no interesa nada a la gente’, si sustituimos ‘a los estudiantes’ y ‘a la gente’ por el correspondiente pronombre personal átono, el resultado sería ‘Ya les he dado la noticia’ y ‘Este tema no le interesa nada’. Pero cuando en una oración hay complemento directo y complemento indirecto y ambos se omiten y se sustituyen por los pronombres personales átonos correspondientes –le(s) en el caso del complemento indirecto; lo(s) y la(s) en el caso del directo–, las formas pronominales átonas del complemento indirecto dan paso a la forma pronominal <se> (que no hay que confundir con la forma reflexiva) para evitar la repetición del sonido /l/. En este último caso no se distingue ni siquiera el número. Probemos con un par de ejemplos: En el enunciado ‘Mañana daré a los estudiantes la noticia’, si conmutamos a la vez el complemento directo (la noticia) por la forma pronominal correspondiente (la) y el complemento indirecto (a los estudiantes) por el pronombre correspondiente (se), el resultado es ‘Mañana se la daré’. En el caso de ‘Los estudiantes mostrarán a la profesora los resultados de sus investigaciones’, si sustituimos al mismo tiempo el complemento directo (los resultados de sus investigaciones) por el pronombre átono correspondiente (los) y el complemento indirecto (a la profesora) por su correspondiente forma pronominal (se), obtenemos ‘Los estudiantes se los mostrarán’. Como puede apreciarse, en estos casos de doble conmutación la forma <se> no muestra variación ni de género ni de número. El complemento indirecto puede aparecer duplicado por los pronombres personales átonos correspondientes (le, les). Esta duplicación es

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

DUPLICACIONES PRONOMINALES DISCORDANTES (E INCORRECTAS)

Más normas y recomendaciones para el uso correcto del castellano. Envíe sus consultas a: elcastellano. elnortedecastilla.es

obligatoria en los casos en los que dicho complemento va antepuesto al verbo (‘A los niños <les> encantaron las chocolatinas’) y cuando el complemento indirecto es un pronombre tónico (‘A ella <le> entregaron las calificaciones antes de lo previsto’). Sin la duplicación pronominal (‘A los niños encantaron las chocolatinas’ y ‘A ella entregaron las calificaciones antes de lo previsto’), estos enunciados son gramaticalmente incorrectos. Un requisito de la duplicación pronominal, tanto si es obligatoria como si no lo es, es la concordancia numérica del pronombre personal átono con el grupo nominal al que se refiere, que funciona como complemento indirecto, como en los ejemplos siguientes: ‘Hubo que entregarles la documentación a todos los asistentes’; ‘Les compraron unos cuen-

tos a los pequeños’. No obstante, resulta llamativamente frecuente, en mi opinión, emplear la forma <le>, inmovilizada en singular, junto con un grupo preposicional (encabezado por la preposición <a>) construido con sustantivos en plural. Me refiero concretamente a casos del tipo ‘El conferenciante le dio las gracias a los asistentes por su presencia’; ‘Ya solo falta darle la segunda capa de barniz a las puertas’; ‘No hay que hacerle ascos a las ofertas’; ‘Lo que realmente desea es echarle un vistazo a los escaparates’. Dado que es obligado que el pronombre en función de complemento indirecto concuerde en número con el sustantivo al que se refiere, hay que señalar que se consideran gramaticalmente incorrectos estos enunciados en los que se usa la forma <le> para duplicar un grupo nominal en plural. La ‘Nueva gramática de la lengua española’ (NGLE), en su versión ‘Manual’ (publicada en el año 2010), apunta que «esta discordancia se registra en todas las áreas lingüísticas, sobre todo en la lengua oral» y recomienda «evitarla en los registros formales». Los ejemplos que siguen a continuación están tomados de la prensa diaria española de tirada nacional: ‘Además, ser biógrafo es algo muy cristiano, al fin y al cabo <le> das tu vida a los demás’; ‘no parece que quieran poner<le> las cosas tan fáciles a los que buscan en la salida de Grecia un desenlace inmediato’. Los siguientes han sido oídos en radio y televisión: se hablaba de que había que poner<le> las banderillas a los políticos; de un señor que <le> ofrecía caramelos a los niños cada vez que iban a verle; de que a veces creemos que por llevar chaqueta vamos mejor vestidos y de que eso precisamente <le> pasa a las madrinas, que piensan que por llevar un vestido de más piezas van a ir más elegantes; de que alguien <le> tiene mucho cariño a unos zapatos; de que hay que pedir<le> a todos que vayan a votar; o del presidente del Gobierno, que cada vez <le> pide más sacrificios a los españoles.

LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID

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Los Herederos de la tierra. Ildefonso Falcones (Grijalbo)

Los Herederos de la tierra. Ildefonso Falcones (Grijalbo)

Mi infancia. H. Bochorakova-Dittrichova (San Solei)

Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)

La chica del tren. Paula Hawkins (Grijabo)

Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)

Qué vergüenza. Paulina Flores (Seix Barral)

Landon. Todo por ti. Anna Todd (Planeta)

El libro de los Baltimore. Jöel Dicker (Alfaguara)

La carne. Rosa Montero (Alfaguara)

Viaje por Galípoli. Javier González-Cotta (Pre-Textos)

Harry Potter and the cursed... J.K.Rowling (Hyperion )

El silencio de la ciudad blanca. Eva García (Planeta)

Manual para mujeres de... Lucía Berlin (Alfaguara)

Fiebre al amanecer. Peter Gárdos (Alfaguara)

El ardor. Roberto Calasso (Anagrama)

Lo mejor de nuestras vidas. Lucía Galán (Planeta)

Las chicas. Emma Cline (Anagrama)

El misterio de la lluvia.... Roberto Santiago (SM)

La brigada de Anne Capestan. S. Henaff (Alfaguara)

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

La magia del orden. Marie Kondo (Aguilar)

La España vacía. Sergio del Molino (Turner)

El euro. Joseph Stiglitz (Taurus)

El ascenso del hombre. J. Bronowski (Capitán Swing)

Ser feliz en Alaska. Rafael Santandreu (Grijabo)

El universo en tu mano. C. Galfard (Blackie Books)

Últimos testigos. Svetlana Alexiévich (Debate)

Vengo sin cita. Fernando Fabiani (Aguilar)

El libro de las pequeñas... Elsa Punset (Destino)

Vengo sin cita. Fernando Fabiani (Aguilar)

Coloso. Niall Ferguson (Debate)

Guía de Pokémon Go. Valentín Huiza (Rama)

X. Risto Mejide (Planeta)

Los Románov. Simón de Montefiore (Crítica)

En el café de los existencialistas. S. Bakewell (Ariel)

Leer es un riesgo. A. Berardinelli (Círculo de Tiza)

Lo mejor de nuestras vidas. Lucía Galán (Planeta)

Lactancia materna. Carlos González (Aguilar)

Emocionario. A. Keselman, A. Morra (Palabras Aladas)

Sobornos. Ángel Viñas (Crítica)

SANDOVAL VALLADOLID

LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA

SEMURET ZAMORA

PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)

Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)

Los herederos de la Tierra. I. Falcones (Grijalbo)

Los Herederos de la tierra. Ildefonso Falcones (Grijalbo)

Brújula. Enard (Randon House)

Me llamo Lucy Barton. E. Strout (Duomo Ediciones)

Manual para mujeres... Lucía Berlín (Alfaguara)

La carne. Rosa Montero (Alfaguara)

Señales de humo. Reig (Tusquets)

Los herederos de la tierra. Ildefonso Falcones (Grijalbo)

El libro de los Baltimore. Jöel Dicker (Alfaguara)

El libro de los Baltimore. Jöel Dicker (Alfaguara)

Camille. P. Lemaitre (Alfaguara)

Tú no eres como otras madres. A. Schrobsdorff (Errata)

Instrumental. James Rhodes (Blackie Books)

Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)

El libro de los Baltimore. Jöel Dicker (Alfaguara)

Manual para mujeres de... Lucía Berlin (Alfaguara)

Sarna con gusto. César Pérez Gellida (Suma)

Cuando llega la luz. Clara Sánchez (Destino)

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

SPQR. Mary Beard (Crítica)

Ascensiones en la... Villegas/Rioja (La Pedrera Pindia)

SPQR. Mary Beard (Crítica)

SPQR. Mary Beard (Crítica)

Sapiens: De animales a dioses. Harari (Debate)

El cacique de Grijota... Hdez/Moreno/Sánchez (Región)

Dioses útiles. Álvarez Junco (Galaxia Gutenberg)

El Universo en tu mano. Christophe Galfard (B. Books)

Las Sinsombrero. Tania Balló (Espasa)

La España vacía. Sergio del Molino (Turner)

El cazador de historias. E. Galeano (Siglo XXI)

Historia mínima de la guerra... E. Moradiellos (Turner)

Música en el Castillo del Cielo. Gardiner (Acantilado)

Montaña Palentina... Froilán de Lózar (Aruz)

El fascinante juego... Virgilio Ortega (Crítica)

España. La revolución... José Mª Carrascal (Espasa)

Historia mínima de la guerra... E. Moradiellos (Turner)

Vamos a comprar mentiras. J. M. L. Nicolás (Cálamo)

El sermón de dejar de ser. A. García Calvo (Lucina)

España amenazada Luis de Guindos (Península)+


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Sábado 1.10.16 EL NORTE DE CASTILLA

ORTIGAS A MANOS LLENAS SARA MESA

C

Como todos los niños de mi generación, en la escuela leíamos capítulos de ‘El Quijote’. Capítulos adaptados e ilustrados con no demasiado acierto: la escena de los molinos y los gigantes, la del caballo Clavileño, el manteo de Sancho o el episodio de la cueva de Montesinos… He de confesar que todos –yo también– detestábamos aquel libro, pero se trataba de un rechazo superficial, ligero, que no cuestionaba en absoluto la imposición, del mismo modo que detestábamos el ‘Poema de Mio Cid’ o ‘Platero y yo’ por el mero hecho de ser lecturas obligatorias y tiznadas, por tanto, del tedio propio de los compromisos escolares. Aun así, lo quisiéramos o no, ‘El Quijote’ estaba en el aire, formaba parte de nuestro acervo cultural más cotidiano. Estaba, por ejemplo, en aquellos magníficos dibujos animados de finales de los 70, obra de Cruz Delgado y José Romagosa. Estaba en las casas: siempre el libro más gordo, junto a la Biblia, con su cubierta de letras doradas y marcador de cinta, aquellas ediciones baratas pero ostentosas que lucían en el mueble bar de los salones. Estaba incluso en las conversaciones; nuestros padres lo nombraban, era inherente a cierta sabiduría popular: «menudo iluso, ése es un Quijote» o «tragas más que Sancho Panza». Para nosotros, niños de los 80, Cervantes era el señor del cuello historiado y las puñetas en las mangas, aquella indumentaria que tanta gracia nos hacía. A veces, con los papeles de las tartas, nos fabricábamos nuestras propias puñetas y el cuello –entonces no sabíamos que se llamaba gor-

Uno de los dibujos sobre ‘El Quijote’ realizado por Antonio Saura en tinta china. :: EFE

Tres (infinitas) lecciones cervantinas guera–, recogíamos en el parque una pluma de ganso e impostando con solemnidad la voz decíamos: «En un lugar de La Mancha…». Cuánto tiempo ha pasado desde entonces. Ahora me pongo a los pies de Don Quijote, en la larguísima estela de admiradores que incluye nombres tan ilustres como el de Borges –que le rindió el más original de los homenajes con la reescritura de su Pierre Menard–, o Faulkner –que aseguraba leerlo todos los años «como otros leen la Biblia»–. Para Turgueniev, Don Quijote y Hamlet son los dos modelos básicos en los que se encarnan los rasgos naturales y opuestos de la naturaleza humana, aunque afirmaba preferir al primero «por ser capaz de cualquier sacrificio para instaurar la verdad y la justicia en el mundo». Nabókov

consideraba ‘El Quijote’ como punto de partida para el estudio de la novela moderna, y a él dedicó numerosas conferencias; en relación con el obsoleto debate entre el realismo o fantasía de la obra dijo que es «un cuento de hadas, pero un cuento sin el cual el mundo no sería real». El premio Nobel J. M. Coetzee ha afirmado en varias ocasiones que ‘El Quijote’ es la novela más importante de todos los tiempos, porque contiene «infinitas lecciones». Es evidente que no sólo para los lectores, sino también para los más grandes escritores, Cervantes no es un objeto de admiración, de lectura pasiva, sino un modelo de aprendizaje al que aferrarse. ¿Cómo es posible esto, cuatro siglos después? ¿Qué hay en Cervantes –y en concreto qué hay en ‘El Quijote’– que lo hace ac-

tual siempre? Hace poco me preguntaron qué lección había aprendido yo de Cervantes, y qué huella había dejado en mi narrativa, si es que había dejado alguna. Es evidente –y así lo expresé– que uno no puede determinar sus influencias y que a menudo, cuando los escritores las enumeran, responden más a deseos que a realidades, pero aún así traté de sintetizar cuáles eran las ‘lecciones’, cuál el espejo en el que trato de mirar-

...esa sorprendente capacidad de lograr que cada uno de los personajes se exprese de una manera acorde a su esencia...

me: en primer lugar, la sencillez y la transparencia del estilo, sueño al que aspiramos los que queremos huir de las trampas de la retórica; en segundo lugar, la viveza del lenguaje oral y esa sorprendente capacidad de conseguir que cada uno de los personajes que inundan la obra –de todos los estamentos sociales y oficios, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes– se exprese de una manera acorde a su esencia, de modo que es su propio lenguaje quien los construye; y en tercer lugar, la apuesta por la libertad absoluta, por la ruptura plena, pues Cervantes alcanzó su cima justo cuando dinamitó los moldes de los géneros, optando por lo anormal, lo arriesgado, lo extravagante, lo inclasificable y, según los cánones de la época, lo incorrecto. De mi primera lectura de

‘El Quijote’, un verano de mi adolescencia, han quedado más grabadas las sensaciones físicas que el contenido de las páginas: el calor en la hora de la siesta, la vista de los campos segados del pueblo de mi madre, el aire detenido y febril, el olor a corral y el rumor del arroyo que corría al pie de la pequeña ermita. Después de todo, es posible que no hubiese mejor lugar –la meseta toledana–, mejor momento –el final de mi infancia–, ni mejores circunstancias –el aburrimiento– para leerlo. Probablemente no fue aquella mi mejor lectura de Cervantes, tampoco la que más disfruté, pero fue la primera e inevitablemente abrió un camino. Y lo hizo como lo hacen las grandes obras, esas grandes lecciones: sin que uno sea capaz, en el momento, de darse cuenta.


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LA SOMBRA DEL CIPRÉS

N

inguna narración del siglo XIX logra una síntesis tan perfecta entre el ensayo y la novela como ‘La obra maestra desconocida’, y ninguna se anticipa tanto a todo lo que va a ser la modernidad. Es sabido que en ‘La obra maestra desconocida’ Balzac nos presenta a un pintor, Frenhofer, que persigue el cuadro absoluto. Frenhofer piensa que no basta pintar con corrección una figura: hay que dotarlas de aire, espacio, profundidad y vida. En la obra pictórica no han de percibirse las indecisiones y ha de estar dotada de una cierta unidad, ya que la unidad, según Frenhofer, «simula una de las condiciones de la vida». Esta idea del cuadro podía estar vinculada a pintores como Rafael, Da Vinci, Velázquez… Pero más tarde pasa a decir que la pintura tiene que ser expresión. El pintor no puede ser un vil copista, ha de ser un poeta que expresa lo que ve. Con lo cual nos estamos ya adelantando al expresionismo. Pero ocurre que un poco más adelante Frenhofer parece estar anunciando el futurismo al decir que hay que ahondar en «la intimidad de la forma», «en sus espantadas y fugas», y «no contentarse con la primera apariencia» que también podría servir para definir ciertos aspectos del cubismo. Más adelante asistimos a la anunciación del impresionismo y el arte abstracto, haciéndolos derivar el uno del otro, cuando Frenhofer dice que la gran pintura ha de albergar el aire, el cielo, el viento, teniendo siempre en cuenta que la sombra es un accidente, y que «el dibujo no existe», porque «no hay líneas en la naturaleza», con lo cual ya se está anunciando el último Monet y la aparición del arte abstracto. También aconseja mirar los cuadros a cierta distancia, como va a ser exigible a partir del impresionismo. Ya avanzado el relato nos enteramos, por otro de los pintores, que Frenhofer está

Sábado 1.10.16 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro

El mito partido de la modernidad tan obsesionado con la idea de que el dibujo no existe, que tiende a creer que sólo podemos reproducir figuras geométricas, como propuso la abstracción geométrica. Más tarde el sorprendente Frenhofer desea una pintura

en la que los objetos naden en el aire como el pez en el agua, y en la que los contornos destaquen del fondo, adquiriendo el volumen mismo de la vida, una pintura en la que se atienda a las variaciones de la luz con una atención

infinita, con lo cual parece que estuviera hablando de Antonio López. Al final de la narración, vemos el cuadro que Frenhofer ha estado pintando durante años, su gran obra maestra desconocida. Asombrosamente

el cuadro parece de Jackson Pollock, es claramente un tumultuoso y apocalíptico lienzo de Pollock en el que sin embargo se aprecie un pie en una esquina, un pie muy figurativo y realista, residuo de una antigua versión del cuadro.

MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO

Frenhofer acabará quemando el cuadro y probablemente suicidándose. Fin de la gloria del mundo, fin de la gloria del yo, fin de la gloria del arte. Lo mismo que Frenhofer dice de la pintura podría decirse de la obra literaria. Un Frenhofer escritor nos diría que no basta describir con corrección una figura, hay que dotarla de aire y de vida. Idea en la que cabrían obras como ‘El lazarillo’, ‘El Quijote’, y las novelas del mismo Balzac… Pero ese Frenhofer escritor nos podía decir también que la literatura tiene que ser expresión, y ya estamos hablando de Rimbaud y de los expresionistas. Y si de pronto también nos dijera que la literatura tiene que ahondar en «la intimidad de la forma», «en sus espantadas y fugas», estaríamos ya hablando de escritores como Apollinaire y Döblin. Y si además nos dijera que «el dibujo no existe», que podría traducirse por «el argumento no existe», estaríamos ya hablando de la escritura surrealista, y de escritores que evitan el argumento, o lo emborronan y desdibujan, como el primer Handke, como Perec a veces, como Sarduy, como RobbeGrillet. Y si además de todo eso nos dijera que en una novela los personajes han de fluir como peces en el agua, estaríamos refiriéndonos a escritores como Fitzgerald y Faulkner. El relato de Balzac predice lo que van a ser las vanguardias tanto pictóricas como literarias, y en qué se van a basar: en la explotación (y acentuación) sistemática de uno de los elementos del arte, nunca de su totalidad. Acentuación de la impresión: impresionismo; de la expresión: expresionismo; del movimiento: futurismo; del automatismo psíquico: surrealismo; de la figuración: hiperrealismo; de la ausencia de líneas: abstracción; de la entronización de la línea: abstracción geométrica. Lo mismo se podría decir de las vanguardias literarias, basadas en la apropiación, exaltación y canonización de una parcialidad del arte literario, hasta su mismo agotamiento. El miedo al arte total ha convertido el arte moderno en un montón de fragmentos, como adivinó Balzac.

El relato de Balzac predice lo que van a ser las vanguardias tanto pictóricas como literarias y en qué se van a basar :: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA


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