Buscando un tiempo tranquilo para la lectura

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SOMBRA CIPRES LA

DEL

NÚMERO 251 Sábado, 17.12.16

Buscando un tiempo tranquilo para la lectura ‘Leer’, el mítico libro de André Kertész abre el catálogo de las historias pendientes [P2]

‘Venecia. 21 de septiembre de 1963. :: ANDRÉ KERTÉSZ / LEER

La Sombra del Ciprés se toma un respiro navideño. Volverá con sus lectores el 14 de enero.


2 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 17.12.16 EL NORTE DE CASTILLA

LUGARES PARA LA LECTURA

Poesía, acontecimiento de la intimidad CARLOS AGANZO

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O

frece la sonata de invierno, con sus chimeneas y sus mazapanes, una oportunidad especial para leer y releer a los poetas queridos en algún formato distinto del de su día a día, del de su libro a libro; ampliando el foco y abordándolos desde perspectivas inusuales. Ésta es la ocasión que nos ofrece este mes de diciembre, por ejemplo, el gran Jesús Hilario Tundidor, quien reúne en un libro absolutamente singular, un verdadero tratado de poesía, sus reflexiones surgidas a lo largo de los años acerca del hecho de la creación, ése «al que tanta vida entregada pertenece con sus relámpagos, sus sombras, sus angustias pero también sus satisfacciones, alegrías y plenitud»; ése que da sentido a la propia existencia del poeta. Artículos, estudios, conferencias, cartas… todos ellos revisado con la óptica del escritor que, pasados los ochenta, se siente capaz de decirlo todo y más, con clarividencia evidente, sobre el fenómeno de la escritura, por más que se empeñe en ese no saber sabiendo con el que su paisano de Castilla, Juan de la Cruz, definió el misterio poético. La búsqueda, al final, de la justificación de lo injustificable: «sufrir la fatalidad terrible y responsable, pero maravillosa pasión, de escribir y construir libros de poesía». Maestro de la construcción de la belleza desde su propia impronta inefable, Tundidor ofrece en este libro a sus lectores algunos capítulos impagables, como el que dedica a la relación entre poesía y conocimiento, o como aquel en el que indaga en la culpabilidad de las imágenes en la incitación a la escritura. O como sus indagaciones sobre el espacio poético, que le permiten incluso atreverse a definir la poesía cuando dice que «la obra poética se basa en un arte de síntesis, de unificación, de emotividad, que

va siempre un paso más allá de lo real, de lo objetivo o de lo especulativo y de la artesanía constructiva», antes de afirmar que «la verdadera poesía es un hecho lírico, un acontecimiento de la intimidad ofrecido por la escritura»; un acontecimiento en el que «renace y crece y vive la vida vivida y viviente». Junto a estas indagaciones, el poeta de Zamora recuerda también algunos de los capítulos más brillantes de su propia aventura poética, como el fulgor de aquel poema suyo, ‘Creación’, perteneciente al libro ‘Construcción de la rosa’, donde habla de la brega entre la configuración y la interioridad, lo perecedero y lo salvable, lo objetual y lo reflexivo: sobre «el fracaso de la posibilidad de ser que es cada vida y cada ente ante su deterioro, frente a su estar único de ser-en-derrota». De la misma quinta que Tundidor, Ángel García López (Rota, Cádiz, 1935), sin duda uno de los poetas españoles más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, acaba de sacar también a la luz editorial, bajo el sello de Castalia, un nuevo libro que remata, de manera extraordinaria, esa ‘Obra poética’ que recogió en 2009, en tres grandes volúmenes, Calambur, y que nace con la intención de cerrar amorosamente el círculo que se abrió en 1963 con ‘Emilia es la canción’, dedicado a la que ha sido su compañera durante toda la vida, hasta su reciente desaparición. Con versos largos, tan largos que llevan a confundirlos con poemas en prosa, pero que mantienen ese inequívoco pacto con la música que se reconoce a lo largo de toda la obra de García López, el autor de ‘Tierra de nadie’, ‘Mester andalusí’ o ‘Memoria amarga de mí’ traza una impresionante elegía en la que evo-

Jesús Hilario Tundidor. :: EL NORTE

Raquel Lanseros. :: ÓSCAR CHAMORRO

De Tundidor y García López a Jacob Iglesias, pasando por Lanseros, Rafael Soler, Ilia Galán, José Pulido e Ingrid Valencia Ángel García López. :: MARISA NÚÑEZ

ca algunos de los momentos más relevantes de su existencia al lado de su musa. Paisajes y peripecias, retazos de vida y de sueños compartidos se componen y recomponen en esta serie de 16 poemas donde la luz y las sombras vibran en permanente contradicción, y donde late de manera constante una percepción que va más allá de la propia experiencia vital. La fragancia y el vértigo del amor, como verdadero elemento conformador del ser humano. El homenaje final a la amada inmóvil que vive, «dormida para siempre, en el cáliz de una extraña caléndula». Un libro de una inusitada intensidad, tras cuya lectura la palabra se queda «sin nido» y deja paso a esa «flauta infinita» con la que suenan las pérdidas en la memoria dolorida del poeta... De manera diferente se lee también ahora la obra, presentada en forma de «poesía reunida 2005-2016)», de Raquel Lanseros, ya no una joven voz de la poesía más actual, sino una verdadera y plena voz poética de nuestro tiempo llena de sentido y sensibilidad. ‘Esta momentánea eternidad’ es el título elegido por Lanseros para esta colección en la que se reúnen los versos de ‘Leyendas del promontorio’, ‘Diario de un destello’, ‘Los ojos de la niebla’, ‘Croniria’ y ‘Las pequeñas espinas son pequeñas’ (2013), más un espléndido ramillete de poemas inéditos o poco conocidos, y que dan el testimonio de una obra donde cada poema es «un acto de amor», y todos juntos constituyen una verdadera aventura poética. Momentánea, porque cada poema es un éxito en el intento imposible de capturar el instante; y eternidad porque, a pesar del paso del tiempo, en cada uno de ellos sigue latiendo «el ardor, las ganas, el estupor, la melancolía o el desengaño que deseaban transmitir».

Y más... La propuesta literaria para esta sonata se cierra con cuatro libros de poemas y un estudio brillante sobre la condición metafísica de la poesía de Antonio Colinas, presentado por el poeta y pensador Ilia Galán bajo el título de ‘Impulso sagrado hacia el misterio’. José Pulido Navas e Ingrid Valencia comparten el honor de haber conseguido, ex-aequo, el último Premio Pilar Fernández Labrador de Salamanca; el valenciano Rafael Soler presenta su cuarto libro de poemas, que lleva por título ‘No eres nadie hasta que te disparan’, y el palentino Jacob Iglesias hace lo propio con ‘No todas hieren’. Una gran cosecha de invierno.

IMPULSO SAGRADO HACIA EL MISTERIO Ilia Galán. Editorial Dykinson. Madrid, 2016.

LA METÁFORA DEL CORAZÓN José Pulido Navas. Diputación de Salamanca. Salamanca, 2016.

NO ERES NADIE HASTA QUE TE DISPARAN Rafael Soler. Edirorial Vitrubio. Madrid, 2016

NO TODAS HIEREN Jacob Iglesias. Editorial La Penultima. Valladolid, 2016.

OSCÚRAME Ingrid Valencia. Diputación de Salamanca. Salamanca, 2016.


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‘Leer’, de André Kertész, y los microrrelatos de la chilena Lilian Elphick aparecen por primera vez en España. La narrativa de Edna O’Brien sigue deslumbrando y Kavafis conoce una nueva visión de sus bárbaros

Imágenes y palabras, en los límites de la ficción ANGÉLICA TANARRO

blogs.elnortedecastilla.es/calle58/ @angelicatanarro/twitter.com

El voyeur del lector

Un famoso cuadro del pintor holandés Johannes Vermeer nos muestra a una mujer joven leyendo una carta frente a una ventana abierta. Su actitud es serena y concentrada. Está en casa, en un ambiente íntimo perfectamente reflejado en el cuadro que, como todas las obras que pintó el artista holandés del XVII, es un prodigio de sensibilidad y al tiempo de misterio. ¿Quién es la muchacha? ¿Está leyendo una carta de amor? O por el contrario, la carta ¿no trae buenas noticias? La lectura es un acto solitario, aunque tenga lugar en un espacio público. Por eso cuando una pintura o una fotografía reflejan a una persona leyendo tienen algo de invasores de su intimidad. El lector concentrado en un libro, en un periódico, está solo y no está pendiente de quien le mira. Retratarlo así es desnudarlo en parte. No sabemos si André Kertész tenía presente o conocía siquiera el cuadro de Vermeer con el que es fácil relacionar sus fotografías de personas leyendo. El caso es que en este tema, gente corriente ‘pillada’ en el momento de la lectura, se convirtió en uno de los ejes de su trabajo y con el tiempo en uno de sus libros más célebres. Ahora, el libro vuelve a la actualidad de la mano de dos editoriales que una vez más se unen en una apuesta por ofrecer al lector español una obra no editada en nuestro país: Errata Naturae y Periférica están detrás de esta nueva edición de ‘Leer’, un libro mítico en la trayectoria de su autor, y una obra que ha dado pie a cientos de imitaciones.

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‘Hospicio de Beaune. Francia. 1929’. :: ANDRÉ KERTÉSZ / LEER


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LUGARES PARA LA LECTURA

Ilustración de Miguel Ángel Martín para el libro ‘Esperando a los bárbaros’, de Constantino Kavafis. :: CORTESÍA DE REINO DE CORDELIA

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La obra de Kertész (Budapest, 1894- Nueva York, 1985), una figura clave en el desarrollo de la fotografía moderna durante el pasado siglo, se mueve entre dos ejes principales: su relación con los movimientos artísticos de las vanguardias, en particular con el dadaísmo, con los que entró en contacto durante su etapa parisina, y su contribución en el nacimiento del reporterismo fotográfico. Las fotografías que componen ‘Leer’ participan de esta doble condición impresa en su mirada. Y así lo pone de manifiesto el escritor Alberto Manguel, autor del prólogo de esta edición española: «Bajo la doble influencia del dadaísmo temprano y del incipiente periodismo documental, la cámara de Kertész encuentra en la realidad objetiva sus límites absurdos». Los tejados del Greenwich Village neoyorkino ofrecían en 1965 un catálogo de chi-

meneas de diverso tamaño, alturas distintas, y hasta pequeñas azoteas ajardinadas que ponían una nota de alegría entre el cemento y el ladrillo. Hay que fijarse mucho para descubrir en la imagen de Kertész a la protagonista lectora. Una mujer toma el sol plácidamente reclinada sobre un cojín apoyado en la pared y leyendo lo que parece una revista. En otras ocasiones el sujeto lector es el centro de la imagen, como la titulada ‘Jardines de Luxemburgo. París. 1930’, en la que un hombre tocado con la teja típica de la antigua vestimenta sacerdotal lee el periódico. No hay nadie más en el campo que abarca el objetivo, el hombre solo, ajeno a quien le mira, rodeado de hojas caídas sobre el suelo y los bancos del parque. Es otoño. En el libro leen los niños y los ancianos, leen los personajes pintados en la pared, las mujeres solas, los eruditos y

los vagabundos… Se lee en la cama y en la calle, en un cómodo sofá o en la estrechez de una terraza, en el trabajo o en la iglesia. Con la titulada ‘El Havre. Francia. Septiembre de 1948’ volvemos a acordarnos de la joven de Vermeer, solo que en esta ocasión el objetivo está fuera, en la calle, y desde ella la vemos leer frente a su ventana. Otras veces el recuerdo es para Hopper y su ‘Habitación de hotel’, al que parecen aludir las muchas mujeres solitarias y absortas. Hay mucha lectura en este libro sin palabras.

LEER André Kertész. Prólogo de Alberto Manguel. Periférica&Errata naturae. 80 páginas. 21,50 euros.

Mujeres que escapan a su destino

La chilena Lilian Elphick (Santiago de Chile, 1959) es una referencia en la narrativa breve en español y sus obras están recogidas en las mejores antologías del género. Sin embargo estaba inédita en España. La editorial Menoscuarto ha venido a suplir esta lagu-

EL CRUJIDO DE LA SEDA Lilian Elphick. Menoscuarto. 88 páginas. 12 euros.

na con la publicación de ‘El crujido de la seda’, una selección de microrrelatos procedentes de cuatro de los cinco libros que ha dedicado al género. Siendo por tanto su procedencia diversa, los microrrelatos seleccionados por Gemma Pellicer componen un volumen coherente que bien pudiera leerse como una obra alumbrada de nuevo cuño por su autora. Entre las constantes que fluyen por debajo de la anécdota argumental, el aliento poético de cada pieza, las referencias a la mitología y a los cuentos tradicionales infantiles, la fascinación por los bestiarios y los relatos monstruosos. Las mujeres protagonistas del ‘El crujido de la seda’ pelean entre el sueño y la realidad con un mundo hostil, cambian el destino que les fue señalado en la tradición o en las estrellas y se rebelan contra su destino: «El viajero sabe que en las noches ella mira al cielo y no

encuentra más que el cielo y su silencio de estrellas muertas. Ella entonces aprieta los puños y grita su nombre al vacío», se lee en la que busca, relato que lleva una significativa cita de Clarice Lispector, muy presente en la obra de Elphick. Sus mujeres gritan internamente.

Del dolor, la culpa y la redención

La prosa afilada, precisa y contundente, a ratos lírica, a ratos cruda de Edna O’Brien no es desconocida para el lector español, sobre todo desde que Errata Naturae comenzara a traducir sus primeras novelas: la extraordinaria ‘Chicas de campo’, seguida de ‘La chica de ojos verdes’ y ‘Chicas felizmente casadas’, una trilogía con la que la autora, nacida en una comunidad rural de Irlanda en 1932, ajusta cuentas con su pasado, con su educación católica en un colegio de monjas, con la intransigen-


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‘Las sillitas rojas’ es una muestra más de la deslumbrante prosa de Edna O’Brien El poema de Kavafis ‘Esperando a los bárbaros’ está hoy de plena vigencia

La escritora irlandesa Edna O’Brien. :: EL NORTE

El fotógrafo André Kertész en 1975.

Constantino Kavafis.

cia ambiental de una pequeña sociedad anclada en costumbres ancestrales. Sesenta años después de la publicación de su primera novela, que ya la situó en la década de los sesenta del siglo pasado entre los autores a seguir en el panorama de las letras europeas, O’Brien nos sorprende con otra historia, muy alejada de las anteriores, aunque sustentada en su misma capacidad tanto para la invención literaria, como para la observación de la realidad. ‘Las sillitas rojas’ hace alusión al homenaje que en 2012 se brindó en las calle principal de Sarajevo a las víctimas de la guerra de Bosnia, homenaje simbolizado por la instalación de 11.541 sillas rojas, una por cada víctima de la guerra en la ciudad, y entre ellas 643 sillitas en memoria de los niños asesinados. La autora sitúa la acción de nuevo en una pequeña comunidad irlandesa, Cloonoila,

La escritora chilena Lilian Elphick. :: NATALIA BRONFMAN ELPHICK

LAS SILLITAS ROJAS Edna O’Brien. Errata Naturae. 352 páginas. 19 euros

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS C. Kavafis. Traducción Luis Alberto de Cuenca. Reino de Cordelia. 48 páginas. 15,95 euros.

hasta la que llega un carismático y misterioso doctor, especialista en medicina natural, Vladimir Dragan, que a pesar de chocar con las costumbres y tradiciones de la comunidad logra seducir hasta a sus más escépticos miembros, incluido el joven cura católico. El misterio que rodea al seductor Dragan, su influencia, sobre todo, en el personaje de la mujer más bella del pueblo, Fidelma, casada con un hombre mayor que ella y obsesionada por su deseo de maternidad, es uno de los hilos conductores de la narración, pero no el único. El personaje, inspirado en Radovan Karadzic, es el elemento del que se sirve la autora para reflexionar sobre el mal y sus consecuencias, sobre las luces y sombras del ser humano, capaz de lo mejor y de lo más terrible, sobre sus máscaras y sobre la influencia de la culpa, estampada como un sello de origen, en la vida de los hombres. Sin

concesiones, O’Brien conduce al lector, casi sin aliento, y cuando parece a punto de dejarlo caer lo redime con una luz esperanzada. Si la primera parte de la novela transcurre en su Irlanda natal, la segunda sitúa a su otra protagonista, Fidelma, que ha dejado su hogar en busca de una nueva vida, en un Londres multicultural y marcado por la inmigración, que es el mismo que la autora, afincada en la ciudad desde hace décadas, conoce. «No conocemos a los demás. Son un enigma. No podemos conocerlos, y menos aún a los más íntimos, porque las costumbres nos confunden y la esperanza nos ciega ante la verdad», dice James uno de los personajes hacia el final del libro. Y esa es una de las claves de la narración. Los demás son un enigma y esa es la grandeza y también la espinosa verdad de las relaciones. O’Brien deja una luz libera-

dora en la constelación de unas vidas aparentemente sin salida. Y por encima de todo, se muestra como la extraordinaria escritora que es.

La pasión histórica de Kavafis

Fue escrito en 1904 pero, como todas las cosas grandes, su vigencia es plena hoy en día. Es el poema ‘Esperando a los bárbaros’, una de las más bellas obras del griego Constantino Kavafis que ahora llega en una nueva edición al lector español de la mano de la editorial Reino de Cordelia. Como es habitual en este sello Imagen y palabra se unen para hacer de una obra conocida algo diferente. La traducción del poema a cargo de Luis Alberto de Cuenca (que firma también el prólogo) y la complicidad que existe entre el editor Jesús Egido y el ilustrador Miguel Ángel Martín dan como fruto una pequeña joya editorial.

Martín, abandona sin traicionarse sus temas preferidos para ponerse al servicio de los versos del poeta griego. Eso sí, logrando que en los dibujos de tribunos y senadores, de cónsules y pretores, de la arquitectura del foro, podamos reconocer su impronta. Martín, al servicio de la Historia, así, con mayúsculas, pues de la fascinación del poeta griego y de su conocimiento de la historiografía parte el poema. A su vigencia se refiere también De Cuenca en la introducción: «Hoy, más de ciento diez años después, el contenido de ese poema resulta más vigente que nunca tras la caída del Muro y el derrumbe (¿definitivo?) de la atroz utopía comunista». Como en ‘El desierto de los tártaros’, los bárbaros no llegan para confusión de quienes en la indecorosa decadencia, los miraban como una solución. ¡ Qué delicia de reencuentro!


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LUGARES PARA LA LECTURA

Microclimas para la imaginación V. M. NIÑO

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a niebla, el frío y la nieve invitan a quedarse en casa. Las vacaciones permiten abrir libros demasiado grandes, con demasiados dibujos o demasiado entretenidos para perderse en ellos durante las semanas escolares. Las editoriales ya tienen preparado un arsenal de tentadores títulos para todas las edades y preferencias. Estas son algunas sugerencias para aquellos que se pierden en las librerías. ‘Abejas’. Piotr Socha. Maeva. 29,90 euros. Por el ámbar hay noticias de abejas de hace cien millones de años. Estas vegetarianas que han ayudado a la evolución del reino vegetal fueron veneradas por los egipcios –creían que eran lágrimas del dios sol, Ra, y el propio faraón era el ‘rey de la abejas’–, también los griegos atribuyeron a la miel la condición de ‘alimento de los dioses’ y los eslavos hicieron de la hidromiel la bebida de la celebración. Los apicultores tienen como patrón a San Ambrosio y Napoleón sustituye en la heráldica gala la flor de lis por la abeja. De las estructuras de las colmenas, de la polinización de frutas y verduras, de las herramientas de trabajo en la apicultura, de las distintas maneras de obtener la miel, y de muchos más aspectos relacionados con este dorado insecto habla este magnífico libro para pequeños y grandes. Humor, conocimiento e imaginación se unen en esta apuesta navideña de Maeva, que ya cosechó por estas fechas en 2015 un gran éxito con su ‘Atlas’.

o‘Alicia’. Lewis Carroll, ilustraciones de Benjamin Lacombe. Edel-ls. vives. 298 páginas. 29,90 euros. aQuizá sea el texto equívocamente ligado al público juve-inil que más proponen los edis. tores a sus iluminadores. Cuando el ilustrador alcanzaa acierto grado de celebridad, apao rece el libro de Carroll como lreto de madurez artística. Edelvives, que tienen en nóminaa a los dos galos de moda en loss últimos dos lustros –Rebecaa Dautremer y Benjamin La-s. combe– les ha retado a ambos. Esta Navidad es el turno dee u Lacombe, que traslada su mundo y su estilo al cruce dee rcaminos que puede comparo tir con el célebre matemático sbritánico. Lacombe coge el testigo de John Tenniel, el pri-o mer ilustrador de ‘Alicia’, y lo s. despliega en sus coordenadas. iLos ojos grandes, la expresilvidad exagerada en su nostalegia, las composiciones manieristas con posturas imposibless apara los personajes, se desarrollan sobre todo en las ilus-traciones a color, mientras quee en el texto se intercalan otross dibujos más pequeños a tress otintas además de juegos tipoigráficos para romper la continuidad. El libro cuenta con unaa nueva traducción con prólo-n go sobre la obra y explicación de términos intraducibles, dee alos juegos de palabras de Carroll. Finalmente otra obra dee coleccionista en esos títuloss canónicos que cada año en-carga la editorial a este ilus-trador. ‘Un mundo asombroso’, dee t. James Brown y Richard Platt. Maeva. 25,90 euros. Curiosidades científicas, do-mésticas, industriales, todass o forman parte de este mundo asombroso. Basta con ponerr la lupa en una bici, un pentagrama o un mineral para asombrarse y aprender. Las fases de la luna, los polígonos, el código internacional de na-

vegación, ió ell alfabeto lf b griego, i la tabla periódica, cada doble página pulsa un timbre distinto. Es un libro entretenido, apto para todas las edades

i llecturas d y que permite desordenadas y cortas. ‘Cuerdas’, de Pedro Solís. Bruño. 14 euros. A partir de 6 años.

E álb id de d un Este es un álbum nacido corto, cuyo manantial es la propia familia de su autor, Pedro Solís. Hace dos años conmovió al publico con su cor-

d animación, i ió ‘Cuerdas’, ‘C d ’ to de que ganó un Goya. Ahora Bruño presenta la amistad de María y Niko en cuento acompañado por el dvd de la película.


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Clásicos, divulgativos, de reciente creación, la oferta editorial navideña para los lectores más jóvenes se multiplica exponencialmente en géneros y formatos

Memorias, ensayos y muchas novelas conforman las tentaciones editoriales para estas fechas

Historia de integración, de mirada infantil sin prejuicios, de fe en el corazón, María se empeña en hacer partícipe de sus juegos a un niño nuevo que no puede moverse ni hablar y observa su entorno desde la silla en la que está postrado. Donde todos ven problemas, ella apuesta por soluciones y gracias a una cuerda juega con él al fútbol, al zapatito inglés, a la comba, hasta leen juntos un cuento y bailan. Emocionante película a la que todos los niños debieran poder asomarse. Colección Laurin, clásicos de Anaya. ‘Cuentos de antaño’, de Perrault (Doré) y Max y Moritz, de Wilhelm Busch. A partir de 8 años. 12,95 euros, cada volumen. Para los amantes de las ediciones facsímiles, para los adultos nostálgicos que quieren mostrar a los nuevos lectores los libros que ellos leyeron a su edad vuelve la colección Laurin, de Anaya. Nacida en los ochenta quería acercar los grandes clásicos de la literatura infantil y juvenil en ediciones íntegras, traducidas del idioma original y con las ilustraciones de la primera edición. Unos apuntes bibliográficos completaban el libro. Anaya ha recuperado ‘Las Aventuras de Alicia’, de Carroll, ‘Cuentos de antaño’, de Perrault, ‘Las aventuras de Tom Sawyer’ y ‘Max y Moritz y otras 9 historias’ ‘El cuento del gallo de oro’, de Alexander Pushkin (Gadir) De nuevo Gadir recupera un cuento de Pushkin con las ilustraciones originales. ‘El cuento del gallo de oro’ fue iluminado por Ivan Bilibin y sus brocados orientales y su colorista composición trasladan rápidamente al lector al mundo pushkiniano. Parte de una leyenda, para retratar la veleidad humana y la trascendencia de la palabra dada.

Maneras de vivir, de contar y de leer

:: V. M. NIÑO

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‘Poemas de la oca loca’. Gloria Fuertes. Ilustraciones de Miguel Ángel Pacheco. Selección de Federico Martín Nebras y Antonio Rubio. Kalandraka. A partir de 6 años. Los niños necesitan leer poesía, decía Gloria Fuertes. La suya sigue reeditándose sin parar. La última entrega este libro de Kalandraka que recupera un original de 1978 con ilustraciones del Premio Nacional Miguel Ángel Pacheco. La oca loca nos enseña cómo se dibuja una tormenta, una araña o unos patines con la sencilla y eficaz de doña Gloria.

‘La reina de las nieves’, de H. C. Andersen, Ilustraciones de Óscar T. Pérez. Anaya. 16 euros. A partir de 12 años. Este clásico reaparece periódicamente con la interpretación nueva de cada ilustrador. Andersen desplegó en él los mejores sentimientos, la amistad incondicional de los niños, y los peores, la envidia y la crueldad de la reina. Óscar T. Pérez da vuelo a la historia son su elegante trazo que recientemente demostró en su versión de ‘Hamlet’. Precisamente por clásico, no deja de ser un libro hipnótico.

ermina el año en que se celebró el centenario del nacimiento del gran cuentista Roald Dahl, el del Nobel para Dylan y el Príncipe de Asturias para Mary Beard. El Cervantes amplió la sonrisa de Eduardo Mendoza y la muerte de Leonard Cohen animó la venta de sus poemas. En estas coordenadas, editoriales y lectores siguen alternando apetitos temporales con hambres insaciables, títulos volanderos con clásicos necesarios. Aquí se suceden algunas de las recomendaciones de los sellos españoles para las próximas semanas. Por cerrar el año de Dahl y la primera década de Nórdica, cabe citar, hablando de libros, ‘El librero’, un cuento de humor negro que demuestra la pericia para el misterio del británico célebre por sus libros para niños. El cuento está ilustrado por Fernando Vicente. Comenzando por las editoriales cercanas.

Menoscuarto y Cálamo Si el cuento ha sido su seña de identidad, Menoscuarto amplía catálogo y apuesta por el ‘pulp’, género negro a cuatro manos en este caso las de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo que firman ‘Nada sucio’. Este es el primer caso de la detective Sonia Ruiz que promete seguir indagando en la trastienda de la realidad. La octava novela de Pilar Salamanca, ‘El olvido y otras máscaras imposibles’, también ha sido publicada en este sello. Una mujer, quizá trasunto de la autora, revisa su

pasado, las dos primeras décadas de su vida, las que han determinado las posteriores. Por su parte, Cálamo, dedicada al ensayo relanza ‘Vamos a comprar mentiras’, de José Manuel López Nicolás, que va por su sexta edición. La ciencia explicada de forma amena demuestra tener gancho. Y Joaquín Leguina hace alarde de su sorna en ‘Amor, desamor y otros divertimentos’.

Delirio La editorial salmantina Delirio apuesta por el ensayo ‘Mi avatar no me comprende. Cartografías de la suplantación y el simulacro’, de Daniel Escandell Montiel (Ibiza, 1981). En el filólogo afincado en Salamanca convergen su interés por la literatura digital, la exploración de las TIC, la creación de material didáctico para los estudiantes de español y su condición de crítico de viodejuegos.

Cuatro Ediciones Desde Valladolid, Cuatro Ediciones lanza esta semana ‘La imagen que hoy nos falta’, de Pascal Quignard. La delicada prosa del escritor francés se aplica a una de sus obsesiones, la conciencia de lo vivido antes de nacer, esa ‘imagen que nos falta’ de la relación entre quienes nos han dado la vida. También nos faltará la última, la de nuestra muerte. Frente a la fuerza de la naturaleza, el consuelo humano del artificio: «El arte busca siempre algo que no está presente».

Sexto Piso También tiene un volumen, en este caso doble de Quignard, ‘Pequeños tratados’ , la editorial Sexto Piso. El sello madrileño propone ‘Preparación para la próxima vida’, de Atticus Lish. Que no engañe el título, que lejos de la trascendencia carnal proyecta las consecuencias de problemas actuales como la inmigración ilegal, las guerras, el terrorismo o las desigualdades económicas.

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LUGARES PARA LA LECTURA

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Del ensayo social a la memoria personal de Moby en ‘Porcelain’. Su autor retrata la ciudad de Nueva York entre 1989 y 1999 y su vida abriéndose paso en el la música electrónica. En ese camino se topa con The Chemical Brothers, Orbital, The Prodigy, Sonic Youth y otras bandas, además de nombres propios como Madonna, Viggo Mortensen, Bowie o Iggy Pop. En esta misma editorial, una mirada distinta al Antiguo Testamento a cargo de Serge Bloch, ilustrador, y Frédéric Boyer, escritor, en ‘Biblia’.

Atalanta El año en el que se ha publicado la monumental biografía de Kafka (2.368 páginas) de Riener Stach en Acantilado, otro de los especialistas españoles, Luis Fernando Moreno Claros, junto a Pilar Benito Olalla, traduce para Atalanta ‘La transformación’, popularmente conocida como ‘La metamorfosis’. Publicada en 1915, la historia de Gregorio Samsa que se despierta un día convertido en insecto es junto al ‘Ulises’, de Joyce, y ‘En busca del tiempo perdido’, de Proust, uno de los hitos de la renovación de la narrativa de comienzos del pasado siglo.

Galaxia Gutenberg Con dos años de retraso respecto al mercado anglosajón, llega la novela con la que debutó y triunfó el bangladeshí Zia Haider Tahman, ‘A la luz de lo que sabemos’. Un banquero de cuarenta años recibe en 2008 la visita de un hombre que apenas reconoce en su delgadez, a pesar de

ser un amigo de la universidad que desapareció. La confrontación de la intimidad de antaño con la extrañeza de ahora, el viaje vital desde Kabul a Nueva York, desde Londres a Islamabad, transe esta novela que ha encandilado a la crítica internacional. El mismo sello recomienda para este fin de año otro título de origen asiático, ‘Los cuatro libros’, del chino Yan Lianke que desde enero cosecha nuevos lectores. Es un autor censurado en su país que en esta narración nos traslada a la China de los años cincuenta y al confinamiento de cientos de miles de personas en ‘campos de reeducación para el trabajo’. Una de las mayores hambrunas de la humanidad y cómo la viven un catálogo de personajes anónimos centran la acción. Entre los autores nacionales que han publicado ficción en la misma editorial, destacan Adolfo García Ortega y ‘ El evangelista’, Ernesto Pérez Zúñiga con su ‘No cantaremos en tierra de extraños’ y la reedición cuando cumple 20 años de ‘Las bailarinas muertas’, de Antonio Soler.

Pascal Quignard.

Lorenzo Silva.

Franz Kafka.

Pilar Salamanca.

Antonio Soler.

Angela Carter.

Impedimenta

Gatopardo Ediciones Leer y vivir puede ser delicioso. Así lo cuenta Simonetta Agnello Hornby en ‘Unas gotas de aceite’, sus memorias de infancia siciliana que publica Gatopardo Ediciones. La finca familiar, Mosé, está cerca de Agrigento, allí transcurre la existencia de los Agnello entre mayo y octubre. Allí la prioridad es la producción y la cata de alimentos, el trabajo y el descanso, y su eje indiscutible, la mesa. Las recetas de la hermana de la autora rematan este recorrido por

seo’, cumple ahora cien años. Si no saben por dónde empezar, curiosa y brillante es la historia de ‘Jakob von Gunten’ y su vida en la escuela de mayordomos. Dentro de sus novedades, destacan ‘En lo profundo del mar’, el libro que recoge las ficciones del gran ensayista George Steiner. Amos Oz vuelve a novelar la historia de sus compatriotas en ‘Tocar el agua, tocar el viento’. Un matrimonio judío en la Polonia que va siendo invadida por los nazis en 1939 tiene que separarse, ella va a Rusia, él a Israel. Las peripecias para reencontrarse están contadas con el aire de un cuento popular. Ensayos de Herta Müller, Moriz Scheyer o Iris Murdoch, alternan en las estanterías de Siruela con títulos para tranquilizar a urbanitas estresados como ‘La meditación y el arte de la jardinería’ y ‘De regreso a la naturaleza’.

Zia Haider Tahman. la isla en la década de los cincuenta. Después Simotetta se convierte en abogada y vive en Londres desde hace casi cuatro décadas. El Gatorpardo también recomienda ‘El legado’, de Sybille Bedford, una novela que parte de la amistad de dos familias, una católica y otra judía, en el Berlín de comienzos de siglo XX y cómo asis-

Simonetta Agnello Hornby. ten a un mundo que se desvanece, ese que señalaba Zweig en sus memorias. Bedford, alemana de nacimiento, escribió su obra en inglés y se exilió a Londres tras la II Guerra Mundial. Por último, gatorpadiano es también el volumen ‘Alejandría. Historia y guía’, de E. M. Forster, libro de viaje que escribió tras estar destinado

J. M. López Nicolás. allí como voluntario de la Cruz Roja en la I Guerra Mundial.

Siruela Siruela celebra los 60 años de la muerte del singular Robert Walser de quien ha publicado buena parte de su obra. El escritor suizo murió paseando el día de Navidad de 1956 y casualmente su obra ‘El pa-

Poco antes de morir en 1992, la escritora británica Angela Carter terminaba el segundo tomo recopilatorio de sus ‘Cuentos de hadas’. Sus ‘fairy tales’, en el sentido de cuentos maravillosos, carecen en su mayor parte de hadas. Carter participa de la corriente revisionista de los setenta y ochenta cuando se leyeron de otra manera las historias clásicas recopiladas en Europa en el siglo XVIII y en el resto del mundo, con otro ritmo, interpretando su envés de otra manera. Angela Carter parte de que en cuanto el lector escucha «Había una vez....» se desconecta de la verosimilitud y entra en otra dimensión.


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Sábado 17.12.16 EL NORTE DE CASTILLA

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA

MISS OLIMPO

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n esas divagaciones que trae el ocio previo al sueño, el otro día me preguntaba, ¿si los griegos hubieran tenido un solo dios, hubiera sido posible la ‘Ilíada’? La ‘Ilíada’, y no es por postureo intelectual, ha sido siempre uno de mis textos favoritos. Un poco por detrás de la ‘Odisea’, quizás, si hablamos de la Grecia antigua, o de las obras de Eurípides en general, pero es una historia que siempre disfruto, tal y como lo hacía en mis primeras aproximaciones en

algún momento impreciso de mi infancia. No estoy seguro de si mi fascinación por la mitología –griega primero, todas las demás con el tiempo– procede de mis primeros encuentros con la ‘Ilíada’, o si, por el contrario, fue mi gusto por las andanzas de Zeus y compañía lo que hizo que disfrutara tanto, desde el principio, de la obra de Homero. Y es que la ‘Ilíada’ tiene de todo: busca usted romance, pues lo tiene. En el romance –aunque no exactamente como lo interpretamos a día

CIRO GARCÍA

de hoy– está el comienzo de todo el asunto. Que si trae para acá esa manzana, que si te ayudo a raptar a la muy hermosa Helena, y en un visto y no visto –no sin antes hacer un doloroso sacrificio a Artemisa– tenemos diez mil naves –y a un montón de héroes– rumbo a Troya, sólo para que Paris devuelva a la muy bella moza a su legítimo. Y a partir de ahí tenemos diez años de proezas épicas, pestes, traiciones, enfados, reconciliaciones, augurios, felonías, nobleza, orgullo, as-

tucia y todo lo que usted pueda imaginar. Ah, y a un montón de dioses metiendo las narices, apoyando a un bando o a otro, luchando codo con codo con las tropas, o castigando a aquel al que se le ocurrió profanar su templo. De hecho, sin los dioses y sus querellas, nada hubiera pasado. Si la diosa Eris no se hubiera presentado de improviso en aquel banquete del Olimpo, toda sonrisas –que descuidados que sois, mira que olvidaros de invitarme– y dejado sobre la mesa aque-

lla manzana con la inscripción «a la diosa más bella». Si Hera, Afrodita y Atenea no hubieran reclamado el fruto para sí, exigiéndole a Zeus que se lo entregara a una de ellas. Si Zeus, para librarse del lío, no hubiera delegado en un príncipe troyano para que hiciera de juez en el primer concurso de mises de la historia. Si Afrodita no le hubiera mostrado a Paris a Helena, haciendo que el muchacho cayera enamorado, prometiéndole su amor si le daba la manzana… Sin todo eso, nada hubiera sucedido. Por lo tanto sin dioses no hay ‘Ilíada’. Por más que se empeñen los de cine. De acuerdo que su versión es entretenida, pero palidece contra el original. Faltan dos tercios de la historia. Porque los dioses no sólo es-

tán en el origen de la historia. Están totalmente implicados en ella. Algunos, Ares y Atenea, utilizan el conflicto entre los hombres para dirimir viejas querellas. Algunas victorias de ambos bandos no hubieran sido posibles sin la intervención directa, y a veces un tanto caprichosa, de las divinidades en el campo de batalla. Hay tantos ejemplos como para llenar un libro. Y esto también es válido para la ‘Odisea’. Sin un Poseidón cabreado y una Atenea protectora Ulises jamás habría estado vagando por esos mares. Por lo tanto, no. Una obra como la Ilíada es imposible en una cultura monoteísta. De hecho, en lo que a épica se refiere, jamás hemos sido capaces de construir algo tan grande, tan completo.

BARRO DESNUDO Hugo Mujica. Visor Poesía, Madrid, 2016.

El poeta Hugo Mujica. :: E. NARANJO-EFE

REALIDAD INDAGADA D iríamos que el argentino Hugo Mujica (Buenos Aires, 1942) es ya un poeta bien conocido entre nosotros, si nos atenemos a lo no escaso de sus publicaciones, tanto poéticas como ‘Cuando todo calla’ (2013) como ensayísticas, entorno a una poesía que pretende indagarse a sí misma y a su circunstancia cultural, como en el tomo ‘Pensando el acto creador’ (2007). Sin embargo si toda

poesía es en nuestro pobre momento cultural minoritaria de suyo, y por eso a mucha gente ni le suena, el modo poético de Mujica que lo emparenta con poetas como Paul Celan, Alejandra Pizarnik o el mejor Valente de esa senda, es si cabe más minoritaria todavía. Pues el lector llega más a los moldes del ‘realismo’ (que pueden ser plurales y muy complejos) que a los de veta ‘metafísica’ –denominación en exceso amplia– y

LUIS ANTONIO DE VILLENA

en especial a los poetas que escriben breve, como taladrando la vena del mineral y no en la exuberancia –no menos metafísica– de, por ejemplo, ‘Las Elegías de Duino’ de Rilke o ‘El cementerio marino’ de Valèry… Piensan algunos que la poesía breve, apretada, enjundiosa o hermética, a menudo tapa un vacío no precisamente metarreal. Y desde luego engaño hay en todas partes, pero nadie pensará en ello, leyendo algunos

magníficos poemas de Pizarnik o de Celan. Ni, desde luego, leyendo a Hugo Mujica, que buscó el arte primero y se inició ya algo tarde en la poesía, tras vivir en un monasterio trapense: ‘Brasa blanca’ de 1983. Es evidente que Hugo Mujica aspira a llegar y tocar el hueso profundo de lo real del mundo y del hombre, y que para ello entra en una poesía que a ratos parece aforística, que obviamente busca la allendidad, lo no inmediato, que construye libros como este ‘Barro desnudo’ donde los poemas, sólo numerados, sin título, pueden leerse como individuales, o como un ‘conti-

nuum’ del principio al fin, pero donde en ningún momento se percibe el hermetismo ni mucho menos aún su búsqueda forzada, como ocurre a veces en lo que han denominado en Francia ‘poéticas postmallarmeanas’. La poesía de Hugo Mujica es siempre brillantemente clara, pero también es muy obvio que aspira a la hondura, y en esos dos valores, ‘claridad’ y ‘hondura’ se basa su poética y este libro. «Noche y es la luna/ la que enciende lejanías,/la que acerca/ tanta hondura./ Lo lejano no es lugar,/es la intemperie/ de todo adentro,/ lo que no es/ y no obstante somos». ¿Se trata de un poema hermético? Una mala lectura podría intentar afirmar, pero se equivoca. Es un texto meridiano: Alguien mira la luna y su halo de lejanía, y percibe que ese estar a la intemperie, no es sólo un sentimiento transitorio sino la esencia misma de lo humano… No hay nada que entender, porque es explícito, pero acaso tras el fulgor de lo leído haya –eso sí- que pensar o meditar un poco, hasta dónde o cómo todo ello nos atañe… Poeta filósofo (quizá no le guste el adjetivo) o mejor poeta presocrático o pascaliano, Hugo Mujica es un excelente creador lírico, en este momento llamado tristemente (JRJ dixit) ‘a la inmensa minoría’. Oigan: «Olvidando se desnuda/de sí misma la memoria…».


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EL CARISMA Vidas que dejan huella

La escritora rumano-alemana Herta Müller. :: JOSÉ RAMÓN LADRA

MI PATRIA ES UNA SEMILLA DE MANZANA

EL BAJÍSIMO Christian Bobin, El Gallo de Oro, 128 pp., 17 €.

Herta Müller, Siruela, 224 pp., 19,95 €.

A

ún recuerdo vivamente, y hará más o menos un cuarto de siglo, madre de Dios, la conmoción que me produjo la lectura de ‘En tierras bajas’ y, casi a seguido, de ‘El hombre es un gran faisán en el mundo’. Años anduve en vano buscando otros libros de su autora, una suaba, minoría rumana de origen alemán, lengua en la que escribía, de un pueblecillo cercano a Timisoara. Pensé que ya no volvería a dar con nada suyo hasta que por suerte le cayó un inesperado, incluso controvertido, Nobel. Su escritura, sus fotos, con una mirada triste, de orfandad radical, siempre me han suscitado un magnetismo que no sabría cómo definir. Por lo que se deduce de ‘Mi patria era una semilla de manzana’ (Siruela), larga y sustanciosa conversación con Angelika Klammer publicada hace sólo dos años en Múnich, Herta

CUADERNO DE NOTAS Pierre Bergouniox, Días Contados, 616 pp., 26 €.

LA VIDA ARREBATADA DE FRIEDRICH NIETZSCHE Franz Overbeck, Errata Naturae, 128 pp., 12 €.

Müller, sin embargo, extrañísima hasta en sus gustos culinarios, nunca ha despertado ningún tipo de fascinación personal. Para quienes admiramos desde hace tanto tiempo su obra, la entrevista es una gozada. Está concebida de forma diacrónica, de tal manera que principia por su niñez, perdida en un pueblo remoto e indescifrable para ella, y no obstante, decisiva: «El paisaje de la infancia cala en nuestro interior sin que nos demos cuenta». Ahí, en la aldea atrasada y supersticiosa, que odia y de la que escapa, cabe detectar ya varios de los centros de significado que irradia su narrativa: el miedo, la humillación, el desamparo vital y el extrañamiento del origen, la soledad absoluta en el mundo, siempre hostil, que ha intentado conjurar escribiendo, salvándose mediante la poesía incluso de los interrogatorios de los secuaces de la temible

Securitate. La niña vaquera, durísima también con sus compatriotas del Bánato, comprueba la preponderancia de los peores instintos –la falsedad, la perfidia, la delación, la amenaza, la mentira, la coacción, la brutalidad, el machismo…–, con su «daño definitivo», durante la dictadura comunista rumana, que ha examinado, denunciado en varias novelas, su fealdad intrínseca y exterior, por decreto: «Socialismo es sinónimo de expulsión de la belleza». Nada que ver sus confesiones a tumba abierta con ‘El bajísimo’, libro con el que la joven editorial bilbaína El Gallo de Oro inaugura su colección ‘El gallo azul’, de Christian Bobin, digno heredero de una tradición gala de magníficos escritores provincianos, arraigados, de índole espiritual y alejados de los mentideros literarios, un tipo de escritor impensable en el panorama actual de las letras pa-

trias, lo que nos tendría que hacer reflexionar sobre ésta y otras pérdidas. Bobin enlaza parágrafos, un tanto a la manera de Quignard, engrana lo poético en lo narrativo, como en el espléndido ‘Las

Bergounioux es, por encima de todo, un devorador de libros Christian Bobin es digno heredero de una tradición gala de magníficos escritores provincianos

ruinas del cielo’ (Sibirana), en torno a las monjas de Port Royal des Champs. Aquí a partir de la figura de San Francisco de Asís, de su vida, «toda la vida», del hombre que se dio al árbol, a la flor, a la estrella, al viento, a los animales hermanos, al pájaro, a los pájaros. El pulso lírico está presente ya en los títulos de los breves capitulillos que van ensartando el hilo biográfico, la evolución personal del santo, desde la disipación mundana hasta la cima de pobreza y el puro cántico, resumida en un monólogo central en carne viva, de amor vivo. O en su acercamiento inicial a la ‘Biblia’, texto aéreo y seminal. Pero se manifiesta sobre todo en la condensación expresiva, que huye tanto de lo reflexivo en el contenido como de lo hipotáctico en la forma. De hecho, uno de los prologuistas, José Arregi, moteja directamente al libro

como un largo poema, habla de su «honda inspiración poética, sorprendente belleza y fuerza», de que aúna delicadeza y lucidez, siempre hacia la bondad, «con la inocencia de un niño y el vigor de un profeta», frente al triunfo de la muerte, que se enseñorea sobre nuestro tiempo, de ahí que abogue, como colofón, por la pervivencia de lo sagrado, aun en lo más mísero. Pero, como decía, la originalidad mayor del autor de ‘El bajísimo’ radica en su estilo. Para Arregi, el libro que nos ocupa es «límpido, depurado, sin artificio alguno, sin una palabra de más». En lo poco que conozco de Bobin se cumple esta apreciación por completo. Su prosa está escrita con el alma, que es de «la familia de los pájaros», con mucho amor, con el amor de que es capaz el hombre y de donde procede toda belleza. Es así por su atención a lo pequeño, a lo humilde, a lo que suele


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UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO

pasar desapercibido. No es de extrañar, pues, que haya partido en esta ocasión de la vida, un tanto secreta, de Francisco de Asís, el Poverello, «el pequeñuelo», según se presentaba él mismo, el siempre extranjero, el siempre peregrino, el que siempre llevaba la alegría dentro, el mismo a quien sus propios adeptos, pese a su carisma, impidieron en una noche heladora entrar al convento, entre insultos y bastonazos, cuando bajó del monte que siempre llevó consigo, donde practicó el desasimiento absoluto y la fraternidad universal. Paradójicamente, Bobin, que no concede entrevistas y vive ajeno en Le Creusot, su pequeña ciudad de origen, es lo contrario a alguien carismático. Otro escritor de su estirpe, que también me parece admirable y sigo en español en lo que puedo, es Pierre Bergounioux, al que siempre imagino a su aire en La Co-

rrèze, en Lemosín. Por suerte, he dado con ‘Cuaderno de notas’, sus diarios del primer lustro de su treintena, mientras ejerció de maestro en Gif, una barriada del extrarradio de París, exiliado de su Brive natal. Para mayor fortuna, el libro está publicado por Días Contados, otra editorial, como las anteriores, exquisita, de la que nunca habíamos hablado, no así del autor, en estas páginas, de la que no se sabe qué elogiar más, si la factura limpia, impecable, en lo formal, o el catálogo de lujo, la mayoría en catalán, con traducciones de literatura de la que no se estila, pero, a mi juicio, la verdadera: Shalamov, Gracq, Jaccottet, Flaiano… Pescador, entomólogo recalcitrante, mineralogista, acuarelista o escultor, además de reconocido estilista del francés, Bergounioux es, por encima de todo, un devorador de libros, hasta a las puertas del paritorio. Bien conoz-

co el paño del vicio, esa avidez, la estupefacción del resto de anhelantes nerviosos en los pasillos de los hospitales al verte enfrascado, preso de la cárcel de papel. Sus lecturas, tan heterogéneas –‘Historia universal de las expediciones’, ‘Diccionario razonado de la teoría del lenguaje’ o ‘Correspondencia’ de Flaubert, para abrir boca en este volumen– como sustanciosas, son descubrimientos, guías, pistas a seguir. Es también un lector caníbal, de otros diaristas de categoría como Gide, Kafka V.Woolf o Jünger, otro loco de los bichitos. Tampoco sé bien con qué he disfrutado más, si con sus apreciaciones docentes, que podría suscribir letra a letra; las frecuentes incursiones campestres a la caza sutil de insectos; sus reflexiones certeras al hilo de detalles cotidianos mínimos; sus días en contacto con la naturaleza en Les Bordes; o los hueros, do-

mésticos, que pasan sin pena ni gloria, incluidas las enfermedades de sus niños. Por poner un pero, a veces transcribe sus sueños, que suelen ser pesadillas interesantes, la verdad. Aun así, es algo que me irrita, no sé el porqué, tal vez piense que lo onírico no debe airearse. En todo caso, he pasado casi un mes imbuido en las circunstancias cotidianas, paralelas, muy parecidas a las mías (clases, correcciones, hijos pequeños, libros…) de Bergounioux. Es una de las grandezas de la lectura: se puede vivir en otros, en muchos: se vive más. Por ejemplo en ‘La vida arrebatada de Friedrich Nietzsche’ (Errata Naturae), parágrafos de Franz Overbeck en torno a la figura del autor de ‘Así habló Zaratustra’, que cuentan con la ventaja de estar escritos en caliente, porque son una gavilla de apuntes a caballo entre el siglo XIX y el XX, seleccionados entre

sus papeles dispersos y póstumos, y además de ser de primera mano, porque el autor fue amigo de Nietzsche, «quizás su único amigo», según los especialistas. La primera frase del fragmento inicial no puede ser más lapidaria y desmitificadora: «Nietzsche no fue propiamente hablando un gran hombre». No obstante, nadie puede dudar de su condición de portento, si bien no tuvo, por lo que se deduce del libro, ningún atractivo personal en su tiempo, el carisma le viene de la vida de la fama manriqueña. El anhelo de grandeza de este pensador desaforado y narcisista acabó fagocitándolo, en un tenaz aniquilamiento de sí mismo hasta el estallido turinés. En su fino análisis psicológico Overbeck ofrece una caracterización completa del genio: ordenado, afligido, exaltado, solitario, arrogante, refinado, lúcido, poeta, sobrehumano.


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Todo alumbra

DONDE HABITO ELENA SANTIAGO

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n ocasiones, los días aparecen en la ciudad y en el campo que nos rodea, inseguros. Y se quedan a pensar entre la niebla que los cubre. El sol se queda esperando a llenar de luz cálida todo, hasta lo difícil. Incorporando ramas y últimas hojas, más los pájaros, más los niños gritando en el parque. El tiempo tiene prisa o se queda mostrando un descanso. Frecuentemente hablamos de detener el tiempo. No sé si es así, pero sí es que lo inesperado existe. Y el pasmo de que ya está cerca Navidad. ¡Si acabamos de celebrar la del año pasado! (más o menos). Pues en vísperas estamos, significando un desvelo. Formas de colocar el árbol navideño con música de fondo, y los caminos llenos de gentes hacia el Portal de Belén, y un bosque de árboles «como los de verdad» dicen los pequeños. Ellos observan con profundidad a ver qué sobra allí, para cogerlo y jugar. Atentos y prudentes, en un principio. (Que no se toca), porque hasta los viandantes en la montaña crecida y vestida de musgo, los pastores y sus ovejas, deben estar en su sitio (al menos un día). La estrella grande y dorada en la cúpula del árbol, se desmaya de cuando en cuando; y se puede tocar. El tiempo puede pasar diciendo siempre lo mismo, o calado de ternuras y desilusiones. Con los pequeños, risa y preocupación al comprobar

‘La adoración de los Magos’, de Pedro Pablo Rubens (1624).

Centenarios

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propósito sobre la trascendencia literaria vencedora del tiempo y de la muerte, le preguntaron a Camilo José Cela sobre si su obra la alcanzaría, a lo que el ilustre gallego se mostró absolutamente indiferente: se encogió de hombros y luego afirmó que, dado que estimaba que no se oían los ecos de este mundo en el valle en el que su alma descansaría definitivamente, era asunto que no le preocupaba ni poco ni mucho. Así las cosas, pensamos que nuestro último Nobel, allí donde ahora está empadronado, se encontrará ajeno a

que el centenario de su nacimiento haya transcurrido sin pena ni gloria, algo que clama al cielo si tenemos en cuenta que él es una de las mejores plumas de la historia de la literatura española, que es tanto como decir de toda la historia de la literatura universal. Sí, a Camilo José Cela le traerá sin cuidado que sus primeros cien años hayan sido celebrados con insulsa parquedad, sin embargo, a quienes aún habitamos, gracias a Dios, en este barrio y le tenemos en altísima consideración, nos duele enormemente. Por una parte, porque su

prolija bibliografía –siempre maltratada por el lugar común, por estudios sesgados que la convierten en calderilla libresca y por diversos motivos que debieran incumbir sólo a los gacetilleros del corazón– es estúpidamente despreciada; pero por otra, y ello es más importante, porque nos describe de modo muy meridiano el panorama cultural en el que nos hallamos: si a los popes literarios, guías del muy docto rebaño ilustrado, les influye en sus juicios algunos aspectos biográficos presuntamente oscuros del escritor –su terrible pasado como censor de peligrosísimas hojas parroquiales y amenazantes revistas farmacéuticas– o valoran exclusivamente sus títulos ortodoxos en detrimento de las hermosísimas aventuras literarias que emprendió fuera de todo prosaico canon –reduccionis-

LOS TRIGALES AZULES ROBERTO RODRÍGUEZ

que los Reyes Magos aún estaban en un camino muy lejano. Es para conversar sobre ello, necesariamente. Pues que están muy lejos, y tranquilos, ¿ a que no llegan? (opina el pequeño) y se lanza a bajarlos. Es, sin duda, un nacimiento moderno porque rozan decisiones casi políticas y revuelven hasta donde haga falta, defendiendo a cuantos están dentro de aquel mundo que observan. Lo incidente, vehemente y de exaltación entre risas o ceños fruncidos, quitando al Niño del Portal, o poniéndolo de espaldas, para que no lleve disgustos. Y es que además el gentío que se acercaba a María, José y su niño, todos los años daba lugar a que algunos de los viajeros a Belén, se cansa-

ran. Se les veía en la cara. Bueno, alguno aparecía descansando en la cama donde dormía el más pequeño de nuestra casa. Describir los pasos de los niños en casa, es conseguir que las hortensias y los membrillos dorados, nos alumbren. Todo, alumbra. Es decir se embellezca con los niños,(ellos, tan personajes con estrellas de sheriff en su jersey) van tomando lo que pueden o lo que quieren, en un espacio que se hace verdad. La fuerza determinará voces, gestos, balbuceos o afirmaciones: hasta tener alma y ventana fantástica. Ya, cada vez menos, ventana que deja ver a los duendes fatídicos y a las brujas extrañas y oscuras que solo las hadas salvarán. Ya no tanto, en el presente. Más bien la aventura ensoñada espera a Supermán y cien más modernos, de héroes monstruosos. Dibujados sin miedo y decididos a lo engorroso. Con nombres, voz y experiencias. Pero a estos no los colocaron nunca en el nacimiento de musgo y bosques. Sí, añadieron automóviles modernos. Ciertamente la vida se ha trasformado. Sin que nos permita fácilmente idealizar. Pero hay que quererlo. Y aún nos salvamos. Comentarios y un final: No sin decir que lo mejor es creer. Y creer en los Reyes Magos, ya que llegarán a casa. La vida tiene muchas caras; busquemos la mejor posible.

mo y simplismo que contradicen los beneficios que proporciona el hábito de la lectura en quien presume tenerlo–, nos hacemos una idea de la salud de la república de las letras. Para sopitas y caldos. No obstante, quizá los incondicionales del autor de ‘La colmena’ recelamos injustificadamente de las razones que encierra esta conmemoración tan anodina. Tal vez no sea la antipatía –bien hacia su figura, bien hacia su hacer vanguardista– lo que fundamenta el paisaje tan árido que nos ha acompañado en su aniversario, y únicamente se trate de que a todo el santoral literario nadie le rinde tributo, nadie le enciende una mísera vela, y con este nadie no aludo a aquellos para quienes los libros sólo son objetos que adornan muebles y acumulan polvo, que éstos, a fin de cuentas, no profesan

nuestra religión, sino a los que proclaman amarlos rendidamente. Así lo delatan las celebraciones a otros gigantes de nuestras letras que en una fecha redonda que los atañe se les hace poquito o ningún caso. En 1916 nació un grande de la dramaturgia española, Buero Vallejo. Qué mejor que el 2016 para haber representado ‘Historia de una escalera’, ‘La fundación’ o ‘El sueño de la razón’. Pues más de una lumbrera debe pensar que no: ni estas ni ninguna otra por él firmada se ha anunciado en nuestros teatros públicos. Así se homenajea a uno de nuestros Premio Cervantes: haciendo de menos su trabajo. Para algunos todos los problemas que conciernen a la difusión de la cultura se limitan a tributos fiscales y a gorrones cibernéticos. Pues vale. Pues muy bien.


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ABECEDARIO de lector ADOLFO GARCÍA ORTEGA

Danubio.- Era famoso un vals de Strauss para ricos que lleva el nombre de este gran río azul hasta que llegó el libro llamado ‘El Danubio’, de Claudio Magris. Quien quiera saber de Europa de verdad ha de empezar por él. Luego, que suene en Navidad el vals para ricos, como dan en la tele. Decadencia.- Dícese de la suma de síntomas concretos que los imperios tienen cuando los bárbaros llaman a las puertas de su sociedad opulenta. Cavafis y Buzzati, a su manera, ya escribieron sobre esto. Tales síntomas suelen ser: artificiosidad desmedida, irresponsabilidad hacia el porvenir, miedo histérico exacerbado por la sospecha, pesimismo bajo capa de hedonismo e infantilización inconsciente de la madurez. Todo esto era muy evidente en la decadencia del imperio romano, como bien supo explicar Edward Gibbon, el maestro de Borges, hace doscientos años. Borges, por su parte, supo sacarle punta en su obra a todos esos atributos de la decadencia, dándoles la vuelta como a un calcetín metafísico. Si se leen los libros de Borges desde la perspectiva de ser un acicate contra lo superfluo banalizado, adquieren una dimensión inesperada. Quizá fuera debido al calvinista puritano –pero pervertible– que llevaba dentro. Defensa.- Cuando llega la pasión, que es como decir cuando ataca la pasión, Descartes dice que es preferible defenderse que huir. Creo que ha de ser al revés: en la pasión, es mejor huir, porque si no huyes terminarás destruido, ya que no hay defensa posible. La pasión se caracteriza por ser incontenible y arrasadora. Salvo que tu defensa tenga la apariencia de una huida. Destino.- Bien se dice en el ‘Quijote’ que «cada uno es artífice de su ventura», por tanto, ¿dónde está escrito que deba yo llevarle la contraria a Cervantes? Diablo.- Ambrose Bierce lo definió como «el propietario de todo lo bueno que existe en el mundo». Exageraba. O quizá no. En todo caso, lo recomendable es huir de los diablillos. Dan quebraderos de

cabeza y lo dejan todo perdido, hasta la eternidad (de lo cual ya advierten todas las versiones de ‘Fausto’ que existen, incluidas las cinematográficas). Diccionario.- Flaubert inventó un diccionario descreído e irónico, divertido sin la menor compasión, con el que trataba de evidenciar la necedad de los tópicos. Por ejemplo, en él se puede leer esta definición: «Chino: Es chino todo lo que no se entiende». O esta otra: «Corán: Libro de Mahoma, donde solo se habla de mujeres». O esta: «Hipótesis: A menudo peligrosa, siempre audaz». Dios.- Un mal asunto que siempre acaba poniendo a la libertad del individuo contra las cuerdas. Entelequia ilógica que mucha gente, mediante el lucrativo invento de las religiones, se empeña en tragar como una verdad lógica. En este punto, el pensamiento desaparece de los hombres y da paso a unos seres lamentablemente crédulos. Divorcio.- Como decía Bernard Shaw, los divorcios son buenos para la institución familiar porque multiplican los hogares. Dostoievski.- No es leído ya como antes, pero hace un siglo su nombre era sinónimo de transcendencia. Hubo un tiempo en que se le invocaba como una cima de la literatura y se asociaban sus obras a una conciencia tormentosa pero justa. Una literatura profunda, se decía antes, cuando yo era niño. Hoy, más que leído es recordado. El siempre sorprendente J. M. Coetzee lo humanizó cuando escribió ‘El maestro de Petersburgo’. Es una novela que ficciona un episodio de la vida torturada de Dostoievski y nos remite a la atmósfera densa y enigmática de las obras del gran ruso. Lo que hace Coetzee con Dostoievski es lo que hace Francis Bacon con Velázquez: retorcer, exprimir, expoliar, subvertir. El personaje es Dostoievski, sí, pero podría no serlo, tan solo se le llama Fiodor Mijailovich. En realidad, carece de importancia. Lo que importa es que Coetzee, el último dostoievskiano convencido, nos dio una novela

asombrosa y sin trampas. Duelo.- Combate de dos. Si no se busca la destrucción inmediata del rival, si se le deja con vida, los duelos pueden prolongarse hasta la obsesión y la amargura. No se trata ya de venganza, sino de relación, de intercambio, de emoción recíproca, porque los duelos prolongados son un motor vital: el de quien concibe la vida no con alguien, sino contra alguien. Sucede muchas veces, más de las que imaginamos. Todo duelo, si no termina con la muerte, ha de terminar con el perdón, que es el olvido. Pero esto no ocurre, el perdón no cotiza en la bolsa de la vida. Sobre duelos algo sabía Joseph Conrad, quien, al parecer, tuvo un duelo en Ginebra con resultado de muerte de su adversario. No era intención de Conrad que aquello acabara así y no lo superó nunca; siempre estuvo luchando en su interior contra ese duelo. Por eso escribió ‘Los duelistas’, una novela corta donde se narra un desafío entre dos oficiales franceses de la época napoleónica que mantienen una contienda particular y mutua a lo largo de muchos años y de muchos escena-

rios, siempre luchando sin matarse. Aunque el mayor duelo que inventó Conrad fue el de Lord Jim, el más grande luchador interior contra sí mismo que ha existido. Dylan.- Hay dos grandes Dylan: Dylan Thomas y Bob Dylan, quien se llama así porque tomó del primero su nombre. De Dylan Thomas son asombrosos sus cuentos, menos conocidos que su deslumbrante poesía pero igual de extraordinarios que esta. De Bob Dylan, sus canciones son, bien mirado, más relatos que poemas, fragmentos narrativos que diseccionan el alma del siglo XX, cuya banda sonora sale precisamente de él, del juglar universal de voz inconfundible. El primero se lo bebió todo hasta morir demasiado pronto (murió de un coma etílico), el segundo es Premio Nobel demasiado tarde.

d «Flaubert inventó un diccionario descreído e irónico, con el que trataba de evidenciar la necedad de los tópicos»


14 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 17.12.16 EL NORTE DE CASTILLA

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sta semana me ocuparé del uso del acento gráfico en las palabras compuestas. Como ustedes saben, hay tres tipos de compuestos: a) aquellos cuyo resultado es una sola palabra (compuestos univerbales); b) los separados por guion; y c) aquellos cuyo resultado son dos o más palabras (compuestos pluriverbales). Estos últimos no plantean ningún problema en cuanto a la colocación de la tilde porque los formantes del compuesto se comportan como cuando funcionan por separado. Y lo mismo ocurre con los compuestos separados por guion. En el caso de los compuestos univerbales (con la excepción de los adverbios terminados en -mente, a los que aludiré después), el primer elemento –que es tónico cuando funciona como una palabra autónoma– se hace átono. Esto tiene consecuencias tanto en la lengua hablada como en la lengua escrita: se pronuncian con un único acento prosódico y a efectos de colocación de la tilde (o acento gráfico) solo cuenta el segundo elemento. Como pueden comprobar en los ejemplos siguientes, el comportamiento de las palabras compuestas en lo referente a la acentuación gráfica es idéntico al de las simples y, además, siguen las reglas de acentuación con independencia de cómo se comporten gráficamente sus elementos por separado. Por ejemplo, la palabra ‘tiovivo’ no lleva tilde a pesar de que uno de sus formantes (tío + vivo) sí la lleva; lo mismo ocurre con ‘balonvolea’ (balón + volea) o con ‘vigesimoprimero’ (vigésimo + primero). En los tres casos por ser palabras llanas terminadas en vocal. En cambio la palabra ‘dieciséis’ lleva tilde, aunque ninguno de sus formantes la lleve (diez + seis) porque es palabra aguda termi-

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

PALABRAS COMPUESTAS Y TILDE nada en s. Y ‘pisaúvas’ (‘persona que pisa la uva’) la lleva para marcar el hiato –o para deshacer el diptongo, como se decía antes–. En la formación de los adverbios terminados en ‘-mente’ interviene la forma femenina del adjetivo en el caso de que este sea variable seguida del sufijo ‘-mente’ y estos se pronuncian con dos sílabas tónicas: la correspondiente al adjetivo del que derivan y la del sufijo (que siempre es ‘men’). En la expresión escrita el adverbio resultante lleva tilde solamente en el caso de que el adjetivo del que procede también la lleve. Así, ‘fácilmente’, ‘hábilmente’ y ‘plácidamente’ llevan tilde porque las formas adjetivas de las que proceden (fácil, hábil y plácida) también la lle-

van; y ‘estupendamente’ y ‘extraordinariamente’ no la llevan porque tampoco la llevan las formas femeninas del adjetivo que entra en su composición (estupenda y extraordinaria). Cuando la palabra compuesta está formada por una forma verbal seguida de un pronombre personal enclítico (me, te, lo(s), la(s), nos, os, se), esta constituye un solo grupo acentual, los pronombres personales se escriben adosados al verbo y se siguen las reglas generales en cuanto a la colocación de la tilde en el caso de que esta sea necesaria. En los ejemplos ‘Estese quieto, por favor’ y ‘Mantente al margen’, las formas verbales ‘estese’ y ‘mantente’ no llevan acento gráfi-

co porque son palabras llanas terminadas en vocal, aunque en su composición intervengan formas verbales acentuadas (esté + se, mantén + te). Y en ‘Vuélvete’ o en ‘Quédese quieto’, las formas ‘vuélvete’ y ‘quédese’ llevan tilde porque son palabras esdrújulas, a pesar de que en su composición intervienen formas verbales sin tilde. Tal vez muchos de ustedes sigan escribiendo ‘estése’ y ‘manténte’ con tilde, siguiendo la regla ortográfica que decía que si la forma verbal llevaba tilde, esta se mantenía en el compuesto. Y digo ‘decía’ porque esta regla de acentuación no está vigente desde 1999, año en que se publicó la ortografía académica anterior a la actual (2010). Según las normas ortográficas acaLa ortografía démicas, las reglas de acentua- de la RAE permite ción han de apli- que los nombres carse a todas las compuestos de palabras (con excepción de las persona puedan terminadas en ‘- escribirse en mente’). Este una sola palabra dato, aunque para algunos todavía suponga cierto incordio por tener que reajustar sus patrones de escritura, simplifica mucho las reglas de acentuación. Y un dato más, que quizá a algunos les resulte chocante: la actual ‘Ortografía de la lengua española’ de la RAE permite que los nombres compuestos de persona puedan escribirse en una sola palabra. De este modo, Juampablo, Josemanuel, Mariluz, Juanluís o Mariángeles (todos con el primer elemento átono) son alternativas a Juan Pablo, José Manuel, María Luz, Juan Luis y María Ángeles.

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Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)

El laberinto de los espíritus Ruiz Zafón (Planeta)

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Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)

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Harry Potter y el legado... J. K. Rowling (Salamandra)

Un amor de Oriente. Pilar Eyre (Planeta)

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Amor take away. A. Punset y P. González (Montena)

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La montaña de coral. N. Cactus y T. D’Incalci (Fragatina)

Falcó. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)

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Los secretos que jamás te... Alberto Espinosa (Grijalbo)

Sabores de siempre. Carlos Arguiñano (Planeta)

El libro de la madera. Lars Mytting (Alfaguara)

Gimnasia para perezosas. Julie Ferrez (Lunwerg

La inteligencia del éxito. Anxo Pérezi (Alienta)

La vida del pastor. Rebanks (Debate)

De la ligereza. Gilles Lipovetsky (Anagrama)

Los secretos que jamas te... Alberto Espinosa (Grijalbo)

Ser feliz no es caro. Miguel Ángel Revilla (Espasa)

Leer. André Kertész (Periférica)

Velázquez desaparecido. Laura Cumming (Taurus)

5 consejos para potenciar la... E. Rojas (Temas de hoy)

Born to run. Bruce Springsteen (Random House)

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Homo Deus. Yuval Noah Harari (Debate)

La imagen que hoy nos falta. Pascal Quignard (Cuatro)

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Toca el piano. James Rhodes (Blackie Books)

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La habitación de Nona. Fernández Cubas (Tu squets)

El asesino de Sócrates Marcos Chicot (Planeta)

Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)

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La vida del pastor. Rebanks (Debate)

Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)

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El laberinto de los espíritus Ruiz Zafón (Planeta)

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Falcó. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)

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El asesinato de Sócrates Marcos Chicot (Planeta)

Tan poca vida. Yanagihara (Lumen)

El laberinto de los espíritus. Ruiz Zafón (Planeta)

Tormenta de nieve y aroma de... Läckberg (Maeva)

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Estudios del Malestar. Pardo (Anagrama)

El cacique de Grijota abraza el fascismo VV AA (Región)

SPQR. Mary Beard (Crítica)

El universo en tus manos. Galfard (Blackie Books)

Auge y decadencia de Castilla. García Sanz (Crítica)

Ascensiones en la montaña palentina. Villegas (Pindia)

Tratado de filosofóa zoom. J. Antonio Marina (Ariel)

SPQR. Mary Beard (Crítica)

Homo Deus. Y. Noah Harare (Planeta)

Frida. Benjamin Laombe (Edelvives)

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¡De rodillas Monzón!. El Gran Wyoming (Planeta)

La movida modernosa. Moreno-Ruiz (La Felguera)

New York, New York. Javier Reverte (Plaza & Janés)

La tira de años. Peridis (Espasa)

La invención de la naturaleza. Wulf (Taurus)

Los hombres me explican cosas. Solnit (Capitán Swing)

Estudios del Malestar. Pardo (Anagrama)

La España vacía. Del Molino (Turner)

Primera página. Juan Luis Cebrián (Debate)


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Sábado 17.12.16 EL NORTE DE CASTILLA

Obra de Joaquín Torres García. :: EL NORTE

La verdad oculta A

veces la casualidad quiere que dos uruguayos se encuentren en París: Torres García en cuerpo y alma, Levrero en sueños; uno a principios del siglo XX, otro a finales. Los dos, a fin de cuentas, en esta página que quisiera rendirles homenaje. Joaquín Torres García anduvo por las calles de la vanguardia buscándole la cuadratura al círculo para regresar a Montevideo con una maleta cargada de método y paciencia. Su ‘universalismo constructivo’ es un hallazgo memorable, una vasta y esforzada compilación y catalogación de elementos útiles destinados a respirar y sobrevivir inmersos en el mundo inhabitable de las ideas. El arte de la Escuela del Sur que pondrá en marcha con su ‘Taller Torres García’ es uno de esos vanos capaces de comunicar con

él. Con sus cientos de conferencias y dibujos específicos supo formular los conjuros pertinentes adivinando la intención de los pigmentos, acariciando la memoria de la línea, recuperando la enigmática y sagrada belleza de la sección áurea, del pentágono y su cosmología; conciliando de forma soberbia la existencia de lo abstracto y lo concreto. No es de extrañar que consagrara su vida a intentar explicarlo. Cuando se ha visto, aunque solo sea un instante, la verdad que esconde la apariencia de las cosas todo aliento es imprescindible para hallar las palabras o los trazos que dibujen la ruta. Los trabajos de Torres García contienen un metódico e intencionado proceso de composición que su autor supo divulgar y transmitir con elegante y generosa profusión didáctica.

Ni un símbolo, ni una forma, ni un cuadrante estanco, ni una proporción busca el azar. En cada uno de ellos puede vislumbrarse la magia del número áureo, el secreto primitivo de un símbolo y, por supuesto, la determinante y total indiferencia por el efectismo, la convicción de que el arte acaso pueda explicar por si solo nuestra existencia, nuestra finalidad cós-

El ‘universalismo constructivo’ es una compilación de elementos útiles para respirar en el mundo inhabitable de las ideas

mica que escapa a los parámetros locales que conocemos, una zona confortable limitada por nuestra arrogancia. Acaso ese es el motivo por el que Joaquín Torres García nos sugiere graciosamente que el Sur tiene su propio Norte, que en el Universo el concepto de arriba y abajo es completamente baladí, que en cada número pitagórico inexplicable está la verdadera religión y justo es honrarlos en su palmaria grafía esencial que tantas veces se manifiesta en la naturaleza. La extraña belleza de la arquitectura clásica y de la estrella de mar unidas de forma aparentemente inexplicable, como Levrero y Torres García, ante la áurea proporción de Notre Damme. Uno en cuerpo y alma, otro en sueños, donde sus eternos grises pueden convertirse a un párrafo de distancia en toda la gama

OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA

de colores conocidos. Lo que para Torres García es un viaje comunitario, para Levrero es una graciosa y meticulosa pesadilla donde su ‘yo’ literario dibuja en un lienzo opresivo y multidimensional una realidad que nos es cotidiana e imposible simultáneamente. ¿Cómo no relacionar sus compartimentaciones, su simbología, su abigarrada profusión de detalles? Cada página escrita por Mario Levrero es un enigma iconográfico donde las palabras dibujan sobre un lienzo tan cambiante como la superficie del mar. Ni siquiera nuestra memoria lectora es capaz de conservar el recuerdo de sus descripciones, dibujadas una y otra vez ante cada necesidad existencial. Levrero es un número pitagórico: enigmático, imposible, que Torres García dibujó en muchos de sus cuadros sin saber aún que estaba plasmando el futuro, que trazaba la gracia insondable de un bromista enamorado de la palabra, de un artista consagrado a la escritura que ordenó mantener el nombre del anterior inquilino de su apartamento para que nadie lo localizara sin permiso; oculto, como la verdad de los números mágicos.


16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 17.12.16 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro

T

enía solo dieciséis años y era amiga de sus hijas. Me pasaba el día en su casa, curioseando en su taller. No era una muchacha triste, sino ingenua y alegre, como son casi todas a esa edad. Por entonces él ya era famoso, y recibía numerosos encargos, especialmente a partir de aquel San Francisco que realizó en uno de sus viajes. Todos hablaban de esa figura, que representaba al santo cubierto con una capucha, mirando al cielo con las manos ocultas en las mangas y mostrando el pie descalzo con la llaga. Todos hablaban de su triste belleza, de su palidez, de su mirada perdida en algo inalcanzable, de que no sabías, al mirarlo, si vivía o estaba muerto. Fue poco después de terminar esa obra cuando me pidió que posara para su Magdalena penitente. Fue raro que lo hiciera pues sus obras no se basaban en modelos vivos sino en pinturas y estampas inspiradas en las obras de su propio padre o de otros artistas que admiraba. Era la calidad de su técnica lo que a todos maravillaba. A veces me llamaba a su lado y me preguntaba, por sus figuras de rostros ovalados y largos cuellos, por aquellos mantos y túnicas que parecían telas finísimas, por la simplicidad de sus formas y sus volúmenes, me pedía que le hablara de la dulce locura que dimanaba de sus ojos y sus bocas pequeñas. No sé por qué lo haría, pues yo no sabía nada y difícilmente podía decirle algo que le ayudara. Siempre tenía cosas que hacer, pues todos en Málaga le respetaban y le pedían consejos. Era muy religioso y trataba con amor y severidad a sus hijos. Mucho más tarde, cuando redactó uno de sus testamentos, pidió en él que su hija Juana, que entonces contaba seis años de edad, entrara al crecer en un convento, lo que expresó como si fuera ella misma quien se lo pidiera. «Y desea vivir y permanecer en estado de religión, guardando pureza y castidad, por lo que deseamos que sea religiosa por ser de los estados más perfectos y seguros para la salvación». Pero digo yo que una niña a esa edad ¿qué sabe de la religión y la pureza? Apenas hablaba lo justo cuando trabajaba, pero a mí me cogió afición y me permitía que me quedara a su lado observando.

«Miraba esa mano como si fuera mi boca y me estuviera pidiendo perdón por hacerme cargar aquel crucifijo»

:: ILUSTRACIÓN BEATRIZ MARTÍN VIDAL

Magdalena penitente Me gustaba ver cómo tallaba la madera, cómo poco a poco de los troncos informes iban surgiendo aquellas figuras melancólicas que, al ser terminadas, habrían de partir a los más impensables destinos,

que muchas incluso llegaron a cruzar el ancho mar y terminaron en iglesias y conventos de ciudades de las que en nuestra tierra apenas conocíamos los nombres. Aquella Magdalena peni-

tente era un encargo de la Casa Profesa de los Jesuitas de Madrid, y empezó a trabajar en ella sirviéndose como modelo de una Magdalena que se encontraba en las Descalzas Reales. Pero lo que estaba ha-

DÍAS FELICES GUSTAVO MARTÍN GARZO

ciendo no le satisfacía y tuvo la idea de pedirme que posara para él. Le dije que sí, ¿pues cómo podía negarme? Recuerdo que cambió mis vestidos por un sayal de hoja de palma y que empapó mi cabello con aceite al objeto de que me colgara pesado y húmedo sobre los hombros. Tenía los brazos desnudos y mientras una de mis manos debía tenerla sobre el pecho en la otra me hizo sostener un enorme crucifijo, lo que hacía que aquellas sesiones interminables se volvieran dolorosas para mí. Nunca protesté por ello, pues aunque no sabía por qué me estaba pidiendo todo aquello yo le obedecía sin rechistar, ya se sabe, al corazón que ama le gusta hacer lo que piden. Pero cuando por fin concluyó su trabajo y pude ver la figura acabada, no me gustó. Aquellos ojos enrojecidos y vacíos de lágrimas, el cuello tenso y sobrecogido, su gesto abrumado y lleno de dolor no eran en absoluto los míos. No, yo no era así, y me pregunté qué arte es aquel que hace a las criaturas más taciturnas de lo que son. Si el arte no servía para embellecer la vida ¿para qué lo queríamos? Y es verdad que amor y muerte se confundían en el rostro que me había copiado, pero yo no quería eso, no quería que el amor me arrebatara del mundo, sino una casa con sábanas que se tienden a secar, un mundo de palabras y de niños que juegan en la calle, las cosas que quieren todas las muchachas reales cuando se enamoran. Y sin embargo había algo en aquella Magdalena penitente que no podía dejar de mirar, a pesar de su infinita tristeza. No podía dejar de mirar la mano que tenía sobre el pecho. Era Pedro de Mena quien me había pedido que la pusiera así, con los dedos abiertos sobre uno de los senos. Y recordé la forma en que la miraba mientras la esculpía. Miraba esa mano como si fuera mi boca y me estuviera pidiendo perdón por hacerme cargar aquel crucifijo.


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