SOMBRA CIPRES LA
DEL
La vida convulsa de Hans Fallada
NÚMERO 254 Sábado, 21.01.17
Una novela, ‘Pesadilla’, y una exposición nos devuelven la figura del escritor alemán [P3]
Hans Fallada, con su hijo Uli Ditzen. :: CORTESÍA DE MAEVA
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CARLOS AGANZO
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l día 7 de diciembre del año 1492, el rey Fernando II de Aragón, III de Nápoles y V de Castilla, tras celebrar audiencia en Barcelona, bajaba por las escaleras del Palacio Real Mayor cuando fue apuñalado por la espalda por un «pobre loco» llamado Joan de Canyamars. La fortuna quiso que el rey llevara puesto el Toisón de Oro, concedido por sus méritos militares en la campaña de Isabel de Castilla contra Juana la Beltraneja, por lo que las heridas de la daga, después de rozar la sien y la oreja del monarca, no fueron suficientes para terminar con su vida. El profesor y novelista Luis García Jambrina (Zamora, 1960) ya conocía este hecho, que habría podido tener unas consecuencias en su época «comparables con las del magnicidio de John Fitzgerald Kennedy en 1963». Incluso lo había reseñado en su novela ‘El manuscrito de piedra’ (2008). Y ahora se ha atrevido a convertirlo en el eje central de su última obra: ‘La corte de los engaños’, dando aire y aroma literario a la teoría de la conspiración contra el personaje que inspiró ‘El príncipe’, de Maquiavelo. Según parece, Don Fernando siempre se empeñaba en lucir, en las grandes ocasiones, esta nobilísima distinción de gruesos eslabones dorados que le había impuesto en 1474 Jean de Rubempré, señor de Bièvres, en la iglesia palentina de Santa María de la Asunción de Dueñas, frente al rechinar de dientes de no pocos caballeros de Castilla. Y en esta ocasión le salvó la vida. Pasarían tantas cosas en este año de gracia de 1492 –la conquista de Granada, el Descubrimiento, la expulsión de los judíos...–, que el intento de magnicidio pasó casi inadvertido para la historia, más allá del castigo ejemplar del loco Canyamars, que fue mutilado en público en la ciudad condal. Con estos ingredientes, y con la intención de contarnos una historia vibrante y llena
Retrato de Fernando el Católico realizado por Michael Sittow.
Una teoría de la conspiración
Luis García Jambrina. :: HENAR SASTRE
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de referencias que siguen teniendo pleno sentido quinientos años después de la muerte del rey católico, el autor de ‘El manuscrito de nieve’, ‘En tierra de lobos’ o ‘La sombra de otro’ ha construido una espléndida novela histórica que devuelve toda su dignidad y su verdadero carácter al género. Para ello, García Jambrina construye con enorme habilidad un entramado narrativo plenamente fiel a los hechos históricos, pero al mismo tiempo lleno de actualidad para el lector de nuestro tiempo. Empezando por el protagonismo de las mujeres, en un momento en el que Isabel I de Castilla marca una referencia femenina con poca o ninguna contestación a lo largo de los siglos posteriores. Y continuando por la vieja –y ya casi eterna– reflexión sobre el ‘problema catalán’. Tres mujeres, en efecto, son las protagonistas de esta historia, donde los Reyes Católicos, con toda la complejidad de un reinado que saca a Europa de la Edad Media para colocarla en la Edad Moderna, quedan en un plano narrativo de segundo orden. La primera, absolutamente real: doña Beatriz Galindo, la Latina, la maestra y consejera de la reina Isabel, sin la que sería imposible entender este período absolutamente singular de nuestra historia. Las otras dos, creadas en representación de dos colectivos clave en la configuración del estado moderno creado por Isabel y Fernando. La judía Sara Dertosa, heredera orgullosa de la mejor tradición de tolerancia de la España de las tres culturas. Y la noble catalana Catalina de Dalt, la última representante de ese feudalismo nobiliario que los Reyes Católicos superaron y utilizaron para construir su sueño de España. Por encima de su indudable valor literario, con ese castellano pulcro y encendido que caracteriza toda la obra de Luis García Jambrina, todavía la reflexión hoy, en pleno siglo XXI, de esa ‘cuestión’ que el propio Fernando, como príncipe de Aragón, sufrió en sus propias carnes participando activamente en la guerra civil catalana de 1462-72. Una llama que atraviesa y sigue atravesando nuestra historia común de convivencia.
LA CORTE DE LOS ENGAÑOS Luis García Jambrina. Editorial Espasa. 432 páginas. 19.90 euros
Tres mujeres son las protagonistas de esta historia en la que los Reyes Católicos quedan en segundo plano Jambrina ha construido una espléndida novela histórica que devuelve su dignidad al género
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REENCUENTRO CON FALLADA 3
Vida y pesadilla de un narrador de éxito Maeva anuncia la salida del quinto título de Hans Fallada en su catálogo al tiempo que muestra en Salamanca imágenes de la vida del autor de ‘Solo en Berlín’
ANGÉLICA TANARRO
blogs.elnortedecastilla.es/calle58/ @angelicatanarro/twitter.com
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a fama literaria es un asunto esquivo, caprichoso, que coincide o no con la calidad del autor pero que, incluso cuando coincide, puede fluctuar, pasar de la luz a la sombra y viceversa. Este es el caso de Hans Fallada (cuyo verdadero nombre era Rudolf Ditzen, nacido en la ciudad alemana de Greifswald, Pomerania Occidental, en 1893 y muerto en la capital, Berlín, en 1947) escritor de exitosas novelas, célebre autor de entreguerras y cuya obra se puede decir que está empezando a (re)conocerse en España. Y ello gracias en gran parte a la labor del sello Maeva que en 2009 comenzó la recuperación de sus títulos principales, desde su primer gran éxito ‘Pequeño hombre ¿y ahora qué?’, publicada originariamente en
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Hans Fallada en su estudio, poco antes de su muerte acaecida en 1947. :: FOTOS POR CORTESÍA DE MAEVA
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REENCUENTRO CON FALLADA
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1932 y convertida en best seller internacional, hasta su título más conocido, ‘Solo en Berlín’ (2011), que vio la luz unos meses antes de la muerte del escritor. Esta editorial, que también ha publicado ‘El hombre que quería llegar lejos’ (2013) –de nuevo gente corriente ‘instalada’ en la Alemania de entreguerras,– y ‘Este corazón que te pertenece’ (2015) da un paso más hacia la divulgación de su figura y, en colaboración con el Goethe Institut en España, ha impulsado la exposición que muestra imágenes de su vida y que hasta el 19 de febrero puede visitarse en el Patio de las Escuelas Menores de la Universidad de Salamanca. La muestra, que recoge momentos familiares e íntimos del autor coincide con la publicación (estará en las librerías españolas a principios de febrero) del último ‘rescate’ de Fallada en este sello editorial: ‘Pesadilla’, ambientada en los momentos inmediatamente posteriores a la derrota ale-
mana en la Segunda Guerra Mundial y en la que su protagonista se ve afligido por la vergüenza de lo que su país ha sido capaz de hacer al mundo. Vergüenza por el alcance del nazismo que era el sentimiento de muchos alemanes, como también la sensación de estar instalados en una espera incierta ante los acontecimientos futuros.
Turbulencias Asomarse a estas imágenes es asistir a los momentos más plácidos de una turbulenta existencia marcada por un temprano intento de suicidio, las adicciones (al alcohol y la morfina) las estancias en instituciones psiquiátricas y en la cárcel, donde fue recluido por delitos de estafa derivados de la necesidad de financiarse las drogas. En las fotografías, más que al Hans Fallada narrador vemos a Rudolph Ditzen, padre de familia, de tierna mirada hacia sus hijos, que disfruta de su compañía junto al lago Car-
witzer en cuyas proximidades se había instalado con su mujer Anna Issel, también conocida como Suse, y su prole. Comidas con amigos, excursiones en barca, juegos y momentos íntimos junto al reflejo de su temprano éxito editorial que se confirma en los carteles de la primera versión cinematográfica de ‘Pequeño hombre ¿y ahora qué?’ que le dio fama mundial. Aunque la obra de Fallada no es autobiográfica –con excepción de los dos títulos pu-
A menudo los hombres y mujeres de las historias de Fallada son seres aislados como él lo fue de niño
blicados por Seix Barral en 2012 ( ‘En mi país desconocido’, un diario de cárcel y ‘Diario de un bebedor’)– no cabe duda de que sus novelas se nutren de su propia existencia pero sobre todo de su implacable don para la observación. Su literatura se inscribe en el movimiento de la Nueva Objetividad, un aliento artístico que se dio tanto en literatura como en las artes plásticas y que surgió en Alemania en la década de los años veinte como reacción al expresio-
nismo. De los distintos modos de interpretarlo, algunas descripciones de Fallada, los rasgos acentuados de los personajes que pululan por sus libros, generalmente corales, llenos de voces distintas, recuerdan a algunos de los seres que transitan por los cuadros de Otto Dix y George Grosz. A menudo los hombres y mujeres de Fallada son seres aislados como lo fue él desde la infancia, marcado por la distancia de un padre que no mostró demasiado afecto por su hijo. Y esta conexión entre vida y obra es especialmente rastreable en ‘Pesadilla’ la novela que está a punto de llegar a las librerías y que está considerada como una de sus obras más personales. En ella el doctor Doll, su joven esposa (el protagonista, como él mismo, estaba divorciado y casado en segundas nupcias) su suegra y sus hijos esperan el término de la guerra y la llegada de las tropas rusas que van a liberar del dominio nazi la pequeña ciudad de
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Tres vistas de la exposición sobre Hans Fallada en el Patio de las Escuelas Menores de Salamanca. :: MANUEL LAYA
El infierno tan buscado
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Prenzlau donde viven. Pero pronto la esperanza se torna en desilusión. Doll , aunque sufre el aislamiento de sus vecinos, será nombrado alcalde y se propondrá limpiar la ciudad de todo rastro del pasado nazi. Pero la empresa es más complicada de lo que él mismo pudiera pensar. Tampoco Berlín colmará sus esperanzas de una vida nueva. En el prólogo de la novela, Fallada describe esta obra como un «documento humano», un informe fiel a la verdad de lo que sintieron, padecieron, hicieron los alemanes desde abril de 1945 hasta bien entrado el verano. «El libro –escribe– ha quedado en lo esencial como el informe de una enfermedad, la historia de esa apatía que acometió a la mayor parte –y sobre todo a la más decente– del pueblo alemán, que aún hoy, a un año y un trimestre del fin de las operaciones militares, sigue siendo sombría». Desde el prólogo, la potencia de su prosa explica el porqué de su vigencia.
ans Fallada tuvo problemas con los nazis, tuvo problemas con las instituciones y con las autoridades, y, sobre todo, Hans Fallada tuvo problemas consigo mismo. Y los tuvo desde siempre. El que podía haber sido un apacible y próspero hijo de un jurista bien instalado en la administración alemana de principios del siglo XX inició su carrera hacia la autodestrucción desde muy joven. Como si fuese arrastrado por una vocación irrefrenable, antes de inicar su carrera como escritor –y antes por tanto de adoptar ese seudónimo sacado de los cuentos de los hermanos Grimm– Hans Fallada –o si se quiere todavía Rudolf Ditzen– planeó con su amigo Hans Dietrich von Necker un suicidio conjunto que camuflarían bajo la apariencia de un duelo. Yo te mato a ti y tú me matas a mí. Y sí, Von Necker murió. Pero Fallada no. Quedó gravemente herido. A partir de ahí se inicia el verdadero y largo viaje al infierno. El joven Fallada tenía dieciocho años. Al poco de restablecerse de las heridas de aquel falso duelo es internado en un hospital psiquiátrico. Es la primera institución represiva de las distintas que va a frecuentar a lo largo de su vida. Psiquiátricos, cárceles y centros de rehabilitación van a convertirse en un ámbito familiar y al mismo tiempo en fuente de conocimiento del lado más oscuro del ser humano. Una universidad siniestra donde el inestable Fallada hará un doctorado y que dará lugar a unas páginas sombríamente
bellas. Por si el natural afán corrosivo de Fallada no fuera suficiente, una inquebrantable adicción al alcohol, la cocaína, la morfina, será el combustible que lo lleve por todos y cada uno de los círculos del infierno. Cada uno de esos círculos aparece reflejado en su obra. A veces de un modo tangencial y otras como eje central de algunos de sus libros, a veces caracterizando a algunos de los personajes, como ocurre con la novela ahora editada por Maeva, ‘Pesadilla’, y otras plasmando un turbulento recorrido autobiográfico como en ‘El bebedor’ (Seix Barral). Las editoriales que se ocupan del más que justo relanzamiento de Fallada hacen hincapié en que figuras como Thomas Mann o Hermann Hesse alabaron su obra, y es cierto, pero la estirpe a la que pertenece este autor es una bien distinta. Es la de Dostoievsky, la de Céline o Strindberg. Está unido a ellos por los asuntos que trata, por el prisma desde el que observa al ser humano y a la sociedad y, sobre todo, y finalmente eso es lo único que importa, por su enorme calidad literaria y su capacidad para indagar en los rincones más ocultos de nosotros mismos. Fallada abre puertas selladas y pisa territorios prohibidos con su literatura del mismo modo que lo hizo en su vida. Él, que a través de su alter ego Erwin Sommer se definió como un cobarde, «sé que durante cada uno de los segundos de mi vida fui un cobarde, soy un cobarde y seré un cobarde», tuvo la valentía necesaria para asomarse al borde del abismo y describirnos
ANTONIO SOLER
Escritor y guionista
el sobrecogedor paisaje que desde allí se contemplaba. Él, que se pasó la vida entrando y saliendo de instituciones para enfermos mentales y que de continuo fue tachado de enajenado, tuvo la clarividencia suficiente para narrar con una prosa directa y sin artificios los mecanismos más sutiles que se producen en el ánimo de un alcohólico, de un drogadicto, y, más aún,
Él, que se definía como un cobarde, tuvo la valentía de asomarse al borde del abismo
tuvo el talento preciso para hacer que ese mundo no nos resulte ajeno, para que el más abstemio de sus lectores o aquel que haya coqueteado con las drogas sigan su narración con el suspense de quien está leyendo una novela de misterio. Hasta ese punto hace que nos identifiquemos con sus personajes, con él mismo, con las sombras que nunca dejan de acechar. La mirada de Fallada es poliédrica, como la de determinados insectos. Abarca simultáneamente varios mundos. Hans Fallada no es un Bukowski empantanado en el arroyo de la sociedad. Su origen burgués, sus amistades acomodadas y sus vertiginosos ascensos y descensos sociales, le permiten tratar con la misma veracidad un mundo y su reverso. En su obra tiene cabida la gente próspera de un país, Alemania, desmesuradamente convencido de su fuerza y los seres más oscuramente marginados de ese mismo país derrotado moralmente y extenuado físicamente después de dos guerras en las que la autodestrucción íntima de Fallada adquiere un carácter colectivo, apocalíptico. Los personajes que reflejan su drama personal a menudo fantasean para huir de la realidad, se engañan a sí mismos, maquinan alambicadas estrategias, roban, estafan. Es lo que hizo Rudolf Ditzen, aquel hijo de un honorable juez, a lo largo de casi toda su vida hasta morir por una sobredosis de morfina. Por el contrario, pocos escritores hay tan alejados del engaño y la superchería, tan decididamente honestos, como Hans Fallada.
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La Fura del Baus, ópera y teatro
Montaje de ‘El gran macabro’ por La Fura dels Baus en el Teatro Liceo de Barcelona. :: LLUIS GENE-AFP
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l montaje de ‘El holandés errante’ de Alex Ollé, componente de ‘La Fura dels Baus’ en el Teatro Real, replantea el gran tema de la puesta en escena de la ópera, hoy en día la más revolucionaria en el mundo del teatro, aún con sus exageraciones y rupturas. El grupo catalán ha sido y continua siendo un revulsivo, diría que necesario en el mundo de la cultura contemporánea. Ha ce unos años publiqué un libro ‘La ópera y su estética. Para una práctica escénica’ que abordaba esta apasionante cuestión. Los nombres de Wieland Wagner, Walter Felsenstein y Gioirgio Strehler parecían ser las bases de una renovación en el mundo de la ópera. Desde entonces los artistas más señeros del mundo del teatro dramático y del cine probaron suerte en ese mundo, antaño cerrado desde un conservadurismo inmovilista. La magnífica revista ‘L’Avant-Scene de l’opera’ ha dedicado últimamente dos números a la puesta en escena en general y cuatro monográficos sobre Robert Carsen, Olivier Py, Patrice Chereau y Peter Sellars, desde análisis de sus mejores realizaciones. La
puesta en escena operística adquiere así un estatuto sólido que invita a la reflexión y al diálogo. Las retransmisiones en los cines y los DVD permiten al estudioso y al aficionado una visión amplia de gran multiplicidad y riqueza. El último publicado de ‘El Público’ es todo un acontecimiento cultural. La Fura dels Baus se incorporó al espectáculo operístico de la mano de Gerard Mortier. Su montaje de ‘La condenación de Fausto’ de Berlioz en Salzburgo, que causó sensación, fue el punto de partida. Carles Padrissa y Alex Ollé han firmado grandes espectáculos de una originalidad sorprendente desde concepciones creadoras y diferentes. He sido testigo y he escrito de muchos de los espectáculos de ‘la Fura’ (también de alguna película) ‘Acciones’, el primero, fue presentado en Valladolid en plenas Ferias de septiembre. La tremenda violencia (controlada) del espectáculo estuvo a punto de ser respondida por algún espectador, lo que se pudo evitar. Después La Fura, hasta su última versión de ‘Carmina Burana’ ha estado presente en la Ciudad, estrenó aquí ‘Tier Mon’ y dió un concierto que no se repitió en ningún otro sitio.
FERNANDO HERRERO
La Fura dels Baus es plural y múltiple. Una especie de sociedad cultural con muchas actividades: ópera, teatro, cine, espectáculos multiculturales, viajes, etc.) Hoy no forman parte de ella Marcel-li Antúnez y algunos de los fundadores más radicales. En el libro dedicado al grupo 1979-2004 se detallan todos los espectáculos y asombra ese caudal creativo que sigue todavía en plena actividad. Cuatro o cinco montajes cada año lo prueban. Con Calixto Bieito son los más reclamados en los diversos teatros del mundo. Una línea de investigación incesante que ha conseguido éxitos como ‘El anillo del Nibelungo’ en Valencia, que Zubin Mehta llevó musicalmente a la cumbre. Después el montaje de otra opus dificilísima como ‘Los troyanos’ certificó que el lenguaje de La Fura aportaba algo nuevo. Eran los buenos tiempos del Reina Sofía de la capital del Turia. El Teatro Real y también La Zarzuela y el Liceo barcelonés han permitido que nos ponga-
mos al día en este mundo diverso de la puesta en escena operística. Han sido años transcendentales y también polémicos. Desde Wernicke a Marthaler, Warlikovsky o Cherniakov, todos los nombres importantes han pasado por esos templos y han enriquecido notablemente las perspectivas escénicas de ese mundo, antaño petrificado y hoy de una tremenda pluralidad. Sería ahora el momento de abordar esa historia pequeña o grande del mundo de la puesta en escena operística. Las Fura dels Baus presentó en Barcelona sus montajes de ‘Don Quijote en Barcelona’ y ‘El gran macabro’, amén del espectáculo de inauguración de la Olimpiada. En la Zarzuela ‘El Martirio de San Sebastián’ en una espléndida versión musical de Lorin Maazel y en el Real el controvertido montaje de ‘La flauta mágica’ (sobre todo discutido por los textos de Rafael Angullol que sustituían a los recitativos) y con los dos montajes de Alex Ollé de ‘Grandeza y decadencia de la villa de Mahagonny’ y ‘El holandés errante’. Ambos en perfecta simbiosis con el director de orquesta Pablo Heras-Casado. Si en la obra de Brecht y Kurt Weill es puesto en solfa el capitalismo salva-
je, en la opera wagneriana se transforma el romanticismo y la leyenda en un espacio de desguace naval, una especie de pudridero en el que la codicia reina y un padre es capaz de vender a su hija por los bienes del holandés. No hay redención y la exaltación final recrea imágenes de lejanía y muerte. Una especie de pesadilla que parte de unas negras video proyecciones del océano y un espacio con escaleras que llegan al infinito, desolado y hostil quizás desde la contemplación de un presente dramático. No solo en las escenografías la puesta en escena contemporánea de la opera ha supuesto una revolución. La interpretación de los actores cantantes (Ingela Brimberg la mejor)
La Fura dels Baus ha mantenido una línea de investigación incesante que le ha reportado grandes éxitos
es cada vez más matizada y los coros han superado el mimetismo de antaño. Las ciencias, por ejemplo de psicoanálisis han contribuido también a visiones más profundas y las nuevas tecnologías (a veces con exceso) enriquecen los signos de la representación. La Fura dels Baus, en concreto, ha creado una estética propia que parte de sus visiones dramatúrgicas y así examinan las obras el pasado. Los clásicos no pueden ser apolillados objetos artísticos, deben renovarse en cada época sin perder sus propias raíces. La cultura es a la vez conocimiento y creación. Respetar literalmente lo anterior no es suficiente, aunque tenerlo en cuenta resulta necesario. En tiempo de adocenamiento y superficialidad esta visión nueva de un género que se consideraba caduco es una venturosa excepción. Los problemas de todo tipo, sociales, artísticos, económicos, subsisten pero los avances logrados no pueden sufrir una regresión que tal vez sería definitiva. 2017 se presenta lleno de oscuros presagios y de grandes desafíos. La cultura sigue minusvalorada de forma injusta, cuando pudiera ser la oportuna lleve que abriera un camino de esperanza.
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LIBROS DE PELÍCULA
Culpable de inocencia ‘Carta de una desconocida’ Novela de Stefan Zweig (1922) Filme de Max Ophüls (1948)
LUIS MARIGÓMEZ
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n escritor conocido recibe una carta a la vuelta de un viaje. Así comienza la ‘novella’ de Stefan Zweig. Es un melodrama en toda regla, el relato de un desdichado ‘amour fou’. Ella le ha amado en secreto y se ha acercado a él en algunas ocasiones. Él ni siquiera la reconoce cuando se reencuentran a lo largo de los años. Han tenido un niño que acaba de morir cuando ella le escribe, contagiada de una gripe letal. Esta tragedia se narra de manera contenida. No hay culpas y reproches por parte de ella. El escritor / narrador apenas hace más que darle a ella la palabra. El resultado es también terrible para él. Se hace patente su insensibilidad, su superficialidad, su falta de cualquier tipo de compromiso más allá de sí mismo. Es un texto para castigarse. La película de Ophüls convierte al escritor en músico, y mantiene el resto de sus características, con el añadido de que el artista se ha entregado al éxito fácil antes que a profundizar en su obra. Otra culpa más. Lo que se recuerda del filme al cabo del tiempo es su elegancia, la marca de la casa del director. La contención es extrema. Se muestra mucho más la dicha de los encuentros que la desgracia que producen. No se escamotea el dolor, pero queda casi en una zona de sombra. El claroscuro del texto aparece tan lleno de matices que los contrastes se difuminan sin dejar de estar ahí. Tanto en el libro como en la película, la base de la relación es la culpa. De ella por entregarse al artista. Estaba enamorada de un modo irremediable desde la pubertad, pero ello no impedía que hubiera seguido ciertos protocolos que, además de permitirle conseguir lo que anhelaba, le hubieran también dado cierta seguridad, algún equilibrio en el trato. En un mundo lleno de reglas, los modos en que ella se ofrece son suicidas. La culpa de él es no haberla visto, ni oído, lo que en el caso de alguien que escribe o hace música resulta aterrador. ¿Cómo no pudo darse cuenta de lo que
Joan Fontaine y Louis Jourdan, en una escena de la película de Max Ophüls. tenía delante? Su fatuidad le ciega, no se ve más que a sí mismo. Ella muere y él tendrá que cargar con ese peso para siempre. El hijo es quien más pierde, producto de un pecado que no se menciona pero que siempre está ahí, consuela a la madre con su presencia mientras vive, de algún modo encarna al amado, que iba a estar siempre cerca, pero el destino se lo lleva por delante antes de que llegue a saber de sus orígenes. Es todo tremebundo. Nadie le carga al otro con sus ¿errores? Ni sus consecuencias. Él recibe la carta cuando ella ya ha muerto, y no hay posibilidad de redención. Su silencio resulta heroico, y masoquista: «Gozaba en el sufrimiento». La consecuencia del relato de la mujer es brutal, porque no hay modo de corre-
gir las omisiones. El texto es la única salida, una confesión en la que el amado ve cómo el edificio de lo que él creía su pasado se desmorona y el personaje que aparece ha perdido cualquier posible valor que pudiera tener. Por otro lado, los dos protagonistas son lo que se llamaría buena gente. No van por ahí haciendo fechorías a propósito. Incluso podría considerárselos inocentes de lo que ¿el destino? les depara. Ella es una mujer hermosa que padece mal de amores en un grado extremo y que intenta remediarlo sucumbiendo a la tentación. Él es un artista algo atolondrado por su éxito, con ojos y oídos solo para sí mismo, amable con las mujeres que se le acercan. Con extrema elegancia, tanto el texto como el filme, configuran
bombas de relojería que acaban por estallar, también en la conciencia del lector / espectador. A todos nos pueden pasar esas desgracias, basta con enamorarse un poco más de lo debido y perder respeto a las reglas; o triunfar, ser admirado y no atender a lo que ocurre alrededor de uno. El mal acecha en cualquier parte. El valor del texto y del filme es que con estos elemen-
A todos nos pueden pasar esas desgracias, basta con enamorarse más de lo debido y perder respeto a las reglas
tos no desatan un dramón al uso. Todo aparece tras una pátina de contención extrema, de belleza. Ella disfruta las pocas ocasiones en que está con el amado. El artista es siempre agradable, la trata con cuidado, aunque nunca se preocupe de averiguar quién es. El cenit de su relación es una visita al parque de atracciones de Viena, el Prater, en la que disfrutan de una fantasía en la que parece que están en París, Londres, Berlín… llevando una vida feliz y sin preocupaciones, durante unos minutos. Joan Fontaine está bellísima en el filme; Louis Jourdan aparece como un guaperas que nunca merece la entrega de ella. Al cabo, se condena en su desentendimiento. Con delicadeza extrema, ella nunca le dice quién es ni
por qué está con él. Todo lo calla. En su estupidez vacía, a él jamás se le ocurre preguntar de dónde sale ese ángel, quizá similar a otros muchos que han aparecido en su vida, y no le concede la menor importancia a sus encuentros, que ni siquiera llega a relacionar. Incluso intenta darle dinero en una ocasión, que ella, ofendida, rechaza. Por fin, la lectura de la carta le infecta: «Le llegó como un aviso de muerte y un signo de amor inmortal.» Ophüls no intenta dar su versión particular del texto. Sus añadidos visuales y de guión lo enriquecen sin hacerlo de menos. Su cuidado incluye un raro respeto (sin dejarse abrumar) por el referente que utiliza. Las dos obras siguen resultando estremecedoras.
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MAESTROS DE TODA CONDICIÓN Entre clásicos inmortales
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or no hacer mudanza en la costumbre, mientras escucho por la tele a la Filarmónica de Viena dirigida por Gustavo Dudamel –han empezado con Lehár y siguen con un vals de Waldteufel– estreno el nuevo año con una lectura oriental y lo hago por la puerta grande, nada menos que con una extensa antología del inmortal Li Po, o Li Bai, depende del traductor, la que el especialista Guillermo Dañino publicó en 1998 en la Universidad Pontificia Católica del Perú y que ahora trae a nuestro país Hiperión bajo el título ‘Manantial de vino’. Hay que señalar de entrada que estamos ante el poeta más destacado de la dinastía Tang, de los siglos VII al X, que ya es decir, pues éste es seguramente el territorio más fértil para la poesía, la Edad de Oro no sólo de la historia literaria del gigante asiático, sino incluso de la universal. Apago a los Strauss, bastante cansinos, como siempre. Li Bai, natural de Kirguizistán, entonces territorio del imperio chino, fue un poeta corpulento, embriagador en el amplio sentido del término; al parecer, sobrevivió al destierro, varias revueltas y cuatro matrimonios. Siempre con el alma en vilo, tan epicúreo como anacreóntico, es la quintaesencia de la poesía china clásica, insípida en apariencia pero que esconde, para quienes aun siendo tan lejana en el espacio y en el tiempo nos resulta inigualable, desde su elocuente contención, una honda sinceridad y un alcance ético como ninguna otra. La introducción y las oportunas notas, agrupadas al final, de Dañino, traductor, entre otros, de poetas fundamentales, tan queridos por mí, como Wang Wei, Tu Fu, Tao Yuanming o Zhang Kejiu, trazan la cronología del Inmortal y, al hilo de su bio-
grafía, su leyenda, trufada de versos, para ser más exactos, los colores de su leyenda, además de calibrar una obra poética compuesta por 1236 poemas, de los que ha escogido 120, precisando formas estróficas y temas. Respecto a esto último, en mi modesta opinión, aunque Li Bai es conocido sobre todo por sus composiciones dedicadas a la libación o a la luna, con su sombra, no son en modo alguno inferiores muchas otras, las relacionadas con la naturaleza, mis favoritas, con escenas cotidianas, con el amor o con la amistad, una copa tras otra, preferentemente en compañía de poetas como el citado Tu Fu, Meng Haoran, Yuan Danqiu o He Zhizhang. Justamente a la inigualable dinastía Tang, en concreto a Lu, ‘El vagabundo de los ríos y los lagos’, otro poeta, amante del té y de la lectura, que siempre quiso vivir retirado, se remonta Pascal Quignard en uno de sus ‘Pequeños tratados’, ocho tomos concentrados en dos volúmenes por Sexto Piso, un lujo singular en extremo cuya traducción corre a cargo de Miguel Morey, lo que le añade garantía de calidad. En un tratado de los escuetos comenta apreciaciones de Wang Wei; de hecho, Quignard remite de continuo a los clásicos, así a través de Racine, por ejemplo, convoca a los grecolatinos: Aristóteles, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Horacio, Virgilio… En pocos escritores se conjugan con tanta solidez la vastísima erudición y la gracia en la escritura. En estas prosas meditativas, como las tilda Morey, ofrece además sobradas muestras de su voracidad y perspicacia lectoras y, al tiempo, de su maestría estilística, que lo mismo da en exégesis, que en razonamiento reflexivo, que en digresión o que en aforismo. El que fuera discípulo en Nan-
UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
terre de Levinas o Ricoeur es dueño de una prosa apretada, densa, de la que se aprende siempre, y mucho. Esta suma de fragmentos soldados es un festín delicioso, con copiosos y dispares bocados, para quienes amamos la lectura, el estudio y la profundización en los libros; un pozo de del autor de ‘Todas las mañanas del mundo’, primera frase del volumen, al que se refiere como «suite barroca», y efectivamente remite con frecuencia al s. XVII y en un momento dado apunta, paradójico: «espero ser leído en 1640». El primer tratado, género mestizo, personal, inclasificable, que aborda, por caso, la figura del pintor Louis Cordesse, principia, como algún otro, por Tácito, sigue con Pierre Nicole, ensayista barroco y discípulo del mentado Racine, transita por las escaldas vikingas y desemboca en el silencio que habla, lo que debe caracterizar a toda obra de verdad. El segundo, titulado ‘Dios’, otro logro de síntesis y sugerencia, se centra, entre la vida cotidiana y la elevada, en el pulidor de lentes Spinoza. Algunos son muy ceñidos, como el dedicado al pecho anaranjado del petirrojo a resultas de su empeño en desclavar de la cruz a Cristo –leyenda que no conocía, de chiquito nos contaban lo de las golondrinas y la corona– o a Guillermo de Orange, el Taciturno, y su muerte violenta. La mayoría divagan más en torno a motivos reiterados: así las meditaciones sobre la historia de los códices, el papel, la página, el libro y el silencio, a la Jabès, aunque en otro orden de cosas; las consideraciones sobre el lenguaje y sus registros, sobre todo lo relativo a la escritura, el grafismo en general, y su difusión; la imposible relación entre texto e imagen, el concepto de biblioteca, las ‘lenguas muertas’… Estos días de atrás los he
MANANTIAL DE VINO Li Bai, Hiperión, 408 pp., 20 €.
PEQUEÑOS TRATADOS, I Y II Pascal Quignard, Sexto Piso, 440 y 472 pp., 44 €.
AUGUSTE RENOIR VV.AA., Confluencias, 132 pp., 12 €.
LECCIONES DE LOS MAESTROS George Steiner, Siruela, 192 pp., 18,50 €.
pasado con otro clásico, más cercano espacial y temporalmente, si bien del terreno pictórico. ‘Auguste Renoir’ (Confluencias) es un libro misceláneo que recoge diversos y heterogéneos testimonios en torno a la figura excelsa del pintor natural de Limoges. El primero, curiosamente, de su propia mano, un esbozo de nota biobibliográfica en tercera persona, que contiene algunos pasajes sin desperdicio: «desde 1864 fue amigo e incondicional de Monet. Desde entonces no se separaron, trabajando juntos a menudo, pasando días y noches discutiendo sobre pintura libremente. Hizo rápidos progresos. Dos son mejor que uno. Aprendían el uno del otro, a pesar de ser de razas diferentes. Permaneció fiel al retrato, mientras que Monet lo hizo al paisaje». Quizá por hacer honor a la colección de la que forma parte, ‘Conversaciones’, se ofrecen a continuación dos entrevistas: una, enmarcada en un artículo con motivo del Salón de Otoño de 1904, rememora sus durísimos comienzos, la agresiva incomprensión y el rechazo frontal a su pintura; la otra, un refrito fruto de varios encuentros con el crítico norteamericano Walter Pach, incluye una carta al respecto en la que incluye correcciones que fueron admitidas, refiere su concepto, siempre guiado por la emoción, de la obra de arte y comenta valoraciones de los viejos maestros y de sus coetáneos. La primorosa edición se abre con cinco fotografías de Renoir y se cierra con veinticuatro ilustraciones de cuadros propios y ajenos que se van citando en los textos. Incluye además recuerdos varios, reunidos, de su amigo de cenáculo G.Rivière, más algunas notas evocativas de su hijo Jean y extractos de los diarios de la sobrina de Manet, una de sus discípu-
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‘Spring Evening Banquet at the Peach and Pear Blossom Garden’, con texto de Li Bai, pintado por Leng Mei, finales del siglo XVII o comienzos del XVIII. Museo del Palacio Nacional, Taipei.
las, y del coleccionista R.Gimpel, al que le cuenta, entre otras cosas harto curiosas –«la naturaleza no puedo pintarla, yo lo sé, pero el cuerpo a cuerpo con ella, me entretiene»–, cómo se gestó, más bien surgió, la escuela impresionista. Más el panegírico fúnebre, a modo de oración, que le dedicó el Abate Baume. Un libro, en suma, exquisito, sucinto, pero que va a lo sustancial para darnos una imagen completa del genio. Mientras leía las respetuosas evocaciones de Renoir reparé en que la ventolera horizontal de los estudios culturales en boga, y no digamos internet con su falta de criterio fiable y su charlatanería inane, han abolido cualquier tipo de jerarquía y, en consecuencia, la veneración de los clásicos. Así que hay que congratularse de que un libro consagrado a su exaltación, ‘Lecciones de los maestros’ (Siruela) de George Steiner, haya alcanzado su quin-
«La naturaleza no puedo pintarla, yo lo sé, pero el cuerpo a cuerpo con ella, me entretiene», confesaba Renoir Quignard transita por las escaldas vikingas y desemboca en el silencio que habla, lo que debe caracterizar a toda obra de verdad
ta edición. Una ocasión inmejorable para acercarse a la gozosa y didáctica, en este caso, escritura de un crítico titánico, un erudito al que traemos con frecuencia a estas páginas porque se puede considerar, creo, un clásico vivo, valga el oxímoron. Así que pienso que Steiner es otro maestro. Y de primera. Lo demuestra este ensayo de lectura, como todo lo suyo, entretenida para quienes amamos el pensamiento y provechosa, que es una lección magistral, un verdadero curso superior de Magisterio, con mayúsculas, como lo escribiría el sabio judío. En realidad, seis lecciones inolvidables –con un epílogo ejemplar, impagable– que reflexionan, a partir de interrogantes decisivos, sobre la paideia de verdad, no la pedagogía actual, y el difícil oficio de enseñante; sendas conferencias enlazadas, impartidas durante el curso 2001-2002 en Harvard, que abordan encuentros cruciales entre maestro y discípulo a lo largo de la historia de la filosofía, la literatura, la música o la ciencia, partiendo de la herencia esencial, envuelta en niebla, de los presocráticos y recorriendo hitos fundamentales, de los ágrafos Sócrates, Jesús y Plotino a Nietzsche, Pessoa, Kafka, Heidegger, Popper o Alain, pasando por san Agustín, Dante, Baal Shem o Marlowe, entre otros. Mientras empiezo el segundo volumen de Quignard que dejé por una obligación perentoria resuenan aún en mí las palabras de Steiner sobre el misterio de la transmisión del conocimiento, cuando de pronto me veo en un claro de luna, con unos buenos amigos y un «vaso de bon vino», como decía ya Berceo, pero en copa de jade, brindando al unísono: «¡Olvidemos gozosos las intrigas de este mundo!» por Li Bai y los clásicos.
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LECTURAS
EL QUIJOTE DE LAS NOVELAS POLICIALES La literatura en lengua inglesa está muy presente en los diarios de Ricardo Piglia CÉSAR ANTONIO MOLINA
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os diarios de Piglia, de Emilio Renzi, son ciertamente interesantes aunque fríos y antisentimentales. En una de las anotaciones que lleva a cabo, en el año 1969, refiriéndose a Sartre, escribe «… ellos han leído a Sartre, creen en la autenticidad y en la sinceridad, desconfían de la mala fe y de las representaciones de un personaje social». Y añade, el verdadero fragmento que nos interesa a nosotros, «por mi lado, yo soy ‘un norteamericano’, es decir, tengo una serie de lecturas y una poética antisentimental, distanciada, ‘objetiva’, desconfío de la vida interior y de las ‘confesiones’ sinceras. He leído a Brecht y a Hemingway, pero sobre todo me escapo del exceso melodramático de mi familia, donde todo es sentimental, emotivo y trágico». Sí la literatura más que norteamericana, en lengua inglesa, está muy presente en estos diarios (Conrad, Lowry, Fitzgerald, Faulkner, Hemingway, James, Melville, Mailler, Salinger, Pynchon, Philip Roth, Updike, entre otros muchos). Pero también la rusa, francesa y, por supuesto, la hispanoamericana. La presencia española se reduce a Ramón Gómez de la Serna (Juan Goytisolo) Señas de identidad, María Moliner y Cervantes. Piglia-Renzi son unos grandes cervantistas y sus opiniones y pensamientos sobre El Quijote siempre interesantes. Por ejemplo, al referirse a la novela negra (una de las predilecciones del diarista) y hablar de Chandler, Chase o Mc Coy, escribe lo siguiente «Muchas veces me he sentido tentado de escribir el Quijote de las novelas policiales. Un solo protagonista que debe ser al mismo tiempo Quijote y Sancho, un ex-comisario un poco loco acompañado por sus voces interiores que le hablan solo a él (o que solo él
Ricardo Piglia, durante una conferencia de prensa en 2011. :: JUAN BARRETO-AFP escucha), con la sabiduría popular de Sancho Panza, dichos, refranes, soluciones inesperadas de los enigmas. Los resuelve «por pálpito». Tener un pálpito es adivinar el porvenir, imaginar cómo siguen las cosas. Y ese es el método que debe tener este investigador que estará en el borde del género». Los rusos pasan todos por Tolstoi al que dedica muchas páginas de reflexión que hubieran podido componer un ensayo por sí mismo. Luego Dostoievski. Estos diarios son también un magnífico cuaderno de lecturas. Piglia que nació en 1940, cuando comienza a escribirlo, tenía veintiocho años. Por lo tanto un período de formación como escritor. Por aquellas fechas ya era profesor, editor, articulis-
ta e incipiente autor. La cultura francesa también es básica a través de autores clásicos como Balzac, Hugo, Flaubert, Stendhal, Valery, hasta contemporáneos como los autores del noveau roman (Grillet o Simon), o Beckett. Camus y Sartre son esenciales. Toda la teoría literaria que utiliza Piglia también proviene de Francia y, sobre todo, del estructuralismo: Barthes, Bachelard, Deleuze, Caillois, Foucault, Bataille. También se refiere a Jacobson, Lukács, Saussure, Freud, Lacan, Wittgenstein, Steiner o Umberto Eco. Piglia o Renzi son dos buenos hijos de las modas culturales de su tiempo, la segunda mitad del siglo XX. Aunque a veces es muy crítico como en este pasaje: “En Los libros me encuentro con F., discípulo de Oscar
del Barco, circula la problemática Tel Quel, purismo en la terminología, culto a la destrucción onda Bataille. Parecen creer que el deseo funciona en la literatura solo en los escritores que lo hacen explícito. Pasa lo mismo con el lenguaje. El esnobismo invade Buenos Aires con la jerga estructuralista. Demencial artículo colectivo sobre M. Marechal usando los actantes de
Los rusos pasan todos por Tolstoi al que dedica muchas páginas de reflexión que hubieran podido ser un ensayo
Greimas para analizar Adán Buenos Aires». La literatura hispanoamericana pasa, fundamentalmente, durante estos años (el diario abarca desde el 1968 al 1975) por autores argentinos y cubanos. Piglia-Renzi se encuentran con Piñera que se queja de la persecución a los homosexuales por parte del castrismo, Manuel Puig y, sobre todo, Cabrera Infante. El diarista muestra su admiración por Tres tristes tigres. Borges y Cortázar son comentados con respeto más que admiración. En Borges contempla un peligroso maestro «de quien hay que separarse de sus convicciones literarias, que se contagian y se repiten sin análisis, tipo Chesterton es mejor que Marcel Proust». A Cortázar lo pone como autor de moda que, a veces, con novelas como 62 lo «empalaga». Sus preferencias van por José Bianco, Macedonio Fernández, Di Benedetto, Leopoldo Marechal, Arlt y, menos, Bioy Casares o Sábato. A Bianco siempre se refiere con gran admiración, y lo compara a Rulfo, «escribió dos obras maestras breves (o dos breves obras maestras) y luego se mantuvo en silencio cerca de treinta años». A Bioy y a Cortázar incluso los acusa de hacerse los graciosos despreciando el uso del lenguaje de las clases subalternas, a diferencia de Puig. Para Piglia, Leopoldo Marechal escribió la gran novela de Buenos Aires, un deseo que estaba implícito en la narrativa argentina desde Sarmiento. La sombra bonaerense de Gombrowicz planea permanentemente. Estos juicios expresados en la juventud, ¿los mantendrá ahora? Pero un diario es hijo del tiempo en que ha sido escrito, y el autor de entonces y el de ahora son y no son los mismos. El novelista uruguayo Juan Carlos Onetti, es otro referente permanente. Sobre todo el primer Onetti. Y Rulfo, Felisberto Hernández, Vargas Llosa, Roa Bastos, Sarduy. Paz aparece muy pocas veces citado, y cuando sale se refiere a él con cierta disconformidad «se equivoca en ‘Corriente alterna’, no se trata de afirmar que nuestro arte es «subdesarrollado», sino que nuestra manera de entender el arte lo es, quiero decir, un modo de ver colonial, deslumbrado por ciertos modelos…». Este diario homenajea a otros que le sirven de ejemplo: Kafka, Musil, Gide, Pavese, Camus, Jünger, Gombrowicz. A través de los diarios de esos autores muestra cuál es su propia idea sobre este género híbrido y tan poco utilizado por la lengua española. Para Piglia el diarista habla de sí mismo en primera
LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI Ricardo Piglia. Editorial Anagrama. 360 páginas. 21,90 euros.
persona como si se tratara de otro, porque construye su vida desde el presente de la escritura. Y Piglia alaba la escritura fragmentaria, basada en anotaciones o borradores. El diario, como cualquier otro género literario, como la literatura misma, es un modo de vivir. Piglia coincide mucho con Pavese. Son muy interesantes los comentarios sobre la lectura y el lector, la crítica literaria, la opinión pública o el cine y la literatura. La crítica literaria es un saber que falta y debe ser añadido por el crítico para completar el sentido. “No te preocupes de la opinión pública. No te preocupes del dinero. Del pasado. Del futuro. De hacer carrera. de que otros te superen. De triunfar. De fracasar. De los mosquitos. De las moscas. De los insectos en general. De los padres. De los hijos. De la desilusión. De las satisfacciones. Preocúpate de hacer bien las cosas y encontrar satisfacción en ello” (escribe Scott Fitzgerald. ¿Quién tendrá semejante temple? A Piglia le gusta aquello que decía Borges, leer al «sesgo», observando así dos realidades al mismo tiempo. La mirada «estrábica». Piglia en esos años complejos, se refugia en los libros y, por lo tanto, este diario es la mejor expresión de la literatura como vida. Pero el cine y el jazz también lo acompañan. Charlie Parker o Duke Ellington. O en la pantalla, Antonioni, Hitchcock, Godard, J.P. Melville, Wells, Truffaut, Resnais, Malle, Pasolini, Peckinpah, etc. Directores de aquellos años, muchos europeos, conformadores de la edad de oro del séptimo arte. Piglia o Renzi escriben en medio de la guerra del Vietnam, de Perón y la otra Evita de regreso, los montoneros argentinos, Allende «… ellos lo van a atacar y a tratar de liquidar sin jugar limpio y usando –ellos sí– la vía armada». Estos diarios apenas hacen referencia a cosas personales que nos puedan ayudar a entender mejor al escritor. Una vida, ya entonces, para la literatura. Como si esa fuera la verdadera vida y todo lo externo a ella una imposición de la que hay que huir
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COMO ALAS DE PÁJARO Cátedra publica una antología del poeta británico Philip Larkin, con un detallado estudio de Damià Alou JORGE DE ARCO
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n la primavera de 2014, la editorial Lumen daba a la luz la ‘Poesía Reunida’ de Philip Larkin. Las versiones de Damià Alou y Marcelo Cohen nos acercaban el cuerpo esencial de la lírica larkiana a través de sus tres libros más significativos: ‘Engaños’ (1955), ‘Las Bodas de Pentecostés’ (1964) y ‘Ventanas altas’ (1974). Además, se añadía una selección de sus poemas dispersos y una selección de notas muy reveladoras. Recuerdo que, por entonces, saludé aquel volumen con el convencimiento de que su obra marcaría para el lector español un antes y un después en su recepción y difusión, como así ha sido. Ahora, tras la reciente publicación de su ‘Antología poética’, esa obra vuelve a un merecido primer plano gracias al empeño del citado Damià Alou, quien ha escogido con rigor una destacada muestra del poeta británico.
Dividido en once apartados temáticos, ( ‘Poética’, ‘La creación del personaje poético’, ‘Epifanías’, ‘El viaje’, ‘Sabiduría popular’, ‘Retratos’, ‘Amor y sexo’, ‘La soledad’, ‘La vejez y la muerte’, ‘Una rebeldía y su retractación’ y ‘Vida animal’), la compilación ahonda en el quehacer de un autor de lírica honda, mas inteligible, cuyo pretendido coloquialismo viene envuelto en un más que notorio afán de perdurabilidad. Su máxima poética radicaba en la «transferencia emocional» que debía transmitirse desde el autor al lector, y que él supo y quiso retratar trazando una personal geografía de lo cotidiano. En su extenso y revelador estudio –más de cien páginas–, Damià Alou afirma que «la poesía de Larkin nunca propone verdades abstrusas, retorcidas reflexiones filosóficas ni pretende poner a prueba nuestra inteligencia con acertijos mentales (…) La inteligencia que aplica en sus poemas (…) siempre es accesible, y dentro de esa accesibilidad, siempre añade un pequeño giro que nos hace pensar un poco más». Desde esa personal perspectiva, el discurso de Philip Larkin crece de manera prodigiosa mediante una solvente sabiduría verbal, un riguroso discurso y una fuerza lingüística que sabe nombrar lo que permanece y lo que se va: «Las palabras sencillas como alas de pájaro/ no mienten,/
ANTOLOGÍA POÉTICA Philip Larkin. Antología Poética. Edición de Damià Alou. Cátedra Letras Universales. Madrid, 2016.256 páginas. 18€.
El poeta británico Philip Larkin. :: FAY GODWIN no adornan las cosas/ por timidez./ Los pensamientos que ruedan como peniques/ a través de cada reinado,/ se reducen a su máxima sencillez/ pero perduran». Cabe recordar que Philip Larkin nació en 1922 en el seno de una familia acomodada y apenas salió de su Inglaterra natal. Trabajó como
bibliotecario en la Universidad de Hull y fue un excelente conocedor del mundo del jazz, al que se dedicó ampliamente como crítico. Si bien su primer poemario, ‘El barco del Norte’ (1945) y sus dos novelas iniciales, ‘Jill’(1946) y ‘Una chica en invierno’(1947) no tuvieron eco alguno, en 1955, su libro ‘En-
gaños’ –que integraban 29 poemas– inauguraba una forma poética rupturista y original que bebía de la lírica más evocadora y cromática de Yeats. Después de aquel éxito, Larkin fue moldeando su cántico hacia una oralidad más reconocible procedente de la vigorosa influencia que dejó
en él la lectura de Thomas Hardy. El sarcasmo, el humor, el escepticismo…fueron poblando su quehacer posterior hasta alcanzar cotas de trascendente madurez en sus dos libros posteriores más definitorios: ‘Las Bodas de Pentecostés’ y ‘Ventanas altas’. «Mis poemas se explican tan bien solos que cualquier comentario sería superficial. Todos derivan de cosas que he visto, pensado o hecho y dudo de que entre sus temas haya nada extraordinario», dejó dicho el propio Larkin. No parece que, a tenor de la relevancia y de los estudios y análisis críticos que ha propiciado y sigue recibiendo su obra, esa pretendida sencillez abarque al conjunto de sus lectores. Tras sus versos, se mantiene –aunque parezca paradójico– una enigmática realidad, un misterioso sentimiento que penetra en el espíritu de todo aquel se que acerque a su abarcador legado: «Amanecer por fin; allí en la nieve/ tus leves pisadas que van y vienen./ La noche nada más nos muestra:/ ni la vela, ni el vino a medio acabar/ ni la tierna dicha; sólo esta señal/ de que tu vida en la mía fue a entrar./ Pero cuando la lluvia la vaya a disipar,/ lo que nos reveló el amanecer perdurará,/ sea pena o felicidad».
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LECTURAS
EL CAMINO DE LOS INMIGRANTES Cristina Cerezales Laforet logra en ‘Ulises y Yacir’ una gran historia sobre la solidaridad y la amistad LUIS EDUARDO SILES
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ay que decir rápidamente, a bote pronto, ajenos a cualquier análisis metódico, que Cristina Cerezales Laforet ha conseguido con ‘Ulises y Yacir’ un libro maravilloso. Pudiera parecer a simple vista una novela primeriza, por la gran cantidad de asuntos que trata, como esos autores noveles que sienten la necesidad de contarlo todo, de mayúsculas, de explicar el mundo y la vida en pocas páginas, porque ‘Ulises y Yacir’, a veces, parece unas ‘Mil y una noches’ que se desarrollara entre Barbate y Zahara de los Atunes, por la enorme cantidad de historias que cruzan sus páginas, pero hay una síntesis en medio de esa inmensidad: es una novela sobre la solidaridad en todas sus vertientes, escrita con un pulso narrativo extraordinario, con
un dominio colosal de la prosa. ‘Ulises y Yacir’ es un libro conmovedor, adictivo y emocionante, una de esas escasas historias pobladas de unos personajes que se quedarán a vivir con el lector y que, en algún momento, por alguna causa desconocida, reaparecerán en su mente mucho tiempo después. ‘Ulises y Yacir’ propone una lectura sosegada y una reconciliación con la vida. Los problemas, las adversidades, e incluso los dramas más duros pueden abordarse desde la serenidad, nos transmite la autora. En el libro se dice: «La vida se reinventa constantemente»: Una frase que remite a un verso de José Manuel Caballero Bonald, «la vida exige siempre empezar a vivirla», un autor enamorado también de la costa gaditana, como alguno de los personajes de Cristina Cerezales Laforet. Se trata de un libro en el que la vida y la muerte están dentro, es decir, un libro vivo, con olores y, sobre todo, con colores, con una plasticidad permanente y brillante, sobre todo en las descripciones, en las que se palpa que la autora es también pintora: «Marina tiene 13 años, y es una niña delgadita y sabionda que no para de hablar. Tiene un pelo largo y rubio que le cae en los hombros en grandes rizos, y mira con ojos color
ULISES Y YACIR
Cristina Cerezales Laforet. Destino, 2016. 302 págs. 19 euros.
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ay autores obsesivos y obsesionados. Anna Starobinets es ambas cosas. Además es muy capaz de, por momentos, transmitirte sus obsesiones, o al menos cierto desasiego, una ligera incomodidad densa, que acompaña a la obsesión. La obsesión patente de Starobinets son los insectos. En especial los insectos sociales, como las hormigas, las termitas. Las termitas tienen un papel importante y difuso en ‘El vivo’, no-
vela plagada de detalles importantes y difusos, de contradicciones aparentes, de pistas que conducen a respuestas poco menos que ambiguas. Porque en la distopía-utopía que es el mundo de ‘El vivo’, todo está perfectamente claro desde un primer momento. Hay un orden perfecto, unas reglas perfectas, seguidas casi al pie de la letra por un número perfecto y redondo, invariable de pobladores. Tres mil millones de pobladores, ni uno más ni uno menos,
pañía de su madre, Melika, tras el naufragio de la patera en el que murieron su hermana pequeña y una amiga que los acompañaba, en uno de los momentos más estremecedores del libro: «Al tercer intento de tocarla, Melika no llegó a conseguirlo porque una ola gigante volteó la patera lanzando a todos los tripulantes a las aguas gélidas. Sólo pudo rescatar a Yacir, que había empezado a hundirse, y lo tenía agarrado con una mano mientras que con la otra se aferraba a la pa-
recuerde quién fue en la vida anterior. Ni siquiera tiene el mismo nombre que su encarnación anterior, ni el mismo sexo, aunque sí una misma clave. Es a través de esta clave, de documentos y cartas guardados con esa clave, que puede saber quién fue previamente. Es aquí donde surge uno de los principales problemas. Una de las más notorias ambiguedades de la novela: ¿Es real esta reencarnación? En ocasiones parece serlo. Dos personajes, Cleo y el Craker, parecen conservar casi recuerdos, incluso destrezas de encarnaciones pasadas. Pero con el resto no hay ninguna certeza, nada que nos diga que este o aquel ciudadano, nacido después de la muerte de aquel otro y heredero de su
clave, sea realmente aquel. Los mecanismos de la reencarnación no estan claros tampoco, y avanzada la lectura descubriremos más detalles desasosegantes al respecto: algunos apoyan la idea de la reencarnación, otros la desmienten. Para complicar más las cosas aparece el protagonista, Cero, que no ha vivido antes, que no aparece en ningún registro, que no es la reencarnación de nadie. Esto, por supuesto, viola directamene el dogama que dice que el número del Vivo es invariable. Por lo tanto, según la lógica de esta sociedad colmena, no puede ser parte del Vivo. Por lo tanto, casi desde su nacimento, es sometido a una vida de reclusión y estudio junto a otras potenciales amenazas
a la estabilidad del Vivo. Pero la principal paradoja u oscuridad de la novela reside en que al final no sabemos si esta sociedad rígida, donde instituciones tradicionales como la famila han sido sustituidos por otras, donde se vive, a través de una internet a la que todos –o casi todos– están conectados permanente a través de un implante, que vive en diversas capas de realidad, es tan horrible como se nos insinúa a lo largo de la historia, o es una solución real, desagradable pero real, a los problemas de la humanidad. Porque al final, cuando se deciden suavizar las leyes, cuando se pregona un regreso a los valores tradicionales, todo se desmorona en una horrible masacre.
Cristina Cerezales Laforet. :: EL NORTE de mar, entre azul y verde, según le dé la luz». Cristina Cerezales Laforet (Madrid, 1948) es una autora que convierte la sensibilidad en literatura. Ha publicado, entre otros, ‘Música blanca’, un libro sabio e íntimo sobre los últimos tiempos de Carmen Laforet, su madre, y ‘El pozo del cielo’, una historia de amor. Yacir es un adolescente marroquí triste y solitario, muy inteligente, que vive en Atlanterra, zona próxima a Zahara, donde llegó en com-
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA
COLMENA
Cristina Cerezales ha escrito un libro vivo, con olores y colores y una plasticidad permanente y brillante
tera invertida que seguía flotando. A Samia y Aisha ya no volvió a verlas». Pero Yacir encuentra la amistad de Ulises, un adolescente, también nacido en Marruecos pero de padres españoles, que vive en la zona de Goya, en Madrid, con su patinete, su perro, su brillantez escolar, pero en medio de una dolorosa indiferencia de sus padres. La amistad que brota entre ambos determinará sus vidas. Ulises viaja a Zahara a pasar unos días de vacaciones, pero en realidad, y como él explicará después a su madre, vive «una odisea», una peripecia fabulosa y lacerante, como el personaje de Homero, que lo llevará a redescubrirse y a conocer la leyenda que encierra su nombre. Porque ‘Ulises y Yacir’ es, entre otras cosas, un gran libro de aventuras, pero sobre todo se trata de una sublime lección moral sobre la solidaridad que merecen los inmigrantes. Es un canto al encuentro entre seres humanos. Y una invitación a vivir y a superar las sombras que emergen en el camino. Lo dirá Dorotea, un personaje colosal, cuyo liderazgo lo envuelve todo: «¡Qué complicada es a veces la vida! Sin embargo, ¡cómo nos aferramos a ella!». En medio de la tormenta hay una travesía a través de la solidaridad y la amistad. Un gran libro, ya está dicho.
CIRO GARCÍA
los vivos que conforman y sirven a una entidad abstracta, El Vivo, que viene a ser algo así como el culmen de la humanidad. La solución a todos los desastres surgida tras una época en la que los desastres amenazaron con destruir la humanidad en pleno. Un organismo colmena de tres mil millones de individuos que se reencarnan sin cesar. No hay muerte en El Vivo, solo una pausa, cinco segundos de oscuridad, y un nuevo nacimiento. No es que el nuevo nacido
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LA DIALÉCTICA DE LA HISTORIA Adelantada novela de Victor Serge contra el estalinismo JOSÉ GIMÉNEZ CORBATÓN
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ictor Lvovich Kibalchich, conocido como Victor Serge, nació en Bruselas en 1890 y falleció en 1957 en México. Era hijo de exiliados rusos y su aprendizaje autodidacta le sirvió para cultivar la narrativa, la poesía, el ensayo político, la traducción, el periodismo… Vivió en Bélgica, en Francia, pasó por España, colaborando con ‘Tierra y Libertad’, se unió en Rusia a la revolución bolchevique y a la Internacional comunista. Su independencia crítica y su proximidad al trotskismo le hicieron conocer la cárcel y el Gulag. En 1936 pudo dejar Rusia, se instaló en Francia hasta 1941, cuando, huyendo de la invasión nazi, marchó a América; en el país galo escribió sus memorias y, entre 1936 y 1938, la novela que ahora nos brinda Alianza Literaria, ‘S’il est minuit dans le siècle’, bien traducida por Ramón García con el título de ‘Medianoche en el siglo’. En 1925 Serge, en su libro ‘Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión’, planteaba, junto a otras muchas cuestiones, la duda entre el empleo de la metralleta o de la máquina de escribir a la hora de poner en marcha y llevar a buen puerto la lucha contra la miseria, la guerra, y toda clase de prostitución capitalista. Se dirigía a tantos intelectuales que confiaban en la revolución como si de un acontecimiento milagroso se tratase, propiciando el debate, el intercambio bien intencionado de ideas, la discusión, la propaganda, y toda clase de conferencias internacionales, al tiempo que repudiando la violencia y la marxista dictadura del proletariado: quizá por lo que el término ‘dictadura’ posee de inquietante. Veía Serge en esos intelectuales un grado de ingenuidad, cuando no de ciega complacencia con los sistemas que decían comba-
Victor Serge. tir: negaban cualquier tipo de represión después de la victoria de los obreros, los tribunales revolucionarios o las Checas… Pero la evidencia es que la metralleta existe y actúa, y nos obliga a ponernos delante o detrás de ella, a utilizarla como ejemplo activo o a situarnos en posición de ser su blanco. La metralleta para Serge era un símbolo de todo lo que la revolución requiere y no conviene rechazar, y ello incluye tribunales y prisiones. Otro poderoso aparato represivo ha de servir a los trabajadores para derrotar la resistencia de los que el escritor llama poseedores desposeídos. No está de más recordar las precedentes meditaciones de Serge a la hora de leer y de interpretar la novela que nos ocupa. Ésta es una condena tajante y detalladamente razonada de la deriva estalinista, antes, como recuerda la propia editorial española, de que lo hicieran autores más celebrados como Koestler, London o Solzhenitsyn. Serge crea unos personajes, probablemente basándose en seres reales, de enorme credibilidad: «Muchos pueden desfallecer, desdecirse, renegar de sí mismos, traicionar, pero nada se ha perdido si alguien sigue en pie». Lo que Stalin
MEDIANOCHE EN EL SIGLO Victor Serge. Traducción de Ramón García, Madrid, Alianza Editorial, Colección Alianza Literaria, 2016, 291 páginas, 18 euros.
ha edificado –Serge prefiere llamarlo Koba, que era el nombre de guerra que el cruel tirano había utilizado en su época de clandestinidad– es una poderosa burocracia con todas sus nefastas consecuencias, elemento corrupto de la vanguardia proletaria, una suerte de casta que se ha transformado en «fracción de las clases medias» e «instrumento involuntario del capitalismo internacional». De haber escrito su novela durante el pacto germano-soviético, cercano ya a producirse, no cabe duda de que habría eludido el uso del adjetivo «involuntario». Koba es, para la disidencia que recrea Serge, buena parte de ella seguidora de las ideas de Trotski, «el sepulturero de la revolución». El marco donde se mueven sus personajes está constituido por alejadas regiones de deportación, campos de concentración, prisiones; pero Serge no elude tampoco mostrar las inmensas colas de ciudadanos en busca del pan racionado, del petróleo que sirve para calentar mal los hogares helados, del tabaco que distrae del hambre, el tedio y la angustia. El periodo vivido es el que da título a la novela. El propio pensamiento se ha transformado en «un sol de medianoche sobre el cráneo. Glacial. Pero, ¿qué hacer cuando es medianoche en el siglo?» ¿Qué hacer? Resistir para negarse a la «refundición del hombre» que preconizan Koba y sus siempre frágiles adláteres –pues su servilismo también pende del mismo hilo amenazador. Quienes resisten en las peores condiciones han de esforzarse por durar. La historia es imparable. Los humanos que aún mantienen y siembran, contra viento y marea, la verdadera vocación revolucionaria –sin renunciar a ninguno de los presupuestos que Serge recordaba en su libro de 1925–, propician que otros, en un futuro próximo, la recojan centuplicada, «y ese día seremos útiles». ‘Medianoche en el siglo’ ilumina sobre un oscuro periodo de la historia. La historia no ha cesado de crearlos: vivimos inmersos en ellos. Sirve aún la novela de Serge para recordarnos que no hay que ceder frente a cualquier tipo de «sepulturero».
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
EL EJEMPLO DE LA PIONERA DEL CIELO :: V. M. NIÑO La palabra pionera y el nombre Amelia pide el apellido Earhart. Sí este es un libro sobre la primera mujer piloto que intentó da la vuelta al mundo desde su aeroplano y cuya leyenda fue alimentada por su desaparición nunca aclarada. La historia de Amelia nos la acerca Miranda, la niña de ocho años que da nombre a una colección dedicada a descubrir a los pequeños lectores mujeres como Frida Kahlo, Billie Holiday, Indira Gandhi o Coco Chanel, entre otras destacadas mujeres del siglo XX. La cercanía, el tono de quien se lo cuenta a una amiga, esa es la baza de Miranda para conectar con
el lector desde la primera línea. Presentar a la protagonista como alguien excepcional y, sin embargo, muy humana, es la otra. La de Amelia Earhart es una his-
AMELIA Itziar y Jorge Miranda. Ilustraciones de Lola Castejón y Fernández de Gamboa. Colección Miranda. Edelvives. 50 páginas. 10,95 euros. A partir de 8 años.
toria de curiosidad, de retos, de tesón. Bajo el lema de «puedes hacer todo lo que te propongas», no se arredró ante un mundo dominado por los hombres, la aviación. Fue muchas veces la «primera en...» pero no se conformó con ninguna meta, ni se quedó en la satisfacción de la notoriedad social. Volaba sobre el Pacífico, en su viaje alrededor del mundo, cuando se perdió su señal cerca de la isla de Howard donde se suponía debía repostar. Nada más se supo de ella. Cada vez que encuentran restos de algún avión en este océano, reaparece su nombre. La colección es interesante para todos los públicos, tanto niñas como niños, pero han optado por una estética y una presentación dirigida hacia las primeras. Una pena que no se acerquen estas historias a los lectores masculinos.
LA REALIDAD ES MOLDEABLE :: V. M. N. El niño Tronquito sale cada martes de excursión por el bosque y recoge todo tipo de objetos. Poco a poco se le va llenando la casa y decide montar un museo. Excepcional gestor, pese a su corta edad, anuncia su establecimiento entre todos sus vecinos y les invita a visitarlo. La experiencia es gratificante, se le llena de gente con la que conversar y a quienes mostrar sus tesoros, pero resulta agotadora para Tronquito. De nuevo se le acumulan los hallazgos y ten-
EL MUSEO DE TRONQUITO Ashild Kanstad Johnsen. Nórdica Infantil. A partir de cinco años. 14,95 euros.
drá que idear otra solución. Aquí comienza a vislumbrase la solución al problema, la lección de tan joven director museístico. Aprender a crear y transformar las cosas, interiorizar que su valor es relativo, cambiante y reciclable es parte de la moraleja de este precioso álbum para primeros lectores. En un cuento que llega a plantear qué es el arte –en buena parte, lo que queremos que sea, lo que nos satisface como observadores, la ilustración elegida es una acertada respuesta.
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Sábado 21.01.17 EL NORTE DE CASTILLA
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n esta sección he tratado en varias ocasiones casos de pares de palabras en las que hay una relación de paronimia. Se dice que dos o más vocablos son parónimos si entre ellos existe relación o semejanza, sea esta por su etimología o solamente por su forma o sonido. Hoy me ocuparé de cuatro pares en los que se produce este tipo de relación: ‘invernar’ e ‘hibernar’; ‘absorber’ y ‘adsorber’; ‘abrogar’ y ‘arrogar’; y ‘acceso’ y ‘absceso’. ‘Invernar’ es pasar el invierno en un lugar, mientras que ‘hibernar’ es pasar algunos animales el invierno en estado de hibernación (o de letargo). Si nos atenemos a la información léxica que proporcionan los diccionarios, tanto las personas como los animales pueden invernar, pero solo algunos animales, como por ejemplo los osos, hibernan. Figuradamente, ‘hibernar’ también hace referencia a la acción de permanecer una persona, una entidad o una cosa en estado de inactividad durante un periodo de tiempo. Y con este mismo sentido, como tecnicismo en el ámbito de la informática, hibernar es una de las opciones que los ordenadores nos ofrecen cuando clicamos sobre el botón ‘apagar’. Con respecto a ‘absorber’, todos los hablantes conocen las diferentes acepciones generales: a) atraer y retener las moléculas de un cuerpo las de otro en estado líquido o gaseoso con el que está en contacto (El bizcocho absorbe el agua); b) atraer un objeto o entidad a otro hacia sí o hacia su interior hasta amortiguar o anular, en ocasiones, los efectos del segundo (Las alfombras absorben bastante el ruido); c) ocupar o retener la atención y el tiempo de alguien (El trabajo absorbe gran parte de nuestra energía); d) incorporar una entidad política o comercial a otra (Una multinacional ha acabado absor-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
PARES PARÓNIMOS biendo a todas las editoriales del país). Como tecnicismo del ámbito de la Física, ‘absorber’ es, además, disminuir o hacer desaparecer las radiaciones que se desprenden de un cuerpo. ‘Adsorber’ significa atraer y retener las moléculas de un cuerpo las de otro en estado líquido o gaseoso con el que está en contacto. Los diccionarios registran este término como perteneciente al ámbito de la Física; por tanto, fuera de ese ámbito su utilización no está justificada. Con respecto a estos dos últimos verbos, me gustaría hacer dos precisiones: en primer lugar, que no deben confundirse los significados técnicos de los dos verbos por-
que no tienen nada en común; en segundo lugar, que debería cuidarse la pronunciación de ‘absorber’, término mucho más frecuente, sobre todo en su uso general, con el fin de que en el discurso hablado no pueda ser confundido con ‘adsorber’. Intenten, de hecho, pronunciar los dos verbos y notarán que apenas hay diferencia. ‘Abrogar’ es suspender, anular o dejar sin vigor una ley, una costumbre o un código mediante una disposición legal. Los diccionarios registran este verbo, que funciona como sinónimo de ‘abolir’, ‘derogar’ o ‘revocar’, como perteneciente al ámbito del Derecho. ‘Arrogar’, término técnico también del
campo del Derecho, es adoptar como hijo a un huérfano o emancipado. Con este significado es sinónimo de ‘adoptar’, vocablo este último que se utiliza casi exclusivamente. Como verbo pronominal, ‘arrogarse’ es apropiarse indebida o exageradamente de cosas inmateriales, como facultades, derechos u honores (Algunos políticos se arrogan el derecho de actuar como portavoces e intérpretes de la voluntad general). ‘Acceso’ designa, en sentido general, la acción de acercarse o llegar a un lugar, entrar o pasar por él (El transporte público garantiza el acceso a todos los rincones de la ciudad; pruebas de acceso a la Universidad) y el lugar por el que se entra o llega a otro (La Tanto las personas circulación es como los animales intensa en los accesos a la ciu- pueden invernar, dad). También pero solo algunos significa la apa- animales, como rición repentina de cierto es- los osos, hibernan tado, comportamiento o actitud (Sintió un acceso de curiosidad y de simpatía por ella). En el ámbito científico-técnico de la Medicina, significa la aparición repentina o repetida de una enfermedad o de sus síntomas (Ha tenido varios accesos de fiebre esta semana). Un ‘absceso’ es una acumulación de pus en una cavidad o en los tejidos del cuerpo humano, que puede resultar en un tumor o hinchazón externa. Los diccionarios lo registran como perteneciente al ámbito de la Medicina, de ahí que constituya una impropiedad léxica confundir los significados técnicos de estos dos últimos términos.
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Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
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Tú no eres como otras... A. Schrobsdorff (E. Naturae)
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El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
Tres días y una vida. Pierre Lemaitre (Salamandra)
Falcó. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
Los herederos de la tierra. I. Falcones (Grijalbo)
Falcó. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
Manual para mujeres... Lucía Berlin (Alfaguara)
El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
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Harry Potter y el legado... J. K. Rowling (Salamandra)
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La felicidad después del orden. Marie Kondo (Aguilar)
Sabores de siempre. Karlos Arguiñano (Planeta)
SPQR. Mary Beard (Crítica)
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La ciencia de larga vida. Valentín Fuster (Planeta)
Valladolid, recuerdos e infancias. Luis Posadas Lubeiro
Homo Deus. Noah Harari (Debate)
¡De rodillas Monzón!. El Gran Wyoming (Planeta)
Hablarán de nosotras. Sandra Barreda (Aguilar)
El universo en tu mano. C. Galfard (Blackie Books)
Gamoneda. Del animal poema. O. García Valdés (KRK)
Los secretos que jamás... Albert Espinosa (Grijalbo)
La inteligencia del éxito. Anxo Perez (Alienta)
Atlas de los metros del mundo. M. Ovenden (Nórdica)
¿Quiém domina el mundo? N. Chomsky (Ediciones B)
Born to run. Bruce Springsteen (Random House)
Los secretos que jamás... Albert Espinosa (Grijalbo)
La magia del orden. Marie Kondo (Aguilar)
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Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
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El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Tan poca vida. Hanya Yanagihara (Lumen)
Las puertas del hades. César Morales (Menoscuarto)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Manual para mujeres... Lucía Berlin (Alfaguara)
El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
El asesinato de Sócrates. Marcos Chicot (Planeta)
Me Llamo Lucy Barton. Elizabeth Strout (Duomo)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Falcó. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
Manual para mujeres... Lucía Berlin (Alfaguara)
El paseo de los domingos. Martínez (Fuente de la fama)
El asesinato de Sócrates. Marcos Chicot (Planeta)
Tormenta de nieve y aroma.. Lackberg (Maeva)
Falcó. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
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La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
Ascensiones en la montaña palentina. Villegas (Pindia)
SPQR. Mary Beard (Crítica)
El universo en tu mano. C. Galfard (Blackie Books)
Estudios del malestar. José Luis Pardo (Anagrama)
Rutas BTT y cicloturismo.. D. Villegas (La pedrera pindia) Tratado de filosofía zoom. J. Antonio Marina (Ariel)
La invención de la naturaleza. A. Wuff (Taurus)
Homo Deus. Noah Harari (Debate)
Los secretos que jamás... Albert Espinosa (Grijalbo)
Homo Deus. Noah Harari (Debate)
SPQR. Mary Beard (Crítica)
El universo en tu mano. C. Galfard (Blackie Books)
Panaderas y cañoneros. Carlos Porro (ATO de Palencia)
La tira de años. Peridis (Espasa)
¡De rodillas Monzón!. El Gran Wyoming (Planeta)
Auge y decadencia de Castilla. García Sanz (Crítica)
El cacique de Grijota abraza el fascismo VV AA (Región)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
Auge y decadencia de Castilla. García Sanz (Crítica)
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Sábado 21.01.17 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
Jesús Lorenzo Pocero Soy del año 76, trabajo en Rueda de soldador, esto me da el pan y el deporte me da la vida. Corro maratones, lo que me hace entrenar constantemente, ahora me estoy preparando para el Rock ‘n ‘ Roll Maratón de Madrid en abril. En Medina está mi familia, mis amigos y la banda de música de la cofradía ‘La Oración del Huerto y de la Veracruz’ donde toco.
ÁNGEL MARCOS
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Sábado 21.01.17 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
:: ILUSTRACIÓN BEATRIZ MARTÍN VIDAL
El manto de plumas T
enía doce años cuando mi vida cambió para siempre. Vivía en un pueblo junto a la montaña y cada día caminaba ladera arriba con las ovejas en busca de pastos. Las ovejas son las criaturas más mansas de la tierra, y yo sabía entenderlas pues desde muy pequeño las había cuidado. Me bastaba llamarlas para que me siguieran. Eso me enseñó mi padre antes de irse del pueblo, que las ovejas te siguen si las sabes llamar. A veces veía lobos, especialmente en los días de mucho frío cuando el hambre les hacía bajar del monte en busca de comida. Tomaba la ceniza de las hogueras y mezclándola con sal la esparcía alrededor del aprisco, tendía cuerdas con colgantes de trozos de plástico o telas resistente de colores vivos para asustarles. Pero a lo que más temían los lobos era a mi burra, pues los burros defienden a las ovejas de los ataques de los lobos con rebuznos y coces. No muy lejos de esos pra-
dos, había una pequeña laguna donde las aves bajaban a refrescarse y a beber. Provenían de los fríos imposibles del norte de Europa y encontraban allí su refugio. Ánsares, grullas de paso, avefrías y otras especies voladoras invernaban en la comarca a la espera de tiempos más cálidos para regresar a su casa. Un año se asentó en la laguna una colonia de cisnes. Nunca lo habían hecho en esa zona, y yo iba a mirarlos. Me gustaba acercarme a ellos para oír sus graznidos, pues no es cierto que los cisnes sean mudos. Se llaman entre sí como lo ha-
Los animales son extraños, viven como los muertos en mundos que nada tienen que ver con el nuestro
cen todas las criaturas de la tierra, y emiten al volar un sonido que recuerda los suspiros o los lamentos de las personas. Enseguida me fijé en uno de ellos, un macho que defendía celosamente su territorio. Era muy agresivo y amenazaba a los otros cisnes machos con una exhibición deslumbrante de gestos: echaba el cuello hacia atrás, arqueando las alas sobre el dorso y avanzando a brincos, mientras movía sus patas con membranas de forma violenta y al unísono, en vez de hacerlo alternativamente como solía hacer cuando caminaba. Sin embargo, cuando se acercaba a las hembras era muy hermoso contemplar los meneos y balanceos de cabeza y las inmersiones en el agua con que las atraía. Yo había recibido un don, el de hacerme amar por los animales. Y también aquellos cisnes me dejaron acercarme a ellos. Me pasaba horas mirándoles, aprendiendo sus gestos y a graznar como ellos. Amaba su belleza, la orgullo-
DÍAS FELICES GUSTAVO MARTÍN GARZO
sa forma en que miraban las cosas, como si nada les diera miedo. Los animales son extraños, viven como los muertos en mundos que nada tienen que ver con el nuestro, mundos que siempre nos serán desconocidos, en los que no podemos entrar. Yo no era feliz. Mi madre había muerto al poco de nacer mi hermana pequeña, y mi padre se había ido del pueblo dejándonos al cuidado de unos tíos, que nunca nos quisieron. Un invierno también mi hermana murió y yo me quedé solo con ellos, que me trataban como a un criado. Y desde que había visto a los cisnes solo podía pensar en ellos, especialmente en aquel macho joven y orgulloso que vivía en el mismo mundo triste que yo y no le importaba. Se fueron al pasar el frío y no regresaron hasta el año siguiente. No he olvidado esa tarde. Un pastor lo fue diciendo a voz en grito por el pueblo, y yo y otros niños corrimos a la laguna para verlos. Eran como flores esbeltas do-
tadas de movimiento, y enseguida localicé a mi amigo. Había crecido y al verme voló a mi encuentro. Y esta vez no solo me dejó acercarme, sino que se dejó acariciar. Desde entonces, era él quien me buscaba. Se separaba de sus compañeros y volaba hasta los prados donde yo estaba con mis ovejas. Y yo le daba de comer migas de pan empapadas en la leche de las ovejas. Una tarde me atacó. Estaba comiendo queso y se abalanzó sobre mí para arrebatármelo. No sabía por qué había hecho eso, por qué me había quitado el queso de las manos si le habría bastado con hacerme ver que lo quería para que yo se lo hubiera dado. Temí que ya nunca fuera a querer estar conmigo, pero a la mañana siguiente voló de nuevo hasta mí. No se acordaba de lo que había hecho, se comportaba como si no tuviera corazón. El corazón ¿para qué lo queremos? Está lleno de recuerdos, de fantasías que no se pueden cumplir, quiere la compañía de seres que no existen. A veces me quedaba mirando a mis amigos. Iban de un lado para otro, comían hierba y pequeños animales acuáticos, descansaban de sus fatigas, y no conocían la tristeza ni el hastío. Cuando estaba a su lado me daban ganas de preguntarles por qué no me hablaban de esa felicidad. Pero ellos no sabían que se lo preguntaba, o si era así, antes de contestarme se habían olvidado de la pregunta. De modo que nunca obtenía una respuesta. En la época de la muda llené un saco con sus plumas que guardé en el granero. Los cisnes se fueron con el buen tiempo y ya no regresaron nunca. Debieron elegir rutas más ventajosas y no los volvimos a ver. Yo seguía yendo al monte con las ovejas. Había hecho un manto con las plumas y, cuando regresaba a casa, me cubría con él para defenderme de la tristeza. Cerraba entonces los ojos y me preguntaba dónde estarían los cisnes, lo que tenía que ser volar a su lado por encima de los bosques y los lagos inmensos. Me preguntaba qué sería ser como ellos, bellos y distantes. Vivir sin hartazgo ni pena, no tener corazón.