SOMBRA CIPRES LA
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NÚMERO 255 Sábado, 28.01.17
Cuando el verso es experimento Un visitante contempla la obra ‘Cortinaje’ (1984) de Bartolomé Ferrando, que abre la exposición del Museo de León. :: CORTESÍA MUSAC
La poesía visual y experimental española protagoniza una amplia exposición en el Musac [P2]
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Recorrido por la poesía convertida en arte visual Nació al calor de las vanguardias históricas, se nutrió del aliento poético y el espíritu crítico, en ellos pervive la poesía experimental cuya historia cuenta estos días el Musac
ANGÉLICA TANARRO
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e la entronización de la letra al juego con el objeto la poesía experimental ha recorrido un largo e intenso camino. Ese camino se muestra ahora en una gozosa exposición que ha colonizado tres salas del Museo de Arte Contemporáneo de León (Musac). ‘Constelaciones’ propone un viaje ( ¿interestelar?) por las vicisitudes de la poesía visual y experimental es-
pañola –tan emparentada en un buen tramo de ese recorrido con las vanguardias históricas– acotado entre 1963 (fecha simbólica en la que entró en acción el colectivo ‘Problemática 63’ fundado por Julio Campal) y nuestros días. Lo que, sumado al hecho de en dos salas contiguas se rinde homenaje a uno de los más destacados creadores en este campo, Francisco Pino, y que en las vitrinas del vestíbulo
del museo reina ese milagro dedicado a la poesía de vanguardia que fue y aún es la revista ‘Veneno’, convierte el museo hasta el mes de junio en el centro de e sta manifestación artística que goza en España de no pocos nombres cuya obra justificaría por sí sola una exposición. Poetas que combinaron la forma de expresión de vanguardia con la escritura tradicional y creadores que abrie-
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CARLOS AGANZO
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Las mil formas del poema
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i imagen más contundente de lo que puede ser un poema visual no proviene de ningún autor concreto sino que, como tantas veces sucede en este arte, procede de la vida misma. Se trata del recorrido silencioso por la anterior redacción del periódico ABC, en la calle Luca de Tena de Madrid, desmantelada antes de trasladarse a su ubicación actual, en el mismo edificio. Entre mesas desordenadas, estanterías y armarios descompuestos, cables arrancados de cuajo y cajones abiertos, con pequeños objetos en su interior –clips, tarjetas de visita, un lápiz de labios...–, testigos mudos todos de una actividad hasta hacía muy poco frenética, un solo objeto en el centro de la escena: un libro de poemas de Pablo del Barco. Como si el artista anónimo que compuso cuadro tan singular hubiera querido señalar un camino, un abandono, una desafección... Cuando se lo conté al propio Pablo del Barco, en un encuentro sobre poesía visual en Soria,
el poeta se emocionó profundamente. ¡Qué videopoema, de esos que tanto le gustan a Dionisio Cañas, nos habría salido sin necesidad de alterar uno solo de los elementos de la realidad! Pablo del Barco, junto a una pléyade casi infinita de nombres de todas las generaciones y todas las geografías,es uno de los protagonistas de la muestra ‘Constelaciones. Poesía experimental en España (19632016)’, en la que cuatro comisarios –Luis Marigómez, Esperanza Ortega, José Luis Puerto y Tomás Sánchez Santiago–, escritores y poetas a su vez, ofrecen un panorama tan deslumbrante como revelador. Deslumbrante, porque descubre la verdadera intensidad que la poesía experimental, a la chita callando, ha alcanzado en este más de medio siglo de vida en nuestro país: desde los letrismos hasta los videopoemas, pasando por la poesía objetual, la fonética, la sonora, las acciones poéticas, las performances o la poesía visual propiamente dicha. Revelador,
porque pone en evidencia de qué manera las vanguardias no se han terminado de marchar en todo este tiempo del panorama poético español, con períodos de mayor o menor actividad, pero con una línea continua que demuestra su vigencia y permanencia. Entre tanta abundancia y originalidad, merece la pena detenerse especialmente en Castilla y León, con nombres como el mentado Pablo del Barco, burgalés, como el leonés Juan Carlos Mestre o como el salmantino José-Miguel Ullán, de estilos y estéticas radicalmente diferentes. Pero también con cierta intensidad en el núcleo artístico que han representado, y siguen representando, Palencia y Valladolid. De Palencia son Julián Alonso, Tomás Salvador y Felipe Boso, por ejemplo. Y en Valladolid merece un lugar destacado la escuela esperimental desarrollada alrededor de Francisco Pino, quien protagoniza su propia muestra y quien da precisamente nombre en esta ciudad a un premio de
Las vanguardias nunca se terminaron de marchar del panorama poético español
Poesía Experimental de carácter nacional que cumple ya su cuarta convocatoria con gran éxito. Cerca de Pino estuvo en su día el zamorano Justo Alejo, en su fructífera etapa vallisoletana, y detrás de él, en nuestros días, brilla la obra de José Noriega cuya editorial, El Gato Gris, sigue siendo un ejemplo de la multiplicidad de formatos en los que puede desarrollarse el arte poético de nuestro tiempo. De Pino, de sus poemas experimentales, sus poeturas, sus manuscritos, sus cuadernos o sus carpetas poco hay que decir más que representan tal variedad de búsquedas y hallazgos poéticos en todas las dimensiones imaginables, que siempre resulta imposible catalogar su obra al cien por cien. Recluido en su laboratorio poético del Pinar de Antequera, Francisco Pino dedicó prácticamente su vida a la creación, y dejó para la historia de la poesía visual algunos enigmas maravillosos, como esos libros de agujeros que trataron de llevar a la materia, o por mejor decir a la no materia, esos silencios casi místicos que heredó de la mejor escuela castellana; pero implementados en la más avanzada vanguardia expresiva. Tanto, con ser tan poco conocido del gran público, que sin duda merece mirarlo una y mil veces más con ojos nuevos.
‘Silencio’ de Bartolomé Ferrando. A la izquierda de estas líneas, ‘Idea’, de Francisco Aliseda, ‘Los poemas concretos, de Felipe Boso y, debajo, ‘Debate, de Ferrando. :: CORTESÍA MUSAC
ron caminos en el arte conceptual y que se acercaron a la poesía como una vía más de extender sus propuestas artísticas se ven aquí reunidos por el empeño de cuatro comisarios que no por casualidad practican también la poesía: Tomás Sánchez Santiago, Esperanza Ortega, Luis Marigómez y José Luis Puerto han tirado de colecciones particulares, visitado patrimonios familiares, contacta-
do con fundaciones, galerías y bibliotecas hasta reunir 170 piezas de más de noventa artistas que narran, a golpe de materiales tan humildes como un folio mecanografiado o tan complejos como una escultura conceptual, una historia llena de espíritu crítico, humor, ingenio, sentido de la estética y visión espacial. El hecho de que los cuatro comisarios, además de poetas, hayan dedicado su vida
profesional a la enseñanza confiere un carácter didáctico a la muestra con el que se soslayan las limitaciones presupuestarias de un montaje que, como ocurre con la anexa exposición de Pino, podría haber sido más ‘espectacular’. Y sin embargo no solo no cansa el recorrido por los núcleos temáticos propuestos en la exposición sino que una vez el espectador entra en el juego (y nun-
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ca mejor el dicho popular) el tiempo pasa rápido y descubre que todo este material, y lo que supone en nuestra historia reciente tanto para la literatura como para el arte, no se agota en una visita. Una cortina de letras separa metafóricamente el mundo real de ese lugar de sueños y pesadillas, de silencios y parlamentos enloquecidos en que cuaja la poesía. A su autor, Bartolomé Ferrando, le cabe el honor de abrir y cerrar la muestra pues su pieza ‘Silencio’, una instalación de vidrios rotos que conforman la palabra que da título a la obra es la puerta de salida que devuelve al visitante al mundo ‘real’.
Entre medias, cinco núcleos temáticos que van mostrando las distintas maneras de residir en ese territorio transfronterizo que es la poesía visual o el aún más amplio de poesía experimental. Y así encontramos nombres que no asociaríamos en un primer momento a la poesía, como Esther Ferrer, que nos introduce en la materia del primero núcleo,‘Abismos’, con su pieza ‘Mallarmé revisé’, porque no en vano con Mallarmé y Rimbaud comenzó todo: la pulverización del lenguaje poético tradicional, el triunfo de la carga expresiva de la letra, el irresistible encanto de las caligrafías. De Ferrer es también ‘Memoria’, una impresionante pie-
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La exposición se compone de cinco núcleos temáticos que muestran las distintas maneras de residir en este territorio transfronterizo
za compuesta por decenas dee sobres blancos como un ma-nifiesto de la soledad y el va-cío que ‘nutren’ a veces nues-tro afán de comunicación. En este apartado de los ‘ar-n tistas’ ‘poetas’ (nunca fueron más necesarias las comillas,, nunca menos necesarias lass o clasificaciones) figuras como Valcárcel Medina, Elena Asins,, Joan Brossa, todos ellos pre-sentes con varias obras. La exposición permite re-encontrarnos con la obra dee Juan Eduardo Cirlot, José Mi-guel Ullán, Eduardo Scala, Fer-nando Zamora, Justo Alejo,, Francisco Aliseda, Felipe Boso,, o José Luis Castillejo, Antonio Gómez, Fernando Millán,, o Guillem Viladot, Francisco
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Aliseda y tantos nombres punteros en esta materia. Y al tiempo, como no puede ser de otra forma en una nómina de 96 artistas, descubrir facetas más desconocidas en figuras como la de la guionista Cuca Canals, el escultor Jorge Oteiza o el dúo que formaron en su momento el poeta Martí i Pol y el arquitecto Enric Miralles de la mano del editor ( presente aquí también con obra propia) José Noriega y su taller de El Gato Gris.
Abismos y homenajes Después de los ‘Abismos’ en los que se sumerge la poesía desde la supremacía de la letra a las audiciones fonéticas en las que el lenguaje se des-
nuda de todo significado, vienen los ‘Saqueos’, rotundo título para una sección que agrupa aquellas incursiones de la poesía experimental en otros campos del arte o la comunicación como el Mail-Art –que tanto predicamento tuvo en Europa a mediados del siglo pasado, con la actividad de grupos como Fluxus– o el mundo de la prensa. También en este apartado se incluyen las acciones rupturistas con estrofas canónicas de la poesía tradicional como el soneto. Aquí están por ejemplo los ‘Son netos’ de Justo Alejo o el ‘Soneto para analfabetos’ de Julián Alonso. La zona intermedia de la muestra está dedicada a los
‘Homenajes’ que funcionan como nexos con la tradición desde posturas rupturistas, y relecturas de los maestros a los que se debe inspiración y respeto. De nuevo, como en otros apartados de la exposición, el humor está presente, como en la pieza ‘Para leer a Proust’, una lámpara ‘intervenida’ de Antonio Monterroso en la que una magdalena ocupa el lugar de la bombilla. Se llega así al cuarto apartado de la exposición, aquel en el que el poema se materializa, pierde todo sustento literario y adquiere volumen, textura, se disfraza de objeto cotidiano, convirtiéndose a menudo en metáfora. Los 18 espejos de Brossa, ‘Neorrea-
lisme’, o los lápices de ‘Tradición literaria’ de Benito del Pliego. Dentro de este apartado y haciendo un guiño a Magritte en el título, ‘Esto sí es una revista literaria’ se recuerdan algunos ejemplos de las llamadas revistas ensambladas que pasaban de mano en mano de sus autores, que añadían tal o cual objeto de su cosecha. Los videopoemas, performances y grabaciones componen el último capítulo de esta historia. Son los (in)Materiales, que recorren varios puntos de la exposición con obras de Fátima Miranda, Juan Crego o Jesús Ge, entre otros. Componen la banda sonora de esta ‘película’.
En la imagen principal, ‘Memoria’, de Esther Ferrer. A la izquierda, ‘Música y objetos musicales’, de Viladot. Encima, ‘Neorrealisme’, de Brossa y en la parte superior de la página, ‘Poema visual’, de José Mª Iglesias y ‘Soneto para analfabetos, de Julián Alonso. :: CORTESÍA MUSAC
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‘Revela velado’. Sellos de caucho para estampaciones, de la serie ‘Stamp art’. Debajo, ‘Postal’, de la serie ‘Mail art’. Obras de Francisco Pino :: CORTESÍA FUNDACIÓN J. GUILLÉN
Yo quiero beber de tu vino JORGE PRAGA
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n un homenaje que el sello Hiperión rindió a Francisco Pino por su ochenta cumpleaños se recogía un poema anterior de Jorge Guillén que, con ese tono alegre y desinhibido tan suyo, imploraba: «Oh poeta Francisco Pino: / Yo quiero beber de tu vino. / Oh poeta, poeta Paco; / Quiero fumar de tu tabaco». ¿Vino para rimar con Pino, tabaco con Paco? Parafraseando un título de Francisco Pino, «hay más». Hay más en ese vino y en ese tabaco que nos alteran la percepción y la estimulan, que nos convierten en degustadores activos y adictivos. Pino, en uno de los escasos textos en que reflexionó sobre su quehacer (el discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción) abundaba en el paralelismo etílico: «A la poesía se va a
perder el tiempo y a perderse. Puede muy bien compararse el lector de poesía al bebedor. Como este, desea olvidarse de lo que le rodea, alcanzar el traspié, el mareo; esa sensación de ser el péndulo de un reloj que marca otro tiempo». ¿Un lector mareado, fuera del tiempo? Unas líneas antes, en el mismo discurso: «Parece ser que basta con leer para obtener el título de lector. Esto no es cierto en poesía. Debo afirmar desde un principio que el lector de poesía no lee, ya que el texto que se le ofrece es todo lo contrario a un texto. Es algo que posee otras características, donde las palabras no funcionan como palabras, ni la sintaxis como sintaxis, ni la co-municación como co-municación». Valga esta introduc-n ción para llegar con un poco de cercanía y alien-to a la exposición ‘La rea-n lidad tan nada’ que con su obra ha montado ell eMusac leonés. Él, tan re-
nuente a mostrarse en público, y sin embargo tan permanentemente expuesto y desnudado en su infatigable quehacer de poeta cazador e insatisfecho. Gran pecador de la humildad traicionada en una centena de libros, veinte arriba o abajo. Y entre ellos, y con lo que dejó aquí y se encontró allá, el comisario Alberto Santamaría ha dirigido su selección a la obra visual de Pino.
¿Poemas sin palabras? Si ya más arriba buscaba las palabras que no funcionasen como tales, lo aclara y extiende en esta otra declaración: «Y es que, en realidad, la poesía no está hecha para la palabra. Por eso la búsqueda de medios visuales, musicales, espaciales, etc., que diferencian su actividad de cualquier otra actividad literaria. El propio verso construye sus litora-
les en la página». El poeta traza una raya, una frontera de propiedades, que recuerda la que en otro orden distinto afirmó Antonio Gamoneda: «La poesía no es literatura». De ese inmenso campo poético, cercado, labrado y recolectado sin descanso con sus manos, los muros del Musac nos ofrecen un picoteo representativo y estimulante. Mucho de lo mostrado ya fue publicado en los tres libros que Antonio Piedra reunió para el Ayuntamiento de Valladolid, bajo el título ‘SIYNO SINO’. Escarbando tras las páginas aparece la fase de fabricación manual de alguno de estos objetos hechos finalmente libro, si es que Pino no fue de alguna manera siempre laboratorio, tránsito, energía sin detención. Del libro ‘Piedras martirizadas para que crezcan’ saltan a una vitrina las piedras pintadas por el poeta con su materialidad un tanto picassiana, y festejadas en los nombres que las bautizan; ‘andar el gozo’, ‘primavera que duermes’, ‘hondura doméstica’. Qué hermosura. También se muestran los tampones de caucho que esconden un juego potencialmente infinito de estampaciones, todas iguales, todas distintas, siemp irónicas, represenpre t tadas en el libro ‘S ‘Stamp art’. No faltan l poeturas, con eslas p pecial emoción ante l ‘poetura del 98’, en la l que la letra vacilanla t de Francisco Pino te t trasluce su avanzada e edad, y añade las f fuentes de esa palab que él creó bajo bra los antecedentes de ‘poiesis’ y ‘tura’. Hay otro vector de la exposición que la propia obra de Pino no puede enunciar, y que es labor de la mirada externa que la organiza: su conexión con otros mo-
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vimientos artísticos. Pino pasa por ser el poeta retirado tras la guerra civil a la soledad de villa María, absorto en su vertiginoso crear. Pero la exposición trae huellas de vasos comunicantes: publicaciones en galerías extranjeras, y también cartas de ida y vuelta que le mantenían en contacto con otros autores. Pino bebió con seguridad del surrealismo y de las vanguardias en sus estancias juveniles en Francia e Inglaterra. Las cartas señalan su largo contacto con renovadores de aquellas vanguardias: el mexicano Ulises Carrión, cercano al Stamp art de los sellos de caucho; Castillejo y sus experimentos trituradores del alfabeto; Boso, Millán, Ullán… En villa María se abrían las ventanas cuando llegaba el cartero. Francisco Pino en las paredes de un Museo. Un buen lugar para quien se veía a sí mismo como «un bonzo ardiendo en una plaza pública». Pero enfrente está el Pino escurridizo, con el ‘no’ en la boca, refractario a cualquier homenaje, servidor solo de su fiebre creadora, el Pino en tránsito al que no le sientan bien las paredes desnudas de un espacio solemne sin vino ni tabaco: «He reconocido siempre que mi verso era una manera de vivir y de desvivir el momento. Al gozar de la mejor cualidad del tiempo, de su efimeridad, me gozaba. ¿No será el anhelo poético fomentador de humildad?» Gloria disecada o verso efímero, el poeta camina sobre sus contradicciones, ese par de fuerzas opuestas necesarias para la dinámica. Sin ellas y su lucha no habría vida de creación. Siempre y nunca, repetía el poeta. Siempre y nunca. Y que no nos falte tu vino.
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Es la palabra que tiembla
DONDE HABITO ELENA SANTIAGO
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o sé si alguien lo sabe. Que el jardín tan lleno de enredaderas y camino de tantas flores se ha helado y llora por todas partes. El silencio está en la casa. Y los sueños escritos de día y noche colgándose en estas páginas. El invierno alarga su frío y los pensamientos del pasado. Suben y bajan calzando lejanos pasos contemplando algunos cuadros en la escalera de piedra detenida. Se cuelgan recuerdos en el pasa manos y pasa almas. ¿Sonaba abajo el piano? Suponía más encuentro antiguo; lo utilizaban sin tocar apenas sus teclas. En el anochecer (Verdi entre otros) estremecida música y voz alzándose desde el pasado a aquella hora ardiente. La casa apretada, paredes y paredes, puertas y puertas, ventanas y balcones. Dibujados desde aquella historia con palabras incansables, contando. Los rincones oscurecidos sosteniendo vidas varias de antepasados palabreando en el lenguaje de la añoranza (aun no estando) en la casa. Detenida la belleza en presencia que guardaba tanta vida. Ellos y su largo tiempo, tantos amores, risas y oscuridades, creencias firmes o frecuentes lágrimas (cantidad de vida y sus muertos). ¿Reconocía, aún, el pasado? ¿La reconocía? Se atrevió ella a abrir la memoria de par en par. Y el misterio de estar
«Venturosa realidad de tantos años, vidas, costumbres, como acercarse a comprar chocolates en Astorga». :: E. N. latiendo la casa estremecida o sonriente. Venturosa realidad de tantos años, vidas, costumbres: como acercarse a comprar chocolates en Astorga. Se repetían las horas y (cosa muy buena) agradecían su estancia en aquel mundo
de bellos recuerdos (cementerios a un lado). Porque bello era vivir y bellos nombrados destinos abiertos. Aquel tiempo. En ocasiones, era de cine… paseos con caballo en carruaje de dos ruedas, para ir al monte.
Las inconstantes reglas del juego
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i existe un negociado dentro del universo artístico en el que son frecuentes las relecturas éste es el operístico. Quizá porque la música, en detrimento del texto, se enseñorea a lo largo de la obra, sea la razón por la que podamos ver al mismo Don Juan mozartiano vestido con gola, gorguera y calzas o enfundado en un chándal del Barça que se diría comprado en un mercadillo dominguero y suburbial; o el ‘Lohengrin’ de Richard Wagner desarrollado fielmente en un mítico medievo o, por el contrario,
en una escuela alemana de mediados del siglo XIX, que así se las gastó Peter Konwitschny en su particular montaje. Sí, para gustos los colores y las puestas en escena de una misma ópera; y si bien es verdad que, según la modesta opinión de un servidor, existen traslaciones muy logradas –léase ‘La Traviata’ minimalista de Willy Decaer–, lo de la barra libre en las versiones, en muchas oportunidades, abre la puerta a disparates morrocotudos que empujan al espectador a, boquiabierto, persignarse. Sea como fuere, allá cada
cual, y si aludo a ello no es por poner en los platillos de la balanza la heterodoxia y la ortodoxia, sino como aquélla, la heterodoxia, puede abrir la puerta a lo políticamente correcto que, con la excusa de interpretar la creación pretérita, la rehará, cuestión que es muy distinta. Pienso en ello después del último ‘Otello’ del Teatro Real en el que, para no ofender a quien pudiera sentirse ofendido, no fue negro sino blanco. El cambio del color de su piel tal vez no sea motivo para elevar a los cielos o mandar a los infiernos este montaje re-
Lo bueno lo disfrutaban. Recibir amigos que no dejarían de serlo. Sin apartar especialmente los hombres sus barajas y juegos. Alguna vez, nos contaron, los visitaba el poeta Panero (padre). Era esencial la amistad. Y algunas
personas dignas de una fábula muy curiosa. Según se ampliaba aquella historia. Si ellos se asomaran ahora a conocer el mundo (mundos) que respiramos en la actualidad, morirían nuevamente, asustados y estremecidos.
ciente. No obstante, dice más de lo que dice esta decisión que, claro está, de similares características no es la primera que concierne al mundo de las artes. A bote pronto, saliéndonos del gran género musical, me vienen a la cabeza la imagen del Santiago Matamoros de la catedral compostelana condenado al ostracismo para, en palabras del cabildo, «no herir la sensibilidad de otras etnias»; o como en el Rijksmuseum de Ámsterdam se modificaron los títulos de los cuadros en los que aparecían palabras tales como ‘negro’, ‘enano’ o ‘moro’. Y es que, por una parte, está la licitud que nos asiste para cambiar una sola coma de lo dispuesto por el autor, más allá de que estemos conformes o no con su propuesta. Intromisión que nos hace intelectualmente perezosos ya que, en lugar de ubicar una obra en un contexto histórico determinado, en una época precisa, exacta, la traslada-
LOS TRIGALES AZULES ROBERTO RODRÍGUEZ
mos tramposamente a nuestros días –quitando esto, poniendo lo otro– en los que rigen unas costumbres y una moral diferentes a cuando vio la luz. Costumbres, moral, que, así mismo, intervinieron, por influencia involuntaria, en la gestación del fruto de la ima-
Sería vivir un tormento, lluvia de piedra, ruido y rayos, una emoción con espinas en el suelo, pisándolas). Sería torrencial. Amor desesperado. Allí, en aquel lugar, incansablemente, ya con mi tiempo, urgente era subir escaleras de un estilo especial, entrar en cada habitación o en ambas galerías como si se llevaran encendidas cien lámparas para ver, sentir que la verdad más grande y mejor de mi vida es este pueblo (Veguellina de Órbigo) era el pueblo, sus gentes, la casa, el magnolio de otro siglo. A pocos minutos, el río yéndose. Y decir con Juan Gelman, con mi temblor de sentimiento: «lo que me diste es palabra que tiembla en la mano del tiempo abierta para beber/ callada está la casa donde nos besamos adentro del sol».
ginación del autor y, cómo no, explican su hacer. Y, por otra, la sospecha de que las alteraciones impuestas por la corrección política no acaben aquí y con el tiempo vayan a más. Es decir, primero vayan al cajón del silencio los títulos que juzguemos, por indecorosos, sin derecho a existir y, posteriormente, corra la misma suerte su autor. Por ejemplo, se prohíba la publicación de ‘Execración contra los judíos’ de Quevedo y más adelante el resto de su producción porque nada bueno se puede esperar de aquel que ha escrito semejante libelo. Y quien dice Quevedo, dice Pío Baroja –‘Comunistas, judíos y demás ralea’–, Lovecraft –‘On The Creation Of Niggers’– o Dickens: suyo es un personaje tan poco edificante como el judío Fagin de ‘Oliver Twist’. No sé a ustedes, pero a mí quienes miran por encima del hombro a su pasado me dan miedo. Mucho miedo.
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o hay duda. Todos los poetas son religiosos. Si aceptamos la religión en un sentido amplio como ‘religare’, como ‘atar cabos’, como tejer un sentido en el laberinto, todo poeta es, esencialmente, un hombre religioso, es decir, un hombre que teje un sentido porque como escribió el poeta portugués Antónimo Ramos Rosa, «el sentido es siempre el amante deseado /que el poeta busca en los oscuros remolinos». O para decirlo con otro poeta portugués del que se cumple este año el centenario de su salvífico suicidio, Mário de Sá-Carneiro: «Sin Misterio no hay Dios ni hay Poesía». Misterio, Sentido y Amante, tres palabras que se antojan íntimamente familiares. Pienso todo esto ahora que encuentro en el archivo de Fernando Pessoa, un soneto, el conocido como ‘Soneto a Cristo crucificado’, de autor anónimo, cuyo primer verso es bien conocido «No me mueve mi Dios para quererte…», poema que es considerado uno de los más bellos ejemplos de la poesía mística española. Se trata de un soneto que, si bien tiene autor incierto, suele atribuirse al místico Juan de Ávila aunque durante algún tiempo se atribuyó a otros autores, entre ellos la mística castellana Santa Teresa de Jesús. Curiosamente, el soneto, que Pessoa transcribe a lápiz, en castellano, está encabezado en este documento por ese nombre: «Sta Theresa de Jesus». No es esta la única alusión a Teresa presente en la obra de Pessoa y su diálogo es mucho más natural de lo que pueda pensarse pues, en buena medida, toda la obra de Pessoa se empeña en la construcción de un misticismo pagano que, aunque se levanta en oposición al misticismo cristiano no deja de compartir con éste elementos esenciales. En un documento preparatorio del artículo ‘António Botto y el Ideal estético en Portugal’ donde Pessoa se refiere a la exaltación de la belleza del cuerpo masculino en la obra del poeta portugués afirma: «eso deriva de su normal condición humana y sólo difiere, en esencia, de la sensualidad natural en que Santa Teresa se entregó en éxtasis a su amante glorioso que, además no disminuyó en nada su santidad». Y es que es eso lo que le interesa a Pessoa, una humanidad divina. Fue Pessoa, en alguna medida, un poeta de la idealización del amor y de la amante. Cómo olvidar esa comprensión dulcinesca de su amor ideal, Ophelia, sus propios poemas homoeróticos en inglés o
Sta. Theresa de Jesus No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, mi Dios, muéveme el verte te clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, a, que aunque no hubiera cielo, yo te amara,, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.
‘Busto de Santa Teresa escritora’ (Siglo XVII). Policromía de la Escuela Castellana.
El cuerpo de los místicos: Santa Teresa y Pessoa
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a aquél poema en que dice literralmente: «El amor es esencial / El sexo es sólo accidente». Un m místico que admita la belleza d del cuerpo y el mundo sin dejjar de aceptar la Belleza esenccial que nos trasciende. Ese parrece ser el poeta que Pessoa enssaya y que en alguna medida sse refleja en las místicas y las ssantas más mundanas que ccomparten con Pessoa la consttatación de que «la vida no bastta» o eso que el Barón de Teiv ve, semiheterónimo suicida, d dice más claramente: «comp prendí a los grandes místicos y a los grandes ascetas, que recconocen en el alma la futilidad d de la vida». Y la Nada, la vacuid dad, es precisamente el tema ffavorito de los místicos y es u uno de los lugares más frecuentados por nuestro poeta. Y es que el lugar del místico, tal como escribió Cioran, también pensando en Teresa, «oscila entre la pasión del éxtasis y el horror del vacío». Y es ese precisamente el lugar que ocupa buena parte de la poesía y sobre todo de la prosa de Pessoa. El éxtasis, la comprensión extática de la vida es algo que une a nuestros autores. El famoso «vivo sin vivir en mí» de Teresa no puede dejar de pensarse como un verso pessoano pues Pessoa comprende toda la literatura como una negación de la identidad y un arrojamiento a lo otro y los otros, como un salir, como una huida de la vulgaridad del cuerpo, de la identidad y del mundo, como una abdicación que añora un sentido, un misterio o un amante. La añoranza de lo oculto y lo misterioso que se encierra en buena parte de sus textos ocultistas parece ser un contrapunto esencial al paganismo de la tierra de buena parte de sus heterónimos. Hay un poema del heterónimo Álvaro de Campos completamente dedicado a Santa Teresa donde se pone de manifiesto, bajo esa hostilidad whitmaniana de Campos, una íntima enemistad que sin embargo los hermana. Campos se rebela contra una santa «estética» y reclama «una santa humana, loca y divina» y saluda a la «madrecita loca, sistema sentimental». Escribe: «¡Mi Santa Teresa humana! / ¡Estúpida como todas las santas /y militante como el alma que quiere vencer el mundo! / ¡En el vino que odiaste debes ser saludada! / ¡Y con brindis gritados te canonizaremos llorando!». Campos reclama eso que Unamuno decía sobre el Cristo portugués (y que tiene aquí mucho sentido si partimos del soneto místico sobre el Cristo crucificado). Escribe Unamuno: «el Cristo portugués juega por los campos con los campesinos y merienda con ellos, y sólo a ciertas horas, cuando tiene que cumplir con los deberes de su cargo, se cuelga de la cruz.». Es esa la misma humanidad, la mundanidad, el paganismo de lo divino, el «re-
greso de los dioses» que Pessoa esboza en los poemas del Maestro de los heterónimos y de él mismo, Alberto Caeiro. Basta leer su octavo poema de ‘El Guardador de Rebaños’ donde habla del «Niño Jesús verdadero», «tan humano que es divino» y que «se limpia la nariz con el brazo derecho /chapotea en los charcos de agua /coge flores», «tira piedras a los burros /roba la fruta de los manzanos» y «corre detrás de las muchachas /que van en grupos por las carreteras/ con las garrafas en la cabeza /y les levanta las faldas». Caeiro reclama ser «mistico sólo con el cuerpo», reclama «un alma hecha con el cuerpo». Pessoa ensaya un misticismo materialista, pagano, frente a la estela del poeta portugués Teixeira de Pascoaes y también ensaya un misticismo de la ebriedad, de la ebriedad estética y real como el de Omar Khayyan, un misticismo pagano, pero también un misticismo de la negación del mundo, tal como el que está en el autor del Libro del Desasosiego, Bernardo Soares, que dice: «Alcanzar en el estado místico, apenas lo que ese estado tiene de grato, sin lo que tiene de exigente, ser lo extático de ningún dios, el místico sin iniciación, pasar el curso de los días meditando en un paraíso en el que no se cree todo eso le sabría bien al alma, si conociese lo que es desconocer.». Hay algunos versos de Santa Teresa como «engrandecéis nuestra nada» o «nuestro querer renunciado» que no son extraños en boca de Soares. En Pessoa se encarna el combate eterno entre la necesidad del Ideal, del Absoluto y de la realidad pagana y concreta del mundo y de lo humano. Entre el cristianismo gnóstico y rosacruciano del Pessoa ortónimo y el misticismo materialista del maestro Caeiro. Por eso es natural que se le haya descrito como un «místico sin fe» o como un «ángel caído». Es ese su lugar, y quizá es también el lugar del poeta, el espacio situado entre la tierra y el cielo, un eterno discípulo de Fausto, una duda eterna sobre la aceptación del mundo. Un viajero estático y extático que, como un insecto cegado se refugia entre el cuerpo y el espíritu, entre la aceptación estoica y la rebelión por la falta de sentido y no se decide a volar. Un místico que quiso y no pudo creer.
En Pessoa se encarna el combate eterno entre la necesidad del Ideal, del Absoluto, y de la realidad pagana
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ABECEDARIO de lector Fabrizio.- Los protagonistas de dos novelas asombrosas que están entre mis favoritas comparten el mismo nombre: Fabrizio. Uno es Fabrizio del Dongo, el héroe de ‘La Cartuja de Parma’ que, al comienzo de la trepidante novela, vaga errático por la batalla de Waterloo, llegando tarde a todo, antes de volver a Parma y caer doblemente preso: en el amor de Clelia y en las intrigas políticas de la duquesa Sanseverina. El otro es Fabrizio de Salina, el titánico y decadente Príncipe siciliano que Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en ‘El Gatopardo’, sitúa en el vértice del cambio entre un mundo que termina y otro que comienza, a mediados del XIX. Tomasi, ferviente admirador del escritor francés –qué buenas sus ‘Lecciones sobre Stendhal’–, le rinde un homenaje al poner el mismo nombre al protagonista. Pero le une algo más: al igual que Stendhal, Lampedusa también se identifica plenamente con su Fabrizio inventado. Es el nombre de sus ‘alter ego’ respectivos. Incluso me atrevo a sugerir una lectura audaz: considerarlos el mismo personaje en evolución, de joven en ‘La Cartuja’, de maduro en ‘El Gatopardo’. Fábula.- Todas las novelas fabulan, es decir, todas las novelas inventan. ¿Quiere eso decir que mienten? En absoluto. Ninguna novela es mentira ni mentirosa. No serán sinceras, pero dicen la verdad. Bien lo dijo al respecto el polaco Witold Gombrowicz, cuando escribió que en la literatura la sinceridad no conduce a ningún parte. «El artificio permite al artista aproximarse a la verdad».
Fama.- Diosa que Virgilio llama ‘voz pública’; Ovidio, en las ‘Metamorfosis’, describe su casa como tumultuosa: «Noche y día está abierta; todo retumba en ella. No hay reposo en su interior ni silencio». Tengo para mí que equivale a maldición. No es aconsejable ser famoso: obliga a repetir siempre el cliché de uno mismo. Para los libros, solo es recomendable la póstuma. Fanatismo.- Comportamiento de corte irracional del individuo sectario, entendiéndose por tal quien no comprende otra verdad que la creída y sostenida por él. De natural excluyente, su personalidad se basa en la ausencia de lecturas, ondeamiento de banderas, exacerbado amor por lo geográfico y un repelente vic-
No es apta la felicidad para los cobardes, salvo en forma de sucedáneo. Los cuentos de Cheever la buscan sin parar
ADOLFO GARCÍA ORTEGA
timismo cultural. Suele aplicarse al mundo deportivo y religioso, en todas sus variantes. Cuando se aplica en política, es institucional. Pocos escritores fanáticos han pasado a la Historia. Louis-Ferdinand Céline es excepción. Fantasma.- Vinculado al deseo. Un fantasma es un deseo que no se cumple. En la vida, se manifiesta a los mortales en el ámbito privado, de ahí que no se luzca en público. Su realidad es esquiva e intangible. Se abusa del fantasma como imagen de los muertos que no se van, pero en realidad un fantasma es la obsesión por una ausencia, ya de una persona, ya de un objeto o ya de una idea ‘que no existen en materia’. Los fantasmas torturan o regocijan, como los recuerdos, de cuya naturaleza participan. Y no es extraño verlos, cada quien tiene los suyos propios, con los que convive y a los que sucumbe. En la literatura, Lovecraft y M. R. James los pretenden todos malévolos y destructivos. Gautier y Hoffman los describen como presencias ominosas que cambian la historia de la gente. Dickens usa uno para moralizar. Los de Le Fanu y Machen nos ponen los pelos de punta. Los de Stephen King nos quitan el sueño. Borges cree en ellos. A mí me hablan. Felicidad.- Pretensión de que algo o alguien permanezcan. A la persona feliz la suerte le sonríe; y porque le sonríe, es feliz. No es apta la felicidad para los cobardes, salvo en forma de sucedáneo. Los cuentos de John Cheever la buscan sin parar. La poesía de Cavafis y la de Machado la rozan. Fetichismo.- Fascinación por el objeto convertido en tótem. Por ejemplo, un ejemplar de ‘Las flores del mal’ dedicado por Baudelaire, el bastón de Stevenson, la cámara
de Cartier-Bresson, etc. En el ‘Quijote’ hay una variante de fetichismo, cuando al final Cervantes (o el autor de la novela) le cede la palabra a la pluma con que ha escrito el libro. Dice así la pluma: «Para mí sola nació don Quijote, y yo para él: él supo obrar y yo escribir, solos los dos somos para en uno». ¡Cómo no amar esa pluma! Final.- Casi todas las novelas tienen un punto al final, un punto final-final, valga la redundancia. Hay pocos casos en que no. En ‘Finnegans Wake’, portentosa obra de James Joyce de ilegibilidad garantizada, la última palabra («del») remite sin punto a la primera («río») sin mayúscula, de manera que al terminar el libro ha de empezar a ser leído otra vez, porque lo que se pretende es crear un bucle en el que la lectura sea circular e interminable. Es curioso que esta propuesta se dé en una novela que es imposible de leer más de dos minutos seguidos. Fragmento.- Arthur Machen es un autor que no debe ser encasillado como de terror, ya que es un escritor único, como lo son Lovecraft o Philip K. Dick. Su relato ‘El gran dios Pan’, por ejemplo, causa una sensación desasosegante como pocos textos lo consiguen. Al igual que es turbadora su novela ‘Los tres impostores’ (con tantas reminiscencias de ‘Nuevas noches árabes’, esa inquietante joya de R. L. Stevenson). Pero, de toda la obra de Machen, creo que ‘Un fragmento de vida’ es su novela más extremadamente significativa, porque es la sutil entrada del misterio en la cotidianidad de un hombre que percibe cómo su individualidad lo abandona para integrarse en un cosmos sin pasado, en el que se sueña lo real pero, al despertar, se está en otro mundo histórico. Cabe preguntarse, al cerrar el libro, si nuestra vida no será más que un fragmento cósmico, una molécula de la tinta con que está hecha cada letra de un libro de millones de palabras en millones de páginas. Machen inculca estos estremecedores pensamientos.
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LECTURAS
Carl Jung, fotografiado delante de un edificio en Zurich, en torno a 1909.
RETORNO Y CULMINACIÓN DE C. G. JUNG Se publica el último volumen de sus Obras Completas y sus ‘Escritos sobre espiritualidad’
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e refiero no sólo a que la obra de este médico psiquiatra y psicólogo suizo (Kesswil, 1875-Küsnacht, Zúrich, 1961) –la llevada a la práctica y la recogida en sus libros– siempre vuelve a la actualidad; bien para ser cada día más reconfirmada («padre de la psicología profunda o transpersonal», «el
creador de la psicología del siglo XXI»), sino también como motivo de controversia, incluso avivada por algunos de sus colegas. Estos, unas veces, azuzando la absurda rivalidad entre Freud y Jung; otras, para criticar su carácter de médico heterodoxo, al margen de la ciencia en estado ‘puro’, y utilizando con él las muletillas al uso de ‘místico’ o de persona que está fuera de la realidad. Por ello, ya muy tempranamente, Jung se encargó de precisar que, ante todo, él se consideraba un médico, un científico, y que en esta profesionalidad inicial fundamen-
taba siempre su obra. Lo que sucede es que Jung fue uno de esos humanos que desean ir siempre «más allá», los que abren caminos nuevos en el conocimiento universal; a veces, sí, de manera tan osada como arriesgada, pero que el paso del tiempo acaba por reconfirmar. (Vemos, por ejemplo, como ha pasado al lenguaje coloquial de nuestros días, lo conceptos jungianos.) También ese ir «más allá» con el conocimiento, implicaba no sólo el enfrentamiento con el maestro sino la ruptura con él. (Curioso es que Jung comenzara a psicoanalizar a Freud y que éste –tras algún
ANTONIO COLINAS
fenómeno probadamente paranormal, como su desmayo durante el proceso– abandonase el análisis.) Pero hoy Jung parece salir, incluso con cierto boato, de las eternas reservas que hacia él se han tenido –me estoy refiriendo ahora concretamente a nuestro país– tras la publicación del último de los volúmenes de su ‘Obra Completa’, el número 2, el que preci-
samente recoge una gran parte de sus prácticas netamente científicas: sus ‘Investigaciones experimentales’. Culmina así una labor altamente ejemplar y loable –paradigma en el mundo de nuestras ediciones– con la publicación por parte de la Editorial Trotta de dicha ‘Obra Completa’, que comprende 18 volúmenes, algunos de ellos dobles, como ‘La vida simbólica’ y ‘Los arquetipos y el inconsciente colectivo’. A ellos se deben añadir, como complementarios, otra serie de volúmenes de Entrevistas, Autobiografía, Seminarios, Epistolarios, o el recientemente publicado, en el que también me quisiera detener hoy aquí: ‘Escritos sobre espiritualidad y trascendencia’. Extremadamente curioso me parece que estos dos volúmenes publicados en 2016 nos ofrezcan, de manera extremada, el panorama en el que se tensa la gran obra de Jung: las investigaciones plenamente científicas, probadas y vivificadas con múltiples ejemplos prácticos, y un tema como el de la espiritualidad y la trascendencia, en el que precisamente sus críticos se basaron para intentar derribar el sólido edificio de su obra. En ese «más allá» a que antes me refería, Jung no sólo vio con los ojos del científico los fenómenos espirituales y transcendentes, y su profunda influencia sobre la psique humana, sino que se arriesgó a ver la relación profunda que la alquimia tenía con la psique; o un aspecto inaceptable, ‘provocador’, como teorizar sobre los ovnis o los fantasmas, según él, meras proyecciones de la psique humana, lo que no deja de ser algo sugestivo cuando vemos la superficialidad que hay en el tratamiento de estos temas. Lo transcendental (y en concreto el fenómeno religioso universal, no una determinada religión), así como la sexualidad, fueron por cierto dos de las teorías en las que chocaron las ideas de maestro y discípulo. Jung, en este aspecto, supo ir también más allá que su maestro al considerar lo trascendente y espiritual como algo que sana y no que enferma, y la sexualidad como algo no exclusivo de la patología sino como energía que, encauzada, también podía tener otros sentidos y ser igualmente sanadora. (Aquí el ‘qi’ de los antiguos maestros orientales: esa energía de cuerpo y ánimo que antes que patología es fuente de vida en plenitud, expresión del ‘pleroma’, de la plenitud de ser, del final de ese proceso de desarrollo de la personalidad que Jung reconoció como «de individuación».
OBRA COMPLETA, OMPLETA VOLUMEN 2 C. G Jung,Trotta, Madrid, 2016, 661 páginas. 49,40 euros.
ESCRITOS SOBRE ESPIRITUALIDAD Y TRASCENDENCIA C. G Jung,Trotta, Madrid, 2016, 276 páginas. 19 euros.
Y aquí estamos frente a otro de los grandes logros de la personalidad científica y creadora de Jung: él logra experimentar en sí mismo lo que va descubriendo en sus teorías; o a la inversa: va escribiendo exclusivamente sobre aquello que él va experimentando en su vida. (Recordemos el gran ejemplo de su autobiografía, ‘Recuerdos, sueños, pensamientos’.) De ahí la necesidad de abandonar el trabajo en la clínica de Burghölzli, para seguir la terapia con independencia y el construir un segundo refugio con sus manos junto al lago que le vio nacer, y superar los siempre complejos días de la enfermedad y la vejez para seguir trayendo más luz al conocimiento. (De esos momento críticos de su vida brotarán obras cimeras como ‘Libro Rojo’ o ‘Mysterium coniunctionis’.) En definitiva, en los dos libros últimos que comentamos de una inmensa obra escrita, tiene el lector dos ejemplos tan radicales como claros para aproximarse a la obra de Jung; aunque una visión abarcadora, en detalle, de ésta, sería inútil sin ir siguiendo cada uno de los volúmenes. Puestos a ser concisos, recomendaría, antes de debatirse en esta dicotomía, que el lector comenzara leyendo el extraordinario prólogo que Brigitte Dorst ha puesto a los ‘Escritos sobre espiritualidad y trascendencia’. Quizás para tener ideas lúcidas sobre estos temas, en los tiempos inquisitoriales que corren, puede ser algo extremadamente útil. La gran obra escrita de Jung ha generado un gran número de libros sobre la misma, pero pocas veces encontramos fijado en 26 páginas el espíritu creador e investigador de Jung de una manera tan lúcida. Para ello, nos basta una sola de las frases de Jung, que Dorst nos recuerda: «Que el mundo interior y el exterior tienen una base trascendental [desde el origen de los tiempos] es tan seguro como nuestra propia existencia».
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ESCRITOS SOBRE CERNUDA El poeta Juan Lamillar reúne en un libro sus artículos sobre el autor de ‘Ocnos’ LUIS ANTONIO DE VILLENA
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uan Lamillar es un poeta sevillano, de la Generación del 80, que fue bastante activo en los inicios de esa promoción, con un sesgo peculiarmente esteticista. Ahora parece menos visible. Pero acaba de publicar un rico y bien informado librito de artículos (de 1988 a 2014) cuyo tema es siempre la admirada y gran figura de Luis Cernuda. Digamos enseguida que el libro está bien pero que tiene el pequeño defecto, que el autor ha notado sin darle la necesaria importancia, de repetir muchas veces –en textos escritos en épocas distintas– conceptos acertados pero idénticos. Así, el poco eco que tuvo en España la muerte de Cernuda en México, en 1963, y como uno de los que escribieron de inmediato fue Joaquín Romero Murube, un escritor de buena y atildada prosa aunque en general menor, amigo muy juvenil del Cernuda aún sevillano, que recuerda el difícil carácter del poeta –tópico ver-
dadero- y cómo ‘Ocnos’ en su primera edición inglesa de 1942, aunque jamás diga ‘Sevilla’, es uno de los mejores retratos de la capital andaluza. Eso –y otras cosas– está dicho tantas veces, que una leve poda no hubiese sobrado. Pongamos, y lo creo, que cierta reiteración es normal y hasta buena, pero Lamillar abusa. Con todo, el libro es de grata lectura y enseña muchas cosas sobre Cernuda (un poeta sobre el que siempre es bueno volver) además de presentar al autor como uno de los muchos cernudianos hoy felizmente confesos. Luis Cernuda (1902-1963) tuvo una vida no fácil, que llevó con extrema dignidad, y una carrera literaria –dentro de la Generación del 27– que si en algún momento estuvo a punto de normalizarse (cuando Lorca presentó en abril de 1936 y con muy generosas y ciertas palabras la primera edi-
MÚSICA CAUTIVA. ESCRITOS SOBRE LUIS CERNUDA
Juan Lamillar. Renacimiento, Sevilla, 2016. 137 págs. 15,20 euros.
ción de ‘La Realidad y el Deseo’) muy pronto se vio marginada por el exilio y por ese aspecto noble del carácter de Luis que no le hacía amigo de trepadores ni soplagaitas, lo que en el medio literario español –tan sucio, en general– se paga prácticamente siempre. Cierto que, al fin de su vida, Cernuda alcanzó a atisbar el triunfo que llegaba (homenajes de revistas como ‘Cántico’ o el aún mejor de ‘La caña gris’) pero fue sólo un vislumbre. Cierto, que entre muchos contrarios o aun declaradamente enemigos –dispuestos a negarle el pan y la sal– a Cernuda nunca le faltó un pequeño grupo de leales, como José Luis Cano, en ‘Ínsula’, siempre a favor de Luis, aunque este no lo valorara del todo. A cambio de esas dificultades y de ese mundo de exilado libre, que ni una vez volvió la vista atrás (dejó España pero también dejó Inglaterra) la alta Poesía no le ha recompensado sólo con una ocasional fama póstuma, sino con algo mucho mejor y más hondo y que él mismo había llamado en uno de sus poemas «la gloria del poeta». Probablemente Luis Cernuda sea, ahora mismo, no sólo uno de los mejores poetas del siglo XX, sino uno de los más modernos del 27 todo. Lorca puede ser un genio, pero no se lo puede seguir. Cernuda lo es también pero deja mil puertas abiertas. Leer a Cernuda es abrir, nunca cerrar el orbe. ¿No es mucho?
Retrato de Luis Cernuda. :: XEL NORTE
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LECTURAS
PERIPLO ESCOCÉS A DOS MANOS Boswell aporta un interesante punto de vista que contextualiza su viaje con Samuel Johnson SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
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ames Boswell ha quedado para la posteridad como el fiel amigo que acompañó a Samuel Johnson durante años en sus días y noches en Londres y en sus viajes. De esa amistad quedó la monumental biografía que Boswell escribió de Johnson. Parece ser
que lo acompañaba durante el día y por la noche escribía tanto lo que habían hecho como las palabras que el propio Johnson había dicho. Gracias a ello, los lectores tenemos el recuento vivaz y suponemos que literal, de Johnson. Johnson ha quedado como el primer gran crítico literario británico, alguien cuya influencia ha sorteado los virajes del gusto a lo largo de un par de siglos. Fue autor de infinidad de artículos que publicó en periódicos, y con los que se ganó la vida, de ensayos agudos sobre algunos poetas que luego recogió en ‘Vida de los poetas ingleses’, del primer diccionario de la lengua inglesa de Oxford, la novela ‘Rasselas’, algunos poemas no muy memorables, la edición de las obras de William Shakespeare.
Con todo ello tuvo también tiempo para conversar, frecuentar pubs y viajar por Europa y por su país. Uno de esos viajes fue el que hicieron a las Tierras Altas de Escocia entre agosto y noviembre de 1773. Johnson escribió un breve libro de viajes, ya traducido al español, en el que da cuenta sobre todo de sus ideas sobre la economía, la política y las razones del retraso social y económico de Escocia. Por el contrario, Boswell llevó un diario durante esos meses, que complementa el libro de Johnson y que explica las razones de algunas decisiones o comentarios de su compañero de viaje. En la dedicatoria, Boswell afirma que en cualquier narrativa, ya sea histórica o biográfica, la veracidad ha de ser
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA
CROWLEY
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lister Crowley es quizás uno de los personajes más curiosos del siglo XX. Una especie de leyenda contracultural para algunos, desconocido para la gran mayoría, este inglés polifacético, odiado y admirado a partes iguales, se propuso ser, y lo consiguió, la figura más importante e influyente dentro del marco del ocultismo
a partir de mediados del siglo XX. Montañero hábil, casi brillante, literato con bastantes buenos momentos y algunos –sobre todo en verso– olvidables, quizás espía, profeta de una nueva religión y, sobre todo, mago. Para muchos, y para él mismo, el mago más grande de su época. Quizás de todos los tiempos. Con mago no me refiero a ilusionista, a un diestro
CIRO GARCÍA
manejador de cartas, a alguien capaz de asombrarnos en un escenario –aunque Crowley se subió a alguno– o haciendo desaparecer monumentos. Me refiero a un invocador de dioses, ángeles y demonios, a un lanzador de maldiciones, a un viajero por dimensiones etéricas, extrañas, astrales, un provocador de tormentas y poltergeist. Un taumaturgo, un goeta, un
DIARIO DE UN VIAJE A LAS HÉBRIDAS CON SAMUEL JOHNSON Boswell, James. Valencia: Pre-Textos, 2016. 544 páginas
total. Así, el lector se encuentra con una declaración de intenciones que va a condicionar el diario. Mientras hay quienes especulan sobre la importancia de la total veracidad de los hechos que tie-
nen lugar en las biografías, Boswell no acepta nada que no sea totalmente cierto. A esa declaración de intenciones le sigue una explicación del carácter de Johnson en la esperanza de que los lec-
tores sepan disculpar o contextualizar algunas de las opiniones más controvertidas. Así nos enteramos también de las razones del viaje, una idea que Johnson había acariciado desde muy jovencito gracias a algunas lecturas que le indicó su padre. Explica el prejuicio que Johnson tiene hacia los escoceses por la similitud en el carácter y por una tendencia nacionalista que Boswell no solo no empequeñece sino que juzga en sus justos términos. El libro contiene las visitas que hicieron a escoceses
hechicero, un mago en el sentido que los griegos, sustrayéndosela a los persas, le dieron a la palabra. Parece extraño que en el siglo XX queden magos. Más extraño aun es que proliferen como setas, aún a día de hoy. Probablemente los siglos XX y XXI, a pesar de todo el conocimiento acumulado, a pesar de los avances gigantescos de la ciencia, son los que cuentan con el mayor censo de magos de la historia. Naveguen un poco por Internet y verán. La magia está de moda. Hay algunos superventas, por ejemplo, predicadores de la conspiración del universo a favor de la especie humana siem-
pre y cuando se tenga la actitud adecuada, que han bebido profusamente de las diversas fuentes ‘ocultas’. No cito nombres. Nunca ha resultado más fácil hacerse con grimorios y libros de todo tipo que le lleven a uno por los caminos de la hechicería. Nunca lo oculto estuvo tan a la luz. Muchos pensarán que creerse estas cosas es una locura. Tiendo a estar de acuerdo. Sin embargo, que se cuide mucho de afirmarlo, y menos con un gesto de superioridad moral, quien visite un templo los domingos –o el día que sea–. Es posible que toda esta publicidad de los asuntos arcanos fuera, en
cierta medida, iniciada por Crowley. Y si no iniciada, alentada con vigor. Hay varias biografías de Crowley, empezando por ese canto a sí mismo que son sus memorias. Lo curioso de estas biografías es que, invariablemente, tienden a dar como hechos las afirmaciones más disparatadas que el llamado hombre más perverso de la tierra arrojaba alegremente sobre sí mismo. Todas parecen dar por cierto que ciertos sucesos, a todas luces improbables, pudieron suceder más allá de la imaginación, o algún estado raro de conciencia. Quizás una excepción, aunque de esto no estoy seguro, sea el
Retrato de Samuel Johnson. :: EL NORTE
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
AVENTURAS Y DESVENTURAS DEL MÁS ALLÁ :: SUSANA GÓMEZ Con un guiño intertextual al relato de Sendak, el título de César Ibáñez propone un viaje a un oxímoron: ¿a dónde van a vivir los muertos? Y lo hace a partir de una experiencia que desdibuja toda frontera entre ambos planos, pues
no son sino las palabras de un hipnotizado que un día estuviera en coma, las que irán desgranando una historia entre la vida y la muerte. Es así como el subconsciente de Andrés contará los 19 días (si es que el tiempo se puede medir en ese otro lado) en una
extraña geografía de límites difusos, donde el sueño profundo, la (des)memoria y el mundo de los muertos entablan su particular diálogo. «La mente humana», dirá el psiquiatra que escucha y transcribe la historia, «es una creación extraña y deslumbran-
te, aunque a veces esconda los abismos más terribles». Tras este preámbulo que establece un pacto de credibilidad con el lector, Andrés tomará la palabra para narrar en primera persona una historia de un mundo de hierba naranja, evocadores, oscuros y blancosynegros, en el que, lejos de acabarse las preguntas, comienzan unas nuevas o muy similares a las de siempre. Con una prosa ágil y un preciso sentido del ritmo que no obvia el gusto por el lenguaje y la calidad literaria, el
DONDE VIVEN LOS MUERTOS César Ibáñez París. Editorial Tandaia. 238 págs. 16 euros.Edad recomendada: a partir de 12 años.
autor teje un mundo posible al otro lado, donde entre luces y sombras continúa existiendo la amistad, la duda, el dolor, la culpa, el amor, la venganza… y esa necesidad de encontrar respuestas que
nos impele a la búsqueda. Todo ello con una estructura narrativa bien armada, personajes bien dibujados y un puente de ida y vuelta entre el mundo de los vivos y los muertos, que se revela espacio privilegiado para cumplir dos objetivos: de un lado, la posibilidad de plantear cuestiones relacionadas con los grandes interrogantes humanos; de otro, una puerta directa a la aventura y la fascinación, compartida por lectores adolescentes y adultos, por el más allá.
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importantes, las discusiones que tuvieron con ellos y entre ellos mismos, el interés de Johnson en quedar siempre por encima gracias a un ingenio difícilmente superable. Contiene también cartas que Boswell escribió anunciando la llegada y expresando el interés que ambos tenían de conocer a algunos personajes destacados del momento. También cita, unas cuantas veces, partes del libro de viajes de Johnson. Sin duda, este Diario es un libro peculiar que es recomendable leer junto con el relato del viaje a Escocia que escribió Johnson. En gran medida, Boswell nos muestra los entresijos de un viaje, algo que no es frecuente que nos encontremos en dichos libros de viaje. A ello se le une el interés que tienen sus páginas al explicar, disculpar y criticar las opiniones de Johnson. Boswell vivió a la sombra de su amigo, qué duda cabe, pero, a pesar de la talla inmensa de este, no quedó nunca ensombrecido.
comic ‘Vagando por el páramo’, que –pero esto, en un giro de virtuosismo narrativo, está dejado a la interpretación del lector– trata, o parece tratar, algunas de estas afirmaciones disparatadas de Crowley, sobre ángeles y revelaciones, sobre guerras de hechizos con otros magos, como algo alucinatorio, o cuando menos subjetivo. He leído varias biografías sobre este personaje, que ejerce sobre mí cierta fascinación. De todas, este cómic, sucinto, que incide en lo más importante a través de un poderoso trabajo gráfico, quizás sea la mejor.
ENTRE EL ENTUSIASMO Y LA DECEPCIÓN
Para la mayoría de ellos, «quedarse en el mero tradicionalismo significaba un suicidio». Navarra no excluye, bien al contrario, las posturas oficiales de los comunistas españoles, en buena parte polémicas y que requieren una honda revisión, con Santia-
go Carrillo, Enrique Líster, Fernando Claudín y Pasionaria a la cabeza. En este tramo, dedica una atención particular a Jesús Hernández. Los exiliados españoles, muchos militantes del PCE, hubieron de «homogeneizarse ideológicamente y adaptarse a un contexto totalitario, convirtiéndose en una comunidad tutelada y hasta vigilada», cuando no directamente perseguida y reprimida con la complicidad de quienes no cejaron en su empeño de liderar el partido español. Navarra se ocupa también, muy en especial, de la suerte corrida por los marinos españoles de Odesa, los pilotos de Kirovabad que quedaron en la URSS finalizada la guerra civil española, algunos miembros de la División Azul, o los llamados ‘niños de la guerra’
y los maestros y maestras que los acompañaron. Debieron bregar con lo peor de la era soviética, el periodo estalinista, «una terrible dictadura totalitaria, donde millones de obreros han de cumplir con su trabajo en condiciones de semiesclavitud, en la que 18 millones de personas pasaron por campos de concentración, y en la que uno no se podía plantear ni la más mínima posibilidad de huida o disensión». De la parte final del estudio hay que destacar las páginas dedicadas a los testimonios de Montserrat Roig y de Manuel Vázquez Montalbán. Ambos conocieron una URSS ya a punto de vivir la ‘perestroika’, pero en la que la percepción del espíritu ruso apenas había cambiado desde la percibida por los primeros viajeros muchas décadas antes: «Lo que ocurre con Rusia y la URSS –concluye Navarra– es muy peculiar: parece que para acceder a la realidad sea preciso un doble esfuerzo de acercamiento, el básico y el suplementario, el que logre derrumbar una inmensa carga (o peso) ideológico que deforma la Historia y hasta el paisaje (…). La URSS está ansiosa por demostrar unos logros y exhibir una estructuración original, cuando la viajera [Roig] desea indagar en el drama íntimo, en la nota interna, en la calle real, no en el estandarte o el eslogan». Libro-viaje que recorre decenas de otros viajes, detallada y homogénea reconstrucción de la geografía política que más y mejor ha marcado la historia europea del siglo pasado, haciendo hincapié tanto en lo que los intelectuales españoles conocen durante sus itinerarios como en sus propias derivas personales a la luz del ‘espejo blanco’ que constituye todo aquello que les es posible, o permitido, observar y analizar.
va y divertida mirada (pocos personajes tan presentes en el imaginario literario infantil como el oso)… y un cierre en el que, por encima de todas las cosas, los amigos son el bien precioso y preci-
so que devuelve el mundo a su estado original: porque una amistad de osos no se acaba así como así, y porque el mundo de los patinetes rueda mejor si es compartido. Un tema de lo más ade-
cuado para las edades en las que se gesta el sentido de la propiedad y la alteridad, el cual ve la luz en un álbum escrito y dibujado con la dialéctica de lo complejo hecho sencillo (que no simple).
Viajeros españoles en la URSS JOSÉ GIMÉNEZ CORBATÓN
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o primero que conviene destacar de este libro-reportaje sobre los viajeros españoles en la URSS, ‘El espejo blanco’, es su amenidad y empeño divulgativo. Su autor, Andreu Navarra, es conocido por estudios anteriores sobre el ateísmo y el anticlericalismo español, la corriente regeneracionista, o los aliadófilos y germanófilos también de nuestro país. Recientemente Jordi Amat lo ha definido como un filólogo que «planta su tienda en la Biblioteca de Catalunya para localizar textos (conocidos y raros)», que lee con voracidad y amplia competencia. Yo añado la amenidad y el afán divulgativo sin hacer el menor menoscabo de la seriedad de sus empresas. ‘El espejo blanco’ se lee sin respiro, arrastra, ilustra y no elude la polémica en sus juicios. Es imposible resumir el alcance de su contenido en una breve reseña. Quizá uno de los epígrafes que lo abren, de Julián Gorkin, sintetiza a la perfección el carácter general del estudio: «¿Qué saldría de la confrontación entre la creencia ideal y el contacto con la realidad?» Las primeras páginas nos retrotraen a
Un grupo de ‘niños de la guerra’. :: FÉLIX MORQUECHO los viajeros de finales del siglo XIX y principios del XX, Pío Baroja entre otros. Pero son quizá las corrientes regeneracionistas, socialistas y anarquistas las mejor reflejadas en los capítulos iniciales, con personalidades tan ricas y variopintas como Rodolfo Llopis, Chaves Nogales, Fernando de los Ríos, Sofía Casanova, Juan Van Halen, Josep Pla, Ángel Pestaña, Andreu Nin, Álvarez del Vayo, Rovira i Virgili o Julián Zugazagoitia, entre otros muchos. También algunas figuras que, desde posiciones de derecha política, incluso falangistas como Dionisio Ridruejo, juzgaron necesario «diseñar un reformismo que, precisamente, evitase un terremoto» en España como el desencadenado por la revolución soviética:
EL ESPEJO BLANCO. VIAJEROS ESPAÑOLES EN LA URSS Andreu Navarra. Madrid, Fórcola Ediciones, 2016, 328 páginas, 22,50 euros.
HISTORIAS VIEJAS; NUEVAS (Y NECESARIAS) MIRADAS :: S. G. La historia es vieja como el mundo: tres grandes amigos que juegan, duermen, comen y experimentan juntos, y que un día ven enturbiada la amistad que les une porque en sus vidas se introduce un elemento extraño que cambia el estado de las cosas. Podría ser otro objeto, otro acto, pero esta vez la trampa la encarna un patinete que llega a las manos
LOS OSOS AMIGOS Hildegard Müller. Editorial Takatuka. 40 págs. 15 euros. Edad recomendada: a partir de 3 años.
de Pelopincho, y le separaa de Corbatitas y Gruñón paraa despertarle la soledad y ell egoísmo. La historia, en fin, es vieja como el mundo, pero no por eso es errado rei-terarla, y mucho menos ha-cerlo con el lenguaje certero y las grandes letras; las ilustraciones de trazos contundentes e invadidas de color; los osos reactualizados con ese toque gamberro que da a lo tradicional una nue-
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mediados de mayo de 2016 la RAE y la Academia de Publicidad organizaron una jornada de debate sobre el uso del español en la publicidad con el título ‘¿Se habla español en la publicidad?’. Académicos, escritores, periodistas y profesionales y especialistas del sector analizaron la presencia del inglés en este campo y la institución académica alertaba en un simpático vídeo (que pueden encontrar en Internet) del empobrecimiento de la lengua española por culpa de la invasión de estos términos. La preocupación por la invasión de extranjerismos en el español viene de muy antiguo. Juan de Valdés, en su ‘Diálogo de la lengua’, obra escrita hacia 1535, le responde a Pacheco: «es menester que entendáis cómo de la lengua arábiga ha tomado muchos vocablos; y habéis de saber que, aunque para muchas cosas de las que nombramos con vocablos arábigos tenemos vocablos latinos, el uso nos ha hecho tener por mejores los arábigos que los latinos; y de aquí es que decimos antes ‘alhombra’ que ‘tapete’, y tenemos por mejor vocablo ‘alcrevite’ que ‘piedra sufre’, ‘azeite’ que ‘olio’, y, si mal no me engaño, hallaréis que para solas aquellas cosas que habemos tomado de los moros, no tenemos otros vocablos con que nombrarlas que los arábigos, que ellos mismos, con las mismas cosas, nos introdujeron». Fernando Lázaro Carreter dedicó muchos ‘dardos’ a los extranjerismos considerados prescindibles. En 1997, en el prólogo a su libro de recopilación de artículos ‘El dardo en la palabra’, decía: «Hoy la cuestión se complica porque las palabras extranjeras no solo entran por el oído (...) sino que se ven: la publicidad las pone ante los ojos en vallas y carteles, y en todos los medios de comu-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
INVASIÓN DE EXTRANJERISMOS nicación, y son ya muchos los hispanohablantes para quienes el inglés no es un total desconocido». Y se preguntaba irónicamente que qué añadía a la loción para después del afeitado llamarla ‘after-shave’: «Solo es más breve; y es cierto que exhala distinción». ¡Ah, la distinción! Veinte años después (que veinte años no es nada) el inglés es un gran aliado de los hispanohablantes desde que ponen un pie en el colegio y la familiaridad con la lengua inglesa influye en la percepción de los hispanohablantes hacia los anglicismos –más concretamente sobre si son imprescindibles o no lo son– y en la consideración de estos como palabras foráneas que vienen a ‘comer el terreno’ a las castizas.
De hecho en la jornada mencionada arriba se presentó un estudio realizado por la Academia de la Publicidad y la Universidad Complutense de Madrid (‘El inglés en la publicidad: ejemplos del uso excesivo del inglés en los anuncios en España’) que revela cómo ha aumentado la presencia del inglés en la publicidad. En 2003 las marcas en las que aparecía el inglés en su publicidad no llegaban a treinta, sobre todo en sectores relacionados con la automoción, la belleza y la moda; mientras que en 2015 fueron trescientas veintidós marcas, que abarcan casi todos los sectores: transportes, finanzas, decoración, ocio, cultura, etcétera. En la prensa reciente se habla de líneas de ‘styling’, de hoteles con una completísi-
ma oferta ‘wellness’, de un evento lleno de ‘glamour’, de terrazas ‘chill out’ con vistas, de establecimientos de ‘fast food’, de las ‘it girls’ (y de que ellos reclaman ser ‘it boys’), de un ‘mix’ de vegetales, de la fiebre ‘runner’, del humor ‘foodie’, del ‘free time’, de ‘remakes’, de que existe un ‘boom’ de familias con ganas de viajar, de ‘clutchs’, de los ‘personal trainers’, del ‘ab crack’ (la línea vertical que cruza el abdomen, que parece que es la nueva tendencia en las redes sociales), del ‘thigh gap’ (el hueco entre los muslos en las mujeres al estar de pie con las dos rodillas juntas), del ‘bikini bridge’ (el hueco que deja la braguita del bikini sobre el vientre cuando una mujer está muy delgada), de ‘smartphones’, La familiaridad con de ‘instagrammers’, de la lengua inglesa ‘gadgets’, de influye en la ‘workaholics’. percepción de los Podría seguir, pero baste esta hispanohablantes muestra para hacia los mostrar cómo anglicismos» estos y otros extranjerismos están invadiendo nuestro flujo léxico cotidiano. ¿Es un problema? Depende de cómo se enfoque. Para los puristas sí, por supuesto; otros lo verán como uno de los efectos colaterales (no necesariamente negativos) del contacto de los hispanohablantes con la lengua inglesa. Pero no hay que olvidar que una invasión de neologismos como a la que estamos asistiendo puede ser la causante de que muchas personas no entiendan lo que dice el periódico o no entiendan al vendedor cuando les canta las bondades de un producto, por muy distinguido que sea.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
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Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
Los futbolismos. El misterio... Roberto Santiago (SM)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
Animales fantásticos y... J. K. Rowling (Salamandra)
Por último, el corazón. Margaret Atwood (Salamandra)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Manual para mujeres... Lucía Berlin (Alfaguara)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Cuchillo de palo. C. Pérez Gellida (Suma de letras)
El silencio de la ciudad blanca. Eva Gª Säenz (Planeta)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Años salvajes. William Finnegan (Libros del Asteroide)
Harry Potter y el legado... J. K. Rowling (Salamandra)
Ante todo mucho karma. Laura Norton (Espasa)
Misterio en blanco. J. Jefferson Farjeon (Siruela)
La canción de las sombras. John Connolly (Tusquet)
Falcó. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
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Valladolid: recuerdos e infancias. Posadas (Angelma)
Atlas del mundo. Daniel Mizielinski (Maeva)
Guinness Woerl Records 2017. AA VV (Planeta)
Los límites del deseo. Esteban Hernández (Clave)
El poder del ahora. Eckhart Tolle (Gaia)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
Primera página. Juan Luis Cebrián (Debate)
El euro. Joseph Stiglitz (Taurus)
La digestión es la cuestión. Giulia Enders (Urano)
Leer. André Kertész (Periférica)
El fin y los medios. Aldous Huxley (Página Indómita)
Cocinar al vacío. Antonio Botella (Akal)
La magia del orden. Marie Kondo (Aguilar)
Carlos Soria, alpinista. Darío Rodríguez (Desnivel)
¿Quién domina el mundo? N. Chomsky (Ediciones B)
La invención de la naturaleza. A. Wuff (Taurus)
Los secretos que jamás... Albert Espinosa (Grijalbo)
Portadas románicas de C y L. Marta Poza (F. Sta María)
Homo Deus. Noah Harari (Debate)
Homo Deus. Noah Harari (Debate)
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LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
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PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
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Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
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El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Manual para mujeres... Lucía Berlin (Alfaguara)
Las puertas del hades. César Morales (Menoscuarto)
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La hija de Cayetana . Carmen Posadas (Planeta)
La carne. Rosa Montero (Alfaguara)
El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
El asesinato de Sócrates. Marcos Chicot (Planeta)
Tan poca vida. Hanya Yanagihara (Lumen)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Falcó. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
Manual para mujeres... Lucía Berlin (Alfaguara)
Las sillitas rojas. O’Brien (Errata Naturae)
El asesinato de Sócrates. Marcos Chicot (Planeta)
Tormenta de nieve y aroma.. Lackberg (Maeva)
El motel del voyeur. Gay Talese (Alfaguara)
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La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
Ascensiones en la montaña palentina. Villegas (Pindia)
SPQR. Mary Beard (Crítica)
El universo en tu mano. C. Galfard (Blackie Books)
Homo Deus. Noah Harari (Debate)
Rutas BTT y cicloturismo.. D. Villegas (La pedrera pindia) Tratado de filosofía zoom. J. Antonio Marina (Ariel)
La invención de la naturaleza. A. Wuff (Taurus)
Valladolid: recuerdos e infancias. Posadas (Angelma)
Los secretos que jamás... Albert Espinosa (Grijalbo)
Homo Deus. Noah Harari (Debate)
Auge y decadencia de Castilla. García Sanz (Crítica)
A recoger bombas. VV AA (Atrapasueños)
Panaderas y cañoneros. Carlos Porro (ATO de Palencia)
La tira de años. Peridis (Espasa)
SPQR. Mary Beard (Crítica)
Auge y decadencia de Castilla. García Sanz (Crítica)
El cacique de Grijota abraza el fascismo VV AA (Región)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
Por qué España. Ignacio Merino (Crítica)
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Sábado 28.01.17 EL NORTE DE CASTILLA
Ferrari repintado 308GTS de Bertrand Lavier, expuesto en el Gran Palais de París, en 2006. :: REUTERS
Reliquias del nuevo siglo P
edro Abelardo no lo especifica en su ‘Historia Calamitatum’ cuando se refiere a Fulbert (el tío y tutor de Eloísa que intentó reparar el honor perdido mutilándole los genitales) pero el mismo personaje que interpreta de forma magistral Denholm Elliott en la película de Clive Donner, encargada de llevar a la pantalla la más escandalosa y apasionada historia de amor medieval, resume su avaricia ampliando el rendimiento de su canongía con el comercio de reliquias falsas; una actividad que, por otra parte, debió de procurar no pocos beneficios en una Europa necesitada de objetos dignos de culto y en la que aún nos movemos, aunque la Reforma, la Ilustración y la Posmodernidad hayan mudado el entorno de las piezas de cul-
to del ámbito religioso al laico en una concatenación de fases que darían para hablar y comentar largo y tendido. Si los siglos inmediatos a la superación del año 1000 otorgaron a la Europa timorata un atisbo de esperanza y la intuición de que el Dios justiciero había decidido prorrogar su juicio inminente, que debía de celebrarse, más o menos, con el advenimiento de los tres ceros, ese gótico urbano y luminoso que brotará de una nueva y colectiva sensación de alivio, de un agradecimiento sincero por la oportunidad existencial dada, también será inevitable propagador de la especulación y la codicia. Incluso la idolatría y su cultivo cuidadoso no serán sólo un modo inmediato de ganarse la vida. También contribuirán a definir los límites de nuestra identidad comunitaria.
De igual modo que el Fulbert descrito por Clive Donner en su versión del amor prohibido entre Abelardo y Eloísa es capaz de tomar una astilla y convertirla en parte de la cruz que soportaría la pasión de Cristo, Bertarnd Lavier puede hacerse con un Ferrari y convertirlo en una pie-
Bertrand Lavier no es sólo heredero de Duchamp; es una criatura destinada a ordenar los atributos que han de definirnos
za de museo. Sin embargo, ambos consiguen una transubstanciación formidable y digna de glosa, pues Fulbert, con su astilla intervenida, aislada en una pequeña ampolla de vidrio, sostenida sobre un sencillo pedestal de alabastro y protegida por una urna profusamente decorada, no sólo habría de fabricar una pieza de culto, una reliquia digna de presidir desde su lugar más noble una capilla medieval. También habría sido capaz de fabricar una obra de arte, un objeto que define su tiempo, que recoge los anhelos, las frustraciones y las pesquisas de una sociedad arrodillada, temerosa, dispuesta a todo por acercarse en vida a alguna de las posibles certezas prometidas tras la muerte. Por su parte, el tratamiento humano infligido fielmente por Bertrand Lavier en el
OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA
siglo XX a su Ferrari, tras pintar de rojo con brochazos humanos e irregulares su carrocería (de rojo lo rojo, de negro lo negro, de cromado lo cromado) no sólo ha conseguido fabricar una pieza de museo, una obra que habrá de formar parte del catálogo de valores trasegados en el palangre artístico, sino que ha conseguido realizar un objeto de culto, una reliquia contemporánea, una pieza que habrá de preservar la definición de lo que somos actualmente y que será proyectada hacia el futuro en el que, sin duda, seremos juzgados. Las reliquias falsas de Fulbert (¿acaso las hay de otra condición?) y el Ferrari descontextualizado de Lavier hablan de la misma Francia, de la misma Europa, de una civilización que continúa girando en torno a iguales valores desde hace tres milenios y cuyas generaciones sucumben una y otra vez a la tentación natural de cubrir la realidad con su propia impronta. Lavier no es sólo uno de los más certeros herederos del arte objetual concebido por Duchamp. Es también, como Marcel, una criatura destinada a ordenar los atributos que habrán de definirnos. Su precisa audacia para componer realidades y combinar objetos y valores contrapuestos esconden, precisamente, esta tarea preciosa.
16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 28.01.17 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
L
a seductora semblanza que hace Jesús Marchamalo de Karen Blixen en su libro ‘El bolso de Blixen’ me ha traído a la memoria la relectura que hice el año pasado de uno de los cuentos más populares de esta autora danesa que firmaba como Isak Dinesen: ‘La historia inmortal’. Confieso que Dinesen es una de mis escritoras preferidas y ‘La historia inmortal’ uno de los relatos que más veces he leído por la hondura de su contenido y por su muy lograda expresión formal, de apariencia decimonónica pero de estructura muy moderna al tener en cuenta la repetición ascendente de algunos de los ‘leitmotivs’, que convierten la narración en una melodía serial donde el presente se va mezclando de forma indisoluble con el pasado. La incluyo en esta sección sobre mitología moderna porque ningún otro relato de cuantos he leído ilustra mejor lo que es un mito. Como sabrán los que han leído el cuento o han visto la magnífica película que hizo sobre el mismo Orson Welles, en el interior de la trama circula un relato fabuloso que podría resumirse así: «Érase una vez un hombre muy rico unido matrimonialmente a una joven mujer con la que no tenía hijos porque su semilla estaba muerta. El potentado se acercó una vez al puerto y le ofreció a un marinero una moneda de oro de cinco guineas por acostarse con su mujer y dejarla embarazada. El marinero estuvo con la dama toda la noche. Cuando empezó a clarear el día el mayordomo del anciano abrió la puerta del dormitorio y despidió al marinero depositando en su mano la moneda de oro». El señor Clay, protagonista del cuento de Dinesen, cree que ese relato es cierto, pero pronto los demás le convencen de que se trata de una historia que circula por todos los barcos del mundo: que se trata en definitiva de un mito, con todas las características
La historia inmortal
de un mito, incluida su improbable veracidad histórica. Entonces el señor Clay, que se considera omnipotente a pesar de que padece la terrible enfermedad de gota que le mantiene pegado a su sillón de mimbre, decide convertir ese mito en una profecía que se va cumplir gracias a su poder, y contrata a una mujer (la hija de su antiguo enemigo), para que represente junto a
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
un marinero de alquiler la historia inmortal. El señor Clay quiere trasformar un mito en una historia real, actitud que espanta a su secretario judío, que considera que solo Dios puede convertir los mitos en sustancia real y hacer que el verbo se convierta en carne. El vínculo entre la divinidad y el mito materializado resulta evidente en el relato de Dinesen, donde se demuestra que los hombres temen encarnar mitos, y es que cuando el señor Clay se acerca al puerto de Cantón para contratar al hombre que hará real su deseo mitológico, los primeros marineros con los que habla huyen despavoridos. Les aterra materializar la leyenda que circula por todos los barcos, les asusta encarnar el mito. Dicho con otras palabras: temen convertir su carne en la sustancia del verbo, temen ser los instrumentos de una dialéctica que les sobrepasa: la dialéctica del mito, que de algún modo relacionan con la muerte. ¿Se equivocan esos marineros? Juraría que no: los artistas se convierten en mitos cuando, además de ser geniales, mueren jóvenes: Keats, Bécquer, Marilyn Monroe, John Lennon, James Dean, Roberto Bolaño... El mito y la muerte están tan vinculados que bien se podría decir que en todos ellos aparece la muerte mejor o peor camuflada, y todos la exigen para redondear su estructura geométrica y minimalista. El héroe sería aquel que juega al ajedrez con la muerte (como en la película ‘El séptimo sello’ de Bergman), hasta que se despistan y la muerte les vence: en la mitología de todas las culturas los héroes no suelen alcanzar la vejez. La autora de ‘La historia inmortal’ sí que alcanzó la vejez: murió a los 77 años en Nueva York. Podía haber vivido más, pero su dieta no se lo permitió, como cuenta Marchamalo en ‘El Bolso de Blixen’. Dinesen solo comía ostras y solo bebía champan. Arthur Miller se lo reprochó, y según cuenta Marchamalo, ella comentó: «Soy vieja y como lo que quiero». Digámoslo de otra manera: «Soy un mito, y a mi edad los mitos ya están muertos, así que voy a ayudarle a la Parca a cumplir con su trabajo con una dieta tan mitológica como suicida».
El mito y la muerte están tan vinculados que bien se podría decir que en todos ellos aparece mejor o peor camuflada :: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA