SOMBRA CIPRES LA
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Delirio rescata ‘La marcha de 150.000.000’ La edición del poemario de Enrique Falcón coincide con la edición de un disco de El Niño de Elche basado en sus textos
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Refugiados desembarcando en la isla de Lesbos (Grecia). :: ARIS MESSINIS-AFP
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De ser, ser poesía CARLOS AGANZO
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espués de haber escrito ‘La gratitud’, el libro que le valió el premio Gil de Biedma y el de la Crítica de Castilla y León, en 2014, uno se preguntaba qué más podría escribir Fermín Herrero al cabo de un ejercicio de despojamiento, de amor y de renuncia como aquel. La respuesta, sin embargo, no se ha hecho esperar en demasía. Sin ir más lejos, el 16 de septiembre de 2016 un jurado presidido por Elsa López, y compuesto por Francisco Castaño, Manuel García y Jesús Munárriz decidió concederle a su siguiente libro el XXXII Premio Jaén de Poesía, lo que dio pie a que lo tuviéramos publicado, de la mano de Hiperión, a finales del año pasado. ‘Sin ir más lejos’. Así se titula la última entrega del poeta de las tierras altas de Soria. Y aunque bien hubiera podido titularse ‘En vilo el corazón’ o ‘La luz de entonces’ o incluso ‘Este cielo de frío’, lo cierto es que en este verso, tan aparentemente corto en su andadura, se encierra el latido más propio de la poesía de Fermín Herrero. El autor de ‘Tempero’ y ‘El tiempo de los usureros’ no quiere ir más lejos, en efecto, de ese mundo tan suyo (y tan nuestro) donde «todo es regalado», donde se vive «de milagro» y donde se tiene la conciencia de que es cierta la belleza, «aunque lacere». Y sin embargo, sin apartarse un milímetro del camino, en realidad sí termina yendo más lejos, un poco más lejos todavía, que en sus anteriores entregas. Porque desde la contemplación, desde la gratitud, desde la humildad, desde la indagación en la letra menuda de la vida, el poeta acaba enfrentándose con el propio meollo de la creación. De la creación como metáfora del hombre que pertenece y que a la vez transforma la naturaleza. Sobre la iluminación del paisaje, en sus manifestaciones más íntimas, la entrega
ahora al «júbilo de la palabra», a la delectación del propio instante poético. En la certeza de que únicamente hay luz «en el canto». En el convencimiento de que, de ser, hay que ser poesía. Con una lucidez en verdad estremecedora, el poema que abre el libro lo dice en corto y por derecho: «La poesía es la conciencia». Una conciencia que, con entrega y premeditación, trabaja «a favor del olvido de uno mismo», hasta terminar encontrándose en la misma frontera de lo inexplicable, de lo inefable. «En
ausencia de Dios –dice el poeta–, / lo espera; si se esconde, / lo busca, porque sabe / de su insignificancia». O por más decir, termina asegurando: «la poesía ha de mostrarse». Al modo mismo de ese «acontecer» de la poesía al que un autor como Jesús Hilario Tundidor acude cuando es incapaz de descifrar la verdadera naturaleza de sus versos. Y en el acontecer, y en el cántico, la única compañía de las criaturas. Como, valga el ejemplo, ese jilguero que a pesar de estar muerto, y de que su pequeño cuerpo ya ha sido
«empezado» por los gusanos, se nos muestra maravillosamente como un jilguero eterno, por la sola virtud de poseer un canto que es capaz de reconocer y recordar nuestra memoria; frente a la evidencia de la muerte, la contestación de la belleza inmarcesible del canto; la existencia perpetua del trino que sonaba «aquella tarde en que leíamos /turnándonos a Hölderling». Como el ruiseñor de Teócrito. Como los pájaros que quedaron cuando se marchó Juan Ramón. O mejor, con las palabras del propio Herrero: «La ilusión, al menos, / de ser libres. /Mientras dura el poema. Sin ir más lejos, en el lugar en el que nos ponen
:: SUSANA SAURA
el tiempo y la naturaleza. Con fulgor en medio del frío –«el frío es nuestro», dice en el extraordinario poema de la madre y el cementerio–. Con soledad sonora. Con conciencia al mismo tiempo del canto y del silencio. A fuerza de tanto afán, y de tanta intemperie, al final el poeta va sin ir todavía un poco más más lejos, y termina quitándose más y más pieles. Hasta encontrar esa bondad que se ve a simple vista, que «no necesita verborrea»; esa humildad «sin nihilismo» que reconoce que dentro de cada elogio «hay un huevo de culebra muy caliente»; esa exigencia que comprende que «sentirse satisfecho y errar es todo uno». Ese anhelo imposible de buscar y rebuscar en la palabra para tratar de obtener el néctar de la sencillez. «Ser sencillo –dice Jung, y recuerda Fermín Herrero– es la la más sublime de las artes».
SIN IR MÁS LEJOS Fermín Herrero. XXXII Premio Jaén de Poesía. Hiperión. Madrid, 2016. 62 páginas.
Desde la indagación en la letra menuda de la vida, el poeta se enfrenta con el meollo de la creación
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LA MARCHA DE 150.000.000 Enrique Falcón. Editorial Delirio. 238 páginas
El poeta Enrique Falcón. :: ALBERTO DILOLLI
Los exiliados de Enrique Falcón continúan su marcha La edición por el sello salmantino Delirio de ‘La marcha de 150.000.000’ coincide con la salida de ‘Para quienes aún viven’, el disco de El Niño de Elche inspirado en el libro-poema
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uando en 2013 el pensador recientemente fallecido Tzvetan Todorov afirmó: «El miedo a los inmigrantes, al otro, a los bárbaros, será nuestro gran primer conflicto en el siglo XXI», Enrique Falcón llevaba quince años transformando el grito desesperado de los obligados a huir en un poema río. ‘La marcha de 150.000.000’, que ahora recupera la editorial salmantina Delirio, empezó a gestarse, sin embargo hacia 1991. Dos o tres cantos apenas esbozados, recuerda su
ANGÉLICA TANARRO
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autor, nacían al hilo de otra cita que ha acompañado las sucesivas ediciones de la obra y sigue acompañando cada trabajo que se relaciona con el libro-poema: «El 80% de los habitantes del mundo está condenado a vivir en las zonas más empobrecidas de la
tierra. Es como si dos trenes avanzaran a toda velocidad, frente a frente, por la misma vía. El choque está asegurado. Nadie duda a estas alturas que Europa y Norteamérica recibirán auténticas oleadas de emigrantes del Sur en busca de una vida más digna que les ha sido arrebatada. La mítica Gran Marcha, la columna de hombres, mujeres y niños del Tercer Mundo avanzando a pie hacia los países ricos del Norte con el fin de atravesar masivamente sus fronteras, ya se está produciendo». Falcón sitúa así la génesis del libro: la intuición de la era de las grandes migraciones hacia los países constructores de muros y vallas, sus propias experiencias de compromiso social, sus lecturas de la poesía hebrea del Antiguo Testamento, de los evangelios cristianos, de las suras del Corán y de ciertas tradiciones poéticas latinoamericanas, todo ello aderezado por la reflexión sobre las posibilidades de una dicción épica para la historia cotidiana de tantos hombres y mujeres en nuestras literaturas y en este nuevo ciclo histórico, da origen a la primera versión del libro, con 12 cantos. Como relata el propio Falcón, una copia de esos cantos llega a las comunidades campesinas de Arcatao en El Salvador y Felipe, un jesuita indio, le escribe una carta para pedirle: «Me gustaría leer, compañero, sobre su marcha interna que acompaña, indudablemente, con carne y sangre, esa marcha de los 150.000.000 Además, que cantara la canción de los que se quedan haciendo la resis-
El primero de los libros de ‘La marcha de 150.000.000’ apareció en 1994. El proyecto total tardó quinde años en completarse La intuición de las grandes migraciones que continúan en el comienzo del siglo inspiró el poema
tencia de la vida, porque –según creemos muchos– de aquí se van generando verdaderas alternativas para la esperanza, que alcanzarán a aquellos que han marchado». Enrique Falcón aceptó el reto. Era el año 1993. «Tenía el sabor de la Teología de la Liberación. La tarea la asumí como un encargo que habría de ocuparme en la modulación de hasta 55 cantos, en cinco secciones y casi 5.000 versos. Y tardé quince años en cumplirlo». El primero de los cinco libros o secciones que componen la obra, ‘El saqueo’, apareció en la editorial Rialp en 1994 , posteriormente, junto al segundo libro, ‘Los otros pobladores’, se publicó en la editorial valenciana Germania cuatro años después. La primera edición completa, que incluía, además de los citados, ‘Para los que aún viven’, ‘La caída de Dios’ y ‘Canción de E’ salió en el sello Eclipsados de Za-
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El pasadizo que hay de un cuerpo a otro (Para acompañar un libro de Enrique Falcón) 1
En los años ochenta y noventa, algunos sabíamos que un libro como éste podía escribirse entre nosotros: pero alguien tenía que demostrarlo. Un libro entre la alucinación y el llanto, entre el salmo y la insurrección; un libro a horcajadas entre la compasión y la ira, un altar de resistencia y esperanza; un libro que se atreve a intentar acoger toda la miseria del mundo, un grito profético sin una gota de demagogia; un libro quizá excesivo, si la España de BMW y Tele5 resulta ser a la postre el país que prevalezca (pero hay que creer que no, esperar que no). Enrique Falcón ha escrito este libro.
Esto no es poesía, dicen los registradores mercantiles del espíritu. ¿Es esto poesía? A la poesía no se le da un ardite. (Pero ella se acuesta aquí, desayuna aquí, lava su ropa aquí, amamanta aquí, agoniza aquí.) Apertura radical: éste es un libro vuelto del revés, que muestra a un tiempo el adentro y el afuera, es un libro trágicamente volcado. Nos habla de lo que no queremos ver, lo que preferíríamos no escuchar, lo que somos. Si tuviera que detener una imagen de este libro –rápido y torrencial, fértil en ellas–, quizá ésta: las manos con agujeros por donde asoma el hombre. No nos dejemos arrebatar estas manos horadadas.
JORGE RIECHMANN
Poeta, traductor y ensayista. Autor de uno de los cinco prólogos de la primera edición de ‘La marcha de 150.000.000’
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Este extensísimo poema da una mano al Canto general de Pablo Neruda, y otra mano al Cántico cósmico de Ernesto Cardenal. Y todavía le quedan varias manos libres para
orar, empuñar herramientas, enlazarse con manos de compañeros, acariciar animales, decir no y sí, pedir silencio; y una boca dislocada para morder y para besar. A este libro, como en las pinturas de Picasso o Francis Bacon, le salen bocas y miembros en lugares anatómicamente imposibles: creo que ésa es la prueba de su veracidad. Los poderes hoy dominantes desean que tu mente sea un tebeo; algunos contrapoderes desean que se parezca a un catecismo. Pero tu mente puede ser una sinfonía, un palacio blanco, un volcán submarino. Fue José Bergamín quien escribió: «A veces, no comprometerse es lo que suele comprometer. Por eso, la
mejor manera de no comprometerse es estar ya comprometido. En arte, como en todo, hay que empezar por comprometerse». La forma más básica de compromiso es el estar juntos duraderamente: esto tiene más que ver con el «arte de amar» que con las políticas de partido. El problema que se planteaba a comienzos del siglo XX era el hombre sin atributos. El que se nos plantea a comienzos del XXI es el ser humano sin vinculaciones. En una época en que el descompromiso, la evasión de responsabilidades, la extraterritorialidad de los poderes dominantes y el «arte de la fuga» se han converti-
do en el arma principal para ejercer el dominio, una poética resistente es, antes que nada, una poética de la vinculación. «En las distancias cortas es donde el hombre se la juega», oímos en un anuncio publicitario. Tomémonos la licencia de entender «hombre» como «ser humano» y aparecerá una verdad: es en el encuentro cara a cara con el otro –la situación ética por excelencia, diría Levinas– donde nos la jugamos. Falcón escribe poemas cara a cara. Poesía del vínculo. Quizá no hay mejor formulación que el verso de Quevedo: poesía que busca «el pasadizo que hay de un cuerpo a otro», que no desespera de hallarlo, aun-
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Fragmentos de ‘La marcha de 150.000.000’ con las notas laterales del libro.
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ragoza en el año 2009. ‘La marcha de 150 150.000.000’ es una epopeya en la que la palabra se hace un unas veces yunque y otra ma martillo para marcar un ritmo hipnótico. Parece escrito par para ser leído en voz alta, cosa que hizo el cantaor El Niño de Elche, que ya había musicali calizado la ‘Canción del levantad tado’ de Falcón y ahora está a pun punto de sacar a la calle el disco ‘Para quienes aún viven’ que firma Exquirla (nombre de la unión del cantaor con el gru grupo de rock Toundra) y cuyas letras están basadas en ‘La ma marcha...’ Una de las características de del libro son las notas que co contextualizan la acción. En lu lugar de las típicas notas a pi pie de página están concebi bidas para formar una colu lumna de significado latera ral al texto del poema, parralelo a él. Si la lectura de u un libro es siempre una exp periencia singular y única een este caso el conjunto de aambos textos, su disposicción en las páginas del lib bro confiere a la lectura un plus de singularidad. En cuanto a las más de 300 notas, Falcón considera que sin ellas «los versos no podrían respirar, a no ser que un poeta deseara
que todas las evidencias estén en contra. Construir una sociedad mundial basada en el cuidado del otro, y en la hospitalidad hacia las diferencias (y no grupos fundados sobre la aniquilación del otro): ése es el envite de la historia humana. Una sociedad donde el lobo descanse junto al cordero, en efecto. El lobo no puede dejar de ser lobo, pero el ser humano (de quien se dijo aquello de homo homini lupus) puede dejar de ser asesino.
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Elias Canetti ha relacionado la fascinación del poder, en su manifestación más desnuda, con el número creciente de víctimas que amontona. Frente a este poder como nuda violencia desatada la poesía, claro está, nada puede. ¿O quizá sí? ¿Acaso no puede la poesía hacerse voz de un infatigable desconsuelo sin desesperanza, y reco-
ger y acunar, tierna y obstinadamente, los nombres de las víctimas? ¿Como en estas páginas de Quique Falcón? ¿Por qué ha de estar organizado el mundo bajo el principio del beneficio? y ¿por qué ha de ser la belleza una excepción? siguen siendo las preguntas. Las dos grandes preguntas. ¿Qué puede la poesía?, les preguntamos una y otra vez a los poetas. La poesía puede recordarnos que somos mortales, y que sabemos de resurrecciones; que la frágil lumbre de la conciencia está entretejida de palabras, y que éstas son material inflamable; que no tenemos que aceptar las definiciones de lo nombrable y lo innombrable impuestas por el Amo; que la belleza siempre está ahí, dispuesta o posible; que la tragedia forma parte de nuestra condición, que el ser humano aspira a lo abierto y merece superar los espacios de reclusión y oclusión. La poesía (en su doble fun-
ción celebratoria y crítica) puede mantener abierto el mundo, en positivo, o al menos –en negativo– oponer resistencia a su oclusión. Desde esta perspectiva, arte y poesía son imprescindibles e insustituibles.
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Los mecanismos del ruido mediático –que aborrece como ninguna otra cosa la dimensión trágica de la vida humana– se orientan en primer lugar a igualar y trivializar todo lo que nos sucede. El pensamiento crítico necesita, en esa misma medida, dispositivos para destrivializar, si es que quiere llegar a incidir sobre la realidad que necesita ser transformada. En esto es sabia la práctica poética de Enrique Falcón. Somos lo que somos. Pero de eso que somos –que cambia, claro está, y que nunca es idéntico a sí mismo– puede tirarse hacia arriba o hacia abajo. Hoy, la demediada po-
«No son tiempos normales, sino tiempos excepcionales; y lo que necesitamos no es autocomplacencia ni apología de la normalidad sino conciencia de lo insoportable»
Enrique Falcón piensa que sin las notas que acompañan el texto, «los versos no podrían respirar»
entonces cantar en un mundo mudo» para afirmar después que «...un poeta político no debería dar por supuesto el hecho improbable de que los lectores conozcan por entero el mundo en el que viven». No sabemos si los potenciales lectores del libro conocerán por entero el mundo en el que viven pero ciegos y sordos han de estar si no ven lo pertinente de este libro unos cuantos años después. Para el editor, Fabio de la Flor, el hecho de que el tema esté plenamente vigente con la crisis de los refugiados chorreando por todas partes y las amenazas de muros más palpitantes que nunca es algo sobrevenido. «Nunca tengo en cuenta la presunta actualidad
músicos, poetas que –como Enrique Falcón– digan la otra verdad. Nuestra condición crecientemente paradójica: nos sobra arte, al mismo tiempo que la fealdad nos abruma. Rebosamos de poesía –la poesía escrita, premiada, publicada–, al mismo tiempo que la palabra nos abandona. Y lo que falta casi siempre es acción: el encuentro con el otro para la transformación de la realidad.
5 lítica establecida y el estomagante tinglado de los massmedia estiran sistemáticamente hacia abajo: y los resultados son devastadores. Cuanto más se generaliza un consenso, cualquier consenso, es cuando más falta hacen escritores, pintores,
En última instancia, son las elecciones humanas las que distinguen lo humano de lo inhumano. Frente al «no hay alternativa», prácticamente siempre puedes contestar: cabe optar entre el sí y el no. Que no nos vengan con cuentos... A comienzos del siglo XXI está en riesgo la humanidad, el seguir siendo humanos (o el llegar a ser humanos, quizá); y está en riesgo la habi-
de un libro porque no suelo enterarme de nada. Sé por supuesto que el problema de los refugiados está a la orden del día pero el libro no está hecho para este momento» En realidad este «amante de las lecturas difíciles» se enamoró del poemario «que te atrapa en su maquinaria pura, que te abriga y que, leyéndolo, no sabes a dónde vas, que es una metáfora de la tragedia». Y consideró necesario que el libro volviera a la palestra». La conexión editor-autor funcionó desde el primer momento. «Es fabuloso, genial comprometido», afirma de Falcón, a quien ya considera un amigo. El tipo de editorial que es Delirio y el tipo de editor que es De la Flor hace que a golpe de libro se vaya creando una especie de fraternidad. «Son tipos a los que puedo llamar en cualquier momento. Con Zurita hay amistad, también con Stephen Dunn, aunque no nos hemos encontrado personalmente. Y estoy seguro de que con Pasolini (de quien editó ‘Poeta de las cenizas’) habría habido también buena conexión», dice entre risas un editor vocacional para quien Falcón es su «tipo de autor: muy delirante».
tabilidad de este planeta para los seres humanos. Es decir, nos amenazan casi los máximos daños imaginables. En una situación así, resulta sorprendente la insensibilidad con que la cultura dominante en un país como el mío intenta proseguir el business as usual. No son tiempos normales, sino tiempos excepcionales; y lo que necesitamos no es autocomplacencia ni apología de la normalidad, sino conciencia de lo insoportable. A una práctica cultural que no olvide esto llamadla, si queréis, compromiso. Compromiso con la suerte de la humanidad y con el destino de la biosfera. Si el sentido principal de la cultura humana es no clausurar, entonces a la poesía le corresponde un lugar central en esa cultura. Mientras nos queden territorios para la retirada y espacios de resistencia, nada está perdido. Y estoy seguro de que esos espacios persistirán.
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Moustafa Bayoumi, en el exterior de Penn Station. :: JESÚS R-VELASCO
Originalismo E
l debate no puede ser de mayor actualidad. Hace casi un año, durante la noche del 12 al 13 de febrero de 2016, el juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Antonin Scalia, moría mientras dormía. Ese mismo día, el nombre de Scalia y el concepto de ‘originalismo jurídico’ quedaban vinculados para siempre. Scalia mismo se consideraba el campeón de esta corriente de interpretación jurídica, a la que él también llamaba ‘textualismo’ o incluso ‘originalismo textualista’. El juez del Tribunal Supremo había teorizado abundantemente sobre esto, en especial en un libro publicado en 2012 en colaboración con el lexicógrafo, autor de un espléndido diccionario de uso del inglés americano, Bryan Garner. El libro se titula ‘Reading Law: The Interpretation of Legal Texts’. A lo largo de las más de seis-
cientas páginas de este libro, los autores, con apoyo de casos específicos de distintos juzgados a lo largo y ancho de los Estados Unidos, mantienen una tesis uniforme: la base interpretativa del sistema jurídico es fundamentalmente textual, semántica, y, más aún, es de carácter formal. En otras palabras, los jueces (que no pueden hacer leyes, sino que sólo pueden interpretar leyes y, con ello, sentar, o no, jurisprudencia), deben mantener su ojo centrado en el modo en que se usan las palabras, nociones y conceptos en el texto legal, y en su significado sincrónico (universal, atemporal) y no diacrónico (temporal, contingente, histórico), a la hora de interpretar la ley. El último punto de referencia de toda interpretación textual es el origen mismo de la ley, la ley de leyes, el sistema textual del que derivan o deben derivar todas las otras manifesta-
ciones del derecho, es decir la Constitución. En el originalismo textualista, el texto constitucional es, a su vez, transhistórico y universal. Por ejemplo, si la constitución, o alguna de sus enmiendas, dice la palabra arma, el juez que interpreta esta palabra no debe pensar en armas específicas (un mosquete, un AK 47), pues estas distinciones no marcan ninguna diferencia jurídica específica, sino que debe pensar en que el legislador, a través de los padres fundadores (¿dónde están las madres fundadoras?) escribió arma porque no sólo pensaba en estas armas de ahora, sino en las armas en general, presentes, pasadas y futuras. El originalismo textualista es en términos literales conservador, en la medida en que conserva la forma del texto original, intentando no alterarlo en lo más mínimo con consideraciones que exceden
la definición primaria de la palabra o concepto que aparecen en la normativa jurídica. La alianza entre Scalia y Garner es brillante, si pensamos que Garner, a fin de cuentas un aclamado creador de diccionarios (David Foster Wallace lo consideraba un genio, lo que no es poco, viniendo de la boca de un genio de la literatura), es de alguna manera el guardián autorizado del significado de las palabras –¿qué otra cosa es un diccionario sino el código, la clave que asegura la relación entre la forma de la palabra y el significado primario de la misma? El sistema jurídico americano, como el inglés, es un sistema que se llama ‘common law’. Es muy diferente del derecho continental europeo. Mientras que el sistema de ‘common law’ tiene un grado de codificación jurídica muy débil (ejercicio: buscar el texto de la constitución del Reino Unido), el sistema continental europeo se basa en un alto grado de codificación. La idea de ‘common law’ no quiere decir tanto que se trate de un sistema legislativo común, sino más bien que el sistema jurídico se desarrolla en común, y que tiene lugar no tanto en el ámbito legislativo general (en el universo de la éli-
ISLA FLUVIAL JESÚS RODRÍGUEZVELASCO
te del poder judicial), sino en el ámbito de los juzgados, allá donde se producen las interacciones entre los clientes del derecho en presencia de los profesionales del derecho (jueces y abogados, por ejemplo) que aseguran que cada cual recibe sus derecho y que cada cual cumple con sus obligaciones. ¿A qué se parece el sistema jurídico musulmán? En una serie de libros de Laurence Rosen (Princeton), este mantiene la tesis de que el sistema jurídico musulmán es fundamentalmente un sistema de ‘common law’. Es, señala Rosen, en las pequeñas comunidades donde se discuten los asuntos que necesitan de resolución o de opinión jurídica. El Islam no posee, por así decir, una codificación universal de derecho, sino que el derecho permea en la vida civil de los musulmanes de una manera que tiene que ver con diversas formas de razonamiento jurídico, preeminencia de diferentes fuentes del derecho, consideraciones expresadas en opiniones jurídicas o respuestas jurídicas (fatāwā, singular fatwā), jurisprudencias relativas a lugares específicos (fiq), y así sucesivamente. Distintos oficiales y profesionales del derecho, desde el
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mufti hasta el ulema, el faqi, el imam, el qadi, etc., se encargan de vivificar el derecho, ofreciendo respuestas, opiniones, interpretaciones, sentencias, generando jurisprudencia. La interpretación de Rosen es profundamente analógica. Su tesis quiere establecer una relación directa entre las formas jurídicas occidentales y las formas jurídicas musulmanas, para mostrar que las diferencias tienen mucho que ver con el modo en que nosotros, occidentales, las observamos, y el modo en que las transformamos. Una de las tesis de Wael Hallaq (nacido en Nazareth, profesor en Columbia) es que los imperios coloniales han estado en la base de las grandes transformaciones del derecho islámico. Esas transformaciones no sólo tienen que ver con las ideas contemporáneas sobre las fuentes del derecho islámico y con la concepción misma de la llamada Shari’ah. También tienen que ver con la oposición política y cultural que se ha establecido entre la Shari’ah y eso que en inglés se llama ‘The Rule of Law’, y que se suele traducir al español como El Imperio de la Ley. El Imperio de la Ley no es sino la construcción administrativa de un funcionario de la oficina colonial británica, James Stephen (llamado por los poderes coloniales Mr Mothercountry), y de su hijo, James Fitzjames Stephen, según ha demostrado recientemente Keally McBride en su libro ‘Mr Mothercountry’ (2016). Este movimiento de transformación occidental del sistema jurídico musulmán ha encontrado una de sus manifestaciones más claras en una serie de movimientos jurídicos, políticos y culturales que han tenido lugar en los Estados Unidos y en otros lugares. Moustafa Bayoumi dedica una parte de su trabajo en su libro reciente ‘This Muslim American Lif (2015) a expresar estas manifestaciones, entre las cuales cuenta el proceso de racialización de la religión, con especial importancia en el caso del Islam. Este proceso de racialización es importante, porque la raza ha sido el fundamento de jurisprudencias y normas que regulan los sistemas de exclusión social y política. Identificar la religión y la raza constituye una de las maneras más efectivas de con-
Laurence Rosen mantiene que el sistema jurídico musulmán es un sistema de ‘common law’
tinuar con modos de exclusión. La brillante tesis de Moustafa Bayoumi desvela el modo de funcionamiento histórico de los modelos de exclusión, y en particular de los modos de marcado de los musulmanes americanos y su experiencia diaria en los Estados Unidos, sobre todo a partir de 2001. Tanto este libro como el anterior, ‘How Does It Feel To Be A Problem? Young and Muslim in America’deben ser lecturas obligatorias para entender el presente. Para continuar esta exclusión del musulman era preciso hacer otra cosa: crear la idea de la incapacidad del Islam de reflexionar en torno a su propio sistema jurídico. Muy poca gente critica el originalismo textualista considerándolo una modalidad ilegítima de interpretación de la ley, y de hecho este originalismo se extiende hacia la interpretación de la Biblia cristiana y su relación con el derecho contemporáneo (esto lo vemos a diario en Estados Unidos). En cambio es frecuente leer y escuchar que el Islam es profundamente literal con respecto a sus textos fundadores o que se trata de una cultura basada en la aceptación de la forma de sus textos originales. Existe un mito, que Moustafa Bayoumi examina en ocasiones en su libro, que es el de el cierre de las puertas de la Ijtihad, es decir, el mito de que hubo un momento histórico durante la Edad Media en que se acabó, para los musulmanes, la capacidad de discutir racionalmente en torno a su sistema jurídico y religioso. Este mito, que forma parte de uno de los artefactos de los poderes coloniales, tiene el poder de expresar cómo el Islam pudo haber sido en el pasado una religión interesante, pero no ha superado este pasado, no es contemporánea, no puede ser de nuestro tiempo (eso es lo que Johannes Fabian en, ‘Time and the Other’ llamó «the denial of coevalness»). Ser medievalista supone ahora un interés especial. Los textos de Averroes (solo uno de los muchos autores posibles al respecto), buscan la construcción de una ciencia jurídica integral, como algo consustancial a los debates internos del Islam. Como otros, se sitúa en esta línea interpretativa en contra del kalam o la forma de literalismo textualista propia de muchos profesionales del derecho. Fueron ellos, Averroes y muchos de sus sucesores, en al-Andalus y en la cuenca mediterránea quienes se erigieron en defensores y promotores de una ciencia jurídica más compleja, que introdujera la filosofía y las ciencias, que permitiera la reflexión sobre el derecho y la religión en un ámbito disciplinar mucho más amplio que el de los textos fundadores u originales.
Michael Fassbender, en una escena de la película ‘Assassin’s Creed’.
Las constantes reglas del juego
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ablábamos aquí hace unas semanas de cómo, de un tiempo a esta parte, algunas obras artísticas son poco o mucho modificadas porque se contradicen con la sensibilidad de hogaño. Aludíamos a cómo corríamos el peligro de, más que modificar la creación en sí, modificar todo un pasado, con sus luces y con sus sombras, y cómo, en este afán de reconstruir lo que sucedió, quizá iríamos más allá hasta eliminar autores que, si bien algunos capítulos de sus biografías son censurables, dieron al mundo títulos señeros. Citábamos, entre otros, al genial Francisco de Quevedo que por su ‘Execración contra los judíos’ muchos condenarían todo su hacer al definitivo fuego del silencio, o a Lovecraft cuyo poema ‘On The Creation Of Niggers’ provoca una lógica e incontenible repugnancia. Después de poner punto final a mi colaboración, recordé cuando, siendo chaval, en las sobremesas sabatinas, nos empapábamos de buen cine. En la pantalla catódica emitían algunos clásicos hollywoodenses y, entre ellos, cómo no, de cuando en cuando, una de piratas. En las joyas de este género cinematográfico, cual ‘Commedia dell’Arte’ marítima, el elenco se regía por estereotipos, y en este repertorio preestablecido los españoles encarnábamos, por mor de desaforadas y antiquísimas leyendas negras, el papel de bellacos sin escrúpulos. Aquello, que nues-
tros antepasados de la armada fueran, sin excepción, unos perversos de tomo y lomo, me traía sin cuidado. Entendía que un largometraje era sólo eso, un largometraje, y que poco puede hacerse si en la fiesta que otros organizan eres meramente un convidado de piedra. Además, en las ficciones foráneas desarrolladas en tierra firme éramos todos, o bien toreros o bandoleros, los varones, o gitanas, las féminas, por lo que el papel de perversos navegantes tenía su puntito. No pretendo con ello decir que ya puestos a coger la goma de borrar para reescribir obras pretéritas –como aconteció con el último ‘Otello’ del Real o con los títulos de las pinturas del Rijksmuseum considerados insultantes–, los es-
LOS TRIGALES AZULES ROBERTO RODRÍGUEZ
pañoles que en aquellas películas éramos la personificación del mal podrían pasar a ser, gracias al mágico doblaje, oriundos de un país imaginario –y así ningún compatriota quisquilloso se sentiría ofendido–. Lo que quiero expresar es que si un tratado como ‘Execración contra los judíos’ o un poema como ‘On The Creation Of Niggers’ serían hoy, por razones obvias, inexplicables, que a los españoles nos pusieran como chupa de dómine en una novela o en un largometraje nacido en estos tiempos no tendría mucha razón de ser. O sí. Uno de los penúltimos estrenos cinematográficos acompañado de bombo y platillo ha sido ‘Assassin’s Creed’, película inspirada en un videojuego del mismo nombre, y en ella, cómo no, los españoles que habitaron en el bajo medievo eran, fueran soldados o religiosos, unos bárbaros sin escrúpulos, en contraste con los mahometanos, ejemplo del bien en la tierra. Es decir, la referida leyenda negra –que, amén de que en ella España salga malparada, está repleta de incorrecciones históricas– de nuevo haciendo de la suyas. Y es que, visto lo visto, lo políticamente correcto no nos toca. ¿Y si los creadores españoles, por contrarrestar, veláramos por una lectura más cierta de lo que ocurrió para callar bocas que no hablan nuestro idioma? Pero los creadores españoles estamos más por otras cosas. Sin lugar a dudas más importantes.
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ABECEDARIO de lector Genealogías.- Margo Glantz, gran dama de la literatura mexicana, escribió ‘Las genealogías’ como una memoria narrada en la intimidad que se convierte en una crónica de Europa y México como fusión de personas y culturas. Leo todo lo que cae en mis manos de esta maravillosa y sabia escritora cuya vitalidad contagia y enseña. Leer es pertenecer a su genealogía, una estirpe milenaria del conocimiento como placer. Gloria.- Antes creíamos que la gloria existía y el escritor la buscaba. Por fortuna, hace mucho tiempo ya que se sabe que la única gloria a la que el escritor aspira es la de vivir decentemente y poder colocar sus propios libros en su biblioteca sin que los demás escritores que viven en ella se avergüencen demasiado. A veces, hay quien confunde la gloria inmaterial con el presente crematístico. Ambos extremos no existen. Por lo que a mí respecta, de glorias, solo reconozco a Gloria Swanson. Goldberg (Variaciones).Cuando escucho a Bach pienso en Glenn Gould, y eso me lleva siempre a ‘El malogrado’, de Thomas Bernhard, la novela sobre Glenn Gould y su sombra, por así decir, ese Wertheimer que representa al artista fracasado, sin demasiado talento, lejos de la llama de la genialidad y, por tanto, lejos de la excelencia que se exige a sí mismo. Wertheimer, «el malogrado» del título, es un personaje de ficción, pero es absolutamente real (como lo es el narrador de esta insuperable novela, de algún modo el propio Bernhard). En cambio, Glenn Gould, el joven y bello genio canadiense que murió tan pronto y que tocó las ‘Variaciones Goldberg’ de Bach con el mismo pulso ligero y clarividente con que las concibió su autor, quizá fuese un ser demasiado etéreo para ser real. Pero ‘El malogrado’ va más allá y simboliza, en la dicotomía entre Gould y Wertheimer, el suicidio de Europa en el siglo XX. Aunque, en realidad, Europa y suicidio son palabras equivalentes desde
la noche de los tiempos. La malograda Europa. Gramática.- De Juan García Hortelano todo es bueno, pero todo es excéntrico. Sus incisivos artículos, ácidos y cultos, eran esporádicos. Sus novelas, fluidas, distintas, realistas y corales, fueron pocas. Fue un escritor extraño e inteligente, que escribió novelas basadas en largas ristras de diálogos, como si la acción o el contexto no im-
portaran. Bueno, en realidad no importan. Ahí están sus reconocidas ‘Tormenta de verano’, ‘El gran momento de Mary Tribune’ o ‘Nuevas amistades’. Sin embargo, tengo debilidad por su divertidísima ‘Gramática parda’, que no siempre fue bien valorada. Innovadora y simbólica, es una parodia de ‘educación
sentimental’ anárquica y feliz. Para mí es un canto a la vida. Tiene ese regusto exultante de ciertas novelas de Italo Calvino. Su nombre crece cada vez más en nuestra literatura. Gratitud.- A cierta altura de la vida hay que recordar a quien nos enseñó a leer. Quienquiera que fuera esa
ADOLFO GARCÍA ORTEGA
persona, es de justicia agradecérselo. Y también al primero o a la primera que puso un libro en nuestras manos. Generalmente, cuando queremos hacerlo, ha pasado mucho tiempo y esa persona ya no vive. Entonces sentimos una punzada melancólica por haber dejado sin pronunciar las palabras de gratitud hacia quien con generosidad nos dio la herramienta para poder entrar de verdad en el mundo. ¡Le daríamos con tanto calor las gracias por su dedicación para enseñarnos! Queda raro darle las gracias a un libro, pero a veces se las doy pensando en quien me enseñó a leerlo. Gravedad.- Si es solemne, mejor huir de ella. Si es inevitable, aligerarla. Sendos casos de gravedad debidamente aligerada son las novelas de Jeffrey Eugenides ‘Middlesex’ y ‘La trama nupcial’. Tienen la elocuencia de lo importante. Grueso.- Algo grueso es algo muy simple; alguien grueso es alguien muy gordo. El grosor puede ser impenetrable, pero puede dar calor, como a las focas. El grosor también aísla, para proteger o para encarcelar, como los muros. Se dice que un libro es grueso para evitar leerlo, pero tal vez la mente del lector, en este caso, sea gruesa, de puro simple. Desistir de un libro por el número de sus páginas es argumento de mal lector; aprobar los breves por breves, de estúpido. La extensión en una novela puede ser interesante, como nadar en mar abierto y no en una piscina colapsada por artríticos disciplinados. Proust, Joyce, Broch, Faulkner, Nabokov son extensos y densos, puro mar abierto. Mar gruesa, se dice. Guerra.- No pensamos en ellas, pero están ahí. Como realidad en algunas zonas, como amenaza en otras. Mal acostumbrados como estamos en nuestra sociedad, no pensamos que lo normal es que haya guerras, ni recordamos que nunca ha habido perio-
dos de más de dos o tres generaciones sin una guerra. Está demostrado que somos una especie del universo tan autodestructiva como obtusa, al parecer. Algunos libros nos lo recuerdan. Descarnadamente, ‘Tempestades de acero’, de Jünger; irónicamente, ‘Matadero cinco’, de Vonnegut; atormentadamente, ‘El doctor Zhivago’, de Pasternak; amargamente, ‘Incierta gloria’ de Joan Sales. Caben muchas más. La lista es larga, el escenario el mismo, los matices numerosos. Las guerras son el monstruo que duerme en el cuarto de los juegos de los nacionalistas. Gusto.- Hacerse uno propio, esa es la clave. Lleva toda una vida y no siempre es transferible. En realidad, en materia de libros, el gusto que uno se elabora con los años es especialmente privado. No decírselo a nadie, por tanto. Que sea un secreto. Aunque no suele ser el mismo para todos, claro está, solo se le debe pedir que sea un gusto refinado, formado, con criterio y libertad. Como a la vida. Por tanto, cuanto más amplio, profundo, divertido, múltiple y amoral sea ese gusto, mejor. Si bien, al final dará igual: siempre será incomprendido.
«‘El malogrado’ simboliza, en la dicotomía entre Gould y Wertheimer, el suicidio de Europa en el siglo XX» «Hacerse un gusto propio es clave. Lleva toda la vida y no siempre es transferible»
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LIBROS DE PELÍCULA
Médula ‘El corazón de las tinieblas’ / ‘Apocalypse Now’ Novela de Joseph Conrad (1902) Filme de Francis Ford Coppola (1979)
LUIS MARIGÓMEZ
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ay adaptaciones cinematográficas que pecan de pacatas. Se ajustan tanto al original que nunca alcanzan la categoría de piezas independientes. Son poco más que ilustraciones. A veces se da el caso de quien utiliza un texto literario para dejarlo hecho trizas, irreconocible en su nueva manera. El trabajo de Coppola sobre la ‘novella’ de Conrad tiene algo de ello, y al tiempo, deja intacta la almendra de la que proceden las dos obras. La obra del escritor polaco maneja unas dimensiones discretas. Relaciona un viaje río arriba en África, al origen de lo que pueda ser la naturaleza y el espíritu humano, con la entrada en Londres, entonces el cenit de la civilización, por el Támesis. Su propósito es poner en cuestión los supuestos logros de la modernidad en un tiempo en que el colonialismo se entendía casi como acción benefactora. «Remontar aquel río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles se convirtieron en reyes. Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impenetrable. El aire era caliente, denso, pesado, embriagador. No había ninguna alegría en el resplandor del sol.» Coppola utiliza una escenografía operística a gran escala. Sitúa la acción en la guerra de Vietnam y la entrada de la embarcación en el río ofrece uno de los espectáculos más intensos que puedan sentirse en una sala de cine, con la música de ‘Las valquirias’, de Wagner y el ruido de las palas de los helicópteros al unísono sumergiendo al espectador en la atmósfera tropical, infectada, que rodea la lengua de agua. El propósito es similar en las dos obras, ir a los orígenes y ver qué ha ocurrido con un personaje mítico, Kurtz, otrora adalid de lo que representa occidente y ahora considerado traidor. Corporeiza un ideal integrador entre lo ‘civilizado’ y lo
Fotograma de ‘Apocalypse now’, de Francis Ford Coppola. ‘salvaje’, es una especie de prodigio en una situación límite, con intenciones redentoras, que ha roto todos los esquemas y los puentes y con el que hay que acabar. Al tiempo, durante el viaje, se replantearán los cimientos que sujetan las creencias de los emisarios del orden establecido, Marlow en el libro, y Willard en el filme. Las circunstancias que originan la búsqueda del héroe transformado en demonio varían. En el libro, la empresa matriz ha dejado de recibir esos espléndidos cargamentos de marfil a bajo coste que tan contentos tenían a sus propietarios. La película habla del conflicto asiático, su aparatosidad y su sinsentido. Enfrenta la maquinaria de un poder que parecía invencible con la fuerza de la naturale-
za y de la resistencia feroz de los aparentemente débiles. No hay vencedores. Kurtz trata de armonizar los contrarios y sucumbe en el intento. No es modelo para nadie. El personaje que encuentra Marlow es, en realidad, un despojo. A pesar de todo el marfil, a pesar de la veneración que consiguió de los indígenas, la última frase de su escrito constata su fracaso. Su viaje ha ido más lejos que sus fuerzas, que su razón. Rompió los límites a los que estaba atado y no encontró el camino de vuelta. «Miré a mi alrededor, y no sé por qué, pero puedo asegurarles que nunca antes, nunca, aquella tierra, el río, la selva, la misma bóveda de ese cielo tan resplandeciente me habían parecido tan desesperados y oscuros, tan implacables fren-
te a la fragilidad humana.» El Kurtz de Coppola es quizá aún más complejo. Con una iluminación fascinante, que nunca permite la vista completa de su rostro, desgrana sentencias que ponen en cuestión los fundamentos no solo de la civilización, sino quizá del género humano. Representa una mezcla de sabiduría y rabia, de desprecio de to-
«...No hay vencedores. Kurtz trata de armonizar los contrarios y sucumbe en el intento. No es modelo para nadie»
das las convenciones, de todas las creencias, y de egolatría fatal, destructora, de una violencia despojada de cualquier excusa, quizá en la médula de lo humano. La vuelta a casa, a la salud, al equilibrio, es también la vuelta a un mundo plano, carente de dimensiones, de contrastes, falto de esa luz extrema que atrae sin que se le encuentre sentido. La normalidad no alcanza la condición de pálido reflejo del resplandor atisbado en lo más oscuro, en lo más intenso, en el tuétano del cuerpo del mundo. Al acabar, la novela nos devuelve al marco de su inicio, al Támesis. Ese camino líquido que lleva de la barbarie indómita del agua al mundo civilizado ya no es el mismo después del relato, del viaje exterior y, sobre todo, interno,
a los confines de la tierra, del espíritu humano. La conclusión está repleta de desesperanza. La historia, el progreso, la cultura, etc. no han servido para mucho. En cuanto se rasca el barniz, seguimos poseídos por un sentimiento primigenio, atávico, de espanto fascinado ante lo que nos rodea, ante nosotros mismos, y en ese punto dejan de tener sentido las reglas que nos hemos venido dando a lo largo de tantos siglos. El tiempo que vendrá tras la publicación del libro hará mucho en favor de este discurso. El filme deja la aldea en llamas, destruyéndose, mientras los emisarios regresan a la superficie de la normalidad, a la barbarie establecida. Lo que importa es el espectáculo, las llamaradas de diferentes colores, las explosiones, la atracción del horror.
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Hora de irse D
entro de nada, en un edificio de esqueleto ya lamentable y banderas cabeceantes de trapo cansado donde he pasado buena parte de la vida dando clase, sonará un timbre que no será como todos los timbres anteriores porque para mí será un aviso final. Después de ese, no escucharé más. Es, pues, hora de irse. Y me voy con esa sensación poco complacida de que las sesiones de maquillaje a las que de cuando en cuando se ha sometido a la enseñanza no han ido más allá, casi cuarenta años después, de un cauto ‘aggiornamento’ que, aun con resultados manifiestos, no ha sido ni mucho menos suficiente. En lo que a mí concierne, me voy con la impresión de que la enseñanza sigue siendo en España una rémora interesada, una deuda secular de la que ya avisaban con arriesgada lucidez aquellos hombres del XVIII que, a contracorriente, sabían que la educación pública era el fundamento de un progreso con conciencia. Y el Estado debía ser el garante de ello. Sin entrar en otras honduras, me voy de la enseñanza sin haber visto tres novedades que a mi juicio son primordiales en la formación de los jóvenes del siglo XXI: un tratamiento singular de la Educación Física (más allá de una asignatura de signo académico, visto el sedentarismo y la caótica alimentación de las últimas generaciones), un funcionamiento eficaz de las bibliotecas escolares al cuidado de profesionales –¿pero no existe una titulación denominada Biblioteconomía?– y no de profesores limitados, y ya es bastante, a hacer acto de presencia en ellas para labores ocasionales, y, sobre todo, una asignatura imprescindible que podría denominarse Educación sobre la Imagen, que no parece habérsele ocurrido a nuestras cabezas chorreantes de ministerios, consejerías y gabinetes, enfrascadas en mantener la presencia de la religión en el currículo o en salvar la imagen exterior de nuestra vida escolar mediante estadísticas y aventuras de terminología conceptuosa (estándares de aprendizaje, rúbricas, coevaluaciones…) en vez de asumir por fin la urgente necesidad de revisar con calma y coraje desprejuiciado los propios fundamentos de nuestra enseñanza.
Orson Welles, en ‘El tercer hombre’ (Carol Reed, 1949).
Es de suponer que una vida social presidida por la múltiple lectura icónica que rige nuestras relaciones debería contar hace ya mucho en la educación con presencia preferente. Y no bastaría una materia optativa de escaso fuse-
Se me hace difícil encontrar razones para que en las escuelas e institutos no se haya alimentado la Educación sobre la Imagen
laje sino una asignatura central en el currículo del alumnado, impartida por profesores capaces de tratar críticamente el mundo de la publicidad, la técnica y el alcance estético de los videoclips y, sobre todo, los valores cinematográficos. Que los adolescentes y los jóvenes de hoy no tengan apenas referencias cinematográficas, siendo como es el cine un género paralelo a la literatura, a la pintura o a la música, no debe achacarse a su desinterés o a su ignorancia juvenil, como suele hacerse habitualmente, sino a la falta de formación en ese ámbito. Sabemos que, desde su aparición, el cine ha influido decisivamente en el devenir del discurso literario. La gramá-
tica cinematográfica transformó en soluciones visuales lo que creíamos que era exclusiva materia de la lengua escrita. En ‘El nacimiento de una nación’, Griffith despliega ya con avezada maestría un repertorio de recursos retóricos que parecen abrir de par en par las relaciones entre esos lenguajes, el cinematográfico y el literario. Ambos han convivido en nutritiva simbiosis en la que la autoridad de cada uno de ellos se ha turnado. A veces era el cine el que replicaba una obra literaria a la que en ocasiones superaba, convirtiéndola en una sucursal de la película. Para cualquiera de nosotros, ‘El tercer hombre’ es ese prodigio narrativo visual de juegos de sombras, rostros de fac-
CEREZAS EN EL ESCONDITE TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO
tura expresionista en primeros planos inquietantes y diálogos incisivos montados en el ritmo trepidante de la música de Anton Karas. La novela de Graham Greene se enriquece en la versión de Carol Reed (sin duda, Orson Welles le sopló al oído en el rodaje cuanto quiso) hasta hacerse un sitio en la memoria colectiva para siempre. La intromisión del cine en la sensibilidad receptiva de los lectores, hechos ya espectadores, es incuestionable. Por no hablar de las transformaciones eminentemente narrativas que a él se deben. Faulkner, que fue guionista de estimables películas, tomó elementos genuinos del cine para levantar sus novelas; tras él, los narradores hispanoamericanos de los años 50 y 60 hicieron lo propio. Cortázar, Vargas Llosa, Onetti o Rulfo parecían escribir aquellas novelas para lectores que seguían en una sala oscura masticando historias con los ojos y haciéndose cargo de un ‘tempo’ hecho de elipsis, brechas cronológicas y densidad atmosférica (la música acertada ha ayudado a ello siempre) que después buscarán en sus lecturas. Por eso, se me hace difícil encontrar razones para que en las escuelas e institutos no se haya alimentado la presencia de esa Educación sobre la Imagen que reclamábamos al principio. No solo se trataría de mostrar películas para analizar sus distintas vertientes (estética, técnica, ética) sino de preparar al alumnado para defenderse de la contaminación de la publicidad, tan invasiva, o enseñarle a penetrar en las entrañas de Internet –ese Nautilus insondable– con conciencia crítica y recelo consciente. Me voy y dejo todo así, como una casa con algunas habitaciones todavía desocupadas y otras llenas de mobiliario caduco que habría que sustituir ya. La transformación de la enseñanza ha de hacerse en profundidad, con cambios radicales en los contenidos de algunas materias, supresión de otras y surgimiento de novedades como esta que he echado de menos hasta el final de mi vida laboral. Será que sigue dando miedo formar a una juventud crítica; es preferible aglutinarla con discursos de sesgo religioso. Así quedan las cosas en la nave maltrecha de la enseñanza. Yo ya me bajo. Hora de irse.
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LECTURAS
REBELDÍA Y ESTÉTICA Ángel Petisme demuestra con su nuevo poemario que la poesía es un objeto bello que conmueve LUIS ANTONIO DE VILLENA
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ecién publicado (aunque fue premio Miguel Labordeta 2015) este libro no muy largo, publicado en una instancia oficial, acaso tenga menos eco del que merece, pues se trata de uno de los buenos libros de poemas que ha escrito el aragonés Petisme, conocido como cantautor y como poeta, pero que sobre todo es poeta, aunque probablemente –ay– viva mejor de sus conciertos… Conocí a Ángel Petisme en 1984, él tenía 22 años, era un moderno sugestivo, con un libro singular que me regalaba, ‘Cosmética y terror’. Lo incluí en mi antología ‘Postnovísimos’ de 1986, y desde entonces lo sigo amistosamente. Como al inicio los tiempos eran otros, uno podía estar en la posmodernidad y en la transvanguardia (y Petisme lo estuvo) buscando un esteticismo transgresor y de nuevo cuño. Pero Petisme siempre ha sido un hijo del rock –como Eduardo Haro Ibars, por ejemplo– y su poesía conjugó pronto la buscada esté-
tica, con la turbación y la queja por lo que no iba bien, que casi siempre tiene que ver –aunque no se perciba de golpe– con las libertades individuales. Recuerdo libros suyos notables, como ‘Habitación salvaje’ (1990) o ‘Constelaciones al abrir la nevera’ (1996). Como los tiempos se iban poniendo acaso cada vez más duros –y ahí siguen y seguimos– la veta rebelde –política y social– fue ganando terreno en el hacer lírico de Ángel, que nunca ha olvidado que la poesía no es un panfleto sino un objeto bello que conmueve, incendia o transtorna… Y ‘El dinero es un perro que no pide caricias’ (al parecer frase oída en un filme de Costa-Gavras) lo vuelve a demostrar, con talante maduro, aunándolo todo, porque es verdaderamente posible. Se trata de cuatro poemas largos –a veces con partes
EL DINERO ES UN PERRO QUE NO PIDE CARICIAS Ángel Petisme. Gobierno de Aragón, Zaragoza, 2016. 68 págs.
dentro de cada uno– que van desde ‘Un minuto caliente’, encendido repaso a los cantantes y rockeros que han incendiado su vida, hasta ‘Revolución’ que pide lo que pide, sin falsas estrategias bolcheviques de tanta izquierda vieja pero con la seguridad de que el mundo debe ser cambiado, como quisieron los acampados del 11-M, que tampoco eran ‘Podemos’ ni quien tal pensó. «Dormimos bien poco aquellas noches:/ estábamos soñando el futuro con los ojos abiertos.» En medio: ‘Dinero y poesía’ que denuncia con ironía la terrible mercantilización de todo, ‘ad nauseam’. «El dinero no es gratis, la poesía es la voluntad» (…) «El dinero te quema las pestañas al contarlo,/ la poesía , las entrañas al cantarla.» Y en medio ‘Decadencias’, donde vuelve el emblemático tema de la siempre hermosa y moribunda Venecia, que invita al culturalismo y a la hermosura –Ezra Pound– pero que recuerda inevitablemente el fin de una civilización, la decadencia (o decaimiento) de la belleza y, acaso además, el hundimiento o el final de la vida misma, de esta que tocamos y conocemos… «En algún sitio leí hace ya siglos/que la realidad, lejos de Venecia,/ no es más que una ilusión provocada / por la falta de alcohol…» Un libro hermoso porque es tangible poesía emocionada. Poesía que arrebata y quema y que asegura que la vida mucho dista hoy de ser maravillosa, pero que –en alguna ocasión– podría serlo.
El cantante y poeta Ángel Petisme. :: ÁLEX PIÑA
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LECTURAS
MEDIA VIDA Care Santos. Editorial Destino. Barcelona, 2017. 411 páginas. 20,50 euros.
La escritora catalana Care Santos. :: QUIQUE GARCÍA-EFE
MUJERES ATREVIDAS E INDEPENDIENTES ‘Media vida’, premiada con el último Nadal, supone la consagración de Care Santos
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olo se puede perdonar lo imperdonable». Esta cita de Joan Carles Mèlich arranca la novela que ha supuesto la consagración literaria de Care Santos (Mataró, 1970) ya que con ella ha conseguido el Premio Nadal 2017.
Claro que Care Santos ya era un fenómeno. No hay premio de literatura infantil y juvenil de cierto postín que no haya pasado por sus manos. Y de algunos de sus libros de cuentos y de sus novelas de adultos, además de traducirse a varias lenguas, se han he-
cho versiones televisivas. De manera que, pese a su relativa juventud, se podría decir que Care Santos es un animal literario, una máquina dotada para la narración. ‘Media vida’ está protagonizada por cinco mujeres barcelonesas. A través de ellas se hace un homenaje a la generación de las mujeres nacidas en plena Guerra Civil que fueron capaces de tomar las riendas de su destino y de abrirse paso con aplomo e independencia tras la muerte de Franco. Arranca la historia en 1950, en un colegio de monjas convertido en internado veranie-
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
MAGIA Y COTIDIANIDAD, NATURALEZA Y URBE :: SUSANA GÓMEZ El topos es común: una niña de once años con una visión más lúcida que los adultos que la rodean (a excepción de uno de ellos), en defensa del árbol que hay en el parque de su barrio. Lo que es menos habitual es la cons-
trucción de una historia traspasada de elementos insólitos, que transforman el hilo narrativo en un relato diferente y capaz de imbricar con naturalidad lo ordinario y lo extraordinario. Y es que el fresno de Ana no solo alcanza los cinco metros
de porte nada más ser plantado (no en vano es instantáneo), sino que, por una extraña razón que El Sembrador desconoce, crece del revés. Pero que un árbol tenga las raíces al aire y el tronco hundido en la tierra puede acarrear serios problemas a
su entorno. Será así como los vecinos de Río Salado pasarán del júbilo inicial a una pesadilla que durará varias semanas, y que les llevará a tomar la decisión de arrancar el árbol instantáneo. Con esa mezcla entre la tradición y la innovación que convierte las historias viejas en nuevas, Nono Granero apela al imaginario compartido, al tiempo que da a luz a una aventura de crecimiento personal a caballo entre la fantasía y la cotidianidad. El re-
IGNACIO SANZ
go para las adolescentes: Marta, Olga, Lola y Nina. Por unas u otras razones sus familias las prefieren allí. No es el caso de Julia, la quinta, carente de familia que vive en régimen de criada. La educan a cambio del trabajo ya que se trata de una niña huérfana, humillada por la vida, por las propias monjas y a ratos también por sus compañeras.
Junto a las cinco adolescentes encontramos también a Vicente, un muchacho llamado así en honor de San Vicente de Paul, bajo cuya advocación está el convento. Vicente es un tipo torpón y primario al que las monjas utilizan para ciertos trabajos y sirve de objeto de bromas y elucubraciones morbosas a las muchachas. Care Santos es una experta en manejar tramas complejas. Lo ha dejado demostrado en su ya larga trayectoria. Partiendo de este primer capítulo pórtico, el grueso de la historia da luego un salto espectacular en el tiempo y se sitúa en 1981, año fundamental en la transición por que se aprueba la Ley del Divorcio, en cuyo debate participa de manera activa Julia que, por una serie de cabriolas, primero calamitosas y luego felices, la vemos ya en Madrid, ejerciendo como diputada por el Partido Socialista. Pero casi todo lo que nos cuentan estas mujeres atañe a su mundo íntimo, a su vida privada, a los laberintos en los que está atrapada su existencia, a sus logros y a sus decepciones amorosas. Para ello las reúne en una noche de calor y tormenta en el restaurante ‘Media vida’ poco antes de que abra sus puertas al público regentado por Marta, que quiso ser escritora pero que se ha hecho célebre, primero por
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sus libros de cocina, y luego por sus programas radiofónicos. Allí las vemos después de tantos años haciéndose confidencias, entrando en sus intimidades para asombro no sólo de las viejas compañeras, también del lector que descubre en estas mujeres que están en la mitad de sus vidas, todas ricas en contrastes y aventuras y, por lo tanto, muy atractivas y literarias. ¿Todas? No, todas no. Olga muestra un perfil pequeño burgués más convencional, con una vida muelle y plomiza, carente de las tensiones de sus viejas compañeras. Y, pese a todo, a ratos resulta enternecedora. Pero las otras nos atrapan. La que más, sin duda, la de Julia, que es la única que no llega a la cita, pese a que lo intenta denodadamente. Sin embargo al final se encuentran todas, algunas pasadas de copas tras los desnudos integrales que han hecho a lo largo del banquete en la noche de juerga que a veces recuerda el desmadre de ‘La esmorga’, aquella novela tremendista de Blanco Amor, donde los personajes masculinos se mueven también empujados por el delirio del alcohol. La vivacidad de los diálogos, el asombro de las historias, así como el sorprendente desenlace permiten augurar un éxito a esta novela que constituye un homenaje a tantas mujeres nacidas en plena guerra civil y que fueron motor del cambio de una España gris envuelta en los vahos de la retórica y el rancio clasismo. Uno piensa que Josefina Aldecoa, Ana María Matute o Carmen Martín Gaite que nacieron una década antes que las protagonistas de esta novela, habrían sido lectoras complacidas.
ANA Y EL ÁRBOL INSTANTÁNEO Nono Granero. Ilustradora: Nanen. Editorial La Guarida. 100 págs. 10,90 euros. Edad recomendada: a partir de 8 años.
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA
TERRAMAR
CIRO GARCÍA
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uizás los clásicos de fantasía épin ca no sean un tema de conversa-ción adecuado para la ba-o rra de un bar, pero el caso es que estábamos ha-blando de eso, de fanta-o sía épica, y del otro lado aponderaban, como es habitual, las bonanzas dee ’, ‘El señor de los anillos’, ey a mí se me ocurrió deor cir que vale, que ‘El señor y de los anillos’ está muy abien, pero que quizás hae, bía sido superada, y que, uen todo caso, hacía mucho tiempo que no era mi irfavorita, o que, por deciralo mejor, se había quedado muy atrás en la cola de do los favoritos. Del otro lado nme miraron con pacienas cia, una de esas miradas ue que dan a entender que teuno está diciendo tonted rías, que quizás ha bebido ya demasiado. Pero yo estaba tomando café, americano, con hielo, y después de otro sorbo me animé a afirmar que los libros de Terramar estaban más cerca de ser una cumbre dentro de la fantasía, y si me apuraban dentro de la literatura, que cualquiera de las obras de Tolkien. Y entonces me miraron como si estuviera loco. Los del otro lado, que la única ficción que leen es, precisamente, fantasía, me miraron como si estuviera loco. Si es una mierda de mago, que no hace nada, dijeron. Con que no hace nada se referían a que no lanzaba bolas de fuego que arrasaran con varios enemigos a la vez. A que, de hecho,
lato, que da pie a pensar el mundo natural y el urbano desde perspectivas de integración, presenta personajes arquetípicos (el alcalde, la presidenta de la asociación, el técnico municipal, una niña cuyo tesón ayudará a la resolución del conflicto…) sin renunciar a darle la vuelta a la historia gracias a la extrañeza de una apuesta distinta. Todo ello arropado con los trazos a la vez sólidos, contundentes y tiernos de las ilustraciones de Nanen, combinación de blancos y negros y color que confirma y resuelve el discurso con decisión y delicadeza.
d ell lili en todo bro, en ninguno de los cinco libros –dejo aparte el de cuentos– haya nada digno de llamarse batalla. Y si uno lee fantasía, al menos como la leen en el otro lado, uno espera bolas de fuego y batallas. Las sutilezas, la literatura, son lo de menos. Por lo tanto me guardé mi defensa, iba a ser inútil contra alguien tan convencido de cómo deben ser las cosas, y decidí pasar a otro tema. Porque no habría modo, lo sabía, de convencer al otro lado de que, en realidad los magos de Terramar, se cuentan entre los más poderosos de la literatura. Es cierto que hacer hacen poco, pero no porque no puedan, si no porque ponderan muy
Si uno lee fantasía, fantasía al menos como la leen en el otro lado, uno espera bolas de fuego y batallas. Las sutilezas son lo de menos
Ursula K. Le Guin.
bien si deben o no. La magia en Terramar no crea cosas de la nada, y el mago que invoca la lluvia en un sitio puede estar provocando sequía en otro. O dicho de otro modo, la aabundancia de unos, su suele acarrear la escase sez de otros. Y, de algu guna manera, esta respo ponsabilidad en el uso de del poder, tan cercana a tesis ecologistas, po podría tomarse como el elemento más fantá tástico o fantasioso de Terramar. Más que lo los dragones, las tr transformaciones o lo los terremotos apacciguados por la volu luntad del mago. U Uno se aventura a p pensar qué haría algguien, en nuestro m mundo, con los fab bulosos poderes de llos magos de Terram mar y tiembla. Pero eesa invitación a la reflexión, común a toda la obra de Le Guin, es sólo uno de los atractivos de la saga. Otro es que nada es exactamente lo que parece, que no hay que d dar nada por sentado, que las definiciones de mal y bien pueden cambiar, y cambian. Aunque no exactamente para convertirse en su contrario, sino, más bien, para acercarse, poco a poco, a un punto de vista más abarcador y por lo tanto más neutral. Los Dragones son enemigos en el primer libro, aliados en los restantes. Los aterradores dioses sin nombre se nos revelan más ajenos que malvados. La misma ultratumba dista mucho de lo que en principio parecía. De este modo, a lo largo de sus seis libros, escritos a lo largo de mucho tiempo, Terramar se nos va mostrando poco a poco, siempre ligeramente distinta, siempre sorprendente.
VER, JUGAR, PENSAR Y ‘LEER’ ANTES DE LEER :: S. GÓMEZ El intruso se cuela en las dobles páginas y propone un juego de descubrimiento visual y asociativo. Es así como a través de ‘barrios’ conceptuales contribuye a la formación del pensamiento abstracto y la adquisición del lenguaje. Así como forja, gracias al juego, la creatividad y la interacción, un mapa a dos colores en el que peces, pájaros, helados, perros, gatos o medios de transporte… se suceden en más de un centenar de ilustraciones. No
hay texto de por medio, tan solo páginas donde lo icónico da lugar a la observación y el pensamiento deductivo, en una propuesta visual pensada para el desarrollo cognitivo del niño, desde dimensiones estéticas y lúdicas. Imágenes sencillas, de colores planos y trazo naturalista se agrupan así en familias temáticas, invitándole a detectar el elemento discordante. Y el intruso, un avión en medio de insectos, una plancha entre barcos, una vela entre las casas, un cangrejo
EL INTRUSO Bastien Contraire. Editorial Libros del Zorro Rojo. 64 págs. 15,90 euros. Edad recomendada: a partir de 2 años.
que se ha colado en la página de los escarabajos… aparece ante los ojos todavía no lectores, que ‘leen’ antes de leer mientras adquieren nuevas palabras, deducen diferencias y semejanzas y se internan en el universo de los libros, con un reto para el que están preparados. Al final, una plantilla desmontable adicional propone un nuevo juego: el de iniciarse en esta técnica artística que recorre y da color a las más de sesenta páginas que integran el álbum.
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Sábado 11.02.17 EL NORTE DE CASTILLA
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uchos hablantes, además de querer saber el significado de las palabras, quieren conocer su origen y su historia. El primer deseo se lo conceden los diccionarios generales de la lengua, que informan de los distintos significados que una palabra posee. No ocurre lo mismo con el segundo porque los diccionarios generales no persiguen dar detalles sobre la procedencia de las palabras y el camino que estas han recorrido hasta llegar a ser lo que son, aunque algunos suelen ofrecer una mínima información. La disciplina lingüística que estudia el origen y la evolución de las palabras se denomina Etimología. Para el caso concreto del español, el conocimiento de las leyes fonéticas permite llegar a saber de qué palabras latinas (étimos) provienen algunas palabras de nuestra lengua y también recorrer el camino inverso: a partir de un étimo latino descubrir la palabra española que deriva de él. Las leyes fonéticas explican por qué las palabras latinas ‘filium’, ‘clavis’, ‘oculum’, ‘gelum’ o ‘pauperem’ han dado en español ‘hijo’, ‘llave’, ‘ojo’, ‘hielo’ o ‘pobre’, respectivamente. La palabra ‘etimología’ se introdujo en español en el siglo XV procedente de la palabra latina ‘etymologia’ (que significaba ‘origen de una palabra’). A su vez el latín la había tomado del griego, lengua en la que la misma palabra significaba ‘sentido verdadero de una palabra’ (compuesta por ‘étymos’, que significa ‘verdadero, real’, y ‘lógos’, que significa ‘palabra’). Originariamente la etimología perseguía el esclarecimiento del verdadero sentido de una palabra. Sentir curiosidad por saber de dónde vienen las palabras es algo tan antiguo como las propias palabras y por eso en todas las épocas ha habido eruditos que se han preo-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
EL ORIGEN DE LAS PALABRAS cupado por documentar el origen de las palabras de una lengua. En 1611 se publicó en España el ‘Tesoro de la lengua castellana o española’, de Sebastián de Covarrubias, una obra que ofrece muchas explicaciones etimológicas. A propósito de la etimología decía el autor: «No se puede dar de todos los vocablos introducidos en una lengua su etimología; y así Cosconio, famoso gramático (según refiere Varrón), juntó al pie de mil dicciones, de las cuales no hay dar razón de dónde se derivan, y a estas tales llama primitivas. Negocio es de grande importancia saber la etimología de cada vocablo, porque en ella está encerrado el ser de la cosa, sus calidades, su uso, su materia, su forma, y de alguna dellas toma nombre».
Entre 1726 y 1739 la RAE sacó a la luz el ‘Diccionario de Autoridades’, el primer diccionario de factura académica, que intentaba ofrecer la etimología de los vocablos registrados, aunque bajo la entrada ‘etymología’ dice que «muchos reciben engaño en las etymologías». Hoy los especialistas, y en general quienes tengan deseos de averiguar la procedencia de las palabras, tienen a su disposición el monumental ‘Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico’ (1980), de Joan Corominas y José Antonio Pascual. Los autores, además de ofrecer la etimología de los vocablos registrados, establecen la cronología de la aparición de dichos vocablos en la historia de los textos. Pero hay muchas etimologías que care-
cen de fundamento lingüístico porque atribuyen de manera espontánea determinado origen a una palabra relacionándola fundamentalmente con otra de distinto origen o asociándola a una raíz a la que no pertenece. Se producen de este modo cambios fonéticos, morfológicos o semánticos que normalmente no tendrían lugar. Este tipo de etimología se conoce con el nombre de etimología popular. Un ejemplo de etimología popular lo tenemos en la palabra ‘cerrojo’, procedente del latín ‘veruculum’, con el significado de ‘instrumento de hierro que servía para cerrar una puerta’. Si el étimo latino hubiera evolucionado según las leyes fonéticas, la palabra española que usaríamos hoy para designar la barra de hierro El diccionario que se corre de Corominas y dentro de unas anillas o armePascual establece llas y sirve para la cronología cerrar puertas o de la aparición ventanas sería hoy ‘verojo’ o de los vocablos ‘berojo’. ¿Por en la historia qué ‘cerrojo’ ende los textos tonces? Por la influencia del verbo ‘cerrar’, que era para lo que servía dicha barra. Las falsas etimologías han existido siempre. San Isidoro de Sevilla, el autor de ‘Etimología’ trató de explicar el origen de la palabra latina ‘cattus’ (gato) porque los gatos ‘captan’ (ven) y ‘capturan’ a los ratones. En español mucha gente dice ‘mondarina’ en vez de ‘mandarina’ porque creen que el nombre de la fruta está relacionado con ‘monda’ y ‘mondar’ por eso de que las mandarinas se mondan muy bien.
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Tres veces tú. Federico Moccia (Planeta)
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No hay amor en la muerte G. Martín Garzo (Destino)
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Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
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La ovejita que vino a cenar Steve Smallman (Beascoa)
La canción de las sombras. John Connolly (Tusquet)
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El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
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Manual para mujeres ... Lucia Berlin (Alfaguara)
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Poemas de la oca loca. Gloria Fuertes (Kalandraka)
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El poder del ahora. Eckhart Tolle (Gaia)
El bolso de Blixen. Jesús Marchamalo (Nórdica)
El mundo árabo islámico...C. V. Valiña (El Periscopio)
El llanto del trigo. Dios Muñoz (Javier Blasco)
La magia del orden. Marie Kondo (Aguilar)
Exploradores. Huw Lewis Jones (Planeta)
Los árboles portátiles. Jon Juaristi (Taurus)
Sueños de tierra y cielo. Freeman Dyson (Debate)
Trump. Vicente Vallés (La Esfera)
Disculpe que insista. Fernando Rey (Fuente de la Fama)
La invención de la naturaleza. Andrea Wulf (Taurus)
La dieta de los colores. Montse Folch (Grijalbo)
Imperifobia y la leyenda negra. M. E. Roca (Siruela)
El libro de la madera. Lar Mytting (Alfaguara)
¿Quién domina el mundo? N. Chomsky (Ediciones B)
Idiocracia. Ramón de España (Ediciones B)
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LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
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El motel del Voyeur. Gay Talese (Alfaguara)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
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No hay amor en la muerte. Martín Gordazo (Destino)
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Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Manual para mujeres de la limpieza. Berlin (Alfaguara)
Tormenta de nieve y aroma.. Lackberg (Maeva)
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La clase obrera no va al paraíso. Nega (Akal)
El cacique de Grijota abraza el fascismo. VVAA (Región) SPQR. Mary Beard (Crítica)
Carlos Emperador. Herry Kamen (La Esfera)
¿Quién domina el mundo? N. Chomsky (Ediciones B)
Ascensiones en la montaña palentina. Villegas (Pindia)
Tratado de filosofía zoom. J. Antonio Marina (Ariel)
La invención de la naturaleza. A. Wuff (Taurus)
A recoger bombas. J.C. García Funes (Atrapasueños)
Sabina. No amanece jamás. Menénde Flores (Blume)
Homo Deus. Noah Harari (Debate)
Auge y decadencia de Castilla. García Sanz (Crítica)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
El poder del ahora. Eckhart Tolle (Gaia)
La tira de años. Peridis (Espasa)
Los últimos. Paco Cerdá (Pepitas de Calabaza)
¿Dónde vas Europa? Seguró / Innerarity (Herder)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
Por qué España. Ignacio Merino (Crítica)
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Sábado 11.02.17 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
ÁNGEL MARCOS
Ramiro de Blas Nací bajo el signo de Piscis hace 48 años en Valladolid. Mi vida es sencilla, estoy casado y tengo un hijo que llevo todos los días al colegio; trabajo de camarero, pongo mucho empeño en hacer las cosas bien y ser feliz.
16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 11.02.17 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
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:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
El sueño americano
ocos mitos han calado tanto en nuestro tiempo como el referido al sueño americano. Es sabido que tanto los mitos como los ritos sirven para cohesionar, y el mito del sueño americano sirvió para cohesionar a la ciudadanía americana en torno a una ficción, en una época de grandes convulsiones económicas y sociales, cuando todo el sistema amenazaba con venirse abajo. La idea de América como tierra de oportunidades es con toda evidencia anterior a la crisis del 29. Los españoles de los siglos coloniales veían América como tierra de promisión, al igual que los ingleses que fueron ocupando las tierras que habrían de conformar el imperio americano. Esa identificación del nuevo continente como la tierra prometida se hace aún más evidente en el período de la expansión norteamericana vinculada a otro mito, el del Far West. Pero lo cierto es que el concepto ‘sueño americano’ se acuña en los días de la recesión, el paro y la precariedad que sucedieron al derrumbe de Wall Street, cuando García Lorca se hallaba en Manhattan escribiendo sobre el infierno neoyorquino. Ha ocurrido múltiples veces en la historia: los sueños redentores y esperanzadores surgen en épocas tenebrosas. Todo indica que el concepto lo acuñó el historiador James Truslow Adams en su libro ‘La épica de América’, publicado en 1931, cuando Estados Unidos estaba pasando uno de sus peores momentos. El paro se extendía por todos los estados, las carreteras se llenaban de familias hambrientas en busca de trabajo (‘Las uvas de la ira’ fue la novela que daría el mejor testimonio de esa situación crítica), y las revueltas sociales estaban a la orden del día. Tan solo un año después Roosevelt ganaba las elecciones y ponía en marcha un plan proteccionista que pretendía frenar las oleadas de miseria. La desesperación era tan evidente que la esposa del presidente se vio obligada a organizar un concurso de sonrisas. El premio se lo llevaba la sonrisa más esperanzadora y convincente. La célebre revista ‘Life’ se hizo eco de tan grotesco certamen. Este concurso de sonrisas me parece la clave que lo explica todo. También James Truslow Adams quiso ponerle una sonrisa épica a la historia americana cuando reinaba la amargura en los campos y las ciudades, cayendo en la tentación en la que nunca debe caer un historiador: el invencionismo. En la novela ‘El gran Gatsby’, el narrador asegura en la primera página que «no todos tienen las mismas ventajas», y en la segunda añade que «las cualidades fundamen-
tales son desigualmente repartidas al nacer», lo que equivale a decir que no hay igualdad de oportunidades ya desde el primer sollozo de la cuna. Se trata de algo que tendrían que tener claro todas las culturas pero que la ideología americana ha tratado de silenciar, en contra de muchos de sus escritores, que han tendido a decir justamente lo contrario. Los novelistas de la Generación Perdida pusieron en cuestionamiento el sueño americano desde los años veinte: el mismo Fitzgerald lo juzgó severamente, pero también Hemingway, Dos Passos, y Henry Miller, que veía el sueño americano como «una pesadilla de aire acondicionado». Los autores que llegaron más tarde serían aún más críticos con todas las ficciones derivadas del sueño americano. La novela ya mentada de John Steinbeck da prueba de ello. Obviamente, el sueño americano está basado en las virtudes del yo y en el fantasioso poder de la individualidad heroica. La idea se resume así: América es igual para todos y el triunfo o el fracaso dependen solo de tu persona. El mito del sueño americano halla ahí su único cimiento simplista y embaucador, oponiéndose frontalmente a lo que podríamos llamar el ‘sueño europeo’. En Europa el individuo tiende a culpar al sistema de sus fracasos, basándose en la idea de la desigualdad social, en cambio en América el individuo tiende a culparse a sí mismo de sus declives, basándose en la idea de la igualdad de oportunidades. Esas dos visiones tan opuestas generan formas de individualidad muy diferentes, de forma que América ha creado un individuo más culpable que Europa, como han demostrado los sociólogos y filósofos que se han ocupado del problema. Paradojas de la mitología convertida en ideología: el sueño americano, que pretendía ser un mito tan esperanzador como liberador, abriendo los poderes de la individualidad a universos tan extensos como las praderas llenas de búfalos primigenios, se convierte en el fundamento de una culpabilidad tan asfixiante como demoledora: el sueño americano cayendo sobre el yo como una losa.
«Ha ocurrido múltiples veces en la historia: los sueños redentores y esperanzadores surgen en épocas tenebrosas»