SOMBRA CIPRES LA
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NÚMERO 260 Sábado, 04.03.17
Luz para la ‘poeta de guardia’ El centenario de Gloria Fuertes pone de relieve su obra más oscurecida
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Gloria Fuertes, en una fotografía de 1996. :: FERNANDO GONZÁLEZ
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Retazos de Gloria El centenario de la autora de ‘Poeta de guardia’ reivindica el valor de su poesía para adultos ANGÉLICA TANARRO
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ara los que fueron niños en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, Gloria Fuertes era esa niña grande, de hecho entrada en carnes, de voz aguardentosa, pelo corto y humor a veces punzante que ‘salía en la tele’ y leía cuentos poblados de animales que se sorprendían del mundo adulto de la misma manera que ellos. Pero para quienes fueron adolescentes y jóvenes, sobre todo mujeres, en la España de la Transición, en esa España que trataba de sacudirse la caspa del aislamiento internacional y de la censura política y religiosa, Gloria Fuertes era esa extraña mujer que a menudo vestía con corbata, que escribía poemas con tintes pacifistas y feministas y cuya vida era un misterio. Alguien que reivindicaba ser mujer, ser libre y ser distinta en una época en que todas esas condiciones estaban penalizadas. Un soplo de aire fresco, en definitiva. Como ha ocurrido en otras ocasiones, la popularidad de la televisión y el hecho de vivir en un país que tiende a encasillar y que no suele reconocer más de un mérito a la vez Gloria Fuertes quedó relegada a su faceta de animadora de programas como ‘Un globo, dos globos, tres globos’, de cuya popular sintonía era autora, y se fue a la tumba con la decepción de que su poesía para adultos no hubiera sido más reconocida, a pesar de que poetas como Gil de Biedma, Caballero Bo-
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Una de las fotografías de la escritora que puede verse en ‘El libro de Gloria Fuertes’. :: EL NORTE
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CARLOS AGANZO blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
Esa isla por explorar
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l de Gloria Fuertes es uno de esos casos en los que la imagen pública del éxito es tan fuerte que nos hace casi imposible reconocer al verdadero artista que se esconde detrás del icono. La poeta de los años setenta, ochenta y noventa del pasado siglo, que lo fue todo en la literatura para niños, en la televisión, en las revistas..., oculta y obnubila la vibrante creación poética de una escritora prácticamente desconocida fuera de su faceta infantil. De hecho, tan difícil es dar hoy con alguno de sus libros de poemas como encontrar en las universidades españolas tesis o trabajos de investigación sobre su obra. Únicamente los hispanistas estadounidenses, fruto de su relación con Phyllis Turnbull y de su estancia de dos años en universidades y colegios americanos, se han ocupado verdaderamente de ella, destacándola como una de las voces más personales de la literatura de posguerra y, quizás, como la única representante femenina de la llamada poesía social española. Su epitafio, en el cementerio de la Paz de Alcobendas, es la pura elocuencia: «Gloria Fuertes. Poeta de guardia (19171998). Ya creo que lo he dicho todo. Y que ya todo lo amé». Frente al icono mojigato, tontorrón, caricaturizado hasta el extremo de la versificadora infantil por antonomasia, existen la vida y la obra intensas de una mujer valiente, combativa, superviviente auténtica de una generación marcada a fuego por la guerra civil. «Nací para poeta o para muerto -escribió-, escogí lo difícil». Desde que escribió su primer libro de poemas, ‘Isla ignorada’, con 17 años -que no se publicó hasta 1950-, Gloria Fuertes no dejó un solo día de militar en la poesía. Lo hizo con fuerza en el postismo de Carlos Edmundo de Ory y Eduardo Chicharro. Y lo hizo también, por ejemplo, en la selección personal de poetas sociales del Jaime Gil de Biedma editor, al lado de Celaya, José Agustín Goytisolo o José Hierro, en ese grito de soledad, de dolor, de rebelión contra la injusticia que marcó una buena parte del quehacer poético de la España de los años sesenta y setenta. Cien años después de su nacimiento, se hace necesario
reivindicar ahora a aquella mujer desgarbada que circulaba en su Vespa por Madrid, que fue declarada pacifista en los conflictos mundiales de Camboya o Vietnam, y que de manera sorda, pero inequívoca, se empeñó en los fundamentos del primer feminismo poético, junto a una Carmen Conde o una Ángela Figuera... Su casticismo de chica de Lavapiés, de hija del bedel y la costurera, de mujer «poéticamente desescolarizada» que empezó a ganarse el pan copiando direcciones a máquina a un céntimo por sobre, fue siempre más fuerte que la búsqueda de esa poesía altamente formal, estética, alejada del hombre, que caracterizó también a unas cuantas corrientes de su tiempo: «Quise ir a la guerra, para pararla, / pero me detuvieron a mitad del camino. / Luego me salió una oficina, / donde trabajo como si fuera tonta, / -pero Dios y el botones saben que no lo soy-». «Para mí es un placer ser ignorada», dijo también. Y añadió: «Muerte es que no nos miren los que amamos». Aunque soñaba con comprarse a plazos una flor natural, «como las que le dan a Pemán algunas veces», la poesía oficial de su tiempo apenas le permitió alguna que otra distinción, como el Premio Ciudad de Baeza o el Guipúzcoa, por su maravilloso ‘Ni tiro, ni veneno, ni navaja’. Siempre un ejemplo de frescura, de imaginación, de música... y de ironía, sin duda su mejor arma para enfrentarse al mundo. Con todo y con eso, la famosísima, la omnipresente Gloria Fuertes del televisivo ‘Un globo, dos globos tres globos’ terminó siendo lo que anunciaba en su primer libro de poemas: una isla. «Soy como una isla que ignorada, / late acunada por árboles jugosos, / en el centro de un mar / que no me entiende, / rodeada de nada / sola sólo». Una isla que uno no se cansa nunca de explorar.
«Frente al icono mojigato (…), existen la vida y la obra intensas de una mujer valiente»
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Ilustraciones de Noemí Villamuza para la antología de Gloria Fuertes ‘Geografía humana y otros poemas’. :: EDITORIAL NÓRDICA
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nald, José Hierro o intelectuales como Francisco Nieva, la tuvieran como una escritora de mérito. Ahora cuando se cumple el centenario del nacimiento de la autora de ‘Poeta de guardia’, acaecido en Madrid en 1917, varias publicaciones tratan de poner las cosas en su sitio y restaurar la memoria de una poeta que en los inicios de su carrera literaria estuvo vinculada al postismo pero cuya independencia tanto personal como creadora le pasó factura. Uno de los más relevantes ha aparecido de la mano del sello barcelonés Blackie Books: ‘El libro de Gloria Fuertes’ es, como su subtítulo indica, una ‘antología de poemas y vida’. Jorge de Cascante, su autor, es un joven escritor que no llegó a conocer a quien luego se convertiría en una de sus autoras preferidas, gracias a una de sus profesoras en la Universidad. Buceando en los papeles y documentos que custodia la Fundación de la escritora, entre los objetos que abarrotaban su piso de la madrileña calle de Alberto Alcocer y que heredó su amigo el cantautor
y folklorista Ismael Peña y, sobre todo, conversando con amigos, colaboradores y personas que sí gozaron de su compañía en vida, ha construido un álbum que es a la vez biografía y antología, galería de fotos y testimonios, una publicación que, avisa para caminantes, es «cero académica y cien por cien Gloria» y con la que ha tratado de dar a conocer «su poesía más oculta, más oscura, sin dejar de lado su faceta luminosa». Reconoce que lo más difícil ha sido reconstruir su vida, pues apenas existen referencias biográficas. La poesía de Gloria Fuertes es claramente confesional (‘Nota biográfica’ se titula uno de sus poemas más conocidos) pero es difícil separar los datos ‘reales’ de esos otros atribuidos a los muchos ‘alter ego’ que pululan por su obra cargando con presuntos hechos inventados. El libro arroja luz sobre sus relaciones sentimentales, habla por fin abiertamente de su lesbianismo y pone rostro a través de las fotografías que incluye a sus principales parejas, Chelo Sánchez Serrano, amor de juventud y la mujer que se mantuvo como una fi-
Jorge de Cascante reconstruye la vida casi secreta de la escritora Noemí Villamuza ‘traduce’ a imágenes la vida y la obra de Fuertes
gura primordial en su vida hasta su muerte y, sobre todo, Phyllis Turnbull la hispanista norteamericana a la que conoció en 1955 y que se mantuvo a su lado hasta su muerte en 1971. Turbull tuvo además un papel relevante en el hecho de que se le concediera a Fuertes una beca Fullbright, que le permitió residir tres años en Estados Unidos recorriendo el país y dando clases en la Universidad de Bucknell (Pennsylvania) donde fue proclamada dos años seguidos la profesora más popular del campus.
La antología incluye varios poemas inéditos (Gloria, sobre todo al final de su vida, escribía en papeles sueltos, servilletas de bares…) y una selección de sus dibujos. Los más de 300 poemas que incluye no guardan orden cronológico y mezclan la poesía destinada a los niños con la obra para adultos, de forma que invita al lector a construir su propio recorrido por una obra plagada además de anécdotas poco conocidas, como el hecho de que fuera telonera en un concierto de Joan Baez en el que leyó sus poemas traducidos al inglés.
‘Sola y de guardia’ La otra publicación destacada de este comienzo de centenario es una de esas joyitas a las que nos tiene acostum-
brados la editorial Nórdica, especializada en libros ilustrados para adultos y que también reivindica la poeta que fue Gloria Fuertes más allá de su faceta infantil. ‘Geografía humana y otros poemas’ toma el título de uno de los poemas más conocidos de la autora y hace un recorrido por sus principales obras. La antología, además de las preciosas ilustraciones de Noemí Villamuza, aporta un retrato introductorio de Luis Antonio de Villena (‘Gloria Fuertes, sola y de guardia’) en el que reconoce que, aunque se habían conocido en los setenta, en encuentros literarios, fue ya en los noventa y con un contacto más estrecho, cuando comprendió «a Pepe Hierro, que siempre la quiso», y entendió tam-
bién a Jaime Gil de Biedma, «quien sostuvo siempre que una antología bien hecha de Gloria mostraba a una poeta admirable». El libro concluye con el poema ‘Hablo con Gloria Fuertes frente al Washington Bridge’ que José Hierro incluyó en su libro ‘Cuaderno de Nueva York’. También la editorial Torremozas, a cuya fundadora, Luzmaría Jiménez Faro, legó Gloria Fuertes sus derechos de autor y sus archivos, está reeditando sus obras en un año que nos permitirá acercarnos a una autora cuya escritura hubiera merecido mejor suerte. Fuertes murió en Madrid, su ciudad, el 27 de noviembre de 1998. Algo sola, con esa soledad interior que reflejan sus poemas.
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Travesuras en verso RAMÓN GARCÍA DOMÍNGUEZ
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ba a titular esta breve semblanza ‘Las suertes de Gloria Fuertes’, rememorando y remedando su ‘Abecedario de don Hilario’; dudé una, dos y hasta tres veces, y al final me he quedado con el título que he puesto, y que a defenderlo me apresto. Porque hablar de la escritura de Gloria Fuertes para niños, es hablar de travesuras, juegos, chirigotas y disparates en verso. ¡Eso mismo! Yo también escribo y publico para lectores chicos y me gusta repetir aquello de: «Los plátanos para los micos, la yerba para los borricos ¡y Gloria Fuertes para los niños chicos!» Bueno, no es así exactamente la cancioncilla monorrima, pero con G. F. uno puede permitirse todas las licen-
cias, incongruencias y hasta inconveniencias. Porque a ver: si algo define y califica al niño es el asombro y la travesura. Que además van casi siempre de la mano. El niño, y el niño lector no digamos, es un ser eminentemente asombroso y asombrado. Y travieso cuando lee, como lo es en la vida corriente y moliente. ¡Oh, no, retiro lo dicho: si hay algo o alguien antagónico a lo corriente y lo moliente, es justamente el niño asombrado y travieso! Le gusta el juego, necesita el juego para vivir, y cuando abre un libro también quiere jugar. Gloria Fuertes –es virtud de unos pocos elegidos– juega con él a inventar historias o chascarrillos absurdos, a rimar palabras con rimas a veces imposibles y chocantes, a convertir el tiempo de lectura, en definitiva, en tiempo redondo. He ahí el misterio y el milagro: Gloria Fuertes, en su escritura infantil, convierte cuanto toca en el tiempo
redondo, repetitivo e interminable de la ronda, el corro y la comba.
Coleta, su alterego El alterego de G. F., su trasunto, su seudónimo, su apodo, yo diría que lo configura, primordialmente, su célebre personaje Coleta. Que además es poeta, como ella. A Coleta, la poeta la retrata así su inventora: «No sé si es andaluza,/ norteña, extremeña o maña./ Sí sé que tiene gracia y maña,/ maña para inventar inventos,/ poesías y cuentos. Se llama COLETA porque/ va peinada con coleta,/ y se apellida Poeta/ porque Coleta es poeta (...) Estamos en el meollo de la cuestión: Gloria Fuertes escribe, narra, se expresa igual que lo haría Coleta, su personaje. Ojo (con anteojo o sin anteojo): Estoy queriendo decir, y lo digo, que Gloria –Coleta– Poeta escribe al buen
tun-tun. Como hacen los niños, intensamente, poniendo en ello los cinco sentidos, eso sí, pero luego cuasi improvisando: Narra, cuenta, describe a la pata la llana, y si de pronto una palabra le brinda o sugiere una rima, ¿por qué desaprovecharla? Porque ojo de nuevo: No estoy hablando de rima fácil, sino de rima espontánea y regocijada. Yo llamaría a esto aire fresco literario. Toda la obra infantil de G. F. es un benéfico huracán de aire fresco, de inventiva y de verosimilitud.
Gloria Fuertes convierte cuanto toca en el tiempo redondo, repetitivo e interminable de la ronda, el corro y la comba
¡Por muy inverosímiles que parezcan no pocas veces, casi siempre, sus fábulas y sus personajes! En el primer libro de Coleta –yo lo tengo en la gentil edición de la colección Las Campanas, de la vallisoletana editorial Miñón– he aquí algunos de los estrafalarios y entrañables protagonistas: El mono Trece, el pingüino Marcelino, don Leoncio, don Erizo, o los siete burritos que se llaman como los días de la semana. ¿Burritos he dicho? ¡Anda, la mar, qué casualidad! Precisamente este año 2017, en que conmemoramos el centenario extraordinario del nacimiento de Gloria Fuertes, celebramos así mismo la edición completa de otro burrito singular: Nada menos que Platero, el de Juan Ramón Jiménez. Coleta la Poeta hubiera jugado con él, y rimado con él rimas traviesas sin cuento. (Con permiso del de Moguer, por supuesto, que Coleta, la Poeta, es una niña muy pero que muy respetuosa). Y con autorización también –que no quiero dejar de decirlo– del editor Saturnino Calleja, burgalés, que fue quien primero publicó, hace un siglo, justo cuando nació G. F., ‘Platero y yo’ al completo, con sus 138 capítulos definitivos.
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Representación de la zarzuela ‘Las Golondrinas’ en el teatro Campoamor de Oviedo. :: ÁLEX PIÑA
Las vidas breves S
alud muere de un ataque al corazón en la ópera de Falla. Es una mujer joven, engañada por Paco. Por ello el gran compositor tituló su ópera ‘La vida breve’. La coincidencia en tiempos aún recientes en las carteleras madrileñas de ‘Las golondrinas’ (Zarzuela) y ‘Norma’ (Real) dos grandes obras líricas de José María Usandizaga y Vicenzo Bellini, muertos en plena juventud, originan el comentario. Dos vidas breves que tenían un amplio camino artístico por delante, truncadas por el destino. Otros artistas llegan a edades en las que la madurez ha sido ampliamente sobrepasada, no solo desde la creación, sino también de la interpretación que requiere cualidades físicas. Plácido Domingo demostró ser un dignísimo barítono en ‘I due Focari’ (versión de concierto en el Real). El que fuera excepcional tenor finaliza su carrera desde un enorme esfuerzo. Actrices como Nuria Espert o Concha Velasco afrontan papeles durísimos en este cenit de una larga carrera. Podríamos multiplicar los ejemplos.
Cineastas como Oliveira, Wadja, Ken Loach, Eastwood no ceden en sus postreros años. Es un milagro o un suceso que surge de la excepcionalidad. El arte es un misterio que no será nunca desvelado del todo. Interpretaciones orquestales, pianísticas, vocales, en esas edades de retiro se impregnan de la trayectoria humana del artista y consiguen a veces ese algo más que distingue y enamora. Hablemos del otro lado, de esas vidas breves. José María Usandizaga murió a los 28 años. Su obra póstuma ‘La llama’ ha sido recuperada, estrenada en versión de concierto y editada en disco por la Deustche Gramophon en versión de la Orquesta de Euskadi, y ‘Las golondrinas’ vuelve al escenario en una producción en la que nada se ha escatimado. Creo que es una gran obra, que rompe algunos tópicos de la zarzuela española, orquestada magistralmente y que nada tiene que envidiar al verismo italiano. El montaje de Giancarlo del Mónaco en La Zarzuela la universaliza desde una visión moderna y oscura con los únicos toques de color del circo. Un
FERNANDO HERRERO
ejemplo de adecuación del texto de María Lejarraga y la música de Usandizaga. Otra vez el machismo del hombre, Puck en este caso, aunque quiere inútilmente disculpar su acción en el «Se reía…». Derrickson el joven compositor lo tenía muy claro. Cojera en la infancia, inutilización parcial de una mano que le impidió ser pianista de elite y la tuberculosis, esa enfermedad traicionera que lo destruyó. ¿Qué obras hubiera compuesto si hubiera vivido más años? Como Juan Crisóstomo Arriaga, otro músico vasco desaparecido en plena juventud y creatividad. La pérdida es absolutamente irreparable. El sentido dramático, la orquestación extraordinaria, la ambición de hacer música grande permitía todas las esperanzas. Otro dato importante surgía desde la zarzuela, la modernidad da una escritura, la fuerza de la pasión, la emoción exenta de
trucos fáciles. ‘Las golondrinas’ era una ópera de hoy y como ‘Norma’ desde el pasado siguen totalmente vivas. Recuperación de los clásicos. Como tantas veces he escrito tienen que decirnos algo hoy. En la música a veces es la melodía, la belleza, lo que resulta suficiente, pero en la ópera, teatro donde suceden conflictos, es necesario algo más. ‘Las golondrinas’ es un drama, con ribetes de folletín. ‘Norma’ recoge ecos de la tragedia griega ‘Medea’, desde la posibilidad del infanticidio por venganza. Finales trágicos en ambas. Son obras difíciles de cantar, exigentes al máximo sobre todo en la ópera de Bellini. En la Zarzuela Carmen Romeu y Nancy Fabiola Herrera cumplieron como Oliver Díaz que supo dar a la partitura de Usandizaga todo su relieve. ‘Norma’ requiere unas voces límpidas y una resistencia férrea, sobre todo en el papel protagonista. María Agnesta estuvo bien, sobre todo en la segunda parte ¿Cabe exigir la perfección? ¿Es posible? La Callas creó un personaje mágico pero también tuvo problemas incluyendo una sonora
huida en una sesión de gala. Monserrat Caballé en su gran momento hizo una exhibición vocal, más allá de lo dramático. La recuerdo en una sesión de concierto con la RTVE y en un DVD de una representación con fuerte viento en el Teatro de Orange. A pesar de la brevedad de la vida de estos compositores, quedan las obras que consiguieron crear. Bellini finalizó su periplo con algunas de las obras maestras del ‘bel canto’, ‘I Puritani’, su último testimonio, de apoteósico éxito en el Real, Usandizaga en esas ‘Golondrinas’, su hito en la
Mozart compuso un corpus increíble de sinfonías, conciertos y óperas, ¿qué habría creado si no hubiera muerto tan joven?
música española y ¿qué decir de Mozart, Schubert, Mendelsson? El genio de Salzburgo había compuesto un opus increíble en sinfonías, conciertos, música de cámara, óperas… ¿Qué habría creado si no hubiera muerto joven? ¿Y Schubert con esos maravillosos lieder, cumbre del género, que finalizan premonitoriamente con el magistral ciclo de ‘Viaje de invierno’? Especulaciones baldías. La vida, justa o injustamente, decide su principio y su final. La música inspirada de estos compositores ¿reflejaba quizá la idea de la muerte cercana? Usandizaga estaba atacado por la tisis implacable. Bellini tuvo un final extraño. Mozart componía un réquiem que no pudo terminar. El ‘Viaje al invierno’ de Schubert tenía un final trágico. La creación, forma excepcional de vida y la extinción próxima de esta, parecían entrelazadas. Algo así como el Eros y Tanatos. El amor en estos casos se subsumía en la inmortalidad de las obras, aunque su autor hubiera desaparecido. Hay vidas breves que dejan tras de sí una estela profunda y duradera.
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ABECEDARIO de lector ADOLFO GARCÍA ORTEGA
Habitación.- E. M. Forster, homenajeando a Virginia Wolf, escribió que ella «realizó una labor de dimensiones gigantescas y buscó nuevos caminos». Muy cierto. En ‘Una habitación propia’, un ensayo sobre las mujeres, el dinero y las novelas, libro liberador y feminista, Virginia Wolf dice esta verdad: «una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas». Se pregunta luego: «¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué el primero era un sexo tan próspero y el otro tan pobre? ¿Qué efecto tiene la pobreza sobre la novela? ¿Qué condiciones son necesarias para la creación de obras de arte?». La condición económica ha sido y es la clave de toda necesaria independización femenina. Cita Virginia Wolf a la hermana de Shakespeare, tan genial como él, pero, sin dinero ni posición social, fue relegada al olvido. La vigencia de este libro de Virginia Wolf reside en que términos como independencia, libertad y equidad de la mujer siguen siendo objetivos aún no alcanzados. Y de modo absoluto, sin concesiones ni miramientos. Heil.- Alguien piadoso (probablemente un intelectual soviético) halló una diferencia entre el nazismo y el estalinismo: confirmó sin ambages que en Moscú nunca llegó a prosperar la expresión ‘Heil, Stalin’. Helena.- Gran mito de la mitología, el más complejo de nuestra cultura. Helena es la causa y la víctima de la guerra de Troya, el conflicto por antonomasia. Casada sin amor con Menelao, se enamora de Paris, quien la secuestra con su consentimiento; va con él a Troya, donde permanece los diez años que dura la guerra. Luego, tras la derrota que ella misma propicia, y antes de volver con Menelao, viaja otros ocho años más y llega a Egipto. Pero, según Herodoto, en Egipto le aguarda una sorpresa: descubre que ya había estado allí antes y no lo recordaba (o no lo sa-
bía). Ocurrió dieciocho años antes. Llegó allí secuestrada por Paris. Los recibió entonces el rey Proteo, quien, enterado del adulterio, retuvo a Helena, expulsó a Paris y avisó a Menelao para que la rescatara, pero este nunca vino;
sin embargo, Proteo, compadecido del amor de Paris, no permitió que partiera solo y, mediante magia, creó un fantasma de Helena; una doble ficticia que es quien viajó finalmente a Troya con él. Esto lo descubrirá Helena años después, al pasar por segunda vez por Egipto, donde vive aún la auténtica Helena, de la que la otra es una mera imagen. Surge así la leyenda de las dos Helenas: una, la que estuvo siempre en Egipto esperando a su marido, otra, la irreal, la que fue el centro de las guerras de su tiempo y de los deseos de varios hombres. La fantasmal fue inteligente, viajera, bella, aguerrida, amó a cuatro esposos, tuvo hijos, vivió varias vidas. La real, residió en Egipto y no tuvo historia. Ni fue recordada.
Hijo.- Leopoldo Alas ‘Clarín’, un genio de la narrativa como Galdós y Pardo Bazán, nos dio con ‘Su único hijo’ (1891) una gran novela de una modernidad asombrosa. Siempre es buen momento para leerla, porque sus matices son inagotables. De las más extrañas novelas de la literatura española, ‘Su único hijo’ supone la epopeya cotidiana del antihéroe Bonifacio Reyes. Bonis, como lo llaman, es un hombre mediocre pero por hacer, inmerso en una vida provinciana y enfrentado al progreso, a sus amores, a sus apuestas estéticas, a sus ingenuidades burguesas y al riesgo por lo nuevo; obsesionado por tener un hijo, se debate entre dos mujeres fuertes y astutas, Emma y Serafina, opuestas y complementarias, que trans-
forman al bueno de Bonis en un iluso bienintencionado y espiritual. Una obra cumbre, adelantada a su tiempo y entretenida a más no poder. Hipocondría.- Cuenta Jules Renard, en su monumental ‘Diario’, el colmo del hipocondriaco, cuando el médico recibió la siguiente llamada: «Venga, doctor, mi marido cree que ha muerto». Historia.- A cierta edad, todo es historia, y quizá por eso deja de haber historias. Hogar.- En las novela de Jane Austen, el hogar es una especie de útero materno, cálido y confortable. En las novelas de Dickens, el hogar es una aspiración, una conquista. La literatura rusa espiritualiza los hogares. Proust convierte el hogar en algo retórico, como Simone de Beauvoir. El mundo de Galdós transciende el hogar, lo ignora. En ‘Nada’, de Carmen Laforet, el hogar es un espacio oscuro. En ‘Vida privada’, de Sagarra, es un espacio impostado. En ‘La colmena’, de Cela, directamente no existe el hogar, como tampoco tiene entidad en la obra de Delibes. La única literatura que sitúa el hogar en el centro de toda su simbología narrativa es la norteamericana. En ella, cualquier historia, épica, perso-
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nal, coral o insignificante, pasa siempre por el hogar como algo orgánico, desde Mark Twain a E. L. Doctorow. Homero.- No existió como tal. Es tenido por la suma de muchos ‘homeros’ anónimos que fraguaron la ‘Ilíada’ y la ‘Odisea’, orígenes de la literatura. Se le aplican tres etimologías: 1) que era ciego porque ‘ciego’ es lo que significa ‘homeros’ en el dialecto de Lesbos. Le viene bien al mito del escritor esa ceguera, formada en el platonismo de la mente. Todo escritor es un ciego que inventa la realidad, de alguna manera. 2) que Homero representa a una colectividad y por eso significa ‘mediador que une lo separado’, por tanto, Homero es la interconexión de historias por excelencia. Y 3) que Homero representa la memoria, la preservación del pasado, porque ‘homeros’ también significa ‘el que nos cuida’. Para ello creó el mito, el relato que no necesita ser cierto para ser verdadero. La pretensión de Homero, de todos los homeros, es detener el tiempo y representar lo real. Todos los escritores y todos los libros nacen de tal pretensión. Humo.- Peyorativo por principio. Hay libros que lo son.
En las novelas de Jane Austin el hogar es una especie de útero materno, cálido y confortable
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n el ensayo homónimo incluido en ‘La carrera por el segundo lugar’ (Sexto Piso, que ha publicado íntegra su novelística inclasificable, de culto y amplio espectro) William Gaddis, traducido por el reputado poeta Mariano Peyrou, analiza el tema del fracaso en la literatura norteamericana. Para centrar el asunto, empieza por el desastre de Vietnam y sus mentiras. Y sigue con el éxito vergonzoso de los libros de autoayuda, hacia 1981, y el renacimiento religioso que ha invadido la política yanqui, eso sí, trufado con el darwinismo de la selección natural que impone la competencia feroz. Y es que ni USA ni el resto de Occidente son lugares para segundones, o se triunfa o eres un perdedor, un don nadie, el prototipo de hombre corriente, inseguro y alienado. Para apoyar su indiscutible tesis picotea en lo más sustancial de la narrativa estadounidense al respecto, e incluso en Solzhenitsyn u Ortega y Gasset. Sujeto a controversia y en cierto modo ninguneado en su tiempo, un tanto a la manera de Gaddis, David Herbert Lawrence es conocido («nos llaman eróticos o depravados» dice en uno de los tratados que comentaremos) sobre todo por ‘El amante de Lady Chatterley’, cuyo tosco guardabosques del título es a su vez un outsider hábilmente utilizado por sus cualidades amatorias. No obstante, fue un escritor fecundo y cultivador de diversos géneros literarios. Entre ellos, el didáctico. De manera póstuma, aunque con precisas instrucciones en vida por parte del autor, se publicó ‘Reflexiones sobre la muerte de un puercoespín y otros ensayos’. Seis de entre los veintitrés escritos que formaban el original se recogen en ‘El amor es la felicidad del mundo’ (Siruela) y cuentan también con traductor de postín, el poeta Carlos Jiménez Arribas, que adelantó algunos hace tiempo en Peccata Minuta. En este manojillo de ensayos Lawrence desgrana, mediante un estilo fraguado en la frase corta, taxativa, directa al grano, ideas muy peculiares en torno a alguno de sus temas obsesivos: los libros, a los que identifica con «juguetes de la conciencia» dentro de nuestra civilización deshumanizadora cuya defensa cifra en una minoría equiparable a la clerecía que defendiera el legado clásico, «la llama del conocimiento», en los años oscuros del medievo tras la caída del imperio romano; la fraternidad desde la salvaguarda de lo individual, nunca desde la igualdad; la emoción, que debe fundirse con el pensar; y, sobre todo, la exaltación del
UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
LA CARRERA POR EL SEGUNDO LUGAR William Gaddis, Sexto Piso, 248 pp., 23.90 €.
EL AMOR ES LA FELICIDAD DEL MUNDO D.H.Lawrence, Siruela, 104 pp., 11,95 €.
LA MUÑECA DE NIEVE Y OTROS CUENTOS Nathaniel Hawthorne, Acantilado, 256 pp., 20 €.
LA URUGUAYA Pedro Mairal, Libros del Asteroide, 144 pp., 15,95 €.
Sábado 4.03.17 EL NORTE DE CASTILLA
amor, se manifieste como se manifieste, sea sagrado o sensual, por concentrar «la fuerza de la creación», su júbilo, en cuyo espíritu alienta por siempre el hombre, en relación con lo divino. Zarandeado por la crítica, Gaddis es un escritor satírico (con lo religioso, lo patriótico, lo falso…) de primer orden, esclarecido, desconcertante e imprevisible y esas son tal vez sus mayores virtudes, que zigzaguea de aquí para allá, tan complejo y singular que es probable que eligiera un papel subalterno para levantar su obra de manera independiente, a su aire. Por eso, en el libro con el que comenzábamos, aparecen sus guiones o ilustraciones destinados a pequeñas empresas y corporaciones, con los que se ganaba la vida. En realidad, el volumen es un cajón de sastre de varia especie y condición, en el que caben desde documentos histórico-literarios de trabajo, de su obra en marcha, que desarrollan su obsesión más que fundada, muy heideggeriana, trasvasada a sus novelas, sobre el «lugar del arte y del artista en una democracia tecnológica», bajo control cibernético, a un esbozo de autobiografía de su estancia en Panamá, pasando por homenajes a su amigo Julian Schnabel o a su adorado Dostoievski, una reseña de una novela de Saul Bellow, discursos en ceremonias de entregas de premios y otros textos de encargo u ocasión. Como en el resto, decidido con todas sus fuerzas a aportar respuestas poco comunes que conduzcan a verdades éticas y estéticas reprimidas, en uno de sus breves ensayos, ‘Sobre cómo ser un hombre’, Lawrence arriesga bastante. Defiende sin ambages que la única aventura que revela la esencia del ser humano es la del pensamiento, especie de leitmotif a lo largo del libro. Descarta, como hemos dicho que hace Gaddis, cualquier farsa de integración o de triunfo social, que juzga bagatela, maña o truco del yo diosecillo para bandearse entre la gente ante la imposibilidad de conocerse a sí mismo. Por tanto apunta a la necesidad de no quedar por encima, ni siquiera como héroe, en beneficio de la mejora íntima, del entendimiento propio, de no someter lo desconocido corporal, única opción de realizarse como persona. La narrativa moderna, a partir del ‘Lazarillo’, y aún más la contemporánea, ha asumido plenamente el engaño del heroísmo que denuncia Lawrence a raíz de la Primera Guerra Mundial y, en consecuencia, sus protagonistas son antihéroes, con voluntad de secundarios, a menudo de carácter anodino, para extraer de ellos lo raigal de la condición humana. Es
FALSOS OUTSIDERS Reivindicación del secundario
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De izquierda a derecha, Nathaniel Hawthorne en la década de 1860, fotografía de pasaporte de D. H. Lawrence y William Gaddis en 1975. Debajo, una mujer lee ‘La uruguaya’, de Pedro Mairal. :: A. P. CHAIN-EFE
lo que sucede en ‘La uruguaya’ de Pedro Mairal, poeta y narrador argentino que desconocía. Libros del Asteroide no se prodiga con la narración hispanoamericana, pero cuando lo hace nos ofrece verdaderos descubrimientos, me acuerdo ahora de Eduardo Halfon y, sobre todo, de Rafael Bernal y su inolvidable ‘El complot mongol’. Si para Lawrence el amor es «unidad de gozo y alabanza», la novela de Mairal parte de una pareja en crisis, con su cariño, pasión y apetito sexual anestesiados, perdidos por completo en medio de la rutina castradora, las incomodidades de la crianza de un hijo trasto («ese haiku de persona») y el peso de la convivencia. El matrimonio es sin duda una institución en horas bajas, que corre mucho peligro. A lo que se añade la perpetua crisis económica argentina como fondo. No es de extrañar que se sueñe con volver a la juventud liberada de cualquier responsabilidad, sin familia a cargo ni trabajo de horario fijo, con un ukelele por montera. Así que el protagonista, sumido en la crisis de los cuarenta, escritor e intelectual entre comillas, incapaz de ponerse a escribir su novela total a lo ‘Ulises’ o ‘Grande Sertão’, narra durante diecisiete horas su búsqueda de una aventura con una veinteañera de novio heavy y piercing en el clítoris al otro lado del Río de la Plata, que no diremos cómo acabará, porque la trama está muy bien urdida y graduada hacia el sorprendente desenlace. Mairal pone a su servicio una escritura muy eficaz, muy realismo sucio, de fraseo breve y rápido, apoyándose en diálogos de una inusual naturalidad y monólogos interiores trabados por asociaciones y con «coro griego» a modo de voz de conciencia, teóricamente enfocados en segunda persona, hacia la esposa insatisfecha, con flashbacks y prolepsis que ensanchan el argumento. El estilo se apoya en la riqueza léxica y de imágenes, con curiosas digresiones, que van desde lo futbolero a los pitbull. Como Gaddis en nuestro tiempo, Nathaniel Hawthorne, tan admirado por Borges en su «tarea de soñar», es considerado en general una figura menor dentro de la literatura de su época, y eso que su amigo Melville le dedicó ‘Moby Dick’ y que fue vecino en Concord de Thoreau y de Emerson, que lo desdeñaron. Con ‘El muñeco de nieve y otros cuentos’, su última colección de relatos, Acantilado completa la edición de su narrativa breve, cuatro volúmenes traducidos por el acreditado Marcelo Cohen. Sin embargo, pocos autores han alcanzado la destreza
Zarandeado por la crítica, Gaddis es un escritor satírico de primer orden, esclarecido y desconcertante Lawrence defiende sin ambages que la única aventura que revela la esencia del ser humano es la del pensamiento
natural de su prosa, traspasada por un original timbre de tintes misteriosos, alegóricos y didácticos, que se mueve siempre, desde el venero de una rara imaginación, a caballo entre lo concreto y lo metafísico, lo psicológico y lo simbólico, lo mágico y lo poético, lo apologético y lo demoníaco, con un poso espiritual. Hawthorne eleva a los personajes, a menudo mediante parábolas, los retrata con trazo firme, a tal punto que es como si se apareciesen para quedarse, encantados, en nuestra memoria. Suelen ser perdedores de toda índole: el joven campesino que vaga en vano por la ciudad buscando a un pariente que le ha prometido procurarle sustento, el frágil e ingenuo Gamoncillo, incapaz de enfrentarse a la brega del mundo, el ermitaño fanatizado que se acantona en una cueva, el rudo herrero desamparado y burlado la noche de Acción de Gracias, las dos cuñadas piadosas y comedidas, el niño que podría ser el Gran Rostro de Piedra… A principios de año se me murió Ricardo Piglia. Y poco antes John Berger. Para mí eran dos referentes esenciales. Aun mereciéndoselo de sobra, Piglia ya no será Cervantes como Berger ya no será Nobel. Claro que si un escritor es outsider tipo Zoetemelk o Poulidor o grande no lo determinan los galardones. Ahí está Borges, Nobel in pectore por siempre, a quien nombra Mairal a raíz de sus versiones de un poema sobre Montevideo y de ‘Emma Zunz’. Tampoco lo fue Cortázar, a quien también alude Mairal a cuenta de la Maga de ‘Rayuela’, así como a Cecilia Huerta de Linacero de ‘El pozo’ de Onetti, ‘Del caminar sobre hielo’ de Herzog, Fogwill, Girondo e incluso Jorge Manrique. En realidad ningún argentino, lo que escama bastante y alerta sobre el cariz de la vida de la fama manriqueña y lo incierto del papel de los escritores en el escalafón.
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Autor. Los dibujos de Sento (arriba) combinan una documentación cuidada con un trazo resuelto y vivo, casi de boceto.
La guerra de Pablo Uriel Un volumen compila los recuerdos de guerra de un joven médico, dibujados por Sento JUAN MANUEL DÍAZ DE GUEREÑU
E
l tema de la Guerra Civil suscita polémica de forma casi mecánica. Basta con enunciarlo para que, sin necesidad de precisar el asunto o su tratamiento, salten las opiniones contrapuestas de quienes justifican a un bando o al otro, si no las de quienes propugnan el olvido o la memoria como mejores caminos para superar un pasado atroz, para evitar repetirlo. La disputa, a menudo sesgada por términos y conceptos de repertorio, cuando no reducida a éstos, es buena muestra de las limitaciones que comporta el prejuicio ideológico, que siempre encuentra en la Historia lo que ya postulaba de antemano y que, a la inversa, raramente percibe cosa distinta que matice, que
complete, que reconozca la complejidad de lo sucedido sin anteojeras. Si algún tipo de texto puede eludir tales recetas es el de las memorias personales de quienes vivieron la contienda porque les tocó en mala hora vivirla. Los destinos de individuos a los que las circunstancias convirtieron en protagonistas, testigos o víctimas de episodios concretos y que, pasados los años, testimonian al respecto aún pueden, quizá, avivar la empatía de lectores de horizonte ideológico diverso, hacerles sentir que lo que les sucedió podría haberle sucedido a cualquiera. Esa es la clase de testimonio que ofrece ‘Dr. Uriel’ de Vicent Llobell, Sento (Valencia, 1953), basado en las memorias de su suegro, Pablo Uriel Díez (Gómara, Soria, 1914 - Valencia, 1990). Pablo Uriel publicó sus recuerdos de guerra en 1988, en un libro titulado ‘No se fusila en domingo’, que editó por su cuenta, con prólogo del hispanista Ian Gibson. La obra conoció luego edición comercial ya póstuma (Pre-Textos, 2005). Su yerno, el historietista Sento, completó el testimonio de dicho libro con otros materiales del archivo personal de Uriel (cartas, no-
tas, fotografías y otros documentos) y dibujó su memoria de la Guerra Civil en tres volúmenes: ‘Un médico novato’ (2013), ‘Atrapado en Belchite’ (2015) y ‘Vencedor y vencido’ (2016). Ahora, ‘Dr. Uriel’ los reúne en un solo libro, que edita Astiberri. La historia de Pablo Uriel es parecida a la de otros muchos protagonistas forzados de la Guerra Civil, lo que no resta interés a su peripecia individual. En julio de 1936, Uriel concluyó sus estudios de Medicina en Zaragoza y empezó a trabajar como médico sustituto durante las vacaciones de verano en la localidad riojana de Rincón de Soto. Allí lo sorprendió el levantamiento militar y las primeras atrocidades de carlistas y falangistas. En el cómic de Sento, Uriel oye tiros a lo lejos y ve camiones con gente armada mientras rema en su piragua en el río. Esa irrupción inesperada de la violencia en la vida del médico novato marca la pauta de lo que será su experiencia de la guerra. Pablo Uriel se ve arrastrado por los acontecimientos muy a su pesar. Llamado a filas, lo encarcelan por haber manifestado simpatías izquierdistas siendo estudiante y vive en la prisión militar las largas noches de las sacas
de compañeros de celda, a los que no vuelve a ver vivos. Liberado al fin tras unos meses, prefiere acudir al frente como médico que permanecer en Zaragoza temiendo a cada momento una denuncia que podría llevarle de nuevo a prisión y acaso al paredón. En el frente vive el asedio y la toma de Belchite, tras la que es hecho prisionero por el otro bando, el republicano, y conoce de nuevo los fusilamientos sin juicio, de los que
Viste el uniforme de los vencedores, pero se siente identificado con los derrotados Sus páginas resultan variadas y siempre claras, y eluden los alardes para servir eficazmente al relato
solo lo libra el azar. El final de la guerra se resume para él en el título paradójico que Sento dio a la tercera y última parte de su obra: Pablo Uriel viste el uniforme de los vencedores porque el inicio de la contienda lo sorprendió en territorio dominado por los alzados, pero se siente íntimamente identificado con los derrotados. Es, en efecto, un vencedor vencido.
Narrador y protagonista Sento dibuja la guerra tal como la vivió y la contó Pablo Uriel, así que este oficia de protagonista y en ocasiones de narrador. Cuando el foco del relato no está fijo sobre él, atiende a su familia, probablemente porque las cartas que Uriel escribió a los suyos son parte esencial de la documentación en que se basa la historia. Más allá de tal condicionamiento, intercalar entre las escenas que él vive el modo como las cuenta en sus misivas compone una imagen más completa de su experiencia, al tiempo que despliega los lazos de afecto que definen su universo personal. El paisaje humano que rodea al protagonista es más bien sombrío, como parece obligado en tiempos de catástrofe, pero no faltan individuos que, contra las brutalidades sin mo-
tivo, se esfuerzan por humanizar y aliviar. Al describir el elenco de matarifes y de buenos samaritanos que definen su experiencia de la guerra, como en todo lo demás, las memorias de Pablo Uriel no son maniqueas. Entre nacionales y republicanos hay individuos crueles y sanguinarios, lo mismo que gente compasiva. Para Pablo Uriel, como para tantos otros, la guerra con todas sus coerciones equivale a un sinsentido, a un delirio colectivo de destrozos y salvajadas que le priva de libertades mínimas pero esenciales, como la de caminar bajo la lluvia o la de compartir mesa con la familia. Su relato trasluce la sencilla humanidad de quien las valora sobre cualquier idea y por ello reconoce en todo semejante, de cualquier convicción, anhelos parecidos. Sento, que se prodigó como dibujante en los años ochenta y noventa, pone su sabiduría gráfica y narrativa al servicio de las memorias de guerra de Pablo Uriel. Su dibujo combina una documentación cuidada con un trazo resuelto y vivo, casi de boceto, que parece ceñirse a lo esencial y que completan tenues toques ocasionales de color sobre los grises dominantes. Sus páginas resultan variadas y siempre claras, y eluden los alardes para servir eficazmente al relato. Sus lápices en ‘Dr. Uriel’ prestan nueva vida a las penalidades, afanes y esperanzas que la guerra infligió a un médico novato desde aquel día de verano en que lo sobrecogieron los ecos de disparos lejanos.
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LECTURAS
UN ESTILO PARA RELATAR EL HORROR El escritor checo Bohumil Hrabal tuvo que descubrir su propia manera de narrar la brutalidad de la guerra SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
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emanas atrás escribía Antonio Muñoz Molina acerca de la importancia que tiene el estilo, entendido en su más amplio sentido, en la conformación de un modo de ver la vida. Todo venía a cuento de la necesidad de encontrar un estilo nuevo para contar el presente de populismos y caudillajes reverdecidos. El estilo de las décadas anteriores, el que había dado cuenta del ascenso del estado de bienestar y del acceso masivo a la sociedad de consumo, el que desde el final de la Segunda Guerra Mundial se había instalado y había ido, por qué ocultarlo, marchitándose, ya no servía. Algo parecido debió pensar Bohumil Hrabal cuando se propuso escribir sus novelas. El estilo que había surgido antes de la Segunda Guerra Mundial, y el que predominaba en la década de los 60, en la que él comenzó a escribir, no servían para dar cuenta de lo que él había vivido durante la Guerra. Ni el social realismo, carente de espesor vital y psicológico,
Bohumil Hrabal. :: EFE ni el existencialismo ni los estilos derivados de las vanguardias podían reflejar la brutalidad que había vivido. Así, con escasos, pero poderosos referentes, inició una andadura, que no fue muy larga. No en vano tenía 49 años cuando comenzó a publicar. La brevedad, sin embargo, queda compensada con la originalidad y fuerza de lo que escribió. En 1965 publicó ‘Trenes rigurosamente vigilados’, no-
vela breve e intensa, sobre un joven soldado checoslovaco durante la Segunda Guerra Mundial. La historia es simple. Miloš, joven que trabaja en el ferrocarril recuerda los comienzos de la guerra, su despertar al mundo adulto, en el que se mezclan lo sexual y lo bélico, hasta llegar al presente en que ha de defender uno de los trenes que se mencionan constantemente en la novela del ataque del ejército alemán.
TRENES RIGUROSAMENTE VIGILADOS Bohumil Hrabal. Barcelona: Seix Barral, 2017. 149 págs. 16,50 €.
La novela no comienza con una exposición de motivos, ni con un recuento genealógico, ni tampoco explica las causas de la guerra o las razones por las que Miloš está donde está. Tampoco pierde el tiempo describiendo a los personajes. Ciertamente hacer algo así, cuando uno está en una situación que se sitúa más allá de la razón, carece de sentido. Es mejor, como hace Hrabal, dejarse llevar por los recuer-
dos, por una especie de flujo verbal, a veces parecido a la verborrea, con el propósito quizás, no de dar cuenta de la situación, sino de desahogarse. Es cierto que de vez en cuando da pistas, como cuando el jefe de estación exclama que ya no hay nada que esté por encima de los hombres, ni siquiera Dios o el mito; afirmación que busca, de modo indirecto, dar cuenta de las razones que han llevado a la guerra o que han dado lugar al ascenso del nazismo, realidad que, dicho sea de paso, se menciona solo de manera indirecta. A la falta de sentido le acompaña el humor, un humor desquiciado, propio de esa circunstancia, aunque a veces Miloš admita que no sabe si lo que le dicen es broma o no. Envuelta en la seriedad, las frases descubren el sinsentido de una existencia así, al igual que la frase ‘trenes rigurosamente vigilados’, que solo al final el lector descubre lo que quiere decir. Antes de Hrabal estuvo Kafka, a quien señalan como uno de sus maestros. Sin duda alguna, más allá de influencias, los dos orbitan alrededor del mismo absurdo, algo que logran con un lenguaje contenido, una ausencia de emociones y una distancia irónica que los sitúa lo suficientemente lejos como para poder observar con desapasionamiento y a la vez siguen manteniendo la cercanía del que puede y quiere ser simpático con sus conciudadanos.
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LECTURAS
LA POESÍA DRAMÁTICA DE JUAN MAYORGA ‘El Cartógrafo’ y ‘Famélica’ reivindican el inmenso placer de leer teatro LUIS EDUARDO SILES
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ecía Francisco Umbral que el buen novelista no da ideas, sino cosas. Juan Mayorga, que es filósofo y matemático, escribe un teatro lleno de ideas, que luego distorsiona hasta convertirlas en algo ilógico pero absolutamente lleno de sentido dentro del hecho teatral, y sobre todo transforma todo ello en un mensaje pletórico de emoción para el público. El teatro de Mayorga emociona y conmueve. Y remueve la conciencia del espectador. Juan Mayorga hace un teatro intelectual, pleno de contenido, de intensidad dramática, de pensamiento, un teatro complejo, pero todo ello desemboca, y resulta especialmente palpable en su obra ‘El
Cartógrafo’, en obras llenas de aliento poético. De un devastador, dulce y estimulante aliento poético. El teatro de Juan Mayorga no proporciona respuestas, sino que plantea preguntas. Y carece de tesis, de discurso. Es el espectador el que deberá finalmente unir las distintas piezas del puzzle. Y en esa operación es posible que el espectador perciba que él mismo está poniendo en duda sus convicciones. Juan Mayorga lo ha explicado así: «Para mí sería deseable que cuando un espectador saliese de la sala teatral, no volviera a su casa, que hubiera sido afectado tanto que no volviera al lugar del que ha salido hacia el teatro. O de otro modo: que si vuelve a casa, quienes lo reciban encuentren que quien fue al teatro es otro que éste que ha regresado». Juan Mayorga es una persona en un estado de creatividad permanente. De modo que si llegó un momento en el que no podía disociarse a Umbral de la literatura –sensación que él mismo promovía–, Mayorga y el teatro están vinculados permanentemente, cualquier mensaje callejero puede convertirse en una obra teatral en la mente de Mayorga –en con-
EL CARTÓGRAFO Juan Mayorga. Ediciones La uÑa RoTa, 2017. 127 págs. 12 euros.
FAMÉLICA Juan Mayorga. Ediciones La uÑa RoTa, 2016. 104 págs. 12 euros.
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uando uno termina de leer el relato ‘Así empezó todo’ le viene a la cabeza una pregunta, absolutamente pertinente: ¿Qué es lo que empezó? Jeff Vandermeer suele ser un escritor de enigmas. Los misterios en que fundamenta muchas de sus obras suelen quedar sólo parcialmente resueltos. El tema, más que la resolución del misterio, es la relación con él, la forma en que este afecta a los personajes, al mundo, que in-
tentan, en vano, desentrañarlo. Puede ofrecer atisbos, pero más allá de las teorías que cada lector vaya elaborando con la lectura, no da ninguna certeza. Esto, que puede incomodar a muchos, es para mí uno de los puntos fuertes del autor. Por ejemplo, en su obra más conocida, la trilogía ‘Southern Reach’, nunca llegamos a saber qué demonios convirtió un agradable entorno forestal de la costa en la misteriosa Área X, donde suceden co-
sonaje de Deborah: «No basta mirar, hay que hacer memoria, lo más difícil de ver es el tiempo (…) Todo va a borrarse, la cabeza es un mapa rodeado de agua, un papel que quiere deshacerse». Por su parte, ‘Famélica’ –que desde 2015 se representa en un teatro madrileño– es una obra de tono distinto a ‘El Cartógrafo’, se trata de un texto con algún destello del teatro del absurdo, con un humor digerible en la forma pero corrosivo en el fondo. ‘Famélica’ profundiza en las relaciones laborales, pero en el subsuelo de la obra subyace una historia compleja: el enfrentamiento entre comunistas y
transformación súbita de la naturaleza tal y como la conocemos?–, de que hizo que el Área X se transformara en lo que es. Pero si en ‘Southern Reach’ tenemos el consuelo de la teoría, no ocurre lo mismo con ‘Así empezó todo’. Ninguna pista, grande o pequeña, de lo que empezó. Es la historia más sencilla y la más misteriosa de Vandermeer. En ella el autor se aleja de sus habituales pirotecnias, extrañas transformaciones del mundo y de la carne. Nada de esto para el poco memorable paisaje, una explotación de naranjas, una casa pobre, una vida aburrida, en el que transcurre el relato. Si bien la narración no es del todo lineal, va saltando desde un instante focal, el mo-
mento en que se tomó una fotografía, hacia atrás y hacia delante, el punto de vista y el narrador son únicos, cosa que no suele ocurrir con Vandermeer, que gusta de la intercalación de distintos puntos de vista para conducir sus historias. Aquí solo habla la protagonista, que recuerda sus días de niña o preadolescente huérfana en casa de su tía. Una tía adusta, severa, regañona. La niña está sola, los otros niños son los hijos de los jornaleros mejicanos y no se le permite jugar con ellos. Un día aparece el elemento central y misterioso del relato. En realidad no es gran misterio: un hombre manco y tuerto regala un conejo a la niña. Poco después la niña descubre que el cone-
jo habla. Esos son todos los elementos, una niña solitaria, una mujer amarga y un conejo que habla. Que habla poco, la mayoría de las veces para afirmar que no es un conejo. Aunque no aclara lo que es. Una vez afirma que viene de muy lejos. La tía descubre que el conejo habla y se empeña en enriquecerse a su costa. Llama a periódicos y hasta a un circo. Pero el conejo, Sensio, se a niega hablar delante de desconocidos. La lucha de voluntades entre el conejo y la tía –o más bien la voluntad de la tía y la pasividad búdica del conejo– lleva a un final trágico: la tía muere. El conejo unos años después. La niña acaba llevando una vida de lo más corriente. No sabemos lo que empezó.
Juan Mayorga posa en su casa con su gato y sus premios Max. :: JAVIER OCAÑA tinuo estado de alerta–, y no se sabe con certeza a estas alturas si son los personajes los que hablan como quiere Mayorga, o es el autor el que ya habla como sus personajes. Mayorga vive en la lógica del filósofo y en la precisión del matemático, pero entra en la locura –entendida como ruptura de lo previsible– cuando escribe, y de ese enfrentamiento convulso surge el hecho artístico. ‘El Cartógrafo’ es una estremecedora, punzante y poética obra sobre la necesidad de la memoria respecto a determinados acontecimientos históricos. Las palabras de uno de los personajes, Marek, sir-
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA
MISTERIO
ven para ilustrar la trama: «Érase una vez un gueto. Mientras todo moría a su alrededor, un viejo se empeñó en dibujar un mapa. Pero como sus piernas no lo sostenían, como no podía ir a buscar los datos que necesitaba, pidió a una niña que lo hiciese por él». ‘El Cartógrafo’ es también un grito: sobre la necesidad de no olvidar la persecución que sufrieron los judíos por parte de los nazis en el gueto de Varsovia. Una obra, cuyo montaje se estrenó en noviembre en Valladolid, protagonizado por Blanca Portillo y José Luis García Pérez, sobre la necesidad de no olvidar. Lo dice el fascinante per-
anarquistas que se ha producido en momentos claves de la historia de España y que en esta obra provoca el acceso al poder del peor dirigente posible. En ‘Famélica’ unos cantan ‘La Internacional’ y otros ‘A las barricadas’, y ese pulso conduce hasta el lugar en el que se adoptan las decisiones a una persona vacía pero que ha memorizado un guión – aunque vulgar– para alcanzar el dominio: «Regeneración, regeneración y regeneración». Como recuerda el profesor Reyes Mate en el epílogo del libro, «en ‘Famélica’ hay que seguir el rastro de lo que Walter Benjamin llama ‘el poder de la anécdota’». El teatro es un hecho presencial, vivo, que se desarrolla sobre un escenario. Sólo entonces alcanza su auténtica dimensión. Pero estos textos, ‘El Cartógrafo’ y ‘Famélica’, reivindican de manera colosal el inmenso placer de leer teatro.
CIRO GARCÍA
sas inexplicables y que ha hecho desaparecer un buen número de expedicionarios. Y los que no desaparecen vuelven cambiados, muchas veces mortalmente enfermos. Aunque el relato nos aclara, por ejemplo, el motivo de estos cambios, no da cuenta, más allá de algunos indicios, que pueden o no servir como base de interpretación a algunas teorías –¿una fisura entre mundos?, ¿una invasión extraterrestre más accidental que voluntaria?, ¿o la
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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
MARIO DE SÁ-CARNEIRO: LA SOLEDAD DE LOS CAFÉS CONFESIONES DE BEETHOVEN Toda esta poesía del autor, hasta ahora inédita en español, trasluce una creciente angustia existencial
:: V. M. NIÑO
C CÉSAR A AUGUSTO A AYUSO
A
quienes los dioses muestran el vértigo de la belleza, les otorgan igualmente la conciencia de la fragilidad de esta, y un dolor tan lacerante que les hace imposible la vida. Algo así dejó escrito Pessoa ante la prematura muerte de su amigo Mario Sá-Carneiro, que se suicidó en un hotel de París el 26 de abril de 1926, a los veinticinco años. Los dos fueron fundadores en 1915 de la mítica revista ‘Orpheu’, que puso a Portugal en la órbita de las vanguardias europeas, y no sin tino se ha apuntado que fue la obra de Sá-Carneiro la que le llevó a Pessoa a su revolucionaria poética del ‘drama em gente’, es decir, su fragmentación o multiplicación del yo en diversos heterónimos. Novelista y cuentista también, la poesía conocida en castellano era la hecha a partir del único libro publicado en vida, ‘Dispersión’ (1914), más el póstumo ‘Indicios de oro’ (1937) y algunos inéditos, pero no los poemas de juventud, anteriores a 1912, que ahora se incluyen en esta edición de Manuel Vicente Rodríguez. Toda esta poesía trasluce una creciente angustia existencial que, arraigada en el romanticismo más desasosegado, busca su expresión en un simbolismo cada vez más agrio y caótico, más descoyuntado, y desemboca en el futurismo de los poemas finales (los publicados en ‘Orpheu’). La abdicación del yo le lleva a una ebriedad de sensaciones ubicuas sin más alcance que el instante. ‘Meus olhos extenuaram de Beleza’, dirá. La belleza súbita, perentoria, abigarrada, espuria, de las mercancías y el nuevo urbanismo, que llega a sustituir a la desazón del misterio que le convocaba a un más allá y que él siempre enmascaró en el decadentismo preciosista y crepuscular de un
Mário de Sá-Carneiro. :: EL NORTE mundo perdido (por soñado) y evocado desde su nonchalance parisina. Un mundo efímero y volátil que se deshace en sinestesias imposibles y le ancla en el ayer, haciéndole sentirse como un ‘rey exiliado’. Hay, en el fondo, un anhelo nietzschiano de sobreabundancia o elitismo del yo, porque ‘Só a beleza redime’, según escribió en uno de sus versos; pero la engañosa percepción de esta, por inaccesible, no sería sino la excrecencia de un yo hipersensible que acaba hecho añicos, desorientado en su propio laberinto. ‘¿Onde existo que non existo en min?’, llega a decir también, pues percibe que sentir y ser van cada cual por su lado. Del mismo modo que no hay conjunción entre el alma y el cuerpo, lo que le lleva al sufrimiento del que es rehén de su propia impotencia. En su poesía delirante, de estrafalarias y disonantes imágenes muchas veces, se esconde la rebeldía, y la desubicación, del extraña-
POESÍA COMPLETA Mario de Sá-Carneiro. Renacimiento, Sevilla, 2016.
miento de la modernidad. Acertó a reflejar, sin duda, en su corta obra esa crisis de identidad que brotó en el arte europeo al iniciarse el siglo y que se haría endémica entre las dos guerras. Intuyó como pocos lo imposible: ‘Tanto misterio en el destino de una vida…’, con la irremediable amargura del que asiste como espectador privilegiado a la desavenencia de los propios sueños. Quiso hacer de París el lugar de su apoteosis y acabaría reconociéndolo como el lugar de su fracaso. «París -meu lobo e amigo… / -quisera dormir contigo, / ser todo a tua mulher». París refugio y París teatro, París lecho y París tumba. En realidad, el divorcio se produce en la intimidad, en lo más profundo del yo, y su resultado es la conciencia de la propia desolación, el dolor de saberse fuera de tiempo y de sitio, la fatalidad de haberlo confundido todo. Un genio le consideró su amigo Pessoa, por su entrega sin condiciones al arte y por su espíritu innovador. Un genio cegado por el espejismo de la Belleza, cuya imposible quimera hubo de confesar en el amargo final de su diletantismo, cuando, la soledad por toda compañía, el tedio se le agolpó en los cafés de París. Él, que tanto los había frecuentado, acabó por descubrir que sus espejos le habían escondido la vida a cambio de reflejar solo en su azogue helado una realidad evanescente y fantasmagórica.
Quién era Beethoven antes de ser un el maestro del romanticismo musical, el compositor de electores y mecenas que aspiró al arte libre, el admirador de la Revolución Francesa y luego detractor del Napoleón emperador. A esa pregunta contesta Vicente Muñoz Puelles en esta nueva entrega de una de las colecciones más atractivas de Anaya dedicada a biografías de personajes célebres. Puelles, autor habitual de esta serie, busca el lado más atractivo para los jóvenes, comenzando con el Beethoven de su edad. Músico a su pesar desde muy niño, por conveniencia del padre que tenía la esperanza de que un nuevo Mozart le solucionara la vida, aprendió las notas antes que las letras, tocó en los tabernas para oídos abo-
targados y la temprana muerte de su madre, cuando él tenía 17 años, le obligó a conventirse en cabeza de su familia. La pobreza, el desaliño personal y la superación de los condicionantes materiales marcan los inicios de
LA AMADA INMORTAL Vicente Muñoz Puelles. Ilustraciones de Eugenia Ábalos. Anaya. 144 páginas. 11 euros. A partir de 12 años.
este compositor consciente de que lo que deseaba componer no cabía en el lenguaje de su tiempo. Haydn le recomendó dejar reposar las obras que le enseñó. Mozart advirtió de que el mundo le escucharía. Pero más que sobre el nacimiento de sonatas y sinfonías, el autor hace girar la novela en torno a la confesión que el compositor dirige a una mujer de su historial amoroso. Fue un enamoradizo ciego de alumnas jóvenes, nobles casadas o incluso de la prometida de su amigo. En la imposibilidad del amor radicaba la pasión. El amor y la creatividad van de la mano, decía este lector de Kant. Puelles entorna la puerta de la anécdota que bien pudiera ser la que lleve a estos lectores a escuchar la música del protagonista.
ESOS AMIGOS DE CUATRO PATAS :: V. M. N. Es este un catálogo de perros, de sus historias y de sus dueños, carente de ñoñería, trufado de humor negro y un guiño a esos amigos de cuatro patas que suelen ser más efímeros que quienes les alimentan. ‘Destinos perrunos’ puede leerse como guía de
razas y maneras de ser perro, así como exposición de caracteres humanos que se expresan a través de ellos. Sébastien Perez y Benjamin Lacombe es el tándem que firma ‘destinos perrunos’, en verso con ilustraciones en blanco y negro. Romeo murió por amor de su
dueña, que de tanto soltar la cuerda extensible provocó el accidente mortal. El bulldog Flátulo padecía de gases, Papillón se sintió libre al saltar por un balcón demasiado alto, Titus era el perro ideal que vivía en la imaginación de Víctor, la afición de Boris a las farolas o la elegancia de las caniches Mirka y Anka van sucediéndose en estas historias caninas que comienzan con un retrato enmarcado del animal, siguen con el poema y la ilustración del mismo. Ateniéndose a la brevedad de la vida perruna, los autores quieren provocar la sonrisa y la nostalgia del lector. Y como un libro es el cofre de la memoria, a ellos les dedican el álbum, dejando preparadas las páginas para que los lectores añadan a sus amigos de cuatro patas.
DESTINOS PERRUNOS Texto de Sébastien Perez. Ilustraciones de Benjamin Lacombe. Edelvives. 94 páginas. 16 euros.
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a causa de las faltas de ortografía puede estar en el desconocimiento de la ortografía de las letras (como, por ejemplo, escribir jefe con ge, arma con hache o vino con be), en el desconocimiento de las reglas de acentuación, en no saber la clase –o categoría gramatical– de una palabra y su función en un enunciado determinado (los relativos, por ejemplo, llevan tilde cuando funcionan como interrogativos –directos o indirectos– o exclamativos: No sé quién ha venido; ¿Quién ha venido?; ¡Quién pudiera!; Quien a buen árbol se arrima...; Las personas en quienes ha delegado merecen todo el respeto) y por cuestiones morfosintácticas de unión y separación de palabras (las formas porque / por que / porqué / por qué, conque / con que / con qué, sino / si no, haber /a ver, de las que me he ocupado en esta sección, son algunos ejemplos de este tipo). Muchos hablantes cultos dominan bien los dos primeros casos, pero tienen serias dudas en los dos últimos y no consiguen resultados satisfactorios en sus producciones escritas. La razón, a mi entender, es que carecen de la suficiente formación gramatical, que les permitiría discriminar una o varias formas y elegir la correcta en función de lo que quieren comunicar. Hoy trataré del par ‘aparte’ y ‘a parte’. Dado que son son elementos en cuya formación intervienen los mismos fonemas y grafías, con cierta frecuencia viene repitiéndose en la lengua escrita la utilización de una forma por otra. La forma ‘aparte’ (escrita en una sola palabra) puede ser un adverbio, un adjetivo o un sustantivo. Como adverbio significa: a) en situación o lugar separado de otro en el que hay cosas del mismo tipo o con las que tiene relación (Guarda en el botiquín los
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
‘APARTE’, JUNTO Y SEPARADO medicamentos más usuales, y aparte los que requieren receta médica; Colocó todos los alimentos en una cesta y el pescado lo puso aparte; Puso las revistas aparte); b) Referido generalmente a personas, a distancia –real o figurada– de un grupo (Antes de la rueda de prensa, estuvo hablando aparte con algunos periodistas; Intenta mantenerte aparte y tendrás menos problemas; No me sorprende su forma de vestir, porque ellos siempre van aparte); c) Referido a dos o más cosas distintas, con separación física entre ellas (En este centro todavía estudian aparte los niños y las niñas); d) Además de lo expresado (Tiene una beca y, aparte, recibe ayuda económica del Ayuntamiento). Como adjetivo, invariable en número, significa que algo o alguien está separado o debe considerarse de forma separada: Mantuvieron una conversación aparte; Tiene su dinero en una cuenta apar-
te; Su historia hace de él un caso aparte; Les dieron cuarto aparte; Han hecho una tirada aparte de este libro; Su tesis está expuesta en un capítulo aparte; Mención aparte merece la obra de este novelista. Como nombre (de género masculino), significa: a) En una obra de teatro, fragmento de texto que un personaje dice hablando para sí o para un interlocutor y que se supone que no oye el resto de los personajes (En los apartes, el espectador es informado de lo que siente el personaje; El protagonista revela la verdad en un aparte); b) Momento en el que dos o más personas se separan del grupo y se comunican algo sin que se enteren los demás (En un aparte comunicó a los interesados los cambios de la empresa; En un aparte le pediré dinero para pagar el taxi). Con un sustantivo sin artículo y en una construcción parentética, como inciso o
acotación, la forma ‘aparte’ indica que en el contenido del enunciado no se considera el aspecto denotado por el nombre. Este uso se caracteriza por su movilidad posicional dentro del enunciado (puede aparecer prácticamente en cualquier lugar, dependiendo de dónde se quiera poner el énfasis) y por una especial entonación en la oralidad, lo que exige que vaya entre comas en la expresión escrita: Bromas aparte, este es el mejor libro del autor / Este es, bromas aparte, el mejor libro del autor; Problemas aparte, esta es la mejor propuesta que nos han hecho / Esta es, problemas aparte, la mejor propuesta que nos han hecho. ‘Aparte’ también forma parte de locuciones como ‘aparte de’ (Aparte de su inteligen- La forma ‘aparte’ cia, tiene otras (en una sola cualidades; En palabra) puede este lugar no hay mucho que ser un adverbio, hacer, aparte de un adjetivo soñar con maro un sustantivo charse) y ‘aparte (de) que’ (Aparte de que no hay tiempo para que otro prepara el papel, dudo mucho que nadie lo pudiese hacer mejor que tú). ‘A parte’ (escrito en dos palabras) está formada por la preposición ‘a’ seguida del sustantivo femenino ‘parte’: Contigo es imposible ir a parte alguna. También forma parte de locuciones como de parte a parte (‘de un lugar a otro’). Como pueden apreciar, son mayoritarios los usos de ‘aparte’ escrito en una sola palabra. Sin embargo, la falta de ortografía más frecuente en lo que respecta a este par es escribir la forma ‘aparte’ en dos palabras.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
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FICCIÓN
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Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
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La vida negociable. Luis Landero (Tusquets)
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Tres veces tú. Federico Moccia (Planeta)
Será porque te amo. Luis F. Vaciero (Camelot Ediciones)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Morir en primavera. Ralf Rothmann (Asteroide)
Media Vida. Care Santos (Destino)
El monarca de las sombras. J. Cercas (Random House)
El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
Los casos de Horace ... J. Mortimer (Impedimenta)
El monarca de las sombras. J. Cercas (Ramdom house)
A menos de cinco centímetros. Marta Robles (Espasa)
Como fuego en el hielo. Luz Gabás (Planeta)
Los imaginarios. Gravett / Harrold (Blackie Books)
Diccionario estrafalario. Gloria Fuertes (Susaeta)
Mac y su contratiempo. E. Vila-Matas (Seix Barral)
NO FICCIÓN
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El poder del ahora. Eckhart Tolle (Gaia)
El siglo de la revolución. Josep Fontana (Crítica)
Sabias. La cara oculta de la ... A. Muñoz Páez (Debate)
El libro tibetano de la vida ... Sogyal Rinpoche (Urano)
La magia del orden. Marie Kondo (Aguilar)
Permiso para quejarse. Jordi Montero (Ariel)
Una temporada en Tinker ... A. Dillard (Errata Naturae)
Sapiens. De animales a dioses. Y. Noah Harari (Debate)
Eres una madre maravillosa. Lucia Galán (Planeta)
Maestros de la fotografía. Paul Lowe (Gustavo Gili)
Continuará. Sagas ... J. Sánchez / A. Martín (Alreves)
Vengo sin cita. F. Fabiani / L. Santolaya (El País Aguilar)
Ser feliz en Alaska. Rafael Santandreu (Grijalbo)
Las escuelas que cambian ... Cesar Bona (Plaza y Janés)
La guerra de los ... David Abulafia (Pasado y presente)
Las pequeñas revoluciones. Elsa Punset (Destino)
Los secretos que jamás te ... A. Espinosa (Mondadori)
Sapiens. De animales a dioses. Y. Noah Harari (Debate)
Tranquilos y atentos como una rana. E. Snel (Kairos)
Imperiofobia y la leyenda negra. Roca Barea (Siruela)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
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PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
FICCIÓN
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No hay amor en la muerte. Martín Garzo (Destino)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
El laberinto de los espíritus. C. Ruiz Zafón (Planeta)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
El monarca de las sombras. J. Cercas (Random House)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Todo esto te daré . Dolores Redondo (Planeta)
La vida negociable. Luis Landero (Tusquets)
El monarca de las sombras. Javier Cercas (Mondadori)
Todo esto te daré. Dolores Redondo (Planeta)
La hija de Cayetana. Carmen Posadas (Planeta)
Mac y su contratiempo. E. Vila-Matas (Seix Barral)
La vida negociable. Luis Landero (Tusquets)
Falcó. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
Media vida. Care Santos (Planeta)
Noviembre. Jorge Galán (Tusquets)
Como fuego en el hielo. Luz Gabás (Planeta)
Tormenta de nieve y aroma.. Lackberg (Maeva)
Miel del desierto. Edith Pearlman (Alianza)
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El siglo de la revolución. Josep Fontana (Crítica)
Guía del arte molecular en ... Lavado (Dip. de Palencia)
SPQR. Mary Beard (Crítica)
Los últimos. Paco Cerdá (Pepitas de Calabaza)
Imperiofobia y la leyenda negra. Roca Barea (Siruela)
El cacique de Grijota abraza el fascismo. VVAA (Región)
Tratado de filosofía zoom. J. Antonio Marina (Ariel)
El siglo de la revolución. Joseph Fontana (Crítica)
Cambiar las gafas para ... VVAA (Ecologistas en Acción)
Toca el piano. James Rhodes (Blackie Books)
Homo Deus. Noah Harari (Debate)
Sapiens. De animales a dioses. Y. Noah Harari (Debate)
Empresas transnacionales… E. Sánchez (Catarata)
Palencia. Guía turística. Celada/Hdez. (Dip. Palencia)
La tira de años. Peridis (Espasa)
Isabel: la Reina Guerrera. Kristin Downey (Espasa)
Pozos de nieve y ... Jesús Anta (Diputación Valladolid)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
Una historia erótica de Versalles. M. Verge (Siruela)
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Sábado 4.03.17 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
ÁNGEL MARCOS
Alejandro Molpeceres Álvarez Madrileño de nacimiento, vallisoletano de adopción Cuarenta y cinco años recorriendo pinares y ríos vallisoletanos, acompañado de la familia, interminables días de verano. Desde hace diez años puedo disfrutar de esta tierra todos los días que puedo, amante del campo y de la bicicleta, un binomio que encaja perfectamente en estas tierras de campos, de pinares y de riberas. Una magnífica calidad de vida que me permite evadirme del día a día de duro trabajo, para luego poder disfrutar del fin de semana. Maravilloso Valladolid, sus tierras y sus gentes.
16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 4.03.17 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinadora: Angélica Tanarro
El cuaderno blanco A Isak Dinesen
J
ulia era la mejor amiga de mi madre. Cuando Teo, su marido, murió, ella y su hija se quedaron casi en la calle, pues Teo trabajaba sin contrato y, tras el accidente, no tuvo derecho a pensión. Mi padre las ayudó. Acababan de cerrar una tintorería y se las arregló para conseguirle el traspaso. Julia era muy trabajadora y tenía mucha mano con las clientes. Sacó adelante el negocio a costa de matarse a trabajar. Pero estaba feliz, porque decía que no dependía de nadie. La tintorería se llamaba ‘La servicial’, y estaba muy cerca del mercado de Portugalete. Mi madre compraba en ese mercado la verdura y la carne y, cuando tenía tiempo, se pasaba por la tintorería. Muchas veces ayudaba a Julia a planchar y a doblar la ropa. Julia era la única amiga que tenía, y cuando iba a verla no paraban de hablar. También se reían mucho. Decían que era por el percloroetileno, que era el disolvente que se empleaba para la limpieza en seco, y que te ponía como borracha pues es una sustancia muy volátil parecida al éter. Cuando hablaban de sus cosas, que no querían que nadie oyera, bajaban la voz. Entonces se oía el sonido quedo de sus conversaciones, que recordaba el correr del agua por las acequias. Recuerdo el olor de la tintorería. No era muy agradable pero cuando llevabas un rato allí apenas lo percibías. Había dos lavadoras que siempre estaban funcionando. Tenían una ventana frontal por la que veías agitarse la ropa. Mi madre ayudaba a Julia, mientras yo subía a ver a Esther, que era su hija. A la casa se llegaba por unas escaleras estrechas que había en el patio. Eran de madera, y siempre había algún gato dormitando, pues Esther les daba de comer y acudían de los tejados próximos. Esther estaba enferma y apenas salía de allí. Sufría ataques repentinos de asma que la ponían al borde de la muerte. Dormía en el mismo cuarto que su madre. A veces se quedaba sin respiración y Julia tenía que echarle un caldero de agua fría para que se recuperara. Se acostumbró a vivir de esa forma desde que era pequeña. Sobre todo, desde que murió su padre y su asma se hizo más intenso y
:: ILUSTRACIÓN BEATRIZ MARTÍN VIDAL
angustioso, como si tuviera que ver con esa muerte. Una vez, presencié uno de esos ataques. Estaba en su cuarto cuando sus ojos se pusieron en blanco y se derrumbó en el suelo como un saco. Yo me puse a dar gritos y Julia y mi
madre subieron enseguida a atenderla. Cuando regresé, Esther ya estaba tan tranquila junto a la mesa. Sonreía de una forma extraña, como si supiera cosas que nosotros no sabíamos. Esther tenía un refugio en
su casa. Un cuarto al que se subía por unas escaleras interiores. Daba a una pequeña terraza a la que se salía por la ventana. Cuando hacía buen tiempo, se pasaba allí las horas muertas. Era un lugar muy hermoso desde el que se veía
la torre lejana de la catedral, y la estructura metálica del mercado de Portugalete, elegante y leve como la quilla de un barco. Me gustaba mucho estar en ese lugar, sobre todo por las tardes, cuando hacía buen tiempo y ya habían regresado los vencejos. Los vencejos tenían radares que les permitían detectar los obstáculos y eran capaces de dormirse sin dejar de volar. También veíamos las cigüeñas, reflexivas y distantes, inmóviles en los pináculos de los edificios. Y al atardecer, cuando empezaban a encender las luces, contemplábamos las pequeñas ventanas amarillas, como si guardaran algo precioso. A Esther la gustaba mucho leer, y yo le llevaba tebeos y libros. Si hacía buen tiempo los leíamos en la terraza, y si no en el interior de su cuarto, tumbados los dos en el suelo. Le gustaba que fuera yo el que leyera. Ella cerraba los ojos para escucharme, y yo, en las pausas, levantaba los ojos del libro para mirarla. Veía su piel dorada, y su larga trenza adornada con una cinta azul. Y me preguntaba qué era el amor, y por qué a los protagonistas de aquellos libros, muchas veces valerosos guerreros, les bastaba contemplar a una muchacha para echarse a temblar como los niños de los cuentos. Esther llevaba un diario, en el que a veces la sorprendía escribiendo. Cuando me veía entrar lo cerraba y lo metía en el cajón de la mesilla, porque no quería que yo lo leyera. Tras uno de aquellos ataques la tuvieron que ingresar en el hospital donde le descubrieron un tumor en el cerebro. Le dieron dos o tres meses de vida. Fue entonces cuando empezó a hablar de un chico que veía en los tejados. Mi madre y yo íbamos a verla cada semana, y ella me hablaba de ese chico. No hacía nada, no se movía, solo aparecía allí, sobre una de las veletas, y se la quedaba mirando. Y ella cerraba los ojos y se dormía. Cuando despertaba, el chico se había ido. Se lo conté a mi madre, que me dijo que lo más probable es que esas visiones tuvieran que ver con el tumor, que al dañar su cerebro le hacía ver cosas que no existían. Una tarde estuve un buen rato leyéndola un libro sobre las razas humanas que la gustaba mucho. Ya iba a marcharme cuando me dijo que el chico del tejado se llevaba las cosas. Desde que venía a verla, le habían desaparecido la pulsera regalo de mi madre, el libro del lenguaje secreto de las flores, unas fotografías que había junto al espejo, y la cajita de conchas que habían comprado el verano pasado en Santander. Luego me pidió que cogiera el álbum de cromos que yo le había lleva-
DÍAS FELICES GUSTAVO MARTÍN GARZO
«Su diario estaba sobre la cama y no pude resistir la tentación de abrirlo. Todas sus páginas estaban en blanco»
do la semana anterior. Y al abrirlo vi que todos los cromos habían desaparecido. Se los ha llevado él, murmuró. Dos o tres días después nos llamaron para decirnos que Esther había sufrido un nuevo ataque y que estaba muy grave. Julia pidió a mi madre que fuera a recoger unas cosas para llevárselas al hospital. Fuimos a su casa y, mientras mi madre buscaba lo que Julia le había pedido, yo subí al cuarto de Esther. Su diario estaba sobre la cama y no pude resistir la tentación de abrirlo. Todas sus páginas estaban en blanco. Yo la había visto escribir en él, aunque siempre lo cerrara al verme para que no pudiera leerlo. ¿Cómo es posible que sus páginas estuvieran en blanco? ¿Aquel chico también se había llevado sus palabras? No, eso no era posible. Puede que Esther solo fingiera escribir para hacerme creer que tenía una vida que no podía compartir conmigo. ¿No hacemos eso todos, fingir vidas que no tenemos? Esa noche nos llamaron a casa para decirnos que Esther había muerto. No podía dormir y me quedé mirando los tejados, preguntándome quién podía ser aquel chico que ella veía desde la ventana. El chico que se llevaba sus cosas, que se había llevado las palabras que escribía. Ha pasado el tiempo y no sé qué pensar de todo aquello. Pero ahora sé que fue en las páginas blancas de aquel cuaderno donde leí la historia más dulce, triste y cruel de mi vida.