SOMBRA CIPRES LA
DEL
Una comunidad de vida y arte
NÚMERO 269 Sábado, 20.05.17
Una década después de su muerte, la obra de Jorge Vidal y Jo Stempfel sigue en la memoria de la ciudad [P2]
Jo Stempfel y Jorge Vidal. :: JAVIER INSAUSTI
2 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 20.05.17 EL NORTE DE CASTILLA
Jorge Vidal y Jo Stempfel, vida y pintura ANGÉLICA TANARRO
blogs.elnortedecastilla.es/calle58/ @angelicatanarro/twitter.com
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ivió en Valladolid desde 1974 hasta su muerte en 2007. Su nombre está ligado al Grupo Simancas, esa reunión de artistas y amigos que trajo desde finales de los sesenta del siglo pasado el aire renovador a la escena artística no solo de Valladolid, sino de esa Castilla dormida y anclada en sus tradiciones que se empeñaron en modernizar. Fue la pareja del pintor Jorge Vidal, quien en plena juventud decidió apostar por recluirse en una tierra poco abierta a los aires vanguardistas. Vidal, artista chileno nacido en Valparaíso en 1943, alcanzaría renombre, pese a no buscarlo con ahínco, en el panorama artístico de una comunidad que, en paralelo al país, despertaba de la modorra de la dictadura política y social. El nombre de ella, por el contrario, y como solía ocurrir si nacías mujer en una sociedad de hombres, siempre tuvo eco. Se hablaba de Jo Stempfel y a continuación, como una muletilla, se enunciaba, ‘la pareja de Jorge Vidal’. Sí, hablo de Stempfel sin motivo aparente. Hablo de la pintora y de la mujer que, en la práctica, hizo de manager de su pareja. La que cuidó su obra y sus contactos con galeristas y coleccionistas. Su nombre y el de Jorge Vidal están estos días en el ambiente. La Galería Rafael ha sacado una treintena de obras del artista chileno, muerto hace ahora once años. Su esposa apenas le sobrevivió veinte meses, en octubre se cumplirá el décimo aniversario de su muerte. Veo a Stempfel en un vídeo de Adán Santiago –hijo de Fernando (Jacobo), galerista y pintor, miembro del grupo– rodado en la última etapa de su vida. Ríe con frecuencia, pero cuando se trata de hablar de su pintura habla poco. Frases cortas que apenas añaden un dato a lo que cualquiera que se haya acercado a su pintura pueda
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Una exposición refresca en Valladolid la obra del pintor chileno y trae la memoria de su compañera, de cuya muerte se cumple este año el décimo aniversario
Jo Stempfel, en el estudio de pintura en el que trabajaban Jorge Vidal y ella. A la izquierda, una obra suya. En la otra página, ‘Flores’. :: JAVIER INSAUSTI
haber visto. Es como si dijera a su interlocutor: «mis cuadros están ahí, nada más tengo que decir». Su obra: vital, optimista, aparentemente sin complicaciones. Una obra a la que se le pueden buscar relaciones: unas veces tiende al expresionismo; otras, se acerca al pop; hay un cierto deje naïf en los retratos… y estas características se dan, en ocasiones, juntas. Y ello porque en realidad es una pintura estrictamente personal, que sale de un impulso interior y se muestra desnuda de pretensiones. Una voz en off le pregunta en el vídeo citado por qué siempre pinta flores. «Las mujeres venimos de las flores» es su escueta respuesta antes de estallar de nuevo en risas. Mujeres y flores, como diosas paganas, colores planos, vivos, las rela-
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[Jo Stempfel] unas veces tiende al expresionismo; otras se acerca al pop; hay un cierto deje naïf en los retratos… Cuando [Jorge Vidal] llegó a Valladolid con la memoria de los volcanes de su tierra en la retina causó sensación
CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
De Relieve a Nazaré, pasando por Simancas
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orque tuvieron allí sus casas y sus estudios, orientados hacia el puente o hacia la Pesqueruela, donde los pájaros se asustan del encuentro entre las aguas del Pisuerga y las del Duero, se les conoció como el Grupo de Simancas. Pero bien podían haberse llamado Grupo Relieve, dado que el primer punto de encuentro de poetas, pintores, intectuales y otras yerbas de aquel
Cuadrado Lomas, Jorge Vidal, Fernando Santiago, Blas Pajarero y Jo Stempfel, en el homenaje a Picasso en 1981. :: EL NORTE
Valladolid de mediados de los años sesenta fue la librería de este nombre, fundada por los hermanos Domingo y José Rodríguez en 1951. José (Pepe) y Domingo, junto a su hermano Pablo (Blas Pajarero), pusieron la solera y los libros; también el contacto con los escritores –desde Jorge Guillén hasta Julián Marías o José Jiménez Lozano, pasando por la tríada Justo Alejo/Francisco Pino/Ramón Torío–. Más tar-
de Fernando Santiago puso el espacio expositor: la sala de arte Jacobo. Y Simancas, además del nombre, puso el marco del primer sueño compartido por los artistas plásticos del grupo. A saber, el acuarelista y grabador Francisco Sabadell, el mayor de todos ellos; el maestro de los paisajes cúbicos de Castilla, Félix Cuadrado Lomas; los expresionistas Domingo Criado y Gabino Gaona, que murieron con sólo unos días de diferencia... Y Jorge Vidal y Jo Stempfel, que se unieron al grupo en 1969. Y el propio Fernando Santiago, que guardó su obra personal casi secretamente, como si considerara siempre menos importante la expresión propia que la de los demás... Nada que ver los unos con los otros en lo plástico. De ahí el nombre de grupo, nunca de escuela. Pero mucho que ver, por cierto, en lo personal. La misma inquietud artística. La misma inclinación poética. También una misma emoción ante la lisura encendida del paisaje castellano. Algo que les puso en relación directa con el espíritu de la Generación del 98, tantos años después. La misma pulsión vital en un tiempo muy concreto de la historia reciente de Valladolid. Un tiempo que, inexplicablemente, pareció desaparecer de golpe, de la misma manera en que en su día
había aparecido. El advenimiento de un velo de silencio que se extendió durante decenios, hasta el rescate de la memoria casi en nuestros días. «Seguramente demasiado tarde», en palabras de Félix Cuadrado Lomas. En aquellos días de los años sesenta y setenta, con tantos pintores subiendo y bajando por las cuestas de la memoria de Leticia Valle, alguno podría pensar que Simancas se parecía un tanto a Cuenca, donde unos años antes, pero también por esas fechas, el grupo de los informalistas escribía una de las páginas más brillantes de la pintura contemporánea española. Y algo de este sueño compartido quieren recuperar quienes se aglutinan hoy, en honor a aquel grupo mítico, en el proyecto ‘Simancas, Villa del Arte’. También se parecían entonces –hoy algo menos, por las aglomeraciones del turismo– las cuestas de Simancas a las empinadas cuestas que suben hasta la fortaleza de Nazaré, el pueblo portugués de los barcos de colores, los peces de plata y las mujeres con las piernas sin depilar. El lugar donde los miembros del grupo encontraron su particular paraíso de verano, frente a las mayestáticas olas del Atlántico. Un tiempo de blanco y negro que ellos llenaron de luz y de color.
A los miembros del Grupo de Simancas les unió la amistad, y una misma inquietud artística
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Autorretrato de Jo Stempfel. :: CORTESÍA DE
SAMUEL SANTIAGO
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ciones de pareja en el fondo, a veces sexo explícito, como en la serie ‘La mujer y su doble’ que expuso en la Casa Revilla de Valladolid en los ochenta. Casi siempre un toque amable, pero sin caer jamás en lo cursi o en lo empalagoso. Personal, como ella, «la helvética» –en palabras de su compañero– que fumaba Gitanes, como la Maga de Cortázar, y amaba el buen vino. Que admiraba a Federer, su compatriota, que ganaba torneos sin despeinarse. Todo un caballero apreciado por una mujer libre y feminista, para quien Simone de Beauvoir era una especie de guía. Como lo fue el poeta Mayakovski, su preferido. Había trabajado para la ONU en su país natal (nació en Friburgo, en 1939) pero ella quería pintar. Viajó a Portugal, y en Lisboa se unió a un grupo de artistas con el que participó en exposiciones colectivas. En 1969 tuvo su primer contacto con el grupo Simancas, antes de regresar a su país donde entre 1970 y 1974 expuso su obra, comprometida con la causa del feminismo. En el 74 se estableció definitivamente en Valladolid junto a Jorge Vidal y ya no se movería de esta ciudad. Ni de su pareja. Busco su rastro en quienes la conocieron, como los que fueron sus vecinos en la Bajada de la Libertad, Chus y Nacho, que guardan la memoria de largas conversaciones al calor de un buen ‘ribera’ en una casa donde lo más permanente de un artista, su obra, acompaña. De su vitalidad, de ese ‘glamour’ que la pareja introdujo en la ciudad profundamente castellana, (un comentario que he oído y leído en otros testimonios). De la cocina de la casa donde reinaba él (también en esto una pareja adelantada a su época), un lugar de azulejos blancos e intruso fondo negro para albergar pintura.
Volcanes y veladuras Vuelvo al vídeo de Adán Santiago. En él, Stempfel prepara sus pigmentos, luego los extiende sobre el papel con pinceladas anchas, fáciles, rápidamente un jardín aparece sobre el blanco. Ella confiesa
algo que raramente se oye en un artista. Admiraba la técnica de su compañero, esa forma suya de jugar con las veladuras del color, la calidad que conseguía en su pintura. «A Jorge todo le salía bien» dice y enciende un pitillo melancólico... Era el mes de julio de 2007. Una treintena de obras de ese Jorge al que todo le salía bien se exponen en la galería Rafael. Son obras de distinto formato y técnica: hay papeles, óleos sobre lienzo, acrílicos… Su obra, efectivamente, poco tiene que ver con la de Stempfel (y ella, a pesar de la proximidad, trató de que no hubiera influencias) pero pienso que en algo se parecían. Hay en los dos una especie de urgencia en el trazo. Una facilidad que en Vidal deviene en profundidad Cuando llegó a Valladolid con la memoria de los volcanes de su tierra en la retina causó sensación. Lo recordaba el galerista y pintor Mariano Olcese que le homenajeó en su espacio, La Maleta, hace unos años: «A todos nos cautivó la fuerza de su pintura». En la exposición está en efecto la fuerza de sus volcanes y la expresividad de sus ‘cartografías’, la rotundidad del dibujo en arquitecturas apenas insinuadas y la efectividad de esas veladuras entre el reino animal y el vegetal que tanto admiraba su compañera. Era un maestro del color pero no hay que perder de vista la hondura de esas piezas grises, negruzcas de un periodo crítico. Es difícil que la mirada no quede atrapada en una obra que no necesita adornos ni acompañamientos. Se explica a sí misma como todo lo que desprende verdad.
Jorge Vidal, en su estudio. Debajo, dos obras con su firma. :: JAVIER INSAUSTI
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Travesía del pintor Jorge Vidal E
n sus primeras novelas Paul Auster utilizaba el azar como un ingrediente básico. Una de las más destacadas lleva por título precisamente ‘La música del azar’. Incluso dedica un pequeño libro, ‘El cuaderno rojo’, a compendiar diversas casualidades que han condicionado su vida, algunas tan difíciles de creer que acaba con una invocación al lector: «Esto ha sucedido de verdad». Con la necesaria reducción de escala, busco su amparo para arrancar con los azares y cruces que me llevan a escribir sobre Jorge Vidal. Podría bastar la fascinación que siempre me ha producido su pintura, pero hay además un encuentro sorprendente y continuo entre su obra y muchos rincones de Valladolid, en lugares inesperados. O no tanto. Una notaría. El pasante que
me atiende tiene a sus espaldas un enorme fuego infernal de la serie ‘Matérica’ del pintor. Sin restablecerme de la sorpresa, y de la luz que despide el lienzo, el notario lee la escritura ante la geometría imprecisa de un volcán, otra serie de Jorge Vidal. La siguiente gestión en el Ayuntamiento me coloca frente a una de sus ‘Cartografías’, bellísima. Un tiempo después entro en un bar con un catálogo del pintor en la mano, y alguien cercano en la barra lanza un suspiro e inicia una larga historia de gratitud y admiración al que durante muchos años fue su vecino. Varias rondas. En un pasillo del Hospital Río Hortega un pequeño lienzo del pintor se expone acompañado de un cartel explicativo de cómo llegó allí. Justo Navarro anota en el prólogo a ‘El cuaderno rojo’: «Paul Auster en-
JORGE PRAGA
contró el idioma de los encuentros fortuitos que se convierten en destino». *
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Jorge Vidal llega a Valladolid en 1967. Había nacido en Chile en 1943, en la portuaria y vertical Valparaíso que se asoma a sus primeros cuadros. Atraído por Europa, se embarca en un carguero que le lleva a Hamburgo. En la larga travesía por dos océanos trabaja como ayudante de cocina. Aprende técnicas y se hace con recetas que más tarde sellarán amistades. Hamburgo es un destino casual que se enreda en otra casualidad, cómo no.
Lo cuenta Blas Pajarero en un ‘Pliego de cordel vallisoletano’ dedicado a Cuadrado Lomas: «Había llegado entonces desde Hamburgo. Vino mandado por Iragüen, quien le dijo vete a España, pregunta por Valladolid y allí por Relieve y en Relieve por Félix y Gabino, dos pintores amigos». Dos que fueron cuatro, cinco, seis, la fratría que luego se llamó grupo Jacobo, y finalmente grupo Simancas. Llegó, se marchó al sur de Portugal, volvió, anduvo unos años por Ginebra, con Valladolid esperando su asiento más o menos estable a partir de 1976. Siempre en amistad y correrías con esos pintores. Otra vez Blas Pajarero: «Vidal traía algunos colores mágicos que pronto intercambió con los que por aquí tenían al uso Sabadelles, Criados, Gabinos y Cuadrados Lomas». *
Jorge g Vidal, entre sus cuadros. :: HENAR SASTRE
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Félix Cuadrado, Jacobo, Jorge Vidal y Gabino Gaona, miembros del Grupo Simancas. :: FOTO CEDIDA POR EL MUSEO PATIO HERRERIANO
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Charlot vive en ‘Luces de la ciudad’ una peripecia que le desconcierta. En una noche pedigüeña se cruza con un ricachón que se quiere suicidar. Charlot, siempre tierno, le convence de que la vida merece la pena. El ricachón le invita a cenar, beben, se emborrachan, y se van a dormir la mona a su mansión. Por la mañana, recuperada la cordura abstemia, el anfitrión expulsa irritado al mendigo que se ha colado en su casa. Otra vez de vagabundo nocturno, Charlot le vuelve a encontrar tan achispado como la vez anterior. Le reconoce emocionado, donde te metiste anoche, celebremos el reencuentro. Algunos recordamos a Jorge Vidal en esa doble cabeza, doble memoria. Educado y amable en el trato del día, te convertía en un desconocido cuando te dirigías a él en la noche cargada. O al revés, me dicen otros. Dualidad de este hombre que con su percha indígena y su larga melena no pasaba nunca inadvertido. Le pintan tímido, culto, desinteresado. En la galería Carmen Durango, que le tuvo en exclusiva unos cuantos años, recuerdan lo difícil que era sacarle a otros lugares. A la Bienal de Barcelona de 1978 hubo que llevarle casi a rastras. Ganó el primer premio. Pero siguió en Valladolid y sus alrededores, en su día y en su noche, al encuentro de Charlot. * * * *
Aunque han transcurrido once años desde su muerte, las huellas de Jorge Vidal en la ciudad afloran donde menos lo esperas. Me gustaría empezar por aquellas pequeñas pinturas que coloreaban la entrada de ‘El pájaro azul’, en la plaza de Po-
niente, pero han desaparecido. Tampoco le evoca la calle que le dedicó el Ayuntamiento en las laderas de Parquesol, un trayecto de coches sin casas ni bares. «Calle de Jorge Vidal (pintor)». En los bares dejó huella con su empeño de cliente sin horarios, y por eso le tiene enmarcado con amor ‘El Largo Adiós’, en una fotografía con su compañera Jo Stempfel. En otros dejó cuadros, tal vez como moneda de cambio, aunque en el Colombo me aseguran que los seis que ennoblecen sus paredes se los pagaron en pesetas. Seis manchas cegadoras sobre papel hermanadas en su azul violeta, en su teja intenso, en las vetas verdosas. Qué pugna, qué irradiación. Más atenuado por el paso del tiempo y de la atmósfera cafetera se presenta el gran mural de Dakota, inexplicable tras una escalera que con la perspectiva adecuada acaba siendo absorbida misteriosamente por el conjunto. Un mural que aguanta desde 1990 entre intendencia hostelera sin que se agoten sus arabescos geométricos. «No cobró nada», me dicen tras la barra. *
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Las galerías de la ciudad vendieron cuadros de Jorge Vidal a despachos de abogados, a notarías, a constructoras. En algún caso pagaron facturas del dentista, me aseguran. Jacobo, ya desaparecida, organizó sus primeras exposiciones. La relevó Carmen Durango, que todavía conserva algunos grabados suyos que sorprenden a quien cruza el Pasaje Gutiérrez. Pocos, pues su pintura se vendía bien. De un cajón salen unas curiosas obras sin color, oscuras, fúnebres, de cuando por 1974 al pintor se le enflaqueció el ánimo. Orón, de
Vino mandado por Iragüen, quien le dijo vete a España, pregunta por Valladolid y allí, por Relieve (…)
la dinastía Jacobo, rezuma obra de Jorge Vidal por todas sus altas paredes. Un espléndido ‘Jardín de invierno’, lánguido, suave. Un rojo de la serie ‘Matérica’ que sigue ardiendo. Un ejemplar de ‘Cartografías’ del que me despido pidiendo precio. Ay. También la galería La Maleta cumple generosamente con el recuerdo del pintor. A finales de 2014 organizó la exposición ‘Vallisoletanos irreemplazables’, con una treintena de autores flanqueando al chileno: Luis Cruz, Gonzalo Martín-Calero, Lorenzo Colomo, José Noriega, Javier García Prieto… *
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En la oficina municipal de recaudación de Santa Ana el vocerío te recibe en la acera. Un impuesto equívoco llena el vestíbulo de reclamaciones. Tal vez no sea el mejor día para contemplar el bello óleo de ‘Cartografías’, que tras la cristalera ofrece a la espalda de los funcionarios una geografía que solo ha visto la imaginación del pintor. Siempre habrá ocasión, recaudatoria o artística, de volver a esta casa común. También es casa de todos la imponente sede de las Cortes de Castilla y León, que en su interior guarda una apreciable colección pictórica en pasillos de no fácil acceso. Un azar, uno más, me lleva a un aperitivo donde el tinto de Ribera me abre los ojos ante un ‘Jardín de invierno’ que florece silenciosamente. Un enorme lienzo de tibieza maravillosa entretejida del azul violeta y naranja endulzado a rosa. Un jardín de pocas visitas en un pasillo de dimensiones olímpicas. Me dicen que en Presidencia hay otro Jorge Vidal más inaccesible aún. Y este mismo edificio de corte soviético alberga la Fundación Villalar, que en 2008 recibió toda la obra del pintor que se quedó en su casa, tras su muerte. Ya no queda ni rastro, sus familiares chilenos pleitearon para heredarla y hace unos años salió de allí con rumbo desconocido. Me place imaginarla a bordo de un carguero rumbo a Valparaíso. Pero me subyuga más la espera de un encuentro azaroso con la explosión de sus colores en cualquier rincón de la ciudad. Posdata: mientras estas líneas se acomodan en la página, sobreviene una gran explosión de colores en la galería Rafael: cerca de treinta cuadros de Jorge Vidal se exponen en sus paredes, cuadros procedentes del legado que invernó en la Fundación Villalar. El azar y la sorpresa siguen compinchados con los rojos y violetas del pintor. Continuará, necesariamente continuará.
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El viejo y el Chrysler
Año 2010. En la isla de Cuba se descubre el Chrysler New Yorker Deluxe descapotable de 1955, de Ernest Hemingway
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l escritor tenía una intensa vinculación con la isla caribeña, un idilio que había nacido en 1928 y que le llevaría a asentarse en la misma entre los años 1939 a 1960. Allí, en su finca La Vigía, cerca de La Habana, escribirá ‘El viejo y el mar’. En el garaje está su coche, el precioso Chrysler New Yorker Deluxe Convertible que ha comprado nuevo por 3.924 dólares en Comiac Havana, el distribuidor de la marca norteamericana en Cuba, para sustituir a un Buick Roadmaster Convertible, de color azul, del año 1947. El New Yorker, inspirado en el prototipo Imperial Parade Phaeton obra de Virgil Exner y que marcará el estilo de los Chrysler de los años 50, es uno de los más bellos coches americanos de su época. En el New Yorker, Hemingway se pasea por La Habana, acude a El Floridita, el bar donde en su opinión se servía el mejor daiquiri del mundo (sin azúcar y con el doble de ron, cinco o seis gotas de marrasquino, el toque de limón y el hielo frapp), o muestra la isla a sus amigos como los actores Ava Gardner, Spencer Tracy , Ingrid Bergman, o el torero Luis Miguel Dominguín. En 1960 su casa se ha convertido en una atracción turística algo que, junto a sus problemas físicos, acentúa el estado depresivo del escritor. A esto se suma su temor a que Castro nacionalice las propiedades de los americanos en la Isla, y decide con su esposa Mary Welsh trasladarse a Estados Unidos, a una casa que han comprado el año anterior en Idaho, en una tranquila zona cerca del rio Big Wood. En la Isla se quedan muchos de sus manuscritos, obras de arte y el Chrysler…. El 2 de julio de 1961 el tiro de su escopeta de caza Webley & Scott, en unas circunstancias aún sin aclarar, pone el epílogo a la novela de su vida. El New Yorker descapotable, que conduce su chofer Agustín Núñez (que tras hacerse policía, morirá ahogado intentando huir a Miami), parece que fue legado por el escritor a su médico, el doctor José Luis Herrera Sotalongo, que lo mantuvo en sus manos desde el año 1961 hasta 1973 y posteriormente a su hijo José Herrera que lo venderá en 1978, y se le pierde la pista hasta encontrarse en el
ARTE EN MOVIMIENTO SANTIAGO DE GARNICA
Ernest Hemingway, en su casa de Cuba, en 1948. Arriba, el Chrysler New Yorker. A la izquierda, trabajos de reparación del vehículo. :: EL NORTE
garaje de Leopoldo Núñez Gutiérrez en el año 2010. Cuando reaparece, sus colores originales Orange Navajo y Sable, son solo un recuerdo bajo una capa de rojo, primero, y una de blanco después, y en un estado general tanto de carrocería como mecánico lamentable. El gobierno cubano decide entregarlo a Ada Rosa Alfonso Rosales, la directora del Museo Ernest Hemingway en la Finca Vigía, que sueña con restaurar el deteriorado, y cargado de historia, automóvil. Ada pide ayuda al actor David Soul, el Hutch de la famo-
sa serie ‘Starsky y Hutch’. Pero el entusiasmo del actor, amante de Cuba, y el de aficionados británicos y americanos que apoyan el proyecto, choca con muchas trabas. En una isla aún bajo el bloqueo de la administración estadounidense, Chrysler, al principio entusiasmada con la iniciativa y dispuesta a entregar las piezas necesarias, finalmente decide no ayudar por temor a las sanciones de la administración americana. Y la burocracia de la cubana tampoco facilita el proceso. La restauración que en los Estados Unidos habría sido una
tarea bastante fácil se convierte en una odisea en la isla caribeña. En cualquier caso David Soul con la ayuda del editor de la revista inglesa ‘Practical Classics’, Danny Hoppkins, sí logra llevar algunas piezas a la isla aprovechando que por su condición de ciudadano británico no se ve afectado por las leyes del bloqueo. En cualquier caso y más allá de buenas voluntades, han pasado ya varios años y el proceso de recuperación está muy lejos de finalizar. Actualmente un mecánico cubano, Pedro Pino, junto a su hijo, tra-
baja en la recuperación del New Yorker supliendo los pocos medios con mucho trabajo, habilidad e imaginación. La chapa de la carrocería está rehecha y se ha podido instalar el depósito de gasolina. Pero todo el tema de tapizados, revestimientos, asientos, capota y pintura están aún pendientes. Y los ocho cilindros en V del gran motor de 6,4 litros de cilindrada siguen dormidos. Hacen falta muchas piezas y la situación política que abre la nueva era Trump y sus relaciones con el gobierno castrista no invitan al optimismo.
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ABECEDARIO de lector
ADOLFO GARCÍA ORTEGA
Laberinto.- Hay un poema así llamado, ‘Laberinto’, de la poeta Wislawa Szymborska. Toda su poesía es una luz universal. Quien entra en esta escritora ya no sale nunca, por fortuna. Sus poemas parecen escritos en una especie de susurro que el lector siente cercano y personal. «Escribe para mí», suele sentir el lector cuando termina cualquier poema de esta gran Premio Nobel. Dice así el poema: «Debe haber una salida de aquí, / eso es más que seguro. / Pero no eres tú quien la busca, / es ella la que te busca a ti». Labio.- Proust pensaba que los labios no estaban bien hechos para besar. Para Emma Bovary los labios son el lugar de donde proceden las palabras amorosas, pero no habla de sus besos. Los besos de Flaubert, a tenor de lo que dice en su voluminosa correspondencia, fueron más bien contados y por lo general prostibularios (si exceptuamos los que dio a Louise Colet). Quien sabía más de besos y labios era Emilia Pardo Bazán, mujer extraordinaria y escritora descomunal. Laura.- Amor de Petrarca y de muchos más. Lector.- Hay dos clases de lectores, los que leen la misma novela siempre y los que no. Los que avanzan y los que se quedan. En reciprocidad, lo mismo se puede decir de los escritores. Lenin (Vladimir Ilich).- Wallace Stevens, en su poema ‘Description without place’, escribe: «Lenin, sentado en un banco junto a un lago, espantó / a los cisnes. Él no era un hombre de cisnes». Creo que es lo mejor que he leído sobre el leninismo.
Lérmontov (Mijail).- Agitada fue la corta vida de este escritor y militar ruso, que nació en 1814 y murió en 1841, como si la mera inversión de las cifras de su nacimiento presagiaran el final ya en el inicio, cifras jugando a los dados. Coetáneo de Pushkin, al igual que este se mofaba fríamente de la corte de su zar Nicolás I y fustigó con altivez las costumbres de la sociedad que con magnitud titánica describió Tólstoi. Lérmontov era oscuro y demónico y carecía de piedad con la estupidez. De él dice el crítico e historiador Angelo Maria Ripellino que era «indócil, malvado, altanero, unívoco en las pasiones, enemigo de compromisos». Tenía, pues, algo de Lord Byron y no escatimaba los duelos temerarios, casi todos en el Cáucaso, donde sirvió con valentía. De hecho, murió a resultas de uno de ellos. Escribió una obra maestra sobre el destino y el azar, ‘Un héroe de nuestro tiempo’, novela que es uno de esos artefactos de insobornable modernidad y cuya lectura causa una sorpresa inolvidable, por lo asimétrica, laberíntica y esquiva narración que es. En muchos aspectos, anticipa a Antonin Artaud o al colombiano José Asunción Silva. Ligereza.- La literatura ligera termina por aburrir a base de repetir su inanidad. Florecen novelitas, muchas de ellas negras. Se deshacen entre las manos de la lectura, por así decir. Pero, cuidado, no confundir la ligereza que propugna Italo Calvino en su profético libro ‘Seis propuestas para el próximo milenio’ con la trivialidad en la que se refugian lectores y escritores «que solo
La literatura ligera termina por aburrir a base de repetir su inanidad
quieren entretener». Una cosa es no tener lastre y otra bien distinta no tener sustancia. Lluvia.- La novela ‘Déjala que caiga’, del escritor y viajero cosmopolita Paul Bowles, se abre con una cita de Shakespeare que alude a la lluvia. Desde el inicio transmite una sensación de humedad constante, en una Tánger gris y tormentosa. La lluvia persistente lo empapa todo. Incluso hay un atisbo de delicuescencia en su protagonista, ese Nelson Dyar, uno de mis personajes literarios favoritos, borrado por la lluvia, cercano al Fowler de Graham Greene en ‘El americano impasible’. Ambas novelas y ambos protagonistas están marcados por una lluvia que lo envuelve todo de desencuentros y de promesas de vida nueva inalcanzable, como en las obras del maestro Onetti. Loco.- La figura literaria del loco es, por encima de cualquier otra, Don Quijote, desde luego, como él mismo dice al final del libro, ya en su aldea, bienmuriendo y con la cordura recobrada. «Yo fui loco y ya soy cuerdo». Otro genial loco
cervantino es Tomás Rodaja, el protagonista de ‘El licenciado vidriera’, una de las ‘Novelas ejemplares’, quien, merced a un hechizo con membrillo un tanto cutre, entra en la locura de creerse de vidrio. Nadie podía tocarlo, so riesgo de romperlo, pero podían preguntarle cualquier cosa, que de todo sabía y para todos tenía respuesta. No en balde era licenciado. Y en su locura, como Don Quijote, Rodaja se sentía un hombre libre. Pienso de pronto en otro ‘loco’ muy distinto, más actual y torturado: el John Givings de la novela de Richard Yates ‘Revolutionary Road’. John Givings es un joven matemático con un desorden mental que le lleva a decir la verdad y exige al matrimonio Wheeler que lleve hasta el final su intención de huir del «indescriptible vacío» de sus vidas, como han planeado, pero no lo harán. Lobo.- De las historias de licantropía, siempre llama la atención una serie de elementos recurrentes: el aullido de los lobos en la noche helando la sangre de quien lo oye; la figura de la Luna poseyendo al hombre lobo con la fatalidad de un hechizo; la transformación en otro ser, un ser tan temible como vulnerable y, por tanto, feroz y desvalido a la vez; la astucia del lobo para maquinar objetivos malvados que la virtud lleva al fracaso; la identificación psicoanalítica del lobo con el sexo masculino y, en fin, la muerte del lobohombre como única redención de su turbia existencia. Los cuentos de hadas están poblados de esos licántropos que tanta fascinación ejercen y tanto deseo acumulan. Y eso que el lobo es hermoso y solitario, más bien pacífico y dado a la melancolía. Son las perversas caperucitas rojas las que lo sacan de quicio. Low cost.- Todo, en cultura, ya es así.
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Espectáculo y realidad
El cantante portugués Salvador Sobral, durante su actuación en el festival de Eurovisión. :: SERGEY DOLZHENKO-EFE
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lenn Cornick, el primer y mejor bajista de Jethro Tull, comentaba que había dejado el grupo, para formar Wild Turkey, porque él era músico, le interesaba la música y Ian Anderson orientaba al grupo hacia un sentido del espectáculo que no compartía. El éxito le dió la razón a Anderson, que convirtió sus trabajos en álbumes temáticos (‘Aqualung’, ‘Thick as a Brick’, ‘A Passion Play’) y complejos espectáculos sobre el escenario. Cornick fue un músico respetado, pero con limitado éxito comercial. La búsqueda de la complejidad, para dar mayor peso a la música rock, se había iniciado con el álbum temático, que abrieron los Beatles con ‘Sargent Pepper’s Lonely Heart’s Club Band’ (1967). Por la misma época, la psicodelia buscaba ampliar la experiencia de los conciertos con juegos de imágenes e iluminación. El paso definitivo lo dieron The Who con la ópera-rock ‘Tommy’. Desde entonces, surgieron
más óperas rock, o temas escenificados, progresivamente más complejos, así que se precisaba una flota de camiones tráiler para desplazar el espectáculo, pantallas móviles gigantes, técnicos de imagen y sonido, figurantes… La música estaba en el origen, pero quedaba ensamblada en un espectáculo más amplio y costoso. En realidad, el viejo sentido de la música en exclusiva, ha sido relegado a las actuaciones ‘unplugged’ (desenchufadas). La complejidad no sólo afecta a los conciertos, cualquier lanzamiento musical requiere ‘videoclips’ que puedan ser vistos en pantallas, soporte habitual de la música actual. The Buggles anunciaron que «el video mató a la estrella de la radio» en 1980 y lo confirmó Michael Jackson con ‘Thriller’. Entonces, había músicos que no estaban muy de acuerdo; Joe Jackson un excelente músico con interesantes ‘videos’, se quejaba de la presión de las discográficas para la realización de
DAVID DOBARCO LORENTE
los videos, que a él no le importaban gran cosa como músico, algo parecido al caso de Glenn Cornick. La incorporación de la música a la cultura digital ha simplificado la virtuosidad instrumental y los procesos de grabación; cualquier espíritu creativo, con conocimientos digitales casi básicos, puede dotarse en su casa de un estudio de grabación y producción para difundir su obra en la red. El Festival de Eurovisión es un claro ejemplo de esta evolución mediática: De ‘Festival de la Canción’ de algunos países europeos, ha pasado a ‘superespectáculo’ global, Australia es la última incorporación. Desde hace años, su música vive avasallada por abrumadoras puestas en escena, con bailarines, efectos digitales o diversas polémi-
cas fomentadas, como la opción sexual o vital de algún protagonista, etc. Todo el festival y su entorno se convierte en un gran espectáculo que entretiene a los telespectadores durante días. En 1967, el filósofo Guy Debord, anunció ‘La sociedad del espectáculo’, en un libro así titulado, fue un éxito de gran influencia en el mayo francés, desde la óptica ‘situacionista’. Sin llegar a la profunda reinterpretación marxista de ese texto, de una manera más próxima Vargas Llosa aborda el problema en su libro ‘La civilización del espectáculo’, donde afirma que «La cultura, en el sentido que tradicionalmente se ha dado a este vocablo, está en nuestros días a punto de desaparecer… La banalización de las artes y la literatura, el triunfo del periodismo amarillista y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la idea temeraria de convertir en bien supremo nuestra natural propensión a divertirnos. En el
pasado, la cultura fue una especie de conciencia que impedía dar la espalda a la realidad. Ahora, actúa como mecanismo de distracción y entretenimiento». En 2012, cuando se publicó el libro, no se habían manifestado con la potencia actual los movimientos populistas, cuyo ADN subyace en estos síntomas. El éxito portugués en Eurovisión, con Salvador Sobral cantando ‘Amar pelos dois’, compuesta por su hermana
El de Salvador Sobral es un triunfo de la humildad, que aporta optimismo y sería magnífico que se repitiera en otras escalas vitales
Luisa, supone una anomalía dentro de este proceso global. De repente, los jurados debieron recordar que se trataba de un festival de canciones y eligieron una que sonaba bien y ni siquiera estaba grabada en inglés. Es como si hubieran dicho «ya estamos empachados de alardes espectaculares, queremos una dieta blanda de música»… y han elegido bien. Personalmente me suena más a música brasileña, una canción ideal para la desaparecida Ellis Regina, aunque hay muchos candidatos más. Como se ha dicho, es un triunfo de la humildad, que aporta optimismo y sería magnífico que se repitiera en otras escalas vitales: que la gente se hartara de la bazofia amarillista, del populismo y que reconstruyamos el esfuerzo en beneficio de todos, no de unos pocos. A veces basta una buena canción para crear una realidad poética y en Portugal lo saben, pues hace años hicieron mítica una canción: ‘Grândola Vila Morena’ de José Alfonso.
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E
n el siglo XVIII se produce una de las transformaciones literarias que se acompasan con providencial oportunidad a la nueva mentalidad moderna. El héroe narrativo pasa de ser un pícaro en busca de fortuna a ser un inocente en busca de la felicidad marginal; su actitud ya no consistirá en proclamar audazmente ese ‘sálvese quien pueda y yo el primero’, que ponía en entredicho moral el pensamiento individualista que liquidó al medievo; empieza ahora a aparecer un tipo de héroe diferente, capaz de vislumbrar augurios preocupantes para la especie humana, que no parece digerir siempre con naturalidad las novedades que se suceden en el umbral de la edad moderna. Así, la pérdida progresiva de vinculación con la naturaleza, la llamada del gregarismo urbano (por doquier se utiliza el apelativo ‘ciudadano’) y la obsesión por sistematizarlo todo en aras de un afán científico va configurando, a la contra, a este héroe novelesco que prefiere salir del mundo, vivir de espaldas a las madejas sociales. Ya en la segunda parte del Lazarillo, el protagonista, convertido en atún, exclama: ‘¡Viva el gran mar y los moradores de él, y mueran los que habitan la Tierra!’. La proclama excitada la dice quien quería arrimarse a los buenos para prosperar y anticipa a héroes solitarios como Robinson Crusoe o, más adelante, Nemo, el enigmático protagonista de la novela de Verne, arquetipos que ya desconfían de cuanto ocurre en tierra firme. Y a medida que se acerca el siglo XX van surgiendo otras novelas en que el alejamiento del género humano lleva a los héroes (el Mowgli de Kipling, el Tarzán de E. Rice Burroughs) a engarzar de nuevo con el mundo animal en el espacio de la selva, considerada desde el refinamiento de la cultura ilustrada como el lugar opuesto a la civilización. Todos ellos, entre otros, se adelantan sin suponerlo al héroe solitario, de espaldas a la comunidad, de novelas fundamentales del siglo XX: la misantropía de Meursault, la angustia inconcreta de Horacio Oliveira, el desgarro de lo excesivo en el cónsul Firmin. Bajo esta misma clave de héroes sin arraigo, que fundan la personalidad del héroe moderno, podría leerse ‘El hombre pez’, la reciente novela de José Antonio Abella, quien urde con asombrosa solvencia la historia tantas veces relatada de aquel muchacho cántabro del siglo XVII, Francisco de la Vega, que se echó al mar en el Cantábrico y años después fue apresado en Cádiz por unos pescadores que lo tomaron por un pescado de apariencia humana, lo que originó la leyenda de una criatura híbrida, escamosa, de idioma inin-
Escultura dedicada al hombre pez en el río Miera a su paso por Liérganes (Cantabria). :: AGLAYA72
Resurrección del hombre pez teligible y capaz de vivir en alta mar; un adelantado de aquellas criaturas salvajes (como el de la película de Truffaut) que en último término replantean la escisión irreparable entre barbarie y civilización. La novela de Abella –quien ya manejó con pericia de fabulador el sustrato documental en narraciones suyas anteriores, sobre todo en la deslumbrante ‘La sonrisa robada’– resiste muy bien entre lo constatado y lo imaginado y entre las distintas inercias de los géneros narrativos sin perder equilibrio sutil. Es, desde luego, una novela picaresca con
Cualquier lector tiene derecho a tomar una novela en la frecuencia que él advierta
una fuerte contextualización crítica (el episodio inicial del exorcismo no está exento de un sarcástico ajuste de cuentas con la intolerancia eclesiástica; y las alusiones al hambre en la España de Felipe IV alcanzan cotas hilarantes en esa descripción hiperbólica de las copiosas viandas para una recepción real); participa asimismo de la vertiente documental que precisa toda novela histórica (las distintas voces narrativas recrean con estricta verosimilitud registros expresivos de la época: la noticia, el memorial, la carta…). Pero es la peripecia del hombre pez, narrada con economía y agilidad expresivas muy próximas a aquella envidiable soltura barojiana, la que va trazando un perímetro que termina por hacer del protagonista uno de aquellos héroes antes aludidos que encuentran desengaño e incomprensión en el mundo humano y deciden dejar de pisar tierra firme. Un pícaro habría tomado esas vici-
situdes como purgativas lecciones necesarias para alcanzar prosperidad; sin embargo, Francisco, todo candor y ensimismamiento, renuncia a esa lucha voraz por la vida y se esfuma para siempre, pues «toda esa sabiduría natural que le permitía sobrevivir en el mar era también un obstáculo para retornar a la tierra de los hombres, de la que cada vez estaba más lejos». Surgieron así en numerosas narraciones esas figuras derrotadas –el náufrago, el exiliado, el salvaje…–, verdaderos albatros ‘avant la lettre’ que no se manejan en los dominios terrestres de los hombres y son los primeros ‘outsiders’ que renuncian a las pompas de la civilización, justo en el momento en que la vida entra en un proceso de racionalización, de progreso científico, de principios utópicos sociales. En cuanto a nuestro hombre pez, elige para desaparecer el agua –donde, remedando a Amadís y a Lázaro, ha-
CEREZAS EN EL ESCONDITE TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO
bía nacido– y trata de sobrevivir en la patria del mar, «su refugio en el mundo, no un camino de paso hacia otro sitio […] sino el destino concreto para el que había nacido», como se lee en la novela. En la estela de los episodios de mitología fluvial (Ulises, Jonás, Moby Dick), ‘El hombre pez’ va aún más allá, en busca de una perdida vinculación magmática y radical con el origen de las especies. Pierde en ello modales humanos, abandona la voz, se olvida de los significados de las palabras, se alimenta de pescados crudos, entra en relación amorosa con delfines… Se va, se va para siempre este rapaz de Liérganes incapaz de soportar la condición humana, desechada ya la armonía con el resto de las especies. Cualquier lector tiene derecho a tomar una novela en la frecuencia que él advierta. Sin duda, la narración de José Antonio Abella permite ir más allá de la mera recreación de una leyenda que estaba incompleta. El narrador, tal vez aplicándose lo que él dice de su personaje («saber sin pensar, pensar sin saber») ha expuesto un jalón más en el itinerario de los mejores héroes novelescos, los que se alejan de sus congéneres con intuición decisiva, convertidos en barones rampantes, como en la fábula de Ítalo Calvino, que deciden no ocupar sitio ninguno en el juego tóxico en que –y ya lo preveían ellos– se ha ido convirtiendo la existencia.
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LECTURAS
DESVENTURAS DE UN LIBERAL EN TIEMPOS DEL REY ‘FELÓN’ ‘Don Esteban o Memorias de un español escritas por él mismo’, editada por primera vez en España, nos acerca a las turbulencias de la España del primer tercio del siglo XIX ENRIQUE BERZAL
P
ocos episodios de la historia de España han suscitado tanta unanimidad entre los especialistas como el nefasto reinado de Fernando VII. De su afán absolutista por enterrar los avances revolucionarios desarrollados en plena Guerra contra las tropas napoleónicas se ha escrito mucho, remarcando su voluntad de retrasar el reloj de la historia hasta los tiempos viejoregimentales. ‘Don Esteban o Memorias de un español escritas por él mismo’ constituye una aproximación original a las dramáticas consecuencias que para los liberales de principios del XIX conllevó el mandato del ‘rey felón’. Se trata, como bien señala María José González Dávila en su modélico estudio introductorio, de la primera novela histórica romántica escrita por un español en la línea de Walter Scott. Su autor, el vallisoletano Valentín de Llanos, prototipo de liberal de ideas radicales y formación exquisita, había salido de España en 1823 huyendo voluntariamente de la tiranía fernandina. Dio a la imprenta sus falsas memorias, repletas sin embargo de episodios vividos en primera persona en Londres en 1825; sin embargo, esta de la Institución Fernando el Católico es la primera edición que se publica en España. La iniciativa es doblemente meritoria: en primer lugar por haber rescatado un manuscrito tan valioso como desconocido en nuestro país, obra asimismo de un autor meritorio pero escasamente mencionado entre nosotros, y en segundo lugar por propiciar un acercamiento poco convencional, pero igualmente fecundo, al traumático arranque de la contemporaneidad española. A buen seguro que el director de la Institución, el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza Carlos Forcadell, tiene mucho
‘Fernando VII en un campamento’, obra de Francisco de Goya. :: EL NORTE que ver en este acierto editorial que nos aproxima, de una manera amena y en ocasiones hasta divertida, al turbulento trayecto histórico que se abrió con una heroica guerra y una ejemplar revolución, explicitada en las Cortes reunidas en 1810 en la Isla de León, y muy pronto desembocó en la lucha entre el absolutismo fernandino y las diferentes familias del liberalismo. Valiéndose de una conven-
cional historia de amor entre Esteban, protagonista del relato, y la joven y bella Isabella, el vallisoletano fabula unas memorias autobiográficas cuya finalidad explícita es mostrar a los españoles «como de verdad son». Y lo hace a través de la peripecia, no exenta de dramatismo, de una familia acomodada de Valladolid cuya existencia se ve sacudida primeramente por la guerra contra el francés y luego, una vez repues-
ta del desastre bélico, por el absolutismo de un rey ‘Deseado’ devenido en tirano. Haciendo gala de una prosa ágil salpicada de giros, refranes y términos de época, ‘Don Esteban’ no sólo recrea los avatares políticos que se suceden en un arco cronológico que arranca de principios del XIX y llega hasta los primeros momentos del Trienio Liberal, en 1823, sino que describe con detalle múltiples parajes del Valladolid y
la Castilla del momento y se detiene en episodios costumbristas que van desde la ‘liturgia’ de una vendimia en Cigales y una romería en La Cistérniga hasta la rutina diaria de los españoles, con su afán por el chocolate y siesta incluida, pasando por las capeas y corridas de toros, los chistes picantes de las clases humildes, las procesiones del Corpus, los bailes típicos, los paseos y hasta el galanteo en el Madrid del sexenio absolutista. Especial hincapié hace el autor en esa suerte de paraíso en la tierra que eran las «tres provincias» vascas, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, «refugio de la industriosidad y la libertad (…), cuyos habitantes son por naturaleza demasiado activos e industriosos como para que sus energías queden paralizadas por la mano perniciosa del despotismo». Del ser de los españoles está el libro repleto. El autor, como no podía ser de otra forma, se explaya en elogios hacia «la nación en armas» que se alzó en 1808, hace gala de un patriotismo liberal que no ahorra epítetos a favor del carácter indómito, numantino, sacrificado y heroico de sus paisanos, incapaces de toda traición y tan resueltos a combatir el ultraje de una potencia invasora como a tolerar, incomprensiblemente, «con una especie de indiferencia, o más bien apatía criminal, la opresión de sus propios tiranos», en referencia al gobierno despótico de Fernando VII. Buena parte del libro es una suerte de operación de acoso y derribo de la figura de un monarca descrito con todos los defectos posibles, deforme, «pusilánime, variable y caprichoso», adicto a los amoríos, arbitrario, cobarde, derrochador, aficionado a las «orgías religiosas», rodeado de ministros incompetentes y rehén del «confesionario y el púlpito, esos dos grandes servidores del despotismo, la ignorancia y la represión monacal». Del «anárquico estado de España» durante su mandato responsabiliza igualmente al clero, siempre aprovechado y oportunista, principal culpable del fanatismo esclavizador y de la demolición del edificio constitucional, bebedor en demasía, estamento poderoso y especialmente despótico mediante el Tribunal de la Inquisición, «brazo vengador del terrible fantasma de la superstición» cuyas absurdas acusaciones y desalmadas torturas se describen en primera persona. En el polo opuesto, la Constitución gaditana de 1812, elogiada incluso por las potencias europeas, Carta Magna
DON ESTEBAN O MEMORIAS DE UN ESPAÑOL ESCRITAS POR ÉL MISMO Valentín de Llanos Gutiérrez. Editorial: Institución Fernando el Católico. Zaragoza, 2016. Precio: 38 euros.
El vallisoletano Valentín de Llanos, autor de la obra, salió de España en 1823 huyendo de la tiranía fernandina Buena parte del libro es una suerte de operación de acoso y derribo de la figura de un monarca descrito con todos los defectos posibles
gracias a la cual «España recuperaba así su lugar entre las naciones civilizadas». Por ‘Don Esteban’ desfilan asimismo algunos de los grandes personajes de la época, ese «hombre menudo, muy jovial y nada tímido» que era Napoleón, heroicos guerrilleros como el Empecinado, ‘El Marquesito’ o Juan Delica, prohombres liberales como Porlier, Riego y el conde de Montijo, los absolutistas Eguía y Elío, también el cura Merino, que destila crueldad por los poros, y el general Cuesta, a quien libera de toda responsabilidad en la desastrosa batalla de Cabezón. La momentánea felicidad que cierra el libro anuncia males mayores en una segunda parte, finalmente inconclusa (habría de titularse ‘The Spanish exile’), y le sirve a Llanos para contraponer el carácter despiadado del rey ‘Deseado’ con la generosidad del pueblo español, magnánimo y confiado tras verle jurar la Constitución, un pueblo que «pagó con cordial gratitud la opresión que había sufrido del déspota».
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HISTORIOGRAFÍA POÉTICA Araceli Iravedra ha construido una obra de referencia sobre la lírica española del último tercio del siglo XX RAFAEL MORALES BARBA
H
a escrito Araceli Iravedra uno de esos trabajos titánicos con que Francisco Rico, director del proyecto, propone y ordena la mirada sobre un género en una época. Colosal esfuerzo, son casi 1.100 páginas entre estudios, prólogos, bibliografía, desde los novísimos hasta el cambio de siglo. Se incorpora el estudio al de otros profesores que antes emprendieron esta difícil andadura, siempre conflictiva, como Miguel García Posada, José Luis García Martín o Juan José Lanz. Lo hace actualizando espacios ya abordados a los que incorpora nueva bibliografía, opiniones y renueva nombres (y elimina) autores. Lo hace con solvencia y valentía pues es una de las más importantes y reconocidas estudiosas de nuestra poesía actual, buena conocedora de lo antiguo (novísimos, los 70 y las poéticas esenciales y del silencio), o del realismo (desde lo vivido y lo aca-
démico), con sus polémicas y evoluciones. También aborda las últimas tendencias y eso confiere confianza incluso en sus aspectos más polémicos y antológicos, si bien no sólo. Todo ello empaquetado en el aval de una de las editoriales de poesía más influyentes de España donde Francisco Rico retoma el antiguo proyecto de Crítica. Un libro con pretensión de canónico asume riesgos, entre ellos el malestar de poetas con peso no antologados y editoriales ninguneadas, o el saber elegir qué poetas resisten el tiempo y quiénes no, donde tiende a ratificar lo sancionado por la crítica, salvo excepción. Cada época tiene sus deudas de difícil esquiva por muy diferentes razones (algunas muy humanas), y quizá ahí ha sido conservadora en ciertos casos mediáticos e influyentes de los intocables años 70. O de alguno de los 80, por ejemplo, pero en cualquier caso Araceli Iravedra ha sabido escoger con gran responsabilidad, sabido ratificar y aportar poetas, tanto como eliminar algunos nombres. No ensombrece el esfuerzo la ausencia de bibliografía no acomodaticia con algún autor, o que sobren y falten algunos nombres (pocos)… una minucia al lado del impresionante trabajo realizado, hecho matrícula de honor en el prólogo, en los estudios parciales de los elegidos y en la misma antología (sobresaliente ahí, en los textos y nom-
bres), o en el descomunal esfuerzo bibliográfico, merecedor del premio extraordinario. Araceli Iravedra ha puesto nombre propio a cuanto debiera ser labor de un equipo, lo cual habla de lo gigantesco del mismo, más allá de formar parte de un proyecto de investigación de referencia del Ministerio y Competitividad. El prólogo de casi doscientas páginas habla de la seriedad del documentadísimo y ágil trabajo, donde ha sabido conjugar el decir y el mostrar, con las citas bien escogidas para mostrar lo fundamental con minuciosidad y claridad. Un libro de ciencia es ante todo un libro de ciencia, pero para serlo debe estar bien escrito, recordaba Curtius con cita de Ortega y Gasset. En efecto, la profesora asturiana acerca con intensidad vívida y vivida, con legibilidad ese pozo sin fondo bibliográfico hasta hacer amena la lectura. Ha sabido periodizar y hacer
HACIA LA NUEVA DEMOCRACIA. LA NUEVA POESÍA (1968-2000). Araceli Iravedra. Visor 2017.
Araceli Iravedra en la plaza del Carbayo, en Avilés. :: MARIETA historiografía sólida de los novísimos, metalingüísticos, experiencia, neosurrealistas, línea clara y nueva épica, esenciales, del silencio, realistas, hasta las poéticas del malestar y del fragmento actuales (mejor nombre que el de Deshabitados) de los nacidos hacia 1975. A todo ello debemos añadirle el estudio de cada poeta desde una revisión e interpretación de su recepción actualizada, con su cartografía de publicaciones, y la buena y representativa elección de los poemas de nada más y nada menos que treinta y cuatro poetas (dando siempre procedencia del libro), sabremos del mérito del estudio. Nada acomodaticio, pues ha incorporado nombres como Fer-
nando Beltrán y José Luis Piquero, o ratificado a Lorenzo Oliván y Ada Salas buscando la representatividad de un momento. Ciertamente en el camino ha expulsado de la gloria a quienes debieran estar al menos (Vicente Valero y Julio Martínez Mesanza), de la misma manera que sobran media docena de nombres mediáticos o relevantes. O no se da noticia de algún poeta más o menos secreto en el estudio, pero conocido, pues también la ascendencia, lo académico y el peso de las influencias han tenido a veces un exceso de opinión sobre muchos trabajos, no me refiero a este en particular, desde hace mucho tiempo. En cualquier caso no afean ausencias y sobran-
tes al estudio, magnífico, extraordinario. Además poetas que como tal se puedan llamar sin velos, Blas de Otero o Claudio Rodríguez, no nacen todos los días y la autora habla de un tiempo y un país, como en la canción. Si a todo este buen hacer ha particularizado la bibliografía en trabajos generales, antologías, obras de cada autor y sobre cada uno de ellos, sabremos que estamos ante el libro de referencia de quien quiera acercarse con seriedad, con cualquier objetivo, desde el profesional al meramente lúdico, a cuanto ha ocurrido en buena parte de la lírica en estas tierras de España. Sí, trabajo canónico en lo español y para bastante tiempo.
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LECTURAS
NIEBLAS DEL TÁMESIS EN JEREZ Juan Pedro Cosano demuestra en su última novela su maestría para captar ambientes históricos JESÚS NIETO JURADO
T
oda vocación literaria viene marcada por una serie de concomitancias. Bien sean estilísticas, de tono, de asuntos o de mecánicas creativas. Esto obedece a que la escritura es en un último término un modo de afrontar una forma de ser y, paralelamen-
te, de enfrentarse a un entorno. En el caso que nos ocupa, el del autor Juan Pedro Cosano, su querencia creativa es la ciudad de Jerez de la Frontera, si bien hemos de entender Jerez, su Jerez, como un mundo inabarcable y completo, flexible a épocas y personajes. Por su Jerez, a través de su breve, reciente y fulgurante creación, se retrata lo mismo el mundo oscuro del XVIII que un drama ambientado en las bodegas jerezanas en la primera mitad del XX (‘La fuente de oro’). Y todo ello con la pretensión personal de la escritura despojada de artificios transversales: mediante una prosa que tiene en la edificación narrativa su razón de ser. El Jerez que describe Cosano es un Jerez de contrastes, entre tullidos y nobles, entre tabernas y palacetes, entre re-
catadas damas y un hampa dado al vicio. Como en toda novela negra que se precie, Juan Pedro Cosano (Jerez de la Frontera, 1960) es también un excelente captador de ambientes, de ambientes históricos, lo que es de agradecer más allá de que se acierte o no en el tejido detectivesco de los episodios. ‘Las monedas de los 24’ (‘los 24’ eran los caballeros regidores municipales de la nobleza, desde tiempos de Enrique IV) se entiende como la tercera entrega de las aventuras de su personaje fetiche, Pedro de Alemán y Camacho, abogado de pobres dieciochesco en aquel Jerez. Las pesquisas de Pedro de Alemán, protagonista de ‘El abogado de pobres’ (Premio Abogados de Novela) y ‘Llamé al cielo y no me oyó’, nos ubican en esta
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA
EL BOSQUE
U
n cuento oscuro’ de Naomi Novik, recientemente reeditado en versión de bolsillo es, en su mayor parte, lo que promete. Una historia muy oscura con trasfondo de cuento de hadas. O al menos en su mayor parte. Al principio, la idea de leer esta novela, bastante gruesa, cuyos reclamos prometían, si bien oblicuamente, una de
esas historias rosas, un romanticismo ramplón, ambientado en un mundo mágico, me parecía un esfuerzo que quizás no mereciera la pena tomarse. Luego me llegaron algunas opiniones halagüeñas. Algunas aclaraciones donde se daba entender que la novela de romántica no tenía nada o muy poco. Incluso se decía que la trama amorosa era mínima, más bien forza-
CIRO GARCÍA
da. Como si la autora la hubiera introducido para cubrir ciertas expectativas. Solo estoy a medias de acuerdo con esta opinión. No creo que la trama ‘amorosa’ sea forzada. Tampoco creo que sea una trama amorosa. Si se lee bien, lo que vincula a los protagonistas es algo distinto del amor, aunque en algún aspecto se parezca a lo que solemos llamar amor. Pero lo que fuerza
LAS MONEDAS DE LOS 24 Juan Pedro Cosano. Martínez Roca, 2017. Barcelona. 496 páginas. 19,90 euros.
tercera entrega ante un relato ya de madurez. De madurez en cuanto a que el autor domeña las mecánicas del suspense, las más exquisitas tramoyas de la novela negra. Madurez, también, por cuanto Cosano imprime un ritmo a la historia en la que todo el
contexto histórico, urbano y social (el Jerez del siglo XVIII con su justicia sometida a la nobleza local, con sus diferencias sociales...) queda bien fijado. ‘Las monedas de los 24’ es la investigación policíaca que Pedro de Alemán y Camacho,
abogado de pobres del Concejo de Jerez, realiza a partir de una denuncia de violación contra un intocable de la hidalguía jerezana. Paralelamente a las indagaciones derivadas en este caso, la ciudad gaditana se ve envuelta en una espiral de crímenes horrendos cometidos contra damas de las principales familias nobles de la ciudad, ‘los caballeros 24’ , cuyos cadáveres aparecían con un denario romano en el lugar de autos. Y si la sucesión de crímenes y la posible resolución de los mismos conforma la nervadura argumental de la novela, en justicia habremos de
la atracción de los protagonistas, siempre puntualmente, no puede ser considerado emocional, o al menos no parte de las emociones que todos sabemos o creemos familiares. Lo que provoca el mutuo deseo no es otra cosa que la magia que ambos practican juntos. (Aunque Giordano Bruno insistía en que la magia es amor). La magia es uno de los elementos fundamentales de la novela. Es y no es la magia clásica de las historias de fantasía. No lo puede todo, pero puede hacer bastantes cosas. Invocar bonitos vestidos, por ejemplo. Hacer temblar el suelo. Quemar cosas. Llamar al
rayo. Purificar. Mostrar la verdad. La magia, además, define en cierto modo a sus usuarios. Las técnicas que son fáciles para un hechicero pueden ser casi improductivas para otro, incluso dolorosas. Para unos es una ruta en un mapa, para otros la búsqueda de huellas y referencias de un explorador. El aprendizaje de la magia por parte de la protagonista ocupa buena parte del libro y es uno de los aspectos más interesantes. La descripción de lo que se siente al hacer magia –algo físico, visceral– es uno de los mejores puntos de la novela. El otro gran punto, quizás el mejor, o al menos el mejor durante
la mayor parte de las historia, es el antagonista: El bosque. Aunque en ciertos aspectos pueda parecerlo no es bosque tolkiniano. Ni siquiera el tenebroso bosque negro de ‘El hobbit’. Este bosque está mucho más vivo que los bosques de la Tierra Media. Y no hay una pizca de benevolencia en él. En algún momento del relato pensé que estaba ante la más perfecta encarnación de Shub-Niggurath, l terrible ‘diosa’ de los bosques que se inventó Lovecraft. El bosque es hostil a todo lo humano. Muy hostil. Terrorífico. Su única intención es extenderse y asimilar. Para ello se sirve de varios agentes y argu-
Juan Pedro Cosano. :: TAMARA SÁNCHEZ
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
CON SABOR A CLÁSICO :: SUSANA GÓMEZ Atento a la tradición popular del cuento de animales, este álbum sobre los temores infundados convierte la posibilidad en sorpresa, el miedo en humor y la modernidad en tradición reinterpretada. Basado en la rima, las retahílas y la repetición, la obra brinda una experiencia narrativa desde bases clásicas,
con ilustraciones de línea clara y suave cromatismo con cierto sabor a Beatrix Potter. El misterio se esconde tras una madriguera, y las distintas perspectivas se ajustan a los animales que aparecen en escena (desde un conejo a un elefante pasando por un gato, un oso o una rana), dando a luz a un rico discurso visual. Fruto de la unión de las céle-
bres ilustradoras Juliaa n Donaldson y Helen m Oxenbury, el álbum pone en órbita con-ceptos como la amis-tad, el miedo, la valen-tía y la inquietud sobredimensionada, en un relato de divertido desenlace en el que la narración juega con la reiteración de situaciones, fórmulas y diálogos.
LA SALTINADORA GIGANTE Julia Donaldson y Helen Oxenbury. Editorial Juventud. 32 págs. 14 euros. Edad recomendada: a partir de 3 años.
La expectativa, creada a partir de una «saltinadora gigante» que amenaza con «aplastar al instante», dar «un susto alucinante» o «un miedo
impresionante», va en aumento gracias al desfile de animales que se suceden, y a los que la desconocida criatura ahuyenta uno por uno
con sus amenazas. Hasta que entra en escena mamá rana y… un final no previsto cerrará el relato y sorprenderá al pequeño lector.
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destacar que el autor perfecciona en las honduras espirituales de sus protagonistas, especialmente en Pedro de Alemán y Camacho, que se convierte en el perfecto personaje para que Cosano ahonde en los dilemas morales y el idealismo que van de suyo –y desde antaño– en la profesión de abogado. También discurren por ‘Las monedas de los 24’ secundarios a los que el escritor usa a modo de contrarréplicas simpáticas al tono oscuro y vertiginioso de la novela. Personajes que si bien quedan arquetipados, son una concesión mínima que hay que hacerle a un autor que se ha profesionalizado en poco menos de tres años. Hay hasta momentos de humor en el libro, y puede que merced a esa pretensión del jerezano por probar la ligereza en sus criaturas. Tampoco hay que olvidar que Cosano es leguleyo de profesión y uno de los pesos pesados de la abogacía en España: caso de los ERES, pieza jerezana de la Gürtel...
cias, entre otras pavorosas posesiones de personas que acaban convertidas en retoños, en avatares vagamente humanos del propio bosque. Apenas es posible contenerlo. Y los que se ocupan de este trabajo, los magos, están seguros de que un día lo cubrirá todo. Un antagonista perfecto, incompresible, una fuerza ciega que no tiene nada de humana. Es por eso que me parece que el giro final, predecible por otro lado, estropea una de las novelas más interesantes y mejor narradas que ha dado últimamente la fantasía.
UN VIAJE SOCIOLÓGICO AL MARGEN DE LOS CLICHÉS AMÉRICA
Manuel Vilas contempla América desde la entrada del capitalismo en una fase desconocida
Manuel Vilas. Madrid: Círculo de tiza, 2017. 215 págs.
–el mejor ejemplo es Detroit– la ciudad americana se diluye, desaparecen incluso las aceras. El libro es una crónica desde una perspectiva que ha ido más allá de la posmodernidad inicial. La mirada de Vilas es
personal al igual que su estilo sentencioso. Contempla Vilas América desde la mirada del capitalismo que ha pasado ya su fase baja y ha entrado en otra desconocida. Los referentes de Vilas son los referentes de una América ca-
pitalista en donde las diferencias entre alta y baja cultura han desaparecido, aunque sería mejor decir que la alta cultura ha desaparecido. No es de extrañar así que aparezcan los Simpson por doquier, o Lou Reed y Bob Dylan, por no hablar de Johnny Cash (este solo un mito para los americanos y los que en España hemos hecho de la cultura americana algo nuestro). Es cierto que menciona a Edgar A. Poe y a Walt Whitman, pero tampoco es menos cierto que Poe y Whitman forman parte, desde hace ya unos años, de la cultura popular norteamericana. Lo de menos son los referentes que Vilas haya tenido a la hora de escribir el libro porque estas crónicas van en la línea de lo que hasta ahora había escrito. Lo interesante es la mirada de Vilas, una mirada que, por fortuna, no es nacional, ya que no se detiene en comparar ambos países, aunque España esté presente en gran parte del libro. Lo importante es que Vilas no adopta la postura del escritor español de provincias asombrado por la línea del horizonte que cortan los rascacielos de Manhattan. Vilas es un escritor posnacional, posmoderno (incluso posposmoderno) y que es consciente de que el capitalismo no es solo un sistema económico sino un modo de contemplar la vida, y él ha adoptado esa mirada.
texto divertido divertido, sencillo y ágil ágil, cuyas características didácticas no eclipsan lo literario (ni viceversa). Todo ello contado con oraciones cortas, tipo-
tamaño un texgrafía de gran tamaño, to de duración adecuada, y una propuesta narrativa traspasada de acción. Por su parte, las ilustraciones facilitan
y anclan los significados, en tanto que ayudan a seguir el hilo conductor de una aventura por tierra, agua y aire.
SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
A
mérica’ es un libro de viajes por ciudades estadounidenses, casi todas del Medio Oeste, y un intento de ofrecer una imagen de América que, al menos, no cae en los absurdos clichés de los antiamericanos. Vilas ha vivido en el país, ha dado clases en la Universidad de Iowa, ha viajado como conferenciante y ha escrito este libro, que es un resumen muy personal de esos viajes y esa estancia. El libro se inicia con un prólogo en el que Vilas intenta ofrecer una especie de ensayito sociológico sobre el americano. Se fija en las casas de la clase media americana, y más en concreto en los sótanos, lugares donde el americano, es lo que nos dice, tiende a guardar todo como si se tratara de su museo particular. Por otro lado, al hablar del americano medio lo retrata como un zombi, tal y como algunas teorías filosóficas de última hora han hecho; y lo han hecho, sobre todo, con los emigrantes, con los chica-
El escritor Manuel Vilas. :: JOSÉ RAMÓN LADRA nos y latinos que cruzan la frontera, aunque de esto Vilas no diga nada (ni tiene por qué). Sí que habla de la ciudad inexistente, pues más allá de los centros de las ciudades, muchos de ellos abandonados o en estado de ruina total
TRES, DOS, UNO (Y VUELTA A EMPEZAR) :: S. G. Contar una trepidante aventura para primeros lectores no es tarea fácil. Sobre todo si tenemos en cuenta que los textos han de ser breves y sencillos, las imágenes han de ayudar a construir significados y el resultado debe ser asequible pero también ameno. Si a esto le añadimos la posibilidad de trabajar los números del uno al tres, nos encontramos ante un álbum que,
DOS RATONES Sergio Ruzzier. Editorial A buen paso. 40 págs. 12 euros. Edad recomendada: de 3 a 4 años.
sin anteponer lo pseudopedagógico, preserva la calidad literaria infantil y la atención a la competencia lectora y comprensiva de sus receptores. Todo ello sin dejarse arrastrar por la instrumentalización en la que algunas veces caen los álbumes destinados a esta edad, ni proponer relatos cuya puerilidad aburra, desilusione o, cuando menos, deje fríos a sus destinatarios. ‘Dos ratones’ conforma un
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Sábado 20.05.17 EL NORTE DE CASTILLA
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n alguna ocasión he tratado en esta sección de la relación de paronimia: dos o más vocablos son parónimos si entre ellos existe relación o semejanza, sea esta por su etimología o solamente por su forma o sonido. Por eso entre ‘invernar’ e ‘hibernar’, entre ‘absorber’ y ‘adsorber’, entre ‘abrogar’ y ‘arrogar’ y entre ‘acceso’ y ‘absceso’, pares de vocablos de los que me ocuparé esta semana, existe una relación de paronimia. ‘Invernar’ es pasar el invierno en un lugar, mientras que ‘hibernar’ es pasar algunos animales el invierno en estado de hibernación (o de letargo). Si nos atenemos a la información léxica que proporcionan los diccionarios, tanto las personas como los animales pueden invernar pero solo algunos animales, como por ejemplo los osos, hibernan. Figuradamente, ‘hibernar’ también hace referencia a la acción de permanecer una persona, una entidad o una cosa en estado de inactividad durante un periodo de tiempo. Y con este mismo sentido, como tecnicismo en el ámbito de la informática, hibernar es una de las opciones que un ordenador nos ofrece cuando hacemos clic sobre el botón ‘apagar’. Con respecto a ‘absorber’, todos los hablantes conocen las diferentes acepciones generales: a) atraer y retener las moléculas de un cuerpo las de otro en estado líquido o gaseoso con el que está en contacto (El bizcocho absorbe el agua); b) atraer un objeto o entidad a otro hacia sí o hacia su interior hasta amortiguar o anular, en ocasiones, los efectos del segundo (Las alfombras absorben bastante el ruido); c) ocupar o retener la atención y el tiempo de alguien (El trabajo absorbe gran parte de nuestra energía); d) incorporar una entidad política o comercial a otra (Una multinacional ha acabado absor-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
RELACIONES DE PARONIMIA E IMPROPIEDADES LÉXICAS biendo a todas las editoriales del país). Como tecnicismo del ámbito de la Física, ‘absorber’ es, además, disminuir o hacer desaparecer las radiaciones que se desprenden de un cuerpo. ‘Adsorber’ significa atraer y retener las moléculas de un cuerpo las de otro en estado líquido o gaseoso con el que está en contacto. Los diccionarios registran este término como perteneciente al ámbito de la Física; por tanto, fuera de ese ámbito su utilización no resulta apropiada. Con respecto a estos dos últimos verbos, me gustaría hacer dos precisiones: en primer lugar, que no deben confundirse los significados técnicos de los dos verbos por-
que no tienen nada en común; en segundo lugar, que debería cuidarse la pronunciación de ‘absorber’, término mucho más frecuente, sobre todo en su uso general, con el fin de que en el discurso hablado no pueda ser confundido con ‘adsorber’. Intenten, de hecho, pronunciar los dos verbos y notarán que apenas hay diferencia. ‘Abrogar’ es suspender, anular o dejar sin vigor una ley, una costumbre o un código mediante una disposición legal. Los diccionarios registran este verbo, que funciona como sinónimo de ‘abolir’, ‘derogar’ o ‘revocar’, como perteneciente al ámbito del Derecho. ‘Arrogar’, término técnico también del
campo del Derecho, es adoptar como hijo a un huérfano o emancipado. Con este significado es sinónimo de ‘adoptar’, vocablo este último que se utiliza casi exclusivamente. Como verbo pronominal, ‘arrogarse’ es apropiarse indebida o exageradamente de cosas inmateriales, como facultades, derechos u honores (Algunos políticos se arrogan el derecho de actuar como portavoces e intérpretes de la voluntad general). ‘Acceso’ designa, en sentido general, la acción de acercarse o llegar a un lugar, entrar o pasar por él (El transporte público garantiza el acceso a todos los rincones de la ciudad; pruebas de acceso a la Universidad) y el lugar por el que se entra o llega a otro (La circulación es intensa en Hibernar es una los accesos a la ciudad). Tamde las opciones bién significa la que un ordenador aparición repentina de cier- nos ofrece cuando to estado, com- hacemos clic sobre portamiento o el botón ‘apagar’ actitud (Sintió un acceso de curiosidad y de simpatía por la mujer que iba a su lado en el tren). En el ámbito científico–técnico de la Medicina, significa la aparición repentina o repetida de una enfermedad o de sus síntomas (Ha tenido varios accesos de fiebre esta semana). Un ‘absceso’ es una acumulación de pus en una cavidad o en los tejidos del cuerpo humano, que puede resultar en un tumor o hinchazón externa. Los diccionarios lo registran como perteneciente al ámbito de la Medicina, de ahí que constituya una impropiedad léxica confundir los significados técnicos de estos dos últimos términos.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
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Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
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La regata. Manuel Vicent (Alfaguara)
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Lo que te dije cuando te ... A. Espinosa (Grijalbo)
Tierra de campos. David Trueba (Anagrama)
Banderas en la niebla. Javier Reverte (Plaza & Janés)
Todo eso te daré. Dolores Redondo (Planeta)
No soy un monstruo. Came Chaparro (Espasa)
A grandes males. Refranes, ... César Pérez (Suma)
Derecho natural. Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral)
El monarca de las sombras. J. Cercas (Random House)
El encanto. Susana López Rubio (Espasa)
El color del silencio. Elia Barceló (Roca Editorial)
Bajo el árbol de los Toraya. P. Claudel (Salamandra)
A menos de cinco centímetros. Marta Robles (Espasa)
Las ventanas del cielo. Gonzalo Giner (Planeta)
Geografía humana y ... Gloria Fuertes (Nordica Libros)
El misterio del tesoro pirata. Roberto Santiago (SM)
Mac y su contratiempo. E. Vila-Matas (Seix Barral)
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Conspiraciones. Jesús Cintora (Espasa)
El libro de Gloria Fuertes. G.Fuertes (Blackie Books)
Homenaje a Cataluña. George Orwell (Debate)
El libro tibetano de la vida ... Sogyal Rinpoche (Urano)
Divina Lola. Cristina Morató (Plaza & Janés)
Frida Kahlo. Una biografía. María Hesse (Lumen)
La vida en el campo. Julia Rothman (Errata Naturae)
Sapiens de animales a dioses. Y. Noah Harari (Debate)
El poder del ahora. Eckhart Tolle (Gaia)
El universo en tu mano. C. Galfard (Blackie Books)
Conspiraciones. Jesús Cintora (Espasa)
Vengo sin cita. F. Fabiani / L.Santolaya (El País Aguilar)
Adiós Tristeza. Cristina Soria (Espasa)
El ingenio de los pájaros. Jennifer Ackerman (Ariel)
Todo está en los números. Claudi Alsina (Ariel)
Las pequeñas revoluciones. Elsa Punset (Destino)
1936 fraude y violencia ... M. Álvarez/R. Villa (Espasa)
El mundo del ayer. Memorias ... S. Zweig (Acantilado)
Utopía para realistas. Rutger Bregman (Salamandra)
Imperofobia y leyenda negra. Mª Elvira Roca (Siruela)
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Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
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Manual para mujeres de la ... L. Berlín (Alfaguara)
Tierra de campos. David Trueba (Anagrama)
La hija de Cayetana. Carmen Posadas (Planeta)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Derecho natural. Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral)
Como fuego en el hielo. Luz Gabás (Planeta)
Media vida. Care Santos (Planeta)
Clarissa. Stefan Zweig (Acantilado)
Todo eso te daré. Dolores Redondo (Planeta)
Los ritos del agua. Eva Gª Sáenz de Urturi (Planeta)
Derecho natural. Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral)
El omega de la aurora. Daniel Borge (Me gusta escribir)
Todo eso te daré. Dolores Redondo (Planeta)
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El ingenio de los pájaros. Jennifer Ackerman (Ariel)
Ascensiones en la monta... D. Villegas (Pedrera Pindia)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
¿Quién domina el mundo? Noam Chomsky (Ediciones B)
Rutas de BTT y cicloturis... D. Villegas (Pedrera Pindia)
Imperofobia y leyenda negra. Mª Elvira Roca (Siruela)
La venganza de los siervos. Julián Casanova (Crítica)
Imperofobia y leyenda negra. Mª Elvira Roca (Siruela)
Historia de los reyes de León. R. Chao Prieto (Rimpego)
Sapiens de animales a dioses. Y. Noah Harari (Debate)
Cansadas. Nuria Varela (Ediciones B)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
No sé si tirerme al tren o al maquinista. S. Broa (Plan B)
Isabel: la Reina Guerrera. Kirstin Downey (Espasa)
Desmontando los mitos ... Eduardo Garzón (Península)
Rojo de cadmio. Antonio Álamo (Región)
Lo que te dije cuando te ... A. Espinosa (Grijalbo)
Una historia erótica de Versalles. M. Verge (Siruela)
Miel del desierto. Edith Pearlman (Alianza)
NO FICCIÓN Los últimos. Paco Cerdà (Pepitas de Calabaza) El siglo de la revolución. Josep Fontana (Crítica)
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Sábado 20.05.17 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
Leticia Martínez Madroño Hija y hermana de hosteleros, con La Atómica, Proyectos Culturales, he luchado por hacerme un hueco en mi ciudad natal, Valladolid, y por demostrar a mi familia que ser el ‘perro verde’ no es tan malo. Mi proyecto personal me ha ofrecido cosas tan buenas como esta, ser retratada por Ángel Marcos.
ÁNGEL MARCOS
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Sábado 20.05.17 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinador: Chema Cillero
:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA
La inmortalidad S
i hablamos de mitos, ha llegado el momento de abordar la inmortalidad. Todos los mitos albergan como mínimo un miedo y un deseo, a menudo tan unidos que resulta muy difícil separarlos. ¿Quién puede separar, en el mito de la inmortalidad, el miedo a la muerte y el deseo de perdurar? Aquí miedo y deseo conforman una unidad dialéctica de naturaleza indestructible. Los griegos y los romanos veían la inmortalidad vinculada a la fama. No creían en la perduración de la carne y el espíritu: nuestros cuerpos se descomponían tarde o temprano, y nuestras almas acababan disolviéndose en las brumas del Hades y en los húmedos y subterráneos campos de asfodelos (flores que, según los griegos, eran el principal
alimento de los muertos). Los antiguos vinculaban la inmortalidad únicamente a las palabras que te nombraban cuando ya no estabas y a la conservación de tu nombre en la memoria de las gentes. Y para eso tenías que convertirte en un mito, es decir: en una narración breve y sintética que se iba trasmitiendo de generación en generación. La clase de inmortalidad en la que creía el divino Alejandro Magno, que aspiraba a ser más famoso que Aquiles, y más heroico. Tanto el cristianismo como el hinduismo y el budismo modificaron y amplificaron la idea de inmortalidad, postulando que el alma no se disolvía tras la descomposición del cuerpo y que se abría para ella un largo camino muy por encima de la podredumbre de la carne. Del purgatorio se po-
día pasar al cielo, según los cristianos, y según los orientales, de una vida podíamos pasar a otra y a otra más, en un incesante viaje de natura-
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
leza cósmica por las rugosidades del espacio y el tiempo. Pero es obvio que se trata de formas de inmortalidad que no niegan la muerte del cuerpo y que solo hacen referencia a la perduración del alma tras las dichas y desdichas de la vida terrenal. Circunstancia que nunca ha evitado la aspiración, muy antigua, de alcanzar la inmortalidad del cuerpo. Lo pretendieron los alquimistas chinos siglos antes de nuestra era. Por su culpa el primer emperador (Qin Shi Huang) anduvo buscando por los confines de China el elixir de la inmortalidad, como los alquimistas europeos perdieron sus noches y sus días intentando elaborar la piedra filosofal: una sustancia de color azafranado y blanda al tacto, que mezclada con agua daba lugar a un jarabe que con-
vertía nuestro cuerpo en materia perdurable. Hablamos de mitos que llevaban en sus cabezas los conquistadores españoles, cuando buscaban en América las fuentes de la eterna juventud. Obviamente, es aquí donde tocamos la herida que más le supura a la humanidad: el envejecimiento. La obsesión por no envejecer nos persigue desde siempre, y lo que de verdad nos preocupa es la inmortalidad del cuerpo, que sería la única manera tan evidente como taxativa de asegurarnos la inmortalidad del alma, más allá de toda duda razonable o irracional. Pero he aquí que ahora tenemos, campeando en la televisión y en Internet, a un nuevo alquimista, llamémoslo así, que no se achica al proclamar que estamos muy cerca de descubrir el elixir de la vida que dejará atrás el problema del envejecimiento. Me refiero a Aubrey de Grey (curioso nombre que evoca a Dorian Gray, el personaje de Oscar Wilde empeñado en conquistar la juventud perpetua). Aubrey de Grey lamenta la muerte de Chuck Berry, el inventor del rock and roll, y le duele no dis-
poner todavía del elixir que alargará de forma indefinida nuestras vidas. Porque una vez más se trata de un elixir que hasta podrá inyectarse. Oigamos sus propias palabras: «Seremos capaces de detener el envejecimiento con una inyección. En la medicina moderna las inyecciones se emplean para un único propósito, pero nosotros queremos ir más allá de ese sistema y concebir una inyección que sirva para muchos propósitos: una inyección que pueda reparar al mismo tiempo todos los problemas del envejecimiento». Y como un profeta que no duda, añade: «La inyección estará al alcance de cualquiera con absoluta certeza». Este nuevo Dorian Grey lleno de fe en la ciencia y en la medicina regenerativa, de mirada incendiaria y barbas patriarcales, no es el único que recorre los estudios de televisión anunciando la buena nueva. Ya hay una legión de teóricos dándole la razón. Todo lo cual para indicar que el anhelo de los alquimistas sigue muy presente en nuestros días, como nuestro miedo a la muerte y nuestro deseo de superar la trágica fragilidad de la vida.