SOMBRA CIPRES
NÚMERO 279 Sábado, 07.10.17
LA
DEL
‘Lenin proclama el poder de los soviets’ (Obra de Vladimir Aleksandrovich Serov, 1954).
Cien años de la Revolución Rusa
La revuelta bolchevique en 1917 generó una explosión creativa en todas las disciplinas
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Sábado 7.10.17 EL NORTE DE CASTILLA
1917
‘Lenin en octubre’, óleo sobre lienzo de Pribluda Lyubov Tsalevna.
CIEN AÑOS DE LA REVOLUCIÓN RUSA
Los géneros literarios reaccionaron de forma diferente. Mientras la poesía y la columna de opinión dieron testimonio diligente, la novela y el cuento tardaron en significarse
La escritura urgente de la Revolución SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
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esde el inicio la Revolución rusa tuvo cronistas, las más de las veces desorientados, de esos días que cambiaron el país. Si en Europa, cuando la Revolución triunfó, hubo un gran número de escritores que, con cuatro noticias que de allí llegaban, se lanzaron a escribir sobre las bondades del nuevo régimen, en Rusia la situación fue diferente. No en vano, no escribían de oídas; al contrario, habían vivido la Revolución liberal de febrero de ese mismo año y la escalada de tensiones que el vacío de poder había traído consigo. Muchos dudaban de cómo se comportarían los bolcheviques una vez llegasen al poder, aunque las dudas se disiparon enseguida. Cuando estos proclamaron un nuevo gobierno, todos los partidos políticos se dieron cuenta, amargamente, de que los bol-
cheviques no tenían la mínima intención de compartir el poder con ningún otro partido. También repararon en que para llevar a cabo sus objetivos, a pesar de las constantes menciones al pueblo, instituyeron el Terror Rojo para reprimir a los disidentes. Entre 1917 y 1921 algunos poetas y prosistas dejaron por escrito sus impresiones de lo que estaban viviendo. Se encontraron con que en menos de un año habían vivido dos revoluciones de signos muy distintos y que a partir de octubre algunos comenzaron a ser perseguidos o rechazados, incluso estando a favor de los bolcheviques. Es curiosa la diferencia entre los géneros literarios. Si bien la columna de opinión y la poesía se prestaron al testimonio acucioso, la novela y el cuento fueron de germinación más lenta. En algunos casos, además, el abordaje del tema era directo; en otros, oblicuo. Entre los poetas se encuentran Ossip Mandelstam, Ana Ajmátova, Marina Tsvetáyeva y Zinaida Gippius. El poema ‘En público y tras las puertas cerradas’, de Mandelstam,
es un gran ejemplo de la reacción de rechazo a los acontecimientos de 1917. En ese mismo año, Ajmátova escribió ‘Cuando la nación, suicida’, poema breve en que muestra su disconformidad con lo que está ocurriendo. El repudio de ambos escritores selló su fin desgraciado. En algunos poemas Tsvetáyeva y Gippius coinciden al utilizar el vino como imagen central. Ambas se fijaron en el vino almacenado en las bodegas del Palacio de Invierno que los bolcheviques derramaron por Petersburgo. Ese vino dio lugar a las revueltas y a la represión siguiente, que tanto criticó Máximo Gorki en algunos artículos periodísticos. Hubo también poetas que vieron en la Revolución el alba de una nueva época o que la apoyaron cansados de todos los sufrimientos que el régimen zarista había infligido a los rusos. Es el caso del esteta Mijaíl Kuzmin. Sus ensueños de una vida mejor los dejó escritos en ‘Revolución rusa’, aunque pronto se percató de que no pasaban de eso. En 1918 los bolcheviques arrestaron a su
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OCHO MESES QUE CONMOVIERON A LOS PERIODISTAS De marzo a noviembre, las noticias que llegaban de Rusia agitaron la redacción de El Norte de Castilla, que consideró la revolución de Lenin como el triunfo de la anarquía bolchevique
Habían pasado varios días desde la mítica jornada revolucionaria de febrero de 1917, iniciada por las mujeres rusas en protesta contra el hambre, la guerra y la tiranía del zar, cuando en Madrid comenzaron a inquietar las noticias que llegaban de San Petersburgo (entonces
POR ENRIQUE BERZAL
Petrogrado). Se trataba de «motines y manifestaciones tumultuosas» protagonizadas por «el pueblo ruso, hambriento», podía leerse en El Norte de Castilla del 13 de marzo (28 de febrero en el calendario ruso). Y es que los movimientos de febrero, punto de partida del plano inclinado hacia la
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CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
De la vanguardia al realismo socialista
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l arte no es un domi-o nio donde el partido o deba ser líder». Lo dijo Trotski, y así per-mitió que el arte de la Revolu-ción de Octubre pudiera cami-nar, durante un cierto tiempo,, con la libertad absoluta de lass vanguardias. Hasta que la pro-pia ‘nomenklatura’ del parti-do terminó decidiendo lo con-trario: que el único arte posi-ble en la Rusia de los sovietss era el realismo socialista. La noche del 24 al 25 de oc-tubre (del 6 al 7 de noviembre,, ya que el país se regía todavíaa por el calendario juliano), cuan-do la Guardia Roja tomó prác-ticamente sin oposición loss n puntos clave de Petrogrado, en o Rusia el viejo arte académico n empezaba a ser empujado con fuerza por la adaptación locall de las vanguardias europeas:: impresionismo, fauvismo, cu-bismo. Chagall había vuelto de París para casarse con Bella Rosenfeld, y se quedó para participar activamente en la revolución. Kandinski, que a su vez se acababa de casar en Moscú con Nina Andreevskaya, hizo lo propio desde Alemania. Y Malévich había formado escuela con el suprematismo, que abogaba por un universo sin objetos donde las formas geométricas imponían su ley. Entre la revolución de febrero y la de octubre, Lenin ya había dicho que vivía «en el país más libre del mundo». Y esa subversión donde los campesinos se imponían a los terratenientes, los alumnos a los profesores, los obreros a los patrones y las mujeres a los hombres, funcionó de inmediato para el arte. Cuando los bolcheviques alcanzaron el gobierno, enseguida crearon la Checa para eliminar cualquier signo de disidencia, pero vieron en el arte, y en la cultura, un instrumento de cohesión capaz de mantener unido a un pueblo que seguía sufriendo inmensas calamidades. De he-
revolución bolchevique, no pueden desligarse del gravísimo impacto social generado por el contexto bélico: a la altura de 1917, Rusia, que contaba con 15 millones de hombres movilizados, palidecía por su millón y medio de muertos, sus dos millones de desaparecidos y sus cuatro millones de heridos.
La escasez de alimentos y el racionamiento en medio de los rigores del invierno, el despotismo de la autocracia zarista, el escaso prestigio del propio Nicolás II y la labor tenaz de la oposición política, desde los socialrevolucionarios y bolcheviques hasta los kadetes (liberales) y mencheviques sumaban los
‘Promenade’. Marc Chagall (1917-18). cho, mientras el pueblo pasaba hambre, el partido no tenía empacho en autorizar grandes sumas de dinero para exposiciones, conciertos o representaciones teatrales. Aunque había mantenido con él grandes diferencias ideológicas, nada más formar el nuevo gobierno Lenin ofreció el cargo de comisario popular de Educación a Anatoli Lunacharski, un ‘bolchevique de izquierda’ que, junto a su cuñado Alexandr Bogdánov y al escritor Máximo Gorki, fue célebre en los años previos a la revolución por la teoría de la «construcción divina», una especie de filosofía que se presentaba como «religión humana» del nuevo hombre revolucionario. El recién creado Comisariado Popular de Educación emprendió entonces un «frente contra el analfabetismo» que permitió que, en dos años, en Rusia se pasara de
ingredientes necesarios para que el sistema saltara por los aires. Las notas de El Norte de Castilla, insertas en la sección dedicada diariamente a ‘La guerra europea’, se nutrían de teletipos procedentes de las naciones en lucha, lo que conllevaba un férreo control de la información por parte del gobierno de turno, a lo que habría que
38 000 a 62.000 62 000 escuelas. l Y 38.000 fundó también la Proletkult («cultura proletaria»), una federación de asociaciones culturales locales y artistas de vanguardia que celebró su primer congreso en 1920, contabilizando 84.000 miembros activos y cerca de trescientos estudios distribuidos por todo el país. Los artistas de la vanguardia rusa, que exaltaron lo moderno de lo urbano e industrial frente a lo caduco y atrasado del campo, encontraron un excelente caldo de cultivo en esta federación que, sin embargo, empezó a declinar con claridad a partir de 1922, cuando la Asociación de Artistas de la Rusia Revolucionaria decretó que,
Los Artistas de la Rusia Revolucionaria decretaron que el pueblo era incapaz de comprender las vanguardias
sumar, para dificultar aún más la situación, la rígida censura impuesta por el ejecutivo español. Cuando en el marzo ruso los manifestantes, más de 200.000, cruzaron el helado río Neva hasta llegar a la catedral de Kazan sin que las tropas cargasen contra ellos, las redacciones de los periódicos no pudieron por menos que virar la
ante la incapacidad del pueblo de comprender los mensajes de las vanguardias, era imprescindible regresar al realismo. La federación terminó cerrándose en 1932. Y el realismo soviético se hizo amo absoluto de la escena artística, con el apo apoyo impagable de las pu purgas de Stalin. Algo semejante a lo qu que le pasó a las artes pl plásticas le sucedió ta también al cine. «De to todas las artes, el cine es para nosotros la más im importante», dijo a su ve vez Lenin, apoyado en la facilidad de comun nicación que tenía el sé séptimo arte frente a u una población analfab beta en el 80 por ciento to. Sobre obras maestr tras del cine prerrevolu lucionario como ‘La d dama de picas’ (1916) y ‘El padre Sergio’ ((1918), de Protazán nov, el nuevo cine de lla Revolución de Octtubre produciría figguras que militarían también entre la vanguardia y el realismo, entre el lirismo vibrante de Eit i y el sobrecogedor senstein «cine ojo» de Dziga Vertov, pasando por Kuleshov o Pudovkin. Eisenstein rodó ‘El acorazado Potemkin’ en 1925 y ‘Octubre’ en 1927, sentando las bases del nuevo modo de hacer cine de la URSS. Pero en 1937 Stalin trató de cambiar la historia, atribuyéndose a él mismo el protagonismo de la revolución en la película de Mijaíl Romm y Dimitri Vasíliev ‘Lenin en octubre’, reeditada cuidadosamente años más tarde, en 1958, para eliminar todas las escenas que mandó añadir el ‘padrecito ’ soviético a mayor gloria personal. En el cine, como en la pintura, los preceptos políticos del «realismo socialista», que sin embargo tuvieron un influjo extraordinario en la Europa de entreguerras, terminaron unificando y devorando la creatividad de un momento único en la historia de Rusia. Aquel momento en el que Europa quedó deslumbrada por «la gran luz en el Este», como la describió el escritor francés Jules Romain.
mirada hacia Petrogrado. Era el comienzo de los famosos ‘Diez días de conmovieron al mundo’, en afortunado título de John Reed. El encadenamiento de sucesos se tornó imparable: si el día 10 las temibles tropas cosacas se unían a los manifestantes provocando que buena parte de los soldados se
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La censura fue una constante a pesar de la libertad y el apoyo a la cultura que habían prometido los bolcheviques Los poetas de la Proletkult eran trabajadores que querían crear una conciencia de clase
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compañero Yury Yurkun durante una de las oleadas del Terror Rojo al tiempo que lo acusaban a él de no ser soviético. Otro que también sufrió el desencanto es Serguei Esenin. Alejado de la poesía sofisticada de Kuzmin, escribió panegíricos a la vida rural en una poesía que combinaba lo moderno de la forma y lo tradicional de los temas. Era, en el fondo, un anarquista romántico, con compromiso más sentimental que ideológico, perdido en un tiempo que estaba dejando atrás el pasado a marchas forzadas. Entre los que más identificados se sintieron con la Revolución están los poetas de la Proletkult. Estos eran trabajadores que buscaban crear una cultura proletaria en la nueva Rusia con el propósito de crear una conciencia de clase entre los trabajadores. A pesar de que sus postulados coincidían con los del Gobierno revolucionario, este, sin embargo, no quiso darles demasiada representación ya que, según las ideas de Trotski, la Revolución debía servirse de todo lo que estuviera a su alcance: Proletkult, Futuristas, escritores burgueses partidarios de la misma. Hay menos obras en prosa escritas en esos días de revuelta. La extensión de la novela obliga a un mayor tiempo de
composición, arguyen algunos críticos; otros señalan que los grandes novelistas de la Rusia comunista habían nacido con el siglo y en 1917 eran aún muy jóvenes para escribir nada de valor. Es importante notar que la Revolución de Febrero se entromete en muchos relatos, como por ejemplo el de Valentin Kataev ‘El tambor’, la historia de un cadete que no sabe tocar el tambor pero cuya suerte cambia al anunciarse el advenimiento de la Revolución. Otro cuentista, Alexander Kuprin, saluda la libertad que Febrero ha traído y al mismo tiempo se muestra preocupado por el baño de sangre en que puede verse inmersa Rusia. La caída del viejo mundo lo dejó, al igual que a otros, sin ejemplos que seguir ni respuestas para lo nuevo que había llegado. Entre los que apoyaron sin reserva a los bolcheviques está Alexander Serafimovich. Su obra más famosa es la novela ‘El torrente de hierro’ (1924), en la que narra cómo una unidad del Ejército Rojo escapa de una emboscada. Fue de los pocos que defendió a los judíos, sin duda la comunidad en peor situación en aquellos años. Otro escritor, esta vez judío, es Dovid Bergelson, miembro del Comité Antifascista judío durante la Segunda Guerra Mundial, y asesinado, por orden de Stalin en la prisión de Lubianka. En ‘Escenas de la Revolución’ da cuenta de la mezcla de espanto, euforia e inquietud con que contempló la revuelta. Entre los escritores que se atrevieron a satirizar la persona de Lenin destaca Nadezhda Teffi. En sus breves historias, casi cuadros de costumbre, muestra el horror de lo que vendría después. En ‘Unas pocas palabras sobre Lenin’, Teffi contrapone la adoración de la masa hacia Lenin con la visión crítica que mantiene el narrador. Este observa que Lenin carece de escrúpulos morales y es como cualquier ladronzuelo. Lo que los diferencia es la magnitud de su robo. ‘La guillotina’, qui-
zás su relato más amargo, son unas memorias del futuro. La narradora observa al principio de la historia que el presente que va viviendo se asemeja mucho a lo que fueron sus sueños del futuro. A partir de ahí relata la vida de la Rusia soviética una vez que los bolcheviques han tomado todo el poder. Otro autor satírico es Yefim Zozulya, cuyo primer libro, ‘La muerte del capital’, se publicó en 1918. La historia que da título al libro es una fábula distó-
pica en la que los ciudadanos cambian libertad por paz. A pesar de encuadrarse dentro de la izquierda, muchas de sus obras sufrieron la censura del régimen bolchevique por no ceñirse a la realidad soviética. Esto fue una constante a pesar de la libertad y el apoyo a la cultura que prometieron los bolcheviques. En realidad, ni Zozulya ni otros escritores se alejaron de esa realidad, simplemente no siguieron las estrictas consignas propagandísticas del gobierno
bolchevique, como se puede comprobar en ‘El dictador. La historia de Ak y la Humanidad’, en que el Consejo de Bienestar Público decreta que los ciudadanos cuya vida se considere superflua serán ejecutados. Las fichas policiales de algunos condenados que muestran la arbitrariedad y lo irracional de las decisiones. Con el tiempo, el dictador cambia de parecer y el Consejo promulga el control de la felicidad de todos. Son estos algunos de los es-
critores que en medio de la revuelta decidieron dejar testimonio de lo que vivieron, una crónica subjetiva y urgente, en muchos casos con una clara finalidad precautoria. Fueron la avanzadilla de una literatura que años después, con Ivan Bunin, Dimitri Furmanov, Isaac Babel, Mijail Sholojov, Mijail Bulgákov o Alexander Solzenitsyin, asentado ya el régimen comunista, daría sus grandes obras, muchas de las cuales sufrieron también la censura.
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retirara a sus cuarteles, la huida del ministro del Interior facilitaba la toma del poder por los revolucionarios, azuzados de manera incesante por la propaganda bolchevique. «La revolución popular ha triunfado en Rusia, abdicando el zar en su hijo», era la frase que ocupaba
toda la portada, a cinco columnas, el 17 de marzo de 1917. Lo cierto es que Nicolás II terminaría cediendo el trono a su hermano Miguel, quien apenas pudo mantenerlo un día. La abdicación, firmada a regañadientes por el zar en su propio vagón, bloqueado en Pskov, la interpretaba el
decano de la prensa como un acto heroico dirigido a «salvar a su pueblo de los horrores de la guerra civil». En realidad, era el fin forzado de la dinastía Romanov. La lejanía de los acontecimientos, el impacto de la censura y la eficaz criba informativa de los servicios de prensa de las
potencias aliadas explican que El Norte de Castilla creyera que la revolución en marcha no pretendía la paz, sino arremeter decididamente contra Alemania en procura de «la unión íntima con los aliados». Mientras la realidad desmentía tal aserto, el príncipe Lvov presidía el
nuevo gobierno provisional, trataba de calmar al pueblo decretando la amnistía de los presos políticos, la libertad de prensa y de opinión, la disciplina militar y la preparación de una Asamblea Constituyente, y activistas como Stalin y Kamenev regresaban de su exilio de Siberia.
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El maestro John Reed que estaba allí Las crónicas de la Revolución Rusa son solo uno de los muchos tesoros que (re)leer en su centenario SAMUEL REGUEIRA
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Asamblea del Sóviet de Petrogrado en 1917.
esulta difícil encontrar un período histórico que suscite tantas emociones como la Revolución Rusa, tanto por su carga política como por su importancia social, su peso emocional y su subversión de los modelos económicos y sistémicos más tradicionales. En el centenario de su advenimiento, son muchos los libros, en forma de grueso ensayo, que han surgido al socaire de tan clamorosa efeméride, si bien no conviene pasar por alto que son precisamente los testimonios de la época los más ricos, tanto por su descripción ambiental como por su inseparable subjetividad, para propiciar una debida relectura. Y entre todos ellos ninguno destaca más que la deliciosa reedición que Capitán Swing ha hecho del clásico de John Reed ‘Diez días que sacudieron el mundo’. Las experiencias anotadas por este periodista norteamericano, recreadas por Warren Beatty en su obra maestra ‘Rojos’, regresan este año en un cuidado volumen traducido por Íñigo Jáuregui y preciosamente ilustrado por Fernando Vicente, de mano de una editorial que también ha publicado la ‘Historia de la revolución rusa’, de Trostsky; o el no menos estimulante ‘Diario de Rusia’, de John Steinbeck. En esta obra, el autor de ‘Las uvas de la ira’, siempre cercano al pueblo, pone su prosa al servicio de la Historia a lo largo de dos centenares de páginas jalonadas
Lenin, entre tanto, negociaba su retorno a Petrogrado con el Alto Mando alemán, primer interesado en hacer realidad el propósito del líder bolchevique de sacar a Rusia de la guerra. Apareció en la estación el 16 de abril, en medio de estruendosas ovaciones, y al día siguiente ya hacía públicas sus famosas tesis, resumidas con el eslogan «Pan, Paz y Tierra». A
por las fotografías del justamente mítico Robert Capa. Otra pieza de singular belleza resultan los ‘Diarios de la revolución de 1917’, de Marina Tsvietáieva, probablemente la obra de mayor honestidad narrativa en este tema. El desencanto viene dado de la mano de André Gide, que en su ‘Regreso de la URSS’ relata su decepción con respecto a una experiencia comunista que el autor de ‘Los monederos falsos’ esperaba con un cierto entusiasmo. El desdén viene marcado en varias de las obras del coetáneo Bulgákov, que satirizó al régimen en ‘El maestro y Margarita’ o ‘Corazón de perro’, pese a que ‘La guardia blanca’ fuera del gusto de Stalin. Otra opción para los que no quieren quedarse con lo más evidente pasa por los relatos de nuestros eruditos de la época. Así se puede rescatar desde las reflexiones que sobre ‘La revolución rusa’ hiciera Rosa Luxemburgo durante su estancia en la cárcel de Breslau, un texto que com-
El texto de Rosa Luxemburgo combina las simpatías filocomunistas con la defensa del sistema democrático La oferta editorial incluye ciertas reediciones de interés como ‘Cartas de la revolución bolchevique’, de Jacques Sadoul
partir de ese momento, la tensión entre el Soviet y el gobierno irá en aumento. Las malas noticias que llegaban desde el frente alentaron una nueva crisis social en el mes de junio, azuzada por la propaganda bolchevique y desbordada al sumarse los combativos marineros de Kronstadt a las protestas. El 22 de
bina las simpatías filocomunistas con las defensas al sistema democrático, inconfundibles características de su autora. Tampoco cabe obviar el relato que Vicente Blasco Ibáñez construyó dentro de su ‘Crónica de la Guerra Europea 1914-1918’ ni, mucho menos, la colección de textos de Manuel Chaves Nogales que forman el testimonio de ‘El maestro Juan Martínez que estaba allí’. Pero si lo que se busca es esa cierta templanza a la hora de abordar tan controvertido tema que solo sabe dotar el paso del tiempo, el boom editorial no va a dejar a ningún lector insatisfecho. Alianza ha optado por un catálogo en el que destaca ‘Entre dos octubres’; de Francisco Veiga, Pablo Martín y Juan Sánchez Monroe; o ‘La Revolución Rusa: Historia y memoria’, de José M. Faraldo. James Harris se centra en la experiencia estalinista en ‘El gran miedo’; la serbia Mira Milosevich compendia una ‘Breve historia de la revolución rusa’ y Samir Amin vertebra los hechos en torno a ‘Octubre 1917’. Un éxito de ventas está suponiendo ‘Atrapados en la revolución rusa’, de Helen Rappaport; y muy bien respaldados por la crítica llegan ‘La venganza de los siervos’; de Julián Casanova, e ‘Historia de la Unión Soviética’, de Carlos Taibo. A este abanico también cabe sumar ciertas reediciones de interés, como las ‘Cartas de la revolución bolchevique’, de Jacques Sadoul; el espléndido ‘¿Cuándo amanecerá, camarada?’, de Jean Paul Ollivier, o la colección ‘Biografías de revolucionarios’ de Siglo XXI Editores, que incluye las vidas de Bujarin, Lenin y Lunacharski, esta última a cargo de Sheila Fitzpatrick. Todas ellas solo redondeables por los trabajos de E. H. Carr, para comprender un fenómeno histórico difícilmente repetible, por siempre inigualable.
julio, El Norte de Castilla anunciaba el relevo de Lvov por el socialrevolucionario Kerenski al frente del gobierno provisional, acontecimiento ocurrido dos días antes, y se felicitaba por la eficaz neutralización de Lenin por parte de las autoridades rusas, después de calificarle de traidor a la patria y acusarle de actuar como
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Cuando la razón saltó en pedazos La Revolución de octubre no puede desentenderse del contexto de profunda crisis cultural que vivió Europa como consecuencia de los estragos de la Gran Guerra
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diós vida, adiós amor,/adiós mujeres./Se acabó para siempre./por culpa de esta puñetera guerra./(…) Los que tienen la sartén por el mango,/sobreviven./Porque nosotros reventamos por ellos./¡Pero se acabó, porque los desgraciados/se van a declarar en huelga/». El texto es parte de una canción anónima escrita por un soldado del frente occidental durante la devastadora Primera Guerra Mundial. Lo revelador no es tanto el espíritu de abatimiento y venganza que desprende, tampoco la advertencia a los «señores peces gordos», artífices de la contienda, de que «si queréis guerra, pagadla con vuestro pellejo»; lo importante es la fecha en la que fue escrita, 1917. La propaganda bolchevique hacía estragos entre los soldados masacrados en el campo de batalla y el lema de Lenin, «paz, pan y tierra», aceleraba el malestar de una tropa convertida en carne de cañón en beneficio de las élites capitalistas. Ya lo había advertido el propio líder bolchevique en una de las reuniones de la Segunda Internacional: si la guerra se producía, debería utilizarse para acelerar la revolución. Y obró en consecuencia. Si la Guerra Mundial fue uno de los factores a tener muy en cuenta a la hora de entender el estallido revolucionario en Rusia, éste tampoco puede desentenderse de la profunda crisis provocada
en la cultura europea por la propia contienda. La paradoja es tan conocida como antológica: cuatro años después, aquellos intelectuales que acogieron con entusiasmo el comienzo de las hostilidades sucumbían irremediablemente al pesimismo menos condescendiente, cuando no a una sensación de hastío que anunciaba el comienzo de una convulsión cultural inaudita. «Yo deseaba vivamente que Inglaterra permaneciera neutral, para lo que recogí firmas de un amplio número de profesores y compañeros para una declaración que, a tal efecto, apareció en el ‘Manchester Guardian’. El día que la guerra fue declarada, casi todos ellos cambiaron de pensar. Eché la tarde paseando por las calles, especialmente en las cercanías de Trafalgar Square, observando a un entusiasmado gentío que me hacía a mí mismo sensible a tales emociones. (...) Yo había supuesto ingenuamente lo que la mayoría de los pacifistas afirmaban: que las guerras eran una imposición de gobiernos despóticos y maquiavélicos sobre una población que las rechazaba». Bertrand Russell fue uno de los testigos cualificados de aquel desmedido entusiasmo por el combate a sangre y fuego. Ya fuera por una visión romántica de la guerra, ya por un exceso de idealismo, o por la consideración del conflicto como una aventura capaz
ENRIQUE BERZAL
de sacar de la monotonía al aburrido intelectual europeo, cuando no como una suerte de fuego purificador que terminaría trayendo la igualdad y la solidaridad al mundo, lo cierto es que los Freud, Mann, Conan Doyle, Brooke y otros lo acogieron con ilusión. Tres años más tarde, sin embargo, en plena devastación, con la propaganda bolchevique en auge y calientes los párrafos de aquella carta del soldado alemán que narraba los horrores vividos («tres días y tres noches han caído granadas y más granadas: estallidos, silbidos, sonidos guturales, gritos y gemidos ¡Malditos aquellos que nos condujeron a esta guerra!»), ensayistas, escritores y artistas de renombre asistían apesadumbrados a la ruina del continente.
Europa decadente Es la decadencia de Europa en la que inciden escritos de Hesse, Valery, Spengler, Kafka, Malraux o Joyce; la carta kafkiana al ‘padre’ acomodado que había contribuido a le-
A ojos de muchos de los intelectuales del momento, la Europa de 1917 y 1918 semeja un inmenso cementerio
vantar un mundo absurdo e injusto, abocado al suicidio; el regreso implacable del soldado, bien reflejada en ‘El regreso’ de Hesse; la huida literaria de Tolkien a otros mundos sin ubicación alguna, física o cronológica; la exaltación violenta de Jünger o La Rochelle; la entronización del absurdo, de lo irracional, de las vísceras, de la ruptura vanguardista. En efecto, como ha escrito José Ramón Díez Espinosa, «la Gran Guerra no solo modifica el mapa territorial y político del continente sino que, además, altera profundamente el pensamiento de los contemporáneos». A ojos de muchos de los intelectuales del momento, la Europa de 1917 y 1918 semeja un inmenso cementerio: «Me convencí profundamente de que la mayoría de los seres humanos están poseídos por una honda infelicidad que se desahoga en odios destructivos», reconocía Russell; «Un mundo ha llegado a su fin», exclamaba Walter Gropius; «La explosión de la primera granada nos estropeó el corazón. Ya no somos jóvenes», exclama el protagonista de ‘Sin novedad en el frente», mítica obra de Remarque. La razón y la mesura ceden paso a lo irracional, al caos y a las vísceras, al desorden; el cálculo cede ante el azar, la causalidad ante la casualidad, se impone la incertidumbre, se derrumban las certezas. Ocurre así en la física teórica: «Frente a la tesis de Max Planck, según la cual la materia solo puede emitir o absorber energía en pequeñas unidades discretas, llamadas ‘cuantos’, se impone el ‘principio de incertidumbre’ for-
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agente al servicio de Alemania: «La crisis y la solución han sido motivadas por la idea de acudir al restablecimiento breve y enérgicamente (…) El Gobierno recibe muchas felicitaciones por su firme actitud respecto de Lenine y sus compatriotas, cuyas culpables
relaciones con Alemania provocan la indignación mundial». Al clima exaltado de la revolución en ciernes solo le faltaba el acelerón de un golpe militar reaccionario: y éste llegó a principios de septiembre (calendario occidental) por parte de Kornilov, comandante en jefe del
ejército ruso cuya proclama contra el gobierno de Kerenski pudo leerse en El Norte de Castilla el día 13. El Comité Central del Soviet no dudó en apoyar al gobierno: era la oportunidad que los bolcheviques ansiaban para controlar los soviets y forzar los acontecimientos. Acusado Kornilov de
traición y relevado del mando, el día 14 Kerenski proclamaba la República, acontecimiento que el pueblo de Petrogrado acogió con alegría. Mientras tanto, Lenin, desde su exilio en Finlandia, animaba a los suyos a tomar el poder; a los más timoratos de su partido los convencerá poco
después, el 23 de octubre, nada más pisar Petrogrado, dispuesto a dar el definitivo golpe revolucionario. La chispa la encendió el propio Kerensky al decretar el cierre de la prensa bolchevique. Era el 6 de noviembre (24 de octubre en Rusia), y pocos en el partido osaban cuestionar
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Soldados rusos heridos en el transcurso de la Primera Guerra Mundial son transportados en un carro tirado por caballos. A la izquierda, asalto al Palacio de Invierno de Petrogrado el 7 de noviembre de 1917. :: EL NORTE
mulado por Werner Heisenberg en 1927; el acto mismo de observar cambia lo que se está observando», escribe Díez Espinosa. Ocurre algo similar en las matemáticas (‘intuicionismo’), incluso en la música, pero la crisis se hace aún más explícita y desbordante en las manifestaciones literarias y artísticas. Gana así terreno el futurismo y su «amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad», el mismo que canta a «la belleza de la velocidad» y exalta «el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el salto peligroso, la bofetada y el puñetazo», en palabras del ‘Manifiesto’ firmado en 1911 por Marinetti. Lo mismo sucede con el Dadaísmo y su defensa del caos y de lo absurdo frente al orden y la lógica, o con el expresionismo, tan desconfiado de la razón, y no digamos ya del surrealismo, convertido muy pronto en el movimiento intelectual más influyente de la Europa de los años 20, empeñado en liberarse de la tiranía de lo racional. En pocos años, la Europa que ha visto triunfar la democracia al finalizar la Guerra asiste a la crisis del parlamentarismo y al declive mismo de los regímenes democráticos. Siguiendo la conocida tesis de
la tesis leninista de no esperar más para conquistar el poder por la fuerza. Cuatro días más tarde, El Norte de Castilla informaba en portada de la «Nueva Revolución en Rusia» y de la destitución de Kerensky. Todo, en efecto, había ido demasiado rápido y «sin efusión de sangre». Controlados los puntos neurálgicos por el Comité Militar Revolucionario, bastó la
amenaza del acorazado ‘Aurora’, tomado por marineros pro bolcheviques, apuntando al Palacio de Invierno, para que se materializase el plan de Lenin. «Los maximalistas son dueños de la situación», aclaraba este periódico, que también desgranaba los principales puntos programáticos de «los revolucionarios»: paz inmediata, reparto de tierras a los campesinos,
todo el poder a los soviets y convocatoria inminente de la Asamblea Constituyente. Días después, afianzado ya el nuevo gobierno del Consejo de Comisarios del Pueblo presidido por Lenin, el decano de la prensa, al igual que buena
En pocos años, la Europa que ha visto triunfar la democracia al finalizar la Guerra asiste al declive del parlamentarismo J. J. Linz, no pocos europeos apuestan por modelos de convivencia y de sociedad alternativos a la democracia, a la que consideran completamente inútil para satisfacer sus demandas, y se decantan por alternativas ideológicas y políticas que consideran mucho más atractivas, ya sea el bolchevismo, el fascismo o el neoconservadurismo. En «la era de las ideologías», que escribiera Bracher, Lenin se erige en referente de lo que terminaría siendo una singular adecuación de las tesis clásicas de Marx a sus planes revolucionarios para Rusia, que además se pretende universal: en un proceso de conformación teórica que va desde ‘Sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia’ (1899) y ‘Qué hacer’ (1902) hasta ‘El imperialismo como estadio superior del capitalismo’ (1916) y ‘El Estado y la revolución’ (1917), el líder bolchevique acepta el materialismo
Infantes de marina revolucionarios en el verano de 1917
dialéctico e histórico de Marx y Engels pero adaptándolo a la realidad rusa, lo que le lleva a afirmar el rápido avance del capitalismo en ese país y a rechazar, de inmediato, las tesis revisionistas que aconsejaban esperar a que madurasen las condiciones revolucionarias; al contrario, Lenin considera necesario acelerar esto último mediante la acción sistemática de una minoría capaz de inculcar al obrero la «conciencia política de clase». Es así como el partido se convierte en vanguardia de revolucionarios profesionales con capacidad para liderar el movimiento de las masas obreras, lo que permitía una alianza temporal con sectores considerados por Marx poco revolucionarios, en particular con el campesinado. A los reformistas afeaba además su optimismo al enjuiciar la evolución del sistema económico capitalista, asegurando que su «fase superior», el imperialismo, estaba agudizando las contradicciones en su seno, ya avistadas por Marx, por lo que convenía interpretarlo como «la víspera de la revolución social del proletariado». En definitiva, la «cadena» de los países capitalistas podía romperse por «su eslabón más débil», Rusia, como así sucedió en octubre de 1917.
parte de la prensa española, interpretaba la situación en Rusia como una suerte de anarquía de los «maximalistas» impuesta a través de medidas como el decreto que suprimía las clases sociales, abolía títulos y dignidades, terminaba con el Senado y con todos los Tribunales especiales, y afirmaba que todas las naciones en Rusia serían libres y soberanas.
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Rossellini y Bergman, en su viaje a Estocolmo en el 212 inter. Debajo, el llamado Ferrari Bergman, un 375MM carrozado por Scaglietti.
Roberto, Ingrid y Enzo: un triángulo de película C
inecittà, los históricos estudios romanos donde se han rodado más de tres mil películas y Migle Millia, la legendaria carrera BresciaRoma-Brescia que se disputó entre 1927 y 1957 cuando el accidente del Marqués de Portago marcó el final de aquella prueba única. Escenarios diferentes, pero en ambos comedias y dramas. Y un personaje que los conocía muy bien, Roberto Rosellini. La juventud de Rossellini se desarrolla en los años 30, en pleno fascismo italiano, donde aviación, automóvil y cine eran los pilares del hombre moderno. Y en una familia bien situada tanto a nivel económico como social. Su padre era un arquitecto de renombre, y su tío, un importante construc-
tor: a ambos se deben las primeras salas de cine en Italia. En este ambiente Rossellini se apasiona por el cine, y a la muerte de su padre se inicia como técnico de sonido en películas. En 1938 dirige su primer cortometraje, ‘Prélude à l’aprés-midi d’un faune’, tras el cual actuaría de ayudante de dirección de Goffredo Alessandrini en el rodaje de ‘Luciano Serra pilota’, uno de los grandes éxitos del cine italiano de aquellos años. En 1940 asistió a Francesco De Santis en ‘Uomini sul Fondo’. Su primer largometraje, ‘La Nave Bianca’(1941) marca el inicio de la llamada ‘Trilogía fascista’, junto con ‘Un pilota ritorna’(1942) y ‘Uomo dalla Croce’ (1943). A esta etapa corresponde su amistad y cooperación con Federico Fellini y Aldo Fabrizi. Y tam-
bién con Vittorio Mussolini, uno de los hijos del Duce, aviador y productor de cine. Pero no solo le atraen los motores de las cámaras sino también de los automóviles. Muy joven participa en la carrera Roma-Norcia y en la subida de Vermicino-Rocca dei Papa. Nunca olvidará su primer coche, un Chiribiri, marca creada por Antonio Chiribiri (fabricante de piezas para aviones) y por el conde Gustavo Brunetta d’Usseaux. Era un automóvil pequeño y muy ligero que se labrará una buena fama en las competiciones de los años 20 y que permitirá a Rossellini hacer realidad sus sueños de piloto. «Yo era aún un niño y ya contemplaba el coche de mi padre como el juguete más maravilloso. A veces me permitía conducir a su
ARTE EN MOVIMIENTO SANTIAGO DE GARNICA
lado su Fides-Brasier en alguna tranquila carretera». Antes de finales de la década de los 30 ya había adquirido varios automóviles de altas prestaciones. Finalizada la guerra se contaba entre los exclusivos propietarios de un Alfa Romeo 6C 2500 SS a compresor, del que tan solo se habían construido diez ejemplares. La firma milanesa venía de un periodo dorado previo a la guerra cuando sus coches eran los preferidos de jefes de estado a reyes, pasando por aristócratas, miembros de la alta sociedad financiera o literatos como d’Annunzio. Esta fama de los Alfa provenía tanto por sus excelentes automóviles de calle, con avanzadas mecánicas y bellas carrocerías, como por los resultados en competición debidos a la Scuderia Ferrari, el
equipo oficial de la fábrica milanesa bajo el mando del Commendatore, que a lo largo de los años 30 participaría en doscientas cincuenta competiciones, logrando una victoria de cada dos salidas. Cuando Enzo Ferrari se independiza e inicia ya la fabricación de sus propios coches tras la Segunda Guerra Mundial, captaría a aquella clientela de Alfa, bien situada en todos los ámbitos, y entre ellos al mismísimo Roberto Rossellini que en 1945 ha iniciado su etapa neorrealista estrenando su inolvidable ‘Roma, cittá aperta’, seguida un año después por ‘Paisà’ (‘Camarada’), filmada con actores no profesionales, y en 1947 por ‘Germania anno zero’. Así Rossellini, tras adquirir un Cisitalia 202, compra su primer Ferrari, un 212, antes de subir de gama con un 250 e incluso posteriormente encargará versiones especiales y únicas. Cuando Ingrid Bergman llega el 20 de marzo de 1949 a Roma, tras la famosa carta en la que la actriz le cuenta al director italiano que está lista para hacer una película con él («…en italiano so se decir Ti amo») , Rossellini la pasea por toda Italia en uno de sus Ferrari, ante la furia de Anna Mag-
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Ingrid Bergman, con Rossellini y Aldo Tonti, en la salida de las Mil Millas de 1953. A la derecha, Enzo Ferrari, junto a la actriz y el director. Debajo, Roberto Rossellini junto al Ferrari Bergman. nani con la que aún mantenía relación sin olvidar que estaba casado con Marcella de Marchis. El 13 de diciembre de 1949 estallará el escándalo cuando se confirma que Ingrid (aún casada con Peter Lindstrom) estaba embarazada de siete meses de un hijo de Rossellini. En 1950 Roberto e Ingrid, ya obtenidos los divorcios de ambos en México, se casaron por poderes en Juárez. Para celebrar el segundo aniversario de esta boda, Rossellini regala un Ferrari 250 Inter carrozado por Pininfarina a Ingrid Bergman. En un encuentro con Enzo Ferrari, la actriz sueca le dice: «en lugar de comprarnos un nuevo apartamento, hemos encargado un nuevo Ferrari con un maletero mayor». Pero al recoger el coche, Ingrid Bergman se da cuenta de que el maletero se queda pequeño para todo el equipaje: Rossellini era conocido por viajar cargado con las cosas más inverosímiles, incluido todo lo necesario para poder cocinar comida italiana en cualquier lugar, como cuenta Indro Montanelli en su libro ‘Personajes’. Así el matrimonio deja Roma con la baca del techo llena de maletas. Atravesarán Europa a través de Italia, Suiza, Alemania, y embarcan en un ferry hacia Dinamarca para des-
de allí dirigirse a Suecia. Llegarán al Grand Hotel de Estocolmo a las tres de la madrugada. Al día siguiente la actriz recogerá uno de tantos premios que jalonaron su carrera. Rossellini no se conforma con viajar, por cierto a gran velocidad, por carretera. Ama la competición y así participa en las Mil Millas de 1953 con un Ferrari 250 MM. Ingrid Bergman seguirá la carrera pendiente de su marido: en una foto
Cuando Enzo Ferrari inicia la fabricación de sus propios coches, capta a la clientela de Alfa, entre ellos, Rossellini Hay un Ferrari conocido como ‘Bergman’, un 375 MM de 1954 que Roberto encarga para su esposa
inolvidable se la ve en la salida en cariñosa actitud con Roberto. Y su copiloto no es otro que el cámara Aldo Tonti, al que conoce desde la época de ‘Luciano Serra pilota’ y con el que acababa de rodar ‘Europa ‘51’. Tonti será director de fotografía de varias películas de Rossellini como ‘India’ (1958) e igualmente conocido por sus trabajos con otros directores como ‘Guerra y paz’(1956), de King Vidor; ‘Las noches de Cabiria’ (1957) de Fellini o ‘Los dientes del diablo’ (1961), de Nicholas Ray. Al tiempo, Rossellini estaba rodando ‘Viaggio in Italia’ que estrenará en 1954. En esta película titulada en España como ‘Te querré siempre’ y que para ‘Cahiers du Cinema’ es el inicio de la Nouvelle Vague, el automóvil tiene un protagonismo especial. Los Joyce, un matrimonio británico interpretado por Ingrid Bergman y George Sanders, recorren la Italia del sur en un Bentley Mk VI (en la realidad, propiedad del propio Rossellini). Este lujoso automóvil en el escenario campesino y pobre del sur italiano de la posguerra, sirve a Rossellini para trasmitir al espectador el alejamiento del matrimonio Joyce de la realidad, del exterior. E igualmente de la distancia que va creciendo
entre los personajes de Katherine y Alexander Joyce. Rossellini no solo ama los automóviles rápidos («no creo que la velocidad sea la principal causa de accidentes» o «no hay mayor emoción en el mundo que conducir un Ferrari a fondo», dijo en varias ocasiones) sino que era capaz de analizar su comportamiento, el trabajo de frenos, motor o cambio, como un buen piloto. Y esto le gustaba a Enzo Ferrari con el que se reunía, acompañado por Ingrid Bergman, en numerosas ocasiones y le cautivaba con su conversación. Enzo Ferrari comentaría sobre Rossellini que «nunca he conocido a alguien tan extraordinario y tan absurdo, tan instintivamente generoso y tan excéntrico. De hecho nunca podré olvidar el cariño con que trató a mi hijo durante su enfermedad». Dino, ingeniero e hijo del Commendatore, era íntimo amigo del director de cine, y morirá a los 24 años por una distrofia muscular.
Gil Rossellini era hijo de la guionista india Sonali Senroy Das Gupta, a la que Roberto Rossellini conoció en la India cuando aún estaba casado con Ingrid Bergman. Tras casarse con Sonali en 1957, Roberto le adoptó. Gil narraba cómo con doce años, en 1968, visitó con su padre a Enzo Ferrari. El Commendatore les mostró la fábrica e hizo traer su última creación, el 330 GTC. Sentó a Gil junto a él y se lanzó a la carretera durante casi una hora. Volviendo de la fábrica Roberto le contó a su hijo que Ferrari nunca llevaba a nadie cuando probaba un coche y que su gesto había sido algo único, como un agradecimiento excepcional por su comportamiento con Dino. Gil Rossellini, que se convertiría en un importante productor de cine y director de documentales, antes de morir por una larga y extraña enfermedad con tan solo 53 años, declaraba: «He tenido mucha suerte, he conocido a personas extraordinarias, he
visitado lugares de inigualable belleza y tuve la fortuna de casarme con una mujer bella e inteligente. Conduje coches históricos preciosos y toqué profesionalmente durante seis años. Produje tres películas y dirigí muchos documentales…». Está claro que de su padre también había heredado, además del talento artístico, su pasión por los bellos automóviles. Ingrid Bergman prefería su Simca Sport, más fácil de conducir que un Ferrari (los de la época tenían unos embragues y cambios muy duros) pero también era una de las pocas personas que aceptaba acompañar a Rossellini en sus viajes. Curiosamente hay un Ferrari conocido popularmente como ‘Bergman’. Se trata de un 375 MM del año 1954 con carrocería especial realizada por Scaglietti, que Roberto encargará para Ingrid. Dos años después Roberto se irá a la India y volverá con una nueva familia.
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ABECEDARIO de lector ADOLFO GARCÍA ORTEGA
Obrerismo.- Las novelas obreristas fueron una variante de la literatura soviética (un oxímoron), muy reivindicadas hoy en día por cierto analfabetismo político camuflado de retórica incendiaria. Obsceno.- 1. Dícese de lo desconocido prejuzgado. Por lo general, cualquier palabra de otro idioma lo es. / 2. Lo obsceno abruma a los moralistas porque en lo obsceno se refugia una libertad tosca y primitiva. Odradek.- Uno de los cuentos de Kafka más extraños, kafkianos e importantes de su obra, titulado ‘Las preocupaciones de un padre de familia’, gira en torno a la figura del Odradek. Ser ficticio, inventado por Kafka, repre-
senta al monstruo por excelencia, al monstruo en tanto amenaza radical de lo desconocido cotidiano. Pero, ¿qué es el Odradek? Vale la pena leer el cuento, de apenas una página y media, porque en ese espacio cabe todo un tratado sobre ese monstruillo. Escribe Kafka: «A primera vista se asemeja a un carrete de hilo plano y en forma de estrella». Luego dice que parece «trozos de hilos viejos anudados entre sí», que tiene tres patas, que co-
rre que se las pela y no se deja atrapar. Que vive en los desvanes o los pasillos. Que se oculta durante meses. Que siempre acaba volviendo a tu casa. Que cuando lo ves, deseas hablarle. Que se ríe, pero como si fuera un roce de hojas. Que nunca muere. Que, diminuto como es, rueda escaleras abajo y acaba siempre a los pies de los niños. Y ahí es cuando empieza la preocupación de un padre de familia.
Oé (Kenzaburo).- La novela ‘Salto Mortal’, del gran premio Nobel japonés Kenzaburo Oé, es gigantesca y profunda. Versa sobre el milenarismo ciego de las sectas, el fin del mundo, la hecatombe nuclear, lo que la convierte en una novela crítica, por el modo de abordar el integrismo, sea cual sea, y de denunciar los movimientos terroristas de corte religioso, como el famoso caso del atentado con gas sarín en el metro de Tokio causado por el movimiento Shinrikyoo de Oom, en que se basa la novela. Heredero del universo dostoievskiano de ambigüe-
dad e impureza a la hora de entender una psicológica herida en busca de redención, aunque sea mediante una felicidad ficticia, Oé es un hábil simultaneador de emociones. Pone en un mismo plano lo positivo y lo negativo, lo muy tierno con lo muy cruel, lo duro con lo sensible, el dolor y la angustia con la felicidad y la esperanza. Y de nada hace juicio. En esto recuerda a otro gran escritor: Isaac Bashevis Singer. Ambos son afirmadores de la vida. En este sentido, Oé, uno de los grandes innovadores de la literatura mundial, está caracterizado por su pacifismo y su nuevo modo de significar poderosamente un humanismo envolvente del que buena cuenta da ‘Salto Mortal’ como última lección. Offenbach.- Hay un libro de Guillermo Cabrera Infante de 1975 titulado ‘O’. Es un libro un poco batiburrillo, a veces ilegible, pero casi siempre pop y juguetón, como era el espíritu de Cabrera Infante. En él dedica un amplio texto a su gato, un siamés tuerto cuyo nombre es Offenbach. Como es normal en los gatos, Offenbach no se tenía por gato, sino por humano. Son los únicos animales (domésticos, ja, ja) que cohabitan con sus dueños de igual a igual, y que hablan con ellos, porque los gatos no maúllan entre gatos, sino solo ante humanos, es decir, ‘inter pares’. El nombre de Offenbach provenía de su afición a cantar, pero tan mal que ofendía al propio Bach. Curioso defecto en un gato que era nieto de una gata del ‘beatle’ George Harrison. En el delicioso texto de Cabrera sobre gatos nos identificamos de inmediato todos los que tenemos uno. Describe con asombrosa precisión un diccionario de frases gatunas, todas exactas. Y, en fin, como dice Cabrera, «no hay mejor compañía para la soledad del escritor de larga distancia». Además, siempre ocupan la silla de trabajo del escritor cuando este se va, para
O Buscamos olvidar hasta que de pronto tratamos desesperadamente de recordar, pero ya hemos olvidado y entonces inventamos los recuerdos
que nadie más se siente en ella. Algunos escritores guardamos la secreta convicción de que escriben ciertas partes de nuestros libros, quizá las mejores. Ojo.- La lectura es el ojo de la imaginación. Desde este punto de vista puede decirse que vivimos entre tuertos, ciegos o miopes. Olvido.- Siempre buscamos olvidar hasta que de pronto tratamos desesperadamente de recordar, pero ya hemos olvidado y entonces inventamos los recuerdos. Órgano.- Como decía Flaubert, el órgano siempre se eleva hacia Dios. Orgía.- Tentación oculta muy común, envidiada de los romanos, sus mejores practicantes. Serviría para hacer amistades si no fuera por su carácter clandestino. Por tanto, es fundamental el secreto. La clave para toda orgía es la contraseña. En ‘Relato soñado’, la inquietante novela de Arthur Schnitzler (18621931), esa contraseña es ‘Dinamarca’. Gracias a esa palabra, el protagonista, Fridolin, medico vienés, puede entrar en un baile de conjurados donde todos van enmascarados y se entregan a unos oscuros deseos de perversión, sexo y éxtasis. A Fridolin, después de espantarlo, esa transgresión inaudita termina por obsesionarlo hasta querer volver a ella una vez más. ¿Valdrá entonces la misma contraseña? Eso le quitará el sueño. Kubrick adaptó esta novela en su película ‘Eyes wide shut’, pero la novela es mucho más redonda. Opinión.- Inestable y movediza; siempre poliédrica. En el ‘Quijote’ se expresa así, de la mejor y más juiciosa manera: «Eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mí el yelmo de Mambrino y a otro le parecerá otra cosa». Habría que añadir a esto la expresión que acuñó el anti quijotiano Nabokov para titular su libro de entrevistas como ‘Opiniones contundentes’. Creo que esa idea de contundencia, que añade sabor al pensamiento, debe ser siempre una característica de toda opinión. Las opiniones melifluas son insípidas, y lo insípido desconcierta.
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La lluvia escondida
DONDE HABITO ELENA SANTIAGO
M
eses y meses cruzando un buen sol, pero sin lluvia. Lluvia era algo que iba dejando atrás y en el presente un extendido vacío, sin acercarse fijando un pasado dolido, excesivamente muy largo. En la actualidad, llover, comenzaba a ser una situación desconocida, agua perdida, alejada o escondida. Sin permitirnos despertar y oír sus murmullos, mejor y, mejor, si desdoblaba un ruido abundante de sus corrientes, precipitada; resultando grandioso. Lo que antes era una costumbre espaciosa, vertiendo cuanto se necesitaba. Nunca como ahora abriendo una sequedad destructiva, en larga espera y dejando estar a cero ríos y pantanos, charcos y barrizales, tierra conmovida. Respirando en ambientes, respirando momentos dorados. Pero seguimos en situaciones donde la memoria y la realidad presentan recuerdos perdidos, con paraguas. Lejos aquel alivio. Aquella lluvia surgiendo mimando hondos cansancios. En aquel entonces, dejándose caer apresurada como si buscara conformar al mundo. No este sueño temblón que no acaba de asomarse. Sería una bondad. Más bien un encuentro cual benditas cataratas resbalando por una
La autora muestra la nostalgia por la lluvia, antes abundante. :: EL NORTE
Peleas S
iempre, o casi siempre, existe una causa que nos ayuda a entender la conducta del ser humano. Si alguien, de una tacada, se echa al coleto un litro de agua, colegiremos que está sediento. Si, a su vez, le vemos empapado en sudor y en minúsculos paños menores de color fosforito, no erraremos si afirmamos que acaba de meterse una paliza a correr de padre y muy señor mío. Caso de que lleve un dorsal, podemos jurar que el amigo se pirra por el atletismo y ha terminado, a saber cómo, una prueba de larga distancia. Mas, siendo como fuere, quizá, en algunas oportunidades, nuestro proceso deductivo no sea tan atinado. Así, cuando meses atrás se prodi-
gó, en partidos de fútbol de categorías inferiores, tundas entre hinchas acérrimos que daban sus apellidos a los jugadores de los equipos en liza, muchos llegaron a la conclusión que era una demostración palpable de la violencia intrínseca a este deporte que afloraba en los momentos de máxima tensión. Su argumento, a simple vista incontestable, era que si el zurrarse la badana es salida propia de bárbaros, y muchos aficionados al balompié optaban por este método cuando se sentían contrariados, este juego, impepinablemente, era el favorito entre los iletrados con malas pulgas. Sin embargo, creo, dicho razonamiento se guiaba por el patrón del sofisma, y es que las salidas de madre –y de padre- del respeta-
ble poco respetable no guardaban relación con las características del deporte en sí sino con la pasión desmedida que genera. Qué lástima que en las artes y en la literatura no sea así. Entendámonos, aludo a la pasión, no a que ojalá se liaran a mamporros tanto creadores como catadores de su hacer porque éste les subyuga o les produce rechazo, aunque si tiramos de hemeroteca descubriríamos cómo, en épocas pretéritas, cafés, teatros y salas de exposición fueron en ocasiones improvisados cuadriláteros donde se dirimieron a tortazo limpio las diferencias conceptuales existentes. Sin echar mano de Google, me viene a la cabeza la pendencia entre Valle Inclán y Manuel Bueno de resultas de la cual aquél se quedó manco por un bastonazo del segundo. O la famosa amenaza del ilustre Wittgenstein al no menos ilustre Popper con un atizador de chimenea, teniendo como escenario, ni más ni menos, que el King’s
LOS TRIGALES AZULES ROBERTO RODRÍGUEZ
College de Cambridge; y es que discutir sobre la naturaleza esencial de la filosofía enerva al más pintado. Y recuerdo la pelotera que, hace algunas décadas, tuvieron Vargas Llosa y Gabriel García Márquez: el peruano le arreó un croché de derecha a Gabo que le puso el ojo a la funerala. Bien es verdad que no fue por cuestión novelística alguna sino por un lío de faldas, lo
intensidad corrigiendo tanta espera, calando tierras, caminos, siembras, tejados, y espacios fuertemente caídos. Antes era escudriñar las nubes que jugaban a leve viento o desmesurado, conviviendo con el mundo. Nubes cargadas arrasando la sed del campo; con asombro. Surgía la lluvia con energía en lugares y sueños, continuando chaparrones delicados a la vez, hasta llamarse rutina deslizando un cántico, alegrando aquel largo tiempo desbordado de sequedad. Era apartar el mal y recibir salvaciones. Entonces, insistiría Quevedo escribiendo: «El mundo me ha hechizado». Cuajaría el agua un gran soplo de felicidad ante la fuerza adecuada al revivir y reaparecer. Un soplo de fuerza adecuada. Gloria a cuantos trabajaban la tierra y cuanto lo que ella sostenía. Naturalmente las montañas no se
moverían pero aquella llegada como si el cielo bajara, se vestiría de verde y más existencia. Demasiada espera estos tiempos de horas detenidas en un pasmo con urgencias de cambio. Al llover hasta las emociones temblarían. El río y el campo, se rodeaban de salvaciones. La necesidad y la voluntad con su llegada equilibraban hasta los paisajes acostumbrados a nacer en su momento y creciendo. Hasta se amaba el último rincón de existencia apartando lo que dolía. Riegos con soltura y aprecio. Vida con pulso, con futuro radiante. Explicar delicias era vivir con amor, agua y aire. El alma asentía. Marcaban tantos matices y encantamientos que el ser humano seguía caminos, líneas rectas o torcidas, según momentos pensaba que llover es crear más hermosos paisajes arrasando la belleza. Hasta lo más diminuto reía y se reían las gentes que tomaban la calle para llenarla de paraguas. Comenzaban campos a enderezarse y respirar desbordando su satisfacción. El hombre, quejándose aún de que ya era hora de tratar bien el mundo que andaba muy molesto. Exigía una atención más desdoblada. A manos llenas lo bueno. Como el agua. Con ella finalizaba la importante sed.
que no se ajusta exactamente al asunto que tratamos pero que demuestra que la literatura no contagia un espíritu manso a quienes la practican. Tampoco puede presumir de ello la pintura. Ahí está Caravaggio, grande entre los grandes, en cuyo carácter atisbamos cierto parentesco con el del macarra actual que por un quítame allá esas pajas es capaz de emular a Mike Tyson. Si hablamos de las disputas entre partidarios y detractores de autores y obras y cómo no siguieron los consejos referidos en la dialéctica de Heráclito de Éfeso sino las reglas dictadas por el marqués de Queensberry, tenemos muchos ejemplos. Y si nos circunscribimos a cómo, antaño, se tomaron a la tremenda un estreno de una ópera o de un drama, a porrillo. Los de los títulos de Wagner y de Verdi en los más señeros templos de la lírica, dada la rivalidad entre los incondicionales de uno y de otro, eran lo más parecido a un partido declarado de alto riesgo. Y ci-
ñéndonos al teatro, en Roma aún no se olvida la zapatiesta que se montó a la salida de la primera representación de «Seis personajes en busca de un autor»: los admiradores de Pirandello y sus críticos recurrieron a los puños para exponer, de manera irrefutable, el amor y el odio que, respectivamente, le profesaban. Ahora reina la calma chicha en el mundo de las artes y en la república de las letras. Unos dirán que es porque impera la paz que procede del alma nutrida por las manifestaciones más sensibles y emotivas; otros que no es otra paz que la paz de los cementerios. Últimamente, como único episodio que alteró esta modorra fue la del célebre escritor que, por lo que parece, no le va mucho Gloria Fuertes. No sé ustedes, pero yo pienso que, para esto, mejor estamos calladitos y tranquilitos. Y es que un servidor, si es por preferir, prefiere el extemporáneo tipo bizarro que el torero pinturero que cita, ventajosamente, fuera de cacho.
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LECTURAS
EL LADO DEL MAL El estilo del poeta asturiano casa con el ‘realismo meditativo’, aunque prefiera el lado sombrío, el del mal LUIS ANTONIO DE VILLENA
J
osé Luis Piquero, asturiano que ahora vive en Huelva, tiene hoy 50 años. Pertenece pues, cronológicamente, a la ‘Generación del 80’, aunque como tantos poetas, prefiera su camino en solitario, aunque ello no sea del todo posible. Su escritura (con símbolos, con cultura, con voz propia) entra muy plenamente en lo que yo he denominado ‘realismo meditativo’. Su tono es la meditación sobre la realidad, aun-
que Piquero suela preferir el lado sombrío, que podría decirse el ‘lado del mal’. Frente a algún otro compañero generacional –o varios– desaforadamente empeñados en trepar la cucaña, José Luis ha elegido siempre el partido de su propia vida, de su personal vivir, sólo con las ambiciones imprescindibles, algo que no todos entenderán bien en este mundo raro. Sin embargo (traductor también del homónimo poema byroniano) Piquero siempre ha elegido a Caín. Recogió su poesía completa en el volumen ‘Autopsia’ –2004– que yo prologué y entre sus libros, no abundantes, destacaría ‘Monstruos perfectos’ o ‘El fin de semana perdido’ de 2009, que era su libro último hasta este ‘Tienes que irte’. Que se abre con un poema muy significativo del hacer del autor (y con un tema que no es la primera vez que trata) ‘Respuesta de Lázaro’. El resucitado evangélico le pide al Cristo que le deje en
la muerte, que es duro volver a luchar por la vida: «Yo no hago daño a nadie. Podrido estoy más limpio/ de lo que he estado nunca.» Otro poema, ‘El día libre del diablo’, nos presenta su día de tedio. En ‘Carta del Cíclope’ este le escribe a Ulises, recuerda que él es mucho más Nadie que el héroe que sigue siendo. En ‘Vuelo 19’, quiere quedarse con las víctimas desparecidas de un célebre accidente aéreo en el Triángulo de las Bermudas. «Temo/ que adonde voy ahora no me espere ni Dios». Claro y sombrío, José Luis Piquero mira siempre el otro lado de la moneda, escoge o ve como la más potente realidad –acaso la más humana– el lado del mal, de la sombra, de los perdedores, de los marcados por el signo cainita. Como en el verso virgiliano: «Iban oscuros en la noche sola». ¿Por qué ese título ‘Tienes que irte’? El poeta no lo explica del todo. Pero sabemos que el tiempo es irse, que
TIENES QUE IRTE José Luis Piquero. Siltolá Poesía, Sevilla, 2017. 94 págs.
El poeta y escritor asturiano José Luis Piquero. :: EL NORTE en la vida todo se va (todos nos vamos) y que raro es el día, que no sólo que tenemos que irnos, sino que no qui-
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
LOS ORNITORRINCOS PONEN…
RELLENO, VORAZ, SABROSO Y JUGUETÓN :: SUSANA GÓMEZ Desde la semejanza de sonidos que es la paranomasia hasta la anáfora y su repetición de palabras, pasando por la aliteración de sonidos reiterados, las onomatopeyas, la hipérbole… el nuevo título de La Guarida se despliega en juegos de palabras; rimas irregulares; cadencias de vocales y consonantes que van y vienen. Un baile, en fin, ejecutado a golpe de ritmo y divertimento, cuyo resultado es un cuento acumulativo que aúna lo mejor de la tradición oral y un buen número de recursos literarios capaces de atrapar al público infantil. ‘Cómo te como’ (y en el nombre ya va la intención voraz y juguetona) se pasea por entre el lenguaje recurrente y la frecuencia temática, geografía en creciente que retorna al punto de inicio para volver a comenzar (cada vez más aumenta-
o da) ‘rellena’ de lo anterior. Porque ell gato espera a quee el ratón se coma ell queso y así estaráá o más rico; el perro a que el gato see coma el ratón re-lleno de queso; ell o lobo al perro; el oso sal lobo… y así hasta encontrar unaa sabrosa y pacíficaa ssolución que desbarate la cadena dee amenazas. La estrategia: un final con tintes escatológicos que encantará a los pequeños lectores, tan aficionados a tales asuntos. Todo ello transitado por ilustraciones basadas en la mixtura de técnicas como el acrílico, el collage o la tinta china, y cuya expresividad y ritmo visual se sustenta en una acertada combinación cromática y entre planos primeros y generales.
siéramos, además, estar en otra parte. Fuga y salida continua, la verdadera vida honda no es un momento de ale-
gría (aunque exista) sino ese profundo abismo en que acostumbra a reconocerse, inevitable, parte de nuestra alma. Claro, realista (como le gusta definirse) Piquero está siempre sin embargo en el otro lado de la moneda, en el menos visitado o el menos visible. Escribe con claridad coloquial y gusto sereno por las palabras, pero no exhibe la evidencia, sino mejor lo que se cela a menudo. Es un poeta sencillo y complejo. Con manera propia. Un poeta nada figurón pero que bien merece figurar más en nuestra poesía joven o ya madura. «Te estoy envenenando lentamente, cabrón, / y tú no te das cuenta.»
:: S. G.
¿CÓMO TE COMO? Rafa Ordóñez y Rafa Antón. Editorial La Guarida. 48 págs. 14,90 euros. Edad recomendada: de 3 a 5 años.
Las gallinas ponen huevos. No las vacas, ni los gatos, ni los conejos ni las ovejas, claro… pero sí las mariposas, el salmón o el ornitorrinco, el emú, la rana, el caimán, la falsa coral, los pingüinos, los lagartos o los flamencos. Y así un montón de ovíparos que ponen y nacen de huevos grandes y pequeños, con manchas, lisos, con puntos, rojos, blancos, marrones, redondos, ovalados, puntiagudos, brillantes, opacos… Provisto de solapas y de ilustraciones que en cierto modo emulan a los cuadernos de campo de los naturistas, este álbum perteneciente a la Colección ‘Mis animales’ de la editorial Juventud propone un viaje a través de diferentes países y épocas (también anidan en él los huevos peinosaurios entrificados de dinosaurios contrados en China) y cuyo objetivo es exponer, de un modo didáctico y ágil, un buen fragmento del univer-so ovíparo.. Guiadas por laa
¿QUIÉN SALE DEL HUEVO? LOS ANIMALES OVÍPAROS Monika Lange y Ute Thönissen. Editorial Juventud. 32 págs. 13 euros. Edad recomendada: a partir de 7 años.
máxima de ‘Conocer y comprender’ que es el paraguas de la colección, las autoras harán un repaso visual y textual por las diferentes especies, así como por los trucos y necesidades de mamás y papás que habitan el aire, el agua y la tierra para proteger a las futuras crías, y que estas nazcan sanas, fuertes… y a salvo.
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CENIZA EN LA MANGA DE UN VIEJO El secreto, el engaño y el azar por encima del destino son temas reconocibles en la nueva obra de Javier Marías JORGE PRAGA
E
n la larga trayectoria novelística de Javier Marías, quince títulos si contamos como tres independientes las partes de ‘Tu rostro mañana’, hay un vértice o quicio que marca una frontera, frontera permeable pues su escritura va y viene en alimento mutuo: ‘Negra espalda del tiempo’, publicada en 1998 y que fija lo que venían siendo rasgos tanteados y más ocasionales: mezcla imprecisa de realidad y ficción; inyecciones autobiográficas; intertextualidad con explicitación de fuentes; aporte de mapas, fotografías de objetos y lugares, retratos. Complementado con una voz que se embarca en la exploración de inquietudes con largueza desajustada a la narración. El siguiente título, ‘Tu rostro
mañana’, confirmó esa tendencia en las 1.500 páginas que acumulaba. Atrás quedaban títulos más breves, tal vez más ágiles, con la aceptada cima de ‘Todas las almas’. ‘Los enamoramientos’ y ‘Así empieza lo malo’ han seguido con éxito esa línea, y llega ahora ‘Berta Isla’. En esta novela reconocemos los temas que inquietan a Javier Marías hasta hacerle quebrar su sentimiento de que cada obra será la última: el secreto, el engaño, la traición, el azar por encima del destino o la voluntad, y como tapiz de fondo el escepticismo sobre el conocimiento del otro, y también de uno mismo. Vuelven los aires en los que le gusta respirar: Oxford y sus profesores, mitad monjes académicos, mitad soldados del imperio; espías obligados a vivir varias identidades (no muy distinto a lo que hace el escritor de ficción, al decir de Marías); las neblinas del norte y el refinamiento transparente de su Madrid. La permeabilidad de su obra permite la reaparición de algunos personajes: el hispanista y lusitanista Peter Wheeler o el agente del MI6 Bertram Tupra, y siempre con ese juego de cambios y alteraciones en sus nombres, como si fuera imposible bautizarlos de una vez para siem-
Javier Marías. :: DIEGO PÉREZ CABEZA-EFE pre. Tom se llama el protagonista, pero a la vez Tomás, y también James Rowland, y luego David Cromer-Fytton. Pero la principal ligazón de su obra reside en el estilo propio que Javier Marías ha ido puliendo página a página, y que le constituye como voz exclusiva y única. Una
voz ensimismada, exploradora, embarcada en la digresión a costa de suspender el cuento. Una escritura que no se frena ante la reiteración («Pasaron los años y pasaron los años. Los años fueron pasando, pasando…»), que se retuerce en anacolutos y permutas de la sintaxis transpa-
rente («No siempre lo había poseído el descontento, a su marido a la vez español e inglés, Tom o Tomás Nevinson su nombre»). Una voz que lima individualidades, que nivela tal vez en exceso la diversidad de los protagonistas y sus idiolectos. A los resultados no será ajena la mecánica de escritura de Marías, su célebre máquina de escribir anterior a la memoria digital, que le obliga a imprimir y corregir sobre papel, una y otra vez, hasta que su suma entrega un palimpsesto repleto de matices, añadidos, alusiones y repeticiones rítmicas. Un trabajo de orfebre en cada página. Tal vez ‘Berta Isla’ sobresalga sobre novelas anteriores por la potencia expectante de su trama, por la espera de su protagonista que acaba contagiando al lector su ansiedad dilatada. Como es habitual en Marías, el primer alimento argumental no viene de su oreja callejera ni de fuentes históricas o de actualidad, sino de la propia literatura. Vuelve sobre una narración de Balzac, ‘El coronel Chabert’ ya exprimida en ‘Los enamoramientos’, y utiliza con inspiración ‘La mujer de Martin Guerre’, una olvidado obra de Janet Lewis que resucitó previamente en su editorial Reino de Redonda. Hay, cómo no, una excursión a Shakespeare por un brillante ejercicio del fingimiento que se da en ‘Enrique V’. Melville, Conrad, un nuevo homenaje a Guillermo Brown que tanto nos emociona a sus seguidores… Pero destaca sobre todo la presencia constante de los versos de ‘Little Gidding’, parte última de los ‘Cuatro cuartetos’ de T. S. Eliot. Un poema difícil que el marido de Berta isla lee y casi memoriza por azar, y del
BERTA ISLA Javier Marías. Editorial Alfaguara, septiembre de 2017.544 páginas. 21,90 euros.
que no se despega en las aventuras que le dominan durante años, en una convergencia de vida y versos. Toda una lección, larga y sostenida, sobre la recepción de la poesía, cuyo secreto no está en ella misma, sino en el cruce con la experiencia de vida que la acompaña y finalmente desvela. Con todos esos mimbres, encabalgados en una trama cada vez más absorbente, Marías compone una narración que choca contantemente con las barreras del conocimiento deductivo, que deja en zona de sombra los hechos y motivos de cada individuo. Dos citas magistrales de Dickens, cerca del final, subrayan ese agujero negro de la claridad, un cráter al que las páginas dan vueltas y vueltas sin capacidad para bajar a su fondo insondable. «Para qué añadir un relato a lo que simplemente sucede», confiesa la palabra decepcionada y melancólica de Berta Isla. La existencia se ciñe a ese estar y esperar que cifra la frase final, un discurrir azaroso sin cauce ni relevancia que agrietará el tiempo y depositará como «ceniza en la manga de un viejo», ceniza que el viento de la vida arrastrará y olvidará, según el memorable, y por fin entendible, verso de Eliot.
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Sábado 7.10.17 EL NORTE DE CASTILLA
U
n latinismo es una palabra o expresión del latín que se utiliza en otro idioma. Me ocuparé esta semana de algunos que se usan con frecuencia en español, de las adaptaciones gráficas y de pronunciación propuestas por la RAE y de los problemas que suelen plantear en el uso. Lo normal es que se utilicen en la lengua culta y en contextos especializados, aunque muchos sufren desgastes y deformaciones como consecuencia tanto del uso como del desconocimiento del latín por parte de los hablantes. ‘Vox populi’ significa ‘voz del pueblo’ y se usa con el verbo ‘ser’ para indicar que algo es conocido y repetido por todos. En el uso, seguramente por desconocimiento de la expresión latina, no es infrecuente, tanto en la escritura como en la pronunciación, ‘voz populi’. Es uso incorrecto y debe evitarse. ‘Grosso modo’ –pronunciado [gróso módo]– significa ‘de un modo aproximado o general y sin entrar en detalles’ o ‘a grandes rasgos’. En el uso es frecuente la anteposición de la preposición ‘a’ (a grosso modo) e incluso la escritura con una sola ‘s’ (groso modo / a groso modo). Ambos usos son incorrectos. ‘Córpore insepulto’ –pronunciado [kórpore insepúlto]– significa ‘con el cuerpo sin sepultar’ o ‘de cuerpo presente’. Se aplica especialmente a un tipo de funeral que se celebra con el difunto sobre el catafalco, antes de ser inhumado. Esta expresión se usa como complemento del sustantivo ‘misa’ o ‘funeral’, y suele ir antepuesta la preposición ‘de’ (funeral de córpore insepulto), seguramente por analogía con la expresión española equivalente (de cuerpo presente). Este uso es incorrecto. Hay que decir misa o funeral córpore insepulto (y escribirlo con
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
USO CORRECTO DE ALGUNOS LATINISMOS FRECUENTES tilde) y no misa o funeral de córpore insepulto. Con la expresión latina ‘statu quo’ (literalmente ‘en el estado en que’) se hace referencia al estado o situación de ciertas cosas, como la economía, las relaciones sociales o la cultura, en un momento determinado. Se pronuncia [estátu–kuó] y no [estátu–kúo]. Status quo es forma incorrecta. Una consulta muy reciente al CREA (Corpus de Referencia del Español Actual) de la RAE, revela un total de 86 ejemplos de status quo frente a 218 casos de statu quo, la forma correcta. Sorprende, sin embargo, el
elevado número de apariciones (más de un tercio del total) en contextos formales de la forma considerada incorrecta. ¿Tendrá algo que ver el uso incorrecto con el nombre de la banda de rock británica Status Quo? No lo sé. ‘Motu proprio’ (literalmente ‘con movimiento propio’) significa ‘voluntariamente’ o ‘por propia iniciativa’. Son frecuentes dos errores en cuanto al uso: por un lado, la anteposición de la preposición ‘de’ (de motu proprio) o ‘por’ (por motu proprio); por otro, la transcripción errónea de ‘proprio’ en ‘propio’ (motu propio). Para este último
caso, la RAE, en el Diccionario panhispánico de dudas, propone: «Debe respetarse la forma latina ‘proprio’ para el segundo elemento, y no sustituirla por el adjetivo español ‘propio’». ‘Bona fide’ significa literalmente ‘de buena fe’ y se usa para indicar que alguien actúa o hace algo con buena intención o con honradez. Es incorrecto su uso con la preposición ‘de’ (de bona fide). Hay que decir que alguien actuó bona fide y no que alguien actuó de bona fide. De locuciones latinas derivan algunos sustantivos del español. Un ejemplo de este tipo es ‘exabrupto’ (de ex abrupto), con el significado de salida de tono, dicho o gesto brusco e inesperado que se manifiesta con en- Son habituales fado y viveza. los errores ‘de Otro caso es motu propio’ y ‘posdata’ (de ‘por motu propio’, post datam, literalmente así como que no se ‘después de la respete ‘proprio’ fecha’), para significar aquello que se añade a una carta ya concluida y firmada. Un ejemplo más es ‘exlibris’ (de ex libris, literalmente ‘de (entre) los libros’), que designa el sello que se estampa en un libro o una cartulina con un diseño único para indicar la propiedad. Les recomiendo que cuando hagan uso de estas expresiones latinas, se aseguren de cómo se escriben y se pronuncian. No hay excusa para lo contrario porque la mayoría de los diccionarios del español registran las expresiones latinas de uso más frecuente. Y si no están completamente seguros, no las usen.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
OLETVM VALLADOLID
LETRAS CORSARIAS SALAMANCA
MARGEN VALLADOLID
FICCIÓN
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Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)
Los pacientes del Dr. García. A. Grandes (Tusquets)
Berta Isla. Javier Marías (Alfaguara)
Los pacientes del Dr. García. A. Grandes (Tusquets)
Los pacientes del Dr. García. A. Grandes (Tusquets)
Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)
4 3 2 1. P. Auster (Seix Barral)
Berta Isla. Javier Marías (Alfaguara)
4 3 2 1. P. Auster (Seix Barral)
Cuentos de buenas noches ... E. Favilli (Destino)
Mejor la ausencia. Edurne Portela (Galaxia Gutenberg)
4 3 2 1. P. Auster (Seix Barral)
Patria. F. Aramburu (Tusquets)
Berta Isla. Javier Marías (Alfaguara)
Los pacientes del Dr. García. A. Grandes (Tusquets)
Los ritos del agua. García Saenz de Urturi (Planeta)
El hombre que perseguía... L. Salander (Destino)
Con mamá o con papá. J. López Díaz (Camelot)
Apegos feroces. Vivian Gornick (Sexto piso)
Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)
NO FICCIÓN
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NO FICCIÓN
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Cree en ti. F. Aramburu (Tusquets)
Todos deberíamos ser pesimistas. Adichie (Mondadori)
Japón perdido. Alex Kerr (Alpha Decay)
Montessori para bebés. C. Poussin (Plataforma)
Diana, réquiem por una... Concha Calleja (Arcopress)
La magia del orden. M. Kondo (Debolsillo)
Y nuestros rostros, mi vida... John Berger (Nórdica)
El misterio de José. E. Cases (Planeta)
Escucha, Cataluña... Borrell, Carreras (Península)
Aporofobia, el rechazo... Adela Cortina (Paidós)
Réquiem por el sueño ... Chomsky (Sexto Piso)
Súper alimentos para una vida... Ambrosio (Penguin)
(Sapiens) De animales a dioses. Harari (Debate)
El país donde florece ... Attlee (Acantilado)
El ingenio de los pájaros. Jennifer Ackerman (Crítica)
Prohibido escuchar canciones... Santaolaya (Lunwerg)
Imperofobia y la leyenda negra. E.Roca (Siruela)
Instrumental. James Rhodes (Blackie Books)
La lengua de los dioses. A. Marcolongo (Taurus)
Mi Europa. Milosz (Siruela)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
SEMURET ZAMORA
PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
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Los pacientes del Dr. García. A. Grandes (Tusquets)
Los parcientes del Dr. García. A. Garndes (Tusquets)
Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)
Los pacientes del Dr. García. A. Grandes (Tusquets)
4 3 2 1. P. Auster (Seix Barral)
4 3 2 1. P. Auster (Seix Barral)
Más allá de los volcanes. Fidalgo (Roca)
4 3 2 1. P. Auster (Seix Barral)
Quédate este día y esta ... Gopegui (Random House)
Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)
Los pacientes del Dr. García. A. Grandes (Tusquets)
Berta Isla. Javier Marías (Alfaguara)
La mirada de los peces. S. del Molino (Randiom House)
Berta Isla. Javier Marías (Alfaguara)
Patria. F. Aramburu (Tusquets)
Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)
Berta Isla. J. Marías (Algafuara)
Patria. F. Aramburu (Tusquets)
Más allá del invierno. I. Allende (Plaza&Janés)
Patria. F. Aramburu (Tusquets)
NO FICCIÓN
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NO FICCIÓN
Diez días que estremecieron... Reed (Varias)
Desmontando los mitos... E. Garzón (Península)
El relato nacional. Álvarez Junco (Taurus)
El ADN dictador. Miguel Pita (Aguilar)
La lengua de los dioses. Marcolongo (Taurus)
Combate en la montaña II. W. Román (Aruz)
El último claustro. Sadia (Milenio)
Imperofobia y la leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)
El marxismo y la cuestión... Armesilla (El Viejo Topo)
La España vacía. S. del Molino (Turner)
La España vacía. S. del Molino (Turner)
Calle este-oeste. P. Sands (Anagrama)
Octubre. Melville (Akal)
Imperofobia y la leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)
Imperofobia y la leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)
Cuentos de buenas noches ... E. Favilli (Destino)
LA economía española en 3D. Collantes (Pirámide)
Palencia. Momentos... J. de la Cruz (Aruz)
Quién te cerrará los ojos. Mendoza (K. O.)
El séptimo círculo... S. Posteguillo (Planeta)
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Sábado 7.10.17 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
ÁNGEL MARCOS
Aurelio No hablo español, tengo cincuenta y seis años y llevo seis en Valladolid con mi mujer y un chico. Nací a cuatro kilómetros de Bucarest. De lunes a viernes, me pongo en la esquina de Gamazo con la Acera de Recoletos esperando alguna moneda. Los sábados y domingos, me paso a la Cruz Verde.
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Sábado 7.10.17 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinador: Chema Cillero
Los tendales y la deriva continental
OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA
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Fotografía titulada ‘Acto heroico I’, obra de 2004. :: MATEO MATÉ
UEDE que ahora sean asunto de la industria reprográfica y sus técnicas de multiplicación: la serigrafía, el huecograbado, la impresión digital..., pero hasta no hace mucho, las necesidades vexilológicas de todo hijo de vecino debían ser confiadas a la destreza, la paciencia, la delicadeza y (en no pocos casos) el buen gusto de comprometidas damas y caballeros capaces de dibujar, bordar, coser y rematar con abnegación, y gallardía, la necesidad identitaria de los pueblos. En momentos así, cuando el alumbramiento de una nueva bandera es inminente, las decisiones trascendentales se concatenan en un rosario de incertidumbres: ¿qué colores imponer, qué proporciones aplicar, qué criterios han de primar en la disposición de los iconos y en qué significados se debe incidir para redactar los versos más superlativos del porvenir, a fin de que una vez superado el momento crítico merezcan conservarse bajo la protectora capa irisada de la historia? La coherencia, la intención, la costura invisible con las señales pretéritas deben cohabitar en un espacio reducido, pero distinguible a gran distancia, con los propósitos de la nueva organización. Porque las nuevas banderas nacen siempre con la intención de ser eternas y flotantes sobre las placas tectónicas del mundo, aunque rehenes de su deriva. Las leyendas se enamoran a menudo de estas circunstancias. Quién no ha imaginado a Mariana Pineda dibujando cuidadosamente en papel marquilla las letras de la palabra Libertad para bordarlas sobre el tafetán. A ella no
le llegó el momento de ver ondear el resultado de su labor, como debió de hacer con satisfacción patriótica María Catalina Echevarría al contemplar el baile con el viento de su recién acabada bandera albiceleste. O la precavida María Ossa de Amador que, para impedir que las banderas cosidas siguiendo los diseños urgentes y decididos de su hijastro (destinados a enarbolar en rojo, azul y blanco el incontenible ardor patrio panameño) pudieran ser descubiertas en un inoportuno registro, recurrió a la confidencialidad de una caja fuerte. Sastres de impecable oficio, como José Magdaleno Ocampo, que acometería la confección de la bandera mexicana con iguales dosis de fervor y profesionalidad, o tapiceras como Betsy Ross, a quien la leyenda atribuye la costura de la primera bandera que alzarían los independentistas de las trece colonias norteamericanas, manejaron hilos y plantillas, tizas de marcar y bastidores, dobladillos y bandas de color con la misma fruición y cariño que precisa la vida cotidiana. Igual que esos manteles enarbolados en las fotografías de Mateo Maté para su serie de ‘Actos heroicos’; semejantes a sus mapas en relieve de los pliegues de una cama tratada como un territorio patrio, el lugar en el que transcurre la vida y se decantan los recuerdos vividos, como en su instalación ‘Viajo para conocer mi geografía’. La obra de Mateo Maté es fundamental para que los objetos sacralizados sean sometidos a oportuna cuarentena, no sin la chacota debida. Al fin y al cabo, todo lo sagrado es fruto de una costumbre, o de una debilidad. Maté recorre nuestras manías como un cartógrafo empeñado en dibujar el mapa de cada individuo, empezando por sí mismo. De las ‘Reliquias de artista’, que radiografió y puso a la venta, a esos periplos homéricos por los montículos de una sábana. Gracias a ellos, a sus manteles ondeantes o a sus casas nación, la alegoría de nuestros relatos se aquieta y toda esa escala temporal nos minimiza junto a la imaginaria identidad de los hombres, obsesionados por cimentar su permanencia sobre placas de granito que flotan, chocan o se pliegan. Y lo hacen tan deprisa que somos incapaces de verlo.
Mateo Maté recorre nuestras manías como un cartógrafo consagrado a dibujar mapas individuales