El regreso de César Arconoada

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SOMBRA CIPRES LA

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NÚMERO 281 Sábado, 11.11.17

El regreso de César Arconada Dos reediciones rescatan del olvido al palentino, renovador de la narrativa en los años treinta [P2]

El escritor palentino César Arconada, en 1940. :: EL NORTE


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César M. Arconada con sus traductores chinos (1957).

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uando me confiscaron la palabra/ y me quitaron hasta el horizonte», escribe Mario Benedetti en ‘La casa y el ladrillo’, y estos dos versos, que tanto dicen, describen muy bien el caso de César Muñoz Arconada, palentino de Astudillo (5 de diciembre de 1898 – Moscú, 10 de marzo de 1964) que tras la Guerra Incivil encontró refugio en la Unión Soviética mientras sus compañeros de derrota, muy especialmente los escritores, se orientaban hacia la América hispana, en su mayoría a México, pero también a Argentina, Chile, Cuba o Puerto Rico, países en los que de inmediato recuperaron la palabra y ampliaron sus horizontes intelectuales, contando con ateneos para reunirse, universidades, revistas y periódicos a los que incorporarse y editoriales para sus libros, inmersos en la pluralidad del español americano, menos académico y más libre frente a las normas que el español peninsular. Arconada, sin embargo, se vió bruscamente apartado de sus relaciones literarias y de su mundo intelectual, limitado a hispanistas soviéticos como Fedor Kelyn, traductor de clásicos del Siglo de Oro (Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Lope de Vega o Cervantes) y de algunos de los mejores escritores contemporáneos (Antonio Machado, Valle Inclán, Federico García Lorca, Rafael Alberti o Miguel Hernández), que le puso al frente de la edición española de Literatura soviética, aunque en ese aislamiento, acentuado por la Guerra Fría, tendría la suerte de encontrarse con María Cánovas, igualmente exiliada, la mujer de su vida. El primer Arconada, forjado escritor en las páginas del ‘Diario Palentino’, fue poeta, rasgo común a muchos de los jóvenes que en la década de los años veinte intentaron abrirse hueco en la sociedad literaria, y enseguida se auto publicó un poemario, ‘Sed’ (1922), en el que ya se advierte una disposición a la ruptura con los cánones a continuación cuajada en ‘Urbe’ (1928), libro acogido por Manuel Altolaguirre y Emilio Prados en las ediciones de Litoral, aquella mítica revista malagueña que reunió en sus albores a los escritores del 27 con Picasso, Dalí o Maruja Mallo. Arconada estuvo ahí, y no sólo ahí, porque su firma se repite en las revistas renovadoras de aquel momento, desde ‘Meseta’ de Valladolid, ‘Parábola’ de Burgos o ‘Alfar’ de La Coruña a ‘Verso y

César Arconada, reediciones contra un injusto olvido Poeta, periodista, narrador, dramaturgo, ensayista, traductor y editor condenado al exilio y postergado en la Transición; la recuperación de las obras del palentino representa luces de justicia para una larga espera

Prosa’ de Murcia o ‘Atlántico’ y ‘La Gaceta Literaria’ de Madrid, donde ocupó el puesto de redactor jefe. Ahora bien, al margen de un ensayo de crítica musical (‘En torno a Debussy’, 1926) que pasó bastante inadvertido, Arconada adquirió renombre con las biografías de Greta Garbo (1929), traducida de inmediato al francés, alemán, italiano e inglés, y ‘Tres cómicos del Cine’ (Chaplin, Clara Bow y Harold Lloyd, 1931), ‘biografías de sombras’ con más de fantasía, recreación y paráfrasis imaginativa que de crónica o relato documentado, con una verdad imaginativa o novelera literariamente muy por encima de la verdad a secas.


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CARLOS AGANZO

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Poeta en Nankín

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amino de Nankín, en un momento indeterminado de la segunda mitad de los años cincuenta, el poeta César Arconada confundió el Canal de Castilla con el Gran Canal de China. Los pendones de las velas de los juncos que por allí navegaban, recortados por la trinchera del canal y contemplados desde la altura del tren, le parecieron entonces una «fantasmal procesión», plena de inquietud y de misterio. «No es extraño que el hidalgo manchego Don Quijote –escribió– viera gigantes en los molinos cuando yo, menestral de Castilla, veo desde el tren procesiones con estandartes remendados, andrajosos, como si esos pendones fuesen conducidos por la llanura por manos de mendigos». Cuesta trabajo imaginar cómo fue el viaje del palentino, acompañado de su joven y radiante esposa María Cánovas, por la China de Mao. Una experiencia única a medio camino entre la misión oficial, promovida por la Unión Soviética, la ensoñación lírica y la propaganda del nuevo régimen chino, empeñado una y otra vez en que el poeta viera lo que tenía que ver –industrias, cooperativas, casas del pueblo, trabajadores ejemplares...– y no lo que él pretendía: la China profunda y ancestral, donde nacen todos los mitos. Sin embargo,

A partir de ese punto sur-gió el narrador, con tres eta-pas: la representada por ‘Laa turbina’ (1930), punto de en-cuentro entre el regeneracio-nismo más crítico y el movi-miento de la novela social; laa que corresponde a ‘Los pobress contra los ricos’ (1933) y ‘Re-parto de tierras’, adscritas a las pautas marcadas desde laa o URSS; y finalmente la de ‘Río Tajo’, relato singular sobre las guerrillas formadas espontáneamente en la retaguardia franquista durante la guerra, protagonizado por unos pastores de la Sierra de Gredos entre mediados de julio y octubre de 1936, obra premiada en el Concurso de Literatura de Guerra del Ministerio de Instrucción Pública.

el enfrentamiento entre los dos grandes bloques del comunismo mundial impidió que el libro reportaje saliera adelante. Y su rescate ahora ofrece un documento impagable sobre aquella época excepcional. Un curioso paralelismo, por cierto, con aquel ‘Sonríe China’ de María Teresa León, de tan diferente factura. A César Muñoz Arconada, rescatado de un campo de internamiento francés por Nancy Cunard y Pablo Neruda, la posibilidad de volver a soñar junto al Canal de Castilla se le fue para siempre con el exilio en Moscú tras la guerra española. Sin embargo, su escritura en castellano y su fidelidad a los clásicos le salvó de ser devorado, durante decenios, por los caracteres cirílicos rusos. Un choque de culturas que se acentuó aún más con este viaje, donde el autor de ‘Urbe’ dejó constancia de su fascinación por la caligrafía china y de la sabiduría ancestral que se encierra en los minuciosos rasgos de su escritura. Así, el ramillete de proverbios y refranes que Arconada recoge en el epílogo de ‘Andanzas por la nueva china’ es sólo una muestra de esa gran conexión literaria que sintió el escritor en su periplo, muy por encima de ideologías y de estereotipos. «Los conocimientos son una riqueza que no pierde el que la posee», hizo suyo el escritor

español, que comienza su andadura china a la manriqueña, diciendo: «Hay fuentes que no hacen río, pero no hay río que no tenga madre fuente. Me figuro la nueva vida de China como un río inmenso de limo fecundo y de aguas caudalosas. Y entonces me pregunto: ¿dónde están sus fuentes? Porque quiero ir a buscarlas, a contemplar desde ellas el curso serpenteante, a ver desde lo alto y desde lo niño el proceso de formación». Ardua empresa que, en todo caso, nos ofrece ahora el testimonio de esa gran literatura en el exilio de la que Gonzalo Santonja, de manera sistemática e ininterrumpida, es proveedor permanente. Porque después de la dolorosa ruptura de la guerra, que partió en dos uno de los momentos más intensos y vibrantes de la literatura española de todos los tiempos, el mapa de nuestra escritura debe completarse todavía con muchas aportaciones como ésta. César Arconada, de hecho, no debe con-

Arconada es una pieza más de ese puzle de la literatura del exilio que está aún por completar

siderarse sino un miembro más de esa Generación del 27 que tuvo en Castilla figuras como Jorge Guillén o Rosa Chacel. Generación poética pero también narrativa, ensayística y escénica, cuyas ramificaciones profundas están todavía por valorarse en su justo término. Después de un trabajo fundamental como redactor jefe en ‘La Gaceta Literaria’ de Giménez Caballero, auténtico punto de encuentro del 27 –se fundó ese mismo año– en el Madrid de la dictadura de Primo de Rivera y de la República, Arconada vivió en la capital de España un momento de gran reconocimiento con la publicación de sus novelas ‘Los pobres y los ricos’ y ‘Reparto de tierras’, que denunciaban el atraso y los abusos del mundo rural.Y que culminó con la concesión del Premio Nacional de Literatura a su novela ‘Río Tajo’, en 1938. Un libro que entonces no pudo ver la luz; que se publicó en Moscú en 1970 y que sólo se conoció en España a raíz de su edición de 1978. Sobre el novelista, después de la tragedia civil, permaneció sin embargo el autor de relatos y, siempre, el poeta, el «vate», como dice él mismo en ‘Andanzas por la nueva China’. Un testimonio excepcional, rescatado en el siglo XXI, de aquellos que, en la centuria anterior, se atrevieron a «matar moscas en la cabeza del tigre», como dice otra de las máximas del «breviario de sabiduría popular» recogido por Arconada en aquella China maoísta. Piezas de un puzle cultural aún por completar.

Portadas de sus libros y el carné de la UGT, de mayo de 1931. Años de vértigo los Ar de la década de los treinta, Arconada fue uno de los colaboradores fundamentales de Alberti y María Teresa León en la aventura de ‘Octubre’, formó parte de los grupos de escritores comprometidos que lanzaron ‘El tiempo presente’, ‘Línea’ o ‘Nueva Cultura’ y en 1936 publicó su tercer

poemario, ‘Vivimos en una noche’, para asumir durante la guerra la corresponsalía de ‘Mundo Obrero’ en el frente asturiano, sumarse al romancero de urgencia (‘Romances de la guerra’, 1937) y peregrinar por Cataluña hasta cruzar la frontera.

Su salida al exilio pasó por to todas las etapas del viacrucis de los fugitivos al desmoronarse las líneas republicanas tras la batalla del Ebro, siendo a continuación internado en uno de los peores campos de refugiados en que las autoridades francesas recluyeron a los españoles antifranquistas, apenas apoya-

dos por un puñado de intelectuales entre los que se contaron Louis Aragon, Tristán Tzara o Nancy Cunard, mujer acaudalada, heredera de una de las grandes navieras de la época, poeta y muy amiga de Pablo Neruda. Ella lo rescató de aquel infierno y lo acogió en su residencia de descanso de Puits-

Carré (Normandia). Allí coincidió con el editor Giménez Siles y, una vez recuperado, tomó el camino sin retorno de la URSS, donde llevó a cabo una labor ingente en calidad de difusor de nuestra literatura clásica, con hitos tan destacados como la adaptación escénica de ‘La gitanilla’ de Cervantes, in-

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cluida en el repertorio estable del Teatro Gitano de Moscú, y la publicación de manuales como ‘Teatro español en la escuela’(1953), lectura de clase en la enseñanza media soviética. El poemario ‘Dolores’, los cuentos de ‘España es invencible’, la farsa dramática ‘La conquista de Madrid’, la biografía (aún inédita) de José Díaz o la crónica de su viaje por China ponen de manifiesto la continuidad de su carrera literaria. Poeta, periodista, narrador, dramaturgo, ensayista, traductor y editor (cofundador de Ulises, editorial señera del ‘nuevo romanticismo’), primero condenado al exilio y tras la muerte de Franco postergado por las sinrazones de la Transición, el actual proceso de recuperación que ahora empieza a cobrar impulso se debe fundamentalmente a Cálamo, que me ha confiado una edición guadianesca de sus Obras Escogidas (‘Sed’, ‘Urbe’, ‘La turbina’ y pronto ‘Vivimos en una noche oscura’), y a la Fundación Banco de Santander (‘Andanzas por la nueva China’), cuyos directores han renovado en este caso la certeza de fondo de aquella sentencia bíblica de «post tenebras spero lucem»: luces de justicia para una espera que habrá resultado demasiado larga.

Documentos de César Muñoz Arconada hallados en los archivos de la antigua Unión Soviética. :: EL NORTE

Crónicas de un maldito ANTONIO ÁLAMO

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ontaba el historiador Josep Fontana que tras la firma del tratado de amistad y alianza entre la URSS y China, rubricado el 14 de febrero de 1950, Mao Zedong regresó a su país completamente ofendido. Stalin evitó considerarlo como un igual, le negó el tratamiento de «camarada» y, lo que es peor, dejó entrever que dudaba de la capacidad de los chinos para construir un estado socialista. La ayuda soviética, incrementada entre 1954 y 1959 de forma notable con Jrushchov, atenuó su irritación y contribuyó notablemente a la modernización de la economía china, aunque muy poco después, a principios de 1960, las diferencias ideológicas empezaron a marcar un distanciamiento soterrado en-

tre las dos grandes potencias del bloque comunista. Las tesis contrapuestas de ambos mandatarios para abordar las relaciones con el mundo occidental, en plena Guerra Fría, hicieron el resto. Una de las personas que pagó las consecuencias de tal disparidad de criterios fue un escritor, poeta y periodista palentino que en 1956 viajó desde Moscú a China para escribir una colección de textos sobre el país oriental. Se llamaba César Muñoz Arconada, era de Astudillo, pertenecía a la generación del 27 y residía en la ciudad del Moscova por motivos políticos. Solo las peripecias sufridas por esos trabajos son suficientes para construir una historia tan sorprendente como los propios artículos porque ni se atuvo al objetivo que tenía encomendado, glosar las bondades del modelo comunista chino, ni pudo ver en vida publicado el resultado. En su país de acogida, la URSS, dejó de tener interés tras las diferencias surgidas

con China. Y en China pasó lo mismo: lo que iba a ser una labor propagandística fue cualquier cosa menos eso y no gustó. Era un trabajo periodístico que apenas respondía a los objetivos pretendidos. En España también hubiera sido imposible publicarlo por razones obvias: era un militante del Partido Comunista y se refugió en la URSS tras la Guerra Civil. Y en Iberoamérica, donde acabaron miles de españoles, tampoco. Estuvo en tierra de nadie y las crónicas de aquel viaje maldito han sido recuperadas ahora gracias a la Fundación Banco Santander y a los desvelos de Gonzalo Santonja. El volumen, que forma parte de la colección Obra Fundamental, incluye lo que en el ámbito periodístico se denominarían crónicas aunque desde otra perspectiva habrá quienes opinen que son pequeños relatos de viaje, historias menudas o visiones tamizadas de una cultura milenaria. Tendrían razón pero cualquier interpretación

Xxxxxx. :: FIRMA que se haga es válida. Si se aceptara la catalogación que de la crónica periodística hace Alberto Salcedo –cuentos reales con datos o una manera de mirar el mundo a través de los recorridos por las personas y las tierras– estas piezas encajarían porque en nada se apartan de ese género con el que no todos se atreven, quizá porque requiere una mirada personal y cierta calma para engarzar, como el orfebre en el silencio de su taller, las gentes, los lugares y los momentos.

En este volumen hay 52 piezas, seleccionadas por Santonja, de las cuales las dos últimas constituyen un complemento atípico y necesario porque si bien ambas no representan una muestra de ese género periodístico que Martín Vivaldi considera híbrido, sí ayudan a esbozar con nitidez una costumbre profesional que Arconada tenía como periodista y que las prisas actuales –o el mercado– han relegado a un segundo plano en demasiadas ocasiones: la curiosidad. En esos dos últimos textos aparecen un trabajo sobre los jeroglíficos y la reforma de la escritura así como una colección de refranes y dichos chinos que vienen a recordar la universalidad del saber humano y las costumbres. Pasear por estos textos es volver a las viejas historias de niño, a aquellas en las que la visión intimista de cada cual atesora un amplio muestrario de leyendas, sabiduría, popular, paisajes, montañas y visiones de la cotidianeidad, aunque también se puede contemplar desde otras latitudes igual de interesantes. Por un lado, permite refrescar las circunstancias de una época que parece haberse olvidado pero que

sigue ahí. Por otro, también es un ejemplo de su libre albedrío, constatado en los avatares que se presentan cuando, como recuerda Santonja, pretende curiosear para satisfacer sus inquietudes y obtiene de los guías una resistencia afable como respuesta que dibuja los intereses opuestos de uno y otros. La recuperación de estos trabajos, tan vivos ahora como entonces, enmienda un desaguisado de enormes proporciones con quien poseía el don de crear imágenes y captar la realidad a través, en muchos casos, de perspectivas insólitas (véase ‘El Gran Canal’) o retratos humanos como los del poeta campesino y la maestra guerrillera. Y lo devuelve, al menos en la faceta narrativa, a un lugar visible y respetable. Hombre del 27, no figura en su nómina, quizá porque, como señalaba Marcelino García Velasco, sus compañeros no lo recordaron, escogió el peor de los exilios, murió muy pronto y su obra se volvió casi invisible en la niebla que luego cubrió no solo su Astudillo natal sino también todo el territorio nacional ¿Arconada, que sí, que no? Seguramente sí. Que sí.


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Enrique Badosa

La traducción sin traición 1

La tentación de la palabra Es una prueba necesaria de afrontar: el poeta es creador de sus propios mundos y, cuando inicia la creación de otras propuestas en otras lenguas, cuando se convierte en traductor, se enfrenta a una nueva manera de crear, o de recrear, partiendo de lo que él no ha escrito en un poema pero que va a volcar, a rehacer, en un nuevo acto de elaboración poética. Enrique Badosa (poeta esencial en su labor estética personal) indaga en la propia capacidad del creador cuando responde a la necesaria tentación de «algo que induce y obliga a escribir verso o prosa», desde los materiales que se construyen con el lenguaje poético, hasta la comunicación que un poema tiene en el complejo mundo de las emociones y de las ideas: «exige la calidad del fondo tanto como la de la forma», en esa eterna y ya clásica dualidad tantas veces expuesta por los teóricos de la literatura. Ni las bellas y profundas ideas conforman un buen poema, ni los juegos de imposible comprensión formal construyen, por si mismos, una identidad poética. En esto Badosa es muy claro y contundente. El traductor es hoy, a pesar de los pesares, un actor secundario, ni siquiera de reparto (que gozaría de un prestigio y de una razón de ser), «un transportista o recadero mal pagado siempre» que casi nunca aparece señalado en los libros en los que vuelca su conocimiento y su trabajo. La necesidad del traductor es de primera magnitud, sin el que no podríamos acercarnos a numerosos autores y a multitud de libros si no fuera porque se nos entregan versionados a nuestra lengua, se nos dan como un regalo que podemos admitir en nuestra

propia cultura, que asumimos en nuestro acerbo personal. No es un paso sencillo ni elemental, no es un juego de trasvase y de vasos comunicantes; una buena traducción es mucho más que eso: la identidad del ‘coautor’ de un texto que sin perder su personalidad y su valor originario , se trasmuta en un nuevo y sorprendente producto estético que, sin traición alguna, se reafirma en la belleza que su autor consiguió en su lengua madre. He aquí al verdadero traductor, al edificador de una tramoya tal que no solo no desvía ni desnaturaliza la autenticidad del poema, sino que lo eleva y lo da identidad total en otra lengua diferente a la original en la que fue escrito.

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El fatídico mal traductor Es imprevisible pero certero. No se le espera, pero aparece. Y esto sucede con demasiada frecuencia, en muchos libros

GALERÍAS JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS

y en muchos escritores, y tal vez por esa falta de profesionalidad se haya denostado con tanta virulencia su labor, o mejor dicho, su ausencia de labor traductora y más su terrible realidad traidora. Enrique Badosa considera que no sale siempre bien parado el mal traductor cuando el texto pertenece a algunas de las lenguas más habituales, cuando el lector tiene conocimiento del molde en el que fue escrito el poema. Recurre al ejemplo, en el siglo XIX, célebre por sus peculiaridades, como fue el caso de Juan de la Pezuela en su trabajo sobre la Divina Comedia, consiguiendo con su propuesta de verter esta obra maestra al verso, enfrentar a seguidores y detractores, quedando reflejada la polémica en un sibilino epigrama que, mejor que nada, nos informa de lo que muchos pensaban de esta conflictiva traducción de Dante: «En esta calle negruzca,/ vive el traductor del Dante./¡Pasa aprisa, caminante, / no sea que te traduzca!»

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Los fines de la traducción poética La respuesta a la pregunta de por qué se traduce poesía en compleja y tiene abiertos muchos frentes teóricos y prácticos: el poeta-traductor obedece a una suerte de mandato que le sitúa junto al texto objeto de su labor que incide en la «tentación de la palabra», una forma de compartir el placer estético encontrado en un poema con múltiples nuevos lectores que, a través de la propuesta, se acercan hasta la fuente, al origen desde donde surge la grandeza de ese texto. Las buenas traducciones, es decir, aquellas que se construyen no desde una labor de copista sino desde un concepto de colaboración estética y

Enrique Badosa. :: JESSICA MUR lingüística, sin que se produzca servilismo hacia el objeto de trabajo, sino siendo servicial (en terminología del escritor) a la esencia que el poema tiene en su íntima y concreta belleza. El buen traductor de poesía no inventa ni añade, salvo muy contadas circunstancias, nada al poema: su respetuosa existencia no constituye tampoco una prohibición de intervenir, con el máximo respeto, en la carnalidad de las palabras, en su ritmo, en su atmósfera, en la cadencia de su mensaje, en el gesto que nos refleja la mano creadora del autor. Todo buen traductor es una persona preparada frente a las teorías de lo poético, no actúa porque sí, no ejerce caprichosamente sobre lo que otro ha escrito. Un texto bello, dice Enrique Badosa, puede ocultar muchas traiciones enmascaradas, porque para ver la dimensión exacta de una traducción hay que hacerlo desde la comparación con el texto original, desde el enfrentamiento de ambos poemas.

Las traducciones nos acercan intensamente a textos que no conocemos (y a veces, no podríamos nunca conocer en su lengua original) por eso la labor de un buen traductor es crear confianza literaria en el lector, darle lo que busca pero, a la vez, impregnarle de una profesionalidad fiable que, en sus orígenes, se asienta en un placer estético compartido, vital y necesario en la comunicación de lo poético.

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Antología de poemas traducidos La selección propuesta en el libro por Enrique Badosa es

El buen traductor de poesía no inventa ni añade, salvo en muy contadas circunstancias, nada al poema

todo un ejercicio práctico de sus ideas teóricas: por una parte, se acompañan a las traducciones los textos originales para que el que pueda y sepa, compare, se sumerja en esa labor tan atractiva y tan ardua de leer el original y el recreado por el traductor. Los poemas propuestos gozan de la sabiduría que el poeta demuestra cuando habla del acto creador, y de esa manera vamos disfrutando con su lectura (primera finalidad) y podemos conocer, a veces reconocer, a su vez, la voz del poeta originario del texto con la voz del poeta que nos lo acerca con enorme belleza y maestría. Libro para leer gran poesía, para situarnos en el universos de los poetas de verdad, vistos y sentidos por otro creador verdadero, y de esta manera, el lector pueda sentirse asistido, ayudado, por un guía fiable y cauto, y conducido por la selva maravillosa de la palabra, por los territorios espesos y frágiles de la luz que un verso, bien traducido, siempre sabe regalarnos.


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ABECEDARIO de lector

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Pamuk (Orhan).- Las novelas del premio Nobel Orhan Pamuk tienen la virtud de dar voz y entidad a sus conciudadanos, los habitantes de Estambul, a los históricos y a los actuales. Lo hace con una técnica muy eficaz que combina melodrama de novela popular con la naturalidad de un cronista paternal que colecciona hasta la más mínima historia de la calleja más recóndita. Es un escritor local que ha logrado saltar a la universalidad, gracias no solo a su talento narrativo, sino a la elección de la materia de sus obras: la auténtica Estambul. Sus memorias, fusionadas con las de la propia ciudad en el libro ‘Estambul’, son un claro ejemplo de ello. Es más, siempre muestra los crueles avatares de la historia de Turquía, pero todos son pasajeros y efímeros, en comparación con la ciudad y las múltiples caras de sus habitantes. La historia pasa, Estambul permanece, y aquí estoy yo para contarlo, parece decir Pamuk. La ciudad que lo vio nacer se convierte en vida y destino del escritor, que la elige como centro de su obra. Así, por ejemplo, una variante de ello, pero con forma de memoria coral, es su última novela, ‘Una sensación extraña’, demasiado excesiva hasta causar agotamiento en el lector. Para mí, la novela más subyugante de Pamuk es ‘El museo de la inocencia’, una especie de drama real que es un monumento, tanto al amor como a una Estambul perdida y añorada, a la que siempre regresa Pamuk. O de la que nunca sale. París.- Lo bueno de no vivir en París es que siempre puedes ir a París. Paraísos.- Siempre artificialmente prometidos. Paso (Fernando del).- Existen novelas enormes e irrepetibles. Citaré tres ejemplos que para mí lo son: ‘El rodaballo’ (Grass), ‘Armonía celestial’ (Esterhazy), ‘Yo, el Supremo’ (Roa Bastos). Obviamente, hay otras muchas cuya lista aquí no corresponde ahora. De esa natu-

raleza participa ‘Noticias del imperio’, del mexicano Fernando del Paso. Es una novela con musculatura y conocimiento, que relata con elegancia y sabor la historia de Maximiliano y Carlota, europeos decadentes caídos en el

planeta México que nacía en tiempos de Juárez. Novela portentosa. Perec (Georges).- Escribió una de esas novelas que, a su vez, tienen muchas novelas dentro y estas, muchas pequeñas historias con peripe-

cias inesperadas. La llamó ‘La vida instrucciones de uso’ y es un destilado embriagador de la mejor literatura. Novela im-perec-edera, nunca mejor dicho. Poeta.- Dícese de quien escribe textos raros que causan

ADOLFO GARCÍA ORTEGA

emoción. Flaubert, poco lírico y más bien cáustico, dejaba a los poetas por los suelos, al definir al poeta como «soñador, sinónimo noble de bobo». Hoy los poetas, más que soñadoras pero no menos sinónimos, padecen de un exceso de ingeniosidad autosentimental contagiosa. Lo llaman ‘selfie’. Posteridad.- Solo recomendable la del ADN. Praga.- Praga es una galaxia de literatura en sí misma. Sobre Praga hay muchos libros y muchas lecturas. Una de las obras fundamentales (y poco conocida, ay) es ‘Praga mágica’, del gran eslavista italiano Angelo Maria Ripellino. Es una puerta abierta a las ‘Pragas’ que la literatura ha mitificado. Cito algunas, como la de los libros de Gustav Meyrink, autor de ‘El Golem’, o la de Leo Perutz y su obra maestra ‘De noche, bajo el puente de piedra’, o la de figuras totémicas como F. Kafka, a quien siempre vemos caminando por la calle Celetná, o de J. Hašek abandonando las tabernas más oscuras y cruzando el Moldava, por cuyas orillas suenan los versos de Nezval, de Holan, de Seifert y vuelas las hojas de los escritos demoledores de B. Hrabal. Una Praga donde germinó Europa. Promesas.- Siempre paradisíacamente artificiales. Pron (Patricio).- De este escritor argentino que tiene el don de la ligereza desbordante (cualidad tan del gusto de Italo Calvino), con una lite-

Flaubert, poco lírico y más bien cáustico, definía al poeta como «soñador, sinónimo noble de bobo»

ratura culta y profunda, donde se fabula sin descanso, hay que leer dos novelas que demuestran su originalidad: ‘El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia’ y ‘No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles’. Proulx (Annie).- En los años ochenta había leído de ella una novela que me inquietó e influyó especialmente: ‘Postales’. Luego, sin duda, disfruté de la que le hizo famosa: ‘Atando cabos’, más de otras novelas que, en ningún caso, bajarían del rango de extraordinarias. No es de extrañar, porque Annie Proulx es de ese elenco de escritoras norteamericanas muy superior al de sus homólogos masculinos, pero menos famosas. Me refiero a las grandes Marilynne Robinson, Lucia Berlin, Amy Hempel, Grace Paley, Susan Sontag, Joy Williams, Lydia Davis o Lorrie Moore, por citar solo unas cuantas. ‘El bosque infinito’, la última novela de Proulx, destaca por inmensa, gigantesca, minuciosa, magistral, y podría poner decenas de calificativos elogiosos. Es Melville y Faulkner y McCullers juntos. Trata de dos ramas genealógicas que se abren a finales del XVII en Nueva Francia, donde dos leñadores llegan a los grandes bosques de lo que luego será Canadá y los Lagos del norte americanos. Las generaciones que se suceden, entre europeos colonos y entre indios nativos, fraguan una historia que abarca el mundo entero: viajes, naturaleza, amores, política, aventuras, bosques y océanos, con personajes que sobreviven a la crueldad de la vida misma, siempre plagada de sorpresas que asombran al lector. Una novela inolvidable como pocas. Proust (Marcel).- En él está el placer de la escritura por antonomasia, y también el placer de la lectura por excelencia. Leer ‘En busca del tiempo perdido’ lleva, aproximadamente, unos dieciocho meses. Pero son dieciocho meses de placer creciente. Solo lo sabe quien lo experimenta. Por supuesto, habrá quien prefiera ver una serie en la tele, claro, pero también hay quien prefiere los McDonald’s.


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helonious Monk tenía el piano en la cocina. Y un nombre que el certificado de nacimiento registró equivocado, costumbre que cien años más tarde se sigue manteniendo en anuncios y carteles. Baste este par de anécdotas para ilustrar el que, pese a ser una de las figuras más analizadas de la historia del jazz, Monk sigue siendo una incógnita, una equis tan fascinante como resbaladiza, y por resbaladiza propensa al malentendido; así el que lo califica de excéntrico, acaso el de mayor difusión. A Monk las excentricidades le brotaban naturales, irreprimibles, es decir eran puro Monk, puro centro, y así lo prueba el que nadie supiera cuándo iban a brotar, pues ni el propio Monk lo sabía. En realidad, el pianista de Carolina del Norte fue un hombre con una tendencia acusadísima a la melancolía, la introspección y las fantasías privadas, un padre de familia hogareño y entregado, jugador de damas y ajedrez capaz de estarse callado días y días. Sin embargo la máscara ha ensombrecido al rostro, y el malentendido afectado no solo a la persona sino a la música de Monk. Tras un periplo de fogueo como acompañante de predicadores evangelistas y participante en concursos para aficionados, lo contratan en 1941, como pianista en residencia, en el Minton’s Playhouse de Harlem, la meca germinal de la revolución bop o jazz moderno. Y aquí aparece el primer malentendido. Monk (‘monje’) fue bautizado como el ‘Gran Sacerdote del Bop’, y sin embargo la designación solo es aplicable en un sentido docente, divulgativo. Monk, con infinita generosidad, se sentaba al piano y descubría a los fogosos ‘boppers’ veinteañeros los intersticios armónicos y rítmicos a que uno podía acceder si no se ceñía al manual, y los ‘boppers’ incorporaban sus enseñanzas hasta donde podían, para luego mezclarlas

con el enfoque más ortodoxo –dentro de la heterodoxia que suponía el jazz moderno– de Parker y Gillespie. A Monk se le puede colgar la etiqueta de ‘bopper’ en la medida en que a J. G. Ballard la de escritor de ciencia ficción. Sí, desde luego, hay un componente bop en las composiciones y el fraseo, pero este no es ni mucho menos el central; así, era más bien alérgico a los tempos desquiciados que el bop privilegiaba, y sostenía que le parecía más difícil, y mucho más gratificante, buscar en la música a tempo lento, y que las cataratas de semifusas de muchos ‘boppers’ no eran otra cosa que apariencia sin ideas. Monk, pues, no toca bop, Monk toca Monk –del mismo modo que Ballard escribe Ballard–, como demuestra el que mientras hubo imitadores de Parker como para poblar todo Harlem, y que aun sin alcanzar las cotas de genialidad del pájaro lograban reproducir su discurso con fidelidad casi clónica, casi nadie trató de imitar a Monk, y los pocos que lo intentaron no consiguieron otra cosa que dejar en evidencia las intransferibles cualidades del origen. Esta ubicación en el margen hizo que su contratación como líder se demorara más tiempo del que su magisterio musical merecía. Es Blue Note la que le tiende esa primera, decisiva mano que lo saca del casi ostracismo –pese a que la policía hizo todo lo posible por mantenerlo allí, al retirarle la licencia para tocar en clubs al negarse Monk a hacer de soplón–, y tras un fugaz paso por Prestige aterrizaría en Riverside, la discográfica donde por fin podría dar plena expresión a su caudal creativo y donde la gran faceta de compositor de Monk pudo por fin recibir el crédito debido. Solo hay un compositor de mayor envergadura: Duke Ellington. Las otrora cuestionadas piezas –‘Straight, No Chaser’; ‘Ruby, My Dear’; ‘Misterioso’… Y por supuesto ‘Round About

EDUARDO ROLDÁN

Midnight’, el tema más y más fatigado y grabado del jazz– se han convertido hoy en parte inagotable del repertorio de cualquier jazzista, y no solo jazzista: se pueden cazar melodías monkianas sampleadas detrás de los versos urbanos de más de un cantante de hip-hop, o entre las corrientes sinuosas de los compositores de música electrónica. Con la presencia siempre latente del blues –pero también del gospel–, con algo de infantiles, disonantemente irresistibles, acaso el rasgo más definitorio, y la razón de su perenne atractivo, sea los huecos que dejan. ¿Qué hacer con esos huecos?, se preguntaba

el gran Jason Moran. Muchas cosas, si se acepta el reto; tantas, que más de un jazzista ha dedicado algún periodo de su carrera a explorar exclusivamente el baúl monkiano, y si el jazzista con talento (Steve Lacy, Kenny Barron), ni se ha aburrido él ni aburrido al respetable. En el plano interpretativo, Monk, como Ellington, viene del piano stride –y de Count Basie, por el uso de los silencios–, y no le teme ni al toque percusivo ni a los clústeres (semitonos consecutivos tocados a la vez); a diferencia del duque, tuvo toda su vida que cargar con el sambenito de intérprete de «técnica discutible». Otro gran malentendido. Monk fue un indudable virtuoso, y el que por ejemplo tocase con los dedos extendidos no lo desmiente; ocurre que desarrolló un virtuosismo ad hoc, destinado a exprimir al máximo su manera de entender la impro-

Misterioso Monk

visación, a dar a su música la expresión más completa; en Monk, composición e interpretación son simbióticas e inseparables. El segundo nombre de Monk era Sphere (‘esfera’), pero si hay algo que su manera de tocar no tiene es el platónico acabado del círculo. Él emplea un enfoque angular, recortado, como los reflejos de un espejo roto, con un fraseo que introduce en el pálpito sincopado que es parte esencial del ADN del jazz una discontinuidad que en ocasiones puede hacer que parezca que carece de estructura, si bien una escucha atenta revela la sobrehumana construcción arquitectónica del discurso musical, así como el extensísimo rango del mismo –a diferencia de muchos pianistas, que se acotan esencialmente en las tres octavas intermedias, más confortables, del piano, Monk martillea las ochenta y ocho teclas de forma omnipresente–. Tras el paso por Riverside y la expansión del misterio monkiano, llegó la llamada todopoderosa de la Columbia, y con ella la portada en la revista ‘Time’, y la formación del cuarteto ideal, con el inmenso Charlie Rouse al tenor. Cuarteto que dejó algunas de

Monk desarrolló un virtuosismo ad hoc por su manera de entender la improvisación

las más emotivas versiones de las (...) piezas de Monk, pero Columbia, ante el empuje monetario del rock rampante, decidió orillar los esfuerzos promotores para con el jazz, y Monk, circa 1971, se fue enroscando en un silencio progresivo, producto probable de una salud, física y mental, en descomposición, que se hizo total en 1976 y del que ya no saldría hasta su muerte, seis años más tarde; silencio no solo verbal sino musical, el piano como una presencia fantasma de otro tiempo, la mirada en la pared sin tampoco esperar una respuesta. El dicho zen afirma que cuando lo dicho no mejora el silencio, es mejor permanecer callado. Monk seguro tenía todavía muchas cosas que aportar al silencio, y por ello esta coda muda final sea tal vez el mayor misterio que nos ha legado su genio.

Thelonious Monk en 1949. :: AP


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El dibujante belga Ever Meulen. :: EL NORTE

La pasión dibujada de Ever Meulen E

l belga Eddy Vermeu-o len, más conocido como Ever Meulen,, tiene dos pasiones: ell dibujo y el automóvil. Eddy lle-gó a Bruselas, el paraíso de laa ‘Bande Dessinée’ en los añoss 60 con la fascinación de los per-sonajes, de los trabajos de Her-gé o Franquin, donde el auto-móvil tiene un indudable pro-tagonismo. En la prestigiosa Sint-Lucass n School of Architecture, en Gante y Bruselas, donde Ver-meulen estudiará artes gráfi-cas, no se ven con buenos ojoss las historias dibujadas pero laa n formación recibida vendrá en definitiva a potenciar su crea-tividad. Sus primeros trabajoss son para la prensa belga, ho-o landesa, americana o incluso japonesa. Y para la revistaa ‘Humo’ para la que dibuja des-de 1970 comics (‘Balthazar dee Groene Steenvreter’ o ‘Piett Peuk’), e igualmente caricatu-ras, o ilustra artículos. Y cuan-do ‘Humo’ se lanza a la publi-y cación de libros y discos, Eddy ilustra portadas y carátulas. Este trabajo le abre puertass internacionales. En los Paísess n Bajos su obra fue publicada en n la revista de música ‘Oor’, y en la de comic underground ‘Tan-te Leny presenteert’. En Fran-cia publicó en el diario ‘Libé-0 ration’ y durante los años 80 su trabajo apareció en el sema-w nario americano ‘The New Yorker’ o en la revista de co-mic alternativo ‘Raw’ editadaa por Art Spiegelman y Françoi-se Mouly, sin olvidar ‘Artfo-rum’. Algunas de sus portadass en esta época se verían refren-dadas por prestigiosos premios

c como la realizada para ‘Humo’ een 1983 con motivo de la vissita de Juan Pablo II a Polonia, een la que el Papa aparece con eel bigote de Lech Walesa. Y la ccalidad de su obra le abre las p puertas de galerías, exponiend do en Londres, Liverpool, Nuev va York, Ginebra o Ámsterd dam, entre otros lugares. En 2 2013 Meulen recibió el premio H Henry Van de Velde durante ttoda su carrera.

Trabajo artesanal T

El Nisiov, un coche asimétrico inspirado en Voisin C6 Laboratoire, presente en muchos de los trabajos de Ever Meulen.

A Aunque a veces consiente en q que se coloreen en un orden nador sus dibujos, Eddy trab baja de un modo artesanal, ccon papel, pluma y tinta chin na. Y en un entorno clásico, d desde la lámpara a la mesa de ttrabajo o los muebles que le rrodean. Su grafismo estilizad do y geométrico resulta inttemporal, y refleja las influenccias del diseño industrial, de lla arquitectura, del mobiliarrio de los años 30 con la imp pronta del Art Deco, y del auttomóvil. Sus ilustraciones son un h homenaje a los coches del periodo que va entre los años 30

ARTE EN MOVIMIENTO SANTIAGO DE GARNICA


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Su primer trabajo fuera de Bélgica, una llustración a doble página para el magacín francés ‘20 Ans’. Abajo, otras ilustraciones, entre ellas, un cartel para Roxy Music de 1974.

En 1983, creó una portada en la que el Papa Juan Pablo II aparece con el bigote de Lech Walesa Su grafismo estilizado y geométrico resulta intemporal y refleja las influencias del diseño industrial

y 50, con preferencia por los americanos, si bien también confiesa su amor por los italianos y por otros modelos, siempre de fuerte personalidad, como es el caso del Tatra 77 checoeslovaco, concebido en los años 30 con una aerodinámica carrocería obra de Paul Jaray, pionero de la Streamiline, y un motor V8 refrigerado por aire situado en la parte posterior, automóvil al que considera uno de los más interesantes de dibujar. Algunos de sus dibujos son igualmente verdaderos clásicos como ‘Baby you can drive my car’, protagonizado por un Oldsmobile rojo con tres volantes y una pin-up, realizado en 1975. Pero su más fuerte inspiración proviene de Gabriel Voisin, un aviador convertido en constructor de unos automóviles incomparables e impregnados en su pasión por la mecánica y las bellas artes. Eddy Vermeulen se ha inspirado en Voisin C6 Laboratoi-

re del año 1922 destinado a la competición, para crear su ‘Nisiov’ (inversión del nombre original), un extraño automóvil asimétrico. A nivel personal habitualmente conduce un Oldsmobile Fastback Rocket V8 de 1949 (verde, como todos sus coches personales) y tiene otro que reconstruye pacientemente…desde el año 1974. Además posee un Chevrolet Corvair de 1960 (del que se enamoró cuando tenía 14 años) . Su pasión de mueve en los automóviles de tiempos pasados, y le aleja de los modernos que son para gentes que no aman los coches: ni siquiera los superdeportivos actuales como Bugatti o Ferrari despiertan su interés. El automóvil en un periodo que abarca hasta los años 50 (salvo alguna licencia) es su objeto fetiche, en una época en que era un objeto de standing, y siempre ha buscado reflejarlo en su trabajo: «Amo los coches, pero no todos. Mis favoritos ni son eco-

nómicos, ni prácticos ni siquiera fáciles de aparcar. Por el contrario, son peligrosos, incómodos e incluso se mueven con dificultad. Huelen a aceite y a gas de escape. Resultan contaminantes y ruidosos. A pesar de ello son los modelos más bellos de la historia del automóvil. Arte sobre cuatro ruedas. Formas aerodinámicas adornadas con extraños detalles e innovadores mecanismos. Concepciones originales y osadas particularmente llenas de encanto para dibujar». Así nos cuenta en su último libro, ‘Automotive’, que recoge sus grandes trabajos, su pasión… y en cuya portada aparece un Oldsmobile. ¡Automotiv¡ no es una simple recopilación de dibujos. Es la culminación de la pasión de Eddy Vermeulen. Cada página de este garaje gráfico desprende su amor por el automóvil, que con una estética depurada y los recuerdos que evocan, le sirven para contar historias.


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¿Artículo perdido o conmovido?

DONDE HABITO ELENA SANTIAGO

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omenzar… comenzar ¿desde dónde? ¿En un viento apresurado o la calma de una música espaciada hasta en los rincones más nimios? ¿En caminos hollados o en una belleza de naturaleza tierna o agitada? Entremos y hablaremos de escritores que escribiendo regalaban emociones, intenso vivir, señales de grandes historias. Atados, a fondo, como si respirasen aire que llegase a inventar realidad y sueños, Escritor o escritora escribiendo poemas, textos, aciertos y alguna huida; apareciendo lo que sostenemos. Tal vez el poeta caminaba y temblaba en tierra sin frutos o soles embelesados o ardientes, reflejados en sentimientos o en el mar. Sus palabras, la memoria y urgentes llegadas a la vida, a su profundidad: amor o sueños, horas guardadas que vestirán su historia. El dolor, lágrimas de estío y conmoviendo situaciones. Entornos e interiores. Sensibilidad y ensueños en figuración desde un pensamiento o fantasía, cubiertos de ayer y mañana. Cómo llegar, desde la honda pasión acumulando años y años, días y noches creando, sintiendo, concibiendo desde sí mismo a lo más íntimo y calando delicadamente disposiciones de costumbres e inventos, abrigando la bondad y conocimientos de aptitudes más

«Lúgubre es, en el ser humano, el dolor de instantes y tantos momentos de ausencias amorosas». o menos gloriosas desde su estilo, talento e inquietudes. Ciertas admisiones penetrantes o lisas, recibimientos a la hora de distinguir y guardar sus posibles encantamientos. Desde interpretación y transmisión de una música. Vivir y visitar verdad o mentira, aunque manejando acabar en lo verdadero. En un respirar palabras próximas a prodigiosas.

Escribo: «Vivo en el recuerdo y el recuerdo se va escapando». Abre otra vivencia y hasta su respiración continua. El ser interior crea y se considera un latido o algo temeroso porque es así: historias necesitadas, tocando el sol o lágrimas de luna, camino limpio o tenebroso. Lúgubre es, en el ser humano, el dolor de instantes y tantos momentos de

ausencias amorosas. Dolor que guarda palabras detenidas al crecerse lo que lo oprime corazón y mente; acabando en un todo. Un mundo o cientos, cuantas maneras y veces que hablemos de una riqueza propia o desfigurada, buscada y encontrada, de color y sin color, una destrucción de sí mismo o alejándose, aprisa, donde no ha sido posible

tidos de fútbol de categorías inferiores, tundas entre hinchas acérrimos que daban sus apellidos a los jugadores de los equipos en liza, muchos llegaron a la conclusión que era una demostración palpable de la violencia intrínseca a este deporte que afloraba en los momentos de máxima tensión. Su argumento, a simple vista incontestable, era que si el zurrarse la badana es salida propia de bárbaros, y muchos aficionados al balompié optaban por este método cuando se sentían contrariados, este juego, impepinablemente, era el favorito entre los iletrados con malas pulgas. Sin embargo, creo, dicho razonamiento se guiaba por el patrón del sofisma, y es que las salidas de madre –y de padre– del respeta-

ble poco respetable no guardaban relación con las características del deporte en sí sino con la pasión desmedida que genera. Qué lástima que en las artes y en la literatura no sea así. Entendámonos, aludo a la pasión, no a que ojalá se liaran a mamporros tanto creadores como catadores de su hacer porque éste les subyuga o les produce rechazo, aunque si tiramos de hemeroteca descubriríamos cómo, en épocas pretéritas, cafés, teatros y salas de exposición fueron en ocasiones improvisados cuadriláteros donde se dirimieron a tortazo limpio las diferencias conceptuales existentes. Sin echar mano de Google, me viene a la cabeza la pendencia entre Valle Inclán y Manuel Bueno de resultas de la cual aquél se quedó manco por un bastonazo del segundo. O la famosa amenaza del ilustre Wittgenstein al no menos ilustre Popper con un atizador de chimenea, teniendo como escenario, ni más ni menos, que el King’s College de Cambridge; y es que

discutir sobre la naturaleza esencial de la filosofía enerva al más pintado. Y recuerdo la pelotera que, hace algunas décadas, tuvieron Vargas Llosa y Gabriel García Márquez: el peruano le arreó un croché de derecha a Gabo que le puso el ojo a la funerala. Bien es verdad que no fue por cuestión novelística alguna sino por un lío de faldas, lo que no se ajusta exactamente al asunto que tratamos pero que demuestra que la literatura no contagia un espíritu manso a quienes la practican. Tampoco puede presumir de ello la pintura. Ahí está Caravaggio, grande entre los grandes, en cuyo carácter atisbamos cierto parentesco con el del macarra actual que por un quítame allá esas pajas es capaz de emular a Mike Tyson. Si hablamos de las disputas entre partidarios y detractores de autores y obras y cómo no siguieron los consejos referidos en la dialéctica de Heráclito de Éfeso sino las reglas dictadas por el marqués de

Peleas S

iempre, o casi siempre, existe una causa que nos ayuda a entender la conducta del ser humano. Si alguien, de una tacada, se echa al coleto un litro de agua, colegiremos que está sediento. Si, a su vez, le vemos empapado en sudor y en minúsculos paños menores de color fosforito, no erraremos si afirmamos que acaba de meterse una paliza a correr de padre y muy señor mío. Caso de que lleve un dorsal, podemos jurar que el amigo se pirra por el atletismo y ha terminado, a saber cómo, una prueba de larga distancia. Mas, siendo como fuere, quizá, en algunas oportunidades, nuestro proceso deductivo no sea tan atinado. Así, cuando meses atrás se prodigó, en par-

llegar: ¿fondo?, ¿orilla? de blanco o negro, en profundo vigor. Hay que suponer que sabe, acepta, o lo olvida. A punto invariablemente, lo cercano o alejado, pero entero. De hecho alcanza valles y molinos, hombres, mujeres y niños, en diversos caminos. Puede estar peinando el aire o buscando por dónde escapar. Es cuestión de abrir o cerrar

LOS TRIGALES AZULES ROBERTO RODRÍGUEZ

Queensberry, tenemos muchos ejemplos. Y si nos circunscribimos a cómo, antaño, se tomaron a la tremenda un estreno de una ópera o de un drama, a porrillo. Los de los títulos de Wagner y de Verdi en los más señeros templos de la lírica, dada la rivalidad entre los incondicionales de uno y de otro, eran lo más parecido a un partido declarado de alto riesgo. Y ciñéndonos al teatro, en

puertas, ventanas y rendijas, sensaciones que provocaban vacíos o temores, miedos asistiendo a sus pensamientos de entrega al público sus creaciones: ¿creación, despedida, o dulzura? No se lo contaba a sí mismo, tantas veces… Y continuaba aquel magnifico repertorio. Aparecen libros y libros, y aquí guardemos silencio (aunque hay mucho que sentir y decir), pero esa negrura, que existe y es muy general, que no se practica el gozo de enriquecerse con ciertos libros españoles y de otros mundos, disfrutando esa gran verdad. Y añadamos a Hermann Hesse: «Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo; pero todos aspiran a serlo, confusamente unos, más claramente otros, cada uno como puede». Y digo: sin olvidar a los libros auténticos. Páginas y páginas de lecturas emocionadas, intensas, sonrisas o lágrimas y grandes amores. ¡Como es la vida!

Roma aún no se olvida la zapatiesta que se montó a la salida de la primera representación de ‘Seis personajes en busca de un autor’: los admiradores de Pirandello y sus críticos recurrieron a los puños para exponer, de manera irrefutable, el amor y el odio que, respectivamente, le profesaban. Ahora reina la calma chicha en el mundo de las artes y en la república de las letras. Unos dirán que es porque impera la paz que procede del alma nutrida por las manifestaciones más sensibles y emotivas; otros que no es otra paz que la paz de los cementerios. Últimamente, como único episodio que alteró esta modorra fue la del célebre escritor que, por lo que parece, no le va mucho Gloria Fuertes. No sé ustedes, pero yo pienso que, para esto, mejor estamos calladitos y tranquilitos. Y es que un servidor, si es por preferir, prefiere el extemporáneo tipo bizarro que el torero pinturero que cita, ventajosamente, fuera de cacho.


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LECTURAS

UN FESTÍN LITERARIO Enrique Vila-Matas construye una novela que muestra el fascinante mundo del relato YOLANDA IZARD

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l género diarístico parece hecho ex profeso para VilaMatas por su esencial hibridismo, porque cabe todo, porque permite digresiones, meditaciones, reflexiones, sin ser nunca ajeno a la ficción y en particular al relato, al cuento. De hecho, esto es lo que ha perseguido el autor: servirse de la libertad que proporciona el diario para escribir una novela que se alimenta de sus lecturas, de su sabiduría y de su capacidad de fabular el mundo sin dejar jamás de lado la literatura como centro y motor del mundo, del conocimiento de los misterios del mundo. Y es que Vila-Matas se propone reconstruir todo el proceso y origen de la escritura de una novela poniendo en manos de su narrador la elaboración de una futura novela a partir de la reescritura de otra fallida escrita por su vecino, el escritor Ánder Sánchez. El modo de enfrentarse a la creación, por ejemplo: «En literatura uno no empieza por tener algo de lo que escribir y entonces escribe sobre ello, sino que el proceso de escri-

bir propiamente dicho es el que permite al autor descubrir lo que quiere decir». O la repetición e imitación como vía creativa («El oscuro parásito de la repetición que se encuentra en el centro de toda creación literaria». Con mención a las palabras de Kierkegaard: «La repetición hace feliz al hombre, mientras que el recuerdo le hace desgraciado»). O el complejo asunto de la voz personal («La voz propia contiene en sí misma el germen que tarde o temprano llevará al escritor a repetirse fatalmente») a través de la metáfora de un ventrílocuo asesino. Pero entre todo ello cabe destacar la laboriosa reconstrucción de la personalidad del narrador, un hombre algo chiflado, y de su delirante y en ocasiones hilarante relación con su mujer, con el escritor y con su presunto sobrino, en la que se cruzan realidad y ficción, como en la literatura misma. Y, sobre todo, la fascinante muestra –y homenaje– de la mejor literatura occidental que re-

MAC Y SU CONTRATIEMPO

Enrique Vila-Matas. Seix Barral, 2017. 304 páginas. 19,50 euros.

presenta el género del relato, un poso que se presenta en toda su fascinante grandeza a través de escorzos de autores, de sinopsis de sus obras, de escogidas citas y epígrafes, de todas las posibilidades creativas que de ellos emanan. Una fiesta para los grandes lectores, una invitación a las buenas lecturas para quienes desean serlo. En el proyecto del narrador, la novela que escribiría se alimentaría de las voces de los grandes maestros del cuento: la voz y el estilo de John Cheever, de Djuna Barnes, de Borges, de Hemingway su teoría del iceberg, Carver… Sin olvidar a Marcel Schwob, creador del género de las ‘vidas imaginarias’, a Jean Rhys y su cuento de fantasmas, o el conocidísimo de Hawthorne en el que su famoso personaje Wakefield desaparece de su casa para volver veinte años después. O la reivindicación de esos inquietantes mundos cotidianos que pueblan los relatos de Samantha Schweblin o de «ese descomunal e insensato extravío sin límites de las notas a pie de página, tan obsesivas, de David Foster Wallace», que permite «convertir el mundo en un gran comentario perpetuo, sin una página final», o de los autores de la ‘Escuela de la dificultad’. Tampoco a Vila-Matas se le escapa que «la exquisita verdad consiste en ser consciente de que se trata de una ficción y, aún así, creer en ella». Como no se le escapa que lo desconocido –y cita a Rimbaud– se en-

Vila-Matas, en la presentación de ‘Kassel no invita a la lógica’. :: VICENS GIMÉNEZ cuentra en el corazón mismo de lo inmediato, y que el gran contratiempo del hombre es la muerte. Como en una caja de muñecas rusas, esta es una novela en forma de diario que

cuenta una novela (las memorias de un ventrílocuo) que es a su vez un conjunto de relatos basados en otros relatos de grandes maestros. Lo dicho: todo un festín de buena literatura que trata

con mimo y buen gusto la buena literatura de los otros, sin olvidar la exquisita construcción de la propia novela, con una estructura de estructuras y unos personajes sólidos y atractivos.


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LECTURAS

POESÍA DE LA TRADICIÓN Pablo Anadón, autor de ‘Hostal Hispania’, gusta de las formas rítmicas y los temas tradicionales

P

ablo Anadón es poeta y traductor argentino, nacido en 1963 en un pueblo de la provincia de Córdoba. Su último libro (y el primero que yo conozco) nos informa que fue más de tres años profesor en una Universidad de Calabria, al sur profundo de Italia, y de ahí su

LUIS ANTONIO DE VILLENA

gusto por la poesía de ese país y sus evocaciones calabresas. Pablo Anadón que, al leerlo, parece siempre más mayor o viejo de lo que es, sin duda por elegíaco, es un poeta de la tradición, un poeta que gusta de las formas rítmicas y los temas tradicionales –del paso del tiempo a la transitoriedad de un paisaje– hechas siempre con sumo cuidado y rigor, en una poesía sin duda

Pablo Anadon. bella y notable. Hay mucha gente que gusta de esta poesía que habla al corazón y a los sentimientos en un lenguaje que se renueva y que, al tiempo, se siente eterno.

Basta el verso final de un poema (habla de una niña que pide limosna) para entrar al tono que digo: «Sombra perdida de un país en sombras». Alguien diría que eso es ho-

raciano, y aludiría a uno de los padres de esa línea genealógica, pero otras veces suena a Borges, que sin duda es uno de los maestros de nuestro autor: «Sólo hallo barro y muerte y turbio olvido». Habla de la llamada en la noche, que llegará a por nosotros, pero ¿no está Borges en ese endecasílabo? Con esto nos enfrentamos al tema más delicado de la excelente poesía de la tradición (y la de Anadón suele ser excelente) es decir, eso que en muchas artes se llama la ‘voz’, y que habría que entender como tu modo peculiar de decir. La poesía -y casi todo arte- es esa serie de eslabones notables a los que llamamos tradición, no exenta por supuesto de ramales y ramificaciones en la gran cadena. El poeta debe asumir plenamente la parte de la tradición que más le convenga y hacerla suya. Con eso (y un esperable buen oficio) ya tie-

V

olver a Ángela Carter siempre es una delicia. Volver a sus cuentos es ensartar una delicia breve tras otra. La excusa nos la da la editorial Sexto Piso, que ha tenido la maravillosa idea de reunir todos sus cuentos en un solo volumen. Idea maravillosa y tal vez audaz. Primero porque el cuento no tiene demasiado predicamento en este país –cosa que jamás me he explicado–, segundo porque Angela Carter se aleja mucho de esa literatura facilona que se suele vender. No es difícil, no me malin-

terpreten, pero uno de los logros de Carter –el logro de todo gran escritor– es el de alejarse del camino trillado. Muchos, yo mismo, la han tildado de escritora gótica. Aunque esté feo autocitarse, repetiré lo que una vez dije sobre ella: La obra de la autora británica Ángela Carter constituye uno de los más importantes hitos –si no el más importante– en la revisión y remodelación de la literatura gótica –el revival, por así decirlo– que tuvo lugar en la últimas décadas del siglo pasado y que aún colea. Sus relatos y novelas contie-

ne calidad y si quiere decirse de otro modo, ya tiene libro. Pero para ser algo más que ‘buen poeta’, para ser ‘gran poeta’ o poeta señero, precisa –y en la tradición más que en parte ninguna– la aludida ‘voz’. O tono o timbre propios, que nos dirá que el poeta no es sólo dueño de la tradición (que no sería poco) sino que además es alguien que ha sabido añadir un eslabón nuevo a esa cadena

se me habían escapado– que Carter va mucho más allá de lo gótico. Más allá, también, de un quizás demasiado evidente filtro Sadiano. Hay quien la llamaría surrealista,

al menos en algunos fragmentos, y algo hay de eso. Pero dejen que les transmita mi convicción que el surrealismo, en literatura, dio sus mejores frutos fuera de

xiones extremadamente lúcidas. Contradictoria, paradójica, resuelta a no mimetizar a sus contemporáneos en

la apuesta por los versos breves, de rima imperfecta y puntuación poco común, la poeta se desliza entre la in-

mortalidad y la muerte, la desolación y la esperanza, el amor y el desamparo, la desaparición del ser en el mun-

CIRO GARCÍA

nen un sabor más genuinamente gótico que la de algunos autores más vendidos – pienso en la sobrevalorada Ane Rice, hay otros peoresal tiempo que sus propuestas se nos muestran como más novedosas. Lo cierto es que en Carter se puede ver uno de los primeros impulsos de toda esta corriente. Lo que no cundió, porque seguramente no está al alcance de cualquier amontonador de palabras, fue la calidad de su prosa. Fin de cita. Y si bien no me desdigo, tengo que admitir que tras releer sus cuentos –y leer algunos que antes

Pablo Anadón. Pre-Textos, Valencia, 2017. 98 págs.

la corriente, de sus ejemplos, por decirlo de alguna manera, más puros. Carter es un buen ejemplo de ello. Pero hay mucho más que goticismo, y Sade, y surrealismo en nuestra autora. A fin de cuentas esta combinación no es para nada aberrante, incluso es natural: Los surrealistas admiraron tanto a los góticos como a Sade. Tampoco serían demasiado extrañas las influencias escénicas del circo y del Grand Guiñol, el uno puede ser terrorífico, y el otro no es más que una exacerbación del gótico. Ni siquiera es demasiado original, esa mirada siniestra, cruel, sobre los cuentos y leyendas tradicionales. Estas, por su parte, siempre han sido más o menos terroríficas, más o menos crueles. Pero los cuentos de Carter, por más que beban de ellas, por más que las ver-

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA

MUÑECAS

HOSTAL HISPANIA. POESÍA 2009-2014

Angela Carter. :: EL NORTE

LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

TURBADORA, QUIMÉRICA Y POCO CONVENCIONAL :: SUSANA GÓMEZ Con sutileza inquietante, Arsenault interpreta la magistral y nada convencional pluma de Dickinson, en un recorrido visual capaz no solo de enriquecer, sino de hilvanar y moldear desde distintos ángulos la materia de una

escritora inclasificable. Es así como, a través de imágenes oníricas y sugerentes, la ilustradora aporta su particular extrañamiento a versos que parecen venir de un mundo distinto, turbador y quimérico, en los que la norteamericana vuelca la rara sensibi-

lidad que la llevó a vivir alejada del entorno y a la vez dialogar constantemente con él. Prueba de ello es esta ‘Carta al mundo’ que abre la selección, y que da paso a otros seis poemas que revelan su habilidad de observadora no participante y capaz de refle-


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ilustre. En español, Antonio Machado, Cernuda o Jorge Luis Borges, serían casos muy notorios. Al leer a Pablo Anadón –cuya calidad es innegable y que reclama la tradición– lo único que algunos lectores podrían echar en falta, es precisamente algo más de ‘voz’. Una poesía noble, llena de sentimientos, nostalgias y pasión vivida, produce en ‘Hostal Hispania’un libro de meridiano buen hacer, sólo en algunos momentos falto de un timbre personal más acusado. «Con la lluvia y su arrullo sosegado/ de siglos, maternal,/ la noche y el dolor se hacen más leves.» Yo leo estos libros con infinito gusto y puedo recordar a Antonio Machado o a Guido Gozzano, nombrados. Un placer. Pero, ¿no hay un pequeño más allá, posible? Difícil, pero seguro.

sionen, hay un algo que sólo está en las obras de Carter. Quizás sea que muchas de sus historias se mantienen en un punto de tránsito entre dos polos: En sus cuentos pueden convivir un mecanicismo futurista con el calesín, la taza de porcelana con el látigo o el cuchillo, la artificialidad más estricta con lo salvaje y cruel. Si por un lado tenemos muñecas que cobran vida, por el otro vemos mujeres transformándose en muñecas. Pero ni unas eran del todo algo inanimado, ni las otras llegan a serlo. La víctima y el verdugo son intercambiables de una forma sutil, ya que la víctima es dueña de su propia crueldad. La obra de Carter se mueve en ese estado en que los opuestos empiezan a confundirse.

CARTA AL MUNDO Y OTROS POEMAS

Emiliy Dickinson e Isabelle Arsenault. Editorial Libros del Zorro Rojo. 238 págs. 17,90 euros. Edad recomendada: a partir de 15 años.

do y una mirada alerta… en versos habitados por guiones y oraciones truncadas que la editorial Libros del Zorro Rojo revisita con la delicadeza acostumbrada.

BERLIN, LIBERALISMO HUMANISTA ‘El poder de las ideas’ contiene algunos de los ensayos breves más agudos del filósofo eslavo SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN

I

saiah Berlin fue un filósofo de origen eslavo, afincado en Gran Bretaña, donde desarrolló una prolífica carrera como profesor universitario. Berlin, de raigambre liberal en su acepción política, no es un desconocido en España, aunque tampoco sea uno de esos autores cuyas ventas se cuentan por cientos de millares. La edición de ‘El poder de las ideas’, en su segunda edición, contiene algunos ensayos breves de Berlin más agudos. No forman parte, quizás, de su obra mayor pero sí que ayudan a entender su pensamiento, con el añadido de que incluye algunos ensayos que revalorizan la obra de filósofos como Giambattista Vico o de políticos como Gueorgui Plejánov. Berlin es un filósofo de base empirista, poco amigo de las elucubraciones teóricas sin base en la realidad. Es muy seguro que, si aún viviese, se sintiera a disgusto con la teoría del posestructuralismo francés que ha inundado las universidades, incluyendo a las anglosajonas, siempre más renuentes a dejarse llevar por tales teorías. No en vano Berlin desciende de la fuerte corriente empirista de John Locke y David Hume, filóso-

Enigmática, criticada por su extravagancia, solitaria y excéntrica, Dickinson supo dibujar como ningún autor de su tiempo angustias, ensoñaciones y visiones, en poemas de intensidad inusitada que la situaron entre los imprescindibles estadounidenses. Traducida certeramente por María Negroni, la edición bilingüe aporta además el ritmo, los matices y la musicalidad de la versión original, tal y como vio la luz de la mano de una poeta adelantada a su tiempo y en páginas destinadas a acercar su figura a lectores noveles y deleitar profundamente a los expertos.

fos que se propusieron eliminar los fantasmas de la superstición y las creencias sin fundamento. A ellos, les dedica un interesante ensayo, cuando habla de la filosofía del siglo XVIII; a ellos y a sus continuadores franceses, Diderot y Voltaire. Al fin y al cabo, por muchos fallos o insuficiencias que tuvieran estos filósofos, no podemos dejar de admitir que gracias a su impulso, su método y su empeñada obra la humanidad logró entonces un salto cualitativo que no fue continuado. Esto en parte se debe al surgimiento del Romanticismo, que, si bien es cierto tuvo aspectos liberadores, no lo es menos que la filosofía idealista y la obra literaria de Jean-Jacques Rousseau lo llevaron por las sendas ya pisadas por el oscurantismo y las negaciones del individuo, entre las que destaca el nacionalismo, tema que cierra este volumen. El interés de Berlin por los filósofos lo dejó claro en otro ensayo, no incluido en esta recopilación, a pesar de ser uno de los más famosos. En ‘Dos conceptos sobre la libertad’ Berlin cita a Heine, quien advirtió a un francés para que no infravalorase el poder de las ideas, pues estas podían destruir una civilización. A partir de esta premisa podemos entender su interés por la filosofía y por algunos filósofos; por las ideas de estos, para ser exactos. No es de extrañar así que los primeros ensayos estén dedicados a definir y delimitar el campo de la filosofía. Esta es, más que un saber, una indagación por el ser de las cosas. Es un modo de conocimiento que ha ido perdiendo saberes concretos, pues cuando algunas disciplinas llegaban a un determina-

EL PODER DE LAS IDEAS Isaiah Berlin. Editor: Henry Hardy. Prólogo: Avishai Margalit. Traducción: Roberto Ramos y Alejandro Limeres. Barcelona: Página indómita, 2017. 448págs. 28,50 €

Isaiah Berlin. :: REUTERS do punto de desarrollo, necesitaban pasar de las preguntas generales a las concretas. A pesar de esa pérdida continua, la filosofía se mantiene y se mantendrá porque a las preguntas generales, a aquellas que ni la ciencia ni la religión pueden dar respuesta, ella lo intentará. Uno de los ensayos más interesantes es el dedicado a Vico. Aquí explica Berlin las razones porque las obras de arte, la historia o la literatura importan. No son mero adornos dichas obras, ni la historia un mero pasar por el tiempo. Los cuadros, las novelas,

el cine son manifestaciones de algo humano más profundo, algo que la ciencia no puede expresar. En dichas obras (que solemos llamar en general cultura, aunque a veces no seamos muy exactos con el término) queda puesto de manifiesto el espíritu del tiempo, los afanes y los miedos, las razones y los sueños, todo aquello, en general, que de un modo inconsciente guía cada época. Importa poco ahora si Vico tuvo razón o se dejó llevar por la intuición, o si su conocimiento de los temas era riguroso o más bien adolecía del voluntarismo del autodi-

EL MALABAR ES POSIBLE :: S. G. Dar a luz una obra sencilla, apta para los más pequeños, adaptada a su comprensión lectora y visual, y además poética, sugerente, respetuosa con sus lectores y atractiva para niños y adultos (entre otros equilibrismos) no es tarea fácil. Si además nace de una vocación minimalista, partícipe de una exquisitez propia del haiku y una intención a caballo entre lo espiritual y lo filosófico que está a años luz de convertir

la materia poética infantil en un asunto indescifrable y densidad imposible… es manejar los útiles literarios con la habilidad de la dosis justa y una honradez hacia el hecho creativo muy de agradecer. Lo cierto es que no es habitual encontrar todos estos elementos en el mismo álbum (especialmente en los que pueden tener destinatarios tan jóvenes), y hallarlo además de un modo leve, aparentemente fácil, con una humildad narrativa y lírica

SUBEN Y BAJAN

Marta Comín.Editorial A buen paso. 36 págs. 12 euros. Edad recomendada: a partir de 3 años.

dacta. Vico cambió la forma en que entendemos la historia, no como un progreso sino como desarrollo de formas humanas, y eso es lo que a Berlin le importa, y lo que a nosotros también debería importarnos en tiempos de descrédito de las Humanidades. El libro tiene también algunos de los ensayos que escribió acerca de Israel y los judíos, escritos, naturalmente, a favor de la creación de un estado de Israel, que desmienten toda la propaganda acerca de la radicalidad sionista. Berlin, como es propio de él, analiza la formación del nuevo estado a partir de los distintos grupos sociales y nacionales que han llegaron a Israel y el futuro que es razonable esperar, aunque dudo mucho que pudiera imaginar en la situación actual. En conjunto el libro es una extraordinaria recopilación introductoria al pensamiento de un liberal humanista que desde una contemplación escéptica de la realidad supo responder intelectualmente a los desafíos de su época. Un libro que, sin embargo, tiene sentido mucho más allá de ese siglo XX y que tiene sentido en estos tiempos en que el populismo vuelve a tener relevancia.

atenta a la calidad y sin brillos de artificio. Lejos de la ramplonería de otros títulos que tratan los opuestos, ‘Suben y bajan’ demuestra que es posible el malabar mientras repasa geografías cotidianas sin renunciar al lirismo, los espacios del saber y el sentir y el descubrimiento interior y exterior. La autora, que confiesa partir del principio taoísta de la dualidad, basa textos e ilustraciones en la observación de las dos fuerzas complementarias que mueven el universo, y que esta vez nos llevan a mirar lo que nos rodea, impulsa y hace las cosas (y las emociones) subir y bajar.


14 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 11.11.17 EL NORTE DE CASTILLA

H

ace poco alguien me dijo en plan jocoso que eso de distinguir un diptongo de un hiato le parecía más difícil que salir de una rotonda atestada de coches desde el carril interior. Les aseguro que no es nada difícil si tienen en cuenta las indicaciones de la Real Academia Española en la ‘Ortografía de la lengua española’ (que fue publicada en 2010 y sustituye a la obra del mismo nombre publicada en el año 1999). A quienes conozcan o hayan tenido en sus manos las dos obras, tal vez les haya llamado la atención que en la edición de 1999 las normas ortográficas se resolvieran en ciento sesenta y dos páginas y que para la edición de 2010 se hayan necesitado casi ochocientas páginas. La propia RAE lo explica así: la edición de 1999, «breve, sencilla, clara y didáctica», «sacrificaba muchos detalles, casos concretos y problemas prácticos sobre la norma gráfica que asaltan de forma continua a los usuarios de la lengua». Por eso la corporación académica decidió que la actual fuera «más amplia, más detallada y minuciosa». Pero no hay que asustarse por el tamaño, porque en 2012 se publicó una versión más reducida y manejable: la ‘Ortografía básica de la lengua española’. Entre los aciertos, en mi opinión, de esta ‘nueva’ ortografía, están el de haber eliminado la opcionalidad abierta por las llamadas normas potestativas y el de haber sistematizado unos principios por los que se rige el sistema de acentuación gráfica del español (expuestos y explicados en el apartado 3.2). En lo referente al asunto que esta semana me preocupa, el de la consideración de dos vocales contiguas como diptongos o como hiatos a efectos de acentuación gráfica, la postura de la RAE es bien clara.

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

PARA QUE DISTINGUIR UN DIPTONGO DE UN HIATO SEA MÁS FÁCIL QUE SALIR DE UNA ROTONDA Todos sabemos que, a efectos prosódicos o de pronunciación, un diptongo es un grupo de dos vocales distintas y contiguas que se pronuncian en una sola sílaba. Pero a efectos ortográficos se considera que hay diptongo cuando se suceden una vocal abierta y una cerrada átona, o viceversa, o dos vocales cerradas. Las vocales abiertas son <a, e, o> y las cerradas <i, u>. Por tanto, las posibilidades combinatorias de los diptongos son las siguientes: ai, au, ei, eu, oi, ou (vocal abierta + vocal cerrada); ia, ie, io, ua, ue, uo (vocal cerrada + vocal abierta); iu, ui (dos vocales cerradas). Como todas las sílabas de una palabra de dos o más sílabas, la sílaba con diptongo pue-

de ser tónica o átona. La sílaba tónica tiene acento de intensidad relevante o acento prosódico y la átona se pronuncia sin acento de intensidad relevante. En la palabra <libro>, por ejemplo, la sílaba <li> es tónica, mientras que la sílaba <bro> es átona. En las sílabas con diptongo ocurre lo mismo: en <actual>, <tual> es tónica; en <huésped>, <hués> es tónica; en <puerta>, <puer> es tónica; en <ingenuo>, <nuo> es átona; en <paisaje>, <pai> es átona. Una vez identificadas las sílabas que contienen diptongo, tanto si son tónicas como átonas, es clave señalar que solo pueden llevar tilde las sílabas tónicas. ¿Cuáles son las reglas de acentuación para los diptongos? Las palabras con diptongos se

acentúan siguiendo las reglas generales de acentuación. Así, por ejemplo, no llevan tilde: ‘pie’, ‘vio’, ‘guion’ o ‘truhan’ (por ser palabras monosílabas); ni ‘peine’, ‘puerta’, ‘viaje’ (por ser palabras llanas terminadas en vocal); ni ‘actual’, ‘infiel’, ‘facial’ (por ser palabras agudas que no terminan en vocal, en <n> o en <s>). Y sí la llevan, en cambio, ‘hacéis’, ‘canción’, ‘tardáis’, ‘paipái’ (por ser palabras agudas terminadas en vocal, en <n> o en <s>); ‘muéstralo’, ‘cuídalo’, ‘lingüística’ (por ser palabras esdrújulas); ‘huésped’, ‘Huéscar’ (por ser palabras llanas que no terminan en vocal, en <n> o en <s>). ¿Dónde se coloca la tilde en una sílaba con diptongo? ¿En qué vocal de las dos recae el acento gráfico? En los diptongos tónicos formados por vocal cerrada + vocal abierta y por vocal abierta + vocal cerrada, la tilde (si ha de llevarla) recae siempre sobre la vocal abierta. Si colocamos la tilde sobre la vocal cerrada (i, u), el diptongo ‘se deshace’ y se forma un hiato (Ma–rí–a, la–úd, grú–a, etcétera). En los diptongos tónicos formados por dos vocales cerradas, la tilde (en el caso de que la lleve, como en ‘acuífero’) se coloca siempre sobre la segunda vocal. Aunque a veces se pronuncien las vocales <ui> y <iu> como hiato (es decir, cada vocal formando parte de una sílaba), la RAE considera que son diptongos a efectos de colocación de la tilde. Es el caso de ‘jesuita’ (que puede pronunciarse como je.su.i.ta o je.sui.ta), de ‘diurno’ (di.ur.no / diur.no), de fluido (flu.i.do / flui.do) o de los participios terminados en <–ido> (concluido, constituido, incluido, etcétera). Insisto en que estas palabras, a efectos ortográficos, se consideran llanas y, puesto que terminan en vocal, no llevan tilde. Con casos de este tipo es con los que hay que tener especial cuidado.

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El gigante enterrado. K. Ishiguro (Anagrama)

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Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)

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Falco. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara

Una columna de fuego. Ken Follet. Plaza Janés

Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)

Toda una vida. Robert Sethaler (Salamandra)

Berta Isla. Javier Marías. Alfaguara

Parece mentira Juan del Val Espasa

La voz de los árboles. T. Chevalier (Duomo)

El club de los mentirosos. M. Keller (Periférica y E.N)

El libro de los mártires... Joyce Carol Oates. Alfaguara

Eva. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara

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Corto Maltés ‘Equatoria’. Díaz y Pellejero (Norma)

Mi querido asesino. Alicia Giménez Bartlett. Destino

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Cree en ti. Rut Nieves. Planeta

Cuentos de buenas noches... E. Favilli (Destino)

Algo en la sangre. David J. Skal (Es Pop Ediciones)

Las cuentas y los cuentos de la independencia. Borrell. Catarata

Querida Ijaewele. Cómo... Ch. Adichie (Mondadori)

Y nuestros rostros, mi vida... J. Berger (Nórdica)

Tres periodistas en la Revolución de Asturias. Manuel Chaves y José Díaz. Asteroide

África salvaje. A. Bernasconi (Turner)

Clásicos para la vida. Nuccio Ordine (Acantilado)

Trieste o el sentido de ninguna... J. Morris. Gallo Nero

En defensa de España. Stanley G. Payne. Espasa

Para entender a Einstein. Ch. Galfard (Mondadori)

El ingenio de los pájaros. Jennifer Ackerman (Crítica)

Mi diario de meditación. C, Barry. El País Aguilar

Ser feliz no es gratis. Tamara Gorro. Ediciones Mr

Diez días que estremecieron... Reed (Varias)

Fuera del mapa. Alastair Bonnett (Blackie Books)

La identidad cultural no existe. F. Jullien. Taurus

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4 3 2 1. Auster. Seix Barral

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Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)

Los pacientes del Doctor García. A. Grandes. Tusquets

Poesía Reunida. Williams. Lumen

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Más allá de los volcanes. Fidalgo (Roca)

4321 Paul Auster. Seix Barral

Quédate este Día y esta Noche Conmigo. Gopegui Random House

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Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)

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El fuego invisible. Javier Sierra. Planeta

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Los Pacientes del Dr. García. Grandes. Tusquets

Con papá o con mamá. Julio López Díaz. Camelot

Más allá del invierno. I. Allende (Plaza&Janés)

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BTT por la provincia de Palencia. J. Amor. El senderista

El relato nacional. Álvarez Junco (Taurus)

Sangre, sudor y paz. La Guardia Civil contra ETA. Península

España en democracia. VV. AA. Crítica

El último claustro. Sadia (Milenio)

En defensa de España. Stanley G.Payne Espasa

La venganza de la geografía. Robert Kaplan. RBA

La España vacía. S. del Molino (Turner)

Ascensiones en la montaña palentina. Villegas/Rioja. La Pedrera Pindia

Imperofobia y la leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)

Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. Elena Favilli. Destino

Quién te cerrará los ojos. Mendoza (K.O.)

Imperios y espadazos Andoni Garrido La Esfera de...

El Desertor. Lenz Impedimenta

NO FICCIÓN La Lengua de los Dioses. Marcolongo. Taurus Medio Planeta. Wilson Errata. Naturae Requiem por el Sueño... Chomsky. Sexto Piso Materialismo. Eagleton Península

NO FICCIÓN


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Sábado 11.11.17 EL NORTE DE CASTILLA

Imre Kertész. :: M. NANDORFI-EFE

Svetlana Aleksiévich. :: M. MALINOVSKY-AFP

Y tú, ¿de quién eres? N

o sé si es por casualidad, o por llevar las antenas alerta sin pretenderlo, pero en los últimos tiempos he encontrado en los libros de algunos Premios Nobel de Literatura reflexiones sobre la identidad y la pertenencia o, mejor dicho, sobre lo frágiles y artificiales que son las nociones de identidad y de pertenencia. Uno cree a pie juntillas que forma parte de una creencia, de una ideología, de una patria o una tribu, como si hubiésemos elegido libremente serlo, cuando en ocasiones es el azar y hasta el capricho lo que nos hace decantarnos por un lugar u otro. Uno define sus principios y coloca detrás al enemigo con una firmeza que pareciera producto de la razón y del libre albedrío, cuando a menudo obedecemos órdenes e instrucciones sin ser conscientes de ello. Como diría Juan Mayorga, uno no sabe nunca quién está detrás de los pensamientos que creemos propios ni quién habla a través de nuestras palabras. Cuando el psicólogo nor-

ORTIGAS A MANOS LLENAS SARA MESA

teamericano Abraham Maslow estableció su teoría de las necesidades humanas puso en tercer lugar, tras las necesidades básicas (alimento, cobijo) y de seguridad (protección, trabajo), la necesidad de pertenencia, que asoció a la de aceptación social: el ser humano tiende, de manera natural, a la búsqueda de un grupo en el que integrarse. No se trata tanto de una identificación o empatía en el ámbito personal, sino de una dimensión abstracta y, por tanto, artificial. Los fanáticos suelen olvidar lo inconsistentes que son nuestras afinidades, a pesar de que que la historia se encarga de demostrarlo una y otra vez. En ‘El fin del Homo sovieticus’, Svetlana Aleksiévich recogió los testimonios de numerosos soviéticos que, en la década de los noventa, pasaron casi de la noche a la mañana de vivir en un régimen comunista a otro capitalista. En algunos casos, las creencias que habían defendido firmemente –incluso con uñas y dientes– se disolvieron por completo o se amoldaron al

nuevo signo de los tiempos. «Durante setenta años no pararon de repetirnos que el dinero no trae la felicidad, que todas las cosas buenas de la vida son gratuitas. El amor, por ejemplo. Pero bastó que desde las tribunas nos llamaran a dedicarnos al comercio y a enriquecernos, para que olvidáramos las lecciones del pasado, todos los manuales soviéticos. En la época soviética te podían caer entre tres y cinco años por especular. Lo que ayer era un delito, hoy es un ‘business’ (...) Perdí el interés por las cosas que antes me gustaban, como la política, los mítines…» Por su parte, J. M. Coetzee, en ‘Infancia’, el primer volumen de sus memorias, hace mención directa a la arbitrariedad que supone la adscripción a una religión. A un niño –al niño Coetzee– se le pide en la escuela que diga a qué religión pertenece, pero el chico no sabe qué responder porque su familia «no es» nada: «Naturalmente son sudafricanos, pero incluso ser sudafricano es un poco vergonzoso y por tanto no se ha-

J. M. Coetzee. :: E. MILLER-AFP

bla de ello, puesto que no todo el que vive en Sudáfrica es sudafricano, o al menos no un sudafricano decente». Sin embargo, el niño tiene que elegir para que lo clasifiquen en una clase o en otra, como si tuviera que rellenar un formulario: «¿Cuál es tu religión?, le pregunta la profesora. Está sudando, no sabe qué contestar. ¿Eres protestante, católico o judío?, insiste impacientándose. Católico, dice él». Enseguida se dará cuenta del error de su elección. La mayoría de los chicos de la escuela son protestantes y, los que no lo son, son apartados a otra aula y reciben la hostilidad de la mayoría. El niño Coetzee espera que al día siguiente le propongan elegir de nuevo: «Entonces él, que obviamente se ha equivocado, podrá corregirse y ser protestante. Pero no habrá una segunda oportunidad». El fragmento, que parece

Los fanáticos suelen olvidar lo inconsistentes que son nuestras afinidades

digno de una obra de Samuel Beckett, representa una realidad reconocible para muchos: ¿En qué momento tiene uno que elegir? ¿Bajo qué circunstancias? Y también, ¿en qué momento se toma conciencia de lo que supone pertenecer a un lado u otro? Acabemos con el húngaro Imre Kertész y su demoledora novela ‘Sin destino’, en la que narró su estancia en el campo de concentración de Buchenwald cuando era un chico de apenas quince años. Al recordar aquella terrible experiencia, Kertész afirmaba: «Jamás me vi a mí mismo como un judío… hasta que me cosieron la estrella en la ropa y me llevaron a los campos». Los días previos a su detención, cuando la atmósfera se cargaba de un creciente antisemitismo, los chicos como él no entendían por qué los miraban mal o les negaban la palabra. Precisamente es a partir del rechazo y del odio cuando cobran por primera vez conciencia de que algo «los separa de la gente», de que «son distintos a los demás». Y esto los lleva a reflexionar sobre su identidad: «Al fin y al cabo uno tiene derecho a saber por qué le odian». Pero, ¿identidad previa o identidad artificialmente creada después? Kertész recibió el repudio de parte de su comunidad por hacerse esta pregunta. Una pregunta que, a todas luces, hoy sigue siendo necesaria.


16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 11.11.17 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Carlos Aganzo Coordinador: Chema Cillero

Fotograma del videoarte ‘Te voy a enseñar a bailar’ (’Sala de máguinas’) dirigido por Blanca Li para su instalación en el Musac en 2007. :: EL NORTE

Lavarán los pies de los mendigos D

OMIN, el director de la gran fábrica, le explica a Elena, visitante recién llegada -curiosa y cándida como el espíritu de una humanidad inocente-, el origen y éxito del proyecto comenzado por el señor Rossum y su joven sobrino. Si el primero, como fisiólogo, descubrió una composición química capaz de imitar la materia que sustenta la vida en la Tierra (y que él llama «protoplasma») con la que es posible crear y desarrollar criaturas de todo tipo, el segundo se aventuró a investigar el modo de fabricar con ella seres sencillos, aunque perfectos, aparentemente humanos, pero superiores en eficacia y concentración, que pudieran suplantar a la humanidad en toda suerte de

trabajos y penurias hasta el punto final de la aventura: el paraíso terrenal en el que ningún hombre o mujer debiera trabajar para vivir, pues los robots «lavarán los pies de los mendigos y harán sus camas». La empresa mejorada del joven Rossum logró materializarse en la gran factoría conocida como Robots Universales Rossum, capaz de surtir a cualquier lugar del planeta de cientos de miles de unidades, con una autonomía de veinte años, perfectas para provecho de los hombres. Y todo gracias a una máxima aplicada en el proceso de fabricación, cuyo carácter premonitorio y extrapolable sobrecoge: el tipo de trabajador perfecto no habrá de ser el más honrado o el más aplicado, sino el más barato.

Sin embargo, a los hermanos Capek, autores de esta distópica obra teatral que presentó al mundo por primera vez en la historia el término ‘robot’, no les bastó con semejante aportación semántica a nuestro ideario. A pesar de la ingenuidad y dudosa calidad literaria de su dramaturgia, magnífico ejemplo, en cualquier caso, de las inquietudes brotadas en una sociedad abrumada por la posible omnipo-

De todas las virtudes de Blanca Li destaca su capacidad para desmadejar las ideas más complejas

tencia del desarrollo científico y tecnológico que vivió el mundo durante la fiebre de las vanguardias, los totalitarismos y la tregua inquietante que supuso el periodo vivido entre las dos grandes guerras, los hermanos Capek visten su recién creada palabra de un carácter conceptual aún presente. Sus robots caerán en la trampa de la relación intelectual y sentimental con los humanos. Acaso igual batalla dialéctica librada en el escenario, cuando la gracia, el humor, la delicadeza y el nervio de Blanca Li, una de las artistas más preclaras de esta Europa llena de cicatrices, se las ingenia para humanizar a los robots y robotizar a los hombres. De todas las virtudes de la artista granadina puede des-

OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA

tacarse su capacidad para desmadejar las ideas más complejas y mostrar la sencillez de los hilos que las componen: el colapso de movimientos sincopados se desdoblan en el sentimiento y la automatización; la dificultad anatómica del hombre para adaptarse a la contumacia de sus propias ideas; el apego a la sonrisa como tratamiento terapéutico, fruto de una comicidad esencial en el hombre, debida, sobre todo, a su obsesión por superar y disimular sus innatas trabas y limitaciones. Blanca Li ha humanizado máquinas décadas después de que los hermanos Capek, por primera vez en la historia, robotizaran actores en escena con el fin de pronosticar una rebelión de proporciones apocalípticas. Pero si Domin, el director de Robots Universales Rossum, hubiese visto bailar a Blanca Li con pequeños ingenios mecánicos, o luchar con sillas imposibles, quizás hubiese comprendido que el alma de sus máquinas es un hálito generosamente infundido por la voluntad del hombre. Aunque es posible que no entendiese bien el efecto de Blanca Li sobre las máquinas, porque ni siquiera hoy el mundo acepta que los robots empeñados en buscar acomodo acaso seamos nosotros.


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