SOMBRA CIPRES
NÚMERO 282 Sábado, 18.11.17
LA
DEL
Autorretrato de Alicia Martín
Una exposición reúne en el DA2 piezas primerizas y obra reciente de la artista madrileña [P2]
Alicia Martín, junto al péndulo de libros que ha creado para el museo salmantino. :: MANUEL LAYA
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Sábado 18.11.17 EL NORTE DE CASTILLA
De libros y autorretratos U
n buen día a Alicia Martín se le rebeló la biblioteca: los libros desbordaron por las ventanas, y formaron una cascada que corría por la fachada hasta el suelo para sorpresa de los viandantes. Apenas fue un hecho premeditado, pero aquella idea cambió de alguna forma su trayectoria como artista que hasta entonces se había desarrollado, no sin reconocimiento, entre su estudio de Madrid y distintas galerías privadas, en-
tre ellas Adora Calvo de Salamanca, donde expuso recientemente, y Oliva Arauna en Madrid. La sorprendente imagen de una catarata de libros saliendo por una ventana de la Casa de América de la capital de España le dio visibilidad y proyección. Distintas ciudades españolas y europeas la invitaron a intervenir con sus construcciones de libros siempre distintas y adaptadas a los espacios que reclamaban su presencia. Pero los libros no
ANGÉLICA TANARRO
Una exposición en el DA2 de Salamanca muestra hasta el 25 de febrero la evolución artística de Alicia Martín
eran nuevos en su trabajo. Y eso se puede comprobar ahora en la exposición ‘Palíndromo’ que hasta el 25 de febrero de 2018 acoge el DA2 de Salamanca. ‘Palíndromo’ no es una retrospectiva en sentido estricto, pero en ella podemos contemplar una selección de las primeras obras de la artista, por decisión del comisario de la muestra Sergio Rubira. La idea expresada en el título (el palíndromo es una frase que se lee igual de derecha a izquierda, remite a lo circu-
lar, a la idea de ir y venir) recorre toda la exposición. Para Alicia Martín, su trabajo tiene ese carácter circular, de búsqueda y llegada al lugar de partida, de reflejo, de espejo en el que proyectar esa búsqueda inicial. En el argumento de la exposición está también el objetivo de mostrar el proceso de la artista, las etapas intermedias de un trabajo que se traduce, por lo que se refiere a la exposición del DA2, en treinta esculturas, quince dibujos, once fotogra-
fías, dos vídeos y cinco intervenciones realizadas específicamente para sus espacios. La pieza principal, la que capta todas las miradas iniciales y ocupa el inmenso espacio de la galería central de lo que fue una cárcel, es el péndulo de libros. Creado expresamente para esta exposición, el péndulo expresa como ninguna otra obra la idea de la ida y venida, del movimiento continuo. La pared que sirve de fondo al espacio que recorre el péndulo está cubierta por una
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Distintas piezas de la exposición ‘Palíndromo’ de la artista Alicia Martín en el DA2 de Salamanca. :: MANUEL LAYA
El dibujo es la técnica a la que remite todo el trabajo de Martín, sea escultura, instalación o fotografía
frase, un palíndromo, ‘odiolaluzazulaloido’, escrita en letras reflectantes cuyo reflejo va decayendo cuando se apagan los focos que la muestran. Las grandes instalaciones con libros ‘persiguen’ de alguna manera a esta escultora, pintora, videoartista y grabadora que, sin embargo, se considera ante todo dibujante. Y su relación con estas intervenciones, que le suponen un gran esfuerzo físico y no poca incomprensión durante el proceso de montaje, es ambivalente. Por un lado, le han permitido trabajar a gran escala con un elemento, el libro, que siempre ha estado presente en su obra. El libro como contenedor de sabiduría, pero también como portador de un orden impuesto; el libro como objeto que todo el mundo puede tocar dejando en él una impronta, y que forma parte de la cultura uni-
versal. Por otro, la repercusión de estas acciones sobre todo cuando se llevan a cabo en espacios emblemáticos de las ciudades, han oscurecido el resto de su obra, de ahí la importancia que la artista concede a esta exposición que permite contextualizar su trabajo de las últimas décadas.
Cosas y manos Si el objeto (sea un libro, una silla, un enchufe, una herramienta) tiene una importancia capital en su obra no son
menos importantes las manos. Con las manos ‘manejamos’ esos objetos que nos permiten construir otros objetos. En torno a esta idea de la manipulación de los artefactos que al hombre le han ido permitiendo avanzar técnicamente Alicia Martín dibuja, esculpe y mezcla dibujo y escultura. Así las sillas y muebles que escapan al dibujo de la pared y se ‘instalan’ en el espacio a modo de reflejos de sí mismos. En la primera sala de la exposición, encontra-
mos las piezas en las que la artista reflexiona sobre objetos de uso cotidiano en los que la huella de su usuario habitual es ya un misterio. O que, fuera de contexto, de su ubicación cotidiana, ofrecen otra imagen de sí mismos. Todos finalmente formando parte de su propio ‘autorretrato’. Del retrato de la artista. Martin ha trabajado siempre en torno a esta idea de presentar los objetos en contextos no habituales, o simplemente convertidos en prota-
gonistas alejados de su ‘utilidad’, cuando no transformados por haber encontrado una ‘utilidad’ diferente en un contexto inesperado. La ironía y un cierto sentido del humor no es ajeno a su trabajo como se muestra en la instalación ‘Souvenirs’ en torno a la historia del Arte y sus manipulaciones. Y está también en las piezas reunidas bajo el título ‘Iconos’ en las que dibuja mediante la técnica de rayar un trozo de pizarra herramientas simples y
las convierte en símbolos. La exposición de Salamanca permite conocer los motivos y la evolución de una artista a quien la repercusión mediática de sus instalaciones públicas había reducido a la condición de escultora. Parada obligada para seguirla en sus próximos proyectos, como el que en febrero supondrá el regreso de la artista a su ciudad natal. Alicia Martín ‘intervendrá’ el museo Lázaro Galdeano de la capital dentro de un proyecto comisariado por Rafael Doctor y en el que ya ha participado, entre otros, Enrique Marty. Un reto por partida doble. Crear piezas que dialoguen con un museo histórico y de tantas connotaciones y al tiempo enfrentarse de nuevo a la exposición pública en una ciudad en la que no había vuelto a exponer desde su difícil final con la que había sido su galería de siempre, Oliva Arauna. Pero la actualidad pasa ahora por el centro de arte salmantino que una vez más presta sus espacios, al mismo tiempo difíciles y atractivos, al reto de mostrar el arte contemporáneo con argumento. Otro acierto.
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Don Juan Tenorio en Vetusta E
l personaje de Don Juan es una mancha de aceite que se extiende por Europa desde que le busca acomodo dramático Tirso de Molina, alrededor de 1620. Cruza los Pirineos y Molière le da la vida de su pluma, escoltado por ‘El Tartufo’ y ‘El avaro’, nada menos. Y de ahí va saltando de país en país, de género en género (ópera, ballet…) hasta
llegar a la explosión del romanticismo, donde cada escritor confirma su fama con una versión propia del seductor: Lord Byron, Alejandro Dumas, Puskhin… y José Zorrilla. Parece que la escritura de la pieza teatral no le llevó demasiado tiempo al dramaturgo vallisoletano: tres semanas, y sin apoyos ni lecturas de versiones anteriores, aun-
JORGE PRAGA
que luego afirmará que les enmendó su ausencia de raíz cristiana: «Yo corregí a Molière, a Tirso y a Byron, hallando el amor puro en el corazón de Don Juan haciendo de la apoteosis ese amor a Doña Inés: yo más cristiano que mis predecesores saqué a la escena por primera vez el amor tal como lo instituyó Jesucristo. Los demás poetas son paganos: su Don Juan es pagano»,
Francisco Rabal, caracterizado de don Juan Tenorio, en una obra de teatro de Estudio 1. :: EL NORTE
De ‘Don Giovanni’ al ‘Tenorio’
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on Giovanni’ de Da Ponte y Mozart, Praga 1787. ‘Don Juan Tenorio’ de Zorrilla, Madrid 1844. Estas dos fechas marcan la figura del Burlador. Son las obras más representadas del mito. La ópera de forma universal, el texto poético en España. Ambos son espectáculos teatrales que he visto muchas veces, en Salzburgo, Londres, Barcelona, Madrid y Valladolid, la ópera mozartiana, amén de unos cuantos vídeos con monta-
jes y versiones musicales muy diferentes, el Tenorio en Madrid y Valladolid, con alguna puesta en escena rupturista (la de Blanca Portillo) y en general con derivaciones temporales y escenográficas desde el canon. En la conmemoración del escritor vallisoletano, los puntos de contacto y sus diferencias resultan apasionantes. Veamos los personajes. En la ópera tres mujeres, Doña Ana, Doña Elvira y Zerlina (sopranos), cinco hombres, Don Giovanni, Leporello, El
FERNANDO HERRERO
Comendador (bajos), Don Ottavio (tenor) Masetto (barítono) y un pequeño coro. En ‘Don Juan Tenorio’ cinco mujeres, con papel destacado para Doña Inés, el resto, salvo Brígida, circunstanciales, y unos cuantos varones, Don Juan, Don Luis, Ciutti,
el criado del segundo, los dos padres, los amigos, Butarelli, el escultor y una serie de figuras enmascaradas del Carnaval . ‘Don Giovanni’ es casi una obra de cámara en la que todos los personajes son importantes, al contrario que en el Tenorio que apuesta por el gran espectáculo. Las mujeres en Da PonteMozart son esenciales. La línea de canto las diferencia. Doña Ana, hija del Comendador muerto por el libertino, acompañada de su novio, Don Ottavio y, en menor me-
escribió treinta años después del estreno. Tras la versión de Zorrilla vendrían muchas otras, paganas o no, aunque ninguna podrá desbordar el afincamiento del Tenorio y su cíclica repetición en el día de Difuntos. Tal es su difusión y popularidad que Leopoldo Alas, ‘Clarín’ para la literatura, no duda en introducir cuarenta años después de su estreno una representación suya en la Vetusta ovetense que crea para ‘La Regenta’, y aprovechar el filón del seductor Tenorio para compararlo en el espejo con las maniobras de su Álvaro Mesía. El encuentro llega en un aburrido día de Difuntos en Vetusta que Víctor Quintanar, Regente de la ciudad, confía en romper asistiendo a la representación de ‘Don Juan Tenorio’ en El Coliseo, «un antiguo corral de comedias que amenazaba ruina y daba entrada gratis a todos los vientos de la rosa náutica». Para convencer a su esposa Ana Ozores de que le acompañe pide ayuda a Álvaro Mesía, que no encuentra manera de acercarse a la mujer del Regente, también pretendida por su confesor Fermín de Pas, Magistral del Obispado. Así le dice el ingenuo esposo a Álvaro Mesía: «Mi mujercita, por una de esas rarísimas casualidades que hay en la vida… nunca ha visto ni leído el Tenorio. Sabe versos sueltos de él, como todos los españoles, pero no conoce el drama… o la comedia, lo que sea».
dida, Doña Elvira, que sigue enamorada de él, son la némesis de Don Giovanni. Zarlina es la posible víctima de la seducción del tramposo caballero. A punto de casarse con Masseto solo se salvará de caer en sus garras en el último momento. En sus arias y dúos Mozart las descubre hasta el fondo. Zorrilla crea un tipo de mujer, Inés, novicia, fuera del mundo, con una sexualidad reprimida que la impulsa hacia su raptor. El resto, la celestina Brígida, la criada de Doña Ana de Pantoja, la Madre Superiora simplemente ilustran la acción. Don Giovanni es un perfecto libertino, como se comprueba en el aria del catálo-
go que canta Leporello. Una violación y un crimen son sus primeras acciones en la obra. Desde ese momento sobreviene el fracaso y el desastre. Es a la vez valiente y felón, y tiene un toque subversivo al no arrepentirse ni siquiera cuando ve próximas las llamas del infierno. Tenorio, también con su catálogo de fechorías que expone personalmente, es más frágil y su invocación al perdón, que consigue por la intervención de Doña Inés, lo muestra. Su conducta es paralela. Mata y huye. Un interregno de varios años que no parece haberle cambiado, incluso desde la melancolía del amor no conseguido de la novicia.
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Don Juan desenvainando la espada en ‘Don Giovanni’ de Mozart; cuadro de Max Slevogt.
Clarín marca con precisión la popularidad de la obra: rarísima quien no la haya visto, imposible encontrar a alguien que no se sepa sus difundidos versos. Comienza la función en Vetusta. Poca atención le presta el pomposo público de los palcos, que habla, fuma, ríe, critica, «interrumpen la representación, por ser todo esto de muy buen tono y fiel imitación de lo que muchos han visto en algunos teatros de Madrid». Solo se sigue en silencio en el paraíso, en la parte alta donde se ubican lo que los de los palcos llaman «el populacho»; otra muestra indirecta de la mejor recepción del drama fuera de los círculos burgueses. Cada espectador se retrata ante la obra. Para Ana Ozores «el paraíso, alegre, entusiasmado, le parecía mucho más inteligente y culto que el señorío vetustense». Álvaro Mesía quiere dejar clara su distinción, que la prosa mordaz de Clarín no perdona: «el drama de Zorrilla le parecía inmoral, falso, absurdo, muy malo, y siempre decía que era mucho mejor el ‘Don Juan’ de Molière (que no había leído)». A él no le interesa el teatro, aunque trate de lo que ha movido y mueve también esa noche todo su interés: añadir una nueva seducida a su lista. Y Ana Ozores, la desconcertada muchacha, no es pieza fácil. Bien pegado a ella en el palco en el que ha logrado hacerse un hueco, alejado el marido en discusiones de pasillo, Álvaro Mesía no comprende que esa noche tiene un enemigo de cuidado: el drama de Zorrilla, en el que la seducción y el cinismo se disuelven en el amor romántico.
Mucha diferencia en el papel de los criados. Ciutti es episódico, un simple servidor, Leporello es como un doble de Don Giovanni. Peter Sellars en su famoso montaje situado en Harlem consiguió contar con dos cantantes negros y casi gemelos para incorporar a criado y amo. El tratamiento musical y escénico los empareja. Don Giovanni no tiene un aria larga, una stretta, el dúo con Zerlina y su presencia constante hasta la escena de su castigo. Leporello, superviviente, se une en el septeto final a los otros personajes que aplauden la condenación del libertino. Las mujeres mozartianas están llenas de música y
drama e incluso el pálido Don Ottavio canta dos arias bellísimas. Mozart invadió con su arte el magnífico libreto de Da Ponte y las palabras adquirieron esta suprema expresión del arte musical. Que la Opera se configure como ‘drama giocoso’ es muestra de su gran complejidad, y ninguna de las puestas en escena que he visto, algunas magnificas, expresa la totalidad de esa obra maestra. En el Tenorio todo resulta más sencillo, a partir de los propios personajes dibujados de un trazo. Los versos de Zorrilla tienen cadencia musical. La lectura de la carta de Don Juan por Doña Inés sería un aria y la escena del sofá
ese dúo de amor del que carece la ópera mozartiana. Desde Tirso de Molina las líneas están trazadas. Si Da Ponte-Mozart condenan al
Mientras Da Ponte y Mozart condenan al libertino, Zorrilla lo salva. Romanticismo pleno, clave del éxito popular de la obra
libertino, Zorrilla lo salva. Romanticismo pleno, clave del éxito popular de la obra. Tenorio estuvo en un momento a punto de convertirse aunque el cielo no le oyera entonces. Giovanni no mostró arrepentimiento alguno. Lógicos, pues, los dos diferentes finales. El juego del tiempo es totalmente diferente. En ‘Don Giovanni’ son tres días los que transcurren en ese proceso de destrucción del libertino al que todo le sale mal. En el Tenorio, muchos años separan una parte de otra. Juventud y madurez contrastadas. Reflexiona Da Ponte y Mozart pone el punto misterioso y trascendente. Dos
Clarín aprovechó el filón del seductor Tenorio para compararlo con su Álvaro Mesía El drama de Zorrilla le parecía falso, absurdo, muy malo, y siempre decía que era mucho mejor el ‘Don Juan’ de Molière
visiones, Zorrilla con claridad meridiana, Mozart con misterio profundo, cuyo examen nos deja muchas incógnitas. Ambos donjuanes son rebeldes, desafían a los cielos y a la sociedad, forman parte de un mito que hoy perdura casi siempre de cruenta manera. Cielo e infierno. Salvación o condena. Sexo y engaño. Arrepentimiento y desafío. Da Ponte y Mozart contemplan a nobles y campesinos. Zorrilla, a la clase alta. Una obra maestra y un texto seductor encabezan la larguísima lista de donjuanes, con Molière y Puschkin como buenas referencias, como la de Antonio Gades y su ballet.
«¡Pero esto es divino!», exclama Ana en el tercer acto, arrebatada. Álvaro se ciega, cree encontrarse ante la ocasión para «el ataque personal», y en paralelo a los envites de Don Juan Tenorio en la quinta sobre el Guadalquivir comienza a buscar con su pie el de la Regenta. Ana Ozores sigue enfervorizada los versos y se echa a llorar, «sintiendo por aquella Inés una compasión infinita». Nada de esto percibe su acompañante, que cree que la respiración agitada es síntoma de estimulación erótica por él provocada: «Don Álvaro solo observó que el seno se le movía con más rapidez y se levantaba más al respirar». Así que insiste en meter la pierna, y en meter la pata. Para fortuna de la longitud de la novela la seducción queda para más adelante, pues Ana no llega ni a enterarse del roce por «la hojarasca de las enaguas». Y no hubo más esa noche. La Regenta se retira antes de que empiece la segunda parte, agotada por tanta emoción y asustada por un presentimiento terrible que le trae el pistoletazo que acaba con la vida del Comendador en la obra: «Don Víctor vestido de terciopelo negro, con jubón y ferreruelo, bañado en sangre, boca arriba, y a Don Álvaro con una pistola en la mano, enfrente del cadáver». Nada menos que el desenlace de la novela adelanta la representación del Tenorio en Vetusta, además de la divergencia paródica entre dos seductores literarios de muy distinta catadura y alcance. Si el aniversario de José Zorrilla ha servido para revisar su obra, la bendición de volver sobre ‘La Regenta’ es un regalo añadido.
No cabe citarlas todas en este artículo que sirve de modesto homenaje a los autores. Un diccionario francés de más de 1.000 páginas nos ofrece un inmenso material. Y obras de todo tipo (la última la de Edgare Dobry) penetraron en este personaje único. Solo como referencia postrera citaré dos obras de autores españoles, ‘Don Juan Último’, de Molina Foix, soberbio montaje de Robert Wilson y ‘La sombra del Tenorio’ de Alonso de Santos, interpretado por El Brujo. Don Giovanni-Don Juan, iconos abiertos desde que el fraile Tirso nos dio su Burlador. Icono español y sevillano como Fausto en la Alemania culta.
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ace unas semanas me encontré inesperadamente con Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) y me confesó que una parte de su celebrado poema ‘Primera visión de Marzo’, de su libro ‘Arde el Mar’ (1966), se inspira en una visita al Colegio de San Gregorio en Valladolid. Su Claustro, más concretamente, aparece en unos de sus versos donde el poeta escribe: «Yo estuve una mañana, casi hurtada / al presuroso viaje: tamizaban la luz / sus calados de piedra, y las estatuas / –soñadas desde niño– imponían su fulgor inanimado / como limón o esfera al visitante.» Este tamizar de la luz, la visión de la luz tamizada por la piedra bien podría ser la mejor definición (intuitiva) del acto poético. Una visión de la luz, del viaje de la luz que sirve para curar, para esculpir la ceguera salvaje de la piedra. Si tuviera que elegir algunas esculturas de San Gregorio que «imponen su fulgor inanimado» para esbozar la poética pictórica del poeta catalán elegiría, sin duda, a los llamados ‘hombres salvajes’ que figuran a ambos lados de la fachada principal del colegio aunque el poema probablemente se refiera a las gárgolas del claustro. Se cree que estos hombres silvestres recubiertos de musgo podrían representar al hombre natural en diálogo con el hombre virtuoso o que eran testimonio desde finales del Medievo «de la nostalgia del paraíso perdido, de la inocencia primitiva» como nos dicen en el Museo Nacional de Escultura, pero yo no puedo dejar de verlos como salvajes ciegos por la luz. Recuerdo al ver sus rostros devorados por la claridad de este verano prematuro, una afirmación del ensayista portugués Eduardo Lourenço que dice que «el poeta es un ciego iluminado». Alguien que ve dolorosamente y en la lucidez, labra un destino. La poesía como don, como instante de visión poderosa, como ver primitivo, como un «momento vacío y cegador», en palabras del propio Gimferrer, está presente en toda su obra. Se trataría de ver las cosas como si fuese la primera vez, tal como quisieron Alberto Caeiro y De Chirico, pintor y heterónimo pessoano muy de la preferencia de nuestro poeta catalán. Ver iluminador, cegador, esencial, instante que nos saca del espejo, que nos permite esculpir, tamizar, tallar, el tiempo y hacerlo piedra viva. Es por ello por lo que la poesía de Gimferrer es esencialmente visual, fotográfica, pictórica, cinematográfica. Su poesía es profundamente barroca si la comprendemos como constante y renovada meditación ante una imagen.
PABLO JAVIER PÉREZ LÓPEZ
En uno de sus dietarios, reflexionando sobre Monet y Octavio Paz escribe: «Luz quieta de lo que vive en la conciencia». No habrá otra definición tan poderosa de la poesía en varias leguas. Imagino al joven Gimferrer en este claustro, inmóvil, absorto, leve-
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mente inclinado buscando el camino de la luz, haciendo de sus gruesas gafas una máscara esmerilada por donde asome el movimiento, la confrontación de la luz y de la sombra y recuerdo de nuevo su poema: «tamizaban la luz / sus calados de piedra». Lo imagino y recuerdo a José Lezama Lima cuando escribe: «La luz es el primer animal visible de lo invisible.» Es esa luz la madre de las sombras y de los ojos de los poetas. Imagino al joven Gimferrer «ciego entre péta-
los tibios» para rescatar un verso de su libro ‘Amor en Vilo’. Y es que el poeta está en vilo en la frontera entre el aire y la piedra, entre la luz y la sombra, sacando punta al espejo más misterioso. Imagino el rostro cegado de Gimferrer, cegado como el de los salvajes del pórtico, herido y redimido de luz, en la ceguera más iluminada. Y pienso todo esto porque el propio Gimferrer escribió en un pequeño poema titulado ‘Arte poética’ lo siguiente: «Alguna cosa més que
Un claustro de luz salvaje
el do de síntesi: /veure en la llum el trànsit de la llum.», «Algo cosa más que el don de la síntesis: / ver en la luz el tránsito de la luz». Pero la luz también ciega, la luz sana y condena y sigue siendo misteriosa. Lo dice con claridad Eduardo Lourenço: «Es de la luz que la palabra poética concentra misteriosamente de donde nuestra existencia recibe el máximo de claridad. Esa luz, sin embargo, es impenetrable. ¿Con qué lámpara exploraríamos
Notas al pie de la poética de Pere Gimferrer
Pere Gimferrer. :: VICENS GIMENEZ
el corazón del Sol?». En ocasiones se ha tildado a Gimferrer de poeta oscuro, pero ¿hay acaso otros?. En el corazón del blancor, del Sol, de la pura claridad, todo es oscuro. Por ello Gimferrer escribe en el que es uno de sus mejores últimos libros ‘El Castillo de la Pureza’: «viene de la noche la página cortada». Recuerdo al poeta portugués Herberto Helder y su conocida súplica: «Dios mío, haz que sea siempre un poeta oscuro». Esa es la síntesis, el don de la síntesis de los verdaderos poetas: hacer claridad con las sombras, tamizar la luz, hacer en la piedra un nuevo sentido vivible. Y siempre con la nostalgia del paraíso perdido de la pureza. Para Gimferrer la poesía es un sistema de espejos, de celadas, un espejo doble por donde vemos transitar la claridad, el animal más misterioso que frente a lo que todos desean oscurece el poema y nos revela los misterios en una «hora oscurecida». El poeta aguarda el «fuego ciego» de la luz, el don de los verbos, por ello, Gimferrer escribe: «¿Qué ojos ven la noche? / ¿Qué ojos son la noche?». El amor poético de la luz es un amor nocturno. El poeta recoge el viaje de la luz cuando anochece, en el tránsito de lo invisible («Es invisible el tiempo /como la luz del jardín» escribe nuestro poeta), un resplandor de lo que nos negamos a ver, una nostalgia de la luz, la misma que parecen poseer estos hombres salvajes del Colegio de San Gregorio. En la poética de Gimferrer hay una revelación redentora. Un oficio de escultor de luz que también descansa en la sombra. Escribe: «¿Tan sólo roeremos migajas de lo oscuro?”. El poeta hace una claridad de carne en la palabra. Recuerdo a Unamuno y su ‘Credo Poético’: «Esculpamos pues la niebla» escribe Don Miguel. Gimferrer sabe bien que la poesía es una escultura de lo invisible animada por la luz y negada por la sombra. Gimferrer sabe que «abrimos el corazón de luz que cegó a Dante». Ese ardor invisible que Gimferrer encontró en la piedra casi barroca de San Gregorio es el mismo ardor que el poeta siente o inyecta en su palabra. Lo dice él mismo: «Talvez es este el martillo de los poemas: / saber que somos es vivir ardiendo en las palabras». El poema, para nuestro poeta es «palabra del día y de la noche», síntesis perpetua del hombre salvaje y del hombre virtuoso que figuran en la piedra de nuestra fachada. Luces y sombras esbozadas en lo invisible. Con Gimferrer comprendemos que quizá «sólo hemos sabido decir la nieve ausente» y que el poeta es un zahorí perpetuo esclavo de la luz más densa.
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El reportaje como arte
El escritor estadounidense Norman Mailer. :: AFP
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os periodistas viven obsesionados en descubrir hechos reales a fin de poder contar una mentira, y, contrariamente, el novelista se somete a la esclavitud de su dueña y señora, la imaginación, con el fin de descubrir la verdad». –Norman Mailer, ‘El parque de los ciervos’. La afirmación precedente data de una novela, la tercera de Mailer, publicada en 1955, es decir cuatro años antes de que Truman Capote fusionara ambas tendencias –la imaginación al servicio de los hechos– en ‘A sangre fría’ y diera, si no la primera, sí la más fértil muestra de lo que tal fusión podría alumbrar; el concepto ‘Nuevo Periodismo’ ni siquiera se había acuñado por entonces –Capote se refería a su obra como ‘Novela de noficción’, y en verdad se incli-
na más hacia el lado de la novela que del reporterismo–, y las piezas que apuntalarían el género tampoco estaban escritas. Tom Wolfe cita la magistral de Gay Talese sobre Joe Louis como el ¡eureka! que hizo despertar al estamento crítico-literario, pero lo cierto es que ya el propio Mailer había dado a los ojos de América, dos años antes (1960), un texto que reunía los rasgos identificativos del NP: ‘Superman va al supermercado’, sobre la convención demócrata que elegiría a JFK candidato a la elección presidencial. Aquí el peso de los hechos se ajusta mucho más a lo acontecido que en el caso de la obra magna de Capote, en primer lugar porque quien los relata estuvo allí; pero ese peso no cohíbe ni el enfoque personal ni el uso de técnicas –la ironía, la metáfora, las frases sinuosas…
EDUARDO ROLDÁN
En suma la prosa sin corsés– que hasta entonces habían estado vetadas en los manuales de reporterismo y por tanto apenas presentes en letra impresa. ¿Qué aporta este enfoque? Para empezar una lectura mucho más enriquecedora, en el estricto plano lingüístico pero también en el imaginativo –ambos van unidos–: el lector se ve sumergido en lo relatado de forma más directa, más visceral, y, paradójicamente, consigue un acercamiento mayor a ese inasible centro que es la verdad que con la distanciada, estajanovista relación cronológica de los acontecimientos.
También supone un contundente uppercut a quienes mantenían, y todavía mantienen, la clasificación de los géneros como una vivienda de habitaciones estancas. Los géneros existen, pero esto no quiere decir que no puedan nutrirse recíprocamente, y a través de este intercambio revelar la en buena medida artificiosidad de los límites que les han sido impuestos. Mailer, antes que nada novelista, por debut y por frecuencia, los transitó todos –biografía, guion, adaptaciones teatrales…–, y en todos, incluso en las columnas de opinión y primeros ensayos, más ortodoxos, está presente eso que él llamó «el sabor de la ficción», podríamos decir el aroma; sabor o aroma que se alcanzan no solo con la presencia de la dueña y señora imaginación, sino con la del empleo de las
técnicas mencionadas que son propias de la ficción, sin cuyo uso la imaginación se atenaza y por tanto su manifestación se empobrece. Mailer pues comenzó a practicar el nuevo reportaje de forma un tanto inconsciente, más por intuición que por análisis, aunque este inevitablemente se diera también, siquiera desde el momento de poner la intuición en negro sobre blanco. Antes nos hemos preguntado qué aporta este enfoque al reportaje tradicional. ¿Y qué le aporta a Mailer? Tanto como él al reportaje. Si gracias el empleo de las técnicas de la ficción el reportaje se vio enriquecido y elevado, en opinión de Capote, a la categoría de «arte», la necesidad de atenerse a los hechos y al tempo en que se suceden, unido a los imperativos editoriales de espacio acotado y fecha de entrega, hicieron que el caudal colosal de la prosa maileriana tuviera que contenerse, y gracias a la contención ganar en fuerza expresiva. Mailer tiene ante sí el material seleccionado, y la obligación moral de atenerse a él: fue tal político el que dijo tal cosa en ese momento, y no otra cosa parecida y más jugosa más tarde. Lo cual no veta el ejercicio de la reflexión personal y la hipótesis, siempre que estas aparezcan como tales, observaciones del reportero al hilo del hecho, y no parte constitutiva de este. Un margen subjetivo que también le permite, como cuando en novelista, dar más relevancia a ciertos detalles, omitir episodios banales, estructurar el relato en un determinado orden. Pero esos detalles fueron, y ese relato aconteció: un objetivismo subjetivo, valga la contradicción, para dar a la realidad, según hemos dicho, ese plus de verdad que la ficción intuye y no pocas veces desvela.
La obra periodística de Mailer es un cofre lleno de joyas diez años después de su muerte
Este objetivismo subjetivo le plantea al reportero un problema primordial: qué dosis de presencia permitirse; problema que depende en gran medida, pero no única, del uso de la primera o tercera persona (Joan Didion suele utilizar la primera, pero muchas piezas suyas son perfecto ejemplo de desapego helado; con Gay Talese ocurre lo contrario). Y es un problema que a Mailer afecta particularmente, por cuanto que incide de lleno en el del ego del escritor, tema al que dedicó muchas líneas. Mailer entiende el ego como sinónimo de orgullo: por un lado narcisista y por otro osado y competitivo. Ante el reto inédito de escribir sobre política, su ego –lo que Mailer entiende por él– le reta a vencer el miedo inicial y hacerlo. A veces parece que se trata a sí mismo con desdén o sarcasmo, o que tiene dudas, pero más pronto que tarde hace ver que su voluntad emerge y acomete la empresa de que se trate (ocurre también con los narradores de sus novelas). Parecería por tanto que Mailer se ubicaría de entrada como centro absoluto del reportaje, del tipo ‘Yoy-el-mundo’ antes que ‘Yoen-el-mundo’. No del todo. Solventa la disyuntiva primera/tercera persona adoptando la tercera y refiriéndose a sí mismo como «Mailer» o «el cronista»: «… a Mailer le pareció entonces que…»; «Cuando el cronista era más joven, tal vez hubiera dicho…». Esta creación híbrida, a la vez narrador y personaje, barniza el relato de mayor objetividad –todos los personajes son observados desde la misma distancia– y a la vez le permite a Mailer (al Mailer narrador) ser más flexible, ensanchar el margen subjetivo para la opinión o reflexión íntima. La obra periodística de Mailer –no solo los hoy clásicos ‘Los ejércitos de la noche’ o ‘El combate’– es toda ella un cofre lleno de joyas; diez años después de su muerte, en parte porque las nuevas tecnologías han uniformizado la manera de contar, haciendo más romo el ‘escalpelo’ con el que este hombre excesivo y genial definiera el estilo del escritor, zambullirse en ese cofre es casi una necesidad.
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ara cualquier lector avisado, versado en literatura de verdad, Juan José Arreola es un nombre conocido de la narrativa hispanoamericana, sobre todo por el enorme aprecio artístico que le profesara Jorge Luis Borges. Si bien es probable que sólo le suene o lo conozca por su sátira kafkiana, con huellas de Papini y de Dovstoievski, ‘El guardagujas’, incluida como es lógico en ‘Una selección personal’ (Puertabierta Editores), autoantología bilingüe con vistas al alumnado angloparlante, traducción al inglés de Ramón Elizondo y prologuillo mínimo y notas muy bien traídas de Vicente Preciado. El prologuista y anotador tiene apellido como de personaje de Rulfo y justamente la comparación con el autor de ‘Pedro Páramo’, coetáneo suyo y también jalisciense, me temo que ha perjudicado a Arreola. Lo primero porque la sombra de gigante literario rulfiana es muy alar-
gada y ha eclipsado su figura sin duda impar y lo segundo porque si todo cotejo es odioso, más aún en el caso que nos ocupa, toda vez que su narrativa está en las antípodas de la de Rulfo, siendo ambas tanto estilística como temáticamente de primera magnitud. Los dos, eso sí, manejan una escritura lacónica, sucinta, pero Arreola sin el poso indígena y la poética despojada de Rulfo, más bien parece, sobre todo en las tramas, un escritor europeo, de la estirpe legítima de Walser, Buzzati o, sobre todo, del mentado Kafka. El volumen consta de sus ocho cuentos predilectos. El inicial, brevísimo, ‘Autrui’, es una suerte de desdoblamiento o abducción esquizoide, en la línea del lema de la modernidad debido a Rimbaud «je est un autre», y muestra, según algunos exegetas, nuestro confinamiento y descomposición en «la angustia del ser frente a la nada». En ‘Pablo’ se aborda la dispersión de Dios en todas
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sus criaturas a través de la visita de la gracia a un oscuro oficinista. Otro, localizado en Numancia, deriva en un acercamiento, entre la erudición y el dislate, a la balística del imperio romano. Una de las historias, con apariencia de fábula didáctica, concierne en realidad, como casi todas, a los hondones de nuestra especie, refiere los problemas de una hormiga diligente que encuentra por casualidad un tesoro incomprensible para el orden establecido, al cabo objeto de culto y controversia. En fin, argumentos escuetos pero de mucho calado, desusados e insólitos, desarrollados como mecanismo de relojería, a la perfección. Un narrador en extremo recomendable. Lo que Arreola es a la cuentística del boom, un puntal indiscutible, lo es ahora respecto a la novela breve hispanoamericana –muy en boga, baste citar nombres como César Aira, Mario Bellatin, Alejandro Zambra, Rita India-
na…– Eduardo Halfon, narrador que procuro seguir libro a libro desde que di por casualidad con ‘El boxeador polaco’. En estas páginas hemos comentado ‘Monasterio’ y ‘Signor Hoffman’. La acción de ‘Duelo’, como los dos últimos que acabo de citar editado por Libros del Asteroide, comienza en un
Alonso es poeta, contumaz letraherido, empedernido cinéfilo y melómano de primera
chalet cerca de unos baños termales y junto a un lago, rodeado de amates y plantaciones de café y cardamomo, al que acude el narrador-autor tras las huellas de un tío, en principio ahogado allí con tan sólo cinco años, según piensa que le contaron, suceso que siempre le obsesionó. Mediante la habitual alternancia de tiempos, recupera también su estancia de niño (‘Little Eddie’) como inmigrante en Florida y recobra la memoria de su abuelo libanés y sus hermanos o su viaje por Alemania y Polonia tras el recuerdo de su otro abuelo, que sobrevivió durante seis años a los lager y al que salvara la vida el aludido púgil de Łódź en Auschwitz. Ambos abuelos aparecen juntos, en una escena estupenda, durante el ayuno del Yom Kipur, en USA. Dentro de lo que se agrupa bajo el marbete de ‘no ficción’, Halfon está novelando con rara sencillez peripecias familiares desde múltiples án-
gulos y perspectivas. En ‘Duelo’ se centra en la misteriosa muerte prematura, cuyo motivo sólo se desvela en el desenlace, de su tío, de nombre, compartido con dos de sus bisabuelos, Salomón. Aparte de los sucesos narrados, son muy interesantes las digresiones, siempre curiosas, lo mismo da sobre la epistemología epicúrea que sobre el número áureo; de las elucubraciones y maniobras de una memoriosa curandera que quiere ayudar al autor a encontrar, gracias a un brebaje inmundo de hierbas y raíces, «su verdad suya» que de la conversión de los campos de concentración en parques temáticos. Hay algo en su manera de narrar, no sé bien qué, que nunca defrauda, que siempre me gana. Si en la nouvelle de Halfon un motivo familiar funciona como imán y guía de la narración, a la que se van incorporando, al modo de los montajes por atracción de Kulechov y del cine soviético en general, los sucesos que confor-
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UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
SUCINTO Por breverías
UNA SELECCIÓN PERSONAL Juan José Arreola, Puertabierta Editores, 176 pp., 14 €.
man la trama, en ‘Claudio Monteverdi. Lamento della ninfa’ (Acantilado) de Ramón Andrés las secuencias cortas, en cinco capítulos más un apéndice facsimilar con las partituras originales, se hilvanan en torno al músico de Cremona, maestro de la tiorba –instrumento que para Góngora era «cisne de plumas» y metáfora del rumor del agua para Villamediana o el divino Bocángel-, su obra y evolución compositiva entre el Renacimiento y el Barroco, hasta centrarse en el madrigal del título, que procede de una ‘canzonetta’ de las ‘Poesie’ del florentino Ottavio Rinuccini, su poética y su sentido. Para situar el motivo, hasta llegar a la antinomia petrarquista fuego/hielo, remontándose al Medievo, el autor se adentra en la naturaleza de los bosques –que tan bien conoce, baste citar sus poemas del Baztán–, desde su humedad germinal, floresta y espesura consustanciales y en su
plasmación artística, que contempla tanto lo pictórico – con una digresión, entre tantas, digna de recordarse, sobre Simonetta Vespucci, casi ninfa, la de Botticelli, que tan bien ha sublimado entre nosotros Antonio Colinas- como lo histórico, filosófico, lo literario: Propercio, las ‘Bucólicas’ de Virgilio, el ‘Decamerón’ de Boccaccio, la ‘Arcadia’ de Sannazaro, Garcilaso… lo agrícola incluso y, especialmente, claro, lo musical. Fija el origen de las ninfas, su etimología y los rasgos que las caracterizan en el imaginario mitológico: criaturas delicadas y errantes, «entre lo corpóreo y lo incorpóreo», que viven «en lo escondido», «pisando flores» en busca del amado, de piel desvaída, «como venida de un desmayo» puntualiza poética, espléndidamente Andrés. La escritura de Andrés conjuga, y mira que es difícil, precisión –cincelada desde sus aforismos–, sensibilidad lírica –adiestrada en sus versos–
DUELO Eduardo Halfon, Libros del Asteroide, 112 pp., 13,95 €.
CLAUDIO MONTEVERDI. LAMENTO DELLA NINFA
JOYAS ROBADAS Luis Alonso, Amargord, 264 pp., 15 €.
Ramón Andrés, Acantilado, 146 pp., 12 €.
y aliento largo –ejercitado en sus portentosos ensayos sobre Bach, Mozart, el suicidio, la mística…–. Y qué decir de su erudición, que me deja de continuo pasmado y que en modo alguno empece la amenidad, no exenta de constante provecho, de su prosa. Lo que afirma sobre ‘El reino de la fortuna’ de Peter Sloterdijk es aplicable por completo a este tratado: breve y luminoso. Una lección en toda regla sobre la belleza, de una sutilidad y hondura singulares, que es a la vez contextualización, exégesis y apertura reflexiva y, sobre todo, un homenaje fruto del conocimiento penetrante –llamarlo enciclopédico me parece degradarlo– y de la admiración por Monteverdi. En realidad el ensayo refleja, como la corona fúnebre que le dedicara al músico Matteo Caberloti, «más que admiración, reverencia». Abreviando, que es gerundio; cerramos las recomendaciones de hoy con un broche
de oro, nunca mejor dicho en virtud del título, ‘Joyas robadas’ (Amargord) del vallisoletano criado en Medina de Rioseco Luis Alonso, con ilustración de portada, inducida por un apunte del propio autor, a cargo de Jesús Capa y prólogo de apenas dos páginas pero muy sustanciosas de Gustavo Martín Garzo, que califica el volumen como «manual de iluminaciones», con mucha propiedad, porque en efecto todos los fragmentos de «material disperso», engarzados temáticamente, constituyen, a mayores de prueba palpable del increíble dominio de letra e imagen del autor, un compendio entretenido, ingenioso y sugerente, no hay apuntamiento del que no se pueda extraer algo sustancial. Alonso es, aparte de poeta, contumaz letraherido, empedernido cinéfilo y melómano de primera. No le hace ascos a nada para autorretratarse e ilustrarnos de modo siempre certero sobre el amor pasional, los números, el fútbol…la
vida, la muerte y sus derivados: graffitis, microrrelatos, fotografías, epitafios, aforismos, Facebook, chistes, slogans, anuncios o reclamos publicitarios –parece ser que es publicista de profesión, de ahí su atracción por lo ceñido y lacónico–, artículos de periódicos… Un tesoro, en definitiva de citas y reflexiones, pongamos la entrada sobre el dinero en la que encadena a una corista del Moulin Rouge con Ferlosio y el ‘economista’ Josep Pla o las dos consecutivas sobre el circunflejo, portentoso, increíble Bergamín. Una colección para conservar como oro en paño y releer de vez en cuando, por cualquier página, pues se nos ofrece un hallazgo tras otro. Pero lo dejo aquí, con una cita del aforista y poeta polaco Stanislaw Jerzy Lec sacada del libro: «seamos breves: el mundo está superpoblado de palabras». Aunque no sea, desde luego, tras un artículo tan extenso, el más indicado para invocarlo.
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Aspecto del embalse de Barrios de Luna (León) a finales de septiembre. :: JOSÉ LUIS BARRIOS
Sequía Q
ué quieres que te diga, lo que a mí más me preocupa ahora mismo es el planeta, que es como la única casa que una familia tiene. Y se le está cayendo plano a plano, tú verás. Unas habitaciones se le inundan y aparecen cadáveres flotando entre muebles y lámparas; otras, en cambio, están ardiendo ahí, al lado mismo, y todo se abrasa en ellas sin remedio. La casa común se va a desplomar, se extinguirá la estirpe humana –como pasaba con la casa Usher, de Poe– y hay quienes aún se afanan en poner un tabique más, levantar una nueva habitación propia para vivir más ensimismados, como si nada grave estuviese sucediendo afuera, como si ignorásemos que ya no hay propiedades, que todos estamos en el planeta en régimen de alquiler. Aquí, en la habitación que tenemos alquilada en este apéndice extremo europeo – perdona, chico, pero no me atrevo a denominarlo con nomenclatura política, visto lo que hay–, nos ha tocado la plaga del calor y sus secuaces: falta de agua, sequía, temperaturas impropias. Invocamos a la
lluvia, que no viene del cielo porque nuestra cuota de agua ha caído sin clemencia en otros lugares, y seguimos lamentándonos pero todavía en tono menor: no llueve, bueno, al menos podemos salir a las terrazas en pleno otoño a tomar helados y bebidas frías, y fíjate en las playas, aún atestadas de turistas que muestran sin pudor sus varices por estas fechas, y la gente aún no ha repuesto en los armarios la ropa de invierno, y da gusto volver a casa en manga corta por la noche… En la ciudad, ya sabemos, la lluvia trae inconvenientes: el tráfico atascado, la torpeza de andar esquivándolo todo con paraguas, esa humedad que estremece los bronquios, niños desabrigados, ancianos que permanecen en clausura en las casas de los hijos… Que llueva, claro, pero en los campos solamente –eso acabo de oír, te lo aseguro, en una elíptica conversación de ascensor–, que llueva «sobre los huertos hipotecados» (aquel verso de Ledo Ivo que magnetizó a Antonio Pereira cuando lo leyó por vez primera) pero no en la ciudad, ese escenario hecho para la prisa pública. Así que muy pocos se
CEREZAS EN EL ESCONDITE TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO
toman del todo en serio el asunto. Antonio Gamoneda escribió ese larguísimo poema pluvial cuya estructura anafórica comienza siempre así: «Ha de llover». La lluvia vendrá a ocupar todo, a arrasarlo todo «con desesperación agraria», dice el poema, y podrá con los huesos de Felipe II, con las cartas de amor de Francisco Franco, con los adolescentes frenéticos y los ancianos extraviados en la música. «Hay sequía en la luz y la ceniza llora». Con esa imagen post-apocalíptica comienza el poema, que proclama con una excitación de imágenes alucinadas cómo la lluvia terminará por fin con todo. La lluvia o el olvido. De eso trata quizás, anda tú a saber, el poema de Gamoneda. Pero ahora es otra cosa, ¿sabes? No llueve. Los pantanos desvelan sus cicatrices y los maizales chamuscados configuran este paisaje de espanto otoñal que en algunos lugares ya se enseña a los turistas como una atracción de fin de semana. La gente acude a ver el aspecto pintoresco de los embalses vacíos igual que va a un parque temático. No lloran frente a ellos; simplemente, sacan fotografías y hacen algo de tiempo hasta la hora de comer en un restaurante cercano. La sequía es la golosina de lo exótico, simplemente. Porque, verás, de momento la tragedia solamente está ahí, desconectada de nuestra vida cotidiana. O eso parece, al menos. No falta el rumor del agua corrien-
te en las cañerías de las casas y los adolescentes pueden ducharse sin misericordia y todo se friega a chorro suelto porque el agua obedece siempre al gesto del grifo. ¿Dónde está el problema, entonces? La sequía no es asunto doméstico. Pero sí lo es, yo te digo que sí lo es. Ha contagiado a todo en esta habitación alquilada donde vivimos. Y hay sequía de palabras, de palabras vivas, sustituidas en los lenguajes públicos por excrecencias verbales que ya no saben a nada, no huelen a nada. Están secas como estos campos de maíz perdido. También ellas perdieron su orientación y son aprovechadas por unos y otros en beneficio propio. Dan bandazos sin sustancia. Palabras primordiales como democracia, libertad, opresión…, usadas ya como mercancía barata y arrojadiza. Seca. Y también hay sequía de ideas, sustituidas por gestos, por protocolos vanos, por añagazas complacientes con la multitud que, embobada, sigue al flautista hasta ese territorio, más allá de la cordura, donde estalla una vio-
De momento la tragedia está desconectada de nuestra vida cotidiana. O eso parece, al menos
lenta emanación de pulsiones como gases atascados hace mucho. Y entonces, sin la verdad de las palabras, sin la nobleza de las ideas, es cuando el otro deja de ser el otro para ser el enemigo. Se enarbolan las banderas (qué miedo de siempre, las banderas) y se pide la cárcel –o algo peor– para algunos exhibiendo carteles que recuerdan a aquellos westerns en los que la turbamulta pugnaba por adelantarse al sheriff. Así que, ya ves tú, la sequía ha afectado a todo. Proliferan los discursos enardecidos (nada peor que un tono crispado para pedir tranquilidad) y es el énfasis –no el contenido– el que gobierna cuanto se dice por los figurantes de esta discusión inmobiliaria sobre tabiques. Las manifestaciones ciudadanas que, sin colores ni consignas ni banderas, proponen terminar con este encallamiento pertinaz (sequía pertinaz, se decía, ¿te acuerdas?) parecen traer signos de esa otra lluvia benéfica que debería empezar a caer sobre todas la cabezas de nuestros representantes antes de que embistan. Para ablandárselas, para refrescarlas. Pero es difícil creerlo sin escepticismo. Y este país, que en el colegio dividíamos geográficamente en dos cuarteles excluyentes: la España húmeda y la España seca, seguirá practicando aún por mucho tiempo la exclusión y el ensimismamiento, los dos enemigos más airados de la tolerancia y el pensamiento. Ha de llover.
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LECTURAS
MIRADA Y CANCIÓN DEL TIEMPO ‘Las alas del canto’, de José María Muñoz Quirós, expresa la plenitud de un creador literario ENRIQUE BADOSA
U
n hecho literario tan sorprendente como diría que ya olvidado. Más o menos a principios del siglo XX, se produce entre poetas españoles una increíble agresión al soneto. Resultó tan efímera que hoy... ¿Qué suscitó que tan prestigiosa forma literaria provocase agresión, deseo de aniquilarla? Pero obviamente la amenaza no prosperó, la sonetística persiste. Buena prueba entre tantas otras es el poemario ‘Las alas del canto’ que felizmente tengo en mis manos, texto debido a José María Muñoz Quirós. Me ha llegado incluído en la colección ‘Palabras mayores’ de la editorial Alhulia, y en pulcra impresión llevada a cabo en la granadina Salobreña. Otra entrega de un poeta que desde su Ávila continúa regalando con una actividad lírica que afirma y reafirma cuán inútil y ridículo fue el propósito de acabar con el soneto. Con esta nueva aportación, Muñoz Quirós en la primera parte del libro en cuestión afirma que el soneto sigue aquí sin ambajes: fondo y forma,
en calidad y cantidad: nada menos que con 45 composiciones que una vez más acreditan el talento de su autor. Todas ellas –parte inicial del poemario– bajo el título general de la entrega, que se complementa con otras 31 composiciones –‘Noción del alba’– de factura libre –iniciadas por un poema titulado ‘Poética’ en el cual se manifiesta esa «desolación de la palabra» que, junto a la necesidad de ella, tan intensamente se vive por el poeta como por el lector de los sonetos previos. El conjunto de dichos sonetos se inicia con una espléndida pieza sencilla y rotundamente titulada ‘Francisca Sánchez’. Emotivos versos que a un tiempo son homenaje a tan amorosa persona como a quien de ella –Rubén Darío– acuñó este endecasílabo conmovedor: «Francisca Sánchez, acompáñame». La elección de estos catorce versos avala la calidad de Muñoz Quirós como poeta sensible a la gran lírica que aparecerá en las composiciones de sus Alas del canto. No ajenas a la presencia rubeniana, y que de modo libérrimo Muñoz Quirós a la vez posee y es poseído por el quehacer de un creador de lo más comprometido con su propia personalidad. Símbolo de tal libertad es el poemario en cuestión. Símbolo e instrumento para llevar a cabo la obra: palabra cuya mejor definición también puede que sean sus cuatro claras consonantes y sus tres diáfanas vocales. Explícita y tácitamente lo mismo el poeta que el lector gozarán en este poemario del magisterio y de
José María Muñoz Quirós. :: EL NORTE la libertad del canto lírico de Muñoz Quirós. En las dos partes del libro, el autor acredita indudable, feliz madurez para un cantar que culmina en la ya bien acreditada y personal tarea del poeta avulense. Palabras y palabra que Muñoz Quirós pone al servicio de una temática en la que se afirma el gozo del verso tan evocador como recreador del Tiempo personal del poeta como del Tiempo que le ha asistido –placer, dolor, esperanza, conciencia vital...– algo que no sólo es propio del Yo del poeta, sino también del Yo de quien lee a la vez con la complacencia estética y con la del autoconocimiento. Poesía del Yo y del Nosotros, inevitablemente compartidas. Y todo esto plasmado en poemas –los sonetos y los demás de no menor perfecta forma– que el lector de ‘Las alas del canto’ y de ‘Noción del alba’, excelentes conjuntos de unidad no sólo aparente-
mente diversa, sabrá apreciar en toda su calidad. En ambas partes del libro, la sorpresa de composiciones dignas de los mejores ya publicados logros de nuestro poeta. Me remito a ellos, que no son pocos. El lector llevará a cabo su propia selección, pero me parece que el comentarista laudatorio por lo menos tiene que arriesgarse a dar noticia de algunos de los que siente como acertados momentos de la inspiración del poeta al que elogia. Me permito, por lo tanto, el
LAS ALAS DEL CANTO José María Muñoz Quirós (2015). Alhulia S.l Artes Gráficas. 96 páginas
peligro del reto de llamar la atención de unos cuantos poemas y versos del libro, los cuales deseo compartir con quien lo abra así como con su autor. El poema ‘Francisca Sánchez’ que inicia el contenido de los sonetos, acaba así: «Quien escribe un verso que no cesa / de crecer en sus manos donde estalla / en la tinta encedida otro poema». En ‘Pájaro del amanecer’concluye: «Déjame estar al borde de tus alas, / en el olvido por donde resbalas / a la sombra escondida de tu nido». ‘Cansancio’: «Cansancio en las palabras que no digo /, en el presente oscuro que no veo, / en el presente incierto que se escapa». En ‘Lo inesperado’ se lee: «Van las cosas / huyendo hasta la sombra de la ausencia». En ‘Carpe diem’: «Carpe diem nos va diciendo el viento. / Lo que viene se va y lo que creía / que era cierto no es tanta certidumbre».
En ‘Pedro Garfias’: «Estoy preso en la cárcel de mí mismo / en el alto silencio de los pájaros, / en la brumosa luz de lo vivido». En ‘Rafael Alberti’: «Atrás se queda / una triste paloma equivocada / entre la nieve de la arena». En ‘Meditación’: «Es el callado bosque que resguarda / la mirada del tiempo y se desborda / en el sueño del sueño de mi sueño». En ‘Proximidad’: «Y no hay exclamación más infinita / que la que vive sin estar escrita / en un paisaje de tristeza y muerte». ‘Noche de Reyes’: «... y, pasaron prestos / al lado de mi casa. Me han dejado / otra pregunta más y otro silencio». El silencio, el tiempo, la palabra, pues, en unos sonetos de irrefutable plasmación que José María Quirós ha compuesto con la firmeza y la tansparente libertad del buen conocedor del oficio y de sus posibilidades lo mismo que los poemas a la vez libres y contundentes de ‘Noción del alba’. En esta segunda parte, el autor sigue manifestando con el título de ‘Poética’ una visión de patetismo de la conciencia, del vivir: «... Callo. Nada puedo / decir que me hable sin más / de mi silencio». Y el conjunto acaba con los cinco versos titulados ‘El dolor’: «Sabes en la memoria la clave del dolor. / Terminas donde puede el silencio ser grito. / Así, como se escribe la desnuda caricia / en un cuerpo desnudo, / todo transita y queda enmudecido / en los ojos vacíos». ¿Poemario pesimista? Más bien versos que expresan la plenitud de un creador literario que no duda ante el verso del canto que a un tiempo se nos muestra como personal y sin duda colectivo. Y que por ambas facetas merece la gratitud del lector.
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LECTURAS
EL REGRESO DEL HOMBRE DE LAS ISLAS ‘Pólvora en el sueño’, de Miguel Ángel Velasco, es una lección increíble de pundonor y de entrega a la palabra ANDRÉS GARCÍA CERDÁN
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sta mañana he vuelto a ‘Sobre el silencio y otros llantos’ de Miguel Ángel Velasco (1963-2010). Con este libro el poeta de Palma de Mallorca mereció en 1979 un accésit del Premio Adonais. Apenas tenía 16 años. Claudio Rodríguez y Rafael Morales vieron en él a un guerrero talayótico con alma de ruiseñor. Su precocidad y su irreverencia parecían proverbiales: «No despiertes la vanidad del sismógrafo / ni pongas tus manos / sobre el corazón del zahorí». De ello se dio cuenta pronto Agustín García Calvo, quien reconoció su «humildad» poética, «procediendo –le dice– como procedías de la alta Literatura». Su juventud –más allá de la edad– fue extrema y venía acompañada de una fuerza indómita. Velasco buceó la experimentación y la ruptura del discur-
so desde un inicial surrealismo esteticista propio, en una España aún en clausura, hasta el clasicismo trascendente, panteísta («y siente / latir el bosque en vilo de inminencia») y, al fin, la poesía metafísica. Con él volvía a arder el polvorín: de un lado Gimferrer, Colinas, Martínez Sarrión, Carnero; del otro, Blanca Andreu, Panero, Casariego Córdoba y, después, Cabrera y Gallego. Este nuevo Rimbaud, este Ulises de todas las islas, amante de la Ilíada y los afters, de Lucrecio y los ammonites, de El poeta mallorquín Miguel Ángel Velasco. :: S. BARRENECHEA Idea Vilariño y los mandalas, de Elías Canetti y Shakespea- vida desatada’ (2000), en ‘La Todo menos él: «Con qué clare y Rilke y los fractales, can- miel salvaje’ (Premio Loewe, ra tersura hemos brillado / en tor de las heridas de los hé- 2003), y más en ‘Fuego de rue- esas noches altas, / bebiendo roes, hermano del fresno, ‘ra- da’ (2006) y ‘Memoria del tras- un vino recio que caldea / el diant child’ de las químicas luz’ (2008) y más en ‘Ánima vivir y lo encumbra / hasta toceremoniales, que persiguió de cañón’(2010), Velasco ur- car los cielos nuestra mortal los bosques por la estepa lisér- dió las telas de un sueño que medida». Mientras la oligogica de Castilla, hizo de la raíz lo había de llevar a lo más alto. frenia se apodera de la poesía y los asombros, de la pólvora Había nacido un mito. y la crítica actuales, Velasco y la metafísica su fe. Había en «Desde la herida vieja / de aparece a nuestros ojos como sus versos la insolencia del este pino sangrado se derra- un inmortal, como un demiurque cree y descree: «¡deprisa! ma / el melodioso acíbar de su go en el oscuro tiempo de los es hora de amarrarte al más- tuétano: / la lágrima encen- imbéciles. Él, que desde sus til». Eso hizo. Como un san- dida. / Entró el tiempo a de- primeros años se supo poeta to, amarrarse al mástil y en- güello en esa brecha», dice en y cuidó esta parte de sí, que tregarse a todas las tormen- ‘Resina’. Ya no hay poetas era todo, con exquisitez y detas y a todos los cantos de si- como él. Afortunadamente, voción absolutas. Él, que a rena del lenguaje. En aquel las páginas de ‘Pólvora en el nada más obedeció. Que idoprimer poemario, y luego en sueño’ (Chamán, 2017)pre- latró de verdad a Homero, a ‘Las berlinas del sueño’ (Pre- servan en ámbar su liturgia y Coleridge, a Baudelaire. Que mio Adonais, 1981) y en ‘Pe- su magia y las ondas expansi- le entregó el pellejo, el alma, ricoloso Sporgersi’ (1984), y vas de aquella inmensa llama- la carne viva y el aliento, hasluego en ‘El sermón del fres- rada. Ahí afuera, todo da un ta la última gota de su sangre, no’ (1995) y ‘El dibujo de la poco de pena, todo es un poco al poema, para ser más en él savia’ (1998), y luego en ‘La demasiado sórdido y estéril. y desde él y para llevarlo lo
más lejos posible en su indagación de la naturaleza, el ser, las palabras. Como un nuevo Juan Ramón Jiménez. Como un César Vallejo poderoso. Como un Borges visionario. Entre las luces estroboscópicas y la épica, bailamos en Pólvora en el sueño con Velasco, y gozamos de su santa lujuria: «En la Ilíada nos prende/ esa intención precisa en la manera / de describir el daño. Cuántas veces / se demora el hexámetro en el sitio/ de la quebrantadura, / en el fiel inventario del estrago: / el lugar que desgarra la espada, cómo hiende / la carne y desmorona ese cartílago». En su grandeza somos grandes quieneslo leemos. Luego, por ahí, todo se reduce a evitar ese tufo que amenaza con certificar la muerte del lenguaje: poesía basura, ‘low cost’, de autoayuda, fécula de poesía, postureo poético. Contra todo, en un arrebato de dignidad y lucidez, Pedro Gascón y Ana Toboso, de Chamán Ediciones, encargaron al poeta navarro Alfredo Rodríguez esta ambiciosa selección de su obra, incluyendo tres entrevistas y otros textos en prosa. Es, sin duda, a poco que abra el lector las páginas del precioso volumen, uno de los acontecimientos poéticos del año. Rodríguez se ha tomado el asunto con sobriedad, pero con fervor: se le nota el entusiasmo. Así, desde el primer al último poema, ‘Pólvora en el sueño’ es una lección increíble de pundonor y de entrega a la palabra, de amor por el don y de fiebre llevada a los extremos diáfanos de lo hermoso y lo inteligente. «El fuego laborioso hace de oro / sus escamas tupidas, y ya es / una rosa de ascua”, desliza Velasco en “Piña de lumbre”, a la memoria de Claudio Rodríguez. Esta antología amplifica y define los ecos de aquella otra,
La mirada sin dueño (2008), que Vicente Gallego preparó para Renacimiento, aún en vida del poeta, en la que se excluían sus tres primeros libros. Yo creo que esa parte ausente es una parte valiosísima de su obra, a pesar de sus propios reparos, y que incluirla haría posible mostrar a las claras su viaje fascinante por la poesía a lo largo de más de tres décadas. Con todo, como desagravio, la selección de Alfredo Rodríguez acoge esa última exhalación y ese último resplandor que es ‘La muerte una vez más’ (Tusquets, 2012), preparada por la recientemente fallecida Isabel Escudero. Antes de doblar las rodillas y hundir su rostro en el polvo, como un nuevo Aquiles de doradas grebas, como un Robert Plant de corazón desmesurado, Velasco nos ofreció sus últimos libros y nos dejó despedirnos, con todos los respetos, de su universo pirata y psiquedélico, entre la vida desatada y la vida en daño, entre el sermón del fresno y el aldabonazo del cañón. «¿Adónde irían / las garzas?» –se pregunta en La miel salvaje–. «Sólo sé / que algo de mí partió aquella noche / desde el arco del puente; / algo de mí se fue y boga dichoso / hacia algún sur de luz en la flecha del vuelo». Miguel Ángel Velasco, for ever. El otoño es mucho más hermoso con él y en él.
gunos países del norte se vuelvan a levantar templos a los Aesir. Me refiero más bien a la importancia que ha tenido en la cultura. Ya he mencionado cómo los creadores de superhéroes adoptaron a los dioses de Asgard. De hecho, el equipo por antonomasia de la Marvel, los Vengadores, no se hubiera formado sin la necesidad que tuvo el rubio dios de que le ayudaran contra su hermano Loki. Pero la llamada fantasía heroica sería impensable sin los mitos de los vikingos y germanos. Robert Howard la incluyó de forma más o menos patente en sus historias de la era hyboria –uno de los pueblos son los vanir, en algún momento Conan se encuentra con Ymir–. Y ‘El señor de los anillos’, el
buque insignia de toda la épica fantástica, sencillamente no habría sido posible. Ni ninguno de sus émulos. ¿De dónde creen ustedes que vienen los sigilosos elfos, y los enanos, esos hábiles herreros? Es muy posible que la culpa de todo, o al menos parte de culpa, la tuviera el señor Wagner y su mastodóntica ópera ‘El anillo del nibelungo’. Hasta en la saga de moda, ‘Canción de hielo y fuego’, planea la sombra del Ragnarok, el fin del mundo vikingo, que tendrá la forma del más oscuro y frío de los inviernos, y una batalla contra los monstruos que regresan después de eternidades dormidos o sujetos. Por cierto, la palabra saga también es de origen nórdico. Con su ‘Mitos nórdicos’,
Neil Gaiman, nos acerca de una forma amena, brillante, con una estructura que queda a medio camino entre el libro de cuentos y la novela canónica, a las hazañas de aquellos dioses trágicos, ingeniosos, brutales, pero también dados, se nos dice, a la risa fácil. Hay una poesía en el mito del norte, más extraña y más profunda que en otras mitologías, llena de imágenes perturbadoras y fascinantes. No es extraño que el protagonista velado de este libro, por encima de todos los demás dioses, sea Loki, que es uno de esa raza de dioses traviesos, como Hermes o Anansi, un dios paradójico, hacedor y deshacedor de entuertos, que arrastra el más terrible de los destinos.
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA
MITOS NÓRDICOS
A
l leer prólogo de ‘Los mitos nórdicos’ de Neil Gaiman, en los que el autor explica cómo se tropezó por primera vez con las mitología de los vikingos, uno no puede sino sonreír, pensar esto me suena. Porque, al parecer, Gaiman tomo su primer contacto con los Aesir, las valkirias, el Valhalla, del mismo modo que yo. Del mismo modo, sospecho, que un montón de niños desde mi infancia, o puede que desde
la infancia de la generación, o dos generaciones anteriores a la mía: se encontraron con un tebeo de ‘Thor el poderoso’. La idea molaba bastante –aunque creo que entonces no sabía tampoco de la existencia del verbo molar–: un dios vikingo exiliado, suelto en Nueva York, convertido por esa razón en uno más de los superhéroes que, desde las páginas de Marvel Cómics, habían infestado la Gran Manzana. Probablemente era la primera vez
CIRO GARCÍA
que me topaba, o era consciente de la existencia de los dioses vikingos. De este modo, a través de la mitología de los superhéroes, llegué a la mitología nórdica. En cierta manera –aunque nunca dejó de estar de presente, al menos en alguno de sus elementos, en amplias zonas de Europa, transformada en folklore popular– la mitología nórdica tuvo, al igual que la celta, una especie de revival en el siglo XX y XXI. Y no me refiero a que en al-
PÓLVORA EN EL SUEÑO Miguel Ángel Velasco. Selección de Alfredo Rodríguez. (Chamán Ediciones, octubre 2017)
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TODO VIVE DESDE DONDE BROTA ‘Dioniso. Eros creador y mística pagana’, de Hugo Mujica, reflexiona sobre la temporalidad presente del hombre
DOS BIOGRAFÍAS DE DOS ILUSTRADORAS DE LA TIERRA :: V. M. NIÑO
JORGE DE ARCO
H
ay unos versos de Hugo Mujica, pertenecientes a su poema ‘Amanece y callo’, que rezan así: «Busco un alba virgen de mí,/ busco el nacer de la luz, / no su alumbrarme». Y los he recordado tras terminar la lectura de su nuevo ensayo poético, ‘Dioniso Eros creador y mística pagana’. En él, se adivina una sugerente hilera de racionalidad, un compendio de hondas reflexiones sobre lo trascendente que resulta para el hombre ser consciente de su presente temporalidad, ser escrupuloso en cuanto a su manera de legitimarse en el mundo. Para el escritor argentino, el ser humano debe sostener un constante deseo de crear y crearse, de generar un perpetuo asombro que le permita formular su vitalismo desde lo sustancial. Procedemos del mito y desde su flexibilidad interpretativa debemos seguir suscitándonos para no caer en la tentación de lo concluso; sólo, de esa manera, podremos acompasar nuestros latidos al ritmo real de nuestra existencia: «Todo vive/ desde donde brota/ y crece hacia donde parte./ El mito, su poesía, fue el contar como algo llegaba,/ irrumpía/ nacía en la consciencia./ Se originaba./ Como nos poseía la realidad,/ nos adentraba y comenzábamos a vivirla:/ a darle carne./ Un algo que siempre estuvo podía por fin aparecer,/ llegaba a ser figura,/ tener nombre,/ a desplegarse historia, humanidad». El origen y el destino que forjan nuestra identidad va completándose, manando a través de este diálogo con las palabras, desde el que Hugo Mujica hace partícipe al lector de su visión de lo singular y de lo universal, de lo terrenal y de lo celestial, de lo consumado y de lo eterno.
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
El escritor argentino Hugo Mujica. :: EMILIO NARANJO-EFE Despojado de toda máscara, de cualquier oropel que no signifique libertad, su discurso testimonia lo fecundo, el vigor inagotable que nos convierte en co-creadores del ciclo de la vida. El propio autor bonaerense anota: «Creo que ni siquiera habrá un dios que nos salve si abdicamos ante la idolatría de lo dado y lo que ya se sustantivó, si nos postramos ante el culto de la objetividad con su mito del mundo como cosa hecha, y, consecuentemente, su haber despojado a la existencia de su perenne estado de epifanía». Y al hilo, en efecto, de su decir, puede descubrirse esa revelación ontológica que le permite argumentar: «Dioniso es la vida siendo sentido de sí misma:/ dándose a sentir:/ sintiéndose en cada vida./ Conciencia sintiente,/ expuesta,/ de un cosmos/ atravesado de fuerzas e intensidades,/ de sentidos y misterio,/ de contingencia e indeterminación/ y, no obstante,/ o precisamente por: un cosmos uno,/ pero no
DIONISO. EROS CREADOR Y MÍSTICA PAGANA Hugo Mujica. EL HILO DARIADNA. Colección SOPHIA. Madrid, 2017. 208 páginas. 16€.
en sentido de cantidad/ o identidad,/ ni idéntico a sí,/ ni pleno». El volumen admite múltiples lecturas, pues son numerosas las aristas que expanden constantemente sus posibilidades interpretativas. Mas, al cabo, hay un nexo común, unificador de cuánto brota y, no es otro que el Dioniso celebratorio, feraz, desde el que fluye la complicidad con el prójimo, y porque no, consigo mismo: «¡Del suelo mana vino, mana leche, destila miel!/ ¡Dulce es Dioniso, huele a pino y a incienso sirio!/ ¡Evohé! Evohé! Leche de la necesidad, miel de la dulzura de la vida/ y vino que la celebra/ y goza». Un goce, sí, que se justifica desde el propio proceso creativo del libro, del que el escritor argentino reconoce haber disfrutado plenamente. La amplia obra de Hugo Mujica -tiene publicados más de veinte libros de poesía y de ensayo, al margen de sus numerosas antologías personales editadas en veinte países, algunos de los cuales ya han sido traducidos y publicados en diez idiomas-, se complementa, pues, con este atractivo y revelador análisis, que refleja la sabiduría y el buen hacer de un autor que no abdica ni renuncia al perenne deseo de deslumbramiento vital: «El éxtasis es sobrepasar,/ el ir más allá del mundo en que vivimos, de esa realidad, ese/ andamiaje, que nosotros mismos/ construimos/ y que terminamos viviendo como algo exterior,/ como algo enfrentado/ como objetividad:/ cosas,/ no latidos».
Coinciden en las librerías Noemí Villamuza y Cinta Arribas, ilustradoras de Castilla y León con dos álbumes biográficos de Gutenberg y de Gloria Fuertes. La palentina Villamuza, afincada en Barcelona donde compagina docencia y creación, pone sus lápices al servicio de la colección Genios de la Ciencia de la editorial Vegueta. Por su parte, Arribas, vallisoletana en Madrid, trabaja para la colección Pequeña&Grande de Alba editorial. Noemí se ha metido en una familia de Maguncia que acuñaba monedas. Johannes Gutenberg, mundialmente conocido por el invento de la imprenta, no pudo gozar el vida el reconocimiento de tan crucial creación humana. Quien superó siglos de amanuenses con un sistema mecánico que abrió la era del libro, quemó todos sus ingresos en sus intentos y su prestamista se hizo con el honor de imprimir la Biblia. De todo esto habla ‘Gutenberg, un inventor impresionante’. El libro que nos ocupa está escrito por Álvaro Marcos. El trazo de lápiz y el tratamiento de los niños que caracteriza a Villamuza también se constata en esta obra. Marcos sigue la biografía de Gutenberg. El lagar, la prensa de la uva, inspiró la creación de la imprenta. Pero para llegar a los tipos móviuvo que inles, Johannes tuvo vestigar. Marcos recorre sostoria del limeramente la historia ra hasta llebro, de la escritura a. Un viaje gar a al xilografía. apasionante paraa quienes os a las nacieron pegados pantallas. De un hombree del ujer siglo XV a una mujer erdel XX. Gloria Fuer-
PEQUEÑA&GRANDE GLORIA FUERTES Texto de Mª Isabel Sánchez Vegara, ilustración de Cinta Arribas. Alba Editorial. 28 páginas. 16 euros.
tes, en el año de su centenario, ha sido reeditada por unos cuantos sellos dirigidos a niños. Alba se ha fijado en su biografía. María Isabel Sánchez Vegara es la autora de los textos de toda esa colección que en este caso tienen forma de largos pareados. En apenas una decena de apuntes esboza la vida de quien fue siempre identificada con el público infantil. Entre las virtudes literarias, introducir sin aspavientos a la mejor amiga de la poeta. Cinta ha concebido una Gloria caracterizada por su melena cuadrada y su corbata de rombos poperos, motivo que lucen las guardas.
GUTENBERG, UN INVENTOR IMPRESIONANTE Texto de Álvaro Marcos, ilustración de Nomeí Villamuza. Vegueta Ediciones. 35 páginas. 14 euros.
El estilo naíf de Cinta llena de color las palabras de Sánchez Vegara, amplificando el texto. Dos exponentes, Villamuza y Arribas, del nivel artístico de la ilustración apadrinada por Pencil.
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sta semana voy a ocuparme de cómo los hablantes perciben y organizan el mundo a través de los usos lingüísticos, especialmente a través de los metafóricos; de cómo nuestro mundo de experiencias orienta los sentidos de las palabras. Hablaré de metáforas, de las que utilizamos habitualmente sin ser conscientes de ello, de las que afectan a nuestra manera de percibir el mundo. Les aseguro que nuestro lenguaje común, el de todos los días, es mucho más metafórico de lo que creíamos. Muchas metáforas de las consideradas ‘convencionales’, a las que apenas prestamos atención, impregnan nuestra vida cotidiana. Partiré de una concreta que identifica el discurrir con el hilo y el discurso con el tejido: un discurso es un tejido. De hecho, la palabra ‘texto’ procede del latín ‘textus’, participio del verbo ‘texere’. En español empleamos todo un mapa textil para la actividad discursiva oral o escrita. Cuando se tejía, la trama, la urdimbre (conjunto de hilos colocados en paralelo y a lo largo en el telar para pasar por ellos la trama y formar un tejido) o la lanzadera eran realidades bien conocidas. De ahí verbos como ‘hilar’ o ‘hilvanar’ con el significado metafórico de enlazar ideas o palabras; o ‘tejer’ con el sentido de discurrir o idear un plan; o ‘tramar’ o ‘urdir’ con el significado de pensar y preparar con cautela algo, generalmente un plan, una intriga o un chisme. Se lanzan rumores, mentiras o bulos para desacreditar a alguien. El texto es un tejido. Se desurde o se destrama una trama o intriga del mismo modo que se desurde o se destrama una tela quitando la urdimbre. La forma en que están entrelazadas las fibras de un tejido es la textura; como también lo es la manera de estar combinadas o trabadas entre sí las partes, partículas o elementos de una cosa. Por eso, para referirse
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
UNA METÁFORA DE LA VIDA COTIDIANA a la estructura del discurso, se habla también de la textura discursiva. El discurso (hablado o escrito) es una cadena de palabras. Dan cuenta de ello expresiones como ‘hilar fino’ (o ‘hilar delgado’, que dicen en algunas zonas) con el significado de discurrir con sutileza o proceder con sumo cuidado y exactitud. Dos ejemplos recogidos al azar en la prensa nacional: «en el asunto de las pensiones, el gobierno tendrá que hilar muy fino si quiere evitar susceptibilidades»; «Burberry tendrá que hilar muy fino para que sus icónicos cuadros sigan siendo una fórmula de éxito a pesar del ‘brexit’». El hilo es el desarrollo de un relato, de un discurso o de una actividad mental: se interrumpe el hilo de una novela, no pode-
mos seguir el hilo del pensamiento de alguien... El ‘hilo conductor’ es lo que da unidad y coherencia a un relato. Cuando quien habla ‘pierde el hilo’, el discurso se interrumpe; no importa mucho si retoma el hilo pronto. Si quien escucha pierde el hilo, no se enterará de nada, a no ser que tarde poco en coger o retomar el hilo. Las ideas o las palabras pueden estar bien o mal hilvanadas. Con un par de ideas fundamentales puede hilvanarse un discurso, pero si falta el hilo argumental o conductor, al discurso le faltará coherencia (o textura). Un discurso se puede ‘bordar’ o a alguien le puede salir un discurso bordado si lo ejecuta con perfección. La ‘hebra’ (procedente del latín ‘fibra’, que
designaba el filamento de las plantas) es también el curso de lo que alguien va diciendo, el hilo. Cuando alguien entabla conversación con una persona o la prolonga demasiado, se dice que ha estado pegando la hebra con alguien. El hilo se enrolla o se lía. Si alguien se extiende demasiado, de palabra o por escrito, decimos que se enrolla mucho, o que se enrolla como las persianas, o que se lía. ‘Enredarse la madeja’ es complicarse un asunto. ‘Al hilo de’ lo que venimos diciendo, es decir, en referencia a lo anterior, les presento una ‘retahíla’ (un hilo recto, una fila, una hilada, una serie) de expresiones: ‘no dar puntada sin hilo’, con el significado de obrar siempre con intención, de una manera calculada, en busca del propio beneficio o provecho; ‘dímelo hilando’, para incitar a alguien a que no se interrumpa mientras habla o dice algo; ‘tener la lengua afilada’ para referirnos a una persona maldiciente; ‘hilar largo’ para dar a entender que está muy distante o tardará mucho tiempo en suceder lo que se ofrece o aquello de que se habla; ‘manejar los hilos’ para dirigir un asunto de forma encubierta; ‘devanarse los sesos’ para intentar hacer memoria; ‘tirar del hilo’, ‘pender de un hilo’, ‘atar cabos’... El filandón es una costumbre muy relacionada con lo que estoy describiendo: como alteración del asturiano ‘filazón’, derivado a su vez del latín ‘filum’, el término designa una costumbre ya desaparecida que consistía en una reunión nocturna de mujeres para hilar y charlar. Generalmente era una reunión en la cocina de la aldea mientras los hombres fabricaban pequeños útiles artesanos. También se lo conoce con los nombres de ‘fiandón’, ‘filorio’, ‘hilandorio’, ‘hilandera’ o ‘serano’. Recientemente esta tradición se ha recuperado gracias a escritores, narradores orales, cuentacuentos y músicos, que la han llevado a distintos escenarios y la han enriquecido con nuevas historias.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
OLETVM VALLADOLID
LETRAS CORSARIAS SALAMANCA
MARGEN VALLADOLID
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
Origen. Dan Brown (Planeta)
Konets. César Pérez Gellida (Suma)
El gigante enterrado. K. Ishiguro (Anagrama)
Konets. César Pérez Gellida (Suma)
El fuego invisible. Javier Sierra (Planeta)
Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)
4321 Paul Auster (Seix Barral)
El fuego invisible. Javier Sierra (Planeta)
Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza Janés)
El fuego invisible. Javier Sierra (Planeta)
Toda una vida. Robert Sethaler (Salamandra)
Berta Isla. Javier Marías (Alfaguara)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Los muchos. Tomás Arranz Sanz (Camelot)
El club de los mentirosos. M. Keller (Periférica y E.N)
4321 Paul Auster (Seix Barral)
Eva. Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara)
La librería. Penélope Fitgerald (Impedimenta)
Corto Maltés ‘Equatoria’. Díaz y Pellejero (Norma)
La librería. Penélope Fitgerald (Periférica)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Sangre, sudor y paz. Lorenzo Silva (Península)
Prohibido nacer Trevor Noah(Blackie Books)
Algo en la sangre. David J. Skal (Es Pop Ediciones)
Viaje al centro de las imágenes. J. Catala (Shangrilá)
En defensa de España. Stanley G. Payne (Espasa)
En defensa de España Stanley G. Payne (Espasai)
Y nuestros rostros, mi vida... J. Berger (Nórdica)
Con las suelas al viento. M. Casariego (La Línea)
La magia del orden. M. Kondo (Aguilar)
La lengua de los dioses. A. Marcolongo (Taurus)
Clásicos para la vida. Nuccio Ordine (Acantilado)
1001 películas que hay que ver... J. Schneider (Grijalbo)
Ser feliz no es gratis. Tamara Gorro (Ediciones Mr)
Clásicos para la vida. Nuccio Ordine (Acantilado)
El ingenio de los pájaros. Jennifer Ackerman (Crítica)
Come bien hoy, vive mejor... H. Joyeux (Planeta)
Sapiens. Yuval Noah Harari (Debate)
Mujeres de ciencia Rachel Ignotofsky (Nórdica)
Fuera del mapa. Alastair Bonnett (Blackie Books)
Cuatro mendrugos de pan M. Hollander (Periférica)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
SEMURET ZAMORA
PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
4 3 2 1. Paul Auster (Seix Barral)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
El fuego invisible. J. Sierra (Plazaeta)
Los pacientes del Doctor García. A. Grandes (Tusquets)
Poesía Reunida. Williams (Lumen)
Eva. Arturo Pérez Reverte (Alfaguara)
Patria. F. Aramburu (Tusquets)
4321 Paul Auster (Seix Barral)
Quédate este Día y esta Noche Conmigo. Belén Gopegui (Random House)
Origen. Dan Brown (Planeta)
Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)
Origen Dan Brown (Planeta)
El fuego invisible. Javier Sierra (Planeta)
Origen. D. Brown (Planeta)
Eva Arturo Pérez- Reverte (Alfaguara)
Los pacientes del Dr. García. Grandes (Tusquets)
Con papá o con mamá. Julio López Díaz (Camelot)
Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)
Una columna de fuego Ken Follet (Plaza&Janes)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
BTT por la provincia de Palencia. J. Amor (El Senderista)
Muerte en Zamora. R. Sender (Postmetrópolis)
Sangre, sudor y paz. Lorenzo Silva (Península)
España en democracia. VV. AA. (Crítica)
En defensa de España. Stanley G. Payne (Espasa)
En defensa de España. Stanley G.Payne (Espasa)
La venganza de la geografía. Robert Kaplan (RBA)
La España vacía. S. del Molino (Turner)
Cuentos de buenas noches... Elena Favill (Destino)
Ascensiones en la montaña palentina. Villegas/Rioja. (La Pedrera Pindia)
Imperofobia y la leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)
Imperios y espadazos Andoni Garrido (La Esfera)
Las cuentas y cuentos... Josep Borrell (La Catarata)
Prohibido nacer. Trevor Noah (Blackebooks)
El Desertor. S. Lenz (Impedimenta)
NO FICCIÓN La Lengua de los Dioses. Andrea Marcolongo (Taurus) Medio Planeta. Edward Wilson (Errata Naturae) Requiem por el Sueño... N. Chomsky (Sexto Piso) Materialismo. Terry Eagleton (Península)
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Sábado 18.11.17 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
ÁNGEL MARCOS
José Luis Martínez Tristán Nací en Cuenca de Campos en 1960. en principio me dedicaba a la agricultura compaginándola con los estudios pero me gustaban mucho los bares, así que a los 19 años me fui del pueblo y empecé llevando una discoteca, luego el bar La Botica, la cafetería de Empresariales, otro par de bares también en Valladolid, hasta que en el año 89 quedó libre ‘La Ferroviaria’ y desde entonces aquí estoy. Uno de los lugares más antiguos y bellos de Valladolid. Me gusta escaparme a pueblos de Castilla y en especial al mío con mi preciosa mujer Alicia, que por cierto es sevillana, a los dos nos gusta escuchar ‘A mi manera’, por lo que practico la idea de intentar que la gente viva la vida, tenga oportunidades y pensar que todos tenemos derecho a equivocarnos.
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Sábado 18.11.17 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinador: Chema Cillero
N
o voy a detenerme demasiado en los preliminares que anteceden al momento culminante en el que Teseo entra en el laberinto cretense para acabar con el Minotauro, pero sí le recordaré al lector que el célebre héroe ateniense fue engendrado de forma un tanto irregular, ya que su abuelo se vio obligado a emborrachar a su hijo Egeo para que, espoleado por la calentura que procura el alcohol, abordase a la princesa Etra y la dejase embarazada. Algunas variantes del mito aseguran que esa misma noche Etra estuvo también con Poseidón, insinuando que si bien Teseo tuvo una sola madre, no queda claro que tuviese un solo padre. Pasó su niñez desterrado, como tantos héroes clásicos, y en su viaje hacia Atenas para conocer a su padre, el rey Egeo, tuvo que vérselas con unos cuantos bandidos de naturaleza atroz. Uno de ellos descuartizaba a los caminantes atando sus manos a pinos doblados que al recuperar su forma descuartizaban a las víctimas, otro serraba los pies de sus cautivos, otro, que era cojo, aplastaba con su maza a los viajeros extraviados. Ya en Atenas, a Teseo le salió una enemiga terrible, la hechicera Medea, que engañó a Egeo para que creyera que Teseo era un traidor, y que más tarde intentó envenenarlo. En Atenas Teseo fue obligado a luchar contra el Toro de Maratón, al que derrotó. Hemos de pensar que la lucha con la res le sirvió de entrenamiento para su posterior enfrentamiento con el Minotauro. Tras acabar con varios familiares que querían usurparle el futuro trono de Atenas, comienza para Teseo su avatar más famoso, el de su viaje a Creta para evitar el tributo de las diez doncellas que los atenienses se veían obligados a enviar al rey Minos y que servían de alimento al Minotauro.
Teseo y los supremacistas
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA
En Creta, la princesa Ariadna se enamorará de Teseo y estará dispuesta a ayudarle para que mate a su hermano, pues la bestia con cuerpo de hombre y cabeza de toro fue el fruto de los amores de la reina Pasífae con un toro. La monstruosa cópula se llevó a cabo a través de un ardid concebido por el inventor Dédalo, que fabricó una vaca de madera en la que se introdujo Pasífae, consiguiendo así que la fiera la fecundara. Minos, el rey cretense, se avergonzaba de un bastardo tan tétrico y lo encerró en el laberinto: otra de las singulares creaciones de Dédalo. Hasta este momento de su vida, Teseo representa al héroe clásico en todos sus avatares y ordalías: nace en el exilio, pasa su infancia oculto para que no lo maten, vence a toda clase de símbolos del mal, lucha ferozmente por el trono, es ágil, previsor y enormemente astuto, tan astuto que cuando le toca meterse en el laberinto procura tener una aliada esencial, la princesa de la isla, que sostendrá el hilo que le permitirá no perderse en la intrincada red de pasillos donde mora el Minotauro. Si nos fijamos en todo el recorrido de Teseo hasta Creta, vemos que nos hallamos ante un héroe al que no le falta arrojo, pero tampoco le falta prudencia. Todo lo cual nos permite llegar a una conclusión vinculada al problema catalán que tanto enturbia nuestras mentes en los últimos tiempos. Si te vas a meter en un laberinto complejo y sombrío necesitas dos elementos fundamentales: un hilo y una Ariadna que lo sostenga y que además te quiera. Si te metes en un laberinto sin Ariadna y sin hilo, corres el peligro de perderte en la oscuridad y de que además te coma el Minotauro. Una conducta tal no sería una temeridad ni tendría nada que ver con la valentía. Una conducta tal sería la propia de personas incapacitadas para pensar y para actuar, como parece haberles ocurrido a los supremacistas catalanes, que creían tener a su lado mil Ariadnas y no tienen ninguna, y que dejaron el hilo de seda olvidado en el desván ancestral donde hierven sus manías persecutorias y sus delirios de superioridad. Dicho con otras palabras: Teseo era un hombre con mucho coraje y bastante determinación, pero por encima de esas cualidades que nadie le niega, tenía la virtud de la prudencia y hasta en sus momentos más confusos nunca le abandonó, como a Ulises, el sentido común. Ese sentido que todos creen tener, como diría Descartes, pero que a la hora de la verdad no es tan fácil de encontrar.