La letra impresa, ante el reto cibernético

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NÚMERO 284 Sábado, 02.12.17

La letra impresa, ante el reto cibernético Con el debate sobre la convivencia entre los medios tradicionales y los digitales abierto, ‘La sombra del ciprés’ inicia su andadura web en elnortedecastilla.es [P2]

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Sábado 2.12.17 EL NORTE DE CASTILLA

Los medios tradicionales y digitales deben convivir en aparente armonía, mientras se copian los vicios y se acusan de manipular a un lector cada vez más aislado ante la exorbitante oferta de información

El fin de la prensa escrita o el paradigma de la posverdad E

l que piensa transmitir un arte, consignándolo en un libro, y el que cree a su vez tomarlo de éste, como si estos caracteres pudiesen darle alguna instrucción clara y sólida, me parece un gran necio [...] si piensa que un escrito pueda ser más que un medio de despertar reminiscencias en aquel que conoce ya el objeto de que en él se trata». En el Diálogo con ‘Fedro’, Platón (en boca de Sócrates) dictaminaba que la sabiduría misma, hasta entonces transmitida a través del conocimiento oral, desaparecería con la escritura. Varios siglos después, durante el Renacimiento, la invención de la imprenta levantó gritos similares ante quienes lo veían como la inminente volatilización del lápiz y la escritura a mano. La irrupción de Internet en estas dos últimas décadas ha suscitado que la máquina vuelva a iniciarse, con los medios de comunicación y los hábitos de lectura tradicionales en –aparentes– vías de extinción, pero la Historia nos está enseñando si, una vez más, no estaremos exagerando a propósito del fin de la prensa escrita. Los primeros libros de expertos como Marc Prensky o Nicholas Carr, a la hora de estudiar la potencial convivencia entre el papel y los medios digitales, asumieron una perspectiva similar a la que en su época esgrimió Platón. Términos como ‘emigración’ y ‘nativos digitales’ fueron solo el comienzo de un discurso de desconfianza y confrontación entre el ámbito analógico y el cibernético, que alcan-

SAMUEL REGUEIRA

La imprenta levantó gritos ante quienes la veían como la inminente volatilización del lápiz y la escritura ‘Emigración’ y ‘nativos digitales’ fueron el comienzo de la confrontación entre lo analógico y lo cibernético

zaron su máxima expresión cuando Carr empezó a señalar cómo afecta al cerebro y entorpece a las capacidades de aprender, asimilar, comprender y relacionar lo leído en un soporte digital, en comparativa con las ventajas que proporciona la lectura sosegada sobre el papel. Pero hoy esas aserciones se han demostrado totalmente desacertadas. A unos recursos tan característicos de la Red como la disposición inmediata de prácticamente cualquier información, la inmediatez, la posibilidad de contrastar lo leído o los textos hipervinculados que facilitan ampliar hasta el infinito todo tipo de información, se suman las relaciones que se establecen entre los distintos lectores, de un medio o de otro, tanto entre sí como ante los autores que leen. El soporte, a priori, resulta irrelevante. La longitud de los textos ha sido otro de los focos de atención más señalados a la hora de dibujar patrones en la metamorfosis de hábitos de lectura en Internet. Con frecuencia se puede leer, a modo de comentario jocoso, el breve código ‘tl; dr’ («too long, didn’t read»; «demasiado largo, no lo he leído»), que indica que nuestra atención en Internet, así como la capacidad de concentración, resultan más limitadas. Pero ante la ingente consumición de tuits, whatsapps, posts en Facebook y galerías de fotonoticias, quizá el problema surja de la presentación de estas informaciones, y no de su contenido en sí. De hecho, un neologismo de

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CARLOS AGANZO

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blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/

Entre el placer y la alegría ‘La sombra’, ahora también en elnortedecastilla.es

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ace hoy ocho años y cuatro días, nacía ‘La sombra del ciprés’, el suplemento cultural de El Norte de Castilla, que aprovechaba entonces el cambio de dira creseño del periódico para cer en aspiraciones, en número de páginas y en propuesta periodística. «Eso sí, –como se-ñalaba el director dell decano de la prensa re-– gional, Carlos Aganzo– o conservando el mismo compromiso con el ue mundo de la cultura que os ya tenía el anterior... Los áslibros, la música, la plásmtica, el teatro, pero también la arquitectura o el a, a diseño, tendrán cabida, nto, partir de este momento, en este suplemento que, t cada sábado, se presentará ante los lectores con un repaso de lo más interesante de nuestra cultura, desde diferentes puntos de vista y con una decidida apuesta por la calidad». Ahora, desde este mes de diciembre de 2017, ‘La sombra’ también estará a dispo-

sición de nuestros lectores en la web de El Norte de Castilla, elnortedecastilla.es, con el mismo formato que se disfruta en la edición impresa y, por supuesto, con el mismo cariño que los profesionales del periódico y los colabora-

dores del suplemento ponen en cada texto, en cada ilustración y en cada maqueta, un esfuerzo que ha hecho a ‘La sombra’ merecedora de un premio nacional al fomento de la lectura.

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lo largo de la historia, los avances tecnológicos han despertado por igual entusiasmos desbordantes y rechazos incontestables entre los hombres. Así ha sido siempre y así sigue siendo hoy en día. Con cada nueva revolución cambia nuestra cultura y nuestro modo de vida. Una parte del pasado se incorpora al bagaje de la nueva sociedad y otra –ya por desgracia, ya por fortuna– se pierde para siempre; o como mucho se queda como objeto únicamente de interés arqueológico. Desde que nació Internet, hace ya más de veinte años, han sido infinitas las voces que han alertado no solo sobre el final de los libros de papel, sino también del final del sentido cultural e intelectual que estos libros tenían en nuestra sociedad. Ilustrando esta tesis, la gran crisis económica de Occidente surgida en el año 2008, y aliada en algunos lugares, como España, con una crisis educativa y social de raíces muy profundas, permitió que el crecimiento exponencial de Internet coincidiera exactamente con la caída estrepitosa de un mercado editorial que dejó en evidencia a editores, libreros… y escritores. ¿Los lectores de libros se habían volatilizado de re-

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pente en aras de la inmediatez, la facilidad, la evanescencia y la superficialidad de las conversaciones por Internet? Nada más lejos de la realidad. De hecho, una vez tocado fondo, en los últimos cuatro años la venta de libros de papel, como ocurre con tantas otras cosas, no ha hecho otra cosa que crecer. En todo este proceso, sin embargo, algunas cosas sí que han cambiado de manera notable. Al abrigo de Internet, por ejemplo, ha surgido toda una nueva generación de escritores jóvenes que han conseguido desplazar, en poco tiempo, a escritores consagrados por las listas de los más vendidos. Apoyada en las redes sociales, y auxiliada por los nuevos sistemas de producción bajo demanda, que abaratan notablemente la edición de los libros en papel, hoy existe toda una pléyade de nuevos autores que, en algunos casos, como el de la poesía, están alcanzando tiradas nunca soñadas en la histo-

Es pronto para saber la proporción entre cantidad y calidad en los escritores de la era tecnológica

ria de nuestro mundo editorial. Centenares de nuevos nombres, centenares de nuevas editoriales, centenares de nuevas propuestas literarias que conforman un universo todavía pendiente de valoración crítica. Un fenómeno que nadie fue capaz de predecir. «La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil encontrar alegría», decía hace no mucho el papa Francisco. Y al final ahí está el secreto: todo este placer efímero, ¿qué alegría dejará al final en el corazón profundo de nuestra cultura? De toda esta multiplicación del placer de leer por leer, de comunicarse con las sensaciones y las intuiciones a flor de piel, ¿qué parte viene realmente con un peso mínimo necesario para que no se lo lleve el viento? Todavía es pronto para saber cuál será la proporción entre la cantidad y la calidad de los escritores y los lectores surgidos de la revolución tecnológica. También en esto la historia literaria tiene algo que decirnos. De las grandes crisis, de los grandes momentos de inflexión del devenir humano, surgieron también las grandes propuestas artísticas, culturales e intelectuales que más tarde se incorporaron al acervo de la humanidad. Vivimos, sin duda, un gran momento de creatividad y expresividad literaria. El único problema que tenemos es la dificultad para identificar el grano en medio de tanta paja, la música en mitad de tanto ruido. La alegría, que tanta falta nos hace.


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la Red tan delicioso como el ‘postureo’ (esa “pose” que se mantiene con ánimo de aparentar mayor caché, elegancia o inteligencia) mira en dirección contraria a partir del momento en que las redes de Instagram no solo se limitan a colgar fotos con filtros de los alimentos que se consumen o los paisajes que se visitan... también de los libros que -significativamente, en papel- se leen. Manipular al lector Entre la guerra abierta que puede haber entre medios de comunicación tradicionales y digitales destaca, sin discusión posible, las acusaciones de manipulación que se arrojan de los segundos a los primeros. Estos señalamientos en los textos y en su composición, tanto a la hora de seleccionar qué se cuenta como en el momento de escoger el enfoque y las palabras precisas, han hecho germinar otro de los neologismos de moda: la ‘posverdad’; un concepto, a ojos de Carmen Morán, profesora en el Departamento de Literatura Española de la Universidad de Valladolid, «de diferencias antológicas con respecto a la realidad subjetiva». Si bien a partir de cierto momento resulta ingenuo negar esas intenciones persuasorias en el medio tradicional, no es menos cierto que los digitales tampoco están libres de culpa: a los titulares falsos y tendenciosos (a los que se ha querido sumar, desde la ironía y cierta malicia, el presente reportaje); intrigantes antes que informativos, y amarillistas antes que expositivos, cabe añadir los estudios de ‘eye tracking’, o seguimien-

to de los ojos. De igual modo que en un periódico no tiene la misma importancia una página par que una impar, el comportamiento de la vista ante una noticia digital ha sido tan estudiado que ya se pueden colocar, con la limitada capacidad de atención del usuario en mente, las palabras clave que interesen en los lugares precisos, para que una lectura en diagonal o superficial de una pieza informativa termine implantando la idea que el autor desea, y no la que el lector podría hacerse por sí mismo. Hoy, afortunadamente, la era del ‘click-baiting’, de la noticia con la única vocación de sumar una visita más, contempla su desaparición de la única manera con la que se podía acabar con ella: deviniendo en parodia de sí misma. La voluntad de captar la

Cada vez decidimos con mayor frecuencia ceñirnos a lo que reafirme nuestros principios

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atención de los usuarios permanece, claro, pero se divide ahora en dos grupos bien diferenciados y no necesariamente autoexcluyentes. Por un lado, se encuentran aquellos que buscan legitimar y reivindicar aquello que ya existe asentado y con un valor especial fuera de la Red; no solo a un nivel político, sino también mediante el mecanismo de la nostalgia por décadas pasadas, las reivindicaciones generacionales e incluso los ataques a las venideras (solamente hace falta escribir las palabras ‘culpa’ y ‘millenial’ en cualquier buscador). Por otro, están los sedientos de discursos alternativos, que están cómodos en los sitios web que les muestran una nueva faceta del mundo, tanto a nivel superficial (por qué han hecho mal toda su vida los bocadillos) y en un plano más elevado (el inmenso impacto del feminismo como teoría política contra los códigos culturales asumidos). Pero,¿quiere realmente el usuario, que muchas veces no lee más allá del titular, salir de su zona de confort? Los algoritmos con los que trabajan Facebook y Google, que parten del número de ‘clicks’ y ‘Me Gusta’ de cada internauta para así ofrecerle una información más acorde a sus gustos, parecen indicar la tendencia antitética. Cada vez tenemos más y más información a nuestro alcance, y cada vez decidimos con mayor frecuencia ceñirnos a lo que reafirme nuestros principios y dejar fuera de nuestra burbuja aquello que los cuestione. No importan tanto los moti-

vos como los mensajes atractivos con los que defender nuestras trincheras. Y es aquí donde emerge uno de los climas más habituales en el debate en Internet y las redes sociales: la visceralidad y la emoción, tanto en lo leído como a la hora de atacarlo o defenderlo, por encima de la razón y la retórica esmerada. Como sugiere Morán, «la opinión lo ha invadido todo; se busca un impacto a toda costa». La constante confusión entre crítica y opinión que se suele achacar (quizá injustamente) a la Red ha terminado por empapar incluso a algunos medios tradicionales, que no han dudado en sumarse a las tribunas más desatadas en aras del mejor posicionamiento. Es decir, de dibujar sus opiniones con las palabras más excesivas y del modo más desaforado a cambio de más dinero para sí mismos. El soporte, recalcamos, resulta irrelevante. Morán indica que, pese a las palabras de Platón, el filósofo insistió en que toda su obra se conservara por escrito. Carr, azote de la Red y sus métodos expositivos de información, bautiza los libros que escribe a partir de frases que bien podrían encabezar las piezas de panfletos digitales ávidos de visitas (’Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?’). La ambivalencia, incluso en los más radicales, justifica la convivencia de ambos formatos. Eso sí, la responsabilidad y la sabiduría para sacar lo mejor de cada soporte sigue dependiendo, quién sabe si por suerte o por desgracia, de nosotros mismos.


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Cuestión de actitud S

i tuviera que señalar a un culpable ese sería Juan Gómez-Jurado. Corría el año 2012 y sobre mi mesilla descansaba Contrato con Dios, un adictivo thriller de aventuras firmado por el escritor madrileño en cuyas páginas había resuelto hipotecar mi tiempo de ocio. Por aquel entonces yo me acababa de lanzar a escribir los primeros capítulos de ‘Memento mori’ con la insana intención de poner en negro sobre blanco una historia que revoloteaba en mi cabeza y que giraba en torno a la figura de un sociópata narcisista. Juan tenía por costumbre pedir a los lectores que compartieran con él sus impresiones por email o a través de las redes sociales lo cual nunca me había planteado hacer, pero esa novela me había regalado tantos buenos momentos que me lancé a escribirle unas líneas. Y es que para todo hay una primera vez, incluso para ser groupie. Lo que no me podía esperar era que pocos días más tarde recibiera una contestación de mi admirado autor en la que me agradecía mis palabras y me animaba a seguir acompañándole en las historias que estaban por llegar. Aquello me impactó tanto que lo conté orgulloso a mi entorno cercano: Tío, Juan Gómez-Jurado me ha contestado a un email. ¿Quién?

CÉSAR PÉREZ GELLIDA

–Olvídalo. Puede que para el mundo en general aquel gesto careciera de importancia, pero para mí supuso un hito, una lección que marcaría mi futura actitud como escritor frente a los lectores. Porque se trata precisamente de eso: de actitud. En la actualidad, los personajes públicos sean estos actores, cantantes, políticos, o incluso escritores son más públicos que nunca, hasta el punto que los que así lo deseen pueden manosearlos virtualmente hablando e incluso vivir sus vidas, eso sí, a través de las pantallas de sus dispositivos. Bajo mi punto de vista y basándome en mi propia experiencia diría que únicamente cabe una decisión posible: estar o no estar. Esa es la cuestión, sin medias tintas, y estar implica necesariamente participar. Al hacer zoom sobre la galaxia literaria encontramos la mencionada dicotomía; escritores que participan de forma activa en las redes sociales y escritores que no. En este segundo grupo incluyo a quienes sí tienen cuentas pero están manejadas por personas o empresas especialistas en la navegación interplanetaria, evitando así estrellarse en alguno de los muchos campos de asteroides sembrados por molestos detractores o ser absorbidos por los agujeros negros de la críticas destructivas.

Centrémonos, por tanto, en los que sí manejamos nuestras cuentas oficiales. En este punto podría citar como estandartes al ya mencionado Juan Gómez-Jurado, que cuenta con 375.000 seguidores en Twitter, o Arturo Pérez Reverte con casi dos millones. Sin embargo, no es el propósito de este artículo establecer un ranking con los nombres de quienes más éxito cosechan en estos mundos virtuales, sino, más bien, exponer las razones que nos han empujado a algunos a decantarnos por la primera opción. Por intentar concretar diré que yo manejo personalmente mis dos cuentas en Facebook una «personal» y otra profesional , otra en Twitter, en Google+, en Vippter, en Youtube, en Linkedin y en Instagram. Ahí es nada. He de decir, no obstante, que mi presencia en Google+, Linkedin y Youtube es más bien anecdótica, aterrizando en estos planetas de forma esporádica y normalmente coincidiendo con los momentos álgidos de promoción de una nueva novela. Por las demás paso a diario, y si bien no siempre hago visitas con fines profesionales, tendría que reconocer que en líneas generales incluyo esta tarea como una más dentro de las muchas que forman parte de este oficio. Respondo una media de doscientos ochenta y dos mensajes a la

semana me he preocupado por sacar la cifra de las cuatro últimas contando emails y otras misivas que me llegan a través de las RRSS , lo cual, en términos temporales podría traducirse aproximadamente en una hora diaria. Minutos a los que habría que añadir el tiempo que dedico a otras tareas varias como son actualizar mi web profesional; lanzar un tuit con una reseña de alguna de mis novelas; poner un post en mi muro de Facebook anunciando el próximo acto público; o subir una foto a Instagram que podría resultar del interés de mis seguidores; todo ello, calculo a vuela pluma, podría suponer otra más. Total, dos. Conviene aclarar que no todo es tiempo robado al noble arte de aporrear el teclado ya que trato de hacerlo en mis momentos de descanso o aprovechando el desarrollo de otras tareas domésticas tales como ir a comprar, esperar a que salga mi hijo del colegio, o en el gimnasio mientras recupero entre serie y serie. Si nos remontáramos atrás tan solo un puñado de años cualquier escritor que se preciara de serlo me apuntaría con el dedo y se reiría de mí a mandíbula batiente. Hoy por hoy, el hecho de poder comunicarse con tus lectores y estrechar los lazos de la fidelización, pero, sobre todo, de poder «impactar» en los que todavía no

lo son supone una ventaja competitiva tan relevante que puede marcar el devenir de tu carrera como escritor. Dicho esto, no es menos cierto que resulta francamente complicado medir el retorno de la inversión o, expresado de otra forma, valorar en qué proporción el tiempo empleado en las redes sociales se transforma en ventas de ejemplares. En el mundo publicitario se dice que el cincuenta por ciento de lo que se invierte en una campaña es dinero tirado a la basura y que el otro cincuenta no se sabe adónde va a parar. En términos de autopromoción literaria más si cabe en estos momentos que vivimos de escasez me atrevería a decir que el porcentaje no varía demasiado y, sin embargo, no me he planteado ni me planteo dejar de cumplir con mi rutina de viajes virtuales. Algunos de mis compañeros consideran la labor de estar presente en las redes sociales como algo estéril y prescindible, y puede que lo sea, quién sabe. Yo, ante la duda, prefiero considerarlo un privilegio; porque estar en perpetuo contacto con tus lectores lo es; porque el mero hecho de captar el interés de un anónimo habitante del metaverso lo es, pero, como decía arriba, porque estoy convencido de que todo esto se reduce a una mera cuestión de actitud. Estar o no estar.

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El momento teatral

Representación de ‘Troyanas’, de Eurípides, en versión de Carme Portaceli, en el Teatro Español de Madrid. :: JUAN CARLOS HIDALGO-EFE

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l mundo del teatro es plural. Esa manifestación artística de la presencia humana en el espectáculo, en la comunicación directa con sus receptores adopta diversos géneros y formas. La tentación de doblar la realidad cotidiana y ofrecerse es muy grande. La palabra y el cuerpo son los materiales físicos. El escritor, el coreógrafo, el director de escena, el actor, el acróbata los utilizan. El arte, cuando existe fruto del trabajo o la inspiración, los exalta. Hay algo excepcional o diferente pero también la realidad se impone. En la práctica del arte escénico se han ensanchado los límites, y hoy en museos y otros locales, ciertos eventos artísticos se producen desde una asimilación con otras artes. Así se evita el estatismo de esos espacios exhibitorios de pintura o escultura y cada vez más de vídeos o instalaciones. La exposición de William Kentridge en el Reina Sofía se basa sobre todo en sus montajes de ópera o teatro dramático, teniendo que completarse con la visión en DVD de los mismos total o parcialmente. Ejemplo próximo que puede multiplicarse.

Yendo a lo tradicional, desde esta comunidad autónoma señalamos dos cosas. La primera, sobre todo en Valladolid, proliferación de locales. La segunda, cansa repetirlo, problemas económicos para los grupos y ausencia de una política institucional bien estudiada. Por lo demás resulta curioso comprobar la cantidad de gente, profesional o aficionada, que tiene en el arte escénico una vocación. De todas las edades surgen grupos, actividades, etc., que en ocasiones dan buenos resultados, el montaje de ‘El viaje a ninguna parte’ por Carlos Burguillo. También recientemente es asombroso un Arturo Fernández que a los 88 años puede hacer de galán sin caer en el ridículo a base de personalidad y técnica y el caso de Amelia Beaumont que ¡a sus 94 años! viaja desde París para hacer la Brígida del Tenorio. Milagros de ese arte universal. En el ámbito nacional la proliferación de grupos y espacios ha dado lugar a esa especie de teatro íntimo, de cortos repartos. La plétora actoral es muy grande y bastantes espectáculos se saldan con buenos resultados económicos, al menos para una sub-

FERNANDO HERRERO

sistencia digna. El nivel es desigual y los textos muchas veces oportunistas. En lo que se refiere al teatro institucional se suceden los montajes, algunos de ellos en formato gran teatro, el María Guerrero, el Valle Inclán, el Teatro Español, la Comedia y el Teatro del Canal ofrecen diversos géneros, como el Price y el Circo, y las Naves del Matadero, de actual gestión conflictiva. Una nómina bastante importante de salas que pueden acoger todo tipo de producciones. El problema es que se han casi suprimido las giras y algunos de los montajes más importantes han tenido y tienen una vida efímera, circunscrita a la capital de España. Dos líneas importantes radican en La Abadía, el local que dirige José Luis Gómez que tiene interesantes iniciativas y ahora el Pavón, en el que la Compañía Kamikaze con Miguel del Arco de responsable, ha buscado su propio camino. Afortunadamen-

te los espectáculos creados en estos ámbitos han girado por toda España. Los festivales internacionales, tan necesarios, se asientan. Temporada alta de Gerona, el de verano del Grec, el de Otoño en Primavera que ahora será solo de otoño, los espectáculos extranjeros del CDN. Se anuncian algunos muy apetecibles. Jan Fabre con su espectáculo de 24 horas de duración. ‘Las amargas lágrimas de Petra von Kant’, dirigido por Ostermeier, uno de los grandes talentos de hoy. El Calderón se une tímidamente a la fiesta con el espectáculo ‘Seuls’, de Wajdi Mouwad y su compañía Cosas del teatro desde esa imagen que puede ser engañosa y ocultar muchos problemas. Locales escénicos y también en verano festivales de calle. Ese gran teatro no abunda aunque caben las sorpresas de los pequeños formatos. También están los nuevos autores y directores. Se han publicado textos de Juan Mayorga, Rodrigo García (al que la revista francesa ‘Theatre Public’ ha dedicado un número completo) Angélica Lidell y Alfredo Sanzol. Asimismo las memorias de Luis Homar o la biografía de Willian

Layton, amén de los numerosos volúmenes de la ADE, pero el problema es que se venden poco. La literatura teatral, tan importante, casi no merece atención. Hace pocos años una subvención de la Unión Europea permitió que gente de teatro de Castilla y León hiciera viajes para conocer las instituciones escénicas de países como Alemania, Polonia, Inglaterra, USA, Francia (Festival de Avignon) asistiendo a magníficos espectáculos y conociendo las diversas problemáticas sociales y económicas. Viajes provechosos que no se repitieron. En su día uno de los caminos para consolidar la UE era la cultura. El arte escénico, desde las diversas características creativas y los diferentes idiomas (hoy sub-

«La proliferación de grupos y espacios ha dado lugar a esa especie de teatro íntimo»

sanados por los sobretítulos), potencia las relaciones entre los países, más allá de la pura economicidad. ¿Qué decir del teatro catalán en estos momentos críticos? Cito un ejemplo de la relación cultural con el resto de España. En 1970, pleno franquismo, nos encerramos toda la noche en el Teatro Principal de San Sebastián, interrumpiendo al Roy Hart para protestar por la censura a un texto y representación en catalán, ‘Kux, my Lord’, con riesgo evidente para todos. Hemos admirado a Espriu, a directores como Luis Pasqual, director que fue del CDN, Adolfo Marsillach (director del Español y Compañía Nacional de Teatro Clásico), Álex Rigola y actrices y actores. No ha sido correspondido este cariño y apoyo. Tuve una disputa con mi admirado Fabia Puigserver cuando se tradujo ‘Fulgor y Muerte de Joaquín Murrieta’, de Pablo Neruda, al catalán. Negación del idioma castellano, nefasta política pujoliana de inmersión lingüística, que es un crimen de lesa cultura. Ojalá se superen estos tics nacionalistas de tinte fascistoide. Ser bilingüe resulta enriquecedor y atacarlo es un absoluto desperdicio.


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Todo Miguel Hernández, en edición canónica de Jesucristo Riquelme :: EUTIMIO MARTÍN

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e verdadero acontecimiento puede calificarse la publicación por la Editorial Edaf de la Obra Completa de Miguel Hernández a cargo de Jesucristo Riquelme. Ha fagocitado la edición de Espasa Calpe que llevaron a cabo Agustín Sánchez Vidal y José Carlos Rovira, de referencia obligada y en vigor desde 1992. Riquelme gozaba de una reconocida autoridad, como especialista en la obra dramática hernandiana desde la publicación de su tesis doctoral en 1986. No contento con una labor estrictamente académica, manifestó una actividad pedagógica que le indujo en 2006 a la publicación de una pieza de teatro escolar en torno a la vida y obra de Miguel Hernández: ‘Voces a los cuatro vientos’. Fue estrenada en la Biblioteca Nacional de Moscú con un reparto integrado por estudiantes españoles y rusos. La publicación que nos ocupa no está exenta del mismo interés por la eficacia didáctica y provee al lector de estudios introductorios a la poesía, el teatro, la literatura infantil, prosas literarias y crónicas periodísticas. El profesor Riquelme ha incorporado a la edición de Espasa Calpe unos 3.000 elementos, entre modificaciones y novedades. Aporta una treintena de nuevos textos en verso y prosa. No desdeña ni siquiera textos o fragmentos descartados o tachados por el poeta. Sin embargo, en este volumen de casi 2.000 páginas no figura la correspondencia. A ella dedicará Jesucristo Riquelme una publicación específica. Ya tiene recogidas más de un centenar de cartas desconocidas. Su conciencia profesional le ha impulsado a intentar no privarnos ni siquiera de la lectura de las tachaduras. En la recopilación de la correspondencia nos ha comunicado personalmente que no tiene la tarea fácil. No ha dado más que con cuatro cartas de Miguel Hernández a Vicente Aleixandre pero consta que el premio Nobel no le dirigió menos de 26 misivas. Es harto lamentable esta carencia ya que era tan estrecha la re-

He aquí uno de ellos. Pertenece a los poemas de juventud (1932-1935) y procede de una copia mecanografiada en la correspondencia escrita por Miguel Hernández: En la copa de una caña, un misterioso jilguero echa en la tarde otoñal, jubiloso, su gorjeo primoroso y complicado lo mismo que un arabesco. Caen las hojas de los árboles bajo el soplido del viento y al arrastrarse por tierra suena como hierro viejo. Se ven volcarse en sus torres los címbalos de los pueblos cercanos, transidamente. Chillan hoscos los vencejos en el cielo negro y móvil. Para el río rojo y ciego entre las cañas, y huele a rana podrida y cieno. Sin las granadas granates tiemblan los granados serios contra el cielo de occidente donde un ciprés largo y negro, ensangrentado de ocaso parece un puñal siniestro.

Nos ofrece Riquelme una interesante recopilación de «frases y sentencias que Miguel Hernández utilizó a modo de apotegmas, aforismos y conatos de greguerías […] son retazos, citas y ocurrencias que leemos en sus borradores y que permiten completar la idea creativa de nuestro descritor». En efecto, Miguel Hernández se muestra digno émulo de Ramón Gómez de la Serna: Estalactita, colmillo del agua. A dedos de ríos, sortijas de puentes.

Nos declara una estética anclada en la naturaleza: El limonero de mi huerto influye más en mi obra que todos los poetas juntos.

Miguel Hernández. :: EL NORTE lación entre ambos que, en lo que concierne a Aleixandre, se consideraba no solo mentor de Miguel sino que le trataba de hermano. Josefina Manresa ha referido que al final de su vida le reprochó : «¿Vas a dejar que me muera sin conocer a los nietos de mi hermano?». El archivo de Vicente Aleixandre, en su domicilio madrileño de Velintonia, nº 3, fue recuperado por Carlos Bousoño. Cabe la

posibilidad de que pueda hallarse alguna carta en el examen minucioso de esta documentación. Ello no quiere decir que Jesucristo Riquelme considere concluida su pesquisa de los textos literarios del autor de Viento del pueblo. No ha dado con un poema de cuya desaparición en su casa de Orihuela dio cuenta Josefina Manresa en sus memorias. Cree recordar la viuda del poeta que

«No ha dado más que con cuatro cartas a Vicente Aleixandre, pero consta que el premio Nobel no le dirigió menos de 26»

se titulaba ‘Al aguador ahogado’. Iba dedicado a un amigo oriolano y se trataba de una elegía anterior a 1935. No se descarta la posibilidad de que se encuentre algún día entre la documentación en poder de la familia afincada en Madrid, las hijas de Elvira Hernández Gilabert. Es obvio que son los textos inéditos la aportación mas interesante de Riquelme. Sin duda la prioridad del lector.

Y nos confiesa un sorprendente rasgo de carácter: Creo que la humildad es virtud de impotentes, de bueyes y corderos

Jesucristo Riquelme ha conmemorado el 75 aniversario del asesinato a fuego lento de Miguel Hernández con una edición de la Obra Completa que recaba, por derecho propio, el calificativo de canónica.


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principios de año, durante las vacaciones navideñas, se me murieron en pocos días, sin haber ganado respectivamente el Cervantes y el Nobel, el argentino Ricardo Piglia y el inglés John Berger. Sentí lo mismo que al morirse anteriormente, por ejemplo, el irlandés Seamus Heaney o el húngaro Imre Kertész, que sí fueron premio Nobel. Cuando se ha conectado plenamente con la obra de un autor, su muerte –me niego a escribir, como cada vez se estila más, su desaparición o su marcha– deja una sensación de pérdida, incluso de orfandad: ya no van a poder escribir para nosotros aquello que solo reconocemos por sus palabras, nunca leeremos lo que hemos sentido o pensado y no somos capaces de expresar, luego viviremos menos. Unos meses después de su muerte, han aparecido sendos libros póstumos suyos. De Berger, ‘Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos’ (Nórdica), un homenaje en toda regla, ya que el volumen en su conjunto, de tapa dura, es una maravilla para la vista y el tacto, con el añadido de las ilustraciones hermosas y delicadas de Leticia Ruifernández, en las que ya estaba trabajando cuando falleció. Hace más o menos una veintena de años, uff, apareció íntegro y con la misma traducción, como segunda parte de la antología ‘Páginas de la herida’ (Visor). Pero releerlo ahora, exento e ilustrado, con los poemas también en el inglés original, es un placer grande. El libro toma el título del último verso del primer poema y se gemina entre lo temporal y lo espacial, alternando el verso y la prosa. Los poemas con frecuencia completan o amplían el sentido de las prosas, que a su vez recuperan la poesía que emana de la gracia infantil, como la inicial, con varios animales (luciérnaga, pato, liebre, gatito) presentados en lugares o circunstancias insólitos. En general, los fragmentos prosísticos destacan por su aliento lírico, de hecho varios se adentran («transportamos poesía/como los trenes de mercancías del mundo/transportan ganado») en la naturaleza de la poesía, los poetas y los poemas. Realmente puede considerarse un poemario neto, por cuanto, aun con los tintes ensayísticos de algunas apreciaciones sobre parejas de conceptos abstractos como el placer y el dolor, el amor y la muerte o el tiempo y la conciencia, los textos se dirigen siempre hacia el misterio de todas las cosas lorquiano. Para mí la lectura de Berger ha sido desde ‘Puerca tierra’ (Alfaguara) hipnótica y provechosa, más que en los propios renglones siempre lo he seguido y disfrutado entre líneas.

Se puede estar más o menos de acuerdo con sus ideas, discutibles sobre todo en el plano sociopolítico, pero sus argumentos nunca defraudan, jamás recurre a lo trillado. Y bastarían sus escritos sobre la emigración –bellísimos los que aparecen en estas páginas– o sobre el ocaso del campesinado europeo y no digamos en lo referente a la pintura –Van Gogh, Caravaggio, el inmenso Rembrandt o ‘Vista de Delf’ a partir de Vermeer para cerrar el libro–, con la que tanto convivió, en la que tanto trabajó y se miró y nos enseñó a mirar, para aconsejar su lectura. Con ‘Un día en la vida’ concluyen ‘Los diarios de Emilio Renzi’ (Anagrama) de Piglia, grafómano impenitente: «no poder escribir es el infierno». La primera parte, que comienza, a sus treinta y seis años, donde acabó la entrega anterior, en el infausto 1976, cuando el golpe de estado de Videla –se muestra durísimo con Sábato o Borges, a quienes tanto admiró pero no duda en llamar «canallas»–, y el páramo intelectual subsiguiente, aunque «lo peor es la siniestra sensación de normalidad», se desarrolla bajo la amenaza constante del arresto, la desaparición o la espada de Damocles del exilio, no en vano este tramo de tiempos sombríos, que desembocan en la guerra de las Malvinas, lo titula ‘Los años de la peste’. Mantiene, eso sí, las constantes de tono y estilo de los dos volúmenes anteriores, igual de recomendables. Piglia, a través de su álter ego Renzi, sigue con sus amoríos, avances novelísticos y miserias cotidianas, como un ‘flâneur’ de las ciudades y de la historia universal de la escritura, un tanto diletante, pero una máquina literaria perfectamente engrasada desde un cúmulo de lecturas, sean técnicas, ficcionales o estratégicas, febril, masivo, inabarcable (‘Madame Bovary’ para empezar), desde el ejercicio minucioso y responsable de la crítica textual (arranca con Sarmiento, ‘El Quijote’ y el inevitable Arlt) y desde la experiencia con escritores (visita de Roa Bastos para abrir boca) y pensadores (Barthes y Lacan de inicio). Todo ello conforma una cosmovisión personal de una singularidad teórica portentosa, única en la narrativa en español contemporánea. Baste la entrada de obertura: «Alguien que escribe un cuaderno alfabético y ordena las emociones, las letras guían los sentimientos (¿qué sintaxis puede resistir el descubrimiento de la pasión?)». O la del ‘descubrimiento’ de Alan Pauls, el encontronazo con John Barth en Berkeley o cuando observa en una Feria del Libro, sin atreverse a hablarle, a Juan Rulfo, solo, firmando y trasegando cocacolas. Tras un largo paréntesis de

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John Berger. :: S. DI NOLFI

IN MEMORIAM La lectura como homenaje

UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO


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Ricardo Piglia. :: TONI GARRIGA

Y NUESTROS ROSTROS, MI VIDA, BREVES COMO FOTOS’ John Berger, Nórdica, 206 pp., 21,50 €.

LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI (UN DÍA EN LA VIDA) Ricardo Piglia, Anagrama, 296 pp., 21,90 €.

TRES PERIODISTAS EN LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS José Díaz Fernández, Manuel Chaves Nogales y Josep Pla, Libros del Asteroide, 236 pp., 17,95 €.

ANTOLOGÍA POÉTICA Ricardo Molina, Hiperión, 136 pp., 12 €.

fragmentos en tercera persona con Renzi como protagonista de conatos de narraciones, el tomo y los diarios se cierran con apuntamientos sueltos, en los que mejor demuestra, creo, su clarividencia extrema y su capacidad metaliteraria, desde sus días en Princeton como profesor –donde escribió la narrativa que más me gusta– hasta su muerte. Las últimas anotaciones, a modo de telegramas, son sobrecogedoras, cabe imaginarlas al hilo del avance inexorable de la enfermedad devastadora que sufrió, la ELA. La cabeza intacta («me he refugiado en la mente, el lenguaje y el porvenir») como testigo de la destrucción corporal y vital implacable: «No puedo ya vestirme solo […] La silla de ruedas, el andar mecánico, el cuerpo metálico…». Estremecedor, «la enfermedad como garantía de lucidez extrema». Hasta el final. Como un homenaje a tres de las plumas, como se diría en aquel entonces, más destacadas de la República, en general injustamente postergadas o silenciadas tras la guerra, se puede tomar ‘Tres periodistas en la revolución de Asturias’ (Libros del Asteroide), que aúna la visión de los trágicos acontecimientos de 1934 de José Díaz Fernández, Manuel Chaves Nogales y Josep Pla. Y qué plumas, son tres prosistas de una enjundia y altura excepcionales. Más de la mitad del volumen lo ocupa el reportaje a modo de narración ‘Octubre rojo en Asturias’, del infortunado Díaz Fernández, reconstrucción al hilo del fragor de los acontecimientos, de la sublevación armada de los mineros, con cuyo arrojo temerario simpatiza. Parte del estallido de la barahúnda revolucionaria en Mieres, hasta su aplastamiento, la fuga de los comités, la huida por el monte y la capitulación. Entre medias, saqueos, bombardeos, fusilamientos, uso enloquecido de la dinamita, voladura de la universidad y destrozo de la catedral, que casi fue de la ciudad entera, devastada por completo, reducida en buena parte a escombros: «la ciudad muerta», la llama Chaves Nogales. Unos 1.500 muertos. Complementan esta narración pormenorizada sobre la revuelta unas crónicas del perspicaz Pla para ‘La veu de Catalunya’, primero desde Madrid un bosquejo del conato subversivo, luego desde Bilbao y por último ya sobre el terreno, conmocionado, en los estertores de la insurrección. Su análisis en crudo y en directo es lúcido, preciso –su ojo clínico barrunta claramente la guerra civil–, demoledor, en el buen sentido de la palabra. Debería ser obligatorio, ahora que mientras escribo seguimos con la matraca del desafío nacionalpopulista desde la cesada y dispersa, presa y fu-

Berger ha dejado escritos sobre la emigración, el ocaso del campesinado o la pintura de aconsejable lectura Libros del Asteroide aúna la visión sobre la revolución de Asturias de Díaz Fernández, Pla y Chaves Nogales

gada Generalidad. Chaves Nogales, por su parte, llegó a Asturias el mismo día que Pla y escribe seis artículos para el diario ‘Ahora’ del que fuera director. Su reconstrucción recorre con su habitual maestría y el bisturí bien afilado los intríngulis y fases de la «utópica revolución social» y deslinda los terribles hechos de los rumores truculentos sobre la barbarie desencadenada. Como homenaje a su autor, con un doble motivo: el centenario de su nacimiento y el cuarto de siglo que alcanza el premio que lleva su nombre, debe tomarse también la ‘Antología poética’ (Hiperión) de Ricardo Molina, que de paso rinde tributo al grupo cordobés ‘Cántico’, a cuyo núcleo fundacional, junto a Juan Bernier y Pablo García Baena perteneció por derecho propio este articulista, crítico, traductor y flamencólogo, amante del campo solitario. Aunque solo publicó siete libros, su obra completa en dos volúmenes, que incluía además sus poemarios póstumos, se me hizo en su día un tanto cansina. De ahí la pertinencia de esta analecta muy bien seleccionada y prologada por Pedro Roso. Molina me parece un poeta más bien de antología. Y quién no, cabría puntualizar. Sus dos libros más destacados son elegías, las de Sandua y las de Medina Azahara. En muchos de sus poemas logra lo mejor de sí mismo cuando acompasa sus serenos e impecables alejandrinos, de cesura y hemistiquios, con imágenes luminosas, muy plásticas, que encarecen la belleza cotidiana de cuanto nos rodea, el amor y la dicha de disfrutarla, con cierto deje entre nostálgico y melancólico, a través de una semántica cuidada y de una destreza retórica sin aspavientos, que rebaja el esteticismo de ‘Cántico’ hasta la sobriedad meditativa, manteniendo la sensibilidad a flor de verso en pos de la plenitud de la unidad primigenia mediante un sensualismo hedonista y un panteísmo helénico.


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Literatura en el fondo de una botella J

avier Barreiro se propone dar cumplimiento al contenido de la cita inicial de Anthony Burgess con la que arranca este libro: «Beber no solo es digno de hacerse, también es digno de que se piense sobre ello». Aunque es de sobra conocida la existencia de una vinculación entre creación artística y alcohol, faltaba una indagación sistematizada que pusiera algún orden a la ingente información sobre el asunto y que a la vez se presentara ante lector con las dosis adecuadas de humor y anecdotario. Una tarea nada fácil que solo podía llevar a buen puerto un ensayista experimentado tan versátil como Javier Barreiro, que cuenta en su haber con cuarenta libros sobre cultura popular, literatura, bo-

Mojitos. :: OLGA KOCHINA

FERMÍN EZPELETA AGUILAR UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA

hemia, crítica literaria, sin olvidar la creación literaria en todos sus géneros. El índice onomástico final da una pista inicial sobre el alcance de este trabajo, pues presenta más de ochocientos nombres implicados en la relación que se establece entre los dos sustantivos que dan título al libro. Exploración pues exhaustiva que, sin embargo, logra evitar el defecto en el que suelen incurrir otros libros análogos que se decantan hacia el catálogo interminable de nombres o de anécdotas sobre el particular. No ocurre tal en este libro gracias a que su autor dispone desde el principio de algunas estrategias para conjurar ese peligro. La primera de ellas es la construcción de un marco teórico formado por los tres capítulos iniciales (1. Introito. 2. Los orígenes. 3. El alcohol y la creación literaria) a los que se puede añadir el último, el 13: «Algunas curiosidades». En él se argumenta en torno al fuerte sustrato antropológico del vino, que queda ya sacra-

lizado en época de la prehistoria y se convierte por derecho propio en «uno de los grandes logros de la civilización» y en especial, de «la cultura mediterránea» (32). No resulta extraño, en definitiva, que la Biblia acogiera al menos cuatrocientas cincuenta menciones al producto de la vid, o que el vino se convirtiera pronto en componente de determinados géneros literarios como el symposium o la anacreóntica. Con todo, hasta la Edad Moderna no tenemos posibilidades de enfrentarnos con el vínculo del alcohol y los creadores literarios, pues no contamos con datos biográficos fiables y «no ha surgido aún la radical contradicción del hombre moderno que asume su libertad, individualidad y consiguiente soledad» (41). El autor de este ensayo, buen conocedor de la historia de la literatura, se sirve de un segundo recurso para dotar de enjundia y coherencia a su propuesta, pues en la parte central del libro dispone ocho capítulos en torno a grupos, géneros, generaciones o movimientos literarios consagrados por la historiografía que, leídos en su conjunto, dibujan un mapa palpitante de la literatura contemporánea. Este tupido entramado compone un panorama de obras y autores relevantes situados en el marco de la literatura universal y que llegan al lector a través de la anécdota etílica, sí, pero también a través de la opinión del crítico literario que emite opinión y valora la significación de las obras literarias. Tras el apunte de algunos hitos en los que se encuentran ecos expresivos sobre el tema (Anacreonte, Libro de Buen Amor, La Celestina, Villon, Rabelais, la picaresca, el Quijote, Quevedo), Barreiro logra armar una suerte de historia de la literatura contemporánea a través del alcohol y es que «la literatura se encuentra en el fondo de una


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botella» (55). Si las distintas artes establecen fuertes conexiones con las sustancias etílicas, son particularmente intensas las que afectan al mundo literario. Tras proclamar con muy buenos argumentos a Edgar Allan Poe «patrono de los escritores borrachos» (58), en el capítulo ‘Los contemporáneos’ se esboza una tipología sobre la relación del escritor con los productos fermentados y destilados. Comprende las categorías siguientes: el ‘prestigio’ otorgado por la concepción del artista romántico (el ejemplo de Baudelaire) y en el polo opuesto, la ‘destrucción’ (Alfred Jarry); la ‘relación compulsiva’ (Menéndez y Pelayo, Dámaso Alonso); la ‘timidez o dificultad de enfrentarse al mundo práctico’ (Onetti, Chandler) y, finalmente, la ‘actitud de bon vivant’ (Juan Benet, Truman Capote). En el capítulo siguiente, ‘La bohemia española’, Barreiro recupera «las demasías humanas, estéticas y sociales» que había plasmado en un libro anterior, Cruces de bohemia, a propósito de escritores como Joaquín Dicenta o Pedro Barrantes, que «murieron a consecuencia de sus excesos etílicos» (71). En las páginas de este apartado comparecen autores como Alejandro Sawa, Manuel Machado o José Gutiérrez Solana. El capítulo seis, ‘De la posguerra al desencanto’, también parte de materia bien explorada por su autor, quien había dedicado anteriormente algunos trabajos a los escritores de la generación del Mediosiglo, particularmente a la recuperación de la obra literaria de Guillermo Osorio, un escritor vinculado al madrileño Café Varela que incluía en sus cuentos episodios de delirium tremens. Desfilan ahora, con sus respectivas anécdotas, autores como Gar-

cía Hortelano, Juan Benet, Rosales, Cela, Leopoldo Panero, Alfonso Grosso y casi todos los componentes más egregios de la llamada ‘Escuela de Barcelona’. La literatura hispanoamericana cuenta también con su capítulo, el séptimo, con el gran Rubén Darío como pórtico de una serie de escritores que nunca se sustrajeron a las sustancias etílicas y fueron capaces de elevar la literatura hasta las cimas más altas. El nicaragüense «escribió ebrio varios de sus poemas más conocidos, entre ellos la Salutación del optimista»(115). No falta la glosa y la anécdota a propósito de escritores como Juan Rulfo, a quien en alguna ocasión le roban la ropa tras caer inconsciente en la acera urbana (123); Onetti «recibía invariablemente en la cama, sobre un piso sembrado de botellas» (126); José Donoso murió como consecuencia de una hepatitis cirrótica (126); a Cabrera Infante el alcohol lo acercó a la locura y al ingreso en un sanatorio; en fin, Bryce Echenique y Julio Ramón Ribeyro fueron bebedores «profusos y contumaces». Como estudioso del tango que es, Javier Barreiro ha sabido cribar en este capítulo algu-

El índice onomástico final presenta más de ochocientos nombres El autor de este ensayo es un buen conocedor de la historia de la literatura

ALCOHOL Y LITERATURA Autor: Javier Barreiro. Ensayo. Editorial: Menoscuarto. 280 Págs.

nas letras populares de ambas orillas del Río de la Plata con alto valor literario y que tienen que ver con el alcohol, en tanto que sustancia siempre «presente en los ambientes donde el sentimiento del tango se gestó en forma de música y danza» (111). El capítulo siguiente, dedicado a «los norteamericanos», contiene un encadenado muy logrado de sucedidos y anécdotas de excesos relacionados con el alcohol pero que en ocasiones derivan hacia otro tipo de escándalos como acuchillamientos, sodomización, exhibicionismo y toda suerte de locuras. Jack Kerouac poco antes de morir con cuarenta y siete años se hacía cruces de lo que podía aguantar su cuerpo (137); de Ambrose Bierce sabemos que el alcohol «influyó en la ruina de su matrimonio y que su abuso mató a uno de sus hijos» (139). No son pocos los premios Nobel que tienen buena relación con el alcohol. Sinclair Lewis es el primero de ellos; otro es el dramaturgo Eugene O`Neill, cuya «vida parece desmentir a quienes piensan que la desdicha no es la fuente más caudalosa del arte» (141). Al también premio Nobel William Faulkner los habitantes de Ox-

ford «lo consideraban un borracho y un estafador» (147). Y es que a toda esta Generación Perdida parece cuadrarle bien la etiqueta de ‘generación húmeda’ (Wet Generation). Francis Scott Fitzgerald describe en su primera novela el efecto que le produce personalmente el alcohol; un mito de la creación literaria como Hemingway «se echó al coleto en 1958 quince papa´s special entre las diez de la mañana y las siete de la tarde» para ponerse a continuación a escribir (152). Para la escritora Edna St. Vincent Millay «alcohol, drogas y sexo en sus varias versiones constituían su principal programa de vida» (145). En el capítulo nueve se ejemplifica asimismo cómo el género la novela negra rezuma alcohol. Los más conocidos escritores como Simenon, Hammett o Chandler nunca pudieron sustraerse a la bebida y lo mismo cabe decir de las estrellas del cine: John Huston, Bogart, Robert Mitchum, Frank Sinatra, Dean Martin o Montgomery Clift. En el capítulo ‘La vieja Europa’ se prueba igualmente que autores esenciales como Rabelais, E.T.A. Hoffmann, Nerval, Verlaine, Rimbaud, Fernando Pessoa, y otros muchos, tampoco fueron ajenos al alcohol. Esta parte fundamental del libro se cierra con la glosa de los escritores británicos: James Boswell, Charles Lamb, James Joyce, Laurie Lee, Wystan Hugo Auden. Se evidencia detrás de este recorrido por la historia de la literatura un caudal importante de erudición bien modelada por el autor, quien se sirve de una tercera estrategia para atenuar los efectos contraproducentes que pudieran derivarse del manejo de tanta información, con el fin de lograr el encuentro con

Los habitantes de Oxford consideraban a William Faulkner «un borracho y un estafador» Tal vez estemos ante el libro más personal y divertido del autor. Armoniza la mirada histórica, la literaria y la sociológica

un público lector amplio. El autor se implica personalmente de una forma muy especial en la exposición de la materia de indagación, hasta el punto que el relato de los hechos entra de lleno en la zona del género memorialístico. En los capítulos examinados no dejaba nunca de asomar el testimonio de Barreiro, quien iba esparciendo anécdotas personales sobre su relación amistosa con escritores aquí incluidos tales como Dámaso Alonso, Eladio Cabañero, Fernando Quiñones o Manuel Alcántara; o formaba opinión sobre los valores literarios de los escritores; pero es en el capítulo penúltimo ‘La taberna’, que puede tomarse como tercera parte del libro, donde introduce una reflexión sociológica acerca de aquel lugar de esparcimiento al hilo de las experiencias personales de juventud, sobre todo en su ciudad pero también en tabernas de otros lugares. Tal dosis de fuerte subjetividad queda además subrayada expresivamente mediante la construcción de un discurso desinhibido «de nula corrección política y descarada prosa» en el que el humor y la provocación trabajan siempre en beneficio del receptor. Todo ello hace que estemos tal vez ante el libro más personal y divertido del autor. En él ha sabido armonizar la mirada histórica, la literaria, siempre entreverada de anécdotas, con la mirada sociológica para poner de relieve la sistemática relación que los escritores literarios han mantenido con la bebida. La propia naturaleza de la materia investigada ha invitado a su autor a la experimentación en aspectos relativos a la formalización, flexibilizando una escritura que adopta modos de la literatura del yo pero también de los libros de viajes de la tradición realista española.


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LECTURAS

LOS FRUTOS DE JUAN RAMÓN Se cumplen cien años de la publicación de ‘Diario de un poeta recién casado’, que supuso la entrada del simbolismo en España CÉSAR AUGUSTO AYUSO

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on qué segura frente / se piensa lo sentido!». Estos dos versos de ‘Estío’, el libro precedente, anuncian lo que será ‘Diario de un poeta recién casado’. Este libro, escrito en 1916 a lo largo de un viaje de ida y vuelta de Madrid a Nueva York, pasando por Andalucía, no en vano es considerado el que pone la poesía española en hora con la modernidad lírica europea. El mismo Juan Ramón declaró que con él había dado curso de entrada al simbolismo en España. Aunque publicado un año después, en 1917, su fecha de escritura coincide con la muerte de Rubén Darío, al que el poeta de Moguer dedica, al tener noticia de ella, un hermoso poema que lleva fecha del 1 de marzo. «Todo lo hizo / fronda bella su lira», dice en él. Con el poeta nicaragüense desaparecía la época gloriosa del modernismo hispánico, cuya impronta él marcó con su maes-

tría. Su muerte cerraba una puerta y, justo, Juan Ramón abría otra por la que transitaría en los años veinte la más preclara generación de poetas españoles contemporáneos. El libro parece hecho a conciencia, en una construcción sólida y meditada y un lenguaje depurado pero grávido, intenso. Se divide en cinco partes simétricas: en los extremos los viajes en tren de Madrid a Andalucía y viceversa y las jornadas en la tierra natal y entornos; en el interior el tránsito por mar hacia Nueva York primero y desde la misma ciudad después; en el centro la estancia en Nueva York, la parte más extensa. La gran urbe entra así en la poesía española, más de medio siglo después de haberla hecho objeto de su atención Baudelaire en ‘Las flores del mal’. Desaparece la anécdota, desaparece la inmediatez del sentimiento. La poesía se hace mental, sensitivamente mental. Lo que sale al encuentro, lo experimentado, lo imaginado, la vigilia y el sueño…, todo se da tamizado por una conciencia sintiente o un sentir consciente que, despojándolo de su accidente, lo concentra en su esencialidad. Aunque ya Unamuno había escrito aquello de que siente el pensamiento y piensa el sentimiento, Juan Ramón logra en los poemas de este libro una ardua simbiosis, que se trasluce en una expresión diamantina, concentrada y señera, preñada de sentido, has-

DIARIO DE UN POETA... Juan Ramón Jiménez (1917). Editorial Cátedra. Colección: Letras Hispánicas. 408 págs. Publicación: 7 de septiembre de 2017. Precio: 12,05 €

ta entonces desconocida. En el poema penúltimo del libro, hablando del mar, resume así el modo de su elaboración lírica, pura creación desde lo más profundo del yo: «ahora que te estoy creando / con mi recuerdo vasto y vehemente». Vastedad que es intensidad de vivencia y vehemencia que es profundidad, honda mirada hacia dentro: camino que le lleva a fijar la esencialidad con su lenguaje ajustado, desnudo. La esencialidad que pretende desvelar en sus versos no es algo en sí, sino una conquista o un descubrimiento que hace desde la raigambre del ser. El libro, de hecho, revela un proceso de conocimiento o una experiencia interior impulsados por el amor. Este hace necesario el viaje para facilitar el encuentro, el reconocimiento de la meta feliz. Arduo proceso cuyo resultado será el

MAGOS

vislumbre de la «sencillez, hija fácil / de la felicidad». Viaje interior que es odisea de búsqueda, catarsis espiritual. ‘Alma’ es una palabra clave en el libro, la que lo abre y lo cierra, la que ve el anhelo inicial hecho realidad, y su inquietud transmutada en serenidad, en ‘sencillez pura’. La que tamiza todo lo que sus ojos ven, lo que sus sentidos atisban y alcanzan. El día a día, el instante, lo pasa por su crisol hasta hacerlo ‘oro puro’ (CLXXXII). Una obra tan bien trabada, de tan exquisita arquitectura, solo se sostiene en una cuidadosa configuración de símbolos, el más patente de los cuales es el mar. El mar, como la realidad interior, o la vivencia de la realidad en el interior, en el alma, es rico, insondable, abierto a lo inmenso. Es imagen del presente, y halla su plenitud en la soledad, es decir, en la contradicción,

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CIRO GARCÍA

ta para esos lectores. Para el grupo de esos lectores que adictos a la fantasía – cosa que confieso ser–, y más concretamente, los adictos a la magia. Es una novela que se deja leer con agrado, y con diversión, pero con poca sorpresa. No me refiero a que carezca de giros sorpresivos, que alguno tiene –otros no tanto, alguno se ve venir a kilómetros, por más que el autor intente despistarnos–, si no que en general, sabemos que hemos visto esto antes, en alguna otra parte. Por ejemplo, a

Por otra parte es muy difícil no leer Drake y no pensar en John Constantine, el personaje de Alan Moore, que lleva enamorando a un buen número de lectores de cómic desde mediados de los ochenta. Ambos son ocultistas y ambos parecen tener cierta propensión a la mala suerte y a complicarse la vida. Hay, sin embargo, diferencias. En tanto que John Constantine prefiere hacer poco uso de sus poderes y conocimientos, que todo el mundo considera notables, Drake vive de usarlos continuamente –y de meterse en líos por ello–. Por otro lado, frente al sano cinismo con el que Constantine enfrenta la vida, Drake da muestras de una autocrítica que no pocas veces parece autocompasión. A Constantine le im-

porta un pito lo que pienses de él, y te enamora. Drake, por el contrario, parece estar todo el tiempo tratando de justificarse, exagerando su abyección y también su mala suerte. Como si esperara en todo momento que el lector le diga, no chaval, tampoco eres tan malo. Y no lo es, incluso, consciente de la treta, hay momentos en que consigue caerte bien. Hay otro punto en común con Constantine: Los dos tienen al mismo peor enemigo. En general la novela se deja leer bien. No es, desde luego, lo peor que he leído últimamente. Tiene ratos divertidos, alguna parte instructiva, y no deja de ser interesante dar la vuelta a la página para saber de qué forma va a fastidiarla otra vez el protagonista.

Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez.

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA

uchas veces, la originalidad de un libro, depende de lo curtido que esté el lector. En este sentido ‘Drake’, de Peter McLean, solo sorprenderá a aquellos que se introduzcan por primera vez en los vericuetos de la llamada fantasía urbana. También es cierto que hay muchos lectores, que como niños a la hora de ir a la cama, prefieren transitar una y otra vez territorios conocidos, o, cuando menos, familiares. ‘Drake’, pienso yo, está escri-

en la contienda, en esa búsqueda que lleva a la verdad. El mar es devenir, cambio que purifica y descubre su eternidad, capaz de contener la fijeza, la inmensidad y el arcano del cielo. El mar le conduce al amor, le lleva a su fin y le descubre su tesoro, que no es otro que el nido de la paz interior, ese sosiego íntimo que le sana y fortalece y, a través de la amada, le hace uno con la naturaleza. Como quien ha ido en busca del vellocino y vuelve a su lugar de origen con él, pleno y justificado, en la cuarta parte –el ‘mar de retorno’– expresa la reconciliación, la fuerza de vivir: «Tu nombre hoy, mar, es vida», atrás dejadas zozobras e íntimas contradicciones. Y su júbilo estalla al divisar la tierra, la tierra de España, la patria; la patria unificada con su alma, interiorizada. Ya en Moguer, será la madre

el otro enclave, el que le haga, como el mar, en su perenne mudanza, concebirla sustancia de eternidad. Esta poesía, que construye la realidad que canta a medida que lo hace, al albur del instante y de la vibración íntima, que la recrea con su palabra aquilatada en lo más hondo del sentir y en lo más agudo de su pensar, se hace conciencia, condición y destino para su autor. Y se hace revelación y proa que abre una estela en la procela del ser. El secreto está en el lenguaje, en la palabra que se elige, certera, exornada. Y en el ritmo nuevo, olvidado de la rima, de la cadencia, como quien prodiga sus pasos en lo ignoto y se amolda a un compás interno. Un lenguaje justo, escueto y sin gabelas, preñado de símbolos, de resonancias interiores. Con ‘Diario de un poeta recién casado’ Juan Ramón adentra la poesía hispana en una nueva dimensión. Consolida en ella lo mejor del romanticismo intimista y puntea la vanguardia, la de procedencia inglesa más bien, e inaugura la modernidad, es decir, el compromiso con la exigencia, con el rigor de lo puro. Hace de la palabra testimonio y ancla de la plenitud del ser.

pesar de que las notas al pie sugieran lo contrario, la mayoría de la gente que ya hemos tratado con la fantasía urbana, no nos son nuevos nombres como Alister Crowley o Osman Spare. Bueno, quizás Osman Spare no sea tan conocido. Pero considero que al menos todo lector de fantasía, y en concreto de fantasía urbana, tiene una idea, por aproximada y difusa que sea, de quien fue Crowley. De hecho una de las cosas curiosas del texto, es que, aparentando renegar de Crowley, a

quien se nos describe meramente como un heroinómano, acaba, como casi todo el mundo, dando más o menos por buenas sus premisas, aunque de forma bastante simplificada. La voluntad, tal y como decía el viejo Alister, es el agente fundamental del funcionamiento de la magia en la visión del mundo que nos plantea ‘Drake’. También hay que decir que este concepto Crowliano queda simplificado al máximo hasta transformarse en algo muy similar a la Fuerza de Star Wars.


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VER POR VEZ PRIMERA LO SENCILLO

SOBRE LA MÚSICA Y EL DOLOR :: V. M. NIÑO

En ‘Gloria’, Martínez Mesanza conjuga fe y esperanza, lo meditativo y lo celebratorio, lo terrenal y lo divino JORGE DE ARCO

E

l pasado año y tras más de una década de gestación, vio la luz ‘Gloria’, el último libro de Julio Martínez Mesanza (1955), merecedor semanas atrás del Premio Nacional de Poesía. El escritor madrileño, actual director del Instituto Cervantes de Estocolmo, ha sido y es poeta exacto, escrupuloso con su quehacer, al que ha ido tamizando con una veta personalísima. En 2007, y bajo el título ‘Soy en mayo’, la editorial Renacimiento publicó una antología que recogía una sugestiva muestra de su lírica. Recuerdo, ahora, la huella que dejo en mí su poema ‘Propósito’: «En estas once sílabas, el odio,/ en estas once, la mayor tristeza,/ y en éstas, la alegría de los hombres,/ pero jamás la silenciosa nada». Y desde esa firme aspiración surge ‘Gloria’, un conjunto de treinta y seis poemas, donde se conjugan con precisión la fe y la esperanza, lo meditativo y lo celebratorio, lo terrenal y lo divino, y en cuyos endecasílabos blancos –tan propios del poeta– se canta, al cabo, el fervor vital: «Para decirte que la gloria existe/ y es ausencia de orgullo en la hermosura/ y más ausencia siempre que presencia, porque siempre conduce a la extrañeza,/ se alza la torre frente al mundo frío». A través de sus sólidas creencias, Martínez Mesanza ofrece al lector un mapa interior, trascendido. Su íntima singladura se adivina como un expreso deseo por reconocerse al hilo de su espiritualismo, por anudar el tamaño de su realidad a la mudanza del corazón. Además, los lugares desde donde se articulan estos textos –escritos entre Madrid, Túnez y Tel Aviv–, remiten a un tiempo solidario, al nostálgico ori-

LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Julio Martínez Mesanza. :: J. L. PINO-EFE gen. La honestidad de su discurso convierte su palabra en geografía cercana, en sentimiento pleno de certidumbre: «Si no sabe de ti, mi alma no sabe,/ acostumbrada al páramo sombrío,/ donde estaban tu casa y esas rosas/ y la luz que encendías a la noche;/ la casa que jamás me abrió sus puertas,/ pero sus rosas y su luz bastaban,/ para saber de ti, de luz y rosas». Dividido en cinco apartados, ‘En el último sábado perfecto’, ‘El no del que no puede decir nada’, ‘Sólo por esperar hasta el invierno’, ‘Está en lo que no sabes qué es y escapa’ y ‘La noche vino y vino la mañana’, el volumen avanza firme y va dejando una estela serena, corazonada, junto a la cual el lector se acomoda y se ovilla de manera cálida. Mediante un ritmo tonal y un lenguaje sin sombras, Martínez Mesanza rehace sin premura sus pretéritas huellas, sus futuros pasos. La contenida emoción que destilan

GLORIA Julio Martínez Mesanza. Ediciones Rialp. Colección Adonáis. Madrid, 2016. 64 páginas 9,50€

estos poemas permite saborear mejor la hondura que los envuelve, la serena fidelidad que abraza lo vivido y cuanto resta por vivir: «Dame palabras fáciles y claras/ para explicar la sencillez del alma/ antes de ser rozada por las cosas, cuando el alma no amaba equivocarse./ Pues al desierto voy, dame lo extraño,/ que es ver por vez primera lo sencillo:/ la tiniebla y la luz se separaron;/ la noche vino y vino la mañana». El jurado que le otorgó el pasado octubre el ya citado Premio Nacional de Poesía, coincidió en que es esta una obra que «insufla un aire nuevo a la tradición clásica, plena de belleza formal y sentido de la rebeldía ante el pensamiento único vigente». Y no cabe duda de que, en ‘Gloria’, pervive una defensa de lo que España, Europa y Occidente son y han sido a lo largo de los siglos. Y esa defensa alcanza a los valores morales y a los comportamientos éticos que el ser humano nunca debería dejar atrás. Al cabo, un poemario vívido y solidario, iluminado por el grato don de la pureza lírica: «Eres de dónde no sé y sólo si sufro/ cuando tu epifanía niega el orden/ de mi alma gobernada por el juego,/ por la geometría y por la guerra;/ de mi alma por el hielo enmudecida,/ que ni siquiera quiere el sufrimiento,/ que no ambiciona porque no merece».

Una residencia de ancianos no es un escenario común en las novelas juveniles, protagonizadas por empáticos personajes y casi siempre refractarias a la vejez. Sin embargo Mónica Rodríguez recurre a ese entorno para concebir ‘La partitura’ como un gran ‘flash-back’ de uno de los residentes, el misterioso Daniel Faura Oygon. Marta, una joven que allí trabaja, será quien investigue el por qué de la emoción del abúlico anciano cuando llega un piano a la residencia. Ante el teclado, Daniel se transforma dentro de sus crecientes limitaciones de previsible final. Será ella quien descubra como única pertenencia de Daniel un sobre, con una partitura, y de ese hilo tirará para conocer la historia del músico nacido en 1911. De Madrid a Leningrado, de pianista de café a concertista, y de la bohe-

mia y los escenarios, a la reclusión con una única y extraordinaria alumna recogida en Mongolia, Sayá Sansar. El hombre de mundo, el huérfano renacido gracias a la música, se transforma en un ‘pigmalión’ que existe por y para su creación. Sayá vivirá para satisfacer a su maestro, ensayará y estudiará has-

LA PARTITURA Mónica Rodríguez. Edelvives. Premio Alandar. 220 páginas. 9,40 euros. A partir de 14 años.

ta la extenuación, hasta que exhibe sus cualidades ante el público. Admirará a todos y pronto enamora al director más célebre del momento. Daniel, tan concentrado en los resultados que olvidó las emociones de su alumna, arrinconó las suyas, acaba vlviendo a España. Se instala en Mallorca, donde quería llevar una discreta existencia de profesor de piano. Ni la vida de Sayá seguirá el camino encauzado, ni Daniel disfrutará mucho de su exilio musical. Mónica Rodríguez tuerce los mimbres de ambas biografías de verosímil manera y lanzará a Marta a buscar la otra versión, la de ella, la de Sayá, destinataria de la famosa partitura. Sin cargar las tintas sobre el contexto histórico, sí esboza los gustos musicales del temible Stalin, entre los que destaca su preferencia por la pianista Mariya Yúdina.

EL ‘PERO’ DE LA CADENA TRÓFICA :: V. M. N. Editorial ligada a los libros de texto, Vicens Vives abre la ventana a la ficción lúdica con su sello VV kids, dirigido al público infantil. Entre su serie ‘Libros de Monstruos’ está ‘¡Te voy a comer!’, de la ilustradora italiana Agnese Baruzzi. Y el anuncio se cumple en cada una de las diez páginas desplegables. Siempre hay un gran animal que come a otro pequeño, en el primer doblez, pero desdobladas las seis ventanas de cada página, aparecen nuevos eslabones en la cadena trófica. Sobre ellas, el paisaje, el ecosistema en el que comienza y se desarrolla esa

¡TE VOY A COMER! Texto e ilustración de Agnese Baruzzi. Editorial VV Kids. 10 páginas desplegables. 12,95 euros. A partir de 3 años.

sucesión de bestias, más o menos amigables, que permiten la supervivencia de toda una pirámide natural de fauna. El renacuajo, la tortuga o la seta amanecen en sus entornos para ser pasto de cigüeñas, leopardos o caracoles que a su vez darán de comer a animales más grandes. Atractiva disposición de esta historia gráfica feliz aunque siempre con un ‘pero’ dirigida a prelectores. VV Kids también propone una serie de ‘Libros y Atlas Gigantes’, ‘Libros Puzles’, álbumes para jugar en familia, cuentos clásicos revisitados por distintos ilustradores y libros didácticos del sistema Montessori.


14 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 2.12.17 EL NORTE DE CASTILLA

L

levo tiempo viendo escrita la palabra ‘buenrollismo’ con dos erres. En la prensa (tanto en periódicos como en suplementos) y en Internet, en textos que proceden del equipo de redacción del periódico y en textos de columnistas o colaboradores más o menos fijos. Es palabra nueva, de formación bastante reciente a partir de ‘buen rollo’. Tan nueva que no aparece recogida en ningún diccionario, pero no por ello poco usada: una búsqueda en Google en el momento en que estoy redactando este artículo arroja aproximadamente 282.000 resultados de ‘buenrollismo’ (con una sola erre) y 15.200 de ‘buenrrollismo’ (con dos erres), lo que da cuenta del elevado número de veces que aparece la palabra mal escrita. No hay ninguna razón que justifique esta doble erre. Si nos atenemos a la información que proporciona la RAE en la ‘Ortografía de la lengua española’, publicada en 2010 (capítulo I, § 6.2.2.5), «el uso de la letra <r> o del dígrafo <rr> para representar el fonema /rr/ depende del contexto, esto es, de la posición que dicho fonema ocupe dentro de la palabra». Y a continuación: «Se emplea la letra ‘r’ en representación del fonema /rr/ en posición inicial de palabra (...); y detrás de consonante perteneciente a la sílaba anterior (normalmente ‘l’, ‘n’ o ‘s’)». Nada nuevo, como ven, con respecto a lo que aprendimos en la escuela: ‘alrededor’, ‘honradez’, ‘israelí’, ‘desenraizar’, ‘desenredar’, ‘enrollar’, ‘enroscar’, ‘enramada’, ‘enrasillar’, ‘enrejado’, ‘enrojecimiento’, ‘rocanrol’ (está en el Diccionario de la RAE), ‘sonrosado’, etcétera. Y ‘buenrollismo’ y ‘buenrollista’. También me encuentro palabras escritas con una sola erre intervocálica en represen-

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

ERRE QUE ERRE. ‘BUENROLLISMO’ SE ESCRIBE CON UNA SOLA ERRE tación del fonema /rr/. Y ustedes saben que siempre, en posición intervocálica, el fonema /rr/ se representa con el dígrafo <rr>. Suelen ser casos de palabras prefijadas o compuestas: por ejemplo, la palabra ‘robo’ se escribe con una sola erre porque esta aparece en inicial de palabra; pero en ‘antirrobo’ la erre ya no aparece en posición inicial, sino en posición intervocálica, lo que justifica el dígrafo <rr>. Lo mismo ocurre con ‘reír’ y ‘hazmerreír’, con ‘ropa’ y ‘guardarropa’, con ‘requisito’ y ‘prerrequisito’, con ‘románico’ y ‘prerrománico’, con ‘reflejante’ y ‘antirreflejante’, etcétera. Cualquier compuesto univerbal (en una sola palabra) cuyo

primer formante termine en vocal y el segundo empiece por erre se ajusta a esta norma. Y lo mismo ocurre con las palabras derivadas por prefijación: en prefijos que terminan en vocal adosados a palabras que comienzan por erre se hace necesario duplicar la erre. Nada de utilizar un guion para camuflar la primera erre o para aislar el prefijo: se escribe ‘antirrevolucionario’ y no ‘anti-revolucionario’, ‘prerrebajas’ y no ‘pre-rebajas’. ¿Y qué me dicen de los prefijos que terminan en erre del tipo ‘hiper-’, ‘super-’, ‘inter-’, etcétera, cuando acompañan a palabras que comienzan por erre? Pues que

se conservan las dos erres: ‘hiperreralismo’, ‘superratón’, ‘superrico’, ‘superrápido’, ‘superromántico’, ‘interracial’, ‘interregional’. ¿Y cómo hay que pronunciar estas palabras? Pues como quieran, según la Ortografia académica: <hiper-realismo> o <hipe-rrealismo>, tanto da porque estas palabras constituyen una excepción en cuanto a la división en final de sílaba. Hagan la prueba. A propósito de la duplicación o no de la erre, sigue llamándome la atención (bueno, no, en realidad me hace daño a la vista) el nombre de una bodega situada en el término municipal de Gumiel de Mercado (Burgos), dentro de la denominación de origen Ribera del Duero: Pra- Nada de utilizar un dorey. No sé la guion para camuflar razón por la que decidieron la primera erre o para en su momento aislar el prefijo: es eliminar la erre ‘antirrevolucionario’ y no adecuar el y no ‘antinombre a la norma ortográ- revolucionario’ fica del español; he tenido la tentación de escribirles para preguntárselo, pero no lo he hecho por pura pereza. Tampoco sé si fue una decisión discutida y consensuada o si ni siquiera se lo han preguntado. Razones hay, desde luego, para ‘romper’ las convenciones ortográficas agarrándose al mecanismo publicitario del logotipo, de la imagen de marca o de cualquier otra martingala. Ya saben que los publicistas suelen tener barra libre cuando de innovar se trata. ¿Recuerdan el logotipo ‘Telefonica’ y ‘El Pais’ (sin tilde); y el eslogan ‘especialistas en tí’ (con tilde)? Pues vean que hay precedentes.

LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID

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Origen. Dan Brown (Planeta)

Konets. César Pérez Gellida (Suma)

El gigante enterrado. K. Ishiguro (Anagrama)

La librería. Penélope Fitgerald (Periférica)

El fuego invisible. Javier Sierra (Planeta)

Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)

4321 Paul Auster (Seix Barral)

Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)

Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza Janés)

El fuego invisible. Javier Sierra (Planeta)

Toda una vida. Robert Sethaler (Salamandra)

Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)

Yo soy Eric Zimmerman. Megan Maxwell (Esencia)

Los muchos. Tomás Arranz Sanz (Camelot)

El club de los mentirosos. M. Keller (Periférica y E.N)

Eva. Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara)

Diario de una enfermera. Eligio R. Montero (Planeta)

La librería. Penélope Fitgerald (Impedimenta)

Corto Maltés ‘Equatoria’. Díaz y Pellejero (Norma)

Los poderes de la oscuridad. Bram Stocker (Ediciones B)

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Cree en ti. Rut Nieves (Planeta)

Prohibido nacer Trevor Noah(Blackie Books)

Algo en la sangre. David J. Skal (Es Pop Ediciones)

5 ingredientes. Jamie Oliver (Grijalbo)

En defensa de España. Stanley G. Payne (Espasa)

En defensa de España Stanley G. Payne (Espasai)

Y nuestros rostros, mi vida... J. Berger (Nórdica)

Estado Islámico. Javier Martín (Catarata)

Enciclopedia Eslava. Juan Eslava Galán (Planeta)

La lengua de los dioses. A. Marcolongo (Taurus)

Clásicos para la vida. Nuccio Ordine (Acantilado)

De las bacterias a Bach. D. Dennett (Pasado&Presente)

Renacer en los Andes. M. A. Tobías (Luciérnaga)

Clásicos para la vida. Nuccio Ordine (Acantilado)

El ingenio de los pájaros. Jennifer Ackerman (Crítica)

Pan casero. Ibán Yarza (Larousse)

Sapiens. Yuval Noah Harari (Debate)

Mujeres de ciencia Rachel Ignotofsky (Nórdica)

Fuera del mapa. Alastair Bonnett (Blackie Books)

Transforma tu salud. Xevi Verdaguer (Grijalbo)

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4321. Paul Auster (Seix Barral)

El fuego invisible. Javier Sierra (Planeta)

Imperofobia y la leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)

Los pacientes del Doctor García. A. Grandes (Tusquets)

Cuando fuimos huérfanos. Ishiguro (Anagrama)

Ásteris en Italia. René Gosciny (Salvat)

Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)

4321 Paul Auster (Seix Barral)

Deseo. Adam Zagajewski (Acantilado)

4321. Paul Auster (Seix Barral)

El fuego invisible. J. Sierra (Plazaeta)E

Origen Dan Brown (Planeta)

Apegos feroces. CV. gornick (Sexto Piso)

Insomnio. Victoria Bernardo (Alfar)

Origen. D. Brown (Planeta)

Eva Arturo Pérez- Reverte (Alfaguara)

Poesías completas. T. S. Eliot (Visor)

Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)

Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)

Una columna de fuego Ken Follet (Plaza&Janes)

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Clásicos para la vida. Ordine Nuccio (Acantilado)

BTT por la provincia de Palencia. J. Amor (El Senderista)

Muerte en Zamora. R. Sender (Postmetrópolis)

Sangre, sudor y paz. Lorenzo Silva (Península)

Historia de la Unión Soviética. Carlos Taibo (Alianza)

Combate en la montaña. Wifredo Román (Aruz)

En defensa de España. Stanley G. Payne (Espasa)

En defensa de España. Stanley G.Payne (Espasa)

La lengua de los dioses. A. Marcolongo (Taurus)

Decir no no basta. Naomi Klein (Paidós)

La España vacía. S. del Molino (Turner)

Cuentos de buenas noches... Elena Favill (Destino)

Miseria, grandeza y agonía del PCE. G. Morán (Akal)

Palencia: momentos, paisajes... J. de la Cruz (Aruz)

Felices. Elsa Punset (Destino)

Imperios y espadazos Andoni Garrido (La Esfera)

Réquiem por el sueño... N. Chomsky (Sexto Piso)

Cuatro millones de golpes. E. Jiménez (Plaza&Janes)

Imperofobia y la leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)

Prohibido nacer. Trevor Noah (Blackebooks)


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Sábado 2.12.17 EL NORTE DE CASTILLA

Pieza de la exposición denominada Museo Nómada de Ciudad de México. :: GREGORY COLBERT

E

l pasado 11 de noviembre un juzgado de Málaga ordenó el primer ingreso en prisión por maltrato animal en España. La ex presidenta de la perrera de Fuengirola ya había sido condenada en enero por el sacrificio masivo, indiscriminado y extremadamente doloroso de perros, del que además se benefició económicamente. El paso adelante ha sido el no poder eludir la cárcel por, en palabras de la resolución judicial, la «gravedad de la conducta desarrollada». Una buena noticia para muchos, por lo que tiene de advertencia para futuros maltratadores, pero también una noticia controvertida, como lo son todas las que ponen en el punto de mira los derechos de los animales. Los comentarios de los medios ‘on line’ reproducen los peores tópicos al respecto: «Correré a hartarme de embutido no sea que se prohíba matar cerdos», «¿Matar fetos humanos llegará a ser maltrato? Se abren puertas inquietantes» o «Yo seré muy antiguo, pero a mí lo que me escandaliza es que se meta en la cárcel a un ser humano por matar animales. Lo siguiente qué es: ¿por coleccionar mariposas clavadas con alfileres? ¿por cortar un árbol? ¿por matar bacterias?». La demagogia consistente en ridiculizar la defensa de los derechos animales pasa por mezclar, en un

ORTIGAS A MANOS LLENAS

Animaladas

SARA MESA

mismo saco, a ecologistas, animalistas, vegetarianos, veganos y antitaurinos en diferentes grados de extremismo, aplastando los logros de un debate racional que se remonta a los orígenes de la filosofía y que pasa sin duda por su ratificación científica. No en vano, la Carta de la Tierra de la UNESCO, aprobada en el año 2000, se basa en la descodificación del código genético realizada por Drick y Dawson en los 50, que verifica que todos los seres vivos –una ameba, una amapola, un caballo, un ser humano–, poseemos el mismo código genético de base: los veinte aminoácidos y las cuatro bases fosfatadas, lo que nos conduce a «un espíritu de parentesco con toda la vida». Entre otros asuntos, este documento básico de la ecología moderna advierte de que se debe proteger a los animales de métodos de caza, trampa y pesca que «causen sufrimiento extremo, prolongado y evitable». Como vemos, no se trata de atacar a la ganadería ni la pesca –de la que vi-

ven dos tercios de las comunidades rurales en el tercer mundo–, sino de la lucha contra la crueldad y la tortura, que, mal que les pese a los escépticos, tiene mucho que ver con nuestra propia dignidad humana. Ya que aquí normalmente hablamos de lecturas, quiero recomendar para aquellos que busquen un conocimiento desprejuiciado del asunto, dos libros que ofrecen una visión original y reflexiva de la relación entre humanos y animales. El primero de ellos, publicado por Capitán Swing, se titula ‘El hombre que susurraba a los elefantes’ y es obra del conservacionista, ecologista y explorador sudafricano Lawrence Anthony (1950-2012), que aceptó el reto de convivir durante años con una manada de elefantes salvajes con el fin de evitar su condena a muerte. El libro no solo cuenta cómo se ganó la confianza de estos formidables animales aprendiendo su particular lenguaje «susurrante», sino también cómo logró vencer las reticencias iniciales de los

cazadores y las tribus zulúes de la región virgen de Zululandia. ‘El hombre que susurraba a los elefantes’ es por ello una historia de la búsqueda de equilibrio, armonía y respeto entre los seres vivos que estamos obligados a convivir y compartir los recursos del planeta, en la que no se parte de considerar enemigo al animal, pero tampoco al humano. El segundo libro, publicado por Seix Barral, es de la escritora y pensadora británica Jenny Diski (1947-2016) y tiene el curioso –y humilde– título de ‘Lo que no sé de los animales’. Mezcla de ensayo divulgativo y biografía personal,

«No se trata de atacar a la ganadería ni la pesca, sino de la lucha contra la crueldad y la tortura»

la autora reflexiona sobre la relación que establecemos con los animales desde la infancia –desde, por ejemplo, nuestros muñecos de peluche, los personajes de los dibujos animados, las mascotas o las visitas al zoo– y sobre el profundo misterio que para nosotros representan, la irremediable inaccesibilidad a su mundo y nuestros vanos intentos antropocentristas para llevarlos a nuestro terreno. Hermosísimo y perspicaz, el libro abre puertas a pensamientos que escapan tanto a los tópicos paternalistas como a la eterna acusación de frivolidad o cursilería. Por cierto, Diski también viajó a África –en este caso a Kenia– para observar elefantes. De aquella experiencia dejó dicho que «ser ignorada por un animal en su propio territorio es un honor indescriptible». Por su parte, Lawrence Anthony explicaba con fascinación el poder que los elefantes ejercen sobre su entorno, hasta el punto que uno puede tenerlos encima sin verlos si así lo desean ellos. Esta forma de dejarnos aparte, de marcar sus límites, me parece sin duda la más honesta y respetuosa. No se trata de ‘mascotizar’ a los animales ni de sobreprotegerlos cubriendo necesidades que no tienen, sino de entender esta elemental noción de justicia, todavía lastrada por la inexplicable resistencia de algunos.


16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 2.12.17 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Carlos Aganzo Coordinador: Chema Cillero

:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA

Los principios de Goebbels V

oy a referirme en esta ocasión a los famosos principios que han de regir la propaganda política según Joseph Goebbels, doctor en investigación social por la Universidad de Heidelberg, ciudad protoalemana que Hölderlin evocó en uno de sus más hermosos poemas. No son principios que se inventara él y los fue entresacando de libros de teoría política de la época, algunos vinculados a la izquierda. El más determinante de todos ellos es quizá el principio del enemigo único. Goebbels es partidario de homogeneizar al enemigo, convirtiéndolo en una única entidad, aunque esté conformado por elementos heterogéneos: los adversarios han de presentarse como una

sola masa. Está después el principio de trasferencia, que consiste en responsabilizar al adversario de los errores propios, respondiendo a todos los ataques, y si no es posible negar las malas noticias, inventar otras para crear confusión y dudas, transformado cualquier anécdota en una amenaza grave. También invoca Goebbels el principio de vulgarización, que consiste en simplificar el lenguaje de tal modo que el mensaje pueda llegar a todos, también a los más tontos, ya que la capacidad de compresión de las masas es muy limitada y muy grande su tendencia a olvidar, por eso las ideas que hay que trasmitir deben ser pocas, han de ser repetidas incesantemente y han de converger siempre en un único concep-

to. Goebbels creía que toda mentira muy repetida se convierte en verdad y que hay que renovar continuamente

MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO

las falsedades para que puedan tapar las verdades incluso antes de que sean formuladas. Estas mentiras han de tener además ciertos indicios de verosimilitud, basándose en los deseos de las masas más que en sus realidades. Otro de sus principios es el del silencio: acallar y borrar las noticias y problemas desfavorables, programando mentiras con la ayuda de los medios de comunicación. Tampoco hay que olvidar el principio de mistificación o mitificación, que consiste en procurar que la propaganda se base en un sustrato de mentiras preexistentes, apoyadas en la mitología nacional y en odios y prejuicios tradicionales. Y finalmente tenemos el principio de unanimidad, que consiste en hacer creer que todos piensan lo mismo, generando una falsa sensación de unidad en el pensamiento y en la acción. Los principios de Goebbels son más de los que aquí refiero, pero algunos de ellos tratan la misma materia y se pueden sintetizar perfectamente en los que acabo de exponer, a saber: crear un enemigo común amasando elementos heterogéneos, transferir al adversario los errores propios a través de continuas posverdades y exagerando la maldad del enemigo, vulgarizar y simplificar el discur-

so, silenciar todo lo que no interesa para lograr ciertos fines, mitificar los valores propios o sencillamente inventarlos a partir de los prejuicios heredados, y dar una falsa sensación de unanimidad y de acuerdo general y sin fisuras. Cualquiera que se detenga un poco en estos principios llegará a la conclusión que han sido seguidos al pie de la letra por el supremacismo catalán. Pero, ¿solo por el supremacismo catalán? Ciertamente no, ya que se trata de un programa adoptado por todos los supremacismos, ya sean de signo derechista o izquierdoso, además de tratarse de consignas que en su momento enarbolaron tanto los nazis como los soviets. Es común decir que estos principios son de una eficacia fuera de toda duda, lo que equivaldría a pensar que se trata de principios poco menos que científicos, lo cual es un error, según mi modesto entender. Puede que sean eficaces en épocas de confusión, ofuscación y frustración, pero acaban mostrando su debilidad histórica y social. Toda revolución con su insistente recurso a la propaganda, ya sea de derechas o de izquierdas, genera una contrarrevolución, como dijo en su momento Karl Marx y lo suscribió con insistencia Adorno.

«Los nazis quisieron ocultar todas sus atrocidades, y hasta creyeron que lo iban a conseguir»

A veces esa contrarreforma puede ser lenta, pero acaba imponiéndose como una maldición, para unos, y como una bendición para otros. Ocurrió en Francia, en Rusia, en España, en Alemania. Otro problema a considerar: si bien los principios de Goebbels basados en el ejercicio de la mentira y en el simplismo generalizado pueden tener su efecto durante ciertos períodos históricos, al final siempre se impone la verdad de los hechos, aunque a veces demasiado tarde. Los nazis quisieron ocultar todas sus atrocidades, y hasta creyeron que lo iban a conseguir. La historia nos ha demostrado todo lo contrario. Conocemos todo lo que hicieron y lo que no hicieron, y también sabemos que su delirio propagandístico y su conglomeración de mentiras que mantuvieron a la población anímicamente dormida y abducida solo sirvió para convertir Alemania en un montón de ruinas.


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