Elemental, querido detective

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SOMBRA CIPRES LA

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Elemental, querido detective Se cumplen 130 años del nacimiento de Sherlock Holmes, cuya vida y aventuras han trascendido el legado de su propio creador, Arthur Conan Doyle [P2]

NÚMERO 285 Sábado, 09.12.17


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La vida y aventuras de Sherlock Holmes han trascendido el papel, el terreno de la ficción y el legado de su propio creador, Arthur Conan Doyle

Una biografía elemental S

ucedió en el verano de 1874, con España sumergida en su tercera y última guerra carlista. James Armitage, antiguo bandido que veinte años atrás se había amotinado junto a otros criminales de la corbeta Gloria Scott y que se escondía bajo el nombre de Trevor en el condado inglés de Norfolk, recibía en las vacaciones de verano a su hijo Victor y al compañero de universidad de este, un muchacho retraído, de apenas 20 años y con aficiones detectivescas, cuyo olfato y análisis para la deducción impresionan notablemente a Armitage, quien no duda en animarle a que utilice esas dotes para labrar una carrera como investigador privado. La muerte en extrañas circunstancias de Armitage ese mismo mes será el primero de los sesenta casos canónicos (cuatro novelas y 56 relatos breves) de los que se encargará ese joven, Sherlock Holmes, a lo largo de una dilatada carrera que se extenderá hasta el comienzo de la Gran Guerra. Cuando Arthur Conan Doyle (1859-1930) nació, Sherlock Holmes ya tenía cinco años. Esta aparente paradoja ya nos da una pista de cómo este personaje, díscolo y ajeno a todo tipo de convención social, estaba condenado a no entenderse con quien se considera su creador. Inspirado en todo tipo de personalidades, desde el médico Joseph Bell al policía Jerome Caminada o al exconvicto e investigador Eugène François Vidocq, su capacidad de análisis, observación y exposición de conclusiones sentaron las bases de todo un género literario, concebido inicialmente para las masas y que aún hoy conviene revisitar para comprobar qué aspectos son originales y cuáles resultan entusiastas aportaciones del imaginario colectivo. Entre casos extensamente documentados y los apenas mencionados en diálogos o exposiciones introductorias de los cuentos, Holmes (que a punto estuvo de ser bautizado como Sherrinford Hope) resolvió en sus inicios en so-

SAMUEL REGUEIRA

ledad una quincena, tal y como documenta Jesús Urceloy en el anexo de la edición integral que Cátedra acogiera en 2003; una relación cronológica de los encargos del famoso detective entre los que destaca ‘El ritual de los Musgrave’. Fue en 1881, cuando en España vio la luz el diario ABC y Francia publica la póstuma obra de Flaubert

‘Bouvard y Pécuchet’, cuando Holmes encuentra, amigo mediante, un compañero de piso para su habitación alquilada en el 221B de Baker Street: el médico de guerra y su más entusiasta cronista John H. Watson. Con el ‘Estudio en Escarlata’ se inicia así una de las mayores amistades (y, según algunos teóricos, algo más romántico) de la historia de la Literatura. En sus primeros años, el tándem se dio a conocer mediante la resolución de problemas de toda envergadura; menores y mayores, robos y asesinatos, equívocos y conspiraciones… ajenos, y por ello más fácilmente extrapolables, a su propia Historia. Pero quizá por ello no se ha pensado que, mientras combatían a ‘La banda de lunares’ , Stevenson publicaba ‘La isla del tesoro’; o que los casos de ‘El paciente residente’, ‘El aristócrata solterón’ o ‘La aventura de la segunda mancha’ se desarrollaron el mismo mes que se inauguró en Estados Unidos la Estatua de la Libertad.

Conclusiones felices

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Su capacidad de análisis, observación y exposición de conclusiones sentaron las bases de todo un género literario Los casos de Holmes suelen seguir una estructura más o menos homogénea

Los casos de Holmes suelen seguir una estructura más o menos homogénea: presentación de unas deducciones triviales para asentar los ejercicios mentales del detective, introducción del caso, primeras pistas falsas y sospechosos, giro final y resolución satisfactoria con las felices conclusiones del investigador. Y decimos ‘suelen’ porque en 1887 se documenta su primer y más célebre fracaso, el ‘Escándalo en Bohemia’, donde Holmes es derrotado en argucias frente a Irene Adler, ‘la mujer’. Un fracaso que no sería el último en el que resulta, sin duda, el año más flojo de Holmes: su cliente también muere en ‘Las cinco semillas de naranja’, y el propio Holmes se ve al borde de perecer en ‘La aventura del detective moribundo’, ambientada en el mes de noviembre… cuando la revista Beeton’s Christmas Annual publicó ‘Estudio en escarlata’. El día que estuvo a punto de morir, Sherlock Holmes nació.

A finales de esta década de los ochenta y comienzos de los noventa, las inquietudes literarias de Conan Doyle volaban por encima de Sherlock Holmes. Su detective era un personaje creado para un público de revistas y periódicos, para los obreros que no po-

dían comprarse libros pero sí adquirir una forma de lectura más rápida y económica. La, a sus ojos, falta de caché del personaje no se vio compensada por la publicación de su nueva novela protagonizada por el detective. ‘El signo de los cuatro’, donde Watson

conoce a su segunda esposa, Mary, se vio ambientada en este periodo, al igual que sus otras dos aventuras largas; la posterior ‘El sabueso de los Baskerville (1900) y la previa ‘El valle del terror’ (publicada en 1914), donde ya se entrevé la figura de quien terminó


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Objetos de la exposición ‘Sherlock Holmes, el hombre que nunca vivió y jamás morirá’, que tuvo lugar en el Museo de Londres en 2014. :: EFE

siendo el verdugo de Sherlock: el profesor James Moriarty. Ayudado, como ya hiciera en ‘El intérprete griego’, por su hermano mayor Mycroft, Holmes encuentra aquí el final de sus días, al fondo de una deliberadamente anticlimática conclusión en las ca-

taratas de Reichenbach, engullido por el abismo junto a su archienemigo el 24 de abril de 1891, fecha en la que veía la luz ‘El retrato de Dorian Gray’, de Oscar Wilde. Pero el inmortal terminaría siendo Sherlock, desde el mismo momento en el que Conan

Doyle decidió segar su vida. Lo que sucedió aquellos años con la publicación de ‘El problema final’ aún hoy es tema de debate y especulación, en especial por las sospechas de exageración del hijo de Doyle en posteriores entrevistas. Sí que parece pro-

bable que los seguidores del detective se pusieron de acuerdo para cancelar sus suscripciones al Strand, el magazine donde se publicaban las aventuras de Holmes, y de igual modo que el escritor recibiera misivas envenenadas de gente que, con distintos

modales, suplicara o exigiera el retorno del investigador. Este fenómeno, pionero en lo que hoy llamamos ‘comunidad de fans’, vino acompañado a lo largo de este periodo de tiempo (conocido por los aficionados como el Gran Hiato), por la aparición de las

primeras aventuras apócrifas, firmadas por incondicionales que se negaban a asimilar que su personaje predilecto había hecho su último saludo. Podría decirse que fue producto únicamente de la presión social que sobre él se hizo, pero lo cierto es que las altamente sospechosas circunstancias de la muerte de Sherlock llevan a pensar si Doyle no tendría guardado ya, desde hace tiempo, este as debajo de su manga. Holmes regresaría en ‘La aventura de la casa vacía’ el 5 de abril de 1894, transcurridos tres años ficcionales y una década en tiempo real, y seguiría dejando en evidencia a los inspectores Lestrade y Gregson de Scotland Yard. En el ecuador de su carrera, aún le quedarían por delante alguno de sus problemas de mayor enjundia, como ‘La aventura de los monigotes’. El cambio de siglo le encontró entre sus problemas con el villano Charles August Milverton y el caso de los seis Napoleones, uno de los textos más aplaudidos. Tras sus andanzas en Shoscomb Old Place, la desaparición de Lady Frances Carfax, el misterio de los tres Garrideb o sus pesquisas en torno al Círculo Rojo, Watson y Holmes terminan por separarse definitivamente, en 1902. De nuevo en soledad, y hasta el 2 de agosto de 1914, Holmes resolvió algunas aventuras más, despidiéndose en su retiro de Sussex. Jamás llegó a conjugar un ‘Elemental’ con un ‘Querido Watson’, y tanto, la lupa como la pipa curva fueron inventos de un cine que, como los mejores entusiastas, han seguido perpetuando su legado aún después de muertos Doyle y Holmes, situando al detective incluso a luchar contra Jack el destripador, Harry Houdini o incluso el régimen nazi. Y lo que puede quedar por delante, mientras se mantenga vivo al personaje. Todo puede suceder. Ya se sabe que, una vez eliminados los límites que marcan lo imposible, lo que quede, por poco probable que pueda resultar, es susceptible de convertirse en la realidad.


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Las vidas póstumas de Sherlock Holmes P

ensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan», dijo Borges. Tenemos el Canon, las sesenta historias escritas por Conan Doyle que algunos llaman las Sagradas Escrituras (las cuatro novelas y los cincuenta y seis relatos distribuidos en cinco volúmenes) pero tenemos mucho más. Holmes, no hay que olvidarlo, murió y resucitó. Y Holmes, hoy en día, está más vivo que nunca. Hablamos, sin duda, del personaje de ficción más influyente y multiusos de la literatura universal. Ya en vida de Conan Doyle comenzaron a surgir los primeros pastiches, obras protagonizadas por Sherlock Holmes que no habían salido de la pluma de su creador. Desde entonces, el goteo no ha cesado. En casi todos los idiomas y países nos encontramos con locos que siguen la estela de Holmes. Imposible abarcarlos. De hecho, escribir sobre las otras vidas, sobre las vidas paralelas, sobre las vidas póstumas de Sherlock

Holmes se antoja como lo más parecido a intentar meter una catedral en una maleta. Nos centraremos en lo publicado en España y lo haremos siguiendo la monumental e ineludible obra de Alberto López Aroca ‘Sherlock Holmes en España’. Ahí supimos que el detective de Baker Street aterrizó en España muy temprano. De hecho, la mayoría de historias de Conan Doyle se habían traducido ya a principios de siglo. Paralelamente, y dado que el público no dejaba de pedir más y más aventuras, comenzaron a aparecer historias de otros autores protagonizadas por Holmes. La más antigua data de noviembre de 1891, cuando del personaje original apenas habían sido publicadas siete historias (las dos primeras novelas y cinco cuentos). Sherlock, para entonces, era ya toda una celebridad. Pues bien, ese primer pastiche, titulado ‘Una tarde con Sherlock Holmes’, lo escribió, nada más y nada menos, que J.M. Barrie, el padre de Peter Pan. Se podría decir que con él empezó todo.

VICENTE E Z ÁLVAREZ

De inmediato, los alemanes se pusieron manos a la obra y no tardaron en salir a la calle decenas de pastiches. En España, esas nuevas y bastardas aventuras de Holmes llegaron casi de inmediato y ya en 1908 tenemos constancia de que el propio Blasco Ibáñez publicaba estas novelas en alguno de sus periódicos y las publicita-

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ba como salidas de la pluma de Doyle. Aquí, como en el resto del mundo, la fiebre holmesiana se había desatado. Esta primera Edad de Oro de ‘los otros Holmes’ coincidiría con las primeras décadas del siglo XX, con Doyle todavía vivo y asistiendo, uno no sabe si perplejo, emocionado o molesto, al boom imparable de pastiches holmesianos lo que comenzó a ocasionar algunos problemas legales solucionados en muchas ocasiones cambiando el nombre de nuestro protagonista. Así apareció Harry Dickson, el Sherlock Holmes americano, producto de la traducción al holandés de los pastiches alemanes; también el Solar Pons, de Augusto Derleth, o el Herlock Sholmes de Maurice Leblanc, quien le hace enfrentarse a su propia creación, el famoso caballero ladrón Arsène Lupin. En fin, tanta sobreexposición y un éxito tan descomunal, llevó a muchos colegas a odiar al personaje e incluso alguno a escribir cierta parodia sin desperdicio. Hablamos, claro, de Mark

Twain y su ‘A Doubled Barelled Detective Story’, una crítica maliciosa a la ficción detectivesca llena de burlas a nuestro detective favorito. En España los autores más famosos y populares también se engancharon al carro del boom sherlockiano e hicieron sus pinitos, casi todos ellos atravesados por un gracejo hispánico muy peculiar. En esa línea se embarcan los deliciosos pastiches de Jardiel Poncela o la muy curiosa ‘Tenorio contra Serlock-Holmes’ (sic) de Joaquín Belda. Una segunda Edad de Oro de los pastiches llegaría con el gran éxito en 1974 de ‘Elemental doctor Freud’, de Nicholas Meyer, quien repetiría suerte con ‘Horror en Londres’ y ‘El ángel de la música’. Desde entonces no han parado de aparecer pastiches a velocidad de vértigo. Muchos de ellos utilizando, para otorgar mayor credibilidad, el recurso de convertir al autor en editor o traductor de un manuscrito del propio Watson. Junto a ello, la característica más llamativa de estos pastiches suele estribar en enfrentar a Holmes con personajes reales y también con otros iconos de la novela popular. En este punto, la imaginación se desata. Ya Nicholas Meyer cruzó a Holmes con Freud, George Bernard Shaw, Oscar Wilde, Bram Stoker o el mismísimo fantasma de la Ópera. Los ejemplos

Más allá de la deducción y la lógica

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s indudable que el Sherlock Holmes es el personaje más imperecedero salido de la pluma de Arthur Conan Doyle, pero su obra no se agota con él. Muy al contrario, el escritor escocés transitó muchos, y muy variados, caminos, en algunos de los cuales logró éxitos importantes, aunque todos ellos se verían, a la postre, ensombrecidos por la fama arrolladora de su célebre detective. Quizás el libro que tenga más opciones de competir con los del investigador, al menos en términos de popularidad, sea su novela de aventuras prehistóricas ‘El mundo perdido’, llevada al cine en varias ocasiones, y en la que concibió a uno de sus personajes más memorables: el profesor Challenger, “un megalómano homicida con talento para la ciencia”. ‘El mundo perdido’ inspiró la saga novelística de ‘Parque Jurásico’, de Michael Crichton, y, por mediación suya, la saga cinematográfica de Steven Spielberg, y no es casualidad, sino homenaje,

que la segunda de las entregas comparta título con esta novela pionera. Pero, además, Conan Doyle tenía un cariño muy especial por su personaje del brigadier Etienne Gerard, fanfarrón oficial de húsares de las tropas napoleónicas, que usó para hilvanar un buen puñado de aventuras históricas repletas de ritmo e ingenio. Con todo, es en su abundantísima producción de relatos breves donde es posible toparse con sus perfiles más inesperados. En ese repertorio, mucho menos conocido, aparece un Conan Doyle más costumbrista, y más preocupado por el mundo de las emociones, e incluso de lo espiritual, de lo que pudiera hacer pensar el racionalismo deductivo de su personaje más inmortal. Algunas de las mayores sorpresas pueden hallarse en ‘La lámpara roja. Realidades y fantasías de la vida de un médico’, un conjunto de relatos inspirados por la propia vida profesional del escritor, que fue sanitario antes que

VIDAL ARRANZ

novelista. Y que se proyectó a sí mismo, como alter ego cálido y emocional de Holmes, en la figura del más humano e imperfecto doctor Watson. En esta colección encontramos ‘La esposa de un fisiólogo’, que puede verse como un feroz desenmascaramiento de un racionalismo incapaz de entender las complejidades emocionales del ser humano. El protagonista, el pro-

En muchos de sus relatos cortos se percibe un afán por huir del gran acontecimiento

fesor Ainslie Grey, es un fisiólogo alérgico al romanticismo, que interpreta el amor en términos biológicos, pero que, tras ser abandonado por su esposa, morirá de esa enfermedad tan poco lógica que llamamos mal de amor. En este mismo libro encontramos ‘La maldición de Eva’, un entrañable relato que narra las complicaciones de un parto, y la angustia e impotencia con la que son vividas por un padre primerizo. Y en ‘Azarosos comienzos’ quizás recree Doyle sus propias dificultades como médico primerizo. Sólo en la precisión de las descripciones, y en el detalle de la mirada, es posible reconocer al autor de Holmes, que en estos cuentos se muestra más próximo y cálido. En muchos de los relatos cortos de Conan Doyle se percibe, asimismo, un afán por huir del gran acontecimiento, de la intriga absorbente, en favor del detalle, la anécdota y una pincelada más suelta e informal. Un buen ejemplo lo proporciona ‘La histo-

ria del cochero’, perteneciente a sus ‘Uncollected stories’, y publicada en España dentro de ‘Una agitada víspera de Navidad y otros relatos’. Aquí el novelista tiene la idea de lo que hubiera podido ser un brillante relato de misterio, pero prefiere consumirla para la singularización de un personaje cotidiano. Finalmente, el escritor le dio la vuelta a su propio molde como novelista de misterio en los textos agrupados en ‘Estudios del natural’, una colección de historias basadas en crímenes reales que combinan lo periodístico y lo novelístico. Aquí no es posible hallar esa gratificación basada en la capacidad de la razón para hacer inteligible el mundo, que es el atractivo básico de los relatos de Sherlock. En su lugar, se nos muestran las aristas de lo real, sus misterios y las limitaciones del entendimiento. Y se evidencia la voluntad de Conan Doyle de ir más allá de su propio mito, en busca de otros registros y dimensiones de la realidad.

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1. Edición neoyorquina de 1903. 2. Robert Stephens y Colin Blakely, en una escena de ‘La vida privada de Sherlock Holmes’. 3. Cliver Brook, el primer Holmes del cine sonoro. 4. Peter Cushing, en ‘El perro de los Baskerville’. 5. Arthur Conan Doyle en 1922. :: AP

de esta fascinante tendencia de hacer coincidir a Holmes con otros personajes bien conocidos son incontables, atractivos, reveladores y, en muchos casos, deliciosamente delirantes. Fred Saberhagen le emparejó con Drácula, Rafael Marín con Charlot, Alexis Lecaye con Marx, Daniel Stashower con Houdini, Cay Van Ash con Fu Manchú, Randall Collins con Bertrand Russell o Ludwig Wittgenstein y, en fin, Ellery Queen, como otros muchos, con Jack el Destripador. Son sólo algunos ejemplos. Hay cientos más. En ‘La aventura del par sin par’, de Philip Jose Farmer, Holmes y Watson llegan a un inhóspito lugar donde se encuentran con Tarzán. Lem Rayn, veterano de los bolsilibros, reúne a Holmes con Marlowe, con Dick Tracy, Randolph Carter, Nick Furia, H.G. Wells, Doc Savage, La Sombra, Batman e, incluso, Borges. En la misma senda, el muy sherlockiano Alberto López Aroca, nos regala pastiches únicos con múltiples guiños pulp por los que desfilan personajes relacionados con Verne, Wells, Lovecraft, Haggard o Conrad. Justo es citar también a autores imprescindibles como Carlos Pujol o Javier Casis (su ‘Regreso a Baskerville’ es una de las grandes joyas de la corona) y, por supuesto, a Rodolfo Martínez y su fantástico cuarteto de pastiches donde tienen cabida desde Franco a Superman pasando por Aleister Crowley, Lovecraft y hasta el Necronomicón. Mención especial, en fin, para los pastiches más paródicos y abiertamente desmitificadores, en la línea del genial Billy Wilder con ‘La vida privada de Sherlock Holmes’. Por ejemplo, ‘El Xangó de Baker Street’, de Jô Soares, con un patoso Holmes en Brasil descubriendo la samba, la caipiriña, el cannabis y el amor de una mulatona. No quiero olvidar, antes de terminar, a grandes nombres de la literatura que han homenajeado a Holmes, desde Umberto Eco a Borges, pasando por Benet, Perucho, Savater, Michael Chabon (con la espléndida ‘La solución final’) y, por supuesto, el magistral aporte de Anthony Burgess con ‘Murder to Music’. Y, en fin, como colofón tan sólo citar que en 2011 apareció ‘La casa de la seda’, de Anthony Horowitz, un pastiche con una peculiaridad que le hace diferente al resto: se trata de la primera secuela oficial de las historias de Sherlock Holmes ya que le fue encargada directamente por los herederos de Conan Doyle. Algo que no va a evitar, por supuesto, que sigan apareciendo cada año decenas de nuevos pastiches de Sherlock Holmes lo que nos permitirá, sin duda, seguir disfrutando de nuevas vidas póstumas de nuestro detective favorito. Que el juego continúe.


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El húngaro Sándor Radó fue una eminencia en una disciplina cuya vertiente política explotó como pocos y que lo convirtió en un protagonista oculto de la Segunda Guerra Mundial

El cartógrafo espía IBON ZUBIAUR

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i pensamos en la atracción que siguen generando los espías, sorprende lo poco que se conoce a un gran protagonista oculto de la Segunda Guerra Mundial, Sándor Radó. Fue también una eminencia en una disciplina cuya vertiente política explotó como pocos: la cartografía. Sus compatriotas Béla Kun y Mátyás Rákosi lo miraban por encima del hombro por no ser un revolucionario ‘full time’. Él mismo relata cómo una vez quedó atrapado en una biblioteca porque, absorto en el estudio, no se dio cuenta de que cerraban: un detalle casi tierno en alguien que vivió años ateniéndose a normas estrictas de conspiración. Sus memorias (‘Dóra jelenti...’, Budapest, 1971; traducción alemana de 1974) son ricas en anécdotas como ésta. Declaran que aspiran a replicar a los autores occidentales que magnificaban su papel en la guerra, desdeñando el heroísmo del pueblo soviético y el glorioso Ejército Rojo y la superioridad intrínseca del socialismo. Desde luego fueron cuidadosamente censuradas en Moscú, aunque destacan por su talante poco dogmático. Radó había nacido en 1899 en Budapest, hijo de padres humildes. Con seis años, en el primer libro que lee, lo fascina un mapa del transiberiano: ese deslumbramiento marcará su vida. Alistado al final de la Primera Guerra, asiste al colapso del Imperio y a la revolución; ya militante comunista, lucha contra las tropas extranjeras que sofocan la República de los Sóviets y en septiembre de 1919 huye a Viena. Allí logra matricularse en Geografía, su especialidad soñada. En 1920 funda la primera agencia de prensa del mundo que difunde información del

Uno de los mapas de Radó, que aparece en las fotos pequeñas. :: ARCHIVO

régimen soviético, sometido entonces al ‘cordón sanitario’; entre sus colaboradores se cuentan Georg Lukács y Gerhart Eisler. En 1921 viaja por dos veces a Moscú, donde Lenin le insta personalmente a desarrollar una cartografía con dimensión militante. En 1924 edita en efecto el primer mapa político de la URSS y se traslada a ese país tras su licenciatura en Leipzig, donde había compaginado sus estudios con un papel destacado en la actividad revolucionaria. Al año siguiente edita en Moscú la primera guía de viaje por el nuevo país, que él será el primero en denominar abreviadamente Unión Soviética: su efecto propagandístico llegó a ser comparado al de ‘El Acorazado Potemkin’. En 1929 aparece su atlas político sobre las fases del imperialismo. A raíz de un accidentado vuelo a Berlín (volar era todavía una aventura) conoce al director de la Lufthansa y charla con él amistosamente. Nace ahí su

Fundó la primera agencia de prensa del mundo que difundía información del régimen soviético

interés por la cartografía aérea: será el primero en editar mapas de tráfico aéreo y la primera guía al respecto, en 1932. En 1933, tras llegar los nazis al poder, emigra con su familia a París y vuelve a fundar una agencia de prensa. Pero la incertidumbre político-económica le hace aceptar una oferta del servicio secreto soviético para trasladarse a un país neutral desde el que poder informar en caso de guerra. Se instala en Ginebra en 1936 y funda allí la primera agencia cartográf ica, Geopress; empieza a funcionar en agosto de 1936, justo a tiempo para cubrir la Guerra Civil española y la demanda internacional de mapas que ilustren las operaciones militares. Además de una tapadera ideal, resulta ser un negocio rentable hasta el estallido de la guerra europea, cuando sólo podrá trabajar para la prensa suiza. En 1940 se restablece el contacto con la central moscovita, a la que informará por radio bajo el pseudónimo de

Dora (anagrama tan obvio de su apellido que debió parecerle el mejor camuflaje). Su grupo forma radiotelegrafistas (para el otoño de 1942 serán cuatro, con tres aparatos) y capta informantes, de los que el más impagable resultará ser Rudolf Rössler, Lucy, que tiene una fuente en el Estado Mayor alemán (Jodl diría en Núremberg que las órdenes llegaban antes a Moscú que a su escritorio, lo que no es sino una burda exageración exculpatoria).

‘Operación Barbarroja’ Los avisos sobre la ‘Operación Barbarroja’ son así extraordinariamente fundados, aunque Stalin los ignoró. También interpretó mal la ofensiva del verano de 1942, cuyos planes había comunicado ‘Dora’: creyó que los alemanes trataban de envolver Moscú, lo que casi le cuesta el Volga, el Cáucaso y la guerra. Desde el primer momento se desata una carrera en el

tiempo: ‘Dora’ y su grupo transmiten informaciones muy precisas sobre los movimientos alemanes, mientras la ‘Abwehr’ va estrechando el círculo para localizar sus emisoras. Desde diciembre de 1942, tras las detenciones de otros espías en Francia y Bélgica, la Gestapo tiene identificado a Radó y conoce una de sus claves de cifrado, con lo que puede reconstruir algunos mensajes captados. Pero su prioridad es identificar las fuentes en su propio Estado Mayor, algo que no logrará nunca. Para el verano de 1943, el grupo está vigilado y recibe visitas de provocadores. Tras el fracaso de la ‘Operación Ciudadela’ (Radó ha sido decisivo), e incapaz de frenar las filtraciones, la Gestapo exige a las autoridades suizas que desmantelen la red. Rodeada tras la ocupación alemana de Italia, Suiza no puede negarse: en octubre son detenidos tres de los radiotelegrafistas, y Radó pasa a la clandestinidad. En noviembre cae el último radiotelegrafista, y en abril el resto de la red (aunque el servicio secreto suizo protege a Rössler, que también informa para ellos). Después de meses escondido en un cuartucho en que apenas puede moverse, Radó cruza con su mujer a la Francia ya liberada. Desde allí será repatriado a la Unión Soviética, donde es condenado a diez años: el premio habitual para quienes han servido en el extranjero. En 1954 puede regresar a Hungría y retomar con todos los honores su prestigiosa carrera científica. Muere en 1981 en su ciudad natal, un ‘grand seigneur’ de la cartografía y de la época heroica del comunismo. Sabía que estaba siendo vigilado cuando se jugó la vida para ayudar decisivamente a ganar la Batalla de Kursk. Su legado es tangible y actual: los gráficos de rutas aéreas que ojeamos en el avión, por ejemplo, se remontan a su trabajo pionero.


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Los sueños que llegan E

s fácil acceder a los sueños conociendo que se logra hasta lo inalcanzable. Que se pudieran encontrar ya que el mundo y la imaginación surgen o besan acariciando. Espumas o lágrimas. Anuncian contemplar cómo se aleja el sol, luz plena, tonos sosteniendo colores, envolviéndose en oscuridad hasta encontrar el día siguiente. Es un calendario sin desarreglo. Amanecer, amanece. Y hasta consigue esclarecer lo confuso. Abraza la emoción ante el día asomándose. ¿Los sueños? No tienen hora, ni momento. Aman la aventura, lo blanco y lo negro. El frío o el amor a las palabras. Sueños, sueños… Cercando lo visible o invisible. Son impuestos o repetitivos. Libres o con puertas cerradas. Sonrientes o con ausencias. Desde la infancia la imaginación se acercaba. Temblorosa o como escultura. Los niños de otra forma, tan leído Andersen, Grimm o aventuras de Stevenson. Nos permitían oír y sentir. Nos llenábamos de dibujos y nombres, repletos de escritores inolvidables. Lo mejor, creer en ellos. Dejarlos dentro. Mundos fantásticos; encantamientos. Vivir con libros, ya siempre, era crecer una ri-

queza que ayudaba a abrir más caminos y sentimientos. Ya en tiempos de primera escuela, se inventaban gentes o árboles, risas o miedos, preguntando si se tendría que conocer todo el mundo para saberlo. «¿El mundo, todo el mundo tengo que explicar». –preguntó un alumno– «Todo» –le contestó el profesor, añadiendo: «Todo, para saber y saber entenderlo y elegirlo». Y el niño, insistiendo: «¿Todo? ¿La bola total?». Y asentían en la respuesta: «Bola total y redondear así las cabezas». Y más palabras. O sea: conocer: vida y leer y leer libros. Y hallarían encontrar la bendición de aprender. Se consideraba el alumno sostener un encantamiento que daba felicidad. Aunque ocurren excepciones, casos de espaldas. Ocurrió –es un ejemplo–, con Lea, que estuvo de frente siendo la más feliz del pueblo, por ser una enamorada de la risa y, de tal manera, creció. Y conversaba en la calle con conocidos. Todo bien hasta que «tomó un casorio» –explicaría– con un hombre de la Cabrera, un lugar que aun lleno de paisaje de primor, no era cómodo. Al crearlo Dios había cerrado los ojos. «Para más, el hombre se llamaba Florián, un nombre

Patrias U

n sol vespertino y extemporáneo –y digo extemporáneo pues su calidez no se correspondía con una fecha cercana a la festividad de Santa Teresa–, me invitó a recorrer mi ciudad demorándome en la paz inmemorial que emana de sus piedras. Acababa de terminar un magnífico libro, ‘Tres periodistas en la Revolución de Asturias’, en el cual se recogen los artículos que, sobre este suceso, escribieron Manuel Chaves Nogales, José Díaz Fernández y Josep Pla, y pensaba cuál sería el siguiente en hincar el diente. He de admitir que casi siempre me guío por las apetencias, inclinación que pudiera estimarse correcta pues

por qué debemos leer un título que nada nos obliga a hacerlo, mas tal vez, obrando así, nuestras lecturas, por hacer caso exclusivamente al gusto propio, se conviertan, en exceso, restrictivas. Claro está que con esto no afirmo que a todo lector asiduo no se le debe resistir nada de lo que va de un inocente catón a un ensayo complejísimo que sólo despierta el interés del erudito en la materia; digo que si, por ejemplo, las letras inglesas son por las que ese lector asiduo se entusiasma, si se limita a ellas, cercenará el gigantesco y maravilloso paisaje de papel que se abre ante sus ojos, atrofiando su paladar para catar otra literatura que, por su cortedad de mi-

DONDE HABITO ELENA SANTIAGO

mal empieza, mal acaba». Y suspiraba al exponer: «Mi vida ha sido El Diluvio». Su vecina cayó en dudas, objetó: ¿Un

Diluvio era bueno o regular? Alguien repuso que, según diluvios. Dependía del paraguas. Lea le confesó al sr. cura que pecaba por odiar refranes. Y subía al desván donde se desplomaba claridad en pleno día. Buscaba ella el pasado que en era lo mejor que tenía y rezaba mucho pidiendo al Cielo un refrán bondadoso. –Consuélate y consuela malos sentimientos… –animó el sr.– Y más ahora cerca de la Navidad. Colocada Lea en una voz muy cursi musitó que la Navidad, eso sí, eso sí, que era buen Florián. Navidad, siempre había sido fiel. Como los Reyes Magos cargados de juguetes y, sin faltar, los libros. Siempre considerados. Siempre sin olvido. Para los que sueñan y para los que no tienen nada. Regalos de pequeños, grandes y ancianos, adornándoles muchas horas emocionadas y gran amor. La verdad cuidada. Regalos sin un llanto (nunca las manos vacías), y todo será calor y música

bía yo que Fernando Aramburu había escrito una novelaza. Para ese viaje no necesitaba las alforjas de otros tropecientos mil detalles que me traían sin cuidado. Qué poca paciencia la mía. Estaba por encontrarme con más letraheridos. Tomando un café coincidí con otro. Éste era de los míos; es decir, de los que sus preferencias levantan muros difíciles de vencer; en él su predilección no era por un periodo de tiempo determinado –yo me pirro por la primera mitad de siglo pasado en la república de las letras–, sino por la literatura de ciencia ficción. De ‘Viaje de un filósofo a Selenópolis’ al subgénero conocido como ‘cyberpunk’ ha leído toda historia cuya fantasía desborda las páginas impresas. Con él no buscaba consejo –el último que me dio cayó en saco roto: la nanotecnología, la verdad, me la refanfinfla–; sino saber si también, como yo, una pasión precisa le cortaba

las alas para emprender otros viajes librescos. –Poco me salgo de mi querencia; y cada vez, menos. Me ocurre algo similar con el cine. Hace poco me dijiste que escribirías de ello. –Bien lo dices: similar, que no igual. Los largometrajes de mi infancia ahí están, detallados perfectamente en la memoria. Sin embargo, al volver a ellos lo hago como un ejercicio de nostalgia. Con los libros es distinto. Los libros que releo son para reconocerme no en el que fui sino en el que aún soy. –Estoy de acuerdo. El cine crea episodios extraordinarios en los espectadores. La literatura crea mundos propios. Por eso cada lector es receloso a ir más allá del que hizo suyo. Si rechazas el cine que hoy se hace es porque lo ves, en cierta medida, como una ofensa a tu niñez. En el caso de la literatura contemporánea, como algo que te es completamente ajeno.

:: JOSÉ IBARROLA

sin una flor o merecimiento para los demás». Y continuaba: «Con tanto de tan poco». Lea no tenía ni un buen sue-

ras, bien podría disfrutar. En lo que a mí concierne, me domina la pereza al plantearme el comienzo de un volumen de un autor actual –excepción hecha de un manojo de escritores a los que admiro, alguno compañero de estas páginas–. Creo que este prejuicio no me permite deleitarme con obras que sí lo merecerían. Soy consciente de ello. Sin embargo, al poco de abrir las páginas escritas por uno que es mi coetáneo, ya estoy poniéndole algún pero; defecto –seguro, exagerado– que enfanga lo que está por venir. Esa víspera de la festividad de Santa Teresa me topé en la calle con un amigo que lee todo lo que cae en sus manos, ya sea un prospecto farmacéutico, un periódico gratuito o un clásico de nueva edición; nada perdona. Es fiable en cuanto a su parecer y simpático hasta decir basta; no obstante, por ahí, por su simpatía, virtud donde las haya,

ño cumplido. Sueños color de rosa –redondeaba–. Y añadía que había un refrán que era todo para ella: «Que lo que

LOS TRIGALES AZULES ROBERTO RODRÍGUEZ

viene su defecto: su verborrea no tiene fin. Le pregunté por un libro de reciente hornada que me recomendase y, después de este y de aquel vericueto que tomó, respondió a mi pregunta. Esperaba que me informase de algún descubrimiento del que no hubiese dado cuenta ningún medio de comunicación. Ya sa-


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Sábado 9.12.17 EL NORTE DE CASTILLA

Retrato de Claudio Monteverdi en Venecia, 1640, por Bernardo Strozzi.

Monteverdi, 450 años

C

laudio Monteverdi. Cremona 1567. Venecia 1643. Este año 2017 se celebra el 450 Aniversario de su nacimiento. Ha pasado el tiempo pero el compositor sigue vivo. Sus óperas, sus obras religiosas, sus madrigales, se siguen interpretando en todo el mundo. Celebramos, por tanto, no a un artista desconocido, sino a un músico contemporáneo. Como es lógico se han multiplicado los homenajes, ampliado el número de conciertos, publicado libros sobre el autor y su obra. Conocemos los episodios de su vida personal y artística, nos empapamos de su originalidad, de la ruptura que significó su música pero nunca hemos dejado de escucharle o contemplar los montajes de sus ópe-

ras. Esta celebración es, simplemente, una ratificación. Monteverdi, como Mozart, Schubert, Beethoven, Wagner y tantos otros, forma parte de nuestro acervo cultural. Músico de otro tiempo. Sus posibilidades de subsistencia y de progresión artística son prioritarias y dependen de duques, papas y puestos como el de maestro de capilla. Cremona, Padua y Venecia serán los lugares donde Monteverdi vivirá y mostrará su arte. Problemas económicos y familiares, la temprana muerte su esposa que le dará tres hijos, polémicas artísticas, marcan su vida, una vida plena y fecunda. A los 15 años compone y publica su primera obra, después las Lanzonette y los dos primeros libros de Madrigales. Su carrera artística no se

FERNANDO HERRERO

«Uno de los aspectos más importantes es su labor como director de escena de algunas óperas»

detendrá hasta ‘La Coronación de Popea’ estrenada en 1643, año en el que morirá. Algunas de sus óperas, ‘L’Arrianna’ o ‘La nozze de Enea in Lavinia’, por ejemplo, se han perdido, como muchas de sus otras obras. Música sagrada y profana que no verá la luz, desgraciadamente. Si en principio observó las formas de contrapunto tradicional (los dos primeros libros de Madrigales) las últimas son de una gran originalidad, un estilo nuevo que provocó polémicas que le obligaron a escribir un libro sobre su forma de componer, que en las ‘Vísperas de la Virgen’ alcanzó la síntesis entre lo antiguo y lo nuevo. Se sabe que Monteverdi estrenó diez óperas, de las que solo se conservan tres. ‘L’Orfeo’, ‘Il ritorno de Ulis-

se in Patria’ y ‘La incoronazione di Poppea’. Tríptico legendario que supone el nacimiento de un género profano, la ópera, que sigue hasta nuestros días. Con diversos libretistas, estas obras unen música y teatro de una forma magistral, que da pie a puestas en escena e interpretaciones musicales muy diversas. Son hoy parte del repertorio de todos los teatros de ópera del mundo. En el Reina Sofía se dedica una exposición al artista sudafricano William Kentridge. Uno de los aspectos más importantes es su labor como director de escena de algunas óperas. Su montaje de ‘Il ritorno d’Ulisess in patria’ está presentado desde muñecos, figurines y maquetas en paralelo al video que se proyecta simultáneamente. Un ejemplo, no solo de la teatralidad de la ópera de Monteverdi sino también de una visión en al que las artes se fusionan, estética de la totalidad que hoy tiene múltiples ramificaciones. En Zurich las representaciones de las tres óperas en la visión musical de Nikolaus Harnoncourt y las espectaculares puestas en escena de Jean Pierre Ponnelle, recogidas luego en tres DVD, constituyeron un acontecimiento artístico y sirvieron de pauta a sucesivos montajes, incluso al estreno de una visión contemporánea de ‘La coronazione…’ facilitado por el gran problema de la orquestación y la ausencia de una partitura completa. Las fuentes son fragmentarias y ha sido necesario, en cada caso, encontrar el itinerario adecuado. Si ‘L’Orfeo’ puede ser la primera ópera que entró en el repertorio después de su es-

treno en Mantua en 1607, la complejidad de las dos siguientes resulta superior. En el Teatro Real tuve ocasión de verlas en diversos montajes, pero el tríptico en la visión de William Christie y Les Arts Florissants y Piere Luigi Pizzi en la puesta en escena adquirió una significación universal. ‘L’Orfeo’, la primera obra maestra de la historia de la música, integra la música del pasado con la del porvenir. Mezcla pastoril y dramática tiene páginas de gran belleza, como el canto de la mensajera. Está ya el Monteverdi del futuro que, de las óperas que nos han llegado, pasa a ‘Il retorno…’ estrenada en Venecia en 1640. Y es música nueva, con largos monólogos de Pennelope, con personajes nobles y servidores y la presencia de los dioses que juegan con los hombres. Una crueldad nueva en el final con el exterminio de los pretendidos y un ambiente corrompido que llegará a su culmen en ‘La coronazione di Poppea’, libreto de Brunelescchi que es un verdadero compendio del mal triunfador, que se muestra en una sociedad en la que ninguno de los personajes puede salvarse, ni siquiera Sereco que debía representar la sabiduría y el orden. Es una de las obras más demoledoras del género y resulta sorprendente que haya sido compuesta en aquellos años: Nerón, Poppea, Otón, Seneca, Octavia, la nodriza juegan al crimen, a la delación, a la infidelidad y resultan triunfadores. Si los manuscritos de estas óperas ofrecen muchas dudas, creo que la autoría de Monteverdi se impone. Desde el examen de su método compositivo global. Son obras a la vez abiertas y cerradas y siempre nos ofrecen aspectos nuevos que justifican su permanencia universal a través de los siglos. Monteverdi y su imagen a través de su música señala que el arte puede traspasar los siglos. Sus obras están en todos los lugares, Valladolid pudo admirar recientemente sus Madrigales por Les Arts Florissants, dirigidos por Paul Agnew, y sus óperas nos dicen muchas cosas del pasado y también del presente.


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COMIENZOS DE PELÍCULA

Rosebud ‘Ciudadano Kane’

Filme de Orson Welles (1941)

LUIS MARIGÓMEZ

Orson Welles, en un fotograma de ‘Ciudadano Kane’.

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unca hubo un principio más lustroso. Orson Welles fue un niño prodigio que devino brillante hombre de teatro y radio antes de entrar en Hollywood como si fuera a comérselo. Le dejaron construir un artefacto singular, con mucha más libertad de la que nadie había tenido nunca en esa fábrica. Tenía 25 años. La película, además de presentar enormes riesgos formales, fue un fracaso comercial. Con ella acabó la prometedora carrera del genio. El resto de su existencia, con algunas obras maestras más, tuvo que contentarse con sobrevivir. A veces se la cita como la mejor película de la historia, como si eso del cine fuera una

competición. En todo caso, su influencia fue notable, no solo en el resto del trabajo de Welles. Para empezar, con Gregg Toland, el director de fotografía, decidió usar un objetivo gran angular, con el que el campo de visión se agranda y en un mismo plano pueden ocurrir varias acciones a la vez. La cámara se colocaba a veces muy abajo, y por primera vez se vieron los techos de las estancias que aparecen en la pantalla. La iluminación, con influencias del expresionismo alemán, es muy contrastada, llena de sombras. El director se olvida de la tendencia de Hollywood a poner en práctica una puesta en escena transparente, que el espectador no note, y juega a lo contrario, un manierismo que

lo caracterizará siempre. Una de sus más conocidas hazañas en la radio fue la transmisión de ‘La guerra de los mundos’ de H.G. Wells, como si fuera una noticia, en directo. Esa travesura le granjeó un prestigio considerable y es el antecedente del noticiario que aparece al principio del filme, resumiendo la vida de su héroe, Kane. Welles estudia las formas periodísticas que se usan para transmitir la realidad, el presente, y las utiliza para sacar adelante su ficción. Pero quizá el eje que se mantuvo siempre en la obra del director fue el tratamiento de sus personajes centrales. Welles conocía bien a Shakespeare, tenía una sólida formación teatral como actor y

como director. La biografía de Kane que ofrece la película estaba basada en alguien real, todavía vivo y muy influyente cuando se presentó el filme, William Randolph Hearst, que se sintió atacado e hizo todo lo que estuvo en su mano para que no llegara

El eje que se mantuvo siempre en la obra de Welles fue el tratamiento de sus personajes centrales

a proyectarse. En realidad debería haberle estado muy agradecido. Si hoy mucha gente sabe su nombre es gracias al director y, además, no queda tan mal parado. A partir de los datos biográficos del empresario, entre otras fuentes, se elabora un personaje que atrae y repele, capaz de fascinar por su encanto, su energía, sus ocurrencias… y de hacerse odioso por su despotismo, sus caprichos, sus excesos. El guionista (con Herman J. Mankiewicz, que es quien en realidad escribe el texto) y el actor principal, además del productor, por supuesto, son una misma persona, el artista sabelotodo Welles. Ese modo de entender a sus personajes tiene mucho del dramaturgo inglés. Otelo, Macbeth, Fals-

taff, (que representaría después en sus filmes) son seres complejos, llenos de contradicciones. Sus vidas merecen contarse porque no es fácil entenderlas. Hay un poso importante de misterio en ellas y ese es el motor del relato. El falso ‘biopic’ se elabora como un poliedro, con distintas miradas, de personajes secundarios, que van conformando el personaje. La zanahoria que debe atraer al espectador hasta el final es una palabra: Rosebud, que el magnate pronuncia al morir y que al periodista investigador se le encarga encontrar su significado. Viene a ser una variante del Macguffin de Hitchcock, el dulce que se debe ofrecer a la audiencia para que aguante sentada en la butaca del cine, una engañifa narrativa, una simpleza que envuelva el peso de lo que de verdad se ofrece, ¿o es la médula del misterio? El asunto de los orígenes del cuento no acaba en el magnate y los cambios sociales en Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX, el poder de la prensa y el talón de Aquiles de los políticos. Las anécdotas principales proceden de ahí, pero el director elabora un mecanismo con vida propia, sobre el éxito y el fracaso en la vida de ¿cualquiera?, más allá de los referentes que utiliza. De alguna manera, Kane es un autorretrato. Welles habla de sí mismo, ese torrente de energía y talento desbordados que corrían el peligro de echarse a perder. El problema del que quizá adolezca ‘Ciudadano Kane’ es que tantos alardes artísticos y técnicos dejan un poco frío al espectador simple. No es fácil que se produzca el casi necesario mecanismo de identificación con ninguno de los personajes. El héroe y villano no termina de resultar simpático, los demás son seres de una pieza, buena gente o malvados, sin demasiado recorrido. Puede que falte algo de templanza y sobre el deseo de apabullar. El siguiente filme de Welles, ‘El cuarto mandamiento’, a pesar de los cortes en el montaje final (aquí fuera del alcance del director), resulta mucho más equilibrado, utilizando los mismos recursos formales. En todo caso, ya nada fue igual. El director nunca tuvo tanto control sobre el resto de su obra, que dio piezas notables, como ‘La dama de Shanghai’ (1947); ‘Sed de mal’ (1958), todavía en Hollywood; o, con producción española, ‘Campanadas a medianoche’ (1965), quizá su Shakespeare más logrado. Sus dos últimas obras, ‘Una historia inmortal’ (1968) y ‘Fake’ (1973), hechas con poquísimos medios, son películas pequeñas, llenas de recursos que proceden de sus limitaciones económicas; resultan encantadoras.


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Los sonetos de Jorge Ruiz de Santayana 1

La personalidad del escritor español Jorge Ruiz de Santayana comienza a fraguarse en su estancia americana, en el tiempo de su formación que daría como resultado una de las mentes más lúcidas del pensamiento de su época. La nacionalidad española, que nunca perdió el escritor, se complementará con la nacionalidad norteamericana, teniendo como referencia a Harvard, donde se doctoró y trabajó como profesor en tan ilustre institución. Pero tal vez el dato más transcendental de la andadura personal de Santayana lo constituye el carácter universal de su existencia nómada y viajera, la apertura permanente de su pensamiento a todas las culturas y a todos los paisajes, hasta su último retiro en Roma donde pasó la parte final de su vida. Capítulo aparte lo constituyen sus raíces espirituales y familiares, sus vínculos con la ciudad castellana de Ávila, donde vivió por azar del destino, y donde cada año volvía a reencontrarse con sus lazos emocionales, haciendo de esta ciudad su ‘locus standi’ como él bautizó su relación con el espíritu y la realidad abulenses. Estos aspectos merecen por si solos un extenso comentario, una indagación por las páginas del libro de sus memorias ‘Personas y lugares’ donde deja patente su filiación con la ciudad, con sus parientes españoles (su hermana Susana) y su necesidad de contemplación y de reflexión que allí encontraban espacio para su espíritu, ese sustrato abulense que ocupó tantas miradas hacia dentro y que fecundó en uno de los textos poéticos más significativos de su obra, el capítulo ‘Ávila’ de sus memorias.

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Los sonetos de Santayana son un buen ejemplo de mesura poética y de plasticidad estética: en sus versos se alienta una quietud formal, un equilibrado decir que va conduciendo el poema hasta la ple-

nitud del último verso, total y rotundo, como es precedente en un buen soneto clásico (desde donde se inscribe su mimesis rítmica y conceptual). Sirvan como ejemplo: «un soplo de la noche primigenia» (XX). «El eco eterno arrulle nuestra pena» (XXXVII). «Tú aguardas con valor la primavera» (XXVII). El soneto se cierra siempre con las llaves de un misterioso ejercicio de intensidad, con la densa materialidad de la palabra exacta, justa, precisa. El mundo poético de los sonetos de Santayana bebe de los clásicos, de Miguel Ángel (al que considera un maestro más allá de Petrarca) de Dante, de los cultivadores del endecasílabo con primigenia fuerza y hondura. La búsqueda permanente de la belleza y el amor sitúan al poeta en un cosmos neoplatónico, en una vertiente desde donde la poesía atraviesa perfiles de búsqueda hacia la gran verdad, la que está más allá de este mundo de apeten-

GALERÍAS JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS

cias y de límites, vuela hasta la plenitud donde se halla el gran amor, donde todo se encuentra multiplicado frente al inmenso deseo de pervivir. La edición que manejamos, tal vez la más reciente , reproduce las dos series canónicas de sonetos del poeta-filósofo: la que abarca desde 1883 a 1893, que ocupan una veintena de textos, y la que pertenece a 1885 y aporta treinta textos más. Se trata de la edición magnífica que contiene las traducciones de Alberto Zazo y la introducción de David Pujante.

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La segundo serie de sonetos tiene casi exclusivamente el amor como tema. Como centro de su palabra. El amor siempre busca la luz, el secreto de la renovación de la primavera en su nacer hacia la vida y hacia el misterio del ser, y esta visión de la vivencia amorosa le conducen hasta una concepción divina, hasta las creencias antiguas, y le sitúa en una perspectiva que le va a ir alejando del verso por necesidades de renovación y de creencia estética: «Yo no podía ser un buen poeta a la manera inglesa, y como me veía obligado a usar el inglés, lo mejor que podía hacer era renunciar a la poesía. Además, la versificación se había convertido casi en arte muerta, siempre fácil y grata, quizá, como siempre lo será escribir hexámetros latinos, pero ya no es un medio para la efusión inspirada del pensamiento. Ahora la poesía verdadera solo podía ser escrita en prosa…», esa fue una circunstancia constante en su escritura, un pensamiento vivencial en castellano y un expresión necesaria en inglés. Por otra parte, el permanente cuestionamiento que se hace el escritor de su capacidad poética (fruto de una valoración absoluta del género) le van a conducir hasta una identidad con la prosa, con los géneros literarios que le ofrezcan un mayor espacio de libertad.

Jorge Ruiz de Santayana. :: HERBERT LIST-MAGNUM Desde esta resolución, la obra de Santayana dará un giro importante, se irá acercando al escritor que se pregunta y se atormenta con sus propios fantasmas, con sus anhelos, con cada una de las aproximaciones a la palabra poética: la postura del hombre filósofo se adueña de la del hombre poeta, si bien tiende a ejecutar en su escritura una fusión sugerente y escondida, como un fluir que el lector va encontrando en la obra del escritor hispano-norteamericano.

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Una mención detallada me sugiere el soneto XXXV. Se trata de un poema amoroso de ausencias, de lejanías, concebido desde la separación. En el primer verso dice rotundamente: «Por fuerza han de alejarnos nuestra tumbas», dejando presente en este primer momento que la separación vendrá más allá de la muerte, en el horizonte de lo espiritual que el último terceto expresa profundamente: «Las almas ya escaparon, pues se amaban/ fuera del tiempo y libres de lujuria: del

corazón nada volvió a la tierra». Este soneto (uno de los más hermosos de la obra del poeta), presenta un guiño biográfico que no se cumplió, su deseo de morir en su España: «pues yo en mi vieja España moriré…» tal vez aludiendo su proximidad emocional con Ávila, con sus orígenes y sus lazos afectivos. El poeta verá su ocaso «cayendo en melan-

Su permanente cuestionamiento de su capacidad poética le va a conducir hasta una identidad con la prosa Estamos ante el filósofo más poético y a su vez ante el poeta más filosófico

cólica llanura», frente a su amada que hallará un hueco «en el norteño mar de tu niñez…», y se produce un interesante juego entre tierra y mar, entre quietud y movimiento, como es el amor en su más perfecta identidad, en esa espiritualidad que alimenta todo el texto. Santayana siempre encierra su vivir en su pensar, su deseo en su vuelo, su carnalidad en un enorme fuego espiritual. El lector encontrará en este ramillete de sonetos, tan espléndidamente traducidos, una presencia clara de una voz atormentada por la verdadera esencia del pensamiento, por el profundo sentido del decir. Estamos ante el filósofo más poético y a su vez ante el poeta más filosófico. Esta lección de extraña belleza nos acerca la inquietud emocional y vital de un hombre español educado en la cultura norteamericana y evolucionado en el sentir universal que dio a su vida hasta su muerte, en Roma, solitario y náufrago en sus inmensos paisajes emocionales de luz y de nostalgia.


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LECTURAS

LA CRUENTA FARSA POLÍTICA Nuevo recorrido del escritor norteamerico Anthony Marra por la reciente historia rusa y chechena JOSÉ GIMÉNEZ CORBATÓN

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o primero que se le ocurre al lector de ‘El zar del amor y el tecno’, si conoce la primera novela de Anthony Marra –‘Una constelación de fenómenos vitales’, también publicada por Armaenia Editorial en 2016–, es que este joven autor norteamericano (Washington D.C.,1984), profesor de literatura en la Universidad de Stanford y residente en Oakland, California, ha decidido repetir pulsaciones y universos narrativos que ya funcionaron con acierto en la ocasión anterior. Puede no ser una intuición errónea. Pero otra evidencia es que cualquier narrador deja sin desvelar aspectos de su indagación intelectual que, a menudo, requieren nuevo desarrollo o complemento, aunque no abandonen el terreno ya trillado. Aquella novela centraba su acción principal en cinco días del año 2004, vividos en un hospital de Chechenia sin recursos de ningún tipo: dos mujeres se esforzaban por sacar adelante sus funciones

El escritor estadounidense Anthony Marra. :: HENNING KAISER-EFE con la ayuda de dinero obtenido del mundo del contrabando. Marra se servía del ‘flash back’, o de pinceladas sobre el futuro de los personajes, para dibujar el horror total de un conflicto armado capaz de destruir, si se considera necesario, una nación, un pueblo, una cultura. En ‘El zar del amor y el tecno’, los personajes son mucho más numerosos y variados, y sus historias, que conforman una suerte de no-

vela coral, van desapareciendo y reapareciendo a lo largo de las páginas hasta obtener siempre un espacio y un tiempo en los que se nos da a conocer el instante más vital de su existencia. En algún caso el lector se puede ver obligado a volver a páginas anteriores para recordar aspectos sucintamente apuntados y ligarlos con el nuevo desarrollo que se dispone a leer. No importa: esta segunda novela de Marra pue-

de ser leída como un conjunto de relatos que configuran un periplo de la historia rusa a partir de los años 30, en el apogeo del régimen estalinista («En clase de Historia –dirá uno de los personajes años más tarde– nos habían hablado de los chivos expiatorios cazados, esquilados y sacrificados en las farsas judiciales de 1937»), para llegar a la Rusia de Putin, haciendo especial hincapié en un mundo que el autor de-

muestra otra vez conocer muy bien, el de las guerras chechenas. Marra no es complaciente con la historia rusa del pasado siglo y del comienzo del presente. El ciudadano común, tras «seis décadas de dialecto soviético», se ha visto condenado a sobrevivir a merced de un «vocabulario plagado de eslóganes», alejado de poder expresar «las complejidades del deseo individual». Lo cual no excluye cierta añoranza del denostado comunismo oficial, por cuanto aquél garantizaba, al menos, la «igualdad en la pobreza». El novelista vuelve a moverse en torno a una historia y en el corazón de unos paisajes sobre los que sin duda se ha documentado con profundidad. Algunas de sus conclusiones se pueden aplicar, por desgracia, a múltiples sociedades que nada tienen que ver con las que él analiza: «Los delincuentes, los oligarcas y los políticos, a menudo la misma persona, eran los únicos que podían comprar dachas». Démosle valor metafórico al objeto adquirible, y reconozcamos el valor universal de la afirmación. Hay otro escenario que Marra retrata con precisión, y que también nos aterroriza por su verismo realista. Ese espacio es la ciudad de Kirovsk, una localidad situada en la Península de Kola, al nordeste de Finlandia, entre el Mar Blanco y el Mar de Barents. Allí, la URSS puso en marcha minas de níquel que produjeron un nivel de contaminación y de enfer-

EL ZAR DEL AMOR Y EL TECNO Anthony Marra. Traducción de Jacinto Pariente, Madrid, Armaenia Editorial, 2017, 320 páginas, 21 euros.

medades derivadas, de gran alcance destructivo entre sus trabajadores: el resultado fue un «infierno tóxico postapocalíptico» donde uno de cada dos habitantes habría de morir, la mayoría sin superar los cincuenta años, de cáncer de pulmón. En tan desolador paisaje físico y humano, el régimen decidió construir un llamado ‘Bosque Blanco’, que no era otra cosa que un vergel de árboles falsos: «Con el tiempo, el viento ha arrancado gran parte de las hojas de plástico de los troncos de acero, y ahora el Bosque Blanco es un campo de antenas oxidadas bajo cuyas ramas desnudas se halla el vertedero de basuras de la ciudad». Semejante escenario es otro de los símbolos de los que Marra se sirve para desvelar en toda su hondura el alma y el ser del hombre contemporáneo. La conclusión no puede ser más desasosegante: las instituciones que inventamos nos pervierten en su mayoría; más pronto que tarde, en determinadas circunstancias que sólo nosotros hemos creado o permitido con nuestra pasividad, nuestra sumisión, o nuestro silencio, «la muerte es un piano que nos cae encima».


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LECTURAS

ZUMBIDO DE AVISPAS

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ue sí. Que el aforismo ha llegado para quedarse. Que aunque el pensamiento breve, el relámpago verbal, sea un signo inequívoco de nuestro tiempo virtual y heraclitiano, un tiempo en el que todo parece tener la intención de fluir, y nada de permanecer, los aforistas de pro han decidido trascender el tuit y buscar la materialidad del papel, su sólida apariencia de eternidad. «Algunos –dice Sergio Clemente– quieren hacer la revolución sin percatarse de que también serán decapitados»: un cierto pánico ante el abismo de la perentoriedad. «Un zumbido de avispas». Así define el abulense José Luis Morante, otro de los dieciocho autores que se dan cita en ‘Concisos’, el pensamiento en corto, la poesía del fulgor. Avispas que pican con su

CARLOS AGANZO

blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/

aguijón de inteligencia, o de intuición, y que con una economía lingüística absoluta hacen bueno aquello de Baltasar Gracián en su ‘Oráculo manual y arte de prudencia’: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y aun lo malo, si poco, no tan malo». Un avispero en el que concurren los citados Clemente y Morante, además de Miguel Ángel Arcas, Rafael Argullol, Carmen Canet, Miguel Catalán, Antonio Colinas, Jordi Doce, Eliana Dukelsky, Ramón Eder, Dionisia García, Ignacio Gómez de Liaño, Erika

CONCISOS. AFORISTAS ESPAÑOLES CONTEMPORÁNEOS Varios autores. Colección Anaquel de Pensamiento, nº10. 176 páginas. 16,50 €.

Martínez, León Molina, Manuel Neila, Andrés Neuman, Gemma Pellicer, Mario Pérez Antolín, Javier Sánchez Meléndez y Vicente Verdú. De ambos sexos, de todas las generaciones, de todos los variados perfiles expresivos que permiten acercarse al término ‘aforismo’. Del poema minimalista al hallazgo filosófico; de la prosa chispeante al diarismo, la experimentación y hasta la fragmentación… Todo, quizá, con el nexo común de la poesía, que es, en el fondo, la amalgama que mejor une a todas estas avispas literarias. «Cuán hermoso es el vuelo del águila en el crepúsculo para los que no necesitan refugiarse en una madriguera, y qué belleza la del diamante si no tienes que buscarlo en las entrañas de la tierra. Las condiciones de la contemplación estética son la ausen-

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA

GIBSON DOBLE ON THE ROCKS

W

illiam Gibson ha encontrado un nuevo juguete: los continuos –también llamados los muñones–. En realidad no son para nada un juguete nuevo: continuos, universos paralelos, viajes en el tiempo, son algo que la ciencia ficción lleva explorando casi desde que es ciencia ficción. Ni siquiera la idea de cómo se generan estos continuos, a través de la interfe-

rencia, ya sea física, ya sea de otro modo, tráfico de información, por ejemplo, es del todo novedosa. Tampoco el concepto de la humanidad depredadora, o más bien vírica, que busca nuevos espacios que explotar, o expoliar, dejando a su paso mundos –o continuos– devastados. Pero el caso es que al igual que en los ochenta Gibson se entusiasmó con Internet, creando alguna de las novelas más interesantes, y más influyentes

de la ciencia ficción, ahora lo ha hecho con los viajes en el tiempo y las divergencias que estas generan. Los resultados son desiguales. Estos meses pasados, con pocos días de diferencia, han salido el cómic guionizado por Gibson ‘Archangel’ y ‘The Peripheral’, su última novela, largamente esperada desde que hace dos años vio la luz en los mercados sajones. Un regreso también temido, ya que sus últimas novelas con

LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

COMERSE O HACERSE AMIGO DEL APERITIVO… HE AHÍ LA ELECCIÓN :: SUSANA GÓMEZ Minimalista y directo, Max recorta sobre fondos densos y compactos una nueva aventura, que esta vez le llevará a recorrer los caminos de la amistad y las decisiones por entre el aprendizaje compartido, la necesidad de renun-

ciar para ganar y la transgresión de lo establecido. Con ese ánimo un tanto subversivo de la literatura infantil que pone patas arriba lo conocido, Ed Vere (‘A dormir monstruos’ y la serie Max) parte de la misma idea que sustenta sus dos entregas anteriores (ambas en

Editorial Juventud) y hace que el pequeño gato de ojos grandes vuelva a afanarse por explorar lo que le rodea. En esta ocasión será el Pájaro quien internará a Max por los principios de la amistad, esa que ambos irán tramando mientras el polluelo aprende a vo-

excepción de ‘Mundo espejo’, no sé si debido a la traducción o a los defectos patentes de trama, a ambas cosas seguramente, no dejaron buen sabor de boca. Pero Gibson ha escrito el ‘Neuromante’, las novelas del ensanche y del puente, los fantásticos cuentos de ‘Quemando Cromo’, de modo que había que darle otra oportunidad. El cómic, ‘Archangel’, aprueba con buena nota. La novela, ‘The Peripheral’, que hubiera podido ser

CIRO GARCÍA

una buena novela, acaba hundida por su propio peso. Igual que las dos anteriores. En principio engancha, engancha tanto, que incluso se pasa por alto la traducción que no llega hacer justicia a esos latigazos de perfecta poesía eléctrica que salpican la obra de Gibson aquí y allá. Estructura típicamente gibsoniana, dos historias, dos personajes, esta vez en dos mundos o continuos separados, que acaban convergiendo. La primera en un fu-

turo lejano lleno de imágenes asombrosas. En ese futuro la tierra está despoblada casi, por culpa de algo que se cargó al ochenta por ciento de la humanidad. Luego otro futuro más cercano, una población americana paupérrima, que más tarde descubrimos es un continuo generado a partir de la intrusión del otro futuro en el pasado. Hasta ahí todo bien. La protagonista, creyendo jugar un juego, ve un asesinato en el futuro. Todo el resto de la trama se basa en los intentos de los asesinos del futuro de matarla, la colaboración de ella con agentes de ese futuro que no es el suyo, y el modo en que esto influye en el futuro más reciente, o, mejor dicho, en el otro continuo.


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cia de temor y de dolor», escribe en este libro Mario Pérez Antolín. Y parece que le contesta, por su parte, Antonio Colinas: «Armonía es la palabra clave. La vida, el mundo, es una armonía que nos empeñamos en vivir en desarmonía. Seguir los ciclos, las estaciones, las mutaciones naturales; observar el curso del macrocosmo y del microcosmo y adaptarnos periódicamente a ellos. Vivir en plenitud; esperar con calma cuando nos asalte algún mal. Evitar, en cualquier caso, la desarmonía. Ésta es la clave del ser». Un zumbido maravilloso que nos deja en el oído, en el pensamiento, en el corazón, el poso de esa extraña sabiduría que duerme siempre en los mensajes breves, en las verdades profundas, en la sencillez de la letra menuda.

Pero a la novela le sobran páginas y peripecias, y, pese a no carecer de grandes momentos, lo que hubiera sido un gran alegato contra los modos del capitalismo salvaje y la explotación, acaba perdiéndose en marasmo de aventurillas bizantinas, que conducen a un final decepcionante. Es demasiado larga. El cómic, que parte de un presente paralelo y se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial en un continuo que al final, con una imagen perturbadora, parece ser el nuestro, economiza en trama haciendo que el resultado nos devuelva la fe en las dotes narrativas de Gibson.

MAX Y EL PÁJARO Ed Vere. Editorial Juventud. 32 páginas. 13,50 euros. Edad recomendada: a partir de 3 años.

lar con la ayuda de su amigo gato. El objetivo: lograr una persecución justa y cumplir así la ley de naturaleza, porque «los pájaros son cazados por lo gatos»… pero «los amigos no se comen entre ellos». Invadido de colores rotundos

CUATRO VERSIONES DEL MISMO AUTOR HISTORIAS

‘Historias’ recoge diferentes facetas del Juan Ramón Jiménez exiliado y nostálgico de su Andalucía natal

Juan Ramón Jiménez, Ed. Rocío Fernández Berrocal, Fundación José Manuel Lara, Vandalia, 2017.

RAFAEL MORALES BARBA

H

istorias’ no es el mejor libro de poesía de Juan Ramón Jiménez, pese a sus joyas, ‘Marina lírica’ o ‘En la aldea marina…’ y no solo entre las pertenecientes a la sección ‘Otras marinas de ensueño’, lo más interesante como poema en sí, me parece. No tanto desde la comprensión de la sentimentalidad del poeta desde lo humano y su implicación en el día a día de Moguer y sus gentes en los años de redacción de ‘Platero y yo’. Era un libro esperado por ausente y anunciado, complejo en su restauración, en la responsabilidad de la primera entrega. Se ha atrevido con ello el estupendo y riguroso estudio de Rocío Fernández Berrocal desde sus investigaciones en las salas Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez de la Universidad de Puerto Rico. Berrocal reconstruye el poemario inédito como tal, pese a publicaciones parciales, pues tal y como es sabido no ha sido publicado hasta ahora debido a las complejas vi-

y manchas saturadas, el álbum se construye a partir de este dilema, cuya resolución llevará a los personajes a afrontar los aprendizajes, los retos y las dudas. Porque toda elección tiene sus pros y sus contras, y hay que reflexionar mucho para llegar a la mejor de las decisiones. Como ‘Max dice buenas noches’, ‘Max el pájaro’ continúa la misma línea de ‘Max el valiente’, hoy en las listas de best-sellers del ‘New York Times’ y el ‘USA Today’ y entre los ‘100 Mejores Clásicos para los Niños Modernos’ de ‘The Sunday Times’. También ha sido seleccionado para la Kate Greenaway Medal.

Juan Ramón Jiménez, en la Universidad de Puerto Rico. :: EL NORTE cisitudes de la vida del poeta. Todo eso nos lo cuenta la editora pulquérrimamente en un sesudo, detallado y ágil prólogo. O la historia de una aventura para dejarnos un libro lo más próximo a cuanto soñó Juan Ramón en 1921 ya en Puerto Rico… en su infatigable obra en marcha. ‘Historias’ imprescindibles para comprender al poeta en su entorno más real y vivo, tierno igualmente, desde la elejía y su dolencia enamorada a la tierra, su Andalucía universal o Moguer. Del amor por sus gentes, por los niños especialmente y su circunstancia identitaria, implicada

en lo próximo sin ausentarse, en los afectos familiares hacia los observados, hacia la Mari-Pepa muerta. Recordemos como Puerto Rico fundó ‘El día del niño’ desde esa preocupación donde se embargó siempre. A todo ello hay que añadir que además de toda la obra conocida Rocío Fernández Berrocal publica 27 poemas inéditos. El aristócrata implicado en el pueblo y la emocionalidad de niño-dios, quien cuenta ‘Historias’ de su vida total hasta el cangrejo «vacío» de ‘Espacio’ o el desencanto, el autor de extraños haikus heterodoxos y ‘¡Qué sol tan cla-

ro!’ donde se deberían mirar algunos modernos masivos para mostrar el canto desde el dolor sin maniera… el hiperestésico inmerso en un mundo de «la levedad del vivo jazminero», el poeta formidable en la verdad trágica del «yo la tuve cojida por la mano», están ahí, inmersos en la vida madura previa a ‘Espacio ‘(y a cuanto vino modernamente de sus lecturas y Valery). Ese Juan Ramón, a veces morboso, genial cuando «Usted va por dentro», según recuerda Berrocal al hilo de las palabras de Rubén Darío, nos habla de la prevalencia de una

mirada interior nada ajena al mundo circundante, afectivo, sin otra aristocracia que no sea la elegancia de espíritu o sensibilidad aristocrática, en el sentido de Juan Ramón, claro está. El Juan Ramón de ‘Historias’ en sus diferenciadas partes, cuatro, radiante y realista cuando toca, dueño de una poesía directa, exactitud, simbolismo y realismo, en esos «borradores publicados» donde no se atrevía y a la vez se construía como fuerza. Los poemas desconocidos y los reconocidos, los poemas ínfimos y aquellos dignos de mención, conviven en este esfuerzo de un poeta indeciso en la concreción, en el desdecirse y afirmarse definitivo en vida sobre sus neurosis o inseguridades sobre su valía pública. ‘Historias’ no deja de ser un eslabón en esa relación con un estado de la cuestión y una personalidad en conflicto, inacabada y terminada, genial, a quien legó este libro a la espera de lectores tras ‘¡La obra terminada!’ La cantada en ‘La languidez suprema…’, en de sus geniales neurosis. Sabidurías o poemas hechos obra cerrada tras el esfuerzo de Rocío Fernández Berrocal, previa al «Dios estaba bañándose en un azul de luceros» cuando la muerte era indiferente a la misma muerte. Y donde avisaba ya de un giro hacia un mundo nuevo.

HISTORIA DE UN TORNADO :: S. G. Que no engañe el paratexto. A pesar de la tapa dura, el formato, la tipografía, el número de páginas. A pesar de la alusión a la protagonista de ‘El mago de Oz’ y ese guiño al huracán en la granja que da comienzo a la célebre obra, ‘Dorothy. Déjale entrar’ es un bellísimo álbum para lectores adolescentes, jóvenes y adultos (aunque claro, también lo es el título de L. F. Baum aunque la literatura infantil se haya apropiado de él). Traspasado de lirismo, re-

ferencias literarias, malabares intertextuales (fictivos y no) e insinuaciones filosóficas, la obra se sumerge por vericuetos de una apuesta vital permeada de humanismo, poética y espiritualidad. Envuelta en un aire surrealista y tejida la narración con los mimbres de la buena prosa poética, el relato llega de la mano de un tornado (Dorothy, porque los huracanes «siempre tienen nombre de mujer») que baila, juega, trastea como una hija pequeña… y llega a las ancianas vidas de

DOROTHY. DÉJALE ENTRAR Javier Sáez Castán y Pablo Auladell. Editorial A buen paso. 40 páginas. 18 euros. Edad recomendada: a partir de 12 años.

Jonah y Martha para cambiarlas, desnudarlas y hacer de ellas algo nuevo y recién lavado. Será así como la propuesta textual de Sáez Castán y las ilustraciones cobrizas (a base de grafitos y pastel) de Pablo Auladell arrollarán al lector abocándolo a lo inevitable: echar a volar por entre la desmesura visual y la acción poética del premio Internacional de Álbum Ilustrado Biblioteca Insular de Gran Canaria 2016. Y no mirar hacia otro lado hasta que el tornado haya pasado.


14 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 9.12.17 EL NORTE DE CASTILLA

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a necesidad de pesar y medir surgió como consecuencia de la vida en sociedad y de los intercambios comerciales. Parece claro que en la antigüedad todas las civilizaciones disponían para cuantificar de un sistema más o menos organizado de pesas y medidas con diferentes grados de complejidad en cada caso. Una forma de acercarnos al ser humano es conocer los patrones de medida que este ha usado para contar. En un principio, las medidas estaban basadas en cosas familiares, por eso se usaron para medir las partes del cuerpo. Dado que no hay dos personas iguales, las mediciones no resultaban exactas siempre y fomentaba el uso de diferentes medidas, lo que dificultaba el acuerdo sobre las cantidades con las que se comerciaba. Para el comercio, la ciencia y el vivir diario era necesario un sistema de medición fiable y que fuera igual para todo el mundo. Como unidades de longitud, los egipcios usaron el ‘codo’ para medir la distancia que media desde el codo a la parte extrema de la mano (aproximadamente 42 centímetros), extremidad esta que para unos estaba en el extremo del dedo corazón y para otros en el extremo del dedo anular; dos codos equivalían a un ‘brazo’ (la distancia desde el dedo anular al centro del pecho); la tercera parte del codo era el ‘palmo’; la cuarta parte, el ‘dedo’; y la distancia entre los dos dedos anulares con los brazos extendidos, la ‘braza’. Los griegos usaron como unidades de referencia el ‘pie’ y los ‘dedos’; dos pies y medio aproximadamente constituían un ‘paso’; cien pasos, un ‘estadio’. Los romanos tomaron como referencia el ‘pie’ (aproximadamente 29 centímetros), cuyo modelo oficial era el ‘pes monetalis’; el ‘paso mayor’ equivalía a cinco pies y el ‘paso menor’ a

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

OTRAS VARAS DE MEDIR dos pies y medio; mil pasos constituían una ‘milla’. También las medidas de capacidad se relacionaron con el cuerpo humano. En un primer momento, el ‘puñado’, que hoy mide la cantidad que se puede contener en el puño, equivalía a la cantidad que cabía en las dos manos juntas. Posteriormente la medición de la capacidad se dejó en manos de recipientes prototípicos de una determinada medida. En los diccionarios encontramos una acepción con el significado aproximado de ‘cantidad que cabe en’ o de ‘líquido que cabe en’ en palabras como ‘jarro, jarra, cántaro, cántara, botella, tinaja, cesta, cesto, vaso, copa o cuba’. Todavía hoy se usa en Cantabria el zapito, un vaso de madera que sirve de medida de las avellanas que se venden en las romerías.

A pesar de que la adopción del sistema métrico en el siglo XVIII hizo que cayeran en desuso las unidades de medida anteriores, aún hoy se conservan muchos términos que se basan en la longitud de diferentes partes del cuerpo humano, en la distancia recorrida en número de pasos o, de manera arbitraria, en la longitud de un determinado objeto. En lo referente a las partes del cuerpo, la longitud de los brazos extendidos es una ‘luria’, término no registrado en el Diccionario académico. El espacio entre los pies con las piernas extendidas es una ‘zancada’, acepción que tampoco registra el Diccionario. La distancia que hay desde la extremidad del dedo pulgar a la del índice, separado el uno del otro todo lo posible, es un ‘jeme’, ‘jemo’ u ‘horco’. Un ‘palmo’ (o ‘cuarta’) es la

distancia que va desde el extremo del dedo pulgar hasta el del meñique con la mano abierta. El ‘palmo menor’ es el ancho que dan unidos el índice, el corazón, el anular y el meñique juntos. El ‘coto’ equivale a medio palmo y el ‘dedo’ a la duodécima parte del palmo. El ‘estado’ equivalía a la estatura regular del hombre y se usaba para apreciar alturas o profundidades; solía calcularse en siete pies. El ‘talle’ es la medida tomada para un vestido o traje, comprendida desde el cuello a la cintura, tanto por delante como por detrás. El ‘tiro’ hace referencia tanto a la anchura del vestido, de hombro a hombro, por la parte del pecho, como a la distancia desde la unión de las perneras de un pantalón hasta la cintura. Todavía hoy se usa La cantidad de leña, palos, en Cantabria mies, hierba, etcétera. que se el zapito, un vaso puede abarcar y de madera que llevar de una sirve para medir vez con los bralas avellanas zos es un ‘brazado’, una ‘brazada’ o una ‘barcina’. Si la brazada es de leña para quemar, un ‘tajón’. La porción de una masa pastosa que se puede sostener con la mano es una ‘pellada’. Un ‘buche’ es la poción de líquido que cabe en la boca. Un ‘manojo’ es lo que se abarca con las dos manos, y la porción de cosa suelta que cabe en ambas manos juntas y puestas en forma cóncava recibe distintas denominaciones, todas ellas documentadas, según las zonas: ambuesta, ambueza, almorzada, almostada, almuenza, almuerza, almuestre, almuezada, almuerzada, almurciada, ambruciada, amburciada, mostada y empuesta.

LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID

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Origen. Dan Brown (Planeta)

Konets. César Pérez Gellida (Suma)

El gigante enterrado. K. Ishiguro (Anagrama)

La librería. Penélope Fitgerald (Periférica)

El fuego invisible. Javier Sierra (Planeta)

Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)

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Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)

Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza Janés)

El fuego invisible. Javier Sierra (Planeta)

Toda una vida. Robert Sethaler (Salamandra)

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Yo soy Eric Zimmerman. Megan Maxwell (Esencia)

Los muchos. Tomás Arranz Sanz (Camelot)

El club de los mentirosos. M. Keller (Periférica y E.N)

Eva. Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara)

Diario de una enfermera. Eligio R. Montero (Planeta)

La librería. Penélope Fitgerald (Impedimenta)

Corto Maltés ‘Equatoria’. Díaz y Pellejero (Norma)

Los poderes de la oscuridad. Bram Stocker (Ediciones B)

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Cree en ti. Rut Nieves (Planeta)

Prohibido nacer Trevor Noah(Blackie Books)

Algo en la sangre. David J. Skal (Es Pop Ediciones)

5 ingredientes. Jamie Oliver (Grijalbo)

En defensa de España. Stanley G. Payne (Espasa)

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Y nuestros rostros, mi vida... J. Berger (Nórdica)

Estado Islámico. Javier Martín (Catarata)

Enciclopedia Eslava. Juan Eslava Galán (Planeta)

La lengua de los dioses. A. Marcolongo (Taurus)

Clásicos para la vida. Nuccio Ordine (Acantilado)

De las bacterias a Bach. D. Dennett (Pasado&Presente)

Renacer en los Andes. M. A. Tobías (Luciérnaga)

Clásicos para la vida. Nuccio Ordine (Acantilado)

El ingenio de los pájaros. Jennifer Ackerman (Crítica)

Pan casero. Ibán Yarza (Larousse)

Sapiens. Yuval Noah Harari (Debate)

Mujeres de ciencia Rachel Ignotofsky (Nórdica)

Fuera del mapa. Alastair Bonnett (Blackie Books)

Transforma tu salud. Xevi Verdaguer (Grijalbo)

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PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA

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4321. Paul Auster (Seix Barral)

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Imperofobia y la leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)

Los pacientes del Doctor García. A. Grandes (Tusquets)

Cuando fuimos huérfanos. Ishiguro (Anagrama)

Ásteris en Italia. René Gosciny (Salvat)

Los pacientes del dr. García. A. Grandes (Tusquets)

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Deseo. Adam Zagajewski (Acantilado)

4321. Paul Auster (Seix Barral)

El fuego invisible. J. Sierra (Plazaeta)E

Origen Dan Brown (Planeta)

Apegos feroces. CV. gornick (Sexto Piso)

Insomnio. Victoria Bernardo (Alfar)

Origen. D. Brown (Planeta)

Eva Arturo Pérez- Reverte (Alfaguara)

Poesías completas. T. S. Eliot (Visor)

Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)

Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)

Una columna de fuego Ken Follet (Plaza&Janes)

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Clásicos para la vida. Ordine Nuccio (Acantilado)

BTT por la provincia de Palencia. J. Amor (El Senderista)

Muerte en Zamora. R. Sender (Postmetrópolis)

Sangre, sudor y paz. Lorenzo Silva (Península)

Historia de la Unión Soviética. Carlos Taibo (Alianza)

Combate en la montaña. Wifredo Román (Aruz)

En defensa de España. Stanley G. Payne (Espasa)

En defensa de España. Stanley G.Payne (Espasa)

La lengua de los dioses. A. Marcolongo (Taurus)

Decir no no basta. Naomi Klein (Paidós)

La España vacía. S. del Molino (Turner)

Cuentos de buenas noches... Elena Favill (Destino)

Miseria, grandeza y agonía del PCE. G. Morán (Akal)

Palencia: momentos, paisajes... J. de la Cruz (Aruz)

Felices. Elsa Punset (Destino)

Imperios y espadazos Andoni Garrido (La Esfera)

Réquiem por el sueño... N. Chomsky (Sexto Piso)

Cuatro millones de golpes. E. Jiménez (Plaza&Janes)

Imperofobia y la leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)

Prohibido nacer. Trevor Noah (Blackebooks)


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Sábado 9.12.17 EL NORTE DE CASTILLA

QUINCE MINUTOS DE FAMA

Carlos Salgado (Castañeta)

ÁNGEL MARCOS

Nací en un pueblo del valle del Hornija que se llama San Salvador en 1957. Mi abuelo era también cantaor flamenco; cuando tenía 8 años y llevaba pantalones cortos trillaba con él en la era, le escuchaba cantar malagueñas, cantes de trilla… en un magnetofón me ponía los cantes de Chacón, Aurelio Selles, Francisco de Almidé y muchos de los grandes maestros del cante. El cante por excelencia y que más me gusta cantar es la ‘soleá’, es lo más grande. Todo esto me ha hecho vivir la vida como flamenco, por eso como persona y cantaor me gusta LO JUSTO.


16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 9.12.17 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Carlos Aganzo Coordinador: Chema Cillero

Formas para un nuevo mundo

S

I es un hecho indiscutido que podemos invadir y colonizar la voluntad de los hombres a través de la palabra, no es menos cierto que el requisito indispensable para que este milagro conceptual tenga lugar es que ambos afectados en el prodigio, emisor y receptor, han de comprender el lenguaje utilizado, el código capaz de dotar de significado a cada sonido pronunciado de quien habla, o a cada signo dibujado o estampado de quien escribe. Sin este requisito, es imposible cautivar a la audiencia, apelar al oscuro rincón de su silente fuero interno, donde se esconden los miedos y las fobias que habrán de despertar su naturaleza más irracional. A nuestra memoria no le interesa poner en duda este hecho que ha sido capaz de convertir imágenes reales en poderosos símbolos gracias al relato que durante generaciones los han acompañado. Pero hubo un tiempo y un lugar, no muy lejanos, en que la desnudez mental de los conceptos quiso dotar al hombre de una oportunidad nueva para rehacerse sin equipajes contaminados, sin convencionalismos infectados por la codicia atávica de todas nuestras anteriores aventuras sociales. Así fue cómo la Rusia ensangrentada por la guerra civil entre los defensores del antiguo sistema beneficiario de las almas muertas (que caricaturizó como nadie Gogol) y los bolcheviques hartos de morir en el frente absurdo de la Primera Guerra Mundial o de hambre entre compatriotas insensibles, sacó a la luz una consecuencia plástica radical, hija de vanguardias anteriores, aunque dotada de una personalidad tan contundente que sus ecos, aún hoy, vibran en cada expresión gráfica contemporánea. Aunque luego llegaría Stalin con su piolet implacable y las vanguardias auspiciadas por la revolución serían perseguidas y ajusticiadas, tal y como ocurría con otros totalitarismos. Sin embargo, antes de que ocurriera todo eso, a la escuela que el pobre Chagall tenía en Vitebsk llegarían dos jóvenes artistas dispuestos a impartir clase con postulados no sólo abstractos en un sentido expresionista, como aquellas vanguardias venidas de la Europa Occidental y que incluso la ensoñación surrealista

Eliezer Lissitzky pretendía convertir las pinturas en nuevos agentes sociales Detalle del óleo sobre tabla, de Eliezer Lissitzky, titulado ‘Proun 1C’. :: EL NORTE

OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA

del director podía disfrutar; mas no. El suprematismo de Malevich, que acabaría contagiando a Eliezer Lissitzky, pretendía convertir las pinturas en nuevos agentes sociales, en afilados punzones capaces de llegar al subconsciente del pueblo gracias a la audacia vivaz de sus propuestas; anidar en el recuerdo y condicionar finalmente el ánimo explorando la pureza de las formas, los significados intrínsecos y no convencionales de la materia, la forma y el color en el universo abstracto de la percepción visual. Y aunque no fue el primero, y ni siquiera formó parte activa en la revolución de 1917, el arquitecto, pintor y diseñador Lissitzky acabó siendo el autor, en 1919, de uno de los carteles más significativos del constructivismo y del nuevo arte soviético. Aquella propaganda de guerra que rezaba ‘Golpead a los blancos con la cuña roja’ materializó el inicio de un camino artísticamente fructífero que emparentaría con la Bauhaus alemana o con el movimiento Stjl holandés. Lissitzky fue un explorador visual capaz de aplicar el utilitarismo arquitectónico al arte y a la comunicación desde sus anuncios para Pelikan hasta su contribución arquitectónica y urbanística con conceptos revolucionarios sobre museística y participación ciudadana. Su pintura se construye (no sólo arquitectónicamente) en un espacio vacío, sin puntos de vista obligados, sin gravedades condicionantes, sin jerarquía; y extiende la intención constructiva al talante social que lo acompaña. Es el hacedor, el organizador, el constructor del nuevo mundo que solo una revolución propiciaría.


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