Nร MERO 294 Sรกbado, 03.03.18
SOMBRA CIPRES LA
DEL
Robert Lowell, poeta confesional Vaso Roto publica en castellano la obra completa del gran escritor estadounidense de posguerra [P2]
El poeta bostoniano Robert Lowell.
2 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 3.03.18 EL NORTE DE CASTILLA
Vaso Roto publica la ‘Poesía Completa’ del destacado escritor de la posguerra estadounidense, traducida por Andrés Catalán y José María Romero
Robert Lowell y el fantasma de la historia E
n 1973 Robert Lowell publica ‘Historia’, libro que ya había aparecido como parte de ‘Cuaderno’, publicado en 1969. En este Lowell había intentado una poesía que, aunque coherente con lo escrito en el pasado, daba un paso más allá. Sitúa la fuerza expresiva por delante del rigor formal, algo que estaba ya presente en ‘Estudios del natural’ (1959) pero que ahora lleva a un grado mayor, al igual que también ahora abre su poesía aún más, o quizás solo ahora de manera verdadera, a la vida diaria. Estos poemas están hechos de conversaciones reales, titulares de periódicos, anécdotas de su vida doméstica sin mucha importancia. Dentro de este ‘Cuaderno’, incluyó poemas sobre la historia o sobre personajes históricos o en los que esos personajes hablaban. En 1973, ya en Inglaterra, decide ordenarlos cronológicamente comenzando con aquellos que tomaban como punto de partida el ‘Génesis’ hasta los que llegaban a la época actual pasando por Grecia, Roma, el Renacimiento, … en un entendimiento aceptado de la historia como progreso. Uno de los últimos poemas del libro es ‘Dioses familiares’, que remite a Estudios del natural. Esos dioses familiares anuncian la decadencia física, las enfermedades que han acechado a su familia a lo largo de las generaciones. En 1959 también había escrito sobre su familia, de la que formaban parte los poetas James Russell Lowell (1819-1891) y Amy Lowell (1874-1925) además de Abbott Lawrence Lowell (18561943), rector de la Universidad de Harvard, y otro Lowell aún más anterior, religioso episcopaliano muy influyente. Esto por parte de padre; su madre descendía de los Winslow, que se contaban entre los primeros colonos llegados en el Mayflower a las costas
SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
Lowell nunca dejó de reescribir, consideraba que su tarea como poeta era sobre todo la reescritura Eran los «sedados años cincuenta» y el encuentro con la realidad más marginal del país lo sacudió
de la colonia de Plymouth y de John Stark (1728-1822), héroe de la Guerra de la Independencia, o Revolución Americana como les gustaba llamarla. Era, pues, Robert Lowell, hijo de lo que podríamos llamar la aristocracia americana (aristocracia que no requiere de títulos nobiliarios y sí de riqueza y trabajo). En un país que siente que su tradición, en el más amplio sentido, es muy delgada, casi inexistente, Lowell se crió rodeado de personajes históricos. No debería extrañar a nadie que en ‘Estudios del natural’ (su inmersión completa en la poesía confesional) convoque a todos esos antepasados, fantasmales, sin duda, al tiempo que bien provistos de espesor en la memoria del poeta. ‘Calle Revere 91’ es un largo poema en prosa que conforma la totalidad de la segunda parte del libro. En esa calle vivió entre los ocho y los diez años para más tarde mudarse a la calle Malborough (la muy poco apasionante calle de ‘Recuerdos de la Calle Oeste y de Lepke’). ‘Calle Revere 91’ comienza como un ensayo genealógico, algo que a los primeros lectores debió de despistar mucho, aunque no fuera Lowell el primero en ensayar esto de incluir un recuento genealógico en una obra literaria; quién sabe si el recuerdo de lo que William Faulkner había hecho en la sección cuarta de ‘El oso’ lo animó a ello. En cualquier caso, de lo general pasa el poeta a lo más concreto, entiéndase, a contarse a sí mismo: sus relaciones con la familia, su vida en el colegio, las relaciones con sus padres. Hay un elemento decisivo en la elección del lugar. La calle Revere estaba justo al borde de lo que la madre consideraba como un lugar respetable; más allá, el destierro o la marginación en Boston, sentimiento que el padre entretuvo en los años que pasaron desde su licencia-
El poeta Robert Lowell.
miento en la marina. Nunca salió de la ciudad y tampoco se sintió integrado en ella. Al igual que su hijo: nunca abandonó su lugar en la sociedad pero tampoco se sintió integrado en ella, acaso porque, como reconoce en el poema, en casa se sentía a salvo de la postración emocional que la sociedad le causaba. En casa trató a muchos de sus familiares, casi todos ellos militares o gente de alto rango; la excepción era Amy Lowell, poeta reconocida pero sobre la cual la familia prefería mantener un discreto silencio. El poema es el primer estudio por extenso de la historia, bien que familiar, de Lowell. No es el primero. En ‘El castillo del señor Hastiado’ (1946) incluye un par de poemas a sus abuelos maternos y otros dos a Salem y a Concord, ciudades bien conocidas; la primera por ser donde tuvo lugar la
caza de brujas de 1692 y la segunda por albergar la casa de Ralph Waldo Emerson y ser la sede de los Trascendentalistas. En este poema saca a relucir la ausencia de una tradición americana: «Diez mil Ford holgazanean en busca/ de una tradición». La historia americana, sin un extenso sustento temporal puede, parece querer decirnos Lowell, comenzar en Concord, donde el Unitarismo tuvo gran fuerza y de donde surgieron los Trascendentalistas, acaso el primer movimiento propiamente estadounidense; sin duda así lo sintieron muchos entre los siglos XIX y XX. Entre 1946 y 1959 Lowell busca ese espesor histórico en los escasos episodios relevantes en la historia americana. En 1973, lejos de su país, desengañado quizás de los momentos gloriosos, aún con ganas de decir algo relevante,
publica como libro exento Historia, como ya he escrito. No podemos achacar a la casualidad que el primer poema se titule ‘Historia’. Deja dicho en él el poeta: «La historia ha de convivir con lo que aquí hubo […] tiene tan poco lustre y es tan horrible el modo en que morimos,/ al contrario que la escritura, la vida nunca tiene fin». Esto lo escribió, digamos ya de paso, alguien que no dejó de reescribir, que consideraba que su tarea como poeta era sobre todo de reescritura. La historia es vida, la más cercana a nosotros, inagotable, pasada por el tamiz de la escritura, no necesariamente poética. El segundo poema se titula ‘Hombre y mujer’, en alusión a Adán y Eva, aunque sean el propio poeta y su mujer quienes comparezcan en el escenario del poema. El poeta se empeña en
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CARLOS AGANZO
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Contracultura y poesía de la experiencia
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n cierta ocasión en la que le preguntaron a Truman Capote si no le daba miedo quedarse encerrado a a solas en una celda con Dick Hickock, el asesino protagonista de su obra ‘A sangre fría’, el escritor contestó que lo que de verdad le daba miedo era la posibilidad de encontrarse con Norman Mailer en una fiesta. Para los escritores de su
tiempo, Norman Mailer fue siempre un azote, un impertinente, un dedo acusador. Sin embargo, cuando le tocó hablar del poeta Robert Lowell no tuvo empacho en afirmar que se trataba de uno de los escritores más grandes de su tiempo. Era octubre de 1967 y la Marcha sobre el Pentágono, que reunió a todos los sectores imaginables de la contestación –desde los hippies
hasta las feministas, pasando por los cristianos de izquierda o el Black Power–, empezaba a definir la nómina de los grandes emblemas de la contracultura: Mailer y Lowell, pero también Chomsky, Goodman y Abbie Hoffman. ‘Los ejércitos de la noche’, que más tarde describiría Mailer. Antes de esta manifestación histórica contra la guerra de Vietnam, Lowell ya era
muy conocido por sus críticas al gobierno. En 1943, en una célebre carta al presidente Roosevelt publicada por ‘The New York Times’, proclamaba su objeción de conciencia ante la guerra mundial, y era el primero en señalar públicamente la incongruencia de que los Estados Unidos lucharan contra un totalitarismo –el III Reich alemán– en alianza con otro totalitarismo de similares características –el comunismo de la URSS–. El resultado: reclusión en la prisión estatal de Danbury, en Connecticut; experiencias que más tarde recogería en el que sin duda es su libro más valioso: ‘Escenas del Natural’ (Life Studies, 1959). «Yo era un católico (...) esperando la sentencia (...) al lado de un chico
negro con rizos de marihuana en su cabello». Sin embargo no es su militancia política, y menos aún el asunto de su peculiar conversión al catolicismo, lo que ha llevado a Robert Lowell a ser una referencia ineludible de la poesía norteamericana del siglo XX. Por encima del escritor que admiraba a Pablo Neruda y que jugó a ser «profeta airado» de su tiempo, está el poeta que trató de igual a igual con los modernistas americanos –Ezra Pound, TS Eliot, William Carlos Williams–, y que más tarde lideró su propia corriente, el «confesionalismo», donde la primera persona, con todas sus contradicciones –las drogas, el alcohol, las pugnas familiares, los cambios de ánimo, la exaltación...–,
terminaría convirtiéndose en el mejor testimonio de una época convulsa entre las convulsas. Un camino que después de él seguirían otros grandes escritores americanos, y que terminaría difuminándose en corrientes como la de nuestra poesía de la experiencia, eso sí, mucho menos intensas, menos desgarradas y menos profundas. Y, sobre todo, su gran lección, la que él mismo impartía en aquellos talleres literarios que contribuyeron a aumentar su fama y su influencia: «Un poema es un acontecimiento, no la descripción de un acontecimiento». Así es como se deben abordar todos y cada uno de los poemas, mayores o menores, de Robert Lowell.
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personarse en estos primeros poemas, como en el titulado ‘Nuestros padres’. Vienen luego personajes del Antiguo Testamento, de la mitología y de la historia antigua: Casandra, Orestes, Clitemnestra, Safo, los espartanos muertos en las Termópilas, Alejandro y Diógenes, Aníbal, Cicerón, Marco Catón, y así se adentra en la historia de Occidente acompañando a los poemas, algunos son monólogos de esos personajes, otros son reflexiones de Lowell. En algunos casos, hay variaciones sobre un mismo personaje. En ‘Ejecución 1’ acaba diciendo: «La edad anciana tiene razón, mas no futuro» como señalando ya lo fantasmal de su esfuerzo, porque, al final, a pesar de esa convocatoria a todo lo más destacado de la historia, el poeta – y con él el lector – se da cuenta de que son solo personajes cuya existencia se reduce al recuerdo de unas cuantas lí-
neas. El recuerdo, sí, ejemplar sin duda, pero solo eso, sabe a poco. Ni siquiera que en las páginas finales del libro aparezcan sus iguales, otros poetas, sobre quienes hay un cierto acuerdo sobre su valía (y me refiero a T.S. Eliot, Ezra Pound, William Carlos Williams, Louis McNeice, o incluso con anterioridad Rilke), disipa la sensación de que la historia no pasa de ser una labor carente de utilidad o de valor. No en vano cierra el poema ‘Leyéndome a mí mismo’ con el verso: «este libro desplegado … mi ataúd abierto» después de haber repasado algunas figuras del siglo XX tales como el Che Guevara o Stalin. Quizás la única manera de continuar sea perseverar en la escritura a pesar de lo imperfecto y de la dificultad de lograr la verdad y la inspiración. Sin embargo, y vuelvo a Estudios del natural, a su última sección en concreto, el poeta ha de ir más allá y no
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quedarse solo en ser el testigo de una época y de una sociedad. Ha de ofrecerse como ejemplo. Su vida ha de servir de modelo para otros. Para ello, naturalmente, la experiencia que cuente ha de salirse de lo común, aunque tampoco pueda ser extraordinaria en grado sumo porque esto crearía una barrera entre el autor y los lectores. Ha de ser excepcional dentro de lo normal, viene a decirnos Lowell en ‘Recuerdos de la Calle Oeste y de Lepke’. En él rememora sus años de profesor en la universidad y su toma de partido en contra del gobierno americano, lo que lo llevó a la cárcel. Eran los «sedados años cincuenta» y el encuentro con la realidad más marginal del país lo sacudió, aunque años después no dejara de sospechar que al final la historia, por muy importante que fuera, y a pesar de la imposibilidad de vivir sin ella, estaba habitada por fantasmas.
Robert Lowell, Jean Stafford (su primera esposa), y Peter Taylor en 1941. :: R. MACAULEY
‘Gracia y ámbar para mis nervios heridos’: La Poesía confesional de Robert Lowell
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on la publicación de la monumental ‘Poesía Completa’ de Robert Lowell en la encomiable interpretación de Andrés Catalán y José María Romero se vierte al español la obra de uno de los poetas más destacados de la postguerra norteamericana. R.H. Pearce observaba que la poesía norteamericana deja testimonio del descubrimiento y del «repetido redescubrimiento de la caída en la existencia– la existencia Americana» . La obra de Lowell ilustra precisamente este proceso que él mismo, al referirse a la poesía americana en general, llamó «la bravata de una revolución perpetua» y que representa su propia trayectoria poética. Robert Spence Traill Lowell, Jr, Cal para los amigos (en alusión a Caliban el espíritu shakespeariano que encarna lo primitivo y a Ca-
lígula el más depravado emperador romano), nació como él mismo recuerda «a la sombra de la Cúpula del Boston State House, bajo el signo de Piscis, el primero de marzo de 1917» cuando su país «entraba en la Primera Guerra Mundial y estaba a punto de jugar un papel importante en la caída de cinco imperios» . Lowell pertenecía a una familia patricia de ilustre abolengo de Nueva Inglaterra. Era el único hijo de Robert Traill Spence Lowell, Comandante de la Marina de los EE.UU. y de Charlotte Winslow. Su madre tenía en su ascendencia a los primeros peregrinos, como Edward Winslow (1595-1655) que llegaron a la colonia de Plymouth en el legendario barco Mayflower; Josiah Winslow (1629-1680), gobernador de la colonia de Plymouth, y John Stark (17221822), el soldado héroe de la Guerra de la Independencia;
aunque los Winslows habían apoyado a Jorge III y en su linaje había partidarios de ambos lados del conflicto. Por parte paterna, entre sus antecesores figuran Robert Traill Spence Lowell (1816-1891), sacerdote con enorme influencia en la Iglesia Episcopal; Abbott Lawrence Lowell (1856-1943), el rector de Harvard, y poetas como James Russell Lowell (1819-1891) y Amy Lowell (1874-1925). Los Lowell eran banqueros y millonarios, aunque el padre de Lowell, un hombre débil, sin personalidad, fracasado en su carrera naval, fue incapaz de satisfacer los deseos de éxito social y económico de su esposa. Espíritu inquieto, indómito y siempre agónico, Lowell censuró en sus poemas esta herencia puritana y, en compensación, se inventó otra familia compuesta por escritores como John Milton, Jonathan Edwards, Nathaniel
Hawthorne, T.S. Eliot, John Berryman, Randal Jarrell, Ezra Pound, todos ellos, aristócratas del espíritu y genios atormentados. Como era de esperar, Lowell cursó el bachillerato en la famosa St. Mark’s School de Massachusetts donde su profesor, el poeta Richard Eberhardt le despertó el gusto por la literatura, para luego ingresar en la Universidad de Harvard en 1935. Pero su espíritu rebelde truncó la trayectoria convencional que se esperaba de un Lowell, y, disconforme con el ambiente encopetado, abandonó esta universidad dos años más tarde para estudiar en Kenyon College, una pequeña universidad del medio-oeste, bajo la dirección del poeta y crítico John Crowe Ransom. Lowell seguía sin darse cuenta los pasos del joven poeta James Laughlin, el futuro editor de la mítica New Directions
Press quien también dejó Harvard en 1933 para educarse con Ezra Pound en Rapallo, en lo que él vino a llamar Ezuniversity. «Con la cabeza llena de ambiciones miltonianas… y una maleta repleta de poemas mediocres» visitó al poeta y crítico Allen Tate en Tennessee, en cuyo jardín vivió durante tres meses en una tienda de campaña. Se entusiasmó con los poetas sureños agrupados en torno a la revista The Fugitives: John Crowe Ransom, Allen Tate, Robert Penn Warren y Cleanth Brooks, escritores, profesores y críticos literarios extremadamente cultos, padres del Nuevo Criticismo, conservadores, que preconizaban la vuelta a una sociedad pre-capitalista y cultivaban una poesía pulcra, erudita y barroca. Para formarse con ellos siguió más tarde sus estudios en Louisiana State University en Baton Rouge. En poesía, Lowell adoptó la escritura formal y difícil de los Nuevos Críticos. Bajo la indicación de Ransom y Tate, Lowell se centró en la filosofía, la lógica, la literatura clásica y la teología. Sus lecturas incluían a Étienne Gilson, el cardenal J.H. Newman, G.M Hopkins, J. Maritain y Pascal. Tanto es así que el título de su primer libro de poemas, ‘Land of Unlikeness’ (’Tierra
VIORICA PATEA
Catedrática de literatura inglesa y norteamericana
de disparidad’, 1944), se refiere al estado del alma una vez que «pierde su semejanza con Dios y ya no se parece a sí misma», término que Lowell tomó prestado del estudio de Étienne Gilson, ‘La teología mística de San Bernardo’. Lowell contrajo tres matrimonios, los dos primeros con las escritoras sureñas Jean Stafford, católica de la que se divorciaría en 1948, y Elizabeth Hardwick, escritora de gran talento, colaboradora de la revista ‘Partisan Review’ a la que conoció en el círculo de Tate; y, el último, con la inglesa Lady Caroline Blackwood con la que tuvo un hijo, Sheridan, y por la que en 1970 trasladó su residencia a Inglaterra. Sus relaciones matrimoniales fueron invariablemente atormentadas. En marzo de 1949, cuatro meses antes de contraer matrimonio con Elizabeth Hardwick, con la que tendría una
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Su madre, Charlotte, en 1915.
El Memorial de Robert Gould Shaw y el 54 Regimiento de Voluntarios de Massachusetts aparece en el poema ‘For the Union Dead (1964).
hija, Lizzie, y de la que se divorciaría en 1972, Lowell ingresó en una clínica mental por depresión. Es la primera de una larga serie de hospitalizaciones por ataques maníaco-depresivos que se iban a repetir casi anualmente a lo largo de su vida. Bajo la influencia de Jean Stafford, Lowell al igual que Tate se convirtió al catolicismo, una alternativa a la creencia episcopaliana de sus padres. Pero esta conversión no le acercó al espíritu tolerante de la sensibilidad católica, sino que le dio licencia para posar como un Jeremías que clama contra la depravación del mundo corroborando así la tesis de Cesare Pavese de que «en la oposición al puritanismo han estado siempre los más grandes puritanos». Con la intransigencia de los conversos, Lowell asustó a su mujer con sus excentricidades y dogmatismos que adquirían, en ocasiones, un cariz absurdo. La conversión de Lowell al catolicismo fue breve. Su divorcio en 1948 de Jean Stafford coincidió con su distanciamiento religioso y el incremento de sus desequilibrios psíquicos. Para el resto de su vida Lowell consideraría las teorías de Freud como una panacea del pensamiento universal. Su visión del
mundo ostentaría un tono pesimista y nihilista. Tanto en su segundo libro, Lord Weary’s Castle (El castillo del Señor Hastiado, 1944) – por el que es galardonado con el Premio Pulitzer y cuyo impacto fue comparado por la crítica con el de la publicación en 1914 de ‘La canción de amor de J. Alfred Prufrock’, de T.S. Eliot– como en ‘The Mills of the Kavanaughs’ (’Los molinos de los Kavanaughs’, 1951) – siete monólogos dramáticos rimados al estilo de Robert Browning, que le valió el premio Harriet Monroe– Lowell adopta el tono de un profeta airado que censura la moral del mundo moderno. Sigue en la misma línea de denuncia de la corrupción del ser humano y descubre el mal encarnado en el consumismo y materialismo de la sociedad norteamericana. Al igual que en ‘Tierra de disparidad’, Lowell critica el espíritu protestante, causa del capitalismo depredador que apartó América de los valores del cristianismo y de la misma figura de Cristo, al tiempo que vitupera en contra de los horrores de la guerra que han transformado el mundo moderno en una tierra baldía. Lowell alcanzó la fama al principio de su carrera. Con solo 30 años, era ya un poeta de gran prestigio, contaba con
Alcanzó la fama al principio de su carrera; a los 30 años ya era un poeta de gran prestigio En 1965, en protesta contra la Guerra de Vietnam, rechazó la invitación de Johnson a la Casa Blanca
muchos premios y distinciones en su palmarés: el Pulitzer, la beca Guggenheim y el nombramiento como asesor para la Biblioteca del Congreso de Washington, un cargo que Williams Carlos Williams nunca recibió. Se trasladó a Washington donde visitó a Ezra Pound encerrado en aquel entonces en el asilo de Santa Isabel. En 1949, Lowell formó parte del jurado que otorgó el Premio Bollingen a Pound por los ‘Cantos Pisanos’. Lowell pasaría largas temporadas en Europa. Varias
universidades le invitaron a dirigir talleres de escritura creativa: Kenyon, Iowa, Cincinnati, en 1958, Boston que contó con la participación de poetas como Sylvia Plath, George Starbuck y Anne Sexton. Los grandes poetas modernistas, desde T.S.Eliot a Ezra Pound y William Carlos Williams reconocían en él al poeta más representativo de su tiempo. Su carrera dio un giro espectacular con la publicación de ‘Life Studies’ (‘Estudios del natural’, 1959) con el que Lowell se afirmó como precursor de la poesía confesional, un movimiento que inspiró también a Sylvia Plath, Theodore Roethke, Elizabeth Bishop, John Berryman y Anne Sexton. La poesía confesional representa el punto de inflexión más importante de la poética norteamericana de la postguerra, ya que acabó con la hegemonía de la estética modernista encorsetada por el formalismo del Nuevo Criticismo. Los principios de la impersonalidad eliotiana se vieron sustituidos ahora por confesiones en primera persona en las que el detalle autobiográfico es garante de autenticidad. La nueva poesía desnudaba la vida íntima del poeta, sus problemas psíquicos, sus humillaciones recónditas y depresiones men-
De niño con su padre (1920).
tales y discurría sobre temas tabúes, tales como la sexualidad, las drogas y el alcohol y los estados psicológicos extremos. Lowell tardó ocho años en escribir ‘Life Studies’, un libro que surgió de la depresión que sufrió a raíz de la muerte de su madre. Al estilo romántico el poeta hace de su experiencia personal el centro del poema, pero su imaginación no es visionaria sino histórica y documental. Su estilo es metonímico y este talento para recrear los detalles de la vida, para conferirles una dimensión simbólica, es lo que transforma Life Studies en un extraordinario libro en verso acerca de su familiaescrito por un hijo despiadado. Lowell, más que otro poeta de su tiempo, recurre al «correlativo objetivo» eliotiano y recrea los personajes mediante una red de imágenes, incidentes, objetos y giros lingüísticos. Desde 1959 en adelante, sus libros perfilan con cierto exhibicionismo tanto la vida del poeta como la historia de su tiempo. Así, desde 1964 a 1973, Para los muertos de la Unión, Historia, El delfín, Día tras día, proyectan el relato de sus amores y desavenencias, matrimonios y divorcios sobre la crónica de la nación. Lowell fue muy perturba-
do por la II Guerra Mundial. Aunque en un principio intentó sin éxito alistarse, cuando fue llamado a filas en 1943 se declaró objetor de conciencia. Escribió una lúcida carta abierta al presidente Roosevelt que el ‘New York Times’ publicó en primera plana. En ella denunciaba el bombardeo gratuito de civiles por parte de los aliados y desenmascaraba el sinsentido de una lucha en nombre de las libertades democráticas que pretendía vencer un régimen totalitario, el nazismo de Alemania, mediante una alianza con otro régimen totalitario, el comunismo de la URSS. Condenado a un año y un día de cárcel, reflejó esta experiencia en varios poemas de ‘Life Studies’ (1959). Lowell no rehusó los retos de la historia. En 1965, protestando contra la Guerra de Vietnam, rechazó públicamente la invitación del presidente Johnson a la Casa Blanca para asistir al Festival de las Artes y participó en la marcha sobre el Pentágono. Durante las elecciones presidenciales de 1968, Lowell apoyó la plataforma anti-Vietnam del aspirante a la nominación a la presidencia por el partido demócrata, el también poeta y senador, Eugen McCarthy, al que acompañó en la carrera presidencial.
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Retrato de Claude Debussy hacia 1908, fotografiado por Félix Nadar.
Debussy, una revolución personal H
ace 100 años moría Claude Achilles Debussy. Un músico especial, único, un creador arriesgado que no tuvo grandes éxitos en vida. Inventó el piano, la orquestación, la ópera, con un solo título esa ‘Peleas’ simbolista. En España sus obras han sido interpretadas y siguen vivas hoy mismo. Javier Perianes hace maravillas con sus obras pianísticas. Los ballets están en todos los programas, la ópera es de repertorio universal e incluso ‘El martirio de San Sebastián’ gozó de una magnifica representación en el Teatro de La Zarzuela con Lorin Maazel al frente de la Orquesta y la Fura del Baus
en la puesta en escena. Debussy es hoy reconocido como un gran compositor, pero no ha llegado a ser popular, a levantar pasiones. Sigue siendo considerado difícil, elitista, en alguna forma. Su estética se une al impresionismo o al simbolismo, aunque en su correspondencia no muestre aprecio por pintores como Renoir o Matisse. Su pasión por Turner es explícita y esos paisajes del artista inglés son el perfume de obras como ‘Nocturnos’ o ‘El mar’ para citar algún ejemplo. Esos tiempos lentos de Debussy le han hecho a su biógrafo Philippe Cassard, compararlo con la primera secuencia de ‘El sacrificio’, de Andrei Tatkovsky.
FERNANDO HERRERO
También el piano evanescente de ‘Estampas’ o los preludios tienen esa característica inimitable. Por ello Debussy no tiene discípulos directos aunque el citado biógrafo señale alguna ópera de Janacek (’La zorrita astuta’) por la tímbrica y la construcción de atmosferas y, desde luego, en cierta forma Messiaen y algunas partes de su ópera ‘Francisco de Asís’.
Debussy y Ravel, dos vidas artísticas paralelas. El actor de ‘La hora española’, ‘Dafnis y Cloe’ y ‘La Valse’ mucho más exitoso, quizás menos arriesgado, menos inventivo pero más brillante. Se complementan y muchas veces figuran juntos en la programación. Fue una época brillante de la música francesa y del arte en general que ahora, en esta celebración del Centenario de la muerte, se intenta recuperar en parte, con conciertos y grabaciones de todas sus obras, incluidas las maravillosas piezas de cámara como el Cuarteto o las Sonatas. No faltan en el mercado discófilo versiones extraordinaria de las obras sin-
fónicas y de esa ópera magna que es ‘Pelleas y Melisenda’ sobre la obra teatral del Premio Nobel de Literatura injustamente preterido, que fue Maurice Materlinck, cuyo extraordinario teatro simbolista fue una línea estética nueva con algunas obras maestras, que se ha interrumpido, salvo algún que otro montaje que ha recuperado algunos títulos. Si hoy se conoce universalmente el nombre de Materlinck es, precisamente por la ópera de Debussy. Después del encontronazo inicial entre escritor y compositor (el nombre de la esposa del primero fue la causa) al fin se repartieron la gloria. ‘Pelleas y Melisenda’ es una obra universalmente puesta en escena. Los más afamados maestros la han dirigido y las puestas en escena se han multiplicado. En el Teatro Real, por ejemplo, se han visto dos producciones, la de Curier y Leiser, con una dirección musical extraordinaria de Armin Jordan, el protagonista de ‘Parsifal’ de Syberberg y otra de Robert Wilson en esa visión abstracta, inmovilista y orientalista del gran hombre de teatro. A pesar de sus dificultades, de su emblemática partitura, de esa forma de canto, casi parlato, de esas volutas orquestales que, como olas lentas dibujan la tragedia, la obra tiene un extraño atractivo. La pareja (¿unos nuevos Romeo y Julieta?) el misterio de la muchacha, la ingenuidad, los celos y el crimen van más allá del simple placer artístico, despiertan una extraña emoción. Curiosamente el compositor parte de una wagnerianismo para oponerse a Wagner. Si la melodía infinita es el signo estético esencial del compositor alemán, en Debussy la tonalidad se basa en esas oleadas pausadas que van formando un mundo unitario y preciso que rompe la tradición romántica. Coincidencias y discrepancias desde una visión nueva y diferente del discurso musical. Si ‘L’aprés-midi d’un faune’, esa breve obra maestra, originó un ballet que se hizo famoso y discutido por la erótica y física reprehensión de Vaslav Nijinski, obras como ‘El mar’, ‘Nocturnos’, ‘Iberia’ o ‘Juegos’ tienen una arquitectura especial y pueden llegar a la abstracción o, por lo menos, a la creación de atmósferas en esas orquestaciones
Debussy es hoy reconocido como un gran compositor, pero no ha llegado a ser popular, a levantar pasiones Si el piano y la orquesta son de estéticas paralelas, el hallar el perfume del instrumento requiere algo más que técnica
tan difíciles de plasmar adecuadamente. Si el piano y la orquesta son de estéticas paralelas, el hallar el perfume del instrumento, su variedad, requiere algo más que técnica. Afortunadamente en los programas pianísticos Debussy está presente y confiere a la música francesa un puesto de honor. En la orquesta algunos de sus poemas o ballets se programan continuamente. El propio conjunto sinfónico de Castilla y León las ha interpretado algunas veces. Recuerdos de ese Debussy único, personaje parece ser difícil y no muy solidario, de momentos vividos en su compañía. Ansermet y Munch, lo interpretaron magistralmente pero mis recuerdos van a una versión de ‘La mer’ por la Orquesta de Munich y Sergio Celebidache. Consiguió aunar el maestro rumano la brillantez y la fragancia, un mar real y un mar soñado. Tal vez ese sea el misterio de la música de un genio que murió hace 100 años y que nos dejó un legado insustituible. Una revolución personal que comienza y finaliza en Claudio Aquiles. Después vendrán otras, la Escuela de Viena y Schönberg para destruir la tonalidad. Debussy consiguió mantener el mundo musical para el gran público. Su sentido melódico se impuso en una concepción nueva que incluso se distinguía del neoromanticismo de un Mahler o un Richard Strauss. Debussy fue un compositor único que, afortunadamente, no ha sido olvidado y permanece con todo su esplendor.
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rofundamente conmovido, el visitante termina de ver esa exposición: ‘Región (Los relatos). Cambio del paisaje y políticas del agua’, así la han titulado con justeza. Una serie de interrogantes lo han ido minando en el transcurso de la contemplación de cuanto le ha sorprendido, le ha sobrecogido. Quizás el ánimo viniese teñido ya de antes. El viaje hasta Cerezales del Condado con el sabor de la nieve en el aire, la luz deshilada sin recelo desde cielos que parecen recién fregados, la serenidad de las cosas paradas en la venta donde nos dan qué comer, el propio pueblo afantasmado y plano como una galleta dormida… Por fin, a las afueras del mundo, la sede de la propia exposición –la FCAYC– a la que se accede sobrepasando un itinerario zen que prepara a quienes se llegan hasta ese lugar atacado de ensimismamiento. Coordinada por Alfredo Puente y Bruno Marcos, la exposición –completada en el MUSAC– muestra una documentación viva y contundente que enseguida asalta al visitante. Hay algo de delación en toda ella. Se trata de enseñar la herida que persiste en las gentes obligadas a abandonar su memoria sucumbiendo a los planes hidráulicos del ‘electrofranquismo’ –así lo llamó alguna vez Fernando R. de la Flor– que anegaron la zona en los años sesenta, cumpliendo aquella Ley de Expropiación Forzosa que todo lo dictaminaba «bajo el signo de la eficacia». Poco después, en 1961, José Eguiagaray, a la sazón presidente de la Diputación leonesa, lo expone a las claras en una invocación explícita y bruta: «Vuestra geografía va a sufrir una alteración que os obliga a desaparecer». Y así fue. Bajo el embalse del río Porma quedaron sepultados pueblos que para el visitante sólo son nombres que, sin embargo, él quiere desenterrar aquí: Vegamián, Campillo, Armada, Lodares, Quintanilla… Oírlos todavía en los labios de gentes de ese valle del Porma que no olvidan sus orígenes plantea un nuevo sentido en la disyuntiva entre memoria y progreso, una disyuntiva reavivada en el cruce de relatos que nutren esta exposición. Relatos impuestos por el orden institucional de entonces (el documental audiovisual de aquella televisión española enfática, con su sesgo propagandístico y paternalista, invoca de continuo el futuro y anula, así, cualquier defensa de fidelidad al origen) pero también relatos espontáneos de aquellos habitantes descuajados de pronto de su pequeña patria –la única aceptable– que aún viven negándose a sentirse, tantos años
Vista de Riaño en abril de 1987, meses antes de ser demolido para la construcción del embalse. :: P. CACHO
CEREZAS EN EL ESCONDITE TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO
Negra memoria del agua después, de ningún otro lugar que no sea aquella tierra. Testimonios como el de la familia Rojo, de Vegamián («no nos dejaron sacar material ni maquinaria»); el de Ezequiel Sánchez, de Riaño, obligado a emigrar y que acabó por volver como barrenista y palista a socavar, él también, su propio paisaje natal; el de Isidoro de la Fuente, que en un último gesto de resistencia aún se niega a hacerse el DNI si no consta en él el pueblo donde nació, ya inexistente. Y en torno a esas dos frecuencias –la oficial y la popular– todo un aparato documental envolvente de muestras literarias, restos arqueológicos, películas señeras (‘La aldea maldita’, de Florián Rey, que en 1930 ya planteaba el drama de la sequía en el interior de España) e informaciones paralelas de otros escenarios sujetos en su día a la misma vicisitud: desaparecer. También la exposición se detiene en la figura de Juan Benet, uno
de los muñidores de la presa que hoy lleva su nombre y autor de ‘Volverás a Región’, la obra que convirtió en mitología, para que sobreviviera así, el mismo territorio que desapareció bajo las aguas para siempre. Tras pasar esas horas bajo el fuego cruzado de testimonios diversos, al visitante se le impone una reflexión desazonante como una perturbación sombría. Aquel regeneracionismo hidráulico de los hombres del 98 (Picavea, Mallada, Costa) con sus propuestas en nombre del progreso ha llegado hasta nosotros, en los albores del siglo XXI, tras un descarnado itinerario baqueteado de decisiones que contribuyeron durante todo el siglo XX a esa «violencia suave del exterminio» a la que Baudrillard se ha referido para explicar la Historia. Desde siempre, se dictan sacrificios para que el bienestar (ese concepto, ya intocable, que ha sustituido a
la utopía) asista a quienes, de espaldas al rostro de la naturaleza, disfrutamos de las ventajas de la civilización entre argumentos confortables. Pero hubo quienes fueron obligados al desarraigo y a perder la memoria. En Vegamián, en Riaño, en Argusino, en Yesa, en Jánovas –de estos lugares también se da cuenta–. Su ira se alza todavía sobre nosotros en esta exposición llena de sobrecogimiento. Julio Llamazares dio obsesivamente vueltas en torno a ello en aquel libro sonámbulo, ‘Memoria de la nieve’ («Toda la noche deambulé por los
Al visitante se le impone una reflexión desazonante como una perturbación sombría
desvanes húmedos de helechos, por las paneras olorosas a grano abandonado, a soledad») y John Berger, que conocía hasta el fondo el corazón de los campesinos, lo sentenció en aquel poema en que los agrónomos «de puntiagudos zapatos» se agachan a examinar un puñado de tierra negra mientras «en sus bancales / los campesinos embutidos en chaquetas acolchadas / alzan la vista y se preguntan / ¿qué esperarán encontrar / en nuestra tierra?». Se hace tarde. El pequeño, casi dulce edificio que alberga la exposición –parece un sueño de Thoreau– va a cerrar. Avisan suavemente al visitante, que ahora cae en que está solo entre tanto material ya incandescente. Afuera, la luz del atardecer ya va vencida. Y hay que irse ya, negociando entre la rabia y la compasión para saber contar luego la amarga sustancia, el saldo horrible de aquella política del agua que nos ha perseguido desde hace más de cien años y que ha provocado esa otra escisión en un país que vive entre ellas: la de las miradas desasosegadas que él acaba de ver ahí adentro, en la sala que ya abandona, y esas otras miradas perfectamente desentendidas de quienes viven con suficiencia entre vatios sobrantes y grifos que escupen agua que es negra, agua que trae memoria de aquellos perdedores que aún aguardan la venganza aplazada de frutales y de huertos.
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Vaillant, el gran desafío de Graton
ARTE EN MOVIMIENTO SANTIAGO DE GARNICA
E
ste 2018 se cumplen los sesenta años de la publicación del álbum ‘El gran desafío’, nacido de la mano de Jean Graton (Nantes, 1923). Hoy, más de nueve décadas después, estamos ante un álbum de culto y Graton es ya una referencia de generaciones apasionadas por el automovilismo gracias a su creación, Michel Vaillant, un imaginario piloto que rodaba por vez primera en el año 1957 en la revista ‘Tintin’, y que ha desafiado el tiempo a través de aventuras en las que se mezcla de forma sutil ficción y realidad. Sin abundancia pero con muchos momentos de felicidad, se desarrollaría la infancia de Graton, que acompañaba a sus padres en viajes en moto por Europa. Pero se produce un giro radical a los 11 años, cuando pierde a su madre, y apenas seis años después al estallar la guerra y su padre, hecho prisionero, es enviado a Alemania. El adolescente queda así solo en su casa y trabajará en unos astilleros, en una etapa que le resultará vitalmente deprimente. De ahí nacerá su empeño de dedicarse a un trabajo que le apasione aunque ello suponga un riesgo. Su afición al dibujo y el hecho de haber pasado sus vacaciones con su tía Alice, que vivía Bruselas, se convierten en determinantes a la hora de marcar su destino. Representante comercial durante un tiempo, el joven Graton busca una vía más artística para ganarse la vida y se lanza a al pirograbado. Luego, para escapar de las tareas del cuartel durante su servicio militar, decora el comedor de suboficiales y construye la maqueta de un campo militar. Licenciado en 1947, Jean Graton está convencido de intentar la aventura y parte para Bruselas, a casa de su tía. En plena posguerra, el cómic está en pleno crecimiento, principalmente en Bélgica donde el movimiento, aún lejos de la consideración de noveno arte que tendrá posteriormente, se ha empezado a desarrollar en los años 20. La tendencia se acelera.
Graton con Jacky Ickx, el piloto real que más veces ha aparecido en sus aventuras.
En ‘El gran desafío’ (1958) se enfrentan un piloto europeo, Michel Vaillant, y un americano, Steve Warson. A la izquierda, la portada y la primera aparición del personaje, en la revista ‘Tintin’ en 1957.
Lanzado en 1938, ‘Spirou’ entra en competencia, ocho años más tarde, con ‘Tintin’, el periódico de los jóvenes de 7 a 77 años, cuyo protagonista es el personaje creado por Hergé. A finales de la década de los cincuenta, se unirá ‘Pilote’. Bruselas es la capital de la ‘bande dessinée’. Pensemos que a lo largo del siglo XX más de setecientos dibujantes consagrados al cómic han desarrollado allí su trabajo. Frankin, Morris, Will, Paape, Tillieux, Peyo, Jacobs, Greg, o Goscinny y Uderzo, rivalizan en imagi-
nación y talento a un ritmo infernal. Para este emigrante francés, los años de aprendizaje no son fáciles pues los recursos materiales brillan por su ausencia, pero movido por la energía sin límite de su compromiso para salir adelante. En esta etapa, principio de los años 50, se producen los dos hechos determinantes en la vida de Graton: el dibujo, ya afrontado de forma profesional, y su inmersión en el ambiente de las carreras. En cuanto al dibujo, de al-
guna forma es un retorno a los principios. En 1931 durante unas vacaciones de verano que pasa en casa de su tía Alice, Graton participa en un concurso organizado por el periódico belga ‘Le Soir’. Su dibujo es seleccionado y se publica acompañado de la siguiente leyenda: «Mi papá reparando la moto delante de su garaje». Y con la firma ‘Jean, 8 años’. Ahora, 16 años después, vuelve a esta vocación y lo hace con una determinación que le lleva a publicar en el pe-
riódico ‘Derniere Heure-Les Sports’ y luego en ‘Spirou’. Perfecciona su técnica, afina su dominio de los textos, la caligrafía, perfila la utilización de la tinta china. Después de 37 capítulos de la serie ‘Les belles histoires de l’Oncle Paul’, un folletín que le permite darse a conocer en el medio, entra finalmente en el periódico ‘Tintín’ en el año 1953. En el estudio que dirige con mano de hierro Hergé, Jean Graton se siente en su ambiente. Aborda temas deportivos, su dominio preferido, y se centra en todo lo que rueda, desde bicicletas a coches. Los coches, las carreras, es el otro factor que va tomando
una mayor importancia en la vida de Graton. En ‘Derniere Heure-Les Sports’ el responsable de la rúbrica de motor es un prestigioso periodista, antiguo piloto e historiador del automóvil llamado Jacques Ickx, padre de un niño llamado Jacky, futuro piloto que llegará a convertirse en toda una leyenda del automovilismo, desde la Fórmula 1 a las 24 Horas de Le Mans, carrera en la que triunfará nada menos que en seis ocasiones. Otro de los elementos que permiten a Graton conocer a fondo el ambiente de las carreras es el realizar crónicas junto a Paul Frère, el famoso piloto y periodista belga (entre otras victorias Frere ganará en Le Mans en 1960). Le Mans, las más famosa carrera del mundo es determinante en la trayectoria de Graton. En junio de 1937 su padre André le había llevado en moto para asistir a la edición de aquel año de las legendarias 24 Horas. Para el muchacho de 14 años esta escapada le marcará. Jean, que descubre el mun-
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A Alain Prost, cuatro vveces campeón del mundo, confiesa m qque se aficionó a los ccoches leyendo las hhistorias de Vaillant
do de las carreras, se ve impactado por la visión del victorioso Bugatti azul Francia de Jean Pierre Wimille y Robert Benoist. En 1954 Pierre Stase, el patrón de ‘Les Sports’, un piloto amateur de nivel, un ‘gentleman driver’ en sentido puro como se dice en el ambiente de las carreras, corre las 24 Horas de Le Mans con un Ferrari 550. Y lleva a Graton, al que coloca en la curva lenta de Mulsanne, al final de la larga recta de Les Hunaudieres, para que se encargue, mediante carteles, de pasarle información sobre su situación en carrera. Tras dos historias completas consagradas a deportes del motor, ‘Sa premiere ronde’ y ‘Le virage de la peur’, Graton dibuja una historia corta, cuatro páginas, titulada ‘Bon sang ne saurait mentir’ para el periódico Tintin. La historia es protagonizada por un joven piloto que se sale en aquella curva de Mulsanne (la misma donde el propio Graton pasó muchas horas en la edición de 1954
de las 24 Horas) y, por sus propios medios como marca el reglamento, pala en mano lucha por sacar el coche de la arena. A este piloto le bautiza como Michel Vaillant. Graton cuenta que para realizar este personaje se había inspirado observando a unos vecinos suyos.
El domingo por la mañana el padre y sus dos hijos preparaban sus motos de trial. El más joven se llamaba Michel y a Graton le bastó sustituir las motos por coches para encontrar su familia. También hay una cierta influencia de Etto-
Graton ha inventado el sonido en un arte mudo.
re Bugatti en su personaje pa Henry Vaillant Vaillant. Este es el patrón que ha creado la marca de coches Vaillant, y el padre de familia cuyos hijos Jean Pierre (piloto e ingeniero) y Michel (piloto) conducen sus coches de carreras. La familia, el deporte, el automóvil, son los tres pilares sobre los que va a nacer la saga que Graton ha imaginado. El primer álbum de Vaillant nace en 1958, es ‘La Grand Defí’. La historia cuenta cómo el equipo Vaillant acepta el desafío que le plantean desde EE UU para ver quién es mejor piloto, un americano (Steve Warson) o un europeo (Michel Vaillant). En este álbum Graton marca el inconfundible estilo que dominará la saga. Las historia son ficticias pero los entornos son de un realismo espectacular. Graton se documenta con una precisión escrupulosa. Tanto los coches como las curvas, los boxes, o los paneles publicitarios están en el lugar que ocupan en la realidad. Y el sonido. El famoso subastador y experto en arte y automóvil Hervé Poulain, destaca cómo «reproducir
el movimiento siempre ha sup puesto un problema para los ar artistas. Graton lo ha conseguid sin deformar nada, gracias do al sonido de los motores que d desgarran las imágenes. Con on onomatopeyas él mueve el coch Ha inventado el dibujo soche. n noro». Es cierto, los ‘iiiii’ en letr inclinadas en el sentido tras co contrario del movimiento evoca las frenadas. Letras que van can si siendo más gruesas, los ‘v ‘vroaaam’ llenan todo el espaci en el dibujo como lo hace cio el sonido del motor al acelerar. Y distingue: un ‘vrui’ o ‘rui’ para la aceleración y un ‘wri’ cuand el motor gira al límite de do vu vueltas. Graton es muy cinematogr gráfico, como si moviera una cá cámara jugando con los planos, co el gran angular. Y sabe trascon m mitir sensaciones muy especi ciales: si se ha rodado por ejemp plo en el circuito de Monza, se e entiende porqué Graton dibuja su horizonte inclinado. jaba O Otro componente básico del e estilo Graton es el aspecto hum mano: Vaillant es un piloto, u un héroe, pero un hombre. Los V Vaillant ganan, pero no siemp pre. En la pista hay románticcos, tramposos, pero también p pilotos más rápidos, situacion nes de carrera, momentos de m mala suerte. Junto a Michel V Vaillant también hay pilotos reales: en el conjunto de historias nada menos que 86 entr tre los que se pueden citar entr tre otros a Collins, Clark, Cev vert o el belga Jacky Ickx. Este ú último ha aparecido en nada menos que doce álbumes de Graton. Hay pilotos reales en los dibujos, y pilotos reales que hablan con pasión de Graton. El dibujante es amigo de muchos de ellos, y estos se han convertido en asesores de sus trabajos. Alain Prost, cuatro veces campeón del mundo de Fórmula 1, confiesa que se aficionó a los coches de carreras leyendo las historias de Vaillant. Tom Kristensen, el hombre que más veces ha ganado en Le Mans, no dudó en llamar a la puerta de los estudios Graton en Bruselas para que el dibujante le dedicara los álbumes. Y los coches. El diseñador Luc Donckerwolke, hoy al frente del estilo del grupo Volkswagen, señala cómo Graton «ha tenido el gusto, la capacidad de captar el patrón técnico y estilístico en vigor y al tiempo añadir su propia originalidad y credibilidad». Y es que Michel Vaillant es intemporal: se ha batido en las pistas durante la segunda década del siglo XX hasta hoy. Michel acelera…
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Venancio Blanco
La poética de las formas del alma
GALERÍAS JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS
Venancio Blanco posa en la Sala de Santo Domingo de la Cruz, en Salamanca, en octubre de 2016. :: J. M. S.
V
enancio Blanco, el gran escultor salmantino, acaba de morir, y siempre sucede que la desaparición de los grandes personajes del arte nos deja una dimensión de su paso por la vida que se va engrandeciendo, que alcanza un significado nuevo y hondo cuando lo contemplamos ya desde el silencio, desde la soledad que su obra nos provoca. Venancio Blanco era la mirada serena sobre la realidad, un modo de ser y de estar en el arte, en el significado trascendente de su labor como creador de un universo ya cerrado, perfectamente coherente, pleno, en la labor que toda una vida ha supuesto en el camino que inició desde la
escultura y para la escultura. Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que con el artista salmantino se nos va una de los grandes, de los que han construido un lenguaje nuevo y una dimensión diferente de entender el fenómeno plástico, pero también nos queda un legado de enorme importancia, de generoso trabajo y de creación intachable. Mis recuerdos de Venancio Blanco van siempre unidos al arte y a la poesía: él era uno de los degustadores del verso más sutil que yo he conocido. Siempre terminábamos hablando de las concomitancias de ambos mundos, de los diferentes pero cercanos lenguajes, y creaba una poética de la materia y del lenguaje con las mismas leyes y
los mismos principios, teniendo siempre en cuenta que la escultura era donde él se sentía transformador de la realidad, traductor de las cosas y ejemplo vital de lo verdadero y eterno. Decía que la poesía ponía siempre sonidos y palabras a sus líneas y a sus volúmenes, y daba sentido a su preocupación por la belleza y por el ser humano. Había dos personajes fundamentales, abulenses los dos, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, con los que se sentía enormemente identificado. A los dos conocía y reconocía como maestros de su pensamiento y sus soledades: desde la palabra fundadora de Teresa ( a la que dedicó no pocas creaciones esenciales y ‘mínimas’, pero universales,
en los dibujos entrañables que hacía en servilletas blancas de papel fino y casi transparente) hasta la soledad de la nada rotunda y creadora del gran Juan de la Cruz, en obras tan bellas como el manzano del Cántico Espiritual (conservo su grabado del año 1994, el regalo navideño con el que nos felicitó las pascuas).
En el bronce de sus propuestas late la vida de un hombre dialogando con la materia
Salamanca era para Venancio su espacio habitual de meditación y de amistad. Allí acudía siempre a llenar su mirada de luz y de recuerdos. En Salamanca compartía arte, poesía y tauromaquia, tantas veces nos encontramos en el ya desaparecido restaurante El Botón Charro, donde nos reuníamos con el inolvidable Pepe Ledesma, el poeta Juan Ruiz Peña y el novelista Torrente Ballester, entre otros amigos como Juan Luis Fuentes Labrador y Felipe, el dueño de restaurante, el impulsor del premio de poesía que allí se celebraba anualmente y que tenía como trofeo un magnífico toro de bronce de Venancio Blanco (yo tuve la suerte de ganarlo uno de los primeros años, y aquí a mi
lado contempla ahora el viento su testuz afilada y serena…) Luego he ido siempre conociendo su labor escultórica en exposiciones, libros, obras públicas que ha ido dejando en plazas y espacios abiertos. Siempre en el bronce de sus propuestas late la vida de un hombre dialogando con la materia, asido a un clasicismo personal, pero también acariciando la sencilla manera de encender lo vital y lo efímero en cada gesto, en cada latido de sus personajes parados en el tiempo, sintiendo la belleza del mundo entre sus manos, apoderándose del secreto vital del artista comprometido con su momento. El arte religioso ocupó parte de su quehacer escultórico: tal vez ha sido, en el siglo XX, el más grande intérprete de una espiritualidad expresada en escultura. Sus Cristos yacentes nos invitan a la meditación, a la intimidad, a la cautela del silencio más profundo. Aquí se expresa el hombre que busca las raíces del alma, los quebrados pasadizos del corazón, la luz sin destellos. En estas obras del artista, el buril ha ido sesgando las entrañas con su verdad, se dibuja la aurora del sentir, el origen de lo auténtico que precisa el hombre para no derramarse en el dolor vacío. Cuando cada Navidad recibíamos la felicitación artística del escultor, construíamos un Belén que ahora se ha culminado; cada año nos ofrecía el artista una interpretación de una escena del Nacimiento de Jesús. En este año pasado nos llegó el último matiz de ese retablo sacro, nos ofreció una felicitación casi abstracta de la Sagrada Familia. Es el último eslabón de una cadena hecha a lo largo de más de tres décadas…Venancio Blanco me acompañará siempre en ese vibrar poético que sus dibujos tienen, que sus esculturas vierten con misteriosa belleza, que sus grabados esconden en las planchas que recreaban, en las sucesivas felicitaciones y en cada año que terminaba, la mirada del artista, poniendo siempre amistad y mano creadora en sus deseos de paz y de Luz cada diciembre. «Ha sido un gesto, un rasgo generoso, / un débil cauce de agua limpia, un dócil / secreto en la maleza de la vida, / una esperanza dulce como un trago /de amor entre sus manos. Siempre ha sido / la cumbre de una altura entre la niebla, / el bronce acariciado por el fuego, / la sensación del agua cuando mana. / Y siempre ha sido la cansada sombra / de la belleza entre las flores, siempre / el sencillo camino de la nieve / en ese campo charro de sus manos. / Siempre fue el hombre que miraba el mundo / con los ojos desnudos del silencio».
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Tablas de picar L
as tablas de picar, vistas de cerca, resultan asombrosas; se trata de un modesto utensilio de cocina que vemos casi siempre pegado a la pared, colgado de una punta o recostado en la campana de la chimenea. El tiempo las ennoblece frente a otros utensilios de cocina como cazuelas, ollas o sartenes que acumulan suciedades y abollones. Las tablas, cuanto más viejas, más sugerentes porque atesoran mayor capacidad narrativa. Las colecciono. Cuando consigo una nueva tabla la miro y la remiro encandilado por el misterio que encierran las cicatrices que se cruzan y entrecruzan en una superficie sometida a mil refriegas. Parecen minúsculos campos de batalla devastados por sucesivas cuchilladas. Han soportado el filo violento de las hachas o el golpe seco de las macetas. Por supuesto, hablo de las viejas tablas de picar de madera, desplazadas ahora por las de polietireno que resisten con entereza los cortes; las nuevas tablas asépticas, resistentes al filo del cuchillo, apenas conservan memoria del pasado. Las cocinas modernas tienden a la limpieza propia de los laboratorios futuristas donde se han genera-
lizado las cazuelas de aluminio, las sartenes antiadherentes y los fuegos inducidos. Entre los utensilios de cocina, el barro, el cobre y el hierro forman parte de un pasado romántico y decimonónico. La asepsia, cómo no, tenía que llegar a las tablas de picar y a las tozas de las carnicerías y pescaderías. Las tablas de polietireno pueblan también las cocinas de los restaurantes sometidos al rigor burocrático de las inspecciones sanitarias. De manera que, poco a poco, van desapareciendo las viejas tablas de madera. Las nuevas tablas plastificadas ganan terreno en las cocinas particulares. Resulta estéril rebelarse contra las tendencias dominantes. De seguir así, las tablas de madera serán pronto reliquias arqueológicas. Acaso entonces nos percatemos de lo que hemos perdido. De la misma manera que las viejas herramientas de carpintería fueron barridas un día por la maquinaría eléctrica y ya nadie distingue el cepillo de la garlopa que observamos con el asombro que nos produci-
IGNACIO SANZ
De seguir así, las tablas de madera serán pronto reliquias arqueológicas
ría un animal prehistórico y antediluviano. Todo acaba en el saco del olvido. Por eso me resultan sorprendentes las viejas tablas de picar. Entre sus muescas se agazapa la percusión desenfrenada y repetitiva del cuchillo cebollero en manos del cocinero experto, esa música persistente como una chaparrada, que se confunde con un taconeo enloquecido de un tablado flamenco; pero también se agazapa el golpeteo tenue de la viejecita de manos trémulas que, con un humilde cuchillo de cocina, trocea un diente de ajo para la sopa. O el golpe seco de la maceta en las manos dubitativas de un adolescente que trocea por primera vez un conejo. Su madera esconde el aroma del perejil o del cilantro, el juguillo del pimiento y del tomate, las esquirlas minúsculas de los huesos y de las raspas de pescado. Las tablas de picar guardan me-
moria de su pasado aunque hayamos pasado mil veces el paño húmedo y las hayamos fregado con ahínco. Sus cicatrices hablan de los trasiegos a que fueron sometidas. Y en su cuerpo ultrajado quedaron adheridas las conversaciones domésticas, la música de las canciones, las historias contadas entre los vapores de cazuelas y sartenes. Cada tabla alberga memoria de su íntimo universo doméstico. Colecciono viejas tablas de madera porque susurran historias, como las caracolas que nos acercamos al oído para escuchar los embates del mar. Las tablas conservan ecos del bosque remoto del que proceden y nos hablan de las costumbres de sus viejos propietarios, de sus manías y secretos, de la contundencia o del mimo con que fueron manejadas por sus propietarios. Las viejas tablas de picar en-
cierran la tensión de un cuadro abstracto. En realidad son cuadros abstractos elaborados con tesón minucioso. A veces un nudo las imanta. Mi pequeña colección luce en las paredes de mi estudio, pero las imagino en un museo junto a un Rivera, un Miralles o un Jordi Teixidor. Las tablas de picar que más valoro son las de olmo. Ah, la resistencia del olmo humillado por la grafiosis, cuya madera fibrosa no consigue doblegar el paso de los años. De ahí que sean las más longevas. Magníficas por su densidad resultan las de fresno; elegantes por su sonoridad las de encina y las de roble; serviciales las de haya; severas las de castaño; aromáticas y coloristas por sus rojos vivos las de sabina; humildes y sufridas las de pino. Otras proceden de exóticos bosques africanos o amazónicos. Cabalgaron siendo troncos sobre las aguas impetuosas de ríos caudalosos y guardan memoria de los pájaros con plumas multicolores que trinaron enloquecidos a su alrededor. Me siento afortunado. Hay personas presuntuosas que sacan pecho cuando hablan de coches, perfumes, vinos, bolsos, licores o ropas. Que con su pan se lo coman. Modestamente presumo de mis tablas de picar. Cada una con su pequeña historia sugerida, con sus aromas cruzados, con sus tramas inextricables, con su música secreta, con la forma peculiar que la dio el anónimo carpintero. Todas con su intriga y su misterio.
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LECTURAS
TODO MENOS FÁCIL Acantilado traduce la monumental biografía de Beethoven de Jan Swafford VICTORIA M. NIÑO
E
ntre «un pobre burro de carga musical» y un «poeta del sonido» bascula la consideración que de sí mismo tiene Ludwig van Beethoven. El compositor romántico, el idealista ilustrado, el lobo solitario, el eterno negociador con editores y reclamador impenitente a mecenas tan principescos como olvidadizos, llevó a término su principio (musical) de que «lo que es difícil es hermoso
y bueno». Su existencia puede ser tildada con muchos adjetivos excepto el de fácil. A desentrañar esos 57 años de la vida de uno de los compositores más apasionantes de la historia de la música dedica casi 1.500 páginas el musicólogo Jan Swafford. Su exhaustivo recorrido es válido tanto para el curioso como para el experto, al encontrar la interjección entre vida y obra. La familia de este alemán hunde sus raíces en Flandes, condado de Brabante, de ahí el ‘van’ flamenco que carece del sentido aristocrático del ‘von’ alemán. Ludwig lleva el mismo nombre que su abuelo músico con la condición de plebeyo implícita. Algo tan trivial en el Bonn ilustrado tendrá consecuencias nefastas en Viena, sobre todo, cuando pleiteé por la custodia de su sobrino. Quien llegó a ser la personalidad alemana más importante de su
tiempo junto con Goethe sobrevivió a unas circunstancias familiares poco proclives a la creación artística. El abuelo fue maestro de capilla en Bonn y su padre, un cantante de voz mediocre que en seguida intuyó en su Ludwig la posibilidad de un nuevo Mozart. Johann, «maquinador y oportunista permanente», educó a golpes al hijo que sentó al teclado. Los primeros impulsos compositivos de Beethoven fueron aplacados: «No tienes que inventar nada. Sigue con tu piano y tu violín y toca las notas correctamente, eso es lo que te conducirá a alguna parte». Solo su tenacidad le permitirá dedicarse a componer y dejar pronto Bonn por Viena. En el XVIII no existía un país llamado Alemania ni otro llamado Austria. «Lo que había era un batiburrillo de 300 estados de habla alemana gobernados por 250 soberanos». Y Viena era ciudad que me-
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA
EXTRAÑEZA
A
llá por diciembre, días después de escribir para esta su sección el artículo con mis primeras impresiones sobre ‘Solenoide’ de Cartarescu, me dio por extrañarme. Recuerdo que en aquel primer acercamiento manifesté que la obra del rumano era una historia gnóstica. Enumeré algunos otros autores y
obras que comparten esta característica. No mencioné a John Crowley, quizás porque ya había hablado de él algo más ampliamente, en algún artículo, quizás artículos, que escribí sobre eso: el mito, o mitos gnósticos en la literatura. Debí hacerlo. Porque si hay una gran novela sobre el gnosticismo, en las últimas décadas, esta es ‘Aegypto’. Digo sobre, que no gnóstica,
CIRO GARCÍA
que no está muy claro que sea, aunque tiendo a pensar que sí, al menos en algunos aspectos. Hay una danza constante en la novela, entre lo que es, puede ser, o no es. ‘Aegypto’ es una novela amplia, mucho: Cuatro volúmenes, entre las trescientas y pico y las seiscientas páginas. Escrita además durante mucho tiempo. La primera edición del primer volumen, ‘The solitudes’
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
LA FELICIDAD ES… :: SUSANA GÓMEZ Las palabras se deslizan por entre las páginas, y es así como construyen un discurso sobre la felicidad y los deseos. Las cosas grandes y sencillas se asoman a ellas, abriéndose paso entre los sueños de los que miran al futuro y los recuerdos de quienes han vivido más. De la mano de su
abuelo Mateo, Gabriel decide ser cocinero para preparar comidas inolvidables; cazador que proteja de monstruos las noches de los niños; piloto, para recorrer el mundo entero; escritor de cuentos maravillosos; médico que cure las heridas de la vida; astronauta; investigador; explorador; maestro de escuela… y así
ira hilvanando sus días por venir, mientras Mateo deshilvana una memoria habitada por un tesoro hecho de fragmentos: «Uno por uno y todos a la vez». Dibujado en blancos, azules y grises, el álbum recorre con delicadeza diferentes momentos de una vida (desde la primera bicicleta al nacimiento del primer
BEETHOVEN Jan Swafford. Traducción de Juan Lucas. 1.454 páginas. 45 euros.
diaba entre esos estados que apenas controlaba. Le acompañó siempre un aforismo de su madre: «Sin sufrimiento no hay lucha, sin lucha no hay victoria, sin victoria no hay coronación». Junto el imperativo kantia-
no del ‘sapere aude’ –ten el valor de servirte de tu propio entendimiento–, constituyen los cimientos del joven que se enfrenta al reinado de Haydn, padre del cuarteto y la sinfonía, y a la sombra de Mozart, genio en cualquier
género, sobre la capital de la música. Y a pesar del viaje, a sus espaldas iba la responsabilidad de mantener a buena parte de su familia. Las constantes que mueven al joven Ludwig son la supervivencia a través de las clases de piano, la búsqueda de mecenas, de editores y de teatros para estrenar sus obras (Mozart hacía conciertos por suscripción; Beethoven produjo los suyos). Afín a las ideas revolucionarias, veneró al Napoleón primero, a quien dedicó varias obras, aunque luego retiró su nombre cuando se coronó emperador. Fue desafortunado en amores, siempre quiso a mu-
–en homenaje a la obra de Góngora, ‘Las soledades’–, se publicó en los Estados Unidos en 1987. Aquí la publicó Minotauro, bajo el título general de la obra, ‘Aegypto’, en 1990. ‘Endless things’, el cuarto y último tomo o parte, apareció en 2007, veinte años después que la primera, en Estados Unidos. A día de hoy no se ha llegado a traducir y por tanto en nuestro país solo están editadas tres de las cuatro partes. Mi extrañamiento de diciembre, que perdura y me lleva a escribir este artículo, venía de considerar la popularidad de Cartarescu, y la falta de ella, fuera de algunos
círculos, de Crowley. Ambos son grandes autores. Prosistas maravillosos, diferentes, pero ambos dignos de las más altas consideraciones. De esos que más allá de lo que cuentan da gusto leer. Que logran, en su maestría a la hora de hacer bailar las palabras, que nos interese, nos embobe, prácticamente cualquier cosa que cuentan. Ambos, a su manera cada uno, cultivan lo fantástico o imaginario. Lo que Ballard llamó espacio interior. Lo que podría llamarse, con no demasiada exactitud, realidad interna. Ambos son obsesivos, aunque, en apariencia, Crowley se nos antoje más diverso. Sin embargo,
Cartarescu cuenta con una aceptación lectora y mediática amplia, en tanto que Crowley solo parece gustarnos a los frikis de la fantasía y la ciencia-ficción –y a muchos de ellos ‘Aegypto’ no les gusta–. Esto, posiblemente, se deba a que, salvo una, todas las obras de Crowley han sido publicadas por Minotauro, editorial decana de lo fantástico en nuestros lares, a la que la mayoría de los lectores generalistas no se acercarían. A Cartarescu, sin embargo, lo han publicado siempre editoriales generalistas. Y no importa lo fantástico, delirante que sea tu texto, si cuenta con este aval, porque
Beethoven, según Stieler (1820) y coloreado por G. Firlotte
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jeres casadas o demasiado jóvenes, poco diplomático en el trato con los aristócratas que pagaban sus servicios y con un alto concepto de sí mismo. A pesar de todo logró mantener buena parte de su vida a mecenas como el archiduque Rodolfo, el príncipe Lichkowsky y a Lobkowitz. Su concepción del artista casi libre, que podría vivir de la venta de sus obras (ideó un sistema contra la piratería), la pasión y la traslación de su mundo interior a las partituras, le han colocado en la peana del precursor del romanticismo musical. Vivió el desarrollo del pianoforte, sus prestaciones técnicas desterraron al clave, y los principales constructores europeos le regalaron sus máquinas para saber su opinión. Poco a poco la música se tornó en ruido. Murió sin que sus ideales humanísticos –a los que cantó en la tonalidad si bemol mayor– encontraran cauce por el que convertir a los hombres en héroes.
ya no será considerado fantástico, sino otra cosa. Algún día alguien me explicará qué otra cosa. Pasa lo mismo con Murakami, que es un buen autor, grande incluso, también asiduo a lo imaginario, pero que, a pesar de sus fans innúmeros, no alcanza, a mi juicio, las cotas de cuasi perfección de Cartarescu y Crowley. Lo curioso es que ‘Aegypto’ no es una novela fantástica, o no está muy claro que lo sea. Es complicado discernir si los hechos fantásticos son hechos o no. Y si lo es, lo es en menos grado que, por ejemplo, ‘Solenoide’.
COMO UN SUSURRO Javier Sobrino y Jordi Vila Delclòs. Editorial La Fragatina. 32 págs. 14,50 euros. Edad recomendada: a partir de 4 años.
LA ACTUALIDAD DE LOS CLÁSICOS Tras el exitoso ensayo ‘La utilidad de lo inútil’, el profesor Ordine muestra el material de sus clases C CÉSAR A AUGUSTO A AYUSO
E
l Quijote, la Catedral de Burgos, una película de Buñuel, un Greco…, forman parte de nuestro patrimonio, del patrimonio de la Humanidad. Ellos, como tantas otras obras del arte, son un fiel y vivo testimonio de lo que el hombre es capaz de hacer y soñar, no importa el tiempo, pero contra el tiempo y a favor de todos los tiempos. Están ahí, revelan su presencia, como don gratuito, e interrogan, desvelan, acompañan al hombre por encima y más allá del ruido y de la furia de su quehacer o su disipación temporal. El tema de los clásicos, de los clásicos literarios, no es un tema banal, y de vez en cuando suscita polémica. La carpa del relativismo siempre está dispuesta a cubrirlo todo de cenizas: que las obras de arte carecen de sentido, y es inútil buscárselo; que la sensibilidad es una lacra de clase o ideológica, etc. Como si la libertad de tanto artista y tanta gente sensible no hubiera vivido y vibrado, en su yo más profundo, con esas obras que lo ofrecen todo y no piden nada a cambio. La defensa expedita de los clá-
nieto), dejando que la felicidad pasada y futura salpique una geografía en la que confluyen anhelos y experiencia. Con la reflexiva ternura y el lirismo que caracteriza los textos de Javier Sobrino, la obra teje un tapiz vital, que esta vez se extiende por los horizontes trazados por Jordi Vila Declòs: las vistas al mar en colores fríos y suaves, la sutileza de un tiempo que conjura el mañana y el ayer, el encuentro de dos biografías y dos edades. Y por detrás y por delante, la felicidad, el amor, las palabras, la vida… como un susurro.
sicos, contra lo que llamó «escuela del resentimiento», ya la realizó Bloom, y muchos más han defendido con brillantez (Steiner, Calvino…) su valor y su inabarcable riqueza, cada día por descubrir. En España basta recordar a Azorín, que definió a un clásico como el reflejo en el tiempo de nuestra sensibilidad moderna. Nuccio Ordine, profesor universitario italiano, autor anteriormente del celebrado ‘La utilidad de lo inútil’, vuelve a la carga y aprovecha el tema de los clásicos para hacer una acendrada defensa del humanismo, tan en horas bajas en estos tiempos de furia tecnológica y economicista en que, neciamente, se confunde valor y precio. Un alto coste que descontar en el futuro. Los clásicos, dice Ordine, hay que enseñarlos y hay que leerlos. Son una necesidad, un requisito imprescindible para la vida, para mejorar la calidad de vida, la individual y la social. Un dique y una advertencia contra los desafueros de la razón instrumental, que no deja de ser una falta de razón. Una necesaria pedagogía para educar el sentimiento, para arropar y enriquecer la sensibilidad. Lejos, pues, de la tentación de verlos como hoy se ven, urgidos por un pragmatismo alicorto y burriciego, como un obstáculo en la educación, como una insípida teoría que hay que aprobar. Aprobar sin quitarles la cáscara, sin entrar dentro de ellos y dejar que hablen y revelen tantos secretos de su rica experiencia; sin dejarse conducir por su sabia palabra y su profunda penetración en lo humano. En todos esos problemas humanos
CLÁSICOS PARA LA VIDA Nuccio Ordine. Barcelona, Acantilado, 2017.
El profesor y filósofo italiano Nuccio Ordine. :: J. J. GUILLÉN que nunca acertamos a resolver y a los que nunca podemos ser ajenos, al menos que aceptemos la indiferencia y su secuela de degradaciones. «Si no salvamos los clásicos y la escuela, la escuela y los clásicos no podrán salvarnos», sentencia. En una visión amplia de la literatura, y compartiendo todos los géneros, del lírico, el más afilado, al ensayístico, el más sosegado y refle-
xivo, el autor va eligiendo diversos textos que le sirven para leer en el ayer el hoy, para trasvasar los saberes de los siglos pasados a las inquietudes y perplejidades de este nuestro. Por eso, junto al fragmento seleccionado –muy breve– aparece su glosa, su comentario poniendo el dedo en la llaga de un problema de actualidad. Antes fueron leídos en sus clases y publicados semanalmente en el pres-
BEBÉ NEOLOGISMO, CHEMA ZEUGMA Y OTROS PERSONAJES ESTRAMBÓTICOS :: S. G. Duermen la siesta entre paréntesis; viven en canciones, cuentos y novelas; sus casas no están hechas de ladrillos, sino de frases, palabras y signos; son extraños, estrambóticos, insólitos, elocuentes… son, en fin, auténticos ‘figuras’. Habitado por metonimias, metáforas, eufemismos, ironías, sarcasmos, anáforas, aliteraciones, disfemismos, acumulaciones… el álbum recupera la
tradición de las personificaciones (o prosopopeyas) didácticas y lúdicas, para elaborar una galería de personajes con ánimo de dulcificar la aridez de la retórica y sus tropos. Así, el señor Lítote padece tortícolis de tanto negar con la cabeza; el señor Francesismo se convierte en Monsieur Galicismo; Diva Onomatopeya calienta entre siseos y bisbiseos sus cuerdas vocales antes de cada actuación; el mago Oxí-
VAYA FIGURA Cecilia Campironi. Editorial Thule. 64 págs. 14,96 euros. Edad recomendada: a partir de 6 años.
tigioso semanario del ‘Corriere della Sera’. Cierra el libro con un texto de Einstein sobre la educación, tema capital siempre pero insoslayable en estos tiempos en que el caos informativo, la corrección política y la posverdad están asumiendo al hombre en una nueva edad de las cavernas del pensamiento. Una educación humanística y científica de calidad –no la fría y neutra especialización que se impone– que forme ciudadanos libres y críticos, no enredados en el conformismo del pensamiento débil, sino ávidos de una vida mejor. Pequeñas píldoras sacadas de obras estelares para iluminar desde la ética y la estética, desde el más profundo humanismo, los rincones más sombríos de nuestra civilización actual: la incultura, la insensibilidad, la insolidaridad, la inmoralidad de la corrupción, la insaciable codicia, la desigualdad social, sexual y de todo tipo, la mentira y la manipulación, la veleidad de la fortuna y el teatro de las apariencias… ‘Nihil novum sub sole’. Lo de siempre, pero con el color y los matices de ahora.
moron se refresca con fuego y se calienta con hielo; Ironía y Sarcasmo siempre van en dúo, mientras que el profesor Palíndromo no sabe si viene o va… Todo ello con ilustraciones de orejas largas para Míster Dissimulatio; furias de fiera para Mamá Juego de Palabras; gemelas llamadas Nadia Sinécdoque y Diana Metonimia o una mujer de rostro invisible que representa a ‘Ña’ Elipsisis… Y para ir acabando la paráfrasis de esta reseña, señora Enumeración aparece con corpiño, blusa, corpiño, chaleco, suéter, chaquetilla, cazadora… y no es hipérbole.
14 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 3.03.18 EL NORTE DE CASTILLA
P
or precisión léxica se entiende el uso adecuado de las palabras y expresiones conforme a su significado y sentido. Cuando –generalmente por desconocimiento– un término se utiliza con un significado distinto del que tiene, podemos decir que ha sido utilizado de manera imprecisa. Una de los principales objetivos de los diccionarios generales es poner a disposición del usuario el significado (o significados) de las palabras que registran, aunque no es este el único objetivo de los repertorios lexicográficos. En alguna ocasión he apuntado en esta sección que la información que proporcionan los diccionarios generales es vastísima si se saben interpretar adecuadamente las marcas o etiquetas que aparecen. Hablar de precisión léxica no es exactamente lo mismo que hablar de riqueza léxica, aunque estén relacionadas. En un diccionario de sinónimos podrían aparecer como sinónimos del término ‘pulir’ los siguientes: ‘pulimentar’, ‘alisar’, ‘bruñir’, ‘lustrar’, ‘suavizar’, ‘limar’ o ‘abrillantar’. Sin embargo, a cualquier hablante nativo que tenga una mínima idea del funcionamiento de la lengua se le hará difícil intercambiar todos estos términos en un mismo contexto, porque a nadie se le escapa que ‘bruñir’ solo puede aplicarse a metales, que de todos ellos ‘pulir’ es el único que puede aplicarse a la revisión o corrección de algo con el fin de perfeccionarlo, que los zapatos ni se bruñen ni se pulen ni se pulimentan sino que se lustran o se abrillantan, que los textos se pulen o se liman y que las asperezas solo se liman. Entra en juego entonces el concepto de restricción contextual, implícito en los hablantes nativos (aunque no siempre sean conscientes de ello), que los lleva a selec-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
RIQUEZA Y PRECISIÓN LÉXICAS cionar un término de los posibles y no otro como más adecuado para decir lo que pretenden. Siguiendo con la misma línea argumentativa, en un diccionario de sinónimos podrían aparecer como tales las siguientes palabras y expresiones: ‘morir’, ‘fallecer’, ‘estirar la pata’ y ‘pasar a mejor vida’. No obstante, ningún hablante nativo utilizaría en un contexto formal la expresión ‘estirar la pata’; ni formaría una expresión idiomática como ‘de estirar la pata’ o ‘de pasar a mejor vida’ como equivalente de ‘de morirse’ o ‘para morirse’ aplicado a algo extraordinario o fuera de lo común; ni tampoco formaría expresiones como ‘pasar a mejor vida con
las botas puestas’, ‘estirar la pata con las botas puestas’ o ‘fallecer con las botas puestas’ como alternativas a ‘morir con las botas puestas’. Los primeros ejemplos propuestos tienen que ver más con la precisión léxica y los segundos más con la riqueza léxica, aunque, como puede apreciarse, están interrelacionadas. Existen otros casos de imprecisión léxica que surgen por desconocimiento del significado del término que se utiliza. O, para ser más precisos, el hablante conoce parte del significado, pero ignora algún rasgo significativo. Muchos de ustedes habrán visto en algún bar o local de copas, o en un cine o
teatro, un cartel donde puede conocerse el número máximo de personas que pueden acceder al local, en el que se lee más o menos esto: «Aforo máximo permitido: X personas». Se trata de una impropiedad léxica porque, según registran los diccionarios, el significado de la palabra «aforo» es ‘capacidad total’. En este caso se ha obviado el rasgo significativo ‘total’ o ‘máximo’ que conlleva dicha palabra. Otro caso de este tipo lo encontramos en la palabra ‘alfoz’: un alfoz es el conjunto de diferentes localidades que dependen de otra principal y que están sujetas a una misma ordenación. Por tanto, cuando en alguna intervención pública alguien se refiere a pueblos como Laguna de Duero, Zaratán, La Cistérniga o Arroyo-La Flecha como pueblos del alfoz, está utilizando el término de manera imprecisa: concretamente ha pasado por alto el rasgo significativo ‘dependencia’ y se ha centrado en el rasgo ‘cercanía’. Estos pueblos mencionados están cerca de Valladolid, claro que sí, pero no comparten sus ordenanzas municipales; por tanto, no son pueblos del alfoz. ‘Pingüe’ es otro ejemplo de lo que vengo diciendo. Dejando de lado el significado de ‘mantecoso’ o ‘graso’, cuando se aplica a ganancias, beneficios o dividendos significa ‘abundante’, ‘copioso’ o ‘cuantioso’; aplicado a un terreno, significa ‘fértil’. No es aplicable este adjetivo a negocios, a sueldos, a emolumentos, a dietas, a exportaciones, a herencias, a utilidades, a paquetes, a indemnizaciones, a ofertas, a pelotazos, ni se adjudican pingües obras y servicios. Y tampoco funciona como sinónimo de lucrativo, ni de rentable ni de productivo. Hablar de pingües negocios cuando se quiere hacer referencia a negocios lucrativos es otro caso de impropiedad léxica.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
OLETVM VALLADOLID
LETRAS CORSARIAS SALAMANCA
MARGEN VALLADOLID
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
El día que se perdió el amor. Javier Castillo (Suma)
El día que se perdió el amor. Javier Castillo (Suma)
Carter. Ted Lewis (Sajalin)
Que nadie duerma. Juan José Millás (Alfaguara)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
La ofrenda. Gustavo Martín Garzo (Siruela)
Mejor la ausencia. Edurne Portela (Galaxia)
La herida del tiempo. Agustín García Simón (Siruela)
La villa de las telas. Anne Jacobs (Plaza&Janés)
La transparencia del tiempo. L. Padura (Tusquets)
Trilogía de sus fatigas. J. Berger (Debolsillo)
La transparencia del tiempo. L. Padura (Tusquets)
Una columna de fuego. Ken Follet (Plaza&Janés)
Morir no es lo que más duele. Inés Plana (Planeta)
Solenoide. Mircea Cartarescu (Impedimenta)
Carmen la rebelde. Pilar Eyre (Planeta)
La librería. Penelope Fitzgerald (Impedimenta)
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
Cuentos. John Cheever (Random House)
Llamame por tu nombre. Andre Aciman (Alfaguara)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Memoria del comunismo. Jiménez Losantos (La Esfera)
Mujeres de ciencia. R. Ignotofsky(Nórdica)
El entusiasmo. Remedios Zafra (Anagrama)
Fariña. Nacho Carretero (K. O.)
Las recetas de adelgazar. A. Quintas (Planeta)
El fin del mundo tal como... M. García Aller (Planeta)
La lucha por la desigualdad. G. Pontón (Pasado&Presente)
La libreta roja de la paternidad. C. Escudero (Lunwerg)
En la oscuridad. Antonio Pampliega (Península)
Cuentos de buenas noches... Favilli, Cavallo (Planeta)
Réquiem por el sueñol... N. Chomsky (Sexto Piso)
Memoria del comunismo. F. JIménez Losantos (Esfera)
La bailarina de Auschwitz. Edith Eger (Planeta)
Fariña. Nacho Carretero (K. O.)
Los Papas. J. Julius Norwich (Reino de Redonda)
Fuego y furia. M. Wolff (Península)
Iván Fandiño mañana... Néstor García (Nestor García)
Fuego y furia. M. Wolff (Península)
Japón perdido. Alex Kerr (Alpha Decay)
Iván Fandiño... Néstor García (3R editores)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
SEMURET ZAMORA
PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
Fractura. Andrés Neuman (Alfaguara)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
Los refugios de la memoria. Cancho (Papeles Mínimos)
La ofrenda. Gustavo Martín Garzo (Galaxia Gutenberg)
El manuscrito de fuego. Jambrina (Espasa)
Un andar solitario. A. Muñoz Molina (Seix Barral)
La ofrenda. Gustavo Martín Garzo (Galaxia Gutenberg)
Eva. Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara)
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
El legado de los espías. J. Le Carré (Planeta)
La transparencia del tiempo. L. Padura (Tusquets)
La uruguaya. Pedro Mairal (Libros del Asteroide)
Los pacientes del doctor García. A. Grandes (Tusquets)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
La herida del tiempo. Agustín García Simón (Siruela)
La transparencia del tiempo. L. Padura (Tusquets)
El fuego invisible. Sierra (Planeta)
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Stalingrado. Hellbeck (Galaxia Gutenberg)
Palencia, momentos, personajes. Javier de la Cruz (Aruz)
Memoria del comunismo. Jiménez Losantos (La Esfera)
Memoria del comunismo. Jiménez Losantos (La Esfera)
El entusiasmo. Zafra (Anagrama)
Montañismo invernal. Rioja / Villegas (La Pedrera)
La España vacía. Sergio Molino (Turner)
En defensa de España. Stanley G. Payne (Espasa)
Oráculo de tristezas. David Pujante (Xoroi)
Historia mínima de la... E. Moradiellos (Turner)
Muerte en Zamora. R. Sender (Postmetrópolis)
Un año en la antigua Roma. N. Marqués (Espasa)
¿Vivir como buenos huérfanos?. Riechmann (Catarata)
Plantas en la montaña palentina Pascual / Herrero (Aruz)
Tercios. Esparza (La Esfera de los Libros)
El primer asesinato de Franco. Ángel Viñas (Crítica)
Economía Rosquilla. Raworth (Destino)
Fasa Renault y España. Enrique Espinel (UVA)
El primer asesinato de... Ángel Viñas (Crítica)
Transición. Santos Juliá (Galaxia Gutenberg)
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PROVINCIA
Sábado 19.11.16 EL NORTE DE CASTILLA
La Diputación rinde hoy homenaje a las 39 alcaldesas por su papel en el medio rural Cerca de 400 regidores y concejales se darán cita en la celebración del Día de la Provincia :: LORENA SANCHO VALLADOLID. De Barcelona, directamente desde la ciudad condal donde había residido durante 16 años, a ostentar la Alcaldía de Cabezón de Valderaduey, con menos de un centenar de habitantes. Arrancaba la década de los 90 y Rosario Pardo asumía las riendas de su pueblo, con un desconocimiento profundo de la política pero con las ganas de poner a su pueblo en igualdad de condiciones que otros de mayor tamaño. Hace ya veinticinco años que esta mujer, la más longeva en el cargo de cuantas rigen hoy en los municipios de la provincia, que decidió luchar por el medio rural. Ella, junto con las otras 38 mujeres alcaldesas de la provincia, recibirán hoy el reconocimiento de la Diputación por ese papel tan fundamental que la mujer desempeña en el medio rural vallisoletano. «Pues un orgullo, porque para ninguna habrá sido fácil. Hemos luchado mucho y al principio no dejábamos de sentirnos un poco al margen cada vez que acudíamos a un acto o a una comida, porque como siempre hemos sido tan pocas», reconoce. De una en una, 35 de las 39 alcaldesas (cuatro no podrán asistir) subirán al escenario del Teatro Zorrilla para recoger, de manos del presidente de la Diputación y otras autoridades, un diploma de reconocimiento a su labor. A esa que día tras día le ha llevado por ejemplo a Rosario a ser «una pesada, porque yo he sido de las de llamar una y otra vez, de insistir cuando me decían lo de ya veremos o puede que sí, y al final he conseguido muchas cosas para mi pueblo de las que me siento orgullosa».
«De las que no se achanten» En la celebración del Día de la Provincia, el que cada año reúne a alcaldes y concejales de los 225 municipios y nueve pedanías, las protagonistas serán las 39 alcaldesas, pero sobre todo la mujer, a las que representan las regidoras dentro del papel que la Diputación quiere impulsar para mantener con vida y población al medio rural. «En los pueblos hacen falta mujeres decididas, emprendedoras. De las que no se achanten por mirar a los ojos a un señor importante, porque al final podrá tener más dinero que ella, pero será igual, una persona como ella», añade Rosario Pardo. El Teatro Zorrilla presentará para esta mañana de sábado un aspecto abarrotado. La Diputación abrirá incluso la zona superior para dar cabida a los cerca de 400 alcaldes y concejales, así como acompañantes, que ayer por la mañana habían confirmado su presencia en este día de celebración provincial. Tras el discurso del presidente de la Diputación,
LAS 39 REGIDORAS DE VALLADOLID Alcazarén
Amusquillo
Becilla de Valderaduey
Boecillo
Cabezón de Valderaduey
Castrillo de Duero
Castromembibre
Castroponce
Ana Isabel Catalina PP
Nuria Duque C’s
Mª Rosa González PSOE
Mº Ángeles Rincón C’s
María del Rosario Pardo Andrés PP
Mónica Lucas PP
Lorena Rodríguez Fernández PSOE
María del Pilar del Rey PP
Castroverde de Cerrato
Cigales
Esguevillas de Esgueva
Fuente el Sol
Fuente-Olmedo
Gatón de Campos
Hornillos de Eresma
Medina del Campo
María Carmen González PP
Pilar Fernández PSOE
Elisa Patricia Gómez PSOE
Consuelo Sánchez Ruiz PP
María Belén Sobrino Ana María Gago PSOE PP
Coral López de la Viuda PSOE
Teresa López PSOE
Moraleja de las Panaderas
Morales de Campos
Mucientes
Olivares de Duero
Olmos de Esgueva
Parrilla (La)
Pedraja de Portillo (La)
Quintanilla del Molar
Lucía Heras PP
Laura Urueña PP
Emiliana Centeno PSOE
Raquel Sánchez PSOE
María Natividad San José PSOE
Esperanza Toquero PSOE
María Henar González PP
María Paz Polo PP
Ramiro
Rueda
San Pedro de Latarce
San Pelayo
Torrecilla de la Abadesa
Torrelobatón
Vega de Valdetronco
Mercedes de Castro PSOE
Virginia Hernández Dolores IU García CI
María Sanz de Pablo PP
María Natividad Casares PP
Lourdes Gómez Cuervo PP
María Luz Fernández María Dolores Mayo PP PSOE
Siete Iglesias de Trabancos
Villabrágima
Villanueva de los Caballeros
Villanueva de la Condesa
Villanueva de los Infantes
Noelia García PP
María Esther Villafáfila PP
María Ascensión Crespo María del Carmen Villarroel Coloma García PSOE PP
PROGRAMA DEL DÍA DE LA PROVINCIA 11:45 horas. Recepción oficial de los alcaldes e invitados en el Teatro Zorrilla. 12:00 horas. Acto institucional con el homenaje a las alcaldesas de la provincia, quienes recibirán un diploma elaborado por Esperanza Ortega. A continuación, intervendrá el presidente de la Di-
putación, Jesús Julio Carnero, para acto seguido celebrarse un acto homenaje a Miguel de Cervantes, con un montaje de José Luis Alonso de Santos. Cerrará la mañana el monologuista Martín Luna. 14:30 horas.
Comida de encuentro entre los asistentes en el Casino de Boecillo.
Villasexmir
Zaratán
Villavieja del Cerro
María Milagros Puerta PP
Susana Suárez PP
Amalia Rodríguez PP
Jesús Julio Carnero, los asistentes podrán disfrutar de un montaje de José Luis Alonso de Santos que brindará homenaje a Miguel de Cervantes, con la teatralización de ‘Amigos del Quijote’. Después de la obra, le tocará el turno al monologuista Martín Luna, quien a buen seguro sacará las sonrisas de los asistentes, entre los que se encontrarán, según señaló la Diputación, la ministra de Agricultura y Pesca, Isabel García Tejerina; la consejera de Economía
y Hacienda, Pilar del Olmo; y el secretario de Estado de la Seguridad Social, Tomás Burgos, entre otros. La jornada terminará con una comida de encuentro entre todos los alcaldes y concejales, junto con los diputados de equipo de Gobierno y oposición de la Diputación, que tendrá lugar en el Casino de Boecillo. «Lo único que se puede decir es gracias por ese día, porque he hecho lo que tenía que hacer; cumplir con el cargo», concluye Rosario Pardo.
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Sábado 3.03.18 EL NORTE DE CASTILLA
QUINCE MINUTOS DE FAMA
Elisa García Nací en Valladolid en 1965, en una familia de pueblo que fue escalando socialmente con mucho trabajo. Todos los que me conocen saben que el tarot conforma y nutre mi vida desde el año 1985. No solo el tarot me define, porque sin sentido del humor y del amor no concibo vivir, no hay acto en mi vida que no tenga ese sello. En la cesta que llevo en mi vida no caben juicios ajenos. Mi principal pasión hoy es mi hija, nacida en uno de los países que me han marcado, fuera de España (imposible negarlo) por su gran raza inca.
ÁNGEL MARCOS
16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 3.03.18 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Carlos Aganzo Coordinador: Chema Cillero
Obra de Alicia Framis titulada ‘Room to forget’, un cubo de metirapona para olvidar los estragos de la guerra. :: EL NORTE
Ella riega lo escondido L
a tradición académica de algunas disciplinas como la historia, siempre de forma bienintencionada, ha rellenado las inevitables lagunas en el conocimiento del pasado cotidiano con suposiciones fundamentadas en algunos prejuicios. Así, por ejemplo, sus recreaciones diseñadas para facilitar la divulgación de sugerencias básicas se han inclinado por repartir las tareas entre hombres y mujeres de tal modo que en las ilustraciones y los dioramas de un hipotético costumbrismo paleolítico, ellas, además de atender a sus criaturas, cocinan, recolectan frutos silvestres o acarrean leña y agua mientras ellos cazan, exploran y pelean. Sin embargo, las cualidades y
limitaciones físicas de cada cual, al servicio de la conjetura, pierden autoridad frente a otras actividades que bien pudieron ser desempeñadas por ambos sexos, como la fabricación de útiles a partir de lascas, la manifestación artística rupestre o la creación y desarrollo de todo tipo de ritos. A pesar de ello, en las recreaciones divulgativas todas estas faenas suelen ser un asunto masculino aunque pueda resultar mucho más sencillo imaginar a la mujer resolviendo impedimentos cotidianos en el entorno habitable para preservar la salud e integridad de sus hijos y mucho más lógica su capacidad para relacionar la revolución empática de su condición maternal con vínculos en el imaginario espiritual. Acaso de su pacien-
cia y quietud junto a una criatura brotó la tecnología del arpón fabricado con un hueso pulido y el calor controlado de un horno para la cocción lenta que no estropeara los alimentos y que finalmente sirviera para cristalizar la arcilla. Es decir, la implantación de soluciones prácticas a cuantos problemas e impedimentos surgieran; algo que, pasado el breve lapso temporal de un puñado de milenios aún
El reto humanista de Alicia Framis sobrepasa las fronteras del arte conceptual
OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA
continúa ocurriendo. No hay más que echar un vistazo por la obra de Alicia Framis para comprender que la observación meticulosa y equilibrada del plano social sigue siendo un yacimiento de ideas que podrían modificar nuestro mundo una vez anidadas en el ideario colectivo. La artista catalana compone sobre su condición femenina un reto humanista que sobrepasa las fronteras del arte conceptual y lo transporta a un entorno práctico, como si sus aportaciones indicaran el camino correcto de lo que debiera considerarse una filosofía aplicada de la vida. La actitud serena de sus reflexiones, sugeridas a través de un lenguaje estético sumamente elegante no evade jamás la polémica que puede
suscitar el arrebato lógico de sus denuncias. El machismo oculto en un sinfín de actitudes aparentemente inocentes, la situación atávica de dominio mercantil sobre los colectivos más débiles de la sociedad y la aceptación de nuevas formas de relación entre las personas acaparan gran parte de sus obras que son siempre mucho más que una manifestación material y esperan la comunicación con el espectador para culminarse. Desfiles de moda con hombres o niños cosificados, diseños arquitectónicos, experiencias personales, construcciones, ingenios, prendas y actitudes defensivas conforman una intensa e inacabable forma de abordar las dificultades con las que el mundo contemporáneo desafía a sus criaturas. Ante ellas, Alicia Framis asume la tarea que la mujer ha llevado siempre a sus espaldas: la de hallarles solución sin alharacas, con la silente esperanza de que finalmente, en cualquier recreación futura, pasados los milenios, acaso surja naturalmente, sin necesidad de reivindicaciones aleccionadoras ni de canciones hermosas para ocuparnos del mar, alguna que otorgue los papeles con recreaciones más justas.