SOMBRA CIPRES
NÚMERO 295 Sábado, 10.03.18
LA
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Fascinación por el sol naciente El salmantino Gonzalo Jiménez de la Espada fue una referencia en la traducción de literatura japonesa y figura clave de las relaciones entre España y el país asiático
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2 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Cuando lo cierto es ya lo incierto
Carlos Murciano. :: ELOÍSA BENÍTEZ
Sábado 10.03.18 EL NORTE DE CASTILLA
CARLOS AGANZO
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i hay un poeta español que vive no en los pronombres, sino en los endecasílabos, ése es Carlos Murciano. En los endecasílabos con algún alejandrino por añadidura. Siempre con acrobacia de vencejo en su escritura más volandera, pero siempre sin perder de vista el abrigo de las piedras miliares de la poesía. En su caso del soneto. Ya por filiación, ya por devoción o biografía, Carlos Murciano ha tenido y tiene en la música su manantial poético más verdadero. La música de los instrumentos musicales –su Mozart, su Chopin, su César Frank–, pero también la música de la palabra, ésa que, de ordinario tan interior, enciende el sentimiento, provoca al pensamiento y los lleva a territorios inexplorados. El soneto es el protagonista absoluto de su última entrega literaria, ‘Desde otras soledades me llamaban’, en una nueva demostración de la altura a la que consigue levantar el poeta de Arcos la que seguramente es la estrofa clásica en la que mejor se expresa la poesía española. Sonetos donde brillan por igual el ritmo y la construcción lingüística del verso. Sonetos donde ni los pies métricos ni la cuenta de las sílabas son un corsé, sino más bien todo lo contrario: un trampolín sonoro desde el que lanzarse al hallazgo de nuevos contenidos, de nuevas emociones. Donde ni siquiera el gusto por los títulos tradicionales –«Dice aquí el poeta…», «De lo que sucedió…»– logra esconder una verdad palmaria: que la poesía de Carlos Murciano es hija absoluta de su tiempo. Su tiempo histórico, el de nave Juno en la órbita de Marte o el de las estrellas VETS, cuyos ‘besos’ iluminan el Universo. Y su tiempo personal, esa alta edad en la que el poeta se sitúa donde «lo cierto es ya lo incierto». Considera Carlos Murciano que ‘Desde otras soledades me llamaban’ cierra su obra poética. De hecho la dedicatoria, «a quienes amo», cobra estos días un acento especialmente doloroso con la desaparición de su esposa, su compañera de toda la vida, Antonia Maínez (esclarecedor el poema ‘Habla el poeta a la amada de los hijos’). El amor, como suceder siempre a lo largo de la fecunda obra de Murciano, se sitúa en el centro exacto de este libro; no sólo en la segunda parte, escrita
tan al quevedesco modo, sino a lo largo de todo el volumen. Pero esta vez, junto al del amor, el autor de ‘Este claro silencio’ entra decididamente en el territorio de la metafísica, de la trascendencia. Niños y ángeles, como visiones encendidas, acompañan al escritor que se visita a sí mismo y no se encuentra. Y aunque el poeta, una y otra vez, repite que no quiere marcharse –«he de escribir el verso final pero no quiero»–, que se aferra con las uñas y con los dientes a la poesía y a la vida, a pesar de los años y de las vicisitudes, al final la presencia de la muerte se convierte en un rayo oscuro que también, de principio a fin, atraviesa todo el libro. La odiosa muerte a veces, la «hija de perro y de sepulturero». La dulce muerte en otras ocasiones, «el gran concierto de los violines al atardecer». Siempre, la certeza de la incertidumbre, el misterio de la presencia de esa «niña de luto» que el poeta descubre en el espejo cuando se mira a sí mismo… Dice Justo Jorge Padrón en el prólogo del libro: «Con qué luz y verticalidad se eleva su palabra». Con qué luz y con qué extraordinaria musicalidad. Porque vista y oído, visiones y música callada, se entrelazan y se complementan para construir lo mejor de la poesía de Carlos Murciano. «El tiempo ha deformado mi escritura: / mi letra no es ahora la que era. / Pero yo soy el mismo de aquel día», dice Murciano, por su parte, para justificar esta ‘última’ entrega. No es verdad. En su caso el tiempo no deforma, sino que transforma su escritura. Tampoco es verdad que el poeta, 63 años después de publicar su primer libro, sea el mismo. Los años, en este caso, le han hecho más sabio, más redondo, más profundo.
DESDE OTRAS SOLEDADES ME LLAMABAN Carlos Murciano. Editorial Lastura. Colección Alcalima. Ocaña, 2017.
«Con qué luz y verticalidad se eleva su palabra», escribe Justo Jorge Padrón en el prólogo
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Aventuras de un profesor salmantino en el Japón Meiji Gonzalo Jiménez de la Espada fue pionero en el impulso de las relaciones hispanojaponesas y promotor de la primera generación de hispanistas nipones
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igue siendo un gran desconocido, y sin embargo, es una figura en la que conviven lo fascinante, lo sorprendente, lo relevante y lo inesperado. Y es que el salmantino Gonzalo Jiménez de la Espada fue el primer profesor de español en la Escuela Nacional de Idiomas de Tokio; el promotor de la primera genera-
ción de hispanistas nipones; y el primer traductor al español de una obra tan emblemática del ‘japonesismo’ como el ‘Bushido’, así como de una amplia colección de cuentos japoneses, entre otras obras. Méritos todos ellos suficientes para convertirlo en una figura clave del inicio de las –nunca demasiado intensas– relaciones entre España y el
país del sol naciente. Recordar su figura parece especialmente indicado este año, en el que se cumple el 80 aniversario de su muerte en Barcelona, durante la Guerra Civil, en circunstancias todavía sin esclarecer, y cuando se celebra, al tiempo, el 150 aniversario de la firma del Tratado de Amistad y Comercio que hizo posible el inicio de los contactos
entre los dos países. Conviene recordar que hasta la era Meiji, que apostó por la apertura de Japón al mundo para impulsar su modernización, el país había estado casi totalmente encerrado sobre sí mismo. Pese a su relevancia objetiva, y al carácter francamente exótico y hasta insólito de su peripecia vital, el legado y la
Grabado japonés (siglo XVIII-XIX) XVIII-XIX).
historia de Jiménez de la Espada permanecían enterrados bajo toneladas de polvo de olvido hasta que su bisnieto José Pazó Espinosa y el palentino Julio Baquero Cruz lo rescataron de las catacumbas de la historia. Fue en 2013, con la reedición de los ‘Cuentos del Japón Viejo’, una serie de relatos tradicionales traducidos por el joven profesor, durante su estancia en el país asiático, editados originalmente con el fascinante acompañamiento de abundantes ilustraciones concebidas por los mejores grabadores nipones de comienzos del siglo XX, y que se han conservado en la edición española, que respeta la fisonomía de los cuentos originales. Poco después, la misma editorial Langre publicó sus ‘Leyendas y narraciones japonesas’, con similar formato y características, y que añade una semblanza a cargo del experto David Almazán. El abandono sufrido por el personaje hay que vincularlo con su condición de hombre ligado a la II República y a la Institución Libre de Enseñanza (ILE), en la que estudió y de la que posteriormente fue pro-
VIDAL ARRANZ
fesor. Fue uno de los alumnos predilectos de Giner de los Ríos y en su clase, que contaba con muy pocos estudiantes, como era habitual en la ILE, coincidió con los hermanos Machado y con Julián Besteiro, que llegaría a ser presidente de las Cortes constituyentes de la II República y líder del PSOE, desde una posición más socialdemócrata que revolucionaria. «Jiménez de la Espada representaba a la élite de una España liberal, muy moderna, inquieta y universal. Una España que se fracturó con la Guerra Civil y la dictadura», recuerda Almazán, quien aclara que los integrantes de esas élites «eran republicanos, pero no comunistas, ni bolcheviques». La Institución Libre de Enseñanza se distinguía por impartir una enseñanza laica, no religiosa, «pero que tampoco era antirreligiosa». De hecho, los domingos, los alumnos residentes
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La fascinación japonesa :: V. A.
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odos los protagonistas de esta historia, incluidos los editores, tienen algo en común: la fascinación por Japón. Una fascinación que no es de hoy, sino que arranca del siglo XIX. Japón era la máxima encarnación del exotismo y ejemplo de la pervivencia de viejas tradiciones en un mundo ya cambiante y moderno. «Japón y lo oriental siempre han sido para el occidental una escapatoria. La visión
de Japón como salida de emergencia empieza a popularizarse en el siglo XIX», explican Pazó y Baquero en su prólogo para ‘Leyendas y narraciones japoneses’. La seducción por lo nipón tiene hasta un nombre propio ‘japanismo’ y óperas como ‘Madame Buttefly’, de Puccini, son un buen ejemplo. Como el extraordinario éxito internacional que alcanzó a comienzos del siglo pasado el libro ‘Bushido. El código ético del samurai’ de Inazo Nitobe, publicado originalmente en 1905 en in-
glés para dar a conocer en el mundo la cultura del país, y que se convirtió en el libro de referencia para entender ‘el alma del Japón’. La traducción al español que realizó Gonzalo Jiménez de la Espada fue recuperada hace unos años por la editorial Biblok, y el año pasado por Satori, esta última en una edición especialmente bien cuidada, preparada y presentada por su bisnieto José Pazó Espinosa. ¿De dónde nace esa atracción inagotable que el país asiático despierta en noso-
tros? El experto palentino Julio Baquero cree que hay varias claves. En la literatura y el arte, su atractivo se basaría en «sugerir, en vez de contar» y en una tendencia a la irregularidad que se opone a la regularidad occidental y su gusto por la simetría. Pero, sobre todo, la cultura de ese Japón antiguo que nos seduce «se basa en la sencillez y la simplicidad, mientras que la cultura occidental ha ido creciendo en complejidad». A ello habría que añadir «un culto por lo perecedero, frente al afán de perdurar occidental: los templos se construyen en madera y se reconstruyen exactamente igual cada 30 o 40 años», explica.
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que lo desearan podían ir a misa y el propio Gonzalo los acompañaba, lo que refleja el talante del centro, muy distinto del anticlericalismo furioso que prendería entre una parte importante de las bases sociales republicanas de la época. Lo que parece claro, en cualquier caso, es que su condición de afín a la II República convirtió a su figura en poco grata para el nuevo régimen franquista, que se desentendió totalmente de sus logros y su legado. No solo eso, sino que el Gobierno de Franco se resistió a concederle a su viuda la pensión que le correspondía por los años de trabajo de su marido: su demanda fue sometida a un largo proceso para determinar si el salmantino había sido ‘enemigo del régimen’. «Tras más de 15 años de deliberaciones, al final le reconocieron algo», recuerda José Pazó. El desinterés del franquismo hacia la figura del profesor se evidenció también en la desidiosa pérdida de tres cajas con valiosa documentación de su estancia en Japón que el profesor había depositado en la Junta de Ampliación de Estudios (el antecedente del actual CSIC) institución en la que trabajó y de la que llegó a ser secretario. El cómo pudo aflorar a la luz una figura tan sepultada durante décadas merecería una historia propia. Una historia movida por los hilos de la casualidad y el azar. Aunque también por los resortes de la pasión. José Pazó se educó de niño con los cuentos de su bisabuelo, de los que su familia conserva, en muy buen estado, una colección original que ha servido de base para las nuevas reediciones. «Los cuentos originales nos los leía de niños nuestra abuela Ana (hija de Gonzalo Jiménez nacida en Tokio) y nos atraían enormemente porque eran muy distintos a los relatos a los que estábamos acostumbrados», recuerda Pazó. «Sus dibujos te transportaban a otro mundo, un mundo de apariencia irreal pero que quizás existía en ese país remoto».
Haría falta vestirse con la piel de 1907 para entender lo insólita que debió resultar su decisión Su condición de afín a la II República convirtió a su figura en poco grata para el nuevo régimen
No eran exactamente cuentos para niños. En general los relatos tradicionales japoneses carecen de moraleja, y cuando la tienen no suele ser tan evidente como en los relatos occidentales. «Incluso pueden parecer crueles, porque no parece existir un orden ético que organice los relatos». En uno de sus ensayos lo resume de este modo: «Se podría decir que mientras los cuentos occidentales atañen más a la razón, los cuentos japoneses se dirigen más al inconsciente, o al menos de forma más directa». Este universo literario tan distinto al que le era familiar produjo en Pazó Espinosa un efecto de extrañeza inevitable: «Estos cuentos me llevaron a desmitificar mi propia cultura española: era difícil aceptar como absoluto lo que se me enseñaba en el colegio sabiendo que había otro mundo tan distinto». Cuando la historia personal de José Pazó se cruzó con la del palentino Julio Baquero saltó la chispa que hizo posible el retorno del viejo maestro, el hombre al que las fotos de sus diez años de estancia en Tokio muestran vestido, como toda su familia, con kimono. El cruce lo propició una tertulia de la ‘Revista de Occidente’ en la que coincidieron los dos estudiosos y que propició su amistad, al amparo de una pasión común hacia el país del extremo Oriente. Pero también fue esencial una clave personal: el abuelo de Baquero, Antonio Jesús Cruz, había sido alumno de Gonzalo Jiménez de la Espada. No en Japón, sino en España: en el Colegio de la Residencia de Estudiantes (centro educativo para alumnos de edades no universitarias, pero dependiente de la célebre institución por la que pasaron Buñuel, Lorca o Dalí) que Jiménez dirigió durante varios años tras su regreso a España. De modo que los recuerdos de los abuelos fueron cruciales para dar forma a la inquietud de los nietos. La reedición de aquellos legendarios relatos ha sido realizada conservando el aspecto estético original que les proporcionó el editor Takejiro Hasegawa, que los concibió como un auténtico ‘souvenir’ dirigido a la exportación, razón por la que buscó a las personas más adecuadas para realizar las traducciones. Cada una de las dos series de diez cuentos que originalmente se editaron de forma independiente ha sido agrupado en un volumen distinto. Sin demérito del valor literario de la traducción, la imagen es crucial en este caso, pues el texto se va desplegando sobre los fondos gráficos concebidos por los artistas más destacados de la época, que utilizaron, además, la antigua técnica de estampación multicolor conocida como nishiki-e. Entre los responsables de la parte gráfica des-
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tacan los pintores Eitaku Sensai (también conocido como Eitaku Kobayashi), Suzuki Kason, Kawabata Gyokusho, Mishima Shoso o Arai Yoshimune. «Es muy japonés aunar el arte pictórico con el narrativo. En Occidente, texto e ilustración pueden ir juntos, pero separados, mientras que allí forman una unidad», explica Julio Baquero. Las peculiaridades de un idioma basado en elementos tan gráficos probablemente tenga algo que ver con esto. Y es que «como allí la escritura se basa en ideogramas, era muy habitual utilizar el mismo instrumento, el pincel, para escribir y para dibujar». Lo que las ediciones españolas no han podido reproducir es el tipo de papel usado en las ediciones originales, un papel crespón arrugado tan resistente que el editor lo promocionaba como un papel «a prueba de niños». Y dada la supervivencia de los cuentos, más de un siglo después, quizás haya que darle la razón.
Hijo de un naturalista Quizás visto desde la mirada de hoy, con vuelos ‘low cost’ que han puesto el mundo al alcance de la mano para casi cualquiera, la aventura de Gonzalo Jiménez de la Espada parezca menos impresionante de lo que es. Haría falta vestirse con la piel del año 1907 para entender lo insólita que debió resultar para sus coetáneos su decisión de irse a Japón, arrastrando con él a su mujer y a su primer hijo, de corta edad. Aunque, ciertamente, es posible que su caso sorprendiera a sus allegados un poco menos de lo esperable porque la gesta de Gonzalo, con ser muy notable, palidece en comparación con la que protagonizara su padre 42 años antes. Y es que nuestro profesor salmantino es hijo del naturalista Marcos Jiménez de la Espada, una figura clave de la
José Pazó se educó de niño con los cuentos de su bisabuelo, de los que su familia conserva una colección original
ciencia española, y protagonista de la Comisión Científica del Pacífico, la última gran expedición científica española en América. Su padre Marcos se lanzó con 31 años a una aventura exploradora de tres años (entre 1862 y 1865) y 5.000 kilómetros, que empezó de forma confortable y prometedora y pronto se convirtió en una odisea de penalidades, sufrimiento y privación. Comparado con la hazaña de su padre, la apacible vida de la familia de Gonzalo en Japón parece poco menos que una pintoresca excursión. Incluso aunque incluyamos en ella el hito de haber sido el primer español en subir al monte Fuji, perfectamente coherente con la vocación montañera del profesor de español, que a su vez expresaba la convicción de los regeneracionistas sobre la bondad de llevar una vida en contacto directo con
la naturaleza y acompasada con el pulso natural. Como ya se ha mencionado, un hito clave en la labor de Jiménez de la Espada como divulgador de la cultura japonesa fue su traducción de ‘Bushido. El camino del samurai’, de Inazo Nitobe, que el salmantino publicó en Madrid en 1909 (en la editorial Daniel Jorro) con el título ‘Bushido. El alma de Japón’. El profesor Hidehito Higashitani, catedrático de la Dokkyo University, destaca no solo la limpieza literaria de su texto, sino el valor de la introducción con la que lo presentó al lector de su época. En ella «ofrece una agudísima visión personal del carácter japonés» a partir de los rasgos comunes que encuentra entre el samurái y el caballero español: «el legendario orgullo, el desprecio por los bienes materiales y la cortesía de ambas caballerías».
Una cortesía y elegancia vitales que hizo propios y que siempre le acompañaron. En el mismo libro de memorias Kasai lo describe del siguiente modo: «Llevaba patillas al estilo español. Era alto y su fisonomía tenía una elegancia innata. Sin saber por qué le asocié con la imagen de Cristo crucificado». Años después, Kasai aprovechó una beca del gobierno japonés para visitar a Jiménez de la Espada en su casa de la Residencia de Estudiantes y pudo comprobar que tanto él como su esposa Isabel «conservaban bastante bien el japonés, a pesar de que no lo habían practicado durante diez años, desde que se fueron de Japón». Sus hijos, en cambio, lo habían olvidado completamente. Expertos como David Almazán, que califica a nuestro profesor como el ‘Lafcadio
‘Fudo Myoo’, estatua del periodo Kamakura (1185-1333) y ‘suzuribako’ (caja de tinta) de samurai en madera lacada. En la página anterior, representación de Madre Mashiba y Banndo Shiyuka en un grabado. :: EL NORTE
Un nacimiento poco documentado :: V. A.
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ablamos de Gonzalo Jiménez de la Espada como salmantino porque en la mayoría de las referencias sobre su persona se da por hecho que nació en esta ciudad, si bien de forma accidental, pues sus padres residían habitualmente en Madrid. Pero es obligado admitir que no hay certeza absoluta sobre esta cuestión ni siquiera entre los descendientes de su
propia familia. Parece que la fuente principal que permite establecer tal vínculo es el testimonio de uno de los más célebres hispanistas japoneses que él formó, el profesor Shizuo Kasai, que lo menciona en sus ‘Memorias de un profesor de español’ de este afectuoso modo: «El profesor Espada nació en la histórica ciudad de Salamanca y se vino a Japón a los 33 años de edad como profesor invitado por el Gobierno japonés y cuando le
conocí en clase como alumno ya llevaba ocho años enseñando en la Escuela Nacional de Idiomas de Tokio. Me sentí muy orgulloso de poder recibir clases de la lengua española impartidas por un profesor nativo de porte tan distinguido y de tanta finura en sus modales como este señor». La cita textual figura en un ensayo del catedrático de la Dokkyo University Hidehito Higashitani, quien también recoge esta otra cita de las mismas ‘Memorias’: «El profesor
Espada se había licenciado por la Universidad de Madrid y era de la misma generación que el filósofo Miguel de Unamuno, el dramaturgo Jacinto Benavente, el novelista Pío Baroja y el ensayista Azorín. No sé si tenía trato directo con estos escritores de renombre, pero por lo menos puedo asegurar que cada vez que se publicaba algún nuevo libro de ellos hacía que lo enviaran directamente de España y lo devoraba con fruición». Desafortunadamente no
Hearn español’ para resaltar su papel como divulgador de lo japonés, admiten que probablemente nunca llegó a dominar del todo la lengua. «Estuvo una década viviendo allí y hablaba japonés perfectamente, y se le conocen algunos discursos en esa lengua, pero no llegó a alcanzar un nivel filológico suficiente como para traducir directamente del japonés textos clásicos». Su traducción del ‘Bushido’ se realizó desde el inglés, que es el idioma en el que fue originalmente escrito el libro, y las de los cuentos a partir de las versiones inglesas y francesas que habían sido editadas unos años antes. Jiménez de la Espada no fue el primer español en Japón, ni siquiera el primer profesor sensu estricto. Mucho antes que él habían visitado el país muchos religiosos católicos, sobre todo jesuitas y agustinos como acredita el legado del Museo Oriental de Valladolidpropulsados por su vocación evangelizadora. La novedad del salmantino radica en que fue el primer laico, y en que acudió al país con una motivación diferente. A comienzos del siglo XX el Gobierno Meiji había impulsado una mo-
dernización profunda del país que lo convirtió en referencia internacional. El Gobierno lo logró contratando a todo tipo de profesionales y expertos occidentales con el fin de aprender conocimientos teóricos y procedimientos prácticos, estrategias para obtener un mejor rendimiento, e idiomas para impulsar el contacto con el mundo exterior. Para muchos regeneracionistas y liberales, entre los que se contaba el propio Gonzalo Jiménez de la Espada, el éxito del Japón Meiji demostraba la capacidad transformadora de la educación. Japón encarnaba un modelo que los regeneracionistas deseaban aplicar en España. Un modelo que el profesor aplicó mientras pudo en la Residencia de Estudiantes de la Institución Libre de Enseñanza, pero que luego se vio truncado por la Guerra Civil y la dictadura. Visto con la perspectiva de los años, la labor realizada por Gonzalo Jiménez de la Espada debe valorarse en una doble dirección. Por un lado, ciertamente acercó Japón a los españoles. Pero no fue menos importante su labor de difusión de España entre los japoneses. Alumnos suyos serían luego responsables de la primera traducción del Quijote a aquella lengua. «Se encontró todo por hacer», asegura David Almazán. «Los estudios de español eran muy rudimentarios. No había diccionarios ni material docente. Fue un pionero que lo hizo todo de forma intuitiva». Y que dejó muy buen recuerdo, cabría añadir. «Ha habido mucho más reconocimiento de su labor en Japón que en España», asegura con pena su bisnieto José Pazó. Hasta la fecha su figura ha sido ya objeto de dos homenajes en Tokio, el último de ellos, hace unos meses, con presencia del responsable del Instituto Cervantes y del embajador. En España, sin embargo, todos los intentos realizados con instituciones culturales han caído en saco roto. Hay miserias que no cambian nunca.
parece haber muchos más argumentos a favor de su origen salmantino, y sí, en cambio, algún dato en contra. Su bisnieto pudo consultar su ficha académica de estudiante universitario y en ella figura como nacido en Madrid, aunque tampoco este dato pueda considerarse definitivo. El estudioso David Almazán reconoce que su salmantinidad fue asumida desde los primeros estudios sobre el personaje pese a no existir pruebas documentales inequívocas. Aún así, en conversación con este diario afirma: «Creo que se puede seguir presentando a Gonzalo Jiménez de la Espada como nacido en Sala-
manca, aunque lo cierto es que no puedo dar ningún dato que incline con seguridad la balanza hacia un lado u otro». Sea como fuere, lo que es indiscutible es que Gonzalo y su familia mantuvieron estrechos lazos con Salamanca. En primer lugar a través de al menos una de las hermanas de su mujer Isabel Suárez, que vivía en esta ciudad y estaba casada nada menos que con el doctor Agustín del Cañizo, amigo y médico personal de Miguel de Unamuno. «Esta relación es segura», asegura José Pazó, bisnieto del profesor y uno de los tres investigadores que más ha hecho por rescatar su figura.
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Del imprescindible al inencontrable La oferta editorial en literatura japonesa de Satori abarca desde obras de Soseki, Rampo y Ryūnosuke Akutagawa, hasta inéditos de Yuriko Miyamoto o Jun’ichirō Tanizaki
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i bien el abanico editorial que propone la firma Satori Ediciones no puede resultar más versátil (de clásicos indiscutibles a rarezas imposibles de encontrar, de relatos y mitos a ensayos sociales y de costumbres), el lector poco imbuido de las peculiaridades de la cultura nipona puede sentirse tranquilo al saber que todos los libros de esta editorial cuentan con dos elementos comunes para su tranquilidad; por un lado, el hecho de venir traducidos directamente del japonés, lo que impide innecesarios saltos que se arriesguen a perder la frescura rítmica, los silencios narrativos y las estructuras gramaticales pro-
Inazo Nitobe.
pias de esta lengua oriental. Por otra parte, distintos apéndices al principio o al final de cada obra que les ayudan a contextualizar no solo las características personales del autor, su trabajo en general y la pieza que tienen entre las manos en particular, sino también cualquier otra disquisición en torno al contexto en el que esta fue concebida, creada, casi perdida, buscada, recuperada, de nuevo extraviada, reencontrada y, finalmente, traducida. Contar con la traducción que Gonzalo Jiménez de la Espada hiciera, en 1909, del ‘Bushido’, de Inazo Nitobe, supone un doble lujo importante, no solo por contar de primera mano con la traducción directa de uno de los estudiosos patrios más emblemáticos de la cultura nipona, también porque todo el libro respira, como indica su mismo prólogo, el empeño del salmantino por «penetrar en el pensamiento japonés» por sus propios caminos, e incluso de establecer concomitancias con la figura cortés del caballero español, más próxima
a los usos y costumbres orientales que a los anglosajones. Su sintonía con Nitobe era tal que este llegó a sentirse honrado de que su obra se pudiera leer en «la noble lengua castellana». En una línea similar, Satori también presenta la más extensa ‘Cosas de Japón: Apuntes y curiosidades del Japón tradicional’, obra en formato diccionario de Basil Hall Chamberlain y que Jiménez de la Espada también trabajó durante la estancia en Japón, si bien la Historia hizo que se perdiera parte de un esfuerzo que a la larga hubo de verse suplido por ciertos remates a cargo de su bisnieto José Pazó Espinosa. Dentro de los ensayos de Satori también resaltan ‘Japón y España: acercamientos y desencuentros’ (sobre «la influencia mutua entre el Siglo de Oro español en el Japón de los samuráis», de acuerdo a la editorial); ‘Japón un intento de interpretación’, de Lafcadio Hearn; ‘Historia y arte del jardín japonés’, de Javier Vives, y ‘Sintoísmo, la vía de los kami’, de Sokyo Ono. Dentro de la colección que
Natsume Soseki.
SAMUEL REGUEIRA
Satori llama ‘Maestros de la Literatura Japonesa’, se encuentran algunos de los nombres más representativos de la literatura de este país: el emblemático Natsume Sōseki demuestra ser aquí mucho más que el autor de ‘Soy un gato’, a través de títulos como ‘El caminante’, ‘Misceláneas primaverales’, ‘Tintes del cielo’, ‘Sueños de la libélula’ o ‘Las hierbas del camino’, entre otros. Destaca a su vez la espléndida recuperación de un autor tan magnífico como Ryūnosuke Akutagawa, que
Destaca ‘Una flor’, compendio de relatos autobiográficos de Miyamoto
Ryünosuke Akutagawa.
suma, a su ‘Vida de un idiota’ y ‘En la ceniza escribo’, una reedición de su magnum opus ‘En el bosque’, rebautizada como su adaptación al largometraje –en sí mismo otro clásico del séptimo arte– a cargo del cineasta compatriota Akira Kurosawa: ‘Rashomon’.
El Poe japonés Otro de los nombres más disfrutables de la literatura japonesa es el de Edogawa Rampo (homofonía nipona de Edgar Allan Poe), a quien Satori brinda un cuidado especial a partir de la edición de su polémica y repudiada ‘La bestia ciega’ (cumbre del género ‘eroguro’); la colección policiaca ‘Los casos del detective Kogoro Akechi’, la fábula ‘El extraño caso de la isla Panorama’ y la selección ‘Rampo, la mirada perversa’; seis cuentos perfectamente acabados que incluyen el imprescindible ‘La oruga’ y el genial ‘El que pasea por el revés del techo’; relato deudor, en más de un sentido, de ‘El corazón delator’. Tampoco deja de lado esta editorial a la literatura feme-
Edogawa Rampo.
nina, especialmente en sus colecciones de relatos; desde ‘Cerezos en la oscuridad’, de Ichiyō Higuchi, hasta los diarios de Izumi y Murasaki Shikibu, dos de las escritoras más representativas de los siglos X y XI (la última es autora del también clásico ‘La historia de Genji’). Pero sin duda también cabe destacar el compendio ‘Una flor’, tres relatos autobiográficos inéditos en castellano (‘Una flor’, ‘La planicie de Banshū’, ‘Hierba del viento’) a cargo de Yuriko Miyamoto, una narrativa no exenta de tintes políticos en la atmósfera de un Japón que se levanta, a duras penas, tras los estragos vividos en la II Guerra Mundial. Jun’ichirō Tanizaki es el autor del otro gran inédito de esta editorial, el ensayo ‘El elogio de la sombra’, que se suma así a una amplia gama de narrativa de género (‘47 ronin’, de Tamenaga Shunsui; ‘Dark Water’, de Kōji Suzuki), literatura contemporánea (‘El tren nocturno de la Vía Láctea’, de Kenji Miyazawa) y estudios sobre mitos, cultura y folclore oriental.
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Una década editando Japón El pasado año Satori Ediciones celebró diez años de acercamiento de literatura y cultura niponas a los lectores más allá de los tópicos ALFONSO GARCÍA CABEZA Y MARIÁN BANGO AMORÍN
Responsables de Satori Ediciones
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Toshiro Mifune y Machiko Kyo en una escena del filme ‘Rashomon’, de Akira Kurosawa.
Jun’ichiro Tanizaki.
Kenji Miyazawa.
atori’, término que proviene del budismo, es el equivalente japonés del «nirvana», que se podría traducir como ‘Iluminación’. Esta palabra de significado tan profundo y tan hermoso es la que da el nombre a nuestro proyecto editorial. Nuestra intención es que Satori sea una llama que aporte un poco de luz sobre un mundo, el nipón, que en cierto sentido aún permanece en penumbra. Como editores, desde el principio hemos intentado siempre avanzar más allá de los tópicos en el conocimiento de esta cultura tan lejana pero al mismo tiempo tan cercana. Nuestra idea es la de ampliar nuestros propios horizontes y los de todos aquellos que se acerquen a nuestros libros y, de este modo, tender puentes de entendimiento entre culturas. Actualmente vivimos en un mundo hipertecnológico, rodeados de pantallas, en muchos casos enganchados a ellas. El mensaje escrito llega a nosotros constantemente a través de las redes sociales pero, en cierto modo, el placer de la lectura y le experiencia de comprensión parece haberse diluido en el vacío digital. Frente a esta incesante saturación digital, nada hay más reconfortante que la experiencia de sostener un libro entre las manos y perderse en sus páginas. Para nosotros, como lectores y como editores, el libro como objeto es tan importante como el contenido conceptual que alberga. Cuidamos al máximo la edición porque consideramos que el acto de la lectura es una experiencia sensorial que comienza por la vista, pero en la que también participan otros sentidos: el tacto peculiar de una hoja de papel, el sonido de las páginas al pasar o el olor de la tinta.
Pese a que Satori está dedicada en exclusiva a la publicación de libros de temática japonesa, no hemos sentido nunca que nuestro ámbito de publicación sea restringido, más bien al contrario. Japón, con su cultura milenaria y su extensa tradición literaria, nos ofrece como editores un amplio abanico de posibilidades. Siglos y siglos de refinada producción literaria, de expresiones artísticas únicas, de folclore, de pensamiento filosófico y espiritual… Un amplio jardín repleto de interesantes obras esperando a ser publicadas. Satori comenzó en 2007 como una editorial de ensayo estructurada en diversas colecciones: Arte, Historia, Actualidad, Artes Marciales, Idioma, o Mitología y creencias populares en las que tienen cabida tanto autores de reconocido prestigio, cuyas obras son auténticos referentes académicos en los Estudios Japoneses, como por ejemplo ‘La restauración Meiji’, de William Gerald Beasley o ‘Shogun, la vida de Tokugawa Ieyasu’, de Arthur Lindsay Sandler, por citar dos obras fundamentales en el estudio de la Historia japonesa. Pero también hemos contado con estudiosos cuyas obras se acercan a la misma temática con una vocación más divulgativa y que permiten al público general acercarse a la historia japonesa a través de ensayos accesibles y amenos pero sin perder nunca el rigor.
Satori comenzó en 2007 como una editorial de ensayo estructurada en diversas colecciones Japón, con su cultura milenaria y su extensa tradición literaria, ofrece un amplio abanico de posibilidades
Por citar un ejemplo, ‘Historia de los samuráis’, de Jonathan López Vera, que ha recibido una calurosa acogida tanto entre especialistas en la materia como entre el público general.
Haikus y lenguaje La poesía también tiene un lugar destacado en nuestro catálogo. La colección Maestros del Haiku, con once títulos ya en su haber, está compuesta por antologías selectas de los grandes nombres de la historia del haiku en edición bilingüe. Matsuo Basho (1664-1694), Yosa Buson (1716-1784), Kobayashi Issa (1763-1827), Masaoka Shiki (1867-1902), Chiyo (17031775) … son algunos de los nombres que encontrarán en esta colección. En nuestro catálogo encontrarán un espacio dedicado al aprendizaje del idioma japonés: KOI, manual básico de japonés, es un método de aprendizaje empleado por la profesora Yoko Nakazawa a lo largo de sus 40 años de experiencia enseñando japonés a hispanohablantes. Como complemento al quienes estudian japonés, o simplemente para ampliar los conocimientos de todos aquellos interesados por la cultura japonesa, hemos publicado hace unos meses SAKURA, diccionario de cultura japonesa. Es un hecho que la cultura japonesa despierta cada vez más interés y cada vez es mayor el número de términos y expresiones niponas que llegan hasta nosotros desde los más diversos ámbitos culturales. Algunos de estos términos ya los consideramos como propios; otros, sin embargo, nos resultan una incógnita, un misterio. Las palabras y expresiones recogidas en el diccionario SAKURA nos descubren no solo los aspectos más conocidos de la cultura tradicional nipona (banzai, hanami), sino otros muchos de la realidad actual, y a veces inquietante, del Japón de nuestros días (hiki komori, hibakusha). Una presentación coherente y rigurosa de cada entrada léxica, equivalencias en hiragana y en kanji, adscripción de género, frases de uso, un útil índice léxico por temas, así como numerosas fotografías, y precisas definiciones en español e inglés convierten a SAKURA en un libro de referencia fundamental entre las publicaciones sobre temas japoneses.
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on frecuencia se defiende que el artículo periodístico debería ser el quinto género literario y, según algunos, el fundamental durante el siglo XX y el actual. Tengo serias dudas, si bien sería imprescindible para poder tener en cuenta a ciertos autores, no sé, González-Ruano o Umbral, cuya escritura en los géneros tradicionales, sobre todo la novela, no está, a mi juicio, a la altura de su inmensa obra periodística constituida por miles de piezas en la prensa diaria. No es el caso, claro, de Peter Handke. He disfrutado mucho con ‘Contra el sueño profundo’ (Nórdica, que ha editado también su ópera prima ‘Los avispones’) tal vez a causa de mi debilidad por su prosa, a la que tengo por excepcional, tanto en las novelas como en sus textos misceláneos o de anotaciones al desgaire, deslumbrantes, y aun en los momentos de sus digresiones poco digeribles. El libro es una selección mínima, procedente en general de periódicos y revistas, de cuatro décadas, nada menos, de práctica del ensayo de crítica sobre arte, literatura y política. El autor de ‘Lento regreso’ los denomina «escritos ocasionales» y abarcan comentarios sobre todos los géneros literarios, además de la pintura, la escultura o el cine: Egoyan, Tarantino, Godard o Truffaut. Mi predilección, aparte de por el estilo, seguramente se debe a que, como señala la excelente traductora y especialista en literatura germana Cecilia Dreymüller en el prólogo, su literatura no es para nada «condescendiente», siempre frente a blandenguerías e imposiciones de lo políticamente correcto, alérgica a capillas, cofradías y grupos de presión, aferrada a una independencia radical. Y como muestra val-
UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
dría, al final del libro, su toma de postura totalmente a contracorriente en lo que respecta a la guerra «de secesión» yugoslava, con motivo del debate suscitado a raíz de haberle sido concedido el premio Heinrich Heine; o su relación a la vez de amor y de odio con su Austria natal, con un ataque inmisericorde al presidente Kurt Waldheim. En este terreno Handke es de los pocos intelectuales que quedan «dispuesto todavía a inmiscuirse en los asuntos públicos y capaz de plantar cara a la arrolladora maquinaria de opiniones prefabricadas de los medios», según Dreymüller, que ha coordinado el reciente ‘Peter Handke y España’. Sin acercarse jamás a los lugares comunes, Handke se ocupa de escritores bastante curiosos, desconocidos por estos lares: como el ambiguo y contradictorio Franz Nabl, Nicolas Born –el título procede de una reseña de su segunda novela–, Klaus Hoffer, Hermann Lenz o el «poeta campestre» de finales del XIX Christian Wagner; o casi, como Ludwig Hohl, del que Minúscula tradujo ‘Escalada’. Así como del poeta serbio Miodrag Pavlović, a quien equipara con Celan, Char o Machado, ‘culpable’ de su afición por el Numancia, o, quién lo diría, de Patricia Highsmith. Hay dos páginas fabulosas de acercamiento a Kafka, «la medida de mi escritura», al raro humor y a la aún más rara lujuria en la obra del checo. Al igual que Handke, Jordi Doce activa y mejora, al adentrarse con lucidez y perspicacia en obras ajenas, el pensamiento del lector. Poeta sobresaliente y traductor de referencia, ha injertado, como en su día hicieran sucesivamente con la poesía anglosajona de su tiempo Luis Cernuda, Jaime Gil de Biedma y Claudio Rodríguez, la poesía en nuestro idioma del aliento lírico de voces poéticas de la posguerra en inglés desconocidas, o casi, por estos lares: Charles Tomlinson, Geoffrey Hill, Ted Hughes y, en cierto modo, Seamus Heaney, cuya huella empieza a ser apreciable en lo más granado de la poesía española joven. Una muestra inmejorable de esta labor son los artículos literarios, la mayor parte publicados en revistas, particularmente en ‘Cuadernos Hispanoamericanos’, y en algunos suplementos de periódicos, incluido este mismo, de ‘Curvas de nivel’ (La Isla de Siltolá). En este volumen, Doce reúne, no por orden cronológico sino por afinidad temática, «la crítica de ideas, el apunte informativo, la remembranza elegíaca y el divertimento poético». El propio autor indica también en el prefacio que su intención de partida fue siempre la de informar, si bien el tono elegido acerca los textos
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FRONTERIZO Entre el artículo y el ensayo
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A la izquierda, Peter Handke. A la derecha, arriba, Jordi Doce, debajo, Emmanuel Carrère. :: EL NORTE
«al ensayo o al apunte diario». Así es, el estilo, depurado sin excesos, favorecido por una mirada más objetiva y fecunda –al menos teñida de cierta «lejanía extraña»–, fruto de sus estancias en la isla, tiene la capacidad, que él atribuye a Octavio Paz, de deslumbrar y, a mayores, iluminar. Doce escribe con mucha propiedad, de forma al unísono docta y apasionante, precisa y alada, da gusto leerlo, bien hable del ejercicio de la traducción desde una cuando menos curiosa de Antonio Machado, del mundo de ayer derrumbado de Stefan Zweig o de la impostura y la apropiación indebida a propósito de Jorge Luis Borges. Por entresacar alguna de las valiosas aportaciones del libro: los retratos de poetas románticos menores, en absoluto despreciables, como Southey –injustamente vilipendiado por Shelley y Byron, y por la modernidad, que ha impuesto como taras poéticas el oficio y el esfuerzo– o Lamb, noctívago y componedor, resabiado e histriónico; dos fascinantes acercamientos al enigma Shakespeare, a partir de catas en sus estudiosos, para deslindar secretos de realidades, hechos de conjeturas; una soberana lección de poética; la historia con su puntillo humorístico de los poetas laureados; la visión de lugares acogedores como una librería en su venerado Chelsea o Chillida-Leku. Ni siquiera rehúye, y sale airoso, enfangarse en el panorama cultural patrio o en el matrimonio Plath-Hughes, para desmitificar, cargado de razones, la imagen tópica de la primera. Los escritos sueltos, de circunstancias, «representan probablemente la forma más directa y corta de entrar en el universo espiritual-moral», acudo otra vez a Dreymüller, en la extensa e intensa obra de Handke, sin duda una de las más sustanciales de la literatura hodierna. Para los seguidores de otro narrador actual de culto, que sin duda ha elevado el periodismo a rango literario, Emmanuel Carrère, el mismo festín suponen los artículos y textos breves agrupados en ‘Conviene tener un sitio adonde ir’ (Anagrama), porque, además, en algunos están en fase embrionaria sus novelas más celebradas: ‘Limónov’, ‘El reino’ o ‘El adversario’. El libro evidencia sus múltiples intereses, que acabaron cuajando en las diversas direcciones narrativas de este maestro de la fusión de crónica y narrativa, de la novela de no ficción o documental, que aquí remonta a ‘A sangre fría’ de Truman Capote. Carrère comparte con Doce, por añadidura, el rigor y la amenidad, en la línea del clásico ‘enseñar deleitando’. Se muestra como un reportero brillante, minucioso, tanto al inmiscuirse «como cronista judicial
CONTRA EL SUEÑO PROFUNDO Peter Handke, Nórdica, 256 pp., 21,50 €.
CURVAS DE NIVEL Jordi Doce, La Isla de Siltolá, 408 pp., 16 €.
CONVIENE TENER UN SITIO ADONDE IR Emmanuel Carrère, Anagrama, 424 pp., 23,90 €.
EL TIEMPO REGALADO Andrea Köhler, Libros del Asteroide, 168 pp., 14,95 €.
Andrea Köhler se alía en ‘El tiempo regalado’ con el Handke de ‘Ensayos sobre el cansancio’ Carrère comparte con Doce el rigor y la amenidad en la línea del clásico ‘enseñar deleitando’
aficionado» en el resbaladizo terreno de los sucesos, del infortunio en general, como en un ‘trip’ desasosegante por la Rumanía post-Ceauşescu donde todo era posible, con sus aberraciones aún intactas. Y en especial en los reportajes
sobre la convulsa, cambiante y desmadrada Rusia, igual de demoledora su paráfrasis de los horrores sin parangón del comunismo que la de la ley de la jungla con Yeltsin o bajo la bota de Putin. O el excepcional sobre Davos. Otrosí merecen destacarse una conversación echada a perder con su idolatrada Catherine Deneuve; una serie de desopilantes relatos amorosos entre el embrollo, la castidad y la pornografía amable; la recensión de un trimestre imbuido en Balzac o las aproximaciones a ‘Moll Flanders’ del periodista puritano Daniel Defoe o a la narrativa de ciencia-ficción de Philip K. Dick. Pero ahora recuerdo la mujer con sida y su inaudita relación con una fotógrafa chicana o una peculiar pintora y cineasta. Cualquiera de los personajes que retrata es inolvidable. En fin, un cajón de sastre sugestivo en extremo. Me temo que me he quedado sin espacio suficiente para ponderar en sus justos términos las virtudes de ‘El tiempo regalado’ (Libros del Asteroide) de la joven alemana Andrea Köhler, que el narrador Richard Ford tildó de irresistible. Tal y como adelanta el subtítulo se trata de un ensayo completo y demorado sobre la espera, desde la definición del diccionario a la metafísica más acuciante, que es como decir del tiempo, siempre subjetivo, sea regalado o perdido, en su transcurso. Entre las «infinitas formas de demora» Köhler encara la propia de la niñez, absoluta, sin recelo; la del miedo al abandono que genera la ausencia, si es amorosa con su incertidumbre e impotencia, con su decepción o sorpresa; la de la enfermedad con su dureza; la del anhelo, la del tedio, la de la exclusión, la de la condena, la del destino, la del viaje o la del correo electrónico, la de la escritura, la de la holganza o el esparcimiento, la de lo religioso, en fin, en la que, como es natural, desemboca. Nunca recurre al facilismo o a trampantojos intelectuales y evita el alarde y el aire académico o profesoral, que siempre lastra, y eso que recurre a quienes más han calado en el asunto dentro de la literatura y el pensamiento occidentales: las primeras referencias, por orden alfabético, de la bibliografía son Anders, Barthes, Baudelaire, Beckett, Benjamin, Blanchot, Blumenberg, Borges, Celan y Cioran. Ahí es nada. Y, entre otros, refuerzan sus impresiones personajes de Sthendal, Flaubert y Proust. O decisivas parábolas kafkianas y bíblicas. Se alía, por cierto, con el Handke de ‘Ensayo sobre el cansancio’, apologeta de la parsimonia y «amante de la espera», para habitar «lo gratificante de la lentitud». La misma que puede degustar el lector en los libros citados.
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ABECEDARIO de lector ADOLFO GARCÍA ORTEGA
V Valle-Inclán (Ramón del).Escritor clave de la modernidad literaria europea, da un placer luminoso leer a ValleInclán (1866-1936). Tan grande como Proust o Faulkner, infinitamente mayor que García Márquez y un titán comparado con los novelistas actuales. Leerlo equivale a surcar el mar conocido de la propia lengua como si esta hubiera cambiado en un océano remoto y fascinantemente nuevo. Sus novelas, inesperadas para el lector de hoy,
combinan unos diálogos jugosísimos y una vivaz narrativa de cronista. Ahí están las maravillosas ‘Sonatas’, que son las memorias del imaginario Marqués de Bradomín, un cúmulo de aventuras y vivencias. O sus primeras novelas de absoluto protagonismo femenino, como ‘Femeninas’ o ‘Epitalamio’. Creador de personajes y de sombras, es un novelista total: relata viajes, humanidad, amores, devenires, política, historias de la Historia, lances, batallas
y descomunalidad. ‘La guerra carlista’ sigue asombrando por cercana; ‘El ruedo ibérico’ no ha perdido un ápice de su condición de crónica sarcástica de la España política, igual la de ayer que la de hoy; ‘Tirano Banderas’ sobrecoge por su modernidad (véanse Venezuela y demás dictaduras). De toda su obra se ha apoderado el humor irónico, que tiene en sus voces –esos diálogos antológicos– la mayor expresión del decir de un pueblo cruel, socarrón y alevoso: el español de siempre, con su mirada de estilete. Escritor mayúsculo. Venecias.- He aquí algunas de las que hay: la de Thomas Mann, en ‘Muerte en Venecia’, con ese inolvidable Aschenbach decadente. La de Joseph Brodsky en ‘Marca de agua’, delicioso retrato vital de la ciudad. Y la de ‘Venecias’, de Paul Morand. Morand es un personaje pintoresco, tendente a ‘bon vivant’ detestable: diplomático del gobierno de Vichy, acusado de colaboracionista,
marido de una rumana rica por la salvación de cuya fortuna manipuló lo indecible, expoliador de arte, fascistón de mente, prosista de derechas lujosas, viajero a lo grande, en fin, uno de esos escritores a los que Malaparte habría calado a la primera. Nos dejó, eso sí, un libro sutil y sorprendente a más no poder: ‘Venecias’ (1971), obra por la que merece el rescate del olvido. Suma de recuerdos en dos tiempos: los años 20-30 y los 70, biografía, diario, recuer-
dos, chascarrillos, amor por la ‘gran vida’, agudo ensayo literario, síntesis de una Europa periclitada y esbelta, en fin, libro mosaico de un hijo de su tiempo. Verdad.- Resultado de ser lo que se es. La literatura, pese a parecer lo contrario, es una de las formas que adopta la verdad para ser tal. No confundir nunca con sinceridad, y menos aún con testimonio, aspectos ambos demasiado parciales, con impurezas y distorsiones. La verdad está en los libros, pero hay que saber buscarla. En eso consiste parte del trabajo de la lectura. Desde Homero, la ficción ha venido siendo el modo más astuto de revestir a la verdad para no sucumbir a la mentira, ese microbio de la intención. Viaje al fin de la noche.- Hay tres Céline: el antisistema, el antisocial y el antisemita. De todos ellos, creo que el autor de ‘Viaje al fin de la noche’ (1932), novela furibunda contra las guerras, la hipocresía patriotera que las ensalza y el sistema de carnicería que producen, es, sin duda alguna, uno de los mayores escritores de todos los tiempos. Esa novela que dejó clavado a Onetti para toda la vida, según confesó, es un libro que sacude de arriba abajo a cualquiera. Pero solo escribió esa obra maestra. Luego LouisFerdinand Céline se torció: entró en la senda de una narrativa solipsista, basaba en entrecortar el relato permanentemente con balbuceos y fraseos llenos de rencor hacia todo lo humano (para mí, seudoliteratura). Y finalmente, se convirtió en un estúpido panfletista antijudío. Lástima que de él se recuerde más su cretinismo que su (única)
Las novelas de Valle-Inclán combinan unos diálogos jugosísimos y una vivaz narrativa de cronista
gran obra. Después de 1932, todo lo demás, incluido él mismo, sobraba. Vida(s).- La vida es un género literario en sí. Véase una ‘short list’: ‘Vidas minúsculas’, de Pierre Michon; ‘Vida’ de Benvenuto Cellini; ‘Vida del señor de Molière’ de Mijail Bulgakov; ‘Vida Instrucciones de uso’, de Georges Perec; ‘Vida de poeta’, de Robert Walser; ‘Vida y destino’, de Vasili Grossman; ‘La verdadera vida de Sebastian Knigh’, de Nabokov; ‘Vida de este capitán’, de Alonso de Contreras. Y así, una tonelada más. Vilariño (Idea).- Esta descomunal poeta uruguaya (19202009), feminista, de lírica electrizante, con un verso crítico más demoledor que toda la obra de Neruda junta, tiene una poesía directa, pero nada simple, que estremece. Hace de lo microscópico (en el amor, en la visión de la realidad, de los objetos, de las tragedias, de las luchas) un panorama gigantesco. A medida que se lee su ‘Poesía completa’, más se descubre el vínculo subterráneo que existe entre ella y las grandes poetas del siglo XX. Por ejemplo, la de Vilariño tiene muchos contactos con la de Tsvetáieva. Pero sucede lo mismo entre poetas como Pizarnik, Storni, Szymborska, Ajmátova, Sexton, Alegría, Figuera, Bishop o Sachs, por citar los apellidos de algunas de las grandes mujeres con las que se emparenta Vilariño. Quizá sea momento de ponerla(s) en su muy elevado sitio. Voces.- Con este título, el novelista norteamericano de origen austriaco Frederic Prokosch (1909-1989) publicó en 1983 sus memorias. Resulta una obra apasionante, en tanto que da cuenta de ciudades, historias y figuras de Europa y América de todo el siglo XX, como Henry James, Nabokov, Kafka, Gide, Chéjov, Malraux y muchos más. Prokosch recuerda en estas páginas al estilo y el ambiente de otro libro similar, ‘París era una fiesta’, de Hemingway. Ambos libros podrían fundirse en una sola obra común y no se notarían las escasas diferencias. Como novelista, Prokosch le debe mucho a Papá Hem.
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Poder y cultura
:: JOSÉ IBARROLA
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abitualmente, cuando se reúnen varias personas amantes del arte y de la cultura, divagan sobre cómo de la mano del poder se haría presente en la sociedad que rige toda manifestación del espíritu; cómo las expresiones de éste, por las medidas por aquél tomadas, pasarían a convertirse en alimento imperiosamente demandando por la ciudadanía para nutrir su alma. Si es frecuente esta conversación, no lo es menos la receta para lograr la ansiada meta. Una inexistente, o levísima, carga tributaria a los frutos de la fantasía. Un premio fiscal a los que apoyen su materialización. La provisión de cauces –léase sellos editoriales, salas expositivas y subvenciones varias– para que escritores, artistas plásticos, músicos y cineastas exhiban su tarea. Y, por último, la vigilancia para que los hijos de su imaginación no se vean amenazados con la difusión gratuita –vulgo, por la patilla–. ¿Ahora nos hallamos en ese escenario presuntamente perfecto? No; claro que no. No obstante, siendo sinceros, la falta del absoluto ideal no puede llevarnos a concluir que existen trabas insuperables que impiden el florecimiento artístico, cultural. Sí, es verdad, los impuestos a una obra creativa, sea uno u otro su soporte, deberían ser los mínimos –algo que no siempre sucede– y por la red de redes circulan –aparte de piezas musicales– narraciones escritas y visuales que, para su disfrute, no hay que pagar un euro –vulgo, por el morramen–, lo que perjudica las finanzas de quienes las firman. Sin embargo, nadie que yo sepa se queda sin catar el título ansiado porque no le llega para ello; y no hay creador, no tan conocido como a quienes les gorronean su trabajo, que no
sienta envidia de ellos por el tributo que apoquinan por su celebridad. Además, a qué artista o literato –aun novísimo– le es imposible divulgar su quehacer. Quizá no en circunstancias óptimas –esa misma facilidad convierte la oferta cultural en un abigarrado paisaje donde abunda la vulgar maleza junto a flores extraordinariamente delicadas–, aunque ¿no propugnamos un mundo en el que cada autor manifieste lo que le venga en gana? Si echamos la vista atrás, observaremos cómo en periodos históricos que, sobre el papel, eran inhóspito hábitat para que la cultura y las artes prosperasen, nacieron obras que marcaron un antes y un después. Y, así, la escultura y la pintura, la arquitectura y la música, ceñidas exclusivamente al argumento religioso, alcanzaron cimas hoy impensables de conquistar. En un largo periodo de tiempo, quienes cultivaron las artes plásticas vieron sometida su imaginación al mandato de los reyes, del alto clero o de una pujante burguesía. Las limitaciones que puso la censura, lejos de convertirse en obstáculo insalvable, fueron acicate para que, con el auxilio del ingenio más sutil, vieran la luz títulos literarios y cinematográficos cuya importancia pocos de los que vinieron después consiguieron. Y de grandes interpretaciones de la, mal llamada, música culta, pocas pueden compararse a las que abundaron en la extinta URSS y en sus países satélites: el número de virtuosos y de amantes de la, inadecuadamente denominada, música clásica fue, a todas luces, desorbitado. ¿Propongo acaso, por el contrario, que se entorpezca la labor de creador –sobre todo su libertad– para acrecentar la calidad de su producción? ¿Estimo que la severidad es
LOS TRIGALES AZULES ROBERTO RODRÍGUEZ
imprescindible para que los súbditos de una nación sean protagonistas, directa o indirectamente, de obras sublimes? Es decir, ¿pienso que únicamente en una civilización con un credo opuesto al que impera en la actualidad brillarían el arte y la cultura? No, por supuesto que no. Ahora bien, sí estimo que erramos al considerar que poseemos la fórmula mágica, indiscutible, para que nuestra pasión sea un cultivo extenso y productivo. No es descabellado requerir a quien manda que facilite la conversación entre aquellos que quieren revelar su yo más íntimo y los que desean atender a sus confidencias. Pero poco más podemos exigirle. Bueno, que no interfiera –en ocasiones, por motivos espurios– este diálogo. Esto y que fomente el estudio de las humanidades, algo que a muchos –entre los que se cuentan escritores y artistas– les importa poco, poquísimo –vulgo, un carajo–.
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LECTURAS
LA TRANSGRESIÓN DEL DISCURSO NARRATIVO El bejarano Marcelo Matas de Álvaro demuestra que domina los secretos de la narrativa en ‘Ingenio lego’ YOLANDA IZARD
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ocas veces la primera obra de un escritor nace tan madura como esta colección de relatos, ‘Ingenio lego’, del bejarano Marcelo Matas de Álvaro, quien demuestra que domina los secretos de la narrativa, y de una manera personal e inteligente saca partido de sus conocimientos: posee un agudo oído para tonos, lenguajes, registros y escrituras diferentes, o sea, estilos, y de este modo es capaz de pasar con idéntica facilidad de un remedo de prosa cervantina (ni más ni menos que en boca del Duque de Béjar), relato que da título al libro, al registro de la narración oral (‘Travesía’), o al retórico-poético, en un texto, ‘Agua de palabras’, que es un delicioso juego metaliterario y guiño a la lectura compulsiva de los letraheridos, o a las técnicas propias de la modernidad como el monólogo interior, el flujo de conciencia, el diálogo indirecto libre y la
Marcelo Matas de Álvaro. :: PABLO LORENZANA ruptura de puntuaciones al uso; todo ello refleja la heterogeneidad del discurso narrativo y los movimientos de progresiva desviación y transgresión de la norma que en la
narrativa se han producido desde su Edad de Oro hasta la actualidad. Recuerda así que somos seres de palabras y que la literatura nos conforma y al mismo tiempo es el espejo
de nuestro devenir gracias a ese paulatino acercamiento a la verdad de nuestras almas que la interiorización de la voz narrativa ha propiciado. En el quinto de los relatos,
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA
ENTENDER LA METÁFORA
V
oy a hablar de los Oscar. Más de una vez les he dicho desde estas líneas que, como arte narrativa que es, considero al cine literatura. A fin de cuentas, al teatro se lo estudia como una rama de la literatura, y el cine, en términos generales y simplificando, es una especie de teatro. En cualquier caso, como digo, es una narrativa. Y una de las cosas sobre las que escribo, es sobre narrativa. Y más a menudo, sobre narrativas bizarras, las así llama-
das fantásticas. Y este año la película ganadora es una historia de este tipo. Así que me siento legitimado para darles lata sobre lo que opino de los Oscar de este año. Vaya por delante que este año me han parecido bastante acertados. La película ganadora es una gran película. No sé si la mejor de Guillermo del Toro, que tiene buenas películas, incluso grandes películas para elegir, y solo algún que otro fallo, pero debe estar cerca. Algunos dirán que su éxito se debe a que
es una historia más amable o menos oscura que otras obras suyas. Quizás, digo yo, sea al revés. El trasfondo de la historia es el sueño americano en su momento de apogeo, los años cincuenta. Pero a Del Toro le bastan un par de pinceladas para decirnos que ese mundo de grandes y bonitos coches, disparado como un cohete Saturno hacia un futuro brillante, lleno de dependientes sonrientes y amables, es una pesadilla de oscurantismo, homofobia y racismo. La película está lle-
CIRO GARCÍA
na de monstruos mínimos, y ninguno tiene escamas. Sin embargo algo que me molesta de estos Oscar es el ninguneo parcial a ‘Blade Runner 2049’: el Oscar de fotografía es merecidísimo, pero podía haber aspirado a mucho más. Y más me molesta el desprecio olímpico a ‘Madre’. En unos tiempos en los que la justa reivindicación feminista campa por todo tipo de galas y eventos, resulta irónico que una de las películas más feministas del año haya sido deliberadamente olvidada. Sé que
‘Gesticulan voces’, asistimos, por ejemplo, a un despliegue lúdico de voces distintas con su peculiar registro (y con la fantasmal presencia de «la voz azul y triste de Billie Holiday» de fondo): estilo retórico frente a otro informal, pero ambos igualmente artificiosos, lo que es sin duda la intención del autor (no en vano, el relato va precedido de la cita de Rafael Sánchez Ferlosio: «Las letras, locas, gesticulan voces»). También hay lugar, como decíamos, para técnicas vanguardistas, como el monólogo interior de ‘La casa en el camino de los juegos’ o de ‘Al final del silencio’, dispuestos sin más puntuación que la coma, al igual que ‘Abiertas para ser imaginadas’, escrito en segunda persona autorreferencial, un interesante homenaje a la apropiación del libro por parte de su lector: «y no te sorprendes de que se hayan borrado el nombre del autor y el título, de que todas las páginas estén en blanco, limpias, abiertas para ser imaginadas». Los distintos estilos del resto de los relatos manan de ese territorio creativo acotado por Henry James en el prefacio de ‘Otra vuelta de tuerca’: «improvisar con extrema libertad y al mismo tiempo sin la posibilidad de devastación, sin el atisbo de un desbordamiento». Y sí, hay libertad, mucha, aunque con algún peligro de desbordamiento (propio de esas voces interiores), pues, como decía, Marcelo Matas viene ya bregado en este oficio. Intensos, libres y de calidad son, en efecto, relatos como ‘El peluquero zurdo’, un implícito homenaje a la magdalena proustiana a partir de una palabra que arrastra a la imaginación por lugares extraviados y a un final imprevisto con justicia poética y un
detallismo sobrecogedor. O ‘Por la piel’, tan poético y tan terrible, en esa ambivalencia de la vida entre el amor y el odio, con una escritura potente, casi fiera, y una respiración que brota a borbotones o a punzadas; excelente relato sobre cicatrices de la piel en el alma de la infancia de las que, como heridas nunca restañadas, mana la venganza. El homenaje al libro, a los autores (Rubén Darío, por ejemplo, cuyo lenguaje y estilo imita con humor e ironía) e incluso a los personajes (como La Regenta, que traiciona a su marido con su propio creador) sellan una colección de relatos que refleja la pasión de su autor por el amplio mundo de la literatura atendiendo, aunque no solo, a una de sus facetas más interesantes, el estilo, porque, escribe, «lo más importante de La vida no es la trama sino crear un estilo, el tuyo», haciendo suya la reflexión de Mario Levrero: «Con el paso del tiempo, uno va descubriendo que el argumento no tiene mayor importancia; el estilo, la forma de narrar, es todo», lo que nos retrotrae a Raymond Quenau, referencia ineludible para quienes, como es el caso, han decidido hurgar en sus vastos territorios sin miedo a perderse y con la mentalidad del explorador.
es una película difícil, y dura, pero muy hermosa. Sé que es desconcertante, y que hay gente que no soporta que la desconcierten, pero el arte está para eso. Además basta con estar un poco atento para ver que esta historia nos la han contado antes. Es de las más conocidas. Se llama la Biblia. Es un magnífico resumen, a la par que crítica, de la Biblia –Ejemplos: el asesinato de un hermano por el otro, el diluvio bajo la forma de una rotura de cañerías, la muerte del hijo, y más–. Quizás descoloca un poco que Dios sea una pareja, hombre y mujer, en vez de uno solo y hombre. La casa es el mundo. Ella hizo la casa. Él, escritor narcisista, necesitado de la atención de todos, trae a extraños a su casa para que lo alaben. La usa, la
ningunea –hasta los invitados de él lo hacen–, roba a su hijo que muere a manos de las masas que lo adoran. La conduce al suicidio. Ese suicidio aniquila el mundo. Lo curioso es que en este resumen metafórico –pero, ¿quién se detiene a entender una metáfora?–, Aronofsky no nos está diciendo nada, casi nada, que no esté en la Biblia. Expone el mito en el que en buena medida se funda la moral occidental con crudeza y veracidad y una belleza inquietante. Quizás ese sea el problema, los mitos religiosos dicen poco sobre el mundo, pero mucho sobre las culturas que los pergeñan o los sostienen, sobre la gente que cree en ellos. Y a nadie le gusta que le digan ciertas cosas. Aunque no las entienda.
INGENIO LEGO Marcelo Matas de Álvaro. Diputación de Salamanca, 2016. 128 páginas.
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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
NESQUENS, LA EMPATÍA INFINITA :: V. M. NIÑO
Pedro Luis de Gálvez. :: EL NORTE
PEDRO LUIS GÁLVEZ, PÍCARO Y BOHEMIO ‘El sable. Arte y modos de sablear’ recupera la vida y obra de uno de los más pintorescos especímenes de nuestra historia CRISTÓBAL VILLALOBOS
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l diccionario de la Academia define la palabra ‘sable’, en su segunda acepción, como la habilidad para sacar dinero o de vivir a costra de otros. Fue esta habilidad, practicada de forma sistemática durante los años de la bohemia madrileña, primer tercio del siglo XX, la que llevó al poeta Pedro Luis de Gálvez a alcanzar, de forma triste y lastimosa, la posteridad literaria. Hijo de un general carlista, se escapó del seminario, ingresó en la Academia de Bellas Artes, para ser expulsado al poco tiempo por propasarse con una modelo, fue caricaturista en París, anarquista, preso en el penal de Ocaña por injurias a la Corona… A Pedro Luis le quedaba poco por hacer, más que poner por escrito sus conocimientos en el arte que más destacaba: el de la picaresca y el hampa. Fue en 1925 cuando publicó ‘El sable. Arte y modos
de sablear’, que acaba de reeditar la Editorial Renacimiento, y que nos sirve, además, para recuperar la vida y obra de uno de los más pintorescos y originales especímenes de nuestra historia. Un personaje de novela, de hecho Juan Manuel de Prada lo convirtió en protagonista de ‘Las máscaras del héroe’, que, por si fuera poco, fue también un excelente poeta, hasta el punto de que, muchas décadas después de su muerte, un anciano Borges aún recordaba varios de los sonetos del bohemio, que oscilan, algunos, entre Baudelaire y Manuel Machado, según la opinión de Andrés Trapiello. La obra que nos ocupa, representativa por la temática de toda la bohemia española, trata, como indica José Esteban, editor del volumen, en el estudio introductorio, de una miscelánea en la que Gálvez compone un catálogo de maneras, modos y pi-
EL SABLE. ARTE Y MODOS DE SABLEAR Pedro Luis de Gálvez. Edición de José Esteban. Febrero de 2018. Editorial: Renacimiento. Colección Biblioteca de Rescate. 242 páginas. 17,01 euros.
cardías para ‘operar’, es decir, para ejercitar el arte del sablazo, acompañado de un listado de nombres a los que sablear, bien por resultar víctimas fáciles, o bien por constituir un reto para el pícaro, así como por un conjunto de proverbios, reglas, poemas, acusaciones y exculpaciones que constituyen una obra original, tanto por su desparpajo y su cinismo, como por el grado de sinceridad y autoconfesión que alcanza. El libro es en sí mismo un sablazo, ya que el autor, que reconoce en estas páginas su poca afición al trabajo, había firmado con el editor unas doscientas páginas de texto. Cumplidas ciento veintidós, al truhan no le quedó otra que rellenar hasta el segundo centenar con poemas que no vienen al caso, y ya publicados, dedicados a cuadros de Zuloaga, a políticos de la Dictadura de Primo de Rivera, así como con una conversación dramatizada entre el escritor y el editor dispuesta en escalera, de manera tal que, con sólo quince palabras, consigue llenar una página entera. Un caradura de tomo y lomo, ulcerado y bueno, como lo vio Cansinos-Assens, de excepcional talento y originalidad, que malvivió, se malvendió y acabó fusilado tras la guerra civil por los crímenes que, parece ser, eran más engaños y triquiñuelas para comer y desenvolverse en el Madrid de la guerra que hechos reales.
El punto de fuga de la normalidad, ese parece ser el hilo conductor de la literatura de Daniel Nesquens. El escritor zaragozano ha demostrado una insólita capacidad para hacer de lo doméstico, de lo cotidiano, de lo común, un fértil territorio para enganchar a los chavales. ‘Marcos Mostaza’ es una antología de las aventuras de este niño al borde de los once años que desde la primera página encaja sabiamente el conflicto entre la realidad y el deseo. Nació y vive en Zaragoza aunque hubiera preferido gozar de su infancia en Florida, cerca de Disney World. Tiene una hermana, padres, un amigo paquistaní y una amiga lectora, esos son sus referentes que se van ampliando a medida que, a tenor del devenir diario, el lector va conociendo a su abuelo, por ejemplo. Un abuelo, en él despliega Daniel Nesquens su humor característico. El anciano tiene una explicación alternativa sobre la llegada del hombre a
la Luna al margen de la oficial, y pasa, claro, por una mina aragonesa. Años de oficio han forjado a un eficaz narrador, tan hábil con primeros lectores como en las siguientes etapas, que en esta ocasión confía la rapidez y el tono desenfadado de su novela a los diálogos. Marcos, Hanif, Lorena, y el resto de los personajes se asaetean con la palabra, sin que concurra apenas descripción o narración alguna. Logra así Nesquens una empa-
MARCOS MOSTAZA Daniel Nesquens. Ilustraciones de Claudia Ranucci. Anaya. 216 páginas. 12 euros. A partir de 10 años.
tía natural con su público, que como cuenta al final en su «auténtica entrevista falsa a Marcos Mostaza», es el mismo en Valladolid, Zaragoza o Fuenlabrada. La vida de Marcos en una ciudad de provincias, en su familia y en su escuela, es universal. Y los puntos de fuga de la normalidad son surrealistas en cualquier coordenada. El padre de Hanif –a su vez un cocinillas que hace bocadillos de spaguiettis– es guionista de cine, candidato al Oscar en una ocasión; Lorena deja sueltos misteriosos versos que desconciertan a Marcos y este es un observador desconcertado y a la vez que cómodo de lo que ocurre alrededor, tan simple como el transcurso y final de curso, tan complejo como intentar comprender a los que quiere y su relación con ellos. Excelente entrega del escritor que tantos buenos ratos hace pasar. Quien tenga ganas de más, puede volver sobre sus ‘Hasta casi 100 bichos’.
LAS NUBES SON ISLAS SOÑADAS :: V. M. N. Como su vecino de página, Ana Alonso es una reconocida firma en la literatura infantil y juvenil. Ha probado con suerte casi todos los géneros y en esta ocasión vuelve a la poesía. ‘Palabras para viajar’ ganó el X Premio de Poesía para Niños El Príncipe Preguntón y ha llegado a las li-brerías acompañado dee las ilustraciones de Án-geles Agrela. Alonso advierte en suss ‘normas de uso’ del libro o que «cada palabra no ess solo una palabra / es tam-bién una llave» y que «laa poesía es un entreteniimiento para aprender a usar esa llave secreta». Y así se suceden «palaabras para volar», «para naaovegar», «para partir»... Goilondrinas, veranos, amiue gos, mapas, libélulas que «cazan cama y silencio a elas orillas del río». Imágennes sugerentes, juego continuo con el lenguaje d de quien le «gustaba sentirse bajita entre un bosque de piernas larguísimas de personas mayores».
PALABRAS PARA VIAJAR Ana Alonso. Ilustraciones de Ángeles Agrela. Publicaciones Diputación de Granada. 80 páginas. 10 euros. A partir de 10 años.
14 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 10.03.18 EL NORTE DE CASTILLA
A
principios de febrero de este año la diputada en el Congreso Irene Montero deslizó en su discurso el ‘palabro’ del año, que ha hecho que muchas personas se rasgaran las vestiduras ante semejante atropello a la lengua española. Me refiero, claro está, a la palabra ‘portavoza’: «Mañana hay en el círculo de Bellas Artes un acto con diferentes portavoces y portavozas del grupo parlamentario confederal que hablarán con ustedes de la reforma laboral». Los primeros en quedarse perplejos, los periodistas que habían acudido a la rueda de prensa. Y se destapó la caja de los truenos, lo que provocó que todo el mundo, con criterio o no, se pusiera a opinar sobre la (in)oportunidad del palabro. Les confieso que no es para tanto. A pocos se les escapará el uso de la expresión «de los miembros y miembras de esta comisión» durante una comparecencia de la entonces Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, calificado por muchos como desafortunado y por ella misma como un lapsus; y no sé si recordarán el comentadísimo «jóvenes y jóvenas» –supongo que como una extensión afectuosa e irónica– con el que la diputada Carmen Romero se dirigió a los jóvenes en un acto multitudinario; y también la entonces ministra de Cultura Carmen Calvo soltó en una ocasión que «para esta ministra que ha sido cocinera antes que fraila...». Todo esto me recuerda al «ya están aquí las estudiantas», que decían las personas mayores de mi pueblo cuando nos veían llegar los viernes por la tarde; y a «qué fiestas ni qué fiestos, lo que tienes que hacer es estudiar» o «ni carnavales ni carnavalas, que mañana hay examen». Que se proponga el término ‘portavoza’, como ya antes se había propuesto ‘miem-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
POR QUÉ ‘PORTAVOZA’ NO TENDRÁ MUCHO MÁS RECORRIDO bra’, porque «las mujeres tenemos derecho a que la revisión del lenguaje sexista nos ayude en la reivindicación de todos y cada uno de nuestros derechos y de la igualdad», según dijo la secretaria de Igualdad del PSOE, me parece poco acertado por lo falaz del argumento. La revisión del lenguaje sexista no consiste solo en proponer un único procedimiento (el de añadir un morfema a la raíz de los nombres personales) para identificar el sexo del referente. Como ustedes saben, unos nombres personales utilizan radicales diferentes (hombre/mujer, yerno/nuera); otros no experimentan cambios en su forma y hacen explí-
cito su género indirectamente, es decir, mediante los determinantes o los adjetivos que los acompañan (el/la periodista, el/la cónyuge, el/la estratega, el/la colega, el/la testigo, el/la espía, el/la joven, el/la mártir, el/la miembro); otros, los epicenos, se refieren a personas mediante un único género gramatical, sea este masculino o femenino (el personaje, el vástago, la víctima, la persona, el bebé, el ídolo, la visita, el sujeto); y en otros se produce una alternancia flexiva entre la forma masculina y la femenina que permite diferenciar personas de distinto sexo (el juez/la jueza, el alcalde/la alcaldesa, el cartero/la cartera, el fotógrafo/la fotó-
grafa, el concejal/la concejala, el sastre/la sastra, el alcahuete/la alcahueta). Así funciona la lengua. Pueden consultar a este propósito cualquier gramática (no tiene por qué ser la de la RAE si así lo desean). Por eso limitarse a identificar el sexo del referente solo a través de este último procedimiento, el de la alternancia flexiva, unido al tan manido «lo que no se nombra no existe» es un argumento traído por los pelos que a los expertos nos provoca hilaridad. Está claro que queda todavía mucho por hacer para erradicar el sexismo en el lenguaje, pero es justo reconocer lo que se ha hecho, lo que todos hemos hecho. Por ejemplo, en lo referente a diccionarios, me parece un logro que la palabra ‘portavoz’, que en la 21.ª edición del diccionario académico (1992) figuraba como palabra masculina con referencia solo a varones, pasase a registrarse en la 22.ª edición (2001) como nombre común en cuanto al género (el portavoz/la portavoz), uno de los procedimientos señalados antes para identificar el sexo del referente. ¿Por qué creo que los hablantes no recurriremos de manera sistemática a la opción ‘portavoza’ para referirnos a una mujer autorizada para hablar en nombre y representación de un grupo o de cualquier institución o entidad? Pues sencillamente porque ‘portavoz’ es una palabra compuesta y la mayoría de los compuestos referidos a personas son comunes en cuanto al género (el/la aparcacoches, el/la cazatalentos, el/la pinchadiscos, el/la lavacoches, el/la guardameta, el/la limpiabotas). Tampoco me sorprendería que por empecinamiento se acabara aceptando, como ocurrió con ‘modisto’ contra todo pronóstico. Pero el tiempo dirá.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
OLETVM VALLADOLID
LETRAS CORSARIAS SALAMANCA
MARGEN VALLADOLID
FICCIÓN
FICCIÓN
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El día que se perdió el amor. Javier Castillo (Suma)
El día que se perdió el amor. Javier Castillo (Suma)
Carter. Ted Lewis (Sajalin)
Morir no es lo que más duele. Inés Plana (Espasa)
La villa de las telas. Anne Jacobs (Plaza&Janés)
La ofrenda. Gustavo Martín Garzo (Siruela)
Mejor la ausencia. Edurne Portela (Galaxia)
Sigo siendo yo. Jojo Moyes (Suma)
El día que se perdió la cordura. Javier Castillo (Suma)
La transparencia del tiempo. L. Padura (Tusquets)
Trilogía de sus fatigas. J. Berger (Debolsillo)
Negro como el mar. M. Higgins Clark (Plaza&Janés)
La bruja. Camila Läckberg (Impedimenta)
Morir no es lo que más duele. Inés Plana (Planeta)
Solenoide. Mircea Cartarescu (Impedimenta)
La villa de las telas. Anne Jacobs (Plaza&Janés)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
Cuentos. John Cheever (Random House)
A donde tú vayas, iré. V. Dana (Lumen)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Memoria del comunismo. Jiménez Losantos (La Esfera)
Mujeres de ciencia. R. Ignotofsky(Nórdica)
El entusiasmo. Remedios Zafra (Anagrama)
Fariña. Nacho Carretero (K. O.)
Fuego y furia. Michael Wolff (Península)
El fin del mundo tal como... M. García Aller (Planeta)
La lucha por la desigualdad. G. Pontón (Pasado&Presente)
Las recetas para adelgazar. A. Quintas (Planeta)
Morder la manzana. Leticia Dolera (Planeta)
Cuentos de buenas noches... Favilli, Cavallo (Planeta)
Réquiem por el sueñol... N. Chomsky (Sexto Piso)
Morder la manzana. L. Dolera (Planeta)
En defensa de España. Stanley G. Payne (Espasa)
Fariña. Nacho Carretero (K. O.)
Los Papas. J. Julius Norwich (Reino de Redonda)
Amores contra el tiempo. Dolores Conquero (Planeta)
La bailarina de Auschwitz. Edith Eger (Planeta)
Fuego y furia. M. Wolff (Península)
Japón perdido. Alex Kerr (Alpha Decay)
Próxima estación, Atenas. P. Markaris (Tusquets)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
SEMURET ZAMORA
PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
FICCIÓN
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FICCIÓN
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La transparencia del tiempo. L. Padura (Tusquets)
Fractura. Andrés Neuman (Alfaguara)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Que nadie duerma. J. J. Millás (Alfaguara)
Calle Este-Oeste. Sands (Anagrama)
La ofrenda. Gustavo Martín Garzo (Galaxia Gutenberg)
El manuscrito de fuego. Jambrina (Espasa)
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
La ofrenda. Gustavo Martín Garzo (Galaxia Gutenberg)
Eva. Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara)
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
Un andar solitario... Muñoz Molina (Seix Barral)
La uruguaya. Pedro Mairal (Libros del Asteroide)
Los pacientes del doctor García. A. Grandes (Tusquets)
Un andar solitario... Muñoz Molina (Seix Barral)
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
La transparencia del tiempo. L. Padura (Tusquets)
El fuego invisible. Sierra (Planeta)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
NO FICCIÓN
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NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Stalingrado. Hellbeck (Galaxia Gutenberg)
Palencia, momentos, personajes. Javier de la Cruz (Aruz)
Memoria del comunismo. Jiménez Losantos (La Esfera)
Memoria del comunismo. Jiménez Losantos (La Esfera)
Arqueología aérea en Castilla y León. Del Olmo (Autor)
Montañismo invernal. Rioja / Villegas (La Pedrera)
La España vacía. Sergio Molino (Turner)
En defensa de España. Stanley G. Payne (Espasa)
¿Vivir como buenos huérfanos?. Riechmann (Catarata)
Historia mínima de la... E. Moradiellos (Turner)
Muerte en Zamora. R. Sender (Postmetrópolis)
Un año en la antigua Roma. N. Marqués (Espasa)
Oráculo de tristezas. Pujante (Xoroi)
Plantas en la montaña palentina Pascual / Herrero (Aruz)
Tercios. Esparza (La Esfera de los Libros)
Elogio del futuro. E. Carbonell (Arpa)
Generación líquida. Bauman (Paidós)
Fasa Renault y España. Enrique Espinel (UVA)
El primer asesinato de... Ángel Viñas (Crítica)
Autorretrato sin ti. F. Aramburu (Tusquets)
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Sábado 10.03.18 EL NORTE DE CASTILLA
Nadar desnuda ORTIGAS A MANOS LLENAS SARA MESA
E
n el cuento ‘Ayuda doméstica’, incluido en ‘La vista desde Castle Rock’, el libro más autobiográfico de Alice Munro, la narradora recuerda un verano que trabajó como criada para una familia adinerada en una casa junto al mar, cuando ella tenía unos trece años. De orígenes humildes y pueblerinos, para la pequeña sirvienta los contrastes no estaban tanto en el dinero en sí como en el estatus que generalmente concede el dinero: elegancia, glamour y distintas costumbres sociales. De un modo profundo, sutil e intuitivo, estas diferencias le hacen sentir mal. Así sucede cuando la hija de la familia, que tiene más o menos su edad, le pregunta por su deporte favorito. El voleibol, dice ella –la pobre–, pero la otra –la rica– matiza: no se refiere a deportes en equipo, sino a esas otras actividades individuales más propias de su clase, como montar a caballo, nadar, jugar al tenis o al golf. La niña Alice ni siquiera sabe de qué le está hablando pero, en vez de disimular o mentir, opta por
transformar su vergüenza en fantasía y le cuenta que, allá donde ella vive, la mayoría de la gente jamás ha visto un váter con cisterna, los niños van descalzos y mueren de apendicitis porque sus padres no pueden permitirse llevarlos al médico y, a veces, solo cenan hojas de dientes de león. «Ni una sola de estas afirmaciones –ni siquiera la de las hojas de diente de león– era totalmente falsa. Yo había oído contar cosas así (...). Todos los incidentes aislados y las historias extrañas que había oído se propagaron por mi mente, de manera que casi llegué a creerme que yo misma había caminado descalza por el barro (...). Y esa falsa impresión que estaba dando parecía justificada, ya que mis exageraciones o mentiras relativas sustituían algo que yo no podía precisar». Más adelante, hacia el final del cuento, se celebra en la finca una fiesta a la que asisten un buen puñado de amigos de la familia, todos igualmente adinerados y ‘snobs’. Uno de ellos, el señor Hammond, un hombre de unos cuarenta o cuarenta y cinco años, le atrae de un modo hasta entonces desconocido: «Era alto y delgado, tenía el cabello oscuro, peinado hacia atrás, y el bigote era un trazo irónico sobre el labio superior. Al hablarme, se inclinaba hacia mí, como le había visto hacer antes cuando hablaba a las mujeres en el salón. En ese momento había pensado que la palabra para definirlo era ‘distinguido’». Hammond conversa con ella a solas, en la cocina, sobre asuntos sin importancia, aunque desliza un inquietante consejo: debería probar a meterse en el agua sin bañador y nadar desnuda. No le dice por qué. Simplemente lo suelta y después se va, dejando a la narradora confundida. Luego, cuando termina su trabajo y nadie puede verla, sigue su consejo y se mete desnuda en el mar. Turbada, fantasea con que el señor
La escritora Alice Munro. :: PETER MUHLY Hammond la acaricia en el agua, idea que le resulta atractiva y repulsiva a la vez: «La piel del señor Hammond podía ser suave, pero la edad y el conocimiento y la corrupción estarían presentes en él como verrugas y escamas invisibles». Por supuesto, nada de esto sucede. La niña Munro vuelve a vestirse y se marcha a su habitación de criada, mientras el cocktail prosigue fuera, para los otros. Entonces, arrebatada, escribe una carta para una amiga del pueblo: «Le describí la fiesta en términos escabrosos: la gente que vomitaba por encima de la barandilla de la terraza; una mujer que se desmayó y, al desplomarse en el sofá, se le deslizó parte del vestido y dejó a la vista un pecho viejo con el pezón morado (yo lo llamé
Munro describe la necesidad de ordenar y comprender el mundo cuando se presenta de súbito demoliendo los límites que nos fueron asignados
‘panzón’ en lugar de pezón). Hablé del señor Hammond, presentándolo como un sátiro, aunque añadí que era muy atractivo. Dije que me había acariciado en la cocina mientras tenía las manos ocupadas con las albóndigas y que luego me había seguido hasta la caseta y me había agarrado en la escalera. Pero yo le había dado un puntapié allí donde no lo olvidaría, y él había retrocedido. ‘Salió por piernas’, escribí». Al releerlo todo, se avergüenza y rompe la carta. ¡Qué manera más elegante y certera de explicar el impulso de la escritura! La niña Munro escribe por necesidad, por desahogo, para indagar en una zona oscura de sí misma –no oscura por sórdida, sino por desconocida–, construyendo una ficción en la que lo inventado emana de lo real,
en la que la vergüenza por un incipiente deseo sexual esconde también un matiz de autoafirmación ante la desigualdad de clase. La niña Munro comete faltas de ortografía, es consciente de sus mentiras y de su impudor, al igual que cuando exagera las condiciones de vida en su pueblo con historias excesivas que ocupan un misterio que aún no puede precisar. Con su habitual perspicacia, Munro describe a la perfección la necesidad de ordenar y comprender el mundo cuando se nos presenta así, de súbito, demoliendo las expectativas y los límites que nos fueron asignados. ¿Meterse en el agua sin bañador, nadar desnuda? Sí, pero de una forma totalmente distinta –y mucho más rebelde– de la que le propuso el señor Hammond.
16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 10.03.18 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Ángel Ortiz Coordinador: Chema Cillero
:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA
En la Arcadia de los Pujol E
n el verano de 1993 estuvimos de vacaciones en Queralbs. Aunque llevábamos un tiempo en Barcelona, hasta que no llegamos a aquel rincón del Pirineo no supimos que Queralbs era el feudo de los Ferrusola-Pujol. Tanto Jordi Pujol como Marta Ferrusola habían nacido en Barcelona, pero su lugar más mítico e íntimo era Queralbs, algo así como su paraíso particular. En el pueblo le tenían más respeto a la ‘primera dama’ que al señor Pujol, quizá porque ella estaba más vinculada a aquella tierra dotada de una naturaleza contrastada, fascinante y cruel. La gente de Queralbs, la que se quedaba allí todo el año, aseguraba que había sido de la primera dama la pintoresca idea de que todas las casas en Queralbs fuesen de piedra desnuda y con ventanas, puertas y persianas de madera. Compré libros para informarme de
cómo eran antiguamente las casas en Queralbs y comprobé que se parecían muy poco a las de ahora. El proyecto estético que se estaba desplegando en Queralbs no ofrecía dudas: se trataba de convertir un pueblo del Pirineo catalán en un pueblo del Tirol. Y en buena medida lo habían conseguido. Queralbs estaba cayendo en la tentación suiza, y faltaba poco para que alguna fonda llevase el nombre de Guillermo Tell. Casi todas las casas cumplían la norma de la piedra desnuda y las ventanas de madera, salvo la de Marta Ferrusola, ya que su casa incumplía todas las reglas. Los oriundos de Queralbs llamaban a aquella casa ‘la Cami’, porque sus colores apastelados recordaban los de un helado de nata, fresa y chocolate. Se trataba de un chalet cremoso y gigantesco. En el espacio del pueblo, el chalet de la primera dama era la representación más genuina del domi-
nio como exhibición, si bien en su versión más cursi y creaba una diferencia excesiva entre ella y las demás: una diferencia feudal. Los del pueblo me lo decían continuamente, si bien con palabras más burlonas y cortantes. Uno de ellos
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
lo expresó así: «A menudo las leyes son para todos menos para los que las formulan.» Creo recordar que hasta mediados de agosto no se percibieron en el pueblo los trastornos que suelen acarrear los gobiernos y sus farándulas. Hasta que de pronto, una mañana, fue como si media Generalitat hubiese desembocado en Queralbs. Los funcionarios más próximos al presidente llegaron con sus mujeres y sus hijos, y por las noches llenaban el bar donde un individuo de aire expresionista hacía números de hipnosis y prestidigitación. El individuo en cuestión era uno de los hipnotizadores más hábiles que me ha dado a conocer la vida, y ya la primera noche logró hipnotizar a dos funcionarios. A uno de ellos consiguió dejarlo rígido y recto, sosteniéndose sobre dos sillas como una tabla de planchar. El pobre hombre regresó a la realidad con cara de ha-
ber hecho un viaje interplanetario de naturaleza inconfesable. Se sentó junto a mí con aire apesadumbrado y como si estuviera preguntándose cómo se había dejado hipnotizar por aquel sujeto con cara de vampiro, ante la mirada de asombro de su mujer y de su hijo. Esa misma noche, un rumor más poderoso que el viento que llegaba desde el páramo de Nuria empezó a recorrer el pueblo de parte a parte: el señor Pujol había llegado a Queralbs y en esta ocasión pensaba hacer un poco de montañismo, como en sus días de juventud. En parte el presidente decía la verdad, y en parte mentía. Sí, al día siguiente salió a dar un paseo por el campo, digámoslo así. Fue descendiendo hacia el río, rodeado de su séquito y de una legión de policías. Yo me hallaba haciendo yoga junto al río, en un estado de gran placidez y de gran concentración, cuando vi el
Hasta mediados de agosto no se percibieron en el pueblo los trastornos que suelen acarrear los gobiernos y sus farándulas bosque lleno de agentes vestidos de negro, que se deslizaban entre los árboles como marines que estuviesen tomando una isla del Pacífico. Una vez más estalló ante mis ojos la excepción: aquel lugar de paz donde crecían las fresas silvestres se había convertido en un territorio ocupado de forma más o menos militar. No dejé de hacer yoga pero maldije aquella situación. Enseguida un nuevo rumor comenzó a deslizarse por el lugar: Pujol se acababa de romper una pierna cuando descendía hacia el río, y se suspendía la excursión presidencial que con tanto pompa y aparato se estaba desplegando en los alrededores de Queralbs. La paz regresó a los bosques y yo continué con mis meditaciones. No te engañes, lector, no estoy haciendo ficción. Todo lo que cuento es rigurosamente cierto.