Agitación de conciencias

Page 1

SOMBRA CIPRES

NÚMERO 301 Sábado, 05.05.18

LA

DEL

Agitación de conciencias La calle Gay-lussac, en el Barrio Latino de París, el 11 de mayo de 1968, tras los enfrentamientos de la noche entre policías y estudiantes. :: AFP

El Mayo del 68 francés sacudió el orden social y en sus entrañas se incubó una nueva cultura política [P2]


2 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

Un quebradero de insignes

Estudiantes y trabajadores se manifiestan en las calles de París el 13 de mayo de 1968. :: AFP

Las posturas en torno al Mayo del 68 francés siguen encontrándose años después desde las mismas trincheras, aunque en distintos campos de batalla

SAMUEL REGUEIRA

F

ue un éxito o un fracaso? ¿Supuso una revolución política o cultural? ¿Su espíritu sigue vivo, pese a que muchos de los participantes terminaran engullidos por el sistema –político, universitario– que decían combatir, o murió con aquella fagocitosis? Cincuenta años después de aquel

mes de mayo del año 1968, aún hoy resiste una buena parte del descontento global que entonces se erigió como símbolo focalizado en la clase universitaria de la ciudad parisina –si bien hubo acontecimientos de índole similar en Praga y en México– en forma de debates a propósito de su pertinencia, sus contradicciones, sus logros y sus descalabros. De mantener la discusión viva y robusta se han encargado las cabezas de diferentes representantes intelectuales, desde las mismas trincheras –el bando reaccionario y

la facción contra el ‘establishment’– pero en distintos campos de batalla, que abarcan las movilizaciones ciudadanas, el activismo feminista o las acampadas del 15M, entre otras problemáticas sociales. «Hoy los estudiantes toman conciencia de en qué se los quiere convertir: en los mandos del sistema económico existente […]. Su único crimen es rechazar una Universidad cuyo objetivo es formar a los empresarios del mañana y a los instrumentos dóciles de la economía». Con estas palabras se abría el 7 de

mayo de 1968 el primer número de ‘Action’, la publicación insignia de la insurrección estudiantil, tal y como recoge Michel Sitbon en ‘La primavera de París’, y que dirigía sus principales dardos hacia una institución clasista y sectaria como la Universidad de entonces, «que no es más que un instrumento de represión contra todas las ideas disconformes con los intereses de la clase dominante». Aquellas palabras que abrían ‘Action’ dialogaban abiertamente con las pronunciadas por Herbert Marcuse


3

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

CARLOS AGANZO

cabezas

Los otros mayos del 68

C

uando París estornuda toda Europa se resfría. Así sucedía, así sucedió y así seguirá sucediendo. Quizás por eso, de entre todas las revoluciones ligadas a esa fecha, la de mayo en las barricadas del Barrio Latino de París ha terminado convirtiéndose en el icono mayor de la gran protesta mundial del 68. Con Cohn-Bendit y el Comité de Ocupación de la Sorbona; con las lecturas de ‘La revolución sexual’ y ‘El hombre unidimensional’; con las clases de Althusser en la École Normale Supérieure; con las canciones de Léo Ferré y George Brassens… Con aquellos diez millones de obreros en huelga ocupando las factorías francesas. Y con los carros de combate de nuevo retumbando por las calles de París, casi pisando los ecos de la terrible ocupación nazi. Todo ello, con el telón de fondo de una convulsión planetaria que se manifestaría en los más diversos escenarios antes, durante y después de representarse en las calles parisinas: la Revolución Cubana, la Revolución Cultural China, la Primavera de Praga, la guerra fría, la Guerra de Vietnam… Hubo, pues, un Mayo del 68 francés, pero también muchos otros ‘mayos’ alrededor del mundo. En México, por ejemplo, ese mismo mes se echaron a la calle estudiantes, trabajadores, intelectuales, profesionales, amas de casa, movimientos vecinales y de izquierdas…, todos unidos frente al gobierno del PRI, en el inicio de un proceso que desembocaría, en octubre, en la Matanza de

en un congreso internacional londinense en julio del año anterior –recogido en su colección de ensayos ‘La sociedad carnívora’–, en la que uno de los principales inspiradores de este movi-miento sostenía que «tene-mos que liberarnos de unaa sociedad que funciona rela-tivamente bien, que es ricaa y poderosa». Esa emancipa-a, ción de la opulencia pasaba, insiste más adelante, porr i«abolir los sistemas constituidos de servidumbre». En plena revolución –por mucho que el propio Marcu-

Cartel de mayo de 1968 que reza ’La belleza está en la calle’.

blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/

sse abominara de aquella p palabra y prefiriera etiq quetarla como ‘acción masiva’– fueron distintas también las posturas de distintos intelectuales. En su espléndido ensayo ‘Revoluciones: Cincuenta años de rebeldía (19682018)’, editado este mismo año por Galaxia Gutenberg, el periodista Joaquín Estefanía desarrolla un exhaustivo repaso por los impactos de Mayo del 68, a favor y en contra. En este sentido destacan las palabras de Hannah Arendt,

que a propósito del movimiento estudiantil estadounidense coetáneo –directamente influido, si bien más volcado en torno a la guerra de Vietnam y los derechos civiles– elogia «su determinación de actuar, su júbilo en la acción y su confianza en la capacidad para cambiar las cosas con su propio esfuerzo». Frente a ella, el parisino Raymond Aron trata de trivializar este «carnaval estudiantil», una «súbita distracción del aburrimiento cotidiano […] realizada más como juego que como revolución». El también crítico Pas-

la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Especialmente cruento fue también el ‘mayo’ de Argentina. No en el 68, sino en el 69, cuando los disturbios y algaradas de los años anteriores terminaron provocando el ‘Cordobazo’, una violenta protesta, con numerosos muertos, que acabó con el gobierno dictatorial de Juan Carlos Onganía. El general Onganía había accedido al poder en julio de 1966, y sólo un mes después de su toma de posesión había estallado la revuelta en la Universidad de Buenos Aires, que se oponía a la intención del gobierno de derogar la autonomía universitaria; la Noche de los Bastones Largos se saldó con brutales agresiones policiales a estudiantes y a autoridades universitarias, con más de cuatrocientos detenidos, y con la destrucción de laboratorios y bibliotecas, lo que propició una auténtica fuga de cerebros. En los Estados Unidos, la sucesión de movimientos contraculturales surgidos a finales de los cincuenta desembocó, en 1968, en dos grandes movilizaciones populares: la denuncia de la Guerra de Vietnam y el Movimiento por los Derechos Civiles; el asesinato de Martin Luther King, el 4 de abril,

El mayo francés coincidió con grandes protestas en México, Estados Unidos, Argentina, Suiza o Alemania

cal Bruckner rescata el lema «No queremos un mundo en el que haya que cambiar la garantía de no morir de hambre por la certeza de morir de aburrimiento» (‘La euforia perpetua’). Los propios universitarios también fueron cuidadosos a la hora de escoger intelectuales que los representasen: Marguerite Duras, Pierre Bourdieu, François Châtelet, Edgar Morin y, la joya de la corona, Jean-Paul Sartre, que protagonizó una entrevista coloquio junto a uno de los principales nombres de la ac-

marcó un punto de inflexión. También en Europa los ‘mayos’ revolucionarios se sucedieron alrededor de aquellas fechas. Si los estudiantes italianos se habían adelantado, en 1967, ocupando las universidades de Milán y de Turín, los suizos hicieron lo propio con la de Locarno en marzo del 68. En el mismo mes de mayo los estudiantes alemanes ocupaban la Universidad en Berlín, como expresión de una «revuelta continua» que tenía como objetivos fundamentales protestar por la Guerra de Vietnam y por la presencia de ex altos cargos nazis en la administración. El detonante, en abril, fue el intento de asesinato, con tres balazos en la cabeza, del estudiante Rudi Dutschke. ¿Hubo también un Mayo del 68 en España? Quizás su manifestación más evidente fue el multitudinario concierto de Raimon, ese mes, en la Universidad Complutense de Madrid. El signo de la contestación de una universidad que tres años antes, en 1965, asistió a la expulsión de sus cátedras de Tierno, García Calvo y López Aranguren. El diario ‘Madrid’, que fue uno de los pocos que superó la censura sobre los sucesos de la Universidad, se arriesgó a publicar entonces el artículo ‘Retirarse a tiempo’, en el que el Calvo Serer comparaba a Franco con De Gaulle, y pedía abiertamente su retirada. Tras los sucesos de mayo del 68 en Francia, De Gaulle convocó elecciones para junio; aunque su partido consiguió ganarlas, al año siguiente el ‘no’ al referéndum sobre la regionalización y la reforma del Senado, supuso su retirada de la escena política. En España, el Gobierno suspendió al diario ‘Madrid’ durante dos meses, antes de obligar a su clausura, en noviembre de 1971, y a la posterior voladura del edificio que lo albergaba, en abril de 1973. Todo un símbolo del alcance de las protestas.

ción estudiantil; Daniel CohnBendit (alias ‘El Rojo’). Marcuse posteriormente retomaría las palabras del autor de ‘La náusea’ como la mejor explicación de estos acontecimientos: «Los jóvenes protestan y rechazan porque se están asfixiando». En la cesta de los descartes por parte de los sublevados, sigue destacando Stibon, emergió el poeta e integrante del Partido Comunista francés Louis Aragon, que trató de arrimar el ascua a su sardina poniendo a disposición de los jóvenes su periódico

>


4 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

Convulsión juvenil en la Europa opulenta Mayo del 68 se incubó en los gloriosos años del crecimiento económico, la moderación política y la americanización del consumo, con el trasfondo de la guerra del Vietnam

A

quello fue mucho más que una simple algarada estudiantil, incluso trascendió con mucho la rebelión de los «opulentos niños de papá» que caricaturizaron no pocos coetáneos. Lo

del Mayo del 68 parisino fue, ente otras cosas, la expresión de un nuevo ciclo de conflictividad producto de fórmulas innovadoras de movilización social. Nuevas formas, nuevos eslóganes y nuevos actores que quebraron el paradig-

ma clásico de la acción colectiva, y que no pueden entenderse fuera del contexto internacional del momento. El referente más inmediato no es otro que el del mundo bipolar generado en 1947 por la Guerra Fría, una larga etapa de disputas en el tablero internacional y de enfrentamientos controlados, pero también de miedo a la amenaza nuclear que, no obstante, atravesó por diferentes ci-

clos: el de los prolegómenos del estallido del Mayo del 68 ha sido bautizado como «coexistencia pacífica» entre los dos bloques, el comunista liderado por la URSS y el occidental y capitalista capitaneado por Estados Unidos. Aun así, aquellos años vinieron marcados por «puntos calientes» y acontecimientos de norme tensión conflictiva como la crisis de los misiles de Cuba (1962) y, sobre todo,

a los efectos que nos ocupan, la terrible guerra del Vietnam, cuyo origen debe remontarse a la voluntad de J.F. Kennedy de apoyar militarmente a Vietnam del Sur ante las ansias expansionistas de su vecino del Norte para evitar la expansión del comunismo en el sudeste asiático. Si en 1965, su sucesor, Lyndon B. Johnson, ordenaba un despliegue militar masivo en la zona, tres años después Nixon extendía la guerra a Camboya e intensificaba los bombardeos. El impacto en la opinión pública no se haría esperar, lo mismo que la intensificación de los movimientos pacifistas en la Europa occidental. El bloque soviético, entre tanto, había transitado desde la voluntad desestalinizadora de Nikita Kruschev hasta

>

‘B ll Artes ‘Bellas A t ha h cerrado, d pero el arte revolucionario ha nacido’. Debajo, ‘Burgueses, no habéis entendido nada’.

‘Lettres françaises’. Los jóvenes terminan afeando su postura tibia y equidistante –un concepto hoy revalorizado– y Aragon se marcha, disuadido de sus propósitos. Finalmente, la astucia del gobierno de De Gaulle –que pactó con los obreros al margen de los estudiantes– consiguió que el conservadurismo se alzara con los apoyos de intelectuales como Malraux y los llamados ‘nuevos filósofos’ como Bernard-Henry Lévy o André Glucksmann. Estos, profundamente influidos por el anticomunismo a raíz de la publicación de ‘Archipiélago Gulag’, de Solzhenitsyn, emprendieron una campaña de acoso y derribo contra lo que quedara del espíritu de «izquierda radical» que suponía Mayo del 68. No fueron los únicos responsables: Estefanía relata la traición de muchos sesentayochistas que se cortan las melenas de la revolución y se incorporan a la universidad como profesores o catedráticos con políticas neoliberales tan o más severas como las que, en juventud, aseguraban combatir.

Cine y revolución Otro intelectual nada sospechoso de conservadurismo, el cineasta Pier Paolo Pasolini, destacó una de las más notables contradicciones del movimiento en su poema ‘El PCI entre los jóvenes’: los jóvenes estudiantes eran hijos de las mismas élites que combatían, y las fuerzas policiales que trataban de reprimirlos; descendientes del proletariado que los burgueses defendían. En lo que se refiere al cine; los

cortometrajes ‘cinétracts’ de, entre otros, Alain Resnais, Chris Marker y Godard –responsable también de la previa ‘La chinoise’– mostraron un apoyo notable a la causa estudiantil. Con la épica del perdedor, tan del gusto del séptimo arte, Mayo del 68 ha sobrevivido a través de distintas versiones fílmicas; desde ‘Dreamers’ de Bertolucci hasta ‘Milou en mayo’ de Louis Malle, entre otras.

Manifestantes se enfrentan a la policía frente a la librería parisina Joseph Gibert, en el Boulevard Saint Michel, el 3 de mayo. :: JACQUES AMRIE-AFP

ENRIQUE BERZAL

los nuevos tiempos duros de su sucesor, Leónidas Breznev, que ese mismo año de 1968 no tendría empacho alguno en proclamar, de palabra y con hechos dramáticos, la restricción de soberanía en los países de su órbita para, según sus propias palabras, proteger el comunismo: el aplastamiento, por parte de los tanques del Pacto de Varsovia, de la experiencia del «socialismo de rostro humano» en Praga sería su expresión más terrible. Fueron los años 60, además, los del avance del proceso de descolonización y los


5

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

del punto final de los imperios europeos, pero mucho más relevante fue la coyuntura económica de Europa occidental, que no por casualidad ha sido calificada como los «treinta gloriosos» años desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis del petróleo. Mayo del 68 acontece, de hecho, en una Francia que se había beneficiado de la ayuda norteamericana a la recuperación material y en un occidente europeo lanzado, en virtud del modelo de economía social de mercado, a un progreso impactante. De hecho, a finales de la década de los 60, la media de crecimiento de Europa occidental era de un 4 o un 4,5 anual, con tasas de inflación relativamente elevadas pero con

evidentes pruebas de éxito en términos de empleo. La euforia parecía justificada porque las cifras apuntaban a tasas de crecimiento europeas superiores a las norteamericanas, pero también por la eficacia de las políticas intervencionistas en el estímulo de la demanda. Las inversiones del Estado en sectores estratégicos estimularon el crecimiento económico, crearon trabajo y alentaron el consumo. En Francia, por ejemplo, los salarios se cuadruplicaron entre 1950 y 1970, mientras en Alemania occidental se multiplicaban por tres. Avanzaron las políticas de igualdad educativa mediante la extensión de la enseñanza secundaria y universitaria a las clases medias y populares, y lo mismo ocurrió con la cobertura de los gas-

tos sanitarios, las facilidades públicas para el acceso a la vivienda y la garantía de las pensiones. En definitiva, los gastos sociales de los Estados de Europa occidental se incrementaron desde el 9 al 18% del Producto Nacional Bruto entre 1950 y 1973. La extensión de las clases medias se tradujo en una americanización galopante de las pautas de consumo, se generalizaron los automóviles de uso familiar, las televisiones, la Coca-Cola, los pantalones tejanos, los electrodomésticos, triunfó el cine de Hollywood... Una gran parte de la población accedió a las vacaciones pagadas y el turismo devino en fenómeno de masas. Avanzaron los nuevos métodos de propaganda comercial, los supermercados y

La extensión de las clases medias afianzó la democracia parlamentaria y alentó la huida de los radicalismos Los sindicatos vivieron su época dorada en número de afiliados y de influencia sobre la regulación de las relaciones laborales

los grandes almacenes, y la segunda ola de urbanización masiva se tradujo en un 58% de europeos viviendo en las ciudades. Como ha escrito Xosé M. Núñez Seixas, la extensión de las clases medias afianzó la democracia parlamentaria y alentó la huida de los radicalismos, tanto a derecha como a izquierda. El incremento del nivel de vida supuso el desapego de no pocos trabajadores de las veleidades comunistas, el fascismo cayó en desgracia, socialdemócratas y democristianos compartían su creencia en la economía social de mercado y los Partidos Comunistas, cada vez más desengañados con el proceder totalitario de la URSS, viraron hacia una fe democrática que se traduciría en el «eurocomu-

nismo». Los sindicatos vivieron su época dorada en número de afiliados y de influencia sobre la regulación de las relaciones laborales, mientras primaba la negociación sobre la conflictividad. Fue en este –aparentemente– idílico contexto en el que irrumpieron los llamados «Nuevos Movimientos Sociales», pacifista, ecologista, feminista y estudiantil, nuevos actores sociales con nuevas formas de organización y acción, más espontáneas, antijerárquicas y menos institucionalizadas, y guiados por nuevos «valores postmaterialistas» como la lucha por la paz, el respeto al medioambiente y la igualdad de género y de raza. Y en las entrañas de esa nueva cultura política se incubó Mayo del 68.

La novedad del 68: los protagonistas, las reivindicaciones, el escenario ENRIQUE GAVILÁN

M

ayo del 68 no se parece a ningún acontecimiento de la historia previa, tanto en lo que se refiere a sus actores, al tipo de reivindicaciones, a lo inesperado del lugar donde se produjo el estallido. En aquel año un nuevo sujeto revolucionario entraba en la historia; por primera vez la protagonista no iba a ser una clase social, sino una clase de edad: los jóvenes, los estudiantes, un grupo no integrado todavía en el sistema productivo que habita el limbo privilegiado de la universidad. Los jóvenes habían venido desarrollando una marcadísima identidad propia, caracterizada por nuevas formas de vida y de cultura, que encontrarían su principal emblema en la música, el pop, el rock. Sus intérpretes –Dylan, Hendrix, Beatles, Rollings, …–, se convertirían en iconos de aquella generación; Woodstock, en su lugar sagrado. También son nuevas unas reivindicaciones caracterizadas por su totalidad. Nada escapaba a la crítica: familia, autoridades, formas políticas, relaciones sociales… En unos paí-

ses prósperos, relativamente equilibrados, se cuestionaban valores e instituciones que habían parecido objeto de un amplísimo consenso. Por otra parte, las nuevas exigencias no se proyectaban hacia un futuro más o menos lejano, sino que se planteaban como demandas que debían realizarse de forma inmediata. Un célebre grafiti parisino decía: «Corre, camarada, el viejo mundo corre tras de ti». De acuerdo, había que correr, ¿pero hacia adónde? Las reivindicaciones eran contradictorias: a la vez democráticas y libertarias, individualistas y comunitarias. Daban una impresión de indigencia programática que algunos interpretarían como simple delirio verbal, sueño de adolescencia prolongada, discurso de jóvenes intelectuales aislados de las realidades de la vida. Aquellas reivindicaciones implausibles despertaron sin embargo una fe intensa, aunque efímera, en su realización, y no sólo entre los jóvenes. En la modernidad de aquellos rebeldes había algo de cierto milenarismo primitivo. La revuelta del 68 fue general, aunque no universal (España sería una excepción; el conflicto fue posterior y con características propias). Desde USA a Japón los movimientos estudiantiles conmovieron al mundo. El momento más intenso de la revuelta se produjo en París, seguramen-

te el más improbable de los escenarios. El movimiento se encontraba mucho menos desarrollado que en otros países, ante todo, Alemania y Estados Unidos. Todavía en marzo de aquel año ‘Le Monde’ pubicaba un artículo que comparando situaciones concluía: «Los franceses se aburren». Sin embargo, en una semana (del 3 al 10 de mayo) Francia iba a recorrer el camino que en otros lugares había llevado años; en 24 horas (‘La noche de las barricadas’, entre el 10 y el 11 de mayo) los iba a adelantar ampliamente. El inesperado estallido francés no se explica por una situación económica difícil; todo lo contrario. Tampoco la torpeza de los políticos fue la principal razón, aunque contribuyera lo suyo. A diferencia de otros países, el movimiento obrero, uno de los más activos y mejor organizados de Occidente, se sumó decididamente a la revuelta, provocando una crisis social, cultural y política sin precedentes. Las revueltas del 68 fracasaron, pero desde las barricadas erosionaron valores y estructuras, revolucionaron costumbres. Su principal efecto fue antiautoritario y antijerárquico; favorecieron el individualismo hasta el punto de que los antiguos rebeldes son hoy acusados de haber propiciado el triunfo del neoliberalismo rampante.


6 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

El 8 de junio los estudiantes apoyan a los trabajadores de Renault en huelga. :: AFP

Los jóvenes toman las calles de París. :: EL NORTE

Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes de las protestas, se dirige a los estudiantes en la Universidad de la Sorbona. :: AFP

Reflexiones entre los Gluksmann CRISTÓBAL VILLALOBOS

E

n abril de 2007, Nicolas Sarkozy, en su último mitin antes de las elecciones que acabarían por convertirlo en presidente de la República, exhortaba a los franceses a deshacerse del fantasma de mayo del 68. Acusaba a los herederos de este momento histórico de imponer el relativismo, el todo vale, de introducir el cinismo en la sociedad y haber permitido el culto al dinero y al capitalismo financiero. A pocos me-

tros, apoyando su candidatura, el filósofo, y en otros tiempos joven adalid revolucionario en aquel mayo, André Glucksmann, asistía interesado al impulso rupturista del candidato de la derecha gala, a pesar de las críticas que esto le ocasionaría ante buena parte de la intelectualidad francesa de izquierdas. Pocos tiempo después el filósofo, uno de los pensadores europeos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, prepararía junto con su hijo Raphaël, ‘Mayo del 68 explicado a Nicolás Sarkozy’, como se titularía este libro en el país vecino y que se publicaría coincidiendo con el cuarenta aniversario del mayo francés. Hoy, ante el medio siglo de

esta efeméride, Taurus reedita la obra en español, con un nuevo prólogo de Raphaël, tras la muerte de su padre en 2015, y ante la vigencia que sigue teniendo este diálogo padre e hijo diez años después. El mundo ha cambiado ostensiblemente desde aque-

Padre e hijo entablan un diálogo entre dos generaciones que debaten qué parte del 68 vive aún en nuestros días

llos días, cincuenta años que han contemplado posiblemente el mayor cambio social en muchos siglos, pero mayo del 68 sigue siendo un recuerdo casi legendario ante el cual los políticos europeos se posicionan según la militancia política de cada cual. Impulso revolucionario que liberó a la sociedad occidental, y al que debemos buena parte de las libertades que gozamos hoy en día, o generador de la crisis actual de valores y del relativismo reinante, quizás ambas cosas, pero siempre controvertido mito político que irradia su influencia desde el Sena al resto de Europa. «Nos guste o no, todos somos hijos del 68», sentencia

Raphaël Glucksmann en el nuevo prólogo, afirmando que retoma la conversación con la necesidad de «defender los derechos y las libertades que nos legó el 68», pero también con la misión de cuestionar el legado recibido, sin ser «guardianes de museo» o «cazadores de brujas». Es esto mismo lo que hacen padre e hijo en el libro, dos personalidades libres en una reflexión a dos voces, en un diálogo entre dos generaciones que debaten qué parte del 68 vive aún en nuestros días y que, a pesar del tiempo transcurrido, y de la nebulosa que la memoria cierne sobre los recuerdos de los que vivieron aquel mayo, sigue estando de máxima actualidad.

MAYO DEL 68. POR LA SUBVERSIÓN PERMANENTE André y Raphaël Glucksmann. Editorial: Taurus. Número de páginas: 248. Precio: 18,90 euros.


Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

y

7

ABECEDARIO de lector

ADOLFO GARCÍA ORTEGA

Yate.- Uno especialmente literario, el ‘Narrenschiff’, de Archibaldo Olson Barnabooth, el inmortal personaje creado por Valery Larbaud en ese ameno libro que es ‘Obra Completa de A. O. Barnabooth’ (1913). Parodia divertidísima, a la vez que una deliciosa novela de aventuras, se recogen aquí las andanzas del archimillonario americano Barnabooth, joven ingenuo y generoso, que viaja por Europa por todos los medios: los «grandes expresos europeos», los coches de lujo y, por supuesto, su yate «de nombre grotesco», como él define al suyo y cuya traducción del alemán es ‘La nave de los necios’ (en homenaje al libro homónimo del erudito germano del siglo XV Sebastian Brant). Yeats (William Butler).- Este poeta irlandés inclasificable (1865-1939), simbolista tardío y surrealista adelantado, aportó a la poesía universal el misterioso misticismo céltico que recorre una fascinante parte de la poesía europea a través de una cadena con eslabones como Dylan Thomas, Seamus Heaney, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda o Julio Llamazares. Yehoshua (Abraham B.).- Novelista israelí (Jerusalén, 1936) de orígenes sefardíes, su obra es amplia y variada, rompedora y clásica a partes iguales. Tres de sus libros son extraordinarios: ‘El señor Mani’, crónica muy original de varias generaciones escrita mediante cinco diálogos que van hacia atrás en el tiempo, de 1982 a 1848. ‘Viaje al fin del milenio’, viaje de un judío por la Europa del siglo X. Y ‘El responsable de recursos humanos’ (en España traducido como ‘Una mujer en Jerusalén’), implacable retrato con tintes de comedia negra de la sociedad israelí actual hecho a través del periplo que emprende un grupo de personas para llevar a su pueblo natal el cadáver de una mujer muerta en un atentado. A Yehoshua, merecedor al premio Nobel tanto o más que muchos de los siempre citados como candidatos, lo han comparado con Faulkner y

con Lampedusa. Si recuerda a los dos es debido a que tiene la fuerza y la sutileza de ese tipo de escritores. Honesto y exigente, siempre ha huido de la autocomplacencia, por eso leerlo es embarcarse en una aventura cuyo destino nunca es previsible. Yeti.- Bruce Chatwin, en su siempre sorprendente libro ‘¿Qué hago yo aquí?’, tiene un capítulo dedicado a la búsqueda del Yeti. Cuenta que, viajando por el Tíbet, supo que «hay dos clases de yetis: los mih-teh, que matan a la gente, y los dzu-teh, que solo matan animales». Le dijeron que quien lo mirase a los ojos directamente «estaba condenado a morir». Claro que siempre hay excepciones. Y Chat-

«Tienen siempre más interés el ‘tú’ y el ‘nosotros’ que el ‘yo’. En materia literaria, un buen ‘él/ella/ellos’ es imbatible»

win conoció a una mujer que se libró de morir tras ser atacada por un yeti. Sucedió en 1974. La mujer se llamaba Lakpa Doma y cuidaba de tres yaks. El yeti «apareció de detrás de una roca y la arrastró hasta el arroyo, la dejó allí y regresó a matar a los tres yaks torciéndoles los cuernos. La bestia tenía ojos amarillos, cejas sobresalientes y sienes hundidas». La policía que, por lo visto, acudió a ver los yaks muertos dijo que aquello no podía haber sido hecho por ningún humano. Chatwin comprendió que era «una especie de dios». Yidis.- Es el idioma alemán mezclado con formas lingüísticas hebreas que hablaban los judíos askenazíes de la Europa del Este antes del Holocausto. Los más famosos autores en yidis son Shalom Aleijem e Isaac Bashevis Singer. La concesión del Nobel a este último, quien toda su vida escribió en yidis, vino a reconocer su subyugante literatura. El famoso musical ‘El violinista en el tejado’, basado en ‘Tevie el Lechero’, de Aleijem, junto con la obra pictórica de Marc Chagall, supusieron la mundialización del universo rural donde se fraguó esta lengua ya periclitada y que tuvo una época de oro en el teatro judío argentino del primer tercio del siglo XX, como bien relata Edgardo Cozarinsky en su deliciosa novela ‘El rufián moldavo’.

Yo.- Dícese de los órganos recubiertos de una piel cuya apariencia repetida ante un espejo identifica la imagen con la voz que emite esa palabra: ‘yo’. A partir de ese hecho, todo lo demás es ficción (historia, personalidad, carácter, clases social, etc.). Tienen siempre más interés el ‘tú’ y el ‘nosotros’. Y, en materia literaria, un buen ‘él/ella/ellos’ es imbatible. Yocasta.- Conocida en la ‘Odisea’ como Epicaste y en las obras de Sófocles y Eurípides como Yocasta, la esposa de Edipo tiene el pequeño (y fundacional) lío de haber sido previamente su madre. ¿Y cómo fue posible? La historia mitológica advierte de que ni una ni otro se reconocieron como madre e hijo cuando se casaron y fecundaron varios vástagos. El destino será trágico para ambos, cómo no. Al saber del doble incesto, Yocasta se ahorcó y Edipo se cegó a sí mismo clavándose en los ojos la aguja del pelo de su madre e inició luego un vida errante de la mano de su hija Antígona. Es una figura muy interesante para la cultura, porque rompe el tabú desde todos los frentes posibles, pero los dioses no le dieron fortuna, sino desgracia. Madre y esposa y madre, todo en la misma secuencia y con el mismo hombre. Puede que sea un mito que ha conformado los sistemas represivos y de control socio-antropológico, pero no es nada nuevo entre ciertos pueblos. Yocasta, lejos de ser una aberración, es una variante. Yuma.- Esta pequeña ciudad de Arizona, famosa antaño por su terrible prisión, contiene la esencia de las novelas del Oeste con suspense, una especie de género negrowestern, sobre todo gracias al relato ‘El tren de las 3:10 a Yuma’, cuyo autor es el prolífico Elmore Leonard. Leonard nos dejó relatos del Oeste que son prototípicos de esta literatura popular. Muchos pasaron al cine. Los más memorables son ‘El rastro de los apaches’ o ‘Infierno en el Cañón del Diablo’, ambientados también en la Arizona del XIX.


8 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

T

al vez la mejor forma de hacerse una idea sobre el carácter y los sentimientos, los adentros de un escritor, sea –en realidad, era, toda vez que el correo electrónico ha terminado casi con el postal con las consecuencias a efectos literarios que todos conocemos, prefiero no meneallo– acercarse a su correspondencia, en particular, naturalmente, a aquélla que escapa a lo cotidiano por la categoría de sus interlocutores. Es lo que sucede con los intercambios epistolares de la impar Hannah Arendt con su maestro, mentor y amante Martin Heidegger y con Gershom Scholem, «la personificación del judaísmo», según el no menos imprescindible Walter Benjamin. Respecto al primero, Herder reedita ‘Correspondencia 1925-1975’, traducida a principios de siglo por Adan Kovacsics, una garantía añadida a la edición, extraordinaria se mire por donde se mire, tanto en factura como en contenido: notas exhaustivas y atinadísimas, documentos adicionales pertenecientes al legado de ambos, algunos poemas de Arendt, la «muchacha de tierra extraña», según ella misma, en un apéndice (la propia editorial acaba de publicar su poesía completa y de Heidegger también se ofrecen entre medias versos pretenciosos y bastante flojillos, si se me permite el juicio, que me podría haber ahorrado, desde luego), más índices muy completos de obras citadas y de la procedencia de los documentos.

UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO

Sobre la relación de estos dos filósofos decisivos de nuestra época han corrido ríos de tinta, casi siempre ensuciada, desde lo morboso, por el sensacionalismo, mientras que aquí se puede juzgar tal cual, si bien más de tres cuartas partes del total proceden por motivos obvios de Heidegger, con el trasfondo de los terribles acontecimientos que sacudieron Europa durante el siglo pasado –de ahí el vacío desde 1932 al 50 debido a las tristes circunstancias políticas y vitales de todos conocidas– y apariciones de pensadores cruciales como Jaspers, Bultmann. Jonas, Anders o Löwith. Un libro por tanto indispensable para quienes aún nos preguntamos sobre la deriva de nuestra civilización, a partir del mundo que surgió entre los dos, exclusivamente íntimo hasta los años treinta, con un Heidegger sublime, cargado de un lirismo tan cursi que da un poco de cosa; con «la alegría del pensar» tras el reencuentro después de la guerra. ‘Tradición y política’ ha titulado la editorial Trotta, en una edición también ejemplar en todos los órdenes, como de costumbre, el epistolario completo, todo lo encontrado, de mayo del 39 a julio del 64, entre Arendt y Scholem, otro pensador de muchísima altura, especialista en la Cábala –en una carta, con ‘mica salis’, se autodenomina «el cabalista de Jerusalén»–, autor de una obra amplia, si bien simplemente la lectura de ‘Las grandes tendencias de la mística judía’, cuya composición y avatares se esparcen por estas páginas, que se cierran, como apéndice, con un comentario del libro a cargo de Arendt, pienso que puede convencer a cualquiera, como me sucedió a mí en su día, de su entidad indiscutible. En su estudio introductorio Marie Luise Knott estima que «les unía su dolor por los muertos y, sobre todo, la lucha por la supervivencia del pueblo judío», a través de «la montaña de oscuridad» levantada por el nazismo, cabría añadir –en ninguna de las ciento cuarenta y una cartas, muchas extensas, se habla nunca, por cierto, de Heidegger, ni se le cita siquiera de pasada–. Ya la segunda carta, y última desde su exilio francés, antes de instalarse en New York, en la que Arendt comunica de entrada a Scholem el suicidio de Benjamin en Port Bou, del que se enteró con casi un mes de retraso, termina con una frase

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

TRES ESCRITORAS INCOMPARABLES Voces femeninas contemporáneas


9

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

Hannah Arendt, Wislawa Szymborska y Marilynne Robinson. :: EL NORTE

CORRESPONDENCIA 1925-1975

TRADICIÓN Y POLÍTICA

Hannah Arendt y Martin Heidegger, Herder, 448 pp., 29,80 €.

Hannah Arendt y Gershom Scholem, Trotta, 328 pp., 28 €.

CUANDO ERA NIÑA ME GUSTABA LEER

CORREO LITERARIO

Marilynne Robinson, Galaxia Gutenberg, 204 pp., 19,95 €.

Wisława Szymborska, Nørdica Libros, 174 pp., 17,50 €.

lapidaria: «Los judíos mueren en Europa y se los entierra como a perros». En la primera carta en suelo norteamericano, donde vivió «en soledad pública», nunca bien vista por su segundo matrimonio «mixto», le cuenta la odisea previa de Benjamin en territorio francés, desde que estalló la guerra hasta su muerte, a mi juicio símbolo de la aniquilación de una manera, la más genuina y fértil, de entender la cultura occidental. Este relato de primera mano, pormenorizado y estremecedor, bastaría para certificar la envergadura del libro. Pero lo mismo puede decirse del durísimo comentario de Scholem sobre ‘Eichmann en Jerusalén’ y la polémica posterior con la contestación de Arendt con la que termina el libro, porque liquidó la relación entre ambos. El libro, con un índice onomástico completísimo, procura informaciones apasionantes sobre sus dos visiones del sionismo, con diferencias también insalvables y reproches muy severos; así como del antisemitismo, del complejo proceso de restitución y microfilmación de los bienes saqueados por el nazismo, tarea enojosa en la que ambos se volcaron, de la aversión de los dos hacia Adorno –al que llaman al principio por su otro apellido, Wiesengrund–, Horkheimer –una vez ‘Porkheimer’–, Koestler o Brod, y de las ‘magnum opus’, así las califica Scholem, de Arendt: ‘Los orígenes del totalitarismo’ y ‘La condición humana’. Marilynne Robinson, que vive en Ohio, criada en Idaho, «calvinista confesa» es como Arendt una escritora admirable. Su mundo narrativo, volcado hacia lo espiritual, es de una fuerza inusitada, pocos autores me han descubierto últimamente, como ella, «el misterio sagrado con cada experiencia individual». La cita está tomada de uno de los certeros y sugerentes ensayos que conforman ‘Cuando era niña me gustaba leer’ (Galaxia Gutenberg, que ha publicado también su trilogía formada por ‘Gilead’, ‘En casa’ y ‘Lila’, que comentamos en estas páginas, más su obra inicial ‘Vida hogareña’). Muchas de las claves de estas novelas, en realidad el pensamiento en el que se sustenta su universo creativo, las desperdiga por el volumen. Convencida, y creo que con razón, de que, acogotados por el simplismo dominante, estamos perdiendo el ‘ethos’ que ha sostenido lo más va-

«Marilynne Robinson, ‘calvinista confesa’, vuelca su mundo narrativo hacia lo espiritual» «Dice Szymborska que ‘el talento literario no es un fenómeno de masas’. Debería ser un aviso para tanto joven poeta que cifra su arte en el comercio y en sus ‘followers’»

lioso de nuestra civilización, y de que «la gente de hoy en día, con la televisión y los videojuegos desdeña la complejidad», cree en «la fuerza del imperativo religioso porque honra y libera a la persona», nunca sectario por su parte, siempre orientado a la conciencia como revelación, para salvar la grandeza de la Democracia que preconizara el cuáquero Whitman, y, de paso, «el sentido de lo bello, de cuanto sea elevado», que el reduccionismo conductista de Skinner y los postulados de Freud y «los maestros de la sospecha», en expresión de Paul Ricoeur, le sofocaron en sus años estudiantiles pero ella ha sido capaz de levantar en sus narraciones. Constata el terrible declive de las humanidades y el desastre educativo del ‘dumbing down’; aboga por la diversidad y heterogeneidad de la población en Estados Unidos; repasa del humanismo renacentista en quiebra al debate entre ciencia y religión a partir de Poe, que enfoca hacia una nueva metafísica. Otra escritora no menos peculiar, aunque totalmente diferente en cuanto a estilo, intereses e incluso, creo, modo de ver y afrontar la vida, fue la poeta polaca Wisława Szymborska. Recuerdo vivamente cuando la descubrí por casualidad, calculo que hace ya un cuarto de siglo, en su primera traducción al español, ‘El gran número. Fin y principio y otros poemas’ (Hiperión), entonces aún era una desconocida absoluta en nuestro país y no tenía el prestigio que adquirió con el Nobel. Ahora está prácticamente vertida al castellano en su totalidad. Nørdica nos permite en-

trometernos en su curioso e interesante ‘Correo literario’, selección de respuestas a escritores, sobre todo principiantes, que enviaban sus manuscritos a la revista ‘Vida literaria’ en la que ejercía de lectora, por lo que se ve de manera magnánima en lo personal e inmisericorde con los escritos inéditos. A través de sus, por lo general, divertidos dictámenes –las recomendaciones más sarcásticas se reservan para el final– se revela, con esa ironía marca de la casa no exenta de humor directo o esquinado, su idea de la literatura de una manera entretenida, sin el empacho-mazapán que suelen provocar las solemnes teorizaciones de las poéticas o de los críticos, a las que siempre fue reacia, si no enemiga. Solo esfuerzo, perseverancia, lecturas, repite. El volumen se abre con un diálogo con Teresa Walas, catedrática en Cracovia e íntima de la autora, además de recopiladora de los textos, en el que se desmenuzan sus intenciones, que pueden resumirse en no ser despiadada con los jóvenes, sino tratar de convencerlos de la necesidad de autocrítica y de lectura y más lectura, siempre lectura, como consejo ineludible, y sin olvidar que «las musas son amorales y caprichosas». Con «más diversión que valores didácticos», de forma amena, en sus juicios, que abordan desde el plagio descarado a la antigualla inadmisible, nunca incurre en las vaguedades abstractas y técnicas del análisis literario al uso. Hasta en estas labores editoriales da buena cuenta de su imaginación portentosa. Y sólo se queja del narcisismo genialoide de muchos adolescentes que se creen llamados a la gloria del Parnaso universal por las buenas: «Pero el auténtico calvario del ‘Correo’ era Rimbaud». En cierta manera lo que pasa ahora mismo en el panorama poético patrio, favorecido por Internet y agravado por la lamentable pérdida del criterio de autoridad y el consiguiente arrasamiento del valor único y máximo de la calidad estilística. «El talento literario no es un fenómeno de masas», así termina la primera entrada del libro, debería ser un aviso («no somos partidarios de la cría en invernaderos de retoños literarios») para tanto joven poeta con fatuos picores pubescentes que cifra su arte en el comercio y el éxito en sus ‘followers’ y la venta en papel. Pero quia.


10 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

ESPERANZA ORTEGA

H

ace años leí un texto de León Tolstói titulado ‘La muñeca de porcelana’. Parecía la descripción de un sueño erótico: el protagonista acariciaba a una mujer mientras ella iba desapareciendo entre sus manos, hasta reencontrarla en medio de la almohada, convertida en una figura minúscula, del tamaño de una de esas vírgenes de marfil fosforescente de nuestra infancia, que lucían en la oscuridad. Cuál no sería mi sorpresa cuando hace muy poco, leyendo las memorias de Tolstói, me encuentro con un recuerdo que tiene con aquel relato una gran similitud. Cuenta el autor de ‘Ana Karenina’ cómo veía a su madre mientras de niño conversaba con ella en la cama antes de dormirse: «Cuando tras haber acabado mi taza de leche bien azucarada se me cerraban los ojos llenos de sueño, permanecía quieto y me quedaba escuchando a mamá (…) La miraba fijamente con los ojos ofuscados por el sueño y en mis pupilas se hacía pequeña, pequeña; su rostro no era mayor que uno de los botones de mi chaqueta, pero lo distingo claramente y veo que me mira y me sonríe ¡Qué bueno es tener una mamá tan pequeñita! Cierro aún más los párpados y va disminuyendo, disminuyendo; ya no es más grande que la imagen de un niño en el fondo de una pupila». He traído a colación este texto porque es un recuerdo de la madre particularmente original. La madre, que sin duda ocupa el lugar central entre las figuras infantiles, sin embargo, en los libros de las memorias suele ser evocada por medio de lugares demasiado comunes. Normalmente todos coinciden en atribuirle una belleza y una dulzura excepcionales, por lo que los relatos de los escritores más diversos pueden resultar intercambiables. Las escritoras, al contrario, revelan en sus autobiografías relaciones difíciles con sus madres, ante las que manifiestan incluso una suerte de rivalidad. Los años pasados no borran de la memoria de Rosa Chacel, por ejemplo, la virulencia de las riñas con su madre, cuando ésta ejercía con ella la doble tarea de madre y maestra: «Se levantaba de la mesa, me reconvenía o me insultaba, pero el furor le cortaba la palabra y se echaba a llorar. Andaba de un lado para otro de la habitación sollozando, y cuando ya no podía contenerse daba con la cabeza en la pared como si fuese una cabeza ajena (…) Yo en estos casos no decía

‘La duquesa Livia da Porto con su hija’, por Paolo Veronese (1551).

La primera mirada nada: lloraba desesperadamente y todo terminaba así, las dos llorábamos mucho rato y luego dejábamos de llorar». Sin duda, lo que enfrentaba a Rosa Chacel con su madre era la conciencia de ser menos inteligente de lo que ella hubiera deseado que fuera su hija, en la que proyectaba sus propias frustraciones. Muy se-

mejante es el reproche que Esther Tusquets hace a su madre cuando recuerda su relación infantil con ella: «Pero si nuestra relación se quebró, si en algún momento de la adolescencia me enfrenté a ti y no bajé durante tantos años la guardia, no fue por nada que me dijeras, me hicieras, me dejaras de hacer, por

nada que dijeras, o hicieras o dejaras de hacer a otros. Fue porque comprendí –en una súbita revelación que debía de haber madurado largo tiempo en secreto en mi interior– que nunca (y, en cuanto se relaciona contigo ‘nunca’ es un nunca sin paliativos ni esperanza), por mucho que me aplicara, lograría tu aprobación. (…) y

por consiguiente el único modo de afirmarme y de no sucumbir era enfrentarme a ti. Pero descubrí algo todavía más grave y por igual irreversible, y era que tampoco nunca, por mucho que nos esforzáramos, ibas a permitir que te hiciéramos feliz». Al contrario que Esther Tusquets, las escritoras que rememoran una relación apacible con la madre son las que encontraron en la figura materna una complicidad a la hora de realizar su vocación artística. Así recuerda Carmen Martín Gaite a su madre, como una aliada, al menos en el deseo de escapar de la realidad cotidiana por medio de la imaginación: «Mi madre siempre tuvo la costumbre de acercar a la ventana la camilla donde leía o cosía, y aquel punto del cuarto de estar era el ancla, era el centro de la casa. Yo me venía allí con mis cuadernos para hacer los deberes, y desde niña supe que cuando abandonaba sobre el regazo la labor o el libro y empezaba a mirar por la ventana, era cuando se iba de viaje. «No encendáis todavía la luz –decía-, que quiero ver atardecer». Yo no me iba, pero casi nunca hablaba porque sabía que era interrumpirla. Y en aquel silencio que caía con la tarde sobre su labor y mis cuadernos, de tanto envidiarla y de tanto mirarla, aprendí no sé cómo a fugarme yo también». Y la madre pobre, la madre inculta, la madre zafia y fea –habremos de convenir que también existiría–, ¿cómo es recordada? La miseria en nada contribuye a la expresión de los afectos, es verdad, sin embargo las escritoras poseen una sensibilidad especial para distinguir los gestos con los que sus madres pobres manifestaban un amor nunca expresado con palabras. Herta Müller, en el discurso de recepción del Premio Nobel, nos ofrece un relato insuperable del hilo secreto que le unía a su madre, recordando la pregunta que ella le hacía cada vez que salía de casa para ir al trabajo: «¿Tienes un pañuelo? me preguntaba mi madre cada mañana en la puerta de casa, antes de que yo saliera a la calle. Yo no tenía el pañuelo, y como no lo tenía, regresaba a la habitación y sacaba un pañuelo. No tenía el pañuelo cada mañana, porque cada mañana aguardaba la pregunta. El pañuelo era la prueba de que mi madre me protegía por la mañana. A otras horas del día, más tarde o en otras circunstancias, quedaba a merced de mí misma. La pregunta ¿Tienes un pañuelo? era una ternura indirecta. Una directa hubiera sido penosa, algo que no existía entre los campesinos. El amor se disfrazaba de pregunta. Sólo así podía decirse a secas, en tono de orden, como las maniobras del trabajo. El

En los libros de memorias, la madre suele ser evocada por medio de lugares demasiado comunes

hecho de que la voz fuera áspera realzaba incluso la ternura. Cada mañana estaba yo una vez sin pañuelo en la puerta, y una segunda vez con pañuelo. Sólo después salía a la calle, como si con el pañuelo también estuviera mi madre». Todas las madres citadas aparecen como madres reales, que vivieron al lado de sus hijos. Y sin embargo es la madre de la que el niño recuerda apenas el grito que dio al morir la protagonista del relato a mi entender más revelador de la relación íntima entre madre e hijo. Me refiero a la madre ensoñada de Aharon Appelfeld, que se muestra en su imaginación con un realismo inalterable después de muerta. Appelfeld huyó de un campo de concentración nazi a los 8 años, y estuvo vagando por los campos a punto de morir de sed. Habiendo hallado un arroyo providencial, dio el primer sorbo de agua, y fue entonces cuando se le apareció su madre, tal como él la recordaba, antes de que fuera asesinada por los nazis: «Me arrodillé y bebí. El agua me abrió los ojos y vi a mi madre, que hacía días que había desaparecido de mi mente. Al principio la vi junto a la ventana, de pie, observando, como tenía por costumbre hacer, pero de pronto volvió su cara hacia mí. Se asombró de que estuviera solo en el bosque. Fui a su encuentro, aunque enseguida comprendí que si me alejaba no volvería a encontrar el arroyo, y me quedé de pie. Volví para mirar el círculo pequeño por el que mi madre se me había aparecido y el círculo se cerró». Es curioso que escritores con infancias tan opuestas como León Tolstoi y Aharon Appelfeld coincidan en hacer disminuir la figura de la madre hasta que desaparece en su memoria. Sin embargo, el sentimiento de su proximidad invisible sigue siendo, en los dos casos, igual de consolador. Pienso ahora, comparando ambos textos, que quizá el agujero por el que desaparece y vuelve a asomarse la madre en los momentos decisivos puede ser la pupila del niño que conserva su imagen pequeña mientras, ya grande, observa las presencias del mundo. Sí, quizá por debajo de todas esas presencias, asoma el rostro en cuyos ojos nos vimos por vez primera como en un espejo minúsculo. Y quizá, para todos, la madre sea eso exactamente: la primera mirada.


11

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

LECTURAS

ARDE TROYA O CÓMO LEER A LOS CLÁSICOS Vicente Cristóbal López nos reconcilia con ‘La Eneida’, que teníamos por sabida y olvidada JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN

L

os clásicos no se leen, se releen. Antes de haberlos leído, ya creemos saberlo todo sobre ellos. Y a veces los damos por leídos sin haberlos siquiera hojeado. ¿Quién no conoce la historia del caballo de Troya, de las profecías de Casandra, de las serpientes que acabaron con Laocoonte y sus hijos, del amor imposible de Dido por Eneas? Antes de Virgilio ya se habían contado (los autores clásico tenían a gala no inventar nada) y después nos lo volverían a contar –en la literatura, en el arte– infinitas veces. Pero Virgilio lo hizo como nadie y ahora tenemos la posibilidad de escucharle en versos españoles que tienen el empaque del original. Vicente Cristóbal, además de destacado latinista, es poeta –excelente poeta– y eso se nota en ‘La última noche de Troya’, que es como ha titulado su versión del Libro II de ‘La Eneida’.

No es mutilar el inmenso poema publicar solo uno de sus doce cantos. ‘La Eneida’ puede considerarse como un poema de poemas, un conjunto de piezas que valen por sí mismas, aunque juntas adquieran un nuevo sentido, que es tanto literario como político: sustentar el imperio de Augusto en el designio de los dioses. Por eso la escritura de esos doce cantos no siguió un orden cronológico. El Libro II fue uno de los primeros que se dieron por acabados y Virgilio se lo leyó al emperador y a su corte. El asombro de aquellos primeros oyentes se mantiene en el lector de hoy. Eneas y los suyos, fugitivos de Troya, han llegado a los dominios de la reina Dido, y esta, al final de la comida que les ofrece en señar de bienvenida, le pide que narre su historia: «Todos callaron y atentos fijaban en él su mirada; / desde elevado sitial así entonces habló el padre Eneas». ‘La Eneida’ se ha traducido repetidas veces al español en verso y prosa. Para Vicente Cristóbal, traducirla en prosa es hacerla cambiar de género, convertir la epopeya en novela. No me parece que esa sea la única, ni siquiera la principal, diferencia entre poema y novela. También se ha traducido en verso: una de las más difundidas versiones –está publicada por Cátedra en su colección Letras Universales– es la de Aurelio Espinosa Pólit, quien convier-

te los 804 hexámetros del Libro II en 1.148 endecasílabos. Al texto original, le añade más de tres mil versos. Para Vicente Cristóbal, la «poesía es discurso vestido de fiesta», dicción solemne. No vale su afirmación para la poesía en general (hay también poesía –y es quizá la mejor poesía de hoy– en traje de calle), pero sí para la epopeya virgiliana. Rubén Darío fue el primero, o uno de los primeros, en remedar la alternancia de sílabas largas y breves de la poesía clásica con la de sílabas tónicas y átonas de nuestra lengua romance (recordemos los dáctilos de su «ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda»), después le han seguido otros, como José Hierro («otoño de manos de oro, ceniza de oro tus manos dejaron caer al camino»). Vicente Cristóbal consigue el raro milagro de que sus hexámetros no necesiten ni de arcaísmos ni de forzados hipérba-

LA ÚLTIMA NOCHE DE TROYA Virgilio. Traducción de Vicente Cristóbal López.Madrid. Hiperión, 2018.

Eneas describe a Dido la caída de Troya (Pierre-Narcisse Guérin, 1815). :: MUSEO DEL LOUVRE tos para evocarnos la magia del latín y la solemnidad de la epopeya. Eneas nos cuenta su historia. De todo lo que narra fue testigo o protagonista. ¿Cómo no conmoverse ante la muerte del rey Príamo, ante la obstinación de su padre Anquises, que se niega a abandonar la ciudad, ante la pérdida de Creúsa? Vuelve Eneas a buscar a su esposa, no quiere partir sin ella, pero «un simulacro infeliz, de la propia Creúsa reflejo» se le aparece y le profetiza un destino glorioso del que los dioses no quieren que ella forme parte: «Ya digo adiós. Y que al hijo que es nuestro tu amor no le falte». En la noche de Cartago, ante la mirada atenta de Dido (otra mujer a la que deberá abandonar), Eneas ha contado la última noche de Troya: «Ya por las cumbres más altas del Ida asomaba el Lucífero / e iba tirando del día y

los dánaos tenían cercadas / puertas y accesos, y no se ofrecía esperanza de ayuda. / Me resigné y, con mi padre en los hombros, busqué las montañas». Ni el lector actual –ni probablemente el de la época clásica– es capaz de soportar un festín de más de diez mil hexámetros sin prolongados descansos ni sin intercalarlo con otras lecturas. Pocos de los que dicen haber leído la Eneida la han leído de verdad, de principio al fin. Ocurre a menudo con los clásicos. También con el tan citado Quijote, que no es una novela, como se nos quiere hacer creer interpretando inadecuadamente el término ‘parte’, sino dos con el mismo protagonista (leerlas unitariamente resulta tan absurdo como terminar ‘El signo de los cuatro’ y continuar con ‘El perro de los Baskerville’ pensando que se trata de la misma novela).

‘La Eneida’ es un libro de libros y como tal debe ser leído. ‘La última noche de Troya’ nos reconcilia con una obra que teníamos por sabida y olvidada, por materia escolar y repertorio de citas («iban oscuros en la noche sola»). Un sabio traductor nos proporciona la dosis adecuada para reconciliarnos con ella en una lectura hedónica, la única que justifica que un clásico sigue estando vivo y no es mera materia escolar. Quedamos a la espera de otros cantos en versión de Vicente Cristóbal: el IV, por ejemplo, con la tragedia de Dido, o el VI, con el viaje iniciático al país de los muertos. Virgilio le dedicó a ‘La Eneida’ los mejores años de su vida y no pudo darla por terminada. Es lectura a la que volver una y otra vez a lo largo de la vida, sin dejarnos aplastar por la erudición y la veneración, no siempre vana, que ha generado.


12 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

LECTURAS

LUCES Y SOMBRAS DE UNA JOVEN ESCRITORA El segundo volumen de los diarios de Laura Freixas revela su pasión por llegar a ser una autora reconocida ANGÉLICA TANARRO

Q

ué hace de un diario una obra narrativa lo suficientemente atractiva como para que el lector quede enganchado en ella y avance sobre sus páginas como por una novela de intriga, aunque lo que se cuente en él no sean grandes hazañas ni aparezcan personalidades de las que marcan la historia de una colectividad? ¿Basta una vida azarosa o sorprendente para que el relato pormenorizado de sus ‘acontecimientos’ dé lugar a una narración literariamente competente? La segunda pregunta es fácil de responder. No. Un diario necesita algo más que episodios relevantes para convertirse en una narración poderosa. La primera

pregunta sin embargo es más difícil de contestar. Solo la experiencia nos demuestra cómo una vida aparentemente corriente puede derivar en un relato apasionante. Será cuando el autor conecte con ese fondo vital que a todos nos alienta, y a través de sus experiencias consiga que el lector considere que está hablando de él mismo, aunque sus trayectorias vitales nada tengan que ver. Cuando un diario toca esa verdad, lo de menos ya es el género, la obra se convierte en valiosa. Me hacía estas reflexiones mientras avanzaba velozmente por el segundo tomo del diario de Laura Freixas, ‘Todos llevan máscara’ que ha publicado, al igual que el anterior, el sello Errata Naturae. Freixas es una especialista en literatura diarística. Lleva años estudiando diarios ajenos, tradujo el de Virginia Woolf y en 1996 coordinó la antología de diarios españoles que apareció en el número dedicado a este género en la ‘Revista de Occidente’. En él publicó además un artículo, ‘Auge del diario ¿íntimo? en España’, en el que entre otras cosas trataba de establecer la frontera entre un dietario y un diario íntimo y en el que al final la-

¿TODOS LLEVAN MÁSCARA? DIARIO 1995-1996 Laura Freixas. Editorial: Errata Naturae. Páginas: 355. Precio: 19,50 euros.

mentaba la actitud de la mayoría de los escritores españoles que era la de «un pudor desmedido, adusto y envarado, la de un repliegue lejos del diario íntimo hacia el terreno, menos resbaladizo, del dietario, la de una huida hacia el helado Olimpo de la reflexión abstracta, la tercera persona, la especulación intemporal, el pronombre neuro. Corremos, así, el riesgo –concluía la autora— de desaprovechar un género literario que ofrece posibilidades inmensas». Como si hubiera querido aprovechar su propia lección, Laura Freixas sostiene en su diario la actitud contraria, mantiene a raya el pudor y hace gala de una gran sinceridad. En este segundo volu-

TLON, UQBAR, YUGOTH

P

es fantástica. Houellebecq en su breve obra sobre el autor de Rhode Island, se sorprende vagamente de su admiración por él, que poco tiene que ver con sus otros gustos literarios y su propia literatura. Luego, en el colofón del prólogo, después de transcribir un fragmento de ‘El que susurra en la oscuridad’, el francés nos dice que es poesía. Al menos poesía tal y como él la entiende. Antes da noticia de la influencia de Lovecraft dentro y fuera de la literatura. Porque el caso es ese. Lo ‘lovecraftia-

Lo cierto es que Lovecraft y sus psicofantes son reeditados de continuo. Todos los años surgen nuevas novelas y relatos lovecraftianos. Buenos, menos buenos, malos. ‘Agentes de Dreamland’, que acaba de publicar Alianza, es excepcional. Tal vez por estar escrito por una narradora excepcional. Se llama Caitlin R. Kiernan. Una veterana, aunque en España, aparte de esta novelita, sólo nos haya llegado su magistral –en todos los aspectos– ‘La joven ahogada’. No es que, como se suele decir, la prosa de Kiernan sea poética o tenga elementos líricos: La prosa de Kiernan es poesía. Como casi toda gran prosa. Como en Nabokov o en Bieli o Cartarescu o Banville o Ducasse. Poesía en un amplísimo sentido, del más moder-

no al más primordial: la palabra-hechizo que prende en el cerebro mundos y visiones, sensaciones, preguntas, revelaciones, casi, o no tan casi, obsesivas. Hasta cuando es llana o ‘vulgar’. Un poco como Joyce. De hecho, este homenaje-secuela-reinvención de ‘El que susurra en la oscuridad’ es joyciano en muchos aspectos, aunque a su manera. Y es que Kiernan es plenamente consciente de que el siglo XX mostró modos de librar a las narraciones del corsé aristotélico, o, lo que es casi lo mismo, de la esclavitud del argumento. Lo cual no quiere decir que no tenga argumento, sino que el argumento en vez de moldear la narración, surge, no siempre en el orden esperado, de esta. De la danza de las palabras.

La escritora Laura Freixas. :: JORDI ALEMANY men, que abarca los años 1995 y 1996, Freixas no sólo avanza como escritora, sino que ese avance se refleja también en este tramo del diario, más potente y con más peso que el anterior. La escritora acaba de publicar su primera novela, su primera hija es todavía poco más que un bebé, y las relaciones con su pareja, aunque no exentas de discusiones, son satisfactorias. Pero su deseo de ser una escritora reconocida es fuente a menudo de ansiedad y, según confiesa sin rubor, de envidia hacia esos autores cuya obra sí ha alcanzado ya el aplauso general. El psicoanálisis ocupa también su espacio en estas páginas. Por otro lado, su apuesta por la literatura, que le ha he-

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA

robablemente afirmar que Lovecraft sea el autor más influyente del siglo XX sea una exageración. Probablemente, la tentación de hacer esta afirmación pueda venir solo de una mirada sesgada, de un cierto gusto adquirido por lo fantástico que busca reivindicarse. Sin embargo mis gustos no se limitan a lo fantástico, aunque a veces lo prefiero, aunque opine, que en el fondo, da igual si hablamos de Madame Bovary o de Drácula, todo relato, toda literatura,

cho abandonar sus trabajos editoriales, es una apuesta arriesgada: no es fácil tener independencia económica cuando las colaboraciones no llegan o no se pagan y la falta de dinero es también una preocupación en estas páginas. La vida de Freixas gira en torno a la literatura. Su actividad como crítica literaria le pone en contacto con sus iguales y es fuente de reflexiones. La autora de ‘Último domingo en Londres’ ha leído ese apasionante documento novelado de Elizabeth Smart que es ‘En Grand Central Station me senté y lloré’ y ha quedado fascinada por ella. De ahí su decepción cuando lee la segunda, ‘The Assumption of the Rogues and Rescals’, en

la que cree que la escritora está quemada por las circunstancias de su vida y que ha perdido ese brillo generoso y arrebatado de su primera novela. Las reflexiones que deja acerca de esta lectura son suficientemente esclarecedoras de su relación con la escritura: “Mi conclusión egoísta y personal: escribir antes de que sea demasiado tarde, disfrutar de esa riqueza que bulle dentro de mí, darle salida antes de que la decepción, la sequedad, el temible aburrimiento, hagan mella en mí. Expresar, ahora que todavía –y no sé por cuántos años— la siento: esa riqueza: lo desaforado, lo misterioso, lo poético, incluso lo angustioso, que es su otra cara. Antes de que sea demasiado tarde, de que me haya vuelto demasiado adulta, de que me parezca que no hay gran cosa que temer ni que esperar». Estamos pues, ante un verdadero diario íntimo, valiente y sincero, cuya lectura es apta para quienes aprecien la buena escritura y sepan apreciar que un diario es en el fondo la ‘novela’ de una vida, pero que se vuelve especialmente recomendable a quienes comparten con ella la pasión por esas dos caras de una misma moneda que son la lectura y la escritura.

no’ hace tiempo que se salió de lo meramente literario para entrar en muchos otros ámbitos: cine, juegos, mercado. Incluso ha llegado a convertirse, para algunos, en foco de una especie de fe. Esto puede parecer disparatado, pero no lo es más que rezarle a cualquier otro producto de nuestra imaginación. Quizás incluso sea menos disparatado que seguir adorando los productos obsoletos de imaginaciones de hace más de mil años. Una de las mejores descripciones de este proceso de

CIRO GARCÍA

‘lovecraftización’ del mundo –quizás no del todo evidente, quizás delgada, pero extensa– esté dada en el penúltimo capítulo de ‘Provicence’ de Alan Moore. Por más que también sea una historia fantástica, tiene su punto de verdad. En ella podemos ver, por ejemplo, cómo se han editado varias versiones del Necronomicón. Con no poco éxito: pueden ustedes encontrarlas en sus librerías. O cómo un autor como Borges, que decía no apreciar a Lovecraft, cayó en la tentación de lo lovecraftiano.


13

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

PALABRA DE GENIO DE LÁMPARA :: V. M. NIÑO

El escritor Tomás Sánchez Santiago. :: C. HERNÁNDEZ

RELATOS CÓMPLICES Y BRUMOSOS Tomás Sánchez Santiago abunda en la narrativa de la vida más o menos provinciana en su segunda novela IGNACIO SANZ

H

ay escritores ricos en palabras, como ríos desbordantes. Tomás Sánchez Santiago, semioculto en las brumas del norte, podría ser uno de ellos. Pese a la condición luminosa de su escritura y al aire honrado y persuasivo de su voz. ‘La secreta labor de cinco inviernos’, el título de uno de sus libros de poemas, aporta una clave del ritmo lento que envuelve su escritura. Tras la ya mítica ‘Calle Feria’, su primera e híbrida novela, acaba de sacar, diez o doce años después, ‘Años de mayor cuantía’, que sigue la estela de la primera; también aquí la materia narrativa procede de la vida más o menos provinciana, el rastro de los recuerdos capitales de un narrador trascendido por la fuerza arrolladora de un estilo envolvente y oceánico. No se trata solo de contar sino de cómo se cuentan esas historias que son hitos de una vida digna de ser referida. Tomás, le dije tras leer ‘Calle Feria’, escribes como bailan las mulatas, con ese ritmo frenético e imparable que nos hipnotiza. Cuando vemos bai-

lar a una mulata nos quedamos boquiabiertos y paralizados. Pues algo así nos ocurre cuando tenemos un libro tuyo en las manos. De ahí que estuviéramos deseosos de ver en la calle la secreta labor de estos diez o doce inviernos que le ha llevado escribir la segunda novela, hilvanada también con relatos que a veces, por la dimensión, alcanzan la condición de novelas cortas, con misteriosas complicidades entre ellos. Se trata por ello una novela impura, trasunto de un destilado de su propia vida, un conjunto de sus brumosos y doloridos recuerdos, porque es frecuente el dolor, tanto de lo vivido como de lo que le contaron. Aunque, en medio de la amargura, también aparece la ironía, la fiesta del gozo del puro contar, como en ese largo relato ‘Neumáticos Taravillo’, una novelita, a veces dolorida, a veces descacharrante. Triste y desabrido resulta el largo relato ‘Los cocineros se aburren a las cinco’, centrado de un conserje infame del colegio religioso donde estudió Tomás, aunque para mitigar la turbia dureza

AÑOS DE MAYOR CUANTÍA Tomás Sánchez Santiago. Eolas ediciones. León, 2018. 650 páginas. 25 euros.

del franquismo, aparece siempre o casi siempre la mirada compasiva y poética que viene a relativizar tanta amargura gratuita y tanta obtusa cerrazón. Entre las nobles mentiras del fabulador se cuela la verdad esencial de la vida amarga, irónica y contradictoria. No es un libro para una sentada, se trata casi de un libro para llenar un verano. Porque es preciso degustar placenteramente esos relatos oscuros en los que, de pronto, aparece el relámpago iluminador de los años infantiles, de los escolares y de los años mozos que rematan los cuatro relatos espléndidos de la sección final: ‘De un tiempo a esta parte’. Deja buen sabor el último ‘Solo los mudos saben pronunciar la hache’ donde aparece de nuevo el mago, el gran prestidigitador de las palabras que, jugando al ratón y al gato de la verdad y la mentira, lleva a los lectores por caminos sinuosos y, pasito a pasito, los arrastra hasta dejarlos boquiabiertos. El nervio, la agudeza, el ritmo trepidante de Tomás nos emboban, como nos emboban esas mulatas que zapatean sin parar. De paso, Zamora el escaparate principal de estas historias, queda muy bien retratada en esos daguerrotipos sombreados. Y con Zamora, las capitales de provincia de la España agónica que tanto se parecen entre sí. Esa decadencia tan bien contada con la que el novelista nos hace temblar, que diría Martín Garzo. Temblar, eso es lo que importa, al fin. Como cuando vemos bailar a las mulatas.

Es difícil encontrar un aristócrata que haya originado tanta literatura en torno a su figura. Sea por su romanticismo, sus excentricidades o sus viajes, el poeta inglés sostiene también esta narración para público juvenil ‘El caballo de Lord Byron’. Marco es un niño italiano que espera con su familia la llegada del dueño del palacio veneciano en el que trabajan. Apenas baja de su góndola, Lord Byron le hace responsable de sus monos. La ciudad de los canales, el exotismo del escritor, la magnificencia de su casa, todo esto lo conoce el lector por voz del genio de la lámpara que alumbra la mesa de trabajo. Un día Byron anuncia a Marco que a los titíes se les unirá un nuevo ser que deberá cuidar, su hija Allegra. La perspectiva de más niños en el palacio multiplica las

posibilidades de pasarlo bien y la niña no le defraudará. En poco tiempo transgreden los límites esbozados por el padre y se sentirán poderosamente atraídos por su gabinete. Sobre la mesa, cerca de la lámpara que guarda al genio narrador, está un hipnótico caballo de madera, el que da título al cuento de Vanesa

EL CABALLO DE LORD BYRON Texto de Vanesa Pérez-Sauquillo. Ilustraciones de María Espejo. Siruela. 96 páginas. 17,95 euros. A partir de 10 años.

Pérez-Sauquillo, ilustrado por María Espejo, con su dibujo limpio, casi victoriano. Lord Byron gusta de nadar por los canales de Venecia, hasta el punto de participar en una carrera. Con los puentes y las orillas llenas de gente fue fácil perder el preciado juguete. Los niños, temerosos, no saben cómo contar lo ocurrido. El pobre Marco enferma, la aventura no parecía tener un final feliz. El niño está dispuesto a cambiarse por el caballo, pone su vida en manos del genio pero Allegra y su padre le salvan. Los amigos están por encima de los bienes más queridos. El genio, narrador omnisciente de la vida de los Byron, recuerda que no es nada fácil tener en sus manos los deseos ajenos, que la supervivencia de los deseantes ha sido siempre su misión, por encima de veleidades humanas.

PIONERAS DESDE LA CAVERNA :: V. M. N. Trog no quiere ser una más de su tribu, no se conforma con vivir como el resto de las niñas en la caverna y dedicarse a las manufacturas y la recolección. Trog desea ser invisible para poder entrar en el bosque y participar en la caza del mamut. El empeño de la niña di-vide al consejo, nunca antess lo había pedido ninguna. Y n finalmente no encuentran forma de negarle la oportu-nidad, a sabiendas de quee otros niños no han vuelto dee ese viaje. Puño, antes ilustrador quee o narrador, encuentra el tono en el que la bravura de Trogg corre paralela a otros senti-mientos menos épicos. Laa valerosa niña emprende ell viaje con sus miedos y pron-to el camino la regalará unaa n amiga, la loba. Se topará con los restos dejados por caní-bales, se esconderá bajo laa piel de un mamut para za-farse de los hombres de ba-rro, aunque cuando mira dee n frente al enemigo, resultan ser amigos perdidos. El Va-lle de las Mil Espinas, el des-cubrimiento de la cámara oscura, la nobleza demostrada en el camino, son etapas en la aventura de Trog, valerosa niña que será la primera en formar parte del Conse-

jo de la Tribu. Historia de superación, de una David contra Goliat, iluminada por Marta Altés.

LA NIÑA INVISIBLE Texto de Puño. Ilustraciones de Marta Altés. Premio Barco de Vapor. SM. 112 páginas. 12,50 euros. A partir de 8 años.


14 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

E

n el nivel léxico se entiende por variante cada una de las diferentes formas en las que se presenta una palabra. Por ejemplo, las formas ‘carné’ y ‘carnet’ (adaptaciones gráficas de la voz francesa carnet) son variantes en español de una misma palabra, aunque la RAE, desde la 19.ª edición del ‘Diccionario de la lengua española’ (1970), propone solamente la primera. ‘Carnet’ se registra solamente en tres ediciones del ‘Diccionario académico’: la de 1927, la de 1936 y la de 1950. Así que digan y escriban tranquilamente ‘el carné’ y ‘los carnés’, sin la te final. En una revisión superficial de los diccionarios llama la atención la cantidad de palabras con dos o más variantes registradas, tanto en lo que respecta al nivel fónico (me refiero a palabras con doble acentuación, como ‘isóbara’ o ‘isobara’, ‘dinamo’ o ‘dínamo’, ‘icono’ o ‘ícono’) como en lo referente a variantes propiamente dichas, es decir, formas distintas de una palabra. Hoy me ocuparé de los pares ‘barajar’ y ‘barajear’ y de ‘zarrapastroso’ y ‘zaparrastroso’, ambos con dos variantes aceptadas. Para referirse a la acción de mezclar y cambiar de orden repetidas veces las cartas de una baraja antes de repartirlas para el juego, separándolas en dos montones y volviéndolas a juntar de modo que entren las de un montón entre las del otro, se usan tanto ‘barajar’ como ‘barajear’, aunque se prefiere el término ‘barajar’. En la última edición del diccionario académico, publicada en 2014, en la entrada ‘barajear’ se remite a ‘barajar’ y, además, se informa de que es término habitual en Cuba, Guinea y México. Con independencia de lo que aparezca en el diccionario académico, mi competencia lingüística y comunicativa como hablante nativa de español me dice que el término ‘barajear’ es tam-

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

DOS VARIANTES LÉXICAS bién de uso general en España, y estoy segura de que si ustedes no lo usan, lo han oído con frecuencia. Cosa distinta es que se prefiera el término ‘barajar’. ‘Barajar’ tiene otros significados, como considerar las distintas opciones que se creen adecuadas para resolver una situación o tomar una decisión (Una de las salidas que baraja el gobierno es vender la empresa a accionistas privados; El jugador baraja las ofertas de varios equipos para la próxima temporada; La policía baraja diversas hipótesis sobre el crimen). También significa usar o manejar datos diversos referidos a un mismo asunto (En el fútbol se barajan cifras astronómicas; Se baraja la cifra de 27 millones de vehículos que circulan sin tener superada la ITV; Aunque oficialmente se baraja la cifra de 1.700 muertos, nadie es capaz de calcular la verdadera dimensión de la catástrofe hu-

manitaria) y esquivar con habilidad un peligro o problema (Ha barajado con acierto las dificultades que se ha ido encontrando en su carrera). El diccionario académico no registra la acepción de tomar en consideración los nombres de varias personas antes de seleccionar a una de ellas para ocupar un cargo o similar, como en el ejemplo ‘Para el cargo, se baraja el nombre de un fiscal de Cuenca’. Con estos significados ‘barajar’ no alterna con ‘barajear’. En cuanto al par de vocablos ‘zarrapastroso’ y ‘zaparrastroso’, ambos aparecen registrados en el diccionario académico en entradas diferentes. No podría decirles cuál es la opción preferida, porque en ninguno de los casos una remite a la otra. Cito textualmente: «zarrapastroso. 1. col. Desaseado, andrajoso, desaliñado y roto. 2. col. Dicho de una persona: despreciable» y «zaparrastroso. col.

Harapiento, zarrapastroso». Como pueden apreciar, en este caso el diccionario no ofrece propiamente una definición, sino que se limita a ofrecer sinónimos o términos equivalentes de la palabra que pretende definir, una práctica bastante común (aunque no deseable) en los diccionarios tanto de español como de otras lenguas. Si nos atenemos a la información que presenta el diccionario, ‘zaparrastroso’ sería sinónimo de ‘zarrapastroso’, pero no al revés, algo bastante sorprendente. En el ‘Diccionario de uso del español de América y España’ (editorial Vox, 2003) cambia bastante la cosa: «zarrapastroso. 1. [persona] que presenta un aspecto muy poco aseado, viste con ropa sucia, rota o vieja, o descuida el aseo y arreglo de sus Llama la atención cosas’. 2. [cosa] que está muy la cantidad de sucio, viejo o palabras con dos descuidado» y a más variantes «zaparrastroso. zarrapastroso». registradas Para empezar, en el diccionario presenta una definición; y, además, ofrece al usuario la opción preferida, que es aquella en la que se define el término. En términos de frecuencia, una consulta al CREA (Corpus de referencia del español actual) revela tan solo cuarenta y seis apariciones de ‘zarrapastroso’ frente a nueve de ‘zaparrastroso’ (ambas con sus variantes de género y número), lo que demuestra que la primera variante es más frecuente. Como curiosidad, se mantiene casi la misma proporción en las apariciones de estos dos términos en Google: aproximadamente 50.000 casos de la primera opción frente a unos 13.000 de la segunda.

LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID

OLETVM VALLADOLID

LETRAS CORSARIAS SALAMANCA

MARGEN VALLADOLID

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

Las almas de Brandon. C. Brandon (Espasa)

Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)

El porqué del color rojo. F. Bescós (Salto de Página)

Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)

Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)

Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)

Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)

Un andar solitario ... Muñoz Molina (Seix Barral)

Los perros duros no bailan. Pérez-Reverte (Alfaguara)

Los perros duros no bailan. Pérez-Reverte (Alfaguara)

El orden del día. E. Vuillard (Tusquets)

La pirámide del fango. A. Camilleri (Salamandra)

Fuimos canciones. Elisabet Benavent (Suma)

Mamá. Helene Delforge (Algar)

GB84. D. Peace (Hoja de Lata)

El portal de los obeliscos. Jemsin (Ediciones B)

La chica invisible. Blue Jeans (Planeta)

Pequeño país. G. Faye (Salamandra)

La chica del cumpleaños. H. Murakami (Tusquets)

Que nadie duerma. J. J. Millás (Alfaguara)

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

Nadie es tan terrible. R. Santandreu (Grijalbo)

Bowie, una biografía. Fran Ruiz (Lumen)

En los límites de lo posible. Alberto Santamaría. (Akal)

Morder la manzana. Leticia Dolera (Planeta)

Sin censura. Revilla (Espasa)

Sapiens, de animales a... Y. Noah Harari (Debate)

La España vacía. Sergio del Molino. (Turner)

Lo que no podemos saber. Marcus Sautoy (Acantilado)

Tarnsformar tu salud. Xevi Verdaguer (Grijalbo)

Memorias del comunismo. J. Losantos (La Esfera)

Las especias. J. Turner (Acantilado)

Idiotizadas. Moderna de Pueblo (Planeta)

Mi dieta ya no cojea. Aitor Sánchez (Paidós)

La España vacía. Sergio del Molino. (Turner)

El eco de los disparos. E. Portela. (Galaxia)

Las recetas de adelgazar... A. Quintas (Planeta)

Memorias del comunismo. J. Losantos (La Esfera)

¡No te compliques la cena!. Isabel Llano (Anaya)

Mujeres y poder. M. Beard (Crítica)

Memorias del comunismo. J. Losantos (La Esfera)

SANDOVAL VALLADOLID

LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA

SEMURET ZAMORA

PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

FICCIÓN

Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)

Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)

Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)

Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)

Los refugios de la memoria. Cancho (Papeles Mínimos)

Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)

Patria. F. Aramburu (Tusquets)

Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)

Adiós muchachos. Ramírez (Alfaguara)

El hijo de las cosas. Luis Mateo Díez (Galaxia)

La bruja. Camila Läckberg (Maeva)

Los perros duros no bailan. Pérez-Reverte (Alfaguara)

El orden del día. Vuillard (Tusquets)

Berta Isla. Javier Marías (Alfaguara)

Años de mayor cuantía. Sánchez (Eolas)

Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)

Filek. Martínez de Pisón (Seix Barral)

Patria. F. Aramburu (Tusquets)

El manuscrito de fuego. García Jambrina (Espasa)

Mi pecado. Javier Moro (Espasa)

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

NO FICCIÓN

Decir no no basta. Klein (Paidós)

El desengaño. R. Jáuregui (Almuzara)

Sin censura. Revilla (Espasa)

Un año en la antigua Roma. Néstor Marqués (Espasa)

El país de los pájaros... Fernández (Espasa)

Todos deberíamos ser femenistas. Adichue (Random)

Memorias del comunismo. J. Losantos (La Esfera)

Fernando VII. Emilio La Parra (Tusquets)

Por qué soy comunista. Garzón (Península)

Imágenes (...) desde Palencia. Luis Sendino (Autoedic.)

La España vacía. Sergio del Molino (Turner)

Leonardo da Vinci. Walter Isaac (Debate)

Morder la manzana. L. Dolera (Planeta)

El segundo sexo. Simone de Beauvoir (Cátedra)

Imperiofobia. Elvira Roca (Siruela)

Autrretrato sin mí. F. Aramburu (Tusquets)

La historia del heavy metal. O’Neil (Blackie Books)

Escuelas que cambian el mundo. C. Bona (Plaza&Jané

Clásicos para la vida. Ordine (Acantilado)

Memorias del comunismo. J. Losantos (La Esfera)


15

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

S

obre el amor se ha dicho todo, pero casi nunca se ha dicho bien. Hace unos días tuve ocasión de ver una llamativa excepción: ‘Los amantes’, la singular película de Louis Malle de 1958. En ella, una odiosa pero bellísima Jeanne Moreau encarna a una mujer burguesa tremendamente aburrida y superficial, casada con un hombre al que no ama (Alan Cuny) y con el que vive en una espléndida casa de campo, y cuyos viajes periódicos a París para visitar a su amiga del alma son en realidad la excusa para encontrarse con un amante (José Luis de Vilallonga) al que tampoco ama. Los primeros dos tercios de la película son de una corrección indiscutible, aunque su convencionalismo se hace irritante: la mujer que solo se preocupa por seducir con su aspecto, el marido atrapado por el trabajo que apenas le presta atención, el amante español –jugador de polo, para más inri– que representa la transgresión sexual, París como el lugar de la libertad y el glamour, etc. Sin embargo, el último tramo de la película esconde un tesoro inolvidable: una noche de amor –una sola– entre la Moureau y el joven que la llevó a casa al averiarse su coche (Jean-Marc Bory). Todo se hace distinto a partir de ese encuentro, desde el rostro de la actriz –que cambia su rictus de disgusto continuo por una sonrisa resplandeciente– hasta el tono mismo de la película, el montaje, el ritmo y el lenguaje. El realismo –y casi costumbrismo– del arranque del filme, con sus diálogos y escenas previsibles, muda a una especie de narración onírica, lenta y simbólica, en la que las palabras dejan de decirse o se dicen solo de manera sutil y poderosa. Los amantes se miran a la cara y responden: «Sí, lo sé», y con eso es más que suficiente para que el espectador sepa también. El pudor y la represión sexual –con todo su menú de infidelidades y enredos hipócritas– caen de golpe y los amantes, que se desnudan con la naturalidad de la urgencia, ya no temen ser descubiertos: su amor es desesperado, es eterno en esa única noche, es indiscutible, nadie puede atacarlo ni destruirlo. «No intentes entenderlo», le dice ella a su amiga la mañana siguiente, cuando se marcha con su joven amante, abandonando su vida anterior sin mirar atrás. La modificación absoluta de la narración como recurso para representar el enigma del amor me recordó a la que también se produce en ‘Bella del Señor’, la gran novela de Albert Cohen de cuya publicación se cumplen ahora cincuenta años. En ella, son Ariane –también una mujer bella, frívola, rica y aburrida– y So-

Jean Moreau, en ‘Los amantes’, de Louis Malle. :: EL NORTE

ORTIGAS A MANOS LLENAS SARA MESA

Los bellos, ridículos amantes lal –un poderoso funcionario de la Sociedad de Naciones– los que inician un romance embriagador del que el lector, aunque no quiera, se convierte en cómplice. Lo llamativo, al igual que en el caso de Malle, es cómo Cohen altera el lenguaje y el tono –tan paródico y burlesco en el resto de la obra–, así como su ritmo trepidante, para remansarse, bajar la guardia y regalarnos durante unas cuantas páginas

fragmentos de canto al amor y sus placeres: «Oh alegrías, todas sus alegrías, alegrías de estar solos, alegría también de estar con otros, oh, esa alegría cómplice de saberse amantes ante los demás que nada sabían, alegría de ir al cine y de mirarse al volver la luz (...), y todo el mundo se volvía a su paso, y los viejos sufrían de tanto amor y belleza». Pero para el narrador de ‘Bella del Señor’ el amor de Aria-

ne y Solal no es más que «los días de felicidad de unos futuros muertos», pues la degeneración y la muerte planean sobre ellos exactamente igual que planeaban por toda Europa en los momentos previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial. La historia de ‘Bella del Señor’ se va volviendo amarga según avanza y el mensaje de ese gran moralista que fue Cohen toma fuerza al juzgar la caducidad de las pasiones y lanzarnos su ácida reflexión: ojo con la pasión –nos advierte–, mirad dónde llevó la pasión a Anna Karenina, mirad dónde está llevando la pasión a Europa, mirad qué ciega, qué caduca y mezquina es, en el fondo, la pasión. El mensaje de Malle es más sutil quizá, más sosegado, pero en esencia no muy diferente: el amor es profundamente egoísta, pues solo se mira a sí mismo. La protagonista de ‘Los amantes’ lo deja todo atrás, incluso a su hija pequeña, de la que se despide con ternura pero también con convencimiento. Al marcharse con su amante, la voz narradora no admite concesiones: «Se fue-

«Cohen nos lanza su ácida reflexión: cuidado con la pasión, mirad dónde llevó a Anna Karenina, dónde lleva a Europa»

ron en un largo viaje, en el que conocieron las incertidumbres. No sabían si encontrarían la felicidad de su primera noche. Ya, en la peligrosa hora de la madrugada, Jeanne había dudado de ella». La cursilería, el sentimentalismo, el dramatismo y los tópicos son difíciles de evitar cuando se aborda el amor porque el lenguaje –sea literario, sea cinematográfico– se nos aparece completamente desgastado, maltratado e inservible para su representación. Por eso agradecemos la existencia de estos modelos (Malle, Cohen…) que abrazan lo grandioso y lo terrible de esta pasión humana sin ahorrarnos ni los tragos dulces, ni los amargos.


16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 5.05.18 EL NORTE DE CASTILLA

Director: Ángel Ortiz Coordinador: Chema Cillero

«Sorprende que muchas culturas se preguntaran si las mujeres eran seres humanos, pero sorprende más que algunas jaurías de ahora ni siquiera se hagan esa pregunta y las reduzcan a la nada»

U

n recuerdo de infancia: los lobos subiendo por una de las colinas de la sierra de la Culebra, bajo la luna difusa de una noche de diciembre. Eran los soberanos del bosque, dotados de capacidades sociales que entonces ignorábamos. No sabíamos que las manadas son en realidad familias, con un padre y una madre que las dirigen, que ayudan en lo posible a evitar desavenencias en el grupo o a disolverlas, y que mantienen cohesionada la manada. Los lobos son animales sociales que han cazado siempre en grupo. Educan con mimo y acierto a sus lobeznos y les dan la mejor parte de la caza, independientemente de su rango. Como advertían Lorenz y sus discípulos, los lobos tienen poco que ver con su sangrienta leyenda. Hace días, estuve leyendo un texto de Lorenz en el que refería la lucha de dos lobos. Tras el combate, menos encarnizado de lo que podría parecerle a un espectador que confundiera la disuasión con la guerra, el lobo vencido ofrecía intencionadamente su parte más vulnerable, donde un mordisco podía ser mortal. «Pero el lobo vencedor nunca muerde en esa situación –escribe Lorenz–, y no porque no lo desee, simplemente no puede. Un perro o un lobo que ofrece a su contrario el cuello en la forma descrita, jamás es mordido gravemente... Esta curiosa inhibición de morder al enemigo solo dura mientras éste conserva su actitud sumisa, pues al adoptar semejante actitud detiene súbitamente la pelea, y en el momento en que esto ocurre, el vencedor se encuentra en una posición incómoda sobre el vencido...» ¿Conocemos algo parecido en el comportamiento humano?, se pregunta Lorenz, y responde: «El guerrero homérico que quiere rendirse y pide gracia, arroja su yelmo y su escudo, cae de rodillas e inclina la cerviz, acciones que manifiestamente facilitarían a su contrario el darle muerte, pero que, en realidad, dificultan semejante acción. Todavía hoy, en los gestos habituales de cortesía se descubren indicios simbólicos de esos gestos de sumisión: reverencias, quitarse el sombrero, presentar armas en las ceremonias militares. Por lo demás, los gestos

:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA

MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO

La manada de sumisión de los guerreros griegos no parecen haber sido de extraordinaria efectividad; los héroes de Homero no se dejaban influir por ellos, y, por lo menos a este respecto, su corazón no era tan fácil de enternecer como el de los lobos.

El cantor nos relata casos en los cuales el que pedía merced era aniquilado sin piedad, o a pesar de la piedad. También la leyenda heroica germánica abunda en casos donde fallan los gestos de piedad hacia el otro».

Vuelvo a mis recuerdos de infancia: los pinos, los helechos, las torrenteras, y un lobo cayendo en medio de la floresta, abatido por el tiro de un cazador. Georges Bernard Shaw decía que «cuando un hombre

mata a un tigre se le llama deporte, en cambio cuando un tigre mata a un hombre se le llama ferocidad». Parecida dialéctica sigue todavía nuestra cultura en el enjuiciamiento de las conductas del hombre y la mujer. Cuando una mujer adopta cierta libertad sexual es calificada de puta, no solo por los hombres de antes, también por los muchachos de ahora educados en democracia y con menos trabas que nunca. En cambio al hombre que adopta esa misma libertad se le considera un conquistador y un hombre afortunado, si bien en muchas ocasiones es solamente un depredador y un burlador, como el mismo don Juan. Es sabido que la muerte o la violación del otro exigen una previa deshumanización de la víctima. Sorprende saber que muchas culturas de la antigüedad se preguntaran si las mujeres eran realmente seres humanos, pero sorprende todavía más que algunas jaurías más o menos humanas de ahora ni siquiera se hagan esa pregunta y reduzcan a la mujer a la nada. La Manada famosa de la que habla todo el mundo es de naturaleza corrosiva por varios motivos. Degrada con su conducta al género humano, degrada a las mujeres y degrada igualmente a los hombres que detestan esas dialécticas asesinas, pero es que degrada también a los lobos, animales de una nobleza más que probada y que tanto sorprendía a Lorenz. Que no se llamen hombres los sujetos de La Manada, que ni siquiera se llamen lobos, y que no se asombren los que les han juzgado del clamor social que han creado. Hemos entrado en una nueva era de la mujer. Habrá más libertad sexual que nunca, pero las degradaciones y abusos se juzgarán con más severidad. Los que aún no se han enterado han perdido el tren del futuro.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.