Nร MERO 305 Sรกbado, 02.06.18
SOMBRA CIPRES LA
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La pluma libertina de Estados Unidos Recorrido por la ficciรณn y la realidad de Philip Roth, decano de la gran novela americana del siglo XX [P2]
Philip Roth, en su casa de Warren (Connecticut), en 2005. :: DOUGLAS HEALEY-AP
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Sábado 2.06.18 EL NORTE DE CASTILLA
Desmenuzó los deseos menos confesables de sus compatriotas estadounidenses, lo que le valió el aplauso de la crítica y de millones de lectores, así como la ira de la ortodoxia judía y de algunas feministas de los setenta
Philip Roth, narrador de las manchas humanas U
na cabaña de madera en Connecticut, mejor acondicionada que la de Thoreau o la de Mahler. Un atril, una mesa, sillones, todo ordenado, impoluto. Nadie diría que allí han nacido depravados adúlteros, psicoanalista-dependientes, mujeres gozosas y gozadoras, judíos en trance de americanización, familias que lloran al hijo perdido en cualquiera de las guerras emprendidas por los EE UU. La belleza bucólica de los bosques y la asepsia blanca de la estancia han sido el escenario en el que Philip Roth se permitió sacar su «chico malo», ese al que apela su alter ego Nathan Zuckerman. El novelista de Newark, que atesoró todos los reconocimientos de la literatura occidental menos el Nobel, murió el día 22. Los obituarios destacaron los mismos títulos de una treintena de novelas, abundaron en los detalles morbosos de su divorcio de la actriz Claire Bloom y en los reproches que le han perseguido toda su vida: antisemitismo, misoginia y la incómoda insistencia de un intelectual en el sexo. Al acompañarle desde su primera novela, las contestó cientos de veces, en entrevistas, ensayos y conversaciones con su personaje más longevo, Zuckerman. Libros como ‘Los hechos’ (Seix Barral), ‘El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras’ (Seix Barral) y ‘Lecturas de mí mismo’ (Mondadori) son suficientemente elocuentes. Si hay una constante en la imagen que proyecta Roth es la confusión entre ficción y realidad. Atribuir hechos de su biografía a algunos de sus personajes procura el espejismo de confundir al autor con Alexander Portnoy, Mickey Sabbath, David Kepesh o Coleman Silk, por citar algunos de sus inolvidables hombres demediados. Profesores universitarios, –su trabajo durante 36 años–, escritores, médicos y actores
VICTORIA M. NIÑO
son profesionales comunes entre sus protagonistas. La universidad, colectivo humano viciado por su aislamiento, por el contraste generacional, por el ejercicio vertical del poder, es un laboratorio abonado para sus relatos. Roth padeció pronto dolencias cardiacas y después de espalda, hasta el punto de dedicar una novela –‘La lección de anatomía’– al dolor crónico. Le aliviaba leer y escribir de pie sobre el atril del comienzo. Así que cardiólogos y psiquiatras –acudió al psicoanalista para superar las consecuencias de su primer divorcio: endeudarse para «pagar la pensión alimenticia a una exesposa por dos años de matrimonio sin hijos»– pasean por sus novelas. Amigo de Arthur Miller, cinéfilo y cercano a la farándula neoyoquina, el mundo de la interpretación no le era ajeno, dedicándole dos grandes novelas: ‘El teatro de Sabbath’ y ‘Humillación’.
que no lo son, se resolvía en el espectáculo triunfante de aquel sueco que no era más que otro de los Seymours del barrio, cuyos antepasados habían sido Salomones y Saúles». Roth comienza a levantar su fresco estadounidense cuando los judíos son considerados una raza, cuando su tradición religiosa no les permite «divorciarse, ni emborracharse, ni pegar a sus mujeres», cuando la segunda generación prospera en modestos pisos y negocios y ha logrado que alguno de sus hijos vaya a la universidad, donde los ‘salomones’ tienen hasta fraternidades propias. Esos desterrados, ungidos por su fe, por su condición de pueblo elegido, van escalando discretamente en el escalafón de los ‘goyim’. Philip destripa esa discreción más incisavamente que su amigo Saul Bellow. Cuando acude a sinagogas y centros de reunión de hebreos a hablar de sus novelas, el turno de preguntas se convierte en el de los reproches e insultos. «Esa oposición me vino bien», decía. Si la ira de los maestros de la
Gentil entre los judíos Roth procedía de una familia judía, de origen ucraniano. Gentil entre los judíos, judío entre los gentiles, describió a esa comunidad desde su esquina con ventanas a los dos mundos. Cuando con 25 años gana su primer National Book Award representa el sueño americano de cualquier inmigrante. Sin embargo tiene ya diagnosticadas las debilidades de los suyos. Más tarde, en ‘Pastoral americana’ escribirá: «Cuando le veíamos (al protagonista, un atleta apodado El Sueco) despertaban unos deseos judíos conflictivos que él apaciguaba al mismo tiempo: la contradicción de los judíos que quieren encajar y destacar, que insisten en que son diferentes y en
Si hay una constante en la imagen pública de Roth es la confusión entre realidad y ficción Cuando acudía a sinagogas a hablar de su obra, el turno de preguntas se convertía en el de los reproches: «Esa oposición me vino bien», decía
‘yeshibá’ y de los ultraortodoxos le estimulaba, la reciente historia de los judíos le llevó a Europa y a Israel a entrevistar a Primo Levi o Aaron Appelfeld, entre los escritores que sobrevivieron a los campos de concentración. Abandonó la escritura en 2012, «harto de haber pasado 50 años leyendo, enseñando, estudiando y escribiendo ficción», y se dedicó a leer sobre la historia de América, la Europa Moderna y los judíos. Y los libros de sus amigos, la biografía de Joyce de Edna O’Brien o la autobiografía de su querido R. B. Kitaj, así como el ‘Born to run’, de Bruce Springsteen Los ‘affaires’ con mujeres de relevancia social le aproximaron a la prensa del corazón y a la vez la forma de vivir del autor de ‘Indignación’ tuvo aires cartujos. De su medio siglo de escritura destacó «la tremenda soledad, ha sido como pasar medio siglo en una habitación silenciosa como el fondo de una piscina para lograr una mínima cantidad de prosa que mereciera la pena cada día». Así hablaba este nadador que frecuentaba el lago junto a su casa. Buena parte de esa laboriosa ficción es una denuncia de la corrección política, cuya manifestación más subversiva en Estados Unidos pasa por la conducta sexual y el comportamiento público. Para algunos de los múltiples ‘roths’ el sexo es «un intercambio de dominio, un desequilibrio perpetuo»; para otros, «la venganza contra la muerte». ‘La mancha humana’ comienza con el ‘impeachment’ a Clinton y continúa con un juicio sumarísimo al decano de la Universidad de Athena por utilizar ante sus compañeros una palabra que sugiere un pensamiento racista. La sospecha prende la pira funeraria del académico. Libertinos como Sabbath están férreamente dirigidos por amantes como Drenka Balich. El conflicto entre la lujuria y la fi-
El escritor Philip Roth, en una imagen de los setenta. :: EL NORTE
delidad tiene en ‘El teatro de Sabbath’ algunos de los más brillantes diálogos firmados por el Premio Princesa de Asturias de las Letras de 2012. «Durante décadas me he imaginado a un grupo de hombres descolocados, poseídos por fuerzas carnales con las que deben negociar... he escrutado el peso de esas exigencias sobre su racionalidad, siendo a veces tan persistentes que pueden llegar a considerarse una forma de locura», decía en su última entrevista en el ‘New Yorker’. Es probable que su nutrido catálogo de sexo explícito obstaculizara la candidatura al Nobel, sin embargo, los lectores que consiguió «poseer» celebramos igualmente el goce de su literatura.
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ebía tener Philip Roth la jubilación resuelta cuando vendió los derechos de tres de sus últimas novelas que han sido llevadas a la pantalla grande. Después de experiencias poco edificantes como la adaptación de ‘Adiós, Columbus’ (1969) o ‘El mal de Portnoy’ (1972), entrega ‘La mancha humana’, ‘Pastoral americana’ y ‘El animal moribundo’ al proceloso mundo del séptimo arte. Sin necesidades económicas acuciantes, solo la ambición del público cinéfilo parece justificar la decisión. Cada novela acabará en manos de un director e incluso de productoras distintas. La prosa de Roth no encontró quien le hiciera justicia en la pantalla gran-
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CARLOS AGANZO blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
La contravida de Zuckerman
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Fallida gloria en el cine
Ben Kingsley y Penélope Cruz, en ‘Elegy’, de Coixet.
de con un vigor parejo al que animó a su autor. ‘Pastoral americana’, que en principio iba a ser dirigida por Philip Noyce, acabó con su protagonista, Ewan McGregor, delante y detrás de la cámara. El veterano Robert Benton se hizo cargo de ‘La mancha humana’, con Anthony Hopkins y Nikole Kidman como protagonistas. Grandes presupuestos, solventes actores, pero faltaba el aliento rothiano. El premio Pulitzer quedó descontento con la película resultante. La productora propuso a la directora española Isabel Coixet la adaptación de ‘El animal moribundo’ y ella aceptó. En un encuentro con su público en Valladolid, en julio de 2014, recordó la experiencia con el escritor en Nueva York provocando la hilaridad del respetable. «Me leyó tres veces el libro que debía
adaptar con guion ajeno. Cada vez que leía un párrafo, se admiraba de su brillantez, lo cual la anulaba completamente. Tenía fijación con una escena sexual que le insistí no haríamos. Cada vez que hablábamos por teléfono me lo preguntaba», así que Coixet concluyó que «hay gente a la que se admira que es mejor no conocer». La película se tituló ‘Elegy’ y la protagonizaron Ben Kingsley, –David Kepesh–, y Penélope Cruz –Consuelo Castillo–. De nuevo, un guion bastante fiel al original, pocos reparos en gastos de producción y un resultado en el que prima la corrección formal, el aseo artístico. Ahora queda por ver la serie televisiva que ha grabado David Simon (‘The Wire’) sobre ‘La conjura contra América’, la obra más explícitamente política de Roth junto a ‘Nuestra pandilla’.
n su condición de «judío americano», a Philip Roth se le relaciona con autores como Saul Bellow o Bernard Malamud, incluso con Norman Mailer. Sin embargo, a mí siempre me ha parecido que con quien está emparentado más directamente el autor de ‘El lamento de Portnoy’ es con Woody Allen. Con ese Woody Allen de ‘Manhattan’ o ‘Annie Hall’ que no tiene pudor en mostrar al mundo su imagen más neurótica y condicionada por el sexo; también con ese otro que reflexiona sobre su propia identidad, en el contexto de una alta sociedad americana en la que no termina de encajar, a pesar de constituir uno de sus iconos más reconocidos y reconocibles. Sin duda estas obsesiones forman parte de lo más identificable y también de lo más atractivo de su obra, por más que esa figura de misoginia y obscenidad fomentada por el propio escritor terminara siendo la responsable de que Roth se haya muerto sin alcanzar el Nobel de Literatura, para el que tantas veces estuvo nominado. Sin llegar a alardear de ellas, como en el caso de Bukowski, Roth consiguió convertir sus debilidades en su principal fortaleza literaria. Cuando Claire Bloom le preguntó a su amigo Gore Vidal si aprobaba su relación con Philip Roth, que entonces estaba comenzando, éste le respondió: «Ya has sufrido el mal de Portnoy. No te líes ahora con Portnoy»; no le escuchó. A la construcción del personaje de Portnoy, el enloquecido masturbador cuya fama terminó llevando al escritor al diván del psicoanalista, ayudó no poco su primera esposa, Margaret Martinson, que bebía por los dos, que terminó empeñando su máquina de escribir y que no tuvo empacho, según la leyenda, en comprar la muestra de orina de una indigente embarazada para pedirle a su marido dinero para abortar… Para hablar de su relación con ellas, pero sobre todo de sí mismo, Philip Roth construyó un fascinante aparato literario donde realidad y ficción se
enredaban, confundiendo y seduciendo al tiempo a los lectores. Por encima de sus libros de memorias (‘Los hechos’ y ‘Patrimonio’), Roth estuvo presente, de una manera u otra, en la mayor parte de su obra literaria. Tanto que se tuvo que servir de un auténtico alter ego, Nathan Zuckerman, para poder estar vivo y palpitante en el centro de su literatura. Zuckerman, que aparece por primera vez en ‘Mi vida como hombre’, protagonizó una fructífera saga de novelas –‘La visita del maestro’, ‘Zuckerman desencadenado’, ‘La lección de anatomía’, ‘La orgía de Praga’, ‘La contravida’–, en la que la ficción narrativa incorpora con inmensa naturalidad la vida real del escritor, desde sus éxitos literarios hasta su obsesión por el pasado judío, incluyendo todo tipo de dolencias corporales y espirituales. Así hasta llegar a ‘Sale el espectro’, en 2007, donde Zuckerman/Roth reaparece, envejecido y fantasmal, tras operarse de próstata… Faltan en el retrato las concomitancias con otro de sus protagonistas, el profesor David Kepesh, así como las ocasiones en las que Roth da su propio nombre a una criatura de ficción –‘Engaño’, ‘Operación Shylock’ o ‘La conjura contra América’–, y aquellas otras en las que sus personajes, sin desligarse del cordón umbilical de su creador, construyen esa gran trilogía –‘Pastoral americana’, ‘Me casé con un comunista’ y ‘La mancha humana’– en la que el autor reflexiona sobre las grandezas y miserias de su país. Pero en pocos casos, muy pocos, un escritor ha conseguido tener una vida y una contravida que se señalan, se complementan, se enriquecen y se convierten, juntas, en alta literatura.
En muy pocos casos, un escritor ha logrado tener una vida y una contravida que (...) se convierten, juntas, en alta literatura
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Portugal vuelve a la Feria de Valladolid S
u literatura ha colocado a Galveias en el mapa. El municipio alentejano de interior es uno de tantos que envia a sus jóvenes a estudiar o trabajar fuera. Cuando José Luís Peixoto (1974) ingresó en la Universidad de Lisboa, empezó a extrañarlo y en esa nostalgia inició su escritura. Primero fue la muerte de su padre (‘Te me moriste’). Luego ganó el Premio Saramago con ‘Nadie nos mira’ y, desde entonces, se han ido sucediendo sus novelas en torno al mundo rural hasta ‘En tu vientre’, el libro que le trae a Valladolid. –¿De dónde nace ‘En tu vientre’, qué le hizo fijarse en la historia de Fátima? –Aquí en Portugal ha sorprendido mucho el tema porque es muy sensible. Lo he abordado desde el punto de vista histórico, pero a la vez tiene conexiones con temas y y características de mis otros libros: la ruralidad lusa, la maternidad, que es un tema central en esta y está muy presente en mis libros porque a menudo trato la gestión de la familia. La cuestión de la Virgen de Fátima me pareció interesante para abordar otros aspectos de la identidad portuguesa y añadir una visión distinta a lo que había. Esa era mi intención. –¿Cómo vadeó la susceptibilidad religiosa? –En Portugal hay un aproximación bipolar a ese tema. Se habla mucho desde dos narrativas cerradas: la de la fe católica y la del escepticismo, eso está establecido así. Personalmente me interesaban otros aspectos. Nací en 1974, el mismo año de la Revolución de los claveles. Y creo que tiene algo que ver con eso. Al contrario de la generación anterior, nosotros hemos tenido cierta libertad con respecto a los tabúes sociales portugueses. Me parece que la literatura es enemiga de los tabúes, que existe para nombrar los cosas y los tabúes al revés, para ocultarlas. Siempre creí en la expresión, hablando se puede llegar a alguna conclusión. –Elige tres voces, la divini-
José Luís Peixoto
«Es cruel idealizar a la madre»
Dos generaciones de escritores representarán a la literatura lusa, que ya protagonizó la cita de 2003 con Agustina Bessa-Luís como referente
dad, el narrador de la historia y las aclaraciones de su madre, ¿por qué? –La narración está relacionada con el mundo que está siendo narrado. Hay un nivel interpretativo relacionado con la fe, pero también hay otro punto de vista que me pareció interesante, que es la idealización de la madre. Hay una tentación de idealizarlas, quitándoles la humanidad. Me parece que es una injusticia para las madres y creo que es una prueba de madurez mirarlas como mujeres. Eso es algo que puede hacerse cuando tienes cierto camino andado. La primera vez que el niño mira a la madre la ve como una entidad trascendente, perfecta. Luego te das cuenta de que las madres son personas, imperfectas, y que exigirles la perfección es injusto, cruel. –El libro se estructura en meses, una cuenta atrás hacia el milagro. ¿Idea la forma en que expondrá su fondo? –La forma y el tema son importantes porque el tema será afectado por la forma y la forma debe adecuarse al tema. Por cierta pereza analítica se separan, pero en realidad son inseparables. En cada libro intento buscar una forma más adecuada para él. –‘En tu vientre’ contiene varias reflexiones sobre las palabras: «son imperfectas cuando intentan decir aquello que es más grande que ellas», «...como los nombres atraviesan aquello que nombran». ¿El lenguaje es el reto?
«En Portugal hay una aproximación bipolar a la aparición del Virgen en Fátima» «La literatura es enemiga de los tabúes. Ella nombra, en cambio el tabú quiere esconder» José Luís Peixoto, en Gijón. :: JORGE PETEIRO
–El trabajo del lenguaje es muy importante. La ambición de decir lo que no se ha dicho antes es grande, importante. Regala sentido al acto de la escritura y la publicación. Intento añadir algo, contribuir a la tarea transgeneracional que es la literatura desde los inicios de los tiempos para buscar comprensión. Por eso trabajo el lenguaje y nuevas formas de decir. –Otra constante suya son los niños, ¿cómo logra esa expresión infantil que no ingenua? –No es fácil porque hace años que fui niño. Siempre hay que hacer un esfuerzo de alteridad con los personajes, de intentar ser el otro. Nunca es exactamente mi experiencia pero mi experiencia siempre está presente en lo que escribo. Por eso en este caso para construir a Lucía he tirado de mi condición de tío de cuatro sobrinas y de lo que tengo a mi alrededor. –¿Qué les debe a sus mayores, Saramago y Lobo Antunes? –Esa generación está muy conectada con la anterior y luego hay una cierta ruptura histórica con la nuestra. Nací en 1974 y he tenido la suerte de vivir un momento distinto al de ellos: ni la guerra de Angola que vivió Lobo Antunes ni la dictadura que vivió Saramago. Debemos aprovechar las lecciones de esa generación. Lobo Antunes influyó mucho en mis primeros libros, en el manejo de narradores y en aspectos del lenguaje. Con Saramago tuve la suerte de ganar pronto el premio que lleva su nombre y hasta muerte tuve relación con él. Cambió mi vida, fue un ejemplo para mí. –¿Qué queda del heavy que escribía para los Moonspell? –Sigo escuchando heavy metal, a veces pienso que este género es para mi una vocación. Oigo otras cosas, no soy el adolescente obsesionado, pero siempre me seduce por su intensidad, me inspira.
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Hoy, teatro Zorrilla, 20:00 h. junto a Gustavo Martín Garzo.
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:: VICTORIA M. NIÑO
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ras la traca inicial con el pregón de Nieves Concostrina, comienza su andadura la 51 Feria del Libro de Valladolid con Portugal como país invitado. Por segunda vez, el país vecino protagoniza esta fiesta literaria. Si antaño fue Agustina Bessa-Luís la madrina, en esta ocasión será la generación de los setenta la que presente la escritura lusa del siglo XXI.
José Luís Peixoto, hoy, y Gonçalo M. Tavares, mañana, hablarán de sus mundos literarios. El próximo martes, Nuño Júdice y Pedro Serra hablarán sobre la poesía portuguesa, el primero desde su praxis, el segundo desde su análisis, en un encuentro con Fermín Herrero. Y el miércoles, la también profesora y narradora Isabela Figueiredo conversará con la traductora Concha López Jambrina. La ilustradora de Coimbra
Catarina Sobral compartirá el vigor gráfico de los artistas lusos en el taller No hay dos iguales y el grupo de música antigua Seté lágrimas cerró la noche de ayer con acento portugués. Entre los escritores que acercan sus últimos libros a Valladolid, estarán Manuel Vilas con su ‘Ordesa’, Andrés Neuman y ‘Fractura’, Agustín García Simón con ‘La herida del tiempo’, Luis Mateo Díez y ‘El hijo de las cosas’, Ricardo Menéndez-Salmón y
su ‘Homo Lubitz’, Alejandro Palomas con ‘Un amor’y Laura Restrepo con ‘Los divinos’ Los autores de superventas como Javier Sierra, María Dueñas, Pérez-Reverte y César Pérez Gellida también pasarán por esta feria. Esta misma mañana comienzan los homenajes a escritores que ya no están entre nosotros como Tomás Hoyas, Juan Goytisolo y Antonio Fraguas, Forges. La novela negra, la crisis de la democracia, la igualdad de
El escritor portugués Gonçalo M. Tavares. :: NARANJO-EFE
Gonçalo M. Tavares
«La enciclopedia del siglo XXI es privada, individual» L a antelación, la gestión de su tiempo al margen de los relojes que rigen el mundo es una de las peculiaridades de Gonçalo M. Tavares (Luanda, 1970). Y viene de antiguo. Empezó a escribir a los 18 años, con horario metódico, pero no fue hasta los 31 cuan-
do dio un texto a la imprenta. Si se le escribe un e-mail, el remitente recibe una respuesta automática en la que invariablemente el escritor anuncia que no podrá contactar hasta dentro de una semana. Luego hay excepciones, pero este profesor de la Universidad de Lisboa pide esa
tregua, no admite la urgencia propia de la era de la inmediatez. Quién sabe si esta visita a Valladolid, en cuya feria participa mañana, no esté gestionada desde hace años. Su último libro publicado en España es ‘Enciclopedia’. «Es un proyecto paralelo a otros como ‘Barrio’ o ‘Reino’.
Pertenece al mundo del fragmento ficcional y ensayístico, parte de mi obra está más cerca del ensayo. Tengo diferentes caminos en él, la citada ‘Enciclopedia’ y las ‘Breves notas al miedo’, ‘a la ciencia’,... La idea es hablar de forma libre, en una mezcla del ensayo y la ficción». Y es que Ta-
género y la literatura de viajes serán cuestiones a debate en cuatro mesas redondas. La gastronomía y las matemáticas protagonizarán dos propuestas de la 51 Feria. El chef Javier Peña hablará de nutrición con la química Ángela Quintas y el día 10, se cuestionarán en alta vos sobre las ‘Malditas matemáticas... ¿o no?’ tres profesores que participan en distintas iniciativas divulgativas –Clara Grima, Santiago García Cremades y Alfonso Jesús Pobla-
ción–, moderados por Inés Rodríguez Hidalgo, directora del Museo de la Ciencia. Un rayo de historia se colará en la feria a través de Santos Juliá y su libro ‘La transición’ y José Ovejero y Edurne Portela presentarán su documental ‘Vida y ficción’ el miércoles. La Plaza Mayor de Valladolid será durante los próximos ocho días un mercado de historias defendidas por más de cien autores que invitan a los ciudadanos a la fiesta de la literatura.
vares no admite la diferencia de géneros; «la ficción puede ser pensamiento y el ensayo narrativo puede ser invención. Cuando me siento a escribir un fragmento no pienso si es ensayo o ficción. Escribo textos, me gusta la palabra texto, sin género. Todo sale de la misma cabeza». Siempre le sedujo la idea clásica de «acumulación de saberes que guardan libros como las enciclopedias o los diccionarios. ‘Enciclopedia’ quería ser un nuevo proyecto, tras conocer tantas, tras percibir que no es posible el conocimiento de todo, me agrada la idea de una enciclopedia loca, que tiene una racionalidad propia e individual, en la que los temas carecen de orden o lógica. Es una enciclopedia privada sin un sistema. Creo que la enciclopedia del siglo XXI debe ser privada». Hace tiempo que creó al Sr. Henri, un amante de la absenta y de los saberes enciclopédicos. Henri, como el resto de personajes y libros de Tavares, se narra en frases que bien podrían ser versos libres. «En las ‘Breves notas sobre la literatura-Bloom’ hablo de la importancia de la frase, la unidad mínima del lenguaje. Para mí la frase tiene que tener densidad, valor, intensidad. No quiero cien frases acuáticas sin solidez para tener una que sea fuerte. Me interesa la idea de la urgencia, una frase significa algo urgente que decir. La idea de literatura es para mí la de un texto de frases en el que todas tienen la misma densidad, como si el lenguaje fuera un material físico con una estructura y una densidad que tomado por donde se tome mantiene las mismas características», explica. En sus frases señorean sustantivo y verbos, como si fuera un escritor de acción. «Y también de contemplación, –aclara–. Cuento lo que veo. Observo a los hombres, los movimientos, las gafas, la mesa, los comportamientos y los objetos. Nunca es lo mismo cuando intento pensar de forma más filosófica. Me gusta la filosofía pero no como conceptos abstractos sino
«No soy un escritor de paisajes, sino de humanidades» «La frase es la unidad mínima del lenguaje, tiene un valor, una intensidad y densidad»
cómo llevarlos a la acción. El hombre es un animal que actúa. No soy un escritor de paisajes sino de humanidades». ¿Y cuándo pasa del mundo de ‘Barrio’ al de ‘Reino’ o al de ‘Enciclopedia’? «No me siento a escribir pensando previamente qué voy a hacer. Me siento con energía física que se transforma en texto, con la misma energía con la que podría transportar un mueble. Esa energía la uso para escribir, no sé mucho de cómo se traduce en lenguaje. Solo que cuando empiezo, tomo un camino, un fragmento, encuentro un túnel por el que caminar dos, cuatro semanas, de forma coherente. Esa coherencia es natural y en esa coherencia gesto un libro. Luego hay un intervalo entre uno y otro, cuando me llega una energía distinta, mi mano va por otro camino. La proximidad de los fragmentos de un libro tiene que ver con la proximidad del momentoNecesito escribir cosas distintas para combatir lo dicho». La anunciada antelación sirve también para la publicación de sus obras. ¿Cuándo leeremos lo que escribe hoy? «Quizá en 2025 o 2030. Siempre tengo material bruto que cuando siento que debo publicarlo, me dedico a cortar, a hacer pequeño. Tengo muchos libros esperando, no salen por orden sino por impulso, por oportunidad. Ahora sale en Portugal la serie ‘Mitologías’».
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Mañana, teatro Zorrilla, 20:00 h.
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Del Real y la Zarzuela D
os teatros, hoy funcionando de forma independiente, con éxito y gran afluencia de público. Una transformación que ha originado una huelga extensa. El proyecto no se ha explicado bien. No es extraño. Tampoco el Gobierno lo ha hecho a nivel europeo sobre el proceso secesionista de Cataluña. Los independentistas le han ganado. Resulta curiosa esta resistencia a explicar con tiempo, y audiencia de todos los afectados, los problemas. Se dice que no se perderá ningún puesto de trabajo. No es creíble ¿Dos orquestas? ¿Dos coros? ¿Ninguna reducción de personal? En Francia la Opera Bastilla y la Garnier están unidas. La situación es diferente la primera es un edificio moderno para más de 2.700 espectadores, la segunda es un clásico teatro de la época con un aforo mucho menor. El Real y la Zarzuela son bastante equivalentes y en ambos se han representado obras muy complejas. La Zarzuela. ¿Existe posibilidad de renovar el género? La
huelga ha impedido el estreno de ‘Policías y Ladrones’ de Álvaro del Amo y Tomás Marco. Una lástima. Con todo, el problema es que escasos títulos del inmenso repertorio se han representado. Siempre se va a las mejores (como en el Teatro clásico, por cierto). Los libretos son flojos ante músicas estupendas. Hoy los caminos van por otro lado. Comedia musical, partituras modernas (rock, blues). Un problema. La Zarzuela ha acogido opera, ballet, lieder, musical (recuerdo un ‘Wozzeck’ con música de Tom Waits y dirección de Robert Wilson). Así debe seguir, con montajes innovadores y abriendo el camino a jóvenes y magníficos cantantes. No conocemos el programa de la Temporada 2018-2019 del Teatro de Zarzuela, pero sí el del Teatro Real. Nueve grandes óperas, dos en versión de concierto, una cantata, un estreno español y otro portugués de pequeño formato. Cinco ballets, seis recitales y las actividades para el público infantil y juvenil. Selección ecléctica, desde ‘La Calixto’ al es-
FERNANDO HERRERO
treno de lo último de Saariaho. Están todos, Mozart, Haendel, Gounod, Puccini, Verdi, Wagner, con títulos de peso y la curiosidad de Robert Gerard y ‘La Peste’. Se ha presentado la temporada como la apoteosis de la puesta en escena. Efectivamente el programa es atractivo. Alex Ollé (‘Fausto’), Peter Sellars (‘Only the sound remains’), Robert Carsen (‘El oro
La Zarzuela tiene una historia brillante. No puede ser simplemente un apéndice del Real
del Rhin’ e ‘Idomeneo’), David Alden (‘La Calixo’), Sasha Waltz (‘Dido y Eneas”), Laurent Pelly (‘Falstaff’), Christof Loy (‘Capricho’) Fracisco Negrin (‘Il Trovatore’), Robert Wilson (‘Turandot’). Maestros ya conocidos de temporadas anteriores que prometen un magnífico escenario teatral. La nómina de directores de orquesta es de buen nivel, no excepcional. Además de Bolton y Heras-Casado (que emprende una gran aventura, los titulares, Ettinger Rustione, Luisori, Juanjo Mena, Asher Fisch y Mauricio Benini se reparten el gobierno de las óperas de la temporada. Solvencia asegurada aunque, a priori, no alcance el nivel de las puestas en escena. Los cantantes más apreciados son Piotr Beczala, Luca Pisaroni, Philppe Jarousky, Samuel Youn, Nina Stemme, Eric Cutler, Daniela Barcelona, Joyce di Donato, Franco Fagioli, Ludovic Tezier… Habrá sorpresas muy agradables en los juveniles intérpretes que completan los repartos. Descansar la temporada sobre los montajes, en nuevas
producciones, supone a la vez un éxito y un riesgo. Los nombres de los directores de escena son conocidos en el Teatro Real. Reciente está la de ‘El holandés errante’ de Alex Ollé o las tres de Robert Wilson, las de Peter Sellars últimas (‘Tristán e Isolda’, ‘Yolanda-Persephone’), de Laurente Pelly (‘El zar Tsaltan’ o de Robert Carsen (‘Salome’). De Christof Loy recuerdo unas ‘Bodas de Fígaro’ que vi en Valladolid interesantes. No son demasiado rupturistas y tienen un sentido plástico y estético que complace generalmente al espectador. Espero con gran interés el ‘Turandot’ de Robert Wilson. Ópera que va perfectamente con su arte minimal y oriental y su portentoso juego de la luz. Vuelvo al comienzo. La Zarzuela tiene una historia brillante. No puede ser simplemente un apéndice del Teatro Real. Debe asumir una personalidad propia. Zarzuelas conocidas y desconocidas bien escogidas. Renovación de los libretos si es posible. Alguna ópera (recordamos ‘La vuelta de tuerca’ de Britten, magis-
tral montaje de Luca Ronconi y ‘El martirio de San Sebastián’ con Lorin Maazel y La Fura dels Baus). Estrenos a ser posible, con ambición, teniendo en cuenta el tiempo que estamos viviendo. Estos años han sido positivos, con precios ajustados y recuerdos interesantísimos como el ‘Juan José’ de Sorozabal. He citado algunos ejemplos pero ahí está el historial que exime de cualquier duda. ‘Policías y ladrones’ debe estrenarse. Es una buena piedra de ensayo para el futuro. El trabajo realizado no puede quedar inédito. En estos momentos hace falta un diálogo profundo y sin complejos a lo que este Gobierno no parece estar acostumbrado. Debe rectificar. Que el Teatro Real, el Liceo, el Teatro de la Zarzuela y los demás centros culturales del país funcionen con altura es lo que mejor puede definirnos. El Teatro Real ha aprovechado muy bien la celebración de sus 200 años y ha aumentado el número de patrocinadores y del público. Queda siempre algo pendiente: mejorar la asequibilidad de los espectáculos desde los precios, funciones especiales y retransmisiones televisivas. Es un momento importante que debe aprovecharse. La música, ese arte esencial, cuando se une al teatro constituye el mejor mensaje espiritual y estético.
Los trabajadores del Instituto Nacional de Artes Escénicas y de la Música durante el paro convocado en protesta por la fusión del Real con la Zarzuela. :: J. P. GANDUL-EFE
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Una mañana de efímeras efemérides L
a mañana del jueves 17 de mayo las musas de la poesía se desperezaban mirando hacia la Universidad de Valladolid. Dos actos que en ella se celebraban, sin concordancia previa, se llenaban de los mejores versos. Antonio Largo, en su discurso de toma de posesión como rector, daba cabida a Jorge Manrique, a Antonio Machado, a Jorge Guillén, y recordando su carrera en Química Interestelar, buscaba la complicidad emocionada del poema ‘Hermandad’, de Octavio Paz. Nada menos: «Soy hombre: duro poco/ y es enorme la noche./ Pero miro hacia arriba:/ las estrellas escriben…». Casi al mismo tiempo, en el Salón de Grados de la Facultad de Filosofía y Letras se presentaba el libro de María Eugenia Matía Amor ‘Las dimensiones de la memoria. La poesía de Arcadio Pardo’, con la presencia del poeta. De nuevo los protocolos académicos se veían desbordados por la aparición rotunda de la poesía, de su verbalidad enfática, de su magnetismo y de su misterio. Arcadio Pardo, noventa años, formidable y seguro, regaba con su voz la dicción de su obra. Una celebración. Al igual que la del discurso del rector, sonada y sonora. La poesía se ha venido replegando desde las ondas del aire a la sombra de la página,
a la confortabilidad de la escritura. Atrás quedó su vocación de canto. En la lectura silenciosa e íntima es difícil acceder a sus juegos sonoros, desplegarlos desde el texto inerte. Perdida o debilitada su existencia de voz compartida, los recitales que la quieren recordar se quedan muchas veces en la carcasa de la comunicación, en el comercio de sus contenidos. La música ha sido inevitablemente el mejor de sus refugios. ¿Quién mejor que los músicos para exprimir el sonido de las palabras? Paco Ibáñez ha elevado los poemas a plegaria colectiva. Joaquín Sabina ha oscilado entre sus letras mordaces y la publicación de escritura desnuda. En fin, Bob Dylan ha hecho de su garganta el mejor monumento a la oralidad misteriosa de los significantes. En la novela de raíz biográfica que acaba de estrenar Tomás Sánchez Santiago, ‘Años de mayor cuantía’, se indaga en la misteriosa relación con las palabras que el escritor fue forjando en su interior. Un interior sonoro, en el que repetía las capturas de lenguaje que le atraían sin saber por qué: «hechizo»; «chinchorrería». Y tras saborearlas y marearlas, las anotaba en una libreta, como mariposas prendidas de un alfiler u hojas depositadas entre las páginas de un libro. Escribe Tomás: «El poeta viene a pesar las
JORGE PRAGA
Frente a la vida eterna de la escritura, el milagro sonoro de la oralidad paga su peaje de instante volátil
palabras de otro modo, un modo que le permite verlas mientras las oye –y viceversa–». Un territorio que siempre necesita la colaboración vivificadora de una garganta y unos oídos. «El idioma del poeta, justo a la orilla de los ruidos. La orilla de los ruidos. Ese el campamento natural del poeta». Por la orilla de los ruidos se deslizó el valiente discurso del rector en esa mañana especial. Y a esa orilla nos acercó la voz de Arcadio Pardo. Una voz que era, como descubría en la suya Tomás Sánchez Santiago, eco de la fraguada en su interior. Contaba el poeta que cuando fue a vivir a Francia en los años cincuenta se quedó aislado en su lengua materna, sin casi nadie con quién compartirla. La poesía fue el cauce de diálogo y mantenimiento que encontró, un trabajo solitario que olvidó compartimentos generacionales: «Habitante extramuros/ poeta del silencio boca adentro», dice al comienzo de su libro ‘Soberanía carnal’. Faltaba la voz para que las palabras regresaran con vida esa mañana. Arcadio Pardo llegaba con la garganta un poco ronca, con las cuerdas gastadas por largos años de docencia. Comentaba sus poemas –alguno de ellos inédito–, las circunstancias de su creación, las dificultades, los avances, y de repente sucedía el milagro: su voz se transformaba, cambia-
A la izquierda, Alfonso Martín, del Servicio de Publicaciones de la UVA, junto a Arcadio Pardo, el poeta Jaime Siles y la escritora María Eugenia Matía Amor. Sobre estas líneas, Arcadio Pardo.
ba de timbre, era otro sonido más puro y rotundo en pos de la dicción rítmica. El poema había entrado en el aire nuestro, la palabra recobraba su peso exacto, se detenía a la entrada del oído, permanecía allí como un sabor persistente en la boca, tal vez como el óxido en la lengua del verso de Antonio Gamoneda. Uno de los poemas recogía la nasalidad de la lengua, ¡ay, los vocablos franceses saliendo de su garganta! Otro describía la rareza de una huésped transformando sus palabras en interrogación, espacio doméstico, crujido de escalera. El Salón de Grados ya era, a la orilla del ruido, el cam-
pamento natural del poeta. Frente a la vida eterna de la escritura, el milagro sonoro de la oralidad paga su peaje de instante volátil, persistente únicamente en la emoción de los celebrantes. Recogiendo un término muy querido por Arcadio Pardo, la poesía en su voz se convierte en una emanación. En flujo de tiempo. En un acto efímero sin registro estable, como la danza, el toreo, el teatro o los atardeceres. Lo efímero es otra de las vetas que atraviesa su obra, corregido en la misteriosa hermandad con vidas que no conoció pero que siente dentro, en ese lugar misterioso donde las palabras zumban como moscardones buscando la salida. Esa lucha entre lo perdido y lo recobrado nombra uno de sus libros: ‘Efímera efeméride’. Qué mejor rótulo para esa mañana del jueves, qué mejor que repetir sus versos: «Todo acto es efímera efeméride./ La efeméride se hinca en su presente».
8 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
M
e acuerdo de pronto de aquello tan fardón de Mijail Batjin a la hora de afrontar el análisis de los elementos narrativos y su articulación en la trama: el cronotopo, con nombre además que remitía un poco a Julio Cortázar. Ambos estaban en boga cuando mi juventud, no como hoy en día. La conexión espacio-temporal, no obstante, siempre será fundamental para abordar el género épico, que en su vertiente contemporánea tal vez haya inclinado su balanza, frente a la tiranía del tiempo que alcanzó su apogeo durante el barroco, hacia lo espacial, un tanto desatendido con anterioridad. No sé muy bien los motivos, probablemente tenga que ver lo que Antonio Muñoz Molina declaraba el otro día en una entrevista: «No tengo apego por las cosas, ni siquiera por los libros o los discos, pero sí por los lugares en los que he conocido la misteriosa exaltación de lo mejor de mí mismo, la plenitud de mis deseos y de mis afinidades». En esta línea, José Ángel Cilleruelo ha llevado a cabo «la emancipación temática del lugar, hecho que implica su desvinculación del tiempo», tal y como proponía en ‘Almacén’, su primer dietario espacial, que incluía un elogio y una práctica del lugar «como medida de lo vivido» muy esclarecedores. Ahora ha publicado, en la misma editorial, Polibea, un volumen que continúa ese empeño, bajo el título ‘El pabellón dorado’. Creo que para Cilleruelo el espacio conforma el ser y el pensamiento, y los lugares nos constituyen frente al tiempo, que nos destruye hasta aniquilarnos. A modo de estampas, las entradas de este singular dietario, con una prosa sin parangón en nuestras letras, rotunda, compacta, ceñida, precisa, armada milimétricamente mediante frases exentas que conjugan la intensidad lírica por elipsis y condensación expresiva y la ligera andadura narrativa, nos acercan a emplazamientos domésticos (jardín, cocina, tendedero, habitación del poeta) o nos muestran enclaves nórdicos (Copenhague desde la torre lírica de Inger Christensen, Estocolmo y Västerås a partir de Tomas Tranströmer y «el lenguaje del Norte»), museísticos (el MACBA), monásticos (San Millán de la Cogolla), mercadillos (‘su’ rastro de Los Encantes), portugueses (también tan suyos, recobrados: Lisboa, Coimbra, Oporto) u orientales (el Palacio Imperial de Taipéi que nos trae a la memoria su novela ‘Una sombra en Pekín’). Pero sirven igualmente para demostrar que el espacio es «el gran protagonista de la experiencia artística» y que «no envejecemos en el tiempo, sino en los lugares que nuestra mi-
rada atesora, los que configuran una dimensión intangible y no lineal de nuestro transcurso» un puesto de huevos en un mercado de abastos o la mera contemplación de las nubes. La escritura de Cilleruelo, su visión –‘La mirada’ se titula precisamente una antología esencial de sus versos-, atiende y desvela esa magnitud intangible, permite «que el lugar observe también a quien transita y escuche el pensamiento que la mirada traduce, y le comprenda», consigue que «el espacio se exprese». Uno de los espacios míticos de nuestro inconsciente colectivo es el Far West. En ‘La frontera salvaje’ (Errata Naturae), mediante breves capítulos, Washigton Irving –escritor imprescindible aunque sólo fuera por ‘Rip van Winkle’, relato fundacional de la literatura norteamericana, o por el clásico y delicioso ‘Cuentos de la Alhambra’, que a cualquier lector sonará y muchos, si son mayores, habrán disfrutado en la escuela; ahora, por desgracia, me temo que ya no se estila este tipo de lecturas– pinta espléndidamente ese paisaje hostil y grandioso, «la inhóspita naturaleza virgen», entonces desconocida, en todo su esplendor, bajo sublimes nublados o aporreada por estampidas de bisontes. En la narración, Irving se interna a caballo, durante un mes, en compañía de un comisionado estatal y escoltado por extravagantes ‘rangers’, fusileros montados, por «apasionantes y peligrosas regiones» nunca holladas por el hombre blanco, la ‘terra incognita’ más allá del Mississippi y de «toda morada humana», de la cabaña del colono o del tipi indio. El resultado, en función de la naturalidad expresiva y de su capacidad descriptiva siempre capaz de conmovernos, es un relato sobrio y a la vez emotivo sobre la vida libre, con una manta, un rifle y una montura como toda pertenencia, lejos de las trivialidades que nos atan a la sociedad civilizada; la épica del Lejano Oeste, exclusivamente masculina, no aparece ni una mujer; la grandeza en la soledad de los inmensos bosques y herbazales, cárcavas y torrenteras; la maravilla de los diques de los industriosos castores, los graznidos de los gansos silvestres, las ternezas de los perritos de las praderas, los olmos coronados de muérdago; las maneras de ser de las tribus indígenas: los esculturales, elegantes osages con sus particulares ‘leggings’ o los amenazadores e invisibles pawnis; la prueba constante de la hombría ancestral en la caza mayor para sustento, la doma de caballos y las peleas con osos. En definitiva el libro, por encima de la crónica de una expedición hacia lo inexplorado, de un viaje agotador, que también, nos muestra una experiencia mental
Sábado 2.06.18 EL NORTE DE CASTILLA
Excursionistas ascienden el Sunset Point, en el Parque Nacional de Bryce Canyon, en Estados Unidos. :: ROSS D. FRANKLIN-AP
LUGARES INDÓMITOS Primacía del espacio sobre el tiempo
UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
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Sábado 2.06.18 EL NORTE DE CASTILLA
LA FRONTERA SALVAJE Washington Irving, Errata Naturae, 308 pp., 19,50 €.
UNA GRANJA EN LAS GREEN MOUNTAINS Alice Herdan-Zuckmayer, Periférica, 336 pp., 19,90 €.
EL PABELLÓN DORADO José Ángel Cilleruelo, Polibea, 118 pp., 12 €.
533 DÍAS Cees Nooteboom, Siruela, 218 pp., 18,95 €.
ante lo fronterizo y lo virgen, nos hace revivir unas sensaciones únicas, excelsas. Muchos años después, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Alice HerdanZuckmayer, se refugió, huyendo del nazismo junto a su marido, conocido dramaturgo y guionista durante la república de Weimar, en un lugar también inhóspito, asilvestrado por completo, rodeado de prados, bosques y un arroyo, en absoluto bucólico, que puede ser idílico o infernal, en medio de la vastedad, la soledad y el inquietante silencio, en una granja del «Valle de los sueños», a los aires heladores de Vermont, el «estado de los leñadores». Y lo narró en ‘Una granja en las Green Mountains’, otro título con el que Periférica prosigue –lo mismo podría decirse respecto a Errata Naturae– su impagable labor de recuperar libros nunca traducidos a nuestra lengua. Estamos, pues, ante otro de sus descubrimientos. Allí, en sus severos, melancólicos e interminables inviernos, sepultados en nieve convertida en fango con el deshielo, transcurre la vida del matrimonio exiliado, primero, tras volver a empezar desde cero, entre «el rechazo, desarraigo y lucha por el sustento», envueltos en «falsas esperanzas e ilusiones»; luego, probando suerte como granjeros profanos, en un intento de superar su ignorancia agropecuaria, supina. Es, por tanto, la narración, escrita con mucha gracia y amenidad, de su capacidad de adaptación como «bichos raros» al inquebrantable individualismo marca USA y a la subsistencia sobre todo ganadera, por lo menudo, cuando sólo mantener el hogar caldeado es una tarea hercúlea. Hace unos cincuenta años que el neerlandés Cees Nooteboom recaló en Menorca, cuando era un lugar a descubrir, ajeno al mundo exterior. Todavía hoy sigue disfrutando de su silencio, en general durante el tiempo bueno –en invierno se recluye en una casa de campo próxima a los Alpes, igual de aislada, en la zona de Sttutgart, y prestando atención a lo insospechado, que siempre está ahí –«¿se puede llamar acontecimiento a un suceso que te cambia el día?»–, aprendiendo de la isla, a la que nos transporta a través de ‘533 días’ (Siruela), una especie de diario, de hecho pensó en principio titular el libro ‘Diario novo’. La primera entrada, por caso, parte de la observación, minuciosa en extremo, de la flor amarilla, promesa de higo chumbo, de un cactus aborigen, que convive detrás de su estudio menorquino, «en una parcela, descuidada del jardín» cercada por un murete a piedra seca, con otros traídos por ejemplo del desierto chileno de Atacama. A partir de la contemplación de algo cercano:
José Ángel Cilleruelo defiende que el espacio es no solo una dimensión exterior, sino también, y sobre todo, interior Huyendo del nazismo, Alice HerdanZuckmayer se refugió en un lugar inhóspito estos «monjes» de crecimiento inaudible, se desata la reminiscencia evocativa, que suele ir unida a la reflexión, aquí el pensamiento sobre la regeneración natural y propia y en relación con las viejas tortugas de compañía. Así opera con la yuca y su filosa armadura, el ombú invasor, el canto sincopado del autillo, una araña como monja mística holandesa, el burro del vecino mientras roncha una zanahoria, la risa de las gaviotas, el ave que se parece a una flor, los enigmáticos insectos como la bella polilla barrenadora de palmeras o el murmullo del viento en los distintos árboles. No es de extrañar que un crítico flamenco le achacara que «cavila en exceso», virtud que nos encanta a muchos, que creemos como Nooteboom que «la escritura se alimenta de misterios». Como animal literario que es –su inigualable libro sobre tumbas de escritores y pensadores bastaría como credencial- entre cactus guardianes, cielos estrellados y sueños – siempre me lo imagino por senderos de litoral, abruptos y pedregosos, con la tramontana de los suicidas de cara, oyendo el batir del Mediterráneo en los rompientes- salpica además el texto de apreciaciones muy atinadas y provechosas sobre Borges, Frisch, Gombrowicz, Canetti, Bernhard, Beckett, Bánffy, Mallarmé, Leiris y tantos otros. Un festín para amantes irredentos de la palabra. En relación con lo dicho al principio, el lugar remansa al tiempo, por no decir que lo refuta. Además, a modo de epifanía, puede cumplirse en el instante, que según Cilleruelo, «vacía de tiempo cronológico el tiempo y a cambio lo llena de lugar». El propio Cilleruelo defiende, a cuenta de las ‘Coronicas de Inglaterra’ de Eduardo Moga, que el espacio es una dimensión no sólo exterior, sino también, y sobre todo, interior, «la forma como el espacio moldea el ánimo, las ideas y las formas de vivir». El argumento me parece irrebatible y como prueba ahí están los libros que hemos comentado hoy.
10 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 2.06.18 EL NORTE DE CASTILLA
LECTURAS
POESÍA FÁCIL, POESÍA DIFÍCIL Hay una poesía que sondea oscuridades y otra que busca luz, lo que no implica en ninguna de ellas falta de calidad LA LUPA PERTINENTE LUIS ANTONIO DE VILLENA
N
o sé de veras si esta distinción (sumamente popular) en verdad existe. Pero sí es cierto que hay una poesía que quiere sondear oscuridades –en el mejor de los casos– y otra que busca luz, lo que en ningún caso implica en ninguna de las dos, falta de calidad o de misterio. La poesía fácil o la difícil nunca supone calidad ni ausencia de ella. Hay poesía difícil pésima, al igual que poesía entendible sin valor. Y libros fáciles o difíciles magníficos. Sí ocurre -y esto viene a resultar inevitable- que el público lector de poesía (que como sabemos no es mayoritario) prefiera en amplio número la poesía «que se entiende», mejor que las sendas herméticas, que han dado poetas tan notables –por lo general cuando ese hermetismo les es intrínseco– como el rumano, que escribía en alemán, Paul Celan, o la gran argentina Alejandra Pizarnik, no fáciles de leer, pero hondos e intensos. ‘Intensidad’ o ‘pasión’ siguen siendo, de muchos modos, los ejes que
El poeta estadounidense John Ashbery. :: DAVID SHANKBONE Felipe Benítez Reyes. :: G. VILLAMIL validan -con la calidad, obvio- la mejor poesía. Dice un crítico italiano, que el poema hermético debe ser interpretando mientras se lee (pues sino nada dice) mientras que el poema más nítido, se lee fácil pero hay que entenderlo después de leído. Una apreciación que me parece sabia. No es mal comienzo pensar en esas razones, al enfrentar los dos recientes libros de poemas que Visor acaba de editar: ‘El alboroto de los pájaros’ de John Ashbery (19272017) y ‘Ya la sombra’ de Felipe Benítez Reyes (1960). El norteamericano Ashbery –discípulo en última instancia de Auden– representó siempre la imagen del poeta intelectual, al que los críticos aman,
porque da pie a todo tipo de exégesis o interpretaciones. ‘El alboroto de los pájaros’ (editado con casi 90 años) resultó ser el último libro de su autor, muy prolífico y siempre polémico. Hasta libros como ‘Autorretrato en espejo convexo’ –un gran poema– sí es una poesía claramente
intelectual, vale decir asimismo ‘reflexiva’, luego y durante muchos libros (recuerdo ‘Galeones de abril’) Ashbery deviene un poeta joyceano, ha dicho alguien. Mezcla voces, perspectivas, puntos de mira, y el resultado –que inicialmente era muy novedoso– tanto puede parecer una
EL ALBOROTO DE LOS PÁJAROS
YA LA SOMBRA
John Ashbery. Visor. 2018. 206 págs.
ENTENDER CATALUÑA CRISTÓBAL VILLALOBOS
A
gustí Calvet, ‘Gaziel’, fue un catalán en fuera de juego. Un periodista crítico, que el funesto devenir de los acontecimientos dejó fuera de las trincheras en las que España acabó desangrándose. Muy popular en los años 20 y 30, abandonó su brillante carrera acadé-
mica tras el éxito rotundo de sus crónicas sobre la Gran Guerra para La Vanguardia. A la vuelta de la contienda, rápido su oficio fue reconocido, hasta convertirse en redactor jefe, codirector y posterior director del diario barcelonés en el año 1933. Paralelo a esta carrera fulgurante en el periódico catalán, Gaziel no dejó de colaborar nunca con la llamada prensa madrileña, en medios de prestigio como El Sol, cuya fundación, como es bien sabido, inspiró el mismo Ortega y Gasset. Fue en este me-
dio donde publicó, entre 1925 y 1930, más de un centenar de artículos, con el ansia de ejercitar la pedagogía política y explicar Cataluña al resto de España, pero también analizando la política europea de entreguerras o la relación de Europa con América. Son estos textos los que conforman el recopilatorio, publicado por Península recientemente, ‘¿Seré yo español?’, que bajo el subtítulo de ‘Un periodista catalán en Madrid (1925-1930)’, reúne los trabajos madrileños de Gaziel de estos años intensos y convul-
Felipe Benítez Reyes. Visor. 2018. 88 páginas.
sos bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Hoy esos artículos, de actualidad sobrecogedora, parecen estar escritos en estos días, constituyen, como escribe Fracesc-Marc Álvaro, autor del prólogo de este recopilatorio, que presenta breve y claramente al autor para los que lo desconocen, «una voz que ilumina la historia de España y de Cataluña con la luz oblicua de la duda, la experiencia y la honestidad» y que convierten a Gaziel en uno de los periodistas catalanes más importantes del siglo pasado. El encaje de Cataluña en España, la bicefalia de nuestro país con dos centros nerviosos, Madrid y Barcelona, o la reflexión sobre los concep-
trivialidad coloquial, pero como la conversación fragmentada de varias y distintas mesas en un banquete, como un sinsentido aburrido, pues si verso a verso es comprensible, el total resulta sin hilación aparente. Ashbery gustó mucho, hace unos años, a algunos poetas españoles más jóvenes, que no sé si han terminado cansándose de ese «todo es poesía», porque el propio Ashbery –no podemos descartar la edad, pese al vigor del texto– resultaba últimamente en exceso predecible, y no siempre el lector –como el crítico– desea ‘interpretar’, pues más a menudo se conforma con ‘sentir’. Como sea, Ashbery es un poeta imprescindible y quizá menos confuso en poemas como
tos ‘Cataluña’ (cuerpo), ‘catalanidad’ (alma) y ‘catalanismo’ (movimiento resultante, acción), son algunos de los pensamientos con los que el periodista aborda el problema catalán a lo largo de estos 110 artículos, la mayoría no recogidos nunca en forma de libro. «No todos los catalanes son catalanistas. Pero todos, incluso los más encarnizados enemigos del catalanismo acaban por sentir la catalanidad», es una de las sentencias en las que, con los matices que dotan de contexto a la misma, analiza el ser de los catalanes. Exiliado en París y Bruselas durante la Guerra Civil, a su vuelta, en 1940, el franquismo lo postergaría al exilio interior, teniendo que conformarse con
«La gente que se porta mal es una preocupación». El título de este libro final de poemas podría definir una no escasa parte de la poética de su autor: ‘El alboroto de los pájaros’. En otro lado (en una poesía cuidadísima, pero que busca limpidez, lo que no riñe con hondura) está Felipe Benítez Reyes, que hacía tiempo que no publicaba poesía, más metido con la prosa novelesca, pero que ha sido, desde sus inicios, creo que claramente, el mejor poeta de su generación (la del 80, suele decirse) con libros muy brillantes como ‘La mala compañía’ de 1989. A partir de ahí –y hasta este último libro por hoy– la poesía de Benítez Reyes, entre el realismo meditativo y la tradición del Barroco y del Modernismo, va siendo menos biográfica, para señorearse de temas e incluso ‘topoi’ ilustres, tratados con belleza y cierta tendencia conceptista a la sentenciosidad. Quien lea ‘Ya la sombra’ –muy buen libro– creerá estar ante alguien de más edad que el autor, que en este libro fuertemente elegíaco, y siempre con su punto suntuario, siente cómo el tiempo se lo lleva todo y –según dijo otro poeta– no deja nada para nadie. Versos (casi al azar) como los que voy a citar avalan lo dicho: «Pareces una sombra disfrazada de humo». O «Hoy tengo el pensamiento de un azul Patinir», para aludir a la tenaz melancolía en un cuadro aqueróntico. Por supuesto hay vida, cultura, sentimiento y bienhechura. Y es evidente el retorno al inicio: ¿Hay poesía difícil y fácil? Optaré por una evidencia mía: Prefiero dirimir el poema tras el gozo de la lectura, que tratar de solventar el otro poema verso tras verso. Pero la poesía es siempre generosa.
¿SERÉ YO ESPAÑOL? Un periodista catalán en Madrid (1925-1930) Agustí Calvet, ‘Gaziel’. Ed. Península. 2018. 544 páginas. 22,90 euros.
la publicación discreta de sus obras en catalán y el alejamiento obligado del periodismo. Tras el olvido de todos estos años, su voz suena más clara que nunca, como un presagio sabio del presente.
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CUADERNO DE TODO En ‘Bloc de otoño’ está todo Luis Alberto de Cuenca, el mejor y el peor, el que fascina (…) y el que condesciende JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN
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os principios y los finales se parecen. Los aprendices de poetas no escriben libros de poemas, sino poemas, muchos poemas, y por lo general sin título. Cuenta Félix de Azúa que la primera vez que visitó a Aleixandre, siguiendo el ritual de tantos otros poetas jóvenes, le mostró una carpeta con más de trescientos poemas inéditos: «Aleixandre, en lugar de despedirme, que parecía lo sensato, tuvo la paciencia de insinuar que le llevara una selección más rigurosa. Y así, tras una criba trágica, me quedé en veinticuatro poemas que aparecieron tras el pintoresco título de ‘Cepo para nutria’». A partir de cierta edad, los poetas tienden a prescindir de cualquier criba, trágica o no, y publican todo lo que escriben sin preocuparse de darles una unidad, más o menos artificiosa, al conjunto. Los títulos de los últimos libros de Luis Alberto de Cuenca, ‘Cuaderno de verano’ y ‘Bloc de otoño’, indican bien este carácter facticio, acumulativo del conjunto.
¿Habría ganado ‘Bloc de otoño’ con una cierta poda? No parece que haya muchas dudas. Pero el autor ha preferido que la hagan los lectores, a los que invita a leer anárquicamente, abriendo por cualquier página, «que es como deben leerse los libros de poesía que se precien de serlo». En ‘Bloc de otoño’, que también podría haberse titulado ‘Variaciones y reincidencias’, como la poesía completa de Javier Salvago, está todo Luis Alberto de Cuenca, el mejor y el peor, el que fascina a lectores de cualquier edad y condición y el que condesciende en exceso a la facilidad y a la anécdota. Todo no, queda fuera el rebuscado culturalismo de los primeros tiempos, el poeta anterior a ‘La caja de plata’, que gustaba de cultivar un «trovar clus» solo para iniciados. Ahora se ha pasado al extremo contrario: «Lo mismo que la miel, nada más degustarla / nos endulza la boca, los poemas se escriben / para que, de primeras, se entiendan. Deben ser / claros. Si no
BLOC DE OTOÑO Luis Alberto de Cuenca. Madrid. Visor, 2018.
lo son, serán como el discurso / que un mudo endilga a un sordo». Habría que recordarle una de las glosas de Eugenio d’Ors, titulada precisamente ‘Claridad y facilidad’: «No me cansaré de no confundir estas nociones, atribuyendo siempre claridad a lo fácil y oscuridad a lo difícil; cuando lo más frecuente es el caso contrario. Las abstracciones matemáticas son más difíciles que las observaciones biológicas. Y, sin embargo, más claras que ellas». ‘Bloc de otoño’ se estructura en cinco partes, que parecen tener una unidad (llevan título), pero que solo agrupan los poemas por año de escritura. Aunque entremezcladas, hay varias secciones en el libro. Por un lado, están los poemas cuyo título comienza con «Sueño de…», que pueden corresponderse o no con un sueño real, y que continúan uno de los tonos más característicos de Luis Alberto de Cuenca. Muchos de ellos podrían formar parte de la mejor antología del relato fantástico. Otra abundante sección del libro está formada por las variaciones de otros poetas, casi todos clásicos griegos y latinos. De uno de los más conocidos poemas de Catulo («Me preguntas, Lesbia, cuántos besos tuyos / bastarían a saciarme») nos ofrece una versión que cambia el nombre de la amada por el de Carmilla, el famoso personaje de Sheridan Le Fanu: «Me preguntas, Carmilla, cuántos besos / tuyos me saciarían esta noche / de la razón en que las
Luis Alberto de Cuenca en Urueña. :: GABRIEL VILLAMIL criaturas / lovecrafianas han tomado el mando / y no se mueve nadie sin permiso. / Y te respondo que con uno solo / con dientes (no con lengua) que horadase / mi yugular tendría suficiente. / No quiero seguir vivo en este mundo / donde no hay más que idiotas y tarados / que han prohibido los mitos y los héroes». Junto a las glosas clásicas, hay también alguna variación de poemas chinos (‘Los veteranos del emperador’, de
Li Bai), en ocasiones sin indicarlo, como en el caso de ‘Tristeza verdadera’, que recrea un poema de Sin K’i-Tsi: «De joven no conocía el gusto / de la melancolía». Otro poema, ‘La visita de Bárbola’, recrea una de los más conocidos romancillos de Góngora («Hermana Marica, / mañana que es fiesta, / no irás tú a la miga / ni iré yo a la escuela»), convirtiéndolo en una de sus habituales estampas oníricas: «Perdona, Dios mío, / las bella-
querías / que hicimos yo y ella / cuando estaba viva. / Sé bueno, Señor, / borra de mi vista / la espantosa imagen / que se me echa encima. / Haz que me despierte / de esta pesadilla». Todo Luis Alberto de Cuenca, como ya dije, y totum revolutum, está en este libro. Hay bien humorados poemas a los hijos y otros en los que no le importa incurrir en el sentimentalismo (‘Palabras para Inés y Álvaro’). Abundan las ensoñaciones eróticas, el recrearse en la belleza que perdimos un instante y que vuelve una y otra vez a nuestros sueños y a nuestras pesadillas, y no faltan las gotas de misoginia: odio et amo. Recuerdos de infancia ‘Deseo de ser detective’), homenajes a escritores (‘Elogio de Michel Houellebecq’), junto a prosaísmos varios, casi de banal columna periodística: «Escribí alguna vez que la Kammermusik / de Brahms era uno de esos pináculos de arte / que no deben faltar en las más exclusivas / colecciones de música de siempre» (claro que peor es cuando se siente «rodeado / de corrección política y de buenismo estúpido / y de redes sociales que hacen de este planeta / un lugar invivible»). Esta disonante variedad resulta deliberada: «Ha llegado el momento de hacer versos / con todo y sobre todo», escribe al comienzo de uno de sus poemas. Al final, no importa que en ‘Bloc de otoño’ sobren algunas páginas. Quizá sea mejor así: es un placer añadido que se nos permita rebuscar entre los revueltos papeles del poeta hasta dar con unos versos que nos hacen sonreír, emocionarnos, asombrarnos, que se nos quedan en la memoria para siempre.
12 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 2.06.18 EL NORTE DE CASTILLA
LECTURAS
1968: EL AÑO DE TODAS LA REVOLUCIONES Albiac y Elorza dan fe en sus libros del fin de ciclo de las revoluciones, que comenzó en 1848 y concluyó en 1968 SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
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o deja de ser irónico que justo cuando se cumplen 50 años de la llamada Revolución del 68, se cumpla también el bicentenario del nacimiento de Karl Marx y los 170 años de la Revolución del 48 y de la publicación del Manifiesto comunista. 1848 marca el inicio del ciclo revolucionario que 1968 cierra. Los 120 años que median entre el inicio y el final crean el siglo XX y, en especial, una mitología: la del progreso y su irrenunciable compañera la Revolución (con mayúsculas). A 1848 le sigue la Revolución de Octubre de 1917 y más tarde la Revolución China de 1949, la revolución cubana de 1959 y la Gran Revolución Cultural Proletaria china de 1966, y finalmente el Mayo del 68, que resume, escondiéndolas, las revueltas o rebeliones mexicana y checoslovaca. Fue el fin de fiesta,
como titula Gabriel Albiac su último libro. Quizás entonces nadie se dio cuenta de la partida que habían jugado. 50 años después la visión del fin del ciclo revolucionario apoyado en la contrarrevolución de las décadas de 1970 y 1980, solo los nostálgicos perseveran en la retórica gastada del ciclo revolucionario. Al fin, solo es eso hoy la izquierda radical, una retórica nostálgica de tiempos pasados, que se sueñan –siempre– mejores. No lo fueron; sí en la esperanza, que no es sino otro nombre del miedo. Por decirlo en la terminología marxista: no se dan hoy las condiciones objetivas para la emergencia de una subjetividad revolucionaria. Hay solo, guste o no guste, retórica, que ha llevado a algunos nostálgicos, sí, a rebajar el nivel del término revolución. Si antes de 1968 la Revolución de Octubre y la Gran Revolución Cultural proletaria se escribían siempre con mayúsculas y se pronunciaban con unción, hoy en día el vocablo ha quedado reducido a las minúsculas que remiten a simples cambios sociales, rebeldes algunos a veces, pero desde luego no revolucionarios, no para el paradigma conceptual que se desarrolló en la primera mitad del siglo XX. La revolución ya no es ni una aceleración del tiempo histórico ni un echar por la borda la sociedad establecida. Albiac y Antonio Elorza dan
UTOPÍAS DEL 68. DE PARÍS Y PRAGA A CHINA Y MÉXICO. Antonio Elorza. Pasado & Presente. Barcelona, 2018. 336 páginas. 23 €.
MAYO DEL 68. FIN DE FIESTA. Gabriel Albiac. Confluencias. 2018. 228 páginas. 18 €.
Antonio Elorza. :: GONZÁLEZ MOLERO cuenta de ello en sus respectivos libros ‘Mayo del 68. Fin de fiesta’ y’ Utopías del 68. De París y Praga a China y México’. El año 68, así, terminó por ser –se ve en la distancia– el fin del ciclo revolucionario. Además los libros tienen un interés añadido porque analizan la impronta que el maoísmo tuvo en Francia y en España en esos años. El inicio de todo es la consigna «Es justo rebelarse» que Mao extendió en 1966. En ese año Mao inicia la Gran Revolución Cultural Proletaria, llamada a acabar con los últimos residuos de la sociedad burguesa china y con sus intentos de revisionismo. Lanzó contra la sociedad china a la Guardia Roja compuesta por los estudiantes rebeldes. Lo que Mao callaba, sin embargo, era que el movimiento de insurrección que él lideraba tenía como único objetivo su afianzamiento en el Poder. Se sentía amena-
EL TALISMÁN DE LA COSTURERA
DE VIAJE
E
l informe Monteverde’, de Lola Robles, que reedita ahora Crononauta, con su breve extensión, es quizás una de las novelas más interesantes de la producción en la ciencia ficción de este país. Más que una novela –aunque lo es, no vamos a estas alturas, tras más de un siglo dedicados a ampliar vastamente el concepto, a restringir los límites entre lo que es novela y no–, nos encontramos ante un maravilloso
cuaderno de viaje, intercalado con un informe científico. O al revés. Algo en ella me ha recordado al ‘Hacedor de estrellas’, de Stapledon, aunque no sea tan ambiciosa –lo cual, a la postre, es positivo–. O a Lem, aunque en este viaje, en esta investigación lingüística, no haya grandes misterios irresolubles, ni la protagonista se vea enfrentada a tensiones enormes, ni a sinsentidos hilarantes. Aunque al final de la novela haya un misterio que prevalece. Es ante todo
CIRO GARCÍA
un libro pacífico, en varios sentidos. No hay en él grandes violencias –aunque en algún momento son evocadas, algunas, las más atroces, remotamente pasadas, otras más presentes, aunque lejanas del escenario central de la narración–. Y también en el sentido de que es una lectura que aporta cierta paz. Quizás por su visión esperanzada. Aunque no del todo ingenua. Hay sombras, por supuesto. Pequeñas sombras en el escenario central, el planeta Aanuuk.
Gabriel Albiac. :: ISABEL B. PERMUY
zado por otros dirigentes chinos y temía que lo relegasen a un segundo plano. Para evitarlo, lanzó la Revolución Cultural, que tuvo como consecuencia un elevado número de víctimas entre la población –unas 142.000 personas– y su definitiva consolidación en la cúpula del Partido Comunista Chino, controlado por él desde ese momento. Mao fue el primero que se dio cuenta de las ventajas que tenía el lanzamiento de un movimiento supuestamente revolucionario desde el Poder con el objetivo de consolidarse en el mismo. Hizo fortuna su retórica de la revolución pues desde entonces no han cesado de darse movimientos supuestamente revolucionarios cuya consigna es el derribo del orden viejo y burgués mientras los cabecillas se afianzaban en los gobiernos que llamaban a la revolución. Toda esta confusión fue po-
sible en gran medida porque el comunismo soviético había perdido todo prestigio. Si Mao logró su objetivo fue porque luchaba contra una versión fosilizada de lo que se suponía que era el comunismo, y porque los jóvenes europeos solo vieron en las palabras de Mao una retórica que se ajustaba a sus sentimientos y ansias de cambio. Nunca fueron capaces de ver lo que las palabras ocultaban. Albiac busca la explicación en la fascinación europea por lo oriental. No cabe duda de que esta fascinación, presente desde el siglo XVIII, pudo hacer que los estudiantes y los intelectuales europeos no fuesen capaces de entender lo que se estaba jugando en China. Solo vieron una falsa aurora de un tiempo nuevo. Al fin y al cabo, como bien analizó Edward Said, los europeos vemos en el Oriente aquello de lo que carecemos. El deseo
de una nueva sociedad fue lo suficientemente cegador como para que no profundizasen en lo que de verdad ocurría en China. Los deseos se impusieron a la realidad. Hubo también rebeliones –Elorza prefiere este término al de revolución– en México, Italia, Checoslovaquia, Estados Unidos, y España, bajo la dictadura franquista, de las que da cuenta Elorza. El derrumbe de todo el universo comunista fue lento. En 1989 cayó el muro de Berlín y con él la máscara que a duras penas se sostenía. Lo que ha venido después, el auge de los populismos no es ya, en puridad, comunismo si no otra cosa que aprovecha parte de la retórica marxista para, en la estela de Mao, hacer la revolución desde el Poder, aunque sabemos bien que desde el Poder solo se da perseverancia en el mantenimiento del mismo.
Grandes fuera de él, en el resto de la galaxia. Porque quizás lo más reseñable de este libro es la cantidad de información que transmite. Por ejemplo, basta un par de apuntes diseminados en este o aquel episodio, unos párrafos, para que el lector se haga una idea cabal de una metacivilización estelar, compuesta a su vez por cientos de civilizaciones, cada una con su idiosincrasia –se nos muestran unas pocas, sobre todo a través de su uso del lenguaje–. Un universo que evoca en cierto sentido a ‘La Fundación’ de Asimov, o, sobre todo, al ‘Ekumen’ de Le Guin. Es difícil leer el ‘Informe Monteverde’ y no pensar en ‘Los desposeídos’. En cierto sentido Aanuk es un Anarres privilegiado. En la luna
donde los exiliados de Le Guin tratan de consolidar su ambigua utopía anarquista las condiciones son duras, incluso extremas. No ocurre así con Aanuk, planeta exuberante, de climas amables y colores nunca vistos. Esta exuberancia favorece que sus habitantes hayan desarrollado una sociedad, como la anarrense, de tintes anarquistas, pero tribal, algo primitiva, mayoritariamente nómada. Al contrario que los anarrenses, que dependen de la tecnología, en Aanuk esta, al menos la que va un poco más allá del neolítico, se usa poco. Las bondades del planeta la hacen innecesaria. Esto no quiere decir que los alegres habitantes sean luditas: no odian las máquinas: sienten, en un primer mo-
mento, curiosidad, luego indiferencia. Por otra parte la novela se las arregla para tocar varios temas, aunque el principal es el lenguaje, cómo es afectado por el entorno, y a su vez, afecta a la sociedad –otra vez ‘Los desposeídos’–. También es importante, y en esto recuerda a la novela de Delany ‘En Circon vuelan’, el tema de cómo vemos o imaginamos al otro. La desconfianza a priori y el prejuicio. Sin embargo, en la novela de Lola Robles, esto no implica violencia por ninguna de las partes. Una novelita breve, que junto a sus más que evidentes méritos literarios –embelesan sus descripciones–, nos ofrece una visión del mundo diferente y necesaria.
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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
VERSOS SALADOS DEL ATLÁNTICO
POEMAR EL MAR Antonio García Teijeiro. Ilustraciones de Xan López Domínguez. Anaya. A partir de 8 años.
:: V. M. NIÑO
Bosque de álamos en Guanella Pass (Colorado). :: ED ANDRIESKI-AP
EXTRAÑAS CONEXIONES ESCUCHANDO A LOS ÁRBOLES David G. Haskell, biólogo que escribe como un poeta, mezcla ciencia y poesía en ‘Las canciones de los árboles…’ AMALIA IGLESIAS
A
ntes de nada, una curiosidad: En 1980 el poeta nicaragüense Pablo Antonio Cuadra publicó un libro ya mítico, ‘Siete árboles contra el amanecer’, el poema que abre el libro será ‘La Ceiba’: «Este es el árbol que amorosamente sienta tu infancia en sus rodillas./ Con el algodón liviano y sedoso de su fruto tu pueblo fabricó/ sus almohadas/ donde reclina su descanso y elabora sus sueños./ Si suben a este árbol, la serpiente se hace pájaro/ y la palabra canto...». El también poeta ecologista americano, Steven F. White publicó la traducción al inglés del libro de Cuadra en 2007 en edición de la Northwenstern University, y según sus propias palabras, el libro se usó en la universidades norteamericanas en los programas interdisciplinares de estudios de medioambiente. Sostiene White que este libro de Cuadra es una referencia fundamental en el ámbito de la ecopoesía y la ecocrítica, «un libro-mundo de
poesía ecocéntrica basada, según Cuadra, en ‘la precisión lingüística’ de la botánica. Y añade White «los poemas árboles de Cuadra son canciones de la sustentabilidad». David George Haskell se ocupa en ‘Las canciones de los árboles. Un viaje por las conexiones de la naturaleza’ de una docena de árboles que dan nombre a cada uno de los capítulos y será precisamente El Ceibo, esta vez en masculino, el primer protagonista de su historia. Una ¿conexión? curiosa. ¿Conoce Haskell el libro de Pablo Antonio Cuadra? Desde luego no lo cita en la amplia y detallada bibliografía que dedica a cada uno de sus árboles. Hasta aquí las coincidencias, porque el ceibo/ la ceiba será el único árbol en el que coinciden. Dicho esto debo añadir que el de Haskell es un libro maravilloso, tanto o más que el primer título con el que nos deslumbró hace cuatro
LAS CANCIONES DE LOS ÁRBOLES. Un viaje por las conexiones de la naturaleza David George Haskell. Traducción de Guillem Usandizaga. Turner. Madrid, 2017. 302 pp.
años ‘En un metro de bosque. Un año observando la naturaleza’. Este es el libro de un biólogo que escribe como un poeta. Ya Edward O. Wilson afirmó que Haskell había creado un nuevo género «mezcla de ciencia y poesía». Además de observar minuciosa y poéticamente la naturaleza a través de esos árboles, construye una conciencia ética sobre «el papel de las plantas en nuestra vida» y la importancia de esas vibraciones en nuestras almas. En su viaje alrededor del mundo, desde Ecuador a Japón, pasando por Escocia o Jerusalén, sea en la ciudad o en el campo, Haskell escucha atentamente la música que se desprende de la palmera sabal, del fresno verde, del avellano o del álamo de Virginia,... partituras y canciones de la naturaleza en la que todo está conectado, desde la más pequeña célula a «los ciclos globales de la energía y la materia». Todo está entrelazado en un concierto universal de «pensamientos, texturas y ritmos». La vida, observada desde está perspectiva recobra un nuevo y pleno sentido. Recomiendo pararse a escuchar esa música sublime de la naturaleza, sentarse bajo un árbol a leer los libros de Haskell, y los poemas de Pablo Antonio Cuadra y otro libro hermoso en el que también podemos deleitarnos con esas armonías sublimes, el de Antonio Colinas ‘La llamada de los árboles’ del que Miguel Delibes (otro melómano de la naturaleza) decía que era «su mejor libro».
Contar con música historias del mar, eso es lo que hace Antonio García Teijeiro. Al verso libre le pone humor, juegos de palabras e imágenes, a veces aforismos, canciones, todo tocado de un lirismo adictivo que le ha valido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2017. Mares de bronce, de plumas, de algodón y seda, con olas y con estrellas, toda clase de océanos guarda Tejeiro en un armario. Veleros, playas, garzas, gaviotas, capitanes, sirenas, vientos, y algún niño curioso pueblan estas estrofas que se prestan a ser leídas en alta voz. En ocasiones el autor se acerca al microrrelato, invitando al lector a desentrañar el cuento que guarda dentro una frase. Libro de exquisito gusto literario ilustrado por Xan López Domínguez, otro creador gallego, como el autor literario.
MONUMENTAL VUELTA AL MUNDO :: V. M. N. Ríos, sendas y ahora monumentos, se suceden en distintos libros de la colección Nos Gusta Saber, de Siruela, como criterio para recorrer el mundo. ‘Un viaje a través del arte’ comienza en la prehistoria con unas pinturas rupestres insólitas, las de Australia, ‘de la Era del Sueño’, que siguen siendo centrales en la vida de los aborígenes. Egipto, Sumeria, Grecia y Roma son las civilizaciones de la antigüedad que entendieron la potencia propagandística y hedonista tanto de la arquitectura como de las artes plásticas.
La ambición de trascender y llegar hasta los dioses es evidente en Teotihuacán y en Angkor, mientras que la Ciudad Prohibida de Pe-
UN VIAJE A TRAVÉS DEL ARTE Aaron Rosen. Ilustraciones de Lucy Dalzell. Colección Nos Gusta Saber. Siruela. 144 páginas. 21,95 euros.
kín o La Alhambra acogen palacios imperiales. A medida que avanza en la historia, la guía opta por ciudades significativas de la pintura flamenca, el Londres industrial, el París decimonónico, la Viena de la Secesión, Moscú y Berlín durante la Guerra Fría o las capitales de EE UU que supusieron dos formas de entender vida y artes: Nueva York y San Francisco. Pequeñas píldoras de información arropan cada elección. Obra divulgativa, atractiva y, como no puede ser de otra manera, parcial, aunque excelente puerta de entrada para la historia del arte.
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l régimen verbal es la capacidad que tiene un verbo de combinarse con sus complementos. Por ejemplo, hay verbos que con un determinado significado exigen una determinada preposición (como ‘contar’ con el significado de ‘tener en cuenta a alguien’, que exige la prepo sición ‘con’); otros que exigen la presencia de complemento directo y de complemento indirecto (como ‘dar’ con el significado de ‘entregar’ o de ‘ofrecer’); otros que no llevan complemento directo (como ‘entrar’); etcétera. Y hay verbos cuyo infinitivo no termina en ‘-ar’, ‘-er’, ‘-ir’, sino en ‘-arse’, ‘-erse’, ‘irse’, es decir, que el apoyo pronominal forma parte del verbo y no es un complemento del verbo, como por ejemplo ‘alegrarse’, ‘jactarse’, ‘avergonzarse’, ‘incautarse’, ‘acurrucarse’, ‘adueñarse’, ‘acordarse’ con el sigificado de ‘recordar o tener en la memoria algo o a alguien’, ‘desentenderse’, ‘arrepentirse’, ‘debatirse’ con el significado de ‘luchar resistiéndose’, ‘desvivirse’, etcétera. Son los llamados verbos pronominales, en los que el pronombre personal flexiona concordando con el sujeto. En general, estos verbos exigen un complemento precedido de una preposición. Los verbos arriba mencionados (excepto ‘acurrucarse’) exigen preposición: alegrarse de, jactarse de, avergonzarse de, incautarse de, adueñarse de, acordarse de, desentenderse de, arrepentirse de, debatirse entre y desvivirse con. Si se conoce el régimen del verbo que va a usarse, el discurso fluye con naturalidad (y ocurre así la mayor parte de las veces en los hablantes nativos). Pero a veces los hablantes vacilan porque tienen dudas sobre la rección de los verbos, algo completamente explicable porque no se enseña en la escuela ni se alude a ello, al menos no de for-
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
INCORRECCIONES ATRIBUIBLES AL RÉGIMEN VERBAL (1) ma sistemática. Lo compruebo cada curso académico cuando mis estudiantes no saben ‘leer’ la información gramatical que proporciona un diccionario, cuando les sueña a chino el término ‘régimen verbal’ y cuando no son capaces de ver que verbos como ‘acordarse’ y ‘acordar’ son dos verbos distintos (el primero, pronominal, exige la preposición ‘de’; el segundo, un complemento directo). Una vez comprendido que ‘acordarse’ exige la preposición ‘de’, ante ejemplos como ‘No me acordé que tenía que darle el libro’ o ‘¿Te acuerdas que el año pasado nos tocó un viaje a París?’ tendrían que saltar las alarmas porque la preposición ‘de’ no aparece por
Propongo que cuando en la escuela se enseña la conjugación de los verbos se haga hincapié en el régimen verbal
ningún lado (lo que hace que estos enunciados sean incorrectos desde el punto de vista normativo). Este fenómeno se conoce como queísmo y consiste en la eliminación de la preposición ‘de’ regida por el verbo (o sea, de obligada aparición) ante oraciones subordinadas encabezadas por ‘que’. Curiosamente la eliminación de la preposición no se produce nunca cuando el complemento no es una oración encabezada por ‘que’, como en ‘No me acuerdo de su cara’, ‘Nos acordamos de ti’ o ‘Ya es hora de que te acuerdes de felicitarlo por su graduación’. Probablemente una de las razones de la eliminación de la preposición ‘de’ con este verbo tenga que ver con que ‘acordarse’ funciona como sinónimo de ‘recordar’, verbo que rige complemento directo: ‘Acabo de recordar que tenía que darle el libro’; ‘¿Recuerdas que el año pasado nos tocó un viaje a París?’; ‘No recuerdo su cara’; ‘Recuerda que mañana es el cumpleaños de tu madre’; ‘Recuerdo a su abuela paseando por el jardín’. O también que hay un verbo ‘acordarse’ (que tiene que ver con el recuerdo) y un verbo ‘acordar’ (que tiene que ver con el acuerdo). El primero exige la presencia de la preposición ‘de’ y el segundo no: ‘Han acordado que las dos instituciones impulsarán de forma conjunta el desarrollo de los proyectos e infraestructuras’; ‘Los grupos acuerdan que el derecho al descanso prevalezca sobre el ocio’; ‘Los portavoces acordarán este jueves cuándo se celebrará el pleno’. Dado que los cruces de este tipo favorecen la confusión, me atrevo a proponer que cuando en la escuela se enseña la conjugación de los verbos (por cierto, exactamente como se hacía hace más de cincuenta años), se haga hincapié en el régimen verbal. Se evitarían muchos queísmos, dequeísmos, deísmos, laísmos, leísmos y loísmos.
LOS LIBROS MÁS VENDIDOS EL CORTE INGLÉS VALLADOLID
OLETVM VALLADOLID
LETRAS CORSARIAS SALAMANCA
MARGEN VALLADOLID
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
FICCIÓN
Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)
El orden del día. Eric Vuillard (Tusquets)
La policía celeste. Ben Clark (Visor)
Una carta para mí. Raquel Reitx (Martínez Roca)
La villa de las telas. Anne Jacobs (Plaza&Janés)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
La ofrenda. Gustavo Martín Garzo (Galaxia)
Seremos recuerdos. E. Benavent (Suma)
Una revelación brutal. Louise Penny (Salamlandra)
Mandíbula. Mónica Ojeda (Candaya)
Los perros duros no bailan. A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
Los perros duros no bailan. Pérez-Reverte (Alfaguara)
El principito pop up. A. Saint Exupery (Salamandra)
Cuaderno de campo. María Sánchez (La Bella Varsovia)
La bruja. Camilla Läckberg (Maeva)
¿Y a ti que te importa?. Megan Maxwell (Booket)
El sonido de la memoria. Rafael Gavilán (Fuente de la Fama)
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
Lejos del corazón. Lorenzo Silva (Destino)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Sin censura. Revilla (Espasa)
La edad de la penumbra. C. Nixey (Taurus)
La penúltima bondad. Josep María Esquirol (Acantilado)
Las recetas de adelgazar... A. Quintas (Planeta)
Memorias del comunismo. J. Losantos (La Esfera)
Nueva historia de la España.. A. Shubert (Galaxia)
Revista. 5w (Diversión)
El hombre que no deberíamos ser. O. Salazar (Planeta)
Piel de letra. Laura Escanes (Aguilar)
Manual del aspirante a chef. RTVE (Espasa Calpe)
La edad de la penumbra. Catherine Nixey (Taurus)
Curar con la fuerza... Petra Thorbrietz (Planeta)
Haz tus sueños realidad. Rut Nieves (Planeta)
Imperiofobia y leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)
Teoría King Kong. Virginie Depentes (R. House)
Criminalmente. Paz Velasco (Ariel)
Cuentos de millones de sonrisas. V. Díaz (Aguilar)
Cuentos de buenas noches... Elena Favilli (Planeta)
Fuegos de palabras. Carmen Camacho (Fundación Lara)
Morder la manzana. Leticia Dolera (Planeta)
SANDOVAL VALLADOLID
LIBRERÍA DEL BURGO PALENCIA
SEMURET ZAMORA
PUNTO Y LÍNEA SEGOVIA
FICCIÓN
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FICCIÓN
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Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)
Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)
Los refugios de la memoria. Cancho (Papeles Mínimos)
Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)
Patria. F. Aramburu (Tusquets)
Lejos del corazón. Lorenzo Silva (Destino)
Adiós muchachos. Ramírez (Alfaguara)
Autorretrato sin mí. Fernando Aramburu (Tusquets)
La bruja. Camila Läckberg (Maeva)
Mi pecado. Javier Moro (Espasa)
El orden del día. Vuillard (Tusquets)
Apegos feroces. Vivian Gornick (Sexto Piso)
Años de mayor cuantía. Sánchez (Eolas)
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
Filek. Martínez de Pisón (Seix Barral)
Laín. Francisco Narla (Edhasa)
El manuscrito de fuego. García Jambrina (Espasa)
La desaparición. Josef Mengüele (Tusquets)
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
NO FICCIÓN
Decir no no basta. Klein (Paidós)
Todos deberíamos ser femenistas. Adichue (Random)
Sin censura. Revilla (Espasa)
Fernando VII. Emilio La Parra (Tusquets)
El país de los pájaros... Fernández (Espasa)
Imágenes (...) desde Palencia. Luis Sendino (Autoedic.)
Memorias del comunismo. J. Losantos (La Esfera)
La derrota del vencedor. Rogelio Alonso (Alianza)
Por qué soy comunista. Garzón (Península)
España de mierda. Albert Pla (Debolsillo)
La España vacía. Sergio del Molino (Turner)
Nueva Hª de España. E. Álvarez Junco (Galaxia)
Morder la manzana. L. Dolera (Planeta)
Querida Ijeawele. C. Ngozi Adichie (Random House)
Imperiofobia. Elvira Roca (Siruela)
Mi patria es la gente. Julio Rodríguez (Península)
La historia del heavy metal. O’Neil (Blackie Books)
Plantas Montaña Palentina. Pascual Herrero (Aruz)
Clásicos para la vida. Ordine (Acantilado)
Un año en la antigua Roma. Néstor Marqués (Espasa)
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PANTEÓN DE PLATA
‘POLICÍA, ADJETIVO ’ (CORNELIU PORUMBOIU, 2004)
Una cuestión de semántica EDUARDO ROLDÁN
Varias secuencias del filme ‘Policía, adjetivo’, de Corneliu Porumboiu.
C
on su habitual puntería disparó el maestro Lázaro Carreter uno de sus dardos lingüísticos en la diana del mal uso que suele hacerse del término semántica. Se escucha: «Es solo una cuestión de semántica»; o bien: «Nuestras diferencias son solo semánticas». «Solo semánticas», como si fueran diferencias cosméticas, detalles sin importancia fácilmente reparables. En realidad la semántica se refiere al significado, al contenido; una diferencia semántica es una diferencia sobre el fondo, sobre la raíz del asunto: una diferencia esencial, quizá irreconciliable. Lo que no quiere decir que el significado de un término se agote en la letra de su definición. El significado es un campo al que, en función del contexto, de las circunstancias del momento, se le da un sentido u otro –hasta el punto de poder dar a entender lo contrario de lo que se dice–; pero por otro lado sí, el significado es también la letra, la literalidad más seca de la definición. Esta ambivalencia del lenguaje es uno de sus rasgos más fascinantes, y de los más delicados cuando de lenguaje legal se trata. Casi todas las leyes son interpretables, y el problema por tanto se desplaza del objeto al sujeto: ¿quién tiene el poder para imponer su interpretación? No otro es el obstáculo con que se topa Cristi (Dragoş Bucur), el omnipresente prota-
gonista de ‘Policía, adjetivo’. El departamento ha recibido un soplo sobre un adolescente que fuma droga y acaso trafique; a Cristi se le encomienda que lo siga. Basta una semana y un día para ratificar su sospecha inicial: el chaval ni siquiera recibe un dinero a cambio, todo lo que hace es compartir el hachís con un par de colegas del instituto a la salida de las clases. Sin embargo, la ley rumana pena con hasta siete años de prisión la simple tenencia y consumo; en algunos países esta conducta no constituye siquiera delito, en otros la consecuencia es infinitamente más benigna. ¿Va a arruinarle la vida al chaval por una nimiedad así? Más aún cuando todo apunta, diga lo que diga el fiscal a quien visita, a que en no demasiado tiempo Rumanía habrá de plegarse a la realidad social y relajar la ley a la altura de los países del entorno. Otra duda le surge: los motivos del soplón, supuesto amigo del chico, para denunciarlo. Cristi decide cambiar de objetivo y seguir al soplón: no le reporta más que la corazonada de que el traficante es el hermano del chaval, residente en otra ciudad, y que lo lógico sería dejar el caso en curso –dos, tres semanas máximo– hasta reunir las pruebas suficientes que les permitan ir a por el probable pez gordo. Pero esa otra realidad aplastante que es la burocracia departamental exige cumplir
con una cuota de arrestos, y como lo único seguro es el chaval, al chaval hay que apresar, testifique o no contra su hermano luego. El seguimiento del policía es narrado por Corneliu Porumboiu, responsable también del guion, con una objetividad paralela al conflicto moral que se le plantea a aquel entre la letra y el espíritu de la ley. El espectador se convierte en vigilante del vigilante; lo ve resguardarse de la fría lluvia bajo una marquesina, atisbar la boca del metro desde una esquina al otro lado de la calle: el policía espera, y el espectador espera con él. Se trata de observar, de tener paciencia, de no forzar la revelación; igual que a Antonioni se le reprochaba la sucesión de «tiempos muertos» en que consistían las tramas de sus cintas, así se le ha reprochado a Porumboiu, pero si algo no está muerto en uno y otro es el tiempo. A través de los ges-
tos del policía, el espectador, grano a grano, ahonda en lo que piensa, en lo que siente el personaje (y él mismo, por identificación especular). Que no haya disparos ni cortes de plano cada par de segundos no quiere decir que no haya acción. Porumboiu, quizá más que nadie de los cineastas de la llamada ‘nueva ola’ rumana, hace del plano secuencia –rasgo estilístico de casi todos
Porumboiu consigue, sin subrayados melodramáticos, retratar el clima de grisura social y grasura mental de la Rumanía pos-Ceaucescu
ellos– un uso tan congruente en el aspecto narrativo como arriesgado en el formal. Por otro lado, el seguimiento no se adereza (no se edulcora) con acompañamiento musical: oímos un claxon que protesta o un autobús que frena de golpe, o el rumor de las hojas de un árbol movidas por el viento. Suficiente. Así, cabe calificar a ‘Policía, adjetivo’ de ‘contrathriller’: nos enseña todo lo que el manual de estilo del ‘thriller’ omite, vida doméstica del investigador incluida, de manera similar a como Linklater enseñaba en ‘Boyhood’ todo lo que omiten los relatos de maduración. El resultado no es menos asombroso. Porumboiu consigue, sin subrayados melodramáticos, retratar el clima de grisura social y grasura mental de la Rumanía pos Ceauşescu con una sobriedad de enorme poder (lo había logrado ya, a través del humor, en ’12:08 al este de Bucarest’), sin por ello resignar la peripecia policial. Que alcanza su clímax en la escena aludida, penúltima del filme, en la que el fiscal, leídos los áridos informes del policía, ordena en todo caso llevar a cabo la redada. Es un clímax de cerca de veinte minutos (sí, es posible un clímax de veinte minutos) y con contados cambios de plano, donde la humillación a que el fiscal somete al policía, ante los reparos de ‘conciencia’ que este muestra, se siente hasta un extremo casi sólido. Hu-
millación para la que no necesita ni del insulto ni de la amenaza, una humillación tranquila y por ello más dolorosa; el fiscal ni siquiera es el verdugo, lo es un objeto imparcial que, para más inri, le permite manipular al policía: un diccionario. Tras pedirle que defina conciencia –«algo dentro que me impide hacer algo malo»–, y malo «algo por lo que me arrepentiría»–, ordena que le entren un diccionario en su despacho, y a Cristi buscar conciencia. Este lee que una conciencia limpia exige «no haber transgredido una ley moral o estatal». Cosa que no le basta: no aplicar la ley que ordena la prisión por compartir un porro no le crearía ningún conflicto; por indicación del fiscal comienza a saltar de palabra en palabra a partir del significado de la anterior: de conciencia pasa a ley, a pesar, a moral. Tras el peregrinaje léxico, la conclusión es c(l)ara: o cumple la ley estatal o su particular ley moral, con la cesación de cargo que tal supondría –y la posibilidad, entiende el espectador entre líneas, de que Cristi en un futuro realice buenas acciones–. Ante el vértigo paralizante del momento, el fiscal le dice que busque policía. ¿Cómo escindir del concepto ‘Cristi’ el sustrato-policía, y cómo escindir el sustrato-conciencia? ¿Cómo no ser uno mismo? ¿Qué respuesta tomar? Solo una cuestión de semántica.
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Director: Ángel Ortiz Coordinador: Chema Cillero
:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA
MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO
El pop y la clase media A
Solo los Estados voraces e insensatos pueden caer en el delirio de acabar con la clase sin la cual la sociedad pierde su muelle amortiguador
l acabar la Segunda Guerra Mundial toda Europa parecía proletarizada. Se exigía reanudar la carrera industrial. Se exigía un sacrificio colectivo que enseguida dio resultados, ya que diez años después empezaba a ser visible una clase media consistente y esperanzada. En su mayor parte surgía de la clase obrera y en los años sesenta ya se había convertido en la clase más visible y vistosa, tanto en Europa como en América. La clase media trabajaba, inventaba y sustentaba: era la clase más dinámica de todas, y también la más ambiciosa. Ahora mismo tendría que ser el motor de la historia. ¿Lo ha sido durante algunas décadas? Puede, pero ahora parece que no. ¿Por eso la historia está paralizada? ¿Acaso también estamos llegando al grado cero de la historia? ¿Qué sería llegar al grado cero de la historia? No sería llegar a su final, como decretó Fukuyama malinter-
pretando a Hegel y a Kojève, sería simplemente llegar a un punto muerto. Y los puntos muertos albergan en su inmovilidad muchas sombras peligrosas y se convierten en miasmas de las que puede surgir cualquier cosa. Por población, extensión y sentido de la proyección, la clase media empezó a influir seriamente sobre la sociedad en la década prodigiosa. Brigitte Bardot, por ejemplo, y su Citroën eran símbolos de la clase media que de pronto aparecían bajo una estética más irónica, más niveladora, lo que podía ser la estética de la clase media. De pronto la clase media empezó imponer su estética, y cuando una clase consigue imponer su estética algo está pasando. Hasta los muy ricos se veían obligados a imitar los hábitos y las maneras de la clase media. En muchos aspectos, era una clase triunfadora y le estaba imprimiendo a toda la sociedad un aire más deportivo y menos ritualizado. Era
una clase que odiaba los antiguos ritos, que ya no le servían como elementos de cohesión, afincada en la ciudadanía y la individualidad más que en la tribu o en el ‘pueblo’. El Pop en todas sus manifestaciones (música, cine, literatura, artes plásticas) fue una invención absoluta de la clase media, y en todas sus modalidades integraba influencias de todas las características, incluyendo con cierta ironía el kitsch. Alguien dirá que muchos de los representantes más genuinos del Pop procedían más bien de la clase obrera, como fue el caso de los Beatles. Cierto, pero en cuanto triunfaban se convertían en representantes típicos de la clase media. También puede decirse que el Pop, en el sentido más amplio del concepto e incluyendo en él todas sus manifestaciones y no sólo la musical, es el primer estilo propiamente artístico creado por la nueva clase media. Por eso fue ta-
chado de subcultura por intelectuales que procedían de la burguesía. Hasta entonces, los movimientos artísticos nunca surgían de la clase obrera y la media. Otra de las diferencias del Pop con respecto a las demás corrientes estéticas, más cultas y selectivas, es que fue (y es en sus derivaciones de ahora, que son casi infinitas) un estilo completamente colectivo. No lo seguía una camarilla de iniciados, un grupo de amigos, un país concreto, una cofradía vanguardista, lo seguía todo el mundo. Desde sus inicios, el imperio de la clase media no ha hecho más que extenderse, aunque ahora estén aniquilando ese poder y todos los cambios que propició, en parte porque la clase media traía con ella algo parecido a un destino, y era un destino en relación con la nivelación. Nivelar fuerzas, igualar, pues toda clase social aspira a dibujar un mundo a su manera. Alguna vez nos dare-
mos cuenta de todo lo que aportó la clase media de la segunda mitad del siglo pasado, alguna vez reconoceremos que sin ella no hubiesen sido posibles muchos de los cambios sociales que ahora nos parecen normales y hasta banales. Con ella se universalizó lo que en el artículo anterior llamé el esnobismo invertido. Cuando la clase media mengua el mundo se vuelve mucho más triste y toda la sociedad se deteriora porque nadie ignora que es la clase media la que sostiene el Estado con sus impuestos. Solo los Estados voraces e insensatos pueden caer en el delirio de acabar con la clase sin la cual la sociedad pierde su muelle amortiguador y se convierte en un artefacto explosivo. Lo hemos visto muy claro en España durante la última década. Líbrenos el destino, o la avaricia, o la Historia, de las sociedades en las que desaparece la clase media, tan denostada tantas veces, y siempre tan necesaria.