SOMBRA CIPRES
NÚMERO 308 Sábado, 23.06.18
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DEL
El Álbum Blanco cumple 50 años
El disco más ambicioso y complejo de los Beatles marcó también el inicio de la destrucción de la banda [P2]
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Este año se cumple el 50 aniversario de la publicación del ‘Álbum Blanco’ de los Beatles, una obra grabada entre los primeros síntomas de descomposición del grupo
El disco de la desconexión CARLOS ROLDÁN
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rácticamente un año después del lanzamiento de su obra maestra ‘Sargento Pepper’, los Beatles regresaron al estudio en 1968 para elevar todavía un poco más el listón de su creatividad. El resultado fue la grabación de un disco absolutamente diferente, con la mirada puesta en un rock menos sofisticado y sin demasiados aditivos, un álbum doble que ya evidencia los primeros desacuerdos entre los miembros del grupo que sufrían la resaca de su estancia espiritual en la India, la incipiente inestabilidad de la compañía Apple y la presencia ininterrumpida de Yoko Ono. El ‘Álbum Blanco’ de los Beatles reúne posiblemente el menor número de canciones perennes de su discografía, pero existen algunos elementos que le posibilitan su acceso a la eternidad del Olimpo del rock. El primer elemento reside en su portada. Se titula simplemente ‘The Beatles’, su diseño es blanco impoluto, obra de Richard Hamilton, pero su interior contiene cuatro fotografías de 19 x 28 centímetros de cada uno de los miembros del grupo, que son enmarcadas cuidadosamente por sus seguidores. Cada vez que giro la cabeza hacia el equipo de música de mi casa, me encuentro con las expresiones enigmáticas de John, Paul, George y Ringo colgadas de la pared que me conducen inevitablemente a la perdurabilidad de esta grabación, una nostálgica particularidad plástica que ha desaparecido de modo lamentable con el formato cedé y que se recupera ahora con timidez. El disco exhibe un nombre tan simple como The Beatles que, lejos de reflejar su unidad, concentra un contenido musical en el que Lennon, McCartney y Harrison presentan sus propias canciones y, como se ha publicado con reiteración, utilizan al resto como su propio grupo de acompañamiento. Este insólito sistema de trabajo, unido a otras circunstancias, no tarda en co-
brarse su primera víctima. Ringo abandona el grupo y se toma unas vacaciones para reflexionar sobre su forma de tocar la batería, denostada por sus compañeros, especialmente por Paul que no duda en hacerse cargo de las baquetas en algunos temas como ‘Back In The USSR’ y ‘Dear Prudence’. Cuenta Peter Brown, un integrante del equipo y posterior letrista de Cream, que Ringo se pasaba una gran parte del tiempo en una esquina del estudio jugando a las cartas con Neil Aspinall, asistente personal del grupo, y Mal Evans, histórico músico colaborador en nómina. Cuando el baterista abandonaba el estudio, Paul añadía pistas de batería tocadas por él mismo. Y al día siguiente, Ringo fingía no darse cuenta de que él no era el intérprete. Unos meses después regresa, le reciben con flores, le dicen que es el mejor batería del mundo y le permiten componer una canción, ‘Don’t Pass Me By’. Y pelillos a la mar. Pero no es esta la única excedencia. El quinto beatle George Martin y el ingeniero Geoff Emerick deciden también marcharse de vacaciones ante el tenso clima de la grabación. El entorno no es propicio. El grupo ha regresado de la India de forma escalonada, decepcionado por las enseñanzas de Maharishi Mahesh Yogi; la gestión de la compañía Apple es una continuo quebradero de cabeza, se producen arrestos por consumo de hachís, Paul se está separando de su novia Jane Asher y John está rompiendo también su matrimonio con Cynthia mientras Yoko no se
aleja ni un instante de John e incluso llega a cantar en el disco. Por primera vez Lennon quebranta una norma no escrita del grupo, las mujeres no entran en el estudio de grabación. Por otro lado, se dispara la competitividad y la egolatría. A John le encanta calificar algunos temas de Paul como «canciones para las abuelitas». Paul, por su parte, siempre tan perfeccionista, obliga al grupo a grabar algunos temas hasta cincuenta veces. Uno de los más populares del disco, ‘Ob-La-Di, ObLa-Da’, provoca la irritación de los tres Beatles restantes que contemplan, atónitos, cómo después de cuatro noches de trabajo no logran el visto bueno de su autor. Finalmente, según el testimonio de Richard Lush, segundo ingeniero, a la mañana siguiente, John llega a la sesión totalmente ido bajo los efectos de la marihuana, se va directo al piano y empieza a aporrear las teclas a todo volumen, dos veces más rápido de lo que lo habían hecho hasta entonces con los acordes de apertura. Exclama un ¡Ya está¡ y finalmente zanja el asunto. El grupo The Marmalade llevará también la canción al número uno de las listas británicas.
Clapton, un ‘extraño’ toca con los Beatles Los habituales modos dictatoriales y perfeccionistas de McCartney contribuyen a tensar el ambiente. La reciente muerte de Brian Epstein le lleva erigirse en el líder natural en los aspectos musicales y financieros. George Harrison desvelará años después que
sus aportaciones no eran valoradas y que Paul solo estaba dispuesto a ayudar en sus canciones cuando había finalizado las suyas. Esta actitud provocó la indignación de George Harrison cuando comprobó la indiferencia con que Paul, John y Ringo acogieron ‘While My Guitar Gently Weeps’. Convencido de la calidad de su composición, George llamó a un asombrado Eric Clapton para que tocara la guitarra solista. «Si Yoko está, por qué no él». La invitación fue aceptada sin rechistar por el grupo. Harrison cuenta que el propio Eric advirtió, al escucharla, que «no sonaba demasiado Beatles» por lo que se aplicó un dobla-
«Por primera vez Lennon quebranta una norma no escrita del grupo, las mujeres no entran en el estudio» «El disco pretende romper con la sofisticación de ‘Sargento Pepper’ para volver a la simple grabación de un grupo de rock»
dor automático para que el sonido vibrara un poco más. Otros músicos participantes en las sesiones son Nicky Hopkins, Dave Mason, Coleman y Jackie Lomax. Ninguno de ellos logrará el protagonismo futuro de Billy Preston. Las canciones de Paul marcan de alguna manera su posterior proyecto en solitario. La idílica folk ‘Blackbird’ será uno de los cinco temas de los Beatles que incorporará más tarde al repertorio de Wings. Pero esta inclinación sensibilera que le imputa Lennon se rompe a veces con temas como ‘Helter Skelter’, en el que el bajista se obsesiona con sonar tan fuerte y potente como el sonido de los Who para demostrar a su compañero que también está identificado con el más puro rock and roll. Algunos críticos británicos sitúan esta canción en el clasicismo de las «ampollas en los dedos», antecedente del heavy metal de Led Zeppelin. No es el único que piensa en su carrera post-beatle. Canciones como ‘Not Guilty’, de Harrison, ‘What’s The New Mary Jane’, de Lennon y ‘Jubilee’, de McCartney, desechadas en este disco, serán recuperadas por sus autores. John Lennon coloca el mayor número de temas en el disco. Queda para la posteridad el delicado homenaje a su madre en ‘Julia’, ‘Yer blues’, próxima a la música del bluesman John Mayall o la discutida y discutible ‘Revolution’ en sus dos versiones, aunque una de ellas ya había sido publicada como cara b de ‘Hey Jude’. Su grabación fue considerada algo extravagante, aunque Mark Hertsgaard asegura en su libro ‘Un día en la vida’ que el desmadre no llegó hasta la toma dieciocho en la que los Beatles comenzaron a aporrear sus instrumentos mientras John y Yoko chillaban y gemían. Estas circunstancias podrían avalar la actitud de John de alejar al grupo del universo pop para explorar un rock nihilista, apoyada por Yoko.
Catálogo de estilos
Durante la grabación del doble elepé en los estudios de Abbey Road.
En realidad el contenido del disco, prácticamente compuesto en la India, pretende romper con la elaboración sofisticada del ‘Sargento Pepper’ para posicionarse como la vuelta a la simple grabación de un grupo de rock. No se
consigue del todo, pero la genialidad de los Beatles permite encontrar aquí todo un catálogo de diversos estilos desde la vuelta al más puro rock and roll a al blues, algún escarceo con el heavy metal, el ska, el country, el soul, el jazz y hasta la música electrónica y de vanguardia. Es un disco extraño, que entremezcla excentricidades y talento con desmesuras y mensajes ocultos entre los que se incluyen las inevitables alusiones a la leyenda de la muerte de Paul. Es un inventario de canciones que llegó a impresionar al mismo George Martin que nunca vio la grabación como un disco doble, llegando a sugerir sin éxito una selección más exigente del repertorio para dejarlo en una sola pieza de vinilo, sobre todo después de escuchar ‘Don’t pass me by’. Pero el formato con sus números de serie, su atrevido diseño, la diversidad de los 94 minutos de música y la indiscutible inspiración de los Beatles lograron que fuera el álbum doble más vendido de la historia hasta 1977. La insistencia del grupo en publicarlo con este formado ha sido interpretada de forma diferente. Hay quien piensa que Lennon deseaba exhibir el desarrollo individual de cada uno y existe también una versión que apunta a que de esta forma deberían entregar un disco menos a su compañía EMI. El ‘Álbum Blanco’ desvela las contradicciones y las tensiones del grupo en su grabación más polémica y controvertida en el comienzo de sus desavenencias. ¿Pero habría sido suficiente un solo disco como defendió George Martin? ¿Sufrió las secuelas del impresionante ‘Sargento Pepper’? El disco carece de la vocación experimental de trabajos anteriores, pero en ningún caso oscurece el genial legado de los Beatles.
A la derecha, las fotografías de McCartney, Harrison, Lennon y Ringo tomadas por John Kelly que aparecen en la portada del ‘Álbum blanco’ con las firmas originales de los músicos. :: EFE
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Blanco, negro o transparente E
n su constante empeño por romper todos los moldes The Beatles habían confeccionado para ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’ la carátula de vinilo más elaborada y cara en la historia de la industria discográfica hasta ese momento. Del barroco (casi del rococó habría que decir) solo cabía regresar hacia el clasicismo y la sencillez. De la explosión de colores y personajes del retrato grupal a la
pureza de una funda blanca. El artista pop Richard Hamilton convenció a McCartney con una propuesta radical y totalmente opuesta a la tendencia psicodélica en boga a ambos lados del Atlántico. Muchos creyeron ver en ella la falta de cohesión de una banda que comenzó a resquebrajarse precisamente durante la grabación del disco: a falta de una idea o imagen común sobre la que los cuatro músicos pudieran ponerse de
KOTE ISTÚRIZ
acuerdo, la solución pasaba por una carátula sin mensaje aparente. La inmaculada portada estaba únicamente ‘manchada’ por las letras ‘The BEATLES’ en un ligero relieve. Las primeras ediciones de 1968 incluían además un nú-
mero de serie para crear «la irónica situación de una edición limitada como de 5 millones de copias» en palabras de Hamilton. Este número desapareció de posteriores prensajes y los caracteres en relieve se convirtieron en caracteres planos impresos en color gris (años después el cedé adoptaría también este método). La tipografía empleada fue la popular Helvética. Esta antiportada o, mejor dicho, esta no-portada venía
acompañada por cuatro emblemáticos retratos de los de Liverpool y un collage fotográfico en el interior. En todo caso los Beatles renunciaban a bautizar su trabajo, algo que muchos artistas han imitado en algún punto de su carrera. El espartano diseño facilitó la denominación y ‘The Beatles’ se transformó en ‘The White Album’. Metallica, por ejemplo, tienen su álbum negro, el quinto de su discografía, publicado en 1991 y que
sus seguidores conocen como ‘The Black Album’ gracias a su portada, homenaje evidente a la de los Fab Four. Los excesos de la década de los setenta permitieron a otras bandas llevar al extremo el juego de los discos sin nombre: Led Zeppelin titularon a su segundo elepé ‘II’ y al tercero, ‘III’. A su cuarto trabajo, el de ‘Stairway To Heaven’ no se molestaron en darle título ni en incluir el nombre del grupo en la portada, un
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Imagen de los Beatles tomada por Don McCullin en el verano de 1968. :: EFE
La lírica revoltosa del ‘Álbum Blanco’ E
l ‘Álbum Blanco’ de los Beatles es una biblia infinita, un laboratorio de ideas, una explosión de nuevos caminos en el mundo de la música y un sublime rincón donde se esconden unas cuantas joyas desconocidas del cancionero beatle. Musicalmente, es un prodigioso cajón de sastre donde todo cabe: baladas acústicas, rock, pop, alegres pachangadas sin complicaciones, toques de blues británico, surf rock estilo Beach Boys, canciones swing tipo años 20, toques indios, heavy metal, collages experimentales… Todo ello entró en aquella mágica coctelera. Y lo hizo con unas trabajadas y juguetonas letras no siempre comprendidas y a veces despreciadas. La lírica beatle siempre ha sido dejada en un segundo plano a pesar de que, Bob Dylan mediante y a partir del ‘Revolver’, tanto McCartney como especialmente Lennon nos regalaron algunas letras memorables. En el ‘Álbum Blanco’ dieron un paso al frente. Y lo hicieron con un nuevo y revoltoso elemento: el humor. Al lado
VICENTE E Z ÁLVAREZ
«Si por algo es famoso este disco es por la mala interpretación que algunos dieron a ciertas letras de sus canciones»
de letras tontas y repetitivas (‘Birthday’, ‘Obladi Oblada’), los Beatles desplegaron una crítica ácida y corrosiva (a las clases pudientes en ‘Piggies’, al americano medio en ‘The continuing story of Bungalow Bill’, al Maharishi tras ser acusado de seducir a Mia Farrow en ‘Sexy Sadie’) junto a destellos poéticos dignos de reseñar. La letanía surrealista llena de imágenes impactantes de ‘Julia’ o los deslumbrantes versos producto de una noche con LSD de ‘Hapiness is a warm gun’ son solo algunos ejemplos. Pero si por algo es famoso el ‘Álbum Blanco’ es por la mala interpretación que algunos dieron a ciertas letras del disco. El caso de los asesinatos de la familia Manson es el más trágico y conocido. El tarado gurú hablaba de ‘Revelation 9’ en vez de ‘Revolution 9’ porque en inglés el libro del Apocalipsis se llama Revelations y su capítulo nueve comienza con el quinto ángel haciendo sonar su trompeta. Por supuesto, el quinto ángel era Manson y los cuatro jinetes del Apocalipsis los Beatles. Eso decía Manson. También que
ap aparente suicidio desde el punto de vista comercial que no eera tal cosa: el público acudió een masa a comprar «el disco d del leñador». Las portadas eenigmáticas también se les d dieron bien a Pink Floyd (pense semos en ‘Meddle’ o ‘Dark S Side of the Moon’), el truco d de que su firma o el título del eelepé no aparecieran por ningguna parte no obstaculizó sus v ventas millonarias. Pero no to todos los músicos se arriesgab ban igual. El debut de King C Crimson en 1969 solo exhibía la poderosa ilustración de Barr rry Godber (el ‘esquizoide del si siglo XXI’), con lo que el comp prador no sabía nada del disco ni de sus autores hasta que n no abría la carpeta interior.
se acercaba una apocalíptica guerra racial, que el ‘Helter Skelter’ era el holocausto que estaba por venir y ‘Blackbird’ un himno de sublevación para los negros. Según él los Beatles les estaban programando para que se levantaran: ‘Rise’ (Alzaos) se escucha en el collage musical de ‘Revolution 9’. ‘Piggies’ era una crítica feroz contra la gente adinerada y ‘Pig’ y ‘Rise’ aparecieron pintadas con sangre junto a las personas asesinadas. También ‘Helter Skelter’, la canción más heavy grabada por los Beatles. El mundo no estaba preparado para algo tan experimental como el ‘Álbum Blanco’. Y mucho menos un loco como Manson. Tampoco, a otro nivel, los tipos que analizaban las letras de las canciones al milímetro y sacaban conclusiones delirantes. La más famosa es la que sostenía que Paul McCartney había fallecido en 1966 tras un accidente de coche y que los Beatles le habían sustituido por otro músico. Según ellos las fotos del ‘Magical Mistery Tour’ ofrecían muchas pistas y la portada del ‘Sgt. Peppers’ no representaba otra cosa que
Arriba, ‘In the Court of the Crimson King’. Debajo, ‘Led Zeppelin IV’.
el funeral de McCartney. Había algunas letras de canciones que lo atestiguaban. Con el fin de reírse de todos aquellos descifraletras, John Lennon compuso ‘Glass Onion’ pero el tiro le salió por la culata. En el precioso tema (otra joya más del Álbum Blanco) aparecían citadas unas cuantas canciones de los Beatles y un verso revelador: «pues bien, allá va otra pista, la morsa era Paul». Lennon lo hacía en clave burlona y mirando a través de una cebolla de cristal. Los descifraletras lo tomaron completamente en serio y les sirvió para confirmar sus desquiciadas teorías. La morsa, decían, era el símbolo de la muerte en algunas culturas. También que ‘glass onion’ era un tipo de cristal tratado manualmente que se utilizaba mucho en la construcción de ataúdes. Una auténtica locura. El caso es que McCartney tuvo que saltar al ruedo para gritar a todo el mundo que quisiera escucharle que era él, que estaba vivito y coleando. Muchos no le creyeron. Y así hasta hoy. Cosas de las letras revoltosas y burlonas del Álbum Blanco.
Robert Fripp le echó bastante valor en lo musical y en lo visual: ni su banda estaba consolidada ni su sonido era tan accesible como el de Led Zep o Pink Floyd. A lo largo de la historia del rock y el pop se pueden rastrear muchas más portadas monocromáticas e incluso sin color alguno. Captain Beefheart publicaron en 1972 ‘Clear Spot’ con una funda transparente que dejaba ver la rodaja de vinilo negro dentro, posibilidad que ya se había barajado para el ‘White Album’. Por cierto, Richard Hamilton se quedó corto, el doble blanco ha vendido ya más de 20 millones de copias en todo el mundo.
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Cuando Las Edades llegan al siglo XXI CARLOS AGANZO
blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/
A
hora en Aguilar de Campoo. Las Edades del Hombre no se detienen. Sorprendieron en su nacimiento, se adaptaron a su tiempo sin renunciar jamás el espíritu fundacional con que las inventaron Velicia y Jiménez Lozano, y siguen funcionando, treinta años después, como motor cultural que revoluciona aquellos lugares por los que pasa. Desde que su secretaría general cayó en manos de Gonzalo Jiménez, además, el nuevo formato de Las Edades extiende con originalidad y fundamento el manto del patrimonio sacro de Castilla y León desde sus orígenes hasta hoy. La muestra de Aguilar es buen ejemplo de ello. Junto a las maravillosas piezas ‘clásicas’, cuya sorpresa no se agota –ni se agotará– con el paso de los años, el espectador puede disfrutar en paralelo de una nutrida exposición de obras de nuestro tiempo, celosamente adheridas al mensaje de esta edición: ‘Mons Dei’, la montaña sagrada. En rica convivencia con las obras de arte del medievo, el Renacimiento o el Barroco, las obras del siglo XX y del XXI refuerzan el mensaje y lo traen a nuestra sensibilidad actual. Se trata fundamentalmente de obras de arte sacro contemporáneo, pero también de otras que, en la estética desacralizada de la contemporaneidad, participan activamente, desde un enfoque distinto, en el mensaje nuclear de la exposición. En el primer grupo, el de las piezas religiosas de nuestros días, podemos encuadrar al abulense Eduardo Palacios, estrechamente vinculado al proyecto actual de Las Edades, que en esta ocasión cambia sus habituales figuras humanas por un paisaje que mantiene la ensoñación, la poesía y la elegancia de su pintura habitual. Arte sacro del siglo XX es también
el espléndido Cristo Crucificado en bronce de Victorio Macho, que comparte en la muestra un espacio deslumbrante junto a otros grandes cristos de edades diferentes, o el carismático San Juan de la Cruz de Venancio Blanco, que se encuadra en el capítulo VI, ‘La subida al monte de perfección’, que incluye una extraordinaria instalación sobre la nada sanjuanista, exclusivamente realizada para esta muestra; una propuesta que constituye, por sí sola, uno de los hitos más sugerentes de la exposición. Por supuesto también en este entorno hay que situar el estremecedor grito pictórico del ‘Pentecostés’, de Luciano Díaz-Castilla, expresión de uno de los momentos más creativos del artista, o el desasosegante Apostolado Terrenal de Delfín Gómez Grisaleña, que pone al día la causa de los locos-santos sostenida por El Greco en algunas de sus obras más universales; o el realismo de Daniel Quintero, con ‘Jacob en su sueño’, y el hiperrealismo de Antonio Guzmán Capel con ‘El sermón de la montaña’. Al lado de esta pura expresión de lo sagrado, la obra de otros artistas que, por su te-
‘El caminante’ de Elena Laverón en Aguilar. Debajo, ‘San Juan de la Cruz’ de Venancio Blanco (1997). mática o su espiritualidad, han conectado maravillosamente con el enunciado de ‘Mons Dei’. Éste es el caso del surrealista ‘Castillo de los Pirineos’, de Jesus Mari Lazcano, o de las sobrecogedoras estructuras de la ‘Ciudad de Am’, de Ángel Sardina, que en su lenguaje único de pequeños materiales trascendidos a gran expresión pictórica, nos habla de las terribles devastaciones del ser humano en nuestro tiempo. Un espacio en el que también encontramos obras de Alfonso Galván, Ramiro de Tapia, Agustín de Riancho, Teresa Guerrero, María José Castaño, José Ramón Sánchez o Francisco Menéndez-Morán, cuyo ‘Hombre y montaña’ resume, en su esencialidad, la pequeñez del ser humano frente a las alturas. Todo, además, con una reveladora aportación local palentina, donde
‘La mina’ de Ursi (Ursicinio Martínez) se convierte en metáfora de los oscuros caminos de la entraña del monte, o donde Luis Mayo juega con el Monte Tabor y la Montaña Palentina, simbolizada en las alturas del propio castillo de Aguilar de Campoo: arriba, el monte sagrado; abajo, las tiendas del pueblo elegido, las ‘cabañuelas’ que forman parte de lo más acendrado de la cultura judía y cristiana. Arte contemporáneo castellano y leonés. Arte contemporáneo español. Pero también arte internacional, como la enigmática ‘Babel’ del iraquí Hanoos Hanoos, o la significativa serie de obras de otras culturas, completamente diferentes a la cristiana, que han tenido y tienen la montaña ese camino espiritual hacia la trascendencia que reivindica ‘Mons Dei’. Así la japonesa ‘Cascada en las montañas de la Península de Izu’, del pintor del XIX Utagawa Hiroshige, que pertene-
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En convivencia con las obras del medievo, el Renacimiento o el Barroco, las del XX y del XXI refuerzan el mensaje y lo traen a nuestra sensibilidad
‘Cristo Crucificado’, de Victorio Macho, (1924). A la izquierda, ‘Pentecostés’, de Díaz-Castilla (1975).
ce a la colección del Museo Oriental de los Agustinos de Valladolid, o el ‘Shiva tántrico’ del XVIII, procedente de Nepal, o el altar de Buda, rodeado de Bodisatvas, del XVII, que vino de China, o la delicada escultura en esteatita, también china, de las Montañas Sagradas, o el exquisito marfil indio, propiedad de las clarisas de Carrión de los Condes, que representa al Buen Pastor…
Camino de esculturas
‘Ciudad de Am’. Ángel Sardina, 2017.
‘La mina’. Ursicino Martínez ‘Ursi’, 1990.
Junto a las piezas que se exhiben en las dos iglesias de Aguilar de Campoo, la Colegiata y la ermita de Santa Cecilia, esta nueva edición palentina de Las Edades ofrece también una espléndida colección de escultura contemporánea al aire libre. Una serie que transforma por unos meses el casco urbano del municipio, y que enlaza, además, con un recorrido más amplio por la provincia a través de Cervera de Pisuerga. Todas las obras, con excepción de dos, pertenecientes a la colección Viñas-Picazo. ‘El caminante’ de Elena Laverón, con sus proporciones a lo Giacometti y su paso decidido, sirve de punto de partida, en Santa Cecilia, para este itinerario escultórico que se inicia en la ermita (al lado del ‘Adán arrepentido’, de Florentino Trapero, y del ‘Funeral Tomvat’, de Miquel Navarro) y que continúa por La Calleja (Sebastián Nicolau, Juan Quintanilla y Kcho), el entorno de la Colegiata (José Luis Sánchez, Rafael Consuegra, Manolo Paz y Francisco Farreras) y la plaza de Marmolejos (Gustavo del Valle). Y que finalmente llega hasta Cervera de Pisuerga (José Villa Soverón, Francisco Pazos, Silverio Rivas, Mar Solís, Carmen Otero y Carlos Evangelista), uniendo los dos hitos principales de una ruta que convierte, a través del arte, a la Montaña Palentina en una auténtica montaña sagrada. Un espacio mítico donde las formas de la naturaleza y aquellas otras construidas por las manos de los hombres se funden en un solo mensaje. El mensaje que se resume en la profunda intensidad del salmo 120: «Levanto mis ojos a los montes». Mucho por ver. Mucho por ascender.
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UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO
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os montes Ozarks, en Missouri, de clima extremo y plagados de serpientes, niguas y garrapatas, fueron durante el siglo pasado enclave mítico para quienes se apartaban de la vida social y de las imposiciones del sistema. Ya durante la Gran Depresión de los años treinta volvieron a refugiarse en el campo quienes tenían vínculos con el lugar y habían emigrado buscando la fortuna en las ciudades, muchos de ellos con creencias baptistas. En los cincuenta se asentaron ufólogos atraídos por el avistamiento de platillos volantes, e incluso abducidos, por no decir chiflados. Aproximadamente dos décadas después se produjo el desembarco hippie, tras el desencanto de las comunas californianas. En ese tiempo llegó allí, imbuida de ideas pacifistas, Sue Hubbell, a un sitio donde sobrevivir era difícil y ganarse
el sustento, bastante problemático, donde la convivencia, expuesta a la cerrazón ambiental de la América profunda, de un machismo delirante, y limitada casi a la pareja, puede saltar por los aires. Y, de hecho, su matrimonio se rompió. Veinte años más tarde, en el verano de 1990, recapitula, a partir de artículos de prensa, y da buena cuenta de su experiencia: el intento, condenado al fracaso, de subsistir con lo mínimo, al margen de la economía de mercado, para ofrecérnosla en ‘Desde esta colina’ (Errata Naturae), más apegada a la tierra y a la vida diaria que el espléndido en todos los órdenes ‘Un año en los bosques’, que recomendamos igualmente aquí hace tiempo. Por encima de «la mística del retorno a la tierra», la pareja se aplica al arte de ir tirando –trapicheando con huevos, calabazas, maíz dulce, tomates o fresas en un merca-
dillo– en una granja de treinta cinco hectáreas, dedicados al cultivo de un precario y a menudo asilvestrado huerto y, sobre todo, a la apicultura. Su dura y azacaneada vida agropecuaria, sus fatigas y fastidios, en absoluto idílica, es descrita por Hubbell con humor e ironía, incluso llega a afirmar que lo que escribe son crónicas de periodismo gonzo. En realidad son un conjunto de estampas ordenadas cronológicamente del otoño de 1975 a la primavera de 1978, con tres añadidos, al hilo de las estaciones, centrado en cómo persiguen «los retornados» ser autosuficientes, aspiración por otra parte imposible, de alcanzar, rodeados, aparte de animales domésticos y de compañía, de bichejos varios, con los grillos camello y las amenazantes termitas a la cabeza. En las antípodas del esfuerzo de supervivencia puro y duro, fuera de la sociedad de
consumo, el protagonista de la primera novela de Pedro Mairal, ‘Una noche con Sabrina Love’ (Libros del Asteroide), es un adolescente a punto de llegar a la mayoría de edad que, como tantos en Occidente –sin llegar a los extremos orientales de los hikikomori, que convierten su cuarto en celda de clausura– se excluye del mundo circundante en su habitación y se enajena atiborrándose de canales eróticos por cable. Mairal publicó esta novela breve, con solo veintiocho años, a raíz de haber ganado el primer premio Clarín, en 1998, cuando aún no estábamos bajo el vasallaje de Internet. Veinte años después se reedita en España, tras el éxito de crítica y público de su premiada –y con todo merecimiento, a mi juicio– ‘La uruguaya’, que en su día celebramos. Otro acierto editorial ha sido adosarle como prologuillo ‘El sobrino de Bioy’, del li-
bro de crónicas ‘Maniobras de evasión’, unas jugosas páginas en las que Mairal rememora, con gracia no exenta de sano distanciamiento, el germen de la novela y su escritura y vicisitudes posteriores, incluido el aldabonazo del premio, que le pilló tan joven y desconocido por completo, y la película que protagonizara Cecilia Roth en el papel estelar de la estrella porno. El poderoso instinto narrativo de Mairal, que no en vano trabaja como guionista, se muestra ya en esta ópera prima, tanto en el milimetrado avance de la acción, que elide todo aquello que pudiera entorpecer su desarrollo como en la consistencia y frescura de los diálogos, que dotan de viveza y verosimilitud a una pléyade de personajes secundarios, todos, marginados o automarginados, pelaos; empezando por el personaje principal, huérfano al morir sus padres en un choque frontal
de carretera, que trabaja de madrugada en un ‘frigorífico’, en la provincia de Entre Ríos, cercana a la capital, anegada por las lluvias, desde la que se dirige a su destino en Buenos Aires sin apenas dinero, en lo que constituye una ‘road movie’ platense de tercera: montado en un camión, en una balsa, en un auto o en un ‘colectivo’. Aparte de los términos que acabo de distraer, toda la ‘nouvelle’ está plagada de argentinismos y giros soberbios. En realidad es una narración muy argentina, desde la introducción de sueños, que parece de orden psicoanalítica, a su visión de la vida social: «dicen que el argentino es de tener amigos porque no le gusta estar solo, son macanas, el argentino para lo único que necesita al otro es para putearlo». La misma nación, ahora que vuelve a estar en la cuerda floja económica, tampoco sale bien parada: «este país se va al tacho, flaco, no sirve, hay
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LOS ASOCIALES Vivir al margen
El vaquero Bob Disney se lava en una cuba delante de su cabaña. Disney vive sin electricidad ni agua caliente. :: BILL WILLCOX-AP
que borrar y empezar todo de nuevo». Frente al eficaz estilo cinematográfico de Mairal, la novelista de culto francesa Michèle Desbordes despliega en ‘El vestido azul’ (Periférica), una sintaxis muy trabajada, de párrafo largo e hipotáctico, atenta siempre al detalle y a la profundización psicológica, por lo que deviene en una consistencia textual y una precisión expresiva muy poco comunes. Toda la novela, dividida en un capítulo largo y otro corto, del que procede el título, organizada mediante parágrafos de mediana extensión, gira en torno a la figura señera de la escultora Camille Claudel, que va ganando enteros con el paso del tiempo. Recuerdo ahora la indeleble impresión que me causó en su momento el ensayo de Anne Delbee publicado por Circe. El otro domingo, Silvia Hernando decía en ‘El País Sema-
nal’: «Camille Claudel, que fue mucho más que el personaje que la historia escribió de ella: el de pupila y amante desequilibrada del genio». Y es que efectivamente fue musa y ayudante favorita, sumisa y solícita, del maestro Auguste Rodin, un cuarto de siglo mayor que ella, lo que no impidió la pasión desbordada entre ambos, según Desbordes: «aquel amor, aquel odio, poco importa, que, más tarde, tratando de arrancarse como se arranca un gusano, ella maldeciría para siempre». Desbordes utiliza como boomerang narrativo la primera escena: la pobre Camille Claudel, ya anciana, serena e impasible, dócil y resignada –«se diría que nunca hubiese conocido rebeldía o violencia alguna»–, sentada en una silla sacada del pabellón del sanatorio mental donde fue recluida, con sus extraños cuadernos, esperando la última visita, para llevarla al mar,
DESDE ESTA COLINA
UNA NOCHE CON SABRINA LOVE
Sue Hubbell, Errata Naturae, 248 pp., 18,50 €.
Pedro Mairal, Libros del Asteroide, 156 pp., 16,95 €.
de su querido hermano, el gran poeta cosmopolita de las letras francesas Paul Claudel, que según diversas fuentes la visitó solo siete veces en los treinta últimos años de su vida en los que permaneció encerrada y marchitándose en el manicomio. A partir de esa imagen: sola, «mano sobre mano», lejos de «la sociedad de los hombres», de su daño y de sus estragos, aun tan mayor «el hermoso rostro grave y atormentado», la novelista recobra en sucesivos ‘flashbacks’ los episodios decisivos de esa mujer que fuera impetuosa y sublime, arrebatada y genial, que amara la arcilla, el viento y la lluvia, los bosques y las yeseras. También incomprendido en su tiempo, extraño y algo atormentado, con la misma tendencia a orillarse del rebaño e idéntica alergia social –no aguantaba siquiera que alguien lo tocase a consecuencia de un incidente en su ni-
ñez– aunque de una naturaleza menos exaltada y excéntrica, Paul Cézanne es otro ejemplo de persona «insociable y de trato difícil», por seguir una definición extraída de ‘¿Un color? La armonía’
«El poderoso instinto narrativo de Mairal se muestra en su ópera prima ‘Una noche con Sabrina Love’» «Camille Claudel fue recluida en un sanatorio mental , esperando a que su hermano, Paul, la llevara al mar»
EL VESTIDO AZUL Michèle Desbordes, Periférica, 152 pp., 16 €.
(Confluencias). El grueso del volumen lo conforman los recuerdos del pintor, completísimos, un retrato en toda regla del hombre y del genio debido a su apasionado discípulo y ferviente admirador Émile Bernard, a los que se añade cerca de una decena de cartas inéditas que le envió Cézanne. Completan el libro un artículo de los grabadores Schnerb y Rivière tras visitarlo en Aix-en Provence, donde nació y murió, incapaz de adaptarse a la vida bohemia parisina, que recoge sus consideraciones sobre la naturaleza del arte, la técnica de composición pictórica y su metodología de trabajo; unas notas con pensamientos, reflexiones y opiniones del artista recopiladas por su hijo; extractos de ‘Un domingo con Paul Cézanne’, de Léo Larguier; una conversación con el arqueólogo Jules Barély en su fría casa de campo y unas curiosas confidencias proce-
¿UN COLOR? LA ARMONÍA Paul Cézanne, Confluencias, 144 pp., 12 €.
dentes de un catálogo de dibujos. Un conjunto de documentos heterogéneos, en suma, excepcional para adentrarnos en su carácter, hábitos, preferencias e intereses estéticos. Cézanne se retiró del mundillo artístico, no valía para darse aires. Con fama de tozudo y misántropo, «una especie de oso intratable», su torpe aliño indumentario y su aspecto de «vagabundo de mirada extraviada» hacían que la gente lo tomara por loco, a tal punto que en la calle los rapazuelos se mofaban de él y le tiraban piedras. Muchos lo juzgaban «tosco y de carácter huraño», a lo Pla, por caso, pero él consideraba que la mejor virtud es la amistad y Barély lo califica como benevolente, afectuoso, clarividente y modesto y «tímido como un monje», eso sí, con su orgullo herido. Y cómo no, así todos los sabios que en el mundo han sido.
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LECTURAS
Enrique Jardiel Poncela, en una imagen de los años 30. :: EL NORTE
JARDIEL PONCELA Y EL HUMOR TODO La publicación de un inédito en verso descubre la genial faceta del madrileño como poeta
S
e acaba de publicar un inédito (en verso) de ese finísimo humorista moderno y de buída prosa que fue Enrique Jardiel Poncela, que marchó a Hollywood, que vi-
vió muchos años en el madrileño barrio de Chueca –hay una placa en su casa– y que por allá murió tempranamente en 1952, apenas cumplidos los cincuenta años… Jardiel Poncela es uno de nuestros mejores prosistas de entreguerras, pero suele decirse que (fuera de las tremendas comedias de Aristófanes) el humor nunca ha tenido vitola de calidad. Puede que en algún caso chisgarabís –como cierto moderno novelista
vano– con razón, pero muchas otras veces sin ella. Jardiel Poncela es uno de los casos notorios. Yo me sentí encantado al leer de adolescente (en un tomo que había en la biblioteca de casa) dos espléndidas novelas suyas, modernísimas: ‘Amor se escribe sin hache’ (1928) y ‘Pero, ¿hubo una vez once mil vírgenes?’ (1931) . Otros prefieren su espléndido teatro –ya se quisiera ahora– y otros más, desde ahora mismo, pre-
LA LUPA PERTINENTE LUIS ANTONIO DE VILLENA
ferirán al poeta ingenioso que fue Jardiel, poeta/periodista en sus inicios, escribiendo ingeniosos poemas socio-políticos, que se han reunido en libro por primera vez en ‘Gacetilla rimada’ (Visor) porque Jardiel Poncela publicaba estos textos, casi a diario (19211922) en un periódico madrileño célebre en la época de ese Jardiel novel, ‘La Correspondencia de España’, popularmente, ‘La Corres’. Jardiel no era todavía un autor co-
LA NUEVA NOVELA DE MODIANO J. ERNESTO AYALA-DIP
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adie puede poner en duda el lugar de clásico contemporáneo que ya ocupa Patrick Modiano en la literatura francesa. Por eso le otorgaron el Nobel. Probablemente pocos narradores han sabido extraer conclusiones éticas y estéticas de la posguerra francesa, incluso del papel de buena parte de su po-
blación durante la guerra. Si alguna conclusión se puede sacar, entre muchas, de la lectura de sus novelas más emblemáticas es la conjunción casi milagrosa de compromiso y estatura literaria. No habría más que leer ‘Calle de las tiendas oscuras’ o ‘Los bulevares periféricos’, incluso su aportación a ese rotundo testimonio humano que es ‘Lacombe Lucien’, la película de Louis Malle, para acabar reconociendo su profundo sentido de la obligación artística respecto a los más dolorosos trances de la historia del siglo XX. Y no nos olvidemos
de Dora Bruder, un relato-do- senta. Casi exactamente cuancumento sobre la ocupación do el autor tenía 20 años. El nazi en París, una turbadora escenario es el mismo: París, manera de desempolvar una calles con locales, bares u hovergüenza colectiva. teles que hoy ya no existen. ‘Recuerdos durmientes’ Entre ese atrezzo, la vida de fue escrita después de que se algunos personajes casi fanle concediera el pretasmales, entrevismio Nobel, en tos como entre 2014. Una novela brumas. En esta breve, no menos historia absolutaturbadora que otras mente modianessuyas, insistiendo ca, surgen como de hasta un infinito la nada algunas milagroso en la desmujeres, las mujecripción del París de res que queriendo los años posterioo sin querer, termires a la Ocupación, naron dando sushasta llegar a los se- Modiano. :: AFP tancia humana al
nocido ni existía ‘Angelina o el honor de un brigadier’. Pero era ya un magnífico poeta satírico, de temas tristemente actuales, que debieron seducir a esa «otra generación del 27», donde estaba Miguel Mihura, Tono, Edgar Neville o Wenceslao Fernández-Flórez, por citar a algunos… Los versos de Jardiel son espléndidos y demuestran que se puede muy bien hacer periodismo en verso. Habla del Gobierno (mal) del problema de Marruecos –entonces candente– del Carnaval feo y de la desidia española, que se olvidaba, entre tantos, de Ramón y Cajal. Es verdad que está contra el voto femenino –quizá porque le gustaban mucho las mujeres– pero eso es algo de la época que se le debe perdonar a Jardiel en honor a tanta espléndida lucidez como despliega sobre los males de España –que muchas veces parecen los de ahora mismo– y que le hacen llamar a su querida patria con un título benaventiano, ‘La Malquerida’. Sí, muchos de estos versos socio-políticos y ágiles y vivos de Jardiel, se dirían escritos ayer: «Nadie por el pueblo mira,/ que no está negro…¡está gris!/ Aquí impera la mentira…/Que dejaran al país,/ estoy observando inquieto,/ como una purpúrea flor…/ Con muchísimo respeto/ exclamo yo: ¡Qué dolor!/ ¿Por qué no se van, Señor, / y dejan al país quieto?» No hace falta adivinar que son los políticos todos, que le hacen exclamar a menudo: «¡Pobre España!». A ratos, tristemente se diría que a principios de 1922, Jardiel ya presagia la guerra civil: pobreza y un pueblo abusado por todos en el mal gobierno. Como la Rusia bolchevique cuya hambruna general deplora. «Si no hablo yo de la crisis,/ ¿qué van a decir de
autor francés. La contundencia de Patrick Modiano siempre es lírica, impacta en el centro de nuestro corazón sin que nunca el cerebro pierda de vista la operación que mantendrá intacta para siempre. El autor de ‘Un pedigrí’ siempre escribe la historia que necesitamos leer. Las noticias que nos trae de la vida van pegadas a una tristeza difusa, no siempre hiriente. Patrick Modiano no siente ningún reparo en contarnos la misma historia. Porque en el fondo todas las historias de los seres humanos son las mismas. Solo importan los matices, los huecos a los que no llega ninguna luz. O las aristas, los puntos de vista. Patrick Modiano es como un detective de París. Incansable en
mí?» Probablemente los versos de Jardiel recuerden (pero a su modo) a los del gran dramaturgo del humor, Pedro Muñoz Seca (1879-1936) fusilado por fascista al inicio de la calamitosa Guerra Civil. Por cierto que este año se cumplen cien –bueno mezclarlo con Jardiel– del estreno de una de las más desopilantes y burlescas comedias de Muñoz Seca –que ha reeditado Renacimiento– ‘La venganza de Don Mendo’, caricatura de tragedia en cuatro jornadas, escrita en verso, con algún ripio, dice su autor. Jardiel Poncela también se atribuía ripios. Y podría gustarle este sonar: «¡Venganza, cielos, venganza!/ Juro, y al jurar te ofendo,/ que los siglos en su estruendo/ habrán de mí una enseñanza,/ pues dejará perduranza/ la venganza de don Mendo». (Buen estudio inicial de Alberto Romero Ferrer). ¡Cómo me han gustado y deleitado los versos sabrosos del agudo y joven Jardiel, pues tenía veinte años al escribirlos! Ni Mihura (que era un divertido tipo serio), ni Neville –siempre con Conchita Montes– ni por supuesto Enrique Jardiel Poncela, merecen ni preterición ni olvido. Eran escritores que hacía –hacen– pensar, siempre disparatando un poco… ¿Eran de derechas? Creo que quisieron ser libres y que el comunismo de su momento les aterraba tanto como el fascismo. Porque todo buen humor, fino humor, señores, es civilizado. Jardiel habla mal de los piropos groseros, y asegura que el dicho a una mujer hay que «cubrirlo con un tropo/ no con un trapo». La frase certera vale para muchos temas más. Recordemos a Jardiel y de paso, ‘La venganza de don Mendo’. Valen la pena.
RECUERDOS DURMIENTES Autor: Patrick Modiano. Trad.: Mª Teresa. Gallego. Anagrama. 112 páginas. Precio: 15,90 euros.
su búsqueda del culpable de un crimen nunca demasiado claro. Los narradores de Modiano toman nota, memorizan y con los años vuelven al sitio de alguna culpa indescifrable. Inagotable la felicidad de leer a Modiano.
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LITERATURA Y MÁS Mainer añade en ‘Periferias de la Literatura’ nuevos capítulos a su obra ‘La Edad de Plata’, de 1974 JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN
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onviene decirlo en voz baja, para que no se enfaden mis colegas, pero la mayoría de los trabajos universitarios dedicados a la literatura española contemporánea son de muy escaso interés para el público en general y casi me atrevería a afirmar que para cualquier público. Se trata de escritos de consumo interno que sirven solo para la promoción funcionarial de sus autores. Suelen oscilar entre la erudición menor y las vaguedades teóricas que lo mismo valen para un roto que para un descosido («posmodernidad», «pensamiento débil», «modernidad líquida» y otros conceptos igualmente gaseosos). Pero hay excepciones, afortunadamente, y una de las más notables es la de JoséCarlos Mainer. En 1974 publicó ‘La Edad de Plata’ (19021936), Ensayo de interpretación de un proceso cultural y toda su obra posterior puede considerarse como un desarrollo de ese título pionero y fascinante. Por primera vez se nos contaban tres dé-
cadas de la historia de España, no como un conjunto de acontecimientos aislados, una sucesión de generaciones caricaturizadas en los manuales, sino como un proceso cultural en el que literatura y arquitectura, filosofía y música, pintura y política estaban relacionadas. El núcleo central de ‘Periferias de la literatura’ añade nuevos capítulos a ese inagotable estudio de una de las épocas más fecundas de la historia de España, la llamada Edad de Plata (por contraposición a los siglos de Oro), un membrete que Mainer no inventó, pero que hizo popular. Los trabajos que se reúnen en ‘Periferias de la literatura’ tienen un origen académico y se publicaron primeramente en actas de congresos y en misceláneas de homenaje a algún catedrático. Afortunadamente no se han quedado ahí y el interés de la mayoría de ellos hace que le disculpemos al autor que no haya sido más decidido a la hora de eliminar cierto enojoso andamiaje propio de su
PERIFERIAS DE LA LITERATURA. DE JULIO VERNE A LUIS BUÑUEL José-Carlos Mainer. Fórcola. Madrid, 2018.
destino original (tampoco el prólogo ayuda a ganar nuevos lectores). El núcleo del libro lo constituyen la media docena de artículos dedicados a glosar temas y figuras de la Edad de Plata, como ya dije. ‘De la España negra. Apuntes literarios de una obsesión’ busca antecedentes en el reformismo dieciochesco y llega hasta los apuntes carpetovetónicos de Camilo José Cela. ‘Apuntes para un marco’ toma como pretexto al caricaturista Luis Bagaría para hablarnos de la bohemia, de la hermandad de las artes y de muchas cosas más. ‘La hermandad de las artes’ se titula precisamente el capítulo que lleva como subtítulo ‘Literatura y pintura en el tiempo de Miguel Viladrich’. Al pintor simbolista Miguel Viladrich comienza presentándonoslo en el salón de Carmen de Burgos, Colombine, donde se desarrolla una desopilante escena de la que dejó constancia Cansinos Assens en sus memorias. De ‘Nacionalismo y modernidad’ se ocupa el capitulo ‘Alrededor de 1915’. Ahora que tanto se habla –por lo general, para denostarlo– de nacionalismo conviene leer las páginas que Mainer dedica a la nueva formulación del nacionalismo español –convertido en nacionalismo estético– por parte de Asorín. A la arquitectura de los años treinta se dedica ‘Geometría lírica’. Mainer nos descubre sus afinidades con la poesía pura juanramoniana y con el regreso al orden –cita como abanderado a Jean Coc-
José-Carlos Mainer. :: LUIS CORREAS teau– tras los lúdicos disparates de la vanguardia. El capítulo inicial, ‘Para los lectores de Julio Verne’, nos muestra a un Mainer con perfiles inéditos, menos reticente que otras veces a las confidencias autobiográficas. Nos habla aquí de sus primeras lecturas, de su deslumbramiento con ‘Dos años de vacaciones’, la primera obra de Verne que leyó. Estas pocas páginas nos permiten imaginar lo interesante que serían, dejadas ya de lado sus servidumbres académicas, unas memorias intelectuales de José-Car-
los Mainer, un investigador cuyo talento estilístico está a la par de los más notables escritores de la generación del 68, que es la suya. Menos interés tienen otros trabajos que reúne en este libro, como los dedicados a a la poesía (que nunca ha sido el punto fuerte de Mainer) o el que se dedica a glosar los artículos que se publicaron con motivo de la muerte de Max Aub, una ocupación de principiante, no de un maestro. Termino como empecé. Los estudios universitarios de literatura contemporánea
por lo general tienen más que ver con pseudociencias como la homeopatía o la astrología que con la ciencia (¡tantas supuestas ediciones críticas llenas de notas que copian definiciones del diccionario de la RAE o de datos accesibles a todos en la Wikipedia!). Hay excepciones, claro está, y Mainer es una de las más notables. Pero cuando reúne sus trabajos –como en esta ocasión– para el público en general, debería ser más audaz a la hora de sacudirse de inanes y tediosas convenciones gremiales.
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LECTURAS
EN EL ALFABETO DE SUS AROMAS Laura Repovs y Andrés Sánchez Robayna traducen la antología del poeta esloveno Boris A. Novak JORGE DE ARCO
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onocí por vez primera la poesía de Boris A. Novak en el número 25 de la revista ‘Piedra del Molino’. En aquella entrega –otoño de 2016– aparecía en versión bilingüe su poema, ‘Fronteras’, traducido por Laura Repovs
y Andrés Sánchez Robayna. Además, se daba cuenta del quehacer del poeta esloveno –si nacido en Belgrado en 1953– y de la trascendencia de su obra literaria. Ahora, el lector español tiene ocasión de adentrarse en su universo lírico gracias a ‘El jardinero del silencio y otros poemas’. Los dos traductores citados han realizado un excelente trabajo al versionar al castellano esta amplia antología –al cuidado de Jordi Doce–, en la cual se han valido de una precisa música para ritmar los textos aquí reunidos. El ensayo, el teatro, la literatura infantil y juvenil han sido géneros frecuentados por Boris A. Novak, si bien la sustancia mayor de su mensaje deriva de su poesía.
QUERIDA MAMÁ Theroux prueba en este libro amargo y divertido que cualquier familia oculta un complejo entramado de poder :: PABLO M. ZARRACINA
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róximo a cumplir 80 años, con una vida viajera y una reconocida trayectoria literaria a sus espaldas, Paul Theroux se encuentra en esa especie de atalaya desde la que es frecuente que los es-
critores aborden sus memorias: el recuento –más o menos ajustado, más o menos minucioso, más o menos creativo– de lo que ha sido su vida. Un recuento que obedece a lo que Adrienne Rich llamó «la poderosa necesidad de crear una historia a partir del caos de la propia historia». Paul Theroux consigue en ‘Tierra madre’ algo enormemente llamativo. El libro parece asumir el propósito de ordenar el caos de lo vivido, pero no lo hace siguiendo el modelo clásico de unas memo-
Esta compilación recoge poemas de quince de sus libros. Desde que en 1977 viera la luz ‘Bodegón de versos’, el autor esloveno ha sabido ir madurando un verbo liberador, fértil. El entendimiento dicta sentencia sobre los sentidos y el sentimiento se expande de forma ilimitada. De ahí, deviene un diálogo que enraíza la existencia en la tierra que habita y cobija su discurso: «Una corteza cada vez más dura/ crece entre yo y mí mismo. Sólo veo/ tras la niebla la sombra de la muerta/ mitad de mí: como sin fondo,/ palpo a tientas mi rostro oscuro y tiemblo./ Mi hogar está ya solo en mi garganta». El sujeto lírico proyecta su solidario umbral y propone su residencia en un espacio y un tiempo donde su condi-
rias, sino construyendo un artefacto de ficción, una novela, que se sostiene sobre el testimonio íntimo pero se eleva incontenible, espectacular, hasta las alturas de la comedia perversa. En la diana de ambas cosas, de la confesión y de la crueldad, aparece clavado un objetivo cuando menos inusual: la propia madre. ‘Tierra madre’ es la historia de una familia de Cape Cod humilde y ejemplar. El padre, que acaba de morir, fue un hombre afable y trabajador. La madre es una mujer modesta, religiosa, ahorradora, que se desvive por sus siete hijos. Uno de ellos es el narrador, Jay, un escritor de éxito que se parece mucho a Paul
EL JARDINERO DEL SILENCIO Y OTROS POEMAS Boris A. Novak. Traducción de Laura Repovs y Andrés Sánchez Robayna. Galaxia Gutenberg. Madrid, 2018. 250 págs. 20€.
El escritor esloveno Boris A. Novak. ción es enigma. Y también certidumbre. La realidad, aun siendo consoladora o no, nombra el afán vital por el que transcurre el itinerario del yo. La acechanza de la mortalidad no es óbice para unificar una voz donde prima la cercanía con lo amado, la conectividad con el destino, la fusión con la Naturaleza: «Un poema/ detenido en la flor/ y la flor prisionera/ en el alfabeto de sus aromas,/ en la gramática de sus
TIERRA MADRE Paul Theroux. Novela. Editorial Alfaguara. 642 páginas. Precio: 22,90 euros (ebook, 10,99)
Theroux. El reencuentro de la madre y los hermanos con motivo de la muerte del padre hace que Jay comience a analizar la clase de relación que los une. El diagnóstico no es edificante: «Lo que el mundo pensaba de nosotros no era
colores/ y el mudo diccionario de su miedo rosado,/ cuando el instante de la floración/ cambia el sufijo/ con el instante en el que se marchita». Para Novak, es esencial la búsqueda de un lenguaje capaz de transmitir cuanto el alma guarda en su esencia. En caso contrario, la labor del poeta quedaría frustrada ante la imposibilidad de hallar la complicidad de la palabra. Al cabo, se trata de totalizar en términos de emoción lo que
solo puede vislumbrarse mediante fragmentos de racionalidad. La pulsión evocadora de la lengua hace que el creador pueda llegar a contemplar y conocer el deslumbramiento que produce el acto de la escritura. Desde esa premisa, derivaría el sustrato con el que convertir su mirada en imagen y metáfora para hacer de la materia memoria: «Qué generosidad tienes, poema./ Sólo en el campo airoso de la lengua/ puedo, de nuevo, ver, oír, tocar/ a los que ya no están y dar a
cierto. Cuando cerrábamos la puerta de nuestra casa, con su aspecto respetable, nos metíamos en un ambiente destartalado, donde las mesas estaban cojas y las sillas eran incómodas (…) Nos refugiábamos allí como ratas que protegen sus nidos». De un modo prolijo y algo repetitivo, la reconstrucción del pasado familiar se alterna con los acontecimientos que se suceden tras la muerte del padre. Que la madre ponga su casa a nombre de dos de las hermanas no contribuye precisamente a la armonía del grupo. Tampoco que uno de los hermanos de Jay que también es escritor, Floyd, reseñe uno de sus libros en una
revista, destrozando el texto y a su autor: «Es un hombre pequeño y arisco y malicioso. Ha ridiculizado por escrito todo lo que ha conocido en su vida, y con exageradas ansias de venganza ha considerado que a la mitad del mundo le faltan bondad y gracia…» Si Jay no es exactamente Paul Theroux, Floyd no será su hermano Alexander, pero desde luego el texto de la reseña es el que Alexander Theroux publicó en ‘Boston Magazine’ en noviembre de 1996, causando un gran escándalo. Además de constituir uno de los asuntos principales de ‘Tierra madre’, el episodio entre los hermanos marca el nivel de verosimilitud. Es máximo.
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
SOBRE LA REALIDAD Y SUS ALREDEDORES :: SUSANA GÓMEZ Wonder Ponder (Preguntar y reflexionar, para entendernos más y mejor) vuelve una vez más a la carga, ahora con otra de las grandes cuestiones que persiguen e impulsan al ser humano y sus respuestas (o más bien la falta
de ellas). En la misma línea que los anteriores (‘Mundo cruel’, ‘Yo, persona’, ‘Lo que tú quieras’), ‘¡Pellízcame!’ se adentra por los intersticios filosóficos más esenciales, con una propuesta que en esta ocasión invita a reflexionar sobre la realidad y sus al-
rededores. Y lo hace desdee uuna clara intención: la de juugar pensando, la de pensar jungando. Porque Wonder Poneder no es ni un libro ni un jueigo al uso, o más bien es un liy bro diferente y un juego muy íserio (que no aburrido, ni rígido ni circunspecto), si porr serio entendemos lo que ess uinherente a la condición humana y su andamiaje onto-n lógico. Catorce tarjetas con ilustraciones y un centenarr de preguntas sin contestarr (ya lo dijo Aristóteles, la dudaa
ees el principio de la sabidurría), abren un espacio para m mirar, pensar y debatir sobre ccuestiones relacionadas con lla realidad y lo real; la vida ccomo sueño o ilusión; las perccepciones y su fiabilidad; las ffuentes de información y con nocimiento; las certezas y sus iincertidumbres... una temáttica (infantil, adulta, human na) que esta interesante collección de ‘Filosofía visual p para niños’ ha elegido para p propiciar el análisis y la reflex xión. Repensar la realidad,
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mi alma/ tanta alegría… (…) Por eso te agradezco tantas cosas, poema./ Yo, que apenas soy nada, fugacidad sin fin,/ ahora perduro, haces que hablen las almas bellas/ de los que ya no están… Qué generoso eres». En su prólogo, Laura Repovs hace un ilustrativo recorrido por las figuras claves de la poesía eslovena: el romántico France Preseren (1800 – 1849), el vanguardista Sercko Kosovel (1904 – 1926) y el contemporáneo Tomaz Salamun (1941 -2014). Y, tras ellos, Novak aparece como una figura trascendente y renovadora en el mapa lírico esloveno. Y también europeo: «La impersonalidad inicial de su escritura ha ido integrando con los años los datos de la subjetividad y la reflexión sobre la historia, dando lugar a así a una obra en que las contradicciones del presente personal y colectivo se aúnan con el esplendor del eros y el asombro por la existencia».
Eso hace que el lector no sepa muchas veces si tiene entre las manos unas memorias o una venganza. A ese respecto, el retrato de la madre como una mujer fría, narcisista y manipuladora es demoledor, pero, además de por algunas grandes cuentas pendientes, aparece soportado por mil y un detalles reconocibles. En el fondo, lo mejor de este libro amargo y divertido tiene que ver con que cualquier familia oculta un complejo entramado de poder, coacción y agravio. Para el próximo encuentro familiar de los Theroux tendrán que prepararse los antidisturbios.
¡PELLÍZCAME! Ellen Duthie y Daniela Martagón. Editorial: Wonder Ponder-Traje de lobo. 14 tarjetas y cien preguntas. 17, 92 euros. Edad recomendada: a partir de 8 años.
dialogar sobre ella y alejarse de todo pensamiento único son algunas de las metas que esta suerte de caja filosofal persigue. La apuesta:
UN PLANETA Y UNA ESPECIE Arias analiza la Tierra y la humanidad para concluir que su supervivencia va ligada a una gobernanza mundial SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN
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ocas personas niegan ya que la Tierra ha sufrido un cambio de dimensiones colosales debido a la intervención humana en la naturaleza. De tales proporciones es la mudanza que incluso hay ya una propuesta para cambiar de era geológica. Si hasta ahora habíamos vivido en el Holoceno, algunos científicos arguyen que hemos pasado al Antropoceno. Esta nueva era (que aún está por dirimirse si pertenece al orden geológico o se restringe al social) se caracteriza por la hibridación de sociedad y naturaleza. Ya no podemos hablar de la naturaleza como de algo ajeno y separado de lo social, como tampoco podemos hacerlo a la inversa. Si algo la caracteriza es la extraordinaria unión que se da entre ambos órdenes. Apenas existen ya parajes que no hayan sido tocados por la mano del hombre ni podemos pensar en la sociedad como en algo que no está infiltrada de naturaleza. Esto último se observa en las personas. Estas son seres en los cuales la naturaleza y lo social se imbrican de manera que no es posible la separación de ambos tenores. Esto
potenciar el pensamiento divergente, la multiplicidad de ópticas y perspectivas, y que los lectores/jugadores planeen sobre la filosofía y sus cosas con la facilidad de un divertimento reflexionado. Es así como, más allá de toda univocidad adoctrinadora (tan cara a las pedagogías de la cultura de la respuesta correcta) los niños, las niñas y aquellos adultos dispuestos a no darlo todo por sentado, encontrarán el punto de partida (la llegada corre de su cuenta) para reflexionar al estilo de Platón: mirar, preguntar(se), dudar, dialogar... y seguir preguntando(se).
tiene consecuencias insoslayables para la vida en la Tierra. El hombre es una criatura sociobiológica en la que lo natural y lo social han logrado una hibridación tal que ha resultado en la creación de instituciones sociales de muy diverso tipo y que han dado lugar a la complejidad social en que vivimos. Hay quien piensa que, mediante la razón y la voluntad, las personas pueden abandonar el camino de destrucción a que el desarrollo industrial y tecnológico nos está abocando. Hay otros, sin embargo, que argumentan que forma parte de la naturaleza humana la dominación de lo que rodea a las personas. Esto no tiene que ver ni con el capitalismo ni con el imperialismo, pues se lleva dando desde el neolítico, aunque haya habido épocas de intensificación, entre ellas el Renacimiento, el siglo XVIII, la Revolución Industrial o los últimos setenta años. Manuel Arias Maldonado examina, analiza y disecciona los conceptos, ideas y argumentos que atraviesan el debate de la pervivencia del planeta y por lo tanto de la humanidad. Lo hace con claridad y calma, dedicando el espacio que cada uno necesita para que el lector no especializado pueda comprender lo que hay en juego detrás de cada término y de cada posición política, pues de política habla en el libro. No se trata de saber solo si el cambio climático comenzó en la Revolución Industrial o tras la Segunda Guerra Mundial ni tampoco si es todo irremediable. Lo que está en juego, y Arias Maldonado lo pone de relieve con claridad pero sin caer en el tono milenarista, es la
ANTROPOCENO. La política en la era humana Manuel Arias Maldonado. Barcelona: Taurus, 2018. 254 págs. 18’90€.
Manuel Arias Maldonado. :: NACHO GARCIA política que hemos de adoptar ahora que somos conscientes de que hemos entrado en el Antropoceno, para así mantener sociedades prósperas y libres al tiempo que conservamos el equilibrio natural. Para no caer en la angustia del apocalíptico, Arias Maldonado nos recuerda las varias extinciones que han tenido lugar en la Tierra desde que surgió hace miles de millones de años. Para salvaguardar las sociedades liberales hace un repaso de todas las opciones políticas poniendo de relieve los fallos de cada una. Al final se decanta por una gobernanza mundial y un debate conti-
nuado dentro de la sociedad que nos haga consciente de lo que nos estamos jugando. Eso sí, deja bien claro que lo que hay que adoptar son «decisiones políticas informadas por la ciencia, no convertir las recomendaciones científicas en decisiones políticas». La política sin ciencia no pasaría de ser un halago a las negras pulsiones del populismo y la ciencia sin política nos conduciría a soluciones que entrarían en conflicto con la libertad humana, algo que sería poco deseable. Termina el libro con un pequeño salto contradictorio pues si a lo largo de todo el li-
bro ha propugnado la necesidad de una política que tenga en cuenta la naturaleza, al final salta al terreno moral para exhortar que los ciudadanos seamos ecológicos pues así iremos logrando un cambio de mentalidad en los demás y, me imagino, en los gobiernos. Es consciente de que si la sociedad tuviera que elegir entre sostenibilidad planetaria y mantenimiento del nivel de vida, la mayoría elegiría mantener el nivel de vida del que ahora disfruta aun a riesgo de que los cambios en el medio natural se agudizasen y fueran irreversibles. También se da cuenta de las dificultades de la gobernanza mundial. Si aún no logramos el acuerdo en cuestiones básicas, ¿cómo lograrlo en algo como el medioambiente, que es un recién llegado en la llamada agenda política? El libro, y es solo una de sus virtudes, estimula al lector para que piense sobre lo que nos estamos jugando. La claridad expositiva –lo que siempre se ha denominado cortesía hacia el lector–, el rigor en la exposición y el final abierto para que cada uno decida cuál ha de ser su postura, son otras de dichas virtudes de un libro necesario en esta época.
CARTOGRAFÍA EXUPÉRIANA (O A VISTA DE SUEÑO) :: S. G. Plenamente imbuida del lirismo y la filosofía vital de ‘El principito’, este álbum relata la amistad entre el aviador Antoine y un zorro, en un relato atravesado por los sueños, la amistad incondicional y el valor del encuentro. En él, donde sobrevuela la voz y la vida de Saint-Exupéry, el hombre irrumpe en el universo animal desde diferentes perspectivas: de un
lado, la de aquellos que embisten con sus rápidos coches y ponen trampas «aplastapatas»; de otro, la de quienes, con paciencia y respeto, consiguen quebrar la desconfianza de un zorro herido. Es así como el piloto accidentado curará la pata del animal, dando a luz a una profunda y respetuosa amistad entre ambos muy al estilo saint-exupériano. Escrito con la misma desnudez y delicadeza
poético-filosófica que la célebre novela francesa, el álbum es un canto al respeto (no solo por el otro, sino por la tierra toda) y el coraje de ser y perseguir los sueños. Premio Nénuphar del álbum infantil 2017-2018, sus páginas de gran formato se salpican de una intertextualidad precisa (ni excesos ni defectos), en tanto que las ilustraciones de Anna Forlati no solo apuntalan el exquisito
EL ZORRO Y EL AVIADOR Luca Tortolini y Ana Forlati. Editorial: Juventud. 44 páginas. 16 euros. Edad recomendada: a partir de 7 años.
texto de Luca Tortolini, sino que aportan y reelaboran significados a esta bella cartografía a vista de zorro y hombre (voladores).
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Sábado 23.06.18 EL NORTE DE CASTILLA
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a semana pasada les decía que el latín, además de ‘vivir’ en las lenguas romances, está en muchas expresiones a las que los hablantes recurren para dar una imagen de personas cultas. Pero hay muchos latinismos que no se usan correctamente, sino en formato desgastado o deformado, un uso favorecido por el desconocimiento de la lengua latina y por el alejamiento de la cultura clásica. Lo ejemplifiqué con dos casos: ‘córpore insepulto’ (y no ‘de córpore insepulto’) y ‘Habemus Papam’ (y no ‘Habemus Papa’). Hoy les hablaré de más casos y también de las adaptaciones gráficas y de pronunciación propuestas por la RAE. Y, por supuesto, de los problemas que suelen plantear en el uso. ‘Vox populi’ significa ‘voz del pueblo’ y se usa con el verbo ‘ser’ para indicar que algo es conocido y repetido por todos. En el uso, seguramente por desconocimiento de la expresión latina, no es infrecuente, tanto en la escritura como en la pronunciación, ‘voz populi’. Es uso incorrecto y debe evitarse. ‘Grosso modo’ –pronunciado [gróso módo]– significa ‘de un modo aproximado o general y sin entrar en detalles’ o ‘a grandes rasgos’. En el uso es frecuente la anteposición de la preposición ‘a’ (a grosso modo) e incluso la escritura con una sola ‘s’ (groso modo / a groso modo). Ambos usos son incorrectos. Con la expresión ‘statu quo’ (literalmente ‘en el estado en que’) se hace referencia al estado o situación de ciertas cosas, como la economía, las relaciones sociales o la cultura, en un momento determinado. Se pronuncia [estátu–kuó] y no [estátu–kúo]. ‘Status quo’ es forma incorrecta. Una consulta al CREA (Corpus de Referencia del Español Actual) de la RAE, revela un total de 86 ejemplos de ‘status quo’ (81 en lengua
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
EL LATÍN ESTÁ EN EL AIRE (2) escrita y tres en lengua oral) frente a 216 casos de ‘statu quo’, la forma correcta. Sorprende, sin embargo, el elevado número de apariciones (casi la cuarta parte del total) en contextos formales de la forma considerada incorrecta. No sé si el uso de la forma incorrecta podría estar relacionado con el nombre de la banda de rock británica Status Quo, una de las bandas más longevas de la historia del rock and roll, cuya primera formación data de 1962. No es casualidad que una búsqueda de las dos formas (status quo / statu quo) en Google Books Ngram Viewer, una monumental base de datos obtenida de los libros que Google ha ido digitalizando, revele un aumento significativo de la expresión ‘status quo’ a partir de 1960. ‘Motu proprio’ (literalmente ‘con movi-
Si no estamos completamente seguros, es mejor no usar las expresiones latinas. Hemos de asegurarnos de su forma y pronunciación correctas
miento propio’) significa ‘voluntariamente’ o ‘por propia iniciativa’. Son frecuentes dos errores en cuanto al uso: por un lado, la anteposición de la preposición ‘de’ (de motu proprio) o ‘por’ (por motu proprio); por otro, la transcripción errónea de ‘proprio’ en ‘propio’ (motu propio). Para este último caso, la RAE, en el ‘Diccionario panhispánico de dudas’, propone: «Debe respetarse la forma latina ‘proprio’ para el segundo elemento, y no sustituirla por el adjetivo español ‘propio’». ‘Bona fide’ significa literalmente ‘de buena fe’ y se usa para indicar que alguien actúa o hace algo con buena intención o con honradez. Es incorrecto su uso con la preposición ‘de’ (de bona fide). Hay que decir que alguien actuó bona fide y no que alguien actuó de bona fide. Todos tenemos a veces algún ‘lapsus línguae’ (de ‘lapsus linguae’, literalmente, ‘error de la lengua’). Se usa para referirse a un error involuntario que se comete al hablar. Es incorrecto referirse a este tipo de error como ‘lapsus lingua’. Las faltas sin importancia, los errores de poca monta, son ‘peccata minuta’. Dos errores son frecuentes con esta expresión: por un lado, ‘pecata minuta’ (con una ce); por otro, su atribución a cualquier cosa insustancial o sin importancia (una actuación, un concierto, una novela, etcétera). Si en nuestras intervenciones, tanto en la oralidad como en la escritura, deseamos hacer uso de este tipo de expresiones latinas, hemos de asegurarnos de su forma y pronunciación correctas. No tenemos excusa para lo contrario porque la mayoría de los diccionarios del español introducen las expresiones latinas de uso más frecuente. Si no estamos completamente seguros, es mejor no usarlas.
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Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
Mandíbula. Mónica Ojeda (Candaya)
Una carta para mí. Raquel Reitx (Martínez Roca)
La química del odio. Carme Chaparro (Espasa)
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Homónimos. Antonio Navarro (Norma)
La ofrenda. Gustavo Martín Garzo (Galaxia)
Patria. Fernando Aramburu (Tusquets)
Lejos del corazón. Lorenzo Silva (Destino)
Mundo extraño. José Ovejero (Páginas de la Espuma)
Los perros duros no bailan. A. Pérez-Reverte (Alfaguara)
El bosque sabe tu nombre. Alaitz Leceaga (Ed. B.
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
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La bruja. Camilla Läckberg (Maeva)
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Memorias del comunismo. J. Losantos (La Esfera)
Imperiofobia y leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)
La penúltima bondad. Josep M. Esquirol (Acantilado)
Las recetas de adelgazar... A. Quintas (Planeta)
Nada es tan terrible. R. Santandreu (Grijalbo)
Cuentos de buenas noches... Elena Favilli (Planeta)
Cómo acabar con la contracultura. J. Costa (Taurus)
El hombre que no deberíamos ser. O. Salazar (Planeta)
Piel de letra. Laura Escanes (Aguilar)
Todos deberíamos ser feministas. C. Adichie (Mondadori)
Teoría King Kong. Virginia Despentes (Mondadori)
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Imperiofobia y leyenda negra. Elvira Roca (Siruela)
Caligrafía creativa. Rubio (Rubio)
A fin de cuentas. Aurelio Arteta (Taurus)
Criminalmente. Paz Velasco (Ariel)
Memorias del comunismo. J. Losantos (La Esfera)
¡Qué las matemáticas... ‘. Clara Grima (Ariel)
La hispanibundia. M. Wiesenthal (Acantilado)
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Los refugios de la memoria. J. L. Cancho (P. Mínimos)
Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)
Las almas de Brandon. César Brandon (Espasa)
Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta)
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
Nueva Historia España... J. Álvarez Junco (Galaxia)
Canción de sangre y oro. Jorge Molist (Planeta)
Que nadie duerma. Juan José Millás (Alfaguara)
Apegos feroces. Vivian Gornick (Sexto Piso)
Quién alimenta realmente... Shiva (Capitán Swing)
Cuando sale la reclusa. Fred Vargas (Siruela)
Siete cuentos morales. J. M. Coetzee (Random)
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
Memoria del comunismo. F. Jiménez Losantos (La Esfera)
El monasterio. Luis Zueco (Ediciones B)
El orden del día. Eric Vuillard (Tusquets)
Lejos del corazón. Lorenzo Silva (Destino)
Muerte en Zamora. Ramón Sender (Postmetrópolis)
La química del odio. Carmen Chaparro (Planeta)
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Sobre la educación. Emilio Lledó (Taurus)
Morder la manzana. Letizia Dolera (Planeta)
El bestiario de Axlin. Laura Gallego (Montena)
Seis relatos ejemplares. Elvira Roca (Siruela)
Nosotras. Rosa Montero (Alfaguara)
Plantas Montaña Palentina. Pascual Herrero (Aruz)
La chica invisible. Blue Jeans (Planeta)
Nueva Hª de España. E. Álvarez Junco (Galaxia)
Fernando VII. Emilio La Parra (Tusquets)
Imágenes (...) desde Palencia. Luis Sendino (Autoedic.)
Cuentso de buenas noches.... F.y Cavallo (Destino)
Así se domina el mundo. Pedro Baños (Ariel)
Contra muros y banderas. El Roto (Reservoir Books)
Todos deberíamos ser femenistas. Adichue (Random)
Imperiofobia. Elvira Roca (Siruela)
La guerra de Ifni. Gustavo A. Orduño (Almuzara)
La superioridad moral... J. Sánchez Cuenca (Lengua de Trapo)
Guía de ciudades. Georgia Cherry (SM)
Diario de Greg 12.. Jeff Kinney (RBA)
Un año en la antigua Roma. Néstor Marqués (Espasa)
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Sábado 23.06.18 EL NORTE DE CASTILLA
PANTEÓN DE PLATA
‘LOS OLVIDADOS’ (LUIS BUÑUEL, 1950)
El purgatorio de la infancia
EDUARDO ROLDÁN
Roberto Cobo y Stella Inda en un fotograma de ‘Los olvidados’.
N
adie es profeta en su tierra, asegura el dicho, ni siquiera si el profeta es un profeta ateo y la tierra, tierra de adopción. Apenas hacía un lustro que la mayor masacre conocida por el hombre había llegado –formalmente– a su fin, y ya los primeros frutos de la obligada reconstrucción económica ahondado las diferencias anteriores a la guerra. Los ricos ocupaban ahora rascacielos como fortalezas; sobre los pobres esos rascacielos proyectaban sombras interminables. Es en este contexto donde arranca la ficción más austera y áspera, aunque no por ello menos poética, de Luis Buñuel, aquella donde el caudal de su imaginación menos se separa de la realidad inmediata, a ras de barro o ras de asfalto, que lo rodea. Realidad inmediata pero no atendida, como ya desde el título se deja claro. Y así ‘Los olvidados’, por la osadía de retratar a la clase de descla-
sados que la sociedad biempensante se negaba a reconocer, duró en cartel solo tres días, y fue necesario el refrendo al otro lado del Atlántico en el Festival de Cannes al año siguiente de su estreno para que en Méjico se envainaran la cerviz y le concedieran una segunda audiencia pública. A propósito de ‘Viridiana’, Buñuel dijo que «nunca tuve la intención de escribir un argumento de tesis. … Solo los imbéciles tienen esas pretensiones»; sin embargo, y sin rastro alguno de imbecilidad, en ‘Los olvidados’ la tesis es clara, desde el arranque en off. Esa megalópolis que es Ciudad de Méjico, maraña de avenidas como serpientes retorcidas e infinitas, bosque de chimeneas incansables, junto a ese rumor que no cesa, el rumor del dinero que cambia de manos, pero siempre entre las mismas manos; todo ello se asienta sobre una masa precaria, y lo más trágico es que la
masa en gran medida no lo sabe, sobre todo la masa más joven: bastante tiene con llegar al final del día, y si para hacerlo hay que atracar a un lisiado sin piernas y arrojar, casi alegremente, carretera abajo el ínfimo carrito que constituye su medio de transporte, sea; y si hay que robar a un ciego la limosna que ha recolectado gracias a su música, y luego destrozarle los instrumentos con que se gana el sustento, sea también. El interrogante moral clásico que plantea el film –¿el mal nace o se hace?– recibe pues una respuesta tajante, sin fisuras: se hace, y no dejará de hacerse mientras la maquinaria social se mantenga como está y no haya otras manos que comiencen a manejar dinero, siquiera a un nivel de subsistencia sostenida. «Hay mucha miseria y demasiadas bocas que alimentar. Tu papá no regresará. Estas cosas ocurren todos los días», le espeta el ciego al niño abando-
nado a quien quiere engatusar como lazarillo («Ojitos», ironía brutal). Con estos mimbres el espectador que desconozca a Buñuel es probable sienta una repulsa invencible; y el que sí lo conozca un desconcierto profundo: ¿Buñuel haciendo buenismo, Buñuel explicando? En modo alguno. Si bien la cinta –insistimos: no hace falta ir más allá del primer par de minutos– no deja margen a la duda en cuanto al mensaje, la
‘Los olvidados’, pues, rara avis y al tiempo plenamente buñueliana
manera en que se expone se halla a una vía láctea de la moralina y el didactismo sin matices, y en nada, pese a las intervenciones citadas y otras análogas, resulta la narración repetitiva. Hay un hilo argumental claro, pero la fuerza radica no tanto en el contenido del hilo –que, aun terrible, es, por lo conocido de los mimbres (la huida de un reformatorio, la venganza contra el posible delator que se desboca como una imparable bola de nieve), casi banal–, como en las pinzas, imágenes imborrables que no solo cuelgan de aquel sino que lo sustancian –la leche blanquísima y virginal que la joven Meche (¿otra ironía?) se vierte en los muslos, la invisible y nutricia que mama ansiosa la boca de Ojitos directamente de la ubre, toda la secuencia onírica del primer sueño de Pedro…–, y en el tratamiento con que el hilo se muestra. No es accidental que sean precisamente las
imágenes que con mayor profundidad se anclan en la memoria las que se salen del tono general adoptado por Buñuel, quien, con inflexible humanismo, con hondísimo respeto por la historia y el espectador, no se deja arrastrar jamás por la pendiente del énfasis gratuito; Buñuel narra a distancia de la acción (por lo común, en plano americano o plano figura), sin necesidad de incluir un inserto del golpe cada vez que se propina un garrotazo o una cuchillada; lo cual es mucho más conmovedor, por el cariz naturalista que la distancia proporciona y porque a esa distancia el espectador se siente –paradoja solo aparente– más cercano a la acción, al ubicarse en un punto que, de presenciar una escena similar, estaría ocupando con mucha mayor probabilidad que pegado a la víctima. De modo parejo, en pos de reforzar ese naturalismo, el director de Calanda renuncia aquí al particularísimo influjo hipnótico de tantos títulos suyos, al restringir el habitual empleo sinuoso de la cámara a unos pocos y muy simples movimientos, cuando no se ciñe al cuadro fijo. Por lo dicho cabe colgar, como se le suele, a ‘Los olvidados’ la etiqueta de «neorrealista». Y no deja de serlo, pero Buñuel también es Buñuel. Con este perogrullo no se pretende otra cosa que dejar claro la intransferible personalidad de la cinta. Si la lucha urbana y diaria de los muy pobres y muy jóvenes acaso de entrada pueda parecer ajena al universo de sus obsesiones, este no deja de estar presente: además de las dos escenas oníricas –la apuntada es, con unos recursos mínimos, de las más perfectas en la historia del cine; fijar un sueño en pantalla supone un reto extremo para un cineasta, por la razón de que una película ya es un sueño–, muchas de las «realistas» no ahogan los otros significados que laten en la imagen literal, como tampoco el tema social, central del purgatorio de la infancia ahoga los temas psicológicos, introspectivos: el padre como ausencia (no solo el de Ojitos, también el de Pedro) y la figura sustituta (el ciego y el Jaibo) como posible destino, a la vez deseado y repudiado; la madre como fuente sustento afectivo, la muerte como resultado ambivalente de la voluntad y el azar. ‘Los olvidados’, pues, rara avis y al tiempo plenamente buñueliana. Para probar esta última afirmación quizá no estaría de más programársela en doble sesión con la otra gran película de su etapa mejicana, en la superficie tan disímil: adultos, alta burguesía, un espacio cerrado, la amenaza invisible pero no menos presente. El cotejo volvería a confirmar que el genio es un género en sí mismo.
16 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 23.06.18 EL NORTE DE CASTILLA
Director: Ángel Ortiz Coordinador: Chema Cillero
Instalación de ‘Poema sinfónico para cien metrónomos’ de György Ligeti. :: PIERRE HECKLER
El latido asistólico de la especie A
la manía de Stanley Kubrick de someter constantemente a examen todas las decisiones ya tomadas, le acompañaba, con dolorosa frecuencia, el desenlace de la defenestración infligida a alguno de los colaboradores asignados a sus proyectos, que confirmaba así la sospecha, en primera persona, de que la partida de ajedrez permanente que el director solía jugar durante los rodajes ampliaba la fila de peones listos para el sacrificio al elenco artístico y equipo técnico de la producción. Eso debió de pensar Douglas Rain, a quien Kubrick escogió para prestar su voz a la narración que debía acompañar a las imágenes de la primera parte de ‘2001, una odi-
sea en el espacio’. No sin cierta inquietud, el actor y locutor canadiense, familiar por entonces entre los espectadores de algunos documentales dedicados a la divulgación científica, comenzó a advertir que el plazo para grabar sus oraciones expiraba y que Kubrick no llamaba a su puerta pese a haber firmado y celebrado su contrato. Finalmente lo hizo para participarle un cambio súbito y audaz en la concepción de la película: ‘El amanecer del hombre’ primera parte de la cinta, no contaría con la narración prevista y las imágenes hablarían por sí solas. Podía Rain colegir que el peón elegido para el sacrificio en el ajedrez humano que Kubrick estaba jugando sería él, pero no fue así. El director decidió,
también sobre la marcha y en un alarde de gallardía estratégica, que la voz de Douglas Rain se adaptaría perfectamente a la siniestra y educada luz roja de HAL 9000, por lo que quien vio su participación anulada tras meses de ensayo y preparación, fue el oscarizado Martin Balsam, elegido en principio para interpretar a la inteligencia servil y artificial de la computadora más célebre del cosmos.
Hay en las obras de Ligeti un ramillete de opciones que simultáneamente sugiere la vida
Sin embargo, no fue el pobre Balsam quien lamería las heridas provocadas por Kubrick con más compunción. Alex North, que ya compuso la banda sonora de ‘Espartaco’ bajo las órdenes del cineasta británico, había completado su obra musical para la película cuando asistió a su desaparición total del proyecto para ser sustituido por Richard y Johann Strauss, por Aram Khatchaturian y por algunas composiciones de György Ligeti que llegaron al tímpano de Kubrick de forma providencial. Sería lógico pensar que el trabajo de North era impecable, pero su sacrificio de últimas con el fin de compaginar la secuencia del monolito lunar, o las secuencias últimas de lo que Kubrick acertó a ca-
OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA
lificar como «documental mitológico», en la catarsis del viajero en el tiempo, merecieron siempre el sublime caos acústico concebido por el músico rumano. Hay en toda la exploración artística de Ligeti un afán dominante, a pesar de que su intención divagara a lo largo de su trabajo del serialismo integral al ‘fluxus’. Entre su profunda investigación creadora es posible percibir el ramillete de opciones que simultáneamente sugiere la vida. Los coros de su ‘Requiem’ o de su ‘Lux Aeterna’ encajan perfectamente en la película de Kubrick, aunque no fueran inicialmente concebidos para ella, porque ilustran la infinitud de opciones que se enfrentan a todo destino. Su ‘Poema sinfónico para cien metrónomos’, uno de sus contados paseos por la instalación conceptual, demuestra la intolerable imperfección que acompaña a la totalidad. La sintonía pretendida por el enamorado matemático contiene siempre una arritmia inevitable, un verso suelto, un ADN mutante, un creador impredecible, como Kubrick; reconocer, al fin, nuestra insignificancia individual para la vida; o que solo somos las criaturas abisales del aire, los seres primitivos del futuro.