SOMBRA CIPRES LA
DEL
NÚMERO 313 Sábado, 06.10.18
Modernidad.
Coro de ángeles en el ‘Friso de Beethoven’, Gustav Klimt, 1902.
El desastre más hermoso La caída del Imperio Austrohúngaro, hace ahora un siglo, se plasmó en un florecimiento artístico inigualable
2 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
Sábado 6.10.18 EL NORTE DE CASTILLA
Evolución de Austria En apenas un cuarto de siglo, Austria pasó de ser una gran potencia a solo un pequeño país que se disolvió en el mapa nazi para emerger después
El desplome de un Imperio
1867: UNIÓN DEL IMPERIO AUSTRÍACO Y LA CORONA HÚNGARA
REINO DE WÜRTTEMBERG
O
HISTORIA
IBON ZUBIAUR
norías en favor de la húngara; el reino de Cisleitania, con una liberalidad que casi tuvo más de dejación. El fragmentado Parlamento vienés, en el que convivían sin regla diez idiomas, pasó a la historia como ejemplo de disfuncionalidad; el joven Adolf Hitler se convenció de que la democracia era una farsa asistiendo a aquellas sesiones grouchomarxianas en las que diputados eslavos consumían horas recitando poemas en su idioma (el protocolo solo recogía discursos en alemán) para bloquear la tramitación de leyes. En Viena Hitler encontró también a su modelo de demagogo antisemita: el alcalde Karl Lueger, aupado y avalado por la poderosa Iglesia católica.
La guerra, la ruina No es que faltaran visiones alternativas. Según el malogrado príncipe heredero Rudolf, la grandeza del Imperio
En 1918, Austria se quedó con un 12% del territorio original y 7 de sus 50 millones de habitantes
residía en encarnar privilegiadamente la idea de Victor Hugo de unos Estados Unidos de Europa, idea «de la más inmensa importancia para la civilización mundial. Y aunque por el momento la realización de la idea, por expresarlo en forma diplomática, no sea del todo armónica, eso no quiere decir que la idea en sí sea falsa. Dice solo que una idea así tendría que asegurar en el sentido más liberal armonía y equilibrio (...), libertad personal, desprecio de la idea de raza y del odio racial.» Pero Rudolf se suicidó en 1889, y el asesinato de su primo Francisco Fernando en Sarajevo, en 1914, condujo a la declaración de guerra a Serbia (alentada por el Alto Mando alemán y anhelada también por Rusia y Francia). No todos sucumbieron al ciego entusiasmo bélico; Arthur Schnitzler, por ejemplo, anotaba en su diario el 5 de agosto: «La guerra mundial. La ruina mundial.» Para Austria, desde luego, todo salió mal desde el inicio. La ofensiva en Serbia se estancó pronto mientras las tropas rusas irrumpían en la Galitzia y solo pudieron ser frenadas por los alemanes en la contraofensiva de Lódź. La traición de Italia, en mayo de 1915, derivó en una cruenta guerra de desgaste en los Dolomitas. En noviembre de 1916 moría el emperador Francisco José (tras casi 68 años en el trono); con las tropas y la población civil muriéndose de hambre, su inepto sucesor negociaría sin éxito una paz separada con Francia. La gripe española de 1918 supuso la puntilla: en Viena morían hasta 800 per-
REINO DE POLONIA
IMPERIO AUSTRÍACO REINO DE BAVIERA
REINO DE HUNGRÍA
SUIZA
MILÁN
PIAMONTE
IMPERIO OTOMANO
ANTES DE LA GRAN GUERRA, MOMENTO DE MÁXIMA EXPANSIÓN REINO DE WÜRTTEMBERG
SUIZA
currió hace ahora cien años, como anticipo del final de la Gran Guerra que él mismo había provocado: el Imperio de los Habsburgo, que en su momento de máximo apogeo (en unión personal con la corona de España) llegó a ser el más vasto de la Historia, se desintegraba de una vez y para siempre. Fue un final triste y sin gloria para la que fuera una de las potencias dominantes en la Europa moderna y un foco irrepetible de cultura, y de él cabe extraer lecciones de inquietante actualidad. Al Imperio Austrohúngaro se lo venía dando por amortizado, pero esto solo era el corolario de una ideología nacionalista que hacía estragos en torno a 1900, y para la que un estado plurinacional estaba condenado a desaparecer por una especie de darwinismo estatal en que los pueblos homogéneos contarían con mejores cartas. Este esencialismo identitario desdeñaba variables de peso. Por potencia económica y no digamos cultural, por su eficaz burocracia y su excelente sistema educativo, Austria-Hungría, pese a todas sus dificultades, quedaba varios pisos por encima del Imperio ruso y desde luego de los ‘emergentes’ países que fueron su ruina como Serbia. Eso sí, resulta innegable que su estancamiento se debió en buena medida a su incapacidad para gestionar la pluralidad étnica. Desde finales del siglo XIX, las dos mitades del Imperio ensayaron soluciones antagónicas al respecto: el reino de Hungría, discriminando a todas las demás mi-
PRUSIA
SAJONIA
REINO DE POLONIA
PRUSIA
SAJONIA
SILESIA BOHEMIA
GALICIA MORAVIA
REINO DE BAVIERA
BAJA ALTA AUSTRIA AUSTRIA
BUKOVINA
SALZBURGO ESTIRIA VORARLBERG TIROL CARINTIA
REINO DE HUNGRÍA
CARNIOLA CROACIA-ESLAVONIA
MILÁN KÜSTLENLAND
BOSNIA Y HERZEGOVINA
PIAMONTE
DALMACIA IMPERIO OTOMANO
POLONIA CHECOSLOVAQUIA
1918: QUEDA REDUCIDA A SU SUPERFICIE ACTUAL
ALEMANIA
AUSTRIA SUIZA
HUNGRÍA
YUGOSLAVIA
ITALIA
POLONIA
ALEMANIA
ESLOVAQUIA
1939: AUSTRIA, UNA PROVINCIA DE LA ALEMANIA NAZI
HUNGRÍA ITALIA
sonas a la semana (entre ellas Egon Schiele), y para octubre el Imperio se descompuso. Las diferentes nacionalidades proclamaron su independencia y el día 21 se constituía la pequeña Austria alemana con las sobras (12% del territorio original y 7% de sus 50 millones de habitantes); en noviembre pasaba a ser república. El emperador Carlos tardó en resignarse al exilio. Moriría joven, y su viuda Zita, ya desde Lekeitio, se empeñó en
YUGOSLAVIA
conseguir su beatificación, que le fue concedida en 2004 por Juan Pablo II.
La Primera República La historia de la Primera República no es menos triste. Arruinada y sin perspectivas, su voluntad era unirse a Alemania, pero las potencias vencedoras se lo prohibieron (con su característica delicadeza, las autoridades francesas recibieron a la delegación austríaca en la sala de especies
:: GRÁFICO G. DE LAS HERAS
extintas del Museo de Historia Natural). La inflación terminó de devastar la economía, y para el verano de 1919, el 96% de los niños vieneses sufrían de desnutrición. Si el primer Gobierno revolucionario, dominado por los socialdemócratas, se había esforzado en introducir reformas democráticas, los socialcristianos del prelado Ignaz Seipel (desde 1922) y, sobre todo, Engelbert Dollfuss (desde 1932) priorizaron la lucha
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SIGMUND FREUD
PERSONAJES DE LA ÉPOCA
EL SUBCONSCIENTE DEL IMPERIO :: IRATXE BERNAL contra el socialismo y contra la democracia misma, que fue abolida en la práctica en 1933 en favor de un ‘estado estamental’ (que sus adversarios llamarían simplemente ‘austrofascismo’). La negativa de la milicia socialdemócrata a ser desarmada en medio de esa involución totalitaria derivó en una revuelta obrera y en la llamada ‘guerra civil austríaca’ de febrero de 1934, en que la Policía, el Ejército, y la milicia ultranacionalista Heimwehr aplastaron sin contemplaciones a sus enemigos (hubo más de mil muertos). Los nazis locales, tratando de pescar en río revuelto, quisieron tomar el poder en julio y asesinaron a Dollfuss. Pero la intervención de Mussolini (que aún no deseaba ver absorbida a la república vecina) frenó el golpe y Kurt Schuschnigg asumió el cargo de canciller, prosiguiendo la política autoritaria, antisocialista y antisemita de su antecesor. En 1936 Hitler reconoció la soberanía austríaca y abolió la prohibitiva tasa que venía paralizando la entrada de turistas alemanes, pero a cambio empezó a dictar condiciones. La presión alcanzó un punto álgido en febrero de 1938: tras intimidarlo durante horas en su refugio de Berchtesgaden, Hitler impuso a Schuschnigg el nombramiento de Arthur Seyss-Inquart (el líder nazi en Austria) como ministro del Interior. Era el comienzo del fin, aunque Schuschnigg, en
‘Palas Atenea’, de Gustav Klimt (1898).
un gesto desesperado de entereza, sorprendió convocando casi sin antelación un plebiscito sobre la independencia de Austria para el 13 de marzo. El día 11 Hitler anunciaba su intervención armada y Schuschnigg dimitía llamando a no oponer resistencia; al día siguiente las tropas alemanas ocupaban Austria entre la euforia de amplias capas de la población, mientras los esbirros de Himmler comenzaban con las detenciones de hasta 70.000 personas y los judíos eran maltratados y forzados a limpiar las aceras con cepillos de dientes (apenas un anticipo de lo que se avecinaba, pero nadie podrá alegar que no lo vio venir).
Los restos Hitler llegó a Viena el día 15 (entre las campanadas de todas las iglesias, por orden del cardenal-arzobispo Innitzer) y proclamó la anexión, ratificada el 10 de abril en un sucedáneo de reférendum con el 99,73% de los votos. Solo un país del mundo protestó: México. Los restos del Imperio Austrohúngaro pasaron a denominarse oficialmente Marca Oriental, y en 1942, ya en
plena guerra, todavía fueron rebajados a ‘Gaue de los Alpes y del Danubio’. Sorprendentemente, los aliados proclamarían a Austria tras la guerra ‘el primer pueblo víctima de los nazis’ (mito que los austríacos cultivarían con fervor). Y como, al contrario que en Alemania, a nadie se le ocurrió pedir el ingreso en la OTAN y Austria se atuvo a la neutralidad pactada, las tropas soviéticas y las demás potencias aliadas se retiraron en 1955 y la Segunda República vio plenamente restituida su soberanía. Hoy Viena vuelve a desplegar su pompa almibarada, cada Año Nuevo los turistas japoneses acompañan con sus palmadas la ‘Marcha Radetzky’ (compuesta por Johann Strauss padre en honor del represor de la revuelta italiana de 1848), y la ultraderecha vuelve a llevar la iniciativa en la política austríaca, como por lo demás en media Europa. En casi todos los países resultantes de la disolución del Imperio gobiernan partidos ultranacionalistas o la extrema derecha pura y dura: en la propia Austria y en Italia, en Hungría y en Polonia. Una de las lecciones que nos deja la autoliquidación de la Primera República austríaca es que al autoritarismo no se lo frena por aproximación: socavar la democracia solo allana el terreno a sus enemigos. Que no suelen conformarse con medias tintas.
«De pronto, es como si la importancia de la sexualidad fuera reconocida oficialmente por su Majestad». En 1902 Sigmund Freud fue nombrado profesor extraordinario del Imperio, una gran victoria sobre la sociedad puritana de una ciudad, Viena, en la que residía desde la infancia pero en la que aún le consideraban un ‘zugeraster’, ‘uno de fuera’. Un rechazo normal ante lo controvertido de unos trabajos en los que predicaba que el comportamiento humano –el de todos y no solo el de quienes pasaban por consulta– está marcado por recuerdos y deseos reprimidos. Interpretación de los sueños, asociación de ideas, complejos de Edipo, pulsiones... Demasiado para una burguesía que gustaba presentarse como culta y cosmopolita pero en la que el sexo era un tabú. Demasiado para oírselo encima a un judío de familia pobre. Pero... dónde sino en
Viena, capital científica de su tiempo, podía surgir el psicoanálisis. Allí, Josef Breuer ya había probado el método catártico para tratar la histeria y seguían las investigaciones parisinas de Jean-Marie Charcot, ‘el Napoleón de las neurosis’, sobre el uso de la hipnosis. Con ambos estudió Freud antes de inclinarse por la interpretación de los sueños y montar consulta propia. Por su diván –tópico de la psicología regalo de una paciente– pasaron todas las clases sociales –es a quien acude Gustav Mahler cuando Alma le abandona–, pero siempre tendrá más renombre internacional que predicamento en casa. Y el recelo es compartido hasta que la derrota de 1918 le enternece. «Quizá por primera vez me siento austriaco y me gustaría dar una oportunidad a este imperio poco prometedor». No pudo ser. En 1938 sus libros son quemados por los seguidores nazis y él huye a Londres, donde muere en 1939.
SUS OBRAS Nacimiento: Sigismund Schlomo Freud nació en 1856 en Freiberg, Moravia (hoy, Príbor en la República Checa). Los negocios de su padre llevan a la familia a Viena tres años después.
Obras: ‘Estudios sobre la histeria’ (1893-1895), ‘La interpretación de los sueños’ (1900), ‘Psicopatología de la vida cotidiana’ (1901) y ‘Tres ensayos sobre teoría sexual’ (1905).
4 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
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En un escenario de decadencia, florece la gran novela europea, que la explica con unos personajes inolvidables
Escribir en Kakania LITERATURA
IÑAKI EZKERRA
L
a descomposición del Imperio Austrohúngaro, que culminó hace ahora un siglo pero cuyos efectos se dejaron sentir hasta dos décadas después, cuando Hitler anexiona Austria a la Alemania nazi, es una buena prueba de que la política y la creación literaria no se rigen por las mismas leyes. En un escenario y un tiempo de decadencia, ahítos de gobernantes débiles, errados y mediocres, florece la gran novela europea para dar fe de esa decadencia y para explicarla con unos personajes inolvidables. En ‘El hombre sin atributos’, esa catedral narrativa que quedó inacabada, Robert Musil bautiza irónicamente a dicho imperio con el caricaturesco nombre de Kakania, que responde a la doble y antitética naturaleza con la que nació, en 1867, aquel mastodóntico ente territorial-políticoadministrativo: con un emperador de Austria (Kaiser) que a la vez era rey de Hungría (König). Lo que el escritor austriaco plasma en esa magna y rocambolesca obra, que constituye además un monumento a la novela filosófica, es la búsqueda de una identidad patriótica que coincide, en su imposibilidad y su fracaso, con la de la identidad del individuo, encarnado en el matemático Ulrich. Y aunque su escritura divagatoria dista mucho de las modas literarias actuales, tendentes a la ligereza conceptual, hay personajes y situaciones identificables con nuestro presente. Está el inútil comité de la Acción Paralela, encargado de dar con esas esencias patrias. Está la propuesta burocrática de un ‘Ministerio de la exactitud’ que será rechazada por esa cómica elite pensante. Está la
ociosa Diotima, que sostiene que la Austria de 1913, en la que se desarrolla la acción, es el mundo. Hasta hay un antecedente del actual buenismo en la pretensión de la histérica Clarisse de redimir a un tal Moosbrugger, que es un asesino de mujeres del que habla una prensa precursora del amarillismo. Lo que cuenta, en fin, Robert Musil con un humor partícipe de la conciencia del absurdo es lo que cuenta en serio Joseph Roth en ‘La marcha Radetzky’, una novela perteneciente al género de sagas que publicó en 1932 y en la que viene a explicar la caída del Imperio austrohúngaro como una enfermedad congénita cuya raíz estaba precisamente en esa doble condición imperial y real, que él interpretaba como una fatal concesión de la casa de Habsburgo a la Hungría nacionalista. Que ese mal era de nacimiento lo expresa en esa novela a través de la historia del primero de los Trotta, el héroe de la batalla de Solferino, que salva la vida de Francisco José I de un modo un tanto chusco que luego embellecen y falsean los libros escolares para su enojo y su sonrojo. El soldado Trotta quiere que se diga la verdad de lo que pasó, pero eso no interesa a nadie en un Imperio de cartón piedra que ya ha descubierto lo que en nuestros días llamamos ‘posverdad’ pomposamente. Más que significativo es el hecho de que el maquillado acto heroico tiene lugar en 1859, ocho años antes de que el Imperio Austriaco mute en el Imperio Austrohúngaro. Si el primer Trotta había sido militar, su hijo será un alto funcionario y su nieto un ‘fin de raza’ débil y dilapidador que se endeuda y muere en la Gran Guerra, dos años antes que el anciano Emperador. Cada uno de esos tres personajes encarna una fase calamitosa del Imperio: el oropel, la burocracia y el extravío autodestructivo.
Aristócratas y judíos El judaísmo es un aspecto definitivo en la visión de Roth, como lo demuestra su nove-
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4 La mejor literatura
1. Hugo von Hoffmansthal. 2. Georg Trakl. 3. Joseph Roth. 4. Franz Werfel. 5. Robert Musil. 6. Hermann Broch.
La casi totalidad de autores que brillan en esos años son aristócratas renegados o judíos de clase acomodada la ‘Job’, publicada en 1930. Incluso la misma simpatía que siente por el viejo Imperio y por los Habsburgo tiene una relación directa con la protección que estos brindaron siempre a los judíos. Y, así, la progresiva decadencia de esa casa imperial Roth la interpreta como un camino hacia la abolición de la antigua sociedad plural y hacia el antisemitismo que vivió en sus propias carnes cuando, un año antes de su muerte, los nazis toman Viena. Tan relevante es el factor semita que el pro-
pio apogeo intelectual de la Viena efervescente de los cafés no puede entenderse sin la presencia cultural judía. La misma Viena que acoge en el último tercio del siglo XIX a Theodor Herzl, el estudiante que viene de Budapest para establecer las bases teóricas del sionismo moderno, o por la que sentirá Stefan Zweig una insoportable nostalgia en ‘El mundo de ayer’, las memorias que escribió en su exilio brasileño. La verdad es que casi puede dividirse de forma esque-
mática la pléyade de genios que aflora en la dilatada agonía del Imperio Austrohúngaro o en sus postrimerías en dos grupos: los aristócratas renegados de su clase y los judíos de familia acomodada. Entre los primeros, estaba el propio Musil como también Sacher-Masoch, el autor de ‘La venus de las pieles’, o Lernet-Holenia, que en ‘El estandarte’ trazó un fresco de la sociedad austriaca en vísperas de la invasión nazi. El propio Rilke, cuyo padre era ferroviario, tenía una madre con
pretensiones nobiliarias que lo atormentó. Entre los autores judíos se aprecia una actitud especialmente sufriente ante aquel mundo cambiante que los divide entre los que son más conscientes de ella, más reflexivos, y los que, por más originales o creativos, se evaden en fantasmagorías atormentadas. El breve relato del praguense Franz Werfel titulado ‘La escalera del hotel’ y el largo prólogo que le precede con el título de ‘Ensayo sobre el imperio austriaco’ sintonizan
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STEFAN ZWEIG
PERSONAJES DE LA ÉPOCA
la mentalidad prusiana y un desesperado apego a la disciplina que reprima su espíritu soñador y lo salve del vértigo ante la irracionalidad del mundo. En ‘Esch o la anarquía’ un contable busca en la lógica numérica un orden que le libre de su caos. ‘Huguenau o el realismo’ es, finalmente, el retrato de un desertor, un sujeto sin valores capaz de las mayores canalladas que encarna el peor mercantilismo de la Europa que sobrevive a la Guerra del 14.
¿Qué decadencia?
con la lúcida conciencia crepuscular de Zweig mientras que las novelas de Kafka distorsionan la realidad hacia el expresionismo tanto como los febriles poemas de Trakl, el primero desde la conciencia del absurdo y el segundo desde un dolor psíquico no distante de la sensación de extrañeza que transmite el simbolista vienés Hugo von Hofmannsthal en los versos de ‘Para un dios no nacido’. Aunque marcado por el existencialismo y el surrealismo, el poeta de origen rumano
Paul Celan estaría a medio camino entre esos dos modos de entender el hecho literario. En ese mismo punto intermedio hay que situar ‘Los sonámbulos’, la demoledora trilogía en la que el vienés Hermann Broch narra pero también explica el sentimiento de orfandad a través de tres personajes que guardan un cierto paralelismo con ‘La marcha Radetzky’ de Roth. Como el abuelo Trotta, el protagonista de ‘Pasenow o el romanticismo’ es un militar aunque, a diferencia de este, encarna
Volver los ojos al Imperio Austrohúngaro y a sus escritores es un ejercicio aleccionador para la Europa de hoy, que conlleva la voladura de ciertos tópicos. Tenemos, por ejemplo, una noción edificante del Romanticismo, que se nos cae cuando vemos en ese movimiento la matriz de los nacionalismos y etnicismos que dinamitaron el mundo centroeuropeo y que condena Claudio Magris en ‘Danubio’, ese apasionante viaje que nos propone por el viejo río desde el que contemplamos lo que queda de aquel fascinante mosaico. Broch identifica el Romanticismo de Pasenow con el militarismo alemán que arrasaría aquella cultura. Y debe hacernos pensar el hecho de que los escritores de aquel período histórico que hoy son universalmente recordados no son los que nutrieron las épicas locales, que los habría por miles, sino los que tuvieron conciencia de que asistían a la descomposición de un mundo. Asimismo, tenemos hoy una visión reaccionaria del propio concepto de Imperio (lo que llama ‘imperiofobia’ la profesora Roca Barea en su célebre libro), pero, sin embargo, todos los grandes autores que podemos llamar ‘austrohúngaros’ coinciden en la nostalgia ‘imperiofílica’ por la Austria de los Habsburgo. La propia idea de decadencia merece una revisión. Para los nazis, lo decadente era la libertad y la pluralidad de aquella Viena intelectualmente inquieta contra la que también conspiraron a su modo los franceses, que, al salir vencedores en las dos guerras mundiales, pudieron vender París como la única capital cultural del viejo continente. Por otro lado, son innegables en la sociedad austrohúngara los signos reales de decadencia en las diferencias sociales, la miseria, la hipocresía, el rentismo de una nobleza ociosa y la debilidad de origen que cedió a poner dos ‘kakanicas cabezas’ en el águila imperial.
UN EUROPEO CON MEMORIA :: I. BERNAL «Nací en 1881, en un imperio grande y poderoso, pero no se molesten en buscarlo en el mapa: ha sido borrado sin dejar rastro (...) También he perdido mi patria propiamente dicha, la que había elegido mi corazón, Europa, que se ha suicidado desgarrándose en dos guerras fratricidas». En su última obra, ‘El mundo de ayer. Memorias de un europeo’, escrita en 1942, Stefan Zweig describía la tristeza e incomprensión que le causó cómo sus ‘compatriotas’, los europeos, habían destruido todo un mundo. Un mundo culto y refinado en el que él, hijo de una familia judía acomodada, se dedica a leer, traducir y coleccionar libros, a prepararse para escribir. Un tiempo en el que Rilke, Rolland, Schnitzler, Rodin, Yeats, Pirandello, Válery, Freud, Mann o Gorki le reciben en sus casas o le acompañan en las tertulias de los cafés vieneses.
El desarraigo final no oculta la ingenuidad de un hombre que, pese a ser inteligente, culto y sensible, ignora la incapacidad del viejo orden para gestionar los cambios sociales producidos por la industrialización y los nacionalismos. No abrirá los ojos hasta la Primera Guerra Mundial, en la que fue enviado a Polonia a servir en los servicios de propaganda. En 1916 se exilia a Salzburgo, donde reside hasta la llegada de Hitler al poder en 1933. Esta vez ve el peligro a la primera y, convertido ya en un reputado autor, decide emigrar sin un rumbo fijo. En 1942, los alemanes parecen tener la guerra a su favor y Zweig, convencido de que nada les detendrá, se suicida junto a su esposa. Están en Petrópolis, Brasil, una «nación construida sobre un mestizaje libre y desinhibido... No hay barrera de color, ninguna segregación, ninguna clasificación arrogante... ¿Quién aquí se jactaría de pureza racial?»
SUS OBRAS Nació en Viena en 1881. Su padre tenía una fábrica textil y su madre era hija de una familia de banqueros italianos. Obras: ‘Carta de una desconocida’, ‘La confusión de los senti-
mientos’, ‘La impaciencia del corazón’, ‘Momentos estelares de la humanidad’, ‘Veinticuatro horas de la vida de una mujer’, ‘Miedo’, ‘Novela de ajedrez’ y ‘El mundo de ayer’, entre otras.
6 LA SOMBRA DEL CIPRÉS
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El ideal vienés era beber café en una taza Hoffmann, sentado en una silla Moser, escuchando a Mahler y mirando a Klimt
La ciudad de los sueños interpretados G
ustav Klimt y Auguste Rodin se encontraron solo una vez. Fue en 1902, cuando el escultor francés, después de asistir a la inauguración de una retrospectiva de su obra en Praga, pasó por Viena y visitó la decimocuarta exposición del grupo secesionista. Más tarde se acercaron hasta el Prater, donde Klimt, en su cometido de anfitrión, pidió a la orquesta que tocase algo de Schubert. Los dos artistas se sentaron cerca de unas jóvenes que encarnaban el ideal de mujer refinada, llena de encanto, misterio y modernidad que la pintura de Klimt evoca. Rodin, fascinado, se inclinó y le dijo: «Es un ambiente maravilloso: su exposición en ese inolvidable templo del arte y ahora este jardín, estas damas, esta música,… ¿Cómo se explica? ¿A qué se debe?» Klimt, hombre de pocas palabras, se volvió hacia él y dijo: «Austria». En aquel momento era difícil imaginar que ese país capaz de provocar admiración y orgullo ya era casi un recuerdo, aunque Klimt sabía asumir cambios. Apenas seis años atrás había liderado la Secesión, una segregación voluntaria y pacífica inspirada en la antigua Roma, y lo había hecho cuando se hallaba en un punto espléndido de su carrera. Junto a él, varios artistas más jóvenes habían sentido el desasosiego de la tradición representada por la Kunst-lerhaus, la Academia austriaca, que habían aban-
ARTES PLÁSTICAS BEGOÑA GÓMEZ MORAL
donado en masa para buscar, donde quiera que estuviese, una forma nueva de arte. La revolución contra los antecesores, contra los ‘apóstoles de la Ringstrasse’, fue sin estridencias, aunque espectacular. Aun así, no era excepcional en Europa que un grupo de artistas rompiera con el pasado, pero Viena era distinta, vivía un tiempo comprimido en una suerte de olla a presión también estética y el reconocimiento, que en otros lugares llevó años conseguir, sobrevino de inmediato. Celebraron la primera exposición en un espacio alquilado a la Sociedad de Horticultura y acudió toda la ciudad, incluido el emperador Francisco José. Vendieron 218 obras y los fondos obtenidos de las 57.000 entradas les permitieron acometer un sueño que pocos movimientos similares pudieron imaginar: la construcción de un edificio propio dedicado al arte como ellos lo entendían. El honor y la responsabilidad de llevarlo a cabo recayeron en Joseph Maria Olbrich, discípulo de Otto Wagner, que también se uniría al gru-
po en 1899. Con treinta años recién cumplidos el joven arquitecto buscó la resonancia de un templo arcaico, sin ventanas, imponente: «Un hogar interior y un espacio psicológico para la creatividad». A los críticos les pareció más bien un urinario asirio o un crematorio y lo acabaron bautizando como ‘repollo de oro’, seguramente por la semiesfera de tres mil hojas de laurel en metal dorado que forma la cúpula y que ha ganado con el tiempo el cariño del público. Este mismo año se ha restaurado por cuestación popular a 100 euros cada hoja.
Tiempo, arte, libertad «Estáis anticuados y tenemos derecho a hacer lo que nos venga en gana», debieron de pensar los secesionistas, aunque lo que expresaron en su estilo solemne fue «Cada tiempo, su arte; cada arte, su libertad», y así lo escribieron sobre el dintel en letras doradas. También desde allí editaron una cuidada publicación llamada ‘Ver Sacrum’ (Primavera sagrada) donde llegarían a calificar a Viena de ‘ciudad Potemkin’. El edificio estuvo terminado en catorce meses y a partir
Los miembros de la Secesión tenían como objetivo la búsqueda de la obra de arte absoluta
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de entonces acogió varias exposiciones al año. Muchas incluían arte internacional de acuerdo al impulso aperturista del grupo. Picasso, Vallotton, Puvis de Chavannes,… el propio Rodin fue invitado y en 1901 expuso modelos en yeso para los ‘Burgueses de Calais’ y el monumento a Balzac. Al año siguiente, cuando visitó Viena, la exposición que le fascinó giraba en torno a Beethoven y solo a Beethoven. Esa exclusividad respondía a otro de los ideales de la Secesión, la búsqueda de la ‘Gesamtkunstwerk’, la obra de arte absoluta. En la sala central, una estatua de Max Klinger representaba al compositor sin la casaca ni la lazada romántica habitual, sino con el pecho desnudo y sandalias, «como una deidad olímpica». En las paredes del pabellón, Klimt mostraba al público por primera vez el ‘Friso de Beethoven’, la alegoría pintada de la Novena Sinfonía donde se suceden el sufrimiento humano, la maldad, la esperanza y el coro final entona la ‘Oda a la alegría’ del cuarto movimiento junto al ‘beso que une al mundo’ en la letra de Schiller. Klimt se sentía libre. Había cambiado a raíz del suntuoso encargo que recibió en 1894 para decorar la nueva Universidad. No le había quedado más remedio. Cuando presentó los primeros bocetos se abrieron las puertas del infierno y la ciudad se dividió a favor y en contra. El arte importaba mucho en Viena, eso
estaba claro, pero Klimt se ofendió por los ataques y quizá también porque uno de sus defensores tituló un alegato retórico con la pregunta «¿Qué es la fealdad?». Después de eso, compró de vuelta sus propios paneles y no volvió a responder a concursos públicos. Tenía libertad dentro del grupo secesionista y suficientes encargos. Poseía la magia de los grandes modistos y fotógrafos para extraer fascinación del modelo más prosaico y disponía de una lista de clientes privados, sobre todo clientas dispuestas a esperar lo que hiciera falta y someterse a sesiones extenuantes de posado. Tres horas seguidas, cuatro días por semana durante meses le podía llevar completar un retrato. No es de extrañar que después de esa ordalía hubiese quien organizaba la decoración alrededor de un cuadro del maestro. Por fuera, la influencia neoclásica o barroca de la arquitectura historicista; por dentro, un templo ‘Jugendstil’ con acento vienés. También se daba el caso contrario. Margaret Stonbo-
rough-Wittgenstein, hermana del filósofo, guardó su retrato en un armario y tampoco Emilie Flöge estaba entusiasmada con el suyo. La amiga eterna del pintor –no está claro que hubiese algo más– gestionaba con habilidad el salón de modas que había abierto junto a su hermana. Klimt contribuyó a la empresa con diseños y patrones que liberaban el cuerpo femenino del corsé y el mobiliario lo aportaron varios miembros del Wiener Werkstätte, el taller de artes aplicadas derivado de la Secesión que llegó a ser pionero por las condiciones de trabajo y la calidad de su producción, además de los diseños de primer orden. Con Josef Hoffmann y Koloman Moser al frente, sus integrantes eran pintores, escultores, arquitectos, artesanos y diseñadores. A veces, todo al mismo tiempo. La intersección de formas creativas «debía llegar a todas las facetas de la vida, ninguna era demasiado humilde como para no merecerlo», una intención evidente también en los elementos gráficos, bidi-
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ADOLF LOOS
PERSONAJES DE LA ÉPOCA
EL ALBAÑIL QUE SABÍA LATÍN :: I. BERNAL
4 1. Detalle del pabellón de la Secesión Vienesa, obra de Joseph Maria Olbrich. La leyenda dice: «Cada época, su arte; cada arte, su libertad». 2. ‘Los ermitaños’ (Autorretrato con Klimt), Egon Schiele, 1912. 3. Retrato de Sonja Knips, Gustav Klimt, 1898. 4. Interior de la exposición de 1902 con el ‘Beethoven’ de Max Klinger.
mensionales de Klimt y en su etapa dorada, a la que pertenecen sus referentes, ‘El beso’ y ‘Adele Bloch-Bauer I’.
Otra generación Una de las joyas del estilo vienés está en Bruselas. La casa Stoclet es la cumbre creativa de Hoffmann, posee mobiliario diseñado por Moser en los talleres secesionistas y frisos de Klimt. Es una culminación de la obra de arte total que permanece por el momento cerrada a los muchos visitantes que han de conformarse con admirar el exterior. Cuando estuvo terminada, la siguiente generación de artistas había entrado en escena. Fue en las dependencias del Werkstätte donde Egon Schiele celebró su primera in-
dividual en 1903. El joven pintor entabló amistad con Klimt, que le protegería cuando más lo necesitaba, después de ser encarcelado por pederastia en 1912. Para entonces Klimt había abandonado la Secesión y Oscar Kokoschka, después de trabajar con Hoffmann e ilustrar el libro’ Los chicos soñadores’ por encargo del Werkstätte, comenzaba a dar pasos todavía vacilantes hacia el Expresionismo. Faltaban solo dos años para que el mundo estallase y nadie lo sabía. Viena todavía se permitía el lujo de dar importancia a la angulosidad rompedora y nerviosa de una pintura. Muchos protagonistas de la escena artística no llegarían a ver el final de la contienda
europea: Klimt, Schiele, Wagner y Moser murieron en el año aciago de 1918. Solo Kokoschka vivió lo suficiente para ver aquella efervescencia en perspectiva. También para darse cuenta de un detalle fundamental que en su momento pasó desapercibido como una sombra en la noche: en 1907 un joven llamado Adolf Hitler, recién llegado de Linz, había intentado entrar en la Escuela Vienesa de Arte. Dos veces se presentó a las pruebas y en ambas ocasiones fue rechazado. Kokoschka ocupó su lugar y, años después, le gustaba fantasear sobre el destino de Europa decidido por un puñado de acuarelas que ni siquiera eran malas, solo mediocres.
«Yo quizá viva en 1908, pero mi vecino vive en 1900 y el de más allá, en 1880. Es una desgracia para un Estado que la cultura de sus habitantes abarque un período tan amplio». El arquitecto Adolf Loos (Brno, Moravia 1870-Viena 1933) resumía en su polémica conferencia ‘Ornamento y delito’ su poca fe en el futuro de un Imperio poblado de «rezagados y depredadores». Para él, precursor de la arquitectura moderna, paso intermedio entre la Secesión y la Bauhaus, los primeros eran «los campesinos que viven en el siglo XII». Los segundos, los cortesanos y burgueses, «delincuentes» que «engendran ornamento» porque creen que decorar más es evolucionar. Y él, recién llegado de EE UU, maravillado del pragmatismo de los primeros rascacielos, escandaliza a aquella Viena envarada proclamando que el adorno era «fuerza de trabajo desperdiciada y material profanado». Un au-
téntico derroche que denota la degeneración, el atraso del Imperio. Y no solo arquitectónico. «La peste ornamental está subvencionada por el Estado (...), que procura que no desaparezcan las polainas (...) pues sabe que un pueblo retrasado es más fácil de gobernar», decía. Si para él, que no logró el título oficial, un arquitecto era «un albañil que sabe latín», el Imperio debía interesarse por todas las gentes, porque «la modernidad será social o no será». Amigo personal de Kokoschka, Schoenberg y Wittgenstein, Loos hizo de su propia vida un manifiesto contra lo establecido. Divorciado de una actriz, una bailarina y una fotógrafa, se contagió de sífilis en los prostíbulos de Viena y fue acusado de pedofilia poco antes de morir. Falleció en la pobreza pese a no haber dejado de trabajar en Austria, Francia y su Checolosvaquía natal, de la que adquirió la nacionalidad en 1924.
SUS OBRAS Edificaciones: Sastrería Goldman & Salatsch o Casa Loos (Viena), Interiores de Café Museum (Viena), Villa Karma (Montreux, Suiza), Casa Steiner (Viena).
Publicaciones: Conferencia ‘Ornamento y delito’ (leída en 1908) fundador y articulista de la revista ‘Lo otro: revista para la introducción de la cultura occidental en Austria’.
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Viena se convirtió en la capital de la música y reunió a los talentos mayores de la creación a lo largo de un siglo maravilloso e irrepetible
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De las esencias a la vanguardia MÚSICA
CÉSAR COCA
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n la Ópera se representaban las grandes obras de Mozart; en la Sala Dorada del Musikverein y en la recién construida Konzerthaus, las sinfonías de Brahms, Bruckner y Mahler; y en los quioscos del Prater y en los ‘heuriger’ de la periferia de Viena sonaban las polkas, los galops y los valses de la saga Strauss. Al comienzo del verano de 1914, cuando se consuma el atentado contra
el heredero Francisco Fernando en Sarajevo, el Imperio Austrohúngaro tiene su música culta y su música popular. Ambas dominan Europa. Y cuando el Imperio se haya convertido en un puñado de países y Austria ya no sea más que un pequeño estado destinado a desaparecer en apenas veinte años, su decadencia aún alumbrará la revolución musical más importante del siglo. La llamada Segunda Escuela de Viena, encabezada por Schoenberg, convertirá el dodecafonismo en una ruptura que a nadie dejará indiferente. Un siglo después aún se sigue hablando del influjo de esa música que los nazis metieron en el saco del ‘arte degenerado’ y que fue creada mientras el fuerte –y belicoso– vecino del norte planeaba cómo quedarse con el último vestigio del viejo Imperio.
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La imagen de Viena como capital de la música se forja en el siglo XIX aunque sus raíces son anteriores. Allí vivieron la mayor parte de su vida creativa Mozart, Haydn, Beethoven, Schubert, Czerny, Brahms, Bruckner, Mahler, Schoenberg, Berg y Webern. Y, por supuesto, toda la saga Strauss. En otras ciudades del imperio residieron Hummel, Liszt, Dvorák, Smetana, Janácek, Bartók, Dohnanyi y Kodály. La nómina es inmensa. No hay ciudad ni país que puedan presumir de algo semejante.
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El canon Durante el XIX, Viena y por extensión el Imperio fijan el canon. Todo pasa por allí: el clasicismo, el romanticismo y la batalla entre los wagnerianos y los antiwagnerianos. El primer crítico verdaderamente profesional, Eduard Hanslick, sienta sus reales en la capital y desde ella pontifica –a menudo, con errores garrafales, pero es fácil decirlo siglo y medio más tarde– sobre cualquier asunto musical. Glorifica a Schumann y Brahms, odia a Wagner y desprecia a Liszt. Y no puede con Bruckner ni con Mahler. En el momento de mayor brillo del Imperio, cuando casi de continuo se inauguran palacios a ambos lados del Ring y las fiestas parecen no terminar nunca, suenan hasta el infinito las sinfonías de un
Brahms que ha heredado la fuerza de Beethoven pero la modula con un lirismo contenido. Compitiendo en los programas y en el fervor del público están las partituras mastodónticas de Bruckner, ese compositor célibe, enfermizo e inseguro que concebía la vida más como un valle de lágrimas que como una aventura en la que se podían conseguir momentos de felicidad. Es la lucha de los wagnerianos, que tienen en el organista de San Florián su principal líder, y los antiwagnerianos, que se agrupan en torno al autor de las ‘Danzas húngaras’. Los años oscuros del Imperio, cuando Francisco José es un monarca viejo y desorientado tras el asesinato de su esposa y la extraña muerte de
La vanguardia
5. Anton Webern. 6. Alban Berg. 7. Autorretrato de Arnold Schoenberg.
su heredero en Mayerling, y las tensiones territoriales amenazan con echarlo abajo, tienen en Mahler su principal compositor. La nueva música surge ya en la recién creada República y es cosa de un grupo irrepetible: hay un maestro llamado Schoenberg y dos discípulos, Berg y Webern.
Un desplazamiento Los dos primeros tienen intereses artísticos que van más allá de la música: Schoenberg es un pintor más que notable y Berg un escritor de cierto talento. Schoenberg publica en 1923 el tratado más relevante por su trascendencia desde el nacimiento de la polifonía: ‘Método de composición con doce sonidos’. El compositor que más y mejor había prescindido de la tonalidad ponía los clavos al ataúd del lenguaje que había dominado la música durante muchos siglos. El brillante e imaginativo Berg exploró los límites del nuevo estilo y el riguroso Webern lo depuró. Ambos murieron pronto y de forma más bien estúpida: el primero, de una septicemia que tuvo su origen en la picadura de un
insecto; el segundo, por el disparo de un soldado aliado borracho que interpretó que iba a atacarlo. Los sobrevivió su maestro, que pasó la guerra entre el alivio de vivir lejos y la amargura del sufrimiento de los suyos –era judío– en su refugio de California. Para cuando Austria desapareció absorbida por el III Reich, el centro musical ya se había desplazado. París había sido en los años veinte, y seguiría siéndolo en los treinta, un hervidero, un lugar de peregrinación en el que reinaban un Stravinski distante y genial y un Ravel, elegante y cosmopolita. Por allí pasaron compositores españoles, rusos y americanos. Incluso Gershwin, que se había hecho millonario con sus obras, viajó a la capital francesa con la pretensión de recibir clases de Stravinski, según un divertido relato apócrifo. La profundidad y la revolución seguían en Viena pero el brillo se había instalado a orillas del Sena. Hasta la música popular que se hacía allí había desplazado a los valses de los Strauss. Con el Anschluss se perdió todo.
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CRONOLOGÍA
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1848. Tras las revoluciones burguesas, Francisco José I subre al trono de Austria. 1867. Coronación como rey de Hungría. Formación del estado dual. 1879. Alianza con el Imperio Alemán. En 1882, con Italia, crean la Triple Alianza. 1889. Suicidio del heredero al trono, el archiduque Rodolfo. 1898. Asesinato de la emperatriz Isabel, Sissi. 1908. Anexión de BosniaHerzegovina. 1912. Serbia y Bulgaria se alían contra el Imperio.
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1914: Asesinato del Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. Estalla la Primera Guerra Mundial. 1916: Fallece el emperador Francisco José I. Le sucede Carlos I de Habsburgo, que intenta sacar al Imperio de la guerra. 1918: Se proclama la República de Checoslovaquia y Hungría se separa de Austria. Empieza el desmembramiento del Imperio, que firma el armisticio en noviembre. Carlos abdica y se proclama la República de la Austria Alemana.
Los clásicos
1. Johann Strauss hijo. 2. Gustav Mahler. 3. Johannes Brahms. 4. Anton Bruckner.
1919. El tratado de Versalles prohíbe su unión a Alemania y los aliados obligan a rebautizar el nuevo estado como República de Austria. 1934. Los fascistas llegan al poder y Austria pasa a ser una federación. Primer intento de anexión de Hitler. 1938. Anexión a Alemania.
En parques, tabernas y cafés :: C. C. Una buena parte de la música que caracteriza a Viena se hacía fuera de los grandes centros musicales como el Musikverein, la Konzerthaus y el Palacio de la Ópera. Fuera pero no lejos, porque las obras de los componentes de la saga Strauss (Johann padre, Johann hijo y sus dos hermanos Josef y Eduard) no dejaban de sonar. Lo hacían en el Prater; en los quioscos situados de los jardines de los tres grandes palacios im-
periales (Schönbrunn, Hofburg y Belvedere); en los ‘heuriger’ donde se sirve vino joven producido en la casa y comida muy simple; y en los cafés más populares de la ciudad, como el Sperl, que aparece en las películas ‘Un método peligroso’ y ‘Antes del amanecer’. Los valses, las polcas y los galops de los Strauss –también de competidores como Lanner y otros– tenían un éxito enorme entre la clase media e incluso la baja bur-
guesía. Los integrantes de la familia eran más célebres y más ricos que Brahms o Bruckner, con quienes coincidieron en el grueso de su carrera. De alguna forma, era un circuito musical paralelo al de los grandes compositores, que tenía sus puntos de conexión. Johann Strauss hijo, por ejemplo, era muy amigo de Brahms. Cuando a este le pidieron opinión sobre ‘El bello Danubio azul’, solo dijo: «Desgraciadamente, no lo he compuesto yo».
ALMA MAHLER PERSONAJES DE LA ÉPOCA
UNA MUJER EN EL CENTRO DEL MUNDO :: C. COCA Nadie como ella simboliza el fulgor, la decadencia y la caída del Imperio Austrohúngaro y de la misma Austria. Alma Mahler nació en Viena en 1879, cuando la ciudad era el eje de la cultura europea, y allí vivió hasta 1938, cuando se trasladó a Francia tras el Anschluss. A lo largo de cuatro décadas, desde el inicio de su relación con Klimt, Alma Schindler (su apellido de soltera, aunque será conocida en todas partes con el de su primer marido) estuvo vinculada a cuanto se movía en la creación artística de Viena. Su talento, su inteligencia y su belleza, y también sus maridos y amantes, la colocaron en esa posición. No hay otro caso en la Historia, con la excepción de George Sand, de una mujer que se haya relacionado con tantos hombres de talento: lo hizo con dos pintores (Klimt y Kokoschka), un arquitecto (Gropius), dos músicos (Zemlinsky y Mahler), un director de teatro (Bur-
ckhard), un científico (Kammerer), un hombre de la Iglesia (Holinsteiner) y un escritor (Werfel). Ellos la introdujeron en el mundo intelectual y artístico de su ciudad, y aprovechó esa posición privilegiada para hacerse imprescindible. No hubo artista que no pasara por sus tertulias, que no mostrara su obra ante ella o que no le profesara admiración infinita. Con muchos hubo sexo. Con otros, solo amistad, como en el caso de Schoenberg. Pero desde el salón de su casa influía, daba sus bendiciones a los artistas jóvenes que le caían bien, ofrecía ayuda –sobre todo cuando no era necesaria–, administraba recomendaciones y juzgaba cuanto ocurría a su alrededor con una mirada egocéntrica y más bien poco caritativa. El Nobel Elias Canetti la recordaba en su casa, imponiendo su autoridad sobre todo y sobre todos. Fue él quien dijo que su mayor rasgo de inteligencia fue rodearse de sabios y aprender de ellos. No es poco.
SU VIDA Nació en Viena en 1879 y murió en Nueva York en 1964. Su padre era pintor y desde la infancia conoció a grandes artistas. Creación: En su juventud se dedicó a la composición. Solo se
conservan 17 canciones. Albacea: Aunque el matrimonio con Mahler estaba roto, a su muerte se encargó de la difusión de su obra. Luego se casó con Gropius y Werfel.
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LOS LIBROS MÁS VENDIDOS FICCIÓN El rey recibe. Eduardo Mendoza (Seix Barral) La desaparición de S. Mailer. Jöel Dicker. (Alfaguara) Patria. Fernando Aramburu. (Tusquets) Hippie. Paulo Coello. (Planeta) Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta) La peregrina. Isabel San Sebastián (Plaza&Janés)
USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA
VIGENCIA CRONOLÓGICA DE LAS PALABRAS EN EL DICCIONARIO de documentar; y «germanía» a las propias de este sociolecto, jerga o manera de hablar de ladrones y rufianes en los Siglos de Oro. En la edición de 2014 la RAE ha simplificado las marcas relativas a la vigencia histórica, tal como puede leerse en los preliminares del diccionario. Se prescinde de la marca «antiguo» y subsisten solo dos: «desusado», que «acompaña a palabras o significados que dejaron de estar vigentes en algún momento anterior a 1900»; y «poco usado», marca que combina vigencia y frecuencia y que se usa en «casos en los que la palabra o acepción aparece ya muy raramente después de 1900». Un
cambio importante en la concepción de la marcación lexicográfica que no sé si es de gran ayuda. Les pongo un ejemplo: la edición de 2001 registra ‘abés’ con el significado de ‘difícilmente, con trabajo’ y con la marca
¿A dónde se van los términos que salen de un diccionario? Podrían ir a un diccionario de arcaísmos, pero no hay un proyecto de este tipo
«ant.». En la de 2014 no aparece registrado este vocablo. ¿Adónde se van los términos que salen de un diccionario? Podrían ir a un diccionario de arcaísmos, pero no es el caso para el español porque no hay un proyecto de este tipo. También podrían ir a un tesoro lexicográfico o repertorio donde se recogen las palabras y expresiones de todas las épocas, niveles socioculturales y registros de una lengua, pero el español no tiene ‘tesoro’. Y finalmente pueden ir al diccionario histórico, donde se presenta la evolución del léxico español a lo largo del tiempo. El proyecto existe (puede consultarse en línea) y la palabra está recogida allí con el significado de ‘difícilmente, con trabajo, apenas’. La pena es que el proyecto del nuevo diccionario histórico avanza lentamente. En otro ejemplo, ‘acatar’, la edición de 2001 tiene cuatro acepciones con la marca «ant.»: 3. mirar con atención; 4. considerar bien algo; 5. dicho de una cosa: tener relación o correspondencia con otra; 6. pron. recelarse. En la edición de 2014 no ha variado nada, tan solo se ha sustituido la marca «ant.» por «desus.», conforme a los nuevos criterios. Lo mismo ocurre con ‘alleganza’: un mero cambio de etiqueta. Qué quieren que les diga: no me gusta esta simplificación de la última edición porque, de aparecer el vocabulario que ya no está en uso o es de uso restringido, no es lo mismo que un término haya dejado de utilizarse en el siglo XIV a que lo utilizara Galdós, por poner un ejemplo. Y porque podría ser el caso de una palabra con la marca «ant.» en una acepción y con la marca «desus.» en otra en la edición de 2001, que convergerían en «desus.» ambas en la de 2014. Aunque lo deseable sería que los arcaísmos desaparecieran del diccionario.
LO VAS A LEER
a semana pasada les hablaba de la importancia de la marcación en los diccionarios. Esta semana me ocuparé de la vigencia cronológica de las palabras, es decir, del estado de una palabra en relación con su uso, según la información que se desprende de las marcas utilizadas para este fin en los diccionarios generales. Me basaré en las dos últimas ediciones del diccionario académico, titulado ‘Diccionario de la lengua española’: la 22.ª edición (2001) y la 23.ª edición (2014). La razón por la que no tengo en cuenta otros diccionarios igualmente prestigiosos y considerados de referencia está en que o son diccionarios ‘de uso’ o lo son ‘del español actual’ o ‘de uso del español actual’. El diccionario académico no es propiamente ni un diccionario de uso (porque apenas ofrece indicaciones sobre cómo se usan algunas palabras que pueden presentar problemas de uso y porque registra palabras desusadas o poco usadas) ni un diccionario del español actual (porque registra palabras de otras épocas). La RAE ha venido considerando la necesidad de seguir registrando en el repertorio lexicográfico voces desfasadas hasta que el ‘Nuevo diccionario histórico del español’ no se haya completado, con el fin de que el usuario pueda interpretar los textos clásicos. En la edición de 2001 las marcas cronológicas eran las siguientes: «p. us.» [poco usado], «desus.» [desusado], «ant.» [anticuado] y «germ.» [germanía]. La marca «anticuado» se aplicaba a palabras o acepciones cuya última documentación es anterior al año 1500; «desusado» a aquellas documentadas entre 1500 y 1900; «poco usado» a las empleadas después de 1900, pero cuyo uso actual es difícil o imposible
Ordesa. Manuel Vilas (Alfaguara)
NO FICCIÓN Sapiens. De animales a dioses. Y. Noah Harari (Debate) Fariña. Nacho Carretero (Libros del KO) 21 lecciones para el siglo XXI. Y. Noah Harari (Debate) La edad de la penumbra. C. Nixey (Taurus)
#OPERACIÓN MASACRE Rodolfo Walsh. Libro del Asteroide. 248 páginas. 17,95 euros.
Teoría King Kong. Virginie Despentes (Random) Imperiofobia y leyenda negra. Elvira Roca (Siruela) Morder la manzana. L. Dolera (Planeta)
INFANTIL Y JUVENIL Futbolísimos. Roberto Santiago (SM) El monstruo de colores... A. Llenas (Flamboyant) El principito. A. de Saint-Exupery (Salamandra) El tiempo de los gigantes. Folagor (Martínez Roca) A todos los chicos.... Jenny Han (Destino)
El periodismo era esto: denuncia de un abuso, crítica social, estilo a la hora de contarlo. Libros del Asteroide rescata esta crónica que relata el fusilamiento de un grupo de personas (reunidas para jugar a las cartas y escuchar por la radio una velada de boxeo) acusadas de pertenecer a un grupo opositor a la dictadura chilena y asesinadas de madrugada. El co-
mando policial que acudió al piso no halló al cabecilla que buscaban (¿dónde está el general Tanco?). Poco le importó. Llenó una camioneta con los allí presentes, los llevó a un basurero y los mató. No a todos. Hubo supervivientes. Y contaron la historia. Con momentos brutales, como el relato del tiro de gracia, como la táctica del periodista para validar su relato: «Si quieren, no crean lo que les he contado. Pero crean a todos estos documentos oficiales que les presentó aquí».
#EN EL CORREDOR DE LA MUERTE Nacho Carretero. Espasa. 176 páginas. 19,90 euros.
La realidad ha comenzado esta semana a escribir el próximo capítulo de ‘En el corredor de la muerte’, el libro en el que el periodista Nacho Carretero (autor de ‘Fariña’) reconstruye la historia de Pablo Ibar, español acusado de asesinato y condenado a muerte en EE UU. Acaba de empezar un nuevo juicio en el que se han aceptado prue-
bas no tenidas en cuenta en su día. Por ejemplo, que nunca se halló ADN ni en el lugar del crimen ni en la ropa que uno de los asesinos dejó allí. El libro es un trabajo periodístico en el que prima el relato de los hechos sobre las florituras de estilo. La apuesta narrativa está en la estructura y la construcción de escenas: la esposa que cubre 900 kilómetros para las visitas en la cárcel, el soberbio pasaje con la llamada del abogado sobre la decisión final del jurado...
La diversión de Martina 3. Martina D’Antiochia (Montena)
Más reseñas en el Instagram @lovasaleer
VÍCTOR M. VELA
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Anne, Emily y Charlotte Brontë, retratadas por su hermano Branwell (difuminado en el cuadro) en 1834.
Emily y sus hermanos FERNANDO HERRERO
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n 1818 nació Emily Brontë. Este año se celebra su 200 aniversario y su obra sigue tan viva como siempre Una sola novela ‘Cumbres borrascosas’ y unas poesías. Los hermanos Brontë, Branwell, pintor, y Emily, Ann y Charlotte, escritoras, murieron jóvenes y su padre, el clérigo Patrick les sobrevivió muchos años. Un triste destino que dejó huella perdurable. Un cuadro de Branwell muestra a las tres hermanas. Está en un museo de Londres, pero en este año del aniversario ha ido a Haworth, el que fue hogar de los hermanos y ahora es museo en Yorskhire, en ese paisaje de marismas y montañas que tanto influyó en las obras de estas escritoras, caso insólito, que tuvieron esas vidas breves e intensas desde la primera soledad en la casa eclesial. No voy a contar su vida. André Techiné lo hizo en su magnífica película sobre ellas. Incido en este aniversario sobre el hecho de la permanencia. Mujeres que,
en principio, utilizaron seudónimos, Curren, Ellis y Acton Bell, nombres ambiguos que ocultaban, pero no rechazaban su condición femenina. Actualidad de las hermanas. De ‘Jane Eyre’ la novela de Charlotte, tuve ocasión de ver por televisión una magnífica versión teatral inglesa y en el propio Valladolid presentará el Teatro Lliure la autobiografía de la autora. Es un dato. De ‘Cumbres borrascosas’ no se ha apartado la memoria. Phyllis Bentle en un estupendo prólogo a una publicación de las novelas, manifiesta que las de Charlotte y Ann reflejan el siglo XIX mientras que ‘Cumbres Borrascosas’ lo hace del XVII. Eso, en cuento a la época y al espíritu romántico. Desde el punto visto de la técnica podría ser del XX e incluso del XXI porque su estructura, desde varios puntos de vista, rompe toda tradición y hace más complejo su desarrollo dramático y el devenir y carácter de los personajes. Los niños Brontë inventaron dos reinos, que luego reflejan en sus poemas. Emily y Ann, Gondal, Branwell y Charlotte, Angria. Toda una fantasía diferenciada y que prueba la imaginación creadora de los futuros artistas en un mundo cerrado por la iglesia anglica-
na y las influencias metodistas en algunos momentos. La tuberculosis acabó con Emily a los 30 años. Antes había fallecido Branwell, que se había ido destruyendo por la disipación de su vida. Tristes destinos. Solo Charlotte contrajo matrimonio pero su vida fue muy corta. Estas mujeres son hoy, en 2018, un ejemplo de libertad que reflejaron en sus libros, desde esa feminidad que no les quitaba fuerza. Tal vez la sombra de Mary Shelley les infundió ese valor, ese deseo de ser escrito-
ras y mostrar su concepción del mundo. En ‘Cumbres borrascosas’ son los personajes. Heathcliff, Catherine, los padres de esta y Hindley, la familia Linton, los descendientes, Lockwood… Tormentosas relaciones, transferencia de poderes desde la venganza de Heathclif. Una visión casi apocalíptica desde la vida de dos familias y un extraño retrato social desde ese lugar borrascoso (Wuthering) que define el contexto. Pasiones tórridas, humillaciones, muertos. ¿Cómo pudo una jo-
ven como Emily, en sus condiciones de vida, alcanzar tan magistral conocimiento del alma humana? El que no tuviera éxito la novela, al contrario que las de sus hermanas, prueba que era una obra más allá de su época. Múltiples ediciones de ‘Wuthering Heights’ en todos los idiomas. En nuestro país llega ahora la de los poemas completos en versión bilingüe. Toda la obra de una mujer que murió joven está a nuestra disposición. La conmemoración de su nacimiento en
esta época tiene, debe tener, una especial significación. Está también el cine. Recuerdo tres películas sobre la novela, muy diferentes. En 1939 William Wyler realiza una versión clásica con Lawrence Olivier en el papel protagonista. Buena calidad pero sin sorpresas, que sí existen en la versión mejicana de Luis Buñuel en 1954 titulada ‘Abismos de pasión’ con Jorge Mistral e Irasema Dilian. Ya esa expresión abraza la tórrida sucesión de conductas en esos personajes traumatizados. El baturro, en el periodo imperfecto y un tanto cutre en la producción, muestra su genio y nos da el espíritu de la gran novela en sus imágenes en blanco y negro. En color, en el año 2011, es el contexto el que toma la mayor importancia. La realizadora Andrea Arnold, convierte a Heathcliff en un personaje de raza negra para acentuar esa transferencia de poder que impregna la obra original. Desde estos tres filmes se muestra la capacidad de ser interpretada por otro lenguaje artístico de formas diversas. Bernard Herrmann, el gran músico de las películas de Hitchcock compuso una ópera sobre la novela de Emily. Es una partitura tonal y romántica que merecería ser más interpretada. Marca muy bien los personajes desde una técnica vocal clásica y muy emotiva y mantiene el clímax de una novela nacida en un espacio y un tiempo en que parecía imposible.
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Director: Ángel Ortiz Coordinador: Chema Cillero
‘Performance’ de Cheng Yong de diciembre de 2006 en Nanjing. :: AFP PHOTO
La importancia aparente de la luz E
S probable que en otros lugares del mundo y en otros lugares del Cosmos ocurriera mucho antes. Nosotros, en la Tierra, tenemos un Buda para probarlo. Pero, a pesar de los intentos fallidos, torturados y masacrados, con cuyas pruebas y restos no solo hemos hecho reliquias y religiones sino cavernas identitarias, la orden divina, dada durante el primer día de la creación para que se hiciera la luz, no llegó a nuestro entendimiento colectivo occidental hasta el siglo XVIII. Esa centuria luminosa, esas décadas de paciente ordenación de la realidad, de catalogación cuidadosa, de curiosidad serena, de veneración por el conocimiento y su transmisión fue capaz de hallar un
equilibrio imposible entre la codicia europea colonialista y la alimentación del espíritu intelectual. Acaso explique esta paradoja la naturaleza de un dandismo militar del que brotará el hombre de acción, ese individuo romántico capaz de sostener el pistolón con una mano mientras recita versos homéricos y mide el mundo con la otra. Fueron una legión tan numerosa y variopinta que hubo de todo: físicos, matemáticos, ingenieros, filósofos, químicos, economistas, politólogos, traductores, arqueólogos, naturalistas, astrónomos y, por supuesto, educadores, pedagogos entregados a la normalización y universalización de la enseñanza. Así que el germen de una metodología diseñada para sortear las limi-
taciones de una discapacidad sensorial, como es la ceguera, solo podía encontrar el idóneo caldo de cultivo en la necesidad castrense de comunicarse por la noche, en ausencia total de luz, a fin de pasar inadvertido al enemigo. Charles Barbier de la Serre, responsable del sistema, que bautizó con el nombre de ‘sonografía’ dispuso los sonidos del abecedario en una combi-
Cheng Yong obliga al espectador a resignarse, a aceptar la limitación de su entendimiento
nación de puntos dispuestos y repartidos por una parrilla con doce espacios y supuso, a la postre, que las bondades de su invento acaso podían aplicarse a la pacífica instrucción de los niños acogidos en la escuela para ciegos de París, donde un joven y despierto alumno llamado Louis Braille lo esperaba, sin saberlo, con la inspiración y la determinación abiertas de par en par. ¿Cómo no celebrar el triunfo del hombre frente a la adversidad, cómo no felicitarnos por nuestra irredenta lucha contra los obstáculos? Casi doscientos años después de aquellos esfuerzos la luz del conocimiento sortea con cotidiana normalidad las sombras con las que una limitación física puede desafiarnos en cualquier momento. ¿Pero
OVEJAS NEGRAS RAFAEL VEGA
es esa nuestra única ceguera? ¿Acaso no acompaña al hombre una discapacidad intelectual realmente limitadora cuando se muestra incapaz de comprender cuanto percibe? Cheng Yong nos ha invitado a jugar con la ceguera y con el código, con la percepción sensorial y con la realidad. Los espectadores de su ‘performance’ pueden ver palabras impresas en la piel desnuda con un código Braille que desconocen, palabras sin relieve que jamás podrán conocerse al tacto que, por otra parte, desvela una realidad ajena al laberinto lingüístico urdido sobre sí. El juego de Cheng Yong, ampliado a su obra gráfica, a sus pinturas, combina diferentes obstáculos y obliga al espectador a resignarse, a aceptar la limitación de su entendimiento, a recordar siempre que ésta lo rodea aunque él se cobije bajo el ilusorio y protector manto de la normalidad. «Esta penumbra que no duele fluye por un manso declive y se parece a la eternidad», escribió Borges para elogiar esa dulzura manifestada por la ceguera. Como si fuera ésta útil para ver con claridad, para entender que la apariencia de la luz no es portadora única o imprescindible de la sabiduría de la vida.