Vacunar contra el miedo a las ciencias

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SOMBRA CIPRES LA

DEL

NÚMERO 317 Sábado, 10.11.18

Vacunar contra el miedo a las ciencias Las editoriales españolas multiplican la oferta de libros informativos para público infantil y juvenil

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Rosalind Franklin, en la ilustración de Giselle Potter para el libro ‘Quién, qué, cuándo. Los cómplices olvidados por la historia’, de la editorial Nórdica.


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Sábado 10.11.18 EL NORTE DE CASTILLA

El mercado editorial español multiplica la oferta de libros de divulgación científica para niños y jóvenes, aunque aún predominan las traducciones de volúmenes de países con mayor tradición

Sonia Fernández-Vidal. :: EL NORTE

Vicente Muñoz Puelles. :: EL NORTE

¿Por qué las palmeras se P

or qué se enfría el café? ¿qué le impedía a John Dalton distinguir el color de los geranios? ¿cuánto debe el techo que nos protege al teorema de Pitágoras? Azuzar la curiosidad del escolar es un deber pedagógico que hace tiempo atienden las editoriales. Rara es la que no tiene un título de dinosaurios o alguna biografía de mujeres célebres. Pero la presencia, hasta ahora anecdótica, de ‘libros informativos’ de divulgación científica para el público infantil y juvenil cobra fuerza en España. A volúmenes ya rodados en otros mercados y traducidos se suma una incipiente producción nacional. Nos asomamos a ella a través de cuatro autores de formación científica que anulan la frontera entre ciencias y letras. Coinciden todos en la «falta de cultura científica» en España. «Vivimos en una situación lamentable. Hay gente que sostiene que el cáncer es culpa tuya o no vacunan a sus hijos que luego mueren de enfermedades ya erradicadas», dice José Ramón Alonso (Valladolid, 1963). Catedrático de Biología Celular de la Universidad de Salamanca compagina la investigación de la plasticidad neuronal con el blog ‘Neurociencia’ de divulgación general. Más recientemente ha encontrado la gratificación de los «lectores entusiastas. Los pequeños preguntan mucho. En países como en Estados Unidos, esa actitud se mantiene en los adultos. En cambio en España no, es como si nos pudiera un pudor mal entendido».

Para primeros lectores ha escrito sobre el espacio y animales. Ahora publica ‘Semillas. Un pequeño gran viaje’ (A buen paso). «La humanidad depende de tres semillas: el arroz, el trigo y el maíz. Algo tan sencillo y, sin embargo, un mecanismo precioso que nos explica, por ejemplo, por qué las palmeras se inclinan hacia en las en las playas: Para que los cocos caigan al agua y su semilla sea transportada a otras islas. Las llevamos en nuestros calcetines cuando caminamos por el campo. O el misterio del aguacate, que sigue existiendo cuando según mis colegas debiera haberse extinguido cuando lo hizo el animal que transportaba su semilla». La escritura de Ana Alonso (Tarrasa, 1970) se prodiga en todo tipo de géneros y de edades. Crecida en León, allí estudió Biología, es profesora de secundaria en excedencia y ha sumado su experiencia literaria y de campo en la colección ‘Pizca de Sal’ que sobrepasa el medio centenar de títulos en Anaya. «Andaban buscando una colección de divulgación científica para escolares y esta fue mi propuesta. Incorporo en cada libro un concepto científico mezclado en una ficción. Es algo muy común en otros países, pero aquí solo había traducciones. Los contenidos se adecuan al currículo de Primaria. Luego hice una versión inglesa para colegios bilingües», explica Ana Alonso. La mayor parte de los títulos han sido traducidos al coreano. Se acostumbró a sintetizar en el aula y ahora no le cuesta adecuar la exposición y el lengua-

VICTORIA M. NIÑO

je a cada edad. «Estoy escribiendo unos textos sobre la teoría de big bang y sobre el código genético para primeros lectores». Atenta a la edición foránea, considera que España está dando sus primeros pasos en este mercado. «En Estados Unidos hay grupos editoriales dedicados en exclusiva. Y mientras aquí se minimiza la filosofía, en otros países europeos se está implantando desde infantil. Los niños tienen más capacidad de entender lo complejo de lo que creemos». En cuanto a edad, «es muy fácil trabajar en Primaria, son muy receptivos. Luego en la adolescencia, se nota una creciente demanda de divulgación científica entre los chicos. A veces es más fácil engancharlos con un libro así que con una novela juvenil, que trae más a las lectoras». Lo que Ana Alonso echa de menos es una oferta de buenos libros a precio asequible. ‘Laura y el oso polar’ es un

Los autores reconocen que el nivel científico general en España es bajo, pero que el entusiasmo infantil apunta cierto cambio

cuento ilustrado por la palentina Noemí Villamuza y escrito por Vicente Muñoz Puelles, otro autor que publica n mayoritariamente en Anaya. Orientado a ni-ños a partir de los sietee años, este biólogo partee de la desaparición de loss osos polares en los zooss del sur de Europa, –«less ar han tenido que trasladar ea Noruega por la temperatura»–, para explicar el ja cambio climático. La hija n del escritor llevó el cuento a sus compañeros del laboratorio de la universidad canadiense en la que trabaja y su tutor reconoció que ese cuento lograría más que su labor de investigación por su potencial para acercar un problema acuciante a tantos niños. Muñoz Puelles (Valencia, 1948) siempre sintió inclinación por n la historia natural. «En mi infancia no había li-bros para niños, solo clá-sicos de la literatura paraa n adultos que te llevaban g, a sitios exóticos; Kipling, a la India; Stevenson, a n, la Polinesia; Jack London, n al Ártico. La combinación ede aventura y naturaleeza es fascinante. Empeulcé escribiendo para adulio tos pero a raíz del Premio Nacional en 1999, me dees. diqué más a los chavales. Me di cuenta de que se pomas dían transferir los temas cambiando el tratamiento». Desde niño ha sufrido con cada especie que se extinguía y ahora advierte con sus historias de las fatales consecuencias que el descuido humano

PIZCA DE SAL Colección de Anaya dirigida y escrita por Ana Alonso, desarrollada en tres series para infantil, primaria y versión en inglés, para programas bilingües. Precio medio, en torno a 9 euros.

SEMILLAS. UN PEQUEÑO GRAN VIAJE Texto de José Ramón Alonso. Ilustración de Marco Paschetta. A buen paso.

A LA VELOCIDAD DE LA LUZ Vicente Muñoz Puelles. Anaya. 176 páginas. 12 euros. En esta colección ha publicado las biografías de Colón, Goya, Ramón y Cajal, Darwin, Dickens, Marie Curie y Shakespeare.

LA PUERTA DE LOS TRES CERROJOS Sonia Fernández-Vidal. Destino. 208 páginas. 14,95 euros. A partir de 9 años.


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Ana Alonso. :: GABRIEL VILLAMIL

José Ramón Alonso, en la Universidad de Salamanca. :: EL NORTE

inclinan hacia el mar?

LA VIDA SECERETA DE LAS ECUACIONES Subtítulado ‘Las 50 grandes ecuaciones y para qué sirven’. Rich Cochrane. Larousse. 192 páginas. 17,50 euros.

NOS GUSTA SABER ‘El manual del investigador’ (Italia) es el último título de esta colección de Siruela que trata la electricidad, el cerebro, el ADN o los fósiles.

LA CUCHARA MENGUANTE Sam Kean (EE UU). Anaya. 248 páginas. 15 euros. Edición juvenil, a partir de 14 años.

QUIÉN, QUÉ, CUÁNDO Jenny Volvovski, Julia Rothman y Matt Lamothe (EE UU). Nórdica. 144 páginas. 27,50 euros.

tiene sobre el planeta. «Poco a poco los niños son más conscientes de la situación. Quizá se den cuenta de que para sobrevivir como especie no nos queda otro remedio que atender a la naturaleza», asegura quien se confiesa optimista, aunque «por una parte estoy convencido de que el conocimiento ayuda y por otra, que los políticos no hacen ni caso a quien lo tiene, los científicos». Muñoz Puelles ha cosechado varios éxitos con sus biografías de científicos. «Nunca se sabe cuál tendrá éxito: de Darwin hice dos y se han vendido muy bien. Escribí la de Curie, la de Ramón y Cajal. La de Einstein fue una propuesta mía y apenas ha tenido repercusión, aunque en literatura juvenil a lo mejor resurge a los tres años». ‘Cuentos y leyendas de las matemáticas’ es su último trabajo.

También las ciencias puras tiene alguna representante en este campo. Sonia Fernández-Vidal (Barcelona, 1978) es profesora de Física en la Autónoma de Barcelona. ‘Quantic Love’ (La Galera), uno de sus títulos apunta a su especialidad. Como física cuántica ha llevado a su pandilla adolescente al mundo de las partículas subatómicas donde conocen,por ejemplo, el ‘efecto túnel’, lo más parecido a la ilusión de atravesar las paredes, solo que a escala nanométrica sí hay un transporte real. ‘La senda de las cuatro puertas’ y ‘La puerta de los tres cerrojos’ (Destino) se han convertido en ‘best-sellers’. Acercar el conocimiento de una manera interdisciplinar y amena es el objetivo de la colección ‘Nos Gusta Saber’ de Siruela. «En 2013 decidimos rescatar algunos títulos de ‘Las Tres Edades’ en esta nueva colección y llevamos 38 títulos», cuenta Ana Laura Álvarez, su responsable. Alternan libros de formato 16x14, a dos tintas, con libros regalo de llamativo despliegue gráfico. Solo tres títulos son de autores españoles. «Siempre que podemos lo intentamos pero tengo la sensación de que falta un poco de madurez en la creación propia de contenidos informativos. En cualquier caso, nuestra vocación es acercar buenos libros que hay en otros idiomas». De termodinámica y entropía, de fotoreceptores insensibles o de la utilidad de las ecuaciones hablan los libros aquí mostrados. Guardan las respuestas a las preguntas iniciales y son manantiales de otras nuevas.


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Carta a la España medio inculta

H

ace unos años vino a revisar el resultado de su examen un alumno al que supuse optimista, ya que su nota era un 1,5 sobre 10. Además lamentable en lo científico, su examen estaba lleno de mis marcas y comentarios en rojo. Señalaban la catástrofe gramatical, lingüística y hasta ortográfica de su prueba. Una colección de anacolutos y hasta frases sin verbo alguno. Le comenté: «amigo, es que aparte de no tener ni idea de la asignatura, mira lo que has hecho escribiendo». Él me escucho sonriente y replicó, casi diría que con orgullo: «es que yo soy muy de ciencias». «Pues no, hijo, este examen tuyo demuestra incultura integral».

Ser inculto integral requiere especial dedicación, pero tantas décadas del «yo soy de letras» no pasan sin dejar huella. Es una excusa socialmente aceptada que permite que individuos que no saben plantear una regla de tres, ni distinguen entre nitrógeno e hidrógeno, mantengan sin menoscabo su consideración de personas cultas. Pues no, frecuentemente son unos incultos de tomo y lomo. El Diccionario de la Lengua Española define cultura como «el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico». Piensen: ¿es posible tener juicio crítico sobre el mundo en que vivimos, rodeados de ciencia y tecnología, teniendo un conocimiento mi-

PABLO ESPINET

Catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Valladolid

sérrimo en lo científico? Reconocer el sintagma verbal o el objeto directo en un texto de periódico sobre ondas electromagnéticas (en las que vivimos sumergidos) está muy bien, pero no nos permite tener criterio sobre la probabilidad de que éstas afecten nuestra salud. La lista de afluentes del Duero no nos

da juicio sobre si es verosímil que el agua puede imantarse o guardar memoria de una molécula que ya no está en ella, como defiende la homeopatía. Tampoco ayuda a entender que el agua es la ceniza del hidrógeno y por eso no arde ni hay motores de agua, no por una conjura de las multinacionales del petróleo. No es sólo que esa cultura mutilada de ‘soy de letras’ nos haga pasto fácil de charlatanes. Es que no podremos sobrevivir a la competencia europea y mundial con una ciudadanía sólo de letras y, en muchos casos, de pocas letras. Me canso de oír a personas cultas decir en los medios de comunicación ‘a grosso modo’ (por favor, si no saben latín digan ustedes ‘poco más o menos’);

‘cuanto menos’ (en vez de por lo menos, al menos, como poco; si no distingue usted el cuando menos del cuanto menos, cuanto menos lo use mejor); a ‘más a más’ (en castellano, además); ‘delante de estos hechos’ (en castellano tenemos ante, que esta desapareciendo); ‘el costado izquierdo del campo de fútbol’, que siempre hemos llamado el

No podremos sobrevivir a la competencia con una ciudadanía solo de letras y, en muchos casos, de pocas letras

¿Y a ti qué te importa la Ciencia? BEATRIZ GUTIÉRREZ ALBERCA

Coordinadora del Departamento de Educación del Museo de la Ciencia de Valladolid

A

lo largo del tiempo que llevo trabajando en el Museo me he planteado esta pregunta en más de una ocasión y también me hubiera gustado conocer la respuesta de muchos de nuestros visitantes, sobre todo de los más jóvenes. Y es que quizá, en el fondo, todavía sigue jugando en contra de esta palabra un cierto rechazo debido a la percepción de que es una disciplina compleja, inaccesible y, sobre todo, difícil. Pero solo en el fondo, ¿y en la forma? Partimos de que el conocimiento científico debería explicarse para que pueda entenderlo cualquier persona y, como para entender algo tenemos que conocerlo… precisamente en esa dirección se encamina nuestro esfuerzo divulgativo. Intentamos dar a conocer todo lo que nos rodea de forma fácil, divertida y sencilla y para ello ‘aprovechamos’ lo que tenemos más a mano. Como el río Pisuerga que, además de por Valladolid, también pasa por el Museo, muy cerca de nuestro ‘Einstein’ particular al que solo le falta hablar para recordarnos: «Si lo puedes imaginar, lo puedes lograr».

Un grupo de escolares observa el péndulo de Foucault, a la entrada del Museo de la Ciencia de Valladolid. También juega a nuestro favor un alumnado inquieto, con muchas ganas de aprender y experimentar, pero que no siempre dispone de recursos y medios suficientes. Es una realidad que la mayoría de los centros educativos no cuentan con un laboratorio equipado ni tampoco con el

presupuesto necesario para realizar determinadas actividades. Elaboramos una variada programación didáctica que trata de suplir estas dificultades diseñando, entre otros, unos talleres de biotecnología en los que se trabaja con material genético y que por todo lo dicho anteriormente,

Tal vez dentro de no mucho tiempo, alguno de estos agradecidos bebés sea el protagonista de otro gran avance científico

son los más solicitados de nuestra amplia oferta escolar. Ahora vendría la lógica e inevitable reflexión sobre si estamos haciendo una suficiente inversión en políticas de I+D+I (investigación, desarrollo e innovación) o si ésta es económicamente rentable.

lado izquierdo. Cosas de nuestra lengua que conoce la gente sencilla y parecen ignorar tantos cultos latiniparlantes a quienes falta tiempo para ser los primeros en «poner en valor» la última tontería lingüística importada. Me quedan 500 caracteres y el mío propio para reivindicar la Ciencia como cultura. No el conocimiento profesional de la Ciencia pero sí la cultura científica, al lado la cultura humanística. Porque la cultura, lo que uno cultiva, alimenta el cerebro y potencia o limita, fortalece o debilita la capacidad de analizar la realidad. Hay miles de personas en el mundo intentando aprovecharse de nuestro mal juicio. Bienvenidos los libros que acercan la Ciencia como cultura, como una cultura apasionante que engancha. Si tras esta lectura te descubres como solo medio culto, atrévete a asomarte a ellos. Me lo agradecerás.

Lo que está claro es que la Ciencia tiene retornos a largo plazo, sobre todo en proyectos educativos o de investigación y todavía seguimos luchando para que los niños y, sobre todo las niñas, (continúa habiendo un menor porcentaje de ellas que optan por una carrera científica) participen en actividades que buscan visibilizar el importante trabajo que realiza un científico y que tienen como objetivo despertar la curiosidad y las vocaciones por las carreras denominadas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Por todo ello, los Centros de divulgación y Museos de Ciencia son escenarios perfectos para llevar a cabo acciones educativas que contribuyan a lograr un futuro mejor para niños y niñas proporcionando, en la medida de nuestras posibilidades, un cambio en el modo de comunicar la Ciencia que ayude a suscitar su interés desde la infancia. Afortunadamente, cabe destacar en este sentido un notable aumento de la demanda por parte de los padres de menores entre 0 y 3 años, convirtiéndose las actividades dirigidas a este público tan especial en las de mayor participación. Esta nueva actitud nos hace pensar que algo está cambiando y que tal vez, dentro de no mucho tiempo, alguno de estos agradecidos bebés sea el protagonista de otro gran avance científico (como el último logro de la Universidad de Lausana que abre una ventana de esperanza a los lesionados medulares). Entonces, quizá su respuesta a la pregunta inicial sea: ¡A mí, sí que me importa la Ciencia!


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CARLOS AGANZO

blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/

Un país en el corazón D

ice Fernando García de Cortázar que las verdades del corazón nunca son objetivas. Nada es más cierto. Es quizás por eso por lo que su último libro, ‘Viaje al corazón de España’, se instala en la emoción desde la primera página. Más que de un libro de historia, de esos a los que nos tiene acostumbrados el autor de ‘Breve historia de España’, se trata de un libro de viajes. Un recorrido histórico y monumental, pero también vivencial y literario, por cada una de las provincias de nuestro país. Un catálogo sentimental en el que erudición y emociones, referencias históricas y experiencias personales se entrelazan, se anudan para construir la que el escritor ya considera su obra más personal. Sin abandonar el rigor que caracteriza las tareas de García de Cortázar, sin renunciar tampoco a ese afán registrador propio de los investigadores, tal vez en ‘Viaje al corazón de España’, por vez primera, el escritor le gana con claridad el pulso al historiador. A veces en primera persona. A veces con el auxilio de los autores que, antes que él, cantaron a estos santos lugares.. «¡Oh, Señor, que no haya tanta belleza!», recurre García de Cortázar al poeta para tratar de expresar el cúmulo de sensaciones que puede producir el curso de «una mañana cualquiera en Granada». Pero unas páginas más adelante busca en el mar de

El historiador Fernando García de Cortazar. :: HENAR SASTRE sus propias evocaciones para describir alguno de sus paisajes predilectos: «El viajero no conoce un lugar en la España interior que alcance la grandeza y produzca el subidón estético generado por Gormaz. El panorama es de los que pesan bien en el alma», escribe, con guiño al clásico de la literatura andariega.

Naturalmente, y dada la abundancia de tierras, andanzas y visiones reseñadas en este libro, cada usuario caerá en la tentación de abrirlo por el capítulo de su ciudad, de su pueblo o de su paisaje más íntimo. Incluso de revisar con lupa esos «hitos» imprescindibles que acompañan a cada capítulo. Tanto da. En todos ellos la búsqueda de

Referencia histórica y emoción literaria se anudan en la obra más personal de García de Cortázar

Chukri visita a Djuna Barnes

S

í, Djuna Barnes fue la gran moderna norteamericana (18921982) la que protegió T. S. Eliot –nada menos– y la que dijo que la vida era «asquerosa, repugnante y breve», pero como lo dijo con más de 80 años, debió añadir: «Bien, en mi caso, no ha sido breve». Mohamed Chukri (1935-2003) al que conocí en Tánger, en un bar por supuesto, y que hablaba muy bien español –quería a España, había nacido bajo el Protectorado– es el gran maldito, putero y bohemio, de la literatura marroquí hodierna.

Amigo ocasional de Genet, Chukri –que no era creyente, malos tiempos para él si viviese– declaraba: «De no escribir en árabe, yo escribiría en español.» Cabaret Voltaire acaba de publicar un libro de cuentos –más bien son estampas, cuadros de una realidad muy dura– titulado ‘La jaima’. Ahí se ve todavía el Tánger vivo de la multiplicidad y la vida libre, nocturna, viciosa, decían… Antes de la Guerra Mundial, Barnes estaba en París enamorada de una escultora de su propio país, llamada Thema Wood y terminando su magnífica no-

vela ‘El bosque de la noche’ (1936), Nightwood, y Gertrude Stein, madre severa, le aconsejó ir a Tánger. Paul Bowles (que todavía no vivía allí) me contó que llegó maquillada en tonos verde. Elba acaba de republicar en una edición cuidada, una antología de los primeros escritos de Barnes, ‘Mi Nueva York’, cuando antes de irse a Europa en 1921, Djuna ejerció en su ciudad nativa un auténtico nuevo periodismo, donde los artículos sobre lo moderno (entonces Nueva York era moderna) tienden a convertirse en ágiles y amenos relatos…

O sea, uno y otra, cuentos, prosa muy viva donde domina, omnímoda, la pasión y todos los nombres de la libertad. ¿Se hubieran entendido Chukri y Barnes? La vieja solitaria del final, y el bohemio avejentado y bebedor. Sin duda, porque los dos –hay que leerlos– amaron la vida por su trepidación y su libertad. Y amar la vida maldiciendo su perfidia y sus escombros, es todo un estilo. Por lo demás, miss Barnes visitó Tánger (fugazmente) cuando aún no era el paraíso libertino que sería –pudo encontrarse con Gon-

esa belleza, pero también de esa literatura y esa historia compartida por los españoles a lo largo de los siglos, es la misma. Digamos que en todo caso, y en aras quizás de ese mismo culto a las verdades del corazón, se podría registrar un cierto desequilibrio a favor de alguno de estos territorios. El País Vasco en primer término, acaso

SATURNALES LUIS ANTONIO DE VILLENA

Amar la vida maldiciendo su perfidia y sus escombros es todo un estilo

como el territorio vivencial que más profundamente ha marcado la vida del historiador. Pero enseguida, Castilla. Esa Castilla de Manrique, de Fray Luis, de Teresa de Jesús o de Juan de la Cruz. Pero también, y sobre todo, de Unamuno, de Azorín y de Antonio Machado. Esa Castilla que después terminaría de perfilar Delibes como icono universal para nuestra historia literaria. «Un bilbaíno que ama España –escribe García de Cortázar– no necesita echar mano de la literatura de la Generación del 98 para identificar en Castilla una patria intermedia entre la doméstica y la grande». En este entramado de emociones, abunda sin duda el enaltecimiento, pero no falta la mirada crítica sobre los desmanes, en tantos casos, del devenir humano. Sobre el conjunto, no es difícil adivinar la indignación, por no decir el dolor, ante tantas y tantas ocasiones en las que los españoles, tal vez en estos momentos de una manera especialmente sangrante, hemos renegado de nuestra propia historia. Y hasta de nuestra literatura. Desde Galicia hasta Andalucía. Desde Extremadura hasta Cataluña. «Podemos viajar hasta Valencia y no acordarnos en ningún momento ni de Max Aub ni de Juan Gil-Albert, ni tan siquiera de Chirbes, mucho más cercano en el tiempo. Podemos incluso viajar a Gandía y no echar de menos a Ausiàs March o a Joanot Martorell. Pero vamos a Monóvar y el espíritu de Azorín flota por todas partes y llegamos a Orihuela y solo se puede pensar en Miguel Hernández». El viajero, ya se ha dicho, se desplaza por España cargado de libros y de viejos tratados de historia. Pero escribe con el corazón.

zález Ruano– y Chukri, halló la modernidad yanqui en ‘El cielo protector’ de Bowles o en su relativa amistad con el gran Tennessee Williams, el de ‘Dulce pájaro de juventud’. Son los dos modernos y libérrimos de culturas diferentes, en parte. Uno frecuentador de damas de burdel y la otra amante de mujeres a veces desesperadas como la millonaria Natalie Barney (que escribía en francés) o la desdichada e ingeniosa Dolly Wilde –sobrina real de Oscar– que tanto se pareció físicamente a su tío. De veras Barnes y Chukri hubieran tomado un trago encantados en el viejo bar de El Minzah… ¡Qué pena, no vamos bien, porque todo nos parece mejor que ahora mismo!


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CÓMO HACERSE ESCRITOR Y no ahogarse entre las palabras

E

l primer consejo, en la frente, de Colum McCann en ‘50 consejos para ser escritor’ (Seix Barral), a partir de un pasaje de ese vademécum paradigmático para aspirantes a escritor que es ‘Cartas a un joven poeta’ de Rainer Maria Rilke es que para escribir no sirven de nada los consejos. Muy saludable, no cabe duda. La huella del autor de las ‘Elegías de Duino’ es notable, de hecho la traducción literal del título del libro sería ‘Cartas a un joven escritor’. De tal manera que McCann es de la opinión de que cada cual debe ayudarse a sí mismo fiándose solo de sus intuiciones, guiándose por su instinto, y al parecer se aplica el cuento, pues confiesa paladinamente que cada uno de sus cursos del Master en Escritura Creativa en el Hunter College lo comienza con una declaración terminante: «Yo no os puedo enseñar nada. Ahora que ya lo sabéis, id y aprended». Si bien, al contrario de lo que proclama, ‘sub specie’ de ‘captatio benevolentiae’, desgrana con un fraseo sincopado, puramente imperativo, una sarta de cualidades imprescindibles para el oficio: lectura promiscua y compulsiva aun cuando se esté escribiendo, capacidad de asombrarse, respeto por los maestros, seriedad, paciencia, perseverancia frente al derrotismo, calma, descaro, abnegación, resignación ante el rechazo, conformidad con las críticas sean buenas o malas,

confianza no exenta nunca de autocrítica, ausencia de didactismo y de reglas, salvo para saltárselas, y originalidad por encima de todo, voz propia. Al tiempo, en la tarea de acercarse a perfilar la verdad íntima, subraya, como es natural, la importancia de los empieces («la primera frase debería abrirte la caja torácica en canal») y los desenlaces o de la poda sistemática, así como de la necesaria fidelidad a las obsesiones e ideas personales. Abarca todos los terrenos y elementos: el narrador, la trama, el tiempo, el espacio e incluso la puntuación. A tal punto de que, aunque avisa justo de lo contrario, en varios capítulos se bordea el riesgo de caer en un recetario a machamartillo sobre cómo afrontar y practicar la escritura; no obstante, la experiencia del autor en talleres le permite sortear el peligro, aunque sea por la cuerda floja del culo pegado a la silla y la concentración sostenida en el desierto de la página en blanco. De todo ello fue un experto Yves Bonnefoy, de quien Francisco Javier Irazoki, que le consagró en Hiperión el noventa de sus noventa y seis espejos, de ciento noventa palabras contadas y justas, admiraba su energía, hasta el punto de preguntarse «de qué se nutre su vitalidad», así como su lucidez absoluta, aun siendo ya, por entonces, nonagenario, y su entusiasmo no exento de amargura pese al sufrimiento y la vejez. ‘La bufanda roja’ (Sexto Piso), su

UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO

libro postrero, debe el título a un poema abandonado en una carpeta de tela amarilla, que a su vez olvidó en un pequeño secreter hecho a mano por su abuelo materno, escritor secreto, un dosier donde fue acumulando una «larga cadena de intentos» nulos de llevarlo a término, «lo incesantemente interrumpido, lo inacabable», durante cuarenta y cinco años. Tres fragmentos poéticos, cuya exégesis posterior al cabo de casi medio siglo, extiende su significado y lo conduce a otros textos suyos, son, pues, el punto de partida de Bonnefoy. El resultado es un proyecto de relato, de fondo seudoautobiográfico, centrado en Toulouse, la Tolosa de su admirado poeta del ‘dolce stil nuovo’ Guido Cavalcanti, sin embargo fuente para él de conflicto, que acaba siendo gozosamente una anamnesis reflexiva en toda regla sobre los orígenes de su dedicación a la escritura y sobre su propia vida infantil y adolescente, de la pobreza y sus fatigas. Memorables las páginas sobre la compasión poética –un trébol de cuatro hojas– a raíz de la visión de su padre moribundo, un hombre de origen campesino, obrero en un taller de locomotoras, taciturno y silencioso; o las dedicadas a su madre, de ascendencia urbana, maestra y enfermera, fuerte de carácter pero de una afabilidad inigualable en el trato. A efectos de su condición de escritor, lo que más interesa es la recreación de cómo

fue llamado para dedicarse «por así decirlo, al empleo poético de la palabra», desde el «surgimiento, nada más, o la impresión, en nosotros, de una soledad total, de una precariedad infinita». Evoca sus años de aprendizaje: su búsqueda del sentido, de la poesía, su asombro para siempre ante el enigma; los remordimientos e inquietudes que lo desasosegaban y le impelían a expresarse; su despertar al amor a la palabra, a las palabras, gracias al surrealismo, a un joven profesor de filosofía del instituto y a la figura del poeta Pierre Jean Jouve, desde sus epifanías; su estancia en Cambridge en 1963, cerca de Jorge Guillén o Robert Lowell; y cómo se inició en la escritura: «un medio para trabajar la relación consigo mismo, para separar lo esencial, para transmutarlo en sabiduría». Ahí es nada, muy difícil mejorar esta definición del oficio. Frank Conroy fue maestro, en el afamado Writers’ Workshop de Iowa, de Raymond Carver, John Cheever, Philip Roth y John Irving, entre muchos otros, de lo más granado de la narrativa estadounidense contemporánea, vaya. Así que supo mucho de cómo forjar a un escritor. Y lo llevó a la práctica. Según el llorado David Foster Wallace, ‘Stop-Time’ (Libros del Asteroide), su debut literario, «es probablemente el mejor libro de memorias literarias del siglo XX y uno de los libros que hizo que un servidor de ustedes quisiera conver-

:: JOSÉ IBARROLA

tirse en escritor». No menos entusiastas se mostraron en su día colegas de la enjundia de Norman Mailer, William Styron o James Salter. En efecto, no hay duda del dominio de Conroy de todos los recursos del oficio, pues siendo una narración autobiográfica alcanza el estatus de novela, en gran medida de formación, con escarceos sexua-


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50 CONSEJOS PARA SER ESCRITOR

LA BUFANDA ROJA

Colum McCann, Seix Barral, 224 pp., 18 €.

STOP-TIME Frank Conroy, Libros del Asteroide, 424 pp., 22,95 €.

les incluidos, y con un conato de ‘road movie’ cuando el protagonista intenta escaparse solo hacia el sur en autostop, con quince añitos. Es de destacar la caracterización de los personajes, en particular de algunos secundarios, aparte del núcleo familiar desestructurado, la evocación de escenas con una plasticidad cinematográfica, la capacidad

descriptiva, de clavar el ambiente de los lugares, sea una gasolinera perdida en Delaware o una pista de cochecitos de choque. Su prosa, trepidante, no obstante está siempre atenta a los detalles, da igual en el manejo y trucos del yoyó que en el estilo persuasivo del vendedor ambulante de fruta. Su narratividad es minuciosa y a la vez ligera.

Concebido y escrito sin piedad ni autocompasión, el arranque del libro es ya una declaración de intenciones: «Mi padre dejó de vivir con nosotros cuando yo tenía tres o cuatro años. Se pasó la mayor parte de su vida adulta internado en costosos sanatorios para dipsómanos y víctimas de crisis nerviosas». Para compensar en cierto modo la

rudeza sin paliativos, el pórtico de entrada es un poema de su exquisito compatriota Wallace Stevens. La mentada meticulosidad abarca desde sus correrías pueriles por los bosques arenosos e iniciáticos de Florida, su «paraíso celestial», a su mayoría de edad, pasando por un colegio neoyorkino tipo Salinger, un internado en Elsinor, Dinamarca, una cabaña aislada o una residencia de disminuidos psíquicos donde trabajan su madre y su padrastro un tanto asilvestrado. Pero lo esencial son sus incontables lecturas, aunque «leyera muy deprisa, sin espíritu crítico», refugio seguro para escapar del mundo y vida verdadera, germen de su vocación: «fue entonces cuando pensé por primera vez en ser escritor». Para McCann lo único importante en lo que concierne a la escritura sería mejorarla en competencia consigo mismo, al margen de agentes, editores, críticos, premios, fracasos…y, por encima de todo, lo que nunca deja de aprenderse, fundamental para meterse a escritor y no morir en el intento: la humildad. A ella se aplica uno de los últimos y más prometedores narradores del panorama patrio: Miguel Ángel Hernández, que tras resultar finalista del Herralde con una enjundiosa novela de campus USA, de título benjaminiano, ‘El instante de peligro’, con mucho intríngulis de arte contemporáneo y carga metafísica de fondo, se ciñe en ‘El dolor de los demás’ (Anagrama) a una

Yves Bonnefoy, Sexto Piso, 184 pp., 19,90 €.

EL DOLOR DE LOS DEMÁS Miguel Ángel Hernández, Anagrama, 312 pp., 18,90 €.

El primer consejo de Colum McCann para aspirantes a escritor es que para escribir no sirven de nada los consejos Con solo tres novelas , Miguel Ángel Hernández se ha consolidado como uno de nuestros novelistas con más futuro

historia de auto-ficción en su Murcia natal que le reconcomía y se ve obligado, tal paseante de la memoria, a acometer por la necesidad de intentar liberarse de ella al recrearla, como una herida que vuelve a abrirse. De entrada, renuncia al facilismo de la intriga o del misterio, para bucear con mano maestra en la asfixiante sociedad huertana donde no existe el olvido, la clave de sus orígenes, sus miedos y frustraciones, de sus demonios familiares que no se sabe si, al convocarlos, los exorciza, más allá de la reconstrucción e investigación de los sucesos de la fatídica Nochebuena de sus dieciocho años, de los que parte. Sale airoso y no naufraga «ante el dolor de los demás», respetándolo, desentrañando motivaciones y zonas de sombra de los hechos a fin de determinar si es posible variar nuestro punto de vista sobre las cosas o sustituir unas emociones fijadas por otras. En definitiva, con solo tres novelas en su haber, Hernández ha conseguido hacerse escritor, se ha consolidado como uno de nuestros novelistas con más futuro, de la mejor manera posible: combinando la exigencia en la articulación de la trama, sin caer nunca en obviedades ni lugares comunes, con un rigor estilístico que aúna precisión y sencillez. Creo que es el único camino posible para convertirse en un escritor de verdad, aunque espere el fracaso, el «fracasa más, fracasa mejor» de Samuel Beckett.


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LECTURAS

CONFIESO QUE HE VIVIDO

Sabiola, escribe ‘Las chicas de campo’, que causa un escándalo y termina prohibida. Las críticas que recibe por otras obras se complacen en señalar que son obras fallidas propias de una autora que carece de recursos literarios. O’Brien no tuvo en cuenta tales comentarios y siguió escribiendo hasta sobrepasar la veintena de libros. La vida la vivió con la misma determinación que puso en su escritura. Su vida en Dublín y en Londres le permitió vivir sin tener que pensar en el que dirán, sobre todo el de su familia. A la madre, sin em-

bargo, le llegaron noticias de la vida de su hija, totalmente inapropiada para una chica católica. Los choques con la madre son continuos hasta el punto de que dejaron de hablarse. Sigue con su temprano casamiento y su fracaso por el mero hecho de querer ser escritora. Le siguen las argucias rastreras del marido para quedarse con la custodia de los hijos, los amores que vinieron después, contados con delicadeza. En toda su vida hay un permanente deseo de ser feliz y de disfrutar de la vida a pesar de la sociedad mojigata en que le tocó vivir. Puede que esto explique esa inclinación por las fiestas o quizás solo fuera el signo de los tiempos y la fortuna de vivir en Londres en la década de 1960. Más adelante, en Nueva York y en Hollywood conoce a gente como Marlon Brando o Jacqueline Onassis, de quien cuenta algunas anécdotas que retratan perfectamente a las dos mujeres. La autora deja constancia de la confesión que le hizo Onassis al decirle que ella era una de sus mejores amigas. Si el lector tiene en cuenta las diferencias entre una mujer educada en la alta sociedad americana y otra en el medio rural irlandés, se dará cuenta de la personalidad de la americana. Además de su vida en Estados Unidos, en Londres y en Dublín la autora relata las varias casas en las que vivió y que, por diversas razones, tuvo que abandonar, o la vida con sus hijos – aunque en esto no es obsesiva ni machacona. No falta tampoco un análisis del conflicto norirlandés, en el que se inclina por Irlanda; sus comentarios acerca de Gerry Adams son elogiosos, incluso llegó a entrevistarlo para un periódico importante. No cabe duda de que allí donde el na-

cionalismo arraiga se convierte en un tema que nadie puede esquivar y que salpica, aunque las salpicaduras sean de diversa naturaleza y profundidad. El libro de O’Brien es valiente. El título responde al de su primera novela, ‘Las chicas de campo’, prohibida cuando se publicó. Ella es una de esas chicas de campo, sin estudios universitarios, que ha conseguido ser libre en la vida y vivir de lo que quería a pesar de que muchos consideraban que no era buena escritora. Es un buen libro de memorias. Si algún reproche puedo hacer a la autora es la escasa atención que dedica a la literatura. Cuando leí la biografía de Charlie Mingus, contrabajista de jazz, tuve la sensación de que había errado porque apenas hablaba de su vida como músico. Alguien que ha tocado con los grandes músicos de jazz de su época no puede despacharlo en breves menciones en unos pocos capítulos. Ha de contarlo con minuciosidad. En el caso de Edna O’Brien me habría gustado que el desarrollo como escritora hubiera sido más detallado. Al fin y al cabo, uno logra entender mejor a un escritor cuando conoce sus autores favoritos, su idea de la literatura o los problemas, o alegrías, que tuvo al escribir sus libros.

puesta está en el librito mismo: Con mucho talento, bastante sabiduría narrativa, una cierta dosis de amor crítico y burlesco, dotes artísticas poco comunes, y grandes cantidades de imaginación. Ya el prólogo, subrayado por un mural caricaturesco, atroz y divertido al mismo tiempo, prolijo en detalles, que recorre, descubriendo sus aspectos menos honrosos, la historia de la humanidad, nos mete en materia. Lo importante de él, más que las palabras introductorias, son estos dibujos. Y después empieza el espectáculo. Aparece Marx, entre feroz y burlesco, puro en mano, y empieza a hablarnos: Un fantasma recorre Europa, dice, y echa a andar. Acompañado por un Engels de rostro

amigable, callado en todo momento, que porta una bandera roja. Salvo en las últimas páginas, el rojo, en distintos tonos y matices, es el único color permitido: ya sea el de la bandera o el de la sangre y la carne destrozada. En la tercera viñeta vemos que Marx nos ha conducido, mientras habla sin parar, hasta una muralla con una puerta de la que rebosan chimeneas. En ella está escrito Lasciate Ogne speranza voi ch´intrate- tú que entras, abandona toda esperanza-. En las chimeneas leemos: la historia hasta hoy. Un golpe genial. De repente, el Manifiesto comunista, es también la primera parte de La Comedia, es decir el Infierno. El Infierno es la historia de la lucha de clases, y el ca-

pitalismo, y Marx y el mudo Engels nos guían por él. Somos Dante, ellos nuestro Virgilio. Atravesar este infierno lleva poco tiempo, menos de una hora. Hacerlo a conciencia, mirando cada detalle que no tiene desperdicio, de cada viñeta barroca y surrealista, nos puede llevar semanas. Pero merece la pena. También merece la pena revisar o conocer-cosa que esta versión hace más asequible- el análisis de Marx. Aunque no estemos de acuerdo con él, tiene sus aciertos. Las últimas páginas, tituladas Consecuencias, no son amables con el comunismo soviético, un fracaso, pero también advierten del fracaso, acaso más peligroso y nunca admitido, del capitalismo.

Edna O’Brien cuenta sus vivencias en el Londres de los 60 en unas memorias con pocas referencias a la literatura SANTIAGO RODRÍGUEZ GUERREROSTRACHAN

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as fiestas acaban a una edad, la vida sigue y lo que queda es esa noche del tiempo en el que uno deambula acompañado por sus recuerdos, un tanto sonámbulo a veces; inseguro, otras; incapaz de saber si lo que ha vivido ha merecido la pena o si todo ha sido solo vana exaltación. Edna O’Brien es una escritora que, según nos cuenta en sus memorias, tuvo la fortuna de vivir en los emocionantes años sesenta del siglo XX en Londres, donde cada día había una fiesta y donde innumerables cantantes y artistas se dejaban caer por ellas. O’Brien vivió ese tiempo que luego prolongó en Hollywood y en Nueva York, aquí en gran medida como conferenciante de alguna universidad o como autora de alguna obra de teatro que se estrenaba. Nació en Drewsboro, una localidad pequeña donde sus padres tenían una casa de dos plantas y donde vivió sus primeros años. Recuerda la autora su infancia, sus abuelos, el jardín de la casa y las personas que allí trabajaban, sobre todo Carnero, un hombre

Edna O’Brien. :: D. GONZÁLEZ que trabajaba en la granja de los abuelos. Eran una familia de clase media. De esos años también nos cuenta su vida en el colegio de monjas en el que estudió, el amor idealizado por una novicia, los primeros choques con las monjas y con su madre, su gusto por el latín. A la literatura le dedica un capítulo aparte en ese primer tramo de su vida. Es difícil ser escritor en Irlanda en la segunda mitad del siglo XX debido a las poderosas figuras que poblaron su espacio en la primera mitad del siglo. James Joyce, William B. Yeats, Flann

O’Brien, Patrick Kavannagh, Sean O’Casey o Samuel Beckett. Cualquiera de ellos puede ejercer una atracción tan fuerte que esterilice al escritor en potencia. A ello hay que añadir las ideas de que la cuna de la poesía es Irlanda, tal como dije la autora al final del libro, o de que Dublín está lleno de historias (cuyo corolario es que merecen ser contadas). O’Brien se enfrenta a estos escritores y a las ideas preconcebidas acerca de Irlanda y de la literatura con arrojo y determinación. Comienza como escritora en algunas revistas bajo el seudónimo de

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA

LASCIATE

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artin Rowson, caricaturista inglés, muchas veces premiado, que suele azotar a la actualidad y a sus protagonistas políticos en The Guardian ,The Daily Mirror y otros rotativos, no es muy conocido en España. Impedimenta, que es una de nuestras editoriales más valiosas, publicó su versión-resumen-recreación, del Tristram Shandy hace ya cuatro años, y poco más ha trascendido de este artista en nues-

tro país. Esta versión, que constituye una obra de arte en sí misma, nos priva de toda escusa para evitar acercarnos a una de las obras más innovadoras, divertidas e interesantes de la literatura en lengua inglesa, entre otras cosas porque reduce a algo más de un centenar las seiscientas y pico páginas del libro de Sterne. Además del Tristram Shandy, también ha adaptado a las viñetas “La tierra baldía” de Eliot, o “Los viajes de Gulliver”. Este amor a la lite-

CIRO GARCÍA

ratura se refleja también en The Limerickiad, una historia caricaturesca de la literatura mundial en varios tomos. Nada de esto ha llegado a nuestro país. Lo que sí ha llegado es su última adaptación. La del panfleto más famoso del mundo: “El manifiesto comunista”. La pregunta que le surge a uno, que lo leyó, al igual que Rowson- según nos dice en el prólogo- , en una adolescencia lejana, es cómo es posible hacer un comic a partir de ese material. La res-

CHICA DE CAMPO Edna O’Brien. Trad. Regina López Muñoz. Madrid: Errata naturae, 424 páginas.


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AL OTRO LADO DE ESTA PUERTA Jorge Villalobos se reafirma como una voz personal y solidaria en ‘El desgarro’, su último poemario JORGE DE ARCO

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s, a veces, la memoria una casa por habitar. Y, otras, un hogar donde las remembranzas ya no son sino humo, ceniza pretérita. Al traspasar el umbral de ‘El desgarro’ –el poemario de Jorge Villalobos (1995) que se alzó con el premio de poesía Hiperión la pasada primavera–, el lector puede sentir cómo los recuerdos del yo apresan, asaltan, desnudan y reconcilian su espíritu. Y también su corazón, herido y doliente tras conocer el duelo extremo, y reconocerse en él hasta la extenuación. Porque en las estancias de este humano refugio hay una pasado que batalla por hacerse palpable, común: «Al otro lado de esta puerta está la puerta que yo soy cuando era uno de abril de dos mil cuatro, viernes, ocho años, uniforme azul, la mochila, las notas bajo el brazo, volvía feliz del colegio a esta misma puerta, mi madre tiene cáncer, volvía feliz, sobresalientes, una carta del profesor felicitando mi progreso, mi madre se moría, era yo un uno de abril…», escribe Jorge Villalobos en ‘Deshabitado’, y que sirve de coda al libro. Pero ese ‘desgarro’, que a lo largo de estas páginas se convierte en plural desconsuelo, quiere ser también un desahogo, un grito por tornar lo ya sufrido en renovado porvenir. Para el poeta cordobés el presente no debe ser niebla, ni árida vivencia, sino esperanza que despliegue alas, que aliente su vuelo, que satisfaga cuanto resulte verosímil y visible: «Es hora de irme, cerrar las puertas. Mudaré de memoria. Al aire libre, tendré las ventanas abiertas ondeando las cortinas, no estas con roturas, no, serán otras nuevas. Nuevas las fotografías, los muebles…». El pórtico del poemario lle-

J. Villalobos. :: R. L. PÉREZ va una cita de Javier Fernández que reza: «Necesito contar todo esto, quiero hablar de ello. Y no me sirve otro lenguaje. Tiene que ser directo, seco». Dos años atrás, el también autor cordobés obtuvo con su libro ‘Canal’ el premio Ricardo Molina En él, contaba la historia de su hermano Miguel, que murió ahogado poco antes de cumplir seis años, y él, a quien estaba muy unido, tenía sólo tres. Y para relatar su dolor, se valía, de pequeños párrafos, plenos de humano lirismo. Del mismo formato se ha querido valer Jorge Villalobos para trazar su historia vital. Y lo ha hecho con la sabiduría de quien no cae en patetismos, ni dramática melancolía. Su prosa poética se abrocha con elegancia para referir la citada enfermedad materna, junto con el Alzheimer de su abuelo y de su padre y el fallecimiento de una tía. Pero además, con el calvario de pade-

EL DESGARRO Jorge Villalobos. XXXIII Premio de Poesía Hiperión. Hiperión. Madrid, 2018. 72 págs. 10€.

cer a los trece años el síndrome de Guillan Barré, que no sólo truncó su carrera de nadador sino que lo tuvo muy cerca de la muerte. A medida que se avanza en la lectura de este volumen, puede apreciarse como el tiempo se vuelve canto y reflexión, transfiguración del ser y de su conciencia. En cierta manera, Jorge Villalobos se interroga sobre si habrá tiempo y espacio, aún, para ampararse en el hecho de haber vivido. Al cabo, se siente contrario a alcanzar cierta indulgencia de manera apresurada y, por eso, su decir no trata tan sólo de recuperar y explicar el ayer, sino de discernirlo, de tutelar su temporalidad y establecer una verosímil sincronía con su interior: «En cada lo siento mendigo un poco de inocencia. Desorientado por lo que pude hacer, vuelvo siendo otro tras el arrepentimiento. El perdón guarda una calle hacia nosotros, aunque el hogar no sea el mismo, ni estas manos que conocieron la vida. Pero nada se pierde para siempre. Este dolor no olvida los ojos que lo lloraron». En 2014, Villalobos había editado su primer poemario ‘Mi voz, que te reclama’, galardonado con el Premio Cero de Poesía Joven. Un año después, recibió el Premio de Poesía de la Universidad de Málaga, y éste ha recibido el Ópera Prima de los premios Andalucía de la Crítica por ‘La ceniza de tu nombre’. Ahora, con ‘El desgarro’, se reafirma, pues, en una voz personal y solidaria, en un manera de entender la materia lírica que porfía con la multiplicidad de los espacios que giran en su derredor y que se reinterpreta desde el pasado como liberación y condena. El escritor andaluz ha sabido explicarse e iluminar las sombras que generan las edades. Y qué mejor que haberlo hecho desde la poesía, eterna respuesta al eterno preguntarse sobre la existencia de las cosas. Y del ser humano: «Nada desaparece para siempre, resiste en algún sitio, alguna fotografía, algún colgante o carta de despedida, cualquier cosa como una puerta entornada de regreso (…) Nada en esta vida muere por completo, permanece en algún lugar de nosotros. Aún somos su último aliento».

LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

PREMIO A UN MUNDO RECURRENTE :: V. M. NIÑO Hay un lapso de tiempo, a mediados del XIX, cuando se gestan buena parte de los inventos que apuntan al XX y cuando aún conviven con la magia de forma natural, en el que han encontrado refugio algunos autores de novela juvenil. Si además se tiene en cuenta el dominio que sobre este público han ejercido Rowling y su Potter en las últimas décadas, las plumas sucumben al hechizo. En esa línea se mueve la literatura de Ledicia Costas de cuya divertida ‘Escarlatina, la cocinera cadáver’ y la conmovedora ‘Verne y la vida secreta de las mujeres planta’ se ha dado cuenta en estas páginas. ‘La balada de los unicornios’ es su última entrega, galardonada con el Premio Lazarillo 2017.

De nuevo un internado, la Escuela de Artilugios y Oficios; una cruelísima directora, Cornelia; unos trabajos científicos oscuros –estudiar el funcionamiento de los órganos vitales en cuerpos de mujeres asesinadas– y una niña huérfana, la protago-

LA ABALADA DE LOS UNICORNIOS Ledicia Costas. 192 páginas. Anaya. Premio Lazarillo. 12,50 euros. A partir de 12 años.

nista Ágata, con una misión, salvar al niño Nuno y conocer su propio pasado. En definitiva, un viaje para descubrir la verdad en el que transcurren las aventuras de esta panda que se mueve en velocípedos, en locomotoras de vapor o con cascos hélice. La ciudad de referencia es Londres; el asesino, Jack el Destripador, y de trasfondo la guerra entre Wendy la reina albina y la terrorífica Cornelia. León, amor de Ágata, es un científico concentrado en su laboratorio y la acción gira en torno a esta pequeña heroína que busca al ermitaño que conoce su historia. Y en ese viaje hacia el conocimiento necesario para explicarse el mundo, ella será la insolente que no acepte la autoridad de Cornelia, su tía. Una novela más en la línea de lo citado, pero dada la trayectoria de Costas, un abundamiento en un mundo tratado sobremanera y con poco nuevo que ofrecer. Algo de Malzieu asoma en la ‘mecánica’ de los cuerpos.

SOBREPONERSE A LOS MIEDOS :: V. M. N. Noc y Lulú son hermanos, pero solo el primero, por ser chico, recibirá la tradicional Aguja Sanadora del cuidador de insectos que pasa de padres a hijos en su familia. Pero la máxima dignidad de sus ancestros se topa con su terror a los ‘seis patas’. Nastasia Rugani empuja a y su protagonista –un Bartleby niño que, como el de Melville,, piensa aquello de «preferiríaa no tener que hacerlo»– al bor-o de de su miedo. Está obligado d a asumir una responsabilidad que le provoca fobia. Recuerdaa nel consejo de su padre «intentar antes de decir no», escuchaa aa la ardilla Yumí y admira las habilidades de su hermana. aNoc encuentra su vía de relaoción con esos seres que le aterrona rizan, les quiere enseñar en una co escuela pensada para ellos. Poco os, a poco se enfrenta a sus miedos, incluido el de decepcionar a su upadre. Rugani envuelve con sutileza y humor a Noc para que no ra sucumba a la impotencia, para ara que acepte sus limitaciones y para que saque partido de sus dones, que no coinciden con los que los demás le atribuyen. Finalmente Lulú demostrará que no hay tradición imposible de cambiar. Charline Collette ilumina esta historia con un trazo naif, casi minúsculo, en un libro de preciosismo miniaturesco.

EL PEQUEÑO CUIDADOR DE INSECTOS Texto de Nastasia Rugani. ilustración de Charline Collette. Nórdica infantil. 72 páginas. 15 euros. A partir de 8 años.


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LOS LIBROS MÁS VENDIDOS FICCIÓN Sabotaje. Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara) Los señores del tiempo. Eva García Sáenz. (Planeta) El Rey recibe. Eduardo Mendoza (Seix Barral) La muerte del comendador. H. Murakami. (Tusquets) Las hijas del capitán. María Dueñas (Planeta) El visitante. S. King (Plaza&Janés)

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

UNA DE FOBIAS do, a ser acusado de ladrón injustamente) Entre las fobias a personas registran androfobia (a los varones); ginefobia (a las mujeres); homofobia (a la homosexualidad o a las personas homosexuales); aporofobia (a las personas pobres o desfavorecidas); anglofobia (a lo inglés); francofobia o galofobia (a lo francés); germanofobia (a lo alemán); hispanofobia (a lo hispano o a lo español); islamofobia (al islam, a lo musulmán o a los musulmanes); xenofobia (a los extranjeros) y clerofobia (al clero). Les confieso que ‘colecciono’ desde hace tiempo términos que hacen referencia a aversiones hacia alguien o hacia algo. La mayoría de los que tengo recogidos no están registrados en ningún diccionario. Aquí van algunos francamente curiosos (tanto el nombre como el objeto de la fobia): afen-

Los diccionarios generales registran en torno a una veintena de términos que designan fobias específicas

fosfobia (a ser tocado), caliginefobia (a las mujeres guapas); belonefobia (a las agujas, sobre todo a las quirúrgicas), aunque también he encontrado belenofobia; bromidrosifobia (al olor corporal causado por el sudor); caetofobia (al vello y al pelo y a las personas peludas); catisolofobia o catisofobia (a sentarse); eisostofobia (a mirarse en un espejo); macrofobia (a las largas esperas); nosocomefobia (a los hospitales); parascevedecatriafobia (al viernes 13); pupafobia (a los títeres); hobofobia (a los vagabundos); dromofobia (a cruzar la calle); falacrofobia (a la calvicie); sesquipedalofobia (a las palabras largas), aunque también he encontrado hipopotomonstrosesquipedaliofobia; turofobia (al queso); ombrofobia (a la lluvia); crematofofia (al dinero); hexakosioihexekontahexafobia (al número 666); triscaidecafobia (al número 13); xantofobia (al color amarillo); omfalofobia (a los ombligos); hilofobia (a los árboles); pogonofobia (a las barbas); tripofobia (a los agujeros). Como he dicho antes, estos términos no están registrados en ningún diccionario. Tan solo los he recogido y están en fase de estudio. Por ejemplo, no me cuadra ‘belenofobia’ (aunque la he documentado) para referirse al miedo a las agujas porque la palabra griega para ‘aguja’ es ‘belona’; por eso me gusta más ‘belonefobia’. ¿Y por qué no ‘belonafobia’? Insisto, no las he visto registradas en ningún diccionario de español. Y después de tanta fobia, para mí me pido la chamainofobia (aversión a la fiesta de Halloween), que creo que tengo; y la nomofobia, que espero no tener nunca: el miedo a no tener a mano el teléfono móvil, una abreviación de ‘no-mobile-phobia’. Parafraseando a Rafael Gómez Ortega, el Gallo, en esto de las fobias ‘tié q’haber gente pa’tó’.

 LO VAS A LEER

a palabra ‘fobia’ aparece registrada en los diccionarios como un nombre femenino y como un elemento compositivo, esto es, como formante de palabras compuestas. En ambos casos lleva implícito el significado de ‘aversión’ o ‘rechazo’. Como nombre, hace referencia al temor intenso e irracional, de carácter enfermizo, hacia alguien o algo; y también al odio o antipatía intensos por alguien o algo. Pero el término es mucho más productivo en compuestos univerbales. ¿Cómo de productivo? El ‘Diccionario de la lengua española’, de la RAE (23.ª edición, 2014) registra veinticinco tipos de fobias –la mayoría como pertenecientes al ámbito de la psiquiatría– que van desde las que son bastante conocidas hasta aquellas de las que no teníamos ni idea. En general los diccionarios generales registran en torno a una veintena de términos que designan fobias específicas. Veamos algunas: acrofobia (a las alturas); aerofobia (a volar); agorafobia (a los espacios abiertos); amaxofobia (a conducir un vehículo o a viajar en él); claustrofobia (a los espacios cerrados); dismorfofobia (a padecer algún defecto, anomalía o enfermedad que afecte estéticamente a una parte del cuerpo, especialmente al rostro); ereutofobia o eritrofobia (a ruborizarse y al color rojo); fotofobia (a la luz, especialmente la del sol; aunque también se hace referencia con este término a la intolerancia a la luz en afecciones del globo ocular y en jaquecas); nictofobia (a la noche o a la oscuridad); hidrofobia (al agua; aunque también se hace referencia con este término a la rabia); nosofobia o patofobia (a la enfermedad, especialmente la infecciosa); tanatofobia (a la muerte); zoofobia (a determinados animales); cleptofobia (a robar, a ser roba-

Patria. Fernando Aramburu. (Tusquets)

NO FICCIÓN Sapiens. Yuval Noah Harari (Debate) 21 lecciones para el siglo... Y. Noah Harrari (Debate) La batalla por los puentes. A. Beevor. (Crítica)

#LA CARICIA DE LA BESTIA

El naufragio. Lola García. (Península)

Cristina C. Pombo. Espasa. 440 páginas. 19,90 euros.

Morder la manzana. Leticia Dolera. (Planeta) El hombre en busca del... Viktor e. Frankl (Herder) Imperiofobia. Elvira Roca. (Siruela)

INFANTIL Y JUVENIL El monstruo de colores... A. Llenas (Flamboyant) El principito. A. de Saint Exupéry (Salamandra) Futbolísimos. Roberto Santiago (SM) Cuentos de buenas noches. E. Favili y F.Cavallo. (Destino) La diversión de Martina 3. M. D’Antiochia. (Montena)

Hay ‘thrillers’ en los que solo importa la acción, encadenar sucesos y giros, trabar una historia en la que todas las piezas encajen (o no) y el lector quede epatado por la pirotecnia del argumento. Hay ‘thrillers’ así. Y luego los hay que fijan su mirada en los personajes. Que se preocupan para que sus protagonistas no sean el

mero vehículo de lo que pasa, sino para que también a ellos les ocurran cosas. Es más difícil construir un personaje que una trama. ‘La caricia de la bestia’ es una novela de policías. Hay muertos (los primeros son dos jóvenes atacados, presuntamente, por un zombi). Hay investigacion. Hay corrupción. Hay traidores, claro. Hay drogas, abusos, redes clandestinas. Y hay personajes interesantes y con pasado que enriquecen la acción.

#CÓMO VOLÉ SOBRE EL NIDO DEL CUCO Sydney Bristow. Plaza&Janés. 320 páginas. 16,90 euros.

Dicen que este es el primer libro nacido de forocoches (el portal de Internet). Que la historia se construyó a golpe de post, redactada en un teléfono móvil. Un libro escrito con los pulgares. Está firmado por Sydney Bristow (la protagonista de la serie de televisión ‘Alias’) pero su autora en realidad se llama Ana, tiene 32 años,

abogada. Cuenta aquí los 37 días que pasó ingresada en la planta de psiquiatría de un hospital, después de años de anorexia, tras intentar suicidarse, con diagnóstico de Trastorno Límite de la Personalidad (TLP). Es un libro divertido, entrañable, emotivo (qué potente y tramposa voz en primera persona), que pone el foco en la salud mental, en los derechos y retos de las personas con malestar psíquico. Y con un mensaje final de apuesta por el futuro.

A todos los chicos... Jenny Han (Destino) La catedral. César Mallorquí. (SM)

Más reseñas en el Instagram @lovasaleer

VÍCTOR M. VELA


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Fernando Gil Villa

Canción de entretiempo o el espacio de la creación L

a poesía siempre se sostiene en un principio generador por el que un universo personal es reflejado en un conjunto de textos que contienen las claves de una expresión ceñida a lo más esencial de quien le crea. Esto sucede con el poemario ‘Canción de entretiempo’ del poeta Fernando Gil Villa, merecedor del premio de poesía Álvaro de Tarfe 2018. Este libro se construye en la unión y fusión de dos partes que conforman un todo orgánico, dos poéticas en dos caminos de fe literaria y de expresión creadora: ‘La verdad antes del alba’ y ‘La verdad después de la verdad’. ¿Pero de qué verdad habla el poeta en estas dos secuencias, en estas dos mitades de una misma palabra creadora? Estamos ante una sola canción en un tiempo sin tiempo fijo, en ese entretiempo que no es más ni menos que el ámbito de la creación. «Ya no bebo sino que soy/ la bebida predilecta de la luna». Este es el punto de arranque de la indeterminación poemática, la necesidad de ser bebido por la emoción lejana y temblorosa de la luna de la poesía, la inalcanzable luna, la interminable luna, la que provoca al poeta cuando está en disposición de serlo más allá de otros principios y otras razones. El autor es un poeta que

El escritor salmantino Fernando Gil Villa. :: WORD-EL NORTE quiere escribir en verdad, es decir, desde la necesidad, tan rilkiana, de tener que escribir como sustento vital de la existencia. La reflexión que el autor hace sobre el quehacer poético nos informa sobre el carácter de la escritura, un «sosiego del desasosiego», en cercano guiño a Pessoa. Este poemario no puede alejarse,

en su primera parte, de toda la cosmovisión que tiene y maneja en su escritura: el amor como centro y motor de la vida. Un bestiario personal va sirviendo de guía emotiva de los textos que se encuentran y dialogan con inteligente misterio. Los poemas, en muchas ocasiones, beben de la simplicidad, de lo más esen-

cial, utilizando una imaginería poética efectista y muy equilibrada, desde una sencilla manera de dibujarnos la realidad que conocemos y que nos devuelve con nuevos matices. «Pareja de árboles / Imagina un mundo de árboles / plantados de dos en dos. / Me pregunto si se miran / o se dan

la espalda». La inteligencia poética (en el más fiel sentido de Gil de Biedma) se acerca hasta el lector para que desentrañe el mundo sugeridor donde el poema habita nuestro conocimiento. Hay una constante presencia en la poesía de ‘Canción de entretiempo’ de la lectura de muchos poetas, de sus libros y sus hallazgos, y el poeta hace gala de ello homenajeando sus poéticas y sus biografías, utilizando elementos como la ironía, la burla, el humor. En algunos de los textos más significativos encontramos una mirada crítica desde una lúcida observación, como en lo poemas ‘Salmón del Danubio’ y ‘El cielo de la araña’: «…Envidio el equilibro de la araña: / es difícil fabricar tu propio cielo / y quedar luego suspendido / para poder balancearse / y reírse rico de la tierra / sabiendo / que tu vida pende de un hilo». La segunda parte, o la segunda poética, se inicia con versos contundentes: «No podemos echar a andar / sin lluvia / aquellos que somos ríos». Se abre la métafora clásica del río, con Jorge Manrique al fondo, y se nos manifiesta el poeta acompañado de sus lecturas, de sus mitos literarios, junto a sus querencias estéticas. El tiempo, esa corriente interminable que nos antecede y nos culmina, observado desde ese entretiempo subjetivo, fundacional e intenso, por el que se pasean E. Dyckinson, Pessoa, León Felipe o San Juan de la Cruz, construye el edificio inmenso de la palabra desde sus obras singulares que le prestan su mirada y su desvalimiento. La infancia, territorio de la luz, espacio de la memoria, lugar del reposo interior está presente en la voz insinuada de Fernando Gil. No faltan gui-

GALERÍAS JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS

El punto de arranque es la indeterminación poemática, la necesidad de ser bebido por la emoción (...) de la luna de la poesía

ños a la música y referencias post-modernas, como Elvis Presley en un texto de calado emocional donde expresa: «Hierve rockera la sangre / en la rocosa montaña...» Y como poeta atento a la propia creación, a la metapoética, nos ofrece dos textos esenciales: por una parte, el destino del poeta en la conciencia de la constancia en el poema ‘Scriptum’: «Escribir / es / arar / dando vueltas a la tierra / dando la vuelta a la tierra». El segundo texto es más resolutivo, un posicionamiento claro, una reafirmación vocacional: «He cruzado océanos / de / tiempo y no he hallado / ni una gota de felicidad». Tal vez, si cruzamos el océano de este libro, su caudaloso decir, sus aguas dulces, veremos en el horizonte encenderse una luz.


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Director: Ángel Ortiz Coordinador: Chema Cillero

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l relato de Castilla se resume en una sentencia trágica: la han borrado de la historia. Cuando me estaba documentando sobre los conquistadores del Pacífico para una de mis novelas, comprobaba con asombro que los navegantes españoles que se adentraban en los mares del Sur tomaban las islas en nombre de la corona de Castilla, lo que equivale a decir que en aquella época estamos hablando del imperio de Castilla, mas es sabido que en la historia que nos enseñaban cuando éramos escolares y también más tarde nunca se habla del imperio de Castilla, se habla del imperio español. Hablar del imperio español cuando Castilla y Aragón se daban la espalda aunque los vinculara una alianza matrimonial, es pecar de anacronismo e implica, además, omitir el nombre de Castilla justo en el momento en el que era el reino más poderoso de Europa y estaba extendiendo sus fronteras hasta el límite mismo de lo posible. Y bien: si hasta en el relato de ese momento se omite su nombre, es normal que más tarde se convirtiera en la esencia de la nada, bajo toda esa metafísica de tres centavos que tuvo a bien legarnos la generación del 98. Lo peor que le ha podido pasar a Castilla ha sido convertirse en un símbolo, pero ¿en un símbolo de qué? Etimológicamente símbolo hace referencia a lo que se junta, a lo que se reúne, a lo que es compartido. ¿Y qué compartían los autores del 98 de la idea de Castilla? Su austeridad, su misticismo, su nobleza (en los mejores momentos) y en los peores su aridez, su miseria, su decadencia, su carencia de mar... Obviamente, todas esas características son pura mitología. Lo mismo se podría decir de Aragón y de otras regiones de España y de Europa. Son lugares comunes, son frases hechas que uno puede desplazar y que sirven para definir muchos lugares. «Castilla tiene castillos pero no tiene una mar», decía un autor de la generación del 27, en una época en la que Santander era el mar de Castilla. Alberti fue un profeta y ya ve una Castilla sin mar, como la Castilla de la España de las autonomías, a la que le han sustraído el mar que tuvo desde antiguo. Ironías de la historia. Sí, ahora tenemos algunos castillos, pero nos han dejado sin mar como a Bolivia, de modo que si un día España se desarticula de verdad y cada comunidad se convierte en un estado (siguiendo el proceso delirante que todos conocemos), resulta que quedaríamos convertidos en un estado interior sin el amparo del mar: peor que en la Alta Edad Media y en el Renacimiento, mucho peor. En realidad peor que

Castilla es la cultura de la pesadumbre urdida por mitos que no la definen y ahora está más desnuda que nunca

:: ILUSTRACIÓN IRENE GRACIA

MITOLOGÍAS JESÚS FERRERO

El mito de Castilla (y 2)

nunca. El problema derivado de dejar que los demás construyan tu propio relato es que, además de robarte los mitos que de verdad te definen sustituyéndolos por otros que niegan tu sustancia y tu presencia, te roban la historia. Entonces te conviertes en un país sin memoria malviviendo en los confines del desierto de los tártaros. Con las historias colectivas ocurre lo mismo que con las personales. La psicología ya sabe que cuando un individuo construye sobre sí mismo un relato destructivo, hay muchas posibilidades de que su vida se convierta en un terrible proceso de demolición. Somos el despliegue de nuestro propio relato; si de pronto un país se identifica con un relato arcaizante y corrosivo, su cultura se puede convertir en el despliegue de ese relato desalentador. Los mitos sin salida, cerrados en sí mismos como sueños claustrofóbicos, llevan a horizontes sin salida. Castilla tiene que dejar atrás toda la triste mitología que le han adosado y presentarse de otra manera ante el mundo. Depende de ello su propia vida. Los dados están rodando y la historia va muy deprisa. Castilla no puede seguir siendo el rehén de su desolada mitología. Una última sugerencia: el patrimonio artístico de Castilla es innegable, como es innegable que ha visto nacer a generaciones y generaciones de escritores excelentes. Le pasa como a Italia: se ahoga en su propio arte, mas ese arte que exhibe y que asombra al visitante, pertenece a su edad gloriosa. Ocurre sin embargo que hasta esa época de asombrosa riqueza es falseada por la historia, convertida en este caso en negadora de las evidencias. Es como si Castilla no tuviese pasado, aunque lo desmienta su arquitectura. ¿Y un país sin pasado puede de verdad afirmarse en el presente y proyectarse en el futuro?, me pregunto mientras contemplo la catedral de Burgos. Desde hace tiempo a Castilla le falta iniciativa y espíritu de innovación. ¿Por qué? Por haberse creído toda la mitología del derrumbe que han ido tejiendo los demás. Castilla es la cultura de la pesadumbre urdida por mitos que no la definen y ahora está más desnuda que nunca ante las incertidumbres futuras. Me imagino que habrá que ponerse a pensar con coraje y frialdad.


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