El festival de Medina, vivero de cineastas

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‘Éramos pocos’ (2005), de Borja Cobeaga.

‘Panchito’ (2010), de Arantxa Echevarría.

SOMBRA CIPRES LA

DEL

‘Por activa y por pasiva’ (2013), de Rodrigo Cortés.

‘Hermanos’ (2016), de Javier Roldán.

NÚMERO 332 Sábado, 09.03.19

Marta Nieto protagoniza ‘La madre’, de Rodrigo Sorogoyen, estrenado en Medina en 2017.

‘Esposados’ (1996), de Juan Carlos Fresnadillo.

‘El hombre esponja’ (2003), Juan Antonio Bayona.

El festival de Medina, vivero de cineastas ‘El sueño del caracol’ (2001), de Iván Sainz-Pardo.

Realizadores hoy consagrados, como Cortés, Sorogoyen, Cobeaga o Bayona, debutaron con sus cortos en el Festival de Medina, que celebra estos días su XXXII edición [P2]


2 LA SOMBRA DEL CIPRÉS

Sábado 9.03.19 EL NORTE DE CASTILLA

Fresnadillo, Cobeaga, Bayona, Cortés, Sorogoyen o Echevarría debutaron con sus cortos en la Semana de Cine de Medina del Campo, que celebra su XXXII edición con el mismo afán de seguir descubriendo

Medina, trampolín de directores D

iez minutos de película, 30.000 euros. Esa es la cifra del último corto rodado en Valladolid el pasado año. Tarjeta de presentación de quienes quieren seguir la senda de Trueba, Bayona o Amenábar, el pequeño formato es el lujo al que aspira todo principiante. Festivales y escuelas de cine concentran a debutantes y ojeadores, son viveros de decantación de futuros cineastas. Hoy comienzan las proyecciones de la XXXII Semana de Cine de Medina que lleva un cuarto de siglo descubriendo el talento cinematográfico español. Allí han dado sus primeros pasos directores como Juan Carlos Fresnadillo, Borja Cobeaga, Rodrigo Cortés o Arantxa Echevarría. Para ellos, el corto fue el entrenamiento previo al salto hacia el largo. En cambio, Rodrigo Sorogoyen, entronizado con ‘El reino’ en los últimos premios Goya, volvió al corto para contar la historia de ‘Madre’, estrenado en Medina en 2017 y finalista en la última edición de los Oscar. La Semana de Cine medinense ha recibido 3.019 cortos de 80 países, de los que se han elegido 30 para la Sección Oficial –28 de ellos estrenos absolutos–. «Tenemos una sección internacional con 16 cintas, dos de los seleccionados estuvieron en los Oscars y uno de ellos ganó, ‘Skin’. Desde hace dos años, organizamos la sección Fantastic Medina, dedicada a cortos de género fantástico. Y creo que somos el único festival que mantiene la atención a los videoclips. Buscamos el videoclip de autor, con menos presupuesto y más creatividad», explica el director de la Semana, Emiliano Allende. Al reconocimiento de obras ya culminadas, se une la producción de nuevas películas. El Proyecto Corto es una iniciativa señera de la Semana

VICTORIA M. NIÑO

que premia un guion para que se ruede en Medina, con el patrocinio de Movistar Plus. De esta manera hizo realidad su sueño Borja Cobeaga, quien en 2005 rodó ‘Éramos pocos’. Protagonizada por Mariví Bilbao, Ramón Barea y Alejandro Tejería, esta película de 15 minutos fue candidata a los Oscar. Era el octavo corto del director de ‘Pagafantas’.

Alfombras comunicantes Gustavo Salmerón, actor y director, no encontraba financiación para ‘Desaliñada’, corto que acabó rodando gracias a esta sección en Medina, y resultó ganador del Goya en 2002. Salmerón logró su segundo ‘cabezón’ el año pasado por el documental ‘Muchos hijos, un mono y un cas-

tillo’. Caso parecido fue el de la actriz María Reyes Arias que trajo a Antonio de la Torre a Medina, cuando su celebridad era algo menor, para protagonizar ‘Una caja de botones’, Goya del 2010. De la Sección Oficial de Medina también salen alfombras rojas comunicantes a premios y a carreras en el largometraje. «El corto es un camino para nuevos directores y el alimento de la industria cinematográfica. Los nuevos distribuidores y productores han salido del corto. Me gustaría pensar que el cine de hoy procede de buenos cortos. Directores como Sorogoyen o Isaki Lacuesta, reconocidos en San Sebastián, avalan esta idea», explica Allende. Juan Carlos Fresnadillo, director que después ha desarrollado su carrera en Estados Unidos, ganó el Roel de Plata de la Semana de Medina de 1997 por ‘Esposados’, candidato a los Oscar. Javier Fesser logró idéntico Roel dos años antes con ‘Aquel ritmillo’, película que luego recibió el Goya. Fesser también saltó al

Daniela Fejerman. :: FRAN JIMÉNEZ

largo y sus ‘Campeones’ le han dado muchas satisfacciones durante el último año. Y en 1996 Miguel Bardem con ‘La madre’ repitió doblete en Medina y los Goya, manteniéndose en la industria con trabajos para la gran y la pequeña pantalla. En esa edición, ‘El secdleto de la tlompeta’, de Fesser, obtuvo el Premio Especial de Jurado.

Chapero Jackson. :: EL NORTE

Asiduas de la Semana Daniela Fejerman e Inés París, que mantuvieron un largo idilio con la Semana, ganaron el segundo premio en 1998 con ‘A mi quién me manda meterme en esto’. Estas dos directoras se llevaron el Roel de Oro (cambiaron los premios) del 2000 por ‘Vamos a dejarlo’. En 1999 recibía ese galardón el entonces guionista de Amenábar, Mateo Gil, (‘Nadie conoce a nadie’, ‘Las leyes de la termodinámica’) por ‘Allanamiento de morada’. Un tal Rodrigo Cortés, orensano vinculado a Salamanca, que se había iniciado en el mundo del videoclip, se

Javier Fesser. :: EL NORTE

Daniel Sánchez Arévalo. :: R. GÓMEZ

Javier Roldán. :: EL NORTE


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Leticia Dolera. :: F. JIMÉNEZ

Iván Sáinz-Pardo. :: EL NORTE

Rodrigo Sorogoyen. :: FRAN JIMÉNEZ

alzó con el Roel de Plata (ahora ya segundo galardón de la Semana) por ‘15 días’, también candidata a los Goya. El último largo de Cortés, ‘Blackwood’, cuenta en el reparto con Uma Thurman, como dirigió anteriormente a Sigourney Weaver o De Niro (‘Red lights’). Iván Sáinz-Pardo, director vallisoletano, inició una prometedora carrera con ‘El sueño del caracol’, Roel de Oro de 2002. En 2017 ganó el Goya con ‘Ainhoa’ y mantiene en vilo a sus seguidores con la promesa de un primer largo. El cineasta trabaja en Alemania como guionista y creador publicitario. Javier Rebollo y sus ‘Camas separadas’, Daniel Sánchez Arévalo con ‘La culpa del alpinista’ y ‘Traumalogía’, Isabel de Ocampo con sus

‘Espermazotoides’ y ‘Miente’, Esteban Crespo con ‘Lala’ y ‘Aquel no era yo’ o Eduardo Chapero-Jackson y ‘The end’, son ejemplos de directores que hoy estrenan largos y que mostraron sus primeros trabajos en formato pequeño en Medina, siendo sancionados con premios.

Javier Fesser (‘Campeones’) recogió premios en varias ediciones de Medina antes de saltar al largometraje

La suerte de la cosecha

Allende: «Tenemos el orgullo de decir que tal corto nació aquí y luego le premiaron otros más importantes. Es ley de vida»

Leticia Dolera o Natalia Mateo (Roel de Oro de 2012 con ‘Ojos que no ven’) son actrices que se han puesto tras la cámara mostrando sus primeros fotogramas en Medina del Campo. Dolera ha sido asidua tanto de la Semana medinense como de la Seminci vallisoletana. Javier Roldán fue el primer vallisoletano de nacimiento en ganar el Roel de Oro con

‘Hermanos’, en 2016. Este año dos pucelanos presentan corto a concurso en la Sección Oficial. Allende tiene clara su apuesta más por «la calidad que por la cantidad, pero nos llegan muchísimos cortos. En estos años el nivel técnico se ha elevado muchísimo. En cuanto a creatividad, cada año tiene su cosecha. Hay festivales de cinco muy buenos que no pueden ser premiados y otros, de menos». Festival de muchos jurados, llevan a gala «la elección democrática, por votación del público». Y sobre todo, lo que la Semana quiere es «seguir descubriendo talentos. Tenemos el orgullo de poder decir que tal corto nació aquí. Luego recibió premios más grandes, es ley de vida», sentencia Allende.

Juan Carlos Fresnadillo. :: BARRENECHEA


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Antonio de la Torre y Luis Zahera en un fotograma de ‘El reino’. Debajo, Marta Nieto y Rodrigo Sorogoyen durante el rodaje de ‘Madre’.

Corto o largo, ¡qué más da! A

veces un escritor necesita de unas mil páginas para narrar lo que desea, otras, con diez tiene suficiente. A un cineasta le ocurre algo similar. Unas veces precisa de cinco minutos a fin de dar forma a su relato, otras, no le basta con cien. El autor se expresa en el tiempo o el espacio que su historia le demanda. Entonces no resulta tan descabellado afirmar que el cortometraje es para el cine lo que el cuento o la narración corta es para la literatura. Tanto el cortometraje como el largometraje tienen sus propias características, sus propios códigos, según nos aproximemos a los personajes y a la trama o tramas. A grandes rasgos, si en la primera de estas formas narrativas nos encontramos con una concentración de todas las situaciones dramáticas en un solo hecho dentro de un argumento más o menos sencillo con un número reducido de protagonistas, en la segunda se produce un desarrollo en profundidad del asunto principal y de las diferentes subtramas

DIEGO MORÁN

Comité de selección, Semana de Cine de Valladolid (Seminci)

que pivotan a su alrededor. De este tratamiento pormenorizado se desprende una configuración de intrigas diversas y la evolución de un grupo de personajes principales, en ocasiones bastante extenso, dentro de un tejido de relaciones confluyentes con el tema esencial. Naturalmente, estas reglas no conforman un sumun absolutista, y un largo también puede ser conciso a la vez que un corto expansivo. Por otro lado, debido a su idiosincrasia de relato audiovisual, ambos pueden moverse en el ámbito de la ficción, del documental, de la experimentación o la animación. De idéntica manera, a la hora de armar sus guiones pueden adaptar novelas, cuentos o poemas, también

pueden tomar prestados elementos de otras artes y, por qué no, utilizar los patrones de uno o varios géneros cinematográficos e, incluso, crear uno propio. Tenemos, pues, dos entes expresivos; el primero es más elemental, directo, carente de elementos accesorios, pero no por ello menos apasionante y creativo. El segundo, más complejo e igual de emocionante. Es preciso señalar que con el cortometraje empezó la crónica de la narrativa audiovisual, condicionada siempre por el mercado y los avances técnicos de los aparatos de filmación, montaje y exhibición. Sí, todo comenzó con esas pequeñas películas, diminutos bocados de realidad capturados en un solo plano secuencia de menos de un minuto por exigencias técnicas. En ellas los actos cotidianos eran sublimados. El acontecer era transformado en acontecimiento. Poco a poco, estos sucintos relatos visuales, mediante trucos rudimentarios y artesanales, convirtieron la vida y los sueños en espectáculo. La conjugación de

la imagen en movimiento y la narración provocaron, como jamás había sucedido antes en el mundo de las artes, la necesidad de ver y el deseo de mirar. Aquellas pequeñas piezas, aquellos imaginativos filmes cortos eran las primeras muestras de un lenguaje único, de una nueva forma de expresión artística, y de ocio, que pasó de un uso individual con los legendarios Kinetoscopios al ritual colectivo de disfrute en barracas de feria

Con el cortometraje empezó la crónica de la narrativa audiovisual, condicionada siempre por el mercado y los avances técnicos

y teatros. Más adelante continuarían proyectándose en los primeros recintos especializados, aquellos efímeros Nickel-Odeon, hasta llegar a las posteriores salas de cine, cada vez mejor equipadas con los más avanzados equipos de proyección y las más confortables butacas. En definitiva, fueron estas obras las que, desde su brevedad, configuraron el lugar y el público del espectáculo cinematográfico. Por distintos motivos y, entre ellos, el citado progreso de la técnica y el desarrollo de la gramática cinematográfica, las películas fueron haciéndose más extensas y, por un momento, los cortos y los largos compartieron la escena. No obstante, acabó imperando el carácter industrial del cine, que muy pronto estableció un metraje estándar y erigió en estrella de la función al largometraje. Empero, esto

no significó el acta de defunción del cortometraje que, gracias a ser un artículo mucho más barato en cuanto a costes de producción, rápidamente se convirtió en el vehículo perfecto para los aprendices de cineastas. De ahí la equivocada idea de asociar las películas cortas sólo al periodo de formación de aquellos. Por ese mismo ‘atributo’ o ‘cualidad’ derivada del imperativo económico industrial, el relato audiovisual corto acabo siendo un extraordinario campo de experimentación, de guerrilla y resistencia para muchos directores. Por último, es paradójico (¿o quizás estratégico?) comprobar que el propio mercado y la evolución tecnológica nos hayan llevado de vuelta al inicio de esta aventura, poniendo de moda, otra vez, el visionado individual o ‘familiar’ de películas, que nos permite el deleite de contemplar trabajos a los que sólo podíamos acceder colectivamente en festivales debido a su duración, unos de escasos minutos, otros de un buen puñado de horas. En fin, una lástima no poder disfrutar en una misma sesión, en salas comerciales, de las poderosas e intensas dos últimas muestras del prodigioso talento de Rodrigo Sorogoyen, por ejemplo.


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CARLOS AGANZO

blogs.elnortedecastilla.es/elavisador/

Malinche en los infiernos U

n hombre sueña con otro hombre. Y en medio de este sueño, movida por el destino, irrumpe la voz de una mujer. Malinche, Malintzin, Malinalli, doña Marina. Viene ungida como mediadora. Pero no puede impedir que el sueño se convierta en pesadilla. En la opacidad del túnel del tiempo, los tres son protagonistas de la consumación de la profecía: «El cielo caerá sobre la tierra y para siempre habrá tinieblas y oscuridad, y en ninguna parte quedará criatura alguna». La destrucción de Tenochtitlán, la caída de México. Hace solo unos días, Gonzalo Suárez presentó en Madrid, en el Museo del Prado, el mediometraje (cuarenta minutos) ‘El sueño de Malinche’, una fábula trágica escrita y dirigida por él mismo sobre las extraordinarias ilustraciones de Pablo Auladell. Fábula trágica, poema fílmico que se traslada de manera gozosa al mundo del libro, del cómic, al que pertenece por naturaleza propia. Quinientos años después de que Hernán Cortés pusiera pie en la costa de México, en Veracruz, al mando de medio millar de soldados españoles, el escritor y cineasta elige de nuevo a Bernal Díaz del Castillo como cronista de la epopeya. Un testigo de cargo, frente a la leyenda blanca y a la leyenda negra, que se decide a relatar, «ya viejo de más de ochenta y cuatro años», lo sucedido en la con-

Dibujo de Pablo Auladell para la película y el libro ‘El sueño de Malinche’. :: EL NORTE quista. No para salvar ni para condenar a nadie, sino más bien para reclamar su participación, y la de otros muchos, en la historia: «Para que se descubran y se vean muy claramente los hechos y no se refiera la honra de todos a un solo capitán». Un capitán que escritor e ilustrador nos muestran hierático e implacable. Impelido por el destino. Cincelado por la leyenda. Un heraldo del sueño de la guerra y de la muerte al frente de una tropa de españoles «incomportables e importunos», aplicados sin descanso a la tarea de derribar ídolos y

de ganar ciudades y riquezas para sí y para la Corona del emperador Carlos. «¡Ah, Señor, qué cosas hicimos! ¡Qué cosas hicimos los quinientos cincuenta que vinimos con Cortés!», dice Díaz del Castillo. Y su evocación se convierte enseguida en el verdadero leit motiv de la aventura. Después de pisar la tierra de los mexicas; después de hundir las naves y de amenazar a los amotinados con colgarles por el cuello o cortarles los pies si tenían la tentación de abandonar, la determinación ante el objetivo: «¡Solo hay un camino, el que nadie,

En el ‘storyboard’, en el guion gráfico, en el cómic, el poema cobra su dimensión más verdadera

antes que nosotros, ha recorrido, porque está hecho a la medida de nuestros sueños y al alcance de nuestra espada». Y en el sueño, es decir, en la tragedia de la historia, el dilema hamletiano de Moctezuma. Primero, la conciencia de la profecía: «La destrucción vendrá del aire. Esto se había dicho». Después, la terrible disyuntiva: «Si yo venciera, dejaría mi pueblo sin dioses: porque nuestros dioses han dispuesto que seamos exterminados». Más tarde, la amarga decisión del que se sabe derrotado mucho antes de empezar a luchar: «Ya que nada

Von Platen, pasión masculina

SATURNALES

E

ste libro (sin duda minoritario) es muy importante, porque la cultura no se fabrica sólo de ‘best sellers’ ni de calamidades televisivas… De la mano de David Pujante, poeta y catedrático de Teoría de la Literatura en la Universidad de Valladolid, nos llega -Editorial Amistades Particulareseste ‘Memorándum de mi vida’ que son los fragmentos sentimentales o amorosos del enorme diario que el gran poeta alemán August von Platen (17961835) llevó prácticamente toda su existencia. Pujante ya tradujo hace años –para Pre Tex-

tos– una antología de la poesía de Platen, que yo prologué. Es una poesía que desde los rigores clásicos o neoclásicos (Platen fue hombre de una enorme cultura) se abre a la pasión romántica, inaugurando ese romanticismo nórdico –alemán o inglés– que no pocos tienen como el genuino y que reúne la perfección formal con el vivencial sentido de lo apasionado. Pero Platen (que era conde y a quien mucho admiró Thomas Mann, que prácticamente lo redescubrió) era homosexual, cuando la palabra aún no existía, y uno de los primeros en hablar o de-

jar ver claramente sus sentimientos hacia otros hombres jóvenes en sus poemas y por supuesto en su diario. Escrito en alemán (no se asuste el lector, las traducciones van en apéndice) pero asimismo en francés y portugués y con citas abundantes en griego, latín, español, italiano e incluso persa… En estos ‘fragmentos amorosos de sus diarios’, Platen busca un bello camarada en ideal platónico, con quien compartir sentimientos y cultura. Aunque alguna vez llega a alguna efusión física o afectiva breve, todo el diario es una

constante búsqueda –casi monótona, salvo por la variedad y la cultura– de ese compañero ideal, que no llega (aunque se aproxima muchas veces) en un tiempo poco favorable, evidentemente. El enorme idealismo de Platen se convierte en su propio enemigo, puesto que lo Ideal irá siempre por delante de lo Real, y así el choque resulta inevitable… Platen concluirá abandonando Alemania (Baviera) y marchando a Italia, Venecia, Roma, Nápoles, hasta morir en la siciliana y mítica Siracusa, donde está enterrado. Platen inaugura también esos

LUIS ANTONIO DE VILLENA

Todo el diario es una constante búsqueda -casi monótona, salvo por la variedad y la cultura- de ese compañero ideal, que no llega

se puede evitar, ¿no debemos trabajar para que las cosas sucedan con el menos daño posible?». Y al final el paso decidido al otro lado del misterio: «¡Ojalá, Señor, que esto venga sobre nosotros! Y, si así fuere, danos algún alimento para llevar en el petate, camino del infierno». El sueño del infierno, que es el que nos presentan, cada uno con sus armas, Gonzalo Suárez y Pablo Auladell. Un infierno americano muy parecido al de la ‘Divina comedia’, donde Dante nos deja escrito en el pórtico: «Es por mí que se va a la ciudad del llanto, es por mí que se va al dolor eterno y al lugar donde sufre la raza condenada». Una morada oscura, casi en negro sobre gris, donde habitan también las serpientes emplumadas y los caballos despavoridos, con sus lenguas geométricas, del ‘Guernica’ de Picasso. Inútil, en medio del fragor, la voz de la Malinche. La médium que se convierte en ángel portador de los designios del destino. Alguno podrá decir que al libro, tan delicadamente editado por La Huerta Grande, le faltan los vigorosos movimientos de cámara de Gonzalo Suárez y hasta la música de Luis Mendo. A mí me parece que en el ‘storyboard’, en el guion gráfico, en el cómic, el poema cobra su dimensión más verdadera. Cosas de encantamiento -como dice Díaz del Castillo por boca de Amadís- que dejan la boca abierta. Tan abierta como la de aquellos españoles, del capitán al cronista, que descubrieron las grandes torres, los edificios y templos flotando sobre el agua del lago de Tenochtitlán…, justo un momento antes de quedarse atrapados en la pesadilla para siempre.

viajes al sur de la alta cultura europea del norte, en busca de una mayor permisividad sexual, que es obvio que nuestro hombre encuentra en Nápoles («incluso siendo tan frecuente el amor entre hombres en Nápoles que no da uno abasto con tanta solicitud») no era eso -aunque muy probablemente lo tuvo, como lenitivo- lo que Platen añoraba: el hermoso amigo teutón, de corazón afín, con quien compartir la música, la belleza, la poesía y la vida. Platen (que muere joven) se sintió un hondo fracasado. Su vida no se cumplió, como vemos. Pero creó –poesía y drama– una gran obra literaria, absolutamente pionera. Diario singular pero imprescindible para los avatares de nuestra cultura mejor.


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esde que tuve la suerte de leer hace ya muchos años los vertiginosos apuntamientos de ‘Últimas anotaciones de Thomas F. para la humanidad’, de una ironía desesperada ya desde el título, considero al noruego Kjell Askildsen un narrador de categoría, uno de los cuentistas de referencia de la literatura contemporánea, como observador notarial, y al tiempo portador de una carga de profundidad sobrecogedora, de nuestras miserias, de nuestro desamparo en un mundo falto de sentido como «un vasto y desierto paisaje», conque celebro que ahora se halla reunido la totalidad de su obra breve en ‘No soy así’ (Nórdica). Su cuentística elusiva responde a la teoría del iceberg de Hemingway: lo que no se dice, a menudo inquietante,

condiciona por completo el sentido del relato. Por tanto, es partidario del valor decisivo, al margen de una cortesía para el lector y prueba inequívoca de respeto hacia su inteligencia, en la literatura, en el arte en general, de la elipsis, tan olvidada en los tiempos narrativos y cinematográficos que corren. Principio elemental que ignoran quienes escriben con afán comercial y desprecio absoluto a lo que no sea embaucar con obviedades, redundancias o intrigas que no necesitan ningún esfuerzo intelectivo. Lo que pasa es que este tipo de literatura, esta literatura, vaya –lo otro triunfante, circunscrito al entretenimiento y a la banalidad, no creo que lo sea ni por asomo–, requiere un lector atento, que no se limite a engullir algo masticado y deglutido como pueril papilla mental.

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UN ÁNGULO ME BASTA FERMÍN HERRERO

Las historias entrevistas de Askildsen hurgan en las zonas oscuras de la psique. Aparentemente tratan, con un aire en cierto modo carveriano, «los problemas que suele tener la gente», pero de fondo siempre permanece, perturbadora y desasosegante, esa especie de metafísica bergmaniana, tan peculiar, tan escandinava. «Escribo sobre los aspectos sombríos de la vida», declaró el autor. Que también manifestó que procuraba poner, y en efecto así es, «al desnudo debilidades de mis personajes, simplemente para que sean creíbles». De ahí que en su manera de actuar prime el fingimiento como máscara de lo instintivo, toda vez que saben, como el Lazarillo, que aun instalados en el bienestar, tienen que valerse por sí mismos y que los demás, hasta los más cercanos o sobre todo estos, cuyo roce pro-

voca malestar, son enemigos en potencia: una visión muy dura y a la vez fiel, con precisa frialdad nórdica, de la sociedad deshumanizada en la que nos encontramos. «La vida es dura, no hay quien la aguante», objeta otro personaje, para el que, como para muchos, la extrañeza del mundo nunca se cura. Lo mismo le sucede al que se lamenta de que «la vida exige lo suyo» o al que apostilla que «el mundo se ha vuelto muy deprimente». El caso es que para ahuyentar la espantosa soledad interior del hombre contemporáneo ante el prójimo y en relación al absurdo de la existencia, conversan entre sí, y mucho, pero al cabo no es sino cháchara y el instinto de conversación responde simplemente al raigal instinto de conservación, «duro de roer». Una tendera que le lleva comida al anciano Tho-

mas F. evoca así a su padre: «Hablaba siempre mal de la vida, pero nunca he conocido a nadie que se esforzara tanto por conservarla». En otro orden de cosas y con un estilo menos lacónico y tajante, tendente al lirismo, la misma crudeza sin paliativos se desprende de ‘El año del hambre’ (Libros del Asteroide), opera prima del finlandés Aki Ollikainen (1973), novela histórica –se sitúa en el catastrófico, para su país, invierno de 1867– muy premiada y muy original, alejada de las recreaciones facilonas en boga. La verdad es que casi nada conozco de narrativa en finés, pero en lo poco, pongamos Arto Paasilinna, cabe destacar también una singularidad que no se olvida. Ollikainen tiene rasgos de la desbordante imaginación surrealizante, medio onírica, de éste, pero su estilo, de


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INSTINTO DE CONSERVACIÓN Cuando la vida exige lo suyo Supervivientes de un terremoto en la provincia china de Sichuán en 2008 hacen cola para obtener comida. :: ODED BALILTY

NO SOY ASÍ Kjell Askildsen, Nórdica, 318 pp., 19,50 €.

concepción fílmica, se caracteriza por una mezcla explosiva de brutalidad primaria, bien es cierto que por mor de las circunstancias, y toques frecuentes de lirismo, con símiles muy brillantes diseminados por todo el texto, sobre todo en lo relativo al paisaje, presente ya en la portada: una traílla de trineos tirados por renos que perdidos, parece, en la inmensidad de la taiga, remontan el río Ivalo helado. La novela se mueve, mediante un ensamblaje de fragmentos, en dos planos: por un lado, el de una infortunada familia de pobres de solemnidad, que desde el norte del norte, acuciados por la desesperante hambruna huyen por la tundra helada, frente a la cellisca, sorteando ventisqueros, contra «un aire glacial cual hambrienta manada de lobos» hasta que las fuerzas les fallen, pues no sabemos si su

afán de supervivencia, su instinto de conservación podrá o no con todo; por otro, el de unos médicos, un senador y su ayudante, en representación de la clase acomodada o dirigente que no sabe cómo hacer frente a la crisis humanitaria y se siente culpable, con el país lleno de hordas de desarrapados, pedigüeños, menesterosos, limosneros y vagabundos que sobreviven a la intemperie, de la caridad. Un campesino resume la angustiosa situación: «Los que no tienen pan, se han echado a los caminos». Pero el propio senador, impotente ante la hecatombe, acude a la luz de la esperanza: «Hemos sobrevivido a la peste y a la guerra, así que superaremos también este año». A modo de colofón de esta peculiar novela finlandesa, la editorial cita unas palabras de Miguel Hernández: «El ham-

EL AÑO DEL HAMBRE

EL EXPEDIENTE DE MI MADRE

UN AÑO EN SAND COUNTY

Aki Ollikainen, Libros del Asteroide, 136 pp., 18,95 €.

András Forgách, Anagrama, 384 pp., 19,90 €.

Aldo Leopold, Errata Naturae, 368 pp., 21 €.

bre es el primero de los conocimientos: tener hambre es la cosa primera que se aprende». En verdad lo preeminente desde el principio es satisfacer el instinto de conservación. A ello se atiene en su buceo en el pasado familiar, respecto a su progenitora, András Forgách en ‘El expediente de mi madre’ (Anagrama), con el miedo como detonante –la retrata como una «verdadera experta en asuntos de miedo»–; tal vez sus pecadillos o puntos débiles: «Asuntos desordenados de dinero», «turbias desviaciones de sus hijos»; acaso también la lealtad a su marido enajenado, al que releva como colaboradora secreta del régimen comunista húngaro, «insensato e incorregible», al que el autor llama «dictadura burocrática corrupta y mezquina», labor que su propio hijo nunca sospechó y que descubre a través de un chivata-

«Los cuentos de Askildsen responden a la teoría de Hemingway: lo que no se dice condiciona el relato» «‘Un año en Sand County’, de Aldo Leopold, es un manifiesto de la ética de la tierra»

zo sobre documentos desclasificados que le afectan. A la luz de esta revelación revisa la biografía de sus padres, «habitantes de ninguna parte», si bien fueron militantes convictos y confesos del Partido, y episodios de su vida cuya naturaleza le había pasado inadvertida. Un ejercicio de autoficción del que se trasluce buena parte de la Historia del Este de Europa y de los judíos durante el siglo pasado, convertido en éxito internacional, pues siendo el original del año pasado ha sido traducido a numerosas lenguas. No es de extrañar, ciertamente, pues se trata de una lectura absorbente en grado sumo y que al tiempo procura reflexión mediante cierta complejidad hipotáctica en algunos tramos, que se agradece, toda vez que parece haberse instaurado la superchería de que para que una narración

fluya debe sujetarse al principio machacón de oración simple y punto y seguido al estilo norteamericano más elemental. Además Fórgach, que tiene una sana predilección por los aforistas, intercala los informes confidenciales antes secretos, cartas de sus progenitores e incluso poemas. En su maravillosa colección, sin desperdicio, ‘Libros salvajes’, casi todos los volúmenes ejemplos de pervivencia y de superación en un medio natural hostil con el que no se entra en colisión ni se destruye, Errata Naturae trae al español ‘Un año en Sand County’ del heraldo del ecologismo Aldo Leopold, manifiesto programático de la ética de la tierra, defensa a ultranza, siempre hacia la relación armónica del hombre con cuanto lo rodea, del conservacionismo y la gestión medioambiental, desde la protección de las aves migratorias a la ordenación de pastos y cuencas hidrográficas, por lo que dedica sendas sentidas elegías a los humedales y a las palomas torcaces. La parte del libro, ilustrado espléndidamente por Charles W.Schwartz, que le da título, contiene sus impresiones anuales, mes a mes, en una cabaña de las planicies arenosas de Wisconsin en la que Leopold –que prefiere el apunte natural al alarde erudito aunque a cuenta de las grullas nos remita a los halcones gerifaltes con las que las cazaban el emperador Federico y el Kublai Kan, según testimonio de Marco Polo, así como al especialista sueco Bengt Berg, que las siguió hasta África– pasaba los fines de semana. El autor, aparte de experto ornitólogo y botánico, guarda forestal, pescador y cazador, avezado paseante, apunta siempre hacia el misterio de la madre naturaleza, interpreta huellas y rastros, escucha a los árboles y a los ríos, trata de pensar como la montaña a la búsqueda de las «simplicidades elementales», inigualables, que proporciona la libertad absoluta del campo no sometido al «ocio mecanizado» o a la sobreexplotación agropecuaria. Cuando cita al pionero naturalista John Muir aboga por «la compasión hacia lo natural, lo salvaje y lo libre». Cómo disfruta, con qué delectación, de las costumbres de los animales y las peculiaridades de las plantas, lo mismo da en La Sierra Madre que en el delta del Colorado, en Utah, Iowa, Illinois u Oregón. Una gozada. Pero también nos alerta ya del peligro de las quemas y talas indiscriminadas y del abuso de los herbicidas por parte de los granjeros, porque, más allá del instinto de conservación de la especie, hemos entrado con los adelantos mecánicos y técnicos en una fase destructiva en la que está en juego la supervivencia de nuestro planeta.


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LECTURAS

JUAN MAYORGA Y EL TEATRO COMPLEJO Dos obras, ‘Intensamente azules’ y ‘El mago’, profundizan en su extraordinaria complejidad teatral LUIS EDUARDO SILES

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l dramaturgo José Sanchís Sinisterra afirmó en cierta ocasión que «es muy buena noticia que Juan Mayorga sea un autor de éxito en España». Juan Mayorga, que es filósofo y matemático, escribe un teatro complejo, hondo, en ocasiones laberíntico, que obliga a realizar un constante esfuerzo intelectual al lector o espectador. Sus obras no proporcionan soluciones. Obligan a interpretarlas. A veces se ha comparado el teatro de Mayorga con el de Jardiel Poncela. Puede existir –aunque escasa– cierta conexión. Pero Mayorga nunca escribe el tercer acto, ese en el que Jardiel trataba de reconducir a través a cauces racionales una situación inverosímil planteada en los dos primeros actos. El teatro de Mayor-

ga no sólo renuncia a aclarar lo inverosímil, sino que ubica constantemente al lector o espectador ante el interrogante de si cada uno vive en lo inverosímil. Ocurre en ‘El Mago’. Pepe Viyuela, actor, payaso y filósofo, autor de un excelente ensayo que se incluye en el libro de la obra ‘El Mago’ publicado por La Uña Rota, incluye una frase que atribuye a Mayorga: «Las explicaciones acerca del laberinto pueden ser más complejas que el propio laberinto». O el protagonista del monólogo ‘Intensamente azules’ exclama: «Quien pueda entenderlo lo entenderá inmediatamente. A quien no lo entienda, de nada servirá darle explicaciones». Porque en el teatro representado de Juan Mayorga casi tan importante como las palabras son los silencios, y en su teatro escrito, casi tan importante como las palabras es ese huequecito en blanco existente entre palabra y palabra. En definitiva: lo esencial en las obras de Mayorga es el mensaje oculto que ha de descifrar el lector o espectador. El propio autor lo ha dicho: «El silencio no sólo puede ser parte del conflicto, sino el corazón del conflicto mismo. El silencio abre un espacio para la palabra más importante, que es la palabra del espectador».

INTENSAMENTE AZULES Juan Mayorga. Ilustraciones: Daniel Montero Galán. La Uña Rota, 2018. 63 págs. 17,90 euros.

EL MAGO Juan Mayorga. La Uña Rota 2018. 87 págs. 12 euros

‘Intensamente azules’ es un monólogo con una atmósfera intensamente pesimista, coloreada con ciertas dosis de humor, que viene a decir que, mientras los personajes están más o menos absortos en sus manías cotidianas, lo que aguarda es el diluvio. Se trata de una de las piezas en las que el autor profundiza más en la Filosofía y en el teatro del absurdo. Y está el Juan Mayorga matemático: «Este bar tiene forma de raíz cuadrada menos uno». O el filósofo: «Tengo que averiguar si estos pesimistas, haciendo una lectura exagerada de Schopenhauer, son capaces de pa-

HOMBRES DE VERDAD

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mucho en qué pensar, muchas vueltas que dar. Por ejemplo, la inversión de los roles de género está exagerada, pero en su tosquedad encierra sutilezas. Esa figura del comandante Andrade, que se nos presenta como protagónica pero que dista de serlo, de una comicidad caricaturesca, voluntariamente arquetípica: Apenas la máscara del machito típico que se ve en una situación impensable desde su visión, la de machito, del mundo, y que aún así es incapaz de dejar de lado esa visión. Andrade es có-

taladas por miles de años de actitudes. O, dicho de otro modo: cuánto y cuán completamente tarda una creencia en reemplazar a otra. Tal vez ese sea el núcleo, o uno de los núcleos de la obra. El tema, en una variación más profunda, se repite en cierta asunción de uno de los tres sexos de la cultura extraterrestre, los Xhroll, en que se centra la mayor parte de la novela, sexo que además constituye por sí mismo una clase social. La diferencia estriba en que el descubrimiento de que esta asunción, esta creencia que marca profundamente no solo la sociedad si no la política de los Xhroll, su modo de relacionarse con el resto del universo, cambia, o da indicios de empezar a cambiar, una vez se descubre falsa. Todo esto es

un análisis muy somero, ya que la cosa, como dije, tiene más vueltas y más jugo. El trasfondo ecológico, por ejemplo. Sospecho incluso aspectos que se me han podido pasar por alto y que quizás lectores más avezados puedan desvelar. Esta novela es una manifestación más de la manida, pero no por ello menos cierta afirmación de que la ciencia ficción no habla de otros mundos, o de futuros, si no que es una de las mejores maneras de hablar del ahora. Quizás porque, al extrañarnos del ahora, del aquí, nos permite una visión más clara, menos comprometida por la creencia o la emoción. Diré, aunque sea otro tópico, que esta reedición de Consecuencias Naturales, llega muy a tiempo, vistas las aguas que corren.

Juan Mayorga. :: MARÍA GIL sar a la acción y meternos a todos en problemas». En ‘Intensamente azules’ está permanentemente presente la filosofía de Arhur Schopenhauer, con su carga de pesimismo. Y existe algún guiño a la política: al conflicto territorial que vive España: «‘La vida es un anhelo opaco’, ha dicho el rey en el discurso televisivo a la nación, sin aclarar que citaba a Schopenhauer. La frase es interpretada diversamente en los territorios del Estado», afirma el protagonista. Con ‘El Mago’ podría pensarse a través de una lectura superficial que se trata de una obra que plantea el mismo

EL TALISMÁN DE LA COSTURERA

lía Barceló es una voz interesante, quizás porque tiene que contar, aunque lo que cuente no sea del todo novedoso, pero sí necesario. ‘Consecuencias naturales’, que ahora reedita Crononauta, da mucho que pensar, porque tiene muchas capas, no todas ellas evidentes, o evidentes solo cuando las piensas, y que deja en el aire más cosas de las que dice. Hay una cierta ambigüedad en las conclusiones que uno llega a sacar al final de la obra. Y hay

conflicto de principio a fin y que es una pieza oscura. Quizá sea así la epidermis de la obra, pero el subsuelo está lleno de variables de una inmensa riqueza intelectual y teatral. La obra está dominada por una crisis. Todos los personajes están en crisis mientras preparan la mesa para la cena especial de aquella noche, pero el detonante es Nadia, que ha regresado a casa irreconocible, volando, de la sesión de magia a la que ha asistido esa tarde, mientras asegura que la auténtica Nadia continúa hipnotizada sobre el escenario del teatro. Nadia canta: «La gente se acuesta sin saber qué mun-

do habrá mañana. La gente se acuesta sin saber si mañana habrá mundo». La crisis. Cada personaje de ‘El Mago’ tiene una belleza y, al mismo tiempo, una flaqueza y una vulnerabilidad. Hay algún destello de teatro del absurdo. Y de la comedia de situación –un lejano eco de Miguel Mihura– en el momento en el que llegan a la casa los dos invitados a la cena. Y hay humor en medio de la usunami. Aunque no exista explicación a nada. En cualquier momento Nadia puede cerrar los ojos. Y entonces irrumpirá la oscuridad. Previamente había recurrido al mago consciente de que «lo más importante del trabajo del mago es crear una expectativa de salvación». ¿La hay? Juan Mayorga no da respuestas en su teatro.

mico de un modo repulsivo, nunca llegamos a compadecer su desgracia, la preñez que le humilla, pero que en ningún momento le hace replantearse sus creencias, su actitud depredadora, de ‘hombre de verdad’. El personaje es un retrato, hipertrofiado pero fiel de cierto arquetipo masculino, que, suscribamos o no, nos entreguemos a él, lo combatamos o hagamos como que no está, todos los hombres, o la mayoría, en cierta manera asumimos como ‘natural’ –y con nosotros, gran parte de

CIRO GARCÍA

nuestra cultura o narrativa cultural– aunque nos repugne. Y al que alguna vez, aunque sea con un gesto en apariencia mínimo, hemos sucumbido. Lo curioso del personaje es que es una anomalía en el entorno de la novela, una sociedad que se ha esforzado, y en general, conseguido, superar las diferencias que la sociedad marca para los sexos. O eso parece. Ahí hay una de las primeras cosas en qué pensar. Hasta qué punto las reglas pueden cambiar las creencias, las estructuras apun-


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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

EL SÓRDIDO PARAÍSO PROMETIDO :: V. M. NIÑO

Diego Martínez Torrón. :: MANUEL ÁNGEL JIMÉNEZ ARÉVALO-ABC

MÁS ALLÁ DEL AMOR ‘Matices’, reúne una amplia antología de Diego Martínez Torrón JORGE DE ARCO

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acido en 1950 en Zalamea, Badajoz, es catedrático de Literatura Española en la Universidad de Córdoba. Además, tiene publicada una amplia obra ensayística (José de Espronceda, Alberto Lista, Francisco de Quevedo, Juan Ramón Jiménez, Octavio Paz…), novelas, relatos y una decena de poemarios. De ellos, precisamente, se nutre esta compilación que deja al lector una amplia muestra de su quehacer. Anota José María Merino en su prólogo que es esta una poesía en la cual «lírica y vida se concilian plenamente, enlazadas a lo largo del tiempo mediante un instrumento, el artificio verbal, que responde de manera convincente a los sentimientos y pensamientos expresados». A esos mimbres señalados, el escritor pacense une un verbo diáfano, de amplia voluntad comunicativa, del cual deriva una afectiva dicción. De la mayor parte de sus textos nace una esencia plena de libertad, de pasión, que, a su vez, se acompaña de una serena realidad, de una conciencia propia y colectiva, protectora de lo que más importa: «Ser tierra,/ ser agua,/ ser árbol,/ ser pájaro,/ ser luz./ Y, cuando dejemos de ser,/ ser el Ser mismo/ que subyace,/ nos subyuga/ y nos sustenta./ Ser de nuevo tierra./ Y reiniciar el ciclo»:

El florilegio se abre con ‘Deliquios’, y recoge los primeros poemas del vate extremeño fechados en 1974. Después, nueve poemarios más –hasta ‘Llorar por ella’– que van dando cuenta de una obra rigurosa y de madurada expresividad. Resulta enriquecedora la selección e introducción que el propio autor ha llevado a cabo, así como los personales comentarios a cada poema. Todo ello ayuda a descubrir datos relevantes de sus anhelos, de sus cuitas, de sus preferencias…, de su íntimo universo lírico. Tras una primera etapa de acentos surrealistas, se aprecia un giro hacia una poesía de mayor clarividencia, en donde el contenido narrativo conjuga sabiamente con el esquema rítmico y estrófico de la composición. En ‘Alrededor de ti’ (1984), se constata también esa búsqueda del amor juntos a territorios y protagonistas de cálida complicidad: «Y lucho,/ lucho con todas mis fuerzas por conservar tu amor, y establecer una pausa eterna en este fluir encadenado./ Lucho por tu limpia mirada de niña, tu alma de cristal./ O quizás eres otra y siempre la has sido, más allá de mi límite y mi pensamiento,/ pero tengo la certeza de tu caricia y de tus besos». Posteriormente, confiesa cómo optó por una ‘estética

MATICES. ANTOLOGÍA POÉTICA (1974 – 2016) Diego Martínez Torrón. Cátedra. Letras Hispánicas. 304 págs. 12 €

de la sencillez’ que fue impregnando sus siguientes volúmenes: ‘Las cuatro estaciones y el amor’ (1990), ‘La otra tierra’ (1990), ‘Tres pájaros en primavera’ (1995) y ‘Sobre tus labios’ (2001). En ellos, su cántico se condensa, se ordena y se dibuja de forma coherente, precisa, y su sustancia versal cubre cualquier eclipse con el gozo que emana del corazón. Así, van dilatándose los instantes que conforman una atmósfera donde la consciencia del vivir se vuelve isla compartida, marea común, fiebre y fulgor de llama viva: «Envuelto/ en tu aire,/ la música/ de tus manos/ acariciando/ el espacio/ en cada gesto/. El aire/ que tú respiras,/ el aire/ que te rodea./ Blanca la magia/ de tus brazos/ y mi alma/ es tu sombra». La necesaria unión del Hombre y la Naturaleza será el hilo conductor de ‘Adagio al sol’ (2007), al que seguirá dos años después ‘Fantasmas en la niebla’. En él, el Amor y la Muerte van de la mano tras el trágico fallecimiento de la esposa del autor. En su poema ‘La muerte de ella. Epílogo a mi poesía’ es una elegía tan doliente como hermosa, tan desasosegante como conmovedora: «Anoche me dejaste./ Anoche te fuiste./ Y la noche ya era mi única compañera cuando besé llorando tus labios». ‘Llorar por ella’ (2016) es en palabras de Martínez Torrón «un homenaje póstumo con el que me despedí de la poesía». En ese adiós, también cabe la contemplación de escenarios evocadores, los cuales propician instantes de eterna fidelidad. Los versos fluyen como alegoría de lo vivido, de lo que no cesa de cambiar y se mantiene a la vez inalterable. Un antología, en verdad, abarcadora y explícita.

Kamikazes al servicio del estado islámico, eso es lo que buscan ciertas redes internacionales entre la juventud europea, esa que está asistida materialmente pero cuyo quicio existencial es territorio conquistable con la promesa de un paraíso exótico. De eso, de la única vacuna posible –la verdad, la esperanza–, de una generación tan vulnerable a los cantos de sirenas, de la falta de escrúpulos de quienes los reclutan habla ‘Se cerraron mis ojos’, una novela concebida como reacción a los atentados de ‘Charlie Hebdo’. Pratrick Bard ensambla la historia de Ayat a través de capítulos escritos por distintas voces. Cada uno cuenta la porción de realidad que su posición les permite ver. El divorcio de los padres de

Mäelle, su nombre francés, en plena adolescencia es la gasolina que prende la mecha de su huida. Es una joven con inquietudes sociales, quiere servir a los demás. Poco a poco va cambiando su comportamiento a partir del contacto on line con los captadores de mártires para la

SE CERRARON MIS OJOS Patrick Bard. Traducción de Fernando Moreiras. Faktoria K. 168 páginas. 13 euros. A partir de 15 años.

causa islámica en Siria. Las ideas que los terroristas graban en cabeza de sus nuevos adeptos se acomodan rápidamente en el presente errático de Mäelle, que pasa a ser Ayat. Cambia su alimentación según el precepto musulmán, comienza a usar yihab, a maldecir a los judíos. Hay señales que llegan a su madre, a sus amigos, pero cuando reaccionan, todo se ha precipitado y ella ya está en Siria. Emprende el camino guiada por un matrimonio por poderes, por una confianza ciega que choca con la realidad. Nada es como le habían prometido, pronto se da cuentan de su misión en esa guerra. En medio de la muerte y la desolación conocerá el amor. Será la promesa de una nueva vida en su vientre la que les abra los ojos y quieran huir. La cárcel francesa será mejor que el infierno sirio y el proceso de desradicalización, sin llegar a final feliz, es la esperanzadora puerta a la nueva vida de Ayat y su familia en marcha.

COSER LOS AGUJEROS DEL ALMA :: V. M. N. Una metáfora sobre la pérdida y la convivencia con ella es lo que proponen Cristina Rojo y María José de Diego en ‘El roto de Lagarto’, un álbum ilustrado con un colorido trabajo de patchwork. Lagarto pierde a su abuelo, quien le había enseñado a silbar, a cazar grillos y a jugar con los caracoles. Eso le encogió el cuerpo y el alma, solo el tiempo le permitió estirarse y cuando lo logra descubre un vano en su

lomo, un gran roto que todos los bienintencionados amigos le intentan llenar. Una suerte de ‘gallo Kiriko’

EL ROTO DE LAGARTO Cristina Rojo y María José de Diego. MLH. 32 páginas. Primeros lectores.

apenado que acepta las soluciones que cada uno le propone sin que ninguna le sirva. Será finalmente la abuela quien ponga remedio, con la tela de su dolor. Álbum escrito con gran esmero por la profesora segoviana, afronta la realidad de la muerte a través del universo animal con una mirada poética. Tiene como aliada la imagen cálida de la ilustración cosida, de la combinación de telas y texturas. Una gran fábula para primeros lectores.


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LOS LIBROS MÁS VENDIDOS FICCIÓN ‘Toda la verdad de mis mentiras’. Elisabet Benavent. Suma de Letras ‘Una prueba de amor’. Megan Maxwell. Planeta ‘Yo, Julia’. Santiago Posteguillo. Planeta ‘El zorro’. Frederick Forsyth. Plaza & Janés ‘Serotonina’. Michel Houellebecq. Anagrama

USO Y NORMAS DEL CASTELLANO MARÍA ÁNGELES SASTRE PROFESORA DE LENGUA ESPAÑOLA EN LA UVA

EL GOBIERNO CADA VEZ ‘LE’ PIDE MÁS SACRIFICIOS A LOS ESPAÑOLES El complemento indirecto puede aparecer duplicado por los pronombres personales átonos correspondientes (le, les). Esta duplicación es obligatoria en los casos en los que dicho complemento va antepuesto al verbo (A los niños <les> encantaron las chocolatinas) y cuando el complemento indirecto es un pronombre tónico (A ella <le> entregaron las calificaciones antes de lo previsto). Sin la duplicación pronominal (‘A los niños encantaron las chocolatinas’ y ‘A ella entregaron las calificaciones antes de lo previsto’), estos enunciados son gramaticalmente incorrectos.

Un requisito de la duplicación pronominal, tanto si es obligatoria como si no lo es, es la concordancia numérica del pronombre personal átono con el grupo nominal al que se refiere, que funciona como complemento indirecto, como en los ejemplos siguientes: ‘Hubo que entregarles la documentación a todos los asistentes’; ‘Les compraron unos cuentos a los pequeños’; ‘Queremos darles una sorpresa a todos’, etcétera. No obstante, es frecuente emplear la forma <le>, inmovilizada en singular, junto con un grupo preposicional (encabezado por la preposición <a>) construido con sus-

tantivos en plural. Me refiero concretamente a casos del tipo ‘El conferenciante le dio las gracias a los asistentes por su presencia’; ‘Ya solo falta darle la segunda capa de barniz a las puertas’; ‘No hay que hacerle ascos a las ofertas’; ‘Lo que realmente desea es echarle un vistazo a los escaparates’. Dado que es obligado que el pronombre en función de complemento indirecto concuerde en número con el sustantivo al que se refiere, hay que señalar que se consideran gramaticalmente incorrectos estos enunciados en los que se usa la forma <le> para duplicar un grupo nominal en plural. La ‘Nueva gramática de la lengua española’ (NGLE), de la RAE, en su versión ‘Manual’ (publicada en el año 2010), apunta que «esta discordancia se registra en todas las áreas lingüísticas, sobre todo en la lengua oral» y recomienda «evitarla en los registros formales». De los ejemplos que siguen a continuación, unos proceden de la prensa diaria española de tirada nacional y otros han sido oídos en medios de comunicación: ‘Además, ser biógrafo es algo muy cristiano, al fin y al cabo <le> das tu vida a los demás’; ‘Sin embargo, el presidente y su coalición no parece que quieran poner<le> las cosas tan fáciles a los que buscan un desenlace inmediato’; se hablaba de que había que poner<le> las banderillas a los políticos; de un señor que <le> ofrecía caramelos a los niños cada vez que iban a verle; de que a veces creemos que por llevar chaqueta vamos mejor vestidos y de que eso precisamente <le> pasa a las madrinas, que piensan que por llevar un vestido de más piezas van a ir más elegantes; de que alguien <le> tiene mucho cariño a unos zapatos; de que hay que pedir<le> a todos que vayan a votar; o del Gobierno, que cada vez <le> pide más sacrificios a los españoles.

 LO VAS A LEER

na característica del complemento indirecto es que puede conmutarse en la oración por los pronombres átonos <le> y <les>, que reflejan el número pero no el género de la unidad sustituida. En los enunciados ‘Ya he dado a los estudiantes la noticia’ y ‘Este tema no interesa nada a la gente’, si sustituimos ‘a los estudiantes’ y ‘a la gente’ por el correspondiente pronombre personal átono, el resultado sería ‘Ya les he dado la noticia’ y ‘Este tema no le interesa nada’. Pero cuando en una oración hay complemento directo y complemento indirecto y ambos se omiten y se sustituyen por los pronombres personales átonos correspondientes –‘le(s)’ en el caso del complemento indirecto; ‘lo(s)’ y ‘la(s)’ en el caso del directo–, las formas pronominales átonas del complemento indirecto dan paso a la forma pronominal <se> (que no hay que confundir la forma reflexiva). En este último caso no se distingue ni siquiera el número. Probemos con un par de ejemplos: en el enunciado ‘Mañana daré a los estudiantes la noticia’, si conmutamos a la vez el complemento directo (la noticia) por la forma pronominal correspondiente (la) y el complemento indirecto (a los estudiantes) por el pronombre correspondiente (se), el resultado es ‘Mañana se la daré’. En el caso de ‘Los estudiantes mostrarán a la profesora los resultados de sus investigaciones’, si sustituimos al mismo tiempo el complemento directo (los resultados de sus investigaciones) por el pronombre átono correspondiente (los) y el complemento indirecto (a la profesora) por su correspondiente forma pronominal (se), obtenemos ‘Los estudiantes se los mostrarán’. Como puede apreciarse, en estos casos de doble conmutación la forma <se> no muestra variación ni de género ni de número.

‘Los asquerosos’. Santiago Lorenzo. Blackie Books

NO FICCIÓN ‘Manual de resistencia’. Pedro Sánchez. Península ‘Cómo hacer que te pasen...’. M. Rojas. Espasa ‘Diccionario de las cosas que no...’. Risto Mejide. Espasa ‘Sapiens. De animales a dioses’. Y. Noah Harari. Debate ‘El cerebro que cura’. Álvaro Pascual-Leone. Álvaro Fernández Ibáñez y David Bartrés-Faz. Plataforma Editorial ‘Maestros de la costura’. Varios autores. Espasa ‘Los secretos de Youtube’. TheGreft. Martínez Roca

INFANTIL Y JUVENIL A doctor for my doll. Graciela Castellanos, Alejandra Viacava. Almadraba Todas las mamás molan... ¡pero la mía más! Carmen Dolz. Edebe Mi superabuela. Marta Cunill. Beascoa El Club de las Zapatillas Rojas 13: Hoy por ti, ¡tomorrow también! Ana Punset. Montena

#LLUVIA FINA Luis Landero. Tusquets. 272 páginas. 19 euros.

Las claves de la última novela de Luis Landero se fijan pronto ante el lector. En la página 18 ya sabemos que habrá versiones contradictorias de una historia. Que lo que parecía una fiesta (la madre cumple 80 años) acabará en «ruina y desastre». Sabemos que hay un personaje, Aurora (la mujer de uno de los tres hermanos protagonistas), que será con-

fidente de los diferentes puntos de vista de la narración. Y sabemos que «los relatos no son inocentes» y que el que cuenta (también el que escucha) lo hace siempre con una intención. Y que lo que recordamos no siempre es lo que sucedió. Luis Landero es un narrador fabuloso. Y aquí escribe una historia sobre la inquina, los rencores familiares, con un personaje, Horacio (el exmarido de una de las hermanas) tan enigmático y truculento como desasosegante.

#TIERRA DE MUJERES María Sánchez. Seix Barral. 192 páginas. 17 euros.

‘Tierra de mujeres’ es un necesario altavoz que en los primeros capítulos es casi un manifiesto que se vuelve íntimo en la parte final. Un texto que emociona y reivindica. Lleno de imágenes potentes (los marcos que se vacían de fotos en la casa familiar, las ancianas que esconden las manos en la bata por vergüenza). Y habla de la doble discriminación de la

Más reseñas en el Instagram @lovasaleer

mujer rural. Por mujer y por vivir en una zona que llaman la España vacía y ella reivindica como la España vaciada. Un territorio de historias que no necesitan narrador externo, sino alzar su propia voz, para que sea escuchada, más allá de la imagen bucólica de los suplementos dominicales y el tremendismo de las páginas de sucesos. La mirada se vuelve más personal en la segunda parte, cuando la autora recuerda y saca del olvido a las mujeres de su familia.

VÍCTOR M. VELA


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JORGE PRAGA

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l 8 de mayo de 2013 la sala de exposiciones de San Benito presentaba la primera muestra en España de Vivian Maier. No era una desconocida. Los medios de comunicación daban cuenta desde un par de años antes del hallazgo de 100.000 negativos de una fotógrafa de Chicago que nunca había mostrado una imagen en público. Las fotos de San Benito componían un recorrido callejero de gran calidad, en la tradición de Helen Lewitt, Diane Arbus o Robert Frank, pero el interés se desplazaba inevitablemente hacia la autora. ¿Quién era Vivian Maier, por qué hizo lo que hizo? Seis años después se expone otra colección suya en el Patio Herreriano: ’El autorretrato y su doble’. En todas las imágenes se hace presente su cuerpo, explícito o proyectado hacia su sombra. ¿Quién era Vivian Maier? Los autorretratos. Se calcula que un 30% de sus negativos son autorretratos. Miles y miles, toda una vida buscándose en cualquier superficie reflectante, un espejo, una chapa, un escaparate. Muchos artistas la habían precedido en el gesto de mirarse. Rembrandt pintó su rostro en un centenar de ocasiones, dejando un registro sutil de su paso por la vida, de su tristeza y progresivo envejecimiento. Un enigma mínimo comparado con la mole infinita de Vivian Maier, que repite una y otra vez la extraña ceremonia: plantada ante su reflejo, dispara la Rolleiflex colgada a la altura de su vientre mientras lanza la mirada hacia un más allá impreciso desde unos ojos algo estrábicos. En el juego de espejos que

Chicago, 1956 © Vivian Maier/Maloof Collection, Courtesy Howard Greenberg Gallery.

Cuatro disparos sobre Vivian Maier resulta ella es imagen de una imagen, y en bastantes casos multiplicada: una bandeja la refleja desde un escaparate mientras el cristal recoge otro contorno que envuelve a aquel como un juego de muñecas rusas. Pero lo que el espectador recibe es bien distinto: una cámara que le apunta, empuñada por una mujer de rostro enigmático, rígida, con vestimenta espartana. Estrella de

Diego, en su libro ‘Yo soy otro’, se preguntaba por la vigencia de la idea del ‘espectador a salvo’. El espejo es el principal enemigo de ese espectador protegido, como demostró Michel Foucault en su célebre análisis de Las Meninas. Ese espejo que invade, interroga, desorienta, y que aquí nos devuelve a la fotógrafa confirmándola en su rareza, rompiendo lo representado con su

corpachón asexuado. Ni siquiera nos deja tranquilos en su foto rutinaria de bañista: la basura y la soledad la rodean en la playa. Es una desconocida que se esconde tras el objetivo de su cámara, despojándonos de nuestra condición de espectador. «¿Vemos, o nos ven?», preguntaba Foucault. El documental. En 2007 un joven historiador de Chicago,

John Maloof, compró en una subasta una caja con negativos por algo más de 300 dólares. No encontró ninguna referencia de su autora hasta que en 2009 se enteró de su fallecimiento. Alguien le alertó de la valía artística de las imágenes y comenzó a buscar otros materiales suyos, hasta hacerse con un gran alijo, y no solo de fotografías. Un documental que codirigió con Charlie Siskel, ‘Finding Vivian Maier’, nominado para los Oscar en 2013, da cuenta en un falso flash-back de esa búsqueda desaforada, en la que adquiere hasta una cajita con dientes. ¿De los niños, de ella? Guardaba todo lo que la rozaba en la vida, al borde del síndrome de Diógenes: ropas, periódicos, abalorios, billetes de tren… y fotografías, muchas de ellas latentes en sus negativos. «¡Soy el primero que veo esta fotografía!», proclama conmovido John Maloof. Y también el primero que pregunta a los padres que la contrataron como institutriz, y que filma las casas que la albergaron en su vida errante, cargada con cajas que encerraba en su habitación, a la que solo ponía una exigencia: que tuviese cerradura. John Maloof no logra una llave que abra su intimidad, y de lo poco que se ve por el ojo de la cerradura surge un retrato desagradable de soledad y deterioro progresivo. La salvación llega desde el arte. La literatura. «Soy. Eres… ¿Qué has sido?» Es el arranque dubitativo de la indagación sobre la fotógrafa que traza en ‘Una vida prestada’ Berta Vias Mahou. Una novela, una ficción. Con los pocos registros firmes que se conocen de Vivian Mayer la escritora estaba obligada a nutrirse en la nube de la imaginación. Una imaginación casi transparente, filtrada en todo momento por las fotografías desde las que Vivian Maier protege su intimidad. La narración se des-

…toda una vida buscándose en cualquier superficie reflectante, un espejo, una chapa, un escaparate

pliega en torno a jornadas registradas en el archivo de la fotógrafa: el retrato del quiosquero dormido, la excursión con los niños a coger fresas… Y elige un estilo arriesgado: un narrador encimado sobre el ‘tú’ que es Vivian Maier, al borde de la confesión, la memoria íntima, la voz directa de la protagonista. Un equilibrio difícil, meritorio, elegante, por el que se vuelve a escapar la que es «poco más que una sombra envuelta en las sombras». V. Smith. Así rellenó la casilla ‘Name’ en el formulario de la tienda donde dejaba temporalmente sus pertenencias. V. Smith, alternándolo con B. Maier, o D. Meier, o Viv Meyers, o Miss Mayer. Francesa unas veces, americana otras, sin casa propia, prolongada en objetos inútiles. Sin ningún lazo familiar, aunque en los últimos años la enorme tarta de sus ventas animase a primos lejanísimos a perseguir la propiedad intelectual de su obra. Su cuerpo desgarbado se desvanece ante las mil imágenes que lo replican. El casillero vacío de su identidad queda definitivamente sin llenar. «Soy una especie de espía», respondió a uno de los padres que la contrató como niñera. La pregunta de quién era Vivian Maier rebota como la mirada que dirigimos a sus fotografías y se vuelve hacia nosotros, en confusión de observador y observado. ¿Te vemos o nos ves, Vivian Maier?


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Director: Ángel Ortiz Coordinador: Chema Cillero

«En una Europa cuya natalidad decrece y se ralentiza la economía, los bárbaros son nuestros sustitutos»

Una familia de emigrantes salta la valla de la frontera entre México y EE UU en Tijuana. :: PEDRO PARDO-AFP

La frontera L

a frontera es una línea. Traspasarla puede abrir y puede cerrar muchas cosas, entre ellas la esperanza, la cultura, la riqueza, la igualdad. Hace tiempo que la UE decidió abolir las fronteras interiores, al menos entre una gran parte de los países comunitarios, favoreciendo la libre circulación y el intercambio de ciudadanos por esos países. Pero desde el inicio de la guerra de Siria, empezaron los temores ancestrales que sacuden a los pueblos: el miedo a los bárbaros. Y volvieron a crearse fronteras interiores, al menos de facto. ¿Los bárbaros? La palabra se asocia a crueles hordas de salvajes sin civilización. En realidad, eso es lo que, en el ideario fantasmático de todo pueblo, significa el extranjero, el foráneo, el otro: alguien que nos invadirá, nos asolará y nos eliminará. Pero yendo

a la acepción clásica etimológica de bárbaro, los bárbaros son, sin matizaciones, «los que están fuera de la frontera», es decir, aquellos que no tienen nuestra identidad, sino otra identidad, no necesariamente peor, ni inferior ni malvada. Son, sencillamente, diferentes. Las fronteras, entonces, han vuelto. La ola de ultraderechismo reaccionario y retrógrado que recorre el mundo favorece las fronteras, ya que incluso se asocia a ellas, absurdamente, un vago concepto reminiscente de fortaleza, en el sentido de baluarte armado, disuasorio y temible. El símbolo de ese «no pasar» excluyente se materializó en el imaginario de las sociedades ricas y neoliberales con el muro de Trump entre EE UU y México (entelequia de odio y estupidez), pero toda frontera es un muro, y todos los muros advierten, delimi-

tan y separan. ¿Qué separan? A un ‘nosotros’ de un ‘vosotros’, ecuación en la que los primeros son inequívocamente buenos y los segundos sistemáticamente sospechosos. Esto es lo que significan y representan las fronteras. Sin embargo, las sociedades saben que las fronteras tienen también un factor de seguridad y de protección. Una frontera fuerte, con un control férreo, puede garantizar que no entre un enemigo particularmente dañino, bien sea un terrorista, bien sea una epidemia. Las fronteras ayudan a la supervivencia, pese al precio moral y político que a veces hay que pagar en materia de libertad y equidad. Pero, ¿y el otro lado, el lado del bárbaro? Todos hemos sido bárbaros de otro pueblo, en alguna ocasión. Recuerdo muy vivamente la primera vez que crucé la frontera para ir a Francia con diez años. Re-

NUESTRO TIEMPO ADOLFO GARCÍA ORTEGA

cuerdo la mezcla de excitación y temor, de curiosidad y riesgo. Como era un niño, fabulaba en mi cabeza con el hecho de que un gesto extraño por mi parte despertaría sospechas en los conspicuos aduaneros de ambos lados: los españoles, porque no entendían que un español quisiera abandonar la España de Franco, los franceses porque veían a los españoles como africanos que iban a su territorio a aprovecharse. Pero, desde luego, nada pasó y desde entonces crucé esa frontera decenas de veces en mi vida. Aun así, cruzar la frontera es un esfuerzo. Incluso el cruce más banal que se produce en un aeropuerto entraña incomodidades: colas, miradas frías del policía, temor a un malentendido, explicaciones excesivas, preguntas capciosas, registros, cacheos, cuando no cosas peores o más ingratas. No cabe duda de que el hecho físico de cruzar la frontera es algo, en sí mismo, inquietante. Para los ‘bárbaros’ que vienen a Europa –y es inevitable citar a los refugiados políticos, los emigrantes de cualquier país, los desplazados económicos o políticos, los extranjeros sin papeles, los emigrantes legales con papeles, los estudiantes, los jóve-

nes sin empleo ni futuro, las mujeres explotadas sexualmente, las personas que llegan a Europa en busca de asilo y de esperanza, personas tenidas por ‘bárbaras’ en el imaginario local–, para todos ellos, digo, el cruce de frontera es duro, costoso, sangrante, incluso trágico y mortal, y representa muchas veces el paso, real o simbólico, de la muerte a la vida, el tránsito de un lugar de donde irse a otro donde llegar. Esto no es nada fácil. Es el drama mundial del siglo XXI. Es la tragedia de los países que están fuera de las áreas ricas del mundo: la UE, los EE UU, Australia y Japón. Cruzar la frontera es parir. Y hay muchas muertes en esos partos, todavía. Las fronteras han acabado creando una iconografía de no-lugar, de vigilancia y suspicacia, de vida precaria e incierta. Pienso en los trazados fronterizos entre Corea del Norte y Corea del Sur que vemos en la televisión. Pienso en el territorio entre México y EE UU, reflejado en la absorbente y desoladora ‘Trilogía de la frontera’, las tres novelas de Cormac McCarthy: ‘Todos los hermosos caballos’, ‘En la frontera’ y ‘Ciudades de la llanura’, novelas que hielan la sangre con historias de antihéroes y hablan de mestizaje, un concepto ajeno al ‘borderline’ Trump. Pienso en la frontera berlinesa, emblema de frontera y de espías por excelencia, puesta de relieve de nuevo en toda su crudeza en la película ‘Cold war’, de Pawel Pawlikowski. Y pienso, muy especialmente, en el cine de frontera absoluto que son películas como ‘El paso suspendido de la cigüeña’, ‘Paisaje en la niebla’ o ‘Eleni’, del gran y llorado director Theo Angelopoulos, un artista inmenso que hizo comprender el significado ambivalente y dramático de las fronteras. Pero es otro griego universal, Constantino Cavafis, quien, en su poema ‘Esperando a los bárbaros’, nos explica lo que significa que no lleguen los bárbaros cuando, con lucidez, afirma: «Y ahora qué será de nosotros sin bárbaros: / estas personas eran una suerte de remedio». Sí, en una Europa cuya natalidad decrece y la economía se ralentiza, los emigrantes, los bárbaros, los extranjeros, son nuestros sustitutos. Dejémoslos entrar, por nuestro bien.


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