40 años de municipalismo - María Aurora Viloria

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marzo de 2019 EL NORTE DE CASTILLA

Cuatro décadas de municipalismo en Castilla y León 495

Adolfo Suárez ejerce su derecho a voto en las Elecciones Municipales de 1979.

ENTRE EL MIEDO Y LA ESPERANZA La UCD ganó el 1 de marzo de 1979 las primeras elecciones generales después de la aprobación de la Constitución

E

l 1 de marzo de 1979 los españoles votaron en las segundas elecciones generales de la democracia a sus representantes en el Congreso y el Senado y eligieron por mayoría a la Unión del Centro Democrático que lideraba Adolfo Suárez quien, treinta días después, revalidó su investidura y al que el 31 de marzo el Rey Juan Carlos encargó formar gobierno. En esas elecciones, las primeras tras la aprobación de la Constitución, convocadas por el ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, que marcaban el fin de la Transición, la UCD, con el 34,8% de los votos y 168 diputados, repitió con tres más los resultados de las constituyentes aunque no consiguió la mayoría absoluta. Tampoco el PSOE, con el 30,4% y 121 diputados logró el avance deseado, mientras que el PCE obtuvo

MARÍA AURORA VILORIA Directora del diario Regional en 1979 y, posteriormente, jefa de Cultura de El Norte de Castilla

23 diputados y Coalición Popular, antes Alianza Popular, se hundió con 10 escaños, la mitad que en 1977. El 23 de marzo tuvo lugar la primera sesión del Congreso, en el que estaban políticos que representaban los dos extremos ideológicos, Santiago Carrillo, secretario general del PCE, y Blas Piñar, líder de Unión Nacional, además de Felipe González, quien dos meses después fue elegido presidente del Grupo Parlamentario Socialista. Ese día también Landelino Lavilla se convirtió en presidente

«Aquellas primeras municipales simbolizaron la total transformación de España»

del Congreso. Era la culminación de un proceso que comenzó en 1975 con el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno por el Rey Juan Carlos a propuesta del Consejo del Reino, continuó con la aprobación por las Cortes del Proyecto de Ley para la Reforma Política y siguió el 17 de junio de 1977 con Adolfo Suárez convertido en el primer presidente de la democracia tras unas elecciones que ganó UCD con 153 escaños frente a los 109 del PSOE. El PCEPSUC obtuvo 19 y Alianza Popular, 14. Dos meses antes, el 10 de abril, el Partido Comunista fue legalizado y el 7 de diciembre de 1978 España aprobó la Constitución con amplia mayoría. Un mes después de las generales, el 3 de abril, tuvieron lugar las elecciones municipales convocadas con anterioridad y Tomás Rodríguez Bolaños se con-

virtió en el primer alcalde democrático de Valladolid ya que la candidatura del Partido Socialista que encabezaba se alzó con el triunfo al conseguir trece concejales, a los que se sumaron, como era previsible, los tres conseguidos por el PCE. Sin embargo, otra de las razones del triunfo fue la injustificable abstención, que según los datos del Gobierno Civil representó un 42% y perjudicó seriamente a la UCD, que perdió casi veinte mil votos en la capital, mientras que en el electorado socialista apenas se produjeron variaciones. En cambio en la provincia ocurrió exactamente lo contario, ya que los centristas consiguieron una abrumadora mayoría de concejales, seguidos de los socialistas, Coalición Democrática y el Partido Ruralista de España. Esos trece votos de los concejales socialistas junto con los cuatro de los comunistas decidieron un mes después la proclamación de Tomás Rodríguez Bolaños, quien ocupó la Alcaldía durante dieciséis años, hasta el 29 de mayo de 1995, cuando el Partido Popular ganó las elecciones municipales y el ginecólogo Javier León de la Riva se convirtió en el nuevo alcalde de Valladolid. Ese es el relato de unas elecciones que simbolizaron la total transformación de España, que pasaba así a convertirse en un país democrático de pleno derecho. Es decir, había terminado la Transición. Sin embargo, faltaban todavía dos años para que el deseo de la mayoría de los ciudadanos fuese una realidad total. Porque frente a quienes apoyaron sin dudar la democracia había miles, quizá algún millón, de nostálgicos que añoraban un tiempo afortunadamente perdido para siempre. Yo pertenezco a la generación que hizo el cambio y participé directamente en él como periodista, es decir, fui un testigo privilegiado, y puedo asegurar que no fue tan fácil como el relato de los hechos pueda hacer pensar. En realidad fue terriblemente difícil porque durante años el GRAPO y, sobre todo, ETA siguieron asesinando y secuestrando con atentados tan terribles como el del Hipercor de Barcelona o el de la cafetería California de Madrid, y una parte de las fuerzas armadas, afortunadamente minoritaria, no estaba en absoluto de acuerdo con lo que consideraban una traición a los valores esenciales de la Patria. Como consecuencia, la Transición terminó real-

mente el 24 de febrero de 1981, más de dieciocho horas después de que se iniciara la toma del Congreso de los Diputados por parte de un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Tejero. Fue minutos antes de las 18.30 horas del día anterior, mientras se realizaba la votación de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno, ya que Adolfo Suárez había dimitido obligado por las insoportables presiones de diferentes grupos en un sincero discurso retransmitido por televisión que nunca olvidaremos quienes lo vimos y escuchamos. En ese momento, el teniente coronel grito «Que no se mueva nadie, todos al suelo», mientras desenfundaba la pistola y disparaba al techo. Detrás de él, por las puertas laterales, entraron decenas de números de la Guardia Civil que tomaron posiciones en la sala. Una escena que pasó a la historia a través de las fotografías y las imágenes de televisión tomadas por los periodistas que cubrían el acto. Al mismo tiempo, efectivos de la Guardia Civil que entraron también disparando ocuparon las tribunas. Y quienes allí estaban cumplieron la orden, excepto Adolfo Suárez, que permaneció impasible en su asiento, y el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, que intentó sin éxito detener a los asaltantes. Al fin, después de unas intensas negociaciones entre el general Aramburu Topete, director general de la Guardia Civil, y Tejero, éste se entregó. Al tiempo, Milans del Bosch, capitán general de la III Región Militar, que había mantenido el toque de queda en Valencia, revocaba sus órdenes y regresaba la normalidad. Mientras, en Valladolid, como en el resto de España, reinaba el silencio. Los comercios cerraron, los ciudadanos se quedaron en sus casas después de recoger apresuradamente a los niños del colegio y quienes creían que se habían significado demasiado en favor de la democracia y la libertad, buscaban los pasaportes para viajar a Portugal. Y ese día, como si se tratara de una reacción colectiva de todos los españoles que no estaban dispuestos a perder la libertad ganada, terminó la Transición y comenzó la democracia. Sin embargo, hubo en los años siguientes muchos más muertos que no habían cometido más delito que vestir un uniforme o hacer el mismo itinerario todos los días y ser fáciles de secuestrar.


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