El futuro será de los municipios o no será
Al menos, no será como lo imaginamos hoy. Ni parecido. La quinta edición de nuestro especial sobre municipalismo en Castilla y León, que vuelve a editarse en tres nutridos volúmenes distribuidos gratuitamente junto al diario, presta atención a los horizontes y desafíos de nuestros pueblos y ciudades. Es buen momento para ello, para pensar en el porvenir, teniendo en cuenta la cita electoral que nos espera a finales de mayo. En ella volverán a elegirse los representantes democráticos de más de 2.200 ayuntamientos de Castilla y León. En ese sentido, y al margen de las particularidades de cada perspectiva local, un buen número de las cuales se incorporan a esta ambiciosa publicación, conviene recordar eso, que nuestro futuro como comunidad cultural, social y política no emprenderá ningún proyecto integrador ni de provecho si no se asienta sobre la riqueza humana, histórica y económica de nuestros municipios. De los grandes, por supuesto, pero también de los medianos y los más pequeños. Todos los alcaldes que expresan sus ambiciones y retos en las próximas páginas se refieren en gran medida a la necesidad de fijar población, de
atraer riqueza y tratar de conservar un entorno rural o urbano que sirva de hogar para sus vecinos. Se precisan iniciativas que creen empleo, fundamentalmente. Porque solo el empleo, más que los impuestos u otras ventajas fiscales, armará arraigos, familias y nuevas generaciones. Ni siquiera las ayudas a la natalidad son suficientes –cuesta creer que alguna vez lo fueran– para lograr el objetivo.
Por eso la atención de vecinos y corporaciones se orienta hacia las dotaciones públicas, las infraestructuras, los servicios, la mejora de las comunicaciones, el ocio, la conectividad, el paisaje y, muy especialmente, hacia la atracción y conservación de industrias sostenibles y adaptadas al entorno natural. Es importante que todos los núcleos de población dispongan de unos mínimos niveles de bienestar. No es creíble que se acabe generalizando esa visión idílica, insólita y poco práctica de familias o profesionales cualificados que dejan la gran ciudad y, como a modo de terapia, se refugian del frenético ritmo de la modernidad en lugares más tranquilos, en una vida ‘slow’, sin las urgencias de las agendas digitales. No es creíble que nuestros pueblos y pequeñas ciudades puedan subsistir en el plazo de unos años solo captando esos perfiles que, más que buscar un lugar deseado en el que labrarse un futuro, aspiran a encontrar una especie de terapia, un
respiro. No es creíble un plan para el medio rural que no dé una respuesta a todo a lo que alcanza una vida, también al final. Hoy nuestros mayores mantienen vivos nuestros pueblos porque no se sienten parte de otro sitio, son sus casas. No se imaginan lejos de sus campos, sus paseos, sus cielos y callejuelas. Pero eso no es sencillo que suceda más allá de unos lustros, cuando los de la generación nacidos en los años 60 y 70, ni qué decir en décadas posteriores, necesitarán más comodidades, albergarán otras expectativas y se procurarán rodear de todo aquello con lo que convivieron el resto de sus vidas.
Ese es el reto. En realidad, es el mismo que exige cada actividad humana en estos momentos de globalidad, accesibilidad, posibilidades y extrema competencia: no vale con acertar solo en un aspecto, hay que acertar en todos. Todo el tiempo. No bastará con localidades que tengan médico o bar si no disponen de cajeros. Ni bastará con tener todo ello, pero malas comunicaciones por carretera. O falta de empresas. O una conectividad digital deficiente. Aun y todo, el reto es enorme.
Retos, horizontes y futuro MUNICIPALISMO 2023 EL NORTE DE CASTILLA 3
Las elecciones municipales del mes de mayo prestan un buen motivo para pensar en el porvenir de nuestros pueblos y ciudades
Se necesitan iniciativas que fijen empresas y creen empleo estable, sostenible y adaptado al entorno